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DOSSIER 63 L OS SOLDADOS DE D IOS Un caballero templario, en un grabado coloreado del siglo XIX, París, Biblioteca de Artes Decorativas. El estreno de El reino de los cielos, de Ridley Scott, y el aluvión de novedades editoriales sobre los misterios de los templarios ponen de actualidad el mundo de las órdenes militares en la Edad Media. Mitad monjes, mitad soldados, los soldados de Dios nacieron para defender las rutas de peregrinación a Tierra Santa y terminaron siendo pequeños ejércitos, de composición plurinacional y con ramificaciones por toda la cristiandad 74. Los templarios, a la hoguera. La última batalla Jean-Claude Maire Vigueur 70. Santiago, Calatrava y Alcántara. Lanzas de Castilla Julio Valdeón 80. Carne de leyenda. Los templarios y la antología del disparate Hubert Houben 84. Castigo de Dios. Los cruzados vistos por los árabes María Jesús Viguera 89. De película. Las Cruzadas, éxito en el cine Pedro García Martín 64. La cruz y la espada Alain Demuger LA AVENTURA DE LA HISTORIA ON-LINE

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DOSSIER

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LOS

SOLDADOS DE DIOS

Un caballerotemplario, en ungrabado coloreadodel siglo XIX, París,Biblioteca de ArtesDecorativas.

El estreno de El reino de los cielos, de Ridley Scott, y el aluviónde novedades editoriales sobre los misterios de los templariosponen de actualidad el mundo de las órdenes militares en laEdad Media. Mitad monjes, mitad soldados, los soldados de Diosnacieron para defender las rutas de peregrinación a Tierra Santay terminaron siendo pequeños ejércitos, de composiciónplurinacional y con ramificaciones por toda la cristiandad

74. Los templarios, a la hoguera. La últimabatallaJean-Claude Maire Vigueur

70. Santiago, Calatravay Alcántara. Lanzas de CastillaJulio Valdeón

80. Carne de leyenda.Los templarios y laantología del disparateHubert Houben

84. Castigo de Dios. Los cruzados vistos por los árabesMaría Jesús Viguera

89. De película. LasCruzadas, éxito en el cinePedro García Martín

64. La cruz y la espadaAlain Demuger

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Las órdenes militares

LA CRUZY LA ESPADA

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En 1099, como resultado de laprimera Cruzada y de la tomade Jerusalén a costa de los in-fieles –como llamaban los cris-

tianos a los musulmanes–, se fundan losEstados latinos de Oriente: Edesa, An-tioquía, el reino de Jerusalén y, final-mente, Trípoli. Los peregrinos cristianosacudían a una Tierra Santa, ya bajo elcontrol cristiano, para visitar los lugaresrelacionados con la vida terrena de Je-sús: Belén, el Jordán, el Monte de losOlivos, el Santo Sepulcro. No obstante,a partir de Acre o de Jaffa, los caminosque conducían a los lugares santos noeran siempre seguros y, en 1120, un gru-po de caballeros reunidos entorno a Hu-go de Payns, natural de la Champagne,tomó la iniciativa de garantizar la pro-tección armada de los peregrinos. Ellos,sin embargo, querían cumplir este ser-vicio llevando al mismo tiempo una vi-da religiosa, sujetos a los votos de obe-diencia, castidad y pobreza, típicos detodo instituto religioso y vivir según unaregla, como ya hacían desde siglos atráslos monjes benedictinos y, más recien-temente, los cistercienses y los cartujos.

El Evangelio y la espadaMuy pronto, al margen de esas funcio-nes de tutela, estos caballeros se impli-caron en la defensa de los Estados Lati-nos contra sus vecinos musulmanes. Lainiciativa de Hugo de Payns fue alenta-da por el rey de Jerusalén, Balduino II,que donó al grupo, como lugar de resi-dencia, uno de sus palacios situados enlas dependencias de la Mezquita de al-Aqsa, por aquel entonces consideradocomo el antiguo Templo del rey Salo-món. Los caballeros adoptaron así elnombre de “pobres caballeros de Cristodel Templo de Salomón”, que, en breve,se reduciría a caballeros templarios o,simplemente, templarios. En realidad, elemplazamiento del Templo de Salomóndebió de estar cerca de la Mezquita de

la Roca y los únicos restos conocidos delTemplo de Herodes, teóricamente le-vantado sobre las ruinas del de Salomón,son el actual Muro de las Lamentaciones,justo al pie de la Explanada de las Mez-quitas. Pero éstas son precisiones actua-les. A comienzos del siglo XII, los caba-lleros lo consideraron templum Domi-ni, el Templo del Señor, y los templariosreprodujeron la cúpula en su emblema.

El reconocimiento real y el acuerdodel patriarca de Jerusalén no eran sufi-cientes para dar carta de naturaleza re-ligiosa a la experiencia de estos monjes-soldados: era necesario que el Papa laaprobara. Lo cual planteaba un proble-ma: ¿era lícito ejercer el oficio de las ar-mas bajo el hábito religioso? ¿Verter san-gre, matar y ser matados por la propiafe, vistiendo el hábito religioso?

A comienzos del siglo XI, dos obispos,Adalberón de Laón y Gerardo de Cam-bray, habían formulado la teoría de lastres funciones: la sociedad cristiana es-taba compuesta por los que rezaban, losque combatían (y mandaban) y los quetrabajaban: oratores, bellatores y labo-ratores, una sociedad única en tres gru-pos jerárquicos y solidarios. Un siglodespués, Hugo de Payns y sus compa-ñeros proponían juntar en una institu-ción religiosa la función del que reza yla del que lucha.

El caballero era un guerrero indis-pensable en los ejércitos feudales de laépoca y la Iglesia de la reforma grego-riana le había asignado un papel en elplan divino. Se trataba de cristianizar laviolencia y de ofrecer una vía de salva-ción a quienes la tenían como profesión.

Entre la función de los guerreros, con-templada por Adalberón de Laón y Ge-rardo de Cambray, y la sacralización dela guerra al servicio de la Iglesia, pro-puesta por las órdenes militares había

ALAIN DEMURGER es profesor de HistoriaMedieval, Universidad de París.

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Los monjes guerreros, según expone Alain Demurger, nacieron durantelas Cruzadas por el interés de algunos caballeros en santificar su lucha endefensa de los Santos Lugares o como complemento militar a funcionesasistenciales a los peregrinos: protección, albergues y hospitales

LOS SOLDADOS DE DIOS

El Capítulo de la Orden del Temple en 1147,según una visión historicista decimonónicade F. Granet (París, Palacio de Versalles).

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un buen trecho, salvado por dos víncu-los: la Tregua de Dios, que regulaba laviolencia de los caballeros, imponién-doles ciertas restricciones, y la cruzada,igualmente obra positiva, pues canali-zaba la violencia hacia una obra pía, uni-ficadora de la cristiandad: liberar Jeru-salén, rescatar el Sepulcro de Cristo demanos de los infieles. Las órdenes mi-litares son la conjunción de la cruzada yla reforma, puesto que ofrece a los lai-cos una vía de perfeccionamiento. El ca-ballero se convierte en miles Christi, sol-dado de Cristo. Es un religioso y no unmonje; permanece laico, no es ordena-do sacerdote –sólo lo era el padre ca-pellán, indispensable para el encuadra-miento espiritual de los hermanos com-batientes– y por eso puede combatir.

Esa novedad radical, opuesta a la teo-ría de las tres funciones y a la tradiciónno violenta del cristianismo, creó ciertaconmoción. El cisterciense Isaac de Es-tella la rechaza de plano; Guigo, prior delos cartujos, se preocupa por una evo-lución llena de peligros; su opinión se

ajusta a la que, inicialmente, tuvo sanBernardo, quien no comprendía el in-terés de esta institución, puesto que a loslaicos que desearan entrar en religión yase les ofrecía el claustro cisterciense.Otros, que rechazaban el derramamien-to de sangre en nombre de Cristo, seunían a la posición de la Iglesia bizan-tina, hostil a la idea de la cruzada y par-tidaria de que la guerra y la violenciaquedaran al cuidado del poder laico.

La influencia de la yihad¿Pudo un modelo externo al cristianis-mo favorecer la aparición de la Ordendel Temple? Pensamos, naturalmente, enel ribât musulmán. Sin negar algunas in-fluencias de esta institución sobre de-terminados aspectos de las órdenes mi-litares –las cofradías afiliadas a las ór-denes y las asociaciones temporales delos laicos píos–, creo que se trata de unapista falsa; la influencia musulmana eraanterior y actuaba sobre la idea de laguerra santa: la yihad musulmana pudomarcar con algunos de sus rasgos la con-

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Las CruzadasPrimera Cruzada (1095-1099)Cruzada de los nobles, en la que participa-ron Godofredo de Bouillon, duque de Lo-rena; Roberto, duque de Normandía; Ro-berto, conde de Flandes; Raimundo, mar-qués de Provenza, y Boemundo, príncipede Tarento. En 1098 conquistaron Edesay, en 1099, Jerusalén. Fundan los Prin-cipados Latinos de Oriente (Edesa, An-tioquía, Trípoli) y el Reino de Jerusalén.Segunda Cruzada (1148-1151)Cruzada alemana: Conrado III. Cruzadafrancesa: Luis VII y su mujer, Leonor deAquitania. El idilio entre ésta y su tíoRaimundo de Poitiers irritó a Luis VII,que se negó a apoyar a Raimundo con-tra el señor de Alepo, optando por la con-quista de Damasco. La empresa fracasó. Tercera Cruzada (1189-1192)Cruzada de los Tres Reyes: Federico Bar-barroja (Alemania) Felipe Augusto (Fran-cia) y Ricardo Corazón de León (Ingla-terra). Se inició tras la derrota cristianaen Hattin y la conquista de Jerusalén porSaladino, en 1187. Barbarroja se ahogóen el río Salef, en Cilicia. El ejército an-glo-francés reconquistó Acre, en 1191,pero no Jerusalén.Cuarta Cruzada (1202-1204)Cruzada de los Barones, mandada por elmarqués Bonifacio de Monferrato. Loscruzados asediaron, tomaron y saquearonConstantinopla, fundando allí el Impe-rio Latino (1204-1261), pero se olvida-ron de Jerusalén.Quinta Cruzada (1217-1221)Organizada por Andrés II, rey de Hun-gría, y Leopoldo V, duque de Austria.Conquistan el puerto de Damieta y loocuparon durante dos años.Sexta Cruzada (1228-1229)El emperador Federico II negoció con elsultán la entrega de Jerusalén, donde fuecoronado como rey, en la Basílica del San-to Sepulcro (marzo de 1229).Séptima Cruzada (1248-1254)Luis IX de Francia conquistó Damieta,pero luego fue derrotado y apresado (6 deabril de 1250). Rescatado, permaneciócuatro años en Siria, organizando la de-fensa de aquel reino franco.Octava Cruzada (1270)Expedición de Luis IX a Túnez. El reymurió durante el asedio de Túnez vícti-ma de una epidemia de cólera.

Tiro•

Trípoli•

Antioquía•

•Acre

•Amman

Ajlun

Krak de losCaballeros

Beaufort

Le Chatelet

Chastel Pélerin

Montfort

Belvoir

Moab

MontrealPetra

•Homs

Haifa•

Ascalon•Jaffa••Cesarea

•Aqaba

•Beirut

•Gaza

• Damasco

•Palmira

• Jerusalén

•El Cairo

•Alepo

•Nicosia

Damieta•

Adana•

Famagusta•

Edesa•

REINODE CHIPRE(1192-1489)

REINODE ALEPO

REINODE DAMASCO

ESTADOS LATINOSDE ORIENTE

SINAÍ

DESIERTODE

SIRIA

SULTANATODE RUM

REINO DE JERUSALÉN(1099-1187)

REINO DE JERUSALÉN

PEQUEÑAARMENIA(1138-1375)

CONDADODE EDESA(1098-1146)

CONDADODE TRÍPOLI(1098-1146)

CALIFATODE EGIPTO

(968-1171)

PRINCIPADODE ANTIOQUÍA

(1098-1268)

M A RM

ED

I TE

RR

ÁN

EO

MARROJO

GOLFODE SUEZ

CONDADO DE TRÍPOLI

PRINCIPADODE ANTIOQUÍA

CONDADO DE EDESA

Fortalezas cristianas

Fortalezas musulmanas

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cepción cristiana de la guerra santa, apa-recida mucho más tarde. Es, por tanto,en la sociedad occidental donde debenbuscarse las raíces de las órdenes mili-tares, pero, precisémoslo, en una socie-dad occidental “trasladada” a Oriente porla Cruzada y enfrentada a los problemasoriginados por el éxito de esta empresa:“Una caballería de una nueva especie havisto la luz, y eso en esta región que ha-ce tiempo ‘el sol naciente’, encarnado,visitó desde el alto” (San Bernardo, Elo-gio de la nueva caballería Templaria).

La regla del TemplePara legitimarse y desarrollarse, la nue-va caballería de Cristo tenía que ser apro-bada por la Iglesia. En enero de 1129, elConcilio provincial de Troyes, con la asis-tencia de san Bernardo, numerosos aba-tes cistercienses y Hugo de Payns, elmaestro de la caballería, reconocía a losPobres caballeros de Cristo del Templo deSalomón como una nueva Orden, con-firmándoles su regla. Bernardo, a pesarde sus iniciales reticencias, se había con-vencido del interés de la experienciatemplaria e impuso a su favor la gran au-toridad de que gozaba.

Poco antes del Concilio había escritoel Elogio de la nueva caballería Tem-plaria, en el que exaltaba su elección devida y su misión. En 1139 la bula Om-ne datum optimum del papa Eugenio III,

completa el proceso de legitimación ini-ciado una década antes en Troyes, con-firiendo al Temple grandes privilegiosque le ponían bajo la autoridad directay exclusiva del Papa, dispensándole detoda subordinación al clero secular.Cumplido este proceso, se pudo pensaren la creación de otras órdenes simila-res. El Temple es, por tanto, la primeraorden religioso-militar.

Otras aparecieron en los siglos XII yXIII, ya fueran de nuevo cuño, ya como

resultado de militarizaciones de algunaspreexistentes. Todas estaban vinculadasa la Cruzada, aunque esto debe mati-zarse. Las más importantes nacieron enel XII, en tres áreas geográficas carac-terizadas por la confrontación entre uncristianismo agresivo y los infieles –mu-sulmanes, sarracenos, moros– en Orien-te Medio y la Península Ibérica; paganosen las orillas del Mar Báltico –Prusia yLivonia, territorios habitados por los li-vos, lituanos, curli, estonios y otros.

