34
La patriota Karumbita - ¡Despierta, Karumbita, despierta! - Déjame dormir un poco más, Anahí, estoy cansada. - ¿Anahí? ¿Quién es Anahí? Yo soy tu abuelita Juana María. Karumbita sin abrir los ojos pensó: esto no puede ser verdad, yo estoy soñando. Esas lecciones de Historia me están afectando muchísimo. Lo único que falta que me vuelva loca. - Karumbita, ¡no seas perezosa, hija! Tenemos mucho que hacer. - ¿Qué tenemos que hacer?, preguntó, cerrados aún los ojos y estirando las blancas sábanas almidonadas y las mantas de lana para cubrirse la cabeza. Sus manos reconocieron enseguida que no se estaba tapando con el suave edredón azul que solía estar tendido en su cama de guatambú. - ¡Mucho, hija mía! Vamos, levántate que en la mesa te esperan un tazón de leche caliente y panecillos recién horneados. Karumbita abrió grande los ojos debajo de los cobertores y se interrogó a sí misma: ¿leche caliente y panes recién horneados? ¿Y dónde está mi cereal? ¿Y mi Toddy?¿Y mis tostadas con miel? Seguro que Manuel se las comió todas y ahora Anahí me está haciendo una broma imitando a una viejecita. Esta Anahí es verdaderamente una gran actriz. Hasta le sale bien la voz de una abuela. La abuelita siguió insistiendo: ¡La pereza es la compañera de los haraganes y de los fracasados! ¡Arriba! ¡Arriba! Tenemos que luchar porque nuestro Paraguay sea libre. Hay mucho que hacer en esta república que está por nacer. Karumbita se sonrió pensando en este nuevo juego que Anahí acababa de inventar para levantarla de la cama. ¡Es increíble! ¡Cómo sabe cambiar su voz! No, yo estoy soñando. No, yo estoy despierta. - ¡Deja ya de cubrirte el rostro! ¡Levántate que los patriotas nos están esperando! Necesitamos que todos colaboren para llegar a ser independientes y así liberarnos de la opresión española. Karumbita se pinchó el brazo y se golpeó una y otra vez la cara para asegurarse de que estaba despierta. Lentamente fue descubriendo su rostro y lo primero que vio fue a una señora de más o menos cincuenta años sentada al borde de la cama de hierro. Karumbita se asustó y se alejó hacia la cabecera. Ella le sonrió amablemente. Tenía el pelo blanco recogido en un hermoso rodete. Sus manos eran rugosas, casi transparentes. Se cubría los hombros con un chal de lana y transmitía mucho amor en su mirada. ¿Quién es usted? ¿Dónde están Anahí y Manuel? - Karumbita, ¿qué te pasa, niña mía? ¿Qué estás diciendo? ¿Quiénes son Anahí y Manuel? Estuviste soñando cosas raras. Ya sé. Ese queso que comiste anoche te afectó. ¡Arriba! No te quedarás todo el día en la cama, ¿verdad?

Karumbita La Patriota (PDF)

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Libro no difundido a causa de lo acontecido en contra del autor Nelson Aguilera (Asunción, Paraguay).

Citation preview

Page 1: Karumbita La Patriota (PDF)

La patriota Karumbita

- ¡Despierta, Karumbita, despierta! - Déjame dormir un poco más, Anahí, estoy cansada. - ¿Anahí? ¿Quién es Anahí? Yo soy tu abuelita Juana María.

Karumbita sin abrir los ojos pensó: esto no puede ser verdad, yo estoy soñando. Esas lecciones de Historia me están afectando muchísimo. Lo único que falta que me vuelva loca.

- Karumbita, ¡no seas perezosa, hija! Tenemos mucho que hacer. - ¿Qué tenemos que hacer?, preguntó, cerrados aún los ojos y estirando las

blancas sábanas almidonadas y las mantas de lana para cubrirse la cabeza. Sus manos reconocieron enseguida que no se estaba tapando con el suave edredón azul que solía estar tendido en su cama de guatambú.

- ¡Mucho, hija mía! Vamos, levántate que en la mesa te esperan un tazón de leche caliente y panecillos recién horneados.

Karumbita abrió grande los ojos debajo de los cobertores y se interrogó a sí misma: ¿leche caliente y panes recién horneados? ¿Y dónde está mi cereal? ¿Y mi Toddy?¿Y mis tostadas con miel? Seguro que Manuel se las comió todas y ahora Anahí me está haciendo una broma imitando a una viejecita. Esta Anahí es verdaderamente una gran actriz. Hasta le sale bien la voz de una abuela. La abuelita siguió insistiendo: ¡La pereza es la compañera de los haraganes y de los fracasados! ¡Arriba! ¡Arriba! Tenemos que luchar porque nuestro Paraguay sea libre. Hay mucho que hacer en esta república que está por nacer. Karumbita se sonrió pensando en este nuevo juego que Anahí acababa de inventar para levantarla de la cama. ¡Es increíble! ¡Cómo sabe cambiar su voz! No, yo estoy soñando. No, yo estoy despierta. - ¡Deja ya de cubrirte el rostro! ¡Levántate que los patriotas nos están esperando! Necesitamos que todos colaboren para llegar a ser independientes y así liberarnos de la opresión española. Karumbita se pinchó el brazo y se golpeó una y otra vez la cara para asegurarse de que estaba despierta. Lentamente fue descubriendo su rostro y lo primero que vio fue a una señora de más o menos cincuenta años sentada al borde de la cama de hierro. Karumbita se asustó y se alejó hacia la cabecera. Ella le sonrió amablemente. Tenía el pelo blanco recogido en un hermoso rodete. Sus manos eran rugosas, casi transparentes. Se cubría los hombros con un chal de lana y transmitía mucho amor en su mirada. ¿Quién es usted? ¿Dónde están Anahí y Manuel? - Karumbita, ¿qué te pasa, niña mía? ¿Qué estás diciendo? ¿Quiénes son Anahí y Manuel? Estuviste soñando cosas raras. Ya sé. Ese queso que comiste anoche te afectó. ¡Arriba! No te quedarás todo el día en la cama, ¿verdad?

Page 2: Karumbita La Patriota (PDF)

Karumbita levantó lentamente los ojos y quedó anonada al mirar el techo del cuarto. Era un techo alto y con cielo raso de tacuarillas. No había ni un solo foco para iluminar desde la altura. Las paredes eran blancas y elevadas, las ventanas enormes, pintadas de negro y guardadas entre rejas. Siguió girando sus ojos alrededor de la habitación y vio sobre una mesita un candelabro de plata donde una vela medio consumida la observaba quedamente. Un gran arcón de madera la espiaba desde uno de los rincones y un pequeño escritorio silenciosamente soportaba el peso de unos grandes libros sobre sus hombros. ¿Qué es esto? ¿Dónde estoy? ¿Quién es esta señora? Su rostro me parece conocido y su nombre escuché en las clases de la profesora Simona. ¿Será que me estoy volviendo loca o el túnel del tiempo me llevó a otra época? Hace mucho que no veo “Regreso al futuro”¡No! ¡No puede ser!

- Bueno, mi niña. Ahora que estás totalmente despierta, levántate y a desayunar. Tenemos que ir a la Catedral a rogar para que todo vaya bien.

- ¿Para que todo vaya bien? ¿Qué tiene que ir bien, Doña Juana María de Lara?

- ¿Doña Juana María de Lara? ¿Qué modales son esos, Karumbita? Soy tu abuela y debes llamarme como tal. Me encanta escucharte decir: abuelitaaaaaaaaaa. Tu voz es tan dulce que me devuelve la vida cada vez que la escucho.

Karumbita se levantó lentamente, con dudas, un poco confundida. Se sorprendió al verse a sí misma ataviada en un blanco y largo camisón lleno de hermosos encajes con olor a pacholí. Miró el piso y se extrañó de no ver las brillantes baldosas de su pieza. En lugar de ellas estaban unos ladrillos opacos, fríos y cuadrados. La abuela le pasó unas pantuflas.

- ¡Cálzate los pies, hija mía, si no quieres pescarte un resfriado! Karumbita obedeció e introdujo lentamente sus pequeños pies en esas cuevitas de algodón y lana que los calentaron inmediatamente. Karumbita sonrió, la abuelita también. Caminó lentamente hacia el comedor donde vio una mesa redonda de madera maciza, con ocho sillas alrededor. Sobre ella un blanco mantel almidonado, los panes cubiertos en mantelitos bordados en una canastilla de mimbre, y en el tazón de porcelana humeante la leche recién ordeñada. Doña Juana pensó: ¿Qué le pasa hoy a mi Karumba? Está como si nunca hubiera vivido en esta casa. Karumbita se sentó como una niña muy fina y elegante. Tomó la servilleta, la colocó en su regazo y comenzó su desayuno. Sorbió la leche lentamente. Sus ojos titilaron de alegría. Luego tomó un gran trozo de pan caliente, lo humedeció en el suave tazón y lo engulló de una vez.

- Veo que te gusta la leche, Karumbita. - Sí, abuela. Está riquísima y calentita. ¡Y estos panes están deliciosos! - Los hice especialmente para ti y me encanta verte comerlos con avidez. - ¿Avidez? ¿Qué es eso, abuelita?

Page 3: Karumbita La Patriota (PDF)

- Bueno, con ganas, con ansias, con entusiasmo, como si realmente tuvieras hambre.

- Y lo tengo, abuelita. Además, este frío hace que tenga más hambre de lo normal.

- Sí, es verdad. Este mayo hace mucho frío. Pareciera que el viento helado se metiera por todas las rendijas y es como si quisiera compartir con nosotros en todos los lugares de la casa.

- ¿Y por qué no enciendes la calefacción, abuelita? - ¿Encender la calefacción? ¿Qué es eso, Karumbita? - Sí, tomas el control remoto, aprietas el botón, ¡clic! Y ya tendrás aire

caliente en toda la casa. - ¿Control remoto? ¿clic? ¡Ay, niña! Empiezas a preocuparme. Déjame tocar

tu frente para ver si no tienes fiebre. - No, no abuelita. Estoy bien. Es que en el 2011 así vivimos, gracias a la

electricidad. - ¿Electricidad? ¿2011? ¿De qué estás hablando, hija mía? Nosotras estamos

en mayo de 1811 y tú hablas de cosas de dos siglos más adelante. ¿Cómo puedes hablar de cosas que no conoces? ¿No estarás enferma? ¿No te habrá hecho mal ese dulce de arasá que comiste anoche?

- ¿Dulce de arasá que comí anoche? Yo no estuve aquí anoche. - ¡Ay, Dios mío! ¡Esta niña se ha puesto mala! Tendré que ver al boticario. - No, abuelita, yo no soy mala. Yo soy una niña muy buena. - Lo sé, lo sé cariño mío. Cuando digo que te has puesto mala estoy diciendo

que posiblemente tengas fiebre, que estás con alguna enfermedad…que deberé conversar con el boticario para que te prepare algún medicamento, algún…

- ¿Boticario? ¿Qué es eso? - Pero, ¿será que a mi edad ya estoy perdiendo el juicio o mi Karumba está

perdiendo la razón? Verás, hija mía, el maestro boticario es la persona que prepara los medicamentos para las personas que sufren de algún dolor.

- ¡Yo no tengo ni un dolor y no necesito nada de la farmacia! - ¿Farmacia? - ¡El boticario, abuela! - ¡Ah! Es que dices cada cosa esta mañana, hija mía, que no te entiendo. - Tranquila, abuelita, tranquila. Karumbita siguió metiendo sus trozos de pan en el tazón de leche y comiéndolos con mucho gusto, mientras observaba el comedor con detenimiento. Doña Juana se paseaba nerviosamente de un lado a otro. Se ajustaba el rodete, se friccionaba los brazos y suspiraba con preocupación. Karumbita levantó los ojos al techo y vio un objeto enorme y brillante que colgaba del techo y se sostenía bella y elegantemente gracias a unas cadenas pintadas de negro. En sus extremos se hallaban varias velas semiderretidas. -¿Qué es eso, abuelita? – preguntó con curiosidad -. - Eso es una araña, mi hijita – respondió Doña Juana -. - ¿Una araña de vidrio? - De cristales, realmente. - ¿Y para qué sirve? - La utilizó en ocasiones especiales para iluminar todo el recinto.

