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¿ES JESÚS EL ARCÁNGEL MIGUEL?
ELABORADO POR:
Carlos Augusto Arias Vidales
Licenciado en Pedagogía Reeducativa en la Fundación Universitaria Luis
Amigó (Medellín) Estudios Filosóficos en el Seminario de Cristo Sacerdote (Yarumal, Ant.)
Pastoral y Evangelización
22 de marzo de 2013
Existen grupos religiosos [1] que aseguran que Jesucristo no es Dios, sino que es
un ser espiritual poderoso, al que algunos identifican con el Arcángel Miguel, el
cual existía desde antes de la creación, luego vino a la tierra asumiendo la
“personalidad” de Jesús de Nazaret, y tras su resurrección, asumió nuevamente la “personalidad” del arcángel Miguel. ¿En qué se basan para asegurar tal cosa? Y
¿Qué debemos tener en cuenta los católicos, con respecto a ello, para no
dejarnos confundir en nuestra fe?
I.
Uno de los argumentos que suelen esgrimir quienes sostienen que Jesús y el Arcángel Miguel son la misma persona, es el hecho de que algunos personajes de
la Biblia tienen dos nombres; tal ocurre con Abraham, con Jacob, y con el apóstol
Pedro, por citar algunos ejemplos. Sin embargo, siempre, en algún pasaje de la
Biblia, se referencia que a quien llaman de determinado modo, es el mismo al que llaman de tal otro modo; los puedes verificar tú mismo, buscando en tu Biblia
[2]:
Abram / Abraham: «No te llamarás más Abram, sino que tu nombre será
Abraham, pues padre de muchedumbre de pueblos te he constituido», (Gn 17,5 [3]).
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Saray / Sara: «Dijo Dios a Abraham: «A Saray, tu mujer, no la llamarás más
Saray, sino que su nombre será Sara», (Gn17,15).
Jacob / Israel: «En adelante no te llamarás Jacob sino Israel; porque has sido fuerte contra Dios y contra los hombres, y le has vencido», (Gn 32,29).
Simón / Pedro: «Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos
hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el
mar, pues eran pescadores», (Mt 4,18). Saulo / Pablo: «Entonces Saulo, también llamado Pablo, lleno de Espíritu
Santo, mirándole fijamente…», (Hch 13,9).
Mateo / Leví: comparar los tres pasajes siguientes:
o «Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: “Sígueme”. Él se levantó
y le siguió», (Mt 9,9).
o «Después de esto, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el
despacho de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él, dejándolo todo, se
levantó y le siguió», (Lc 5,27-28). o «Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos,
y le dice: “Sígueme”. Él se levantó y le siguió», (Mc 2, 14).
Ahora, ten en cuenta, en primer lugar, que en los evangelios solo se narran las
vocaciones de los Apóstoles, y que al único publicano (Lc 5,27) que se cita en la lista de los apóstoles, es Mateo (Mt 9,9):
o «Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado
Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano
Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le
entregó», (Mt 10,2-4).
Es claro, pues, que “Mateo” y “Leví” son el mismo personaje; y si acaso a
alguien le queda duda, es suficiente con que, en cada una de las tres citas referidas, siga leyendo los versículos que siguen después.
En cambio, no hay un solo texto en la Biblia que referencie, o un par de ellos que
evidencien de forma clara e incuestionable, que Jesús de Nazaret sea también
Miguel, el arcángel.
II.