Un siglo después, el Papado trató deutilizar con escaso éxito la Cruzada con-tra sus adversarios dentro de la propiacristiandad: cismáticos, como la Iglesiagriega; heréticos, como los cátaros, o sim-plemente adversarios políticos como elemperador Federico II y su hijo Manfre-do. En vista del fracaso, probó a crear ór-denes militares expresamente para de-terminados objetivos, pero tampoco tu-vo éxito. Por tanto, las órdenes militaresse desarrollaron en el terreno que en laépoca se consideraba natural para apli-cación de la Cruzada: Oriente, Báltico yla Península Ibérica.

La primera orden militar había nacidotambién en Tierra Santa, aunque con fi-nes asistenciales y era mucho más anti-gua: antes de la Primera Cruzada y de latoma de Jerusalén, había sido fundadaen un hospital en las inmediaciones delSanto Sepulcro, para alojar y curar a losperegrinos. Tras la toma de la ciudad, en1099, se incrementaron sus actividadesy, en 1113, se convirtió en casa madre

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LAS ÓRDENES MILITARES, LA CRUZ Y LA ESPADALOS SOLDADOS DE DIOS

Una fortaleza espectacular

No es la primera vez que el castillo deLoarre, la fortaleza de la película El

reino de los cielos de Ridley Scott, merecela atención de los buscadores de escenarioscinematográficos medievales. No en vanoes, por su situación y estado de conserva-ción, uno de los más espectaculares de laPenínsula. Realmente nada tiene que vercon las Cruzadas y poco con las órdenes mi-litares, aunque sí puedan rastrearse al res-pecto algunas curiosidades.

En su estructura visible, toda la forta-leza data de los siglos XI y XII, documen-tándose las primeras noticias durante el rei-nado de Sancho III el Mayor de Pamplona,conde de Aragón, Castilla y Sobrarbe-Ribargorza. Avanzada de Aragón, la to-maron los musulmanes, pero en 1070 yaera nuevamente aragonesa, bajo el reina-do de Sancho Ramírez. El rey se la cedió

para su administración y defensa a una co-munidad religiosa, convirtiéndose en uninteresante antecedente de los frailes gue-rreros nacidos durante las Cruzadas.

El impulso aragonés hacia el sur privóa Loarre de un papel en la Reconquista du-rante el Bajo Medievo, pero sus muros sir-vieron de argumento y refugios a la noblezalevantisca de la niñez de Jaime I. Éste se lacedería a los caballeros hospitalarios de SanJuan de Jerusalén, por entonces en plenaexpansión y apogeo.

A partir del siglo XV la fortaleza servi-ría de refugio a las banderías nobiliariasenemigas de Fernando I de Antequera.Queda como digno colofón bélico la de-fensa que hizo de sus muros doña Violan-te de Luna, una abadesa cisterciense, que,en 1413, capituló ante las huestes realestras medio año de asedio.

Fresco de la Batalla de La Bocquée (Siria), en el siglo XII, en la que los caballeros templariosderrotaron a los soldados de Nuredín, capilla templaria de Cressac, Francia.

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de la Orden. Su desarrollo se granjeó lasdonaciones, tanto en Tierra Santa comoen Occidente, lo que le suministró losmedios para atender a los peregrinosque acudían a los Santos Lugares. Des-pués del reconocimiento del Temple, laOrden de los Hospitalarios o de SanJuan de Jerusalén, también se militarizó.Su originalidad respecto al Temple esque añadió función militar a la hospi-talaria, que siguió garantizando.

En la Península Ibérica, la reconquis-ta cristiana a expensas de los reinos mu-sulmanes chocó en el siglo XII con la lle-gada de los almorávides y, posterior-mente, de los almohades. Los reinos cris-tianos intentaron involucrar el Templeen la Reconquista pero, no queriendoperder su objetivo principal en TierraSanta, rechazó la invitación. Posterior-mente, los templarios, ya instalados enla Corona de Aragón, aceptaron parti-cipar en la lucha, especializándose enla repoblación y en la defensa de lastierras recién conquistadas. Como con-

trapartida, se les cedieron vastos terri-torios y castillos –a menudo, sólo rui-nas–. También en Portugal, el Templejugó un papel importante.

El yunque de CalatravaEn Castilla y León la situación era dife-rente. El Temple titubeó en su implica-ción: el rey le encargó la defensa de lamuy expuesta fortaleza de Calatrava, yno consiguió rechazar la presión almo-hade, por lo que la devolvió al monarca(1149-1157). El abate cisterciense del Mo-nasterio de Fitero, en 1158, aceptó el de-safío y reclutó caballeros para instalar-los en la fortaleza; éstos se emanciparonde la tutela del abate y el papa Alejan-dro III, en 1164, les reconoció como or-den militar de Calatrava, dirigida por unmaestro, que “vive según la Orden de loshermanos de Cîteaux”, de los cuales si-guió las “costumbres”, aunque un pocomodificadas. Esta fundación cistercienseconstituye una orden militar pura, sinactividades relacionadas con la benefi-

cencia. Las órdenes posteriores seguirántanto el modelo puramente militar delTemple, como el modelo hospitalario ymilitar del Hospital de San Juan.

Pertenecieron a la primera categoríalas órdenes ibéricas afiliadas a Calatrava–Alcántara y Avis– o la orden de los Por-taespada, fundada a comienzos del si-glo XIII en Livonia. Del segundo tipofueron la orden de los Caballeros Teu-tones, creada en 1199 en Tierra Santa,en la época del sitio de Acre, a partir deun hospital que acogía a los peregrinosy a los cruzados alemanes; la orden deSan Lázaro, especializada en la atencióna los leprosos y, a partir del siglo XIIIcombinada con actividad militar; en Es-paña, la orden de Santiago, que, a lafunción militar añadiría funciones cari-tativas, como atención a los enfermosy redención de cautivos.

Una gran familiaLas órdenes militares forman una fami-lia original dentro del monacato. Las re-glas son de diferente inspiración –be-nedictina o agustiniana–, pero se acer-can, al tener que conciliar la vida reli-giosa y la militar. A lo largo de toda suhistoria, las órdenes completaron sus re-glas con estatutos, leyes, constitucioneso costumbres concernientes a la vida co-tidiana, la culpa y sus sanciones, los de-rechos y deberes de cada cual, las con-diciones de reclutamiento, etcétera.

Cluny y Cîteaux eran federaciones deabadías; las órdenes militares, por el con-trario, tenían una estructura centralizaday jerárquica. En la cúspide, el Gran Maes-tre o Maestre General que, desde la ca-sa madre, dirigía el cuartel general. Eraasistido por un grupo de dignatarios –ma-riscal, comendadores y otros– y contro-lado por el Capítulo General, que se reu-nía periódicamente –cada cinco años enel caso templario–. A nivel intermedio, laprovincia –llamada bailato por los teu-tones o priorato por los hospitalarios– seocupa de la dirección y administraciónde la orden tanto en la zona de lucha–Tierra Santa, Península Ibérica o Livo-nia–, como en las zonas de retaguardia–la mayor parte de los reinos del Occi-dente cristiano–; en la base, las casas ylos domini, reunidos en encomiendas.

La casa, con la capilla, los edificios delconvento y las construcciones destinadasa las actividades agrícolas, constituía elcentro de la vida cotidiana de la cofradía.

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Los hospitalarios se preparan para la defensa de Rodas, donde en 1314 comenzaron laconstrucción de un gran hospital. Miniatura del siglo XV, París, Biblioteca Nacional.

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Allí vivían hermanos caballeros y her-manos sargentos de armas dedicados a laguerra, hermanos capellanes consagra-dos al servicio divino y, finalmente, her-manos de oficio, que ejercían funcioneseconómicas. Junto a estos miembros dela orden, gravitaban asociados, donatos,cohermanos y cohermanas que gozabande los beneficios espirituales y materia-les de la orden a cambio de unos actosde caridad –donaciones o rentas.

La casa era un foco religioso que atraíaa los fieles y suscitaba devociones y, tam-bién, un centro de reclutamiento: a suspuertas llamaba quien deseaba integrar-se en la orden militar. También era la ba-se de la organización económica: unaparte de sus rentas –la responsio– retira-da para permitir el cumplimiento de lasmisiones. Reunidos en la capital de pro-vincia, con ocasión del anual capítuloprovincial, estos recursos eran enviadoshacia las zonas de confrontación; las en-

comiendas teutónicas nutrieron así el pre-supuesto de guerra de la orden en Pru-sia o Livonia; las casas del Temple y delHospital, cuya red cubría Occidente, pro-porcionaban hombres, armas, alimentosy dinero a los hermanos de Tierra Santao España, lo que les permitió construiry conservar imponentes castillos –desdeel Krak de los Caballeros, hasta el Châ-teau Pélerin, ambos en Tierra Santa y des-de Miravet hasta Consuegra, en la Pe-nínsula Ibérica– y pagar el sueldo a losnumerosos hombres de armas, peones,ballesteros, arqueros o caballería ligera(turcopli). En el Mediterráneo, los puer-tos de Barcelona, Marsella y Génova, losde Italia meridional y Sicilia (Bari, Bar-letta y Mesina) fueron centros vitales dela red de comunicación organizada porel Temple y el Hospital. Éstos poseían al-gunos barcos y alquilaban otros paragarantizarse el transporte de hombres,armas, mercancías y dinero al Mediterrá-

neo Oriental. En eso reside la originali-dad de las estructuras de las órdenes, larazón de ser de su existencia.

Por eso, los contemporáneos les re-procharon, a veces, su acumulación deriquezas en Occidente y sus derrotas enOriente, sin percatarse de que las órde-nes militares utilizaban el dinero para sos-tener la guerra y, naturalmente, no fue-ron los únicos responsables de la caídade los Estados Latinos en 1291. Más aún,en algunas zonas formaron los últimosfocos de resistencia cristiana, como Châ-teau Pélerin, que resistió contra toda es-peranza, tres meses después de la capi-tulación de San Juan de Acre.

Es preciso reconvertirsePerdida Tierra Santa a finales del si-glo XIII, las órdenes militares se hallaronen crisis en todos los frentes. El rey deFrancia, Felipe el Hermoso, atacaba alTemple, sin darle tiempo para reconver-tirse. Los hospitalarios se refugiaron enChipre y, luego, en Rodas, asegurándo-se su independencia y su reputación debaluarte de la cristiandad contra los tur-cos. Perdida Rodas, Carlos V les instalóen Malta, donde siguieron resistiendo alos otomanos hasta que Lepanto anulóla presión. De estos establecimientos pro-vienen sus nombres de caballeros de Ro-das y el actual, caballeros de Malta.

La Orden Teutónica se replegó al Bál-tico, creando en Prusia un Estado teo-crático, mientras combatía contra los pa-ganos lituanos. La conversión de éstosy su unión con los polacos quitaron lajustificación a la guerra, pero la ordense mantuvo como avanzadilla germa-na en el Báltico, sufriendo una progre-siva decadencia hasta que la reforma lu-terana le asestó el golpe de gracia: susúltimos maestres, convertidos al pro-testantismo, secularizaron los territoriosde la orden, dando origen a los duca-dos de Prusia y Curlandia.

En España, tras la conquista de Gra-nada, en 1492, los Reyes Católicos ane-xionaron a la Corona las prestigiosas ór-denes de Calatrava, Alcántara y Santiago–en Portugal ocurrió lo mismo con Aviso el Cristo, orden que sucedió al Templecuando ésta fue suprimida–. Las órdenesprincipales han sobrevivido hasta nues-tros días, convertidas ya en órdenes demérito, ya en órdenes caritativas, comoMalta o los Teutones. ■

(TRADUCCIÓN, GIONATA CHATILLARD)

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Escudos de las órdenes del Temple, Hospital y de los Caballeros Teutones. Tras la pérdida deTierra Santa, las órdenes militares entraron en crisis. Felipe IV de Francia acabó con lostemplarios; los hospitalarios se marcharon a Rodas y los teutónicos, al Báltico.

En cada país, un hospital

Tomando como modelo el de Jerusalén,casa madre de la orden, los caballeros

hospitalarios erigieron también un hospi-tal en cuantos lugares se asentaron: Acre,Rodas y, finalmente, Malta. Los caballe-ros tenían en él su residencia y existían on-ce salas –una acogía a las mujeres emba-razadas– reservadas para los peregrinos ypara los heridos de guerra: después de labatalla de Montgisard, en 1177, los caba-lleros durmieron en el suelo, cediendo suscamas a los 750 heridos hospitalizados.Después de la pérdida de Jerusalén, en1187, los hospitalarios emplazaron en Acresu cuartel general. Señores de Rodas, em-pezaron en 1314 la construcción de un gran

hospital, que fue reemplazado por el edifi-cio que hoy existe –actual sede del MuseoArqueológico de Rodas–, construido entre1440 y 1483. El edificio, de dos plantas,está organizado en torno a dos patios. Des-de el principal, una escalera monumentalpermite acceder a la galería y al gran dor-mitorio de los enfermos, en el primer piso.Expulsados de Rodas por los turcos en1522-23, los caballeros se refugiaron enMalta en 1530, donde construyeron otrohospital. Pero el edificio definitivo, gran-dioso y amplio, fue acabado en la nueva ca-pital elegida, en 1571, por el Gran Maes-tre Parisot de la Vallette, que le dio sunombre: La Valetta.

LAS ÓRDENES MILITARES, LA CRUZ Y LA ESPADALOS SOLDADOS DE DIOS

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Ilustración del Libro de los Caballeros de la Orden de Santiago, manuscrito de 1361, Burgos, Archivo Municipal.

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Tras la caída del Califa-to de Córdoba, acon-tecimiento que datade 1031, los núcleos

políticos de la España cristiana,y ante todo el reino astur-leonés,que fue el primero que surgió,se proyectaron, desde el puntode vista militar, hacia el sur peninsular.Estamos hablando de lo que habitual-mente se ha denominado con el térmi-no de Reconquista. Ni que decir tieneque un hito decisivo en esa pugna fuela toma de Toledo, en 1085, por partedel monarca castellano-leonés Alfon-so VI. Toledo, que había sido el centrode una de las marcas fronterizas del Is-lam de España, era, sin duda alguna, laprimera gran ciudad de al-Andalus quepasaba a poder de los cristianos.

La primera orden militar aparecida enlas tierras hispanas fue la de Calatrava.Su punto de partida estuvo en la firmeactitud mantenida, hacia 1158, por elabad del monasterio de Fitero, Raimun-do Serrat, y por el monje Diego Veláz-quez, los cuales decidieron defender atoda costa el castillo de la localidad deCalatrava la Vieja, el cual fue duramen-te atacado por los almohades, es decir,el grupo islámico que en esas fechascontrolaba el territorio de al-Andalus.Poco tiempo después, la nacida orden

se adaptaba a la regla monástica del Cís-ter. Finalmente, en 1164, el pontífice Ale-jandro III acordó proteger a la orden mi-litar de Calatrava.

