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Jordania

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La información más exhaustiva y actualizada sobre Jordania. La guía se distribuye en tres secciones. Los siete primeros capítulos, dedicados a los Lugares de interés, forman un bloque de siete itinerarios a lo largo del país, a través de los cuales el lector hallará una información detallada sobre las distintas regiones, ciudades y sus alrededores, proporcionando un buen número de alternativas a la hora de visitar los lugares que reúnen los mayores atractivos. La segunda sección, titulada A vista de pájaro, consiste en una introducción general donde se proporcionan las coordenadas históricas, geográficas y económicas del país, haciendo especial hincapié en su situación actual y en aspectos culturales, como su arquitectura, el arte y la artesanía, la literatura, la religión, el idioma o las fiestas. Finalmente, el apartado de Informaciones prácticas ofrece abundante información sobre diversos temas como documentación necesaria, medios de transporte para desplazarse por el país.

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Jordania

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Historia

AMMAN★

“Ciudad Blanca” es el nombre con que se conoce a Amman, la dinámica capital de Jordania, una ciudad que acoge a casi dos millones de habitantes (un tercio de la población de todo el reino). Amman tiene dos rostros: uno tradicional, en torno al núcleo antiguo surgido a los pies de la Ciudadela y a las ruinas romanas; y otro moderno, constituido por edificios comerciales, bancos, restaurantes de moda, villas hollywoodienses y hoteles de lujo. Ambos rostros representan el alma del país, forjada a un tiempo sobre sólidas raíces y un ritmo más acorde con los tiempos. ¿Y por qué Ciudad Blanca? Edificios comerciales y casas están edificados con piedra blanca procedente de las canteras locales, lo que contribuye a dar una idea de orden y pulcritud que se refleja hasta en las minúsculas callejas del casco histórico, a las que dan los puestos del zoco. Amman es una ciudad agradable de visitar, aunque no tenga grandes monumentos, abierta a un mundo occidental donde encuentra muchas de las respuestas a sus propias exigencias.

Con la llegada de los abasíes se trasladó la capital del imperio de Damasco a Bag-dad, lo que llevó a Amman a un lento de-clive, hasta quedar completamente aban-donada en el siglo xiii. La región estuvo deshabitada hasta la llegada en 1880 de los circasianos, pueblo caucásico de reli-gión musulmana expulsado de Rusia en 1864-1865, asentado en Amman bajo los otomanos. El renacimiento de la antigua “Rabbath Ammon” se decidió en 1921, cuando el entonces ministro para las colo-nias, Winston Churchill, y Abdullah bin al-Hussein proyectaban la creación de un Es-tado nacional árabe con capital en Amman.

❙ VISITAEl mejor modo de conocer la ciudad es co-menzar la visita en el lugar de su funda-ción, la Ciudadela, adonde se llega cómo-damente en taxi. Allí, un lugar lleno de ves-tigios de las edades de Bronce y del Hierro, se encuentra el templo de Hércules, edifi-cado en honor al emperador Marco Aure-lio. Después de contemplar una vista pano-rámica de la ciudad baja y el teatro romano, la colina de Ashrafiyah con la mezquita de Abu Darwish y la de Raghadan con la re-sidencia real, se sigue la visita a la Ciuda-dela al otro lado de la carretera, donde se conservan las ruinas de una iglesia bizan-tina. Siguiendo por la colina se llega a al-Qasr, palacio omeya, que tenía funciones administrativas. En las inmediaciones de

la entrada, a la derecha, hay una amplia cis-terna. Volviendo a la calle, hacia el templo de Hércules, está el Museo Arqueológico, con una muestra interesante de hallazgos de diversas épocas históricas.

Una vez terminada la visita se puede se-guir hacia la ciudad baja [pág. 22], casco antiguo de la “Philadelphia” romana. Des-taca por su belleza el teatro, sede de dos museos: el Museo del Folclore y el Mu-seo de las Tradiciones Populares. Cerca, en la misma plaza que antaño acogiera el foro, se encuentra el Odeón, utilizado so-bre todo para eventos musicales. A la dere-cha del teatro se halla el ninfeo, oculto por edificios modernos. Poco después, la mez-quita al-Hussein, cerrada a los turistas.

En esta zona comercial palpita el co-razón árabe de Amman, con comercios de todo género, entre puestos de verdura y los escaparates del zoco del oro.

La ciudad moderna [pág. 24], aunque de carácter más anónimo, resulta un lugar agradable para pasear. Es una sucesión de edificios blancos a lo largo de las avenidas de circunvalación comunicadas por túne-les subterráneos y puentes futuristas. No faltan recuerdos del pasado, como la to-rre amonita junto a la sede del Departa-mento de la Antigüedad de Jordania (en-tre los Círculos III y el IV).

Por lo demás, lo que destaca en la ciu-dad moderna es su vida cultural y su di-namismo comercial, más que sus valo-

Mezquita de al-Malik Abdullah.

Desde lo alto de la Ciudadela se observa una visión de conjunto, como un nacimiento hecho de innumerables casas colgadas en las colinas. Colinas que originalmente eran siete y hoy son veintidós y que dan testimo-nio de la transformación de Amman desde lo que fue un pequeño pueblo a un foro de nivel inter na cional en la actualidad.

El proceso de transformación comenzó en 1922, cuando el rey Abdullah I trasladó el gobierno a Amman, impulsando así un crecimiento sostenido, basado tanto en la expansión comercial de las inversiones extranjeras como en la emigración for-zosa desde las zonas ocupadas por Israel. Esta expansión tuvo como consecuencia la creación de grandes zonas residencia-les modernas, caracterizadas por amplias calles flanqueadas por centros comercia-les, bancos y hoteles. En los barrios del centro tienen su sede las oficinas y emba-jadas, mientras que el casco histórico ha conservado su tradicional carácter árabe.