Page 4: Karumbita La Patriota (PDF)

- ¿Recinto? - Todo el lugar, todo el comedor, Karumbita. ¿Ves las velas medio consumidas en los extremos? - Sí, las veo. - Bueno, esas se encienden e iluminan bastante bien. - Okay. -¿Okay? ¿Qué dices, Karumbita? ¿Qué lengua tan extraña es ésa? - No es extraña, abuela. Es inglés, nada más. - No sabía que hablaras inglés. Cuando te trajeron del Chaco no me dijeron que ahí se hablaba inglés.

Karumbita abrió los ojos en gran manera y pensó que trataría de no confundir más a la pobre anciana.

- No importa, abuelita. Ya nos entenderemos. Doña Juana la miró asombrada y seguía cuestionándose qué le estaba pasando a su bella Karumbita. Trató de apartarse esa confusión de la cabeza arreglándose una vez más su hermoso rodete plateado y suspirando profundamente. Luego golpeó la mano tres veces fuertemente y apareció en la puerta una enorme mujer con una gran sonrisa blanca y la piel negra como la misma noche.

- ¿Qué manda, mi ama? –preguntó la mulata-. - Ya puedes levantar la mesa, Petrona. Mi nieta ha terminado de desayunar

– le respondió Doña Juana-. - Pero, no ha probao el dulce de arasá que le he preparao. ¿Acaso no le ha

gustao, mi niña? – interrogó a Karumbita mientras trataba de colocar sus rizados pelos rebeldes dentro de su vaporoso turbante blanco.

- Es que ya lo ha comido bastante anoche, Petrona. La niña no se siente muy bien esta mañana. – Contestó Doña Juana -.

- Entonce le prepararé un té de manzanilla, le calentaré la pancita con cebo de vela y grasa de cabra salada, y ya se sentirá mejor. – Petrona respondió sonriendo -.

- No hará falta, Petrona. Ya estará bien. Karumbita y yo saldremos para la iglesia. Tú sigue con tus tareas que nosotras volveremos para el almuerzo. ¡No olvides de alimentar a los animales, de limpiar bien los pisos y de cocinar muy bien el locro! Creo que con este tiempo no podrás lavar las ropas en el río. Esperaremos que haya un poco de sol. ¿Está bien, Petrona?

- Está too muy bien, mi ama. No olvide de rezar por mí en la iglesia y pídale a papacito Dio por mi hijito Rafael que ya está mejorando.

- Lo haré, Petrona, lo haré. Petrona sacudió el mantel de las migas de pan, tomó el tazón vacío y el dulce de arasá intacto y volvió a la cocina sonriente, canturreando una canción y moviendo alegremente los volados de sus faldas. Karumbita se quedó observándola en silencio. Luego preguntó a Doña Juana.

- ¿Quién es ella?

Page 5: Karumbita La Patriota (PDF)

- ¿Cómo que quién es ella? Petrona, nuestra esclava negra cuyos padres escaparon de las provincias portuguesas y llegaron hasta aquí donde son felices.

- ¿Esclava? - Sí, todas las familias de bien tienen por lo menos una. Algunas las tienen

más. - ¿Esclavas? - Sí, ¿por qué te asombras? - ¿Y no pueden ser libres? - Quizás un día lleguen a serlo porque todo ser humano clama por la

libertad, Karumbita. Nosotros también queremos ser libres de la dominación española. Son casi trescientos años que ellos dominan estas tierras y deciden por nosotros qué hacer y qué no hacer. Es por eso que estamos luchando por nuestra libertad. Y tú nos ayudarás a conseguirla.

- ¿Yo? ¿Qué puedo hacer yo? Soy apenas una simple tortuga escapada del futuro, pequeña e indefensa.

- ¡Ja ja ja ja ja! No me hagas reír, Karumbita. Justamente tu pequeñez es la que no levantará sospecha alguna para hacer llegar el mensaje a los patriotas.

- ¿Mensaje a los patriotas? - Sí, ya me entenderás cuando lleguemos a la Catedral. Por ahora, vete a

asearte. Enjuágate bien la boca con té de hojas de naranjos, abrígate bien los pies porque el frío de mayo no perdona y prepárate para cumplir nuestra misión libertaria.

Karumbita se levantó de la mesa un poco entusiasmada y un poco confundida. Fue caminando hacia su cuarto lentamente. ¿Será que estoy en el pasado?, pensó silenciosamente. ¿Será que estoy soñando o ese juego con Anahí y Manuel está resultando? - ¡Karumbita! ¡Karumbita! Nuestro túnel del tiempo ya está listo. Vení, metete adentro. –Recordó las palabras de Manuel -.

- ¿Están seguros de que funciona esta máquina del tiempo? - ¡Sí, Karumbita! Si funcionó el dispositivo para atrapar al Arai Guasú, ¿por

qué no funcionaría este nuevo invento? – Resonaron las palabras de Anahí en su cabeza -.

- Vamos Karumbita, metete y decime a que época querés volver. Yo ajustaré el reloj del tiempo, apretaré el botón rojo y vos te vaaaaaaaaaaaassssssssssssss…..

- Bueno, vamos a ver… en el colegio estamos estudiando la época de la independencia y a mí me gustaría ir a mayo de 1811.

- Okay. Metete en el túnel con esta almohada. Acostate en el piso como si estuvieras durmiendo, yo apretaré el botón de este reloj y ¡chauuuuuuuuu!

- ¿Y cómo voy a volver? - Eso lo vamos a ver después.

Karumbita ingresó al túnel, antes de acostarse golpeó una y mil veces su almohada hecha de plumas de aves, se acostó en el piso, colocó su cabecita sobre la suave funda, se rió a carcajadas hasta cansarse mientras gritaba a Manuel y a Anahí:

Page 6: Karumbita La Patriota (PDF)

¡Ustedes dos están totalmente locos! Pero, el mundo está hecho para los que se atreven a hacer locuras interesantes. ¡Ya estoy acostada! ¿Qué son esos ruiditos? ¡Los botones de la máquina, Karumbita! ¡Ya estás por viajar! 10,9,8,7,6,5,4,3,2,1, ¡Ceroooooooooooooooo!

- Karumbita, ¿ya estás lista, hija? ¡Apresúrate, que la misa comienza en unos minutos! Menos mal que la llovizna terminó. Vamos, niña, ¡qué tenemos mucho por hacer!

Karumbita abrió el arcón y encontró un hermoso y largo vestido azul. Se lo probó y estaba hecho justo a su medida. Se calzó los pies con unos zapatos negros bien lustrados. Buscó un espejo en su cuarto y no lo halló. Entonces comenzó a dar gritos a Doña Juana.

- Abuelita, ¿dónde tienes un espejo? - No seas vanidosa, hija mía. - Vamos, dime, ¿dónde lo tienes? - Ven aquí, en mi habitación.

Karumbita atravesó corriendo toda la casa hasta llegar a la habitación de la abuela. Al entrar en ella quedó boquiabierta. Doña Juana tenía una cama enorme y bella. Las sábanas eran blancas y almidonadas. Las fundas de las almohadas presentaban bordados de flores rojas, blancas y azules. Un pavo real exhibía su hermoso plumaje entre el verdor de los palmares y los azules cerros. En letras doradas, también bordadas, se leía claramente: Independencia o Muerte.

- ¿Qué hermoso cuarto, abuelita? - ¿Te gusta? - Sí, ¿y qué significa Independencia o Muerte? - Ya te lo explicaré. Por ahora, mírate al espejo, ahí lo tienes.

Karumbita se acercó a la pared donde un ovalado espejo le reflejaba su figura. Ella se miraba de un lado y luego del otro. Le encantaba su vestido azul brillante de mangas largas. La abuela se le acercó por detrás y le dijo: Sólo te falta esto. Y le ubicó unas cintas rojas y blancas en el pecho. Karumbita se sintió emocionada al comprender el mensaje que encerraba todo su atuendo y dio un gran abrazo a su querida abuelita.

- Bueno, vamos mi hijita, que nuestra tarea libertaria debe continuar. No te olvides de cubrirte con el chal de lana.

Y ambas salieron a enfrentar al frío de la calle rumbo hacia la Catedral. ******************

Page 7: Karumbita La Patriota (PDF)

Al salir de la casa de Doña Juana María se encontró ante un camino de tierra mojada, estrecho y sinuoso como una serpiente. ¿Y el asfalto? Le preguntó a su abuelita.

- ¿Asfalto? ¿Qué es eso, Karumbita? - Es algo negro que cubre los caminos. - ¡Ay, hija mía! Veo que definitivamente ese queso y el dulce de arasá te

afectaron. Esta noche cenarás sólo arroz con leche. Karumbita sonrió levemente y cuando levantó la mirada del suelo se sorprendió al encontrarse ante un caserón blanco, con rejas negras y ventanas oscuras.

- Abuelita, yo conozco esa casa. - Claro, mi hijita, es la casa de los Martínez – Saenz. Los visitaremos esta

tarde después de la siesta. - No, abuelita. ¡Esa es la Casa de la Independencia! - ¡Shhhhhh! ¡No digas eso, niña! Esa palabra está prohibida en esta

provincia. Si te escucharan los españoles hasta te llevarían a la cárcel. - Pero, abuelita, esa es la Casa de la Independencia. - Está bien, pero guarda silencio y sigue caminando.

Doña Juana pensó: Qué cosas raras dice esta niña. Aunque el nombre me gusta por todo lo que se está haciendo dentro de sus habitaciones. ¿Casa de la Independencia? No está mal. Creo que mi nieta será una verdadera ayuda a la causa de la Patria. Karumbita siguió mirando a la casa de lado a lado, miró también las calles asuncenas, las pocas casas que había, la gente que caminaba o iba a caballo, algunas mujeres montadas sobre burros y unos que otros niños corriendo apresuradamente. Todos se saludaban unos a otros con mucha amabilidad y parecía flotar en el ambiente un sentido de unidad entre los habitantes de la pequeña ciudad de Asunción. La vista hambrienta de Karumbita buscó reconocer otros edificios. Miró para todos lados y nada.

- Abuela, ¿dónde está el palacio de Benigno López? - ¿Palacio de Benigno López? - Sí, y también el de Venancio López. - ¿Venancio López? - ¿Y el de Mariscal López? - ¿Mariscal López? ¿Palacios en Asunción? ¿Qué estás diciendo, Karumbita?

¿Quiénes son esos hombres de quienes hablas? - ¡Son los hijos de Carlos Antonio López! - Ja, ja, ja, ja, ja, pero Carlos Antonio López es un joven de 20 años y aún no

tiene hijos, Karumbita. - Sí, y él va a ser el primer presidente constitucional del Paraguay.

Page 8: Karumbita La Patriota (PDF)

- ¡Shhhhhhhhhh! ¡No digas eso, Karumbita! ¡Cálla, niña que nos encerrarán a las dos!

Ambas siguieron caminando por las estrechas calles. Una casita aquí, una casona allá, una casa con balcón y otra con un gran patio donde duerme perezosamente un aljibe. Jazmineros pacientes esperando la primavera descansaban en las enredaderas. Karumbita se tragaba con los ojos todo lo que veía. Se divirtió al ver a algunas mujeres que para cruzarse debían ponerse de costado por el ancho objeto que llevaban en la cabeza y les impedían cruzarse de frente.