Por tanto, las órdenes militares surgi-das aquí tres décadas después que enTierra Santa, no tuvieron los fines asis-tenciales que originalmente inspiraronsu creación, sino aquellas que las carac-terizaron inmediatamente después: mon-jes soldados cuya primordial misión erala lucha contra el Islam, la Cruzada.

Unos años más tarde que la de Cala-trava surgió la orden militar de Santiago.Su origen se hallaba en una congrega-ción de caballeros, los llamados freilesde Cáceres. Dicha congregación estabadirigida por el castellano Pedro Fernán-dez y por el leonés Suero Rodríguez, alos cuales concedió protección, en 1170,el monarca leonés Fernando II. Un añodespués, en 1171, los integrantes de lamencionada cofradía decidieron con-vertirse en vasallos del apóstol Santiago.

Los integrantes de esta orden, adiferencia de lo ocurrido con lade Calatrava, se acogieron a la re-gla de San Agustín. Poco des-pués, en 1175, la orden militar deSantiago fue aprobada por Ale-jandro III. Para entonces, ya ha-bía comenzado a prestigiarse y a

engrandecerse: Alfonso VIII le había con-cedido la importante villa de Uclés, entierras conquenses.

Sede en AlcántaraEn tercer lugar es preciso aludir a la or-den de Alcántara. Su génesis se encuen-tra, en 1176, en los integrantes de la ca-sa e iglesia de los “fratres” de San Juliándel Pereiro. Al recibir los miembros deesa asociación, por parte del rey de LeónAlfonso IX, la localidad de Alcántara, de-cidieron pasar a denominarse orden mi-litar de Alcántara. El mismo año recibióla aprobación del Papa. Se acogía, al igualque la de Calatrava, a la regla del Císter.A partir de 1186, la orden de Alcántara,que hasta entonces estuvo situada bajola de Calatrava, recibió una jurisdicciónexenta.

En definitiva, en un corto período detiempo, que coincide con el temor sus-citado por la ofensiva almohade, sur-gieron en los reinos de Castilla y Leónnada menos que tres órdenes militares.

Una de las funciones más significativasque pusieron en marcha las órdenes mi-litares hispánicas fue la actividad, tanto

JULIO VALDEÓN es catedrático de HistoriaMedieval, Universidad de Valladolid.

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LOS SOLDADOS DE DIOS

LANZAS DECASTILLA

Las órdenes militares jugaron un papel importante en la Reconquista,sobre todo las de creación autóctona, avanzadilla armada y salvaguarda delas tierras repobladas, expone Julio Valdeón. De su importancia militarbaste decir que llegaron a constituir un tercio de la caballería

Calatrava,Santiago yAlcántara

Escudos de las órdenes militares de Calatrava,Santiago y Alcántara. La de Calatrava fue la

primera aparecida en tierras hispanas.

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militar –la entonces denominada guerradivina–, como repobladora, en las tierrasde la Meseta meridional. De hecho, ac-tuaban como una fuerza de choque de-cisiva tanto en la defensa de las fronterascomo en ofensivas militares contra los al-mohades. La actividad militar de las ór-denes se basaba en los castella o forta-lezas. Dichos centros servían tanto paraproteger a personas y bienes, como pa-ra poner en marcha incursiones contralos musulmanes. Es decir, las cabalgadas,algaradas y de correrías que constituye-ron buena parte de la actividad militar enel medievo peninsular

En concreto la orden de Calatrava seencargó de proteger los diversos cami-nos que comunicaban la ciudad de To-ledo con las tierras del sur de la Penín-sula Ibérica. Como indicaba muy signi-ficativamente Jiménez de Rada, arzobis-po de aquel tiempo, los caballeros deCalatrava se dedicaron, desde su naci-miento, “a acosar y atacar a los árabes”.Consta que, en 1170, los calatravos efec-tuaron cabalgadas dirigidas a la fortale-za jienense de Ferral. Años después, en1185, tuvo lugar una campaña de los ca-latravos por las tierras de Andújar. Pe-ro fue mucho más llamativa la devasta-dora campaña realizada, en combinacióncon el arzobispo de Toledo, en 1191, enla cual capturaron más de 300 musul-manes. De todos modos, los almohadesreaccionaron, logrando una espectacu-lar victoria sobre los cristianos en Alar-cos, acontecimiento que tuvo lugar en1195. Es más, los freires de la orden deCalatrava llegaron a perder Calatrava, supropia sede conventual.

Y es la lucha contra los almohades,desde los inicios del siglo XIII, donde sedesarrolla la decisiva participación, delas órdenes militares en la Reconquis-ta. Pero conviene recordar que entre lasderrotas sufridas a finales del siglo XII ylas victorias del XIII hubo un período detregua pactada entre los almohades y losreinos de Castilla y León, que sirvió pa-ra que las órdenes militares se reorga-nizaran y rearmaran.

Las Navas, decisivaDespués de esos años de relativa calma,el enfrentamiento concluyó con el ro-tundo triunfo de las armas cristianas enlas Navas de Tolosa, en 1212 –donde lasórdenes tuvieron notable papel, pe-chando con lo más duro de la refriega,

tanto que los de Santiago perdieron a sumaestre y al comendador y los de Ca-latrava, a su alférez, quedando grave-mente herido el comendador–. Tras lasNavas, se desplomó el poder almoha-de y surgió, en las tierras de al-Andalus,un conjunto de pequeños reinos de tai-fas, cuya vida iba a ser de muy corta du-ración, salvo el de Granada, que sub-sistió hasta finales del siglo XV.

En aquella campaña los calatravos re-cuperaron los dominios y enclaves per-didos tras la derrota de Alarcos y la vic-

toria en Las Navas le abrió el norte delreino musulmán de Jaén.

En 1224 se firmó un acuerdo de her-mandad entre los calatravos y los san-tiaguistas, es decir, los integrantes de dosórdenes militares. Un hito de suma im-portancia fue la toma, en 1226, de la lo-calidad de Salvatierra. Por su parte, la or-den de Alcántara intervino en la expan-sión de los reyes leoneses, Fernando II yAlfonso IX, por las tierras de Extrema-dura. Por su parte, los santiaguistas nosólo se acercaron a las proximidades delreino taifa de Murcia, sino que realizaronincursiones en la zona fronteriza delantiguo reino de Badajoz, ocupando,entre otros lugares, Medellín, Alange y

Hornachos. No es posible olvidar, porotra parte, la toma, en 1217, de la loca-lidad portuguesa de Alcacer, en la cualintervinieron los caballeros de Santiago.

Los éxitos en las Navas, en 1212, y enAlcocer, en 1217, marcan un cambio de-finitivo de rumbo en la dura pugna quehabían venido sosteniendo hasta en-tonces los cristianos y los musulmanesde España. La ventajosa situación fueaprovechada, unos años después, por elmonarca Fernando III, el unificador deforma definitiva de los reinos de Casti-

lla y León, para progresar de manera es-pectacular por el valle del Guadalquivir.Ciertamente, la participación de las ci-tadas órdenes militares fue de gran im-portancia en las conquistas de aquellosterritorios, adquiriendo un protagonis-mo de indudable primer orden. En la cu-ria celebrada en Carrión de los Condes,en 1124, los maestres de las órdenes mi-litares acordaron combatir, sin paliativos,a los sarracenos. En definitiva, se habíallegado a un acuerdo entre la monarquíacastellano-leonesa y las órdenes milita-res hispánicas.

A comienzos de la década de los trein-ta del siglo XIII, hubo resonantes triun-fos en tierras extremeñas, del que cabe

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Representación de Fernando II en los Tumbos de Compostela. La orden de Alcántara intervinoen la expansión de León, bajo su reinado y el de Alfonso IX.

Durante la Baja Edad Media, las órdenesmilitares fueron cruciales para el avancey la repoblación castellano-leonesa

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destacar, en 1232, la toma de la villa deTrujillo por la orden de Alcántara. Pocodespués se ponía en marcha la ofensi-va castellano-leonesa, cuyo objetivo eraincorporar a su reino el valle del Gua-dalquivir. En dicha empresa tuvieron undestacado protagonismo los caballerosde Calatrava y de Santiago. Por ejemplo,en la toma de Córdoba, la antigua capi-tal califal, que tuvo lugar en 1236, la Pri-mera Crónica General alude, de formamuy expresiva, a los “freyres de las ór-denes que eran y a serviçio de Dios”.

Paralelamente, hay que señalar la ac-tividad desplegada en las tierras próxi-mas al reino taifa de Murcia por los san-tiaguistas, que ocuparon en 1235 el cas-tillo de Torres. Por lo que se refiere alcerco a la ciudad de Jaén, que tardó al-gún tiempo en pasar a manos cristianas,fue muy importante la participación delos calatravos. Estos mismos freires de-fendieron con gran firmeza la enco-mienda de Martos, objeto de los con-traataques de los islamitas.

La conquista de SevillaPero lo más llamativo fue la conquistade Sevilla, a la que Fernando III some-tió a un duro cerco hasta que pudo ocu-parla, en noviembre de 1248. En aquelasedio se distinguió el maestre de San-tiago, Pelay Pérez Correa, pero tampo-co se puede olvidar la actuación de loscaballeros de Calatrava y de Alcántara.Pelay Pérez Correa defendió la zona delAljarafe y atacó Gelves y Triana. Unacrónica de la época resalta que realizógrandes proezas “con veynte et çincofreyres solos, que y entonçe consigo te-nie, et non más”.

Las órdenes militares habían interve-nido en las campañas de Fernando IIIen tierras andaluzas por motivos reli-giosos y militares, pero también por cau-sas económicas, por granjearse impor-tantes donaciones. La orden de Santia-go recibió las encomiendas de Segura,Estepa y Medina Sidonia; la de Calatra-va, las de Martos, Alcaudete y Osuna,y la de Alcántara, la de Morón. Esas en-comiendas se hallaban próximas a lafrontera con el reino nazarí de Granada.Sin duda, se esperaba que actuaran coneficacia militar en la defensa del terri-torio recién ganado. En definitiva, las ór-denes militares eran una especie de fuer-za fronteriza.

La revuelta de los mudéjares de 1264,

cuando reinaba en Castilla-León Alfon-so X, creó serios problemas y en su con-trol resultó decisiva la intervención delos calatravos en el valle del Guadal-quivir y de los santiaguistas en la anti-gua taifa de Murcia. Al mismo tiempo,como guardianes de la frontera, tuvie-ron que enfrentarse a los musulmanes“en la guerra que movió contra nos elrey de Granada”. De la dureza que re-vistió la endémica lucha fronteriza dabuena idea que, en la batalla de Moclín,pereció el maestre de Santiago GonzaloRuiz Girón y 55 de sus freires.

La fuerza de las órdenes debió ser tannotable en esta época que, incluso, sepensó en atacar el territorio de Marrue-cos, desde donde actuaban los meriníes,cuyos ejércitos sostenían la superviven-cia del reino nazarí de Granada. Cuan-do Alfonso X habló de una posible cru-zada africana, las órdenes militares sesumaron a la causa.

Las órdenes militares hispánicas si-guieron participando en las campañasorganizadas por los monarcas castella-no-leoneses. Durante buena parte del si-glo XIV, la pugna entre cristianos y mu-sulmanes se centró ante todo en la zo-na del Estrecho de Gibraltar. Las órde-nes, y en particular la de Santiago –dela que a la sazón era maestre AlfonsoMeléndez– tuvieron un papel de prime-ra fila en la espectacular victoria logra-da por el Alfonso XI, en el año 1340,en la batalla de El Salado. Unos años

después, en 1343, los cristianos vencie-ron nuevamente a los islamistas en la ba-talla del río Palmones y en 1344 ocupa-ron la plaza de Algeciras.

Durante el siglo XV fue menor la in-tensidad de la guerra cristiano-musul-mana, de todos modos hubo algunas ex-pediciones importantes contra los naza-ríes como la de 1431, en la que Álvarode Luna venció a los granadinos en labatalla de La Higueruela. Allí intervinie-ron las órdenes de Calatrava y de Al-cántara. Algún tiempo después, en 1455,Enrique IV puso en marcha una cruza-da contra los islamistas, contando con laparticipación de la orden de Calatrava,cuyo maestre era Pedro Girón.

Aunque de forma un tanto discreta, losmonjes-guerreros también participaronen la guerra definitiva contra el reino na-zarí de Granada, impulsada por los Re-yes Católicos. El maestre de Santiago,Alonso de Cárdenas, tuvo un notable pro-tagonismo en la frontera occidental. Tam-bién fue significativa la actuación de laorden de Calatrava. En cambio la de Al-cántara tuvo una presencia reducida. Endefinitiva, durante la Baja Edad Media,el papel de las órdenes militares fue muyimportante en la vanguardia del avan-ce y la repoblación castellano-leonesa ysu peso militar, incuestionable, porque,aparte de su profesionalización de laguerra, se ha supuesto que sus efectivosllegaron a constituir en torno al 30 por100 de la caballería cristiana. ■

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Martín Vázquez de Arce, El Doncel, caballero de la orden de Santiago que murió en la Guerrade Granada en 1491, Capilla de Santa Catalina en la Catedral de Sigüenza, Guadalajara.

CALATRAVA, SANTIAGO Y ALCÁNTARA, LANZAS DE CASTILLALOS SOLDADOS DE DIOS

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Felipe IV el Hermoso, todavía eraun hombre del siglo XIII, ape-gado como sus antepasados alos valores de la moral caballe-

resca. Y, sin embargo, la operación quecondujo a la detención, el 13 de octubrede 1307, de centenares de templarios es-parcidos por toda Francia parece hoydigna de los Estados modernos mejor or-ganizados y más centralizados, tanto enlo bueno como en lo malo. En lo nega-tivo, porque las razones invocadas porel rey de Francia para proceder a la en-carcelación de los templarios recuerdalos episodios más siniestros de la histo-ria reciente. En lo positivo, porque suéxito revela los progresos, en el amane-cer del siglo XIV, del Estado monárqui-co y la eficacia de sus agentes.

El Rey había tomado su decisión exac-tamente un mes antes, el 13 de sep-tiembre de 1307. La había comunicadosigilosamente a cada juez y gobernador

del reino, ordenándoles, además, queprocedieran, con discreción, al inventa-rio de los bienes de la orden.

El procesoNada de lo que se estaba fraguando sehabía filtrado, así que, cuando, al ama-necer, los esbirros del soberano llama-ron a la puerta de las varias encomien-das y mansiones de la orden, no encon-traron resistencia alguna por parte de losfrailes que, probablemente, pensaron enuna decisión de la autoridad pontificia.No se conoce con precisión el númerode las detenciones. Fueron 138 en París,mil o poco menos en toda Francia, fren-te a un número exiguo de fugitivos –ofi-cialmente, 12– entre los cuales se en-contraba el preceptor de Francia, Gerar-do de Villiers.

