La Aventura de La Historia - Dossier048 La Marcha Sobre Roma

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  • 7/22/2019 La Aventura de La Historia - Dossier048 La Marcha Sobre Roma

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    DOSSIER

    ROMALa marcha

    sobre

    Hace ochenta aos, losfascistas cayeron sobreRoma, en un golpe deefecto teatral, peroincruento, magistralmenteorquestado por Mussolinipara exigir el poder.El fascismo entraba en laHistoria pisando fuerte

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    E

    l 28 de octubre de 1922, cua-renta mil fascistas marcharonsobre la capital italiana para

    imponer su entrada en el Go-bierno. Con este golpe de mano, Beni-to Mussolini lograba implanta r, a sus 39aos, un modelo de rgimen totalitarioen Italia que dur veinte aos y se con-

    virti en nefasto modelo para otras na-ciones europeas.

    Hijo de un herrero, Alessandro Mus-solini, de familia de pequeos propie-tarios agrcolas empobrecidos, y de Ro-sa Maltoni, maestra rural, Benito Amil-care Andrea Mussolini naci en el ca-sero de Varano dei Costa, cerca de Do-

    via, en la comarca de Predapp io, den-tro de la reginde la Romaa, el 29 dejulio de 1883. Su nombre, en la formaespaola de Benito y no de Benedet-to, como hubiera correspondido a la

    versin italiana , haba sido elegidopor su padre, activo militante socialis-ta, como homenaje al famoso revolu-cionario mexicano Benito Jurez. Losdos siguientes nombres respondantambin a la admiracin paterna pordos de los primeros lderes del socialis-mo en Italia, Amilcare Cipriani y An-drea Costa, especialmente recordados

    ste y su partido socialista revoluciona-rio en la Romaa. De su padre y de la

    educacin que recibiera Benito en suniez, la que iba a ser su mujer, Rache-le Guidi, recuerda en sus memorias susaos como alumna de la madre de Be-nito y el carcter violento de su padre,cuyo temperamento exuberante pro-

    vocaba con tinuos incidentes y no po-cos disgustos a su mujer. Quiz porherencia de este carcter, desde susprimeros aos Benito fue un chico vio-lento y luego un joven violento. Todossus bigrafos coinciden en este perfil.Paolo Alatri define su carcter de anar-

    chico, ribelle, insofferente di controlli,

    orgoglioso, prepotente, litigioso, punti-

    glioso, egocentrico. Tal comportamien-

    to le vali la expulsin de dos colegiosen sus primeros aos de estudiante,tras sendos altercados con otros com-paeros.Junto a los principios del socialismo

    revolucionario, en su casa se viva ladevocin patritica por Garibaldi, pre-cisamente por el Garibaldi instaladodurante sus ltimos aos en el socialis-mo, y por otro de los grandes del Ri-sorgimento, Carlo Pisacane, aquel na-politano emigrado a Francia en 1847,que senta la revolucin italiana en sudimensin igualitaria y libertaria, tandistante del proyecto de Cavour comodel de Mazzini. Estudiante en el cole-gio de los Salesianos de Faenza y lue-go en el colegio Giosu Carducci de

    Forlimpopoli, durante un homenaje aVerdi, el joven Mussolini manifest s udecepcin porque la unidad nacionalslo hubiese producido un Estado bur-gus, presidido por una monarqua alservicio de los intereses de la domi-nante clase burguesa.

    Maestro de escuela primaria a los 18aos, tras una breve experiencia do-cente en Gualtieri Emilia, march a Sui-za, donde vivi de 1902 a 1904. Deaquella estancia, anot su mujer: Supede la vida dursima que pas en ese

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    Expulsado de las filas socialistas por su belicismo, el joven Mussolinibarniz con la esttica vital del Futurismo un programa poltico violentoque le llev al poder hace ahora ochenta aos. Manuel Espadas Burgosanaliza la estrategia de accin que culmin en laMarcha sobre Roma

    La gnesis de un dictador

    MUSSOLINI

    LA MARCHA SOBRE ROMA

    Mussolini, dibujado por un balilla. Laiconografa del culto al lder se impuso en la

    vida pblica italiana a partir de 1922.

    Plana mayor fascista.Mussolini, al frente de loslderes del Fascio, entra enRoma. En esta alegora deS. Galimberti, aparecen trasil duce, de izquierda aderecha, De Bono, Balbo,Vecchi y Bianchi.MANUEL ESPADAS BURGOS es director de la

    Escuela Espaola de Historia y Arqueologaen Roma.

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    yecto de le y sobre p ensiones r ebajan-do la edad de los 65 a los 55 aos, laobligacin para los propietarios agrco-las de cultivar sus tierras con la amena-za de que aquellos que no lo hicieran,deberan pasarlas a cooperativas.

    La Marcha sobre RomaHaca aos que Mussolini haba pro-puesto la tctica del doppio binario, de

    la doble va: La revolucin fascista po-dr llevarse a cabo tanto por la va deuna lenta saturacin legal como me-diante una insurreccin armada () Elfascismo est preparado para ambaseventualidades. La mayora de la clasepoltica italiana estaba convencida deque sin un acuerdo con el Fascismo eramuy difcil, por no decir irrealizable,una normalizacin del pas y la posibi-lidad de constituir un Gobierno establecapaz de gobernar. Un acuerdo con elFascismo que le introdujera en el dete-

    riorado sistema poltico, podra llevar,o as se esperaba, a su neutralizacino, cuando menos, a un nivel de do-mesticidad que, absorbido por el siste-ma, rebajara su carga subversiva.

    Es cierto que, como aos despus lohiciera el propio Hitler, en esos mo-mentos la intuicin poltica de Mussoli-ni le llev a dar una imagen de mode-racin que rebajase los justificados re-

    celos, con gestos que iban desde laaceptacin de una economa liberal ala predisposicin a un acuerdo con laIglesia. Lo importante era abrir el cami-no hacia el poder. Especialmente com-placiente se mostr con la Monarqua,uno de los ms slidos pilares del pas,con gran arraigo en las filas del Ejrci-to. Las palabras de Mussolini en Udineel 22 de septiembre eran concluyentes.Dado que la monarqua no parecamostrarse hostil al Fascismo, ste larespetara porque significaba la conti-

    nuit storica della nazione. Si a esamoderacin se una la propuesta deque los fascistas se conformaran conun mximo de cuatro carteras ministeriales, el recelo para muchos parecaestar de ms. En este sentido, la Marcha sobre Roma, tenida como la obramaestra, il capolavoro, de Mussolinihay que contemplarla tambin y as seexplica mejor, desde las ventajas que

    un acuerdo con el fascismo parecaofrecer a no pocos polticos italianosPara Renzo de Felice, aquel acontecimiento, hito en el acceso del fascismoal poder, no fue en realidad sino la fa-chada, por muy espectacular que fuerade una sutil operacin poltica.

    La Marcha sobre Roma tuvo variosensayos. Uno de ellos, quiz el ms im-portante, fue la concentracin de milesde escuadristas del Trentino y del Alto

    Adigio en la ciudad de Trent o en losprimeros das de octubre, pero fue en

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    jefe del gobierno, Orlando, y su minis-tro de Exteriores, Sonnino, tuvieronque defender sus reivindicaciones fren-te a la resistencia del norteamericano

    Wilson, del bri tnico L loyd Geo rge y,sobre todo, del francs Clemenceau. Latensin en el curso de la conferencialleg a tal grado que Orlando lleg adecir: Siamo un popolo sobrio e conos-ciamo larte di morire di fame, amena-zando con un alejamiento diplomtico

    y comercial d e los al iados venced oresde la guerra. La ruptura se precipit. El24 de abril, Orlando abandon la con-ferencia y, dos das despus, lo hizo

    Sonnino, mientras en Italia se afianza-ba la idea de que aquella haba sidouna vittoria mutilata.

    La aventura de DAnnunzioA fines de abri l, en su peri dico Il Po-polo dItalia, Benito Mussolini alent auna anexin, sin ms contemplacio-nes, de Fiume, en la seguridad de queno habra respuesta: Los yugoslavosno pueden hacer la guerra a Italia; notienen caones ni ametralladoras, niaviones, ni municiones, ni vveres.

    Pocos das despus, las palabras deMussolini recibieron el caluroso apo-

    yo de Gabriele DAnnunzi o. Al frentede 2.500 hombres, entre los que se en-

    contraban los granaderos de Cerdea,el literato entr en Fiume y tom po-sesin de la ciudad en nombre de Ita-lia en una rpida operacin, cuyo xi-to vino en gran medida asegurado porla complicidad de las autoridades mi-litares y la psicosis del golpe de Esta-

    do que dominaba la vida italiana du-rante esos meses.

    Indudablemente, la aventura deDAnnunzio fue un reto al Gobierno.

    En el plano internacional, nadie creaque una operacin con intervencinde tropas italianas se pudiera haberllevado a cabo sin su aprobacin o, almenos, sin su conocimiento. La con-dena del primer ministro Nitti fue tanexplcita como claro fue el aplauso yel aliento que DAnnunzio recibi deMussolini, para quien la operacin deFiume tuvo mucho de modelo a imitaren el camino hacia el poder. La ocu-pacin de Fiume escribi el comu-nista Angelo Tasca dio al fascismo el

    modelo para sus milicias y para suuniforme, el nombre para sus escua-dras, su grito de guerra y su liturgia.Mussolini copiar de DAnnunzio todoel aparato escnico, incluidos los di-logos con la multitud. DAnnunzio se-r vctima del mayor plagio que se ha-

    ya visto.

    Gandules en una eterna siesta

    La correspondencia que entre ambospersonajes utilizara Renzo de Felice enel primer volumen de su biografa deMussolini (Mussolini il rivoluzionario)es clara muestra tanto de su talantepersonal como del momento que vivaItalia. Embriagado de su empresa y delcalor que ha recibido de la poblacinfiumana, escribi DAnnunzio: Si almenos media Italia se pareciese a estosfiumanos, tendramos el dominio delmundo. Y convoca a cuantos italianos,gandules en una eterna siesta, pue-dan tomar ejemplo de l: Yo no duer-mo desde hace seis noches; la fiebreme devora. Pero sigo en pie. Mussoli-ni le contest por carta, pero tambinen un artculo de Il Popolo dItalia, en

    el que convoc una suscripcin pro-Fiume, que pronto recogi tres millo-nes de liras. En su carta le confirm: Iosono deciso a tutto.Y conclua con es-ta despedida: Vi abbraccio con fede in-mensa e con inmutata simpatia.