Otro pasaje bíblico del que se valen es Jd v.9: «En cambio el arcángel Miguel,
cuando altercaba con el diablo disputándose el cuerpo de Moisés, no se atrevió a
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pronunciar contra él juicio injurioso, sino que dijo: “Que te castigue el Señor”», y
enfatizan que Miguel es presentado como el “arcángel”, palabra que significa
“ángel principal”, y que en la Biblia a ningún otro personaje se le aplica este título; y añaden que, puesto que se utiliza el artículo “el” (el arcángel), con ello
se da a entender que no hay sino uno. Pues bien, empecemos por lo último: Gn
24,52 dice: «Cuando el siervo de Abraham oyó lo que decían, adoró a Yahweh en
tierra». ¿Hemos de suponer, por este pasaje, que Abraham no tenía más que un siervo? Según esa lógica, sí; pero en el v.2 del mismo capítulo, hablando del
mismo siervo, dice: «Abraham dijo al siervo más viejo de su casa y mayordomo de
todas sus cosas:…»; es claro que se trata tan sólo de uno de los muchos siervos
que Abraham tenía. Es decir, el uso del artículo “el” no implica necesariamente que sea el único en su clase, sino que es algo o alguien perteneciente a la
categoría sustancial que se nombra, en el caso que nos ocupa, “arcángel”, sin
excluir la posibilidad de la existencia de otros de la misma clase.
Por otra parte, ateniéndonos al significado de la palabra arcángel (“ángel principal”), no deja de llamar la atención que en la Biblia se llama con nombre
propio sólo a tres ángeles:
Miguel: Dn 10,13: «El Príncipe del reino de Persia me ha hecho resistencia durante
veintiún días, pero Miguel, uno de los Primeros Príncipes, ha venido en mi
ayuda. Le he dejado allí junto a los reyes de Persia», (Nótese que se le llama
uno de los Primeros Príncipes). Dn 10,21: «Pero voy a revelarte lo que está consignado en el Libro de la
Verdad. Nadie me presta ayuda para esto, excepto Miguel, vuestro Príncipe»,
(“vuestro príncipe” es decir, el “príncipe de Israel”).
Dn 12,1: «En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran Príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo», (“el gran príncipe”… pero, como ya vimos, es uno de los
primeros príncipes; y “gran” porque tiene la importante tarea de velar por el
Pueblo de Dios).
Jd v9: «En cambio el arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo…».
Ap 12,7: «Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón».
Rafael:
Tb 3,16-17: «Fue oída en aquel instante, en la Gloria de Dios, la plegaria de ambos y fue enviado Rafael a curar a los dos:…», (“fue enviado Rafaél”,
recordemos que, “ángel” es una palabra griega que significa “mensajero” o
“enviado”).
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Tb 5,4: «Salió Tobías a buscar un hombre que conociera la ruta y fuera con él
a Media. En saliendo, encontró a Rafael, el ángel, parado ante él; pero no
sabía que era un ángel de Dios». Tb 12,15: «Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre
presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor», (¿Acaso esta expresión no
suena a que se refiere a un “ángel principal”?).
Gabriel:
Dn 8,16: «…y oí una voz de hombre, sobre el Ulay, que gritaba: “Gabriel,
explícale a éste la visión”», (la “voz de hombre” es, en realidad, la voz de
Dios; y es claro que Miguel es un mensajero –ángel- de Dios). Dn 9,21-23: «…aún estaba hablando en oración, cuando Gabriel, el personaje
que yo había visto en visión al principio, vino volando donde mí a la hora de la
oblación de la tarde. Vino y me habló. Dijo: “Daniel, he salido ahora para
ilustrar tu inteligencia. Desde el comienzo de tu súplica, una palabra se emitió
y yo he venido a revelártela, porque tú eres el hombre de las predilecciones. Comprende la palabra, entiende la visión:…”», (una vez más, Miguel realizando
la función de “mensajero”).
Lc 1,19: «El ángel le respondió: “Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios,
y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva”», (“el que está delante de Dios”, ¿No te suena esto a uno de los siete ángeles de que
habla Tb 12,15).
Lc 1,26-27: «Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad
de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María», (¿Acaso no es
lógico pensar que la importante tarea de anunciar el nacimiento del Redentor
de la Humanidad se le encomendara a un “ángel principal” y no a un ángel
“común y corriente”?).
Si bien es claro que el título “arcángel” en la Biblia sólo se le aplica expresamente
a Miguel, también es claro que, dentro del colectivo de los ángeles hay unos
ángeles especiales (recordemos Tb 12,15; Dn 10,13 y Lc 1,19; unido a Ap 8,2:
«Vi entonces a los siete Ángeles que están en pie delante de Dios; les fueron entregadas siete trompetas»), que tienen una relación más cercana con Dios, de
los cuales las Sagradas Escrituras nos revelan que son siete, pero sólo nos
manifiesta el nombre de tres: aquellos que desempeñaron un papel importante
en la Historia de la Salvación revelada.
