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Max Stirner (1806-1856, Johann Kaspar Schmidt) Preámbulo: Un Renacimiento «furioso» Entre 1510 y 1512 Rafel Sanzio pintó uno de los frescos más famosos de la Historia del Arte: “La escuela de Atenas”. El fresco plantea un escenario filosófico representado por los grandes pensadores paganos. Se enfatizan los semblantes de Platón y su Academia y Aristóteles y su liceo. Por su parte, en 1941 K.L. usando la pluma en lugar de pinceles esboza, con un lenguaje delicioso, en pequeños bosquejos, el gran momento de la filosofía alemana; sintetizando su título con el de R.S., K.L. retrata los años salvajes del pensamiento revolucionario del XIX alemán. En este nuevo escenario de una época convulsa y posesa de la filosofía (y no menos gloriosa que la armoniosa filosofía griega), las figuras centrales son más difíciles de bosquejar que en la Academia de Atenas. La figura central sería Hegel y, posiblemente, como su alumno más brillante y a la izquierda de él nos encontraríamos con Marx (a pesar de que Marx se quiera situar como un Demócrito); Schopenhauer incluso podría ocupar un espacio, quizá sería el lugar que Diógenes el cínico ocupa en la academia de Sanzio. Pues bien, la pregunta que sugiere este “preámbulo” es ¿qué lugar ocuparía Max Stirner en el escenario filosófico alemán del XIX que repercute actualmente en el problema de la sociedad Occidental y concretamente en el problema Europa? Notas biográficas Stirner tuvo una vida difícil. Los datos biográficos que tenemos sobre el autor de El único y su propiedad los presenta su biógrafo John Henry Mackay (Max Stirner, sein Leben und sein Werk) . Esta reseña biográfica pretende resumir los momentos más destacables de la vida de Stirner según Mackay. Nace en Bayreuth el 25 de octubre de 1806; recibió bautismo luterano el 6 de noviembre del mismo año. Al año siguiente muere su padre y en 1809 su madre vuelve a casarse con un

La Afirmacion Del Individuo

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Max Stirner (1806-1856, Johann Kaspar Schmidt)

Preámbulo: Un Renacimiento «furioso»

Entre 1510 y 1512 Rafel Sanzio pintó uno de los frescos más famosos de la Historia del Arte: “La escuela de Atenas”. El fresco plantea un escenario filosófico representado por los grandes pensadores paganos. Se enfatizan los semblantes de Platón y su Academia y Aristóteles y su liceo. Por su parte, en 1941 K.L. usando la pluma en lugar de pinceles esboza, con un lenguaje delicioso, en pequeños bosquejos, el gran momento de la filosofía alemana; sintetizando su título con el de R.S., K.L. retrata los años salvajes del pensamiento revolucionario del XIX alemán. En este nuevo escenario de una época convulsa y posesa de la filosofía (y no menos gloriosa que la armoniosa filosofía griega), las figuras centrales son más difíciles de bosquejar que en la Academia de Atenas. La figura central sería Hegel y, posiblemente, como su alumno más brillante y a la izquierda de él nos encontraríamos con Marx (a pesar de que Marx se quiera situar como un Demócrito); Schopenhauer incluso podría ocupar un espacio, quizá sería el lugar que Diógenes el cínico ocupa en la academia de Sanzio. Pues bien, la pregunta que sugiere este “preámbulo” es ¿qué lugar ocuparía Max Stirner en el escenario filosófico alemán del XIX que repercute actualmente en el problema de la sociedad Occidental y concretamente en el problema Europa?

Notas biográficas

Stirner tuvo una vida difícil. Los datos biográficos que tenemos sobre el autor de El único y su propiedad los presenta su biógrafo John Henry Mackay (Max Stirner, sein Leben und sein Werk). Esta reseña biográfica pretende resumir los momentos más destacables de la vida de Stirner según Mackay.

