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Joseph Ratzinger Benedicto XVI Jesús de Nazaret

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  • Joseph RatzingerBenedicto XVI

    Jess de Nazaret

  • P a p a B e n e d i c t o X V I J e s s d e N a z a r e t

    Traduccin de Carmen Bas lvarezLa esfera de los libros

    Primera edicin: septiembre de 2007Ttulo original: Jess von Nazareth - Von derTaufe im Jordn bis zur Verklarung Librera Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 2007.

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    Primera parteDesde el Bautismo a la Transfiguracin ............................................................................................... 4

    PROLOGO .............................................................................................................................. 5 INTRODUCCIN: UNA PRIMERA MIRADA AL MISTERIO DE JESS ...................... 10 1 EL BAUTISMO DE JESS .............................................................................................. 13 2 LAS TENTACIONES DE JESS ..................................................................................... 19 3 EL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS ......................................................................... 27 4 EL SERMN DE LA MONTAA .................................................................................... 33

    1. LAS BIENAVENTURANZAS ..................................................................................... 35 2. LA TOR DEL MESAS .............................................................................................. 45

    5 LA ORACIN DEL SEOR ............................................................................................. 57 Padre nuestro, que ests en el cielo ................................................................................... 59 Santificado sea tu nombre ................................................................................................. 62 Venga a nosotros tu reino .................................................................................................. 63 Hgase tu voluntad en la tierra como en el cielo .............................................................. 64 Danos hoy nuestro pan de cada da ................................................................................... 65 Perdona nuestras ofensas, como tambin nosotros perdonamos a los que nos ofenden ... 67 No nos dejes caer en la tentacin ...................................................................................... 69 Y lbranos del mal ............................................................................................................. 70

    6 LOS DISCPULOS ............................................................................................................ 72 7 EL MENSAJE DE LAS PARBOLAS ............................................................................. 77

    1. NATURALEZA Y FINALIDAD DE LAS PARBOLAS ........................................... 77 2. TRES GRANDES RELATOS DE PARBOLAS DE LUCAS ................................... 81

    8 LAS GRANDES IMGENES DEL EVANGELIO DE JUAN ......................................... 90 1. INTRODUCCIN: LA CUESTIN JONICA .......................................................... 90 2. LAS GRANDES IMGENES DEL EVANGELIO DE JUAN .................................... 97

    9 DOS HITOS IMPORTANTES EN EL CAMINO DE JESS: LA CONFESIN DE PEDRO Y LA TRANSFIGURACIN .......................................................................................................... 116

    1. LA CONFESIN DE PEDRO .................................................................................... 116 2. LA TRANSFIGURACIN ......................................................................................... 122

    10 NOMBRES CON LOS QUE JESS SE DESIGNA A S MISMO .............................. 128 1. EL HIJO DEL HOMBRE ............................................................................................ 129 2. EL HIJO ...................................................................................................................... 134 3. YO SOY .................................................................................................................. 137

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    Primera parteDesde el Bautismo a la Transfiguracin

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    PROLOGOEste libro sobre Jess, cuya primera parte se publica ahora, es fruto de un largo camino interior. En

    mis tiempos de juventudaos treinta y cuarenta haba toda una serie de obras fascinantes sobre Jess: las de Karl Adam, Romano Guardini, Franz Michel Willam, Giovanni Vapini, Daniel-Rops, por mencionar slo algunas. En ellas se presentaba la figura de Jess a partir de los Evangelios: cmo vivi en la tierra y cmo aun siendo verdaderamente hombre llev al mismo tiempo a los hombres a Dios, con el cual era uno en cuanto Hijo. As, Dios se hizo visible a travs del hombre Jess y, desde Dios, se pudo ver la imagen del autntico hombre.

    En los aos cincuenta comenz a cambiar la situacin, ha grieta entre el Jess histrico y el Cristo de la fe se hizo cada vez ms profunda; a ojos vistas se alejaban uno de otro. Vero, qu puede significar la fe en Jess el Cristo, en Jess Hijo del Dios vivo, si resulta que el hombre Jess era tan diferente de como lo presentan los evangelistas y como, partiendo de los Evangelios, lo anuncia la Iglesia?

    Los avances de la investigacin histrico-crtica llevaron a distinciones cada vez ms sutiles entre los diversos estratos de la tradicin. Detrs de stos la figura de Jess, en la que se basa la fe, era cada vez ms nebulosa, iba perdiendo su perfil. Al mismo tiempo, las reconstrucciones de este Jess, que haba que buscar a partir de las tradiciones de los evangelistas y sus fuentes, se hicieron cada vez ms contrastantes: desde el revolucionario antirromano que luchaba por derrocar a los poderes establecidos y, naturalmente, fracasa, hasta el moralista benigno que todo lo aprueba y que, incomprensiblemente, termina por causar su propia ruina. Quien lee una tras otra algunas de estas reconstrucciones puede comprobar enseguida que son ms una fotografa de sus autores y de sus propios ideales que un poner al descubierto un icono que se haba desdibujado. Por eso ha ido aumentando entretanto la desconfianza ante estas imgenes de Jess; pero tambin la figura misma de Jess se ha alejado todava ms de nosotros.

    Como resultado comn de todas estas tentativas, ha quedado la impresin de que, en cualquier caso, sabemos pocas cosas ciertas sobre Jess, y que ha sido slo la fe en su divinidad la que ha plasmado posteriormente su imagen. Entretanto, esta impresin ha calado hondamente en la conciencia general de la cristiandad. Semejante situacin es dramtica para la fe, pues deja incierto su autntico punto de referencia: la ntima amistad con Jess, de la que todo depende, corre el riesgo de moverse en el vaco.

    El exegeta catlico de habla alemana quizs ms importante de la segunda mitad del siglo XX, Rudolf Schnackenburg, percibi en sus ltimos aos, fuertemente impresionado, el peligro que de esta situacin se derivaba para la fe y, ante lo poco adecuadas que eran todas las imgenes histricas de Jess elaboradas mientras tanto por la exgesis, se embarc en su ltima gran obra: Die Person Jesu Christ im Spiegel der vier Evangelien [La persona de Jesucristo reflejada en los cuatro Evangelios]. El libro se pone al servicio de los creyentes a los que hoy la investigacin cientfica... hace sentirse inseguros, para que conserven su fe en la persona de Jesucristo como redentor y salvador del mundo (p. 6). Al final del libro, tras toda una vida de investigacin, Schnackenburg llega a la conclusin de que mediante los esfuerzos de la investigacin con mtodos histrico-crticos no se logra, o se logra de modo insuficiente, una visin fiable de la figura histrica de Jess de Nazaret (p. 348); el esfuerzo de la investigacin exegtica... por identificar estas tradiciones y llevarlas a lo histricamente digno de crdito, nos somete a una discusin continua de la historia de las tradiciones y de la redacciones que nunca se acaba (p. 349).

    Las exigencias del mtodo, que l considera a la vez necesario e insuficiente, hacen que en su representacin de la figura de Jess haya una cierta discrepancia: Schnackenburg nos muestra la imagen del Cristo de los Evangelios, pero la considera formada por distintas capas de tradicin superpuestas, a travs de las cuales slo se puede divisar de lejos al verdadero Jess. Se presupone el fundamento histrico, pero ste queda rebasado en la visin de fe de los Evangelios, escribe (p. 353). Nadie duda de ello, pero no queda claro hasta dnde llega el fundamento histrico. Sin embargo, Schnackenburg ha dejado claro como dato verdaderamente histrico el punto decisivo: el ser de Jess relativo a Dios y su

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    unin con l (p. 353). Sin su enraizamiento en Dios, la persona de Jess resulta vaga, irreal e inexplicable (p. 354). ste es tambin el punto de apoyo sobre el que se basa mi libro: considera a Jess a partir de su comunin con el Padre. ste es el verdadero centro de su personalidad. Sin esta comunin no se puede entender nada y partiendo de ella l se nos hace presente tambin hoy.

    Naturalmente, en la descripcin concreta de la figura de Jess he tratado con decisin de ir ms all de Schnackenburg. El elemento problemtico de su definicin de la relacin entre las tradiciones y la historia realmente acontecida se encuentra claramente, a mi modo de ver, en la frase: Los Evangelios quieren, por as decirlo, revestir de carne al misterioso hijo de Dios aparecido sobre la tierra. (p. 354). Quisiera decir al respecto: no necesitaban revestirle de carne, l se haba hecho carne realmente. Vero, se puede encontrar esta carne a travs de la espesura de las tradiciones?

    En el prlogo de su libro, Schnackenburg nos dice que se siente vinculado al mtodo histrico-crtico, al que la encclica Divino afilante Spiritu en 1943 haba abierto las puertas para ser utilizado en la teologa catlica (p. 5). Esta Encclica fue verdaderamente un hito importante para la exgesis catlica. No obstante, el debate sobre los mtodos ha dado nuevos pasos desde entonces, tanto dentro de la Iglesia catlica como fuera de ella; se han desarrollado nuevas y esenciales visiones metodolgicas, tanto en lo que concierne al trabajo rigurosamente histrico, como a la colaboracin entre teologa y mtodo histrico en la interpretacin de la Sagrada Escritura. Un paso decisivo lo dio la Constitucin conciliar Dei Verbum, sobre la divina revelacin. Tambin aportan importantes perspectivas, maduradas en el mbito de la afanosa investigacin exegtica, dos documentos de la Pontificia Comisin Bblica: La interpretacin de la Biblia en la Iglesia (Ciudad del Vaticano, 1993) y El pueblo judo y sus Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana (ibd., 2001).

    Me gustara mencionar, al menos a grandes rasgos, las orientaciones metodolgicas resultantes de estos documentos que me han guiado en la elaboracin de este libro. Hay que decir, ante todo, que el mtodo histrico precisamente por la naturaleza intrnseca de la teologa y de la fe es y sigue siendo una dimensin del trabajo exegtico a la que no se puede renunciar. En efecto, para la fe bblica es fundamental referirse a hechos histricos reales. Ella no cuenta leyendas como smbolos de verdades que van ms all de la historia, sino que se basa en la historia ocurrida sobre la faz de esta tierra. El factum historicum no es para ella una clave simblica que se puede sustituir, sino un fundamento constitutivo; et incarnatus est: con estas palabras profesamos la entrada efectiva de Dios en la historia real.

