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aguas vivas, una revista para todo cristiano Año 10 · Nº 60 · Noviembre - Diciembre 2009 En esta edición hemos querido, una vez más, atender el asunto central de toda la vida y obra cristiana: la centralidad de Cristo. El apóstol Pablo nos dice en Efesios 1:9-10 que el misterio de la voluntad de Dios es hacer de Cristo centro y cabeza de todas las cosas. Y que, en consecuencia, todo el quehacer de Dios a través de las edades propende hacia este fin. Nada pue- de ser más alto, ni más supremo; pues, en el pensamiento de Dios nada puede ocurrir o existir aparte de su Hijo. Todo ha sido reunido en él. Conocer este hecho, es sin duda, nuestra mayor necesidad. En nuestros días se ha vuelto un lugar común colocar al hombre, con sus necesidades y demandas, en el centro de todo. Vivimos en una era enfermizamente huma- nista, donde incluso el cristianismo ha sido reducido, por algunos, a una suerte de pálida religión de autoayuda, superación personal y progreso ma- terial. ¡Dios ha sido puesto al servicio de los hombres! Por ello, hemos de recuperar el énfasis central, esencial, de la proclama- ción apostólica: predicar y enseñar a Jesucristo. Porque nada que sea menos que esto llenará la necesidad de la hora presente. La oscuridad moral, en inversa proporción al desarrollo científico y tecnológico, avanza como una marea incontenible y amenaza con anegar nuestras naciones. Cuánto más grande, central y supremo sea él en nuestros corazones, vida y actividad, mayor será la luz que mostraremos a los hombres de este mundo. Sólo Cristo llenará la necesidad de esta hora oscura. Creemos que nunca podremos enfatizar demasiado este asunto. Hoy como en el principio sigue siendo la cuestión vital. Por esta razón, en la perspectiva de diversos autores, del presente y del pasado, hemos querido revisar una vez más esto –la supremacía y centralidad de Cristo–, con el deseo y la oración de que nuestros ojos se abran para ver al Señor, alto y sublime, que todo lo llena en todo con la inefable gloria de su gracia y majestad. ¡Que el bendito Espíritu Santo siga tomando de lo Suyo y haciéndolo saber a nuestros corazones! L A CENTRALIDAD DE CRISTO EN LA HORA PRESENTE

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aguas vivas, una revista para todo cristianoAño 10 · Nº 60 · Noviembre - Diciembre 2009

En esta edición hemos querido, una vez más, atender el asunto centralde toda la vida y obra cristiana: la centralidad de Cristo. El apóstol Pablo nosdice en Efesios 1:9-10 que el misterio de la voluntad de Dios es hacer deCristo centro y cabeza de todas las cosas. Y que, en consecuencia, todo elquehacer de Dios a través de las edades propende hacia este fin. Nada pue-de ser más alto, ni más supremo; pues, en el pensamiento de Dios nadapuede ocurrir o existir aparte de su Hijo. Todo ha sido reunido en él.

Conocer este hecho, es sin duda, nuestra mayor necesidad. En nuestrosdías se ha vuelto un lugar común colocar al hombre, con sus necesidades ydemandas, en el centro de todo. Vivimos en una era enfermizamente huma-nista, donde incluso el cristianismo ha sido reducido, por algunos, a unasuerte de pálida religión de autoayuda, superación personal y progreso ma-terial. ¡Dios ha sido puesto al servicio de los hombres!

Por ello, hemos de recuperar el énfasis central, esencial, de la proclama-ción apostólica: predicar y enseñar a Jesucristo. Porque nada que sea menosque esto llenará la necesidad de la hora presente. La oscuridad moral, eninversa proporción al desarrollo científico y tecnológico, avanza como unamarea incontenible y amenaza con anegar nuestras naciones.

Cuánto más grande, central y supremo sea él en nuestros corazones,vida y actividad, mayor será la luz que mostraremos a los hombres de estemundo. Sólo Cristo llenará la necesidad de esta hora oscura.

Creemos que nunca podremos enfatizar demasiado este asunto. Hoy comoen el principio sigue siendo la cuestión vital. Por esta razón, en la perspectivade diversos autores, del presente y del pasado, hemos querido revisar unavez más esto –la supremacía y centralidad de Cristo–, con el deseo y laoración de que nuestros ojos se abran para ver al Señor, alto y sublime, quetodo lo llena en todo con la inefable gloria de su gracia y majestad.

¡Que el bendito Espíritu Santo siga tomando de lo Suyo y haciéndolosaber a nuestros corazones!

LA CENTRALIDAD DE CRISTOEN LA HORA PRESENTE

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ENFOQUE DE ACTUALIDADLA BATALLA POR LAS ALMAS DE LOS HOMBRES / El resurgimiento del tema de Diosdentro de la Filosofía moderna.

TEMA DE PORTADAEL HIJO DE DIOS EN LA TRINIDAD / La relación eterna del Padre, del Hijo y del EspírituSanto en el único Dios trino. Gino Iafrancesco.EL PRIMER AMOR: EL COMIENZO / El principio de un «Manual de amor» para el creyenteque quiere avanzar en su devoción hacia Cristo. Rubén Chacón.LA REVELACION DE CESAREA DE FILIPO / El Señor escogió cuidadosamente el tiempoy el lugar en que sus discípulos habrían de recibir la revelación mayor. Christian Chen.CRISTO, IMAGEN DE DIOS Y DEL HOMBRE / En Cristo se encuentra la revelación deDios y del hombre, ya que su naturaleza es divina y humana. Roberto Sáez.EL TESTIMONIO DE CRISTO / El testimonio que las Sagradas Escrituras dan respecto deJesús de Nazaret excede todo cuanto podamos imaginar. Gonzalo Sepúlveda.CRISTO, EL PRINCIPIO DE LA IGLESIA / En medio del deterioro existente en la cris-tiandad, el creyente ha de ir a la fuente de todas sus experiencias de fe para anclar allí suvida. Rodrigo Abarca.POR CRISTO, CON EL Y EN EL / En la obra de la cruz de Cristo es posible distinguir tresgrandes hechos. Ben Hiebert.

LEGADOCENTRALIDAD Y SUPREMACIA DE CRISTO / La centralidad del propósito de Dios, de laexperiencia del creyente, de la iglesia y de todo cuanto existe es Cristo, el Hijo de su amor.T. Austin-Sparks.LA TOTAL SUFICIENCIA DE CRISTO / La incertidumbre en que viven muchos hijos deDios se debe a no haber recibido en sus corazones un Cristo pleno, como la total provisiónde Dios para ellos. C. H. Mackintosh.LA REVELACION DE CRISTO POR EL ESPIRITU / El misterio de la persona de Cristosólo puede ser comprendido a medida que la luz de Dios descienda sobre el hombre. G.Campbell Morgan.NUESTRA HERENCIA PLENA EN CRISTO / Algunas riquezas de Cristo disponibles paratodo cristiano. A. B. Simpson.CANAAN Y CRISTO / Una hermosa aplicación espiritual del significado tipológico de Canaán.F. B. Meyer.

ESTUDIO BÍBLICOBOSQUEJO DE MIQUEAS / A. T. Pierson.VIENDO A CRISTO EN LA COMUNION: AMOR Y VERDAD / Un estudio de la SegundaEpístola de Juan. Stephen Kaung.

APOLOGÉTICAEL APORTE DE LOS «FILOSOFOS DE LA SOSPECHA» / Diálogos entre Teología y Filoso-fía. Rubén Chacón.

SECCIONES FIJAS63 Joyas de Inspiración / 120 Página del lector

INDICE

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ENFOQUE DE ACTUALIDAD

El título del presente artículosurge de una declaración he-cha por el notable filósofo cris-

tiano Alvin Plantinga: «El mundo in-telectual occidental contemporáneoes un campo de batalla o un ruedo en

el cual ruge una lucha por las almasde los hombres».

Al respecto, el filósofo cristianoevangélico William Lane Craig en unartículo recientemente publicado enla prestigiosa revista Christianity

El resurgimiento del tema de Dios dentro de la Filosofía moderna.

Labatalla

por las almas de loshombres

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Today, habla de una verdadera «revo-lución en la filosofía angloamerica-na» en los tiempos que corren. «Tresescuelas de pensamiento», diceCraig, «forcejean una contra otracompitiendo para ganar las mentesde hombres y mujeres pensantes: elnaturalismo de la Ilustración, elantirrealismo postmoderno y elteísmo, típicamente el teísmo cristia-no. Es en el campo de la filosofía quetienen lugar las batallas decisivas, yel resultado de estas luchas repercuti-rá a través de la universidad y final-mente de la cultura occidental».

También en otros círculos acadé-micos se está hablando profusamentedel «resurgimiento del teísmo» –lapostura favorable a la existencia deDios– dentro de la filosofía moderna,en tiempos en que la discusión filosó-fica acerca de Dios se creía sepultadapor la tristemente célebre frase: «Diosha muerto».

Quizás no alcanzamos a dimen-sionar los efectos que este tipo de de-claraciones filosóficas produzcan en lasociedad. Pero si unimos esta declara-ción a la emblemática canción de JohnLennon, «Imagine», de alto impacto enla juventud de su tiempo –hoy, perso-nalidades de entre 50 a 60 ó más añosde edad, algunos de los cuales gobier-nan el mundo occidental–, parte de laletra de esta canción dice: «Imagina unmundo sin cielo, sin infierno, un mundosin religión». Indirectamente, dice: ‘Nohay Dios, no hay que hacerse proble-mas; a nadie vamos a dar cuenta. Sino hay cielo ni infierno, entonces tam-poco hay bien ni mal’.

¿Podría alguien negar que esteacuerdo tácito entre el arte y la filoso-

fía ha tenido un fuerte impacto ennuestra convulsionada sociedad, es-pecialmente en el terreno moral? Lallamada ‘agenda valórica’, hoy endía, se considera más ‘progresista’(eufemismo de moda) en la medidaen que más se relajan los valores mo-rales. Si «Dios ha muerto», podemos,por tanto, en nombre de la libertad,dar rienda suelta a todas las bajas pa-siones de la naturaleza humana.

Esto es solo un botón de muestrade la influencia de la filosofía en eldevenir de la sociedad.

Para darle más sentido al impactode esta revolución, Craig cita el testi-monio de un prominente filósofoateo, Quentin Smith, acerca del cam-bio que ha tenido lugar en la filosofíaangloamericana. En un artículo apa-recido en el periódico secular Philo(2001), Smith lamenta lo que llama«la desecularización de las institucio-nes académicas que se desarrolló enlos departamentos de filosofía desdefines de los años sesenta». Él escribeque para entonces, «se considerabaque el teísmo tenía algo así como unbajo status epistémico que no encaja-ba con los estándares de una posición‘académicamente respetable’. Pero, sevolvió, casi de la noche a la mañana,‘académicamente respetable’ argüir afavor del teísmo, haciendo de la filo-sofía un campo favorable de entradapara los más inteligentes y talentososteístas que ingresan hoy en las insti-tuciones académicas». Y concluye:«Dios no ‘ha muerto’ en la academia;él volvió a la vida al final de los añossesenta y ahora está vivo y bien vivoen su último bastión académico, losdepartamentos de filosofía».

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Ha surgido un nuevo interés en elDios de la tradición ortodoxa judeo-cristiana entre los filósofos contem-poráneos. Este nuevo interés es des-cendiente del fallecimiento del positi-vismo lógico, una falta de rigor inte-lectual en el liberalismo teológico y elincremento de la sofisticación de losargumentos teístas. Hay dos argu-mentos que ilustran las variadaspruebas contemporáneas para elteísmo que han captado gran interés.Uno propone que creer en Dios es ra-cional aparte de cualquier evidenciaespecial. El otro, llamado el argu-mento cosmológico kalam, sostieneque todo lo que empieza tiene unacausa, el universo tiene un comienzo,y por lo tanto, el universo tiene unacausa. Estos argumentos están satis-faciendo la prueba sobre la existenciade Dios a aquellos que están predis-puestos filosóficamente.

En 1980 Time publicó una crónicaacerca de la repentina reexaminaciónde Dios en los círculos filosóficoscontemporáneos. Aunque era todavíauna discreta minoría en las universi-dades seculares, desde 1980 este mo-vimiento ha crecido en número y enla sofisticación de sus argumentos.

Quizás hasta hoy un cuarto o untercio de los profesores de filosofíason teístas, la mayoría cristianos or-todoxos. Aunque muchos teístas notrabajan en el área de la filosofía dela religión, muchos de ellos trabajanen esta área en que ahora hay más decinco periódicos de filosofía dedica-dos al teísmo o a la filosofía de la re-ligión.

Una estadística mostraría que enel catálogo de la editora de la Univer-

sidad de Oxford 2000-2001 hay 96 li-bros recientemente publicados sobrefilosofía de la religión

Definiendo los términosCualquiera que esté al corriente

de la filosofía sabe la extrema impor-tancia de cómo un pensador definesus términos. Con el objetivo de serclaros, definiremos Dios, creencia y fi-losofía.

Dios es el Dios de la tradiciónjudeo-cristiana, un ser espiritual ra-cional todopoderoso, omnisciente yamoroso, omnipresente, inmutable,trascendente, eterno, y el creadorpersonal de todo lo que existe.

Creer es el acto de la conscienciahumana que realiza un compromisopersonal a una propuesta. Para creeren alguna cosa hay que tener fe enalgo que es consistente con lo quecrees que debe ser una buena eviden-cia. Por ejemplo, el matrimonio es unacto de fe. Antes de casarte, crees quetienes suficientes evidencias para jus-tificar un compromiso que va másallá de la evidencia. Cuando un teístafilosófico dice que cree en Dios, noquiere decir que tiene la evidencia in-discutible para apoyar su compromi-so. En vez de ello, significa que estáen su derecho intelectual de sosteneresta creencia.

Filosofía es la disciplina intelectualque examina de manera crítica losfundamentos de otros campos de es-tudio. Los departamentos de filosofíauniversitarios en todo el mundo aspi-ran a examinar cuestiones de impor-tancia fundamental en otras discipli-nas, ya sea en el campo de la ciencia,la teología (Por ejemplo, ¿es racional

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creer en Dios?), o la ética (¿Qué es locorrecto o lo incorrecto?).

Desafortunadamente, muchoscristianos creen que la filosofía esanticristiana de por sí, basando suconclusión en la orientación atea oagnóstica de muchos profesores de fi-losofía. Sin embargo muchos buenosfilósofos cristianos emplean sus habi-lidades de pensamiento crítico de fi-losofía en evaluar los temas clásicosde la teología. De hecho, la filosofíapuede contribuir a la defensa de la fecristiana.

El regreso del teísmo tradicional ala filosofía se explica por las siguien-tes razones: La muerte del positivis-mo lógico, la falta de rigor intelectualen el teísmo liberal, y el incrementode la sofisticación de los argumentosteístas.

La muerte del positivismo lógicoEl positivismo lógico es una posi-

ción filosófica que mantiene que algotiene sentido si es cierto por defini-ción o si puede ser percibido por loscinco sentidos (por lo cual Dios notiene sentido para los positivistas). Aesto se le llamó el Sentido de CriterioVerificable. Aunque el pensamiento

de que creer en algo que no se puedever o tocar es un sin sentido está ge-neralizado a nivel popular, el positi-vismo lógico ha sufrido una muertefilosófica. El filósofo de la ciencia,Del Ratzsch, señala los problemas delCriterio Verificable. Primero, hay va-rios principios esenciales de la cien-cia que no se pueden comprobar em-píricamente pero que se presuponenpara poder probar otras proposicio-nes científicas. Y por último, el Crite-rio Verificable se contradice a sí mis-mo ya que no se puede comprobarempíricamente.

La falta de rigor intelectual en el li-beralismo teológico

Gordon Kaufman, un teólogo li-beral, acusa a los filósofos cristianosde mostrar una intolerancia social yuna antipatía hacia otras religiones,a lo que los filósofos cristianosStump y Kretzman responden que,la posición de Kaufman es más anti-pática e irrespetuosa que la del cris-tianismo tradicional ya que rechazacomo falsas todas las pretensionespor parte del cristianismo, judaísmo,e islamismo y otras religiones de co-nocer cosas verdaderas en cuanto a

Lo que es increíble en cuanto al reciente resurgi-miento del teísmo es que comenzó en un tiempoen que la muerte de Dios había sido declarada, elforense estaba preparándose para la autopsia y lapresunción de los ateos permeaba el panorama de

la ortodoxia secular.

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la naturaleza de Dios y la salvaciónhumana. Kaufman, además, afirmaque «Dios está más allá de nuestroentendimiento y conocimiento», ycomo Stump y Kretzman señalan,está haciendo una afirmación de suconocimiento acerca de la naturalezade Dios, «a saber, que la naturalezade Dios tiene la propiedad de serinescrutable para nosotros. Pero siKaufman es capaz de conocer una delas propiedades de Dios, su afirma-ción es falsa en sí misma». Y al con-denar el holocausto y otras atrocida-des morales como esencialmente ma-las, Kaufman contradice su defensadel relativismo epistemológico y éti-co, dando a entender que existen al-gunos valores que no dependen dela cultura. El tipo de argumentaciónde Kaufman es típico de mucha de laliteratura teológica liberal. Por estarazón, los filósofos no han sido ca-paces de encontrar nada lógicamen-te incorrecto en seguir discusionesteológicas rigurosas de temas de lateología tradicional.

Incremento en la sofisticación del ar-gumento teológico1. La racionalidad de la creencia en Dios

Alvin Plantinga argumenta quecreer en Dios es racional aparte decualquier evidencia, al contrario queel argumento de los evidencialistas,que argumentan que se tiene justifi-cación racional para creer en algo sies fundamental para el conocimientoo está basado en la evidencia.Plantinga pregunta por qué la propo-sición «Dios existe» no puede serfundamental para el conocimiento yde esta manera no necesitada de una

evidencia, a lo que los evidencialistasresponden que sólo las proposicionespropiamente básicas, es decir, auto-evidentes e incorregibles, son funda-mentales para el conocimiento.

Plantinga considera el criterio delevidencialista como inadecuado,pues no puede desechar la posibili-dad de que creer en Dios es apropia-damente básico. Además defiendeque muchas cosas en la vida son ra-cionalmente creíbles aparte de la evi-dencia, como por ejemplo creer queel mundo no fue creado hace diez mi-nutos con toda la apariencia y recuer-dos de un mundo que tiene miles demillones de años de antigüedad.

2. El argumento cosmológico kalam 1

El argumento kalam, propuestopor Craig, se puede exponer de la si-guiente forma:

1. Todo lo que comienza a existirlo hace por una causa.

2. El Universo tiene un comienzo.3. Por lo tanto el Universo tiene

una causa.Este argumento presenta una se-

rie de alternativas. Primero, el uni-verso o tuvo un comienzo o no lotuvo. Segundo, si el universo tuvo uncomienzo, entonces fue o causado ono causado. Tercero, si el comienzodel universo tuvo una causa, enton-ces esta causa fue o personal o imper-sonal. Al mostrar que una parte decada alternativa es más razonableque la otra, este argumento muestra

1 Kalam es una palabra árabe que se suele traducirpor teología, pero significa simplemente discur-so: es la reflexión ordenada basada en la argumen-tación que demuestra la validez racional de lasenseñanzas de la cosmovisión islámica. (N. del T).

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la sensatez de creer en la existenciade un creador personal, Dios.

A. ¿Es más razonable creer que el Univer-so tuvo un comienzo o que no lo tuvo?

Cuando uno piensa en una seriede eventos en el tiempo, no piensa enellos como sucediendo todos a la vez,sino uno tras otro. Las series de even-tos en el tiempo no pueden ser real-mente infinitas porque a un conjuntoinfinito no se le puede añadir nada,está completo, y las series de eventosen el tiempo siempre se están incre-mentando. Si el Universo no tuvieraun principio, entonces cada eventoestaría precedido de un número infi-nito de eventos, Pero si nunca se pue-de llegar al infinito por añadir un in-tegrante tras otro, nunca podría lle-gar al día presente. Entonces parecemás razonable creer que el universotuvo un comienzo.

B. ¿Es más razonable creer que el Univer-so fue causado o no causado?

Ya que el testimonio abrumadorde la experiencia humana testifica delhecho de que algo no puede surgir dela nada, una vez es establecido que eluniverso comenzó a existir, la perso-na razonable no dudaría en afirmarque el universo tuvo una causa. Qui-zá uno pudiera todavía afirmar quees lógicamente posible que el univer-so no tuviera una causa, pero esto noparece ser metafísicamente posible.Por lo tanto, es más plausible que eluniverso fue causado si tuvo un co-mienzo.

C. ¿Es más razonable que el Universo tuvouna causa personal o impersonal?

Defendiendo que esta causa espersonal, Craig pregunta, «¿cómopuede llegar a existir un primerevento si la causa de ese evento siem-pre ha existido? ¿Por qué no es elefecto tan eterno como la causa?». Laúnica manera de tener una causaeterna pero, con un evento que co-mienza en un punto del tiempo, es sila causa es un «agente personal» quedecide libremente crear un efecto enel tiempo. Entonces parece ser másrazonable creer que la causa fue per-sonal.

La ruidosa conversión de un filósofoateo

Otro golpe a la filosofía atea tra-dicional tiene que ver con los cam-bios o ‘conversiones’ de algunos desus principales exponentes. Durantelos últimos cincuenta años, el ateomás famoso del mundo ha sido An-thony Flew. Mucho antes de que Ri-chard Dawkins comenzara a atacar ala religión, Flew era el portavoz delos no creyentes; pero ahora Flew esel más famoso «converso» del mun-do. En 1966 escribió su obra God andphylosophy («Dios y la filosofía») y en1984 The presumption of atheism («Lapresunción de ateísmo»). En ambasmantuvo una postura ‘evidencialis-ta’, según la cual debe presuponerseel ateísmo hasta que no se presentenevidencias de lo contrario. No obs-tante, éste ha parecido ser reciente-mente el caso, a juzgar por su últimotrabajo There is God («Hay Dios»), queFlew considera su última palabra so-bre el tema. «Debo decir –declara–que el viaje de mi descubrimiento delo divino ha sido hasta ahora un pe-

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regrinaje de la razón. He seguido elargumento hasta donde me ha con-ducido».

ConclusiónNo hay duda de que la batalla in-

telectual entre la fe y la incredulidadcontinuará. Pero lo que es increíbleen cuanto al reciente resurgimientodel teísmo es que comenzó en untiempo en que la muerte de Dios ha-bía sido declarada, el forense estabapreparándose para la autopsia y lapresunción de los ateos permeaba elpanorama de la ortodoxia secular.

Algunas personas pueden decirque Dios está mirando hacia abajo yestá entretenido con los débiles inten-tos de los filósofos de demostrar la ra-cionalidad de creer en él a un mundoen el cual tantas personas, completa-mente inconscientes del argumentocosmológico o cualquier otra pruebateísta, todavía creen y confían en Dios.

No obstante tal cinismo absolutoen cuanto a la mentalidad humanaparece inconsistente con una verda-

dera fe robusta. Si Dios existe (y cier-tamente creemos que existe) y nos hadado nuestras mentes y corazonescon los que pensamos y sentimos, esaxiomático que él estuviera interesa-do con cada minuto detallado denuestra existencia intelectual y emo-cional. Consecuentemente él permiti-ría al simple sentirse seguro en unafe simple basada en un Dios infinita-mente complejo y a los que están másinclinados filosóficamente a encon-trar satisfacción intelectual en el estu-dio de un Dios infinitamente comple-jo al que sólo se puede encontrar per-sonalmente a través de un simpleacto de fe. A pesar de si uno encuen-tra el resurgimiento de la filosofíateísta decepcionante o animador, nopuede negar que es una parte impor-tante y fascinante de nuestro entornointelectual contemporáneo.

Fuentes:Francis J. Beckwith: «El resurgimiento del teísmo»,

http://www.menteabierta.org/W. Lane Craig: «The Revolution in Anglo-American

Philosophy», http://www.reasonablefaith.org/

* * *Una vida nueva

Muy a menudo, en mis tiempos de necesidad, consideraba a Cris-to como un Ser aparte, nunca vinculándole con las cosas de quesentía tanta falta. Durante dos años anduve palpando en la oscuri-dad, procurando reunir todo ese cúmulo de virtudes que yo consi-deraba comprendían el total de la vida cristiana, sin adelantar nada.Fue entonces, un día del año 1933, que fui iluminado por luz celes-tial, y vi a Cristo ordenado por Dios para ser mío en su plenitud.¡Qué diferencia! ¡Qué huecas resultaron ser las cosas, las virtudesen sí, que antes tanto ansiaba tener!

Aparte de Cristo son cosas muertas. Darnos cuenta de esto, serácomo empezar una vida nueva. Desde entonces nuestra santidadse escribirá con una S mayúscula y nuestro amor con una A mayús-cula. Cristo mismo en nosotros es la respuesta a todas las deman-das divinas.

Watchman Nee, en Sentaos, andad, estad firmes

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Estas son preguntas que el Espí-ritu del Señor conduce a loshombres a hacerse, mirando lo

que Dios ha hecho, porque como está

escrito en Romanos 1:20, «las cosas in-visibles de él, su eterno poder y deidad,se hacen claramente visibles ... por mediode las cosas hechas».

El Hijo de Diosen la

«¿Quién subió al cielo, y descendió? ¿Quién encerró los vientos en sus puños? ¿Quién atólas aguas en un paño? ¿Quién afirmó todos los términos de la tierra? ¿Cuál es su nombre,y el nombre de su hijo, si sabes?» (Prov. 1:1-4).

Gino Iafrancesco(Colombia)

TEMA DE PORTADALa relación eterna del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en elúnico Dios trino.

Trinidad

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Y esa pregunta, «¿Quién...?», es lamisma que, desde un torbellino, lehace también Dios a Job. La eviden-cia de las cosas creadas nos lleva apreguntarnos no sólo: ¿Y cómo...?,sino el Quién inicial. Quién comenzó,y quién le dio sentido a las cosas.

Pero lo que llama más la atenciónaquí es que el Espíritu Santo le hizocomprender a este hombre del Anti-guo Testamento que, este Quién, quediseñó e hizo todas las cosas, tiene unnombre y también tiene un Hijo, yese Hijo también tiene un nombre. Yél se pregunta por el nombre de esteQuién, pero no bastó por preguntarpor el Quién, sino también por elHijo. Confesó, en el Antiguo Testa-mento, al Hijo, y lo confesó en uncontexto de la creación de las cosas.

Porque a veces sería más fácilconfesar al Hijo en relación con elMesías, en su pasada por la tierra. Ynosotros hoy, los cristianos, confesa-mos al Hijo en la encarnación. Peroaquí el Espíritu condujo a Agur apreguntarse por el nombre de Dios,por ese necesario Creador de todaslas cosas, que tiene un nombre, peroque también tiene un Hijo.

Hoy en día, a nosotros, en la eradel Nuevo Testamento y de la iglesia,nos resulta, después de la venida delSeñor Jesús, más fácil preguntar porel Hijo. Preguntar por el Hijo en elAntiguo Testamento era mucho máscomplicado. La revelación del únicoDios en el Antiguo Testamento in-cluía al Hijo de Dios.

Las palabras de JesúsFíjense en aquellas palabras de Je-

sús en el evangelio de Juan: «Y esta es

la vida eterna: que te conozcan a ti...». Ypodríamos poner el punto ahí, perocomo no lo puso Agur hijo de Jaqué,tampoco lo puso Jesús. «...que te co-nozcan a ti, el único Dios verdadero,y...». En esa «y...», hay mucha revela-ción. «...el único Dios verdadero». Unodiría: ‘Es más que suficiente. ¿Quémás quiere?’. Pero no. Dice: «...el úni-co Dios verdadero, y a Jesucristo, a quienhas enviado».

«¿Cuál es su nombre –preguntaAgur–, y el nombre de su hijo?». Her-manos, en el hecho de que Dios tengaun Hijo unigénito, eterno con él, serevela la esencia y la naturaleza deDios de una manera más clara que deninguna otra manera. Y de esa reve-lación espiritual a la iglesia, del únicoDios y de su Hijo, en el Espíritu, laiglesia aprende a ser iglesia.

El Señor Jesucristo dijo una frasemuy importante: «...como tú, oh Padre,en mí, y yo en ti, que también ellos seanuno en nosotros» (Juan 17:21). Esa esuna frase demasiado rica y profunda,que si no fuera porque Dios mismo selo propuso y nos quiso incluir en elseno de algo tan glorioso, nosotrosnos quedaríamos en las tinieblas deafuera.

Y por eso es que nos atrae conésta, su luz, la luz del mayor espectá-culo que las criaturas pueden y po-drán conocer. Nunca habrá nadaigual, nada tan digno de nuestracompleta atención, tan digno denuestra contemplación, como la rela-ción del Padre, del Hijo y del EspírituSanto en el único Dios trino, en la Tri-nidad de Dios.

«...como tú, oh Padre, en mí, y yo enti...». Ese es el modelo para la iglesia.

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«...como...». Ahí es donde el EspírituSanto tiene un gran trabajo con noso-tros hoy: hacernos entender espiri-tualmente ese: «…como tú, oh Padre,en mí, y yo en ti...». Es el modelo esta-blecido por Cristo. «...que también ellos–la iglesia– sean uno...». Y luego dice,ya no sólo el modelo, sino dónde estála posibilidad, la realidad necesariapara que esto acontezca. Entoncesdice: «...en nosotros». Lo que quisierasubrayar en este día es ese nosotrosde la Trinidad.

La mentira de SatanásSatanás dijo: «...seré semejante al

Altísimo ... junto a las estrellas de Dios,levantaré mi trono» (Isaías 14:13-14).Había sido hecho un gran querubín,un sello de perfección; pero quiso le-vantarse más. Y, para poder tomar ellugar de Dios y conquistar a muchascriaturas con su engaño, él comenzóproponiendo en sus contratacionesde las que nos habla Ezequiel –queDios conocía y callaba– de que, al finde cuentas, todo lo creado era la divi-nidad.

Él no quitó el nombre de Dios. Éldejó el nombre de Dios, porque que-ría atribuírselo a sí mismo. Sólo quecomenzó a aplicarle ese nombre,como una manera de cautivar y enga-ñar a otros, al todo creado, la sustan-cia, la totalidad, el todo; eso es Dios.Y luego, de ese panteísmo, que es unateísmo disfrazado, porque le aplicael nombre de Dios a lo creado, y dejaa Dios sin lugar ninguno, de ahí nohay sino un paso para el dualismo yel politeísmo.

El dualismo, de que el bien y elmal son coexistentes y son dos fuer-

zas eternas, iguales las dos, que senecesitan y se complementan mutua-mente. Y así, fue llevando poco apoco el mal a la categoría del bien.

Si se adora a la plenitud del todo,si todas las cosas son parte de Dios,algunos van a adorar al maíz, otrosvan a adorar las vacas, otros van aadorar el sol, porque todo es parte deesa sustancia divina de que está he-cha la totalidad del universo. Esa esla mentira de la serpiente, queriendorobarse la gloria de Dios, conducien-do las cosas al panteísmo, para con-ducirlas al politeísmo, al dualismo yal satanismo. Esas son sus tretas, suscontrataciones, sus engaños.

Para entonces, el Señor callaba, ylos ángeles eran probados. Y dos ter-cios aprobaron. Pero un tercio, inclui-do no sólo el querubín, sino altosprincipados y potestades y muchashuestes, le siguieron. Comenzó elmal en el universo. Y Dios permitióque eso sucediera así. Él, como DiosCreador, no iba a pelear de Dios acriatura, porque sería como un hom-bre grande peleando con una niñita.Dios, más bien, decidió hacer otracriatura, porque esta primera preten-dió hacerse semejante a Dios. Enton-ces, Dios decidió hacer al hombre aSu imagen y semejanza.

El destino del hombre no está enlo que él pueda hacer por sí mismo,sino en lo que él llegue a ser en unióncon Dios. Aparte de esa unión conDios, ese destino supremo y superiorno haría que el hombre fuese supe-rior. Dice que, en poder, era menorque los ángeles. Y luego, el Hijo, sehizo como uno de nosotros y, comohombre, y en la carne, fue probado

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de verdad, así como tú y yo somosprobados.

Porque Dios no iba a pelear conuna criatura que él mismo hizo; lebastaba soplar, y se desaparecía.¿Pero eso traería gloria a Dios? ¿Re-velaría eso realmente la excelencia deDios? Él, más bien, quiso dar a cono-cer al Hijo. «Nadie conoce al Hijo, sinoel Padre, ni al Padre conoce alguno, sinoel Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quierarevelar» (Mat. 11:27).

El Padre y el Hijo se nos revelanNo hay cosa más preciosa que nos

pueda ser compartida, que el propiocorazón de Dios. Por el Espíritu, elHijo mostrándonos al Padre y el Pa-dre mostrándonos al Hijo, y no sólomostrándolo desde lejos, sino desdeadentro de nosotros, para que lo co-nozcamos y lo disfrutemos, de mane-ra que el Padre, el Hijo y el Espíritupuedan vivir nuestra vida, y nosotrosla vida divina – como «participantesde la naturaleza divina».

Entonces, Dios quiso mostrar alHijo. Nadie conocía quién era el Hijo,sino el Padre. Pero después que aquelquerubín se rebeló, y la tercera partede los ángeles y el hombre cayeron,ahora el Hijo se hizo como uno denosotros. Asumió la naturaleza hu-mana, se hizo como inferior a los án-geles; aunque él es superior, pero sedespojó, y en su despojamiento, élvino a honrar a su Padre.

Dios el Padre ya sabía todo estode su Hijo, desde la eternidad; él nonecesitaba probar a su Hijo, porquesiempre, desde la eternidad, estuvie-ron juntos, y se conocen profunda-mente. Pero el regalo que el Padre le

iba a dar al Hijo, eran todas las cosas,y entre esas cosas iba a haber perso-nas – personas del ámbito celestial,ancianos celestiales, serafines,querubines, principados, potestades,arcángeles y ángeles, grandes y pe-queños, mayores y menores, y des-pués una cantidad innumerable deseres humanos. Y a su Hijo, el Padrele iba a dar todas las cosas.

Pero esas personas del universovisible e invisible no conocían al Hijode la misma manera que el Padre, nisabrían por qué al Hijo le daría todaslas cosas y por qué el Hijo sería el he-redero de todo. Mediante la encarna-ción y por medio de las pruebas delHijo, Dios empezó a mostrarnos alHijo y a resaltar el significado quepara el Padre tiene el Hijo, sobre elpaño de fondo de la rebelión de Sata-nás.

Satanás, no siendo, pretendió ha-cerse. «Seré...». Y el Hijo, siendo, sehumilló. ¡Qué contraste! Él, siendo enforma de Dios, igual a Dios, no esti-mó el ser igual a Dios como cosa aqué aferrarse, sino que se despojó a símismo. Y el otro, siendo una criatura,dijo: «Seré semejante...». Y aquel queera la semejanza de la gloria divina,se despojó y se hizo un hombre,como si fuera inferior a los ángeles, yse sometió a las pruebas humanas,pruebas de verdad, como hombre ycomo criatura.

Dios, como Dios, no pelearía conSatanás. Pero permitiría que un hom-bre fuese tentado en todo conforme anuestra semejanza. Por todos los flan-cos, Satanás lo empezó a tentar yadesde niño, porque él creció en esta-tura. Como Dios, no tiene que crecer;

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pero como hombre, tenía que crecer yaprender. Como Dios, no tiene queaprender; pero él se despojó y se hizosemejante a nosotros. Y fue probadode verdad. «Y por lo que padeció apren-dió la obediencia».

Y Dios empezó a mostrar por quéél ama a su Hijo, por qué él es el he-redero de todas las cosas, por qué suHijo está en el centro de su corazón,por qué Dios hace todo con el Hijo,en el Hijo, por el Hijo y para el Hijo.La creación no sabía por qué. Pero, apartir de todas las cosas que Diospermitió que sucedieran, sin obligara ninguna criatura, algunas de ellas,con su libertad, permanecieron fielesy otras se rebelaron.

Entonces, el Hijo tenía que serprobado de verdad, para que él fue-ra conocido, y también para que elpropio Dios Padre fuera conocido,porque el que conoce al Hijo conoceal Padre, porque el Hijo es como elPadre, igual al Padre. No conocería-mos a Dios, si él no se revelara porel Hijo.

En el misterio de Dios, reveladoen Cristo, están escondidos todos lostesoros de la sabiduría y de la cienciade Dios. De esa relación íntima deDios el Padre con su Hijo en el Espíri-tu, brota toda la existencia del uni-verso visible y del invisible; de ahíbrota el destino de las criaturas; deahí brota la función y misión delega-da a cada criatura.

Inclusive, unas hierbitas, puedenproducir ciertos remedios. Dios po-dría curarnos sin remedios; pero élquiere que existan las criaturas, y lesdelega una función. Dios podría cui-darnos sin necesidad de los ángeles;

pero él quiere que sus ángeles repre-senten Su cuidado por nosotros, yellos nos tienen que cuidar, represen-tando el cuidado de Dios.

Revelándose a IsraelIsrael, como veníamos diciendo,

tuvo que crecer y formarse en eltiempo cuando ya Satanás había os-curecido esa revelación primigenia,que la humanidad en sus principioshabía tenido, y había apartado la no-ción del Padre supremo del corazónde los hombres. Y los hombres ha-bían llegado a confundir la naturale-za con Dios, dando honor y gloria alas criaturas y negándosela al Crea-dor, como denuncia Pablo en Roma-nos 1, y ahí comenzó la perversión yla destrucción de todo. Ahí entró,como decíamos, el panteísmo, el dua-lismo, el politeísmo, la idolatría y to-das las consecuencias de degenera-ción que eso trae.

Entonces, cuando Dios comenzó arevelarse a Israel, lo primero que te-nía que revelarle era acerca de supropia unidad, y Dios enfatizó paracon Israel la unidad. «Dios es uno».Es el corazón de la confesión mono-teísta. Mientras los demás puebloseran politeístas, habían sido engaña-dos, y los demonios, ángeles caídos,habían pretendido hacerse los diosesde las naciones, y exigían sacrificios,y los aterrorizaban, Israel conoció alúnico Dios.

Y en Deuteronomio 6:4 está esaconfesión que es el corazón de la fede Israel, el monoteísmo: «Oye, Israel,Jehová nuestro Dios, Jehová uno es». Sinembargo, en el propio corazón de laconfesión del monoteísmo, el único

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Dios, de pronto, habla en plural.Aunque confiesa claramente que esun solo Dios, no tiene ningún reparoen decir : «nosotros». Por eso dice:«Hagamos al hombre a nuestra imagen,conforme a nuestra semejanza». El Diosúnico comienza a hablar en plural, yhasta el propio nombre genérico de ladivinidad, Dios Elohim, está en plu-ral.

Si tú fueras a decir dioses, con mi-núscula, tendrías que decir elohim,porque así se dice Dios y así se dicedioses. Elohim es Dios; elohim, tambiénsignifica dioses. ¿Y cómo saber si esDios o es dioses, si depende del con-texto? Hay un versículo donde dice:«Elohim está en la reunión de loselohim». O sea, el Dios verdadero, conmayúscula; sólo que en hebreo nohay mayúsculas ni minúsculas.

En la traducción, nos toca saber anosotros, por el contexto, cuándo escon mayúscula y cuándo es con mi-núscula. Cuando es el Dios verdade-ro, tenemos que decir Elohim con ma-yúscula, si se refiere al único Dios;pero cuando se refiere a los falsosdioses o a los que se llaman diosessin serlo, hay que ponerlo con minús-cula, pero en el lenguaje hebreo sedice de la misma manera – elohim.

Entonces, Dios inspiró que la pa-labra esté escrita como está escrita, y

así nos toca recibirla; y lo que está es-crito no es para confusión, sino pararevelación. Entonces, ¿por qué Diosestá usando para sí un nombre gené-rico de divinidad, de Dios, en plural?Porque si él hubiera dicho simple-mente El, hubiera dicho Dios – comoen algunos versículos dice El, con Emayúscula. Pero la manera más co-mún de referirse a Dios en el hebreo,la palabra genérica de divinidad, eselohim, que es en plural; la termina-ción him corresponde al plural mas-culino.

¿Y por qué el único Dios utiliza elplural, como si dijera dioses? Pero nodice: «Dijeron los dioses». No. «DijoDios: Hagamos...». Ya dijo Elohim, enplural, y ahora dice: «Hagamos alhombre a nuestra imagen...». Otra vezdice «nuestra». ¿Por qué el únicoDios, su nombre lo usa en plural yhabla en plural, a veces?

