Julio César Carrión Castro-Pedagogía y Regulación Social Vigencia de Auschwitz

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ulio César Carrión Castro-Pedagogía y Regulación Social Vigencia de Auschwitzulio César Carrión Castro-Pedagogía y Regulación Social Vigencia de Auschwitz

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  • PEDAGOGA Y REGULACIN SOCIAL- Vigencia de Auschwitz -

    Julio Csar Carrin Castro1 edicin: septiembre de 2005Tiraje: 1.000 ejemplares

    Diseo y diagramacin: Leonidas RodrguezImpresin: El Poira Editores e Impresores S.A.

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    JULIO CSAR CARRIN CASTRO

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    Indice

    Introduccin ............................................................... 13La servidumbre voluntaria y la banalidad del mal . 18Acerca de la historia de los sujetos sometidos ....... 23Desde la asctica y la mstica .................................... 26Desde lo laboral y productivo .................................. 30Poder y espacio ........................................................... 32Poder y tiempo -El rigor del reloj- .......................... 34De la disciplina a la regulacin ................................. 36El control del individuo y el control de las masas . 40Crisis del modelo fordista y keynesiano .................. 45La reorganizacin capitalista .................................... 47La adecuacin pedaggica bajo elnuevo capitalismo....................................................... 51La escuela-empresa y la movilizacin total ............. 54La pedagoga de la exclusin y del olvido............... 60La democracia ennoblecida .................................. 64Consideraciones finales ............................................. 72Bibliografa .................................................................. 77

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  • Cualquier debate sobre ideales de educacin esvano e indiferente en comparacin con este: que

    Auschwitz no se repita. Fue la barbarie, contra la que sedirige toda educacin.

    Theodor Adorno

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    PEDAGOGA Y REGULACIN SOCIAL- Vigencia de Auschwitz -

    Introduccin

    La barbarie del nazi-fascismo, expresada de ma-nera contundente en los campos de concentracin yde exterminio, no fue ningn acontecimiento singu-lar, sino la lgica consecuencia de un largo proceso,de una vieja tradicin cultural, que simplemente al-canz una mayor efectividad en los mecanismos deexclusin y muerte, al incorporar la ciencia y la tec-nologa al servicio de sus designios polticos, comonunca antes lo haba logrado.

    No se trat de una abrupta irrupcin del malen el devenir histrico, sino de su cotidiana permisi-vidad y aceptacin; del ms absoluto consentimientodel horror por parte de los hombres corrientes, deuna ciudadana aletargada, incapaz de rplica o con-frontacin, porque haba sido preparada para cum-plir con unos comportamientos colectivos preesta-blecidos por modelos pedaggicos y educativos cen-trados en el control y la regulacin poblacional. Losinvestigadores alemanes Alexander y MargareteMitscherlich (1973, 29) al establecer un anlisis por-menorizado acerca de los fundamentos del ascenso

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    del nazismo en Alemania, han dicho: Nosotros estuvi-mos muy de acuerdo con un gobierno que supo establecer denuevo un vnculo entre ideales tpicamente alemanes y el senti-do de nuestra propia identidad: se nos daba all la oportunidadde exhibir de manera uniformada nuestro propio valor perso-nal. De repente aparecieron () unas jerarquas de autori-dad claramente articuladas. La precisin de nuestra obedien-cia qued probada de modo conveniente, y a la voluntad casiilimitada de mostrarnos dignos de las esperanzas del Fhrer lefue lcito entregarse al desenfreno.

    La ideologa nazi se asent cmodamente entrelas clases medias y las masas populares, porque stasestaban previamente preparadas para ello por una de-finida predisposicin forjada tradicionalmente por lapedagoga del rigor, de la obediencia acrtica y delodio al otro: lo que hizo tan invicta la ideologa nazi fueprecisamente la fuerza de conviccin que irradiaba de ella, yaque en muchos aspectos (por ejemplo en lo tocante al deber deobediencia) poda invocar ideales del yo formados con anteriori-dad. Esta especfica predisposicin grupal para lasobrevaloracin de s mismo y para la intolerancia contra losotros fue la que ayud a vencer todos los reparos (Ibdem).

    No se trata de mostrar exclusivamente el casoalemn, es preciso indagar la genealoga de un proce-so histrico que se remonta a los comienzos mismosde esa intencin de formar los sujetos sometidos yque se extiende, por supuesto, a los orgenes del sis-tema escolar. Y es que la escuela surge como una ins-

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    titucin establecida con el propsito de socializar yregularizar a los individuos, segn los patrones decomportamiento fijados por los grupos que ejercenla hegemona cultural e intelectual en una sociedaddeterminada. Comportamientos ligados, en lo fun-damental, a las exigencias de los procesos producti-vos y que buscan, en todo caso, la homogeneizaciny la uniformidad de los sujetos.

    En esta poca de general globalizacin del modode produccin capitalista, podemos sealar que des-de siempre -velada o abiertamente- el principio derendimiento economicista ha acompaado los pro-cesos educativos, hasta convertir estas actividades ensimples mecanismos de regulacin y de control -des-de el encierro, la clausura y el autodesprecio de lossistemas educativos ms tradicionales, hasta la con-tempornea instrumentalizacin de la educacin al-rededor de la competitividad, la flexibilidad, losestndares de calidad y el mejoramiento del capitalhumano, que promueven las modernas tecnologaspedaggicas-, slo se busca la reduccin de los indi-viduos a los intereses de la productividad.

    Es largo el camino recorrido por las accionesinhumanas que presuntamente persiguen el estable-cimiento de valores trascendentales como la libertad,el orden o la justicia. A nombre de Dios, de la razn,del Estado, de la raza, de la clase social o del merca-do, se han perpetrado los ms horrendos crmenes

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    contra la humanidad. Como lo expresara WalterBenjamin: todo documento de la cultura es tambinun documento de la barbarie. No hay que olvidarlas huellas de dolor dejadas por los humillados, ven-cidos y oprimidos de todo ese largo proceso de cons-truccin de la civilizacin, mxime ahora cuandosabemos que la tan elogiada globalizacin se asientaen el cotidiano drama de la exclusin y la marginalidadde las inmensas mayoras. No podemos seguir acep-tando que el sufrimiento y el dolor de las masas, delpasado y del presente, siga siendo el precio que hayque pagar por una supuesta felicidad futura. Paralela-mente a la globalizacin del mercado, quehegemonizan los pases opulentos, se han globalizadola miseria y la exclusin.

    Auschwitz ha sido el escenario principal de lamayor reificacin del ser humano, de su conversin anuda vida. Los grandes logros de la ciencia y latecnologa, particularmente de la biomedicina con-tempornea y de todos esos mecanismoscomunicacionales y de control poblacional, que cons-tituyen la biopoltica moderna, apuntan, precisamen-te, hacia la universalizacin de los principios deAuschwitz.

    Pero tenemos que entender, tambin, que el sis-tema educativo comporta, adems, -siempre ha com-portado- un ambiente de reflexin, de crtica y dediscusin en torno a los quehaceres de la escuela y a

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    las imposiciones de los sectores dominantes. Preci-samente la pedagoga ha sido ese conjunto de expre-siones crticas y alternativas, respecto del acontecereducativo, las cuales se formulan desde las ms varia-das y dismiles concepciones polticas e ideolgicas.

    Frente al proclamado paradigma tecnolgico eneducacin, se debe rescatar una nueva opcin, unapedagoga de la memoria que se sustente en la narra-cin y el testimonio de los pueblos vencidos. Comolo establece el profesor Joan-Carles Mlich, de la Uni-versidad Autnoma de Barcelona (2000, 135): A par-tir del Holocausto se descubre que lo humano no se halla ni enla razn, ni en deber, ni en la sociedad, ni en Dios, ni en el yo.Lo humano se halla en el Otro, en el otro ausente en el relato,en la respuesta del lector al otro, en la relacin que el lectorestablece con el Otro () Frente a la historia contadapor los vencedores -en la cual siempre est ausente elotro, el vulnerable, el oprimido- y que, como lo sea-la Bertolt Brech en su poema Preguntas de un obreroante un libro (1978, 28-29), contiene una victoria encada pgina, nos muestra un gran hombre cada diezaos y nos abruma con sus colosales hazaas y mo-numentales obras (imposibles de lograr, en todo caso,sin la participacin de esos seres humanos someti-dos; sin los esclavos, sin los siervos, sin los obreros)Hay que restablecer el saber, el sentir, el punto devista y el reclamo de los vencidos: La narracin y eltestimonio de los olvidados, de los supervivientes de

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    estas empresas de muerte, porque constituyen la basede una nueva tica y de una nueva pedagoga, la pe-dagoga de la alteridad, del respeto por la diferencia yde la hospitalidad y la acogida del otro (Cf. Mlich2000).

    A la pedagoga de la exclusin y de los camposde concentracin habr que responder, no solamen-te con una Pedagoga del oprimido que convoque a laconcientizacin, como lo exigiera Freire, sino conuna pedagoga de la autonoma, de la indignacin yde la resistencia. Construir una cultura, y una peda-goga, de la memoria, no slo para que la historia nose repita, sino para que se haga justicia a las vctimas(Reyes Mate 2003, 10-11).

    La servidumbre voluntaria y la banalidaddel mal

    Theodor W. Adorno (1969, 80-94) ha plantea-do que cualquier discusin referida a los ideales de laeducacin es vana e indiferente, frente a la exigenciade que Auschwitz no se repita. Pero sabemos que labarbarie persiste porque an estn presentes las con-diciones que la han hecho posible. El genocidio hun-de sus races en la propia conformacin de lo queconocemos como civilizacin. La barbarie siem-pre ha marchado ligada a la racionalidad occidental ya la ideologa del progreso.

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    Pese a la derrota del nazi-fascismo el horror per-dura en el mundo contemporneo porque, como loestudiara Hannah Arendt (1999), nuestros tiemposse caracterizan por imponer a los individuos una to-tal incapacidad de juicio y por establecer en las socie-dades un colapso moral que llev a una generalizadatrivializacin del mal. Nos encontramos en una po-ca y en unas sociedades en que las personas han sidodespojadas de toda autonoma y de las posibilidadesde entender las consecuencias ticas de sus actos, so-metidas en gracia de pragmatismo, a la ms abyectaservidumbre voluntaria frente a las autoridades.