Al día siguiente, el 14 de octubre de1307, comenzó el proceso de los tem-plarios, que acabará con la supresión dela orden, decidida por el Papa, por la bu-la Vox in Excelso, del 22 de marzo de1312, y con la muerte de algunos de sus

miembros, incluido el Gran Maestre, en-viado a la hoguera el 18 de marzo de1314. En realidad, más que de un pro-ceso, se trató de un entrelazamiento mu-cho más complejo de procedimientos,sacados adelante por jueces y comisariosen abierta competencia entre ellos. Re-sulta, pues, útil precisar desde el co-mienzo quienes fueron los principalesprotagonistas del drama.

En el centro del asunto está, natural-mente, el rey de Francia con sus conse-jeros, todos defensores de la causa delEstado monárquico. En el momento dela detención, el Rey ya había decididoeliminar a la orden y nada le pararía en

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JEAN-CLAUDE MAIRE VIGUEUR es profesor deHistoria Medieval, Universidad de Florencia.

Los templarios,a la hoguera

LA ÚLTIMABATALLAFelipe IV de Francia ordenó la detención einterrogatorio de los templarios y los mandó a lacárcel o a la hoguera si rechazaban las declaracionesobtenidas bajo tortura. Jean-Claude MaireVigueur inscribe el fin de los templarios en lasluchas entre la Corona y el Papado

El Concilio de Vienne seabrió el 16 de octubre de1311. En él se decidió lasupresión de la orden delTemple, por Cesare Nebbio,Vaticano, BibliotecaApostólica.

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su propósito. Carecía de competencia pa-ra juzgar a los miembros de una ordenreligiosa, pues se hallaba bajo la direc-ta autoridad del Papa, pero había pre-visto superar el obstáculo entregando losdetenidos al inquisidor de Francia, undominico totalmente entregado a su cau-sa. Contra los templarios, el fiel ministroGuillermo de Nogaret –que ya se habíadistinguido por organizar la prisión delpapa Bonifacio VIII en Anagni–, pensa-ba que disponía de las pruebas sufi-cientes para condenarlos como herejes.

Fue, en efecto, mucho antes de las de-tenciones cuando Guillermo de Nogarethabía convencido a Guillermo de París,

entre otras cosas confesor del Rey, de laculpabilidad de los templarios o, al me-nos, de la necesidad de investigar sus ac-tividades. Y esto, utilizando la tortura, se-gún aclaran las cartas con las que el Reyordenó detener a los templarios... Porcierto, una recomendación ociosa, puesla Inquisición no tenía reparo alguno enhacerlo desde que, en 1252, había reci-bido la autorización del papa, Inocen-cio IV, para utilizar discrecionalmente di-cho método, muy pronto utilizado porlos tribunales laicos de varios Estados. Pe-ro no por todos, lo que explica que don-de no se utilizó la tortura –como la pe-nínsula Ibérica o en Italia– los templarios

no confesarían absolutamente nada, alcontrario de los que acabaron en manosdel rey de Francia y de su fiel inquisidor.

Para salvarse de los ataques del mo-narca francés y de su inquisidor, los tem-plarios contaban, sobre todo, con la pro-tección del Papa, con quien les unía unarelación de absoluta fidelidad. Y, de he-cho, no faltaron, por parte del pontífice,duros reproches a Felipe el Hermoso ya su diligente inquisidor. Gascón de na-cimiento y, por tanto, vasallo del rey deInglaterra, Clemente V no era en abso-luto un hombre del rey de Francia, y noes cierto que su elección al trono pon-tificio, el 5 de junio de 1305, se debiera

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LOS SOLDADOS DE DIOS

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a las presiones de Felipe el Hermoso, co-mo durante mucho tiempo se ha soste-nido. Pero, después del contencioso en-tre Roma y Francia, a causa del asuntode Anagni y de la muerte de Bonifa-cio VIII, no podía arriesgarse a abrir unnuevo conflicto entre la Iglesia y la mo-narquía más poderosa de Europa.

Además, también él estaba preocupa-do por los rumores que, desde hacíatiempo, circulaban sobre la orden, lo quele había convencido de que se deberíareformar las órdenes militares. No cabe

duda, finalmente, que, ante la determi-nación del Rey y los métodos expediti-vos de sus consejeros, su posición fue lade un hombre débil, inseguro, proclivea ganar tiempo y postergar todo tipo dedecisión. Con esta táctica, Clemente Vconsiguió una victoria sobre Felipe elHermoso –evitando la condena póstumade Bonifacio VIII pretendida por elrey de Francia– pagándola a un altísi-mo precio: ¡el sacrificio del Temple!

¿Cómo reaccionaron los templariosa los arrestos e interrogatorios? ¿Cómo

explicar que muchos entre ellos confe-sasen todas las abominaciones de las quese les acusaba? Muchos historiadores sehan sorprendido de que caballeros au-reolados por el valor como eran los tem-plarios pudieran capitular tan fácilmen-te ante la tortura o incluso ceder ante lasamenazas de sus guardias carcelarias...Pero no es lo mismo morir en Tierra San-ta en defensa de la religión, con la es-pada en la mano, rodeado de camaradas,que encontrarse solo, aislado y someti-do a feroces tormentos por personas

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El conflicto original

El conflicto entre Felipe IV y Bonifa-cio VIII constituyó uno de los más gra-

ves contenciosos que enfrentaron al podertemporal y a la Iglesia en la Edad Media yhoy se considera como una de las principa-les causas del fin de los templarios. El en-frentamiento entre el Rey y el Papa tuvo suorigen en los impuestos que la Corona, ago-biada por los gastos de la guerra contra In-glaterra, impuso al clero. El Papa replicó conuna bula que condenaba la apropiación debienes de la Iglesia y prohibía a los eclesiás-ticos pagar esas cargas sin permiso de Roma.Replicó Felie IV prohibiendo que salieran deFrancia todo tipo de bienes y dinero, con loque se perjudicaba los ingresos de Roma.

La tensión se apaciguó gracias a la cano-nización de Luis IX de Francia, abuelo delRey. Pero, poco después, se reanudaron laspresiones de la Corona sobre el clero y el obis-po del Languedoc, legado del Papa, fue en-carcelado. A partir de 1301 las relaciones em-peoraron. A las bulas papales reafirmando

el poder espiritual sobre el temporal, re-plicaron las burlas regias, como la que co-menzaba: “Sepa tu grandísima fatuidad...”.

En esa escalada de agravios y presiones, elRey reunió una asamblea en la que acusó alPapa de quererse hacer con el poder tempo-ral en Francia. Ante la burda tergiversación,el Papa amenazó con excomulgar al Rey y li-berar a sus súbditos de juramento. Felipe IVreaccionó reuniendo un Concilio, que con-vocó al Papa para que rindiera cuentas. Bo-nifacio VIII condenó el Concilio, que sólo élpodía reunir y procedió a excomulgar al Reyy a quienes impulsaran aquella empresa. ElRey, aconsejado por Guillermo de Nogarety apoyado por la familia Colonna, dio vía li-bre a una operación militar contra Anagni,donde se hallaba el Papa.

Nogaret y los Colonna no tuvieron pro-blemas para capturar a Bonifacio VIII, el 7de septiembre de 1303, al que vejaron y abo-fetearon. Si fue sencilla la captura, no lo fuetanto la marcha, pues lo impidió el pueblo,

amotinado a favor del Papa. Después de tresdías de situación indecisa, la llegada del car-denal Orsini con 400 hombres armados de-terminó la liberación del Pontífice. Su sa-lud quedó muy quebrantada a causa de aque-llas angustias y emociones y falleció el 11de octubre de 1303, a los 68 años.

Pero las bulas pontificias permanecierontras su muerte y aunque sus sucesores –el efí-mero Benedicto XI y Clemente V– levanta-ron condenas y excomuniones, Felipe IV se-guía deseando la condena papal en un conci-lio. Los templarios se convirtieron en chivoexpiatorio: por un lado, el Rey se libraba deuna orden de la que desconfiaba por su pres-tigio, poder armado y obediencia al Papa y,por otra, libraba un nuevo pulso con el poderde Roma. No pudo condenar a Bonifa-cio VIII, ni eliminarle de la lista de los su-cesores de San Pedro, ni borrar sus encícli-cas condenatorias, pero consiguió que Cle-mente V disolviera a los templarios.

José Díez-Zubieta

1099. Se fundan losEstados Latinos deOriente: Edesa,Antioquía, Jerusalén yTrípoli.1113. El Hospital deJerusalén, junto al SantoSepulcro, se convierte encasa madre de la ordenHospitalaria.1120. Hugo de Payns yun grupo de caballerosdeciden garantizar laprotección armada de losperegrinos a Jerusalén. 1129. El Concilioprovisional de Troyes

reconoce a los templarios.Regla del Temple.1139. La Bula Omnedatum optimum

completa la legitimaciónde los templarios.1164. Alejandro IIIreconoce a la ordenmilitar de Calatrava.1177. Batalla deMontsgisard.1187. Pérdida deJerusalén.1252. Inocencio IVautoriza a la Inquisicióna usar la tortura paraarrancar confesiones.1314. Comienza laconstrucción de un granhospital en Rodas,reemplazado por el

actual, que data de1440-83.

1307. 13 de octubre:arresto de los templariospor orden de Felipe elHermoso. 14 de octubre:inicio del proceso alTemple.1308. 12 de agosto; conla bula Faciansmisericordiam, el Papaempieza elprocedimiento parajuzgar a los templarios ysu orden.1309. Se constituyencomisiones diocesanas yuna comisión pontificia.1310. 12 de mayo: en

CRONOLOGÍA

Mapamundi del siglo XIIIcon Jerusalén en el centro,París, B. de S. Genoveva.

Iglesia del Santo Sepulcro,edificada por los cruzadostras conquistar Jerusalén.

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investidas por la máxima auto-ridad religiosa que, en nombrede la fe común, intentan con-vencerle que la confesión es elúltimo servicio que tiene queofrecer a la comunidad de loscreyentes.

Los procesos estalinianos delos años treinta han enseñadoque Vichinsky y los demás jue-ces-inquisidores dotados de unacierta preparación son maestrosen poner en marcha un meca-nismo al que los acusados seacaban adhiriendo espontánea-mente. Las cosas no ocurrieronexactamente así en el asunto delos templarios, puesto que lamayor parte de ellos –y el GranMaestre, Jacques de Molay, pri-mero– en un determinado mo-mento se rebeló e intentó re-tractarse de las confesionesarrancadas bajo tortura. Pero erademasiado tarde para salvar laorden y quienes persistieron ensu retracto, como el Gran Maes-tre, lo pagaron con la vida, envirtud de la tesis inquisitorial, según lacual quien se retracta recae en el errory es reo de la pena de muerte. Los tem-plarios ni tenían una historia inmaculadani supieron adoptar una postura solida-ria y coherente ante un enemigo deter-minado a utilizar cualquier medio con talde alcanzar sus objetivos. El Gran Maes-tre, en particular, no estuvo a la altura dela situación. Ni supo reformar la ordencuando todavía pudo hacerse, ni vio latrampa que le prepararon los astutosconsejeros del Rey. Finalmente, decidió

encerrarse en el silencio en el momentomenos oportuno, es decir, cuando las nu-merosas retractaciones de sus coherma-nos estaban a punto de demoler el cas-tillo de cartas construido por el rey deFrancia. Hay que reconocerle el méritode haber preferido la hoguera al desho-nor y de haber muerto como un justo.

La última hogueraJacques de Molay fue, junto con el Maes-tre de Normandía, Geoffroy de Charney,la última víctima del largo enfrentamien-

to entre la orden y la monarquíafrancesa. Condenado a prisiónde por vida por los tres carde-nales delegados por el Papa pa-ra juzgarle, junto con los demásdignatarios del Temple, habíagritado su inocencia justo des-pués de la lectura de la senten-cia, cuando comprendió, aun-que demasiado tarde, que ya notenía nada que esperar del Pa-pa. Sabía que, retractándose desus confesiones, ponía en peli-gro su vida y fue llevado a lahoguera incluso antes de quelos tres cardenales, sorprendi-dos por la inesperada reaccióndel Maestre, decidieran lo quedebían hacer.

De nuevo, Felipe IV fue másrápido: tras haberse enteradode lo acontecido y de haberconsultado con sus consejeros,dio la orden a los encargadosde custodiar a los prisioneros,de que prepararan la hoguera.Molay y Charney fueron que-mados esa misma noche, en

una pequeña isla del Sena situada másallá de los jardines de Vert-Galand. A dospasos de las ventanas del Rey.

Indudablemente, no era la primera vezque el Rey daba muestra de su cinismoy desprecio por el Derecho. Todo el ca-so está marcado por actos de fuerza, quecasi siempre obligaron al Papa a adap-tarse a las decisiones tomadas en París.Baste observar lo que pasó después deque el pontífice decidió, en el veranode 1308, quitar todo el asunto de lasmanos del Rey y del inquisidor, para

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LOS TEMPLARIOS, A LA HOGUERA. LA ÚLTIMA BATALLALOS SOLDADOS DE DIOS

París, se envía a lahoguera a 54 templarios.1311. 5 de junio:terminan lasinvestigaciones de lascomisiones; los verbalesson enviados al Pontífice.16 de octubre: empiezael Concilio de Vienne, enel cual se reabre eldebate el debate sobre eldestino de la orden.1312. 22 de marzo: conla bula Vox in Excelso, elpapa Clemente V decretala supresión de la ordendel Temple.

2 de mayo, con la bulaAd providam, se decretael traslado de los bienesde la orden a loshospitalarios.1313. 22 de diciembre:se constituye unaespecífica comisiónpontificia encargada deproceder contra cuatrodignatarios de la orden,detenidos en París, entrelos que se encuentra elGran Maestre, Jacquesde Molay1314. 18 de marzo:muerte en la hoguera de

Molay y del Maestre deNormandía, Geoffroy deCharney.1492. Tras la conquistade Granada, los ReyesCatólicos anexionan a laCorona las órdenes deCalatrava, Alcántara ySantiago.1522-23. Loshospitalarios sonexpulsados de Rodas.1530. Los hospitalariosse refugian en Malta.1571. Se termina el granhospital de La Valetta,en Malta.

Los templarios, ante Felipe IV y Clemente V, en una miniaturadel Maestro de Boucicaut, Londres, British Library.

Chastel Blanc (Siria), unafortaleza encomendada alos templarios.

Clemente V, el pontíficeque decretó el fin de laorden del Temple.

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asumir directamente la responsabilidadde las pesquisas.

