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craditacion de programas academicos
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LA ACREDITACIÓN INSTITUCIONAL, UNA TERGIVERSACIÓN DEL
PROCESO EVALUATIVO.1
Autora: María Alejandra Rojas Ordóñez
Los procesos de acreditación institucional establecidos desde 1992 con la implementación de la
ley 30 de educación superior, suponen una serie de procedimientos de evaluación que parten
desde la autoevaluación de las instituciones de educación superior hasta la evaluación realizada
por agentes externos a las mismas en aras de mejorar la calidad y pertinencia sociali de dichas
instituciones basándose en unos parámetros previamente establecidos y que, vale la pena aclarar,
traen consigo unos intereses de fondo funcionales a la realidad de las políticas aplicadas a los
demás sectores públicos. La evaluación, como proceso fundamental para lograr la acreditación de
las instituciones de formación, en este sentido es utilizada y transformada, dejando de ser un
mecanismo de construcción de una educación democrática, crítica y autónoma, para pasar a ser
un dispositivo de imposición, encasillamiento y control de las instituciones de educación superior
dentro de las medidas establecidas por parte del Estado con un fin privatizador de dichas
instituciones de carácter público para cumplir a cabalidad su proyecto económico y político para
el país.
Para empezar, es pertinente hacer explícito el concepto conservador que se tiene de la educación
superior expuesto por el Consejo Nacional de Acreditación, que finalmente dará cuenta de por
qué y desde donde se abarca el tema educativo, donde se establece que “a la educación superior
le compete formar intelectuales capaces de responder a las necesidades sociales con la
herramienta de los conocimientos actuales, y de pensar y proponer alternativas viables de
1 Ensayo presentado al curso de contexto “La Universidad Nacional de Colombia en el contexto Latinoamericano”,
mayo 25 de 2010
desarrollo que sean coherentes con los ideales establecidos a lo largo de la historia y expresados
en las normas legales”ii. Esto expresa claramente el carácter incuestionable que se le adjudica a
los principios que rigen la sociedad capitalista actual que implica finalmente una necesidad de
reproducción y no de producción de conocimientos realmente nuevos que propongan un
verdadero desarrollo del país.
Frente a lo anterior, se genera la necesidad por parte del gobierno de buscar mecanismos que le
permitan ejercer el control de las instituciones de formación con especial énfasis en las de
carácter público para lograr que la poca inversión estatal que se destina sea utilizada
correctamente, bajo el discurso del logro de una calidad conceptualizada a sus intereses que se
aprovecha de la confusión que existe frente al término.
La calidad es definida de manera subjetiva y no existe una teoría que determine el concepto por
lo que es fácilmente moldeada de acuerdo a quien la promueva, en qué campo específico esté
siendo aterrizada y el contexto socio-político en el cuál se implementeiii
. Para el Consejo
Nacional de Acreditación, la calidad se entiende en un primer sentido como “aquello que
determina la naturaleza de algo y que expresa la identidad de ese algo como síntesis de las
propiedades que lo constituyen” y en un segundo sentido “como la medida en que ese algo se
aproxima al prototipo ideal definido históricamente como realización óptima de lo que le es
propio según el género al que pertenece”iv. Este prototipo al que se hace referencia, para el caso
específico de la educación superior, está conformado por algunos de los ya reconocidos
principios que el actual gobierno con su programa de Revolución Educativa se ha encargado de
promover de manera recalcitrante, como lo son: la universalidad, integridad, equidad, idoneidad,
responsabilidad, coherencia, transparencia, eficiencia, eficacia y pertinenciav, los cuales a simple
vista forjan la noción de un verdadero interés por el mejoramiento de la educación superior y de
la calidad como un todo, pero que hace necesario adentrarse en un profundo análisis teniendo en
cuenta la realidad social, política y económica del país en la cual se pretende a toda costa
fortalecer el ámbito mercantil de todos los sectores sociales y promover la privatización en todas
las esferas, por lo que paralelo a la exigencia de calidad se genera un recorte paulatino de los
recursos financieros a las instituciones públicas de educación superior que impiden el correcto
ejercicio de dichos principios y parámetros esenciales para su viabilidad económica ya que según
el proyecto de reforma a la ley 30, se establece que las universidades que deseen recibir recursos
adicionales deberán mejorar su calidad, certificada por medio de la acreditación y ampliar su
coberturavi, este es pues un círculo vicioso sin salida.