    Si dejamos de lado esta historia, la fe cristiana como tal queda eliminada y transformada en otra religin. As pues, si la historia, lo fctico, forma parte esencial de la fe cristiana en este sentido, sta debe afrontar el mtodo histrico. La fe misma lo exige. La Constitucin conciliar sobre la divina revelacin, antes mencionada, lo afirma claramente en el nmero 12, indicando tambin los elementos metodolgicos concretos que se han de tener presentes en la interpretacin de las Escrituras. Mucho ms detallado es el documento de la Pontificia Comisin Bblica sobre la interpretacin de la Sagrada Escritura en la Iglesia, en el captulo Mtodos y criterios para la interpretacin.

    El mtodo histrico-crtico repetimos sigue siendo indispensable a partir de la estructura de la fe cristiana. No obstante, hemos de aadir dos consideraciones: se trata de una de las dimensiones fundamentales de la exgesis, pero no agota el cometido de la interpretacin para quien ve en los textos bblicos la nica Sagrada Escritura y la cree inspirada por Dios. Volveremos sobre ello con ms detalle.

    Por ahora, como segunda consideracin, es importante que se reconozcan los lmites del mtodo histrico-crtico mismo. Para quien se siente hoy interpelado por la Biblia, el primer lmite consiste en que, por su naturaleza, debe dejar la palabra en el pasado. En cuanto mtodo histrico, busca los diversos hechos desde el contexto del tiempo en que se formaron los textos. Intenta conocer y entender con la mayor exactitud posible el pasado tal como era en s mismopara descubrir asilo que el autor quiso y pudo decir en ese momento, considerando el contexto de su pensamiento y los acontecimientos de entonces. En la medida en que el mtodo histrico es fiel a s mismo, no slo debe estudiar la palabra como algo que pertenece al pasado, sino dejarla adems en el pasado. Puede vislumbrar puntos de contacto con el presente, semejanzas con la actualidad; puede intentar encontrar aplicaciones para el

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    presente, pero no puede hacerla actual, de hoy, porque ello sobrepasara lo que le es propio. Efectivamente, en la precisin de la explicacin de lo que pas reside tanto su fuerza como su limitacin.

    Con esto se relaciona otro elemento. Como mtodo histrico, presupone la uniformidad del contexto en el que se insertan los acontecimientos de la historia y, por tanto, debe tratar las palabras ante las que se encuentra como palabras humanas. Si reflexiona cuidadosamente puede entrever quizs el valor aadido que encierra la palabra; percibir, por as decirlo, una dimensin ms alta e iniciar as el autotrascenderse del mtodo, pero su objeto propio es la palabra humana en cuanto humana.

    Finalmente, considera cada uno de los libros de la Escritura en su momento histrico y luego los subdivide ulteriormente segn sus fuentes, pero la unidad de todos estos escritos como Biblia no le resulta como un dato histrico inmediato. Naturalmente, puede observar las lneas de desarrollo, el crecimiento de las tradiciones y percibir de ese modo, ms all de cada uno de los libros, el proceso hacia una nica Escritura. Vero el mtodo histrico deber primero remontarse necesariamente al origen de los diversos textos y, en ese sentido, colocarlos antes en su pasado, para luego completar este camino hacia atrs con un movimiento hacia adelante, siguiendo la formacin de las unidades textuales a travs del tiempo. Por ltimo, todo intento de conocer el pasado debe ser consciente de que no puede superar el nivel de hiptesis, ya que no podemos recuperar el pasado en el presente. Ciertamente, hay hiptesis con un alto grado de probabilidad, pero en general hemos de ser conscientes del lmite de nuestras certezas. Tambin la historia de la exgesis moderna pone precisamente de manifiesto dichos lmites.

    Con todo esto se ha sealado, por un lado, la importancia del mtodo histrico-crtico y, por otro, se han descrito tambin sus limitaciones. Junto a estos lmites se ha visto as lo espero que el mtodo, por su propia naturaleza, remite a algo que lo supera y lleva en s una apertura intrnseca a mtodos complementarios. En la palabra pasada se puede percibir la pregunta sobre su hoy; en la palabra humana resuena algo ms grande; los diversos textos bblicos remiten de algn modo al proceso vital de la nica Escritura que se verifica en ellos.

    Precisamente a partir de esta ltima observacin se ha desarrollado hace unos treinta aos en Amrica el proyecto de la exgesis cannica, que se propone leer los diversos textos bblicos en el conjunto de la nica Escritura, hacindolos ver as bajo una nueva luz. La Constitucin sobre la divina revelacin del Concilio Vaticano II haba destacado claramente este aspecto como un principio fundamental de la exgesis teolgica: quien quiera entender la Escritura en el espritu en que ha sido escrita debe considerar el contenido y la unidad de toda ella. El Concilio aade que se han de tener muy en cuenta tambin la Tradicin viva de toda la Iglesia y la analoga de la fe, las correlaciones internas de la fe (cf. Dei Verbum, 12).

    Detengmonos en primer lugar en la unidad de la Escritura. Es un dato teolgico, pero que no se aplica simplemente desde fuera a un conjunto de escritos en s mismos heterogneos, ha exgesis moderna ha mostrado que las palabras transmitidas en la Biblia se convierten en Escritura a travs de un proceso de relecturas cada vez nuevas: los textos antiguos se retoman en una situacin nueva, ledos y entendidos de manera nueva. En la relectura, en la lectura progresiva, mediante correcciones, profundizaciones y ampliaciones tcitas, la formacin de la Escritura se configura como un proceso de la palabra que abre poco a poco sus potencialidades interiores, que de algn modo estaban ya como semillas y que slo se abren ante el desafo de situaciones nuevas, nuevas experiencias y nuevos sufrimientos.

    Quien observa este proceso sin duda no lineal, a menudo dramtico pero siempre en marcha a partir de Jesucristo, puede reconocer que en su conjunto sigue una direccin, que el Antiguo y el Nuevo Testamento estn ntimamente relacionados entre s. Ciertamente, la hermenutica cristolgica, que ve en Cristo Jess la clave de todo el conjunto y, a partir de l, aprende a entender la Biblia como unidad, presupone una decisin de fe y no puede surgir del mero mtodo histrico. Pero esta decisin de fe tiene su razn una razn histrica y permite ver la unidad interna de la Escritura y entender de un modo nuevo los diversos tramos de su camino sin quitarles su originalidad histrica.

    La exgesis cannica la lectura de los diversos textos de la Biblia en el marco de su totalidad es una dimensin esencial de la interpretacin que no se opone al mtodo histrico-crtico, sino que lo desarrolla de un modo orgnico y lo convierte en verdadera teologa.

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    Me gustara destacar otros dos aspectos de la exgesis teolgica, ha interpretacin histrico-crtica del texto trata de averiguar el sentido original exacto de las palabras, tal como se las entenda en su lugar y en su momento. Esto es bueno e importante. Pero prescindiendo de la certeza slo relativa de tales reconstrucciones se ha de tener presente que toda palabra humana de cierto peso encierra en s un relieve mayor de lo que el autor, en su momento, poda ser consciente. Este valor aadido intrnseco de la palabra, que trasciende su instante histrico, resulta ms vlido todava para las palabras que han madurado en el proceso de la historia de la fe. Con ellas, el autor no habla simplemente por s mismo y para s mismo. Habla a partir de una historia comn en la que est inmerso y en la cual estn ya silenciosamente presentes las posibilidades de su futuro, de su camino posterior. El proceso de seguir leyendo y desarrollando las palabras no habra sido posible si en las palabras mismas no hubieran estado ya presentes esas aperturas intrnsecas.

    En este punto podemos intuir tambin desde una perspectiva histrica, por as decirlo, lo que significa inspiracin: el autor no habla como un sujeto privado, encerrado en s mismo. Habla en una comunidad viva y por tanto en un movimiento histrico vivo que ni l ni la colectividad han construido, sino en el que acta una fuerza directriz superior. Existen dimensiones de la palabra que la antigua doctrina de los cuatro sentidos de la Escritura ha explicado de manera apropiada en lo esencial. Los cuatro sentidos de la Escritura no son significados individuales independientes que se superponen, sino precisamente dimensiones de la palabra nica, que va ms all del momento.

    Con esto se alude ya al segundo aspecto del que quisiera hablar. Los distintos libros de la Sagrada Escritura, como sta en su conjunto, no son simple literatura. La Escritura ha surgido en y del sujeto vivo del pueblo de Dios en camino y vive en l. Se podra decir que los libros de la Escritura remiten a tres sujetos que interactan entre s. En primer lugar al autor o grupo de autores a los que debemos un libro de la Escritura. Vero estos autores no son escritores autnomos en el sentido moderno del trmino, sino que forman parte del sujeto comn pueblo de Dios: hablan a partir de l y a l se dirigen, hasta el punto de que el pueblo es el verdadero y ms profundo autor de las Escrituras. Y, an ms: este pueblo no es autosuficiente, sino que se sabe guiado y llamado por Dios mismo que, en el fondo, es quien habla a travs de los hombres y su humanidad.

    La relacin con el sujeto pueblo de Dios es vital para la Escritura. Por un lado, este libro la Escritura es la pauta que viene de Dios y la fuerza que indica el camino al pueblo, pero por otro, vive slo en ese pueblo, el cual se trasciende a s mismo en la Escritura, y asen la profundidad definitiva en virtud de la Palabra hecha carne se convierte precisamente en pueblo de Dios. El pueblo de Dios la Iglesia es el sujeto vivo de la Escritura; en l, las palabras de la Biblia son siempre una presencia. Naturalmente, esto exige que este pueblo reciba de Dios su propio ser, en ltimo trmino, del Cristo hecho carne, y se deje ordenar, conducir y guiar por El.