- ¿Qué es eso que llevan las mujeres, abuelita? - Son peinetones. - ¿Para qué sirven? - Para mantener el cabello arriba. - ¡Ah! ¿Y qué pasa si se chocan? - Nunca lo hacen. - Pero, ¿qué pasaría si chocasen? - ¡Un gran lío! - ¿Y tú llegaste a usarlos, abuelita? - Sí, cuando era joven. Ahora que ya estoy vieja mi cabello se sujeta con una

sencilla y humilde peineta. - Pero te queda lindo, abuelita. - Gracias, Karumbita. Tú sí que eres una niña muy gentil.

A Doña Juana le divertían las preguntas y comentarios que hacía Karumbita. Para ocultar su sonrisa se cubría la boca de cuando en cuando con el borde del oscuro manto que le cubría la cabeza. Avanzaron lentamente cuesta arriba y llegaron a la calle que hoy sería Palma. Karumbita prosiguió con curiosidad interrogando a la anciana.

- Abuelita. - ¿Y ahora qué, hija mía? - ¿Dónde está el Panteón de los Héroes? - ¿El Panteón de los Héroes? ¿Qué es eso? - ¿Y el Lido Bar? - ¿Lido Bar? Ay, hija mía creo que necesitas un medicamento con urgencia. - Abuela, abuelita, yo estoy bien. No te preocupes por mí, sólo que…sólo

que… yo vengo del futuro. - ¿Qué estás diciendo, Karumbita? Viviste conmigo desde que eras bebé y

ahora me dices que vienes del año 2010. ¡Eso es imposible! Tú no pudiste haber vivido 200 años en el futuro y ahora volver como una tortuguita. Yo creo que estás perdiendo la razón.

- No, abuelita, no estoy perdiendo la razón. Sólo que soy muy preguntona y …

- Bueno, por ahora, basta de preguntas y bajemos esta calle para pasar cerca de la Casa del Gobernador que es el lugar clave para lograr nuestro objetivo.

- ¿Cuál objetivo? - Nuestra libertad, niña, nuestra libertad.

Page 9: Karumbita La Patriota (PDF)

- Okay. - ¡Otra vez esa rara palabra!

Karumbita se preguntaba a sí misma: ¿Y dónde está el Hotel Guaraní? En su lugar parece que hay un convento. ¿Y el Ministerio de Hacienda? ¿Las cuatro plazas? ¿El Banco Nacional de Fomento? ¿La Casona de Madame Lynch? ¿El Teatro Municipal? Yo sé que la abuela está un poco asustada de mí, pero esto del teatro debo preguntarle porque me estoy muriendo de curiosidad.

- Abuelita. - Sí. - Yo sé que te molestan mis preguntas. - No, no me molestan, me asustan, me preocupan y me pregunto si no estaré

alimentándote bien y que esa sea la causa de tus raras interrogaciones. - No, abuelita. A mí me encanta comer y tú me alimentas muy bien. Sólo que

yo soy una tortuga muy imaginativa y me gusta preguntar cosas como ¿qué pasó con el Teatro Municipal?, por ejemplo.

- ¿Teatro Municipal? ¿De qué estás hablando? Aquí no tenemos ni un teatro. Las representaciones que vienen de Buenos Aires se hacen en la Casa del Gobernador o en el atrio de la Catedral.

- Lo que pasa es que más o menos en este lugar debía haber un teatro grande con muchos pisos y asientos rojos y un gran escenario con luces.

- Ay, hija mía, creo que la leche que tomaste esta mañana tenía alguna hierba rara o que la vaca, antes de ser ordeñada, comió alguna planta que produce visiones en la gente.

- No, abuelita, no es así. Yo estoy perfectamente bien, no te preocupes. Sólo que…ya sabes…me gusta hacer preguntas.

Doña Juana se apretó la cabeza, se ajustó una y mil veces su rodete, suspiró y trató de disimular su preocupación al cruzarse con algunos caballeros envueltos en capas negras y sombreros tricornios. Ellos vestían pantalones cortos, medias de seda y llevaban zapatos adornados con hebillas de plata. Karumbita al verlos se sonrió y dijo en voz alta:

- No sabía que los hombres usaban capri en 1811, abuelita. - ¿Qué dices, niña? ¿Qué es eso de capri? - Y esos pantalones cortos debajo de las rodillas. - Esos no son capri o cómo tú los llames, hija, mía. Son pantalones cortos y

nada más. - Ay, abuela, son capri y nada más. - ¿Qué modales son esos, Karumbita? - Perdón, abuelita, perdón.

Cuando llegaron cerca de la Casa del Gobernador Karumbita se quedó en silencio observándola. Era una gran casa, rodeada de galerías. Desde allí se podía divisar toda la plaza, el Cabildo, la Catedral, la Real Fábrica de Tabacos y hasta el campanario del Convento de Santo Domingo. En esa casa vivía el gobernador a quien la gente apreciaba muchísimo a pesar de ser español. Se llamaba Bernardo de Velasco y fue nombrado gobernador del Paraguay en 1806. Mandó tropas a Buenos Aires para pelear en contra de los ingleses que invadieron la ciudad y

Page 10: Karumbita La Patriota (PDF)

derrotó al General Belgrano en Paraguarí. Belgrano quería que el Paraguay fuese parte de la naciente república Argentina, pero Velasco prefería que el Paraguay continuase perteneciendo a España. Karumbita disfrutaba de los gritos que se escuchaban por las calles asuncenas: ¡Velas, velitas para alumbrar su casita! ¡Velas de cebo! ¡Agua! ¡Agua fresca! Gritaban los aguateros empujando sus carretillas. ¡Pescados! ¡Pescados frescos, bogas, surubí y mandi’i!, les contestaban los pescadores con sus percheros llenos de pescados bamboleándose de un lado a otro. ¡Pan caliente, recién horneado!, resonaba la voz del panadero y unas cuantas mujeres con gruesos cigarros entre sus labios y montadas sobre sus valientes burros ofrecían carnes, verduras, mandi’o, naranjas, bananas y yuyos de toda clase a la población asuncena. Era un mundo de gente donde se mezclaban los ricos con los pobres, los prelados y los militares, españoles y criollos, indios, mestizos, esclavos y zambos. Karumbita y Doña Juana fueron pasando en medio del gentío hasta llegar a la Catedral donde entraron lentamente y se ubicaron en uno de los bancos del ala izquierda del enorme templo. El olor de los cirios quemados se percibía en todo el ambiente. Muchas mujeres envueltas en largos mantos negros se cubrían la cabeza y rezaban una y otra vez las mismas plegarias. Algunas se hallaban de rodillas, otras totalmente sentadas en el suelo. En ciertos bancos se hallaban algunos militares con el rostro inclinado y simulando hacer una oración al Altísimo. Doña Juana le dijo a Karumbita que su misión libertaria estaba por comenzar. Karumbita la miró con entusiasmo y le susurró al oído: Estoy lista abuela, cuando tú quieras.

************************

- ¡Karumbita! ¡Karumbita! –la llamaba Anahí desde fuera del “túnel del tiempo”- ¿Estás todavía ahí? ¿Te dormiste o te fuiste al 1811? Manuel, me parece que ella nos está bromeando. No contesta. Voy a entrar a ver qué está haciendo.

- No, voy a entrar yo mismo, el creador de este portentoso túnel - contestó resuelto-.

- Pero yo quiero ir también. - No, vos vas a cuidar el dispositivo y cuando yo diga ¡ya!, vos apretás el

botón rojo. - ¿Y para qué voy a apretar ese botón? - Para que yo vaya a buscar a Karumbita en el año 1811. - Pero vos sabés que todo esto es broma, que es un juego, que nadie puede

volver al pasado. - ¿Acaso estás dudando de mi genialidad, hermanita querida? Si fui capaz de

atrapar una nube con el aparato que confeccioné, ¿por qué no podría crear un túnel del tiempo?

- Un momentito hermanito presumido. El dispositivo para atrapar la nube lo hemos fabricado Karumbita, vos y yo. No quieras llevarte toda la gloria solo. Tenés que reconocer siempre a los que trabajan contigo.

- ¡Pero yo soy el cerebro de todo lo que hacemos!

Page 11: Karumbita La Patriota (PDF)

- ¡Ah, sí! Y Karumbita y yo, ¿qué somos? ¿Adornos? No, mi hijito. Aquí todos valemos y todos hemos aportado para fabricar ese dispositivo y este “túnel del tiempo”. ¿Quién te trajo las telas del viejo baúl de mamá? ¡Yo! ¿Quién cargó sobre sus espaldas los cartones que los supermercados desecharon? ¡Karumbita! ¿Y las tuercas, bulones, palancas, cronómetros, chips, arandelas, botones, cables y pedazos de metales encontrados en cualquier esquina? ¿Quiénes te los trajeron? ¡Nosotras dos!

- Bueno, bueno, bueno, bueno. ¡Está bien! ¡Está bien! Ganaste. Todo fue producto de un trabajo en equipo.

- ¿Y quién te guió para la conexión exacta de los cables? ¡Nosotras dos! - Bueno, perdóname hermanita. Ahora, dejémonos de discusiones y manos a

la obra. - Pero, esperá un rato. ¿Te parece que Karumbita se fue de verdad al 1811 o

está ahí adentro durmiendo? - ¡Eso es exactamente lo que averiguaremos!

Manuel se ajustó sus anteojos Dexter y se predispuso a entrar en el túnel. Anahí lo miró preocupada y al mismo tiempo entusiasmada. Manuel respiró profundamente y levantó la cortina de la entrada hecha con trozos de largos y finos plásticos. ¡Voy entrando! – gritó a su hermana como para darle señales de lo que estaba haciendo - ¡Aquí está oscuro! Apretá el botón blanco para que pueda tener luz. Anahí le obedeció. ¡Karumbita! ¿Te dormiste, picarona? Nos estás haciendo una de tus bromas, ¿verdad? ¡Karumba! ¡Karumbita! Sólo el silencio le respondió. Al llegar al centro del túnel sólo vio la almohada hecha con plumas de aves en el suelo y no halló a Karumbita. Manuel se llenó de sorpresa y de emoción. ¡Funciona! ¡Funciona! – Gritó una y otra vez -.

- ¡Anahí! ¡Anahí! ¡Funciona! ¡Karumbita no está! ¡Se fue al 1811! - ¡No puede ser! Entonces quiere decir que el túnel del tiempo funciona. - ¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! ¡Funcionaaaaaaaaa! ¡Soy un genio! - Somos, ¡presumido! - Ahora, apretá el botón azul para saber exactamente en qué fecha está

Karumbita. - ¿Para qué querés saber eso? - Para irme junto a ella. - ¿Y yo? ¿No puedo irme? - Es que alguien tiene que cuidar el dispositivo. De otra manera, ninguno de

los dos podrá regresar. - Okay! Okay! ¿Y qué les digo a papá y a mamá cuando se despierten? - ¡Qué nos hemos ido al 1811! Dale, hermanita, ¡apretá el botón azul! - Ya lo hice. - ¿Y qué salió? - 14 de mayo de 1811. - ¡Guau! ¡Qué emoción! Voy a presenciar la independencia de nuestro

querido Paraguay. Apretá ahora el botón rojo. - ¡Ay! Tengo miedo. - ¿Miedo de qué? - De que vos ni Karumbita regresen al siglo XXI.

Page 12: Karumbita La Patriota (PDF)

- Para eso estás vos aquí, para regresarnos. Sólo tenés que poner la fecha en qué estás, apretás los botones y volvemos.

- Parece tan fácil. - Y todo es fácil con una pizca de imaginación. - ¿Ya estás acostado? ¡No te olvides de golpear la almohada una y mil veces!

Ya voy a apretar el botón rojo. ¿Estás listo? Mira que ya voy a apretar… - ¡Esperá! ¡Esperá! Me falta golpear la almohada. Un ratito, por favor. (Se

oyen golpes y más golpes en las espaldas de la almohada). - Okay! ¿Ya está? - Ahora estoy acostado y estoy apoyando mi cabecita sobre la almohada. - ¿Cabecita? ¡Cabezota, querrás decir! 10,9,8,7,6,5,4,3,2,1,

¡ceroooooooooooo!

