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1 Anais Eletrônicos do X Encontro Internacional da ANPHLAC São Paulo – 2012 ISBN 978-85-66056-00-6 Entre la memoria y el olvido: la civilización de los indígenas chibchas en la Nueva Granada Juan David Figueroa Cancino 1 Introducción En este trabajo voy a referirme a la construcción letrada de la civilización chibcha en Nueva Granada. 2 El marco temporal escogido va desde la Colonia hasta comienzos del siglo XX, pero solo haré alusión de manera muy breve a los momentos y autores que considero principales, aquellos que se volvieron fuente de discurso y en varios casos alcanzaron a permear las presentaciones populares de la historia, que también podemos llamar “memoria colectiva”. Finalizaré con algunas reflexiones en torno al estatuto de lo chibcha en la actualidad. Uno de los hilos argumentativos centrales se refiere a la sucesión de períodos en que el tema chibcha se “calienta” en la atención culta y otros en los que se “enfría”; es decir, períodos de mayor actividad rememorativa y producción textual, y otros de menor o casi nula actividad rememorativa. Otro hilo argumentativo consiste en que, después de la Independencia de Nueva Granada, la elaboración escrita de la civilización chibcha fue funcional para una pequeña parte de los miembros de la elite política y cultural de Bogotá, la ciudad capital, a fin de dar sustento y legitimar sus proyectos de formar una República centralista y homogénea, que se esperaba tendría un papel protagónico en América del Sur. 3 Se trató, especialmente, de la tentativa de rescatar un “noble ancestro” indígena por vía retórica, proceso comparable, aunque en menor escala y con menor efectividad, a la construcción figurativa de las civilizaciones azteca, maya e inca en México y Perú, respectivamente. 4 Al buscar el reconocimiento del pasado de su República en el exterior, los criollos neogranadinos pretendían legitimarse a sí mismo y dar realce al proyecto político par su patria. Reconocimiento del pasado y del presente eran las dos caras de una misma

Juan David Figueroa Cancino - anphlac.fflch.usp.branphlac.fflch.usp.br/sites/anphlac.fflch.usp.br/files/juan... · conglomerados indígenas de México (los aztecas) y Perú (los incas).7

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Anais Eletrônicos do X Encontro Internacional da ANPHLAC São Paulo – 2012 ISBN 978-85-66056-00-6

Entre la memoria y el olvido: la civilización de los indígenas chibchas en la Nueva

Granada

Juan David Figueroa Cancino1

Introducción

En este trabajo voy a referirme a la construcción letrada de la civilización chibcha en Nueva

Granada.2 El marco temporal escogido va desde la Colonia hasta comienzos del siglo XX,

pero solo haré alusión de manera muy breve a los momentos y autores que considero

principales, aquellos que se volvieron fuente de discurso y en varios casos alcanzaron a

permear las presentaciones populares de la historia, que también podemos llamar “memoria

colectiva”. Finalizaré con algunas reflexiones en torno al estatuto de lo chibcha en la

actualidad.

Uno de los hilos argumentativos centrales se refiere a la sucesión de períodos en que

el tema chibcha se “calienta” en la atención culta y otros en los que se “enfría”; es decir,

períodos de mayor actividad rememorativa y producción textual, y otros de menor o casi nula

actividad rememorativa. Otro hilo argumentativo consiste en que, después de la

Independencia de Nueva Granada, la elaboración escrita de la civilización chibcha fue

funcional para una pequeña parte de los miembros de la elite política y cultural de Bogotá, la

ciudad capital, a fin de dar sustento y legitimar sus proyectos de formar una República

centralista y homogénea, que se esperaba tendría un papel protagónico en América del Sur.3

Se trató, especialmente, de la tentativa de rescatar un “noble ancestro” indígena por vía

retórica, proceso comparable, aunque en menor escala y con menor efectividad, a la

construcción figurativa de las civilizaciones azteca, maya e inca en México y Perú,

respectivamente.4 Al buscar el reconocimiento del pasado de su República en el exterior, los

criollos neogranadinos pretendían legitimarse a sí mismo y dar realce al proyecto político par

su patria. Reconocimiento del pasado y del presente eran las dos caras de una misma

2

moneda.5 Otro punto de interés es la dinámica de lo nacional y lo externo que concurrieron en

a figuración de la civilización chibcha, ya que en esta labor participaron también varios

miembros europeos y norteamericanos de la República internacional de las letras, sobre todo

los viajeros que estuvieron en el país y escribieron narrativas sobre su visita, acompañadas de

una sección de comentarios históricos.

Para fines heurísticos voy a distinguir seis momentos en la construcción culta de la

civilización chibcha, que serán detallados a continuación.

Primer momento: los chibchas en las crónicas coloniales

Al igual que en las otras colonias españolas, en la Nueva Granada se escribieron relaciones y

crónicas desde la segunda mitad del siglo XVI. Estas eran elaboradas por militares que

participaban en el proceso de anexión de territorios para la Corona, así como por sacerdotes

católicos que desarrollaban una labor de evangelización.

En los anaqueles de la biblioteca colonial neogranadina, uno de los motivos

recurrentes fue la conquista del territorio chibcha. Brevemente recordaré que la expedición

liderada por Gonzalo Jiménez de Quesada entró en la sabana de Bogotá en 1537 y fundó la

ciudad de Santafé de Bogotá (actualmente, Bogotá) un año después. En poco tiempo los

invasores lograron el control del grupo nativo.

Aunque los cronistas coloniales señalaron detalles diferentes sobre los chibchas,

concordaban en algunos puntos básicos. Simplificando: se trataba de una sociedad guerrera

dirigida por autoridades panregionales, que varios llamaron caciques o reyes; abarcaban un

extenso territorio; estaban organizados en una estructura jerárquica; eran muy numerosos; se

encontraban en proceso de expansión sobre otros grupos (verbigracia, los panches) y tenían

constantes luchas intestinas; sus combates enfrentaban a verdaderos ejércitos; en fin,

explotaban rigurosamente la fuerza de trabajo y exigían costosos tributos. Así pues, los

cronistas argumentaron que los chibchas constituían un verdadero imperio, dividido en dos

grandes unidades territoriales: aquellos localizados al sur, controlados por el zipa, y los que

estaban ubicados al norte, dirigidos por el zaque6.

