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Entre el abolicionismo y la pena reparativa: la Prisión Entre el abolicionismo y la pena reparativa: la Prisión Entre el abolicionismo y la pena reparativa: la Prisión Entre el abolicionismo y la pena reparativa: la Prisión Virtual Restaurativa Virtual Restaurativa Virtual Restaurativa Virtual Restaurativa (*) José Deym José Deym José Deym José Deym (º) Introducción Introducción Introducción Introducción Jean Valjean es encarcelado durante diecinueve años por haber robado un pedazo de pan que intentaba dar a unos chicos hambrientos. Como era de esperar, el «castigo» lo embrutece realmente y cuando sale de prisión ya tiene la mentalidad de un auténtico delincuente. Alojado en la casa de Monseñor Myriel, un bondadoso curita de aldea devenido obispo casi por azar, paga la hospitalidad con el robo de su platería. La policía lo detiene y lo lleva a la casa del anfitrión para comprobar la poco creíble afirmación de que los objetos le habían sido obsequiados. Pero Myriel - incurriendo en un obvio encubrimiento del hurto - confirma la mentira, añade aún más platería a la bolsa de Valjean y, cuando la policía desaparece, lo despide con estas palabras: «Jean Valjean, hermano mío, ya no pertenecéis al mal, sino al bien. Es vuestra alma la que compro; se la quito a los malos pensamientos y al espíritu de perdición y se la entrego a Dios». Valjean parte y se convierte en un hombre de bien. Ahí empieza otra historia, la de un hombre extraordinario, con bellos principios y actitudes abnegadas y heroicas. Esto es ficción. La novela es Los Miserables de Victor Hugo. Veamos, ahora, una historia real. Relata en un Seminario el psiquiatra Milton Erickson la historia de Joe, un joven ladrón y probablemente homicida, que había sido ya condenado a varios años de prisión. Volvió al pueblo donde se había criado al salir en libertad, siguió cometiendo robos, se comportaba de forma pendenciera con los hombres y molestaba a las muchachas. Hasta que un día se encontró con Edye, una chica joven, muy bonita, inteligente, fuerte y trabajadora, bien instruida para los standards locales y, además, la hija del hombre más acaudalado del pueblo. Al verla, sin atreverse a decirle alguna de sus típicas groserías, Joe le preguntó irónicamente: «¿Puedo llevarte al baile el sábado?». Toda lógica indicaba un rechazo despectivo o atemorizado. Pero Edye no se inmutó: «Puedes, si eres un caballero». Llegó el sábado. Joe se presentó en lo de Edye para llevarla al baile. La velada fue amable y placentera para ambos. Cabe imaginar que cuando se despidieron, Joe preguntó: «¿Puedo volver a invitarte?». Edye respondió: «Puedes, si eres un caballero». El final era previsible. Joe devolvió todo lo que había robado, se convirtió en una persona seria, honesta y trabajadora, se casó con Edye y fue uno de los mejores amigos de todos y uno de los mayores benefactores del pueblo. Entre sus beneficiados se contaba, justamente el joven Erickson, a quien Joe animó y ayudó económicamente para se fuera del pueblo y estudiara medicina. En realidad, lo que está en la base de estos cambios drásticos de actitud es lo que se denomina, desde una visión psicosocial, que es el enfoque que se utiliza en esta disertación, experiencia emocional correctiva. Se refiere a las implicaciones que puede tener sobre la personalidad una intervención que, más allá de sus características violentas o no violentas, se constituya en un ataque al equilibrio emocional de una persona.

Jornadas UP - Entre El Abolicionismo

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Entre el abolicionismo y la pena reparativa: la Prisión Entre el abolicionismo y la pena reparativa: la Prisión Entre el abolicionismo y la pena reparativa: la Prisión Entre el abolicionismo y la pena reparativa: la Prisión Virtual RestaurativaVirtual RestaurativaVirtual RestaurativaVirtual Restaurativa (*)

José DeymJosé DeymJosé DeymJosé Deym (º)

IntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducción

Jean Valjean es encarcelado durante diecinueve años por haber robado un pedazo de pan que

intentaba dar a unos chicos hambrientos. Como era de esperar, el «castigo» lo embrutece realmente y

cuando sale de prisión ya tiene la mentalidad de un auténtico delincuente. Alojado en la casa de

Monseñor Myriel, un bondadoso curita de aldea devenido obispo casi por azar, paga la hospitalidad con

el robo de su platería. La policía lo detiene y lo lleva a la casa del anfitrión para comprobar la poco

creíble afirmación de que los objetos le habían sido obsequiados. Pero Myriel - incurriendo en un obvio

encubrimiento del hurto - confirma la mentira, añade aún más platería a la bolsa de Valjean y, cuando la

policía desaparece, lo despide con estas palabras: «Jean Valjean, hermano mío, ya no pertenecéis al mal,

sino al bien. Es vuestra alma la que compro; se la quito a los malos pensamientos y al espíritu de perdición y

se la entrego a Dios». Valjean parte y se convierte en un hombre de bien. Ahí empieza otra historia, la de

un hombre extraordinario, con bellos principios y actitudes abnegadas y heroicas.

Esto es ficción. La novela es Los Miserables de Victor Hugo.

Veamos, ahora, una historia real.

Relata en un Seminario el psiquiatra Milton Erickson la historia de Joe, un joven ladrón y

probablemente homicida, que había sido ya condenado a varios años de prisión. Volvió al pueblo donde

se había criado al salir en libertad, siguió cometiendo robos, se comportaba de forma pendenciera con

los hombres y molestaba a las muchachas. Hasta que un día se encontró con Edye, una chica joven, muy

bonita, inteligente, fuerte y trabajadora, bien instruida para los standards locales y, además, la hija del

hombre más acaudalado del pueblo. Al verla, sin atreverse a decirle alguna de sus típicas groserías, Joe

le preguntó irónicamente: «¿Puedo llevarte al baile el sábado?». Toda lógica indicaba un rechazo

despectivo o atemorizado. Pero Edye no se inmutó: «Puedes, si eres un caballero». Llegó el sábado. Joe

se presentó en lo de Edye para llevarla al baile. La velada fue amable y placentera para ambos. Cabe

imaginar que cuando se despidieron, Joe preguntó: «¿Puedo volver a invitarte?». Edye respondió:

«Puedes, si eres un caballero». El final era previsible. Joe devolvió todo lo que había robado, se convirtió

en una persona seria, honesta y trabajadora, se casó con Edye y fue uno de los mejores amigos de todos

y uno de los mayores benefactores del pueblo. Entre sus beneficiados se contaba, justamente el joven

Erickson, a quien Joe animó y ayudó económicamente para se fuera del pueblo y estudiara medicina.