De manera muy descriptiva, el decreto 2904 de 1994 señala que del Sistema Nacional de
Acreditación forman parte, el Consejo Nacional de Educación Superior, el Consejo Nacional de
Acreditación (CNA), las instituciones que optan por la acreditación y la comunidad académica.
También determina el orden del proceso de Acreditación, iniciando con la autoevaluación por
parte de las instituciones, luego a cargo de los denominados pares académicos se realiza la
evaluación externa, seguido a esto se procede una evaluación realizada por el CNA y por último,
si es el caso, se culmina con el acto de Acreditación por parte del Estado.
A la universidad Nacional de Colombia hace poco le fue otorgada la Acreditación institucional
por 10 años, tiempo que ninguna otra entidad haya alcanzado hasta ahora, lo que le da ciertas
ventajas internacionales, la ubica en la punta y la convierte en la líder de los procesos de
mejoramiento de calidadvii
. Frente a esto es importante analizar, teniendo en cuenta los procesos
de Acreditación, qué implicaría realmente este otorgamiento en una institución en la que los
procesos de autoevaluación más allá de ser utilizados en el marco de una transformación
estructural y buscando darles un enfoque formativo se tornan de un carácter netamente
informativo, lo que demuestra que realmente no se pretende un avance, sino un simple
cumplimiento de lo establecido. Por otro lado se podría tomar como referencia para determinar
realmente la calidad de la educación superior en Colombia. Lo anterior porque a la hora de
comparar a la Universidad, la mejor calificada a nivel Nacional, con universidades
internacionales es evidente que son muy pocos los registros en los que figura.
La evaluación en el marco de la acreditación institucional y desde el concepto de los
acreditadores se constituye como una serie de elementos cuantitativos y cualitativos analizados
de manera integral e interrelacionados que estarán orientados al mejoramiento de la educación
superior, controlando y promoviendo la calidad de las instituciones y los programas curriculares
con miras a poder rendir cuentas a la sociedad y al Estado que les sustentanviii
.
Según Miguel Ángel Santos Guerra, la cultura Neoliberal está marcando unos presupuestos
hegemónicos que condicionan las prácticas sociales en todos sus sectores, entre ellos la
universidad. La obsesión por arraigar sus principios enfoca la evaluación hacia un sistema de
mediciones, de comparaciones y de resultados, pero deja de lado factores muy importantes como
la igualdad de oportunidades, justicia, equidad de las prácticas institucionales y sus
consecuenciasix. Como complemento a lo anterior, J. Ardoino y G. Berger conciben la evaluación
como una reflexión sobre los valores morales, estéticos, filosóficos, políticos y existenciales y
debe pasar la barrera de la simple verificación de la coherencia, la conformidad y de la
conservación de lo preestablecido, éste es el objetivo principal del controlx.
En este sentido, la evaluación juega entonces un papel muy importante para identificar el
cumplimiento o no de lo establecido, la coherencia entre la visión, misión y el proyecto
institucional de cada institución que se ven claramente afectados y modificados por las exigencias
externas a ellas, como analizadora de los índices de eficiencia y eficacia de su gestión
administrativa las cuales son asociadas directamente a esa anhelada calidadxi, pero entonces, el
proceso evaluativo deja a un lado su rol de retroalimentación, de constructor de transformaciones
a nivel interno de las instituciones en aras de fortalecer la docencia, el desarrollo científico y
tecnológico y la formación de seres integrales, conscientes de la realidad en la que viven para
poder transformarla, para pasar a ser un mecanismo de control y de simple determinador de las
instituciones que deciden regirse al modelo educativo Neoliberal actual y las que no, para ser
utilizada como justificación de su progresiva desfinanciación.
