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La abolici�n del hombre de C. S. Lewis r1.1.pdf

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  • En este libro clsico, breve pero intenso, C. S. Lewis reflexiona sobre la sociedad, lanaturaleza y el reto de la educacin. Con su prosa genial y aguda, expone una de lasmejores defensas de la objetividad de la ley natural y de la moralidad que se hanescrito, al tiempo que advierte contra las inhumanas consecuencias de eliminarlas dela familia, la escuela y la civilizacin. Denunciando el subjetivismo y el cientificismo queimperan tambin en nuestros das, y proponiendo una visin positiva del hombre y de laciencia, este proftico libro sigue ofreciendo un diagnstico inigualable sobre la crisisde la cultura.

  • C. S. Lewis

    La abolicin del hombre

    ePub r1.1Tellus 05.07.13

  • Ttulo original: The Abolition of ManC. S. Lewis, 1944Traduccin: Javier Ortega

    Editor digital: TellusePub base r1.0

  • El Maestro dijo: Quien se pone a trabajarcon hilo distinto destruye el tejido entero.

    Confucio, Anales II.16

  • I. Hombres sin corazn

    Sentenci a muerte a la palabra yas conden al nio

    Dudo de que estemos suficientemente atentos a la importancia que tienen los libros de texto de laenseanza primaria. sta es la razn por la que he elegido como punto de partida para estasreflexiones un pequeo libro de Lengua destinado a los nios y nias de ciclo escolar bsico. Nocreo que los autores (pues eran dos) de este libro pretendieran hacer dao alguno con l y tengo unadeuda con ellos o con su editor, por haberme enviado un ejemplar de regalo. Pero, a la vez, no puedodecir nada bueno de ellos. Por tanto, me encuentro en una situacin bastante comprometida. Noquiero poner en la picota a dos modestos maestros en activo que han hecho lo mejor que sabanhacer; pero tampoco puedo callar ante lo que considero que es la orientacin real de su trabajo. Portanto, prefiero silenciar sus nombres. Me referir a estos seores como Gayo y Ticio, y a su librocomo El Libro Verde. Pero les prometo que tal libro existe y que lo tengo en mi biblioteca.

    En el segundo captulo de dicho libro, Gayo y Ticio hacen referencia a la conocida historia deColeridge[1], que se desarrolla ante unas cataratas. Recordarn que frente a dichas cataratas seencontraban presentes dos turistas: uno las calific de sublimes y el otro de bonitas; y queColeridge mentalmente aprob el primer juicio y rechaz el segundo con desagrado. Gayo y Ticiocomentan lo siguiente: Cuando el hombre dice Esto es sublime, parece estar haciendo uncomentario acerca de las cataratas () Realmente () no est haciendo un comentario sobre lascataratas, sino un comentario sobre sus propios sentimientos. Lo que dice realmente es: Tengosentimientos asociados en mi mente con la palabra sublime o, abreviando, Tengo sentimientossublimes. En este fragmento se plantean un buen nmero de cuestiones profundas recogidas amodo de sumario bien presentado. Pero los autores no se detienen aqu. Aaden: Esta confusin senos presenta continuamente con el uso del lenguaje. Parece que nos estamos refiriendo a algo muyimportante y, en realidad, slo estamos haciendo referencia a nuestros propios sentimientos[2].

    Antes de considerar las cuestiones que se plantean en este prrafo breve, pero de granimportancia (y que se dirige, como se recordar, a estudiantes del ciclo escolar bsico), debemoseliminar un error evidente en que incurren Gayo y Ticio. Incluso desde su punto de vista o desdecualquier otro el hombre que dice Esto es sublime no quiere decir Tengo sentimientossublimes. Admitiendo que cualidades tales como la sublimidad puedan proyectarse sobre las cosas,lisa y llanamente, a partir de nuestros propios sentimientos, las emociones que provoca dichaproyeccin son las correlativas y, por consiguiente, casi las opuestas a las cualidades proyectadas.Los sentimientos que llevan a un hombre a calificar de sublime a un objeto no son sentimientossublimes, sino sentimientos de admiracin. Si la exclamacin Esto es sublime se reduce totalmenteal estado de los sentimientos del hombre, la traduccin correcta sera Tengo sentimientos deadmiracin. Si la postura sostenida por Gayo y Ticio se aplicara de un modo consistente nosllevara a absurdos evidentes. Les forzara a mantener que T eres despreciable significara Tengosentimientos despreciables; y, as, Tus sentimientos son despreciables significara Missentimientos son despreciables. Pero no nos entretendremos ms sobre esta cuestin que constituye

  • el pons asinorum de nuestra reflexin. Seramos injustos con Gayo y Ticio si enfatizramos lo que,sin duda alguna, es un simple desliz.

    El chaval que leyera este pasaje de El Libro Verde, aceptara dos proposiciones: en primer lugar,que todas las frases que contuvieran un juicio de valor haran referencia al estado emocional del sujetoque las pronuncia; y, en segundo lugar, que tales afirmaciones careceran de importancia. Es verdadque ni Gayo ni Ticio han afirmado esto en el captulo al que nos referimos. Tan slo han consideradoun predicado de valor particular (sublime) como una palabra descriptiva de las emociones dellocutor. La tarea de hacer extensiva esta lgica a todos los predicados de valor se deja en manos de lospropios alumnos: y no se interpone ningn obstculo en el camino de tal generalizacin. Los autorespueden o no desear dicha generalizacin: quizs no le hayan dedicado en serio a la cuestin ni siquieracinco minutos de su tiempo. Pero a m no me interesa su intencin sino el efecto que el libroproducir en la mente del alumno. Del mismo modo, ellos no han dicho que los juicios de valor notengan importancia. Sus palabras son que creemos estar diciendo algo muy importante cuando, enrealidad, slo estamos diciendo algo acerca de nuestros propios sentimientos. Ningn chaval seracapaz de resistir la sugerencia que se le hace mediante la palabra slo. No quiero decir, por supuesto,que el alumno relacione conscientemente todo lo que lee con una teora filosfica general en la quetodos los valores son subjetivos y triviales. El autntico poder de Gayo y Ticio reside en el hecho deque se estn dirigiendo a nios: nios que creen estar haciendo sus deberes y que no tienen niidea de que tica, teologa y poltica estn en juego. No es una teora lo que les estn metiendo en lacabeza, sino que les hacen asumir algo que, diez aos despus, una vez olvidado su origen y siendoinconsciente su presencia, les condicionar a la hora de tomar parte en una controversia que nuncahabrn reconocido como tal. Sospecho que los autores mismos apenas se dan cuenta de lo que leestn haciendo al chico; y ste, por supuesto, no puede saber lo que se est haciendo con l.

    Antes de considerar las credenciales filosficas de la posicin que Gayo y Ticio han tomadorespecto del valor de las cosas, me gustara mostrar los efectos prcticos de tal procedimientoeducativo. En el cuarto captulo del libro, se pone como ejemplo un estpido anuncio publicitario queinvita a un crucero de placer, con el fin de prevenir a los alumnos frente al modo en que estescrito[3]. El anuncio dice que comprando un pasaje para dicho crucero se surcarn los MaresOrientales donde naveg el capitn Drake, aventurndose en las maravillas de las Indias, yvolviendo a casa con un tesoro de horas doradas y colores vivos. Por supuesto que es unfragmento mal escrito: venal y sensiblera explotacin de los sentimientos de admiracin y agrado quelos hombres sienten cuando visitan lugares profundamente asociados con la historia o la leyenda. SiGayo y Ticio se dedicaran a lo suyo y ensearan a sus lectores (como prometan) el arte de laredaccin en ingls, deberan comparar este anuncio con pasajes de grandes escritores en los que lasmismas emociones estuvieran correctamente expresadas, para, a continuacin, mostrar dnde estribanlas diferencias.

    Podran haber usado el famoso prrafo de Samuel Johnson en su libro Islas Orientales, quetermina as: El hombre cuyo patriotismo no se exaltara en la planicie de Maratn o cuya piedad nose confortara entre las ruinas de Jonia, es pequeo para ser envidiado[4]. O bien podran haberseleccionado el fragmento de El Preludio, en el que Willian Wordsworth describe cmo la antigedadde Londres le vena a la mente con Fuerza y poder, poder que crece gracias a esa fuerza[5]. Unaleccin que hubiera confrontado tal literatura con el anuncio y hubiera discriminado verdaderamente

  • lo bueno de lo malo, habra sido una leccin con valor pedaggico. En ella habra habido algo de sangrey algo de savia: los rboles del conocimiento y de la vida creciendo juntos. Y tambin habra tenido elmrito de ser una clase de literatura: una materia en la que Gayo y Ticio, a pesar del propsitoperseguido, estn sumamente verdes.

    Pero se limitan simplemente a resear que el lujoso barco realmente no navegar a donde Drakenaveg; que los turistas no disfrutarn de ninguna aventura; que los tesoros que traern a casa sernnicamente de naturaleza metafrica; y que en un simple viaje a Margate[6] pueden encontrar toda lasatisfaccin y el descanso que necesitan[7]. Todo esto es muy cierto: gente con menos talento queGayo y Ticio hubiera bastado para descubrirlo. De lo que no se han dado cuenta, o de lo que no sehan preocupado, es de que se podra dar un tratamiento muy similar a tanta buena literatura quesuscita emociones parecidas. Despus de todo, qu puede aadir la historia del entonces incipientecristianismo britnico a los motivos de la piedad existente en el siglo XVIII? Por qu la posada delSr. Wordsworth debera ser ms confortable o el aire de Londres ms sano por el hecho de queLondres haya existido durante tanto tiempo? Si existe ciertamente algn impedimento que puedaevitar que un crtico desprestigie por las buenas a Johnson o a Wordsworth (o a Charles Lamb, o aVirgilio, o a Sir Thomas Browne o a Mr. W. John de la Mare) con la misma lgica con que El LibroVerde desprestigia el citado anuncio, Gayo y Ticio no han prestado a sus jvenes lectores la msmnima ayuda para hallarlo.

    De este pasaje, el alumno aprender bien poco sobre literatura. Lo que s adquirir con rapidez, yquizs para siempre, es la creencia de que todos los sentimientos suscitados por asociacin de ideasson en s mismos despreciables y contrarios a la razn. No tendr nocin de que existen dos modosde inmunizarse frente a un anuncio como el anterior; dicho anuncio constituye un fracaso tanto paralos que estn por encima como para los que estn por debajo de l; tanto para el hombreverdaderamente sensible como para el simple mono con pantalones incapaz de concebir el Atlnticocomo algo ms que un montn de toneladas de fra agua salada. Existen dos tipos de hombre para losque resulta vano un falso artculo de fondo sobre el patriotismo y el honor: uno es el cobarde; el otroes el hombre patriota y de honor. Pero nada de esto se somete al juicio del alumno. Por el contrario,se le anima a rechazar el atractivo de los Mares Orientales bajo el peligroso punto de vista de queobrando as se demostrar a s mismo ser un tipo listo al que no se puede engaar fcilmente. Gayo yTicio, aparte de no ensear al alumno lo que la literatura es verdaderamente, han erradicado de sualma, mucho antes de que sea lo suficientemente adulto como para poder elegir, la posibilidad detener ciertas experiencias que pensadores ms autorizados que ellos han considerado generosas,fructferas y humanas.

