24
Jóvenes y Sociedad Roberto Zapata G. 1 Me han solicitado que les ofrezca el perfil sociológico de los jóvenes, privilegiando sus valores, construido desde los datos que nos ofrecen las investigaciones sobre el tema. Espero no morir en el intento. Porque si, como ha escrito un investigador de estos temas, “ La juventud no es un tiempo, ni una generación, ni una categoría homogénea a la que uno puede examinar desde afuera, con objetividad, sin emociones ni prejuicios. Por el contrario, si la juventud es un cometa de riesgos y de oportunidades, de amenazas y de promesas, una intromisión en el sistema cósmico de los adultos.. como a los cometas, hay que entenderla, más que como un conjunto sólido, como un torbellino abigarrado y turbulento, reflejo de las diferentes coyunturas de oportunidad que nuestra sociedad ofrece a los recién llegados” 2 , el encargo no es muy sencillo. La preocupación social por los jóvenes, aunque nos parezca mentira, es relativamente reciente. Nace con las drásticas transformaciones acontecidas tras la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la sociedad de consumo. Una preocupación que no ha cesado en nuestros días. Quizás porque una sociedad que se ocupa (y se “preocupa”) de los jóvenes es una sociedad que agónicamente mira al futuro, que se preocupa de sus bases. 3 No podemos ocultárnoslo: de los jóvenes se han escrito muchas cosa. Parafraseando una frase de Tony De Mello podríamos decir que de los jóvenes se han dicho cosas que no nos atreveríamos a decirlas de ninguna persona decente. El mismo “discurso social de la cotidianidad” habla de ellos continuamente. Que si los aislados del walkman primero, del diskman y del Ipod , después; que si la “generación-radar” y presentista, desorientada, que hubo de seguir a una supuesta “generación- 1 Profesor de la UCAB. Actualmente dirige un estudio Latinoamericano sobre procesos sociales y aprendizaje de valores a través de historias de vida. 2 J. I. Ruiz Olabuenaga: “La juventud liberta”, en VVAA: Nuevas pautas de ocio de los jóvenes, Diputación Foral de Gipuzkoa, 1999. Citado por E. Falcón en ¿Cómo ven el mundo los jóvenes?, Cuadernos Cristianisme i Justícia, n.106, Barcelona, 2001, 2. 3 J. Callejo: “Consumo y ocio de los jóvenes: bailando lambada entre tiburones”, ibid., 5.

Jóvenes y sociedad

Embed Size (px)

Citation preview

  • Jvenes y Sociedad

    Roberto Zapata G.1

    Me han solicitado que les ofrezca el perfil sociolgico de los jvenes, privilegiando sus

    valores, construido desde los datos que nos ofrecen las investigaciones sobre el tema. Espero no

    morir en el intento. Porque si, como ha escrito un investigador de estos temas, La juventud no es

    un tiempo, ni una generacin, ni una categora homognea a la que uno puede examinar desde

    afuera, con objetividad, sin emociones ni prejuicios. Por el contrario, si la juventud es un cometa

    de riesgos y de oportunidades, de amenazas y de promesas, una intromisin en el sistema csmico

    de los adultos.. como a los cometas, hay que entenderla, ms que como un conjunto slido, como un

    torbellino abigarrado y turbulento, reflejo de las diferentes coyunturas de oportunidad que nuestra

    sociedad ofrece a los recin llegados2, el encargo no es muy sencillo.

    La preocupacin social por los jvenes, aunque nos parezca mentira, es relativamente

    reciente. Nace con las drsticas transformaciones acontecidas tras la Segunda Guerra Mundial y el

    inicio de la sociedad de consumo. Una preocupacin que no ha cesado en nuestros das. Quizs

    porque una sociedad que se ocupa (y se preocupa) de los jvenes es una sociedad que

    agnicamente mira al futuro, que se preocupa de sus bases.3

    No podemos ocultrnoslo: de los jvenes se han escrito muchas cosa. Parafraseando una frase

    de Tony De Mello podramos decir que de los jvenes se han dicho cosas que no nos atreveramos a

    decirlas de ninguna persona decente. El mismo discurso social de la cotidianidad habla de ellos

    continuamente. Que si los aislados del walkman primero, del diskman y del Ipod , despus; que si

    la generacin-radar y presentista, desorientada, que hubo de seguir a una supuesta generacin-

    1 Profesor de la UCAB. Actualmente dirige un estudio Latinoamericano sobre procesos sociales y

    aprendizaje de valores a travs de historias de vida. 2 J. I. Ruiz Olabuenaga: La juventud liberta, en VVAA: Nuevas pautas de ocio de los jvenes, Diputacin Foral de Gipuzkoa, 1999. Citado por E. Falcn en Cmo ven el mundo los jvenes?, Cuadernos Cristianisme i Justcia, n.106, Barcelona, 2001, 2. 3 J. Callejo: Consumo y ocio de los jvenes: bailando lambada entre tiburones, ibid., 5.

  • brjula anterior (con supuestas metas claras); que si no saben lo que tienen; que si son la juventud

    liberta, alargada en moratoria de adultez, o la juventud del mosaico y del cdigo quebrado; que si

    la fiesta y celular en el morral; que si los ms formados y preparados (o pre-parados) en la historia

    de la humanidad o muchachos abobados a la play station o a la industria cultural gringa; que si la

    generacin de la anorexia o si la generacin del voluntariado social; que si estn ticamente

    fragmentados y ausentes de la poltica; que si nerds, que si salvajes; que si la generacin del no-saben-

    lo-que-quieren; que si la promocin del post-materialismo, los cachorros del bienestar, o si la

    juventud de las sociedades de control4,

    cada vez ms macdonalizadas por los efectos del

    pensamiento nico (que yo no s si es pensamiento ni si es de verdad nico).

    Como bien lo recoge M. Bethencourt, en un excelente trabajo de revisin bibliogrfica5, el

    mundo occidental siempre ha generado una visin despectiva de la cultura juvenil. por ms que se

    ha impuesto, nos dir, una cierta juvenilizacin de la cultura global, detrimento de la vejez y hasta

    de la niez, los jvenes han aparecido en general como algo mal visto, superficial, pasajero,

    producto de un estado de inmadurez que, tarde o temprano, debe superarse. Esta postura, entre la

    veracidad y la exageracin, se acaba sedimentando y predispone a percibir rasgos estereotpicos,

    que identificaran lo que los jvenes son. Ser joven est asociado con la negatividad, con el

    consiguiente peligro de convertir a los jvenes en un chico expiatorio idneo, por constituir un

    blanco vulnerable y muy destacado6.

    Sobre este tema tan resbaladizo me piden que hable y, adems, como experto en el tema.

    Tengo un amigo y de l recuerdo muchas cosas de nuestra poca de estudiantes. Una de ellas, y que

    viene muy al caso, es aquello que podemos decir de la realidad, cuando sta ni es nica ni mucho

    menos compacta. Me lo explicaba con aquello de que un viajero que marcha a un pas extico por

    apenas un par de meses, perfectamente podra escribir un libro entero sobre la realidad que vive

    dicho pas. Sin embargo contina hablando mi amigo el mismo viajero, si se hubiera quedado all

    un ao ms, apenas habra dado para escribir un artculo. Y a los diez aos, poco ms de un par de

    pginas llegara a escribir con un cierto rigor y una cierta honradez. Este comentario suyo no pude

    menos de evocarlo cuando comenc a preparar estos comentarios que voy a compartir con ustedes.

    4 Para una ms que recomendable reflexin sobre esto de las sociedades de control, lase al desaparecido G. Deleuze: Las sociedades de control, en www.philosophia.cl/ Escuela de Filosofa Universidad ARCIS. 5 M. Bethencourt, Globalizacin, Identidad y Jvenes en Aproximaciones tericas al mundo juvenil. Documento base para la reflexin y el debate. Caracas, Equipo Nacional de Investigacin Irfa, Junio, 2006, 6. 6 C.I. Orellana, Reflexiones sobre la cultura juvenil contempornea, ECA Estudios Centroamericanas, 685-686 (2005) 1124-1144.

  • Toda esta introduccin solo pretende poner lmites a nuestra, quizs, inconsciente ilusin

    de querer dominar el mundo de estos muchachos y muchachas, de quienes, a pesar de todo,

    debemos sentirnos orgullosos por la sencilla razn de haber tenido el privilegio de toparnos con

    ellos, rostro a rostro, en nuestros trabajos y en los espacios cotidianos de encuentro.

    Yo he escrito estas pginas pensando en cuatro puntos. En primer momento, a manera de

    introduccin, dir algo sobre qu es ser joven. Seguidamente, y dado que trato de construir un perfil

    del joven, a partir de los datos de encuesta, mencionar tres prenotandos que, siguiendo lo que J.

