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LA BIBLIA A LA LUZ DE NUESTRA REDENCION POR E. W. KENYON Traducción Castellana de Francisco E. Estrello y Luis Torres Márquez Publicaciones “Nuevo Pacto” Avenida Domingo Diez No. 503 Cuernavaca, Mor., México Impreso en México 1961

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LA BIBLIA A LA LUZ DE NUESTRA

REDENCION

POR E. W. KENYON

Traducción Castellana de Francisco E. Estrello

y Luis Torres Márquez

Publicaciones “Nuevo Pacto”

Avenida Domingo Diez No. 503

Cuernavaca, Mor., México

Impreso en México

1961

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INTRODUCCIÓN

He leído varias obras del Dr. E. W. Kenyon, entre ellas “En Su Presencia” y “El Nombre

Admirable de Cristo”. También tuve el privilegio de traducir “Pacto de Sangre” que ya se publicó

en español y que tan buena acogida ha tenido por parte del público evangélico.

“La Biblia a la Luz de Nuestra Redención”, es un curso teológico sencillo, pero de interés y

actualidad tanto para los pastores y dirigentes evangélicos, como para el lector común.

Originalmente esta obra se publicó en inglés en forma de lecciones separadas. Ahora en español

tiene la ventaja de ser presentada en un solo volumen. No obstante, al fin de cada capítulo se han

conservado las preguntas incluidas en cada lección en la versión original, a fin de proporcionar al

lector una especie de interrogatorio para que él mismo se califique y sepa cuánto aprendió al

terminar cada capítulo.

Los libros del Dr. Kenyon han originado una especie de avivamiento o revolución espiritual en los

Estados Unidos y otros países de habla inglesa. Ojalá que algo semejante se produzca entre los

lectores de Hispanoamérica.

Entre los capítulos que a mí personalmente me han impresionado más, están: “El Señorío de Cristo”

(27) y “La Ley del Amor” (30). El Dr. Kenyon dice que el cristiano nacido de nuevo participa de la

naturaleza divina y esta naturaleza es Amor, porque Dios en Su esencia es Amor. Es el nuevo amor

ágape que Jesús trajo al mundo y del cual nuestra naturaleza debe estar saturada. He aquí la clave

del vivir cristiano, el mundo será cambiado cuando vivamos esta naturaleza Divina que es

esencialmente amor y que se nos imparte en el nuevo nacimiento.

Quiera Dios usar poderosamente esta obra entre todos nuestros hermanos de habla española en

todas partes.

México, D. F., Agosto 1961

Luis Torres Márquez

NOTA: Este curso es un estudio del Antiguo y del Nuevo Testamento a la luz de las más grandes

verdades de nuestra redención en Cristo. El curso consiste de 37 lecciones que pueden completarse

tan despacio o tan aprisa como se desee.

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ÍNDICE

L E C C I Ó N Pág.

1. La Razón de Ser de la Creación ............................................................................. 4

2. La Creación del Hombre ........................................................................................ 8

3. La Traición del Hombre y sus Resultados ............................................................. 12

4. El Reinado de la Muerte Espiritual ........................................................................ 16

5. La Necesidad de Justicia que tiene el Hombre ....................................................... 20

6. La Necesidad de un Mediador para el Hombre ...................................................... 25

7. La Encarnación Prometida ..................................................................................... 29

8. El Pacto con Abraham ............................................................................................ 33

9. El Pueblo del Pacto Divino .................................................................................... 37

10. La Liberación de Egipto ......................................................................................... 41

11. El Pueblo del Pacto en el Desierto ......................................................................... 45

12. La Ley y el Tabernáculo ........................................................................................ 49

13. La Ley y el Tabernáculo (Continuación) ............................................................... 53

14. El Sacerdocio ......................................................................................................... 57

15. Las Ofrendas .......................................................................................................... 61

16. El Gran Día de la Expiación .................................................................................. 65

17. Sinopsis de los Libros del A.T. y Puntos Relevantes de la Historia de Israel ....... 69

18. La Encarnación ...................................................................................................... 74

19. La Vida del Encarnado ........................................................................................... 78

20. La Redención ......................................................................................................... 82

21. Nuestra Identificación con Cristo .......................................................................... 86

22. Las Dos Creaciones de Dios .................................................................................. 90

23. El Nombre de Jesús ................................................................................................ 94

24. La Palabra, Revelación de Dios al Hombre ........................................................... 98

25. El Ministerio Actual de Cristo ............................................................................... 103

26. La Sanidad .............................................................................................................. 107

27. El Señorío de Cristo ............................................................................................... 111

28. El Señorío de Cristo (Continuación) ...................................................................... 115

29. La Ley de la Nueva Creación ................................................................................. 119

30. La Ley del Amor .................................................................................................... 123

31. El Espíritu Santo .................................................................................................... 127

32. El Espíritu Santo (Continuación) ........................................................................... 131

33. El Espíritu Santo (Continuación) ........................................................................... 135

34. La Segunda Venida de Cristo ................................................................................. 139

35. La Segunda Venida de Cristo (Continuación) ....................................................... 143

36. Las Dos Clases de Conocimiento ........................................................................... 147

37. La Necesidad de una Revelación para el Hombre ................................................. 151

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Lección 1

LA RAZÓN DE SER DE LA CREACIÓN

El hombre se halla frente a una creación inexplicable de la cual él mismo forma parte. Tal creación

y las rígidas e inquebrantables leyes que la gobiernan, revelan al hombre que detrás de ella existe un

Maestro Diseñador. Por lo tanto, podemos afirmar que éste Creador diseñó la creación para que

pudiera cumplir cierto propósito o razón de ser.

El propósito de la creación parece ser el de proporcionar un medio ambiente adecuado para el

hombre. De hecho, si sacamos al hombre de la creación, a pesar de sus recursos y bellezas, ésta no

tendría razón de ser. Ahora bien, si Dios creó el universo como el hogar del hombre, debió haber

tenido alguna razón para ello. El hombre, a lo largo de la historia y por todos los medios a su

alcance, ha buscado en vano esta razón; es decir, la razón misma de su existencia.

El escepticismo apareció porque el hombre fue incapaz de encontrar el motivo o razón de ser de la

creación. La primera inclinación de la ciencia fue volverse atea y materialista, dando sólo una

explicación mecánica del universo. Hoy, sin embargo, a medida que los científicos han penetrado

cada vez más en los misterios y -maravillas de la creación, muchos de ellos han llegado a percibir a

Dios, vislumbrando que tras la creación hay un Creador inteligente. No obstante, la ciencia ha sido

incapaz de encontrar el propósito de la creación mediante un conocimiento meramente sensorial, es

decir, mediante un conocimiento derivado de los cinco sentidos.

La incapacidad del hombre para conocer a Dios se debe a que Dios es espíritu, y el hombre no

puede comunicarse con Él. Dentro de su propia naturaleza espiritual el hombre es un extraño para

Dios; y cada contacto que tiene con la realidad del universo, lo tiene por medio de su sistema

nervioso central y de sus cinco sentidos.

Por la naturaleza espiritual de Dios, el hombre no ha podido establecer contacto con Dios por medio

de sus cinco sentidos (vista, oído, tacto, olfato y gusto). Ha aprendido muchas cosas sobre la

naturaleza física o material, la cual es indiferente y muchas veces cruel hacia la vida humana; pero

ha sido incapaz de encontrar a Dios personalmente, así como la razón que tuvo para crear al

hombre.

Con esto nos damos cuenta de que el hombre por sí mismo no puede encontrar a Dios. Entonces, Él

debe revelarse al hombre, y ya lo ha hecho. Dios ya le ha proporcionado al hombre una revelación

de Sí mismo, la cual ha tenido que colocar al nivel del hombre a fin de que éste pueda alcanzarla.

Tal revelación es llamada “conocimiento por revelación”. Y nuestros espíritus recreados

(regenerados o renacidos) lo obtienen de la Palabra de Dios.

1 Corintios 2 describe esta revelación y nos da la siguiente explicación: “Porque ¿quién de los

hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie

conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” 1Co 2.11. El hombre, limitado dentro de su

conocimiento sensorial, es incapaz de conocer los pensamientos íntimos de otro hombre. Hay un

velo de carne que no puede penetrar con el sentido de la vista, del oído, o del tacto. No obstante, por

medio de palabras, puede transmitir sus pensamientos íntimos a otro hombre.

Así, Dios, deseoso de que el hombre lo conociera, redactó Sus pensamientos y propósitos íntimos,

en palabras que el hombre puede ver con sus ojos, oír con sus oídos, o leer o entender por medio de

sus sentidos: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de

Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras

enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a

lo espiritual” 1Co 2.12-13.

La Biblia es la revelación de Dios al hombre, y puesto que no tenemos ningún otro conducto por

medio del cual podamos conocer a Dios o entrar en comunicación con Él, nos volvemos a Su

revelación para descubrir lo que Él nos ha dejado dicho con respecto a la razón que tuvo para crear

al hombre y al universo.

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I. La Tierra, Razón de Ser de los Cielos

Nuestra tierra es tan pequeña en comparación con el tamaño y vasto número de los cuerpos celestes,

que el estudio de la misma sería totalmente absurdo si no fuera porque ella es el único planeta

conocido donde hay vida humana.

Génesis 1 nos revela que la tierra tiene un lugar sorprendente en los planes y propósitos de Dios.

Génesis 1.14-19 declara que la tierra es la razón de ser de todos los cuerpos celestes que giran en

sus órbitas a través del inmenso espacio. Por otro lado, la ciencia sostiene que no hay planeta, sol,

luna o estrella, en todo el vasto universo, que no ejerza su influencia sobre la tierra.

El sol se encuentra aproximadamente a noventa y tres millones de millas de distancia de nosotros; y

sin embargo, origina las condiciones climáticas de calor, luz, lluvia y vientos, que convierten a

nuestro planeta en un sitio donde pueden existir la vida humana, la vida animal y la vida vegetal.

La pequeña esfera de la tierra, con su preciosa carga de seres humanos, gira suavemente alrededor

del sol, ampliamente protegida por su transparente capa atmosférica. Una vez más las Escrituras

afirman: “...y sirvan de señales para las estaciones, para días y años” Gn 1.14.

Sabemos que las mareas de los océanos y mares son provocadas por los cuerpos celestes, y que el

calor y el frío; las corrientes de aire y las tempestades, también son el resultado directo de la

influencia planetaria. Pueden predecirse las tempestades en ciertos lugares del continente, por la

posición e influencia de ciertos planetas. Un terremoto puede predecirse también con muchos años

de anticipación porque ciertos planetas enfocarán su influencia en determinado momento sobre un

punto determinado de la superficie de la tierra, y eso causará un cataclismo.

Sabemos, por otra parte, que las heladas y las ondas cálidas se pueden predecir con muchos meses

de anticipación por el conocimiento seguro de la posición de los planetas.

Por estas deducciones vemos claramente que los planetas han sido colocados en los cielos para

marcarnos las estaciones, para servir de señales y para ser compañeros continuos y servidores

constantes de la tierra.

Los astros son los únicos marcadores perfectos del tiempo terrenal. Ningún reloj fabricado por el

hombre nos puede señalar la hora exacta, pero Aquel que conoce el camino de los astros sabe que

cada estrella, sol o planeta, pasarán por cierto punto y en determinado momento, en el vasto espacio

de los caminos siderales.

La estrella, puede, no haber sido vista durante miles de años, pero aparecerá en el cruce de los

caminos estelares en el tiempo preciso; ni un segundo antes, ni un segundo después. ¡Oh, maravilla

del Arquitecto; prodigio del Creador; poder Sustentador de este gran universo! ¡ Cuán emocionante

es saber que esta tierra nuestra, tan pequeña—tanto que miles de ellas podrían caber en el sol—es el

centro y razón de ser del universo!

II. La Razón de Ser de la Tierra es el Hombre

Si la tierra es la razón de ser de los astros siderales, ¿cuál es la razón de ser de la tierra?

Génesis 1 nos describe el relato de 1a creación. Esta consiste de una serie de actos divinos. Estos

actos culminan en la creación del hombre.

Cuando el hombre fue creado, la actividad creadora de Dios tuvo una pausa. El hombre fue la meta

de todo el movimiento creador. La ciencia debe aquí estar de acuerdo con la relación bíblica de la

creación al colocar al hombre en la cumbre de la misma. El hombre fue la última y la más sublime

de las obras de Dios.

La tierra no tiene razón de existir aparte del hombre. La naturaleza inconsciente no puede disfrutar

su belleza, ni estudiar ni utilizar lo que la tierra ha producido.

Sólo cuando Dios puso sobre la tierra al hombre creado a Su imagen, hubo una razón de ser para el

espacioso universo que había sido creado. Dios dotó al hombre de las capacidades necesarias para

disfrutar la belleza de Su obra y para utilizar los recursos de ésta.

“Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la

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hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó...” Is 45.18. La

Palabra declara aquí que Dios creó esta tierra para ser habitada por el hombre. En Sus actos

creadores, Él satisfizo cada necesidad que el hombre habría de tener en su vida sobre la tierra.

Era tras era, Él trabajó, almacenando tesoros y toda suerte de riquezas para el hombre. Llenó las

entrañas de la tierra con depósitos de hierro, cobre, plata y oro, y los colmó de incontables

variedades de metales, de productos químicos y de elementos generadores de fuerzas.

Cubrió la superficie de la tierra de montañas, de valles, de hondonadas, de mesetas y praderas; de

riachuelos encantadores y de flores en profusión para que conmovieran de gozo el corazón del

hombre que Dios había hecho. Frutas y vegetales proporcionaron el alimento a este hombre. El gran

Originador de las necesidades humanas y del gozo, ya conocía los anhelos y apetitos del hombre

aunque todavía éste no había nacido; y en el maravilloso plan de la creación, dichas necesidades se

tomaron en cuenta para satisfacerlas.

El hombre es la única criatura que puede disfrutar de su belleza o usar de sus recursos.

III. La Razón de Ser del Hombre es el Corazón Paternal de Dios

Hemos visto que la tierra es la razón de ser del universo estelar y que el hombre es la razón de ser

de la tierra. No obstante, nuestro problema no ha sido resuelto todavía. ¿Cuál es la razón de ser del

hombre? Hasta que sepamos porqué razón Dios creó al hombre, no sabremos la razón de ser de la

creación.

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” Gn 1.1. En este versículo, la palabra Dios en

hebreo es Elohim. Tal palabra es plural y revela al Dios trino y uno obrando en la creación. Las

Juan 1.1-3 y Colosenses 1.16 revelan que Cristo tuvo una parte muy importante en los grandes

actos de la creación, y Génesis 1.2 y el Salmo 104.30 muestran la obra del Espíritu en la creación.

La Trinidad permanece oculta en todo el Antiguo Testamento. Muchos judíos que han aceptado a

Cristo como su Salvador han testificado que uno de los factores que intervinieron para que

comprendieran que Jesús era su Mesías, fue el hecho de que pudieron vislumbrar la Trinidad oculta

en el Antiguo Pacto.

Israel, sin embargo, no supo cómo era la Trinidad. Hasta que Jesucristo, la Palabra Viviente, fue

manifestado en carne. El hombre no conocía que la Trinidad era el Padre, el Hijo y el Espíritu

Santo. En Su ministerio de enseñanza, Jesucristo reveló a Dios como Padre.

En diversas ocasiones de la vida de Jesucristo, se manifestó la Trinidad ante los sentidos de1

hombre. Una de ellas fue en el bautismo de Jesús narrada en Mateo 3.13-17. Cuando Jesús fue

bautizado el Espíritu Santo apareció en forma de paloma y descendió sobre Cristo, entre tanto que el

Padre habló desde el cielo diciendo: “Este es mi Hijo amado en el cual tengo complacencia”.

Mateo 28.19 (la Gran Comisión) revela a la Trinidad formada por el Padre, el Hijo y el Espíritu

Santo.

De todo esto, se desprende que en el principio el Padre, el Hijo y el Espíritu, crearon los cielos y la

tierra. Dios, en el principio fue el Dios-Padre. En la eternidad tenía una naturaleza de Padre. Los

que somos padres, sabemos y podemos entender lo que significa el amor y deseo de un padre para

sus hijos. Nuestra civilización está edificada en torno a este hecho, porque el hogar es la unidad

básica de la sociedad.

Efesios 3.14-15 revela que el padre humano es justamente un tipo del Dios-Padre. El amor del

padre humano existe porque, desde la eternidad, Dios era esencialmente un Padre. Es natural que el

corazón paternal de Dios anhelara hijos. Este ardiente anhelo tomó forma, y Dios planeó crear a un

hombre que anduviera con Él, como Su hijo:

Ef 1.4-5 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y

sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos

por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.

Antes que Dios creara el mundo, en Su plan soñado, ya el hombre había sido señalado para ser Su

hijo. El hombre tomaría el lugar de un hijo en el amor del Dios-Padre. Sería la respuesta al anhelo

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del Padre. Otros pasajes que revelan que el hombre fue la razón de ser de la creación, son:

Romanos 16.25 y 1 Corintios 2.7. Estos versículos nos enseñan primordialmente que el hombre

fue escogido desde el principio para ocupar el lugar de un hijo; y que después, Dios creó este

universo para que le sirviera de hogar al hijo escogido.

Entre las listas que hemos hecho de los atributos de Dios, siempre hemos incluido Su omnipotencia,

Su omnisciencia y Su omnipresencia, pero hemos pasado por alto el hecho de que, ante todo, Él es

un Dios-Padre.

En conclusión, la razón de ser de la creación es el corazón paternal de Dios. Unos cuantos pasajes

que revelan el cuidado paternal de Dios por sus hijos son: Mateo 6.8, 31-32; 7.11; Juan 14.23;

16.27; 17.23; Filipenses 4.6-7, 19; 1 Pedro 5.7.

Satanás ha sido muy sutil al cegar nuestro entendimiento a la naturaleza paternal de Dios. El

cristiano común y corriente no ha tenido una verdadera conciencia de Dios como su Padre. Tal

ignorancia se ha debido al hecho de que nuestra mentalidad no ha sido renovada por la Palabra de

Dios. Romanos 12.1-2 y Efesios 4.23 nos enseñan la importancia del estudio de la Palabra, para la

renovación de nuestra mente.

El conocimiento sensorial ha tomado el lugar de la Palabra de Dios en nuestra vida. Jesucristo ha

sido manifestado a los sentidos físicos del hombre: “Lo que era desde el principio, lo que hemos

oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos

tocante al Verbo de vida” 1Jn 1.1-2. Jesucristo, tomó un cuerpo humano por medio del cual fue

manifestado al hombre.

La mente humana obtiene su conocimiento al través de los sentidos físicos. Pero, el Padre nunca se

ha manifestado a tales sentidos, ya que es Espíritu. Por lo tanto, la mente del hombre no puede

formarse un cuadro mental de Él. Cuando un hombre ha nacido de nuevo, el conocimiento sensorial

pasado de la vida de Jesucristo ha tomado el lugar que el Padre debió haber tenido en su vida.

Debido a que el hombre pudo formarse una imagen mental de Cristo, ha desarrollado el hábito de

orar a Cristo, adorándole y alabándole solamente a Él. La renovación de la mente del hombre por la

Palabra de Dios, le da cierta conciencia del Padre que opera una revolución en su vida.

IV. Los Atributos de Dios

En esta revolución, naturaleza paternal de Dios nos fue comunicada en la creación. Pero hay otras

dos leyes de Su ser reveladas aquí. Una, que Él es un Dios de fe. Y, la otra, que Él es amor. El amor

fue la causa de que creara el universo, y lo creó por fe. Él obra por fe en Su Palabra.

En el primer capítulo del Génesis hay seis afirmaciones de la fe Creadora (creó: la luz, los cielos, la

tierra y el mar, las plantas, los astros y los seres vivientes). Hebreos 11. 3 revela que Dios creó este

universo por medio de la Fe en Su Palabra. Fue mediante Su Palabra hablada que la creación llegó a

existir.

PREGUNTAS

1. Mencione y explique las dos clases de conocimiento.

2. ¿Cómo ha satisfecho Dios la necesidad humana de Su revelación?

3. ¿Qué pasajes de las Escrituras revelan que la tierra es la razón de ser de los cuerpos celestes?

4. Explique tanto como sea posible, por qué el hombre es la razón de ser de la tierra.

5. ¿Qué se revela en la palabra Elohim?

6. Mencione varios pasajes de las Escrituras que describan la naturaleza paternal de Dios.

7. ¿Cuál es la razón de ser del hombre? Explique su respuesta.

8. ¿Por qué es que muchos cristianos no tienen fe en Dios como Su Padre celestial y en Sus

promesas para ellos?

9. Mencione dos atributos de la naturaleza de Dios que se encuentran revelados en la creación.

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Lección 2

LA CREACIÓN DEL HOMBRE

En la lección anterior, aprendimos que el hombre es la razón de ser de la creación. A la, luz de este

portentoso acontecimiento vamos a estudiar al hombre a quien Dios creó para satisfacer su anhelo

de compañía.

Génesis 1 nos relata todo el proceso preparatorio que Dios llevó a cabo antes de crear al hombre.

Primero, planeó un Universo para el hombre, y en el centro de dicho Universo proyectó un hogar.

El Amor echó los cimientos de este enorme universo, todo lo planeó y proyectó para que fuese el

hogar del hombre. En Génesis 1.25, al terminar Su obra, Dios puso el sello de Su aprobación sobre

ella. Todo quedó listo para satisfacer las necesidades del hombre. De nada carecía el universo que

habría de ser su hogar.

En Génesis 1.26, Dios hace ahora la solemne declaración de que va a hacer al hombre a Su propia

imagen. Sabiendo que el anhelo de compañía emanado de Dios fue la razón de haber creado al

hombre, podemos entender fácilmente que éste no podría hallar la razón de su existencia, a menos

que fuese creado a la imagen de Dios.

A fin de participar de la vida divina, el hombre debía estar dentro de la categoría divina, dentro de la

esfera de la divinidad. Debía ser hecho a la imagen y semejanza de su Creador. Debía ser creado

semejante a la Divinidad lo más exacto posible a fin de ser hijo y heredero de Dios.

I. El Hombre, un Ser Triuno

Génesis 1.27 describe la creación del hombre hecho a la imagen de Dios. Adán fue el primer

hombre. Pero, en Génesis 2.7, vemos que por su pecado vino su caída. Después de su caída, en su

condición de muerte espiritual, el hombre no podía saber cuál era la imagen de Dios sin una

revelación divina.

Jesucristo, el Verbo Encarnado, revela que el Padre es un Ser Espiritual (Jn 4.24).

Pablo, en su revelación explica que el hombre es un ser trino formado de espíritu, alma y cuerpo

(1Ts 5.23).

En verdad, el espíritu es el hombre creado a la imagen de Dios. El alma incluye las facultades del

raciocinio y el cuerpo, las capacidades físicas. El Dios-Padre creó al hombre a Su imagen, un ser

espiritual con alma y cuerpo. El alma y el cuerpo del hombre lo capacitan para vivir sobre este

universo material que ha sido creado para él. El verdadero hombre es espíritu. El hombre andaría en

compañía del Dios-Padre dentro de su categoría que es el reino del espíritu.

Tu cuerpo no eres tú. Tu mente no eres tú. Tú tienes una mente y un cuerpo que usas, están a tu

servicio. La mente y el cuerpo son simplemente los instrumentos de tu espíritu, el “tú” real. El

hombre espiritualmente muerto no comprende que fue creado a la imagen de Dios, para andar con

Él. Ello se debe a que todo lo que el hombre natural conoce acerca de la realidad, lo conoce a través

de sus cinco sentidos físicos. Pero, estos órganos sensoriales del cuerpo pueden recibir sólo un

estímulo de una cosa semejante a su esencia y a la materia que los forma. Por consiguiente, los

sentidos del hombre sólo pueden percibir para él lo físico o material (nunca lo espiritual).

Existe, de acuerdo con las Escrituras, un reino espiritual así como un reino físico. El Padre, el

Espíritu Santo, los ángeles, Satanás y los demonios, todos ellos son seres Espirituales, y nuestros

sentidos físicos no tienen contacto con este ambiente espiritual.

Efesios 6.1-20 nos revela que hay una lucha espiritual que nos rodea, de la cual nuestros órganos

sensoriales no reciben estímulo. Es decir, nosotros no nos damos cuenta de lo que está sucediendo

en el ambiente espiritual. Tampoco nos damos cuenta por los sentidos físicos, de la presencia del

Espíritu Santo o de los ángeles. Léase: Marcos 16.17-18; Juan 13.23; 16.7-15; 1 Corintios 3.16;

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Hebreos 1.14; Santiago 4.7; 1 Pedro 5.8; 1 Juan 4.1-6.

Y como el médico, con el filo de su bisturí, no ha sido capaz de localizar el espíritu del hombre, los

ateos y materialistas han dicho que el cuerpo es el todo del hombre.

Ro 1:18-21, 28 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia

de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es

manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y

deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio

de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le

glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y

su necio corazón fue entenebrecido... Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios

los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen.

El hombre se ha rehusado a creer en Dios y a conocerlo porque no ha podido verlo, oírlo o tocarlo.

Un pez podría también afirmar que no existe nada fuera del agua, exactamente como el hombre

limitado al conocimiento sensorial, diría que no existe nada aparte de la materia.

Concluimos, pues, que el hombre es principalmente un ser espiritual creado para andar con el Dios-

Padre dentro de su categoría. Comprendemos, que cuando Él creó al hombre, Dios no tenía cuerpo;

no obstante, el compañerismo del hombre fue completo y perfecto con Él. Esto revela que el cuerpo

del hombre estaba subordinado a su espíritu, y que su espíritu predominaba. El espíritu del hombre

gobernaba su mente y su cuerpo. El cuerpo existe sólo para el espíritu y el alma del mismo. El

espíritu opera por medio del alma o intelecto, y éstos, a su vez, operan por medio del cuerpo físico.

En la muerte, el hombre y su alma dejan el cuerpo. Cuando el hombre ha abandonado su cuerpo,

éste no tiene razón de existir; por consiguiente, la disolución y desintegración sobrevienen luego.

II. La Voluntad del Hombre

Otra característica suprema que el Dios-Padre confirió al hombre fue la voluntad. La voluntad tiene

el poder de escoger, de seleccionar, y determinar las propias acciones.

Dios asumió una gran responsabilidad al crear a un ser con una voluntad. No obstante, ningún otro

tipo de ser podría haber satisfecho la razón de ser de la Creación. Sin esa voluntad, el ser creado por

Dios hubiera sido una máquina, no un hombre... un títere en vez de una persona. Lo que el Padre

desea es compañerismo y éste debe venir del hombre, no como respuesta a un instinto, sino de su

propia selección e iniciativa, como el resultado de su profundo amor por Dios.

No podría haber compañerismo con un títere. Léase Lucas 9.23.

La obediencia a Dios es el resultado del amor (Juan 14.15, 21-24).

III. La Mente del Hombre

Las Escrituras nos dicen que cuando el hombre fue creado tuvo una mentalidad intelectual de tal

naturaleza, que fue capaz de dar nombre a toda la creación animal:

Gn 2.19-20 Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los

cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a

los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y

a todo ganado del campo...

Cuando nos damos cuenta de que hay 500,000 insectos, pájaros, gusanos, peces, reptiles y otras

clases de animales a los cuales Adán puso nombre, podemos entender la gigantesca capacidad

mental que tuvo y que lo facultó para gobernar sobre la creación. Sabemos que la razón primordial

de la existencia del hombre es el anhelo de compañerismo del Dios-Padre. Por consiguiente, las

capacidades mental y de inteligencia del hombre fueron de tal naturaleza, que su mente pudo

asociarse con la de su Creador.

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IV. La Condición Física del Hombre

Cuando el hombre fue creado, el plan de Dios fue hacer un ser humano perfecto con una vida

humana sin fin. Su cuerpo no era mortal ni inmortal. La palabra “mortal” significa “condenado a

muerte” o “dominado por Satanás”.

El hombre era un ser espiritual eterno, dentro de la categoría de divino con un cuerpo humano

eterno. El cuerpo de Adán era perfecto y estaba preparado para ser la habitación del subgobernante

divino.

V. Dominio, Autoridad y Responsabilidad del Hombre

Gn 1.28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla,

y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven

sobre la tierra.

Al leer las Escrituras por medio de nuestra mente gobernada por los sentidos, hemos pasado por alto

el lugar de suma importancia que el hombre tuvo en el corazón de Dios. El hombre fue el objeto del

amor y del afecto del Dios-Padre. El Padre se gozó en delegar al hombre Su poder y dominio sobre

las obras que Él había creado. El hombre fue creado con la capacidad de gobernar el universo.

El Salmo 8.3-6 nos descubre la creación del primer hombre tal como el Dios-Padre deseaba que

fuese y viviese. El versículo 5, en la versión Reina-Valera dice: “Le has hecho poco menor que los

ángeles...”, pero el texto original en hebreo dice “Le has hecho un poco menor que Dios”. La

palabra hebrea usada aquí para Dios es “Elohim” y es la misma palabra que se usa en Génesis 1.1:

“En el principio Dios (o Elohim)...”

La idea del hebreo es “solamente un poco menor que Dios”. Es decir, el hombre fue creado tan

semejante a Dios-Padre como fue posible. El hombre sería el compañero de Dios y un

subgobernante divino. Su dominio abarcaba hasta la última estrella y hasta el último planeta. Era de

tan largo alcance como será el poder de Cristo cuando tome las riendas del dominio del universo.

Hebreos 2.5-8a nos presenta una revelación del dominio de Adán. Hebreos 2.8b revela que el

hombre ya no posee tal dominio. Hebreos 2.9 nos dice que el dominio perdido por Adán le fue

entregado a Cristo por virtud de su sacrificio en favor de los hombres. Y Hebreos 1.3 nos sugiere la

forma en que Adán gobernó la creación de Dios. Jesús retiene ahora todas las cosas por la Palabra

de Su Poder.

Adán también gobernó la creación por su palabra. Su voz fue como la voz de Su creador en su

dominio sobre lo creado. Adán poseyó una autoridad tan completa sobre la creación que tuvo en sus

manos el derecho legal de conferir tal dominio a otro ser, a Satanás (en nuestra siguiente lección

continuaremos la ampliación de este pensamiento).

VI. La Responsabilidad del Hombre

Es imposible sobreestimar la responsabilidad de Adán. Adán sentía el mismo gozo entrañable de

Dios-Padre, por la familia humana todavía por nacer. Dios pudo haber hecho que existiera toda la

familia humana desde luego, al mando de Su palabra, pero no lo hizo así.

Génesis 1.28 nos dice que Dios hizo a Adán y a Eva Sus compañeros de trabajo para colocar a la

familia humana en el mundo. Dios dio al hombre la capacidad de reproducirse o de engendrar hijos.

Dichos hijos fueron creados primordialmente para el gozo y la gloria de Dios. En vez de crear a la

raza humana por medio de una sola palabra, el Dios-Padre creó a un hombre y a una mujer. Y les

dijo prácticamente: “Les permito dar a luz a mis hijos; criarlos, educarlos y cuidarlos; enseñarlos

a amarme y a responder a mis anhelos”. Y de esa manera, la tarea verdadera del hombre fue

engendrar a los hijos de Dios.

Esto coloca sobre el hombre una responsabilidad que solamente puede medirse por la eternidad. El

hombre engendra personalidades eternas, hijos que vivirán tanto como Dios vive. El hombre, pues,

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es el custodio del gozo divino. Nos hemos detenido a considerar cada detalle en la creación de la

raza humana en Adán, por una razón muy importante: la renovación de nuestra mente.

Hasta el momento en que nacimos de nuevo, vivíamos en el reino de la muerte espiritual. No

habíamos conocido otra cosa más que la esclavitud de ese reino. Durante ese periodo todos nos

familiarizamos con la creación del hombre tal como se nos relató en Génesis 1 y 2, pero nuestro

conocimiento fue a través de la mente terrenal que está enemistada con Dios.

En el relato de la Creación, no pudimos descubrir que el hombre fuese la razón de ser del universo.

Para nosotros el hombre jugó un papel de poca importancia. Nuestro espíritu, alejado de Dios, no

pudo comprender el anhelo que el Dios-Padre tenía de hijos ni Su gozo al crear al hombre a Su

propia imagen para que tuviese dominio sobre la creación. En lugar de eso, lo que nosotros

contemplamos fue a un Dios por el cual no sentimos amor o íntima amistad; el concepto que

teníamos de Dios era el de un Dios-Policía o el de un Dios-Juez.

Pensábamos en la creación del hombre como un fracaso lastimoso; éste no era más que un pobre y

débil gusano hecho del polvo de la tierra. Lo observamos tal como Satanás quiso que lo

observáramos.

1 Corintios 15.45-49 nos habla de dos creaciones, la creación en Adán y la nueva creación

espiritual en Cristo. En Adán, contemplamos al hombre desfigurado por la entrada de la muerte

espiritual, perdiendo su comunión con el Dios-Padre y su dominio sobre la creación. En Cristo, la

muerte espiritual queda destruida y el hombre es hecho una nueva criatura, libre del dominio de la

muerte espiritual como si Adán nunca hubiese pecado. Conociendo el porqué de la primera

creación, sabremos lo que ésta significa para el corazón Paternal de Dios.

El bajo concepto que tenemos de la creación en Adán nos ha dado un bajo concepto de la creación

en Cristo.

PREGUNTAS

1. ¿Por qué el Dios-Padre creó al hombre a Su propia imagen?

2. (a) ¿Qué clase de ser es Dios? ¿ Es hombre? (b) Dé citas para cada respuesta.

3. ¿Por qué el hombre natural no reconoce la existencia del hombre espiritual?

4. ¿En qué reino debería vivir el hombre?

5. ¿Por qué Dios dotó al hombre de voluntad?

6. ¿Qué incidente revela el tipo de mentalidad que tuvo Adán?

7. ¿Qué clase de cuerpo poseyó Adán?

8. ¿Qué pasajes revelan la autoridad que Adán tuvo antes de la caída?

9. ¿Hasta qué punto fue creado Adán a la semejanza de Dios?

10. ¿Por qué es necesario que nosotros sepamos qué lugar tuvo la primera creación en el plan de

Dios?

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Lección 3

LA TRAICIÓN DEL HOMBRE Y SUS RESULTADOS

Hasta esta parte del curso, hemos abarcado los capítulos del Génesis que incluyen el período desde

la creación del hombre hasta su caída. Para muchos de nosotros, estos capítulos habían sido

solamente una parte de la historia de tiempos idos, capítulos sin vida y sin interés. Los habíamos

estudiado por obligación para adquirir cierto conocimiento esencial.

Al estudiarlos ahora, a la luz de nuestra redención en Cristo, cobran vida delante de nosotros. En

ellos se desarrolla un drama de gozo, de amor y de fe; y luego de incredulidad y de tragedia, cuyo

centro lo constituyen el Dios-Padre y el hombre.

En dichos capítulos se describe la preparación que el Amor hizo para el hombre; la alegría del Dios-

Padre al crear al hombre a Su propia imagen y Su anhelo de hacerlo colaborador Suyo en el

gobierno de la creación, dándole autoridad y responsabilidad. En el gran drama de la creación se

revelan claramente la naturaleza paternal y el amor de Dios.

Durante el reinado de muerte espiritual que siguió al pecado de Adán, a través del cual Satanás

dominó en el corazón del hombre, se perdió el conocimiento de Dios y de Su amor. No fue sino

hasta la venida de Cristo cuando se dio a conocer a los hombres otra vez la naturaleza paternal de

Dios. Todo ello forma un ambiente perfecto para una tragedia.

I. La Naturaleza del Pecado del Hombre

El viejo problema que los teólogos han tenido que considerar en cada generación es este: ¿Cuál fue

la naturaleza del pecado original en el hombre?

No pudo haber sido el quebrantamiento de la ley porque hasta entonces no había sido dada ninguna

ley tal como entendemos el término en su relación con la Ley de Moisés. ¿Qué clase de pecado fue

aquel que motivó la encarnación de Cristo y el sufrimiento del Calvario?

Habiendo descubierto que el hombre fue investido de una autoridad tan grande, que poseía una

inteligencia de tal calibre que lo capacitaba para ser el compañero de la Deidad, y que tenía en sus

manos el gozo o las penas de Dios, podemos entender ahora la naturaleza del pecado que cometió.

A. Pecado de Alta Traición

El pecado de Adán fue un crimen de “alta traición”. Dios le había conferido autoridad para gobernar

el universo. Tal concesión fue la más sagrada herencia que Dios pudo haber legado al hombre (Gn

1.28; Sal 8.6).

Adán entregó este dominio legal en manos del enemigo de Dios; Satanás. Este pecado fue

imperdonable. Así se ha considerado en todas las épocas la alta traición. La transgresión de Adán se

realizó a la luz resplandeciente de un conocimiento absoluto. Adán no fue engañado por Satanás. El

entendió perfectamente los pasos que condujeron al crimen. Su esposa, Eva, fue engañada, pero

Adán fue el Benedict Arnold de la eternidad (Benedict Arnold, 1741-1801, militar estadounidense,

que destacó durante la primera fase de la guerra de la Independencia de este país, 1776-1783, pero

que más tarde traicionó la causa de las colonias americanas).

El hombre conocía a Dios. Conocía también a Satanás y sabía el resultado del crimen sin nombre

que cometió (1Ti 2.13-14).

Génesis 3.1-7 nos muestra que el engaño satánico de que fue víctima Eva se debió a su incredulidad

en la Palabra de Dios. Satanás, por medio de la serpiente, puso primero en tela de juicio la Palabra

que Dios les había dado, y luego la contradijo abiertamente.

B. La Traición de Adán Reconocida por Cristo

Hemos llegado a uno de los rasgos más interesantes del Plan de la Redención, el dominio de

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Satanás sobre la creación. Ya demostramos cómo Satanás obtuvo esta autoridad; ahora notemos

algunos hechos relacionados con este mismo asunto.

El estudiante cuidadoso de las Escrituras notará la perfecta justicia de Dios. Dios no tomó ventaja

sobre Satanás. Adán había conferido legalmente a Satanás la autoridad con que Dios lo había

investido. Si Dios no hubiera sido perfectamente justo, hubiera desposeído a Satanás y castigado al

hombre. En vez de eso, Su gracia provee lo necesario para la redención de la humanidad mostrando

Su amor al hombre, basándose sobre la justicia perfecta.

Se recordará que cuando Jesús comenzó Su ministerio, inmediatamente que fue bautizado, fue

llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Durante la tentación, el diablo lo

condujo a la cima de un monte y le mostró en un instante todos los reinos de la tierra (Lc 4.6-7).

Es de notar que Satanás viene a Jesús y le dice que toda potestad y la gloria de los reinos de la tierra

le han sido entregadas a él, y que puede darlas a quien él quiera. Si el diablo le hubiera mentido aquí

a Jesús, y Él no lo hubiera descubierto, entonces no era el Hijo de Dios Encarnado. Ahora, si el

diablo hubiera mentido a Jesús y Jesús lo hubiera sabido, la tentación no hubiera sido real.

Creemos que la Biblia habla la verdad y que la tentación de Jesús fue real. Entonces, Jesús

reconoció que Satanás tenía la autoridad y el dominio sobre los reinos de la raza humana y que

podía entregar dichos reinos a quien él deseara. Satanás dijo: “Me han sido dados”. Sabemos que

dicha autoridad no le fue dada a Satanás por Dios. El Dios-Padre nunca le hubiera conferido a Su

enemigo el dominio sobre Su creación y sobre el hombre, objeto de Su amor.

Satanás tentó al hombre en el huerto del Edén por razón de su odio enconado hacia Dios. Sabiendo

lo que el hombre significaba para Dios-Padre, Satanás tomó como su objetivo dividir dicha unión y

colocar a la humanidad en un estado de esclavitud y de destrucción, dominada por él. El diablo

sabia que ello sería motivo del más grande sufrimiento para Dios-Padre. No obstante, Satanás, en su

carácter maligno, no pudo anticipar que Dios sufriría por Su propia voluntad por causa del hombre

hasta traerlo de nuevo a Sí mismo.

Los sufrimientos físicos y espirituales de Cristo en el Calvario revelan el triunfo del amor Divino

sobre Su enemigo, Satanás. Cristo no se sometió a esta tentación; el Amor conquistó y triunfó sobre

Satanás.

II. Resultado del Pecado de Adán

A. Entrada de la Muerte

El resultado del pecado del hombre fue el impedir el plan de Dios. El pecado de alta traición de

Adán trajo la muerte Espiritual a la vida de la humanidad:

Romanos 5.12 nos da una descripción de la muerte espiritual en espera de la oportunidad para

apoderarse del espíritu del hombre. El pecado del hombre deja la puerta abierta para la entrada de

esta naturaleza espantosa dentro de su espíritu.

La mayor parte de nuestra enseñanza con respecto a la caída del hombre se ha centralizado en la

entrada de la muerte física.

Ya hemos visto en nuestra última lección que el hombre en realidad está constituido por el espíritu,

y que el hombre estaba destinado a andar en compañía de Dios, como un ser espiritual. Fue en este

espíritu del hombre creado a la imagen de Dios, donde entró la muerte.

Cuando usamos el término “muerte espiritual” no queremos decir que el hombre dejó de ser un ser

espiritual. La muerte espiritual no es un estado de no-existencia; es un estado de existencia separada

y alejada de Dios y unida a Satanás. Hay tres clases de muerte mencionadas en las Escrituras: la

muerte física, la muerte espiritual y la segunda muerte.

La muerte física es algo violento y no natural: la separación del espíritu y alma del hombre de su

cuerpo. La muerte espiritual es más violenta y mucho menos natural para la humanidad. Es la

separación del espíritu del hombre de su Dios (Ef 4.18).

La segunda muerte es la separación eterna de Dios, y el comienzo de una existencia donde la

naturaleza de Dios ya no es, y nunca más volverá a ser, accesible al hombre (Ap 20.11-15).

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B. La Muerte Espiritual, una Naturaleza

La muerte espiritual es en realidad una naturaleza. Las potencias verdaderas actuales son de carácter

espiritual: Dios es un espíritu (Jn 4.24), Satanás es un espíritu (Ef 6.12) y el hombre es un espíritu

(1Ts 5.23).

El hombre, creado a la imagen de Dios y siendo un ser más elevado, depende de un poder más

elevado que él por lo que respecta a su vida espiritual. Debe participar, o bien de la naturaleza

divina, o de la naturaleza satánica. Dios es un Espíritu, y Su naturaleza es vida (Jn 5.26).

Satanás es un espíritu también, y su naturaleza siendo opuesta a la de Dios, es muerte. Fue la muerte

espiritual, emanada de la naturaleza de Satanás, la que tomó posesión del espíritu del hombre (Ef

2.1-5). Hay dos palabras con que se inicia la Biblia: “vida” y “muerte. Sin la comprensión de estos

dos términos no podemos tener un concepto coherente de Dios y de Su revelación al hombre: la

Biblia.

La primera muerte que entró con la caída fue la muerte espiritual. A Adán se le había dado a elegir.

El Árbol de la Vida hubiera unido al hombre con Dios. El Árbol del Conocimiento del Bien y del

Mal lo unió con Satanás (Gn 2.9, 16-17).

C. Una Muerte Doble

Cuando el hombre recibió autoridad sobre el Universo, Dios lo advirtió diciéndole que al

desobedecer moriría. La traducción literal de Génesis 2.17, en la parte final, donde dice

“ciertamente morirás”, es la siguiente: “muriendo, morirás”. Esto revela la muerte doble.

En el mismo momento en que Adán cometió el pecado de alta traición, murió espiritualmente, pero

no murió físicamente sino hasta novecientos treinta años más tarde. La muerte espiritual llegó a la

tierra primero y luego se manifestó en la naturaleza física, destruyéndola. La muerte física es

solamente una manifestación de su causa, o sea la muerte espiritual.

Una vez que el hombre hubo muerto espiritualmente, su cuerpo se hizo mortal, condenado a muerte.

La muerte espiritual llegó a ser universal. Toda la humanidad fue identificada con Adán en su

muerte espiritual. Adán, el padre de la humanidad, la obra maestra de la creación divina, había

muerto espiritualmente. Había fracasado en su responsabilidad como custodio del gozo de Dios. El

hombre a quien él traería a la vida tendría su misma naturaleza. Aquella muerte espiritual se

convierte en la naturaleza de cada hombre que nace en el mundo.

Romanos 5.12, declara que la muerte pasó a todos los hombres. Romanos 5.17-19a, dice que: “por

la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores...” Y Romanos 5.15,

declara: “...por la trasgresión de aquel uno murieron los muchos...”

El sueño de Dios no puede realizarse. La humanidad está muerta espiritualmente.

III. Naturaleza de la Muerte Espiritual

Hemos visto que la muerte espiritual se asemeja a una sustancia, a una fuerza, a un hecho, a la vida.

La diferencia es que la muerte espiritual emana del diablo, entretanto que la vida emana de Dios.

Satanás originalmente estuvo con Dios en el Cielo, como uno de los espíritus que permanecían al

mismo lado del Trono; pero se rebeló en contra de Dios, y al hacerlo, cambió su naturaleza.

Sabemos muy bien que en el mundo operan siempre dos fuerzas espirituales contrarias la una a la

otra: amor / odio; gozo / tristeza; fe / duda; bien / mal; etc. Estas fuerzas en conflicto no pueden

proceder de la misma fuente. Todo lo que es santo, bueno y hermoso procede de la vida, la cual

emana de Dios. Todo lo que es diabólico, malo y corrompido, procede de la muerte espiritual, la

cual emana de Satanás.

Entendemos perfectamente que de la naturaleza satánica fluyen el odio, la codicia, el crimen y toda

fuerza impura y mala del mundo. No podríamos entender la condición y el problema de la

humanidad sin saber que la muerte espiritual, causada por la naturaleza satánica, reina en el espíritu

del hombre. Es muy claro que cuando la muerte espiritual entró a la vida de Adán, su espíritu

experimentó un cambio completo. El hombre volvió a nacer cuando pecó, pero nació engendrado

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por Satanás. Llegó a participar de la naturaleza satánica y se hizo hijo de Satanás. Léase Juan 3.12;

5.24; 1 Juan 3.12, 14-15; Efesios 2.1-5.

La muerte espiritual, ese monstruo espantoso, se apoderó de la soberanía, del dominio y del señorío

sobre la creación.

Romanos 5.17a dice: “Pues si por la trasgresión de uno solo reinó la muerte...”. La muerte asumió

una personalidad, por el acto de alta traición de Adán comienza a reinar la muerte. Es en realidad el

reinado de Satanás.

Hebreos 2.14 habla de que Satanás retiene la autoridad, el dominio del reino de la muerte espiritual.

Romanos 5.17a nos dice: “Pues si por la trasgresión de uno solo reinó la muerte...”,

mostrándonos que la muerte “imperó” como soberana.

Romanos 5.21a dice: “Para que así como el pecado reinó (como soberano) para muerte”. Aquí

tenemos la verdad expresada claramente. La muerte (la naturaleza de Satanás) se ha apoderado de la

soberanía y la creación de Dios, la cual está ahora bajo su dominio.

PREGUNTAS

(Responda lo más ampliamente posible)

1. ¿Cuál fue la naturaleza del pecado de Adán?

2. ¿Fue engañado Adán? Cite algún pasaje.

3. Mencione y explique el incidente del Nuevo Testamento que revela la autoridad de Satanás

sobre la creación.

4. ¿Por qué Satanás deseó traer la muerte espiritual a la vida del hombre?

5. Explique Romanos 5:12.

6. ¿Qué es la muerte espiritual?

7. ¿Cuál fue la “muerte doble” de Adán?

8. ¿Cuáles son los tres principales seres espirituales?

9. Mencione algunos pasajes que demuestren que la muerte espiritual pasó a toda la humanidad.

10. Mencione el contraste entre los frutos de la naturaleza divina y los frutos de la naturaleza

satánica.

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Lección 4

EL REINADO DE LA MUERTE ESPIRITUAL

En lección pasada vimos la entrada de la muerte espiritual en la vida del hombre.

Eso explica el dominio y la persistencia del pecado en su imperio real sobre la humanidad. El

hombre se ha convertido en participe de la naturaleza Satánica, que es causante de la muerte

espiritual. El reinado de la muerte espiritual arranca de Satanás.

Efesios 2.1-5 nos revela la condición de muerte espiritual del hombre, como un hijo de la ira, cuya

vida es ordenada por Satanás, quien se ha convertido en el príncipe de la potestad del aire.