HistoriaFue una región habitada durante el Pa-leo lí tico (el primer asentamiento se re-monta a 15.000-10.000 a.C.), el Neolítico y el Calco lítico, pero fue en el Bronce antiguo cuando se funda el primer asentamiento, como prueban documentos encontrados en la acrópolis de la Ciudadela. Fue aquí donde surgió la “Rabbath Ammon” bíblica, la gran ciudad de los amonitas, cuyos fun-dadores, según el Génesis, fueron Lot y su hija menor. Los amonitas, asentados du-rante el éxodo de los judíos a Palestina, al norte de la actual Wadi Zarka, se enfrenta-ron reiteradamente con los israelitas. Estos conquistaron “Rabat Ammon”, pero en el

siglo ix a.C. los amonitas la vol vieron a con-quistar. La expansión de los asirios hacia el valle del Nilo fue una nueva amena za para el pueblo amonita, que en el 733 a.C. tuvo que plegarse a la tutela de un go ber nador. Después de los asirios vendrían los medos y los babilonios, quienes en tiempos de Nabu-codonosor pusieron fin al reino de Ammon.

El área comprendida entre Amman y el Jordán estuvo dominada hacia mediados del siglo v a.C. por Tobías el Amonita, de la familia de los Tobiades, que gobernó en el siglo iii a.C. bajo el poder de la dinastía pto-lemaica de Egipto. Fue Ptolomeo Filadelfo (285-246 a.C.) quien reconstruyó la ciudad y le dio el nombre de “Philadelphia”. Con la llegada de los romanos (63 a.C.), “Philadel-phia” entró a formar parte de la Decápolis y en 30 a.C. quedó bajo el control de Hero-des el Grande. La anexión del reino de los nabateos por parte del emperador Trajano (106 d.C.) y la construcción por voluntad del mismo de la “Via Nova Traiana” (111-114 d.C.), transformaron la ciudad en una próspera localidad en la ruta de las carava-nas que la administración romana embelle-ció con numerosos monumentos.

Así empezó la edad de oro de la ciudad, que en época bizantina, al parecer, for-maba parte de los dominios de los gasá-nidas, una tribu árabe cristiana aliada de los bizantinos en la guerra contra los per-sas. En el año 638, los árabes, al mando de Yazid bin Abi Sufyan, se apoderaron de Amman, incorporada posteriormente al imperio omeya con el nombre de “Am-mon”. Convertida en capital de la provin-cia de al-Balqa, se embelleció con el pa-lacio del gobernador, cuyos restos se con-servan en la Ciudadela.

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Historia

AMMAN★

“Ciudad Blanca” es el nombre con que se conoce a Amman, la dinámica capital de Jordania, una ciudad que acoge a casi dos millones de habitantes (un tercio de la población de todo el reino). Amman tiene dos rostros: uno tradicional, en torno al núcleo antiguo surgido a los pies de la Ciudadela y a las ruinas romanas; y otro moderno, constituido por edificios comerciales, bancos, restaurantes de moda, villas hollywoodienses y hoteles de lujo. Ambos rostros representan el alma del país, forjada a un tiempo sobre sólidas raíces y un ritmo más acorde con los tiempos. ¿Y por qué Ciudad Blanca? Edificios comerciales y casas están edificados con piedra blanca procedente de las canteras locales, lo que contribuye a dar una idea de orden y pulcritud que se refleja hasta en las minúsculas callejas del casco histórico, a las que dan los puestos del zoco. Amman es una ciudad agradable de visitar, aunque no tenga grandes monumentos, abierta a un mundo occidental donde encuentra muchas de las respuestas a sus propias exigencias.

Con la llegada de los abasíes se trasladó la capital del imperio de Damasco a Bag-dad, lo que llevó a Amman a un lento de-clive, hasta quedar completamente aban-donada en el siglo xiii. La región estuvo deshabitada hasta la llegada en 1880 de los circasianos, pueblo caucásico de reli-gión musulmana expulsado de Rusia en 1864-1865, asentado en Amman bajo los otomanos. El renacimiento de la antigua “Rabbath Ammon” se decidió en 1921, cuando el entonces ministro para las colo-nias, Winston Churchill, y Abdullah bin al-Hussein proyectaban la creación de un Es-tado nacional árabe con capital en Amman.

❙ VISITAEl mejor modo de conocer la ciudad es co-menzar la visita en el lugar de su funda-ción, la Ciudadela, adonde se llega cómo-damente en taxi. Allí, un lugar lleno de ves-tigios de las edades de Bronce y del Hierro, se encuentra el templo de Hércules, edifi-cado en honor al emperador Marco Aure-lio. Después de contemplar una vista pano-rámica de la ciudad baja y el teatro romano, la colina de Ashrafiyah con la mezquita de Abu Darwish y la de Raghadan con la re-sidencia real, se sigue la visita a la Ciuda-dela al otro lado de la carretera, donde se conservan las ruinas de una iglesia bizan-tina. Siguiendo por la colina se llega a al-Qasr, palacio omeya, que tenía funciones administrativas. En las inmediaciones de

la entrada, a la derecha, hay una amplia cis-terna. Volviendo a la calle, hacia el templo de Hércules, está el Museo Arqueológico, con una muestra interesante de hallazgos de diversas épocas históricas.

Una vez terminada la visita se puede se-guir hacia la ciudad baja [pág. 22], casco antiguo de la “Philadelphia” romana. Des-taca por su belleza el teatro, sede de dos museos: el Museo del Folclore y el Mu-seo de las Tradiciones Populares. Cerca, en la misma plaza que antaño acogiera el foro, se encuentra el Odeón, utilizado so-bre todo para eventos musicales. A la dere-cha del teatro se halla el ninfeo, oculto por edificios modernos. Poco después, la mez-quita al-Hussein, cerrada a los turistas.

