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Jose Watanabe y las trampas de la fe Pedro granado En: http://www.letras.s5.com/pg290405.htm Poeta con página web, el nombre de José Watanabe es uno –sino el más asiduo– de los requeridos por la prensa –ahora tanto nacional como internacional– para ilustrar lo que sucede actualmente con la poesía peruana. Sin embargo, comentarios periodísticos al vuelo y algunas elocuentes entrevistas es lo que, fundamentalmente, hasta ahora tenemos sobre la obra poética de este autor nacido y criado en un campamento rural costeño hasta casi bordear la adolescencia. Su primer libro se tituló Álbum de Familia (1971) y le valió el Premio "Poeta Joven del Perú" –compartido con Antonio Cillóniz. En palabras de José Güich Rodríguez(1): “Los textos incluidos en esta colección fueron escritos a fines de la turbulenta década de 1960. Esa agitación exterior contrasta con el universo generado por el poeta en torno de los años infantiles, transcurridos en Laredo, pueblo norteño donde recalara su padre, inmigrante que llegó al Perú en 1912; además, aquí mismo, con la parsimonia que lo caracteriza, el poeta declara: ‘El libro se inserta en una tradición de larga data. Me refiero a las Canciones de Hogarque aparecen en la última sección de Los Heraldos Negros, de Vallejo, o a poemas como ‘El Hermano Ausente en la Cena Pascual’ y ‘Tristitia’, de Valdelomar. Mi intención fue rescatar el mundo de la infancia, de la intimidad hogareña con sus grandezas y tragedias.” Luego, después de dieciocho años, vino El huso de la palabra(1989); mas, a partir de este libro, ha ido publicando con regularidad: Historia natural (1994),Cosas del cuerpo (1999) y, recientemente, Habitó entre nosotros (2002). Si su primer poemario fue escrito “a fines de la turbulenta década de los 60” –y, como el mismo poeta declarara, bajo la sombra acogedora del hogar de César Vallejo–, la saga de libros que va de 1989 al 2002, como enseguida pasaremos a analizar, tendrán –aparte del autor de Trilce– del recientemente fallecido Javier Sologuren (poeta de la generación del 50) y también de algunos de sus contemporáneos: Luis Hernández Camarero o Roque Dalton, mas, no 1

Jose Watanabe y Las Trampas de La Fe

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Jose Watanabe y las trampas de la fe

Pedro granado

En: http://www.letras.s5.com/pg290405.htmPoeta con pgina web, el nombre deJos Watanabees uno sino el ms asiduo de los requeridos por la prensa ahora tanto nacional como internacional para ilustrar lo que sucede actualmente con la poesa peruana. Sin embargo, comentarios periodsticos al vuelo y algunas elocuentes entrevistas es lo que, fundamentalmente, hasta ahora tenemos sobre la obra potica de este autor nacido y criado en un campamento rural costeo hasta casi bordearla adolescencia.

Su primer libro se titullbum de Familia(1971) y le vali el Premio "Poeta Joven del Per" compartido con Antonio Cillniz. En palabras de Jos Gich Rodrguez(1):

Los textos incluidos en esta coleccin fueron escritos a fines de la turbulenta dcada de 1960. Esa agitacin exterior contrasta con el universo generado por el poeta en torno de los aos infantiles, transcurridos en Laredo, pueblo norteo donde recalara su padre, inmigrante que lleg al Per en 1912; adems, aqu mismo, con la parsimonia que lo caracteriza, el poeta declara: El libro se inserta en una tradicin de larga data. Me refiero a lasCanciones de Hogarque aparecen en la ltima seccin deLos Heraldos Negros, de Vallejo, o a poemas como El Hermano Ausente en la Cena Pascual y Tristitia, de Valdelomar. Mi intencin fue rescatar el mundo de la infancia, de la intimidad hogarea con sus grandezas y tragedias.