No hay razón lógica para explicar la respuesta que el hombre ha dado al pecado, organizado de

manera tan inteligente, a menos que la naturaleza y voluntad de aquél estén ligados en amistad con

éste. El Dios-Padre había dado a conocer Su voluntad al hombre. Su voluntad era que el hombre

comiera del Árbol de la Vida, y que participara de Su Naturaleza.

Hay tres voluntades en el mundo: la voluntad de Dios, la voluntad de Satanás y la voluntad del

hombre. En la medida en que el hombre dependa de Satanás o de Dios para su vida espiritual, su

voluntad estará en armonía con la voluntad de Dios o con la de Satanás.

Mateo 6.24 nos da la explicación del Nuevo Testamento: el hombre no puede servir a dos señores

al mismo tiempo. Tendrá que amar al uno o al otro. Tendrá que servir a Dios o a Satanás. El hombre

en el Edén rechazó la voluntad de Dios y buscó hacer su propia voluntad. Pero al querer hacer su

voluntad libertándose de Dios, sometió esa voluntad a la esclavitud satánica.

Ahora vamos a estudiar el reinado de la muerte espiritual en la vida del hombre, creado a la imagen

de Dios; y a encontrar la única respuesta a la necesidad del hombre, muerto espiritualmente.

I. Principia el Reinado de la Muerte Espiritual

El dominio de la voluntad satánica sobre Adán comenzó en el momento mismo en que éste

obedeció su voz. ¡Qué horrible despertar fue para el hombre! La naturaleza satánica se había metido

en su espíritu.

Efesios 2.3 nos declara que el hombre es ahora, por naturaleza, un hijo de ira. Génesis 3.8-13 nos

afirma que ya no responde al llamado de Dios. Su compañerismo se ha roto. Ahora responde al

llamado de su nuevo amo, Satanás.

Génesis 3:22-24 nos dice que el hombre está ahora fuera de la ley; que es arrojado fuera del Edén, y

que ya no tiene ninguna base legal para acercarse a Dios: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre

es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome

también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén,

para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del

huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar

el camino del árbol de la vida”.

Debemos comprender en todo su significado este proceder divino. Hubiera sido un crimen

irreflexivo el que la naturaleza divina y la naturaleza satánica se hubieran hermanado en un

individuo; por ello se le prohibió a Adán el acceso al Árbol de la Vida. No podemos imaginar

siquiera la clase de ser que hubiera resultado de semejante unión. Es suficiente saber que esto

hubiera imposibilitado la obra de la redención.

Génesis 4.8-9 nos muestra cómo la muerte espiritual se convierte para Adán en una realidad

espantosa. Su hijo primogénito asesina a su hermano y después miente. Las dos características de

Satanás se manifiestan en la vida del hombre. Satanás es asesino y mentiroso. Adán va a sentir con

ansiedad el efecto de su traición. No solamente ha pecado contra Dios, sino también contra la raza

humana todavía por nacer.

Génesis 4.26 nos relata que en la familia humana nace un nieto y Adán le pone por nombre Enós. Y

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Enós significa mortal, frágil, condenado a muerte, o gobernado por Satanás. Le da nombre a su

primer nieto recordando con amargura su pecado. En cada amanecer la perfecta belleza había

recreado la vista del hombre; ahora lo que contemplan sus ojos por todas partes es devastación. Lo

que abunda en dondequiera son los gusanos, las zarzas y las espinas (Gn 3.17-19).

La voluntad férrea de la muerte espiritual ha esparcido el odio en la naturaleza del reino animal.

Hasta los oídos de Adán llegan gritos discordantes de malicia y de sufrimiento, en tanto que delante

de sus ojos yacen al sol los esqueletos de animales y de insectos. Adán mismo se envilece bajo la

voluntad férrea de Satanás. Se da cuenta de que su naturaleza ya no está en armonía con Dios. Ha

perdido el amor y lo han abandonado el gozo, la tranquilidad y la paz.

II. La Muerte Espiritual y el Nacimiento de la Razón

La muerte espiritual obligó al hombre a dejar de andar en el reino de su espíritu. Hasta aquí había

caminado en el reino del Espíritu con su Creador. Su espíritu había imperado y gobernado. Había

sido el reino de la fe, el reino del poder omnipotente donde la fe dio a las palabras ser y sustancia.

Fue el reino de Aquel que llamó a las cosas que no son como si fuesen (Ro 4.17).

Adán había actuado como sub-gobernante de Aquel que hizo los mundos creándolos de la nada, por

fe en Su Palabra (He 11.3). Ahora que la unión del hombre con Dios ha sido rota, la suficiencia del

hombre también es separada de la suficiencia divina. La palabra del hombre es separada de la

Palabra de Dios. El hombre ha caído del reino de la suficiencia divina al reino de la suficiencia

humana. En este reino depende de sus propios recursos. Los recursos del hombre se limitan a su

mente y a su cuerpo. La mente puede derivar su conocimiento sólo por medio de los sentidos

físicos. Los cinco sentidos, vista, oído, tacto, gusto y olfato, se convierten en las puertas y ventanas

de su mente.

El hombre forma su concepto del mundo y de sí mismo por medio de tales sentidos. Ordena su vida

por lo que ve, por lo que oye, por lo que siente, por lo que prueba y por lo que huele. Los sentidos

llevan el material a la mente, y la razón saca sus propias conclusiones del material de la sensación.

La fe ha muerto, lo sobrenatural se ha perdido, y nace la razón.

Romanos 8.7 nos dice que “los designios de la carne son enemistad contra Dios”. La mente carnal

está compuesta del material y de las sensaciones que percibe a través de los sentidos físicos. En

otras palabras, la razón, producto de los sentidos del hombre, siempre ha estado enemistada con el

conocimiento divino que procede de la fe, o de cualquier otro acto que esté fuera del alcance del

hombre, en su esfera netamente humana.

La civilización se convierte en el cultivo de las artes que agradan a los sentidos. No importa cuán

altos sean los propósitos del hombre, éste no puede elevarse por encima del nivel de sus sentidos. El

andar o actuar en el espíritu se ha perdido. El grito del espíritu permanece sin respuesta. En los

albores de la historia humana, la razón adquiere la supremacía.

La historia de la raza humana ha sido una comprobación de 1 de Juan 5.19b: “...el mundo entero

está bajo el maligno”. El pecado ha gobernado como rey en el reino de la muerte espiritual donde el

hombre vive bajo el cruel emperador, Satanás. Cada esfuerzo del hombre por extirpar el poder del

pecado ha fracasado. La educación ha fallado. La historia confiesa que cada nuevo progreso en la

civilización ha sido acompañado de un descenso de los principios morales.

La guerra ha dominado en cada período de la vida de las naciones; destruyendo la juventud y la

fuerza de la humanidad. La guerra ha causado al hombre sufrimientos indecibles. Su crueldad no es

más que una manifestación del dominio satánico operando en la destrucción del hombre.

El hombre ha sido incapaz de cortar la raíz y la causa del pecado, de la enfermedad y de la muerte.

La plaga de la enfermedad se ha ceñido al cuerpo, marchitando y flagelando a la humanidad. La

muerte es el mayor problema que han encarado hombres de todas las épocas. La muerte proyecta su

sombra sobre cada alegría nacida en los sentidos del hombre.

El hombre, yaciendo en el seno del maligno, clama en agonía en contra de esta vana lucha que

solamente termina en muerte y condenación sin esperanza. A pesar de la maldición marchitadora, la

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creación rebosa de belleza y de armonía. Las marcas y el diseño de un Creador inteligente se

manifiestan todavía. No obstante, el hombre no puede ver ninguna razón para su corto espacio de

vida entre el nacimiento y una muerte sin esperanza. El hombre nace para morir; no trae consigo

gozo para sí mismo ni para su Creador. Su espíritu tiene hambre de Dios, pero no puede encontrarle.

Su razón le revela que su Creador no es un Dios de amor; por lo que rechaza la revelación de un

Dios-Padre.

Un hombre de ciencia, expresando el sentimiento de la época, al contemplar la vida del hombre

dijo: “El Dios de los cristianos no es un Dios de amor; las Hermanas de la Caridad son más

bondadosas que Él”. El hombre, cegado por su padre espiritual, Satanás, no sabe que al despuntar la

aurora de la historia humana, Satanás, el enemigo de Dios, se convirtió en el señor de este mundo.

No sabe que por la trasgresión de uno, la muerte se adueñó de la soberanía. La muerte espiritual, la

naturaleza satánica, es el terreno en el cual han crecido el pecado, la enfermedad, la muerte física y

toda pena que han ensombrecido la vida del hombre creado por Dios.

III. La Necesidad que el Hombre Tiene de Vida Eterna

Efesios 4.17-18 nos da una descripción de la humanidad, al entrar la muerte espiritual en la vida de

Adán (Ro 5.12). El hombre es un extraño a la vida de Dios. Se mueve en el reino de la razón y en la

vanidad de su mente; y esa mente está entenebrecida y cegada por la muerte espiritual que habita en

ella (2Co 4.4).

El hombre, mediante sus propios esfuerzos, está completamente incapacitado para redimirse de esa

condición. Después de que Adán obedeció a Satanás, sometiéndose a él y entregándole la autoridad

que Dios le había conferido, no pudo ya libertarse de esa condición. Humanamente hablando, un

solo hombre había sellado el destino de la raza humana (1Co 15.22).

Ningún hombre podría haber redimido a la humanidad porque todos habían quedado bajo el

Dominio de Satanás. Si habría de efectuarse la redención del hombre, sólo Uno más poderoso que

Satanás tendría que realizarlo para el hombre. Dios mismo tendría que redimir a la humanidad.

Esa Redención exige mucho más que un simple perdón de los pecados del hombre. Aunque Dios

hubiera perdonado el pecado de Adán y de todos los hombres, la redención de la raza humana

habría permanecido inaccesible. Todavía quedarían en pie el poder y la autoridad del pecado sobre

la vida del hombre. Sería necesario para éste que continuamente se le otorgara el perdón de sus

pecados. Tal fue la condición de Israel.

Hebreos 19.11 nos declara que: “Todo sacerdote se presenta cada día ministrando y ofreciendo

muchas veces los mismos sacrificios que nunca pueden quitar los pecados”. El pueblo del Pacto

Divino estaba todavía muerto espiritualmente y necesitaba el continuo perdón de sus pecados, que

eran el resultado de esa condición.

Hebreos 10.3 nos habla de un continuo recordatorio de la condición de muerte espiritual de Israel

en la mente de Dios. El simple perdón de los pecados no hubiera terminado con las relaciones que

existían entre el hombre y su padre espiritual; Satanás. Esto no hubiera permitido ningún

compañerismo entre Dios y el hombre, ni que el Dios-Padre habitara nuevamente con él.

La redención debe ser algo más que un simple perdón. Debe ser la dádiva de una nueva naturaleza,

de una nueva vida para el hombre. La redención significó una nueva creación en el espíritu del

hombre. La necesidad del hombre puede ser satisfecha únicamente recibiendo la naturaleza divina

dentro de su espíritu.

Ante todo, la muerte espiritual debe ser destruida por completo en la vida del hombre. La naturaleza

satánica debe ser extirpada totalmente de la naturaleza del hombre a fin de que éste pueda erguirse

tan libre de la autoridad satánica como si nunca hubiera muerto espiritualmente.

Romanos 6.6 nos dice que el cuerpo del pecado, que trae la muerte espiritual, debe ser destruido.

Colosenses 1.13 afirma que el hombre necesita ser liberado de la autoridad satánica. Hebreos 2.14

dice que Satanás, quien impera en el reino de la muerte, debe ser destronado de su posición como

amo del hombre.

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Hebreos 2.15 afirma que el hombre debe ser liberado, aun del temor de su antiguo amo quien lo ha

mantenido en la esclavitud. Entonces, quedará libre para recibir la vida divina. Génesis 3.24 nos

dice que Dios había arrojado al hombre del huerto del Edén para que no tuviera acceso al Árbol de

la Vida; mientras estaba muerto espiritualmente.

El hombre tiene necesidad de la vida; de la naturaleza divina; pero Dios no le puede impartir Su

naturaleza hasta que legalmente haga posible para él su liberación de la naturaleza satánica. El

simple perdón divino y la corrección o educación por parte del hombre, no hubieran podido cortar el

pecado de raíz, ni eliminar la muerte espiritual.

Así como Adán, cuando pecó, nació de nuevo por el poder de la naturaleza satánica, el hombre que

es por naturaleza un hijo de ira, debe nacer otra vez, y recibir la vida de Dios (Jn 3.7). Esto le

convertirá en un hijo de Dios (Jn 1.12; 1Jn 5.1). Esta vida de Dios dentro del espíritu del hombre lo

librará de la ley del pecado (Ro 8.2).

1 de Juan 2.6 afirma que la naturaleza divina proporcionará al hombre la capacidad para andar con

el Padre, así como Cristo anduvo con Él. Jesucristo, aunque fue tentado por Satanás, pudo andar

absolutamente en la voluntad del Padre, agradándole (Lc 3.22; Jn 5.30). Esto se debió a que Él no

pertenecía al reino de la muerte espiritual, sino al reino de la vida divina. La vida eterna dentro del

espíritu del hombre, hoy también lo puede convertir en heredero de Dios y coheredero con Cristo

(Ro 8.17).

Aquel que ha nacido de nuevo, está delante del Padre, como Cristo estuvo cuando vivió en la tierra,

y también está libre del dominio satánico y puede agradar al Padre (Jn 17.14-18; 22.23; 1Co 1.30).

La vida eterna libertará al hombre de la ley de la enfermedad (1P 2.24). Fijémonos en Romanos

8.11; este pasaje no se refiere a la resurrección. La palabra traducida como “mortales”, significa en

realidad “condenados a muerte”. Por consiguiente, el término “mortal” no puede referirse a la

condición de nuestro cuerpo, después de la muerte, porque entonces ya no está condenado a muerte

sino destruido por la muerte, y en espera de la inmortalidad, a la segunda venida de Cristo. La vida

eterna, habitando en estos cuerpos, les impartirá vida y salud.

Al recibir el hombre la vida eterna, se hace posible también que reciba el Espíritu de Dios y que

Dios habite en él (2Co 6.16; Ef 3.14-21). Esto coloca de nuevo al hombre, en el reino de la

suficiencia divina, el reino donde todas las cosas son posibles (Mt 17.20). El hombre podrá andar

de nuevo en el reino de su espíritu, el reino de la fe, donde vive por la Palabra de Dios (Lc 4.44).

La vida eterna satisfará la necesidad del hombre y el grito anhelante del Dios-Padre que busca

compañerismo, pero antes de que se le pueda dar al hombre la vida eterna tiene que ser declarado

justo, y Dios debe tener el derecho legal de trasladar al hombre, de la familia de Satanás, al seno de

Su propia familia.

PREGUNTAS

1. Mencione las tres voluntades que hay en el mundo.

2. Explique Mateo 6.24.

3. ¿Por qué fue el hombre arrojado del huerto del Edén después de que murió espiritualmente?

4. ¿Qué incidente revela la obra de la muerte espiritual entre los hijos de Adán?

5. ¿Por qué la razón ganó la supremacía sobre la fe?

6. ¿En qué forma la civilización prueba que la muerte espiritual habita en el espíritu del hombre.

7. Explique por qué el simple perdón de los pecados no satisfará la necesidad del hombre perdido.

8. ¿Por qué Dios debe efectuar la rendición del hombre?

9. ¿Por qué y cómo la vida eterna satisfará las necesidades del hombre?

10. Explique Romanos 8.11.

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Lección 5

LA NECESIDAD DE JUSTICIA QUE TIENE EL HOMBRE

El hombre siempre ha acusado a Dios de cometer injusticia al tratar con la raza humana. El hombre

afirma que Dios no es un Dios de Amor o de Justicia porque creó al hombre sabiendo de antemano

que éste caería. El hombre objeta el derecho divino de mandar a uno al infierno y a otro al cielo.

¿Puede Dios justificarse ante estas viejas acusaciones que se repiten hasta ahora?

El Dios-Padre tuvo el derecho de crear al hombre de la misma manera que un hombre y una mujer

buenos tienen el derecho de dar vida a un hijo. Adán era el amo de sí mismo. No tenía por qué

someterse a Satanás a menos que él mismo lo decidiera. No era Adán el eslabón perdido, sino la

corona de la creación divina, colocada en la luz plena del conocimiento perfecto.

Hemos visto que el hombre fue creado para disfrutar de gozo y de paz; y que el pecado, la

enfermedad, la tristeza o la muerte no tenían lugar en el plan original de Dios. Las condiciones

actuales de la sociedad y del mundo no son normales.

Dios se ha vindicado y permanece absuelto ante la raza humana porque no dejó al hombre en esta

condición, sino que proveyó la redención, la cual el hombre podría disfrutar por medio de la fe en

Cristo Jesús y la que también traería la respuesta a toda necesidad humana.

I. Un Problema Triple

La necesidad del hombre solamente se satisface recibiendo la vida eterna, la naturaleza de Dios. Sin

embargo, Dios no puede impartir al hombre Su propia naturaleza ni darle el privilegio de ser Su hijo

hasta hacerlo sobre bases legales. Por consiguiente, y puesto que el Dios-Padre lleva a cabo la

redención del hombre, independientemente de las obras de éste, el primer problema que encara Dios

es la necesidad que el hombre tiene de Justicia. El Libro de los Romanos que nos da el aspecto legal

de nuestra redención en Cristo, menciona esta necesidad en el versículo 26 del capítulo tercero. La

versión de Torres Amat dice: “Por donde quiera que se vea, Él es justo en sí mismo y el que

justifica a aquel que tiene fe en Jesús”.

Tal fue el problema. Debía hacérsele Justicia al hombre. Dios debía tener el derecho legal de

declarar justo al hombre, espiritualmente muerto, e hijo de Satanás. La necesidad que el hombre

tenía de justicia implicaba un problema triple.

Primero, Dios tenía que ser justo al tratar con el hombre. No debía pasar por alto su transgresión y

la pena debía ser pagada.

Segundo, Dios debía tratar a Satanás sobre bases de absoluta justicia. Debía redimir al hombre de la

autoridad del diablo sobre bases legales.

Tercero, no sólo debía ser justo con el hombre y con Satanás; sino también ajustar sus actos a Su

propia justicia. La justicia es la base misma de Su trono, y la norma debe no ser menor. Debe haber

bases legales sobre las cuales Dios pueda juzgar rectamente a la raza humana y obligar a los

hombres a pagar la pena del pecado si rechazan el Sustituto del pecado que Él ofrece.

II. La Pena del Pecado del Hombre

Cuando la justicia presentó su demanda de que el hombre pagara la pena de su crimen, el hombre no

podía pagar ni siquiera los intereses. No había atenuante para el crimen que el hombre había

cometido. Su crimen era un pecado imperdonable puesto que se trataba de alta traición. ¡La pena del

pecado del hombre era el infierno!

Conociendo la naturaleza del pecado del hombre podemos entender mejor la razón de la existencia

del infierno. El hombre es eterno y los ángeles también. Cuando el hombre y los ángeles se

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convierten en criminales se hacen criminales eternos. El hombre es un espíritu y debe haber un

hogar eterno para ese espíritu. Cuando el hombre se convirtió en un espíritu criminal fue necesario

que después de la muerte fuera llevado a la prisión para esperar allí el juicio del Trono Blanco.

Después del juicio, en cuyo momento recibió su sentencia, debía ser remitido a la prisión federal.

El infierno no había sido preparado para el hombre (Mt 25.41). El infierno había sido preparado

para el diablo y sus ángeles caídos. Dios planeó originalmente que el hombre viviera sobre la tierra

para siempre. La tierra fue hecha con este propósito en mente, y el hombre poseía un cuerpo

humano eterno. Pero cuando pecó y se convirtió en mortal, fue necesario acondicionar el infierno

para confinarlo allí (Ez 18.4; Ro 6.23).

Siendo un criminal eterno debe haber un lugar de sujeción eterna para él. Debe haber una prisión;

los criminales deben ser segregados. Si se les permitiera vagar indistintamente al través de la

eternidad, desmoralizarían al nuevo cielo y a la nueva tierra.

Nosotros tenemos cárceles, prisiones del estado y prisiones federales para los criminales que

quebrantan las leyes del hombre, con prisión perpetua para los criminales habituales. ¿Podemos en

conciencia protestar contra Dios si tiene una prisión en la cual son encarcelados aquellos que violan

las leyes del cielo y que son criminales eternos?

El hombre universal cree en cierta clase de infierno o lugar de confinamiento para un castigo

después de la muerte y este testimonio no es fácilmente rechazado. No hay un tipo de testimonio tan

convincente para un jurado y para un juez como el testimonio de la conciencia humana universal.

III. La Justicia de Dios para con Satanás

Dios, al restaurar la justicia al hombre, no debe tomar ventaja sobre Satanás. El pecado de alta

traición de Adán le dio a Satanás el derecho legal de enseñorearse de la creación y hacer del hombre

su súbdito y esclavo legal. Dios, en Su omnipotencia, es infinitamente más poderoso que Satanás,

pero debe despojar a éste de su autoridad en tal forma que sea un acto justo. El plan por

promulgarse debe estar basado incuestionablemente sobre bases legales.

IV. La Justicia de Dios Hacia el Hombre

Al tratar con el hombre sobre bases de justicia, Dios debe reconocer la trasgresión y ver que la pena

se cumpla. La redención del hombre debe ser legítima, permitiéndole así al hombre redimido

mantener su dignidad sabiendo que fue justificado sobre bases legales.

Cuando el hombre pecó se hizo copartícipe de la naturaleza satánica y como resultado de su

transgresión debía ser encarcelado en el infierno. Alguien debía ir allí y pagar su pena a fin de que

el hombre tuviera vida eterna y se presentara ante Dios como si nunca hubiera pecado. Esta

redención libertará al hombre de la pena de ir al infierno. Si no acepta y persiste en su unión con

Satanás, entonces debe compartir el destino de éste.

V. Lo que la Redención del Hombre Tiene que Incluir

La pena de la transgresión de Adán debía pagarse en forma adecuada para que el hombre pudiera

ser liberado del dominio satánico. Debía también ponerse en las manos del hombre un arma que

fuera al mismo tiempo defensiva y ofensiva. Debía recibir autoridad por medio de la cual pudiera

enfrentarse a Satanás y vencerlo en combate honorable.

Debe concedérsele al hombre la resurrección del cuerpo físico y también la inmortalidad porque al

principio el hombre tuvo un cuerpo humano perfecto. Debe dársele al hombre un cuerpo inmortal

sobre el cual la muerte no tenga ni dominio ni autoridad. Debe haber una restauración de la tierra a

la gloria y a la belleza edénicas; y debe hacerse de tal modo que nunca vuelva el diablo a dominar

de nuevo.

La redención del hombre debe incluir una nueva creación con la vida o la naturaleza de Dios, con

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una Justicia perfecta y una perfecta reconciliación o compañerismo a fin de que el hombre se sienta

en casa con Dios. Dios debe ser capaz de darle el lugar de un hijo en Su corazón tanto como en la

creación, de tal manera que la justicia, los privilegios de hijo y el más completo compañerismo sean

derechos eternos del hombre. Ninguna redención que no otorgue estas tres grandes bendiciones

satisfará las necesidades del hombre.

VI. Dios Mismo Debe Proveer un Redentor

Esta redención para el hombre que le restaure la justicia, debe emanar de Dios. Ningún hombre

podría satisfacer las demandas de la justicia en pro de la raza humana; porque todo hombre nacido

por reproducción natural es un hombre quebrantado y desvalido en manos de un enemigo que lo

domina y que tiene la autoridad de echarlo al infierno. Ningún hombre puede permanecer ante Dios

por sí mismo, porque toda la raza humana está bajo acusación. Por lo tanto, no hay ningún hombre

que pueda representar a la raza humana delante de Dios.

VII. Requisitos del Redentor

El Redentor debe ser un hombre. No obstante, este hombre no debe nacer por reproducción natural,

sino debe ser concebido de tal manera que no se convierta en un súbdito de Satanás. La muerte

espiritual no debe morar en la naturaleza de su espíritu.

Debe permanecer delante de Dios así como el primer Adán permaneció en justicia, y debe poseer el

mismo dominio y la misma autoridad. Debe andar sobre la tierra como un hombre, agradando en

forma perfecta al Padre. Debe ser tentado por Satanás como el primer hombre y la primera mujer,

pero no debe someterse a la voluntad de Satanás.

Tal hombre debe entonces actuar como el Sustituto del hombre. El pecado del hombre y la muerte

espiritual deben ser puestos sobre este hombre. Luego, el juicio de Satanás debe caer sobre él. Debe

encarar las demandas de la justicia. Para hacerlo, debe ir al infierno. Allí debe permanecer, bajo

juicio, hasta que toda exigencia legal de la justicia contra la raza humana haya sido satisfecha. Debe

permanecer allí y sufrir hasta que Dios pueda legalmente absolver a todo ser humano que lo acepte

como Salvador y a todo aquel que confíe en el Pacto de Sangre desde el principio.

No solamente debe este redentor estar libre del dominio de Satanás durante Su ministerio en la

tierra, sino que debe ser más grande que Satanás; Uno que, después de que haya sido pagada la

sentencia, pueda conquistar al diablo, quitándole su señorío y su dominio legal sobre el hombre.

Debe conquistar a la muerte, trayendo vida e inmortalidad al ser humano quebrantado y en

servidumbre.

Ningún ángel puede actuar como redentor del hombre porque un ángel no podría satisfacer las

demandas de Justicia. Ningún hombre podría cumplir las exigencias de la justicia para ser redentor,

a causa de su unión con y de su sujeción a Satanás.

Solamente Dios es más grande que Satanás; por lo tanto, Dios y el hombre deben unirse en un solo

individuo. La Encarnación es la única respuesta a la necesidad de justicia del hombre. Sólo la unión

de Dios y del hombre proveerán un redentor que ande en justicia como hombre, con la capacidad de

pagar la pena impuesta al hombre y de conquistar a Satanás.

La Divinidad misma debe sufrir por el hombre. Dios había creado al hombre sabiendo que éste

podía caer. La responsabilidad de tal creación descansaba por completo sobre el Dios-Padre. El

debe proveer la redención. El único modo de impartir justicia a la humanidad es la Encarnación del

mismo Hijo de Dios.

El Hijo amado de Dios debe salir del seno del Padre y dejar Su gloria y majestad que ha disfrutado

con Él. Debe venir a la tierra y tomar sobre Sí mismo el cuerpo físico de un humano. Debe andar

como un hijo, agradando al Padre; y debe conquistar a Satanás durante Su ministerio terrenal y en

Su carácter de hombre. Luego, Dios debe tomar la naturaleza pecadora del hombre, ese monstruo

horrible, llamado muerte espiritual, y ponerlo sobre el espíritu de Su Hijo Santo y Eterno. El Hijo

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debe ser juzgado, y la ira y la indignación de la justicia deben caer sobre Él.

Cuando haya pagado la pena por el hombre, será hecho justo, y esa Justicia llegará a ser del hombre.

Fue por un hombre que vino el juicio; por consiguiente, un hombre sin pecado podrá, sobre bases

legales, pagar la pena. De ese modo la raza humana será declarada libre de culpa y de injusticia si

los hombres admiten el dominio del Encarnado.

La conclusión de nuestra lección es la siguiente: la necesidad que el hombre tiene de la vida eterna

demanda justicia; y la necesidad que el hombre tiene de justicia, exige la Encarnación.

UN ESTUDIO DE LAS ESCRITURAS ABARCADAS EN LA LECCION

Pasajes que Revelan la Injusticia del Hombre:

Ro 1.18. “Porque manifiesta es la ira de Dios del cielo contra toda impiedad e injusticia de los

hombres”.

Ro 3.9-10 “Todos están bajo pecado; no hay justo, ni aun uno”.

Ro 5.16-18 De uno para condenación.

Ro 5.19 “Los muchos fueron constituidos pecadores”.

Pasajes que Revelan que el Juicio fue Pronunciado Contra el Hombre:

Ro 5.16-18 “Por un delito reinó la muerte por uno”.

Jn 16. 8 “Redargüirá de juicio”.

Jn 16.11 “De juicio, por cuanto el príncipe de este mundo es juzgado”. El juicio de Satanás se

convirtió en el juicio del hombre.

Jn 3.36 “La ira de Dios está sobre él”.

Pasajes que Muestran al Infierno como Lugar de Confinamiento:

Sal 9.17 “Los malos serán trasladados al infierno”.

Ap 20.13-15 “Y el que no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue lanzado al lago de fuego”.

2P 2.4 “Sino que habiéndolos despeñado en el Infierno, con cadenas de oscuridad, los entregó para

ser reservados al juicio”.

Pasajes que Muestran la Incapacidad del Hombre para Redimirse:

Ef 2.12 “Sin esperanza y sin Dios”.

Is 59.15-16 “Dios vio que no había justicia; que no había ningún hombre que pudiera actuar en

favor del hombre. Por lo tanto, fue Su propio brazo el que trajo Salvación y justicia al hombre”.

Ro 3.20 “Porque por las obras de la ley ninguna carne se justificará delante de él”.

1Jn 3.10 “hijos del diablo”.

Jn 8.24 El que comete pecado es siervo de pecado.

Ef 2.2-3 Andando de acuerdo con Satanás.

Col 1.13 El hombre bajo la autoridad de Satanás.

He 2.14-15 Satanás tiene el dominio del reino de la muerte espiritual y el hombre está esclavizado a

él.

Pasajes que Revelan que Cristo, el Hijo Encarnado, Satisfizo las Exigencias de la

Justicia como Redentor del Hombre:

En Su ministerio sobre la tierra: Jn 8.29, nos dice: “Porque yo, lo que a Él agrada hago siempre”.

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Como Sustituto del pecado del hombre: 2Co 5.21; Is 53.4-6; Ro 4.25.

Como Conquistador de Satanás: Col 2.15; He 2.14-15; Fil 2.9-10; Ap 1.18.

PREGUNTAS

1. ¿Cómo se ha vindicado Dios del cargo de injusticia?

2. ¿Por qué el infierno fue el castigo de la transgresión del hombre?

3. ¿Qué estaba implicado en el problema de la justicia de Dios hacia el hombre?

4. ¿Qué demandaba la justicia de Dios hacia Satanás?

5. ¿Por qué el hombre no estaba capacitado para redimir a la humanidad?

6. (a) Mencione las demandas que un Redentor debe satisfacer. (b) ¿Cuál debe ser su obra en favor

del hombre?

7. ¿Qué debe incluir la redención del hombre?

8. Describa el compañerismo entre el nuevo hombre en Cristo y Dios.

9. Dé citas sobre:

(a) La injusticia del hombre.

(b) El juicio que fue pronunciado contra el hombre.

(c) La incapacidad del hombre para hacerse justo por sí mismo.

10. ¿Estudió cada uno de los pasajes bíblicos?

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Lección 6

LA NECESIDAD DE UN MEDIADOR PARA EL HOMBRE

En nuestras dos últimas lecciones estudiamos los problemas que Dios encaró al proveer la

Redención para el hombre.

Después de que el hombre hubo muerto espiritualmente, su primera necesidad fue la de recibir la

vida eterna, la naturaleza de Dios. Vimos, sin embargo, que Dios no podía impartir al hombre Su

propia naturaleza excepto sobre la base de la justicia, que es la segunda necesidad del hombre.

La tercera necesidad del hombre fue la de tener un mediador, alguien que pudiera acercarse a Dios e

intercediera a favor suyo. Recordamos que después de su pecado de alta traición, Adán fue arrojado

de la presencia de Dios. Había perdido ya su comunión y compañerismo con el Dios-Padre. El

hombre permaneció en la injusticia de Satanás (Jn 16.11). No tenía ningún derecho de estar ante la

Divinidad y ni siquiera podía acercársele.

El hombre universal, en su condición de muerte espiritual, reconoció que no tenía relaciones con Su

Creador. Los templos, los altares y los sacerdocios de todas las naciones son un testimonio

elocuente de la conciencia pecaminosa del hombre, de su temor a la muerte y al juicio y de su

ineptitud para aproximarse a la Divinidad apoyado en su propia justicia.

La India, con sus millones de sacerdotes luchando inútilmente por conducir a su pueblo hambreado

física y espiritualmente, cayendo a tinieblas más profundas todavía, es un ejemplo revelador de la

necesidad que el hombre tiene de un Mediador.

I. La Condición del Hombre Ante Dios

Hemos visto en las lecciones anteriores que el pecado del hombre lo unió y esclavizó a Satanás.

Ahora el hombre se sitúa ante Dios no sólo como un súbdito de Satanás políticamente (Col

1.13a), sino también como uno que está ligado a él con un lazo vital (Ef 2.2; 1Jn 3.10). Esta identificación del hombre con Satanás provocó que la condenación y perversidad de Satanás

llegara a ser propiedad del hombre (Jn 16.11).

El hombre se alejó de Dios, fue un extraño para Él (Ef 4.18). Su mentalidad y entendimiento fueron

ofuscados por el dios de este siglo (2Co 4.4).

Romanos 3.9-18 presenta catorce acusaciones contra la raza humana en su condición de muerte

espiritual (analice este pasaje). La declaración que procede del Trono de Dios es que no hay ningún

justo (Ro 3.10) y que no hay ninguno que entienda y busque a Dios (Ro 3.11).

Efesios 2.12 describe la condición del hombre espiritualmente muerto. No tiene derechos en el

Pacto Divino; perdió todos los privilegios que Dios le había otorgado. Al ser creado por la mano de

Dios, el hombre había permanecido en justicia, con bases legales para aproximarse y tener

comunión con la Deidad. El hombre perdió todo esto por su traición, y su condición se describe

como sin esperanza y sin Dios.

Adán, que se había regocijado en su compañerismo con el Dios-Padre, sintió, inmediatamente

después de la muerte espiritual, su incapacidad para permanecer delante de Dios. Eso se ve en

Génesis 3.8. El hombre tuvo entonces la necesidad de un Mediador, uno que pudiera presentarse

delante de Dios en justicia y al mismo tiempo representar a la humanidad y acercarse a Dios para

interceder por ella.

Sin esperanza y sin Dios, en un mundo donde Satanás tiene la autoridad de la muerte, la condición

del hombre es ciertamente desesperada. Por lo que se refiere a los esfuerzos puramente humanos, la

condición del hombre es sin esperanza. No tiene bases para la oración; si Dios escucha su oración,

es únicamente por Su gracia.

El Padre-Dios en Su amor y en Su deseo de compañerismo con el hombre, inmediatamente

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proporcionó los medios por los cuales el hombre pudiera acercarse a Él. Dios concedió a Adán y a

sus hijos un medio para que se acercaran a Él (Gn 3.21; 4.4).

Israel se acercaba a Dios por medio del tabernáculo, del sacerdocio y de las ofrendas. Aparte de la

manera designada por Dios, el hombre no tuvo, ni tiene hoy, manera de acercarse al Dios-Padre.

Desde el momento en que el hombre se alejó de Dios por su caída, hasta el tiempo en que Cristo se

sentó a la diestra del Padre, ningún hombre ha tenido el derecho de acercarse a Dios excepto por

medio de un sacerdocio designado divinamente y por medio de un sacrificio cruento, o Dios se ha

acercado a él mediante sueños, visiones o visitas de ángeles.

II. La Incapacidad del Hombre para Acercarse a Dios

En la vida de Israel tenemos ilustraciones del intento del hombre por penetrar a la presencia de Dios

antes de que llegara la vida eterna por Jesucristo y la justificación que tiene como base Su obra

consumada. Hay muchos actos de la justicia Divina en el Antiguo Testamento que son difíciles de

entender excepto a la luz de la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.

Lv 10.1-3 contiene el relato de una de las lecciones que fue necesario que Israel aprendiera para que

se diera cuenta de su condición espiritual ante la Divinidad. ¡Qué final tan calamitoso tuvo la

dedicación del sacerdocio! Aarón y su familia aspiraban aquella mañana al más alto puesto del

favor Divino. El tabernáculo había sido construido. La presencia de la Shekinah lo había llenado

con Su gloria; la majestad de Jehová se posaba sobre Israel.

Tras de ellos había una serie de milagros Divinos que los habían señalado como el pueblo escogido

de Dios, y ahora el primogénito de Aarón, heredero al sacerdocio, y su hermano, son castigados

repentinamente con la muerte delante de toda la congregación ¿Qué la había ocasionado?

Los dos hijos de Aarón se quedaron al mediodía cerca del tabernáculo del testimonio y en un

arranque de jactancia o de curiosidad tomaron incensarios con carbones encendidos, pusieron

incienso en ellos y entraron al lugar Santísimo, violando las disposiciones divinas al respecto. Nadie

sino el Sumo Sacerdote podía entrar allí, y sólo podía entrar una vez al año... Repentinamente los

dos jóvenes vacilaron, tropezaron y cayeron muertos.

Mientras Aarón permanecía horrorizado, en un choque nervioso y aturdido frente a los muertos,

Moisés exclamó: “Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En mis allegados me santificaré, y en

presencia de todo el pueblo seré glorificado”. Y Aarón mantuvo su paz. Israel había aprendido que

ningún hombre podía aproximarse a Dios sin ser invitado y en la forma que Él lo había indicado.

En Números 16 encontramos otro ejemplo del intento del hombre de acercarse a Jehová sin estar

autorizado para ello. Es la historia de Coré y su rebelión. Coré y un grupo de jefes de Israel estaban

celosos de Moisés y de Aarón e insistían en que ellos tenían el mismo derecho de acercarse a

Jehová, como lo tenían los sumos Sacerdotes designados por Dios.

Moisés sometió el asunto a prueba delante de toda la congregación. Invitó a Coré y a sus seguidores

a presentarse delante de Jehová con sus incensarios listos para el acto de adoración. Al acercarse

ellos, Moisés advirtió al pueblo que se apartaran de las tiendas de estos hombres perversos, que se

atrevían a acercarse a Dios sin ser invitados, y a su propia manera.

Apenas había dejado Moisés de hablar cuando la tierra se abrió, y Coré y sus acompañantes, así

como sus familias, fueron tragados vivos y descendieron al Seol. Israel se apartó de la escena con

miedo, respeto y reverencia para un Dios Santo como Aquel.

Encontramos también otra ilustración en 1 Samuel 6.19. El Arca del Pacto había sido capturada por

causa del gran pecado de Elí. Había sido llevada a Gath por los filisteos, y después de una serie de

castigos que habían caído sobre las ciudades paganas por causa de la profanación del Arca, la

pusieron sobre una carreta y la mandaron a Bethsemes. Las vacas que jalaban la carreta se apartaron

del camino y se metieron a un campo. Cuando algunas de las gentes que trabajaban en el campo

vieron el Arca, publicaron la noticia rápidamente por todas partes, y de los alrededores acudieron

miles de personas en actitud reverente y curiosa al mismo tiempo.

Entonces, uno más atrevido que los demás, se acercó y quitó la cubierta del Arca del Pacto, y por

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vez primera contempló aquella gente el receptáculo Santo de los Diez Mandamientos. Pero,

repentinamente fueron atacados por una plaga y cincuenta mil de ellos cayeron muertos. Respeto,

temor y consternación se apoderaron de las gentes que quedaron vivas, y golpeando sus pechos

regresaron a sus hogares.

De nuevo se les había mostrado que nadie puede acercarse a Dios sino por medio de un Sumo

Sacerdote o mediante un sacrificio con derramamiento de sangre. El hombre, por razón de su

naturaleza satánica, no puede ir a la presencia de Dios sin ser invitado. Necesita un Mediador.

IV. El Hombre Clama por un Mediador

Job dio expresión al clamor del hombre por un Mediador. El tema de su poesía podría muy bien

llevar como título la pregunta de los siglos: “¿Cómo puede el hombre justificarse con Dios?” El

libro de Job es el libro más antiguo de todos los libros de la Biblia. Hay todas las evidencias de que

fue escrito por Jobab, uno de los primos de Abraham, en la época en que Jacob fue a Egipto.

Algunas partes de este libro muestran cuán vital era para el hombre, en los días de Job, la necesidad

de un Mediador.

En Job 4.12-17 tenemos la descripción de un hombre durmiendo, en su tienda, por la noche. En

visión escucha una voz que le dice: “¿Será el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más

limpio que el que lo hizo?” Tal es el viejo y eterno problema al que se ha enfrentado el hombre

juicioso de todas las épocas. “¿Puede el hombre mortal ser justificado o absuelto delante de Dios?

¿El hombre caído puede ser puro delante de su Hacedor?” Nótese la palabra “mortal”. El término

mortal se aplica solamente al cuerpo físico; el término hebreo usado para esta palabra, significa en

realidad “condenado a muerte”, “frágil”; en otras palabras, un súbdito del diablo.

El hombre se hizo mortal cuando quedó bajo el dominio del diablo. El problema es: ¿Puede el

hombre mortal, o el condenado a muerte, o el que está bajo el dominio de Satanás, quedar sin

condenación en la presencia de Dios? (Job 9.25-35).

En Job 9, vemos una expresión de Job a la agonía más profunda del alma del hombre universal. Job

yace en su tienda rodeado por aquellos que ama. Abre su corazón con absoluta libertad expresando

el temor que le oprime el alma en su lucha mortal. Nos da figuras de lenguaje que describen la

rapidez con que la vida pasa para los ancianos.

Job continúa: “Si digo, olvidaré mi queja, dejaré mi aburrimiento y me esforzaré: me conturban

todos mis trabajos; sé que no me darás por libre. Yo soy impío, ¿para qué trabajaré en vano?”

Toda esperanza falsa ha huido; Job se encuentra solo con su culpa y su desesperación. Job nos

quiere decir: “¿De qué sirve que trate de quitar la tristeza de mi semblante y alegrarlo; si tengo

miedo de mis tristezas”?

Esta es la franqueza de la desesperación. Esta es la inutilidad del saber humano de todo el orbe: seré

condenado. Job sigue clamando: “¿Por qué entonces trabajo en vano? Aunque me lave con aguas

de nieve y limpie mis manos con la misma limpieza, aún me hundirás en el hoyo y mis propios

vestidos me abominarán”.

¡Qué cuadro! “Mis propios vestidos (o el concepto de mi propia justicia) me abominarán; porque Él

no es hombre como yo para que yo le responda y vengamos juntamente a juicio.” Job sabe que no

puede comparecer ante Dios cara a cara porque Dios no es mortal. Dios no está bajo la esclavitud y

la culpa del pecado como él. Entonces, Job pronuncia las palabras más cargadas de tristeza que

hayan salido de los labios de un hombre: “No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre

nosotros ambos”.

En otras palabras, no hay un Mediador entre nosotros que tenga posición legal ante Dios y que al

mismo tiempo pueda simpatizar y entender, y también representar al humano. Tal es el grito de Job

pidiendo un Mediador; pero no es el clamor de Job solamente, porque Job ha reunido el clamor de

las edades y lo ha dejado escapar en un sollozo sin esperanza.

Con cuánta amargura dice: “Quite de sobre mí Su vara, y Su terror no me espante; entonces

hablaré y no le temeré; porque así no estoy en mí mismo”.

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Job 25.4-6 dice: “¿Cómo pues se justificará el hombre con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace

de mujer? He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas son limpias

delante de sus ojos; ¿cuánto menos el hombre que es un gusano, y el hijo del hombre también

gusano”?

En la expresión “¿Cómo puede ser limpio el que nace de mujer”?, el escritor tiene en mente la caída

del hombre por medio de Eva. Cuando nos dice que las estrellas no son limpias a los ojos de Dios,

nos está indicando la traición de Adán cuando entregó la creación en las manos del diablo. Satanás

lo había manchado todo para que Dios no pudiera contemplarlo con gozo.

Al hablar del hombre como un gusano, revela los abismos profundos hasta donde el hombre había

caído. El gusano se refiere a Satanás y a la serpiente antigua, y el hombre catalogado como un

gusano, es espiritualmente un hijo del Diablo, sin esperanza y sin manera de acercarse a Dios. Job

ha dado expresión claramente a la necesidad que el hombre tiene de un Mediador.

Jeremías también reconoció que el hombre tenía necesidad de un Mediador. Jeremías 30.21 dice:

“Y de él será su fuerte, y de en medio de él saldrá su enseñoreador; y le haré llegar cerca, y se

acercará a mí: porque ¿quién es aquel que ablandó su corazón para llegarse a mí? dice Jehová”.

Jeremías comprendió que ningún hombre tenía el derecho de estar en la presencia de Dios, ni

tampoco el poder para hacerlo; y nos dice también que hay Uno que podrá llegar cerca y podrá

presentarse delante de Dios sin ser condenado. Jeremías predice al Mediador que Dios proveerá

para el hombre.

V. Requisitos de un Mediador

Ya vimos que la necesidad que el hombre tiene de vida eterna y de justicia, solamente pueden ser

satisfechas mediante la encarnación del Hijo de Dios. La encarnación es la única respuesta a la

necesidad que el hombre tiene de un Mediador. Ningún ser humano nacido por procreación natural,

podía aproximarse a Dios para interceder por el hombre, en vista de que la muerte espiritual

abarcaba a todo el universo.

Los requisitos de un Mediador para el hombre son los siguientes:

1. Debe ser un hombre, porque tiene que representar a la humanidad.

2. Debe poseer la capacidad de entender y de simpatizar con las tentaciones del hombre.

PREGUNTAS

1. ¿Qué cosa en la historia de la humanidad manifiesta que el hombre no tiene una posición

aceptable ante la Divinidad?

2. Dé una descripción de la posición del hombre delante de Dios después de su pecado. Cite

pasajes de la Escritura.

3. ¿Por qué el hombre necesitó de un Mediador?

4. ¿Cuáles fueron los medios de acercamiento a Dios que les fueron proporcionados a Adán y a

su familia?

5. ¿Qué reveló a Israel el incidente que se encuentra en Levítico 10.1-3?

6. Explique los otros dos incidentes en la vida de Israel que muestran la necesidad que el hombre

tiene de un Mediador.

7. ¿Cómo expresó Job la necesidad que el hombre tiene de un Mediador?

8. Cite el pasaje de Jeremías donde se demuestra la necesidad que el hombre tiene de un

Mediador, y explíquelo.

9. ¿Cuáles fueron los requisitos de un Mediador para el hombre?

10. ¿Cómo pudo satisfacerse la necesidad de un Mediador para el hombre?

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Lección 7

LA ENCARNACIÓN PROMETIDA

Al estudiar los problemas que tuvo que encarar el Dios-Padre para proporcionar al hombre un

redentor de la muerte espiritual, vimos que la necesidad que el hombre tenía de tal redentor

demandaba la unión de la Divinidad y de la humanidad en un solo individuo. La necesidad que el

hombre tiene de justicia, de vida eterna y de un Mediador, solamente podía ser satisfecha por la

encarnación del Hijo de Dios.

La encarnación de la Divinidad con la humanidad proporcionaría un sustituto donde estuvieran

unidas la naturaleza Divina y humana; sobre tales bases el Dios-Encarnado podría actuar como

mediador del hombre. Siendo igual a Dios por una parte, y unido con el hombre por la otra, podría

hermanar a los dos. Estando la Deidad y la humanidad unidas, el Encarnado podrá asumir las

responsabilidades de la traición del hombre y satisfacer las demandas de la justicia Divina, y así

tender un puente de unión entre Dios y la humanidad.

I. La Primera Promesa de Dios Relacionada con la Encarnación

Cuando el hombre cometió el pecado de alta traición, murió espiritualmente. En su estado de muerte

espiritual se describe su condición, como “sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef 2.12). Sin

embargo, inmediatamente el amor de Dios comenzó a obrar en favor del hombre. El Dios-Padre se

enfrentó a la condición del hombre con toda equidad. Sabía que las necesidades del hombre podían

satisfacerse solamente sobre bases legales mediante la Encarnación de Su Hijo. Su amor no

escatimó ningún sacrificio como demasiado grande para restablecer el compañerismo con el

hombre.

La misericordia y la verdad se encontraron (Sal 85.10), y el triunfo del amor dio al hombre la

promesa de un Redentor. En su conversación con Satanás, Dios anuncia al hombre la primera

promesa de la Encarnación (Gn 3.15): “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y

la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar”.

Notemos cuatro afirmaciones extraordinarias en esta promesa:

Primera: “Pondré enemistad entre ti y la mujer”.

Es decir, habrá enemistad entre Satanás y la mujer. La historia de la mujer prueba eso. La mujer ha

sido comprada y vendida como si fuera un mueble. Sólo donde el cristianismo ha penetrado al

corazón de las gentes, la mujer ha recibido un trato distinto que la ha elevado por encima de la

creación animal.

En países llamados cristianos ella es la heredera de nuestras enfermedades y la víctima de los

tribunales de divorcio. Los médicos nos dicen que el 95 por ciento de los casos que requieren

hospitalización, es de mujeres.

