10 de marzo de 2017

nº .034

JESÚS MIGUEL

FERNANDEZ DE RETANA ACEDO

(1927-2016)

EN MISIÓN PERMANENTE

Escrito por: Ignacio Zabala, sm

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FECHAS DE UNA VIDA

1927: Nacimiento el 23 de mayo en Vitoria (Álava)

1927: Bautizo el 29 de julio en Vitoria

1942: El 18 de julio ingresa en el postulantado de Elorrio (Vizcaya)

1942: El 11 de septiembre comienza el noviciado en Elorrio (Vizcaya)

1943: El 12 de septiembre primeros votos como religioso

1943: Segovia: Escolasticado

1944: Carabanchel Alto: Escolasticado

1946: Valencia: profesor

1949: El 15 de agosto profesión de los votos perpetuos

1949: Friburgo (Suiza): Seminario

1953: El 11 de abril ordenación sacerdotal

1953: Vitoria: capellán y profesor

1955: Valencia: capellán y profesor

1957: Escoriaza: capellán y profesor

1957: Santiago de Chile: profesor

1959: Callao (Perú): capellán

1965: Bogotá (Colombia): capellán

1966: Callao: capellán

1968: Lima (Perú): capellán

1972: Lima: párroco

1974: Madrid Anunciación: estudiante

1976: Bauru (Brasil): vicario parroquial

1977: Tupà (Brasil): vicario parroquial. Desde 1983 encargado de

las.parroquias de Bastos e Iacrí

1984: Zaragoza: coadjutor

1985: Vitoria: capellán

1995: Barcelona: vicario parroquial

1996: Vitoria: capellán

2016: Fallece el 25 de mayo en Vitoria

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UNA VOCACIÓN QUE CRECE DESDE LA INFANCIA

El 23 de mayo de 1927 nace en Vitoria-Gazteiz, (Provincia de Álava, Es-paña) el tercero de los hijos del matrimonio formado por Francisco Fernández de Retana y Julia Acedo. El 29 de julio es bautizado con el nombre de Jesús Miguel, y, dos años después, el 27 de abril de 1929 recibe el sacramento de la confirmación. Participa por primera vez en la Eucaristía en la parroquia de San Cristóbal. Vive una infancia tranquila y llena de vida.

Para empezar es necesario hacer una aclaración. Más de uno de los lec-tores que comienzan a leer estas páginas esperan encontrar en ellas una pequeña biografía del P. Miguel Fernández de Retana, y se encuentran con que un texto que habla de Jesús. No es una errata. En España es normal bautizar a un niño con este nombre, lo que en muchos países se considera una falta de respeto a nuestro Salvador. Nuestro biografiado utiliza en sus primeros años el nombre de Jesús pero, cuando llega a Latinoamérica se da cuenta de que en algunos ambientes es un nombre que choca, y decide emplear el de Miguel. Hasta ese momento ha fir-mado sus cartas como Jesús Fernández de Retana; ahora empieza a fir-mar Miguel. En la práctica el nombre de Jesús desaparece y empieza a ser conocido como Miguel.

El P. José María Salaverri es también antiguo alumno del colegio de Vitoria y profesó un año des-pués que Jesús Miguel. Ambos se han mantenido muy unidos a lo largo de los años. José María ha enviado para estas páginas unas “pinceladas… sobre el padre Miguel”. Las presenta diciendo que “no pretenden ser propiamente una semblanza completa de él: sólo quieren reflejar mis rela-ciones personales con él y el aspecto “japonés” que tanto contó en su vida… y en la mía”. Son un material muy rico que va a facilitarme mucho el trabajo y que voy a utilizar repetidamente en este texto para enriquecerlo con el testimonio de una persona que se ha sentido muy cerca de él. Muchas gracias. También quiero agradecer su trabajo a todos los que han enviado sus recuerdos y reflexiones mostrando así su cariño y su aprecio a este misionero incansable que ahora quere-mos recordar.

No tenemos datos del centro escolar en el que inició sus estudios. En 1939, a los 12 años, se in-corpora al Colegio de Santa María, que los religiosos marianistas tienen en Vitoria.

“El Colegio de Santa María, que Jesús va a frecuentar, estaba prácticamente a la salida de la ciudad, calle Castilla nº 6. No tenía entonces la solemne fachada de la calle Luis Heintz, que da hacia los jardines que rodean la catedral nueva. Una tapia parecía encerrar “ruinas”… que eran la maravillosa cripta de la catedral nueva abandonada por falta de fondos en 1914 y que se había llenado de yedra y maleza.

Primera comunión

pag. 4

Cuando Jesús Miguel entra en él a los 12 años, curso 1939-40, el Colegio aunque ha recupe-rado su nombre -Santa María-, todavía luce una placa situada a la entrada de Castilla nº 6: Colegio Minerva. Había sido rebautizado, republicandizándolo con ese nombre en los tiem-pos de persecución. Conservó siempre la estatua de la Virgen de Lourdes que presidía la en-trada. El edificio era todavía el construido en 1892. Los alumnos serían alrededor de 400, in-cluyendo los internos. (J. M. Salaverri)

Y MADURA UNOS AÑOS DESPUÉS

Al poco tiempo de entrar en el Colegio, Jesús comienza la aventura más grande su vida. Ya desde los primeros meses empieza a sentir una posible vocación religiosa. Lo recuerda unos años más tarde, el 12 de junio de 1942, cuando está pensando ingresar en el noviciado. Escribe al P. Marcos Gordejuela, Provincial en ese momento, para manifestarle sus propósitos. En la carta resume los años iniciales de su discernimiento:

“Mi vocación, tocante al punto de su his-toria, no es extraordinaria. Los deseos de ser marianista los siento principalmente desde mi venida al Colegio. Mi vocación surgió tibia y pobre, hasta que el P. Di-rector (el P. Francisco Armentia) me llamó y me habló. Yo, después seguí fiel al llamamiento. Poco más tarde, mi vo-cación ya firme y formada, encontró apoyo en los consejos de mi buen padre espiritual, el P. Eladio Ochoa.”

(Jesús Miguel mantuvo durante toda su vida una buena relación con el P. Armentia. En la foto le vemos junto con sus compañeros de promoción del Colegio celebrando el 90 cum-pleaños de su antiguo director)

Escribe esta carta con 15 años recién cumplidos. Aunque en esos años el proceso vocacional se iniciaba mucho antes que ahora, Jesús está en el límite de la edad necesaria. La suya es una peti-ción que puede tener algo de excepcional: el Código de Derecho Canónico exige una edad míni-ma de 16 años para hacer la primera profesión y, si se aceptaran sus planteamientos, podría hacerla con solo unos meses más. Por ese motivo, el P. Francisco Armentia escribe una carta al Provincial valorando la situación de Jesús y mostrándose partidario de que inicie su noviciado. Lo hace el 14 de junio de 1942:

“Le he seguido bastante de cerca y con toda discreción en los 3 años que lleva en el Colegio.

Jesús Miguel en el centro a la derecha con camisa blanca

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Le sugerí la idea ya desde el 1er año de su estancia entre nosotros. Me parecía, en efecto, un alma delicada y muy para nobles ideales. Pasó una pequeña crisis que él mismo expresó así: ‘se me ha enfriado la vocación’. Pero lleva más de un año sin que se haya enfriado. Muy al revés. Lo ha pensado. Ha rezado mucho. Se ha resuelto.”