    Una fecha clave en la historia delFascismo y en la biografa de Mussolinifue el 23 de marzo de 1919, en que secrearon los Fasci Italiani di Combatti-mento, en un acto celebrado en la pla-za del Santo Sepulcro de Miln. El n-cleo ms numeroso de estos nuevosfascios lo constituyeron antiguos com-batientes, entre ellos un importantegrupo de arditi, junto a futuristas, anar-quistas e incluso algunos socialistas. Entotal, unas trescientas personas. En

    esos primeros Fasciya estaban presen-tes, como hace notar De Felice, las dosalmas que caracterizaran al Fascismo,la de origen sindicalista revolucionario

    y la de ori gen nacionalista . El llamadoPrograma de Santo Sepulcro contenaen sus puntos esenciales el sufragiouniversal, en el que se inclua el votode las mujeres y de los mayores de 18aos, la jornada laboral de 8 horas pa-ra todos los trabajadores, su participa-cin en el funcionamiento tcnico delas empresas, la modificacin del pro-

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    Una escuadra fascista posa junto al tren que la condujo a Roma, en octubre de 1922, en lamarcha que congreg en la capital italiana a ms de 40.000 camisas negras.

    40.000 CAMISAS NEGRAS

    A l caer la tarde del lunes 30 de octu-bre, las calles ms cntricas de Ro-ma estaban invadidas por los camisas ne-

    gras de Mussolini. Eran, segn fuentesfiables, unos 40.000 hombres, a los que sevea generalmente bien uniformados yencuadrados, tanto que no se produjeron

    incidente de importancia, pese a que vi-vaqueaban al aire libre.

    El 24, Mussolini haba reunido en N-poles una magna concentracin fascistaque ya clamaba A Roma, a Roma! anantes de que hablara el Duce. ste exigiel poder: O nos entregan el Gobierno olo tomamos, cayendo sobre Roma. Evi-dentemente, todo lo tenan preparado.Segn fuentes fascistas, Italia estaba divi-dida en doce zonas de movilizacin. Mus-solini dio la orden de que sus camisas ne-

    gras se pusieran en marcha el da 27, vier-nes; sus columnas avanzaron hacia la ca-pital, engrosando con los grupos que seiban uniendo a su paso. En general, losfascistas hallaron libre el camino y co-menzaron a alcanzar los arrabales de Ro-

    ma el da 28; al caer la tarde del sbado seasegura que ya eran ms de 25.000. En laciudad exista cierto temor ante posiblesdisturbios y desmanes, pero la guarnicinde Roma que contaba con unos 12.000hombres equipados con artillera, ametra-

    lladoras y autos blindados hubiera bas-tado para rechazarlos. El general Bado-glio haba declarado que slo necesitabauna orden y quince minutos para disper-

    sar a los camisas negras.El domingo 29, la concentracin fascis-ta alcanzaba ya los 40.000 hombres. Pa-reca, sin embargo, que haba muchas du-das entre ellos y fuentes bien informadassuponan que Mussolini que segua en

    Miln tena puesto un ojo en Roma yotro en la frontera, por si iban mal las co-sas. La crisis se resolvi en la tarde del do-mingo. El Rey, ante la inactividad del

    Gobierno y la divisin del Parlamento,decidi finalmente llamar a Mussolini.Doce horas despus, ste llegaba a Roma,en cuyos alrededores acampaban ya40.000 fascistas.

    DAVID SOLAR

    Los lderes fascistas se preparan para un mitin en la Piazza del Popolo de Roma, el 22 de

    octubre de 1922. De izda. a dcha., Bianchi, De Bono, Teruzzi, Mussolini, Vecchi y Balbo.

    Mussolini aplaudi la ocupacin de Fiume,que haba defendido con ardor desde laspginas de su peridico, IL POPOLO DITALIA

    MUSSOLINI, LA GNESIS DE UN DICTADORLA MARCHA SOBRE ROMA

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    gabinete con slo tres miembros delpartido fascista, junto a un nacionalista,un liberal, tres socialdemcratas, dospopulares, dos militares de prestigio y elfilsofo Giovanni Gentile. Como era deesperar, este gabinete de coalicin tenalos das contados. En la medida en queel Gobierno se iba radicalizando, los mi-nistros no fascistas, empezando por losmiembros del Partito Popolare, lo fue-

    ron abandonando.A partir de esa fecha ya se hacen fre-

    cuentes en la vida romana los fogososdiscursos de Mussolini desde el balcndel Palacio Venecia y los grandes desfi-les fascistas. La revista espaola La Esfe-rapublicaba en su nmero del 18 denoviembre la foto de un Mussolini diri-gindose a la Tumba del Soldado Des-conocido, en el Vittoriano de Roma yescribi este pie: Sin la camisa negra niel gorro de punto de los das de lucha,con la camisa blanca, la levita y el s om-brero de copa de las grandes solemni-dades, Mussolini atraviesa las calles deRoma en medio de tres ministros para

    visitar la Tumba del Soldado Descono-cido. Tiene el gesto duro del conquista-

    dor, la actitud erguida del que se sabesostenido por millares de ciudadanosentusiastas. He aqu un bello captulopara la obra que seguramente no dejarde escribir DAnnunzio.

    El delito MatteotiPosiblemente, la voz que en los si-guientes meses y desde los escaosparlamentarios del Partido Socialista sehiciera oir con ms persistencia fuera lade Giacomo Matteoti. Los fascistas loconsideran uno de sus adversarios mspeligrosos, al punto de que Il PopolodItalia, en su nmero del 23 de mayode 1923, ya le advirtiera de que si lle-gase un da en que se encontrase con lacabeza rota, no tendra derecho a la-

    mentarse. En la sesin de la Cameradei Deputatidel 30 de mayo de 1924, lavoz de Matteoti se alz de nuevo con-tundente para denunciar la corrupcin,las violaciones de los procesos electo-rales, la coaccin y la violencia ejerci-das desde el Gobierno. El discurso ter-minaba con la peticin de anular laselecciones y declarar nulos sus resulta-dos. Tal propuesta sera consideradapor Il Popolode mostruosamente provo-catoria. De las consecuencias que pu-dieran tener sus palabras era Matteoti

    perfectamente consciente, al punto dedecir a algunos de sus correligionarios:Cuanto tena que decir, lo he dicho.

    Ahora prepa radme el e logio fnebr e.De la clera de Mussolini tras aquellasesin parlamentaria hay numerosostestimonios, pese a que en los siguien-

    tes das y de acuerdo con una tcticamuchas veces utilizada, mostrase en laCmara un tono ms conciliador. Peroparalelamente, desde los sectores ms

    violentos del Fascismo, se pr epar unatentado a Matteoti. El 11 de junio, a las4 de la tarde, cuando Matteoti camina-ba por el lungotevereArnaldo da Bres-cia, fue agredido salvajemente e intro-ducido en un coche, en el que minutosdespus y como consecuencia de ml-tiples golpes y heridas, muri. El coche

    vag por los alrededores de Roma has-

    ta que decidieron introducirse en unazona boscosa, la Quartarella, a 23 kilmetros de la ciudad y all, en una su-perficial fosa improvisada, abandonarel cadver. La alarma por la desapari-cin de Matteoti inmediatamente ganla vida de Roma. En la tarde del da 12

    el propio Mussolini compareci en laCmara, comunicando haber dado rdenes tajantes de intensificar la bsqueda en Roma, fuera de Roma, en otrasciudades y en los pasos fronterizos. In-cluso recibi en Montecitorio a la mujede Matteoti, asegurndole cuando yaera conocedor de los hechos que ha-ra cuanto fuese posible para que sumarido fuese hallado sano y salvo.Algunos testigos haban observado e

    automvil, un Lancia, apostado cercade la casa de Matteoti y haban tomado

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    la reunin secreta celebrada en el 24de octubre en Npoles donde se deci-di la accin. Desde una perspectivamilitar, la Marcha sobre Romano fueuna operacin bien montada, inclusono sera excesivo calificarla de chapu-cera. No hubo ni orden ni puntualidad

    en el cumplimiento del plan previsto.Muchos de los escuadristas viajaban entrenes que, al ser cortadas algunas vaspor orden del Gobierno, no pudieronllegar a su destino. El mismo tren enque viajaba Mussolini lleg con retraso.

    A ello se uni una ad versidad impre-vista, u na lluvi a torrenci al que aadinuevos obstculos a la Marchay a lainstalacin de campamentos. Pese a to-do, la operacin consigui situar enRoma o en localidades prximas aunos cuarenta mil fascistas.

    El Gobierno intent, en una reuninconvocada a las cinco de la madrugadadel 28, un decreto que declarase el es-tado de sitio, cosa que no logr ante laindecisin del Rey a firmarlo. Indeci-siones que procedan de la propia de-bilidad de Victor Manuel III ante los

    acontecimientos, del favor que la reinamadre prodigaba a los fascistas y de laspropias simpatas que estos gozabandel duque de Aosta, que incluso podraser pieza de recambio en la Corona. Enrealidad, Victor Manuel no hizo msque seguir, desde la ms alta magistra-tura del Estado, la nula voluntad de re-sistencia que se haba apoderado de la

    vida italiana.A esas alturas no valan soluciones de

    compromiso. Mussolini se senta sufi-cientemente fuerte para no aceptar un

    Gobierno presidido por Salandra, tras ladimisin del gabinete Facta. El 29 de oc-tubre, escribi en Il Popolo dItalia: Pa-ra terminar en una solucin Salandra,no vala la pena haberse movilizado. ElGobierno debe ser netamente fascista.El 29, el rey le convoc para ofrecerle

    formar gobierno. Con la teatralidad quesiempre le caracteriz, Mussolini se pre-sent ante l vistiendo la camisa negradel partido: Pido perdn a Vuestra Ma-jestad si me veo obligado a vestir an lacamisa negra, muestra de la batalla fe-lizmente incruenta que hemos tenidoque librar. En realidad, no haba habi-do tal batalla, pero era cierto que el po-der se haba tomado en la calle. A sus39 aos, Mussolini, que junto a la presi-dencia se adjudic las carteras de Inte-rior y de Asuntos Exteriores, form un

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    El rey Vctor Manuel III recibe a Mussolini en su despacho, en octubre de 1922, y le encargaformar Gobierno, segn un dibujo contemporneo.

