3
  1  LA NIÑA Y EL MAR Adormecida en una hamaca por el calor y el ruido de las olas, la voz me llegaba tan tenue que se confundía con un sueño. La viejecita del rancho vecino contaba un cuento a sus nietas, que la escuchaban atentamente. Todo comenzó una noche de luna llena. Era el mes de marzo, el de la marea más alta del año. Las olas se levantaban como queriendo llegar hasta la misma luna, y su golpe al caer era tan fuerte que estremecía la arena. Los pececillos se ocultaban en el fondo del mar, temerosos de que las olas los arrastraran hacia la orilla donde terminaría su vida. Los cangrejos no salían de los agujeros de la playa y la arena seca se estremecía con gozo de la humedad recuperada. El cielo en silencio, sin una nube, contrastaba con el retumbo de las oías y la claridad de la luna le daba un tono azul intenso. Esta, sabiéndose inalcanzable, concedía que sus rayos descansaran en el mar y calmaran sus ansias. Rayos de luna y espuma de las olas se confundían juntos en moviente abrazo. La niña de quince años, con su cuerpo tan blanco como la luna, desvelada, se remueve inquieta en su cama. ¿Piensa acaso en su novio, pescador dulce y triste que sueña en compartir su lucha y su hogar con ella? ¿O va su pensamiento lejos, hacia donde un deseo de sucesos maravillosos lo lleva? Se levanta en silencio y llega hasta la orilla del mar. ¡Qué violenta atracción ejerce sobre ella! Desde niña ama y teme su fuerza. Tiene un vago presentimiento de que desea que su pescador tenga el ímpetu del mar. Que sus brazos la estrechen con la fuerza de las olas al golpear la arena, y que su pasión no se calme nunca, como nunca se aplaca el movimiento de sus aguas. Se oculta la luna, y bajo la noche la niña queda envuelta en la blancura de su cuerpo. El mar de pronto se hincha y las olas llegan a sus pies. Ella no siente miedo, sino un deseo inmenso de sumergirse en sus aguas. Se desviste y penetra en el mar. ¡Qué dulce y tibio está! No recuerda haber sido acariciada en forma tan violenta y tan tierna al mismo tiempo. No siente pasar las horas y es el resplandor de la madrugada el que rompe el hechizo. Avergonzada se viste y huye hasta su cuarto, donde exhausta duerme hasta el medio día. Sus hermanos, creyéndola enferma, no la despiertan, y cuando se levanta, lo parece efectivamente con sus ojos tristes de vago mirar y sus movimientos cansados. Llega el pescador a visitarla pero la nota tan distraída y lejana que  parte a los pocos minutos. A media noche los rugidos del mar la despiertan de nuevo. Su llamado,

JULIETA PINTO. La niña y el mar

Embed Size (px)

DESCRIPTION

La niña y el mar.

Citation preview

  • 1

    LA NIA Y EL MAR Adormecida en una hamaca por el calor y el ruido de las olas, la voz me llegaba tan tenue que se confunda con un sueo. La viejecita del rancho vecino contaba un cuento a sus nietas, que la escuchaban atentamente.

    Todo comenz una noche de luna llena. Era el mes de marzo, el de la marea ms alta del

    ao. Las olas se levantaban como queriendo llegar hasta la misma luna, y su golpe al caer era tan fuerte que estremeca la arena. Los pececillos se ocultaban en el fondo del mar, temerosos de que las olas los arrastraran hacia la orilla donde terminara su vida. Los cangrejos no salan de los agujeros de la playa y la arena seca se estremeca con gozo de la humedad recuperada. El cielo en silencio, sin una nube, contrastaba con el retumbo de las oas y la claridad de la luna le daba un tono azul intenso. Esta, sabindose inalcanzable, conceda que sus rayos descansaran en el mar y calmaran sus ansias. Rayos de luna y espuma de las olas se confundan juntos en moviente abrazo.

    La nia de quince aos, con su cuerpo tan blanco como la luna, desvelada, se remueve

    inquieta en su cama. Piensa acaso en su novio, pescador dulce y triste que suea en compartir su lucha y su hogar con ella? O va su pensamiento lejos, hacia donde un deseo de sucesos maravillosos lo lleva? Se levanta en silencio y llega hasta la orilla del mar. Qu violenta atraccin ejerce sobre ella! Desde nia ama y teme su fuerza. Tiene un vago presentimiento de que desea que su pescador tenga el mpetu del mar. Que sus brazos la estrechen con la fuerza de las olas al golpear la arena, y que su pasin no se calme nunca, como nunca se aplaca el movimiento de sus aguas.

