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… Sobre todo comparada con la marcha de ayer C UANDO veo a multitudes buscando el po- der en la calle tiendo a sentir más miedo que emoción. Me vienen a la cabeza aque- llas marchas élficas en Berlín, que filmaba Leni Riefenstahl con magia turbia. O su parodia bufa, los desfiles eléctricos, de tebeo de Tintín, del rechoncho tirano Kim Jong-un. El Querido Líder sería una coña en su altiva ridiculez, de no ser por las hambrunas que provoca esa «broma infinita», que diría el genio suicida Foster Wallace. Me acuer- do también, claro, de algunos de los regímenes con los que colaboran nuestros lozanos revoluciona- rios (con consultorías cobradas a doblón y evasión fiscal a modo de rúbrica). Plazas llenas para acla- mar a los sátrapas teocráticos de Irán, que a veces intimidan a su pueblo ahorcando a los disidentes con el gancho de una grúa de obra. Evoco, cómo no, las olas de fervor chavista en Caracas, las mul- titudes oficialistas llorando en las calles, dopadas por el culto al líder. Me acuerdo de los estudiantes venezolanos torturados en neveras por la dictadu- ra de Maduro, un régimen adulado con baboseo por nuestros profesores anticasta en las televisio- nes del régimen bolivariano. Veo la manifestación de ayer por las calles de Madrid y pienso, no sin cierto asombro, que cada vez me gusta más la casta, el sistema político de- mocrático que con tanta lucidez y generosidad lo- gró instaurar la generación de mis padres y abue- los. Me gusta cómo pasaron página a una dictadu- ra interminable sin pegar un solo tiro, o cómo escribieron una Constitución que está intelectual- mente a la altura de las mejores de Occidente. Me agrada que González construyese nuestro sistema del bienestar y que luego sus sucesores conserva- dores lo aceptasen y lo hiciesen viable. Me recon- forta ver que la justicia de la casta es implacable, y ha pillado al cuñado del Rey, a exministros, a toda la crema financiera que se enseñoreó de unas ca- jas que creían suyas, a los rufianes que robaban los ERE de los parados, al sinvergüenza que jugó a ha- cer a Cataluña independiente para tapar su latro- cinio. Me llena de confianza ver que la casta es tan abierta que una presentadora de televisión puede llegar a Reina, que un dependiente adolescente, hijo de un ferroviario, ha construido en una esqui- na de España el mayor imperio textil del mundo; que un agricultor charro sin letras, que emigró a los 19 a Suiza, ha podido levantar una compañía aérea que va por 50 aviones. Me congratulo de po- der trabajar de periodista en un país sin cortapi- sas para la opinión y la crítica, donde un periódi- co como este puede destapar que el narcotráfico anida en la cúpula del régimen venezolano, donde se han aireado con detalle las miserias del PP con su tesorero o la hipocresía económica de los res- ponsables de Podemos. La casta no es perfecta, porque es humana, y ex- cepto Iglesias, Monedero, Artur Mas, Marie Le Pen y un par de elegidos más, todo lo humano es fali- ble. Pero mal que bien, nuestra casta consagra la seguridad jurídica, las libertades y la asistencia so- cial de un Estado compasivo. Por todo eso, desfi- les dogmáticos como el de ayer solo me reafirman en el enorme valor cívico de la terrible casta. LUIS VENTOSO ME GUSTA LA CASTA A pesar de su edad, Juan Carlos Monedero es a la izquierda lo que el «Pequeño Nicolás» a la derecha N O dejará nunca de producirme perplejidad la forma en que la extrema izquierda uni- versitaria defiende la universidad pública. Véase cómo lo hace Juan Carlos Monede- ro, a preguntas de John Carlin («El País», jueves 29 de enero). Según el tercer hombre de Podemos, nues- tra universidad «es endogámica, no tolera la deso- bediencia. Dime cinco grandes obras de la universi- dad española de los últimos veinte años. No hay». Carlin insiste: «¿Quiere decir que la universidad tam- bién es casta?», y responde Monedero: «Totalmen- te. El que lleva el maletín al catedrático es el que as- ciende. No es ninguna metáfora». Lo del maletín, puedo jurarlo, se había acabado antes de que yo empezara a estudiar en la universi- dad, y le saco una década a Monedero. Las broncas de la segunda mitad de los sesenta bajaron los hu- mos de los catedráticos más despóticos, que, al me- nos en público, se cuidaron mucho de cargar a los ayudantes con sus alforjas. O sea que, o es una me- táfora, o Monedero deberá aportar ejemplos que de- muestren que no lo es, porque el peso de la prueba recae en quien acusa. Yo creo que no puede darlos y que, por tanto, miente. Pero si tuviera razón, si la universidad pública española fuera, como él y bue- na parte de sus enemigos neoliberales afirman, una universidad «muy franquista en su forma de ser», donde campa una casta endogámica que no produ- ce nada que justifique el gasto público que se hace en ella, pues la cerramos y todos a la calle, pero em- pezando por donde se debe empezar, por Errejón el Ausente. Y siguiendo después por Monedero, «Pequeño Nicolás» bolivariano que maquilla su currículo y se monta un prestigio académico vicario a base de sel- fies con Offe, con Hirschmann o con Habermas, que parecen haberlo tratado tanto como el Rey a Fran Gómez Iglesias. Que venga a hablarnos de endoga- mia esta banda de desertores de la tiza, organizada en su origen para cubrirse mutuamente los esca- queos y los saqueos, resulta franquistamente sar- cástico. Si alguien apunta maneras de catedrático con lameculos incorporado, ese es Monedero. Se le ve venir. Y que conste que lo advertí cuando la muta de titulares y penenes de un par de departamentos de Somosaguas y la UNED saltó a la fama aterran- do a lo que queda de la burguesía asalariada: calma, dije, porque esto no es más que una fronda para al- canzar las cátedras empujando a lo bestia, como hi- cieron los hoy catedráticos batasunos que nos echa- ron de la Universidad del País Vasco a los catedrá- ticos españolazos, a base de movilizar contra nosotros a la kaleborroka de los campus y de pedir a ETA que nos jubilase fulminantemente. Américo Castro sostuvo que la España del Anti- guo Régimen era un país de castas, que no de clases, donde la que marcaba tendencia, la de los cristia- nos viejos, jorobaba sistemáticamente a la de los nuevos, es decir, a los que tenían judíos y moros en su pedigrí. Y añadía que quienes no pertenecían a la casta dominante se pasaban la vida tratando de infiltrarse en sus filas, ocultando ancestros, falsifi- cando genealogías, cambiando de ciudad y de nom- bre o comprando ejecutorias. Pero había un modo más rápido de conseguirlo: convirtiéndose en mal- sines o delatores de la Santa Inquisición, y a ser po- sible, en inquisidores ellos mismos. Las universida- des, que en principio no admitían a cristianos nue- vos, servían, sobre todo, para formar a estos feroces guardianes de la ortodoxia. Muchos aspirantes a tal condición se inventaron limpiezas de sangre y mé- ritos castizos, como estos tunantes de Ciencias Po- líticas (curioso oxímoron) que pretenden conven- cer no sé a quién de que los catedráticos fachas lle- vamos todavía (o nos lo llevan) maletín a clase. PROVERBIOS MORALES JON JUARISTI TREPAS PUEBLA VIDAS EJEMPLARES 14 OPINIÓN abc.es/opinion DOMINGO, 1 DE FEBRERO DE 2015 ABC ABC (Madrid) - 01/02/2015, Página 14 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.