En realidad, lo que está en la base de estos cambios drásticos de actitud es lo que se denomina,

desde una visión psicosocial, que es el enfoque que se utiliza en esta disertación, experiencia emocional

correctiva. Se refiere a las implicaciones que puede tener sobre la personalidad una intervención que,

más allá de sus características violentas o no violentas, se constituya en un ataque al equilibrio

emocional de una persona.

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Esto no significa que un trato así asegure el cambio de actitud, pero la experiencia emocional

correctiva en estos casos ha actuado 1 y lo ha hecho en forma no violenta. De todos modos, la forma

violenta también puede producir el mismo efecto, 2 pero, generalmente, según se ha visto y denunciado

(especialmente por Erwing Goffman y Donald Clemmer, sociólogos norteamericanos que se ocuparon de

las consecuencias psíquicas que deja el encierro en una Institución Total), produce el efecto contrario,

justamente porque la experiencia emocional no es correctiva sino reforzadora de las actitudes que se

pretenden corregir.

Aunque casos similares a los de Jean Valjean y Joe no abundan, son ejemplos para entender que

las actitudes de las personas pueden cambiar en forma radical, dando giros copernicanos de actitud

Sin embargo, para muchas personas éstos son casos aislados, ejemplos de actitudes atípicas o bien

sólo posibles productos de mentes románticas, tales como la de Victor Hugo. La idea de que quienes

reiteran una y otra vez sus delitos son incorregibles - a pesar de lo sostenido en contrario por Concepción

Arenal, quien los consideraba [aún] incorregidos - es muy fuerte y está muy arraigada.

1 Se suelen citar contraejemplos de personas que han sido perdonadas y han dado un mordisco a la mano que se les ha tendido. El mismo Jean Valjean lo hace al robar la platería de Monseñor Myriel. Pero su conversión llega cuando su alma es «comprada» por el obispo. Entonces recibe la «experiencia emocional correctiva», término muy utilizado hoy en algunas líneas psicoterapéuticas. Franz Alexander, un psiquiatra que estudió a fondo y comentó este caso, sostiene que la «experiencia emocional correctiva», en realidad, aun no se establece hasta que la pone a prueba en el episodio siguiente, en que intenta robar una moneda a un chico y comprueba que no puede hacerlo. En efecto, Jean Valjean aun comete casi mecánicamente un pequeño delito después del perdón y de la ayuda de Monseñor Myriel, al ocultar bajo su pie una moneda que a un niño llamado Gervasito se le había caído accidentalmente y fue a parar donde él estaba sentado en el suelo y apoyado en un árbol. Valjean pisa la moneda y se resiste a levantar el pie ante los ruegos de Gervasito. Gervasito se va llorando. Valjean se arrepiente muy pronto de su acto - ahí es donde Alexander dice que ganó su batalla final por la conversión - y corre a devolver la moneda, aunque sin éxito porque Gervasito ya ha desaparecido, lo cual sume a Valjean en una profunda tristeza pero establece su decisión de nunca más volver a delinquir. Alexander señala que si no fuera por el episodio en que Valjean intenta robar la moneda la historia que cuenta Victor Hugo no hubiera llamado su atención. El encuentro con el chico muestra que Hugo instintivamente comprendió la metamorfosis emocional y la dinámica del proceso en todos sus detalles. Es ahí cuando Valjean se da cuenta de cuan horrorosamente cruel es su comportamiento que sólo una hora antes le habría parecido de lo más normal y las palabras del obispo que certifican su conversión funcionan en él como una orden psosthipnótica En el ejemplo que presenta Milton Erickson ocurre lo mismo. Existe un efecto hipnótico en el bandido Joe debido a su enorme sorpresa ante las palabras eventualmente redentoras de Edye. ¿¡Cómo!? Él, el despreciable bandido, ¿podría llegar a pensarse siquiera como un posible caballero? El shock se produce en esta escena y la efectividad del mismo comienza cuando Edye cumple con su palabra de dejarse llevar al baile y seguir a su lado mientras esa conducta caballeresca esté presente. 2 Una forma violenta, pero efectiva, puede verse claramente en una historia real, donde se describe el efecto del shock producido por el terrateniente Juan Manuel de Rosas (antes de convertirse en Gobernador) sobre un cuatrero, a quien hace azotar primero y convierte luego en afortunado amigo. Rosas, según relata su sobrino, el escrito Lucio V. Mansilla, sorprendió a un hombre robando un novillo en su campo, lo persiguió, lo capturó y le hizo propinar cincuenta latigazos. Pero después del castigo hizo que curaran sus heridas, lo invitó a comer, le habló amistosamente, se interesó por su familia, pidió ser padrino de un hijo que iba a nacer, le dio una manada y una tropilla de animales y un pedazo de campo y se convirtió en su amigo. A consecuencia de ello el hombre cambió de vida y fue una persona respetable. Según Mansilla, fue compadre de don Juan Manuel, su socio, su amigo, llegó a ser rico, sus hijos y sus hijas se refinaron, se educaron, se ilustraron, se casaron con integrantes de la alta sociedad y él fue gozando de no poca consideración social. Este relato suena totalmente incongruente, pero muestra el efecto - presuntamente generalizable - que puede lograrse con un castigo que, aunque objetivamente denigrante - en realidad, mínimamente denigrante, a pesar de los latigazos, si se compara con un período más o menos prolongado de encierro - fue connotado como no denigrante por la intervención posterior de quien lo ordenó. Mansilla cree que sin el castigo es poco probable que la «regeneración» se hubiera producido, aun cuando el hombre hubiera recibido los mismos regalos, manifestando que cree que al cuatrero lo que más bien le hizo no fue el compadrazgo ni la habilitación sino los cincuenta latigazos.

