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C a ñón R R ojo ojo Melloul KAYAK EN EL ATLAS 99 kilómetros de navegación perfecta en el punto exacto de compromiso, nivel técnico y belleza. Tres días de absoluta concentración en un descenso inigualable, inesperado e inolvidable para todos. Un descenso de los que ensanchan el alma y animan a mirar un poco más allá, a ampliar los horizontes en los que nos movemos, creando nuevos sueños y nuevas ilusiones… Texto.: Carlos Rodríguez del Team ROCROI Fotos: Producciones BICHO 74 OXIGENO Marzo 2011 del El Kayak Atlas.indd 074 Kayak Atlas.indd 074 18/02/2011 10:56:53 18/02/2011 10:56:53

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Kayak en el Cañón rojo del Melloul: 99 kilómetros de navegación perfecta en el punto exacto de compromiso, nivel técnico y belleza.

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Cañón RRojoojo Melloul

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99 kilómetros de navegación perfecta en el punto exacto de compromiso, nivel técnico y belleza. Tres días de absoluta concentración en un descenso inigualable, inesperado e inolvidable para todos. Un descenso de los que ensanchan el alma y animan a mirar un poco más allá, a ampliar los horizontes en los que nos movemos, creando nuevos sueños y nuevas ilusiones…Texto.: Carlos Rodríguez del Team ROCROIFotos: Producciones BICHO

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Lo cierto es que siempre había querido hacer un río largo de varios días; lo de bajar disfrutando de algunos rapidillos y llevar todo lo necesario tranquilamente en un raft de apoyo me parece uno de los planteamientos más bonitos que hay para hacer ríos. Por tanto no me costó apuntarme al que según la agencia UrNo-made sería el primer descenso integral del río Melloul en Marruecos, un cañón de unos 100 km con pasos de III y IV a realizar en tres o cuatro etapas y del que se tenía poca información… una publi-cidad muy sugerente sin duda. La verdad absoluta es que cuando leímos en casa lo de “poca información” creímos que era un poco de maquillaje comercial para hacer más atractivo el descenso, pero poco a poco Txus -nuestro guía- nos va echando por los suelos cualquier idea preconcebi-da: nada de raft; en realidad hay que llevar saco, esterilla, ropa y la comida necesaria dentro de los kayaks, junto con palas de repuesto, botiquín mínimo, teléfono sa-telital… Antes de ir a la cama Txus añade unas breves y claras indicaciones para afrontar el descenso: aquí se hace lo que decidan los guías y bobadas cero… A medida que pasa el tiempo nos miramos

y remiramos cada vez más sorprendidos: pero… ¡dónde nos hemos metido! Día siguiente. El avance por las pistas lle-nas de piedras con la furgo y 10 paisanos es muy lento, y se decide embarcar bas-tante antes de lo previsto en un sinuoso arroyo de color chocolate que repta entre estrechas orillas llenas de vegetación, y que para mi sorpresa es el río Melloul, en el que vamos a meternos los próximos 4 días. En ese momento mi alma consigue ahuyentar los temores que el cabrito de Txus nos metió la noche anterior y sonrío pensando en las horas y horas de duro y aburrido paleo en la poca corriente y los muy angostos pasos entre sauces y cañas de todo tipo. Con un poco de suerte encontraremos algún pasito interesante. En definitiva, que el río va a ser fácil y un poco rollo, y que hemos venido a disfrutar y todo eso…En el agua el grupo avanza dividido en dos, con Txus generalmente por delante abriendo el río con la mitad de paisa-nos y un centenar de metros más atrás Ramón liderando el resto. Durante una hora y algo le dimos a este tipo de cauce y por suerte no nos tocó portear nada a pesar de lo cerrado de las orillas. Yo ya estaba asumiendo lo que iban a ser varios días en este plan, esperando con ganas que algún rapidillo nos diera algo de emoción de vez en cuando. Tras dos horas más bastante cansinas (equipaje