    Pero no es slo el caso de Gayo y Ticio. En otro pequeo libro, a cuyo autor llamar Orbilio, heencontrado que se utiliza el mismo modo de proceder, bajo idntica anestesia general. En l, Orbiliopretende desprestigiar un estpido pasaje que habla de caballos, en el que estos animales sonensalzados como los abnegados sirvientes de los primeros colonos de Australia[8]. Y cae en lamisma trampa que Gayo y Ticio. De Ruksh y de Sleipnir y de los caballos lastimeros de Aquiles odel caballo guerrero del Libro de Job[9]; ni siquiera de Brer Rabbit y de Peter Rabbit[10]; de laancestral piedad humana hacia nuestro hermano el buey; de todo lo que este tratamiento semi-antropomrfico de las bestias ha significado en la historia humana y de la literatura (tratamiento a la

  • vez noble y picaresco), de todo esto no tiene nada que decir[11]. Ni siquiera dice nada sobre losproblemas de psicologa animal que la ciencia considera. Se contenta a s mismo con explicar que loscaballos no estn interesados, secundum litteram, en la expansin colonial[12]. Esta sesgadainformacin es todo lo que sus alumnos obtienen verdaderamente de Orbilio. No llegarn a saber porqu el ensayo que se les presenta es malo, cuando otros a los que se les hace la misma acusacin sonbuenos. Y mucho menos aprendern los dos tipos de hombre que se sitan por encima y por debajodel peligro de tal modo de escribir: el hombre que conoce y ama verdaderamente a los caballos (y nopor la ilusin del antropomorfismo, sino con cariosa pasin) y el incorregible cabeza de chorlito deciudad para el que el caballo es simplemente un medio de transporte pasado de moda. Los alumnoshabrn perdido algo de ilusin por sus ponis o por sus perros; habrn acrecentado su crueldad oabandono hacia ellos; y sus mentes se sentirn satisfechas por los conocimientos adquiridos. sa esla clase de Lengua de cada da, aunque de Lengua no se haya aprendido nada. Otro pequeofragmento de la herencia humana les ha sido sutilmente negado antes de que fueran lo suficientementeadultos para comprenderlo.

    Hasta aqu he asumido que maestros tales como Gayo y Ticio no se dan cuenta de lo que estnhaciendo y no tienen idea de las consecuencias a largo plazo que su planteamiento realmente tiene.Pero, por supuesto, existe otra posibilidad. Lo que he llamado (suprimiendo su concordancia con unesquema tradicional de valores) mono con pantalones y cabeza de chorlito podra serprecisamente el tipo de hombre que en realidad ellos desearan configurar. Por tanto, sus diferenciasrespecto a mi planteamiento deben seguir su curso aclaratorio. Su posicin les debe llevar a sostenerque los sentimientos humanos habituales frente al pasado, frente a los animales o frente a lasmajestuosas cataratas van en contra de la razn y son despreciables y deben ser, por tanto,erradicados. Se debe proceder a borrar del mapa estos valores tradicionales y replantear de nuevo elproblema con otro sistema de valores. Pero ya discutiremos esta posicin posteriormente.

    Por el momento, debo contentarme con sealar que dicha posicin es una posicin filosfica y noliteraria. Introduciendo dicha posicin en su libro han sido injustos con el padre o con el tutor que locompra y que tiene en sus manos el trabajo de unos filsofos aficionados en lugar del esperadotrabajo de unos lingistas profesionales. Cualquiera se quedara de piedra si su hijo volviera deldentista con los dientes en su sitio y su cabeza llena del obiter dicta del dentista sobre el bimetalismoo la teora de Bacon.

    De todos modos, dudo mucho de que Gayo y Ticio hayan planeado realmente, bajo la tapaderade la enseanza de Lengua, la expansin de su filosofa. Ms bien creo que han entrado en ella por lassiguientes razones: en primer lugar, la crtica literaria es complicada, y lo que ellos hacen es muchoms sencillo. Explicar por qu un mal tratamiento de los sentimientos originarios del hombre es hacermala literatura, si excluimos todas las crticas que ponen en tela de juicio la emocin en s misma, esuna cosa difcil de hacer. Ni siquiera el Dr. Richards, quien por vez primera afront seriamente elproblema de la maldad en la literatura, lo logr, a mi modo de ver. Sin embargo, menoscabar lossentimientos, en base a un racionalismo comn, est al alcance de cualquiera. En segundo lugar, creoque Gayo y Ticio han interpretado mal, inconscientemente, la necesidad ms apremiante delmomento en el terreno de la educacin. Ellos ven el mundo que les rodea influido por una propagandaemocional han aprendido de la tradicin que la juventud es sentimental y llegan a la conclusinde que lo mejor que pueden hacer es proteger las mentes de los jvenes frente a los sentimientos. Sin

  • embargo, mi experiencia como profesor es precisamente la contraria. Por cada alumno que necesitaser protegido de un frgil exceso de sensibilidad hay tres que necesitan ser despertados del letargo dela fra mediocridad. El objetivo del educador moderno no es el de talar bosques sino el de irrigardesiertos. La correcta precaucin contra el sentimentalismo es la de inculcar sentimientos adecuados.Agotar la sensibilidad de nuestros alumnos es hacerles presa fcil del proselitista de turno. Su propianaturaleza les empujar a vengarse, y un corazn duro no es proteccin infalible frente a una mentedbil.

    Pero existe una tercera razn, ms profunda, por la que Gayo y Ticio adoptan dicho modo deproceder. Deberan estar perfectamente preparados para admitir que una buena educacin refuerzaalgunos sentimientos mientras que rechaza otros. Deberan esforzarse por que as fuera. Pero esimposible que tuvieran xito. En cualquier caso, por mucho que se esfuercen, la parte de su trabajo enla que se encargan de menoscabar los sentimientos, y slo esta parte, es la que al final se impone. Afin de clarificar este concepto, debo apartarme momentneamente del tema para mostrar cmo lo quese podra considerar la propuesta educacional de Gayo y Ticio es diferente a la de todos suspredecesores.

    Hasta tiempos relativamente recientes, todos los maestros e, incluso, todos los hombrescrean que la realidad era tal que ciertas reacciones emocionales por nuestra parte podan ser tantocongruentes como incongruentes respecto a ella: crean, de hecho, que los objetos no slo reciban,sino que podran merecer, nuestra aprobacin o desaprobacin, nuestra admiracin o nuestrodesprecio. La razn por la que Coleridge estaba de acuerdo con el turista que calificaba de sublimeslas cataratas y no lo estaba con el que las calificaba de bonitas era, por supuesto, que l crea que lanaturaleza inanimada era tal que determinadas respuestas podran ser ms justas u ordenadas oapropiadas que otras. Y l crea (acertadamente) que los turistas pensaban lo mismo. El hombreque calificaba de sublimes las cataratas no pretenda solamente describir los sentimientos que lesuscitaban: tambin afirmaba que el objeto era tal que mereca esos sentimientos. Pero respecto aesta afirmacin no hay nada con lo que estar o no de acuerdo. No estar de acuerdo con la frase Estoes bonito, si tales palabras describieran los sentimientos de la mujer, sera absurdo: si ella hubieradicho Me encuentro mal, Coleridge difcilmente podra haber replicado No; yo me encuentrobastante bien. Cuando Shelley [13], comparando la sensibilidad humana con un arpa eolia, afirma questa difiere de un arpa normal en que tiene un poder de ajuste interno por el que puede acomodarsus cuerdas a las vibraciones de lo que la percute[14], est asumiendo la misma creencia. Puedesser justo pregunta Traherme si no estimas las cosas tal y como se merecen? Todas las cosasfueron creadas para ser tuyas y t fuiste creado para apreciarlas segn su valor.[15]

    San Agustn define la virtud como ordo amoris, la ordenada condicin de los sentimientos por laque a cada objeto se le atribuye el tipo y el grado de amor que le corresponde[16]. Aristteles afirmaque el horizonte de la educacin es el de hacer del alumno tanto lo que se debe hacer de l como loque no[17]. Cuando llegue a la edad en que se empieza a reflexionar, el alumno que haya sido educadosegn afectos ordenados o sentimientos adecuados reconocer fcilmente los primerosprincipios de la Etica; pero para el hombre corrupto, estos principios jams sern en absolutoadmitidos y no podr progresar en dicha ciencia[18]. Ya Platn antes que Aristteles dijo lo mismo.El pequeo animal humano no obtendr las respuestas adecuadas al primer intento. Se le debe

  • ensear a sentir agrado, simpata, disgusto, o aversin hacia aquellas cosas que son realmente gratas,simpticas, desagradables o repugnantes[19]. En La Repblica, la juventud correctamente educada esaqulla que puede ver ms claramente lo que es negativo en los esfuerzos desencaminados delhombre o en las obras descarriadas de la naturaleza, y con un justo rechazo despreciara y odiara loque de horrendo encuentre incluso en sus aos jvenes y dar culto complacido a la belleza,aceptndola en su alma y hacindola servir de sustento, a fin de convertirse en un hombre de noblecorazn. Y todo esto antes de estar en edad de razonar; de modo que, cuando la Razn venga por fina l, entonces, estando de ese modo educado, le abrir sus brazos en seal de bienvenida y lareconocer a causa de la afinidad que sentir por ella[20]. En el Hinduismo primitivo, la conductahumana que podra ser calificada de buena consiste en la armona, e incluso en la participacin, delRta: el gran ritual o arquetipo natural y sobrenatural revelado al mismo tiempo en el orden csmico,en las virtudes morales y en el ceremonial del templo. La honradez, la correccin, el orden, el Rta, seidentifican constantemente con la satya o la verdad, con la correspondencia con la realidad. Delmismo modo que Platn deca que el Bien est ms all de la existencia, y que Wordsworthafirmaba que a travs de la virtud las estrellas permanecan firmes, los maestros hindes dicen que losmismos dioses provienen del Rta y lo obedecen[21].

    Los chinos hablan tambin de una gran cosa (la cosa ms grande) que llaman el Tao. Es la realidaden la que todas las realidades consisten, el abismo que exista antes que el Mismo Creador. Es laNaturaleza, es la Va, es el Camino. El Camino por el que marcha el universo; camino en el que lascosas se presentan para siempre, inmviles y en calma, en el espacio y en el tiempo. Tambin es elCamino que cada hombre debe seguir en consonancia con la progresin csmica y supercsmica,conformando todas las actividades segn el gran modelo[22]. En el ritual se dice en los Analesse valora la armona con la Naturaleza[23]. Los antiguos judos, del mismo modo, alababan la leycomo lo verdadero[24].

