Jesús, Hebreo de Galilea (Giuseppe Barbaglio)

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Giuseppe BarbaglioJESS, HEBREO DE GALILEAInvestigacin histricaSECRETARIADO TRINITARIO

PrefacioDesde hace casi tres siglos la investigacin histrica se ha venido ocupando de Jess de Nazaret con diversa fortuna, sin que haya dicho todava la palabra definitiva. Los ltimos veinte aos, por otra parte, han conocido por todas partes, pero sobre todo en los Estados Unidos y ms en general en el rea anglfona, el florecimiento de estudios de alto alcance y no pocos de ellos valiosos y renovadores. En una palabra, fervet opus. El resultado de todo ello ha sido una serie impresionante de hiptesis y de reconstrucciones que podran hacernos caer en cmodas posiciones de pereza y de falta de compromiso. Limitndonos a estos dos ltimos decenios, he aqu una lista de las lecturas ms difundidas, a menudo teidas de unilateralismo: fue un profeta escatolgico interesado por la reconstitucin de las doce tribus de Israel; un carismtico fascinante capaz de gestos taumatrgicos; un maestro de vida subversivo o un gur revolucionario; un campesino hebreo mediterrneo de tendencia cnica o incluso un filsofo cnico sin ms; un revolucionario social no violento; un judo que exalt la ley mosaica radicalizando sus exigencias, especialmente el mandamiento del amor al prjimo; incluso un fariseo partidario de Hillel; un judo marginal, dice Meier; un rabino, como B. Chilton titula su recentsima Intmate Biograhy, y podemos aadir a M. Smith, que lo representa con ropajes de mago y recurriendo a las artes secretas para curar a los enfermos y liberar a los endemoniados.Sin embargo, no creo que sea una empresa desesperada el intento de arrostrar de nuevo la cuestin, con la esperanza de aclarar mejor los trminos y proponer soluciones slidas. Me he mostrado atento a los resultados conseguidos a lo largo de la historia centenaria de la investigacin, he valorado crticamente las diversas propuestas y lecturas, pero sobre todo me he cuidado de tomar en examen toda la comunicacin cristiana que poseemos, sin excluir por tanto los Evangelios apcrifos, y de revisar a fondo los escritos judos de la poca, que ponen de relieve el contexto histrico-cultural en que vivi: los manuscritos de Qumran,

los textos seudoepigrficos o apcrifos del AT, las obras de dos grandes escritores judos contemporneos, el historiador Flavio Josefo y el filsofo Filn de Alejandra y la literatura rabnica.Las antiguas fuentes cristianas se caracterizan por la parcialidad de las presentaciones de su figura: ninguna de ellas ha pretendido hacer una obra estrictamente histrica; los recuerdos de sus acciones y de sus palabras han sido filtrados con gran libertad creativa por los intereses espirituales concretos de los primeros cristianos interesados en dar voz a la fe que tenan en l. Por eso la investigacin histrica se presenta ardua: tiene que captar elementos histricamente ciertos, o incluso slo plausibles, en documentos no estrictamente histricos, sino de fe y de piedad cristiana, aunque interesados siempre por una persona histrica. Hemos procedido con rigor crtico y con nimo libre de prejuicios fide-stas, reconociendo a la investigacin histrica su terreno especfico de investigacin y su mtodo de bsqueda, que excluyen invasiones de campo por parte de ortodoxias domsticas o tambin por parte de escepticismos filosficos suspicaces.Para evitar equvocos, me gustara precisar que, fieles al estatuto de la investigacin histrica, no nos hemos fijado de antemano la reconstruccin de quin fue verdaderamente el nazareno; slo por ingenuidad o por ligereza culpable, de la que no se han escapado algunos de los autores mencionados anteriormente, se puede decir: He aqu el verdadero Jess. Nuestro objetivo es mostrar qu es lo que podemos decir de l sobre la base de las fuentes documentales crticamente valoradas, que no es poco! Es verdad que A. von Harnack afirm que es imposible escribir de l una biografa {Vita Jesu scribi nequit) y hoy nadie le puede contradecir; pero pueden indicarse algunos rasgos de su vida, bien con suficiente seguridad, bien con notable probabilidad y verosimilitud.El ttulo de este libro quiere dar cuenta enseguida de una peculiaridad importante de los estudios actuales: Jess era un hebreo de hace dos milenios, hijo de su tiempo y de su tierra de origen, Galilea, regin separada del centro cultural y religioso de Jerusaln, de la que por otro lado nunca estuvo ausente; fue artesano de una pequea aldea, de la que comparti una cultura campesina, no sin una cierta distancia crtica de las dos ciudades importantes de su regin, Sforis y Tiberades. La confrontacin con los fenmenos, movimientos y figuras de la tierra palestina de entonces, en los que he insistido, lo muestra bien inserto en su mundo, heredero de la noble tradicin religiosa juda, pero con una presencia incmoda que suscit oposiciones tenaces y reacciones violentas que lo llevaron a la cruz. Ningn hombre es una isla; tampoco lo fue Jess.

No he querido recargar el ya voluminoso texto con notas analticas y citas bibliogrficas al pie de pgina. Al comienzo de cada captulo recojo una rica lista de estudios, elegidos generosamente entre los innumerables que se han publicado. Aludo a ellos en el texto con breves alusiones. El dilogo con las muchas y diversas voces de los estudiosos enriquecer sin duda la investigacin.

1Historia de la investigacin: Etapas, tendencias, resultados

Si el punto de partida fue la obra de Reimarus, de la que G. E. Lessing public en 1774-1778 algunos fragmentos postumos, puede decirse que la investigacin histrica sobre Jess tiene ya a sus espaldas una larga historia. No es difcil dividir este periodo en tres grandes etapas. La primera, objeto de la famosa Investigacin sobre la vida de Jess de A. Schweitzer, llamada hoy od quest, llega hasta comienzos del 1900. Vienen luego, dominados por la figura imponente de Bultmann, treinta aos de una franca toma de distancia, con la conviccin, impregnada de fuerte escepticismo

histrico e inspirada en exigencias estrictamente teolgicas, de que la atencin ha de dirigirse, no ya al Jess terreno, poco conocido y de todas formas no significativo para la fe cristiana, sino al Cristo predicado y credo, fuente de una preciosa comprensin existencial del hombre. Pero vuelve a encenderse en los aos 50 el inters por el Jess histrico gracias a algunos exponentes de la misma escuela bultman-niana, sobre todo Kasemann y Bornkamm, que afirman con fuerza, en contra de su maestro, que la investigacin histrica sobre Jess no slo es posible -no ya en el sentido de una reconstruccin de su vida, espejismo quimrico del siglo XIX, sino dentro de los lmites de la definicin de algunos de sus rasgos caractersticos y calificativos-; es adems teolgicamente necesaria, ya que el Cristo resucitado que confiesan los creyentes no es ms que el Jess terreno, mientras que la insistencia unilateral sobre aqul expone al riesgo de tener entre manos una Palabra desencarnada, un Logos sin carne. Por sugerencia de J. M. Robinson se llam a esta segunda etapa convencionalmente la new quest. Hoy, finalmente, para sealar un nuevo giro en la investigacin histrica sobre Jess, se habla siguiendo las huellas de N. T. Wright, de third quest, dominada sobre todo por autores norteamericanos, ms optimistas sobre las posibilidades de definir no slo algunos rasgos del nazareno, sino tambin de encontrar para ellos un contexto histrico-social adecuado, el contexto judo de aquel tiempo, apartndolo del aislamiento artificial en el que haba sido encerrado por los estudios precedentes.1. LOS PUNTOS CLAVE DE LA OLD QUESTHasta el siglo de las luces el mundo cristiano no perciba ninguna distancia entre el Jess que vivi en Galilea y muri en Jerusaln y el Seor glorioso que atestiguaban los primeros creyentes, presentado en los Evangelios y confesado por la fe de las Iglesias: lo sobrenatural cubra igualmente las dos esferas y el esplendor de la gloria del segundo irradiaba sobre la historia terrena del primero. El que rompi este encanto con un anlisis lcido pero tambin con una intencin ideolgica, aunque precedido por los destas ingleses, fue S. Reimarus, profesor de lenguas orientales en Hamburgo y autor de escritos ponderados en defensa de los derechos de la razn en el campo religioso. Antes de Reimarus nadie haba intentado enfrentarse a la vida de Jess con criterios histricos, declara Schweitzer. De hecho, contrapuso la realidad histrica de Jess a la presentacin que de l hacen los Evangelios. La diada Jess histrico y Cristo de

la fe, que en trminos antitticos constituir la bandera de los exponentes de este periodo de la investigacin y que es el ttulo de una obra del clebre Strauss, Der Christus des Glaubens und der Jess der Geschichte de 1865, hace su entrada en la escena de los estudios acadmicos. Afirma en lnea de principio: Creo que existen fuertes motivos para mantener la distincin entre lo que cuentan los apstoles en sus propios escritos y lo que realmente expres y ense Jess en su vida. Y he aqu los dos cuadros de su reconstruccin histrica: Jess, vuelto hacia el establecimiento del reino mesinico en la tierra y, por eso mismo, revolucionario que luch por la liberacin de su pueblo del dominio romano, fracas en su empresa y fue colgado en la cruz por obra de los opresores romanos; pero sus discpulos histricos, incapaces de digerir el luto por su prdida -diramos hoy-, pusieron en obra un ingenioso fraude que tuvo un extraordinario xito: despus de robar el cadver de su venerado maestro y pretendido mesas poltico, atestiguaron que era el mesas espiritual resucitado del reino de los muertos y el hijo del hombre, que haba de venir pronto a cerrar la historia y a crear un reino celestial de salvacin, no sin haber interpretado su horrible muerte como un sacrificio de expiacin por los pecados de la humanidad.. Nuestros Evangelios son el resultado de este piadoso fraude de los primeros creyentes, dispuestos a echar sobre las espaldas de Jess el manto de Seor espiritual y quitndole al mismo tiempo de sus manos la espada del mesas guerrero de Israel, cuyas huellas siguen sin embargo apareciendo por doquier entre las redes de los textos evanglicos, por ejemplo, en el relato de su accin subversiva en el templo de Jerusaln. Su objetivo no fue el de sufrir y morir, sino el de establecer un reino terreno y liberar a los judos de la prisin; y en esto Dios lo haba abandonado y haba resultado vana su esperanza; despus de la muerte de Jess, se invent por primera vez la nueva doctrina de un redentor espiritual doliente, simplemente porque la pura esperanza se haba derrumbado. Ms tarde volveremos sobre la astuta estratagema de los discpulos, que hicieron desaparecer el cadver de Jess para proclamar que haba resucitado.En concreto, fueron varios los tipos de lectura histrica de Jess. La de los racionalistas que acometieron esta empresa, entre los que por brevedad nos limitamos a mencionar a H. G. Paulus, autor de La vida de Jess como fundamento de una pura historia del cristianismo primitivo, centr su inters en la explicacin naturalista de los sucesos milagrosos presentes en los Evangelios. De este modo, las curaciones que se crean prodigiosas fueron ledas como el resultado del influjo de la personalidad de Jess sobre el frgil sistema nervioso de los beneficiarios, o del uso que haca de medicamentos desconocidos