Del mismo modo que en México y el Perú, la idea del imperio chibcha y la “tiranía”

de sus “reyes” resultó funcional para justificar una guerra justa por parte de los

conquistadores. Asimismo, -y esta es una ambigüedad que se mantuvo posteriormente en la

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construcción de la civilización chibcha- se emitieron juicios reprobatorios sobre muchas de

sus prácticas y creencias, como la realización de supuestos sacrificios humanos, y claro está,

sus creencias paganas.

De todas formas, los chibchas fueron vistos como un grupo más “noble” o menos

“bárbaro” que otras comunidades originarias de la Nueva Granada, especialmente aquellas

que se opusieron férreamente a la dominación española, y de muchos otros grupos aborígenes

americanos. Esto se dio de manera paralela a la figuración narrativa de los dos grandes

conglomerados indígenas de México (los aztecas) y Perú (los incas).7 Pero en el caso de los

chibchas, la figuración fue mucho más tímida y matizada.

Una obra clave en este proceso fue Historia general de las conquistas del Nuevo

Reyno de Granada, escrita por el jesuita Lucas Fernández de Piedrahita y publicada en

Amberes en 1688. El autor resume y reacomoda la información de los cronistas anteriores,

trazando una verdadera genealogía de los soberanos chibchas, ilustrada bellamente como

frontispicio del libro. Esta imagen evoca los linajes de los reyes medievales o los emperadores

romanos. Piedrahita, que había nacido en América como Guamán Poma de Ayala y era criollo,

elabora un panegírico del Nuevo Reino, que comparó con Roma, así como del pasado indio.8

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Figura 1 - Frontispicio de Historia general de las

conquistas del Nuevo Reyno de Granada (1688).

La narración de Piedrahita resonó considerablemente en otras obras de carácter más

general sobre la historia de América, adquiriendo un carácter de cierta autoridad en lo relativo

al Nuevo

Reino, y especialmente en lo atinente a los chibchas. Por ejemplo, de ella se valieron

como fuente el jesuita Gian Domenico Coleti en su Diccionario histórico (1752), Antonio de

Alcedo en su Diccionario geográfico de las Indias occidentales o América (1786-1789),9 y

más importante, el escocés William Robertson, autor de una influyente obra en la que

criticaba al imperio español en América, The history of America (1777).10

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Segundo momento: el contexto ilustrado

En la segunda mitad siglo XVIII se pusieron en marcha dos procesos que le dieron mayor

sofisticación a la representación de los chibchas y permitieron comenzar a pensarlos en clave

ilustrada como “civilización”. Mencionemos, en primer lugar, la llamada querella del Nuevo

Mundo, que hizo que los criollos se posicionaran ante las críticas de autores europeos

relativas a la naturaleza defectuosa o degenerada del medio y los habitantes de América11; en

segundo lugar, el cambio en el estatus de los objetos producidos por los indígenas, que

pasaron de ser considerados “ídolos del Diablo” a ser vistos como antigüedades susceptibles

de coleccionarse y estudiarse12.

En el marco de las reformas borbónicas implementadas en la América hispana, en el

Nuevo Reino se creó un establecimiento científico llamado Expedición Botánica13, organizada

por el sacerdote y botánico español José Celestino Mutis. Aunque el principal objetivo de la

Expedición era catalogar y estudiar la flora del virreinato y sus recursos naturales, varios de

los jóvenes que colaboraron en este proyecto mostraron algún interés por las antigüedades y

exaltaron el pasado indígena de algunas provincias del Nuevo Reino, eso sí, con un marco

interpretativo que reflejaba fuertes prejuicios raciales.

En 1801, el naturalista prusiano Alexander von Humboldt (hermano del erudito y

hombre de Estado Wilhelm von Humboldt) visitó el Nuevo Reino. En Bogotá, Humboldt

conoció a José Celestino Mutis y otros miembros de la Expedición Botánica. Humboldt

también se interesó por las antigüedades indígenas americanas y por los chibchas, como

plasmó en varias publicaciones a su regreso a Europa. Una de ellas nos capta la atención:

Vistas de las cordilleras y los monumentos indígenas de América.14

Existe consenso respecto a la importancia de Vistas de las cordilleras en la

divulgación del estudio de las antigüedades americanas.15 Publicado en París en 1810 y

traducido rápidamente a otros idiomas, en dicho libro se incluyó una memoria consagrada al

calendario de los chibchas que constituye un alegato a favor del grado de civilización de este

pueblo. Como se sabe, en esta memoria Humboldt comenta y reinterpreta una disertación

manuscrita elaborada por el neogranadino José Domingo Duquesne en 1795, dedicada a José

Celestino Mutis. La disertación de Duquesne extrae credibilidad de dos aspectos. Primero, la

convivencia del autor con indígenas descendientes de los antiguos chibchas en las parroquias

donde sirvió como cura doctrinero. Según él mismo cuenta, este hecho le permitió tener

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acceso a conocimientos y aspectos de su cultura que los indígenas transmitían en secreto y

que hasta entonces se ignoraban en los círculos eruditos. Especialmente, aquello que se refiere

a un supuesto calendario y al sistema de numeración de este pueblo. La disertación del

religioso ilustrado extrae su credibilidad, también, de una piedra tallada por los antiguos

habitantes de Cundinamarca, que presuntamente representaba su calendario.16 Es decir, los

chibchas tenían un cómputo avanzado del tiempo y sabían escribir (así fuera solo números),

dos índices de civilización caros a la imaginación ilustrada.