    De esta situacin, de la creciente deshumani-zacin, del vigor poltico que tiene la barbarie y delimperio de la banalidad del mal, dan cuenta no solo losprocesos de ascenso y consolidacin del fascismo y elnazismo, las dos guerras mundiales con los bombar-deos indiscriminados sobre la poblacin civil, la con-centracin y eliminacin administrada de millones deseres humanos y el sinnmero de constantes y cotidia-nos ataques sobre los pueblos del mundo, sino los msrecientes hechos, que en todo caso corroboran la vi-gencia de dicha banalidad del mal. Por ejemplo, en loseufemsticamente denominados Centros de control y dereeducacin (que administra el ejrcito norteamericano anombre de su gobierno -el IV Reich- en los territoriosocupados de Irak, particularmente en el campo de pri-sioneros de Abu Ghraib, o en el ms cercano enclave

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    colonial de Guantnamo) los principios establecidosen los campos nazis, se reiteran, con el maltrato, losabusos y las torturas, que ahora se presentan ante elmundo como si fuesen simples formas de diversin yentretenimiento por parte de las tropas. Susan Sontag(2004) ha escrito que por parte de la llamada opininpblica, hay una creciente aceptacin de la brutalidady del horror impuestos por este nuevo imperio carce-lario internacional, como una continuidad de lo quepreludiaran los regmenes de Mussolini y Hitler

    El general condicionamiento del ser humano, sutotal encadenamiento al crculo diablico de la pro-duccin y el consumismo, la reduccin de la vida a lamera sobrevivencia (tal como ocurre en todos losarrabales, zonas tuguriales, favelas y villas de miseriade las grandes urbes) y la movilizacin total de laspersonas a favor de sus dirigentes, se expresa en loque tan propiamente llamara Michel Foucault (2001)el bio-poder. Un asunto de regulacin generalizada quesignifica poder sobre los individuos y poder sobre laespecie humana, que puede llevar, como efectivamen-te ha llevado, no slo al control total de la poblacin,sino al exterminio colectivo, lo cual tiene antecedentesligados, por supuesto, a la racionalidad occidental.

    Primero fue -establece Foucault-, el inicial con-trol del cuerpo y del gesto, el rigor, la disciplina, elencierro; luego el control poblacional, el fichamiento,la higienizacin, la salubridad, la medicalizacin de la

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    vida; actualmente el control biolgico de la especie yla amenaza de la manipulacin gentica. Estaplaneacin pormenorizada busca que se viva y se ac-te permanentemente como en los campos de con-centracin, bajo una administracin total. Proyectopoltico en el que se han realizado plenamente, tantoel capitalismo tardo, como el ensayado socialismoreal, bajo formas autoritarias y totalitarias, pero tam-bin incluso bajo la apariencia de la democracia for-mal, subordinando las personas a una detalladamicrofsica del poder y sometindolas al constantedominio de psicologas conductuales y transaccionalesy a pedagogas centradas en el acoso a la vitalidad y lacrueldad, que logran precisamente, la desaparicin delindividuo, sustituido por masas annimas sumidas enla angustia y la mediocridad.

    Las ilusiones planteadas por el cristianismo, porel liberalismo y por el socialismo, sobre el amor alprjimo, el respeto por los derechos fundamentalesde los individuos, la equidad y la distribucin de lasriquezas, han fracasado. Pareciera que slo subsisteel control generalizado sobre los cuerpos y la fabri-cacin de sujetos adaptados mediante el rigor, la edu-cacin para la subalternidad y la violencia. YaNietzsche lo haba sentenciado: Slo lo que no cesa dedoler permanece en la memoria -este es un axioma de la psico-loga ms antigua- y por desgracia la ms prolongada que haexistido sobre la tierra.

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    Nietzsche y Foucault entendieron que sobre elcuerpo se establecen las decisiones y las acciones delpoder. Las instituciones de poder siempre han actua-do sobre el cuerpo -ya sea sobre el cuerpo individualo sobre el cuerpo social-. Con la modernidad laspolticas del cuerpo han adquirido mayor impor-tancia, pero el cuerpo histricamente ha sido someti-do a mltiples regulaciones y controles, ha sido tor-turado, confinado, apartado, disciplinado y regulado,conforme a intereses confesionales, laborales, edu-cativos, patronales, comerciales y estatales.

    La historia muestra un sinnmero de imgenesde cuerpos destrozados, mutilados, torturados, hu-millados, doblegados, en los aparatos de tormento,en las mazmorras, en las mquinas y cmaras de eje-cucin y en los campos de concentracin y de exter-minio. Paradjicamente con la modernidad, tambinaparece el cuerpo ordenado, agrupado, enfilado,enlistado y corregido, como en las fbricas, los cuar-teles y las escuelas o expuesto como objeto del deseoy de la envidia, como escenario de la juventud, de labelleza y por ende de la felicidad, tal como hoy lomuestra la sociedad espectacular de la farndula, elcine y la televisin.

    En Occidente todas las disciplinas del saber hanelaborado discursos sobre el cuerpo, pero por sobretodo se ha impuesto la idea de que el cuerpo no esms que un residuo de nuestra animalidad, la cual

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    debe ser sometida, para glorificar la espiritualidad hu-mana. No en vano en la ltima escena del Fausto deGoethe los ngeles ms perfectos se quejan de con-servar an un resto de mortal corteza, de poseervestigios de lo terrenal, una penosa carga corporalque debe ser vencida. Esa mancha biolgica, ese resi-duo de terrenalidad que es el cuerpo, entonces, debeser superada y para ello se requiere la represin, a finde lograr su enderezamiento.

    En todo caso, han subsistido estas polticas del cuer-po que, en ltima instancia, buscan ir quebrantando lasoberana del yo, la individualidad, sometindola a varia-das y constantes disciplinas y a las regulaciones, hastaobtener finalmente los sujetos sometidos que reclamanlos procesos productivos y las razones de poder.

    Acerca de la historia de los sujetossometidos

    Se trata de la pequea historia, de esas anodinasy particulares historias que encierran las cotidiani-dades, pero que pueden suministrar la ms profun-das explicaciones acerca de la regulacin social, delas formas que reviste el poder, estudios con los cua-les Foucault da continuidad a la bsqueda e indaga-cin sobre la genealoga de la moral que iniciara Fe-derico Nietzsche.

    En el aforismo 7 de La gaya ciencia (2.000, 72)

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    deca Nietzsche: Para quien quiera ahora emprender unestudio de las cosas morales, se le abre un inmenso campo detrabajo. Toda clase de pasiones ha de ser encaminada minucio-samente, cada una segn las diversas pocas, segn los diversospueblos, llegando a todas sus particularidades grandes y peque-as () Todo lo que ha dado color a la existencia no hatenido historia hasta el presente. Podis decirme dnde encon-traramos una historia del amor, de la avaricia, de la envidia,de la conciencia, de la piedad, de la crueldad? Falta por com-pleto incluso una historia comparada del derecho o siquiera delcastigo. Ha hecho ya alguno tema de investigacin la diversadistribucin del da, las consecuencias de una determinacinregulada de trabajo, fiesta y descanso? Conoce alguno los efec-tos morales de los alimentos? Existe una filosofa de la ali-mentacin? (...) Se han reunido ya las experiencias en torno ala convivencia, por ejemplo, las experiencias de los conventos?Se ha descrito ya la dialctica del matrimonio y de la amis-tad? Han encontrado ya sus propios pensadores, las costum-bres de los intelectuales, de los comerciantes, de los artistas, delos obreros manuales? Hay mucho que pensar sobre todo ello(...)Esto es un nuevo trabajo que determina la falibilidad de todosestos fundamentos y la esencia toda del juicio moral hasta hoy(...)Sera experimentar durante siglos, de tal modo que pudieseoscurecer todos los grandes trabajos y sacrificios de la historiaanterior. La ciencia no ha edificado todava sus construccionesciclpeas. Tambin vendr el tiempo adecuado para ello!

    En esta pesquisa se comprometera Foucault(1993) y, entonces desciende a los infiernos de la vida

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    social para analizarla. Busca documentos desconoci-dos, no las obras de los grandes pensadores, escudri-a en los bajos fondos, (los reglamentos, los infor-mes mdicos, la labor de los verdugos, de los vigilan-tes, de los maestros, de los higienistas, etc.) Estudialas instituciones del encierro, -internados, hospitales,cuarteles, crceles, manicomios- en donde sigilosa-mente se realiza la dominacin corporal. No acude ala academia, sino al arrabal, al mundo del subsuelo,del hambre, de la prostitucin, de la promiscuidad,del vicio y la miseria, para comprender los mecanis-mos del control social, para averiguar, precisamente,esa genealoga del poder, de la moral.

    Es imposible una teora de la explotacin eco-nmica, sin una comprensible teora de la produc-cin de los sujetos sometidos, sin esa anatoma de lasestrategias del poder. Entonces -propone Foucault-,hay que iluminar esos espacios de la dominacin, esesubmundo de la cotidianidad maltrecha. Hay que pe-netrar los bajos fondos, para conocer las tcticas so-cio-polticas, la microfsica del poder.

    Conocer esas singulares y pequeas historias,esos mltiples procesos de sometimiento y de regu-lacin de los individuos, significa adentrarse en la ge-nealoga, en la etiologa de las polticas del cuerpoque histricamente han regulado el espacio, el tiem-po y el desempeo de los sujetos sometidos.

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    Desde la asctica y la mstica

    Desde remotos tiempos la mstica y la religin,con el objeto de fomentar la espiritualidad, agradar aDios y ganar el cielo, han buscado fabricar cuerposdciles, alcanzar el control total sobre los individuos.No era suficiente la oracin y la plegaria, se precisabauna mstica de lo cotidiano, una constante disciplinasobre lo minsculo.

    Por siglos las rdenes religiosas han sido maes-tras de la disciplina y el rigor sobre el cuerpo y porello han establecido esquemas anatomo-cronolgicos decomportamiento, han buscado que el tiempo pene-tre el cuerpo.

    La clausura, el apartamiento y el encierro cons-tituiran, entonces, elementos fundamentales para lo-grar dicho control. El convento, el cuartel, el inter-nado, el hospital, la escuela, son su herencia histri-ca, son lugares aparte que garantizan la soledad del cuer-po y del alma, para poder aplicar la vigilancia, eldisciplinamiento, la correccin y la ortopedia.

    Para alcanzar este control el detalle se conver-tira en una categora pedaggica, teolgica y asctica-cada momento y cada espacio, deben estar cargadosde actividad-. El cuerpo, que obligatoriamente debaser corregido, sera sealado, desde entonces, comoculpable y se convertira en objeto del autodesprecio.

