La Balserita Víctor Carvajal Ilustraciones de Carolina Schütte González

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La Balserita Vctor Carvajal Ilustraciones de Carolina Schtte Gonzlez

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Dedicado a Constanza Corbinaud Castaeda.

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Alucinaciones

Tiara soaba con Diego esa madrugada. Ella y su compaero esperaban por una lancha que los 3 trasladara hasta el embarcadero de la Escuela Madre de la Divina Providencia. De pronto, la nia vio ciertos destellos que se desplazaban en medio de la bruma, como pequeos peces fuera del agua, amenazando con regresar de un salto a su mundo submarino. Desde el muelle, ambos miraban en silencio aquel paisaje de ensueo. Diego montaba su esplndida bicicleta, pedaleando de un lado a otro, como si la pasarela de madera no existiera. En medio de la bruma, mecida por las olas, apareci una imponente figura, cuando la neblina comenzaba a dejarle un espacio de cielo al ocano. La nia se estremeci de la cabeza a los pies, como si una brisa glida la dominara, porque crey haber visto a su hermano.

45Tiara se volvi para mirar a Diego a los ojos, porque en ellos se reflejaba mejor el color gris del mar y del cielo. El rostro del muchacho hizo una mueca de asombro y salt como un resorte, perturbado por la repentina reaccin de su compaera. Qu pasa? balbuce. No, nada titube ella. Nos vienen a buscar? pregunt Diego. Tiara permaneci expectante unos segundos ante la sorprendente aparicin que emergi de la nada: mecida por las olas, flotaba la imponente piragua. La nave se acerc. Ocho hombres la tripulaban. Entre ellos se encontraba el abuelo de la nia y Kiko, el hermano mayor de Tiara. Ataviados con finas plumas multicolores, los tripulantes de aquella embarcacin maravillosa detuvieron el acompasado movimiento de los remos a escasos metros de la costa. Tiara busc refugio junto a Diego; temblaba de miedo. Eres una Miru! saludaron. Miembro de nuestra estirpe real.

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Quines son ustedes? pregunt la nia, volvindose a ellos. Son los prncipes Ariki Paka y vienen por ti respondi el anciano. Qu bueno! replic Tiara, sin mayor alegra. Para que nos lleven a la escuela. Navegamos contra el tiempo respondieron apremiados los prncipes. Es largo el viaje hasta las costas del Poike. Y mi papito? insisti la nia. El competir en una prueba muy dura respondi el abuelo. Quiero ir a verlo! Tiara se apresur Kiko, aborda tu pora y rema hasta nuestra embarcacin. Tengo que subirme a la balsa? exclam la nia, al tiempo que miraba a su abuelo y a Diego, mudo de asombro. Eres navegante, igual que nosotros respondieron los prncipes. Mientras la nia intentaba separarse de su amigo para obedecer las instrucciones que reciba, impulsada por la misteriosa voluntad que la

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dominaba, se pregunt si Diego estara dispuesto a ir con ella. Vienes, Diego? insisti. El muchacho dud. El abuelo y Kiko exigieron a la nia que se apurara, que no haba tiempo que perder. No ir sin l respondi Tiara.Que aborde la nave ordenaron los prncipes. Vamos, Diego dijo Tiara. Monta de una vez en tu bici y ven conmigo. Al escuchar que Tiara mencionaba la bicicleta, Diego, vctima de una fuerza misteriosa y con sorprendente habilidad, comenz a desplazarse lentamente por el embarcadero, zigzagueando de un lado a otro, a punto de perder el equilibrio, avanzando hasta el agua. Eran saltos pequeos, con una rueda primero y luego con la otra, logrados al apretar y soltar los frenos. Pareca un caballo desahogando su dicha; una extraa figura de goma que rebotaba sobre el entablado resbaladizo. La nia no haca ms que celebrar la habilidad de su compaero. Tiara contemplaba maravillada la destreza de Diego. Ella corri a los botes, junto a los cuales 8 flotaba su Amiga Yara, la balsa de espuma plstica. Acomod su mochila, desat la amarra y de un salto abord decididamente la dbil embarcacin. Arrodillada en la Y mi papito? pregunt, mientras se abrigaba con su chaleco de lana. Se embarc temprano. Aqu no hay hombre flojo, chica. Y el Kiko? Sali de pesca con su padre, hija. Tiara fue a mirar por la ventana. Para su sorpresa, la bruma se mantena suspendida sobre el mar tal como la viera en su sueo. En el embarcadero le pareci distinguir a Diego, inmvil frente al mar, sosteniendo su bicicleta con ambas manos, como si estuviera dispuesto a lanzarse al agua con ella. Entonces, la nia record el sueo que haba tenido y regres entusiasmadaa la cocina. Verti leche caliente en un jarro enlozado y la endulz con azcar. Se sent a cubrir de margarina una media rebanada de pan amasado recin sacado del horno y apur el desayuno. Mientras beba el resto de leche humeante, fue asaltada por una idea que la hizo temblar de pies a cabeza: tal vez su madre deseaba que esa maana se quedara en la casa, pues era muy arriesgado navegar con tanta niebla. De todos modos, la nia prefera no faltar a clases. En la escuela, al menos, poda deambular por los pasillos, aun cuando nadie la acompaara. Y frente al profesor, siempre exista la posibilidad de alzar la mano y ser tomada en cuenta. Por fortuna, su madre estaba demasiado ocupada en sus quehaceres como para preocuparse de la hija del medio, la que al parecer a nadie importaba. Pero si al menos regresara su padre o su hermano de la pesca... Se sentira reconfortada? Mam, tengo que ir a la escuela rog. Hija respondi despus de un rato la madre, afanada como estaba en el cuidado de sus hijos pequeos, no faltar quien la balsee. Tiara se levant de un salto de la mesa y volvi al cuarto de bao. Cepill con descuido sus dientes, se enjuag la boca con un potente sorbo de agua y termin de limpiarse los labios con un pao de algodn, bordado con delicadas flores rojas y amarillas. Chao, mam! grit desde la puerta. Vyase como pueda, hija respondi la madre. Con su uniforme azul, sali a la bruma de la maana. Saltando como una gaviota, sigui el camino que sealaba la estrecha pasarela. Hasta que descendi por la escalinata de madera que conduca al muelle. Tiara se aproxim a su compaero de escuela y le ofreci la mejilla para aceptar un beso desganado y tibio. De uno de sus bolsillos sac la delgada cuerda para el juego del kai-kai\ su entretencin predilecta, mientras esperaba el bote que los balseara hasta la caleta de la escuela. Anoche so contigo dijo, sonriendo. Qu cosa, Huevito? pregunt Diego, muy serio. Pero Tiara no respondi. Tens el cordel entre sus dedos entumecidos y con los pulgares y los ndices form diversas figuras a medida que cantaba: Kiakia; kiakia; tari rau kumara, i te ehuehu; i te Papuapa. Ya est la Pascuala con sus cosas extraas! coment Diego, en tono de burla. Pascuala! remed Tiara. No le dicen Pascual a tu padre? insisti Diego. Por qu no le dicen Huevito tambin? replic la nia. Porque l no come huevos como t lo hacas cuando eras chica prosigui Diego. En cambio, l viene de Isla de Pascua como toda tu familia. Picado! Por qu? replic Diego. Porque no entiendes mi canto. A quin le importa? Golondrina de mar, golondrina; traes ramitas de camote, en la penumbra y en la suave neblina. Qu bonito! se burl Diego. Como tu bicicleta replic Tiara, muy molesta. Qu tiene mi bici? -Es como el horno elctrico que le trajeron a tu mam de Puerto Cisnes. Picada! De qu sirve? Bueno, pero ya lo usar cuando pongan el nuevo generador de electricidad. Y t? -Qu? Que quieres ser maestra cuando grande! Si tu sueo es andar en bici respondi Tiara, por estas pasarelas donde apenas cabe una persona, yo sueo con ser directora, igual que la ta Emilia. Directora! Puedo rerme un rato? Puedes, pero no me gusta que se ran de m. En ese preciso momento se acerc a ellos la mam de Diego. Por un instante guardaron silencio; a regaadientes hicieron una tregua. En el fondo de sus corazones abrigaban sentimientos de mutua aprobacin. Diego reconoca en Tiara cierta delicadeza y sensibilidad, que la predispona a descubrir la magia de las cosas. Y ella admiraba la tenacidad del ms cercano de sus compaeros, que soaba con ir a la escuela en bicicleta. Pero, cmo lo hara? En Puerto Gala, en la Isla Toto, en el archipilago de Los Chonos, no hay calles para vehculos ni veredas para los peatones. Los nicos medios de transporte motorizado que se conocen son las lanchas y las pangas. Las casas del poblado se apretaban unas con otras, por la falta de espacio. Ms rocas que tierra. Las precarias construcciones se hicieron quitando espacio a la piedra, a punta de pasarelas, plataformas y palafitos. Los moradores deban circular por estrechas veredas de madera que permitan el acceso a cada vivienda. Ms terreno no haba en aquellas rocas. A falta de un sitio amplio, con instalaciones para hacer ejercicios, el hermano de Tiara haba tenido la ocurrencia de utilizar las mismas embarcaciones como plaza de juegos, inventando el modo de trepar a los botes y transformar en columpio las cuerdas tensadas que sujetaban las naves. Me la llevo sugiri la mujer, mientras se apoderaba de la bicicleta, haciendo que su hijo se bajara de ella.