La piedra de Duquesne era similar a otras que circularon en manos de criollos

neogranadinos o coleccionistas europeos en dicha centuria. Valgan unos ejemplos. Al

atravesar los Andes ecuatorianos, Humboldt menciona en su diario una piedra de seis lados

elaborada por los antiguos habitantes de Santafé, que llevaba consigo a Europa como muestra

de las ancianas culturas americanas.17 En su Compendio histórico (1848), Joaquín Acosta

dice que tiene en su poder “la más perfecta” de todas las piedras calendarios que se conocían,

pues “fuera de [ella] no conozco otra en la Nueva Granada, sino una muy usada que pertenece

al Dr. Manuel María Quijano en Bogotá”. Agrega que la de Duquesne se había perdido.18 A

su turno, Edme Jomard, amigo de Acosta, poseía una colección de seis piedras de este tipo,

que había comprado en 1840.19 Así pues, el de Duquesne es solo uno de los “calendarios”

muiscas que circularon y que ayudaron a fijar la representación sobre estos indios.

Humboldt también narró su visita a varios lugares de la geografía mítica y real de los

chibchas, que se fueron volviendo, a la vez, referentes identitarios de los criollos. Apreció una

enorme cascada en las inmediaciones de la Sabana de Bogotá, llamada Salto del Tequendama

(que en aquella época se creía que era la caída de agua más elevada o caudalosa de la Tierra).

De acuerdo con la leyenda transmitida por los cronistas, esta catarata había sido creada por el

héroe “civilizador” de los chibchas, Bochica, para evacuar las aguas que anegaban sus tierras

por causa de un castigo divino. El naturalista también estuvo presente en la laguna de

Guatavita, donde, según la tradición, se llevaba a cabo una ceremonia sagrada de los chibchas

para la posesión de un cacique regional. Se creía que en su fondo había muchos objetos de

oro. O sea, Humboldt reprodujo algo de la famosa búsqueda de Eldorado y agitó la

imaginación de los criollos, al ver en las páginas de un libro que se volvió paradigmático,

aspectos de su tierra natal.

Gracias al prestigio científico de Humboldt, a la inusitada divulgación de su obra y al

enfoque comparativo que dio a esta, el pueblo chibcha entró “oficialmente” en las discusiones

europeas sobre la historia antigua de América, con sus característicos intentos por levantar

inventarios y clasificaciones de “todos los pueblos que existieron”.

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Tercer momento: la Independencia

Paralelamente a la publicación de las obras de Humboldt en Europa, la Nueva Granada había

comenzado su proceso de independencia política, que se completó en el año 1819.

Varios estudios señalan cómo la formación estatal y nacional en Nueva Granada fue

sumamente precaria, fragmentaria e incluso incompleta.20 Como en el caso de otras

repúblicas hispanoamericanas, la gestación nacional no fue un prerrequisito para la

emancipación política sino una consecuencia de la misma. Durante esa coyuntura se operó

una transformación en la relación que prevalecía entre los súbditos americanos con la

metrópoli, que se caracterizó por su carácter súbito y dramático: muy rápidamente, los

americanos pasaron de ser “súbditos” a “ciudadanos”, de ser “vasallos” y miembros de una

monarquía a sujetos de derecho. Por supuesto, este proceso fue en primera instancia retórico y

simbólico, pues las desigualdades de facto permanecieron vigentes entre la población por

largo tiempo.

Otro cambio efectuado en la corta duración tuvo que ver con de la percepción

subjetiva de los criollos neogranadinos hacia España, luego de la declaración de “guerra a

muerte” anunciada por Simón Bolívar en 1813. Nuevos dispositivos retóricos aparecieron en

los discursos de los combatientes del bando separatista, que se propagaron a través de

panfletos, periódicos y otros medios de propaganda de la época. Todo un lenguaje de

retaliación comenzó a circular, caracterizado por metáforas fáciles de entender: de Madre

Patria, España pasó a ser considerada como “madrastra malvada”; el tranquilo régimen

colonial pasó a ser visto como “trescientos años de despotismo”; se acusó a España de

mantener a la población en las tinieblas y de haber explotado a criollos, indígenas y población

esclava.21 Así mismo, emergió temporalmente una retórica incluyente que rescataba ciertos

aspectos del mundo aborigen, como las toponimias indígenas y la idea de la nobleza del indio.

El criollo se equiparó al indio ultrajado por los conquistadores españoles en el siglo XVI,

ocupando el papel de víctima, o se presentó como su vengador. De esta forma, creó un sentido

de continuidad temporal entre su presente y el pasado nativo. Se trató de una apropiación

simbólica e instrumental del indígena, más o menos efímera, que se apoyó en parte en la

tradición narrativa colonial. Como afirma Langebaek: “La imagen del indio hacía parte de un

enorme y diverso arsenal con el que se podía justificar la lucha contra el español y animar el

8

odio hacia este”.22 Aquí, una vez más, los chibchas jugaron su papel, aunque la mayor carga

simbólica le correspondió al imperio inca o al indio genérico23. Veamos algunos ejemplos.

En abril de 1811, la provincia de Santafé creó una constitución en la que se adjudicó

el nombre indígena de Cundinamarca “para que con este, que es el suyo propio, y que no dice

relación al odioso título de Conquista, ni a otro de dependencia, sea en adelante conocida de

todas las demás provincias del Reyno, regiones de toda la América, y Estados de otras

Naciones del Universo”.24 Uno de los departamentos de la República de Colombia conserva el

nombre de Cundinamarca hasta la actualidad.

En poco tiempo, a la antigua capital del Nuevo Reino se le suprimieron las palabras

Santafé, y se pasó a denominar simplemente Bogotá, que era el nombre de uno de los grandes

jefes de los chibchas de acuerdo con los cronistas. Esta toponimia también se conserva

actualmente.25 Igualmente, muchos pueblos del altiplano de la región central de Colombia

mantuvieron sus nombres nativos. Es interesante notar cómo se yuxtaponen las geografías

míticas de la Conquista y la Independencia.