    A esta concepcin, en todas sus modalidades platnica, aristotlica, estoica, cristiana u oriental me referir, para simplificar, de ahora en adelante como el Tao. Algunas de las historias quehasta ahora he contado les parecern, quizs, a muchos de ustedes simplemente curiosas e inclusofantasiosas. Pero no podemos pasar por alto lo que es comn a todas ellas. Es la doctrina del valorobjetivo, la conviccin de que ciertas actitudes son realmente verdaderas y otras realmente falsasrespecto a lo que es el universo y lo que somos nosotros. Los que conocen el Tao pueden mantenerque afirmar que los nios son hermosos o que los viejos son dignos de respeto no es solamenteconstatar un hecho psicolgico sobre nuestros sentimientos paternales o filiales en cada momento,sino que es reconocer una cualidad que exige de nosotros una cierta respuesta, tanto si la damos comosi no. He de reconocer que no me gusta en demasa la compaa de nios pequeos: puesto que hablodesde el reconocimiento del Tao, confieso que esto es un defecto mo, igual que un hombre deberareconocer que es sordo o ciego. Y puesto que nuestra aprobacin o nuestro desacuerdo son, o bien elreconocimiento del valor objetivo, o bien respuesta a un orden objetivo, los estados emocionalespueden estar en armona con la razn (cuando simpatizamos con lo que debemos reconocer) o no(cuando percibimos que debemos simpatizar pero no sentimos tal simpata). Ningn sentimiento es,en s mismo, un juicio; en este sentido, ninguna emocin o sentimiento tiene lgica.

    Pero puede ser racional o irracional segn se adece a la Razn o no. El corazn nunca ocupa el

  • lugar de la cabeza sino que puede, y debe, obedecerla.En contraste con todo esto se encuentra el mundo de El Libro Verde. En l, la verdadera

    posibilidad de que un sentimiento sea razonable o irrazonable se excluye desde el principio.Puede ser razonable o irrazonable slo si concuerda o no con algo ms. Decir que la catarata essublime implica decir que nuestro sentimiento de admiracin es apropiado o est en sintona con larealidad y, por tanto, se hace referencia a algo que hay ms all del sentimiento; lo mismo que decirque un zapato se ajusta al pie es hacer referencia no slo al zapato, sino tambin al pie. Pero estareferencia a algo ms que la emocin es lo que Gayo y Ticio excluyen de cualquier frase que contengaun predicado de valor. Tales afirmaciones hacen referencia nicamente, segn ellos, al sentimiento. Yas, el sentimiento, considerado por s mismo, no puede estar en acuerdo o en desacuerdo con laRazn. Es irracional no como un paralogismo, sino como un hecho fsico: ni siquiera alcanza ladignidad del error. Bajo este punto de vista, el mundo de los hechos, sin rastro de valor alguno, y elmundo de los sentimientos, sin rastro de verdad o falsedad, justicia o injusticia, se encuentranenfrentados, sin posibilidad de acercamiento.

    Por tanto, el problema educacional es totalmente diferente segn la posicin que se adopte frenteal Tao. Para los que reconocen el Tao, el objetivo es el de inculcar en el alumno aquellas respuestasque son, en s mismas, adecuadas independientemente de que alguien se las plantee o no, y endesarrollar la verdadera consistencia de la naturaleza humana. Los que no reconocen este Tao, siendoconsecuentes, deben considerar por igual todo sentimiento como no racional, como una neblina entrenosotros y la realidad. Como resultado, se decide alejar todo sentimiento, tanto como sea posible, dela mente del alumno; o bien, enfatizar algunos sentimientos mediante consideraciones que nada tienenque ver con su justicia o adecuacin intrnsecas. Este ltimo planteamiento les lleva a implicarseen el cuestionable proceso de crear en los otros por sugestin o encantamiento un espejismo que lapropia razn ya ha desentraado con xito.

    Quizs se pueda clarificar esto si ponemos un ejemplo concreto. Cuando un antiguo padreromano le deca a su hijo que morir por la patria era una cosa dulce y honrosa, crea en lo que deca.Le estaba comunicando a su hijo un sentimiento que l mismo comparta y que crea que estaba enconsonancia con el valor que su juicio era capaz de discernir ante una muerte noble: le estaba dando alchico lo mejor que tena, inculcndole su espritu a fin de humanizarlo del mismo modo que habaentregado su cuerpo para engendrarlo. Pero Gayo y Ticio no pueden creer que llamar dulce y honrosaa tal muerte pueda suponer decir algo importante respecto a algo. Su propio mtodo deridiculizacin se tornara contra ellos mismos si intentaran actuar de tal modo, ya que la muerte noes algo que se pueda comer y, por tanto, no puede ser dulce en sentido literal; ni siquiera lassensaciones reales que la preceden podrn ser dulces por analoga. Respecto al decorum, es slo unapalabra que describe el modo en que la gente sentir tu muerte cuando se les ocurra pensar en ella, loque no suceder a menudo, ni te har, ciertamente, bien alguno. Slo existen, para Gayo y Ticio, doscaminos posibles. O el de ir hasta el fondo y redimensionar este sentimiento como se podra hacercon otro cualquiera, o bien el de ponerse manos a la obra a fin de inculcarle al alumno, desde fuera, unsentimiento que ellos crean carente de valor y que podra costarle la vida, por la sencilla razn de quenos es til a nosotros (los supervivientes) que nuestros jvenes puedan sentirlo. Si se embarcan eneste ltimo camino, la diferencia entre la antigua y la nueva educacin ser importante. Mientras quela antigua formaba, la nueva simplemente condiciona. La antigua se ocupaba de sus alumnos como

  • los pjaros adultos se ocupan de los jvenes cuando les ensean a volar; la nueva les trata ms comoel avicultor trata a los polluelos: dirigindose a ellos de tal o cual manera con propuestas de las quelos pjaros no entienden nada. En una palabra: la antigua era una especie de propagacin: hombresque transmitan humanidad a otros hombres; la nueva es simplemente propaganda.

    Gayo y Ticio se decantan por la primera alternativa slo por una cuestin de prestigio. Lapropaganda les produce aversin: y no porque su propia filosofa d pie a condenarla (o a lo quefuere), sino porque ellos mismos son mejores que sus propios principios. Probablemente, tienen unavaga idea (y la examinar en mi prximo captulo) de que el juicio de valor y la buena fe y la justiciapueden ser de sobra confiados al alumno, si alguna vez fuera necesario hacerlo, en el terreno de lo queellos llaman racional o biolgico o moderno. Mientras tanto, abandonan la cuestin y sededican a la labor de ridiculizar.

    Pero este camino, aunque es menos inhumano, no es menos desastroso que la alternativa opuesta,la cnica propaganda. Supongamos por un momento que las virtudes innegables se pudieran justificarrealmente sin hacer referencia a un valor objetivo. Bien es cierto que ninguna justificacin de la virtudpermite al hombre ser virtuoso. Sin la ayuda de sentimientos orientados, el intelecto es dbil frente alorganismo animal. Yo jugara antes a las cartas con un hombre escptico respecto a la tica peroeducado en la creencia de que un caballero no hace trampas que con un intachable filsofo moralque haya sido educado entre estafadores. En medio de una guerra, no sern los silogismos los quemantengan firmes los nervios y los msculos tras tres horas de bombardeo. El sentimentalismo msburdo hacia una bandera (ese al que Gayo y Ticio pondran mala cara), un pas o un regimiento serams til. Hace tiempo que nos lo advirti Platn. Del mismo modo que el rey gobierna mediante supoder ejecutivo, as la Razn en el hombre debe regular los instintos primarios por medio delelemento espiritual[25]. La cabeza gobierna el vientre mediante el corazn, que es el lugar donde seasienta, como nos dice Alano, de la Magnanimidad [26], de las emociones organizadas en sentimientosestables a travs del hbito conculcado. Corazn-Magnanimidad-Sentimiento: sta es la coordinacinindispensable entre el hombre cerebral y el hombre visceral. Se podra incluso decir que es por esteelemento intermedio por lo que el hombre es hombre: por su intelecto es mero espritu y por suinstinto es mero animal.

    La operacin que pretenden El Libro Verde y los de su estilo, es la de producir lo que se podrallamar Hombres sin Corazn. Con el agravante de que, usualmente, los autores se hacen llamarIntelectuales. Y esto les da la posibilidad de decir que quien les ataca, ataca a la Inteligencia. Y no esas. No se distinguen del resto de los hombres por una particular destreza para encontrar la verdad opor un ardor original para, al menos, buscarla. De hecho sera extrao que se distinguieran por eso: unapego perseverante a la verdad, un adecuado sentido del honor intelectual no puede ser mantenido enel tiempo sin la ayuda de un sentimiento que Gayo y Ticio pueden despreciar tan fcilmente como lopodra hacer cualquier otro. Y no es un exceso de ideas sino una falta de frtil y generosa emocin loque les delata. Sus mentes no son superiores a las normales: es la atrofia del corazn lo que las haceparecer as.

    Siempre como en la tragicomedia de nuestra situacin que nos empeamos en reclamar talescualidades autnticas estamos, al tiempo, hacindolas imposibles. Es difcil abrir un peridico sin quete venga a la mente la idea de que lo que nuestra civilizacin necesita es ms empuje, o dinamismo,o autosacrificio, o creatividad. Con una especie de terrible simplicidad extirpamos el rgano y

  • exigimos la funcin. Hacemos hombres sin corazn y esperamos de ellos virtud e iniciativa. Nosremos del honor y nos extraamos de ver traidores entre nosotros. Castramos y exigimos a loscastrados que sean fecundos.

  • II. El camino

    Bajo una nica perspectiva trabaja el gentilhombre.

    Confucio, Anales I.2

    El resultado prctico de la educacin segn el espritu de El Libro Verde es la destruccin de lasociedad que acepta dicho espritu. Pero esto no supone, necesariamente, la refutacin de la teora delsubjetivismo de los valores. La verdadera doctrina debe ser tal, que si la aceptamos, estamosdispuestos a morir por ella. Nadie que hable desde el Tao podra rechazarlo por tal motivo: . Pero todava no hemos llegado a ese punto. Existen dificultades tericas en lafilosofa de Gayo y Ticio.

    A pesar de lo subjetivos que puedan ser al considerar algunos de los valores tradicionales, Gayoy Ticio, por el simple hecho de escribir El Libro Verde, han explicitado que deben existir otrosvalores en absoluto subjetivos. Ellos escriben con el fin de provocar determinadas imgenes mentalesen la nuevas generaciones: y no porque piensen que dichos esquemas mentales sean intrnsecamentejustos o buenos, sino, ciertamente, porque consideran a dichas generaciones como el medio hacia unestado de la sociedad que estiman deseable. No sera difcil (aunque si fatigoso) recoger en variospasajes de El Libro Verde cul es su ideal; pero no es necesario hacerlo. Lo importante no es precisarla naturaleza del fin que persiguen, sino el hecho de que tal fin exista o no. Y debe existir, pues encaso contrario, este libro (siguiendo un razonamiento estrictamente pragmtico) habra sido escritosin propsito alguno. Adems, este fin debe tener un valor real ante sus ojos. Eludir llamarlo bueno yutilizar, en su lugar, calificativos como necesario, progresista o eficaz sera un subterfugio. Atravs de una argumentacin, se les podra conminar a responder a las preguntas: necesario paraqu?, progresando hacia dnde?, con qu eficacia?; como ltimo recurso tendran que admitir que elestado de la cuestin es, en su opinin, bueno para sus propios intereses. Y esta vez no podranmantener que bueno simplemente refleja sus emociones sobre el tema, dado que el objetivo ltimode su libro es el de condicionar al joven lector para que comparta sus aseveraciones; y esto seraempresa o de un loco o de un mezquino, salvo que consideraran que dichas aseveraciones fueran, dealgn modo, vlidas o correctas.