Jon Juaristi Trepas

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Articulo Jon Juaristi Año 2015

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Page 1: Jon Juaristi Trepas

… Sobre todo comparada con la marcha de ayer

CUANDO veo a multitudes buscando el po-der en la calle tiendo a sentir más miedo que emoción. Me vienen a la cabeza aque-llas marchas élficas en Berlín, que filmaba

Leni Riefenstahl con magia turbia. O su parodia bufa, los desfiles eléctricos, de tebeo de Tintín, del rechoncho tirano Kim Jong-un. El Querido Líder sería una coña en su altiva ridiculez, de no ser por las hambrunas que provoca esa «broma infinita», que diría el genio suicida Foster Wallace. Me acuer-do también, claro, de algunos de los regímenes con los que colaboran nuestros lozanos revoluciona-rios (con consultorías cobradas a doblón y evasión fiscal a modo de rúbrica). Plazas llenas para acla-mar a los sátrapas teocráticos de Irán, que a veces intimidan a su pueblo ahorcando a los disidentes con el gancho de una grúa de obra. Evoco, cómo no, las olas de fervor chavista en Caracas, las mul-titudes oficialistas llorando en las calles, dopadas por el culto al líder. Me acuerdo de los estudiantes venezolanos torturados en neveras por la dictadu-ra de Maduro, un régimen adulado con baboseo por nuestros profesores anticasta en las televisio-nes del régimen bolivariano.

Veo la manifestación de ayer por las calles de Madrid y pienso, no sin cierto asombro, que cada vez me gusta más la casta, el sistema político de-mocrático que con tanta lucidez y generosidad lo-gró instaurar la generación de mis padres y abue-los. Me gusta cómo pasaron página a una dictadu-ra interminable sin pegar un solo tiro, o cómo escribieron una Constitución que está intelectual-mente a la altura de las mejores de Occidente. Me agrada que González construyese nuestro sistema del bienestar y que luego sus sucesores conserva-dores lo aceptasen y lo hiciesen viable. Me recon-forta ver que la justicia de la casta es implacable, y ha pillado al cuñado del Rey, a exministros, a toda la crema financiera que se enseñoreó de unas ca-jas que creían suyas, a los rufianes que robaban los ERE de los parados, al sinvergüenza que jugó a ha-cer a Cataluña independiente para tapar su latro-cinio. Me llena de confianza ver que la casta es tan abierta que una presentadora de televisión puede llegar a Reina, que un dependiente adolescente, hijo de un ferroviario, ha construido en una esqui-na de España el mayor imperio textil del mundo; que un agricultor charro sin letras, que emigró a los 19 a Suiza, ha podido levantar una compañía aérea que va por 50 aviones. Me congratulo de po-der trabajar de periodista en un país sin cortapi-sas para la opinión y la crítica, donde un periódi-co como este puede destapar que el narcotráfico anida en la cúpula del régimen venezolano, donde se han aireado con detalle las miserias del PP con su tesorero o la hipocresía económica de los res-ponsables de Podemos.