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Dijo una vez Nils Christie que podría existir la imposibilidad del cambio de actitud en «monstruos»,

pero inmediatamente agregó que, a través de su extensa dedicación al mundo del delito, nunca

encontró un solo monstruo, es decir, un individuo absolutamente incorregible.

Una reflexión del filósofo y poeta alemán Johann-Wolfgang Goethe que está pintada en la entrada

del cordón de seguridad en una prisión argentina - dice así: (cuadro 1)

«Si tomas a «Si tomas a «Si tomas a «Si tomas a las personas por lo que son, las harás las personas por lo que son, las harás las personas por lo que son, las harás las personas por lo que son, las harás

peores de lo que son. Si las tomas por lo que pueden peores de lo que son. Si las tomas por lo que pueden peores de lo que son. Si las tomas por lo que pueden peores de lo que son. Si las tomas por lo que pueden

llegar a ser, las ayudarás a llegar adonde deben ser llegar a ser, las ayudarás a llegar adonde deben ser llegar a ser, las ayudarás a llegar adonde deben ser llegar a ser, las ayudarás a llegar adonde deben ser

llevadas».llevadas».llevadas».llevadas».

Aplicado al ámbito penal, tratar a alguien como si fuera un delincuente puede convertirse en una

profecía autocumplida. Esta es la esencia de la teoría del Etiquetamiento. Si se trata al delincuente como

delincuente, se lo convertirá en algo peor. Y si aquí se utiliza la palabra «delincuente» sólo para las

personas que, además de haber delinquido, persisten en una actitud favorable al delito, se convertirá en

delincuentes a quienes no lo son aún. 3

¿A dónde nos lleva todo esto?¿A dónde nos lleva todo esto?¿A dónde nos lleva todo esto?¿A dónde nos lleva todo esto?

A intentar elaborar un sistema que, a pesar de todo lo desprestigiado que está el conjunto re -

resocialización, rehabilitación, readaptación, recuperación, reinserción en la sociedad, reforma moral - ,

intente lograr, mediante alguna experiencia emocional correctiva, cambios de actitud en los ofensores.

Después volveremos sobre este tema «re».

Si a esto unimos intentos serios de reparar a las víctimas, nos acercamos a los postulados de la

Justicia Restaurativa, si bien podremos sostener algunas diferencias importantes.

Ante todo, cabe adelantar que el enfoque psicosocial que aquí presentamos no se encuadra

dentro del abolicionismo radical del sistema penal, aunque sí dentro del abolicionismo carcelario.

3 Siguiendo lineamientos criminológico-críticos, como los señalados por los abolicionistas Louk Hulsman o Nils Christie, en vez de «delito» debería utilizarse la denominación «situación conflicitiva» y tanto el «delincuente» como la «víctima del delito» deberían considerarse, simplemente, «partes en conflicto». Estos autores proponen eliminar dichos términos porque definen categorías reificadas y, por lo tanto, son sostenedoras de lo que consideran un indeseable paradigma penal. Sin embargo, la terminología propuesta no está en vigencia, a punto tal que Christie debe utilizar la palabra «delito» hasta en el título de uno de sus últimos libros, que se denomina Una sensata cantidad de delito. Denominar «delincuente» sólo a quien, además de haber cometido un delito, persiste en su actitud delictiva propone desestigmatizar al evitar el uso de este término para quienes se han apartado de esta actitud, aunque hayan cometido hechos graves en el pasado. Por otra parte, no todos los delitos, entendidos como transgresiones a la ley penal vigente, son éticamente reprobables. El mismo Monseñor Myriel comete, obviamente, un delito al encubrir el hurto de Jean Valjean, pero es poco probable que alguien desee reprochárselo.

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Esto no significa estar enfrentados con el abolicionismo radical, pero tampoco necesariamente

compartirlo. La razón de ello está en una distinción que nos parece válida, aunque no la hemos

encontrado en casi ningún autor penalista. Sólo en algunos escritos del criminólogo vasco Antonio

Beristain.

Efectivamente, los enfoques sobre la cuestión de la penalidad se han polarizado en situaciones

extremas, desde la defensa a ultranza del castigo por motivos al menos preventivos y muchas veces

puramente retributivos hasta la idea de que el castigo además de inhumano y cruel es inútil, y, por lo

tanto, debería ser sustituido por otras formas de respuesta a quienes han transgredido las leyes, es decir,

los comúnmente denominados delincuentes.

En el libro El delincuente en la democracia, específicamente en su capítulo IV “Sanciones

repersonalizadoras en el Derecho penal de mañana” Antonio Beristain sostiene que “deben desaparecer

los castigos y actualizarse las sanciones”. Con ello introduce una distinción fundamental. Considera que el

castigo es siempre una pena, pero que no toda pena es castigo.

«Castigo» es un término que reserva - y esto es muy importante para comprender su pensamiento

- solamente para la pena que busca exclusivamente o, al menos, primordialmente causar sufrimiento o

daño a quien la recibe. Puede ser desproporcionada al hecho que se castiga como en la denominada

«venganza» o bien proporcional al hecho como en la respuesta taliónica, que cuando la ejerce una

autoridad es comúnmente denominada «justicia», pero su objetivo es siempre vindicativo.

En cambio la sanción repersonalizadora, que es también una pena, persigue el objetivo opuesto

con respecto a quien la recibe.

En el ámbito educacional, Jean Piaget estableció una clara distinción entre sanciones por

expiación y sanciones por reciprocidad.

Un ejemplo de esto se da en el ámbito familiar cuando un padre aplica al hijo que se insolentó con

su madre una sanción de ayudarla durante una semana a lavar los platos en vez de dejarlo sin televisión

o prohibirle una salida con amigos.

En el ámbito escolar, sancionar a quien ensució una pared con grafitis a limpiar todas las paredes

sucias de grafitis de la escuela, en vez de cargarlo con amonestaciones o suspensiones o privarlo de

participar en una contienda deportiva.