    Creo que deba al lector estas indicaciones metodolgicas porque determinan el camino seguido en mi interpretacin de la figura de Jess en el Nuevo Testamento (puede verse lo que he escrito a este respecto al introducir la bibliografa). Yara mi presentacin de Jess esto significa, sobre todo, que confo en los Evangelios. Naturalmente, doy por descontado todo lo que el Concilio y la exegesis moderna dicen sobre los gneros literarios, sobre la intencionalidad de las afirmaciones, el contexto comunitario de los Evangelios y su modo de hablar en este contexto vivo. Aun aceptando todo esto, en cuanto me era posible, he intentado presentar al Jess de los Evangelios como el Jess real, como el Jess histrico en sentido propio y verdadero. Estoy convencido, y confo en que el lector tambin pueda verlo, de que esta figura resulta ms lgica y, desde el punto de vista histrico, tambin ms comprensible que las reconstrucciones que hemos conocido en las ltimas dcadas. Pienso que precisamente este Jess el de los Evangelios es una figura histricamente sensata y convincente.

    Slo si ocurri algo realmente extraordinario, si la figura y las palabras de Jess superaban radicalmente todas las esperanzas y expectativas de la poca, se explica su crucifixin y su eficacia. Apenas veinte aos despus de la muerte de Jess encontramos en el gran himno a Cristo de la Carta a los Filipenses (cf. 2, 6-11) una cristologa de Jess totalmente desarrollada, en la que se dice que Jess era

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    igual a Dios, pero que se despoj de su rango, se hizo hombre, se humill hasta la muerte en la cruz, y que a El corresponde ser honrado por el cosmos, la adoracin que Dios haba anunciado en el profeta Isaas (cf. 45, 23) y que slo El merece.

    La investigacin crtica se plantea con razn la pregunta: Qu ha ocurrido en esos veinte aos desde la crucifixin de Jess? Cmo se lleg a esta cristologa? En realidad, el hecho de que se formaran comunidades annimas, cuyos representantes se intenta descubrir, no explica nada. Cmo colectividades desconocidas pudieron ser tan creativas, convincentes y, as, imponerse? No es ms lgico, tambin desde el punto de vista histrico, pensar que su grandeza resida en su origen, y que la figura de Jess haya hecho saltar en la prctica todas las categoras disponibles y slo se la haya podido entender a partir del misterio de Dios? Naturalmente, creer que precisamente como hombre El era Dios, y que dio a conocer esto veladamente en las parbolas, pero cada vez de manera ms inequvoca, es algo que supera las posibilidades del mtodo histrico. Por el contrario, si a la luz de esta conviccin de fe se leen los textos con el mtodo histrico y con su apertura a lo que lo sobrepasa, stos se abren de par en par para manifestar un camino y una figura dignos de fe. As queda tambin clara la compleja bsqueda que hay en los escritos del Nuevo Testamento en torno a la figura de Jess y, no obstante todas las diversidades, la profunda cohesin de estos escritos.

    Es obvio que con esta visin de la figura de Jess voy ms all de lo que dice, por ejemplo, Schnackenburg, en representacin de un amplio sector de la exgesis contempornea. No obstante, confo en que el lector comprenda que este libro no est escrito en contra de la exgesis moderna, sino con sumo agradecimiento por lo mucho que nos ha aportado y nos aporta. Nos ha proporcionado una gran cantidad de material y conocimientos a travs de los cuales la figura de Jess se nos puede hacer presente con una vivacidad y profundidad que hace unas dcadas no podamos ni siquiera imaginar. Yo slo he intentado, ms all de la interpretacin meramente histrico-crtica, aplicar los nuevos criterios metodolgicos, que nos permiten hacer una interpretacin propiamente teolgica de la biblia, que exigen la fe, sin por ello querer ni poder en modo alguno renunciar a la seriedad histrica.

    Sin duda, no necesito decir expresamente que este libro no es en modo alguno un acto magisterial, sino nicamente expresin de mi bsqueda personal del rostro del Seor (cf. Sal 27, 8). Por eso, cualquiera es libre de contradecirme. Pido slo a los lectores y lectoras esa benevolencia inicial, sin la cual no hay comprensin posible.

    Como he dicho al comienzo de este prlogo, el camino interior que me ha llevado a este libro ha sido largo. Pude trabajar en l durante las vacaciones del verano de 2003. En agosto de 2004 tomaron su forma definitiva los captulos 1-4. Tras mi eleccin para ocupar la sede episcopal de Roma, he aprovechado todos los momentos libres para avanzar en la obra. Dado que no s hasta cundo dispondr de tiempo y fuerzas, he decidido publicar esta primera parte con los diez primeros captulos, que abarcan desde el bautismo en el Jordn hasta la confesin de Pedro y la transfiguracin.

    Con la segunda parte espero poder ofrecer tambin el captulo sobre los relatos de la infancia, que he aplazado por ahora porque me pareca urgente presentar sobre todo la figura y el mensaje de Jess en su vida pblica, con el fin de favorecer en el lector un crecimiento de su relacin viva con ti.

    Roma, fiesta de San Jernimo, 30 de septiembre de 2006. Joseph Ratzinger - Benedicto XVI.

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    INTRODUCCIN: UNA PRIMERA MIRADA AL MISTERIO DE JESSEn el Libro del Deuteronomio se encuentra una promesa muy diferente de la esperanza mesinica

    de otros libros del Antiguo Testamento, pero que tiene una importancia decisiva para entender la figura de Jess. No se promete un rey de Israel y del mundo, un nuevo David, sino un nuevo Moiss; pero a Moiss mismo se le considera un profeta. En contraste con el mundo de las religiones del entorno, la calificacin de profeta entraa aqu algo peculiar y diverso que, como tal, slo existe en Israel. Esta novedad y diferencia se deriva de la singularidad de la fe en Dios que le fue concedida al pueblo de Israel. En todos los tiempos, el hombre no se ha preguntado slo por su proveniencia originaria; ms que la oscuridad de su origen, al hombre le preocupa lo impenetrable del futuro hacia el que se encamina. Quiere rasgar el velo que lo cubre; quiere saber qu pasar, para poder evitar las desventuras e ir al encuentro de la salvacin.

    Tambin las religiones se preocupan no slo de responder a la pregunta sobre el origen; todas ellas intentan desvelar de algn modo el futuro. Son importantes precisamente porque proponen un saber sobre lo venidero y pueden mostrar as al hombre el camino que debe tomar para no fracasar. Por ello, prcticamente todas las religiones han desarrollado formas de predecir el futuro.

    El Libro del Deuteronomio, en el texto al que aludimos, recuerda las diversas formas de apertura del futuro que se practicaban en el entorno de Israel: Cuando entres en la tierra que va a darte el Seor tu Dios, no imites las abominaciones de esos pueblos. No haya entre los tuyos quien queme a sus hijos o hijas, ni vaticinadores, ni astrlogos, ni agoreros, ni hechiceros, ni encantadores, ni espiritistas, ni adivinos, ni nigromantes. Porque el que practica eso es abominable para el Seor. (18, 9-12).

    Lo difcil que resultaba aceptar una tal renuncia, lo difcil que era soportarla, se observa en la historia del final de Sal. l mismo haba intentado imponer esta prohibicin y acabar con toda forma de magia, pero ante la inminente y peligrosa batalla contra los filisteos, le resultaba insoportable el silencio de Dios y cabalga hasta Endor para pedir a una nigromante que invocara al espritu de Samuel para que le mostrara el futuro: si el Seor no habla, otro debe rasgar el velo del maana... (cf. 1S 28).

    El captulo 18 del Deuteronomio, que califica todas estas formas de apoderarse del futuro como abominaciones a los ojos de Dios, contrapone a estas artes adivinatorias el otro camino de Israel el camino de la fe, y lo hace en forma de una promesa: El Seor, tu Dios, te suscitar un profeta como yo de entre tus hermanos. A l le escucharis (18, 15). En principio parece que esto es slo el anuncio de la institucin proftica en Israel y que con ello se confa al profeta la interpretacin del presente y el futuro. Pero la crtica a los falsos profetas que aparece reiteradamente con gran dureza en los libros profticos seala el peligro de que asuman en la prctica el papel de adivinos, de que se comporten y se les pregunte como a ellos. De este modo, Israel volvera a caer exactamente en la situacin que los profetas tenan el cometido de evitar.

    La conclusin del Libro del Deuteronomio vuelve otra vez sobre la promesa y le da un giro sorprendente que va mucho ms all de la institucin proftica y que otorga a la figura del profeta su verdadero sentido. All se dice: Pero no surgi en Israel otro profeta como Moiss, con quien el Seor trataba cara a cara. (34, 10). Sobre esta conclusin del quinto libro de Moiss se cierne una singular melancola: la promesa de un profeta como yo. no se ha cumplido todava. Y entonces se ve claro que con esas palabras no se haca referencia slo a la institucin proftica, que ya exista, sino a algo distinto y de mayor alcance: eran el anuncio de un nuevo Moiss. Se haba comprobado que la llegada a Palestina no haba coincidido con el ingreso en la salvacin, que Israel todava esperaba su verdadera liberacin, que era necesario un xodo ms radical y que para ello se necesitaba un nuevo Moiss.

    Se dice tambin lo que caracterizaba a ese Moiss, lo peculiar y esencial de esa figura: l haba tratado con el Seor cara a cara; haba hablado con el Seor como el amigo con el amigo (cf. Ex 33, 11). Lo decisivo de la figura de Moiss no son todos los hechos prodigiosos que se cuentan de l, ni tampoco todo lo que ha hecho o las penalidades sufridas en el camino desde la condicin de esclavitud en Egipto, a travs del desierto, hasta las puertas de la tierra prometida. El punto decisivo es que ha

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    hablado con Dios como con un amigo: slo de ah podan provenir sus obras, slo de esto poda proceder la Ley que deba mostrar a Israel el camino a travs de la historia.

