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Jose María Caro
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PRESENTACIÓN
Cuando comienza a escudriñarse la historia desde la base, desde y con quienes la hicieron, son infinitas las
interpretaciones que se le pueden dar a un mismo hecho, son distintos los prismas que ven una misma realidad.
Para uno puede ser un grato recuerdo, mientras que para otro puede ser mejor olvidar.
Matices de esta índole se dieron durante el proceso de reconstrucción de la historia del barrio José María Caro de
La Serena, en donde luego de la conformación del Comité de Recuperación Histórica, se comenzó un trabajo
metódico que contempló distintas fases tendientes a obtener la Mayor cantidad de información posible.
La convocatoria para la Comisión se hizo invitándolos a todos, independiente de su edad y género, porque
entendimos que cada quien tenía algo que aportar desde su visión y perspectiva. Circunstancialmente, el
llamado fue oído y respondido por un grupo de seis mujeres, en su mayoría fundadoras de la población. En
paralelo se hicieron entrevistas a personas que no viven en el barrio pero que están vinculadas con él. Algunos
profesionales que ayudaron en su formación, otros que contextualizaron la época en que se hizo y también
quienes se han involucrado poco a poco durante su vida.
Fueron los propios vecinos los que hicieron un Mapa Barrial y fueron ellos mismos los que volvieron a recorrer las
calles para conocer y reconocer el lugar que los ha acogido por tantos años. En esta caminata, le contaron a
quienes no sabían, historias de personajes en lugares que los cobijan a diario. Cada uno condimentó a su gusto
cada recuerdo, manteniendo viva la historia colectiva que la rutina quiere aletargar. El debate se hizo presente
en más de una ocasión, y la opinión sobre algún dato trascendente permitió que se expusieran diversos puntos de
vista, dejando la respuesta abierta. Se establece, por ende, que esta publicación no es una verdad absoluta, sino
que es un intento abierto por conocer la historia desde la visión de los protagonistas, quienes quisieron trabajar y
aportar en la recuperación de la memoria de su barrio. Barrio que con el correr de los años y casi sin darse cuenta
paso de ser Chacra Figari a José María Caro.
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UN POCO DE HISTORIA
Una crónica de diario El Día, del 22 de agosto de
1968 se convirtió en fiel testimonio de lo que estaba
pasando en la ex Chacra Figari durante aquel año.
Ahí, grupos familiares completos se dedicaban a
concretar el tan anhelado sueño de la casa propia.
Durante el día, mujeres y niños. Durante la tarde y
noche los hombres. El fin de semana toda la familia
y estudiantes voluntarios. Ese era el ritmo general
con que se llevaba adelante el proceso de auto
construcción de casas en lo que hoy conocemos
como el barrio José María Caro. Una etapa no
exenta de problemas, temores y sacrificios que
mostraron el temple de las familias de la época.
Gracias a una política de gobierno del entonces
presidente Eduardo Frei Montalva, en Chile
comenzó un proceso habitacional tendiente a
entregar soluciones a las familias que hasta
entonces no contaban con un techo propio o
legalizado. Fue así que en el plano local se
organizaron comités y se erradicaron familias,
entregándoles el terreno y los materiales para que
hicieran sus edificaciones. Nace el proceso de auto
construcción.
Los elegidos provenían desde diversos sectores
como Peñuelas, Capuchinos, Santa Lucía, Cinco
Quesos, Almagro, Ladera norte y Santa Inés,
quienes por diversas razones necesitaban una
solución pronta de vivienda. A juicio de los mismos
vecinos era gente humilde, carente de un lugar
donde residir y solidaria.
Este proceso, se ve antecedido por una serie de
políticas migratorias establecidas y espontáneas
que tenían como único fin el acercarse a la ciudad
para obtener mejores posibilidades
socioeconómicas para perfeccionar la calidad de
vida.
3
A juicio del periodista e historiador Fernando
Moraga, La Serena, como la mayoría de las
grandes urbes se convierte en un polo de atracción
para muchas familias, “el año 1907, más o menos,
en esa época se empieza a producir una erupción,
primero es de la gente de campo hacia la ciudad,
buscando mejores posibilidades.
Se produce también en ese mismo período una
movilidad social, en que el sector rural empieza a
reclamar mejores condiciones de vida, entonces
pasan a buscar la marginalidad de La Serena. Una
cantidad bastante importante de gente, que viene
especialmente de Illapel, Combarbalá, Ovalle,
etcétera, se instalan en un cordón que está
inmediatamente después de la calle Infante, hasta
Juan Cisternas con Amunátegui. La escuela Normal
era el final de la ciudad de La Serena hacia el sur. Y
dentro de la ciudad, desde antes inclusive, venían
una cantidad impresionante de conventillos y
construcciones echas nada más en churqui, con
puertas y ventanas, son los famosos cuartos
redondos, que no tenían ni servicios higiénicos, ni
agua”.
Ese fenómeno de migración hacia la ciudad se
acentúa en el año 1930, en que vuelve toda la
gente que estaba trabajando en el norte por la
movilización de las salitreras y a su vez también una
cantidad grande de gente que viene de Santiago,
de la periferia santiaguina, para incorporarse a los
trabajos de lavaderos de oro, esos lavaderos de oro
estaban todos instalados aquí en Quebrada de
Talca y en Andacollo.
Situaciones como esta hacen que la ciudad “se
haga chica”, debiéndose diseñar nuevos
mecanismos de expansión. Primero, a juicio de
Moraga, se hace una entrega de terrenos un tanto
desordenada, “están más absolutamente
marginales y la ciudad de La Serena en realidad no
se preocupa mucho del tema, deja sencillamente
que esa gente construya”.
4
Luego, y previo al Cuarto Centenario de la ciudad
y a la creación del Plan Serena, se buscan algunas
soluciones a raíz de las políticas que empiezan a
desarrollar el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, “el
famoso Frente Popular, que ofrece como slogan de
su gobierno ’Pan, techo y abrigo’. El Techo, es la
posibilidad de que en algún momento
determinado, por políticas del gobierno se pueda
construir algún tipo de población, de echo acá en
la ciudad de La Serena se construyen algunas”.
También se estableció la creación de barrios en
que los vecinos estaban vinculados por algún factor
común, especialmente en lo laboral. “Por ejemplo,
en el sector de la Juan XXIII tú vas y en el primer
sector te encuentras con trabajadores gráficos,
luego te encuentras con gente que trabaja en la
construcción, otros que trabajan en el campo,
bodegueros, etcétera…”.
Mientras que hay otros posteriores que se crean por
la necesidad y las solicitudes, “en donde mezclas a
la gente que estaba aquí en el río, la gente que
estaba abajo del Puente Fiscal y los que estaban en
el sector de la Avenida de Aguirre, o los que en
algún momento determinado van a la Intendencia
a pedir que la ayuden de alguna manera, los llevan
a la Chacra Figari”. A juicio del periodista, esta
diversidad de vecinos hace difícil encontrar una
guía que los defina como barrio, ya que no tienen
un pasado común, “es difícil marcarles un patrón
común de existencia, de hecho la tienen, porque
llevan ahí más de 40 años, pero ellos no tienen un
referente de identidad tierra y tampoco se integran
entre ellos, porque habitualmente los barrios se
ligan casándose la vecina con el vecino,
estableciendo un acuerdo de comadre, de
compadre, etcétera”.
Referente al traspaso del terreno de manos de la
familia Figari al Fisco, este se realizó el 21 de octubre
de 1966, según consta en contrato de
compraventa pactado entre la Sociedad Civil
5
Agrícola Mario Figari y Compañía Limitada y la
Corporación de Mejoramiento Urbano.
Esta transacción dice en lo medular que “la
Corporación de Mejoramiento Urbano, es dueña
de una parte de la propiedad, denominada
‘Chacra Serena’, ubicada en esta ciudad, parte
que tiene una superficie aproximada de doscientos
un mil ciento sesenta metros cuadrados (…).
Adquirió la parte de la chacra citada por compra a
la Sociedad Civil Agrícola Mario Figari y Compañía
Limitada representada por don Mario Figari Bausa,
en la cantidad de cuatrocientos cuarenta y dos mil
quinientos cincuenta y dos escudos”. De ahí que el
barrio tenga la ascendencia de Chacra Figari hasta
estos días.
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Copia de la compraventa, documento que da fe de la adquisición de parte del Estado de los terrenos donde se
construyó el barrio José María Caro.
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DÍAS DE ESFUERZO Y SOLIDARIDAD
Luego de aquel proceso histórico, que marcó algunas
pautas para el nacimiento del barrio, llega el año 1968
y en el sector de la Chacra Figari se comienza a
fraguar una de las poblaciones populares más
importantes del sur de La Serena.
