Kapuscinski y Su Encuentro Con El Otro

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tomado de: http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=1985&pag=3

Kapuscinski y su encuentro con el Otro

1 de noviembre, 2008

Ryszard Kapuscinski

No pasemos por alto el hecho de que, por lo general, la nocin del Otro se ha definido desde el punto de vista del blanco, del europeo. Pero cuando, hoy en da, camino por un poblado etope levantado en medio de las montaas, corre tras de m un grupo de nios deshechos en risas y regocijo; me sealan con el dedo y exclaman: Ferenchi! Ferenchi!, lo que significa, precisamente, otro, extrao. Es un pequeo ejemplo de la actual desjerarquizacin del mundo y de sus culturas. Es cierto que el Otro, a m, se me antoja diferente, pero igual de diferente me ve l, y para l yo soy el Otro. En este sentido, todos vamos en el mismo carro. Todos los habitantes de nuestro planeta somos Otros ante otros Otros: yo ante ellos, ellos ante m.

En la poca de Malinowski (al igual que en los siglos precedentes), el blanco, el europeo, abandona su continente casi exclusivamente con un nico fin: la conquista. Sale de casa para hacerse con el dominio de otras tierras, para conseguir esclavos, para hacer negocio o para evangelizar. Sus expediciones a menudo se convierten en baos de sangre, como fue el caso de la conquista colombina de las dos Amricas, seguida por la de los colonos blancos llegados del viejo continente, la conquista de frica, de Asia, de Australia.

Malinowski viaja a las islas del Pacfico con un objetivo del todo diferente: para conocer al Otro; a l, a sus vecinos, sus costumbres y su lengua, para ver cmo vive. Quiere verlo todo con sus propios ojos y vivirlo todo en carne propia. Quiere acumular experiencias para, ms tarde, dar fe de lo vivido.

Un proyecto que a primera vista se nos antoja tan evidente resulta, sin embargo, revolucionario, mundoclasta (permtanme el neologismo), pues desvela una debilidad cierto que en grados diferentes o, ms bien, un rasgo intrnseco de cualquier cultura que consiste en que una tiene dificultades a la hora de comprender a la otra. O, ms bien, que esas dificultades las tienen las personas que pertenecen a una determinada cultura, sus partcipes y portadores.

A saber: Malinowski dice que despus de llegar a las tierras objeto de sus estudios, las islas Trobriand (hoy Kiriwina), descubre que los blancos que llevan aos viviendo all no slo no saben nada de la poblacin local y de su cultura, sino que tienen de ellas una imagen falsa, teida de arrogancia y desdn.

l mismo, en contra de todas las costumbres coloniales establecidas, planta su tienda en medio de una aldea y convive con la poblacin local. La experiencia no le resultar nada fcil. En su conservado diario en el sentido estricto de la palabra, a cada momento menciona sus muchas dificultades, habla de sus cambios de humor, de su abatimiento, de frecuentes estados depresivos. Cuando alguien se ve arrancado voluntaria o involuntariamente de su cultura, paga por ello un precio muy alto. Por eso resulta tan importante la posesin de una identidad propia y definida y la firme conviccin de que esa identidad tiene fuerza, valor y madurez. Slo entonces puede el hombre encararse con otra cultura. En el caso contrario, tender a ocultarse en su escondrijo, a aislarse, miedoso, de otras personas. Tanto ms cuanto que el Otro no es sino un espejo en el que se contempla y en el que es contemplado, un espejo que lo desenmascara y lo desnuda, cosa que todo el mundo ms bien prefiere evitar.

Llama la atencin el hecho de que, cuando la Europa natal de Malinowski es escenario de la Primera Guerra Mundial, el joven antroplogo se concentra en el estudio de la cultura de intercambio. Investiga los contactos entre los habitantes de las islas Trobriand y sus ritos comunes, investigaciones que plasmar en su magnfica obra Los argonautas del Pacfico occidental y a partir de las cuales formular esa tesis tan importante como, lamentablemente, poco observada y que reza: para poder juzgar, hay que estar all. Tambin formula otra tesis, sumamente atrevida para la poca, de que no existen culturas superiores e inferiores, slo hay culturas diferentes que, cada una a su manera, satisfacen las necesidades y las expectativas de sus partcipes. Para Malinowski, la persona perteneciente a otra raza y a otra cultura es una persona cuyo comportamiento como el comportamiento de cualquiera de nosotros encierra y rezuma dignidad, respeto por unos valores establecidos, por una tradicin y unas costumbres.

Mientras que Malinowski empezaba su trabajo en el momento de la aparicin de la sociedad de masas, hoy vivimos en una poca de transicin entre la sociedad de masas y la sociedad planetaria. Hay muchos factores que favorecen este paso: la revolucin electrnica, el impresionante desarrollo de todo tipo de comunicaciones, facilidades nunca vistas de trasladarse de un lugar a otro y tambin y relacionado con todo ello las transformaciones que se producen en la mentalidad de las generaciones ms jvenes y en la cultura, en el sentido ms amplio de la palabra.

Y todo esto de qu manera cambiar nuestra actitud marcada por nuestra cultura hacia personas de otra o de otras culturas? Cmo influir en la relacin Yo-el Otro dentro del marco de mi propia cultura y fuera de l? Resulta muy difcil dar una respuesta inequvoca y definitiva a estas preguntas, pues hablamos de un proceso en curso, en el que, adems, estamos inmersos nosotros mismos y carecemos de esa perspectiva de tiempo que posibilita una reflexin fehaciente.

Lvinas se plante la relacin Yo-el Otro en el marco de una sola civilizacin, histrica y racialmente homognea. Malinowski estudi las tribus melanesias en una poca en la que stas an conservaban su estado genuino, todava ajeno a la ulterior contaminacin por la tecnologa, la organizacin y el mercado occidentales.

Semejantes posibilidades son hoy una rareza. La cultura se vuelve cada vez ms hbrida, heterognea. No hace mucho contempl en Dubay una escena asombrosa. Por la orilla del mar caminaba una muchacha. Sin lugar a dudas, musulmana. Iba vestida con un pantaln vaquero y una blusa muy ceida, pero, al mismo tiempo, su cabeza apareca cubierta. Slo la cabeza, pero estaba envuelta en un chador tan puritana y hermticamente atado que ni siquiera se le vean los ojos.