    Elzo ha sostenido y probado suficientemente en sus muchos trabajos sobre la juventud7, conforman

    como tres tesis de fondo desde las que enmarcar este tipo de estudios. Tesis que, adems, nos

    ayudan a ubicarnos ante el tema de los jvenes. En tercerr lugar ofrecer la visin descriptiva y

    sinttica de los jvenes de nuestros das, tal y como se desprende de los resultados de muy diversos

    estudios llevados a cabo a nivel nacional e internacional. Concluir con una modesta propuesta

    sobre los valores a promover en nuestros jvenes, propuesta, lo reconozco inacabada en su

    formulacin, y que busca fundamentalmente abrir el dilogo y discusin sobre un tema tan

    importante.

    1. De Jvenes, Juventud y Sociedad

    Si de los jvenes vamos a hablar, puede ser til que definamos primero que se entiende por

    jvenes. De entrada debemos decir que esta es una categora compleja sobre la que no es fcil

    establecer lmites claros y definidos para todos los grupos sociales. Se puede definir la juventud, al

    joven, esa nocin mtica y relativa?, se preguntaba hace ya algunos aos R. Laurentin.8 Y las

    dificultades con que se encontraba entonces no han desaparecido hoy.

    Hay, es verdad, clasificaciones, y la psicologa evolutiva o del desarrollo nos ofrece algunas.9

    7 Baste mencionar algunos de sus trabajos ms recientes: Una tipologa socioreligiosa de los jvenes espaoles, en J. Gonzlez-Anleo (dir.), Jvenes 2000 y religin, Fundacin Santa Mara, Ediciones SM, Madrid, 2004, 167-189; Jvenes espaoles 2002 y vocacin, en Seminarios, Vol. L, n 172-73, 2004, 147-400; Valores e identidades en los jvenes, en P. Gonzlez-Anleo (dir.), Jvenes Espaoles 2005, Fundacin Santa Mara, Ediciones SM, Madrid, 2006, 13-110. 8 R. Laurentin, Se puede definir la juventud?, Concilium, XXI, 201, 1985, 147-152 9 Especialmente sugerente, por las muchas aplicaciones que ha tenido a diversos aspectos del desarrollo (valores, religiosidad. desarrollo moral, etc.), es la propuesta por E. H. Erikson en uno de sus ltimos libros,

    El ciclo vital completado, Ediciones Paids Ibrica, Barcelona, 2000. Esta visin puede ser completada con otras, tambin conocidas, tales como las de J. Piaget, La representacin del mundo en el nio (9 imp.), Ediciones Morata, Madrid, 2001, o El nacimiento de la inteligencia en el nio (2 imp.), Editorial Crtica,

  • Nos encontramos con delimitaciones de la adolescencia y de la juventud en razn de la edad, pero

    esta categora emprica no es explicativa por s misma y ofrece muchas posibilidades para

    identificar y clasificar a los individuos.

    Hay una perspectiva en la cual la edad es un elemento importante en la definicin de la

    juventud. Desde esta perspectiva, se define como jvenes a todas aquellas personas que tienen entre

    15 y 24 aos. Esta definicin fue acuada por la ONU en 1985 y aceptada universalmente10

    . El

    trmino juventud, dentro de esta perspectiva, coincidira con la insercin en el mundo adulto, ya sea

    a travs de quienes adquieren un trabajo estable o constituyen una familia. De hecho, en la literatura

    encontramos algunas clasificaciones de la juventud en razn de la edad pero que sobrepasa el lmite

    de edad oficialmente aceptado: Preadolescencia: 12-14 aos; adolescencia: 15-17 aos; jvenes: de

    los 18 a los 24 aos. Y la clasificacin no termina aqu. Tambin se habla de los adojvenes11,

    para referirse a las edades comprendidas entre los 12 y 23 aos, de juventud prolongada, 25 a 29

    aos y hasta de los tardojvenes,12 para referirse a aquellos, entre 30 y 35 aos, que siguen

    manteniendo un estilo de vida joven, que an no han alcanzado el estatus de adulto.

    Pero la definicin social de lo que es ser joven, ms all de la variable edad, es cuestin

    todava ms debatida. Es conocida la clsica definicin por los procesos de paso o trnsito que

    marcan la transicin hacia la edad adulta, caracterizada por la asuncin de una responsabilidad

    productiva, conyugal, domstica y parental13

    . Es decir, que estaramos hablando de una situacin

    transitoria de dependencia, un proceso de emancipacin personal en el que se van adquiriendo

    progresivas cotas de independencia, pasando de la dependencia respecto a la familia de origen a la

    independencia e integracin total en la sociedad. Aunque esta definicin exige mayor

    profundizacin, no por ello resulta ser de lo ms pertinente. Este enfoque para definir la Juventud,

    pone nfasis en la construccin de una identidad. Esta etapa es la que los socilogos han llamado

    Barcelona, 2003; L. Kohlberg, Psicologa del desarrollo moral (3 imp.), Editorial Descle de Brouwer, Bilbao, 1992. 10 M. Sanatacruz Girali, en su artcyulo Creciwendo en el Salvador: una mirada a la situacin de la adolescencia y juventud en el pas, ECA Estudios Centroamericanos, 685-686 (2005) 10079-199. discute las ventajas y desventajas de esta enfoque. 11 F. Conde, Los hijos de la des-regulacin. Jvenes, usos y abusos en los consumos de drogas,CREFAT, Madrid, 1999 12 As los llama J. Elzo en El silencio de los adolescentes, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 2000 y M. J. Romero, Tardojvenes acomodados, Misin Joven, 237, 2004, 35 y ss. 13 E. Gil y E. Menndez, Ocio y prcticas culturales de los jvenes, Madrid,Instituto de la Juventud, 1985.

  • "Moratoria Social"14

    , es decir aqu el joven es considerado como una persona en preparacin, en

    espera, para asumir "los roles del adulto". En todo caso, todas estas limitaciones del concepto de

    joven son una expresin del terreno tan movedizo que pisamos.

    Existe, finalmente, otro enfoque que define a la juventud, determinada por la coyuntura

    socioeconmica, histrica y poltica en la que se da: la presencia de una subcultura juvenil concreta.

    La juventud, como generacin, va a poseer unos rasgos culturales que le son propios, adems de

    caracterizarse tambin por una gran pluralidad determinada por las diferentes condiciones sociales y

    posiciones que ocupan los jvenes en la estructura social. Este tercer enfoque mira a la juventud

    como cultura, culturas juveniles15 , asociada a modos de pensar, sentir, percibir actuar que

    atraviesan las actividades de un grupo y los distinguen de otros. Este enfoque considera el espacio

    temporal y espacial, aspectos soslayados en los enfoques anteriores.

    Esta pluralidad no permite hablar de la juventud como un grupo homogneo, pero s podemos

    observar ciertos rasgos y tendencias en la sociedad que los jvenes, como miembros de ella,

    comparten. Esta sociedad, la venezolana, en el estudio que nos sirve de base. 1996, como ya lo

    sealamos en su oportunidad16

    , daba signos de haber entrado en la era de la globalizacin que

    genera, entre otras cosas, una sensacin de distancia e incomprensin hacia las decisiones que se

    adoptan, una sensacin de pequeez y fragilidad, de incertidumbre que, como consecuencia, trae

    consigo el individualismo, la bsqueda de lo prximo, lo local, lo asible y palpable, como refugio

    seguro e identificatorio. Al mismo tiempo, aparecan signos claros de una tendencia a la satisfaccin

    inmediata, la valoracin del dinero como uno de los aspectos ms importantes de la vida, al tiempo

    que disminua la solidaridad implicada y aumentaban las desigualdades. Adems, caminbamos

    hacia una mayor igualdad de sexos y un papel ms activo de la mujer que, poco a poco, iba

    ocupando los diferentes mbitos pblicos y privados.

    Ubicados en ese contexto, observbamos tres tendencias en nuestra juventud:

    a) Prolongacin de la juventud y retraso de la emancipacin. En trminos, se daba una

    demora en las tareas de esta etapa de la vida: culminacin de los estudios, acceso al

    14 M. Margulis y M. Urresti, la construccin social de la juventud. En H. Cubiles y M.C. Laverde (eds), Viviendo a toda. Jvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades, Universidad Central/DIUC, Siglo del Hombre, Bogot,1998.

    15 S. Macssi, Culturas Juveniles, medios y ciudadana, A.C.S,.Calandria, Lima 2001. 16 R. Zapata, Valores del venezolano, op. cit., 13 y ss.

