1
Nos reímos cuando Podemos trató de apropiarse de la victoria de Tsipras P OCAS veces ha sido posible ver a la vice- presidenta del Gobierno disfrutar tanto como cuando compareció el pasado vier- nes para informar de los resultados elec- torales. Su euforia era compartida por el entorno mediático del PP, que también salió a los caminos a anunciar la buena nueva: Mariano Rajoy acaba- ba de arrasar en las elecciones británicas, donde graciosamente delegará su puesto ejecutivo de Downing Street en un tal David Cameron, de son- rosadas mejillas. La proeza no fue fácil. Rajoy su- frió graves problemas comunicativos en la pedago- gía de sus logros al tener que dirigirse en español a un electorado cuya lengua materna es la inglesa, que allí aprenden en la más tierna infancia. Pero al final imperó la sensatez y los votantes se sacudie- ron, como se aparta las moscas una vaca con la cola, todas las tentaciones nihilistas con las que la anti- política les propuso salir de aventura. La victoria del partido de Génova Street fue tan arrolladora que uno a uno, empezando por el laborista, los líderes adversarios fueron depositando sus armas a los pies de Rajoy como hizo Vercingétorix ante César. Nos reímos cuando Podemos trató de apropiar- se de la victoria de Tsipras. Nos reímos cuando tan- to UPyD como Ciudadanos admitieron que los es- pañoles somos tan burros que les iba a costar más de lo previsto transformarnos en daneses. Ignora- mos todavía cuál es el país en el que quiere diluir- nos Schz para confirmar él también el viejo axio- ma de que español es quien no puede ser otra cosa. Pero al menos ya sabemos que, en su mundo ideal, Rajoy ha errado el lugar de nacimiento por apenas un palmo de mar sobre el mapa y de esta manera ha perdido la ocasión de ser feliz haciendo aquello que de verdad sabe: liderar a los conservadores in- gleses. En Madrid hay unas tiendas Hackett y Gan- so en las que es fácil conseguir al menos el vestua- rio, bombín incluido. Pero eso es sólo un simulacro. Comprendemos la frustración de Rajoy. Su éxito en Inglaterra demuestra, como vienen diciéndonos desde hace tres días los periodistas «angloaburri- dos», que el electorado de allí es el que merece a Ra- joy. Por el buen sentido con el que ha comprendi- do, en el momento de echar su voto en una escue- la rural de Westmington-On-The-Rye para conformar el Parlamento de Westminster, que España estaba al borde del rescate y ahora es el país que más cre- ce de los de la UE, y que tanto las amputaciones traumáticas al bienestar como las mentiras acerca de la presión fiscal fueron medidas cuya necesidad sólo un ciudadano irresponsable y radical no ve. Por el contrario, qué poco merece el electorado es- pañol a Rajoy. Por levantisco. Por castizo. Por pro- testón. Por repugnarle la corrupción de todos esos personajes de Scorsese que el partido conserva- dor inglés jamás creó. La victoria de Rajoy en el Reino Unido ha permitido a su entorno mediáti- co imponer el paradigma social para este año de elecciones: o votas PP, como los sabios ingleses, luz victoriana iluminando el mundo, o eres un ta- rado autodestructivo. DAVID GISTAU MARIANO «THE PREMIER» Las democracias aliadas consiguieron que nunca se enjuiciasen sus métodos de «liberación» L A celebración del septuagésimo aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial se ha asentado –como no podía ser de otro modo– sobre una montaña de mentiras y paparru- chas que vuelven a confirmarnos que vivimos en un mundo incapacitado para cualquier regeneración; pues allí donde no hay arrepentimiento, sino compla- cencia en el error, sólo pueden brotar frutos pútridos y venenosos. Con razón escribía Georges Bernanos que «democracias y totalitarismos son los abscesos fríos y los abscesos calientes de una civilización de- gradada y desespiritualizada». No podríamos enumerar en el exiguo espacio de un artículo la ingente cantidad de mentiras que en estos días se celebran. Así, por ejemplo, se trata de presentar la derrota de Hitler como una hazaña de las democracias aliadas, cuando lo cierto es que a Hitler lo derrotó Stalin; y que sólo el desmoronamien- to del frente del Este, logrado a cambio de una mor- tandad incalculable de rusos, favoreció operaciones como el desembarco de Normandía, que el cine lue- go ha magnificado de forma grotesca. Fue Stalin el gran vencedor de aquella guerra; y en reconocimien- to de su victoria las democracias aliadas le entrega- ron media Europa en la Conferencia de Yalta, para que hiciera con ella lo que le viniese en gana, como efectivamente hizo. A cambio, las democracias aliadas consiguieron que nunca se enjuiciasen sus métodos de «liberación», consistentes en arrasar ciudades hasta no dejar pie- dra sobre piedra y en bombardear poblaciones civi- les del modo más salvaje. Suele recordarse el caso ex- tremo de Dresde (donde se lanzaron bombas de fós- foro y napalm por el gusto de aniquilar vidas inocentes), pero algo muy semejante se hizo con la mayoría de ciudades alemanas. Y, después de este genocidio in- discriminado, cientos de miles de mujeres fueron vio- ladas por los «liberadores»; y no sólo, por cierto, por los soldados del Ejército Rojo (como ha pretendido la propaganda oficial), sino también por el «amigo americano», que acogía y protegía en su Ejército a las alimañas más descontroladas. Pero ninguna de las descomunales mentiras que en estos días celebramos resulta tan grotesca como pretender que la derrota de Hitler constituyó la de- rrota de su ideología criminal. Pues la metafísica que alumbraba aquella ideología criminal correría a re- fugiarse, bajo disfraz democrático y pacifista, en el bando de los vencedores, donde hoy campea orgullo- sa, convertida en Nuevo Orden Mundial. Ha sido, en efecto, el Nuevo Orden Mundial el que ha hecho rea- lidad el sueño del nazismo; ha sido el Nuevo Orden Mundial el que ha impuesto el paganismo eufórico y endiosador del hombre, el desprecio de la ley natural y divina, la confianza ciega e idolátrica en el progre- so, el deseo seudomesiánico de alcanzar una unidad universal de hormiguero, la exaltación del individua- lismo y a la vez la deificación alienante de la «volun- tad general», el triunfo del igualitarismo que condu- ce a los pueblos a la servidumbre, la aversión a las so- ciedades naturales (unidas por lazos de sangre y espíritu) y su sustitución por sociedades de masas, la imposición de una moral estatal, el suministro de pla- ceres plebeyos y derechos de bragueta que manten- gan controladas a las masas, a la vez que las tornan más y más egoístas. Ha sido el Nuevo Orden Mundial el que ha consumado, en fin, el sueño hitleriano de una civilización degradada y desespiritualizada. A lo mejor es este triunfo del nazismo bajo disfraz democrático lo que el Nuevo Orden Mundial celebra con tanto alborozo, mientras permite que las masas cretinizadas retocen en la montaña de mentiras que ha creado para su diversión y esparcimiento. EL ÁNGULO OSCURO JUAN MANUEL DE PRADA UNA MONTAÑA DE MENTIRAS PUEBLA LLUVIA ÁCIDA 12 OPINIÓN abc.es/opinion LUNES, 11 DE MAYO DE 2015 ABC ABC (Madrid) - 11/05/2015, Página 12 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.