Doña Juana se arrodilla lentamente en el piso para decir una oración. Karumbita la mira esperando sus indicaciones. - Hija, ¿ves a esos militares orando en silencio? - Sí, abuela. - Ve lentamente junto a cada uno de ellos y diles… - ¿Qué? - Escucha, niña y no levantes la voz. Karumbita extiende su pequeño cuerpo y levanta su rostro hacia su querida abuela para seguir sus instrucciones. - Verás, Karumbita, esos militares son los que nos librarán de las garras de

España. Ellos están planeando algo muy importante y necesitan de este mensaje.

- ¿Cuál mensaje? - Shhhh! Camina lentamente de banco en banco y diles: Independencia o

Muerte. - ¿Independencia o Muerte? - Shhh! ¡Guarda silencio, niña! - Pero… eso está escrito en las fundas de tu almohada. - Lo sé. Ahora vete. - Okay, abuelita. - ¡Otra vez esa palabra!

Karumbita se salió del banco y fue caminando lentamente hacia el ala derecha de la iglesia. Vio desde lejos a un apuesto capitán que levantaba sus ojos hacia el altar mayor y sigilosamente miraba a derecha y a izquierda. Karumbita se sonrió y se dijo a sí misma: Ese es Pedro Juan Caballero. ¡Guau! ¡Qué buen mozo que es! No sabía que usara colita. ¡Le queda tan bien! Y es muy elegante. Pedro Juan Caballero la miró de reojos y enseguida entendió que venía de parte de Doña Juana. Para poder escucharla se arrodilló y siguió simulando una oración. Karumbita se acomodó a su lado tratando en lo posible no llamar la atención de nadie. El Capitán Caballero le hizo una pregunta casi susurrando:

Page 13: Karumbita La Patriota (PDF)

- ¿Qué tienes para mí? - ¿Yo? - Sí, tú. ¿Acaso no te ha enviado Doña Juana? - Sí, eh, eh, eh… - ¿Qué te pasa, niña? ¡Dímelo ya!

En ese momento un alarido se escuchó dentro de la Catedral. Toda la concurrencia giró la cabeza hacia atrás y vio a una mujer rubia de ojos claros que corría de aquí para allá gritando:

- ¡Socorro! ¡Socorro! Mi mantilla, mi peinetón. El Capitán Caballero corrió a socorrerla. La mantilla de la española ardía sin parar y su cabeza parecía una antorcha viviente. Pedro Juan le arrancó el peinetón de un tirón y lo arrojó juntamente con la ardiente mantilla fuera del templo. La mujer al ver que estaba libre de su sombrero de fuego se desmayó. Otras españolas se encargaron de ayudarla. El Capitán volvió elegantemente a su banco. Karumbita le interrogó instantáneamente:

- ¿Qué pasó, Capitán? - Posiblemente su mantilla rozó uno de los cirios encendidos y … - ¿Cirios encendidos? ¿Qué son esos? - ¿Ves ese montón de velas en la entrada? - Sí. - Bueno, esos son cirios encendidos. - Ah, pero ¿por qué no dijo velas nomás? - ¿Cómo? - Nada, Capitán, nada. - Bueno, ahora dime el mensaje de Doña Juana.

Karumbita miró cautelosamente a uno y a otro lado. A lo lejos vio a Doña Juana que le hacía gestos para que ya lo dijera. Karumbita obedeció y le susurró al Capitán al oído:

- Independencia o Muerte. - ¿Estás segura? - ¡Segurísima! - Gracias, niña. - Gracias a usted, Capitán.

Pedro Juan se levantó del banco, sujetó muy bien su espada en su costado derecho y se retiró de la Catedral. Al pasar al lado de Doña Juana tosió suavemente como señal de que el mensaje le había llegado. Karumbita comenzó a divisar a otro militar hacia el ala izquierda de la iglesia y comenzó lentamente a pasearse entre los feligreses que rezaban y rezaban sin parar. Cuando estaba por llegar a destino, un niño indio la alzó repentinamente en sus brazos. Le clavó sus profundos y negros ojos y le sonrió. Karumbita le devolvió la sonrisa. El niño la apretó suavemente contra su pecho y le dijo:

Page 14: Karumbita La Patriota (PDF)

- Karumbe’i porâ. - Aguije – le contestó Karumbita -. - Karumbe’i juky- insistió el niño-. - Aguije, pero poneme en el suelo. - No, te voy a llevar a mi casa para que juegues conmigo – replicó el

indiecito-. - No, poneme en el suelo, ¡te digo! - Y si no quiero… - Entonces…

Le dijo Karumbita mientras le clavaba su pico en uno de los dedos. El indiecito estaba a punto de lanzar el grito más grande que haya hecho en la historia de su vida cuando el militar se le acercó y le puso el dedo índice en los labios.

- Shhhh! ¡Cállate, niño! Pásame a mi tortuga. El indiecito se tragó su dolor y obedeció, pero antes le lanzó una mirada de reproche a Karumbita. El militar era Vicente Ignacio Iturbe, que ahora le llevaba en sus brazos a Karumbita hacia su banco, donde la hizo sentar a su lado y le preguntó:

- ¿Qué tienes para mí, niña? - Algo, pero antes quisiera agradecerle por salvarme de las manos de … - No es nada, niña. Vamos, dime el mensaje que no tengo mucho tiempo que

perder y… - Pero, señor, déjeme agradecerle como corresponde porque si ese niño me

hubiera llevado yo podría haber terminado sobre un montón de brasas y… - Ya…ya, dime el mensaje… - …y podrían agregarme un poco de sal, un poco de lechugas, tomates y… - Ya, niña. Gracias a mí no te convertiste en un suculento asado de ese

indiecito. ¡Dime el mensaje y ya! - ¡Ay, qué modales! ¿Así le enseñaron en el colegio a tratar a las niñas? Usted

no sabe que nosotras las mujeres merecemos respeto y… - ¡Me estás impacientando! - …y consideración de los que dicen llamarse caballeros y… - ¡Dime el mensaje o te devuelvo a ese niño inmediatamente!

Karumbita se calló de súbito. Desde su lugar miró a Doña Juana que no paraba de hacerle muecas y ademanes para que le diera el mensaje de una buena vez al militar. Entonces Karumbita se acomodó bien el vestido, suspiró hondamente y le mostró el suelo a Vicente Ignacio Iturbe, quien no tuvo otro remedio que arrodillarse lentamente al lado de ella. Karumbita le susurró al oído:

- Independencia o Muerte. - ¿Estás segura? - Segurísima. - Gracias, y perdona mi impaciencia. - No es nada, señor. - Pero…¿no hay duda de que ese sea el mensaje? - Ahora me considera mentirosa.

Page 15: Karumbita La Patriota (PDF)

- No, no es eso, es que vivimos tiempos peligrosos y… - Ninguna duda. - Entonces me voy porque lo que acabas de decirme es urgente. - ¡Urgentísimo! - Adiós y perdóname otra vez. - Perdonado. Vaya con Dios.

El militar se levantó apresuradamente y fue hacia la salida. En el camino se cruzó miradas con Doña Juana quien movió lentamente la cabeza de arriba para abajo como confirmando el mensaje dado por Karumbita. Después de cumplir su misión libertaria, Karumbita estaba exhausta y lo único que quería era volver a la casa para comer eso que la abuela le había dicho a Petrona para hacer. Ambas salieron de la iglesia a enfrentarse con el viento helado de mayo. En el camino Karumbita siguió preguntando sin parar:

- Abuelita, ¿qué es eso de Independencia o Muerte? - Es que si los patriotas no se apresuran a liberarnos caeremos en manos de

los portugueses. - ¿Los portugueses? Pero, ¿cómo y por qué? - Porque el gobernador Velasco es capaz d entregarnos a una bruja. - ¡ A una bruja! ¿Dónde está la bruja, abuelita? - En Río de Janeiro, Brasil. - ¿Río de Janeiro? Pero, abuelita, eso queda lejísimos. ¿Qué podría hacernos

una bruja desde un lugar tan distante? - Mucho, mi hija. Esa bruja es una princesa muy poderosa. Y a más de ser

bruja es feísima. - ¿Feísima? ¿Cómo lo sabes, abuelita, si nunca la viste? - Es verdad, mi hija. Nunca la vi, pero la maldad y la fealdad son conocidas

aunque fuesen invisibles. Esa mujer quiere apoderarse de todos los territorios de España y como el Paraguay es de España, todavía, ella lo quiere para sí.

- Pero, abuelita… - Y dice que nunca ha llegado de Europa una mujer tan fea como ella y… - Pero, ¿quién es ella, abuelita? - ¡La princesa Carlota Joaquina de Borbón! ¡Qué Dios nos guarde del

Diablo! - ¡Ay, abuela! Creo que exageras. - ¡No exagero, mi hijita! Por eso es que los patriotas deben moverse

rápidamente para impedir que Velasco nos entreguen a ella. Más vale morir que ser esclavos de los portugueses y menos aún de esa horrible princesa.

- Ahora creo que voy entendiendo. - Ya entenderás, mi hija, ya entenderás. Por ahora, debemos apresurarnos

para volver a casa porque el locro de Petrona seguro que ya nos está esperando.

- Esa era la palabra que no recordaba:¡Locro! **********************************************************************

Page 16: Karumbita La Patriota (PDF)

La roldana chirriaba y chirriaba sin parar. Petrona que acababa de sacar la humeante olla de locro del fuego se sorprendía al escuchar ese ruido que ella solía hacer cuando sacaba agua del pozo. Veía como las cuerdas iban pasando por la ranura de hierro y nadie estaba allí para recibir el acostumbrado balde de agua. De pronto, vio colgarse de la cuerda a un niño de grandes anteojos, que vestía unos calzados extraños, pantalones ajustados y una remera colorinche. El pobre temblaba de frío y tenía los labios amoratados. Petrona no sabía si era un alma en pena o un mendigo escapado de algún hospicio. Corrió apresuradamente a buscar una manta y un crucifijo, por si acaso. Volvió al patio donde se encontraba Manuel gritando:

- ¡Hola! ¿Quién anda ahí? ¡Karumbita! ¡Karumbita! - ¿Quién ere tú, muchacho? – Le interrogó Petrona -. - Soy Manuel y busco a Karumbita. - Pero, dime, ¿ere tú de éte mundo o del otro? – Le preguntaba Petrona

mientras sostenía el crucifijo en alto -. - Soy de este mundo, señora. - No, yo no soy señora. La señora se jue a la iglesia con Karumbita. - Pero, usted es una señora. - No, no, ya te lo he dicho, yo no soy señora, yo soy una eclava. - ¿Una qué? - Una eclava. - Claro, en el siglo XIX la gente tenía esclavos en el Paraguay. - ¿Qué dice tú, muchacho? - No, nada, nada. - ¿Tú tiene frío? - Sí, un poco. - Ten esta manta. - Gracias…¿Cómo se llama, usted? - Petrona. - Gracias, Petrona. - ¿Y qué quiere tú de la niña? - Vengo a buscarla. Soy su hermano. - No sabía que ella tenía hermano. Ya viene ahorita de la iglesia. Pasa tú. - Gracias.

Manuel entró a la cocina donde vio unos cuantos braseros redondos. Sobre una mesa reposaba una gran olla de hierro donde humeaba el locro recién hecho. Sobre una tacuara se extendían tiras de carne seca y en una alacena varios tarros de arcilla con dulces de guayaba dentro. Vio también en la esquina un cántaro de agua tapado y una vasija encima de él. El hollín en las paredes había dejado sus huellas con manchas artísticas. Petrona lo observaba como desconfiada. Lo miró de pies a cabeza con sus grandes ojos saltones y su cabeza se llenaba de preguntas: ¿De dónde salió ete niño? ¿Del pozo? ¿Qué é lo que tiene por el brazo? ¿Y por qué tiene ojo tan grande, pue? ¿Y eso zapato son verdaderamente raro? ¡Ay, Diosito, líbrame del mal! Mientras se santiguaba una y otra vez.