Segunda: “Pondré enemistad entre tu simiente y la simiente de ella”.

La simiente de Satanás es la raza humana no regenerada; la simiente de la mujer es Cristo. Cristo

fue perseguido desde que era un pequeñito por la simiente de Satanás, hasta que finalmente lo

crucificaron; y desde la resurrección de Jesús hasta nuestros días, la Iglesia ha sido objeto de las

persecuciones más enconadas y de la enemistad del mundo.

Tercera: “La simiente de la mujer”.

Aquí está la profecía de que una mujer dará a luz un hijo independientemente de la procreación

natural. Cualquier hijo es llamado siempre “la simiente del hombre” o “hijo del hombre”.

Cuarta: “Y él te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar”.

“Él te herirá en la cabeza”, es decir, en la cabeza de Satanás. En todos los idiomas orientales la

expresión “herir en la cabeza” significa “quebrantar el señorío del que gobierna”.

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El hombre le había entregado a Satanás su señorío. Satanás acababa de adquirir el dominio que Dios

había otorgado al hombre. Y Satanás va a ejercer ese dominio hasta que llegue la Simiente de la

mujer. Un Hombre va a quebrantar su señorío.

“El calcañar”, es la Iglesia militante en la tierra. Los largos períodos de persecución que ha sufrido

la Iglesia por la simiente de Satanás han quedado registrados como hechos históricos absolutamente

comprobados. Esta profecía es una de las más notables y claras que jamás se haya cumplido. El

Dios encarnado ha venido y ha reducido a la nada a aquel que tenía la autoridad de la muerte, el

diablo, y ha libertado a todos aquellos que por el temor a la muerte vivían siempre sujetos a

servidumbre (Hebreos 2.14).

Este pasaje también tuvo su cumplimiento en la ruda persecución contra Jesús que culmina con Su

muerte en el Calvario; y luego en la persecución contra la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, y que

hace Su voluntad en la tierra.

Génesis 3.20 dice: “Y llamó el hombre el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de

todos los vivientes”. La palabra “Eva” en hebreo es Javah, que literalmente significa “la que vive o

la que da vida”. Aquí, dice Dios al hombre, que su esposa será la madre de “Aquel que da vida”,

nuestro Cristo.

II. Deseo Universal del Hombre Relacionado con la Encarnación

La enseñanza sobre la encarnación no está en desacuerdo con los anhelos humanos o las tradiciones

de los pueblos. Ha sido creída en alguna forma por todas las razas. El hombre universal ha anhelado

una encarnación. Su espíritu tiene hambre de unión con la Divinidad, porque fue creado a la imagen

de Dios con la capacidad de participar de la vida Divina.

Ello se prueba por las distintas costumbres que los hombres han tenido: por ejemplo, el beber la

sangre de los sacrificios humanos, el dar nombres de divinidades a sus reyes, o el hacer de sus

emperadores o reyes, encarnaciones de la Deidad.

Los griegos y los romanos suponían que sus dioses habían sido divinos y humanos, lo cual

demuestra el anhelo del hombre por una unión con la Divinidad. La encarnación no es más difícil de

creer, que la creación del primer hombre. Adán fue creado por un acto del poder Divino; el resto de

la raza humana fue engendrado por procesos naturales; pero este Redentor que nacería de la mujer

será formado por un acto especial del poder Divino. El es el Dios Todopoderoso y la encarnación

es, para Él, una cosa absolutamente posible.

III. Intentos de Satanás para Hacer Fracasar el Plan de Dios

No sabemos hasta qué punto Satanás comprendió el plan de Dios para la redención del hombre

cuando el Redentor le fue prometido a éste. Lo que sí sabemos es que no lo comprendió

completamente, pues de otro modo no hubiera crucificado a Cristo (1Co 2.8). Satanás pensó que la

crucifixión significaba la destrucción de la vida de Cristo, sin darse cuenta que en realidad era el

medio de la redención del hombre.

No obstante, Satanás debió haber comprendido el hecho de que iba a venir un Redentor por medio

de la humanidad, el cual quebrantaría su dominio sobre el hombre. Por consiguiente, trataría de

destruir el plan del Dios-Padre. La obra de Satanás para frustrar el propósito Divino sigue dos

derroteros: (1) destruir el conocimiento de Dios en la tierra; y (2) destruir la línea del Justo (del

Mesías) en la humanidad.

Por estos dos medios haría imposible para el Redentor tomar forma humana. Lo que el diablo desea

es separar al hombre de todo compañerismo con Dios.

El primer intento de Satanás para conseguir su propósito se encuentra en el asesinato de Abel por

Caín (Gn 4.1-15). Abel había recibido el testimonio de que era justo al ofrecer un sacrificio de fe,

de acuerdo con la revelación que Dios le había dado: “Y Abel trajo también de los primogénitos de

sus ovejas, y de su grosura. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda” (Gn 4.4).

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“Por la fe Abel ofreció a Dios mayor sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era

justo, dando Dios testimonio a sus presentes; y difunto, aún habla por ella” (He 11.4).

Satanás sólo sabía que de Abel vendría el Redentor del hombre; por lo tanto, destruyó su vida. Al

hacerlo, destruyó la línea del Justo que existía entonces.

Pero, después de esto, Génesis 4.25 afirma que a Adán y a Eva les nace Seth. Parece que Eva

comprendió que una línea del Justo había sido destruida y que Seth venía a ocupar el lugar de Abel.

Ella le puso por nombre Seth, que significa “sustituto”, y dijo: “Dios me ha sustituido otra simiente

en lugar de Abel, a quien mató Caín”.

IV. La Simiente de la Mujer

A medida que van pasando las generaciones, la muerte espiritual sigue actuando dentro de la vida

del hombre, alejándolo de Dios y entenebreciéndole la mente (Ef 4.17-18). Satanás trata de

mantener a la simiente de la mujer tan alejada de Dios, que Él no pueda enviar a un Redentor por

medio de la humanidad. Hasta ahora la única promesa dada acerca de la encarnación había sido muy

general. Por consiguiente, la guerra encarnizada de Satanás contra la simiente de la mujer es total.

Más tarde, Dios hace la promesa del Redentor en forma más específica y definitiva, y a medida que

vayamos estudiando veremos una obra específica de Satanás encaminada a destruir la línea del

Justo, designado por Dios.

En Génesis 3.15, el Encarnado es llamado la simiente de la mujer, un término muy general. Pero

Génesis 12.3 lo hace más definido, y el Encarnado se especifica con el término “la simiente de

Abraham”. En el Salmo 89.3-4 se le denomina la simiente de David. Vendrá de la familia de David.

Poco a poco se define una familia.

Isaías 7.14 lo especifica más cuando dice: “He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y llamará

Su nombre Emmanuel”. Dice “la virgen”, como si ya la hubiera señalado. Se designa aquí a un

individuo.

Al estudiar la historia de Israel veremos los esfuerzos de Satanás dirigidos hacia la simiente de

Abraham; luego hacia la simiente de David, y después, su odio enconado y la persecución a

Jesucristo, nacido de la virgen.

GÉNESIS 5

Génesis 5 nos, da la genealogía de Noé. Mientras Satanás trabaja para destruir la línea del justo,

Dios está preservando la línea por medio de la cual vendrá el Redentor. Dios está actuando con

miras a la encarnación. Es bueno leer los capítulos cuatro y cinco de Génesis. Notaremos dos cosas.

Primera: Después de que Caín se destaca ante nosotros por el asesinato de su hermano, se

menciona su progenie un poco, y termina en Lamech, un asesino también (Gn 4.18-23).

Segunda: El Espíritu Santo se propone interesarnos en otro hombre, el tercer hijo que les nació a

Adán y a Eva, cuyo nombre es Seth (Gn 4.24-26). Por esta línea vinieron Noé, Sem, Abraham,

Jacob, y, más tarde, Jesús, quien fue la simiente de la mujer que hirió la cabeza de la serpiente. Para

fijar nuestra atención en Seth, la línea del Justo, el Autor Divino repite, al principio del capítulo

cinco, el relato original de la creación del hombre, trazando la historia de Adán brevemente y luego

dando en detalle el linaje de Seth.

Esto nos demuestra que sus tratos son ahora con esta línea.

GÉNESIS 6

Génesis 6.1-3 dice: “Y acaeció que, cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de

la tierra, y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas; se

tomaron mujeres, escogiendo entre todas”.

Notamos aquí la diferencia bien marcada entre los Camitas y los Sethitas, los últimos del linaje del

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Justo. Los Camitas edificaron ciudades, inventaron artes e idearon diversiones para mitigar la

maldición del pecado (Gn 4.21-22). Los Sethitas anduvieron con Dios (Gn 4.26).

En Génesis 4.26 la palabra Dios, en el original es Jehová, el nombre usado para Dios en el Pacto.

Aquellos que creían y tenían esperanza en Su promesa conocían y amaban ese nombre. Es de notar

que el séptimo en la descendencia de Adán, por la línea de Caín, fue Lamech, un polígamo, asesino y

amante de la violencia (Gn 4.16-24), en tanto que el séptimo en la línea de Seth fue Enoc, el hombre

que tuvo el testimonio de que había agradado a Dios (He 11.5) y fue trasladado (Gn 5.21-24).

En Génesis 6 vemos de nuevo la obra de Satanás para impedir el propósito de Dios. Él fomenta la

mezcla de matrimonios entre los descendientes de Caín y los descendientes del Justo. Eso da por

resultado la corrupción de la descendencia por medio de la cual vendrá el Redentor, y esa

corrupción es de tal naturaleza, que solamente queda Noé como el único adorador del Dios del

Pacto: “Y Jehová vio que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de

los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gn 6.5).

Satanás había destruido el conocimiento de Dios en el corazón del hombre. Los pensamientos de los

hombres eran malos continuamente. Solamente Noé conocía y andaba con el Dios verdadero (Gn

6.8-9). Si la humanidad hubiera sido dejada en esa condición, después de la muerte de Noé, el

conocimiento de Dios se hubiera perdido por completo. La línea del Justo hubiera sido destruida y

la encarnación no habría sido posible.

Aparentemente, Satanás había triunfado en sus esfuerzos, pero el propósito del Dios Todopoderoso

no sería frustrado. Para Él era una cuestión de poca monta el poner fin a la humanidad en su

condición corrompida (Gn 6.11-13). Si la línea del justo iba a preservarse y el conocimiento de Él

iba a perdurar sobre la tierra, Dios tenía que destruir a la humanidad y continuar la línea por medio

de la cual vendría el Redentor, por Noé.

Si en el pasado no pudimos comprender la obra del Dios-Padre con miras futuras hacia la

encarnación, tal vez nos ha sido difícil entender la destrucción de la humanidad por el diluvio.

Ahora, entendiendo claramente que la necesidad del hombre solamente podía ser satisfecha

mediante la encarnación, nos damos cuenta de que el diluvio se hacia imperativo.

PREGUNTAS

1. Explique las cuatro afirmaciones hechas en Génesis 3.15.

2. ¿Por qué el hombre universal anhela la unión con la Divinidad?

3. ¿Cómo prueba la historia, que el hombre universal anhela una encarnación?

4. ¿Cuáles fueron los dos medios que Satanás usó para impedir el plan de Dios relacionado con la

encarnación?

5. Mencione el primer intento de Satanás para destruir la línea del justo.

6. Diga cuál es la diferencia entre Camitas y Sethitas.

7. Diga lo que pueda sobre los descendientes de Adán por Caín.

8. ¿Por qué se le da atención especial en el capítulo 5 a la descendencia de Seth?

9. ¿Cuál fue el propósito que tuvo Satanás al fomentar los matrimonios entre Camitas y Sethitas,

tal como se lee en Génesis 6.1-3?

10. ¿Por qué fue necesario el diluvio?

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Lección 8

EL PACTO CON ABRAHAM

Nos hemos dado cuenta que después de que el hombre murió espiritualmente, su necesidad de un

Mediador, de justicia y de vida eterna, podía ser satisfecha solamente por la encarnación del Hijo de

Dios. En la lección pasada, trazamos la obra de la gracia de Dios desde el tiempo en que Él dio al

hombre la promesa de la encarnación, hasta la época del diluvio. Dicha obra consistió en la

preservación de la línea del Justo, por medio de la cual vendría el Redentor.

Vimos que Satanás, en sus esfuerzos por hacer imposible la encarnación, corrompió a la humanidad

hasta el punto de que el diluvio se hizo imperativo. Noé, que conocía a Dios, fue librado juntamente

con su familia.

Noé preservó la verdadera fe en Jehová y la trasmitió a sus hijos. Recordamos también que hubo

dos medios que Satanás utilizó para estorbar el propósito Divino en la Encarnación. Estos fueron:

(1) trató de eliminar el conocimiento de Dios de sobre la tierra; y (2) buscó aniquilar, por todos los

medios, la línea del Justo.

I. La Torre de Babel

Desde que ocurrió el diluvio hasta la construcción de la torre de Babel, Dios era adorado. No es que

todos lo aceptaron, porque muchos perversos se rebelaron contra Él, pero el conocimiento y la

revelación del Dios verdadero estaban tan frescos en sus pensamientos que no tuvieron ocasión para

poner en lugar suyo a otros dioses.

Notamos que en Génesis 9 se había dado un mandamiento para henchir la tierra. En Génesis 11,

leemos que toda la tierra era de una sola lengua y de unas mismas palabras. La unidad de la raza era

una realidad. El arca en que Noé y su familia fueron preservados, había descansado en Armenia. A

medida que los hombres comenzaron a multiplicarse, esta meseta árida ya no fue suficiente para

contenerlos. Los hombres debían, o bien separarse y llenar la tierra como Dios se los había

ordenado, o encontrar un territorio más fértil si querían permanecer juntos. Se resolvieron por lo

último y se trasladaron a las tierras bajas, ricas y fértiles de la llanura de Shinar (Gn 11.2).

Decidieron residir allí permanentemente para construir una ciudad y una torre con el fin de evitar

ser esparcidos sobre la faz de la tierra (Gn 11.4). Jehová descendió y confundió sus lenguas, lo cual

fue causa de que se esparcieron por toda la tierra (Gn 11.7-8). Desde allí, las corrientes de

población se vaciaron en todos los rincones del mundo. Al noroeste llegaron a Europa; al oeste, a el

Asia Menor; al suroeste, a Egipto y África; al Sur, a Arabia; al sureste, a Persia y la India; al

oriente, a China. Toda esa corriente migratoria no se hizo en un día; pasaron siglos y siglos antes de

que las tierras más distantes fueron colonizadas.

Una vez que se verificó la dispersión, la adoración y el conocimiento de Jehová fueron sustituidos

por la adoración a las fuerzas de la naturaleza y luego por los ídolos. El conocimiento sensorial

tomó el lugar de la revelación Divina que le había sido dada al hombre muerto espiritualmente.

Los libros sagrados más antiguos de cada nación y las tradiciones de los pueblos dan testimonio de

lo que dicen las Escrituras en Romanos 1.18-32, con respecto a que las naciones poseyeron

originalmente una revelación de Dios. De tales escritos y tradiciones y con la ayuda de las

inscripciones en los monumentos, tenemos una descripción clara de la manera en que se pasó de la

adoración de un sólo Dios a la adoración de muchos dioses y de muchos ídolos.

II. El Llamado de Abraham

Abraham aparece trescientos sesenta y siete años después del diluvio. Noé vivió todavía cincuenta

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años después de que nació Abraham. El mundo había caído en la idolatría. Abraham vivió entre

paganos e idólatras hasta la edad de setenta y cinco años.

Abraham nació y vivió en Ur de los Caldeos, una de las ciudades más grandiosas de la antigüedad,

hasta que recibió el llamado Divino. Podemos comprender por qué Dios se reveló a Abraham. El

conocimiento de Dios estaba prácticamente perdido. Si había de preservarse la línea del justo por

medio de la cual pudiera Dios enviar a Su Hijo encarnado, tenía que escoger a un hombre que le

conociera para hacer de él una nación que preservara el conocimiento del único Dios sobre la tierra.

Los conciudadanos de Abraham, al igual que su propio padre, eran idólatras. Si en él iba a fundarse

una nación que preservara la revelación Divina para el hombre y el conocimiento del Redentor de

modo que cuando Éste viniera fuese reconocido, se hacía necesario que Abraham fuera alejado de

tales influencias. Hay muchas leyendas que hablan de que Abraham era perseguido por rehusarse a

adorar los ídolos. De modo que al ser llamado por Dios, sale de Ur de los Caldeos en busca de un

lugar donde pudiera fundar una nación libre de la idolatría (Gn 12).

Veinticinco años después de que Abraham recibió el llamado Divino, tuvo lugar el más grande

acontecimiento de la historia humana hasta que ocurrió el nacimiento de Cristo. Este fue el Pacto de

Sangre en el que Jehová y Abraham entraron. El Pacto de Sangre existió antes de Abraham. Pruebas

de la existencia de este rito han sido encontradas entre pueblos primitivos de todos los rincones de

la tierra, y su antigüedad se remonta a muchos años antes de la época de Abraham.

III. El Pacto de Sangre

Es evidente que Dios entró en un Pacto con Adán desde un principio. Una revelación común del

Pacto de Sangre de Dios debió haber sido dada al hombre primitivo. Contemplamos la dispersión

del hombre en la torre de Babel. Noé evidentemente debió haber poseído cierto conocimiento del

significado del Pacto de Sangre que él trasmitió a sus hijos, a fin de que las naciones que iban a

formarse, surgidas de la dispersión de la torre de Babel, poseyeran cada una de ellas determinado

conocimiento del Pacto de Sangre.

Creemos esto por los hechos siguientes que se revelan en el libro del Dr. Trumbull intitulado El

Pacto de Sangre: “Desde épocas muy remotas en cada nación, la sangre parece haber sido

considerada preeminentemente como lo que representaba la vida, y en un sentido peculiar, la vida

misma. La transfusión de sangre de un organismo a otro ha sido considerada como la transferencia

de la vida con todo lo que esa vida incluye. La mezcla de sangres ha sido vista como el equivalente

de la mezcla de naturalezas. Dos naturalezas así mezcladas por la fusión de sangres, se considera

que forman, de allí en adelante, una naturaleza, una vida, una sola alma. La unión de naturalezas por

la mezcla de sangres ha sido juzgada posible entre hombre y hombre y entre la Deidad y el

hombre”.

Un pacto de sangre, un pacto hecho por la mezcla de sangres, ha sido reconocido como el pacto más

intimo, más santo y más indisoluble que pueda concebirse. Hay tres razones para que un hombre

haga Pacto con otro:

1. Si una tribu muy fuerte vive al lado de una débil y hay el peligro de que la tribu débil sea

destruida, la débil buscará la oportunidad de hacer pacto con la más fuerte para garantizar su

preservación.

2. Si dos hombres de empresa quieren emprender algún negocio juntos y uno de ellos va a

abandonar al país, viajando como representante en el extranjero, hará pacto con su compañero.

3. Si dos hombres llevan una amistad tan grande y tan profunda como la de David y Jonatán,

establecerán un pacto entre ellos.

Desde el momento en que el pacto de sangre se solemniza, todo lo que pertenece a aquel que hace el

Pacto de Sangre queda a la disposición de este hermano de sangre; no obstante, este hermano nunca

pedirá nada a menos que se vea obligado a hacerlo por una verdadera necesidad.

Otro rasgo característico de un pacto de esta clase, es que tan pronto como el pacto se establece, los

demás llaman a los que han hecho el pacto, “hermanos de sangre”. Ese pacto de sangre se mantiene

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por generaciones; es un pacto indisoluble que las generaciones no pueden borrar. Si alguien hace un

pacto con su amigo, los hijos de las dos familias están obligados a observarlo.

Si dos hombres en el África hacen tal pacto (así lo dice Stanley, y lo confirma Livingstone), y si

uno de ellos lo rompe, sus parientes más próximos deben darle muerte, porque nadie, que rompa el

pacto de sangre, puede vivir más en el África; aun la misma tierra por donde anda es maldita. No

hay nada semejante entre nosotros que sea tan sagrado como el Pacto de Sangre de los Africanos.

Tanto Stanley como el Dr. Livingstone, aseguran que nunca supieron de un sólo caso en que se

hubiera roto el pacto.

El método de hacer el pacto es prácticamente el mismo en todo el mundo. En algunos lugares ha

degenerado en un rito grotesco, pero es el mismo pacto de sangre. El método practicado por los

africanos, los árabes, los sirios y las gentes de los Balcanes, es el siguiente: los dos que desean

hacer el pacto se juntan con algunos amigos y un sacerdote. Primero, se intercambian regalos.

Luego traen una copa de vino. Entonces, el sacerdote hace una incisión en el brazo de cada uno de

ellos dejando que la sangre caiga en la copa que contiene el vino. Mezclados el vino y la sangre,

beben de la misma copa. Ahora ya son hermanos de sangre.

IV. El Pacto con Abraham

Ahora, Génesis 17 tiene un nuevo significado para nosotros. Vemos que cuando Dios apareció a

Abraham para establecer pacto con él, Abraham sabía lo que eso significaba. Dios entraba en un

Pacto de sólida amistad con él (el Pacto de Sangre era llamado el Pacto de Sólida Amistad), por eso

Abraham fue llamado el amigo de Dios (Is 41.8; 2Cr 20.7; Stg 2.23).

Abraham es el único ser humano que fue llamado amigo de Dios en el Antiguo Testamento. El

pacto que Dios hizo con Abraham fue constituir a la nación israelita como el pueblo del Pacto (Gn

17.7). Luego Dios dio a Abraham el método de establecer el Pacto (Gn 17.7-14). El sello del Pacto

era la circuncisión. Todo niño varón era circuncidado a los ocho días de nacido y dicha circuncisión

era la entrada al pacto.

En el mismo día Abraham fue circuncidado, y de allí en adelante llevó en su carne la evidencia de

que había entrado en el Pacto de Sangre de amistad con Dios. Hasta hoy, Abraham es designado en

el oriente como “el amigo de Dios” (Gn 17.26).

Después de que el pacto formal de sangre quedó establecido entre Dios y Abraham, tuvo lugar una

prueba para comprobar la fidelidad de Abraham a dicho Pacto. Esa prueba también serviría como

testimonio a las generaciones futuras de que el cumplimiento del pacto por parte de Abraham al

circuncidarse, no había sido una ceremonia vacía, sino que en él había comprometido su vida misma

a Jehová.

Génesis 15.6 dice: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. La palabra hebrea Heemín que

aquí se traduce “creyó”, lleva la idea de una fianza completa del uno para el otro. Abraham confió

de tal manera en Jehová, que estuvo dispuesto a comprometerse con Él como en el rito del Pacto de

Sangre. Por consiguiente, el espíritu de confianza vehemente y amoroso de parte de Abraham, Dios

lo tuvo en cuenta para un pacto de sangre de amistad mutua.

En Génesis 22.1-19 vemos que la prueba suprema llegó cuando Isaac, el hijo del Pacto de Sangre

que Dios había dado de una manera milagrosa a Abraham, tenía 18 o 20 años de edad.

V. Abraham sometido a prueba

Génesis 22.1-2 dice: “Y aconteció, después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo:

Abraham. Y él respondió, heme aquí. Y dijo: Toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y

vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”. Y

Abraham se levantó al instante para responder al llamado de su Divino Amigo.

Precisamente aquí, es bueno darse cuenta de la idea oriental en una transacción como esta. Un padre

oriental aprecia al único hijo más que a su propia vida; porque para el padre oriental morir sin un

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hijo es una idea terrible; cuando tiene al menos un hijo que tome su lugar, se considera preparado

para morir.

Para Abraham, el tener que rendir su propia vida trabajada y gastada ahora que un hijo de la

promesa le había nacido, hubiera constituido una cuestión de poca importancia; pero tener que

entregar a aquel hijo y ser de nuevo un viejo sin hijo y sin esperanza, era otra cosa. Solamente una

fe que no protesta ni pregunta; solamente un amor que no falla ni fluctúa, podía hacer frente a una

situación como aquella.

En todo el mundo los hombres que hacían un pacto de amistad de sangre, estaban dispuestos a

entregar aun aquello que les era más querido que la vida a sus hermanos del Pacto de Sangre, o a

sus dioses. ¿Abraham haría menos por su Amigo Divino de lo que los hombres harían por sus

amigos humanos? ¿Sería capaz Abraham de entregar a su Dios todo lo que los adoradores de otros

dioses estaban dispuestos a entregar en prueba de su devoción? Tales eran las preguntas que había

que contestar ante el mundo.

Génesis 22.3-10, dice que Abraham fue capaz de tal amistad en su Pacto de Sangre con Jehová. Y

cuando demostró su espíritu de sacrificio voluntario, se le dijo que detuviera su mano (He 11.17-

19). Fue entonces cuando el ángel de Jehová llamó a Abraham por segunda vez desde el cielo, y

dijo: “Por mí mismo he jurado”, es decir “Por mi propia vida” (Gn 22.15-17).

Aquí está el fundamento de dicho pacto hacia Dios. Por ninguna otra cosa podía Dios jurar sino por

Sí mismo. Para el oriental eso significaba: “Juro por mí mismo; si fallo, me convierto en tu esclavo.

Tú eres mi dueño. Me entrego en esclavitud a ti. Puedes hacer con mi vida lo que quieras”.

Abraham y Dios están unidos. Todo lo que Dios es, pertenece a Abraham; y todo lo que Abraham

es y lo que poseerá, pertenece a Dios en esta relación de Pacto.

Ahora se puede entender por qué Dios dijo muchas veces: “Yo soy Jehová, que guardo los pactos”.

El es el Dios que guarda los pactos. Respaldando a Israel, estaba este pacto solemne que Dios había

sellado por Su parte, entregándose a Sí mismo en completa y absoluta esclavitud a dicho Pacto.

PREGUNTAS

1. ¿Por qué Dios confundió las lenguas de los hombres en la torre de Babel?

2. ¿Por qué fue dado a Abraham el llamamiento Divino que se narra en Gn 12.1-2?

3. Diga el significado del Pacto de Sangre tal como existía entre los pueblos primitivos.

4. ¿Cuáles eran las tres razones para establecer el pacto?

5. ¿Por qué Abraham fue llamado “el amigo de Dios”?

6. ¿Cuál fue el sello del Pacto con Abraham?

7. ¿Qué significa realmente la palabra en hebreo de Génesis 15.6, traducida como “creyó”?

8. ¿Cuál fue la prueba a que fue sometido Abraham para probar su fidelidad al Pacto?

9. ¿Qué revela su obediencia al mandato de Dios?

10. ¿Qué significa la frase “Por mí mismo he jurado”, en la promesa que Dios dio?

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Lección 9

EL PUEBLO DEL PACTO DIVINO

Dios entró en una relación de Pacto con Abraham a fin de preservar en la tierra la revelación de Sí

mismo que Él había dado al hombre. Abraham y sus descendientes iban a ser el pueblo del Pacto

Divino: “Y estableceré mi Pacto entre Mí y ti, y tu simiente después de ti y en sus generaciones, por

alianza perpetua, para serte a ti por Dios, y a tu simiente después de ti” (Gn 17.7).

Por medio de este pueblo del Pacto, Dios iba a enviar al Redentor: “Bendiciendo te bendeciré, y

multiplicando multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo, y como la arena que está a la

orilla del mar; y tu simiente poseerá las puertas de sus enemigos; en tu simiente serán benditas todas

las gentes de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Gn 22.17-18).

El pueblo con el cual Dios había entrado en relaciones de Pacto también iría a ser Su testimonio

sobre la tierra. Palestina estaba situada geográficamente de tal modo, que las civilizaciones antiguas

tenían que pasar por ella en sus relaciones comerciales entre sí. El pueblo del Pacto Divino les daría

testimonio de la revelación del Dios viviente y verdadero.

I. Isaac, Jacob y José

Después de darnos la historia de Abraham, el libro del Génesis nos da una breve historia de sus

descendientes inmediatos... Isaac, Jacob y José. Todo el Génesis puede agruparse alrededor de cinco

nombres: Adán, capítulos 1-5; Noé, capítulos 6-11; Abraham, capítulos 12-26; Jacob, capítulos

27-37; y José, capítulos 38-45. Daremos aquí solamente un breve resumen del carácter de estos

descendientes de Abraham en el Pacto de Sangre.

Isaac, el más hermoso de los caracteres del Antiguo Testamento, espíritu tranquilo y gentil, ha

dejado sobre la vida judía una impresión que ningún otro de los padres ha dejado. Su matrimonio

con Rebeca y su amor por ella es una de las historias más encantadoras de los fundadores de ese

pueblo maravilloso.

Jacob es un carácter distinto: perverso, egoísta y astuto. Es dudoso que haya hecho a alguien feliz.

Se encontró con Dios en el vado de Jaboc (Peniel = el rostro de Dios) y Dios puso Su mano sobre

él. Jacob fue un hombre diferente desde ese día. Tuvo poder con Dios y con el hombre. Su vida

prueba que Dios puede cambiar las vidas más perversas y convertirlas en vidas rectas.

José es nuestro príncipe apuesto. En ninguna parte de la literatura hay algo que se compare con este

joven, hombre en toda su integridad, estadista, fundador y preservador de una nación. La fragancia

de esta vida se prolonga durante todos los siglos de la historia de Israel. Muchos muchachos han

sido buenos y fuertes por la influencia de esta personalidad imponente.

A la edad de diecisiete años José fue vendido como esclavo a Egipto (Gn 37.25-28). A los treinta

años se convirtió en gobernador de ese país (Gn 41.37-45). Cuando cumplió los cuarenta años,

Jacob llegó a Egipto acompañado de setenta personas (Gn 46.1-26).

II. Razón para ir a Egipto

El Dios guardador del Pacto recordó Su promesa a Abraham de que haría de él una gran nación.

Para salvar de la destrucción al pueblo de Su pacto, durante el hambre que asolaba la tierra de

Canaán, el Dios del Pacto los llevó a Egipto para que prosperaran y se multiplicaran. “Que ya ha

habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aun quedan cinco años en que no habrá arada ni

siega. Y Dios me envió delante de vosotros, para que vosotros quedaseis en la tierra, y para daros

vida por medio de grande salvamento” (Gn 45.6-7).

Dios usó a José para preservar a Su pueblo. Predominó sobre la obra de Satanás; del mal Él ha

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sacado bien al través de todos los siglos: “Así pues, no me enviasteis vosotros acá, sino Dios, que

me ha puesto por padre de Faraón, y por Señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de

Egipto” (Gn 45.8). ¡Qué cuadro tan bello se nos presenta del cuidado fiel y amoroso de aquel Dios

que cuando estableció el Pacto con Abraham dijo: “Por Mí mismo he jurado”.

Los hijos de Israel prosperaron entre el desahogo y la abundancia y entre el esplendor suavizante de

aquella tierra. Fueron ellos los colonos favorecidos. Se les dio lo mejor de la tierra. Tuvieron

puestos honorables y bien pagados bajo los reyes egipcios (Gn 47.1-12, 27). Sobre todo, el favor de

Dios era con ellos. El mantenía Su Pacto con Abraham y lo que había expresado de que su simiente

sería una multitud como las estrellas del cielo, y como la arena que está a la orilla del mar. Su

incremento fue maravilloso. Dios estaba haciendo de ellos una gran nación que sería Su testigo

sobre la tierra.

Las Escrituras repetidamente dirigen nuestra atención al crecimiento maravilloso del pueblo del

Pacto Divino: “Y los hijos de Israel crecieron, y se multiplicaron, y fueron aumentados y

corroborados en extremo; y se llenó la tierra de ellos” (Éx 1.7).

Durante los 210 años de la permanencia de los hijos de Israel en Egipto, su número se aumentó de

70 hasta 3,000.000. La cronología muestra que pasaron en Egipto 210 años. Este dato presenta a

primera vista una dificultad con otros pasajes de las Escrituras como Éxodo 12.40 que parece

indicar que el período de su residencia en Egipto fue de 430 años. Sin embargo, la traducción de la

Septuaginta dice como sigue: “La residencia de los hijos y de sus padres los cuales habitaron en la

tierra de Canaán y en la tierra de Egipto”.

Gálatas 3.16-17 arroja luz sobre esta cuestión al mostrar que este período comenzó en la fecha de la

promesa dada a Abraham y se extendió hasta el tiempo en que fueron libertados los hijos, lo cual da

un total de 430 años; Abraham, después de que recibió el llamamiento de Dios, habitó en Harán

cinco años. Entre la entrada a Canaán y el nacimiento de Isaac pasaron veinticinco años. Desde el

nacimiento de Isaac hasta el nacimiento de Jacob, hay un período de sesenta años. Jacob tenía 130

años cuando entró a Egipto. Todo este intervalo llega a 220 años; agregando los 213 años a que

hicimos referencia, dan un total de 430 años... los 430 años de residencia desde Abraham hasta la

liberación de Egipto.

III. La Persecución del Pueblo del Pacto Divino

En la lección pasada vimos que la obra de Satanás consistía en destruir a “la simiente de la mujer”

por medio de la cual habría de venir el Redentor prometido. Ahora, habiéndose especificado que el

Redentor procedería de “la simiente de Abraham”, Satanás trata de destruir al pueblo del Pacto

Divino.

Después de un período de 100 años en Egipto durante los cuales los israelitas se convirtieron en un

pueblo poderoso, Satanás busca la manera de destruirlos. Satanás llenó de miedo el corazón de los

gobernantes de Egipto, y de un temor mal fundado de que los israelitas que eran tan poderosos en

número pudieran unirse a los enemigos de los egipcios en tiempo de guerra (Éx 1.8-10).

Luego siguieron consejos de opresión sistemática y de esclavitud, de tiranía y de crueldad (Éx 1.10-

14). Sin embargo, el crecimiento de Israel fue parte del plan divino para Su pueblo del Pacto, y

nadie en el mundo podría hacer nada para impedirlo. Mientras más los afligían, más se

multiplicaban y crecían (Éx 1.15-22). El trato que los esclavos recibían de los egipcios era algunas

veces demasiado horrible. Las mutilaciones y las torturas de que eran objeto los israelitas, con la

orden de que todo hijo fuera muerto o arrojado al río, eran de un carácter satánico.

La persecución que Israel sufre es tan grande que pide al Dios del Pacto que los libre. Él escucha Su

clamor y recuerda Su Pacto con Abraham, Isaac y Jacob. El Dios guardador del Pacto desciende a

librar a Su pueblo de la esclavitud: “Y dijo: No te llegues acá; quita tus zapatos de tus pies, porque

el lugar en que estás, tierra santa es. Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de

Isaac, Dios de Jacob” (Éx 3.5-8).

Éxodo 2 nos relata el nacimiento de Moisés y todo lo que se refiere a su vida, hasta el momento en

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que recibe el llamado de Dios. Notamos aquí dos hechos. El haber escondido al niño Moisés en el

banco del río, acto que ejecutó su madre, y más tarde la renuncia de Moisés a Egipto, no fueron

actos irreflexivos. Hebreos 11.23-27 nos muestra que ambos actos se basaron sobre la fe en el Dios

guardador del Pacto: “Por fe Moisés, nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses... Por

fe Moisés, hecho ya grande, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón... Por fe dejo a Egipto, no

temiendo la ira del rey”.

Éxodo 3 y 4 nos presentan el llamamiento de Moisés incluyendo el relato de la zarza ardiente; la

revelación que Dios le hizo acerca de Sus planes para librar a los israelitas; la vacilación de Moisés

para responder y el permiso concedido para que Aarón le acompañara. Notamos el poder dado a la

vara de Moisés por medio de la cual podía obrar milagros. Notamos, además, que Dios se manifestó

a Moisés no sólo como el Dios guardador del Pacto, sino también como el Dios obrador de

milagros.

Éxodo 4.20-26 revela el lugar tan importante que tuvo el Pacto de Sangre. Moisés había descuidado

la circuncisión de su primogénito; había sido infiel al Pacto. Yendo del desierto de Sinaí a Egipto

con un mensaje de Dios con respecto al primogénito de los egipcios que no estaba dentro del pacto,

le salió al encuentro una providencia pavorosa y se encaró a la muerte, “le salió al encuentro

Jehová, y quiso matarlo”. Parece que tanto Moisés como su esposa se dieron cuenta de que estaban

siendo separados de una participación posterior en los planes del pacto divino para los

descendientes de Abraham, por no haber cumplido sus obligaciones en el Pacto de Abraham, al no

circuncidar a su hijo.

En nuestra siguiente lección seremos espectadores del conflicto más poderoso de la historia. De un

lado, todo el poder, la riqueza y el esplendor de Egipto; sus conocimientos, su orgullo y la

dependencia segura que tenía en sus dioses. Por el otro lado, un hombre pobre, débil, anciano,

quebrantado y desacreditado. El único seguidor que tenía era su hermano Aarón. No es una

procesión formidable la que hacen estos dos hombres al pasar por las puertas del palacio y pedir una

audiencia del rey. Y los egipcios festivos y mordaces deben haber disfrutado de más de una broma a

sus expensas. Pero en el fondo había una sensación de asombro. ¡Ninguna generación había

presenciado algo semejante!

Dos esclavos exigiendo libertad, no para sí mismos, sino para tres millones de personas. Exigiéndola

una y otra vez después de repetidas negativas del Faraón, el rey-dios de la civilización más poderosa

de ese tiempo. Veremos como la burla desaparece ante la persistencia de estos hombres, y que el

asombro se convierte en miedo. Las mejillas palidecen y el corazón tiembla al ruido de sus pisadas.

Estos dos hombres del Pacto de Sangre tienen en sus manos el destino de Egipto y dejan escritas

sobre la tierra palabras que siguieron viviendo después de que su grandeza pasó.

Antes de estudiar la salida de los hijos de Israel de Egipto, nos servirá de mucho observar algunos

hechos relacionados con los reyes egipcios.

El príncipe que ascendía al trono de Egipto se transfiguraba a los ojos de sus súbditos. Para la mente

de los egipcios, el Faraón era igualmente hombre y dios. Lenormant escribe: “Podemos imaginar el

prestigio que tal exaltación confería al poder soberano en Egipto”. Los egipcios, a los ojos del rey,

no eran sino esclavos trémulos obligados por motivos religiosos a ejecutar sus órdenes ciegamente.

Se le tributaba adoración como a la divinidad. Sus ministros y él ocupaban dos plataformas

diferentes. El Faraón se sentaba aparte y solo. Cuando él hablaba, el asunto quedaba concluido. A él

solamente se dirigían las demandas a dios, y sobre él quedaba la responsabilidad de la injusticia

continua y de la negación de peticiones.

Ahora entendemos por qué el Faraón se presenta como el único hombre en todo Egipto con quien el

libertador de los Israelitas contiende. Palabras como estas adquieren un nuevo significado cuando se

consideran a la luz de estos hechos: “Para que conozcas que no hay como Jehová nuestro Dios”...“Y

aquel día yo apartaré la tierra de Gosén, en la cual mi pueblo habita, para que ninguna suerte de

moscas haya en ella; a fin de que sepas que yo (un Yo enfático y no tú,— Yo, no tus dioses) soy

Jehová en medio de la tierra. Y yo pondré división entre mi pueblo y el tuyo” Éx 8.10, 22-23.

Dios y Su pueblo están de un lado; Faraón y su pueblo están del otro. Es una competencia entre el

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Dios vivo y verdadero y uno que pretende serlo. Dios tiene que romper en pedazos al ídolo y dejarlo

derribado para libertar a Su pueblo.

PREGUNTAS

1. Señale el lugar, geográficamente, que los israelitas tuvieron como testigos.

2. Dé un resumen breve del carácter de Isaac, de Jacob y de José.

3. ¿Cómo usó Dios a José para preservar a Su pueblo?

4. Describa la vida de los israelitas en Egipto antes de su persecución.

5. ¿Quién fue la causa de que los gobernantes de Egipto oprimieran a los hijos de Israel? ¿Y por

qué lo hizo?

6. ¿Cómo se explica el porqué los padres de Moisés lo escondieron de niño y porqué renunció a

Egipto?

7. ¿Por qué Dios descendió para libertar a los israelitas?

8. ¿Por qué Dios trató de matar a Moisés?

9. ¿Quiénes estaban implicados en el poderoso conflicto que tuvo lugar en la liberación de Israel?

10. ¿Por qué Dios tuvo que humillar a Faraón?

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Lección 10

LA LIBERACIÓN DE EGIPTO

Al estudiar el gran drama de la liberación del Pueblo del Pacto Divino, de la esclavitud egipcia en el

relato que se nos da en las Escrituras, notamos muchos acontecimientos que demuestran su la

autenticidad.

La narración que se nos da de la vida en Egipto es una descripción verdadera de cómo vivían los

egipcios en esa época. La autoridad que el Faraón tuvo sobre los esclavos israelitas, nos proporciona

una demostración exacta de la autoridad que él poseyó en este período de la historia. La parte que

juegan los magos de Egipto al realizar prodigios, es una representación auténtica del poder que el

antiguo sacerdocio pagano poseía. El sacerdocio egipcio era en realidad una corporación investida

de poderes mágicos, los cuales se aplicaban a favor de los vivos y de los muertos.

El relato bíblico referente a cada nombre, incidente y costumbre, revela al verdadero Egipto de este

período. La fidelidad y sutileza del relato muestran que fue escrito por alguien que conoció bien los

hechos. El Éxodo, al referirnos a este drama del Dios del Pacto obrador de milagros a favor de Su

pueblo, revela que en realidad fue escrito por alguien que conoció los hechos, y no como algunos

escépticos pretenden, que fue escrito por un judío babilónico en el año 400 A.C. Lleva las marcas

del antiguo Egipto, al que Dios juzgó.

Los arqueólogos han descubierto edificios hechos de ladrillo en los cuales fue usado rastrojo en vez

de paja, tal y como lo dice Éxodo 5.12.

I. El Primer Milagro

En Éxodo 7.1-7, Moisés, obedeciendo a Jehová, se acerca al Faraón para interceder por el pueblo

del Pacto Divino. Éxodo 7.8-13 nos describe el primer encuentro de Moisés con el Faraón y sus

magos. La primera señal dada fue la de arrojar la vara que al instante se convirtió en una serpiente:

“Y echó Aarón su vara delante de Faraón y de sus siervos y se tornó en culebra. Entonces llamó

también Faraón a sabios y encantadores; e hicieron también lo mismo los encantadores de Egipto

con sus encantamientos. Pues echó cada uno su vara, las cuales se volvieron culebras, mas la vara

de Aarón devoró las varas de ellos” Éx 7.10-12.

Algunos pueden maravillarse del poder mediante el cual las varas de los sacerdotes egipcios se

convirtieron también en serpientes. Los espíritus que estaban identificados con los dioses de los

egipcios y a los que ellos hicieron su petición, no los dejaron sin respuesta. El resurgimiento del

espiritismo y el ocultismo en nuestros días, es decir, todos los fenómenos que no pueden explicarse

como trucos, muestran la obra de Satanás detrás de esos “milagros”, mayormente cuando tal cosa le

proporciona a éste la adoración de los hombres.

El conflicto entre el Hacedor del cielo y de la tierra y los dioses de Egipto comenzó desde el

principio. A la luz de este acontecimiento el milagro ejecutado ante la presencia del Faraón, tuvo un

significado pavoroso. Así como la vara de Aarón se tragó las varas de los encantadores, así la fe que

Dios iba a establecer, se tragaría las creencias engañosas por las cuales los sabios del mundo

buscarían un conocimiento y una grandeza que los haría a ellos y a sus compañeros esclavos de

Satanás.

II. Las Plagas

Estudiemos ahora la historia de las plagas que destruyeron el poderío de Egipto y quebrantaron su

obstinado corazón. Se había dado una señal cuando la vara fue convertida en serpiente. La señal fue

desafiada por los encantadores, dando por resultado que el poder de Jehová se manifestara más

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plenamente. Pero aquella era sólo una señal, y podría ser olvidada fácilmente. Por lo tanto, Dios

tenía que recurrir al juicio.

La primera plaga consistió en convertir las aguas de Egipto en sangre. El Mandamiento Divino

llegó a Moisés: “Ve por la mañana a Faraón, he aquí que el sale a las aguas; y tú ponte a la orilla

del río delante de él” (Éx 7.15). El lector observará el mandamiento de ir a encontrar a Faraón a la

orilla del río. Nosotros vemos, desde luego, una gloriosa idoneidad en „el tiempo‟ y el lugar que

fueron escogidos. El dios del Nilo era una personificación de Nu, uno de los principales dioses-

padre de Egipto y objeto de profunda veneración en esta parte del país. Sobre él, por lo tanto,

Jehová aseguró Su supremacía por medio de esta plaga. Es probable que Faraón fuese por la

mañana a tributar su adoración a este dios.

Fue, pues, al rey, mientras estaba delante del altar de su dios, a quien el mensaje de Jehová se

dirigió. Tal mensaje era terrible. El dios y sus adoradores, iban a ser juzgados del mismo modo: “Y

Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón: Toma tu vara, y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto,

sobre sus ríos, sobre sus arroyos y sobre sus estanques, y sobre todos sus depósitos de aguas, para

que se conviertan en sangre, y haya sangre por toda la región de Egipto, así en los vasos de

madera como en los de piedra” (Éx 7.19).

Los niños varones de los israelitas habían sido arrojados a las aguas, y ahora Dios recordaría a los

egipcios su pecado. El río de sangre diría la historia de aquel acontecimiento a la tierra y al cielo, y

el horror de su crimen surgiría para acosarlos.

La segunda plaga fue una aflicción bien conocida y temida. Su intensidad fue descrita en palabras,

cada una de las cuales debió haber llegado a los hogares y llenado de repugnancia y miedo el pecho

de todos los egipcios que escucharon el mensaje de Dios por medio de Aarón: “He aquí yo heriré

con ranas todos tus términos; y el río criará ranas, las cuales subirán y entrarán en tu casa, y en la

cámara de tu cama, y sobre tu cama, y en las casas de tus siervos, y en tu pueblo, y en tus hornos, y

en tus artesas; y las ranas subirán sobre ti, y sobre tu pueblo, y sobre todos tus siervos” (Éx 8.2-4).

Pongamos tras estas palabras la aflicción que bien sabemos estos animales fueron para Egipto, y la

plaga inmediatamente adquiere un significado terrible. Perdemos de vista la insignificancia del

instrumento ante la magnitud del castigo. La plaga de las ranas no fue solamente un castigo terrible

sobre el pueblo, sino también constituyó otra sentencia sobre sus dioses.

Las ranas fueron siempre una gran molestia en Egipto, y desde el principio se le encomendó a la

diosa Heki que las ahuyentara. Dicha diosa aparece muchas veces con la cabeza de una rana. Era tan

importante el oficio que ella iba a desempeñar, que se suponía iba a ser una de las diosas supremas

de todo Egipto. Ahora el Dios del Pacto de los israelitas, esclavos de los egipcios, se muestra de

nuevo más grande que los dioses de los poderosos egipcios.

A medida que el corazón del Faraón se endurece, las plagas se multiplican. Éxodo 8.16-19 y Éxodo

8.20-24 relatan lo que se refiere a las plagas de los piojos y de las moscas. Otro juicio se desató en

contra de los dioses de los egipcios, porque las moscas también eran adoradas en Egipto. Lo

primero que Dios hizo fue una simple señal cuando la vara de Aarón se convirtió en serpiente.

Luego, el malestar personal reveló el poder y el descontento Divino. Pero ahora, además del daño

traído por las moscas, sus vestidos, sus muebles y sus adornos fueron destruidos. “La tierra fue

corrompida a causa de ellas”.

En la quinta plaga Dios va todavía más lejos. Deja caer Su mano sobre una de las posesiones más

valiosas de los egipcios, su ganado. El asunto no iría a terminar cuando Faraón dijo “No” a las

demandas de Dios, o cuando prometió obediencia y luego se negó a cumplir su promesa.

De nuevo fue enviado Moisés con el mensaje “Deja ir a mi pueblo para que me sirva”; y así se le

advierte a Faraón: “Porque si no lo quieres dejar ir y lo detuvieres aún, he aquí la mano de Jehová

será sobre tus ganados que están en el campo, caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas, con

pestilencia gravísima”.

En Éxodo 9.1-5 notamos que la separación entre los egipcios y el pueblo del Pacto Divino continúa.

El ganado de los israelitas no iría a perecer. Hasta ahora sólo las posesiones de los egipcios han sido

afectadas al igual que la mayor parte de sus riquezas. Pero en la sexta plaga sus cuerpos son los

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afectados. Son heridos con una enfermedad repugnante y dolorosa que los encantadores, sus

campeones en este conflicto, confiesan que procede de la mano de Dios, y desde luego se retiran de

la contienda. Notemos la misericordia de Dios en Sus procedimientos. Su misericordia envió al

principio castigos leves para hacerlos volver de los caminos de desobediencia y para salvarlos de la

calamidad final y temible. Cuando los castigos ligeros fallaron para salvar, el amor deja caer golpes

más duros para ver si estos pueden hacer volver al desobediente del camino que lleva.