Y cuando dice «nuestra imagen»,dice «nuestra» que es plural, perodice «imagen», que es singular. ¿Porqué no dice «nuestras imágenes» y«nuestras semejanzas»? Dice «nuestra»,pero dice «imagen»; dice «nuestra»,pero dice «semejanza». ¿Eso qué quie-re decir? Que en la Trinidad de Diossólo el Hijo es la imagen.

Y eso se revela en el resto de laEscritura, que el Hijo, es la imagen

En el hecho de que Dios tenga un Hijo unigénito,eterno con él, se revela la esencia y la naturaleza deDios de una manera más clara que de ninguna otra

manera.

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del Dios invisible. El Dios invisible serefiere al Padre; pero la imagen delDios invisible, en la que el Dios invi-sible se reconoce a sí mismo y se re-vela, es el Hijo. Y por eso él dice«nuestra imagen». O sea, que el Padrese siente fielmente representado en elHijo. Oh, cuánto tiene que aprenderla iglesia, vamos a decir, la antropo-logía eclesiástica, porque habla delhombre-iglesia. Porque es la iglesia laque va a cumplir la misión del hom-bre.

El Padre y el HijoDios dijo: «Hagamos al hombre...».

Pero sólo la iglesia llegará a ser esehombre. Porque, apenas había co-menzado y ya se le fueron por las ra-mas los primeros padres, y todos losque nacimos después, nacimos todostorcidos, y ese hombre se volvió unviejo hombre, torcido.

Y tuvo que venir el Señor Jesús, yhacerse hombre, como un segundohombre, vestirse de nosotros, ydesenredarnos, llevar nuestra huma-nidad a la máxima potencia, a lomáximo de las posibilidades de lanaturaleza humana, para estar enunión con su Padre, porque, comorecordamos al principio, el hombreno fue creado para bastarse a sí mis-mo. Desde el principio, fue creadoen función de Dios, para vivir conDios, para dar lugar a Dios, para ex-presar y para representar a Dios co-lectivamente.

Porque, cuando dijo: «Hagamos...»,ahí está la Trinidad. Ahí está involu-crado el Padre. El Padre hace su par-te, pero él no quiere hacer nada solo,y esa es otra cosa de la cual tenemos

que aprender.¡Cuántas cosas hace-mos solos!

Pero el Padre, que es Dios, que estodopoderoso, no hace nada solo. Éldice: «Hagamos...». Y antes de hacer,planea con el Hijo. Aquí, cuando túlees en Proverbios capítulo 8, acercade la sabiduría divina, que el Hijo deDios, el Verbo de Dios, en castellanono aparece la traducción tan claracomo aparece en el portugués. Porejemplo, una versión en portugués,en Proverbios 8, dice que el Hijo erael arquitecto que estaba con el Padre.El arquitecto es el que planea conotro.

Si un arquitecto va a hacer unacasa para una familia, él tiene que te-ner en cuenta lo que dice el padre defamilia. Y si el padre es un padre enserio, no hará la casa sólo desde supunto de vista; también va a incluirel punto de vista de la mamá, y tam-bién procurarán ponerse en el lugarde los hijos. Porque así es Dios. ComoDios, es soberano, pero no es arbitra-rio.

¡Dios no hizo nada él solito! «Sinél, nada de lo que ha sido hecho, fue he-cho». Eso nos muestra cómo Dios nohace nada solo. No planeó nada solo,no creó nada solo. Incluso cuando ha-bía que redimir, redimió usando alHijo. «Dios estaba en Cristo reconcilian-do consigo al mundo» (2ª Cor. 5:19).Todo lo hace el Padre con el Hijo.

El Hijo y el PadreY el Hijo, la misma cosa. El Hijo

dice: «...nada hago por mí mismo, sinoque según me enseñó el Padre, así hablo»(Jn. 8:28). Y el Padre, porque ama alHijo, le muestra todo lo que el Hijo

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hace. Él no quiere tenernos sólo encalidad de siervos que no sabemos loque él hace. Dice: «Ya no os llamarésiervos ... pero os he llamado amigos, por-que todas las cosas que oí de mi Padre, oslas he dado a conocer». «Todo lo que elPadre me cuenta (y se lo cuenta todo)yo os lo he revelado. Por eso sois misamigos, no sólo siervos».

El Señor hace, de los siervos, ami-gos. ¿De dónde aprendió eso él? Desu Padre, porque él es la imagen desu Padre, él es igual a su Padre. Él re-presenta al Padre sin distorsionarlo,él es el testigo fiel y verdadero deDios. A Dios lo conocemos por elHijo. Nadie conoce al Padre, sino porel Hijo.

Así es Dios. El único Dios es unaTrinidad. Y por lo tanto, la iglesia esun cuerpo, y el hombre es una fami-lia, y la obra es en equipo. Todo sedebe a Dios. De ahí es donde brotatodo. ¿Se da cuenta? Y dejarle a élguiarnos y enseñarnos, es lo que nosconduce a la verdadera sanidad. Paraeso fuimos creados, no para quedar-nos en el camino, sino para levantar-nos de nuevo, limpios, perdonados,regenerados, renovados, transforma-dos, para vivir como un solo cuerpo anuestro único Dios trino.

«...como tú en mí...». ¡Ay, cómoserá eso! ¿Cómo es que el Padre es enel Hijo? Eso nos lo tiene que enseñarel Hijo. «...y yo en ti...». Eso tambiénnos lo tiene que enseñar el Hijo. Peroel Hijo dijo: «En aquel día conoce-réis...». ¡Aleluya! Hay posibilidad deconocer este misterio. Ese es el traba-jo del Espíritu Santo. «En aquel díaconoceréis que yo estoy en mi Padre,y mi Padre está en mí, y yo estoy en

vosotros con el Padre adentro. El Pa-dre y yo vendremos, y haremos mo-rada con ellos».

El Espíritu del PadreLa iglesia es la morada del Padre

y del Hijo y del Espíritu Santo. Poreso, al Espíritu Santo también se lellama, en la Biblia, el Espíritu del Pa-dre, y también el Espíritu del Hijo.Esto es importante. Vamos a ver elEspíritu del Padre. Mateo 10:19-20.

«Mas cuando os entreguen...no ospreocupéis por cómo o qué hablaréis; por-que en aquella hora os será dado lo quehabéis de hablar». «...os será dado», por-que no se trata de hablar de nosotrosmismos, sino que él nos hable a to-dos. «Porque no sois vosotros los que ha-bláis, sino el Espíritu de vuestro Padreque habla en vosotros». ¿Ve? La Bibliadice «...el Espíritu de vuestro Padre», yJesús dijo que el Espíritu procede delPadre. Pero también dijo que procedede él, porque él lo envía, y cuando elEspíritu Santo viene, él viene. «No osdejaré huérfanos; vendré a vosotros» (Jn.14:18). «...rogaré al Padre, y os dará otroConsolador» (Jn. 14:16).

«...el Espíritu de vuestro Padre». Osea, que el Espíritu Santo nunca estásolo ni suelto; él no habla por su pro-pia cuenta. El Espíritu Santo habla loque oye del Hijo y del Padre. ¿Se dacuenta? Así es el propio Dios trino. Élmismo dijo que cordón de tres doble-ces no se puede romper, y así es laTrinidad. ¿Cómo no vamos a ser tam-bién así nosotros? Él nos ayude, ¿ver-dad, hermanos?, nos conduzca, nostrabaje, para poder encajar unos conotros en Dios, para ser uno en la Tri-nidad.

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«...como tú, oh Padre, en mí, y yo enti, que también ellos sean uno en noso-tros...». Vamos a detenernos en esecomo y en ese nosotros del único Dios.Entonces, pasemos a Romanos 8:11. Yaquí dice: «Y si el Espíritu de aquel quelevantó de los muertos a Jesús...».¿Quién levantó de los muertos a Je-sús? Pues, nuestro Padre. «Y si el Es-píritu de aquel que levantó de losmuertos a Jesús mora en vosotros, el quelevantó de los muertos a Cristo Jesús –elPadre– vivificará también vuestros cuer-pos mortales por su Espíritu que mora envosotros». No solo, sino por su Espíri-tu.

Aquí se le llama «el Espíritu deaquel que levantó de los muertos a Je-sús», o sea, el Espíritu del Padre. PeroGálatas 4:6 nos habla del Espíritu delHijo. «Y por cuanto sois hijos, Dios en-vió a vuestros corazones el Espíritu de suHijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!».Pero, al mismo tiempo, dice la Bibliaque el Espíritu es uno solo. Un soloEspíritu en el sentido de divinidad,de persona. En un lugar habla de lossiete espíritus, pero si ves los nom-bres de los siete espíritus, te dascuenta que es el mismo.

Pero aquí dice «el Espíritu de suHijo». El Espíritu es del Hijo; está re-lacionado de tal manera con el Hijo,que dice que nada habla por su pro-pia cuenta, sino que «...tomará de lomío». El Espíritu toma lo del Hijo, ytodo lo que es del Padre es del Hijo;entonces es también del Padre y delHijo. O sea, que el Espíritu Santo esel Espíritu que proviene del Padre ydel Hijo.

Ese Espíritu contiene al Padre y alHijo. El Padre ama al Hijo y el Hijo

también ama al Padre; entonces, elPadre hace todo para el Hijo. Diceque le agradó al Padre que en el Hijohabitase toda plenitud. Entonces, hayuna plenitud divina que fluye del Pa-dre al Hijo y del Hijo al Padre, unaplenitud divina que proviene delamor del Padre y el Hijo, es el amorcomún entre el Padre y el Hijo.

Ese es el Espíritu que provienedel Padre y el Hijo. El Padre es elamante, el Hijo es el Hijo amado, y elEspíritu Santo es el amor compartido.El Padre ama al Hijo, le da todo alHijo; el Hijo se lo devuelve todo alPadre, de manera que el Padre tieneplenitud, pero esa plenitud se la pasaal Hijo, y el Hijo la recibe y se la de-vuelve al Padre.

El Espíritu Santo en la iglesiaEntonces, dice: «...el amor de Dios

ha sido derramado en nuestros corazonespor el Espíritu Santo que nos fue dado»(Rom. 5:5). O sea, ¿qué es lo que Dioshizo para que la iglesia pueda seruna? Nos dio el Espíritu, que es el delPadre y el Hijo. El Espíritu del Padrey del Hijo es el Espíritu Santo en laiglesia. Por eso dice. «como tú en mí, yyo en ti...». Eso no lo sabe sino el Es-píritu. ¿Quién conoce las cosas pro-fundas de Dios, sino el Espíritu queestá en Dios?

Si de nosotros se decía allá enProverbios 20:27 que el espíritu delhombre es la lámpara que escudriñalo profundo del hombre, entonces,cuánto más el Espíritu de Dios es elque escudriña lo profundo de Dios(1a Cor. 2:10). Nadie sabe cómo esDios, pero el Espíritu nos fue dado,para que conozcamos a Dios, partici-

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pemos de la naturaleza divina, sea-mos introducidos en el seno de Dios,tengamos entrada por un mismo Es-píritu al Padre (Ef. 2:18).

Que la iglesia esté en el Padre. Sila iglesia está en el Hijo, el Hijo la in-troduce al Padre. Entonces, el Padreestá en el Hijo, y el Padre y el Hijo,por el Espíritu, están en la iglesia. Yahora la iglesia, cuando está en el Es-píritu, está en el Hijo, y cuando estáen el Hijo, está en el Padre. Él está ennosotros y nosotros estamos en él, siandamos en el Espíritu.

Uno en nosotrosEntonces, «...como tú, oh Padre, en

mí, y yo en ti, que también ellos sean unoen nosotros». Hermanos, hacia allános está conduciendo Dios. Nos que-damos maravillados de lo que Diostiene en su corazón. Y nos miramosnosotros mismos, y decimos: ‘Señor,pero, ¿cómo fuiste tan valiente deagarrarme a mí? Voy a echar a perdertoda la fiesta en el cielo’. ¿Verdad,hermanos? Pero él dijo: ‘No voy a de-jar que la eches a perder. Te voy alimpiar, te voy a enderezar’, así comoesas tablas de acacia del tabernáculo,que él las enderezó y las encajó unacon otra, para contener la gloria deDios en un solo tabernáculo.

A Dios no le queda grande ningu-no. ¡Gracias a Dios! Él es capaz dehacer esto, si tú quieres; y esa es lacosa más seria, que él no lo va a hacersi tú no quieres. Porque, cuando éldijo que iba a hacer el tabernáculo,sólo sería con los que voluntariamen-te se ofreciesen de todo corazón, es-pontáneamente. Como es Dios, él notiene apuro.

Sin apuroDios no tiene apuro. Él dijo: «Ha-

gamos...». ¡Qué cosa se puso a hacerDios! Hacer un hombre colectivo.«Hagamos al hombre...». No dijo sola-mente: ‘Vamos a hacer el primero, ysi nos falla...’. ¿Dirá Dios algo pareci-do? ¿Será que el diablo le dañó a Diossus propósitos? ¿Acaso no sabía Diosque había diablo? ¡Claro que sabía! Ycuando el Señor Jesús vino comohombre, ¿a dónde lo condujo el Espí-ritu? ¿No dice que al desierto, paraser tentado? ¿Y no dice que él condu-jo también a Israel para ser probado,y que aún dejó al diablo probar a laiglesia en Esmirna?

Dios quiere que todo se haga vo-luntariamente y se haga probado.¡Qué Dios tan grande tenemos! Él noquiere apariencia ninguna, no quierenada falso, nada que sea puro teatro.¡Nada de eso! Bien fundamentado.Cada uno, empezando por su Hijo.Aunque el Padre no necesitaba pro-bar al Hijo, todos nosotros necesitá-bamos conocer al Hijo, y por eso elPadre lo dejó venir como hombre, ycomo hombre ser probado.

Y él dijo: «Vosotros sois los que ha-béis permanecido en mis pruebas. Yo,pues, os asigno un reino» (Luc. 22:28).O sea, que hay que acompañar al Se-ñor en sus pruebas, ver cómo él fueprobado. Y cuando somos probadosun poquito, que no es nada compara-do con lo que él fue probado, o explo-tamos, o estamos por explotar. Pero elSeñor, no. El Señor venció en la prue-ba. Gracias a Dios que él tambiénmurió por nosotros, para limpiarnosy empezar de nuevo. ¡Gloria a Dios!

Él fue probado, y nosotros tam-

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bién somos probados. Pero él murió,para que nosotros seamos perdona-dos, y nos da otra oportunidad paraque nos levantemos para honrar alHijo. Porque él dijo: «Hagamos esto»,y él es capaz de hacerlo. Y él no seequivocó cuando escogió a las perso-nas. Dios no se equivoca cuando es-coge a las personas.

Dios sabía todo el futuro desde elprincipio, pero igual, así nos escogió;porque él sabía que al final llegaría-mos. «...a los que antes conoció, tambiénlos predestinó ... Y a los que predestinó, aéstos también llamó». O sea que, sifuiste llamado, no lo hubieras sido sino fueras predestinado.

Todo predestinado es llamado,todo predestinado es conocido de an-temano. «...a los que antes conoció, tam-bién los predestinó para que fuesen he-chos conformes a la imagen de su Hijo,para que él sea el primogénito entre mu-chos hermanos. Y a los que predestinó, aéstos también llamó; y a los que llamó, aéstos también justificó». Limpió con susangre, pagó su deuda con su muer-te.

«...y a los que justificó, a éstos

también glorificó». Y lo dice en pasa-do. La decisión y la realización, enCristo, está hecha. Porque Cristo sevistió de nuestra humanidad, él yapasó por la muerte, pero tambiénpor la resurrección y también por laglorificación. Nuestra humanidad,de la que él se vistió, ya fue glorifi-cada en él.

Ahora, el Espíritu Santo toma loque es de él y lo va pasando a nues-tro espíritu para regenerarlo, y a lolargo de nuestra vida lo va pasando anuestra alma para renovarnos, y porla renovación, transformarnos, y porla transformación, configurarnos in-dividual y colectivamente a la ima-gen del Hijo.

Y mientras tanto, vivifica nuestroscuerpos mortales, adelantando lospoderes del siglo venidero, hastaque, cuando él venga en gloria y ma-jestad, nosotros también seamos ma-nifestados con él en gloria, y seamostransformados. Y como él dijo quequitaría de nuestra carne el corazónde piedra y nos daría un corazón decarne, también quitará el cuerpo de lahumillación nuestra, que nos humi-lla, y nos dará un cuerpo semejante alde la gloria suya.

Ese es nuestro destino. No vamosa distraernos por el camino; vamos amirar adelante, vamos a confiar en elpoder de la sangre, en el poder delEspíritu y en la decisión de Dios.

Dios dijo: «Hagamos esto», y loestá haciendo. Si él dijo: «Hagamos...»,ahí está el Padre, ahí está el Hijo, ahíestá el Espíritu Santo haciendo. Ytodo lo hace en colaboración, y todolo que se realiza con Dios y para Dioses en colaboración.

La sabiduría divina, quees el Hijo, estaba con elPadre. «...antes de sus

obras... yo era su deliciade día en día... delante de

él» (Proverbios 8).

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Lo que Dios está haciendoVamos, hermanos, a colaborar con

Dios en lo que él está haciendo. Élnos escogió, sin engañarse acerca denosotros, porque él conocía todo elcamino, pero también el fin, desde elprincipio, y ahí es donde deben estarpuestos nuestros ojos – en el fin. «...alos que antes conoció». Porque él dijo:«Hagamos esto», vamos a llegar aesto, vamos a introducir muchos hijosen la gloria. ¡Aleluya! Y eso es lo queél está haciendo – una nueva Jerusa-lén, teniendo la gloria de Dios. Eso eslo que Dios está haciendo.

Entonces, ¿cuál es el modelo? LaTrinidad. ¿Cuál es el contenido? LaTrinidad. La Trinidad no es sólo mo-delo; también es el contenido.«...como tú en mí y yo en ti...», ese esel modelo, es el cómo. Y nosotros de-bemos conocer ese como por el Espíri-tu. Como es el Espíritu del Padre ydel Hijo, y está en nuestro espíritu,entonces Jesús tenía esa plena con-fianza en la obra del Espíritu.

«En aquel día, vosotros conoceréisque yo estoy en mi Padre y mi Padre estáen mí». Conoceréis esto: tendréis larevelación de que el Padre está en elHijo. Que el Hijo no se movía solo,sino en comunión con el Padre. Queel Padre ama al Hijo, y le muestra a éltodas las cosas que el Padre hace. ¿Ypara qué se las muestra? Para que elHijo las haga igualmente con el Pa-dre.

El Padre hace todas las cosas;pero él no quiere hacer nada solo. ElPadre quiere hacer todo con el Hijo, yel Hijo quiere hacer todo con el Pa-dre. El Hijo no hace nada por sí mis-mo, sino lo que ve hacer al Padre.

Pero el Hijo sabe porque ve hacer alPadre; porque el Padre ama al Hijo yle muestra. Entonces el Hijo ve lo quequiere hacer el Padre; el Hijo discier-ne el movimiento del Espíritu. Bastauna pequeña señal, y ya el Hijo sabedónde está el Padre.

El Hijo conoce al Padre. Cuandoestaba en la tierra como hombre, ensus pruebas, dice: «Él me ha dadomandamiento de lo que he de decir ylo que he de hablar. Las obras quehago, no las hago yo por mí mismo;el Padre que mora en mí, él me hadado mandamiento». Ninguno loveía, pero el Hijo lo veía. El Padre lemuestra las cosas que él hace.

Ayuda y premiaDios es amor, Dios se alegra en

realizar a los que ama, participándo-les lo que él es, y dejándoles que ha-gan con él las cosas, ¡incluso pre-miándolos por lo que él hace! Él es elque hace, pero hace contigo. Y des-pués te premia a ti, pero tú sabes quefue él. Tú sabes que, si él no te hubie-ra ayudado, no hubieras hecho nada,pero él te va a galardonar como si hu-bieras sido tú el que hace las cosas.¡Cómo es nuestro Padre! Pero sabe-mos que no hicimos nada, que guar-damos Sus obras hasta el fin. Él quie-re que las guardemos, pero son Susobras.

Así es el Padre y el Hijo, así sonlas divinas personas del único Dios,de la Trinidad. El Padre ama al Hijoy le muestra. Y el Hijo, porque suEspíritu estaba despierto, percibía loque el Padre estaba haciendo. El Pa-dre lo hace, pero se lo muestra alHijo, para que también él lo haga

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igualmente que el Padre, con el Pa-dre. Así es Dios desde el principio,inclusive antes del principio de lascosas creadas.

Desde la eternidad, cuando pla-neaban, el Padre planeaba con elHijo. La sabiduría divina, que es elHijo, estaba con el Padre. «...antes desus obras ... yo era su delicia de día endía ... delante de él» (Prov. 8). Y des-pués, haciendo sus obras, nada hacíael Padre sin el Hijo; todo lo hacíanambos, en el Espíritu. Cuando «el Es-píritu se movía sobre la faz de las aguas»,no era independiente del Padre ni delHijo. Eran juntos.

Fuimos creados para eso. «No esbueno que el hombre esté solo». No esbueno vivir aislado; no es bueno.Dios mismo, que es un solo Dios, estrino. Porque es amor, y ama de ver-dad, y tiene a quien amar, a su Hijo.El Padre ama al Hijo; él es Hijo de suamor. Planea con el Hijo, crea con elHijo, redime con el Hijo, reina con elHijo, juzga con el Hijo. Así es Dios;todo lo que él ha hecho, lo ha hechoen el principio del amor, en el princi-pio de la participación, en el princi-pio de la delegación.

A ti, Dios quiere verte hacer susobras. Dice el Señor Jesús: «...y aunmayores hará, porque yo voy al Padre»(Jn. 14:12). Entonces, el Espíritu nosmuestra lo que hacen el Padre y elHijo. Porque así como el Padre lemuestra al Hijo lo que él hace, el Es-píritu nos muestra lo que ambos ha-cen, para que nosotros lo hagamos.

Entonces, no tenemos que estarmuy distraídos con tanta cosa, sino

muy atentos a lo que el Padre nospreparó, qué es lo que él nos organi-zó en la vida. Puede ser recoger unpapelito debajo de la silla. Pero eseno eres tú solo – son el Padre, el Hijoy el Espíritu Santo recogiendo pape-litos, ordenando las sillas, lavandolos platos, ayudando a los necesita-dos, llevando hasta su casa a los her-manos que no tienen carro. ¿Quiénhace todas esas cosas de esa mane-ra? El Padre, el Hijo y el EspírituSanto.

Él hace las cosas grandes y las co-sas chicas; él quiere expresarse entoda la cotidianeidad de cosas. Tú yaeres un hijo. Antes, en la Ley, habíaque escribir las cosas afuera. Pero éldice: «En aquel día, no me pregunta-réis nada. El Padre mismo os ama; élos hará saber todas las cosas». O sea,que el Espíritu Santo se mueve den-tro de ti, y es el Espíritu del Padre ydel Hijo. Y él nos muestra lo que élhace, cosas grandes y chiquitas.

En lo grande y en lo pequeño estáel Señor, y justamente, mientras máspequeña sea la cosa, más grande ve-mos que es Dios, porque sólo un Diostan grande puede estar pendiente detantos millones y millones de cosaspequeñas, y esas cosas pequeñas es-tán todas conocidas por él.

Dios hace eso. Él no ha variado.Él hace milagros, pero también hacela vida cotidiana, y la vida cotidianatambién es un milagro. Entonces,hermanos, a vivir todo lo pequeño,con el gran Dios trino. Amén.

Mensaje impartido en Temuco,en Agosto de 2009.

* * *

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El principio de un «Manual de amor» para el creyente quequiere avanzar en su devoción hacia Cristo.

Quiero expresar una palabraque es continuación de loque compartimos en otra

ocasión 1. Y aunque es una palabra

digna de ser oída por todos, creo queestá especialmente dirigida a los her-manos que están recién iniciándoseen la vida de Cristo. Creo que estapalabra está también dirigida a aque-llos que en su autoevaluación consi-1 «Aguas Vivas» Nº 14, pp. 15-18.

el comienzoRubén Chacón V.

TEMA DE PORTADA

primer amor:El

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deran que no han podido alcanzaruna estabilidad espiritual.

Y creo que también esta palabraes especialmente para los jóvenes.Algo que no dije la vez anterior esque Juan, el discípulo que llegó a serconocido como «el discípulo al que Je-sús amaba», tiene que haber tenidoapenas unos veinte años cuando elSeñor lo llamó. Era un joven. Si un jo-ven de veinte años abre su corazón alamor del Señor, puede ser cautivadocomo Juan lo fue.

Un manual de amorComo les dije la última vez, el Se-

ñor me dio como clave que si yo que-ría conocer su amor, me introdujeraen «Cantares», y lo tomara como unmanual de enamoramiento, de cómoir, paso a paso transitando un cami-no, donde uno pudiera ir conociendoel amor de Cristo y, finalmente, serllenos de toda la plenitud de Dios(Efesios3:19).

El Cantar de los Cantares no co-mienza con nosotros amando al Se-ñor. Eso es algo fundamental: tú y yono podemos amar al Señor, sino sóloen respuesta a su amor. Es sólo cuan-do conocemos su amor, que ese mis-mo amor que experimentamos nosfaculta para responder con amor alque nos amó. No hay otra alternativa.No hay en nosotros la posibilidad degenerar un amor que pueda corres-ponder al amor de Cristo. Dios mis-mo, con su amor, lo produce. Noso-tros no podemos amar al Señor, sinosólo en respuesta a su amor. Como lodijo Juan, amamos a Dios, pero por-que él nos amó primero ... El amor noconsiste en que tú o yo hayamos

amado a Dios, sino en que él nos amóa nosotros, y nos dio a su Hijo enpropiciación por nuestros pecados.

La historia de una mujer comúnEl Cantar de los Cantares comien-

za con la historia de una mujer. Yesto es lo que me bendice: que es unamujer común y corriente. Una mujerque no comienza amando a su ama-do. Es una mujer común y corriente,como tú y como yo. El Cantar co-mienza en un punto donde todos po-demos comenzar. No parte con unamedida por allá arriba, donde el no-venta y nueve por ciento, por no de-cir todos, quedamos excluidos. Parteen un punto allí tan bajito... porqueno hay otra alternativa. Dios mismotiene que venir a tomarnos acá abajoy levantarnos.

El anheloEl Cantar de los Cantares comien-

za con la historia de una mujer, y esamujer eres tú y soy yo. Esta mujer esla iglesia, ¡ella es la iglesia! ¡La iglesiaes ella! ¡Tú eres ella! ¡Ella eres tú! ¿Ycon qué comienza? Versículo 2: «¡Oh,...». (Comienza con un: ¡Oh!). «¡Oh, siél me besara con besos de su boca!». Yese «¡Oh!» es un anhelo, un deseo,una aspiración. ¿A qué cosa está aspi-rando? ¿qué cosa está anhelando estamujer? «Los besos de su boca». ¿Quées eso? ¡Su amor, quiere experimen-tar su amor! ¡Oh, si pudiera conocersu amor! ¡Oh, si pudiera sentir suamor! ¡Oh, si pudiera experimentarsu amor!

«¡Oh, si él me besara con besos de suboca!», y esto es todo lo que necesita-mos para partir. No dice: «Partan

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orando 24 horas, ayunen 7 días a lasemana». ¿Puedes comenzar con unanhelo? ¿Cuántos, como ella, deci-mos: «¡Oh, si él me besara con besosde su boca! ¡Oh, si pudiera conocersu amor!»? A mí el Señor me alcanzóbien abajo y me dijo: «¿Puedes anhe-larme? ¿Puedes partir con este anhe-lo?».

¿A cuántos de ustedes les cuestaorar? A los que les cuesta orar, po-drían a lo menos, disponerse a co-menzar a anhelar. No a orar, ¡a anhe-lar! Así comenzó conmigo el Señor,como un niñito. No me dijo: «Anda aorar»; me dijo: «Comienza a anhe-lar», y yo comencé a anhelar. Y du-rante el día, le decía: «Señor, quieroconocer tu amor. Señor, quiero expe-rimentar; no quiero tener tu amorcomo información bíblica; no quierosaber de tu amor como un concepto,como un versículo aprendido de me-moria. ¡Quiero experimentar tuamor!». Y él me dijo: «Parte anhelan-do ... anhela los besos de mi boca, an-hela el experimentar mi amor».

¿Por qué tiene este anhelo ella?Porque ella dice –y eso es lo que di-ces tú y dice la iglesia, y yo–: «...por-que tus amores son mejores que el vino».¿Son sus amores mejores que el vino?Eso nos hace anhelar conocer suamor. ¿Y qué es el vino?

Podríamos decir que el vino es elvino del mundo, entonces los amoresdel Señor son mejores que lo mejorque el mundo nos pueda ofrecer.Pero también he pensado que el vinopuede ser el vino del Espíritu, y eneste sentido también digo que es me-jor el amor de Cristo que las manifes-taciones carismáticas. Que mejor que

los dones es el Dador de los dones;que mejor que los carismas es el Da-dor de los carismas. Así que, sea queel vino represente el vino del mundoo el vino del Espíritu, ella es capaz dedecir: «Yo anhelo conocer tu amor,porque tus amores son mejores que elvino».

Ella dice: «Y delicioso es el aroma detus perfumes». ¡El Señor siempre estan fragante! «Y tu propio nombre –dice ella–, tu propio nombre, es un per-fume derramado. Por eso las doncellas teaman, por eso las que te ven te anhelan, yte desean».

Así que, punto número uno: todocomienza con un anhelo, todo co-mienza con un: «¡Oh!». Oremos ese«¡Oh!», digámoslo en la mañana, almediodía, en la noche. «¡Oh, Señor,quiero conocer tu amor!» Noten queella no partió amándolo: partió anhe-lándolo.

El ruegoSegunda cosa – ella rogó. Versícu-

lo 4. ¿Podrías al anhelo agregarle unruego? Un ruego que tiene una solaoración bien cortita, una sola palabra:«Atráeme...». Esa es una palabra muyimportante, porque ella reconoce conesa palabra que no tiene la capacidadpara ir tras él. Ella está reconociendoen esta frase su impotencia. «A me-nos que tú me atraigas, Señor, yo nopodré ir tras ti». Así que, junto conanhelar, comenzó a rogar: «¡Atráeme,atráeme, hazlo tú, Señor, manifiéstatea mí, aparécete, revélate, tómame tú,Señor, y condúceme».

«Atráeme, y en pos de ti correremos».Noten que el «correremos» está enplural, porque ella está diciendo: «Si

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tú logras atraerme, voy a ser partedel séquito, de aquellos muchos quecorren tras de ti». Antes de nosotros,muchos han amado al Señor, peroahora yo, Señor, quiero ser parte delgrupo que corre tras de ti. Si tú meatraes, voy a correr, y me voy a unir alos muchos que en la historia han co-rrido tras de ti.

Anhelar y rogar, ¡es todo lo quenecesitas para partir! ¡Qué bueno!Quedamos todos incluidos, no haynadie que haya quedado fuera, todospodemos empezar.

Bastaron esas dos cosas, el anheloy el ruego... Y yo lo fui haciendo así,literalmente, como un niño, como unaprendiz, anhelé... Y después, cuan-do entendí lo del ruego, le agregué elruego, y anhelé y rogué, y anhelaba yrogaba, y no he dejado de anhelar yde rogar. Bastaron esas dos cosas, y elSeñor comenzó a hacerlo.

Las demandas del Rey¿Cuál es la frase que sigue? Dice

ella: «El rey me ha metido en sus cáma-ras». Esta es la primera acción quetoma él. Quiere decir que al Señor lebastó para comenzar a obrar, el queella anhelara y rogara. Y cuando elSeñor vio el anhelo y el ruego, él co-menzó a manifestarse a ella. «El rey –dice ella– me ha metido en sus cáma-ras».

¿Qué es esto? ¿Qué experiencia esesta? Noten que ella no había dichonada de quién era él. Había dichoque anhelaba los besos de su boca,que sus amores eran mejores que elvino, que era delicioso el aroma desus perfumes, que su nombre eracomo perfume derramado, pero no

había dicho quién era. ¿Es un campe-sino? ¿un soldado? ¿un príncipe?¿Quién es?

Esta es la primera indicación quenos da de él: Él es Rey. ¡Él es Rey!¡Aleluya! Así que, ¿qué es esta expe-riencia de que «el Rey me ha metido ensus cámaras»? ¡Ella compareció antesu autoridad! Uno anhela su amor yruega por su amor, y lo que ve, antesde gustar su amor, es su autoridad,es su majestad.

Y en esta cámara, hermanos, fren-te al Rey, se escucha esto: «Amarás alSeñor tu Dios, con todo tu corazón y contoda tu mente y con toda tu alma y contodas tus fuerzas». Y es en esta cámaradonde se escucha al Rey decir: «Y elque amare padre o madre más que a mí,no es digno de mí, y el que ama a hijo o ahija más que a mí no es digno de mí y elque no toma su cruz y sigue en pos demí, no es digno de mí, y el que procurasalvar su vida la pierde, pero el que lapierde por causa de mí, por amor a mí, lahalla».

En esta cámara se escucha decir alRey: «No améis al mundo ni a las cosasque están en el mundo, porque si algunoama al mundo y las cosas que están en elmundo el amor del Padre no está en él».En esta cámara se escucha al Rey de-cir: «¿No sabéis que la amistad del mun-do es enemistad contra Dios? Todo el quequiere ser amigo del mundo, se constitu-ye enemigo de Dios, o pensáis que la Es-critura dice en vano que el Espíritu queél ha hecho morar en nosotros, os anhelacelosamente?».

¿Qué es, en definitiva, este en-cuentro con el Rey en su cámara? Esesto: que si tú quieres experimentar aCristo y su amor, plenamente, entera-

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mente, tienes que entregarte a él tam-bién plena y enteramente. Todo onada, todo por todo, todo lo tuyo portodo lo de él.

«Los besos de su boca»... Este elbeso nupcial. La gente en esa épocano se besaba en la boca, sino hastaque eran marido y mujer. Así que ellaestá diciendo, cuando anhela: «¡Yo loquiero a él como mi esposo, yo loquiero para mí, yo quiero ser de él yél mío!». Y el Rey entonces le dice:«Muy bien, el precio de eso es que yotambién quiero que tú seas completa-mente mía. ¿Quieres que yo sea ente-ramente de ti, iglesia de Cristo?»,dice el Señor, «entonces, yo quieroque tú seas enteramente de mí. Yo medoy todo a cambio de tu todo, todomi todo por todo tu todo». Es comoque el Señor sale y primero nos poneel precio de lo que estamos anhelan-do, de lo que estamos rogando. Ycuando eso ocurre, nos ocurre lo quele ocurrió a ella, lo que te ocurrió a tiy a mí. ¿Qué es?

Conscientes de nuestra negruraEn el versículo 5, ella hace una

declaración terrible. Dice: «Morenasoy». Es en la cámara del Rey, frente aestas demandas tan absolutas, dondeaparece nuestra negrura. Ella no ha-bía tomado conciencia de su negrura,

sino hasta que el Rey la metió en sucámara. Entonces se miró a sí misma.Frente a estas demandas, ¿quién escapaz, quién es competente por símismo? ¿Amar a padre y madre másque a Cristo? ... ¿Amas a Cristo másque a tu papá y a tu mamá? ¿Amas aCristo más que a tu hijo o tu hija?¿Amas a Cristo con todo tu corazón,con toda tu mente, con toda tu alma ycon todas tus fuerzas?

En la cámara del Rey ella descu-brió su negrura, y nosotros tambiénallí hemos descubierto nuestra ne-grura. Pero no sólo descubrió su ne-grura, sino descubrió la causa deella.

La causa de la negruraElla dice en el versículo 6: «No re-

paréis en que soy morena, porque el solme miró, los hijos de mi madre se airaroncontra mí; me pusieron a guardar las vi-ñas; y mi viña, que era mía, no guardé».Lo que pasa, dice ella, es que yo teníauna viña que guardar y he estadoocupado en guardar tantas viñas (vi-ñas en plural), pero la que era mía noguardé. Ahí está mi error. Y ¿cuál esesa viña? ¡Esa viña es Cristo! Él es tuprioridad, él es lo primero; no sólo estu viña, sino es tu primera viña. Yestá bien todo lo demás que hacemosy está bien trabajar, y está bien servir

Para amar al Señor necesitamos conocerlo. Paraamarlo profundamente, necesitamos conocerlo pro-fundamente. Y para conocerlo profundamente ne-

cesitamos tener comunión con él.

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y está bien hacer todo lo que hace-mos, pero cuando hacemos eso y des-cuidamos nuestra viña, la que esnuestra, la que es la prioridad, la quees la fuente de todo lo demás, la quees el motor que nos impulsa para ha-cer lo demás que hacemos, entonces,amados hermanos, hemos equivoca-do el camino, nos hemos desviado.«¡Éfeso, Éfeso, has dejado tu primeramor!».

Por eso, ella quiere de inmediatoremediar su error, y dice: «Hazme sa-ber, oh tú, a quien ama mi alma, ¿dóndeapacientas?». He entendido que lacausa de mi negrura es que te hedescuidado a ti, que no he estado vi-viendo para ti, que no he estado cen-trado en ti, que no te he hecho miprioridad, que mi tiempo se va entantas cosas y nunca tengo tiempopara ti. Que todo está primero quetú.

Así que ella quiere corregir, y diceinmediatamente ... (¿Quieres conocerel amor de Cristo? Entonces tienesque decir como ella): «Hazme saber, ohtú a quién ama mi alma dónde apacien-tas, dónde haces descansar el rebaño almediodía. Pues ¿por qué yo había de es-tar como errante junto a los rebaños detus compañeros?». No quiero andarmás equivocado, no quiero andarmás errando; quiero ir y centrarmeen el blanco correcto. ¿Dónde estástú, Señor, dónde te hallo?

Rey, pero también pastorY aquí está implícito algo tan her-

moso: que además de Rey, ella se dacuenta de que él es Pastor. Por esodice: «¿Dónde apacientas?». Y eso tam-bién me bendice tanto, bendice tanto

mi alma. Él no es sólo Rey, imponen-te, majestuoso, absoluto, y que lo de-manda todo: él también es Pastor. Yrevelado aquí como Pastor es tan per-fecto y tan exacto.

Porque después que uno lo havisto como Rey, que ha contempladosus demandas absolutas, completasy perfectas, uno podría desanimarsey decir: «Esto no es para mí». Peroentonces él aparece y dice: «Yo mis-mo que demando, yo mismo te voy atomar de la mano y te voy a llevar, ylo que hoy no es posible para ti, yomismo lo voy a hacer posible; si hoydía no quieres, yo pacientementevoy a hacer que quieras; si hoy nopuedes, yo paso a paso, día a día, unpoquito cada vez, voy a enseñarte ahacerlo posible». Necesitamos esePastor. Sólo si él es Pastor además deRey, esto será posible. Pero esta es labuena noticia: ¡Cristo es Rey, y Cris-to también es Pastor! ¡Él es el Pastory Obispo de nuestras almas! ¡Alelu-ya!

No es sólo un Rey implacable, estambién un Pastor paciente. Dime sino, hermano, ¿cuánto te ha esperadoél? ¿Ha tenido paciencia? ¿Te ha es-perado? ¡Oh, cuánto me ha esperadoa mí, hermanos! ¡Cuánto hemos abu-sado literalmente de su gracia, y élha tenido toda la paciencia! Le hemosdicho: «Ahora sí, Señor», y le hemosdado vuelta la espalda. Y él ha segui-do esperándonos: «¡Oh, dime tú, alque ama mi alma ¿dónde, dónde apa-cientas, Señor?». «Necesito este Pas-tor» – dice ella–, «necesito ser pasto-reada por alguien así». Y sale buscán-dolo.

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Siguiendo las huellas del rebañoEntonces las doncellas le dicen:

«Si tú no lo sabes, oh hermosa entre lasmujeres, ve, sigue las huellas del rebaño,y apacienta tus cabritas junto a las caba-ñas de los pastores». Y ella salió, si-guiendo las huellas del rebaño...¿Qué es esto, hermano querido? Loque hemos estado hablando estosdías... Tú no puedes solo. ¿Qué tienesque hacer? Sigue las huellas del reba-ño, sigue a los que saben dónde estáél, sigue a aquellos que te puedenayudar. No es algo que tienes quebuscar tú solo. Sigue las huellas delrebaño. Hay otros que van delante deti.

Ella lo hizo, y salió siguiendo lashuellas del rebaño, llevando detrásde ella sus propias cabritas. A lo me-jor tu familia, tus hijos, esa casa don-de el Señor te ha puesto, los que sonmás pequeñitos que tú, a los cuales elSeñor te ha puesto para ayudarles.Toma tus cabritas, sigue las huellasdel rebaño, hasta encontrarlo a él. Yella lo encontró.