    Se oculta la luna, y bajo la noche la nia queda envuelta en la blancura de su cuerpo. El mar

    de pronto se hincha y las olas llegan a sus pies. Ella no siente miedo, sino un deseo inmenso de sumergirse en sus aguas. Se desviste y penetra en el mar. Qu dulce y tibio est! No recuerda haber sido acariciada en forma tan violenta y tan tierna al mismo tiempo. No siente pasar las horas y es el resplandor de la madrugada el que rompe el hechizo. Avergonzada se viste y huye hasta su cuarto, donde exhausta duerme hasta el medio da. Sus hermanos, creyndola enferma, no la despiertan, y cuando se levanta, lo parece efectivamente con sus ojos tristes de vago mirar y sus movimientos cansados. Llega el pescador a visitarla pero la nota tan distrada y lejana que parte a los pocos minutos. A media noche los rugidos del mar la despiertan de nuevo. Su llamado,

  • 2

    como su amor, es a ratos violento y a ratos suplicante. La nia no puede resistirlo, y, como la noche anterior, se sumerge en el torbellino de sus aguas. Y as, noche tras noche, mientras la luna brilla. Cuando sta desaparece, el mar calma sus ansias, y la nia duerme.

    El mar nunca haba sido tan feliz. Por fin posee la luna deseada por tantos siglos! Su ser

    haba encarnado en el cuerpo de la nia, y la fuerza de su amor lo hace apasionado y dulce. Nunca se haba producido una cosecha de almejas y de ostras como la de ese ao. Jams mostr el mar ms brillantes y transparentes sus aguas, y el ritmo de las olas era tan tranquilo como la respiracin de un nio dormido. Los hombres, felices, recogen sus dones sin imaginar que es la fuerza del amor la que lo colma y lo hace compartir su felicidad. Ama y es amado, y la luna es suya. La nia es feliz slo durante las noches. Adelgaza y el cansancio y la tristeza la invaden. Le duele ver a su pescador cabizbajo y preocupado. El no comprende qu le sucede a su novia querida. Pero nada puede hacer, porque aunque ella se tape los odos con algodn, el rugido del mar lo oye en su sangre, y una y otra vez va a su encuentro. Una vez en l, desaparece el cansancio, la imagen del pescador se esfuma y lo nico importante es el goce de su amor. Pero el mar ya no se conforma con su posesin slo en las noches de luna. Quiere que sea eternamente suya, y un da, en el xtasis del amor, la lleva a su centro. Al da siguiente los hermanos encuentran sus ropas en la playa y creen que se ha ahogado. Las viejas se santiguan y cuchichean entre ellas diciendo que merece la muerte quien se baa en el mar desnuda y de noche.

    El pescador no se dio por vencido. Saba que su novia nadaba como un pececillo.

    Llamndola a gritos recorra las orillas de la playa. A veces le pareca or una queja que apagaba el ruido de las olas. Otras veces era una risa masculina que se deshaca en sonidos de vaciante. En su barca recorra las islas vecinas esperando hallarla. En alta mar le pareca ver su cuerpo blanco entre las aguas verdes, pero al acercarse slo encontraba la sombra de una gaviota. Echaba las redes, pero se olvidaba de sacarlas. Largo rato luchaban los peces buscando un hueco por donde escapar. La maraa de nudos era muy intrincada, pero las redes continuaban quietas toda la tarde y al fin encontraban la libertad.