para los dems. El despertar de personas catalptics fue considerado por los ignorantes e ingenuos discpulos como una resurreccin de la muerte; del mismo tipo es la explicacin que dan de la resurreccin del propio Jess. En la tempestad calmada del lago de Galilea debe leerse la indicacin providencial del maestro a los asustados discpulos de que sacaran la barca fuera del ojo del cicln. La multiplicacin de los panes fue un acto de compartir que pidi a los que estaban cerca de l, segn el ideal de repartir los bienes con los necesitados. Al ver a Jess caminando junto a la orilla envuelto en la niebla, los discpulos tuvieron la sensacin de que caminaba sobre las aguas: unerror.Fue Strauss el que mostr con su obra en dos volmenes La vida de Jess elaborada crticamente el carcter artificial de estas explicaciones y el ciego apriorismo de los racionalistas, y propuso como alternativa una interpretacin mtica del aspecto sobrenatural de los relatos evanglicos. La resurreccin del crucificado, la subida a los cielos del resucitado, las curaciones del nazareno, el despertar de los muertos con su llamada, etc., son mitos, es decir, revestimientos narrativos de ideas religiosas de los creyentes de la primera hora, que expresaron de este modo su fe en Jess, venerado en el culto como hijo de Dios celestial, que haba venido a la tierra a salvar a la humanidad. Por lo dems, tambin fuera de la corriente cristiana estaba presente y operante el proceso de mitificacin de las grandes figuras fundadoras de una ciudad, de una religin, de un pueblo. En Roma, por ejemplo, Rmulo era venerado como dios nacido de un dios y subido al cielo:... qued envuelto en una nube tan compacta que desapareci de la vista de sus soldados. Pues bien, la reconstruccin histrica de Jess se obtiene, segn Strauss, depurando su figura de los numerosos rasgos mticos y legendarios: eliminada toda esta ganga que lo cubre, descubrimos su verdadera realidad de mesas que esperaba de Dios la palingnesis.Si Strauss salvaba la historicidad substancial de la figura del maestro de Nazaret, debidamente desmitizada, Bruno Bauer fue el pionero de aquellas lecturas radicalmente escpticas de la vida de Jess que apareceran ms tarde, en los primeros aos del siglo XX. Pero mientras que Bauer vea en l la encarnacin ficticia del ideal mesi-nico de la tradicin juda, sus sucesores Drews, Jensen, etc. hicieron de l la expresin literaria de mitos orientales, incluso de mitos astrales, y lo describieron, por ejemplo, al estilo de Gilgamesh, siguiendo as de cerca a Strauss y extendiendo la interpretacin mtica a la persona misma de Jess. Se trataba, sin embargo, de un filn sin futuro, dada la objecin obvia e insuperable de que poseemos de el vlidos testimonios no slo cristianos, o sea, partidistas pero no por ello desprovistos a priori de todo valor histrico, sino tambin judos, como Flavio Josefo y la

literatura rabnica, y de historiadores romanos, como Tcito y Suetonio. Y es sorprendente que todava hoy haya personas que se atreven a aventurarse por caminos sin salida (ese autor tan osado merece ser llamado por su nombre y apellido: G. A. Wells, The Jess Myth, Chicago 1999).La segunda parte del siglo XIX conoci la aparicin de numerosas Vidas de Jess dentro del protestantismo liberal de la poca, empeada en presentar a un Jess moderno, de gran personalidad, que propona una religin racional y una tica universal, depurado de los elementos particularistas de su origen judo y privado de toda aureola sobrenatural. En resumen, un grande e incomparable maestro de vida para la humanidad, que ense verdades espirituales fundamentales como la paternidad de Dios y la consiguiente fraternidad humana, la dignidad de la persona humana y el valor inestimable del alma. Se lleg a esta reconstruccin a travs de un proceso interpretativo radical que dej de lado la tensin escatolgica de Jess, proponiendo una lectura espiritualista e interior de su anuncio del reino de Dios a partir del dicho recordado por Lucas en 17, 21: El reino de Dios est dentro de vosotros, y cerrando los ojos sobre los numerosos pasajes evanglicos que atestiguan su colocacin concreta en el marco de la apocalptica juda de la poca.Merece al menos una alusin La vida de Jess de E. Renn de 1863, que obtuvo un xito clamoroso y prolongado -en 1923 se contaron ms de 400 ediciones-, incluso ms all de sus dudosos mritos cientficos: un catlico francs se introduca entonces en una investigacin de cuo alemn y protestante, hacindola suya y dndola a conocer fuera de los estrechos confines del centro de Europa. En realidad, describe con pinceladas de artista bien dotado la figura del fascinante profeta de Galilea, siguiendo el hilo de las narraciones evanglicas y supliendo sus lagunas con su ardiente fantasa, encendida por la experiencia directa de los lugares palestinos que haba visitado.Pero la lectura del Jess histrico de la od quest que ms influjo ha tenido -preciosa herencia! -, junto con otros resultados de crtica literaria, ha sido sin duda la interpretacin escatolgica, que tuvo su insigne paladn en J. Weiss con su obra La predicacin de Jess del reino de Dios. El nazareno no es un maestro de verdades religiosas y morales universales, sino un profeta de la venida prxima del reino de Dios, que pondr la palabra fin a esta historia y a este mundo. Un anuncio, el suyo, que se combina con la invitacin a sus oyentes para que se abran con confianza a esta alegre perspectiva. En J. Weiss, A. Schweitzer ve la ltima de las tres alternativas que, a su juicio, han orientado la investigacin histrica sobre Jess hasta comienzos del siglo XX: Weiss reviste a su modo la misma importancia que la primera

vida de Strauss, formulando el tercer grande aut... aut... de la investigacin sobre la vida de Jess. El primero haba sido puesto por Strauss: o pura historia o pura sobrenaturaleza; el segundo haba sido sostenido por algunos profesores de Tubinga y por Holtzmann: o los sinpticos o Juan; y he aqu el tercero: o la escatologa o su negacin. Esta ltima alternativa recorrer tambin los senderos de la new quest de los aos 1950-1970 y la third quest del ventenio 1980-2000 bajo signos opuestos: s a la interpretacin escatolgica para aquel periodo y, en general, lectura no escatolgica de Jess para ste.Despus de su padre reconocido, pero sin olvidar la lectura poltico-revolucionaria de Reimarus y la mtica de Strauss, es el mismo A. Schweitzer un exponente de primera magnitud de la interpretacin escatolgica. En la ltima parte de su clebre obra, que ya hemos recordado, expone con acentos originales su propia Vida de Jess, interpretada bajo el signo de la escatologa consecuente. Jess entra en la luz de la historia slo cuando en Galilea predica que el reino est cerca. Su confianza en este acontecimiento prximamente futuro, esperado como iniciativa exclusiva de Dios, es tan grande que, cuando manda a sus discpulos en misin a anunciar el reino, se espera que ya no regresarn, porque se realizar muy pronto su esperanza. Pero regresan. Entonces, desilusionado por el retraso en la realizacin del reino, sube a Jerusaln para morir all, decidiendo padecer en su carne los sufrimientos previstos de los ltimos tiempos, como medio necesario para forzar la mano a Dios. Tambin las exigencias ticas radicales de Jess son interpretadas por Schweitzer en clave escatolgica: tica ad interim la llama, propia de un breve periodo de transicin que tiene que preparar a los espritus de quienes le sigan para la cita decisiva con el ltimo da, cuando este mundo deje su sitio al mundo futuro en el que la paz y la justicia se besen, segn la feliz expresin del Salterio hebreo.De hecho el reino de Dios no tuvo su cumplimiento ni entonces ni luego. Jess es hijo de su tiempo y de su tierra, habitados ambos por soadores. Se enga. Por tanto, no podemos seguirle por este sendero. No tiene nada de moderno, pero est muy lejos de ser insignificante para los hombres de hoy; en este sentido Jess es algo para nuestro mundo, ya que de l naci una gran corriente espiritual que invade tambin nuestro tiempo. Ningn conocimiento histrico puede sacudir o reforzar este dato de hecho; Dejado en su tiempo escato-lgico, est por encima de l y, a pesar de su carcter extrao, acta de manera ms elemental y poderosa. En concreto, concluye el gran Schweitzer, podemos compartir su fe y su esperanza en el reino; pero nosotros, a diferencia de l, lo entendemos como resultado del trabajo tico.

Al final de este prrafo, se impone una valoracin general. Los autores que en los siglos XVIII y XIX se empearon en la aventura fascinante de la investigacin histrica sobre Jess, no se sentan motivados por un puro inters cientfico. Los incitaban normalmente dos impulsos colaterales: el rechazo polmico del dogma de las iglesias que, a su juicio, haban transformado a Jess de Nazaret en la mscara deslumbrante de un dios bajado a la tierra, y la intencin de descubrir a travs de una lectura crtico-histrica de los Evangelios su rostro genuinamente humano de mesas poltico o espiritual, pero sobre todo de genio religioso, portador de una religin racional basada en perspectivas ticas universales y que podan compartir las modernas generaciones. De hecho, la ingenua pretensin de descubrir quin era realmente Jess en oposicin al dogma eclesistico se revel ordinariamente engaosa; se acab de ordinario creando varios Jess a imagen y semejanza de los historiadores y con el sello del esprit du temps, revistindolo de ropaje moderno y arrancndolo de la cultura religiosa de su tiempo: un proceso proyectivo. La denuncia despiadada de Schweitzer, abrazando con entusiasmo y desarrollando por su parte la interpretacin escatolgico-apocalptica de Weiss, pudo concluir con fina irona que la gloriosa investigacin vio al nazareno saludando a los modernos para volver a su vida de hombre antiguo y muy poco moderno: Extrao destino el de la investigacin sobre la vida de Jess! Parti para encontrar al Jess histrico, pensando que poda situarlo en nuestro tiempo tal como es, como maestro y como salvador. Rompi las cadenas que desde haca siglos lo mantenan atado a la roca de la doctrina eclesistica; se alegr cuando la vida y el movimiento impregnaron de nuevo su figura y cuando vio que sala a su encuentro el hombre histrico. Pero no se detuvo aqu, pas por delante de nuestro tiempo, lo ignor y regres al suyo. La teologa de los ltimos decenios se escandaliz y se asust, al hacerse consciente de que todas sus tcnicas interpretativas y sus manipulaciones no eran capaces de retenerlo en nuestro tiempo, sino que tenan que dejarle marcharse al suyo. Esta crtica, naturalmente, no vale para los escatologistas como Weiss y Schweitzer.Fue todo esto tiempo perdido? No, porque los resultados conseguidos no han sido irrelevantes. Ante todo, en trminos negativos, la od quest sobre Jess ha excluido una vez para siempre que pueda escribirse sobre l una vida en el sentido moderno de esta palabra en la historiografa actual. Harnack ha dicho de forma lapidaria, con el consenso de todos: Vita Jesu scribi nequit. No lo permite la naturaleza de la documentacin histrica que poseemos, especialmente de los Evangelios, como veremos ms adelante. Adems, el anlisis histrico-crtico de los testimonios evanglicos ha dejado bien asentados algunos puntos

