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José Santos Chocano zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZ (Lima, 14 de mayo 1875 - Santiago de Chile. 13, diciembre 1934) POR LUIS ALBERTO SÁNCHEZ Si uno atendiera a los datos e interpretaciones que Chocano da sobre si mismo en suszywvutsrqponmljihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLIHGFEDC Memorias, habría que admitir la vigen- cia del destino y de una fatalidad poética. Nada de lo que hizo o dijo fué del todo exacto, pero nada fué tampoco enteramente falso. Vivió en y de una atmósfera suya, poética, edificada sobre muros de fantasía y realidad. Como lo diría en su lema: "O encuentro camino o me lo abro". Así fué su vida. " Vida y arte" , según otro consigna que debió convertirse en título de un libro nunca publi- cado bajo tal rótulo. Arte y vida variables, contradictorios: ya lo había dicho él también: "En mi arte caben todas las escuelas como en un rayo de luz todos los colores". Aspiró a ser ecuménico, a ser jefe de su propia escuela sin abrazar ninguna en definitiva. Pensaba de si coma un abanderado del destino. De ahi que sus errores cronológicos, que tanto enfadan a sus biógrafos, carezcan de importancia. En un poema ("Intima") insinúa como fecha de su nacimiento, 1879, ("Cuando nací, la guerra/ llegaba hasta la sierra/ más alia de mi tierra ..."); pero en otro poema, ("Elegía Marcial"), evocando la augusta sombra de su padre rectifica con precisión el dato y da la misma fecha de su partida de nacimiento. Hecho sin importancia en si : la tiene con síntomas de un procedi- miento mental. - A juzgar por las primicias poéticas publicadas por el hijo mayor del poeta (1941), Chocano comenzó a escribir versos desde los 11 años. Ya eran sus ídolos Bécquer, Lord Byron, Víctor Hugo, Manuel González Prada y Salvador Díaz-Mirón. No se apartaría del todo, de estos cánones.

José Santos Chocano

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Page 1: José Santos Chocano

José Santos C hocano zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLJIHGFEDCBA

(Lima, 14 de mayo 1875 - Santiago de Chile. 13, diciembre 1934)

POR LUIS A LBERTO SÁ NCHEZ

Si uno atendiera a los datos e interpretaciones que Chocano da sobre si mismo en suszywvutsrqponmljihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLIHGFEDCBA Memorias, habría que admitir la vigen-cia del destino y de una fatalidad poética. Nada de lo que hizo o dijo fué del todo exacto, pero nada fué tampoco enteramente falso. Vivió en y de una atmósfera suya, poética, edificada sobre muros de fantasía y realidad. Como lo diría en su lema: "O encuentro camino o me lo abro". Así fué su vida. " Vida y arte" , según otro consigna que debió convertirse en título de un libro nunca publi-cado bajo tal rótulo. Arte y vida variables, contradictorios: y a lo había dicho él también: "En mi arte caben todas las escuelas como en un rayo de luz todos los colores". Aspiró a ser ecuménico, a ser jefe de su propia escuela sin abrazar ninguna en definitiva. Pensaba de si coma un abanderado del destino. De ahi que sus errores cronológicos, que tanto enfadan a sus biógrafos, carezcan de importancia. En un poema ("Intima") insinúa como fecha de su nacimiento, 1879, ("Cuando nací, la guerra/ llegaba hasta la sierra/ más alia de mi tierra . . . " ) ; pero en otro poema, ("Eleg ía Marcial"), evocando la augusta sombra de su padre rectifica con precisión el dato y da la misma fecha de su partida de nacimiento. Hecho sin importancia en si : la tiene con síntomas de un procedi-miento mental. -

A juzgar por las primicias poéticas publicadas por el hijo mayor del poeta (1941), Chocano comenzó a escribir versos desde los 11 años. Ya eran sus ídolos Bécquer, Lord Byron, Víctor Hugo, Manuel González Prada y Salvador Díaz-Mirón. No se apartaría del todo, de estos cánones.