En la séptima plaga se opera un avance distinto en la severidad del castigo. Ahora hay pérdida de

vidas y de cosechas: “He aquí, mañana”, así decía el Mandamiento Divino, “a estas horas yo haré

llover granizo muy grave, cual nunca fue en Egipto, desde el día que se fundó hasta ahora”.

Al anunciarse la octava plaga, la palabra “langostas sonó en forma terrible a los oídos de los

egipcios (Éx 10.4-6).

Por vez primera ocurre un acto de reconvención en la corte. Los príncipes y los grandes que rodean

al rey y que le reverencian como un dios, se olvidan de la temible distancia que hay entre ellos y el

trono. Poseídos de terror, hacen a un lado su reverenda habitual y discuten con el Señor de Egipto

(Éx 10.7): “Y los siervos de Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo nos ha de ser éste por lazo? Deja ir

a éstos hombres para que sirvan a Jehová su Dios; ¿Aun no sabes que Egipto está destruido?”

Llegamos a la novena plaga. Ésta fue la última apelación de Dios antes de que cayera la sentencia

largo tiempo diferida. Cada hombre estuvo impedido por Dios, para expresarlo así, durante aquellos

tres días espantosos con sus noches. Toda actividad se suspendió. Todo fue hecho a un lado. Cada

uno permaneció solo, el rey, el consejero, el noble, el sacerdote, el comerciante, el artesano o el

campesino.

Cada uno estaba detenido por la mano de Dios y encarado a la grave interrogación insinuada en el

recuerdo de una plaga tras otra, y vuelta a expresar en la percepción de esta: “¿Puedes tú lanzarte

contra el escudo del Todopoderoso?” Esos tres días de aislamiento inactivo y de temor nos

permiten asomarnos a las profundidades de esa infinita compasión que hubiera salvado a Egipto del

último golpe que iría a quebrantar toda su obstinación y todo su orgullo.

Dios mostró también Su supremacía sobre el sol, uno de los dioses principales de los egipcios.

III. El Pacto de Sangre y sus Señales en la Pascua

Vendría el tiempo cuando el Señor daría una nueva evidencia de Su fidelidad a Su Pacto amistoso

de sangre con Abraham. De nuevo iba a haber un nuevo comienzo en la historia de la redención. La

simiente de Abraham estaba en Egipto, y el Señor llevaría desde allí la simiente para darle su

herencia prometida en Canaán. Los egipcios se negaron a dejar ir a Israel al llamado del Señor.

Al estudiar la última plaga que vino sobre los egipcios nos enteramos del significado del Pacto de

Sangre. En el amistoso pacto original de sangre entre Abraham y el Señor, fue Abraham quien dio

su sangre en señal del Pacto.

Hasta aquí los israelitas no habían tenido que hacer nada para evitar las plagas. Ahora tenían que

rociar la sangre si querían escapar a la décima plaga. El Señor les ordenó que escogieran un cordero

macho y sin mácula, sin defecto. Dicho cordero era un tipo de Cristo, así que debía ser perfecto. La

sangre del cordero, un tipo de la sangre de Cristo, debía ponerse en los dos postes y en el dintel de

cada casa de los descendientes de Abraham.

“Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis”, dijo el Señor a Su pueblo. “Y

veré la sangre (la señal de mi pacto de sangre con Abraham), y pasaré de vosotros y no habrá en

vosotros plaga de mortandad, cuando heriré la tierra de Egipto” (Éx 12.7-13). El primogénito

quedó a salvo cuando fue cubierto por la Sangre. La carne del cordero escogido iría a ser comida

por los israelitas de una manera reverente, tal como lo requiere esa intercomunicación del rito de la

amistad de sangre; y de acuerdo con una costumbre común de los ritos primitivos del pacto de

sangre, en todas partes.

La última plaga quebrantó el corazón de Egipto. La muerte, terrible en dondequiera, hizo una pausa

espantosa en la vida de este pueblo amante del placer. Cuando alguien moría en Egipto, eso,

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especialmente, era causa de gran llanto. Puede imaginarse entonces qué efecto tendría esta última

calamidad sobre todo el pueblo. No había una casa donde no hubiera un muerto. Aquellos que

podrían haber llorado con los demás, tenían que doblegarse bajo su propio dolor: “Y se levantó

aquella noche Faraón, él y todos sus siervos, y todos los egipcios; y había un gran clamor en

Egipto porque no había casa donde no hubiese muerto”.

Sin embargo, después de haber visto el dolor de Faraón y de todo su pueblo a causa de sus muertos,

no hemos recapacitado todo lo que implicó este castigo. Éxodo 12.12 dice: “Pues yo pasaré

aquella noche por la tierra de Egipto, así en los hombres como en las bestias: haré juicios y en

todos los dioses de Egipto” Notamos la frase: “Y en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová”. Las

palabras van dirigidas en contra de éstos: “así de hombre como de bestia”.

Hemos visto que los animales eran adorados en Egipto, y que también el rey era estimado como

encarnación de un dios y adorado como tal. Ahora Faraón, adorado como divinidad, es herido y

castigado en su propia tierra, y en presencia de su pueblo. Su heredero que había sido aclamado con

honores divinos, yace en la quietud de la muerte. Era imposible dudar que el golpe venía del Dios

del pueblo del Pacto.

Los primogénitos de los israelitas quedaron a salvo. Ninguna de las plagas había tocado al pueblo

del Pacto Divino. Un gran temor oprimió a Egipto. La mano que había golpeado podía golpear otra

vez. Por lo tanto, se les concedió la libertad a los israelitas oprimidos; y fueron arrojados del país.

Faraón ni siquiera esperó a que amaneciera: “E hizo llamar a Moisés y a Aarón de noche y les dijo:

Salid de en medio de mi pueblo vosotros, y los hijos de Israel; e id, servid a Jehová como habéis

dicho: —“Y bendecidme también a mí—. Y los egipcios apremiaban al pueblo, dándose prisa a

echarlos de la tierra; porque decían: Todos somos muertos” (Éx 12:31-22).

PREGUNTAS

1. Demuestre cómo el relato de las Escrituras nos da una descripción fiel de la vida del Antiguo

Egipto.

2. ¿Cuál fue el primer milagro que se realizó ante la presencia de Faraón?

3. ¿Qué significado espiritual se le puede dar?

4. ¿En qué forma trajo la primera plaga juicio contra uno de los dioses egipcios?

5. ¿Cuál fue la segunda plaga y cuál es su significado?

6. A medida que Faraón se rehusaba a dar libertad a los israelitas, demuestre cómo las aflicciones

fueron mayores.

7. ¿Cómo reveló la novena plaga la misericordia de Dios antes de que enviara la última?

8. ¿En qué forma manifestó Dios Su fidelidad al Pacto?

9. Describa los efectos de la décima plaga.

10. ¿Cómo se manifestó que las plagas fueron enviadas por el Dios del Pacto?

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Lección 11

EL PUEBLO DEL PACTO EN EL DESIERTO

Tenemos delante de nosotros el evento supremo de que es el Dios guardador del Pacto quien está

libertando a Su pueblo del Pacto. En la Pascua Él reafirmó ese Pacto. Al hacer frente al desierto y a

sus peligros, ellos saben que el Dios guardador del Pacto está con ellos. Ahora la institución del rito

Pascual que brota de la divina amistad sanguínea con Israel, se va a convertir en una ceremonia

permanente entre ellos, como una conmemoración de su liberación milagrosa de Egipto como el

pueblo del Pacto (Éx 12.14-20, 43; 13.16).

Éxodo 12.3-8 revela que el Cordero de la Pascua tipifica a Cristo en la cruz. El Cordero debe ser sin

mancha; y tiene que ser separado del rebaño el día 10 del primer mes (año judaico) y guardarse

hasta el día 14, fecha en que ha de ser sacrificado al atardecer (tres de la tarde). Cristo fue

traicionado el día 10, crucificado el día 14, y muerto a las tres de la tarde. No hay duda de que Él

fue el Cordero de Dios.

La señal de este rito se describe así: “Y ha de serte como una señal sobre tu mano, y como una

memoria delante de tus ojos, para que la ley de Jehová esté en tu boca; por cuanto con mano fuerte

te sacó Jehová de Egipto”.

En épocas primitivas, y con mucha frecuencia, cuando dos hombres celebraban el pacto, se

preservaba un registro teñido con la sangre de dicho pacto el cual era colocado dentro de una

cubierta de cuero que llevaba bajo el hombro o cerca del cuello, aquel que había ganado un amigo

para siempre por medio de este rito sagrado de amistad sanguínea. Al través de los siglos los judíos

se han acostumbrado a llevar sobre sus frentes como una corona; y sobre sus brazos como un

brazalete, un pequeño estuche de cuero como un amuleto sagrado; dicho estuche contiene un

registro del pacto pascual entre Jehová y la simiente de Abraham, Su amigo.

I. Una Salida muy Provechosa

Antes de que principiara el conflicto con Faraón, Dios había dicho a Moisés: “Y daré a este pueblo

favor en los ojos de los egipcios, y sucederá que cuando partiereis, no iréis con las manos vacías.

Al contrario, pedirá cada mujer a su vecina y a la que mora en su casa, alhajas de plata y oro, y

vestidos; y los pondréis sobre vuestros hijos y sobre vuestras hijas; y despojaréis a los egipcios”

(cf. Éx 3.21-22).

Muchos han entendido mal el pasaje de Éxodo 12.36. La palabra hebrea “prestaron” significa “les

entregaron de buena gana todo lo que demandaron”. Los israelitas solicitaron todas esas cosas de

que habla el pasaje. La cuestión era si la petición iba a ser atendida o se iba a recibir con una

negativa airada.

El Dios del Pacto intervino; y dio a Su pueblo favor en los ojos de los egipcios. Ahora los israelitas

eran vistos por sus enemigos bajo una nueva luz; los egipcios les dieron todo lo que pidieron. Tales

cosas constituyeron los despojos de una victoria más gloriosa que ninguna otra nación

conquistadora había conocido. En la historia, el conquistado ha sido despojado pero en contra de su

voluntad. Pero en este caso los egipcios encontraron gozo en dar regalos a quienes ellos habían

dominado.

El pueblo del Pacto que había sencillamente esperado su salvación del Dios del Pacto, salió de

Egipto adornado con los hermosos vestidos y las joyas de aquellos que por tanto tiempo los habían

despojado. Doscientos años antes de que ocurriera, el Dios del Pacto había predicho este triunfo. En

Génesis 15.13-14, había dicho a Abraham que su simiente sería extranjera y afligida en una tierra

que no era la suya y que El juzgaría a la nación a la cual iban a servir. Además, les había dado esta

promesa: “Y después de esto saldrán con grande riqueza”.

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Aquí Dios había anticipado el despojo de los egipcios como el final del doloroso afán de Su pueblo

y como la compensación por su cautiverio y esclavitud.

II. Cambio de Ruta.

Durante el segundo día de viaje, los israelitas siguieron la ruta acostumbrada a Palestina. Esta debió

haberlos conducido hasta la orilla del desierto”. Al otro lado de esas arenas y a lo largo de la costa

del Mediterráneo quedaba la ruta más corta a Palestina. Unas cuantas jornadas hacia adelante y

habrían entrado al territorio de los belicosos filisteos. Pero aquí la ruta fue cambiada

repentinamente. Se nos dice que Dios no los condujo por la ruta de los filisteos, aunque el camino

era más corto, por temor de que el pueblo se arrepintiera al ver la guerra y regresara a Egipto, sino

que los condujo por el camino del desierto del Mar Rojo.

Surge aquí una pregunta: ¿Por qué pues les fue permitido empezar la marcha por el camino que

parecía más corto y más expedito a la tierra prometida de sus padres? ¿Por qué les cambió la ruta en

forma que tuvieron que volver sobre sus pasos al tercer día y marchar hacia el sur por el lado

egipcio del mar?

Al principio podemos quedar perplejos con la pregunta. Parece como si el plan de Dios hubiera sido

alterado repentinamente; pero una poca de reflexión descorrerá rápidamente el velo de la Sabiduría

Divina. Todo queda explicado en las siguientes palabras: “y acamparon . . . a la entrada del desierto”

(Éx 13.20). Dios tenía un propósito doble. Israel tenía que plegarse a la Voluntad Divina.

Naturalmente al principio deseaban la ruta más corta. Dios les permitió que la tomaran, y fue con

ellos tan lejos como lo hace con frecuencia con nosotros en nuestra obstinación.

Son llevados a la entrada del desierto; y luego viene la reflexión. No hay nada atractivo en la

fisonomía de esa extensión lúgubre. Comienzan a pensar en los días monótonos de andar errantes,

sedientos y con hambre al través del desierto inhóspito, sin agua y sin árboles. Luego piensan en la

muralla de fieros y decididos enemigos al través de la cual tienen que abrirse camino una vez que

hayan atravesado el desierto. No hubo ninguna murmuración por la mañana cuando Dios dijo:

“Habla a los hijos de Israel que den la vuelta” (Éx 14.2). Esas palabras les produjeron una

sensación de alivio.

El Dios del Pacto tenía también otro propósito. El rey estaba observando sus movimientos con todo

cuidado. Dios no iba a permitir a Su pueblo del Pacto salir con deshonra de la tierra de Egipto; no se

les iba a permitir huir. Cuando el Dios del Pacto libra, no es por métodos humanos. Su liberación es

gloriosa en su plenitud, y en su belleza de santidad. Egipto echará a Israel y los obligará a

abandonar el país; por eso la ruta fue cambiada.

III. El Paso del Mar Rojo

Se deja a los egipcios que en su codicia egoísta y en su crueldad interpreten el cambio hecho para su

propia destrucción. “Porque Faraón dirá de los hijos de Israel: Encerrados están en la tierra; el

desierto los ha encerrado” (Éx 14.3). Para Egipto este movimiento pareció ser una revelación de

debilidad inesperada. Ya no hay más Dios entre los israelitas, y Egipto podría disfrutar hasta la

saciedad la venganza salvaje que anhelaba. Y dijeron: “Perseguiré, prenderé, repartiré despojos,

mi alma se henchirá de ellos, sacaré mi espada; destruirlos ha mi mano” (Éx 15.9).

La idea que había nacido en el corazón de Faraón parece haberse encendido también como fuego

abrasador en el corazón de su pueblo. Tanto el corazón de Faraón como el de sus siervos se volvió

en contra de los israelitas y dijeron: “¿Por qué hemos hecho esto, dejando ir a Israel para que no

nos sirva?” Parece que todas las tropas que pudieron reunirse tomaron parte en la persecución (Éx

14.6-9). El ejército de Egipto, cuidadosamente disciplinado, era una de las maravillas del mundo

antiguo. Podemos imaginar el terror que debió haber poseído el corazón de los israelitas en el

momento que se dieron cuenta de que esta terrible maquinaria de guerra se dirigía contra ellos (Éx

14.10).

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Parece que por el momento, en un acto de loca desesperación, se olvidaron del Dios del Pacto.

Gritaban a Moisés reprochándole por haberlos llevado hasta ese lugar donde les parecía encontrar la

muerte (Éx 14.11-12). Pero luego se dejan oír las palabras de fe de Moisés exhortándolos a no tener

miedo, porque el Dios del Pacto obraría por ellos ese mismo día (Éx 14:13-14).

Notemos lo que el Dios obrador de milagros realizó. Su respuesta a Moisés fue: “Di a los hijos de

Israel que marchen”. Y entonces se le ordena a este hombre del Pacto que abra para ellos un

extraño camino. Tenía que levantar aquella vara que hasta entonces sólo había traído juicio sobre

Egipto pero ahora habría de ordenar a las fuerzas de la naturaleza que obraran salvación para el

pueblo del Pacto: “Y extendió Moisés su mano sobre la mar; e hizo Jehová que la mar se retirase

por recio viento oriental toda aquella noche; y tornó la mar en seco, y las aguas quedaron

divididas. Entonces los hijos de Israel entraron por medio de la mar en seco, teniendo las aguas

como muro a su diestra y a su siniestra” (Éx 14.21-22).

Las fuerzas de la naturaleza obedecieron Su Palabra. En presencia de este asombroso milagro

echamos una ojeada al pasado lejano, a la época cuando el primer hombre anduvo en el reino de la

potencia de Dios, con autoridad sobre la obra de Sus manos. Tal autoridad se perdió en la caída.

Veremos solo reflejos de ella aquí y allá bajo el Antiguo Pacto, como en este caso, hasta que llegue

el tiempo cuando el segundo Adán camine en perfecta unión con el Dios-Padre, y tenga el dominio

absoluto sobre las fuerzas de la naturaleza.

IV. La Columna de Nube

Hemos visto en las lecciones anteriores que ningún hombre podía realmente haber nacido de nuevo

del Espíritu de Dios, hasta que el Dios-Padre tuviese el derecho legal de impartir Su naturaleza al

hombre espiritualmente muerto. Dios no tenía el derecho legal de impartir su vida a este pueblo del

Pacto. Hemos visto también que el hombre natural está limitado en su conocimiento a lo que

percibe por medio de sus cinco sentidos: Dios debe manifestarse a Israel; Su presencia puede serles

conocida sólo mediante sus sentidos físicos.

El les hizo notar Su presencia por medio de una columna de nube que apareció el segundo día (Éx

13.21-22). Ellos podían ver la nube; oír y sentir el calor de la nube ígnea durante la noche.

Esta columna de nube no era solamente una manifestación visible de Su presencia, sino también un

medio para cuidarlos. Llegó a ser una extraña protección contra el intenso calor del desierto durante

el día, para después transformarse por la noche en una fuente gigantesca de calor y luz. Durante el

día los refrescaba y proporcionaba calor durante las noches frías y penosas. Cuando la nube se

movía sabían que era tiempo de levantar el campamento y de seguir adelante. Cuando se detenía, ya

fuese de día o de noche, sabían que tenían que acampar y esperar Su orientación posterior. Esta

nube fue para ellos protección, consuelo y guía durante los cuarenta años de peregrinación por el

desierto.

En el momento en que los egipcios los perseguían, esa extraña nube cambió de posición; estando

delante de ellos, se colocó detrás. Permaneció situada entre el campamento de los egipcios y los

israelitas. Para el pueblo del Pacto era luz y calor; para los egipcios, tinieblas espesas.

V. La Marcha por el Desierto

Comienza ahora aquel periodo pleno de acontecimientos en la historia de Israel, la marcha por el

desierto. La península del Sinaí es hasta hoy algo así como tierra de nadie. Otras regiones han sido

codiciadas y se ha luchado por ellas, pero ninguna potencia, ni antigua ni moderna, ha tratado de

apoderarse del Sinaí. Sin embargo, es a esa región solitaria y despreciada a donde son llevados tres

millones de esclavos. Tienen espíritu de siervos; son indisciplinados y están llenos de mordacidad y

de una tendencia a censurarlo todo. En este lugar se va a revelar el Dios del Pacto y va a mostrar Su

gloria; y va a levantar de esta nación esclavizada un pueblo libre de maestros y conductores.

Allí, separados de la idolatría, esta nación que va a preservar la revelación del Dios verdadero,

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aprenderá a andar dependiendo de Él.

Comenzamos con Israel, en este viaje de suma importancia, y en nuestro estudio encontraremos que

hay lecciones que debemos aprender.

Al tercer día de camino llegan a Mara, donde el agua era amarga. Se habían acostumbrado a beber

el agua dulce del Nilo, famosísima en el oriente, y ahora, en un contratiempo infantil, explotan en

una queja insubordinada, infantil también, en contra de Moisés (Éx 15.22-24). El Dios del Pacto,

siempre cuidadoso, convierte las aguas amargas en dulces. Luego se manifiesta a ellos, no sólo

como Aquel que los guiará, que los cuidará y los protegerá, sino como el Dios que no permitirá que

ninguna de las enfermedades de los egipcios los afecten. El se les da a conocer como el Dios que los

sana (Éx 15.26-27).

Dentro de los derechos y privilegios del pacto de sangre, todo lo que Él era, pertenecía a Israel. Su

autoridad y capacidad les pertenecían. Su cuidado, Su protección y Su salud eran posesiones suyas.

Es algo sorprendente que durante este período del desierto, mientras ellos anduvieron en el Pacto,

no murió nadie, ni mujeres, ni hombres, ni niños. Nadie murió prematuramente por enfermedad. El

fue el Dios del Pacto que los sanó.

PREGUNTAS

1. Hable del rito de la Pascua tal y como ésta iría a celebrarse como acto conmemorativo entre los

israelitas.

2. Explique el pasaje de Éxodo 12.35-36.

3. ¿Qué autoridad del hombre, perdida por causa del pecado, se manifiesta en el paso del Mar

Rojo?

4. ¿Por qué Dios tuvo que manifestarse en forma visible a Israel, tal como ocurrió en la Columna

de nube?

5. ¿Qué necesidad satisfizo la Columna de nube?

6. Describa el lugar al cual llevó Dios a Su pueblo del Pacto cuando salieron de Egipto.

7. ¿Por qué el pueblo del Pacto fue llevado a ese lugar?

8. Diga algo sobre el incidente que ocurrió en Mara.

9. Explique el pasaje de Éxodo 15.26-27.

10. ¿Qué significó el acontecimiento del pacto de sangre para usted?

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Lección 12

LA LEY Y EL TABERNÁCULO (Éx 15.27-36.38)

Jehová apareció muchas veces a Israel en forma especial. Cada vez que se comportaron mal, que

murmuraron o se rebelaron, Dios se les manifestó en la nube. Dios se les revelaba por medio de

señales; algunas veces eran plagas o serpientes abrasadoras; otras, una voz que los llenaba de temor

y de reverencia.

Éxodo 15.27. Acamparon en Elim, donde había doce fuentes de aguas, y la mano de Dios fue sobre

ellos. Murmuraron en Mara por lo malo del agua, pero no dijeron nada por la falta de pan.

Evidentemente llevaban provisiones abundantes al salir de Egipto. Debieron haber previsto el viaje

por el desierto. Ahora, sus reservas de alimentos llegaban a su fin. Pronto se descubrió la condición

en que se encontraban los tres millones de personas. Al ir un vecino para pedir algo prestado del

otro, se encontraba con que el otro estaba tan necesitado como él. De esta manera lo terrible de la

situación se acentuó sobre ellos con un efecto hipnótico. La muerte, entonces, les pareció inevitable.

I. El Maná

Marchar hacia adelante haría esa muerte segura. Retroceder, era igualmente imposible. Perecerían

antes de que pudieran volver sobre sus pasos y ganar las fronteras de Egipto. “Y toda la

congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto. Y les decían los

hijos de Israel: ¡Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos

sentábamos a las ollas de carne, y cuando comíamos pan en hartura; Pues nos habéis sacado a este

desierto para matar de hambre a toda esta multitud” (Éx 16.2-3).

Aquí estaba un caso en el cual este pueblo pudo fácilmente haber buscado la ayuda de Dios. ¿No

había probado Él, de muchas maneras, ser fiel al Pacto? La falta de pan era alarmante, pero Aquel

que los había librado milagrosamente de Egipto, que los había guiado al través del Mar Rojo, que

los había dirigido por la nube y que había convertido las aguas amargas en dulces, podría fácilmente

darles pan.

Qué relato tan diferente hubiéramos tenido y qué alegría hubiera causado al Dios del Pacto si ellos

se hubieran acercado a Él presentándole su necesidad, con la certidumbre de que Aquel que había

entrado en las relaciones del Pacto de Sangre, habría satisfecho cada necesidad. En vez de eso, se

alejan de Dios. Se entregan a una murmuración sediciosa. Habían sido vergonzosamente engañados.

Los habían sacado de Egipto, tierra de paz y de abundancia, y ahora estaban atrapados en ese

terrible desierto para morir todos, jóvenes y viejos. No obstante, su rebeldía no haría que Jehová se

negara a Sí mismo. El oyó su murmuración y sus palabras de incredulidad.

Entonces les dio la promesa de que les daría pan y carne para que supieran que Él era Su Dios del

Pacto (Éx 16.4-12).

Éxodo 16.13-36 contiene el relato del envío del pan y de la carne y las instrucciones para

recogerlos. Durante cuarenta años, Él, Su Dios del Pacto, los alimentó de esta manera

milagrosamente.

II. Razón de la Ley

Al estudiar la historia de Israel, tengamos presente que ellos son el pueblo del pacto Divino. Al

tercer mes de su viaje llegan al desierto de Sinaí. Ha llegado el tiempo cuando el Dios del Pacto les

va a dar la ley (Éx 19.1-8).

Recordemos que ellos no han recibido aún la vida de Dios. Todavía están muertos espiritualmente,

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y se les ha de entregar la Ley para que gobierne cada fase de su vida. Antes de dar la Ley, Moisés es

llamado al Monte. Allí Dios reafirma a Moisés Su fidelidad al Pacto. Ahora Israel debe manifestar

si le obedecerá o no, como Su Dios del Pacto. En estos tres meses se han enterado de la fidelidad de

Dios en la parte que le corresponde en el Pacto (Éx 19.8). Israel promete obedecer.

Éxodo 19.9-25 nos da la manifestación de Dios a Su pueblo. Notamos que esta revelación de Sí

mismo fue dada nuevamente al nivel de sus sentidos físicos. Pudieron ver el humo y el fuego en lo

alto del monte y escuchar la voz de la trompeta que cada vez era más fuerte. No pudieron acercarse

al monte por causa de su muerte espiritual.

La ley que les fue dada es la Ley del Pacto. Cuando el Pacto con Abraham se cumplió, ésta también

se cumplió. Hay tres divisiones en esta ley: Los mandamientos que expresan la Justa Voluntad de

Dios (Éx 20.1-27; las leyes que gobiernan la vida social de Israel (Éx 21.1-24); y las ordenanzas

que gobiernan la vida religiosa (Éx 24.12-31). Es decir, tres elementos formaron la Ley: los

Mandamientos, las Ordenanzas y los Sacrificios.

Los Mandamientos eran un ministerio de condenación y de muerte (2Co 3.7-9)... revelaban la

muerte espiritual que reinaba en el corazón del hombre. Las Ordenanzas proporcionaron en el Sumo

Sacerdote, un representante del pueblo ante Jehová. Los Sacrificios fueron una protección por el

quebrantamiento de la ley para el Israel espiritualmente muerto.

III. Se Da la Ley

Hay tres ocasiones en que se da la Ley:

Primera. Fue dada en forma oral, tal como se registra en Éxodo 20.1-17. Esta fue dada sin disponer

nada para el Sacerdocio ni para los sacrificios y fue acompañada de los Juicios (Éx 21.1-23).

Además de normar las relaciones interpersonales entre los hebreos, se agregaron instrucciones para

la celebración de tres fiestas anuales (Éx 23.14-19) e instrucciones para la conquista de Canáan (Éx

23.30-33). Estas palabras fueron las que dio Moisés al pueblo (Éx 24.3-8).

Segunda. Moisés fue llamado para recibir las Tablas de Piedra (Éx 24.12-18). Moisés recibe en el

monte instrucciones favorables con respecto al Tabernáculo, el Sacerdocio y los Sacrificios (Éx

25.31). Entretanto, el pueblo guiado por Aarón quebranta el primer mandamiento (Éx 32). Moisés

rompe las Tablas escritas por el dedo de Dios (Éx 31.18; 32.16-19).

Tercera. Moisés hizo las segundas tablas y la Ley fue escrita de nuevo por la mano de Jehová (Éx

34.1, 28-29). Pasajes para leer: Ro 3.21-31; 6.14-15; Gá 2.16; 3.10-14, 16-18, 24-26; 4.21-31; He

10.11-17.

IV. Razón para Construir el Tabernáculo

Éxodo 25.8 expresa que Dios deseaba habitar con Su Pueblo del Pacto. No podía morar en sus

corazones porque no habían recibido todavía la vida eterna; Su presencia debía manifestarse a sus

sentidos físicos. Su adoración a Él debía estar al mismo nivel de sus sentidos. Debía haber un lugar

de habitación físico en el cual Él morara, y donde ellos se encontraran con Él por medio de un

sacerdocio de carácter físico también.

Para construir el tabernáculo Él les pidió ofrendas voluntarias (Éx 25.2). Sus corazones debían estar

dispuestos a tener Su Presencia entre ellos (Éx 25.9). El Tabernáculo iría a construirse exactamente

como Dios se lo había revelado a Moisés. Desde el tiempo en que el hombre cayó en la muerte

espiritual, Dios comenzó a preparar su redención. Ahora el Tabernáculo va a ser un tipo de Cristo y

la redención que Él efectuó para el hombre. Por consiguiente, cada detalle debe estar de acuerdo

con Su modelo exacto.

Notemos primero algo que es muy sugestivo. Vimos, al estudiar la creación, que Dios nos dio el

relato en menos de dos capítulos; sin embargo, las instrucciones para hacer el Tabernáculo están

contenidas en once capítulos. Podríamos pensar que la obra de la Creación era mucho más

importante que la construcción del Tabernáculo, pero, grande como fue la obra de la Creación,

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simplemente fue, por decirlo así, la construcción de un escenario sobre el cual se iría a realizar una

obra mucho más grande, la obra de nuestra redención en Cristo.

Así como en un teatro, el actor es mucho más importante que el escenario, de la misma manera

Aquel que realizó aquella obra tan portentosa, es infinitamente más glorioso que el escenario sobre

el cual la realizó.

V. El Tabernáculo, tal y como se Erigió

El Tabernáculo propiamente dicho estaba en el extremo occidental del atrio. Tenía cincuenta y dos

pies de largo, diecisiete y medio de ancho y diecisiete y medio de alto. Estaba dividido en dos

compartimientos. El más grande de ellos se llamaba el Lugar Santo; el más pequeño, el Lugar

Santísimo. En el más grande, el Lugar Santo, estaban el Altar de Oro, el Candelabro de Oro y la

Mesa de Oro. En el más pequeño, el Lugar Santísimo, estaba el Arca y el Propiciatorio.

Una vez que el Tabernáculo terminó de construirse, la única cubierta visible fue la exterior hecha de

pieles de tejón con la anchura de la cortina de pelos de cabra sobre la puerta. El primer juego de

cortinas era de lino fino torcido: azul, púrpura, blanco y escarlata. Sobre dichas cortinas estaban las

de pelos de cabra teñidas de rojo, y sobre todas había una cubierta de pieles de tejón.

Cuando el Tabernáculo estaba en reposo, la Nube, símbolo de la Presencia Divina, descansaba en el

extremo posterior del mismo, y era como una enorme sombrilla que proyectaba su sombra sobre el

campamento. La nube siempre estaba con ellos. Cuando tenían que continuar el viaje, ésta se

levantaba de lo alto del Tabernáculo e iba en la dirección que Dios quería que siguieran. Cuando la

nube se detenía en algún sitio, ellos sabían que allí era el lugar donde debían acampar.

En esta forma la nube los guiaba, indicándoles la dirección que habían de seguir; hasta dónde

debían ir y cuándo debían acampar. Dios tenía que manifestarse a sus sentidos físicos, porque ellos

estaban espiritualmente muertos.

El atrio estaba formado por sesenta columnas de madera de acacia las cuales sostenían el muro de

cortinas de lino. El Tabernáculo era comparativamente un edificio pequeño. Fue diseñado como un

lugar donde Dios pudiera habitar en medio de Israel y comunicarse con su pueblo por medio del

Sumo Sacerdote; de modo que no era un auditorio como los que se acostumbran hoy para las

reuniones del pueblo de Dios.

VI. La Cortina y la Cubierta del Tabernáculo

Al estudiar las cubiertas y las cortinas comenzamos por el exterior; si observamos el Tabernáculo

desde afuera, no hay nada interesante en su apariencia. Era un edificio semejante a una caja larga,

sin líneas graciosas o curvas, como si se tratara de acentuar su falta de atractivo. Las pieles de tejón,

nada atractivas, lo cubrían por fuera; pero si penetramos al interior, qué cambio tan maravilloso.

A ambos lados los tablones cubiertos de oro resplandecen a la luz del candelabro de siete brazos.

Sobre nuestras cabezas se encuentra el techo formado por las hermosas cortinas de lino fino torcido,

con los querubines adornados de azul, púrpura y escarlata. Delante de nosotros se encuentra el velo;

detrás de nosotros la puerta con todos los colores del arco-iris mezclados. Allí está también el altar

de oro del incienso llenando el Lugar Santo con su aroma. Y la mesa de oro con los doce panes que

también emiten un olor fragante.

En estas cubiertas vemos una descripción de Cristo en Sus dos aspectos diferentes. Si

contemplamos el exterior del Tabernáculo, no tiene forma ni hermosura; las cortinas de pieles de

tejón ocultan toda su belleza. Isaías 53.2 dice que Cristo no tenía forma ni atractivo para el hombre

natural. Nada había en Él para que el hombre lo deseara. No tenía nada en común con el hombre.

Las pieles de tejón son simbólicas de la severidad de Su separación de los hombres. Para el ojo

natural hubo cierta reserva y austeridad en Él. No podían los hombres entenderlo o gozarse con Él

porque no estaban dentro de Su ambiente (cf. Jn 4.44; Mt 16.17)

El era una raíz de tierra seca. La belleza de Cristo estaba escondida. Sólo unos cuantos amigos

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íntimos le conocieron; del mismo modo que el azul, el púrpura, el escarlata y el lino del

tabernáculo.

Éxodo 16.10 dice: “Yo te calcé de tejón”. Esto sugiere separación del mal; las sandalias protegen

los pies de la tierra, los conservan separados de ella. Cristo tomó Su lugar en la voluntad del Padre,

y todas las fuerzas de los hombres y de los demonios en la tierra y en el infierno no podrían

vencerlo ni estorbarle que hiciera esa voluntad. La piel de carnero teñida de rojo es simbólica de Su

obra mediadora, y de Su sangre derramada.

Las cortinas interiores estaban colocadas en dos juegos, cinco en cada uno de ellos. Estaban unidas

por cincuenta corchetes de oro que se aseguraban en cincuenta lazadas de azul, formando, como

leemos, un Tabernáculo. Las lazadas de azul y los cincuenta corchetes de oro eran simbólicos de Su

Gracia Celestial y Divina Energía que capacitaron a Cristo para satisfacer perfectamente las

demandas de Dios y del hombre. Estas cortinas eran todas de una sola medida. El azul, color etéreo,

marca el carácter Celestial de Cristo. Aunque fue verdadero hombre, fue también verdadero Dios.

Él anduvo con la conciencia y la dignidad de Su Misión Divina. Él nunca olvidó quién era o adónde

iba. La púrpura es simbólica de Su realeza. Él era el rey de los judíos. Fue recibido en los cielos

como conquistador (Sal 2; Fil 2.9-11)

El escarlata representa Su muerte. El verdadero color escarlata sólo puede ser producido por la

muerte (sangre). Su Encarnación, la unión de Dios y el hombre, no eran suficientes para nuestra

redención. Él debía ser hecho sobre la cruz todo lo que el hombre era. Por Su muerte, Él redujo a la

nada a aquel que tenía el poder de la muerte y libró al hombre del imperio satánico (He 2.14).

El lino fino torcido es simbólico de Su pureza inmaculada como hombre. Hay profundas verdades

espirituales en la humanidad de Jesucristo. A fin de que Él satisfaciera las demandas de la Justicia y

las necesidades del hombre, le fue necesario hacerse absolutamente humano; y no obstante ser

hombre, sujeto a toda clase de tentaciones como lo somos nosotros, tenía que agradar al Padre como

Su Hijo perfecto. Fue necesario para Cristo, andar como el primer hombre tuvo que haber andado.

(El estudio del Tabernáculo continuará en la próxima lección).

PREGUNTAS

1. ¿Qué debieron hacer los israelitas cuando descubrieron que no tenían alimento?

2. ¿Cómo satisfizo el Dios del Pacto esa necesidad de alimento? ¿Por cuánto tiempo?

3. ¿Por qué fue dada la ley?

4. ¿Por qué se manifestó Dios al pueblo por medio de la columna de humo, del fuego y de la

Nube?

5. ¿Cuál fue el propósito del Tabernáculo?

6. ¿Cómo se reunieron los materiales? ¿Por qué?

7. ¿Por qué fue necesario que el Tabernáculo se hiciera de acuerdo con el modelo dado a Moisés?

8. ¿Cómo representa a Cristo la cubierta de pieles de tejón? ¿Cómo lo representa la piel del

carnero?

9. ¿De qué eran simbólicas en la vida de Cristo?

10. Demuestre cómo las cortinas interiores representan a Cristo.

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Lección 13

LA LEY Y EL TABERNÁCULO (Continuación)

I. La Puerta (Éx 27.16-19)

Al comenzar con la Puerta, comenzamos donde Dios terminó las instrucciones que le dio a Moisés

para la construcción del Tabernáculo. Él comienza con el Arca y su Propiciatorio, y de aquí parte

hasta que llega a la Fuente de Metal, el Altar de Bronce y finalmente la Puerta. Comenzamos, pues,

donde Dios termina, y esto es muy sugestivo.

La redención es completa, y con la obra completa comenzamos. Al contemplar la pared del atrio

nos damos cuenta que la cosa más prominente es la Puerta. Esta tipifica a Cristo como la única

Puerta o camino a Dios. El hombre espiritualmente muerto está afuera, y Cristo vino para ser la

senda divina para que el hombre regresara a Dios. “Yo soy el Camino”, dijo Jesús.

Recordamos que en el Jardín del Edén Dios arrojó al hombre de Su presencia. Ahora, Él mismo

provee un camino para que el hombre pueda regresar Él. Había solamente una puerta en el atrio. Si

fuéramos a mirar al lado sur, al norte o al poniente, veríamos solamente una larga extensión de lino

blanco inviolado. Era sólo lino, pero el forzar una entrada sería apresurarse a una destrucción

segura. El lino estaba allí para marcar los límites sagrados. Todo el que quisiera acercarse a Dios

tenía que hacerlo de la manera indicada.

Al llegar al lado oriental y ver la puerta, contemplamos el azul, el púrpura, el escarlata y el lino fino

torcido; todo ello simbólico, como lo hemos visto, de Cristo que es la Puerta (Jn 14.6; 10.7-9).

Cualquiera de los hombres de Israel podía entrar por la puerta y traer su sacrificio al altar, pero

solamente un sacerdote podía penetrar por la puerta hasta el Tabernáculo.

II. Los Muebles del Tabernáculo

Como lo hemos mencionado ya, al dar las instrucciones a Moisés, Dios comenzó con el Arca y

siguió hasta el Altar de Bronce. Esto es simbólico de la senda recorrida por Cristo. El hombre no

podía aproximarse a Dios. Dios tenía que venir al hombre. Cristo vino de la Gloria a la tierra; a la

cruz, donde encontró al hombre espiritualmente muerto, y finalmente volvió de nuevo al Padre. Así,

desde el Arca, que estaba en el Lugar Santísimo, hasta el Altar de Bronce colocado cerca de la

puerta, contemplamos el sendero que Cristo recorrió desde la Gloria hasta la cruz, donde se

identificó con el hombre espiritualmente muerto y luego regresó de nuevo al Padre. Esto muestra la

completa redención realizada por Cristo a favor del hombre.

III. El Altar de Bronce (Éx 27.1-8)

Observemos el Altar de Bronce. Estaba colocado cerca de la puerta. Era el lugar donde Dios

encontraba al hombre espiritualmente muerto. Estaba hecho de bronce y de madera de acacia, una

madera incorruptible. Ello habla del Señor Jesucristo, Aquel que no tuvo pecado. Esa madera estaba

cubierta de bronce. El candelero, el Altar del Incienso, la Mesa de los Panes y el Arca estaban

hechos de oro, pero no el Altar.

El bronce habla de pecado. Fue en el Altar de la Cruz donde el pecado del hombre cayó sobre

Cristo. En la Cruz, Cristo fue abandonado por Dios. El Altar de Bronce muestra la identificación de

Cristo con el hombre en la cruz. Dios descendía desde el Propiciatorio, que era el trono, hasta el

Altar donde encontraba al israelita culpable, quien a su vez había traído al Altar, en obediencia al

mandato de Dios, un sacrificio perfecto.

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¡Cuán expresivo era el acto de aquel que traía el sacrificio! Leemos: “Pondrá sus manos sobre la

cabeza del macho cabrio”. Eso era identificarse con el sacrificio, confesando que merecía morir

pero que Dios había preparado un sustituto. Cuando el fuego consumía el sacrificio ya no quedaba

sentencia pendiente contra el pecador, y aquel que había traído el sacrificio podía retirarse del Altar

sabiendo que su pecado había sido perdonado.

Porque Jehová dijo: “Le será perdonado”. En la cruz vemos a Jesucristo tomando el lugar del

hombre, identificándose con todo lo que el hombre era, y el juicio de Dios cayendo sobre Él.

IV. La Fuente de Metal (Léase Éxodo 30.17-21)

En el Lugar Santo estaba la Mesa del Pan de la Proposición; doce panes. Un pan es un emblema del

cuerpo de nuestro Señor Jesucristo: “Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un

cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1Co 10.17).

Nosotros “somos muchos”, precisamente como el trigo en el pan. Así como el trigo en la masa de

harina se mezcla para formar un sólo pan mediante el cocimiento, así también nosotros, sobre la

base de la identificación de Cristo con nosotros en la cruz llegando Él a ser lo que nosotros éramos,

pagando en el sepulcro nuestra sentencia durante aquellos tres días terribles con sus noches de

separación de Dios.

En la Crucifixión le contemplamos como éramos nosotros. En la resurrección, nos vemos como Él

es. Romanos 6.5-6 dice: “Porque si hemos sido unidos con Él en una muerte como la suya, lo

estaremos también en una resurrección como la suya; sabemos que nuestro viejo hombre fue

crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado sea desecho, a fin de que no sirvamos más al

pecado” (Versión Hispanoamericana).

Él es el Pan de Vida. Nosotros hemos llegado a ser ahora los portadores de esa Vida al mundo.

V. El Candelabro de Oro (Éx 25.31-40)

Este Candelabro de Oro que estaba en el Lugar Santo, también habla de nuestra identificación con

Cristo en la semejanza de Su resurrección. Aquí vemos la unión de Cristo con Su Cuerpo (la

Iglesia). Cuando leemos aquellas palabras, “Sus Brazos”, parecería como si el tronco central fuera

el candelabro y los brazos hubieran salido de Él; y recordamos las palabras de Juan 15.5: “Yo soy

la vid, vosotros los pámpanos”.

La unión con Cristo fue efectuada por medio de nuestra identificación con Su muerte, sepultura y

resurrección. ¿Cómo fue hecho este candelabro? Hubiera sido comparativamente fácil haberlo

fundido, pero Dios le dijo a Moisés cómo hacerlo. Debía ser labrado a martillo “una pieza

labrada”. Al contemplar al obrero que golpea el metal precioso, nuestros pensamientos se vuelven

a las Escrituras en Isaías 53.5, donde leemos que Cristo fue quebrantado por nuestras iniquidades.

Sólo a fuerza de golpes pudieron ser formados los brazos del Candelabro; y sólo por la

identificación del Hijo de Dios con nuestra Muerte Espiritual; sólo porque Él pagó la pena que nos

correspondía a nosotros, pudimos llegar a ser completamente uno con Él. Fue por haber sido

quebrantado en nuestro lugar, bajo nuestra condenación, por lo que nosotros podemos tomar Su

lugar como hijos de Dios delante del Padre.

VI. La Resurrección Revelada

¿Hay algo en este Candelabro que pudiera mostrar de una manera clara que Cristo estaba retratando

nuestra identificación con Él en Su resurrección? Sí, creemos que lo hay. El Candelabro debía ir

adornado con flores de un árbol frutal. ¿Cuál fue el árbol que Dios seleccionó?

Tenía un vasto campo de donde escoger, y escogió el almendro. En Números 17 tenemos el relato

de lo que sucedió con la vara de Aarón. Esta, con las otras once, fue dejada delante del Señor toda

una noche. Por la mañana, había echado botones, habían brotado flores y producido almendras.

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Nosotros somos las ramas, y llevamos fruto por nuestra unión con Él. Como la vara de Aarón, el

Cristo viviente fue abatido hasta la muerte, sufrió hasta que nuestra pena quedó pagada. Pero se ha

levantado para ser los primeros frutos de los que duermen. Cuando Él resucitó, nosotros

resucitamos con Él.

Debió haber sido una obra muy difícil labrar a golpes de martillo un candelabro tan grande con sus

brazos tan adornados. ¿Por qué no se hizo el cuerpo principal del candelabro y los brazos

separadamente? Hubiera sido mucho más fácil manejarlos; los brazos podían haberse soldado al

cuerpo principal, pero no se hizo así. De haberse hecho de esa manera, no hubiera sido un tipo

verdadero de la unión que existió entre Cristo y Sus santos, la cual es vital y no artificial.

Así, de una sola pieza de oro se hizo todo el Candelabro. “Una obra de oro puro labrada a martillo”.

El oro es el símbolo de la Deidad. Ya vimos que el Altar y la Fuente de Metal fueron hechos de

bronce, lo cual habla del juicio que cayó sobre Cristo al actuar como nuestro sustituto del pecado;

pero ahora, en la resurrección, se levanta en la plenitud de Su Divinidad, y nosotros hemos recibido

vida, y somos herederos juntamente con Él.

VI. El Altar del Incienso

En el Lugar Santo, delante del velo, estaba el Altar de Oro del Incienso. La palabra “Altar” significó

un lugar de sacrificios, pero en este altar no se iba a ofrecer ninguno. Ya vimos que el Altar de

Bronce y la Fuente de Metal mostraron la identificación de Cristo con nuestra Muerte Espiritual y

que la Mesa de los Panes de la Proposición y el Candelabro de Oro muestran nuestra identificación

con Él en la resurrección.

Este Altar del Incienso habla de Su Ascensión al Padre. El Altar insinúa Su sangre que ha sido

derramada. Fue con Su propia sangre que Él entró al Lugar Santísimo, en el Cielo, habiendo

obtenido redención eterna para nosotros.

Los materiales de que estaba hecho el Altar reiteran una vez más la verdad acerca de Su Persona. El

oro proclama Su Divinidad. La madera simboliza otra vez Su humanidad. Nos coloca ante el hecho

glorioso de que tenemos a la diestra de Dios, a un hombre (1Ti 2.5). Se nos recuerda aquí la verdad,

de que como hombre, Él está intercediendo y defendiendo nuestra causa en el Cielo.

VII. El Arca del Pacto (Éx 25.1-22)

El Propiciatorio formaba la cubierta del Arca. A cada extremo había un querubín cuyas alas

extendidas hacían sombra al Propiciatorio. En Romanos 3.24-25 leemos: “Cristo Jesús... al cual

Dios ha propuesto en propiciación”. La palabra que se traduce como “propiciación”, en la

Septuaginta es “Asiento del Perdón”. El versículo anterior se puede leer, entonces: “A quien Dios

propuso para ser Asiento de nuestro perdón”.

Cabría preguntar: “¿Cómo pudo el trono del Dios Santo que aborrece el pecado ser un Asiento de

Perdón y no un Trono de Juicio?” Levítico 16 nos presenta el relato del Día de la Expiación. En ese

día se ponían delante del Señor dos machos cabríos. Luego se echaban suertes sobre ellos; y

habiendo confesado Aarón los pecados de la congregación sobre uno de los dos, se le dejaba

escapar al desierto, a algún lugar inhabitado, y ya nunca regresaba.

Sin embargo, es con el otro macho cabrío, con el que tenemos que ver ahora de manera especial. Se

hace referencia a él como “para el Señor”. Mientras que el macho cabrío que se envía al desierto

habla de sustitución, éste otro habla de propiciación. Cristo sobre la Cruz del Calvario realizó una

obra sobre la cual Dios puede tratar con misericordia a la humanidad condenada.

Cristo fue propuesto para ser un Asiento de Perdón donde Dios, y el hombre espiritualmente

muerto, pudieran encontrarse. Veremos lo que se hacía con el macho cabrío dedicado al Señor, o

sea el de la Propiciación. El macho cabrío era matado; parte de su sangre era llevada al Lugar

Santísimo y rociada por el sacerdote siete veces sobre el Asiento del Perdón. Al contemplar aquel

sacrificio quemándose fuera del campamento, contemplamos en símbolo al Señor Jesús muriendo

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bajo el juicio de Dios, en favor nuestro. Pero al contemplarle levantándose de entre los muertos y

pasar a las moradas celestiales con Su propia sangre, tenemos lo que corresponde al tipo de aquel

sacerdote que se encamina hacia el Lugar Santísimo con la sangre del macho cabrío.