    De hecho, Gayo y Ticio se encontraran sosteniendo, con un dogmatismo completamenteacrtico, todo el sistema de valores que estuvo de moda entre los jvenes de educacin moderada delas clases profesionales en el perodo de entreguerras[27]. Su escepticismo en relacin a los valores esslo superficial: es aplicable respecto a los valores de los dems, pero sobre su propio esquema devalores no son en absoluto escpticos. Y este fenmeno es muy habitual. La mayora de los quemenoscaban los valores tradicionales o (como suelen llamarlos) sentimentales, tienen en subackground valores propios que parecen ser inmunes a tal proceso de descrdito. Proclaman estarcortando con el desarrollo parasitario del sentimiento, de la aquiescencia religiosa y de los tabsheredados con el fin de que los valores reales o fundamentales puedan salir a flote. Intentar acontinuacin descubrir qu sucede si se afronta este problema seriamente.

    Sigamos usando el ejemplo anterior el de la muerte por una causa justa pero no, por

  • supuesto, porque la virtud sea el nico valor o el martirio la nica virtud, sino porque ste es elexperimentum crucis que analiza diferentes sistemas de pensamiento del modo ms clarificador.Supongamos que un Innovador de valores considera dulce et decorum y greater love hath no man[28]

    como meros sentimientos irracionales que deben ser desterrados a fin de poder descender al terrenorealista o fundamental de este valor. Dnde encontrara un terreno as?

    En primer lugar, podra decir que el valor real se encuentra en la utilidad que para la comunidadtiene un sacrificio de este tipo. Bueno, podra decir, significa til para la comunidad. Pero, porsupuesto, la muerte de la comunidad no es til para la propia comunidad: nicamente podra serlo lamuerte de algunos de sus miembros. Lo que realmente se quiere decir es que la muerte de algunoshombres es til para otros hombres. Eso es muy cierto: pero cul es el fundamento por el que se lespide a algunos hombres que mueran por el beneficio de otros? Cualquier apelacin al orgullo, alhonor, a la dignidad o al amor es excluida por hiptesis. Hacer uso de ello implicara reconsiderar elsentimiento, y la tarea del Innovador es, una vez desligado de todo eso, explicar a los hombres, entrminos de puro razonamiento, por qu se les pide que mueran para que otros puedan vivir. Podradecir: A menos de que algunos corramos el riesgo de morir, todos nosotros moriremos conseguridad. Pero eso ser cierto tan slo en un nmero muy limitado de casos; y aun siendo cierto,se podra rebatir de modo muy razonable contestado con la pregunta: Por qu he de ser yo uno delos que corran ese riesgo?.

    Llegados a este punto, el Innovador debera preguntarse por qu, despus de todo, el egosmodebera ser ms racional o inteligente que el altruismo. Sea bienvenida la pregunta. Si por Raznentendemos el proceso que siguen realmente Gayo y Ticio cuando se ocupan de menoscabar (esdecir, el proceso de inducir por inferencia de proposiciones, derivadas en ltimo extremo de datossensoriales, proposiciones ulteriores) los sentimientos, entonces la respuesta debe ser que rechazarsacrificarse uno mismo no es ms racional que acceder a hacerlo. Ni tampoco es menos racional.Ninguna eleccin es en absoluto racional o irracional. No se puede seguir ninguna conclusin prcticade las proposiciones referentes a hechos aislados. Esto preservar a la sociedad no puede llevar ahaz esto salvo que medie el la sociedad debe ser protegida. Esto te costar la vida no puede llevardirectamente a no hagas esto: slo conducir a ello si existe un deber consciente o un instinto deautoconservacin. El Innovador intenta obtener conclusiones en modo imperativo a partir depremisas formuladas en modo indicativo: y aunque lo intente eternamente no podr tener xito,porque tal cosa no es posible. Por consiguiente, deberemos ampliar la palabra Razn para incluir loque nuestros antecesores llamaron Razn Prctica y confesar que juicios tales como la sociedad debeser protegida (aunque stos se puedan sostener sin la clase de razn que Gayo y Ticio exigen) no sonsimples sentimientos, sino que constituyen la racionalidad misma; o, en caso contrario, debemoseludir, de una vez por todas, el intento de encontrar un ncleo de valor racional ms all de lossentimientos que hemos menoscabado. El Innovador no elegir la primera alternativa, puesto que losprincipios prcticos que todos los hombres conocen como Razn son, simplemente, el Tao que lpretende sustituir. Ms bien decidir evitar la bsqueda del ncleo racional e indagar en otroscampos ms realistas y fundamentales.

    Y esto, probablemente, creer haberlo encontrado en el Instinto. La preservacin de la sociedad yde la propia especie son fines que no penden del precario hilo de la Razn: dependen del Instinto.Por eso es por lo que no es necesario rebatir al hombre que no los reconoce. Tenemos una exigencia

  • instintiva de preservar nuestra especie. sta es la razn por la que los hombres deben trabajar para laposteridad. No tenemos una exigencia instintiva para mantener las promesas o para respetar la vidade cada individuo; por eso, tener escrpulos en relacin a la justicia o a la humanidad lo que dehecho es el Tao es algo que se puede eliminar sin ms cuando entra en conflicto con nuestro finreal: la preservacin de las especies. sta es la razn por la que, de nuevo, la situacin modernapermite y requiere una nueva moral sexual: los viejos tabes jugaron un papel importante comoayuda para preservar las especies; pero los anticonceptivos han modificado esta situacin y de estemodo, se pueden abandonar muchos de aquellos tabes, puesto que, por supuesto, el deseo sexual,siendo instintivo, debe ser satisfecho mientras no entre en conflicto con la preservacin de lasespecies. Parece como si, de hecho, una tica basada en el instinto diera al Innovador todo aquello quedesea y evitara todo aquello que no desea.

    En realidad no hemos subido un solo peldao. No insistir en que llamamos Instinto a lo que noconocemos (pues decir que las aves migratorias encuentran su itinerario por instinto es slo decir queno sabemos cmo lo encuentran), y aqu se est usando de un modo adecuado en cuanto que expresaun impulso irreflexivo o espontneo ampliamente percibido por los miembros de una especiedeterminada. De qu manera nos ayudar el Instinto, as concebido, a encontrar valores reales?Se puede sostener que debemos obedecer al Instinto, que no podemos obrar de otro modo? En talcaso, por qu se escriben Libros Verdes? Por qu tal conjunto de exhortaciones para conducirnosadonde es ineludible ir? Por qu tales elogios para quienes se han abandonado a lo inevitable? O esque se sostiene que si obedecemos al Instinto estaremos felices y contentos? Sin embargo, laverdadera cuestin que estamos considerando es la de afrontar la muerte, la cual (al menos por lo queel Innovador conoce) elimina cualquier posible satisfaccin: y si tenemos un deseo instintivo de bienpara la posteridad, entonces, este deseo, por la propia naturaleza del problema, nunca se puedesatisfacer, puesto que su objetivo se alcanza, en todo caso, cuando se est muerto. Parece ms bienque el Innovador no quiere decir que debamos obedecer al Instinto, ni que nos satisfar hacerlo, sinoque sera conveniente obedecerlo[29].

    Pero por qu tenemos que obedecerlo? Existe otro instinto de orden superior que nos obligue ahacerlo; y un tercero de mayor orden an que no obligue a obedecer a este segundo: una recurrenciainfinita de instintos? Se puede presumir que esto es imposible, pero no existen otras opciones. Apartir de la proposicin de carcter psicolgico Algo me impulsa a hacer esto y lo otro no se puedeingenuamente inferir el principio prctico Debo obedecer a este impulso. Aunque fuera cierto quelos hombres tienen un impulso espontneo e irreflexivo para sacrificar su propia vida en beneficio desus congneres, otra cuestin muy distinta es si deben controlar o consentir este impulso; puesto queincluso el Innovador admite que muchos impulsos (los que entran en conflicto con la preservacin dela especie) se deben controlar. Y admitir esto nos lleva a una dificultad an ms esencial.

    Decirnos que obedezcamos al Instinto es decirnos que obedezcamos a la gente. Y la gentedice cosas muy variopintas, al igual que los instintos. Nuestros instintos estn en conflicto. Si sesostiene que el instinto de preservar la especie debe ser obedecido a expensas del resto de instintos,de dnde se deriva esta regla de precedencia? Hacer caso a tal instinto, que nos habla en su propiacausa, y decidir a su favor sera una simpleza. Cada instinto, si se le presta atencin, pretender sersatisfecho a expensas del resto. Por el simple hecho de prestar atencin a uno en vez de a otrohabremos prejuzgado el problema. Si en dicha comparacin no tenemos en cuenta la dignidad

  • comparativa de cada uno, nunca la podremos extraer de ellos. Y el conocimiento no puede serinstintivo en s mismo: el juez no puede ser una parte de lo que se juzga; en caso de serlo, la decisinno tiene valor y no existe un terreno en el que situar la preservacin de las especies por encima de laautoconservacin o del instinto sexual.

    La idea de que, sin apelar a una instancia superior a los propios instintos, es posible encontrar unfundamento por el que dar preponderancia a un instinto frente al resto se presenta muy complicada.Para ello, nos aferramos a palabras baldas: lo llamaremos el instinto bsico, o el fundamental, oel primario, o el ms profundo. No sirve para mucho. O estas palabras ocultan un juicio de valorque va ms all del instinto y, por tanto, que no se deriva de l, o bien, simplemente, recogen laintensidad que despierta en nosotros, la frecuencia con que se manifiesta o su amplia difusin. Segnlo primero, todo intento de basar el valor en el juicio se ha desechado: segn lo segundo, estasobservaciones sobre los aspectos cuantitativos de un hecho de carcter psicolgico no nos conducena una conclusin prctica. Es el viejo dilema. O estas premisas ocultan un imperativo o la conclusinse queda simplemente en lo indicativo[30].

    Finalmente, no tiene mucha utilidad preguntarse si existe algn instinto por el que preocuparsepor la posteridad o por preservar la especie. Yo no lo descubro en m mismo; adems, soy un hombrepoco propenso a pensar en el futuro lejano: prefiero leer con placer a Mr. Olaf Stapledon. Y meparece an ms difcil pensar que la mayora de la gente que se ha sentado en el asiento de enfrente enel autobs o que ha hecho cola a mi lado, sienta un impulso irreflexivo para hacer algo por la especieo por la posteridad. Solo la gente educada de un modo particular ha podido tener en consideracin laidea posteridad. Es difcil atribuir al instinto nuestra actitud hacia un objeto que existe slo paralos hombres reflexivos. Lo que poseemos por naturaleza es un impulso para proteger a nuestros hijoso nietos: un impulso que se hace cada vez ms dbil conforme la imaginacin se retrotrae hasta moriren los desiertos del abrumador futuro. Ningn padre, guiado por este instinto, podra soar, por uninstante siquiera, en anteponer las exigencias de sus hipotticos descendientes a las del beb que enese momento chilla y patalea en la habitacin. Los que aceptamos el Tao deberamos, quizs, decirque tendran que hacerlo: pero eso no est claro para los que consideran al instinto como la fuente detodo valor. En la medida en que pasamos del amor maternal a la planificacin racional del futuroestamos pasando del terreno del instinto al de la eleccin y la reflexin: y si el instinto es el origen delvalor, la planificacin del futuro debera ser una cosa menos respetable y digna de menorconsideracin que el modo de hablarle a un beb o los mimos de una madre cariosa; o que lasancdotas de colegio ms banales de un padre ya mayor. Si nos basamos en el instinto, estas cosasson lo sustancial, y la preocupacin por el futuro la sombra; la enorme sombra danzante de lafelicidad infantil proyectada sobre la pantalla de un futuro incierto. No digo que esta proyeccin seaalgo malo: pero, en tal caso, no creo que el instinto sea la cimentacin de los juicios de valor. Lo quees absurdo es exigir que la preocupacin por el futuro encuentre su justificacin en el instinto ydespus mofarse en cada momento del nico instinto en el que se supone que se sustenta, apartandoa los nios del regazo de la madre y llevndolos a la guardera o al parvulario en aras del progreso dela raza venidera.