dentro del kayak) hicimos una parada en un pequeño pueblo, D ou l´Rhazi, lleno de chavales que salieron a recibirnos en masa; pedimos a los adultos algo de comer y en un rato despachamos el pan con aceite y unos vasos de té que nos trajeron a la orilla antes de volver al río. ¡Qué maravilla de merienda! Apenas 500 metros después del pueblo el cauce em-pezó a adentrarse en un cañón rojizo de grandes estratos horizontales y paredes verticales. Estábamos a 2.000 m de alti-tud, por lo que aún no se veía mucha ve-getación en las laderas, pero el recorrido del río se fue animando un poco mientras alucinábamos con lo bonito que era el lugar. A Txus le recordaba a las sensacio-nes que tuvo en el Colorado; por mi parte estaba encantado del paseíto en kayak que parecía perfilarse para los próximos días, aislado del mundo en medio de un cañón que impresionaba cada vez más. Poco después, un molino abandonado a la izquierda daba paso a una zona en la que la pendiente del río se rompía abrup-tamente en medio de la roca. Decidimos bajarnos a echar un ojo y vemos el primer paso de entidad del Melloul (IV). Con-centración de agua entre unos bloques y salida del paso por un estrechamiento de roca natural que pegamos sin problemas de uno en uno y con seguridad en las orillas. Perfecto de momento, pero algo

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¿ Cuántos poetas y filósofos han reflexionado sobre la mirada de un niño?

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inimaginable para mí estaba a punto de empezar… Mientras la gente iba dando el primer paso y asegurando, yo me ade-lanté a pie para ver el tipo de terreno que venía después; le digo a Txus que parece que sigue la zona de agua concentrada y bloques enormes “aparentemente duran-te unos metros más”, y él, que se huele lo que estaba a punto de comenzar, decide que hay que empezar a navegar el cañón con “otro ritmo”. Esas palabras activaron todas las alertas que aún estaban dor-

midas en mi interior y despejaron en un instante la caraja de los kilómetros de paleo lento por completo, dando paso a una expectante emoción y algo de agra-dable nerviosismo. Se me hizo evidente que algo estaba a punto de suceder y es-taba ansioso por saber qué era eso que los ojos de loco de Txus estaban empezando a vislumbrar. Con la misma división de grupos que en el tramo superior empe-zamos a darle al río a vista. Estos que

ahora relato a continuación, fueron los primeros 100 metros de unos 8 km simi-lares, los únicos metros de río que puedo recordar con claridad. Aquí van: entrar a saco en un colchoncillo contra una gran piedra, apoyar y seguir con paleo técnico con poca agua y muchos bloques, después “salto gochón” para caer sobre roca, no veo a nadie en las orillas, sigo adelante por un desplazamiento de la vena de agua a la derecha que cojo por los pelos, drop de unos 4 metros por la derecha estrecho

y vertical, me clavo en la recepción: candeleta y el cielo; respiro, descubro que Txus está parado al pie del salto y le miro para comu-nicarle mi extrañeza de haber pegado un paso tan duro a vista, pero él solo me mira para analizar si soy un kayakista competente o no,

lo que hace que me sienta completamente “acojonao”, tiro para adelante y enfilo entre dos bloques para hacer un pequeño drop a una poza y ya no puedo recordar mucho más de las miles de paladas técnicas que siguieron a esos primeros cien metros, ¡maaaaadre mía! Durante dos horas hicimos a este ritmo infinidad de pasos sin que ni una sola mansa inte-rrumpiera la sucesión de bloques, con-centraciones de agua y rampas de fuerte

pendiente. Cada uno de ellos era con frecuencia un paso precioso por el que sencillamente pasábamos en unos segun-dos antes de afrontar el siguiente. Algu-nos pasos se pegaron un poco más lento, con Txus o Ramón desembarcando para inspeccionar y marcar el lugar por el que ir pasando. En general todo este tramo se podría considerar de III-IV mantenido sin descanso con algunos drops entre bloques, largas rampas de fuerte desnivel (IV+) y fuertes concentraciones de agua. No hay palabras-y quizás no merezca la pena desmembrar esas sensaciones para encontrarlas-que se acerquen a describir el choque emocional que su-pusieron para mí las siguientes horas en este río: navegación a vista, dificultad, control de la situación, euforia contenida, miedo al siguiente paso. Ritmo. La esen-cia del kayak. Otras dos horas del mismo pelo nos dejaron sin fuerzas y sin luz para seguir progresando. En la orilla derecha el grupo entero (menos Txus… ¿qué clase de paisano es éste?) se derrumbó en unas playucas de piedrecillas y excelente provisión de leña donde se instaló el pri-mer campamento, que resultó ser bastan-te bueno. Algo de cena a base de galletas y salchichón; charla frente a las hogueras, todo el mundo contento. Yo también estaba contento, pero dentro de mí aún ronroneaba la conciencia de haber hecho,

“SE ME HIZO EVIDENTE QUE ALGO ESTABA A PUNTO DE SUCEDER Y ESTABA ANSIOSO POR SABER QUÉ ERA ESO QUE LOS OJOS DE LOCO DE TXUS ESTABAN EMPEZANDO A VISLUMBRAR”

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Aquí hemos venido a disfrutar ¿no? Pues cuidado, que a lo mejor la cosa se complica poco a poco...