Hay algo muy sugestivo en la actitud del querubín sobre el Asiento del Perdón. La primera vez que

se menciona al querubín en la Palabra de Dios, es cuando nuestros primeros padres son arrojados

del Jardín del Edén. Allí, el querubín está asociado con la espada flamante; pero en la escena que

estamos contemplando no hay ninguna espada, nada que pudiera decir: “Manténganse alejados”.

Notamos luego cómo su mirada se vuelve hacia el Asiento de Perdón, como si desearan ambos

querubines leer el significado de las manchas de sangre puestas allí por el Sumo Sacerdote. Estas

marcas de sangre nos dicen cómo el trono de Dios en Israel se convirtió en el Asiento del Perdón, y

no en el Trono de Juicio. Aquel que se sentó sobre ese trono vio, en aquella sangre, el tipo de la

sangre de Aquel que no consideró Su igualdad con Dios como algo que debiera retener; Aquel cuya

muerte satisfaría todas las demandas de la Justicia.

Por aquella sangre Él podía llegar hasta Israel en la persona de su Pontífice y extenderle el perdón

cuando merecía juicio. Es todavía más instructivo notar dónde fue colocada la ley: “Y pondrás el

propiciatorio sobre el Arca, y dentro del arca el testimonio que yo te daré” (Éx 25.21 Straubinger).

Sobre aquella ley que ningún hombre espiritualmente muerto podía guardar y que sólo podía

condenarle, estaban las manchas de sangre que le recordaban a Dios la obra de Justicia de Su Hijo.

PREGUNTAS

1. ¿En qué forma la puerta representa a Cristo?

2. ¿Qué característica notable de nuestra redención en Cristo se encuentra tipificada en el plan

general del mobiliario del Tabernáculo?

3. ¿Qué significan el Altar de Bronce y la Fuente de Metal?

4. ¿En qué forma los Panes de la Proposición representan el Cuerpo de Cristo?

5. Demuestre cómo el Candelabro de Oro reveló los sufrimientos de Cristo.

6. ¿Cómo representó también el candelabro nuestra identificación en Su resurrección?

7. ¿Qué parte del Arca era el Asiento del Perdón?

8. ¿Por qué pudo el trono de Dios en Israel ser un Asiento de Perdón en vez de un Trono de

Juicio?

9. ¿Qué sugería la actitud de los querubines?

10. ¿Por qué fue puesta la Ley dentro del Arca?

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Lección 14

EL SACERDOCIO

El Tabernáculo y sus vasos, así como el sacerdocio y los varios oficios conectados con ellos,

formaban una sola unidad, aunque nosotros los dividimos con el objeto de estudiar cada porción. El

Tabernáculo no hubiera servido sin sus vasos y el Tabernáculo con sus vasos no hubieran sido de

ninguna utilidad sin la familia de sacerdotes constantemente ocupados en diversas actividades

dentro del Lugar Santo y con los distintos vasos sagrados. Ellos actuaban como mediadores.

Hebreos 8 demuestra que los sacerdotes que ofrecían las ofrendas de acuerdo con la ley, servían de

ejemplo y sombra de las cosas celestiales.

Éxodo 28.1 nos da las instrucciones que le fueron dadas a Moisés con respecto a la familia

sacerdotal. Ni Moisés ni sus hijos desempeñaban el oficio de sacerdotes. Esto señala el contraste

entre el sacerdocio bajo la Ley y el sacerdocio del cual Cristo es la Cabeza:

1. La autoridad y el carácter de conductor que tenía Moisés, así como su oficio de mediador,

fueron en él algo separado del sacerdocio, el cual quedaba limitado a Aarón y a sus hijos; por

otra parte, estas dignidades eran distribuidas entre diferentes personas; mientras que la

Epístola a los Hebreos indica que el Señor Jesús en Su resurrección combinó en Sí mismo los

varios oficios y dignidades de Señor, Mediador, Apóstol, Fiador, Capitán y Pastor.

2. Las palabras del versículo primero son notables: “Y harás que se presente delante de ti Aarón

y sus hijos con él, para que él sea constituido mi sacerdote”. Aarón y sus hijos formaban un

sólo ministerio en el oficio sacerdotal; y Aarón no podía ejercer su servicio a menos que sus

hijos estuvieran con él. ¿No hay en esto una sugerencia de la unión entre el sacerdocio de

Cristo y Su casa, y también del gran objeto de dicho sacerdocio, que consiste en ser

constituido ministro de Dios con respecto a Su casa? (He 3.1-7).

3. El Sumo Sacerdote, bajo la Ley, tenía compasión de los ignorantes y de aquellos que andaban

extraviados porque tenía conciencia de sus propias debilidades. El hecho de ser él mismo un

pecador lo calificaba para ese sacerdocio (He 5.1-5). El Señor Jesús, por medio de Su vida

humana, fue perfeccionado para el sacerdocio. Él es capaz de simpatizar porque fue tentado

en todo como nosotros, aunque sin pecado. Él sufrió, siendo tentado, y puede socorrer a los

que son tentados. Los espantosos cuchicheos del enemigo que tuvo que soportar llenaron su

alma de un sagrado aborrecimiento y le enseñaron a sentir compasión por aquellos que están

sujetos a los asaltos de Satanás (He 4.14-16).

4. Los sacerdotes de la casa de Leví fueron constituidos sacerdotes sin juramento, y en

consecuencia, algunos de ellos fueron eliminados del sacerdocio como ocurrió en los casos de

Nadab y Abiú y en la línea de Elí. El Señor Jesús fue constituido sacerdote con juramento.

“Juró el Señor y no se arrepentirá”. La inmutable Palabra de Dios y el juramento

constituyeron al Señor Jesús como el Fiador de un pacto mejor (He 7.20-25).

Hebreos 7.11-17 dice que Aarón fue constituido sacerdote según la Ley del mandamiento carnal,

mientras que Cristo se constituyó en el Sumo Sacerdote, mediante el poder de la vida sin fin, por el

poder eterno y glorioso de la resurrección. La vida recibida de la muerte, y el haber hecho

manifiesta Su victoria sobre la muerte, lo constituyeron gran Sumo Sacerdote.

I. Las Vestiduras del Sumo Sacerdote

Procedamos ahora con Éxodo 28.4: “Estas son las vestiduras que han de hacer: Un pectoral, un

Efod, una sobretúnica, una túnica bordada, una mitra y un cinturón” (Straubinger). Sin estas

vestiduras Aarón no podía ser Sumo Sacerdote. Ellas tipificaban poderes distintos,

responsabilidades y cualidades relacionadas con ese oficio.

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Las vestiduras sacerdotales eran consideradas como parte de la obra del Tabernáculo. Las túnicas

del Sumo Sacerdote expresan las funciones y cualidades de éste.

Éxodo 28.5-6 y Éxodo 29.1-2 nos dan las instrucciones para hacer el Efod. Allí se especifican los

materiales, oro y lino fino torcido; los otros, azul, púrpura y escarlata, son colores dispuestos

artísticamente sobre el torzal de lino y entrelazados con oro en todas partes. La forma en que fue

hecho se describe en Éxodo 39.3: “Fbricaron láminas delgadas de oro, y las cortaron en hilos,

para entretejerlos con jacinto, púrpura, escarlata, y carmesí y con el lino fino, obra de recamador”

(Straubinger).

Las distintas fases de la varonilidad están tipificadas por los colores. El oro representaba Su

Divinidad. Ambas relacionadas inseparablemente pero cada una era distinta. La vida de Cristo fue

una fusión rara y hermosa de humanidad y Divinidad. No obstante, hubo cierta distinción misteriosa

entre Su humanidad y Su Deidad. Con una facilidad asombrosa y perfecta, Él pasaba de la esfera de

Su capacidad humana a la esfera de Su Deidad. Él se sentía lo mismo tanto en la una como en la

otra. Ante el sepulcro de Lázaro Él aparece como verdadero hombre y como verdadero Dios.

El Efod, la gran túnica sacerdotal, estaba íntimamente ligado con las hombreras y el pectoral. La

fuerza de los hombros y los afectos del corazón fueron consagrados a los intereses del pueblo al que

Él representaba. La fuerza omnipotente y el amor infinito de Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote,

son nuestros continua e indudablemente.

Los hombros que sustentan al universo sostienen al miembro más débil de Su Cuerpo. El sacerdocio

fue algo que Dios proveyó para traer a Israel a Su presencia y conservarlo allí. Fue algo que Dios

preparó para el Israel espiritualmente muerto a fin de que pudiera aproximarse a Él.

Éxodo 28.15-29 y Éxodo 39.8-21 nos describen el pectoral con los nombres de las doce tribus

engastados en piedras preciosas. La excelencia peculiar de una piedra preciosa es que mientras más

intensa es la luz, más intenso es su brillo. Estas fueron conservadas en la Divina presencia con un

lustre que no disminuyó y con la misma belleza inalterable como correspondía a la posición en que

la gracia de Dios las había colocado.

Cualesquiera que pudieran ser las fallas de Israel, sus nombres resplandecían delante de Él. Jehová

los había colocado en un lugar donde ningún hombre los podía arrancar. Nadie podía entrar al Lugar

Santo para oscurecer su brillo. Cada tribu tenía su lugar y su propia piedra. Cada piedra tenía su

propia gloria peculiar y su belleza. Cada una difería de la obra sin rivalizar entre sí; y cada una

llenaba el lugar que se le había señalado delante de Dios.

Dios pudo crear variedad sin implicar inferioridad. Y así es con los individuos que componen el

Cuerpo de Cristo. Cada uno refleja a Cristo; y no obstante, Cristo se ve en cada uno con una belleza

y una gloria peculiares en la cual ningún otro se entromete. Cada uno tiene su lugar en el Cuerpo,

una responsabilidad para magnificar a Cristo, que no pertenece a otro.

Ante los ojos del Padre, el Cuerpo brilla con la luminosidad y la Justicia de Cristo. El hombre no

puede verlo, pero Dios puede vernos en Cristo, en Su Justicia y en Su Belleza.

El Gran Pastor de las Ovejas no cesará de llevar sobre Sus hombros y en Su corazón al más débil

del rebaño hasta que al fin le presente sin mancha y sin culpa ante el Padre. Cuando llegue la

mañana de la resurrección, cada uno de los redimidos será como Cristo y se manifestará con la

misma belleza y gloria con que está sostenido representativamente sobre los hombros del gran

Sumo Sacerdote delante de Dios.

II. Las Piedras Conmemorativas

Éxodo 28.12: “Y pondrás aquellas dos piedras sobre los hombros del efod, para piedras de

memoria a los hijos de Israel; y Aarón llevará los nombres de ellos delante de Jehová en sus dos

hombros por memoria” (Éx 39.7; 28.29).

Israel celebraba una fiesta a la cual se aplicaba de una manera peculiar la palabra “conmemorativa”:

La Fiesta de la Pascua. “Y este día os ha de ser en conmemoración, y habréis de celebrarlo como

solemne a Jehová durante vuestras generaciones” (Éx 12.14; 13.9). Tenían, por lo tanto, dos

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razones constantes para recordar a Jehová: su liberación de la esclavitud de Egipto por la sangre del

cordero pascual, y su aceptación en la brillantez y la gloria de las piedras preciosas delante del

Señor sobre los hombros del Sumo Sacerdote.

Hay dos actos conmemorativos para nosotros que somos Sus hijos: Nuestra absoluta redención del

reino de las tinieblas por la sangre del cordero (Col 1.13), y nuestra posición delante de Dios como

Sus hijos, manteniéndonos en Su presencia con toda gloria y justicia.

Así como Aarón no podía entrar al Lugar Santo sin recordar a Jehová del amor y perfección en los

cuales Israel había sido aceptado delante de Él, nosotros tenemos una constante memoria de Él en

nuestro gran Sumo Sacerdote quien nos coloca ante Su presencia. Él es nuestra Sabiduría, nuestra

Justicia, nuestra Santificación y nuestra Redención.

III. El Urim y el Tumim

Éxodo 28.30 refiere que el pectoral estaba hecho de los mismos materiales que el efod y estaba

doblado para formar una bolsa en la cual se ponía el Urim y el Tumim. Éstos eran piedras preciosas

con nombres significativos cuya finalidad nadie ha podido conocer hasta el presente.

Urim significa “luces”; y Tumim, “perfecciones”. Este contenido misterioso del pectoral parece

dirigir nuestros pensamientos al corazón del Señor Jesús que contiene toda la luz y toda la

perfección; toda la gracia y la verdad; todo el perdón y la justicia. Se nos dice en Efesios 5.13:

“Porque lo que manifiesta todo, la luz es”. El Sumo Sacerdote con el Urim en su pectoral se

convirtió en el canal por el cual Dios manifestaba Sus consejos. El Señor Jesús da a conocer los

consejos y propósitos de Dios. Él es luz, y en Él no hay ningunas tinieblas, y por medio de Él se nos

da a conocer la voluntad de Dios.

IV. Las Campanillas de Oro y las Granadas (Éx 28.33-35)

Alrededor de los bordes pusieron granadas de tres colores azul, púrpura y escarlata, y alternando

con cada granada una esferita de oro puro. El único adorno de esta Túnica Celestial eran frutos

recogidos de la tierra. El Sumo Sacerdote proclamaba así al entrar al Lugar Santísimo, que había

llegado del mundo, anunciando su carrera terrenal. Las granadas se mencionan especialmente como

fruta de la Tierra Santa.

Entre cada dos granadas había una campanilla de oro. El sonido áureo estaba combinado con el

fruto rico y jugoso, y cuando el Sumo Sacerdote se acercaba al Lugar Santísimo, sus pisadas

producían una melodía celestial; y cuando regresaba de la presencia cercana de la gloria al

campamento, sus pasos recatados hacían vibrar el sonido que no era de la tierra. Las campanillas de

oro proclamaban su tránsito celestial en el Lugar Santísimo.

Cuando el Sumo Sacerdote se acercaba a Dios, Este debió oír el sonido celestial producido por sus

pisadas, aunque aquel llegara de en medio de un ruido ensordecedor de mundanalidad y de

confusión. Su andar, aunque rodeado de estos pecados, tenía que estar relacionado con fertilidad,

para con Dios; y no tendría que ver, en ningún sentido, con las ambiciones, la gloria o la

prosperidad terrenales. Y al salir de la presencia inmediata de Dios, sus pisadas recatadas debían

expresar la misma verdad. Debía regresar a las ocupaciones ordinarias de la vida, pero haciendo

saber que sus pisadas procedían del cielo.

V. La Mitra (Éx 28.29; 39.28)

La palabra “Mitra” se usa para el atavío de la cabeza del Sumo Sacerdote. Se deriva de un verbo

que quiere decir “rodar” o “girar alrededor”; sugiriendo que posiblemente la mitra del sumo

sacerdote iba enredada alrededor de su cabeza. La Mitra que cubría la cabeza del Sumo Sacerdote

era símbolo de su sujeción a Dios y de que se suponía que siempre estaba en la presencia del Señor.

Nunca debía perder de vista su llamamiento glorioso, pero su vida debía gastarse en el Tabernáculo,

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listo para hacer la voluntad de Dios.

El lino fino y blanco de que estaba hecha, es emblema de aquella justicia y pureza que debe

manifestarse en todo aquel que se coloca en la presencia de Dios para interceder por los demás.

VI. La Plancha de Oro Fino (Éx 28.36-38; 39.30-31)

La plancha de oro se describe antes que la mitra, siendo el objeto de ésta capacitar al Sumo

Sacerdote para usar la plancha de oro delante del Señor. Grabada profundamente en la plancha de

oro estaba la siguiente inscripción: “SANTIDAD A JEHOVA”, sin la cual no podía aparecer en la

presencia del Señor y a favor de Israel. Cuánta verdad contiene esta breve sentencia. Cuán expresiva

es de Aquel, el único que puede ostentarla: el verdadero Sumo Sacerdote.

La frente es de manera especial la parte del rostro humano en que se retratan el propósito, la

voluntad y la mente. Durante todo Su ministerio terrenal la santidad a Jehová fue el propósito

dominante de la mente de Cristo.

Aarón podía únicamente presentar santidad a Jehová grabada sobre la corona sagrada que llevaba en

la frente. Cristo es santidad a Jehová. Aarón se presentó delante de Dios sólo para suplicar a favor

de Israel. Cristo no solamente lo hace a favor de Su pueblo, sino que Su pueblo está unido a Él en

Su vida.

PREGUNTAS

1. ¿Por qué el sacerdocio era una necesidad?

2. Presente al menos tres contrastes o semejanzas que existen entre el Sumo Sacerdote del Antiguo

Pacto y Jesús, nuestro Sumo Sacerdote del Nuevo Pacto.

3. ¿Qué simbolizan las vestiduras del sacerdote?

4. Explique Hebreos 7.11-17.

5. (a) Diga algo sobre el significado del pectoral con los nombres de las doce tribus grabados en

piedras preciosas. (b) ¿Qué verdad acerca del Cuerpo de Cristo se revela aquí?

6. ¿Cuáles eran los dos actos conmemorativos de Israel?

7. ¿Qué actos conmemorativos tenemos nosotros que correspondan a aquellos?

8. Explique el Urim y el Tumim.

9. ¿Qué significaban las campanillas de oro y las granadas?

10. ¿Qué significaba la Mitra en la cabeza del Sumo Sacerdote?

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Lección 15

LAS OFRENDAS

I. Las Vestiduras Sacerdotales (Éx 39.27; 28.31-34)

La parte del vestido del Sumo Sacerdote que se menciona como el “Manto”, era mas bien una

túnica. Derivaba su significado del verbo “cubrir” o “esconder”. Las vestiduras exteriores eran de

un carácter definitivamente representativo, es decir, llevaban los nombres de Israel ante el Señor.

Las Granadas alrededor del ribete inferior de la túnica tenían relación con el pueblo dando a

entender que debían llevar fruto para Dios.

Lo que iba debajo de la túnica parece que no tenía ninguna relación con el pueblo. Era más bien una

prenda de vestir personal del Sumo Sacerdote. Constituía una expiación para él. El manto de lino

fino blanco era típico de aquella justicia con la cual estaba cubierto.

II. El Cinturón (Éx 28.4; 39.5)

El objeto del cinturón era fortalecer los lomos para el servicio. Durante Su ministerio terrenal Cristo

se ciñó con tal celo de hacer la voluntad del Padre, que todas las fuerzas juntas de los hombres y del

infierno no pudieron quebrantarlo.

III. Las Ofrendas

Hay dos tipos distintos de ofrendas. Un tipo incluye la ofrenda relacionada con el Gran Día de

Expiación (Levítico 16). El otro tipo incluye las primeras tres de las cinco ofrendas mencionadas en

Levítico 1 al 4, y las otras dos ofrecidas por el Compañerismo Quebrantado, Levítico 4 al 7. Las

primeras tres eran ofrecidas por dicho Compañerismo.

Hemos visto que la razón de ser de la creación fue el anhelo Divino de compañerismo.

Contemplamos la entrada de la Muerte Espiritual al espíritu del hombre, la cual lo separó de Dios.

Ahora vemos de nuevo este deseo de compañerismo de parte del Dios Padre manifestado una vez

más al pedir del Israel espiritualmente muerto que le construya un Tabernáculo para que Él pudiese

habitar en medio de ellos. Él tomó las medidas necesarias para que ellos pudieran acercarse a Él por

medio del Sacerdocio Aarónico y las ofrendas.

De las cinco ofrendas, las primeras tres eran ofrendas de adoración o de compañerismo; las últimas

dos se ofrecían por el compañerismo quebrantado. Vemos que, en ambos casos, el objeto era el

compañerismo (véase carta).

IV. La Ofrenda del Todo Quemada (Léase Lv 1)

Ley de la ofrenda quemada (Lv 6.8-13). La ofrenda del todo quemada era simplemente una ofrenda

de compañerismo. Era una ofrenda de amor. Era ofrecida por la espontánea voluntad del individuo.

Tenía que ser ofrecida a la entrada del Tabernáculo del testimonio. El que ofrecía la ofrenda ponía

su mano sobre la cabeza del animal que servía de ofrenda. Este acto lo identificaba con la ofrenda

que serviría para hacer expiación por él (Lv 1.3-4).

El israelita espiritualmente muerto no podía entrar en compañerismo con Dios, sin que primero se le

proveyera de cierta protección. Según Levítico 1.5-9, el adorador trae su ofrenda, la mata y la corta

en pedazos. Los Sacerdotes rocían la sangre alrededor del Altar de Bronce. El adorador puede hacer

esto apoyado sobre la base del Gran Día de Expiación.

El Sumo Sacerdote no tiene parte alguna en este acto, solamente los Sacerdotes. Se lavan los

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intestinos y las patas de la víctima. Las patas han tocado la tierra contaminada y los intestinos se

han llenado de los frutos de esa misma tierra.

La ofrenda se examinaba tres veces. El que la ofrecía la examinaba para ver si no tenía ningún

defecto. El Sacerdote la examinaba y Dios también. En este aspecto constituye un tipo de Cristo. El

fue examinado por la Ley y fue encontrado sin falta. Fue examinado por el Sacerdocio que lo

ofreció y no halló falta en Él (por no hallar falta en Él tuvieron que inventar falsos cargos). Dios no

encontró ninguna falta en Él (en varias ocasiones se escuchó la voz del cielo diciendo: “Este es mi

Hijo amado en el cual tengo contentamiento”).

Jesús no encontró falta alguna en Sí mismo. Dijo: “Porque viene el príncipe de este mundo, mas no

tiene nada en mí”. También dijo: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” Estos pasajes

demuestran la ausencia de pecado en Jesús, tanto a Sus propios ojos como a los ojos de Dios y del

pueblo.

Levítico 1.9 dice que la ofrenda quemada sobre el Altar era de olor grato a Jehová. Contenía el olor

grato del compañerismo entre Dios y el hombre. Efesios 5.2 nos dice que el sacrificio de Cristo fue

olor suave y grato delante de Dios. Fue así porque dicho Sacrificio restauró la Justicia al hombre y

lo volvió a Dios. Hizo posible el compañerismo entre Dios y el hombre.

Isaías 53.10 dice: “Con todo Jehová quiso quebrantarlo”. Le era tan caro el hombre a Dios, que le

agradó sufrir, y que Su Hijo sufriera, para que el hombre pudiera tener nuevamente el derecho de

ser Su hijo.

V. La Ofrenda Vegetal (Lv 2)

Esta ofrenda también era voluntaria. Era una expresión de Amor hacia el Dios del Pacto. El

adorador debía llevar una vasija de harina fina. Todo lo vil e indecoroso era quitado. La harina fina

es un tipo hermoso de la humanidad perfecta de Cristo, y de Su cuerpo, la Iglesia.

Sobre la harina se derramaba aceite. He aquí un tipo del Espíritu Santo ungiendo a Cristo y a la

Iglesia. La harina era empapada en aceite. Él no da el Espíritu por medida. También se ponía

incienso sobre esta ofrenda. Luego el adorador llevaba la ofrenda vegetal a un Sacerdote (el Sumo

Sacerdote no aparece aquí.) El Sacerdote tomaba un puñado de la ofrenda con todo el incienso y lo

quemaba sobre el Altar; ofrenda hecha por fuego, de olor grato a Jehová. El incienso es simbólico

de la adoración. Por lo tanto, todo el incienso se quemaba con la porción de la ofrenda ofrecida a

Jehová. Él lo recibía todo: adoración, amor y respeto.

La ofrenda vegetal es un tipo de Cristo en el Evangelio según San Lucas. Aquí contemplamos la

hermosa humanidad de Jesús. La encarnación es la harina fina mezclada con aceite. Hubo mucha sal

en la vida de Cristo. Esto significa Su maravillosa sabiduría en toda Su conversación. No había

miel, algo típico de la propia indulgencia en el hombre. No había levadura, nunca una nota falsa;

nunca se acomodó él a la ignorancia de la gente. Él es siempre el fiel Vocero de Dios.

Él dio todo el incienso al Padre. El Padre tuvo toda la Gloria. Fue menester el fuego para hacer que

el incienso exhalara su fragancia. Fue menester la Cruz para revelar la fragancia y la belleza de

Jesús. Lo que quedaba de esta ofrenda se lo comía el Sacerdote en el Lugar Santo. Esta ofrenda

vegetal es un tipo de nuestra alimentación con la Palabra.

VI. La Ley de la Ofrenda de Paz (Lv 3 y 7.11-36)

En la ofrenda de paz podemos ver la benévola provisión que Dios hizo para restaurar el

compañerismo del hombre con Él. La ofrenda de paz es un tipo diferente de compañerismo. En la

ofrenda vegetal, Dios tuvo Su parte y también el Sacerdote y su familia. En la ofrenda de paz, el

adorador también tiene su parte. A Jehová le toca toda la grasa del animal. El Sacerdote y su familia

y el adorador y su familia tienen su parte.

Aquí tenemos un tipo de compañerismo. Dentro del Atrio Exterior se sentaban el Sacerdote y su

familia y el adorador y su familia, para comer, entretanto que Jehová recibía Su parte. El juntarse

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para comer es uno de los tipos más elevados de compañerismo. Uno no puede comer y disfrutar de

su alimento delante de los enemigos.

Apocalipsis 3.20 dice: “He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oyere mi voz y abriere la

puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo”. En este pasaje el acto de “comer” es un símbolo

para demostrar el compañerismo del Padre y de Cristo con el hombre, al hacer Su morada con éste.

La Adoración de Israel tenía que ser sobre el nivel de los sentidos corporales; su compañerismo

tenía que ser también sobre el mismo nivel. Solamente podía haber compañerismo si el hombre

deseaba expresar su gratitud hacia su Dios del Pacto. Los ingratos probablemente no traían ofrendas

voluntarias.

Vemos que el Dios del Pacto no era un déspota. Antes de dar a Israel la ley del Pacto, repasa ante

Moisés Su fidelidad al Pacto demostrada al librarlos de Egipto, y al cuidar de ellos durante el viaje

de tres meses. Luego les permitió elegir entre andar con Él o no, como Su Pueblo del Pacto (Éx

19.3-9).

Éxodo 24.1-8 afirma que antes de que la Ley del Pacto se aplicara realmente, el pueblo tuvo que

ratificarlo primero: Dios dio la Ley a Moisés oralmente; Moisés la transmitió al pueblo el cual dijo:

“Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos”. Así fue en la construcción del

Tabernáculo. Tenía que hacerse por medio de ofrendas de corazones bien dispuestos.

De la misma manera ocurrió con las ofrendas de Compañerismo. Tenían que proceder de aquellos

que deseaban adorarle. El compañerismo en la ofrenda de paz era triple porque se efectuaba entre

Dios, el Sacerdote y el hombre. Tal es el tipo de nuestro compañerismo hoy. Tenemos

compañerismo con el Padre y con Su Hijo Jesucristo (1Jn 1.3). También tenemos compañerismo

los unos con los otros.

CARTA DE LOS CINCO GRANDES SACRIFICIOS LEVÍTICOS

TIPO DE OFRENDA

Nombre: QUEMADA VEGETAL DE PAZ DE PECADO DE

TRANSGRESIÓN

Significado:

El más elevado

orden de compañerismo.

Compañerismo entre

Dios y el hombre.

Dios, el sacerdote y

el hombre haciendo

fiesta sobre el sacrificio, un tipo de

Cristo.

Para restaurar el

compañerismo roto.

Para restaurar el

compañerismo roto.

Animal ofrecido:

Buey, carnero, macho cabrío,

tórtola, paloma o

pichón.

Harina fina, aceite,

incienso y sal (excepto levadura)

Macho o hembra del

rebaño o de la manada.

Buey para el sacerdote; macho

cabrío para los que

gobernaban; cabrito, cordero, aves o

harina fina para el

pueblo

Carnero sin mancha.

Dónde se

presentaba:

Puerta del Tabernáculo.

A los hijos de Aarón.

Puerta del Tabernáculo.

Puerta del Tabernáculo.

A Dios y al sacerdote.

Por quién era

presentada: Por cualquiera. Por cualquiera. Por cualquiera.

Por quien hubiera

pecado contra Dios.

Por quien hubiera

pecado contra su

prójimo.

Rasgos especiales:

Un tipo de Cristo

como Hijo, agradando al Padre.

Un tipo de Cristo

como se describe en Lucas.

Un tipo del creyente

que disfruta privilegios.

Un tipo de Jesús,

nuestro abogado.

Un tipo de Jesús,

nuestro abogado.

Dónde se ofreció

(cita bíblica):

Noé

Gn 8.20

Jacob y Esaú

Gn 32.13

Jacob

Gn 31.54

Ezequías

2Cr 22.21-24

Los filisteos

1S 6.4

VII. La Ofrenda del Pecado y la de la Transgresión (Lv 5 y 6)

El objeto de la ofrenda del pecado y el de la ofrenda de la transgresión era mantener el

compañerismo. La ofrenda del pecado se ofrecía cuando algún Sacerdote ungido, o alguno de los

que gobernaban o cualquiera del pueblo, habían pecado directamente contra Jehová. La ofrenda de

la transgresión era para restaurar el compañerismo roto por alguna transgresión de un hombre contra

su prójimo.

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Levítico 6.1-2 nos habla del pecado de alguno mintiendo a su prójimo en cuanto a un depósito, o un

convenio, o un robo fraudulento o cuando hubiere extorsionado a su prójimo en relación con algo

perdido o con un falso juramento. La ofrenda de la transgresión era, pues, por algo hecho

directamente en contra de su prójimo.

Como hemos dicho antes, era posible aceptar estas cinco ofrendas de compañerismo sobre las bases

que se habían sentado en la Expiación, efectuada una vez al año (Léase Lv 5 y 6).

VIII. El Pecado de Nadab y Abiú (Lv 10)

El hecho de que Israel estaba muerto espiritualmente y que necesitaba una expiación, queda

revelado en Levítico 10.1. El Dios del Pacto deseaba compañerismo con Su pueblo, pero por causa

de su condición de Muerte Espiritual, solamente podían aproximarse a Él por medio de cierta

manera designada Divinamente. El hombre espiritualmente muerto necesitaba de un Mediador.

Las bendiciones de Dios habían descendido poderosamente sobre el pueblo. Después de la

dedicación del Sacerdocio la gloria del Señor apareció al pueblo (Lv 8 y 9). Ahora una tragedia cae

sobre la familia de Aarón. Sus dos hijos, que se atrevieron a acercarse a Jehová sin ser invitados, y a

su modo, son heridos por un fuego que los devora (Lv 10.1-2). Israel aprende que no se puede

acercar a Dios como uno desea.

PREGUNTAS

1. ¿Cómo revelaba el manto la necesidad que tenía el Sumo Sacerdote de una expiación?

2. ¿En qué forma era el cinturón un símbolo de Cristo?

3. ¿Cuáles eran los dos distintos tipos de ofrendas?

4. Mencione las cinco ofrendas de compañerismo.

5. ¿Cómo fue el triple examen por el que tenía que pasar la ofrenda del todo quemada, un tipo

de Cristo?

6. ¿En qué forma la ofrenda vegetal describe a Cristo?

7. ¿Cómo proveía la ofrenda de paz un medio de compañerismo?

8. ¿Cuál era el objeto de la ofrenda de pecado?

9. ¿Cuál era el objeto de la ofrenda de transgresión?

10. ¿En qué consistió el pecado de Nadab y de Abiú?

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Lección 16

EL GRAN DÍA DE LA EXPIACIÓN

Levítico 16 nos da las instrucciones para el Gran Día de la Expiación, el cual es un tipo de Cristo en

sus substituciones. Léase todo el capítulo 16 de Levítico con mucho cuidado.

La entrada del Sumo Sacerdote al Lugar Santísimo era uno de los actos más significativos del Gran

Día de la Expiación. Se sacrifica el becerro para la ofrenda de pecado. El Sumo Sacerdote lleva una

vasija con sangre hasta donde está el aguamanil. Allí se lava el cuerpo con agua y luego se pone las

vestiduras de lino blanco. Toma una vez más la vasija y la lleva al Lugar Santo. Allí toma un

incensario lleno de carbones encendidos y deja caer un puñado de incienso. El humo del incienso

quemado llena el Lugar Santo. Luego descorre la pesada cortina que oculta el Lugar Santísimo, y en

medio de una nube de incienso entra y rocía con la sangre el Asiento del Perdón (Propiciatorio).

La palabra expiación significa literalmente “cubrir”. El Sumo Sacerdote se estaba bajo una cubierta

de humo de incienso hasta que podía efectuar una expiación con la sangre que llevaba. Este

sacrificio se hacía una sola vez al año para cubrir al Israel espiritualmente muerto. Al dejar el Lugar

Santísimo se dirige al sitio donde un joven tenía ya preparado el macho cabrío; Aarón pone ambas

manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, confesando sobre él todas las iniquidades de los hijos

de Israel.

Pone todos los pecados y las transgresiones sobre la cabeza del macho cabrío al que se va a permitir

que escape al desierto para ser devorado por las fieras. Notaréis en esto que Dios hace cierta

diferencia entre lo que Israel es (es decir, Espiritualmente Muerto), y lo que Israel hace (los pecados

que son el resultado de la Muerte Espiritual). Los pecados son puestos sobre la cabeza del macho

cabrío. Jesús quitó nuestra naturaleza pecaminosa y proveyó lo necesario para la remisión de

nuestros pecados cuando nacemos de nuevo.

El sumo sacerdote al entrar al Lugar Santo para hacer la expiación anual, es una figura de Cristo,

quien penetró al Lugar Santísimo Celestial para realizar la redención eterna. Jesús hizo un solo

sacrificio por los pecados para siempre, en tanto que el sumo sacerdote hace una expiación una vez

al año (He 10.1-21).

En este curso estamos considerando principalmente la redención. Estamos estudiando la Biblia a la

Luz de nuestra redención en Cristo. Ya hemos visto que la redención requería la encarnación. Por

consiguiente, Dios está obrando hacia el tiempo cuando la redención se convierta en una posibilidad

por medio de la encarnación de Su Hijo. El hombre tenía que ser redimido de la esclavitud de

Satanás para poder ser hijo de Dios.

La razón que Dios tuvo para escoger al pueblo del pacto fue que por medio de este pueblo pudiera

Él preservar la Línea del Justo para que por ella viniera al mundo el Redentor del hombre. Ya

hemos estudiado la celebración del pacto con Abraham, por cuyo medio los descendientes de

Abraham se convierten en el pueblo del Pacto Divino. Hemos visto, además, la liberación de este

mismo pueblo que estaba sometido a Egipto; liberación que se operó por la mano de su Dios del

Pacto.

Hemos aprendido a apreciar sus derechos en ese Pacto, y lo que significó para Dios al decir: “Por

mi mismo he jurado”. Todos los recursos de Dios eran suyos si guardaban el Pacto. Hemos

estudiado el Tabernáculo donde Dios moraba; el sacerdocio, que actuaba como Mediador; y las

ofrendas, un tipo de Cristo y de Su obra redentora, lo que Dios proveyó para que ellos tuvieran

compañerismo con Él.

Ahora, al continuar estudiando la historia posterior de este pueblo, lo haremos de una manera breve

hasta llegar a la encarnación de Cristo. Sin embargo, no queremos descuidar ninguna porción de la

Palabra y por eso damos en esta lección una cronología dividida en seis partes, del material que se

nos da desde Génesis 1, hasta el nacimiento de Cristo. Creemos que esta cronología se puede usar

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como referencia, y confiamos que sea de gran valor para ustedes. PERIODO I

DESDE LA CREACIÓN HASTA EL DILUVIO, ABARCANDO 1,656 AÑOS. Época

(a.C.) Hecho o circunstancia Cita

4004 La creación del mundo. Gn 1.2

Caída de nuestros primeros padres, Adán y Eva, desde su sitio de santidad y de felicidad, por

desobedecer a Dios. Promesa de un Salvador. Gn 3

4002 Nace Caín. Gn 4.1

4001 Nace Abel. Gn 4.2

3875 Abel es asesinado por su hermano Caín. Gn 4.8

3874 Nace Seth. Su padre, Adán, tiene 130 años. Gn 5.3

3382 Nace Enoc. Gn 5.18-19

3317 Ncae Matusalén. Gn 5.21

3074 Muere Adán a la edad de 930 años. Gn 5.5

3017 Enoc es trasladado a la edad de 365 años. Gn 5.24

2962 Muere Seth a la edad de 912 años. Gn 5.8

2948 Nace Noé. Gn 5.28-29

2468 Amenaza del Diluvio. Noé es comisionado para predicar arrepentimiento durante 120 años. Gn 6.3-22;

1P 3.20;

2P 2.5

2348 Muere Matusalén a la edad de 969 años. En el mismo año entra Noé al arca, siendo de 600 años

de edad. Gn 5.27;

Gn 7.6-7

PERIODO II

DESDE EL DILUVIO HASTA EL LLAMAMIENTO DE ABRAHAM, 427 AÑOS.

2347 Noé con su familia abandonan el arca y ofrecen sacrificios. Noé recibe el pacto de seguridad,

del cual el arco iris fue la señal. Gn 9.8-18

2234 Se edifica la torre de Babel. La confusión de lenguas y la dispersión de la humanidad. Gn 11

2233 Nimrod echa los primeros cimientos de la monarquía babilónica o asiria. Gn 10.8-11

2188 Mizraim echa los cimientos de la monarquía egipcia. Gn 10.13

1996 Nace Abram (Abraham). Gn 11.26

PERIODO III

DESDE EL LLAMAMIENTO DE ABRAHAM HASTA EL ÉXODO DE ISRAEL DE

EGIPTO, 430 AÑOS.

1936 Dios llama a Abraham de en medio de la idolatría caldea cuando tiene 70 años de edad. Gn 11.31;

Hch 7.2

1921 Dios llama a Abraham por segunda vez a Canaán. Gn 12.1-4

1913 Victoria de Abraham sobre los reyes y rescate de Lot. Gn 14.1-24

1910 Nace Ismael. Abraham tiene 86 años. Gn 16.15-16

1897 Pacto de Dios con Abram, cambiando su nombre a Abraham; se instituye la circuncisión, Lot es

librado; Sodoma es destruida por fuego a causa de sus abominaciones. Gn 17 y 19

1896 Nace Isaac siendo Abraham de 100 años. Gn 21

1871 Abraham ofrece a Isaac como sacrificio consumido con fuego. Gn 22;

He 11.17-19;

Stg 2.21

1859 Sara, la esposa de Abraham, muere a la edad de 127 años. Gn 23.1

1856 Isaac se casa con Rebeca. Gn 24

1836 Nacen Jacob y Esaú cuando Isaac tiene 60 años. Gn 25.26

1821 Muere Abraham a la edad de 175 años. Gn 25.7-8

1759 Jacob va con su tío Labán a Siria y se casa con las hijas de éste, Lea y Raquel. Gn 28

1746 Nace José siendo Jacob de 90 años. Gn 30.23-24

1739 Jacob regresa a Canaán. Gn 31 y 32

1729 José es vendido como esclavo por sus hermanos. Gn 37

1716 José explica los sueños de Faraón y es nombrado gobernador de Egipto. Gn 41

1706 Los hermanos de José se establecen en Egipto. Gn 43 y 44

1689 Jacob predice el advenimiento del Mesías y muere en Egipto a la edad de 147 años. Gn 49

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1636 Muere José a la edad de 110 años. Gn 50.26

1574 Nace Aarón. Éx 6.20

1571 Nace Moisés. Éx 2.1-10

1531 Moisés huye a Madián. Éx 2.11-15

1491 Moisés, comisionado por Dios, libra a Israel de la esclavitud de Egipto. Éx 3.2

PERIODO IV

DESDE EL ÉXODO DE ISRAEL DE EGIPTO HASTA LA CONSTRUCCIÓN DEL

TEMPLO DE SALOMÓN, 487 AÑOS. 1491 Paso milagroso del Mar Rojo por los israelitas. Éx 14.22

1490 Es dada la Ley en el Sinaí. Éx 19.40

1452 Miriam, la hermana de Moisés, muere a la edad de 130 años. Muere Aarón a la edad de 123

años. Nm 20.1, 28

1451 Muere Moisés a la edad de 120 años. Josué es ordenado como su sucesor. Los israelitas cruzan

el río Jordán. Cesa el maná. Jericó es tomada.

Dt 34;

Jos 1-6

1443 Muere Josué a la edad de 110 años. Jos 24.29

1153 Nace Samuel. 1S 1.19

1116 Muere Elí, el Sumo Sacerdote. El arca de Dios es tomada por los filisteos. 1S 4

1095 Saúl es ungido rey de Israel. 1S 10.1

1085 Nace David. 1S 16.13

1063 David es ungido para ser rey. Le corta la cabeza a Goliat. 1S 17.49

1055 Saúl es derrotado en batalla; desesperado, se mata. David es proclamado rey por Judá. 1S 31

1048 Isboset, rey de Israel, es asesinado y todo el reino se une bajo el gobierno de David. 2S 1

1047 David toma a Jerusalén de mano de los jebusitas y la convierte en la ciudad real. 2S 5

1035 David comete adulterio con Bath-Sheba (Betsabé) y discurre la muerte de Urías, su esposo. 2S 11

1034 David se arrepiente de su pecado por la reprensión del profeta Nathán, enviado por Dios. 2S 12

1033 Nace Salomón. 2S 12.24

1023 Absalón se rebela contra su padre; Joab le da muerte. 2S 16.18

1015 David da órdenes de ungir a Salomón como rey; Adonías es derrotado. 1R 1

1014 David muere a los 70 años de edad. 1R 2

1004 Se termina el Templo de Salomón después de siete años de iniciada su construcción. 1R 6 y 7

PERIODO V

DESDE LA CONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO DE SALOMÓN HASTA LA

DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN Y LA CAUTIVIDAD DE LOS JUDÍOS EN

BABILONIA, 412 AÑOS. Comienzo de su

reinado (a.C.) REYES DE JUDÁ REYES DE ISRAEL PROFETAS

975 Roboam Jeroboam Ahías, Semaías

958 Abías o Abiam

955 Asa Nadab (954) Azarías

953 Asa Baasa Hanani

930 Ela Jahú

929 Zimri

Omri

918 Acab Elías (910-896)

914 Josafat Miqueas

897 Ocozías Eliseo (896-838)

896 Joram o Jehoram Jahaziel

892 Jehoram

885 Ocozías

884 Atalía Jehú Joiada

878 Joás

857 Joacaz Jonás (856-784)

839 Amasías Joás

825 Jeroboam II

810 Uzías o Azarías Amós (810-875)

784 Anarquía (11 años) Oseas (810-725)

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773 Zacarías Joel (810-660)

772 Sallum, Manahem

761 Pekaía Isaías (810-698)

759 Peka

758 Jotam Miqueas (758-699)

742 Acaz Oded

730 Oseas

726 Ezequías La Cautividad (721) Nahum (720-698)

698 Manasés

643 Amón Sofonías (640-609)

641 Josías Jeremías (628-586)

609 Joacaz Habacuc (612-598)

609 Joacim

598 Joaquín Daniel (606-534)

598-597 Sedecias

588 La Cautividad Babilónica Abdías (588-583)

PERIODO VI

DESDE LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN POR NABUCODONOSOR HASTA EL

NACIMIENTO DE CRISTO, 588 AÑOS. Fecha (a.C.)

ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS Profetas

588 Destrucción de Jerusalén por los caldeos y cautividad de los judíos.

539 Babilonia es tomada por Ciro. Ezequiel (595-536)

536 Decreto de Ciro: Zorobabel y Josué.

534 Fundación del Templo.

529 Artajerjes (Cambises) prohibe la obra.

520 Decreto favorable de Asuero (Darío Histaspis) Hageo (520-518)

518 Esther es proclamada reina Zacarías (520-518)

515 El segundo templo es terminado.

510 El plan de Amán es frustrado.

484 Jerjes, rey de Persia.

464 Artajerjes Longimano.

457 Esdras es enviado para gobernar a Jerusalén.

445 Nehemías enviado como gobernador.

423 Darío Nothus Malaquías (432-420)

335 Alejandro el Grande invade Persia y establece el imperio macedonio o griego.

63 Jerusalén es tomada por Pompeyo y Judea es convertida en una provincia de Roma.

40 Herodes es hecho rey.

28 Augusto César, emperador de Roma.

19 Muere el poeta Virgilio.

18 Herodes inicia la destrucción del Templo.

4 Nace Juan el Bautista.

4 Nace Jesús, 4 años antes de la era conocida como a.C.

PREGUNTAS

1. ¿Qué fue efectuado para Israel en el Gran Día de la Expiación?

2. ¿Hacia qué acontecimiento estaba obrando Dios durante el periodo del Antiguo Testamento?

¿Por qué?

3. Diga lo que pueda del Pacto, la razón de su existencia y su significado.

4. Muestre cómo el Tabernáculo, el sacerdocio y las ofrendas, manifiestan el anhelo que Dios tenía

de compañerismo.

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Lección 17

SINÓPSIS DE LOS LIBROS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

Y PUNTOS RELEVANTES DE LA HISTORIA DE ISRAEL

I. Números

Este libro lleva ese nombre por contener una recapitulación de la historia de Israel. Históricamente,

Números prosigue el relato donde lo dejó el libro del Éxodo, y es el libro de la peregrinación por el

desierto del pueblo del Pacto, como consecuencia de no haber podido entrar a la tierra de Cades-

barnea.

Hay algunos que consideran los libros del Antiguo Testamento como algo típico; por ejemplo:

Génesis, el libro de la creación y de la caída; Éxodo, el libro de la redención; Levítico, el de la

adoración y del compañerismo; y Números, el libro de aquello que debe seguir: servicio y conducta.

Sin embargo, nosotros no vamos a considerar los libros en esta forma de tipología.

Israel estaba espiritualmente muerto, y probado por sus experiencias del desierto, fracasó

completamente. Esto no puede emplearse como modelo de la conducta y de aquella vida victoriosa

del hombre que ha llegado a ser una nueva creación en Cristo Jesús, el cual ha pasado totalmente el

reino de la potestad satánica al reino de la vida en Cristo Jesús.

Números se divide en cinco partes:

1. El orden del Ejército (Nm 1.1-10.10).

2. De Sinaí a Cades-barnea (Nm 10.11-12.16).

3. Israel en Cades-barnea (Nm 13.1-19.22).

4. La peregrinación por el desierto (Nm 20.1-33.49).

5. Instrucciones finales (Nm 33.50-36.13).

Los acontecimientos registrados en Números cubren un período de 39 años.

II. Deuteronomio

El libro de Deuteronomio se divide en siete partes:

1. Resumen de la historia de Israel en el desierto (Dt 1.1-3.29).

2. El restablecimiento de la ley con advertencias y exhortaciones (Dt 4.1-11.32).

3. Instrucciones, advertencias y predicciones (Dt 12.1-27.26).

4. Las grandes profecías finales resumiendo la historia de Israel hasta la segunda venida de

Cristo y la promesa de que poseerán Palestina (Dt 28.1-30.20).

5. Últimos consejos a los sacerdotes, a los levitas y a Josué (Dt 31).

6. Cántico de Moisés y su bendición de despedida (Dt 32 y 33).

7. Muerte de Moisés (Dt 34). Moisés tenía 120 años cuando murió. Su vista no se había

oscurecido ni su vigor natural había disminuido. Ello se debió a que Moisés era un hombre

del Pacto (Dt 34.7).

III. Josué

Josué sucedió a Moisés en la dirección del pueblo judío bajo la autoridad de Dios. El gobierno sigue

siendo teocrático. Los acontecimientos relatados en Josué cubren un período de veintiséis años. El

libro se divide en cuatro partes:

1. La conquista de la Tierra Prometida (Jos 1-12).

2. La división de la herencia (Jos 13-21).

3. Discordia incipiente (Jos 22).

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4. Últimos consejos de Josué y su muerte (Jos 23-24).

IV. Jueces

Este libro toma su nombre de los trece hombres escogidos para librar a Israel en el período de

decadencia y de desunión que siguió a la muerte de Josué. Por medio de ellos Jehová continuó Su

gobierno personal de Israel. El versículo clave que revela la condición del pueblo judío es Jueces

17.6: “Cada cual hacía lo que era recto a sus propios ojos”.

Hay dos hechos prominentes, el fracaso completo del pueblo del pacto espiritualmente muerto, y la

gracia del Dios del Pacto. El libro relata siete apostasías, siete estados de esclavitud bajo el dominio

de siete naciones paganas, y siete liberaciones. Los acontecimientos relatados en Jueces abarcan un

período de 305 años.

V. Rut

Esta historia debe leerse en relación con la primera mitad del libro de los Jueces, ya que presenta

una descripción de la vida de Israel por esa época. Los acontecimientos relatados en este libro

abarcan un período de 10 años.