    Una patrulla militar junto a una alambrada en las calles de Roma durante la marcha fascista,que se sald sin violencia y con la entrada de Benito Mussolini en el Gobierno.

    La fbula del buen dictador

    E l octogsimo aniversario de laMarchasobre Roma ser de nuevo ocasin parareavivar el debate historiogrfico, nunca ce-rrado, sobre los veinte aos de rgimen fas-cista en Italia y, paralelamente, sobre la fi-gura y la obra de su principal protagonista,Benito Mussolini.

    Muy recientemente y bajo el ttulo deMussolini, la fbula del buen dictador, se ha-ca referencia en la prensa italiana al debatenuevamente abierto sobre su personalidad ysobre la vigencia que, a ms de medio siglo,puede seguir teniendo el antifascismo, loque naturalmente presupone la existencia oel riesgo de un nuevo o renovado fascismo.Ya cuando en 1983 se conmemoraba el cen-tenario del nacimiento de Mussolini, recor-dbamos en un artculo que, mientras en laEuropa de los sesenta, con prosperidad eco-nmica, pleno empleo y una sociedad insta-lada en la cultura del bienestar, los fascismosparecan totalmente superados, no se podadecir lo mismo en la Europa de los ochenta.Tal realidad se hace an ms evidente en laEuropa de comienzos del nuevo milenio, co-

    mo prueban partidos y tendencias con evi-dentes similitudes con aquellos que se tie-nen por caracteres propios del fascismo. Es-te nuevo fantasma que parece empieza a re-correr Europa, por muy incipiente y mino-ritario que se crea y en un contexto interna-cional muy distinto al de la primera pos-guerra mundial, lleva a concluir que ha si-do un error imaginarse que las cuentas con

    el fascismo estaban ya saldadas. Y que, enconsecuencia, el antifascismo parece no ha-ber perdido sentido ni razn de ser. Para al-gunos analistas de la realidad poltica italia-na, y an de la europea, han causado escn-dalo o, al menos, perplejidad las palabras deBerlusconi, con motivo de la cumbre de la

    OTAN celebrada el pasado mayo en Praticadi Mare, al sealar los tres enemigos antequienes defenderse: comunismo, nazismo yestatalismo. Como adverta Alberto DeBernardi, profesor de Historia Contempor-nea de la Universidad de Bolonia, con loque estamos viendo desde Austria a Francia,desde Holanda a nuestra propia Italia ymientras cobra fuerza un peligroso anti an-

    tifascismo, colocar el antifascismo sobre lamesa de los valores de las democracias euro-peas me parece ahora ms que nunca de unaurgencia absoluta.

    Situndolo en el momento histrico desu aparicin, Renzo de Felice siempre in-sisti en diferenciar nazismo y fascismo, no

    tanto a partir de sus respectivas ideologascomo de sus hombres clave, de sus lderes.La personalidad de Mussolini ha sido y si-gue siendo objeto de estudio y de debate.Tngase en cuenta que en la Bibliografaorientativa del fascismo, publicada por Ren-zo de Felice en 1991, con 12.208 entradas,las dedicadas a obras sobre Mussolini vande la 721 a la 1.084. En su voluminosabiografa, De Felice intent comprender elfascismo desde dentro y observarlo desde laperspectiva de quienes lo haban vivido ypromovido. Esto, en un historiador proce-dente del comunismo, le supuso tremendascrticas que iban desde el pecado de fasci-nacin ante la figura del biografiado hastael delito de traicin, la pualada del his-toriador, que buscaba una rehabilitacin

    del fascismo. El propio De Felice tuvo quedefenderse argumentando al extremismode sus crticos, procedentes sobre todo del

    sinistrismo storiografico de los aos setenta,que el fascismo haba dejado en herencia alos antifascistas una mentalidad fascista() una mentalidad de intolerancia, de so-berbia ideolgica, de descalificacin deladversario hasta destruirlo. M. E. B.

    MUSSOLINI, LA GNESIS DE UN DICTADORLA MARCHA SOBRE ROMA

    Retrato de Mussolini, en torno a 1940.

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    Durante los tres aos y me-dio que Italia combati enla Primera Guerra Mundial,tuvo casi 1.200.000 bajas;

    ms de 600.000 muertos y 500.000 in-vlidos. El esfuerzo de guerra fue enor-me: en 1917 y 1918, la fuerza media encombate alcanz los 2.200.000 solda-

    dos. Al impacto en la economa, en laestructura social, en las mentalidades,etc., se aadi en Italia un profundosentimiento de frustracin (la victoriamutilada) por los escasos logros al-canzados frente al esfuerzo realizado.La posibilidad de volver atrs y consi-derar el perodo blico como un pa-rntesis se convirti en un vano y do-loroso empeo. Ante el triunfo definiti-

    vo de los partidos de masas, la vieja po-ltica liberal, basada en las relacionespersonales, tena los das contados y suesfuerzo por recuperar la normalidadinfravalor los cambios que la guerrahaba generado, entre ellos, y sobre to-do, la transcendencia del movimientofascista.

    Cuando a finales de 1922 algunos in-dicadores macroeconmicos comenza-ban a recuperar los niveles de 1913, elsistema liberal se hundi definitiva-mente, ahogado por un golpe de Esta-do sui generiscomo fue la Marcha so-bre Roma.A pesar de que el Fascismo fue hijo

    de la guerra, la crisis del sistema libe-ral hunda sus races en los aos pre-

    FERNANDO GARCA SANZ es cientfico titulardel Instituto de Historia del CSIC.

    LA MARCHA SOBRE ROMA

    NOVECENTO

    cedentes al conflicto. El sistema polti-co italiano de las dos primeras dcadasdel siglo XX estuvo enmarcado por doscrisis profundas: la de 1898, que abripaso a la reforma del sistema en senti-do integrador y democratizante, al cre-cimiento econmico y a una relativapaz social, y la Primera Guerra

    Mundial, que ahond los proble-mas que haban comenzado a apa-recer entre 1912 y 1913.

    Reaccin e integracinDesde la desaparicin polticade Francesco Crispi en 1896, lapoltica represiva se acentu araz de los sucesos de mayo de1898, entendidos por los Go-biernos de Antonio di Rudin(1896-1898) y del general Lui-gi Pelloux (1898-1900) comoun intento organizado parasubvertir el orden constitu-cional mediante la revo-lucin. La derecha libe-ral entenda el sistemapoltico de forma ex-cluyente y reacciona-

    Este cartel, que pide la

    destruccin del

    bolchevismo,

    representado por la

    bandera roja rota a

    los pies del joven

    fascista, retrata la

    idea de la partidade la porra comorepresora de las

    reivindicaciones obreras.

    El irresistible ascenso de Mussolini fue el colofn del

    fracaso del sistema liberal en Italia. Cuando el Gobiernorecurri a los fascistas para frenar al movimiento obreroy poner orden, stos le sustituyeron en el poder.Fernando Garca Sanz explica la gnesis del fiasco

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    su matrcula. A ltimas horas del da 12era descubierto, con grandes desperfec-tos y numerosas manchas de sangre,testimonio de la lucha que en su interiorse haba dado. Mussolini se vio obliga-do a comparecer de nuevo en la Cma-ra la tarde del 13. All calific el delitode bestial y nefando, afirmando in-cluso que solo un enemigo mo perso-nal hubiera podido hacer algo tan dia-

    blico, situndose as tambin comovctima. Despus de asegurar a la opo-sicin que la investigacin continuaracon todos los medios posibles, hizo queel presidente de la Cmara, Alfredo Roc-co, suspendiera por tiempo indetermi-nado las tareas parlamentarias. Hasta el16 de agosto no se encontr el cuerpodel diputado socialista.

    Para muchos de los que sin ser fascis-tas se mostraron favorables al acceso alpoder de Mussolini, el delito Matteotifue el gran revulsivo. Sera el caso degrandes nombres del liberalismo, comoGiolitti, Orlando o Salandra, que con-templaban aterrados la realidad que seabata sobre Italia y muy pronto o a lospocos meses pasaron a las filas de la ca-

    da vez ms dbil oposicin. Un hombrede la talla intelectual de Benedetto Cro-ce, para el que el delito Matteoti fuetambin un punto y aparte en la marchadel Fascismo, an confiaba una norma-lizacin de la vida italiana y una recu-peracin del sistema constitucional. Ensu Storia dItalia dal 1871 al 1915, pu-blicada en 1928, todava haca un retra-to positivo de Mussolini, que se le ofre-ca como una personalidad viva y vital,dotada no solo de un fino olfato polti-co, sino capaz como pocos de percibirlas exigencias profundas que germina-ban en las vsceras de la sociedad italia-na. Evidentemente, la percepcin deesa sociedad italiana distaba de ser lamisma en ambas personalidades. Aosms tarde, ya en los cuarenta, Croce re-conoci que el Fascismo haba llevadoa Italia a la ruina y que era veramentemorto nellanima di tutti.

    Plenitud del Estado corporativoEl 27 de junio, un importante nmerode diputados se encerr en una de lassalas de Montecitorio y, tras un home-naje a la memoria de Matteoti, cuyocuerpo an no haba sido hallado,aprobaron la abstencin de sus laboresparlamentarias en tanto no fuera res-

    taurado el orden poltico y jurdico que-brantado. Es la que se conoce comosecesin del Aventino en recuerdo deun episodio de la Roma antigua, cuan-do los representantes de la plebe se re-tiraron a esta colina en protesta contrala prevaricacin de la clase patricia. Enel grupo figuraban nombres como el

    socialista Filippo Turati, Luigi Sturzo,fundador del Partito Popolare, Alcidede Gasperi y el comunista Giovanni

    Amendola, un ao despus tambinvctima de una agresin fascista. Su ges-to tuvo, sin embargo, ms resonanciamoral que eficacia poltica.