No, mam! rog Diego. Todava no ha venido nadie a buscarnos. Pero se hace tarde! protest la madre, observando atentamente el muro de humedad suspendida sobre el agua y que impeda ver el horizonte ms cercano. Varias embarcaciones menores flotaban junto a las rocas, sin remos ni chumaceras; sin esos implementos era imposible bogar. Y si esos nios hubiesen contado con ellos, sus padres jams les perdonaran maniobrar un bote sin su consentimiento. Tambin estaban las balsas de espuma plstica que ellos utilizaban para jugar. Era el envase que usaban los tripulantes del barco que sola llegar de Puerto Montt a recoger la merluza que pescaban los hombres de la caleta. Esas cajas de plumavit eran llenadas de pescado fresco, conservado con hielo en la bodega del barco. Tiara recordaba cunto haba costado cortar el enorme trozo de espuma plstica, con el cuchillo conseguido por su hermano Kiko en la cocina de la casa. Los dos haban estado una tarde entera junto a las rocas dndole forma de balsa al pedazo de espuma plstica. Luego, con el mismo cuchillo lo ahuecaron, para lograr el mismo espacio interior de un bote. En este caso se trataba de una balsa para divertirse junto a la costa. Despus consiguieron una vara de madera de un metro y medio de largo y le clavaron dos palmetas en los extremos. Kiko hizo una demostracin para que Tiara aprendiera a utilizar el remo y luego se dedic a instruirla con gran paciencia. Haba sido el trabajo de varios das seguidos, en primavera, cuando el tiempo se presenta mucho ms propicio para navegar. Pero no slo la usaron como entretencin. Cierta vez, cuando Kiko era todava muy pequeo para acompaar a su padre en la pesca, ataron la balsa con una cuerda bastante larga, la echaron al agua y la alejaron de la costa con el remo. Haban instalado en ella el volantn manuhakerere del abuelo, con un buen anzuelo y una carnada que la propia Tiara haba conseguido para la ocasin. Siguiendo la costumbre, Kiko at el volantn a la popa de la falsa embarcacin y de la cola colg una lienza con un anzuelo en su extremo, que por su peso se hundi en el mar, mantenindose alejado del bote y a merced de los vaivenes del viento. Ese da, como el padre de Tiara no haba regresado y en casa no haba qu hacer de comida, los nios Miru consiguieron una pesca maravillosa: tres merluzas espaolas, robustas y sabrosas. Por aquellos das, la balsa de Tiara no tena nombre y la nia decidi bautizarla con el nombre de alguien que le encantara que regresara a la caleta: Amiga Yara. A partir de entonces siempre mantuvo viva la esperanza de un reencuentro. Aqu hay botes de sobra coment la madre de Diego y mir intensamente a Tiara, como si de la nia dependiera el traslado de su hijo, lo que falta es que alguien se haga responsable. Mi pap puede llegar en cualquier momento respondi la nia. Lo cree, nia? replic la mujer. Pero, la verdad sea dicha, nunca he visto a su padre cruzar a la escuela. Mi hermano tambin nos balseara. Pero desde que se hizo persona se va todos los das con mi papito.

Claro insisti la madre de Diego. Su hermano tampoco se muere por llevarla a la escuela. Ninguna lancha surcaba las aguas a esa hora de la maana. Los catorce alumnos que venan de otras caletas y que diariamente cruzaban con algn apoderado a la escuela, al parecer, ya lo haban hecho. Por lo tanto, no haba ninguna posibilidad de que una embarcacin pasara a recoger a los rezagados de Caleta Chica. La nia observ atentamente el accidentado montculo de rocas que se extenda a lo largo de la costa y que la niebla se lo tragaba como si nada ms existiera en el mundo. Por ah podramos ir a la escuela! exclam. Nunca le han dicho que no debe aventurarse por esas rocas? Tiara enmudeci y Diego trag saliva. Ambos cruzaron miradas temiendo ser sorprendidos en un secreto que no deba ser develado por ningn motivo. En varias ocasiones se haban aventurado por esas rocas, jugando a enfrentar riesgos y pasar la prueba, sin consecuencias. Felizmentepara ambos, nunca tuvieron nada que lamentar. Incluso, cuando Tiara era muy nia, haba seguido los pasos aventureros de su hermano, precisamente en esas rocas tan peligrosas. Mi mam siempre lo hace reconoci la nia, suspirando y roja como un tomate. Tambin en la escuela nos dicen. Pero en verdad no es tan peligroso, porque cuando Kiko era pequeito caminaba por ah y a veces me dejaba ir a la siga. Un grupo de toninas cruz saltando frente a los ojos de Tiara. Buscaban afanosas una embarcacin para nadar delante de la proa, formando una trenza de espuma, alegrando la travesa de marineros y pescadores. Qu hacer? se pregunt. De algn modo hemos de llegar a la escuela. El suave oleaje golpeaba porfiadamente en los pies de Tiara, como si no tuviera ninguna urgencia. Oh, dulces olas! suspir. Pero las olas tal vez son sordas y slo nos hablan con esa monotona tan propia porque abandonaron la escuela antes de aprender lo que deban. Lo que hace falta es una buena pasarela coment la mujer. Estos hombres, tan poco prcticos para todo. Se preocuparon de hacer 19

instalaciones de radio y olvidaron lo ms necesario. Tiara observ los techos de las casas, levantadas sobre las rocas, entre el espeso bosque y el mar. Las antenas eran variadas y curiosas. Los hombres las haban construido de alambre, estirando de los ganchos para colgar chaquetas y pantalones; haba antenas con tapas de olla, con fondos de latn recortado de aquellos tambores que alguna vez fueron recipientes de aceite o de petrleo. Los cables elctricos que las conectaban parecan mantenerlas atadas a las techumbres, evitando que la ventisca las arrastrara cual cometas de los confines. La nia se sent a esperar en la nica roca sin humedad, muy cerca del agua. Diego fue a sentarse junto a ella. De verdad soaste conmigo, Huevito? La pura verdad respondi ella. Y qu sueo fue se? Mi abuelo y mi hermano vinieron a buscarnos, para irnos en la nave de los prncipes, pero no hubo forma de que te bajaras de tu bici habl bien bajito, para que la madre de Diego no los escuchara. Tu abuelo? pregunt Diego, muy sorprendido. Ya est otra vez la Pascuala diciendo tonteras. Podas flotar como una canoa respondi ella. Ests loca? Hasta le puso nombre: vakaama. Qu suerte, hijo! interrumpi la madre de Diego. Una lancha se acerca. Debe ser la vaka-poepoe de mi papito! exclam Tiara y se levant llena de entusiasmo. Se acerc a la orilla del pequeo embarcadero para escuchar mejor la monotona del motor fuera de borda. Pero no es el lanchn de su padre, nia coment satisfecha la madre de Diego. Es el de mi marido. Eso fue lo que soaste, Huevito? insisti Diego, acercndose a la nia y tironeando una de las mangas de su gruesa parka de invierno. Eso musit ella, triste y pensativa.