De igual modo, la figura de América fue presentada como una mujer indígena, la

famosa india de la Libertad.26 Si bien esta imagen alegórica procedía del período colonial, en

la temprana etapa republicana alcanzó una difusión mayor que antes, a veces sola o en

compañía de los “Libertadores”. Esta figura dejó de representar a América y pasó a simbolizar

a la patria republicana.

En su célebre Carta de Jamaica, Simón Bolívar lamentó que los líderes indígenas

hubieran padecido “tormentos inauditos y los vilipendios más vergonzosos” a manos de los

conquistadores. Según el Libertador, tal había sido la suerte de Moctezuma lo mismo que “el

Rey de Michoacán, Cantzontzín; el Zipa de Bogotá y cuantos toques, imas, zipas, ulmenes,

caciques y demás dignatarios sucumbieron al poder español”.27

Cuarto momento. El contexto europeo

Una vez completada la emancipación, la intensidad de la apropiación simbólica del indio

declinó en la Nueva Granada, dando paso a un período en el que se escribió poco sobre los

chibchas. Por el contrario, estos parecen caer en un cierto olvido y vituperación. Entre otras

razones cabe anotar que durante la independencia los indígenas apoyaron más al bando

9

realista que al patriota, y que la provincia de Pasto, con una alta población aborigen, fue una

de las que tardó más en libertarse del dominio español.

En términos de Koselleck, podría decirse que el horizonte de expectativa de los

criollos que pasaron a dirigir la nueva República ocupó la primera plana. El pasado reciente

de la guerra, que se transformó retórica y emotivamente en la gesta fundacional de la nación,

así como las ilusiones de un futuro mejor, desplazaban completamente el espacio de

experiencia más remoto, fuera este indígena o colonial. En ese sentido, el caso de Colombia

es distinto al de Perú y México. Lo anterior también prueba la pobre efectividad de la

representación de la civilización chibcha hasta ese momento, que a todas luces no había sido

interiorizada efectivamente como un dispositivo para generar identidad entre los criollos de la

élite.

En 1827, José Manuel Restrepo publicó en París Historia de la Revolucion de la

República de Colombia (1827), que se convirtió en la narración patriótica canónica durante

todo el siglo XIX. Todavía en la segunda edición de su obra (1858), Restrepo sintetizaba así

los tres siglos de sujeción a la metrópoli: “Pueblos que trescientos años habian vivido en la

esclavitud mas degradante, dominados por la Inquisicion y por el sistema colonial”.28 El

retrato de la época colonial es reducido y sombrío, con el único fin de ofrecer un cuadro del

“punto de donde partió” la Revolución y, de esa forma, apreciar mejor sus inmensos

beneficios.29 Así mismo, presenta una imagen bastante denigrante de los indígenas y no hace

ninguna mención de los chibchas.

Ahora bien, si en la Nueva Granada menguó la figuración sobre los chibchas,

continuaron circulando y multiplicándose las referencias a los mismos en Europa, gracias,

sobre todo, a la divulgación de la monumental obra de Humboldt y la creciente curiosidad

romántica y científica por las antiguas culturas americanas entre los círculos cultos.30 Esto

corrió paralelamente a la búsqueda de reconocimiento diplomático de la Colombia bolivariana

y la Nueva Granada, y a las tentativas por conseguir apoyo financiero en el exterior. A su vez,

varios neogranadinos escribieron en revistas europeas acerca de la historia y la geografía de

su tierra natal, o colaboraron como informantes para obras más generales.31

Para la muestra algunos botones de pequeños libros y algunas memorias sobre los

chibchas: El nuevo viajero universal en América, ó sea historia de viajes a los antiguos paises

de Tierra Firme y Bogotá, despues Nuevo Reino de Granada, de autor anónimo32; Essai sur

l´ancien Cundinamarca de Henri Ternaux-Compans,33 anticuario francés y editor de fuentes

primaras americanas, y Mémoire sur l’origine japonaise, arabe et basque de la civilisation

10

des peuples du plateau de Bogota, d´après les travaux récents de M. de Humboldt et Siébold,

de Hippolyt Paravey34.

Estos escritos corresponden a dos líneas de interpretación diferentes: los dos

primeros son exposiciones poco elaboradas de las costumbres, organización social y

principales sucesos de la “época histórica” de las “naciones” de Cundinamarca, que se ciñen

estrictamente a la información de los cronistas y agregan algunos elementos del nuevo

enfoque de Humboldt. El tercero es un ensayo de etnología y lingüística comparada, que

intenta demostrar, con recurso a las memorias del viajero prusiano y los datos de Duquesne,

un hipotético parentesco entre los chibchas, los antiguos japoneses, los árabes y los vascos.

Por otra parte, los relatos de viaje publicados por los extranjeros que visitaron la

Colombia bolivariana y posteriormente la República de Nueva Granada, abundan en

referencias a la grandeza chibcha. Viajeros ingleses, franceses y norteamericanos como

Cochrane, Mollien, Bache y Duane hacen alusiones bastante explícitas al asunto. Todo parece

indicar que los comerciantes, miembros del servicio diplomático o aventureros extranjeros

habían interiorizado bastante bien el discurso de la tercera civilización de América, e incluso

citan en sus relatos las evidencias materiales que ellos mismos vieron, tales como objetos

precolombinos y ruinas.35

Quinto momento. Mediados del siglo XIX

Los chibchas vuelven a aparecer en la biblioteca histórica neogranadina a mediados de siglo,

de una manera bastante decidida. En aquel momento, las relaciones políticas y emotivas con

España se habían distendido un poco, y la generación que había asumido los timones de la

República después de la Independencia entraba a la madurez, en muchos casos con un

sentimiento de desencanto, cinismo y crítica respecto a sus ideas de juventud. Ya se nota una

acentuación del conservadurismo y una paulatina revalorización de la herencia hispánica, que

culminará a finales de siglo. La apelación a los chibchas en esta Nueva coyuntura se mostró

funcional para legitimar un proyecto político centralista por parte de algunos miembros de la

élite de Bogotá, quienes veían con temor las posturas federalistas y más liberales de la

llamada generación radical, que asumió el poder desde la década de 1850.