Con un optimismo que quizás podamos considerar excesivo, Beristain considera que en el futuro

las sanciones repersonalizadoras sustituirán al castigo.

Así, esta postura beristense, que compartimos, no es partidaria de la abolición del sistema penal

pero sí del sistema punitivo. Introduciendo un neologismo, señalamos que no deseamos la impunidad

ante un hecho delictivo pero sí la «impunitividad».«impunitividad».«impunitividad».«impunitividad».

Esto nos hace partidarios de un derecho penal no punitivo.

¿Cómo se aplica esto a ¿Cómo se aplica esto a ¿Cómo se aplica esto a ¿Cómo se aplica esto a lalalala pena privativa de la libertad pena privativa de la libertad pena privativa de la libertad pena privativa de la libertad?

Tomando esta distinción en cuenta, la pregunta que deviene es ¿la pena privativa de libertad es

«castigo» o es «sanción repersonalizadora»?

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Aunque Beristain no la excluye totalmente, es obvio que, a pesar de que se intentó siempre que

fuera repersonalizadora, esta pena ha sido, en general, más bien despersonalizadora, ha fracasado como

incentivo al cambio positivo de actitud - en general se ha constituido en incentivo al cambio negativo, es

decir, ha acentuado la propensión a delinquir - y, al no poder justificarse ya su objetivo resocializador,

para quienes no desean admitir que sólo se justifica como castigo se ha justificado básicamente como

finalidad cautelar.

Sin embargo, hoy - en realidad, desde hace unos cincuenta años - se ha tornado también obsoleta

en este último sentido, ya que el acceso a la utilización de elementos telemáticos ha posibilitado el

reemplazo del encierro entre muros y rejas por un encierro virtual, utilizando la denominada «cárcel

electrónica» que se describe muy bien en el libro que tiene ese nombre del jurista español Faustino

Gudín Rodríguez-Magariños.

Aun así, como todos sabemos, siempre queda en pie la pregunta «¿qué debe hacerse con quienes

cometen delitos?».

Aquí es donde creemos que podemos, a riesgo de entrar en terreno de arenas movedizas,

construir una respuesta al delito que contemple la repersonalización del ofensor pero además - y

fundamentalmente - la reparación a la víctima del delito y, eventualmente, la reparación a la sociedad.

Conectándonos ahora nuevamente con la Justicia Restaurativa, creemos que esa pena

repersonalizadora que reclama Antonio Beristain equivale a pena reparativa.

Porque si alguien comete un hecho delictivo que conlleva un daño, no cabe pensar en una

repersonalización sin que dicha persona intente en la medida de sus posibilidades reparar ese daño. Así,

repersonalización implica reparación. Y, por otra parte, ¿qué puede haber más repersonalizador que un

auténtico y serio intento de reparar? De modo que reparación implica repersonalización.

Entonces si una pena repersonalizadora implica reparación y una pena reparativia implica

repersonalización, podemos legítimamente considerar que pena repersonalizadora y pena reparativa

son sinónimos.

La Prisión Virtual Restaurativa (La Prisión Virtual Restaurativa (La Prisión Virtual Restaurativa (La Prisión Virtual Restaurativa (o sistema o sistema o sistema o sistema PVRPVRPVRPVR))))

Esto lleva a considerar que una respuesta al delito que concuerda con los principios de la Justicia

Restaurativa bien podría consistir primordialmente en permutar la pena de encierro en una institución

total por un trabajo reparativo o comunitario en libertad vigilada, otorgable a toda persona a quien se

presuma capaz de ser vigilada eficazmente por un seguimiento personalizado muy estricto,

complementado si fuera necesario por medios telemáticos de control.

El trabajo, aun cuando su severidad y duración fueran impuestas por una sentencia, debería ser en

lo posible consensuado con los ofensores en su tipo, intentándose así que sea realmente útil y su

producto pudiera ser destinado a indemnizar directamente a las víctimas o indirectamente a través de

un fondo indemnizatorio.

En resumen, creemos que el autor de un delito debe pagar por el daño que causó, pero en una

moneda drásticamente diferente a la que hoy se está utilizando, al menos la utilizada como respuesta a

delitos considerados de mediana y alta gravedad. No con sufrimiento improductivo sino con un gesto

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oblativo - acuñamos un segundo neologismo, la oblatividadoblatividadoblatividadoblatividad - es decir, otorgar a la víctima y/o a la

sociedad ofendida por su acción algo valioso, útil y que ha sido penoso porque le ha costado un esfuerzo.

La regulación de este esfuerzo puede ser severa, aun si se quisiera o considerara necesario, más

severa que el encierro, pero esta severidad ya sería tema de debate de otro capítulo.

Aquí, simplemente deseamos impulsar un cambio en la modalidad. De lo meramente expiatorio a

lo oblativo, recordando la frase del jurista alemán Claus Roxin, que menciona el efecto de satisfacción en

la sociedad y en la misma conciencia jurídica, que requiere que ante un hecho delictivo el autor haga lo

suficiente como para que se dé por finalizado su conflicto con la víctima y con la sociedad.

Hoy, ante la pena de encierro, la víctima y la sociedad raramente dan por finalizado el conflicto y,

¿no será ello justamente porque el autor del delito, aunque sufrió y cumplió la condena, no hizo nada

concreto para reparar el daño cometido?

Por último, para completar nuestra construcción alternativa de una respuesta penal no punitiva,

consideramos que, si bien hasta ahora han fracasado casi todos los intentos de rehabilitación, al menos

de acuerdo con el famoso concepto de «nothing works» que se estableció a partir del trabajo de 1974 de

Robert Martinson, puede intentarse algo novedoso si se combina con los procedimientos anteriores.

Pensamos, por ejemplo, en un incentivo al cambio positivo de actitud mediante reuniones

grupales de autoayuda, al estilo de AA o comunidades terapéuticas de drogadicción, en las cuales los

veteranos ayudan a los novatos, cumpliéndose el ciclo de pasar de recuperable a recuperado y de

recuperado a recuperador.