En esta zona comercial palpita el co-razón árabe de Amman, con comercios de todo género, entre puestos de verdura y los escaparates del zoco del oro.

La ciudad moderna [pág. 24], aunque de carácter más anónimo, resulta un lugar agradable para pasear. Es una sucesión de edificios blancos a lo largo de las avenidas de circunvalación comunicadas por túne-les subterráneos y puentes futuristas. No faltan recuerdos del pasado, como la to-rre amonita junto a la sede del Departa-mento de la Antigüedad de Jordania (en-tre los Círculos III y el IV).

Por lo demás, lo que destaca en la ciu-dad moderna es su vida cultural y su di-namismo comercial, más que sus valo-

Mezquita de al-Malik Abdullah.

Desde lo alto de la Ciudadela se observa una visión de conjunto, como un nacimiento hecho de innumerables casas colgadas en las colinas. Colinas que originalmente eran siete y hoy son veintidós y que dan testimo-nio de la transformación de Amman desde lo que fue un pequeño pueblo a un foro de nivel inter na cional en la actualidad.

El proceso de transformación comenzó en 1922, cuando el rey Abdullah I trasladó el gobierno a Amman, impulsando así un crecimiento sostenido, basado tanto en la expansión comercial de las inversiones extranjeras como en la emigración for-zosa desde las zonas ocupadas por Israel. Esta expansión tuvo como consecuencia la creación de grandes zonas residencia-les modernas, caracterizadas por amplias calles flanqueadas por centros comercia-les, bancos y hoteles. En los barrios del centro tienen su sede las oficinas y emba-jadas, mientras que el casco histórico ha conservado su tradicional carácter árabe.

HistoriaFue una región habitada durante el Pa-leo lí tico (el primer asentamiento se re-monta a 15.000-10.000 a.C.), el Neolítico y el Calco lítico, pero fue en el Bronce antiguo cuando se funda el primer asentamiento, como prueban documentos encontrados en la acrópolis de la Ciudadela. Fue aquí donde surgió la “Rabbath Ammon” bíblica, la gran ciudad de los amonitas, cuyos fun-dadores, según el Génesis, fueron Lot y su hija menor. Los amonitas, asentados du-rante el éxodo de los judíos a Palestina, al norte de la actual Wadi Zarka, se enfrenta-ron reiteradamente con los israelitas. Estos conquistaron “Rabat Ammon”, pero en el

siglo ix a.C. los amonitas la vol vieron a con-quistar. La expansión de los asirios hacia el valle del Nilo fue una nueva amena za para el pueblo amonita, que en el 733 a.C. tuvo que plegarse a la tutela de un go ber nador. Después de los asirios vendrían los medos y los babilonios, quienes en tiempos de Nabu-codonosor pusieron fin al reino de Ammon.

El área comprendida entre Amman y el Jordán estuvo dominada hacia mediados del siglo v a.C. por Tobías el Amonita, de la familia de los Tobiades, que gobernó en el siglo iii a.C. bajo el poder de la dinastía pto-lemaica de Egipto. Fue Ptolomeo Filadelfo (285-246 a.C.) quien reconstruyó la ciudad y le dio el nombre de “Philadelphia”. Con la llegada de los romanos (63 a.C.), “Philadel-phia” entró a formar parte de la Decápolis y en 30 a.C. quedó bajo el control de Hero-des el Grande. La anexión del reino de los nabateos por parte del emperador Trajano (106 d.C.) y la construcción por voluntad del mismo de la “Via Nova Traiana” (111-114 d.C.), transformaron la ciudad en una próspera localidad en la ruta de las carava-nas que la administración romana embelle-ció con numerosos monumentos.

Así empezó la edad de oro de la ciudad, que en época bizantina, al parecer, for-maba parte de los dominios de los gasá-nidas, una tribu árabe cristiana aliada de los bizantinos en la guerra contra los per-sas. En el año 638, los árabes, al mando de Yazid bin Abi Sufyan, se apoderaron de Amman, incorporada posteriormente al imperio omeya con el nombre de “Am-mon”. Convertida en capital de la provin-cia de al-Balqa, se embelleció con el pa-lacio del gobernador, cuyos restos se con-servan en la Ciudadela.

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La CiudadeLaamman

Ruinas del templo de Hércules en la Ciudadela

A la izquierda de la carretera que con-duce al Museo Arqueológico surgen de im-proviso los restos de las columnas del tem-plo de Hércules (D5), construido en honor al emperador Marco Aurelio (161-180 d.C.) sobre un santuario anterior dedicado a Me-lkom, divinidad amonita. En el templo, te-trástilo (con cuatro columnas en el frente), se conservaba una estatua de mármol dedi-cada a Hércules, una escultura monumen-tal de 9 m de alto. Un témenos rectangular unía el lado oeste del templo al foro y otros lugares de la ciudad baja, a los pies de la acrópolis, a la que se bajaba por una esca-linata monumental; no quedan restos de ella, aunque se sabe que partía de los pro-pileos al norte del cardo máximo y termi-naba en la muralla de la acrópolis.

En las inmediaciones del templo se pue-den ver las ruinas de una torre de las for-tificaciones de época islámica, construi da con material de deshecho del templo.

Desde la terraza panorámica próxima a las ruinas del templo hay una vista ad-mirable del casco antiguo de la ciudad, con el teatro romano, el odeón, la plaza de los Hachemíes y la del foro antiguo.