Nace en Bayreuth el 25 de octubre de 1806; recibió bautismo luterano el 6 de noviembre del mismo año. Al año siguiente muere su padre y en 1809 su madre vuelve a casarse con un farmacéutico acomodado. Sin embargo, desde los doce años vive con su padrino hasta comenzar sus estudios universitarios.

Se matriculó en la Universidad de Berlín a los veinte años (1826) donde tuvo como profesor a Hegel1 (y fue compañero de L. Feuerbach) ahí estudió por dos años, después 1 Para otros cursos que tomó Stirner en esa época:Schmidt studied in the first of his four semesters in Berlin: Logic with Heinrich Ritter, the philosopher known by his independent historical-philosophical research; General Geography with the philosopher's namesake, the great geographer Carl Ritter; and Pindar and Metrics with Bockh, the famous rhetorician and researcher of antiquity. His second semester was dedicated to philosophy: Ethics with Schleiermacher, the "greatest German theologian of the century," and above all Philosophy of Religion with Hegel-with Hegel, whose tremendous, then still unbroken, influence on the whole thinking of that time was such that we today can hardly have any kind of correct concept of it.In the next winter semester Schmidt went to further lectures: he heard History of Philosophy and Psychology, and Anthropology or Philosophy of the Spirit with the same admired man . Besides that, he again attended the lectures of Bockh and Carl Ritter: the former on Greek Antiquity, the latter on Geography of ancient Greece and Italy. And, so as not to neglect his theological studies, he heard Marheineke, the orthodox teacher of the Hegelian right, on Dogmatics and on the significance of the new

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estuvo en la Universidad de Erlangen y en Köningsberg; regresó a la U. de Berlín en 1832 donde terminó sus estudios cursando temas de historia principalmente. En 1834 se registró para el examen “pro facultate docendi”; aplicó este examen para poder dedicarse a la docencia en gymnasium y niveles superiores –como sabemos algunos de los ad hominem que emplea Karl Marx, tendrán como sujeto al “profesor buen hombre” en San Max; con gran soberbia aplicó en más de 5 especialidades: lenguas antiguas, alemán, historia, filosofía y religión; además de otras materias para impartir en niveles de enseñanza inferior; sin embargo no se certificó con grandes honores, a duras penas pudo calificar a “facultas docendi”. Nunca buscó el grado de doctor, a pesar que en algunas ocasiones, especialmente cuando es encarcelado por deudas, firma con dicho título.

Mientras intentaba trabajar como Docente Estatal, se casó en 1837 por primera vez, sin embargo, su esposa murió en labores de un parto prematuro, su hija, tampoco se salvó, esto ocurrió en agosto del 38. Un año después, en 1839, y habiendo renunciado definitivamente a buscar un puesto estatal, logró ser un Privatdozent en un colegio de muchachas adolecentes que pertenecían a la alta sociedad Berlinesa; fue querido y respetado por sus alumnas y compañeros de trabajo donde enseño filosofía e historia.

***

Ya decía Platón que “La verdad está en el vino” y un grupo de intelectuales salvajes en 1840 que no pudieron trabajar para la docencia Estatal (o en algunos casos duraron poco) llamado “die Freien”2 se tomaron muy en serio las palabras del filósofo ateniense. “Los libres” cambiaron las discusiones formales en las aulas por la algarabía y los brindis propios de las charlas de Bar en la Friedrichstraße. Podría pensarse que el cliché platónico es vano; sin embargo, en ningún otro lugar los pensadores revolucionarios lograron trazar mejor sus ideas que con unos bigotes de espuma de cerveza. ¡Nadie se atrevería a pensar la revolución en las tertulias de té británicas o en los cafés parisienses, fueron las tabernas berlinesas las que gestaron las revoluciones políticas y universitarias del siglo XX!