    La verdad, as, se pone de manifiesto finalmente: ni a travs de determinadas operaciones,manejando proposiciones de hecho, ni apelando al instinto puede el Innovador encontrar fundamentopara su sistema de valores. Ninguno de los principios que le son necesarios los va a encontrar en tales

  • posiciones: pero s los debe encontrar en algn otro sitio. Todo cuanto alcanzan a abarcar los cuatromares lo siento como hermano mo (XII.5) dice Confucio del Chiin-tzu, el cuor gentil ogentilhombre. Humani nihil a me alienum puto dice el Estoico. Haz t como si lo hicieran contigodice Jess. La humanidad debe ser preservada, dice Locke[31]. Todos los principios prcticos quehay detrs del problema que se le plantea al Innovador acerca de la posteridad, o de la sociedad, o dela especie estn, desde tiempo inmemorial, en el Tao. Y en ningn otro sitio; salvo que uno acepte sinresquicio de duda que esto es al mundo de la accin lo que los axiomas son al mundo de la teora, nose puede encontrar ningn gnero de principios prcticos. Y, adems, no se puede llegar a ellos comoconclusiones: son premisas. Se les puede considerar puesto que no existe una razn para ellosde la clase de razn que exigen Gayo y Ticio sentimientos: pero, en tal caso, se deben dejar decomparar los valores reales o racionales con el valor sentimental. En tal supuesto, todo valorsera sentimental; y se debe admitir (so pena de desestimar cualquier valor) que todo sentimiento noes algo simplemente subjetivo. Se les debe considerar, por otra parte, tan racionales o, ms bien,tan la racionalidad misma, como las cosas ms obvias y razonables, aquellas que ni exigen niadmiten verificacin alguna. Pero entonces se debe admitir que la Razn pueda ser prctica, que undebera no se debe despachar tranquilamente porque no pueda generar un es que lo acredite. Si nadaes evidente en s mismo, nada se puede demostrar. Del mismo modo, si nada es obligatorio por smismo, nada es en absoluto obligatorio.

    A alguien le podra parecer que he encubierto, simplemente, bajo otro nombre lo que siempre seentendi por instinto bsico o fundamental. Pero las implicaciones van mucho ms all del simplejuego de palabras. El Innovador ataca los valores tradicionales (el Tao) en defensa de lo que l, enprincipio, cree que son (bajo un punto de vista muy particular) valores racionales o biolgicos.Pero, como hemos visto, todos los valores que utiliza para atacar el Tao, y que cree sustitutorios delmismo, se derivan del propio Tao. Si l realmente se ha remontado de nuevo a la lnea de partida,siendo ajeno a la tradicin humana en el terreno de los valores, ningn subterfugio le puede haberayudado a avanzar ni siquiera un metro en la concepcin por la que un hombre debera morir por lacomunidad o trabajar para la posteridad. Si falla el Tao, fallan con l las propias concepciones delInnovador respecto a los valores. Ninguna de ellas puede exigir una autoridad distinta a la del Tao.Unicamente gracias a ciertos aspectos del Tao que l ha heredado est capacitado para atacarlo. Lacuestin es, por tanto, qu autoridad tiene l para aceptar ciertos aspectos del Tao y rechazar otros.Puesto que si los aspectos que rechaza no tienen autoridad alguna, tampoco la tienen los que acepta;y si lo que acepta es vlido, tambin lo es lo que no acepta.

    El Innovador, por ejemplo, valora muy positivamente los anhelos de posteridad. No puedeencontrar otra exigencia de posteridad vlida que no sea el instinto o (en el sentido moderno) la razn.De hecho, est deduciendo nuestro deber hacia la posteridad a partir del Tao; nuestro deber de hacerel bien a todos los hombres es un axioma de la Razn Prctica, y nuestro deber de hacer el bien anuestros descendientes se deduce claramente de ella. Pero, entonces, sea cual fuere la modalidad delTao que haya llegado hasta nosotros, junto al deber frente a nuestros hijos y descendientes est eldeber para con nuestros padres y nuestros ancestros. En base a qu aceptamos lo uno y rechazamoslo otro? Nuevamente, el Innovador puede anteponer un criterio econmico: alimentar y vestir a lagente es el gran fin; en pos de l, se deben dejar de lado los escrpulos respecto a la justicia y a labuena fe. El Tao, por supuesto, concuerda con l en la necesidad de alimentar y vestir a la gente; a

  • menos de que el Innovador se apoyara en el Tao, nunca podra haber aprendido tal deber. Pero juntoa ste, en el Tao se encuentran esas exigencias de justicia y buena fe que est dispuesto a desdear.Cul es su justificacin? El puede ser jingosta, racista, nacionalista radical; uno que sostiene que elprogreso de su pueblo es el fin al que hay que supeditar todo lo dems. Pero ningn tipo deobservacin de los hechos, ninguna apelacin al instinto podr cimentar esta opinin. Una vez ms,est, de hecho, deducindolo a partir del Tao: un deber contrado con nuestra gente, por el simplehecho de serlo; parte de la moral tradicional. Pero, junto a este deber y limitndolo, en el Taosubyacen los inalienables deseos de justicia y la norma por la que, en la Larga Carrera, todos loshombres son nuestros hermanos. De dnde le viene al Innovador la autoridad para seleccionar ydecidir?

    Puesto que no encuentro respuesta para estas preguntas, extraigo las siguientes conclusiones. Loque he llamado, por convenio, Tao y que otros llaman Ley Natural o Moral Tradicional o PrincipiosBsicos de la Razn Prctica o Fundamentos ltimos, no es uno cualquiera de entre los posiblessistemas de valores. Es la fuente nica de todo juicio de valor. Si se rechaza, se rechaza todo valor. Sise salva algn valor, todo l se salva. El esfuerzo por refutarlo y construir un nuevo sistema devalores en su lugar es contradictorio en s mismo. Nunca ha habido, y nunca habr un juicio de valorradicalmente nuevo en la historia de la humanidad. Lo que pretenden ser nuevos sistemas o (comoahora se llaman) ideologas, consisten en aspectos del propio Tao, tergiversados y sacados decontexto y, posteriormente, sublimados hasta la locura en su aislamiento, aun debiendo al Tao, y sloa l, la validez que poseen. Si el deber para con mis padres es una supersticin, entonces tambin loes el deber respecto a la posteridad. Si la justicia es una supersticin, tambin lo es el deber hacia mipas o mi pueblo. Si la bsqueda de conocimiento cientfico es un valor real, entonces tambin lo es lafidelidad conyugal. La rebelin de las nuevas ideologas contra el Tao es la rebelin de las ramascontra el rbol: si los rebeldes pudieran vencer se encontraran con que se han destruido a s mismos.La mente humana no tiene ms poder para inventar un nuevo valor que para imaginar un nuevo colorprimario o, incluso, que para crear un nuevo sol y un nuevo firmamento que lo contenga.

    Significa esto, entonces, que no se puede progresar respecto a nuestra percepcin del valor?;que estamos obligados para siempre por un cdigo inmutable establecido de una vez por todas? Yes posible, en todo caso, hablar de obediencia a lo que he llamado el Tao? Si juntamos, como yo hehecho, las morales tradicionales de Oriente y Occidente, la cristiana, la pagana y la juda, nohallaramos muchas contradicciones y algunos absurdos entre ellas? Debo admitir que s. Algo decrtica, la eliminacin de algunas contradicciones, incluso algo de desarrollo real es necesario. Pero haydos formas muy distintas de criticar.

    Un terico del lenguaje podra aproximarse a su lengua nativa, desde su exterior, considerandola genialidad de la misma como algo que no ejerce un derecho sobre l y consintiendo el deterioro alpor mayor de la lengua y de su uso en aras de una conveniencia comercial o de una mayorprecisin cientfica. Esto es una cosa. Un gran poeta, que ha amado, y ha sido bien educado en sulengua materna, puede introducir tambin grandes modificaciones en ella, pero sus cambios en ellenguaje estn hechos con el espritu del propio lenguaje: acta desde el interior. Es la propialengua que padece las modificaciones la que las inspira. Y esto es otra cosa bien distinta; tan distintacomo lo es la obra de Shakespeare de nuestro Curso Bsico de Lengua. Es la diferencia entre lamodificacin desde dentro y la modificacin desde fuera del lenguaje: entre lo orgnico y lo

  • quirrgico.Del mismo modo, el Tao admite el desarrollo desde su interior. Quienes comprenden y han sido

    guiados por el espritu del Tao pueden modificarlo en las diversas direcciones que su propio espritules sugiere. Y slo stos pueden saber qu direcciones son stas. El que es ajeno a l, nada sabe deltema. Sus intentos de modificar se contradicen por s mismos, como hemos visto. Lejos de ser capazde armonizar las discrepancias en su formulacin profundizando en su espritu, simplemente extraealgn precepto que le llama la atencin a causa de los accidentes de tiempo y espacio, y lo conduce ala muerte, pues no puede dar razn de l. Slo desde el interior del Tao mismo se tiene autoridad paramodificar el Tao. Esto es lo que indicaba Confucio cuando dijo Es intil aceptar consejo de quienessiguen un Camino distinto[32]. Por la misma razn Aristteles advirti que slo aquellos quehubieran sido correctamente educados podran estudiar tica: para el hombre corrupto, el que es ajenoal Tao, el autntico punto de partida de esta ciencia es invisible[33]. Puede ser hostil pero nuncacrtico: no sabe lo que est en discusin. Y por esto se ha dicho: La gente que no conoce la ley esdetestable[34], y tambin El que cree no ser maldito[35]. Una mente abierta es til en los asuntosque no conciernen a las cuestiones ltimas. Pero una mente abierta respecto a las cuestiones ltimasque plantean tanto la Razn Terica como la Razn Prctica es una idiotez. Si un hombre mantieneuna posicin abierta frente a estas cuestiones, por lo menos debe mantener la boca cerrada, puessobre ellas nada podr decir: desde fuera del Tao no hay un fundamento para criticar el propio Tao nipara criticar ninguna otra cosa.