  • trabajo, constitucin de un hogar propio, debido tanto a factores econmicos

    como culturales. Un hecho ya sealado en otros contextos y que vena siendo

    calificado como juventud desproporcionadamente alargada17.

    b) Ruptura de la linealidad clsica. En le medida en que la sociedad ya no ofreca las

    mismas garantas, especialmente en el rea del empleo, la necesidad de tener que

    alternar diferentes roles se manifestaba cada vez ms frecuente: ser, a la vez,

    estudiante, responsable de una familia y trabajador o vivir en la casa de los

    padres

    c) Falta de adecuacin de los modelos tradicionales. Los dos elementos anteriores

    estaban dando origen a una gran diversidad de modos de integracin a la vida

    adulta, forjando trayectorias vitales cada vez ms individualizadas. Nos

    acercbamos al quiebre de la juventud bloque y al surgimiento de la juventud

    mosaico, la fragmentacin del gnero de vida juvenil y la aparicin de diversos

    estilos de vida juveniles.

    Insertos en este contexto social, se encontraban los valores dominantes de nuestra sociedad.

    Valores que, sin haber consolidado el paso de la sociedad premoderna a la moderna, apuntaban

    hacia la postmodernidad. Si, asumimos que la modernidad, tal y como se nos haba descrito18

    vena

    caracterizada por la presencia de un cierto proyecto global, un norte como orientador de la accin

    social, donde el esfuerzo, el trabajo, la responsabilidad, la certeza, el futuro, la postmodernidad se

    caracteriza por la incertidumbre, la duda, el presente, la diversidad, el placer, lo emocional

    En aquella sociedad de jvenes y adultos encontrbamos una serie de actitudes y

    comportamientos que resumimos en:

    - relaciones sociales dbiles que no acarrean compromisos fuertes.

    - deseo de autorrealizacin y de expresin de la identidad personal, manifestado en el

    desarrollo de variados estilos personales;

    - tendencia al pragmatismo y bsqueda de satisfacciones personales, con el consiguiente

    abandono de utopas;

    - individualismo y creciente insolidaridad, con prdida de fe en lo social y la accin

    colectiva;

    - deseo de vivir el momento presente frente a la imprevisin del futuro;

    17 J.I. Ruiz O., La juventud liberta, Fundacin BBV, Bilbao, 52 18 J. Elzo (dir.) y Otros, Jvenes espaoles 99, Fundacin Santa Mara, Madrid, 1999, 406ss.

  • - progresiva difuminacin de las barreras entre los sexos en cuanto a sus roles y

    posiciones;

    - distincin acentuada entre lo pblico y privado, con alta permisividad en el mbito

    pblico;

    - percepcin del mundo fundamentada en el relativismo, acompaada de una tolerancia

    rayando en la indiferencia y una falta notoria de compromisos sociales;

    - baja participacin poltica y gran segmentacin de las causas y de las luchas.

    Anticipndonos a lo que hemos de sealar despus, no es de extraar que nuestros

    jvenes, sumergidos en este proceso social, participen de las tendencias descritas.

    2. Tres tesis de base para un estudio de la juventud

    Las tres tesis de fondo desde las que enmarcar estos estudios sobre valores son: la tesis de la

    singularidad, la tesis de la diversidad y la tesis de la socializacin.

    1.1. La contextualizacin del ser joven

    La primera tesis nos dice que los adolescentes de una sociedad son tributarios del contexto,

    del lugar y del momento en que se hacen jvenes, lo que da lugar a un determinado perfil

    diferenciador y singular de esa juventud. As podemos hablar de los jvenes venezolanos de 2006

    en relacin con los de 1996, o en relacin con los jvenes colombianos o franceses o espaoles, por

    ejemplo, tambin de 2006.

    Para llevar a cabo este intento, parafraseando a K. Mannheim, podramos decir que

    solamente la vivencia de experiencias compartidas puede originar situaciones generacionales. Esto

    es, el ser joven se construye en razn del contexto histrico que le ha tocado vivir, del modelo o

    modelos de sociedad propuestos en el que se est haciendo, de las estructuras sociodemogrficas de

    la sociedad en la que vive, de los grupos sociales que la componen, de los valores dominantes en

    ascenso y descenso, de los pesos de los diferentes agentes de socializacin etc.

    Estamos, en consecuencia, ante un doble fenmeno: de diferenciacin juvenil, por un lado, al

    par que contextualizacin en una sociedad, por el otro, sociedad, la venezolana en este caso, en la

    que, como se muestra en ms de un estudio, las diferencias intergeneracionales no son muy

  • grandes.19

    No hay que olvidar nunca que los jvenes no son algo separado de la sociedad, un

    estamento fuera o al margen de la sociedad. Son y estn en una misma sociedad que los adultos y

    los mayores. Estamos ante una realidad de inclusin y diferenciacin social, al mismo tiempo.

    Quizs esta primera tesis le sorprenda a ms de uno.

    Este prenotando conlleva al estudio de los factores, de todo orden, en los que nuestros jvenes

    de comienzo de siglo se han o se estn formado o, ms simplemente, han crecido..

    1.2 La categora sociolgica de ser joven

    La tesis de la diversidad seala que, as y todo, la juventud, incluso la de un contexto, lugar y

    tiempo concretos no es uniforme y se presta a toda suerte de segmentaciones que se suele significar,

    cuando se hace con cierto detalle, por las tipologas de jvenes.

    Si alguna constante hay en estudios que se han repetido a lo largo del tiempo, como es el

    caso, por ejemplo, los de la ya citada Fundacin Santa Mara de Espaa, es, junto a la insistencia en

    el estudio del mbito de los valores, la afirmacin de que no se puede hablar de la juventud como si

    se tratara de una categora uniforme. La juventud de determinada nacionalidad, enclave geogrfico,

    u otra calificacin que la determine, considerada como una categora de anlisis, e incluso como

    objeto de estudio, no es uniforme, ms all de lo que una delimitacin en el factor edad pueda

    ofrecer. Lo mismo cabe decir de la adolescencia. De ah que en todo estudio sincrnico de un

    colectivo joven determinado haya que ser extremadamente cuidadoso con las afirmaciones

    generalizadas pues pueden ocultar o difuminar, ms que revelar y desvelar, la heterognea realidad

    juvenil. De ah, tambin, la afirmacin, repetidas veces sealada en diferentes trabajos, de que no

    hay que hablar de la juventud sino de los jvenes. Precisamente el que cada vez se elaboren ms

    tipologas de la juventud es signo de este planteamiento, reflejo obvio, aunque olvidado, de la plural

    realidad juvenil.

    19 Esto qued evidenciado en nuestro estudio Valores del Venezolano, Conciencia 21, Ediciones IESA, Caracas, 1996, 33 y ss. Hay una coincidencia absoluta entre hombres y mujeres, jvenes y adultos a la hora de elegir los aspectos que los venezolanos consideran ms importantes en sus vidas (jerarqua de valores).

    No contamos con datos actualizados que nos permitan decir si ese hallazgo de hace diez aos permanece inalterable o no, pero todo nos permite suponer que si hay cambios en esa jerarqua de 1996 ser ms en el orden y preferencia que en las diferencias intergeneracionales.

  • 1.3. El adolescente y el joven, un actor social condicionado pero no determinado

    Finalmente, un tercer aspecto que nos parece muy importante. Nos referimos al modo de

    socializacin particular del joven de hoy que hace de l un adolescente y un joven condicionado,

    ciertamente, pero no determinado. Es la tesis de la socializacin.

    La insistencia en la contextualizacin (Tesis 1) no ha de entenderse como si de un

    determinismo se tratara. El entorno, en el sentido ms amplio del trmino, condiciona pero no

    determina. Esta tesis muestra la particular forma como los jvenes de hoy se socializan, ms por

    experimentacin que por asuncin crtica de los proyectos heredados de los agentes tradicionales de

    socializacin. En primer lugar, porque stos (la familia y la escuela, sobre todo) o bien tienen poco

    predicamento entre los jvenes o no tienen predicamento que ofrecer y, en segundo lugar, lo que

    nos parece ms adecuado, a la luz de todos los datos, porque han surgido nuevos agentes de

    socializacin (nuevos por no existentes anteriormente o nuevos por el diferente peso que han

    adquirido) y que entran en competencia con los agentes tradicionales.

    Precisando ms, cabra decir que, respecto de los agentes tradicionales de socializacin que

    acabamos de sealar, los jvenes actuales adoptan una actitud de recepcin distante, lo que hace

    que, ms que reproductores an crticos de normas, valores, cosmovisiones, etc., los jvenes

    deconstruyen y reconstruyen, desde sus experiencias - principalmente, aunque no exclusivamente,

    grupales-, lo que los agentes tradicionales de socializacin les transmiten, produciendo as

    construcciones nmicas personales que, desde la perspectiva de los agentes de socializacin, pueden

    ser vistas como incoherentes, fragmentarias, heterodoxas etc., pero que, sin embargo, para los

    propios jvenes tienen la virtualidad de ser propias, por construidas por ellos mismos y, no pocas

    veces aunque no siempre, con una coherencia interna difcil de percibir desde fuera.