    De esta manera se fue entronizando -en Occi-

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    dente- la pedagoga de la obediencia acrtica y delautodesprecio. A partir de la primitiva costumbre, he-redada de la cultura juda de recitar oraciones a deter-minadas horas del da, se estableceran, desde el sigloVI en el mundo cristiano Las reglas de san Benito-padre fundador de las ordenes monsticas- que se-alaran toda la vida espiritual y material de los mon-jes: vigilia, actividades laborales, oraciones diurnas ynocturnas, en fin la llamada Liturgia de las horas queestablecera, mediante una pormenorizada fragmen-tacin del tiempo, las reglas disciplinarias de sus que-haceres cotidianos, distribuidos en el ora -tiempo dela oracin y el rezo-, labora -tiempo de trabajo- y lectio-tiempo para el estudio y la lectura-. Detallada distri-bucin de las horas -Laudes, prima, tercia, sexta, nona,vsperas y completas- con sus obligaciones insoslayables,la sumisin total a las jerarquas y las mortificacionescorporales que impona la orden. Se pretenda, me-diante esta rigurosa normatividad, la santificacin delda y de los esfuerzos humanos, como expresin degratitud y compromiso con Dios.

    Los monasterios benedictinos se convirtieron,gracias precisamente al aislamiento y la clausura, du-rante gran parte de la Edad Media, en los fundamen-tales espacios para la formacin de los sujetos some-tidos, conforme al ideal del rigor sobre el cuerpo ysobre los comportamientos. Adicionalmente es vli-do recordar que estos monasterios fueron, durante

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    dicha poca, los centros de preservacin de la culturaespiritual y material de Occidente. En ellos se con-serv la herencia intelectual de Grecia y Roma, seestimularon las artes y se foment la educacin, ini-cialmente desde las escuelas monacales, episcopalesy catedralicias y ms tarde, hacia el siglo XII, al pro-piciar la aparicin de las universidades.

    Dando un salto histrico en nuestro rastreo dela pedagoga del autodesprecio, encontramos en elsiglo XVI a Ignacio de Loyola, quien con sus Ejerci-cios espirituales, complementara tan rigurosa concep-cin, exigiendo a los cristianos actitudes y comporta-mientos desproporcionadamente austeros y humillan-tes. En el punto 58 de su escrito dice: mirar quien soy yodisminuyndome(...) mirar toda mi corrupcin y fealdad cor-poral, mirarme como una llaga y postema, de donde han salidotantos pecados y tantas maldades y ponzoa tan tupida()mirar mi iniquidad y orar. Tambin establece [ punto78]: No querer pensar en cosas de placer ni alegra () tenerdelante de m dolor y sentir pena, trayendo ms en memoria lamuerte, el juicio (); no rer ni decir cosa motivo de risa ()[85] Castigar la carne dndole dolor sensible, el cual se datrayendo cilicios o sogas o barras de hierro sobre las carnes,flagelndose o llagndose, y otras maneras de asperezas. Es-tas torturas y este autodesprecio se asumiran, supues-tamente, para alcanzar la santidad y Todo para mayorgloria de Dios. No en vano la orden religiosa de losJesuitas se presenta como una Compaa de corte cas-

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    trense: Ignacio de Loyola, su fundador, fue militar.El jesuitismo constituira la corriente del pensa-

    miento religioso encargada de fundamentar la luchacontra La Reforma protestante y el Luteranismo, prin-cipalmente en Espaa. La Compaa de Jess, fue ba-luarte doctrinario, cultural y educativo de laContrarreforma durante los siglos XVI, XVII yXVIII, tanto en Europa como en Amrica.

    Ya hacia la poca de la revolucin industrial, en-tre 1651 y 1719 vivi Juan Bautista de La Salle -procla-mado por algunos sectores como padre de la peda-goga contempornea-. La Salle escribi el Tratado delas obligaciones de los hermanos de las Escuelas Cristianas, enel cual, dando continuidad a esa pedagoga del rigorheredada de los monasterios, establece la meticulosidady la permanente observacin para encauzar la conduc-ta. Los escolares deben ser reducidos a espacios celu-lares, se les ensear la simplicidad, la humildad y laobediencia como principales virtudes. El tiempo de-bera ser rigurosamente empleado, a fin de que se hi-ciera lo mismo, al mismo tiempo, por parte de todoslos aprendices. Se introduce la campana y el silbatopara lograr estos ritmos y cronosistemas.

    La educacin cristiana de la juventud, segn LaSalle, deba basarse en el cultivo de la fe, la piedad, laobediencia y la mortificacin del cuerpo. A todas es-tas condiciones se agregara el empleo del tiempo,lo que le llev a establecer las escuelas tcnicas, diri-

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    gidas especialmente hacia los sectores populares, conel propsito de encauzar las habilidades mecnicas,para el mejoramiento de la productividad en las em-presas. Utilidad empresarial ms moral cristiana, se-ra la frmula para lograr los sujetos sometidos.

    Como lo hemos establecido, eran los comienzosde la revolucin industrial y la Iglesia simplemente sepona a tono con las exigencias del capital. La educa-cin popular sera enfocada hacia las tcnicas de pro-duccin, al fomento de las artes y oficios, para lo-grar individuos no slo sometidos, sino tiles y hbi-les.

    Como tema de reflexin vale la pena recordar quesegn el santoral catlico, la fiesta de Juan Bautista deLa Salle se celebra el 15 de mayo da del educador!

    Desde lo laboral y productivo

    Las relaciones laborales se organizan y articulansegn las pocas y los momentos de cada formacineconmico-social. En todo caso se busca garantizarla docilidad y la utilidad de los trabajadores. Por ellolas diversas frmulas de dominacin que imponenlos grupos hegemnicos, demandan un control quelleve al condicionamiento de los individuos y no soloa su opresin y explotacin, se les debe amoldar, ade-cuar a las necesidades de la produccin, sin que pro-testen.

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    El disciplinamiento de los trabajadores ha teni-do diversas frmulas, o expresiones histricas, las quesiempre persiguen mayor eficiencia laboral y un pti-mo control sobre los cuerpos, ya fuese mediante ex-presiones abiertamente crueles y despiadadas o apli-cando acciones de convencimiento y contemporiza-cin. Algunos de estos mecanismos y recursos hansido:

    La esclavitud consiste en la apropiacin totaldel ser humano para fines productivos.La domesticidad se refiere al dominio cons-tante y global sobre los cuerpos.El ascetismo y la vida monstica buscaba msel renunciamiento que la utilidad prctica.El vasallaje y la servidumbre se definen comosumisin codificada, gestual y ritual.La proletarizacin es una relacin contractuallibre, pero que implica obligaciones tempora-les y espaciales por parte de los subalternos.La necesidad de imponer la docilidad til, per-

    feccionara el trabajo sobre el cuerpo, las pedagogaspara la obediencia en muchas ocasiones suavizara laspolticas de coercin para lograr los comportamien-tos deseados, por parte de los sujetos sometidos.

    Se busc entonces establecer instituciones dis-ciplinarias que garantizaran dicho control y que ac-tuaran en el universo de las cosas pequeas, incor-porando polticas cotidianas del detalle. Esto se lo-

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    gr en talleres, fbricas, conventos, cuarteles y escue-las, donde se introdujo una novedosa economa deltiempo: Se regularon las entradas, las salidas, se fija-ron ritmos y ciclos de repeticin, rutinas. Se estable-ci as la dictadura del reloj. Habra, desde luego, comocorrelato a este control, vigilancia y castigo, para lo-grar la docilidad til exigida por la productividad.

    Poder y espacio

    La microfsica del poder se expresa de mltiplesmaneras. Una es la vocacin aislacionista. As como elhombre religioso anhela vivir en un espacio sagrado,moverse en un mundo santificado y busca, pretendeestablecer dicho lugar, un territorio que deje afuera elmal, el pecado y la tentacin, un territorio sagrado,entonces, ese microcosmos debe ser creadoartificialmente como un mundo propio, como un lugaraparte; de ah proviene la necesidad que tiene el po-der de segmentar el espacio, de establecer lugares aparte.

    El convento, el monasterio, el internado, el cuar-tel. Pero tambin el asilo, el hospital, el taller, la fabri-ca, la escuela, son esos mundos aparte. El rgimen declausura, religiosa o punitiva, el encarcelamiento, ascomo el rgimen de aislamiento para la productivi-dad, constituyen fundamento de esta microfsica delpoder espacial.

    Se segmenta tambin el espacio til, -el taller, la

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    fbrica, la empresa-. La escuela es ante todo un sitio,un espacio privilegiado donde se trafica -se transmi-te- el saber, -all no se produce ni se realiza, slo setrafica el saber-.

    El aislamiento espacial reclama el rigor sobre losindividuos, por eso se definen los lugares tambindesde una precisin topogrfica. Espacios adminis-trativos, fiscales, de vigilancia, polticos, militares, te-raputicos, espacios productivos -con sus puestos oceldas de trabajo-, espacios de aprendizaje, de recreoy diversin y hasta espacios para el amor -residenciasy moteles-. En todo caso hablamos de un rigor paraaislar y localizar al individuo.

    Desde la perspectiva platnico-cristiana el ser hu-mano vive en un mundo falso, en una pseudo-reali-dad. Hay que traspasar este mundo ficticio, este vallede lgrimas, hacia el ms all, o hacia el mundo de lasideas, de la perfeccin. Se hace necesario, entonces,el conocimiento, el saber o la oracin y el mejor es-pacio para alcanzarlos es el internado, lugar aparte, quepermite -por su rigurosidad- acercarse a la verdade-ra existencia.

    Como lo analizara Jaume Trilla (1993, 177-203),se fue imponiendo, en materia educativa y pedaggica,el paradigma aislacionista, con instituciones educati-vas que parecen estar por fuera de la realidad. Extra-as utopas que deben funcionar, adems, como ucronas,-es decir sin lugar y sin tiempo-. Ya sea que miren hacia el

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    pasado, -como lo mostr Hermann Hesse en su nove-la autobiogrfica, Bajo las ruedas, o Peter Weir en la pe-lcula La sociedad de los poetas muertos- para imponer unaidealizada visin del pretrito, asumido como un frus-trado proyecto de la vida corriente, que solamentepodra alcanzarse por el aislamiento y el encierro, ocomo una propuesta del retorno a la naturaleza, albuen salvaje, como se expresa en El Emilio de JeanJacques Rousseau, que en todo caso responsabiliza dela decadencia social a la cultura. El paradigma aislacio-nista tambin se logra -dice Trilla-, con mirada de fu-turo, como fue diseado y organizado en la propuestade A. S. Neill del internado de Summerhill, institucinno marginal sino elitista, que ha asumido tambin, elsupuesto valor progresista de ver la vida escolar comouna isla, un mundillo sin contactos con una realidadsocial, que tericamente se rechaza.

    Poder y tiempo -El rigor del reloj-

    La racionalizacin del tiempo hace parte de lamicrofsica del poder. El rigor cronolgico es unacontinuidad de la liturgia de las horas. Se trata de es-tablecer rituales meticulosamente repetitivos de ma-nera cotidiana, de crear cronosistemas que permitanformar esos esclavos del tiempo que tanta presen-cia tienen en el mundo contemporneo.