    Existen casos particulares en los que, sin duda, es cuestin delicada el decidir dnde termina lalegtima crtica interna y dnde empieza la nefasta crtica externa. En cualquier caso, siempre que sedesafa a un precepto de la moral tradicional a mostrar su validez como si recayera sobre l el peso dela prueba, habremos elegido la postura errnea. La tentativa legtima del reformista es la de demostrarque el precepto en cuestin entra en conflicto con algn otro precepto que los defensores del primeroadmiten como ms esencial incluso; o bien que no materializa el juicio de valor al que debera deencarnar. El ataque frontal Por qu?; qu bien hace?; quin lo ha dicho? no es nunca admisible; yno porque sea severo u ofensivo, sino porque ningn juicio de valor se puede justificar a ese nivel. Sise insiste en tal tipo de proceso se acabara con todos los valores y, de este modo, se acabara con lasbases que fundamentan tanto la crtica como el objeto de la misma. No se le debe poner una pistolaen la sien al Tao. Tampoco debemos posponer la obediencia a un precepto en tanto se verifica suvalidez. Slo aquellos que practican el Tao lo entendern. El hombre instruido, el cuor gentil, y slol, es capaz de reconocer la Razn cuando sta se presenta[36]. Es Pablo, el fariseo, el hombreperfecto hasta el punto de lindar con la ley quin reconoce cmo y dnde es deficiente la ley [37].

    Con el fin de evitar malos entendidos, tengo que aadir que, a pesar de ser yo mismo testa, eincluso cristiano, no estoy aqu esbozando ningn argumento indirecto a favor del tesmo. Tan sloestoy argumentando que si debemos tener de algn modo valores, debemos aceptar los principiosltimos de la Razn Prctica como algo con validez absoluta: as, cualquier tentativa, siendoescpticos en este punto, de volver a introducir el valor ms abajo, sobre una base supuestamentems realista, est condenada al fracaso. Que esta posicin implique un origen sobrenatural del Taoo no, no es una cuestin que me interese precisar aqu.

    Entonces, cmo se puede esperar que la mente moderna acepte la conclusin a la que hemos

  • llegado? Este Tao al que parece que debemos atender como algo absoluto es, simplemente, unfenmeno como cualquier otro: el reflejo en las mentes de nuestros antepasados del ritmo que laagricultura impona a sus vidas o, incluso, de su fisiologa. Hasta ahora sabemos cmo se producen,en teora, tales fenmenos: pronto lo sabremos con detalles; y, eventualmente seremos capaces deproducirlos a voluntad. Por supuesto, cuando no sabamos de qu modo se cre la mente, aceptamoseste accesorio mental como un dato, incluso como un amo. Aun as, muchos objetos en la naturalezaque fueron nuestros amos se han convertido en nuestros esclavos. Por qu no tambin ste? Porqu se debe quedar corta nuestra conquista de la naturaleza, en estpida reverencia, ante esteelemento ltimo y resistente de la naturaleza que hasta ahora se ha llamado conciencia del hombre?Nos amenazan con oscuros desastres si nos apartamos de ella: pero nos han amenazado en esesentido los oscurantistas a cada paso de nuestro caminar, y todas las veces se ha mostrado falsa talamenaza. Dicen que nos quedaremos sin valores si nos apartamos del Tao. Muy bien:probablemente, descubriremos que podemos desenvolvernos con comodidad sin ellos. Consideremostodas las ideas sobre lo que tenemos que hacer nicamente como una interesante rmora psicolgica:apartmonos de todo eso y empecemos a hacer lo que nos plazca. Decidamos por nosotros mismoslo que debe ser el hombre y hagamos que lo sea: pero no sobre la base de un valor imaginado, sinoporque queremos que sea eso y no otra cosa. Una vez dominado nuestro entorno, dominmonos anosotros mismos y elijamos nuestro propio destino.

    sta es una posicin muy plausible: y a los que la sostienen no se les puede acusar decontradictorios como a los escpticos sin corazn que an esperan encontrar valores reales cuandohan desechado los tradicionales. Esto ltimo supone el rechazo total del concepto de valor.Necesitar otra lectura del problema para considerarlo.

  • III. La abolicin del hombreLa conquista de la Naturaleza por parte del hombre es una expresin utilizada habitualmente

    para describir el progreso de las ciencias aplicadas. El Hombre ha derrotado a la Naturaleza, le dijoalguien a un amigo mo hace poco tiempo. En su contexto, estas palabras tenan una cierta trgicabelleza, pues quien las pronunciaba se estaba muriendo de tuberculosis. No importa, siguidiciendo; S que soy una de las casualidades. Est claro que hay casualidades tanto en la parteganadora como en la perdedora. Pero eso no altera el hecho de que sea ganadora. He elegido estahistoria como punto de partida con el fin de poner en claro que no deseo menospreciar todo lo que deverdaderamente beneficioso existe en el proceso descrito como La conquista humana, y muchomenos toda la verdadera pasin y el sacrificio personal que lo han hecho posible. Pero una vez dichoesto, debo proceder a analizar esta concepcin un poco ms de cerca. En qu sentido es el Hombreel poseedor de un poder creciente sobre la naturaleza?

    Consideremos tres ejemplos tpicos: el avin, la radio y los anticonceptivos. En una comunidadcivilizada y en tiempo de paz, cualquiera que se lo pueda permitir puede hacer uso de estas trescosas. Pero no se puede decir estrictamente que quien lo hace est ejercitando su poder personal oindividual sobre la Naturaleza. Si te pago para que me lleves no se puede decir que yo sea un hombrecon podero. Todas y cada una de las tres cosas que he mencionado les pueden ser negadas a algunoshombres por parte de otros hombres: por los que las venden, o por los que permiten la venta, o porlos que poseen los medios de produccin o por quienes los producen. Lo que llamamos el poder delHombre es, en realidad, un poder que poseen algunos hombres, que pueden permitir o no que el restode los hombres se beneficien de l. De nuevo, en lo que se refiere al poder del avin o de la radio, elHombre es tanto el paciente u objeto como el poseedor de tal poder, puesto que es blanco tanto delas bombas como de la propaganda. En lo que respecta a los anticonceptivos, existe paradjicamenteun sentido negativo por el que todas las posibles generaciones futuras son pacientes u objetos de unpoder que ejercen sobre ellas los que an viven. A travs de la contracepcin, simplemente se lesniega la existencia; a travs de la contracepcin, usada como medio de engendrar selectivamente, se lesobliga a ser, sin que se les pida opinin, lo que una generacin, por sus propias razones, pueda elegir.Bajo este punto de vista, lo que llamamos el poder del Hombre sobre la Naturaleza se revela como unpoder ejercido por algunos hombres sobre otros con la Naturaleza como instrumento.

    Por supuesto que es un tpico lamentarse de que, hasta ahora, los hombres han usadoequivocadamente y contra sus propios congneres el poder que la ciencia les ha otorgado. Ni siquieraes ste el punto sobre el que pretendo reflexionar. No me estoy refiriendo a abusos o corrupcionesparticulares que una mayor moralidad pudiera subsanar; estoy considerando lo que debe ser siemprey esencialmente lo que llamamos el poder del Hombre sobre la Naturaleza. Sin duda, este cuadro sepodra modificar con la estatalizacin de las materias primas y de las empresas y mediante el controlpblico de la investigacin cientfica. Pero, a menos de que existiera un nico Estado mundial, estotodava significara la preponderancia de unas naciones sobre otras. E incluso en esta nica Nacin oEstado mundial, significara (en general) el poder de las mayoras sobre las minoras y (en particular)el poder del gobierno sobre el pueblo. Y todas las acciones de poder a largo plazo, especialmente enlo que respecta a la natalidad, significan el poder de las generaciones previas sobre las posteriores.

    Este ltimo punto no siempre se enfatiza lo suficiente, pues los estudiosos de los asuntos

  • sociales an no han aprendido a imitar a los fsicos en la consideracin del tiempo como dimensin. Afin de comprender totalmente lo que el poder del Hombre sobre la Naturaleza y, por tanto, el poderde algunos hombres sobre otros, significa realmente, debemos considerar en el tiempo la raza humana,desde la fecha de su aparicin hasta la de su extincin. Cada generacin ejercita un poder sobre sussucesores: y cada una, en la medida en que modifica el medio ambiente que hereda y en la medida enque se rebela contra la tradicin, limita y se resiste al poder de sus predecesores. Esto modifica elcuadro que, a veces, se nos presenta: una progresiva emancipacin frente a la tradicin y un controlprogresivo de los procesos naturales resultantes del continuo incremento del poder humano. Enrealidad, por supuesto, si cada generacin realmente alcanzara, mediante una educacin eugensica ycientfica, el poder de realizar en sus descendientes lo que ella deseara, cualquier hombre que vivieratras dicha generacin sera objeto de tal poder. Y no sera ms fuerte, sino ms dbil: aunque hayamospodido poner til maquinaria en sus manos, habremos prefijado cmo se debe usar. Y si, como suelesuceder, la generacin que hubiera logrado el mximo poder sobre la posteridad fuera tambin lageneracin ms emancipada de la tradicin, se vera comprometida en reducir el poder de suspredecesores tan drsticamente como el de sus sucesores. Tambin tenemos que recordar que, apartede esto, cuanto ms reciente es una generacin, tanto ms cercana est de la fecha en que las especiesse hayan de extinguir, y tanto menos poder tendr para avanzar, pues sus sujetos sern cada vezmenos en nmero. Por consiguiente, no se puede plantear la cuestin del poder conferido a la razacomo algo que se asienta con firmeza en la medida en que la raza progresa. Los ltimos hombres,lejos de ser los herederos del poder, sern sobre todo los ms sujetos a la mano mortal de los grandesplanificadores y manipuladores, y sern menos capaces de ejercer un poder sobre el futuro.

    El cuadro resultante es el de una poca dominante pongamos por caso el siglo X d. C. queresiste con xito a las generaciones precedentes y domina de forma irresistible a las posteriores y, portanto, es la autntica gua de la especie humana. Y centrndonos en esta generacin, (que es en s unaminora infinitesimal de la especie) el poder lo ejercer una minora an ms reducida. La conquista dela Naturaleza, si se cumple el sueo de ciertos cientficos planificadores, resultar ser el proyecto dealgunos cientos de hombres sobre miles de millones de ellos. Ni hay ni puede haber incrementoalguno del poder por parte del Hombre. Todo poder conquistado por el hombre es tambin un poderejercido sobre el hombre. Todo avance debilita al tiempo que fortalece. En toda victoria, el general,adems de triunfar, es tambin el esclavo que sigue al coche triunfal.

    An no estoy considerando si el resultado de tales victorias ambivalentes es algo bueno o malo.Slo pretendo clarificar lo que significa la conquista de la Naturaleza verdaderamente y, en especial,cul es el peldao final de tal conquista (peldao que, por otra parte, no parece estar lejano). Elpeldao final se alcanza cuando mediante la eugenesia, mediante la manipulacin prenatal y medianteuna educacin y una propaganda basadas en una perfecta psicologa aplicada, el Hombre logra uncompleto control sobre s mismo. La naturaleza humana ser el ltimo eslabn de la Naturaleza quecapitular ante el Hombre. En ese momento se habr ganado la batalla. Habremos arrancado el hilode la vida de las manos de Cloto y, en adelante, seremos libres para hacer de nuestra especie aquelloque deseemos. La batalla estar, ciertamente, ganada. Pero quin, en concreto, la habr ganado?