    Mussolini, aparentemente muy afecta-do por los acontecimientos, cont in-mediatamente con el estmulo de su en-torno ms extremista, caso fundamen-talmente de Roberto Farinacci, y con elpropio apoyo del Rey. Una clara supe-racin de esa aparente crisis personalfue su discurso a la Cmara del 3 deenero de 1925. En l, anunci Mussolinilas medidas que fueron pronto conoci-das como leggi fascistissime, que en po-co tiempo dieron al traste con lo querestaba de la estructura constitucionalde la Monarqua. Es el discurso en queMussolini asumi plenamente las accio-nes del fascismo. Si el fascismo no hasido mas que aceite de ricino y porra,en vez de una soberbia pasin de lamejor juventud italiana, ma es la culpa!Si el fascismo ha sido una asociacinpara delinquir, yo soy el jefe de estaasociacin de delincuentes!. A lo largodel ao, el Estado liberal agnstico de-jaba paso al Estado corporativo. La ret-

    rica del propio Mussolini lo precis enel articulo que, de su mano y con su fir-ma, se puede leer en el volumen XIV dela Enciclopedia Italiana: Para el fascis-mo, el Estado no es el guardin noctur-no que se ocupa slo de la seguridadpersonal de los ciudadanos; menos anuna organizacin con fines puramente

    materiales, como aquellas que garanti-zan un cierto bienestar y una relativapacfica convivencia social, para lo quebastara con un consejo de administra-cin; tampoco una creacin de pura po-ltica, sin contactos con la realidad ma-terial y compleja de la vida de los indi-

    viduos y de los pueblos. El Estado, tal ycomo el fascismo lo concibe y realiza,es un hecho espiritual y moral, y pues-to que concreta la organizacin poltica,jurdica y econmica de la nacin, es ensu origen y en su desarrollo una mani-festacin del espritu. Para ms afirmareste carcter cuasi religioso del Fascis-mo, cierra as su artculo: Que sea unadoctrina de vida, lo demuestra el hechode que haya suscitado una fe; que la fehaya conquistado las almas, lo demues-tra el hecho de que el fascismo ha teni-do ya sus cados y sus mrtires. Estamstica del martirio la aplic profetica-mente a su propio futuro: La mia opi-nione che sar ucciso nel mio ufficio.No lo fue precisamente en su despacho,lo que hubiese significado su perma-nencia en el poder, sino en un campo yhuyendo en una Italia destrozada y enlos estertores de una guerra liquidadoradel rgimen que l mismo haba creado

    y presidido. 10

    El rey Vctor Manuel III y Benito Mussolini pasean en carruaje por Roma, tras la entradadel lder fascista en el Gobierno italiano. A sus 39 aos, haba tomado el poder.

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    yendo de hecho la vigencia del non expedit, aunque el Papado sostuviera susposiciones frente al Estado italiano. Los

    votos catlicos, adems de llevar dos diputados al Parlamento, se dirigieron aapoyar las candidaturas anti-socialistasde moderados y giolittianos.A partir de 1912, coincidiendo con e

    final de la Guerra Italo-turca y con laadopcin del sufragio universal masculino, la tendencia revolucionaria del Partido Socialista se impuso definitivamente a la faccin reformista, haciendo saltar en pedazos uno de los pilares de lapoltica giolittiana. Esta nueva situacinprovoc un acuerdo generalizado entrecatlicos y liberales en las elecciones de1913, conocido como Pacto Gentilon(por el conde Ottorino Gentilone, presidente de la Unione Elettorale Cattolica)

    13

    concentracin territorial bajo el cual sehaba llevado a cabo la industrializa-cin. Esto acentu el fenmeno emi-gratorio que conoci, durante estosaos, una de sus fases lgidas. La emi-gracin transocenica tom el relevode forma definitiva a la que se dirigahacia el continente europeo y los terri-torios ribereos del Mediterrneo yfueron precisamente las regiones meri-

    dionales las que nutrieron el grueso dela emigracin hacia los territorios ame-ricanos. Pero tambin la emigracingener efectos positivos para la econo-ma: en 1911 se calculaba que las re-mesas que enviaban los emigrantes asu pas de origen se elevab an a 500 mi-llones de liras, con los consiguientesefectos en la balanza de pagos.

    En conjunto, durante los tres prime-ros lustros del siglo, fue evidente el sal-to hacia adelante que se oper en eldesarrollo econmico de Italia, a pesarde los desequilibrios, las carencias es-tructurales y los vicios del sistema.

    Guerra al turcoEn 1911, impelido por la marcha de las

    relaciones internacionales que augura-ban un inmediato acuerdo entre Fran-cia y Alemania por la cuestin de Ma-rruecos, Giolitti se vio obligado se-gn sus propias palabras a declarar laguerra a Turqua y emprender la Cam-paa de Tripolitania y Cirenaica (Libia).La guerra le granje consensos inespe-rados, como el de importantes jerarqu-as catlicas, pero le sustrajo el apoyode los socialistas. El vnculo no habasido idlico con ninguna de estas dosfuerzas, pero se haban podido mante-ner buenas relaciones dentro de unosmrgenes. Las dificultades que se pre-sentaban a un entendimiento con lossocialistas parecieron allanarse cuando,en el VI Congreso del PSI (1900), seimpusieron las tesis de la corriente re-formista, encabezada por Filippo Tura-ti y Leonida Bissolati.Varias de las iniciativas del Congreso,

    tanto polticas, como econmicas, erancontempladas tambin por los progra-mas de las fuerzas de tendencia demo-crtica o del liberalismo progresista.Por tanto, eran realizables dentro delordenamiento legal del sistema. La his-toria del PSI en los primeros aos de si-glo se resuelve precisamente en laconstante pugna entre reformistas y re-

    voluciona rios. Giolitti lleg a ofreceruna cartera ministerial a Turati en 1904,pero el lider socialista la rechaz, comohizo Bissolati aos ms tarde, si biencontinu dando su apoyo condiciona-do a la lnea democrtica de Giolitti.

    La faccin revolucionaria del socialis-mo gan mucho terreno a partir de 1904

    y con su apoyo se desarroll la huelgageneral de septiembre de 1904, la pri-mera en la Historia de Italia. Este acon-tecimiento tuvo hondas repercusionesen otros sectores. Giolitti aprovech lahuelga para convocar elecciones e in-tentar rentabilizar el descontento pbli-co contra el Partido Socialista.

    La medida tuvo xito porque los cat-licos, con la anuencia de la Santa Sede,por primera vez en la Historia de la Ita-lia unida, acudieron a las urnas destru-

    Giovani Giolitti, el gran protagonista de la vida poltica italiana de los tres primeros lustros delsiglo XX, que fueron bautizados como et giolittiana. Retrato por E. Ortega.

    12

    ria. Las medidas legales buscaban, enltimo trmino, reforzar el poder eje-cutivo en detrimento de la institucinparlamentaria.

    La izquierda liberal, apoyada por radi-cales, republicanos y socialistas, se opu-so frontalmente a esta poltica. La obs-truccin parlamentaria llev al Rey a di-solver la Cmara y convocar eleccionesen junio de 1900. Los comicios pusieronen evidencia el importante crecimientodel Partido Socialista que pas de 15 a33 escaos, lo que supona el 13 % delos votos emitidos en tan slo cincoaos, mientras que los radicales logra-ban 34 y los republicanos, 29.Al general Pelloux le sustituy el ya

    casi octogenario Giuseppe Saracco (ju-nio 1900-febrero 1901), que desde1898 ejerca la Presidencia del Senado.

    El viejo poltico liberal comenz sumandato con una conciliadora actitud,pero el ambiente de relativa tranquili-dad se vio roto, un mes despus, por elasesinato de Humberto I a manos delanarquista Gaetano Bresci, en Monza,el 29 de julio.

    El sucesor, Vctor Manuel III, fuebien acogido por las fuerzas de la iz-quierda constitucional. El monarca seiba a convertir en uno de los principa-les baluartes de la lnea poltica em-prendida en Italia, que tuvo en Giova-ni Giolitti su figura principal. Desde1903 hasta marzo de 1914, con peque-os parntesis, Giolitti fue el claro do-minador de la vida poltica italiana. Deah que estos tres primeros lustros delsiglo XX sean conocidos en la historiade Italia como et giolittiana.

    El comienzo del siglo XX fue untiempo de notable prosperidad econ-mica, relativa paz social, estabilidadpoltica y, como afirm Croce, un con-junto de aos en los que mejor se re-aliz la idea de un gobierno liberal.Giolitti tuvo el gran mrito de com-prender que los cambios econmico-sociales del pas requeran un enfoquenuevo. La solucin pasaba por llevar a

    cabo una poltica que, mediante lasoportunas reformas laborales (libertadde huelga, reduccin del horario labo-ral, etc.), contributivas (reduccin delimpuesto sobre algunos productos b-sicos) y una mayor atencin a la cues-tin meridional, permitiese lograr undesarme del carcter revolucionario ysubversivo de las izquierdas, incorpo-rndolas al sistema constitucional.

    La poltica reformista emprendida porGiolitti necesitaba el apoyo de ampliasmayoras parlamentarias, lo que se lo-graban, en buena medida mediante lasistemtica intervencin del Estado enlos procesos electorales. El sistema utili-zado fue establecer unas redes cliente-lares, sobre todo en el sur del pas, que

    obtenan del Estado una serie de bene-ficios a cambio de su voto. El fraudeelectoral en Italia estaba menos genera-lizado que en Espaa, aunque en am-bos pases era una prctica consustan-cial al funcionamiento del sistema pol-tico. La intervencin del Estado en laselecciones se vea facilitada, escribe Ca-rocci, porque las relaciones de carcterpersonal entre los ministros, los prefec-tos, los diputados y los electores segu-an constituyendo la base de la vida po-ltica, lo que dejaba el camino abierto alas injerencias gubernativas en la prcti-ca electoral y parlamentaria.

    Desequilibrio y emigracinEn 1915, Italia segua siendo un paspredominantemente agrcola, perofrente a los ltimos aos del siglo XIXel panorama general haba variado, ha-cindose evidente el salto hacia la in-dustrializacin. Sin embargo, el despe-gue industrial no slo fue ineficaz parasolucionar algunos de los graves pro-blemas econmico-sociales que Italiatena planteados, sino que, en ciertamedida, los soliviant y cre otrosnuevos. Durante estos aos se acentula distancia entre el Mezzogiornoy elresto del pas, por el elevado grado de

    Colonos italianos en Cirenaica. En 1911, Giovani Giolitti declar la guerra a Turqua yemprendi la Campaa de Tripolitania y Cirenaica, que cont con el apoyo de la Iglesia.

    Fusilamiento de un rabe por soldados italianos en Trpoli, en unepisodio de la Guerra Italo-turca que reprodujo la revista Blanco y Negro.