    Seales, silbatos, campanas, voces de mando, van

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    estableciendo la fracturacin del tiempo y convirtien-do los cuerpos en mquinas que garantizan, en lti-ma instancia, una mayor rapidez o una mayor eficien-cia, conforme a las exigencias de la produccin.

    Inicialmente esta fragmentacin fijara la exis-tencia de un tiempo sagrado y de un tiempo profano-como tan detalladamente lo estudiara Mircea Eliade(1992, 25-100)-. El tiempo de la creacin y el tiempocorriente. El tiempo sagrado poda ser recordado,reinstalado en las fiestas, en el domingo, como Dadel Seor. Esta hierofana o aparicin de lo sagradoen la cotidianidad, sera secularizada mediante la di-visin del tiempo ocupado-productivo, y el tiempolibre o de vacaciones, con que se segmenta la vida delos trabajadores. Asimismo el individuo escolarizadotendra el tiempo del aula y el tiempo del recreo. Entodo caso se pas a dar ms importancia al tiempodedicado al trabajo, a las labores productivas, que altiempo del ocio y del disfrute. Se fue instalando as,en la conciencia de una poca, la naciente filosofadel The time is money.

    El ocio, la pereza, la vagancia, seran profusamenteperseguidos, mientras se alababa la laboriosidad y laentrega a la productividad. Sealamiento y condena ala desocupacin, que se efectuara no slo durante elproceso de gnesis del capital, con sus, razias y maltra-tos dirigidos a los campesinos despojados de sus tie-rras y empujados a la vagancia por el mismo capital

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    que simultneamente los reclama como ejercito dereserva laboral. Persecucin y exclusin que se per-peta, que contina hoy vigente en los imaginarioscolectivos, en el rechazo general a los desempleados, alos inmigrantes, a los desplazados, a los refugiados y alos marginados de los procesos productivos.

    En todo caso, las sociedades tecno-cientficas dehoy han incorporado en el ordenamiento de la vidalaboral, econmica y educativa contempornea,exitosamente, las viejas tcnicas, cronologas e ideo-logas, nacidas en los monasterios, conventos y aba-das, como lo ha analizado Michael Foucault en mu-chas de sus obras, particularmente en Vigilar y casti-gar. Debemos entender, como explica Cioran, que annos acompaa la sombra de los monasterios, la sordatristeza y el vaco de la Edad Media y que en Occi-dente todos seguimos llevando un claustro en el alma.

    De la disciplina a la regulacin

    Sabemos por Foucault que durante los siglosXVII y XVIII aparecieron las tcnicas de poder cen-tradas esencialmente en el cuerpo individual: proce-dimientos que se aplican al control, a la postura y a ladistribucin espacial de dichos cuerpos, para garanti-zar eficazmente el mejoramiento de la fuerza til-ejercicios, amaestramiento, disciplina-, lo cual eraacompaado de tcnicas de racionalizacin y econo-

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    ma -vigilancia, planeacin, inspeccin, jerarquas- quebuscaban incrementar la productividad. Luego ven-dran otras tcnicas, dirigidas no slo a los cuerposindividuales, sino a la vida entera de los hombres.

    Ya no se tratara de un poder individualizante,sino masificante. Control sobre procesos como losnacimientos, las enfermedades, las muertes. Todo, in-sistentemente, con miras a mejorar la produccin. Asse pas de la anatomo-poltica, a la ms sutil y despiadadabio-poltica.

    Las tcnicas del poder primero se centraron enlos cuerpos individuales, pero luego se aplicaron a laespecie, a la masa global de los seres humanos. En lasactuales sociedades de normalizacin, las reglas dis-ciplinarias y las de regulacin, se entrecruzan y secomplementan. En todo caso se persigue, tanto elmejoramiento de la sociedad, como el incremento dela eficacia y del rendimiento productivo.

    Durante la Edad Media la purificacin del gru-po social establecido se garantizaba, adems, por laexclusin y la segregacin de los contaminados yanormales (Foucault 2.000) -leprosos, locos, bru-jas, enfermos y apstatas-. Esta poltica ha tenido con-tinuidad y vigencia; hoy se excluye y persigue a otrotipo de anormales -drogadictos, alcohlicos,indigentes, vagabundos, pobres, refugiados einmigrantes-, pero la intencin es la misma.

    La expulsin, el rechazo, la descalificacin, el

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    apartamiento, la marginalidad, tambin ahora com-plementan el poder de regulacin. El racismo no essolo odio, rechazo o desprecio a otros, tampoco esuna simple ideologa centrada en las mentiras de ungrupo lite; hace parte de las tecnologas del poder,de las tecnologas de la regulacin poblacional, sufuncin es fragmentar, hacer cortes, limpiar, su-puestamente para mejorar la vida; se mata al anor-mal, al degenerado, al inferior, como una funcindel bio-poder.

    El nazismo no es sino el desarrollo hasta el pa-roxismo de los nuevos mecanismos de poder que sehaban puesto en juego desde el siglo XVIII. No hayEstado ms disciplinario, por supuesto, que el rgi-men nazi; pero tampoco hay Estado donde las regu-laciones biolgicas se asuman de una manera msestricta y ms insistente -Foucault-.

    Desde finales del siglo XVIII hay un saber diri-gido al control sobre procesos poblacionales: La hi-giene pblica, el empleo de estadsticas, lamedicalizacin de la poblacin, la demografa y la in-tervencin sobre fenmenos globales como la nata-lidad. En la poca de la industrializacin, la bio-polticase interes en crear instituciones que contrarrestaranlos accidentes y las enfermedades, organismosasistenciales, de seguros, de ahorros, de seguridad.

    Hemos visto que las disciplinas tenan que vercon el individuo, las nuevas tecnologas, con el cuerpo

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    mltiple de la sociedad, con la poblacin. Ahora setrata de mecanismos reguladores para maximizar lasfuerzas. Ya no de individuos en detalle, sino de pobla-ciones regularizadas, mediante el fichamiento, la higie-ne pblica, la salubridad, el control de la sexualidad, dela natalidad, la muerte administrada y, algo novedoso,la pedagogizacin general del mundo de la vida.

    Hoy el control total sobre la vida -sealaFoucault- implica no slo matar, sino dejar vivir. Noslo la amenaza del cataclismo nuclear y la barbarieecolgica, sino, paradjicamente, los procesos de unreal o supuesto, mejoramiento de la vida -el controlde la natalidad, la eugenesia, la ingeniera gentica, laclonacin, las manipulaciones del genoma humano-,adems, el social-darwinismo, los etnocidios, el racis-mo, la xenofobia y la pretendida proteccin universalpor parte de las potencias militares e industriales quese abrogan el derecho de constituirse en gendarmesy carceleros internacionales.

    Otras formas de control y tutelaje menos suti-les, ms despticas y terribles, estn presentes en loscampos de concentracin y de reeducacin, impues-tas a poblaciones enteras por la fuerza de las armas.Por supuesto, est tambin la hegemona cultural lapromocin de la ms generalizada mediocridad inte-lectual que se extasa en el quehacer de las empresasde entretenimiento y en la farndula. Empresas quese sustentan en la permanente actividad de unos me-

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    dios de comunicacin, puestos al servicio de esamicrofsica del poder.

    El control del individuo y el control de lasmasas

    En los comienzos del modo de produccin ca-pitalista los obreros tenan an un control sobre losproductos, porque dominaban un saber hacer, porello posean todava alguna autonoma sobre la direc-cin y regulacin de los procesos laborales -tiempos,ritmos, volmenes-. Con la intensificacin de la me-canizacin de la produccin -particularmente con larevolucin industrial- se fue alcanzando una especiede racionalizacin cientfica del trabajo, que bus-cara eliminar el ocio y la vagancia.

    A fines del siglo XIX y comienzos del XX, seconsolidara este proceso que vena forjndose des-de los comienzos del modo de produccin capitalis-ta. El fordismo, y particularmente el taylorismo, se-ran las expresiones ms claras de la dominacin so-cial, de esa microfsica del poder, sustentada en unaracionalizacin cientfica del manejo de los espa-cios y del tiempo en las actividades laborales.

    Robert Taylor establece, en los comienzos delsiglo XX, La direccin cientfica de las empresas lograndoseparar la planeacin de la ejecucin de las tareas, enbusca de mayor rendimiento, rentabilidad, eficiencia

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    y eficacia, en las tropas de obreros concentrados enlas fbricas de automotores.

    Henry Ford introduce en su fabrica de autom-viles, la cadena de montaje o cadena de produccin, despla-zando las formas artesanales y logrando con ello lamaduracin de la produccin industrial, pero provo-cando, por las infernales rutinas, por los endiabladosritmos, una mayor alienacin en los trabajadores,como lo denunciara Charles Chaplin en la pelculaTiempos modernos. Esta forma, estos ritmos modernosde produccin y productividad, llevaran al fin delobrero dueo de un saber artesanal.

    El caso es que la introduccin del modelo Taylor-fordista de organizacin del trabajo signific, no slola obtencin de mayores inventarios y el mejoramientode la produccin y la productividad, sino un conjun-to de fenmenos que llevaran a alterar la concienciay la personalidad de los trabajadores: Desaparece todoasomo de autonoma y se incrementa la tensin y laangustia laboral, debido a la mayor divisin del traba-jo y al hecho de que estos se vuelven segmentados yrepetitivos. Al instaurarse una organizacin laboralcentralizada y jerarquizada con un control pormeno-rizado de los movimientos y de los tiempos, se pro-duce una mayor alienacin de los trabajadores, perotambin mayores posibilidades de concientizacin, desolidaridad y de organizacin.

    Para decirlo de la manera ms sencilla, la

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    masificacin de la produccin llev, obviamente, alincremento de los productos, de las mercancas, locual cre la necesidad de aumentar el consumo. Perolos asalariados no tenan cmo comprar, cmo con-sumir. Se produjo entonces una gran resistencia obre-ra, una serie de oleadas huelgusticas y finalmente lagran crisis que desemboc en el crack de 1929.

    Se tenan que redefinir, por lo tanto, las relacio-nes entre oferta y demanda y un nuevo modelo deregulacin contra las posibilidades de autonoma po-ltica de los trabajadores. Se abre as la poca llamadadel New deal de Roosevelt, del keynesianismo, el de-nominado Estado de bienestar. Se institucionalizan lossindicatos y surgen los contratos colectivos.

    En resumen, podemos afirmar que el Estado debienestar significara:1. La aparicin de relaciones laborales contractuales

    a largo plazo.2. Mejoramiento salarial para las masas de obreros y

    empleados3. Institucionalizacin del rgimen prestacional que

    inclua subsidios, seguridad social, educacin, re-creacin y otros beneficios extralegales.