Es Él quien sale al encuentroYo les digo: si uno es el que está

buscando a alguien, y uno lo encuen-tra ¿quién se supone que debiera ha-blar primero: el que está buscando oel hallado? ¡El que está buscando!Ella lo salió a buscar y lo encontró,pero, ¿sabe?, no habló primero ella...¡Él le habló primero! Porque a noso-tros nos parece que nosotros hemostomado la iniciativa, pero es él el quetomó la iniciativa. A nosotros nos pa-rece que, ¡oh!, le vamos a dar unasorpresa porque lo encontramos, y noes así: Él nos estaba esperando hacía

tiempo. En esto del amor no es uno elque toma la iniciativa: es él que loprodujo, es él que nos ha estado per-suadiendo y llamando desde siem-pre.

En la parábola del hijo pródigo,me impresiona que cuando él dice:«He pecado contra el cielo, voy a volver ala casa de mi padre», y vuelve ... Cuan-do se produce el encuentro, el relatono dice que fue el hijo el que vio alpadre: Dice que el padre vio de lejosvenir al hijo. Y no dice que fue el hijoel que corrió: Fue el padre el que co-rrió. Y no fue el hijo el que abrazó:Fue el padre el que abrazó al hijo.¡Aleluya! No es el hijo el que besó alpadre: Es el padre el que besó al hijo.En otras palabras, el padre lo estabaesperando; el padre estaba antes queel hijo.

Es hermoso el correr hacia CristoAsí que él le salió al encuentro, y

le habló primero, ¡con un piropo tanhermoso, hermanos..., que ustedes,hermanas, se van a gozar ahora si nolo conocen! Él le dice a ella: «A yeguade los carros de Faraón te he comparado,amiga mía...». No es un insulto, her-manos, ¡no! Usted sabe, los caballosárabes son los caballos más hermo-sos. ¿Usted ha visto correr un caballopor la pradera? ¿Qué le está diciendoél?: «Yo te vi cuando comenzaste acorrer a mí, y tu correr hacía mí erahermoso, como ver a un caballo co-rriendo en una pradera. No pude ha-cer otra cosa que compararte a losmejores caballos de Faraón».

Él la había visto desde el primermomento en que ella comenzó a co-rrer hacia él. Recuerden que le había

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dicho: «Atráeme; en pos de ti correre-mos», y nuestro correr hacia él es her-moso. Dios le dijo a Daniel: «Daniel,desde el primer día que dispusiste tu co-razón a buscarme y a humillarte delantede mí, yo oí tu oración». Ella no lo veíaa él, pero él la veía a ella, y él la viovenir, y al Señor le pareció tan her-moso ese venir. ¡Es tan hermosa ladisposición de tu corazón, Dios la ve,y para él es hermosa!

Un recibimiento inmerecido«Amiga mía...». Cuando ella llega

a él viene adornada con adornos queella misma se había fabricado. Consus propios méritos, con sus propiasobras. Y el Señor dice algo extraño,porque cuando una mujer se pone be-llos adornos, collares y aros, uno nodice: «¡Qué lindo es tu cuello!», unodice: «¡Qué lindo es tu collar!». Por-que para eso se ponen el collar, ¡paraque resplandezca el collar! Pero comoeran adornos que ella misma se habíafabricado, él le dice: «Hermosas sontus mejillas entre los pendientes». Nolos pendientes que tú traes (que nosirven), ¡tus mejillas me son hermo-sas! No tus collares, ¡es tu cuello en-tre los collares!

Como ella ha venido vestida consus propios méritos, él le dice: «Zarci-llos de oro te haremos, con incrustacionesde plata». «Yo te voy a poner verdade-ros adornos, yo te voy a vestir converdadera gloria». Pero ella, que vie-ne con toda su negrura, quedó im-pactada con un recibimiento así. ¡Dí-ganme si uno no se deshace con unrecibimiento así! «Le parezco hermo-sa sin serlo ... yo estoy tan consciente,tan consciente de mis debilidades, de

mi negrura, y resulta que él igual meve hermosa, igual así soy para él be-lla».

Este recibimiento la cautivó.Cuántas veces no hemos sentido que,por nuestro pecado, el Señor va adesecharnos, o lo vamos a encontrarenojado, o nos va a apuntar con eldedo y nos va a condenar; pero el Se-ñor una y mil veces nos ha impresio-nado, y no nos recibe como nosotrospensábamos que nos iba a recibir.

El nardo de la gratitud da su olorAsí que –dice ella– «mientras que

el rey estaba en su reclinatorio, mi nardodio su olor». No el nardo de él – estáhablando ella ... Mientras él estaba ensu reclinatorio, con un recibimientoasí, dice ella: «Mi nardo dio su olor».¿Qué es nuestro nardo? ¡Nuestra gra-titud! Frente a un recibimiento así,¿qué podemos hacer? ¡Dar gracias!Brotó de ella el nardo de la gratitud,de la acción de gracias, el nardo delgozo, de la adoración, de la alabanza.

Y cuando estudié esta parte, in-mediatamente me vino la figura deuna mujer del Nuevo Testamento, enLucas 7:36: «Uno de los fariseos rogó aJesús que comiese con él. Y habiendo en-trado en casa del fariseo, se sentó a lamesa. Entonces una mujer de la ciudad,que era pecadora...». Qué bonito quediga así, esa expresión quiere decirque era una mujer de mala fama.¿Qué hizo esta mujer? «...al saber queJesús estaba en la mesa en casa del fari-seo...». La misma escena de Cantares,en la mesa. ¿Qué hizo ella? «...trajoun frasco de alabastro con perfume, unfrasco de alabastro con nardo puro, y es-tando detrás de él a sus pies, llorando,

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comenzó a regar con lágrimas sus pies ylos enjugaba con sus cabellos y besabasus pies y los ungía con el perfume».

¿Por qué esta mujer de malafama, al escuchar que Jesús estaba enesa casa, fue intrusamente y se metióa esa casa? No se encontró digna nisiquiera de ponerse delante de él,sino que estando detrás de él, se echóa sus pies, y comenzó a llorar sobrelos pies de Jesús, y con sus lágrimaslos lavó y con sus cabellos los secó, ysacó su perfume y ungió sus pies conel perfume.

Es la misma reacción de la mujerde Cantares. Las mujeres en la Bibliarepresentan a la iglesia. Esta mujerpecadora eres tú y soy yo. Es la iglesiade Cristo, porque ella, siendo pecado-ra, no vio en Jesús a alguien que lacondenaba. Siendo pecadora, no vioen Jesús a alguien que le reprochabasu pecado, sino encontró en Jesúsamor, alguien que la acogía. Todos loshombres anteriores a Jesús la habíantomado para abusar de ella, y los mássantos que no la tomaron, la despre-ciaron. Y un día Jesús la miró, y fue elprimer hombre que la miró con amor.¿Dónde hay otro como Jesús, herma-nos? La miró con amor, y le dijo: «Yono te condeno, yo he venido a darvida a los muertos, he venido a salvara los pecadores». Y cuando uno es re-cibido así, ¿qué cosa hace? Lo que ellahizo. Nuestro nardo da su olor. ¿Quéhace uno sino llorar y tener gratitud?¡Bendito sea Dios!

Volvamos a Cantares... Entonces,véanla ahí, teniendo aferrados así lospies de él. Al Señor lo conquistamosy lo tomamos por los pies. ¿Recuer-dan a Marta y María? ¿Dónde estaba

María? ¡A Sus pies! ¿Quieres conquis-tar al Señor? Arrójate a sus pies, tó-malo por los pies. Ahí el Señor esconquistado y ganado.

Requiebros de amorEntonces ella, teniéndolo para sí,

dice: «Mi amado es para mí un manojitode mirra, que reposa entre mis pechos.Racimo de flores de alheña en las viñasde En-gadi». Ahí no entiendo nada,pero lo único que sé es que debe seralgo bonito. No conozco el lugar, nilas cosas que nombran aquí. Él ledice a ella: «He aquí que tú eres hermo-sa, amiga mía; he aquí eres bella, tus ojosson como palomas». Ella le dice: ¡No,Señor, no!... «He aquí que tú eres her-moso, amado mío y dulce». ¿Cómo medices esto, Señor? No soy yo la her-mosa; eres tú el hermoso, «amado míoy dulce».

¿Dónde va a encontrar palabrasmás dulces que las del Señor? «Nues-tro lecho es de flores. Las vigas de nues-tra casa son de cedro, y de ciprés los arte-sonados». Ella le dice: «¡Señor! ¿cómopuedes decir que soy bella, si yo soyapenas una rosa de Sarón y un liriode los valles. Yo soy una flor silves-tre, una flor común; los montes estánllenos de estas flores. Señor, ¿cómopuedes hallar hermosura en mí?». Élle dice: «Bueno, ya que eres tan hu-milde ... si eres sólo como un lirio,eres un lirio entre los espinos».

¡Mire cómo la piropea el Señor!«Bueno, está bien, si eres un lirio nomás, entonces eres un lirio entre losespinos, así es mi amiga entre lasdoncellas». ¡Como un lirio entre losespinos! Todas las otras –le dice él–son como espinos, y tú eres como un

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lirio entre esos espinos. Ella no sequeda ¿no? (en esto no hay que que-darse). Ella le dice: «Como el manzanoentre los árboles silvestres, así es mi ama-do entre los jóvenes». ‘Bueno, si tú mehas dicho que soy como un lirio entrelos espinos, yo te digo que tú erescomo un manzano entre árboles sil-vestres’.

Y se fueron de piropo en piropo,y la alabanza iba y venía entre ellos.Son palabras que se dicen uno a otro,muy cortitas, porque no hay muchoconocimiento uno del otro todavía.Pero si usted avanza en Cantares va aver que el diálogo comienza a alar-garse y a completarse, porque ya seconocen más, ya pueden decirse más

cosas uno del otro, hasta que llegan adescribirse completamente de pies acabeza, porque la comunión y el co-nocimiento se profundizó, y así cómoél la conoció a ella completamente,ella también lo conoció a él completa-mente.

Para amar al Señor necesitamosconocerlo. Para amarlo profunda-mente, necesitamos conocerlo pro-fundamente. Y para conocerlo pro-fundamente necesitamos tener comu-nión con él. Pero usted puede empe-zar por aquí, anhelando, rogando, ysabiendo que él tiene la iniciativa y lova a conducir y lo va a llevar de lamano, como un buen pastor, y lo va aesperar. ¡Bendito sea el Señor!

* * *

El águila

El águila es el ave de mayor longevidad de su especie. Llega avivir setenta años, pero para llegar a esa edad, a los cuarentadeberá tomar una seria y difícil decisión. A los cuarenta, sus uñasestán apretadas y flexibles, sin conseguir coger a las presas delas cuales se alimenta. Su pico, largo y puntiagudo, se curva,apuntando contra el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadasy sus plumas, gruesas. ¡Volar se hace tan difícil!

Entonces, tiene sólo dos alternativas: morir o enfrentar un do-loroso proceso de renovación, que dura 150 días. Debe volar ha-cia lo alto de una montaña y quedarse en un nido cercano a unparedón, donde no tenga la necesidad de volar. Allí, comienza agolpear con su pico en la pared hasta arrancarlo. Luego, espera elcrecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una susuñas. Cuando las uñas nacen, comenzará a quitar sus plumasviejas. Después de cinco meses, emprende el vuelo, para vivirtreinta años más.

En la vida, muchas veces tenemos que resguardarnos por algúntiempo y comenzar un proceso de renovación. Para continuar unvuelo de victoria, debemos desprendernos de hechos, costum-bres, tradiciones y recuerdos que nos causaron dolor.

Solamente libres del peso del pasado podremos aprovechar elresultado valioso que una renovación siempre trae.

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de Cesarea de Filipo

El Señor escogió cuidadosamente el tiempo y el lugar en quesus discípulos habrían de recibir la revelación mayor.

Christian Chen

Lectura: Mateo 16:13,16-18,21,24,28.

De los 28 capítulos de Mateo,el capítulo 16 es uno de losmás importantes, porque en

él podemos recibir la completa reve-lación de Cristo. Aquí encontramos

cuatro de las más grandes verdadesde toda la Biblia.

Pero antes de que el Señor quisie-ra revelar su verdad a sus discípulos,él les guió a un determinado lugar:

TEMA DE PORTADA

revelaciónLa

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Cesarea de Filipo. Sin embargo, nosólo el lugar debería ser el apropiado,también el tiempo debería ser el pre-ciso.

El tiempo precisoHasta este momento los discípu-

los habían estado con el Señor alrede-dor de tres años; seis meses más tar-de nuestro Señor estaría en la cruz.

Ellos aprendieron muchas cosas alos pies de Cristo. Sin embargo, en lomás profundo del corazón, él teníaun secreto que quería revelarles. Es-taba esperando que ellos pudieranmadurar, que pudieran crecer y estaren condiciones de recibir esta revela-ción. Él sabía muy bien que cuandoeran muy jóvenes, ellos estaban muycentrados en sí mismos.

Es lo mismo que ocurre con noso-tros. Cuando somos niños en Cristo,entonces descubrimos que el Señorderrama bendición tras bendición.Verdaderamente esto es maravilloso.Es una etapa por la cual todos debe-mos pasar. Es el comienzo de nuestrocaminar con el Señor.

Sin embargo, en lo más profundo,el Señor esperaba abrir su corazónpara que sus discípulos conocieran eleterno propósito de Dios. Por muchosaños, él tuvo este secreto guardadoen su corazón. En muchas ocasiones,cuando él estaba a punto de revelar-lo, descubría que ellos aún no esta-ban preparados para recibirlo. Peroen este momento quedaban sólo seismeses de permanencia del Señor enla tierra. Él estaba listo para tomar elcamino de la cruz, donde moriría pornosotros.

Pero antes él quería abrir su cora-

zón para revelarles el secreto quetuvo guardado desde la fundacióndel mundo. En el comienzo, los llamópara que lo siguiesen. Pero en reali-dad, el propósito principal de su lla-mado era que un día sus discípulosestuvieran capacitados para compar-tir su secreto. Para ese momento elSeñor preparó un lugar muy impor-tante: Cesarea de Filipo.

El lugar preciso¿Y dónde se encuentra Cesarea de

Filipo? Si ustedes conocen geografíabíblica, sabrán que en la parte nortede Israel hay un monte muy alto lla-mado Hermón. Todos pueden vereste monte desde la tierra de Canaán.Cuando la Biblia se refiere a él siem-pre se refiere a una vida ascendente,a la vida en un plano superior. Ysiempre se asocia con los lugares ce-lestiales. El distrito de Cesarea deFilipo se encuentra a los pies delmonte. Es un área preciosa. Allí habíamuchos ciervos. El Salmo 42 fue es-crito aquí: “Como el ciervo brama porlas corrientes de las aguas, así clama porti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tienesed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo ven-dré, y me presentaré delante de Dios?”.Esos ciervos deseaban aguas vivas,¿dónde podían hallarlas?

Esta área está muy cerca del Marde Galilea, hacia el norte. En Isaías9:1 leemos: “Mas no habrá siempre os-curidad para la que está ahora en angus-tia, tal como la aflicción que le vino en eltiempo que livianamente tocaron la pri-mera vez a la tierra de Zabulón y a la tie-rra de Neftalí; pues al fin llenará de glo-ria el camino del mar, de aquel lado delJordán, en Galilea de los gentiles”.

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Esta es una profecía maravillosa.Un día, el Mesías vendría, y él haríade este lugar –el mar de Galilea– elcentro de su obra. “El pueblo que anda-ba en tinieblas vio gran luz; los que mo-raban en tierra de sombra de muerte, luzresplandeció sobre ellos.” ¿Por qué dice“tierra de sombra”? Porque esa era unazona de volcanes. Toda la tierra enese lugar es de un color oscuro, y poreso es muy absorbente de la luz solar.Por esa razón, también el trigo crecemuy rápidamente, porque recibe mu-cha energía del sol. Por eso, cuandolos sacerdotes ofrecían las primiciasen el templo, ellos tenían muy claroque los primeros frutos venían de latierra de Galilea. Si usted mira desdela distancia todas las casas estánconstruidas con roca oscura. Cuandoel Señor estaba en Capernaum, o enel mar de Galilea, al mirar desde ladistancia veía una tierra oscura. Es la“tierra de sombra”.

Ahora entendemos por qué “elpueblo que andaba en tinieblas vio granluz”, y “los que moraban en sombra demuerte, luz resplandeció sobre ellos”.Esta profecía en particular se cumpliócuando el Señor vino al mundo. LaPalabra se hizo carne. Por un año ymedio él caminó en aquel lugar de latierra.

Este es el trasfondo en el pasajede Cesarea de Filipo. Si ustedes van aesa región, van a una zona de volca-nes, lo cual habla de que una trage-dia ocurrió hace muchos años. Mu-chas vidas fueron destruidas. Sin em-bargo, lo que quedó de eso fue unabuena tierra. Y es por eso que podíantener las primicias allí. La mejor tie-rra es la que está en aquel lugar.

Pero más que eso: en Cesarea deFilipo encontramos el nacimiento delrío Jordán. Todos saben que ese ríofluye de norte a sur. Por el lado orien-tal, fluye desde el monte hacia el Marde Galilea, y después continúa avan-zando hasta el Mar Muerto.

Cuando llega al mar, cerca deJericó, el río está en su parte másbaja. Por cuanto el río Jordán es unrío de curvas, carga mucho sedimen-to. Cuando usted está cerca del MarMuerto, ya no es cristalino; se vuelveoscuro pues lleva mucho barro.

Recuerdo que la primera vez quefui a Jericó, cruzamos el Jordán. Lohicimos de la misma forma que lohizo Israel en la antigüedad. Íbamoscon muchas expectativas porque es-perábamos que el Jordán fuese comoel río Amazonas, ancho y torrentoso.Especialmente cuando estudiamos laBiblia, pensamos que el Jordán debe-ría ser un maravilloso río. Pero paranuestra sorpresa, cuando el guía nosdijo que estábamos llegando y que loíbamos a cruzar, resultó que es muy,muy angosto. Probablemente es comoun tercio del río Mapocho, que cruzala ciudad de Santiago. Imagínense lodesilusionados que estábamos.

En realidad, la razón de esto esmuy simple. En tiempos de la Bibliaera un río maravilloso. Pero debido aque Israel se rebeló contra Dios elloscayeron bajo juicio, entonces la tierrafue desolada. Sabemos que la historiade Israel está conectada con ese peda-zo de tierra. Entonces no debería sor-prendernos que nos desilusionemoscon el río Jordán. Pero si vamos a lafuente del río, a la zona de Cesareade Filipo, veremos algo muy distinto.

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Allí no hay barro, incluso podemosver el fondo, y los peces nadando ensus aguas. Allí en el comienzo, nues-tra visión se torna muy clara. Todo estan puro. Cuando seguimos el cursodel Jordán hacia abajo, hasta el MarMuerto, entonces no encontramosningún tipo de vida. Todo es oscuro,barroso. No vemos nada en absoluto.

Amados hermanos y hermanas,esto es así también en la historia de laiglesia. En el día de Pentecostés la pa-labra de Dios era tan pura, tan clara,pero ahora que llegamos al siglo XXI,este río ha corrido por más o menosdos mil años. Cuando llegamos a laparte más baja, todo se vuelve oscu-ro. Ahora entendemos por qué el Se-ñor llevó a sus discípulos a la fuentedel río, a Cesarea de Filipo. Porqueahí era donde él quería revelarse a símismo. Era algo que estaba en el co-razón de Cristo, y también en el cora-zón de su Padre celestial.

Solamente en la fuente del río setiene una visión clara. Nada es opacoallí; todo se ve claramente; pero si se-guimos río abajo, si seguimos el ca-mino, incluso el mundo cristiano esconfuso y poco claro.

Cuatro grandes verdadesSi nosotros leemos todo este capí-

tulo veremos que el Señor está a pun-to de revelarse a sí mismo. ¿Qué qui-so revelar el Señor?

De las principales verdades de laBiblia, estas cuatro son las funda-mentales de la vida cristiana, de lavida de iglesia. Sin esta revelación,entonces nos vamos a dispersar. ¿Porqué hoy vemos la ruina del testimo-nio de Dios? Porque cuando perde-

mos la visión somos dispersados. So-lamente la visión puede hacer que es-temos juntos nuevamente. Ahora en-tendemos por qué el Señor tenía quellevarlos a la región de Cesarea deFilipo.

Si leemos todo el capítulo, vere-mos que el Señor va a entregar cuatrorevelaciones principales. ¿Cuálesson? Permítanme resumirlas: Prime-ro, Cristo; segundo, la iglesia; tercero,la cruz, y cuarto, el Reino. Si leemoseste capítulo, encontramos que estoes algo que siempre está en el cora-zón de nuestro Señor. Si estudiamostoda la Biblia, encontramos que todala Biblia apunta a estas cuatro verda-des principales.

¿Ustedes saben acerca de Cristo?Sí; sabemos acerca de Cristo comonuestro Salvador. Pero ¿saben queCristo es su Maestro? ¿Ustedes sabenque Cristo es la Cabeza del cuerpoque es la iglesia? Hoy día muchoscristianos conocen algo acerca deCristo, pero ¿han visto a Cristo en elEspíritu? ¿Está revelado Cristo en suespíritu? Hoy día la gente sabe algoacerca de Cristo, pero la visión no esclara, es poco transparente.

Ahora bien, ¿qué pasa con la igle-sia? ¿Qué tanto sabemos acerca de laiglesia? Muchos piensan que la igle-sia es un edificio. Por eso suele decir-se: “Dejé mi paraguas en la iglesia”.Pero si la iglesia es el cuerpo de Cris-to, ¿cómo es posible que podamos de-jar el libro o el paraguas en la iglesia?Ahora entienden cómo en el día dehoy estamos en la parte más baja delrío. En veinte siglos muchas manosse han introducido en la palabra deDios. Entonces el río es oscuro. Así

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que no debe impresionarnos que hoydía, si seguimos el curso del agua, nosepamos nada acerca de la iglesia.

¿Cuánto sabemos acerca de lacruz? Muchos conocen acerca de lacruz porque cargan con una cruz demadera como un adorno. Ustedes sa-ben que el camino de la cruz es el ca-mino hacia la cosecha. El camino dela cruz siempre nos lleva hacia la glo-ria. ¿Cómo podemos ser transforma-dos a la gloria de Cristo? ¿Cómo po-demos estar juntos en unidad? El se-creto es la cruz. ¿Qué tanto es lo quesabemos acerca del camino de lacruz? ¿Estamos listos para tomar lacruz y seguir a nuestro Maestro? ¿Es-tamos listos para negarnos completa-mente todo el tiempo? Hoy día, cuan-do hablamos acerca de la cruz, tam-bién es algo muy vago. Tocamos al-gunos puntos, pero nunca estamosclaros. Lo mismo acerca del Reino.¿Qué tanto sabemos acerca del Rei-no? Cuando llegamos al siglo XXI,llegamos a la parte más baja del ríoJordán.

¿Cómo podemos estar claros de lavoluntad de Dios? Por esa razón elSeñor llevó a sus discípulos a la re-gión de Cesarea de Filipo. Hermanosy hermanas, el camino para que po-damos continuar es siempre volver ala Biblia, al comienzo, a la fuente delrío. Sólo en la región de Cesarea deFilipo recibiremos una revelación denuestro Dios. Siento que esto es muy,muy importante.

Un día algunos preguntaron anuestro Señor por qué Moisés permi-tió que hubiera cartas de divorcio.¿Ustedes saben qué les contestó él?Que esto era solamente la voluntad

permisiva de Dios, pero no el eternopropósito de Dios. ¿Cuál es el eternopropósito de Dios? El Señor dijo: “Noera así al principio”. Sus corazones es-taban endurecidos, por eso se les per-mitió hacer eso. Pero si somos hijosobedientes, no estaremos satisfechossólo con la voluntad permisiva deDios: debemos buscar la eterna vo-luntad de Dios. ¿Cuál es la eterna vo-luntad de Dios, la voluntad desde elcomienzo? Por eso es que el Señor lle-vó a sus discípulos a la región deCesarea de Filipo.

El misterio de Dios: CristoEn Mateo 16 vemos que primero

nuestro Señor preguntó a los discípu-los: “¿Quién dicen los hombres que es elHijo del Hombre?”. Entonces Pedrorespondió. Pedro era representativode toda la iglesia. Él hizo una granconfesión; la mayor confesión en todala historia de la Humanidad. No essimplemente la confesión de Pedro.Es la confesión de ustedes y la míatambién. Él dijo: “Tú eres el Cristo, elHijo del Dios Viviente”. ¿Y qué contes-tó nuestro Señor? “Bienaventuradoeres, Simón, hijo de Jonás, porque no telo reveló carne ni sangre, sino mi Padreque está en los cielos”. ¿Cómo es quePedro pudo llegar a saber que Jesúsera el Cristo? No le fue dado por lacarne y la sangre. Según nuestro Se-ñor, fue el Padre celestial quien reve-ló Cristo a Pedro.

¿Qué significa eso? Que en el co-razón de Dios había un secreto. Esesecreto había estado escondido desdeantes de la fundación del mundo.Nuestro Dios lo había guardado porsiglos. Piensen acerca de esto: ¡Qué

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privilegio tenía Pedro! Agradó al Pa-dre revelarle a Cristo. Aquí tenemosla primera revelación. Cristo está co-nectado al corazón de Dios. No nosdebe impresionar que Pablo haya di-cho que Cristo es el misterio de Dios.Quiere decir que Dios tenía un secre-to, y que un día él abrió el velo y esarevelación fue dada a Pedro, y tam-bién nos es revelada a todos nosotrosen este día. Por eso el Señor le dijo aPedro: “¡Bienaventurado eres!”, por-que realmente es una bendición ma-ravillosa. No es simplemente comotener un bonito auto o una casa; aquíse nos dice que si nosotros recibimosesta revelación, somos bienaventura-dos. Nuestro Señor dijo a Pedro: “Esmi Padre celestial quien te ha revela-do este secreto a ti”. Este es el co-mienzo de la revelación.

Recuerda: si realmente vemosalgo de la Biblia; si realmente recibi-mos una revelación (la primera reve-lación), somos capaces de tocar el co-razón de Dios. Ahora nos ha abiertosu corazón a nosotros, y vemos el se-creto que hay en el corazón de Dios.Este es el llamado misterio de Dios:Cristo. Pero eso es sólo el comienzo.

El misterio de Cristo: la iglesia¿Qué dice el Señor en el versículo

18? “Y yo también te digo ...”. Si el Pa-dre te reveló a su Hijo, eso es una re-velación maravillosa, pero eso no essuficiente. El Señor nos dice: “Nosólo mi Padre tiene un secreto; tam-

bién yo tengo un secreto para ti. Dioste reveló este secreto a ti, ahora yo tevoy a revelar mi secreto a ti”. Por esoel Señor dijo: “Y yo también te digo...”.Por un lado tenemos el secreto delPadre, el misterio del Padre. Pero larevelación del Padre es sólo la mitadde la historia. Este universo tiene unsecreto –Cristo–, pero gracias al Se-ñor, él va a revelar la otra mitad: “So-bre esta roca yo edificaré mi iglesia”.¿Ven eso? El secreto de Dios es Cris-to; pero el secreto de Cristo es la igle-sia. Por eso es que Cristo dice: “Y yotambién te digo, sobre esta roca edificarémi iglesia”. Es muy interesante.

Cuando el Señor dijo esta frase,probablemente ellos estaban en unlugar alto de Cesarea, en la base delmonte Hermón. Incluso hoy día des-cubrimos que allí hay una roca muygrande. Esa ciudad fue construida ro-deando esa roca.

Cuando el Señor dijo a Pedro:“Sobre esta roca edificaré mi iglesia”,por supuesto esta roca se refiere a élmismo. No hay duda acerca de eso.Pero el Señor también utiliza unailustración, porque sus ojos ven unaroca a los pies del monte Hermón.“Voy a edificar mi iglesia sobre estaroca”. ¿Cómo Cristo edifica su igle-sia? Ahí descubrimos la forma en queCristo edifica su iglesia – es a travésdel camino de la cruz. Por eso dijo:“Sobre esta roca”.

Los discípulos veían la corrientedel Jordán, pero ¿cómo podía fluir?

No es sólo Cristo en ti y Cristo en mí, sino que tam-bién la cruz va a tocarte a ti y a mí. Eso es Cristo.

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La nieve de la cumbre se derretía y elagua fluía hasta la base del monte.Los ciervos veían el agua y bramabanpor ella, pero la gran roca se conver-tía en un paredón que impedía el cur-so del agua. Entonces ¿cómo era posi-ble que los discípulos viesen la fuentede este río?

La Roca heridaMuchos años atrás, Dios hizo

temblar el mundo, entonces el volcánhizo erupción, y esa roca que estabaallí desde hacía muchos años –segúnlos geólogos, esta roca es la más anti-gua de la tierra de Canaán–, esa rocase abrió, y entonces el agua pudo pa-sar. Ahí comenzó el río Jordán. Deesta forma, la sed de los ciervos po-día ser satisfecha.

Amados y hermanas: Esta es lahistoria de la cruz. Ustedes recuer-dan cuando el Señor dijo: “Dios, mío,Dios mío, ¿por qué me has desampara-do?”. Jesús tomó tu posición y mi po-sición. Todos nuestros pecados esta-ban sobre él. ¿Usted conoce el colordel pecado? Cuando el Padre celes-tial, el Padre santo, vio a su Hijo en lacruz tomando tu pecado y mi pecadosobre sí mismo, la vara de la ira deDios cayó sobre nuestro Señor Jesús.Esa vara debía caer sobre nosotros,porque nosotros somos los pecado-res, no Jesucristo. Pero debido a queél te ama a ti y me ama a mí, y debi-do a que todos nuestros pecados esta-ban sobre nuestro Señor Jesús, y por-que Dios es un Dios de justicia, debi-do a eso, la vara de la ira de Dioscayó sobre nuestro Señor.

Entonces, Cristo, la Roca de los si-glos, en ese momento fue partida. Del

costado del Señor Jesús brotó sangre yagua. Tal como Adán cuando estabadormido, Dios sacó algo de su costa-do, y Eva fue edificada. Es la mismahistoria. Cuando nuestro Señor Jesúsmurió por nosotros en la cruz, la igle-sia fue tomada de su costado.

Si realmente vemos la iglesia,nunca podremos separar a Cristo dela cruz. Pedro dijo al Señor: “No lohagas”. ¿Qué quería Pedro? Èl queríaa Cristo, pero sin la cruz. Él confesó aJesús como el Cristo. Su mentalidadera una mentalidad judía. Cristo de-bería estar en la gloria; pero no ir a lacruz. Lo que él quería era Cristo,pero sin la cruz. Eso es imposible. ElSeñor dijo: “Sobre esta roca edificarémi iglesia”. ¿Entienden ahora? Cristosiempre está con la cruz. Siempre es através de la cruz. De ahí nace la igle-sia, y es edificada. No sólo Cristo,sino también la iglesia y la cruz.

La cruz y el reinoPor esa razón, no sólo podemos

predicar a Cristo, no sólo podemoshablar de la iglesia de Cristo. ¿Cómoes que Dios va a cumplir su propósi-to? El secreto, el camino, es la cruz. Sino hay cruz, no hay cosecha. Si nohay cruz, no hay edificación de laiglesia. Hoy podemos tener una con-gregación de diez mil personas, perola realidad de la iglesia no está ahí.¿Qué es la iglesia de Cristo? No sim-plemente Cristo en ti; no solamente labendición de Cristo. No solamenteeso: es el trabajo de la cruz. No es so-lamente Cristo en ti y Cristo en mí,sino que también la cruz va a tocartea ti y a mí. Eso es Cristo. Algunos so-lamente conocen las adiciones, pero

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no conocen las sustracciones. Esto eslo que hoy día hace la cruz. Si real-mente somos celosos por el Señor, sila iglesia va a ser edificada de estaforma, descubriremos el trabajo de lacruz. Trabajará muy profundamenteen cada uno de nosotros. Finalmentedescubriremos que la iglesia estásiendo edificada.

Debido al trabajo de la cruz, tú yano estás en el trono. Algunas veces te-nemos la tendencia, cuando la iglesiase reúne, de sentarnos nosotros en eltrono, en vez de dejar a Cristo allí. Eltrabajo de la cruz siempre nos destro-na, con un propósito: que Cristo estéen el trono. Cuando vemos que Cristoestá en su trono, ese el reino de los

cielos que está mencionado en este ca-pítulo. Si realmente vivimos la vida deiglesia de acuerdo al propósito deDios, todos nosotros, incluso los líde-res, debemos ser destronados, paraque solamente Cristo quede en el tro-no. Entonces vemos el reino de Dios.

Ahora vemos la conexión de estascuatro verdades: Cristo, la iglesia, lacruz, y el Reino. Finalmente, el pro-pósito de Dios va a poder llevarse acabo. Hoy día debemos ser llevados ala fuente de su revelación. Regrese-mos al comienzo, a la fuente del río.Entonces veremos que la revelaciónes muy clara para nosotros. No sola-mente Cristo, también la iglesia, lacruz y el Reino.

* * *Tres sencillas preguntas

A un hombre le asignaron un asiento del medio en un avión. Cansa-do y queriendo dormir, se irritó cuando una niña del asiento de al lado,la cual padecía del síndrome de Down, le preguntó:

– Señor, ¿usted se cepilla los dientes?– Sí – contestó él.– ¡Qué bueno! La gente que no se cepilla pierde los dientes.Un poco después, preguntó:– Señor, ¿usted fuma?– No – contestó él.– ¡Qué bueno! La gente que fuma se muere.Después de un largo silencio, ella se volvió hacia él otra vez, y dijo:– Señor, ¿usted ama a Jesús?– Sí – respondió él.– ¡Qué bueno! – añadió ella —. La gente que ama a Jesús va al cielo.Aunque profundamente conmovido, él se echó para atrás, esperan-

do que no hubiera más preguntas. Justo entonces la niña dijo:– Señor, pregúntele al señor que está a su lado si se cepilla los dientes.Bueno, ya se puede usted imaginar lo que vino después. Cuando

llegó a la pregunta sobre Jesús, el segundo hombre se puso pensati-vo.

– Me temo que no entiendo – dijo.Durante la hora siguiente, los dos hombres hablaron sobre asuntos

eternos.DJD, en Nuestro Pan Diario

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Quien conoce a Cristo, inevita-blemente conocerá a Dios,pues Cristo es la donación

que Dios nos hace de sí mismo, y en

En Cristo se encuentrala revelación de Dios ydel hombre, ya que sunaturaleza es divina yhumana.

él «...están escondidos todos los tesorosde la sabiduría y del conocimiento» (Col.2:3). Por otro lado, Cristo asume alhombre completamente en todas las

Imagen de Diosy del hombre

Roberto Sáez

Lecturas: Génesis 1:26-27; Romanos 5:14; Efesios 3:11; Hebreos 1:3; Hechos 2:22.

TEMA DE PORTADA

Cristo

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contingencias de la vida humana (ex-ceptuando el pecado) mostrando eltipo de hombre que Dios se propusotener desde la eternidad.

I. Cristo, revelación del hombreSe puede tener un conocimiento

espiritual del hombre a la luz de larevelación de Jesucristo. Obviamente,aquí nos referimos a un conocimientopor revelación mediante la fe en Jesu-cristo, lo cual es una gracia de Dios ypor lo tanto no una aprehensión inte-lectual del hombre.

Ha quedado registrado en la Es-critura el testimonio externo de la in-tención que hubo en Dios desde laeternidad respecto de la creación delhombre. La creación del hombre a laimagen y semejanza de Dios sería laobra maestra de Dios. El hombre se-ría el reflejo de la imagen, la vida, laautoridad y la gloria de Dios.

En Romanos se nos dice que «elprimer Adán es figura del que habíade venir». El que había de venir, esCristo; de modo que la creación delprimer hombre obedece a un modeloeterno que Dios tenía concebido ensu corazón. Estaba contemplado queel Hijo de Dios asumiría nuestra hu-manidad por toda la eternidad. Hoyhay un hombre exaltado a la diestrade Dios que tendrá una imagen dehombre por toda la eternidad, demodo que el primer Adán tenía queser pensando en lo que sería la hu-manidad de Cristo en todo sus aspec-tos. Es decir, Adán fue hecho por cau-sa de Cristo.

El desarrollo del plan eterno deDios para con el hombre pasa porcuatro etapas: Primero, la creación;

segundo, la caída; tercero, la restau-ración, y cuarto, la glorificación oconsumación.

La creación del hombre:El hombre creado para ser «en Cristo» ima-gen de Dios

Antes de la creación del hombre,Jesús era el unigénito Hijo de Dios;era el Hijo de su amor, con el cual serecreaba y deleitaba disfrutando laexcelencia de su persona. Dios quisosatisfacer a su Hijo al darle una fami-lia de hermanos semejantes a él don-de Cristo sería «el primogénito entremuchos hermanos». Para lograr esto,Dios se propuso plasmar su imagen,su vida, su reino y gloria en el hom-bre; debía crear un hombre agracia-do, un ser que fuese más excelenteque todos los demás seres creados entodo el universo.

La imagen de Dios no es la ima-gen de una sola persona, sino la ima-gen de un Dios trino que esencial-mente es familia, que tiene una formao estilo de vivir en una mutualidadde amor, en unidad de Espíritu y deesencia, imagen que nos fue reveladaperfectamente en Cristo. La creacióndel hombre parte con un individuo,pero inmediatamente añade: «...varóny hembra los creó». Es por eso que,cuando el Señor Jesucristo nos trae laimagen de Dios, lo primero que hacees rodearse de doce hombres en loscuales plasmará la imagen de Dios,con su vida, reino y gloria.

La caída del hombreEn la caída se perdió todo. El pe-

cado arruinó a la humanidad. La per-dición a la que el hombre quedó ex-

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puesto, no es tanto la degradación deuna vida de vicios y pecados, sino ladesgracia de no configurarse en él elpropósito eterno de Dios. La caídatrajo consigo la muerte. El hombremurió en su espíritu y siguió vivien-do con su alma y cuerpo. Cuando losgriegos reflexionaron al hombre ha-llaron que tenía dos partes: espíritu ymateria. Tuvieron razón, sólo que loque ellos llamaron ‘espíritu’ es almasolamente.

A partir de la caída, el hombre fueun ser incompleto; de allí su búsque-da incesante, sumido en una crisisexistencial, en que se halla a sí mis-mo incompleto, con un vacío inson-dable. Percibe que perdió algo y sudesgracia es no poder hallarlo, por-que lo busca fuera de la fuente por lacual vino a ser.

RestauraciónEn la restauración de Jesucristo se

recupera todo lo perdido. Jesús nostrae de vuelta la imagen de Dios. Éles el árbol de la vida que fue rechaza-do al principio; el pecado del primer

Adán fue no comer de este árbol;pero ahora la bondad de Dios nostrae nuevamente la posibilidad de in-corporar la imagen, la vida, el reino yla gloria de Dios.

Nuestro Señor es el primer hom-bre completo, pues tiene espíritu,alma y cuerpo; de allí su aplomo. Na-die más equilibrado que él, varón jus-to y aprobado por Dios. Esto es sufi-ciente para afirmar que él es la reve-lación del hombre. Todos los que vi-nieron antes de él fueron hombres in-completos, pues traían el estigmadel pecado heredado; mas Cristo nonació de carne y de sangre sino porvoluntad de Dios, por lo cual no traíaen sí mismo el estigma del pecado yde la muerte. Por eso su vida es esti-mada preciosa; él es el hombre queDios siempre quiso tener.

Desde Adán a Cristo, los hombresno conocieron la vida de Dios; sólosupieron de los favores de Dios; peroahora, no sólo está con nosotros sinoque está «en nosotros». Juan nos dice:«El que tiene al Hijo, tiene la vida; el queno tiene al Hijo de Dios no tiene la vida»(1ª Jn. 5:12) La vida de la que aquí sehabla es la vida ‘zoé’ 1. Esta vida seencuentra en Jesucristo; de ahí que elque recibe al Hijo, tiene consecuente-mente la vida de Dios.

Todo hombre y mujer necesita ve-nir a Cristo para tener vida eterna. Apartir de esta experiencia que se ob-tiene mediante la fe en Jesucristo, laimagen de Dios comienza a ser res-taurada en él.

1 En griego la palabra vida tiene tres acepciones:Bío, referente a la vida biológica, corporal, Psyque,referente a la vida del alma y Zoé, referente a lavida increada o eterna de Dios.

Cristo es la imagen deDios y también del hom-bre, un hombre no indi-vidualista, que tiene hoyen la iglesia, el cuerpo

de Cristo, su más certeraexpresión.