    En este proceso, precario muchas veces, los jvenes construyen sus propios esquemas y

    modelos de comprensin de la realidad social en la que viven y con la que se hacen. Es como un

    gigantesco rompecabezas conformado por piezas de diversas caractersticas, (imperativas,

    sugerentes, provocativas...) provenientes de diferentes instancias (familiares, escolares, mediticas,

    del grupo de iguales..) con las que elaboran, generalmente sin modelo referencial, sus propios e

    individuos constructos adaptados a las diferentes realidades que conforman su vida (recreativa, de

    estudios, de trabajo, familiar, amorosa..), constructos que hacen validar por el tamiz de la

    experimentacin y de su utilidad personal. Desde esta perspectiva sito yo la calificacin de

  • "individualista" que se atribuye al joven de hoy, sin dar necesariamente (ni sobre todo nicamente)

    a esta apelacin la connotacin de egosmo o autismo social, sino ms bien la de autoconstruccin

    del ser joven.

    3. El perfil de nuestros jvenes

    Sobre este tema, obviamente, me ha tocado hablar ms de una vez a lo largo de estos aos,

    sobre todo despus de la aparicin del libro Valores del Venezolano. Ello me ha mantenido muy

    atento a todo lo que se ha venido haciendo en este campo, dentro y fuera del pas. El conjunto de

    rasgos del joven actual que les presento es el fruto acumulado de todo esa informacin recogida.

    Dado el carcter de esta conferencia, evito las cifras y los porcentajes, y me centro en el enunciado

    y descripcin de esos rasgos que se construyen a partir de las preguntas y sus respuestas. Ustedes

    que se las ven en el da a da, mucho ms que yo, con esos jvenes que nos preocupan, pero que

    tambin nos apasionan, podrn analizarlos y jerarquizarlos.

    Comenzar por una trada:

    1. Los jvenes de hoy no quieren otra revolucin que la de todos los das, la que les haga

    sentirse mejor en su piel, ms cmodos, ms asentados, ms felices. El deseo de vivir el momento

    define sus vidas. En este sentido, se ha dicho de ellos que son presentistas, un presentismo que les

    hace muy difcil proyectarse en el futuro, experimentando la urgente necesidad de vivir el presente

    al mximo, sin diferir el gozo de lo deseado en cada momento, como si la vida se redujera al aqu y

    ahora de cada situacin. Para ellos, lo que existe es el hoy. El maana, a pesar de que tienen toda la

    vida por delante, parece estar muy lejos. Si de planificar la vida se trata, la nica planificacin

    posible es la semanal. El horizonte es semanal, y si los apuramos mucho, ese horizonte se reduce al

    fin de semana. No es casual que se haya hecho cada vez ms patente en nuestra sociedad actual la

    divisin entre el tiempo trabajo/estudio y el tiempo de ocio: un tiempo, el del trabajo,

    normativizado, en el que es preciso mantenerse en forma, estar gil, presto, con la vista puesta en el

    fin de semana que, por el contrario, es percibido como el tiempo libre o, para ser ms exacto, un

    tiempo que se pretende libre, ausente de normas, pero que, como ilustra muy bien el modo de

    diversin de muchos jvenes, el exceso puede convertirse en la norma y hacer aparecer como

    outsiders, raros y extraos, a los que se salen o no entran en las normas del exceso.

  • 2. Y muy en consonancia con su presentismo y ante un futuro que lo perciben como poco

    claro aparece la gran inseguridad, rasgo no muy acentuado entre nosotros en el pasado y que va

    tomando fuerza en los ltimos estudios. Quizs a las personas adultas nos cueste captar lo que

    supone para muchos adolescentes la constatacin de que viven en un mundo competitivo y feroz, en

    el que la bsqueda del trabajo que se quiere comienza a aparecer como un verdadero problema. Si

    antes nosotros, como adultos, tuvimos el trabajo que queramos, ahora mucha gente tiene el trabajo

    que puede, que frecuentemente no coincide con el que quiere. En clara relacin con esto, cada vez

    me llama ms la atencin la preocupacin de muchos adolescentes por la plata, el amor al dinero, la

    rentabilidad financiera y pecuniaria de todo esfuerzo solicitado que siempre es medido por el

    tiempo exigido y la recompensa recibida. El dinero puede estarse convirtiendo en el gran fetiche.

    Esta inseguridad puede desplazarse hacia un mundo fetichista de objetos; y se dispersa en un ansia

    de posesin, de acaparamiento y acumulacin con las que se pretende asfixiar.

    3. Hablamos antes de exceso, como forma de vivir el momento presente entre los jvenes. Ese

    exceso, frecuentemente, rompe los lmites o simplemente no los conoce. Por eso, se dice de los

    jvenes que no tienen lmites o que tienen una severa dificultad para establecerlo y, ms an, para

    mantenerlos. Y, en efecto, nos topamos frecuentemente con una adolescencia abierta a toda suerte

    de sensaciones sensitivas, emocionales, con una enorme dificultad para admitir cualquier tipo de

    lmite. Pero es que viven en una sociedad que ansa el exceso y desdea la mesura. Pascal Bruckner

    nos ayuda a entender esta realidad20

    . Para l, el supermercado se ha convertido en la representacin

    del jardn de las delicias. Ni el Bosco lo hubiera imaginado con tal profusin de elementos y

    fantasa. Torrentes de luz, kilmetros de estanteras, colorido infinito: es la victoria del no va ms.

    Imposible abarcar el conjunto de bienes ofrecidos. Ser consumidor significa saber que en los

    escaparates siempre hay ms de lo que uno se puede llevar. Podemos encontrar all una botella de

    whisky al coste de ms trecientos mil bolvares. Es probable que nadie la compre. Pero quizs eso

    no sea lo ms importante. Lo que importa es mostrar que all existe todo y ms de lo que podemos

    desear. Por eso, a veces se va al centro comercial no para comprar, sino para constatar que todo est

    al alcance de la mano o que siempre habr incluso ms de lo que hoy podemos conseguir. Desde la

    negativa a reconocer el lmite, siempre hay un algo ms que la sociedad parece querer mostrarnos

    para que nuestra necesidad se multiplique. De ese modo, lo posible se vuelve deseable y lo deseable

    acaba convirtindose en necesario.

    20 P. Bruckner nos ofrece un magistral anlisis crtico de la sociedad de consumo y de los medios de diversin

    que ayudan a entender lo que estamos diciendo. Recomendamos dos de sus libros: La tentacin de la inocencia. Barcelona, Anagrama, 1996, y Miseria de la prosperidad : la religin del mercado y sus enemigos, Barcelona, Tusquetes Editores, 2003.

  • La ausencia de lmites est muy relacionada con la ausencia de normas y la ausencia de

    normas no es sino la consecuencia, a su vez, de la inexistencia de referentes firmes y de esquemas

    de legitimacin que hayan propiciado una socializacin slida. Para muchos de nuestros jvenes los

    nicos lmites plausibles, durante el tiempo libre, son los que provienen de su cuerpo y de su

    (pretendido) libre albedro. El cuerpo, esto es, lo el cuerpo aguante, por un lado, y las ganas, la

    apetencia o inapetencia del momento, - el me provoca o no me provoca-, y su estado de nimo,-

    me gusta o no me gusta-, por el otro, son los nicos criterios por los que el lmite puede ser

    pensable. Fuera de estos dos factores, todo lmite es entendido como una imposicin arbitraria

    ordenada por el mundo de los mayores. De forma telegrfica sealara tres niveles de explicacin de

    esto.

    El primer nivel, el ms general, pero no por ello menos importante, nos lo ofrece una

    sociedad como la nuestra en la que determinados valores han estado relegados en detrimento de

    otros. Frente a los valores de una gran permisividad, hedonismo, delegacin de responsabilidad en

    los dems y, en general, exigencia de todo tipos de derechos sin el correspondiente correlato de los

    deberes, valores todos ellos que han sido propugnados y alzados al primer plano, otros valores

    como el de la autoridad, el esfuerzo, la abnegacin la fraternidad cotidiana, y, sobre todo, la propia

    responsabilidad, han quedado postergados a un segundo plano. En este sentido, nuestros jvenes

    han interiorizado los derechos, pero no los deberes.

    El segundo nivel explicativo est, a mi juicio, en la gran falla, el gran vaco que han dejado

    las instancias tradicionales como las familias, la escuela misma, la iglesia, incluso la poltica y los

    partidos que orientaban y ofrecan los esquemas legitimadores de valores, normas, actitudes y

    comportamientos a favor de los propios grupos de pares, de iguales, por un lado, y de los medios

    de comunicacin social, la televisin preferentemente, y las nuevas tecnologas, con todo lo que

    ellas conllevan, por el otro. El tiempo no nos da para desarrollar esto, pero aqu habra muchas

    cosas que reflexionar.