Finalmente, 1Ts 4,16 dice: «El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un
arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo
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resucitarán en primer lugar»; como puedes ver, en esta ocasión dice “un
arcángel”, es decir, uno entre otros; luego, hay más de un arcángel.
Dos objeciones te pueden oponer a estos argumentos:
1. Algunos consideran que el libro de Tobías (citado a propósito del ángel Rafael)
es “apócrifo”, es decir, no lo reconocen como inspirado por Dios; pero la Iglesia Católica, fundamentada en la Tradición, atestigua que, desde los
primeros tiempos este libro ha sido considerado como inspirado por el
Espíritu Santo y que, por tanto, es parte de la Palabra Revelada puesta por
escrito (la Biblia).
2. En la Biblia denominada “Traducción del Nuevo Mundo” y en la “Reina -
Valera”, 1Ts 4,16 es traducido así: «El Señor mismo descenderá del cielo con
una llamada imperativa, con voz de arcángel y con trompeta de Dios»… ¿sí
notas la diferencia? En la traducción de la Biblia de Jerusalén que te presentamos anteriormente se habla de que la “voz de un arcángel” dará una
orden… en cambio, según estas traducciones de la Biblia, será el mismo Señor
el que dará la orden, y su voz sonará como “voz de arcángel”; son dos cosas
muy distintas (un par de párrafos más adelante volveremos a tratar sobre este versículo)… por eso, cuando dialogues con el fiel de una iglesia distinta a la
católica, debes tener siempre a mano una traducción católica de la Biblia, para
que puedas percibir las diferencias. Por supuesto, ellos tratarán de
convencerte de que la traducción de la Biblia católica está mal hecha, pero no debes dejarte confundir.
Por lo demás, ante los otros argumentos que te presentamos para sustentar que
hay más de un arcángel (siete, para ser exactos), no les quedará más remedio que dar “vuelta a la página” y tratar de meterse por otro lado.
III.
También te dirán que Jesús y el Arcángel Miguel son presentados con los mismos
atributos y realizando las mismas acciones, y que, por tanto, deben ser la misma
persona.
Por ejemplo, en el pasaje de 1Ts 4,16, que ya te presentamos, es claro que “el
Señor” es Jesús; y puesto que, según la “Traducción del Nuevo Mundo” y la
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“Reina - Valera”, hablará “con voz de arcángel”, y como, según algunos,
solamente hay un arcángel, que es Miguel, la consecuencia que sacan es que
Miguel y el Señor (Jesús) son la misma persona. Ya ha sido aclarado que hay más de un arcángel y que, según la traducción de la Biblia de Jerusalén, es uno de
ellos el que dará la orden, no el Señor mismo. Pero ateniéndonos a la traducción
del Nuevo Mundo y de la Reina-Valera, también podemos razonar de esta forma:
hablar con la voz de alguien, no significa ser ese alguien. En un primer sentido, hablar con la voz de alguien significa que la voz de quien habla suena parecida (o
incluso hasta igual) a la de otro. Tal vez tú conoces a algún compañero tuyo que
es capaz de imitar la voz de sus superiores o sus compañeros, hasta el punto que
si la oyeras, sin ver a quien emite la voz, podrías pensar que quien habla no es tu amigo o compañero, sino la persona a quien imita. En otro sentido,
probablemente alguna vez en tu vida habrás escuchado a un militar utilizar la
expresión tener “voz de mando”, es decir, una voz que tiene autoridad y que, por
tanto, es obedecida. Puesto que tradicionalmente se ha considerado que los
arcángeles tienen a su mando las huestes celestiales, es decir, los ejércitos de los ángeles (como vimos que dice de Miguel Ap 12,7), y que a su orden, los ángeles
obedecen sin tardar; entonces, decir que el Señor dará una orden con “voz de
arcángel” no es más que un modismo para decir “con autoridad” sobre los
ángeles, los cuales le acompañarán en el día del Señor. A este respecto, veamos las siguientes citas bíblicas:
Mt 13,41-43: «El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su
Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos
brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
Mt 16,27: «Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre,
con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta». Mt 24,30-31: «Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y
entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del
hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Él enviará a
sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus
elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro». Mt 25,31: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de
todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria».