Tal es el caso de Joaquín Acosta, autor del ya citado Compendio histórico del

descubrimiento y colonización de la Nueva Granada en el siglo decimosexto (1848). Esta es,

11

desde mi punto de vista, la tentativa más clara posterior a la Independencia de deificar el

pasado chibcha con un propósito patriótico.36 Acosta escribió que los chibchas eran la

“nación” más numerosa del territorio neogranadino a comienzos del siglo XVI, con cerca de

1.200.000 habitantes; que tenían una religión organizada con templos, altares y sacrificios;

que contaban con grandes ejércitos y un gobierno regular hereditario; que eran el único

pueblo amerindio que usaba dinero de metal; que poseían una “industria” incipiente y una

agricultura diversificada; que el cultivo de la papa se había originado en la Nueva Granada y

no en el Perú como se pensaba entonces; que se encontraban en el “crepúsculo de la

civilización” debido a su índole pacífica;37 en fin, que habían creado un complejo calendario

lunar para llevar el “cómputo aproximado del tiempo”.38 Argumentó, además, que los

chibchas eran un notable ejemplo de patriotismo, fidelidad e independencia, cuya experiencia

histórica había demostrado lo fútil que resultaba una forma de gobierno federalista y las

luchas intestinas para la futura república.39 El Compendio de Acosta también incluyó un

interesante mapa de las rutas de los conquistadores y la transcripción de la mencionada

disertación manuscrita de Duquesne.

Por otra parte, Acosta visitó varias ruinas indígenas, especialmente un lugar conocido

popularmente como El infiernito. En su criterio, allí se había erigido un gran palacio de los

antiguos chibchas. Su dibujo y descripción fue publicado en el boletín de la Société de

Géographie de París y mantuvo conversaciones al respecto con el director de esta asociación

científica, Edme Jomard.

De manera instigante, Acosta también defendió el carácter digno de los

descendientes de los chibchas (la “raza chibcha”) y valoró su participación en la

Independencia. Comenta que hubo “batallones enteros compuestos casi exclusivamente de

indígenas de raza chibcha”, a quienes se vio dar los mejores ejemplos de valor, serenidad,

constancia y subordinación, así como facilidad para adquirir la disciplina militar.40 Esta

aseveración contrasta con aquellos que postulaban un proceso degenerativo de los indígenas,

voces que se escucharon cada vez más en Nueva Granada.41

Luego de Piedrahita y Humboldt, el Compendio de Acosta se convirtió en la tercera

referencia clave en cuestión de memoria chibcha, a lo que ayudó mucho el hecho de que su

autor había viajado a Europa para adquirir una formación científica y tenía bastantes contactos

de los círculos científicos y cultos de París. Así, veremos su libro citado y replicado por otros

comentaristas europeos.

Después del Compendio se publicaron nuevos textos en la Nueva Granada -la

mayoría de carácter literario- que hacen de los chibchas el personaje central. A saber: el

12

estudio etnográfico Memorias sobre las Antigüedades neo-granadinas, de Ezequiel

Uricoechea (1854); las piezas de teatro Nemequene y Saquencipá, Aquimín, hoy perdidas, así

como Sugamuxi, de Luis Vargas Tejada; las novelas históricas El último Rei de los muiscas de

Jesús Rozo (1864); El último día de Aquimenzaque de Herminia Gómez (1882); El cacique de

Turmequé de la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda (1871); y una serie de memorias de

corte etnológico publicadas en el Papel periódico ilustrado por el médico Liborio Zerda.42 La

noción de la civilización chibcha también se reprodujo en artículos de periódico,

correspondencia privada y textos de carácter más general. En las artes plásticas, por el

contrario, no he encontrado registros de su presencia hasta el siglo XX.

Por supuesto, no faltaron las notas críticas y sarcásticas, que se burlaban de la idea de

la “grandeza” chibcha y ponían la atención en sus pueriles realizaciones. De hecho, los

mismos autores que en un registro histórico mantenían una retórica idealizada, en otro registro

mostraban un tono despectivo hacia los chibchas.43 Esto sin mencionar que los intentos por

exaltar a los chibchas en ningún caso estuvieron acompañados por un proceso inclusivo o

favorable hacia los indios vivos de la Nueva Granada, al igual que ocurrió en otros países de

la región.44

Sexto momento. La transición a siglo XX

A fines del siglo XIX comenzó a erosionarse -aunque no fue abandonada- la idea de

civilización chibcha. Se podría decir que desde ese momento la memoria pública y el discurso

académico sobre este grupo empieza a diversificarse y problematizarse más.

El primer golpe certero provino de la balbuciente antropología científica. En 1892

Vicente Restrepo publicó una devastadora crítica a la Disertación de Duquesne y sentó una

nueva interpretación respecto al supuesto calendario.45 Tal crítica, basada en un análisis

textual e histórico -que nadie había efectuado hasta entonces-, desmitifica la existencia los

conocimientos astronómicos, el sistema de numeración y los sacrificios chibchas. No

obstante, Restrepo concede que a Duquense “corresponde el honor de haber echado los

fundamentos de la arqueología colombiana”. Este es pues un primer indicio de la crisis de la

representación de la grandeza chibcha.