firmes: como fuente histrica los Evangelios sinpticos, Mateo, Marcos y Lucas, deben preferirse claramente al de Juan, en donde la interpretacin de Jess como palabra encarnada de Dios lo aleja regularmente demasiado de su densidad humana y terrena. Por otra parte, la solucin que predomina entre los estudiosos actualmente opina que Marcos, como el ms antiguo y primer Evangelio, es fuente de Mateo y de Lucas que, sin embargo, en el material que les es propio y que est ausente en Marcos, usaron una segunda fuente que se ha perdido y que se conoce como fuente Q. A ello hay que aadir que el estudio de Wrede ha demostrado cmo el propio Marcos no nos ofrece una presentacin neutra del Jess terreno, sino que lo interpreta teolgicamente a la luz del llamado secreto mesinico, un expediente redaccional que busca indicar en el nazareno el punto de partida y el factor de legitimacin del mesia-nismo cristiano. En tercer lugar, la interpretacin escatolgica supo encontrar una colocacin concreta de Jess en el cuadro del judaismo de su poca, profundamente marcado por corrientes escatolgico-apoca-lpticas. Transmitida a las siguientes generaciones, conocer matiza-ciones preciosas, logrando un amplio consenso en la lectura del anuncio por obra de Jess del reino de Dios como acontecimiento que surge en la historia, mientras que su cumplimiento final queda asignado al futuro.2. LOS AOS DE UNA PRETENDIDA FALTA DE INTERS: NO QUESTEn su Historia de la Leben-Jesu-Forschung Schweitzer no tom en consideracin a M. Khler e hizo mal, ya que la posicin de ste result muy importante: en 1892 se aplic a fondo a la investigacin histrica sobre Jess con su obra El llamado Jess histrico y el autntico Cristo bblico, inaugurando una nueva direccin en el movimiento pendular de la investigacin moderna. Sus afirmaciones son polmicas: el Jess histrico de los escritores modernos esconde al Cristo viviente. Los Jess de las Vidas de Jess son una subespecie moderna de los productos del arte inventivo humano. Lo prueba la ausencia de fuentes histricas fiables. Y positivamente afirma: El Cristo real, es decir el Cristo eficaz, el que atraviesa la historia de los pueblos, con el que millones de hombres han mantenido una relacin de fe filial, el Cristo real es el Cristo predicado, en otras palabras, el Cristo de la fe. En la contraposicin que establecan entre el Jess histrico y el Cristo de la fe, los protagonistas de la od quest se haban alineado en favor del primero, con la conviccin -que se revel engaosa, como hemos dicho- de tener as entre manos al verdadero Jess. Kahler, por el contrario, escogi al segundo como el nico verdadero.

Lo seguir de hecho R. Bultmann, movido por dos impulsos, diversos pero convergentes. El primero, de naturaleza literaria, lo convirti en compaero de camino de Dibelius, Albertz, Schmidt, unidos todos ellos en la llamada escuela de la Formgeschichte. Remontndose ms all de nuestros Evangelios, estudiaron las tradiciones de stos que se conservaban por escrito, llegando a la conclusin de que se trataba de unidades dispersas, desarticuladas, de dimensiones muy reducidas, modeladas segn unos esquemas adecuados de expresin e inspiradas no por un inters histrico, sino por la exigencia de satisfacer las necesidades espirituales de las primeras comunidades cristianas, palestinas y helenistas. Dibelius haba indicado en la actividad de los anunciadores del evangelio el catalizador de la formacin de las tradiciones: En el principio era la predicacin. Pero Bultmann logr mostrar la incidencia de mltiples necesidades: misioneras, catequsticas, exhortativas, apologticas, polmicas, litrgicas. De esta manera, lo que Jess haba hecho y dicho fue filtrado por la fuerza creadora y plasmadora de la fe de los primeros cristianos; por eso, nuestros Evangelios, que se haban limitado a un trabajo de ordenacin y de yuxtaposicin {Geschichte, 393) de los frutos de este proceso actualizante, no pueden de ningn modo catalogarse en el gnero histrico, ni siquiera en el gnero ms amplio de la biografa. Jess desaparece detrs de las comunidades cristianas de los orgenes; de l podemos saber muy poco, ciertamente insuficiente para trazar, aunque slo sea a grandes lneas, la evolucin de su existencia humana y mucho menos la parbola de su personalidad. En este sentido, y slo en ste, en la introduccin de su libro sobre Jess afirmar Bultmann que de l no se sabe prcticamente nada. De hecho, en su confrontacin seria con Kasemann, de la que pronto hablaremos, por los aos 1960, llegar a distinguir entre la persona de Jess y su personalidad, afirmando que los Evangelios se interesan por aquella, no por sta.Pero no hay por qu lamentarse, incluso porque la historia de la investigacin de Schweitzer haba desacreditado notablemente muchos de los intentos pluriformes de escribir la vidas de Jess. Sobre todo se pone aqu de relieve el segundo y ms importante motivo que impuls al luterano Bultmann: la pura fe, suscitada por la palabra, no slo no necesita apoyarse en el Jess terreno presentado histricamente, sino que incluso debe prescindir de l, si desea conservar su pureza y su integridad. El verdadero Jess que hoy interesa a los creyentes es el Cristo predicado, no el Jess predicador. En efecto, slo en aquel Dios ofrece hoy la salvacin al oyente de la palabra, llamndolo eficazmente a decidirse por una autntica existencia de acogida del don divino ofrecido en Cristo. Del Jess terreno el anuncio evanglico presupone solamente el hecho de su crucifixin, no el contenido de su existencia

histrica: qu es lo que dijo, qu es lo que hizo, sobre todo con qu intencin arrostr la muerte. Y en la confrontacin con sus discpulos que, por el contrario, afirmaban como teolgicamente necesaria la investigacin del Jess histrico y sostenan una continuidad fundamental entre los dos polos de la sinttica frmula de fe Jesu-cristo, l considera como discontinuos el anuncio teolgico del reino por parte de Jess y el anuncio cristolgico de la iglesia centrado en la muerte y resurreccin de Cristo. Efectivamente, slo en este anuncio Dios llama, en el presente, una vez por todas a los hombres a que se decidan por el don de la salvacin ltima, mientras que el mensaje de Jess reson una vezun tiempo, en el pasado, como ofrecimiento salvfico limitado a sus oyentes histricos. Y esto sobre todo si tenemos en cuenta que no sabemos nada de cmo Jess vivi su muerte y si le atribuy un valor salvfico. De hecho, dice Bultmann, Jess acab en la cruz por un malentendido de su accin entendida en sentido poltico. As pues, desde el punto de vista histrico sera un destino privado de sentido.De todas formas Bultmann se ha hecho todava ms clebre por su trabajo de desmitificacin del material evanglico. Se relaciona de este modo con Strauss, pero con una diferencia importante: ste haba sealado en los Evangelios diversos mitos o leyendas sagradas y se haba propuesto reconstruir al Jess histrico eliminndolos. Bultmann, libre de este inters, los interpreta en clave existencial: son el fruto de una mentalidad y de una cultura premoderna, que los modernos leen como expresin profunda del sentido de la existencia. As por ejemplo, el nacimiento virginal de Jess expresa no un hecho biolgico, sino un acontecimiento de gracia que no es de este mundo: Jess es el don salvfico de Dios; en l, muerto y presente en el anuncio evanglico, Dios llama gratuitamente a cada uno de los hombres a que crean y se decidan por una existencia autntica abierta a las nuevas posibilidades del futuro. Del mismo modo, la resurreccin de Jess quiere decir que l est vivo y presente en el anuncio evanglico, como lugar de la accin salv-fica definitiva de Dios.En sntesis, como ha dicho, no sin cierta exageracin J. Reumann, estos aos, marcados por la presencia imponente de Bultmann, se presentan como tiempo de no quest: no hay nada que buscar sobre el Jess histrico.3. La reanudacin de la new questEn la investigacin histrica que hasta ahora hemos venido trazando aparece central un cuarto aut... aut, adems de los tres sealados por

Schweitzer: o el Jess histrico o el Cristo de la fe. La od quest se haba inclinado por el primer polo, ingenuamente convencida de poder captar a travs del anlisis cientfico al verdadero Jess, despojado de aquel esplendor divino con que lo haba arropado la fuerza creativa de la fe de los creyentes de la primera hora, fe que se ha celebrado en el culto de las iglesias de todos los tiempos. Por su parte, Kahler y Bultmann escogieron el segundo polo del dilema: el nico Jess verdadero, es decir el Jess de la historia, no el creado in vitro por los estudiosos, sino el que ha influido y sigue influyendo en las peripecias de los hombres, atrayendo hacia s a los creyentes y espiritualmente presente y operante en ellos, es el Cristo predicado y credo.Pues bien, contra esta contraposicin o alternativa se pronunci en primer lugar Kasemann en 1953 en la conferencia que tuvo en la sesin de antiguos alumnos de Marburgo sobre El problema del Jess histrico. Puso de relieve cmo en los Evangelios est totalmente ausente ese aut... aut..., sustituido por un claro et... et...: aquel que es confesado como Seor en la fe es por identidad el Jess terreno; pero aparece rodeado de gloria divina, ya que la tradicin protocristiana se cuid de transmitirnos no bruta jacta, sino acontecimientos interpretados por los ojos de la fe, es decir, cargados de significado salvfco. Y esto es normativo para nosotros: tampoco nosotros podemos eliminar la identidad del Seor exaltado con el Seor terreno, sin caer en el docetismo y sin privarnos de la posibilidad de distinguir claramente entre la fe pascual de la comunidad y el mito. Por tanto, son consideraciones teolgicas y que tocan a la naturaleza misma de nuestros Evangelios las que requieren una continuidad fundamental entre el Jess terreno y el Cristo resucitado y credo.El Jess terreno, por otra parte, puede ser captado histricamente -contina Kasemann-, no en el sentido de trazar una vida del mismo caracterizada por una evolucin externa de los acontecimientos y por la evolucin interna de su personalidad, de las que sabemos respectivamente demasiado poco e incluso nada, sino en el sentido de mostrar algunos de sus puntos esenciales. Se opone a que la resignacin y el escepticismo tengan la ltima palabra y conduzcan a desinteresarse del Jess terreno. Nos lo permite el anlisis atento del material tradicional de los Evangelios, en donde hay elementos que el historiador, si desea seguir siendo lo que es, debe simplemente reconocer como autnticos. Lo que pretendo es mostrar que de la oscuridad de la historia de Jess surgen rasgos caractersticos de su predicacin, como la frmula Pero yo os digo de Mateo 5, donde se expresa su extraordinaria autoridad, visible incluso a propsito del mandamiento sabtico y de las prescripciones sobre lo puro y lo impuro. Se trata de un anlisis riguroso que sabe valorar el material