    En tercer nivel es, evidentemente, el de la familia. El familia es una institucin muy valorada

    por los adolescentes y jvenes. Ms an, la institucin ms valorada. Pero, al mismo tiempo, la

    familia difcilmente puede cumplir su funcin educadora. Mucho podramos hablar aqu de este

    punto. Pero, aunque no sea ms que de refiln, quiero decir que puede estar emergiendo en algunos

    adolescentes una actitud autoritaria. Esta es una idea que se la hemos ledo a J. Elzo, en alguna de

    sus muchas publicaciones, aunque no sabemos dar razn de cul. Si, ms de una vez, refirindonos

  • a la educacin familiar del pasado, la hemos podido calificar de rgida y de una cierta dureza

    emotiva por parte de los padres, en el presente la matriz del autoritarismo estara en la impotencia

    ms que en la prepotencia de los padres. Impotencia que se manifiesta cuando en la familia domina

    la anomia, es decir, un clima signado por la dificultad de proporcionar a los hijos, sobre todo

    durante la adolescencia, criterios normativos seguros y estables. Es decir, unos valores sociales que

    al tiempo sean abiertos y eficaces para desenvolverse en las condiciones reales de la existencia, de

    la vida. Son los hijos, jvenes y adolescentes, los que mandan en la casa. Y a ello, en buena medida,

    hemos contribuido todos: a los jvenes y adolescentes los hemos puesto en un pedestal, nos hemos

    esforzado por poner a su disposicin ms cosas, recursos materiales, que cualquier otra generacin

    de la historia de nuestros pas ha disfrutado No tendremos muchas cosas, pero a ellos no les

    faltar, si no el ltimo, al menos el penltimo aparato tecnolgico. A ellos casi nunca se les ha

    dicho que no. Y, entonces, cmo van a tener lmites?21

    4. Hay un cuarto rasgo que describe a nuestros jvenes. Es una adolescencia reacia al discurso

    racionalizado, construido intelectualmente y con un cierto grado de conceptualizacin. Es

    claramente la supervaloracin de la emocin, de las sensaciones, sobre la mera razn,22

    la

    percepcin sobre la racionalizacin, a diferencia quizs, de las generaciones precedentes, que

    infravaloraron lo sensitivo y emocional a favor de y en aras de la mera racionalidad e, incluso, de la

    racionalidad cientfico-tcnica en la reciente modernidad secularizante. Hoy, ms que nunca, dada

    la globalizacin en la que nos encontramos, necesitamos una formacin que ayude a construir una

    inteligencia sentiente, en expresin de X. Zubiri.23 Los adolescentes deben estar intelectual y

    emocionalmente armados para situarse en la complejidad de la vida. He dicho intelectual y

    emocionalmente armados porque una de las fallas de la formacin es que se ha dado demasiada

    importancia a un tipo de razonamiento cientfico-tcnico, tenido como el nico vlido, al par que

    hemos minusvalorado, cuando no despreciado, la dimensin sensitiva y emocional de la persona,

    21 Baste revisar los resultados de nuestros estudio Valores del Venezolano, ya citado, en el captulo dedicado a la familia (pp.63-85), para convencernos de esto. Al hablar sobre las normas o aspectos que solemos desarrollar en los nios en la casa, todo lo que tiene que ver con la constancia, perseverancia, espritu de sacrificio, hbitos de trabajo pasan totalmente desapercibidos. Y todo parece indicar que en esto no hemos avanzado mucho. 22 Situacin magnficamente preconizada y analizada por H. Hendin en un libro apasionadamente discutido en su oportunidad, Age of Sensation, McGrw-Hill, Nueva York, 1977. Tambin G. Lipovetsky se refiri a esta sociedad, con sus agudos y lacerantes anlisis, en su libro La era del vaco, Anagrama, Barcelona,1986. Muchas de sus pginas las podemos leer hoy, veinte aos despus, con igual admiracin y sonrojo. 23 X. Zubiri, Inteligencia sentiente, Tecnos, Madrid, 2004. Intelegir, nos dir Zubir, es intrnsecamente un

    modo de sentir. Pero intelegir es, tambin, aprehensin de la realidad. Esa es la inteligencia sentiente que enunciamos. Quien desee profundizar este aspecto, puede consulta el libro de A. Pintor-Ramos, Nudos en la filosofa de Zubiri, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 2005.

  • que es tambin parte fundamental para el conocimiento integral de las cosas.24

    De ah la necesidad

    de la inteligencia sentiente, una inteligencia integradora de la razn abstracta y de los sentidos y

    sentimientos que conforman la riqueza de la persona humana, el logro del engranaje cognitivo y

    afectivo, (y ya que estamos en una Universidad de Jesuitas) tan propio del proceso psicoafectivo de

    la espiritualidad ignaciana y de la educacin de la Compaa de Jess.25

    As los adolescentes podrn

    dar cuenta razonada de sus actos, sentimientos de pertenencia, fidelidades, etc. y sentirse emocional

    y sensitivamente integrados en la parcela geogrfica, histrica y cultural, en la que les ha tocado

    hacer y construir su historia, sin temor al diferente, ms bien sabiendo que con su contacto se van

    enriqueciendo mutuamente.

    5. A los jvenes, como a nuestra misma sociedad misma, les caracteriza un individualismo,

    no necesariamente egosmo, teido de bsqueda de autonoma, como valor fundante de lo bueno y

    de lo malo, de lo til e intil, de lo que sirve y lo que no sirve Todo un tema. La espesa niebla del

    individualismo se nos mete por todos lados. En nuestro estudio de hace diez aos, ya lo

    sealbamos claramente: nuestros jvenes, decamos, atraviesan un mal momento. Poco a poco se

    van perdiendo inters por lo que les rodea y se van volcando en la reconstruccin de otro mundo

    con sus pares, su amigos, sus compaeros26

    . Y la evolucin individualista de nuestra sociedad est a

    la vista. Como muy bien lo ha sealado C. Domnguez27

    , la glorificacin de la individualidad ha

    dado paso a una revolucin interior, un inmenso movimiento de conciencia, un culto a la

    intimidad, un entusiasmo sin precedente por el conocimiento y la realizacin personal con toda una

    importante y significativa proliferacin de tcnicas psi y prcticas orientales. El Yo se ha

    convertido en la nueva tierra de promisin. Se trata de acometer una bsqueda interior, consagrarse

    al autodescubrimiento que d lugar a un sistema de valores personal. Ello requiere una exploracin

    de todas las capacidades vitales a travs de toda una serie de experiencias que conducen a la

    autorrealizacin, al desarrollo de las potencialidades del propio ser, al logro supremo de la

    autoestima. Se encumbra lo mstico, lo emocional, lo esotrico y lo oriental. Todo es vlido, desde

    24 Algo llega a intuir en esta direccin D. Goleman en su libro Inteligencia emocional, Ed. Kairs, Barcelona, 1996. Pero, obviamente, la inteligencia emocional de Goleman est muy lejos de captar el sentido dado por Zubiri a la inteligencia sentiente, a ese situarse y hacerse cargo de la realidad. 25 Ver, por ejemplo, W. I, Lange Cruz, Carisma ignaciano y mstica de la educacin, Universidad Pontifica de Comillas, Madrid, 2005, 35-38. 26 R. Zapata, Valores del Venezolano, op. cit., 61-62. All establecamos, adems, las diferencias entre individualismo y egosmo. 27 Tenemos una copia de un trabajo o conferencia (no sabemos si ha sido publicada) de C. Domnguez Morano, La alteridad difuminada. Reflexiones en los tiempos de vnculos.com, con fecha 06/01/2006, de la que tomamos esta idea.

  • el Zen al Tarot, desde el peyote o la mescalina a la terapia gestltica o el eneagrama. Es la

    liberacin de lo convencional y vaco de la realidad social28

    .

    Un ejemplo muy sencillo para apoyar esta afirmacin: las nuevas familias. Y la novedad que

    podemos observar en muchas de las nuevas familias es que cada vez son menos las que se sienten

    con capacidad para educar a sus hijos, en parte porque los miembros de la pareja estn ms

    preocupados por su propia promocin y desarrollo individual que por la educacin de los hijos. En

    ella, los individuos construyen y vuelven a construir libremente durante todo el tiempo que les d la

    gana y como les d la gana. No se respeta a la familia como familia; no se respeta a la familia como

    institucin. Pero se respeta a la familia como instrumento de complemento psicolgico de las

    personas. Es como una prtesis individualista. La familia se nos puede estar convirtiendo en una

    institucin dentro de la cual los derechos y deseos subjetivos son ms fuertes que las obligaciones

    colectivas.