Stirner fue un activo miembro de “die Freien”, estos revolucionarios de extrema izquierda compuesto por intelectuales que frecuentaban el Hipel’s Bar para discutir sobre filosofía política. En los bares Stirner conoció a Bruno Bauer, líder de “die Freien”, y a su hermano Edgar Bauer, también entabló discusiones con Arnold Ruge, Marx y Engels. Éstos tres últimos se distanciaron del grupo; el primero porque quiso fundar una universidad que los Bauer rechazaron; y los últimos dos consideraron a los “libres”, tanto en La sagrada Familia, como en La ideología alemana, como meros ideólogos burgueses; de Stirner, por ejemplo, se mofarán tanto por ser profesor de muchachitas burguesas como por labrar su obra entre la espuma de una buena Kölsch. Safranski afirma:

philosophy in theology. Likewise in the last, the fourth semester, theology came first: Neander, the church historian and opponent of Strauss, taught Church History and Christian Antiquity; Marheineke taught the Theological Encyclopedia and Church Symbolism. Thus the industrious student attended up to 22 lectures a week, and in just four semesters in Berlin he must have laid a firm foundation for his later knowledge. 2 Llamados en un principio como los "Athenäer und Freunde des Volkes"

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En los años cuarenta se produce una competición de radicalismos. Encontramos toda una serie de desdoblamientos notorios: la crítica crítica, y de nuevo, en Marx, la crítica de la crítica crítica; la realidad real; el verdadero socialismo. La competición se lleva a cabo con extraordinaria irritación: los «partidos» se abalanzan unos contra otros. Herwegh condena a Freiligrath. Engels entra en liza contra Heine. Heine contra Borne y viceversa. Feuerbach critica a StrauB y Bauer critica a Feuerbach. Stirner pretende sobrepasar a los anteriores, pero llega Marx y los mete a todos en el mismo saco: Ideología alemana.3

Entre la época en la que Schmidt daba clases a muchachitas y las discusiones dionisíacas que sostenía con die Freien le surgió un apodo, bajo el cual será famoso: Stirner (haciendo referencia a su prominente frente). En el momento en que renuncia a su trabajo, sin razón alguna según dijo la Directora, el 1 de octubre de 1844, también renuncia a su nombre y lo cambia por el pseudónimo de Max Stirner, un año después hubo publicado su obra Der Einzige und sein Eigentum (El único y su propiedad).

El Único fue editado por Wigand, en la ciudad de Leipzig, quien se dirigía al radicalismo político y filosófico de aquel momento (también editó, por ejemplo, a Ruge y Feuerbach). Otto Wigand y Stirner llevaron una grata amistad, lo que provocó que Wigand realizará con la obra de Stirner su mejor edición. Mackay expone:

La confianza que Wigan puso en el trabajo de Stirner se mostró de la mejor manera en la alta calidad de la edición que dio al Único. La primera edición del Único es una de los mejores trabajos impresos por esta casa editorial: un magnífico volumen de quinientas páginas, con el mejor papel, con márgenes generosos, en formato largo, con la más alta calidad de impresión de J. B. Hirschfeld en Leipzig. Esta edición, que hoy es rara (…) sobrepasó en todos los aspectos las dos siguientes ediciones del Único. 4

A pesar de los halagos sobre la magnífica edición, la respuesta sobre el contenido de la obra fue más que desafortunada. Para los jóvenes hegelianos, es decir “los libres”, la respuesta al Único fue desfavorable;5 un poco de celos se podría conjeturar aquí dada la calidad de la Edición. Lo cierto es que sus viejos amigos de taberna consideraron su postura como excéntrica, o bien, como en el caso de Marx la máxima expresión del individuo alienado en la sociedad burguesa (aun así lo considera junto con Feuerbach y Bauer como de los “Buenos un poco tontos”). Sin embargo los celos se pueden conjeturar por tres cartas fundamentales de los jóvenes hegelianos que marcaron el destino de la lectura del Único: una carta de Engels a Marx, otra más de Feuerbach a su hermano y, la última, de Ruge a su editor Fröbel.6 De estas tres cartas la más favorable es la de Engels, aunque después, en La 3 SAFRANSKI PONER PÁGINA. 4 Pág. 1265 Si los jóvenes hegelianos consideraron “excéntrico y desafortunado” el libro de Stirner; El Estado considerará censurable su obra, así observa Calasso: No deja de ser importante que el libro lleva un proceso de censura tras de sí. Por ejemplo el “Consejo superior prusiano de censura” justifica la censura, que se fecha el 26 de agosto del 45) sobre la obra dice que: ataca de la manera más decidida la religión y la moralidad en general, así como cualquier ordenamiento político y social ofreciendo la legitimación para cualquier delito” (ver pág. 12)6 Calasso transcribe fragmentos muy esclarecedores de las tres cartas: En 1.- Engels afirma que el único, si bien es expresión de la locura del “Grupo de los Libres”, al menos tiene razón en rechazar el hombre de Feuerbach, es decir, “el hombre coronado por una aureola teológica de la abstracción” y prosigue en una interesante primera persona del plural que: “Nosotros debemos partir del yo, del individuo empírico, corpóreo; pero no para permanecer pegados a él sino para auparnos de allí al hombre”