Esta idea de “autoridad” está reforzada por las otras dos expresiones que la encuadran: “con una llamada imperativa”, es decir, una orden que no admite
demoras, y “con trompeta de Dios”, ya que a los soldados del ejército se les
convoca con el toque de trompeta; puesto que los ángeles conforman los
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“ejércitos de Dios”, es la trompeta de Dios la que los convoca… en resumen, son
tres expresiones que, aunque dicen lo mismo, no son una repetición innecesaria,
sino que es una forma literaria de enfatizar una idea: los ángeles se reunirán con presteza convocados por la autoridad de su Señor. Puedes ver pues, que la
expresión “con voz de arcángel” no implica necesariamente que quien habla sea
un arcángel, sino que quien habla tiene autoridad sobre los ejércitos celestiales.
IV.
Por otra parte, te dirán que en Ap 12,7 se describe a Miguel como un comandante
al frente de las huestes angelicales que combatirán contra Satanás y que, del
mismo modo, en Ap 19,11-16, se describe a Jesús como comandante de las
huestes celestiales: «Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco: el
que lo monta se llama “Fiel” y “Veraz”; y juzga y combate con justicia. Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza, muchas diademas; lleva escrito un nombre que
sólo él conoce; viste un manto empapado en sangre y su nombre es: La Palabra
de Dios. Y los ejércitos del cielo, vestidos de lino blanco puro, le seguían sobre
caballos blancos. De su boca sale una espada afilada para herir con ella a los paganos; él los regirá con cetro de hierro; él pisa el lagar del vino de la furiosa
cólera de Dios, el Todopoderoso. Lleva escrito un nombre en su manto y en su
muslo: Rey de Reyes y Señor de Señores».
Pues bien, al leer Ap 19,11-16, ves que al final Jesús es presentado, más
explícitamente, como “Rey de reyes y Señor de señores”, es decir como
Emperador, como gobernante de un Estado Imperial. Empecemos a analizar esto
por el orden cotidiano: tú sabes que, en nuestros Estados modernos, se dice que el Presidente de la república es el “Máximo comandante” de las fuerzas armadas,
es decir, las fuerzas armadas, todas, están bajo su autoridad; sin embargo, el
ejército suele tener un “comandante general” o un “brigadier general”, o
cualquier otro título similar que se le dé en cada país a quien comanda más
directamente el conjunto de las fuerzas armadas; ¿vas copiando lo que intento decirte? Pero, para el estudioso de la Biblia, las Sagradas Escrituras deben
explicarse por sí mismas (en la medida de lo posible), por eso, veamos dos
ejemplos que nos presenta la misma Biblia:
Saúl y Abner:
1S 13,15-23: «Se levantó Samuel y partió de Guilgal para seguir su camino.
Los que quedaban del pueblo subieron tras Saúl al encuentro de los hombres
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de guerra, y vino de Guilgal a Gueba de Benjamín. Saúl pasó revista a las
tropas que tenía con él: había unos seiscientos hombres. Saúl, su hijo Jonatán
y las tropas que estaban con ellos, se hallaban situados en Gueba de Benjamín, mientras que los filisteos acampaban en Mikmás. La fuerza de
choque salió del campo filisteo en tres columnas: una columna tomó la
dirección de Ofrá, en la comarca de Sual; otra tomó la dirección de Bet Jorón y
la tercera tomó la dirección del alto que domina el valle de los Seboím, hacia el desierto. No había herreros en todo el territorio de Israel, porque los filisteos
se decían: “Que no hagan los hebreos espadas ni lanzas”. Así todos los
israelitas tenían que bajar a los filisteos para vaciar cada cual su reja, su
hacha, su azuela o su aguijada. El precio era dos tercios de siclo por aguzar las azuelas y enderezar la aguijada. Y así ocurrió que el día de la batalla nadie, en
toda la tropa que estaba con Saúl y Jonatán, tenía en la mano espada ni lanza.