La línea de interpretación abierta por Restrepo -que podría llamarse

“desacralizadora” o “desmitificadora”- tuvo continuadores en la etapa temprana de la

13

antropología colombiana, quienes ampliaron el abanico de grupos indígenas objeto de estudio

académico. Más importante, se conocieron más y mejor otras culturas precolombinas que, a

diferencia de los chibchas, sí dejaron testimonio de grandes construcciones o monumentos en

piedra, básicamente la cultura de San Agustín, que hoy es el principal destino etno-turístico

del país, y posteriormente, el asentamiento tairona de Ciudad Perdida, en la Sierra Nevada de

Santa Marta.

Un segundo aspecto tiene que ver con el proyecto de nación que se impuso desde la

década de 1880, conocido como Regeneración.46 Los adalides de este proyecto configuraron

un nacionalismo de cuño hispanófilo que reposó sobre los siguientes pilares: la religión

católica, el centralismo político y la herencia cultural española. Este nacionalismo, al exaltar

los componentes raciales mestizos y blancos, descartaba todos los elementos indígenas y afros

del crisol colombiano. No obstante, la Academia Colombiana de Historia, creada en 1902,

justo después de la última y más sangrienta guerra civil del siglo XIX, tuvo entre sus intereses

centrales el estudio de las antigüedades patrias, y entre los mitos que se encargó de transmitir

no estuvo ausente la idea de los chibchas como el ancestro indígena más digno de los

colombianos.47 Un indicio de ellos es la publicación del libro, La civilización chibcha por el

miembro correspondiente de la Academia, Miguel Triana.48

Reflexiones finales

Si bien fue criticada, la idea de la civilización chibcha continuó filtrándose en los manuales

escolares y la cultura popular. Hasta los libros didácticos más recientes abordan las dos

grandes culturas indígenas de nuestro país: los muiscas y los taironas.49 Asismismo, en la

primera mitad del siglo XX hubo algunas manifestaciones artísticas que retornaron al tema

chibcha, como el grupo Bachué liderado por Luis Alberto Acuña.

Empero, sugiero que el nivel de preeminencia de lo chibcha en la memoria colectiva

de los colombianos es muy bajo. Este, el de la memoria colectiva, es un terreno sumamente

multifacético, cambiante y vasto, por lo que me limito emitir una opinión personal y

tentativa.50 Aparte de unos interesantes procesos de re-etnización ocurridos desde las dos

últimas décadas del siglo XX, en los cuales se logró la reconstitución de los cabildos

indígenas por parte de las comunidades muiscas sobrevivientes -o que reclaman ese estatuto-

en varios municipios del departamento de Cundinamarca; y dejando de lado, también, los

14

esfuerzos tímidos de un folclor que en ocasiones reivindica algunos elementos chibchas (por

ejemplo, en el teatro, la literatura y las artes plásticas); aparte de esos aspectos, digo, la

palpitación de lo chibcha en la memoria colectiva colombiana (además, habría que diferenciar

la región. Sin duda, el elemento identificativo de los chibcha continúa siendo más fuerte en el

departamento de Boyacá que en el resto del país51) se ha afirmado por un lado “perverso” e

irónico, ligado a la idea de que ser chibcha es sinónimo de unos atributos más bien

vergonzantes y poco “grandiosos” de la idiosincracia nacional. A ese respecto, es interesante

hacer alusión al influjo de dos series de televisión durante la década de 1990: La Tele y El

siguiente programa. Estos programas, de enorme popularidad entre la juventud colombiana,

acuñaron los neologismos de Chibchombia y chibchombiano.52 Me parece que estos términos

y los aspectos emotivos-cognitivos que denotan, han sido apropiados muy efectivamente por

una parte de la población. Basta realizar una breve búsqueda en Google para comprobarlo.

En 2010 comenzó la celebración del bicentenario de la Independencia de Colombia,

que, según se anunció, se prolongará hasta el 2019. En esta coyuntura, no creo que lo chibcha

y los chibchas estén relegados completamente al cajón del olvido histórico. Pero estos

significantes han sido dotados de nuevos contenidos, nuevas asociaciones que reflejan parte

de la saturada y en muchos casos, decepcionada atmósfera social y política del país.

Ciertamente, la idea de la antigua grandeza de lo chibcha como imperio o civilización no hace

parte del marco mental general de los ciudadanos colombianos.53

1 Estudante de Doutorado em História, Universidade de Brasília. 2 Dos precisiones conceptuales. Se conoce como chibchas o muiscas al grupo prehispánico que ocupó la meseta central del territorio que hoy corresponde a Colombia, aproximadamente en el área de los actuales departamentos de Cundinamarca, Boyacá y parte del Tolima. Aunque la denominación aceptada por los antropólogos actualmente es muisca -chibcha se aplica exclusivamente al grupo lingüístico-, durante el siglo XIX fue más corriente usar el término chibcha, especialmente para describir su civilización. Para simplificar y enfatizar el componente polémico, haré uso del vocablo chibcha en todos los casos. Por otra parte, emplearé los topónimos Nueva Granada o Nuevo Reino para denotar la unidad territorial y administrativa anterior a la actual República de Colombia, instaurada con la Constitución de 1886. 3 En este punto concuerdo con Oscar Guarín, solo que, a diferencia de este autor, considero que la elaboración escrita de los chibchas no fue llevada a cabo por toda la élite letrada, únicamente por una minoría. También discrepo de Guarín en lo que atañe a la periodización, pues considero -como Langebaek- que es posible rastrear la configuración discursiva de la civilización chibcha desde antes del siglo XIX. 4 La acepción usada actualmente es para los aztecas es mexicas. Sobre la representación de la grandeza azteca e inca desde la Colonia se puede cf. BRADING, David. Orbe indiano. México: Fondo de Cultura Económica, 1991. 5 El tema de la representación de la civilización chibcha desde la Colonia hasta el siglo XIX ha sido estudiado por otros autores. Sin embargo, aquí pretendo desarrollar una interpretación original y aportar algunos elementos nuevos. Cf. CORREA, François. El imperio muisca: invención de la