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El hombre, que en un principiofue creado para reinar sobre todo locreado y en todo animal que se arras-tra (esto implica ejercer autoridad so-bre Satanás), había llegado a ser es-clavo del pecado; pero ahora en Cris-to Jesús, liberto del pecado, es hechosiervo de la justicia para reinar juntoa la iglesia del Dios vivo, sobre elmundo, la carne, Satanás, el pecado yla muerte. No como quien hace gue-rra contra el enemigo por sí mismo,sino sobre la base de que Cristo yavenció y ha cedido su victoria a losvencedores de la fe.

La glorificaciónQuienes han llegado a este punto

de su experiencia cristiana tienen re-cuperada la vida, la imagen y el reinode Dios. A los tales les espera la glo-ria (consumación), la cual les serádada en la resurrección de los muer-tos cuando Cristo venga por los su-yos en su segunda venida y sea asíconsumado el eterno propósito deDios.

II. Cristo, la revelación de DiosJesús, el Yo Soy

Nuestro Señor Jesucristo es la re-velación que Dios nos hace de sí mis-mo.

Si queremos conocer a Dios deverdad, no podemos depender denuestros razonamientos o elucubra-ciones. ¡Cuántas personas opinan conliviandad: ‘Yo pienso que... A mí meparece...’! Existen declaracionesindubitables, registradas en las Escri-turas, que son indispensables comorectoras de la fe, y hacemos bien ensujetarnos a ellas para sostener la fe

que profesamos, junto con la revela-ción que Dios nos hace de sí mismocuando experimentamos la direccióny enseñanza de su Espíritu en noso-tros. Algunas de estas declaracionesestán registradas en los Evangelios,de los cuales el más completo y con-tundente es el evangelio de Juan, sinmenospreciar los demás.

Juan nos presenta a Jesús como el«Yo Soy». Siete veces lo presenta deesta forma. Esto lo asocia con Dios,pues así fue revelado Dios a Moisésen el Antiguo Pacto, como el «YoSoy». Cada «Yo Soy» es absoluto y vaacompañado de un calificativo defi-nido: Yo Soy el pan vivo, Yo Soy laluz del mundo, Yo Soy la puerta, YoSoy el buen pastor, Yo Soy el caminoy la verdad y la vida, Yo Soy la resu-rrección y la vida y Yo Soy la vid ver-dadera. En cada una de estas afirma-ciones está revelado Dios. Si Jesús noes lo que dice ser, entonces todo esun locura. Pero los que hemos creído,profesamos que Jesús es lo que éldice ser. En cada declaración de loque él es, se encuentra un aspecto deDios, al mismo tiempo que cada YoSoy es una expresión de lo que es laiglesia; pues como Jesús declara ser laLuz, no una luz, declara al mismotiempo que sus redimidos son «la luzdel mundo». Ellos son lo que él es,pues han recibido su vida, su ima-gen, reino y gloria.

La revelación que Dios nos hacedel hombre «en Cristo» es la de in-dividuos participando de un cuerpo.En el plan de Dios no cabe la exis-tencia de una persona individualis-ta.

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Jesús nos revela la TrinidadJesús no nos dio detalles de la

realidad de las benditas personas dela Trinidad; pero nos mostró de unamanera muy didáctica y sencilla larelación constante y familiar que te-nía con el Padre y con el EspírituSanto.

Tanto es así, que Juan el apóstol,en 18 de los 21 capítulos de su evan-gelio, nos presenta la relación intra-trinitaria que Jesús mantiene con laDeidad. Aprendemos que Dios no esun ser solo aunque es único en esen-cia. Aprendemos que el Espíritu San-to estuvo eternamente con el Padre ycon el Hijo y que es en él que el Padrey el Hijo se encuentran y se relacio-nan en una mutualidad de depen-dencia.

Se nos muestra un estilo de vidade perfecta sujeción a la autoridad.Ninguno de los tres hace nada porseparado de los otros; cada uno se

sujeta al otro, estimando al otro comosuperior. El Hijo dice que el Padreque le envió es mayor que él, luegose da testimonio que el Padre ha exal-tado hasta lo sumo al Hijo y que le hadado toda autoridad en el cielo y enla tierra. Vemos al Espíritu Santo nohaciendo nada por sí mismo y llevan-do toda gloria a Cristo.

Jesús, en los días de su carne, tes-tificó que no decía nada que no escu-chara de su Padre, y no hacía nadaque no viera en su Padre. Vemos aCristo hablando con su Padre y com-partiendo la reciprocidad de su cali-dad de vida, de la cual emana elamor que hace posible la unidad. Launidad de Dios jamás ha sido ni seráquebrantada porque es perfecta.

Así, Cristo es la imagen de Dios ytambién del hombre, un hombre noindividualista, que tiene hoy en laiglesia, el cuerpo de Cristo, su máscertera expresión.

* * *Un solo objetivo: dar fruto

De la misma manera que Cristo pasó a ser la verdadera Vid consólo un objetivo, tú has sido hecho rama también con un objetivo:el de dar fruto para la salvación de otros hombres. La Vid y la ramaestán igualmente bajo la ley establecida de dar fruto como razónde su existencia.

Andrew Murray, en La Vid Verdadera

Parece claro que es posible tener un nuevo corazón, y una nuevavida, sin una mente totalmente renovada. Es claro por los hechosde la vida y la condición presente de la iglesia de Cristo. La mentedel cristiano puede estar llena de toda clase de cosas, inyectadasallí por el dios de este mundo, y estas ideas, ‘puntos de vista’,‘teorías’, son las causas de la división, porque si la mente de cadacristiano fuera renovada, parece lógico decir que todos los creyen-tes serían de un mismo sentir, por tener la mente de Cristo.

Jessie Penn-Lewis, en La cruz, piedra de toque de la fe

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«Así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros...» (1ª Cor. 1:6)

«Antes que el mundo fuese»

En la intimidad de su exquisitaoración sacerdotal, el Señor ha-ce referencia a «aquella gloria»

que tuvo con el Padre antes que elmundo fuese. El evangelio de Juan

registra profusamente la unidad delPadre y del Hijo, y su preexistenciaantes de las cosas hechas (Juan 1:1-18; 8:58; capítulo17, etc).

También el apóstol Pablo, hacien-do gala de su profundo conocimiento

El testimoniode

El testimonio que las Sagradas Escrituras dan respecto de Jesúsde Nazaret excede todo cuanto podamos imaginar.

Gonzalo Sepúlveda

TEMA DE PORTADA

Cristo

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del misterio de Cristo, declara contoda firmeza que él –Cristo– es laimagen del Dios invisible, que en élfueron creadas todas las cosas, que éles antes de todas las cosas, y queagradó al Padre que en él habitasetoda plenitud (Col. 1:15-19)

Los estudiosos coinciden en quela referencia a la Sabiduría registradaen Proverbios 8:22-31 se refiere alVerbo, es decir, a nuestro Señor Jesu-cristo. Esa preciosa porción concluye:«...con él estaba yo ordenándolo todo, yera su delicia de día en día». ¿Qué esesto sino la gloria que el Hijo tuvocon el Padre antes que el mundo fue-se?

Es imposible pretender sondearcon nuestra mente finita una profun-didad tan grande. Nosotros nacimosatados al tiempo y al espacio, al naci-miento y a la muerte, al principio y alfin... Pero aquí hay alguien que notiene principio de días ni fin de vida,porque él mismo es el principio, elAlfa y también la Omega, el fin de to-das las cosas. ¿Cómo imaginarnos aalguien que no tuvo o no tiene princi-pio? La sola declaración de las Escri-turas estimula la fe (que también esun don de Dios en el corazón del cre-yente), para inclinarse a adorar antela grandeza eterna del bendito Salva-dor, del Señor Jesús que estuvo dis-puesto a humillarse viniendo a estemundo para redimirnos mediante elsacrificio de sí mismo.

Venía a este mundo«...os ha nacido hoy, en la ciudad de

David, un Salvador que es Cristo el Se-ñor...», dijo un ángel a los atemoriza-dos pastores en las afueras de Belén

(Lucas 2:9). «...viéndolo ellos (a Jesús),fue alzado, y le recibió una nube que leocultó de sus ojos», relata Lucas el dra-mático instante de la ascensión delSeñor en presencia de sus discípulos(Hechos 1:9).

Estos dos versículos resumen laentrada del Hijo de Dios al mundo ysu salida del mismo. Entre estos dospuntos se encuentra comprimido eltestimonio de «los días de su carne».Isaías había profetizado la entrada almundo de Emanuel, esto es, «Dioscon nosotros». Hebreos 10:5-9 registrael cumplimiento profético del queviene al mundo para hacer la volun-tad de Dios: «He aquí que vengo, ohDios, para hacer tu voluntad». Y Juandirá: «En el mundo estaba, y el mundopor él fue hecho, pero el mundo no le co-noció» (1:10).

La venida del Hijo de Dios almundo es, lejos, el acontecimientomás relevante que le haya ocurridojamás a nuestro pequeño planeta.Cada paso registrado en los cuatroevangelios está lleno de enseñanzas ymanifestaciones del gran amor deDios para con los hombres. Él mismohace un apretado resumen al respon-der a los enviados por Juan el Bautis-ta: «Los ciegos ven, los cojos andan, losleprosos son limpiados, los sordos oyen,los muertos son resucitados y a los pobreses anunciado el evangelio». Nosotrospodríamos agregar: Los panes sonmultiplicados y la multitud es sacia-da; la tempestad se calma, las viudasson consoladas, los pecadores son re-cibidos, los demonios huyen, los sa-bios son confundidos, las más precio-sas enseñanzas del amor y del per-dón, de la devoción al Dios verdade-

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ro y del reino eterno son oídas conentusiasmo, etc. Pero, ¡ay!, la contro-versia también se levanta, Judas letraiciona, Pedro lo niega, la religiónlo condena y el poder político lo eje-cuta. Mas todo esto es para que lasEscrituras se cumplan: «Sin causa meaborrecieron». Era necesario que elCordero fuera inmolado, su preciosasangre derramada, para que la pala-bra de Isaías 53 se cumpliera a pleni-

vantado por el Padre mismo hasta losumo.

«Siéntate a mi diestra...»Con pies descalzos queremos re-

ferirnos ahora a su ministerio actualcomo Sumo Sacerdote en los cielos.

Los atónitos ojos de los discípuloscontemplan la nube que les oculta alSeñor en las afueras de Jerusalén; losángeles se encargan de consolarlos

«...con él estaba yo ordenándolo todo, y era su deliciade día en día». ¿Qué es esto sino la gloria que el

Hijo tuvo con el Padre antes que el mundo fuese?tud, y que a partir de entonces hubie-ra salvación para todos los hombres.

Pero esto no es todo. Hasta aquísus enemigos parecen triunfantes;mas la última palabra del Cristo deDios en la tierra aún no ha sido di-cha: al amanecer del primer día de lasemana, su tumba es hallada vacía yun ángel pronuncia aquella mezclade reprensión y alegría: «¿Por québuscáis entre los muertos al que vive?».Aquel que había venido al mundo deuna forma totalmente distinta (naci-do de una virgen), no podía salir deéste como todos, a través de una sim-ple muerte y sepultura.

Habiendo acabado la obra que elPadre le encargó que hiciese, ahoravolvería al Padre de donde salió, vic-torioso sobre la muerte y sobre Sata-nás (En el desierto, en su vida, en sumuerte y en su ascensión, lo venció).El que se había humillado hasta lamás ignominiosa muerte, ahora es le-

confirmándoles la promesa del retor-no. Otros seres celestiales, en tanto,proclaman con júbilo: «¡Alzad, ohpuertas, vuestras cabezas, y alzaos voso-tras, puertas eternas, y entrará el Rey degloria!». Desde el otro lado de aque-llas puertas magníficas responde uncoro angelical: «¿Quién es este Rey deGloria?». Se les responde que es elfuerte y valiente, el poderoso en bata-lla. ¡Él acaba de vencer por medio dela muerte al que tenía el imperio dela muerte y ha obtenido eterna reden-ción para los hombres! «¿Quién es esteRey de gloria?», se vuelve a preguntar.No porque se le haga resistencia, sinoporque las criaturas celestiales anhe-lan oír una y otra vez aquel gloriosonombre (Salmo 24:7-10). El que habíadescendido a las partes más bajas dela tierra, ahora subía sobre todos loscielos para llenarlo todo (Ef. 4:10).

Es imposible imaginarse la solem-nidad de la escena aquélla, contem-

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plada con asombro por toda la huestecelestial: «Siéntate a mi diestra hastaque ponga a tus enemigos por estrado detus pies» (Heb. 1:13; Sal. 110:1). Jamásse había oído tal declaración en loscielos. Desde ahora toda lengua ten-drá que confesar que Jesucristo es elSeñor para gloria de Dios el Padre(Flp. 2:9-11). Allí se presenta ahorapor nosotros ante Dios (Heb. 4:14;9:24; 9:11-12). Allí obtuvo del Padrela promesa del Espíritu Santo y lo de-rramó sobre los discípulos el día dePentecostés, y desde entonces el fielConsolador ha estado revelando aCristo a los hombres, edificando laIglesia, preparando la esposa delCordero.

¿No es un consuelo saber queahora mismo tenemos a Uno (el Hijodel Hombre) que nos amó hasta dar-nos su vida, intercediendo por noso-tros ante el Padre?

En Apocalipsis capítulos 1 al 5 serelata el incontenible asombro delapóstol Juan al contemplarle en suactual posición en los cielos. Allí nosmuestra también al Señor Jesús pre-ocupado por el estado del corazón delos suyos. Sus cartas a las siete igle-sias tienen tanta vigencia hoy comoayer. En los evangelios nos habló des-de la tierra; aquí nos amonesta desdelos cielos. Allí exhortaba a las multi-tudes; aquí le habla a su casa. Oiga-mos su advertencia: «¡He aquí, yo ven-go pronto!».

«Viniendo en las nubes...»«Entonces aparecerá la señal del Hijo

de Hombre en el cielo; y entonces lamen-tarán todas las tribus de la tierra, y ve-rán al Hijo del Hombre viniendo sobre

las nubes del cielo con poder y gran glo-ria» (Mat. 24:30). Mateo registra esteanuncio hecho por el Señor Jesucristomismo. El relato de Apocalipsis 19:11-20 abunda en detalles respecto deesta gloriosa venida.

El Señor viene con sus ejércitoscelestiales, las tribus de la tierra se la-mentan, hay una gran batalla, la«bestia» y los reyes de la tierra consus ejércitos son inapelablementeaplastados. En 19:15 dice que «regirálas naciones con vara de hierro», es de-cir, este mundo donde nosotros hoyvivimos será globalmente afectadopor esta venida gloriosa de aquel quefue rechazado y crucificado en su pri-mer advenimiento. «Habrá un justoque gobernará entre los hombres» (2 Sa-muel 23:3). Dominará de mar a mar,todos los reyes se le postrarán, todaslas naciones le servirán y serán a lavez bendecidas por él (Sal. 72:8-17).Tiene que cumplirse Isaías 65:16:15,donde el león y el cordero paceránjuntos, y Miqueas 4:3, donde las na-ciones poderosas no se ensayaránmás para la guerra.

En este período, Cristo reinarácon los que tienen parte en la prime-ra resurrección. Será un grupo selecto–bienaventurado y santo–, serán sa-cerdotes de Dios y de Cristo y reina-rán con él durante mil años (Apoca-lipsis 20:6).

Según Apocalipsis 20, Satanásserá atado por mil años. No vemoshoy aún que este día haya llegado.Aun le vemos muy activo engañandoal mundo entero. Pero una gran cade-na le espera.

Una vez cumplidos los mil años,es necesario que Satanás sea suelto

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por última vez. Bajo su engaño lasnaciones volverán a la guerra, peroserán consumidas por fuego del cielo.Luego viene el juicio de la humani-dad, el cielo y la tierra nuevos.

Nuevamente en nuestra mente noalcanza a imaginar la grandeza que sedescribe en los dos últimos capítulosde la Biblia, pero el Cristo eterno apa-rece allí. Para entonces ya estará cum-plida la palabra de 1ª Corintios 15:22-28: «Luego que todas las cosas le sean su-jetas, entonces también el Hijo mismo sesujetará al que le sujetó a él todas las co-sas, para que Dios sea el todo en todos».

Que el bendito Dios y Padre sigarevelándonos por medio de su SantoEspíritu a su Hijo eterno, al Primogé-nito de entre los muertos, al herederode todo, al resplandor de su gloria, ala imagen misma de su sustancia. Y,mediante su conocimiento, nuestrocorazón se ensanche para proclamarcon denuedo su evangelio, y soportarcon paciencia las aflicciones del díapresente, porque el tiempo de su re-torno está cerca.

Entonces disfrutaremos eterna-mente aquella gloria que hoy sólo ve-mos oscuramente.

* * *Gajes de un predicador callejero

Una vez, mientras Juan Wesley predicaba al aire libre, un hombrese acercó a él por entre la multitud con los bolsillos llenos de pie-dras, y con no buenas intenciones. Sin embargo, el hombre se detu-vo en seco cuando el predicador anunció el texto de su mensaje: “Elque de vosotros esté sin pecado arroje contra ella la primera piedra”.Arrojó al suelo sus proyectiles uno por uno y se decidió a escucharatentamente todo cuanto se decía.

En otra oportunidad, un tabernero muy aficionado a la música asistióa una de las reuniones de Wesley para escuchar el canto. Este hom-bre, temeroso de la influencia que podían producirle las demás par-tes del culto, se metía los dedos en los oídos tan pronto como cesabael canto. Una mosca que se paró obstinadamente en la nariz le obli-gó a abandonar esta extraña actitud en el momento mismo que elpredicador pronunciaba estas palabras: “¡El que tiene oídos para oír,oiga!”. Tales palabras despertaron vivamente su curiosidad, resol-viéndose a escuchar un rato, y el evangelio no tardó en herir suconciencia, de tal modo que mediante este discurso fue conducido alarrepentimiento y a la salvación.

En Bradford, un individuo se había llenado los bolsillos con huevospodridos y al fin de la predicación lanzó un grito con el objeto de darla señal a los asaltantes con quienes estaba de acuerdo; pero, mien-tras se preparaba para hacer uso de sus proyectiles, se le acercó unjoven por detrás y apretándolo fuertemente en los bolsillos ¡quebrótodos los huevos!

Lo que siguió puede fácilmente adivinarse, y no es necesario aña-dir que el plan fracasó, sufriendo su jefe las risas burlescas de los allípresentes”.

Mateo Lelièvre: Juan Wesley, su vida y obra

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Rodrigo Abarca

En el corazón de los escritos deJuan late con particular inten-sidad un llamado a regresar al

principio. El apóstol tiene un asunto,un enfoque y un estilo muy caracte-

rísticos, que lo distinguen claramentede los demás escritores del NuevoTestamento. Su énfasis no está puestoen las cosas exteriores y visibles, sinoen aquello que es más esencial, y por

Cristo,

En medio del deterioro existente en la cristiandad, el creyenteha de ir a la fuente de todas sus experiencias de fe para anclarallí su vida.

TEMA DE PORTADA

iglesiael principio de la

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lo mismo, inalterable. El nos hablaacerca de Cristo, la vida eterna que«estaba con el Padre y se nos manifestó».

¿Qué significado tiene el mensajede Juan para la iglesia? Uno muy im-portante: su ministerio particular secentra en mostrarnos el camino de larestauración. En efecto, Juan sobrevi-vió casi treinta años a los doce após-toles y también a Pablo. Él vivió losuficiente para ser testigo de la deca-dencia de la iglesia plantada porellos. Ya Pablo y Pedro, poco antes departir, habían escrito acerca de las os-curas nubes que se cernían amena-zantes sobre el futuro de los santos.Mas, a fines del primer siglo, al leersobre el estado de las iglesias de Asiaen el libro de Apocalipsis, encontra-mos que la tormenta ya había comen-zado a desencadenarse (de hecho, en-tre las iglesias de Asia, sólo dos sonaprobadas, mientras que cinco sonhalladas en falta a los ojos del Señor).De este modo, le tocó a Juan contem-plar con sus propios ojos cómo laiglesia abandonaba la sencillez y pu-reza del fundamento original.

Y este es el significado más im-portante de su ministerio. En el plande Dios, Juan debió ser testigo de esadecadencia, pues, formado en el másíntimo conocimiento del Señor, eratambién el hombre más preparadopara mostrar a la iglesia el camino deregreso al principio olvidado.

Tres peligrosJuan nos habla de ello en su pri-

mera carta. Dejando a un lado los pe-ligros de carácter externo (como lapersecución imperial), él nos alertacontra otros de naturaleza interna y,

en este sentido, mucho más destruc-tivos.

El primero de ellos se encuentraen la desviación hacia una vivenciapuramente conceptual de la verdad.Quizá el contacto con la filosofía es-peculativa de los griegos estaba en laraíz de este problema. Muy pronto, larevelación fresca y vivificante de Je-sucristo en el corazón de su pueblo,sería reemplazada por una teologíameramente conceptual y extremada-mente compleja. Un elaborado e in-trincado lenguaje de especialistas.Sin embargo, el discípulo que tal vezconoció más íntimamente al Señor, esextremadamente sencillo en sus pala-bras. Pues para él, Jesucristo no es unárido paradigma teológico, sino unaexperiencia vital y, en cierto sentido,casi inexpresable. Allí donde tocamosla realidad misma del Señor, las pala-bras se vuelven necesariamente sen-cillas. Tan incapaces son de expresarlo que hemos experimentado.

El segundo peligro está en la ten-dencia hacia la organización y lacomplejidad. La iglesia primera eraen extremo sencilla en cuanto a orga-nización. En realidad, ella no era enabsoluto como las instituciones y or-ganizaciones humanas. Ella era uncuerpo, un organismo vivo. Pero, conel paso del tiempo, algunos hombresdecidieron que ya era hora de darleun poco de estructura y organiza-ción. De esta manera, encontramos aun cierto Diótrefes ostentando el pri-mer lugar en una iglesia, y oponién-dose a Juan. Con el paso de los siglos,esta tendencia se haría cada vez másacentuada y la iglesia acabaría con-vertida en una enorme y eficiente es-

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tructura, organizada a imagen y se-mejanza del imperio romano. La tra-gedia de todo estuvo en que Cristodejó de ser el centro real y vivientede su iglesia. Otras cosas habrían deusurpar su lugar.

El tercer peligro es con mucho elmás importante, pues es también laexplicación de los dos anteriores.Juan lo llama el espíritu del anticris-to. Este espíritu se caracteriza porqueniega que Jesucristo vino en carne.Vale decir, niega la encarnación delHijo de Dios. Esto trae como conse-cuencia una separación entre la igle-sia y Cristo, su cabeza. Esta es la ver-dadera causa que se esconde tras losprimeros dos peligros. Para entendermejor en que sentido este espíritu di-vide a la iglesia de su Señor y com-prender la gravedad de este hecho, esnecesario saber cómo ocurrió tododesde el principio. Y aquí está tam-bién la senda de la restauración seña-lada por Juan.

La vida originalPara recuperar la iglesia original,

nos dice Juan, hemos de regresar pri-mero a la vida original. Dicha vidaestaba en el principio con Dios. Antesde que nada fuese creado, ella se en-contraba escondida en el seno del Pa-dre. El apóstol la llama «la vida eter-na», mostrando con ello su caráctermás esencial. Es eterna porque es di-vina. En verdad, se trata de la vidaque posee el Dios eterno. Por lo mis-mo, no cambia, no se debilita, no de-cae ni muere jamás. Ella es la causade que exista la eternidad.

«Y dicha vida – nos dice Juan–fue manifestada y la hemos visto».

Aquí está la médula de su mensaje.Él nos habla de haber oído, tocado,contemplado y palpado al Verbo devida. Esta experiencia íntima y pro-funda con Jesucristo explica el quenaciese algo llamado iglesia sobreesta tierra. Nada más lo puede expli-car, pues, según Juan, ella tiene sucausa precisamente en esta experien-cia original.

Mas, ¿de qué experiencia estamoshablando? La respuesta a esta pre-gunta nos acerca al corazón del men-saje juanino: la experiencia de Jesu-cristo con los doce.

El Verbo de Vida fue hecho carney puso su morada entre nosotros. Deesto se trata todo. Juan era ya muyanciano cuando escribió su carta,pero seguramente podía recordarvívidamente el momento en que Je-sús se cruzó por su camino. Un díacualquiera en su vida común de pes-cador junto al mar de Galilea, mien-tras remendaba sus redes, la vidaeterna se detuvo por un instante jun-to a él y le dijo: «Sígueme». Eso fuesuficiente. A partir de ese día, Juan lo

Contemplando a Cristovivir por medio de lavida del Padre, ellos

aprendieron a vivir pormedio de Cristo. Estafue su lección más im-

portante.

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abandonó todo y se embarcó junto aonce hombre más en la incierta aven-tura de seguir y conocer a Jesús.Nada sabían aún del alto llamadoque tenían por delante, pues, com-prendámoslo bien, eran sólo docehombres corrientes cuyas vidas ha-brían permanecido para siempre enel anonimato a no mediar su encuen-tro con Jesús.

Pero el encuentro se había produ-cido y muy pronto toda la historiadel mundo quedaría trastocada poreste acontecimiento. Durante lospróximos tres años y medio siguien-tes los doce vivieron para conocer aCristo en casi toda circunstancia hu-mana posible. Sucesiva y progresiva-mente, experiencia tras experiencia,aquellos hombres fueron desvestidosy vaciados, molidos y amasados has-ta venir a ser «una sola cosa» con él.Y en esa profunda y participativa co-munión con Jesucristo llegaron, final-mente, a formar parte de algo queestá completamente más allá de la es-fera de este mundo. Pues, en verdadvinieron a experimentar la vida talcomo se la experimenta desde la eter-nidad en el íntimo seno de la Trini-dad. Contemplando a Cristo vivirpor medio de la vida del Padre, ellosaprendieron a vivir por medio deCristo. Esta fue su lección más impor-tante.

¿Cómo expresar con palabras loque esos hombres vivieron con Jesu-cristo? ¿Cómo definir lo más esencialde su experiencia? Juan nos lo resu-me con una sola palabra: amor. Por-que para el discípulo amado, el amorno es un ingrediente más de la expe-riencia cristiana sino el ingrediente

fundamental. La vida que ellos cono-cieron en Jesús tenía, sobre todo, esaforma esencial: «...como había amado alos suyos que estaban en el mundo, losamó hasta el fin». Aquellos hombresfueron amados por Jesús, y a travésde él, por el Padre. En todas las di-versas experiencias vividas junto alMaestro aquel rasgo predominantede su vida divina los fue cautivando,envolviendo y traspasando. Y, porello, cuando el Señor les entregó sumandamiento más importante, enten-dieron claramente qué les estabamandando: «Ámense los unos a losotros como yo los he amado».

Esta experiencia los transformópor completo, hasta convertirlos enlos doce hombres que cambiarían almundo, cuando, tras Pentecostés,aquella vida vino a morar dentro deellos para siempre.

La familia de DiosEn el principio de la iglesia se en-

cuentra esta experiencia de los docecon Jesucristo. Esta es la matriz origi-nal, el punto de partida. La senda dela restauración nos trae necesaria-mente de vuelta al principio de todo.Para muchos, el origen de la iglesiase encuentra en el libro de los Hechosy, particularmente, en el ministeriode Pablo. Por tanto, procuran estable-cer un modelo de acción a partir desus prácticas y enseñanzas apostóli-cas. Sin embargo, aunque apreciamosel inmenso valor de Pablo y su minis-terio, hemos de reconocer que el ori-gen histórico de la iglesia se encuen-tra más allá de Pablo, e incluso, dellibro de los Hechos: en Jesucristo, talcual lo conocieron sus doce discípu-

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los. Por ello, en la nueva Jerusalénsus nombres se encuentran escritosen los doce fundamentos de la ciu-dad. Hay aquí una enseñanza precio-sa.

Y Juan nos habla en representa-ción de los doce apóstoles originales:«Lo que hemos visto...». Su voz se ex-presa intencionalmente con el sujetoplural «nosotros». Si queremos volvera los caminos de la iglesia de los He-chos y al ministerio de Pablo y suscolaboradores, no podemos partir porlo externo y visible. Debemos pasarmás allá, hasta lo que era desde elprincipio y permanece, por tanto, in-alterable: Jesucristo mismo, «la vidaeterna, que estaba con el Padre y se nosmanifestó».

Ahora bien, ¿Es posible que hoy,tras dos mil años de historia, poda-mos recuperar aquella experiencia vi-tal del principio? Y Juan nos respon-de: ¡Sí; es posible! Porque precisa-mente la cualidad esencial de la vidaque Dios nos ha dado en Cristo es laeternidad. Él no estuvo por un brevetiempo entre nosotros y luego se mar-chó (esta era la implicancia de lo quealgunos enseñaban en los días finalesde Juan). Pero, la verdad es muy dife-rente. Aquella vida que, en un princi-pio, habitaba únicamente en el cuer-po físico de Jesús, fue liberada en lacruz y expandida para convertirse enla vida de todos los que creen en él.Este fue, como se ha dicho, el signifi-cado más importante de Pentecostés.Y la matriz de esa unión vital conCristo fueron los doce.

No obstante, el Señor les envió areproducir con muchos otros su expe-riencia original, pues mediante su

muerte y resurrección, Cristo creóuna realidad nueva: la iglesia que essu cuerpo. Ella está formada por to-dos los hijos de Dios, quienes habien-do creído en Jesucristo, llegan a for-mar una sola «cosa» con él. Tienen,por tanto, los genes de Dios dentrode sí. Puesto que Dios puso en sus es-píritus su misma naturaleza por me-dio del Espíritu Santo, participantambién de su vida, que es imperece-dera.

Por esta causa, tienen el poder yla autoridad para vivir hasta el fin delos siglos la misma experienciatransformadora de los doce apósto-les. Esta es su misión y vocación fun-damental.

El fruto característico de esa vidaes el amor. Si nosotros le «damos unaoportunidad» a la vida y la dejamoscrecer para que realice su íntimo de-signio, ella nos llevará a vivir juntosy unidos con todos aquellos que tie-nen la misma vida. Es como un imán.Se apega a todo lo que tiene su mis-ma naturaleza. Pues, lo que ella bus-ca es amasarnos y entretejernos enCristo, por medio de lazos profundose indestructibles de los unos con losotros para formar una sola familia enél. «Nosotros sabemos que hemos pasadode muerte a vida en que amamos a loshermanos». Si la vida eterna está ennosotros, «naturalmente» buscare-mos vivir unidos en amor los unoscon los otros. Esta es la única pruebade que realmente poseemos la vidadel Hijo de Dios. Ni la multiplica-ción, ni la unción, ni lo dones, ni eltamaño, ni aún la más profunda reve-lación de Dios, son una prueba sufi-ciente.

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Pues, ante todo, la vocación bási-ca de la iglesia es ser una familia cu-yos miembros se aman profunda-mente entre sí. Porque así ocurre pri-mero en la tierra de la Trinidad.

Necesitamos modificar radical-mente nuestra concepción de la igle-sia. Ella no es algo que hacemos, sinoalgo que somos. No es, por lo mismo,una organización, o estrategia, o em-presa u organización compleja y efi-ciente. Mucho menos el edificio don-de los creyentes se reúnen. La iglesiaes Cristo expresado corporativamenteen la tierra. Allí donde encontramos ala iglesia, tal como ella debe ser, en-contramos también a Cristo. El nopuede ser separado de su iglesia.

Sin embargo, es aquí donde el es-píritu del anticristo (el tercer peligro)ha hecho estragos. Durante siglos haengañado a los santos para hacerlesignorar su verdadera naturaleza yherencia en Cristo. Ha separado alCristo viviente de su iglesia, escon-diéndolo en complejas teologías yáridas doctrinas; en organizadas yeficientes jerarquías eclesiásticas; enruidosos culto-espectáculos; en pode-rosos y cegadores ministerios ungi-dos; y, en fin, en toda suerte de movi-mientos, énfasis, modas, enseñanzasy prácticas excéntricas. Como resulta-do, los creyentes se pasan la vidabuscando a un Señor que siempreestá fuera de ellos, lejos, en algunaotra parte.

Mas, a pesar de todo, en nuestrodías Dios está abriendo los ojos demuchos de sus hijos para que descu-bran quiénes en verdad son y vuel-van a vivir en la sencillez y pureza

original, centrados totalmente en elSeñor que es el todo de su iglesia.

Necesitamos volver a los caminosde la iglesia primera. Para ello, nues-tro punto de partida debe ser el mis-mo de Juan y los demás apóstoles: laexperiencia de conocer y experimen-tar a Cristo de una manera conjuntay participativa, hasta que él sea nues-tro centro y nuestro todo. Nada pue-de reemplazar esto, pues todo los de-más en la vida de la iglesia brota deesta fuente primigenia. Desde allí ellacrece y se desarrolla según el desig-nio de Dios.

¿Hacia dónde? Hacia la plenitud,cuando todo en ella sea Cristo, desdeel centro hasta la circunferencia; has-ta que cada partícula de su ser hayasido tomada de Cristo, así como cadacélula de Eva provino de la carne deAdán.

Podemos imaginar al apóstol Juancomo un sobreviviente. A través delas edades, en medio del humo y lasruinas de la cristiandad en el campode batalla, un hombre, a pesar detodo, permanece en pie. Y en sumano derecha oculta un misterio;una pequeña semilla, al parecer in-significante, pero que encierra en suinterior el más grande de los secretos:la vida divina. Si la siembras – nosdice– ella volverá a crecer hasta queun robusto árbol extienda su verdefollaje bajo el cielo. Tal como ocurrióen el principio, pues la vida que Diosnos dio allí, en su Hijo, es tan eternacomo él mismo. Esta es la vida queDios sembró en su iglesia. ¡Dejémoslacrecer hasta que alcance su íntimodesignio!

* * *

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Voy a tomar de este versículotres palabras: con, en y por. Es-tas tres pequeñas palabras re-

presentan tres grandes hechos, tresgrandes hechos eternos.

Yo en CristoLa primera es la palabra con. El

apóstol Pablo dice –esto es parte desu testimonio– «Yo he sido crucificadocon Cristo». Quiere decir que él ha

«Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo queahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a símismo por mí» (Gálatas 2:20).

Ben Hiebert (Canadá)

En la obra de la cruz de Cristo es posible distinguir tres grandeshechos.

TEMA DE PORTADA

Cristocon él y en él

Por

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sido crucificado en Cristo, porque, pormedio de un milagro divino, Dios nosha puesto en Cristo. Podemos leer estoen 1ª Corintios 1:30a: «Mas por él –porDios– estáis vosotros en Cristo Jesús».Este es un gran versículo.

Cuando cada uno de nosotros na-ció del Espíritu Santo, Dios nos pusoen Cristo. Ese es un milagro; Dios loha hecho. No podemos hacerlo pornosotros mismos, de ninguna mane-ra. Pero cuando somos salvos, real-mente nacidos del Espíritu Santo,Dios hace un milagro y nos pone enCristo Jesús. No sólo junto a Cristo,sino en Cristo; en él. Esta es la obra deDios.

Este tremendo hecho es mencio-nado más de doscientas veces en elNuevo Testamento. Es un gran mila-gro. A cada uno de los hijos de Dios,él los ha puesto en Cristo. Ellos, cadauno de ellos, están allí, en Cristo.

Tenemos que ir otra vez a nuestroNuevo Testamento, y buscar todas lasreferencias a este gran hecho de quenosotros estamos en Cristo. Pero loque el apóstol Pablo está diciendo enesta frase es lo siguiente: Dios nospuso en Cristo. Luego, el Señor Jesu-cristo fue a la cruz, y él sufrió y mu-rió en la cruz.

Nosotros no sufrimos con él en lacruz; esa es una obra que sólo él hizo.Él sufrió, él colgó allí por horas, élsufrió la separación de su Padre. Esaes la obra que él hizo, una gran salva-ción. Nosotros no sufrimos allí con él;pero, de alguna forma, por medio dela obra de Dios, estábamos allí, ycuando él murió, nosotros morimos.Cada uno de nosotros, nacidos deDios, estábamos en él y morimos con

él. Esto es un hecho eterno, grandio-so, y verdadero para cada uno de no-sotros, para cada uno de los hijos deDios.

Pero, ahora, escuchen: el valor deesto para nosotros sólo nos llegacuando es revelado. ¿Comprenden?El valor de este gran hecho sólo sevuelve valioso para nosotros cuandoes revelado divinamente a nuestroespíritu. Es verdad acerca de todosnosotros, pero tú no lo apreciarás amenos que sea revelado en tu espíri-tu por el Espíritu Santo.

Ahora, esta es una parte de mitestimonio. Yo tenía treinta años deedad, cuando el Señor comenzó a re-velar este gran hecho en mí. Antes deeso, era verdad en mí, pero no teníavalor, porque yo no lo comprendía.

Permítanme explicarlo. Imaginenque yo vivo en Canadá, pero mi fami-lia está aquí en Chile. Mi familia esmuy rica, mi tío que vive aquí enChile es muy rico. Él muere, y en sutestamento me deja 10 millones dedólares. Las autoridades en Chile tra-tan de encontrarme en Canadá, paradarme esta noticia, pero no puedenhallarme. Buscan y buscan, sin en-contrarme. ¿Pueden ustedes imagi-nárselo? Yo soy millonario, pero no losé. Un día, ellos me encuentran; y en-tonces, eso se vuelve valioso para mí,¿comprenden?

Necesitamos revelación divina.Porque este es un hecho eterno: cuan-do Cristo murió en la cruz, yo estabaen él. Ustedes estaban en él. Y si uste-des son cristianos, le pertenecen a él,y él desea que sepamos esto. Y noso-tros sólo podemos conocerlo por re-velación divina.

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¿Por qué necesitamos conoceresto? Porque esta es la forma en queél nos libera del poder del pecado, delas obras de la carne, de la atraccióndel mundo, de ese gran ‘yo’ en mipropia vida. Todas estas cosas serántratadas por Dios de esta manera: Élnos pone en Cristo. El Señor Jesucris-to fue a la cruz, y cuando él murió,yo morí, tú moriste. Este es el hecho.Pero, recuerda, sólo será valioso yprecioso para ti, si tienes revelaciónacerca de ello. Nosotros queremos te-ner más revelación acerca de este he-cho.

Cristo en míEsta es la primera pequeña pala-

bra: con Cristo. La segunda pequeñapalabra es en. «Ya no vivo yo, mas viveCristo en mí». Es una breve palabra:en. Cristo ahora vive dentro de mí. Yoestoy en él, y él está viviendo en mí.

Veamos ahora 2ª Corintios 4:7.«Pero tenemos este tesoro en vasos de ba-rro, para que la excelencia del poder sea

de Dios, y no de nosotros». Pablo estátratando de expresar este gran hechode que Cristo vive ahora dentro denosotros. Yo he descubierto que esimposible para mí vivir la vida cris-tiana. Pero estoy muy gozoso y muyagradecido de que el Señor Jesucristoviva en mí. Y si él vive en mí, y yo selo permito, entonces él podrá vivir suvida a través de mí en todas las cir-cunstancias de la vida.

Eso es lo que él quiere hacer concada uno de nosotros: Él quiere queestemos siempre conscientes de queél está viviendo en nosotros, por suEspíritu Santo. Él siempre nos estáhablando, porque él ha prometidoguiarnos, dirigirnos, y gobernarnuestras vidas. Si se lo permitimos, élestá aquí, dentro de nosotros, parahacerlo.

Pablo dice que tenemos este teso-ro en vasos de barro. ¿Quién es el te-soro? ¡Jesús! Sí, el Señor Jesucristo.Nosotros somos vasos de barro, perodentro de estos vasos tenemos el te-soro. ¿Es él un tesoro para ti? ¿Cómopuedes valorarlo?

Quiero ayudarles. Yo he estadobuscando la moneda más pequeñaque hay en Chile. Este es un peso.Ahora, imaginen que yo soy sólo unniño pequeño, y pongo este peso enmi bolsillo. ¿Me siento rico, porquetengo este peso? No. Entonces, voy adar un paseo, voy a caminar distraí-damente, y me doy unas volteretasen el pasto. Lo hago de una maneramuy descuidada, y casi pierdo mimoneda. Pero si la pierdo, no impor-ta.

Pero, ahora, imaginen que en mibilletera tengo un millón de dólares.

El Señor Jesucristo fue ala cruz, y cuando él mu-rió, yo morí, tú moriste.Este es el hecho. Pero,

recuerda, sólo será valio-so y precioso para ti, sitienes revelación acerca

de ello.