    4. Establecimiento de polticas estatales de bienestarsocial.

    5. Mayor control social por parte de los patronos yde los organismos estatales.

    Entre los aos treinta y los sesenta del siglo XX,

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    merced a este tipo de satisfacciones, y como comple-mento, se buscara eliminar las resistencias e integrarplenamente los trabajadores a las empresas, median-te el incremento real de los sueldos y salarios, peroaplicando sobre ellos un rgimen panptico de con-trol. En todo caso las polticas de bienestar no res-pondan a un prurito de justicia distributiva, sino aun mecanismo de seguridad del propio sistema libe-ral, que se resume en la propuesta de otorgar liberta-des pero con limitaciones y vigilancia.

    Paternalismo ms represin sera la frmula. Setrataba de destruir la cultura obrera de extramuros,de impedir la conciencia de clase y la organizacinpoltica de los obreros, integrando totalmente los ope-rarios a sus empresas, abarcando hasta sus horas li-bres. Entonces se proyecta una gran minuciosidaddisciplinaria sobre la vida familiar y social de los tra-bajadores, controlando sus vidas, direccionando susconvicciones y en general manipulndolos. Ahora noslo la Iglesia, sino el propio Estado y las empresas,intervienen en el diseo de las pormenorizadas pol-ticas del cuerpo, incluso en la vigilancia sobre las in-clinaciones y los gustos sexuales, en el control al con-sumo de bebidas alcohlicas y en otras decisiones ycomportamientos de los trabajadores.

    De sindicatos de oficios, se pasa a establecer sin-dicatos de industria (masificados), aparece el obrerocolectivo (que poda parar la cadena de produccin).

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    Para regular el conflicto se da la negociacin comoun acuerdo entre iguales.

    El establecimiento de los contratos colectivosde trabajo conducira a la paz laboral, bajo el llamadoEstado de bienestar, lo que significara estabilidad labo-ral, representada en contratos a largo plazo, mejoressalarios, jornadas estables -que incluan el pago dehoras extras-, seguridad social, condiciones idneasde trabajo, y por ende tranquilidad psicolgica y espi-ritual. As se disminuiran las huelgas y se garantiza-ra la tranquilidad poltica del sistema.

    Sera la poca de fortalecimiento del corporati-vismo, esto es, de la estrechez de miras en las luchassindicales y gremiales, ya no se organizaran los tra-bajadores alrededor de sus intereses emancipatorios,ni de la utopa socialista o libertaria, sino, en torno alas ms pragmticas necesidades de momento; a loque tan apropiadamente denominara Rudolf Bahro(1980, 263-314) los intereses compensatorios: el ansiacompulsiva de poseer, de usar, de consumir; esa in-saciabilidad que caracteriza a los consumidores de lascontemporneas sociedades del capitalismo tardo. Pa-radjica situacin generadora de subalternidad, deangustia y de zozobra, que se extendera durante todoel siglo XX, hasta el presente.

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    Crisis del modelo fordista y keynesiano

    La propia estructura del funcionamiento capita-lista lleva insertas las crisis. Desde los aos setentavivimos un violento reacomodamiento del capitalis-mo. Hoy no se acepta la regulacin de la economapor parte del Estado, sobre todo para los pasesperifricos, porque supuestamente distorsiona elmercado. Aparece la concepcin neoliberal impuestapor las grandes multinacionales y por el capital inter-nacional. El discurso neoliberal privilegia la contra-tacin individual -no la colectiva- porque, segn sucredo, no se puede perjudicar a las empresas. Pocoimporta la incertidumbre y la inseguridad de los tra-bajadores.

    Hay un nuevo modelo de acumulacin capitalis-ta basado en los supuestos de la competitividad in-ternacional y el mejoramiento de la productividad-debido principalmente a los enormes desarrolloscientficos y tecnolgicos-. La actual revolucin cien-tfico-tcnica, difiere de la revolucin industrial, por-que incorpora no slo nuevas materias primas (tantonaturales como sintticas), sino nuevas maquinariasy nuevas funciones cerebrales por parte de los traba-jadores que tienen que vrselas con un cmulo denuevas posibilidades de produccin -miniaturizacin,ciberntica, robtica, telemtica, biotcnica- que enltima instancia significan el desplazamiento de las

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    tareas repetitivas y fragmentarias del modelo fordistay taylorista, por una nueva inteligencia de la produc-tividad.

    Los organismos financieros internacionales im-pulsan -para los pases dependientes que buscan aper-tura a la competencia internacional- polticas de ajus-te estructural a la economa global. Entonces se pro-pone desde el recetario neoliberal:1. Reduccin del gasto pblico -en especial del gas-

    to social-.2. Eliminacin del papel regulador del Estado.3. Reduccin de los costos laborales. Desaparicin

    de los contratos colectivos.4. Desestatizacin de las empresas y servicios pbli-

    cos. Fomento de las privatizaciones.5. Adecuacin de las estructuras productivas a los

    intereses del mercado.La reconversin industrial lleva, en este orden

    de ideas, al ahorro de mano de obra e impone cam-bios en el ordenamiento jurdico-laboral lo que, porsupuesto, se refleja tambin en lo poltico-pedaggi-co.

    Los factores tecnolgicos originan la necesidadde readaptacin, no slo en trminos organizativos,sino sociales y educativos. Cuando aparece el discur-so de la llamada flexibilizacin laboral, aparece tambinel de la adecuacin de la pedagoga a dicha flexibi-lizacin.

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    Se plantea la necesidad de formar, desde las aulas,trabajadores competitivos y polifuncionales, que aban-donen toda perspectiva de obtener contratos estables,que renuncien a la estabilidad y a la seguridad social,pero que persistan en el anhelo de incrementar el con-sumo y de asumir la bsqueda de los conocimientoscomo principio rector de toda competencia.

    La reorganizacin capitalista

    Esta poca de subsuncin real del trabajo al ca-pital, por el desarrollo cientfico y tecnolgico, cen-trado en el mejoramiento de los procesos producti-vos en detrimento de los seres humanos, ha llevado,claro, al incremento de la produccin y la productivi-dad, pero tambin a la angustia y a la incertidumbregeneral. La flexibilidad laboral significa mayor extrac-cin de plusvala absoluta e inestabilidad social y psi-colgica para las grandes mayoras.

    La nueva base tcnico-cientfica provoca un altorendimiento en la productividad del trabajo y por endeincremento en las tasas de plusvala, tanto por el aba-ratamiento de las materias primas, como por la re-duccin real de los salarios y de los puestos de traba-jo, en especial en los pases subdesarrollados.

    En los aspectos sociales y econmicos, est des-apareciendo el Estado, sustituido por las empresas,muchas de ellas multinacionales, que buscan solamen-

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    te aumentar la productividad y las ganancias redu-ciendo costos laborales, mediante la implementacinde maquilas -es decir concentracin de trabajadores,para labores intensivas a pagos baratos y sin garan-tas prestacionales ni seguridad social-, principalmenteen los pases del Tercer Mundo, las subcontrataciones,los trabajos parciales y temporales y el trabajo de laspoblaciones ms subordinadas a quienes no se les re-conocen los salarios socialmente establecidos, comoa las minoras tnicas, a las mujeres, a los inmigrantesy a los desplazados.

    La precarizacin de la fuerza de trabajo, a la vezque seala nuevas formas de control social, una ma-yor segmentacin laboral, bajos ingresos para ampliossectores poblacionales, promueven, por otra parte, laexclusin, el racismo y la xenofobia, es decir, el de-rrumbe de las garantas sociales, los derechos colec-tivos, culturales y de las libertades individuales. Conello se abren las puertas al resurgimiento, o mejor, ala continuidad del darwinismo social y del fascismo.

    Ahora las empresas manejan una desregulacinde horarios, de salarios, de estabilidad y de seguridadsocial. Ya no hay contratos por tiempo indefinido,sino por medios tiempos, subcontrataciones, rde-nes de servicio, supernumerarios, jornadas flexiblesy otros adefesios contractuales. Pero, lo que s conti-na es el disciplinamiento y la regulacin generaliza-dos.

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    El socilogo norteamericano Richard Sennet ensu obra La corrosin del carcter (2000, 47-102), analizalas consecuencias que trae para la formacin tica delos seres humanos, poner el acento econmico en laflexibilidad laboral, ya que la incertidumbre, la caren-cia de bienestar y de seguridad social, cambian el sen-tido del trabajo y generan confusin, preocupacin yansiedad en los trabajadores. Si el carcter, -dice Sennet-se expresa por la lealtad y el compromiso mutuo(...) cmosostener la lealtad y el compromiso recproco en institucionesque estn en continua desintegracin o reorganizacin? Aspues, ms que abolir las rigideces y las reglas del pa-sado, el llamado nuevo orden laboral impone con-troles, ms sutiles e incomprensibles, pero ms dai-nos y alienantes, porque conducen, inexorablemen-te, a la desaparicin del individuo, convertido en hom-bre-masa, en marioneta del consumismo, sumido enuna generalizada mediocridad y en la azarosa neuro-sis que impone la ideologa de la movilidad perma-nente y de la competitividad.

    Para Sennet la vida til de los nuevos trabajado-res se est viendo cada vez ms reducida, llegandoincluso a slo la constituir la mitad de sus vidas bio-lgicas, ya que estos flexibles trabajadores tienen queabandonar sus actividades productivas tempranamen-te, no necesariamente debido al agotamiento o a laprdida de sus capacidades laborales, sino precisamen-te, por la despiadada competencia que convierte a los

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    mayores en asustados asalariados que se ven despla-zados por la juventud. La tasa de despidos para lostrabajadores entre los 40 y 50 aos de edad, se haincrementado ostensiblemente, porque la flexibili-dad es sinnimo de juventud y la rigidez es sinnimode vejez. Pero esta aparente sobrevaloracin de lajuventud no es ms que un generalizado prejuiciosocial que oculta el hecho de que en realidad es msfcil manejar trabajadores jvenes, ya que los traba-jadores mayores y con ms experiencia, tienden a serms crticos con sus superiores que los que estnempezando, tambin porque los trabajadores j-venes son ms tolerantes a la hora de aceptar rde-nes desacertadas. Adems, no hay que perder de vistaque bajo el capitalismo, desde siempre, ha persistidola relacin entre juventud y bajos salarios.

    La enorme presin que ejerce la edad, la disci-plina del tiempo y la competitividad entre los trabaja-dores, les produce ansiedad y angustia que se traduceen cambios psicolgicos y de comportamiento: seevita la vida en comunidad, no se estructuran colecti-vos basados en el apoyo y la solidaridad, se ve a losdems simplemente como contradictores yoponentes, no como eventuales colaboradores y ami-gos. En todo caso, estas juventudes presionadas ahacerse notar, establecen simulaciones y falsosprotagonismos para mostrarse poseedores de un sa-ber que, aunque lo consideran valioso, tambin sa-

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    ben que es fugaz y altamente prescindible, como ellosmismos.

