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2 juan vicente melo: "la obediencia siera ocuparse de su asunto, de ese asun- to de ser monos, del que por otra parte ellos tampoco querían enterarse ... " Con este párrafo inicia Revueltas su libro, y resume en él todo el cuadro del descenso de los detenidos en la "escala zoológica", no por la detención en sí, si- no por lo que la sociedad misma había hecho de ellos, por la horrible situación de que "alguien, los demás, la humani- dad", no quieran saber nada de ellos, y tampoco ellos como victimados, puesto que no eran capaces de reconocer al vic- timario. En esos términos, el verdugo se convierte en "el destino", algo fatal, sin nombre, en nadie. Al final, las cosas llegan a un en que el mono-hombre, el descendIdo en la escala zoológica, actúa como tal, Ediciones Era acaba de publicar La obediencia nocturna, novela de Juan Vi- cente Mela que, a nuestro juicio, ha pa- sado injustamente inadvertida, no tanto porque no se haya escrito sobre ella si- no porque no se ha escrito todo lo que se merecía. Novela intimista, es cierto, subjeti- va, críptica a ratos, es, sin embargo, una de las mejores que se han publicado en nuestro medio, en 1969. Constituye, al mismo tiempo, un saludo y una despe- dida, pero también la certeza de la des- trucción, del deterioro del individuo y del medio que lo rodea, comenzando és- ta en la familia para terminar, conse- cuentemente, en uno de sus miembros y -ya en términos más amplios- en el nuevo medio social al que tiene que enfrentarse. El deterioro, esa especie de "cansancio de clase", está dicho claramente por Mela: "De pronto, un día cualquiera, uno se da cuenta de que no puede vi- vir." Esto, por cierto, se plantea luego en un plano individual, imprimiéndose- le un contenido de angustia ontológica que podría traducirse en las siguientes palabras: "Uno no puede morirse así, de repente. Decir: No puedo vivir y desaparecer. Ahora pienso de otra ma- nera: tarde o temprano igual para to- dos. Eso me va a suceder a también, igualo de otra forma." Novela de claves, La obediencia noc- turna propone una ceremonia, un ritual que es solamente un pretexto, una for- mulación mágica -en el sentido de ima- ginar- en donde la persistencia de la recordación prevalece sobre la destruc- ción de la realidad o, a la inversa, la realidad cambia a través de la recorda- , ...,---- ... .... , '-' ...... ,- ... "", ........... absolutamente de acuerdo con su con- dición, aferrándose a su instinto básico, el de la conservación de la vida. Y al ser descubiertos, cuando los. mono-guardia- nes "saben" que la mariguana se ha "colado" a las celdas y empiezan a gol- pear a los tres reclusos que planearon la cuestión incluido El Caraja éste denun- cia a la madre, haciéndolo a "boca chiquita", para que no se sepa que él fue quien lo hizo. De esta manera, Revueltas llega vio- lentamente, como siempre en sus libros al punto extremo del deterioro y de la destrucción de esos "abandonados en la tierra". José Revueltas, El apando. Ediciones Era México, 1969. 