Este paso conforma con los anteriores una trilogía que constituye lo que hemos denominado el

sistema PVR, cuyas siglas indican Prisión Virtual Restaurativa. 4

La analizaremos sobre este cuadro:

4 Hablamos de sistema PVR, que podría ser esquema PVR, modelo PVR, régimen PVR, etc. y no de Prisión Virtual Restaurativa, porque una crítica contundente ha sido que seguimos hablando de prisión. Ya que para los «manoduristas» una prisión virtual no es prisión y para que los abolicionistas a quienes el nombre «prisión» les hace ruido, no se escandalicen, un poco en broma y un poco en serio, advertimos que PVR, siglas de Prisión Virtual Restaurativa, también pueden ser siglas de Programa Victima-Reparación, Pena con Visión Repersonalizadora, Plan con Variante Resocializadora o Paradigma Vigente Reformado y, si se aplicara a ciertas formas restaurativas de Justicia Transicional, podría ser Preocupación por la Verdad y la Reconciliación, para los escépticos un simple Proyecto de Valor Relativo y para los partidarios de seguir con la cárcel a toda costa, una Propuesta Visceralmente Rechazada. Pero, hablando más en serio, sostenemos que la idea del sistema PVR es introducir un cambio radical en la actual respuesta al delito, que evite la estigmatización de los ofensores, permita que reparen a las víctimas e incentive un cambio en la actitud que los llevó a cometer el hecho condenado. Si esto se puede conseguir de forma alternativa ¡bienvenido! El sistema PVR acepta y agradece toda variante que pueda aportarse y esto incluye, desde ya, también un eventual cambio en su denominación.

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Aquí es donde puede aparecer una diferencia con la idea restaurativa-abolicionista porque

aparece el término «pena». Si bien podremos recalcar mil y una veces que no nos referimos al castigo, es

decir, a la pena meramente aflictiva, sino a una pena reparativa, sostenemos que la reparación en sí

misma debe ser una pena. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que, por razones disuasivas o retributivas

(personalmente compartimos las primeras pero no las segundas, aun cuando podamos admitir una

cuota de retribución en el sistema restaurativo siempre que no sea la lo primordial), para delitos

considerados graves o aberrantes la pena será siempre exigible. Y si, como aduce Claus Roxin, la

reparación no es una pena, sino sólo una “tercera vía” del sistema penal, junto con las penas y las

medidas de seguridad, entonces queda espacio para seguir aplicando una pena paralela y es justamente

lo que deseamos evitar.

En cuanto al tema «re» - resocialización, readaptación, reinserción, rehabilitación, reeducación,

repersonalización -, sabemos que es muy controvertido.

Al respecto mostraremos dentro de una tipología que estableció el criminólogo crítico Stanley

Cohen, fallecido este año:

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Para los conservadores de la ley y el orden el mensaje era: “no se puede cambiar a los delincuentes,

sólo se debe proteger a la sociedad con castigos severos, prevención e incapacitación”: Para los liberales

sentimentales y criminólogos tecnócratas: “la resocialización de verdad nunca se ha intentado en forma

adecuada; si las técnicas actuales no funcionan, deberíamos concebir otras”. Para los liberales inflexibles:

“se debe desconfiar de la benevolencia; abandonemos la resocialización y sustituyámosla por objetivos

menos ambiciosos”. Para los libertarios civiles y centros de justicia: “el tratamiento es un ataque a los

derechos humanos, una extensión del Estado terapéutico y una violación de las normas de justicia y

proporcionalidad”. Para los marxistas: “el tratamiento, obviamente, no funciona porque sólo es un

instrumento ideológico que permite concentrarse en el individuo, mistificando la conexión con la

estructura socio-económica”. Para Foucault y otros teóricos similares: “la simple idea de que el

tratamiento «funcione» es absurda; este sólo es otro anillo en la espiral de poder, saber y clasificación”.

El tratamiento grupal que integra el sistema PVR se encuadraría en la segunda postura y colisiona con las

restantes y, por ello, su método, a pesar de que se acepte sin mayores objeciones en casos de adicciones,

es comprensible que se preste, como tratamiento de quienes han delinquido, a críticas contundentes.

Y ahora, volviendo a recordar a Jean Valjean, a Joe y el concepto de experiencia emocional

correctiva, sostenemos que el sistema PVR se encuadra en el renglón de los liberales sentimentales, aun

diferente de los criminólogos tecnócratas, ya que, a diferencia de éstos, no priorizan dictados de leyes o

estatutos - tales los intentos reformistas introducidos por Julio Aparicio y su equipo con la Ley 24660 o

con la Metodología Pedagógica Resocializadora - porque pretende, como Concepción Arenal, manejar la

premisa de que no existen incorregibles sino incorregidos y, a partir de ello, confiar en llegar a tocar y

conmover el corazón de los hombres, aun de los más empedernidos.

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En el caso del sistema PVR, se sigue la idea de Victor Hugo, en Los Miserables, de convertir a Jean

Valjean de delincuente en santo. Para los investigadores del Mental Research Institute de Palo Alto,

California, su Teoría del Cambio menciona que para que un cambio sea efectivo debe ser de 180º, no

meramente de 90. Utilizando un tercer neologismo, a este giro copernicano en la actitud delictiva lo

hemos denominado, en honor a Victor Hugo y a su héroe, «valjeanización».«valjeanización».«valjeanización».«valjeanización».

Y creemos que podría lograrse mediante una experiencia emocional correctiva, que proponemos

a través del método no violento de etiquetar «al revés». En vez de decirle al ofensor: “eres un

delincuente”, le diremos - como Edye a Joe - “puedes ser un caballero”. AA nos enseña cómo hacerlo,

pero se puede ir más lejos aún, convirtiendo a los grupos de autoayuda en ONGs con el propósito de

contribuir por métodos pacíficos y no delictivos a construir un mundo más justo. Pero esto lo podemos

dejar, si interesa, para las preguntas.