    El poder del Hombre para hacer de s mismo lo que le plazca significa, como hemos visto, elpoder de algunos hombres para hacer de otros lo que les place. No cabe duda de que siempre, a lolargo de la historia, la educacin y la cultura, de algn modo, han pretendido ejercer dicho poder. Pero

  • la situacin que tenemos en ciernes es novedosa en dos aspectos. En primer lugar, el poder estarmagnificado. Hasta ahora, los planes educativos han logrado poco de lo que pretendan y de hecho,cuando los repasamos (cmo Platn considera a cada nio un bastardo que se refugia tras unpupitre, y cmo Elyot deseara que el nio no viese hombre alguno hasta los siete aos y, cumplidaesta edad, no viese a ninguna mujer[38], y cmo Locke quiere a los nios con zapatos rotos y sinaptitudes para la poesa[39]) podemos agradecer la beneficiosa obstinacin de las madres reales, de lasnieras reales, y, sobre todo, de los nios reales por mantener la raza humana en el grado de salud quetodava tiene. Pero los que moldeen al hombre en esta nueva era estarn armados con los poderes deun estado omnicompetente y una irresistible tecnologa cientfica: se obtendr finalmente una raza demanipuladores que podrn, verdaderamente, moldear la posteridad a su antojo.

    La segunda diferencia es, si cabe, ms importante aun. En los antiguos sistemas, tanto el tipo dehombre que los educadores han pretendido producir como sus motivos para hacerlo estabanprescritos por el Tao: una norma a la que estaban sujetos los propios maestros y frente a la que nopretendan tener la libertad de desviarse. No aquilataban a los hombres segn un esquema por ellospreestablecido. Manejaban lo que haban recibido: iniciaban al joven nefito en el misterio de lahumanidad que a ambos concerna; es decir: los pjaros adultos enseando a volar a los jvenes. Peroesto se modificar. Los valores no son simplemente fenmenos naturales. Se pretende generar juiciosde valor en el alumno como resultado de una manipulacin. Sea cual fuere el Tao, ser el resultado yno el motivo de la educacin. Los Manipuladores se han emancipado de todo esto. Han conquistadouna parcela ms de la Naturaleza. El origen ltimo de toda accin humana ya no es, para ellos, algodado. Es algo que manejan, como se hace con la electricidad: es misin de los Manipuladorescontrolar dicho origen y no someterse a l. Saben cmo concienciar y qu tipo de conciencia suscitar.Ellos se sitan aparte, por encima. Estamos considerando el ltimo eslabn de la lucha del Hombreante la Naturaleza. La ltima victoria se ha producido. La naturaleza humana ha sido conquistada ytambin, por consiguiente, ha conquistado, sea cual fuere el sentido de dichas palabras.

    Los Manipuladores, en ese punto, estarn en condiciones de elegir el tipo de Tao artificial quequieran imponer, segn sus propias razones adecuadas, sobre la raza humana. Son los motivadores,los creadores de motivos. Pero a partir de dnde sacarn ellos esos motivos?

    En principio, quizs tengan reminiscencias en sus propias mentes del antiguo Tao natural. Portanto, se cosiderarn a s mismos como servidores y guardianes de la humanidad y creern tener eldeber de hacerlo bien. Pero slo la confusin les permitir permanecer en esta situacin.Consideran el concepto de deber como el resultado de ciertos procesos que ahora pueden gobernar.Su victoria ha consistido, precisamente, en pasar del estado en que eran objetos de dichos procesos alestado en que los utilizan como herramientas. Una de las cosas que deben decidir ahora es sicondicionarnos al resto de tal modo que podamos seguir teniendo la vieja idea del deber y las antiguasreacciones ante l. De qu manera les puede ayudar el deber a decidir una cosa as? Someten a juicioel propio deber: pero en dicho juicio el deber no puede ser al tiempo juez. Y, as, lo intrnsecamentebueno se queda estancado, no mejora. Saben con precisin cmo producir en nosotros una docenade concepciones diferentes del bien. La cuestin es cul de ellas se lleva a la prctica, en caso de quese lleve alguna. Ninguna de las distintas concepciones del bien les puede ayudar a decidir. Es absurdocentrarse en algo que se compara para hacerlo modelo de comparacin.

    A alguien le podra parecer que estoy imaginando dificultades ficticias para mis Manipuladores.

  • Otros crticos, ms ingenuos, podran preguntar: Por qu presupones que son tan malvados?. Sinembargo, yo no presupongo que sean hombres malvados, pues ni siquiera son ya hombres en elantiguo sentido de la palabra. Son, si se quiere, hombres que han sacrificado su parte de humanidadtradicional a fin de dedicarse a decidir lo que a partir de ahora ha de ser la Humanidad. Bueno ymalo, aplicadas a ellos, son palabras vacas, puesto que el contenido de las mismas se deriva, enadelante, de ellos mismos. No es ficticia, por consiguiente, la dificultad. Podemos suponer que fueposible decir: Despus de todo, la mayora queremos ms o menos lo mismo: comida, bebida eintercambios sexuales, diversin, arte, ciencia, y una vida lo ms larga posible para los individuos ypara la especie. Digmosles, simplemente: Esto es lo que nos gusta; y manipulemos a los hombres demodo que logremos el objetivo. Cul es el problema?. Pero no es sta la respuesta. En primer lugar,es falso que a todos nos gusten las mismas cosas. Pero aunque as fuera, qu motivo impulsa a losManipuladores a despreciar satisfacciones y vivir das laboriosos a fin de que, en el futuro, tengamoslo que nos gusta? Su deber? Su deber no es otro que el Tao, que decidirn si imponernos o no, peroque no ser vlido para ellos. Si lo aceptan ya no seran los que deciden sobre las conciencias, sinoque an estaran sujetos al Tao y, en tal caso, no habra acontecido la conquista definitiva de laNaturaleza. La preservacin de las especies? Por qu han de ser protegidas las especies? Uno delos problemas que dejaran tras ellos sera si a este sentimiento hacia la posteridad (que bien sabenellos cmo producir) se le debe dar o no continuidad. No importa cuanto se retrotraigan o cuantoprofundicen, pues no encontrarn base alguna sobre la que fundamentarlo. Todo motivo quepretendan poner en juego se convertir, de primeras, en petitio. No es que sean hombres malvados; esque no son hombres en absoluto. Apartndose del Tao han dado un paso hacia el vaco. Y no es quesean, necesariamente, gente infeliz. Es que no son hombres en absoluto: son artefactos. La conquistafinal del Hombre ha demostrado ser la abolicin del Hombre.

    Pero no se detendrn aqu los Manipuladores. Donde acabo de decir que todos los motivos leshan fallado, debera haber dicho que les han fallado todos menos uno. Cualquier motivo cuya validezpretenda tener un peso ms all del sentimiento experimentado en un momento dado, les ha fallado.Se ha justificado todo salvo el sic volo, sic jubeo. Pero lo que nunca precis de objetividad no lopuede destruir el subjetivismo. El impulso para rascarme cuando algo me pica o de desmontar unobjeto cuando tengo curiosidad por l es indiferente frente al hecho de que estas acciones resulten serfatales para mi justicia, mi honor o mi preocupacin por la posteridad. Cuando todo el que dice Esbueno es menospreciado, prevalece el que dice Yo quiero; y no se puede refutar ni esclarecerporque nunca se tuvo la pretensin de hacerlo. Los Manipuladores, por tanto, se motivansimplemente por su propia apetencia. No estoy hablando aqu de la corrupta influencia del poder, nipretendo expresar el temor de que los Manipuladores degeneren bajo la influencia del mismo. Lasautnticas palabras corrupto y degenerado implican una doctrina de valores y, por tanto, no tienensentido en este contexto. Mi punto de vista es que quienes se mantienen al margen de todo juicio devalor no pueden tener fundamento alguno para preferir uno de sus impulsos a otro ms all de lafuerza sentimental de los mismos.

    Podemos, legtimamente, esperar que de entre todos los impulsos que llegan a mentes as vaciadasde todo motivo racional o espiritual, algunos de ellos sean bondadosos. Dudo mucho de queestos impulsos bondadosos, arrancados de la preponderancia y la confianza que el Tao nos ensea aconferirles y abandonados simplemente a la fuerza natural y a la frecuencia que tienen como hechos

  • psicolgicos, ejerzan influencia alguna. Y dudo tambin mucho que la historia nos muestre un soloejemplo de un hombre que, habindose apartado de la moral tradicional y detentando un cierto poder,haya usado este poder de manera benevolente. Ms bien me inclino a pensar que los Manipuladoresodiaran al manipulado. A pesar de considerar ilusoria la conciencia artificial que estos impulsosproducen en nosotros, sus objetos, seguiran percibiendo que crean en nosotros una ilusin designificado para nuestras vidas comparable a nuestro favor a su propia futilidad: y nosenvidiaran como los eunucos envidian a los hombres. Pero no quiero insistir en esto, pues es meraconjetura. Lo que no es conjetura es que nuestro deseo de una felicidad, incluso condicionada,permanezca en lo que habitualmente llamamos posibilidad: la posibilidad de que los impulsosbondadosos predominen en el fondo en nuestros Manipuladores. Pues sin el juicio la benevolenciaes buena (es decir, sin reconsiderar el Tao) no se puede hallar fundamento alguno para darpreponderancia o estabilidad a estos impulsos frente al resto. Segn la lgica de su postura, debenaceptar los impulsos tal y como se dan, segn una probabilidad. Y Probabilidad significa aquNaturaleza. Los motivos de los Manipuladores brotarn de la herencia recibida, de la digestin, deltiempo que haga y de la asociacin de ideas. Su racionalismo extremo el profundizar ms all detodo motivo racional, les hace ser criaturas de comportamiento totalmente irracional. Si no seobedece al Tao, o uno se suicida, u obedecer al impulso (y, por tanto, en la Larga Carrera de la vida, alo natural) es la nica va posible.

    De modo que, por el momento, de la victoria del Hombre sobre la Naturaleza se saca unaconclusin: la sumisin de toda la raza humana a algunos hombres, y estos hombres sujetos a lo queen ellos es puramente natural: a sus impulsos irracionales. La naturaleza, sin el obstculo de losvalores, rige a los Manipuladores y, a travs de ellos, a toda la humanidad. La conquista de laNaturaleza por parte del Hombre se revela, en el momento de su consumacin, como la conquista delHombre por parte de la Naturaleza. Y cada batalla que creemos ganar nos lleva, paso a paso, a estamisma conclusin. Todas las aparentes derrotas de la Naturaleza no han sido ms que retiradastcticas. Hemos credo contraatacar y ella slo nos engaaba. La mano que pareca rendirse antenosotros, realmente empuaba el arma de la dominacin permanente. Si se diera el caso de laexistencia de un mundo totalmente planificado y manipulado (con el Tao reducido a mero productode tal planificacin), la Naturaleza no se volvera a preocupar de la inquieta especie que se revolvicontra ella hace ya muchos millones de aos; no sera molestada ya ms por la chchara de la verdad,de la compasin, de la belleza y de la felicidad. Ferum victorem cepit: y si la eugenesia esverdaderamente eficaz no habr una segunda revuelta, sino un acomodo a los Manipuladores; y losManipuladores, a su vez, amoldados a ella hasta el da en que la luna se descuelgue o el sol se enfre.