    Y se ve finalmente muy claro que el profeta no es la variante israelita del adivino, como de hecho muchos lo consideraban hasta entonces y como se consideraron a s mismos muchos presuntos profetas. Su significado es completamente diverso: no tiene el cometido de anunciar los acontecimientos de maana o pasado maana, ponindose as al servicio de la curiosidad o de la necesidad de seguridad de los hombres. Nos muestra el rostro de Dios y, con ello, el camino que debemos tomar. El futuro de que se trata en sus indicaciones va mucho ms all de lo que se intenta conocer a travs de los adivinos. Es la indicacin del camino que lleva al autntico xodo, que consiste en que en todos los avatares de la historia hay que buscar y encontrar el camino que lleva a Dios como la verdadera orientacin. En este sentido, la profeca est en total correspondencia con la fe de Israel en un solo Dios, es su transformacin en la vida concreta de una comunidad ante Dios y en camino hacia El.

    No surgi en Israel otro profeta como Moiss.... Esta afirmacin da un giro escatolgico a la promesa de que el Seor, tu Dios, te suscitar... un profeta como yo. Israel puede esperar en un nuevo Moiss, que todava no ha aparecido, pero que surgir en el momento oportuno. Y la verdadera caracterstica de este profeta ser que tratar a Dios cara a cara como un amigo habla con el amigo. Su rasgo distintivo es el acceso inmediato a Dios, de modo que puede transmitir la voluntad y la palabra de Dios de primera mano, sin falsearla. Y esto es lo que salva, lo que Israel y la humanidad estn esperando.

    Pero en este punto debemos recordar otra historia digna de mencin sobre la relacin de Moiss con Dios que se relata en el Libro del xodo. All se nos narra la peticin que Moiss hace a Dios: Djame ver tu gloria (Ex 33, 18). La peticin no es atendida: Mi rostro no lo puedes ver (33, 20). A Moiss se le pone en un lugar cercano a Dios, en la hendidura de una roca, sobre la que pasar Dios con su gloria. Mientras pasa Dios le cubre con su mano y slo al final la retira: Podrs ver mi espalda, pero mi rostro no lo vers (33, 23).

    Este misterioso texto ha desempeado un papel fundamental en la historia de la mstica juda y cristiana; a partir de l se intent establecer hasta qu punto puede llegar el contacto con Dios en esta vida y dnde se sitan los lmites de la visin mstica. En la cuestin que nos ocupa queda claro que el acceso inmediato de Moiss a Dios, que le convierte en el gran mediador de la revelacin, en el mediador de la Alianza, tiene sus lmites. No puede ver el rostro de Dios, aunque se le permite entrar en la nube de su cercana y hablar con l como con un amigo. As, la promesa de un profeta como yo lleva en s una expectativa mayor todava no explcita: al ltimo profeta, al nuevo Moiss, se le otorgar el don que se niega al primero: ver real e inmediatamente el rostro de Dios y, por ello, poder hablar basndose en que lo ve plenamente y no slo despus de haberlo visto de espaldas. Este hecho se relaciona de por s con la expectativa de que el nuevo Moiss ser el mediador de una Alianza superior a la que Moiss poda traer del Sina (cf. Hb 9, 11-24).

    En este contexto hay que leer el final del Prlogo del Evangelio de Juan: A Dios nadie lo ha visto jams; el Hijo nico, que est en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer (1,18). En Jess se cumple la promesa del nuevo profeta. En l se ha hecho plenamente realidad lo que en Moiss era slo imperfecto: l vive ante el rostro de Dios no slo como amigo, sino como Hijo; vive en la ms ntima unidad con el Padre. Slo partiendo de esta afirmacin se puede entender verdaderamente la figura de Jess, tal como se nos muestra en el Nuevo Testamento; en ella se fundamenta todo lo que se nos dice sobre las palabras, las obras, los sufrimientos y la gloria de Jess. Si se prescinde de este autntico baricentro, no se percibe lo especfico de la figura de Jess, que se hace entonces contradictoria y, en ltima instancia, incomprensible. La pregunta que debe plantearse todo lector del Nuevo Testamento sobre la procedencia de la doctrina de Jess, sobre la clave para explicar su comportamiento, slo puede responderse a partir de este punto. La reaccin de sus oyentes fue clara: esa doctrina no procede de ninguna escuela; es radicalmente diferente a lo que se puede aprender en las escuelas. No se trata de una explicacin segn el mtodo interpretativo transmitido. Es diferente: es una explicacin con autoridad. Al reflexionar sobre las palabras de Jess tendremos que volver sobre este diagnstico de sus oyentes y profundizar ms en su significado.

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    La doctrina de Jess no procede de enseanzas humanas, sean del tipo que sean, sino del contacto inmediato con el Padre, del dilogo cara a cara, de la visin de Aquel que descansa en el seno del Padre. Es la palabra del Hijo. Sin este fundamento interior sera una temeridad. As la consideraron los eruditos de los tiempos de Jess, precisamente porque no quisieron aceptar este fundamento interior: el ver y conocer cara a cara.

    Para entender a Jess resultan fundamentales las repetidas indicaciones de que se retiraba al monte y all oraba noches enteras, a solas con el Padre. Estas breves anotaciones descorren un poco el velo del misterio, nos permiten asomarnos a la existencia filial de Jess, entrever el origen ltimo de sus acciones, de sus enseanzas y de su sufrimiento. Este orar de Jess es la conversacin del Hijo con el Padre, en la que estn implicadas la conciencia y la voluntad humanas, el alma humana de Jess, de forma que la oracin del hombre pueda llegar a ser una participacin en la comunin del Hijo con el Padre.

    La famosa tesis de Adolf von Harnack, segn la cual el anuncio de Jess sera un anuncio del Padre, del que el Hijo no formara parte y por tanto la cristologa no pertenecera al anuncio de Jess, es una tesis que se desmiente por s sola. Jess puede hablar del Padre como lo hace slo porque es el Hijo y est en comunin filial con El. La dimensin cristolgica, esto es, el misterio del Hijo como revelador del Padre, la cristologa, est presente en todas las palabras y obras de Jess. Aqu resalta otro punto importante: hemos dicho que la comunin de Jess con el Padre comprende el alma humana de Jess en el acto de la oracin. Quien ve a Jess, ve al Padre (cf. Jn 14,9). De este modo, el discpulo que camina con Jess se ver implicado con l en la comunin con Dios. Y esto es lo que realmente salva: el trascender los lmites del ser humano, algo para lo cual est ya predispuesto desde la creacin, como esperanza y posibilidad, por su semejanza con Dios.

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    1 EL BAUTISMO DE JESSLa vida pblica de Jess comienza con su bautismo en el Jordn por Juan el Bautista. Mientras

    Mateo fecha este acontecimiento slo con una frmula convencional en aquellos das, Lucas lo enmarca intencionalmente en el gran contexto de la historia universal, permitiendo as una datacin bien precisa. A decir verdad, Mateo ofrece tambin una especie de datacin, al comenzar su Evangelio con el rbol genealgico de Jess, formado por la estirpe de Abraham y la estirpe de David: presenta a Jess como el heredero tanto de la promesa a Abraham como del compromiso de Dios con David, al cual haba prometido un reinado eterno, no obstante todos los pecados de Israel y todos los castigos de Dios. Segn esta genealoga, la historia se divide en tres periodos de catorce generaciones catorce es el valor numrico del nombre de David: de Abraham a David, de David al exilio babilnico y despus otro nuevo periodo de catorce generaciones. Precisamente el hecho de que hayan transcurrido catorce generaciones indica que por fin ha llegado la hora del David definitivo, del renovado reinado davdico, entendido como instauracin del reinado de Dios.

    Como corresponde al evangelista judeocristiano Mateo, se trata de un rbol genealgico judo en la perspectiva de la historia de la salvacin, que piensa en la historia universal a lo sumo de forma indirecta, es decir, en la medida en que el reino del David definitivo, como reinado de Dios, interesa obviamente al mundo entero. Con ello, tambin la datacin concreta resulta vaga, ya que el clculo de las generaciones est modelado ms por las tres fases de la promesa que por una estructura histrica, y no se propone establecer referencias temporales precisas.

    A este respecto, se ha de notar que Lucas no sita la genealoga de Jess al comienzo del Evangelio, sino que la pone en relacin con la narracin del bautismo, que sera su final. Nos dice que Jess tena en ese momento unos treinta aos de edad, es decir, que haba alcanzado la edad que le autorizaba para una actividad pblica. En su genealoga, Lucas a diferencia de Mateo retrocede desde Jess hacia la historia pasada. No se da un relieve particular a Abraham y David; la genealoga retrocede hasta Adn, incluso hasta la creacin, pues despus del nombre de Adn Lucas aade: de Dios. De este modo se resalta la misin universal de Jess: es el hijo de Adn, hijo del hombre. Por su ser hombre, todos le pertenecemos, y El a nosotros; en l la humanidad tiene un nuevo inicio y llega tambin a su cumplimiento.

    Volvamos a la historia del Bautista. En los relatos de la infancia, Lucas ya haba dado dos datos temporales importantes. Sobre el comienzo de la vida del Bautista nos dice que habra que datarlo en tiempos de Herodes, rey de Judea (1, 5). Mientras que el dato temporal sobre el Bautista queda as dentro de la historia juda, el relato de la infancia de Jess comienza con las palabras: Por entonces sali un decreto del emperador Augusto. (2,1). Aparece como trasfondo, pues, la gran historia universal representada por el imperio romano.

    Este hilo conductor lo retoma Lucas en la introduccin a la historia del Bautista, en el comienzo de la vida pblica de Jess. Nos dice en tono solemne y con precisin: El ao quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, Herodes virrey de Galilea, su hermano Felipe virrey de Iturea y Tracontide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anas y Caifas...(3, ls). Con la mencin del emperador romano se indica de nuevo la colocacin temporal de Jess en la historia universal: no hay que ver la aparicin pblica de Jess como un mtico antes o despus, que puede significar al mismo tiempo siempre y nunca; es un acontecimiento histrico que se puede datar con toda la seriedad de la historia humana ocurrida realmente; con su unicidad, cuya contemporaneidad con todos los tiempos es diferente a la intemporalidad del mito.