En la misma carta el P. Armentia subraya una característica de Jesús que va a marcar su vida: “Es alma muy delicada, muy sensible, de artista.” Esta delicadeza y sensibilidad será una de las gran-des cualidades de Jesús, pero también una de sus cruces. Jesús es una persona que goza con el arte, que cuida los detalles, que hace del arte un instrumento misionero. Y su sensibilidad religio-sa le hará volcar su afectividad en la relación con Dios y con las personas, y en la acción pastoral. Pero sufrirá ante situaciones y personas que no viven su misma sensibilidad.

La educación que tuvo en su infancia y adolescencia produce frutos a lo largo de toda su vida. El ambiente en que se cría es una garantía más de la solidez de su vocación. La carta termina con una descripción de la familia.

“Su familia es radicalmente buena. Cuando llegó el momento oportuno, yo mismo fui a su ca-sa a bucear un poco con tacto y delicadeza. Hallé pobreza, pero limpieza y pulcritud, digni-dad, sentimiento religioso muy vivo y un ambiente de cierta elevación (era tarde de domingo y encontré, sorprendí, a su madre leyendo un libro).”

El P. Salaverri se hace eco de lo que la llamada misionera a Japón ha influido en la vocación de Jesús Miguel: nos cita una carta que recibió de él:

“Lo del Japón para mí ha sido determinante. Sin la existencia del Japón, sin aquella visita que hizo al colegio el padre Moisés Domenzain, sj, misionero en el Japón, mi vida habría sido muy distinta sin duda”.

Y después de citar ese párrafo completa su reflexión:

“Efectivamente el padre Moisés Domenzain estaba pasando por España hablando del Japón. Conocía y apreciaba mucho a los marianistas de allí y acababa de publicar un libro: ‘El Japón. Su evolución. Cultura. Religiones’. Nos entusiasmó a muchos.”

El P. Salaverri continúa su escrito recordando cartas que él ha recibido de Jesús Miguel. En mu-chas de ellas le cuenta sus encuentros con japoneses

“Mi sueño del Japón no ha muerto, Sigue tan vivo o más que nunca… ¡Cuántas anécdotas en este sentido!” (Septiembre 1994). Con mi pobre inglés o como sea, pero nos entendemos”.

“No sabes lo que me sigue tirando el Japón… Suelo decir que no he podido ir a Japón, pero que Japón ha venido a mí. Un pequeño consuelo. Me volvería loco de alegría de poder cono-cerlo un poco” (Agosto 2001).

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Jesús Miguel se alegraba mucho de que surgieran vocaciones marianistas de su colegio. José Ma-ría Salaverri ingresó en el noviciado el 16 de agosto de 1943, cuando Jesús Miguel estaba todavía allí y recuerda lo contento que lo recibió.

Resumo en fechas estas primeras etapas de su vida. Deja la casa familiar el 18 de julio de 1942, con 15 años recién cumplidos. Va directamente a Elorrio, Vizcaya, donde pasa 2 meses de prepa-ración antes de empezar formalmente el noviciado el 11 de septiembre. Casi un año después, cuando el noviciado está a punto de terminar, sus formadores describen su situación personal: “está lleno de buena voluntad y con un gran deseo de ser un buen religioso… Se ha adaptado muy bien a la vida del noviciado. Es delicado y sensible…”. “Muy buena salud, inteligencia ordinaria. Está apasionado por el reclutamiento de vocaciones. Es un alma sensible y generosa, con muy buen espíritu religioso. Se siente atraído por el sacerdocio.” De hecho el trabajo por las vocacio-nes será una de sus grandes preocupaciones y en él volcará muchas energías. En sus conversacio-nes y en su acción pastoral era este uno de sus temas recurrentes. El 12 de septiembre de 1943 hace su primera profesión: ya es religioso marianista, aunque todavía de modo provisional, va a ser orientado al sacerdocio.

SUS PRIMEROS PASOS COMO RELIGIOSO

José María Salaverri nos facilita una completa información sobre estos años.

“Como todos los recién profe-sados, Jesús pasó al escolasti-cado marianista, es decir a estudiar para poder ser pro-fesor y educador... Primero estuvo un año en el de Sego-via y luego dos más en Cara-banchel Alto. Fueron 3 años estudiando, sacando el bachi-llerato y empezando el magis-terio.

El 1 de septiembre de 1946, en el salón de actos de Cara-banchel, hay despedida de los que les toca ‘salir a comuni-

dad’, con entrega solemne y sorpresiva de la primera obe-

diencia1. A Jesús se le destina

1 Aclaración para los menos familiarizados con la terminología clásica marianista: “salir a comunidad” era terminar el

escolasticado e incorporarse a una comunidad vinculada directamente a la misión, “obediencia” era la comunicación

Sus primeros pasos como educador

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al Colegio del Pilar de Valencia, donde encuentra al padre Eladio Ochoa como director. Había conocido al padre Eladio en Vitoria donde era capellán del Colegio. En Valencia hay una co-munidad joven que participa de sus ansias misioneras.

En estos años, Jesús saca el título de Magisterio y se estrena como profesor de primera ense-ñanza, donde empalma muy bien con los niños. Tal vez porque siempre tendrá una espiritua-lidad de infancia espiritual, de santa Teresa del Niño Jesús, a la que admira. Y aparece un rasgo que llevaba en su interior: tiene alma de artista. Espontáneamente se siente atraído por la belleza, le apasiona la naturaleza, disfruta con la armonía, tiene una sensibilidad grande para lo espiritual que le ayuda mucho para levantar el alma a Dios… Sensibilidad que le hace sufrir mucho, a veces con exceso, con la incomprensión, con la mediocridad, con la fealdad. Dibuja muy bien, tiene un gusto exquisito, con lo que se le pide fácilmente su colabo-ración para letreros y carteles.”

“El 22 de marzo de 1949 escribe al superior general, padre Silvestre José Juergens, pidiendo el favor de hacer los votos perpetuos. No falta la alusión a las misiones.”

José María Salaverri transcribe aquí un resumen de esta carta:

“La idea de las misiones que, desde hace exactamente ocho años, viene martilleando mi al-ma se ha hecho más fuerte que antes si cabe”… Nada pide, pero que se sepa que está ahí, vo-luntario, para el lugar que haga falta.”

oficial que el provincial hacía a un religioso comunicándole un cambio de comunidad”.

En Valencia (1949) con el Superior General. Jesús, arriba el 4º desde la izquierda

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“Resumiendo […] mi mayor ilusión es ser totalmente, absolutamente, de nuestra incompara-ble Madre y de serle lo más útil posible en su querida Familia hasta mi último suspiro; que mi mayor orgullo consiste en llevar el nombre de María en mi corazón, en mis labios y en mi frente; que mi único deseo es verla conocida, amada y servida por todos los hombres; que mis mayores alegrías son las que vienen de mi querida Compañía, sus miembros y sus obras; que con todo mi entusiasmo daría ahora mismo la vida para que ella se multiplique en santi-dad, en miembros y en obras para mayor gloria de nuestra Madre…”

José María continúa con sus reflexiones y su información:

“¿Son palabras bonitas de un joven idealista y sensible? A la luz de su vida podemos afirmar que, pasadas de vez en cuando por el crisol purificador de desilusiones, sufrimientos y limita-ciones, las ha mantenido siempre ‘hasta el último suspiro’. El 15 de agosto de 1949 hace los votos perpetuos en Escoriaza.”