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A los 18 años, Chocano, afirmativo, arrogante, imponente, ejerce y a jefatura indudable sobre todos los jóvenes escritores del Perú. A los 19 le tentará la política e irá a purgar su curiosidad en una fétida celda submarina en las Casasmatas del Callao . Le amenazarán con la muerte, y, aunque sufrió intensos terrores, de-jará escrito su nombre "sobre la cal del muro" y hará versos res-tallantes. Como triunfa el bando civil, que él defendía, sobre el militarismo, a los 20 lo tenemos de director de una casa editora, de una revista adulta y pronunciando un discurso representativo, "el de la Revolución" (1895) . En 1896 publica la revista "LazywvutsrqponmljihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLIHGFEDCBA Ne-

blina" , es jefe de escuela y lanza dos libros: " En la aldea" e " Iras

santos" , a la sque sigue "A zahares": el primero vendrá impreso en tinta azul, el segundo en roja. Por estos meros principios se verá que Chocano aún no acierta a definir su camino; desde luego él lo tiene, para sí, enteramente determinado. La arrogancia y la ilusión frútecen en audaz optimismo ( 1) .

Es entonces cuando Darío publica, primero, " Los Raros" y , después, " Prosas Profanas" . Chocano comenta con cierta acerbia aquel. Ni son tan raros como dice el título, ni hay por qué some-terse a lo europeo. Ya rumia la idea de que lo americano tiene su propia categoría estética. ¿Por qué no ponerla en práctica? Rubén lee el comentario en " La Neblina" , y al enviar a su cofrade limeño el libro de las definiciones, le inserta un comentario : . . . Y canté tres veces gallo . . . La alusión no escapa a la sensibilidad de Chocano . Retruca con hermosa dignidad: "A mi no me canta ningún gallo y menos los franceses". Podrá decirse lo que se quie-de Chocano . Retruca con hermosa dignidad: "A mi no me canta en la po esía de América, en su paisaje, en su historia, en su pe-culiaridad. No fué asunto de cálculo . Era esencial.

Hagamos el recuento de su vida literaria en. pocas líneas: 1901, " Poesías completas" (Maucci) , con prólogo de González-Prada; 1904, " Los Cantos del Pacífico" (Bouret), primera antología de paso : premio de poesía en 1899 por "El Canto del siglo" y por "La epo peya del Morro", poemas de que sólo quedarán girones cuando llegue la hora de la .selección); en 1906, " Alma América"

(1) No quisiéramos repetir ni nuestro prólogo azyxvutsrqponmljihgfedcbaXVUTSRQPONMLJIHGFEDCBA "Obras Completas"

de Chocano publicadas por la ed. M. Aguilar, México, ni nuestro artículo " Ocaso y apogeo tle J. S. Cli." , México . Cuad. amer., 1955, por eso supri-mimos estos detalles.

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(Pueyo ), su consagración; en 1908, la antología más cerrada, "Fiat Lux" (Ollendorí, Pueyo ). No habrá, luego, sino labor dis-persa y planes. "A yacucho yzywvutsrqponmljihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLIHGFEDCBA los Andes" (Lima, Berrio, 1925) pertenece a la órbita de los conatos. En 1934 lanza " Primicias de

Oro de Indias" (Chile, ed. Siglo XX). Después de su muerte, apare-cen sin correcciones: " Memorias" , " El Alma de Voltaire" , " Oro de

Indias" (4vo ls.), " Poemas del amor doliente" (Nascimiento ). Co-mo entretiempo, "Las dictaduras organizadas" (Lima, La Opinión Nacional, 1924), " El Crimen de Leticia" (Santiago de Chile, 1933). Hay hasta tres dramas de Chocano, uno de edición retirada hecha por Pueyo: " Los Conquistadores" . Otro inédito; y un tercero pu-blicado por mí en " Obras Completas" .