Con ese propósito, el Papa había ins-tituido dos tipos de comisiones, convo-cado un concilio general, para el veranode 1310, con el objetivo de decidir el fu-turo de la orden y, finalmente, se habíareservado para sí mismo, el juicio de losprincipales dignatarios. Los trabajos delas comisiones empezaron con lentitud,los interrogatorios fueron más o menosrudos según los países, pero, en el con-junto, los comisarios cumplieron hones-tamente su tarea y concedieron a lostemplarios la posibilidad de defender-se. Inmediatamente, los acusados se

aprovecharon de esta actitud y, a partirde febrero de 1310, centenares de tem-plarios llegados de toda Francia se pre-sentaron ante la comisión pontificia deParís para retractarse de sus anterioresconfesiones y lavar la orden de toda acu-sación.

¡El entorno real fue azotado por unaola de pánico. Toda su maraña acusa-toria se tambaleaba! Un instante de pá-nico y, a continuación, una reacción ade-cuada. Sabían que podían contar con latotal complicidad del arzobispo de Sens,de quien dependía la diócesis de París:Felipe de Marigny. Éste era hermanodel célebre Enguerrand de Marigny,

chambelán de Felipe el Hermoso. Bas-taba con sugerirle que condenara a lostemplarios culpables –siempre en virtuddel famoso teorema relapso=hereje– deretractarse ante la comisión pontificia lasculpas anteriormente confesadas anteuna comisión diocesana.

La maniobra era totalmente ilegal, pe-ro el arzobispo no tuvo escrúpulos pa-ra ponerla en marcha. No haciendo ca-so a las protestas de los comisarios pon-tificios, condenó a la hoguera, el 11 demayo de 1310, a 54 templarios, que fue-ron quemados al día siguiente ante losmuros de París, al este de la Puerta deSan Antonio. La comisión pontificia tuvoque suspender sus trabajos: ya no ha-bía nadie dispuesto a declarar a favor delTemple y los templarios o rechazaron ha-blar, o confirmaron sus anteriores con-fesiones. Ya nadie intentó salvar al Tem-ple. Por decisión papal, la orden delTemple se suprimirá, pero sin ser con-denada, en 1312. La mayor parte de lostemplarios pidió perdón y fue liberada;algunos fueron condenados a cadenaperpetua y sólo fueron quemados los po-cos que persistieron en el repudio de susprimeras confesiones.

Las raíces del odioLos templarios no fueron condenados porlas culpas de las que fueron acusados, si-no porque así lo había decidido el rey deFrancia. Las razones de Felipe el Hermo-so son complejas y su interpretación hacambiado con el tiempo. La voluntad deapoderarse de las riquezas del Temple nofue, sin duda, extraña a la maniobra delsoberano. Pero la codicia no fue la razónprincipal y debe subrayarse que el Reyobtuvo pocos beneficios materiales de lasupresión de la orden. En cambio, logrómayor satisfacción –es probablemente ahídonde haya que localizar su principal mo-tivo– al obligar al Papa a anular las ex-comuniones pronunciadas contra Noga-ret y los otros autores del atentado deAnagni. Felipe hubiera deseado tambiénla condena por herejía de Bonifacio VIII,pero en este punto Clemente V no cedió:optó por sacrificar al Temple para salvarla memoria de su antecesor.

Siguiendo a Demurger, puede consi-derarse que el Temple fue la víctima in-directa del gran conflicto que opuso, acaballo del siglo XIV, dos visiónes delmundo, la de la teocracia pontificia, lle-vada a sus extremas consecuencias por

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El Juicio de Dios

Jacques de Molay (1245-1314), caba-llero francés que entró en el Temple en

1265, combatió en numerosas batallas li-bradas en Tierra Santa hasta la derrota delos francos en Siria. En 1291, la orden sereplegó a Chipre, y allí fue elegido GranMaestre en 1299.

Citado el papa Clemente V para prepa-rar una nueva Cruzada –en la que el Papaquería que todas las órdenes acudieran trasuna unificación previa– Molay no se mos-tró muy de acuerdo, temiendo que los tem-plarios quedaran subordinados a los hos-pitalarios y, mientras maduraba la idea, pi-dió al Papa que investigara el origen deciertas calumnias de blasfemia y sodomíaque circulaban contra su orden. Quiso sumala fortuna que cuando Felipe IV ordenóla captura de los templarios de Francia, élse hallara en una de las casas de la orden,por lo que terminó en la cárcel y someti-do a los interrogatorios inquisitoriales te-ledirigidos por el Rey.

El 24 de octubre de 1307, probable-mente bajo tortura, Molay confesó que al-gunas de las acusaciones contra la ordeneran ciertas, pero rechazó la de sodomía.Escribió a todos los templarios de Franciaadmitiendo su confesión, pero cuando elPapa envió a sus propios investigadores,Molay y muchos templarios se retractaron,alegando que habían declarado bajo tortu-ra. Eso supuso que muchos de ellos fue-ran quemados como herejes recalcitrantesEl Rey no se atrevió a quemar a Molay, quehabía apelado al juicio del Papa.

Clemente V pospuso ese asunto y supri-mió la orden en marzo de 1312. El caso de

Molay y de otros altos dirigentes del Tem-ple fue visto por tres cardenales que, el 18de marzo de 1314, les condenaron a cade-na perpetua. Al oír la sentencia, Molay yCharney, Gran Maestre de Normandía, re-chazaron nuevamente su confesión. Los car-denales pospusieron el veredicto final, pe-ro Felipe IV no dio tiempo a decisionesulteriores y ordenó que ambos fueran que-mados en la madrugada siguiente como he-rejes relapsos.

Cuenta la leyenda que Molay, ya en la pi-ra, emplazó al Papa y al Rey ante el jui-cio de Dios en el plazo de un año. Le sobrótiempo: Clemente V falleció un mes mástarde, el 20 de abril, y el Rey enfermó in-mediatamente después de la ejecución delúltimo Gran Maestre, falleciendo el 29 denoviembre del mismo año.

Jacques de Molay, el último Gran Maestrede la orden del Temple, fue condenado ala hoguera, acusado de hereje relapso.

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Bonifacio VIII, y la del Estado moderno,sobre cuya realidad, la Francia de Feli-pe IV hacía los primeros pinitos.

Sobre los delitos que, según sus acu-sadores, habían cometido los templariosse conservan centenares de declaracio-nes de los caballeros, y el trabajo de lascomisiones pontificias y diocesanas pro-porcionan un cuadro de las acusaciones.Todo ello forma parte del arsenal bienconocido de las acusaciones movidas porla Inquisición contra los herejes: rechazode los sacramentos y en particular de laeucaristía, profanación, ritos sacrílegos,reuniones nocturnas, brujería, idolatría.Prácticas y crímenes que muchos de lostemplarios, sometidos a tortura, acabaronpor reconocer que existían en el seno dela orden, aunque raramente confesaronhaber participado en ellos.

¿Todo por la tortura? No sólo. Muchosde los interrogados eran rudos guerre-ros, ajenos a todo conocimiento teológi-co e incapaces de interpretar el signifi-cado de las ceremonias en las que ha-bían participado. Es el caso de la vene-ración rendida a una cierta “cabeza bar-buda” que, probablemente, sólo era unrelicario con la cabeza del fundador dela orden, a la cual se atribuían poderesmilagrosos. Esto termina relacionándosecon la leyenda oriental sobre una cabe-za femenina cuyo dueño se convertía eninvencible a condición de que no la mi-rara a los ojos... Leyenda que muchostemplarios conocían.

Las acusaciones relativas al rito de ad-misión fueron, posiblemente, las que pro-vocaron el mayor escándalo. Casi todoslos templarios aceptaron hablar de esteceremonial, proporcionando pormeno-res que nos permiten hacernos una ideabastante precisa de su contenido, de losfines que pretendía y de los excesos que,a menudo, oscurecieron su significadooriginal. Se trata de rituales no previstospor los estatutos de la orden y sobre losque se exigía secreto.

Después de la ceremonia, el novicio eraconducido a una sala apartada, donde sele sometía a dos pruebas. Se le pedía querenegara de lo que para el novicio re-presentaba el corazón de su fe: la divi-nidad de Cristo y el hecho de que mu-

rió en la cruz para la remisión de los pe-cados. Para ello, se le enseñaba un cru-cifijo sobre el cual tenía que escupir o aveces pisar y sobre el cual incluso debíaorinar, mientras por tres veces repetía lafórmula “Yo reniego de Dios”. Seguía elrito de los “besos impúdicos”: el receptorordenaba al postulante que le besara enla boca, en el ombligo y “en la parte ba-ja de la columna vertebral” o en los ór-ganos genitales. A esto se añadía, a veces,una recomendación sexual: nunca fre-cuentar a las mujeres y, en caso de “ex-citación”, mejor fornicar con los herma-nos que con prostitutas. La homosexuali-dad como remedio al acicate de la carne.

Ritos ambiguosParece que la homosexualidad no fuemás frecuente entre los templarios queentre los miembros de cualquier otra co-munidad masculina. Sobre los restantesrituales, no cabe duda de que muchoscaballeros los consideraban vergonzososo ridículos y preferían delegar en sim-ples cohermanos la tarea de aplicar elprocedimiento previsto por esta espe-cie de código secreto. Pero es un hechoque en Oriente se toleraba o se alentabala continuidad de ritos ambiguos y de losque ninguno de los templarios interro-gados por los inquisidores supo ofreceruna explicación convincente.

Es probable que algunos de aquellosceremoniales hubieran sido concebidospara “comprobar” la capacidad de los no-vicios para obedecer cualquier orden desus superiores. La fuerza de los ejérci-tos se basa en la disciplina y los tem-plarios eran justamente renombrados porla cohesión de su caballería, debida a sudisciplina férrea. No sorprende, por tan-to, la existencia de “pruebas de obe-diencia” que hubieran podido ser másrefinadas y, sobre todo, mejor motivadaspor parte de los superiores.

Se trataba de soldados, la mayoría delas veces “iletrados” y rudos, más acos-tumbrados a los chistes de cuartel que alas discusiones teológicas. Rituales comoél de los “besos impúdicos” eran, pro-bablemente, considerados como simplesactos de camaradería militar, al reparo deindiscretas miradas y no considerados co-mo motivos de escándalo. Al menos has-ta que los consejeros del rey de Franciay sus acólitos de la Inquisición empeza-ron a interesarse por ellos. ■

(TRADUCCIÓN, GIONATA CHATILLARD)

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LOS TEMPLARIOS A LA HOGUERA. LA ÚLTIMA BATALLALOS SOLDADOS DE DIOS

La reforma imposible

Felipe el Hermoso le dio el golpe mor-tal, pero hacía tiempo que la orden no

gozaba de buena salud. Con las otras ór-denes militares, el Temple compartía la res-ponsabilidad de no haber resistido la im-petuosa ofensiva del sultán Baibars que, apartir de 1265, se adueñó de las principa-les fortalezas cristianas en Tierra Santa. Gra-cias a su superioridad militar, pero, tam-bién, gracias a las traiciones, a las divisio-nes internas y a las rivalidades entre órde-nes militares. Todas las órdenes, sin excep-ción, fueron entonces objeto de feroces crí-ticas, que denunciaban la ineficacia, la ava-ricia y la arrogancia de los monjes-soldados.En mayor medida que los demás, el Tem-ple sufrió por el hecho de aparecer infeu-dado al Papado, hasta el punto de haberle

seguido en su cruzada contra Federico II yManfredo, cuando el Hospital se alineabacon el Emperador.

Muchos veían en la unificación de las ór-denes militares, y sobre todo de las más im-portantes, el Temple y el Hospital, la úni-ca solución capaz de restaurar la confianzahacia ellos. El proyecto, debatido pero nopor los padres del Concilio de Lyón de 1274,era particularmente rechazado por los tem-plarios, que temían perder la propia identi-dad en el seno de una más vasta entidad do-minada por los hospitalarios.

El proyecto había recuperado actualidaden 1306 y, para oponerse, el Gran Maestre,Jacques de Molay, se había trasladado, a fi-nales de 1306, de Chipre a Francia. Allí leesperaba una batalla mucho más difícil…

Quema de los templarios, ordenada porFelipe IV de Francia, en un manuscrito delsiglo XIV, Londres, British Library.

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Las infamantes acusaciones deherejía y brujería dirigidas con-tra el Temple durante el proce-so dividieron la opinión públi-

ca de la época y el debate continuó trasla suspensión de la orden, decidida enel Concilio de Vienne, Francia, en 1312.Con todo, el interés hacia los templariosse habría desvanecido –sólo fue una delas muchas órdenes religiosos-militares–,si su trayectoria no hubiera sido puestaen relación con la masonería, la magia,el esoterismo y la superstición.

El inventor de los templarios “brujos”fue un autor alemán del siglo XVI, un talAgrippa de Nettesheim. En su De ocul-ta philosophia, de 1531, colocó a lostemplarios entre los adeptos de la ma-gia negra. Desde entonces, quedan co-nectados templarios, magos agnósticosy herejes bogomiles.

El éxito de esta tesis habría sido limi-tado si no hubiera surgido, en el si-glo XVIII, un nuevo interés hacia lamagia y las órdenes de caballería. Sinembargo, el verdadero acicate del

templarismo fue el nacimiento de la ma-sonería. El origen de la masonería se re-monta a las corporaciones medievales delos albañiles, que habrían heredado la an-tigua sabiduría de los constructores delTemplo de Salomón. Sólo posteriormen-te, hacia 1760, se difundió en ambientesmasónicos de Alemania la leyenda deque la masonería había estado asociadacon el Temple. Algunos caballeros quepudieron escapar al proceso y la cárcelhabrían huido a Escocia, donde más tar-de habrían fundado la masonería.

Después de la Revolución Francesa,tuvo también gran repercusión la teoríade una gigantesca conspiración univer-sal, de la que serían parte los antiguosmaniqueos, herejes medievales comobogomilos, cátaros y albigenses, la sec-ta oriental de los asesinos, los templa-rios y los masones jacobinos. Una nue-va Orden del Temple fue fundada en1805, en Francia, bajo el impulso delmédico Fabré-Palaprat, que falsificó coneste objetivo un documento templariode 1324.

El documento, atribuido a un tal John-Mark Larmenius (quizás El Armenio),sucesor del Gran Maestre Jacques de

Molay, contenía también una lista ficti-cia de los sucesivos grandes maestresde la orden.

El misterio del BaphometAlgunos años después, en 1818, salióuna obra cuyo contenido tendría unagran influencia sobre el mito templario.Según la obra del orientalista austríacoJoseph von Hammer-Purgstall, El miste-rio del Baphomet revelado, los templa-rios habrían sido ofiditas gnósticos –ren-dían culto a la serpiente– culpables deapostasía, idolatría y lascivia, puesto quehabrían practicado una suerte de cultofálico, demostrado, además, por dos“cofres templarios”, probablemente fal-sos, sobre los cuales estaban pintadasescenas de orgías. Según Hammer, lostemplarios adoraban a una divinidad an-drógina llamada Baphomet o Achar-noth, inspiradora desde una remota an-tigüedad de un culto fálico, cuya cele-bración preveía prácticas orgiásticas. Enrealidad, Baphomet era en el Medievola palabra francesa que traducía el nom-bre de Mahoma.