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historia y colonialidad del poder. In: LONDOÑO, Ana María Gómez (Ed.). Muiscas. Representaciones, cartografías y etnopolíticas de la memoria. Bogotá, Universidad Javeriana, 2005, p. 200-226; GUARÍN, Oscar. De bárbaros a civilizados: la invención de los muiscas en el siglo XIX. In: LONDOÑO, op. cit., p. 228-246; Idem. La civilización chibcha y la construcción de la nación neogranadina. In: Universitas Humanística, n. 70, 2010 , p. 205-224; LANGBAEK, Carl Henrik. La élite no siempre piensa lo mismo. In: Revista colombiana de antropología, V. XXXI, 1994, p. 123-143; Idem. Los herederos del pasado: indígenas y pensamiento criollo en Colombia y Venezuela. Bogotá: Universidad de los Andes, 2009. 6 Tomo esta enumeración ligeramente modificada de CORREA, op. cit. 7 La figuración de la otra gran civilización americana, los mayas, solo se dio a partir de la segunda mitad del siglo XIX. 8 Además de los chibchas, Piedrahita exaltó a los taironas. 9 Estas dos obras son citadas por Langebaek, quien también menciona la influencia de Piedrahita en autores más provincianos. LANGBAEK, Los herederos…, p. 139-141. 10 Además de los incas y de los aztecas, Robertson señaló a los chibchas de Nueva Granada y los natchez de Norteamérica como los grupos amerindios que habían alcanzado un mayor grado de desarrollo. En varios pasajes, este autor reproduce y complementa la siguiente tesis: “In Bogota, which is now a province of the New Kingdom of Granada, there was settled a nation, more considerable in number, and more improved in the various arts of life, than any in America, except the Mexicans and the Peruvians”. Como se comprueba en las notas al pie, Robertson se basa en Lucas Fernández de Piedrahita. ROBERTSON, William. The History of America. Basilea, J. J. Tourneisen y J. L. Legrand, 1790, v. 3, p. 234; 329-330. Al contrario de Langebaek, creo que la obra de Robertson elaboró un retrato favorable sobre los chibchas. 11 Esto fue estudiado por GERBI, Antonelo. La disputa del Nuevo Mundo. México, Fondo de Cultura Económica, 1993. 12 PINEDA, Roberto. Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada (siglos XVI-XVIII). In: OBREGÓN, Diana (Ed.). Culturas científicas y saberes locales. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2000, p. 24-26. 13 SILVA, Renán. Los ilustrados de la Nueva Granada. Medellín, Banco de la República/Universidad Eafit, 2002. 14 Cf. la edición facsimilar: Vistas de las cordilleras y los monumentos indígenas de América. México, Siglo XXI/Smurtif Cartón y Papel de México, 1995 [1810]. 15 Cf. el análisis de LOUIS-PRATT, Marie. Imperial eyes: travel, writing and transculturation. Nueva York: Routledge, 1992. 16 El dibujo apareció originalmente en Vistas de las cordilleras y se reprodujo en la página 462 del Compendio de Joaquín Acosta. 17 La piedra de Humboldt, hallada en Santafé, solo poseía siete ángulos. Ya influido por la lectura de la disertación del religioso neogranadino, el viajero dice que esta piedra les servía a los antiguos habitantes de Bogotá para cálculos astronómicos. Diario de Humboldt de junio de 1802, al dirigirse hacia Tiscán. Citado por BECK, Hanno. Alexander von Humboldt. México, Fondo de Cultura Económica, 1971, p. 214. 18 Compendio Histórico del descubrimiento y colonizacion de la Nueva Granada en el siglo decimosexto. París, Imprenta de Beau, n. 1, p. 418. 19 Cf. JOMARD, Edmé. Nota sobre algunas piedras muiscas. Documento n. 4. Apéndices. Compendio histórico, p. 418. 20 El tema de la precariedad de la formación nacional de Colombia a lo largo del siglo XIX ha sido señalado por varios analistas, por ejemplo, Frank Safford y Marco Palacios (Colombia: país fragmentado, sociedad dividida), Alfonso Múnera (El fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano 1770-1821) y Hans-Joachim König (En el camino hacia la nación). Estos estudios sostienen que en Colombia –al igual que en otros países de América Latina– no es posible hablar de una Estado-nación completo ni incluyente, y constatan una dicotomía entre el ámbito del discurso legal y la realidad social. 21 Por supuesto, en el bando realista también se desarrolló una retórica de fidelidad hacia la Corona y de legitimación de la monarquía. Un texto analiza algunos aspectos del discurso que surgió durante