56 pp. ción que es, en este contexto, el anti- cipo o prefiguración de un desastre in- evitable. Mela lo sabe -o 10 intuye-, por eso dice: "Lo que Adriana soñaba al borde del estanque puede estar suce- diendo en este momento o mañana. Pe- ro ya, nunca ayer." Junto a este, diríamos, esqueleto cen- tral -en el que se formula una suerte de destino mítico, no individual sino de extracción, y donde Dios (resumen de todas las anticipaciones inventadas por el hombre) se establece precisamente cuando deja de existir, cuando admite su posibilidad de no ser- se sitúa otro sentimiento que remarca la condición humana, su castigo -y también salva- ción- de ser parte y todo a la vez. Juan Vicente Mela subraya esto rei- teradamente a 10 largo de su libro, y di- ce: "Nunca estarás solo, me dijo una vez mamá poco antes de morir. Y también me dijiste 10 mismo una noche, en el jardín. Y no estoy solo, eso es lo terrible." La insalvable dicotomía del hombre entre estar solo y tener compa- ñía, el deseo del amor, de la pareja -casi imposible en las actuales condi- ciones-, hacen que Mela se duela. de andar "solo entre una multitud de amo- res", pero también que sepa que "no puede uno confiar en sí mismo cuando está solo". Este deseo de soledad, más bien de desolación -lo cual implica cierta mensión telúrica, cósmica-, no viene a ser, a la postre, sino el deseo hondo, so- terrado, oscuro, del hombre por ser li- bre, independiente, por ser él mismo, por lograr una autonomía que le está negada a partir, precisamente, de su propia condición, del choque de su ser con su estar. El miedo del inicio -que se produce en el hombre con la concienciación del estar, del hecho de encontrarse aquí sin saber desde cuándo ni hasta cuándo- está propuesto en La obediencia noctur- na en términos abstractos, como genera- lización: "Me asustan los principios por- que uno no sabe dónde y cuándo em- pieza algo que va a pasar, que exige un fina1." Aquí, otra vez, la proposición ontoló- gica -que se preocupa básicamente por la certeza de un· final que se sabe insos- layable- y la inquietud social -que considera lo final como una consecuen- cia que, incluso, podría cambiarse a par- tir de las propias fuerzas del hombre-, se encuentran presentes. En gran medi- da esto resume la condición humana, su; dos aristas contrapuestas, su ser y su estar constantemente oponiéndose e inte- grándose. . En esta dimensión, La obediencia noc- turna es, en verdad, una novela en la que nada sucede, porque todo ha suce- dido ya, porque es un libro de los resul- tados, de las consecuencias. En él, el juego "ha terminado". pero también re- comienza, inmerso entre dos finales que no pueden ser uno, ni siquiera deseán- dolo: la terminación del hombre como ser, como ente individual, y la concien- ciación de su deterioro en cuanto con- secuencia, en cuanto resultado. Casi al terminar el libro, Mela hace un resumen de sus tesis y, sin caer en lo discursivo, aclara en gran medida las claves que había puesto en juego. "No es el principio", señala, "10 que importa, de la misma manera que no cuentan las palabras. Adriana, la muerte de mi ma- dre, el perro-tigre, un padre que desapa- rece y es sustituido por un extraño, En- rique y Marcos, la señora Rosalinda, la muchacha que busca a alguien que quie- re tener siempre a su lado, el cuaderno del señor VilIaranda, las canciones y los vestidos de Pixie, el maniquí de Tula, Daniel y la estrella de David, la zapa- tilla de la Cenicienta, el falso retrato de Beatrice en el departamento de la otra Beatriz. Todo esto es como decir buenos días, cómo estás, qué frío hace. Lo que importan son las consecuencias de todas estas cosas, de las palabras y las perso- nas, de los finales." """'lIII