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ideología alemana dirá, con Marx, que Stirner es “el más débil e ignorante de esa cofraternidad filosófica (es decir, el grupo de los libres)”. La carta de Ruge, todo halagos, más bien es simplemente usada para mostrar el enfado que guarda con Marx, ya que después, Ruge será el principal verdugo de la obra de Stirner. Ruge estará de acuerdo con la censura mordaz de K. Fischer, un viejo hegeliano. Fischer dice sobre Stirner, “y la risa del espíritu” lo siguiente, que reconstruye de forma magistral Roberto Calasso:

La sofística ha nombrado al individuo tosco y brutal como sucesor del espíritu. El historiador quisiera mantener hasta el final una superior ironía delante de este pensamiento degenerante. Pero al final no aguanta: Le exaspera la risa siniestra que Stirner atribuye al único; y entonces no puede reprimir una censura que delata su solemne vacuidad: “La risa es un acto que, en general, sólo es posible para el espíritu; sólo el sujeto completo, racional, idéntico a la esencia del mundo puede realmente reír. La risa es la disolución del egoísmo y la alteración del individuo; con ella os veis irrevocablemente entregados al mundo de los espíritus”. Con esta realmente excesiva pretensión de que sólo se puede reír desde una cátedra, Kuno Fischer cerraba de golpe con la puerta del colegio en las narices del indigno profesor Max Stirner. A partir de ese momento, ya no encontraría éste a sus compañeros entre los filósofos en el bar, sino en la cárcel por deudas, entre los delincuentes, los estafadores y los desarrapados del espíritu y de la vida. Sin embargo, su risa no ha cesado jamás.7

Finalmente, sobre la influencia de este “filósofo maldito” Calasso afirma:

y finaliza: “Evidentemente, S es el que tiene más talento, independencia y precisión de todos los Libres, pero, a pesar de ello, también se dedica a hacer piruetas de la abstracción idealista a la materialista sin llegar a nada”. 2.- Feuerbach califica al único como obra de “extrema inteligencia y genialidad y tiene a su favor la verdad del egoísmo aunque sea excéntrica, unilateral, no verdadera” además lo considera como “el escritor más genial y libre que jamás haya conocido”. Pero en una carta posterior, se distanciará y pensará “Los ataques de S delatan una cierta vanidad, como si quisiera hacerse un nombre a expensas del mío.” No volverá a hablar de Stirner nunca. 3.- Ruge, una vez que ha roto relaciones con Marx, dirá que S supera a Marx “ampliamente”. Su primera carta pretende identificar el “egoísmo hipócrita y fanático de Marx” contra el “egoísmo honesto de S”: “M profesa el comunismo, pero es el fanático del egoísmo (…) El egoísmo hipócrita es la manía de hacerse el genio, su asemejarse a Cristo, su rabinismo, el sacerdote y las víctimas humanas reaparecen en primer plano. El fanatismo ateo y comunista sigue siendo en realidad el del cristianismo. (…) Marx mandará al degolladero a todos los que obstaculizan su camino (…) el egoísmo fanático está lleno de culpas y de pecado; mientras que el egoísmo que consigue confesarse libremente es aquel puro, que no vive como un vampiro de la sangre del hombre, con la excusa de entenderlo como hereje, monstruo inhumano, editor, comerciante, capitalista, burgués.” Sin embargo el egoísmo honesto de S es aquel que: “quiere y debe quererse a sí mismo, y en la medida en la que cada cual lo quiere los abusos realmente se equilibran. Le he hecho los elogios del libro de Schmidt”. Pero en 1847 las cosas cambian, la rabia contra Marx es una hiel que ya ha hervido, ahora se puede realmente criticar a S. Aprueba, por ejemplo, a K. Fischer y su ataque a S como uno de los “sofistas modernos”; Finalmente Ruge le sugiere a K. Fischer, un viejo Hegeliano que: “responda a S con una carta y le haga caer de nuevo bajo el peso de su fundamental estupidez. Esta clase de gente se enfurece si alguien les demuestra su falta de genialidad y argucia, porque a la postre todo va a parar en el hecho de que ellos son genios y los demás son unos asnos… Confunden movimiento teológico con el movimiento filosófico o, en otras palabras, la praxis de la arbitrariedad con la praxis de la libertad”.7 Pág. 26

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“Las máximas afinidades con S se advierten en lectores que no lo nombran jamás, o muy poco. Aparte de Nietzsche, que no escribió nunca el nombre de S, y de Marx, que ha escrito sobre S sólo en una obra que no publicó, estos afines suyos aparecen en los lugares más incongruentes”.

Estos lugares incongruentes irán de Dostoievski, pasando por O. Welles y culminando con Mussolini.

La interpretación de Löwith sobre Max Stirner

Según Löwith Stirner es la última consecuencia lógica del sistema histórico de Hegel, que –alegóricamente desplazado— lo reproduce puntualmente.8 Stirner desplaza el punto focal del pensamiento de Hegel que parte de lo Absoluto para centrarse en la categoría “material” de “El único” quien en lugar de sustentarse en el Espíritu que lo es todo, se centra en el sí mismo que es una “nada creadora”. Frente a lo difuso de la luz del Espíritu, parecería que Stirner propone lo opaco de lo “Concreto”. La nada creadora, bajo la que se funda el único, desplaza el sistema histórico de Hegel que es una fundamentación del Espíritu frente a la nada de Stirner. Termina Löwith el primer párrafo que le dedica al autor del Único diciendo que:

El hegelianismo de Stirner se caracteriza por adscribirse a las categorías hegelianas que son populares, y así dar la impresión de ser más concreto, presumiéndose por encima de la historia del Espíritu.9

Esta “impresión de ser más concreto”, que ve Löwith en Stirner, supone que el único, en tanto propietario de su vida y de su historia está por encima de la historia del Espíritu. En consecuencia, para Stirner, hay un cambio en lo que se entiende por filosofía de la historia. En Stirner se diluye la pretensión de la búsqueda por el sentido de la historia, pues ésta, en su Totalidad ya está consumada en el sistema hegeliano; el único, al fundarse a sí mismo, reconoce como propia su historia singular; no en la totalidad, sino desde la nada creadora. Löwith prosigue:

“El único y su propiedad” está convencido de ser el comienzo de una nueva época, en la que cada “Individuo-singular-único” se convierte en el dueño de su mundo individual (es decir, su propiedad). Para esta revolución, Stirner regresa a la “Nada creadora”. De ella se esboza la historia de los mundos “antiguo” y “moderno”, del paganismo y del cristianismo, ambos en un horizonte escatológico cuyo nuevo comienzo soy “Yo”10.