evanglico aplicando el criterio de la desemejanza o discontinuidad u originalidad, definido de esta manera por Kasemann: Tenemos un terreno en cierto sentido slido bajo los pies solamente en un caso: cuando una tradicin, por cualquier motivo, no puede ni sacarse del judaismo, ni atribuirse a la cristiandad primitiva, y especialmente cuando el judeo-cristianismo ha suavizado o retocado algo en el material recibido de la tradicin, por ser demasiado atrevido. El exgeta es consciente del carcter minimalista de este criterio: Pero hemos de ser conscientes ya desde el principio del hecho de que a partir de aqu no se obtiene ninguna claridad sobre lo que uni a Jess con su ambiente palestino y con su comunidad posterior. Pero le basta para su planteamiento del problema, sobre todo para poder mostrar, contra su maestro, que no se da slo una continuidad histrica o personal entre el Jess terreno y el Cristo de la fe, que admite Bultmann, sino tambin una continuidad real, es decir, una continuidad en el anuncio que haca Jess del reino y el evangelio cristiano sobre su muerte y resurreccin. Y no tiene miedo de afirmar que entre el Jess terreno que promete la salvacin a los sin-salvacin y la doctrina paulina de la justificacin del impo se da una continuidad real: En esto no hay ninguna ruptura entre el tiempo pre- y post-pascual.Volvi sobre esta cuestin veinte aos ms tarde con su aportacin que acabamos de citar en las Jornadas bblicas de Lovaina, repitiendo con fuerza su ataque a la posicin bultmanniana de querer y deber prescindir del Jess histrico para fijarse en el Cristo predicado y credo, y renovando su lucha contra el escepticismo radical de los que piensan que no se puede salvar histricamente casi nada del fuego de la crtica. Subraya sobre todo la importancia teolgica del Jess terreno, presente en los escritos del Nuevo Testamento que todos, pero sobre todo los Evangelios sinpticos, lejos de reducir al Cristo resucitado a puro mito, han preservado intencionalmente su rostro de nazareno: por algo estos ltimos han insistido en el seguimiento del crucificado y han propuesto la solidaridad de Jess con los marginados p.. Kasemann no vacila en atribuirles una tendencia historizante, dado su indiscutible inters por el pasado de Jess, y llama la atencin sobre las frmulas de fe como Rm 1, 3-4, 1 Co 15, 3ss, que encierran elementos narrativos esenciales. En resumen, no se puede separar el ver Deus del ver homo, sin caer en la supersticin. Por eso la new quest, ms all de puros intereses histricos, posee una dimensin dogmtica.Por su parte, G. Bornkamm con su obra Jess de Nazaret, de 1960, ha ofrecido una aplicacin clara y extensa de las nuevas orientaciones metodolgicas, resumidas de esta forma en el captulo 1: Nadie est ya en disposicin de escribir una vida de Jess; los testimonios

evanglicos unen, en un vnculo extraordinariamente intenso, la informacin sobre Jesucristo y la confesin en l, testimonio de la comunidad que cree en l y narracin de su historia, anuncian quin es Jess, no quin fue. En realidad, dice Bornkamm, los Evangelios son el rechazo del mito; no justifican ni la resignacin ni el escepticismo. Y si Kasemann en su estudio de 1953 se haba limitado a aludir a los elementos seguramente histricos que caracterizan a Jess, su colega se detiene en esta reconstruccin, presentndolo en clave escatolgica como pregonero de la proximidad del reino de Dios y como mediador de los signos que indican su participacin parcial, pero real, en l, por ejemplo su convivencia escandalosa con los publicanos y con los pecadores pblicos.La difcil lnea divisoria en que se mantuvieron los dos autores mencionados llev a Kasemann a oponerse con fuerza al intento de J. Jeremas, demasiado optimista a la hora de reconstruir todo lo que Jess dijo e hizo, pero sobre todo deudor, adrede o involuntariamente, del viejo protestantismo liberal que tenda a hacer del Jess reconstruido histricamente el objeto de la fe. Es verdad, reconoce Kasemann, que Jess es para Jeremas el hijo encarnado de Dios, no ya un simple hombre como para los ilustrados, pero piensa que puede captarlo con la investigacin histrica. Sin decir --podemos aadir- que la gran confianza del expertsimo Jeremas en los recursos filolgicos, como criterio de autenticidad histrica de los dichos de Jess atestiguados en los Evangelios resulta problemtica, ya que no va ms all de la antigedad del testimonio literario. En resumen, el material evanglico que nos permite atisbar connotaciones arameizantes no se remonta necesariamente a Jess; puede proceder muy bien de la primitiva comunidad palestina.En conclusin, la new quest ha intentado ensanchar el Dass de Bultmann al Wer, al Wie y al Was, es decir determinar quin es Jess, su forma de vivir y el contenido objetivo de su existencia.4. LA TH1RD QUEST ACTUALA partir de 1980, fecha puramente indicativa, se registra una fuerte reaccin en el mundo angloamericano contra el predominio de la investigacin alemana, y no slo en nuestro terreno. Baste pensar, por ejemplo, en la demolicin sistemtica que ha hecho E. P. Sanders de la interpretacin luterana de la doctrina paulina de la justificacin por la fe y no por las obras de la ley. El mismo

autor en Jess y el judaismo de 1985 -pero vase tambin Jess. La verdad histrica de 1993- abre nuevos caminos a la investigacin histrica sobre Jess. Insiste ante todo en los hechos atestiguados en los Evangelios -Jess bautizado por Juan Bautista galileo que predic, devolvi la salud a los enfermos llamada de los doce discpulos limitacin de su actividad a Israel controversia a propsito del templo crucificado por las autoridades romanas despus de su muerte siguieron los discpulos como un movimiento identificable-, mientras que la escuela alemana de la new quest se basaba sobre todo en los dichos, mostrndose as heredera de Bultmann, que en 1928 escribi el libro Jess, donde expone solamente su doctrina, su predicacin, ya que es imposible reconstruir su vida o su personalidad. Y de esta forma el exegeta alemn atena su proclamado escepticismo: Si sabemos poco de la vida y de la personalidad de Jess, sabemos sin embargo mucho de su predicacin, hasta el punto de que podemos hacernos de ella una imagen coherente.Es sobre todo desde el punto de vista del planteamiento del problema como Sanders lleva a cabo una ruptura con la investigacin histrica anterior de la new quest, pero tambin de la escuela bultmanniana: libera el estudio del Jess terreno de todo vnculo con las cuestiones teolgicas, concretamente con el problema de su continuidad o discontinuidad con el Cristo del anuncio y de la fe. La investigacin histrica tiene que seguir su propio curso, sobre la base de las fuentes literarias de que disponemos, conscientes de sus limitaciones debidas a la naturaleza y a la escasez de los testimonios. Es sta una caracterstica general de la third quest.El mismo ttulo de la obra indica adems que Sanders quiere comprender a Jess dentro del judaismo del siglo I, rompiendo tambin aqu con el Jess de la new quest, visto en una discontinuidad radical con el ambiente judo de la poca y artificiosamente arrancado de sus races histrico-culturales: un Jess inexistente como tal. De todas formas, la cualidad judaica del nazareno, que algunos estudiosos como G. Vermes y S. Freyne califican de galileidad - sit venia verbo-, para Sanders no significa el sacrificio de su peculiaridad. sta destaca sobre el fondo del judaismo comn que comparten todos ms o menos, incluso el nazareno. Y yendo ms all de las observaciones generales, muestra cmo los testimonios se orientan hacia el hecho de que Jess tena un programa definido: la restauracin de las doce tribus de Israel proclamada por la profeca hebrea, consciente de haber recibido precisamente de Dios la misin proftica de preparar al pueblo para la llegada final del reino de Dios. Y fue por esto, no ya por un pretendido e infundado rechazo de la ley juda, como se complacan en decir los exponentes de la new quest, por lo que el nazareno se jug la

vida, cuando con un gesto simblico y unas palabras polmicas se pronunci por la destruccin del templo y su reedificacin esperada para los ltimos tiempos.Como vemos, Sanders se mantuvo siempre dentro del cauce de la interpretacin escatolgica de Jess, presentado como profeta orientado hacia el cumplimiento futuro de las esperanzas judas, es decir, en continuidad con la investigacin anterior. Y con l hemos de mencionar a B. F. Meyer, que de una forma bastante parecida se propone dar cuenta de la escatologa del nazareno, constituida por dos factores complementarios: la restauracin de las doce tribus de Israel y la venida del reino de Dios, que no puede disociarse del destino de Israel, so pena de caer en una magnitud no bblica y a-histrica.Por otra parte nos encontramos con un frente que ha propuesto la interpretacin de un Jess privado de toda dimensin propiamente escatolgica. No se niega que hablara del reino de Dios, pero se lee esta frmula en clave de cambio tico o social del tiempo presente. En concreto, Borg habla de escatologa sapiencial: Jess fue un maestro de sabidura no convencional, e incluso revolucionaria y alternativa, capaz de transformar el sentido de la vida humana y la praxis de las personas aqu y ahora. Los testimonios nos dicen adems que fue un hombre de Espritu, inserto en la corriente carismtica del judaismo y un profeta social defensor de la pureza del corazn. El fin inminente del mundo y la venida gloriosa del hijo del hombre no pertenecen a su anuncio, sino que son creaciones de la comunidad cristiana de los primeros tiempos. En este sentido se ha hablado justamente de una revolucin copernicana.Por el mismo sendero sapiencial se encaminaron los defensores de un Jess a imagen de los filsofos cnicos, Mack, Downing, y sobre todo el ms clebre de todos ellos J. D. Crossan. ste define a Jess como un campesino judo mediterrneo que, al estilo de los cnicos que l define como hippies en un mundo de yuppies distinguidos, intentaba revolucionar con su palabra, y especialmente con su ejemplo, la vida del campesinado galileo de su tiempo. De hecho propuso una tica del igualitarismo radical y de la comensalidad abierta a todos, sin discriminaciones, poniendo en discusin el cdigo del honor y de la vergenza que imperaba entonces en los pases mediterrneos y practicando una curacin taumatrgica de las enfermedades, pero sobre todo preocupado por el malestar que de all se derivaba en trminos de marginacin y de ostracismo en un ambiente obsesionado por la pureza. Desde el punto de vista metodolgico hay que sealar que este autor recurre tambin a los datos de la antropologa cultural, refirindose

al cdigo del honor tpico de la cultura mediterrnea y a la estructura del patronus-clientes de la sociedad romana.Tuvo una gran resonancia, incluso fuera del estrecho mbito de los estudiosos, el Jess Seminar, constituido en 1985 por R. W. Funk con la participacin de unos 70 estudiosos norteamericanos, entre ellos Crossan y Borg. Se ocup especficamente de la autenticidad de las palabras de Jess que recogen los Evangelios cannicos y el Evangelio apcrifo de Toms: por eso hablan de cinco evangelios. Dejando aparte el escepticismo de cuo bultmanniano en la valoracin de su autenticidad, ha impresionado el procedimiento que han seguido: los participantes votaban democrticamente sobre el valor histrico de cada uno de los dichos evanglicos, decidiendo por mayora de votos y siguiendo una pauta de valoracin de cuatro grados de juicio sealados con los colores rojo (autntico: slo el 18% de los dichos evanglicos y 26 parbolas debidamente expurgadas), rosa, gris y negro.La lectura poltico-revolucionaria de Reimarus, recogida no hace muchos aos por S. G. F. Brandon (Jess era un zelote enemigo de los romanos: Ges e gli zeloti, Rizzoli, Miln 1983) y poco antes por R. Eisler, no ha encontrado prcticamente adeptos en esta etapa de la investigacin. El hecho de que el prefecto romano no haya arrestado ni ejecutado a los seguidores del rey de los judos muestra con evidencia que Jess no estaba al frente de un movimiento poltico de rebeldes armados. Por el contrario, se advierte un gran inters por la situacin social de la Palestina de entonces, particularmente de Galilea. Horsley en sus estudios sostiene la tesis de que el conflicto no enfrentaba tanto a los judos contra los romanos, sino que era totalmente interior al mundo judo, entre la clase dominante de la aristocracia sacerdotal y laica, simpatizante por otra parte con el dominador extranjero, y las clases subalternas, entre la ciudad y el campo, entre Jerusaln y la periferia. Sobre todo los campesinos y los artesanos de las aldeas de Galilea vivan una vida precaria, aplastados por los impuestos exorbitantes que tenan que pagar al poder poltico y al templo jerosolimitano. El bandolerismo y los actos de rebelin que, segn el testimonio de Flavio Josefo, sobresaltaban entonces con cierta periodicidad a la gente indican un malestar difuso. En esta situacin Jess aparece como un revolucionario pacifista, contrario a la violencia, anunciando un reino de Dios de tipo social que tena que realizarse aqu y ahora, haciendo justicia a los oprimidos. Por su parte, G. Theissen, que se ha distinguido por sus importantes estudios de historia social y de sociologa del cristianismo de los orgenes, ha profundizado en una lectura de Jess como leader de un movimiento