Page 17: Karumbita La Patriota (PDF)

Manuel podía leer su mente y no se esforzaba de aclararle las dudas. Si trataba de explicarle que venía del futuro la iba a confundir más y la pobre podría salir corriendo para pedir socorro. Y eso no le convendría para nada.

- No me tenga miedo, Petrona. Yo soy como usted, un ser humano normal. - Pero un ser humano normal no tiene eso zapato, pue. - Ah, estos se llaman championes. - ¿Chan qué? - Cham-pio-nes. - ¿Y qué é eso que tiene tú en el brazo? - ¿Esto? - ¡Hmm! - Esto se llama reloj. - Pero, el relo está sobre la mesa, pue, no por el brazo. - También se lo puede tener por el brazo, Petrona. - ¡Ah, sí! - ¿Y por qué tu quevedo é muy grande, pue? - Ah, estos son anteojos, y son grandes para ver mejor. - ¡Hmm! - ¿Y por qué…?

En ese momento entran Karumbita y Doña Juana por el portón. Doña Juana comienza a gritar:

- ¡Petrona! ¡Petrona! Karumbita y yo nos estamos muriendo de hambre. Petrona corre para recibir a su ama. Manuel la sigue. Todos se encuentran en el patio, cerca del pozo. Cuando Karumbita ve a Manuel se llena de alegría y le salta al cuello. Doña Juana está sorprendida y le pregunta a Petrona:

- Pero, ¿quién es éste? ¿de dónde salió? - Del pozo, la señora, del pozo. - ¿Del pozo? ¿Qué estás diciendo, Petrona? - Y sí la señora. Yo estaba bajando el locro del juego cuando la rondana… - Roldana, Petrona, rol-da-na. - Y eso, sonaba y de repente apareció de allí y yo no sabía si venía del cielo o

del infierno. - Abuelita, él es Manuel, es como mi hermano. – Interrumpió Karumbita -. - Pero, tú no tienes hermanos, Karumbita. ¿Qué estás diciendo? - Bueno, es mi amigo del futuro. - ¡Otra vez con eso, Karumbita! – Replicó Doña Juana -. - ¿Del futuro? ¿Cómo é eso, la señora? – Preguntó Petrona -. - Es una invención de mi nieta, Petrona. No le hagas caso. Por favor, vamos

al comedor y sírvenos el locro que preparaste. Y tú jovencito, acompáñanos. - Gracias, señora.

Petrona corrió para la cocina y los demás fueron hacia el comedor. Karumbita no podía contener su alegría y esperaba el momento de relatarle a Manuel todo lo acontecido en la Catedral.

Page 18: Karumbita La Patriota (PDF)

********************************************************************* Anahí rogaba al cielo para que sus padres no se despertaran. Entró una y otra vez dentro del “túnel del tiempo” y no podía creer que ni Karumbita ni Manuel estuvieran allí. Se preguntaba una y mil cosas: ¿Será que se fueron realmente al 1811? ¿Será que se desintegraron? ¿Será que me están haciendo una broma? Estoy segura de que se están escondiendo en alguna parte. Ya me vengaré de ellos en su momento. Mientras sus pensamientos bailaban de aquí para allá sus padres se levantaron y fueron a la cocina a prepararse un café caliente para tomar. El viento de mayo soplaba con ímpetu. La llovizna se iba apoderando lentamente de las calles asuncenas. Los tejados estaban húmedos y el frío otoñal comenzaba a hacerse sentir. Escuchó que su papá encendió el televisor del comedor y la madre se preguntaba qué habría de nuevo esa fría tarde de domingo. Un locutor pelado y de ojos verdes apareció en la pantalla diciendo: Las computadoras de los Estados Unidos detectaron un fenómeno que acaba de ocurrir en territorio paraguayo. Según las fuentes de información norteamericana dos seres vivos fueron transportados hacia el pasado por un dispositivo fabricado con datos jaqueados de la NASA. Más informaciones en el noticiero de las veinte horas.

- ¿Qué? – preguntó la mamá-. - ¡Estos yanquis sí que tienen imaginación! –Recalcó el papá-. - A Manuel le encantará oír esto. ¡Manuel! ¡Manuel! – Gritó la madre-.

Y sólo el silencio le contestó. Anahí temblaba de miedo. ¿Qué les voy a decir? No puedo mentirles, pero no me creerán. Hay que decir la verdad cueste lo que cueste. Después de todo, Karumbita y Manuel no están aquí. Pero, ¿están verdaderamente en el pasado? Manuel dijo que yo podría traerlos de vuelta si operaba el dispositivo según las instrucciones que me dejó. Entonces ¿por qué no les hago regresar?

- ¡Anahí! ¡Anahí! ¡Karumbita! – insistió el papá - ¿Dónde están? ¿Qué están haciendo? ¿Por qué están tan silenciosos? ¿Acaso están fabricando algún nuevo aparato? ¡Manuel!

- ¡Estoy aquí, papá! – contestó Anahí -. El señor pelado de la tele volvió a aparecer: Según fuentes norteamericanas la desaparición de los dos seres vivos ocurrió en Asunción y específicamente en el barrio Loma Pytâ. Los padres de Manuel y Anahí se miraron unos a otros y ambos riéndose al mismo tiempo dijeron: ¿Qué estupidez! El papá se rió más fuerte y su risa retumbaba en toda la casa. Anahí al escuchar todo lo que la tele estaba diciendo no sabía si ir corriendo a contarles todo a sus padres o procurar rápidamente a traer de vuelta a Manuel y a Karumbita. De repente, el timbre sonó una y otra vez. Anahí levantó la cortina de la ventana para ver quién era y vio un pelotón de soldados paraguayos y norteamericanos que

Page 19: Karumbita La Patriota (PDF)

insistían en entrar a la casa. Detrás de ellos las cámaras de televisión de todos los canales se encontraban con ganas de informar al mundo sobre el gran fenómeno. Los padres de Manuel y Anahí se levantaron y fueron hacia el portón. **********************************************************************

- ¡Este locro está riquísimo, Petrona! – Gritaba Doña Juana-. - Gracia, la señora – respondía la esclava desde la cocina. - Me pregunto si Petrona no tendrá una rica hamburguesa o un pancho en la

cocina, Doña Juana. - ¿Hamburguesa? ¿Pancho? ¿Qué son esas cosas tan raras? - Nada, abuelita – interrumpió Karumbita – son imaginaciones de mi amigo. - ¡Ya tuvimos suficiente fantasía por hoy, Karumbita! Y me imagino que una

más no nos hará daño – agregó Doña Juana dejando escapar una sonrisa de sus pálidos labios.

Manuel y Karumbita se cruzaron miradas y sonrisas picaronas mientras masticaban despacito los pedazos de locros. No estaban acostumbrados a comer el típico plato paraguayo, pero el frío exigía esa sopa caliente y espesa. Así es que no podían quejarse de que no les gustaba el caldo. Después comieron un pedazo de queso con dulce de arasá. Al terminar el almuerzo, Doña Juana les dijo:

- Ahora, a tomar una buena siesta. - ¿Siesta? ¿Nosostros? – preguntó Manuel -. - ¡Claro! Ustedes y yo también. La siesta es sagrada en esta provincia y quien

no la hace sufre las consecuencias. A la tardecita iremos a visitar a los Martinez – Saenz para tomar mate dulce y pastelitos de crema con ellos. –Aclaró Doña Juana-.

- ¿Mate dulce y pastelitos de crema? ¡Guau, qué rico! – Exclamó Karumbita. - Sí, son muy ricos y les va a encantar. ¡Petrona! – Alzó la voz la anciana y la

negra esclava apareció de inmediato - Prepara una habitación para el niño. –Le ordenó -.

- Siempre etá lista esa pieza que mira hacia la calle, la señora. Ahorita mismo ya le llevo pa’ allá. – Y le guió a Manuel hacia su cuarto.

Karumbita le sonrió desde cierta distancia y levantó el dedo pulgar en señal de aprobación. Manuel le respondió de la misma manera. Doña Juana los observó sorprendida porque no entendía el ademán que acababan de hacerse. Pensó para sí: creo que estoy muy vieja para entender estas cosas de niños. Luego de un rato volvió Petrona para levantar la mesa y lavar los platos. La preocupación se le notaba en el rostro.

- ¿Qué pasa, Petrona? ¿Por qué esa cara? - Cosa rara etá pasando aquí, la señora. - ¿Por qué? - ¿Y no vio la señora lo quevedo que son demasiado grande, el pantalón, el

relo, y lo zapato de ese niño? - Sí los vi y también me preocupan. - ¿Por qué, la señora?

Page 20: Karumbita La Patriota (PDF)

- Me pregunto si no será un porteño y si en Buenos Aires los niños no estarán ya vistiéndose así siguiendo la moda europea y nosotros…

- No sé, la señora, pero era raro que venga del pozo. - ¿Del pozo? ¡Son imaginaciones tuyas, Petrona! ¿Quién puede venir del

pozo? - Pero, la señora, yo le vi cuando salió del pozo. Por mi santa mare que etá en

lo cielo te digo. Y si miento que ¡pum!, venga un rayo y me mate. - ¡Ay, Petrona! Basta de exageraciones. Lo bueno es que Karumbita lo

conoció y se puso muy alegre de verlo. Pero… ¿de dónde ella lo conoce? En realidad, quien me preocupa más es mi nieta. ¿Será que se está volviendo loca de verdad?

- ¡No, tu nieta no etá loca, la señora! É simpática nomá y bien juguetona. - Sí, siempre fue así. - ¿Y qué va a hacer la señora si ese niño é un epía de Belgrano o de lo

españole? ¿Hê? - ¡No digas eso ni en broma, negra boca grande! ¡Ya basta! Ve a hacer tu

trabajo si no quieres recibir unos cuantos azotes. Petrona fue hacia la cocina rezongando en una lengua desconocida e incomprensible para su ama. Doña Juana se quedó cavilando con los codos sobre la mesa y las manos en la frente. ¿Debo avisar a los patriotas? ¿Será un espía este niño? O… ¿quizás podamos utilizarlo para la causa independista? Hablaré esta tarde con el Capitán Caballero y el Doctor Fernando de la Mora. Ellos me ayudarán. Por el momento me merezco una buena siesta. Estoy exhausta después de haber caminado tanto por esas húmedas calles. Se levantó de la mesa y se fue yendo con un gran bostezo en la boca hacia su habitación. ********************************************************************* Los padres de Manuel y Anahí quedaron más que sorprendidos al ver tanta gente en su portón. Preguntaron qué estaba pasando pero no abrieron el portón. Un soldado se acercó a ellos y les dijo:

- Disculpen la molestia, pero los satélites y computadoras norteamericanos detectaron un fenómeno que ocurrió aquí en su casa y…

- ¿Un fenómeno en nuestra casa? – preguntó el padre -. - Sí, y creemos que tiene algo que ver con un túnel del tiempo que podría

haber sido fabricado por extraterrestres. Según nuestras fuentes dos seres vivos fueron llevados hacia dos siglos atrás desde este lugar. ¿Tiene hijos?

- Sí, pero ellos están jugando en la sala y nadie ha desaparecido de nuestra casa – replicó la madre -.

Uno de los jefes norteamericanos les dijo que deberían revisar la casa porque no sólo la seguridad del Paraguay está en peligro sino también la de todos los países del planeta. Los padres dijeron que no tenían ninguna objeción a eso y que por favor la prensa permaneciese afuera. El militar le dijo que le ofrecía esa garantía. De repente la casa de Manuel y Anahí fue invadida por cien soldados más o menos. Entraron en todos los cuartos. Revisaron el jardín, el quincho, la cocina y hasta la

Page 21: Karumbita La Patriota (PDF)

cucha del perro. Cuando entraron al salón donde se hallaba Anahí, la encontraron tratando de manipular el dispositivo.