Luego, despus de dieciocho aos, vinoEl huso de la palabra(1989); mas, a partir de este libro, ha ido publicando con regularidad:Historia natural(1994),Cosas del cuerpo(1999) y, recientemente,Habit entre nosotros(2002). Si su primer poemario fue escrito a fines de la turbulenta dcada de los 60 y, como el mismo poeta declarara, bajo la sombra acogedora del hogar de Csar Vallejo, la saga de libros que va de 1989 al 2002, como enseguida pasaremos a analizar, tendrn aparte del autor de Trilce del recientemente fallecido Javier Sologuren (poeta de la generacin del 50) y tambin dealgunos de sus contemporneos: Luis Hernndez Camarero o Roque Dalton, mas, no sin conflicto, sobre todo de lavedettemiraflorina de aquella poca, Antonio Cisneros.

De alguna manera toda la poesa de Jos Watanabe, aunque con variada fortuna, es asimismo una polmica en sordina con aquel precoz y afamado ganador del Premio Casa de las Amricas.

Consciente Watanabe de que respecto a la poesa urbana (Hora Zero) y cosmopolita (britnico modo) predominante l traa otro imaginario cultural y distinto escenario social, le cupo tambin, para incorporar estas nuevas variables, intentar encontrar un lenguaje distinto. En general, convincente zozobra y una sutil irona, en un grado de destilacin mayor que la de Antonio Cisneros, es finalmente lo que hall. Sin embargo, pensamos que el de Laredo es un poeta semejante a las actuaciones de la seleccin peruana de ftbol de logros alternados. Quisiramos pensar que su ltimo libro,Habit entre nosotros, es anuncio, ejercicio o ensayo de otro ms logrado; tal comoHistoria naturallo fue respecto aCosas del cuerpo. Aunque debemos ir por partes.

Desconfiado o escptico como su pueblo, confiesa ser en un libro de entrevistas que desafortunadamente no tenemos a mano(2)Watanabe es, ante todo, un poetade vocacin mimtica; como los clsicos, quisiera que las palabras sean autosuficientes, que stas nombren a las cosas con plenitud. A manera de broma antes sealbamos porque debemos sumar a esta esttica, digamos, de la caligrafa, la vida casi novelesca del yo potico que esta obra era una mezcla curiosa de criollismo y Tao(3). Y nos referamos all al Tao no de una manera caprichosa ya que, por lo menos desdeEl huso de la palabra, Watanabe est atento a lo mismo que Javier Sologuren, donde, especialmente a partir de su libroEstancias(1960):

Se deja atrs una esttica de la fuga a otro mundo (a travs del neoplatonismo o el sueo), cuyo esquema podran ser unos vectores que apuntan hacia lo alto, y se adopta de modo extraordinariamente logrado un esquema inmanentista. Es decir, el anhelo por otro mundo contina, pero esta vez ya no est en lo alto, en un mundo paralelo trascendental o de ideas platnicas; sino que est aqu mismo, tal como a travs de unos versos de Yasunari Kawabata los cuales Sologuren toma como epgrafe para susFolios del enamorado y la muerte(1980) lo podemos colegir: aquella blancura que habitaba las/profundidades del espejo/ era la nieve. Accedemos a este nuevo mundo a travs de una experiencia de satori, epifana o anagnrisis, pero necesariamente en nuestro mundo corriente y, de modo privilegiado, en el mbito de la naturaleza.(4)

As pues estos discretos, aunque profundos vasos comunicantes, son los que unen a estos dos poetas peruanos: un mismo inters por el budismo zen japons, revelado a Watanabe por su padre desde la infancia a travs de la lectura viva de traducciones de haikus y conquistado paulatinamente en los libros por el inolvidable autor deVida continua. Ejemplos de esta opcin por lo dems, puntualizada al mximo por el propio poeta(5) saltan a la vista enEl huso de la palabra: Las palabras no nos reflejan como los espejos, as exactamente,/ pero quisiera./ Escribo con una pregunta obsesiva en las orejas:/ Es esta la palabra exacta o es el amague de otra/ que viene/ no ms bella sino ms especular? (Los versos que tarjo). Mas, tambin constituye parte sustancial de su arte potica posterior; por ejemplo enHistoria natural, libro irregular y descuidado -plagado de muletillas comparativas y lugares comunes(6)cuyo nico inters radica, probablemente, en seguir comunicndonos aquella clase de atisbos metapoticos: [En el contexto de la guerra sucia en el Per de esos aos] Bajo el puente de Chosica el ro se embalsa/ y es de sangre,/ pero la sangre no me es creda./ Los poetas hablan en lengua figurada, dicen./ Y yo porfo: No es el reflejo del cielo crepuscular, bermejo,/ en el agua que hace de espejo/ / Yo escribo y mi estilo es mi represin. En el horror/ slo me permito este poema silencioso [El grito (Edvard Munch)] .