Especial suerte tuvo el vínculo que,según Hammer, había existido entre los

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HUBERT HOUBEN es profesor de HistoriaMedieval, Universidad de Lecce.

CARNE DELEYENDALos anaqueles de las librerías están saturados deobras sobre magia, esoterismo, masonería ysupersticiones relacionadas con el Temple.Hubert Houben expone las raíces de esamescolanza, acrecentada en los últimos tiemposporque se ha convertido en un filón de oro editorial

Los templarios y la antología del disparate

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templarios y el Santo Grial. Esta teoríase basaba en la historia de Perceval, unromance medieval, en el que los caba-lleros al servicio del Grial fueron llama-dos Templeisen. Para Hammer, el Grialera un vaso-símbolo del conocimientognóstico, más tarde transmitido por lostemplarios a los masones escoceses. Es-tas ideas sobre el Temple como guardiánde ocultos conocimientos mágicos hanestimulado hasta hoy la fantasía de au-tores de textos esotéricos.

Oro puroEl gran público adora y devora libros so-bre un falso Medievo, fruto de la fanta-sía de escritores a menudo poco prepa-rados y, a veces, nada serios. Esto valeparticularmente para el tema templario,

sobre el cual han aparecido centenaresde publicaciones en la última década,alguna de las cuales ha sido coronadapor un gran éxito, sobre todo en Esta-dos Unidos. En estos libros de fácil lec-tura se mezclan las historias más inve-rosímiles, que siempre son las que másfascinan. El lector común, que proba-blemente en el colegio se aburrió du-rante las clases de Historia, se sienteatraído por la idea de que las cosas qui-zás ocurrieron de forma diferente a loque decía el libro escolar. Una historiasecreta, trufada con elementos de magiay esoterismo, siempre se vende y, ca-sualmente no hay ninguno en el que fal-ten los templarios, como escribió Um-berto Eco en El péndulo de Foucault(1988), que se burla de este fenómeno.

Pero, ¿cuál es el secreto del extraor-dinario éxito de esta clase de libros? Ecopone la respuesta en la boca de un as-tuto y ficticio editor: “Es un filón de oro,constituye un deber cultural, en estostiempos tan oscuros, ofrecer algo de fe,un atisbo de lo sobrenatural…”. Parececomo si Eco hubiera previsto el fenó-meno del extraordinario éxito de El có-digo da Vinci, de Dan Brown.

La última “revelación”La última maravilla de ciencia ficción so-bre los templarios es obra de un auto-didacta norteamericano que, en su pá-gina web, se define como el real life In-diana Jones. Se trata de David HatcherChildress, autor de una serie de best-sellers sobre civilizaciones y ciudades

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LOS SOLDADOS DE DIOS

Tapiz conemblemasmasónicos, delsiglo XVIII, Milán,Archivo Municipal. En la página opuesta,representación del ídoloBaphomet.

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desaparecidas, pero también sobre losovnis, que, para él, podrían provenir dela Atlántida o de la antigua India. En2003, publicó en Estados Unidos La flo-ta perdida de los templarios. Su argu-mento es que éstos obtuvieron de la sec-ta de los Asesinos conocimientos esoté-ricos y recogieron algunas antiguas pie-zas del templo de Salomón, entre ellas,el Arca de la Alianza. Luego, construye-ron la catedral de Chartres, Francia, “co-mo sacro y simbólico depósito de cono-cimientos similares en sus finalidades alcírculo megalítico de Stonehenge, alTemplo de Salomón y a la Gran Pirámi-de de Giza, en Egipto”.

Conservaron, también, el Santo Grial,entendido no como un vaso o una pie-dra misteriosa, sino como el Sangreal,la Sangre real o santa, es decir, la

descendencia de Jesús, surgida de suunión con María Magdalena. Esta des-cendencia se refugia más tarde con loscátaros en Montségur y, después, en elsantuario catalán de Montserrat, protegi-do por los templarios.

Tras la supresión de la orden, en 1312,la flota templaria se dividió en cuatropartes: primero, la de Jolly Roger, es de-cir, el rey normando Roger II de Sicilia,quien habría sido un templario quetransformó la cruz roja del emblematemplario en la bandera negra de los pi-ratas con la calavera y los huesos cru-zados; la segunda parte es la del Reinode Portugal, cuyo nombre procedería de“Port-O-Grial”, es decir, Puerto del Grial,donde los templarios se transforman enla Orden de los Caballeros de Cristo;de la tercera parte, nacen directamente

los piratas que conducen una secretaguerra naval contra la Iglesia de Roma ysus países aliados; finalmente, la cuartaparte de lo flota se refugia entre los es-coceses, a los que los templarios ayudana librarse de la opresión de Inglaterray del Papa, fundando la masonería. Porfantasear, que no quede...

Todo valeGracias a precisos mapas náuticos, pro-cedentes de mapamundis realizados ha-ce diez mil años ¡con la ayuda de la ae-rofotografía!, las flotas templarias llega-ron a América mucho antes que Cristó-bal Colón: Henry Sinclair, Gran Maes-tre de los Templarios escoceses, habríallegado a Canadá en 1389, a la regiónque después tomaría el nombre de Nue-va Escocia. ¡Evidente!

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El Santo Grial

Grial es una palabra céltica que indicacontenedor: un plato hondo o una gran

copa. Un significado particular fue atribui-do a este término en un romance caballeres-co de finales del siglo XII: el Perceval, deChrétien de Troyes, en el que se describela educación iniciático-caballeresca de un

joven galés. La escena central del romance esla Procesión del Grial en el castillo del mis-terioso Rey Pescador. El Grial es aquí unacopa revestida de oro y de gemas, que con-tiene una hostia suficientemente grande co-mo para nutrir al rey, castigado por una mis-teriosa enfermedad.

A partir del siglo XIII, el Grial apareceasociado, a menudo, con la Eucaristía. Segúnunas leyendas, era el plato en el que Jesúshabría comido el cordero pascual; segúnotras, la copa en la que habría bendecido elvino durante la Última Cena. Otros preten-dieron que fuera la copa en la que José deArimatea recogió algunas gotas de la sangrede Jesús, cuando agonizaba en la Cruz. Fi-nalmente, la historia del Grial fue relacio-nada con la leyenda del Rey Arturo y los Ca-balleros de la Mesa Redonda.

Fue un poeta alemán, Wolfram von Es-chenbach, quien introdujo, a comienzos delsiglo XIII, en su romance Parzifal (Percevalo Parsifal), inspirado en la obra de Chrétiende Troyes, una importante variación: el Grialque procedía de Oriente ya no era una copa,sino una piedra, y sus guardianes eran mis-teriosos caballeros llamados Templeisen, o seauna especie de templarios. Todas estas le-yendas fueron luego reunidas en una especiede best-seller medieval, el Lancelot Grial.

El mito del Grial fue resucitado por elromanticismo y confluyó después en ela-boraciones esotéricas y de carácter oculto.Nació así la leyenda moderna según la cualel Santo Grial significaba Sangreal: Jesús sehabría casado con María Magdalena y te-nido con ella un hijo. Esta nueva “Sagra-da Familia” se habría refugiado en Francia,donde su línea de sangre habría continua-do, originando la dinastía de los reyes me-rovingios.

Galahad y el Santo Grial, mural de Edwin Austin Abbey para la Biblioteca Pública deBoston. El mito del grial fue resucitado por el romanticismo en el siglo XIX.

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Para asegurar un refugio al SantoGrial, se fundó como Nueva Jerusalén laciudad de Montreal, cuyo nombre ha-ce referencia al Sangreal, es decir, al cá-liz de la Última Cena También Cristó-bal Colón fue, en realidad, “un agentesecreto del Temple”: realmente era unmarinero español de origen judío quesustituyó su nombre original por el fal-so nombre del Colombo genovés.

Y hay más: la mayor parte de los pa-dres fundadores de Estados Unidos erantemplarios convertidos en masones derito escocés. Ellos fueron los verdaderosartífices de la nueva nación norteame-ricana, “independiente, lejana y libre delyugo de los soberanos europeos y de lainfluencia del Vaticano”. Lástima que to-do el castillo construido por HatcherChildress se base en las arenas move-dizas de textos absolutamente infunda-dos. La fantasía del Sangreal, por ejem-plo, proviene de los libros de Gérard deSède (Les Templiers sont parmi nous,1962; L’or de Rennes, 1967), que se hantomado en serio las historias absurdasde Berenger Saunière (1852-1917), cu-ra de Rennes-le-Château, al pie de losPirineos orientales, conocido falsificadorde construcciones medievales esotéricas,entre los que figura una fantástica Torrede Magdala.

La crónica de ZenoUn papel central en las historias de lospresuntos viajes templarios al otro ladodel Atlántico lo desempeña la llamadaCrónica de Zeno, que habría sido re-dactada en 1380 por el veneciano

Antonio Zeno que, junto con su her-mano Nicolò, habría indicado el cami-no a Henry Sinclair –el pretendido des-cubridor de Canadá–. Se trata de unafalsificación completa, utilizada por pri-mera vez, según parece, por el norte-americano Frederick Pohl en su Atlan-tic Crossing before Columbus (1961) y,luego, por el escritor canadiense Mi-chael Bradley, para su The Holy GrailAcross the Atlantic (1988). Estos dos au-tores han escrito otros libros similares.

En esta mina de oro, sin embargo, haaparecido hace pocos años la veta másrica: en el pasado no ha habido nadacomparable a El Código Da Vinci, del

americano Dan Brown, que ha vendido17 millones de ejemplares y ha sido tra-ducido a más de 40 idiomas. Los críticosse están interrogando sobre el enormeéxito de este texto. Al margen de que es-té escrito de forma fascinante y con con-tinuos golpes de escena que mantienenvivo el suspense, los lectores son obvia-mente atraídos por una historia que des-monta por completo todo lo que muchosde ellos consideran como hechos in-cuestionables. Como se pueden suponer,la obra bebe de todo el repertorio ante-rior, no hay un dato históricamente fiabley en ella –¿a que no lo adivinan?– los tem-plarios juegan un papel primordial. ■

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LOS TEMPLARIOS Y LA ANTOLOGÍA DEL DISPARATELOS SOLDADOS DE DIOS

El infierno, en una representación del Codex Aureus Epternacensis (hacia 1030). La leyenda asocia a los templarios con cultos demoníacos.

Los secretos de Rosslyn

Atracciones de notable interés turís-tico de Escocia son el cementerio

templario y la capilla del Castillo deRosslyn, considerados como “la síntesis ar-quitectónica de la masonería”. En la man-sión del siglo XV de la familia Sinclair, lostemplarios habrían conservado concreta ysimbólicamente, sus secretos esotéricos, se-gún sostiene el actual dueño del castillo,Andrew Sinclair.

A los turistas se les muestran algunas es-culturas de la capilla, que reproducen plan-tas típicas de América, como el maíz y eláloe, como pruebas del secreto viaje tran-soceánico antecolombino de Henry Sinclair.También se cuenta a los crédulos visitan-tes que la historia oficial se habría olvida-do de que un miembro de la familia

Sinclair, el general norteamericano ArthurSinclair, de estirpe templaria, habría sido elséptimo presidente de los Estados Unidos¡antes de George Washington! ¡Vaya cara!

A la fama del castillo escocés han con-tribuido algunos recientes libros, que sos-tienen que en los cimientos de la capilla deRosslyn fueron escondidos los rollos de lacomunidad de Qumrán, en el Mar Muerto,posteriormente descubiertos por los tem-plarios. Estos manuscritos habrían conte-nido, entre otras cosas, una representaciónde la Jerusalén Celeste con los símbolos ma-sónicos de la escuadra y el compás. Además,la cabeza con una herida en la sien izquier-da esculpida en el portal occidental de la ca-pilla representaría a Hiram, el arquitectodel Templo de Salomón... ¡Tela!

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Los cruzados vistos por los árabes

Durante el siglo XI, V de laHégira, la reacción de la cris-tiandad contra la expansiónmusulmana comenzó a pro-

ducir efectos muy notables, con con-quistas decisivas, logros militares, eco-nómicos y técnicos y rearmes ideológi-cos. Las Cruzadas en Oriente fueron unode los episodios culminantes de estareacción, que había invertido casi cuatrocenturias en desarrollarse y marcar, al fin,el enorme viraje: desde la preponderan-cia musulmana de la Alta Edad Mediahasta la europea, a partir del siglo XII.

Aparte del paralelismo que puede es-tablecerse en los éxitos de la acometidade la cristiandad, tanto en tierras musul-manas de Occidente (al-Andalus y Sici-lia) como de Oriente (en los dos siglosdel dominio cruzado), hay que señalar,por lo que a la historia del Islam se re-fiere, que ambos espacios seguían de-rroteros políticos diferentes y sólo algu-nas peticiones de ayuda se cruzaban en-tre sus apartadas potencias, con escasaefectividad práctica.

Antes de la avalancha de los cruzados,los árabes orientales carecían de referen-cias directas sobre Europa y sobre los cris-tianos europeos, con excepción de las ob-tenidas in situ a través de los peregrinos

a los Santos Lugares, y poco más, puesalgunos textos y testimonios árabes oc-cidentales, especialmente andalusíes, síhabían transmitido indirectamente algu-nas referencias. Pero la cristiandad eu-ropea –distinta de sus vecinos bizantinosy de los cristianos orientales que vivíanen tierras del Islam– se les vino encimade pronto, sin que los textos árabes me-dievales de Oriente poseyeran suficien-te perspectiva, y así no parecen captar elímpetu ideológico ni los motivos con-cretos de aquellos ataques presentadoscomo Cruzadas.

Es interesante que alguna crónica ára-be, como la de Ibn al-Athir (1160-1233),sobre el cual volveremos más adelante,al relatar la toma de Antioquía, en 1198,indique que los ataques de los “francos”contra tierras islámicas se habían inicia-do con su conquista de Toledo, en 1085,y de Sicilia, en 1091.

En al-Andalus sí llegaron a recogersepor escrito, en árabe, algunas manifesta-ciones cristianas sobre la ideología de re-conquista, pero los textos árabes orien-tales de la Edad Media no captaron quelas Cruzadas fueran una reacción tardíaa la expansión musulmana, ni que tu-vieran un ideal defensivo de la cristian-dad. Así, ninguna connotación religiosaaparece en la denominación árabe me-dieval de los cruzados, a quienes llama-ron genéricamente francos (faranch;ifranch), ni en la denominación árabe

La llegada de los cruzados conmocionó elPróximo Oriente. María Jesús Vigueraseñala la sorpresa de los musulmanes, sudesunión ante el peligro, el miedo provocadopor la violencia, el temor ante la incesantellegada de refuerzos, la alegría por lareacción islámica y las victorias de Saladino

MARÍA JESÚS VIGUERA MOLINS es catedráticade Estudios Árabes e Islámicos,Universidad Complutense, Madrid.