De frente, en la colina de al-Ashrafiyah, destaca el bello edificio de la mezquita de Abu Darwish, edificada en blanco y negro. Una colina al este de la ciudadela acoge el palacio de Raghadan (D6), an-ti gua residencia real rodeada de un gran par que, con el palacio Basman en su in-te rior. Alberga la tumba del rey Abdu llah I, fundador del reino de T r an sjor dania.

Al otro lado de la carretera (a la dere-cha yendo desde la ciudad) se ven las rui-nas de una iglesia bizantina (D5) del si-glo vi. Se distingue el ábside y columnas de magníficos capiteles corintios. Más al este, en una terraza inferior, se han descu-bierto restos de la Edad del Hierro, entre ellos las cuatro cabezas bifrontes del siglo vii conservadas en el Museo Arqueológico. En la misma colina se conservan ruinas de época romana y helenística, mientras que más abajo, en la ladera meridional de la acrópolis, se halla la tumba de Ammina-dab, ministro del rey “Rabbath Amon” (si-glo vii a.C.), excavada en la roca.

Pasada la iglesia bizantina, el camino lleva a al-Qasr★ (D5), actualmente remo-delado, y a la derecha se puede ver una

res arqueológicos. No obstante, merece la pena la visita a la mezquita de al-Ma-lik Abdullah, concluida en 1990 y situada en el barrio de Jabal al-Waybdah. El con-junto acoge también un Museo Islámico.

Por otra parte, la Sport City, espacio multifuncional inaugurado en 1971, y el Royal Cultural Centre, están pensados para realizar en ellos numerosas activi-dades deportivas y culturales. Otra visita interesante es la colección de hallazgos prehistóricos del Museo Arqueológico de la Universidad de Jordania, que también acoge el Museo Nacional Antropológico del Folclore.

LA CIUDADELA★

Para visitar el núcleo originario de la ca-pital es recomendable coger un taxi. Al final de la visita se deja el área arqueoló-gica peatonal para volver a la zona abierta al tráfico. Se puede tomar otro taxi o se-guir a pie un buen trecho por la carretera hasta la ciudad baja (visita: de 8 h a 19 h, viernes de 10 h a 16 h, en in vierno de 8 h a 16 h).

Desde lo alto del gebel al-Qalah (nom-bre de la Ciudadela en árabe) se divisa toda la ciudad. Era la zona de la acrópo-lis, situada en un espolón rocoso que cae a plomo, antaño estaba rodeada de una muralla con torreones de distintas épo-cas históricas. Por la carretera que as-ciende al área arqueológica se ven res-tos de las antiguas murallas (de época romana). Una vez arriba, destacan las ruinas de un templo romano dedicado a Hércules (siglo ii d.C.), una iglesia bi-zantina y un palacio de época omeya. En las áreas norte y este se han descubierto restos de fortificaciones de la Edad del Bronce medio, del Hierro y de la época helenística.

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La CiudadeLaamman

Ruinas del templo de Hércules en la Ciudadela

A la izquierda de la carretera que con-duce al Museo Arqueológico surgen de im-proviso los restos de las columnas del tem-plo de Hércules (D5), construido en honor al emperador Marco Aurelio (161-180 d.C.) sobre un santuario anterior dedicado a Me-lkom, divinidad amonita. En el templo, te-trástilo (con cuatro columnas en el frente), se conservaba una estatua de mármol dedi-cada a Hércules, una escultura monumen-tal de 9 m de alto. Un témenos rectangular unía el lado oeste del templo al foro y otros lugares de la ciudad baja, a los pies de la acrópolis, a la que se bajaba por una esca-linata monumental; no quedan restos de ella, aunque se sabe que partía de los pro-pileos al norte del cardo máximo y termi-naba en la muralla de la acrópolis.

En las inmediaciones del templo se pue-den ver las ruinas de una torre de las for-tificaciones de época islámica, construi da con material de deshecho del templo.

Desde la terraza panorámica próxima a las ruinas del templo hay una vista ad-mirable del casco antiguo de la ciudad, con el teatro romano, el odeón, la plaza de los Hachemíes y la del foro antiguo.

De frente, en la colina de al-Ashrafiyah, destaca el bello edificio de la mezquita de Abu Darwish, edificada en blanco y negro. Una colina al este de la ciudadela acoge el palacio de Raghadan (D6), an-ti gua residencia real rodeada de un gran par que, con el palacio Basman en su in-te rior. Alberga la tumba del rey Abdu llah I, fundador del reino de T r an sjor dania.

Al otro lado de la carretera (a la dere-cha yendo desde la ciudad) se ven las rui-nas de una iglesia bizantina (D5) del si-glo vi. Se distingue el ábside y columnas de magníficos capiteles corintios. Más al este, en una terraza inferior, se han descu-bierto restos de la Edad del Hierro, entre ellos las cuatro cabezas bifrontes del siglo vii conservadas en el Museo Arqueológico. En la misma colina se conservan ruinas de época romana y helenística, mientras que más abajo, en la ladera meridional de la acrópolis, se halla la tumba de Ammina-dab, ministro del rey “Rabbath Amon” (si-glo vii a.C.), excavada en la roca.

Pasada la iglesia bizantina, el camino lleva a al-Qasr★ (D5), actualmente remo-delado, y a la derecha se puede ver una

res arqueológicos. No obstante, merece la pena la visita a la mezquita de al-Ma-lik Abdullah, concluida en 1990 y situada en el barrio de Jabal al-Waybdah. El con-junto acoge también un Museo Islámico.

Por otra parte, la Sport City, espacio multifuncional inaugurado en 1971, y el Royal Cultural Centre, están pensados para realizar en ellos numerosas activi-dades deportivas y culturales. Otra visita interesante es la colección de hallazgos prehistóricos del Museo Arqueológico de la Universidad de Jordania, que también acoge el Museo Nacional Antropológico del Folclore.