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de largo, sin el menor asomo de duda, el tramo de río más intenso, extenso y bo-nito de mi vida… hasta ese momento. Y lo más desconcertante, lo que nos tenía a todos con esa sonrisa estúpida en la cara: nadie sabía qué habría en el río mañana. Casi con toda seguridad lo que habría sería más, pero ¿más de qué? Muchos na-vegábamos ya muy próximos a nuestro mejor nivel, qué osadía tan grande estar allí. En el fondo, lo que yo tenía pensado era algo muy diferente y mucho más ase-quible, sin embargo, qué sensación ver el humo de la hoguera ascender, sentir el río y no saber nada más… Amaneció tras una noche generosa en temperatura a pesar de la altitud a la que aún estábamos. Unos cálculos aproxima-dos de la distancia que creíamos haber recorrido y del desnivel descendido (unos 350 m de altitud) puestos a ojo sobre una ortofoto del google nos confirmaron… que no sabíamos nada acerca de dónde estábamos. Podría ser que encontrára-mos un pueblo en unos 10 km, o que ese pueblo quedara ya aguas arriba; es decir, podría ser que encontráramos algo para comer o no… Sinceramente, me la bufaba bastante saber dónde estábamos: yo me conformaba con ser capaz de estar en mi sitio durante las siguientes horas. Miraba a mis compañeros y parecían estar tan tranquilos; los navarros habían tenido algunas nadadas sin consecuencias y afrontaban el día con valentía. Ramón sonreía constantemente como un monje budista, y Txus te taladraba con la mirada y te hacía arder de ganas de darle a todo…¡Qué pedazo de grupo! No era cuestión de desaprovechar esta oportunidad. Día 2 en el río. Embarque… y desem-barque a los 2 minutos escasos: pasote, lío, todo el mundo a las minicontras. Lo cierto es que no recuerdo el paso en ab-soluto; podría ser uno en el que había un drop estrecho con muy mala recepción sobre una piedra. O una superpampa en la que se entraba a ciegas sorteando agujeros, lloronas, paleando a full duran-te mucho tiempo. El día comenzó así, a tope, y todos dimos lo mejor para conse-guir que la navegación fuera espectacular, muy eficiente. El grupo de cabeza habría río y el de atrás sencillamente asumía una relativa ausencia de riesgo objetivo, entrando a los pasos con decisión total, así que era tan emocionante ir adelantado

“NAVEGACIÓN A VISTA, DIFICULTAD, CONTROL DE LA SITUACIÓN, EUFORIA CONTENIDA, MIEDO AL SIGUIENTE PASO. RITMO. LA ESENCIA DEL KAYAK”