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    reca una solucin de emergencia seconvirti en la norma hasta el ascensoal poder del Fascismo.A la di visin entre ne utralist as e in -

    tervencionistas, entre giolittianos y an-tigiolittianos, se sum, dentro de las fi-las del liberalismo, el desgaste produ-cido por la gestin del pas durante laguerra y una nueva divisin interna porlas reivindicaciones territoriales, causa

    directa de la cada del gabinete Orlan-do, en junio de 1919. Su sucesor, Fran-cesco Saverio Nitti, se propuso un am-plio programa de reformas para supe-rar la gravedad de la situacin econ-mica y restablecer la fortaleza de lasinstituciones, comenzando por promo-

    ver la aproximacin del pas real al pa-s legal mediante la promulgacin deuna nueva ley electoral que procuraseuna Cmara democrtica y, por tanto,que consolidase las bases popularesdel sistema poltico. Posiblemente, Nit-ti no alcanz a calcular el efecto de laselecciones, que se llevaron a cabo enel mes de noviembre mediante el siste-ma proporcional y escrutinio de lista,introducido por primera vez.

    En Italia como en RusiaEl ambiente reinante era de una violen-cia extrema. En 1919 se produjeron1.871 huelgas el 90 %, en la industriaen las que participaron ms de un mi-lln y medio de trabajadores. En el Par-tido Socialista se imponan las tesis re-

    volucionarias que promov an la luchapor una repblica socialista y la dicta-dura del proletariado, bajo el lema EnItalia como en Rusia. Como respuesta,desde las pginas de Il Popolo dItalia,Mussolini llamaba a la lucha contra loque denominaba la bestia ritornante,convirtindose en portavoz de los na-cionalistas y las asociaciones comba-

    tentistas (Arditi, futuristas y Asociacinde Combatientes) que se presentabancomo baluarte patritico frente a la hu-millacin internacional y al peligro rojo.En marzo de 1919, fund los Fasci diCombattimento.

    En enero, se haba creado el PartitoPopolare Italianobajo la direccin de

    Luigi Sturzo, que comenz a extendersepor todo el territorio con el apoyo delaparato eclesistico. Para complicar lascosas, la posicin internacional de Italiase hizo ms precaria cuando el 12 deseptiembre Gabriele DAnnunzio, conuniforme de teniente coronel de losLanceros de Novara, ocupaba la reivin-

    dicada ciudad de Fiume, al frente de2.000 voluntarios. Ante este complicadopanorama, acuciado adems por lasfrecuentes protestas pblicas por el en-carecimiento de los productos de primera necesidad, la ocupacin de tie

    rras, etc., el mundo liberal no supo encontrar una respuesta vlida. Al anali

    zar la Prensa los das de aquella campaa electoral, encontramos que el pri-mer tema que ocupa las pginas de losperidicos, y marca las posiciones in-ternas y externas del liberalismo, es la

    valoraci n de la intervenci n italianaen la guerra. As, los liberales se pre-sentaron escindidos en dos listas: una

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    ANTONIOGRAMSCI

    1891-1937

    De izquierda socia-lista, acogi con ar-dor la RevolucinRusa de 1917.Apoy los consejosobreros de Turn en1920 y fue cofun-dador del PCI en1921. Encarceladoen 1926, muri enprisin.

    GABRIELEDANNUNZIO

    1863-1938

    El fascismo letransform en h-roe nacional italia-no por sus hazaasdeportivas y xitosmilitares, como latoma de Fiume en1919, y copi de lsu lenguaje y susgestos grandilo-cuentes.

    BENEDETTOCROCE

    1866-1952

    Filsofo e historia-dor, senador y re-dactor del mani-fiesto de los inte-lectuales antifas-cistas de 1925. Apesar de su oposi-cin al rgimen,Mussolini no consi-gui que se exiliarani le encarcel.

    Transporte de vino en Italia a principios del siglo XX, una poca de cierta prosperidadeconmica y paz social, en un pas que segua siendo predominantemente agrcola.

    La duracin de la guerra y el brutalesfuerzo que se pidi al pas fue la ruinadel proyecto poltico conservador

    En octubre de 1913, cuando se cele-braron las primeras elecciones con su-fragio universal masculino, la pobla-cin italiana se elevaba a 36 millonesde habitantes. En relacin a las elec-ciones de 1904, el porcentaje de la po-blacin con derecho a voto pasaba del8 % al 24 % y a pesar de que la absten-cin segua siendo elevada, por encimadel 40 %, el porcentaje de votantes con

    respecto a la poblacin total lleg porprimera vez al 14 %. La mayora alcan-zada por liberales y demcratas (380diputados sobre 508) resultaba aparen-temente incontestable, pero era en rea-lidad resultado de dos causas: el man-tenimiento del colegio uninominal, queno permita una relacin directa entre

    votos y elegidos, de tal manera que losliberales obtuvieron una representa-cin muy por encima del nmero de

    votos a s u favor mie ntras que, al con-trario, los socialistas se encontraban enla situacin inversa; y, en segundo lu-gar, el triunfo de la mayora se debien gran medida al masivo apoyo de los

    votos catlicos , que contribu yeron aelegir en torno a 200 diputados; los so-

    cialistas pasaron de 41 a 80 represen-tantes y los catlicos, de 14 a 29.

    Guerra y pazGiolitti haba intentado la conservacindel Estado liberal, abrindolo hacia lasmasas excluidas, catlicos y socialistas,mediante una poltica de reformas eco-nmicas. En vsperas de la PrimeraGuerra Mundial, este intento se podadar por fracasado. Giolitti, subrayaGentile, no haba advertido el surgi-miento de nuevas clases medias, queno encontraban respuesta a sus preo-cupaciones en los programas de lasfuerzas liberales.Antes de que se formase el nuevo Go-

    bierno, todos los analistas coincidieronen captar la profunda transformacinque el sufragio universal haba llevadoal Parlamento. Por ello, se especulabasobre el inminente abandono del poderpor Giolitti, confiado en que, al contro-

    lar buena parte de la mayora parlamen-taria, podra volver al poder en un mo-mento ms despejado, como habahecho ya en cuatro ocasiones. La crisisfue provocada en marzo de 1914. Perolos clculos del poltico de Dronero fa-llaron a causa del estallido de la Prime-ra Guerra Mundial. El conservador An-tonio Salandra fue el encargado de for-mar nuevo Gobierno, llevando al autn-tico lder de los conservadores, SidneySonnino, a Exteriores.

    La ocasin se presentaba propicia pa-ra la creacin de un fuerte partido con-servador que aglutinase a las fuerzas li-berales. Para ello, la participacin enuna guerra que todos presentan breve

    poda convertirse en una baza impor-tante, pues la reivindicacin de los terri-torios irredentos aglutinaba a fuerzaspolticas de muy distinto signo, desdelos nacionalistas, radicales, republica-nos, hasta significativas figuras del so-

    cialismo reformista. El Gobierno consi-gui que el Parlamento avalase, en ma-yo de 1915, la decisin de entrar enguerra, que ya haba sido tomada enconnivencia con el Rey tiempo antes.

    El proyecto poltico de los conserva-dores se vino abajo al fallar todos losclculos, porque la guerra se prolongms de lo previsto, la derrota de Aus-tria no result ser tan sencilla y el es-fuerzo del pas se elev a cotas inso-portables. El hecho ms significativo deeste fracaso fue la dimisin de Salan-dra, en junio de 1916, y la formacinen adelante de Gobiernos nacionales,con la exclusin del Partido Socialistaoficial, opuesto a la guerra. Lo que pa-

    14

    GIOVANNI GIOLITTI

    1842-1928

    Su gran capacidadde maniobra le con-virti en el manipu-lador de la polticaitaliana. Apoy inte-resadamente a Mus-solini y, cuando qui-so frenarle, se que-d slo en defensadel sistema parla-mentario.

    VICTORMANUELIII

    1869-1947

    El rgimen fascistale quit el poderpoltico, pero le hi-zo emperador deEtiopa y rey de Al-bania. Tras la victo-ria aliada en la Se-gunda Guerra Mun-dial, hubo de abdi-car y partir al exi-lio.

    FILIPPO TURATI

    1857-1932

    Socialista reformis-ta, a veces alido deGiolitti, se opuso alingreso del PS enla III Internacional.Slo se enfrentmoralmente al Fas-cismo y, tras elasesinato de Mat-teotti, se exili enCrcega.

    LOS PROTAGONISTAS

    Pintoresca postal de principios del siglo XX, que retrata el dolce far nienteen las calles de

    Npoles, representativo del atraso econmico del Sur de Italia.

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    tos frente a los 170.000 de los socialis-tas. El proceso de institucionalizacindel Fascismo comenz con las eleccio-nes administrativas de noviembre de1920, cuando Giolitti le dio entrada enlos llamados bloques nacionales, conun programa decididamente anti-socia-lista. El xito alcanzado en estas elec-ciones llev a Giolitti a disolver las C-maras y convocar elecciones en mayo

    de 1921. El cuadro poltico general sealter muy poco en relacin a 1919,pero s destaca una novedad: la obten-cin de 35 escaos por parte de los fas-cistas y 10 de los nacionalistas.

    Pacto fracasadoEn consecuencia, la situacin poltico-parlamentaria no mejor y ello provocla cada de Giolitti a finales de junio.Los dos Gobiernos sucesivos encabeza-dos por el socialista reformista IvanoeBonomi (julio 1921-febrero 1922) y elliberal Luigi Facta (febrero-octubre1922), desde las mismas coalicionesque los gabinetes anteriores, pretendie-ron la bsqueda de un acuerdo queaplacase los enfrentamientos entre los

    dos extremos: fascismo y socialismo.Fruto de esta poltica fue el llamadopacto de pacificacin (agosto 1921) alque llegaron fascistas, socialistas y lossindicalistas de la Confederazione Ge-nerale del Lavoro (CGL). Mussolini lle-g a afirmar que este acuerdo era el ini-cio de un nuevo rumbo en la Historiadel pas, pero poco tiempo despus(noviembre) se vio presionado por suspropias bases para renegar del acuerdo,acusado de querer parlamentarizar elmovimiento fascista. Desrdenes, vio-

    lencia, enfrentamientos con muertos yheridos volvieron a ennegrecer la vidadel pas y el pacto de pacificacin seresolvi con un clamoroso fracaso. La

    primavera y el verano de 1922 se carac-terizaron por las continuas manifesta-ciones fascistas con grandes moviliza-ciones de masas, casi siempre con finesintimidatorios o de presin, en diversaslocalidades de la Emilia, Toscana, Lom-barda y el Vneto. El liberalismo hacatiempo que gobernaba a la defensiva, yno eran pocos los que pensaban queningn Gobierno podra alcanzar la an-helada paz social sin la participacin delos fascistas. Fue en esos momentoscuando se revel la habilidad estratgi-

    ca de Mussolini: mientras preparaba unplan de insurreccin para la conquistadel poder, el jefe del fascismo estable-ca en el terreno parlamentario una se

    rie de contactos, e incluso negociacio-nes, a travs de intermediarios, con losprincipales exponentes liberales y demcratas, que proponan la formacinde gabinetes de concentracin con laparticipacin de los fascistas.