Durante estos años valencianos aprovecha la revista colegial “Brotes” para dar a conocer la misión marianista del Japón, a través de sus cartas con el padre Leonardo Madinabeitia, ma-rianista español, maestro de novicios allí. En octubre de 1949 va al Seminario Internacional Marianista, en Friburgo de Suiza. En un artículo, publicado también en “Brotes”, relata el via-je y la calurosa acogida de los 66 seminaristas, sobre todo de los 11 españoles. ¿Japoneses? Hay uno solo del que se hace amigo: Agustín Kosaza (1915-2003), que fue luego provincial del Japón. Le hace una entrevista, también para “Brotes”:

Aquí cita una carta de Jesús Miguel en la que le cuenta cómo hizo esta entrevista

“Al volver hoy, 17 de enero de 1950, de la Universidad le he dicho que le tenía que hacer unas preguntas. Ha sonreído y me ha dicho que encantado. He estado media hora en su cuarto. Me ha hablado de mil cosas de su país, ese interesante pueblo que ama el sol, las flores y los niños… He pasado un rato delicioso y he podido ver una vez más lo bueno que es mi hermano japonés, que tanto ha sufrido en la guerra y que tanto sonríe…”

ORDENACIÓN SACERDOTAL Y CONSOLIDACIÓN DE SU VOCACIÓN MISIONERA

Y Salaverri continúa su narración

“En el verano de 1950, la Provincia Marianista de España, muy numerosa en miembros, se divide en dos: Madrid y Zaragoza. Jesús es asignado a la de Zaragoza. Los años pasan pronto y el 11 de abril de 1953 es ordenado sa-cerdote. Ejerce su ministerio sacerdo-tal en su Colegio de Vitoria durante

El día de su ordenación sacerdotal

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dos cursos (1953-1955) y otros dos en Valencia (1955-57).”

“Sigue con su idea misional. No será enviado al Japón. Se había determinado que cada Pro-vincia española tuviera su misión. Madrid se encargaría de Argentina y Chile; Zaragoza tendría que buscar la suya. (Las vocaciones misioneras de los religiosos españoles se pensa-ban orientar preferentemente a esos países. Zaragoza decidirá unos años después fundar la misión de Colombia) Pero mientras tanto, el provincial de Saint-Louis (Estados Unidos) pidió la colaboración de religiosos de Zaragoza para su implantación en Perú. Entre los cinco elegi-dos estaba el padre Jesús Fernández de Retana. Ahora es cuando cambia de nombre y pasa a ser llamado Miguel. Allí, como en muchos otros países, se reverencia tanto el nombre de Jesús que no se bautiza con él a nadie por respeto.”

Antes de ir a Perú pasa un año en Chile. El mes de marzo de 1958 inicia su aventura misionera en Santiago. Cruza el Atlántico en barco. En la primera carta que escribe desde América al P. Cons-tantino, Provincial, describe la travesía: el mar “una enorme balsa de aceite”, los pasajeros “un público de feria, multicolor, de antología”, entre ellos hay “42 entre religiosos y religiosas españo-les. La mayor parte que dejaban la Patria por segunda vez.” Continúa el viaje, ahora en avión, desde Buenos Aires a Santiago de Chile, donde llega cuando los alumnos llevan ya 3 semanas de curso. “Llegamos a estas tierras chilenas el Sábado Santo a mediodía. Para el Domingo de Pascua a la misma hora llevaba ya ocho horas de confesonario”. El lunes se incorpora inmediatamente a su misión en el Colegio: 23 horas de clases y un buen trabajo ministerial. Para descansar (¿?), los domingos colabora en la Parroquia.

Con mucha frecuencia escribe cartas largas a sus superiores; en ellas cuenta sus pequeñas y grandes aventuras misioneras.

“El día de Navidad (año 1958) y el de año nuevo fuimos a uno de los suburbios más abando-nados de Santiago para celebrar Misa. … confesé en una escuela con suelo de tierra, madera de cajones en las ventanas y paredes sin revocar y arañadas,… Ayudé también en la parro-quia, sobre todo bautizando: entre las dos tardes del 24 y 25 bauticé a 128 niños”.

MISIONERO EN PERÚ

Entregado al anuncio del evangelio

En enero de 1959 inicia su etapa peruana, que va a durar 15 años, solo interrumpidos por una breve estancia en Colombia. Unos años después recuerda esos primeros momentos:

“Fui el primer religioso de la Provincia de Zara-goza en ir al Perú, después de que se tomó la decisión de ayudar a Saint Louis en sus obras peruanas. Sacrifiqué el viejo deseo de ir al Japón

Callao 1961

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y hoy puedo decir que América se merece cien veces mi vida…”

En seguida le acompañan en la misión otros religiosos españoles, Julián Iturmendi, José Arnaiz y Francisco González. Va a Callao, como capellán y profesor del Colegio San Antonio. En alguna car-ta describe la complejidad de la situación: “en el colegio de Callao, de casi 2.000 alumnos, soy el único sacerdote”. Alude a las dificultades del país: “en Callao hay casi 30.000 muchachos que no pueden ir a la escuela”. Admira la preocupación de los religiosos estadounidenses por la pastoral vocacional. Le preocupa la situación política peruana. José María Salaverri nos da a conocer una carta que le escribió Jesús Miguel el 24 de diciembre de 1961.

“Acabo ahora mi tercer año en el Perú y el cuarto en tierras americanas. Se pasan con excesi-va rapidez para todo lo que queda por hacer. Los tres años pasados aquí, en este simpático Colegio de San Antonio, están llenos de grandes consuelos. El primero, el hecho de que los chicos, casi dos mil, sean en su mayoría de familias bien pobres. Me costó al principio y ahora que me “mueven” a la parroquia, después de un progresivo encariñamiento con esto, cuánto me cuesta dejarlo. Es cierto que se hace una labor más de extensión que de intensidad, que no llegamos casi nada a las familias y a los antiguos, pero de todas maneras creo que pode-mos estar satisfechos, dado que no somos más que doce hermanos y más de 30 profesores seglares, no todos ‘ortodoxos’”

José María nos transmite igualmente una breve carta que le escribió comentándole su experien-cia parroquial:

“Estuve durante un verano, sustituyendo al padre Mitchel. Una parroquia de un medio un poco demasiado chic, pero, no cabe duda, un lugar donde los padres hacen una incompara-ble labor. El tiempo que estuve me fue suficiente para entusiasmarme con aquello. Y la labor de confesionario que se hace es sencillamente ideal para influir en los hogares. En la cuestión vocaciones se trabaja firme…”

Y José María concluye describiendo otras facetas de la tarea de nuestro misionero.

“Lo que más le entusiasma es el trabajo vocacional en el que se compromete a fondo. Es ca-pellán del Club Serra, participa con entusiasmo en la creación del Centro Nacional de Voca-ciones en el que participaba en la Comisión Nacional de Difusión”. Por iniciativa suya se hizo una agenda vocacional que tuvo un éxito rotundo: 10.000 ejemplares, con un buen gusto y una presentación perfecta, propios de él. Me mandó un ejemplar del que utilicé bastantes cosas excelentes.”

Los peruanos son agradecidos.

Ya de vuelta en España, el año 2011, recibe una invitación de los antiguos alumnos del colegio de Callao para que participe en las bodas de oro de la promoción del año 1961. Acepta la invitación, cuando regresa a Vitoria, el 4 de diciembre, escribe una carta a su hermano y amigo José María contándole como le han recibido en Perú.

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“Cuando el avión llegó al aeropuerto, después de recoger la maleta, al ir hacia la salida, vi a un grupo de gente con una pancarta de dos me-tros. Al acercarme vi que era un grupo de Anti-guos alumnos y en la pancarta ponía: “Promo-ción Chaminade. Bienvenido padre Miguel Fernández de Retana”. ¿Te imaginas? Y al llegar todos me dieron un abrazo.