Ahora, podemos hacer la revisión de su vida pública, un poco compleja: diplomático en Centroamérica y Colombia (1901-1905), España (1906-8) entregado a su albedrío en Cuba, Puerto Rico, Guatemala, México (1908-1915); afincado en Guatemala (hasta 1920); en Perú (192L25) ; un crimen de tipo ideológico (1925) y la cárcel (hasta 1927); emigración a Chile, desde 1928 hasta 1934 en que cayó asesinado a puñaladas por un loco.

Dejemos en paz su vida sentimental. Se casó tres veces sin perfeccionar su divorcio ninguna.

Era un sibarita. Para su defensa: sirvió a autócratas, jamás a oligarquías. Ganó todo el dinero que pudo, para gastárselo en-tero. Fué acusado por delitos comunes (estafa, homicidio ). Se exageró en su daño.

Chocano surgió en un escenario huérfano. Adquirió, por eso tono y aire magistrales. Desde la ado lescencia usó el énfasis co-mo escudo. Su atmósfera se llamaba "publicidad". Tenía ambi-ción de ser, lo cual redujo su capacidad de expresar. Cuando ya empezaba la poesía castellana a abandonar la enumeración, él se hizo de ella, whitmanianamente. Más tarde escribiría aquello de "Walt Whitman tiene el norte, pero yo tengo el sur": mediaba 1908.

A Chocano le sacó de su narcicismo citadino la visión de la selva del Perú. Aquella magnitud calzaba con su propia íntima hipérbole. Escribió el poema " El Derrumbe" , luego trocado en " El

derrumbamiento" . A él pertenecen metáforas inolvidables, como, por ejemplo, la de comparar al tren que penetra por los túneles, taladrando la cordillera, con "una aguja que cosiera montes". O la de ver en dos cumbres, a un monje "en la actitud de una ora-ción cristiana". Mucho malo se ha dicho del poeta, no de sus me-

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táforas, y hasta las han querido olvidar. Pero, él con terquedad de iluminado, seguía aventándolas a la inepcia de sus enemigos : al hablar del asesinato del conquistador Pizarro, sentencia: "que quien tomó la vida por asalto/ sólo puso morir de una estocada". Pero, el Chocano metafórico desatado, se llama a reposo después de 1910. Sería útil explicarse por qué.

Claro: hay varias facetas en Chocano. A la primera etapa, dejando de lado los versos encendidos y lapidarios de los cantos semi-épicos, pertenecen las evocaciones líricas. Esa sensación del enamorado que ronda la casa de su adorada, fallecida (él ausen-te) un mes atrás, tiene indudable fuerza poética: "treinta noches estuve (siento horror todavía)/ treinta noches haciéndole el amor a una muerta".

De todo el volumen de "A zahares" conservará, a la postre, el recuerdo de la inspiradora y dos versos, utilizados en lazywvutsrqponmljihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLIHGFEDCBA " Ofren-

da" de " Alma América" : "Que un anillo de oro hecho pedazos/ y a no es anillo, pero siempre es oro".

^Cuando ganó los premios literarios con " El Canto del siglo" vutsronlcaYNC

Y " La epopeya del Morro" , estos poemas eran largos: del primero desapareció todo; del segundo se conservaron 500 y tantos versos de un toial de 1600 y tantos. Igualmente, " El derrumbamiento" su-frió una reducción a un tercio.

La leyenda del Chocano insensible a sus propiés defectos, locuaz, facundioso, no puede aplicarse al vate de hasta los cua-renta años. Después no tuvo tiempo de pulir, salvo en " Primicias

de Oro de Indias" , donde depura buena parte de su libro "Puerto Pico lírico" (San Juan, 1914), tan ignorado como necesario para conocer al poeta.

La acción perjudica al rimador, sin duda. No era posible otra manera. Chocano no sabía sino de hacer. Tenía ansia de poderío. Su estrofa es exacta:

Debí yo haber nacido no esta edad sin gloria, sino en un tiempo heroico que nunca volverá . . .

La añoranza de ese tiempo persigna toda su poesía.

Y de no ser Poeta, tal vez yo habría sido un blanco aventurero o un indio emperador.