abriendo con total concentración como ir por detrás navegando completamente a vista y entrando a los pasos con deci-sión. Era maravilloso estar ahí, y seguir animado y saber que aún faltaba mucho, muchísimo. A mitad de recorrido del segundo día comenzaron a entrar peque-ños torrentes (pudimos recomponer las reservas de agua) por ambas márgenes; algunos eran auténticas surgencias kársti-cas que se despeñaban desde la mitad de la pared del cañón al río, incrementando el volumen circulante de forma notable y dejándonos a todos con la boca abierta una y otra vez. El cañón no tenía visos de empezar a abrir y seguíamos escol-tados por dos enormes paredes rojas entre las que serpenteaba un río cada vez más grande: eran ya dos días entre esas paredes sin parar de navegar como nunca. En un momento del descenso vemos cómo entra por la izquierda un gran afluente, de mucho volumen y aguas azules, que parece venir de unas grandes montañas aún nevadas que vemos hacia el sur. Txus y Ramón por fin encuentran un punto de referencia claro y consegui-mos situarnos en el mapa, trazar un plan de actuación y tener conciencia de hasta dónde deberíamos avanzar hoy. En reali-dad estamos muy cerca del segundo pue-blo que vamos a encontrar en el cañón, lo que nos permite medir el desnivel brutal que hemos descendido hasta el momen-to: 450 metros en unos 45 km. No de-bería ser una sorpresa, ya que el río lleva enfilado dos días sin parar, pero las cifras no nos dejan indiferentes. Además, ahora sabemos que a unos pocos kilómetros río abajo deberíamos encontrar Anergui, un pueblo relativamente importante, ahora sin comunicación por carretera, pero bas-tante poblado y perfecto para hacer una paradita y evaluar si seguir adelante.Tras otro par de horas con la misma pendiente y caudal cada vez mayor, el cañón se rela-ja un poco y a izquierda y derecha surgen amplios valles llenos de casitas, castillos y mezquitas anclados en el siglo XVIII que nos reciben como a astronautas a bordo de naves de colorines. Todo lo que vemos es precioso, el río ahora ya ancho y con buen caudal, los caminitos que atraviesan todo en todas direcciones, los montes nevados, la gente... Mientras avanzamos por el valle nos vamos dejando seducir por el paisaje levemente humanizado,

Acción y contemplación. Una combinación perfecta en una aventura en kayak.

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El ritmo. Flujo de movimiento controlado o medido. Característica básica de todas las artes. También puede detectarse en los fenómenos naturales. Existe ritmo en las infinitas actividades que gobiernan la existencia de todo ser vivo...

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reventados de cansancio y tensión acu-mulada, y en una en principio breve parada técnica para comer algo, se abre el debate: ¿seguimos adelante o cedemos a la tentación de vivir el lento atardecer en Anergui? Por supuesto Txus quiere seguir (¡qué tío incansable!); Ramón quiere parar y conocer un poco la zona, y yo creo que los demás lo que queríamos era dejar de lado la tensión de día y medio de descenso continuo y disponer de unas pocas horas confortables para asimilar lo que estábamos haciendo. Por fortuna, entre todos conseguimos hacer que Txus se bajara de la burra. Bieeeeeen: recreo. Maravillosa tarde en el Gitte d´Etape que descubrimos en medio de la ladera, maravillosa gente bereber, maravilloso paisaje de montaña de la Edad Media. Ni un ruido, ni un motor. La conversación pausada con Ramón, los cigarros con los navarros, el paseo por el monte. Un té en un pequeño establecimiento: mañana es día de mercado y docenas de mulas es-peran pacientemente que amanezca para regresar a casa. Por la noche algunos deci-dimos dormir de nuevo afuera, ávidos de noche sin luces y miles de estrellas. Lo veo claramente: acepto, acepto este día para siempre.-

Tercer día dentro del cañón del Me-lloul. Si hace tres días al comienzo del recorrido la morfología del río era la de un creek típico, al salir de Anergui nos encontrábamos ya en un río de volumen y pasos muy largos con muchas líneas de agua diferentes. Nada más embarcar el cañón volvió a ce-rrarse sobre el cauce y empezamos a nave-gar a vista por rápidos de dificultad mante-nida pero tolerable, sorteando sin dema-siadas tensiones los obstáculos, agujeros y lloronas que Ramón o Txus iban detec-tando; por supuesto, de vez en cuando el desnivel del río aumentaba súbitamente y perdíamos de vista los kayaks de delante, pero la ausencia de señales acústicas ani-maba a pensar que navegando con aten-ción encontraríamos una buena vena de agua, y lo cierto es que así fue durante un buen montón de kilómetros de III+ IV. De nuevo muchos estábamos navegando

al máximo de concentración y, sin que nadie quisiera expresarlo en voz alta, creo que en el grupo existía el sentimiento de que tarde o temprano se acabaría la suer-te que nos permitía casi incomprensi-blemente ir descendiendo sin percances. Poco a poco la tensión se iba cargando en cada uno, esperando un fallo en medio de alguno de los pasos cada vez más grandes que estábamos devorando a vista. En algunos momentos la sensación de gran

pendiente del río era sorprendente, y era muy vívida la sensación de que nos mo-víamos sobre una cinta de luz y agua que se deslizaba velozmente por un enorme surco en la roca roja. Pero lo cierto es que un día más seguíamos navegando a tope constantemente, en un río increíblemen-te mantenido y, de momento, muy se-guro. A medio día el caudal del Melloul había alcanzado un nivel de río grande; los agujeros y lloronas que esquivábamos a toda velocidad en el último momento eran ya obstáculos de entidad, mientras que el cañón rojo seguía serpenteando a través de la cordillera del Atlas. Sin em-bargo, habíamos alcanzado un punto del recorrido a partir del cual Txus y Ramón ya tenían información de primera mano,