En palabras de Stirner:

Pero ¿quién hará ahora volver al espíritu a su nada? El que probó con el espíritu que la naturaleza también es vana, limitada y perecedera, sólo ese puede probar la vanidad del espíritu. Yo lo puedo, y entre ustedes lo pueden aquellos cuyo yo ordena y reina como soberano, el que lo puede es, en una palabra, el egoísta.11

8 Löwith, I9 Idem. 10 Löwith, II. Fuente original: Von ihm aus entwirft er die Geschichte der »alten« und »neuen« Welt des Heidentums und des Christentums in einem endgeschichtlichen Horizont, und der neue Anfang bin »Ich«, pág. 11911 Pp. 129-130

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Entonces, ¿esta fundamentación de la historia en el egoísmo no es abolir en sí misma a la historia? Ya consumada la historia del Espíritu, sólo nos queda la “post-historia” del egoísta. Europa en la efervescencia de la revolución tomará uno de sus rumbos justamente en la apuesta egoísta que deviene en el nihilismo político del siglo XX. Stirner quiere entonces la decadencia final de los valores europeos:

Ante lo que es sagrado pierde uno todo sentimiento de su poder: se siente uno impotente y se humilla. Nada, sin embargo, es por sí mismo sagrado; yo sólo consagro: lo que canoniza es mi pensamiento, mi juicio, mis genuflexiones, en una palabra, mi conciencia. [Concluye Stirner] (…) [Que lo sagrado] “Es para mí un asunto de conciencia”, no significa nada más que “yo tengo eso por sagrado”.12

La fundación posthistórica de Stirner es radical. Ni regresar a la verdad material de los paganos, ni abrazar la verdad ideal los cristianos. La verdad para Stirner radica en que El único es fuerza, poder, competencia, consumo de sí, en última instancia gozo; por ello es imposible conciliar lo real pagano con lo ideal cristiano, ambos buscan el sentido de la vida, pero no consumen la vida, es decir no parten, de nuevo, de la nada creadora del sí mismo:

La oposición de lo real y de lo ideal es inconciliable y lo uno no puede nunca llegar a ser lo otro: si lo ideal se hiciese real, no sería ya lo ideal, y si lo real se hiciese ideal sería lo ideal y no sería ya lo real. La contradicción de los términos no puede ser resuelta más que si uno los aniquilase a los dos; es en ese «uno», en ese tercero, donde expira; si no, ideal y realidad no se cubren jamás. La idea no puede ser realizada y continuar siendo idea, es preciso que perezca como idea; lo mismo sucede con lo real que se hace ideal. 13

Se intuye que Löwith comenta el fragmento anterior al afirma que:

Para los ciudadanos del mundo antiguo, el mundo implicaba una verdad material (real); después al llegar la impronta del Cristianismo el espíritu devino en una verdad sobrenatural (ideal); finalmente llega Stirner quien sigue y se sitúa frente a Feuerbach. Para Stirner el último brote de la historia espiritual del cristianismo es el liberalismo político, social y humano del ala izquierda hegeliana, a la que Stirner radicaliza con su “alianza de egoístas”. Radical –que quiere decir aquí sin raíces— como él; Stirner ha dejado tras sí la “sabiduría del mundo” de los griegos, la teología de los cristianos y la “insurrección teológica” de los más modernos ateos.

Por tanto, la comprensión posthistórica de la verdad que inaugura el único no debe nada ni a griegos, cristianos o ateos. Su historia es, pues, posthistórica; tan efímera como efímero es el individuo.

Marx observa en Stirner un Materialismo ingenuo que banaliza y simplifica la dialéctica hegeliana; para Stirner el movimiento dialéctico se reduce a tres edades: el niño, el joven y el adulto; ¿de dónde salen estas edades, de las ideas, de las condiciones materiales, de la nada creadora? Se preguntará Marx. Y Visualiza un problema de totalitarismo en el seno de la interpretación stirneriana cuando éste simplifica la dialéctica hegeliana a los tres momentos que ha vivido ese singular llamado, por Marx, San Max; pues:

12 Pp. 13013 Lo único y su propiedad,, 447

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Toda esta construcción de las edades del hombre se contiene ya, de un modo, prototípico, en la tercera parte de la Enciclopedia de Hegel (…). San Max, quien persigue sus “propios” fines, tuvo que introducir aquí, naturalmente unas “variantes”; mientras que Hegel, por ejemplo, se deja llevar hasta tal punto por el mundo empírico, que presenta al burgués alemán como siervo del mundo que lo rodea, Stirner hace de él el dueño y señor de este mundo, cosa que no es ni siquiera en su imaginación. (…) [Prosigue Marx] Toda la historia única gira en torno a las tres fases: el niño, el adolescente y el hombre, que reaparecen “con diversas variantes” y en círculos que van ampliándose cada vez más, hasta que por último la historia del mundo de las cosas y del mundo del espíritu se reduce a “niño, adolescente y hombre”. (…) Las tres categorías simples: realismo, idealismo y negatividad absoluta como la unidad de ambos (aquí se llama “egoísmo”), con que nos encontrábamos ya como el niño, el adolescente y el hombre, se toman como base de toda la historia, provistas de diferentes etiquetas históricas (…) fases presuntamente históricas.14

Tomando en cuenta esta cita de Marx es como se debe entender el párrafo siguiente de Löwith:

Por dos mil años, el hombre ha intentado profanar el espíritu que originalmente era sagrado. (…) El proceso comenzó al finalizar la Edad Media católica [Habría que decir la edad del niño] y se consumó en Hegel [el hombre]. Lutero santificó todo ser secular por la fe, Descartes por medio de la fundamentación en el pensamiento [el adolescente] y, finalmente, Hegel a través de la razón especulativa. “En consecuencia, Hegel, un luterano, alcanzó…a aplicar su concepto de “razón especulativa” a todas las cosas. En todo está la razón, esto es, Espíritu Santo.”15 Pero a la luz de “la miseria perfecta” alcanzada por Stirner, la diferencia entre Lutero, Descartes y Hegel se pierde. Los tres creían en algo divino dentro del hombre, pero ellos no estaban al tanto por completo del hombre común, tal como es, quien es su propio Yo. (…) Pero el hombre, para Hegel, es únicamente un “solemne cliché”, que Stirner trasciende con su “cliché absoluto” del individuo como el fin de todos los clichés. Por tanto su punto de partida es tan solo él mismo (el yo individual), es decir, ni el espíritu, ni el hombre. Desde el límite de la pérdida de fe en el espíritu cristiano y el mundo pagano; el Yo de Stirner crea su mundo a partir de la nada. Y hace evidente que el hombre no tiene ni un destino, ni un deber universal, porque el sentido del singular (el único, el individuo) reside únicamente en la fuerza-poder de apropiación de cada Yo.16

Hegel, un apóstol del Espíritu, como buen luterano, piensa Stirner, no es más que la exaltación última del Espíritu Santo. Sin embargo, en el fin de la historia, el único es consciente, que en tanto “quiere” en él reside toda apropiación (del ego).

En el momento en que Stirner afirma la última época del Espíritu Santo, es decir con Hegel, la historia ha culminado y comienza una nueva época. Esta nueva época parecería que se puede reducir a una especie de “hedonismo revolucionario”, que haría sonrojar, incluso a los más hedonistas contemporáneos como Michel Onfray. El fin de la Historia del Espíritu era su consumación, el fin de la historia de cada único es su consumir-se. Stirner quizá no tuvo el alcance de pensar en las consecuencias de su pensamiento, pero las políticas totalitarias, las apuestas atómicas de la Guerra Fría, las guerrillas latinoamericas, el

14 La ideología alemana, 106-10715 Literal: El único y su propiedad, 152. Así el luterano Hegel (él mismo declara en algún lugar que quiere permanecer luterano) ha venido a identificar completamente el orden natural con el orden lógico. En todo está la razón, es decir, el Espíritu Santo; «lo real es racional» y lo real es, de hecho, todo, en atención a que en toda cosa, por ejemplo en cada mentira, se puede descubrir verdad: no hay mentira absoluta, mal absoluto, etc. Los protestantes, casi solos, han producido las grandes obras del espíritu, porque ellos son los verdaderos apóstoles del espíritu. 16 Löwith, III