De ello provienen las miserias del bardo. Imperioso, enemigo de la sugestión, del medio tono. Había amanecido el matiz : Cho-

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cano seguía ebrio de violentos colores. ¿Cómo acompasarse con el presente?

Llegó a pensar, después de largo examen, que si algún tem-peramento hugoniano hubo en América, lo fué, mucho más que el de Diaz Mirón, el del poeta del Perú. La antítesis le obsesiona. Al comienzo y al fin de su carrera, en prosa y en verso, la antítesis y la comparación pormenorizada serán sus v ías expresivas. Hay hombres que viven en asceta, y otros en héroe, y otros en esta-tua, y otros en César. Eso es lo que, parece, llaman persona-lidad o idiosincracia. Además, hay circunstancias que favorecen tal o cual desarrollo del individuo. En el de Chocano se juntaron varias condiciones : él imperalicio o cesariano ; el medio, de recien-te descubrimiento del lujo, ebrio de sensualidad, de poder, de opti-mismo. América insurge entonces, al menos estéticamente, en la literatura universal. Esa insurgencia alienta a la de sus interpretes. Se identifican con ella. No la abandonarán. Hasta los más hu-mildes (Ñervo, por ejemplo ) serán individualistas. Su fe cristiana se resentirá de su esteticismo. Pero ¿he de repetir aquí los argu-mentos de otro libro no? ( 2) .

Chocano leyó a Whitman, de quien tomó el gusto de la enu-meración y los prosaicos guarismos, abusivamente tratadas por si poeta" de Lima :

veinte pastores con sus cuarenta bueyes. . . treinta noches estuve (siento horror to d av ía) . . . treinta noches haciendo el amor a una muerta. . .

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porque entonces no trece hombres, trece pueblos pasarían esa ray a. . .

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cuarenta mil esclavos . . . 0O0

Sería inútil presentar más ejemplos. Pero*, no obstante esta aparente precisión, lo que agobia a Chocano es, a menudo, la so-zyxvutsrqponmljihgfedcbaXVUTSRQPONMLJIHGFEDCBA

(2) L. A. Sánchez, " Balance y liquidación del Novecientos" , San-tiago, Ercilla, 1940, Nva. ed. condensada y rectificada bajo el título " ¿Tuvimos maestros en Nuestra A mérica?" . Buenos Aires, Raigal, 1956.

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noridad (no la musicalidad). De ahí la pasión con que absorbe el modelo de José Asunción Silva, y se pone a repetir fel ritmo cua-ternario del ilustre suicida, como se advierte en "Fuga": " En la estepa/ deso lada/ " etc. La fruición con que Chocano apela a los ritornelos denuncia más que espíritu musical, tendencia discursiva. Los oradores se someten a los terminales resonante. Chocano es así. A veces consigue efectos aparentemente musicales, como en aquello de "La griega baila gravemente,/ la griega baila grave-mente con monorrítmico vaivén" en que celebra-a Odette Valéry, usando el eneasílabo simple y duplicado, verso difícil. Pero, a Cho-cano le seduce sobretodo el alejandrino con los pares agudos, que es como suenan más a francés y a Hugo y a oratoria.

Fiel a sus principios juveniles, expresados, a raíz de la aparición de "LoszywvutsrqponmljihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLIHGFEDCBA Raros" de Darío ( 3 ) y coincidiendo con los puntos de vista de Menéndez y Pelayo , Rubio y Lluch ( y en parte, de Juan Valera) , cree que el ante americano comienza por ser descriptivo, desta-cando -las originalidades del ambiente. C'est le regne du pittorés-

que, habría dicho algún critico afrancesado, y lo fué. Pero, ade-más, perseguía Chocano, con invencible, aunque vano afán, cincelar aquello "pintoresco" eñ una manera • ceñida, compacta, recia. De ahí su titubeo suicida entre Whitmna y Leconte de Lisie. No se ha analizado todavía las consecuencias de semejante am-bivalencia. Pero, si reparamos en que Whitman se- lo di-ce todo, arrolladoramenie, como enloquecido de "co sas",.y que Leconte se enloquecía de "-términos" y sacrificaba la cantidad* a la calidad, comprenderemos que, si llamamos- parnasiano al poeta del Perú, deberíamos de hecho, rechazar el título de whitmaniano, que tanto lo enorgullecía. ' O lo uno o lo otro. La hibridez en este, como en tantos casos, esteriliza. .