    El mecanismo insurreccional salt en-tre el 27 y el 28 de octubre durante losdas precedentes se haba reunido en eTeatro San Carlo de Npoles el ConsejoNacional Fascista: durante la nochellegaron a Roma las primeras noticiasque referan las movilizaciones fascistas(se hablaba de 30.000 hombres armados), de ocupaciones de cuesturas yprefecturas, de deserciones en los cuar-teles, de requisiciones de vehculos yde trenes. El Gobierno, en reunin urgente, decidi la proclamacin del esta-do de sitio, pero Vctor Manuel III seneg a refrendarlo. La tarde de ese mis-mo da, el Rey confi a Salandra la formacin de un nuevo Gobierno. Sin embargo, ante la imposibilidad de alcanzarun acuerdo y despus de un ltimo intento telefnico de convencer a Mussolini, Salandra, al da siguiente, devolvial Rey el mandato recibido. La reaccinde Victor Manuel fue comunicar a Mus-solini que se le confiaba el encargo deformar un nuevo gabinete.

    17

    Mussolini se dirige a los asistentes a unmitin en el Coliseo de Roma en 1920. En esa mismafecha, desde su peridico denunciaba la humillacin internacional y elpeligro rojo.

    Una inyeccin de Fascismo

    E

    uropa reaccion con relativa sorpresaante los cambios en Italia. El 28 de oc-

    tubre, el diario El Solvaticinaba el final delmovimiento fascista, diluido en los usos ycostumbres del rgimen parlamentario: ElFascio va a perder entre sus mismos pros-litos su carcter legendario. Qu es el fas-cismo?, preguntaba Josep Pla en El Sol del31 de octubre. Cosa tpicamente medite-rrnea le haba dicho a Pla Vicente BlascoIbez, una cosa as como la asamblea deparlamentarios y el Somatn de Barcelona,mezclados, agitados y elevados a la ensima

    potencia y sin la placidez idlica y pastorilde nuestra nclita milicia burguesa. Nos cmo ser el fascismo italiano escribaen El Soldel 7 de noviembre Ramiro deMaeztu (...) pero me satisface en cuantosignifica ruptura del pacifismo e indiferen-tismo liberales. Ms entusiasmo traslucaManuel Bueno en El Imparcial: Felicit-monos de que haya un Monarca en Europaque no se ha asustado de ensanchar el cau-ce constitucional para que el torrente revo-lucionario no se desbordase por encima delos mrgenes del rgimen.

    que sumaba a los intervencionistas,desde los nacionalistas a los conserva-dores; la otra, compuesta por los libe-rales y demcratas neutralistas o inter-

    vencionistas de ltima hor a.

    Con la orden expresa de Nitti a losprefectos de no intervenir en el proce-so electoral, sin el artificio del sistemamayoritario, con colegios uninominales

    y sin el apoyo de los catlicos , ahoraunidos en una fuerza propia, los resul-tados de las elecciones de noviembrede 1919 supusieron el fin de la hege-mona liberal. Ms de un tercio de los

    votos (32,3 %) f ue a parar al PartidoSocialista, que apareci como la fuerzatriunfante, obteniendo 156 escaos; ensegundo lugar se situaban los popula-

    res de Sturzo, con el 20,5 % de los su-fragios, equivalentes a 100 escaos; losliberales, sumando los votos con de-mcratas y radicales, obtuvieron el 40,5% de los votos, es decir, 197 diputados.Con los socialistas fuera del cuadro ins-titucional, slo quedaba como alterna-tiva la formacin de un Gobierno conel apoyo de los populares, como se hi-zo hasta 1922.

    Pero la situacin no daba tregua a la

    estabilidad de los gabinetes. La perma-nente agitacin obrera y campesina lle-g al punto culminante en 1920, cuandose produjeron ms de 2.000 huelgas demuy distinto signo y con razn se ha-blaba entonces de huelgamana. ElGobierno de Nitti resisti hasta junio de1920, cuando fue sustituido por Giovan-ni Giolitti. Con los mismos mtodosoperativos de la preguerra y el propsi-to de estabilizacin del sistema, ste en-carn el difuso deseo de volver a la nor-malidad. Para ello, en primer lugar, bus-c crear una mayora formada por libe-rales, demcratas, populares, indepen-dientes de prestigio, como BenedettoCroce, el lder de los socialreformistas,Ivanoe Bonomi, y un socialista inde-

    pendiente proveniente del rea sindicalrevolucionaria como Arturo Labriola.

    Igual que haba realizado antes de1914 con otras fuerzas polticas, en estaocasin utiliz a los fascistas como fuer-za de choque contra el socialismo revo-lucionario, de forma que el punto cul-minante de las agitaciones obreras, laocupacin de fbricas, en agosto-sep-tiembre de 1920, signific tambin elcomienzo del ascenso imparable del

    Fascismo, que apareca ya definido co-mo un movimiento de orden. De seruna fuerza de implantacin fundamen-talmente urbana, a partir de los mesesfinales de 1920, fascismo y escuadrismo,extendieron su campo de accin alcampo, consiguiendo una presencia te-rritorial de mbito nacional de la que ja-ms haban disfrutado. El escuadrismo,con su mxima presencia en el tringu-

    lo Bolonia-Ferrara-Piacenza, pas desdeaquel momento a encarnar la esenciadel Fascismo, hacindole adquirir unamasa de consensos inesperados con lainclusin de masas campesinas y obre-ras en porcentajes apreciables.

    Mientras que el Fascismo se implan-taba rpidamente en la sociedad, elmovimiento socialista pona en eviden-cia su decadencia ante la falta de unaestrategia concreta tanto en las luchasagrarias como en las obreras, y estabaacuciado adems por disensiones inter-nas que dieron origen, en enero de1921, a una nueva formacin poltica,el Partido Comunista de Italia, en cuyoprimer comit central entraron AntonioGramsci y Palmiro Togliatti.

    Fuegos artificialesNunca pens Giolitti que el movimien-to fascista durase mucho tiempo. Decaque el Fascismo era como fuegos arti-ficiales. Es decir, se interpret comoun movimiento de protesta, expresinde un estado de nimo, de pasionespatriticas nacionales, emotivas y, co-mo tal, un movimiento transitorio conel cual adems, al menos en ciertossectores del liberalismo italiano, exist-an afinidades sobre los valores patriti-cos. Giolitti, y no solo l, prisionero deesta percepcin busc la institucionali-zacin del Fascismo, convencido deque acabara por diluirse dentro del sis-tema. Infravalor la capacidad personalde Mussolini para forzar el marco insti-tucional en beneficio propio y de supartido. El movimiento liberal-demo-crtico se haba habituado a convivir ycombatir al movimiento socialista y almovimiento catlico, pero no a estetercer movimiento que, sorpresivamen-te, alter completamente el cuadro po-ltico italiano.

    En las elecciones de 1919, los fascis-tas no obtuvieron ninguna representa-cin y el propio Mussolini, encabezan-do la lista por Miln, obtuvo 4.795 vo-

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    Fbrica de tabaco en Italia en 1920. El ao anterior se haban producido casi 1.900 huelgas,con la participacin de ms de milln y medio de trabajadores.

    Giolitti us a los fascistas como fuerzade choque contra el socialismorevolucionario, propulsndolos al poder

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    conservadores de la alianza en el poderganaran peso e influencia en detrimen-to del propio sector fascista. Una de lasrespuestas posibles a este desafo laconstitua precisamente el sealamientode nuevos objetivos internacionales ensus dos posibles y complementarias ma-nifestaciones: una poltica exterior msagresiva y una voluntad de presentar alFascismo como un nuevo modelo de ci-

    vilizacin que, como tal, no poda dete-nerse en las fronteras de Italia.

    Por otra parte, la gran depresin de

    los aos treinta, que fue mucho msuna crisis econmica, contribuy a re-forzar el prestigio de aquellas expe-riencias que como, la italiana o la so-

    vitica, parecan est ar soportando bienlas contradicciones de un siglo que pa-reca ver flaquear las viejas estructuraseconmicas y sociales tanto como lasinstituciones propias del liberalismo yla democracia parlamentaria.

    Un ltimo factor fue el ascenso delpartido nazi y la crisis de la democra-cia alemana. El ascenso del Nazismo y

    el principio del fin del sistema de Ver-salles parecan ir de la mano, dibujndose as una situacin internacionaque permita y urga a la vez la imposi-cin de un mayor dinamismo y agresi

    vidad a la poltica exterior fascista. Msan, el Nazismo se convirti en unpunto de referencia para la propia evolucin del Fascismo italiano.

    El modelo italianoQu tomaron los movimientos fascistas del modelo italiano? En primer lu

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    Un dinmico Mussolini dirige una marcha a la carrera del liderazgo fascista italiano, en una fotografa propagandstica de 1940.