El dilema

Cmo estuvo la pesca, Anselmo? Escasa respondi el padre de Diego, al tiempo que su compaero de faenas comenzaba a desembarcar unas cuantas cajas de espuma plstica repletas de merluzas. Qu bueno que llegas a tiempo, viejo! coment ella. Podemos subir, pap? pregunt el nio. Terminamos de descargar y nos vamos respondi el hombre. Tiara y Diego abordaron la embarcacin. El lanchero aceler el motor fuera de borda y el bote se sacudi como en una tormenta. Tiara se aferr al borde de la lancha y vio como sus zapatones se hundan en el agua en el piso de madera. Tiara busc con la mirada el tarro para achicar el agua del bote. 22

La madre de Diego, despus de mantener alzado el brazo en seal de despedida,regres al casero. Tiara se qued un largo rato observando la bicicleta que la mujer se esforzaba en mantener aferrada a su cintura, compartiendo el caminar pausado y sin prisa. Las ruedas giraban como medusas de plata, lanzando fros destellos con sus incontables rayos. El agua salpicaba el borde de la embarcacin y la nia debi abrigar sus manos entumecidas. Contempl entusiasmada la estela de espuma que dejaba la trayectoria del bote y record la bicicleta que en sueos haba inventado su abuelo. Tiara y Diego fueron los ltimos en llegar a clases. Sus compaeros ya estaban formados en el patio, esperando el toque de la campana para ingresar a la sala. Frente a ellos, observando cada detalle, el pequeo grupo de docentes y auxiliares se parapetaba bajo el alero del corredor techadode la construccin de madera. La directora consult su reloj y asinti con la cabeza. El profesor, que la observaba de muy cerca, se dirigi a la campana y tir de la cuerda. Tres sones retumbaron en las paredes del edificio y en la corteza de los rboles cercanos, que apretadamente cubran laderas y cerros. Los 23 24

alumnos ingresaron a la sala de clases, seguidos por su profesor, mientras la directora se diriga a su oficina y las tas Lidia y Elvira iniciaban sus labores en el comedor y en la cocina. Nos corresponde matemticas seal el profesor, apenas los alumnos estuvieron sentados. Podramos estudiar el dilema de Diego? Dilema? replic el profesor, mirando a Tiara y luego a Diego, que repentinamente se qued ms tieso que una estaca. Y pregunt sin entusiasmo, porque no deseaba que la nia le aportillara una vez ms la clase programada. Qu dilema? Sabes lo que es eso? Sera bueno que lo resolviera insisti Tiara. Qu le pasa? protest Diego. Dilema! medit el profesor. Voz griega que viene de dis, es decir dos, y lambanein, que quiere decir tomar. Entonces, qu tenemos? Un argumento que presenta dos posiciones que provocan confusin en quien las enfrenta. En trminos generales, es alguien encerrado en un dilema. Por qu, Diego? Cul es el tuyo?No sabe qu hacer con ella prosigui Tiara, adelantndose a que su compaero respondiera. Quiere usarla, pero en la caleta no se puede andar en bici. To Tato! reaccion por fin el muchacho. No s de qu habla. Ya est de nuevo la Pascuala diciendo leseras. Qu falta de respeto es sa? sentenci el profesor. La Huevito ha estado toda la maana en eso protest Diego. Yo slo quiero ayudarlo se disculp Tiara. De qu se trata? insisti el profesor. Mi abuelo tuvo la genial idea... Su abuelo est muerto interrumpi Diego abruptamente. A ver, Tiara trag saliva el profesor. Qu idea es sa? La nia, con gran desplante y sin un asomo de duda, expuso lo que imaginaba y, a medida que lo expresaba, le pareca ms claro. El profesor escuch atentamente, en medio de un fastidioso rumor, suma de murmullos, risas veladas y pullas carentes de ingenio. Entonces opt por lo ms temido de la clase, aquello que acoquinaba hasta al ms audaz. Siempre los dejaba temblando con eso. Al pizarrn! seal. Seras tan amable de hacernos un bosquejo? Tiara se levant con cierta resistencia, pues no contaba con una demostracin frente a las burlas del curso. Haciendo caso omiso del rubor que con seguridad se haba apoderado de sus mejillas, enfrent el desafo que ella misma se haba impuesto. Temblorosa, sosteniendo a duras penas el trozo de tiza entre sus dedos, dibuj un biciclo desproporcionado, con una rueda ms grande que la otra, con una tercera a medio camino, como un velocpedo. Es la chancha del Diego? coment alguien. Un catre! respondieron. Pascuala! reaccion Diego, indignado. Esa no es mi bici! Claro que no lo es intervino el profesor. Nadie con dos dedos de frente dira que eso es una bicicleta. Es cosa de abrir bien los ojos. Veamos lo que Tiara se propone. En todo caso, tendr que bajarte la nota en artes plsticas. La nia prosigui como si nada, alentada por el entusiasmo que cada trazo provocaba en ella, comprobando as la satisfaccin de ver realizado el primer acercamiento a la materializacin de una idea. Bueno coment el profesor, este problema no tiene mucho que ver con aritmtica, pero s con fsica y mecnica. Aunque a Diego no le corresponde como materia, daremos el problema a los alumnos de los cursos superiores. Las risas y comentarios de los ms grandes terminaron como por encanto. Se produjo un silencio tan profundo, que la tiza, rasguando la pizarra, destemplando los odos por unos instantes, fue la nica voz que habl en el aula. Y ese valo? pregunt el profesor. Es el huevo que desayuna todos los das! Silencio! advirti el maestro. Ms respeto! Qu es lo que ms recalcamos en esta escuela? Respeto, respeto y ms respeto! Es una vakaama explic la nia. Una qu...? Pero si lo dijo clarito la chica coment un gracioso. Silencio! volvi a sentenciar el profesor Es una vaca enamorada hasta las patas insisti el chistoso. Esa vaca que dice replic la nia con enorme desplante, se escribe con c. Esa consonante no existe en la escritura rapanui. Por eso, tonto, la vaka de la que hablo se escribe con k y significa algo muy distinto. Ya, basta! advirti el profesor. Un comentario ms y se irn amonestados a la direccin. Es una balsa con un balancn, to Tato continu la nia con exagerada calma. Mi abuelo dice que el balancn evita que se vuelque. Entonces, si la bici fuese montada sobre la balsa, al pedalear, la cadena hara girar un remolino que salpica el agua. Tarea para los de sptimo y octavo seal el profesor. La rueda. Analizar el principio mecnico que le permite girar. Investigar el principio fsico del molino y su aplicacin para utilizar el viento o el agua como energa impulsora, tal como las aspas que movan los motores a vapor en el siglo XIX. El tema tambin ser parte de la materia de historia para los de quinto y sexto. Pero, cmo le pone odos a la tonta de la Huevito? coment alguien. A ver, a ver advirti el profesor. Digo explic el alumno sorprendido que cmo resolvemos este casito. Aqu, joven. En la misma escuela estn las respuestas. Una vez concluida la primera parte de la tarea, se abocarn al estudio de la idea del abuelo de Tiara. Y no importa que est muerto. No quiero excusas. Dibujarn el proyecto como corresponde, con las dimensiones a escala. Tendrn nota por eso. Y luego calcularn el volumen de la rueda, el tamao de las aspas, el material de que estn hechas para que la fuerza empleada provoque el movimiento deseado. No tuvo ms palabras. Invit a Tiara a sentarse, en medio de las miradas de los varones ms grandes, que la habran pulverizado con los ojos si hubieran tenido el poder de hacerlo. Un golpe tremendo, seguido de un silencio inquietante, dej paralizados a todos los alumnos del curso. El profesor mir atentamente a cada uno 32

de esos nios y ellos lo miraron pidiendo auxilio a gritos. Ratones? musit el maestro, celebrando su propia ocurrencia. Elefantes! coment uno de los muchachos, muy serio. A nadie le caus gracia el comentario y coincidi con el gritero en el piso de arriba. Pero, quines podan hacer tanto alboroto? Ms de alguien haba comentado que en el dormitorio abandonado del segundo piso habitaban fantasmas. Se oyeron risas de nios, tmidas al comienzo, luego ms atrevidas. Un nuevo estruendo se sum al anterior, con el efecto del eco, porque fue ms de uno el que se sinti, provocando la hilaridad desenfrenada de aquellos espectros, si es que en verdad lo eran. El profesor y los alumnos se observaron mutuamente en silencio. Pies descalzos corran por el segundo piso. El profesor enmudeca. La campana, ms sonora que nunca, hizo trizas el miedo que se haba apoderado de las almas de aquellos muchachos y, al instante, salieron como cuetes que alimenta el viento hacia la tranquilidad 33

momentnea del comedor. Les esperaba la leche caliente y el pan amasado de la ta Elvira. Tiara, sin embargo, permaneci inmvil en su asiento. No sales a recreo? pregunt el profesor con la voz temblorosa y sin levantar la cabeza de su libro de clases, disimulando la inquietud que le haba causado el reciente suceso. La nia se levant dificultosamente y se dirigi al comedor junto a la cocina, donde el bullicio de los muchachos llenaba el recinto. Desde un comienzo la evitaron. Diego se hizo el desentendido, manifestando su rechazo; deseaba demostrar a sus compaeros que nada lo una a la trastornada que tena tales ocurrencias y que lo nico que le gustaba era llamar la atencin. Tiara sac la pitilla que siempre llevaba en su bolsillo y se puso a jugar al kaikai, tal como lo haca con su amiga Yara en los recreos. La record con nostalgia y lament haberla dejado partir antes de tiempo. La nia sinti como nunca la profunda nostalgia que le provocaba la ausencia de la nica compaa que siempre tuvo en la escuela. Durante aos se sinti privilegiada de contar con su gran 34

amiga. Cmo la extraaba! Por primera vez senta tan hondo la orfandad que le produca la falta de una amistad que se extingui de pronto, como una vela encendida que irremediablemente se consume al paso de las horas. Ella haba sido una luz en medio de las tinieblas. Qu distinto sera si Yara no se hubiera marchado para siempre de la noche a la maana! Haba partido abruptamente, sin despedida, de madrugada, coincidiendo con el arribo de aquel barco gigantesco, atiborrado de turistas. invernal. Lo cierto fue que luego de aquella aparicin repentina, al levantar anclas el barco con sus incontables pasajeros y tripulantes, tambin parti su gran amiga y dijeron ms tarde en el poblado que Yara y sus padres abordaron sin remordimientos la nave, porque all lo que ms haba era trabajo bien remunerado. Ahora, como un madero a la deriva, pens que convivir con aquellos fantasmas del segundo piso era mejor que hacerlo con sus compaeros de escuela, que la abandonaban, desechndola como un resto de basura, ignorndola por completo. Si 35

pudiera, si en ella estuviera el poder de remediarlo, quera ir al piso de arriba y mirar cara a cara a los espectros. Y fue lo que hizo. El piso de arriba