La casta no es perfecta, porque es humana, y ex-cepto Iglesias, Monedero, Artur Mas, Marie Le Pen y un par de elegidos más, todo lo humano es fali-ble. Pero mal que bien, nuestra casta consagra la seguridad jurídica, las libertades y la asistencia so-cial de un Estado compasivo. Por todo eso, desfi-les dogmáticos como el de ayer solo me reafirman en el enorme valor cívico de la terrible casta.

LUIS VENTOSO

ME GUSTA LA CASTA

A pesar de su edad, Juan Carlos Monedero es a la izquierda lo

que el «Pequeño Nicolás» a la derecha

NO dejará nunca de producirme perplejidad la forma en que la extrema izquierda uni-versitaria defiende la universidad pública. Véase cómo lo hace Juan Carlos Monede-

ro, a preguntas de John Carlin («El País», jueves 29 de enero). Según el tercer hombre de Podemos, nues-tra universidad «es endogámica, no tolera la deso-bediencia. Dime cinco grandes obras de la universi-dad española de los últimos veinte años. No hay». Carlin insiste: «¿Quiere decir que la universidad tam-bién es casta?», y responde Monedero: «Totalmen-te. El que lleva el maletín al catedrático es el que as-ciende. No es ninguna metáfora».

Lo del maletín, puedo jurarlo, se había acabado antes de que yo empezara a estudiar en la universi-dad, y le saco una década a Monedero. Las broncas de la segunda mitad de los sesenta bajaron los hu-mos de los catedráticos más despóticos, que, al me-nos en público, se cuidaron mucho de cargar a los ayudantes con sus alforjas. O sea que, o es una me-táfora, o Monedero deberá aportar ejemplos que de-muestren que no lo es, porque el peso de la prueba recae en quien acusa. Yo creo que no puede darlos y que, por tanto, miente. Pero si tuviera razón, si la universidad pública española fuera, como él y bue-na parte de sus enemigos neoliberales afirman, una universidad «muy franquista en su forma de ser», donde campa una casta endogámica que no produ-ce nada que justifique el gasto público que se hace

en ella, pues la cerramos y todos a la calle, pero em-pezando por donde se debe empezar, por Errejón el Ausente.

Y siguiendo después por Monedero, «Pequeño Nicolás» bolivariano que maquilla su currículo y se monta un prestigio académico vicario a base de sel-fies con Offe, con Hirschmann o con Habermas, que parecen haberlo tratado tanto como el Rey a Fran Gómez Iglesias. Que venga a hablarnos de endoga-mia esta banda de desertores de la tiza, organizada en su origen para cubrirse mutuamente los esca-queos y los saqueos, resulta franquistamente sar-cástico. Si alguien apunta maneras de catedrático con lameculos incorporado, ese es Monedero. Se le ve venir. Y que conste que lo advertí cuando la muta de titulares y penenes de un par de departamentos de Somosaguas y la UNED saltó a la fama aterran-do a lo que queda de la burguesía asalariada: calma, dije, porque esto no es más que una fronda para al-canzar las cátedras empujando a lo bestia, como hi-cieron los hoy catedráticos batasunos que nos echa-ron de la Universidad del País Vasco a los catedrá-ticos españolazos, a base de movilizar contra nosotros a la kaleborroka de los campus y de pedir a ETA que nos jubilase fulminantemente.

Américo Castro sostuvo que la España del Anti-guo Régimen era un país de castas, que no de clases, donde la que marcaba tendencia, la de los cristia-nos viejos, jorobaba sistemáticamente a la de los nuevos, es decir, a los que tenían judíos y moros en su pedigrí. Y añadía que quienes no pertenecían a la casta dominante se pasaban la vida tratando de infiltrarse en sus filas, ocultando ancestros, falsifi-cando genealogías, cambiando de ciudad y de nom-bre o comprando ejecutorias. Pero había un modo más rápido de conseguirlo: convirtiéndose en mal-sines o delatores de la Santa Inquisición, y a ser po-sible, en inquisidores ellos mismos. Las universida-des, que en principio no admitían a cristianos nue-vos, servían, sobre todo, para formar a estos feroces guardianes de la ortodoxia. Muchos aspirantes a tal condición se inventaron limpiezas de sangre y mé-ritos castizos, como estos tunantes de Ciencias Po-líticas (curioso oxímoron) que pretenden conven-cer no sé a quién de que los catedráticos fachas lle-vamos todavía (o nos lo llevan) maletín a clase.

PROVERBIOS MORALES

JON JUARISTI

TREPAS

PUEBLAVIDAS EJEMPLARES

14 OPINIÓN abc.es/opinion DOMINGO, 1 DE FEBRERO DE 2015 ABC

ABC (Madrid) - 01/02/2015, Página 14Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de loscontenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposicióncomo resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de losproductos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.