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Imagínense que pongo mi billetera enmi bolsillo, y voy a dar un paseo. En-tonces, caminaré muy cuidadosamen-te, mirando hacia todos lados. ¿Al-guien me está siguiendo? Cada trespasos, pongo mi mano en el bolsilloy, oh, ¡aún la tengo! Y camino unpoco más, con suma cautela. Y si pue-do, traigo a mi esposa conmigo, paraque me ayude a vigilar. ¿Por qué?Porque esto es muy valioso para mí.No quiero perderlo, es muy precioso.

¿Cómo valorizas tu tesoro? ¿Es tutesoro como esa moneda, o es como elmillón de dólares? Nosotros tenemosal Señor Jesucristo, por su EspírituSanto, viviendo dentro de nosotros.Él ha prometido guiarnos, y si lo per-mitimos, él gobernará nuestras vidas.

Él siempre está hablándonos.Cuando yo me enojo con mi esposa,algo ocurre en mi interior, y me sien-to triste. ¿Por qué? Porque he heridoal Espíritu que está dentro de mí. Élestá contristado. Y no puedo orar; lointento, y nada ocurre. Yo necesitoestar bien con él, porque él está enmí. Si tú eres un esposo cristiano, ytratas a tu esposa de una manera in-correcta, y no te sientes mal, algo noestá bien; porque el que vive en noso-tros, nos enseñará cómo amar a nues-tras esposas; enseñará a las esposascómo honrar a sus esposos; enseñaráa los padres cómo amar a sus hijos.

Si nosotros hacemos algo indebi-do, nos sentimos mal. Él es tan fiel.Pero él vive en mí. Cuando le recibí,el Señor Jesucristo vino a vivir dentrode mí. Él quiere ser mi tesoro, élquiere conducirme y guiarme en todolo que yo hago. Este es el gran hecho:«Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí».

Este hecho sólo es verdadero para loscristianos; para nadie más.

Cuando tenemos al Señor Jesucris-to, tenemos todo lo que necesitamos.Dios no puede darnos nada más, por-que ya nos ha dado todo lo que él tie-ne. Él dio todas las cosas a su Hijo, yluego nos dio a su Hijo. Cuando eressalvo, el Señor viene a vivir dentro deti; no sólo una parte de él, sino todoCristo. Dios no puede darnos nadamás: él ya nos ha dado todo.

Ahora, aquí hay un secreto: Sólopodemos disfrutar la medida de Cris-to que Dios nos ha revelado. Tú tie-nes a Cristo completo, pero sólo dis-frutas la porción que conoces. Esta esla razón por la cual es tan importantetener nuestros ojos abiertos, paracontemplar al Señor Jesucristo, paraconocerle cada día más. Eso es lo queyo deseo, y quiero desafiarles a uste-des a tener ese deseo. ¡Alabado sea elSeñor! Dios nos ha dado al Señor Je-sucristo; él es el tesoro del corazón deDios, y él es mi tesoro. Él quiere serel tesoro de todos nosotros.

Cristo se entregó por míAhora, la tercera palabra: por. Yo

no sé si aquí hay alguno que no escristiano; pero, si lo hay, esta palabraes para ti. «...el Hijo de Dios, el cual meamó y se entregó a sí mismo por mí».

Quisiera hacerles una pregunta:¿Cuál creen ustedes que es el versícu-lo más conocido en la Biblia? Sí, Juan3:16: «Porque de tal manera amó Dios almundo, que ha dado a su Hijo unigénito,para que todo aquel que en él cree, no sepierda, mas tenga vida eterna». ¿No esun versículo maravilloso? Dios amótanto al mundo, a toda la gente que

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está en el mundo, de tal manera queél dio a su Hijo unigénito, el tesorode su corazón, por el mundo.

Pero, escuchen lo que el apóstolPablo dice: «El Hijo de Dios, el cual meamó». Me amó –a mí, un individuo–,y también murió por mí. Él tambiénnos amó a cada uno de nosotros; nosólo al mundo en general. Una pe-queña partícula de polvo en todo estemundo. Amó a todo el mundo, perotambién nos amó como individuos. Élte conoce, me conoce; sabe todo acer-ca de nosotros.

El apóstol Pablo dice: «El Hijo deDios me amó a mí». Si oyes hoy esto,y tú no eres cristiano, quiero decirteque el Señor Jesucristo, el tesoro delcorazón de Dios, te ama a ti tanto,como individuo, que él entregó suvida por ti. Y él te está llamando hoy;ven, y recíbelo, ven y entrégale tuvida. Esta es la gran salvación.

Cuando nosotros venimos a élpara ser salvos, esta obra es sólo elprimer paso. Es tan grande, pero sóloes el primer paso. Nosotros necesita-mos crecer y avanzar con él. Pablodijo a la iglesia en Corinto: «Si algunoestá en Cristo, nueva criatura es; las co-sas viejas pasaron; he aquí –abran susojos, vean esto– todas son hechas nue-vas». Dios desea darnos su revela-ción: Nosotros somos nuevas criatu-ras en Cristo.

Recuerden, pues, estas tres pe-queñas palabras: con, en y por. «ConCristo estoy juntamente crucificado, y yano vivo yo, mas vive Cristo en mí; y loque ahora vivo en la carne, lo vivo en lafe del Hijo de Dios, el cual me amó y seentregó a sí mismo por mí». Esta es unamilagrosa obra de Dios.

Escondidos con Cristo en DiosAlguien dijo: «Cada vez que en el

Nuevo Testamento podemos leer queCristo está en nosotros, hay diez refe-rencias de que nosotros estamos enCristo». Dios nos puso en Cristo, yentonces el Señor Jesucristo fue a lacruz, y cuando él murió, nosotrosmorimos. En Romanos 6 hay un ma-ravilloso comentario sobre esta fraseacerca de nuestra crucifixión con elSeñor. Es una explicación de estegran hecho. No lo vamos a leer aho-ra, pero les recomiendo leerlo, por-que es un capítulo maravilloso.

Dios nos ha puesto en Cristo.Ahora, él nos da un mandamiento:«Permaneced en mí, y yo en vosotros»(Juan 15:4). Estas son palabras del Se-ñor Jesucristo. Dios te puso a ti enCristo, y puso a Cristo en ti; y ahorael Señor Jesucristo nos da este man-dato: «Permanece allí, habita en mí».¿Por qué nos dice esto? Una razón es:porque tenemos un enemigo muyfuerte, que siempre quiere llevarnos afuncionar y a actuar fuera de Cristo,y nos miente continuamente.

Cuando nosotros pecamos, cuan-do caemos, el diablo nos dirá: «Tú noestás en Cristo». No lo oigas, es unmentiroso. ¡Tú estás en Cristo! Y aho-ra Jesús dice: «Permanece en mí, viveen mí; haz todas las cosas a partir deesta posición». Porque en esa posi-ción estamos realmente seguros. Sipermanecemos allí, el enemigo nonos puede encontrar.

La Palabra de Dios dice que noso-tros estamos escondidos con Cristoen Dios. Dios nos esconde, y el ene-migo no puede hallarnos. Pero debe-mos recordar el mandato del Señor

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Jesús: «Habitad en mí, permanecedallí». Dile al Señor muchas veces aldía: «Yo estoy en ti. ¡Gracias, Señor!Tú estás en mí, hablándome. Quieroescuchar tu voz, quiero servirte, quie-ro honrarte. Tú sabes cuán débil soy,tú sabes cuán imposible es hacernada sin ti».

Ustedes saben lo que el Señordice en Juan 15: «Separados de mí nadapodéis hacer». «Fuera de mí, tú nopuedes hacer nada; fracasarás todo eltiempo, serás un blanco para el ene-migo; pero, si permaneces en mí, es-tarás a salvo». No creas las mentirasdel diablo. Si tú eres salvo, el SeñorJesucristo ha venido a vivir dentro deti. Y con él dentro de ti, tú has sidopuesto en Cristo. Y ahora, contigo enCristo, tú estás en Dios. Y juntos, no-sotros estamos escondidos con Cristoen Dios. ¡Aleluya! Este es el mejor lu-gar donde podríamos estar.

«Permaneced en mí ... porque separa-dos de mí nada podéis hacer». ¿Cómo esposible entrar? ¡Dios ya te puso en él!El Señor dice: «Permaneced en mí».

Recuerden esto: Ustedes pueden

disfrutar mucho del Señor Jesús en lamedida en que le conozcan en su Es-píritu, por la revelación divina. Quetodos nosotros tengamos hambre porla revelación de Dios. Una vez, elhermano Austin-Sparks dijo algocomo esto: «Nuestra mayor necesi-dad es conocerle a Él por revelacióndivina». Yo quiero conocerle más, yespero de alguna manera motivarlespara que ustedes tengan hambre porél. ¡Él es tan grande! En cualquierpunto donde nosotros estemos en re-lación con él, aún necesitamos cono-cerle más.

Que Dios nos dé revelación de Je-sucristo. Él quiere hacerlo. En el Nue-vo Testamento, Dios habló varias ve-ces desde el cielo con voz audible, di-ciendo: «Este es mi Hijo amado». Élsiempre está apuntando hacia el Se-ñor Jesucristo, por si alguien –algunode sus discípulos, o alguien del mun-do– quiere conocerle. Muy a menudo,ellos están ciegos y caminan a la deri-va, y muy pocos le conocen; sin em-bargo, él quiere que le conozcamos.

De un mensaje oral impartidoen Temuco, en Septiembre de 2005.

* * *El precio de una barra de hierro

El precio de una barra de hierro es 5 pesos. Cuando se transforma enherraduras, vale 10 pesos. Si se transforma en agujas, vale 350 pesos;en hojas de cuchillos, su precio asciende a 32.000 pesos. Si con ello sehacen cuerdas para relojes, su precio se calcula en 250.000 pesos.

¡Qué de golpes tan terribles tiene que sobrellevar dicha barra parallegar a valer esto! Pero cuantos más martillazos ha recibido y ha sidopasada por el fuego, golpeada, machacada y pulimentada, su valor esmayor. ¡Ojalá que esta parábola nos ayude a guardar silencio, a perma-necer quietos y a soportar el sufrimiento! Los que más sufren, son capa-ces y pueden producir más.

El sufrimiento es el medio que Dios está utilizando para sacar cuantopuede de nosotros, para Su gloria y la bendición de otros.

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JOYAS DE INSPIRACION

"Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida" (Mat. 7:14).

En un sentido, el camino al cielo es muy seguro; pero en otrosaspectos, ¡no hay otro camino tan peligroso! Es acosado con dificul-tades. Un mal paso, y nosotros caemos. ¡Y cuán fácil es dar ese pasotraicionero, si la gracia está ausente!

¡Qué resbaladiza es aquella ruta que algunos de nosotros tene-mos que pisar! ¡Cuántas veces tenemos que exclamar con el Salmista:"En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaronmis pasos".

Si fuésemos fuertes andinistas, conocedores del terreno, esto noimportaría mucho; pero en nosotros mismos, cuán débiles somos.Aun en los mejores caminos, de pronto vacilamos. En los senderosmás lisos, rápidamente resbalamos. Nuestras endebles rodillas ape-nas pueden soportar nuestro peso tambaleante. Una brizna puedehacernos tropezar y un guijarro puede herirnos.

No somos más que infantes, dando temblorosamente nuestrosprimeros pasos en el caminar de la fe. Nuestro Padre celestial nossostiene por los brazos, o rodaríamos por tierra.

¡Oh, si somos guardados de la caída, cuánto debemos bendecirla paciencia, el poder y la sabiduría de Dios, que vigila sobre noso-tros a cada instante y día a día!

Piense – cuán propensos somos a pecar, cuán inclinados a esco-ger caminos peligrosos, cuán fuerte es nuestra tendencia a la caída.Y estas reflexiones nos harán cantar más dulcemente que nunca,dando gloria " ...a aquel que es poderoso para guardaros sin caída,y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría"(Judas 24).

Tenemos muchos adversarios que intentan derribarnos y des-truirnos. El camino es áspero – ¡y nosotros somos débiles! Pero, ade-más de esto, los enemigos acechan emboscados, y se apresuran,cuando menos lo esperamos, para hacernos tropezar o lanzarnos enel precipicio mortal más cercano.

¡Sólo un brazo todopoderoso puede preservarnos de estos ene-migos no vistos que buscan destruirnos a cada paso! Su brazo estácomprometido para nuestra defensa. Fiel es aquel que lo ha prome-tido, y él puede guardarnos de caer. ¡Así, pues, con una profundaconciencia de nuestra absoluta debilidad, podemos creer firmemen-te en nuestra perfecta seguridad!

C. H. Spurgeon

Un mal paso

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Centralidad y supremacíade

LEGADO

T. Austin-Sparks

La centralidad del propósito de Dios, de la experiencia del cre-yente, de la iglesia y de todo cuanto existe es Cristo, el Hijo desu amor.

Cristo

La cláusula en el versículo 13 deColosenses 1 representa am-pliamente lo que hay en mi co-

razón durante este tiempo: «el Hijo desu amor»1. De ello resulta la posiciónque Cristo ocupa conforme a la vo-luntad del Padre: «Él es antes de todaslas cosas, y todas las cosas en él subsis-ten», y en todas las cosas tiene la pre-eminencia: por lo cual «Cristo en voso-tros, (es) la esperanza de gloria».

Lectura: Colosenses 1:9-29.

1 La versión Reina-Valera traduce esta frase como“su amado Hijo” (N. del T).

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Podemos sintetizar todo esto en lafrase: «La centralidad y supremacíadel Señor Jesucristo», y en ello ocu-par íntegramente no sólo el tiempopresente, sino el resto de nuestras vi-das.

La palabra de Dios trae a la vistacuatro esferas en que ese pensamien-to y propósito de Dios concernientesal Hijo de su amor serán comprendi-dos. Está la esfera de la propia vidaindividual del creyente; en segundotérmino, la esfera de la iglesia que essu Cuerpo; en el tercer lugar, la esfe-ra de los reinos de este mundo, lasnaciones de la tierra; y en cuarto lu-gar, Él como el ser central y supremoen el universo entero, el cielo y la tie-rra y lo que está debajo de la tierra.

Nosotros no seremos capaces, eneste tiempo, de alcanzar todas esasesferas y ver lo que la palabra deDios tiene que decir sobre el Señor Je-sús en relación con ellas, pero el Se-ñor nos capacitará por lo menos en elconocimiento de una o dos de ellas.

Pero antes, les recuerdo esto:

La centralidad y supremacía del Se-ñor Jesús son el eje y la llave de todaslas Escrituras

Naturalmente, el Señor Jesús mis-mo nos lo dice en Lucas 24 . Allí leencontramos citando a Moisés, losSalmos, y todos los profetas, y lo quedicen concerniente a Él.

Dondequiera que leamos la pala-bra de Dios, la interrogante que siem-pre debe estar en nuestras mentes es:“¿Qué tiene esto que ver con Cris-to?”. Si usted trae esa pregunta a sulectura de la palabra de Dios, donde-quiera que usted lea (y esto no es di-

cho sin entendimiento) conseguiráuna nueva comprensión de la Pala-bra, usted hallará un nuevo valor ensu lectura, porque las Escrituras –to-das las Escrituras– hablan de Él.Aunque usted a veces pueda tenerdificultades escudriñando, todavía Élestá allí. El propósito final de todaslas partes de la palabra de Dios es re-mitirnos a Cristo.

Usted no debe leer la palabra deDios como historia, narración, profe-cía, o como sólo un tema en sí mismosin hacerse siempre la pregunta:“¿Qué tiene esto que ver con Cris-to?”, y hasta que pueda hallar esa re-lación con Cristo, usted no ha encon-trado la llave. Usted probablementeestará pensando en ciertas porcionesdifíciles de la Escritura. Pensará pro-bablemente en el libro de Proverbios,y dirá: “¿Qué relación hay aquí conCristo?”. Una sencilla sugerencia ilu-minará ese libro en seguida: Donde-quiera que usted leyó la palabra Sabi-duría, ponga a ‘Cristo’ en lugar de‘Sabiduría’. Usted ha transformado ellibro y captado su esencia, y eso estotalmente legítimo, apropiado, co-rrecto, y la lectura se lo demostrará.Él es la Sabiduría de Dios, el Logoseterno. Bien, sólo de pasada mencio-namos esto, porque lo que nosotroshemos de ver es la centralidad y uni-versalidad del Señor Jesús, y él está,por la voluntad divina, en el centrode todo en el universo, de cada fase ycada aspecto, y él es su explicación.

También lo es la explicación de laEncarnación

Esto no sólo es verdadero acercade las Escrituras, sino que lo es tam-

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bién respecto del objeto y explica-ción de su propia encarnación.Cuando usted está estudiando lapersona, la vida y la obra del SeñorJesús, debe haber una búsqueda di-vina en su corazón, y esa búsquedadebe apuntar a los rasgos que sugie-ren su universalidad. Al acercarsede nuevo a la lectura de la vida delSeñor Jesús con este pensamiento,usted no querrá un simple estudioutilitario de la Biblia, sino verá quesu horizonte se amplía y se agrandasu propio corazón, haciéndole sentirla maravilla de Cristo.

Buscando esos rasgos de su uni-versalidad, no tendrá que ir muy le-jos para encontrarlos. Ellos puedenremontarse a las profecías sobre suencarnación o puede hallarlos en laanunciación; pueden estar en las pa-labras de su precursor o bien en sunacimiento, con todas sus asociacio-nes e incidentes. El universo está allí.También están esos rasgos en su cir-

envío del Espíritu, su actividad pre-sente, y su segunda venida. Lo que esuniversal está a la vista. Cada una deestas cosas está marcada por los ras-gos universales, que se extiendenhasta los mismos límites del universoy abrazan todas las edades, las eter-nidades y todos los reinos. Este nonos es un terreno desconocido, perolo reiteramos para refrescar en nues-tra mente la manera en que debemosconsiderar al Señor Jesús.

No estamos intentando hacerlomás grande de lo que él es, sino deentender sus dimensiones reales; y lanecesidad del pueblo de Dios es teneruna nueva aprehensión de la grande-za de su Cristo, una nueva aprecia-ción del amado Hijo de Dios –y cuánpoderoso, majestuoso, glorioso, ma-ravilloso Hijo es él– y entonces recor-dar que el Hijo nos fue dado a noso-tros. Esto nos fortalecerá, nos darácrecimiento, y hará grandes cosas ennuestro caminar.

Dondequiera que leamos la palabra de Dios, la inte-rrogante que siempre debe estar en nuestras men-

tes es: “¿Qué tiene esto que ver con Cristo?”.cuncisión. En la luz del resto de lasEscrituras (que son ahora nuestras enel Nuevo Testamento) usted encon-trará que hay rasgos universales in-cluso en su circuncisión, o en su pre-sentación en el templo. También es-tán en su visita a Jerusalén, en subautismo, su ungimiento, su tenta-ción, su enseñanza, sus obras, sutransfiguración, su pasión, su muer-te, su resurrección, su ascensión, su

La centralidad y supremacía de Cris-to en la vida del creyente

Viniendo ahora a las aplicacionesmás específicas de esta universali-dad, a las esferas de su centralidad ysupremacía ya mencionadas, consi-deremos primero su centralidad y su-premacía en la vida del creyente. Per-mítanos mirar de nuevo esta palabra:«Cristo en vosotros, la esperanza de glo-ria». Usted notará en el contexto que

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el primer capítulo de la carta deColosenses nos lleva en seguida a lamente y el corazón de Dios antes deque el mundo fuera, y nos muestraqué está pasando en la mente y cora-zón del Padre en relación con SuHijo.

Esto es llamado «el misterio», esdecir, el secreto divino. Es impresio-nante ver que antes de que cualquieractividad creativa comenzara, Diosya atesoraba un secreto en su cora-zón. El Padre tenía un secreto, algoque él no había mostrado a nadie, nidicho a nadie; un secreto acariciado,relacionado con su Hijo. Fuera del se-creto de su corazón, que involucrabaa su Hijo, en cada actividad suya através de las edades, él estaba ocupa-do de muchas formas, trabajando consu secreto, envolviéndolo en esas mu-chas actividades, en esas muchas for-mas y maneras de su autoexpresión.Nunca revelándolo, nunca procla-mando lo que estaba en su corazónpese a sus muchas palabras, sino es-condiéndolo, ocultándolo dentro desímbolos y tipos y muchas cosas. To-das ellas envolvieron un secreto, «elmisterio».

Entonces a, la distancia, en la con-sumación, al final de estos tiempos,Dios envió a su Hijo, el Hijo de suamor. Entonces, por la revelación delEspíritu Santo, él se agradó en dar aconocer el misterio, en descubrir elsecreto. Y el primer capítulo de lacarta a los Colosenses señala el actoincomparable, sin parangón, de qui-tar el velo del secreto del corazón deDios acerca del Hijo de su amor.

Léalo de nuevo, cada fragmento:

ése era el secreto de Dios. Todo se re-sume en esto: “Para que en todo tengala preeminencia”. «En todas las cosas»;y entonces –y esto me maravilla; esalgo que más allá de nuestro entendi-miento– todo ello, el secreto del cora-zón eterno de Dios en su poderosamanifestación, era tener su realiza-ción dentro del corazón individual deun creyente. Y así es hasta nuestrosdías.

Este misterio es: «Cristo en voso-tros, la esperanza de gloria». Este secre-to de Dios, lo que Dios ha tenido ensu corazón desde la eternidad es:«Cristo en vosotros». Quiero enfatizar-lo una vez más. Este secreto estaba enel corazón de Dios desde la eterni-dad, para ser puesto a su tiempo ennuestros corazones. Lo que estaba enla mente de Dios desde antes de lafundación del mundo, tiene su co-mienzo en la recepción de Cristo enel corazón del creyente individualmediante la fe.

Pero éste no es el fin, es sólo elprincipio. Lo que seguirá será la igle-sia, que es Su cuerpo. Esto se ha pre-visto y está completo en el pensa-miento eterno, pero seguirá a la re-cepción de Cristo por los creyentesindividuales.

Pero la iglesia que es Su cuerpotampoco es el fin. Será el centro deotra esfera: los reinos de este mundo,las naciones que caminarán en su luz.Y entonces de nuevo, ése no será elfin, sino que se extenderá al universoentero. No sólo la humanidad glorifi-cada, sino los ejércitos celestiales an-darán en su luz.

Extractado de La centralidad de Cristo, Vol. I.

* * *

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C. H. Mackintosh

A partir del momento en que elalma es llevada a sentir larealidad de su condición de-

lante de Dios –a la profundidad de su

ruina, culpa y miseria– no podrá ha-ber descanso hasta que el EspírituSanto revele al corazón un Cristo ple-no y todosuficiente.

La incertidumbre en que viven muchos hijos de Dios se debe ano haber recibido en sus corazones un Cristo pleno, como latotal provisión de Dios para ellos.

LEGADO

de Cristosuficiencia

La total

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Esta es la única solución posible,y el remedio perfecto de Dios paranuestra completa pobreza.

Se trata de una verdad muy sim-ple, pero de la mayor importancia; ypodemos decir con toda seguridad,que cuanto más completa y profun-damente el lector aprenda esto parasí mismo, mejor será. El verdaderosecreto de la paz está en descenderhasta el fondo de un yo irremediable-mente culpable, arruinado y sin espe-ranzas, y ahí encontrar un Cristotodo-suficiente como la provisión deDios para nuestra más profunda ne-cesidad. Esto es verdaderamente des-canso – un descanso que nunca pue-de ser perturbado.

En este artículo nos proponemosmostrar al lector necesitado, que enCristo se encuentra atesorado para éltodo lo que pueda llegar a necesitar,sea para atender las necesidades desu propia conciencia, los ardientesdeseos de su corazón, o las exigen-cias de su camino.

Buscaremos probar, por la graciade Dios, que la obra de Cristo es elúnico lugar de reposo verdadero parala conciencia; que su Persona es el úni-co objeto para el corazón; y que su Pa-labra es la única guía verdadera parael camino.

La obra de Cristo para la concienciaAl considerar este importante

asunto, hay dos cosas que exigennuestra atención: primero, lo queCristo hizo por nosotros; segundo, loque él está haciendo para nosotros.En la primera, tenemos la expiación;en la última, la intercesión comoAbogado. Él murió en la cruz por no-

sotros: él vive para nosotros sentadoen el trono.

a) Lo que Cristo hizo por nosotrosPor su preciosa muerte expiatoria

él suplió plenamente todo lo que te-nía que ver con nuestra condición depecadores. Él cargó nuestros peca-dos, y los llevó del todo y para siem-pre. Él llevó la culpa por todos nues-tros pecados – los pecados de todoslos que creen en su nombre. Jehovácargó en él todas nuestras iniquida-des (Is. 53). «Porque también Cristo pa-deció una sola vez por los pecados, el jus-to por los injustos, para llevarnos aDios» (1ª Ped. 3:18).

Esta es una verdad inmensa, y detotal importancia para el alma necesi-tada – una verdad que se asienta enel propio fundamento de la posicióncristiana. Es imposible que un almadespertada, espiritualmente esclare-cida, pueda disfrutar de la paz divi-namente establecida hasta que estatan preciosa verdad sea recibida ensimplicidad de fe. Debo saber, sobrela base de la autoridad divina, quetodos mis pecados fueron quitadosde la vista de Dios para siempre; queél mismo se deshizo de ellos de modoque viniese a satisfacer todas las exi-gencias de su trono y todos los atri-butos de su naturaleza; que él se glo-rificó a sí mismo por lanzar fuera mispecados, y esto, de una manera mu-cho más tremenda y maravillosa quesi me hubiese enviado al infiernoeterno por causa de ellos.

Sí, fue él mismo quien lo hizo.Esta es la esencia y el meollo de todoel asunto. Dios puso nuestros peca-dos sobre Jesús, y él nos dice esto en

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su santa Palabra, a fin de que poda-mos saberlo sobre la base de la auto-ridad divina – una autoridad que nopuede mentir. Dios lo planeó así,Dios lo hizo así; y así Dios lo dice.Todo viene de Dios, de principio afin, y nosotros tan solamente tene-mos que descansar en eso como ni-ños. ¿Cómo sé que Jesús llevó mispecados en su propio cuerpo sobreel madero? Por la misma autoridadque me dice que yo tenía pecadosque debían ser llevados. Dios, en sumaravilloso e inigualable amor, measegura a mí, un pobre y culpablepecador, merecedor del infierno, queél mismo cuidó de todo el asunto demis pecados, y se libró de ellos deun modo tal que vino a traer unarica cosecha de gloria para su eternoNombre, por todo el universo, enpresencia de toda inteligencia crea-da.

Y en esto, la fe viva debe tranqui-lizar la conciencia. Si Dios se satisfizoa sí mismo con la solución para mispecados, yo debo quedar igualmentesatisfecho. Sé que soy un pecador –puede que incluso sea el mayor delos pecadores. Sé que mis pecadosson mayores en número que los cabe-llos de mi cabeza; que son negroscomo la medianoche – negros comoel mismo infierno. Sé que cualquierade esos pecados, el menor de ellos,merece las llamas eternas del infier-no. Sé –porque la Palabra de Dios lodice– que una simple partícula de pe-cado no puede jamás entrar en susanta presencia; y que, por consi-guiente, no había para mí otro desti-no sino la eterna separación de Dios.

Todo eso lo sé, sobre la base de la

clara e incuestionable autoridad deaquella Palabra que está para siem-pre afirmada en los cielos.

Pero, ¡oh profundo misterio de lacruz, el glorioso misterio del amor re-dentor! Veo al propio Dios llevandotodos mis pecados –pecados de lapeor especie– todos mis pecados, dela manera como él los vio y losavaluó. Lo veo colocándolos todos so-bre la cabeza de mi bendito Sustituto,y tratando con él allí por causa de lospecados. Veo las oleadas de la justaira de Dios –su ira contra mis peca-dos– su ira que debería haberme que-mado a mí, alma y cuerpo, en el in-fierno, por toda una terrible eterni-dad; yo las veo abalanzándose sobreel Hombre que quedó en mi lugar,que me representó delante de Dios,que soportó todo lo que yo merecía,con Quien un Dios santo trató comosi hubiese tratado conmigo. Veo laimparcialidad de un Juez, la santi-dad, verdad y justicia tratando conmis pecados, y librándome de elloseternamente, ¡no dejando escaparninguno de ellos! Sin connivencia, sinpaliativos, sin indiferencia, pues elmismo Dios tomó el caso en sus ma-nos. Su gloria estaba en juego; suinmaculada santidad, su eterna ma-jestad, las sublimes reivindicacionesde su gobierno.

Todo eso tenía que ser satisfechoen una medida tal que lo glorificasedelante de los ángeles, hombres y de-monios. Él podría haberme enviadoal infierno por causa de mis pecados.Yo no merecía nada menos que eso.Todo mi ser moral, desde lo más pro-fundo, merecía esto – y deberíahaberlo recibido. No tengo ni siquie-

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ra una palabra como disculpa paraun simple pensamiento pecaminoso,eso para no hablar de una vida man-chada por el pecado de principio afin.

Otros pueden argumentar comoquieran acerca de la injusticia de unaeternidad de castigo para una vidade pecado – la completa falta de pro-porción que hay entre algunos añosde prácticas malas y las intermina-bles eras de tormento en el lago defuego. Pueden argumentar, pero creoplenamente, y lo confieso sin reser-vas, que por un simple pecado contraun Ser tal como es el Dios que veo enla obra de la cruz, yo merecía sobra-damente el castigo eterno, oscuro, yel sombrío abismo del infierno.

No estoy escribiendo como unteólogo; si fuese uno de ellos, seríauna tarea muy simple adornar estocon una larga lista de evidencias delas Escrituras a fin de probar la so-lemne verdad del castigo eterno. Perono; estoy escribiendo como alguienque fue divinamente instruido delverdadero desierto que es el pecado,y este desierto, yo, calmada, delibera-da, y solemnemente declaro, es, ysólo puede ser, la eterna exclusión dela presencia de Dios y del Cordero –tormento eterno en el lago que ardecon fuego y azufre.

Sin embargo – ¡y eternas aleluyassean dadas al Dios de toda gracia!,porque, en vez de enviarnos al infier-no por causa de nuestros pecados, élenvió a su Hijo para ser la propicia-ción por esos mismos pecados. Y en eldesarrollo del maravilloso plan de re-dención, vemos un Dios santo tratan-do con la cuestión de nuestros peca-

dos, y ejecutando juicio sobre ellos enla Persona de su tan amado, eterno yco-igual Hijo, a fin de que el plenomanantial de su amor pudiese fluir ennuestros corazones. «En esto consiste elamor: no en que nosotros hayamos amadoa Dios, sino en que él nos amó a nosotros,y envió a su Hijo en propiciación pornuestros pecados» (1ª Juan 4:10).

Por tanto, esto debe traer paz a laconciencia, si tan solamente fuere re-cibido con sencillez de fe. ¿Cómo esposible que alguien crea que Dios sesatisfizo a sí mismo en cuanto a lospecados de él, y al mismo tiempo élmismo no tener paz? Si Dios nos dice:«Y no me acordaré más de su peca-do» (Jer. 31:34) ¿qué más podríamosdesear como fundamento de paz paranuestra conciencia? Si Dios me ase-gura que todos mis pecados están in-visibles como en densa oscuridad –que fueron lanzados detrás de Sí –yque han salido para siempre de de-lante de sus ojos, ¿por qué es que yono tendría paz? Si él me muestra alHombre que cargó mis pecados sobrela cruz, ahora coronado a la diestrade la Majestad en las alturas, ¿acasomi alma no debería entrar en el per-fecto descanso en lo referente a mispecados? Con toda seguridad.

La liberación del pecado. Sin em-bargo, bendito sea el Dios de todagracia, porque no es sólo la remisiónde los pecados que se nos anunciapor medio de la muerte expiatoria deCristo. Tenemos también completa li-beración del presente poder del pecado.Este es un gran asunto para todo ver-dadero amante de la santidad. Deacuerdo con la gloriosa dispensaciónde la gracia, la misma obra que ase-

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gura la completa remisión de los pe-cados rompió para siempre el poderdel pecado. No se trata sólo de que ha-yan sido borrados los pecados de lavida, sino el pecado de la naturalezaestá condenado. El creyente tiene elprivilegio de considerarse a sí mismocomo muerto al pecado.

«Con Cristo estoy juntamente cruci-ficado, y ya no vivo yo, mas vive Cristoen mí» (Gál. 2:20). Esto es cristianis-mo. El viejo yo crucificado, y Cristoviviendo en mí. El cristiano es unanueva creación. Las cosas viejas yapasaron. La muerte de Cristo encerrópara siempre la historia del viejo yo;y, por tanto, aunque el pecado habiteaún en el creyente, su poder está rotoy eliminado para siempre. No sola-mente la culpa que él llevaba está pa-gada, sino que su terrible dominiofue totalmente destruido.

Es esta la gloriosa enseñanza deRomanos 6 al 8. El estudioso atentode esta magnífica epístola observaráque a partir del capítulo 3:21, hasta elcapítulo 5:11 tenemos la obra de Cris-to aplicada a la cuestión de los peca-dos; y del capítulo 5:12 hasta el finaldel capítulo 8 tenemos otro aspectode la obra de Cristo, es decir, su apli-cación a la cuestión del pecado –«nuestro viejo hombre ... el cuerpodel pecado ... el pecado en la carne».No hay, en las Escrituras algo comoel perdón del pecado. Dios condenóal pecado; Dios no lo perdonó – unadistinción que es inmensamente im-portante. Dios demostró su eternaaversión al pecado en la cruz de Cris-to. Él expresó y ejecutó su juicio so-bre el pecado, y ahora el creyentepuede considerarse ligado e identifi-

cado con Aquel que murió en la cruzy que ha resucitado de entre losmuertos. Él salió de la esfera del do-minio del pecado y entró en aquellaesfera nueva y bendita donde la gra-cia reina por la justicia. «Pero gracias aDios, dice el apóstol, que aunque erais es-clavos del pecado (antes, no ahora), ha-béis obedecido de corazón a aquella formade doctrina a la cual fuisteis entregados;y libertados del pecado (no mera-mente teniendo los pecados perdona-dos), vinisteis a ser siervos de la justicia.Hablo como hombre, por vuestra humanadebilidad, que así como para iniquidadpresentasteis vuestros miembros paraservir a la inmundicia y a la iniquidad,así ahora para santificación presentadvuestros miembros para servir a la justi-cia. Porque cuando erais esclavos del pe-cado, erais libres acerca de la justicia.¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosasde las cuales ahora os avergonzáis? Por-que el fin de ellas es muerte. Mas ahoraque habéis sido libertados del pecado yhechos siervos de Dios, tenéis por vuestrofruto la santificación, y como fin, la vidaeterna.» (Rom. 6:17-22).

Aquí está el precioso secreto deuna vida santa. Estamos muertos alpecado; vivos para Dios. El reino delpecado terminó. ¿Qué tiene que verel pecado con un hombre muerto?Nada. Bien, entonces, el creyente mu-rió con Cristo; está sepultado conCristo; está resucitado con Cristopara andar en novedad de vida. Élvive bajo el precioso reino de la gra-cia, y tiene como fruto la santifica-ción. El hombre que hace uso de laabundante gracia divina como discul-pa para vivir en pecado niega el mis-mo fundamento del cristianismo.

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«Porque los que hemos muerto al pecado,¿cómo viviremos aún en él?» (Rom.6:2). Imposible. Sería una negaciónde toda la posición cristiana. Imagi-nar al cristiano como alguien quedebe seguir, día tras día, semana trassemana, mes tras mes, y año tras año,pecando y arrepintiéndose, pecandoy arrepintiéndose, es degradar elcristianismo y falsificar la posicióncristiana como un todo. Decir que uncristiano debe seguir pecando porqueél tiene la carne en sí es ignorar lamuerte de Cristo en uno de sus gran-des aspectos, y reputar como mentiratoda la enseñanza de los apóstoles enRomanos capítulos 6 al 8.

Gracias a Dios, no existe razón depor qué el creyente debería cometerpecado. «Hijitos míos, estas cosas os es-cribo para que no pequéis» (1ª Juan 2:1).No deberíamos justificar ni siquierael más simple pensamiento pecami-noso. Se trata de nuestro dulce privi-legio andar en la luz, como Dios estáen la luz; y con toda certeza, cuandoestamos andando en la luz, no esta-mos cometiendo pecados, o salimosde la luz y cometemos pecado; perola idea normal, verdadera y divina deun cristiano es la de alguien andandoen la luz, y no cometiendo pecado.Un pensamiento pecaminoso es ex-traño al verdadero carácter del cris-tianismo. Tenemos pecado en noso-tros, y vamos a continuar teniéndolomientras estemos en el cuerpo; perosi andamos en el Espíritu, el pecadoen nuestra naturaleza no se irá a ma-nifestar en la vida. Decir que no nece-sitamos pecar es la afirmación de unprivilegio cristiano; decir que no pode-mos pecar es un engaño e ilusión.

b) Lo que Cristo está haciendo paranosotros

Considerando que nuestra condi-ción es imperfecta y que nuestro an-dar es imperfecto; considerando tam-bién que nuestra comunión es sus-ceptible de ser interrumpida, es poresta razón que necesitamos del actualoficio de Cristo por nosotros.

Jesús vive a la diestra de Dios pornosotros. Su activa intervención anuestro favor no cesa ni por un mo-mento. Él atravesó los cielos en vir-tud de la expiación consumada, y allíejerce continuamente su perfecta in-tercesión por nosotros delante deDios. Él está allí como nuestra justiciapermanente, a fin de mantenernossiempre en divina integridad de laposición y de la relación a la cual sumuerte expiatoria nos introdujo. Poreso leemos en Romanos 5:10: «Porquesi siendo enemigos, fuimos reconciliadoscon Dios por la muerte de su Hijo, mu-cho más, estando reconciliados, seremossalvos por su vida». Así también lee-mos en Hebreos 4:14-16: «Por tanto,teniendo un gran sumo sacerdote quetraspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios,retengamos nuestra profesión. Porque notenemos un sumo sacerdote que no puedacompadecerse de nuestras debilidades,sino uno que fue tentado en todo segúnnuestra semejanza, pero sin pecado.Acerquémonos, pues, confiadamente altrono de la gracia, para alcanzar miseri-cordia y hallar gracia para el oportunosocorro».

Y también en Heb. 7:24-25: «Maséste, por cuanto permanece para siempre,tiene un sacerdocio inmutable; por locual puede también salvar perpetuamentea los que por él se acercan a Dios, vivien-

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do siempre para interceder por ellos». Yen Hebreos 9:24: «Porque no entróCristo en el santuario hecho de mano, fi-gura del verdadero, sino en el cielo mis-mo para presentarse ahora por nosotrosante Dios».

Tenemos también, en la 1a Epísto-la de Juan, el mismo asunto represen-tado bajo un aspecto un poco diferen-te. «Hijitos míos, estas cosas os escribopara que no pequéis; y si alguno hubierepecado, abogado tenemos para con el Pa-dre, a Jesucristo el justo. Y él es la propi-ciación por nuestros pecados; y no sola-mente por los nuestros, sino también porlos de todo el mundo» (1a Juan 2:1-2).

¡Cuán precioso es todo esto parael cristiano sincero, que está siempreconsciente –perfecta y dolorosamenteconsciente– de su debilidad, necesi-dad y fracaso! ¿Cómo es posible quealguien que vea estos pasajes queacabamos de citar pueda poner enduda la necesidad del cristiano de unininterrumpido ministerio de Cristoen su favor? ¿No es espantoso que al-gún lector de la Epístola a los He-breos, algún observador de la condi-ción y del andar del creyente másfiel, pudiese ser hallado negando laaplicación del sacerdocio e interce-sión de Cristo por los cristianos hoy?

¿A favor de quién (permítasenospreguntar) está Cristo viviendo y ac-

tuando ahora a la diestra de Dios?¿Será a favor del mundo? Ciertamen-te no; pues él dice, en Juan 17:9: «Noruego por el mundo, sino por los que mediste, porque tuyos son». ¿Y quiénesson ésos? ¿Se tratará acaso del rema-nente judío? No; ese remanente toda-vía no entra en escena. ¿Quiénes sonellos, entonces? Creyentes, hijos deDios, cristianos, que están ahora pa-sando por este mundo pecaminoso,sujetos a fallar y a ser engañados acada paso del camino. Estos son elobjeto del ministerio sacerdotal deCristo. Él murió para hacerlos lim-pios; él vive para mantenerlos lim-pios. Por su muerte él expió nuestraculpa, y por su vida él nos limpia,por medio de la acción de la Palabrapor el poder del Espíritu Santo. «Estees Jesucristo, que vino mediante agua ysangre; no mediante agua solamente,sino mediante agua y sangre» (1ª Juan5:6). Tenemos expiación y somos lim-pios por medio de un Salvador cruci-ficado. La doble fuente emanó delcostado herido de Cristo, muerto pornosotros. ¡Toda alabanza sea dada asu Nombre!