    No se trata sin embargo slo de la datacin: el emperador y Jess representan dos rdenes diferentes de la realidad, que no tienen por qu excluirse mutuamente, pero cuya confrontacin comporta la amenaza de un conflicto que afecta a las cuestiones fundamentales de la humanidad y de la existencia humana. Lo que es del Csar, pagdselo al Csar, y lo que es de Dios, a Dios (Mc 12,17), dir ms tarde Jess, expresando as la compatibilidad esencial de ambas esferas. Pero si el imperio se considera a s mismo divino, como se da a entender cuando Augusto se presenta a s mismo como portador de la paz

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    mundial y salvador de la humanidad, entonces el cristiano debe obedecer antes a Dios que a los hombres (Hch 5, 29); en ese caso, los cristianos se convierten en mrtires, en testigos del Cristo que ha muerto bajo el reinado de Poncio Pilato en la cruz como el testigo fiel (Ap 1,5). Con la mencin del nombre de Poncio Pilato se proyecta ya desde el inicio de la actividad de Jess la sombra de la cruz. La cruz se anuncia tambin en los nombres de Herodes, Anas y Caifas.

    Pero, al poner al emperador y a los prncipes entre los que se divida la Tierra Santa unos junto a otros, se manifiesta algo ms. Todos estos principados dependen de la Roma pagana. El reino de David se ha derrumbado, su casa ha cado (cf. Am 9, lis); el descendiente, que segn la Ley es el padre de Jess, es un artesano de la provincia de Galilea, poblada predominantemente por paganos. Una vez ms, Israel vive en la oscuridad de Dios, las promesas hechas a Abraham y David parecen sumidas en el silencio de Dios. Una vez ms puede orse el lamento: ya no tenemos un profeta, parece que Dios ha abandonado a su pueblo. Pero precisamente por eso el pas bulla de inquietudes.

    Movimientos, esperanzas y expectativas contrastantes determinaban el clima religioso y poltico. En torno al tiempo del nacimiento de Jess, Judas el Galileo haba incitado a un levantamiento que fue sangrientamente sofocado por los romanos. Su partido, los zelotes, segua existiendo, dispuesto a utilizar el terror y la violencia para restablecer la libertad de Israel; es posible que uno o dos de los doce Apstoles de Jess Simn el Zelote y quizs tambin Judas Iscariote procedieran de aquella corriente. Los fariseos, a los que encontramos reiteradamente en los Evangelios, intentaban vivir siguiendo con suma precisin las prescripciones de la Tor y evitar la adaptacin a la cultura helenstico-romana uniformadora, que se estaba imponiendo por s misma en los territorios del imperio romano y amenazaba con someter a Israel al estilo de vida de los pueblos paganos del resto del mundo. Los saduceos, que en su mayora pertenecan a la aristocracia y a la clase sacerdotal, intentaban vivir un judasmo ilustrado, acorde con el estndar intelectual de la poca, y llegar as a un compromiso tambin con el poder romano. Desaparecieron tras la destruccin de Jerusaln (70 d.C), mientras que el estilo de vida de los fariseos encontr una forma duradera en el judasmo plasmado por la Misn y el Talmud. Si observamos en los Evangelios las enconadas divergencias entre Jess y los fariseos y cmo su muerte en la cruz era diametralmente lo opuesto al programa de los zelotes, no debemos olvidar sin embargo que muchas personas de diversas corrientes encontraron el camino de Cristo y que en la comunidad cristiana primitiva haba tambin bastantes sacerdotes y antiguos fariseos.

    En los aos sucesivos a la Segunda Guerra Mundial, un hallazgo casual dio pie a unas excavaciones en Qumrn que ha sacado a la luz textos relacionados por algunos expertos con un movimiento ms amplio, el de los esenios, conocido hasta entonces slo por fuentes literarias. Era un grupo que se haba alejado del templo herodiano y de su culto, fundando en el desierto de Judea comunidades monsticas, pero estableciendo tambin una convivencia de familias basada en la religin, y que haba logrado un rico patrimonio de escritos y de rituales propios, particularmente con abluciones litrgicas y rezos en comn. La seria piedad reflejada en estos escritos nos conmueve: parece que Juan el Bautista, y quizs tambin Jess y su familia, fueran cercanos a este ambiente. En cualquier caso, en los escritos de Qumrn hay numerosos puntos de contacto con el mensaje cristiano. No es de excluir que Juan el Bautista hubiera vivido algn tiempo en esta comunidad y recibido de ella parte de su formacin religiosa.

    Con todo, la aparicin del Bautista llevaba consigo algo totalmente nuevo. El bautismo al que invita se distingue de las acostumbradas abluciones religiosas. No es repetible y debe ser la consumacin concreta de un cambio que determina de modo nuevo y para siempre toda la vida. Est vinculado a un llamamiento ardiente a una nueva forma de pensar y actuar, est vinculado sobre todo al anuncio del juicio de Dios y al anuncio de alguien ms Grande que ha de venir despus de Juan. El cuarto Evangelio nos dice que el Bautista no conoca a ese ms Grande a quien quera preparar el camino (cf. Jn 1, 30-33). Pero sabe que ha sido enviado para preparar el camino a ese misterioso Otro, sabe que toda su misin est orientada a l.

    En los cuatro Evangelios se describe esa misin con un pasaje de Isaas: Una voz clama en el desierto: " Preparad el camino al Seor! Allanadle los caminos!" (Is 40, 3). Marcos aade una frase

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    compuesta de Malaquas 3, 1 y xodo 23, 20 que, en otro contexto, encontramos tambin en Mateo (11, 10) y en Lucas (1, 76; 7, 27): Yo envo a mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino (Mc 1,2). Todos estos textos del Antiguo Testamento hablan de la intervencin salvadora de Dios, que sale de lo inescrutable para juzgar y salvar; a l hay que abrirle la puerta, prepararle el camino. Con la predicacin del Bautista se hicieron realidad todas estas antiguas palabras de esperanza: se anunciaba algo realmente grande.

    Podemos imaginar la extraordinaria impresin que tuvo que causar la figura y el mensaje del Bautista en la efervescente atmsfera de aquel momento de la historia de Jerusaln. Por fin haba de nuevo un profeta cuya vida tambin le acreditaba como tal. Por fin se anunciaba de nuevo la accin de Dios en la historia. Juan bautiza con agua, pero el ms Grande, Aquel que bautizar con el Espritu Santo y con el fuego, est al llegar. Por eso, no hay que ver las palabras de san Marcos como una exageracin: Acuda la gente de Judea y de Jerusaln, confesaban sus pecados y l los bautizaba en el Jordn (1,5). El bautismo de Juan incluye la confesin: el reconocimiento de los pecados. El judasmo de aquellos tiempos conoca confesiones genricas y formales, pero tambin el reconocimiento personal de los pecados, en el que se deban enumerar las diversas acciones pecaminosas (Gnilka I, p. 68). Se trata realmente de superar la existencia pecaminosa llevada hasta entonces, de empezar una vida nueva, diferente. Esto se simboliza en las diversas fases del bautismo. Por un lado, en la inmersin se simboliza la muerte y hace pensar en el diluvio que destruye y aniquila. En el pensamiento antiguo el ocano se vea como la amenaza continua del cosmos, de la tierra; las aguas primordiales que podan sumergir toda vida. En la inmersin, tambin el ro poda representar este simbolismo. Pero, al ser agua que fluye, es sobre todo smbolo de vida: los grandes ros Nilo, Eufrates, Tigris son los grandes dispensadores de vida. Tambin el Jordn es fuente de vida para su tierra, hasta hoy. Se trata de una purificacin, de una liberacin de la suciedad del pasado que pesa sobre la vida y la adultera, y de un nuevo comienzo, es decir, de muerte y resurreccin, de reiniciar la vida desde el principio y de un modo nuevo. Se podra decir que se trata de un renacer. Todo esto se desarrollar expresamente slo en la teologa bautismal cristiana, pero est ya incoado en la inmersin en el Jordn y en el salir despus de las aguas.

    Toda Judea y Jerusaln acuda para bautizarse, como acabamos de escuchar. Pero ahora hay algo nuevo: Por entonces lleg Jess desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordn (Mc 1, 9). Hasta entonces, no se haba hablado de peregrinos venidos de Galilea; todo pareca restringirse al territorio judo. Pero lo realmente nuevo no es que Jess venga de otra zona geogrfica, de lejos, por as decirlo. Lo realmente nuevo es que l Jess quiere ser bautizado, que se mezcla entre la multitud gris de los pecadores que esperan a orillas del Jordn. El bautismo comportaba la confesin de las culpas (ya lo hemos odo). Era realmente un reconocimiento de los pecados y el propsito de poner fin a una vida anterior malgastada para recibir una nueva. Poda hacerlo Jess? Cmo poda reconocer sus pecados? Cmo poda desprenderse de su vida anterior para entrar en otra vida nueva? Los cristianos tuvieron que plantearse estas cuestiones. La discusin entre el Bautista y Jess, de la que nos habla Mateo, expresa tambin la pregunta que l hace a Jess: Soy yo el que necesito que me bautices, y t acudes a m? (3, 14). Mateo nos cuenta adems: Jess le contest: "Djalo ahora. Est bien que cumplamos as toda justicia. Entonces Juan lo permiti (3, 15).

    No es fcil llegar a descifrar el sentido de esta enigmtica respuesta. En cualquier caso, la palabra rti por ahora encierra una cierta reserva: en una determinada situacin provisional vale una determinada forma de actuacin. Para interpretar la respuesta de Jess, resulta decisivo el sentido que se d a la palabra justicia: debe cumplirse toda justicia. En el mundo en que vive Jess, justicia es la respuesta del hombre a la Tor, la aceptacin plena de la voluntad de Dios, la aceptacin del yugo del Reino de Dios, segn la formulacin juda. El bautismo de Juan no est previsto en la Tor, pero Jess, con su respuesta, lo reconoce como expresin de un s incondicional a la voluntad de Dios, como obediente aceptacin de su yugo.