    La adecuacin pedaggica bajo el nuevocapitalismo

    Asistimos al resurgimiento de un inusitado inte-rs por lo pedaggico y educativo: tecnlogos de lasentidades internacionales, burcratas de los organis-mos de gobierno, administradores del negocio de laeducacin, empresarios de universidades y otros per-sonajes de la vida pblica y privada, coinciden en se-alar que estamos viviendo la era de los conocimien-tos, la mejor poca para disear el desarrollo a partirde una eficiente aplicacin y endogenizacin de laciencia y la tecnologa, de unos saberes que circulanlibremente en las redes. Que todo lo que tenemosque hacer es adecuarnos, adaptarnos, a esta supuestasociedad del conocimiento. Ahora aprender es sinnimode acceder a la informacin que circula en elciberespacio y aplicar las tcnicas que se recomien-dan para los casos particulares que se afronten.

    Se trata, entonces, de sustituir la uniformidadmecnica de antao por la flexibilidad. Ya la educa-cin no consiste slo en el instruccionismo ni en latransmisin de unos saberes curricularizados, median-te el establecimiento de disciplinas corporales,cronosistemas y rutinas, sino en fijar una crono-psi-

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    cologa, una crono-biologa, basada en la utilizacinpedaggica de los conocimientos cientficos y tec-nolgicos, que estaran ah, -afirma la tecno-burocra-cia- para ser simplemente utilizados sin contrapres-taciones.

    Bajo las concepciones de las democracias libe-rales, desde mediados del siglo XIX se vena proyec-tando la masificacin de la escuela, el aumento de lascoberturas escolares. Hoy la vida entera pretende serescolarizada, sometida a las rutinas de la escuela, hayun nuevo orden del tiempo, nuevas condicionesde existencia, basadas en calendarios, horarios y ruti-nas. Todo esto ha llevado a que la escuela y el maes-tro carezcan de identidad propia; cualquier espaciopuede sustituir la escuela y cualquier individuo puedeimprovisarse como educador.

    Los ritmos psico-sociales de control poblacional,como expresin del bio-poder, definen la no limitacinde la educacin a los espacios y tiempos escolares,reclaman la escolarizacin de otros espacios y luga-res: la empresa, la casa, el caf internet, y otras insti-tuciones y establecimientos, hasta convertir todo elentorno humano en un universo pedagogizado.

    El mundo se ha convertido en aldea global, enescuela global, en control global. La pedagogizacinde otros mbitos y lugares define una nueva -y absur-da- concepcin de la modernidad. Se trata de unnuevo encuentro entre la educacin y la economa.

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    Ahora se debe reelaborar la concepcin de capitalhumano, proponiendo un mayor vnculo entre laescuela y la empresa. Ya no se busca la calificacinpersonal, sino formar trabajadores flexibles ypolivalentes; no tanto individuos dciles, sinoparticipativos pero no capacitados para una partici-pacin crtica o para la reflexin autnoma, sino dis-puestos a la participacin para la productividad, parala eficiencia empresarial.

    Se trata de formar gente que se considere inde-pendiente, competitiva, capaces de correr sus pro-pios riesgos, de habituarse a las incertidumbres delos mercados y que hagan negocios propios. Laeducacin de esta manera se integra al mercado deltrabajo. Se requieren unas nuevas competencias,conforme a estndares de calidad establecidos porlas entidades transnacionales y adoptados por las em-presas. El concepto de calidad educativa ha queda-do subsumido en la nocin de calidad industrial,de calidad en los procesos productivos y de conve-niencia pragmtica empresarial.

    Se nos habla, de que el conocimiento es el eje dela transformacin productiva, que debemos conec-tarnos con las redes del conocimiento, incorporar anuestra realidad pedaggica y social, la ciencia y latecnologa que nos ofrece esa Sociedad del conoci-miento, supuestamente neutral, pero que en reali-dad est sometida a los llamados centros de exce-

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    lencia de las grandes universidades y grupos de in-vestigacin, comprometidos y manejados por lastransnacionales.

    La escuela-empresa y la movilizacin total

    Hoy las empresas estn seriamente comprome-tidas con el desarrollo de la educacin, pero no deuna educacin para la autonoma, ni para la forma-cin integral de los seres humanos, sino una educa-cin para la adecuacin y calificacin del personal re-querido para sus procesos productivos y mercantilis-tas. Es tan serio este compromiso que incluso mu-chas de estas empresas tienen, ya no slo sus propiosinstitutos de formacin tcnica y ocupacional, sinoinstituciones de educacin superior ligadas a su ra-zn social. Es decir, las empresas no buscan exclusi-vamente mejorar el recurso humano, para garanti-zar en el corto plazo su desarrollo, sino que, dada lapermanente innovacin y sofisticacin de las tecno-logas, precisan ahora educar para la adaptacin a di-chos cambios y preparar su personal para las futurasdemandas de calificacin. Como la educacin formalque histricamente ha sido ofrecida por las institu-ciones pblicas o privadas, no garantiza estar al dacon los requerimientos y exigencias del desarrollocientfico y tecnolgico, surge la necesidad de que lasempresas intervengan directamente en la educacin

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    y asuman su administracin y manejo, para podermantener sus niveles de competitividad, ya sea crean-do sistemas de donaciones, becas, inversiones di-rectas, incubadoras empresariales, pasantas, etc., oestableciendo, como se ha dicho, sus propias institu-ciones educativas.

    Si bien es cierto las universidades siempre hanestado al servicio de los procesos productivos y de laeconoma en general, no se haba presentado antesun movimiento tan explcito de subordinacin y de-pendencia total. Los nexos universidad-empresa an-tao estaban determinados, principalmente, por loscontratos de investigacin, la prestacin de servicios,y la capacitacin, pero ahora lo que se presenta esuna fusin, llegando incluso a que grandes estableci-mientos y corporaciones industriales, comerciales ode servicios, tienen sus propias instituciones univer-sitarias, para el entrenamiento y capacitacin de susestudiantes-empleados.

    En este orden de ideas el concepto de mejora-miento de la calidad educativa se ve reducido, desdela ptica empresarial, a la adaptacin y establecimientode unos contenidos acadmicos acordes con las com-petencias ms significativas para el desarrollo em-presarial; las entidades prestamistas y auspiciadoras,terminan fijando los estndares de calidad y hastalas asignaturas y programas, segn su conveniencia, yde ello depende la asignacin de los recursos. As la

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    educacin como un derecho fundamental ha sido eli-minada, reducindose a un simple servicio, mane-jado, por supuesto, con criterios empresariales,gerenciales. Los patrones de rendimiento, eficienciay rentabilidad pasan a constituir los elementos clavespara la prestacin de dicho servicio, respondiendoa la lgica economicista del costo-beneficio y no a lasobligaciones y funciones de un Estado social de de-recho.

    La reingeniera, la instalacin de pequeas uni-dades de produccin especializadas y la reestructura-cin del llamado capital humano, ha convertido elsistema educativo en subsidiario de las empresas, delmercado y del complejo industrial-militarista que do-mina al mundo. Se ha creado una nueva cultura em-presarial-educativa, que busca formar el personal re-querido para moverse en un amplio espectro de po-sibilidades laborales, efmeras y precarias, sin seguri-dad social ni estabilidad, sin prestaciones, sin califica-cin duradera, pero eso s, competitivos, audaces yhbiles; carentes de sentimientos de solidaridad y deautonoma e inscritos en una mediana generalizada.

    La idea de una generalizada ilustracin de lossectores populares, como principal propuestaemancipadora, que manejara el viejo liberalismo, haentrado en decadencia, como lo ha precisado el pro-fesor Jorge Gantiva Silva (1999): El concepto de la demo-cracia liberal moderna consistente en garantizar la cobertura

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    educativa, universal y gratuita para todos, ha sido incumplidohistricamente. Bajo la receta de la banca mundial, la ya men-guada y reducida educacin pblica es objeto de un recambioinstitucional, financiero y pedaggico al amparo de ladesregulacin, la privatizacin y la flexibilizacin. El rumbode la poltica educativa internacional conduce aldesmantelamiento de la escuela pblica y con ello toma cuerpoun sistema de segregacin y estratificacin social discriminatorio,el cual lesiona severamente el derecho fundamental a la educa-cin.

    El papel actual de la escuela en la microfsica delpoder es reducido. La nueva relacin escuela-mundolaboral, debido a la globalizacin, a los cambios tecno-lgicos, al poder de las armas y a esa nueva y tenden-ciosa psicologa que imponen los tiempos modernos,manipulada por los centros de poder y los mal llama-dos medios de comunicacin, conduce irremediable-mente a la movilizacin total, esto es, a una total identi-dad y unidad de accin entre los gobernantes y suspueblos, a un enrolamiento generalizado del puebloen servicio de los intereses y del engranaje estatal-em-presarial.

    Para cumplir estos requerimientos del poder, sepas del abnegado maestro apstol -disciplinadol pero a la vez disciplinante y disciplinador- y de losanimadores del tiempo y los espacios escolares, al bio-maestro, al maestro regularizador que puede ser cual-quiera, que no reclama una especfica formacin pe-

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    daggica y profesional, pero que debe estar someti-do a los cdigos empresariales de eficiencia y renta-bilidad y a los nuevos patrones de domesticidad la-boral. Se trata de los administradores de unoscurrculos que son pensados e impuestos, de manerauniforme, por los tecnlogos de las empresas multi-nacionales y por los llamados centros de excelen-cia de esa sociedad del conocimiento que promueve elcapitalismo tardo.

    Este tutelaje organizativo, este proyecto de con-duccin total, nos permite sentir que los principiosestablecidos en los campos de concentracin tienenentera vigencia, que Auschwitz no fue una situacinpasajera, transitoria y excepcional, sino un proyectode supresin permanente de la libertad, bajo poderesimperiales que quisieran fragmentar el mundo enteroen campos de concentracin y de exterminio, conindividuos totalmente sometidos a los caprichos desus verdugos.

    Distribuidos hoy entre gente servible e inservi-ble, asistimos a la universalizacin del espritu em-presarial de Auschwitz -la enorme fbrica de muerteque instaur el nazismo-. Desarraigo, subalternidadabsoluta, deportaciones, exclusin, incremento dezonas tuguriales, marginalidad y aniquilamiento de unlado, y presuncin de superioridad intelectual, cultu-ral, racial, imperial, del otro. La piedra angular de lasnuevas prcticas pedaggicas y de direccin empre-

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    sarial, es la formacin de seres humanos recluidos,concentrados, estatuidos segn los lineamientos im-periales y procurando solamente cumplir con losmodelos y estndares de vida que les son impuestos.Habitantes de un mundo feliz, cmodos, tranquilos,sometidos, serenos, mansos, flexibles, pero profun-damente manipulados, hasta en la elaboracin de susms ntimos deseos.