IVlientras tanto, Diego no dejaba de observarla, convencido de que Tiara jams intentara cruzar esa puerta clausurada. Haba sido cerrada hace algn tiempo y desde entonces nadie suba al segundo piso. Esta Pascuala! coment, Diego, con sorpresa. Asombrado comprob que Tiara era ms tozuda de lo que pensaba. Ella se dirigi a la puerta de mao y la empuj, haciendo ceder los tornillos oxidados que sostenan una aldaba corroda por el tiempo y la humedad.

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Diego qued perplejo de asombro. Cmo pudo abrir ese candado? Es que haba conseguido la llave en alguna parte? Con extremada lentitud, Tiara se aferr al rstico pasamano de la escala y subi peldao tras peldao, sin dejar de pensar que su audacia iba tal vez demasiado lejos. El

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corazn brincaba en el pecho de la nia, conteniendo la respiracin, como si el aire all fuese un bien escaso. Cientos de pulgas comenzaron a saltar del polvo a las piernas de Tiara. Picaban desaforadas, como si hubiesen esperado por aos la visita de alguien a quien darle la bienvenida. Al llegar al piso superior se hall en un lugar estrecho y asfixiante. Un velo de polvo suspendido o de bruma colada a travs de alguna ventana sin vidrios daba la impresin exacta de lo que haba imaginado: un refugio de fantasmas. Los ojos de la nia se habituaron a la oscuridad reinante y paulatinamente aparecieron los objetos que albergaba el antiguo dormitorio: una hilera de catres de hierro, mal pintados de blanco, veladores de madera con el esmalte descolorido, un enorme ropero, tambin descascarado, arrimado a un muro de sombras. Qu lindo sera si en cada catre aguardase un nio con los ojos atentos, en disposicin de recibirla como amiga! Tiara se sent en una cama. Las tablas desnudas, atravesadas a lo ancho del catre, aguardaban un colchn que las cubriera. Entonces, imagin qu 39

sera de ella si tuviera que compartir ese lugar con otras internas y evitarse el fatigoso traslado diario de la casa a la escuela. La quietud del lugar invitaba a dejarse llevar por el envolvente rumor que provena del exterior; la brisa incansable, el constante ir y venir de las olas cercanas la fueron acunando en un clido recogimiento. La nia se tumb de lado sobre aquellas tablas desnudas y mantuvo la mirada perdida. Cerr los ojos por fin y escuch claramente las risitas que se ocultaban en los rincones del recinto. No tuvo voluntad para abrir los ojos, escapar de all y regresar de inmediato a la seguridad de su aula. Se sinti dominada por la sensacin de estar atrapada y tuvo la conviccin de que no saldra tan fcilmente de ah. Varios nios se acercaron, sin hacer el menor ruido, como si no tuvieran pies para desplazarse o bien no tocaran el suelo mientras caminaban. En un dos por tres la rodearon, observndola con una curiosidad inquietante. Tiara se levant, tal vez sinti que lo haca con exagerada lentitud.

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Hola! dijo por fin la nica nia que integraba aquel grupo extrao. Me dicen la Ese y soy de la caleta. Y t? Pareca una luminaria, con su blanca dentadura contenida en una boca expresiva, que rea de buena gana ante el asombro de sus compaeros, quienes permanecan ms apartados. Observaban a Tiara desde el borde de sus camas, evitando moverse, como si la nia que los visitaba fuese un fantasma aparecido a plena luz del da. Hola respondi. Me dicen la Huevito, perdn, la Pascuala, Tiara, y vivo en Caleta Chica. Huevito? Cuando chica me lo pasaba comiendo huevos respondi. Y cmo te gusta que te llamen, Pascuala? Tiara. Qu bonito! Pero aqu sers la Te. Y a ti? -Qu? Cmo te gusta que te llamen? Ese\ repiti. As me gusta. Dime Ese, no ms. Y en qu caleta vives? 41

Bueno, ahora dud un instante... en ninguna. Vivo en la escuela. Como aqu estn los hombres, por el momento duermo en la pieza de la seorita Emilia. Dicen que cuando lleguen ms nias habr un dormitorio para nosotras y voy a dejar tranquila a la directora. Viniste a quedarte? Sera regeno, porque as el padre nos manda a hacer al tiro otra pieza. Es que yo no vivo lejos respondi Tiara. Slo tengo que balsearme. Balsearte? Cruzar en bote, en lancha. No tengo que dormir en la escuela. Vivs con tus paps? S, en mi casa. Cmo se llama tu mam? Vernica Hito. Y tu pap? Juan Alberto Miru. Y te quieren? S, mucho. Tanto como yo los quiero. Qu pena! se lament de veras la nia. Habramos sido yuntas. Igual podemos ser amigas respondi Tiara., Es que no es nunca lo mismo. Pero no me dijiste el nombre de tu caleta.

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Caleta, no ms, sin nombre. Estaba junto al ro, debajo de un puente. Era nuestro hogar, entends? Soi medio dura de mollera, ah! Caleta, caleta, ah vivamos todos nosotros, caleta de cabros. Mira, te los voy a presentar. Tenemos visita, chiquillos. Cacharon, verdad? Estn presentables? Es lo correcto coment la Ese, mientras les pasaba revista con la mirada. Haba cario en ese gesto. A ver, familia, acrquense pa' que la Te los conozca. Ellos no reaccionaron, limitndose a bajar la cabeza en seal de asentimiento. Los muchachos, un tanto perezosos, al tratar de incorporarse hicieron que se deslizara una de las tablas y ellas se corrieron, arrastrando el resto del entablado, con un chiquillo y todo. El desplome del muchacho provoc la risa de sus compaeros. El cado del catre es Luis dijo la muchacha, y la risotada fue general. El nio, muy delgado y de baja estatura, envuelto en una nube de. polvo, trataba de mantener fresca la sonrisa que ocultaba el bochorno que lo mantena pegado al piso, sin poder levantarse.

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Pero no fue la nica cada, porque de inmediato el entablado de otra cama tambin se fue al suelo, levantando una polvareda que amenazaba con oscurecer el recinto. Y el otro cado del catre sigui presentando la muchacha es el Simn. Dos muchachos yacan tendidos sobre las pesadas tablas que se haban desplomado sobre el piso, dejando un reguero de tablas a su alrededor. Esos son el Douglas y el Leuquipn agreg la muchacha, en medio de una risotada. No somos muchos, pero aqu nos tratamos como hermanos, como que igual nos tenemos terrible de respeto. El regocijo provocado por el desplome sucesivo de catres los mostr como chicos de carne y hueso. La muchacha, alegre y entusiasta, abraz a sus compaeros, y entre carreras, manotazos y pisotones perdieron toda compostura y la algaraba fue total. En medio del desorden se sintieron las pisadas apresuradas de quienes suban al segundo piso, atrados por el alboroto. Un sacerdote se present repentinamente en el lugar. Vesta una larga sotana, cubierta a medias por un abrigo acolchado. 44