    Puesto que este bautismo comporta un reconocimiento de la culpa y una peticin de perdn para poder empezar de nuevo, este s a la plena voluntad de Dios encierra tambin, en un mundo marcado por el pecado, una expresin de solidaridad con los hombres, que se han hecho culpables, pero que tienden a la justicia. Slo a partir de la cruz y la resurreccin se clarifica todo el significado de este acontecimiento.

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    Al entrar en el agua, los bautizandos reconocen sus pecados y tratan de liberarse del peso de sus culpas. Qu hizo Jess? Lucas, que en todo su Evangelio presta una viva atencin a la oracin de Jess, y lo presenta constantemente como Aquel que ora en dilogo con el Padre, nos dice que Jess recibi el bautismo mientras oraba (cf. 3, 21). A partir de la cruz y la resurreccin se hizo claro para los cristianos lo que haba ocurrido: Jess haba cargado con la culpa de toda la humanidad; entr con ella en el Jordn. Inicia su vida pblica tomando el puesto de los pecadores. La inicia con la anticipacin de la cruz. Es, por as decirlo, el verdadero Jons que dijo a los marineros: Tomadme y lanzadme al mar (cf. Jon 1, 12). El significado pleno del bautismo de Jess, que comporta cumplir toda justicia, se manifiesta slo en la cruz: el bautismo es la aceptacin de la muerte por los pecados de la humanidad, y la voz del cielo Este es mi Hijo amado (Mc 3,17) es una referencia anticipada a la resurreccin. As se entiende tambin por qu en las palabras de Jess el trmino bautismo designa su muerte (cf. Mc 10, 38; Lc 12, 50).

    Slo a partir de aqu se puede entender el bautismo cristiano. La anticipacin de la muerte en la cruz que tiene lugar en el bautismo de Jess, y la anticipacin de la resurreccin, anunciada en la voz del cielo, se han hecho ahora realidad. As, el bautismo con agua de Juan recibe su pleno significado del bautismo de vida y de muerte de Jess. Aceptar la invitacin al bautismo significa ahora trasladarse al lugar del bautismo de Jess y, as, recibir en su identificacin con nosotros nuestra identificacin con l. El punto de su anticipacin de la muerte es ahora para nosotros el punto de nuestra anticipacin de la resurreccin con l. En su teologa del bautismo (cf. Rm 6), Pablo ha desarrollado esta conexin interna sin hablar expresamente del bautismo de Jess en el Jordn.

    Mediante su liturgia y teologa del icono, la Iglesia oriental ha desarrollado y profundizado esta forma de entender el bautismo de Jess. Ve una profunda relacin entre el contenido de la fiesta de la Epifana (proclamacin de la filiacin divina por la voz del cielo; en Oriente, la Epifana es el da del bautismo) y la Pascua. En las palabras de Jess a Juan: Est bien que cumplamos as toda justicia (Mt 3, 15), ve una anticipacin de las palabras pronunciadas en Getseman: Padre. .. no se haga mi voluntad, sino la tuya (Mt 26,39); los cantos litrgicos del 3 de enero corresponden a los del Mircoles Santo, los del 4 de enero a los del Jueves Santo, los del 5 de enero a los del Viernes Santo y el Sbado Santo.

    La iconografa recoge estos paralelismos. El icono del bautismo de Jess muestra el agua como un sepulcro lquido que tiene la forma de una cueva oscura, que a su vez es la representacin iconogrfica del Hades, el inframundo, el infierno. El descenso de Jess a este sepulcro lquido, a este infierno que le envuelve por completo, es la representacin del descenso al infierno: Sumergido en el agua, ha vencido al poderoso (cf. Lc 11, 22), dice Cirilo de Jerusaln. Juan Crisstomo escribe: La entrada y la salida del agua son representacin del descenso al infierno y de la resurreccin. Los troparios de la liturgia bizantina aaden otro aspecto simblico ms: El Jordn se retir ante el manto de Elseo, las aguas se dividieron y se abri un camino seco como imagen autntica del bautismo, por el que avanzamos por el camino de la vida (Evdokimov, p. 246).

    El bautismo de Jess se entiende as como compendio de toda la historia, en el que se retoma el pasado y se anticipa el futuro: el ingreso en los pecados de los dems es el descenso al infierno, no slo como espectador, como ocurre en Dante, sino con-padeciendo y, con un sufrimiento transformador, convirtiendo los infiernos, abriendo y derribando las puertas del abismo. Es el descenso a la casa del mal, la lucha con el poderoso que tiene prisionero al hombre (y cmo es cierto que todos somos prisioneros de los poderes sin nombre que nos manipulan!). Este poderoso, invencible con las meras fuerzas de la historia universal, es vencido y subyugado por el ms poderoso que, siendo de la misma naturaleza de Dios, puede asumir toda la culpa del mundo sufrindola hasta el fondo, sin dejar nada al descender en la identidad de quienes han cado. Esta lucha es la vuelta del ser, que produce una nueva calidad del ser, prepara un nuevo cielo y una nueva tierra. El sacramento el Bautismo aparece as como una participacin en la lucha transformadora del mundo emprendida por Jess en el cambio de vida que se ha producido en su descenso y ascenso.

    Con esta interpretacin y asimilacin eclesial del bautismo de Jess, nos hemos alejado demasiado de la Biblia? Conviene escuchar en este contexto el cuarto Evangelio, segn el cual Juan el Bautista, al ver a Jess, pronunci estas palabras: ste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (1,

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    29). Mucho se ha hablado sobre estas palabras, que en la liturgia romana se pronuncian antes de comulgar. Qu significa cordero de Dios? Cmo es que se denomina a Jess cordero y cmo quita este cordero los pecados del mundo, los vence hasta dejarlos sin sustancia ni realidad?

    Joachim Jeremas ha aportado elementos decisivos para entender correctamente esta palabra y poder considerarla tambin desde el punto de vista histrico como verdadera palabra del Bautista. En primer lugar, se puede reconocer en ella dos alusiones veterotestamentarias. El canto del siervo de Dios en Isaas 53,7 compara al siervo que sufre con un cordero al que se lleva al matadero: Como oveja ante el esquilador, enmudeca y no abra la boca. Ms importante an es que Jess fue crucificado durante una fiesta de Pascua y deba aparecer por tanto como el verdadero cordero pascual, en el que se cumpla lo que haba significado el cordero pascual en la salida de Egipto: liberacin de la tirana mortal de Egipto y va libre para el xodo, el camino hacia la libertad de la promesa. A partir de la Pascua, el simbolismo del cordero ha sido fundamental para entender a Cristo. Lo encontramos en Pablo (cf. 1 Co 5, 7), en Juan (cf. 19, 36), en la Primera Carta de Pedro (cf. 1,19) y en el Apocalipsis (cf. por ejemplo, 5,6).

    Jeremas llama tambin la atencin sobre el hecho de que la palabra hebrea talja significa tanto cordero como mozo, siervo (ThWNT I 343). As, las palabras del Bautista pueden haber hecho referencia ante todo al siervo de Dios que, con sus penitencias vicarias, carga con los pecados del mundo; pero en ellas tambin se le podra reconocer como el verdadero cordero pascual, que con su expiacin borra los pecados del mundo. Paciente como un cordero ofrecido en sacrificio, el Salvador se ha encaminado hacia la muerte por nosotros en la cruz; con la fuerza expiatoria de su muerte inocente ha borrado la culpa de toda la humanidad (ThWNT 1343s). Si en las penurias de la opresin egipcia la sangre del cordero pascual haba sido decisiva para la liberacin de Israel, l, el Hijo que se ha hecho siervo el pastor que se ha convertido en cordero se ha hecho garanta ya no slo para Israel, sino para la liberacin del mundo, para toda la humanidad.

    Con ello se introduce el gran tema de la universalidad de la misin de Jess. Israel no existe slo para s mismo: su eleccin es el camino por el que Dios quiere llegar a todos. Encontraremos repetidamente el tema de la universalidad como verdadero centro de la misin de Jess. Aparece ya al comienzo del camino de Jess, en el cuarto Evangelio, con la frase del cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

    La expresin cordero de Dios interpreta, si podemos decirlo as, la teologa de la cruz que hay en el bautismo de Jess, de su descenso a las profundidades de la muerte. Los cuatro Evangelios indican, aunque de formas diversas, que al salir Jess de las aguas el cielo se rasg (Mc), se abri (Mt y Lc), que el espritu baj sobre l como una paloma y que se oy una voz del cielo que, segn Marcos y Lucas, se dirige a Jess: T eres..., y segn Mateo, dijo de l: ste es mi hijo, el amado, mi predilecto (3, 17). La imagen de la paloma puede recordar al Espritu que aleteaba sobre las aguas del que habla el relato de la creacin (cf. Gn 1, 2); mediante la partcula como (como una paloma) sta funciona como imagen de lo que en sustancia no se puede describir. (Gnilka, I, p. 78). Por lo que se refiere a la voz, la volveremos a encontrar con ocasin de la transfiguracin de Jess, cuando se aade sin embargo el imperativo: Escuchadle. En su momento tratar sobre el significado de estas palabras con ms detalle.

    Aqu deseo slo subrayar brevemente tres aspectos. En primer lugar, la imagen del cielo que se abre: sobre Jess el cielo est abierto. Su comunin con la voluntad del Padre, la toda justicia que cumple, abre el cielo, que por su propia esencia es precisamente all donde se cumple la voluntad de Dios. A ello se aade la proclamacin por parte de Dios, el Padre, de la misin de Cristo, pero que no supone un hacer, sino su ser: l es el Hijo predilecto, sobre el cual descansa el beneplcito de Dios. Finalmente, quisiera sealar que aqu encontramos, junto con el Hijo, tambin al Padre y al Espritu Santo: se preanuncia el misterio del Dios trino, que naturalmente slo se puede manifestar en profundidad en el transcurso del camino completo de Jess. En este sentido, se perfila un arco que enlaza este comienzo del camino de Jess con las palabras con las que el Resucitado enviar a sus discpulos a recorrer el mundo: Id y haced discpulos de todos los pueblos, bautizndolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espritu Santo (Mt 28, 19). El bautismo que desde entonces administran los discpulos de Jess es

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    el ingreso en el bautismo de Jess, el ingreso en la realidad que El ha anticipado con su bautismo. As se llega a ser cristiano.