de carismticos itinerantes, sin casa y sin trabajo, es decir desarraigados de la sociedad y portadores de exigencias radicales, apoyados por algunos simpatizantes y discpulos que, a diferencia de ellos, llevaban una vida tranquila sedentaria: movimiento que continu incluso despus de la muerte de Jess y que podemos vislumbrar tras la llamada fuente Q o de los dichos de Cristo. Para completar el panorama, me gustara citar los estudios de E. Schssler-Fiorenza, empeada en mostrar a un Jess que combate todo poder dominante, tambin y sobre todo el de signo masculino y patriarcal.Siempre en relacin con la Galilea de su poca, el estudioso G. Vermes, basndose en la literatura rabnica como punto de referencia y confiando en el valor histrico substancial de los Evangelios sinpticos -el Evangelio bsico se presenta como crnica de la vida de Jess - encuadr a Jess en el contexto de los hassidim o varones piadosos de Galilea, entre los cuales sita a las figuras caris-mticas significativas de dos rabinos del siglo I. d. C.: Honi, el trazador de crculos y Hanina ben Dosa, capaces de hacer milagros y caracterizados por una gran familiaridad religiosa con Dios. De la misma forma, Jess obtuvo una gran fama y no pocos seguidores como curador, es sta la peculiaridad que lo inserta muy dentro del judaismo de su generacin, fiel a la preciosa herencia religiosa de los padres, privado de toda pretensin mesinica; un rabino dotado sobre todo del don de las curaciones.Y aqu es obligatorio sealar el gran inters de otros autores judos, entre los que destaca D. Flusser, pero sin olvidar a su precursor J. Klausner a comienzos del siglo XX, por la figura de su clebre connacional, visto con creciente simpata hasta darle el nombre de Hermano Jess, como indica el ttulo de la obra de Ben Chorin. Flusser se preocupa sobre todo de subrayar el carcter de judo piadoso y observante y de sostener que fue conducido a la muerte de cruz, no por culpa de las autoridades judas, sino por decisin y por obra del prefecto romano Poncio Pilato.En resumen, no es fcil indicar las peculiaridades unitarias y unifi-cadoras de la third quest: los autores presentados son una buena prueba de ello. Estn igualmente representadas la interpretacin sapiencial y la lectura escatolgica. La contextualizacin de Jess en el terreno judo -siguen siendo significativos en este sentido el ttulo de la obra de J. H. Charles worth, Jess en el judaismo de su tiempo, la frase de J. Wellhausen proclamada a los cuatro vientos: Jess no es un cristiano, sino un judo, y el propsito de la repatriacin necesaria de Jess al judaismo - se empareja con autores que lo comprenden en perspectiva cnica, fenmeno claramente griego.

Es grande la variedad de definiciones con que se le ha comprendido: profeta escatolgico, maestro carismtico de sabidura revolucionaria, campesino judo mediterrneo de tendencia cnica o filsofo cnico sin ms, revolucionario social pacfico, judo que exalt la Ley radicalizando sus exigencias, especialmente el mandamiento del amor al prjimo, fariseo seguidor de la tendencia de Hillel, o simplemente un rabino, como titula B. Chilton su Intmate Biography. A estos autores hay que aadir a M. Smith que lo concibe como un mago, identidad camuflada a sabiendas por el cristianismo de los orgenes en los relatos milagrosos de los gestos y las palabras mgicas del nazareno, pero que ilumina la coleccin de los Papyri Graecae Magicae que poseemos. Por eso la third quest ha sido llamada, justamente en mi opinin, una nebulosa formada por diversos ejes de investigacin, donde la novedad de esta investigacin respecto a la anterior est a mi juicio en el hecho de que Jess ha sido reconstruido con la ayuda de un para-digma de continuidad con su ambiente natural.Tampoco en el plano de valoracin de las fuentes documentales se da una orientacin comn. El Jess Seminar, como hemos visto, pone al lado de los Evangelios cannicos, y a menudo sobre ellos, el Evangelio apcrifo de Toms. Crossan, portavoz de los que proclaman: Abajo la tirana del Jess sinptico!, findose del criterio -nico decisivo para l- del testimonio mltiple y antiguo, destaca los datos de las fuentes anteriores a los aos 30-60, que sorprendentemente, y no sin una arbitrariedad macroscpica, percibe en Q, la versin primitiva, y en los Evangelios apcrifos de Toms, de Pedro en su versin original de Evangelio de la cruz, de los Hebreos, del evangelio secreto de Marcos y de la fuente de los signos de la que depende Juan. En particular, se dice de la fuente Q -a pesar de que autores de fama discuten su validez- que conoci una primera versin de cuo sapiencial, limpia de toda frase escatolgica de Jess, y se exalta su carcter original de primer Evangelio, del que estn ausentes los milagros y la pasin, que aparecern solamente ms tarde en el Evangelio de Marcos. Pero no pocos exaltan los Evangelios sinpticos como fuente cristiana y, entre la literatura no cristiana, conceden un gran peso a los escritos judos de marca rabnica, apocalptica, qumrnica y seudoepi-grfica. De todas formas, es un hecho la revalorizacin de la literatura cristiana apcrifa, as como la atencin a la historiografa de Flavio Josefo. M. Smith por el contrario canta fuera de tono con su referencia a los papiros mgicos de lengua griega. La aportacin de la arqueologa es apreciada sobre todo por

Charlesworth, que se muestra sin embargo demasiado optimista sobre las posibilidades de una investigacin histrica ms amplia y profunda sobre Jess, muy cerca de un positivismo histrico.

2Fuentes de informacin

Podemos decir algo, mucho o poco, sobre los personajes y los acontecimientos del pasado remoto con una sola condicin: que haya fuentes de informacin crebles. El caso ms afortunado lo tenemos cuando disponemos de autotestimonios escritos, por ejemplo Pablo de Tarso se nos presenta con claridad en sus cartas, fuente primera de conocimiento de su personalidad y de su vida. Pero Jess no ha dejado nada escrito de su puo y letra. Slo podemos captarlo por la palabra de algunos testigos cercanos a l y a su existencia terrena. De todas formas, no somos tan pobres en este sentido: tenemos a nuestra disposicin informes antiguos sobre su persona, sobre el ambiente en que vivi, as como sobre el movimiento que suscit. Es verdad que de ordinario slo podemos escuchar la voz de personas comprometidas por su fe en l, de testigos no neutrales, sino favorables, pero no por esto fide indigni, de los siglos I y II. Tampoco faltan algunos pocos, pero importantes, testimonios directos no cristianos, de origen judo, como Flavio Josefo y la literatura rabnica de fecha posterior, as como de historiadores romanos, como Suetonio, Tcito y Plinio, a comienzos del siglo II. Y tampoco de stos se puede decir que sean imparciales, como se ver. Se ha hablado a este propsito de un silen-tium saeculi: Los autores no cristianos de los siglos I y II guardan silencio casi todos y de casi todo en torno a Jess. Pero hay que decir que no es un silencio absoluto, sino relativo y sobre todo comprensible, ya que la historia de Jess, fuera de los que apelan a l, tuvo en realidad muy poca e incluso nula importancia poltica y religiosa: una de las no pocas presencias incmodas en una regin perifrica del imperio romano, obligadas muy pronto a callar de forma violenta por la autoridad romana del lugar con la colaboracin ms o menos decisiva de los dirigentes judos.Los testimonios indirectos, relativos al ambiente que lo vio nacer y al cristianismo de los orgenes que de l se deriv no son menos numerosos. Para los orgenes cristianos podemos contar sobre todo con los escritos cristianos de los siglos I y II, in primis con las cartas autnticas de Pablo de los aos 50. El mundo judo de la poca se nos presenta a travs de los escritos de Qumran, los libros ms recientes de la Biblia del Primer Testamento, como Sabidura, Daniel, 1-2 Macabeos, un nmero consistente de escritos seudoepigrficos de tradicin hebrea,

por ejemplo Henoc, Testamentos de los 12 patriarcas, Salmos de Salomn, Carta de Aristeas, ms tarde las obras de Filn de Alejandra y de Flavio Josefo, y finalmente la literatura rabnica: Misn, Talmud, Midrsh, por no hablar de los Targums rameos.Last but not least, es preciosa la documentacin arqueolgica con sus hallazgos, sus inscripciones y los restos de carcter mural que se remontan a nuestro periodo. Insiste en ellos especialmente Charles-worth en su obra Jess y el judaismo de su tiempo. Entre las inscripciones que han llegado hasta nosotros baste citar aqu tres importantes para la contextualizacin histrica de Jess. La primera lleva el nombre y el ttulo oficial de Pilato, prefecto romano en Judea en los aos 26-36. Est inscrita en latn sobre un bloque calcreo encontrado en 1961 en el teatro romano de Cesrea martima, capital de la provincia de Judea, reutilizado para esta construccin. Aunque con algunas lagunas, indica un monumento, que no se precisa aqu, erigido por Poncio Pilato en honor de Tiberio Tiberieum (Pojntius Pilatus, praejfectus Iudae. La segunda se refiere directamente al mundo judo: es la inscripcin en griego de la sinagoga de Teodoto, fechada en la primera mitad del siglo I d. C, donde este personaje, arquisinagogo, es decir, miembro de derecho del consejo de ancianos del lugar, transmiti su nombre como aquel que edific en Jerusaln la sinagoga. He aqu la traduccin del texto de la inscripcin, segn Boffo: Teodoto, hijo de Vetteno, sacerdote y arquisinagogo, hijo de arquisinagogo, nieto de arquisinagogo, edific la sinagoga para la lectura de la Ley y para la enseanza de los preceptos, y el hospedaje y las habitaciones y las instalaciones hidrulicas para uso del hospicio para quienes lo necesiten del extranjero, la cual la fundaron sus padres y los ancianos y Simnides. La tercera nos documenta de visu sobre la norma que prohiba a los gentiles pasar del patio que tenan asignado al rea del templo de Jerusaln y entrar en la parte interior reservada a los judos y compuesta de tres patios y del templo propiamente dicho. Una balaustrada de piedra delimitaba el patio de los gentiles y de all partan las escaleras que llevaban a la zona reservada. Flavio Josefo habla de ello en estos trminos: El que atravesaba este rea para alcanzar el segundo patio, lo encontraba rodeado por una balaustrada de piedra, de la altura de tres codos y finamente labrada; sobre ella, a intervalos regulares, se haban colocado lpidas que recordaban la ley de la purificacin, unas en lengua griega y otras en lengua latina, para que ningn extranjero entrase en el lugar santo precisando luego que los transgresores seran castigados con la pena de muerte. Pues bien, en 1871 Ch. Clermont Ganneau encontr una de estas lpidas en la parte