    Pero hay algo ms. Este individualismo que observamos en nuestros estudios se expresa de

    dos formas, tiene dos caras. Por un lado, parece suponer la voluntad de adoptar planteamientos

    propios, autnomos Es la voluntad de no ser rebao. Pero mucho me temo, y los datos dan pie a

    estos temores, que con ello se est dejando paso a la otra cara del individualismo, se que viene a

    decir que yo puedo hacer lo que quiera con tal de respetar (por ahora!) la ley. Es las moral libertaria

    y relativista, de tolerancia blanda, en la que cada cual se va remitiendo a lo suyo, aspectos todos

    sobre los que nos habla Paul Valadier, en un libro que sin duda conocern muchos de ustedes29

    , y

    que parece impregnar la sociedad de jvenes (y de adultos) y de tal suerte que no es el

    individualismo de razn, sino el individualismo de deseo el que impera; no es el individualismo de

    proyectos, el individualismo de exigencias, no es el individualismo de los deberes y

    responsabilidades, sino el individualismo de derechos. Es la tica indolora de G. Lopovetsky que

    repudia el deber austero e integral y consagra los derechos individuales a la autonoma, al deseo, a

    la felicidad. La etiqueta tica aparece en todas partes; la exigencia de sacrificio, en ninguna.

    28 Siguen siendo muy valiosas las reflexiones que sobre este tema viene haciendo, desde hace tiempo y desde distintos ngulos, G. Lipovetsky, en dos de sus libros sobre los rasgos significativos de los tiermpos actuales, La era del vaco. Ensayos sobre el individualismo contemporneo, Anagrama, Barcelona, 1986, y El crepsculo del deber. La tica indolora de los nuevos tiempos democrtico, Anagrama, Barcelona, 1994. 29 P.Valadier, La anarqua de los valores, Ed. PPC, Madrid, 1999, especialmente en la Parte III. En su ltimo libro, La condicin cristiana. En el mundo sin ser del mundo, Sal Terrae, Santander, 2006, caracteriza el

    ethos cristiano por el que, sin huir despreciar el mundo de los humanos, tampoco se puede volver indescifrable y disolverse y desvanecerse en lo comn.

  • 6. La aceptacin de pluralismo y la actitud bsicamente tolerante ante el diferente es algo que

    caracteriza el mundo de las actitudes y valores de nuestros jvenes, aunque en este punto debemos

    hacer dos matizaciones importantes. Por un lado, la dificultad de separar, en muchos momentos, la

    tolerancia, en lo que supone de respeto al otro, en tanto que otro, de la indiferencia por el

    distinto, con tal de que no me moleste. Una especie de tolerancia a la inglesa. Junto a ello est

    muy extendido el principio (el valor) de que todo es opinable, de que todas las ideas se valen, con

    tal de que se expresen y defiendan sin ofender ni violentar. Esto es el reflejo de la confusin

    existente entre el relativismo del todo vale y la relatividad que se opone a la pretensin de la

    verdad nica, de la verdad absoluta.

    Un relativismo que no pasa de ser subjetivismo en el pero de los sentidos. Como muy bien

    nos record J. A. Garca30

    , la gran aportacin del individualismo moderno radic en el hecho de que

    el ser humano dejaba ya de verse pre-definido y encerrado en un orden fijo de las cosas del que ni

    era posible ni estaba permitido escapar (se era como se naca, noble o pobre, con una legitimacin,

    adems, en la voluntad divina). De igual modo, el individualismo moderno nos liber tambin de la

    esclavitud de la objetivacin, de la carencia de subjetividad, proporcionndonos la capacidad de

    entrar en contacto con nosotros mismos, de cultivar el mundo interior, de definir la propia vida

    desde ah y no ya desde normas pre-establecidas.

    Pero, sin duda, estos logros trajeron otros efectos, a modo de cruz de esa cara liberadora. La

    autonoma y la subjetividad se absolutizaron, de modo que el subjetivismo se convirti en el nico

    criterio de verdad, de valor y de moralidad. Y, paralelamente, el individualismo fue creando una

    espesa niebla alrededor del sujeto que le ha ido dificultando cada vez ms la percepcin de la

    alteridad. Hay una desimplicacin, egolatra, autoafirmacin al margen o en contra de los dems.

    Una incapacidad de trascenderse hacia los otros, en ese repliegue, des-amorado y triste. Se olvida

    as que autenticidad y responsabilidad han de complementarse necesariamente y que ser uno

    mismo es inseparable de responder a, porque, de hecho, no hay autenticidad sin responsabilidad

    ni lo contrario. Si me recibo de los otros, me vuelvo agradecido a los otros y el agradecimiento se

    transforma en responsabilidad y la responsabilidad en hbito.

    30 J.A.Garca, Soy llamado; por eso existo La responsabilidad como hbito del corazn, Sal Terrae, 83 (1995) 19-30.

  • 7. Se sienten y, cuando se les pregunta, se dicen libres, pero no estn libres. Tienen fuertes

    ataduras con la familia de origen y viven muchos aos, algunos demasiados aos, en la dependencia

    familiar, escolar y social, experimentando en lo que quieren, pero sin la responsabilidad de tener

    que dar cuenta de lo que hacen. A pesar de que, como pas, podamos decir que no estamos en la

    poca dorada, nunca tantos jvenes han tenido tantas posibilidades de construir sus esquemas

    referenciales, sus propios valores, hasta sus propios proyectos de vida. Quiero significar con esto

    que nunca generacin alguna ha sido tan autnoma. Esta es su ventaja y su riego. Explico un poco

    ms esto.

    En nuestra sociedad se nos han multiplicado las posibilidades de elegir y, al mismo tiempo,

    se van viendo escandalosamente reducidas las capacidades para comprometerse, para vincularse con

    las personas, las ideas, los proyectos o las instituciones. Nunca, en efecto, tuvimos a nuestra

    disposicin tantas posibilidades para optar en todos los terrenos de la existencia. Desde la de elegir

    una pareja segn nuestra opcin afectiva ms singular, la de elegir una carrera universitaria u otra...

    Elegimos desde pequeos nuestros juguetes, nuestra indumentaria.

    8. Concepcin utilitaria del trabajo, que se les aparece, casi exclusivamente, como un medio

    de insercin en la sociedad y menos como un medio de realizacin personal. En efecto, el trabajo es

    percibido como mero valor utilitarista que tiene como nico objetivo la adquisicin de medios

    (ganar plata, dicho lisa y llanamente) con el objetivo de poder disfrutar otra serie de cosas que son

    las realmente importantes. En este sentido, el trabajo no es elemento de realizacin personal, sino

    simple exigencia de integracin social, condicin sine qua non de seguridad. Recientemente, por

    razones ms que conocidas por todos, comienza a aparecer una nueva percepcin: el trabajo es

    percibido como un bien, ms escaso que antao y adems ms incierto. En consecuencia, haya que

    protegerlo y cuidado, pero del que no se piensa extraer ningn tipo de recompensa, ms all de la

    meramente econmica. No extraar entonces, que cuando les preguntamos qu sera lo ms

    importante para ellos a la hora de buscar trabajo nos hablen principalmente de un trabajo seguro,

    que no comporte riesgos , y no de un trabajo que les haga sentirse realizados.

    9. Y, una ltima cosa aadira a esta descripcin de nuestros jvenes. En muchos de nuestros

    jvenes y adolescentes, hay un especie de contradiccin o disonancia entre lo que podramos llamar

    valores finalistas, entre los valores asociados a finalidades u objetivos a alcanzar en la vida y los

    valores instrumentales necesarios para alcanzar los fines. Es innegable que nuestros adolescentes y

    jvenes invierten afectiva y racionalmente en los valores finalistas. Pareja estable, familia unida,

    Lealtad, fidelidad, compaerismo, al tiempo que presentan innegables fallas en los valores

  • instrumentales sin los cuales todos los grandes deseos corren el riesgo de quedarse en poco ms que

    discursos bonitos. Me refiero, concretamente, al dficit que presentan valores tales como el

    esfuerzo, la auto responsabilidad, compromiso, participacin, abnegacin y renuncia (que no se si

    saben qu es eso), el trabajo bien hecho, en el que tanto insista hace unos aos L. Ugalde.31

    De ah la extrema importancia de que tan trada ( y llevada) educacin en valores insista ms en los

    valores instrumentales y aborde con mayor nfasis el campo de las exigencias y de los deberes, sin

    olvidar, claro est, los derechos. Pienso que la escasa articulacin entre valores finalistas y valores

    instrumentales est poniendo al descubierto la continua contradiccin amn de dificultad- de

    muchos jvenes para mantener un discurso y una prctica con una determinada coherencia y

    continuidad temporal, all donde se precisa un esfuerzo cuya utilidad no sea inmediatamente

    percibida. Aquello que Freud llamaba el principio de realidad sobre el principio del placer y que

    nosotros muchas veces hemos expresado en la capacidad para posponer las gratificaciones. Siento

    que habiendo venido creciendo todos, como sociedad y como educadores, en una cierta unanimidad

    en la formulacin temtica de algunos valores de rango finalista, sin embargo, el traslado de los

    valores instrumentales se hace de forma ms dispersa, produciendo as dislocaciones importantes en

    la formacin integral de los adolescentes, dando origen en ms casos de los deseables a

    adolescentes que se desenganchan de la carrera de la vida o, en el mejor de los casos, caminan sin

    bitcora en la bsqueda de un horizonte vital que ni siquiera lo pueden vislumbrar.