    Una amplia corriente de la teologa liberal ha interpretado el bautismo de Jess como una experiencia vocacional: Jess, que hasta entonces haba llevado una vida del todo normal en la provincia de Galilea, habra tenido una experiencia estremecedora; en ella habra tomado conciencia de una relacin especial con Dios y de su misin religiosa, conciencia madurada sobre la base de las expectativas entonces reinantes en Israel, a las que Juan haba dado una nueva forma, y a causa tambin de la conmocin personal provocada en El por el acontecimiento del bautismo. Pero nada de esto se encuentra en los textos. Por mucha erudicin con que se quiera presentar esta tesis, corresponde ms al gnero de las novelas sobre Jess que a la verdadera interpretacin de los textos. stos no nos permiten mirar la intimidad de Jess. l est por encima de nuestras psicologas (Romano Guardini). Pero nos dejan apreciar en qu relacin est Jess con Moiss y los Profetas; nos dejan conocer la ntima unidad de su camino desde el primer momento de su vida hasta la cruz y la resurreccin. Jess no aparece como un hombre genial con sus emociones, sus fracasos y sus xitos, con lo que, como personaje de una poca pasada, quedara a una distancia insalvable de nosotros. Se presenta ante nosotros ms bien como el Hijo predilecto, que si por un lado es totalmente Otro, precisamente por ello puede ser contemporneo de todos nosotros, ms interior en cada uno de nosotros que lo ms ntimo nuestro (cf. San Agustn, Confesiones, III, 6,11).

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    2 LAS TENTACIONES DE JESSEl descenso del Espritu sobre Jess con que termina la escena del bautismo significa algo as como

    la investidura formal de su misin. Por ese motivo, los Padres no estn desencaminados cuando ven en este hecho una analoga con la uncin de los reyes y sacerdotes de Israel al ocupar su cargo. La palabra Cristo-Mesas significa el Ungido: en la Antigua Alianza, la uncin era el signo visible de la concesin de los dones requeridos para su tarea, del Espritu de Dios para su misin. Por ello, en Isaas 11,2 se desarrolla la esperanza de un verdadero Ungido, cuya uncin consiste precisamente en que el Espritu del Seor desciende sobre l, espritu de ciencia y discernimiento, espritu de consejo y valor, espritu de piedad y temor del Seor. Segn el relato de san Lucas, Jess se present a s mismo y su misin en la Sinagoga de Nazaret con una frase similar de Isaas: El Espritu del Seor est sobre m, porque l me ha ungido (Lc 4,18; cf. Is 61,1). La conclusin de la escena del bautismo nos dice que Jess ha recibido esta uncin verdadera, que El es el Ungido esperado, que en aquella hora se le concedi formalmente la dignidad como rey y como sacerdote para la historia y ante Israel.

    Desde aquel momento, Jess queda investido de esa misin. Los tres Evangelios sinpticos nos cuentan, para sorpresa nuestra, que la primera disposicin del Espritu lo lleva al desierto para ser tentado por el diablo (Mt 4, 1). La accin est precedida por el recogimiento, y este recogimiento es necesariamente tambin una lucha interior por la misin, una lucha contra sus desviaciones, que se presentan con la apariencia de ser su verdadero cumplimiento. Es un descenso a los peligros que amenazan al hombre, porque slo as se puede levantar al hombre que ha cado. Jess tiene que entrar en el drama de la existencia humana esto forma parte del ncleo de su misin, recorrerla hasta el fondo, para encontrar as a la oveja descarriada, cargarla sobre sus hombros y devolverla al redil.

    El descenso de Jess a los infiernos del que habla el Credo (el Smbolo de los Apstoles) no slo se realiza en su muerte y tras su muerte, sino que siempre forma parte de su camino: debe recoger toda la historia desde sus comienzos desde Adn, recorrerla y sufrirla hasta el fondo, para poder transformarla. La Carta a los Hebreos, sobre todo, destaca con insistencia que la misin de Jess, su solidaridad con todos nosotros prefigurada en el bautismo, implica tambin exponerse a los peligros y amenazas que comporta el ser hombre: Por eso tena que parecerse en todo a sus hermanos, para ser compasivo y pontfice fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar as los pecados del pueblo. Como l haba pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella (2,17s). No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado (4, 15). As pues, el relato de las tentaciones guarda una estrecha relacin con el relato del bautismo, en el que Jess se hace solidario con los pecadores. Junto a eso, aparece la lucha del monte de los Olivos, otra gran lucha interior de Jess por su misin. Pero las tentaciones acompaan todo el camino de Jess, y el relato de las mismas aparece as igual que el bautismo como una anticipacin en la que se condensa la lucha de todo su recorrido.

    En su breve relato de las tentaciones, Marcos (cf. 1,13) pone de relieve un paralelismo con Adn, con la aceptacin sufrida del drama humano como tal: Jess viva entre fieras salvajes, y los ngeles le servan. El desierto imagen opuesta al Edn se convierte en lugar de la reconciliacin y de la salvacin; las fieras salvajes, que representan la imagen ms concreta de la amenaza que comporta para los hombres la rebelin de la creacin y el poder de la muerte, se convierten en amigas como en el Paraso. Se restablece la paz que Isaas anuncia para los tiempos del Mesas: Habitar el lobo con el cordero, la pantera se tumbar con el cabrito. (11, 6). Donde el pecado es vencido, donde se restablece la armona del hombre con Dios, se produce la reconciliacin de la creacin; la creacin desgarrada vuelve a ser un lugar de paz, como dir Pablo, que habla de los gemidos de la creacin que, expectante, est aguardando la plena manifestacin de los hijos de Dios (Km 8, 19).

    Los oasis de la creacin que surgen, por ejemplo, en torno a los monasterios benedictinos de Occidente, no son acaso una anticipacin de esta reconciliacin de la creacin que viene de los hijos de Dios?; mientras que por el contrario, Chernbil, por poner un caso, no es una expresin estremecedora de la creacin sumida en la oscuridad de Dios? Marcos concluye su breve relato de las tentaciones con

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    una frase que se puede interpretar como una alusin al Salmo 91, lis: y los ngeles le servan. La frase se encuentra tambin al final del relato ms extenso de las tentaciones que hace Mateo, y slo all resulta completamente comprensible, gracias a que se engloba en un contexto ms amplio.

    Mateo y Lucas hablan de tres tentaciones de Jess en las que se refleja su lucha interior por cumplir su misin, pero al mismo tiempo surge la pregunta sobre qu es lo que cuenta verdaderamente en la vida humana. Aqu aparece claro el ncleo de toda tentacin: apartar a Dios que, ante todo lo que parece ms urgente en nuestra vida, pasa a ser algo secundario, o incluso superfluo y molesto. Poner orden en nuestro mundo por nosotros solos, sin Dios, contando nicamente con nuestras propias capacidades, reconocer como verdaderas slo las realidades polticas y materiales, y dejar a Dios de lado como algo ilusorio, sta es la tentacin que nos amenaza de muchas maneras.

    Es propio de la tentacin adoptar una apariencia moral: no nos invita directamente a hacer el mal, eso sera muy burdo. Finge mostrarnos lo mejor: abandonar por fin lo ilusorio y emplear eficazmente nuestras fuerzas en mejorar el mundo. Adems, se presenta con la pretensin del verdadero realismo. Lo real es lo que se constata: poder y pan. Ante ello, las cosas de Dios aparecen irreales, un mundo secundario que realmente no se necesita.

    La cuestin es Dios: es verdad o no que El es el real, la realidad misma? Es El mismo el Bueno, o debemos inventar nosotros mismos lo que es bueno? La cuestin de Dios es el interrogante fundamental que nos pone ante la encrucijada de la existencia humana. Qu debe hacer el Salvador del mundo o qu no debe hacer?: sta es la cuestin de fondo en las tentaciones de Jess. Las tres tentaciones son idnticas en Mateo y Lucas, slo vara el orden. Sigamos el orden que nos ofrece Mateo por la coherencia en el grado ascendente con que est construida.

    Jess, despus de ayunar cuarenta das con sus cuarenta noches, al final sinti hambre (Mt 4,2). En tiempos de Jess, el nmero 40 era ya rico de simbolismos en Israel. En primer lugar, nos recuerda los cuarenta aos que el pueblo de Israel pas en el desierto, que fueron tanto los aos de su tentacin como los aos de una especial cercana de Dios. Tambin nos hace pensar en los cuarenta das que Moiss pas en el monte Sina, antes de que pudiera recibir la palabra de Dios, las Tablas sagradas de la Alianza. Se puede recordar, adems, el relato rabnico segn el cual Abraham, en el camino hacia el monte Horeb, donde deba sacrificar a su hijo, no comi ni bebi durante cuarenta das y cuarenta noches, alimentndose de la mirada y las palabras del ngel que le acompaaba.

    Los Padres, jugando un poco a ensanchar la simbologa numrica, han visto tambin en el 40 el nmero csmico, el nmero de este mundo en absoluto: los cuatro confines de la tierra engloban el todo, y diez es el nmero de los mandamientos. El nmero csmico multiplicado por el nmero de los mandamientos se convierte en una expresin simblica de la historia de este mundo. Jess recorre de nuevo, por as decirlo, el xodo de Israel, y as, tambin los errores y desrdenes de toda la historia. Los cuarenta das de ayuno abrazan el drama de la historia que Jess asume en s y lleva consigo hasta el fondo.

    Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes (Mt 4, 3). As dice la primera tentacin: Si eres Hijo de Dios...; volveremos a escuchar estas palabras a los que se burlaban de Jess al pie de la cruz: Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz (Mt 27, 40). El Libro de la Sabidura haba previsto ya esta situacin: Si es justo, Hijo de Dios, lo auxiliar. (2, 18). Aqu se superponen la burla y la tentacin: para ser creble, Cristo debe dar una prueba de lo que dice ser. Esta peticin de pruebas acompaa a Jess durante toda su vida, a lo largo de la cual se le echa en cara repetidas veces que no d pruebas suficientes de s; que no haga el gran milagro que, acabando con toda ambigedad u oposicin, deje indiscutiblemente claro para cualquiera qu es o no es.