    El sistema pedaggico-social basado en los cam-pos de concentracin y de exterminio se ha venidoperfeccionando despus de la cada del nacional-so-cialismo. Podemos afirmar que Auschwitz ha tenidocontinuidad y permanencia, que se ha mejorado, tan-to bajo el capitalismo tardo, como en el llamado so-cialismo real sovitico, que incorpor -con las pur-gas polticas, la psiquiatra represiva y los campos deexterminio- nuevos modelos de control social y otrasformas de horror y de barbarie, a la historia universalde la infamia. Imre Kertsz (2002, 61-62) escribi queel escenario numero uno del holocausto, Auschwitz, se convir-ti para todos los tiempos en el nombre colectivo de los camposnazis, aunque funcionaran otros cientos de campos y aunquesepamos que en el propio Auschwitz fueron recluidos y exter-minados decenas de miles de personas no judas. Igualmentees cierto, aunque las motivaciones y formas de ex-presin del poder y del horror fuesen distintos, queel Archipilago Gulag de los soviticos es su equiva-lente, como lo viene siendo el campo de prisioneros

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    de Guantnamo, para la actual administracin norte-americana. Cumplen funciones semejantes: aniquila-cin del individuo y reduccin del ser humano a sunuda vida. Como lo ha dicho Kertsz (Ibid): podemosdefinir como rasgo ms caracterstico del siglo XX precisamen-te el haber barrido de manera completa a la persona y a lapersonalidad ()

    El proyecto de Auschwitz tiene futuro y no sloen los campos de concentracin y de exterminio, oen los sucedneos campos de reeducacin. Esta pro-puesta nacida en las entraas de los regmenes colo-nialistas y racistas, hoy se est universalizando, bajoel amparo de la regulacin poblacional, la pedagogiza-cin del mundo de la vida, la conversin de las em-presas en escuelas y viceversa; el uniformismo grega-rio que impulsa el nuevo orden mundial, la nuevaadministracin empresarial de las sociedades y las msdiversas formulas ensayadas por el bio-poder con sustecnologas de la muerte, la homogeneidad cultural ylos Estados carcelarios.

    La pedagoga de la exclusin y del olvido

    En trminos generales los actuales Estados fun-cionan como enormes panpticos que buscan dispo-ner siempre de los individuos. Estos son observados,fichados, reseados y permanentemente ubicados. Losbancos de datos, las instituciones de seguridad, las agen-

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    cias de informacin, las centrales de inteligencia, dancuenta pormenorizada de las personas, convirtiendosus vidas privadas en asuntos de dominio pblico. Lasformas de control de la biopoltica moderna, compren-den adems de los nmeros oficiales de identificacinpersonal, los empadronamientos, los censospoblacionales, los fichamientos mdicos, de seguridadsocial, los retenes y requisas policivas, los informes deestados financieros, las declaraciones de renta y patri-monio, las grabaciones y filmaciones en video en lasterminales de transporte, en los aeropuertos, en lascalles, en los establecimientos pblicos y privados, enlos bancos, en los centros comerciales, en las empresasy en las instituciones educativas y por supuesto la de-teccin satelital que apoya las acciones del mayor im-perio carcelario del mundo. Calculadamente el bio-po-der establece, en esta especie de gueto o de campo deconcentracin universal, no slo los cronosistemas yrutinas de la gente, sino su total transparencia y desnu-dez, hasta conseguir la ms extrema reduccin de losindividuos a la condicin de rebaos, de animales, conel propsito de lograr un detallado control sobre susactividades, sus comportamientos y sus vidas.

    Adems del violento disciplinamiento, de la coer-cin social estatuida y del control externo estableci-do histricamente por los aparatos represivos delEstado, se han ido instalando otras polticas del cuer-po y otras formas de control y de regulacin ms su-

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    tiles, ntimas e interiorizadas que se remiten alautodisciplinamiento de los sujetos sometidos.

    Los Estados contemporneos tienen como prin-cipal funcin, segn lo investig Foucault, tomar acargo la vida entera, ya sea para cuidarla, fomentarla,regularla, controlarla, o para eliminarla. Lo que ante-riormente constitua una excepcionalidad, se ha con-vertido en regla. Ahora no se trata de una rupturadel orden establecido, de un estado de excepcin,sino de las ms aterradoras prcticas cotidianas delpoder.

    En los campos de concentracin y de extermi-nio erigidos por los nazis se estableci la epifana deeste nuevo orden mundial. Toda esta regulacinpoblacional, esta bio-poltica que pretende reducir elser humano a su mera animalidad, a la nuda vida,tiene su origen en las prcticas efectuadas en los cam-pos de concentracin. Giorgio Agamben (2003, 151-230) ha dicho que es importante comprender que laspolticas de exterminio contra los judos, los gitanos,otras culturas y etnias o contra los comunistas, porparte de los nazis, deben ser inscritas dentro de losmecanismos de la bio-poltica moderna, sin caer en losencubrimientos o enmascaramientos conceptuales: Elhaber pretendido restituir al exterminio de los judos un aurasacrificial mediante el trmino holocausto es una irresponsableceguera historiogrfica() debemos tener el valor de no cubrircon velos sacrificiales, el que los judos no fueron exterminados

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    en el transcurso de un delirante y gigantesco holocausto sino,literalmente, tal como Hitler haba anunciado, como piojos,es decir, como nuda vida(...) La dimensin en que el extermi-nio tuvo lugar no es la religin ni el derecho, sino la bio-polti-ca.

    Todo comenz por las razones humanitariascon que present el rgimen nazi la aplicacin de unextenso programa de eutanasia social que se estable-ci, en primera instancia, de buena fe, para supri-mir aquellas vidas indignas de ser vividas, como lasde los individuos considerados locos, carentes de con-ciencia, enfermos mentales, idiotas incurables, defi-cientes morales, y otros indeseables y marginadossociales -los que en Colombia hoy muchos denomi-nan desechables-, pero que luego continu contraotros pueblos y culturas, disfrazando susintencionalidades tras el argumento de una supuestasuperioridad racial. Fue la conversin de un progra-ma tericamente humanitario, en una operacin deexterminio masivo, de enorme conveniencia para laslites dominantes.

    El profesor Jos A. Zamora (2003, 5) lo precisa:En los campos nazis los prisioneros eran sometidos a un pro-ceso de destruccin de su subjetividad para reducirlos a puraexistencia somtica. De esta manera se consumaba una lgicade zoologizacin que comenzaba con la privacin del statuslegal, con la exclusin de la comunidad poltica y de su marcode derechos, aunque ste respondiera al tratamiento de ciuda-

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    danos de segunda clase, y prosegua con el transporte en vago-nes de ganado, la identificacin por medio de un nmero tatua-do, el hacinamiento en barracas similares a establos, el someti-miento a experimentos mdicos como si se tratara de cobayas,el exterminio con productos qumicos antiparsitos, el aprove-chamiento industrial de los cadveres, etc., prcticas todas ellasencaminadas a borrar la humanidad de los prisioneros, a re-ducirlos a pura animalidad, a mera corporalidad.

    El campo de concentracin -afirma Agamben (2001)-como puro, absoluto e insuperado espacio biopoltico (fundadoen cuanto tal exclusivamente en el estado de excepcin) aparececomo el paradigma oculto del espacio poltico de la moderni-dad, del que tendremos que aprender a reconocer las metamor-fosis y los disfraces. No es mucho lo que tendremos quebucear para encontrar la continuidad de estas prcti-cas en la vida contempornea.

    La democracia ennoblecida

    Si bien Hannah Arendt defini los campos deconcentracin y de exterminio, como laboratoriospara la experimentacin del dominio total sobre losindividuos, lo cual fue principalmente exhibido porlos totalitarismos, las perspectivas e intencionalidadesde dicho dominio total van mucho ms all y hoy seexpresan tambin en los regmenes reputados comodemocrticos. Imre Kertsz (2002, 26-27) ha di-cho que la democracia se ha vuelto problemtica incluso en

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    los pases que cuentan con una larga tradicin democrtica. Esevidente que la democracia no puede o no quiere estar a laaltura del sistema de valores construido por ella misma, que enningn sitio se establecen los nuevos ideales por los que merecela pena vivir. Ahora que el ltimo imperio totalitario tambinse ha derrumbado, el sentimiento dominante es de derrota, deapata, de impotencia.

    Pero no es slo eso, es la certidumbre que nosqueda de no haber superado nada, de la permanenciay continuacin de la poltica del desprecio y opresintotal sobre los seres humanos ms vulnerables, aque-llos que, bajo los distintos regmenes son considera-dos inferiores. Un simple ejemplo: Las universida-des norteamericanas -los llamados centros de exce-lencia de estas sociedades del conocimiento-, es-tn comprometidas en una serie de experimentos einvestigaciones que se efectan sobre muchos presi-diarios, condenados a cadena perpetua o a la senten-cia capital, a quienes se les propone la conmutacinde sus penas si voluntariamente acceden a servirde conejillos en dichas experimentaciones que, porsupuesto, se explican como beneficiosas para la hu-manidad.

    Tal vez no hubo victoria y el fascismo, ahora,bajo el disfraz de la democracia sigue ah, latente.Joseph Goebbels, el ministro de esclarecimiento y pro-paganda del III Reich, lo haba previsto en un textopublicado en 1935, a slo dos aos del triunfo elec-

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    toral que encumbr al nazismo en Alemania: De lamisma manera que las doctrinas de la revolucin cristiana y dela francesa, se harn realidad las consignas de la revolucinnacionalsocialista. Y con gran cinismo precisaba: Si lademocracia nos concedi en tiempos de la oposicin mtodosdemocrticos, ello ciertamente deba suceder en un sistema de-mocrtico. Pero nosotros los nacionalsocialistas nunca afirma-mos ser representantes de un punto de vista democrtico, sinoque hemos declarado francamente que slo nos servamos de losmtodos democrticos para ganar el poder y que despus de laconquista del poder denegaramos desconsideradamente a nues-tros adversarios todos los medios que en tiempos de la oposicinse nos haban concedido. A pesar de ello podemos declarar quenuestro gobierno corresponde a las leyes de una democraciaennoblecida. Esta astucia de la razn opresiva y dic-tatorial que cada vez ms caracteriza los regmenesdemocrticos del capitalismo tardo, ha tenido per-manencia; el dictador Augusto Pinochet denomina-ra a su criminal gobierno como una democracia vi-gilada.