Las había sólo para Saúl y para su hijo Jonatán. Una avanzadilla de filisteos
partió hacia el paso de Mikmás».
1S 14,50: «La mujer de Saúl se llamaba Ajinoam, hija de Ajimaas. El jefe de su ejército se llamaba Abner, hijo de Ner, tío de Saúl».
David y Joab:
2S 5,6-10: «Marchó el rey con sus hombres sobre Jerusalén contra los jebuseos que habitaban aquella tierra. Dijeron éstos a David: “No entrarás
aquí; porque hasta los ciegos y cojos bastan para rechazarte”. (Querían decir:
no entrará David aquí). Pero David conquistó la fortaleza de Sión que es la
Ciudad de David. Y dijo David aquel día: “Todo el que quiera atacar a los jebuseos que suba por el canal..., en cuanto a los ciegos y a los cojos, David
los aborrece”. Por eso se dice: “Ni cojo ni ciego entrarán en la Casa”. David se
instaló en la fortaleza y la llamó Ciudad de David. Edificó una muralla en
derredor, desde el Milló hacia el interior. David iba medrando y Yahveh el Dios Sebaot estaba con él».
2S 8,15-16: «Reinó David sobre todo Israel, administrando derecho y justicia
a todo su pueblo. Joab, hijo de Sarvia, era jefe del ejército, y Josafat, hijo de
Ajilub, era el heraldo».
Como vez, en estos pasajes se nos presenta a Saúl y a David, reyes de los
israelitas, al frente del ejército, comandándolo; lo cual era muy común en la
antigüedad; vemos, por ejemplo, que cuando Alejandro Magno emprendió la
conquista del que sería su vasto imperio, él salió en campaña junto con sus ejércitos, al mando de ellos. Pero, de todos modos, el ejército tenía un “jefe”, es
decir, un comandante. Así, pues, una cosa es que Miguel sea “comandante” de los
ejércitos celestiales, y otra, muy distinta, que Jesús, Emperador del Universo, por
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ser tal, tenga la potestad para comandar él mismo a los ejércitos celestiales, sin
que ello implique que Jesús y Miguel sean la misma persona.
V.
Insistiendo en la idea anterior, te dirán que en la Biblia se habla lo mismo de
“Miguel y sus ángeles” y de “Jesús y sus ángeles”, y que, puesto que en ninguna
parte de la Biblia se habla de que haya dos ejércitos de ángeles fieles (uno
dirigido por Jesús y otro por Miguel), sino uno sólo, de ello deducen que hay identidad entre las dos personas; para constatarlo, te citarán los siguientes
pasajes:
Ap 12,7: «Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles
combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron». 2Ts 1,7: «y a vosotros, los atribulados, con el descanso junto con nosotros,
cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo con sus poderosos ángeles».
Mt 13,41: «El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su
Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad». Mt 16,27: «Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre,
con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta».
Mt 24,30-31: «Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y
entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Él enviará a
sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus
elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro».
1Pe 3,22: «habiendo ido al cielo, está a la diestra de Dios, y le están sometidos los Ángeles, las Dominaciones y las Potestades».
Según esa lógica, ¿cómo habríamos de interpretar los siguientes pasajes?:
Gn 28,12: «soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella».
Sal 91,9-11: «…tú que dices: “¡Mi refugio es Yahveh!”, y tomas a Elyón por
defensa. No ha de alcanzarte el mal, ni la plaga se acercará a tu tienda; que él
dará orden sobre ti a sus ángeles de guardarte en todos tus caminos». Sal 103,20: «Bendecid a Yahveh, ángeles suyos, héroes potentes, ejecutores
de sus órdenes, en cuanto oís la voz de su palabra».