Pocos vecinos especulan con el porqué del nombre
del barrio. Muchos se sienten aún de “la Figari”, pero
quienes se atreven a opinar basan su teoría en el
reconocimiento que quiso hacer el Gobierno
democratacristiano de Eduardo Frei Montalva a quien
fue el primer cardenal de nuestro país: José María Caro
Rodríguez, quien además fue obispo de La Serena
entre 1925 y 1939.
Según datos del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, el
barrio José María Caro está compuesto por 285
viviendas y se ubica entre las calles Cuatro Esquinas
por el sur, Guillermo Carter y Gallo por el norte, Larraín
Alcalde por el Oeste y Gabriel González Videla por el
este. Su superficie total es de 89.000 metros cuadrados
y presenta una población de 1227 habitantes, de los
cuales 607 son hombres y 620 corresponden a mujeres.
Pero llegar a esta población y cantidad de casas no
fue cosa del azar. Antes que aquí hubiese alguien,
estas tierras se utilizaban para la agricultura, el alimento
y tránsito de animales. Hace cuarenta años este sector
estaba muy alejado de la ciudad propiamente tal y
apareció como una solución habitacional pionera,
ganando nuevos espacios para la urbe gracias al
sacrificio de sus nuevos habitantes.
Sobre esos años hay sabrosas historias, anécdotas,
vivencias y recuerdos que los propios vecinos no
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quieren olvidar. Tal como se destaca en las impresiones
recogidas del grupo de mujeres que acudieron al
llamado para conformar el Comité de Recuperación
Histórica y otros protagonistas que de una u otra forma
se fueron vinculando con el barrio durante el transcurso
de los años. Es así como se recuerda a quienes
habitaron las primeras construcciones, entre ellos Nilda
Palma, Hugo Moreno y Emelinda Ossandón, quienes se
adelantaron en hacer para sus familias las primeras
casas.
También se recuerda que los pasajes estaban
señalados por letras y que cada terreno estaba
denominado por sitio y su correspondiente número, por
ejemplo, la vecina Ana Vásquez llegó hace cuarenta
años al barrio y vivió en el pasaje M, sitio número 126.
Las jornadas para la construcción de las casas no
fueron fáciles, la escasez de varones fue un tema
clave, de ahí que se destaque el trabajo y ahínco
puesto por las mujeres. “Nosotros con el terremoto del
67 quedamos sin casa, vivíamos por la avenida de
Aguirre y nos llevaron a Peñuelas y en Peñuelas se
formó un comité y vinieron a trabajar acá. Incluso
siempre me acuerdo que mi mamá me sacó 3 meses
de la escuela, nos estaba apurando por que era sola,
o sea, no habían hombres en mi casa, es esa la
verdad, unas primas, mi abuelita, mi mamá y yo”,
relata la señora Ana.
Otra familia que enfrentó un problema similar fue la de
la señora Bélgica Aguirre, grupo que estaba
compuesto por una tías que eran mayores, lo que les
imposibilitaba cumplir con todo el trabajo que
implicaba levantar una residencia. Golpearon puertas
y llegaron hasta el intendente de la época, Eduardo
Sepúlveda, quien finalmente se comunicó con la
dirigencia de los estudiantes universitarios,
encabezada en esos años por Oscar Rojas, para que
participaran del proceso de construcción.
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“Ellos levantaron la casa de nosotros, fue la primera
casa que levantaron y de ahí empezaron a levantar a
la otra gente que no tenía quien les levantara sus
casas. Y por eso estoy súper agradecida de él (Rojas),
porque en realidad nos hicieron la casa, pero se
olvidaron de hacer el pozo séptico, por lo que
llegamos y no teníamos baño, entonces le pedíamos a
los vecinos prestado y nadie quería prestarnos.
Entonces don Efraín, el dueño de la casa de atrás, nos
hizo el baño”.
Aspectos como éste realzan a la solidaridad como un
valor transversal, que permitió que todos alcanzaran el
sueño. El mismo Rojas recuerda esta época como
parte de un proceso social importante, donde el
compromiso de los estudiantes con el país era una
prioridad. “Circunstancialmente yo era presidente de
la Universidad de La Serena, Universidad de Chile en
aquella época y creyendo en nuestro deber de
jóvenes, impulsamos trabajos voluntarios los fines de
semana, para ir en apoyo tanto del sector urbano
como rural y en la Federación de Estudiantes nosotros
un poco apadrinamos a la Chacra Figari, porque
habían muchas familias que si bien eran numerosas, no
tenían hombres, por lo tanto habían mujeres viudas,
con niños y de edad. Nosotros fuimos a iniciar un
trabajo que no fue fácil porque en aquella época, y los
vecinos del barrio y los habitantes de La Serena se
tienen que acordar, eran unos tierrales inmensos, y
donde estaba el sector de acopio del material de auto
construcción, llámense los paneles de madera de las
casas, por que todos eran de madera, les entregaban
los paneles hechos, eran no menos de 800 y nosotros
teníamos que acarrearlos en carretillas entre todos los
jóvenes. Íbamos unos 40 muchachos, entre hombres y
mujeres, a ayudar a las casas, hacíamos los radieres y
tratábamos de parar de la mejor manera las casas.
Estuvimos un tiempo largo, no fue corto y tampoco fue
fácil, por eso a nosotros nos marcó, por lo menos a mí
me marcó como una etapa muy importante”.
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Así comenzó a edificarse el barrio José María Caro, con
grandes cargas de trabajo y sacrificio que le fueron
entregando cierto carácter al vecindario. Las jornadas
de esfuerzo se extendían de sol a sol e intentaban
hacerlas más livianas con la convivencia y unión de
todos los pobladores. “Usted se acostaba en la noche
y al otro día amanecía una casa armada. Trabajaban,
trabajaban los caballeros de noche, estaban toda la
noche trabajando”, recuerda la señora Norma Ojeda.
Mientras que para cuidar y hacer más liviano el
esfuerzo se reunían para compartir. “Para
entretenernos en la noche hacíamos fogatas,
cantábamos, las que éramos de por aquí, porque
éramos cabras chicas, mientras construían las casas”,
relata Ana Vásquez, quien señala que acciones como
esta servían también para mantener despiertos a los
turnos de vigilancia, que debían velar porque nadie les
robara los materiales.
El aislamiento también era un tema por aquellos años,
el hecho de que la población se construyera al
extremo sur de la ciudad provocaba algunos
inconvenientes difíciles de soslayar por los nuevos
habitantes.
La señora Bélgica recuerda: “El acceso para llegar era
difícil, porque se estaba construyendo la población de
Los Perales y todo eso estaba cerrado, entonces la
locomoción estaba por Balmaceda, hasta la escuela
de las monjas que era en ese tiempo, Buen Pastor,
paradero 5; y de ahí uno tenía que irse caminando o
se venía a pie por Chacra Julieta, nosotras nos
veníamos a pie por Chacra Julieta y teníamos que
pasar los alambrados, pedir permiso para poder llegar
acá, porque estos eran potreros y se veían unas casitas
que otras que la gente levantaba, que la gente iba
levantando, esto se armó solamente el cascaron
primero, no había luz, no había agua, no había
11
locomoción”. También recuerdan el almacén de
Carlos Ordenes en el paradero 8 y la carnicería “del
Rigo”, allá también en Balmaceda.
Pero esto también generó algunas anécdotas sobre el
particular. De hecho, la primera liebre que llegó al
sector fue la “Taco Alto”, con su conductor apodado
“El Sandro”, por su parecido con el cantante
argentino. “Justamente, cuando tuve mi primera hija,
me toco irme en la Taco Alto al hospital”, dice la
señora Ana.
Después vinieron otras, la A, B y C, que tenían su
terminal el Gabriel González con Cuatro Esquinas, y
que con el correr de los años ampliaron su recorrido,
llegando ahora, incluso, hasta Tierras Blancas, en
Coquimbo.
Inicialmente, para abastecerse de agua, debían
recurrir a pilones que estaban ubicados
estratégicamente dentro del barrio,
fundamentalmente en cada vértice de la población,
los que se hacían pocos para tanta familia, generando
conflictos menores y algunas anécdotas.
La señora Bélgica sintetiza algunos hitos en torno al
tema, “Don Sergio Ossandón compró una manguera,
200 metros de manguera y él la ponía y le daba agua
a todo el barrio, se llenaban ellos primero y le daban a
todos, entonces a mi me llamaban y me decían, ‘niña
vente’, y me tocaba a mí y nos iba tocando a todos.