juan vicente melo: la obediencia - f002.backblazeb2.com · Por Leonardo Otero José agustín: monólogo e infinito Así pues, La obediencia nocturna es un d~scargo, pero también

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juan vicente melo:"la obediencia nocturna~~

siera ocuparse de su asunto, de ese asun­to de ser monos, del que por otra parteellos tampoco querían enterarse ... "

Con este párrafo inicia Revueltas sulibro, y resume en él todo el cuadro deldescenso de los detenidos en la "escalazoológica", no por la detención en sí, si­no por lo que la sociedad misma habíahecho de ellos, por la horrible situaciónde que "alguien, los demás, la humani­dad", no quieran saber nada de ellos, ytampoco ellos como victimados, puestoque no eran capaces de reconocer al vic­timario. En esos términos, el verdugo seconvierte en "el destino", algo fatal, sinnombre, en nadie.

Al final, las cosas llegan a un clí~ax

en que el mono-hombre, el descendIdoen la escala zoológica, actúa como tal,

Ediciones Era acaba de publicar Laobediencia nocturna, novela de Juan Vi­cente Mela que, a nuestro juicio, ha pa­sado injustamente inadvertida, no tantoporque no se haya escrito sobre ella si­no porque no se ha escrito todo lo quese merecía.

Novela intimista, es cierto, subjeti­va, críptica a ratos, es, sin embargo, unade las mejores que se han publicado ennuestro medio, en 1969. Constituye, almismo tiempo, un saludo y una despe­dida, pero también la certeza de la des­trucción, del deterioro del individuo ydel medio que lo rodea, comenzando és­ta en la familia para terminar, conse­cuentemente, en uno de sus miembrosy -ya en términos más amplios- en elnuevo medio social al que tiene queenfrentarse.

El deterioro, esa especie de "cansanciode clase", está dicho claramente porMela: "De pronto, un día cualquiera,uno se da cuenta de que no puede vi­vir." Esto, por cierto, se plantea luegoen un plano individual, imprimiéndose­le un contenido de angustia ontológicaque podría traducirse en las siguientespalabras: "Uno no puede morirse así,de repente. Decir: No puedo vivir ydesaparecer. Ahora pienso de otra ma­nera: tarde o temprano igual para to­dos. Eso me va a suceder a mí también,igualo de otra forma."

Novela de claves, La obediencia noc­turna propone una ceremonia, un ritualque es solamente un pretexto, una for­mulación mágica -en el sentido de ima­ginar- en donde la persistencia de larecordación prevalece sobre la destruc­ción de la realidad o, a la inversa, larealidad cambia a través de la recorda-

, ...,---- ... ...., '-' ...... ,- ... "", ...........

absolutamente de acuerdo con su con­dición, aferrándose a su instinto básico,el de la conservación de la vida. Y al serdescubiertos, cuando los. mono-guardia­nes "saben" que la mariguana se ha"colado" a las celdas y empiezan a gol­pear a los tres reclusos que planearon lacuestión incluido El Caraja éste denun­cia a la madre, haciéndolo a "bocachiquita", para que no se sepa que élfue quien lo hizo.

De esta manera, Revueltas llega vio­lentamente, como siempre en sus librosal punto extremo del deterioro y de ladestrucción de esos "abandonados en latierra".

José Revueltas, El apando. Ediciones EraMéxico, 1969. 56 pp.

ción que es, en este contexto, el anti­cipo o prefiguración de un desastre in­evitable. Mela lo sabe -o 10 intuye-,por eso dice: "Lo que Adriana soñabaal borde del estanque puede estar suce­diendo en este momento o mañana. Pe­ro ya, nunca ayer."

Junto a este, diríamos, esqueleto cen­tral -en el que se formula una suertede destino mítico, no individual sino deextracción, y donde Dios (resumen detodas las anticipaciones inventadas porel hombre) se establece precisamentecuando deja de existir, cuando admitesu posibilidad de no ser- se sitúa otrosentimiento que remarca la condiciónhumana, su castigo -y también salva­ción- de ser parte y todo a la vez.

Juan Vicente Mela subraya esto rei­teradamente a 10 largo de su libro, y di­ce: "Nunca estarás solo, me dijo unavez mamá poco antes de morir. Y tútambién me dijiste 10 mismo una noche,en el jardín. Y no estoy solo, eso es lo

terrible." La insalvable dicotomía delhombre entre estar solo y tener compa­ñía, el deseo del amor, de la pareja-casi imposible en las actuales condi­ciones-, hacen que Mela se duela. deandar "solo entre una multitud de amo­res", pero también que sepa que "nopuede uno confiar en sí mismo cuandoestá solo".

Este deseo de soledad, más bien dedesolación -lo cual implica cierta di~

mensión telúrica, cósmica-, no viene aser, a la postre, sino el deseo hondo, so­terrado, oscuro, del hombre por ser li­bre, independiente, por ser él mismo,por lograr una autonomía que le estánegada a partir, precisamente, de supropia condición, del choque de su sercon su estar.

El miedo del inicio -que se produceen el hombre con la concienciación delestar, del hecho de encontrarse aquí sinsaber desde cuándo ni hasta cuándo­está propuesto en La obediencia noctur­na en términos abstractos, como genera­lización: "Me asustan los principios por­que uno no sabe dónde y cuándo em­pieza algo que va a pasar, que exigeun fina1."