Nunca he asistido a unas Bodas de Oro tan bien preparadas, con tantos buenos detalles, como la de estos buenos chalacos. La misa, en el Colegio San Antonio: concelebró conmigo uno de la promoción, hijo de chinos, párroco ahora en una de las parroquias de Callao…”

Preparando estas páginas, solicité a la Región marianista de Perú que pidieran a personas que le conocieron el testimonio del recuerdo que guardan de él. Alicia Guzmán, secretaria de la Región, se encargó de recabarlos; también ella misma ha enviado su aportación personal.

“El Padre Retana vino al Perú en año 1959. Inició su labor peruana en el colegio San Antonio del Callao. Al cabo de tres años fue asignado a la Parroquia de Santa María Reina donde es-tuvo hasta el año 1974 cuando regresó a España para un curso. Precisamente por esa época se hizo la fundación marianista de Brasil y el padre Retana fue asignado para esa nueva aventura marianista por lo que ya no regresó al Perú.”

“Durante el tiempo en que estuvo en la parroquia de Santa María Reina el Padre fue aprecia-do por sus grandes dotes, tanto humanas como espirituales y apostólicas. Se dedicaba a to-dos, pero su labor tuvo una gran incidencia en la tarea de la preparación matrimonial: hizo folletos, cursos, jornadas para matrimonios jóvenes, parejas de novios, etc., dejando en to-dos una formación que les dura toda la vida. Igualmente se dedicaba al acompañamiento espiritual de muchas personas que se han mantenido en contacto con él hasta el final. Se de-dicó también a un grupo especial “Las viudas de Naím”, grupo del Movimiento Familiar Cris-tiano, a quienes acompañó por mucho tiempo en sus reuniones, y alentaba a seguir adelante a pesar de las dificultades. La huella dejada por el padre Retana en la Parroquia de Santa María Reina ha sido verdaderamente importante tanto para cada persona que tuvo contacto con él como para la formación de agentes pastorales y matrimonios que luego se han com-prometido en la labor pastoral.“

Al momento de recoger impresiones y recuerdos del padre, han sido muchas las personas que se han acercado para dar su testimonio. A continuación, le envío algunos de ellos.”

Incluyo solo algunos de esos testimonios. He tenido que hacer una selección para adaptar esta aportación peruana a las dimensiones generales del conjunto del texto. La mayor parte de los recuerdos son anónimos. Para no diferenciar unos de otros no pongo ningún nombre.

Miguel a la izquierda del estandarte

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“El Padre Retana era bueno con todos y especialmente con todas las familias, noso-tros lo considerábamos par-te de nuestra familia, no simplemente un sacerdote de la parroquia, así llegó a ser la cercanía que tuvo con nosotros. Tuvo muchas amis-tades en Lima y fue muy querido. Cuando fuimos hace unos años a visitarlo a Vitoria, nos alojó en el mis-mo colegio marianista con toda la familia. ”

“Conocí al Padre Retana en un Cursillo de Cristiandad el año 1967 y lo tomé como mi director espiritual, me he escrito continuamente con él hasta el final. Desde que lo conocí entablé amistad con él, era un sacerdote que trasmitía lo que sentía, uno se daba cuenta de que hablaba de lo que vivía. Me ayudó mucho en mi vida espiritual.”

“Era un estupendo sacerdote. Cuando el año 1965 regresé con mi familia a vivir a Lima, con 5 hijos pequeños, vivía a 2 cuadras de la Parroquia de Santa María Reina. Me acerqué a él por-que me atrajo su forma de predicar y lo tomé como mi confesor. Era una persona exigente consigo mismo y exigente para con los demás. Recuerdo que una vez que me acerqué a con-fesarme me preguntó que por qué me confesaba; le contesté que porque quería comulgar; me dijo que esa no era una razón y que uno se confiesa porque está arrepentido de haber pecado, de haber fallado a Dios, etc.. Esto se me quedó grabado para toda la vida.”

“Una vez dijo en una charla que le gustaba regalar estampas de la Virgen, en medio de la sa-la saqué una diciendo: ‘Una como ésta’; el padre se puso muy contento al ver que la conser-vaba con cariño.”

“Cuando se fue del Perú, el año 1974, perdí contacto con él, pero a los pocos años regresó y lógicamente fui a verlo y desde entonces establecimos contacto epistolar. Me impresionaba mucho que en sus cartas no decía ‘Que Dios te bendiga’, sino ‘Dios te sigue bendiciendo’, lo que para mí fue muy importante.”

“En su última carta del año pasado, me confiaba que se sentía muy mal, y que apenas podía celebrar la misa porque se caía. Esa carta para mí es un recuerdo especial porque está escrita a mano y en un papel preparado especialmente por él. Era muy artista y hacía unas estam-pas y marcadores de libros preciosos, pintados a mano y con flores pegadas, eran bellos, siempre nos mandaba algunos.”

Ultreya latinoamericana Bogotá 1968

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Después de casarnos, continuó la amistad y formamos un grupo de parejas alrededor de la Parroquia, al cual él bautizó como HOJO (Hogares Jóvenes) que vendría a ser un pequeño ci-miento de lo que más tarde fueron las Comunidades Laicas Marianistas. Lamentablemente, cuando El P. Miguel se fue en el año 1974, el grupo se disolvió. Quedamos encinta Betsy de Planas con 6 meses de embarazo y yo con apenas 2. Allí me regaló una cerámica en forma de paloma gorda a la cual le puso: “Estoy empollando”. Hasta hoy guardo este recuerdo inva-luable.

Seguimos escribiéndonos y el año 2002, cuando nuestra hija estaba residiendo en Salamanca para un doctorado, hicimos un tour por la zona norte de España con nuestra hija y mi madre, y fuimos de visi-ta a Vitoria donde nos recibió con los brazos abiertos y conocimos el colegio, su oficina, y estuvimos aloja-dos en la residencia de la comunidad marianista de allí.

INTERMEDIO BOGOTANO

Cuando, en 1965, la Provincia marianista de Zaragoza asume Colombia como misión propia, el provincial, Padre Julio de Hoyos, quiere concentrar el esfuerzo misionero de la provincia en este nuevo reto. Acaba de aceptar la gestión de un colegio en Bogotá: el Colegio Interparro-quial del Sur Santo Cura de Ars (CISSCA), al que acuden los alumnos de los barrios pobres del sur de Bogotá. Mi-guel recibe una carta del P. Julio pidiéndole que vaya a trabajar en él. Miguel, que en ese momento está muy contento de su trabajo, recibe la propuesta con sorpre-sa. Le cuesta mucho dejar Perú e iniciar algo desconocido. Se lo comenta así el Provincial. La apuesta que la Provincia quiere hacer en Colombia exige esfuerzos. Miguel no lo termina de ver, pero está dispuesto a afrontar el reto.

Las condiciones de vida y de trabajo en los primeros meses fueron muy difíciles. Francisco Gonzá-lez y él hacen todo lo que pueden. Tienen que empezar comprando una casita cerca del colegio (Calle 10 sur nº 14-70) para la futura comunidad. En el colegio no tienen ni un despacho para trabajar. A pesar de todo, inician una acción pastoral y llegan a organizar alguna tanda de ejerci-cios espirituales para alumnos. Pero las dificultades de los comienzos de cualquier misión, agra-vadas por la precariedad de los medios disponibles, terminan por pasar factura: el P. Miguel en-ferma, su salud se resiente mucho, tiene que dejar Bogotá y regresa a Perú.