Claro que si venía alguien del sector de la llave, nos
sacaba la manguera también y nos cortaban el agua,
pero la gente era solidaria con nosotros si, yo tengo
esos bonitos recuerdos, que eran solidarios. Antes de
esto, como éramos niños chicos, íbamos con los baldes
acarreando agua”. Mientras que la vecina Norma
Collao recuerda que a ella le tocaba al otro extremo,
en Gabriel González con Cuatro Esquinas.
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Dentro de los recuerdos más gratos están las fiestas de
antaño, ocasiones donde todas las familias
compartían, disfrutaban y sacaban a relucir lo mejor
de sí. Estaban las celebraciones de La Primavera y
aquellas que se realizaban para Fiestas Patrias. La
misma señora Bélgica rememora: “Yo recuerdo que se
hacían fiestas populares para el 18.
Nosotros concursábamos en la gymcana, concursos
de baile, se hacía una ramada, bailábamos cueca
con la Ana María Ojeda”. Apreciación que se ve
reafirmada con las palabras de la señora Norma
Collao, “se hacían las ramadas ahí en el centro de
madres de nosotros (José María Caro), se cerraba la
calle, todo eso”.
También se recuerdan celebraciones masivas, que
convocaban a toda La Pampa, al estilo de la Quinta
Vergara en Viña del Mar, festival que se realizó al inicio
de la década de los 70 en los terrenos donde
actualmente se emplaza el Centro de Salud José María
Caro, y que no pudo tomar vuelo en los años postreros
debido al golpe militar de 1973.
Este acontecimiento político, económico y social
marcó el devenir del barrio José María Caro, porque
cortó la incipiente vida en comunidad y los privó de
reuniones y encuentros masivos, imponiendo incluso,
quien sería el presidente de la Junta de Vecinos.
Si bien en la población no existe registro de detenidos
desaparecidos ni torturados, sí se recuerda la
presencia militar como un sino difícil de olvidar. Los
allanamientos y los toques de queda eran constantes,
coartando la libertad e imponiendo el terror, lo que a
la larga generó la casi nula vinculación entre vecinos,
haciendo que las familias se refugiaran en sus hogares.
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A juicio de las integrantes del Comité de Recuperación
Histórica, el año 1973 marcó el nacimiento de la apatía
y la desconfianza.
De vuelta en los recuerdos más gratos, las vecinas
hacen memoria sobre la importancia de la educación
de los más pequeños del barrio. En éste ámbito se
cuenta la lucha por lograr la escuela, sacrificio que se
expresa en el rostro de Isabel Pérez, quien incluso viajó
a Santiago para conseguir que se quedara en el sitio
original, lo que finalmente no se obtuvo, ya que los
terrenos habían sido entregados a un tercero.
Este establecimiento, que abrió sus puertas por primera
vez el 15 de abril de 1969, funcionó durante los
primeros años de existencia del barrio al interior del
mismo, justo en donde actualmente es Humberto
Valenzuela –entre Walker Vudlar y Gabriel González
Videla- y luego se trasladó a calle Cisternas, donde se
encuentra hoy bajo el nombre de “Víctor Domingo
Silva”.
Entre los hitos más importantes del establecimiento está
la presencia del entonces primer mandatario Eduardo
Frei Montalva, quien en una visita a la zona en 1970
llegó hasta la escuela original, usándola como
plataforma para inaugurar el barrio José María Caro.
En el mismo plano, se recuerda con nostalgia a la Tía
Alejandrina Ossandón, encargada del funcionamiento
del primer Jardín Infantil, en dependencias de la sede
del Centro de Madres José María Caro. Aquí también
primó el esfuerzo, compromiso y visión de Isabel Pérez,
quien en ese entonces era la Jefa de Carrera de
Educación Parvularia en la Universidad de Chile
(actual Universidad de La Serena).
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Gracias a esta gestión muchos niños del barrio
pudieron cursar sus primeros años de estudio y
conocieron lo que era un aula, forjando desde ahí su
futuro.
Una de las educadoras de entonces fue Marcia
Lamatta, que en reportaje de diario El Día expresó sus
recuerdos de aquellos años. “Fue una bonita
experiencia.
Ese lugar empezó como un centro de prácticas, y ese
año (1971) la hice allí, siendo yo egresada de la
primera generación de educadoras de párvulo de la
Universidad de Chile. Empezamos con 25 niños y
terminamos los 25. Todavía me acuerdo de cada uno
de ellos”.
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El primer Jardín Infantil del barrio funcionó en dependencias del Centro de Madres José María Caro.
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La vecina Juana Castillo, a nombre de los pobladores del barrio José María Caro, saludó y dio la bienvenida al
Presidente Eduardo Frei Montalva, cuando éste los visitó en 1970.
17
Antiguamente, el barrio elegía a sus reyes y Damas de honor
18
Nota aparecida en Diario El Día, destacando las acciones del Centro de Madres Santa Bernardita.
19
Codo a codo, más que sólo vecinos
La solidaridad es un valor transversal entre los
habitantes del barrio y durante los años de vida del
sector. Desde sus inicios, la cooperación con el prójimo
ha sido marcada, ya sea en la construcción de las
primeras casas, como en cada etapa y proyecto que
han llevado adelante.
Fueron los mismos vecinos quienes ayudaron a terminar
las casas, a hacer los baños, a construir plazas y las
distintas sedes que existen en el sector. Las manos y el
sello de quienes viven alrededor están en cada
espacio y lugar, porque siempre se sabe quien hizo
cada cosa o quien colaboró para que todo
funcionara mejor. Incluso, para conseguir recursos se
hacían bailes y platos únicos, a los que acudía toda la
comunidad con el fin de ayudar a conseguir la meta.
Uno de los aspectos más relevantes en el tema
solidario dice relación con el acompañamiento que se
produce ante los momentos de dolor por el
fallecimiento de algún vecino. Aquí salen a relucir las
delegadas de pasaje, vecinas que cuentan con la
confianza de la población y que solicitan un aporte
voluntario para entregarlo a la familia que sufrió la
pérdida. No existe un acuerdo previo, ni una cuota
señalada con anterioridad, ya que son los propios
habitantes, quienes en la medida de su condición
económica, realizan una colaboración.
Y no es sólo el aporte económico el que prima en esos
difíciles momentos, ya que por lo general son muchos
quienes asisten al velatorio, responso y posterior
traslado al cementerio, haciendo sentir a la familia del
fallecido que no están solos y que los acompañan,
haciéndoles un poco menos doloroso el trance.
Según la vecina y delegada de pasaje Norma Collao,
pequeñas colaboraciones en dinero, café o azúcar
sirven para aplacar la pena y para apoyar a quienes
están sufriendo.
20
Dicen que la unión hace la fuerza y éste es un
concepto muy arraigado dentro del barrio, ya que
para lograr ciertos objetivos se articulan, naciendo así
comités para distintos fines, pretendiendo paliar alguna
necesidad colectiva.
También se encuentran aquellos vecinos y vecinas que
están constantemente preocupados por el prójimo.
Están los que limpian las calles y plazas, los que ayudan
a hacer algún trámite o gestión, los que asumen
liderazgos y los que toman la iniciativa para desarrollar
alguna actividad que vaya en dirección del bien
común.
21
Los platos únicos eran una excelente forma de conseguir recursos para terminar los proyectos de las organizaciones.
22
Los del norte… los del sur
El barrio siempre ha tenido características especiales,
que le han dado el perfil que hoy tiene. Aspectos
como la solidaridad, el esfuerzo y el compromiso
conviven con una imagen de división interna, que
hasta hace un par de años era muy marcada, y que
se refiere a la existencia de “dos Figaris”. Un llamado
lado Norte (desde Carter y Gallo hasta Humberto
Valenzuela) y otro lado Sur (desde Humberto
Valenzuela hasta Cuatro Esquinas).
Frente a esta visión, proyectada por los propios
vecinos, y palpable con el sólo hecho de conversar
con ellos y recorrer sus calles, se encontraron algunas
teorías para dicha noción de división, estos supuestos
describen como se ha ido configurando la
socialización en el barrio y de qué manera han
afectado a las fortalezas de los vecinos, describiendo a
su vez la importancia de un modelo fundamentado
desde los vecinos. A continuación se rescatan los
siguientes supuestos de noción de división que estaban
presentes en el discurso de los pobladores:
Las familias que llegaron a constituir el barrio,
provenían desde distintos sectores, muchas de ellas
con sus organizaciones ya constituidas por medio de
los comités y que fueron ubicados en el sector sur de la
población, a diferencia de los vecinos provenientes,
básicamente, del sector Capuchinos, quienes fueron
ubicados al otro lado de la calle Humberto Valenzuela,
apareciendo aquí un primer supuesto de distribución.