    4. Una propuesta

    Siendo esto as, y si lo que acabo de describir y analizar es correcto, la educacin en valores

    de nuestros jvenes exige trabajar en muchos registros. Qu propuestas hara yo pensando en

    nuestros adolescentes y jvenes? Si me piden que enuncie algunos valores, como objetivos

    importantes por los que luchar, metas deseables, finalidades que deberan implementar y transmitir

    a travs de la educacin yo me sumara a lo que otros vienen sealando32

    , ya que los encuentro muy

    conectados con todo lo que hemos venido diciendo. Esta pequea lista es una mezcla de valores

    finalistas e instrumentales, de valores sociales y personales. La presento ms como una invitacin

    para la discusin y el dilogo que como un paquete cerrado. Algunos de sus contenidos, a no

    dudarlo, necesitaran un desarrollo y elaboracin ms acabados.

    31 L. Ugalde, La valoracin del trabajo productivo, Ctedra Fundacin SIVENSA, Caracas, 1993. 32 J.Elzo, La educacin del futuro y los valores. En Debates de Educacin, Fundacin Jaume Bofill,

    Barcelona, 2004.

  • 1. En primer lugar, algo que, a falta de un nombre mejor, yo llamara la recuperacin de la

    racionalidad, sobre la simple emocin. Pienso que necesitamos educar en la racionalidad para la

    toma de decisiones. Y ello supone pasar del mbito de la simple opinin, de la mera declaracin de

    intenciones, al mbito de la confrontacin y del afrontamiento dialgico, basada en la realidad

    conocida y contrastada con rigor. Como dice un estudioso de estos temas, hay una real urgencia

    tica de desterrar de nuestras costumbres la idea de que en nombre de la libertad cada cual puede

    opinar lo que quiera y de cualquier tema, sin dar razn de lo que dice, ms all de un genrico

    segn mi opinin o a mi me parece. Cuntas veces, puestos en confrontacin con una opinin

    divergente, todo se salda con un eso opina usted; esto opino yo33.

    2. Integrar vida y ciencia o, lo que es lo mismo, la bsqueda de la excelencia integral, la

    competencia personal, como sinnimo de estar bien preparados, ser competentes, ms que

    competidores, competencia que no es ms (ni menos) que una formacin amplia e integral. Es un

    valor, hasta donde yo alcanzo a ver, muy propio de la tradicin educativa de la Compaa de Jess:

    formacin slida y esencial, expresada de muy diversas maneras: compaginar la piedad con las

    letras, la vida con la ciencia, la conducta con el saber, concretado en el magis34. No hay

    responsabilidad, ni hay participacin, si no se es competente personalmente35

    .

    El formar personas competentes no es algo que debe darse por supuesto y supone, al menos,

    un doble reconocimiento: por un lado, captar la complejidad de la sociedad actual, de la nuestra, y,

    por el otro, reconocer la necesidad de adquirir conocimientos y habilidades personales para la

    funcin requerida y los objetivos propuestos. Si siempre la competencia, en lo personal y en lo

    profesional, ha sido necesaria, creo que en el momento presente lo es an ms. Ya no bastan la

    buena voluntad y la entrega a la misin, sino que es precisa la capacitacin, la preparacin Una

    educacin que pase de la simple transmisin de conocimientos al aprendizaje responsable y

    significativo, en que tanto se insiste hoy36

    . Como bien lo seala Elzo en el artculo citado, de lo que

    se trata es de, ante cada tema, saber formular las preguntas pertinentes; dominar los procedimientos

    que nos permitan acceder a una buena informacin, de tal manera que podamos realizar un

    diagnstico certero, o lo ms certero posible, para, finalmente, proponer respuestas cientficamente

    33 Sobre este punto concreto, me siguen resultado muy sugerentes los anlisis que T. Anatrella hace en su libro Contra la sociedad depresiva, Sal Terrae, Santander, 1994. 34 C. Labrador, Estudio histrico pedaggico, en E. Gil (ed.), La pedagoga de los jesuitas, ayer y hoy, UPCo, Madrid. 1999. Tambin en el libro ya citado de I. Lange Cruz, 56-59. 35 Ver a este respecto las valiosas reflexiones que sobre la participacin y sus lmites hace V. Camps en su libro Paradojas del individualismo, Crtica, Barcelona,1993, 89-105. 36 Ver, por ejemplo, R. E. Mayer, Psicologa de la educacin: ensear para un aprendizaje significativo, Pearson Alambra, Madrid, 2004 o M. A. Moreira, Aprendizaje significativo: teora y prctica, A.Machado Libros, Madrid, 2000.

  • comprobables, polticamente alcanzables y ticamente defendibles. Angustia me dan, de cara al

    futuro, los alumnos de un solo libro (y para colmo, enciclopedia). Miedo me dan los estudiantes de

    fotocopias, de esta poca del copiar y pegar! Si antes deca que al trabajo se le asigna un valor

    utilitario, ahora podramos lo mismo en relacin con el estudio: estudiar para pasar, estudiar para

    conseguir un trabajo que permita obtener lo que se quiere.

    3. Si miramos al pas, a la situacin y a los tiempos que nos est tocando vivir, creo necesario

    educar en la tolerancia, una virtud pblica, la virtud indiscutible, mas caracterstica de la

    democracia, de la vida en sociedad37

    . El respeto a los dems, la igualdad de todas las creencias y

    opiniones, la conviccin de que nadie tiene la verdad ni la razn absolutas, son el fundamento de

    esa apertura y generosidad que supone el ser tolerante. Esta es la tolerancia activa, que conviene

    distinguirla de la tolerancia pasiva (indiferencia o condescendencia), sin olvidar la intolerancia.

    Una tolerancia activa que supone el respeto profundo a la diferencia, a los proyectos del otro; ms

    an, presupone un actitud de comprensin del distinto, desde sus propias ecuaciones personales,

    sociales, culturales, y, hasta donde nos sea posible, ponindonos en lugar y posicin del otro.

    Tengamos en cuenta que la tolerancia es una forma de expresar el respeto a los dems

    aceptando sus diferencias. Pero sobre todo, somos tolerantes cuando esas diferencias nos importan.

    No necesitamos tolerar lo que nos es indiferente. Lo que significa, por tanto, que la tolerancia no es

    ni debe ser lo mismo que la indiferencia. Por el contrario, se tolera lo diferente, lo molesto, lo que

    parece equivocado porque no coincide con lo propio.

    Una sociedad plural descansa en el reconocimiento de las diferencias, de la diversidad de

    costumbres, de las cosmovisiones y proyectos de vida distintos y, en consecuencia, se necesita

    requiere intolerancia ante toda pretensin de dar cuenta unvoca de la realidad como si esa fuera la

    nica forma de entenderla, satanizando, adems, a quienes no la comparten. Afirmar que no hay

    verdades absolutas, no quiere decir que todo vale. Porque toda afirmacin de verdad absoluta, al

    final es intolerante, y la intolerancia conduce directamente al totalitarismo, es dictatorial. La verdad

    la vamos construyendo da a da. De ello se concluye que nadie posee la verdad absoluta,

    sencillamente porque los proyectos de vida son diversos, como lo ha destacado una y otra vez A.

    Cortina38

    . La conjuncin del ejercicio de la tolerancia activa, rechazando el indiferentismo, y la

    37 V. Camps, Virtudes pblicas, Espasa Calpe, Madrid, 1990. 81-102. Recomendamos su lectura. 38 Muchos son los lugares y trabajos en los que A. Cortina ha insistido en este aspecto. Atendiendo a los lectores de estas pginas, recomendamos especialmente: Alianza y contrato, Trotta, Madrid, 2001, y Etica civil y religin, PPC, Madrid, 2002.

  • prctica de la intolerancia ante lo intolerable son condiciones indispensables para una sociedad

    plural y abierta, que no necesita de un guardin universal, depositario de todo lo que hay que

    saber y hacer.

    4. Si alguna problema, como lo hemos sealado, tienen nuestros jvenes y nuestra sociedad,

    es una gran dificultad para experimentar compromisos, la apertura a la realidad, la relacin y el

    vnculo. La tolerancia sealada en el punto anterior, si no se activa, pocos efectos sociales produce.