A pesar de su aparente enojo, el gesto amable del hombre bonachn, con sus dientes separados y una ancha sonrisa iluminando su rostro mal rasurado, colmaron de paz el recinto. Qu cagnara es sta, per la Madonnail exclam el religioso. Le segua un hombre joven, medio dormido, que ms pareca un nio por su semblante de sorpresa y algo de picara complicidad en la mirada. Una seorita, en camisn de franela y con una maanita sobre los hombros, apareci de la nada. Ante la repentina presencia de quienes irrumpan en el recinto, los chiquillos se volvieron a ellos con la actitud de quien espera una reprimenda. Sus rostros de alegra se tornaron de sorpresa, atnitos, con ojos desmesurados, como los que a veces exhiben quienes han estado recluidos por un largo tiempo, sin ver la luz del da. Orden! advirti en voz alta la joven. A ver, chicos! Qu desastre es ste? Todos, sin que ninguno se restara, colaboraron en poner las cosas en su lugar. Recuperaron las tablas desprendidas de las camas y slo de vez en 45

cuando dejaron escapar una risa, al evocar la situacin que tanto regocijo les haba causado. Eso es! dijo la joven, alentando la buena disposicin de esos muchachos. As es como debe ser! Aquel rostro, ese timbre de voz, autoritario y calmado, aquella figura menuda pero saludable, le parecieron a Tiara los atributos de una persona conocida. Eco, ragazzo coment alegremente el religioso. Acto seguido se dirigi a la joven: Emilia, podemos ocuparnos de esos maderos? S, padre respondi ella, cerrndose todava ms la maanita a la altura del pecho. Algo hay que hacer para cambiar esas tablas. Emilia?, repiti Tiara en su mente. Sera la misma ta Emilia en la que pensaba? De pronto, record la fotografa que haba visto en el muro de la oficina de la directora. Estaba vestida con excesiva formalidad y en sus manos sostena un enorme diploma. La expresin de su rostro era el retrato de la felicidad. En el retrato apareca diez aos ms joven y era exactamente la edad que exhiba esta seorita que acompaaba al sacerdote. 46

Bueno exclam a su vez el profesor, me encargar de esas tablas. Qu bien! replic la joven. Haga meo, Renato. El joven se dio media vuelta para marcharse por la misma escalera que lo haba llevado al segundo piso. Renato?, tambin son conocido el nombre en la cabeza de la nia. Sera el mismo to Tato, su profesor de todos los das? Todos nos ocuparemos del problema repiti el sacerdote y sali tras los pasos del hombre joven. La ta Emilia, la directora de la escuela en persona, ya ms tranquila, por la buena disposicin de los muchachos, abandon el dormitorio por una puerta contigua. Tiara sinti que su corazn daba ms de un brinco. La campana puso fin al recreo. Su reaccin impulsiva fue salir corriendo, sin darse tiempo para explicaciones, ni menos para despedidas embarazosas. Sin embargo, una mano pesada la remeca del hombro.

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Tendida sobre un costado, tal como se haba dormido, abri los ojos y despert frente a la preocupada mirada de Diego. Tiara, despierta! le dijo su compaero, al tiempo que no dejaba de rascarse las piernas, por encima del pantaln largo. Hace rato que son la campana y como no llegabas nunca a la sala... Bajo la pasarela

JJiego se mantuvo en silencio durante la jornada de clases, arrepentido tal vez de haber entrado en ese recinto prohibido, evitando toda posibilidad de comunicacin con Tiara. La comezn de las picadas de pulga no lo dejaba en paz y cada vez que se rascaba deba simular frente a sus compaeros, para no provocar preguntas indeseadas y las burlas inevitables, con el bochorno que provocaba la crueldad de sus compaeros. Lleg a pensar que la inconfortable situacin a la que estaba sometido

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era el merecido castigo por transgredir una norma impuesta por la direccin de la escuela. Tiara soportaba el silencio de su compaero como un golpe despiadado, directo al corazn. Estaba dolida, pero no albergaba rencor alguno. Saba que aquella ofuscacin de Diego era pasajera y una voz interior le aseguraba que slo era cuestin de tiempo y que la amistad entre ambos volvera a la normalidad. Las clases llegaron a su fin y los alumnos se dispersaron en varias direcciones. Una parte de ellos permaneci junto al embarcadero en espera de los botes que deban pasar a recogerlos. La lancha del pap de Diego arrib casi al mismo tiempo con otra embarcacin que luego enfilara un rumbo distinto, transportando nios. Los muchachos abordaron ordenadamente los botes. Diego se acomod en el de su padre, olvidndose de Tiara. Hazle un huequito a la Pascuala advirti el lanchero. Por un instante el muchacho se neg a reaccionar. Tiara estaba a punto de protestar de

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impotencia. No lograba entender tanta indiferencia. Diego! insisti el hombre. Est sordo, hijo? El muchacho, deseando hundirse en el asiento de adera, soportando las miradas de los nios, se apretuj cuanto pudo dentro del bote y Tiara ocup el lugar estrecho que su compaero le dejaba. Ambos sentan la respiracin agitada. Durante el trayecto estuvieron atentos a las reacciones mutuas, observando de lado el perfil de cada rostro, dispuestos, quin sabe, a evitarse. Diego hizo esfuerzos tremendos para no dirigirle la mirada, ni la palabra. Y como la travesa era demasiado corta, al acercarse el bote al embarcadero, l se prepar para bajar cuanto antes. Pero no pudo levantarse de su asiento, porque la lancha no se arrimaba del todo a los maderos del pequeo muelle y el patrn de la embarcacin, su propio padre, le habra llamado severamente la atencin por su imprudencia. Lo que siempre te digo! sentenci el pap de Diego. Las nias primero. Y como habl en general, el muchacho tuvo que contener sus ansias 50

de salir huyendo. Ella tambin manifest apuro por descender del bote, por lo que ambos se levantaron casi al mismo tiempo. Pap pregunt Diego, puedo acompaarte? Usted sabe, hijo, cmo se preocupa su madre cuando no llega a tiempo de la escuela respondi el hombre. Me habra gustado ir contigo rezong el muchacho. Dejo a estos chicos y regreso. Ayude a la Pascuala, Diego. Tiara se apoy abiertamente en el hombro de su compaero, obligndolo a sentarse de nuevo. La nia dio un pequeo salto y alcanz el muelle. All esper a Diego para tenderle una mano. Pero l no la acept. Ahora las mujeres son las galantes brome el pescador. Dame la mano insisti la nia. Diego apret su mochila contra el pecho y esquiv a su compaera, pasndola a llevar con torpeza y casi la derriba sobre los maderos del piso. Tiara se afirm en Diego, cogindose de uno de los 51

tirantes de la mochila, y en ese tira y afloja estuvieron un par de segundos, ruborizados hasta los cabellos. Entonces, como si repentinamente se acordara de las picadas de pulga, Diego volvi a rascarse las piernas. Estos dos se las traen coment el lanchero, celebrando a carcajadas la ocurrencia. Cuide bien a la Huevito, Diego. El motor fuera de borda ahog las risas de los chiquillos que seguan viaje y la embarcacin se alej dando pequeos tumbos sobre el agua, como si tambin celebrara el ingenio de su dueo. Mentolathum dijo la nia. Qu? replic Diego, muy molesto. Es bueno para las picaduras. -Qu? El Mentolathum porfi ella. Todo por tu culpa protest Diego. Te acuerdas de los ruidos que escuchamos? Qu ruidos? Esos que venan del piso de arriba. Qu pasa? Los tengo atravesados en la garganta coment Tiara. 52

Que yo sepa, los huevos no tienen espinas se burl l con alevosa. Ya, Diego! Si es en serio protest ella. Es que no puedo guardar el secreto. Y a m qu me importa! Te digo lo que hay en el piso de arriba? No me interesa. Es que no sabes lo que descubr. Estas loca! No sabas que est prohibido? T tambin subiste. Por qu no te habr dejado all para que te comieran viva las pulgas! Te gustara saberlo? No pienso subir all nunca ms en mi vida. Diego perdi el control de su mochila, que se desliz hasta el suelo, quedando completamente desarmado. Pobre de ti que sea otra de tus tonteras amenaz con dureza. Despus que hagamos las tareas nos encontramos aqu mismo. De acuerdo? Ser despus del t afirm Diego. Y trae tu bicicleta agreg Tiara. Y por qu mejor no traigo el horno elctrico de mi mam? replic con irona. 53

Lo que dije en la maana fue sin querer respondi ella. All se separaron, porque el camino a sus casas se haca por pasarelas que se apartaban, bifurcndose hacia el bosque impenetrable y que slo convergan frente al embarcadero. Tiara no pudo esperar hasta la hora del t para ir al encuentro con Diego. Recogi un viejo balde de plstico en desuso, uno de aquellos trastos que alguna vez fue tiesto de pintura, y lo arrastr fuera de la casa, evitando ser sorprendida. Lleg antes a la cita. Aguard unos minutos, pero no haba seales de su amigo. Ocult el balde entre los botes y regres a la casa por ms objetos intiles. Encontr un viejo tarro de lata, una cuchara de madera, una tabla de alerce y un azadn comido por el xido. Nuevamente, antes de salir del patio de su casa, tom las precauciones para no ser descubierta. Se dirigi con todos aquellos cachivaches al sitio donde se encontrara con Diego. Mientras esperaba trep a uno de los botes ms altos y, haciendo equilibrio en el borde de la embarcacin, observ pacientemente la pasarela