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    Mussolini hizo en momen-tos distintos declaracio-nes opuestas acerca de laproyeccin exterior del

    Fascismo. Durante los aos veinte, elDucehaba llegado a afirmar en fraseque se hara clebre que el Fascismono era una mercanca de exportacin.Sin embargo, el mismo Mussolini acabafirmando rotundamente el carcteruniversal del fascismo, en tanto queidea, doctrina y realizacin, e inclusolleg a profetizar que en apenas unadcada Europa sera fascista o fascisti-zada. No eran slo palabras. El rgi-men realiz siempre ingentes esfuerzospor popularizar el Fascismo fuera delas fronteras de Italia, utilizndolo a su

    vez como un facto r nada despreciablede su poltica exterior. En la misma di-reccin, constituy muy pronto los

    fasci al estero e inici la financiacinde otros grupos fascistas o simplemen-te contrarrevolucionarios. A la altura de1933, se pusieron en marcha iniciativasque, como los Comitati dAzione perlUniversalit di Roma (CAUR), aspira-ban a la constitucin de una especie deinternacional fascista.Aunque esta vocacin exterior del

    fascismo italiano estuvo siempre pre-sente, no se puede negar que se lleva cabo con mayor intensidad, coheren-cia y resolucin, en los aos treintaque en los veinte. De modo que algode verdad haba en las iniciales nega-

    ciones mussolinianas. Pero no exento

    de motivaciones tcticas. La llegada alpoder de un movimiento violentamen-te nacionalista poda crear cierta in-tranquilidad entre sectores fundamen-tales de la opinin pblica internacio-nal, y esto era algo que a un rgimenen periodo de consolidacin no intere-saba demasiado. Tampoco estaba toda-

    va muy claro, ni siquiera para lo s pro-pios fascistas italianos, en qu ira aconcluir su propia experiencia. Desdesu fundacin en 1919 hasta finales de

    la dcada de los veinte, el Fascismo ha-ba ofrecido mltiples caras: desde suinicial radicalismo social y nacionalhasta su violento giro a la derecha ydesencadenamiento de la violencia es-cuadrista contra las organizacionesobreras; desde la moderacin del pri-mer Fascismo en el poder hasta la con-formacin de la dictadura abierta a me-diados de los aos veinte; y desdeaqu, a la puesta de los rudimentos delEstado totalitario, en torno al cambiode dcada.

    En los aos veinte, el Fascismo pudoser visto todava, por propios y extra-os, como un proceso todava en cons-truccin, que obedeca fundamental-mente a los problemas y contradiccio-nes especficos de la sociedad italiana.Con todo, ya por estas fechas, el rgi-men pudo tomar perfectamente notade que constitua un punto de referen-cia para otras dictaduras, como la es-paola de Primo de Rivera y la polacade Pilsudski, que si bien no eran fas-cistas, s pretendan encontrar un factorde legitimacin aadido en algunas de

    las caractersticas que compartan, ocrean compartir, con la dictadura ita-liana. Viceversa, el rgimen italiano in-tent beneficiarse en el plano de lapropaganda interior de las expectativasque despertaba en el exterior.

    En los aos treinta, la situacin habaexperimentado notables cambios. En elplano de la poltica interior, la consoli-dacin del propio rgimen pareca im-poner la necesidad de marcarse nuevastareas, so pena de que los sectores ms

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    La pareja fascista ideal; l, con camisa negray fusta, en un dibujo de los aos veinte.

    ISMAEL SAZ es profesor titular de HistoriaContempornea en la U. de Valencia.

    LA PROBETACon laMarcha sobre Roma, los fascistas italianos inauguraron un modelo

    poltico nuevo que fascin a numerosos partidos en Europa, sedujo amuchos conservadores e influy en el Nazismo. Ismael Saz explica laatraccin fatal del modelo fascista en la poltica europea

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    censo de Hitler al poder. Hasta el pun-to de que puede hablarse en propiedadde 1933 como del ao del fascismo.El modo en que los nazis se situabanante el modelo fascista y el modo enque, recprocamente, lo hacan los ita-lianos repercuti en otros movimientosfascistas. Los ms claramente profascis-tas de los nazis Hitler y Goering, es-pecialmente hubieron de confrontarlas reticencias de sus camaradas res-pecto del Fascismo italiano al que con-sideraban escasamente socialista, ca-rente de una adecuada poltica racial yopresor, adems, de la minora alema-

    na del Alto Adigio, pero estas diferen-cias pudieron amortiguarse. Por para-djico que pueda resultar, la imagendel NSDAP como partido fascista favo-reci su ascenso, al conferirle ante susaliados conservadores el aura de respe-tabilidad y moderacin que estos cre-an apreciar en el rgimen italiano. Yaen el poder, los nacionalsocialistasadoptaron toda una serie de medidaspara las que ya tenan, en Italia, un mo-delo, algo que los fascistas de este pashaban tenido que ir forjando poco apoco, entre grandes resistencias y singrandes referencias previas: el organi-grama corporativo, la organizacin dela cultura y la propaganda, institucio-nes para el encuadramiento de la po-blacin, creacin de una polica espe-cial Una de las ms exitosas expe-riencias nazis, la de La Fuerza a travsde la alegra, era una copia al princi-pio literal del Dopolavoro italiano.

    Superar al maestroSin embargo, por la mayor fuerza aut-noma, coherencia y radicalismo delpartido y el hecho de que los nazis notuvieron el inconveniente de encon-trarse con una Monarqua o un Vatica-no, pronto qued evidenciado que eldiscpulo estaba superando al maestro.En slo unos meses, los nazis llevarona cabo la obra de destruccin de la de-mocracia liberal y de las organizacio-nes obreras y democrticas, que en Ita-lia haba costado varios aos; social-

    mente, transmitieron una imagen demayor igualitarismo que sus correligionarios italianos. En apenas dos aoshaban iniciado ya el asalto que termi-nara por quebrar la autonoma de laburocracia, el ejrcito y las iglesias, quelos fascistas italianos apenas si habanalcanzado a erosionar. Con el antisemi-tismo y la poltica racial, descubrieronenemigos interiores a los que persiguieron con particular saa y brutali-dad. En suma, el Nazismo pareca estarllevando a cabo de modo mucho msrpido, radical y coherente, lo que, contodo poltica racial relativamente amargen constitua el objetivo funda-mental del Fascismo italiano.

    El triunfo del Nazismo constituy tanto un espaldarazo al Fascismo como fe-nmeno internacional y un reto para laItalia fascista. Por una parte, el Fascismose consolidaba como doctrina universalpor otra, el liderazgo del Fascismo y losmovimientos fascistas poda ser disputado ahora desde Berln. En la medida en

    que el prestigio internacional y las sim-patas fascistas o profascistas de distintos sectores de la sociedad occidentaconstituan un componente bsico de lapoltica exterior fascista, la dimensindel problema se vea multiplicada.

    El ascenso del Nazismo se vio comoun xito de la doctrina fascista, perocon la prevencin ante el ms que probable rival por la hegemona. Muy pronto pudo apreciarse, sin embargo, que laeficacia, coherencia, rapidez y radicali

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    El Duce esqua sin camisa en la nieve, enpleno invierno.

    Miguel Primo de Rivera, en el centro, conMussolini, durante el viaje de Alfonso XIII

    a Italia, en 1923.

    Dando ejemplo del espritu deportivo del Fascismo, Mussolini salta obstculos a caballo.

    gar, una ideologa nacio nalista radical,absoluta, basada en la idea de una co-munidad nacional popular, orgnica yjerarquizada; movilizada y militarizada;encaminada a la eliminacin de todaslas fracturas en el interior del pas y auna proyeccin exterior agresiva y ex-pansionista. Otros elementos del fas-cismo italiano fueron adoptados a mo-do de seas de identidad por la prcti-

    ca totalidad de los restantes: la organi-zacin en milicias, los uniformes, los ri-tos y ceremonias, el culto de la violen-cia y de la muerte recurdese elPresente! falangista.

    Ello no supone ignorar la gran diver-sidad existente entre los distintos mo-

    vimientos fascistas . El Faisceaude G.Valois, por ejemplo, ha sido ca lificadode nafpor su genuina creencia en elcarcter socialista y revolucionario delfascismo. Algo de naf tena tambin

    Jos Antonio Primo de Rivera, pero s-te desde una perspectiva harto msconservadora y de orden. El fuerte con-tenido religioso del fascismo espaol

    que no hay que confundir con ningntipo de clrico-fascismo, ni tampococon el nacional-catolicismo era supe-rado por el que se daba en la Guardiade Hierro rumana. Todo esto contrasta-ba fuertemente con el semipaganismonazi o el cnico oportunismo musso li-niano. Los fascistas hngaros entre tan-to, encontraron un modelo ms prxi-mo a su carcter genuinamente popu-lar en el igualitarismo social nazi. Lafuerte, y trgica, dimensin antisemitade los fascismos centroeuropeos no tu-

    vo el mismo alcance entre los medite-rrneos.

    Un ejemplo suicidaMs all de estas diferencias, existanotros dos planos en los que la influenciadel fascismo italiano sobre sus mulosde otras latitudes se revelara como fun-

    damental: la estrategia de acceso al po-der y la articulacin del nuevo rgimen.El modelo de la Marcha sobre Romafuetan decisivo como frecuentemente suici-da. Algunos movimientos fascistas igno-raron que la piedra angular de sus posi-bilidades de xito radicaba en su capta-cin de una autnoma y potente basede masas, adoptando del ejemplo italia-no lo que aqu haba sido la culmina-cin de un proceso previo. Tal fue el ca-so, por ejemplo, del partido fascista es-

    paol que lleg a soar con una tomadel poder en 1935 justo cuando estabaen la fase extrema de movimiento mi-noritario. Tal fue, tambin, el caso delmovimiento nazi, que ensay en 1923,en elputschde la cervecera de Munich,algo parecido a una marcha sobre Ber-ln. El NSDAP supo, sin embargo, recti-ficar, adoptando una lnea de combina-cin de la accin legal por arriba y de la

    violencia ilegal por abajo que, en ltimotrmino, tendra un completo xito.

    Pero el xito del nacionalsocialismoalemn habra de suponer la nica ex-cepcin al fracaso generalizado de los

    movimientos fascistas. Tal vez porquelos nazis consiguieron articular satisfac-toriamente otro de los elementos funda-

    mentales de la experiencia italiana, elque se refiere al complejo juego de lasrelaciones con la derecha social y polti-ca. Tanto italianos como alemanesatemperaron claramente sus elementosde radicalismo hasta el punto de pre-sentarse contra toda evidencia comopartidos del orden y del reforzamientodel Estado. Comprendieron adems queslo en alianza con las citadas fuerzasde la derecha poltica y social podanllegar al poder. Pero no ignoraron nun-

    ca que tal colaboracin slo podra te-ner sentido desde la ms estricta salva-guarda de su autonoma, cimentada a su

    vez en una base de masas propia.Sin la gran crisis del capitalismo y sin

    el ascenso de los nazis al poder, el Fas-cismo habra pasado probablemente ala Historia como una experiencia espe-cficamente italiana, que habra encon-trado a lo sumo algunos mulos meno-res y simpatizantes extranjeros. Es po-sible, incluso, que como uno de taleshubiese pasado a la Historia un tal

    Adolf Hitler, lder de un minorita riopartido extremista en la Alemania de

    Weimar, quien como ta ntos ot ros fa s-cistas o simpatizantes europeos delFascismo, tena en su mesa el habitual

    retrato de Mussolini. La Historia no sedetuvo, sin embargo, en 1929 y el Fas-cismo sera recordado, no como unaocasional experiencia de un pas relati-

    vamente perifri co, sino co mo el grandesafo a la civilizacin liberal, con mo-

    vimientos ms o menos identifi cadoscon l en casi todos los pases, y conun partido, el NSDAP, encaramado alpoder absoluto en el pas ms moder-no e industrializado de Europa.