El P. Miguel es uno de los que ponen los cimientos de la nueva fundación. Es un comienzo duro, pero vale la pena. De hecho, con el esfuerzo de muchos religiosos, al principio todos españoles y

Bogotá 1966

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más tarde españoles y colombianos, la actual Región de Colombia ha sentado unas bases que parecen predecir un futuro esperanzador.

Miguel, como ya está acostumbrado que se le llame, vuelve a Perú, a la parroquia de María Rei-na. Está allí hasta 1974 en que vuelve a España para tener un tiempo de descanso y reponer fuer-zas. Va a Madrid, a la comunidad en la que en ese momento están las dos Administraciones Pro-vinciales de Madrid y Zaragoza. Se matricula en el Instituto Superior de Pastoral. Son dos años tranquilos. En ellos renueva su deseo de ser misionero. En 1976 regresa a América Latina, pero no vuelve a Perú: se incorpora a la misión que la Provincia de Madrid ha iniciado en Brasil en el estado de Sao Paulo.

LA MISIÓN EN BRASIL

Las misiones de Argentina y Chile, que hasta hace poco han estado integradas en la Provincia de Madrid, han pasado a depender directamente de la Administración General. En Madrid se busca un nuevo campo de acción misional, que, después de pensarlo, se concreta en el estado de Sao Paulo, en Brasil. La decisión y la forma de afrontar el nuevo reto son tema habitual de conversa-ción en la mesa de la comunidad. El P. Miguel comparte la vida con las dos administraciones pro-vinciales y está al tanto de las últimas novedades. Ya están en Brasil los tres primeros religiosos y necesitan refuerzos. Él se siente tentado de afrontar esta aventura. Muestra su deseo y la Provin-cia de Zaragoza accede a su petición. En 1976 inicia una nueva aventura misionera. Va a la comu-nidad de Baurú y al año siguiente se traslada a la de Tupà, donde estará hasta 1984. El P. Miguel está contento en Brasil.

Soñando con el Japón… en Brasil!

En los comienzos del siglo XX emigra a Brasil un buen grupo de japoneses. Nada más terminar la segunda guerra mundial el grupo se incrementa de forma notable. Los recién llegados aterrizan en un país con una cultura muy distinta de la suya. Desde el primer momento quieren adaptarse a unas costumbres, nuevas para ellos, e identificarse lo más posible con la población autóctona. Este proceso de inserción incluye la conversión a la religión católica. La iglesia brasileña los acoge. Cuando Miguel llega a Brasil la pastoral nipobrasileña atiende a los “nissei”, nombre que se da a los descendientes de los primeros emigrantes japoneses. No se cumple su primer deseo de ir a Japón, pero, curiosidades de la vida, atiende con toda su dedicación a la colonia japonesa brasi-leña.

El 11 de agosto de 1981, el Capítulo general celebrado en Linz, elige Superior General a José Mar-ía Salaverri. Unos días después, el 28 de agosto, Miguel le escribe para darle le enhorabuena y aprovecha para contarle su trabajo con los “nisseis”.

“Habría querido escribirte inmediatamente después de saber la noticia. Pero no fue posible: fueron días muy llenos. El día 16 íbamos a tener, por primera vez, un encuentro de jóvenes japoneses… Fue un éxito rotundo, de verdad. Asistieron, para mi susto 197, y pensábamos que si venían 50, ya era un gran éxito. Cocinaron los japoneses adultos. La evaluación que hemos hecho ha dado mucho de positivo y todos están entusiasmados y queriendo hacer

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otro. No sé si alguna vez te he dicho que estoy encargado por la PANIB (Pastoral nipo-brasileira) del trabajo con los japoneses de Tupà. Hago poco, no se puede hacer mucho…

Me gustaría hacer mucho más... En Marilia daré un retiro… El 12 volveré a estar en Marilia en un encuentro de jóvenes nisseis que han pedido colaboración… En octubre encuentro nis-sei en Arapongas, al norte del estado de Paraná”.

Sentado con Miguel, P. Miki Hasegawa, sm, misionero en Brasil fallecido en Bauru

El padre Tomiki, provincial del Japón, ha pedido al nuevo Superior General que haga pronto la visita a su Provincia para resolver ciertos problemas. José Maria Salaverri atiende su petición. Ya en el país, una de sus primeras cartas es para el P. Miguel. Es lógico que le quiera escribir desde el país que tanto han soñado juntos los dos. Miguel le contesta el 12 de diciembre.

“Fue una sorpresa muy especial recibir tu carta desde Japón. Se juntaron muchas ideas en mi cabeza en ese momento. Tiene fecha del 23 de noviembre. Gracias. Muchísimas gracias. Para mí significa mucho todo esto…”.

“Estuve el 18 de octubre dando un retiro a 70 jóvenes nisseis en una colonia japonesa de unas 50 familias. Allí conocí a una señora cuyos bisabuelos, el siglo pasado, murieron en la cárcel por ser cristianos. De esa colonia han salido 3 sacerdotes y unas 30 religiosas. El do-mingo pasado aquí en Tupà bauticé a dos jóvenes japoneses y di la primera comunión a unos 16 nisseis. El próximo día 27 serán confirmados 23 de origen japonés de un total de 170 con-firmandos.

Mi trabajo con ellos continúa así, gota a gota… Me hace ilusión trabajar con ellos: son como un pequeño premio, como una vieja ilusión que se realiza en parte…”

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Efectivamente la Provincia marianista del Japón ha enviado dos sacerdotes a colaborar. El P. Mi-guel sigue compartiendo con José María su experiencia con los católicos de origen japonés.

“He ‘viajado’ contigo al Japón. Conozco de foto y lectura el monumento a los mártires. Por cuarto año tendremos en febrero la misa de los 26 mártires. El año pasado, la iglesia estaba llena de nisseis. Este año espero todavía más. Yo no he llegado a tanto como celebrar la misa en japonés. Aquí son pocos los japoneses nativos que solo hablan japonés. El padre Hasega-wa está celebrando una misa con ellos en japonés y en la que solo llega a reunir cinco que sean católicos… Desde siempre rezo por el Japón y por el Japón SM”.

Párroco de Bastos e Iacrí

La iglesia brasileña tiene dificultades para cubrir las necesidades pastora-les de un buen número de parro-quias. Los obispos piden a los ma-rianistas que asumamos la atención a las de Iacrí y Bastos, poblaciones cercanas a Tupà: Bastos tiene 19.000 habitantes e Iacrí 10.000 y en ellas no hay ni sacerdotes ni religiosos. El

P. Miguel está dispuesto a afrontar el nuevo reto. El 16 de diciembre de 1982 escribe a José María:

“El día 1 de diciembre me cayó el presente-bomba de estas Navidades. Hacía años que la si-tuación pastoral en Iacrí y Bastos era deficiente…”

“El día 6 bautizamos a 10 japoneses nacidos en Japón, residentes en Bastos. El más joven tenía 25 años y los más viejos casi 80, llevados a la fe por el ejemplo de sus hijos, que son bien practicantes. También en ese sentido veo la mano de Dios, al ponerme en una parroquia con tanto japonés. No es fácil trabajar con ellos, pero la poca experiencia que tengo de Tupà me dice que se puede trabajar con cierta garantía… […]Lo primero que he hecho en Bas-tos, en el biombo de la entrada, es colocar la oración por las vocaciones de Juan Pablo II. Había un cartel que decía: ‘El padre de esta parroquia no hace milagros’, y yo voy a poner

otro añadiendo: ‘pero todos unidos tal vez hagamos algunos’…”

En Bastos: Celebración de los mártires de Nagasaki

Bautismo de adultos japoneses en Bastos

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Empieza su nueva tarea con ilusión. Sigue pertene-ciendo a la comunidad de Tupà con la que mantiene el contacto que le es posible, pero la atención a las 2 pa-rroquias le exige un trabajo que no se ve capaz de abarcar. Después de poco más de un año, se siente muy cansado y regresa a España. Va a la Parroquia de la Santa Cruz, en Zaragoza, como vicario parroquial. El 6 de abril de 1984 escribe a José María Salaverri: le habla de su última experiencia parroquial brasileña.