“SIN QUE NADIE QUISIERA EXPRESARLO EN VOZ ALTA, CREO QUE EN EL GRUPO EXISTÍA EL SENTIMIENTO DE QUE TARDE O TEMPRANO SE ACABARÍA LA SUERTE”

Cascos, chalecos, kayaks... ¿De qué planeta provienen?

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y con ese extra de relativa seguridad (al menos eliminamos la incertidumbre de repentinos infranqueables de la muerte) logramos seguir manteniendo el ritmo alto de descenso a pesar de la seriedad de algunos pasos y afrontar los rápidos más largos con mucha mayor seguridad que hasta el momento. Sonrisas contenidas en las caras de todos, paleo entregado a las venas de agua, sensación de euforia a la espera del mítico último gran paso del cañón. Tras cuatro horas más de descenso a toda pastilla teníamos ante nosotros la puerta de salida del cañón del Melloul: un gran paso con marcadas venas de agua pero con demasiadas in-terrogantes sobre las consecuencias de una nada improbable nadada. En medio

del río unos cuantos bloques enormes formaban agujerillos enlazados en los que parecía difícil palear correctamente; la derecha-vía buena con otro caudal- es-taba imposible, así que no quedaba más que una estrecha izquierda con bastante emoción en caso de que alguno no consi-guiera ir por el sitio. Como novedad para el descenso, el río tocaba una carretera por primera vez en tres días, por lo que la posibilidad de un fácil porteo era ten-tadora: nadie la había “cagado” hasta el momento después de 95 km de rápidos continuos y 900 m de desnivel descendi-do, y lo cierto es que nadie quería hacerlo ahora, sería como un desastre justo al final, una nota discordante al término de una sinfonía ejecutada de forma magis-

tral. Txus abre el paso y, como nos te-míamos, el cruce desde la vena principal del río hacia la izquierda está más com-plicado de lo que parece: una zona de turbulencia difícil hace girar el barco bruscamente justo cuando se hace pre-ciso cambiar el rumbo a la izquierda. Si hubiera abierto el paso otro paisano creo que el resultado hubiera sido diferente, pero lo cierto es que, sin despeinarse demasiado, Txus saca de la faltriquera un par de paladas perfectas y sonríe a mi cá-mara al superar el agujero de salida ¡muy bien, no te jode, pero yo no soy Txus! De todas formas su trazado nos proporciona las claves para hacer bien el paso, y uno a uno vamos dejando atrás la última difi-cultad seria del cañón en un paraje inol-vidable. Aún quedaba una hora más de kayak hasta nuestro destino al final del cañón rojo del Melloul; Ramón y Txus habían hecho este tramo tan solo una semana antes, y desde ese punto cada uno fue libre de navegar como quisiera y supiera, ya que al parecer se trataba de un corto cañón de pocos kilómetros de III y buen volumen que daba paso a un valle ancho por el que navegaríamos hasta encontrar por la izquierda el río Ahanzal, nuestro punto final. En ese momento supongo que cada uno, como yo, dio por fin rienda suelta a la emoción contenida de los últimos días. Habían sido 99 kilómetros de na-vegación perfecta en el punto exacto de compromiso, nivel técnico y belleza; tres días de absoluta concentración en un descenso inigualable, inolvidable para todos, inesperado. Un descenso de los que ensanchan el alma y animan a mirar un poco más allá de lo que hasta el mo-mento estábamos haciendo, ampliando los horizontes en los que nos movemos, creando nuevos sueños y nuevas ilusio-nes. Así fue nuestro descenso integral del Cañón Rojo del Melloul; un par de días después nos confirmaron que el nuestro era el primer descenso absolu-to del Cañón Rojo del Melloul… qué pequeño triunfo de la modestia, de lo in-esperado, y de forma destacada, de aquel pequeño y potente grupo de kayakers, guiado por Txus y Ramón, al que estaré eternamente agradecido.

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