Aquí, otra vez, la proposición ontoló­gica -que se preocupa básicamente porla certeza de un· final que se sabe insos­layable- y la inquietud social -queconsidera lo final como una consecuen­cia que, incluso, podría cambiarse a par­tir de las propias fuerzas del hombre-,se encuentran presentes. En gran medi­da esto resume la condición humana,su; dos aristas contrapuestas, su ser y suestar constantemente oponiéndose e inte-grándose. .

En esta dimensión, La obediencia noc­turna es, en verdad, una novela en laque nada sucede, porque todo ha suce­dido ya, porque es un libro de los resul­tados, de las consecuencias. En él, eljuego "ha terminado". pero también re­comienza, inmerso entre dos finales queno pueden ser uno, ni siquiera deseán­dolo: la terminación del hombre comoser, como ente individual, y la concien­ciación de su deterioro en cuanto con­secuencia, en cuanto resultado.

Casi al terminar el libro, Mela haceun resumen de sus tesis y, sin caer enlo discursivo, aclara en gran medida lasclaves que había puesto en juego. "Noes el principio", señala, "10 que importa,de la misma manera que no cuentan laspalabras. Adriana, la muerte de mi ma­dre, el perro-tigre, un padre que desapa­rece y es sustituido por un extraño, En­rique y Marcos, la señora Rosalinda, lamuchacha que busca a alguien que quie­re tener siempre a su lado, el cuadernodel señor VilIaranda, las canciones y losvestidos de Pixie, el maniquí de Tula,Daniel y la estrella de David, la zapa­tilla de la Cenicienta, el falso retrato deBeatrice en el departamento de la otraBeatriz. Todo esto es como decir buenosdías, cómo estás, qué frío hace. Lo queimportan son las consecuencias de todasestas cosas, de las palabras y las perso­nas, de los finales."

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Por Leonardo Otero

José agustín:monólogo e infinito

Así pues, La obediencia nocturna esun d~scargo, pero también una acusa­ción un libro de agonía y, asimismo, deren;cimiento -no de resurrección, quesería repetirse, ser el mismo-o Como di­jimos al principio, La obediencia noc­turna es, simultáneamente, un saludo y

... únicamente falta que la tenaza ne­gra y blanca se cierre. .. ¡Acción! La cá­mara de 35 mm. encierra en el celuloi­de la imagen de una pintura, un jarritay una flor grises, siete alcatraces negrosy una flor roja. Lentamente, sobre losrieles, la cámara va alejándose, la al­fombra se desenrolla sobre los fierros yalambres que hay en el suelo. Los obje­tos, mientras tanto, van empalmándosefrente a los lentes que van girando segúnla toma requerida. Se detienen frente auna caja de cartón, sobre la que estáun libro donde se lee: Abolición de lapropiedad, José Agustín. Los lentes giransobre sí hasta desafocar completamentelos objetos.

La segunda toma se inicia con el len­te completamente abierto; la cámara, enpanning, comienza a cerrar el lente. Lo­gra una imagen completa del conjuntoque interpreta: "Procol Harum, AWhiter shade of Pale." La cámara afo­ca la imagen de Norma y Everio. per­sonajes que el escritor jalisciense dedicaa su "papi". Sobre una de las paredesque sirven de escenario hay varios car­tones : José Agustín ha escri to: noveleta:La tumba; obra en cuatro actos: Inven­tando que sueño; rack: La nueva músi­ca clásica; autobiografía: José Agustín;novela: De perfil; guiones, traducciones,notas bibliográficas, musicales y de tea­tro; Abolición de la propiedad.

Todo se puede presentar a través dellente de una cámara de televisión, decine o en los monitores de un circuitocerrado. También por el ojo de la ce­rradura, desde un tragaluz o P?r el es­pacio abierto de una alcantarIlla. Lasimágenes se repiten mil y mil veces sobredos espejos. José Agustín sólo escoje ycombina. No entiendo por qué en lasolapa se dice: "Sobreentendido que suforma fue la única posible para temáti­ca semejante."