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Ap 3,5: «El vencedor será así revestido de blancas vestiduras y no borraré su
nombre del libro de la vida, sino que me declararé por él delante de mi Padre y
de sus Ángeles».
Acaso, ¿hemos de suponer entonces que Miguel, Jesús y Yahweh son, los tres, la
misma “persona”? Por supuesto que no. Los tres comandan a los ángeles, cada
uno según su título particular: Yahweh, por ser su Creador; Cristo, porque ha sido constituido por el Padre como rey del Universo; y Miguel por ser el comandante
de los ejércitos celestiales; pero es obvio que, según esta jerarquía, Miguel está
sometido a Jesús, y Éste, a su vez, sometido al Padre: «Luego, el fin, cuando
entregue a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad. Porque debe él reinar hasta que ponga a todos sus
enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la Muerte.
Porque ha sometido todas las cosas bajo sus pies. Mas cuando diga que “todo
está sometido”, es evidente que se excluye a Aquél que ha sometido a él todas
las cosas. Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquél que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea
todo en todo», (1Co 15,24-28); y es claro, según todo esto, que comandan al
mismo ejército de ángeles.
VI.
Finalmente, un pasaje bíblico que revoca toda posibilidad de identificar a Jesús
con el arcángel Miguel es Hb 1,1-14:
«Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del
Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos; el
cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene
todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los
pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto más les supera en el nombre que ha
heredado. En efecto, ¿a qué ángel dijo alguna vez: Hijo mío eres tú; yo te he
engendrado hoy; y también: Yo seré para él Padre, y él será para mi Hijo? Y
nuevamente al introducir a su Primogénito en el mundo dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios. Y de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles vientos, y a sus
servidores llamas de fuego. Pero del Hijo: Tu trono, ¡oh Dios!, por los siglos de
los siglos; y: El cetro de tu realeza, cetro de equidad. Amaste la justicia y
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aborreciste la iniquidad; por eso te ungió, ¡oh Dios!, tu Dios con óleo de alegría
con preferencia a tus compañeros. Y también: Tú al comienzo, ¡oh Señor!, pusiste
los cimientos de la tierra, y obras de tu mano son los cielos. Ellos perecerán, mas tú permaneces; todos como un vestido envejecerán; como un manto los
enrollarás, como un vestido y serán cambiados. Pero tú eres el mismo y tus años
no tendrán fin. Y ¿a qué ángel dijo alguna vez: Siéntate a mi diestra, hasta que
ponga a tus enemigos por escabel de tus pies? ¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la
salvación?».
En este pasaje se declara contundentemente la superioridad de Cristo, no “sobre los demás ángeles” (lo cual implicaría que Jesús es uno de ellos), sino
simplemente “sobre los ángeles”, lo cual manifiesta que una es la naturaleza de
los ángeles y otra la naturaleza de Jesús.
Aclarado que, de acuerdo con las Sagradas Escrituras, Jesús no es el arcángel Miguel, es posible que surja inmediatamente el cuestionamiento: “Entonces,
¿quién es Jesús?”. Éste es un asunto que trataremos en el próximo artículo.
NOTAS:
[1] No especifico cuáles, porque la intención de este blog no es “atacar” ni “combatir” a ningún grupo religioso, sino simplemente ofrecer a los católicos
elementos que les permitan tener claridad frente a algunas enseñanzas que los
podrían confundir en su fe y, tal vez, hacérsela perder. (Volver)
[2] Mientras no se diga otra cosa, las citas bíblicas son tomadas de la Biblia de
Jerusalén, según su edición de 1976. Si tienes una versión de la Biblia distinta a
ésta, es posible que encuentres algunas diferencias en la traducción… pero no te
dejes confundir por esto: no te fijes tanto en las palabras que se usen o en el orden de la frase, sino que analiza si no estarán diciendo lo mismo de distinta
manera… lo importante es que la idea de fondo se conserve. (Volver)
[3] Las referencias bíblicas, cuando se citan por primera vez, aparecerán en
negrita; las demás veces que aparezca una referencia ya citada, tendrá el grosor normal. (Volver)