“Ha sido un año muy duro y difícil, más de quince meses. Dios pidió mucho esta vez, casi demasiado, o así me parecía, al principio sobre todo. Las condi-ciones en que encontré la parroquia de Bastos, el estar solo la mayor parte de la semana, el volumen del trabajo, el tener dos parroquias al mismo tiempo… me puso al borde del colap-so. Ni sé cómo tuve capacidad de aguante y la paciencia necesaria…”.

Han sido años en los que ha trabajado con ilusión. La última experiencia ha sido negativa, pero su balance global es satisfactorio. En sus cartas habla del dinamismo de la iglesia brasileña, de la fidelidad a las directrices de la Conferencia Latinoamericana de Obispos y, como siempre, de su preocupación vocacional.

VUELVE A SU TIERRA Y ES FELIZ

Desde 1985 se integra en la comunidad de Vitoria donde sigue has-ta el final de su vida, con la excepción de una breve pausa de un año en Barcelona. Colabora en el Colegio Santa María, en el que ha estudiado en sus años de infancia. Se encuentra en casa, en su am-biente. Es capellán de Primaria. Preside las celebraciones, pasa por las clases para apoyar a los profesores de religión, tiene el despacho abierto a todos. Cultiva sus dotes de artista. Le gusta dibujar en papel o en pequeñas piedras pulidas. Son diseños ingenuos, mu-chas veces una sola palabra, “paz”, con formas y colores vivos. Es su regalo habitual.

El apostolado de las “bobadas”

El P. Miguel siente siempre una necesidad grande de “expresarse”, de decirse, de hablar… a veces demasiado. Escribe a José María Salaverri.

“Tengo muchas ganas de hablar contigo de cosas buenas y se-rias. Es difícil encontrar a alguien con quien intercambiar ide-as”.

En el río Paraná

Benditas “bobadas”

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José María nos describe cómo se relacionaba con él.

“Conmigo no lo hace muchas veces de palabra por la lejanía, pero sí por carta. De las de so-bre y sello. ¿Cuántas me habrá escrito en su última etapa vitoriana? No lo sé; imposible con-servarlas todas. Con sencillez me cuenta sus cosas, mil detalles de su trabajo apostólico. Lla-ma mucho la atención su espontaneidad “misionera”. Todo lo que hace o dice va en ese sen-tido: llevar a los otros a Dios… Ha realizado el ideal del padre Chaminade de estar en “misión permanente”. Da la impresión de que espontáneamente desea contagiar con amabilidad al-go de su fuego interior. No teme adelantarse a las personas.”

Y recuerda también una carta de Miguel en la que nos muestra su capacidad de relación. Al mis-mo tiempo hace un resumen de su actividad en Vitoria.

“Ahora a principio de curso me gusta ir con todos los profesores nuevos, me gusta charlar: ayudarles a que se integren, nos conozcan, se sientan a gusto…

Sabes que me encargo de los pequeños, de sexto para abajo. Ahora tengo el despacho junto a la puerta del patio y vienen ‘nubes’ a verme, por cualquier cosa. Y siempre les cuento algo, les rifo lo que puedo (cualquier cosa les hace felices) y, de cuando en cuando, me oyen hablar de Faustino.

Te mando una pegatina que he hecho sobre la paz. Salió sin querer. Siempre estoy haciendo pequeños inventos de “bobadas” como me gusta llamarlas”.

Estas “bobadas”, él las llama así, son piedras pintadas, estampas de flores, dibujos… todo de un gusto exquisito. Muy sencillas, pero muy significativas. Transmiten un mensaje claro y, sobre to-do, son una muestra de su cariño y su sentido misionero. Los que las reciben aprecian el valor artístico de lo que les da, pero sobre todo valoran la ilusión con que están hechas y el mensaje que quieren transmitir.

También pueden ser “bobadas” los pequeños servicios que está dispuesto a prestar. Se ofrece a ir donde haga falta para sustituir y ayudar. Por ejemplo echa una mano ocasional en la parroquia de Barcelona:

“Al llegar a Valencia me encontré con el Provincial. Eduardo me dijo si podía ir a Barcelona a fin de año para sustituir. Es muy bueno esto de poder tapar agujeros. Me pone en forma”.

También la piden que vaya a Manziana (Italia) para ser el capellán de los encuentros de formación conjuntos de maristas y marianistas: “Fueron charlas estupendas”. (2006)

Pasa una temporada en Puerto Rico, respondiendo a la petición de ayuda que le hacen desde allí. “Fue de verdad precioso. Volví con las direcciones de 28 personas” (2005).

Participa con todo interés en los acontecimientos marianistas importantes. No se perderá las bea-tificaciones de nuestros mártires y del padre Chaminade.

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Le encanta visitar los conventos de clausura para pedir oraciones, para llevarles alguna “bobada”, para animar y animarse… Les lleva libros y folletos de Faustino.

Tiene una creatividad grande y como es muy servicial y muy artista le piden carteles de lo que sea. Evidentemente las misiones tienen la prioridad. Sobre todo la Obra Pontificia de la Infancia Misionera que celebra su día a finales de enero.

“A la campaña de la Infancia Misionera se le da toda la im-portancia del caso. Solo con In-fantil y Primaria; da bastante trabajo, pero lo hago a gusto. Huchas de cartulina; una carta a profesores; a los alumnos una pequeña carta en un so-bre. Tengo un principio muy claro. Es más importante con-cienciar que pedir. Un pequeño

informe al final”.

Tiene una gran veneración por Faustino. Salaverri lo valora y nos lo transmite.

“Entre las “bobadas” que emplea para evangelizar está Faustino. Ha comprendido que los marianistas tenemos ahí un “santo” joven muy atractivo. Y no deja de distribuir cuanto sale sobre él: libros, folletos, estampas… No pierde ocasión de distribuir el material que llega, desde los más pequeños hasta a los antiguos alumnos que acuden al colegio en sus aniversa-rios de promoción. O los deja en la capilla de adoración perpetua de las Clarisas. O los man-da a cualquier lugar del mundo. Faustino habrá recibido con alegría a Miguel, su mejor em-bajador en España y en el extranjero… Sabía Miguel que yo estaba preparando un libro sobre el Japón. Por unos días no pudo verlo aquí en la tierra. Lo habrá visto en el cielo. Que desde allí ayude a suscitar misioneros marianistas para las ingentes necesidades de hoy.”

Los últimos momentos de su enfermedad

Poco a poco sus fuerzas se van debilitando y disminuye su actividad. Sigue abierto a los que le piden una colaboración. Pero sus fuerzas van disminuyendo. Al verle tan necesitado, se empieza a correr el rumor de que va a ser trasladado a la comunidad de Siquem en Carabanchel Alto, en Madrid, donde, desde la existencia de una sola Provincia marianista en España, está la enfermer-ía provincial.