- ¿Qué estás haciendo, Anahí? – le preguntó su padre -. - ¿Y dónde está Manuel? – le interrogó su madre -.

Los militares la miraron esperando con ansias su respuesta. Anahí estaba lívida como un papel y no encontraba las palabras para contestar. Sus padres seguían insistiendo:

- Anahí, ¿dónde está Manuel? - ¿Manuel? - Sí, tu hermano. - Manuel se fue a… - ¿Adónde? - A… - ¿Adónde, Anahí?

En su cabeza danzaban las palabras que siempre le enseñaron: Dinos siempre la verdad, Anahí. Los mentirosos no son felices en la vida. Los que ocultan algo pequeño son capaces de esconder cosas grandes. Tarde o temprano la verdad brilla como el sol de mediodía. La verdad te libera y te hace feliz. La pobre Anahí estaba muy confundida. Temía que esos soldados le hicieran daño a su hermano y a Karumbita. No se perdonaría nunca si les llegara a pasar algo. Pero al mismo tiempo tenía que optar por lo verdadero.

- Manuel se fue… - ¿Adónde? ¿Dónde está? ¿Y Karumbita? – continuaba preguntando su

padre. - Se fueron al… al…al 1811. - ¡1811! Pero ¿cómo? – interrogó sorprendida la madre-. - Con eso – dijo Anahí señalando el “túnel del tiempo”-.

Uno de los oficiales se hizo paso entre Anahy y sus padres, y comenzó a inspeccionar el túnel hecho de cartones, maderas, tiras de telas, metales, unos pocos tornillos y algunas arandelas. Era bastante movedizo y medía dos metros más o menos. Se sonrió al observarlo. No podía creer que semejante juguete pudiera haber llevado a Manuel y a Karumbita al siglo XIX. Miró a Anahí con una cara casi burlona y le preguntó:

- ¿Es esto una broma, niña? - ¡No! No es ninguna broma. Mi hermano, Karumbita y yo lo construimos. - ¿Cómo? - Siguiendo las instrucciones de la enciclopedia científica. – Contestó Anahí

resuelta-. - ¿Enciclopedia científica? - Sí, ésta.- Y se la pasó al oficial que comenzó a hojearla lentamente como

tratando salir de su asombro.

Page 22: Karumbita La Patriota (PDF)

Los padres de Anahí estaban muy nerviosos. La madre comenzó a preocuparse. El padre la tranquilizaba. Anahí los miraba de cuando en cuando tratando de decirles algo con la mirada pero enseguida dirigía su mirada, otra vez, hacia el oficial norteamericano.

- ¡Esto no puede ser cierto! Me parece imposible que esto haya pasado con un “túnel del tiempo” de fabricación casera – remarcó el militar-.

- Pero los satélites y las computadoras captaron las señales del viaje al pasado desde este lugar – agregó un oficial paraguayo-.

- Es verdad – afirmó el norteamericano con un acento bastante exagerado al pronunciar la “r”-.

La mamá de Anahí ya no resistió quedarse en silencio e interrumpió a los dos uniformados:

- ¿Qué va a pasar con mi hijo y con Karumbita? ¿Pueden regresarlos a esta época?

- No lo sé, señora. La única que puede ayudarnos es su hija porque ella conoce como se maneja este aparato inventado por ellos. ¿Verdad, niña?

- Sí, mamá. Tranquilizate, yo sé como traerlos de vuelta – confirmó Anahí con resolución.

El padre le sonrió y en su mente sonaron algunas oraciones como: ¡Esa es mi hija! ¡Así se habla! La madre sorprendida abrió los ojos como dos enormes huevos fritos y se fue a abrazar a su hija fuertemente y a decirle:

- Anahí, ¿estás segura de que podrás hacerlo? - Más que segura, mamá, ¿o no confias en mí? - No, no es eso, Sólo preguntaba para saber si realmente estás segura de lo

que vas a hacer. - Mamá, ¿cómo no voy a estar segura del aparato que diseñamos Manuel,

Karumbita y yo? - Estoy muy orgullosa de vos, mi hija. Yo sé que sos capaz de operar ese

aparato. Confío en vos. Yo estoy segura de que no fallarás. Anahí se sintió apoyada por su familia y su corazón se llenó de alegría. Miró a los oficiales, les sonrió, respiró una y otra vez y lentamente tomó el dispositivo con ambas manos. Los militares paraguayos y norteamericanos la observaban cautelosamente y algunas cámaras atrevidas que ingresaron al patio de la casa, sin permiso de los oficiales, comenzaban a captar imágenes desde las ventanas; para todo el mundo. ********************************************************************** La siesta transcurría tranquila y silenciosamente. Las calles asuncenas estaban vacías. Todo el mundo dormía, excepto la guardia española que transitaba, a caballo, lentamente de un lado a otro de la ciudad. Los soldados se abrigaban hasta las orejas porque el frío de mayo no perdonaba ni un lugar descubierto del cuerpo.

Page 23: Karumbita La Patriota (PDF)

El viento sur se encargaba de soplar y soplar queriendo entrar por cualquier rendija de las puertas, de las paredes. Manuel no podía hacer la siesta. Le parecía un crimen dormir de día cuando se podía leer, mirar la tele o inventar algo nuevo que sea útil para la humanidad. Miró la calle, las casas a través de la ventana y reconoció la Casa de la Independencia. Le entró una curiosidad inmensa de explorar la Asunción de 1811. Tengo que salir de este encierro, se dijo a sí mismo. Probó pasar entre las rejas pero no pudo. Entonces abrió la puerta lo más despacio que pudo para que no chirriara y sintió al viento sur abofetearlo con el frío. Tomó una de las tantas mantas de la cama e insistió con su salida. Quiso ir a despertar a Karumbita pero no lo hizo. Se ajustó sus anteojos Dexter y comenzó a caminar de puntillas. Pasó por el comedor, el corredor y todo estaba en silencio. Luego por la cocina y vio a la negra Petrona tumbada en una hamaca que fuera descolgada del techo. Dormía como un tronco y roncaba como un viejo tren. Manuel deseó con toda el alma poder tener una cámara fotográfica o una filmadora para capturar ese momento, pero en 1811 todavía no se habían inventado esos aparatos. Anheló, además, grabar los ronquidos de la esclava porque era muy extraño escuchar a una mujer roncar de esa manera, y tampoco pudo. Se sonrió una y otra vez. Luego salió al patio donde el aljibe dormía su siesta colonial y el jazminero pacientemente esperaba a la primavera. En un abrir y cerrar de ojos se encontró en la calle. Miró y remiró la Casa de la Independencia. Luego fue buscando con la mirada algunos edificios conocidos y nada. El asfalto no existía, sólo bostas de caballos se acumulaban a un lado de los estrechos caminos.

- ¿Y dónde está el edificio Zodiac? – pensó para sí- ¿y el Correos? ¿y el Congreso Nacional? No veo por ninguna parte el Palacio de López ni el Cabildo. ¿Y la Universidad Católica? ¿Qué es esa casa con grandes corredores alrededor? Allí debe estar la parte trasera del Teatro Municipal y el Cuartel de Policía.

Manuel siguió vagando por las antiguas callejas asuncenas con su cabeza llena de preguntas. Cada rincón exigía una explicación o quizás un estudio profundo sobre cuándo se había construido tal o cual edificio.

- Creo que debo investigar más sobre mi ciudad – se dijo a sí mismo una y otra vez-. Este viaje al siglo XIX me está ayudando a darme cuenta que muy poco sé sobre el lugar donde vivo.

Continuó su exploración ensimismado y no se dio cuenta que ya hacía un buen rato que la guardia española lo estaba observando con su catalejos desde un lugar no muy alejado.

- ¿Quién será ese niño? – preguntó uno de ellos -. - No lo sé, pero es extraño que no esté durmiendo la siesta- le contestó otro-.

Page 24: Karumbita La Patriota (PDF)

- ¿Qué zapatos tan raros? - ¿Y qué es lo que lleva por el brazo? - ¡Sus quevedos son gigantescos! - ¿Será un porteño? ¿Será un espía de Belgrano? - ¿Quién sabe? Pero, averigüémoslo.

Un tropel de caballos se aproximó a Manuel y lo rodeó. Los guardias lo miraron de pies a cabeza y no le hicieron ni una pregunta. Manuel se sentía incómodo e intimidado. El silencio de los soldados seguía llenando el silencio. Sus miradas eran más penetrantes aún. Manuel miraba a cada uno de ellos a los ojos. Los soldados no podían entender por qué este chico no bajaba la vista. Era como si los estuviera desafiando. Y fue Manuel quién rompió el mutismo:

- Hola, soy Manuel, y ustedes ¿cómo se llaman? Uno de ellos preguntó:

- ¿No nos temes, pequeño? - No, ¿acaso debería? - Todos nos temen en este lugar. ¿De dónde eres? - De aquí. - ¿Y por qué vistes tan extraño? - ¿Extraño? ¿Estoy a la moda con championes, remeras, jeans y reloj? - ¿Qué estás diciendo, niño? ¿Qué clase de lengua hablas? - ¡Castellano! Igual que ustedes.

Los soldados se echaron a reír. Les resultaba simpático escuchar una lengua parecida al castellano pero que era muy diferente. Pensaron que el chico les estaba gastando una broma. Uno de ellos paró de reírse y con un tono grave y severo le espetó:

- No estamos para broma, dinos de dónde vienes y a qué has venido. - Bueno, resulta qué…yo…este…bueno… - ¡Habla ya de una vez! - Es que…es difícil de explicar…porque… - ¿Acaso eres un espía de Belgrano? - ¿Belgrano? ¿Quién es ese?

Los soldados volvieron a reírse una y otra vez y se decían unos a otros:

- ¡No conoce a Belgrano! - ¡Más vale que no conozca a ese rebelde! - Está fingiendo. Es uno de ellos. ¡Es un porteño! - ¡No! ¡No! – gritó Manuel apresuradamente- Soy asunceno y estoy

quedándome en la casa de mi… de mi… de Doña Juana María de Lara. Resulta que vengo de…de…de muy lejos.

- ¿De dónde específicamente? - De…de…¡de Loma Pytâ! - ¿Dónde queda eso? - Lejos.

Page 25: Karumbita La Patriota (PDF)

- ¿Y por qué no estás durmiendo la siesta? - Porque no me gusta dormir de día. Yo creo que es una pérdida de tiempo.

Se debería usar ese tiempo para crear, estudiar, leer, investigar sobre las computadoras o mirar televisión, o…

- ¿Mirar qué? - Eh…eh…¿cómo decirlo? Bueno, es un aparato para ver a la gente, para

ver… - ¿Es un catalejo? - Sí, más o menos. - ¿Y qué es compu…? - Bueno, eso es una máquina que te ayuda a hacer trabajos y a investigar

sobre temas que no conoces muy bien. También te ayuda a chatear con tus amigos.

Algunos de los guardias seguían riéndose, otros pensaron que ese niño era muy raro y que hablaba cosas incomprensibles. El jefe ordenó silencio a todos y se dirigió a Manuel:

- Tendrás que venir con nosotros al cuartel para una breve investigación. - Pero…yo no he hecho nada, señor yo…

Su protesta se cortó de súbito cuando uno de los soldados lo alzó en un santiamén sobre su caballo. Manuel se alegró y se preocupó al pensar que Karumbita y Doña Juana se despertarían y no lo hallarían en su cama tan calentita.