VI. 1 Samuel

Este libro contiene la historia personal de Samuel, el último de los jueces. Relata el fracaso moral

del sacerdocio bajo Elí y el de los jueces, al intentar Samuel convertir el cargo en hereditario. En su

oficio profético Samuel fue fiel, y en él comienza la línea de profetas escritores. De aquí en adelante

es el profeta, y no el sacerdote, el personaje más importante en Israel.

Durante este período, Israel repudió a Dios como rey y quiso tener un rey como las otras naciones

que los rodeaban. Dios les dio un rey, a Saúl.

Este libro se divide en cuatro partes:

1. La historia de Samuel hasta la muerte de Elí (1S 1.1-4.22).

2. Desde la captura del arca hasta el día en que piden un rey (1S 5.1-8.22).

3. Desde el reinado de Saúl hasta el llamamiento de David (1S 9.1-15.35).

4. Desde el llamamiento de David hasta la muerte de Saúl (1S 16.1-31.13).

Estos acontecimientos abarcan un período de 115 años.

VII. 2 Samuel

Este libro señala la restauración del orden por medio de la elevación al trono del rey puesto por

Dios, David. También nos relata el establecimiento del centro político de Israel en Jerusalén.

El libro se divide en cuatro partes:

1. Desde la muerte de Saúl hasta el ungimiento de David como rey sobre Judá, en Hebrón (2S

1.1-27).

2. Desde el ungimiento de David en Hebrón hasta su establecimiento sobre el reino unido de

Israel (2S 2.1-5.25).

3. Desde la conquista de Jerusalén hasta la rebelión de Absalón (2S 6.1-14.33).

4. Desde la rebelión de Absalón hasta la compra del lugar para el templo (2S 15.1-24.25).

Los acontecimientos relatados en 2 Samuel abarcan un período de 38 años.

VIII. 1 Reyes

1 Reyes relata la muerte de David, el reinado de Salomón, la construcción del templo, la muerte de

Salomón, la división del reino entre Roboam y Jeroboam y la historia de los dos reinos hasta el

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reinado de Joram en Judá y Ocozías en Samaria. Incluye también el vigoroso ministerio de Elías. El

capítulo 17 narra la atrevida hazaña que realizó este hombre del pacto basado en la Palabra de Dios.

Los acontecimientos relatados en 1 Reyes abarcan un período de 118 años.

IX. 2 Reyes

El libro de 2 Reyes está dividido en siete partes:

1. La última parte del ministerio de Elías y su traslado al cielo (2R 1.1-2.11).

2. El ministerio de Eliseo desde el traslado de Elías hasta el ungimiento de Jehú (2R 2.12-9.10).

3. Reinado de Jehú sobre Israel (2R 9.11-10.36).

4. Reinados de Atalía y de Joás sobre Judá (2R 11.1-12.21).

5. Reinados de Joacaz y de Joás sobre Israel. Última parte del ministerio de Eliseo (2R 13).

6. Desde la muerte de Eliseo hasta la cautividad de Israel (2R 14.1-17.41). Israel fue llevado

cautivo a Asiria por haber quebrantado el pacto. Desde esta cautividad las diez tribus nunca

han sido restauradas a Palestina.

7. Desde el advenimiento de Ezequías hasta la cautividad de Judá (2R 18.1-25.30).

Los acontecimientos relatados en 2 Reyes abarcaron un periodo de 308 años. Durante este periodo

Amós y Oseas profetizaron en Israel; y Abdías, Joel, Isaías, Nahum, Sofonías y Jeremías, en Judá.

X. 1 y 2 de Crónicas

Los dos libros de Crónicas juntos abarcan el período desde la muerte de Saúl basta las cautividades.

Fueron escritos probablemente durante la cautividad babilónica, y se diferencian de los dos libros de

Reyes en una relación más completa sobre Judá y en la omisión de muchos detalles.

Los acontecimientos narrados en ambos libros abarcan un período de 468 años. Judá estuvo cautivo

en Babilonia durante 70 años.

XII. Esdras

Esdras relata el regreso a Palestina bajo Zorobabel por decreto del rey Ciro, quien puso los

cimientos del templo en 536 a.C. Más tarde, en 458 a.C., Esdras le siguió y restauró la ley y el

ritual. Pero la mayoría de la nación y de los príncipes optaron por quedarse en Babilonia y Asiria

donde estaban prosperando. Los libros de la post-cautividad tratan de ese remanente que solo siguió

recordando al Dios del Pacto. El libro se divide en dos partes:

1. Desde el decreto de Ciro hasta la dedicación del templo restaurado (Esd 1.1-6.22).

2. El ministerio de Esdras (Esd 7.1-10.44).

Los acontecimientos narrados en el libro de Esdras abarcan un período de 80 años.

XIII. Nehemías

Nehemías, uno de los grandes caracteres del Antiguo Testamento, nunca ha recibido el

reconocimiento que realmente merece. Fue el secretario privado del emperador de la entonces más

grande nación del mundo. Era hombre de oración y tenía grandes cualidades como conductor de

gentes y un espíritu heroico. Era, por otra parte, un hombre de gran valor. Salió de Susán y llegó a

Jerusalén, y con mucha osadía y un valor a toda prueba, reconstruyó la muralla, restauró la

adoración verdadera y dio la ley al común del pueblo. Además, hizo de Israel una nación apartada

de las otras naciones.

Este libro abarca un período de 10 años.

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XIV. Ester

El libro de Ester es uno de los más bellos en la literatura del Antiguo Testamento. Aunque el

nombre de Dios no ocurre ni una sola vez en él, no obstante es un libro donde se ve la mano de Dios

como en ningún otro.

Ester se convierte en la esposa favorita del rey Asuero. Por su obediencia absoluta a su tío

Mardoqueo, Ester se constituye en la salvadora del pueblo escogido. No se puede encontrar en las

crónicas del Antiguo Testamento un carácter más bello ni una heroína más grande. Este libro abarca

un período de 11 años.

XV. Los Libros Poéticos

Hemos estudiado ya los libros históricos del Antiguo Testamento y ahora continuamos con el

estudio de los Libros Poéticos. Los libros poéticos son los himnarios de Dios. Aquí encontramos los

anhelos más íntimos del corazón del pueblo de Dios, sus temores, su fe y sus deseos más

vehementes. Job es el primer libro escrito. Fue escrito antes que el libro del Génesis. La tradición

asegura que fue escrito en el año 1700 a.C. Job era pariente de Abraham. Job reúne los deseos

universales de la raza humana y los vuelca en este gran poema de agonía. Uno de los problemas que

encara es: “¿Cómo puede el hombre nacido de mujer justificarse con Dios?” Sugiere la caída en

esta expresión. Revelando la magnitud de la traición del hombre dice: “Ni aún las estrellas son

limpias a la vista de Dios”. Reconoce la necesidad que tiene el hombre de un Mediador y exclama:

“No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros ambos”.

Clama Job por la restauración de la justicia. Y en los anhelos de Job contemplamos los anhelos de

todos los hombres expresados a través de sus sentimientos religiosos. Job soportó las pruebas a que

Satanás lo sometió y nunca perdió el favor de Dios. Podemos ver retratado en este libro todo el plan

de la redención. Job comienza en el Jardín del Edén y continúa al través de los sufrimientos de la

prolongada lucha del hombre que sufre. Nos sugiere la redención que tiene como final del Edén

restaurado.

XVI. Los Salmos

Los Salmos son propiamente el himnario de Israel. Constituyen las expresiones, los anhelos, las

angustias, las lágrimas y los deseos del pueblo del primer Pacto. Representan, en algunos aspectos,

las experiencias diarias; y en otros, constituyen profecías de algo que está completamente más allá

de ellos y que solamente se encuentra en la Nueva Creación.

Los libros se dividen generalmente en cinco secciones: 1-41; 42-72; 73-89; 90-106; y 107-150.

Los salmos imprecatorios son el grito de venganza contra sus enemigos. Dichos salmos han

perturbado a muchas personas devotas, pero cuando tomamos en cuenta que el pueblo de Israel no

era cristiano, que nunca había nacido de nuevo, que solamente eran judíos bajo la sangre de los

toros y de los machos cabríos, entonces podemos entender mejor cómo pudieron escribirse tales

salmos. Lo maravilloso es que salmos como el 23, el 27, el 37 y el 91, hayan sido escritos por

hombres común y corrientes. Eso prueba la inspiración del Espíritu Santo.

XVII. Los Proverbios

El libro de los Proverbios contiene la sabiduría del Antiguo Pacto. Es una interpretación de la ley en

la vida cotidiana. Es lo que es el libro de Santiago en el Nuevo Pacto. Santiago escribe para las

gentes del Nuevo Pacto y les da orientaciones para la conducta diaria.

El libro de los Proverbios debe leerse con mucho cuidado. Si yo pudiera hacerlo, me gustaría

obsequiar a todo joven (hombre y mujer) un ejemplar de los Proverbios encuadernado en piel.

Todos los alumnos de las escuelas primarias debieran tener en sus manos un ejemplar. Aquel que se

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empapa de la sabiduría de los Proverbios rara vez caerá en las trampas de la vida moderna.

XVIII. Eclesiastés

Eclesiastés es el libro más peculiar del Antiguo Testamento. Describe el hombre espiritualmente

muerto que trata de encontrar placer en el mundo. Y procura encontrarlo y satisfacerlo por medio de

ambiciones arquitectónicas, construyendo edificios majestuosos. Procura también encontrarlo en la

horticultura, y para el efecto, tuvo para su recreo los más bellos jardines jamás contemplados por el

mundo hasta entonces. Y procura encontrarlo también en enormes obras públicas; en el vino, en las

mujeres y en el canto, para llegar a la conclusión de que todas las cosas son “vanidad de vanidades;

todo es vanidad”.

En el último capítulo se entona el cántico fatalista del hombre natural, al verse imposibilitado para

lograr los deseos del espíritu humano.

XIX. El Cantar de los Cantares

El Cantar de los Cantares es el libro de los idilios y sonetos de Cristo y Su Iglesia. Todo el libro está

lleno de bellas figuras de lenguaje. Es un sueño de amor narrado en expresiones poéticas. Nos

describe el compañerismo roto y la soledad del corazón que ha perdido su amor.

Nos describe también los triunfos de la amistad y del compañerismo cuando el corazón disfruta de

la plenitud de sus privilegios.

PREGUNTAS

1. ¿Qué períodos de la historia de Israel abarcan los libros de Números y Deuteronomio?

2. ¿Cuáles son los dos hechos prominentes revelados en Jueces?

3. ¿Quién fue el último de los Jueces? ¿Quién fue el primer rey?

4. Lea 1 Reyes 17, ¿cuál fue el secreto del poder de Elías con Dios?

5. ¿Por qué Israel fue llevado cautivo a Asiria?

6. ¿En qué consistió la obra de Nehemías?

7. ¿Qué problemas de la raza humana trata Job?

8. ¿Qué mensajes hay en el libro de los Salmos?

9. ¿Cuál es el propósito del libro de los Proverbios?

10. ¿Qué se describe en el Eclesiastés? ¿Y en el Cantar de los Cantares?

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Lección 18

LA ENCARNACIÓN

Llegamos ahora al estudio del milagro más sorprendente de la creación, el milagro de la

Encarnación. Ya vimos que si el hombre iba a ser redimido, la Encarnación era inevitable. La

necesidad del hombre exigía la Encarnación del Hijo de Dios. El hombre estaba espiritualmente

muerto, era un hijo de Satanás, sin nada que pudiera acercarlo a Dios.

La Encarnación de la Deidad proporcionaría un sustituto con una Deidad y una humanidad unidas

de tal modo, que el Encarnado pudiera actuar como el Mediador del hombre (Jn 14.6). Además,

estando la Deidad y la humanidad unidas, Él, como hombre, podría asumir las responsabilidades de

la traición humana y pagar la pena, satisfaciendo las demandas de la Justicia para que la raza

humana pudiera ser libertada de Satanás (He 2.14; Col 1.13-14) y le fuera dado el derecho de

recibir la naturaleza de Dios (Jn 1.12).

I. La Realidad de la Encarnación

El Encarnado no podía nacer por procreación natural. No era posible para Dios entrar en un niño

que hubiera nacido por procreación natural y realizar de ese modo una Encarnación. Ya vimos que

por un hombre, la muerte (la naturaleza de Satanás) entró al mundo y pasó a todos los hombres, que

por un hombre toda la raza humana murió espiritualmente y fue dominada por esa Muerte

Espiritual: “Por consiguiente, así como el pecado entró en el mundo por un hombre. . . la muerte así

pasó a todos los hombres” (Ro 5.12); “Así, por un delito, vino la condenación a todos los

hombres” (Ro 5.18).

Si Jesús hubiera nacido por procreación natural y Dios hubiera venido a él, hubiera sido un hijo de

Satanás con Dios habitando en él. Eso no hubiera sido una encarnación. Eso destruye totalmente la

idea de una encarnación perfecta de Dios.

Si, por otra parte, Dios hubiera podido erradicar la Muerte Espiritual del espíritu de algún hombre

convirtiéndolo en una encarnación, podría haber cambiado a toda la raza humana de la misma

manera. De haberlo hecho así, hubiera constituido una injusticia para Satanás y una injusticia para

Sí mismo; porque el problema del pecado no hubiera sido resuelto y el castigo de la trasgresión del

hombre no hubiera sido aplicado.

El Redentor debía ser uno sobre quien Satanás no tuviera demandas legales ni autoridad. Esto

solamente podría realizarse por un Redentor concebido y dado a luz como lo fue el Niño de Belén.

La primera promesa de Dios sobre la Encarnación es dada en la conversación que Él tiene con

Satanás un poco después del pecado de Alta Traición que cometió el hombre: “Y pondré enemistad

entre ti y la mujer; entre tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza y tú le herirás en el

calcañar” (Gn 3.15).

El Dios-Padre comprende que la necesidad del hombre puede satisfacerse solamente por medio de

la Encarnación de Su Hijo. Y comprende también que el Encarnado no puede nacer por procreación

natural; por eso profetiza que una mujer dará a luz un niño independientemente de la procreación

natural, y que será llamado “la simiente de la mujer”.

“Dijo entonces Isaías: Oíd ahora, casa de David. ¿ Os es poco el ser molestos a los hombres, sino

que también lo seáis a mi Dios? Por tanto el mismo Señor os dará señal. He aquí que la virgen

concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Is 7.13-14).

El niño va a nacer de la Casa de David y el “Señor mismo os dará señal”. Aquí Él usa el nombre

Adonai; el Dios de los Milagros, Él mismo os mostrará un milagro, una maravilla. Algo fuera de lo

ordinario va a acontecer, y nosotros decimos: “¿Qué es?” Él dice: “La virgen”, como si ya la

hubiera señalado, “concebirá y dará a luz un hijo y llamará Su nombre Emanuel”.

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Una virgen va a dar a luz un hijo en una forma sobrenatural y le va a llamar Emanuel, Dios con

nosotros o Encarnación. Relaciónese esto con Lucas 1.31-36: “Y he aquí, concebirás en tu seno, y

darás a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del

Altísimo; y le dará el Señor Dios el trono de David su Padre; y reinará en la casa de Jacob por

siempre; y de su reino no habrá fin. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? porque no

conozco varón. Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del

Altísimo te hará sombra; por lo cual también lo santo que nacerá será llamado Hijo de Dios”.

El hijo, ya lo habréis notado, es concebido del Espíritu Santo. Por lo tanto, su nacimiento es

sobrenatural.

Ella era prima de José, quien a su vez era de la familia de David. Por eso el profeta exclamó: “Oh,

casa de David, ¿os es poco el ser molestos a los hombres, sino que también lo seáis a Dios? Yo os

daré una señal”. Él está señalando a esta hija de David que dará a luz a ese niño maravilloso, en un

pesebre de Belén, 750 años después.

En Jeremías 31.22 Dios declara: “Una hembra rodeará al varón”. Este Encarnado no podría nacer

por procreación natural porque el hombre es un ser caído y su simiente está sujeta a Satanás. Esta

Simiente debe ser de alguien que no sea súbdito de Satanás, y por ello Este Ser maravilloso ha de

ser concebido del Espíritu Santo, y el seno de la virgen va a servir simplemente de receptáculo de

Ese Santo hasta el día en que sea dado a luz.

Isaías 42.6 dice: “Yo Jehová, te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te

pondré por alianza del pueblo, por luz de las gentes”. Adán fue creado, y el resto del linaje humano

fue procreado por procesos naturales, pero este niño que va a nacer, será “formado” por un acto

especial del poder Divino.

Pablo habla de Su nacimiento en las siguientes palabras tomadas de Filipenses 2.6-8: “El cual

siendo su naturaleza la de Dios, no miró como botín el ser igual a Dios; sino que se despojó a sí

mismo, tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres y hallándose en la condición de

hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Versión

de Straubinger).

Nótense las siguientes expresiones: Siendo su naturaleza la de Dios, se desprendió de ella y tomó la

forma de siervo, hecho semejante a los hombres, hallándose en la condición de hombre. Todo ello

sugiere una acción divina distinta y separada, diferente de la procreación natural. He aquí un ser con

el que Dios obra un milagro tomándolo de la Deidad misma, desde el cielo, y colocándolo en el

seno de una virgen para ser unido a la carne por una concepción única.

De nuevo es Pablo quien dice: “Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y presente no

quisiste; mas me apropiaste cuerpo” (He 10.5). Dios apropió y preparó un cuerpo, un cuerpo

especial para este ser llamado el Hijo de Dios.

II. La Pre-Existencia de Cristo

La encarnación presupone que este ser Encarnado tuvo una existencia diferente previa a Su venida a

la tierra. Diecisiete veces en el Evangelio según San Juan se declara que Jesús fue enviado del Padre

y vino a la tierra; y que de nuevo dejó la tierra y volvió al Padre. Todo el Evangelio según San Juan

tiene como base el hecho de que Jesús vivió una existencia previa con el Padre, y que mientras

anduvo en la tierra recordaba Sus experiencias en el otro mundo, y habló al Padre de tales

experiencias y también se refirió al tiempo cuando Él regresaría para vivir de nuevo la vida con el

Padre.

Juan 17.3-5 dice: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria que

tuve cerca de ti antes que el mundo fuese”. Cristo, al encarar la crucifixión, recuerda la gloria que

tuvo con el Padre antes de que el mundo fuera. Léanse también Juan 3.16, 8.42, 13.3 y 16.28-30.

Miqueas 5.2 es una expresión profética notable de la preexistencia de Cristo y de Su venida a la

tierra: “De ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los

días del siglo”. Aquí hay uno que va a nacer de la familia de Judá para ser el Señor de Israel; y sus

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salidas han sido desde el principio, desde la eternidad. Él ha viajado por todas partes al través de las

eternidades y ha dejado Sus huellas en los siglos:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1.1). “En el

principio”, es decir, este Ser existió en el principio, en la eternidad. “El Verbo era con Dios”, este

Ser eterno era con Dios; con Él, en compañerismo y en propósito, obrando juntamente con Él.

“Por el cual asimismo hizo el universo” (He 1.2).

“Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho fue hecho” (Jn 1.3).

Vimos en nuestra primera lección que la palabra “Dios” en Génesis 1.1 es “Elohim”, sustantivo

plural que revela a la Trinidad obrando en la creación. En Génesis 1.26 escuchamos Sus palabras:

“Hagamos al hombre a nuestra imagen”. A este Ser que se encarnó para poder ser el Redentor del

hombre, nosotros lo contemplamos en la creación.

“El Verbo era Dios”. Este Ser Eterno que estaba en amistad y en compañerismo con Dios, era Dios

mismo. Poseía la misma naturaleza. Existía en la misma forma, en términos de igualdad con Dios

(Fil 2.6).

Juan 1.14 dice: “Y aquel verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros, (y vimos su gloria, gloria

como del unigénito del Padre)”. Este Ser se hizo carne. Se hizo hombre y habitó entre nosotros. Se

hizo humano; fue de tal manera hombre como si nunca hubiera sido ninguna otra cosa. No obstante,

nunca dejó de ser lo que había sido. Hizo Su hogar entre nosotros y vimos la gloria de Dios. Él era

la imagen del Dios Invisible (Col 1.15).

Él era la representación exacta de Su sustancia (He 1.3 Versión Hispanoamericana). Desde el

momento en que entró la muerte espiritual al mundo, hasta Su nacimiento, Dios obraba con miras

hacia la encarnación, y repetidamente prometió la venida de Cristo, Su ministerio, Su muerte y Su

resurrección.

Sus Sufrimientos: Gn 3.15; Sal 22.1-8; 31.13; 89.38-45; Is 53.1-12; Dn 9.26; Zac 13.1; 6.7.

Su muerte y sepultura: Nm 21.9; Sal 16.10; 22.16; 31.22; 49.15; Is 53.8-9; Dn 9.26.

Su resurrección: Sal 17.15; 49.15; 73.24; Jon 2.1-10.

Su ascensión: Sal 8.5-6; 24.7; 47.5; 68.18; 110.1.

Sus triunfos futuros: Is 40.10; Dn 2.44; 7.13-14, 27; Os 3.5; Mi 4.1-7.

El Redentor: Job 19.25-27; Gn 48.16; Sal 19.14; Is 41.14; 43.1; 44.22; 59.20-21; 62.11; 63.1-9;

Jer 50.34; Gn 22.8; Is 53.7.

III. Unido Eternamente

Notamos aquí que cuando Cristo se hizo hombre en la encarnación, se hizo hombre eternamente. No

tomó la humanidad como un vestido para llevarlo durante treinta y tres años y despojarse de él

después; se hizo hombre para continuar siéndolo siempre. Hoy, a la diestra del Padre, hay un

hombre en el cielo como resultado de la encarnación: “...Jesucristo hombre” (1Ti 2.5).

IV. El Hombre a la Imagen de Dios

El haber sido posible para la Deidad y la humanidad unirse en una persona por toda la eternidad,

revela el lugar que el primer hombre tuvo en el plan del Dios-Padre. Dios había creado al hombre a

Su propia imagen. Sólo un poco menos que Él mismo (Gn 1.26; Sal 8.5).

El hombre había sido creado tan semejante a Dios, que fue posible para Dios y para el hombre

llegar a unirse eternamente en una sola persona. Fue posible que Dios y el hombre se unieran. Dios

puede morar en estos cuerpos humanos nuestros. Dios puede impartir Su vida y Su naturaleza a

nuestro espíritu y morar en nuestro cuerpo, en nuestro cuerpo humano.

Si Jesús fue una encarnación, entonces la inmortalidad es un hecho. Si recibimos la vida eterna para

nuestros espíritus, tenemos la positiva seguridad de que nuestros cuerpos serán inmortales cuando el

Señor Jesús regrese. Si la encarnación es un hecho, el cristianismo es sobrenatural. Todo hombre

que ha nacido de nuevo es una encarnación. El creyente es una encarnación como lo fue la

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encarnación de Jesús de Nazareth. Dios puede ahora extirpar la muerte espiritual del espíritu del

hombre y comunicarle Su vida porque las demandas de la Justicia han sido satisfechas en Cristo.

No podemos concebir a nadie que desee poner en duda la encarnación. Esta es la única respuesta al

anhelo de Dios que hay en el corazón humano. Es la única solución a los problemas humanos del

pecado, del sufrimiento, de la enfermedad y de la muerte. La encarnación prueba la pre-existencia

de Cristo y es el fundamento y la razón de todas las manifestaciones maravillosas del poder Divino

que ocurren después. Es la encarnación el milagro básico del cristianismo.

PREGUNTAS

1. ¿Por qué no pudo el Encarnado nacer mediante la procreación natural?

2. Explique Isaías 7.14.

3. ¿Qué revela Filipenses 2.6-8 sobre el nacimiento de Cristo?

4. Explique Juan 1.14.

5. Mencione algunos de los pasajes bíblicos que demuestren la pre-existencia de Cristo.

6. ¿En qué forma existió Cristo antes de la encarnación?

7. Mencione algunos pasajes proféticos de las Escrituras sobre: el nacimiento de Cristo, Su

muerte, Su resurrección, Su carácter como Redentor del hombre.

8. Cuando Cristo se hizo hombre, ¿dejó de ser lo que había sido?

9. Mencione algún pasaje que demuestre que tenemos a un hombre a la diestra del Padre.

10. ¿Qué revela con respecto a la creación del hombre el hecho de que fuera posible para Dios

tomar la naturaleza humana?

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Lección 19

LA VIDA DEL ENCARNADO

I. La Plenitud del Tiempo

En nuestra lección última estudiamos la necesidad que el hombre tenía de una encarnación y las

promesas que el Dios-Padre hizo concernientes a la venida del Encarnado. Gálatas 4.4 afirma que

cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a Su Hijo en la encarnación. Cuando Cristo nació hace

2,000 años, era el tiempo preciso para Su venida.

La civilización griega nos hizo un gran servicio preparando el camino para el cristianismo y dando

al mundo un lenguaje universal, el más hermoso, el más flexible y el más expresivo que haya

conocido la humanidad.

Cuando Cristo apareció, el poder político del mundo estaba en las manos de Roma. Ella había

conquistado y unido bajo un solo gobierno, a toda esa parte del mundo que limitaba el

Mediterráneo. Nunca la paz había predominado como entonces; nunca la vida y la propiedad

estuvieron tan seguras; nunca el viajar había sido tan fácil. Los romanos fueron grandes

constructores de caminos. En su esfuerzo por conquistar el mundo y por civilizarlo, construyeron

muchos caminos para sus ejércitos. Se habían establecido líneas de navíos con el oriente, y tanto los

caminos como los navíos se convirtieron en los medios de llevar el Evangelio al mundo.

II. El Anhelo Universal de una Encarnación

Vemos en ello que Dios en Su providencia había arreglado las condiciones necesarias para que las

Buenas Nuevas de la redención pudieran ser proclamadas con rapidez en todo el mundo. Por otra

parte, el mundo romano presentaba, al nacer Cristo, el cuadro más deplorable de degeneración

moral de toda la historia humana.

En el mundo entero no había nada que pudiera dar esperanza o consuelo a la humanidad en

tinieblas. En medio de esta condición de desaliento y fracaso, había un anhelo de liberación. La

esperanza de un Redentor flotaba en el ambiente. La profecía hebrea que había guardado silencio

durante cuatro siglos, había despertado en el judío cierta expectación mesiánica. Aun la mente

pagana deseaba ardientemente un libertador.

Los magos del oriente que siguieron la estrella representaban el anhelo universal de un Redentor.

Los ojos del mundo, en su expectación, se volvían hacia Palestina. En la plenitud de los tiempos

Jesús, el Cristo, nacería en Belén de Judea trayendo la respuesta al anhelo milenario del hombre

universal sometido largo tiempo al dominio de la muerte espiritual.

Solamente Dios conocía la apremiante necesidad en el hombre, y solamente Él podía satisfacer esa

demanda. Tal demanda era la encarnación. El hombre de todos los siglos había deseado con

ansiedad e instintivamente, una encarnación. Hay tres cosas que el hombre natural ha deseado: tener

compañerismo con Dios; poseer la vida Divina (eterna) y tener la fortaleza de Dios. El hombre

primitivo ansiaba vivamente una Encarnación. Cada una de las religiones de la antigüedad trataba

de responder a ese anhelo.

El Dr. Trumbulí, en su libro “El pacto de Sangre”, nos dice lo siguiente acerca del hombre primitivo

y sus anhelos de una encarnación: “Tras la idea de una inspiración lograda mediante la mutua inter-

circulación de sangres que representa a Dios, ha habido en la mente del hombre primitivo la idea de

una posible inter-comunión con Dios mediante un pacto mutuo con Él por medio de la sangre. Dios

es vida. Toda vida provine de Dios y le pertenece a Él. La sangre es la vida. Por consiguiente, la

sangre como vida, puede ser un medio de unión interna del hombre con Dios”.

“Así como en el más íntimo y sagrado de los pactos entre hombre y hombre, es una posibilidad la

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absoluta fusión de dos naturalezas humanas en una, por medio de un fluir mutuo de sangre común,

así también el más íntimo y sagrado de los pactos entre el hombre y Dios y la unión recíproca de la

naturaleza humana con la Divina, han sido considerados como una posibilidad por medio del

ofrecimiento y la aceptación de una vida común, tal y como ocurre en un fluir mutuo de sangres”.

“El hombre ha considerado, ya sea su propia sangre o la de un Sustituto, un medio de inter-unión con

Dios o con los dioses. Ha estimado que la efusión de sangre hacia Dios es un acto de gratitud o de

afecto, una prueba de confianza amorosa, un medio de unión recíproca con Él. Este parece haber sido

el concepto primitivo universal de la humanidad. Y una prueba de la confianza del hombre en

realizar su unión recíproca con Dios o con los dioses, por medio de la sangre, ha sido la práctica

también universal de la inter-comunión del hombre con Dios, o con los dioses, demostrada en el

comer del cuerpo de la víctima sacrificada, cuya sangre es el medio de inter-unión divino-humana”.

Todos los pueblos primitivos han bebido la sangre de las víctimas sacrificadas, buscando, de ese

modo, la unidad con Dios. Los dioses de los griegos y de los romanos eran considerados como

encarnaciones. Se les atribuía inmortalidad, y les reputaban como seres humanos superiores.

Muchas veces los reyes de las antiguas civilizaciones fueron considerados descendientes de los

dioses y adorados como encarnaciones.

Hoy, todavía el hombre anhela con vehemencia una encarnación. La educación no ha eliminado este

anhelo del espíritu del hombre. Todas las religiones modernas tratan de responder a este anhelo.

Aquellos que hoy pretenden ser encarnaciones, son seguidos por muchos. No sólo los ignorantes

buscan una encarnación, sino también la gente educada. Mucha de la gente intelectual y más

educada, se ha convertido en seguidora de las sectas modernas que enseñan que el hombre es

Divino y que Dios, espontáneamente habita en el hombre y está esperando que el hombre se de

cuenta de ello.

Vemos, pues, que el hombre, desde el momento en que murió espiritualmente, ha sentido hambre de

unirse con la Deidad, ha sentido el vehemente anhelo de encontrar un hombre-Dios.

III. Dios Manifestado en Carne

¡Cuán desesperadamente necesitaba el hombre la Divina Encarnación! ¡Cuán largos y penosos

fueron los años de separación entre el hombre y Dios! El hombre, nacido en un mundo gobernado

por Satanás, no conocía a su Creador. Los filósofos, en vano se esforzaron por conocer Su

naturaleza; sólo la encarnación de Jesucristo dio al mundo el conocimiento verdadero de la

naturaleza de Dios.

Desde el momento en que el hombre murió espiritualmente, Dios y el hombre quedaron

distanciados. El hombre, muerto espiritualmente, estaba incapacitado para conocer la naturaleza de

Su Creador, sin una revelación de Él. El hombre había rechazado la revelación Divina y en su

ceguera mental, ¡cuán falsos habían sido sus conceptos acerca de Dios! El concepto que una nación

tenga de Dios determina el tipo de su adoración y de su vida como nación.

Cuando contemplamos la ignorancia y la miseria indecible de las naciones paganas, entendemos

que ello se debe al concepto sombrío que se tiene de Dios. Dios ha sido concebido en la mente del

hombre como un ser fantasmagórico. Como un Dios cruel, grotesco, inmoral; como algo lejano,

como energía impersonal; pero nunca como un Dios de amor, como el Dios-Padre.

Aun Israel, que poseía una revelación Divina tan clara como Dios pudo dársela al hombre

espiritualmente muerto, no tenía el verdadero concepto de Él cuando Cristo vino al mundo.

IV. La Necesidad de Israel

El fruto de la concepción que Israel tenía de Dios fue el fariseo: hombre orgulloso, cruel, carente de

bondad, arrogante y egoísta. Israel tenía un concepto tan falso de Dios, que no fue capaz de

reconocerlo cuando Él vivió en medio dc ellos: “Y aquel Verbo fue hecho carne y habitó entre

nosotros. (Y vimos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre)” (Jn 1.14).

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Ha sido nuestra tendencia al pensar en la venida de Cristo a la tierra, como hombre, detenernos a

considerar Su propia negación y Sus sufrimientos. Sin embargo, al conocerlo mejor, creemos que

fue motivo de verdadera alegría para Él (que amaba tanto al hombre y que deseaba tanto Su

compañerismo), venir a la tierra para morar entre nosotros y darnos un verdadero concepto de Él.

Esto a pesar de encontrarnos alejados y extrañados del creador.

¡Cuán claramente Cristo comprendió esta fase de Su misión! Juan dijo de Él: “A Dios nadie le vio

jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le declaró” (Jn 1.18). ¡Qué diferente fue

Su vida de la vida de los grandes filósofos y maestros religiosos que le precedieron! Todos ellos se

presentaron como buscadores de la verdad, pero Él vino como la revelación de la verdad (Jn 14.6).

Cristo reveló al Creador como un Dios de amor, como el Dios Santo a quien el hombre podía

aproximarse. Juan el Bautista, que fue tan severo con los demás, ante la presencia de este Hombre

se postra y dice: “Yo necesito ser bautizado de ti” (Mt 3.14). Este hombre, el mejor de todos los

profetas, sintió su profunda necesidad ante la presencia del Encarnado; también los más pecadores

de entre los hombres se sintieron atraídos a Él. Los publicanos y pecadores fueron cautivados por

Él, les placía sentarse y comer con Él (Mt 9.10; Mr 2.15; Lc 5.30; 15.1). Todos ellos jamás

tuvieron miedo de Su santidad; fueron atraídos por Su amor.

Los niños se sentaron sobre Sus rodillas (Mr 10.13). Este Encarnado mostró siempre un gran

interés por los niños. Cristo fue el primero que apreció a la niñez. Los niños nunca habían tenido

importancia en ninguna nación pagana. Hasta que el niño se convertía en hombre y era de valor

militar para el estado, su vida valía algo. Nunca había existido un amor puro y ardiente por los

niños. Solamente Cristo logró la elevación de la niñez. El aprecio que hoy tenemos por los niños se

debe a que el “Verbo” se hizo carne y habitó entre nosotros.

De la misma manera se consiguió la elevación de la mujer. Los privilegios, la libertad y las

bendiciones que la mujer disfruta, se deben a la vida de Cristo y a Sus enseñanzas.

V. Un Dios de Amor

He aquí Uno que demostraba por medio de Su Vida y de Sus Palabras cómo era el corazón del que

sostiene el Universo. La creación por sí misma sólo puede manifestarnos que hay un Dios

omnipotente; pero no puede revelarnos Su naturaleza. Nosotros no pedimos conocer la

omnipotencia de nuestro Creador; eso nos asustaría. No deseamos conocer Su omnisciencia; no la

entenderíamos. No pretendemos conocer su omnipresencia; porque nuestra imaginación no la

comprendería.

Lo que deseamos conocer es la naturaleza de muestro Creador Su actitud hacia nosotros; si es o no

indiferente hacia los humanos o si está interesado en nosotros. Ahora sabemos cómo es Dios;

conocemos ahora cual es Su actitud hacia nosotros porque habitó entre nosotros como hombre. Dios

es como Cristo. El corazón del Creador es como el corazón que fue quebrantado en la Cruz.

Cierto profesor de la Universidad de Yale dijo: “La cuestión que me preocupa no es la divinidad de

Jesús, sino si Dios es como Cristo”. ¿No es asombroso que un hombre haya vivido entre nosotros,

de tal manera que al pensar en Dios pensemos en Él en términos de este hombre? Podemos

transferir cualquier cualidad moral de Jesús a Dios, y ello no disminuye en nada nuestro concepto

de Dios. Al contrario, el más alto concepto que podamos tener de Él, es que Dios es como Cristo. Si

pensamos en Dios en términos distintos a los de Cristo, rebajamos nuestro concepto de Él.

La vida de Cristo ha esculpido sobre las páginas de la historia de la humanidad, las palabras “Dios

es amor” y nadie puede borrar esta frase tan maravillosa. El anhelo profundo del hombre por una

encarnación ha sido satisfecho en Jesús. Dios fue manifestado en la carne. Dios vivió como un

hombre entre nosotros y nosotros conocemos Su naturaleza. Todo lo que anhelamos que Él sea, lo

encontramos en Cristo. Cristo no solamente nos lo reveló como un Dios de Amor, sino también

como un Padre. Ninguna otra religión ha tenido jamás un Dios-Padre.

¡Cuánta conmoción hubo entre los judíos cuando Cristo llamó Padre a Dios! Ellos trataron de

matarlo porque Él llamaba a Dios Su Padre (Jn 5.18). Los siguientes pasajes de Juan 6.46; 7.29;

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8.19; 10.15 y 14.20, demuestran que el concepto de Dios, como Padre fue la idea central del

mensaje de Cristo.

Echemos una mirada a la vida de este Encarnado. Fue un hombre en todo el sentido de la palabra;

sin embargo, ¿en qué difiere de los demás hombres? La diferencia entre Su vida y la vida de los que

le rodeaban no estriba en el hecho de que fuese menos humano que ellos. Estriba más bien en que

Él no pertenecía al imperio de la muerte espiritual: “Pues como el Padre tiene vida en Sí mismo, así

también ha dado al Hijo que tenga vida en Sí mismo” (Jn 5.26 Versión Moderna). Cristo fue el

primer hombre desde que ocurrió la traición de Adán, que pudo hacer una declaración semejante.

Declaró que poseía la vida de Dios.

Satanás no tenía dominio sobre Cristo porque Cristo no estaba espiritualmente muerto. Él caminó

en perfecta unidad con el Dios-Padre. Vivió dentro de la esfera de Su omnipotencia. La enfermedad

no tuvo dominio sobre el cuerpo de Cristo, porque la enfermedad es el resultado de la muerte

espiritual.

Por la misma razón, el cuerpo de Cristo no fue mortal. La palabra “mortal” significa “condenado a

muerte”. El cuerpo del hombre fue condenado a muerte cuando murió espiritualmente. La muerte

espiritual nunca entró en el espíritu de Cristo. Por lo tanto, cuando Él anduvo sobre la tierra, Su

cuerpo no estuvo sujeto a la muerte. El cuerpo de este Encarnado no era mortal ni inmortal. Poseía

un cuerpo humano perfecto y eterno, de la misma categoría que el cuerpo que poseía Adán antes de

morir espiritualmente. Hubiera sido imposible para los hombres quitar la vida a Cristo antes de que

Su hora hubiera llegado.

En la cruz, Cristo murió físicamente, porque primero había muerto espiritualmente. Cuando fue

hecho pecado por nosotros (2Co 5.21), en Su espíritu se operó cambio. La muerte espiritual fue

puesta sobre Él, y Su cuerpo se hizo mortal como aconteció con Adán cuando murió

espiritualmente. La palabra hebrea para muerte en Isaías 53.9 está en plural, demostrando que la

muerte de Cristo en la cruz fue una muerte doble. Primero espiritual y luego física, como el

sustituto del hombre.

En la vida de Jesús, el Hijo del hombre, podemos contemplar la vida que el Dios Padre había

proyectado para el hombre. ¡Cuán libre, rica y abundante fue la vida de este Encarnado! Como

hombre, anduvo en la tierra libre del dominio de Satanás. Y porque Él era una Encarnación, poseía

la capacidad de vivir con los hombres, y como hombre, revelarles a su Creador y también libertarlos

de la esclavitud de Satanás.

PREGUNTAS

1. Explique Gálatas 4.4.

2. ¿De qué manera revela la historia que los hombres de la antigüedad anhelaban una encarnación?

3. ¿Busca el hombre actual todavía una encarnación?

4. ¿Por qué los hombres no tenían un verdadero concepto de Dios?

5. Explique Juan 1.18.

6. ¿Qué efectos tuvo la vida de Cristo sobre la niñez y la condición de la mujer en el mundo?

7. ¿Cómo sabemos que Dios es amor?

8. ¿En qué forma reveló Cristo a Dios como un Padre?

9. ¿Por qué la enfermedad y la muerte no tuvieron ningún poder sobre el cuerpo de Jesús?

10. ¿Por qué fue Cristo un hombre libre del dominio de Satanás?

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Lección 20

LA REDENCIÓN

I. El Objeto de la Encarnación

La encarnación tuvo como finalidad que al hombre se le pudiera otorgar el derecho de llegar a ser

un hijo de Dios (Jn 1.12). El hombre solamente podría convertirse en hijo de Dios recibiendo la

naturaleza Divina. Por lo tanto, Cristo vino para que el hombre pudiera recibir la vida eterna (Jn

10.10). El hombre recibiría la vida eterna sólo después de haber sido redimido legalmente de la

autoridad de Satanás (Col 1.13-14).

Por lo tanto, el siguiente paso en nuestro estudio, después de la encarnación, es la redención, que

fue realmente el objeto de aquella. Ya hemos visto que las cualidades del Redentor del hombre

requerían un Encarnado. Ahora estudiaremos cómo el Encarnado redimió legalmente al hombre de

la autoridad de Satanás, e hizo posible para él recibir la naturaleza de Dios.

La redención del hombre es legal. Gira en torno de le ley de la identificación. La identificación tiene

dos aspectos. Incluye la identificación del hombre con Adán y también su identificación con Cristo.

Todo el plan de la redención gira en torno de esta doble identificación del hombre con Adán y con

Cristo.

II. La Revelación de Pablo

Dios le dio a Pablo la revelación de la obra terminada de la redención y del ministerio actual de

Cristo. Pablo habla de que le fue dada esta revelación, en los siguientes pasajes:

En Romanos 16.23-26, la llama “mi evangelio” y afirma que es una revelación de Jesucristo, no de

hombre, sino de Dios.

En Gálatas 1.6-17, se nos dice dónde recibió Pablo su revelación. Fue una revelación que se guardó

en secreto, pero ahora le fue manifestada.

En Efesios 3:1-12, Pablo revela que su entendimiento del misterio de Cristo, el cual no había sido

declarado a otras generaciones, se debió al hecho de que él lo recibió por revelación.

Dentro de esta revelación concedida a Pablo, y como el fundamento básico de ella, estaba el

descubrimiento de la identificación del hombre con Adán y con Cristo. Cuando un hijo de Dios

comprende claramente esta doble identificación, puede estar seguro de que se han echado los

cimientos para la renovación de su mente. Antes de estudiar el descubrimiento de esta

identificación, estudiaremos por qué fue necesario el haber dado una revelación del rescate Divino

después de que Cristo resucitó y ascendió al Padre.

III. Necesidad de la Revelación Paulina

Vimos en la primera lección de este curso que existen dos clases de conocimiento. Una de ellas es el

conocimiento del hombre natural. Esta se deriva de los cinco sentidos del cuerpo físico. La otra es la

que el hombre recibe por el Espíritu Santo. A ésta se le llama conocimiento por revelación. La

Palabra de Dios es dicha revelación.

En la encarnación, la revelación de Cristo dada al hombre, le fue dada al nivel de los sentidos de su

cuerpo físico. Juan dijo: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos

contemplado, y nuestras manos han palpado, concerniente al Verbo de la Vida...” (1Jn 1.1-2

Versión Moderna).

El hombre vio con sus ojos físicos a Cristo y las obras que Él hizo. El hombre contempló la vida del

Hijo de Dios que se desarrolló delante de él. Escuchó con sus oídos las palabras que Él habló y

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también pudo tocarlo en sus manos. El conocimiento que el hombre poseyó de Cristo mientras Él

vivió sobre la tierra, fue obtenido exclusivamente por sus sentidos físicos. Pero esta revelación

física de Cristo no era suficiente para que el hombre creyese en Cristo como el Hijo de Dios o para

que entendiese la redención que hay en Él.

En Mateo 16.15-17, Pedro declaró que Cristo era el Hijo de Dios. Pero luego Cristo hizo una

extraña afirmación: “No te lo reveló carne ni sangre, mas mi Padre que está en los cielos”. Lo que

Pedro había visto, lo que había oído, y lo que había palpado concerniente a la vida de Cristo, por

medio de los cinco sentidos de su sistema nervioso (que estaban incrustados dentro de su carne), no

le habían dado este conocimiento. Le había venido como una revelación especial del Padre; sin

embargo, era sólo una revelación temporal, porque cuando Pedro vio con su sentido de la vista la

muerte de Cristo y tal vez tocó Su cuerpo sin vida, toda esperanza huyó de su corazón.

IV. La Muerte y la Resurrección de Cristo tales y como las vieron los Discípulos

Los discípulos se dieron cuenta del significado de la crucifixión de Cristo, de Su sepultura y de Su

resurrección, sólo por medio de sus sentidos físicos. Contemplaron a Cristo cuando fue azotado;

vieron los clavos metidos en Sus manos y en Sus pies. Escucharon Sus palabras: “¿Dios mío, Dios

mío, por qué me has desamparado?” Vieron y tocaron Su cuerpo al ser embalsamado para ponerlo

en el sepulcro.

Vieron también la piedra del sepulcro ya removida y la tumba vacía. Vieron, oyeron y tocaron el

cuerpo resucitado de Cristo. Le vieron ascender al cielo. Este conocimiento físico, no obstante, no

les dio la percepción del significado espiritual de la muerte, de la sepultura y de la resurrección de

Cristo. En la crucifixión del Señor solamente vieron Su sufrimiento físico. Nada supieron del

sufrimiento espiritual de Cristo cuando Su Espíritu fue hecho pecado. Nada supieron acerca de

dónde se encontraba el espíritu de Cristo o qué estaba haciendo Él durante todo el tiempo que Su

cuerpo físico permaneció en la tumba. Nada supieron de la conquista de Satanás por Cristo en Su

resurrección. Nada supieron de la ascensión de Cristo con Su propia sangre al Lugar Santísimo.

Nada supieron del ministerio de Cristo a la diestra del Padre después de que los dejó.

V. Se Necesitaba una Revelación

Fue necesario que el Espíritu Santo revelara la redención completa que fue efectuada dentro del

Espíritu de Cristo en Su muerte, en Su sepultura y en Su resurrección. 1 Corintios 2.6-16 habla de

esta revelación; esta sabiduría, como es llamada. Versículos 9-10: “Cosas que ojo no vio, ni oído

oyó... empero Dios nos lo reveló a nosotros por el Espíritu”.

Esta revelación tan necesaria no podía ser dada sino hasta después de Pentecostés, cuando el

Espíritu Santo vino a guiarlos a toda verdad. Ahora que hemos visto la necesidad de que nos fuese

revelada la redención, estudiaremos la identificación, o sea el corazón mismo del descubrimiento de

la redención.

VI. La Identificación con Adán

Romanos 5.12-21 nos da una descripción clara de la identificación.

Génesis 3 nos relata el pecado de alta traición de Adán, pero durante 4,000 años la revelación

guardó silencio sobre este asunto. Mas ahora Pablo nos declara que la raza humana estaba

identificada con Adán en su transgresión.

Romanos 5.12 dice: “Como el pecado entró en el mundo por un solo hombre, y por el pecado la

muerte, así la muerte pasó a todos los hombres” (Versión Hispanoamericana). La muerte que entró

en Adán pasó a todos los hombres. Notamos aquí que no es solamente la muerte física, sino también

la muerte espiritual, la naturaleza de Satanás.

Romanos 5.14-17 afirma que esta muerte reinó siempre, aun sobre aquellos que no habían

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cometido pecado de alta traición, porque por el uno (Adán), o por medio de la identificación con él,

los muchos habían muerto. Romanos 5.18 dice que por medio de la identificación con Adán, el

juicio vino sobre todos los hombres. El juicio de Adán se convirtió en el juicio de cada hombre.

En Romanos 5.19 se nos explica que por medio de Adán, o a causa de la identificación con él,

todos los hombres fueron hechos pecadores. Romanos 5.21 dice que “El pecado reinó para

muerte”.

De este modo, Pablo revela que al través de los siglos y hasta el tiempo presente, el pecado ha

reinado en el imperio de la muerte donde Satanás es Señor, por el hecho de que la raza humana

quedó identificada con el primer hombre, Adán.

Hay dos aspectos de la redención; el aspecto legal y el vital o físico. El legal es lo que Dios hizo

por nosotros en Cristo; el vital es lo que Dios hace en nosotros en Cristo. También en la caída del

hombre hay un aspecto legal y otro vital. El legal es lo que Satanás nos hizo en Adán, y el vital es lo

que Satanás hace en nosotros cuando por naturaleza somos hijos de ira.

Vital o físicamente, no estábamos en el jardín, con Adán; pero legalmente, su muerte, su esclavitud,

su juicio y todo lo que la muerte espiritual le ocasionó, llegó a ser nuestro también. Ahora Dios ha

redimido al hombre completamente de todos los resultados de la traición de Adán por medio de la

identificación de la raza humana con Su Hijo. Este es el mensaje revelado en Romanos 5.12-21.