Otra visión que se encontró, corresponde a la
capacidad de organización que se daba en ambos
lados, mientras los vecinos ubicados al sur de la
población venían de diferentes partes y estaban más
segregados, los del norte estaban más avanzados en
ese aspecto debido a que eran grupos que venían
con mayor conocimiento entre ellos.
23
Los vecinos provenientes de Capuchinos o Quebrada
de San Francisco se reconfiguraron rápidamente, ya
que eran familias enteras o vecinos, trasladados desde
su anterior barrio de origen, lo que les permitió
mantener una fuerte red de apoyo. Prueba de esto es
el Centro de Madres “Santa Bernardita”, en la calle
Francisco Cornely, Centro de Madres que los vecinos
trasladaron desde su barrio original.
Se señala también en los relatos de los vecinos, el
desarrollo de actividades de integración vecinal en las
que participaba toda la población, como Fiestas
Patrias y carnavales, en los cuales se elegían reinas. En
esta última instancia, se recuerda a un presidente de la
Junta de Vecinos, quién exigía “3 candidatas por
lado”, esta petición, en vez de unir, separaba, ya que
los vecinos apoyaban a las candidatas de sus
respectivos lados, marcando la existencia de dos
poblaciones en actividades en las que se llamada a
participar a todo el sector.
La pavimentación participativa tiene el objetivo de
otorgar una mejora en la calidad de vida de los
vecinos, solucionando problemas de acceso y tránsito
en las poblaciones, pero en el caso del barrio José
María Caro trajo consigo otra consecuencia, la
apreciación visual de la existencia de dos poblaciones.
En el grupo focal aplicado a las integrantes del Comité
de Recuperación Histórica, las vecinas relatan que la
primera calle en pavimentarse fue Humberto
Valenzuela, vía que se ha considerado históricamente
como eje de referencia que marca la mitad de la
población, que al ser pavimentada, acentuó la visión
estructural de división.
El último supuesto de división y quizás el más notorio
para quienes no son del barrio, tiene que ver con la
apreciación estética de las casas, en el denominado
“sector sur” se pueden apreciar viviendas que
presentan una mejor fachada, en comparación a las
que están ubicadas entre las calles Humberto
Valenzuela y Carter y Gallo. Esta apreciación se debe,
al acceso a un subsidio habitacional que fue
aprovechado por vecinos, en su mayoría del “sector
sur”. Este hecho está basado según los entrevistados, a
24
la desconfianza que se tenía por dicho subsidio, lo que
ha marcado la apreciación de diferencias entre las
casas ubicadas en distintos sectores de la población.
Se agrega a esto también la existencia de casas
ubicadas en la calle Humberto Valenzuela, las que
están construidas en su totalidad de ladrillos y cuya
arquitectura es diferente a las demás casas, estas
viviendas corresponden a familias cuyo destino de
origen era la población “Serena” y que por razones de
espacio, tuvieron que ser reubicadas en el barrio José
María Caro.
25
El Centro de Madres Santa Bernardita venía constituido desde la Quebrada de San Francisco, reestructurándose en
el “lado norte” del barrio José María Caro.
26
Vulnerabilidad: presente desde el inicio
Debemos ubicar el origen del barrio “José María Caro”,
en un contexto de vulnerabilidad asociado a la
ruralidad, ya que el barrio fue el primero que se fundó
al sur de la ciudad, quedando rodeado de parcelas y
terrenos agrícolas, lo cual determinó el tipo de
convivencia y relación con el medio entre los primeros
pobladores.
Asociado a esta vulnerabilidad, hay que tomar en
cuenta la precariedad inicial en que se encontraban
las primeras familias y que en la mayoría de las
viviendas aún se aprecia, esta precariedad está
asociada a la infraestructura de las casas e
implementación comunitaria del barrio que aún se
mantiene. Parte de la infraestructura del sector son las
calles del barrio y los lugares de comercio menor, junto
a los dos Centros de Madres, la Junta de Vecinos, el
Templo Evangélico, el Club de Rayuela, la sede de
colectivos N°5 Vista Hermosa y la oficina de la línea de
colectivos N°35, también Vista Hermosa.
Esta vulnerabilidad se expresa también en las
condiciones y actividades laborales a las que han
tendido acceso los pobladores, asociadas a la carga
de horarios y sueldos que hace referencia a trabajos
agrícolas, servicios domésticos, trabajos en fábricas,
etc. Esto, sin tomar en cuenta a los pobladores que
son profesionales y aquellos que han logrado
independizarse.
Como elemento agregado al contexto de
vulnerabilidad están presentes el micro tráfico y ventas
de drogas, que es causa de conflictos y de
estigmatización. Actualmente el barrio está inserto en
el radio urbano, con una excelente conectividad a
distintos puntos de la ciudad, lo que permite a los
habitantes tener movilidad a los distintos servicios que
ofrece la urbe. Además, están recuperando los
espacios públicos por medio del Programa de
Recuperación de Barrios, Quiero Mi Barrio, del Ministerio
de Vivienda y Urbanismo.
27
Sin embargo, a pesar de que actualmente el barrio
esté dentro del radio urbano por los “naturales”
procesos de expansión de las ciudades hacia las tierras
cultivables, aun está presente la vulnerabilidad, ahora
de tipo urbana.
En esta realidad han crecido los jóvenes del barrio,
quienes debido a las diferentes situaciones que han
enfrentado sus familias, tienen distintas formas de
canalizar sus inquietudes.
Desde la fundación del barrio, el devenir de este grupo
etario ha variado, algunos han sido influenciados por la
penetración de las drogas y modas foráneas, lo que ha
incidido en que se asuman pautas de comportamiento
que han variado su forma de actuar, de reunirse, de
participar entre ellos y con la comunidad.
Si bien en un principio, fines de los 60 y principio de los
70, se reconoce a una juventud comprometida con el
desarrollo del sector y el progreso de sus familias
(fundamentalmente en el trabajo de auto
construcción de casas y organizaciones comunitarias),
la dictadura bajó los niveles de participación y anuló la
posibilidad de reunión, restringiendo la participación
de los jóvenes, quienes casi exclusivamente se
vinculaban a través del deporte.
Con el retorno de la democracia se abrieron nuevas
opciones, pero el temor que aun reinaba y la “falta de
costumbre” generaron que no resurgiera la
participación, la que pese a que mejoró, se mantuvo
baja.
Ya en los 90 aparecieron agrupaciones juveniles de
distinta índole, por una parte estaban los grupos de
amigos que se unían por un interés común, sano y
positivo y por otra nacieron las pandillas, que
canalizaron sus inquietudes de forma más violenta y
vinculadas con la droga.
Gracias a una iniciativa del Fondo de Solidaridad e
Inversión Social, FOSIS, en 1999 se desarrolla el
Programa Local de Desarrollo Juvenil “Aquí Estamos”,
28
que ejecutó la Corporación JUNDEP, proyecto gracias
al cual se contribuyó al mejoramiento de las
condiciones materiales, no materiales y de vida de los
jóvenes y grupos juveniles de los sectores Vista Hermosa
y José María Caro.
Entre estas agrupaciones se cuentan “J.S.” (Júntate
sola), compuesto por 7 amigas que se reunían en la
Junta de Vecinos N°13 para conversar, escuchar
música y salir; “Los Rebeldes”, integrado por 29
varones, que se reunían para jugar a la pelota en las
canchas de “El Milagro” y que participaban en las
actividades de la ANFA; “Tribus Clan”, integrado por 10
hombres y mujeres que se reunían en las tardes a
conversar y escuchar música, básicamente Hip Hop; y
el “Grupo de Jóvenes Chacra Figari”, 10 jóvenes de
ambos sexos que se reunían a conversar y escuchar
música.
También irrumpe el grupo “Acan”, compuesto por 8
jóvenes que se reunían a conversar o escuchar música,
pero que básicamente se unen en torno al comic, las
revistas de historietas y el manga japonés; los “SK 8”,
agrupación interesada fundamentalmente en los
deportes extremos como los patines y el skate; “Clan
Real Estilo”, 6 amigos y vecinos del sector aficionados
al graffitti; “Indios Azules”, 9 niños del sector que se
reúnen periódicamente a jugar a la pelota y a
practicar otros deportes; y “Demencia”, banda de
rock metal que se reunía periódicamente a ensayar y
realizar tocatas.
Otras agrupaciones vigentes eran los “Chacoteros
S.A.”, grupo que nació a raíz de la preparación
sacramental de la confirmación y que luego siguió
adelante con otras acciones sociales; los P.M.P.O.