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que conduca a la casa de Diego, rogando que nadie se presentara en su lugar. Al cabo de un rato apareci Diego caminando junto su bicicleta. Ai no poder montar en ella y pedalear a gusto, como era su sueo, se contentaba con llevarla de paseo, como si fuera una mascota. Mentolathum! y le ofreci una cajita de lata, cuando su amigo estuvo junto a ella. De nuevo con lo mismo, Pascuala? replic Diego. Ponte ahora mismo esta pomada dijo Tiara. Qu? exclam Diego. Ests loca? Por qu? replic ella con absoluta inocencia. Es muy buena para las picaduras. Tengo las piernas llenas de pintas rojas! Ponte la pomada y listo. Tengo que hacerlo en la casa, entonces! Ven! Busquemos una caleta. Estamos en la caleta. Este lugar no sirve explic ella. Yo hablo de algo ms oculto. Tiene que ser una caleta donde nadie nos encuentre. 55

Igual no hay nadie protest Diego, al tiempo que miraba en todas las direcciones. Nunca faltan los curiosos replic ella. No pienso moverme de aqu protest l. Ni siquiera brincando con tu bici, aprovechando tus picadas de pulgas? sugiri ella con un dejo de picarda. Brincando? De eso tambin tengo que hablarte. De qu? Fue lo que hiciste cuando saltaste al agua, con bici y todo. De qu ests hablando, Pascuala? De ahora en adelante tienes que usarla como sea. Cmo lo sabes si todava no te lo cuento? -Qu? Que mi pap quiere desarmar mi bici. Para que no la uses? Para construir esa canoa que se le ocurri a tu abuelo. Pero, cmo lo supo? 56

Yo le cont. Y para qu le dijiste? Para rerme de ti. Lo ves, tonto? Te castig la boca, como se dice. Es que nunca pens que me escuchara. Ahora no hace ms que transmitir con el asunto, insiste que las balsas de pluma- vit son peligrosas y que una bicicleta para el agua, como l la llama, sera ms segura. Ahora con mayor razn tienes que demostrarle que puedes usar tu bici, a tu manera, en tu estilo. Tiara recogi los cachivaches y se alej saltando de bote en bote, haciendo equilibrio con la carga que llevaba. Diego camin por la pasarela, en la misma direccin de Tiara, arrastrando la bicicleta. La nia se dirigi hacia una cavidad que se produca entre la roca y la parte inferior del pasadizo de madera. Desde ah llam a su compaero, asomando apenas la cabeza. Ven, sigeme! No voy a bajar! protest Diego desde la baranda. 57

Aqu es increble! No puedo dejar mi bici porfi. Salta con ella! respondi Tiara con el nimo encendido. Tiara se ech a rer de felicidad, como nunca lo haba hecho. Diego esper que la nia cambiara de idea y regresara donde l aguardaba. El tiempo se estir como la melcocha y Diego perdi la paciencia. Comenz a descender por la superficie rocosa, aferrado a la bicicleta, sujetndola con ambas manos. Las extravagantes ocurrencias de Tiara se apoderaron de su mente y pens montar en la bicicleta; por un instante, como un chispazo de luminosidad, se vio haciendo equilibrio, con los pies bien puestos en los pedales, apretando los frenos, dando brinco tras brinco, hasta acercarse a la entrada del escondite que haba descubierto su compaera. Sin darse cuenta siquiera, haba descendido un par de pasos en direccin al refugio, pero en ese instante resbal una de las ruedas y Diego se ech sobre la roca, como una lagartija que salva su pellejo bajo la luz del sol. Entonces fue Tiara en su ayuda. Ella sujet con las dos manos la 58

bicicleta y ambos la arrastraron hasta el escondite. Pero el muchacho acept a regaadientes la invitacin a entrar en aquella caverna, suspendida sobre el mar. Casi, casi coment ella, estirando la comisura de los labios hacia las mejillas, como diciendo casi, casi lamentamos una tragedia. Diego no disimulaba su molestia y se habra marchado de all enseguida, si la partida fuera menos complicada que la llegada.'" Acept sentarse, incmodo e inseguro. Esta ser nuestra caleta prosigui ella, como si nada. Qu caleta? protest l, por fin. Ahora, ponte cmodo. Pero lo primero es lo primero. Qu cosa? Arremngate los pantalones. -Qu? Vamos a calmar esa picazn. Mientras Diego se suba las piernas de su pantaln, Tiara se dedic a cubrir con pomada cada picada de pulga. Estaba asoro- chado, a punto de

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morirse de vergenza. Ella, en cambio, como si nada. Tendremos que traer ms cosas de la casa. Para qu quieres estas porqueras? Este balde es para lavar nuestras cosas explic Tiara. -Qu? Diego se apresur ella. Entiende que aqu vamos a convivir. Yo no pienso estar un minuto ms aqu! Escucha rog la nia. Una caleta es como un hogar verdadero. Aqu seremos como una familia. Nos cuidaremos el uno al otro, compartiremos la comida, la ropa de abrigo, las revistas; podemos traer una radio y escuchar la msica que nos gusta, sin que nadie... Ah, momento! Eso no, porque ah s que nos pillan. Pero aqu estaramos como rico Pancho Gmez. Qu dices? Aqu la vida puede ser muy emocionante! Podemos cerrar los ojos y escuchar el ir y venir de las suaves olas, que sera como

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61el torrente de un ro. Entonces, podemos ver la ciudad maravillosa que est sobre nosotros. All los chicos se refugian en caletas como sta y el ro es como un padre para ellos. El les lleva todo lo que necesitan, arrastra sillas, colchones viejos y hasta podra darnos una mesa para las horas de comida. Los alimentos s que no podemos obtenerlos del ro, porque a l slo llegan desperdicios. Lo que queramos comer tendremos que salir a buscarlo. Pero no ests pensando en tu casa o en la ma. Podemos dividir en dos la ciudad. T irs hacia un lado y yo hacia el otro, buscando lo que sea necesario, incluso dinero. Quiero irme! Aqu seremos alguien. Entiendes? Yo ser la Te y t sers el Deivid. Y por qu el Deivid, si me llamo Diego? Es que no s cmo se dice Diego en ingls. Si quieres te puedo llamar Jonathan o Braian. Deivid es muy importante porque es el nombre del navegante ingls que vio de lejos la isla donde nacieron mis padres y mis abuelos. Todo el mundo

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conoca a la Isla de Pascua como La Tierra del Deivid. Tengo que irme! No puedes irte, lo siento respondi ella con una seguridad que daba miedo. Por qu no? Porque an no te cuento el secreto. No me interesa. Lo escuch ayer en el piso de arriba. -Qu? Todo de lo que te habl. As son los chicos que viven en las grandes ciudades. Esos que no son tomados en cuenta, esos chicos que nadie infla y deciden vivir en un caleta como sta. Me sigues? No pienso escucharte! Ests diciendo puras leseras. Oye, te acuerdas del estruendo de ayer? S, s me acuerdo. Bueno, yo sub al piso de arriba, como ya sabes. Entonces, de repente, me encuentro con ellos. Con quines? Con los que me contaron todo lo que te acabo de decir. Pero si no me has contado nada! 63

Cmo que nada? Nada! Pero si no hago ms que hablarte de eso! De qu? Del ro que atraviesa la ciudad, desde la cordillera al mar, y que en sus aguas arrastra todo lo que se necesita para vivir en una caleta. Bueno, no todo. Te deca que tendremos que dividirnos; t irs en un sentido y yo en el otro, para que no nos topemos, porque sera prdida de tiempo. Ah! Esto s que es bueno! Puedes ir en tu bici! Cmo lo sabes? En la ciudad es distinto, Deivid se apresur a explicar ella, evitando nuevas interrupciones. Junto al ro que atraviesa la ciudad de punta a cabo y llega al mar, se extiende un parque maravilloso. Un bosque en medio de las enormes avenidas. Porque en la ciudad la gente no camina por pasadizos estrechos como estas pasarelas. No, Deivid. Las calles son anchas y tan largas que se pierden de vista a la distancia. Tienes que andar mucho para ir de un punto a otro. Y ese parque es el paraso de los biciclistas, que escuchan msica 64

mientras pedalean. La llevan en el bolsillo y con unos botoncitos ensartados en sus orejas escuchan directamente lo que ms les gusta, mientras pasan aviones sobre sus cabezas. Paraso de los biciclistas? se mostr Diego un poco ms interesado. S, porque ellos pueden desplazarse de un punto a otro por caminos muy planos donde la bicicleta es duea y seora. Por esos caminos slo pasan bicicletas. Ellos no son arrollados por personas que ocupan todo y no dejan pasar a nadie como ocurre aqu, donde los pasadizos son estrechos, puestos en desorden con diferencias de nivel. Adems, los que vivimos aqu no dejamos espacio para tu bici. En la ciudad es distinto, Deivid. Es fabuloso. Los biciclistas pueden subir y bajar escaleras con sus bicis, hay enormes plataformas elevadas para dar saltos y volteretas en el aire. Es fantstico! Los biciclistas compiten en estadios repletos de gente y en los parques, algunos trepan por los troncos de los rboles. Diego la escuchaba con la boca abierta, sin atreverse a contradecirla. Estaba fascinado con el relato de Tiara. 65