Juan Manuel de Prada Una Montaña de Mentiras

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Artículo del escritor Juan Manuel de Prada

Citation preview

Page 1: Juan Manuel de Prada Una Montaña de Mentiras

Nos reímos cuando Podemos trató de apropiarse

de la victoria de Tsipras

POCAS veces ha sido posible ver a la vice-

presidenta del Gobierno disfrutar tanto

como cuando compareció el pasado vier-

nes para informar de los resultados elec-

torales. Su euforia era compartida por el entorno

mediático del PP, que también salió a los caminos

a anunciar la buena nueva: Mariano Rajoy acaba-ba de arrasar en las elecciones británicas, donde

graciosamente delegará su puesto ejecutivo de

Downing Street en un tal David Cameron, de son-

rosadas mejillas. La proeza no fue fácil. Rajoy su-

frió graves problemas comunicativos en la pedago-

gía de sus logros al tener que dirigirse en español a

un electorado cuya lengua materna es la inglesa,

que allí aprenden en la más tierna infancia. Pero al

final imperó la sensatez y los votantes se sacudie-

ron, como se aparta las moscas una vaca con la cola,

todas las tentaciones nihilistas con las que la anti-

política les propuso salir de aventura. La victoria

del partido de Génova Street fue tan arrolladora que

uno a uno, empezando por el laborista, los líderes

adversarios fueron depositando sus armas a los pies

de Rajoy como hizo Vercingétorix ante César.

Nos reímos cuando Podemos trató de apropiar-

se de la victoria de Tsipras. Nos reímos cuando tan-

to UPyD como Ciudadanos admitieron que los es-

pañoles somos tan burros que les iba a costar más

de lo previsto transformarnos en daneses. Ignora-

mos todavía cuál es el país en el que quiere diluir-

nos Schz para confirmar él también el viejo axio-

ma de que español es quien no puede ser otra cosa.

Pero al menos ya sabemos que, en su mundo ideal,

Rajoy ha errado el lugar de nacimiento por apenas

un palmo de mar sobre el mapa y de esta manera

ha perdido la ocasión de ser feliz haciendo aquello

que de verdad sabe: liderar a los conservadores in-

gleses. En Madrid hay unas tiendas Hackett y Gan-

so en las que es fácil conseguir al menos el vestua-

rio, bombín incluido. Pero eso es sólo un simulacro.

Comprendemos la frustración de Rajoy. Su éxito en

Inglaterra demuestra, como vienen diciéndonos

desde hace tres días los periodistas «angloaburri-

dos», que el electorado de allí es el que merece a Ra-joy. Por el buen sentido con el que ha comprendi-

do, en el momento de echar su voto en una escue-

la rural de Westmington-On-The-Rye para conformar

el Parlamento de Westminster, que España estaba

al borde del rescate y ahora es el país que más cre-

ce de los de la UE, y que tanto las amputaciones

traumáticas al bienestar como las mentiras acerca

de la presión fiscal fueron medidas cuya necesidad

sólo un ciudadano irresponsable y radical no ve.

