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Artículo del escritor Juan Manuel de Prada
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Nos reímos cuando Podemos trató de apropiarse
de la victoria de Tsipras
POCAS veces ha sido posible ver a la vice-
presidenta del Gobierno disfrutar tanto
como cuando compareció el pasado vier-
nes para informar de los resultados elec-
torales. Su euforia era compartida por el entorno
mediático del PP, que también salió a los caminos
a anunciar la buena nueva: Mariano Rajoy acaba-ba de arrasar en las elecciones británicas, donde
graciosamente delegará su puesto ejecutivo de
Downing Street en un tal David Cameron, de son-
rosadas mejillas. La proeza no fue fácil. Rajoy su-
frió graves problemas comunicativos en la pedago-
gía de sus logros al tener que dirigirse en español a
un electorado cuya lengua materna es la inglesa,
que allí aprenden en la más tierna infancia. Pero al
final imperó la sensatez y los votantes se sacudie-
ron, como se aparta las moscas una vaca con la cola,
todas las tentaciones nihilistas con las que la anti-
política les propuso salir de aventura. La victoria
del partido de Génova Street fue tan arrolladora que
uno a uno, empezando por el laborista, los líderes
adversarios fueron depositando sus armas a los pies
de Rajoy como hizo Vercingétorix ante César.
Nos reímos cuando Podemos trató de apropiar-
se de la victoria de Tsipras. Nos reímos cuando tan-
to UPyD como Ciudadanos admitieron que los es-
pañoles somos tan burros que les iba a costar más
de lo previsto transformarnos en daneses. Ignora-
mos todavía cuál es el país en el que quiere diluir-
nos Schz para confirmar él también el viejo axio-
ma de que español es quien no puede ser otra cosa.
Pero al menos ya sabemos que, en su mundo ideal,
Rajoy ha errado el lugar de nacimiento por apenas
un palmo de mar sobre el mapa y de esta manera
ha perdido la ocasión de ser feliz haciendo aquello
que de verdad sabe: liderar a los conservadores in-
gleses. En Madrid hay unas tiendas Hackett y Gan-
so en las que es fácil conseguir al menos el vestua-
rio, bombín incluido. Pero eso es sólo un simulacro.
Comprendemos la frustración de Rajoy. Su éxito en
Inglaterra demuestra, como vienen diciéndonos
desde hace tres días los periodistas «angloaburri-
dos», que el electorado de allí es el que merece a Ra-joy. Por el buen sentido con el que ha comprendi-
do, en el momento de echar su voto en una escue-
la rural de Westmington-On-The-Rye para conformar
el Parlamento de Westminster, que España estaba
al borde del rescate y ahora es el país que más cre-
ce de los de la UE, y que tanto las amputaciones
traumáticas al bienestar como las mentiras acerca
de la presión fiscal fueron medidas cuya necesidad
sólo un ciudadano irresponsable y radical no ve.
Por el contrario, qué poco merece el electorado es-
pañol a Rajoy. Por levantisco. Por castizo. Por pro-
testón. Por repugnarle la corrupción de todos esos
personajes de Scorsese que el partido conserva-
dor inglés jamás creó. La victoria de Rajoy en el
Reino Unido ha permitido a su entorno mediáti-
co imponer el paradigma social para este año de
elecciones: o votas PP, como los sabios ingleses,
luz victoriana iluminando el mundo, o eres un ta-
rado autodestructivo.
DAVID GISTAU
MARIANO «THE PREMIER»
Las democracias aliadas consiguieron que nunca
se enjuiciasen sus métodos de «liberación»
LA celebración del septuagésimo aniversario
del fin de la Segunda Guerra Mundial se ha
asentado –como no podía ser de otro modo–
sobre una montaña de mentiras y paparru-
chas que vuelven a confirmarnos que vivimos en un
mundo incapacitado para cualquier regeneración;
pues allí donde no hay arrepentimiento, sino compla-cencia en el error, sólo pueden brotar frutos pútridos
y venenosos. Con razón escribía Georges Bernanos
que «democracias y totalitarismos son los abscesos
fríos y los abscesos calientes de una civilización de-
gradada y desespiritualizada».