Tenemos todo, en virtud de lapreciosa muerte de Cristo. ¿Es nues-tra culpa el problema? Ella fue cance-lada por la sangre de la expiación.¿Son nuestras faltas diarias? Tenemos

Es imposible que un alma despertada, espiritual-mente esclarecida, pueda disfrutar de la paz divina-mente establecida hasta que esta tan preciosa ver-

dad sea recibida en simplicidad de fe.

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un Abogado para con el Padre – ungran Sumo Sacerdote para con Dios.«Si alguno hubiere pecado» (1ª Juan2:1). Él no dice «si alguien se arre-piente». No hay duda de que hay, ydebe haber, arrepentimiento y juicio-propio; pero ¿cómo ellos son produci-dos? Aquí está: «Tenemos un Aboga-do para con el Padre». Y su siempreprevaleciente intercesión consigue,para aquel que peca, la gracia delarrepentimiento, el juicio propio y laconfesión.

Es algo de suma importancia parael cristiano tener bien claro lo que serefiere a esta verdad cardinal de laintercesión abogadicia o sacerdociode Cristo. Acostumbramos errónea-mente a pensar que necesitamos ha-cer algo de nosotros mismos para re-solver la cuestión entre nuestra almay Dios. Nosotros nos olvidamos hastadel por qué estamos conscientes denuestra falla – antes de que nuestraconciencia se tornase consciente delhecho ya nuestro Abogado estuvo de-lante del Padre para tratar de eso; yes por su intercesión que tenemos lagracia de nuestro arrepentimiento,confesión y restauración. «Si algunohubiere pecado…», ¿tenemos qué? ¿Lasangre a la cual debemos recurrir?No; repare cuidadosamente lo que elEspíritu Santo declara. «Abogado tene-mos para con el Padre, a Jesucristo el jus-to». ¿Y por qué dice, «el justo»? ¿Porqué no dice, «el bondadoso», «el mi-sericordioso», o «el que se compade-ce de nosotros»? ¿Acaso él no es todoeso? Ciertamente; pero ninguno deesos atributos cabría aquí, aunquepodrían estar. El bendito apóstol co-loca delante de nosotros la consola-

dora verdad de que en todos nues-tros errores, pecados y fallas, tene-mos un representante «justo» delantede Dios justo, el Padre santo, demodo que nuestras cuestiones nuncaterminen en fracaso. Él vive siemprepara hacer intercesión por nosotros, yporque él vive siempre «puede salvarperpetuamente» – salvar hasta el fin–«a los que por él se acercan a Dios».

¡Qué firme consuelo existe aquípara el pueblo de Dios! ¡Y cuán nece-sario para nuestras almas es estarfundamentados en el conocimiento ycomprensión de eso! Hay algunosque poseen una comprensión imper-fecta de la verdadera posición de uncristiano, por no comprender lo queCristo hizo por ellos en el pasado;otros, al contrario, tienen una visióntan unilateral de la condición del cris-tiano que no perciben nuestra necesi-dad de lo que Cristo está ahora ha-ciendo por nosotros. Ambos debenser corregidos. Los primeros ignoranla extensión y el valor de la expia-ción; los últimos ignoran el lugar y laaplicación que tiene la intercesiónabogadicia. La perfección de nuestraposición es tal, que el apóstol dice:«Pues como él es, así somos nosotros eneste mundo» (1ª Juan 4:17). Si eso fue-se todo, ciertamente no tendríamosnecesidad del sacerdocio o de la in-tercesión aboga-dicia; pero nuestracondición es tal, que el apóstol nece-sita decir: «Si alguno hubiere peca-do…». Esto prueba cuán continua-mente necesitamos del Abogado. Y,bendito sea Dios, nosotros lo tenemoscontinuamente; nosotros lo tenemosviviendo siempre por nosotros. Él vive ysirve en las alturas. Él es nuestra jus-

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ticia sustitutiva delante de nuestroDios. Él vive para mantenernos justosen el cielo, y para hacernos justoscuando hayamos errado en la tierra.Él es el vínculo divino e indisolubleentre nuestras almas y Dios.

La persona de Cristo para el corazónHabiendo revisado hasta aquí las

verdades fundamentales relaciona-das con la obra de Cristo por noso-tros –su obra en el pasado y su obraen el presente– su expiación y su in-tercesión, debemos ahora intentar,por la gracia del Espíritu de Dios,presentar al lector algo de aquelloque las Escrituras nos enseñan encuanto al segundo tema de nuestroasunto, a saber, Cristo como un objetopara el corazón.

Se trata de algo maravillosamentebendito poder decir: «Encontré a Al-guien que satisface plenamente micorazón – encontré a Cristo». Es estolo que nos pone verdaderamente enla cima del mundo. Nos torna com-pletamente independientes de los re-cursos a los cuales el corazóninconverso siempre se apega. Nosconcede un descanso permanente.Nos da una calma y quietud de espí-ritu que el mundo no puede com-prender. El pobre amante del mundopuede pensar que la vida del cristia-no es muy estática, insípida, llegandoincluso a ser una ocupación idiota.Tal vez él quede espantado de vercómo alguien puede vivir sin aquelloque él llama «diversión». Privar alinconverso de aquello sería casi lomismo que llevarlo a la desespera-ción o a la locura; pero el cristiano nodesea tales cosas – él no las practica-

ría. Ellas son incluso un aborreci-miento para él. Hablamos aquí, evi-dentemente, del verdadero cristiano,de alguien que no es un mero cristia-no de nombre, sino de verdad.

¿Qué es un cristiano? Es un hom-bre celestial, un participante de la na-turaleza divina. Él está muerto parael mundo –muerto para el pecado–vivo para Dios. No tiene ni siquierauna conexión con el mundo: pertene-ce al cielo. Así como Cristo, su Señor,él no pertenece más al mundo. ¿Po-dría Cristo tomar parte en las diver-siones y festejos de este mundo? Lapropia idea de eso sería una blasfe-mia. Bien, entonces, ¿qué decir delcristiano? ¿Puede él tomar parte encosas que él sabe en su corazón queson contrarias a Cristo? ¿Puede ir alugares, frecuentar ambientes y des-envolverse en circunstancias donde,él tiene que admitir, su Salvador ySeñor no puede tomar parte? ¿Puedeél tener comunión con un mundo queodia a Aquel a Quien él profesa de-ber todas las cosas?

Tal vez a algunos de nuestros lec-tores pueda parecer que estamos ha-blando de un terreno muy elevado. Aéstos preguntamos: ¿Qué terreno de-bemos tomar? Ciertamente, el terrenocristiano, si somos cristianos. Bien,entonces, si debemos asumir una po-sición cristiana, ¿cómo podemos sa-ber lo que es una posición cristiana?Evidentemente, buscando en el Nue-vo Testamento. ¿Y qué es lo que allíse enseña? ¿Acaso él da alguna auto-rización para que el cristiano se mez-cle, en cualquier forma o medida, conlas diversiones y los vanos deseos deeste presente siglo malo? Escuchemos

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con atención las importantes palabrasde nuestro bendito Señor en Juan 17.Escuchemos de sus propios labios laverdad en cuanto a nuestra porción,nuestra posición, y nuestro caminoaquí en este mundo. Al dirigirse alPadre, él dice: «Yo les he dado tu pa-labra; y el mundo los aborreció, por-que no son del mundo, como tampoco yosoy del mundo. No ruego que los qui-tes del mundo, sino que los guardesdel mal. No son del mundo, como tam-poco yo soy del mundo. Santifícalos entu verdad; tu palabra es verdad.Como tú me enviaste al mundo, asíyo los he enviado al mundo» (Juan17:14-18).

¿Será posible concebir una medi-da más próxima de identificación dela que se nos presenta en estas pala-bras? Por dos veces, en este breve pa-saje, nuestro Señor declara que no so-mos del mundo, así como él tampocolo es. ¿Qué tenía que ver nuestro ben-dito Señor con el mundo? Nada. Elmundo lo rechazó completamente ylo expulsó. El mundo lo clavó en unavergonzosa cruz, entre dos malhe-chores. El mundo continúa actual yplenamente bajo la acusación de todoeso como si el acto de crucifixión hu-biese ocurrido ayer, bien en el centrode su civilización y con el consenti-miento unánime de todos. No existeni siquiera un vínculo moral entreCristo y el mundo. Sí, el mundo estámanchado con su asesinato, y nadatiene que decir a Dios a favor de sucrimen.

¡Qué solemne es esto! ¡Qué asuntoserio para ser considerado por loscristianos! Estamos pasando por unmundo que crucificó a nuestro Señor

y Maestro, y él declara que no somosde este mundo, así como tampoco éllo es. De ahí que si tenemos algunacomunión con el mundo estaremossiendo falsos para con Cristo. ¿Quépensaríamos de una esposa que sesentase, riese, y contase anécdotascon un grupo de hombres que hubie-se asesinado a su marido? Es exacta-mente lo que los cristianos profesan-tes están haciendo cuando se mez-clan con el presente siglo malo, y sehacen parte y porción de él.

Tal vez alguien pregunte: ¿Quédebemos hacer? ¿Debemos salir delmundo? De ningún modo. NuestroSeñor dijo expresamente: «No ruegoque los quites del mundo, sino que losguardes del mal» (Jn. 17:15). En elmundo, pero no del mundo, es el ver-dadero principio para el cristiano.Para valernos de una figura, el cris-tiano en el mundo es como un buzoequipado con una escafandra. Él estáinmerso en un elemento que lo des-truiría si no estuviese protegido desu acción, y mantenido por una conti-nua comunicación con el ambienteque está encima de él.

¿Qué debe hacer el cristiano conel mundo? ¿Cuál es su misión aquí?Esta: «Como tú me enviaste al mundo,así yo los he enviado al mundo». «Comome envió el Padre, así también yo os en-vío» (Juan 17:18; 20:21).

Tal es la misión del cristiano. Élno debe encerrarse entre las paredesde un monasterio o convento. Nadade eso. Somos llamados para estarocupados en las diversas responsabi-lidades de la vida, y para actuar enlas esferas que nos son divinamenteasignadas, para la gloria de Dios. No

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es un asunto de qué estamos hacien-do, sino de cómo lo estamos hacien-do. Todo depende del objeto que go-bierna nuestros corazones. Si es Cris-to quien comanda y cautiva el cora-zón, todo estará bien; si no es él,nada estará bien. Es nuestro dulceprivilegio colocar al Señor siempredelante de nosotros. Él es nuestromodelo. Así como él fue enviado almundo, nosotros también. ¿Qué vinoa hacer él? Glorificar a Dios. ¿Cómovivió él? Por el Padre. «Como me envióel Padre viviente, y yo vivo por el Padre,asimismo el que me come, él también vi-virá por mí» (Jn. 6:57).

Eso hace todo muy sencillo. Cris-to es el patrón y la clave de todo. Yano se trata meramente de una cues-tión de que algo sea correcto o inco-rrecto de acuerdo con las reglas hu-manas; es más bien una cuestión dequé es digno de Cristo. ¿Haría él estoo aquello? ¿Iría él allá o acullá? Élnos dejó «ejemplo, para que sigáis suspisadas» (1ª Ped. 1:21). Y con toda se-guridad, nunca deberíamos ir adon-de no pudiésemos percibir sus bendi-tas pisadas. Si vamos de un lado aotro sólo para satisfacernos a noso-tros mismos, no estamos siguiendosus pisadas, y no podemos esperardisfrutar de su bendita presencia.

Aquí está el verdadero secreto detodo el asunto. La gran cuestión esesta: ¿Es Cristo mi objeto? ¿Para quéestoy viviendo? ¿Puedo decir que «loque ahora vivo en la carne, lo vivo en lafe del Hijo de Dios, el cual me amó y seentregó a sí mismo por mí»? (Gál. 2:20).Nada menos que esto es lo que co-rresponde a un cristiano. Se trata dealgo demasiado miserable estar con-

tento sólo con ser salvo, y luego se-guir adelante abrazados con el mun-do, viviendo para la satisfacción pro-pia y en busca de los propios intere-ses – aceptar la salvación como el fru-to de la pasión y tribulación de Cristoy después vivir lejos de él. ¿Qué pen-saríamos de un niño al que sólo leimportan las cosas buenas que el pa-dre le da, y que nunca busca la com-pañía de su padre, prefiriendo lacompañía de extraños? Ciertamentesería alguien digno de desprecio.Cuánto más despreciable es el cristia-no que debe todo su presente y su fu-turo eterno a la obra de Cristo y, aunasí se contenta en vivir a una fría dis-tancia de su bendita Persona, sin pre-ocuparse ni un poco de la promociónde su causa – ¡de la promoción de sugloria!

La palabra de Cristo para el caminoPara terminar, debemos hacer una

breve referencia al tercero y últimotema de nuestro asunto: La Palabra deCristo como la guía todo-suficiente paranuestro camino.

Si la obra de Cristo es suficientepara la conciencia; si su bendita Per-sona es suficiente para el corazón;con toda seguridad, su preciosa Pala-bra es suficiente para el camino. Po-demos admitir, con toda la confianzaposible, que poseemos en el divinovolumen de las Sagradas Escriturastodo lo que podríamos necesitar, nosólo para atender las necesidades denuestra senda individual, sino tam-bién para las variadas necesidades dela Iglesia de Dios, en los mínimos de-talles de su historia en este mundo.

Estamos bien conscientes de que

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al hacer tal afirmación nos expone-mos a mucha burla y oposición, pro-cedentes de más de alguna dirección.Seremos confrontados, por un lado,con los que defienden la tradición y,por otro, por aquellos que luchan porla supremacía de la razón y voluntadhumanas. Pero eso nos preocupamuy poco. Consideramos las tradi-ciones de los hombres, sean ellos depadres, hermanos o doctores, cuandoson presentados como proviniendo de al-guna autoridad, como una partícula depolvillo en una balanza; y en lo quese refiere al racionalismo humano,sólo puede ser comparado a un mur-ciélago puesto al sol de medio día,ciego por la luz, y lanzándose contraobstáculos que no puede ver.

Es motivo de profundo gozo parael corazón del cristiano poder zafarsede las engorrosas tradiciones y doctri-nas de los hombres y entrar en la tran-quila luz de las Sagradas Escrituras, yal estar delante de los imprudentes ra-ciocinios del impío, del racionalista, delescéptico, sujetar todos su ser moral ala autoridad y el poder de las SagradasEscrituras. Él reconoce, con gratitud,en la Palabra de Dios el único patrónperfecto para doctrina, moral, y todo lodemás. «Toda la Escritura es inspiradapor Dios, y útil para enseñar, pararedargüir, para corregir, para instruir enjusticia, a fin de que el hombre de Dios seaperfecto, enteramente preparado para todabuena obra» (2ª Tim. 3:16-17).

¿Qué más podemos necesitar?Nada. Si las Escrituras pueden hacera un niño «sabio para la salvación», ysi ellas pueden tornar a un hombre«perfecto y enteramente preparadopara toda buena obra», ¿qué tenemos

que ver nosotros con la tradición ocon el racionalismo humano? Si Diosescribió un volumen para nosotros, siél condescendió en darnos una reve-lación de su pensamiento, en cuantoa todo lo que debemos conocer, pen-sar, sentir, creer y hacer, ¿nos volve-remos a un pobre mortal semejante anosotros –sea él ritualista o raciona-lista– para ayudarnos? ¡Lejos de no-sotros tal pensamiento! Sería lo mis-mo que nos volviéramos a nuestro se-mejante a fin de agregar algo a laobra consumada de Cristo, a fin dehacerla suficiente para nuestra pro-pia conciencia, o suplir lo necesariopara cubrir alguna deficiencia queencontrásemos en la Persona de Cris-to a fin de hacerlo suficiente paranuestro corazón.

Toda alabanza y gracias sean da-das a nuestro Dios por no ser este elcaso. Él nos dio, en su amado Hijo,todo lo que necesitamos para la con-ciencia, para el corazón, para el cami-no aquí –para el tiempo, con todossus escenarios en constante muta-ción– para la eternidad, con sus erasincontables.

Podemos decir: «Tú, oh Cristo,eres todo lo que necesitamos / másque todo en ti encontramos». No hay,ni puede existir, ninguna falta en elCristo de Dios. Su expiación y su in-tercesión deben satisfacer todos losanhelos de la conciencia más profun-damente ejercitada. Las glorias mora-les –la poderosa atracción de su divi-na Persona– deben satisfacer las másintensas aspiraciones y deseos del co-razón. Y su inigualable revelación –ese volumen sin precio– contiene, en-tre sus tapas todo lo que podamos

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* * *

necesitar, de principio a fin, en nues-tra carrera cristiana.

Lector cristiano: ¿Acaso estas co-sas no son así? ¿Acaso usted no reco-noce la verdad que hay en ellas, enlo más íntimo de su ser moral reno-vado? Si así es, ¿está usted descan-sando, en tranquilo reposo, en laobra de Cristo? ¿Se está deleitando

en su Persona? ¿Se está sujetando,en todas las cosas, a la autoridad desu Palabra? ¡Dios quiera que así pue-da ser con usted, y con todos los queprofesan su Nombre! Pueda haberun testimonio cada vez más pleno,más claro y más decidido para la to-tal suficiencia de Cristo, hasta aqueldía.

Citas escogidasCuando a un alma le falta la gracia de Dios, viene a ser como una

planta que ya no tiene ni flores, ni frutos, ni hojas.H. Dossier

Si Jesús hubiese nacido mil veces en Belén, y ninguna en micorazón, yo sería la persona más desolada del mundo.

Corrie Ten Boom

Para la necesidad diaria, hay gracia diaria; para la necesidad re-pentina, hay gracia repentina; para la necesidad abrumadora, hayla gracia abrumadora.

John Blanchard

Desconfía de los pecados pequeños.Juan Bunyan

Ser cristiano es una tarea de tiempo completo.Derek Prince

Todos los días podemos tener la paz de Dios si dejamos de agitar-nos por lo que podría ser, o lo que pudo haber sido, y nos concen-tramos en lo que es.

Jean-Pierre de Caussade

La esperanza de impunidad es el gran soporte de toda iniquidad.Matthew Henry

El corazón del cristiano camina sobre rosas si está por completobajo la cruz.

Martín Lutero

El hablar en público puede resumirse en tres cosas: primera, te-ner algo que decir; segunda, decirlo; y tercera y última, callarse.

Juan A. Broadus, en Historia de la Predicación

No te enamores de tus éxitos, ni permitas que tus fracasos tederroten.

Howard Hendricks

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El misterio de la persona de Cristo sólo puede ser comprendidoa medida que la luz de Dios descienda sobre el hombre.

G. Campbell Morgan

LEGADO

La restauración del hombre aDios forzosamente resulta enla restauración al hombre del

conocimiento de Dios. El propósitooriginal en la creación del hombreera que fuese un ser capaz de conocer

a Dios mismo, en comunión y coope-ración con él. A todo esto es restaura-do en Cristo. Así como la unión vitalentre Dios y el hombre es creada ymantenida por el Espíritu, también laobra de revelar a Dios al hombre es la

LarevelaciónEspíritupor el

de Cristo

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del Espíritu. «El Espíritu todo lo es-cudriña, aun lo profundo de Dios», yestas «cosas que ojo no vio, ni oídooyó, ni han subido en corazón dehombre … que Dios ha preparadopara los que le aman», es decir, lascosas del amor de Dios en Cristo, delas que el hombre en inteligencia nu-blada era ignorante, «Dios nos las re-veló a nosotros por el Espíritu» (1ªCorintios 2:9, 10). Así, mientras queen Cristo Dios se ha provisto de unMedio de revelación propia, Cristo esrevelado al hombre por el Espíritu.

Este esquema de la revelacióndebe ser comprendido si ha de haberuna verdadera apreciación de la reve-lación en sí. Este perfecto sistemaestá revelado en los últimos discursosde Jesús a sus discípulos antes de supasión. Cuando Felipe, como porta-voz de la humanidad caída (aunqueno lo comprendía cabalmente), dijo aJesús: «Muéstranos el Padre, y nos bas-ta» (Jn. 14:8), no hubo ni duda ni in-certidumbre en la contestación delSeñor. Claramente dijo: «El que me havisto a mí, ha visto al Padre» (Jn. 14:9).

Esta declaración está en perfectaarmonía con la inspirada afirmaciónde Juan de que «a Dios nadie le viojamás; el unigénito hijo, que está enel seno del Padre, él le ha dado a co-nocer» (Juan 1:18). No hay manera enque él pueda conocer a Dios salvopor medio de Cristo. Toda tentativade parte del hombre de formular unconcepto de Dios, o declarar una doc-trina concerniente a él, es inútil, amenos que el concepto y la doctrinase basen sobre la revelación que él hahecho de sí mismo en Cristo, y seansiempre fieles a ella.

La obra del Espíritu SantoReconociendo la inhabilidad del

hombre para conocer a Dios por símismo, el Señor también reconoceque los hombres eran incapaces decomprender la revelación de Dios ensí mismo, salvo que les fuera explica-da por ese Espíritu que «todo lo escu-driña, aun lo profundo de Dios» (1ª Cor.2:10). Por lo tanto, inmediatamentedespués de la pregunta de Felipe, diola promesa del Espíritu, junto conuna enseñanza acerca de él, que pre-pararía a los discípulos para su veni-da y obra. De esa enseñanza final se-rán suficientes como encabezamiento,tres declaraciones principales:

a) «El Espíritu Santo – el que osenseñará todas las cosas, y os recor-dará todo lo que yo os he dicho»(Juan 14:26)

b) «El Espíritu de verdad – éldará testimonio acerca de mí» (Juan15:26).

c) «El Espíritu de verdad – él meglorificará; porque tomará de lo mío,y os lo hará saber» (Juan 16:13, 14).

Estas palabras claramente de-muestran dos cosas. Primero, que laobra del Espíritu es esencialmente lade revelar a Cristo a aquellos en quie-nes él ha hecho morada; y segundo,que el hombre sólo puede conocer aCristo mediante la iluminación delEspíritu, así como el hombre sólopuede conocer a Dios por la revela-ción de Cristo.

Cualquier cristología que no seael resultado directo de la enseñanzadel Espíritu es falsa, por cuanto elmisterio de su persona y el significa-do de su obra son igualmente ines-crutables para la mente entenebre-

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cida del hombre, y sólo pueden sercomprendidos a medida que la luzde Dios descienda sobre ellos. Pormedio de Cristo, el Espíritu de ver-dad habita en el creyente y por me-dio del Espíritu de verdad, por lotanto, Cristo llega a ser el Morador.Siendo él revelado al hombre por elEspíritu, el hombre es restaurado alconocimiento de Dios que había per-dido por el pecado.

El conocimiento que el hombretiene de Dios mediante Cristo por elespíritu puede contemplarse, enton-ces, considerando primero la revela-ción de Cristo por el Espíritu; luego,la comprensión de Cristo por mediodel Espíritu; y finalmente el consi-guiente conocimiento de Dios.

Una revelación individual e históricaLa revelación que el Espíritu ha

hecho de Cristo ha sido individual ehistórica. Comenzó su obra con indi-viduos, y después por consideracióna las generaciones venideras y en co-operación con ellas, procedió a pre-parar para el futuro. Por revelaciónpersonal de Cristo a individuos pre-paró a hombres para dejar un regis-tro escrito tocante a Cristo. Luegomediante hombres así preparadosvino a ser el Autor del nuevo regis-tro. Completada esa narración, hadado una exposición de ella a travésde los siglos, en constante coopera-ción con los hombres.

El Espíritu comenzó su obra cuan-do en el día de Pentecostés bautizó ala compañía de almas que se halla-ban en actitud de espera, en una nue-va unión con Dios en Cristo. Al trazarsu obra, pues, es necesario comenzar

con los Hechos de los apóstoles,mientras que, por supuesto, al estu-diar su revelación, la estructura delNuevo Testamento es el verdaderoorden. En los Hechos de los apóstolesvemos al Espíritu comunicando vidaa los hombres individuales, y luegodirigiéndolos definitiva e inmediata-mente en todos los asuntos de suvida.

Una de las notas destacadas de lanarración de la iglesia primitiva es decómo estos hombres fueron especí-ficamente guiados por el Espíritu, yno obstante, siempre se observa quesu acción bajo su dirección es de leal-tad a Cristo. El Espíritu impide o im-pele, pero son restringidos cuando élimpide, o siguen adelante cuando élimpele, siendo leales a Cristo. Así esevidente que si bien estos hombreseran conscientes de la constante in-terposición del Espíritu, reconocíanque ésta era una interpretación de la

La persona y obra de Je-sús son más perfecta-mente comprendidas

ahora que nunca antes, yél, por el Espíritu, está

demandando y recibien-do una mayor y más

profunda lealtad que encualquier tiempo pasado.

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voluntad de su coronado Señor paraellos.

Eventualmente, para la consola-ción de la iglesia en su relación aCristo, y para la continuidad de susentido de Cristo, era necesario quese escribiera ese relato de él comouna persona en la historia, constitu-yendo una base perpetua para la in-terpretación del Espíritu. De esta ne-cesidad surgieron las Escrituras queahora se conocen como las del NuevoTestamento. En estos escritos el únicotema del Espíritu es Cristo. En losEvangelios están registrados los he-chos que son necesarios tocantes a supersona y enseñanza. En ellos se leve mayormente en espléndida sole-dad, separado pero en medio de loshombres; glorioso en verdadera y re-gia dignidad, como lo muestra la na-rración de Mateo; paciente en ince-sante servicio, según los registraMarcos, supremo en la realizacióndel ideal divino de la humanidad,como lo demuestra el Evangelio deLucas, y misterioso en la Majestadesencial de la Deidad como lo decla-ran los escritos de Juan.

Luego sigue ese tratado en el cualCristo es manifestado en nueva unióncon los hombres, continuando esaobra comenzada en aislamiento, encooperación con aquellos que estánunidos a él por el Espíritu Santo. Estetestimonio tiene que ver casi exclusi-vamente con Cristo llamando a Símismo a los hombres para la remi-sión de pecados, para la renovaciónde la vida, para la restauración delorden perdido.

Pasando de esto, en los grandesescritos didácticos, el Espíritu revela

a Cristo como realizado en el creyen-te, y expresándose a sí mismo pormedio de la iglesia. Mientras que enlos Hechos se le ve casi enteramentellamando al pecador, en las epístolasse le ve casi exclusivamente en su re-lación con aquellos que han acudidoen obediencia a su llamado. Después,en el Apocalipsis, a un hombre queestá «en el Espíritu» se le concede lapropia visión que Cristo tuvo de suvictoria venidera, y la consumaciónde todos los propósitos de Dios con-cernientes a los hombres, hechosefectivos en Cristo.

Una comprensión más amplia y pro-funda de Cristo

Al llegar a este punto, estandocompletos los escritos, el Espíritu nocesó su obra, sino más bien la comen-zó en toda su plenitud y hermosura.A través de los siglos de la era cristia-na puede trazarse una comprensiónde Cristo siempre más amplia y pro-funda, debida invariablemente a larevelación del Espíritu a la iglesia deCristo, una revelación que constan-temente está en armonía con los es-critos inspirados, de modo que no seha revelado nada fuera de los he-chos inspirados, de modo que no seha revelado nada fuera de los he-chos registrados en aquéllos, si bienen una comprensión siempre másamplia, ha llegado esta siempre cre-ciente apreciación de Cristo.

Puede con seguridad afirmarseque la persona y obra de Jesús sonmás perfectamente comprendidasahora que nunca antes, y que él, porel Espíritu, está demandando y reci-biendo una mayor y más profunda

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lealtad que en cualquier tiempo pasa-do. Esta afirmación se hace con un re-conocimiento muy intenso de que elconflicto que ha ido produciéndoseen la periferia de la revelación cristia-na se está concentrando alrededor dela ciudadela central de la persona deCristo. En vista y en presencia de eseconflicto, no hay temor en el corazónde quienes sean conscientes de lacontinuada presencia y trabajo delEspíritu. El resultado tiene que seruna nueva vindicación de la persona-

lidad del Dios-hombre, y una nuevaapreciación de aquello que, relativo aél, siempre estará más allá de la posi-bilidad de declaraciones formuladaspor parte del hombre.

Así se ve que el Santo Espíritu deverdad, mediante procesos de infini-ta paciencia, ya sea con el individuoo en la historia de la raza, continúasu sagrada obra de revelar a Cristo,interpretando su palabra y adminis-trando su obra.

Tomado de Las Crisis de Cristo, Tomo 2.

* * *El africano que se fumó el Nuevo Testamento

Cierta vez se hallaba un misionero en una calle de una ciudadafricana con un Nuevo Testamento en la mano. Un africano se leacercó y le preguntó si le podía dar aquel librito. El misionero esta-ba dispuesto a hacerlo, pero quiso saber por qué lo quería. “Porquesus páginas tienen la medida perfecta para liar cigarrillos”, confesóel hombre. Impresionado por la honestidad del hombre, el misione-ro decidió plantearle un desafío: “Le daré el libro si me prometeleer cada página antes de usarla para liar un cigarrillo”. El africanoaceptó el reto y recibió el Nuevo Testamento.

Quince años más tarde el misionero fue a unos cultos de evange-lización donde iba a predicar un evangelista negro. Cuando el evan-gelista vio al misionero, se le acercó, y le preguntó: “¿No se acuer-da usted de mí?”. “No”, respondió el misionero, “¿nos hemos vistoantes?”. “Sí, hace quince años usted me dio un Nuevo Testamentoy me hizo prometer que leería cada una de sus páginas antes deusarlas para liar cigarrillos. Me llevó desde el evangelio de Mateohasta Juan capítulo 13 antes de dejar de fumarme la Palabra yempezar a predicarla. Aquél Nuevo Testamento es la razón por laque estoy predicando aquí esta noche”.

José L. Martínez, en 503 ilustraciones escogidas

Un buen sermónJuan Bunyan luchaba fielmente contra la tentación de vanaglo-

riarse por el éxito de su ministerio, a fin de no caer en la condena-ción del diablo. Cuando cierta vez uno de sus oyentes le dijo quehabía predicado un buen sermón, él le respondió: “No necesita de-círmelo, el diablo ya me susurró al oído eso mismo antes de dejarel púlpito”.

Orlando Boyer, en Biografías de grandes cristianos

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En el plan de la revelación divi-na descubrimos una gran ideacentral definida que avanza in-

variablemente en un claro desarrolloy gran progresión a través de todo ellibro.

Los libros de MoisésEl libro de Génesis es el libro de

los Principios, y todo lo que hay enlos libros posteriores, tiene, en ciertosentido, su origen y fundamento enél. Éxodo es el libro de la Redención.

Lectura: Josué 1:1-4

Algunas riquezas de Cristo disponibles para todo cristiano.

A. B. Simpson

plena en Cristo

LEGADO

herenciaNuestra

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Levítico es el libro de la Reconcilia-ción, y muestra la doctrina del Espíri-tu Santo en cuanto nuestro acceso aDios, y de nuestra vida en lo sagradodel santuario. Números es la historiadel desierto y el cuadro de nuestraperegrinación aquí abajo; y especial-mente del fracaso del pueblo de Diosen tomar posesión de su herencia.Luego sigue Deuteronomio, el quenos relata la segunda o nueva partidadel pueblo de Dios, después de latriste experiencia de fracaso y peca-do, y repite de nuevo el pacto de Diosy sus órdenes a su pueblo, cuando lasegunda generación se apresta a en-trar al reposo que sus padres habíandesechado.

JosuéLa culminación de todo esto se

halla en el Libro de Josué. Así comoNúmeros es la historia del fracaso, yDeuteronomio de la nueva prepara-ción, así nos relata Josué su entradaefectiva en la Tierra Prometida. Estelibro expone el punto culminante delpueblo del pacto hasta ahí, y necesa-riamente sugiere algunas leccionesmás profundas en su significado es-piritual, superiores respecto a las re-velaciones neotestamentarias, y alpueblo espiritual del cual el antiguoIsrael era sólo un tipo.

Por lo mismo, hallamos al apóstoldiciendo en su carta a los Hebreos:“Si Josué les hubiera dado el reposo, nohablaría después de otro día”. Por tanto,queda un reposo para el pueblo deDios. Así, es evidente que Canaán nohabía de ser la pertenencia perma-nente de Israel, sino un tipo de la he-rencia superior de la fe y santidad

que aún quedaba para el pueblo delpacto con Dios.

No el cieloEsa herencia no puede ser el cielo

que nos espera después de la muerte,ni aun el reino terrenal de gloria yjusticia que ha de iniciar la venida deCristo. Nuestra himnología está llenade este concepto, pero no concuerdacon la idea real del Espíritu Santo;porque no hemos de hallar en el cie-lo, ni en el estado milenial, cosa algu-na concordante con los enemigos enCanaán a quienes Josué tuvo quecombatir, con los años de lucha queIsrael soportó, o con la vergüenza yel pecado de Acán, o con el subsi-guiente claudicar de Israel, etc. A esatierra “no entrará cosa que contamine”,y aun Satanás, el gran caudillo de to-das las huestes adversas, será expul-sado definitivamente de allí.

Por tanto, el reino espiritual debeser alguna experiencia y condición deaquí. Así lo expresa claramente elapóstol cuando dice: “El que ha entradoen su reposo, también ha reposado de susobras, como Dios de las suyas”; y aúnmás: “Temamos, pues, no sea que perma-neciendo aún la promesa de entrar en sureposo, alguno de vosotros parezca nohaberlo alcanzado”. El reposo de Dios esalgo de aquí abajo, una condición yexperiencia de victoria, poder y satis-facción espiritual que corresponde conla experiencia de Israel en Canaán.

Dos tipos de cristianosAun el observador más superfi-

cial habrá notado en los anales de laexperiencia cristiana, y la observan-cia de la vida, que en el mundo hay

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dos tipos de cristianos muy distintosel uno del otro; uno representa la ex-periencia de desaliento, ansiedad,duda, inconstancia y frecuente deca-dencia; una vida tan carente de satis-facción que a veces dudamos, si real-mente son cambiados de corazón; yel otro, lleno de confianza, victoria,gozo, satisfacción, poder y estabili-dad.

La diferencia entre estos dos tiposes más notable aún que la misma ex-periencia de conversión; o que el con-traste entre un hombre mundano y uncristiano profesante. Los que han al-canzado esta segunda etapa de la vidacristiana testifican uniformemente quesu segunda bendición señaló un cam-bio mucho mayor en su experiencia,que la primera.

No ha habido período en la histo-ria de la Iglesia sin estas dos clasesde discípulos. Aun los mismos após-toles pasaron de una etapa a la otra.Su experiencia antes de la venida delEspíritu Santo fue la realización dellibro de Números, y su vida subse-cuente después del día de Pentecos-tés, fue una repetición del libro deJosué. No hay hoy día ninguna con-gregación de cristianos en la tierraque no tenga estas mismas dos cla-ses: unos que simplemente han salidode Egipto y vagan en el desierto, conla esperanza de la salvación y unamedida de la gracia suficiente paramantenerlos separados del mundo; yotros que han sido llenos del Espíri-tu, y caminan en la luz y gozo del Se-ñor.

Tomando de esto el punto de vis-ta más bajo, ¿quién será el que nohaya sentido la necesidad de algo

más profundo y elevado en su vidacristiana? ¿Quién será el que no halamentado sus fracasos y humillacio-nes, anhelando una pureza y poderdignos del costo y gloria de la gransalvación de Dios? ¿Quién será el queno se haya dado cuenta que debe ha-ber algo superior a una vida de peca-do y arrepentimiento, y poseer lasanta aspiración que lucha constante-mente dentro de su pecho?

A menudo, muchos hombres sehan cansado tanto y quedado tandesconformes con su pequeña reli-gión, que la han arrojado de sí, di-ciendo: “Si no he de tener algo mejorque esto, prefiero no tener nada”; ydespués de años de lucha hallaron laplena salvación de Dios y la acepta-ron llegando a poseer una experien-cia amplia de la santificación por elEspíritu Santo. Es instinto natural deun alma recién renacida esperar se-mejante vida desde el principio, y su-fre una extraña desilusión al experi-mentar su primera caída, se sienteabrumada por su insuficiencia e im-potencia, lanzando por primera vezel amargo clamor: “¡Miserable hombrede mí! ¿quién me librará de este cuerpode muerte?”.

Ya en el capítulo 13 de Génesis lee-mos que Dios dio a Abraham una vi-sión de la Tierra Prometida, largos si-glos antes de que se cumpliese; y así,Dios nos ha estado dando a nosotrosdurante toda nuestra vida, una visiónde bendiciones mayores y más ricasque las que jamás hemos disfrutado. Amenudo las hemos visto en la vida desantos de Dios con quienes hemos es-tado en contacto, y sus semblantes ra-diantes han despertado en nosotros

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hambre por lo que poseemos, asom-brándonos de que no lo tengamos. Amenudo lo hemos visto en la prome-sas de Dios, y nos preguntamos porqué no se realizan en nosotros, si esque Dios realmente nos las quierecumplir. A menudo, la visión ha pare-cido un vago asomo muy indefinible,pero otras veces la luz se ha hechomás y más clara, a fin de que entenda-mos más definidamente lo que signifi-ca e implica la promesa. Esta es la ora-ción del apóstol en favor de sus ami-gos de Éfeso, y es la oración del Espí-ritu para cada uno de nosotros, quesean “alumbrjados los ojos de vuestro en-tendimiento, para que sepáis cuál es la es-peranza de su llamamiento, y cuáles lasriquezas de la gloria de su herencia en lossantos”. Que Dios abra de tal maneranuestros ojos para que, a medida queleemos estas líneas, podamos enten-der el significado de la herencia de lossantos, y la plenitud de la bendiciónde Cristo.

VictoriaEl primer poste señalizador defi-

nido en la herencia es victoria.Canaán significaba para los antiguosisraelitas triunfo sobre sus enemigos;y nuestra gran necesidad espirituales poder para vencer el mal dentrode nosotros y el que nos rodea. Enninguna parte se nos promete eximir-nos de la lucha, sino que es nuestroprivilegio triunfar en ella.

El pecado no dejará de existir en lapresente dispensación, pero nosotrospodemos ser muertos al pecado, y de-mandar la potente promesa: “El pecadono se enseñoreará de vosotros; pues no es-táis bajo la ley, sino bajo la gracia”. El

pacto y juramento de Jesús es que:“siendo librados de todos nuestros enemi-gos y de las manos de los que nos aborre-cen, le sirvamos sin temor, en justicia ysantidad delante de Él, todos los días denuestra vida”. Victoria sobre el pecadointerno, sobre el ego que nos domina,sobre la tentación que nos persigue,ésta es la promesa de Cristo; ésta es lacompra de sus sangre, ésta es la santi-ficación que el Espíritu Santo viene adar a cada corazón rendido a Él.

ReposoCanaán es llamada el “Reposo de

Dios”. Puesto que la tuvieron despuésde cuarenta años de fatigoso vagarera, por cierto, un delicioso reposo.Representa, en la experiencia cristia-na, algo tan precioso como escaso: li-beración no sólo del pecado y tenta-ción, sino aun de la ansiedad y el te-mor; representa también la paz quesobrepasa a todo entendimiento yguarda el corazón y la mente median-te Cristo Jesús; la confianza que no seaflije por nada, esa confianza que echatodos sus afanes sobre Él; esa paz per-

Canaán no había de ser lapertenencia permanentede Israel, sino un tipo dela herencia superior de la

fe y santidad que aúnquedaba para el pueblo

del pacto con Dios.

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fecta en que Dios guarda a aquelloscuyas mentes están ancladas en El, lagran paz de los que aman su ley, ynada les ha de ofender. Cristo mismotiene esta paz perfecta, y su último le-gado a sus discípulos fue: “La paz osdejo (o lego), mi paz os doy: no se turbevuestro corazón, ni tenga miedo”.

RealizaciónLa tierra de Canaán era para ellos

la realización de muchas promesasanteriores. Les hacía efectivas las co-sas que hasta entonces sólo habíansido esperanzas. Y así para nosotros,en nuestra vida cristiana, hay unaetapa de fe y promesa, y hay la expe-riencia de completa realización ybendita satisfacción. “La ley por mediode Moisés fue dada: mas la gran realidadvino por Jesucristo”.