LA CIUDADELA★

Para visitar el núcleo originario de la ca-pital es recomendable coger un taxi. Al final de la visita se deja el área arqueoló-gica peatonal para volver a la zona abierta al tráfico. Se puede tomar otro taxi o se-guir a pie un buen trecho por la carretera hasta la ciudad baja (visita: de 8 h a 19 h, viernes de 10 h a 16 h, en in vierno de 8 h a 16 h).

Desde lo alto del gebel al-Qalah (nom-bre de la Ciudadela en árabe) se divisa toda la ciudad. Era la zona de la acrópo-lis, situada en un espolón rocoso que cae a plomo, antaño estaba rodeada de una muralla con torreones de distintas épo-cas históricas. Por la carretera que as-ciende al área arqueológica se ven res-tos de las antiguas murallas (de época romana). Una vez arriba, destacan las ruinas de un templo romano dedicado a Hércules (siglo ii d.C.), una iglesia bi-zantina y un palacio de época omeya. En las áreas norte y este se han descubierto restos de fortificaciones de la Edad del Bronce medio, del Hierro y de la época helenística.

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La CiudadeLaamman

tepasados, basado en la magia y en el uso de talismanes. Es la hipótesis más acreditada sobre la función de las esta-tuillas. En concreto, las acéfalas hacen pensar en un tipo de sepultura familiar, cuyos miembros separaban la cabeza del cuerpo del difunto, que enterraban fuera del pueblo.

La estela de Balwa★, del siglo xii a.C., se encontró en la zona del uadi al-Mawjib. Reproduce las figuras de un rey moabita, Kemosh, divinidad moabita, y la diosa As-tarté con la doble corona del alto y el bajo Egipto, el tocado que recuerda la tiara de Osiris. Está realizada en basalto, es trian-gular y lleva una inscripción.

En el museo también se expone una reproducción de la estela de Mesha (la original está en El Louvre; las otras dos reproducciones en territorio jordano se hallan en los museos de al-Karak y Ma-daba). Narra las gestas del rey moabita Mesha. Se erigió entre los años 830 y 805 a.C. en honor de Kemosh, en el templo

de Warhoh de Dhiban, la capital del reino de Moab. En la inscripción de la estela, el soberano narra la victoria de su ejército sobre Israel, citando una serie de locali-dades, así como el Camino de los Reyes.

Los sarcófagos antropoides (siglo xi a.C.), de factura moabita, están realiza-dos en terracota.

Las cabezas con dos rostros★★, del si-glo vii a.C., fueron descubiertas en la Ciu-dadela de Amman, donde habían hecho funciones de capitel. Tienen ojos de piedra negra y pupilas de marfil; el cuello estaba decorado con collares de perlas.

La estatua de Yerahazar, un rey amo-nita, también fue hallada en la Ciudadela. Se remonta al siglo viii a.C. Está tallada en piedra caliza y lleva una inscripción in-completa en arameo. El rostro del sobe-rano aparece con barba, lleva un tocado rizado de influencia asiria y los ojos an-tes tenían las pupilas de marfil. Viste una refinada túnica de tela y va descalzo, para indicar que se hallaba en lugar sagrado.

gran cisterna circular de época romana que recogía el agua del tejado. Este edificio formaba parte de un conjunto atribuido, según una moneda encontrada, al período omeya tardío (720-750). Construido sobre un témenos romano, el palacio fue utili-zado como residencia del gobernador (o emir), o como sede administrativa, si bien en ambos casos hacía las veces de palacio de gobernación (Dar al-Imarah).

Por el lado sur, se accede a través de una puerta monumental que constituía la entrada principal al conjunto. La puerta daba a un patio, desde el que se accedía al gran vestíbulo (antesala o sala de au-diencias), con planta de cruz griega deli-mitada por un muro cuadrangular de 25 m de lado; el espacio entre los brazos de la cruz albergaba cuatro cámaras. Destacan las bóvedas de cañón, los grandes arcos y las semicúpulas, y en particular la deco-ración del área central, a base de piedra esculpida y pequeños arcos ciegos de ex-quisita ornamentación, sustentados por semicolumnas pareadas.

En el exterior, cerca de la cisterna y de las dependencias destinadas a la vigilan-cia, destaca un gran patio cuadrangular con una avenida que comunica el norte y el sur del conjunto (9,9 m de ancho). Patio y avenida estaban flanqueados por pórti-cos, formados por 13 columnas y 14 arcos cada uno, al otro lado de los cuales se ha-llan tres edificios similares, con patio cen-tral porticado en tres de los lados y diver-sas estancias, en el estilo tradicional de la casa islámica. Como el palacio principal, también estos edificios hacían funciones de residencia y de dependencias de la ad-ministración.

La avenida termina en una de las en-tradas del témenos romano, de donde se baja hacia un se gun do patio situado en el lado norte de la ciudadela. Aquí se alza el “iwan” (atrio rectangular) con bóveda de cañón (y probablemente pavimentado con mosaico), desde el que se accede al “diwan” (sala del trono), de planta de cruz griega. El lado este albergaba diversas de-pendencias, seguramente destinadas a uso administrativo y protocolario.

Volviendo a la calle principal, pasado el templo de Hércules a la derecha se ha-lla el Museo Nacional de Arqueología de Amman, que no hay que confundir con el museo de la Universidad.