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después de la independencia, aunque desde perspectivas metodológicas discutibles, es Ocampo López, Javier, El proceso ideológico de la emancipación en Colombia, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1988. 22 Herederos del pasado, p. 202. Cf. también KÖNIG, Hans-Joachim. El indigenismo criollo. ¿Proyectos vital y político realizables, o instrumento político?. In: Historia Mexicana: v. 46, n. 184, abr.-jun. 1997, p. 745-777. 23 OLIVEIRA, João Pacheco de. As mortes do indígena no império do Brasil: o indianismo, a formação da nacionalidade e seus esquecimentos. In: AZEVEDO, Cecilia et al (Org.). Cultura política, memória e historiografia. Rio de Janeiro, Editora FGV, 2009, p. 229-268. 24 Actas del serenísimo Colegio Constituyente y electoral de la Provincia de Cundinamarca apud LANGEBAEK, Herederos…, op. cit., p. 208. 25 En 1991 se intentó retomar el nombre Santafé de Bogotá, pero en 2000 se volvió a la designación habitual. 26 CHICANGANA-BAYONA, Yobenj Aucardo. La India de la libertad: de las alegorias de América a las alegorías de la patria. In: Argos, v. 27, n. 53, 2010, p. 145-163. 27 Las citas de la Carta de Jamaica son tomadas de LANGEBAEK, Herederos…, op. cit., p. 205. 28 RESTREPO, José Manuel. Historia de la Revolución de la República de Colombia en la América meridional. Besançon, Imprenta de José Jacquin, 1858, p. XI. De los indígenas durante la Colonia dice: “El indio reducido era abyecto, ignorante en sumo grado, estúpido y esclavo de los curas y corregidores”, p. XXXIII. 29 Por el trabajo de Sergio Mejía sabemos que la Historia de Restrepo no fue una legitimación y defensa de la Independencia en su conjunto, sino únicamente de la etapa conocida como Segunda República o Patria Boba, durante la cual se puso fin a las luchas entre los distintos bandos en Nueva Granada y Simón Bolívar asumió el liderazgo de la Revolución. Más específicamente, Restrepo legitima la hegemonía del “partido de los Libertadores”. Cf. MEJÍA, Sergio. La revolución en letras. La historia de la revolución de Colombia de José Manuel Restrepo (1781-1863). Bogotá: Uniandes-Ceso-EAFIT, 2007. 30 La labor de órganos de divulgación científica como el Bulletin de la Société de Géographie de París, o las publicaciones seriadas de viajes, fue fundamental. 31 Es el caso, por ejemplo, de Joaquín Acosta. 32 Barcelona. Imprenta de A. Bergnes y Compañia, 1833. 33 Paris, Imprimerie de Fain et Thunot, [s.f.]. 34 Paris, Dondey-Dupré/Théophile Barrois, 1835. Este libro había sido publicado antes en la forma de memoria de una revista de divulgación científica. A los anterior habría que agregar referencias a los chibchas en notas al pie de página y en memorias sobre otros temas, así como obras de referencia más generales sobre la historia de América, como Atlas, cronologías comentadas, enciclopedias, etc. 35 Esta sugestiva pista interpretativa la tomo de LANGEBAEK, Herederos…, op. cit., p. 225. 36 Cf. FIGUEROA, Juan David. La formación intelectual de Joaquín Acosta y el Compendio histórico del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada (1848). In: Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, v. 38, n. 2, p. 181-216. 37 Ibid., p. 214. 38 Empero, Acosta sigue sujeto a la idea –transmitida por los cronistas y avalada por Humboldt– de que la “civilización” fue traída por un Mesías blanco que les enseñó las leyes, las artes y terminó con la barbarie indígena. También reprodujo el prejuicio de que los chibchas se entregaban a grandes borracheras en los rituales. 39 Compendio..., op. cit., p. 223. 40 Ibid., p. 298. 41 Por ejemplo, José Antonio de Plaza caracteriza la degeneración de los indígenas de su tiempo de la manera siguiente: “Hoy el indio vive humildemente, viste como el último de la especie humana, no trabaja sino para sostener en ese mismo dia su mísera existencia, se prosterna como un esclavo i tiembla a la vista de la raza blanca. La embriaguez es su vicio dominante, tal vez debido al horror de su suerte. El indio destinado al ejército i frente al enemigo, rara vez avanza, casi nunca huye, es un autómata”. PLAZA, José Antonio de. Memorias para la historia de la Nueva Granada. Bogotá, Imprenta del Neo-granadino, 1850, p. VII.

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42 Entre ellas, varias memorias manuscritas de José Domingo Duquesne. 43 Esto se aprecia, por ejemplo, en la correspondencia de Joaquín Acosta con José Fernández Madrid. También Bolívar se refirió despectivamente a los indígenas en sus cartas privadas. 44 Por ejemplo, en el caso de Brasil. 45 RESTREPO, Vicente. Crítica de los trabajos arqueológicos del Dr. José Domingo Duquesne. Bogotá, Imprenta de La Nación, 1892. 46 Cf. PALACIOS, Marco. Colombia: entre la legitimidad y la violencia. Bogotá, Norma, 2002. 47 Hasta hoy, el órgano de difusión de la ACH conserva en su título el decimonónico término antigüedades. Se hecha de menos un estudio sobre esta publicación y sobre el papel de la ACH como entidad formadora y vigilante de la memoria histórica colombiana. 48 Bogotá, Escuela Tipográfica Salesiana, 1922. 49 Remito a los manuales de las Editoriales Santillana y Norma, tanto para primaria como para bachillerato. 50 Se requeriría una investigación más amplia para indagar acerca del lugar de lo chibcha en la memoria, o mejor, las memorias colectivas de los colombianos durante el siglo XX y lo que va corrido del XXI. Acá solo sugiero algunas pistas. El reconocimiento de la pluralidad de memorias y la crítica a las versiones “oficiales” de la historia ha sido un aporte interesante de la antropología y la etnohistoria en las últimas dos décadas. El reconocimiento de que existen varias memorias y no solo una, homogénea y hegemónica, es vital, y ha corrido de la mano de los enfoques multiculturales en políticas culturales públicas. 51 Por ejemplo, en la ciudad de Sogamoso hay un Museo Arqueológico dedicado a los chibchas. 52 El siguiente programa fue una serie de dibujos animados producida por Cenpro TV, que salió al aire como la continuación de La Tele. Los personajes de estas dos series, como el iguazo, son una alegoría de algunos de los aspectos más burdos y populacheros de la idiosincrasia Colombiana. En varias ocasiones los dos programas hacían alusiones de contenido “histórico”, por ejemplo, al período de la Conquista y la Colonia. Resulta interesante que uno de los capítulos de El siguiente programa fue: “Blas de Lezo tuvo la culpa: cómo hubiera sido si Gran Bretaña hubiera conquistado Colombia”. Otros dos episodios son Cursillo de Historia Chibchombiana Parte 1: Breve Historia de Chibchombia desde la era indígena en el año 20000 AC y Parte 2: narra la vida de Simón Bolívar. 53 Ahora bien, y como siempre ocurre en los movedizos terrenos de Clío, hay excepciones puntuales, hay memorias disidentes y movimientos de reapropiación y resignificación.