Pero, confesemos, en 1900, nadie había soplado la trompa épica en.loor a nuestro paisaje, como lo hizo Chocano. Ni los vie-jo co loniales Valbuena, Lavardén y Landivar, paisajistas eximios; ni.los repúblicos Bello, Olmedo, Heredia ( e l cubano, no el francés) Flores, Lozano, Andrade, Ortíz, etc. ninguno dio en la nota precisa ál referirse a nuestro escenario natural. Chocano desata las ama-rras que Bello atara en torno de la "Agricultura de la zona tórrida", y d a lengua a las cumbres que Olmedo esculpió en plan heroico, y americaniza las fuentes. patrias .de Landivar, y crea, si, crea

(3) Chocano,zyxvutsrqponmljihgfedcbaXVUTSRQPONMLJIHGFEDCBA " M emorias" , Santiago, Nascimiento, 1940, p. 114..

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un 'modo de ver hipertrofiado, un modo de hablar grandílocuo , te-niendo como sujeto los paisajes de A mérica. Porque ese es otro descubrimiento chocanesco : la pluralidad de nuestra naturaleza, de donde extraerá imágenes Eustasio Rivera llegada la hora de zywvutsrqponmljihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLIHGFEDCBA

" Tierra de Promisión" (1921) .

Aquella insólita pericia para sacarse paisajes de las man-gas, prestidigitador de panoramas, hace que muchos piensen en la facilidad y hasta futilidad de tal espectáculo . Por otro lado, al revés, no faltaron los que miraron tal actividad como un nuevo evangelio poético. Proclamaron a Chocano "el poeta de A mérica", en lo cual fué entusiasta Andrés González Blanco . Surgió enton-ces, muy a la criolla, la po lémica: ¿quién era el poeta de A mérica, Chocano o Rubén? Absurda y ficticio antagonismo, no seguido , a Dios gracias, por los supuestos contricantes intelectuales, aunque, la verdad, Rubén se dejó tentar más que Cho cano por el demonio de los celos. Unos argüyeron: la A mérica de Cho cano es pura cascara; otros, el cosmopolitismo de Darío, puro París. Co mo de costumbre nuestros criollos, más aún cuando son intelectuales, go-zan en morderse los unos a los otros y en derribar ídolos, no por iconoclastismo sino por mera ierarco fagia : pasión inferior.

La vida arrastró a Chocano a la punible prisa y al no pulir, que es terrible escollo de todo artista. Sin embargo , " Primicias"

revelan que la podadera co nservaba sus capacid ad es y que una extraña y tardía tristeza obligaba al poeta a rendir su orgullo y rendirse al peso de la ternura.

Me parece que el Chocano sobreviviente d e la traged ia d e Guatemala, el que vio la muerte más cara a cara ( e l de México la vio de soslayo ); el Chocano ablandado que se enamo ra como un chiquillo, a sus 46, y escribe versos trémulos y hasta pueriles ("Po emas del amor doliente©1 de los amargo s "Nocturnos" ( y a empezados desde la permanencia en Nueva York, 1909); el de la funesta discusión sobre las dictaduras, con su humeante co lo-fón (el homicidio de Elmore), ese Cho cano casi ha roto con el de las horas triunfales y sonoras de 1906. Ha perdido ruido, es-tridencia, énfasis. Quisiera ( y no lograrlo es su mayo r traged ia) , quisiera ser parco. A veces acierta. Cuando, reviviendo los sen-timientos infantiles frente al indio, escribe unas cuantas " Notas del

alma indígena" , seguramente de las más altas d e su o bra. Lo malo está que, después del admirable éxito d e la primera ( "Q u ien sabe, señor"), insiste en la señalización, y convierte en tópico lo

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que fuera impulso de una pureza prístina. Como sea, esos poe-miias revelan la fuerza y la delicadeza, la penetración y la maes-tría de Chocano. Pienso que nadie ha dado tan bien la nota íntima de lo indio, claro está, a través de un temperamento criollo.