Si el Señorío de Satanás sobre los humanos se debió a la identificación de la humanidad con Adán

en su crimen de alta traición, es legalmente posible destruir las obras de Satanás por la

identificación de la raza humana con el Hijo de Dios, el segundo Adán.

VII. La Identificación de Cristo con la Humanidad del Hombre

Estudiaremos ahora los pasos por los cuales el Hijo de Dios y la humanidad se identificaron en el

aspecto legal de la redención del hombre. El primer paso fue la identificación de Cristo con nuestra

humanidad. Esto se verificó en Su encarnación (Jn 1.14; He 2.14): “Así que, por cuanto los hijos

participaron de carne y sangre, El también participó de lo mismo”.

Como vimos ya en nuestra última lección, Él anduvo como el primer hombre debió haber andado,

haciendo la voluntad del Dios-Padre. Esto, sin embargo, no era una completa identificación con el

hombre. No se había identificado con la naturaleza del hombre. Si Cristo hubiera participado en Su

encarnación de la naturaleza que predominaba en el espíritu del hombre, hubiera estado

espiritualmente muerto durante Su ministerio terrenal. No hubiera podido agradar al Padre haciendo

Su voluntad ni tampoco revelarlo al hombre. Por lo tanto, Su identificación con la naturaleza

espiritual del hombre se verificó durante Su crucifixión, cuando llegó el tiempo para Él de cumplir

el propósito para el cual había venido al mundo.

Isaías 53.4-6 nos describe la identificación de Cristo con nuestra naturaleza de muerte espiritual. La

traducción directa del hebreo dice como sigue: “Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades y

sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas Él

herido fue por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades, El castigo de nuestro

bienestar fue sobre Él, y con sus llagas fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos

como ovejas y el Señor cargó en Él la iniquidad de todos nosotros”.

VIII. La Identificación de Cristo con la Naturaleza Pecaminosa del Hombre

La revelación que Pablo recibió y que nos narra en 2 Corintios 5.21, afirma que Dios realmente lo

hizo pecado por nosotros. Él no solamente llevó nuestros pecados, sino que la misma naturaleza

pecaminosa fue puesta sobre Él hasta que llegó a ser todo lo que la muerte espiritual había hecho

del hombre.

En la mente de Dios, no es Cristo quien está clavado en la Cruz, sino la raza humana. Así cada uno

de nosotros puede decir con Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado...” (Gá 2.20). En el

jardín no estábamos con Adán vitalmente, pero lo estábamos legalmente. Del mismo modo,

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vitalmente no estábamos con Cristo en la Cruz, pero allí estábamos legalmente. La identificación de

la raza humana con Cristo fue tan completa como lo fue la identificación con Adán. Ahora que la

identificación de Cristo con la humanidad era completa, comenzaron los pasos de la redención.

El primer paso fue pagar la pena que el hombre debía sufrir. El juicio pronunciado sobre el

hombre, cayó sobre Él y fue olvidado de Dios. Isaías 53.8 dice: “Fue arrebatado por un juicio

injusto, sin que nadie pensara en su generación. Fue cortado de la tierra de los vivientes. Y herido

por el crimen de mi Pueblo” (Versión de Straubinger). El juicio, el golpe, eran para el hombre, pero

Cristo tuvo que recibirlos porque Él y el hombre habían llegado a ser uno.

Él murió bajo el peso de nuestro juicio y nosotros morimos con Él. Y al pagar Él nuestra pena en el

infierno, nosotros estuvimos identificados con Él. El Salmo 88 nos retrata a un hombre justo en el

infierno sobre el cual se descarga la ira de Dios con toda severidad. Esta cae con severidad sobre Él

porque Él se hizo uno con nosotros por medio de la identificación.

Hechos 2.24-28 nos manifiesta el sufrimiento de Cristo en el infierno. Nos dice que Su alma no fue

dejada en el infierno (v. 27), sino que Dios le levantó, habiendo soltado los dolores de la muerte. La

palabra griega “dolores” significa “sufrimiento intenso”, señalando que cuando Cristo fue

levantado, Su espíritu fue soltado del sufrimiento intenso que soportó como nuestro sustituto del

pecado. Cristo sufrió hasta que Dios pudo justificar a la humanidad.

1 Timoteo 3.6 revela que Cristo fue justificado en Espíritu. Él, en la identificación, llegó a ser tan

absolutamente uno con nosotros, que necesitó también ser justificado cuando la pena del hombre

quedó pagada. (Rotherham dice que Cristo fue declarado justo en espíritu).

El siguiente paso en la redención consistió en que aquel que había sido hecho pecado, fuese

engendrado de Dios. Hebreos 1.5, al hablar de la resurrección de Cristo, dice que el Dios-Padre le

dijo: “Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy”. Hechos 13.33 dice: “La cual Dios ha cumplido a

los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús como también en el Salmo segundo está escrito:

Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy”.

Jesucristo, una vez que fue pagada la pena del hombre, tuvo que nacer de Dios y pasar de muerte a

vida exactamente como el hombre, porque se había identificado con nuestra muerte espiritual.

Después de que Cristo fue justificado en espíritu y nacido de Dios, conquistó a Satanás como

hombre. Es evidente que Satanás trató de retener a Cristo dentro de su autoridad. Y lo retuvo hasta

que Dios pudo declarar justo al hombre.

Romanos 4.25 (Versión de Rotherham) declara: “Quien fue entregado por nuestras ofensas y

resucitado para declararnos justos”. Cuando fuimos declarados justos, la Palabra de Dios revela

que Él fue hecho justo (1 Timoteo 316). Entonces fue engendrado de Dios, y en el poder de Su

Deidad se encaró a Satanás y triunfó sobre él como hombre.

Colosenses 2.15 dice: “Y despojando a los principados y a las potestades, los sacó a la vergüenza

en público, triunfando de ellos en sí mismo”. Los exhibió como Sus conquistas. Cristo fue el primer

hombre que se libertó de las garras de Satanás y triunfó sobre él. Cuando Él resucitó como hombre,

las fuerzas de Satanás fueron colocadas bajo Sus pies (Ef 1.20-23).

PREGUNTAS

1. ¿Cuál fue el objeto de la encarnación?

2. Cite tres pasajes de las Escrituras que hablen de la revelación dada a Pablo.

3. ¿Por qué fue necesario que se diera una revelación?

4. ¿Qué lugar tiene la Identificación en la redención?

5. ¿Qué le pasó al hombre a causa de su identificación con Adán?

6. Cite cinco pasajes de las Escrituras que hablen de la identificación del hombre con Adán.

7. ¿Por qué Cristo se identificó solamente con la humanidad del hombre en la encarnación?

8. ¿Cuándo se identificó Cristo con nuestra naturaleza espiritual?

9. ¿Por qué fue necesario para Cristo ser vivificado en el espíritu?

10. ¿Cuándo fue Satanás conquistado por Cristo en su calidad de hombre?

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Lección 21

NUESTRA IDENTIFICACIÓN CON CRISTO

En nuestra última lección estudiamos los pasos por los cuales fue efectuada nuestra redención en

Cristo, desde la hora de Su Crucifixión hasta el momento en que resucitó.

Cuando Cristo ascendió al cielo con Su propia sangre había obtenido ya la redención eterna para

nosotros sobre la base de Su muerte sustitutiva y de Su resurrección a favor nuestro: “Mas por Su

propia sangre, entró una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención” (He 9.12).

“Mas Cristo habiendo ofrecido a perpetuidad un sacrificio por los pecados, se sentó a la diestra de

Dios; aguardando lo que resta, hasta que Sus enemigos sean puestos por escabel de Sus pies.

Porque con una sola ofrenda ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados” (He

10.12-14 Versión Hispanoamericana).

Cuando Cristo se sentó a la diestra del Padre, el hombre ya había sido redimido perfectamente

porque fue identificado legalmente con Cristo en Su obra redentora.

Vimos en nuestra última lección que la muerte espiritual del hombre se debió a que había sido

identificado legalmente con Adán en la caída. Ahora estudiaremos los pasos de la identificación del

hombre con Cristo por los cuales quedó legalmente redimido de la muerte espiritual.

Los pasos son seis:

1. YO FUI CRUCIFICADO CON CRISTO

“Con Cristo he sido crucificado” dice Gálatas 2.20 (Versión Hispanoamericana. La versión de

Valera y otras versiones tradujeron erróneamente este versículo como: “Con Cristo estoy

juntamente crucificado”).

Romanos 6:6 dice: “Sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo para que el

cuerpo del pecado sea desecho, a fin de que no sirvamos más al pecado” (V. H.).

Romanos 4.25 nos dice: “El cual fue entregado por nuestras ofensas (o transgresiones), y

resucitado para nuestra justificación” (V. H.). Él fue entregado a causa de nuestras transgresiones.

En la cruz, Dios le hizo pecado por nosotros. El cargó con nuestra muerte espiritual y nuestras

transgresiones. Se identificó con nosotros en la cruz. Fue nuestro substituto.

2. YO MORÍ CON CRISTO

Romanos 6.5 dice (V. H.): “Porque si hemos sido unidos con El en una muerte como la suya”. Y

Romanos 6.8: “Mas si hemos muerto con Cristo” (V.H.). Al morir Él, morimos con Él. Cristo no

hubiera muerto físicamente si antes no se hubiera puesto sobre Su Espíritu nuestra muerte espiritual.

Por lo tanto, como consecuencia de nuestra identificación con Él en la crucifixión tuvo que sufrir la

muerte de Su cuerpo que ya entonces se había hecho mortal, “sujeto a muerte” como aconteció con

Adán cuando murió espiritualmente. Nosotros morimos con Él. Cuando Su espíritu dejó Su cuerpo

físico y fue al infierno, nosotros estuvimos ahí identificados con Él.

Puede haber objeciones con respecto al significado de las palabras de Cristo dichas al ladrón

arrepentido en el momento de la crucifixión. Alguien podría preguntar: “¿Qué quiso decir el

Maestro cuando dijo al ladrón en la cruz: De cierto te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso?”

El no dijo: “Yo estaré contigo en el Paraíso hoy”. Lo que dijo en realidad fue: “De cierto, de cierto

te digo hoy, te encontraré en el Paraíso”. Jesús no podía ir al Paraíso hasta no haber pagado la pena

de las transgresiones del Antiguo Pacto que estaban cubiertas por la sangre.

3. YO FUI SEPULTADO CON CRISTO

Romanos 6.4 dice: “Fuimos, pues, por el bautismo sepultados juntamente con Él en muerte”; y

Colosenses 2.12 afirma: “Fuisteis sepultados con Él en el Bautismo” (V. H.) El bautismo tipifica

nuestra sepultura con Cristo; Su cuerpo permaneció en la tumba, pero Su espíritu sufrió en el

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infierno cuando pagó la pena que le correspondía pagar al hombre. Y Cristo pudo adecuadamente

pagar esa pena y satisfacer las demandas de la Justicia, porque se había identificado con el hombre.

La pena que Él pagó no fue la suya, sino la del hombre con el cual se había hecho uno. En la mente

de Dios éramos tú y yo los que estábamos en aquel lugar de tormento soportando el juicio que nos

correspondía. Sobre la base de esta identificación todo aquel que recibe la obra redentora de Cristo

no necesita ir al infierno, porque queda libre; entre tanto, todo aquel que rechaza la redención de

Cristo, debe ir allí.

Al quedar pagada la pena por el pecado de alta traición, el hombre fue libertado de la esclavitud de

Satanás.

En Romanos 6.1-11, donde se nos habla de nuestra identificación con Cristo en su crucifixión, en

su muerte y en su sepultura, se revelan los siguientes hechos: el cuerpo del pecado, o el cuerpo de la

muerte espiritual, fue destruido (Ro 6.6); el hombre fue libertado de la muerte espiritual (Ro 6.7)

porque murió en Cristo y pagó adecuadamente la pena que merecía; cuando la pena fue pagada, el

hombre quedó justificado o declarado justo delante de Dios. Nos alegra saber el significado de la

palabra “justicia”.

Sócrates, llamado el padre de la filosofía, pensaba que antes de poder hablar inteligentemente sobre

cualquier asunto debería uno definir los términos que va a usar. La palabra “justicia” significa “la

capacidad del hombre para estar en la presencia de Dios tan libre de pecado y de condenación como

si nunca hubiera existido en su espíritu la muerte espiritual”.

Cuando Dios pudo declarar al hombre justo y legalmente libre de la muerte espiritual, tuvo el

derecho de impartir vida, Su propia naturaleza, al espíritu del hombre. De modo que, después de

que Cristo fue declarado justo en Su espíritu porque nuestra pena había sido pagada, fue resucitado.

La identificación del hombre con Cristo, que había sido completa en la cruz, continúa, y el siguiente

paso es:

4. YO FUI RESUCITADO CON CRISTO

Colosenses 2.13 dice: “Y a vosotros, los que estabais muertos por los delitos y por la

incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con Él”. Y Efesios 2.5 declara: “Cuando

estábamos aún muertos en los pecados, nos vivificó juntamente con Cristo” (Versión de

Straubinger). Cuando Dios levantó a Cristo de entre los muertos, dijo: “Tú eres mi hijo, yo te he

engendrado hoy” (He 1.5; Hch 13.33).

Él fue el primogénito de los muertos. Fue el primer hombre nacido de la muerte espiritual a la vida

eterna. Fue el primer hombre sobre el cual fue quebrantado el dominio de la muerte.

Romanos 6.9-10 nos dice: “La muerte ya no puede tener dominio sobre Él; porque la muerte que

Él murió, la murió al pecado una vez para siempre” (Versión de Straubinger). Cuando se identificó

con nosotros en la cruz, la muerte tenía dominio sobre Él, pero al pagar nuestra pena, ese dominio

fue roto y Él quedó Liberado.

Él murió al pecado y fue engendrado de Dios en el reino de la vida. Romanos 8.29 dice: “Porque

Él, a los que preconoció, los predestinó a ser conformes a la imagen de Su Hijo; para que Éste sea

el primogénito entre muchos hermanos” (Versión de Straubinger). Los “muchos hermanos” fueron

legalmente identificados con Él en Su nacimiento de la muerte a la Vida, pero Él fue el primero que

lo experimentó; fue el primogénito. Al tener vida legalmente con Cristo, fuimos conformados a Su

imagen.

La palabra “conformar” significa hacer algo exactamente semejante. Significa hacer algo de

acuerdo con cierto modelo. Él, al ser hecho pecado, en la crucifixión, fue conformado a nuestra

imagen, la imagen de la muerte espiritual. Cuando Él resucitó, nosotros resucitamos con Él. Con Él

nosotros somos conformados a la imagen de este primogénito. Todo lo que Él es, lo somos

nosotros. He aquí la razón por la cual somos coherederos con Él. Nosotros fuimos engendrados de

la muerte a la vida con Él.

En Romanos 6.11, Pablo nos dice que debemos tenernos por muertos para el pecado y vivos para

Dios tanto como Cristo ha muerto al pecado y está vivo a Dios. La razón para ello estriba en que

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juntos fuimos engendrados de nuevo, y juntos recibimos vida legalmente. Todo aquel que recibe

esta vida de Dios, es, en efecto, engendrado de muerte a vida, cuando personalmente acepta a

Jesucristo como su Salvador.

Nuestra identificación con Cristo en su muerte y en Su resurrección significa en realidad esto: es

como si Adán hubiera ido al Infierno, sufrido el juicio que le correspondía y hubiera sido libertado;

libertado de la esclavitud de la muerte espiritual, legalmente absuelto de su crimen de alta traición;

y como si se le hubiera dado de nuevo el derecho de recibir la vida eterna y de andar en amistad y

compañerismo con Dios.

Si Adán hubiera podido hacer esto, el género humano que fue identificado con él en su muerte

espiritual, jamás hubiera estado bajo el dominio de la muerte; pero Adán, no lo pudo hacer. Dios, en

Su grande amor con que nos amó, envió a Su Hijo para realizarlo. En Adán toda la humanidad

murió espiritualmente, y como base de la identificación con Cristo en Su muerte, sepultura y

resurrección, toda la humanidad ha resucitado legalmente: “Porque así como en Adán todos

mueren; así también en Cristo todos serán vivificados” (1Co 15.22).

El hombre o la mujer que ha aceptado a Cristo como Salvador y Señor puede andar en

compañerismo con el Padre tan libre del dominio de Satanás, como si Adán nunca hubiera pecado,

o como sí nunca hubiera muerto espiritualmente. En el nuevo nacimiento, el hombre pasa de la

autoridad de Satanás al Señorío de Cristo: “El nos ha arrebatado de la potestad de las tinieblas, y

nos ha trasladado al reino del Hijo de Su amor” (Col 1.13 Versión de Straubinger).

Ello se debe a que cuando Cristo fue liberado de la muerte a la vida, el hombre fue realmente

liberado con Él. Todo lo que Cristo hizo no lo hizo para Sí sino para el hombre. Después de que

Cristo fue liberado de la autoridad de Satanás, el siguiente paso fue despojarse de las fuerzas

satánicas.

La Palabra de Dios nos dice en Efesios 1.20-23 que cuando Dios levantó a Cristo de entre los

muertos lo ensalzó a lo sumo muy por encima de todo principado, y potestad, poder y señorío, y

sobre todo nombre que se nombra no solamente en este siglo, sino en el venidero.

5. YO FUI LEVANTADO CON CRISTO

“Y juntamente nos resucitó” (Ef 2.6). Nuestra lucha aquí, es contra los principados, contra las

potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra las huestes espirituales de

iniquidad en las regiones celestiales.

Efesios 6.12, dice: “Porque no es nuestra lucha contra la carne y la sangre, sino contra los

principados, contra las potestades, contra los poderes de este mundo en tinieblas, contra los

espíritus malos que tienen su morada en los aires” (Versión Española A.F.E.B.E.). Tales son los

gobernantes a quienes Cristo desarmó y ostentó como trofeos de guerra en la misma sala del trono

satánico: “Y despojando a los principados y potestades, los expuso a pública vergüenza, triunfando

sobre ellos en la cruz” (Col 2.15 Versión Española A.F.E.B.E.).

“Para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo” (He 2.14).

Otra versión del griego dice: “El dejó sin poder al que tenía el dominio de la muerte, esto es, al

diablo”. Nosotros estuvimos identificados con Cristo en esta victoria sobre Satanás. Fue sólo por

causa de nuestra identificación con Él, que triunfó así sobre Satanás, porque Él siempre fue más

poderoso que el diablo.

Fue por razón de Su identificación con nosotros, que como hombre tuvo que enfrentarse a Satanás

en sus propios dominios y conquistarlo. Él se presentó allí como nuestro Representante y Sustituto.

Su victoria fue la nuestra. Cuando Él despojó a Satanás de su autoridad, fue como si nosotros

mismos lo hubiéramos hecho.

Después de la justificación de Jesús, Satanás ya no tenía dominio sobre Él. Nuestra identificación

con Cristo nos hace tan libres como Jesús lo es.

6. YO FUI SENTADO CON CRISTO

Después de que el Espíritu de Cristo fue liberado del infierno, entró a Su cuerpo, levantándolo a la

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inmortalidad: “Con previsión habló de la resurrección del Cristo, que ni fue abandonado en el

infierno, ni Su carne vio la corrupción” (Hch 2.31 Versión A.F.E.B.E.). Antes de Su ascensión para

sentarse a la diestra del Padre, apareció a Sus discípulos diciéndoles que le había sido dada toda

autoridad en el cielo y en la tierra: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt 28.18).

Como hombre, poseía autoridad sobre los gobernadores del mundo de estas tinieblas espirituales.

Con esa autoridad se sentó a la diestra del Padre. Lo hizo por nosotros y para nosotros. Hechos

2.34-35 dice: “Porque David no subió a los cielos; empero el dice: Dijo el Señor a mi Señor,

siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”. En Hebreos 1.13,

tenemos un cántico de alabanza dirigido al Hijo en que el Padre dice: “Siéntate a mi diestra hasta

que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.

Hebreos 10.13 nos dice que Él está esperando a que Sus enemigos vengan a ser el estrado de Sus

pies. Estudiemos esto en relación con Efesios 1.20-23: “Qué obró en Cristo resucitándolo de entre

los muertos, y sentándolo a Su diestra en los cielos, por encima de todo principado y potestad y

poder dominación, y sobre todo nombre que se nombre, no sólo en este siglo, sino también el

venidero. Y todo lo sometió bajo Sus pies, y lo dio por Cabeza suprema de todo a la iglesia, la cual

es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo” (Versión de Straubinger).

Él puso legalmente todas las cosas bajo Sus pies (esto es, bajo Su cuerpo, la Iglesia) en Su

resurrección, y está esperando hoy que Sus enemigos (enemigos del hombre: Satanás, el pecado, la

enfermedad) sean vitalmente puestos bajo Sus pies.

Nosotros estamos sentados con Él: “Y juntamente con Él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos

en Cristo Jesús” (Ef 2.6 Straubinger). Él está esperando que nosotros, en Su Nombre, tomemos

vitalmente lo que ya es nuestro legalmente, y que en Su Nombre pongamos todos nuestros

enemigos bajo nuestros pies a fin de que reinemos como reyes con Él.

Lean y estudien con mucho cuidado Romanos 5.17. La identificación del hombre con Cristo ha

destruido la obra de Satanás en la humanidad por la identificación del hombre con Adán.

IDENTIFICADO

(E. W. Kenyon)

En la hora negra de la cruz

con Cristo me identifiqué;

cuando por todos Él murió;

con Cristo me identifiqué.

Cuando Su cuerpo traspasado

hasta el sepulcro descendió,

con Cristo me identifiqué;

a los abismos del infierno

donde Su espíritu bajó,

con Cristo me identifiqué.

En su resurrección, poder y gloria,

con Cristo me identifiqué;

hoy que a la diestra de Dios mora,

también soy uno yo con Él.

PREGUNTAS

1. Mencione y discuta con amplitud los seis pasos de nuestra identificación con Cristo citando

pasajes de las Escrituras para cada uno de ellos.

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90

Lección 22

LAS DOS CREACIONES DE DIOS

En nuestra última lección que trató de la identificación con Cristo, estudiamos los pasos por los

cuales Dios efectuó una nueva creación en Cristo. Cuando Cristo fue vivificado de la muerte

espiritual, se levantó, como el primogénito entre muchos hermanos.

Romanos 8.29 dice: “Porque a los que antes conoció, también predestinó para que fuesen hechos

conformes a la imagen de Su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos”. Él fue

el primogénito entre muchos Hijos de Dios.

Él fue el Primogénito de los muertos: “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi hijo eres

tú, y yo te he engendrado hoy? Y otra vez: Yo seré a El Padre, y él me será a mí hijo? Y otra vez,

cuando introduce al Primogénito en la tierra, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios” (He 1.5-

6). Él fue el primer hombre de todas las épocas de la historia humana nacido de la muerte espiritual

al reino de la vida: “Y Él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia; Él que es el principio, el

primogénito de los muertos, para que en todo tenga el primado” (Col 1.18). Él es la cabeza de una

nueva creación. Él es la cabeza de una nueva especie, de un nuevo tipo de hombres.

Es Él la cabeza de una creación de hombres liberados del dominio satánico. Siempre que algún

hombre acepta a este Hijo de Dios como Salvador y Señor, pasa de muerte a vida (Jn 5.24). “De

modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son

hechas nuevas” (2Co 5.17). Esta nueva creación en Cristo, siendo una creación espiritual, es tan

real como la creación en Adán. En este estudio vamos a comparar estas dos creaciones.

I. La Creación en Adán

La creación del universo y la creación del hombre, como cúspide de la creación, nos señalan a un

Creador inteligente y omnipotente. Sólo aquel que esté cegado por la terquedad de no creer en Dios

podrá afirmar lo contrario. Diremos brevemente lo que el hombre debe creer si se rehúsa a aceptar

la existencia de un Creador inteligente.

He aquí lo primero a que el hombre se enfrenta: existe. Aquí por lo menos está seguro de su

conocimiento. Como hombre, existe. ¿Pero cómo llegó a existir? Vive en un mundo rebosante de

vida, pero ¿en qué forma comenzó esta vida? Afirmar que el hombre arranca su existencia de una o

múltiples generaciones es simplemente dejar la dificultad en donde está.

¿De dónde vino el primer hombre? ¿Cómo comenzó la vida? Hasta el día de hoy la ciencia no ha

podido dar ninguna respuesta, ni siquiera una hipótesis. La única respuesta que la ciencia puede dar

es que la vida surgió de la muerte, de la nada. El hombre de ciencia que rechaza a Dios debe aceptar

como base misma de su creencia una teoría que no sólo carece de pruebas, sino que contradice todo

lo que hoy sabemos sobre el particular. Todo experimento científico ha demostrado que la vida no

puede generarse independientemente de otra vida anterior; que la materia inanimada no puede

convertirse en vida excepto bajo la influencia de materia ya viva, y que la vida es producida sólo

por la misma Vida.

Aquel que rechaza a un Creador replica que, aunque no pueda probar que haya habido generación

espontánea, ésta pudo haber tenido lugar hace billones de años. Afirma también que solamente

habría sido necesario un germen de materia viva. Desde luego, da por hecho que existió este germen

primero de vida. Pero debe creer que dicho germen tenía como algo inherente todas las

posibilidades para el desarrollo de la vida en cada reino.

Ahora bien, ¿puede un hombre honrado creer que existió un germen vivo de materia que poseía las

potencias y capacidades para el desarrollo del universo con sus formas de vida altamente

complicadas e inteligentemente organizadas, en vez de creer en un Creador inteligente? ¿Podremos

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aceptar que un ser consciente e inteligente como el hombre, que se conmueve con el anhelo de la

inmortalidad, podría haber sido formado de materia inconsciente y desprovista de inteligencia?

¡No! La creación del hombre señala hacia un creador inteligente. La creación de Adán revela a un

creador sabio y lleno del más tierno amor y cuidado para el hombre. Al estudiar la creación a través

de los potentes telescopios, descubrimos que los planetas, las estrellas y las nebulosas fueron

formados de acuerdo con un plan sujeto a orden y leyes; por otro lado, también a través de los

poderosos microscopios observamos que las mismas leyes y el mismo orden prevalecen en las

formas infinitesimales de vida, en las cuales se ha puesto el mismo cuidado y diseño que caracteriza

a todas las formas de vida.

El mismo Creador que pintó con admirable destreza un crepúsculo y un arcoiris, ha puesto su toque

de brillantes colores en cada pluma de los pajarillos. Y porque el Creador supo que el hombre sería

curioso y estudiaría la vida a través de poderosos lentes artificiales con sumo cuidado y reflexión

hizo también la más pequeña forma de vida, con toda delicadeza y hermosura. Algunas formas de

vida son tan pequeñas que veinte de ellas pueden caber en una sola gota de rocío. Sin embargo, cada

una de ellas ha sido exquisita y bellamente diseñada.

II. El Lugar que el Hombre Tiene

Cabría preguntar: ¿cuál es el propósito de todo este cuidado y de toda esta previsión manifestados

en la creación entera? La respuesta la encontramos en el Hombre. Cada paso en la creación señala al

hombre como meta. La tierra, con sus depósitos de carbón, de minerales y de aceite; con sus

campos floridos, sus frutos, sus vegetales, sus bosques, su ganado y su belleza, es para el hombre.

Nos damos cuenta de que al preparar el hogar para el hombre, el Creador puso tanta solicitud y

esmeró al diseñar cada partícula de polvo como al sembrar de estrellas el espacio infinito.

¡Cuánta exactitud, cuánta previsión, cuánto amor se manifiesta en todo lo que Dios hizo para el

hombre, al cual creó a Su propia imagen para que juntamente con Él señorease en la creación! La

creación del género humano comenzando con Adán (Su primer hombre), revela el amor infinito del

Creador por el hombre y el lugar que éste tiene en Sus planes. Pero volvámonos ahora a la nueva

creación en Cristo para ver lo que nos revela acerca del Creador.

III. La Creación en Ruinas

Ya vimos en nuestro estudio anterior que una catástrofe había arruinado esta creación y la vida de

aquel que fue creado a la imagen de Dios. La muerte espiritual, la naturaleza de Satanás, entró al

espíritu del hombre alejándolo de Dios (Gn 3).

En esa condición de muerte espiritual, el hombre debe haber contemplado la creación maldita por

Satanás y debe haber pensado que Dios, si es que existía, había estado inactivo y solamente como

un espectador, frente a los acontecimientos terrenales. Las fuerzas de la naturaleza que son tan

benignas para con el hombre, son al mismo tiempo destructivas en grado sumo e indiferentes hacia

la vida humana. Parece que en cada uno de los elementos hay una bendición y una maldición. El

sol, los vientos, el agua, y el fuego, son benéficos, pero también, con frecuencia traen sufrimiento y

muerte.

Pero durante el imperio de la muerte espiritual el Creador estuvo muy lejos de permanecer inactivo.

No estuvo menos activo y previsor hacia el hombre que cuando preparaba el advenimiento de Adán

a este mundo. A través de los siglos, en la historia de la humanidad, cada paso, cada trato de Dios

con el hombre, se ha dirigido hacia una meta: hacia la nueva creación, la creación espiritual del

hombre a quien habría de liberar por completo de la muerte espiritual y del dominio satánico.

No menos previsión, no menos cuidado, no menos amor se prodigaron en los preparativos de la

nueva creación que los que se habían prodigado en la antigua creación del hombre. Si la primera

creación revela el amor del Creador por el hombre, ¡cuánto más la nueva!

Si la primera creación nos da un vislumbre del lugar que Dios tiene para el hombre en Su plan,

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¡cuánto más la nueva! El solo poder creador no hubiera producido esta nueva creación. No hubiera

sido posible crearla en el paraíso.

IV. La Nueva Creación en Cristo

En nuestra última lección estudiamos los pasos por los cuales fue realizada la nueva creación.

Solamente el Hijo de Dios al tomar nuestro lugar en la muerte espiritual, al sufrir la pena que nos

correspondía y al pagar por ella, pudo hacer que la nueva creación fuese una posibilidad. ¿Había

estado inactivo el Dios de la Creación durante los siglos de dolor y de miseria humanos? No, Él, el

Creador, había asumido las responsabilidades del pecado del hombre. El Hijo de Dios, Aquel que

existía en términos de igualdad con Dios, no solamente se había conmovido ante el sufrimiento

causado por la muerte espiritual, sino que Él mismo lo había asumido, llevando el castigo y

sufriendo en lugar de la humanidad para que el hombre no tuviera que sufrir.

La primera creación se verificó en un paraíso y salió fresca de las manos del Creador. La nueva

creación en Cristo tuvo lugar en el infierno. El infierno había sido preparado para el diablo y sus

huestes, y en este lugar pavoroso sufrió el Hijo de Dios hasta que las demandas de la justicia fueron

satisfechas. Entonces fue vivificado y nosotros fuimos legalmente vivificados con Él: “Aun estando

nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo” (Ef 2.5).

Este fue el lugar donde la nueva creación se efectuó legalmente. Fue allí donde el hombre

espiritualmente muerto, una vez que hubo sido justificado, fue conformado legalmente a la imagen

del Hijo de Dios: “Porque a los que antes conoció, también predestinó para que fuesen hechos

conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Ro

8.29).

Y Cristo se levantó como el primogénito de muchos hermanos porque nosotros fuimos declarados

justos: “El cual fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación” (Ro

4.25). Su alma no fue dejada en el Infierno: “Que no dejarás mi alma en el infierno” (Hch 2.27).

“Viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el infierno, ni su

carne vio corrupción” (Hch 2.31). “Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte” (Hch

2.24). Cuando Dios vivificó a Cristo, fue liberado de las intensas agonías que había sufrido en Su

condición de muerte espiritual. Este fue el origen de la nueva creación en Él.

La primera creación había sido hecha a la imagen de Dios como la corona y el clímax de toda la

creación. La nueva creación fue realizada en el infierno, conformada a la imagen del Hijo de Dios,

un coheredero con Él. Tal es el precio que el Dios-Padre pagó por la nueva creación. No podemos

estimar con palabras lo que la nueva creación significa para Él.

Hemos tratado el aspecto legal, de lo que Dios hizo por el hombre en Cristo. El hombre entra vital y

realmente en la nueva creación al recibir a Cristo en lo personal como su Salvador y Señor (Ro

10.9-10). 2Co 5.17 afirma que el hombre es hecho una nueva creación en Él. Estudiemos ahora la

actitud del Padre hacia la nueva creación en su aspecto actual.

¿Es el Creador en la actualidad indiferente hacia la nueva creación en Cristo? ¡No! Porque Su

interés está concentrado en la nueva creación. Cada sueño, cada plan para el hombre, sólo encuentra

su realización en la nueva creación.

Estudiemos ahora lo que Dios ha dicho acerca de la nueva creación. Él declara que la nueva

creación ha sido hecha justa: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios...” (Ro 5.1

Straubinger). También afirma el autor de Romanos que Jesús, el propio Hijo de Dios, es la

justificación del hombre que ha llegado a ser una nueva creación en Él.

1 Corintios 1.30 afirma: “Mas de Él sois vosotros en Cristo Jesús” (esta es una descripción de la

nueva creación engendrada por Dios en Cristo), el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, y

justificación, y santificación y redención. Sin embargo, estas declaraciones son insuficientes para

describir la justicia del nuevo hombre que Él ha creado. No pudo haberlo explicado mejor que

cuando afirma que la nueva creación ha venido a ser la misma justicia de Dios en Él: “Al que no

conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en

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El” (2Co 5.21).

La nueva creación está tan libre del imperio de Satanás como lo está Cristo. El nuevo hombre ha

sido libertado por completo de la autoridad satánica: “Que nos ha librado de la potestad de las

tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col 1.13).

Por lo que a la nueva creación se refiere, Satanás no existe: “Para destruir por la muerte al que

tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo” (He 2.14). Satanás es el padre y el amo del

hombre natural y el gobernador de los dominios de la muerte, pero para la nueva creación, es como

si no existiera, legalmente hablando.

Romanos 6.1-13 demuestra que la nueva creación es tan libre del imperio de la muerte espiritual

como Cristo lo es. El primer hombre era un súbdito de Dios, pero el nuevo hombre es un coheredero

con Jesucristo: “El espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios; y si

hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Ro 8.16-17).

El Dios-Padre contempla a la nueva creación como contempla a Cristo. El nuevo hombre no

pertenece al mundo y no tiene más parte en sus relaciones con Satanás que la que tuvo Cristo:

“Ellos no son del mundo como tampoco yo soy del mundo” (Jn 17.16).

El Dios-Padre ama al nuevo hombre como ama a Cristo. Juan 17.23 dice: “Y que el mundo conozca

que tú me enviaste, y que los has amado como también a mí me has amado”.

El Padre escucha las peticiones de la nueva creación de la misma manera que escuchó a Cristo,

porque la nueva creación ora en el Nombre de Jesús: “De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto

pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará” (Jn 16.23-24). ¡Cuán ilimitada en poder y autoridad

es la vida de todo el que ha sido hecho una nueva creación en Él!

PREGUNTAS

1. Explique la siguiente frase en Romanos 8.29 “Para que Él sea el primogénito entre muchos

hermanos”.

2. ¿Qué tiene que admitir el que niega la existencia de un Creador con respecto a la creación del

hombre?

3. Diga por qué la Creación del hombre señala a un Creador inteligente.

4. ¿Cómo demuestra la creación el cuidado de Dios por el hombre?

5. ¿Qué precio pagó Dios por la nueva creación?

6. ¿Por qué fue necesario hacer una nueva creación?

7. Diga cuán ilimitada en poder y autoridad es la vida del hombre que ha sido hecho una nueva

creación en Él.

8. ¿Qué tan justo es este nuevo hombre en Cristo?

9. ¿Cuál es la actitud del Padre hacia él?

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Lección 23

EL NOMBRE DE JESÚS

Estudiamos en nuestra última lección que Dios había efectuado en Cristo, una nueva creación.

Vemos también que sobre la base de la redención en Cristo, todo aquel que recibe al Salvador se

convierte en una nueva criatura, en una persona nueva.

Vimos, en efecto, que cuando una persona recibe a Jesucristo como su Salvador y Señor se realiza

una nueva creación dentro de su espíritu. La muerte espiritual es arrancada de su espíritu y él es

liberado por completo del dominio mortal satánico: “Que nos ha librado de la potestad de las

tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col 1.13).

Entonces le es impartida a su espíritu la vida eterna, la naturaleza de Dios. Es esta la nueva creación

que se efectúa; su espíritu es engendrado de Dios: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es

nacido de Dios” (1Jn 5.1).

“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida” (1Jn 5.12).

Todo el que se ha convertido en una Nueva Criatura en Él (2Co 5.17), se ha convertido en hijo de

Dios y coheredero con Cristo: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos

de Dios; y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo” (Ro 8.16-17).

2 Corintios 5.17 dice: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he

aquí todas son hechas nuevas”.

I. Necesidad del Nombre

Aunque aquel que ha sido hecho una nueva creación en Cristo es trasladado del dominio de Satanás,

no obstante, permanece en un mundo gobernado por el diablo.

En 2 Corintios 4.4, Satanás es llamado el dios de este siglo: “En los cuales el dios de este siglo

cegó”. En Efesios 2.2, es llamado el príncipe de la potestad del aire: “En que en otro tiempo

anduvisteis conforme a la condición de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el

espíritu que ahora obra en los hijos de desobediencia”. Cristo lo llamó el príncipe de este mundo.

Satanás y sus fuerzas todavía tienen la oportunidad de atacar al hijo de Dios por medio de

tentaciones y pruebas. El aire que nos rodea está lleno de fuerzas hostiles que intentan destruir

nuestro compañerismo con el Padre Celestial y privarnos de ser útiles en el servicio del Maestro.

Nuestro Padre ha preparado el arma para que la usemos en esta lucha contra Satanás, y no sólo para

nosotros mismos, sino también para los hombres dominados por Satanás que nos rodean.

Esa arma es el Nombre de Jesús. Pero antes de estudiar la autoridad conferida a tal Nombre,

estudiaremos cómo lo obtuvo.

II. La Triple Grandeza del Nombre

Hay autoridad en el Nombre de Jesús porque Él heredó Su nombre; porque alcanzó la autoridad de

Su nombre por medio de conquistas, y porque Su nombre le fue conferido.

En primer lugar, solo podemos medir lo grandioso del Nombre de Jesús al darnos cuenta que este

Nombre lo heredó de Dios, el Creador: “En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo; al cual

constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo, el cual, siendo el resplandor de

Su gloria, y la misma imagen de Su sustancia... alcanzó por herencia más excelente nombre que

ellos” (He 1.2, 4).

Como Aquel que es la imagen exacta de la sustancia del Padre, Su misma refulgencia y el heredero

de todas las cosas, ha heredado Su Nombre y la grandeza de Él de Su Padre. El Poder de Su

Nombre entonces sólo puede medirse por el poder de Dios.

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En segundo lugar, Él logró la autoridad de Su Nombre por medio de conquistas. Col 2.15 afirma:

“Y despojando los principados y las potestades, las sacó a la vergüenza en público, triunfando

sobre ellos en sí mismo”. El cuadro que se nos presenta aquí es el de Cristo trabado en terrible

combate contra las huestes de las tinieblas. Este pasaje nos hace entrever la formidable victoria que

obtuvo antes de que se levantara de entre los muertos.

Es evidente que todas las huestes demoníacas, cuando vieron a Jesús bajo su poder intentaron

sencillamente hundirlo, abatirlo; y lo mantuvieron en espantosa esclavitud hasta que del trono de

Dios salió la voz potente del Señor diciendo que Jesús había satisfecho las demandas de la justicia,

que el problema del pecado estaba liquidado y que la redención del hombre era una realidad.

Cuando esta voz llegó a las regiones tenebrosas, Jesús se levantó, arrojó de sí a las huestes de

demonios y se trabó en tremendo combate con Satanás, como se describe en Hebreos 2.14: “A fin

de que por medio de la muerte paralizara a aquel que tenía el dominio de la muerte, esto es, al

diablo” (Versión de Rotherham).

En otras palabras, después de que Cristo se hubo deshecho de las fuerzas demoníacas y de la

tremenda carga de la culpa, del pecado y de la enfermedad que había llevado allí con él, luchó

contra Satanás, lo conquistó, y lo dejó paralizado, flagelado y derrotado. Las palabras que Jesús usó

en Lucas 11.21-22 se han cumplido: “Cuando el fuerte, armado guarda su atrio, en paz está lo que

posee. Mas si sobreviniendo otro más fuerte que él, le venciere, le toma todas sus armas en que

confiaba, y reparte sus despojos”.

Así, cuando Cristo se levantó de entre los muertos, no solamente tenía las llaves de la muerte y del

infierno, sino que también poseía la armadura en que Satanás confiaba. Había derrotado al diablo;

había derrotado a todo el infierno y se irguió ante los tres mundos, el cielo, la tierra y el infierno

como el vencedor indiscutible del viejo enemigo del hombre. Conquistó a Satanás delante de sus

propios cortesanos, delante de sus servidores en las regiones tenebrosas de los condenados, y allí se

irguió como el Vencedor y el Señor absoluto.

No es de extrañarnos que recién alcanzadas tales victorias haya dicho a los discípulos: “Toda

potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt 28.18). Él se destaca como el Señor y el

gobernador del universo. Toda esta autoridad sobre los dominios de Satanás le ha sido conferida a

ese Nombre. El poder para liberar al hombre de su pecado, de sus enfermedades o de cualquiera otra

influencia satánica, le ha sido conferido también a ese Nombre.

En tercer lugar, la grandeza de Su Nombre le fue conferida u otorgada. En Filipenses 2.9-10

leemos: “Por lo cual Dios también le ensalzó a lo sumo, y le dio un Nombre que es sobre todo

nombre, para que en el Nombre de Jesús se doble toda rodilla, de los que están en los cielos, y de

los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; toda lengua confiese que Jesucristo es Señor

para la gloria de Dios Padre”.

Lo que inferimos es que había un Nombre conocido en el cielo y desconocido en todas partes, y que

ese Nombre se guardaba para conferirse a alguien que lo mereciera; y a Jesús, al que nosotros

conocemos, al Hijo Eterno de Dios como es conocido en el seno del Padre, le fue dado este

Nombre, para que ante Él se doble toda rodilla en los tres mundos: el cielo, la tierra y el infierno, y

toda lengua confiese que Él es Señor de los tres mundos para gloria de Dios el Padre.

III. ¿Por qué se le Dio Este Nombre?

Cabría preguntar ahora: ¿Por qué se le dio este nombre? Notemos este hecho tremendo: cada

mención que se hace del Nombre que Él heredó, conquistó o se le confirió, demuestra que recibió la

grandeza de Su Nombre después de que resucitó de entre los muertos.

Hebreos 1.3-7 nos señala que Él heredó Su Nombre cuando fue vivificado de la muerte espiritual

(v. 5). Fue entonces cuando Dios le dijo: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”.

Hechos 13.33 revela que esto ocurrió en Su Resurrección: “La cual Dios ha cumplido a los hijos de

ellos, a nosotros resucitando a Jesús; como también en el Salmo segundo; está escrito, Mi Hijo eres

tú, yo te he engendrado hoy”.

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Después de Su Resurrección fue cuando Él reveló que le había sido otorgada autoridad plena en el

cielo y en la tierra.

Efesios 1.19-23 dice que fue colocado por encima de todo poder y dominio.

Filipenses 2.8-10 revela que fue después de Su resurrección cuando se le confirió el Nombre que es

sobre todo nombre, y cuando el Dios-Padre lo exaltó a lo sumo.

Cabría preguntar además: ¿Por que se le confirió este Nombre? ¿Por qué fue investido de tanta

autoridad y dominio? ¿Fue por Él mismo? Durante casi 2,000 años que ha estado a la diestra del

Padre, ¿lo ha usado o ha tenido necesidad de Él? Las Escrituras no insinúan nada sobre si Jesús

haya usado Su Nombre o lo haya necesitado. El gobierna la creación con Su Palabra y existe sobre

una base de igualdad con Dios.

Cada vez que se menciona en las Escrituras el Nombre de Jesús se hace en relación con Su Cuerpo,

la Iglesia. Ese Nombre le fue dado para que la Iglesia hiciera uso de Él. Los que tienen necesidad de

echar mano de Su Nombre son todos aquellos que han sido hechos coherederos con Él y están aquí

asociados con hombres y mujeres que necesitan ser libertados de Satanás.

Todo lo que Él tiene por herencia, lo tiene en ese Nombre; todo lo que Él ha realizado, lo ha

realizado en ese Nombre; y ese Nombre es para el hombre. Dios ha hecho esta inversión para la

Iglesia. Él ha hecho este depósito sobre el cual tiene derecho la Iglesia para tomar lo que necesite y

cuando lo necesite. El Nombre que contiene la plenitud de la Divinidad, la riqueza de las

Eternidades y la autoridad sobre todo poder o autoridad conocidos en el cielo, en la tierra y en el

infierno, nos ha sido dado a nosotros.

Si pudiéramos investigar en el cielo, con todo su poder y omnipotencia; si pudiéramos investigar en

las regiones tenebrosas de los dominios del infierno, con toda su autoridad sobre la humanidad; y si

pudiéramos investigar en el mundo entero, no podríamos encontrar ningún otro dominio, ni

autoridad, ni poder más grandes que el Nombre de Jesús.

Tenemos el derecho de usar ese Nombre en contra de nuestros enemigos. Tenemos el derecho de

usarlo en nuestras peticiones, en nuestra alabanza y en nuestra adoración. Ese Nombre le fue dado a

Él para nosotros y es nuestro hoy. No ha perdido hasta ahora nada de Su poder.

IV. El Uso del Nombre

Estudiemos ahora lo que este Nombre significa para nosotros. Consideraremos primero las

promesas relacionadas con la oración que Jesús hizo con respecto a Su Nombre.

Tenemos la promesa exclusiva que se nos da en Juan 16.24. Jesús dice: “Hasta ahora nada habéis

pedido en mi nombre: pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido”.

Jesús dice: “Hasta ahora” nunca habéis orado en Mi Nombre; pero desde hoy pediréis al Padre en

Mi Nombre, y Él os lo concederá”. Esta promesa es tal vez la declaración más difícil de entender

que haya salido de los labios del Hombre de Galilea; es decir, que podemos echar mano de Su

Nombre, de ese Nombre Omnipotente.

El no dice: “Si creéis o si tenéis fe”. Sencillamente nos ha dado Su nombre. Es nuestro, y con

aquello que es nuestro no necesitamos tener fe para usarlo. Cuando nacimos en la Familia de Dios

llegó a ser nuestro el derecho y el privilegio de usar el Nombre de Jesús. El nombre de Jesús toma

el lugar de Jesús al obrar milagros y al librar de la autoridad de Satanás, y coloca a Dios en la

escena.

Cuando Cristo estuvo con los discípulos no tenían ellos necesidad del Nombre de Jesús. Él

personalmente satisfizo cada necesidad. Pero cuando llegó el tiempo en que debía dejarlos, les dijo

que todo lo que pidieran del Padre en Su Nombre, el Padre se los daría.

Jesús nos dio otra enorme promesa con respecto a Su Nombre en Juan 14.12-14. Acababa de hablar

con los discípulos acerca de Su partida de este mundo. Sus corazones estaban entristecidos y

turbados por la próxima partida de Jesús. Para ellos, la ausencia de Jesús significaba que todo

acabaría. Su ministerio sobre la tierra tendría fin, y todas las obras maravillosas que había realizado

para sanar y rescatar a las multitudes, habrían de terminar para siempre.

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Pero ahora Cristo les dice: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago

también él hará; y mayores que éstas hará porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre

en mi nombre esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”. Sus obras, les dice, no van a

terminar. Al contrario, se van a multiplicar.

Cuando Cristo estuvo aquí en la carne, estaba limitado por Su cuerpo humano. Solamente podía

estar en un lugar al mismo tiempo. Pero al realizarse la redención que convertiría a todo hombre en

un hijo de Dios, cada creyente ha sido capacitado para hacer lo que Jesús hacía cuando estuvo en el

mundo.

La razón de ello es la autoridad del Nombre. Jesús dijo: “Haréis mayores obras que yo porque yo

voy al Padre, y todo lo que pidiereis al Padre en Mi Nombre yo lo haré, para que el Padre sea

glorificado en el Hijo”. Lo que realmente afirma es esto: “Vosotros tomaréis mi lugar aquí en la

tierra. Yo seré vuestro representante en el cielo, y todo lo que pidiereis en Mi Nombre yo lo

justificaré. Será como si yo estuviera en la tierra pidiéndolo del Padre.”