    Y esta peticin se la dirigimos tambin nosotros a Dios, a Cristo y a su Iglesia a lo largo de la historia: si existes, Dios, tienes que mostrarte. Debes despejar las nubes que te ocultan y darnos la claridad que nos corresponde. Si t, Cristo, eres realmente el Hijo y no uno de tantos iluminados que han aparecido continuamente en la historia, debes demostrarlo con mayor claridad de lo que lo haces. Y, as,

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    tienes que dar a tu Iglesia, si debe ser realmente la tuya, un grado de evidencia distinto del que en realidad posee.

    Volveremos sobre este punto cuando hablemos de la segunda tentacin, de la que constituye su autntico ncleo. La prueba de la existencia de Dios que el tentador propone en la primera tentacin consiste en convertir las piedras del desierto en pan. En principio se trata del hambre de Jess mismo; as lo ve Lucas: Dle a esta piedra que se convierta en pan (Lc 4, 3). Pero Mateo interpreta la tentacin de un modo ms amplio, tal como se le present ya en la vida terrena de Jess y, despus, se le propona y propone constantemente a lo largo de toda la historia.

    Qu es ms trgico, qu se opone ms a la fe en un Dios bueno y a la fe en un redentor de los hombres que el hambre de la humanidad? El primer criterio para identificar al redentor ante el mundo y por el mundo, no debe ser que le d pan y acabe con el hambre de todos? Cuando el pueblo de Israel vagaba por el desierto, Dios lo aliment con el pan del cielo, el man.

    Se crea poder reconocer en eso una imagen del tiempo mesinico: no debera y debe el salvador del mundo demostrar su identidad dando de comer a todos? No es el problema de la alimentacin del mundo y, ms general, los problemas sociales, el primero y ms autntico criterio con el cual debe confrontarse la redencin? Puede llamarse redentor alguien que no responde a este criterio? El marxismo ha hecho precisamente de este ideal muy comprensiblemente el centro de su promesa de salvacin: habra hecho que toda hambre fuera saciada y que el desierto se convirtiera en pan.

    Si eres Hijo de Dios...: qu desafo! No se deber decir lo mismo a la Iglesia? Si quieres ser la Iglesia de Dios, preocpate ante todo del pan para el mundo, lo dems viene despus. Resulta difcil responder a este reto, precisamente porque el grito de los hambrientos nos interpela y nos debe calar muy hondo en los odos y en el alma. La respuesta de Jess no se puede entender slo a la luz del relato de las tentaciones. El tema del pan aparece en todo el Evangelio y hay que verlo en toda su amplitud.

    Hay otros dos grandes relatos relacionados con el pan en la vida de Jess. Uno es la multiplicacin de los panes para los miles de personas que haban seguido al Seor en un lugar desrtico. Por qu se hace en ese momento lo que antes se haba rechazado como tentacin? La gente haba llegado para escuchar la palabra de Dios y, para ello, haban dejado todo lo dems. Y as, como personas que han abierto su corazn a Dios y a los dems en reciprocidad, pueden recibir el pan del modo adecuado. Este milagro de los panes supone tres elementos: le precede la bsqueda de Dios, de su palabra, de una recta orientacin de toda la vida. Adems, el pan se pide a Dios. Y, por ltimo, un elemento fundamental del milagro es la mutua disposicin a compartir. Escuchar a Dios se convierte en vivir con Dios, y lleva de la fe al amor, al descubrimiento del otro. Jess no es indiferente al hambre de los hombres, a sus necesidades materiales, pero las sita en el contexto adecuado y les concede la prioridad debida.

    Este segundo relato sobre el pan remite anticipadamente a un tercer relato y es su preparacin: la Ultima Cena, que se convierte en la Eucarista de la Iglesia y el milagro permanente de Jess sobre el pan. Jess mismo se ha convertido en grano de trigo que, muriendo, da mucho fruto (cf. Jn 12, 24). El mismo se ha hecho pan para nosotros, y esta multiplicacin del pan durar inagotablemente hasta el fin de los tiempos. De este modo entendemos ahora las palabras de Jess, que toma del Antiguo Testamento (cf. Dt 8,3), para rechazar al tentador: No slo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4, 4). Hay una frase al respecto del jesuta alemn Alfred Delp, ejecutado por los nacionalsocialistas: El pan es importante, la libertad es ms importante, pero lo ms importante de todo es la fidelidad constante y la adoracin jams traicionada.

    Cuando no se respeta esta jerarqua de los bienes, sino que se invierte, ya no hay justicia, ya no hay preocupacin por el hombre que sufre, sino que se crea desajuste y destruccin tambin en el mbito de los bienes materiales. Cuando a Dios se le da una importancia secundaria, que se puede dejar de lado temporal o permanentemente en nombre de asuntos ms importantes, entonces fracasan precisamente estas cosas presuntamente ms importantes. No slo lo demuestra el fracaso de la experiencia marxista.

    Las ayudas de Occidente a los pases en vas de desarrollo, basadas en principios puramente tcnico-materiales, que no slo han dejado de lado a Dios, sino que, adems, han apartado a los hombres

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    de l con su orgullo del sabelotodo, han hecho del Tercer Mundo el Tercer Mundo en sentido actual. Estas ayudas han dejado de lado las estructuras religiosas, morales y sociales existentes y han introducido su mentalidad tecnicista en el vaco. Crean poder transformar las piedras en pan, pero han dado piedras en vez de pan. Est en juego la primaca de Dios. Se trata de reconocerlo como realidad, una realidad sin la cual ninguna otra cosa puede ser buena. No se puede gobernar la historia con meras estructuras materiales, prescindiendo de Dios. Si el corazn del hombre no es bueno, ninguna otra cosa puede llegar a ser buena. Y la bondad de corazn slo puede venir de Aquel que es la Bondad misma, el Bien.

    Naturalmente, se puede preguntar por qu Dios no ha creado un mundo en el que su presencia fuera ms evidente; por qu Cristo no ha dejado un rastro ms brillante de su presencia, que impresionara a cualquiera de manera irresistible. ste es el misterio de Dios y del hombre que no podemos penetrar. Vivimos en este mundo, en el que Dios no tiene la evidencia de lo palpable, y slo se le puede buscar y encontrar con el impulso del corazn, a travs del xodo de Egipto. En este mundo hemos de oponernos a las ilusiones de falsas filosofas y reconocer que no slo vivimos de pan, sino ante todo de la obediencia a la palabra de Dios. Y slo donde se vive esta obediencia nacen y crecen esos sentimientos que permiten proporcionar tambin pan para todos.

    Pasemos a la segunda tentacin de Jess, cuyo significado ejemplar es el ms difcil de entender en ciertos aspectos. Hay que considerar la tentacin como una especie de visin, pero que entraa una realidad, una especial amenaza para el hombre Jess y su misin. En primer lugar, hay algo llamativo. El diablo cita la Sagrada Escritura para hacer caer a Jess en la trampa. Cita el Salmo 91, lis, que habla de la proteccin que Dios ofrece al hombre fiel: Porque a sus ngeles ha dado rdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarn en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra. Estas palabras tienen un peso an mayor por el hecho de que son pronunciadas en la Ciudad Santa, en el lugar sagrado. De hecho, el Salmo citado est relacionado con el templo; quien lo recita espera proteccin en el templo, pues la morada de Dios debe ser un lugar de especial proteccin divina. Dnde va a sentirse ms seguro el creyente que en el recinto sagrado del templo? (ms detalles en Gnilka, pp. 88s). El diablo muestra ser un gran conocedor de las Escrituras, sabe citar el Salmo con exactitud; todo el dilogo de la segunda tentacin aparece formalmente como un debate entre dos expertos de las Escrituras: el diablo se presenta como telogo, aade Joachim Gnilka. Vladimir Soloviev toma este motivo en su Breve relato del Anticristo: el Anticristo recibe el doctorado honoris causa en teologa por la Universidad de Tubinga; es un gran experto en la Biblia. Soloviev expresa drsticamente con este relato su escepticismo frente a un cierto tipo de erudicin exegtica de su poca. No se trata de un no a la interpretacin cientfica de la Biblia como tal, sino de una advertencia sumamente til y necesaria ante sus posibles extravos. La interpretacin de la Biblia puede convertirse, de hecho, en un instrumento del Anticristo. No lo dice solamente Soloviev, es lo que afirma implcitamente el relato mismo de la tentacin. A partir de resultados aparentes de la exgesis cientfica se han escrito los peores y ms destructivos libros de la figura de Jess, que desmantelan la fe.

    Hoy en da se somete la Biblia a la norma de la denominada visin moderna del mundo, cuyo dogma fundamental es que Dios no puede actuar en la historia y, que, por tanto, todo lo que hace referencia a Dios debe estar circunscrito al mbito de lo subjetivo. Entonces la Biblia ya no habla de Dios, del Dios vivo, sino que hablamos slo nosotros mismos y decidimos lo que Dios puede hacer y lo que nosotros queremos o debemos hacer. Y el Anticristo nos dice entonces, con gran erudicin, que una exgesis que lee la Biblia en la perspectiva de la fe en el Dios vivo y, al hacerlo, le escucha, es fundamentalismo; slo su exgesis, la exgesis considerada autnticamente cientfica, en la que Dios mismo no dice nada ni tiene nada que decir, est a la altura de los tiempos.

    El debate teolgico entre Jess y el diablo es una disputa vlida en todos los tiempos y versa sobre la correcta interpretacin bblica, cuya cuestin hermenutica fundamental es la pregunta por la imagen de Dios. El debate acerca de la interpretacin es, al fin y al cabo, un debate sobre quin es Dios. Esta discusin sobre la imagen de Dios en que consiste la disputa sobre la interpretacin correcta de la Escritura se decide de un modo concreto en la imagen de Cristo: