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    Revista Colombiana de Antropología

    ISSN: 0486-6525

    [email protected]

    Instituto Colombiano de Antropología e

    Historia

    Colombia

    RAPPAPORT, JOANNE

    MÁS ALLÁ DE LA ESCRITURA: la epistemología de la etnografía en colaboración

    Revista Colombiana de Antropología, vol. 43, enero-diciembre, 2007, pp. 197-229Instituto Colombiano de Antropología e Historia

    Bogotá, Colombia

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105015277007

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    Revis ta Colombiana  de   An t ropolog ía Volumen 43, enero-diciembre 2007, pp. 197-229

    M ÁS  ALLÁ  DE LA  ESCRITURA :

     la epistemología de la etnografía en colaboración

     JOANNE RAPPAPORTGEORGETOWN UNIVERSITY

    [email protected]

    Artículo traducido por Mariela Eva Rodríguez

    Resumen

    LA ETNOGRAFÍA GENERALMENTE SE ENTIENDE COMO UNA ESTRATEGIA DE REPRESENTACIÓN, UNA FORMA de escritura y en menor medida, una metodología de investigación. Este artículo,

    basado en una etnografía en colaboración con investigadores indígenas colombianos,sugiere que la etnografía es más que un texto escrito o un método para recoger datos;

    es un espacio crítico en el cual los antropólogos y nuestros interlocutores podemosparticipar conjuntamente en la co-teorización (la creación de nuevas construccionesteóricas). La apertura de la etnografía a tales posibilidades, particularmente en casosde colaboración con organizaciones de base, no sólo tiene significación ética sinoque tiene el potencial de aportar nuevas perspectivas a la disciplina.PALABRAS CLAVE: etnología colaborativa, co-teorización, metodología etnográfica.

    BEYOND WRITING:

    THE EPISTEMOLOGY OF COLLABORATIVE  ANTHROPOLOGY

     Abstract 

    ETHNOGRAPHY   IS GENERALLY  UNDERSTOOD  AS  A  REPRESENTATIONAL STRATEGY ,  A  FORM  OF  WRITING  AND 

    to a lesser extent, as a research methodology. This article, based on collaborativeethnography with Colombian indigenous researchers, suggests that ethnography is

     more than a written text or a method of collecting data, but a critical space in whichanthropologists and our interlocutors can engage in co-theorization (the creation of newanalytical constructs). The opening up of ethnography to such possibilities, particularly

     in cases of collaboration with grass-roots organizations, is not simply of ethical import,but holds the potential of contributing new theoretical insights to our discipline.

     K  EY  WORDS: Collaborative ethnography, co-theorization, ethnographic methodology.

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    N  SU  ARTÍCULO  SEMINAL, “SOBRE  LA  AUTORIDAD  ETNOGRÁFICA” (“ON ethnographic authority”), James Clifford concluye que la crisisde la representación etnográfica –la imposibilidad que hay en el

    mundo contemporáneo de continuar produciendo descripcionessobre un Otro fijado firmemente en una comunidad circunscritay atemporal– podría ser resuelta mediante la redefinición de laetnografía como diálogo:

    es necesario concebir la etnografía no como la experiencia y la inter-pretación de una realidad ‘otra’ acotada, sino como una negociaciónconstructiva que involucra al menos dos, y usualmente más, sujetosconscientes y políticamente significativos. Los paradigmas de laexperiencia y la interpretación están cediendo paso a los paradigmasdiscursivos del diálogo y la polifonía (Clifford, 1988: 41).

    Como ejemplos cita no sólo monografías etnográficas en lasque el diálogo entre el/la antropólogo/la y el/la informante escentral a su argumento, sino también autores que incluyen citasextensas de informantes o textos que son coescritos por antro-pólogos/as y miembros de los grupos estudiados; en todos susejemplos, afirma Clifford, tal movimiento textual permite quela autoridad de los informantes se represente junto a la del/laetnógrafo/a. Sin embargo, él califica la coautoría como “utópica”,porque frecuentemente presupone el control editorial por partedel/la antropólogo/a y porque va en contra del meollo de la nociónoccidental de autoría (Clifford, 1988: 51).

    Para Clifford, así como para los autores del anterior e influyen-

    te volumen editado por este –Writing culture  (Clifford y Marcus,1986)– los problemas centrales de la antropología se deben trabajarmediante las innovaciones en la escritura etnográfica. Tal argumen-to se ha vuelto de sentido común en los círculos antropológicos,dando lugar a la redefinición radical sobre qué es la etnografíapara los/las antropólogos/as estadounidenses. Es decir, en lugar deentender la etnografía como un proceso de investigación de campo,en Estados Unidos se ha definido como un género literario, como larepresentación escrita de la interpretación cultural. Esta reubicaciónde la etnografía más en el acto de la escritura que en el trabajo decampo se observa fácilmente entre los estudiantes graduados, asícomo en la generación de antropólogos/as jóvenes, para quienes la

    antropología se sitúa más en la monografía misma que en la seriede conversaciones o en las relaciones de campo que le preceden.

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    Sin embargo, si pensamos a la antropología en su contextoglobal en lugar de reducirla a su manifestación estadounidense,podemos advertir que la monografía etnográfica es sólo uno delos varios posibles productos de investigación, lo cual sugiereque la reconceptualización de la escritura sólo resuelve par-cialmente el problema de cómo la antropología representa a suobjeto. Comprendí esto en Colombia, donde los esfuerzos deinvestigación de una comunidad antropológica viva y creativarara vez fructifican en monografías etnográficas clásicas, sinoque lo hacen más frecuentemente en artículos y ensayos acadé-micos, en interpretaciones históricas y en otros géneros escritosque resultan de gran utilidada las comunidades que estánsiendo estudiadas: publicaciones

    destinadas al consumo popular,periodismo, documentos políti-cos, narrativas testimoniales ylibros de texto para la escuelaprimaria1. Además, en Colombiala etnografía se piensa como unaactividad asumida en el campo,no necesariamente como unaforma de escritura. La prácticaetnográfica colombiana conducecon frecuencia a colaboracionesa largo plazo que desafían lasdistinciones hechas comúnmen-te en Estados Unidos, entre in-vestigación pura y antropologíaaplicada, y son más similares alas nociones recientes de antro-pología pública o activista2. Granparte de lo que acontece durantetales actividades ni siquiera sepone por escrito, sino que sedesarrolla en talleres y otrasreuniones cuyos contenidos soncapturados sólo imperfectamen-te en los resúmenes almacenados

    en los archivos de las organizaciones (Zambrano, 1989). Respectode la antropología de los pueblos indígenas en particular, los

    1. Esto no implica que no existan excelentesmonografías etnográficas escritas por colombia-nos/as. El estudio de María Clemencia Ramírez

    (2001), sobre el movimiento de cultivadores decoca en el Putumayo, la etnografía de AstridUlloa (2004), sobre la relación creciente entreel discurso de las organizaciones indígenas ylos ambientalistas, y la mirada sensible sobre lasnarrativas de la violencia doméstica de MyriamJimeno (2004) vienen a mi mente como ejemplosde etnografías colombianas recientes. Sin em-bargo, todas ellas, originadas en disertacionesdoctorales presentadas en universidades extran-jeras, sugieren que la monografía etnográficapuede ser comprendida con mayor propiedadcomo un género importado, más que como unodesarrollado localmente.

    2. El sitio de antropología pública www. pu-blicanthropology.org/Defining/definingpa.htmdefine este intento en los siguientes términos:

    “la antropología pública demuestra la habilidadde la antropología y de los antropólogos de di-rigirse con eficacia hacia problemas más allá dela disciplina, iluminando aspectos ampliamentesociales de nuestros tiempos y alentando conver-saciones públicas más amplias sobre los mismos,guiados por la meta explícita de fomentar elcambio social. La antropología pública afirmanuestra responsabilidad, como académicos yciudadanos, de contribuir significativamente conlas comunidades más allá de la academia –tantolocales como globales– que son las que hacenposible el estudio de la antropología”. Hale (n. d.)define la antropología activista como “la prácticainstitucionalizada de una disciplina que opera encolaboración y comprometida políticamente”.

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    antropólogos colombianos comenzaron a confrontar los demo-nios de representar al “otro” antes que sus colegas de EstadosUnidos, dado que la mayor parte de la investigación fue llevada acabo en colaboración con organizaciones nativas cuyos discursosy objetivos políticos determinaron parcialmente las preguntasde investigación y los modos antropológicos de representación.Mientras que la antropología colombiana también puede tenersus propias crisis, la “crisis de representación” proclamada por

    los antropólogos estadouniden-ses –así como las soluciones queofrecen– y corporizada en nuevasformas de escritura etnográfica,es mucho más el producto deuna institucionalización de la

    antropología en Estados Unidosque el problema enfrentado porlos antropólogos en otras partesdel mundo (Restrepo y Escobar,2005)3.

    En Colombia la falta de com-promiso persistente con la etno-grafía como género escrito sugierecomo crítica a Clifford que, sibuscáramos revitalizar la antro-pología en Estados Unidos, debe-ríamos mirar otras antropologías

    que hayan puesto menos atención en la etnografía como texto ymás en repensar qué hacemos en el campo, así como en redefinirqué es el campo. En este artículo quiero centrarme en la colabora-ción, una de las soluciones propuestas por Clifford en su famosoartículo, utilizando como guía la experiencia de la antropologíacolombiana y mis propias actividades de investigación en dichopaís. En particular, reflexionaré sobre los fundamentos epistemo-lógicos de una metodología etnográfica en colaboración, con elobjetivo de descubrir por qué tal aproximación no es sólo moral oéticamente necesaria –discusión que ha ocupado gran parte de losdebates en la literatura antropológica reciente (Scheper-Hughes,1995)–, sino para pensar cuál es el potencial de la colaboraciónpara nutrir el pensamiento antropológico. En particular, quisiera

    enfatizar que el trabajo en colaboración consiste en algo más queescribir. Mientras que la colaboración involucra frecuentemente

     3. Entre las crisis de la antropología colombianala más notable es la severa limitación que elconflicto armado impone a los investigadores, entanto determina dónde pueden llevar adelante suinvestigación; en la década pasada, los antropó-logos colombianos se orientaron cada vez máshacia el estudio de las poblaciones urbanas, uncambio que en general se consideraba necesario,dado que 70% de la población del país vive enlas ciudades. Más importante aún, sin embargo,el conflicto armado amenaza a aquellas personascomprometidas con la antropología pública,incluso en las áreas urbanas. El compromisocon una antropología accesible y socialmente útilcostó la vida de muchos antropólogos colombia-nos prominentes durante la década pasada. Elmás conocido de estos académicos fue HernánHenao, de la Universidad de Antioquia (Medellín),partidario del diálogo local y regional a granescala para resolver conflictos en la ciudad deMedellín y sus alrededores suburbanos rurales, yquien fuera baleado en su oficina de la universi-dad, el 4 de mayo de 1999.

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    el tipo de coautoría promovida por Clifford, más significativoaún resulta el espacio que abre al proceso de co-teorización conlos grupos que estudiamos, proporcionando tanto a nuestrosinterlocutores como a nosotros mismos nuevas herramientasconceptuales para dar sentido a las realidades contemporáneas.En otras palabras, la colaboración convierte el espacio del tra-bajo de campo entendido comode recolección de datos en co-conceptualización, forzándonosa trasladar el énfasis puesto en laetnografía como escritura haciala reconceptualización del traba-jo de campo4. Esto es lo que haréaquí mediante la reflexión de mi

    experiencia de colaboración enColombia con un equipo interét-nico de investigadores indígenas,antropólogos colombianos yacadémicos estadounidensesque analizan políticas étnicas enla región del Cauca desde 1991,momento en el que una nuevaConstitución política redefinió aColombia como nación pluriétni-ca y multicultural5.

    ETNOGRAFÍA EN COLABORACIÓN

    EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS, UN PEQUEÑO GRUPO DE ANTROPÓLOGOS EN ESTA-dos Unidos ha estado comprometido con lo que se ha llamadoetnografía en colaboración,

    una aproximación a la etnografía que deliberada y explícitamente enfatizala colaboración en cada punto del proceso etnográfico, en lugar de ocul-tarla: desde la conceptualización del proyecto hasta el trabajo de campoy, especialmente, durante el proceso de la escritura. La etnografía en cola-boración invita a nuestros consultantes a hacer comentarios e intenta quedichos comentarios pasen a formar parte del texto etnográfico mientras

    este se desarrolla. A su vez, esta negociación se reintegra de nuevo en elproceso del trabajo de campo mismo (Lassiter, 2005a: 16).

    4. Esto no quiere decir que rechace la importanciade la escritura. Lo que quiero resaltar aquí es queel énfasis posmodernista en la centralidad de laescritura etnográfica, casi que la exclusión deconsideraciones acerca del trabajo de campo–énfasis más pronunciado aún en las etnografíasescritas desde los estudios culturales– no nospermite reconceptualizar adecuadamente latarea del etnógrafo bajo las condiciones actualesde trabajo.

    5. Sobre la transformación de Colombia a partir dela reforma constitucional de 1991, desde una naciónque se imaginaba a sí misma como étnicamentehomogénea a una nación plural, véase Van Cott(2000). Dicho artículo se centra en el trabajo deuno de los dos equipos en colaboración en los queparticipé en los años recientes. El otro, compuestopor activistas indígenas y colaboradores no indíge-nas pertenecientes al Consejo Regional Indígenadel Cauca (Cric), resultó en un libro de variosautores (Bolaños, Ramos, Rappaport y Miñana,2004) que surgió del proceso de coteorización(Rappaport, 2005a: capítulo 5).

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    Este intento no es nuevo en la antropología ni está confinado ala arena antropológica de Estados Unidos: se puede rastrear hastaBoas y sus colaboradores (Lassiter, 2005b) y ha sido el pilar de laantropología activista afroestadounidense (Gwaltney, 1993 [1980]);la practican antropólogos/as latinoamericanos que trabajan conmovimientos sociales (Vasco Uribe, 2002; Vasco Uribe, DaguaHurtado y Aranda, 1993) y organizaciones no gubernamentales (Ria-ño Alcalá, 2006). Los productos de la etnografía en colaboraciónincluyen volúmenes de varios autores (Fletcher y La Flesche, 1992 [1911]; Ridington y Hastings, 1997), volúmenes editados en los quelos antropólogos y los investigadores locales presentan sus conclu-siones (Lassiter et al., 2004), publicaciones para las comunidadeslocales (Lobo, 2002; Reynolds y Cousins, 1993) y libros de autor queagradecen al contexto de colaboración en el que se produjeron

    (Field, 1999b; Lassiter, 1998; Lawless, 1993; Urton, 1997).A pesar de la atención que muchos antropólogos involucrados

    en la investigación en colaboración ponen en el producto escritode sus investigaciones, no debemos perder de vista la centralidaddel campo en la antropología en colaboración, aun cuando suimportancia sea sepultada con frecuencia en ese producto final.En particular, debemos tener en cuenta las intenciones de losetnógrafos de volver a situar los pensamientos de sus consultan-tes como formas paralelas de análisis, en lugar de considerarlossimplemente como datos etnográficos:

    Para oír los testimonios proferidos debemos primero abandonar elpresupuesto de que los relatos de nuestros consultantes son produc-tos completamente amasados por la cultura. Esta actitud nos fuerzaa tratar a los narradores no como personas unidas por prescripcióncultural, sino como individuos que se enfrentan cotidianamente con loinesperado y lo extraordinario. Luego, debemos escuchar con atenciónlas palabras de nuestros interlocutores, aceptando sus descripcionestal como las ofrecen mientras nos comprometemos con ellos comocolegas en la búsqueda de nuevos significados. Las experiencias quedescriben, que emergen de la memoria y de una estructura inter-pretativa individual y única, niegan la caracterización colectiva. Alfavorecer lo fortuito sobre los patrones, dichas experiencias reafirmanla subjetividad de la significación (Hinson, 2000: 328).

    Tal como sugiere Lassiter (1998: 8), debemos preguntarnos, ¿cómo

    puedo complejizar, en lugar de reducir, la complicada experien-cia de la que está hablando mi interlocutor? Desde este punto de

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    partida, lo que ocurre en el campo es crucial para la manera en

    que se conducen los trabajos en colaboración: mucho más que larecolección de datos, en el espacio del campo se está desplegandoun proceso de interpretación colectiva.

    Este privilegio del significado del diálogo en el campo –enoposición a la priorización del texto final– puede tener un impactotrascendente en la comunidad que colabora con los antropólogos.Pilar Riaño Alcalá, académica colombiana radicada en Canadá querealizó talleres de memoria en los que jóvenes de Medellín compar-tieron sus recuerdos de la violencia mediante narrativas, canciones,recreación de eventos y dibujos, reflexiona sobre cómo el procesode investigación tuvo impacto sobre los jóvenes mismos:

    Mi aproximación al dilema de la contribución social que la investiga-ción podría hacer se resolvió en el nivel metodológico e investigativoen la pragmática de cómo hacía mi labor. Respondí a estas expecta-tivas asegurando que los procesos y la metodología tendrían algunosusos prácticos para los jóvenes, losgrupos comunitarios y las ONG conlos que trabajé. En algunos casos,la investigación y sus metodologíassustentaron sus reflexiones sobreexperiencias pasadas con el finde desarrollar posteriores planesde acción. En otros, mi trabajo sevinculó al proceso de reevaluar suaproximación al quehacer en comunidad; y, en otros, como parte deuna tarea de sistematización de su experiencia (Riaño Alcalá, 2006:xxiv-xxv)6.

    El antropólogo colombiano Luis Guillermo Vasco va inclu-so más allá, al insistir en que lo que ocurrió en el campo noconsistió en recolectar datos, sino que fue un análisis colectivoemprendido en talleres en los que él participó en el curso de unproyecto histórico en colaboración con los guambianos de lastierras altas del suroeste:

    Los trabajos por grupos que organizaban los indígenas en sus re-uniones eran en verdad reuniones de investigación, de avanzar en elconocimiento de un problema a través de la discusión, por medio dela cual lo que se hacía era confrontar los conocimientos de cada uno

    con los de los demás para, finalmente, tener un conocimiento global(…). Mi visión de que en las reuniones no había conclusiones era

    6. Aun cuando ella utilizó esta investigación en sudisertación doctoral en la Universidad de BritishColumbia (University of British Columbia) y a pesardel hecho de que actualmente es profesora dedicha universidad, su trabajo con jóvenes de Me-dellín comenzó antes de su estudios doctorales, y,por tanto, puede ser ubicado con mayor propiedaden el contexto de la antropología colombiana.

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    errada; sí las había, pero éstas no revestían la misma forma con la queyo estaba familiarizado entre nosotros ni eran escritas. Después me

    resultó claro que luego de las reuniones por grupos y de las múltiplesdiscusiones que se desarrollaban en ellas, en la mente de cada uno delos integrantes quedaban ciertas conclusiones: un conocimiento delproblema mayor que el que tenían antes de la reunión, pues ahorano era su saber personal sino el de todo el grupo, validado ademáspor la confrontación (Vasco Uribe, 2002: 461).

    En este sentido, lo que ocurre en el campo debe ser tan pri-vilegiado como el producto final escrito, a pesar de que por logeneral tales observaciones son abreviadas en las monografíasetnográficas7. La co-teorización que se despliega en el campo esla que marca a la etnografía en colaboración como diferente de lacorriente dominante de sus antecesores.

    EL CAMPO COMO UN ESPACIO DE CO-TEORIZACIÓN

    LA ETNOGRAFÍA EN COLABORACIÓN VA MÁS ALLÁ DE UNA COMPRENSIÓN SIM-plista de la etnografía como método de campo mediante el cualrecolectamos información. Este es un problema que Jean-Paul

    Dumont (1992) comenzó a abordar a fines de la década de 1970 enThe Headman and I , libro en el que cuestiona el trabajo de campocomo recolección de datos y lo reconceptualiza como el desarrolloprogresivo de las relaciones intersubjetivas. Lo que los etnógrafos

    que trabajan en colaboración deben hacer es llevar a Dumont másallá, resignificar el trabajo de campo como una arena en la cualco-teorizamos. Entiendo la co-teorización como la produccióncolectiva de vehículos conceptuales que retoman tanto a un cuer-po de teorías antropológicas como a los conceptos desarrollados

    por nuestros interlocutores. Enesencia, esta empresa tiene elpotencial de crear nuevas formasde teoría que la academia sólocontempla parcialmente por suscontenidos.

    Permítaseme ser más específi-ca acerca de lo que entiendo porco-teorización. En  Holy women,

    7. Por ejemplo, las observaciones de John LangstonGwaltney sobre el uso de “seminarios folklóricos”–un tipo de taller colaborativo– como arena parala interpretación de auto-reflexiones realizadaspor afroestadounidenses publicadas en su obraDrylongso (1993  [1980]), se presentan en detalleen un artículo que acompañó al libro (1991).El contexto de campo de las publicaciones de Vasco con los guambianos (Vasco Uribe, DaguaHurtado y Aranda, 1993) debe ser leído junto con

    sus reflexiones sobre la naturaleza del proyecto decampo (Vasco Uribe, 2002).

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    wholly women, Elaine Lawless (1993) relata su experiencia conmujeres pastoras de denominaciones protestantes dominantes.Además de recolectar sus historias de vida, emprende lo que ellallama “etnografía recíproca”, un proceso de interpretación de auto-biografías con las narradoras mismas. De dichos encuentros resultóuna nueva manera de comprender el modo en que las mujeresrelatan sus experiencias de vida. Por ejemplo, la conversación deLawless con sus narradoras trae a la luz divergencias significati-vas respecto de las caracterizaciones de las historias de vida delas mujeres hechas en la literatura académica. Mientras que losacadémicos han mirado la narrativa femenina como ampliamenterelacional, donde el énfasis en los lazos personales con la familiay los amigos serviría de pivote narrativo, las historias de vida queLawless recolecta no acentúan tales relaciones. La discusión co-

    lectiva reveló que para las narradoras fue muy doloroso minimizarlas relaciones personales guiadas por el interés de “des-feminizar”sus relatos para parecer más profesionales (1993: 66-74). A pesar deello, esas mujeres se sintieron finalmente decepcionadas con susautobiografías, hecho que surgió en la discusión colectiva. Estotiene gran repercusión en la insistencia de los antropólogos en verla cultura como un texto posible de ser recolectado y analizadoluego en la soledad de nuestros estudios:

    En nuestras sesiones de diálogos las mujeres cuestionaron el usode construcciones masculinas para contar sus historias. Señalaronlas dificultades inherentes a contar “historias de mujeres”, cuandopara ellas las expectativas, como mujeres cuya profesión es ser

    ministras, son diferentes. Ellas exploraron la necesidad crítica demodelos y guiones que proporcionen una estructura a sus historias,que permita que los otros las validen y respeten, pero, al mismotiempo, permanecieran apegados a la “verdad” de la totalidad, lacomplejidad de sus vidas tal como las ven y las viven. Y, tal vez,más importante aún, han articulado una teoría acerca de las his-torias de vida de mujeres, la cual sugiere que, para las mujeres,las construcciones textuales aisladas son finalmente demasiadorestringidas: los textos sin interpretación no son válidos y unaprogresión lineal sin digresiones y reflexiones fracasa al contarlas historias. Estas mujeres rechazan las historias que me habíancontado como sus historias de vida, porque ellas perciben sus vidas,y sus narrativas acerca de sus vidas, como textos interpretados conmúltiples estratos. Cuando sus historias fallan al balancear ambosaspectos se sienten distanciadas de ellos (1993: 79-80).

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    Mientras que Lawless cuenta cómo la discusión con susconsultantes transformó su interpretación de tales narrativas,otros antropólogos emprendieron teorizaciones más puntualescon sus interlocutores –nótese el cambio de “consultantes” a“interlocutores”–, tal como ocurre en el ejemplo siguiente, enel que el proyecto de investigación fue concebido y dirigidopor una comunidad indígena cuyos miembros no sirven comoconsultantes o “entrevistados” al proyecto etnográfico propuestopor un investigador externo, sino como un equipo de miembrosplenos. Luis Guillermo Vasco, el antropólogo colombiano citadoarriba, ha trabajado durante varias décadas con el grupo étnicoguambiano para crear nuevas interpretaciones de la historia. Altrabajar en combinación con sus colegas guambianos, el equipode investigación desarrolló construcciones teóricas con base en la

    cultura material local y la lengua en uso; construcciones teóricasal servicio de crear nuevos vehículos narrativos para recontar elpasado en clave guambiana. En particular, el equipo colaboradorrecurrió al motivo de la espiral como vehículo para romper el

    molde de las formas históricasoccidentales8, lineales al narrar.Significativamente, la espiralno es un motivo que haya sido

    identificado por los primeros etnógrafos de la cultura guam-biana, sino una construcción que los intelectuales guambianosderivaron de sus propios análisis de la ubicuidad de la espiralen petroglifos y en materiales culturales, así como en metáforascomúnmente usadas que describen relaciones sociales como siestas se “enrollaran y desenrollaran” (Muelas Hurtado, 1995). Elequipo de investigación se movió entre lo que ellos llaman la“superficie” –las narrativas recolectadas– y las “raíces” de estahistoria –cosmología, lingüística, topografía de Guambía, y ob-jetivos políticos guambianos– mediante el proceso de “enrollary desenrollar” sostenido por medio del diálogo prolongado entalleres comunitarios (Vasco Uribe, 2002: 297). En otras palabras,el equipo no interpretó las narrativas históricas recolectadassimplemente desde una “perspectiva guambiana”, sino que creólo que podríamos llamar conceptos teóricos surgidos de sus rea-lidades cotidianas, a los que Vasco llama “cosas-conceptos” pararesaltar la materialidad de esta forma de teorizar (2002: 466).

    En ambos casos, la colaboración condujo a la teorización en elsentido de que, más allá de la interacción del/la antropólogo/a con

    8. Este enfoque es usado en Vasco Uribe, DaguaHurtado y Aranda (1993), y ha sido analizado endetalle en Rappaport (2005a: capítulo 5).

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    sus interlocutores, se desarrollaron nuevos vehículos conceptualesque facilitaron aproximaciones innovadoras para interpretar losmateriales etnográficos. En parte, el proceso de la colaboraciónresultó en nuevas formas de escritura académica: en el casode Lawless, una monografía etnográfica que yuxtapone narrativas delas mujeres, interpretación etnográfica de la autora y reflexionessobre el acto de teorizar conjuntamente. Las colaboraciones deVasco con los investigadores guambianos condujeron, por otrolado, a una narrativa histórica que se despliega en la forma deuna espiral basada en la topografía de Guambía. En ambos casos,los interlocutores de los antropólogos adquirieron nuevos modosde interpretación, posibles de ser aplicados más allá de la esferaacadémica, en espacios comunitarios en los que la escritura noes la meta. Lo que logran los textos escritos por antropólogos/as

    para consumo académico es legitimar este proceso en los círculosacadémicos y, más importante aún, traer a la luz una nueva episte-mología del trabajo de campo, en la que el campo opera como lugarpara crear conceptualizaciones, en contraste con la idea de campocomo espacio de recolección de datos. De hecho, Vasco (2002)sostiene que el objetivo central del equipo consistió en desarrollaruna metodología de investigaciónetnográfica en colaboración, noen la creación de textos etnográ-ficos, aun cuando, por supuesto,los textos producidos hablabandel trabajo intelectual que ocurrió en el campo y, por esta razón,resultan tan cautivantes9.

    CO-TEORIZACIÓN EN EL MOVIMIENTO INDÍGENA COLOMBIANO

    PARA AMPLIAR LA  EXPLICACIÓN SOBRE CÓMO Y POR  QUÉ EL PROCESO DE co-teorización podría contribuir significativamente a la an-tropología, volveré a mi experiencia en Colombia, donde he

    estado involucrada en un equipo de investigación interétnico einternacional, conformado por antropólogos/as académicos/asestadounidenses y colombianos/as junto a activistas-investiga-

    dores de base en la comunidad nasa pertenecientes al Cric, laorganización indígena más antigua de Colombia. Nuestro objetivo

    9. Aun cuando aquí utilizo un ejemplo colombiano,teóricas feministas afroestadounidenses como Patri-cia Hill Collins propusieron metodologías similarespara el trabajo en Estados Unidos (Collins, 1991).

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    explícito fue estudiar políticas étnicas en el suroccidente colom-biano desde 1991, como un andamiaje sobre el cual establecer undiálogo horizontal que reconociera y construyera aproximaciones

    conceptuales y metodológicasdesde nuestras diferentes agen-das de investigación. No escribi-mos juntos ni hicimos trabajo decampo en grupo. En cambio, cadamiembro tuvo su propio proyectode investigación, que se discutíaescrita u oralmente, y analizabael equipo colectivamente en en-cuentros periódicos –grabados,transcritos y a disposición de

    todos los miembros–. Sentíamosque tal aproximación alentaría alos antropólogos profesionales ya los investigadores indígenas arelacionarse sobre una base másigualitaria10. En otras palabras,el equipo fue esencialmente unespacio de reflexión y de cons-trucción de teoría. De hecho, susmiembros no académicos enfa-tizaron continuamente que, auncuando apreciaban los modos enlos que la colaboración les habíaayudado a desarrollar sus habi-lidades escritas, en la instanciafinal esperaban que el espacio decolaboración pudiera engendrar,sobre todo, nuevas metodologíasde investigación. Además, vieronlos resultados finales de nuestrainvestigación como aportes quepodrían ser parte de los esfuer-

    zos políticos, administrativos y educativos en marcha en susorganizaciones, y no como análisis académicos auto-contenidos.Ellos esperaban hacer etnografía en el campo, no en las páginas

    impresas. Así como la literatura testimonial imparte un sentidode urgencia política por parte de sus narradores (Beverley, 1993),

    10. Los miembros del equipo y sus proyectosindividuales fueron: Myriam Amparo Espinosa,una antropóloga afiliada a la Universidad delCauca (Popayán), quien llevó a cabo un estudioetnográfico del espacio creado por el movimientoindígena para el diálogo interétnico, el entrena-miento de sus cuadros y de las autoridades comu-nales locales, y la resolución de conflictos. DavidGow, un antropólogo de George WashingtonUniversity, observó cómo proyectos concebidospor indígenas plantearon una alternativa al dis-curso desarrollista de las agencias financiadorasnacionales e internacionales. Adonías PerdomoDizú, una autoridad local de la comunidad

    nasa de Pitayó, estudió la transformación delas autoridades indígenas en el despertar de laConstitución de 1991, cuyo reconocimiento de lasestructuras comunales impulsó a los jóvenes esco-larizados a asumir el liderazgo y a negociar conel estado. Susana Piñacué Achicué, nasa tambiény miembro del Programa de educación bilingüee intercultural del Cric, analizó el papel de lasmujeres en las organizaciones indígenas localesy regionales. Tulio Rojas Curieux, un etnolingüistaradicado en la Universidad del Cauca, estudió elrol de la planificación lingüística en la educaciónindígena bilingüe. Mi proyecto se centró en laemergencia de un estrato de intelectuales, queincluye indígenas y colaboradores no indígenas,dentro del movimiento indígena. El equipo operócon fondos externos provistos por la Fundaciónpara la Investigación Antropológica Wenner-Gren

    (Wenner-Gren Foundation for AnthropologicalResearch) desde 1999  hasta 2002, aun cuandoalgunos de nosotros estamos ahora involucradosen proyectos colaborativos subsecuentes. Delas presentaciones que hicimos como grupo enreuniones académicas y del movimiento surgió lapublicación de un volumen (Rappaport, 2005b).Mi propio libro que resultó del proyecto (Rap-paport, 2005a) refleja en detalle el trabajo delequipo, aunque éste sólo informa brevementesobre la epistemología de la colaboración.

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    los miembros nasa del equipo vieron nuestro desarrollo de unametodología colaborativa como una tarea urgente para construirpuentes entre los investigadores indígenas y las comunidades,así como entre los investigadores nativos y sus contrapartes aca-démicas, algo que Susana Piñacué, miembro del Cric, observóen una de nuestras reuniones:

    Yo personalmente digo que más que escribir un mamotreto de miparte, mi expectativa es lograr consolidar una propuesta metodológica(…). Entonces, ahí en ese sentido, me voy más es como a esperar en unaño qué sale de referentes metodológicos de este trabajo y de ahí llegara incidir en los diferentes espacios en que nos movemos. Hay muchosindígenas que en este momento vienen haciendo investigación. ¿Conqué enfoque la están haciendo? ¿Cómo la están escribiendo? ¿En dón-de la están escribiendo? ¿Qué están escribiendo? ¿Para quién están

    escribiendo? Eso desde la perspectiva indígena. Pero también haymuchos profesionales de diferentes disciplinas que también vienenescribiendo, aún con esa mentalidad arcaica: usted es el informante,

     yo soy el que investigo, dígame no más cuántas palabras (…). Entoncesnosotros, pensándolo ambiciosamente, es cómo llegar a incidir enesos medios (reunión del equipo, 8 de agosto de 2001).

    Inversamente, muchos miembros académicos del equipocomenzamos a colaborar presuponiendo que haríamos publica-ciones académicas, pero descubrimos rápido que íbamos a serabsorbidos en un proyecto de más largo alcance que involucrabainnovación metodológica, algo que potencialmente podría tenerun mayor impacto de lo que tendrían los contenidos de nuestra

    investigación.Lo principal de nuestro objetivo de transformar la metodo-

    logía fue la creación de un diálogo colectivo sobre numerososconceptos clave –vehículos conceptuales– que guiarían nuestrainvestigación. Tal como ilustran los ejemplos descritos, estosconceptos no se originan en la literatura académica, sino en lasculturas políticas nativas en las que todos nos vimos involucra-dos, en algún grado. El resto de este ensayo se enfocará en unade esas construcciones teóricas, prestando atención al modo enel que se desarrolló en nuestras reuniones de equipo, y conclui-rá con una discusión de su utilidad tanto para los antropólogoscomo para nuestros interlocutores.

    Durante los cinco años en los que nuestro equipo trabajóconjuntamente, desarrollamos un marco conceptual que giró

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    alrededor de la oposición “adentro” y “afuera”, construcción quesurgió de las reflexiones de los miembros indígenas del equipoconsiderando su propia inserción en las comunidades nativasy que fue ampliada en diálogo con los académicos del grupo.Afuera y adentro son metáforas utilizadas con frecuencia porlos miembros del Cric para contrastar espacios sociales, cultu-rales y políticos nativos y no nativos; ideas que se originaronen la cultura política del Cric que, no obstante, pudieron haberderivado de oposiciones similares empleadas en nasa yuwe –lalengua de los nasas– para clasificar el espacio topográfico relativoal hablante (Rappaport, 2005a: 30). A primera vista, la oposiciónadentro/afuera parece ser esencialista, pues impone una metá-fora topográfica exclusiva sobre un paisaje social dinámico yheterogéneo. Pero en el recorrido de nuestras discusiones con

    el equipo descubrimos que era algo más que la simple oposiciónentre comunidad indígena y sociedad nacional externa. En nues-tros análisis, ambos espacios podían estar casi en yuxtaposición,dependiendo del contexto. Los intelectuales indígenas –líderespolíticos y planificadores culturales de esas organizaciones–, quese mueven entre el espacio de la comunidad nativa y el mundourbano de las organizaciones indígenas y de la política regional,se sienten alienados de la base indígena pero buscan nutrirseconstantemente de elementos de la cultura indígena; es decir,están simultáneamente adentro y afuera. Los colaboradores nonativos de larga data –que constituyen la columna de las orga-nizaciones indígenas a través del hemisferio, aun cuando rara-mente se les incluye en las interpretaciones académicas de esosmovimientos– forman junto con los activistas indígenas, un tipode sujeto interno, en oposición a los miembros de otros sectoresde la sociedad regional. Los líderes del Cric que participaron enel entrenamiento ideológico del Movimiento Armado QuintínLame, una organización guerrillera interétnica, aun cuando deamplia base indígena, activa en el Cauca en la década de 1980, seposicionaron afuera mientras que los combatientes no nativosafiliados a la organización lo hicieron adentro. El adentro delos discursos culturalistas usado por los activistas educativosindígenas entró en conflicto con los discursos más pragmáticosde los líderes políticos indígenas, quienes son vistos como siactuaran desde el afuera. En otras palabras, comenzamos a ver

    una constelación de formas dinámicas de identificación funcio-nando en un espacio intercultural que podría ser comprendido

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    mediante el uso de la oposición adentro/afuera, cuyos contenidosfueron enteramente relativos a la coyuntura política. Esta opo-sición binaria nos permitió evaluar la constelación más ampliade políticas indígenas desde el punto de vista de los actores delas propias organizaciones, y nos proporcionó herramientas paracomprender cómo cambian, de acuerdo con las exigencias de lasituación política, las apreciaciones de sus miembros acerca delalcance del movimiento.

    Un recuento breve de las reuniones de nuestro equipo ilustracómo recurrimos a este tipo de metáforas para interpretar los desa-rrollos políticos que estábamos estudiando y para evaluar la meto-dología de nuestro grupo. Comenzamos a trabajar en estas ideas aldelinear nuestra propuesta de investigación en 1998, cuando SusanaPiñacué, una participante indígena de nuestro equipo, dijo que era

    una “nasa de frontera”, cuya identidad cabalgaba entre el adentroy el afuera11. Susana apuntó a unade las ambivalencias inherentesque acarrea ser una investigadoranativa: quedar como si estuvieraparada simultáneamente frente a la cámara y detrás de ella (Mi-chaels, 1994: 44). La distinción adentro/afuera fue adoptada porlos miembros del equipo mientras cada uno la desarrollaba en suproyecto de investigación individual. Por ejemplo, en 1999, inme-diatamente después de que recibimos financiación, uno de losmiembros nasa del equipo, Adonías Perdomo, conceptualizó suproyecto, que se centraba en las transformaciones de la autoridad

    indígena al fin del milenio, en los siguientes términos:

    Hay unas formas de gobierno que ya se van creando. Por ejemplo,hay una serie en los cabildos. En el mío, por ejemplo, hay una seriede organizaciones internas que se van volviendo de dentro perodentro de ellas (…) tienen más doctrinas totalmente externas y quese van volviendo como colonizantes, también, al mismo patrónde autonomía, justicia, gobierno que tiene el cabildo (reunión delequipo, 10 y 11 de junio de 1999).

    Aquí, la oposición adentro/afuera se emplea para distinguirentre los objetivos políticos que son asignados por el movimientoa los cabildos locales (el adentro) y los objetivos externos que

    están desviando a las autoridades indígenas de esos objetivos(el afuera).

    11. La noción de “frontera nasa” ha sido desa-rrollada con más detalle en Rappaport (2005a:capítulo 1).

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    Simultáneamente, adentro/afuera se vuelve una metáfora paradar sentido a nuestros objetivos metodológicos. En la mismasesión, Myriam Amparo Espinosa, una antropóloga colombiana,empleó la oposición para cuestionar la investigación etnográficatradicional y subrayar los modos en que nuestro colectivo na-ciente debería repensar el propósito de la colaboración. MyriamAmparo habló en respuesta a una afirmación hecha por Adonías,quien dijo que necesitábamos re-conceptualizar el significadode la investigación trasladando el foco desde los individuosque participan en ella –la “etnografía de” en el sentido de auto-ría– hacia la “etnografía para” o con propósito. Myriam Amparorespondió que deberíamos repensar lo que significa escribirnuestra investigación:

    Pero no sé si los resultados de la investigación, me parece un buenejercicio que salgan en un texto. Pero ya eso, delimita el ‘para’. Yasea el ‘para’ externo. ¿Para quién externamente? Para los investiga-dores externos. O ¿para quién internamente? Para los investigadoresnasa. ¿Para quiénes va ir más que todo? Eso significaría repensar lasformas del lenguaje, las formas de comunicar (reunión del equipo10 y 11 de junio de 1999).

    En el mismo sentido, sin embargo, ella calificó la distinción aden-tro/afuera como si estuviera enlodando las aguas sobre quién estárealmente adentro, y se centró en la relación de los colaboradores nonativos con el movimiento, gente como ella: “En un comienzo medecían a mí que era nasa de corazón. ¿Sí? Y después yo descubría

    que yo era más fanática de los nasas que los mismos nasas. ¿Sí? Esonos pasa a muchos colaboradores, aunque nunca dejamos de ser elotro. Ese reacomodo también termina para los nasas, aunque estéhacia afuera” (reunión del equipo, 10 y 11 de junio de 1999). En esteintercambio, luego, se problematizó quién queda adentro y quiénafuera, en un esfuerzo por conceptualizar qué es la investigación yhacia quién debería estar dirigida.

    Los miembros del equipo nasa emplearon continuamentela oposición adentro/afuera para referirse a los esfuerzos de larevitalización cultural destinada a “proteger” a los de adentrode las influencias externas, tal como lo expresó Adonías en elpárrafo anterior. Sin embargo, después de afirmar que los ca-

    bildos locales estaban siendo contaminados por ideas externas,especificó la afirmación, enfatizando que sólo ensanchando

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    los límites entre el adentro y el afuera los líderes indígenas –oinvestigadores, para el caso– pueden innovar, manteniendo asíla integridad interna. En otras palabras, adentro y afuera estánentremezclados necesariamente, y el control del movimiento pormedio de los dos polos es una responsabilidad política urgentede los investigadores nativos. A continuación Adonías hablasimultáneamente como líder y como analista:

    Lo importante sería, bueno, de todas maneras para que lleguen aser líderes tuvieron que irse descentrando, diría yo (…) desde dife-rentes intereses, pero también desde diferentes circunstancias. Nosha tocado irnos descentrando hasta llegar al lindero. De pronto lomaravilloso que saldría es (…) que las circunstancias que nos tocódescentrarnos, es necesario que la gente nuestra siga llegando alborde en los mismos procesos o más bien con los trabajos que se

    va a hacer sirvan para que se establezcan otras propuestas, otrasestrategias para que la gente que tenga que llegar hasta el bordellegue más fortalecida (…). Y yo pienso que la frontera por un ladono es tan peligrosa si estoy dentro de la frontera. Esa es otra cosaque habría que mirar. Pero a mí sí me preocupa que este trabajo deinvestigación lleve a fortalecer, uno, a la gente que está adentro, dos,que nos fortalezca a la gente que estamos tocando ese espacio defrontera, y tres, que este trabajo ayude al bloque común, o sea a lacomunidad nasa a buscar estrategias, o sea que se concientice de loque está sucediendo y ayude a no esperar ya, a que por un interéso por alguna circunstancia, tengamos que descentrarnos y llegar ala frontera y allí valorar lo nuestro y tratar de volver a trabajar denuevo lo nuestro (reunión del equipo, 3 de agosto de 1999).

    Esta aserción es muy compleja, ya que desafía muchos debatessobre los esencialismos estratégicos que los académicos han vistocomo inherentes a las políticas identitarias (Brubaker y Cooper,2000; Field, 1999a; Friedman, 1994; Spivak y Grosz, 1990), al indi-car que los actores son muy conscientes de las ambivalenciasy los préstamos que acompañan los procesos de revitalizacióncultural.

    Susana subraya este asunto de modo algo diferente, proble-matizando la naturaleza del adentro en respuesta a un texto queyo había escrito sobre la noción de frontera. En la siguiente citacuestiona los discursos culturalistas de los intelectuales regiona-les urbanos pertenecientes al Cric, entre los que se incluye a sí

    misma, quienes habían redactado una propuesta para la “culturanasa”, que se debía difundir en las comunidades locales:

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    En ese sentido, ¿cómo se está construyendo identidad? Yo estoymuy de acuerdo con la pregunta que se hace acá: ¿hasta qué punto

    es útil situar esas identidades ambiguas en las discusiones aca-démicas de la construcción y esencialización de las identidades?Te haces esa pregunta interesantísima, en ese sentido mirar el deenmarcar territorialmente de qué identidades estamos hablando.¿Vamos a hablar de una identidad nasa o identidades de la comu-nidad? Es muy complejo este tipo de discusiones que se planteaen ese documento, porque es una crisis que nosotros estamosviviendo en la cultura, y en el pueblo páez [nasa], porque prácti-camente veo mi futuro fragmentado, fragmentado en donde estábañado por muchos intereses políticos, económicos, religiosos yque en últimas nosotros estamos prácticamente folclorizando oromantizando un tipo de discurso de cierta elite que ha salido desu comunidad y trata de enmarcar su cultura para el beneficio desus intereses (reunión del equipo, 3 de agosto de 1999).

    En este pasaje Susana critica el trabajo de los “internos”culturales localizados en la frontera. Está cuestionando implí-citamente su propia posición de frontera como inherentementepeligrosa. Entre los peligros de ocupar una posición fronterizase encuentra, por supuesto, el de que colaboradores no nativos,como nosotros, puedan potencialmente comprometer el trabajode aquellos de adentro, a pesar del hecho de que nuestra rela-ción promete ciertos beneficios palpables a los investigadoresindígenas. Tal como observa Adonías:

    Yo creo que (…) cualquier investigador serio es como el espejo que lepermite verse a uno mismo. Yo creo que a partir de allí es muy válido

    y claro que puede servir en el proceso. Lo peligroso del investigadorde afuera es que trasciende el individuo, trasciende el investigadory no trasciende el espacio comunitario donde él trabaja, o sea es la

    idea como que el investigador seael grande allí y no sea grande comodiría yo, esa cosa de investigación(reunión del equipo,  3  de agostode 1999)12.

    Esta afirmación limita críti-camente cualquier intento deinvestigación en colaboración,

    forzando a los interlocutores a orientar su trabajo hacia el aden-

    tro, lo que privilegia las necesidades internas sobre las deman-das teóricas externas, algo que enfatiza también Luis Guillermo

    12. Dos años más tarde, Adonías reconoció quenuestro equipo había sido exitoso respecto deeste aspecto: “Creo que cada uno fue (…) muyconsciente que el otro no sabe lo que esa personasabe, por un lado, y yo creo que eso es un campode la metodología que sería bueno ir describiendo:cómo cada quien desde su sabiduría no puso arelucir su sabiduría, sino que estaba en búsquedade un conocimiento” (reunión del equipo, 8 deagosto de 2001).

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    Vasco (2002: 449). Además, los argumentos de Adonías van másallá de algunas de las afirmaciones de los/las etnógrafos/as colabo-radores/as estadounidenses, que manifiestan sus preocupacionessobre cómo podríamos incorporar en nuestros textos las voces denuestros consultantes con tanta autoridad como la de la nuestra.Adonías, en contraste, nos implora que subordinemos las nece-sidades y los marcos provenientes de afuera a los de adentro, almenos durante el proceso de trabajo de campo, si no ya también ennuestros textos. Un año más tarde fue más específico en su llama-do a la reorientación general de la investigación en colaboración,la cual, según sugirió, debería comenzar “Desde adentro haciaafuera, no desde afuera hacia adentro” (reunión del equipo, 2 dejunio de 2000)13. Él, sin embargo,está seguro que necesita trabajar

    con investigadores externos, in-dependientemente de los peligrosque pudiese encontrar. Apuntaen particular a las contribucionesque la colaboración puede lograral abrir un espacio para el diálogoen la arena académica externa:“Es necesario salir a investigarcon los de afuera porque: uno,tienen que hacerse respetar suespacio, y dos, porque adentroexiste una enfermedad que sóloescuchan cuando alguien lo dice

    pero es de afuera, es un problema bien serio” (reunión del equipo,8 de agosto de 2001).

    Adonías prosigue para analizar el trabajo de Susana como unpuente que une el adentro y el afuera, un ejemplo de cómo élpiensa que los nasas deberían investigar su realidad social, auncuando esta vez complica sus afirmaciones anteriores arguyendoque los investigadores indígenas deben servir como un conductode doble vía. Susana considera tres categorías de mujer nasa: lasde adentro de la comunidad, las que ocupan roles de liderazgolocal y aquellas, como ella, que trabajan en la oficina regional de laciudad de Popayán (Piñacué, 2005). Adonías ve en esta investiga-ción una encarnación de metas similares a las suyas: “Ahorita que

    estaba hablando me dejó bien impactado la forma como Susanapresenta la forma del pensamiento de adentro para adentro y de

    13. Sin embargo, Adonías adoptó rápidamentemetodologías externas en beneficio de su pro-

    yecto colectivo. Presentó tres manuscritos para ladiscusión grupal sobre la experiencia del equipo.En cada uno empleó una perspectiva o metodo-logía diferente. Su primer ensayo se apoyó enel trabajo de Herinaldy Gómez Valencia (2000),un antropólogo jurídico colombiano con el quehabía trabajado en el pasado compilando unaserie de términos clave en nasa yuwe que fueronempleados en la esfera jurídica. Su segundoartículo intentó emplear el tema del género enun análisis de las autoridades locales, estimuladopor las discusiones grupales que rodearon altrabajo de Susana. Su tercera contribución, lamenos exitosa de las tres, estuvo basada en unainvestigación por encuestas que llevó a cabo ensu comunidad natal de Pitayó.

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    adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro, tocando esos tresniveles” (reunión del equipo, 2 de junio de 2000).

    Al mismo tiempo, sin embargo, Susana se pregunta si, enla instancia final, su propio trabajo es escrito desde “afuera”,un problema general para los auto-etnógrafos que el miembroestadounidense David Gow expresó en una crítica al trabajo deAdonías:

    Por ejemplo, si yo recuerdo bien el primer trabajo que tú presentasteel año pasado, también trató de sistemas de una manera más profun-da, y yo no sé cuántas páginas de largo, eran como sesenta páginas,era como un libro. Y muy evidentemente era escrito desde adentro,solamente una persona de adentro de la cultura podría escribir algoasí, con este tipo de detalle y esta manera de presentarlo, entenderloy explicarlo. Y el segundo trabajo que tú presentaste trató de otrotema completamente, de la mujer nasa. No sólo de otro tema, pero ami manera de ver, otra manera de presentar el tema. Y leyendo estetrabajo pensé: ¿pero de qué perspectiva está escribiendo, desde aden-tro o desde afuera? Y tú nos habías explicado que estabas escribiendodesde adentro, y yo pensé pero este, a mi manera de ver era como untrabajo de un antropólogo tradicional, o sea, una descripción muydetallada, pero a mi manera de ver, puede haber sido escrito por unantropólogo de afuera, que había trabajado tantos años con los nasas,que ya los conocía, había confianza y todo (…). Como tú explicasteen la mañana, tienes una pata adentro y una afuera, y esto se puedenotar en la manera de hacer el argumento, en la manera de organizarel material, la manera de citar a la gente, los expertos, sea de afuera,sea de adentro. Y esta perspectiva desde adentro y desde afuera serefleja también en el argumento que tú haces, porque a mi manera

    de ver hay unas contradicciones interesantes allá dentro del mismodocumento, o mejor dicho, hay una tensión muy interesante en eldocumento mismo (reunión del equipo, 2 de julio de 2000).

    Tal tensión se origina en los modelos antropológicos quehan perseguido persistentemente los investigadores nativos ylos activistas culturales, restringiendo el tipo de innovacionesmetodológicas y teóricas que estuvimos intentando alcanzar.

    Las exigencias de las políticas internas de las comunidades yde las organizaciones indígenas forzan también a los autores in-dígenas a contrabalancear los argumentos constructivistas esen-cializando aparentemente los discursos de la diferencia. Les Field(1999a) sostiene que el desarrollo de discursos constructivistas yesencialistas en los círculos de los indígenas de Estados Unidos

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    es más un producto del balance de las prioridades políticas quedel debate que, en términos de opciones excluyentes, ha hechomucho ruido en la literatura académica. Myriam Amparo notaesta tensión en el trabajo de Adonías y Susana, el cual conducea un tipo de esencialismo que ella cuestiona:

    Lo otro es que lo siento más fuerte en Adonías y en ti [Susana], esla dualidad constante entre el adentro y afuera. Yo no sé si es que lacultura nasa separa las dualidades o si es por la construcción del texto.Porque es que el problema de la dualidad adentro/afuera da un carác-ter de esencialismo, como de algo ya hecho que está constantementeperturbado (reunión del equipo, 2 de julio de 2000).

    Susana respondió a la pre-

    gunta de Myriam Amparo afir-mando que las comunidadesutilizan constantemente la díadaadentro/afuera –o indígenas/noindígenas–, haciendo de ella unarealidad discursiva, al menos14.Sin embargo, la posición políticade Susana en el adentro, junto asu necesidad de moverse entreel adentro y el afuera al llevara cabo su investigación, con-duce a un uso muy particularde la díada adentro/afuera, que

    cambia constantemente entrelos discursos culturalistas esen-cialistas y un análisis social másconstructivista.

    Al tiempo que Susana reconoce la existencia de una preocu-pación prioritaria por la integridad cultural del adentro, ve esteadentro como un espacio complejo y heterogéneo en el que nu-merosos actores, entre los que se incluye ella misma, negocianla identidad; preocupación ésta que expresa en su comentariosobre la escritura de Myriam Amparo y sobre su posición comoacadémica. En la siguiente cita Susana señala el deseo persistentede los académicos no indígenas de privilegiar coyunturas políti-

    cas específicas que captan la atención del público más amplio,tal como ocurre, por ejemplo, con las movilizaciones regionales

    14. Adonías lucha con las limitaciones de la

    metáfora adentro/afuera exploradas en este in-tercambio. También ve a la identidad nasa comosi se moviera en forma de espiral una espiral,o en una serie de círculos en intersección, unaforma alternativa de conceptualizar un adentropermeable que debe mucho a las construccionesteóricas desarrolladas en la Guambía: “Es comounos círculos, que algo está inscrito dentro delotro (…). Por un lado son círculos cerrados quevan creciendo uno sobre otro y a la vez uno quees abierto y se va, y cada cosa cerrada se va inter-calando con la espiral abierta (…). Cada uno seva intersectando, se van enlazando” (reunión delequipo, 2 de junio de 2000). Interpreta tambiénlos objetivos del movimiento comparándoloscon la sincronía de las agujas del reloj, de talmodo que las agujas que marcan el tiempo de

    los mayores y las que marcan el tiempo de losjóvenes se juntan.

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    en las que el movimiento indígena se confronta con la elite delCauca y con los movimientos populares no indígenas. En esosmomentos percibimos a los actores indígenas como un grupohomogéneo posicionado como contraparte de una sociedad domi-nante igualmente homogénea, perdiendo de vista los conflictos,las negociaciones y las posiciones ambivalentes dentro de laesfera indígena. Susana pertenece a una familia nasa influyente–su hermano, Jesús Enrique Piñacué, fue el anterior presidentedel Cric y actualmente es miembro del senado colombiano–, yha sido perseguida por la crítica de que ella no es culturalmentenasa. La ambivalencia de su propia identidad se vuelve el puntode partida de su crítica a Myriam Amparo:

    Yo no sé, de pronto porque tú eres Amparo y yo soy Susana y me

    identifico más, aunque me dicen que me identifican más comomestiza pero también como indígena, yo miro mi problema en unpanorama. Así yo no tengo ningún foco, así yo me ubico más comoa explorar toda esa cosa sin meterme, sin comprometerme. Perocomo resulta que Amparo tiene un recorrido académico y tieneuna referencia desde los otros académicos, una profesión, la estánabsorbiendo. Ella tiene que pertenecer: por lo tanto no alcanzasa observar esta panorámica que viene alrededor de nosotros y loimportante en este espacio es registrar toda esa dinámica (reunióndel equipo, 17 de enero de 2000).

    Susana reprende a Myriam Amparo –al igual que al resto denosotros– por no advertir las dinámicas complejas que operanadentro, que mitigarían nuestra apreciación de los actores indí-

    genas. Al trabajar con la noción adentro/afuera, luego, nos instacomo académicos a cambiar nuestra perspectiva, es decir, a vermás allá de la díada considerándola como un conjunto de catego-rías anidadas más que como una simple oposición. Susana puedehacer esto porque percibe el adentro y el afuera como anidado enella misma, una sensación semejante a la afirmación anterior deMyriam Amparo según la cual, en tanto colaboradora, se consi-dera “más nasa que los mismos nasas”, lo cual sugiere tambiénque el límite entre el adentro y el afuera es muy permeable. Sinembargo, una posición del colaborador en el adentro, al serviciode la organización indígena, será siempre cuestionada, debido aque el movimiento habla por la comunidad nativa. En este sentido,

    es sólo mediante el diálogo que los de afuera podemos apreciar laextensión en la que el adentro y el afuera se encuentran anidados

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    dentro de la esfera indígena porque, aun cuando podríamos co-laborar dentro de las organizaciones étnicas, no pertenecemos alas comunidades locales. No sólo somos incapaces de capturarla riqueza de esta operación de oposición desde adentro, sinoque tampoco tenemos la autoridad para hacerlo. Esta autoridadsólo viene mediante la colaboración con nuestros colegas nasas.Adentro y afuera fueron así no sólo herramientas analíticas, sinotambién el espacio mismo en el que fuimos forzados a posicio-narnos y reposicionarnos continuamente como investigadores.

    CONCLUSIÓN: ¿POR QUÉ COLABORAR?

    ME PREGUNTO SI QUIENES SOMOS AJENOS A LA COMUNIDAD HABRÍAMOS prestado atención a las sugerencias de nuestros colegas nasassi nuestras conversaciones no hubieran estado enmarcadas en

    un proyecto en colaboración que involucrara la co-teorización.No lo creo, porque no habríamos sido conscientes de las posi-bilidades que subyacen en este proceso. Concluiré este ensayoconsiderando de qué modo la oposición adentro/afuera me haresultado útil como antropóloga y cuáles fueron los beneficiosde la co-teorización. En mi opinión, este par de conceptos meayudó a moverme más allá de las nociones antropológicas deetnicidad, que resultan problemáticas para dar sentido al procesopolitizado de formación de identidad que se está dando en losmovimientos indígenas de América latina, por ser nociones que

    enfatizan el sentido de “grupo” o los límites étnicos, más que elproceso de identificación múltiple y contradictorio, lo que hasido aprovechado por los actores políticos para enfrentar susnecesidades organizativas así como sus propias subjetividades.De modo similar, nuestra co-teorización me permitió cuestionarlos modos en los que la literatura académica caracterizó los mo-vimientos indígenas. Los estudiantes de los nuevos movimientostienden a esencializar  a esas organizaciones, en el sentido quelas describen como si estuvieran conformadas exclusivamentepor actores indígenas cuyas demandas son pertinentes sóloen la esfera nativa. Al contrario: las organizaciones indígenasestán compuestas por una multitud de actores, entre los cuales

    sólo algunos son indígenas. Los colaboradores no nativos soncruciales para la continuidad y operación de las organizaciones

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    de derechos étnicos, y están situados de un modo ambivalenteen las mismas (Rappaport 2005a: capítulo 2). Para reconocer estehecho sólo tenemos que pensar en el subcomandante Marcos, delmovimiento zapatista mexicano. Además, el componente indíge-na de estas organizaciones está lejos de ser homogéneo, dado sucarácter interétnico, su amalgama de activistas de las áreas rurales yurbanas, la yuxtaposición de activistas culturales y políticos, y losdistintos niveles de instrucción escolar de los militantes indígenas.Pero, más importante aún, los movimientos indígenas de Améri-ca latina han roto el encorsetamiento que implicaba promoverdemandas puramente indígenas, incorporando el pluralismo demanera significativa. El Cric, por ejemplo, participó en el frente delmovimiento nacional para rechazar los tratados de libre comercioapoyados por los gobiernos de Colombia y Estados Unidos, de

    un modo similar al que los zapatistas irrumpieron en la escenainternacional levantando su voz contra el North American FreeTrade Agreement (Nafta).

    Al tiempo que ignoraron el pluralismo como una faceta esen-cial de las políticas indígenas, las aproximaciones académicas nose han provisto con herramientas adecuadas para comprender losdiscursos culturalistas de estas organizaciones, que aparecen comoesencialistas porque promueven prácticas nativas pensadas comosi estuvieran contenidas dentro de marcos culturales estables ylimitados. En una de las primeras reuniones del equipo, Susananos incitó a reflexionar sobre el supuesto carácter esencialista dela autenticidad: “Auténtico es parecerse cada vez más a lo que so-ñamos, somos auténticos, pero como eso es tan fregado entonceshacia allá vamos (…). Ser auténtico sería acercar, realizar lo quesoñamos. Entonces, entre más nos acerquemos a lo que soñamosseríamos más auténticos” (reunión del equipo, 17 de enero de 2000).El modelo adentro/afuera es útil para comprender cómo desplieganlos activistas la noción de cultura, no como una constelación exis-tente de prácticas y significados, sino como una proyección de lamanera en la que se verá la vida futura, cómo los elementos internosson revitalizados mediante la incorporación de ideas externas. Laimportancia de nuestros conceptos adentro/afuera consiste en ha-cer posible una apreciación de los grupos étnicos y de las culturaspolitizadas como modelos orientados a lo que “debería ser”, enoposición a lo que existe. Cuando me di cuenta de esto descubrí

    que las apologías del esencialismo indígena habían perdido com-pletamente el punto de cómo los activistas indígenas comprenden

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    la cultura para operar: más como una guía para el futuro que unaafirmación de lo que existe. La mayoría de los escritos sobre elactivismo cultural indígena no facilitan nuestra comprensióndel proceso auto-consciente, contestatario e intercultural derevitalización cultural que se está dando en el corazón de talesmovimientos; tampoco nos ayudan a negociar las relaciones entrelos discursos culturalistas y pluralistas, igualmente importantespara la supervivencia de los movimientos indígenas (Albert, 1995:4; Field, 1999a).

    Llegamos a esta conceptualización por medio de un procesode cinco años de reuniones periódicas en las que discutimos lostrabajos escritos por cada uno de los miembros, experimentamoscon aproximaciones metodológicas y conceptuales diferentes–recurriendo tanto al conjunto de herramientas indígenas como

    académicas–, y colaboramos continuamente con organizacionesindígenas. El hecho de co-teorizar, en un proceso que incluyeacadémicos e indígenas, implicó que los objetivos activistasde planificación cultural que caracterizan al Cric y el objetivointelectual de interpretar esta realidad política fueran ubicadosen la interacción de un plano común: nuestras construccionessurgieron de nuestras conversaciones, no de la interpretaciónacadémica del discurso y la práctica activista, aun cuando esasconstrucciones estuvieron atemperadas quizá por la disputa de laúltima. Los nasas del grupo conceptualizaron nuestras reunionescomo mingas –una forma andina de trabajo compartido–, metá-fora que remite al modo en que re-conceptualizamos el “trabajo”en el trabajo de campo.

    Brubaker y Cooper ofrecieron una crítica palmaria al conceptode identidad tal como ha sido empleado para estudiar a los nue-vos movimientos sociales, muy pertinente para mi argumentosobre la teorización colectiva:

    Sostenemos que la posición constructivista prevaleciente sobre laidentidad –el intento de “suavizar” el término, de absolverlo de lacarga “esencialista” estipulando que las identidades son construidas,fluidas y múltiples– nos deja sin ninguna racionalidad para hablarsobre las “identidades” y mal equipados para examinar las “duras”dinámicas y reclamos esencialistas de las políticas identitarias con-temporáneas. El constructivismo “suavizado” permite que proliferen“identidades” putativas. Pero en la medida en que estas proliferan, el

    término pierde su capacidad analítica. Si la identidad está en todaspartes, no está en ninguna. Si es fluida, ¿cómo podemos entender los

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    modos en los que la autocomprensión puede endurecerse, coagularsey cristalizarse? Si es construida, ¿cómo podemos comprender la

    –algunas veces– fuerza coercitiva de las identificaciones externas?Si es múltiple, ¿cómo podemos entender la terrible singularidad quea menudo resulta de la lucha llevada a cabo por políticos –a vecesconscientes– que buscan transformar meras categorías en gruposunitarios y exclusivos? ¿Cómo podemos comprender el poder y elpathos de las políticas identitarias? (2000: 1).