Otro poema de este estilo es "Unigénito". Recuerdan el lírico canto al padre, la transida rememoración de la madre, fa-llecida cuando el bardo sufría su final y más desgarrador (por voluntario) destierro.

Chocano, durante mucho tiempo, quiso competir con sus coetáneos en la originalidad de algunas composiciones. Ensayó un dodecasílabo distinto al usual; dió vida a un verso quincesilá-bico ("Paísa/ e") lleno de gracia; trató de instalar uno de diecisiete sílabas, basado en dos pentasílabos y un heptasílabo; rindió plei-tesía al verso libre; trabajó el peánico; demostró dominio del re-miso eneasílabo ; hizo del endecasílabo y del modernista alejan-drino sus vias naturales de expresión, Verbalizando adjetivos y sustantivos proporcionó algunas novedades a la lira castellana. Le malogró, en todo caso la abundancia.

Se advierte en la obra de Chocano un drama, que Juan Ramón Jiménez, pese a su perspicacia, no atinó a sorprender. Cuando, en el- prólogo de "Poesía cubana 1936", habla con des-dén de los "nerudones y chocaneros", no fundamenta nada. Calificando se aplaude o denosta, pero más útil sería razonar y demostrar. El drama de Chocano, según nuestro criterio, consiste en su incapacidad de admitir copartícipes, colaboradores en la emoción. Sólo él tiene el derecho de promover, orientar, fomentar, ex-presar y martar el asunto, la sensación, el sentimiento, la resonan-cia del poema. Proporciona todos los ingredientes, prevé todas las reacciones, imagina todas las posibilidades, decreta todas las i-rradiaciones. He ahí su talón de Aquiles. Mientras de Rubén o Ñervo manan diversos elixires, de Chocano fluye un solo río mar-cado con su nombre. Es un diktat sensorial el suyo. Nadie se aireva a darle otro sesgo que el ordenado por el flamante demiur-go.

Cuando Chocano quiso ser autor teatral fracasó. Igual en Lima que en Madrid. Consciente de ello, retiró de la circulación el único drama que llegó a imprimir. En cambio cuando se en-caró él mismo al público, obtuvo la victoria. Le befaron al comien-zo, pero acabaron sometiéndose a su influjo. Bastaría leer los re-latos sobre su aparición en el "Ateneo" de Madrid a tributar ho-

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menaje a Navarro Ledesma ( 4) . Su seguridad, su pronunciación, su empaque, su aislamiento total del público le rodeaban de un aura proféíica. Aparte de eso, su verso mismo reducido a su es-cenario exacto, despertaba evidente entusiasmo, suscitaba una es-pecie de marcial melancolía . . .

La mala ventura poética de Chocano depende, en gran me-dida, de su actitud inhumana. Empero, a esto mismo opongo mis resueltos reparos. Era hombre de amor, aunque incapaz de petri-ficarse ni tan siquiera en el amor. Los hijos suyos, de tres diferen-tes madres, coinciden en reconocer su ternura, su afabilidad, su sentido profundo de la paternidad. Las tres-mujeres le amaron con locura. ( Y alguna más, allá en Madrid. . . ) . Sus amigos le de-fendieron con arrojo en ¡as peores horas y valiéndose de cualquier medio. Por lo común, estos son afectos de amistad, de amor, «te ciarse, y solo se dan así los seres humanos. Por serlo erigió la estatua de si mismo.