    Activarla supone comprometerse. Y poseer una capacidad para el compromiso supone, entre otras

    cosas, disponer de una aptitud para abrirse a la alteridad. A esa apertura comprometida podramos

    llamarla solidaridad implicada. Somos un pas de operativos reacciones solidarias, muy intensas,

    pero espordicas, a veces, incluso, distanciadas. Defendemos las grandes causas, pero sin que ello

    nos suponga demasiados sacrificios. Creemos que este es un aspecto que necesita reflexin. Se

    tiende a un desapego emocional en las relaciones con objeto de evitar todo riesgo de inestabilidad,

    decepcin o pasin descontrolada que provoque algn tipo de sufrimiento. Sin compromiso

    profundo, se esquiva la posibilidad de sentirse vulnerable. Y cada vez, en efecto, se hacen ms

    evidentes las dificultades para establecer unas decisiones personales que entraen un compromiso,

    una vinculacin fuerte que aspire a mantenerse con carcter de definitividad.

    Se nos ha dicho hasta la saciedad, y los datos as lo confirman, que nuestra sociedad se ha ido

    volviendo muy individualista. Cada quien va a lo suyo, mira lo propio y lo ms cercano. Y aunque

    el trmino solidaridad est muy de moda, de hecho lo que realmente prima es el individualismo:

    cada uno para s y su pequeo grupo. El riesgo de autismo social es evidente.

    5. Hay un valor que lo encuentro muy conectado con la solidaridad sealada, con el

    compromiso implicado con el otro, con los otros, con lo que nos rodea y que no se muy bien cmo

    llamarlo. A falta de mejor propuesta, lo dimensin espiritual de la existencia y, desde la perspectiva

    cristiana, el valor de la experiencia religiosa. Es obvio que con esto no nos estamos refiriendo al

    tema de la religin en la escuela. Sin querer adentrarme en un tema que dejo en las manos ms

    expertas de los telogos, deseo insinuar algo, alargndome ms de lo deseado.

    La flotacin individualista nos obliga a ser cuidadosos ante determinadas corrientes de la

    espiritualidad actual, con cierto gancho y atraccin, que pretenden alcanzar una experiencia

    religiosa a travs del desarrollo de la autoestima, del autoconocimiento personal o del encuentro con

    el Yo profundo. Se pretende establecer un puente entre el amor a s mismo y el encuentro con

    Dios en la profundidad de la propia realidad psquica. Un proceso en el que la psicologa de la

  • experiencia religiosa pasa a convertirse en una cuestionable religin de la psicologa, en expresin

    de C. Domnguez. Lo que deseamos sealar con esta referencia es que la experiencia religiosa

    descrita por los grandes maestros religiosos fue, precisamente, por el desarrollo de la autoestima por

    donde llegaron al encuentro con la alteridad de Dios. Mas bien el camino por ellos mostrado es el

    de una progresiva desposesin de s, y un difcil y penoso proceso de despojos y aperturas39

    Esta realidad se comprende y se vive de forma diferente segn las personas, pero los puntos

    de vista convergen hacia la idea siguiente: La vida espiritual es un camino individual, aunque dado

    en una colectividad, que se enracima en las cuestiones fundamentales del sentido de la vida y que

    tiende hacia la construccin de una visin de la existencia coherente y movilizadora. En este

    sentido, vida espiritual y compromiso ciudadano, social o comunitario van de la mano. La visin de

    la existencia que elabore un individuo motivar su contribucin a la vida social. Y, al revs

    tambin: su compromiso en la sociedad alimentar y transformar su vida espiritual. Es decir, el

    Otro y el otro son esenciales.

    Sabemos que el proceso de percepcin del otro y de vinculacin con la alteridad constituye,

    no slo una de las grandes dificultades de nuestro mundo, sino uno de los retos ms difciles en la

    maduracin de los sujetos. La experiencia religiosa supone un encuentro con esa alteridad, no

    exenta de dificultades muy particulares, como muy bien nos mostr el mismo C. Domnguez en otra

    de sus obras40

    .

    Pero en esto no podemos olvidar, como cristianos, un dato central de nuestra fe, y que se

    conecta maravillosamente con lo dicho ms arriba sobre vida espiritual y compromiso personal y

    social: Nuestro Dios se ha corporeizado, encarnado. El objeto de nuestra vinculacin religiosa

    pose un perfil, un rostro humano. Nuestro Dios, el Dios de nuestra fe es un Dios encarnado. Un

    Dios que sale al encuentro bajo los modos en los que los seres humanos podemos encontrarnos. Y

    un Dios, adems, que sale al paso para manifestarnos que El mismo es tambin alguien que busca

    una alteridad, porque no es un Dios ensimismado, no es un absoluto impasible y encerrado en un

    para s, sino que, esencialmente, es un Dios relacin.

    39 Ver C- Domnguez, Despojos y aperturas. En Experiencia cristiana y psicoanlisis, Sal Terrae, Santander, 2006, 239-253. 40 C. Domnguez, Creer despus de Freud, San Pablo, Madrid, 1992. La lectura de ste y otros libros del autor nos han ayudado en la comprensin del significado y los procesos a seguir para que esta experiencia se de. Estas lneas son un eco de esas lecturas.

  • 6. Y, finalmente, el valor de la ilusin, de la utopa. La postmodernidad pretende ser una

    modernidad sin ilusiones. Pero este proceso de des-ilusin que habra que valorar muy

    positivamente, en lo que tiene de liberacin de los engaos del pasado moderno, ha generado

    tambin una situacin desilusionada y desconfiada frente a cualquier tipo de proyecto colectivo

    que pretenda aglutinar voluntades. Se nos acabaron las ilusiones. Y, sin embargo, se dice que la

    vida termina cuando se acaban las ilusiones, los sueos. Pero tenemos que distinguir bien entre

    ilusiones y alucinaciones. Tambin los tiempos concretos que vivimos nos exigen una reflexin

    para no caer en la tentacin.

    Tenemos derecho a la utopa, pero procurando esquivar el escollo de la quimera. La utopa

    forma parte del mbito de lo plausible, de lo racionalmente plausible, teniendo en cuenta los

    condicionamientos reales en los que tenemos que vivir. La quimera se asemeja ms a un cuento de

    camino, donde la sociedad, o algunos miembros, suean con algn paraso inexistente. La quimera

    es peligrosa. Hay demasiadas historias verdaderas que nos dicen que quienes han pretendido

    implantar el cielo en la tierra han terminado mal. La utopa, sin embargo, amn de buscar la

    consecucin de unos objetivos, la realizacin de una ilusin y significar unos ideales por los que

    luchar, presupone la toma de conciencia del camino que se ha de recorrer, del esfuerzo que para ello

    debe invertirse, de las inercias que es necesario superar y de los conciudadanos a los que hay que

    convencer. La utopa exige racionalidad en los juicios y competencia en los promotores. Algo que

    se conecta muy bien con todo lo que ya hemos dicho.

    Quizs, como sujetos, jvenes y adultos, y como pas, vivimos tiempos en los que sobran

    quimeras y faltan utopas. Luchando y luchando, en vano, como si de molinos de viento se trataran.

    Y la tentacin de la desilusin es real. No slo en los jvenes, sino en todos. Y ante la desilusin, lo

    ms comn es lo ya descrito: recoger nuestros macundales y limitarnos a lo nuestro.

    Pongamos punto final. El objetivo de esta intervencin ma y as qued advertido al

    comienzo no era ms que una invitacin a mirar con atencin a los jvenes y, desde ellos, el

    aspecto final de nuestro mundo. Porque, como se ha escrito El mundo de los jvenes es tan suyo

    como de los adultos, porque son stos quienes, a la postre, les brindamos o sustraemos,

    enriquecemos o empobrecemos sus coyunturas de oportunidad. Los estilos de vida de nuestras

    juventudes son, en definitiva, la imagen cncava de los modos propios de vivir de los adultos.

    Y para cada uno de ellos, para los muchachos y muchachas con los que nos encontramos a

  • diario, pido muchas veces aquello que con radicalidad nos peda Bertolt Brecht hace tanto tiempo

    en un poema41

    :

    Cuando salgan del agua, ya al anochecer

    pues deben estar desnudos y la piel ha de estarles suave

    trepen, entonces, a algn rbol alto, si sopla la brisa.

    Tambin tiene que estar plido el cielo.

    Busquen rboles altos que al anochecer mezan sus negras copas lentamente.

    Y esperen la noche entre el follaje, rodeada la frente de pesadillas y murcilagos.

    Las speras hojas de la fronda les rasparn la espalda,

    pues tendrn que apoyarse con fuerza y sujetase a las ramas;

    trepen an un poco ms arriba, jadeantes entre el ramaje.

    Es algo muy hermoso mecerse sobre un rbol!

    Pero no se deben impulsar con las rodillas!

    Tienen que ser al rbol mismo, lo mismo que su copa:

    lleva un siglo mecindola en cada atardecer.

    41 B.Brecht, Poemas y canciones, Alianza, Madrid, 2006.