Infancia Misionera y también Manos Unidas

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Todos los que le conocen y le aprecian prefieren seguir contando con su presencia, su alegría y su ejemplo. También entienden que es posible que tengan que hacer el sacrifico de la separación para que el P. Miguel pueda ser mejor atendido. Los alumnos más pequeños del colegio no se resignan a que se vaya, y le despiden con pena. Le hacen unos dibujos llenos de cariño y buenos deseos. Podéis ver algunos de ellos. El traslado no se produce porque la comunidad de Vitoria, en la que vive, está en condiciones de prestarle la ayuda que necesita en esos momentos.

A mediados de mayo de 2016 un ictus en el cerebro le deja inconsciente. En el hospital parece que se recupera, pero pronto vuelve a empeorar. Fallece el miércoles 25, 2 días después de cum-plir 89 años, Al día siguiente, la comunidad educativa del Colegio da gracias por su vida en el fu-neral celebrado en la capilla en la que él tanto ha rezado y ayudado a rezar. Muchos niños y adul-tos presentes recuerdan la piedra o la cartulina que Miguel les regaló en su día. En la homilía, El P. Miguel Ángel Cortés, nos recuerda que estamos rezando por un hombre que, siendo alumno del Colegio, tomó la decisión de ser religioso marianista. Seguro que hace pensar a alguno.

MIGUEL HA SIDO FELIZ SIENDO MARIANISTA

Nos lo describe también José María.

“Su sensibilidad es tan grande que le podrá haber traído momentos duros, más duros de lo normal; pero él ha sabido transformarlos en paz y gozo. ¡Cuántas veces, incluso después de desahogarse, termina diciéndome que es feliz! Copio dos ejemplos:

Padre Miguel te bamos a echar mucho de menos cuando estés en Madrid …

Hola padre Miguel, espero que te pongas bien te quiero mucho …

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“Me siento feliz, de verdad feliz. Y quizá es cuando más espinas tengo, de todo tipo, al-gunas de lo más inesperadas. He llegado a comprender (y a vivir) eso de ‘sobreabundo de gozo en medio de mis tribulaciones’, lo que no quiere decir que no duelan. Desde hace al-gunos años estoy con ese tema: felicidad y dolor… Ntra. Sra. de los Dolores ¡cuánto nos dice! Y es la causa de nuestra alegría”.

“Vivir la fe, siempre me ha parecido algo re-almente fascinante. Y poder decir ‘sobre-

abundo de gozo en medio de mis tribulacio-nes’. Y qué cierto es que en medio de todo y en lo más profundo de todo, la paz no nos la quita nadie”.

Vale la pena recordar que los últimos años de Miguel no fueron fáciles. Las "tribulaciones" a las que él hace referencia fueron varias. Una fue una sordera progresiva que llegó a ser total, que le dificultaba la comunicación y el trabajo pastoral, y que le produjo un cierto aislamiento. También determinadas realidades pastorales y comunitarias con las que no sintonizaba le hacían sufrir y tomar distancia del presente.

Miguel es un hombre eucarístico. Para él la Eucaristía es el centro de su vida y la fuente de su energía espiritual, tanto la celebración litúrgica como la presencia permanente en el sagrario. Le gusta pasar largos ratos de oración ante el sagrario, y desarrolla el sentido de la adoración que intenta transmitir también a los demás. Tanto las celebraciones apresuradas o no cuidadosas de la eucaristía, como la insensibilidad ante la presencia real de Cristo en la reserva, son para él ca-rencias graves en la vivencia de la fe.

Una vida muy unida a su familia

Uno de ellos de los sobrinos, Iñaki, nos ha enviado un texto que recoge muchos de los recuerdos que tiene de su tío.

“Para nosotros, el Padre Miguel siempre ha sido el tío Jesús. Ninguno de nosotros nos hemos acostumbrado a llamarle Miguel y siempre se nos escapaba el nombre de Jesús cuando hablábamos de él.

Era el pequeño de 3 hermanos. Tanto su hermana Esther, mi madre, como su hermano Pepe, vivían, una vez casados, en una casa de dos pisos que construyeron enfrente del caserío don-de nacieron y vivieron su infancia. El hecho de vivir las dos familias juntas y tener a Julia, la abuela y madre de Esther, Pepe y Jesús, postrada en una silla debido a su invalidez, hacía que fuésemos como una gran familia.

¡Oh, Señor, envía tu Espíritu!

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Los barrios de San Cristóbal y Adurza, siempre separados del centro de la ciudad por las vías del tren, eran para nosotros como un pequeño pueblo. Las pocas familias que en los años se-senta vivíamos en aquella zona, nos conocíamos y hacíamos mucha vida en común. Fuimos testigos de las obras de la construcción de la Iglesia y del Colegio de San Ignacio, a donde fuimos la mayoría de sus sobrinos y donde tuvimos el primer contacto con los marianistas, sin quererlo, lo que nos facilitó el seguir estudiando en el colegio de Santa María. Quiero re-cordar aquí a profesores como Don Sebastián Uribe-Etxebarria, Don José María Arratíbel y Don José María Eguíluz, entre otros, con los que coincidimos y con los que hablábamos de nuestro tío.

Los sobrinos del tío Jesús sabíamos que estaba en América. Había pasado por el noviciado de Elorrio, hecho que conocíamos por varias fotografías que circulaban por casa, gracias a la afición de Joaquín, mi padre. También había fotos de cuando iban a despedirle, cada vez que venía, cada cinco años, a pasar unos días con nosotros. Partían desde Barcelona, ya que los primeros viajes los hacía en barco.

Todavía no éramos conscientes de la situación de la vida de Jesús en tierras de Sudamérica. Gracias a una foto en color y con letras doradas, que había en el pasillo de casa, sabíamos que, en el año 1953, Jesús había cantado su primera misa en el lejano pueblo de Friburgo, en Suiza. Todavía guardamos en la mente aquella figura estilizada, con una casulla blanca y ro-ja. Luego supimos que había ido en primer lugar a Chile, de misiones, y que cada cinco años venía a Vitoria a visitar a la familia y descansar.

Pero si nos preguntan a los sobrinos a ver dónde re-cordamos al tío Jesús, todos coincidiremos en que el país donde más le recordamos es Perú. Es donde más años estuvo y donde más amistades forjó a lo largo de sus muchos años allí. Era habitual recibir visitas en casa de personas o familias que querían saludar a Ju-lia, la madre de Jesús, y traerle algún presente que mirábamos con curiosidad por la lejanía de su proce-dencia. Es la época en la que más recuerdos tenemos en casa.

Eso suponía que, al menos por Navidad, teníamos que escribirle unas letras. Era una situación un poco extra-ña porque, con edades entre ocho y quince años, había

pocas cosas que creyésemos que le iban a interesar. Todo ello, después de que Esther o Ana, esposa de Pepe, nos leyesen la carta que había llegado desde América en aquellos sobres aé-reos de papel tan fino y ribetes con los colores azul y rojo.

Eran diferentes otros momentos en los que recibíamos algún paquete con regalos que le ha-bían hecho y que nos enviaba para repartirlos entre la familia. Recuerdo diferentes regalos

De Lima al lago de Garayo

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tan dispares como bufandas de llama, figuritas de adorno, alguna cruz de madera, zapati-llas…

Cuando volvía a casa, se creaba un ambiente especial. Como casi siempre coincidía con el ve-rano, nos encontrábamos de vacaciones y solíamos asistir a las misas que, casi a diario, se celebraban en casa para que pudiese disfrutar de ese momento su madre Julia. Todos parti-cipábamos con alguna lectura y escuchábamos atentos las anécdotas que nos contaba Jesús en el sermón.