    La circunstancia decisiva fue el as-

    20

    Nmero uno en todo, el histrinico Mussolini, fotografiado comopiloto de carreras.

    En slo meses, los nazis hicieron unaobra de destruccin de la democraciaque en Italia haba exigido aos

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    especial a las masas encuadradas y mo-vilizadas; su interclasismo le obligaba aceder espacios al sindicalismo fascista;su nacionalismo absoluto tenda a cho-car con intereses parciales establecidosen el interior y a emprender peligrosasaventuras en el exterior; su voluntad to-talitaria del control absoluto de las con-ciencias haca inevitables los encontro-nazos con las Iglesias.

    El lado bueno del FascismoLos distintos grupos conservadores losaban, y su estrategia pasaba por apro-

    vechar al mximo la s ventajas del Fas-cismo prescindiendo de sus inconve-nientes. Al igual que los nazis, asumie-ron como modelo jurdico-institucionalel del rgimen italiano. A diferencia destos, y de los propios fascistas italia-nos, definieron una estrategia de defen-sa del propio Estado y sus aparatos fun-damentales frente al acoso fascista; alejrcito frente a la milicia; a la di ploma-cia tradicional frente al aventurerismodel partido; a la burocracia heredadafrente al empuje del arribismo fascista; alos ministerios oportunos frente al sindi-

    calismo fascista. En resumen, defendanal Estado autoritario en todo aquello enqu ste se vea amenazado por el di-namismo fascista.

    Por eso, el Fascismo italiano, y no elalemn, se constituy en el punto de re-ferencia esencial para los conservadoresfascistizados. En el primero haba unasituacin de relativo equilibrio en la queel componente fascista de la alianza pa-reca controlado; en el segundo, la si-tuacin era justamente la inversa. No es

    que el modelo italiano fuese el ideal y sise asuma era slo parcialmente, con laintencin de introducir las correccionesnecesarias en un sentido tradicional,conservador. Del alemn se poda ad-mirar su fortaleza y potencia internacio-nal, pero tambin temerla.

    Lo que result fue la paradoja de quelos conservadores de prcticamente to-das partes empezaron a jugar la cartaitaliana en clave defensiva frente a lapresin alemana. As sucedi en algu-nos pases de la Europa Central y Orien-tal y tambin, en cierto modo, en Espa-a. En este contexto, la Italia fascista, enla medida en que quiso jugar una pol-tica relativamente autnoma frente a supoderoso aliado, se encontr ms deuna vez en la incmoda posicin de te-ner que apoyar en otros pases a lossectores menos fascistas de la alianzacontrarrevolucionaria, frente a unos fas-cistas cada vez ms seducidos por la ex-periencia alemana

    Lo que pretendan los conservadoresno era en modo alguno fcil. Se tratabaen cierto modo de conseguir la cuadra-tura del crculo. Esto es, de llegar en

    muchas ocasiones al poder apoyndoseo instrumentando a los fascistas autc-tonos para construir un tipo de Estadocuyo modelo era precisamente el deuna dictadura fascista con el fin lti-mo de imponerse, prescindir o simple-mente eliminar a sus propios fascistas.

    Y, sin embargo, lo consiguieron enprcticamente todas partes. En Espaa,Portugal, Rumania, Polonia, Grecia,Hungra y un largo etctera, estos gru-pos conservadores que haban acertado

    a tomar del Fascismo todo lo que de lles interesaba y definido una estrategiaque les permitiera prescindir de todossus inconvenientes, llegaron al poder yestablecieron dictaduras, cuya principafidelidad fue a las clases dominantes ydirigentes tradicionales y en las que losfascistas autctonos pudieron ser subordinados, integrados, reprimidos y hastaeliminados. Estos procesos no fueron li-neales y difirieron en los distintos pa-ses. Tras el inicio de la Segunda GuerraMundial, el factor internacional desempe un papel fundamental. Algunos deestos regmenes, como la Francia de

    Vichy, fueron impuestos aprovechandola victoria de las armas alemanas; otroscomo el austraco, desaparecieron vctimas de las mismas armas; el rumano, encambio, recibi el espaldarazo nazi frente al movimiento fascista autctono; enHungra, los nazis llevaron al poder alos fascistas autctonos La Cruz y laFlecha, pero en fecha tan tarda como1944; la mayora, en fin, desaparecieroncon el propio Fascismo. Aunque hubodos, el espaol y el portugus, que lesobrevivieron largamente.

    23

    Antes de la victoria aliada, Franco exhiba suadmiracin por fascistas y nazis. En Espaa,Jos Antonio Primo de Rivera fue el principal discpulo de Mussolini.

    NOLTE, E., El fascismo en su poca, Barcelo

    na, Pennsula, 1971.

    La guerra civil europea, 1917-1945. Nacional-

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    dad y cultura en Italia (1922-1945), Madrid,

    Alianza, 1975.

    TASCA, A., El nacimiento del fascismo, Barcelona,

    Crtica, 2001.

    P AR A S AB ER M S

    dad con la que los nazis llevaron a cabola destruccin del Estado liberal y laconstruccin de un modelo alternativo,empez a ejercer una fuerte atraccinentre los fascistas italianos. No es quelos objetivos, totalitarios, de ambas dic-taduras divergieran, sino que los nazislos haban puesto en prctica de modoms radical. Para el Fascismo italiano,como para los nazis, las limitaciones de

    la experiencia italiana tenan nombres yapellidos: la Monarqua, la burocracia,el ejrcito, la Iglesia, la burguesa, en fintodos los sectores que en el marco de laalianza contrarrevolucionaria o compro-miso autoritario haban conseguidomantener de un modo harto efectivosus propios intereses y esferas de poder.

    Leyes antiesclerosisLa experiencia alemana mostraba al Fas-cismo italiano sus limitaciones y tareaspendientes. Los fascistas no necesitabana los nazis para saber que su revolucinestaba estancada y que era necesario unnuevo impulso, pero es evidente que elmayor xito de los nazis constituy unacicate para ello. Cuando, hacia 1936Mussolini inicia su ofensiva contra laburguesa, mantiene a Italia en estadocontinuo de beligerancia o lanza leyesantihebreas, est ciertamente emulandoa su amigo-aliado alemn, pero est almismo tiempo dando una respuesta, lanica posible dentro del ideario fascista,a la esclerosis que empieza a afectar a larevolucin fascista.A la altura de 1936, los dos regmenes

    fascistas iniciaron un proceso de radica-lizacin, cuyos resultados seran no obs-tante bien diversos. En muchos senti-dos, sin embargo, no hizo falta esperara la cada del Fascismo italiano, en abrilde 1943, para que la mayora de losmovimientos fascistas se decantara pro-gresivamente hacia un modelo como elalemn, que demostraba una coheren-

    cia fascista superior al inicial modelo ita-liano. Para muchos sectores conserva-dores, en cambio, especialmente duran-te la Segunda Guerra Mundial, cuandolas armas alemanas dominaban Europa,el modelo italiano vera casi multiplica-do su valor como punto de referencia..

    En algunos pases, como Francia yReino Unido, donde la derecha liberalse bastaba por s misma para arreglar lascuentas con la izquierda sin tener querecurrir al siempre incmodo aliado fas-

    cista, el Fascismo pudo ser visto comoun objeto lejano digno de una cierta ybenevolente atencin. Tal fue el caso,por ejemplo, de aquellos conservadoresanglosajones que apreciaron la virtudpara Italia, y otros pases similares, deun tipo de rgimen que consegua ladestruccin de la izquierda revoluciona-ria, garantizaba el orden y conseguaque los trenes llegasen a su hora,Churchill dixit. Mucho ms relevantefue la actitud de aquellos conservadoresque haban optado abiertamente por la

    va de la des truccin de la democraciaen su propio pas. Para estos, en efecto,el Fascismo, mucho ms que una salu-

    dable experiencia lejana, constitua unmodelo del que se podan extraer mu-chas y decisivas enseanzas.A lo largo de los aos treinta, sectores

    fundamentales de la derecha conserva-

    dora tomaron el Fascismo como fuentede inspiracin en su camino de aleja-miento de la democracia liberal. Todoscoincidan en apreciar en el Fascismo sucarcter de masas, su antimarxismo yantiparlametarismo y su eficacia en lalucha contra las organizaciones obreras.Pero sobre todo, admiraban el modelode Estado que los fascistas estabanconstruyendo en Italia. En parte, porqueste pareca responder en lo fundamen-tal a sus intereses; en parte, porque no

    exista otro modelo actualizado de dic-tadura adecuada a las contradiccionesque la sociedad contempornea plante-aba. Para la vieja derecha conservadora,que no haba acabado de asumir la de-mocracia liberal, su modelo de Estadopoda estar en un pasado ms o menosremoto, pero en el presente slo habauno relativamente aprovechable: el Fas-cismo italiano. Lo mismo suceda para lanueva derecha radical o autoritaria,consciente de que una dictadura pura ydura, como la que ellos preferan, nopoda legitimarse sin adoptar un anda-miaje institucional y retrico similar alofrecido por la experiencia italiana.

    Algunos de estos sectores se sintieronatrados por el modelo de Estado queofreca la Italia fascista: apreciaban queel Fascismo les hubiera liberado de losdesafos o amenazas que pesaban sobre

    los intereses a que respondan: el socia-lismo, reformista o revolucionario, parael mundo de los negocios; el pacifismo

    y el antimilita rismo, para el ejrcito; elavance del laicismo para las Iglesias; losprogresos de la democracia, para todos.

    Pero el Fascismo, que era todo esto,no era slo esto. Estaba contra la revo-lucin, pero en nombre de un nuevotipo de revolucin; su alternativa a lademocracia liberal era un populismoque deba conceder un protagonismo

    22

    Hitler recibe a Mussolini, durante la Segunda Guerra Mundial.

    Casi todos los movimientos fascistasdesaparecieron, salvo dos que tuvieronlarga vida: el portugus y el espaol

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