Museo Arqueológico★ (D5). Visita pre-vio pago, de 9 h a 19 h, viernes de 10 h a 16 h; en invierno de 8 h a 16 h. La colec-ción, de diversa procedencia, sigue un or-den cronológico. Se presentó un proyecto para una instalación renovada donde se mostrarían solo fondos procedentes de Amman, mientras que el resto de colec-

ciones se ubicarían en un nuevo Museo Arqueológico, pero hoy en día aún no se ha llevado a término este proyecto.

La visita a este museo no requiere mucho tiempo, pero merece la pena, ya que algunas piezas revisten gran inte-rés. Se destaca en particular las esta-tuas antropomorfas de Ayn Ghazal, descubiertas en el lugar del mismo nom-bre, no lejos de Amman. Son estatuillas del Neolítico realizadas en piedra caliza y arcilla, decoradas con betún negro (so-bre todo los ojos), unas bicéfalas y otras acéfalas. Su hallazgo tuvo repercusión internacional. Se descubrieron en el fondo de fosas de un pueblo cuyos ha-bitantes practicaban un culto a los an-

En la colina de al-Ashrafiyah destaca el bello edificio de la mezquita de Abu Darwish.

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La CiudadeLaamman

tepasados, basado en la magia y en el uso de talismanes. Es la hipótesis más acreditada sobre la función de las esta-tuillas. En concreto, las acéfalas hacen pensar en un tipo de sepultura familiar, cuyos miembros separaban la cabeza del cuerpo del difunto, que enterraban fuera del pueblo.

La estela de Balwa★, del siglo xii a.C., se encontró en la zona del uadi al-Mawjib. Reproduce las figuras de un rey moabita, Kemosh, divinidad moabita, y la diosa As-tarté con la doble corona del alto y el bajo Egipto, el tocado que recuerda la tiara de Osiris. Está realizada en basalto, es trian-gular y lleva una inscripción.

En el museo también se expone una reproducción de la estela de Mesha (la original está en El Louvre; las otras dos reproducciones en territorio jordano se hallan en los museos de al-Karak y Ma-daba). Narra las gestas del rey moabita Mesha. Se erigió entre los años 830 y 805 a.C. en honor de Kemosh, en el templo

de Warhoh de Dhiban, la capital del reino de Moab. En la inscripción de la estela, el soberano narra la victoria de su ejército sobre Israel, citando una serie de locali-dades, así como el Camino de los Reyes.

Los sarcófagos antropoides (siglo xi a.C.), de factura moabita, están realiza-dos en terracota.

Las cabezas con dos rostros★★, del si-glo vii a.C., fueron descubiertas en la Ciu-dadela de Amman, donde habían hecho funciones de capitel. Tienen ojos de piedra negra y pupilas de marfil; el cuello estaba decorado con collares de perlas.

La estatua de Yerahazar, un rey amo-nita, también fue hallada en la Ciudadela. Se remonta al siglo viii a.C. Está tallada en piedra caliza y lleva una inscripción in-completa en arameo. El rostro del sobe-rano aparece con barba, lleva un tocado rizado de influencia asiria y los ojos an-tes tenían las pupilas de marfil. Viste una refinada túnica de tela y va descalzo, para indicar que se hallaba en lugar sagrado.

gran cisterna circular de época romana que recogía el agua del tejado. Este edificio formaba parte de un conjunto atribuido, según una moneda encontrada, al período omeya tardío (720-750). Construido sobre un témenos romano, el palacio fue utili-zado como residencia del gobernador (o emir), o como sede administrativa, si bien en ambos casos hacía las veces de palacio de gobernación (Dar al-Imarah).

Por el lado sur, se accede a través de una puerta monumental que constituía la entrada principal al conjunto. La puerta daba a un patio, desde el que se accedía al gran vestíbulo (antesala o sala de au-diencias), con planta de cruz griega deli-mitada por un muro cuadrangular de 25 m de lado; el espacio entre los brazos de la cruz albergaba cuatro cámaras. Destacan las bóvedas de cañón, los grandes arcos y las semicúpulas, y en particular la deco-ración del área central, a base de piedra esculpida y pequeños arcos ciegos de ex-quisita ornamentación, sustentados por semicolumnas pareadas.

En el exterior, cerca de la cisterna y de las dependencias destinadas a la vigilan-cia, destaca un gran patio cuadrangular con una avenida que comunica el norte y el sur del conjunto (9,9 m de ancho). Patio y avenida estaban flanqueados por pórti-cos, formados por 13 columnas y 14 arcos cada uno, al otro lado de los cuales se ha-llan tres edificios similares, con patio cen-tral porticado en tres de los lados y diver-sas estancias, en el estilo tradicional de la casa islámica. Como el palacio principal, también estos edificios hacían funciones de residencia y de dependencias de la ad-ministración.

La avenida termina en una de las en-tradas del témenos romano, de donde se baja hacia un se gun do patio situado en el lado norte de la ciudadela. Aquí se alza el “iwan” (atrio rectangular) con bóveda de cañón (y probablemente pavimentado con mosaico), desde el que se accede al “diwan” (sala del trono), de planta de cruz griega. El lado este albergaba diversas de-pendencias, seguramente destinadas a uso administrativo y protocolario.

Volviendo a la calle principal, pasado el templo de Hércules a la derecha se ha-lla el Museo Nacional de Arqueología de Amman, que no hay que confundir con el museo de la Universidad.

Museo Arqueológico★ (D5). Visita pre-vio pago, de 9 h a 19 h, viernes de 10 h a 16 h; en invierno de 8 h a 16 h. La colec-ción, de diversa procedencia, sigue un or-den cronológico. Se presentó un proyecto para una instalación renovada donde se mostrarían solo fondos procedentes de Amman, mientras que el resto de colec-

ciones se ubicarían en un nuevo Museo Arqueológico, pero hoy en día aún no se ha llevado a término este proyecto.