(Puras mentiras por la oreja), grupo informal que se
reunía desde la infancia y que seguían ligados
fundamentalmente por la música; Comunidad de Ruta
“Manutara”, grupo formal organizado dentro del grupo
de guías y scouts “Guayacán”; “Brigada Juvenil”,
grupo de jóvenes ligados a la Quinta Compañía de
Bomberos y “Clown Performance”, unidos por la
entretención popular, como el malabarismo circense.
29
Debido al Programa, se fortaleció el trabajo con los
grupos existentes y se generaron acciones tendientes a
acercar a quienes funcionaban a través de pandillas,
como una forma de crear las redes para una
vinculación positiva de éstos con su entorno.
Entre estas pandillas estaban los “Choco pandas”,
ligados a actividades ilícitas y que estigmatizó al
barrio José María Caro y a La Pampa durante la
década del ’90.
Si bien, en algún momento pudieron considerase
amigos de otras pandillas como “Los Baja Pampa” o
“Los del Muro”, llega un momento en que
territorialmente se dividen y cada una se apropia de
un sector. Los primeros entre Larraín Alcalde hasta
Balmaceda, “Los del Muro”, que se vinculan más
con el Club Deportivo Universidad de Chile y “Los
Choco pandas” que son transversales, pasando por
sectores como Vista Hermosa, Población La Serena,
José María Caro o Pampa Baja.
Eran niños entre 12 y 17 años, que usaban como forma
de subsistencia el robo y el asalto, generando
“ingresos” para adquirir drogas, alcohol y en algunas
ocasiones bienes materiales, estudiando su mayoría, en
escuelas y colegios del sector.
El porqué se llamaron “Choco pandas” es una
incógnita que no tiene una respuesta absoluta,
aunque algunas teorías indican que el padre de uno
de los participantes era vendedor de helados de esta
marca, acción que habría causado gracia e hilaridad
en el resto, que de tanto repetir el característico grito
decide ponerle este nombre a la pandilla.
Otra de las elucubraciones, dice que nace a raíz de
una canción que los representaba, tema que versa
sobre jóvenes y niños marginales que ven en la calle un
lugar de encuentro, participación y respeto. Canción
en la que aparecería mencionado el nombre Choco
pandas, que posteriormente sería adquirido por los
menores del sector.
30
No existe un patrón común en las familias de donde
provenían estos niños. Si bien algunos eran de núcleos
disfuncionales, otros provenían de familias
aparentemente normales y de estratos económicos no
necesariamente pobres.
Uno de los grandes temores en el vecindario no
pasaba necesariamente por los delitos que cometían
contra ellos, ya que la mayoría de los ilícitos los
perpetraban fuera del radio de donde vivían. El temor
se fundamentaba en que ellos llegaban a los barrios a
jactarse de lo que eran capaces de hacer.
Con el correr de los años, este grupo se fue disolviendo
por distintos motivos. Algunos de sus integrantes que
ingresaron al Centro Talay pasaron a la cárcel, otros
fueron adquiriendo compromisos familiares y laborales
o se fueron alejando del sector, lo que sumado a
algunas intervenciones estatales desarrolladas por
Organizaciones No Gubernamentales como JUNDEP,
lograron que ya jóvenes, tomaran otros caminos o
visualizaran otras alternativas de vida.
Al parecer, para los jóvenes no existe mucha diferencia
en la forma de disfrutar el ocio y el tiempo libre hoy
como hace 10 años.
Si damos una mirada retrospectiva, ya en el año 1999
habían grupos de jóvenes que se organizaban, algunos
por medio de la moda del hip hop, importada desde
Estados Unidos, el regaee asociado a Jamaica y el
rock con sus distintas variedades, las que han
conformado las principales marcas de las expresiones
culturales en los barrios. A las que se han sumado la
incorporación de nuevos ritmos como el “reggaetón”,
más contemporáneas.
En la actualidad, se pueden observar jóvenes en las
calles del barrio que se agrupan según sus afinidades y
relaciones de vecindad, siendo prueba de ello la
conformación del grupo Hip Hop Marabús, agrupación
musical de gran proyección y que reafirma
constantemente en sus discursos y letras la pertenencia
al sector Figari.
31
Los niños y niñas del barrio comparten entretenciones
en común, se les puede ver jugando a la pelota,
corriendo y siendo cómplices de las jugarretas que
inventan en el momento en la nueva “Obra de
confianza”, en algún pasaje, o en una multicancha en
otras poblaciones. Pareciera ser que el fútbol es una
de las pocas o la única instancia de diversión que
cruza transversalmente las generaciones de varones.
32
Los jóvenes del barrio también mostraron sus aptitudes musicales en 1999.
33
La agrupación Hip Hop Marabús es un grupo de jóvenes del barrio que se proyecta a través de la música.
34
La unión hace la fuerza
Distintas son las organizaciones que dan vida al barrio
José María Caro; existe una Junta de Vecinos, Clubes
Deportivos, de Adultos Mayores y de Madres, instancias
que aglutinan a muchos vecinos y vecinas y que sirven
para articular las redes internas del sector.
Dentro del trabajo de recopilación de información se
reunieron las primeras actas de estas organizaciones y
en el caso de la no existencia de las mismas fueron sus
propios fundadores y vecinos quienes de puño y letra
las reconstruyeron, antecedentes que sirven para tener
una visión global de la época en que se inició cada
una. La trascripción de las actas se hizo literalmente,
intentando mantener la esencia de la información.
Junta de Vecinos N°13, España:
Antiguamente, la Junta de Vecinos abracaba desde el
deslinde de la Chacra Julieta hasta el Polígono, que
era en el paradero 12 de La Pampa e incluía los
huertos familiares hasta la carretera Panamericana 5,
desde Cisternas. Cuando se reestructuraron las
Unidades Vecinales le correspondió el numero 13, ya
que se hizo por orden y Leopoldo Barrera,
vicepresidente de esos años y dirigente propuso
colocarle Nº 13, España, pensando que como era un
sector pobre, la embajada de España, por el hecho de
llevar su nombre, los ayudaría o apadrinaría. Lo que
nunca sucedió.
También se recuerda a Raúl Zapata como uno de los
presidentes más influyentes y visionarios de la primera
época del barrio. En él, muchos vecinos reconocen a
la persona que le dio gran fuerza al nacimiento y
estructuración de la primeras viviendas, generando,
además, los espacios para la participación y
solidaridad entre los vecinos. Gracias a sus gestiones,
gran parte de las casas pudieron obtener sus
revestimientos de internit, que permitió mejorar la
calidad de vida de los vecinos cuando la población
recién daba sus primeros pasos.
35
A la izquierda Raúl Zapata y su cónyuge, Georgina Villanueva, en una convivencia.
36
Estandarte de la Unidad Vecinal N° 13, España.
37
Centro de Madres Santa Bernardita:
Esta entidad fue reorganizada en el sector Figari un
miércoles 11 de abril de 1969, día en que se bautizó
oficialmente como Santa Bernardita. Su fecha de
fundación fue el 26 de agosto de 1964 en el sector
“Quebrada de San Francisco”, con una inscripción de
56 socias.
Su primera directiva en el sector estaba compuesta
por:
Presidenta: Adriana Collao de Salinas.
Secretaria: Norma Ojeda de Anacona.
Tesorera: María Tapia Suarez.
Directoras: Irma Encina y Olga Ossandón.
En ese entonces las reuniones se hacían en la casa de
una socia, que aún no la habitaba.
Desde la primera reunión se acordó trabajar para
construir una sede social. Fue así que después de
haber conseguido un terreno en comodato por SERVIU
se empezó a trabajar en bailes, platos únicos, fiestas de
elección de mini reinas, venta de completos y rifas. Los
bailes se hacían en la calle Cuatro, llamada así en esos
años, actualmente Isidro Díaz Aracena.
Cuando se logró conseguir algo de dinero se sacó a
letras el material para el piso y enseguida la madera.
Todo esto se logró construir con la ayuda de los
esposos e hijos de las socias. Para la instalación
eléctrica se tuvo que contratar a una persona
autorizada por Endesa.
La labor de los Centros de Madres en esos años era
muy positiva ya que también se debía trabajar con y
para la comunidad. Entre todos los pobladores tuvimos
que cancelar la escuelita de madera que hubo en
nuestro sector y que fue inaugurada el 15 de abril de
1969. La sede fue terminada e inaugurada en 1971 y
actualmente tiene una inscripción de 31 socias.
(Recopilación gentileza de la Señora Norma Ojeda).
38
Socias del Centro de Madres Santa Bernardita
39
Centro de Madres José María Caro:
Otra organización que tampoco cuenta con sus
primeros registros, desaparecidos durante los primeros
años de la dictadura es el Centro de Madres José
María Caro, primera organización de este tipo fundada
en el barrio. Por lo que sus socias, encabezadas por su
presidenta Norma Collao, reconstruyeron parte de su
historia.