Por el contrario, qué poco merece el electorado es-

pañol a Rajoy. Por levantisco. Por castizo. Por pro-

testón. Por repugnarle la corrupción de todos esos

personajes de Scorsese que el partido conserva-

dor inglés jamás creó. La victoria de Rajoy en el

Reino Unido ha permitido a su entorno mediáti-

co imponer el paradigma social para este año de

elecciones: o votas PP, como los sabios ingleses,

luz victoriana iluminando el mundo, o eres un ta-

rado autodestructivo.

DAVID GISTAU

MARIANO «THE PREMIER»

Las democracias aliadas consiguieron que nunca

se enjuiciasen sus métodos de «liberación»

LA celebración del septuagésimo aniversario

del fin de la Segunda Guerra Mundial se ha

asentado –como no podía ser de otro modo–

sobre una montaña de mentiras y paparru-

chas que vuelven a confirmarnos que vivimos en un

mundo incapacitado para cualquier regeneración;

pues allí donde no hay arrepentimiento, sino compla-cencia en el error, sólo pueden brotar frutos pútridos

y venenosos. Con razón escribía Georges Bernanos

que «democracias y totalitarismos son los abscesos

fríos y los abscesos calientes de una civilización de-

gradada y desespiritualizada».

No podríamos enumerar en el exiguo espacio de

un artículo la ingente cantidad de mentiras que en

estos días se celebran. Así, por ejemplo, se trata de

presentar la derrota de Hitler como una hazaña de

las democracias aliadas, cuando lo cierto es que a

Hitler lo derrotó Stalin; y que sólo el desmoronamien-

to del frente del Este, logrado a cambio de una mor-

tandad incalculable de rusos, favoreció operaciones

como el desembarco de Normandía, que el cine lue-

go ha magnificado de forma grotesca. Fue Stalin el

gran vencedor de aquella guerra; y en reconocimien-

to de su victoria las democracias aliadas le entrega-

ron media Europa en la Conferencia de Yalta, para

que hiciera con ella lo que le viniese en gana, como

efectivamente hizo.

A cambio, las democracias aliadas consiguieron

que nunca se enjuiciasen sus métodos de «liberación»,

consistentes en arrasar ciudades hasta no dejar pie-

dra sobre piedra y en bombardear poblaciones civi-

les del modo más salvaje. Suele recordarse el caso ex-

tremo de Dresde (donde se lanzaron bombas de fós-

foro y napalm por el gusto de aniquilar vidas inocentes),

pero algo muy semejante se hizo con la mayoría de

ciudades alemanas. Y, después de este genocidio in-

discriminado, cientos de miles de mujeres fueron vio-

ladas por los «liberadores»; y no sólo, por cierto, por

los soldados del Ejército Rojo (como ha pretendido

la propaganda oficial), sino también por el «amigo

americano», que acogía y protegía en su Ejército a las

alimañas más descontroladas.

Pero ninguna de las descomunales mentiras que

en estos días celebramos resulta tan grotesca como

pretender que la derrota de Hitler constituyó la de-

rrota de su ideología criminal. Pues la metafísica que

alumbraba aquella ideología criminal correría a re-

fugiarse, bajo disfraz democrático y pacifista, en el

bando de los vencedores, donde hoy campea orgullo-

sa, convertida en Nuevo Orden Mundial. Ha sido, en

efecto, el Nuevo Orden Mundial el que ha hecho rea-

lidad el sueño del nazismo; ha sido el Nuevo Orden

Mundial el que ha impuesto el paganismo eufórico y endiosador del hombre, el desprecio de la ley natural

y divina, la confianza ciega e idolátrica en el progre-

so, el deseo seudomesiánico de alcanzar una unidad

universal de hormiguero, la exaltación del individua-

lismo y a la vez la deificación alienante de la «volun-

tad general», el triunfo del igualitarismo que condu-

ce a los pueblos a la servidumbre, la aversión a las so-

ciedades naturales (unidas por lazos de sangre y

espíritu) y su sustitución por sociedades de masas, la

imposición de una moral estatal, el suministro de pla-

ceres plebeyos y derechos de bragueta que manten-

gan controladas a las masas, a la vez que las tornan

más y más egoístas. Ha sido el Nuevo Orden Mundial

el que ha consumado, en fin, el sueño hitleriano de

una civilización degradada y desespiritualizada.

A lo mejor es este triunfo del nazismo bajo disfraz

democrático lo que el Nuevo Orden Mundial celebra

con tanto alborozo, mientras permite que las masas

cretinizadas retocen en la montaña de mentiras que

ha creado para su diversión y esparcimiento.

EL ÁNGULO OSCURO

JUAN MANUEL DE PRADA

UNA MONTAÑA DE MENTIRAS

PUEBLALLUVIA ÁCIDA

12 OPINIÓN abc.es/opinion LUNES, 11 DE MAYO DE 2015 ABC

ABC (Madrid) - 11/05/2015, Página 12Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de loscontenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposicióncomo resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de losproductos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.