Si tratamos de comparar Abolición dela propiedad con cualquiera de sus es­critos, encontraremos que siempre ~a­

neja un monólogo entre dos personajesy aunque sean más no se nota el cam­bio. Se puede afirmar que toda s.u obrano es más que la búsqueda, conSClente oinconsciente, de un monólogo en dondelos personajes son incidentales. Si algohay de trascendente en su obra, no es

una despedida, el punto dónde se unenel inicio y la muerte, la recordación deldesastre y la posibilidad mágica de lareconstrucción, el principio de un nuevofinal.Juan Vicente Melo, La obediencia nocturna.Ediciones Era. México, 1969. 195 pp.

la forma, ni las palabras de mal gusto(adecuada o inadecuadamente utiliza­das), ni la combinación de técnicas, sinoese monólogo que está ahí, en silencio,latente, dormido en todos sus escritos yque nunca ha podido saltar al campode la manifestación.

Abolición de la propiedad se desvivepor ofrecernos la conciencia que está en­tre lo que ya hicimos y lo que vamos ahacer, entre el quiero y el deseo, entrela noticia y la norma, entre lo que infor­mamos y lo que pensamos, pero no lograque esa conciencia fluya. Los personajes,en un forzado diálogo, apagan todo flujode conciencia real. Constituyen dos mo­tivos, pero los personajes no pueden serdos; en toda la obra no llegan a ser dos.Se puede leer de corrido, sin prestar aten­ción a los nombres: los giros son siem­pre los mismos, el rito es siempre igual,ninguno de los personajes, aunque am­bos tienen nombres y sexos diferentes, esel Otro, pero tampoco son el Mismo.Con esto quiero decir que el monólogono se ha logrado: es más visible que enel resto de la obra, pero sigue aún la­lente. Dormido.

Los protagonistas son dos estudiantesde Ciencias Políticas que se conocen enel sótano de la casa de una amiga co­mún que no se presenta en el texto. Eve­rio, estudiante de Diplomacia. únicamen­te sale para ir al baño, salidas que Norma,

1" ti I ,~~ '-''-'1 ,'-', .. ~~

estudiante de Sociología, aprovecha paraoír la grabación de un diálogo entre losdos y que la deja atónita porque nuncaha dicho lo que oye en la grabadora. Sinembargo, cuando él regresa se repite loque ella ha escuchado en la cinta, graba­ción que no presenta el panorama com­pleto, sino sólo uña parte, dejando in­completa la parte más candente de ladiscusión. Así, Norma ha escuchado enla bocina que él la iba a matar, perono lo escucha completo. Cuando regre­sa Everio se lo cuenta y ella lleva la dis­cusión al mismo punto al que llega lagrabadora (esto es, hasta que él la tomapor el cuello) :

"Norma: i Everio, me estás matando,date cuenta por favor, te dije que ibasa matarme, no me querías creed"

Quien da la tónica a través de las111 pp. es el monólogo-diálogo de lagrabadora, que por fuerza se repite. Sepuede decir que la grabadora es la con­ciencia (inconsciente) de lo que puedepasar si se toma talo cual actitud, acti­tud que invariablemente va a tomarquien conoce parte de ese diálogo. Estetipo de descripción se puede llevar al in­finito y de hecho José Agustín lo llevahasta allá al no terminar con un puntoy aparte. Lo deja estático: en una foto­grafía.

Abolición de la propiedad es un uni­verso cerrado que se esconde tras los len­tes de una cámara haciendo panningdentro de un sótano en movimiento. Gi­ra tan rápido que se detiene el tiempo.El lente gira sobre sí hasta desenfocartoda imagen posible. Sobre la pared delfondo cuelga la fotografía de Norma yEverio enredados en una cinta de celu­loide. Un haz luminoso, cada vez másbrillante, los oculta de las miradas cu­riosas. Va afocándose poco a poco laproyección de una pintura: un jarritay una flor grises, siete alcatraces negrosy una flor roja ... Se apaga el proyec­tor. Sólo la luna pretende entrar por untragaluz que se cierra poco a poco.

José Agustín, Abolición de la propiedad, Se­rie del volador, Joaquín Mortiz, México, 1969,111 pp.

JJ