El Espíritu Santo es una prenda yun sello; y estas figuras expresan laprofunda impresión de realidades vi-vas en nuestro corazón y vida. Haypara nosotros el conocimiento efecti-vo de cosas divinas y el conocimientopersonal e íntimo de Dios; la satisfac-ción completa de cada anhelo delalma; amor tan arraigado y fundadoque no puede ser conmovido, y ben-diciones “más abundantes de lo quepedimos o entendemos”. Esta heren-cia, amados, es para vosotros. Diosquiere hacer que las cosas del Espíri-tu sean más efectivas en vuestra vidaque las cosas de los sentidos en elmundo inferior y material, y vivificarcada sentido interno a tal punto quepodáis conocer y ver las realidadesinvisibles del mundo venidero conuna intensidad que las cosas de estatierra jamás podrán alcanzar.

Poder¡Cuánto ansían los hombres el po-

der! ¡Cuán débil e ineficaz es la vidade los cristianos, cuán poco producenpara Dios y sus semejantes! Cristo esel Todopoderoso, y no hay esfera enque se debiera sentir más su omnipo-tencia que en el reino espiritual, don-de domina supremo el Espíritu Santo.

La experiencia de Josué enCanaán expresa el poder victorioso.Era la marcha de Dios, materializadaen su pueblo, en triunfo continuo,hasta que todo enemigo terrenal ytoda fuerza material reconociera estasupremacía. El mismo poder fue in-corporado en el Señor Jesús y su Es-píritu omnipotente, y aguarda el de-pósito de todo corazón totalmenterendido. “Recibiréis virtud (poder)cuando haya venido sobre vosotros el Es-píritu Santo; y me seréis testigos ... Elque en mí cree, las obras que yo hagotambién él las hará; y mayores que éstashará”.

Vuestra propia herenciaPero hay algo superior a todo

esto. La tierra de la promesa tiene unsignificado personal para cada unode nosotros. Ningún hombre puedeocupar todo el mundo, o vivir entoda una ciudad; hay un sitio quecada uno llama hogar, una ubicacióno posesión particular, y expresa nues-tra propia residencia personal. Y asíhay un sentido en que Dios tiene unaherencia especial para cada uno desus hijos. Las promesas de Dios tie-nen para ustedes un significado queno pueden tener para mí; y así Diostiene para cada uno un plan distintoe individual.

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Este plan Él lo está aplicando conti-nuamente a nuestra fe a la medida denuestra capacidad y voluntad de reci-birlo. Esto es a lo que se refería Davidal decir: “Las cuerdas me cayeron en luga-res deleitosos, y es hermosa la heredad queme ha tocado”.

La heredad de cada cristiano es lasuprema voluntad de Dios para él. In-cluye la vida interna y la externa, ysignifica para cada uno la revelaciónde Cristo en nuestro propio corazóncon toda su plenitud de gracia y po-der, y la disposición providencial deDios en nuestra vida, a fin de desarro-llarnos en el grado mayor y usarnospara el mayor bien.

Durante toda nuestra vida Diosnos ha estado hablando de este plan.Algunos recordamos las distantes vi-siones de nuestra infancia, cuandonos arrodillábamos para nuestras pri-meras oraciones, y cuando la luz delcielo empezó a iluminar el firmamen-to de nuestras almas, abriéndolas alos pensamientos y planes de Dios.Más y más claramente, a medida queentrábamos a su más inmediata pre-sencia, nos iba revelando su pensa-miento para nosotros, agregandopromesa tras promesa, y a medidaque las iba cumpliendo sucesivamen-te, nos conducía a mayores visiones,más vastas esperanzas y más osadosavances; y hemos empezado a reco-rrer la tierra en toda su longitud yanchura.

La cuerda para medir esa tierrason las promesas de Dios. Cada vís-pera de Año Nuevo, cada día de es-pecial devoción a Él, cada ocasión denueva consagración, cada cumplea-ños y cada aniversario, ha ido acre-

centando estas promesas y ensan-chando la visión, y cada año quepasa, en el cual la fe y la esperanza sehan tornado en acción de gracias yalabanzas por las promesas cumpli-das, ha probado la veracidad y segu-ridad de su Palabra.

Una Tierra mayorPero para la mayoría de nosotros

aún hay una tierra más amplia que laque nos hemos dado cuenta, y Diosnos habla como lo hizo antaño aAbraham, diciéndole: “Alza ahora tusojos, y mira desde el lugar donde estáshacia el norte y el sur, y al oriente y aloccidente. Porque toda la tierra que ves,la daré a ti y a tu descendencia parasiempre... Levántate, ve por la tierra a lolargo de ella, y a su ancho; porque a ti ladaré.”.

Así también habla Él a algunos denosotros en las ricas y gloriosas pro-mesas de Deuteronomio 8: 7-10: “Por-que Jehová tu Dios te introduce en labuena tierra, tierra de arroyos, de aguas,de fuentes y de manantiales, que brotanen vegas y montes; tierra de trigo y ceba-da, de vides, higueras y granados; tierrade olivos, de aceite y de miel; tierra en lacual no comerás el pan con escasez, ni tefaltará nada en ella; tierra cuyas piedrasson hierro, y de cuyos montes sacarás co-bre. Y comerás y te saciarás, y bendecirása Jehová tu Dios por la buena tierra quete habrá dado”.

¡Qué hermosa tierra es esa, consus vertientes de refrigerio espiri-tual, cuyas fuentes de agua viva sehallan en la vida y presencia deDios, y de allí el corazón obtiene am-plia provisión para todas las necesi-dades espirituales; también para su

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trigo, cebada, higueras y granados;su pan sin escasez, su dulce miel; suaceite y olivos produciendo en per-petua frescura la unción de su gozoy poder; la tierra cuyas mismas pie-dras y collados con toda su asperezay aridez no son sino minas de cobrey hierro, capacitándonos para sacarpoder de nuestras mismas dificulta-

des, y bendición de todas nuestrasaflicciones.

Estimados, hay para nosotros unatierra semejante. Si queréis entrar y to-mar posesión de toda la plenitud deesta bendición ilimitada sólo necesitáisdesear y reclamar toda la plenitud deesa tierra prometida.

(Fragmento).

* * *La lección de la mariposa

El capullo del «pavón de noche», cierta mariposa nocturna, tiene laforma de una botella de cuello estrecho. Para que el bellísimo insectoaparezca en perfecto estado, debe abrirse paso por el cuello del capu-llo, a lo largo de varias horas de intenso esfuerzo.

Cierto día, una pequeña abertura apareció en un capullo y un hom-bre se detuvo a observar el duro proceso; se sentó y observó porvarias horas cómo la mariposa se esforzaba para que su cuerpo pasa-se a través de aquel pequeño agujero. Parecía que ella ya no lograbaningún progreso, que había ido lo más lejos que podía en su intento yno podía avanzar más.

Entonces el hombre, movido por la compasión, decidió ayudar a lamariposa: tomó unas tijeras y cortó el resto del capullo que aprisiona-ba al insecto. La mariposa entonces salió fácilmente, pero su cuerpoestaba atrofiado, era pequeño y tenía las alas aplastadas.

El hombre siguió observando porque él esperaba que, en cualquiermomento, las alas se abrirían y se agitarían para ser capaces de so-portar el cuerpo, el que, a su vez, iría tomando forma.

¡Nada ocurrió! Sus alas no llegaron a desplegarse. En realidad, lamariposa pasó el resto de su vida arrastrándose, en vez de volar porel aire reflejando la luz en sus alas. Pasó una vida corta con un cuerpodeforme y alas atrofiadas.

Lo que el hombre, en su gentileza y voluntad de ayudar no compren-día, era que el capullo apretado y el esfuerzo necesario para que lamariposa pasara a través de la pequeña abertura, era el modo por elcual Dios hacía que el fluido del cuerpo de la mariposa llegara a lasalas, de tal forma que ella estaría pronta para volar una vez que estu-viera libre del capullo.

Algunas veces, el esfuerzo es justamente lo que precisamos en nues-tra vida. Si Dios nos permitiera pasar a través de nuestras vidas sinobstáculos, nos dejaría lisiados. No seríamos tan fuertes como podría-mos haber sido y nunca podríamos volar.

Al ver sufrir a los hijos de Dios, no los observemos con falsa compa-sión. Los seres humanos tendemos a no ver más allá de lo inmediato.Deberíamos fijarnos más bien en las buenas consecuencias del sufri-miento, porque de no ser por las dificultades y conflictos de la vida,nuestra personalidad no se desarrollaría plenamente.

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Una hermosa aplicación espiritual del significado tipológico deCanaán.

En 1ª Corintios 10:11: leemos:“Y estas cosas les acontecieroncomo ejemplo, y están escritas

para amonestarnos a nosotros, a quieneshan alcanzado los fines de los siglos”. Enotro tiempo estábamos en Egipto.

Todo lo que ha sido redimido por lasangre de Cristo, estuvo primero enEgipto. Egipto tiene tres significados.Primero, placer sensual, puerros, ajosy cebollas. Segundo, servidumbre, elcapataz, el ladrillo y la ciudad del te-

F. B. Meyer

Cristo

LEGADO

yCanaán

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soro. Tercero, la angustia del alma.Suponemos que no hay ninguno quesea de Cristo que no recuerde al pla-cer sensual, la servidumbre y las an-siedades del alma.

De todo eso nos ha traído Dios.Lo hizo cuando trajo a Cristo pormedio de la muerte a la resurrec-ción; nos trajo cuando cada uno denosotros, por decirlo así, se ha cu-bierto detrás del Cordero Pascual, decuyo lugar su sangre hablaba a Dios.Feliz momento aquel en el que en-tramos en la paz, en el que pusimosla sangre sobre el dintel y los postesde las puertas, para que al ver Diosla sangre, fuésemos rescatados y sa-liéramos con gozo de la tierra de es-clavitud. ¡Y al pasar a la otra orilladel Mar Rojo, repetimos con Maríael himno de la libertad, regocijándo-nos en Dios nuestro Salvador!

Nos entregamos para seguir la di-rección de la nube, y nos refugiamosdebajo de ella de día y de noche. De-pendíamos de Dios para todo, para elagua que manara de la roca, y para elmaná que cayera sobre el suelo deldesierto. Días felices aquellos, en losque, acabados de redimir, y con elsentimiento de nuestra libertad, an-dábamos con Dios en las primerashoras de nuestra conversión.

Llegamos entonces al pie de Sinaí.Obtuvimos una nueva idea de la san-tidad y de la justicia de Dios, y alaproximarnos a aquel lugar, dijimoscon todo el fervor de la verdadera in-tención: “Haremos todo lo que Diosquiera”. Pero el gozo empezó a des-vanecerse, y al tratar de cumplir laley de Dios, fuimos cayendo hora trashora en el pecado que detestábamos.

Fue aquella la experiencia de lo queexpresa Romanos capítulo 7. Según elhombre interior, amábamos la ley deDios, pero cuando teníamos que ha-cer lo que queríamos, nos encontrá-bamos que no podíamos. Éramoscomo los que se levantan después deuna grave enfermedad, que no pue-den caminar bien, y que al empezar adar los primeros pasos vacilantes, enel acto caen a tierra.

Después de haber estado allí oí-mos el mandato de Dios de levantarlas tiendas y partir, y después de al-gunos días, llegamos a Cades-Barnea.Cades- Barnea está en las fronterasde la tierra de Canaán, y allí la exten-sa pradera da lugar a la aridez deldesierto de arena. En Cades miramosatrás, hacia Egipto, y adelante, haciaPalestina. A Cades llegaron los espíastrayendo consigo cestos llenos de lasfrutas que habían encontrado en latierra prometida, uvas, granadas e hi-gos dulces y grandes. En Cades losinspeccionáis, los saboreáis, y decís:“Es una buena tierra”. Muchos de no-sotros hemos estado en Cades. Noshemos alojado en distintas Conven-ciones cristianas; y hombres que re-gresaban de la tierra de las promesasnos han dado, con discursos y libros,de las frutas admirables de ella, y he-mos dicho: “Esto es muy bueno”.Pero allí nos hemos detenido, y envez de cruzar la frontera y de ir a vi-vir en la tierra, nos hemos vuelto denuevo al desierto.

¿Por qué se detuvo allí Israel?Porque no creyó a Dios. Pensó queDios podría sacarle de Egipto, perono pudo creer que Dios pudiera ha-cerlo entrar a Canaán. Creía en el

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Dios del pasado, pero no podía creeren el Dios de cada momento. Teníaun corazón dañado por la increduli-dad, y se apartaba del Dios viviente.

Tal vez creemos en el Calvario,pero no en la ascensión. Creemos enel Cristo que murió, pero no en elCristo que se levantó de entre losmuertos, y que vive eterno. Creemosen la conversión como un acto reali-zado, pero no tenemos idea de queAquel que nos convirtió está dispues-to a toda hora para llevarnos al inte-rior de la tierra de Canaán y conser-varnos en ella.

Lo que significa el desiertoEl desierto tiene tres símbolos:

Primero, falta de quietud. El puebloestaba redimido, pero no tenía repo-so. Hay un capítulo en el libro de Nú-meros en el cual se lee que por treintay tres veces el pueblo se movió ennuevas direcciones. Esa ha sido du-rante años nuestra vida: de aquí paraallá, probando esta iglesia y aquella,

tal ministerio y el otro; sin haber ob-tenido reposo en el Señor.

Segundo, significa descontento:allí murmuraron. Tal vez nuestravida no es más que una constantemurmuración. Hemos conseguido ri-quezas, amor, amables asociaciones,pero siempre hay algo que quisiéra-mos ver cambiado. ¡Descontentos! Sies verano, porque hace demasiadocalor; si es invierno, porque hace de-masiado frío. Si se tiene amor, se de-sea dinero; y si tenemos dinero, sus-piramos por el amor. Si se retrocede osi se avanza encontramos motivo deconstante murmuración y desconten-to. Esa ha sido nuestra vida comocristianos.

Tercero, significa nostalgia, deseode lo que se abandonó. El pueblo ha-bía salido de Egipto, pero estabasiempre recordándolo. Nuestra vidaes negativa. Nos encontramos fuerade Egipto, pero vivimos tan a loEgipto como es posible. Y se recuer-dan con sentimiento sus placeres, yse pasa revista a sus hechos. Se re-cuerda con placer sus pasiones yliviandades, y aunque estemos fuerade él, el corazón experimenta deseosde él.

Somos cristianos, pero cualquierhombre mundanal pasa mejor la vidaque nosotros, pues éste nunca ha te-nido la ventaja de dirigir una miradaa lo que nosotros hemos visto. Él vivecontento; pero nosotros tenemos losuficiente como para sentirnos des-graciados.

Cruzando el Jordán¿Qué más? Venimos al Jordán. El

poeta nos ha hecho comprender que

Cruzamos el Jordáncuando nos identificamoscon la muerte de Cristo,y somos plantados con él

en la semejanza de sumuerte. Desde ese ins-tante, penetramos a la

tierra de Canaán.

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el Jordán significa muerte, la muertedel cuerpo; pero esto es una concep-ción falsa. En la expresión imaginati-va de Dios, el Jordán queda comoemblema de muerte, pero no de lamuerte del cuerpo, sino de la muertede la vida del yo. No creemos en eldesarraigo definitivo del yo, pero sícreemos que llegamos a la cruz, alJordán, y que colocamos la muerte deCristo entre nuestra vida pasada ynosotros mismos.

Cruzamos el Jordán cuando nosidentificamos con la muerte de Cris-to, y somos plantados con él en la se-mejanza de su muerte. Desde ese ins-tante, penetramos a la tierra de Ca-naán.

En Cades mirábamos de lejos,pero ahora estamos ya dentro de ella.Tal vez no tengamos la sensación deello. Al despertar, creeremos sentirgozo, pero no es así. Estamos tran-quilos y sin emociones, pero no im-porta. Un hombre cruza en barco lalínea del Ecuador sin darse cuenta deello, porque esa línea está marcadaen el mapa, pero no en el Oceáno, yse puede cruzarla sin saber. Sin haberexperimentado sensaciones especia-les, confiando que el Espíritu Santohará evidente nuestro conocimientodel hecho, hemos pasado al Jordán, yestamos en la tierra prometida.

La tierra prometidaY ¿cuál es la tierra prometida? La

tierra prometida es Cristo. Canaán esCristo. Él es la tierra de las promesas.Esas montañas son las montañas desu fortaleza. Esos valles representansu humildad; esos manantiales sonsu gozo; esos ríos son los símbolos de

su Santo Espíritu; esos tesoros sonsus riquezas. Esa tierra ... ¡Oh con-templadla! Toda es vuestra. Cristoestá en nosotros, y nosotros en Cristo.Eso es el Paraíso.

Se prueba esto en Hebreos 3:14:“Somos hechos participantes de Cris-to”. El tercer capítulo de Hebreos esla experiencia de desierto; el cuatroes la posesión de Cristo; y el apóstoldice que nosotros, los que creemos,somos hechos participantes de Cristo.¡Cristo en nosotros!, Cristo en torno anosotros, Cristo en la gloria!

Meditemos más en esto. Lo pri-mero que hay que hacer es ir a cono-cer la tierra. Recuerdo que cuando es-tuve en Chicago, alguien me dijo queuna familia puede comprar u obtenerdel Gobierno una finca en el lejanoOeste. Recogiendo todo lo que po-seen, el padre, la madre y los hijos sedirigen en caravana hacia la tierraadquirida. Al llegar se sientan en lacasa que está en el límite de la pro-piedad, en tanto que el padre se alejapara inspeccionarla. Dejando a su es-posa y a sus hijos, escala la montaña,y mira a un lado y a otro, a lo largodel río, a las lejanas cumbres, y sienteque toda aquella extensión es suya.Camina de acá para allá; se dice a símismo: “Es una buena tierra”. Vuelvea la casa y dice a su mujer: “Tenemosuna gran posesión”. Esto es lo prime-ro que hace.

Lo segundo es esto: Toma algunasvaras y estacas, cerca una parte, yempieza a cultivarla. Al año siguien-te, hace avanzar las estacas, tomandomás tierra y cultivando ya más. Y añotras año va adelantando las cercas,hasta que, al cabo de veinte años,

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aquéllas han llegado a abarcar la ex-tensión completa de su dominio, y locultiva ya todo.

Apliquemos esto ahora: Escaladconmigo esa montaña, la enseñanzadel Espíritu Santo y ved primero elSalvador que hemos obtenido; y an-tes de terminar, tomaremos un pocode Cristo, y lo dejaremos aparte,como un potrero; y, segundo, iremostomando de él. Mañana correremosla cerca más allá, tomando más de ély algo más al día siguiente, y más ala otra semana y más aun cada nuevoaño. Sólo en la eternidad no tendre-mos necesidad de adelantar la líneade cultivo de Cristo hasta el límite desu plenitud, porque cuando hayáisllegado hasta el último extremo, to-davía Cristo será eternamente más.

Lo que Cristo esVeamos ahora lo que Cristo es.

Abramos en 1ª Corintios 2:12: “Paraque sepamos lo que Dios gratuitamentenos ha dado”. (Nuevo Testamento in-terlineal Griego-Español de Lacueva).Dicen que un conocido predicador,queriendo enseñar a sus hijos a esti-mar el honor, la verdad y la confian-za, colocó sobre el paño de la mesa,en la sala de diario, dinero suficientepara el gasto de toda la familia. Si laesposa necesita, toma de allí; si losniños necesitan, toman de allí. Todanecesidad de aquella casa se suplecon el tesoro colocado en aquellamesa. Así Dios ha puesto en Jesústodo lo que el alma puede necesitar, ynos dice: “Id y tomad de ello; todoestá a vuestra disposición”.

¿Estáis en tristeza? En Cristo hayalegrías. ¿Estáis en tentación? En

Cristo hay socorro. ¿Estáis al finalde vuestras fuerzas? En Jesús haypoder. Pero estas palabras son muydébiles aún, porque se pudiera pen-sar que Dios diera esto o aquelloaparte de Cristo. Digámoslo con másprecisión: tomáis de Cristo cualquie-ra cosa que podáis necesitar, y él esla plenitud de vuestra necesidad, devuestro deseo, de modo que soisbendecidos con todas las gracias es-pirituales en Cristo en bienes celes-tiales. Todo lo que podáis necesitarestá en Cristo, y creemos que es her-moso el necesitar, a fin de queaprendamos a conocer todo lo quehay en Cristo.

Recordamos que cuando éramosniños nunca despertábamos tanto in-terés en nuestra madre como cuandoestábamos tristes, decepcionados oenfermos. Creo que algunas vecesfingíamos estar así, sabiendo que en-tonces nuestra madre hacía más pornosotros. Y así, cuando estáis debili-tados y fatigados, cuando la fe ha re-trocedido, cuando la fuerza se haagotado y las esperanzas se han des-vanecido, cuando todo en torno nues-tro parece escapársenos, entonces escuando llega el momento de Dios,que viene a decirnos: “Hijo mío, yohe puesto en Jesús todo lo que tu es-píritu necesita”; y aunque, como Ma-dame Guyon, tengamos que pasardiez años en la cárcel, Cristo será pa-ra nosotros amigo, y consuelo, y for-taleza, y satisfacción, y todo lo quepodamos necesitar.

¡Ah, si se comprendiera bien loque Cristo puede ser para el alma!Esos que han estado recurriendo a loque se dejó en el pasado, creyendo

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obtener paz y gozo en medio de eso,y que sólo reciben nuevos desenga-ños. ¡Ah, poder decirles que en Cristoencontrarán montañas, lagos, ríos,arroyos, tesoros, campos de trigo yolivares y, en una palabra, todo loque el alma pueda requerir para sen-tirse bendecida. ¡Oh Espíritu de Dios!¡Toma todo lo que hay en Cristo y re-vélalo al corazón que espera en él!

El modo de tomar de élJuan dice que de su plenitud he-

mos recibido todos, y Pablo añadeque los que reciben la abundancia devida reinarán. ¡Recibir! ¿Sabéis cómose recibe? Tal vez decís: “Supongoque usted quiere decir con eso quedebo orar mucho”. No, señor, noquiero decir eso. Usted ha estadoorando por mucho tiempo. Quieroque, en cierto sentido, dejéis la ora-ción y que empecéis a tomar. Hayuna diferencia inmensa entre orarpor Cristo, y tomar de Cristo. Nos ex-plicaremos mejor.

Hace algunos años estábamos encompañía del doctor Wilberforce, enSouthampton, encontrándonos enton-ces en el primer flujo de nuestra ren-dición. Una noche él nos dijo: “Senté-monos en torno al fuego, y hablemosde nuestras vidas cristianas”. A miturno, yo hablé como lo haría un re-cién convertido, de mi rendición aCristo. Un anciano ministro que esta-ba en el otro lado del círculo, se pusoen pie y empezó a hablar. Dijo que lesorprendía mucho que el Sr. Meyerno tuviera algo mejor que lo que ha-bía referido. Que al oírle hablar, sepodría pensar que lo mejor que tene-mos que hacer es dar, abandonar;

pero que su fe era contraria a eso,que ella consistía en tomar; tomarprimero, y dar después.

Cuando se obtiene oro, se arrojala escoria; cuando se obtienen dia-mantes legítimos, se desechan los vi-drios. Obtened a Cristo, y el mundoya no tendrá atractivos para vosotros.Dadnos luz del sol, y para nada que-rremos la luz eléctrica. Dame la clari-dad del día, y para nada necesitaréluces artificiales.

El anciano continuaba: “Una vezme sentía siempre vencido por mi malcarácter, y luché contra él. Un día,cuando enseñaba a cierto número deniños y rehusaban éstos a oír mi lec-ción, yo llegué al extremo de mi forta-leza. Estaba a punto de olvidarme demí mismo, cuando en aquel momentome volví a Cristo, diciéndole: “Cristo,sé tú mi dulzura de carácter”.

En vez de luchar contra el mal ca-rácter, tomaba a Cristo como su pa-ciencia, su humildad, su mansedum-bre, su dominio de sí mismo. Al mo-mento comprendí que aquel era me-jor sistema; y recuerdo que cuando ala mañana siguiente el doctor Wilber-force bajó de su cuarto, me dijo:“¿Qué piensa usted de lo de anoche?”Le contesté: “Creo que marcará unanueva era en mi vida”. “Sí”, repusoél, “creo que también será así en lamía”.

Desde aquel momento, he tratadode vivir de esa manera; y al sentirque estaba en necesidad de algo, hedicho: “Cristo, sé esto en mí. Éste esel buen fruto de la tierra”.

¿Queréis hacer así? Jesús os ama.Jesús está cercano a vosotros. No merefiero tanto a la cruz, como a Jesús

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que fue crucificado. No hablo tantode la sepultura, como de Jesús, que selevantó de ella. No hablo tanto de laascensión, como de Jesús, que ascen-dió. Él está siempre con todos noso-tros. No es la santidad, sino Jesús,que es el Santo. No es la mansedum-bre, sino Jesús, que es el manso. Noes la pureza, sino Jesús, que es elpuro. Jesús, ¡no ello, no una experien-cia, no una emoción, no una fe, sinoJesús!

Habréis estado poco satisfechosde vuestra fe. ¡No penséis en eso! Nocontempléis vuestra fe; contemplada Jesús, y tendréis fe sin notarlo. Ha-béis estado preocupados respecto devuestros sentimientos: eso no valenada. El sentimiento va y viene,

como un barómetro. No penséis en él,pero vivid como en la presencia deJesús.

Almas: vosotras y Jesucristo estáisen pie frente a frente. Entregad-letodo vuestro ser a él y él os dará todosu ser a vosotras. Id a vuestra vivien-da miserable, id a donde yace vuestroniño enfermo, id a los campos del do-lor, del sufrimiento y de la tristeza: Élirá también con vosotros. Habéis lo-grado que el manantial brote junto avosotros: no tenéis necesidad de ir allenar vuestro jarro en alguna fuenteextraña. Tenéis a Jesús en vuestroscorazones, manantial que brota paravida eterna. ¡Oh, Alma: cuán rica erestú que, pasando el Jordán, has entra-do a la tierra de reposo!

* * *Si Dios está en la zarza...

El evangelista Luis Palau suele recordar la bendición que significópara él escuchar a Ian Thomas compartir un devocional sobre elllamamiento de Moisés. Palau cuenta: “El señor Thomas nospreguntó durante la reunión: ¿Saben lo que Dios estaba tratandode enseñar a Moisés? Le estaba tratando de decir: “Moisés, cualquierzarza sirve, siempre y cuando Dios esté en la zarza”. Seguidamenteel predicador leyó Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamentecrucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahoravivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó yse entregó a sí mismo por mí”.

La clave de todo el mensaje estaba allí, y el Espíritu Santo lo hizoclaro en mi corazón”. Ese mensaje produjo una revolución en elevangelista. Cesó la esterilidad en su servicio, y desde ahí comenzóa haber fruto.

Citado en Latinoamérica y las misiones mundiales

Apuntando al cieloSi uno lee la historia, descubre que los cristianos que más hicie-

ron por el mundo presente fueron precisamente aquellos que máspensaron en el mundo venidero. Desde el momento en que loscristianos han dejado de pensar en el otro mundo se han tornadoineficaces en éste. Apunta al cielo y ganarás la tierra. Apunta a latierra y no ganarás ni lo uno ni lo otro.

C. S. Lewis, en La conducta cristiana

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Miqueas habla tanto a Samaria como a Jerusalén, pero habla principalmente aJudá. Como en toda profecía genuina, a través del juicio surgen bendiciones futu-ras. La controversia del Señor con su pueblo redunda en infinita misericordia. Be-lén, la pequeña, es preferida a Jerusalén, madre de todos, para servir de cuna parael Mesías. El profeta retrata en tonos inigualables el carácter de Dios, que pasasobre los pecados al punto de lanzarlos a lo profundo del mar (Miq. 7:10-20; Éx.12:23; 14:27).

Miqueas fue contemporáneo de Isaías y de Oseas. El periodo de su vidase ubica antre 756 y 699 antes de Cristo. Los pecados que reprendía eranel resultado de la idolatría desenfrenada cometida en los tiempos de Acaz.La ruina de los dos reinos y sus capitales sería seguida por el retorno delremanente, la restauración del estado judío y el reino del Mesías. La pala-bra «Oíd» marca las divisiones del libro.

Divisiones:1. Miqueas 1-2: Visitación divina a Israel y Judá.2. Miqueas 3-5: La denuncia del pecado y la gracia de los últimos días.3. Miqueas 6-7: La controversia y el perdón de Jehová.

Claves para el estudio de la Palabra

Miqueas

Palabra clave: Controversia Versículo clave 6:2

A. T. Pierson

La necesidad de revelaciónToda obra que realicemos, por pequeña que sea, debe hacerse

según el modelo del monte. Esto es, según la revelación que Diosnos ha hecho de su propósito y plan eternos. Esta revelación tieneque ver no sólo con la predicación del evangelio, sino, sobre todo,con la edificación de la iglesia.

Howard G. Hendricks, en Dilo con amor

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Viendo a

comunión:amor y verdad

en laCristo

Stephen Kaung

Lecturas: 2ª Juan 1-13.

2a Epístola de JuanESTUDIO BIBLICO

La segunda y tercera cartas deJuan fueron los últimos escri-tos de todo el Nuevo Testa-

mento. Ellas fueron escritas probable-mente entre 95 y 98 d. de C., casi alfinal del primer siglo. No fueron en-

viadas a una iglesia en especial, sinoa personas individuales.

Sabemos que el propósito de Dioses, por naturaleza, corporativo, colec-tivo. Sin embargo, a causa del fracasode la gran mayoría, Dios llama a los

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vencedores. A través de esos vence-dores individuales, de ese grupo depersonas que responden al llamadode Dios, él va a realizar todo aquelloque él mismo se ha propuesto reali-zar por medio de la iglesia.

El tema de las cartas de Juan es larestauración. Por tanto, vamos a des-cubrir que Juan, al escribir su segun-da y tercera cartas a individuos y noa iglesias, está actuando en conformi-dad con el principio de la restaura-ción.

El escritor no menciona su nom-bre, y se refiere a sí mismo como «elanciano». Hay diferentes opinionescon relación a la palabra ‘anciano’utilizada aquí. Algunos consideranque se refiere a una persona de edad.Otros afirman que, en este contexto,alude a un anciano de la iglesia. Sinembargo, yo pienso que no alude aun anciano de la iglesia, pues éstesólo es responsable por aquellas per-sonas que forman parte de la iglesialocal específica donde él actúa. El au-tor de esta carta se dirige a alguienque no pertenece a la misma iglesialocal en la cual él se congrega, perose percibe que él hace uso de autori-dad por el modo en que escribe. Poresta razón, creo que la palabra ancia-no aquí se refiere simplemente a unhombre de edad avanzada, sabio, ex-perimentado en el Señor, respetadopor su espiritualidad, y que poseeuna larga historia con el Señor. Él es-cribe a esa señora, aconsejándola,animándola y advirtiéndola.

La mayoría de los estudiosos dela Biblia cree que el escritor de estacarta es el apóstol Juan. Entre los es-critos de Juan, sólo en Apocalipsis

aparece su nombre explícito. En suevangelio, él no menciona su propionombre. En Juan 13:23, sin embargo,escribe: «...uno de sus discípulos, al cualJesús amaba...». Todos sabemos que serefiere al propio apóstol Juan, el au-tor del evangelio.

La primera carta de Juan tampocomenciona su nombre; mas todos con-cuerdan que fue escrita por el apóstolJuan, el mismo autor del evangelio.Al comparar el evangelio con esa pri-mera carta, se percibe una semejanzatan grande que sólo resta concluirque ambos fueron escritos por unamisma persona. El estilo, la manerade tratar los asuntos es la misma, asícomo las expresiones utilizadas. Asi-mismo, la convicción con que fueronescritos es idéntica. Todo indica, portanto, que una misma persona escri-bió el evangelio y la primera epístola.

De igual forma, la segunda cartade Juan es muy semejante a la prime-ra, de modo que no hay alternativasino concluir que también fue escritapor el apóstol Juan.

Sin embargo, es interesante obser-var que Juan no inicia su carta dicien-do: «Carta del apóstol Juan a la seño-ra elegida». Siendo un apóstol, él po-dría iniciarla de esa forma; pero no lohace. Al contrario, se refiere a sí mis-mo simplemente como «el anciano».En eso podemos la humildad de Juan– la humildad de Cristo. En lugar deusar su autoridad espiritual, él escri-bió como un anciano, como alguienque había recibido mucho del Señor,y esta es una evidencia más de queJuan el apóstol es el autor de esta car-ta.

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La señora elegida¿Quién es la señora elegida a

quien escribe Juan? Hay diferentesopiniones al respecto. La palabra se-ñora, en griego, es kuria. La palabrahebraica correspondiente es la pala-bra marta, que significa señora, ama.Marta era un nombre muy común enesa época. La palabra señora puedereferirse a una dama llamada Kuria,o ser simplemente un título, o sea,una ama, una señora de carácter no-ble, conocida y respetada por los de-más.

Otros piensan que la palabra seño-ra se refiere a la Iglesia universal. En1ª Pedro 5:13, leemos: «La iglesia queestá en Babilonia, elegida...». Sabemosque Pedro, en este versículo, se refie-re a la iglesia en Babilonia. A causade eso, algunos eruditos piensan que,así como Pedro se refería a una igle-sia local llamándola elegida, Juan es-taría también aquí dirigiéndose a unaiglesia local, toda vez que una figurafemenina es utilizada a menudo pararepresentar a la iglesia.

Con relación a esta cuestión, al-guien hizo de manera muy apropia-da la siguiente afirmación: Sin dudaalguna, el escritor de esta carta po-dría haber mencionado su propionombre y también el nombre de lapersona a quien le estaba escribien-do, ¡pero no lo hizo! En forma inten-cional y deliberada, omitió los nom-bres. Esto nos lleva a pensar que de-bió haber un motivo para ello.

Una de las probables razones esque ellos estaban viviendo una épocade persecución, y mencionar nom-bres podría ser peligroso. No obstan-te, aunque los nombres hayan sido

omitidos, es evidente que el autor dela carta sabía quién era la destinata-ria. Además, es de vital importanciarecordar que, aunque desconozcamosal autor y al destinatario, la carta esparte de las Escrituras, y todo lo queen la Biblia está escrito, fue escritopara nosotros por el Espíritu de Dios.Por tal razón, creemos y aceptamosque Dios escribió esa carta dirigida anosotros, no sólo como individuos,sino también colectivamente, comoiglesia.

La iglesia al final del primer sigloPara comprender esta carta, nece-

sitamos entender algunas cosas acer-ca de la iglesia en aquella época. Re-cordemos que la segunda carta deJuan fue escrita ya en la parte finaldel primer siglo. Tras la muerte, resu-rrección y ascensión del Señor Jesús,desde el día de Pentecostés hasta laépoca en que la carta fue escrita, ha-bía pasado la primera generación decristianos, y ya había una segunda ytercera generaciones.

En un intervalo de aproximada-mente treinta años después de la as-censión del Señor, en los años 62 ó63, el evangelio había sido predicadodesde Jerusalén hasta Judea,Samaria, y hasta los confines de latierra, esto es, Roma. Después de eso,aun pasaron cerca de otros treintaaños, y es muy probable que la igle-sia de este periodo ya estuviese en susegunda o tercera generación.

La primera generación ya habíapartido, y el anciano que escribió lacarta pertenecía a la primera genera-ción. Este hombre aún estaba vivo. Sesabe que el apóstol Juan fue el último

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de entre los doce apóstoles en morir.Su vida se extendió pasados los no-venta años. Él era parte de la primerageneración y ahora estaba escribien-do para la segunda y tercera genera-ción de creyentes.

En la primera generación, las per-sonas tienen una visión, recibida di-rectamente de Dios y, por tanto, nosiguen tradiciones. Son los pionerosdel camino celestial, ellos ofrecen susvidas para que se cumpla en ellas elpropósito de Dios, y pagan un altísi-mo precio por su obediencia a la vi-sión que les fue concedida.

En la primera generación, todo esvivo, real, fresco; hay vida y poder.Entonces, la visión recibida es pasadaa la segunda generación, y se tornauna tradición. La segunda generaciónno tiene aquella revelación directa deDios, sino una revelación ‘de segun-da mano’. No tienen, en verdad, re-velación; ellos guardan una tradición.Externamente, no hay diferencia, sonexactamente iguales. Sin embargo,hay una gran diferencia, pues no hayaquella revelación interior.

La forma externa se mantieneinalterada, pero la realidad internaya no está presente, y a causa de ello,el testimonio empieza a debilitarse.Hay una buena tradición, aun correc-ta y ortodoxa; no obstante, aunqueesté de acuerdo con las Escrituras ysea correcta, deja algo que desear. Yal llegar a la tercera generación, el ni-vel es aún más bajo. Esta era la situa-ción en que se encontraba la iglesiaen la época en que Juan estaba escri-biendo.

El cristianismo ya había vivido suprimera y segunda generaciones, y

una tercera estaba arribando. En cier-tas ocasiones, hubo persecución, peroel verdadero peligro para la iglesiaen aquella época fue el surgimiento ypenetración de falsas enseñanzas.Siempre que la realidad interna sedebilita, las falsas enseñanzas y lasfalsas doctrinas encuentran un modode penetrar e influenciar a la iglesia.

Cuando la iglesia está bajo la luzde la revelación y la visión, cuandoella tiene la realidad espiritual, cuan-do existe aquel relacionamiento vivocon el Señor, es muy difícil que lasfalsas enseñanzas y doctrinas enga-ñadoras, aun de modo sutil, entrenen la vida de la iglesia. Sin embargo,cuando la iglesia está debilitada y lacomunión es confusa, el enemigo tra-tará de infiltrarse con todo tipo defalsas enseñanzas, y eso, obviamente,debilita aún más el testimonio de laiglesia.

El ministerio de JuanEl ministerio de Juan es un minis-

terio muy particular, pues es el mi-nisterio de la restauración. Juan esta-ba remendando las redes cuando fuellamado por el Señor. Las redes, porel uso, reventaban en varios puntos,de modo que después de haber sidoutilizadas, era necesario repararlas yreforzarlas en diferentes lugares,para que pudiesen ser utilizadas denuevo. Esto describe a la perfecciónel ministerio del apóstol Juan. Juanfue el hombre utilizado por Dios parareparar las redes, colocar remiendosy refuerzos donde era necesario, a finde que el testimonio de Jesús fueserestaurado.

Al ejercer su ministerio, Juan va a

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guiarnos continuamente a los oríge-nes; él siempre intentará hacernos re-tornar a lo que es esencial, al funda-mento. ¡Él va a conducirnos de vueltaa la vida! Porque, ¿qué es más esen-cial, más básico y primordial que lavida misma? Por esta razón, al estu-diar el ministerio de Juan, vemos quees el ministerio de la vida. Cuandotodo parece estar errado, es de vitalimportancia que la vida sea enfati-zada nuevamente, y es exactamentepor ese motivo que Juan siempre re-gresa a esta cuestión básica, al princi-pio de todo, la vida.

¿Qué es la iglesia? El inicio de laiglesia es la vida, y esta vida precisapermanecer hasta el fin. Si no hayvida en la iglesia, ella dejará de exis-tir. Podrá permanecer la estructura,pero no habrá contenido alguno, nohabrá realidad dentro de esa estruc-tura. La vida es la comunión, y la co-munión es comunión de vida. Si hayvida, obligatoriamente habrá comu-nión. Si no hay vida, no habrá comu-nión alguna. Por eso, el apóstol Juan,en todos sus escritos, nos conducesiempre de retorno a la vida y a la co-munión.

Confusión en la comuniónEl evangelio de Juan es el evange-

lio de la vida. Y el tema de sus tresepístolas es la comunión, pero la co-munión está basada en la vida. Por lotanto, Juan está intentando conducira las personas de retorno a la reali-dad de la vida y la comunión.

Siempre que hay problemas conla vida, habrá problemas con la co-munión. Cuando Juan escribe estacarta, había confusión con respecto a

la comunión. En otras palabras, loscreyentes en aquella época no sabíanrealmente lo que era la comunión. Nosabían quién debería ser incluido enla comunión, ni quién debería quedarfuera. Había una enorme confusiónentonces, y yo pienso seriamente,amados hermanos, que nosotros te-nemos hoy este mismo problema. Enel pueblo de Dios, de hecho, nosotrosno entendemos lo que es la verdade-ra comunión. No sabemos a quiéndebemos recibir en comunión, ni sa-bemos quién debe ser rechazado.¡Qué gran confusión tenemos hoy endía!

¿Qué es la comunión? Algunospiensan que la iglesia organizada esla iglesia de hecho, y que la iglesia noorganizada son ‘grupos de comu-nión’, o comunidades. Ellos llamaniglesia al Cristianismo oficial, y lla-man grupos de comunión a los diver-sos grupos procedentes del cristianis-mo tradicional. ¿Es éste el conceptode comunión? Algunas personas pre-

Cuando la iglesia está de-bilitada y la comunión esconfusa, el enemigo tra-tará de infiltrarse con

todo tipo de falsas ense-ñanzas, y eso, obviamen-te, debilita aún más eltestimonio de la iglesia.