    Aqu cabe plenamente la aterradora pregunta quese hace el filsofo espaol Reyes Mate (2003, 34):Es el campo de concentracin un lugar marginal o es nuestrohbitat natural porque nada hay exterior al mismo? Es cier-to que ese tipo de trmites y manipulaciones sobrelas personas, no es actualmente del todo idntico alde los campos de concentracin que caracterizaron alos regmenes totalitarios, pero sabemos que persiste

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    un trato discriminatorio y segregacionista, no sloen los casos de los reclusos empleados como anima-les de laboratorio por la biomedicina moderna, sino,adems, sobre un amplio grupo de seres humanosmarginales y maltrechos como son los habitantes dela calle, los desplazados, los inmigrantes y los refu-giados a quienes, en las ciudades de los pases desa-rrollados se les niega, de hecho, el reconocimientode ciudadanos, e incluso el de humanidad, mien-tras que terica y publicitariamente se les designacomo sujetos de derecho y son los destinatarios demltiples campaas humanitarias y caritativas, ascomo de ese humanitarismo armado que ha con-vertido el dolor en espectculo y a los invasores mili-tares en portadores de una teatral ayuda -que siem-pre llega detrs de los bombardeos- a los pueblos vc-timas precisamente del podero blico de los Estadosopulentos.

    Los pobladores de estos pases desarrollados te-men la presencia de los inmigrantes tercermundistas,que por oleadas ingresan a sus territorios a competirpor sus ventajas, prebendas y comodidades y aunquesecretamente saben que los necesitan para poner enmarcha sus maquilas y economas informales -quecada vez tienen un mayor peso especfico-, de co-mn acuerdo con sus gobiernos, se movilizan paraintentar impedirles por lo menos el acceso masivo asus naciones, por eso cotidianamente estamos vien-

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    do como esas fronteras que sirven de lnea divisoria entre lariqueza y la pobreza, se han convertido en verdaderas zonas demuerte, zonas en las que la vida de los que intentan traspasar-las no vale nada. Muchos de los inmigrantes clandestinos, delos espaldas mojadas que intentan entrar en Estados Uni-dos, cruzando un desierto de muerte, de los africanos que seaventuran en zodiacs mortales a cruzar el estrecho, de los sub-saharianos que han de superar un inmenso mar de arena antesde llegar a la frontera con Europa, muchos de estos inmigrantesperecen en el intento y terminan escupidos por el mar a lasorillas de un territorio que soaron cargado de riquezas mate-riales y promesas de futuro, no son ms que cuerpos inertes sinidentidad, sin nadie que los reclame, sin nadie que los vele.Estos cuerpos sin nombre y sin vida representan el caso extre-mo de un destino fatal preparado por las sociedades opulentas(Zamora, 2003).

    Pero a aquellos que logran pasar la frontera,transportados como animales en camiones o barca-zas, quienes no son apresados, expulsados, extradi-tados o devueltos, les espera una fantasmagrica exis-tencia, una vida de hombres invisibles, una existencia desegunda clase en las sociedades opulentas. Terminan,como indocumentados e ilegales, resignados a vi-vir en maltrechos tugurios y en repulsivas barriadasque constituyen los nuevos guetos de estas socieda-des opulentas, as como a realizar con humildad lostrabajos ms degradantes y opresivos, que los pro-pios nacionales se niegan cumplir, con contratos la-

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    borales de sobre-explotacin, dentro del ms terribledesamparo legal, sometidos a un sinnmero de irre-gularidades infranqueables y al ms pormenorizadocontrol y administracin de sus vidas. Vistos comosub-humanos, sin derecho a la salud, a la educacinni al trabajo, slo logran acceder a la ciudadana quesuean pero que sistemticamente les es negada,mediante el desesperado recurso de convertirse encarne de can, ya sea prestando el servicio militar-para ser asignados a las zonas de combate que man-tienen permanentemente estos Estados imperiales-,trabajando en las srdidas empresas de la llamada eco-noma informal y en las maquilas que astutamente seesconden en el submundo de los pases ricos.

    La recada en los principios de Auschwitz quecontemplamos ahora en los albores del siglo XXI,sesenta aos despus de la transitoria derrota del nazi-fascismo, y que se expresa en el darwinismo socialimperante en los regmenes democrticos de lasciudades modernas, en el racismo, en la xenofobia yel odio a los inmigrantes que exhiben en su compor-tamiento habitual los habitantes de los pases opu-lentos, en general indiferentes ante el maltrato, la ex-clusin, la marginalidad y la precariedad existencialde las enormes masas de indigentes y miserables quepueblan hoy el mundo, bajo la impronta de laglobalizacin capitalista, es el resultado inexorable deuna sistemtica ausencia de conciencia tica, de esa

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    banalidad del mal que cobija a los seres humanosformados bajo los dictmenes de la pedagoga del ri-gor; del encierro, del enclaustramiento, de la severi-dad y el autodesprecio, es decir, de esa formacin parala obediencia y la subalternidad, que ha signado des-de siempre la educacin en Occidente y que hoy seextasa en simple consumismo.

    Auschwitz no fue una desviacin del curso de lahistoria, no fue una momentnea inconsistencia en lateora del progreso, no fue una aberracin: fue el re-sultado lgico del desarrollo del capitalismo y de sustecnologas de poder. El infierno de Auschwitz es unproftico antecedente de los tiempos venideros. Com-prender la historia de la Alemania nazi, es sospecharla futura historia del mundo, si no se aplicancorrectivos. Jorge Lus Borges, en una breve narra-cin, contenida en El Aleph (Deutsches Requiem), hacedecir orgullosamente al nazi protagonista de su his-toria, ante la inminencia de su propia muerte: se cier-ne ahora sobre el mundo una poca implacable. No-sotros la forjamos, nosotros ya somos sus vctimas.Auschwitz tiene continuidad, no fue un fenmenopasajero ni superficial; por eso debemos develar to-dos esos mecanismos que han posibilitado su horror.Es necesario combatir los comportamientos de re-bao, la insensibilidad y la indiferencia, para no per-der la capacidad de resistencia ante el bio-poder quenos envuelve.

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    Cuando la conciencia moral autnoma ha sidosustituida por las autoridades exteriores, cuando todoparece indicar que se impone la teora de La moviliza-cin total de que hablara Ernst Jnger, segn la cual lamasa annima de los ciudadanos sometidos se poneal servicio de los intereses del poder, es necesario rei-vindicar, de nuevo, las posibilidades de la educacin.No de esa educacin y esa pedagoga reducidas a meradomesticacin laboral, sino de aquella que fomentela reflexin crtica y la autonoma, porque, la nicafuerza verdadera contra el principio de Auschwitzdebe ser la autonoma, Auschwitz fue la barbarie y-como lo afirmara Adorno- es precisamente contrala barbarie que debera dirigirse toda educacin.

    Evadirse del encierro, del enclaustramiento deestos campos de concentracin -religiosos, laboralesrecreativos, educativos, o punitivos- de la vida mo-derna, significa superar la conversin del individuoen masa para rescatar su autonoma, su mayora deedad, el uso pblico de su propio entendimiento (parautilizar los trminos kantianos). Es imprescindible,entonces, construir una nueva concepcin educativaque nos permita ejercer la resistencia, en primer lu-gar reivindicando la memoria, sin abandonar el prin-cipio esperanza.

    Vivimos en tiempos de olvido, enseamos el ol-vido. La educacin y la pedagoga se han convertidoen tecnologas de la amnesia, que afirman este opaco

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    y tenebroso presente, con sus fuerzas destructivas,ocultndolo de manera invariable, tras el espejismode un optimista porvenir, siempre aplazado y frenteal cual se busca desprestigiar toda utopa. De all re-sulta esa cultura del engao, de la indiferencia, de lainsolidaridad y falta de todo compromiso; esa cultu-ra del desprecio al otro, del pragmatismo cnico y lacompetitividad. No se escuchan las voces de la histo-ria, todo es presentismo.

    Consideraciones finales

    Oponer resistencia significa establecer el recuer-do como base de una nueva teora de la justicia, de latica, de la poltica y, por supuesto, de la pedagoga.Fundamentar la exigencia de que el horror no se per-pete, connota un trabajo pedaggico alrededor dela memoria, porque, como lo afirmara Elie Wiesel,(citado por Reyes Mate 2003): En Auschwitz no murislo el judo, sino tambin el hombre, la humanidad del hom-bre, esos triunfos parciales logrados por el ser humano sobre labarbarie a lo largo de los siglos, qued pulverizada, en algunade sus zonas vitales, en las cmaras de gas. Y, en primer lugarla capacidad de memoria. Hay que tener en cuenta, en efecto,que Auschwitz no fue slo una gigantesca fbrica de muertesino tambin un proyecto de olvido.

    Se debe trabajar, entonces, desde la educacin yla cultura, para que este proyecto de amnesia colecti-

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    va no se cumpla, para que el velo tecnolgico, esafenomenal sobrevaloracin y fetichizacin de la cien-cia y de la tcnica no lo cubra todo, tras un supuestoeficientismo que no se cuestiona por los daos co-laterales que causa la defensa de este modelo de de-sarrollo y progreso, y que, adems, oculta con elmanto del perdn y del olvido los crmenes de Esta-do, los genocidios y la muerte administrada.

    Erigir Auschwitz en el primer imperativo categrico dela educacin, -como lo exigiera Adorno- es reconocer lafragilidad de las barreras civilizatorias y, peor an, la fragili-dad de la memoria frente al poder omnmodo de la barbarie(Adorno 1969). De ah que debamos superar las con-cepciones que promueven la indiferencia y la amnesiaen la educacin, tambin aquellas otras que reducenla pedagoga y los fundamentos de la educacin a lossimples preciosismos didactistas que hoy tanto seducen yconvencen a los educadores y toda esa enmaraadacharlatanera creada alrededor de la llamadas peda-gogas de la informtica, del constructivismo y deesa sofistera virtual y telemtica que ha convertidolas ayudas y los medios, en los fines prioritarios delsaber y la cultura. La educacin para la autonoma esy ser la ms preciada opcin emancipadora ylibertaria de los maestros, frente a quienes estn con-vencidos de que hemos llegado al fin de la historia.

    Contra la desigualdad, la exclusin y lamarginalidad, y contra el prepotente discurso de los

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    vencedores, siempre estar presente el testimonio yla narracin de los vencidos. Narracin y testimonioque no puede reducirse a la simple informacin, loque no es ms que la expresin -segn W. Benjamin-del consolidado dominio de la burguesa, que cuentacon la prensa, y en general con los medios de comu-nicacin, como uno de los principales instrumentosdel capitalismo avanzado. Para ese tipo de informa-cin, evanescente y transitoria, de nada sirve la me-moria ni el recuerdo, que por el contrario expresan laexperiencia, el dolor y los conocimientos vivencialesde esos grupos humanos histricamente maltratadosy expoliados. Memoria del sufrimiento y el dolor noreparados, y sobre la cual se tendrn de esta