norte del rea del Templo; una piedra calcrea de 56 cm. de alta, 86 d ancha y 37 de espesor. El texto original est en griego y dice as: Que ningn gentil traspase la balaustrada del recinto del templo. El que fuere sorprendido dentro, ser causa l mismo de la muerte con que se le castigar.Finalmente, se impone aqu una breve alusin, sobre la que volveremos luego en el captulo de la muerte de Jess, al hallazgo de los huesos de un joven crucificado del mismo periodo que Jess, Yeho-hanan, encontrados en un osario descubierto hace algunos decenios cerca de Jerusaln. El hallazgo, adems de confirmar los testimonios literarios sobre la prctica de la crucifixin en el suelo palestino por aquella poca, nos dice que el condenado fue colgado con los brazos atados, no clavados, de un trozo de madera horizontal y hace pensar que estaba con las piernas cruzadas sobre el otro poste vertical, con cada uno de los pies clavados lateralmente en la cruz. La crucifixin se practicaba entonces de varias maneras. El mencionado descubrimiento nos ofrece el testimonio de una de ellas. Naturalmente, no nos dice de qu manera colgaron a Jess.1. Del mundo romano. Tcito, Suetonio, PlinioSon los tres testimonios ms importantes del mundo latino que se remontan al primer ventenio del siglo II, relativos a los cristianos, al nuevo culto, a su fundador. En su ltima obra, escrita probablemente entre el 115 y el 120, al hablar del incendio de Roma, Tcito acusa a Nern de haber inculpado injustamente a los crestianos que apelaban a un tal Cristo: Pero ni las intervenciones humanas, ni la prodigalidad del prncipe, ni los sacrificios a los dioses lograban sofocar la voz infamante de que el incendio haba sido ordenado. Entonces, para hacer callar todos los rumores, Nern declar culpables y conden a los tormentos ms refinados a los que el vulgo llamaba crestianos, odiosos por sus delitos. Aunque tomaban el nombre de Cristo, que haba sido sometido al suplicio por obra del procurador Poncio Pilato bajo el imperio de Tiberio {auctor nominis eius Christus Tiberio imperitante per procuratorem Pontium Pilatum supplicio adfectus erat); reprimida por algn tiempo, esta funesta supersticin cobraba fuerza ahora no slo en Judea, lugar de origen de aquel mal, sino tambin en la urbe, adonde confluyen de todas partes y encuentran seguidores todas las atrocidades y vergenzas. As pues, fueron arrestados primero los que confesaban y luego, por las denuncias de stos,

fueron condenados una gran muchedumbre {ingers multitud), no tanto como incendiarios, sino como enemigos del gnero humano {odio humani generis). Y a su muerte se aadi la burla, como revestirlos de pieles de bestias para hacer que los desgarraran los perros, o clavarlos en cruces o quemarlos al atardecer para que sirvieran de antorchas nocturnas.. Nern haba ofrecido sus jardines {hortos suos) para estos espectculos y organizaba juegos en el circo, bien mezclndose con la plebe vestido de auriga, bien montado en el carro. De este modo, aunque criminales y merecedores de las mayores penas, suscitaban la compasin, ya que eran ajusticiados no por el bien de todos, sino para saciar la crueldad de uno solo.Tcito transfiere aqu su conocido antijudasmo a los crestianos, variante nominal de los cristianos, reos de funesta supersticin, enemigos del gnero humano, odiosos por sus delitos, criminales y merecedores de las mayores penas, pero vctimas de la crueldad de uno solo, es decir, dignos de piedad. Sobre todo menciona a su fundador, conocido no slo con su nombre Jess, sino con el ttulo Cristo, que sin embargo aparece ya en Pablo como nombre propio, muchas veces al lado de Jess. El historiador, de fuente propia o ms probablemente por informaciones cristianas directas o indirectas, conoce su condenacin a muerte: haba sido sometido al suplicio por obra del procurador Poncio Pilato bajo el imperio de Tiberio. La pena capital del suplicio indica por s misma, en trminos generales, la muerte por tortura, no por crucifixin, que era una de tantas formas junto con la hoguera y la decapitacin. Tambin la damnatio ad bestias era considerada como pena mxima, pero no siempre fcil de ejecutar. Se hace recaer toda la responsabilidad slo en la autoridad romana local, el procurador Poncio Pilato. Tcito cae aqu en una pequea inexactitud: el gobernador de la provincia romana de Judea slo fue llamado procurador a partir de Claudio: Poncio Pilato era por tanto prefecto de Judea, como atestigua la famosa inscripcin de Cesrea. La implicacin de los cristianos en el incendio de Roma est confirmada igualmente por Suetonio en New 16: Afflicti suppliciis christiani, genus hominum superstitionis novae ac maleficae.Ms breve, pero no menos precioso, es el testimonio de Suetonio en De vita Caesarum, escrito en el 121: hablando de la expulsin de los judos de Roma, menciona a Cresto, que ocupa el lugar de Cristo, lo mismo que los crestianos de Tcito el de cristianos. Habla de l como si hubiera sido el promotor activo y personal de los desrdenes. Un conocimiento impreciso, pero vlido: Cristo debi ser en realidad el casus belli de los contrastes entre seguidores y adversarios dentro de las comunidades de la dispora juda en Roma, agrupada en al menos

cinco sinagogas. expuls de Roma a los judos que estaban continuamente organizando tumultos por instigacin de Cresto {Iudaeos impulsore Chresto assidue tumultuantes Roma expulii). Tambin parece referirse a l Din Casio en Hist 60, 6, 6. En realidad, ste no habla de desrdenes, sino slo de judos que se multiplicaron notablemente en la ciudad: excluye que hubiera una expulsin en masa, un ostracismo general; indica como medida represiva la prohibicin de tener reuniones; seala para este hecho el primer ao de Claudio, que ocup el poder del 41 al 54, esto es el ao 41: una fecha controvertida, ya que el historiador cristiano Pablo Orosio, en su Historia adversus paganos 7, 6, 15 indica el ao 49. De todas formas, sabemos que por los aos 40 haba ya en Roma un grupo cristiano consistente, y todava dentro de las sinagogas.Plinio el Joven, gobernador de Bitinia probablemente en los aos 111-113, mantuvo durante este periodo un rico intercambio epistolar con el emperador Trajano. En una carta le pide normas sobre el modo de portarse con los cristianos que denunciaban ante su tribunal: Seor, es para m una regla someterte todas las cuestiones sobre las que tengo dudas. En efecto, quin podra mejor que t aclarar mi incertidumbre o instruir mi ignorancia? Nunca he participado en procesos a cristianos; por tanto, no s qu hechos ni en qu medida deben ser castigados o perseguidos. Y con no pequea vacilacin me he preguntado si no habr discriminaciones debido a la edad o si la tierna edad debe ser tratada de forma distinta que la adulta; si hay que perdonar al que se arrepiente, o si no le ayudar nada abjurar al que fue totalmente cristiano; si se castiga slo el nombre cuando non haya hechos delictivos o los delitos relacionados con ese nombre. Entre tanto, he aqu cmo me he portado con los que me han sido trados como cristianos. Les pregunt a ellos mismos si eran cristianos. A los que respondan afirmativamente, les repet dos o tres veces la pregunta, amenazndoles con el suplicio, y orden matar a los que perseveraban. En efecto, no dudaba de que, confesasen lo que confesasen, haba que castigar al menos esa pertinacia y esa inflexible obstinacin. A otros, llevados de la misma locura, como eran ciudadanos romanos, los apres para mandarlos a Roma. Muy pronto, como suele ocurrir en estos casos, al extenderse el crimen y proseguir la investigacin, se presentaron casos diferentes. Se present una denuncia annima que contena los nombres de muchas personas. Los que negaban ser o haber sido cristianos, si invocaban a los dioses con la frmula que les impuse

y si ofrecan sacrificio de incienso o vino delante de tu imagen, que hice llevar con esta finalidad, y adems maldecan a Cristo, cosas que, segn me dicen, es imposible conseguir de los que son verdaderamente cristianos, juzgu que deban quedar libres. Otros, que haban sido denunciados por alguien, dijeron que eran cristianos y luego lo negaron; lo haban sido, pero luego dejaron de serlo, unos haca tres aos, otros ms y alguno incluso haca ms de veinte aos. Todos ellos adoraron tu imagen y la estatua de los dioses y maldijeron a Cristo, Por otra parte, afirmaban que toda su culpa y su error haban consistido en la costumbre de reunirse un da determinado, al amanecer, y cantar alternativamente un himno a Cristo como a un dios (quod essent soliti stato die ante lucem conve-nire carmenque Christo quasi deo dicere secum invicem) y obligarse conjuramento, no a perpetrar cualquier delito, sino a no cometer robos o atropellos o adulterios, a no faltar a la palabra dada, ni a negarse, si les invitaban, a efectuar un depsito. Realizados estos ritos, tenan la costumbre de separarse y de reunirse de nuevo para tomar una comida, pero comn e inocente. Pero incluso de esta prctica haban desistido despus de mi decreto, con el que haba prohibido las asociaciones segn tus rdenes. Por ello consider necesario arrancarles la verdad, incluso mediante la tortura, a dos esclavas que eran llamadas ministrae. Pero no logr descubrir ms que una supersticin irracional y desmesurada. Por eso, suspendiendo la encuesta, recurro a tu consejo. El asunto me parece digno de esta consulta, sobre todo por el gran nmero de denunciados; en efecto, son muchos, de toda edad, de toda condicin, de los dos sexos, los que estn o pueden estar en peligro. Y no es slo en la ciudad, sino que tambin en los pueblos y aldeas se ha propagado el contagio de esta supersticin. Pero creo que es posible contenerla y hacer que cese. Me consta sin duda que los templos, ahora casi abandonados, empiezan a frecuentarse de nuevo y que se han reanudado las ceremonias rituales interrumpidas desde hace tiempo, y en todos los sitios se vende la carne de las vctimas, que hasta ahora encontraba pocos compradores. De aqu es fcil deducir que muchos podran curarse, si se aceptase su arrepentimiento.Trajano respondi fijando los siguientes criterios de conducta con los cristianos: No deben ser perseguidos de oficio. Si se les denuncia y confiesan, deben ser condenados, pero de este modo: el que niegue ser cristiano y d pruebas manifiestas de ello, es decir, sacrificando a nuestros dioses, aunque sea sospechoso su pasado, sea perdonado por su