Pasando ahora aCosas del cuerpocon el de 1988, aunque no sin altibajos(7) hasta ahora al libro ms logrado por el polifactico escritor norteo (aparte de poeta es dramaturgo y guionista cinematogrfico), la dialctica entre testimonio y estampa, entre narracin e instantnea fotogrfica prosigue; nos topamos con verdaderos hallazgos en las pinceladas, surgidos de la cantera de la cultura popular: Mi cuerpo no es mucho. Soy/ una palada de rganos enterrados en la arena (El lenguado); Hay que ser cabra/ para vivir/ en esta maraa punzante. Hay que tener lengua/ de cabra/ para separar con resignacin pasto/ de espinas/ y engordar (En el bosque de espinos); En este mundo ptreo/ nadie se alegrar con mi despertar. Estar yo solo/ y me tocar/ y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaa/ sabr/ que an no soy la montaa (Animal de invierno); La seorita Esther H. era mi maestra rural./ Ella dilat por primera vez la nariz/ de mi corazn/ / En la escuela rural sabamos poco/ pero sospechbamos mucho (Cancin); y as, podramos ilustrar con ms ejemplos.

Mas, junto de este acendramiento de la escritura vinculado directamente conEl huso de la palabray no, como cabra suponer por ciertas afinidades temticas, conHistoria natural- tenemos, asimismo, un torpe y oportunista buceo en lo femenino. A la manera de Vallejo (hembra es el alma de la ausente/ y hembra es el alma ma o Nios, si tardo), Watanabe nos dice: Mi tero de humo/ sale por la chimenea y se disuelve como nimbo/ en este cielo que nunca tiene violencias./ Una violencia de cielo me hubiera consolado ms (Cielo de hospital); Ayer/ me acerqu por tus espaldas/ y deslic mis manos/ bajo tus axilas/ hasta tocar tus senos. De pronto/ sent/ el temblor de una restitucin:/ si yo hubiera tenido tetas/ seran/ como las tuyas (El bao). En realidad, y no slo en este subirse al tren de la literatura de gnero, en el arduo trabajo de nuestro poeta corrige muchsimo, declara podemos constatar reflejarse repetidamente lo que l teme, aquello de un lector desconfiado de las muchas astucias de los pobrecitos poetas. Watanabe es, ante todo, un buen ingeniero de la media (de los medios de comunicacin, se entiende). Poeta de nuevo cuo, tambin resulta constatable aquello de que En la escuela rural sabamos poco/ pero sospechbamos mucho; es decir, su nivel de reflexin terica (en el poema) es, pues, el de la pura sospecha, un enorme y aburrido lugar comn. Esto, precisamente, es lo que contribuye a los desniveles retricos de su discurso; a veces, de un populismo asentado con t jazmn que ni a l mismo convence.

Pero, enCosas del cuerpo, tambin se vuelve religioso o esta temtica pareciera perturbarlo: Pronto se acabar esta noche con su estrella compasiva/ en la ventana/ y tampoco hoy sabrs/ si el ojo que viaja por tus confines/ es el ojo de Dios que observa maravillado/ a cada rgano/ haciendo incansablemente y todava lo suyo/ o si es el indiferente pero acucioso ojo de la nada (El ojo); de aqu estamos a un paso de Habit entre nosotros. Sin embargo, creemos que en este ltimo poemario de Watanabe incluso pasando por alto cosas como Yo grit en el desierto/ que vuestros pecados eran como puercos (El bautismo), Vino el mal y calz perfectamente/ en m/ como una perversa lucidez (El endemoniado) o Entre ellos viniste a recogerte como una grave montaa (Oracin en Getseman), salvo contados aciertos en la caracterizacin de sus personajes (de algn modo seguimos en el ancho campo de la descripcin), no aporta absolutamente nada en cuanto a su potica habitual (curiosa mezcla de criollismo y Tao). Es decir, sus bondades no calzan necesariamente con lo que dice, hasta ahora, la crtica de gacetilla:

Habit entre nosotros, su nuevo poemario, tiene como tema la vida de Cristo. Pero no es libro religioso ni converso, sino un texto que busca intersecar dos imgenes de Jess: la iconogrfica (este libro parti como una serie de poemas dedicados a pinturas clsicas donde el tema religioso cristiano remita siempre al Mesas) y la histrica. De la unin de esas dos realidades se vislumbra una tercera, sinttica, que es aquella a la que Watanabe aspira: el Cristo artstico, un personaje que sirve de pretexto para la creacin y la reflexin potica.(8)

Como no puede existir autntica creacin sin un gesto original de reflexin potica, lamentamos decir que este libro de Jos Watanabe, semejante a la pelcula de Mel Gibson, queda en lo puramente decorativo y efectista. Son rescatables, eso s, algunos poemas enteros (El mercader, La ltima cena, La crucifixin) y, tambin, partes esplndidas de otros: Crame,/ pero no totalmente,/ djame un pelo de demonio en la mirada (El endemoniado), Yo vi: la clera/ es una rara belleza cuando enciende a un animal/ tan albo (El mercader), Vean:/ el cuerpo solo se impone sobre nosotros,/ no necesita ninguna otra grandeza (El descendimiento).

Con suma facilidad para la fabulacin y para la elocuencia, pensamos sin embargo que a Watanabe le tocara para salir de este, al menos en apariencia, callejn sin salida que constituye su ltimo libro ensayar nuevamente con los haikus; pero, y esto creemos lo podr hacer muy bien, conectados esta vez a una epifana autnticamente involuntaria: gracia indiferente a los compromisos, desconectada de conos y efemrides. Lo que aprendi en Laredo sobre todo, la desconfianza o escepticismo de su gente es, catalizndolo con otras lecturas, formas de vivir y alguna meditacin, capaz de aplicarse a la gran ciudad, a cualquier comunidad humana sobre el planeta. Las trampas de la fe, as reza el ttulo de nuestro breve ensayo, no alude sino a tratar de llamar la atencin en esto: no bastan a la poesa ni el populismo ni el refrenamiento; s, la mxima avidez, entendida necesariamente como osada aventura intelectual y dscolo deseo.

Notas

1-Biografa de la carne. Caretas, 7 de Diciembre, 1998 - N 1547.

2- Cesreo Martnez, Desde la vigilia. Hablan los escritores y pintores peruanos (Lima: Arte/ Reda, 1989).

3- Pedro Granados Los Poetas Vivos y ms Vivos del Per (y de otras latitudes). Crtica, revista cultural de la Universidad Autnoma de Puebla, Mxico, 0ctubre Noviembre 2002 N 95.

4- Pedro Granados, Hitos del amor en la poesa de Javier Sologuren, Identidades (El Peruano), 7/ 6/ 2004.

5- Por ejemplo en Elogio del refrenamiento. Artculo publicado en el nmero 117 de la revista Quehacer.

6- Como muestra un botn: Tiendo a la noche/ La noche profunda es silenciosa y robusta/ como una madre de faldn amplio (A la noche); aunque, un poco a la manera del distanciamiento irnico de un Roque Dalton , tambin en este mismo poema trate de relativizar o justificar el descuido de sus versos: Yo siempre supongo un lector duro y severo, desconfiado/ de las muchas astucias/ de los pobrecitos poetas.

7- De la misma prosapia que el poemario anterior, ejemplo: Pero hay das que no tienes carne ni vegetales/ sino arena en la lengua. Te explicas: tal vez has comido una sequedad inicial, insidiosa, de pecho, y nunca/ se acaba, el desierto/ nunca se acaba (Restaurante vegetariano).

8- En Sin plumas, comentarios de libros por Ivn Thays. [http://www.sinplumas.blogspot.com].4