    Estos autores distinguen entre “categorías de la práctica” y“categorías analíticas”; las primeras se incrustan en los discursosesencialistas de grupos que abogan por sus políticas de identidady las segundas corresponden a la provincia de los analistas cons-tructivistas (2000: 4, 33); es la brecha entre las dos, sostienen, laque impide realizar análisis efectivos de la identidad, forzando

    a los observadores a adoptar acríticamente discursos que sonmás apropiados para las acciones políticas que para el análisis.

    En el curso de nuestra teoriza-ción en colaboración intentamosfundir estos dos polos de variasmaneras. Todos los miembrosdel equipo nos embarcamos enel trabajo organizativo cotidianocomo parte integral de nuestrosproyectos, ya sea como activistasindígenas o como colaborado-res, forzándonos a movernoscontinuamente entre la esferapráctica y la analítica; de hecho,el corazón de nuestro trabajo decampo fue llevado a cabo bajoestas condiciones15. Aun cuandoeste ejercicio fue particularmen-te importante para Adonías ySusana, quienes debían repensarcontinuamente en el espaciode las discusiones del equipolas categorías conceptuales queusaban en su activismo, dejó

    también una marca significativa sobre los académicos, quienes en

    el pasado habían asumido una posición puramente observadora ohabían compartimentado investigación y representación política

    15. Teníamos como requisito que todos losmiembros del equipo participaran en proyectosorganizativos, de modo tal que todos fuéramos,en algún grado, actores del proceso que es-tábamos estudiando. Los dos miembros nasasdel equipo estaban obviamente involucrados enorganizaciones locales y regionales, trabajandobásicamente en la esfera educativa. Myriam Am-paro Espinosa se desempeñaba como relatora enlas reuniones en La María, un espacio establecidopor el movimiento para el entrenamiento de ac-tivistas, para la negociación de demandas entrela organización, otros movimientos y el estado, ycomo local de reunión en el cual esperaban quepudiera darse un proceso futuro de paz regional.David Gow colaboró con varios cabildos localesen sus planes de desarrollo y organizó talleressobre desarrollo alternativo en las localidades.Tulio Rojas trabajó con el Cric para crear ydiseminar en las comunidades locales un nuevoalfabeto para la lengua nasa. Personalmente,colaboré con el Programa de educación bilingüee intercultural (Pebi) del Cric como instructora enel proyecto de pedagogía comunitaria universi-taria, y trabajé con ellos en la reconstrucción dela historia del Pebi (Bolaños, Ramos, Rappaporty Miñana, 2004), así como organizando talleresde historia en las localidades nasas.

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    (advocacy ). Nuestros intercambios periódicos en las reunionesdel equipo nos brindaron una buena perspectiva para apreciarcómo cada uno de nosotros, desde nuestras diferentes posicionessubjetivas, vivenció este movimiento requerido entre el análisisy la práctica, aun cuando de modos diferentes. Por medio denuestras conversaciones y militancias fuimos capaces de probarlas complejidades del adentro y del afuera para los procesossociales que estábamos estudiando, mientras simultáneamenteaplicábamos estas construcciones en el trabajo de conceptualizarla metodología de nuestro equipo.

    Entre los precursores del trabajo de Luis Guillermo Vasco enGuambía se encuentra La Rosca de Investigación y Acción Social,una red de científicos sociales y periodistas colombianos que abo-gaban por la investigación militante (Bonilla, Castillo, Fals Borda

    y Libreros, 1972). La Rosca propuso abandonar la universidad –oal menos rechazar las metodologías de investigación tradicionalesde la academia– para emplear sus habilidades al servicio de lossectores populares, insertándose ellos mismos como activistas-investigadores en las luchas locales y regionales. Propusieronestablecer prioridades de investigación en conjunción con losmilitantes locales, estudiando la historia de esas organizacionesy devolviendo luego los resultados de sus investigaciones a lascomunidades, algo semejante a lo que propone la antropologíapública en Estados Unidos, aunque el proyecto colombiano esta-bleció lazos profundos con las organizaciones de un modo que laantropología pública no necesariamente logra. En la retrospectivaque le proporcionó su relación colaborativa con los historiadores

    guambianos, Vasco criticó el método de La Rosca señalando quecometieron el error de separar la práctica de campo de la inter-pretación de datos informada teóricamente. Como resultado, losintentos de La Rosca de “devolver” su investigación a las comu-nidades en las que habían trabajado no fueron completamenteexitosos (Vasco Uribe, 2002: 454-457). Es decir, la evaluación deVasco de La Rosca hace eco de la crítica que Brubaker y Cooperhan hecho del estudio académico sobre la identidad, subrayandolas inconsistencias entre la práctica política y el análisis de losmovimientos políticos, esferas que pueden ser unidas mediantela colaboración activista.

    Cooper y Brubaker demandan también de los académicos que

    piensen en la “identificación” como proceso, más que en la “identi-dad” como condición (2000: 17), siendo esta última antitética a las

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    categorías esencialistas que los activistas son forzados a empleary que, guiados por el interés en lo políticamente correcto, losanalistas adoptan con frecuencia. En la medida en que anclamosmás profundamente nuestras apreciaciones de las políticas indí-genas en el Cauca en el transcurso de los cinco años de discusiónsobre lo que constituyó el adentro y el afuera –categorías quellegaron a quedar parcialmente fusionadas a lo largo del tiempo,aun cuando las diferencias entre nosotros nunca se borraronpor completo–, los activistas del equipo así como los analistascomenzamos a comprender que lo que buscábamos era el aden-tro como proceso, en oposición al adentro como condición; enesta discusión nos cuestionamos unos a otros continuamente,tal como lo muestra la descripción de las reuniones de nuestroequipo. Adentro y afuera se convirtieron en algo más que cate-

    gorías: estos términos se transformaron en lentes a través de loscuales las ambivalencias y la fluidez de las políticas del Caucapodrían ser refractadas.

    Titulé este artículo “Más allá de la escritura” con la esperanzade que provocara una discusión realmente necesaria sobre la pre-ocupación contemporánea de la antropología respecto de la etno-grafía en tanto representación escrita y reorientara nuestra atención,en cambio, hacia cómo se puede transformar nuestra práctica decampo. El proceso de co-teorización que viví en Colombia no esalgo que pueda ser adoptado por todos los antropólogos. De hecho,fue producto de una convergencia afortunada de intereses entredos intelectuales indígenas muy sofisticados con un grupo deantropólogos predispuestos que ya tenían gran experiencia en la

    región16. Dicho proceso involucróun compromiso de largo plazoque no todos los antropólogospueden hacer. Sin embargo, lofructífero de nuestra participa-ción en una conversación etno-

    gráfica extensa apunta a la importancia de repensar el trabajo decampo, de concebir nuevamente cómo pensamos por medio de laetnografía y cómo la compartimos con otros mediante una forma deantropología pública más expansiva.

    16. Este proceso fue posible también gracias alhecho de que trabajé durante tres décadas en laregión, publiqué muchos artículos en castellanoy obtuve, en consecuencia, reconocimientocomo académica por parte de los activistasindígenas.

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    AGRADECIMIENTOS

    LA INVESTIGACIÓN DE LA CUAL SURGE ESTE ARTÍCULO FUE LLEVADA A CABO CON organizaciones indígenas del sur de Colombia entre 1996 y 2002,gracias al apoyo de la Escuela de Estudios Graduados de la Uni-

    versidad de Georgetown (Graduate School of Georgetown Univer-sity), del Instituto Colombiano de Antropología –premio otorgadopor Colciencias– y de la beca para la colaboración internacionalde la Fundación para la Investigación Antropológica Wenner-Gren(Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research). Mesiento particularmente agradecida con los dos equipos interétni-cos que trabajan en colaboración con los cuales trabajé duranteeste periodo, en reuniones que sirvieron como espacio para quelos investigadores indígenas y no indígenas pudieran vincularse

    mediante el co-análisis. Estoy en deuda también con innumera-bles investigadores colombianos –no todos antropólogos–, cuyapráctica etnográfica me ha servido como modelo, especialmentecon Orlando Fals Borda, Pilar Riaño Alcalá y Luis Guillermo Vasco,así como con los antropólogos estadounidenses Denise Brennan,Les Field y Charles Hale; Gelya y Charlie hicieron comentariosagudos a distintos borradores de este artículo. Otras versiones deeste ensayo fueron presentadas en Georgetown University, HarvardUniversity y en la Universidad Nacional de Colombia; agradezcoa los estudiantes de esas instituciones por sus comentarios entu-siastas y perspicaces. Aunque sólo los he conocido por medio delas páginas de sus publicaciones, el trabajo de Luke Eric Lassiter

    y de Elaine Lawless me ha incitado a profundizar mi apreciaciónacerca de lo que constituye la investigación en colaboración. Miprofundo agradecimiento a Mariela Rodríguez, por su traducciónde este artículo y por las enriquecedoras conversaciones quehemos tenido en los últimos años.

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