El Centro de Madres José María Caro fue fundado el 13
de mayo de 1969, recibiendo su personería jurídica el
14 de agosto de 1970, como así lo acredita la
documentación que tiene en su poder y donde se
señala que pertenecían en la unidad vecinal N°13 de
la comuna de La Serena.
Su sede fue entregada por la CORVI, siendo los
cónyuges de las socias los que la levantaron, durante
la época en que dirigía Chile el presidente Eduardo
Frei Montalva.
Las presidentas que ha tenido el Centro de Madres son
Luzmira Polanco, Hilda Zambra, Cristina Calderón,
Odilia Pizarro, Alejandrina Ossandón, María
Maldonado, Juana Castillo y Norma Collao.
Su sede, ubicada en calle Humberto Valenzuela, se
ocupó como Jardín Infantil, para pesar, medir y
entregar leche a los niños. También se usó como base
para quienes trabajaban en el empleo mínimo y
actualmente se facilita para operativos sanitarios, en
los que se vacunan y desparasitan perros.
Antes del golpe militar se ocupaba la parte de la plaza
para hacer bailes con los Viking’s 5 y ramadas durante
Fiestas Patrias.
40
Actuales integrantes del Centro de Madres José María Caro.
41
Club de Adultos Mayores Nueva Esperanza:
Fundado el 11 de abril de 1978, el Club de Ancianos
Nueva Esperanza no tiene registro de sus primeras
actas, el tiempo hizo que estas desaparecieran,
quedando tangible el libro actualizado en 1980.
Dentro de éste se rescata el archivo del 8 de enero de
1980 que señala que siendo las 15:10 horas se abre la
sesión donde la Señora presidenta da la bienvenida a
los socios, por ser la última reunión para quedar en
receso, en seguida da cuenta de las últimas
actividades de fin de año de 1979, siendo aprobada
por la asamblea.
También propone un aumento de la cuota mensual de
$10 a $20, que también fue aprobado por los socios.
La asamblea propone una cuota extraordinaria de
auxilio para casos de enfermedad o fallecimiento de
un abuelito, y se acordó $10 mensuales por
unanimidad, para tal efecto.
La presidenta da a saber sobre el posible traslado de la
señora asistente social Velia Alcalde, manifestándose
un gran pesar de los asistentes.
El tesorero da cuenta de las entradas y salidas de la
tesorería durante su periodo y hasta fin de año,
quedando un haber de $3177 para el periodo 1980.
Se procedió a abrir las alcancías que se colocaron en
unos negocios, dando un total de $493, más la venta
de 17 tarjetas $510. Total $1003. A las 16.30 horas se
levanta la sesión y se procede a servir unas onces a los
abuelitos.
42
Adultos Mayores del Club Nueva Esperanza
43
Club de Adultos Mayores Rayito de Sol:
Con fecha 23 de octubre del año 2003 se da comienzo
a la primera reunión ordinaria, la que se realizó a las
16.30 horas con asistencia de 24 socios.
Este centro está formado por personas de la tercera
edad, con el propósito de hacer la existencia de cada
uno más alegre y sana para lo cual necesitamos la
participación, disponibilidad y el compartir de cada
integrante y así poder mejorar nuestro estilo y calidad
de vida. En primer lugar se acuerda dar nombre al
club, el que pasará a llamarse “Rayito de Sol”.
Paso segundo, se elige una directiva provisoria, de
común acuerdo por los integrantes, la que queda
conformada de la siguiente manera:
Presidente: Sra. Rebeca Salazar.
Vicepresidente: Sra. Alba Ramos.
Secretario: Sra. María Arancibia.
Tesorero: Sr. Bernardino Galleguillos.
Una vez conformada la directiva provisoria se
proponen algunas actividades, acordando traer un
huevo cada semana para efectuar una rifa a $50 el
número.
También se acuerda fijar una cuota de $200 con
objeto de reunir fondos para actividades posteriores.
Quedan fijadas las reuniones semanales para los días
jueves de 16 a 17.30 hrs.
44
.
Club de Adultos Mayores Rayito de Sol.
45
Líneas de colectivos:
Otro tipo de organizaciones que están presentes en el
barrio son las líneas de colectivos N°5 y N°35. Ambas
tienen vinculación con el sector, pese a que no están
compuestas fundamentalmente por vecinos del
mismo.
La Línea N° 5, “Sindicato de Trabajadores
Independientes de Taxis Colectivos, Vista Hermosa”,
cuentan con una sede social y oficinas en calle Walker
Vudlar, en el corazón del barrio y se vinculan
directamente con los vecinos, poniendo a su
disposición dos vehículos para trasladar a los deudos
de un funeral o facilitando el espacio y su mobiliario
para que se realicen reuniones sociales.
Uno de los hitos más importantes para esta Línea se
desarrolló el 20 de diciembre de 1989, fecha en que
oficialmente la Municipalidad de La Serena les hizo
entrega del terreno donde funciona su sede.
Este decreto, el 301, firmado por la entonces alcaldesa
Adriana Peñafiel, dice que se autoriza al Sindicato
Línea N°5 de Vista Hermosa para ocupar un área de
terreno destinado a equipamiento, de una superficie
aproximada de 165 m2, para la construcción de una
sede social.
Desde ese instante comenzó a afianzarse la relación
entre el barrio José María Caro y este grupo de
trabajadores, a quienes hoy los vecinos ven como
aliados y amigos, generándose una relación de
respeto y buena convivencia.
La Línea de colectivos N°35, Vista Hermosa – Antena –
Juan XXIII, ubica una de sus garitas en calle Humberto
Valenzuela, al costado del Centro de Madres José
María Caro, y fue fundada el 5 de septiembre de 1990.
46
El 23 de Agosto del año 2000, se pasa a denominar
oficialmente como Sindicato de Trabajadores
Independientes, dueños de taxis colectivos, Línea 35,
Vista Hermosa, con domicilio en Avenida Cuatro
Esquinas N°751, La Serena. Su primer Presidente fue
Juan Quinteros, asumiendo posteriormente Franco
Narrias y Pedro Castillo, siendo el último presidente del
Sindicato, Carlos Araya.
La finalidad de esta institución es el cumplimiento de
las leyes y reglamentos que beneficien a sus asociados
y proporcionar la cooperación entre los mismos como
así mismo entregar un servicio de calidad a los usuarios
de nuestro sector, para lo cual se han mantenido en
constante contacto con la Junta de Vecinos, a fin de
averiguar antecedentes que les permitan mejorar el
servicio.
“En caso de disolución del Sindicato nuestros bienes
irán en beneficio del Centro de Madres José María
Caro con domicilio en Calle Humberto Valenzuela s/n
La Serena”, señala Francisco Placencio, actual
presidente de la Línea.
47
Primera directiva y socios de la Línea N°5 de colectivos.
48
Al igual que el resto de las organizaciones, los Clubes
Deportivos han dado vida y relevancia al barrio, ya
que son sus propios habitantes las piedras angulares
que le dan vida.
A continuación se entrega un extracto con la vida de
cada uno de ellos, en los que aparecen algunos hitos
de sus vidas como organizaciones. Para este trabajo
jerarquizamos por los que tienen asentamiento en el
polígono, por los que nacieron, están y funcionan en
un nuestro barrio.
Se reconoce, eso sí, la importancia de clubes como
Yugoslavia y Estrella Roja, que si bien consideran en sus
filas a deportistas y dirigentes del sector, no funcionan
necesariamente en él.
Juventud San Bernardo:
El Deportivo, antes de su fundación, hereda jugadores,
implementación y elementos del club Tahiti San
Bernardo, el cual surgió de la fusión de dos clubes de la
población, los que recibieron a su vez, en los años 80,
jugadores provenientes de clubes desaparecidos
como Unión Seis y Vista Hermosa.
El 25 de febrero de 1989, la inquietud de los socios y
jugadores de formar una nueva institución con base en
el sector, aprovechando la factibilidad de realizar el
cambio de nombre de Tahíti, sirvió para acordar los
siguientes puntos:
El nombre del club será Juventud San Bernardo, a raíz
de que la mayoría de jugadores jóvenes y a gran
cantidad de niños que practicaban fútbol en ese
entonces, se Mantiene el nombre de San Bernardo,
referencia masculina de Santa Bernardita, patrona de
uno de los Centros de Madres del sector.
Los colores oficiales serán rojos y negros, en diferencia
para contrarrestar con la mayoría de los equipos del
sector La Pampa, de color rojo y sus variaciones. En
49
1993 se introduce el blanco para ampliar la variedad
de modelos de la nueva indumentaria.