Evaluación del sistema Evaluación del sistema Evaluación del sistema Evaluación del sistema PVRPVRPVRPVR

Aun cuando el sistema PVR pudiera sufrir críticas - y, de hecho, las sufre constantemente cuando

es sostenido sin una larga y pausada introducción - tanto desde las posturas conservadoras y

«manoduristas» como del arco crítico garantista, ha sido sometido en una investigación de valor

preliminar y cuya profundización recomendamos y para ello solicitamos ayuda de investigadores

especialistas (quizás entre los presentes haya alguno a quien el tema le interese) y ha arrojado resultados

relativamente sorprendentes. Veamos esto en el cuadro siguiente:

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La evaluación del sistema se hizo a través de diez características con tres opciones: positiva,

neutra y negativa. Por ejemplo: es justo, no sé, es injusto; es menos estigmatizante que la prisión

tradicional, no sé, es más estigmatizante que la prisión tradicional; con su aplicación disminuirán los

delitos, no sé, con su aplicación aumentarán los delitos; etc.

La combinación de las respuestas positivas, neutras y negativas, a través de una sencilla fórmula

algebraica, arroja resultados en los promedios que serían de100 si todas las respuestas fueran positivas,

de 50 si fueran todas neutras y de 0 si fueran todas negativas. Todo resultado por arriba de 50 implica

que hubo en promedio para ese ítem más respuestas positivas que negativas y viceversa.

Así, puede verse que se llega a un promedio general de 67, pero hay valores más altos para los

ítems que evalúa el sistema PVR como justo, que posibilita mayores posibilidades de rehabilitación y,

especialmente, produce menor estigmatización que el sistema carcelario actual. Que es suficientemente

satisfactorio para la sociedad, que esperar un cambio en la actitud delictiva de los que acceden a este

tratamiento es más realista que utópico y que su aplicación se traducirá en disminución de delitos

vienen a continuación. En cambio, los ítems seguridad, disuasión, satisfacción de las víctimas y,

fundamentalmente, menor costo que la prisión tradicional, si bien todos superan en promedio los 50

puntos, son los ítems más críticos.

Si bien, entonces, los elementos del sistema PVR han sido más aceptados que rechazados, aun con

un predominio de dudas, no puede decirse, de confirmarse estas conclusiones preliminares, que el

sistema deba ser irremediablemente descartado y es ésa la razón por la que se muestra en estas

Jornadas.

Sin embargo, una cosa es la aceptación teórica del sistema y otra es la posibilidad de su

implementación. Al respecto mostramos el siguiente cuadro:

Page 11: Jornadas UP - Entre El Abolicionismo

Vemos que el sistema es aceptado como conveniente hasta para la Argentina y muy ampliamente

aceptado como conveniente, al menos para ser implementado en otros países. Cuando pasamos a

factibilidad la aceptabilidad baja, pero sigue siendo más positiva que negativa. Pero cuando se pregunta

por la conveniencia y, más aún, por la factibilidad real de su implementación, hay un amplio predominio

de la idea de no implementar el sistema ahora sino «más adelante». Es decir, tenemos un generoso

pagaré, pero sin fecha.

La resiLa resiLa resiLa resisssstenciatenciatenciatencia al cambio al cambio al cambio al cambio

La pregunta que surge ahora es ¿por qué, si existe un rechazo generalizado al resultado que se

obtiene con la pena de encierro, pareciera existir un cierto temor o resquemor en decidirse de una vez

por todas en sustituirla por una pena más racional? 5

Acerca de esto proponemos una investigación que no pudo dilucidarse en la encuesta preliminar,

aunque en conversaciones apoyadas en una guía de preguntas abiertas que se hicieron previamente a la

mayoría de los encuestados, aparecen algunas conclusiones cualitativas que muestran que no es tanto la

retribución ni la seguridad de la población (inocuización de los ofensores y prevención especial y general

negativas) lo que frena la desaparición de las prisiones. Es, más bien, lo que ya el sociólogo francés Émile

Durkheim señalara a fines del siglo XIX y puede encuadrarse dentro de la prevención general positiva.

En efecto, Durkheim sostiene que “[la pena] no deja de desempeñar un papel útil. Sólo que ese

papel no lo desempeña allí donde de ordinario se ve. No sirve, o sirve muy secundariamente, para

corregir al culpable o para intimidar a sus posibles imitadores; desde este doble punto de vista, su

eficacia es, justamente, dudosa y, en todo caso, mediocre. Su verdadera función es mantener intacta la

cohesión social, conservando en toda su vitalidad la conciencia común”.

Así, no es tanto el miedo a la impunidad o al peligro de reincidencia o a la imitación por parte de

otros de la conducta delictiva lo que puede mantener indefinidamente las cárceles. Es, más bien, el

concepto de que una persona que ha delinquido - y mucho más si su delito fue grave o aberrante - no

puede estar circulando entre nosotros.

Por una parte, porque las víctimas de delitos con daño irreversible sólo pueden satisfacerse con

una pena que aísle y estigmatice al autor de dicho daño. 6

Por otra parte, porque el «club» de los law-abiding - los que cumplen con la Ley - no puede ni

quiere ni debe readmitir nunca a dichas personas.

5 Esa actitud de desear el cambio pero, ante la menor dificultad, diferir cualquier acción tendiente a lograrlo, recuerda el chiste del extranjero que llega a Buenos Aires y pregunta a su amigo argentino qué puede comer en un restaurante. El amigo le dice que aquí hay muy buena carne y le recomienda que pida un bife de lomo. El extranjero, que no habla castellano, pide «bife de lomo», lo obtiene sin dificultad y repite su visita al mismo restaurante un par de veces, hasta que decide cambiar el menú y el amigo argentino le recomienda que pida pastas, por ejemplo, ñoquis. El extranjero pide ñoquis, pero esta vez el mozo le pregunta si los quiere con manteca o con salsa de tomates. El extranjero repite «ñoquis», el mozo repite su pregunta y así sucesivamente hasta que el extranjero se resigna y pide «¡bife de lomo!». 6 En una disertación se expuso una idea que nos parece muy interesante: “Las víctimas necesitan ser reinvidicadas. Pero como el Estado no hace nada por ellas- o hace muy poco - sus necesidades reivindicativas se convierten en actitudes vindicativas”. El corolario sería que si el estado se ocupara de repararlas, estas actitudes vindicativas desaparecerían o se reducirían significativamente. Sería muy importante verificar a través de nuevas encuestas si realmente esto es así.