.. Dicen que robó (me confunden con Caco, le dirá a Rubén, en una tragicómica carta desde Nueva York y hacia 1912); es seguro que mató. Pero es más seguro aún que, por soberbia, ha-bría matado cien veces, y que, en un desapoderado afán de pode-río, lo mío y lo tuyo declinaban sus límites y se mezclaban para producir un "nuestro" administrado no más que por Chocano. Te-nía alma de tirano político, estético, financiero. Desde joven entcria el elogio al "buen tirano" ("que cuanto más cruel, tirano, eres me-jo r"). A maba el peligro, ' A la caída de Estrada Cabrera fué el de los pocos fieles hasta último a su amigo dictador. Lo dicen to-dos. La autocracia le obsesionaba, igual en Bolívar que en Pancho Villa; la oligarquía, en cambio, le irritaba : igual en Perú que eri' México, en España que en Chile. Se recreaba en el lujo. El di-nero .—hombre renacentista— le servía para lograr poder o gozo. Murió apuñaleado por un loco, en un tranvía de Santiago de Chi-le; ese día su hogar estaba tan pobre- como siempre, pero la le-yenda aseguraba que el poeta había hallado el tesoro de los je-suítas, el botín de los piratas, las riquezas de los caciques. Había empeñado su corona, la que le obsequiara la ciudad de Lima, en 1922) el día de su semiedeificación oficial. El abogado Leandro zyxvutsrqponmljihgfedcbaXVUTSRQPONMLJIHGFEDCBA

(4) Alberto Ghiraldo, " El Archivo de Rubén Darío" , Buenos A ires, Losada 1943, donde hay una carta de Vargas Vila a Rubén muy jugosa a ese respecto. . . . .

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Santelices lo redimió, a pedido de Chocano, a cambio de diez mil pesos chilenos, y la guarda en su caja de caudales. Si en vez de consagrarse a utópicas empresas financieras, hubiera concentrado su imaginación en la poesía, quién sabe qué inauditos logros ha-bríamos recibido de él, en melodiosa trasmisión.

Mientras a Rubén le manejaron sus validos, adulones, ad-ministradores y "discípulos", Chocano manejó a multitud de-se-cretarios, gonfaloneros, secuaces, alumnos y admiradores. Mas, en la pasividad física del uno germinaba su tremenda actividad lírica; en el estupendo dinamismo del otro se diluían sus maravi-llosos dones poéticos . Es por eso que, en dos momentos, al cuajar la personalidad, allá entre el 900 y el 906, y al quedar desasido de toda gloria mundana, acá entre el 28 y el 34, es cuando Choca-nos da lo mas sentido y duradero-de su*arte. De los 59 años que vivió, son estos doce los de más auténtica creación. .

¿Qué clase de creación? Recreación anecdótica, autobio-gráfica. Es lo que caracteriza a Chocano. Jamás escribió 'sino de si mismo, a través de sus propias experiencias. Supersticioso y agorero, el d ía de su muerte, 13 de diciembre, había' depositado' en el correo una carta fechada el 14, para sortear la "jetta" el 43. No lo consiguió. El destino"; como en un verso de" César Vallejo , suele vestirse de "suertero", o,- en este caso , de alucinado.

• Lástima para Chocano que los tiempos-posteriores a su en-cumbramiento renunciaran-a todo énfasis, a todo aire sentencioso:' Perito en expresiones lapidarias; se vio supeditado por lüs v agas sugestiones de los simbolistas. A llá en su juventud había escrito con impresionante rotundidad:

" La- tropa hambrienta, pero siempre erguida,-no implora una limosna de la suerte: es como una avanzada de la -vida que presenta sus • armas a -la muerte. ' •

[Versos para declamación, acuñados como - medallas,- metá-licos! Los nuevos tiempos los preferían de ala y gerundio, de es-trella y lana, en antitéticos astro-prosaismos. Chocano hasta el matiz lo convertía en color neto. Fué para América, el- anti-Ver-laine, desafortunadamente, cuando Verlaine triunfaba . . .

1956. - . . zywvutsrqponmljihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLIHGFEDCBA

Luis Alberto Sánchez.-