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guntan: ‘¿Por qué ustedes se llamancomunidades (grupos de comunión)y no iglesia? ¿Es porque ustedes notienen una estructura organizacio-nal?’. ¿Será ese el significado de lacomunión?

Hay todavía aquellos que estánmás equivocados y piensan que la co-munidad es algo menor que la iglesia.En la iglesia en Corinto, había aque-llos que pertenecían a la comunión dePablo, otros a la comunión de Apolos,otros a la comunión de Pedro. ¡Esoestá errado! La palabra comunión sig-nifica, en verdad, aquello que la igle-sia hace cuando está actuando.

La iglesia es una comunión y lacomunión es la iglesia. Ambas sonuna misma cosa. Si hay iglesia, obli-gatoriamente habrá comunión; si haycomunión, habrá iglesia. Hay sola-mente una iglesia; hay solamente unacomunión. La esfera de acción de laiglesia se extiende exactamente hastadonde alcanza el campo de acción dela comunión. O sea, la iglesia es tangrande como la comunión.

¿Qué es la iglesia? Son aquellosque fueron llamados fuera del mun-do, reunidos en torno al Señor. Diosnos llamó de entre todas las naciones,tribus, lenguas y pueblos, y nos jun-tó, nos congregó en torno al nombredel Señor Jesús. «Y perseveraban en ladoctrina de los apóstoles, en la comuniónunos con otros, en el partimiento del pany en las oraciones» (Hech. 2:42). La co-munión de los apóstoles no es otracosa sino la comunión del Hijo deDios, nuestro Señor Jesucristo, y lacomunión de nuestro Señor Jesucristono es otra cosa sino la comunión delPadre y del Hijo en el Espíritu Santo.

Hay una comunión solamente, yesta comunión del Padre y del Hijoen el Espíritu Santo es extendida atoda la humanidad. Dios nos llamó aparticipar de la comunión de su Hijo,nuestro Señor Jesucristo, para quepodamos compartir con él lo que éles.

La palabra comunión significaparticipación en común. En verdad,es el Señor quien comparte todo connosotros. Nosotros no tenemos nadapara compartir con él. Todo lo quepodemos llegar a tener para compar-tir con él es porque, de alguna forma,habíamos recibido de él con anterio-ridad. Él es tan lleno de gracia que sedispone a compartir todas las cosascon nosotros. Él es el Hijo de Dios, yaun así, él comparte con nosotros supropia vida.

Principios que rigen la comuniónCuando Juan el anciano escribe su

carta, él dice: «...a quienes yo amo en laverdad». Este hombre de edad avan-zada amaba en verdad a la señoraelegida y a sus hijos. Pero no dicesólo eso, sino que continúa: «...a quie-nes yo amo en la verdad; y no sólo yo,sino también todos los que han conocidola verdad».

Al leer esta carta, descubrimosdos palabras claves: amor y verdad.Aunque no sea una carta extensa, ytenga apenas trece versículos cortos,la palabra amor aparece cinco veces,en tanto que la palabra verdad es usa-da cuatro veces. Así, podemos com-prender que Juan quiere, de maneravívida y enfática, hacernos entenderlos dos principios que gobiernan lacomunión: el amor y la verdad.

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Tú no puedes tener comunión enla verdad sin tener comunión enamor. Eso te haría riguroso, áspero,frío y exclusivista. De igual forma, nopuedes tener comunión en amor sintener comunión en la verdad. Eso teharía ser demasiado liberal, tratandode incluir a todo el mundo, pero tucomunión será demasiado débil, di-luida. La verdadera comunión debeser tanto en la verdad como en amoren igual medida.

Aquello que Dios unió no debesepararlo el hombre. Sin embargo,nuestro problema es que siempre es-tamos intentando separar el amor dela verdad. Nosotros pensamos que, sitenemos amor, no tendremos la ver-dad. O al contrario, pensamos que sitenemos la verdad, no podremosamar. Por ejemplo, si tú tratas deamar a todos y a todo, ¡amarás inclu-so el pecado! Serás tolerante con elpecado, serás indulgente con todos,porque quieres ser amoroso; serás in-capaz de disciplinar a nadie, ni aunusar de severidad cuando fuese nece-sario.

Nosotros pensamos que, si quere-mos amar, no tendremos la verdad almismo tiempo. Por otro lado, si de-seamos ser fieles a la verdad, pensa-mos que no podremos amar. Quere-mos permanecer firmes en la verdad,creemos que tenemos que luchar porella. Pero si piensas que tienes queluchar por la verdad, acabas ofen-diendo a unos y pisoteando a otros.Esto es lo que ocurre humanamente.Si tenemos la verdad, no podemos te-ner el amor. Es imposible para elhombre. O tú tienes la verdad, o tie-nes el amor.

AmorEl problema en este caso es el

concepto de amor y de verdad quenosotros tenemos. Aquello que llama-mos amor no es amor verdadero, y loque llamamos verdad, no es, de he-cho, verdad. La palabra usada porJuan en esta carta no es la palabragriega phileo, que significa amistad oafecto. Los seres humanos tenemosafectos, y no hay nada errado en eso;al contrario, el afecto natural es algoque nos fue concedido por Dios. Perosabemos que los sentimientos, elafecto natural, la amistad, son cosaslimitadas, que dependen fuertementede las circunstancia.

¿Por qué dos personas se hacenamigas? En la mayoría de las veces,porque ambas tienen un tempera-mento semejante, comparten los mis-mos intereses, y por eso se atraenmutuamente, les gusta estar juntas yconversar. ¿Por qué razón sientesafecto por otra persona? Es porque laotra persona es amable, concuerdacontigo y, en general, piensa y actúadel mismo modo que tú. A causa deeso, ustedes se hacen amigos; tú sien-tes afecto por esa persona.

Ese es el amor phileo. Pero el amordel cual habla el anciano no es phileo,sino el amor ágape. Ágape es la pala-bra griega que significa amor divino,un amor que no se centra en el inte-rés propio, un amor no egoísta. Es unamor que viene del interior, y poreso, no influenciado por las circuns-tancias externas.

Dios es amor. Él nos ama, no por-que somos amables, ni porque nosamamos o tengamos algo en nosotrosmismos que nos haga atractivos. Él

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nos amó porque él es amor. Él sim-plemente ama. No importa quiénseas, ni cómo estés, Dios te ama. Seacual sea la condición en que te en-cuentres, ella no tendrá ninguna in-fluencia en el amor de Dios hacia ti.Ese es el significado de la palabraágape utilizada para expresar eseamor absoluto, no egoísta, que tomala iniciativa y permanece siempre in-variable.

La verdadA veces, nosotros luchamos por la

verdad. En la historia de la cristian-dad, las luchas más encarnizadas en-tre los creyentes no fueron por causade la falsedad, sino por causa de laverdad. Con mucha frecuencia, noso-tros entramos en conflictos por causade la verdad, y muchas veces conten-demos seriamente.

Es posible que eso ocurra aun enel matrimonio. El marido se peleacon la esposa, por ejemplo, y el des-acuerdo puede llegar a tal nivel queellos ya no desean hablarse. Hay cier-tas áreas de conflicto en algunas pa-rejas en que la divergencia es tangrande que les impide aun conversarsobre determinados asuntos. Cadauno defiende una verdad diferente.

Sin embargo, lo que está ocurrien-do en esos casos es que aquello quenosotros llamamos verdad no sonverdades, sino interpretaciones. Laverdad es única, pero puede habermuchas interpretaciones. Nosotrosluchamos unos contra otros porquecreemos estar luchando por la ver-dad, cuando en realidad estamos sólodefendiendo una interpretación. Siestuviésemos realmente tratando con

la verdad, no habría contienda algu-na, pues hay sólo una verdad. Porotro lado, si estamos tratando con in-terpretaciones, habrá, sin duda, moti-vo para luchas y contiendas. Es porese motivo que estamos divididos.

¿Qué es la verdad? Cristo dice:«Yo soy la verdad». ¿Está Cristo dividi-do? ¡Claro que no! Entonces, ¿porqué razón parece que la verdad causadivisión entre nosotros? ¡No es porcausa de la verdad, sino a causa denuestras interpretaciones! Hermanos,los principios de la comunión son elamor y la verdad. Es el amor ágape,el amor de Dios, que nos capacita aamar a los demás.

¿Qué es la verdad? Es el manda-miento que recibimos de parte delPadre (1ª Juan 3:23). La verdad esCristo. Nosotros creemos en el SeñorJesús, en su persona y obra, y porquecreemos en él, guardamos sus man-damientos, nos amamos unos a otros.La comunión está basada en la ver-dad y en el amor.

Ánimo«Mucho me regocijé porque he halla-

do a algunos de tus hijos andando en laverdad, conforme al mandamiento que re-cibimos del Padre» (2ª Juan 4). Él esta-ba intentando eliminar la confusiónque había aparecido con respecto a lacomunión. Sin embargo, empiezaenfatizando el aspecto positivo.

Muchas veces, cuando enfrenta-mos la herejía o la falsedad, nosinvolucramos tanto con el aspecto ne-gativo, que llegamos a perder nues-tro propio equilibrio, y de algunamanera también nos apartamos de laverdad. No obstante, de acuerdo con

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las Escrituras, siempre que queramosluchar contra la falsedad o la herejía,el mejor método consiste en mostrarla verdad, enfatizar la verdad, demodo que aquello que es falso queda-rá expuesto.

Amados hermanos, es muy inte-resante observar que en esta carta tanbreve nos es mostrado algo acerca dela condición de los creyentes en lavida de la iglesia del primer siglo. Nosabemos mucho acerca de la iglesiade ese tiempo, pero esta carta nos daalgunas informaciones al respecto.

El versículo recién citado nosmuestra una familia cristiana. Es pro-bable que aquella señora fuese unaviuda con muchos hijos, algunos delos cuales ya no vivían con ella, perocontinuaban andando en la verdad.Ellos habían sido entrenados y cria-dos en disciplina y amonestación delSeñor y, a causa de eso, aun despuésde haber crecido y salido de su hogary residiendo en otro lugar, continua-ron andando en la verdad, siguiendoal Señor con fidelidad y amor.

Todo esto nos da a entender que,en los primeros años de vida de laiglesia, los hogares eran edificadosen Cristo. Esto es algo que necesita-mos aprender hoy. Necesitamos ins-truir a nuestros hijos en el conoci-miento del Señor, con el amor deCristo, con la verdad que hay enCristo, de modo que nuestros hijospermanezcan en él y avancen enaquello que han aprendido, auncuando ya no estén con nosotros y talvez residiendo en un lugar distante.

Eso es algo raro en nuestros días.A menudo, no es eso lo que ocurre enlas familias cristianas. Mientras los

hijos están viviendo con sus padres,aparentan ser verdaderos cristianos,pero cuando se van a vivir lejos delos padres, dejan de vivir lo experi-mentado en casa. No hay solidez, nohay un fundamento real, no hay esta-bilidad. Pero sabemos, a través deesta carta, que existía esa estabilidaden la iglesia del primer siglo. Aunquehabían pasado dos generaciones, enla tercera aún permanecía ese funda-mento, y aquello era de gran alegríapara el anciano.

Por otra parte, si la señora elegidase refiere a la iglesia, los hijos de ellason los jóvenes de la iglesia, y elapóstol está diciendo que había en laiglesia un buen fundamento, habíasolidez. Aunque algunos de ellos sehubiesen mudado a otras localidadesa fin de estudiar o trabajar, ellos per-manecieron en la verdad, continua-ron andando en la verdad, siguiendoy amando al Señor.

En nuestros días, debemos tenerel máximo de cuidado con esto, pueslos jóvenes entre nosotros deben serenseñados de tal modo que lleguen aser cristianos edificados sólidamenteen el amor y en la verdad. Si así ocu-rre, no se perderán en el mundo; porel contrario, no importa dónde estén,ellos continuarán en comunión, an-dando en amor y en verdad. Piensoque eso es algo tremendo.

Permanecer en la comuniónLuego, el escritor anima a la seño-

ra con estas palabras: «Y ahora te rue-go, señora, no como escribiéndote unnuevo mandamiento, sino el que hemostenido desde el principio, que nos ame-mos unos a otros» (v. 5).

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En el primer siglo, la iglesia se re-unía en las casas, no en templos o lo-cales de reunión como sucede hoy.Algunos ofrecían sus casas para queallí se realizasen las reuniones. Esmuy probable que esa viuda hayaabierto su casa para que el pueblo deDios tuviese comunión y disfrutasede su hospitalidad, pues eso era co-mún en aquella época. Sin embargo,ella necesitaba ser alentada, pues ha-bía entrado una gran confusión en laiglesia en relación con la comunión.

Cuando la iglesia comienza a per-der su vigor, su vida espiritual, elamor de muchos se enfría. Empiezana ocurrir muchas cosas inusitadas, yes natural pensar que ya no es posi-ble amar. Sentimos que, si estamosamando en medio de tantas cosaserradas, estaremos de alguna formahaciendo concesiones y apartándonosde la verdad. Es una reacción natural.

Es por eso que el escritor trata deanimarnos. Él está diciendo que noimporta cuánta confusión esté apare-ciendo, no importa cuánta o anorma-lidad estemos viendo en derredor,

nosotros debemos seguir mantenien-do la comunión en amor y en verdad.No permitas que aquellas cosas queacontecen a tu alrededor te apartende la comunión en amor y en verdad.Creo firmemente que nosotros, hoydía, necesitamos de esta exhortación.

Falsas enseñanzasDespués que el anciano anima a

la señora a permanecer en la comu-nión en amor y en la verdad, él habladel aspecto negativo. Sin embargo,antes de considerar esto, necesitamossaber un poco más acerca del contex-to histórico de esta carta.

Ya mencionamos que, en los pri-meros años de vida de la iglesia, ellosse reunían por las casas. Pero eso noes todo. Tampoco tenían un pastorque viviese en el local de reunión.Ese tipo de sistema pastoral se desa-rrolló con posterioridad. En el princi-pio, todos los creyentes eran sacerdo-tes, todos servían al Señor. Dios daalgunos apóstoles, profetas, evange-listas, pastores y maestros para laiglesia universal. Éstos visitan las lo-calidades ministrando a las congre-gaciones con el fin de perfeccionar,conducir a la madurez y equipar alos santos para que éstos puedanedificarse a sí mismos juntos enamor. Eso es lo que encontramos enlas Escrituras. Ellos no iban constru-yendo su propio dominio ni edifican-do su propio reino, como acontecehoy. Ellos edificaban la iglesia deDios, la iglesia de Cristo.

En aquella época, la iglesia no eraextremadamente organizada, ni es lavoluntad de Dios que la iglesia sea enextremo estructurada. Por tanto,

Tú eres nacido de Dios, tuhermano es nacido de

Dios; por tanto, no impor-ta quién o qué sea él, tú lo

amas y él te ama. Nosamamos porque la vida,Cristo, está en ambos.

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aquellas comunidades tenían suspuertas abiertas, y recibían a cual-quiera que viniese en nombre del Se-ñor. Sin embargo, empezaron a surgirproblemas. Aparecieron falsos maes-tros, falsos profetas, con enseñanzaserradas, que se aprovechaban de lasinceridad e inocencia de los creyen-tes. Ellos decían haber sido enviadospor el Señor, los hermanos les dabanla bienvenida, y estos falsos maestrosy profetas comenzaban a introducirsus enseñanzas falsas.

Había surgido un problema:¿Cómo se podría administrar aquellasituación? ¿Cómo ejercer un controlen ese caso? ¿Se podía simplementecerrar las puertas a toda visita?

Si eres parte de un grupo que tie-ne una estructura muy organizada,resolver el problema es muy simple:basta con dar libre acceso sólo aaquellos que pertenecen a tu organi-zación. Todo el que no es miembro deella no puede entrar y ministrar. Deese modo, es fácil. Pero si tú no eresparte de una organización de esetipo, si hay total apertura, cualquierapuede entrar, aprovecharse y desviara toda una iglesia, pues los cristianosson muy sinceros, ingenuos, inocen-tes y amorosos. Este es un asuntomuy serio.

Al estudiar el evangelio de Juan,descubrimos que Juan, en lo profun-do de su corazón, estaba luchandocontra la falsa doctrina que negaba ladivinidad de Cristo. Ya en aquellaépoca, había maestros y profetas fal-sos. Aquella era una herejía muy pe-ligrosa, y por esta razón Juan escribiósu evangelio. Incluso en nuestrosdías, muchos enseñan que el Señor

Jesús es sólo un hombre, afirmandoque él no es Dios.

¿A cuál enseñanza falsa se refiereel apóstol en esta segunda epístola?En la época en que él la escribió, elproblema era exactamente opuesto.Aparecieron personas afirmando queJesús es sólo Dios, y que en él, por lotanto, no había nada de humano. Deacuerdo con eso, Dios jamás se habíaencarnado.

Y no sólo eso, había penetrado enla iglesia la falsa enseñanza del gnos-ticismo. Según el gnosticismo, la ma-teria era mala en sí misma, y por eso,ellos enseñaban que el cuerpo esmalo, y preguntaban: ‘¿Cómo era po-sible que Dios se hubiese unido conalgo que es malo?’. De esa manera,negaban que la encarnación hubieseocurrido. El cuerpo del Señor Jesús,según los gnósticos era irreal, uncuerpo ilusorio. Ellos negaban que elSeñor Jesús vino en carne; no creíanen Su humanidad.

Las herejías que encontramos enla cristiandad hoy, en su gran mayo-ría, están centradas en la persona y laobra del Señor Jesús. Ellas se presen-tan de diferentes maneras. Pero estono es meramente una cuestión de te-ner diferentes interpretaciones. Noso-tros tenemos diferentes interpretacio-nes acerca de aquello que llamamosverdad, pero cuando nos referimos ala fe básica en la persona y obra denuestro Señor Jesucristo, ya no essólo de una cuestión de interpreta-ción. Es una cuestión de verdad y fal-sedad. Y en eso consiste, de hecho, lafalsa enseñanza.

Algunos visitaban las iglesiasproclamando haber avanzado en el

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desarrollo de la fe, haciendo que éstase volviese más aceptable desde elpunto de vista intelectual. Sin embar-go, haciendo esto, destruían el funda-mento mismo de la fe y de la comu-nión. En ese contexto histórico, estaepístola nos muestra cuáles son laspersonas a las cuales podemos reci-bir, y a quiénes no debemos recibirpara enseñar.

La base para la comunión«Por tanto, recibíos los unos a los

otros, como también Cristo nos recibió,para gloria de Dios» (Romanos 15:7).¿Cómo nos podemos recibir unos aotros? Del mismo modo como Cristonos acogió. Él nos recibió por causade su amor ágape, y no por el hechode que fuésemos amables o porqueamamos. Él nos recibe, porque nosama.

Cristo nos recibe en verdad. Él nova simplemente a amarnos y a decir-nos: ‘No importa si has pecado o no;todo está bien, no hay problema al-guno, yo te amo’. ¡No es así! Él nosrecibe en verdad, porque él entregósu vida por nosotros. «Al que no cono-ció pecado, por nosotros lo hizo pecado,para que nosotros fuésemos hechos justi-cia de Dios en él» (2ª Cor. 5:21).

La manera en la cual él nos recibees en amor y en verdad. El Señordice: «...recibíos los unos a los otros,como también Cristo nos recibió». Debe-mos recibirnos unos a otros en amor,porque nuestros hermanos son naci-dos de Dios. Tú eres nacido de Dios,tu hermano es nacido de Dios; portanto, no importa quién o qué sea él,tú lo amas y él te ama. Nos amamosporque la vida, Cristo, está en ambos.

Tenemos que recibirnos unos aotros en verdad. La verdad es la per-sona y la obra de nuestro Señor Jesús.Nosotros creemos que él es el Cristo,el Hijo del Dios viviente. Creemosque él vino en carne; el Verbo fue he-cho carne. Esa es la verdad, y es deese modo que debemos recibirnosunos a otros.

Y este es también el mismo princi-pio por el cual debemos orientarnospara recibir a alguien en nuestra co-munión. No debemos recibir a nadieque no esté en amor ni en verdad. Lacomunión es la participación en algocomún, y lo que nosotros tenemos encomún es Cristo.

Si alguien no tiene a Cristo, no esnacido de Dios. Si esa persona nocree que Jesús es el Cristo, el Hijo delDios viviente, ni cree que él haya ve-nido en carne, no hay verdad en ella.Por tanto, si no hay verdad ni amor,no hay nada en común, y por eso,Juan dice: «...no lo recibáis en casa, ni ledigáis: ¡Bienvenido!». Esta es una cues-tión muy seria.

Hermanos, ustedes podrían pen-sar que tal actitud es contradictoria alamor o contradictoria a la verdad.Pero no nos debemos engañar. Noso-tros sólo podemos recibir en comu-nión a aquellos con quienes tenemosen común la persona de nuestro Se-ñor Jesucristo.

Los falsos maestros rechazaban alHijo, y rechazaban, por tanto, al Pa-dre, y a causa de eso, no había nadaen común. La luz no tiene comunióncon las tinieblas, la verdad no tienecomunión con la falsedad, y esa es lalínea de separación.

El hecho de que no debemos reci-

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bir a determinadas personas en co-munión no significa que debemos re-chazarlos. De ninguna manera. Debe-mos amar a las personas que no co-nocen al Señor, debemos compartir laverdad con ellas y hablarles acercadel Señor Jesús, para que ellas pue-dan ser acogidas en la comunión dela iglesia. Mientras ellos no estén enel amor y en la verdad, no estarán enla comunión, pero nosotros debemosalcanzarlos por el amor y por la ver-dad y traerlos a la comunión.

Otro aspecto a considerar se re-fiere a aquellas personas que inter-pretan ciertas verdades bíblicas enforma diferente a nosotros. No debe-mos dejar de recibir a alguien sim-plemente porque no tiene el mismopunto de vista nuestro en relación auna interpretación de la verdad enla Biblia.

Recuerda esto: No rechaces a laspersonas que parecen sostener falsasenseñanzas, pero que en realidad noconocen bien la verdad y nunca hansido realmente enseñadas en la ver-dad. No debemos incluirlas en la ca-tegoría de falsos maestros; ellas nece-sitan ser ayudadas a descubrir la ver-dad.

Tenemos que mantenernos dis-tantes de aquellos ‘profesionales’ quedicen tener más luz, afirmando po-seer verdades más profundas. Tales

personas no pueden ser bienvenidas,pues si lo hacemos nos volveremosvíctimas de sus obras malignas. Esoes algo muy peligroso. No piensesque puedes mezclarte con ellas sincontaminarte, sin corromperte.

La historia nos habla acerca de al-gunos creyentes que intentaron mez-clarse con ellos. Aquellos creyentesamaban al Señor profundamente, ysin embargo empezaron gradualmen-te a desviarse del Señor, porque el ra-ciocinio humano es muy poderoso.Juan está enseñándonos el modo porel cual nos podemos mantener apar-tados de aquellos que propalan falsasdoctrinas, de modo que la iglesia y eltestimonio sean preservados puros.

Y finalmente, el anciano escribe:«Tengo muchas cosas que escribiros»,esto es, él aún deseaba tener más co-munión con ellos, «pero no he queridohacerlo por medio de papel y tinta, puesespero ir a vosotros y hablar cara acara...». A pesar de los problemasque involucra la comunión, nosotrosaún debemos anhelar tener comu-nión. No pienses que debes dejar detener comunión a causa de los pro-blemas que existen. Al contrario, no-sotros debemos desear tener comu-nión, para que nuestro gozo seacompleto. Aquí en la tierra, no haycosa alguna capaz de traernos másgozo que la comunión.

* * *Crecimiento espiritual

“Crecimiento espiritual no significa que gradualmente lleguemosa ser tan semejantes a Cristo que un día llevemos fruto por noso-tros mismos, y que Jesucristo se sienta orgulloso de nosotros. Se-parados de la vida de la vid que fluye a través de nosotros, siempreseremos pámpanos inútiles”.

Malcolm Smith, en Agotamiento Espiritual

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El aporte de los‘filósofos de la sospecha’

APOLOGETICA

Rubén Chacón

Diálogos entre Teología y Filosofía.

«La expresión ‘filósofos de la sos-pecha’ fue acuñada por el filósofofrancés Paul Ricoeur en 1965 para re-ferirse a los tres pensadores que des-enmascaran la falsedad escondidabajo los valores ilustrados de raciona-

lidad y verdad. Desde la hermenéuti-ca (teoría de la interpretación),Ricoeur propondrá realizar una ar-queología del sujeto para desvelarqué hay de auténtico bajo los valoresmorales y la verdad (referido a

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Nietzsche), la ideología (referido aMarx) y las acciones del ser humano(referido a Freud)».1

Al desenmascarar la falsedad es-condida de todas las acciones huma-nas –incluso de aquellas másaltruístas– queda al descubierto que,en definitiva, lo que mueve al hom-bre es el deseo egocéntrico de satis-facción (Sigmund Freud), la «volun-tad de poder» (Friedrich Nietzsche) yla dominación económica (KarlMarx). Esto es lo realmente auténticodel hombre.2 Lo demás son formas‘camufladas’. Esto es lo mismo queafirma la Escritura cuando dice que«todos están bajo pecado» (Rom. 3:9).

En esta oportunidad, citaremos ladescripción magistral que hace el teó-logo Antonio Bentué3, a la luz de lasintuiciones de estos «filósofos de lasospecha», de la situación alienadadel hombre en el mundo:

«Nacemos y nos encontramos enla vida llevados constantemente porun deseo. La vida se sustenta espontá-neamente en un puro deseo de satis-facción egocéntrica. El recién nacidono puede soportar que su deseo nosea cumplido. Confunde la realidadcon su propio deseo; esa realidaddebe someterse siempre a su impulsoegocéntrico de satisfacción. Esa es-tructura espontánea del ser humanorecibe en psicología profunda elnombre de narcisismo.

Ahora bien, el tiempo en que po-

demos mantener con cierta tranquili-dad nuestro narcisismo es corto: elperíodo intrauterino o fetal –queconstituye el sueño paradisíaco deldeseo narcisista–, y quizás los dosprimeros años de vida. Pero en segui-da la realidad ajena a nuestro deseoespontáneo comienza a hacerse sentircon fuerza. Ya el mismo acto de nacerconstituye la primera gran frustra-ción del deseo. Debemos renunciar ala pura pasividad ‘fetal’ y afrontar elmundo, con su oposición a nuestrodeseo narcisista. Por eso el ser huma-no nace llorando.

La lucha entre el deseo espontá-neo de satisfacción egocéntrica y larealidad frustrante irá tomando ma-yor vehemencia. Los estudios actua-les psicoanalíticos atribuyen a los pri-meros años de vida una importanciadecisiva en esa lucha, que constituyela cuna de los síntomas neuróticos ul-teriores.

Nuestra vivencia primera nos lle-va, pues, a constatar la experienciahumana, en primer lugar como exis-tencia mortificadora: el deseo de vivirsegún el principio espontáneo de sa-tisfacción choca con el obstáculo de larealidad que no corresponde a aqueldeseo, sino que lo mortifica.

Así, esta experiencia del inicio dela vida, que no por ser inconscientees menos real y cruda –sólo basta re-cordar que a ese período correspondela incubación de las neurosis–, poneal hombre inmediatamente frente alproblema fundamental de su existen-cia: la muerte.

Problema de la muerteEl deseo egocéntrico de satisfac-

1 «Kalipedia.com»2 No nos referimos aquí a su esencia, sino a suexistencia «caída» o enajenada («fuera de sí»).3 «La opción creyente» Introducción a la Teolo-gía Fundamental. Ediciones Facultad de Teolo-gía, 1983.

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ción es, antes que nada, deseo de vivir.Ahora bien, la existencia nos imponeun límite absolutamente insuperabley frustrante del deseo: la muerte.

El obstáculo de la muerte se noshace más patente en determinadascircunstancias (muerte de los seresmás queridos, peligros graves de lapropia muerte...). En esas situacionesla vida llega a achicarse tanto quenos parece como si todo se muriese anuestro alrededor. Todo se ensombre-ce y parece inconsistente. Cuántas ve-ces hemos oído hablar de enamora-dos que, al separarlos la muerte, sesuicidan o se sienten absolutamenteincapaces de seguir viviendo, puestoque todo se ha muerto para ellos.Esta sensación puede parecernosirreal y debida a los ‘nervios’; sin em-bargo, en el fondo nos hace experi-mentar el problema radical de lamuerte. ¿En qué consiste esaradicalidad del problema? En lo si-guiente: el hombre se encuentra en laexistencia como el único consciente.Esa conciencia lo hace precisamentehombre. Vive y sabe que vive. Este pri-vilegio lo convierte en el único vi-viente capaz de dar sentido a todo lodemás. La existencia necesita absolu-tamente de una conciencia para tenersentido y ése es el hombre; por eso esel ‘rey de la creación’.

Pero ese mismo privilegio es unarma de dos filos, puesto que se con-vierte en su propia desgracia: el hom-bre si bien es el único que sabe quevive, también es el único que sabe queva a morir. Esa conciencia hace delhombre el más desgraciado de los vi-vientes, puesto que es el único queconoce la frustración como ley básica

de la existencia. Pero además, esa si-tuación convierte su existencia en unposible absurdo. En efecto, si bien sóloél es capaz de dar sentido a todo gra-cias a su conciencia, en cambio, elmismo se encuentra amenazado porel fin de su conciencia dadora de sen-tido.

No es necesario prolongar más es-tas reflexiones para reconocer que lamuerte, sin duda alguna, constituyeun problema radical para el hombrede todos los tiempos y lugares.

Es el dato de la existencia. Su so-lución valdrá, pues, en la medida querespete íntegramente la situación vi-vida, sin camuflarla o alienarse deella.

Problema de la vidaLa muerte es, sin duda, el princi-

pal problema de la vida. Cualquieracosa es tolerable por «salvar la vida».

Sin embargo, la vida constituyetambién un problema fundamentalen sí misma. Tanto es así que unavida sin muerte podría constituirpara muchos –o quizá para todos– unproblema mayor que el que planteala perspectiva de morir. En efecto, lamuerte en la situación actual delhombre puede aparecer a menudocomo la solución al problema de lavida, a su monotonía, a su vacío, alsentimiento radical de inconsistencia.

La vida puede, de hecho, experi-mentarse como tremendamente de-cepcionante y hasta absurda en símisma. Una vida que en último aná-lisis, por encima de los fuegos artifi-ciales de la técnica y del progreso,puede reducirse a ‘pasar la vida’: tra-bajar para comer, comer para trabajar

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y eso hasta morir; y de ahí otros si-guen en el mismo ciclo indefinida-mente. Necesitamos hacer ‘obras’ queduren para evitar esa sensaciónangustiante de inconsistencia. Pero¿esas ‘obras’ no camuflan precisa-mente el problema básico de la vida?¿No queda el hombre finalmentesiempre solo en su conciencia? ¿O nosería una solución más ‘práctica’ sim-plemente quedarme con el pedazo deplacer que la vida quisiera brindar-me? Pero si esa fuese la solución ha-ríamos imposible la cultura y, final-mente, la vida del hombre; pues cae-ríamos nuevamente en la ‘ley de laselva’.

A este respecto es particularmentesugestivo el pensamiento famoso delEclesiastés: «Proclamé dichosos a losmuertos que se fueron, más dichosos quelos vivos que viven todavía y más dicho-sos aún a los que nunca vivieron y novieron lo malo que debajo del sol se hace»(4:2-3).

Problema de la convivenciaLo dicho últimamente lleva a

plantearse el problema de la convi-vencia. Y es quizá en este punto don-de la existencia resulta más penosa.

El amor, la solidaridad, la frater-nidad universal son palabras bonitasque a menudo pueden simplemente

intentar encubrir una mala concien-cia. Pero el problema es más agudoaún: ¿Hasta qué punto es realmenteposible la convivencia sincera o elamor desinteresado?

Si reseguimos la historia de la hu-manidad, podemos constatar con fa-cilidad que los móviles históricos ylos sucesos que marcan la historia noson precisamente factores de convi-vencia o de amor, sino más bien de‘victorias’ o ‘derrotas’; es decir, devencedores y vencidos. Y los ‘armisti-cios’ o pactos de convivencia suelenser imposiciones del más fuerte sobreel más débil. Esto no significa que elmás débil tenga que soportar un tratoinjusto porque perdió sin razón; a ve-ces el vencido, intentaba también élimponerse injustamente (por ejem-plo, la derrota de Hitler). La situaciónhumana latente no es la de tender ala con-vivencia, sino a la ‘voluntaddel poder’.

Si analizamos el problema, nodesde un punto de vista histórico-so-cial sino individual, podemos llegar aconclusiones no menos frustrantes.

Los móviles naturales del ser hu-mano no son precisamente altruistas.El egocentrismo radical delpsiquismo del hombre marca todassus actuaciones; en muchos casosaparece a primera vista la tendencia

Al desenmascarar la falsedad escondida de todas lasacciones humanas ... en definitiva, lo que mueve alhombre es el deseo egocéntrico de satisfacción, lavoluntad de poder y la dominación económica.

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espontánea de buscar mi interés aun-que sea a costa del interés del vecino.Y cuando el egocentrismo parece au-sente, no es difícil detectarlo camufla-do en nuestros mismos actos‘altruistas’ o benéficos.

En este sentido la ‘sospecha’ queel psicoanálisis freudiano ha proyec-tado sobre todas las aparentes formasaltruistas o desinteresadas del hom-bre, por medio de su estudio de losmecanismos subconscientes de nues-tro psiquismo, da que pensar. ¿Elamor es realmente posible, en defini-tiva? ¿O no es quizá más que una for-ma ‘camuflada’ de egocentrismo?¿No será, pues, una triste realidad laexperiencia que la antigüedad clásicaformuló con la famosa frase «Homohomini lupus» (El hombre es un lobopara el hombre) y que un pensadoractual –Sartre– ha expresado tambiéncon la afirmación de que «el otro es elinfierno»?

Ahora bien, la falta de conviven-cia se presenta como eminentementeproblemática cuando el hombre noresulta ser un lobo para otro lobo,sino que aparece siendo lobo parauna oveja. Es el problema agudo dela injusticia hecha a los inocentes.Problema que ya torturó a Job (Job16-17) y que constituye uno de los‘argumentos’ principales del ateísmoexistencial contemporáneo.

Alienación y opresiónLa estructura egocéntrica del ser

humano determina, por otro lado, laagudización del problema del hom-bre no ya a nivel ontológico4 descrito

hasta ahora, sino a nivel histórico(óntico). El problema radical de lamuerte, la vida y la convivencia, queafecta al hombre como tal, se«camufla» bajo formas de alienaciónopresora, que es importante detectar.

El espectro de la muerte provocaen el hombre la búsqueda de vivir almáximo, evitando en lo posible elcuestionamiento radical planteadopor ese tener que morir. De esa forma,la vida tiende a convertirse en un es-fuerzo frenético de acción (poder) yevasión (confort y riqueza), que per-mita experimentar la ‘seguridad’ enla vida. Pero ese intento de negar lamuerte y vivir la vida plenamenteestá marcado por el egocentrismo ra-dical de nuestra estructura psico-bio-lógica. Ella hace de la lucha por lavida una lucha selvática para ahu-yentar o disimular al máximo la ame-naza de la muerte. La historia va de-sarrollándose así en función del ‘po-der’. Los que ‘pueden’ más buscanvivir mejor, arrasando en su camino alos que pueden menos. Los mecanis-mos subconscientes o dialécticos deesta lucha por el poder, que permitavivir mejor y camuflar el espectro dela muerte, han desembocado en lassituaciones históricas de un mundode hombres y mujeres radicalmentedesiguales, en donde el poder de unsector minoritario permite a unos po-cos gustar opulentamente de la vida acosta de que otros muchos queden su-midos en la miseria.

Las grandes mayorías del mundoviven una pobreza crónica y en au-mento, correlativa a la riqueza sin lí-mites de grupos ‘desarrollados’ ysuperdesarrollados.4 Relativo al ser de las cosas.

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Con el fin de poder mantener esasituación intolerable para la granmasa de pobres, las minorías podero-sas tienen que emplear formas cadavez más sofisticadas de control quepermitan asegurar ese ‘equilibrio’desigual del poder a su favor. De estamanera se desarrollan las diversascarreras armamentistas y los sistemasde espionaje que pretenden imponerlos propios intereses hegemónicos.

Así el poder de los más dotadoses ejercido para perpetuar sus intere-ses y aumentarlos, manteniendo con-troladas las ansias de sobrevivenciade las mayorías. Un factor funda-mental de ese control está constituidopor la manipulación de los sistemasde valores transmitidos por los me-dio de comunicación de masas.

De esta forma la huida alienantedel hombre ante su propia inconsis-tencia mortal y egocéntrica, provocala búsqueda desesperada de riqueza,que permita experimentar la vidapropia como fundada. El ansia de po-sesión de riqueza desencadena a suvez la lucha por el poder, que asegu-re el logro creciente de los bienes acosta de mantener fuera de compe-tencia a las grandes masas utilizán-dolas sólo como productoras ymultiplicadoras de bienes de capitalpara unos pocos.

A su vez, para que la riqueza y elpoder puedan mantenerse con mayorseguridad y tranquilidad de concien-cia, esos mismos centros de podermanipulan los criterios sociales delos valores. De acuerdo a ellos, valenlos que ‘tienen’. Los grandes ricos y

poderosos se proyectan como ‘admi-rables’ y deseables (sólo basta obser-var la mayoría de los réclames depropaganda televisiva y gran partede las producciones cinematográficasy de los magazines y teleseries deconsumo masivo). La idolatría de lariqueza y del poder es así legitimadacomo valor. Las masas tienden tam-bién a aceptar como buena esa estruc-tura y a desear participar en ella.

Para mantener esa valoración enla gente, el mismo sistema se pre-ocupa de alimentar en las mayoríasdesposeídas la ilusión de que po-drán algún día también entrar en elmundo de los que ‘tienen’ riqueza ypoder: expectativas de una educa-ción de los hijos que les permitirá‘surgir’, o expectativas populares de‘loterías’ futbolísticas o de sorteosque cambiarán su suerte; asimismointerés por las novelas o noticieros‘románticos’ sobre gente ‘aristocráti-ca’ o idolatrada, que alimentan enlos mismos pobres el gusto por sabery admirar lo que ocurre en la vidade príncipes y princesas, artistas ycantantes famosos».

La pretensión alienante de que el‘tener’ funda al hombre, dándoleconsistencia valórica, permite asímantener, e incluso agudizar, la si-tuación opresiva de unos pocos a cos-ta de la mayoría desposeída y conso-lada de su miseria por la ilusión deque, gracias a los mismos mecanis-mos del sistema imperante, podránalgún día también ellos entrar en el‘mundo de fantasía’ del confort, elpoder y el dinero.

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CARTAS

Toda bendición procede de Dios;por tanto, toda la gloria es para Dios.

Agua frescaYo estaba cavando pozos para en-

contrar una corriente de agua vivapero al cavar en distintos pozos, encada uno de ellos me encontraba conque el agua estaba contaminada o mesabía amarga. Voy a cumplir dos añosde haber hallado un pozo del cual flu-yen ríos de agua viva y he encontra-do Al que Vive por Siempre. A travésde los mensajes que nos compartenen la revista Aguas Vivas me he idonutriendo con esa agua fresca quefluye de la palabra de Dios. Cadamensaje ha ido calando hondo en mi

aguas vivas, una revista para todo cristianoAño 10 · Nº 60 · Noviembre - Diciembre 2009

RedacciónEquipo Aguas Vivas / Chilewww.aguasvivas.cl

Colaboradores invitadosStephen Kaung, Christian Chen,Ben Hiebert, Gino Iafrancesco.

Diseño y distribuciónMario Contreras / F. (45) 343429 TemucoE-mail: [email protected]

Contacto en USA y MéxicoDavid Calvo / Fono (956) 432-3752P. O. Box 2632, McAllen, TX 78502 USAE-mail: [email protected]

persona hasta llegar al punto de ren-dir mi voluntad al Amado, de negar-me a mí mismo para que Cristo res-plandezca.

He escuchado tambien las predi-caciones que tienen en audio y he ba-jado algunos cantos preciosos; real-mente han sido una bendición paraque el Señor me muestre su gloria.

Que Dios siga bendiciendo este mi-nisterio del cual nos hemos nutridomuchos hermanos en todas partes delmundo.

Raúl Martínez BandaSan Nicolás de los Garza

Nuevo León (México)