CASTIGO DE DIOSLos templarios ante laspuertas de Jerusalén, en unaminiatura del siglo XIV,París, Biblioteca Nacional.Al principio, losmusulmanes no sabíaninterpretar el impulsoideológico de las Cruzadas.

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medieval de aquellas invasiones, a lasque sólo modernamente se designa co-mo guerras cruzadas (al-hurub al-sali-biyya), por mero calco en árabe actualde su apelativo en lenguas europeas.

Los textos árabes medievales percibie-ron los diversos intereses políticos y eco-nómicos puestos en juego, especialmen-te sobre el escenario mediterráneo y elcontrol de las rutas, como también la di-versidad de origen y de rasgos de losimplicados y sus categorías –patriarcas,maestres, monjes, hospitalarios, tem-plarios, reyes, príncipes, marqueses,condes, barones, caballeros– e, in-cluso, captan su organización feu-dal, arabizando la denominación

de alguna institución, como vasallo, queen árabe pasó a decirse mafsul.

En representación de los numerosostextos árabes existentes sobre las Cruza-das, recorreremos ahora los de dos cro-nistas que vivieron gran parte de lo quehistoriaron y que además se suceden

cronológicamente, las expresivas me-morias de un protagonista sirio y el re-lato de un viajero llegado a esos esce-narios desde el Occidente mediterráneo.

El damasceno Ibn al-Qalanisi (1073-1160) fue testigo de los acontecimientosiniciales, cuya historia narró, con viveza

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LOS SOLDADOS DE DIOS

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y muchos detalles, en su Dayl ta'rij Di-maxq (“Apéndice a la Historia de Da-masco”). La crónica va recorriendo lossucesivos episodios, desencadenados porlas primeras apariciones cruzadas en AsiaMenor, sobre todo a partir de 1097, conejércitos numerosos y organizados; lasresistencias vanas de Kilij Arslan; las pri-meras grandes derrotas de los selyuquíes,cuya mortandad el cronista no oculta:“los francos descuartizaron al ejército tur-co”; las matanzas que provocan “un au-téntico pánico; creciendo el espanto y laalarma”. Los cruzados asoman por el nor-te de Siria y siguen sembrando la muer-te, incluso entre los no musulmanes,pues cuando llegan a Jerusalén “los ju-díos fueron reunidos en su sinagoga ylos francos los quemaron vivos”; y tam-bién entre los cristianos orientales.

Ibn al-Qalanisi identifica a los cruzados

más significados, pero, en ocasiones,desconoce o prefiere desconocer a otros,con lo cual quiere dar la impresión de sucantidad e incesante flujo. Así, denomi-na como “cierto rey de los francos” al no-ruego Sigurd, aunque supiera perfecta-mente que “llegó por mar, con más de60 naves llenas de guerreros para reali-zar la Peregrinación (a Jerusalén) y com-batir en tierras del Islam”.

Este cronista procura reflejar la congojaante las llegadas masivas de francos. An-te la Segunda Cruzada, dirigida por Con-rado de Alemania y Luis VII de Francia,anota atemorizado que “los reyes fran-cos llegan de sus países para atacar tie-rras del Islam. Habían dejado vacíos suspaíses.... decíase que alcanzaban un mi-llón de infantes y jinetes”.

En otro lugar, acusa la inacción de lasautoridades musulmanas y la hipocresía

del califato de Bagdad y de otros emiresante las súplicas de muchos súbditosque, encabezados por sus cadíes, pre-dicadores, ascetas e imames, les implo-raban que actuasen y les defendieran.Y celebra, eufórico, el comienzo de lareacción musulmana y las primeras vic-torias, como la de Ilghazi, señor de Ale-po, contra los francos de Antioquía en1119: “¡Ningún triunfo igual fue otorga-do al Islam en los años pasados!"

Temor y desuniónOtro gran cronista de las Cruzadas, se-guramente el más perspicaz y mejor in-formado, fue Ibn al-Athir (1160-1233), deMosul, donde residió gran parte de su vi-da, aunque también vivió en Bagdad,Damasco y Alepo, es decir, en los esce-narios más implicados. Y, además, a par-tir de 1188, formó parte del ejército deSaladino. Escribió varias obras, entre ellasal-Kamil fi-l-tarij (La historia perfecta),considerada una de las fuentes princi-pales sobre el período y, de modo es-pecial, en lo que se refiere a Saladino ya la política interior de los francos, comocuando analiza el efecto de la corona-ción de Guido de Lusiñán como rey deChipre y de Jerusalén.

Se interesó, con frecuencia, por la si-tuación de los cristianos orientales, asen-tados allí desde antes de la expansiónmusulmana y demográficamente im-portantes en los territorios sirio-pales-tino-libaneses en que se desarrollaron lasCruzadas. En sus apuntes, las diversascomunidades cristianas –de rito griego,

El Qala’at Marqab, en Siria, era una fortaleza musulmana del siglo XI que fue renovada en1168 por los hospitalarios. Tan inexpugnable era que Saladino, en 1188, eludió ponerle cerco.

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Textos fundamentales

Varios tipos de textos árabes menciona-ron sucesos ocurridos en Oriente Pró-

ximo en torno a las Cruzadas. El análisis deestas obras fue magistralmente establecido,sobre todo, por Claude Cahen, en su librode 1940 La Syrie du Nord à l'époque des Croi-sades. Muchos de esos textos, aunque con se-lecciones y versiones discutibles, fueron reu-nidos en los cinco volúmenes dedicados a loshistoriadores orientales que forman parte de laantología titulada Recueil des Historiens des Croi-sades. Es muy útil la antología de FrancescoGabrieli, Storici arabi delle crociate, de 1957(numerosas ediciones y traducciones al inglésy francés). Hay que recordar el interesante re-paso de Amin Maalouf (1985, muy reeditado

y traducido) : Las Cruzadas vistas por los ára-bes, donde selecciona un mosaico represen-tativo de textos árabes, sobre los que extrac-ta el desarrollo de los sucesos, culminados ensu epílogo por una perspectiva de lo que hoysigue significando aquel encuentro de Occi-dente y el Islam, aspecto cuyo análisis me-rece un estudio entero, y sobre el que Maa-louf apunta, ejemplificándolo con algunos ca-sos, que “el mundo árabe no puede dejar deconsiderar las Cruzadas como un mero epi-sodio de un pasado concluido”.

Obras mencionadas en el artículo:Ibn al-Qalanisi: De Dayl ta'rij Dimaxq

(“Apéndice a la Historia de Damasco”), delque existe una traducción por H.A.R. Gibb:

The Damascus Chronicle of the Crusades (Lon-dres, 1932, con reediciones posteriores).

Ibn al-Athir: al-Kamil fi-l-tarij (especie deHistoria Universal traducida como La his-toria perfecta), editada por C. J. Tornberg, en13 volúmenes).

Usama ben Munqid: Libro de las experien-cias. El texto de esta excepcional autobio-grafía se ha conservado, como un prodigio,en un único manuscrito árabe, guardado enla biblioteca de El Escorial; editado y tradu-cido en varias ocasiones, sobre él puede leer-se la versión de Mercè Comes (1999).

Ibn Yubay: Viaje. Ha sido editado y tra-ducido varias veces, la más reciente al españolpor M. Comes: Dos viajeros musulmanes (1999).

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georgianos, armenios, maronitas, nesto-rianos, jacobitas, coptos, siríacos...– apa-recen casi siempre entre la espada y lapared, despreciados por los occidentalesy sospechosos para ambos bandos deconnivencias con el enemigo... Así, cuan-do los cruzados avanzan contra Antio-quía, el emir Yaghi Siyan obligó a loscristianos a limpiar los fosos: “Les hizotrabajar hasta el atardecer, y cuando qui-sieron volver a entrar, se lo impidió di-ciendo: ‘Antioquía es vuestra, pero de-béis dejármela hasta que resuelva el pro-blema con los francos’; ellos le pregun-taron: ‘¿Quién protegerá a nuestros hijosy mujeres?’; el emir les respondió: ‘Yo loharé por vosotros’, y lo hizo, no permi-tiendo que se les tocara ni un cabello”.

Pero Antioquía cayó en poder de loscruzados en 1098, que pasaron a cuchi-llo a sus habitantes. Lo mismo pasó enMaarra. Tanto Ibn al-Athir como las de-más fuentes resaltan la brutalidad de losfrancos, en el terror que suscita el avan-ce de aquellos guerreros de la Cruz.

Los francos irrumpieron en tierras delos fatimíes –cuyo califa acababa de arre-batar Jerusalén a los turcos– y conquis-taron la ciudad santa, en julio de 1099.Ibn al-Athir resalta que “los francos ma-sacraron a los musulmanes durante unasemana”. El terror que provocan, unidoa la desunión musulmana, hace que laspoblaciones huyan. Ese cronista halla enesos dos aspectos, temor y desunión, elorigen de las derrotas: “Nada más ver alenemigo, las gentes de Emesa escapa-ron; lo mismo hicieron los de Damas-co. Sólo quedaron los de Trípoli y, al ad-vertirlo, Saint-Gilles les atacó con sus 200soldados, les venció y mató a siete mil”.

Reacción musulmanaEl desastre islámico es visto por Ibn al-Athir como consecuencia de las quere-llas internas de los musulmanes, “causade que los francos se hayan apoderadodel territorio”; pero el cronista se pre-gunta por las razones de la invasión cru-zada y, curiosamente, la restringe al pro-yecto de Balduino, a quien llama al-Bar-duwil, y a quien destaca entre todos losjefes francos, pues no en vano se pro-clamó rey de Jerusalén, organizó lo con-quistado y lo amplió.

El cronista trasmite la angustia crea-da por la llegada de sucesivas oleadasde refuerzos francos llegados por mar,la incógnita de cuántos más llegarían,

temiéndose “que fueran a ocupar toda Si-ria, pero Dios se compadeció de los mu-sulmanes” y comenzó su reacción. Gra-cias, en primer lugar, al “don de los mu-sulmanes”, Zanki, gobernador de Mosuly Alepo, que recuperó Edesa en 1144, ya su hijo y sucesor, el gran Nur al-Din,unificador de Siria, al que el cronista de-dica los mejores elogios, pues todo em-pieza a arreglarse con su gobierno, quedura 28 años, aunque, a partir de 1148,debió hacer frente a la Segunda Cruzada.

Había transcurrido medio siglo desdela primera y quienes llegaron entoncesy se quedaron, y sus descendientes, yaeran considerados francos de Siria, di-ferenciados por Ibn al-Athir de los fran-cos extranjeros, que ahora y en cruzadassucesivas siguieron llegando. Algunos deaquellos francos de Siria no sólo habla-ban árabe, sino que lo leían, como elconde de Trípoli, Raimundo III, muy ala-bado por Ibn al-Athir, no sólo por su afi-ción a la cultura árabe, sino también por-que fue aliado de Saladino.

El caudillo musulmán merece las ala-banzas del cronista porque, entre otrasacciones, supo aprovechar las disen-siones internas de los francos, cuyos

orígenes y diversas categorías distinguebien; por ejemplo, observa que los ale-manes (al-alman) son “especialmente te-naces”.

Condena con indignación las querellasinternas de los musulmanes, el asesina-to de personajes clave y pone en bocade los francos el desprecio que esto lessuscita. A Balduino le hace decir, ante elasesinato, en 1119, del gobernador deMosul, Togtekin, en una mezquita:“Quienes matan a su jefe en la casa desu Dios merecen ser exterminados”.

A Saladino (1138-1193), que llega aproclamarse “rey de Egipto y de Siria”, lepresenta como un dechado de virtudes ysólo se permite algún reparo, aunque alfinal también tenga un efecto laudatorio,como cuando, para destacar aún mas suvictoria en Hattin y la reconquista de Je-rusalén, en 1187, recuerda que –según subiógrafo Baha al-Din– a su muerte, enla Hacienda pública sólo quedaba “un lin-gote de oro de Tiro y 47 dirhames”.

Usama ben Munqid (1095-1188) fueun emir sirio cuya familia tuvo enco-mendado el enclave de Xayzar, al nortede Siria, donde ocupaba diversos altoscargos, lo cual le puso en el eje de las re-

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LOS CRUZADOS VISTOS POR LOS ÁRABESLOS SOLDADOS DE DIOS

Combate entre musulmanes y cristianos, en una miniatura del siglo XV. Las crónicas árabestraducen la angustia ante la llegada de los cruzados, Londres, Museo Británico.

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laciones con los francos. A partir de 1138,fue embajador del señor de Damasco,Muin al-Din, ante los cruzados de Jeru-salén. Su testimonio sobre el primer si-glo cruzado y sobre los diversos tipos defrancos resulta muy valioso.

Usama había nacido poco antes del co-mienzo de los primeros desastres al nor-te de Siria, residió en la zona y frecuen-tó a los protagonistas. Por tanto, hablade lo que conoce y es capaz de entraren análisis y matices. Con naturalidad,retrata el abigarrado mosaico humano dela zona, las desuniones políticas de losmusulmanes –turcos selyuquíes, fatimíes,abbasíes y señores locales– los diferen-tes grupos de cristianos, judíos, musul-manes –estos últimos subdivididos no só-lo por entidades políticas, sino religiosas:sunníes, chiíes, ismailíes o asesinos– yétnicas –árabes, turcos y kurdos.

En sus Memorias, la interferencia re-ligiosa se personaliza y adquiere una di-mensión flexible. Usama constata que “laestupidez de los francos culmina cuan-do se trata de asuntos relacionados conla religión. “Me hallaba un día con Muinal-Din Anur, en Jerusalén, y al llegar a laMezquita de la Roca, un franco se acer-có a decirle: ‘¿Quieres ver a Dios niño?’,mostrándonos una imagen de María conJesucristo –bendígale Dios– niño, sen-tado sobre sus rodillas. ‘He aquí a Diosniño’, dijo extasiado nuestro guía. No-sotros, felizmente, sabemos que la ma-

jestad del Altísimo se burla de todo loque puedan decir los impíos. Mis amigoslos templarios, debo confesarlo, eran deun tipo completamente diferente.... deviaje en Jerusalén, marché a su GranMezquita, a cuyo costado había un pe-queño oratorio que los Francos habíanconvertido en iglesia; siempre que yo ibaa la Mezquita, los templarios me dejabanrezar en este oratorio”.