arrepentimiento. En cuanto a las denuncias annimas, no deben tener valor en ninguna acusacin, porque son un ejemplo detestable y no propio de nuestro tiempo,As pues, a comienzos del siglo II los cristianos eran un grupo visible en la regin, portadores de un nuevo culto contrario a la religin oficial y por eso haba que perseguirlo como supersticin irracional y desmesurada, como crimen. Sus expresiones religiosas son una doble reunin: una por la maana temprano, aclamando con himnos a Cristo como a un dios y pronunciando un juramento tico; la otra, de culto ritual de comida en comn, podemos pensar que por la tarde. Tambin es importante la noticia de mujeres cristianas comprometidas en un ministerio eclesial. El testimonio de Plinio nos hace percibir adems el proceso de divinizacin de Jess de Nazaret que se sigui en el cristianismo de los orgenes.Que el movimiento cristiano y su fundador fueron mirados despectivamente se percibe en algunas voces posteriores de escritores del imperio. As Marco Cornelio Frontn, autor de un Discurso contra los cristianos, recogido en el Octavius de Minucio Flix, se burla del hecho de que un hombre castigado por su delito con la pena suprema y el leo de una cruz constituyan la lgubre substancia de su liturgia, de esos cristianos, unos forajidos sin ley. Ms custico se muestra Luciano de Samosata que, en su obra De morte Peregrini no slo denuncia las astucias fraudulentas de un cristiano llamado Proteo y acusa la credulidad de los cristianos, sino que incluso denigra al fundador de la nueva religin: Fue entonces cuando, tratando en Palestina con sus sacerdotes y sus escribas, Proteo entr en conocimiento de la portentosa doctrina de los cristianos {ten thaumastn sophian ton Christiann). Y qu pas? En un instante los hizo parecer a todos nios, porque l era profeta, maestro del culto, jefe de sus reuniones, todo por s solo. No slo interpretaba y explicaba sus libros, sino que incluso compuso muchos, y ellos lo veneraban como a un dios, se servan de l como legislador y lo elevaron a protector suyo, a semejanza de aquel a quien seguan venerando, el hombre que haba sido crucificado en Palestina por haber introducido esta nueva religin en el mundo. Y poco despus dice de los cristianos: Adems, su primer legislador los convenci de que eran todos hermanos entre s, una vez que se pusieran para siempre fuera de la legalidad, renegando de los dioses griegos, adorando a aquel mismo sofista crucificado y viviendo segn sus leyes. Por tanto, lo desprecian todo indiscriminadamente y lo consideran como propiedad

comn, acogiendo tales doctrinas por tradicin, sin ninguna prueba en concreto.En resumen, es fcil destacar que nos encontramos con un escaso botn: en el mundo romano entre el siglo I y II se sabe que, en el origen del nuevo culto de los cristianos, una asociacin execrable, est el judo Cristo, condenado al suplicio bajo Tiberio por el prefecto de Judea, Poncio Pilato. Poco, demasiado poco, pero suficiente para inscribirlo en los anales de la historia romana de la poca.Para concluir, recogemos un texto siriaco de fecha incierta, pero antiguo sin duda alguna, del siglo I o II. Est contenido en la carta de Mar bar Sarapin, un filsofo estoico, a su hijo que estudiaba en Edesa. El autor, pagano, le recuerda al hijo tres figuras ejemplares de la historia, pero de las que renegaron sus paisanos, castigados por ello por la venganza divina. Bajo el apelativo de rey sabio de los judos aparece ciertamente una referencia a Jess. Qu provecho sacaron los atenienses de haber matado a Scrates, delito que tuvieron que pagar con la caresta y con la peste? O bien los de Samos de haber quemado a Pitgoras, si luego su pas se vio sepultado en un instante por la arena? O los hebreos de la ejecucin de su rey sabio, si desde entonces se vieron despojados de su reino? En efecto, un Dios de justicia veng a aquellos tres sabios. Los atenienses murieron de hambre; los de Samos quedaron sumergidos bajo el mar; los judos fueron matados y echados de su tierra para vivir dispersos por todo el mundo. Scrates no muri, gracias a Platn; ni tampoco Pitgoras, por causa de la estatua de Hera; ni el rey sabio, gracias a las nuevas leyes promulgadas por l.2. Testimonios judosEl ms importante es el de Flavio Josefo, judo aristocrtico de familia sacerdotal (Mi familia no carece de gloria, sino que desciende de sacerdotes. Jefe de las tropas judas en Galilea durante la primera guerra contra Roma, fue hecho prisionero por los romanos y cambi de bando. Habiendo obtenido el favor de Vespasiano con la prediccin de que sera elegido emperador, lleg a Roma el ao 70 entre las tropas de Tito, obtuvo la proteccin imperial y un generoso beneficio: Cuando llegu a Roma, recib muchas atenciones por parte de Vespasiano, que me dio alojamiento en la misma casa que haba sido suya antes de ser nombrado emperador, me honr con la ciudadana romana, me dio un estipendio en dinero y sigui honrndome hasta que muri, sin faltarme nunca su benevolencia. Y recib en regalo de Vespasiano una tierra no pequea en Judea. Escribi primero La guerra juda, luego las Antigedades judas por el

ao 93, por no hablar de la Autobiografa y del Contra Apin. Se reconoce universalmente la autenticidad de su testimonio sobre Santiago, hermano de Jess, condenado ilegalmente a muerte en el 62 por el sumo sacerdote Anas, hijo de Anas II el Viejo, es decir, del Anas de los Evangelios, que tuvo cinco hijos y todos fueron sumos sacerdotes de Dios, despus de que ocupara l mismo este cargo durante largo tiempo {Antiq. 20, 198), o sea, desde que Quirino lo escogi hasta que fue depuesto por Valerio Grato, esto es, desde el 6 hasta el 15 d. C. {Antiq. 18, 26 y 34). El historiador judo habla de l para acusar al astuto y cruel Anas el Joven: Con el carcter que tena, Anas pens que tena una ocasin favorable al morir Festo, mientras Albino estaba todava de viaje; entonces convoc a los judos del sanedrn {kathizei synedrori) y trajo ante ellos a un hombre llamado Santiago, hermano de Jess, que era llamado Cristo, y a algunos otros, con la acusacin de haber transgredido la ley, y los entreg para que fueran lapidados {Antiq. 20, 200). Acusado ante el prefecto romano Albino que estaba de viaje, al volver a Judea, de la reunin ilegal del sanedrn, por carecer del consenso de la autoridad romana local, perdi el cargo por la intervencin del rey Agripa {Antiq. 20, 203). Flavio Josefo, adems del nombre del condenado a muerte, indica su parentela: hermano del ms conocido Jess. Pero como era un nombre bastante comn, especifica de qu Jess se trata, identificndolo de hecho con el sobrenombre Cristo. Ntese que la frmula hermano de Jess llamado Cristo no aparece como tal en los escritos cristianos, en donde se habla de hermano del Seor.Bastante discutido es, por el contrario, su testimonio ms difuso en Antiq. 18, 63-64: Por aquel tiempo vivi Jess, hombre sabio, si es que conviene llamarlo hombre {eige andra auton legein chr); en efecto, realizaba obras extraordinarias, enseaba a los hombres que acogen con gozo la verdad y convenci a muchos judos y griegos. l era el Cristo {ho Christos houtos r). Y despus que Pilato, por la acusacin de los mayores responsables de nuestro pueblo {ton protn andrdn par hemin), lo conden a la cruz {stauri epitetimkotos), no desfallecieron los que desde el principio lo haban amado. En efecto, se les apareci el tercer da nuevamente con vida {ephan gar autois tritn echn hmeran palin zn), habiendo dicho estas cosas y otras muchsimas maravillas los divinos profetas sobre l. Y todava hasta hoy no ha desaparecido la tribu de los cristianos que toma de l el nombre.Tal como est, muy pocos podran apostar por su autenticidad. Flavio Josefo debera haber sido cristiano -Si enim Josephus ita sensisset... Josephusfuisset christianus, haba dicho Osiander- para poder escribir de Jess: Si es que conviene llamarlo hombre, l era el Cristo y

se les apareci el tercer da nuevamente con vida, habiendo dicho estas cosas y otras muchsimas maravillas los divinos profetas sobre l. Estas tres expresiones son nada menos que artculos de la fe cristiana: divinidad, mesianidad y resurreccin de Jess predicha por los profetas. Esto y la falta de una clara contextualizacin del pasaje en la trama de la obra -Flavio Josefo est hablando de Pilato y de sus diez aos de prefectura romana bajo el signo de insurrecciones y rebeliones, que estn ausentes en la mencin de Jess- han llevado a varios autores a entenderla, in toto, como una interpolacin cristiana. Pero no son menos numerosos los que sostienen la teora de la reelaboracin: eliminadas estas manifiestas inserciones cristianas que dejan un texto perfectamente homogneo y corrido, quizs segn una versin ulteriormente depurada del halo de simpata por Jess y de la acusacin contra los dirigentes judos por su condenacin a muerte, el texto reducido de este modo es autntico. Sobre todo si se tiene en cuenta que la definicin de Jess como hombre sabio y su presentacin como realizador de prodigios y como maestro de verdad no parece ni mucho menos que sea de mano cristiana.En favor de esta hiptesis de un texto ms neutro subyacente al actual, se apela a una versin rabe de nuestro testimoniumflavianum, que se remonta al siglo X y que est atestiguada en la Historia universal de Agapio, obispo de Hierpolis en Siria. En este tiempo hubo un hombre sabio llamado Jess. Era buena su conducta y lo conocan por sus virtudes. Y muchos de los judos y de las otras naciones se hicieron discpulos suyos. Pero los que se haban hecho sus discpulos no abandonaron su escuela. Contaron que se les haba aparecido tres das despus de su crucifixin y que estaba vivo; quizs por eso era el Mesas, del que los profetas haban contado maravillas. Pero el carcter tardo del texto y la acentuada positividad con que el autor mira a su personaje, plantean serias dudas sobre su autenticidad. En resumen, es discutida la historicidad del testimoniumflavianum y no hay que concederle excesiva importancia en la investigacin sobre Jess.De la literatura rabnica es importante el pasaje talmdico de Sanhe-drin 43a. En el contexto del procedimiento que hay que seguir en el caso de lapidacin de un transgresor de la Ley, se introduce como tradicin antigua, es decir del tiempo tannatico, la historia de un condenado, sealado ms tarde -as piensa Maier, cuya traduccin citamos- con su nombre y apelativo: Jess, el nazoreo: Pero se recuerda: El viernes, la tarde de la parasceve fue empalado Jes ha-nserye pregonero sali delante de l durante cuarenta das: l sale para ser lapidado, por haber practicado la magia, haber instigado a Israel y haberlo extraviado. Quien sepa algo en disculpa suya, venga y lo traiga como disculpa.