Nos dio la impresión de que llegó un momento en la vida de Jesús en el que no le llenaba demasiado la vida de misionero que llevaba en Perú. Quizá el contacto con gente demasiado pudiente en uno de los barrios ricos de Lima le hizo reflexionar y, tras una temporada en Vito-ria en la que aprovechó para estudiar algo de portugués, se decidió a ir a la misión marianis-ta de Brasil, concretamente a la Parroquia de San Judas Tadeo de Tupà en el estado de Sao Paulo.

Nosotros ya éramos mayores y las cartas con él se volvieron más personales. En mi caso, por lo que me contaba en esas cartas, esa fue su época más enriquecedora como persona, pues el contacto con la gente necesitada y el hecho de sentir las necesidades que sentían las per-sonas que convivían con él, le hacía sentirse más a gusto.

Pero la edad no perdona. Y, si además tienes a la madre mayor y enferma, como fue el caso de Jesús, llegó el momento de volver a Vitoria de modo definitivo. Inicialmente, pasó una temporada en el colegio de Zaragoza, pero venía con frecuencia y nos fuimos acostumbrando a su presencia. Hasta que se instaló en el colegio de Vitoria. Las plantas eran su debilidad. So-líamos verle por el centro de la ciudad, recogiendo hojas y florecillas de diferentes colores, para confeccionar esas tarjetas que tanto le gustaban y que tantas veces regaló entre los alumnos más pequeños. Podría asegurar que todos los que han pasado por el colegio tendrán algún recuerdo de esas tarjetas. Tenemos que reconocer también la habilidad y des-treza que tenía para elaborar carteles, de cualquier tamaño y motivo. Buscaba cualquier ocasión para hacer un póster o cartel, fácilmente reconocible por su peculiar estilo y sus in-confundibles letras.

Varias veces enfermo y varias veces ingresado en el hospital, sus últimos años estuvieron marcados por diferentes achaques. Su sordera progresiva hacía que las conversaciones fue-sen difíciles de llevar y los contactos con él se fueron haciendo más cortos por esa dificultad. Siempre se quejaba de sus piernas pero era fácil verle por el centro de Vitoria, recorriendo las copisterías para fotocopiar las tarjetas floridas para regalar.

Quiso el azar que, prácticamente el mismo día de su cumpleaños, se fuese para siempre. Es-toy seguro de que, al menos, se habrá llevado una pena. Siempre hablaba de sus deseos de viajar a Japón. Era un fan de esa cultura. Seguramente su estancia en Brasil, donde viven tan-tos japoneses, le marcó esas ganas de visitar el país nipón.

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Quién sabe si estará organizando algún viaje. Cuando vayamos a Japón lo comprobaremos porque, si ha estado por allí, habrá dejado un montón de tarjetas con flores y un montón de piedrecitas coloridas con la palabra PAZ.

Hasta siempre, Jesús. Hasta siempre, Miguel.”

Iñaki Jiménez Fernandez de Retana

La vida religiosa de Jesús Miguel, desde que inicia el noviciado en 1941 hasta que va a Vitoria en 1985, transcurre casi íntegramente fuera de su tierra, y pasa en Latinoamérica una muy buena parte de ese tiempo, casi 25 años. A pesar de la lejanía física, mantiene un contacto muy estrecho con su familia, que nos ha enviado una foto hecha en 1963 con motivo de una visita de Jesús Mi-guel a España. Aparecen bien numerados con lo que nos resulta muy fácil identificarlos: Jesús Miguel (5). Julia, su madre (7). Esther, hermana (6) y Joaquín, cuñado (4) con sus hijos –por orden de edad- Rosa (1), Francisco Javier (9), Iñaki, (13) y Luis (12). José Valentín, hermano (2) y Ana María cuñada (8) con sus hijos – por orden de edad- Juan Carlos (10), Jesús (11) y María Milagros (3). Todos los sobrinos completan su nombre con el de María, costumbre muy extendida en el País Vasco. Para completar la familia falta Francisco, el padre ya fallecido en ese momento y Blan-ca, hija de Ester, nacida dos años después.

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Homilía de la Eucaristía familiar

Como comentaba al principio de este escrito, la contribución del P. José María Salaverri, su gran amigo y hermano, ha aportado una información sin la que estas páginas habrían sido más pobres y, sobre todo, más frías. Concluyo, tal como él termina su escrito, transcribiendo parte de la sen-cilla y sentida homilía que pronunció el P. Ignacio Otaño en la Eucaristía que presidió inmediata-mente después de la muerte del P. Miguel.

“Una de las cosas que Miguel repetía a menudo en estos últimos tiempos era: “me pasan co-sas que no me han pasado nunca”. Esas cosas que él pensaba que le pasaban por primera vez, las está viviendo ahora de modo singular.

Todos tenemos el recuerdo de una primera vez de algo importante en nuestra vida: un día que sentiste muy fuerte una amistad o un amor y que no se te ha borrado; para un padre o una madre, la primera vez que el hijo o la hija les sonrió. En los 89 años de vida de Miguel ha habido muchas “primera vez”, basta con tener en cuenta sus pasos misioneros. Como esta primera vez del encuentro de Miguel con el Padre no ha sido ninguna.

En nuestra vida ordinaria, después de la primera vez, nos acostumbramos, y repetimos con cierta rutina el beso, la relación o la celebración misma. Alguien ha dicho que la eternidad es desacostumbrarse. Es decir, vivir cada momento con la misma intensidad que el primero. No hay aburrimiento ni rutina. Miguel está ya viviendo intensamente esa “primera vez” eterna.

Recuerdo que una vez estuvimos concelebrando en el funeral por el padre de un profesor del colegio. El que presidía la celebración era un sacerdote diocesano, antiguo alumno del cole-gio, que quería mucho a los marianistas. En la sacristía le dijo a Miguel bromeando: “yo soy más marianista que tú”. La reacción de Miguel fue inmediata: “serás más santo que yo, pero más marianista no”.

Y es que para Miguel, marianista y misionero eran dos palabras sagradas. La Regla de Vida de los marianistas era su libro de cabecera: todos los días leía y meditaba algún artículo de ella.

Y se sentía misionero por todos los poros. No perdía ocasión para hablar de su sueño de ir a Japón, sueño que nunca se cumplió, pero siempre mantuvo vivo. En cuanto podía, sacaba también a relucir sus experiencias misioneras sobre todo de Perú y Brasil.

Decía muchas veces en comunidad y fuera de ella que para él los dos santos misioneros por excelencia eran San Francisco Javier, por su incansable acción, y Santa Teresita del Niño Jesús, por su continua oración por las misiones, retirada en un convento.

Aquí, en el colegio, se sentía también misionero a tope. Repetía, siempre que podía, la frase del Fundador: “Todos sois misioneros”. Los niños y también los padres del colegio le van a echar mucho de menos. El cariño que mostraba, sus dotes de artista como lenguaje de su mi-sión, esas ocurrencias inocentes de humor (anteayer cumplió 89 años y a los que le felicita-

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ban y le preguntaban cuántos años cumplía, respondía con su voz apagada: “17” – es decir 8+9).

Quiero también destacar su amor a la familia. Tenía en su cuarto, en sitio visible los nombres de todos con el título “Mi querida familia”. Me habéis dicho que, por influencia suya, los so-brinos lleváis en el nombre el añadido de María. Otra pasión de su vida: el amor a María.

Hace unos días, cuando ya hospitalizado, se encontraba desubicado, daba a entender que quería marcharse, alguien le preguntó: “¿A dónde quieres ir, Miguel?”. Respondió suavemen-te: “Al cielo”. Allá está, se acabaron los problemas de transporte, y en la casa del Padre bue-no nos encontraremos.”

Buscador de paz en manos de la amatxo