No podríamos enumerar en el exiguo espacio de
un artículo la ingente cantidad de mentiras que en
estos días se celebran. Así, por ejemplo, se trata de
presentar la derrota de Hitler como una hazaña de
las democracias aliadas, cuando lo cierto es que a
Hitler lo derrotó Stalin; y que sólo el desmoronamien-
to del frente del Este, logrado a cambio de una mor-
tandad incalculable de rusos, favoreció operaciones
como el desembarco de Normandía, que el cine lue-
go ha magnificado de forma grotesca. Fue Stalin el
gran vencedor de aquella guerra; y en reconocimien-
to de su victoria las democracias aliadas le entrega-
ron media Europa en la Conferencia de Yalta, para
que hiciera con ella lo que le viniese en gana, como
efectivamente hizo.
A cambio, las democracias aliadas consiguieron
que nunca se enjuiciasen sus métodos de «liberación»,
consistentes en arrasar ciudades hasta no dejar pie-
dra sobre piedra y en bombardear poblaciones civi-
les del modo más salvaje. Suele recordarse el caso ex-
tremo de Dresde (donde se lanzaron bombas de fós-
foro y napalm por el gusto de aniquilar vidas inocentes),
pero algo muy semejante se hizo con la mayoría de
ciudades alemanas. Y, después de este genocidio in-
discriminado, cientos de miles de mujeres fueron vio-
ladas por los «liberadores»; y no sólo, por cierto, por
los soldados del Ejército Rojo (como ha pretendido
la propaganda oficial), sino también por el «amigo
americano», que acogía y protegía en su Ejército a las
alimañas más descontroladas.
Pero ninguna de las descomunales mentiras que
en estos días celebramos resulta tan grotesca como
pretender que la derrota de Hitler constituyó la de-
rrota de su ideología criminal. Pues la metafísica que
alumbraba aquella ideología criminal correría a re-
fugiarse, bajo disfraz democrático y pacifista, en el
bando de los vencedores, donde hoy campea orgullo-
sa, convertida en Nuevo Orden Mundial. Ha sido, en
efecto, el Nuevo Orden Mundial el que ha hecho rea-
lidad el sueño del nazismo; ha sido el Nuevo Orden
Mundial el que ha impuesto el paganismo eufórico y endiosador del hombre, el desprecio de la ley natural
y divina, la confianza ciega e idolátrica en el progre-
so, el deseo seudomesiánico de alcanzar una unidad
universal de hormiguero, la exaltación del individua-
lismo y a la vez la deificación alienante de la «volun-
tad general», el triunfo del igualitarismo que condu-
ce a los pueblos a la servidumbre, la aversión a las so-
ciedades naturales (unidas por lazos de sangre y
espíritu) y su sustitución por sociedades de masas, la
imposición de una moral estatal, el suministro de pla-
ceres plebeyos y derechos de bragueta que manten-
gan controladas a las masas, a la vez que las tornan
más y más egoístas. Ha sido el Nuevo Orden Mundial
el que ha consumado, en fin, el sueño hitleriano de
una civilización degradada y desespiritualizada.
A lo mejor es este triunfo del nazismo bajo disfraz
democrático lo que el Nuevo Orden Mundial celebra
con tanto alborozo, mientras permite que las masas
cretinizadas retocen en la montaña de mentiras que
ha creado para su diversión y esparcimiento.
EL ÁNGULO OSCURO
JUAN MANUEL DE PRADA
UNA MONTAÑA DE MENTIRAS
PUEBLALLUVIA ÁCIDA
12 OPINIÓN abc.es/opinion LUNES, 11 DE MAYO DE 2015 ABC
ABC (Madrid) - 11/05/2015, Página 12Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de loscontenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposicióncomo resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de losproductos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.