Pero no le encontraron ninguna disculpa y lo empalaron, el viernes y la tarde de parasceve. Viene luego un dicho de Ulla, que insiste en la culpabilidad del acusado y habla curiosamente del colaboracionismo de Jess con la autoridad romana: Crees que l era uno para el que se poda esperar una disculpa? Era un mesit y el Misericordioso ha dicho: No debes tener misericordia ni debes esconder Con Jess era distinto, porque estaba cerca del dominio. Finalmente se refiere, siempre como tradicin antigua, que Jess tuvo cinco discpulos: Los rabbanan transmitieron: Cinco discpulos tena Jes ha-nser: Mata j, Naqaj, Nser, Bni y Toda Los cinco fueron llevados al suplicio. Ntense las rarezas del pasaje: Jess es lapidado por instigar a la idolatra, cuarenta das de bsqueda intil de testigos en su defensa, empalamiento al final del procedimiento judicial judo, sus simpatas por el poder romano, cinco discpulos con nombres distintos de los de la tradicin cristiana. Por eso, descartada toda referencia original a Jess, inserto a continuacin, Maier afirma: la hiptesis que mejor se adapta al contexto es la de que se trataba de un delincuente lapidado y empalado por prcticas idoltricas e instigacin a la idolatra. Quizs solamente la determinacin cronolgica la tarde de parasceve puede remontarse a un tiempo antiguo, pero se discute sobre ello. Hay otros, sin embargo, que son menos drsticos a la hora de evaluar histricamente este pasaje talmdico.Ms tarde Celso, filsofo de la segunda mitad del siglo II, en su obra polmica contra los cristianos Doctrina veraz, de la que nos quedan los pasajes citados por Orgenes en su Contra Celso de alrededor del ao 178, menciona rumores infamantes, probablemente de origen judo, sobre el nacimiento de Jess. Dice Orgenes: Celso introduce luego la figura imaginaria de un judo, que se dirige precisamente a Jess y lo acusa de muchas cosas, y en primer lugar lo acusa de haber inventado la historia de su nacimiento de una virgen; le reprocha adems ser natural de una aldea de Judea y de haber tenido por madre a una pobre indgena, que se ganaba la vida hilando. Aade que la madre fue repudiada por su marido, artesano de profesin, por haber sido acusada de adulterio; dice luego que, expulsada por su marido y vagabundeando de manera miserable, dio a luz a escondidas a Jess y adems que ste, impulsado por la pobreza, fue a Egipto a trabajar de jornalero, y habiendo aprendido algunas de aquellas artes secretas en las que son clebres los egipcios, volvi a los suyos orgulloso de las artes aprendidas, y en virtud de ellas se proclam a s mismo Dios Volvamos ahora al discurso puesto por Celso en labios del judo, al

punto en que ste habla de la madre de Jess, repudiada por el artesano con quien se haba casado, acusada de adulterio, preada por un cierto soldado, de nombre Panthera {Contra Celso 1, 28 y 32). Tertuliano conoce tambin esta calumnia, que en De spectaculis 30, 3 habla de Jess, hijo de una quaesuaria.Jess, hijo de Panthera es tambin un motivo presente en la literatura rabnica, pero como reelaboracin de una tradicin ms antigua que al principio no tena nada que ver con Jesucristo. Todo ello, en realidad, se nos presenta como una parodia del relato de Mateo 1, 18-25 sobre su nacimiento virginal.En conclusin, tambin aqu los datos atestiguados son muy pocos; lo cierto es el testimonio irrefutable de la existencia histrica de Jess llamado el Cristo. Es un judo muy cerca de los tiempos del nazareno, empeado en un trabajo histrico de valor, fuera de todo inters personal, al que se menciona en relacin con Santiago, condenado a la muerte por Anas el Joven. Si, por otra parte, se admite la autenticidad substancial del testimonium flavianum, el testimonio se enriquece notablemente. Jess es un taumaturgo y un maestro, condenado a la cruz bajo Poncio Pilato -en concordancia con Tcito-, en el origen de la tribu de los cristianos.3. Fuentes cristianasSi prescindimos de los Evangelios, cannicos y apcrifos, bien poco sabemos de Jess a travs de los otros escritos del cristianismo de los orgenes. No pretendemos hacer de ellos un anlisis completo; basten algunas alusiones, para detenemos luego en san Pablo. En St 5, 12 resuena el precepto de Jess de no jurar, insistiendo en la veracidad del hablar. La Carta de los Hebreos habla de su pertenencia a la tribu de Jud, no a la de Lev, de su crucifixin fuera de las puertas de la ciudad de Jerusaln y de la oracin de Getseman. La tradicin paulina recuerda que Jess dio testimonio de su hermosa profesin bajo Pilato. Los Hechos de los Apstoles presentan resmenes de la vida de Jess puestos en labios de Pedro y de Pablo, anunciadores del evangelio, pero son obras del mismo autor que el del tercer Evangelio, al que por tanto nos vemos remitidos.De la literatura patrstica antigua se puede citar aqu un pasaje de Hegesipo, segunda mitad del siglo II, que en sus Memorias se convierte en portavoz de una tradicin cristiana, cuya fiabilidad es difcil de establecer, en relacin con los parientes de Jess. Denunciados ante el suspicaz emperador Domiciano por ser de la estirpe de David, fueron

remitidos por el desdn del emperador libres a casa como personas de poca monta: De la familia del Seor quedaban todava los nietos de Judas, llamado hermano suyo segn la carne, que fueron denunciados como pertenecientes a la estirpe de David. El soldado los condujo ante Domiciano Csar, ya que tambin l, como Herodes, tema la venida de Cristo. Y les pregunt si eran descendientes de David y obtuvo su confirmacin. Les pregunt entonces cuntas propiedades y cunto dinero tenan. Respondieron que tenan en total nueve mil denarios, la mitad cada uno, y decan que no tenan nada contante, sino que era el valor de un terreno de slo treinta y nueve plethri, cuyas tasas pagaban y del cual vivan, cultivndolo ellos mismos. Y le mostraron las manos, atestiguando su trabajo personal con la dureza del cuerpo y los callos que tenan en las manos por la continua fatiga. Preguntados por Cristo y por su reino, por su naturaleza, por el lugar y el tiempo en que se haba manifestado, respondieron que su reino no era de este mundo ni de esta tierra, sino celestial y anglico, y que se realizara al final de los siglos, cuando Cristo viniera en su gloria a juzgar a los vivos y a los muertos y le diera a cada uno segn sus obras.. Entonces Domiciano no les infligi ninguna condena, sino que los despreci juzgndolos de poca cuenta, les dej marchar y con un edicto orden cesar la persecucin contra la Iglesia. Una vez liberados, estuvieron al frente de las iglesias como testigos y al mismo tiempo parientes del Seor y, al volver la paz, siguieron viviendo hasta los tiempos de Trajano.3.1. Las cartas autnticas de PabloLlevan una fecha muy antigua, los aos 50 -son los escritos cristianos ms antiguos-, pero ofrecen un testimonio espordico y muy pobre, aunque bastante significativo. Ante todo, la memoria tradicional de la ltima cena: El Seor Jess, la noche en que iba a ser entregado a la muerte, tom pan y dando gracias lo parti y dijo: Esto es mi cuerpo que es por vosotros; haced esto en memoria ma. Del mismo modo, despus de haber cenado, tom tambin el cliz diciendo: Este cliz es la nueva alianza mediante mi sangre; haced esto, cada vez que bebis, en memoria ma. En efecto, cada vez que comis de este pan y bebis del cliz, anunciis la muerte del Seor hasta que venga. Se pueden registrar adems, por diversas partes, algunas

de sus palabras preceptivas: la prohibicin del divorcio (Les mando a los esposos -no yo, sino el Seor- que la mujer no se divorcie del marido y que el marido no se divorcie de la mujer: 1 Co 7.10-11); la norma para los predicadores del evangelio (As tambin el Seor ha mandado a los que anuncian el evangelio que vivan del evangelio: 1 Co 9, 14); el mandamiento de amor a los enemigos que resuena libremente en Rm 12, 14 (Bendecid a los que os persigan; bendecid y no maldigis. Hay que aadir la tradicin de la descendencia davdica de Jess recogida en Rm 1, 3: nacido carnalmente de la estirpe de David. Finalmente, Pablo se refiere varias veces a su muerte especificndola como crucifixin. En efecto, si en 1 Ts 2, 15 acusa en general a los judos, varias veces utiliza el sintagma cruzcrucificar.Estos pocos testimonios se combinan con otros tantos silencios: en las carta de Pablo no se dice nada sobre Jess taumaturgo y exorcista, no hay huellas del rico material del relato de la pasin, faltan las parbolas, se ignoran las controversias entre el nazareno y los fariseos y escribas a propsito de la Ley mosaica, no hay ninguna alusin al bautismo de manos del Bautista, a las tentaciones, a la misin en Galilea. Y si el anuncio esencial de Jess se refera al reino de Dios, como veremos, siendo por tanto un evangelio teolgico, el de Pablo es un alegre mensaje cristolgico, de la muerte y resurreccin de Cristo. Lo ha puesto bien de manifiesto Bultmann.Cmo interpretar todo esto? Parece correcto deducir que Pablo no est interesado por lo que hizo y dijo Jess de Nazaret; su atencin parece centrarse por completo en el acontecimiento de la cruz y de la resurreccin, entendido como revelacin operativa de la accin salv-fica de Dios; lo demuestra la apelacin al anuncio evanglico referido en 1 Co 15, 3-5: En efecto, os he transmitido ante todo lo que a mi vez he recibido: que Cristo muri por nuestros pecados segn las Escrituras y que fue sepultado y resucit al tercer da segn las Escrituras, y que se apareci a Cefas y luego a los Doce. Objetar que, por el contrario, en su predicacin oral se refiri a las palabras y a los hechos de Jess es puramente hipottico. Sobre todo si se piensa que lo entendi y lo vivi siempre como un ser transcendente y divino, bajado a la tierra como salvador de la humanidad. Bstenos citar a Ga 4.4-5 Pero cuando el tiempo lleg a su plenitud, Dios envi a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo el dominio de la ley, para rescatar a los que estn bajo el dominio de la ley y para que recibisemos la adopcin filial; y Filipenses 2, 5-11, un himno probablemente prepaulino, pero que el apstol hizo suyo:... en Cristo Jess, que siendo de condicin divina, no consider un robo el ser igual a Dios. Al contrario, se vaci a s mismo, asumiendo la condicin de esclavo, hacindose semejante a los hombres. Y encontrndose

en su aspecto eterno como un hombre cualquiera, se humill hacindose obediente hasta la muerte, y hasta la muerte en cruz! Y por eso Dios lo superelev y le dio en don el Nombre ms excelso que exista, para que en el nombre de Jess todos se arrodillen, en el cielo, en la tierra y bajo la tierra, y toda lengua confese para gloria de Dios Padre: Jesucristo es el Seor!En esta perspectiva se comprende muy bien que Pablo no se haya detenido en los dichos y hechos del Jess terreno, por muy bien que los conociera. Podemos con pleno derecho ver en l un exponente de primera magnitud, que conocemos, de uno de los frentes cristianos de los primeros decenios, caracterizado por la visin de un Cristo kerigmtico: su verdadera identidad, divina, se revela en el acontecimiento de su muerte y resurreccin, acontecimiento escatolgico, es decir, decisivo para la salvacin de la humanidad, ya que en su centro es un ser bajado del cielo a la tierra y elevado de nuevo all. Es una imagen paralela a otras de signo distinto, propuestas en otros documentos protocristianos que ponen de relieve un dato de absolu