Algunos socios presentes en aquella asamblea de 1989
aun pertenecen al Deportivo, entre ellos Hernán
Bustamante, Régulo Oyanadel, Alejandro Araya, Omar
Toro, Manuel Quijada, los hermanos Anacona (Román,
Carlos, Rubén y Patricio) entre otros, además del primer
presidente del club, Luis Encina.
Desde su incorporación a la Asociación La Pampa, el
Deportivo ha logrado títulos en las series que participa
(Adultos, Infantil, Juvenil y Seniors), destacando
además el título Regional Sub 15 obtenido por la
Asociación el año 2001, ya que la base de ese equipo
eran jugadores provenientes de San Bernardo.
Dentro de los objetivos de la institución está la
proyección de jugadores jóvenes, la orientación de
éstos hacia la práctica del deporte como prevención
al consumo de alcohol y drogas, el fomento a la sana
y leal competencia, así como la solidaridad. En la
actualidad, San Bernardo compite en series 3° Infantil,
Juvenil y cuatro series adultas, con 250 personas
vinculadas directas o indirectamente con el deporte.
50
Una de las primeras formaciones del Club San Bernardo.
51
Rebeldes:
Este club fue fundado el 20 de marzo de 1981 por
jóvenes y niños del sector que se reunían
periódicamente a jugar fútbol. En un principio se
llamaría Atlético Figari, pero posteriormente optaron
por Rebeldes, “porque nos portábamos mal, no le
hacíamos caso a nuestros padres y hacíamos fiestas sin
permiso”, recuerda Nelson Rodriguez, actual
presidente del club y uno de sus fundadores.
Pero este club, que nació casi como un juego, fue
evolucionado hasta convertirse en uno de los
representantes del sector ante la Asociación de Fútbol
de La Pampa, contando actualmente con dos series
seniors (45 y 35), serie adulta, juvenil y tercera infantil,
que compiten en las canchas del Complejo El Milagro.
Rodríguez destaca que es un club solidario, de esfuerzo
y mucho compañerismo, reconociendo que hay
familias que han apoyado al deportivo durante todos
estos años, entre ellas los Rodríguez Veliz, Fernández
Maurén, González Calderón, Villegas Rodríguez y
Briceño Pastén. Y entre sus jugadores más valiosos
recuerda al fallecido Julio Valera, a don Erasmo y
Héctor Cortés.
Dentro de los próximos objetivos del club está contar
con una sede propia donde poder reunirse y exhibir
sus trofeos, los que han obtenido durante todos los
años en que se han dedicado al fútbol, esperando
también la pronta construcción de la multicancha en
Larraín Alcalde.
52
Juegos de ayer
A partir del relato de Luis Encina, conocido como Tío
Memo, los juegos y tradiciones de antes no eran como
los de hoy, ya que desde su perspectiva las cosas eran
“más sanas” en el pasado. Él, entrega su apreciación,
mencionando que antes, las familias y los menores de
edad realizaban paseos y excursiones con sus grupos
de pares o familiares al cerro grande o al canal.
También se menciona en su relato los pasatiempos con
los que se divertían, como pichangas, el trompo (al
come carne), las bolitas, el volantín, cazar lagartijas en
el cerro grande, a bañarse o buscando copaos, lirios y
añañucas.
Luís Encina señala que “para todo había una época, y
eso no te cansaba”, no como se ve en la actualidad,
ya que a su juicio “los cabros ahora se sientan, se
agachan frente al computador y ahí no más”.
En su entrevista relata las actividades de producción
de juguetes por los niños “de antes”, cuando se hacían
camiones de madera y lata, tractores de madera,
cuando jugaban con una argolla que ellos mismos
sacaban de los barriles con la cual corrían todo el día.
También fabricaban focos con tarros de café, los que
usaban para explorar el cerro.
Destaca la creatividad que tenían para hacer juguetes
con los desechos de las cajetillas de los cigarros, con
las que hacían cinturones, el aplastar las latas de
botellas y sorteárselas en juegos del cachipún. El hacer
balones para jugar fútbol con trapos viejos, con
calcetas, el hacer un run – run con un hilo y botones,
yo –yos, manufacturar los hilos de volantines a partir de
las hebras de los sacos de harina.
A Juicio de Encina, la tecnología, la entretención
virtual y la falta de una política que se preocupe de
rescatar esas tradiciones (haciendo referencia no sólo
al juego en sí, sino también a la capacidad de
inventiva en la fabricación de los juguetes) han
propiciado que se pierda esa capacidad para crear
53
que mantenía ocupadas las mentes de los menores de
edad de su época.
También se refiere a otro factor que está presente en el
ambiente del barrio y que contribuyó a que se
perdiera la práctica de muchos de estos juegos, es el
caso de la pavimentación.
Sobre el factor de la pavimentación, la señora Olga, la
madre de Luis Encina, coincide con su hijo, por el
hecho de que antes era fácil para los niños intervenir
la tierra para sus pasatiempos, en la cual hacían
caminos para los camiones, o para jugar a las bolitas.
He aquí algunos factores que han marcado diferencias
en las actitudes de los menores de edad de ayer y hoy,
los que están
marcados por un cambio en la vida cotidiana que se
ha debido por algunos factores, propios de la
modernidad, como la pavimentación de calles y
pasajes, factor del mejoramiento en la calidad de vida
y conectividad vial, así como la facilidad de acceso a
la entretención virtual, programas en la televisión y
videos juegos.
54
Los niños y jóvenes del barrio se divertían de otra forma en el pasado. Aquí un concurso de bebés.
55
Un canal cargado de presencia
El canal “La Pampa”, corresponde a la red fluvial que
en sus tiempos regó las parcelas y huertos ubicados
entre las calles Larraín Alcalde y Pampa Baja.
La utilidad de regadío de éste proveyó no solo de
productividad a dichas parcelas, sino que también se
convirtió en un escenario de recreación para
generaciones de habitantes del sur de La Serena, más
precisamente de aquellas familias que se encontraban
próximas a él.
Pero también es relacionado con delincuencia y con
focos de insalubridad, lo que lo convierte en una
referencia de lo dulce y agraz que existe en el sector.
Como testimonio de una época tenemos el relato de
Miguel Castillo, quien recuerda los juegos y las tardes
de recreación junto a sus amigos y familiares.
“El canal era un lugar, en que incluso mi mamá que
era súper aprensiva, se sentía segura de que
estuviéramos jugando ahí (…) era el lugar de los niños,
de hecho pasaba hasta agua y hubo un tiempo en
que hasta camarones hubo en el canal. Entonces era
nuestro lugar por excelencia” recuerda.
Sin embargo, dicho lugar de recreación,
lamentablemente fue utilizado también como refugio
para que delincuentes ocultaran sus armas o especies
robadas en la vegetación que hay en el canal, como
también de refugio para alcohólicos y drogadictos,
según se ha denunciado por vecinos.
Es así como a partir del año 2008 el canal “La Pampa”,
empezó a ser embovedado, ya que la otrora
funcionalidad de surtir con aguas a las parcelas de los
huertos y parcelas del sector había llegado a su fin,
convirtiéndose en refugio de delincuentes, propicio
56
para la reproducción de roedores, amenazando la
salud pública y la seguridad de los niños que aún usan
el canal como lugar de recreación.
Actualmente el canal se encuentra embovedado en
el tramo que va entre las calles Seminario y Los Perales.
Y en el sector comprendido entre Los Perales y Cuatro
Esquinas, se han realizado limpiezas como primera
medida antes de entubar ese tramo, sector que en un
futuro cercano se emplazará un paseo peatonal, con
juegos y multicanchas, cumpliendo un sueño anhelado
por muchos vecinos de contar en su entorno más
inmediato con un lugar donde los niños puedan contar
con una recinto deportivo para sus actividades.
.
57
En canal, antes del proceso de entubamiento
58
Vuelve la esperanza… renace el barrio
Desde la formación del barrio José María Caro y
gracias a su característica de autoconstrucción, se dio
una temática de convergencia comunitaria,
entendiendo esto como la interrelación de los vecinos
en torno a un objetivo común, en ese entonces, la
casa propia.
Y pese a que se contemplaron distintas sedes para el
desarrollo comunitario, existían carencias de
infraestructura y sociales, que afloraron ante la llegada
del Programa de Recuperación de Barrios, Quiero Mi
Barrio, del Ministerio de Vivienda y Urbanismo.
Fue así como salieron a la palestra las necesidades de
contar con una sede comunitaria, con una
multicancha, con el mejoramiento de las áreas verdes
existentes en Manuel Rojas, Humberto Valenzuela y
Aladino Miranda, con la remodelación del sitio eriazo
de Gabriel González Videla y con juegos infantiles,
entre otras.