    El pescador sumerge la mirada en el mar como queriendo penetrar su misterio. Los

    recuerdos llegan a su mente y no hay paseo ni aventura de su infancia que no est lleno de su presencia: dos chiquillos descalzos corriendo por la playa; apostaban a quien correr famas y l, por darle gusto a la nia, la dejaba llegar primero a la meta. Su carcajada de burla era su recompensa. Desde cundo la amaba? Desde siempre, pues aunque l era cuatro aos mayor se haban criado juntos. Recogan conchas y caracoles todas las maanas y saban de los lugares donde encontrar estrellas de mar. El nio le llevaba conchas rosadas y al ponerlas en sus manos se confundan con l tono de sus dedos. Juntos intentaban sacar los armadillos de sus madrigueras en la arena. Eran muy difciles de atrapar, y ms de una vez se quedaron burlados al saltar sobre ellos cuando asomaban sus cabecillas al bajar las olas. Ms listo an el armadillo se esconda rpidamente antes que las manos enemigas lo atraparan. Todo era motivo de risa para la nia y su compaero la escuchaba embelesado. Recogan almejas cuando era el tiempo, y en las rocas buscaban ostras. En la marea alta, el camino entre las rocas se ocultaba y era peligroso. Sabiendo que no sentan el paso de las horas cuando estaban juntos, sus madres les prohiban ir. Pero ellos, sin permiso y paso a paso, escalaban el trillo. El mar a sus pies bramaba y sacuda las rocas ms bajas que se quejaban sordamente. El agua estallaba humedeciendo los pies de los nios. Cada

  • 3

    nueva ola alcanzaba ms altura, pero ellos esperaban el ltimo momento para salvar corriendo el trecho final del camino. Llegaban a una especie de playa entre las rocas altas a donde alcanzaba la marea slo en la luna de marzo. Era un lugar desierto y los nios suponan que lo haban descubierto. Cansados se acostaban en la arena y el silencio los envolva. Slo se escuchaba el ronco bramido del mar en su deseo de destruir las rocas. Entonces hablaban de sus planes, es decir, ella hablaba, porque el nio aspiraba slo a una barca de pescador y una pequea casa con la presencia de la nia. En cambio, ella soaba con palacios encantados llenos de tesoros, viajes maravillosos en buques enormes, y el mar como fondo de sus sueos. A veces deca que sera maravilloso bajar a su fondo y descubrir si ste tendra corazn. El nio se asustaba al orla hablar as, y la preocupacin se marcaba en su cara. Entonces ella le deca que lo nico verdaderamente importante era l. Disipadas las nubes entre los dos, y abierto el camino por el descenso del agua, de la mano emprendan el regreso.

    Cuando crecieron l cobr unos celos terribles al mar. Al baarse juntos senta rabia y pena

    al ver la voluptuosidad con que ella se entregaba a la caricia de sus aguas. Y ahora que ella haba desaparecido lo odiaba con todas sus fuerzas. Recordaba las despedidas en la madrugada cuando su barca se haca a la mar y l vea cmo se esfumaba su figura. Los azules y rosa del cielo la hacan parecer irreal y al pescador se le encoga el corazn del temor de verla desaparecer en un rayo de la aurora. Pero una vez en alta mar su oficio lo distraa, y en su afn de pescar ms y ms las horas transcurran. La imaginaba vestida de seda con velo y corona subir al altar de su pueblecito, y luego rodeada de nios blancos como ella y fuertes como l. Pero algunos das los peces escaseaban y afligido volva al anochecer. Era dura su tarea y poca la recompensa! Ella lo esperaba en la playa y sus besos y risas le hacan cobrar nuevas esperanzas para el da siguiente. Su mutuo amor era inmenso y l no tema al futuro. Y ahora ella no estaba! Su temor se haba hecho realidad. Haba desaparecido sin dejar huella! Slo la esperanza de encontrarla le impeda lanzarse al fondo de esa agua verde.

    Alguien le aconsej visitar a una adivina. En su corazn naci una esperanza y en una

    noche de luna llena se hizo a la mar con su red. La adivina haba dicho que el mar, confundindola con su amada luna, la haba raptado y que moraba con ella en un palacio de cristal bajo las aguas. Que slo en la noche de luna llena se rompa el hechizo, y ella sala a buscar a su pescador. La fe invada la cara del hombre hacindola trgica. Su barquilla mecida en las aguas se vea plateada con la luz de la luna. En distintos lugares ech las redes, pero slo aparecieron pececillos, plateados tambin por la luna. Era la media noche cuando en la parte ms honda sinti un peso nuevo en su red. Con gran cuidado la recogi y sin sorpresa vio a su nia blanca dormida en el fondo. Su alegra se transform en desesperacin cuando descubri que su sueo sera eterno. El mar, al saberla perdida, le haba dado muerte en un estrecho abrazo. El pescador coloc su cuerpo blanco en el fondo de la barca y acostndose a su lado se perdi en el mar.

    La luna, sintindose culpable y conmovida ante un amor tan grande, recogi la barca, y en

    el cuarto creciente la impulsa a navegar en el cielo sin lmites.

    Julieta Pinto. Cuentos de la tierra.