    Mi punto de vista aclarar a algunos si se reformula de distinta manera. Naturaleza es una palabrade significados diversos, lo que se comprende mejor si se consideran los varios antnimos. LoNatural es lo opuesto a lo Artificial, a lo Civil, a lo Humano, a lo Espiritual y a lo Sobrenatural. LoArtificial no nos interesa en este momento. Sin embargo, si consideramos el resto de la relacin deantnimos, creo que nos podemos hacer una primera idea de lo que los hombres han entendido porNaturaleza y por lo opuesto a ella. La Naturaleza parece ser lo espacial y lo temporal encontraposicin a lo que es espacial y temporal en menor medida o no lo es en absoluto. Parece ser elmundo de lo cuantitativo, en contraposicin al mundo de lo cualitativo; de los objetos frente a lo quetiene conciencia de s; de lo predeterminado frente a lo que es total o parcialmente autnomo; de lo

  • que no conoce el valor frente a lo que tiene y percibe el valor; de las causas efectivas (o, en algunossistemas modernos, sin causalidad alguna) frente a las causas finales. Har uso ahora de aquello deque si entendemos una cosa analticamente y entonces la dominamos y la utilizamos para nuestraconveniencia, la reducimos a un nivel natural, en el sentido de que omitimos los juicios de valor quesuscita, ignoramos su causa final (si la hubiera), y la tratamos en trminos cuantitativos. Estareduccin de elementos, en lo que de otra manera sera nuestra plena reaccin ante ella, es a vecesmuy significativa e, incluso, dolorosa: hay que vencer algn obstculo antes de poder diseccionar a unhombre muerto o a un animal vivo en el laboratorio. Estos objetos se resisten al movimiento de lamente a causa del cual se les empuja al mundo de lo meramente Natural. Pero tambin en otros casos,un precio parecido se logra por la fuerza de nuestro conocimiento analtico o nuestro podermanipulador, aun en el caso de que lo hayamos dejado de tener en cuenta. No consideramos el rbolni como Dradas ni como un objeto bonito cuando lo talamos: y el primer hombre que lo hiciera debihaber sentido profundamente el precio a pagar; y los rboles resinados de Virgilio y Spenser debieronser ecos remotos del primitivo sentido de la impiedad. Las estrellas perdieron su divinidad con eldesarrollo de la astronoma, y el Dios Fecundo no tiene lugar en la agricultura qumica. Para muchos,qu duda cabe, este proceso es simplemente el descubrimiento gradual de que el mundo real esdiferente del que imaginamos, y que la antigua oposicin a Galileo o a los que desenterrabancadveres con fines investigadores es, simplemente, oscurantismo. Pero esto es slo parte de lahistoria. De entre los cientficos modernos, no es el ms grande el que percibe con seguridad que elobjeto, una vez eliminadas sus propiedades cualitativas y reducido a mera cantidad, es totalmentereal. Los cientficos pequeos, y los pequeos seguidores acientficos de la ciencia, s podran pensareso. Las grandes mentes saben muy bien que el objeto, si se manipula de este modo, es unaabstraccin artificial, porque se han omitido aspectos de su realidad.

    Bajo este punto de vista, la conquista de la Naturaleza se nos presenta ante una nueva luz.Reducimos las cosas a mera Naturaleza con el fin de poder conquistarlas. Siempre estamosconquistando la Naturaleza, ya que Naturaleza es el nombre que damos a lo que hemosconquistado de algn modo. El precio que se paga por la conquista es el de tratar las cosas como meraNaturaleza. Toda conquista de la Naturaleza incrementa el poder de sta. Las estrellas no sonNaturaleza mientras no podemos pesarlas y medirlas; el alma no es Naturaleza mientras no podemospsicoanalizarla. Arrebatar potencia a la Naturaleza es tambin hacer capitular las cosas ante laNaturaleza. En la medida en que este proceso se detiene cerca de la escena final, bien se puedesostener que los beneficios superan a los inconvenientes. Pero tan pronto como afrontamos elpeldao final de reducir nuestra propia especie al nivel de mera Naturaleza, todo el proceso se vieneabajo, pues esta vez el sujeto que pretende obtener beneficios y el que resulta ser sacrificadocoinciden. ste es uno de los muchos ejemplos en los que desarrollar un principio hacia lo que pareceser su conclusin lgica produce un evidente absurdo. Es como aquel irlands que se dio cuenta deque un determinado tipo de estufa reduca a la mitad la factura de combustible y lleg a la conclusinde que usando dos de esas estufas podra calentar su casa sin utilizar combustible. Es la ganga quenos ofrece el mago: entrega tu alma, recibe poder a cambio. Pero una vez que hayamos entregadonuestras almas, es decir, que entregamos nuestras personas, el poder que se nos otorga no nospertenecer. Seremos, de hecho, esclavos y marionetas de aquello a lo que hayamos entregadonuestras almas: del poder del hombre para considerarse a s mismo como mero objeto natural y

  • para considerar sus juicios de valor como materia prima sujeta a libre manipulacin cientfica. Laobjecin para proceder de tal modo no reside en el hecho de que este punto de vista sea desagradableo repulsivo (como la primera vez que se est en un quirfano) mientras nos acostumbramos a l: eldesagrado y la impresin son como mucho una advertencia y un sntoma. La verdadera objecin esque si el hombre elige tratarse a s mismo como materia prima, se convertir en materia prima; no enmateria prima a manipular por s mismo, como con condescendencia imagina, sino a manipular por lasimple apetencia, es decir, por la mera Naturaleza, personalizada en sus deshumanizadosManipuladores.

    Hemos estado intentando, como el rey Lear, jugar en dos frentes: entregar nuestras prerrogativashumanas y, al tiempo, retenerlas. Y esto es imposible. O somos espritus racionales obligados aobedecer por siempre los valores absolutos del Tao, o bien somos mera materia a amasar y moldearsegn las apetencias de los amos, quienes, por hiptesis, no tienen otro motivo que sus impulsosnaturales. Slo el Tao proporciona una ley humana de actuacin comn a todos, ley que abarca alegisladores y a leyes a un tiempo. Una creencia dogmtica en un valor objetivo es necesaria a la ideamisma de una norma que no se convierta en tirana, y una obediencia que no se convierta enesclavitud.

    No estoy pensando aqu exclusivamente, ni siquiera principalmente, en quienes son por elmomento nuestros enemigos pblicos. El proceso que, de no ser revisado, llevara a la abolicin delHombre se extiende deprisa tanto entre comunistas y demcratas, como entre fascistas. Los mtodospueden diferir (en un primer momento) en el grado de brutalidad. Muchos cientficos con anteojos ymirada candorosa, muchos actores populares, muchos filsofos aficionados entre nosotros tienen lamisma significacin de cara a la Larga Carrera que los legisladores nazis en Alemania. Los valorestradicionales deben ser menospreciados y la humanidad se debe adaptar a un molde fresco hecho avoluntad (voluntad que debe ser, por hiptesis, arbitraria) de algunos pocos afortunados de entre unageneracin afortunada que han aprendido cmo hacerlo. La creencia de que podemos inventarideologas a placer, y el consiguiente trato que se le da a la humanidad como meros , comoespecmenes, como amasijos, llega a afectar incluso a nuestro lenguaje. Ayer matamos a los hombresmalvados: ahora acabamos con los elementos insociables. La virtud se ha convertido en integracin, yla diligencia en dinamismo, y los chicos que parecen dignos de consideracin son potencialesfuncionarios. Lo ms digno de todo, las virtudes de la prudencia y la moderacin, e incluso lainteligencia ordinaria, es resistencia al mercado.

    El verdadero significado de lo que hay en juego se ha ocultado con la utilizacin del Hombreabstracto. No es que la palabra Hombre sea necesariamente una abstraccin. En el Tao mismo, en lamedida en que permanecemos en l, nos damos cuenta de que la realidad concreta en la queparticipamos es la de ser verdaderamente hombres: la voluntad real y comn y la razn comn de lahumanidad, viva, creciendo como un rbol y buscando nuevas direcciones segn las circunstancias de expresin de lo bello y aplicacin de lo digno. Mientras hablamos desde dentro del Taopodemos hablar del Hombre con poder sobre s mismo en un sentido verdaderamente anlogo a unautocontrol individual. Pero en el momento en que nos apartamos del Tao y lo consideramos comomero producto subjetivo, tal posibilidad desaparece. Lo que tienen ahora en comn los hombres esuna abstraccin universal, un mximo comn divisor, y la Conquista de uno mismo por parte delHombre significa simplemente el establecimiento de la norma de los Manipuladores sobre el material

  • humano manipulado, el mundo de la post-humanidad que, unos consciente y otrosinconscientemente, todos los hombres de todas las naciones en este momento trabajan por lograr.

    Nada de lo que pueda decir puede hacer desistir a algunos de calificar estas pginas como unataque a la ciencia. Rechazo la acusacin, por supuesto: y los verdaderos Filsofos de la Naturaleza(todava quedan algunos vivos) se darn cuenta que en la defensa de los valores estoy defendiendointer alia el valor del conocimiento, que muere como cualquier otra cosa cuando se le cortan las racesque le unen al Tao. Pero an puedo ir ms lejos. Sugiero que desde la propia Ciencia puede venir elremedio.

    He calificado como la ganga de un mago el proceso por el que el hombre entrega objeto trasobjeto, y en ltimo trmino a s mismo, a la Naturaleza, esperando adquirir poder en contrapartida. Yexpliqu dicha afirmacin. El hecho de que el cientfico haya tenido xito mientras que el mago hafracasado, ha contrastado de tal modo ambas posiciones de cara al saber popular que la verdaderahistoria del nacimiento de la Ciencia ha sido malinterpretada. Es posible incluso encontrar a gente queescribe sobre el siglo XVI como si lo Mgico hubiera sido una herencia medieval y la Ciencia la cosanovedosa que surgi en un momento dado y elimin del mapa a lo Mgico. Los que han estudiadodicho periodo conocen mejor la historia. Hubo muy poco de mgico en el Medievo: son los siglosXVI y XVII la eclosin de lo mgico. El verdadero esfuerzo mgico y el verdadero esfuerzo cientficoson hermanos gemelos: uno estaba enfermo y pereci, y el otro estaba sano y prosper. Pero fueronhermanos gemelos. Nacieron a partir del mismo impulso. Admito que algunos de los primeroscientficos (pero no ciertamente todos) pudieran surgir por puro amor al conocimiento. Pero siconsideramos el temperamento de dicha poca como un todo podemos discernir acerca del impulsodel que estoy hablando.

    Hay algo que une lo mgico y la ciencia aplicada y que separa a ambas de la sabidura detiempos anteriores. Para los antiguos hombres sabios, el problema cardinal era cmo adaptar el alma ala realidad, y la solucin fue el conocimiento, la autodisciplina y la virtud. Para lo mgico y para laciencia aplicada, el problema es cmo adaptar