Todas ellas son necesidades que se hicieron presentes
de boca de los propios vecinos, quienes reactivaron
sus redes sociales para estar en una de las
transformaciones históricas del barrio.
El renacimiento físico de la población se abordó como
una oportunidad imposible de desechar.
El aspecto social tampoco quedó al margen de este
proceso de reanimación barrial y mediante una
votación popular, los habitantes del sector
jerarquizaron cuales debían ser las acciones a llevar
adelante.
Fue así que llegaron a la conclusión de que se debía
trabajar en la prevención del consumo de drogas y
alcohol, en capacitaciones laborales, en combatir la
presencia de micro basurales, en actividades
culturales, encuentros comunitarios y recuperación de
espacios inseguros, en el equipamiento de una
59
biblioteca, en charlas informativas sobre proyectos o
programas de gobierno, en nivelación de estudios y
talleres de liderazgo, en formulación de proyectos
sociales, trabajo en equipo, resolución de conflictos y
comunicación.
Gracias a estas decisiones de los vecinos se comenzó a
trabajar, primando siempre la opinión de ellos y
tomando en cuenta sus observaciones, para que se
sientan reflejados en cada acción y lugar.
Poco a poco la relación entre el equipo barrial y los
habitantes del lugar comenzó a tomar fuerza y a
estrecharse. Con cada día que transcurría, la
familiaridad se hacía cada vez mayor.
Gran parte de ese vínculo se vio sustentado en el
mejoramiento de un sitio eriazo ubicado en Humberto
Valenzuela, ahí se construyó la denominada “Obra de
Confianza”, consistente en una mini cancha, áreas
verdes y mobiliario urbano, signo inequívoco de que el
compromiso del Programa con los vecinos era
concreto y real.
Luego de ese hito inicial se abrieron las confianzas, los
miembros de la comunidad se empaparon de la
iniciativa y sacaron la voz para dar su opinión.
Nació el Consejo Vecinal de Desarrollo (CVD),
organismo formal constituido por representantes de las
diversas organizaciones, actores locales y entidades
públicas o privadas involucradas en el barrio, más un
representante del Ministerio de Vivienda y Urbanismo y
un profesional del municipio.
Fue así que el 12 de enero de 2008 los mismos vecinos
escogieron a la directiva del CVD, la que quedó
compuesta por Isabel Pérez (presidenta), Norma Collao
(vice presidenta), Bélgica Aguirre (secretaria), Gabriela
Varas (tesorera) y María Moreno (primera directora),
más una decena de vecinos que son los socios.
60
Esta entidad fue protagonista y aliada en las acciones
desarrolladas por el Programa. Con un rol activo se hizo
cargo de las diversas acciones en que debía
participar, fundamentalmente en la fiscalización de los
acuerdos que quedaron suscritos en el contrato de
barrio, que es el documento suscrito por el MINVU, la
Municipalidad de La Serena y los vecinos, en que se
dice qué se va a hacer y cómo se van a invertir los
recursos mientras dure la intervención ejecutada por
los profesionales de la Corporación JUNDEP.
Renacieron tradiciones perdidas, se volvió a celebrar el
Aniversario del Barrio, el Día de la Madre, del Padre,
Internacional de la Mujer, del Adulto Mayor y del Niño.
Se juntaron vecinos que no se hablaban por años.
Todos aspectos que difícilmente se podían cuantificar
al iniciar esta iniciativa nacida de la misma presidenta
Michelle Bachelet.
Ahora, la misión de los vecinos es mantener viva el
alma del barrio, seguir recuperando las tradiciones y
acciones positivas, así como mantener los espacios y
obras físicas que se consiguieron con este Programa.
Esta es una visión que tiene clara la comunidad, que
de a poco se dio cuenta que el regalo recibido
requería de un compromiso posterior, comprometido
con retomar los aires perdidos para mantenerlos y
hacerlos tangibles en el tiempo, tanto como la
herencia que les deja el Programa Quiero Mi Barrio.
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Consejo Vecinal de Desarrollo.
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Participantes en el Hito Inaugural del Programa Quiero Mi Barrio.
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Profesionales del extranjero y vecinos de otros lugares conocieron la experiencia del Barrio José María Caro.
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Gracias al trabajo realizado con los distintos estamentos de la comunidad, los vecinos conocieron distintas y nuevas
experiencias.
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El Centro Islámico de Coquimbo fue uno de los lugares que conocieron los vecinos del barrio José María Caro gracias
al Programa Quiero Mi Barrio.
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Gracias al taller de Medio Ambiente nacieron las bolsas ecológicas para el pan.
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Gracias al taller de Batucada, los niños conocieron una realidad positiva de participación.
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Aquí no se acaba
La irrupción del Programa Quiero MI Barrio no es el fin
de los sueños del vecindario. De hecho, se aborda
como el comienzo de una nueva mirada, como el piso
para levantar nuevos cimientos y para ver el sector de
una manera nueva.
Toma aquí gran relevancia el Consejo Vecinal de
Desarrollo y sus dirigentes, quienes deben seguir
profundizando y haciendo propio el rol de esta nueva
estructura que cada vez gana más confianza entre los
propios habitantes del sector.
Gran parte de la reactivación del barrio se debe a su
compromiso e ideas, siempre pensadas en satisfacer
las necesidades de sus propios vecinos, muchas veces
amigos o familiares, con quienes comparten un tiempo
importante de sus vidas. Y para ello se formalizaron,
disponiéndose a seguir trabajando para el progreso de
la comunidad.
Las expectativas futuras también están puestas en
resolver temas atingentes que, o son de larga data o
se han acentuado durante los últimos años. Destacan
entre ellos el tema de la vivienda y la seguridad
ciudadana. La precariedad de muchas viviendas es
una espina clavada en el corazón de la José María
Caro. A diario ven que sus hogares no tienen las
condiciones que sus vecinos del norte, sur, este y oeste,
quienes habitan casas de material sólido y con mejores
condiciones de habitabilidad, situación que más que
envidia los hace cuestionarse por qué ellos no.
Para mejorar esta condición, los comités son una
buena alternativa, y así lo entienden los vecinos,
quienes organizados, pretenden acceder a beneficios
estatales que dignifiquen el lugar que habitan. Quieren
mejorar sus fachadas, construir en material sólido y
arreglar sus baños. En la práctica, quieren hacer
realidad uno de sus sueños más importantes.
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“Nosotros llevamos años trabajando en el tema de la
vivienda y esperamos que se resuelva lo antes posible,
porque hay gente que necesita imperiosamente que
se mejoren sus casas.
Esa es una de las tareas que nos queda por superar”,
reconoce Bélgica Aguirre. Gracias a los Grupos Focales
que se realizaron en el marco del Programa Quiero Mi
Barrio, se reforzó el deseo de vivir en un lugar más
seguro. Si bien los habitantes del sector reconocen un
avance en esta materia, fundamentalmente gracias a
la recuperación de sitios eriazos, sienten que aún
quedan cosas por hacer.
De a poco, han entendido que gracias a una buena
convivencia los niveles de delincuencia bajan y es por
eso que siguen reafirmando la importancia de
mantener con vida a sus propias organizaciones,
fortaleciéndolas y trabajando con ellas. También
esperan una mayor cercanía de Carabineros, a fin de
amedrentar a quienes cometen delitos
Otro aspecto que se comenzó a recuperar y que los
vecinos sienten que deben seguir trabajando es la
integración del barrio, y en esto tiene mucho que ver el
Consejo Vecinal de Desarrollo. La brecha entre “norte
y sur” se redujo durante el tiempo que intervino el
Programa, haciendo más amable la convivencia entre
los habitantes de ambos sectores.
Así lo refleja el vecino Cipriano Vergara, quien
reconoce los importantes pasos que se dieron en este
aspecto con la llegada el Programa Quiero Mi Barrio,
“se ha notado un avance, por ejemplo ahora como
que hay más integración entre los vecinos de ambos
lados, lo que antes no se veía”.
Sobre el mismo tema, la delegada de pasajes Isabel
González reafirma los pasos adelante que se dieron en
el aspecto de la integración barrial. “La vinculación
entre los vecinos mejoró, pese a que yo nunca tuve
problemas, la gente se integró, incluso había algunos
que ni se conocían, ahora se empezaron a saludar, a
conversar, no importando de que lado son”.
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Este aspecto, incalculable hace un par de años,
demostró la necesidad de seguir trabajando el tema
de la integración, y al parecer los vecinos están
dispuestos, asumiendo roles más solidarios y
compenetrados con todos los integrantes del barrio
José María Caro.
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El mural realizado en la Obra de Confianza intenta reflejar el proceso que ha vivido el barrio el sus 41 años.