Todas las teledifusoras del mundo estaban conectadas a los canales paraguayos. Lo que iba a suceder no tenía precedente alguno en la historia de la humanidad. Nadie se había ido hacia el pasado y nadie había vuelto de él. Anahí temblaba y sudaba ante la atenta mirada de sus padres, de las cámaras, de los militares. No podía fallar en su intento por traer de vuelta a Karumbita y a Manuel al siglo XXI. El mundo esperaba semejante prodigio. Si esto sucedía sería la primera vez que un aparato científico hecho en Paraguay tendría una repercusión a nivel mundial. Los empresarios ya comenzaron a soñar con patentar el aparato inventado por los niños y producir una buena cantidad de dinero para sus bolsillos. Los políticos ya imaginaron leyes que se podrían elaborar para sacarle el jugo a semejante producto científico, y la gente en general se ilusionaba con viajar al pasado para encontrarse con sus antepasados. Anahí pulsó una y otra vez los botones que le había indicado Manuel. Apretó el rojo y un ruido ensordecedor salió del aparato que todos tuvieron que apretarse los oídos. Algunos soldados salieron corriendo del lugar. Anahí estaba más asustada que todos. Luego presionó el azul y sólo se escuchó un viento suave que venía desde lejanos tiempos. Con mucho temor apretó el blanco y sólo el silencio respondió desde los siglos pasados.

Page 26: Karumbita La Patriota (PDF)

La madre se secaba el sudor, al padre le temblaban las manos. Los militares que quedaron en el cuarto la miraban con esperanza. Los periodistas suspiraban y Anahí seguía intentando transportar a Karumbita y a su querido hermano desde el siglo XIX y no pasaba absolutamente nada.

Doña Juana se despertó de su siesta. Se levantó, se frotó ambos brazos, se puso su chal al hombro, se arregló su alto rodete y comenzó a llamar a su esclava:

- ¡Petrona! ¡Petrona! ¡Petrona! La negra, al escuchar su nombre resonar en sus oídos, se pegó un susto y se dio vuelta en su hamaca rápidamente cayéndose sobre un montón de cenizas.

- Ya voy, mi ama, ya voy – Gritaba mientras trataba de sacudirse el amplio vestido, limpiarse la cara y los labios con su delantal. Sus movimientos eran torpes y apresurados.

Karumbita escuchó el grito de Doña Juana y también se despertó, pero no quería abandonar esas mantas tan calentitas que la seguían protegiendo de aquel frío de 1811. Petrona atravesó el corredor y llegó hasta la habitación de su ama, a quien preguntó apurada:

- ¡Aquí estoy, mi ama! ¿Qué dice, la señora? ¿Qué quiere que haga? - ¿Qué tienes en la frente, mujer? – le preguntó Doña Juana-. - ¿Por qué, la señora? - Porque estás como un miércoles de cenizas. - Es que yo, la señora… - No importa, mujer. Quiero que despiertes a mi nieta, prepares un pote de

dulce de arasá y un mazo de cigarros para llevar a los Martínez Saenz. ¿Me comprendiste, Petrona?

- Sí, la señora. ¿Y qué voy a hacer con el muchacho que vino del pozo? - Ve también a despertarlo. - Muy bien la señora, ya me voy como un rayo luego.

Petrona no demoró en cumplir las órdenes de su ama. A Karumbita le fue difícil levantarse pero el entusiasmo de conocer a los vecinos y probar los riquísimos pastelitos de crema la impulsaron a dar un salto de la cama, vestirse y estar lista para la visita. Cuando Petrona llegó a la habitación de Manuel, entró y halló la cama intacta. Vio la ventana abierta y salió dando voces por toda la casa.

- ¡La señora! ¡La señora! ¡Karumbita! ¡Karumbita! ¡Socorrro! ¡El niño del pozo no etá aquí! ¡Socorro! Yo decía luego que ese niño no era de ete mundo. Seguro que se jue otra ve por el pozo. ¡Socorro! Por mi santa mare que etá en el cielo yo digo que ese niño é un fantama. ¡Socorro!

Page 27: Karumbita La Patriota (PDF)

Doña Juana y Karumbita se apresuraron para ir al encuentro de los gritos de Petrona. Ambas entraron al cuarto de Manuel y nada. Miraron en los armarios y nada. Debajo de la cama y nada.

- Pero, ¿dónde se habrá metido ese niño? –preguntó la anciana-. - Estoy segura de que habrá salido a explorar la ciudad, abuela – comentó

Karumbita. - Pero a la hora de la siesta. Ese niño habrá caído en manos de la guardia

española. Prepárate, niña y vamos a buscarlo. - Yo estoy lista, abuela. - Entonces, ¡vayamos de una buena vez!

Petrona las acompañó hasta el patio donde comenzó a dar vueltas alrededor del pozo gritando el nombre de Manuel. Karumbita quiso explicarle que él no estaría allí dentro pero Doña Juana le dijo:

- No te preocupes por ella, Karumbita. Es una negra testaruda que no entiende lo que se le dice. Vamos y no perdamos tiempo porque no quiero llegar tarde a la casa de los Martínez – Saenz.

Doña Juana y Karumbita fueron lo más rápido que pudieron, por las mojadas calles asuncenas. Pasaron la Factoría de Tabacos y llegaron al cuartel. Doña Juana con todo su orgullo solicitaba ver a los militares encargados de patrullar la siesta asuncena. Todos corrieron de un lado a otro para encontrarlos. La presencia de semejante matrona en el cuartel llamó la atención de todos. Doña Juana miraba por todos lados. Era como que la búsqueda de Manuel le servía como excusa para algo más. Sus ojos no paraban de explorar el cuartel. Detenía al paso a cualquier soldado y preguntaba sobre cada lugar, sobre dónde se guardaban la comida, las armas y hasta donde quedaban los calabozos. Los guardias llegaron con Manuel. Karumbita al verlo se alegró muchísimo. Doña Juana no sonreía, se mantenía seria y con la quijada en alto. Esperaba que los oficiales iniciaran unas disculpas, pero nadie lo hizo. Uno de ellos con un cigarro entre sus labios le preguntó:

- Doña Juana, ¿conoce usted a este niño? - ¡Por supuesto que sí! Está hospedado en mi casa y… - Es mi amigo que vino a visitarme – interrumpió Karumbita -. - ¿Y por qué viste tan raro? – preguntó uno de los guardias. - Porque viene del futuro, del año 2011– respondió Karumbita-.

Los soldados comenzaron a reírse de nuevo. Doña Juana miró a Karumbita dando vuelta los ojos y repitiéndose para sí: ¡Otra vez con eso! Manuel la miró como reprochándola. ¡Cómo se atrevía a decir semejante cosa en presencia de esos militares que no le creyeron para nada ese cuento!

Page 28: Karumbita La Patriota (PDF)

- Realmente que parece que viene de algún lugar lejano porque esa clase de calzado jamás he visto en mi vida – comentó uno de ellos-.

- Doña Juana, hemos interrogado a este visitante para ver si no venía de Buenos Aires ya que muchos espías porteños se están infiltrando en la provincia en estos días, y lo único que dijo fue que venía del año 2011. ¿Qué le pasa a este muchacho? – interrogó uno de los oficiales-.

- Mire, oficial, yo creo que los niños están llenos de imaginación y que muchas veces inventan cosas sin sentido. Yo le ruego que esto quede aquí. Usted me entrega a mi huésped y aquí no ha pasado nada.

- Pero ¿cómo sabemos que no es un espía? – insistió el oficial -. - Yo le doy mi palabra: el niño no es un espía – remarcó Doña Juana. - Es un niño que viene del futuro – volvió a interrumpir Karumbita -.

Las carcajadas resonaron otra vez en todo el cuartel. Doña Juana miró duramente a Karumbita que estaba haciendo muecas a Manuel sobre lo dicho. Manuel respondía con levantando las cejas y haciendo bailar las pestañas. Pareciera que el chiste estaba resultando.

- Por favor, lleve al niño y a su tortuga al boticario, Doña Juana, porque creo que necesitan tomar alguna medicina – recomendó el jefe de la guardia.

- Muchas gracias, oficial, muchas gracias – agregó la anciana y tomó las manos a Manuel y Karumbita para llevarlos hacia el gran portón de la salida. Las risas y los sarcasmos de los guardias seguían sonando a sus espaldas.

- ¡Viene del 2011! ¡Jajajajaja! ¡Del 2011! Doña Juana se repetía a sí misma: 2011, 2011, 2011. Mi nieta y este chico Manuel están verdaderamente obsesionados con el futuro. Yo creo que después de lo que acontezca esta noche deberé llevarlos a ver al boticario. Esto del 2011 me está por volver loca. Una tenue llovizna comenzó a caer sobre Asunción. Doña Juana se cubrió su alto y plateado rodete con su chal. Manuel Alzó a Karumbita y la cubrió con su poncho. Solo se podía ver la cabeza de Karumbita junto a la de Manuel en el orificio del poncho. Karumbita y Manuel se miraban y se sonreían a cada momento. Las aventuras que estaban ocurriendo en el pasado les parecía más que interesante. Llegaron al portón de la casa de Doña Juana, quien comenzó a gritar a su esclava:

- ¡Petrona! ¡Petrona! Pásame el dulce y los cigarros. La negra Petrona corrió como un rayo para satisfacer las órdenes de su ama. Al ver a Manuel se santiguó una y otra vez diciendo: ¡Por mi mare que ete niño é un fantama!

- No, Petrona. Yo soy un niño de carne y hueso. Pasame la mano, Petronita. – Aclaró Manuel-.

- ¡Nunca! ¡Nunca! Tú ha salido del pozo como si juera un sapo y al pozo volverá, muchacho. ¡No me toque, no me toque!

Page 29: Karumbita La Patriota (PDF)

Hasta Doña Juana no pudo contener la risa. Ella tomó el pote de dulce de arasà y el mazo de cigarros y cruzaron la calle rumbo hacia la casa de los Martínez – Sáenz. Karumbita le dijo a Manuel:

- ¡Qué emoción! Vamos a ver la casa de la Independencia por dentro y vamos a descubrir como era en 1811.

- Yo la visité con mi clase el año pasado. Creo que 200 años atrás era más nueva.

- ¡Claro, Manuel, si fue construida en 1772! - ¿Quién es el dueño? - El español Antonio Martínez Sáenz que se casó con la paraguaya Petrona

Caballero de Bazán. - Pero esa no es la negra Petrona, ¿verdad? - ¡Cómo se te ocurre! - ¿Cómo es que sabes todo eso? - Y porque estudio, nene. - La profesora Clarita no me va a creer cuando le cuente todo lo que estoy

pasando en el 1811. - ¡Ni mi profesora Juanita! Nuestro invento del túnel del tiempo fue

sensacional. ¿No te parece? - Sí, y si queremos volver tenemos que estar juntos tomados de la mano. - ¿Por qué? - Porque así programé el aparato para que Anahí nos regrese a los dos en el

mismo momento. - Pero vinimos separados. - Es verdad, pero la reprogramé para que ninguno de nosotros se quede solo

en el 1811. - ¿Y querés tomarme ahora de la mano? - ¡No! Lo bueno está por venir. - ¡Cierto!

