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Los poderes de la perversión (Julia Kristeva) (4) Hay en la abyección una de esas violentas y oscuras rebeliones del ser contra aquello que lo amenaza y que le parece venir de un afuera o de un adentro exorbitante, arrojado al lado de lo posible y de lo tolerable, de lo pensable. Eso solicita, inquieta, fascina, fascina el deseo que sin embargo no se deja seducir. Asustado se aparta. Repugnado, rechaza, un absoluto lo protege del oprobio. El sentirse invadido por la abyección, esa torsión hecha de afectos y de pensamientos, como los denomina Kristeva, no tiene en realidad ob-jeto definible. Según la autora, lo abyecto no es un ob-jeto que se nombra o imagina. Tampoco es un ob-juego en busca de deseo. Lo abyecto sólo tiene como objeto oponerse al yo. Pero si el objeto, al oponerse, equilibra en la trama frágil de un deseo experimentado que, de hecho, homologa al yo con lo abyecto, atrae hacia donde el sentido se desploma. (5) Está fuera del conjunto cuyas reglas del juego parece no reconocer. Sin embargo, lo abyecto no cesa, desde el exilio, de desafiar al amo. Sin avisar, solicita una reacción, una descarga, una convulsión, un grito. (6) La abyección son las barreras de la cultura, los límites ¿transgredidos? LA SUCIEDAD El asco y la repulsión (las náuseas y el vómito) son una barrera que separa y protege contra la impureza: no lo quiero, no quiero saber nada de ello, no lo asimilo, lo expulso. Es un “otro”. (8) Lo abyecto es aquello que perturba una identidad, un sistema, un orden. Aquello que no respeta los límites, los lugares, las reglas. La complicidad, lo ambiguo, lo mixto. El traidor, el mentiroso, el criminal con la conciencia limpia, el violador desvergonzado . Todo crimen, porque señala la fragilidad de la ley. La abyección es inmoral, tenebrosa, amiga de los rodeos, turbia.

Krist

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Los poderes de la perversin (Julia Kristeva)(4) Hay en la abyeccin una de esas violentas y oscuras rebeliones del ser contra aquello que lo amenaza y que le parece venir de un afuera o de un adentro exorbitante, arrojado al lado de lo posible y de lo tolerable, de lo pensable.Eso solicita, inquieta, fascina, fascina el deseo que sin embargo no se deja seducir. Asustado se aparta. Repugnado, rechaza, un absoluto lo protege del oprobio.El sentirse invadido por la abyeccin, esa torsin hecha de afectos y de pensamientos, como los denomina Kristeva, no tiene en realidad ob-jeto definible. Segn la autora, lo abyecto no es un ob-jeto que se nombra o imagina. Tampoco es un ob-juego en busca de deseo. Lo abyecto slo tiene como objeto oponerse al yo. Pero si el objeto, al oponerse, equilibra en la trama frgil de un deseo experimentado que, de hecho, homologa al yo con lo abyecto, atrae hacia donde el sentido se desploma.(5) Est fuera del conjunto cuyas reglas del juego parece no reconocer. Sin embargo, lo abyecto no cesa, desde el exilio, de desafiar al amo. Sin avisar, solicita una reaccin, una descarga, una convulsin, un grito.(6) La abyeccin son las barreras de la cultura, los lmites transgredidos?LA SUCIEDADEl asco y la repulsin (las nuseas y el vmito) son una barrera que separa y protege contra la impureza: no lo quiero, no quiero saber nada de ello, no lo asimilo, lo expulso. Es un otro.(8) Lo abyecto es aquello que perturba una identidad, un sistema, un orden. Aquello que no respeta los lmites, los lugares, las reglas. La complicidad, lo ambiguo, lo mixto. El traidor, el mentiroso, el criminal con la conciencia limpia, el violador desvergonzado. Todo crimen, porque seala la fragilidad de la ley.La abyeccin es inmoral, tenebrosa, amiga de los rodeos, turbia.