En mi opinión todo lo anterior se ve claramente reflejado si se tiene en cuenta el contexto socio-
político actual, en donde la calidad de la educación y sus principios realmente hacen referencia a
la limitación de un adecuado ejercicio de la autonomía universitaria para no permitir el real
desarrollo nacional, sobre todo en un país donde se ha renunciado a un verdadero progreso
económico, político y cultural para buscar satisfacer las necesidades de las empresas
transnacionales, promover y fortalecer el desarrollo de las grandes potencias, reduciendo los
procesos educativos a simples formadores de una fuerza de trabajo funcional a ellas.
Es necesario apreciar como la evaluación va siendo objeto de modificaciones de acuerdo a los
resultados que se esperan conseguir producto de ella y como, para el caso particular de la
educación superior colombiana, ella se ha convertido, en el marco de la acreditación institucional,
en todo un proceso de justificación, de amoldamiento, de imposición y de encasillamiento dentro
de los parámetros establecidos por un gobierno Neoliberal que promulga un sistema de emulación
interinstitucional, de individualidad, de relaciones sociales basadas en el intercambio de
mercancías y de complicidad con el desarrollo de las grandes industrias transnacionales, contrario
a los fines únicos que debería tener la evaluación de fortalecer los procesos pedagógicos desde y
para la sociedad objeto de ellos, facilitando la generación democrática de los conocimientos y de
nuevas personas críticas y creativas en aras de construir un mundo diferente basado en los
principios de cooperación, democracia, equidad, justicia y libertad.
Para concluir, la gran transformación que atraviesan las instituciones de educación superior
públicas no puede ser vista como un punto abstraído de la realidad nacional sobre todo cuando en
ellas finalmente se reproducen las tensiones sociales y cuando tienen la responsabilidad de
responder a las mayorías de la sociedad colombiana que demandan un cambio de las condiciones
de inequidad, de pobreza y de ignorancia. Es por esto que la educación y a su vez la evaluación
como su proceso fundamental, las cuales son utilizadas como argumento y sustento de las
dinámicas sociales actuales requieren una modificación de fondo que viabilice ese gran cambio.
NOTAS
i Es necesario analizar los fundamentos en los cuales basa la concepción de calidad y pertinencia social que se
promulga desde el Sistema Nacional de Acreditación, los cuales hacen parte de toda una corriente neoliberal que
pretende mediante diversos mecanismos inducir a la privatización o sino máximo control de las instituciones
públicas para facilitar el acrecentamiento del capital privado y no, como su discurso lo plantea, generar mecanismos
democráticos para responder a las necesidades de la sociedad. ii Acreditación institucional, www.cna.gov.co. iii Uriel Giraldo G, Darío Abad A. y Edgar Díaz P. Bases para una política de calidad de la educación superior de
Colombia. www.cna.gov.co. iv Consejo Nacional de Acreditación. La evaluación externa en el contexto de la acreditación en Colombia. www.cna.gov.co. v La calidad en la acreditación institucional. www.cna.gov.co vi Proyecto de ley de reforma a la ley 30. http://www.mineducacion.gov.co/1621/articles-
227020_archivo_pdf_ley_30.pdf vii UN única con acreditación por 10 años. UN periódico, Bogotá D.C. No 133, domingo 9 de Mayo de 2010. viii La institución y la acreditación. www.cna.gov.co ix Santos Guerra, Miguel Ángel. Sentido y finalidad de la evaluación en educación superior. x Sobrinho Días, José. AUTONOMÍA Y EVALUACIÓN. Reencuentro, Agosto, número 040. Universidad
metropolitana de México – Xochimilco. Distrito federal, México. 2004. xi Rodríguez, J-G. Evaluación de la docencia, autonomía y legitimidad en la universidad