Para los vehculos sigui ella hay grandes avenidas, largas, interminables, por donde pasan miles de autos, buses y camiones. En cada esquina, cuando dos caminos parece que terminan y se encuentran, formando un cruce, hay luces de tres colores: roja, amarilla y verde. En ese orden hacia abajo. Cuando llegas al cruce y est encendida la roja, tienes que detenerte. Y tienes que hacerlo, porque as evitas que puedas arrollar un automvil, un microbs o un vehculo de los carabineros. Porque ah s que ests frito: te llevan detenido enseguida. Pero cuando la luz roja cambia a verde, puedes seguir pedaleando como si nada, feliz de la vida. Y la luz amarilla? Esa es un aviso, es para decirte que no podrs cruzar al otro lado de la calle, porque la prxima luz que viene es la roja. La ciudad es enorme y tiene de todo lo que puedas imaginar. Almacenes con ventanas para observar la mercadera que hay en su interior. Algunos tienen varios pisos, un almacn distinto encima del otro; uno con ropa de nios, otro con ropa de mujer, otro para los hombres y otro para los jvenes. En un almacn se 66

pueden comprar aparatos elctricos, como el horno de tu mam; en otro se compran cosas para la casa, muebles y alfombras. En el corazn de la ciudad hay una pantalla gigante. All van todos cuando Chile juega ftbol con otro pas. Se encuentran las personas, pero nadie se saluda porque no se conocen. Pero cuando Chile gana todos gritan al mismo tiempo, se abrazan a coro y empiezan a saludarse entre ellos. Lo ves, tonto? Es que no te das cuenta? Desde esta caleta podemos sentir lo cerca que est la ciudad, enorme, fabulosa, y podemos ir por sus calles para mirar a la gente que pasa y machetear. Machetear? Pedirles una moneda, Deivid, para comprar lo que queramos. Pedir plata? Como los mendigos? Pero debemos cuidarnos de los carabineros. Porque ellos saben en lo que andamos, entonces van a seguirnos y tendremos que salir corriendo. Y a lo mejor vamos a tener que saltar desde la calle al ro para librarnos de los pacos y vamos a quedar adoloridos del cuerpo, como le pas a la Ese. 67

A quin? A la Ese, una chiquilla que duerme en el piso de arriba. Quin es ella? Djame seguir lo interrumpi Tiara. En todo caso, pase lo que pase, t y yo nunca nos vamos a separar, porque seremos como hermanos. -Qu? El uno es del otro y el otro es de uno. Imagnate al Leuquipn. Tena seis aos cuando falleci su abuelita y qued en la calle, porque no tena a nadie ms en la vida. Se fue a vivir con otros nios en una caleta, debajo de un puente. Se lo ha recorrido todo, conoce todos los cantos del ro, sabe cundo est contento, cundo desdichado. Ests delirando! Mira, cuando entr al dormitorio estaba lleno de camas, como de hospital. En cada cama haba un nio. Entonces, ellos al verme se levantaron para saludarme, para darme la bienvenida, entiendes? Una de las camas se cay y se produjo el descalabro. Nos remos, porque junto con la cama se cay el chiquillo que estaba en ella. Y 68

como todos se mataban de la risa, se fueron al suelo y se desat la batahola. Eso fue lo que escuchamos en la sala: eran los cabros de arriba que se caan del catre como sacos de papas. Ests inventando! Es la pura y santa verdad! Me voy! Primero tengo que terminar con esas picadas de pulga. Termina de una vez! Diego, todava con el pantaln arremangado, se incorpor tan de repente que se golpe la cabeza con la tablas de la pasarela. A duras penas logr sacar la bicicleta fuera del escondite y a regaadientes acept que Tiara le ayudara. Entre los dos la arrastraron y luego la levantaron hacia la pasarela, resbalando a ratos, porque la humedad proveniente del mar comenzaba a cubrir las rocas, como una llovizna. Diego mostraba su molestia dando fuertes tirones del manubrio, como si quisiera evitar que Tiara pusiera sus manos sobre el asiento o la rueda trasera. \Deivid, mira! advirti ella. Justo encima de nosotros se alza una pantalla gigante, 69

perfectamente iluminada, para que la distingan hasta los helicpteros que giran sobre nuestras cabezas. Si te fijas bien en la preciosa imagen que nos mira, te dars cuenta de que una mujer muy bella nos dice: sonran, sonran. Pero Diego no respondi y se volvi a mirar una vez ms a su compaera. Si en ese momento hubiese expresado lo que pensaba, habra dicho: ests ms loca que una cabra! No hicieron ms que terminar de trepar hasta la pasarela cuando descubrieron que eran observados. El alcalde de mar se acerc con la inquietud pintada en su cara curtida por el agua salada. Solitaria en casa

Hola salud. Est tu pap? No respondi la nia, sali temprano y todava no ha vuelto. Diego aprovech la distraccin de Tiara y se alej, arrastrando su bicicleta; a ratos corra, como si quisiera montar en ella; luego, suba los 70

escalones con la bici al hombro, hasta que se perdi de vista. Bueno, al menos podr hablar con tu mam dijo el hombre. S, ella s que est respondi la nia. Mientras se dirigan a la casa, Tiara se preguntaba si el alcalde de mar haba descubierto el escondite debajo de la pasarela. De ser as, se vera obligada a no regresar nunca ms a su propia caleta, que con tanta ilusin deseaba compartir con Diego. Se molest con su amigo por salir huyendo de esa manera, como si fuesen cmplices de algo malo. No era posible que se alejara del modo que lo haba hecho. El alcalde de mar caminaba cabizbajo y en silencio. La noche se anunciaba con todas sus seales; los pjaros desaparecieron de pronto y hasta se detuvo la suave brisa que se deja sentir durante el da. Era la hora de la conciencia. La hora en que la naturaleza habla con su quietud. El recogimiento se apoder de la nia. Las lgrimas de su pena no corrieron por sus mejillas. La noche la cubra con su manto de soledad. 71

Caminaba cabizbaja por un tnel de hielo y quien la acompaaba no era ms que otro de los tantos fantasmas que encontraba cada da. Mam! llam desde la puerta. Buscan a mi papito. Adelante respondi la madre y sali a recibir al alcalde de mar, que entr en la cocina de la modesta casa y acept tomar asiento. Le sirvo un t? No lo voy a rechazar respondi el hombre y se quit el gorro de lana que cubra su cabeza. El sali bien temprano explic la mujer, mientras verta el agua caliente de una tetera ennegrecida por el fuego. Con el hijo mayor se fue.

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Ese es el problema coment el hombre. Qu problema? Que no escucha razones. De qu se trata esta vez? Que no puede ir de pesca con el hijo mayor. Ah! exclam ella. S, pues reiter. Si se lo he dicho tantas veces. Pero no entiende. A lo mejor anda en eso. Es que ahora tiene que ir a Puerto Cisnes. Pero cmo ha de ir tan lejos protest ella. La Capitana de Puerto le puso una multa. No ve que su hijo no puede salir a pescar sin el permiso respectivo? Por Dios, qu duros de cabeza estos hombres! As no ms. Y usted no pudo ayudarlo? Pero si lo hice se excus el visitante. Se lo advert hasta el cansancio. Ni caso que hicieron. Ahora tienen que presentarse. En caso contrario vienen los marinos y se los llevan por rebelda. Ay, pero no me asuste, oiga.

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La pura verdad no ms digo. Me llam especialmente el almirante de la Segunda Zona, para hacerme presente que tiene infracciones acumuladas contra el Pascual. Tiara observ la preocupacin de su madre. Cabizbaja, pareca a punto de llorar. La nia se acerc a su madre y le alcanz el pauelo blanco bien doblado que siempre llevaba consigo. Era un detalle que tambin le haba dejado su amiga Yara. As siempre estars preparada para un imprevisto, le haba dicho. Nunca entendi a qu tipo de sorpresa se refera, pero siempre lo consider un recurso indispensable en medio del mar, para secar la humedad salobre, capaz de cegar la vista y provocar comezn en los ojos. Desde entonces, siempre lo llevaba consigo. Sin embargo, la mujer se concentr en las mamaderas de sus hijos y el pauelo de la nia permaneci intacto sobre el mantel de plstico anaranjado que cubra la mesa. Usted sabe dijo la mujer que andan preocupados de los pescadores.