Doña Juana golpeó las manos en el portón de los Martínez – Sáenz. Un esclavo salió a recibirlos y los hizo pasar a la sala. Allí estaban todos los miembros de la familia tomando mate dulce y comiendo pastelitos de crema. Todos se saludaron y se sentaron alrededor de la mesa. Debajo de la misma se hallaba un brasero redondo encendido que ayudaba a calentar los pies. Y encima una araña de cristal llena de velas que iluminaba muy bien el recinto. Karumbita y Manuel saboreaban los pastelitos con ganas, y sorbían las bombillas de plata con alegría. Todos los presentes, incluyendo los niños de la casa, les admiraban. Algunos comentaban sobre los quevedos de Manuel, otros sobre sus calzados. Los más atentos encomiaban el vestido azul de Karumbita diciendo que simbolizaba la libertad. Karumbita y Manuel estaban realmente emocionados y Doña Juana sonreía desde cierta distancia. La noche fue cayendo y una guitarra sonó en el salón. Varios caballeros vestidos de negro, con sombreros tricornios y capas iban llegando y pasando a un salón contiguo. La música era una invitación para que los mayores pasaran a la otra

Page 30: Karumbita La Patriota (PDF)

habitación para conversar sobre asuntos de mucha importancia. Doña Juana se unió a ese grupo. Karumbita y Manuel seguían con los demás miembros de la familia riendo, escuchando la bella melodía, comiendo pastelitos de crema y tomando el sabroso mate dulce. Ya en la habitación contigua, Doña Juana explicó la presencia de Manuel en su casa y las peripecias ocurridas durante la siesta. Preguntó al Doctor Fernando de la Mora sobre la posibilidad de que el niño fuera un espía; quién le contestó resuelto que no. Belgrano se lo habría hecho saber, sin ninguna duda. La anciana se tranquilizó y sugirió a los patriotas cómo Karumbita y Manuel podrían ayudar esa noche para la independencia del Paraguay. Los patriotas aceptaron la sugerencia. El único que no estuvo totalmente de acuerdo fue el Doctor Francia que mantenía una mirada seria y un rostro bastante meditabundo. Doña Juana también comunicó a los patriotas todo cuanto vio en el cuartel esa tarde. El Capitán Pedro Juan Caballero le agradeció por la noticia y le dijo que él se encargaría de tomar el cuartel esa noche. Luego de discutir los planes del golpe porque, según versiones, el gobernador estaba enterado de los deseos independentistas, Doña Juana fue a llamar a Karumbita y a Manuel para explicarles la misión que los patriotas habían decidido encomendarles. Ambos pasaron a la habitación donde apenas brillaba una pálida vela sobre la mesa. Estaba casi en penumbras. El reflejo de la luz mostraba parte de la cara de los patriotas. Karumbita reconoció a Pedro Juan Caballero y a otros a quienes comunicó el mensaje en la Catedral esa mañana. Manuel no le sacaba los ojos de encima al Doctor Francia. La seriedad de este patriota le hacía temblar. Karumbita y Manuel estaban muy entusiasmados y los ojos les brillaban con el reflejo de la vela. Querían tomarse de las manos pero temían regresar en ese momento al 2011. La aventura estaba por comenzar.

Anahí seguía intentando una y otra vez con todos los botones. ¡Vamos, Anahí! Le decía su padre. ¡Vos podés, mi hijita! Le alentaba su madre. Los militares seguían expectantes. La prensa estaba inquieta y nerviosa. Todos querían que el regreso ocurriera ya, pero el mismo se hacía esperar. Algunos cronistas comenzaron a dudar de todo lo referente al túnel del tiempo. Otros disentían con ellos diciendo que los satélites y las computadoras no podrían haberse equivocado, que los adelantos científicos y tecnológicos no podrían fallar en este siglo en que la inteligencia del ser humano ha llegado a dominar hasta el espacio. Lo cierto es que la duda y la desconfianza comenzaron a brotar entre todos. Anahí no entendía lo que estaba pasando hasta que una señal apareció en la pequeña pantalla del aparato: K y M sin tomarse de las manos. Imposible el

Page 31: Karumbita La Patriota (PDF)

regreso sin manos juntadas. Intentar más tarde. Anahí explicó la situación a todos los presentes y sus palabras resonaron en los cuatro puntos cardinales del mundo. La madre estaba más preocupada que el padre. ¿Qué pasará si no me devuelven a mi hijo? Decía cada momento. El padre la consolaba y la alentaba diciendo: Volverá, cariño, volverá. Tranquilote, mi amor. Nuestros hijos saben lo que hacen. Anahí trataba de no mostrar angustia o preocupación alguna, pero dentro de sí pedía al Cielo que la ayudara a regresar a su amado hermano y a su querida Karumbita. Y siguió intentando una y otra vez. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ La noche se fue apoderando de las calles asuncenas. Los niños de la casa de los Martínez – Sáenz ya se fueron a la cama. El silencio reinaba en todas partes. Doña Juana se había vuelto sola a su casa para realizar sus oraciones por la independencia del Paraguay. Los patriotas esperaban ansiosos en la penumbrosa habitación. El corazón de Karumbita latía más de lo acostumbrado. Manuel abría más y más sus ojos y sus oídos para poder guardar todo lo que estaba ocurriendo en su privilegiada cabeza. El frío viento traía una voz desde las calles que decía:

- Son las nueve y todo está bajo control por la gracia de Dios Nuestro Señor. Karumbita y Manuel preguntaron que era eso. Mauricio José Troche les explicó que ese era el sereno. -¿El sereno? - Sí, es el señor que vigila las calles de la ciudad y da la hora de tanto en tanto. Cuando sus pisadas y su voz se pierdan en la distancia saldremos por el callejón que se encuentra en la parte trasera de la casa. - Sí por el callejón histórico – acotó Karumbita -. - ¿Por el callejón histórico? – preguntó el Doctor Fernando de la Mora – me parece un buen nombre para esa calleja. Karumbita y Manuel se miraron y guardaron silencio como señal de complicidad. Luego de un rato el Capitán Pedro Juan Caballero se levantó de la mesa y dio la siguiente orden:

- ¡Vicente Ignacio Iturbe y Juan Manuel Iturbe irán a pedir rendición a Velasco!

- ¿Y qué haremos con el niño y la tortuga? – preguntó Antonio Tomás Yegros.

- Ah, cierto – agregó Caballero – Karumbita y Manuel les acompañarán. Ellos irán delante de ustedes y si no hay peligros les harán saber. ¿Está bien, compañeros?

- ¡Está bien! – dijeron en coro.

Page 32: Karumbita La Patriota (PDF)

Todos abrazaron a Karumbita y a Manuel quienes ahora vestían gruesas capas negras y sombreros tricornios. El único que se mostró muy serio fue el Doctor Francia que los miró por encima del hombro. Karumbita y Manuel salieron por el callejón histórico envueltos en sus capas. La voz del sereno ya se había apagado en las sombras de la noche. Sólo el viento frío les acompañaba en tan encumbrada misión. Los Iturbe salieron detrás de ellos en silencio. El Capitán Pedro Juan Caballero y sus hombres un poco más tarde. Karumbita y Manuel llegaron a la casa del gobernador. El centinela cabeceaba de sueño. Karumbita caminó lentamente, se metió por entre las piernas del guardia. Manuel la observaba desde un lugar no muy lejano. Ella miró aquí y allá y nada. Todo estaba silencioso. Luego Karumbita fue entrando despacito al dormitorio del gobernador. El español dormía plácidamente con su esposa en una gran cama de madera. Realizaba un soplido y otro soplido. Después roncaba: grrbbbrrrrrrrr! Grrrbbrrrr! Karumbita pensó que se parecía más un tigre moribundo que a un gobernador de España. Y se dijo a sí misma:

- ¡Pobre, hombre! Tú y el imperio español están acabados. Una nación nueva está por nacer. Ni idea tienes de la valentía que tendrán los hombres y mujeres que nacerán en estas tierras. ¡Pobre, Velasco!

Y continuó su viaje por la casa explorando parte por parte si había o no peligro. Manuel estaba temblando de frío y de miedo por si Karumbita fuera descubierta. Los Iturbe se le acercaron y preguntaron:

- ¿Todavía sigue ahí? - Sí, pero ya vendrá. - ¿No crees que la hayan capturado? - No, ella es muy valiente.

Karumbita salió despacito por el mismo lugar que entró: entre las piernas del guardia que seguía durmiendo a patas sueltas. Manuel se alegró de verla y les dijo a los Iturbe:

- ¿Vieron? Yo les dije que era muy valiente. - Sí, su nombre quedará registrado en la historia del Paraguay como la

tortuga más valiente de la revolución independentista. Karumbita informó todo lo que vio adentro y de que todo estaba dado para que se diera el aviso de rendición a Velasco. Los Iturbe se adelantaron y comenzaron su tarea. Manuel estaba muy orgulloso de su amiga, la valiente Karumbita. Velasco se despertó en medio de la noche. Leyó la nota enviada por Pedro Juan Caballero y se negó a aceptar la independencia del Paraguay. Pero los patriotas no perdieron la esperanza ni se acobardaron.

Page 33: Karumbita La Patriota (PDF)

Vicente Ignacio Iturbe, al amanecer del 15 de mayo de 1811, volvió a llevarle otra nota del Capitán Caballero, en la que le amenazaba con hacer volar la Casa del Gobernador si no accedía al pedido de los patriotas. Velasco se mostró preocupado. Manuel y Karumbita ayudaron a los soldados y al pueblo en general a arrastrar hasta la plaza seis cañones. Cuatro apuntaban hacia la Casa del Gobernador y dos hacia el Convento de Santo Domingo. Todos estaban atentos a lo que podría acontecer. La gente estaba ansiosa. Doña Juana seguía orando. Velasco estaba nervioso y pensaba y pensaba pero no se decidía. El Capitán Pedro Juan Caballero y los patriotas no retrocedían en su pedido porque sabían que una patria libre no necesitaba de hombres miedosos y cobardes. Son los valientes que hacen nacer algo nuevo. Velasco no resistió más y como a las ocho de la mañana se rindió. El pueblo salió a festejar en las calles. Las campanas de la catedral sonaron una y otra vez y las salvas de veintiún cañonazos anunciaron el nacimiento de una patria nueva, libre y soberana aquel domingo 15 de mayo de 1811. Doña Juana María de Lara dejó de orar y se fue al cuartel para obsequiar al Capitán Pedro Juan Caballero una corona de flores rojas, blancas y azules. Luego fue a la plaza donde abrazó y besó mil veces a Karumbita y a Manuel. Las salvas seguían sonando cuando Manuel, sin querer, tomó las manos de Karumbita, las apretó fuertemente y en ese momento viajaron a través de doscientos largos años. Atrás quedaba el comienzo de una patria grande, valiente e invencible: el Paraguay. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Karumbita y Manuel se encontraron tomados de la mano dentro del túnel del tiempo. Anahí gritaba:

- ¡Ya están aquí! ¡Ya están aquí! Los padres de Manuel y Anahí no soportaron esperar más y se metieron dentro del túnel. Los abrazó y los beso miles de veces. Ambos lloraban por ver otra vez a Manuel y a Karumbita sanos y salvos. Salieron del túnel y las vivas de los soldados resonaron en todo el mundo.

- ¡Viva Karumbita! ¡Viva Manuel! ¡Viva Anahí! Todos los canales de televisión transmitían en directo la gran hazaña de estos niños paraguayos y su valiente tortuga Karumbita. En el centro de Asunción se escucharon veintiún salvas de cañones y los fuegos artificiales comenzaron a iluminar los cielos del Paraguay el 15 de mayo del 2011.

Page 34: Karumbita La Patriota (PDF)

++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

- ¡Despierta, Karumbita, despierta! - Déjame dormir un poco más, abuelita, estoy cansada. - ¿Abuelita? ¿Quién es tu abuelita?

Karumbita sin abrir los ojos pensó: esto no puede ser verdad, yo estoy soñando. Ahora mi abuelita Doña Juana no quiere ser mi abuelita.

- Karumbita, ¡no seas perezosa. Tenemos mucho que hacer. - ¿Qué tenemos que hacer?, preguntó, cerrados aún los ojos y estirando las

suaves puntas de su edredón azul. Sus manos lo reconocieron de inmediato. - Tenemos exposición de Historia en el colegio. - ¿Qué exposición? - ¡Sobre la independencia! ¿Acaso ya lo olvidaste?

Karumbita descubrió su rostro bruscamente y se encontró en su cuarto y en su cama de guatambú. Se levantó rápidamente y buscó a su abuelita.

- ¿Dónde está? ¿Dónde está ella, Anahí? - ¿De qué estás hablando? - De mi abuela Doña Juana maría de Lara. - Veo que esas lecciones de Historia ya te trastornaron la cabeza. Tenemos

quince minutos para llegar al colegio. Más vale que te apures, niña. Y Karumbita se quedó pensando en las rugosas manos de Doña Juana María de Lara, en la leche caliente y en los panecillos recién horneados allá en el 1811.