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despilfarro de las empresas y los consumismos contemporáneos, así como las luchas armadas con el narcotráfico parecerían retratar de maravilla este consumirse que nos acerca más a Saló de Pasolini, a La naranja mecánica y “Dr. Strangelove” de Kubrick y a la novela de Trainspotting de Welsh que a un poder estar con los otros aunque fuese en la “asociación o alianza de egoístas”. Al final la historia de cada singular propuesta (y profetizada) por Stirner que se consume a sí mismo parece cumplirse más en nuestra actualidad, que la sociedad post-histórica marxista que nos libera de la lucha de clases. Efectivamente, la risa de Stirner no es la de un académico universitario, se parece más a la del Guasón de Batman. Resumo el hedonismo de Stirner por él mismo:

Estamos en la transformación de una época. El mundo no ha pensado hasta el presente más que en conquistar la vida, su único cuidado ha sido vivir. (…) Ya se aspira al pan cotidiano o al pan sagrado (…) el fin de todo esfuerzo, el objeto de toda solicitud no cambia; en uno, como en otro caso, lo que se busca siempre es la vida. (…)

Tomemos la cuestión desde otro punto de vista: aquel cuyo único cuidado es vivir, no puede pensar en gozar de la vida. En tanto que su vida está todavía en cuestión, en tanto que todavía puede tener que temblar por ella, no puede consagrar todas sus fuerzas a servirse de la vida, es decir, a gozar de ella. ¿Pero cómo gozar de ella? Usándola, como se quema la vela que se emplea. Usa uno de la vida y de sí mismo, consumiéndola y consumiéndose. Gozar de la vida es devorarla y destruirla. (…)

La cuestión, en delante, no es ya saber cómo conquistar la vida, sino cómo gastarla y gozar de ella; no se trata ya de hacer florecer en mí el verdadero Yo, sino de hacer mi vendimia y consumir mi vida.17

Se podría pensar en el Esteta kierkergardiano, sin embargo, a diferencia del esteta que se da cuenta de su desesperación, el egoísta de Stirner no aspira a estos sentimientos “muy cristianos” de desesperación, angustia, pobreza, gratitud, benevolencia, pecado, etc…

Para triunfar de la aspiración a la vida, el goce de la vida debe vencerla bajo su doble forma: aplastar tanto la angustia espiritual como la temporal, y exterminar a la vez la sed del Ideal y el hambre del pan cotidiano. El que tiene que usar su vida en conservarla no puede gozar de ella, y el que la busca no la tiene, y tampoco puede gozar de ella: los dos son pobres, pero «¡bienaventurados los pobres!».18

Löwith finalizará su repaso sobre Stirner, antes de analizar la crítica de Marx con las palabras finales del Único y su propiedad:

“Si cuento únicamente de mí fuerza-poder y mi singularidad entonces perduro en lo transitorio, en mi propia creación mortal de mí, consumiéndome, y puedo decir: No cuento con nada.”19 Así termina Stirner su sistema histórico, influenciado por la impronta consumada por Hegel, a partir de una nota de extrema reducción de la totalidad a lo finito y temporal, sin considerar más la “Esencia general” (Gattungswesen) del hombre como hizo Marx, sino únicamente el Yo en tanto singular.20

17 Stirner, 403-40418 Stirner, 40519 Stell' Ich auf Mich, den Einzigen, meine Sache, dann steht sie auf dem Vergänglichen, dem sterblichen Schöpfer seiner, der sich selbst verzehrt, und Ich darf sagen: Ich hab' mein' Sach' auf Nichts gestellt.Si Cuento conmigo, el Único, entonces mi causa descansa sobre mí. Esta causa transitoria y efímera se consume a sí misma. Y Debo declarar: Yo he descansado mi causa en Nada. 20 Löwith IV

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