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Esto último arranca en las ya mencionadas consideraciones de Durkheim y, al respecto, también

podemos citar al criminólogo italiano Francesco Carnelutti, quien observa el fenómeno como una

reprobación a quien se considera diferente del que no transgredió la ley, a punto tal que se quiere negar

la posibilidad de mantener a quien sí la transgredió incluido en la sociedad o que alguna vez regrese a

ella: “Éste que así piensa no recuerda, cuando siente así, la parábola del publicano y del fariseo y no

sospecha que su mentalidad es propiamente la del fariseo: yo no soy como éste”.

Y Antonio Beristain cree que muchos integrantes de la sociedad law-abiding razonan “Yo cumplo

con la ley. ¿Por qué no puedo decir que soy mejor que un delincuente?” Y que acentúan aún más la

diferencia al contemplar el estigma que la prisión produce por su mismas cualidades: “No como aquel

«majadero» que mal duerme con otros tres o cuatro presos (y docenas de ratas) en una minicelda

carcelaria”. 7

Sería muy útil continuar con la investigación iniciada - ampliando y aleatorizando más la muestra

y readaptando los cuestionarios - para evaluar el alcance y la firmeza que pudieran tener estas

objeciones, tanto entre especialistas y operadores del sistema penal actual como de la población en

general.

Ineficacia de los cambios parcialesIneficacia de los cambios parcialesIneficacia de los cambios parcialesIneficacia de los cambios parciales

Finalmente, como apéndice, esta exposición intentará ahora contestar a quienes han sugerido que

no se abarque tan integralmente el tema y se comience a avanzar por partes.

¿Por qué se deben tratar conjuntamente temas disímiles como la libertad vigilada, la reparación a

las víctimas y la resocialización?

Uno parecería ser un tema de índole técnica, el otro de índole ética y el tercero de índole social.

Pero quizás no sea casual que las iniciativas reformadoras del pasado hayan atacado el problema

en forma parcial, ya que, probablemente, su fracaso se ha debido a ello.

Han fracasado los intentos de resocializar dentro del encierro, de fomentar el trabajo dentro de las

prisiones y la combinación de ambos intentos, pero también la excarcelación cuando no iba

acompañada tanto de tareas reparativas como de incentivos al cambio radical de actitud.

El resentimiento que se experimenta en las prisiones actuales, en als generalmente no hay más

que depósito de personas, puede convertirse en recepción de un doble mensaje, en ver el trabajo como

un castigo adicional o en confusión por recibir mensajes ambiguos si se agrega el incentivo a la cambio

de actitud y/o el trabajo reparativo. Si se excarcela sin más habrá impunidad, si se agrega el incentivo al

cambio radical de actitud se tomará, al no haber pena, como una tratamiento ingenuo, si agrega la pena

reparativa pero no el incentivo mencionado el mensaje se entenderá como un trabajo forzado pero

difícilmente la idea de estar reparando.

7 Aquí podría plantearse qué es verdaderamente más rechazado en nuestra sociedad, ¿el autor de un delito o quien estuvo en la cárcel? Pensemos en un autor de un delito que en la actualidad recibe, de comprobarse, una pena de diez años de prisión. Supongamos, además, que todos saben que fue culpable, pero que, por la habilidad de sus abogados o por haber sobornado a los jueces, logró eludir el encierro. En cambio, otro individuo, totalmente inocente y del que todos saben que lo es, fue injustamente condenado por ese mismo delito y estuvo diez años encarcelado. Cuando sale de la prisión ¿quién está más estigmatizado en nuestra hipócrita sociedad? El primero o el segundo. Pensamos que es muy probable que lo sea el segundo.

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Sólo si se ponen en marcha los tres mecanismos, excarcelación bajo libertad vigilada, trabajo

reparativo e incentivo para el cambio radical de actitud, es posible que el ususuario del sistema PVR

adquiera el sentido reparativo que se desea inculcarle.

Pueden visualizarse estas consideraciones esbozadas en el siguiente cuadro:

El resentimiento es una vivencia probable - por supuesto que no puede afirmarse

contundentemente ninguna de estas consideraciones, ya que la psicología no es una ciencia exacta y

todas las personas son diferentes y por lo tanto pueden reaccionar en forma diferente, pero creemos que

algunos patrones pueden establecerse al respecto - cuando sólo existe un encierro improductivo. Si

agregamos a este encierro improductivo un tratamiento resocializador, se podrá obtener algún

beneficio, como en la aplicación de la Metodología Pedagógica Socializadora, pero en muchos internos se

vivirá esto como un doble mensaje: ¿Por qué, si confían en mí, me mantienen aquí inútilmente

encerrado e inactivo? Si añadimos al encierro la posibilidad de trabajar pero no damos ninguna

comunicación al respecto, el trabajo se vivirá sólo como un castigo adicional al encierro, como una vuelta

al trabajo forzado de otros tiempos. Si añadimos al encierro y al trabajo un tratamiento, seguirá

produciéndose una vivencia ambigua porque no quedará clara la idea de trabajar para reparar cuando

esto podría hacerse fuera de un encierro que aísla y estigmatiza sin ninguna necesidad.

Si se suprime el encierro y se conduce todo en libertad vigilada, de no existir un trabajo reparativo

o comunitario ni intento de incentivar el cambio de actitud, no habrá concepto de pena, excepto por la

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molestia de estar bajo vigilancia y esto producirá una vivencia de impunidad. No sólo esto dejaría a las

víctimas sin reparación - o bien al Estado sin reposición de eventuales reparaciones que se puedan hacer

a través de él - sino que los efectos disuasivos de la pena se perderán completamente. Si se añade un

incentivo al cambio, la vivencia será de que se trata de una farsa, de un tratamiento ingenuo, un mero

«sermón» unido a la vigilancia.

Si, en cambio, se añade trabajo pero no el incentivo al cambio, nuevamente se vivirá esto como

castigo en sí mismo, sin idea de que realmente se está reparando.

Solamente si en libertad vigilada se lleva a cabo un trabajo reparativo y en grupos de autoayuda se

explica y discute en qué consiste el concepto de reparar, se puede establecer un sistema penal no

punitivo que dé como vivencia el sentido reparativo que proponemos.