La visita a este museo no requiere mucho tiempo, pero merece la pena, ya que algunas piezas revisten gran inte-rés. Se destaca en particular las esta-tuas antropomorfas de Ayn Ghazal, descubiertas en el lugar del mismo nom-bre, no lejos de Amman. Son estatuillas del Neolítico realizadas en piedra caliza y arcilla, decoradas con betún negro (so-bre todo los ojos), unas bicéfalas y otras acéfalas. Su hallazgo tuvo repercusión internacional. Se descubrieron en el fondo de fosas de un pueblo cuyos ha-bitantes practicaban un culto a los an-

En la colina de al-Ashrafiyah destaca el bello edificio de la mezquita de Abu Darwish.

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TerriTorio y población

tan muy difíciles. La vertiente occidental está surcada por ríos y torrentes que ba-jan hacia el Jordán. El más importante de todos es el Yarmuk, río que hace fron-tera con Siria, país con el que Jordania mantiene un largo conflicto por el usu-fructo del agua para la agricultura. El va-lle del Jordán (al-Ghawr), junto con el Mar Muerto y el uadi al-Arabah, consti-tuye la cuarta región del país, que ocupa una estrecha franja occidental. Se carac-

teriza por una cierta presencia de agua en el norte y un clima casi tropical que hace posible el cultivo de la caña de azúcar y el plátano. La temperatura es muy ele-vada en verano y templada en invierno, pero se hace más extremada al sur, en el uadi al-Arabah, que antes de verter sus aguas en el golfo de Aqaba atraviesa un paisaje y una zona climática parecida a la del desierto. Esta región es parte del valle del Rift, que se extiende desde el

TERRITORIO Y POBLACIÓN

El “monasterio” de Ad-Deir

Territorio y poblaciónTiene corazón de árabe y cerebro de in-glés. Es lo que decían del artífice de la nueva Jordania, el padre de la patria que ha transformado un territorio de piedras y arena en un país bien considerado en las altas esferas del poder internacional. El rey Hussein pudo haber sido el más perjudicado tras el conflicto entre Israel y las grandes personalidades del petróleo y del mundo árabe. No fue así. Le dio dig-nidad internacional al pueblo nó mada de beduinos, supo encauzar políticamente la oleada de huidos de Palestina y, en de-finitiva, logró proteger a su país de cuan-tas tormentas, desde la Segunda Gue-rra Mundial hasta hoy, han sacudido a Oriente Próximo.

El apoyo que su sucesor, el rey Abdu-llah, ha tenido de Estados Unidos, Is-rael y los estados árabes del Golfo de-nota que todos los grandes protagonistas de la política de la región están interesa-dos en la existencia de una Jordania es-table y digna de confianza. Mantener el equilibro entre los intereses occidenta-les y los del mundo árabe es el destino y la razón de existir –puede que para al-gunos la eterna condena– del reino Ha-chemí, creado por Gran Bretaña para el bisabuelo del actual rey Abdullah, como reconocimiento por su contribución a la derrota de los turcos. El territorio en sí ni poseía ni posee grandes riquezas: ni una gota de petróleo, poca agua y mucho sol. Sus fronteras resultaron imposibles de defender ante la inmigración pales-tina (a la que hoy se ha sumado la iraquí y la siria), un hecho que modificó sustan-cialmente la composición étnica del país y que puso fin a la supremacía numérica de los beduinos. Para sobrevivir en tales circunstancias, se requiere buen temple político. Hay que estar demostrando con-tinuamente a unos y otros, a occidenta-les y árabes, que se es necesario, sin mo-lestar demasiado a la otra parte. Y, sobre todo, hay que saber recoger los réditos derivados de cada acuerdo alcanzado. Hoy son los de la paz con Israel, desti-nados a remediar algunos males cróni-cos, como el desempleo y la pobreza ex-trema del 15 por ciento de la población.

Desierto bajo el sueloSu extensión es apenas un quinto de la de España y el 90 por ciento es terreno árido, sin apenas vegetación. Excepto el de sierto, todo es de formato reducido: solo un río, (el Jordán), apenas 25 km de costa en el Mar Rojo y un 1 por ciento de superficie con vegetación. La agricultura y la pobla-ción se concentran en la región noroeste del país, donde el clima es más suave que en el desierto, la tierra es lo bastante fértil y, lo más importante, dispone del agua ne-cesaria para el cultivo del campo. Es una de las cuatro regiones naturales que for-man el país, la más habitable y por ende el corazón económico y urbano de Jorda-nia. La tierra de Gilead, que constituye el extremo norte y donde se encuentra la ciudad de Irbid, es una de las zonas más fértiles, expuesta a los vientos húmedos del oeste. En el otro extremo se encuen-tra el interminable desierto de la región oriental, que al nordeste avanza geomé-tricamente hacia Iraq y al sudeste hacia Arabia Saudí. El desierto, en Jordania, es parte de una gran altiplanicie que se ex-tiende con una altitud media de 1.000 m, formada de piedra y arena, en ocasiones sembrado de guijas de los uadis, secos pe-dregales testimonio de la antigua presen-cia de cauces vivos. El desierto de Al-Ha-rrah que avanza hacia Iraq es un desierto clásico donde la vista alcanza el infinito, castigado en invierno por vientos helados y en verano por temperaturas inhumanas. Tan difícil de sobrellevar como las condi-ciones del desierto me ridional, que cons-tituye las primeras es tribaciones de la de-solada Península Arábiga.