La percepción así se aproxima y hu-maniza: “Estos Francos que me hanacompañado, de cerca o de lejos, a lolargo de mi vida, ¿cómo debo conside-rarles, hoy ya cerca de mi muerte? Diosnos los ha enviado, seguro, como unaprueba, para recordarnos nuestras faltas,empezando por la peor, nuestras disen-

siones... Al principio, yo me pregunta-ba a menudo si ellos irían pareciéndo-se poco a poco a nosotros, pudiendocreer, a través de algunos de ellos, en talmilagro: no tanto que abrazaran nues-tra fe, pero al menos que, permanecien-do cristianos, aprendieran nuestra len-gua y compartieran, como los cristianosde nuestra tierras, la vida con sus her-manos musulmanes. Pero los Francos, ensu conjunto, no han querido ni una co-sa ni otra (...). Tantas diferencias, a me-nudo chocantes, no se atenuaron con losaños”, concluye Usama.

Un andalusí en las CruzadasEl andalusí Ibn Yubayr (Valencia, 1145-Alejandría, 1217), puso por escrito los re-cuerdos de su primer viaje a Oriente, en-tre 1183 y 1185, cruzando el Mediterrá-neo y volviendo a surcarlo, entre 1189y 1191, y aún realizó un tercer viaje deida, ya sin retorno. Su Viaje ha sido edi-tado y traducido en varias ocasiones, lamás reciente al español por M. Comes:Dos viajeros musulmanes, en 1999.

Sus constataciones son muy ricas y va-riadas, por ejemplo sobre la proximidaddel peligro: “El mencionado monte delLíbano es la frontera entre el territorio delos musulmanes y el de los francos, por-que detrás están Antioquía, Latakia yotras ciudades. ¡Quiera Dios devolverlasa los musulmanes! En la ladera del mon-te hay una fortaleza llamada Hisn al-

Akrad (“Fortaleza de los Kurdos”); per-tenece a los francos y desde ella hacenincursiones sobre Hama y Hims (Edesa),que la tienen al alcance de la vista”.

Se extiende sobre las divisiones entrelos musulmanes, como al describir Da-masco: “En esta ciudad los chiíes tienenmuchísima influencia y son más nume-rosos que los sunníes. Han difundido porla ciudad sus doctrinas y se dividen envarias sectas: los rafidíes, los imamíes ylos zaydíes, los ismailíes y los nusayríes.También están los gurabíes... Son tan nu-merosas estas sectas que sería difícil enu-merarlas. Dios los ha extraviado y, porellos, a muchas de sus criaturas”.

No escatima los elogios a los sultanesbeneficiosos, como Nur al-Din, a quien

“sucedió en el cargo Saladino, cuya vir-tuosa trayectoria es bien conocida y suimportancia entre los reyes es grande”.Interesan también sus observaciones so-bre cómo, pese a las guerras, la activi-dad comercial sigue: “La gente de gue-rra se ocupa de su guerra y los demásgozan de bienestar. Lo mismo en las gue-rras civiles entre los emires y reyes mu-sulmanes: no afectan ni a los súbditos nia los mercaderes; la seguridad no lesabandona en ninguna circunstancia, tan-to en la paz como en la guerra”. Cruza-dos y musulmanes vivían como fronteri-zos, en alerta, como en al-Andalus.

Lo mismo que para la historiografíay las mentalidades europeas, tambiénpara los árabes medievales, las Cruzadasfueron un episodio muy importante yatendido en numerosos textos, algunoscontemporáneos a los acontecimientos,que los reflejaron en la forma vehementey compleja de la que hemos puestoejemplos. Destaca en los textos árabesla capacidad de autocrítica, el incre-mento progresivo de información y aná-lisis de la situación, la consideración ma-tizada de las reacciones musulmanas yel reflejo de los cruzados como enemi-gos de la Fe, eje de descalificaciones so-bre su moralidad, carácter y costumbres,aunque esos mismos textos individua-lizan rasgos y alaban conductas de al-gunos ifranch, además de ensalzar suvalor como atributo general. ■

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Tumba de Saladino, en Damasco. El caudillomusulmán, autoproclamado rey de Egipto ySiria, conquistó Jerusalén en 1187.

“Dios nos ha enviado a los francos comouna prueba para recordarnos nuestrasfaltas, empezando por las disensiones”

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Las Cruzadas: un éxito de

LOS SOLDADOS DE DIOS

La sensación cinematográfica dela primavera es el estreno de lapelícula El reino de los cielos, deldirector inglés Ridley Scott (Gla-

diator, Black Hawk derribado, Blade Run-ner), que versa sobre un episodio de lasCruzadas y cuyo estreno mundial (6 demayo) ha estado rodeado de la polémi-ca. Ya hay reclamaciones en los tribuna-les sobre la paternidad de la idea y unapequeña tormenta intelectual y mediáti-ca sobre el controvertido choque de lasreligiónes. Antes de que la película hu-biera sido vista ya había quien asegura-ba que los musulmanes eran maltratadosy quien, por el contrario, afirmaba que larecreación ambiental magnificaba su to-lerancia y cultura frente al fanatismo yla barbarie que atribuye a los cruzados.El estreno permite que finalmente cadacual haga su propio juicio.

Las Cruzadas constituyen un tema re-currente en la historia del cine. Las ban-deras de la Cruz y la Media Luna, las ba-tallas campales y los asaltos a castillos,la conquista y la reconquista de Jerusa-lén, han sido filmadas por sucesivas ge-neraciones de directores. En los mismosbalbuceos del cine mudo asistimos al na-cimiento del género cruzado. De estaforma, las producciones pioneras seránla Gerusalemme liberata (Italia, 1918),de Enrico Guazzioni, que adapta conlas limitaciones del momento el poema

El estreno de El reino de los cielos constituye la continuidad del cine deCruzadas, en el que Pedro García Martín encuentra más un género deaventuras que una reconstrucción historicista, más una expectativa denegocio que un proyecto con pretensiones ideológicas

PEDRO GARCÍA MARTÍN es profesor titular de Historia Moderna, UniversidadAutónoma de Madrid.

PELÍCULA

Fotograma de El reinode los cielos, de RidleyScott. Cada generación

ha aportado su propiaversión cinematográfica

de las Cruzadas.

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épico de Torquato Tasso, así como el Ri-cardo Corazón de León (EE. UU., 1923),de Chet Withey, que hace lo propio conla novela El talismán, de Walter Scott.

De mayor calado serán las dos obrasmaestras del período de entreguerras.Una, Las Cruzadas (EE. UU., 1935), deCecil B. De Mille, fue creada en el mar-co de la primera edad dorada de Holly-wood, sin reparar en gastos. La otra,el Alexander Nevski (URSS, 1938), de

S. M. Eisenstein, recurre a la música deProkofiev y las épicas secuencias de labatalla del lago Chud, para ensalzar alpueblo ruso, unido en torno a su prín-cipe contra los invasores caballeros teu-tónicos.

La figura legendaria de Ricardo Cora-zón de León tomará el relevo del prota-gonismo de las masas. De ahí que se su-cedan Ivanhoe (EE. UU., 1952), de Ri-chard Torpe; Ricardo Corazón de León

(GB, 1954), de David Butler, y El león eninvierno (GB, 1968), de Anthony Harvey,que son parte del elenco clásico del cinede aventuras en el mundo anglosajón.

Más altibajos arrojan las filmografíasnacionales. Los caballeros de Jerusalén(Alemania, 1955), de Walter Reisch, pa-só sin pena ni gloria por las pantallas,mientras La Jerusalén libertada (Italia-España, 1957), de Carlo Ludovico Bra-gaglia, deformó las historias contenidasen los poemas de Tasso en aras de unsupuesto lucimiento de sus actores.

El retorno del cruzado vencido por eltiempo más que por las armas, hace deEl séptimo sello (Suecia, 1956), de IngmarBergman, una obra maestra del existen-cialismo, un trasunto de los traumas cal-vinistas de su creador. En paralelo a esapartida de ajedrez que el caballero juegacon la muerte, se evidencian las dudasmetafísicas del señor, el escepticismo delescudero, los flagelantes y los cómicosque ven cernirse sobre ellos a la PesteNegra, para, al fin, sucumbir a la danzade la Dama Negra guadaña en mano. Enla línea argumental de Eisenstein, Los ca-balleros teutónicos (Polonia, 1960), deAlexander Ford, basada en una noveladel autor de Quo Vadis, recrea la resis-tencia polaca al gran maestre teutónico.

La visión árabePero faltaba la versión árabe del fenó-meno cruzado y de la creación de los rei-nos latinos en Tierra Santa, como haplanteado el escritor Amin Maalouf en suobra Las Cruzadas vistas por los árabes.Por eso resulta una excepción la pelí-cula Saladino (Egipto, 1967), de AhmadMazar. Es una obra rodada con las mis-mas armas hollywoodienses –cuidadosovestuario, espléndidos exteriores, abun-dancia de extras– y, también, con susmismas rémoras que la envuelven en laparadoja de tocar a las actrices egipciascon los peinados a la moda, maquillar-las con afeites de marca, recortar barbasy bigotes al modo de los galanes inter-nacionales o simular luchas cuerpo acuerpo como en el género del Oeste.

Bajo esta capa anecdótica se ocultabaun proyecto político: el discurso nacio-nalista de Gamal Abdel Nasser. Desde quederrocó al rey Faruk en 1952, defendió alfrente de la república la nacionalizacióndel canal de Suez, la federación panára-be y la alianza con la URSS, lo que le lle-vó a no pocos encontronazos con las po-

FilmografíaGerusalemme liberata (Italia, 1918), EnricoGuazzioni.Ricardo Corazón de León (EE. UU., 1923),Chet Withey.Las Cruzadas (EE. UU., 1935), Cecil B. De Mille.Alexandre Nevski (URSS, 1938), S. M.Eisenstein.Ivanhoe (EE. UU., 1952), dir. RichardTorpe.Ricardo Corazón de León (GB, 1954),David Butler. Los caballeros de Jerusalén (Alemania,1955), Walter Reisch.El séptimo sello (Suecia, 1956), IngmarBergman.La Jerusalén libertada (Italia-España,1957), Carlo Ludovico Bragaglia.Los caballeros teutónicos (Polonia, 1960),Alexander Ford.La armada Brancaleone (Italia, 1965),

Mario Monicelli.Saladino (Egipto, 1967), Ahmad Mazar.Cruzada en la mar (España, 1968), IsidoroM. Ferry.El león en invierno (GB, 1968), AnthonyHarvey,Brancaleone en las Cruzadas (Italia, 1970),Mario Monicelli. Los caballeros de la Mesa Cuadrada y sus locos seguidores (GB, 1974), MontyPython.Marco Polo (Italia, 1983).El nombre de la fe (Bulgaria, 1989),Lyudmil Sataikov.Indiana Jones y la última cruzada (EE.UU., 1989), Steven Spielberg.Jerusalén (Suecia, 1996), Bille August.El reino de los cielos (EE. UU., 2005),Ridley Scott.Soldado de Dios (EE. UU.), enpreparación.

En 1960, Alexander Ford rodó en Polonia Los caballeros teutónicos, con este cartel anunciador.

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tencias occidentales. De ahí el interés porllevar a las pantallas la guerra santa con-tra los francos invasores, como un reme-do presentista, en el que el caudillo ven-cedor que conquista Jerusalén sería Sa-ladino en lugar de un monarca europeo.Sin embargo, el líder del panarabismo viocómo la película se estrenaba al tiempoque su ejército era derrotado por Israel enla Guerra de los Seis Días.

Esta lectura islamista de las Cruzadasapenas aparecerá en la filmografía occi-dental, como en un capítulo de MarcoPolo, serie italiana de televisión, en elque los templarios atacan un poblado denómadas o en El reino de los cielos, conel protagonista que duda de su fe.

Humor, aventura y dramaEn la segunda mitad del siglo XX, el hu-mor invade el género, como en las cin-tas de Mario Monicelli La armada Bran-caleone (Italia, 1965) y Brancaleone enlas Cruzadas (Italia, 1970); también elsarcasmo, como destila la obra Los ca-balleros de la Mesa Cuadrada (GB, 1974),de Monty Python, o la ironía aventureracon que Spielberg rodea a Indiana Jonesy la última cruzada (EE. UU., 1989). Yaunque no desaparecerán los registrosdramáticos en el tratamiento de Cruza-das (El nombre de la fe, de Lyudmil Sa-taikov) y peregrinaciones milenaristas(Jerusalén, de Bille August), será conRidley Scott con quien volvamos al plan-teamiento panorámico, épico y coral queel tema suscitó en el pasado.

Respecto a El reino de los cielos, cabedecir que no habría estado de más queel guionista recordase a los espectadoresque la acción de esta película tiene lugarmucho después de la toma de Jerusalén,en el año 1099, que las Cruzadas fueronocho, que la presencia cristiana en Tie-rra Santa se prolongó durante dos siglosy que los personajes que entrecruzan susvidas en la película deben ser encuadra-dos en el último tercio del siglo XII, cuan-do la reacción de los musulmanes les lle-vará a reconquistar Jerusalén lideradospor Saladino. Luego, nos hallamos en lanoche que precede a la batalla, pero nouna más de las Cruzadas, sino la que li-braron en 1187 tropas islámicas y cris-tianas en las alturas de Hattin, de la quesalieron malparados los cruzados, cuyosdías en Tierra Santa estaban contados.

Era de esperar que el director trufaseeste contexto a base de escaramuzas enel desierto, amoríos entre desiguales ylos valores del bien: honor, justicia y cor-tesía, tal como había hecho en su fil-mografía historicista anterior. Al fin y alcabo, tales licencias líricas y épicas es-tán presentes en el género cruzado des-de el poema de Torquato Tasso hasta lanovela de Walter Scott.

Más complicado es el trasunto ideo-lógico. Desde el momento en que suspersonajes, templarios y musulmanes,evocan el principio de la guerra santay de la yihad, ya ha surgido el enfren-tamiento entre partidarios y detractores.En un extremo, los radicales islamistas

dicen que la película distorsiona la ima-gen del mundo musulmán; en el otro,los radicales occidentales quieren adivi-nar el trasunto de Osama Bin Laden de-trás del perfil de Saladino.

La pasión de unos y otros está con-cediendo una importancia histórica des-medida a la intención de Ridley Scott.Sobre todo, cuando éste ha declaradoque los caballeros que guerrean en lasCruzadas tienen los mismos valores quelos cowboys y que “mejor es vivir en pazque en guerra permanente”. ¿Acaso nohemos reparado en este anacronismo yen este deseo obvio? ¿Es que tales evi-dencias no nos están hablando de un di-rector que lo que ha querido es rodar“una de aventuras” que tenga una bue-na recaudación en taquilla? Muchas ve-ces rodeamos de complejidad lo que noes más que una simpleza ■

LAS CRUZADAS: UN ÉXITO DE PELÍCULALOS SOLDADOS DE DIOS

AYALA, C., Las Cruzadas, Madrid, Sílex, 2004.BECK, A., El fin de los templarios. Un exter-

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PARA SABER MÁS

Las Cruzadas (1935), de Cecil B. De Mille, es la tercera película del género. Carteles de La armada Brancaleone (1965) y El león en invierno (1968).

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