Así vemos que cualquier intento de parcializar la propuesta lleva, entonces, a dejar el problema

irresuelto y es por ello, quizás, que aun no se ha llegado al resultado deseado.

Ya lo había advertido Antonio Beristain, que en su artículo “La cárcel como factor de configuración

social”, sostuvo que

“QQQQuien desee resolver algún problema uien desee resolver algún problema uien desee resolver algún problema uien desee resolver algún problema

penitenciario debe empezar cayendo en cuenta de penitenciario debe empezar cayendo en cuenta de penitenciario debe empezar cayendo en cuenta de penitenciario debe empezar cayendo en cuenta de

la interdependencia entre todas las partes del la interdependencia entre todas las partes del la interdependencia entre todas las partes del la interdependencia entre todas las partes del

sistemasistemasistemasistema. No se puede quitar la fiebre de un brazo o . No se puede quitar la fiebre de un brazo o . No se puede quitar la fiebre de un brazo o . No se puede quitar la fiebre de un brazo o

de una pierna. Hay que combatir la fiebre en todo de una pierna. Hay que combatir la fiebre en todo de una pierna. Hay que combatir la fiebre en todo de una pierna. Hay que combatir la fiebre en todo

el cuerpo”.el cuerpo”.el cuerpo”.el cuerpo”.

Tampoco con ello pretendemos instalar la idea de que tomando en conjunto estas propuestas de

reforma se obtenga el éxito deseado, pero creemos que debería intentarse lograrlo por esta vía.

¿Cómo debe ser la implementación de un sistema ¿Cómo debe ser la implementación de un sistema ¿Cómo debe ser la implementación de un sistema ¿Cómo debe ser la implementación de un sistema PVRPVRPVRPVR????

Ahora queda la idea de qué podría hacerse, pero, ¿cómo debería implementarse este sistema

PVR? ¿Paulatinamente? ¿De golpe?

La criminóloga canadiense Ruth Morris ya advirtió que si no se avanza decididamente en este

terreno, la introducción tímida y paulatina de nuevas ideas - liviandad teórica, - genera anticuerpos y

trae “aguas oceánicas de revancha”. Sin embargo, está claro que no es posible una implementación

repentina de este gran cambio integral. Quizás lo sensato sería - en caso de que estuviéramos

convencidos de que este sistema o alguna variante similar fueran efectivos - trabajar para cambiar

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cuanto antes el actual paradigma de respuesta al delito y lograrlo de golpe en el ámbito académico y

enseguida difundirlo para cambiar el imaginario colectivo, aun cuando su implementación fuera

paulatina, cautelosa y sujeta a pruebas piloto y eventuales correcciones en los procedimientos.

ConclusiónConclusiónConclusiónConclusión

En resumen, vemos el panorama así, donde hemos utilizado tres neologismos: impunitividad, impunitividad, impunitividad, impunitividad,

oblatividad y valjeanizaciónoblatividad y valjeanizaciónoblatividad y valjeanizaciónoblatividad y valjeanización::::

De todos modos, haber traído aquí el tema no pretende convencer, sino instalar un debate.

En efecto, porque abogar hoy por la reconversión de la pena privativa de libertad provoca no sólo

rechazos entre sus sostenedores sino escepticismo entre sus críticos. Al respecto, es ilustrativa la

reflexión comparativa que introduce el penalista argentino Matías Bailone, tomando como modelo la

historia mitológica de Casandra, hija de Príamo de Troya, quien en repetidas ocasiones anunció la

destrucción de la ciudad. Nadie le creyó. ¿Por qué? Porque años atrás, Casandra, pretendida por Apolo,

en un acto de galantería recibió de éste el don de la clarividencia pero, luego, ante su rechazo al

pretendiente, le fue quitado el don de la persuasión. De este modo, vivió condenada a que sus vaticinios

no fueran creídos o tomados en serio. Quienes anticipan hoy la debacle del Sistema Penal, abogan por

suprimir la pena privativa de libertad y auguran un cambio basado en políticas no punitivas o punitivas

diferentes, sufren el mismo desdén que la pobre Casandra, maldecida por su amante. Vaticinan que “el

caballo de madera tiene soldados dentro, que luego destruirán Troya, pero nadie escucha sus oráculos

porque mediáticamente es más atractivo el discurso vindicativo…”, aunque cada día sea más obvio que

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sus resultados son contraproducentes.

Con el mismo problema de Casandra, es probable que la idea de implementar la Prisión Virtual

Restaurativa - o una variante similar - no tenga éxito, al menos inmediato, pero cabe esperar que sirva

para estimular una mirada diferente, más cercana a lo paradojal y a lo drástico, sobre el problema que

por ahora podrá permanecer irresuelto, pero, quizás, más atendido.

Si no se puede persuadir, al menos puede intentarse hacer pensar.

Pero, además, aun con todas estas trabas y encarando todos estos prejuicios, el auge de la

delincuencia indica que ni los académicos, ni los juristas ni los políticos deben bajar los brazos ni rendirse

ante la adversidad y mucho menos aún mirar para otro lado.

Más bien, encontrar y establecer penas alternativas adecuadas para lograr la disuasión de

delinquir, así como la toma de recaudos para que el control de las personas extramuros sea eficaz, debe

tomarse como el gran desafío que enfrenta el Sistema Penal en los umbrales del siglo XXI.

Mientras ello no se logre, las prisiones perdurarán, los ofensores empeorarán en ellas, sus familias

seguirán destruyéndose, las víctimas sólo tendrán el macabro consuelo de una justicia vindicativa y la

sociedad sufrirá más inseguridad y más violencia.

(*) Disertación en las Primeras Jornadas de Justicia Restaurativa. Ideas y posibilidadesPrimeras Jornadas de Justicia Restaurativa. Ideas y posibilidadesPrimeras Jornadas de Justicia Restaurativa. Ideas y posibilidadesPrimeras Jornadas de Justicia Restaurativa. Ideas y posibilidades,,,, en la Universidad de Palermo, Buenos Aires, Argentina, el 29 de octubre de 2013 (º) Dr. en Psicología Social. Tesis doctoral: “Crisis de la pena privativa de libertad”