Pero aquí el paisaje al menos brinda puntos de referencia que rompen la infi-nitud de las arenas, una cadena monta-ñosa (el gebel al-Adhiriyat) o las rocas es-pectaculares que surgen entre las arenas rojas del Wadi Rum. La tercera de las re-giones morfológicas del país también se llama “gebel”, porque la recorre una ca-dena montañosa que va de norte a sur y separa los desiertos del valle del Jor-dán. En esta región hay agua, bosques y pueblos, pero las dos vertientes monta-ñosas son tan escarpadas que actividades como la agricultura o el pastoreo resul-

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TerriTorio y población

tan muy difíciles. La vertiente occidental está surcada por ríos y torrentes que ba-jan hacia el Jordán. El más importante de todos es el Yarmuk, río que hace fron-tera con Siria, país con el que Jordania mantiene un largo conflicto por el usu-fructo del agua para la agricultura. El va-lle del Jordán (al-Ghawr), junto con el Mar Muerto y el uadi al-Arabah, consti-tuye la cuarta región del país, que ocupa una estrecha franja occidental. Se carac-

teriza por una cierta presencia de agua en el norte y un clima casi tropical que hace posible el cultivo de la caña de azúcar y el plátano. La temperatura es muy ele-vada en verano y templada en invierno, pero se hace más extremada al sur, en el uadi al-Arabah, que antes de verter sus aguas en el golfo de Aqaba atraviesa un paisaje y una zona climática parecida a la del desierto. Esta región es parte del valle del Rift, que se extiende desde el

TERRITORIO Y POBLACIÓN

El “monasterio” de Ad-Deir

Territorio y poblaciónTiene corazón de árabe y cerebro de in-glés. Es lo que decían del artífice de la nueva Jordania, el padre de la patria que ha transformado un territorio de piedras y arena en un país bien considerado en las altas esferas del poder internacional. El rey Hussein pudo haber sido el más perjudicado tras el conflicto entre Israel y las grandes personalidades del petróleo y del mundo árabe. No fue así. Le dio dig-nidad internacional al pueblo nó mada de beduinos, supo encauzar políticamente la oleada de huidos de Palestina y, en de-finitiva, logró proteger a su país de cuan-tas tormentas, desde la Segunda Gue-rra Mundial hasta hoy, han sacudido a Oriente Próximo.

El apoyo que su sucesor, el rey Abdu-llah, ha tenido de Estados Unidos, Is-rael y los estados árabes del Golfo de-nota que todos los grandes protagonistas de la política de la región están interesa-dos en la existencia de una Jordania es-table y digna de confianza. Mantener el equilibro entre los intereses occidenta-les y los del mundo árabe es el destino y la razón de existir –puede que para al-gunos la eterna condena– del reino Ha-chemí, creado por Gran Bretaña para el bisabuelo del actual rey Abdullah, como reconocimiento por su contribución a la derrota de los turcos. El territorio en sí ni poseía ni posee grandes riquezas: ni una gota de petróleo, poca agua y mucho sol. Sus fronteras resultaron imposibles de defender ante la inmigración pales-tina (a la que hoy se ha sumado la iraquí y la siria), un hecho que modificó sustan-cialmente la composición étnica del país y que puso fin a la supremacía numérica de los beduinos. Para sobrevivir en tales circunstancias, se requiere buen temple político. Hay que estar demostrando con-tinuamente a unos y otros, a occidenta-les y árabes, que se es necesario, sin mo-lestar demasiado a la otra parte. Y, sobre todo, hay que saber recoger los réditos derivados de cada acuerdo alcanzado. Hoy son los de la paz con Israel, desti-nados a remediar algunos males cróni-cos, como el desempleo y la pobreza ex-trema del 15 por ciento de la población.

Desierto bajo el sueloSu extensión es apenas un quinto de la de España y el 90 por ciento es terreno árido, sin apenas vegetación. Excepto el de sierto, todo es de formato reducido: solo un río, (el Jordán), apenas 25 km de costa en el Mar Rojo y un 1 por ciento de superficie con vegetación. La agricultura y la pobla-ción se concentran en la región noroeste del país, donde el clima es más suave que en el desierto, la tierra es lo bastante fértil y, lo más importante, dispone del agua ne-cesaria para el cultivo del campo. Es una de las cuatro regiones naturales que for-man el país, la más habitable y por ende el corazón económico y urbano de Jorda-nia. La tierra de Gilead, que constituye el extremo norte y donde se encuentra la ciudad de Irbid, es una de las zonas más fértiles, expuesta a los vientos húmedos del oeste. En el otro extremo se encuen-tra el interminable desierto de la región oriental, que al nordeste avanza geomé-tricamente hacia Iraq y al sudeste hacia Arabia Saudí. El desierto, en Jordania, es parte de una gran altiplanicie que se ex-tiende con una altitud media de 1.000 m, formada de piedra y arena, en ocasiones sembrado de guijas de los uadis, secos pe-dregales testimonio de la antigua presen-cia de cauces vivos. El desierto de Al-Ha-rrah que avanza hacia Iraq es un desierto clásico donde la vista alcanza el infinito, castigado en invierno por vientos helados y en verano por temperaturas inhumanas. Tan difícil de sobrellevar como las condi-ciones del desierto me ridional, que cons-tituye las primeras es tribaciones de la de-solada Península Arábiga.

Pero aquí el paisaje al menos brinda puntos de referencia que rompen la infi-nitud de las arenas, una cadena monta-ñosa (el gebel al-Adhiriyat) o las rocas es-pectaculares que surgen entre las arenas rojas del Wadi Rum. La tercera de las re-giones morfológicas del país también se llama “gebel”, porque la recorre una ca-dena montañosa que va de norte a sur y separa los desiertos del valle del Jor-dán. En esta región hay agua, bosques y pueblos, pero las dos vertientes monta-ñosas son tan escarpadas que actividades como la agricultura o el pastoreo resul-