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Todos lo saben respondi el visitante, pero las reglas deben cumplirse. En eso no hay maa. ;Maa? exclam ella. Es un modo de decir, doa, no lo tome usted tan mal. Tanto le dije que no aceptara ser presidente de la caleta. Pero eso no lo libera de cumplimientos que a todos corresponden coment finalmente el hombre. El menor de los hermanos solt el llanto y la nia corri a consolarlo. Pero la madre, ms eficiente, fue a la cuna con la leche que el pequeo reclamaba. Tiara se limit a observar como su hermanito satisfaca su hambre y dese con toda la fuerza de su corazn que el pequeo fuera su hijo para tener el derecho de alimentarlo, sin que nada ni nadie se interpusiera entre ambos. El alcalde de mar se volvi a mirar a la nia, interrogndola con la mirada. Este muchacho... rompi su silencio el alcalde de mar. 76

Diego? respondi Tiara. Y enrojeci de inquietud. S asinti el hombre. No estar pensando hacer algo indebido? Indebido? pregunt la nia con un hilo de voz. Qu intentaba hacer con esa bicicleta? Andar en ella respondi la nia con absoluta inocencia. Cmo? replic el hombre, bastante asombrado. Ah, en las rocas? Lo que pasa, don... pero la explicacin que rondaba su mente no se convirti en palabras. Pensaban poner esa bicicleta sobre tu balsa de plumavit? exclam el hombre. No, seor alcalde respondi la nia, suspirando como si le hubieran quitado un peso de encima. La balsa no la usamos cuando hay neblina. Ah, qu bien! Eso me tranquiliza. Tiara descubri el gesto de complicidad que le haca el alcalde de mar y guard silencio. Luego, se levant de la mesa y sali a la puerta de la vivienda. All se sent a contemplar la noche. 77

No se preocupe, seor alcalde escuch decir a su madre. Apenas lleguen les dar su recado. Es urgente, doa. La puerta cruji al abrirse. Tiara se levant y se hizo a un lado, dejando libre el paso al alcalde de mar. En el umbral apareci recortada la figura sombra del hombre. Un reflejo de luz amarillenta lo rodeaba, dndole la apariencia de un espectro frente a la oscuridad. Me acompaas al muelle, Huevito? Tiara camin en silencio junto al hombre, que se dirigi al embarcadero. Se me hizo de noche coment. Me pas de la raya? Cmo? Habl ms de la cuenta? Ah! replic ella. No, para nada. Cmo que nada? Tengan cuidado con ese juguete. Puede ser muy peligroso. El alcalde de mar dej de regaar a la nia ante la presencia de su asistente, que lo esperaba en el bote. Abord la pequea embarcacin, se sent en la popa y se subi el cuello de la chaqueta de pao. Carios a la ta Lidia dijo ella. 78

El alcalde de mar no respondi. Hubiese querido volverse, pero el asistente ya haba girado el bote y remaba con energa, alejndose rpidamente del embarcadero. Tiara qued tan intrigada como al principio de la visita del alcalde. Qu era lo que en verdad saba el hombre?

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Los prncipes

A la maana siguiente despert asustada, con la sensacin de haber dormido ms de la cuenta. Se apresur para ir a la escuela. El sueo la haba engaado; una voz interior le deca que lo vivido esa noche era lo ms impresionante de todo lo conocido hasta entonces, pero que no poda recordarlo. Fue a la ventana para mirar hacia la costa. Al ver que Diego no estaba, corri a la cama de su hermano. Tal como lo temiera, Kiko y su padre no haban regresado de la pesca durante la noche. Se lav y visti a la carrera. Ni siquiera prob la leche del desayuno. Sin despedirse de su madre, fue a la puerta y sali a la maana con un sobresalto en el pecho. La madre de Diego, cargando con dificultad la bicicleta, suba los ltimos peldaos, al final de la pasarela que se internaba en medio de un racimo

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atiborrado de casas. Tiara se qued observndola hasta verla desaparecer.

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Al parecer, su compaero ya haba cruzado a la escuela en el bote de don Anselmo. Y no pens en ella. Cmo no se tom la molestia de comprobar si haba salido de la casa? Tampoco se preocup de avisarle. Una seal habra bastado, un grito, un silbido, y ella habra corrido a ocupar su lugar en la lancha. Es que todava estaba enojado? Con alegra record las peripecias del da anterior: recordaba cmo se haba esmerado para entusiasmar a Diego y hacer que cumpliera un sueo. Abandonada a su suerte observ el panorama brumoso. La quietud sobrecoga y nada se poda esperar de aquella neblina envolvente y misteriosa. Tiara perdi la esperanza de que alguien pasara y la llevara a la escuela. Tampoco lo hara su padre, que pescaba muy lejos de all. Observ un instante el ocano. Imposible ver en la inmensidad que cubra la neblina. Qu tan lejos, mar adentro, haban navegado su padre y su hermano? La vaka poepoe era una nave de gran tamao, con la proa y la popa muy elevadas. En todo el archipilago no haba otra embarcacin que la igualara. La haba construido el abuelo y 82

Tiara record claramente cuando la repararon, despus de muchos aos de uso. Los hombres ensamblaron hbilmente la madera para rehacer aquellas partes que se haban deteriorado con el tiempo. De alguna manera, su hermano Kiko la haba hecho participar en la restauracin del bote. Tres das antes de botarla al mar, estuvieron pescando para alimentar al nuevo lanchn. Kiko la llev a la costa y la hizo recolectar caracoles, pulpos pequeos, algas y jaibas, cuya carne serva de carnada. Como una forma de nuevo bautizo, le ofrecieron pescados como alimento, hacindolos pasar una y otra vez por la borda de la flamante embarcacin. Tiara suspir con satisfaccin al evocar aquellos das, cuando su condicin de nia no era un obstculo para seguir en todo a su hermano. Siempre dispuesta a imitarlo, no le perda pisada y soaba con ser tan atrevida como l. Esper que la densa bruma se alejara para ver el volantn, manuhakerere, que su padre echaba a volar cuando pescaba. Como nica respuesta escuch en su mente el cantar lejano que le recordaba su origen: 83

E hakerere te manu , nae TuHereveri , e Ukaui, ka kau te umu ena. E TuHereveri ka haroharo mau, e Ukaui , ka nekuneku mai. Mientras eleva su volantn, el viejo Hereveri, su mujer, la vieja Ukaui, revuelve el curanto. Y mientras Hereveri lo encumbra, Ukaui lo molesta tironendolo a l.

Y Tiara traduca mentalmente cada frase. La bruma avanz repentinamente hacia la costa, rodeando a la nia como si quisiera devorarla. Ella cerr los ojos y aguard temerosa; un ruido de motor deba salvarla, un grito de advertencia, un silbido haciendo que se levantara y se pusiera a salvo. Nada de eso aconteci. Sin embargo, quiso distraer su mente con la cuerda para el juego Kai-kai, pero sus dedos estaban demasiado entumecidos como para intentarlo. Sentada en el 84

muelle, sinti que el fro, disfrazado de sueo, la dominaba. El volantn manuhakerere fue al encuentro de la nia, azotando el viento, espantando la bruma, abriendo un camino en medio de la espesura blanquecina. Despus apareci la imponente embarcacin de los prncipes. En la piragua navegaban Kiko y el abuelo, que pareca un digno jefe de su pueblo. En su rostro moreno de sol mostraba dos lneas de color que cruzaban la piel desde las orejas al nacimiento de la nariz, por debajo de los ojos. Una hermosa pluma creca en su cabeza, donde un moo mantena recogido sus cabellos grises. Abuelo se lament la nia al verlo en pleno sueo, mi papito no viene para llevarme a la escuela. Y no vendr, querida nieta respondi el anciano. Se prepara para una dura competencia repiti Kiko. Abuelo, por qu aqu slo importan los hombres y los nios pequeos? Tambin las nias. 85

No, abuelo. No es as. No? Somos las locas de piernas desmembradas1. No servimos para la pesca, no servimos para la batalla de cada da. Quin lo dice? Mi pap. Pero usted, mi nieta replic el anciano, no alegra el hogar, acaso? Se alegraron cuando naci mi hermano. S, lo recuerdo perfectamente coment el abuelo. He tamaroa te pokil, gritamos. Y eso qu significa? Es hombre el nio! Lo ve, abuelo? Qu injusto! Por muy muerto que yo est, uno de estos das tendr que ir a la casa de mi nuera y decirle un par de cosas que le pongan los pelos de punta. Hgalo, abuelo! implor la nia. Pero antes iremos a casa propuso el anciano. Ha de ver como all las jovencitas lindas tienen otro destino. Le gustara conocer a otras nias?1 Locas

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