Él comprendió que la esencia de nuestro conflicto sería con las fuerzas Satánicas, de modo que dijo

en Marcos 16.17: “En mi nombre echaréis fuera demonios”. Él nos ha dotado perfectamente bien

para ocupar nuestro lugar como Sus representantes, dándonos autoridad sobre toda fuerza e

influencia satánicas. En Marcos 16.18, nos dice que en Su Nombre pondremos nuestras manos

sobre los enfermos y éstos serán sanados. Los demonios y la enfermedad tienen que obedecer el

Nombre de Jesús así como obedecieron Sus palabras.

¡Ah! ¡Que nuestros ojos fuesen abiertos! ¡Que nuestras almas se atrevieran a elevarse al reino de la

Omnipotencia donde el Nombre de Jesús significa para nosotros todo lo que el Padre le confirió! Es

ésta, prácticamente, una cumbre inexplorada en la experiencia cristiana.

Aquí y allá algunos de nosotros hemos experimentado la autoridad de que está investido el Nombre

de Jesús, pero ninguno ha sido capaz de permanecer donde podamos disfrutar de la plenitud de este

maravilloso poder.

PREGUNTAS

1. ¿Por qué la nueva creación necesita de un arma para usarla en contra de las fuerzas de Satanás?

2. ¿Cuál es la triple grandeza de Su Nombre?

3. ¿De qué autoridad está investido el Nombre de Jesús como resultado de sus conquistas?

4. Explique cómo las palabras de Cristo en Lucas 11.21-22 son una descripción de Él.

5. ¿Cuándo se le confirió a Jesús la grandeza de Su Nombre?

6. ¿Jesús necesita hacer uso de Su Nombre?

7. ¿Por quién le fue dado el Nombre? ¿Y por qué?

8. ¿Qué se ha depositado en ese Nombre?

9. ¿Como podemos usar el Nombre de Jesús?

10. ¿Qué posibilidades ve en esta lección para su propio crecimiento?

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Lección 24

LA PALABRA, REVELACIÓN DE DIOS AL HOMBRE

Hemos considerado algunos aspectos de nuestra redención en Cristo. Vamos a estudiar ahora los

medios por los cuales Dios nos ha dado a conocer esa redención. Estudiaremos también la forma en

que el hombre se convierte en una nueva criatura en Cristo. Nuestro Padre nos ha dado una

revelación de Sí mismo. Junto con dicha revelación nos entregó también el plan de nuestra

redención en Cristo. También nos ha revelado lo concerniente a la nueva creación en Cristo. Dicha

revelación no es solamente un testimonio de Él mismo, sino también un testimonio de la nueva

creación, de sus privilegios, de su autoridad y de sus responsabilidades.

Esa revelación es Su Palabra, la Biblia. No podemos expresar adecuadamente con palabras el lugar

que la Palabra de Dios tiene en la redención y en la vida de todo hijo de Dios. Es nuestro propósito,

en estas lecciones, exponer el carácter absolutamente santo de la Palabra del padre y el lugar vital

que ocupa en la vida de todo cristiano al efectuarse. El pueblo de Dios está empobrecido

espiritualmente y carece de poder por ignorar Su Palabra.

I. Dios Obra por Medio de la Palabra

Satanás ha combatido en forma sutil y despiadada la Palabra de Dios, porque el Señor obra por

medio de Ella. Cuando Dios creó el universo, lo hizo por el poder de Su Palabra hablada.

Hebreos 11.3 nos dice que los mundos fueron creados por la Palabra de Dios. Cada hijo de Dios ha

sido engendrado y ha nacido por la Palabra: “Él de su propia voluntad nos ha engendrado por la

palabra de verdad” (Stg 1.18). “Ya que habéis sido engendrados de nuevo, no de simiente

corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios viva y permanente” (1P 1.23

Straubinger).

Por consiguiente, después de que el hombre se ha convertido en hijo de Dios; el alimento, la

sustancia y el mantenimiento de su vida espiritual se encuentran en la Palabra de Dios. Mateo 4.4

afirma: “No con solo el pan vivirá el hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Es la Palabra de Dios la que nos edifica: “Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer

como el hacer por su buena voluntad” (Fil 2.13). Él actúa en nosotros por medio de Su Palabra: “El

cual ha llegado hasta vosotros, como por todo el mundo; y fructifica y crece, como también en

vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad” (Col 1.3-6).

II. La Lucha de Satanás en Contra de la Palabra

Toda época de decadencia espiritual se ha distinguido por el bajo concepto de la Palabra de Dios.

Cuando Satanás descubrió que la tortura y el martirio de los cristianos y la destrucción de Biblias

por el fuego no eran obstáculo para que la iglesia creciera, empleó un método más afortunado.

Dicho método ha consistido en ataques sutiles a la Palabra a fin de restarle poder y eficacia en la

vida de los hombres.

Durante mil años antes de la Reforma, no se daba a la Palabra de Dios el lugar que merecía en los

círculos cristianos. James Lord, en su libro “Fanales de la Historia” señala cómo la filosofía oriental

usurpó durante 1000 años la autoridad de la Palabra Divina para gobernar y dominar al mundo

cristiano.

Cuando la Palabra pierde Su lugar también la redención lo pierde y la fe se convierte en una

incógnita para el hombre. Durante mil años la Biblia fue encerrada en los monasterios, y encerrada

también en un lenguaje que la gente común no podía entender. Estaba escrita en latín y sólo el clero

tenía acceso a ella. He aquí la razón de las tinieblas espirituales de la Edad Media. Eso explica la

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aparente inactividad Divina durante ese período de oscuridad. Cuando la Palabra de Dios perdió Su

lugar, Él también perdió Su lugar en la vida de los hombres. Fue de la filosofía oriental de donde

surgieron las penitencias, el purgatorio, los monasterios y las cruzadas.

III. El Lugar de la Palabra en la Reforma

Cuando vino la Reforma, ésta se realizó porque la Palabra comenzó a obrar en la vida de un

reducido grupo de hombres. Estos pudieron darse cuenta del lugar que la Palabra debía ocupar y la

entregaron al pueblo. Fue la Palabra de Dios actuando en la vida de los hombres la que trajo luz y

vida a la humanidad. La diseminación de Biblias en los hogares y entre la gente del pueblo está

unida estrechamente a la Reforma.

La Reforma y los bajos costos de impresión hicieron posible que cada hogar tuviese una Biblia. No

obstante, Satanás no ha cesado de procurar que la Palabra quede inactiva. Cuando no pudo

conservarla más tiempo encerrada en los monasterios y en un lenguaje que la gente no entendía, la

encerró dentro de credos y doctrinas humanos.

IV. Continúa la Lucha Satánica en Contra de la Palabra

Después Satanás hizo que los hombres forjasen credos y doctrinas en torno a la vida y enseñanzas

de los hombres destacados de la Reforma, estorbando con ello su propio crecimiento y desarrollo.

Ninguno de los caudillos de la Reforma poseía toda la luz. Dios levantó a estos paladines y dio a

cada uno sólo una parte de la luz. No obstante, ellos fueron en gran parte el producto de la Edad

Media. Siempre que un hombre se encierre dentro de un sistema doctrinal e impida que en su vida

penetre más luz de la Palabra de Dios, estorba, por ese solo hecho, su propio crecimiento espiritual.

Eso es lo que ha causado las divisiones en la Iglesia y la han convertido en un escándalo para el

mundo.

Eso ha impedido también una fiel presentación del cristianismo al mundo, de modo que la

redención nunca ha disfrutado del ambiente favorable para actuar en la vida de los hombres. Ello ha

dado motivo a una enconada lucha sobre la Divinidad de Cristo y sobre la autoridad de las

Escrituras, todo lo cual ha traído como resultado la actual condición.

Muchas iglesias en lugar de predicar la Palabra de Dios, predican sermones sobre asuntos que

consideran más prácticos y más en armonía con la civilización moderna. Por otra parte, aquellos que

predican la verdad y están considerados como los más espirituales, no tienen un verdadero concepto

del carácter sagrado de la Palabra de Dios y del lugar que ésta debe tener en sus vidas.

La excesiva familiaridad con la Palabra que debiera habernos libertado de la ignorancia y de la

esclavitud, la ha usado Satanás para estorbar la actuación de la Palabra en nosotros.

V. El Asentimiento Intelectual y su Origen

El arma más grande que Satanás emplea hoy para hacer la Palabra ineficaz, es el arma del

asentimiento mental. Esta arma es muy peligrosa por ser tan sutil. El asentimiento intelectual o

mental es difícil de ser reconocido porque llega vestido con el ropaje de la “fe”. Antes de que

podamos comprender la diferencia entre el asentimiento mental y la Fe, debemos comprender el

significado de cada uno de éstos términos.

VI. Asentimiento Mental contra Fe

La Fe es el actuar de acuerdo con la Palabra. Creer es actuar intrépidamente teniendo como base la

Palabra. El asentimiento mental es estar de acuerdo en que la Biblia es la verdad, pero tal actitud

carece de acción. Tal vez unas cuantas ilustraciones nos hagan entender esta diferencia. Aquel que

desea ser cristiano y realmente cree, dice lo siguiente: “Yo creo que Cristo fue resucitado de entre

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los muertos. Yo le acepto como mi Salvador y le confieso como mi Señor. Por lo tanto, yo soy

salvo, porque así lo declara Su Palabra en Romanos 10:9 y 10”. Confiesa que es salvo antes de

recibir el testimonio de sí mismo. Cree que la Palabra es la Palabra de Dios. Por lo tanto, actúa sin

temor sobre esa base independientemente de sus sentimientos porque sabe que la Palabra no puede

ser quebrantada. Atrevidamente hace de la Palabra su confesión. No hay un verdadero creer que no

resulte en confesión.

El que asiente mentalmente y quiere ser cristiano, dirá de manera semejante lo que sigue: “Creo que

la Biblia es la Palabra de Dios. Creo que Jesucristo es el hijo de Dios. He procurado ser salvo

durante mucho tiempo. Se lo he pedido, pero no soy salvo.” Esta persona se sentiría insultada si se

le dijera que no cree; no obstante, su actitud es la del que asiente mentalmente.

Este profesa creer, pero no tiene concepto de actuar sobre la Palabra de Dios. Si hubiera creído,

hubiera dicho: “La Palabra de Dios es verdadera. Yo creo, por lo tanto, tengo vida eterna” (Jn

5.24).

El asentimiento mental no produce acción; ni tiene confesión. El asentimiento mental ha privado a

muchos de recibir la salud. Un creyente dice: “Por sus llagas yo soy curado”. La enfermedad puede

aparecer en su cuerpo; no obstante, él actúa apoyado en la Palabra, la cual declara que por Sus

llagas él es curado. Pudiera suceder que después de orar él no experimente la salud; sin embargo,

expresa: “Yo estoy curado, porque la Palabra de Dios declara que en el Nombre de Cristo los

creyentes pondrán sus manos sobre los enfermos y éstos sanaran”

El cristiano que asiente mentalmente adopta la siguiente actitud: “Creo que la Biblia es la verdad.

He creído en las Escrituras durante toda mi vida. Muchos han orado por mí; no puedo entender por

qué no soy sano”. ¡Cuántos hijos de Dios han estado enfermos por años sin comprender cuál es su

dificultad y pensando que su asentimiento mental era fe!

Muchos cristianos que viven hoy en la esfera del asentimiento mental llevan una vida espiritual

estéril e infecunda. Todos ellos han buscado el poder de Dios en su vida y en la oración. Pero nunca

han aprendido a vivir por la Palabra. Viven en debilidad, en fracaso y en necesidad porque no tienen

ningún concepto de lo que significa realmente creer en la Palabra de Dios o actuar realmente

apoyados en dicha Palabra. La Palabra declara que ellos han sido hechos nuevas creaciones en

Cristo (2Co 5.17); que han sido hechos la misma justicia de Dios (2Co 5.21); que son coherederos

con Cristo (Ro 8.17); que la autoridad de Su Nombre es suya por medio de la oración (Jn 16.23-24)

y que Dios suplirá todas sus necesidades (Fil 4.19).

Con todo, no tienen conciencia de justicia, ni de la autoridad en el Nombre de Jesús, ni de Su

fortaleza. Eso se debe a que su actitud ha sido únicamente de asentimiento mental y Satanás los ha

privado de su herencia en Cristo.

VII. Causa del Asentimiento Mental

La causa del asentimiento mental ha sido nuestra excesiva familiaridad con la Palabra. Tal vez

todos nosotros hayamos tenido la Biblia en el hogar desde la niñez. Y quizá estuvimos siempre

familiarizados con sus enseñanzas. Muchos de nosotros, aún antes de haber aceptado a Cristo como

Salvador y Señor, creíamos personalmente que la Biblia era la verdad. No obstante, nuestra actitud

hacia ella durante todos esos años, era sólo de asentimiento mental. Profesábamos creer que era la

Palabra de Dios, pero no actuábamos de acuerdo con ella.

Después de que nacimos de nuevo continuó en nuestra vida la misma actitud de asentimiento

mental. Nos explicaremos mejor. Como niños, nuestra actitud hacia la Palabra de Dios fue de

asentimiento mental. Esta misma actitud continuó en nosotros al través de nuestra vida. Tal vez por

años la Biblia se quedó en el librero o sobre el escritorio, pero nunca la estudiamos, ocupados como

estábamos en otras cosas.

No obstante, si alguien hubiera objetado que aquel libro era la Palabra de Dios, nosotros habríamos

salido a Su defensa con valentía. Quizá muchas veces profesamos nuestra fe de que era la Palabra

de Dios. Pero si esta actitud hubiera sido algo más que un simple asentimiento mental, la

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hubiéramos estudiado con todo celo buscando continuamente lo que Dios tenía para nosotros en Su

Palabra.

Decíamos que creíamos en ella, pero nuestros hechos revelaban una actitud contraria. No la

estudiábamos, no hablábamos de ella con frecuencia. Mas tarde, llegó el momento cuando en

realidad nacimos de nuevo. La Biblia se convirtió en un nuevo Libro para nosotros. Pudimos

entonces entenderla. Nos dimos cuenta que constituía nuestra ayuda y nuestro alimento mental, pero

¡cuán poco nos atrevíamos a actuar de acuerdo con ella!

Vivíamos sin vigor; sentíamos que nuestra vida de oración era impotente. No poseíamos la

capacidad de testificar y de orar por los enfermos. Vimos también que teníamos necesidad de una

experiencia más profunda que debía llenar nuestras vidas de poder. Buscamos experiencias, y

recibimos bendiciones muchas veces, pero comprendimos que la vida de victoria todavía estaba en

el futuro. No comprendíamos que nuestro problema giraba en torno de nuestro asentimiento mental,

pues no actuábamos de acuerdo con la Palabra. No comprendíamos que ya Dios había efectuado en

nosotros aquello que procurábamos ser. No comprendíamos que la autoridad que buscábamos ya era

nuestra.

Memorizábamos pasajes de las Escrituras y los citábamos con frecuencia sin actuar en realidad de

acuerdo con ello. Ante Su Palabra, que declara que Dios ha hecho a Cristo nuestra Justicia (1Co

1.30), y que nosotros ya hemos llegado a ser Justicia de Dios (2Co 5.21), nosotros hablábamos de

nuestro pecado y de nuestra debilidad. Considerábamos como una forma de humildad el acercarnos

a Dios como gusanos despreciables, confesando y arrepintiéndonos continuamente de nuestra

naturaleza pecaminosa. Hacíamos más caso del pecado y de su poder, que de la redención que nos

ha hecho absolutamente justos. La justicia es la capacidad de estar en la presencia de Dios tan libres

de pecado o de condenación como si el pecado nunca hubiera entrado en el mundo.

La oración consistía en llanto y grito para que Dios escuchara y nos respondiera. No

comprendíamos que nuestro lugar como herederos con Cristo y la autoridad del Nombre de Jesús

nos daba derechos legales en la oración. No obstante, conocíamos todas las promesas de la oración.

Una de las traducciones de Santiago 1.26 es la siguiente: “La fe sin las correspondientes obras es

muerta”. He aquí una definición del asentimiento mental. La fe, sin las correspondientes acciones,

es asentimiento mental, el cual no significa nada para el Padre y nos despoja de nuestra herencia en

Cristo.

Si yo profeso creer en la Palabra y no actúo de acuerdo con ella, mis actos no corresponden. El

secreto de una vida de victoria en Cristo que todos pueden poseer, se encuentra en Apocalipsis

12.11. El autor declara que nosotros vencemos por la sangre del Cordero (lo cual significa la

perfección de nuestra redención en Cristo) y la Palabra de nuestro testimonio (lo cual implica actuar

sin temor de acuerdo con la Palabra). Podemos hacer de la Palabra de Dios nuestra confesión en

medio de cualquier circunstancia.

Nosotros decimos: “Yo soy la justicia de Dios porque Su Palabra así lo expresa. El pecado ya no

tendrá dominio sobre mí. Yo tengo autoridad sobre Satanás. Yo soy sanado por las Llagas de Cristo.

En todas las cosas soy más que vencedor. Mi Dios suplirá toda necesidad; no estaré en ansiosa

perplejidad”.

Ante cualquier circunstancia contraria podemos sostener esta confesión. Podemos hacer nuestra Su

Palabra. Lo que Él declara lo declaramos también nosotros valerosamente porque nos hemos

liberado del asentimiento mental y hemos aprendido a actuar de acuerdo con la Palabra de Dios.

En nuestra siguiente lección veremos cómo fuimos colocados en un centro de acción para actuar de

acuerdo con la Palabra.

PREGUNTAS

1. ¿Qué es lo que Dios nos manifestó en la revelación que nos fue entregada?

2. ¿Qué lugar tiene la Palabra en el nuevo nacimiento y en la vida del hijo de Dios?

3. Cuando Satanás se dio cuenta de que el martirio de los cristianos no detendría el crecimiento de

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la Iglesia, ¿qué otros medios empleó?

4. ¿Por qué pareció que Dios estaba inactivo durante la Edad Media?

5. ¿Qué fue lo que hizo la Reforma?

6. ¿Qué fue lo que estorbó el crecimiento de la Iglesia después de la Reforma?

7. ¿Qué método emplea Satanás el día de hoy para que la Palabra de Dios no prevalezca en nuestra

vida?

8. ¿Cuál es el origen del asentimiento mental?

9. Diga cuál es la diferencia entre asentimiento mental y fe.

10. Muestre cómo el asentimiento mental nos despoja de nuestra herencia.

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Lección 25

EL MINISTERIO ACTUAL DE CRISTO

Hemos estudiado, en nuestro curso, la obra de Dios durante el período de 4,000 años que abarca la

preparación para la venida de Cristo (Gá 4.4). Hemos estudiado también la vida terrenal de nuestro

Señor Jesucristo, Su muerte y resurrección por nosotros, por las cuales nos redimió de la autoridad

de Satanás (He 2.14).

Vamos a estudiar ahora el actual ministerio de Cristo; lo que Él está haciendo por nosotros ahora; lo

que ha estado haciendo por casi dos mil años. El actual ministerio de Cristo ha sido ignorado por la

mayoría de los cristianos. Muchos, cuando piensan en que Él dio Su vida por nosotros, piensan

exclusivamente en Su muerte y en Su resurrección. No saben que cuando se sentó a la diestra del

Padre comenzó a vivir para nosotros con tanta realidad como había muerto por nosotros. ¡Cuán

pocos cristianos tienen un claro concepto del actual ministerio de Cristo!

Hay tres aspectos del ministerio de Jesús en favor muestro: 1) Jesús antes de la crucifixión, como el

despreciado “Varón de Dolores” (Is 53.3); 2) Jesús en la cruz como el “Hijo hecho Pecado” (2Co

5.21); y 3) Jesús sentado a la diestra de la Majestad en las alturas y exaltado con un “Nombre que es

sobre todo nombre” (Fil 2.9-10).

Al repasar nuestros himnos nos damos cuenta de cuán pocos maestros y compositores han

comprendido el actual ministerio de Cristo. Muchos contemplan a Cristo antes de la crucifixión

como el Jesús despreciado. Otros lo contemplan solamente en la cruz. Pero sólo un grupo muy

reducido han podido mirar más allá de la cruz y de la tumba para contemplar al Cristo sentado a la

diestra de Dios.

Él ha dejado de ser el humilde y despreciado Galileo. Ha dejado de ser el Hijo hecho Pecado, y

abandonado de Dios. Él es ahora el Señor de todo, el vencedor de Satanás, del pecado, de la

enfermedad y de la muerte. Él es Aquel que tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mt

28.18).

Nosotros podemos hoy actuar sin temor, apoyados en Su Palabra, porque Él se hace Responsable de

ella. El es el Fiador de este Nuevo Pacto: “Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor Pacto” (He

7.22). El Fiador del Pacto es la Palabra: “Mas ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es

mediador de mejor pacto, el cual ha sido formado sobre mejores promesas” (He 8.6). El Nuevo

Pacto ha sido formado y cimentado sobre la Palabra, y Él (Jesús) es el Fiador. Este Hombre, que

hoy está sentado a la diestra del Padre, es el Fiador de esta Palabra.

Aquel que tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra hace efectiva cada palabra en estas

promesas. Estudiemos ahora lo que Él es hoy para nosotros en este Nuevo Pacto.

En la revelación que Pablo recibió, Dios descorrió el velo y nos manifestó el actual ministerio de

Cristo. Él se sentó como nuestro “Sumo Sacerdote”, como nuestro “Mediador”, como nuestro

“Intercesor”, como nuestro “Abogado” y como nuestro “Fiador” del Nuevo Pacto.

I. Jesús, nuestro Sumo Sacerdote

Hemos estudiado ya el sumo sacerdocio del Antiguo Pacto. El Sumo Sacerdote del Antiguo Pacto

era un tipo de Jesús, Sumo Sacerdote del Nuevo Pacto.

Una vez cada año el Sumo Sacerdote del Antiguo Pacto entraba al tabernáculo terrenal con la

sangre de los becerros y de los machos cabríos para hacer la expiación anual por los pecados de

Israel (He 9.25, 10.1-4). Además, Los sacerdotes diariamente ministraban y ofrecían los mismos

sacrificios por los pecados de Israel (He 10.11).

Cristo entró al Cielo con Su propia sangre habiendo obtenido redención eterna por nosotros (He

9.12, 23-27). Cuando Dios aceptó la sangre de Jesucristo, manifestó con ello que las demandas de la

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Justicia habían sido satisfechas y que el hombre podía legalmente ser arrebatado de la autoridad de

Satanás y restaurado al compañerismo con Él. Por el sacrificio de Sí Mismo, Cristo había quitado el

pecado (He 9.26).

El crimen de alta traición de Adán ya había sido pagado y expiado por el único sacrificio de Cristo

por el pecado (He 9.26). Por el sacrificio de Sí mismo, El había santificado al hombre (He 9.10-14).

“Santificar” quiere decir “apartar”, “separar”. Él había separado al hombre del reino y de la familia

satánica. Y nosotros llegamos a estar tan separados del dominio satánico como Jesús mismo (Jn

17.14).

Cuando Cristo se encontró con María después de Su resurrección (Jn 20.17), le dijo: “No me

toques, porque aun no he ascendido a mi Padre”. Entonces se encaminaba al Padre con Su propia

sangre, señal de la pena que había pagado, y no podía ser tocado por el hombre. El ministerio de

Jesús como Sumo Sacerdote no terminó al llevar Su sangre al Lugar Santo; todavía continúa como

ministro del santuario (He 8.2).

La palabra “santuario” en Hebreos 8.2 significa en el griego “cosas santas”. El sigue siendo

ministro de las “cosas santas”, y las “cosas santas” son nuestras oraciones y nuestra adoración.

Nosotros no sabemos adorarle como debiéramos, pero Él toma nuestras peticiones y adoración tan

frecuentemente imperfectas, y las presenta en forma bella delante del Padre. Estas “cosas santas”

son nuestros “sacrificios espirituales” que Él hace aceptos delante del Padre. Cada oración, cada

acto de adoración es aceptado por el Padre cuando se presenta en el Nombre de Jesús: “Vosotros

también, como piedras vivas, sed edificados una casa espiritual, y un sacerdocio santo, para

ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo” (1P 2.5).

Deberíamos estudiar el ministerio sumosacerdotal de Cristo como se nos describe en el Libro de los

Hebreos. El es un Pontífice misericordioso y fiel (He 2.17-18). Él es un Pontífice al que nos

podemos acercar con nuestras flaquezas (He 4.14-16). Él es Sumo Sacerdote para siempre (He

6.19).

II. Jesús, el Mediador

Cuando Cristo se sentó a la diestra del Padre, ya había satisfecho las demandas de la Justicia y se

convirtió en el Mediador entre Dios y el hombre: “Porque hay un Dios asimismo un mediador entre

Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1Ti 2.5). Jesús es el mediador del hombre por dos

razones: Por lo que Él es, y por lo que ha hecho:

Primero: Jesús es el mediador del hombre por virtud de lo que Él es. Él es la unión de Dios y

hombre. El es el Verbo (“Aquel que era con Dios y era Dios”) y la carne (“...el Verbo fue hecho

carne” Jn 1.14). Él es Aquel que existió sobre la misma base de igualdad con Dios, y que fue hecho

a la semejanza de los hombres (Fil 2.8-9). Él ha tendido un puente sobre el abismo entre Dios y el

hombre. Él es igual a Dios e igual al hombre y puede representar a la humanidad delante de Dios.

Sin embargo, esto no bastaba para una mediación entre Dios y el hombre. El hombre era un eterno

criminal delante de Dios y se encontraba alejado de su Hacedor (Ef 2.12), bajo el juicio de Satanás

(Jn 16.11).

Y segundo: Jesús es el mediador del hombre por lo que El ha hecho: “Ahora, empero, os ha

reconciliado en el cuerpo de Su carne por medio de muerte, para haceros santos, y sin mancha, e

irreprensibles delante de Él” (Col 1.22). Dios nos reconcilió a Sí por Cristo (2Co 5.18). No

podríamos tener un Mediador entre Dios y el hombre si primero no se hubiera efectuado una

reconciliación entre el hombre y Dios. El hombre era injusto en su condición de muerte espiritual.

En tal condición no podía acercarse a Dios. Ni tampoco Mediador alguno hubiera podido acercarse

a Dios en favor del hombre.

Cristo nos ha reconciliado con Dios por medio de Su muerte en la cruz, para presentar ahora al

hombre delante de Dios, santo y sin mancha. Por consiguiente, el hombre tiene el derecho de

acercarse a Dios por Cristo, su Mediador.

Desde la caída del hombre hasta que Jesús se sentó a la diestra de Dios, ningún hombre se había

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acercado a Dios excepto por un sacrificio cruento, por un sacerdocio divinamente designado, o por

visitas de ángeles o sueños. Mediante el ofrecimiento de Su propia sangre como Pontífice, Él

perfeccionó nuestra redención, satisfizo las demandas de la justicia e hizo posible para Dios dar

legalmente al hombre la vida eterna, haciéndolo justo e impartiéndole el carácter de hijo Suyo.

Todo hombre no salvado tiene ahora el derecho legal de acercarse a Dios.

III. Jesús, el Intercesor

Jesús, como Pontífice, llevó Su sangre al Lugar Santísimo para satisfacer las demandas de la

Justicia que eran en contra del hombre natural. Él, como Mediador, introduce al hombre no salvado

a Dios. Juan 14.6 afirma que Jesús es el camino a Dios, y que nadie puede acercarse hasta Dios

sino por Él. Tan pronto como un hombre acepta la obra de reconciliación de Cristo, se convierte en

hijo de Dios. Entonces comienza Cristo Su obra intercesora por él.

Jesús es el Mediador para el pecador, pero es el Intercesor para el cristiano. Cabría preguntar aquí:

“¿Por qué un hijo de Dios necesita de alguien que interceda por él?” La respuesta se encuentra en

Romanos 12.2. En el nuevo nacimiento, nuestro espíritu recibe la vida de Dios. Lo que necesitamos

en seguida es que nuestras mentes sean renovadas. Durante todo el tiempo anterior a nuestro nuevo

nacimiento, anduvimos de acuerdo con Satanás (Ef 2.1-3). El gobernó nuestra mente.

Ahora que nuestro espíritu ha recibido la vida de Dios, nuestra mente debe ser renovada para que

podamos conocer nuestros privilegios y responsabilidades como hijos de Dios. Efesios 4.22-24 nos

indica la necesidad de una mente renovada. El nuevo nacimiento es instantáneo, pero la renovación

de nuestra mente es un proceso gradual. Su crecimiento es determinado por nuestro estudio y

meditación de la Palabra.

Durante este período necesitamos la intercesión de Cristo. Muchas veces obstruimos el

compañerismo con el Padre porque, ignorando Su voluntad, decimos y hacemos cosas que no le

agradan. Necesitamos de Su intercesión por causa de la persecución satánica en contra nuestra:

“Bienaventurados lo que padecen persecución por causa de la justicia” (Mt 5.10). Esta no es la

persecución de los hombres, sino de los demonios.

Mateo 5.11-12 se refiere a la persecución de que somos objeto por parte de los hombres. Los

demonios nos persiguen por causa de la justicia. Nos odian y nos temen porque Dios nos ha

declarado justos. Y porque no hemos comprendido plenamente la autoridad que poseemos, nos

hacen tropezar muchas veces.

A pesar de ello, Él es capaz de salvarnos hasta lo sumo porque vive eternamente para interceder por

nosotros (He 7.25). Nadie puede hacer cargos a un hijo de Dios porque Él lo ha declarado justo. No

hay nadie que lo condene porque Jesús vive para interceder por él (Ro 8.33-34).

IV. Jesús, el Abogado

Llegamos al Padre por Cristo, nuestro Mediador. Hemos sentido las dulces influencias de Su

Intercesión a favor nuestro. Pero ahora deseamos conocerle como nuestro Abogado delante del

Padre. Cuántos cristianos que hoy viven alejados del compañerismo Divino vivirían vidas

victoriosas en Cristo si hubieran sabido o supieran que Jesús es su Abogado.

Por motivo a que nuestra mente no ha sido renovada y también por causa de la persecución satánica,

algunas veces pecamos y damos lugar a que nuestro compañerismo con Dios se interrumpa. Todo

hijo de Dios que suspende su compañerismo con el Padre cae bajo condenación. Si no tuviera

abogado, estaría en una posición lastimosa.

La Palabra nos dice que si pecamos, abogado tenemos para con el Padre: “Hijitos míos, estas cosas

os escribo, para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a

Jesucristo el Justo” (1Jn 2.1). En 1 Juan 1.3-9 se nos proporciona el método Divino para mantener

nuestro compañerismo con Él. Si pecamos suspendiendo nuestro compañerismo con Dios, podemos

renovar dicho compañerismo confesando nuestro pecado.

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El ministerio de Jesús como abogado es una tarea de Él de parte de Dios. No obstante, Él no puede

actuar como nuestro abogado si no confesamos nuestro pecado. En el mismo momento en que lo

confesamos, Él lleva nuestro caso ante el Padre. La Palabra declara que cuando confesamos

nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia.

Dios puede perdonar nuestros pecados y ser perfectamente justo al hacerlo, porque Cristo los llevó

sobre sí (Is 53.6).

Él es también fiel y está dispuesto a borrar nuestros pecados en el momento mismo en que los

confesamos; y los borra de tal modo, como si nunca hubieran existido. Es absolutamente esencial

que los cristianos conozcan a Jesús como su Abogado. Muchos que han estado fuera del

compañerismo, han confesado sus pecados muchas veces sin recibir la seguridad de restauración,

porque ignoraban que Jesús era su Abogado. No se apropiaban el perdón al confesar sus pecados.

No obraban de acuerdo con la Palabra, la cual declara que el Padre perdona en el momento mismo

en que hay confesión.

Ningún cristiano debe permanecer con su compañerismo roto más tiempo del que se necesita para

pedir el perdón de sus pecados. Lo que el Padre perdona, lo olvida. Todo hijo Suyo no debe

deshonrarlo pensando en sus pecados otra vez.

V. Jesús, el Fiador

Jesús es nuestro fiador personal. He aquí el más vital de todos los ministerios de Jesús a la diestra

del Padre. Bajo la ley, el Sumo Sacerdote era el fiador del Antiguo Pacto. Si el Sumo Sacerdote

fallaba, interrumpía las relaciones entre Dios e Israel. La sangre de la expiación perdía su eficacia.

Bajo el Nuevo Pacto, Jesús es el Sumo Sacerdote y el Fiador del Nuevo Pacto: “Por tanto, Jesús es

hecho fiador de un mejor Pacto” (He 7.22).

Nuestra posición delante del Padre es absolutamente segura. Sabemos que durante toda nuestra vida

tenemos a la diestra del Padre a un Hombre que está allí para actuar en favor nuestro. Él nos está

representando ante el Padre. Él conserva siempre Su posición con el Padre. Y nosotros, no importa

cuál sea nuestra posición, siempre tenemos a alguien que nos representa ante el Padre. Nuestra

posición adquiere así una seguridad permanente.

PREGUNTAS

1. Señale tres aspectos del ministerio de Jesús.

2. Demuestre cómo el Sumo Sacerdote del Antiguo Pacto era un tipo de Jesús, el Sumo Sacerdote

del Nuevo Pacto.

3. ¿Qué significó la aceptación de la sangre de Cristo por el Padre?

4. Dé dos razones por las cuales Cristo es el Mediador del hombre.

5. ¿Por qué un hijo de Dios necesita de un Intercesor?

6. ¿Cuáles son las dos clases de persecución mencionadas en Mateo 5.10-12?

7. ¿En qué forma actúa Cristo como nuestro Abogado?

8. ¿Por qué es esencial que todo cristiano conozca a Jesús como su Abogado?

9. ¿Qué significa para usted Jesús como el Fiador del Nuevo Pacto?

10. Mencione cinco aspectos del actual ministerio de Cristo y cite pasajes para cada uno de ellos.

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Lección 26

LA SANIDAD

El asunto de la sanidad es uno sobre el cual ha habido mucha controversia. Existen hoy al menos

tres diferentes actitudes hacia la sanidad entre los cristianos.

Un grupo enseña que la sanidad no es para nosotros hoy. Y basan su afirmación en la teoría de que

la sanidad es un milagro y que los milagros no pertenecen a nuestros tiempos sino solamente al

período apostólico.

Otro grupo afirma que Dios sana hoy en respuesta a una oración especial o a un acto especial de fe,

y de acuerdo con Su propia voluntad sobre el caso.

Un tercer grupo enseña que la salud del cuerpo es un derecho legal de todo hijo de Dios, y que

recibe dicha salud para su cuerpo fisco sobre la misma base que recibe la remisión de los pecados

para su espíritu.

Examinemos ahora estas tres enseñanzas a la luz de la Palabra. Puede demostrarse fácilmente que la

primera actitud es errónea definiendo lo que es un milagro. Un milagro, de acuerdo con Webster, es

“un acto o acontecimiento en los dominios de lo físico o de lo material que aparentemente se aparta

de las leyes naturales o va más allá de lo que conocemos con respecto a estas leyes. Es realmente

una intervención de Dios en la esfera de las leyes naturales o en el dominio de la actividad humana.

Es Dios que se presenta en escena”.

Cada vez que Dios se pone en contacto inmediato con el hombre, ocurre un milagro. Toda respuesta

a una oración, no importa cuán pequeña sea, y todo nuevo nacimiento, es un milagro.

Un acto de sanidad por el cual Dios entra en contacto inmediato con el cuerpo físico del hombre, no

es más milagro que el nuevo nacimiento en el cual Dios entra en contacto inmediato con el espíritu

del hombre impartiéndole Su propia naturaleza. El hombre le pide a Dios que realice un milagro

más grande que la curación del cuerpo, cuando le pide que salve su alma; y le pide un milagro tan

grande como la curación, cuando le ruega que conteste una petición, no importa cuán pequeña sea.

Decir que los milagros pertenecieron a la época de los apóstoles, sería tanto como decir que Dios

debe tomar el lugar de un mero espectador o el de una cifra en el mundo que Él ha creado, desde la

época de los apóstoles hasta nuestros días. Podemos fácilmente descubrir la total falacia de esta

enseñanza. Ahora veamos lo que la Palabra de Dios declara sobre los otros dos puntos de vista. Si la

segunda actitud es la correcta, entonces la tercera, no lo es.

Si Dios sana solamente en respuesta a un acto especial de fe, y eso nada más cuando Él lo quiere, la

sanidad no pertenece legalmente al hijo de Dios y no fue incluida en la redención.

Si, por otra parte, la sanidad fue parte de la redención del hombre en Cristo, entonces pertenece a

todo hijo de Dios y no se requiere ningún acto especial de fe para obtenerla. No hay necesidad de

preguntar si es la voluntad de Dios sanar. Si está en la redención, entonces es Su voluntad. Ahora

consideraremos lo que la Palabra de Dios dice al respecto.

I. El Origen de la Enfermedad y del Mal

Antes de poder comprender lo que es la sanidad, debemos entender el origen de la enfermedad, del

mal y de la muerte. Ya hemos visto que como resultado del crimen de alta traición de Adán, la

muerte espiritual entró al espíritu del hombre. Tal muerte espiritual, que ha imperado en el género

humano, ha sido el terreno propicio donde ha germinado el pecado, la enfermedad y la muerte. La

enfermedad, el mal y la muerte en el cuerpo físico del hombre, no son sino la manifestación de la

muerte espiritual dentro de su espíritu. Si el hombre nunca hubiera muerto espiritualmente, la

enfermedad y la muerte jamás se habrían apoderado de su cuerpo físico.

Cuando Satanás se convirtió en el dios de este mundo, uno de los resultados de su dominio fue la

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contaminación del aire con gérmenes causantes de las enfermedades los que a pesar de ser tan

pequeños para ser descubiertos a simple vista, se han constituido desde entonces en uno de los

enemigos más mortales del hombre.

No puede negarse que en este mundo existe el mal. La existencia del mal ha hecho que muchas

personas de buena fe se resistan a creer en un Dios de amor; pero es que no ha entendido que el mal

fue el resultado del imperio de Satanás sobre la humanidad como el príncipe y dios de este mundo.

Hay filósofos que se han impresionado tanto con el reinado del mal, que han llegado a la conclusión

de que el principio básico del universo es el mal. Están equivocados: No es el Creador, sino el

usurpador, Satanás, el que ha originado el mal. Las dos divisiones del mal son el dolor y el pecado.

El dolor puede tener distintas subdivisiones, pero la causa principal del dolor, conocida y

experimentada por la humanidad, es la enfermedad.

En conclusión, podemos decir que el pecado y la enfermedad son gemelos, nacidos de la muerte

espiritual. Ambos son obra de Satanás. El pecado es una enfermedad del espíritu; la enfermedad es

un mal del cuerpo físico.

II. La Actitud de Dios Hacia la Enfermedad

Dios contempla la enfermedad como contempla el pecado, la considera como la obra satánica sobre

la vida de Su creación, el hombre.

Cristo vino a revelar al Dios-Padre, a manifestarnos Su actitud hacia el hombre. Observando con

cuidado la vida de Cristo, podemos darnos cuenta de la actitud de Dios hacia la enfermedad.

III. Cristo fue la Voluntad del Padre

El ministerio de Cristo desde el principio hasta el fin fue un ministerio de doble aspecto. Trajo paz a

las almas de los hombres y salud a sus cuerpos. La sanidad tuvo un lugar importante en el

ministerio de Cristo. Durante todo Su ministerio Él libró a todos aquellos que estaban oprimidos por

Satanás. Tal liberación incluyó la salud para el cuerpo físico. Si la enfermedad no procediera de

Satanás, hubiera tenido un lugar en el plan original que Dios hizo para el hombre (ver Mt 8.16-17;

Mr 1.32-34).

Si este fuera el caso, entonces el ministerio de Jesús hubiera sido contrario a la voluntad del Padre.

Él fue la voluntad del Padre revelada al hombre, y reveló que la voluntad del Padre era quebrantar el

poder de la enfermedad en el cuerpo del hombre para dejarlo libre de dolor y de sufrimiento. El

ministerio de Cristo proclamó salud y bendición tanto a la parte física de la naturaleza humana

como a su aspecto espiritual.

Hay diferentes casos en los cuales se manifestó claramente la actitud de Cristo hacia la enfermedad.

Uno es el de Lucas 13.10-17. Después de haber sanado en día sábado a una mujer que había padecido

una enfermedad durante dieciocho años, Cristo fue criticado por los príncipes de la sinagoga. Su

respuesta fue: “Y a esta hija de Abraham, que he aquí Satanás la había ligado dieciocho años, ¿no

convino desatarla de esta ligadura en día de Sábado?” Aquí Jesús expresa claramente que Satanás

era la causa de la enfermedad que había ligado el cuerpo físico de aquella mujer.

Otro incidente es aquel que se encuentra en Marcos 2:1-21. Trajeron a Cristo un paralítico, y Cristo

se dirigió a él diciéndole: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Cuando los escribas objetaron la

expresión de Cristo, Él les contestó diciéndoles: “¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus

pecados te son perdonados, o decirle: Levántate y toma tu lecho y anda?”

En realidad Cristo está diciendo esto: “¿Qué es más fácil?” ¿Dónde está la diferencia perdonar los

pecados que son el resultado de la muerte espiritual en el espíritu del hombre, o sanar la enfermedad

de su cuerpo físico, la cual también es el resultado de la misma muerte espiritual? En ambos casos

Jesús trata con la esclavitud del hombre causada por Satanás.

Para entender de una manera más correcta la actitud de Cristo hacia la enfermedad y el lugar que la

sanidad tuvo en Su ministerio, lea usted lo que sigue:

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IV. La Curación en la Redención

1 Juan 3.8 nos dice que Cristo fue manifestado para destruir las obras del diablo. Vino a destruir lo

que Satanás había hecho en la humanidad cuando se convirtió en el padre espiritual del hombre

como resultado del crimen de alta traición de Adán. Vino a reducir a Satanás a la nada en sus

relaciones y poder sobre el hombre.

Hebreos 2.14 dice que vino a redimir completamente al hombre de los efectos del pecado de Adán,

identificándose con la humanidad. Estudie cuidadosamente Romanos 5.12-21.

Si la redención del hombre de la muerte espiritual ha de ser completa, debe ser redención tanto de la

enfermedad como del pecado. Dios comprendió esto, y nos ha mostrado claramente en Su Palabra

que Él ha preparado lo necesario para la salud de nuestros cuerpos.

En Isaías 53.4-6, Dios nos descorre la cortina al través de los profetas y nos permite contemplarlo

al tratar con el pecado y con la enfermedad. Literalmente este pasaje dice: “Fue despreciado y

rechazado de los hombres; varón de dolores y familiarizado con la enfermedad”.

El versículo 4 dice: “Ciertamente Él ha cargado nuestras enfermedades y llevado nuestras

dolencias; no obstante, le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido”. Fue azotado de Dios

con nuestras enfermedades. Fue afligido con nuestros dolores. “Fue herido por nuestras

transgresiones; molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz sobre Él; y por Sus

llagas somos curados”. El versículo 10: “Con todo eso Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a

enfermedad; cuando hubiere puesto su vida en expiación por el pecado”.

La antigua versión que traduce “aflicciones y dolores” no es correcta. Toda traducción literal dice:

“males y enfermedades”. Dios no solamente puso sobre Jesús nuestras iniquidades, sino también

nuestras enfermedades. Él fue enfermado con nuestras enfermedades así como fue hecho pecado

con nuestros pecados. En la mente del Padre y en la mente de Jesús, y de acuerdo con la Palabra,

nuestras enfermedades y pecados los llevó el Señor.

Si fueron cargados por Él, es una equivocación nuestra el cargarlos. El conocimiento sensorial ha

intentado repudiar esto, pero la verdad permanece, la verdad que Dios puso nuestras enfermedades

y nuestros pecados sobre Jesús.

Jesús no podía ser levantado hasta que el hombre fuera declarado justo (Ro 4.25). Cuando Él se

levantó de entre los muertos, ya había sido destruido el cuerpo del pecado de la muerte espiritual

(Ro 6.6). El pecado había perdido su poder y también la enfermedad.

En hebreo, Isaías 53.10 dice como sigue: “Con todo eso Jehová se deleitó en quebrantarlo; lo ha

hecho enfermo”. Dios hizo a Jesús pecado con nuestros pecados y lo enfermó con nuestras

enfermedades. Y se complació en hacer eso por una razón: porque ello significaba salud para el

hombre.

Cristo llevó nuestros pecados y sufrió la pena para que pudiéramos quedar libres del pecado, de su

poder y de su juicio. Sobre la misma base Él llevó nuestra enfermedad y nuestros dolores. Los llevó

para que pudiéramos ser libres y no tuviéramos que llevarlos nosotros. Dios lo hizo el portador de

nuestro pecado y el portador de nuestra enfermedad. El que no conoció pecado fue hecho pecado, y

el que no conoció enfermedad fue hecho enfermedad.

En el ministerio de Cristo, el Dios-Padre reveló que era Su voluntad sanar al hombre físicamente.

Ahora, en la redención, Él quebranta el poder de la enfermedad sobre el hombre y lo deja libre

poniendo enfermedad y dolencias sobre Cristo. Satanás, que tuvo la autoridad en el imperio de la

muerte espiritual, fue reducido a la nada (He 2.14). En esa victoria, las dolencias y la enfermedad,

obra de Satanás, fueron reducidas a la nada también. Por quebrantamiento de Cristo, somos sanados

de la ley de la enfermedad.

V. La Sanidad en Nuestros Días

El ministerio de Cristo sobre la tierra tuvo un doble aspecto al afectar constantemente el espíritu y el

cuerpo de los hombres. Su muerte tuvo también un doble aspecto al llevar nuestros pecados y

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enfermedades. Él es el mismo hoy, y el doble ministerio de bendición para el espíritu y el cuerpo ha

continuado desde Su ministerio terrenal hasta nuestros días.

El llevó sobre sí la muerte espiritual del hombre para que éste tuviera vida, y en Su Palabra proveyó

lo necesario para la salvación del hombre. Llevó también sobre sí las enfermedades del hombre, y

en Su Palabra proveyó asimismo lo necesario para su salud.

En Marcos 16, El dio a Sus discípulos la Gran Comisión. Está para partir al lado del Padre donde se

hará cargo de Su obra a Su diestra. Sus discípulos van a tomar Su lugar en la tierra. Sus

representantes van a continuar Su ministerio; van a hacer lo que Él haría si continuara aquí. Por eso,

en Su Comisión a un mundo por el cual Él murió, revela que habrá de continuar el doble ministerio.

Primero, la comisión es satisfacer las necesidades espirituales de1 hombre: “Todo el que creyere y

fuere bautizado será salvo” (Mr 16.16). Todo hijo de Dios puede apropiarse para sí esta parte de

la comisión donde se enseña que la fe en Cristo es esencial para la salvación, y que la incredulidad

lo excluye a uno de ella.

Luego viene la segunda parte de la Comisión en Marcos 16.17: “Y estas señales seguirán a los

que creyeren”. La palabra griega “creer” es la misma que se usa en el versículo 16, excepto que

una está en singular y la otra en plural. ¿Qué derecho ha tenido alguno de separar estas palabras de

Cristo que vienen inmediatamente después de la primera parte de la comisión?

¿Dónde, en Su Palabra, Él implicó que las primeras palabras se referían a todos los hombres, y que

las últimas solamente a los cristianos del periodo apostólico? Ambas promesas penden de la misma

raíz „creer‟. El acto de creer lo lleva a uno a pertenecer a la familia de Dios. El jugoso racimo de

promesas maravillosas que sigue pertenece a todos aquellos que creen, o a los creyentes, según la

traducción literal.

El hombre se ha mantenido firme en la primera promesa porque supo cómo usarla; y se ha deshecho

de la otra porque ignora cómo debe usarse. Cristo llevó las enfermedades del hombre para que éste

no tuviera que llevarlas, y lo que Él preparó para la salud del hombre se encuentra en esto: “En mi

Nombre... pondrán sus manos sobre los enfermos y sanarán”.

El ministerio de los discípulos bajo la dirección del Espíritu Santo, tuvo la misma doble bendición

que el ministerio de Cristo. Una redención completa fue predicada por ellos; el nuevo nacimiento

para el espíritu y la salud para el cuerpo. Las dos corrientes de bendición que comenzaron desde el

ministerio personal de Cristo, corrientes de regeneración y de salud, han continuado desde entonces,

al través del período apostólico y hasta el presente, dondequiera que los cristianos se han atrevido a

actuar de acuerdo con Su Palabra.

Nuestro derecho para sanar que nos fue otorgado en Su Redención, ha sido investido con la

autoridad de Su Nombre. Hoy, Él espera confirmar esta Palabra tal y como la confirmó en los días

apostólicos (Mr 16.20).

PREGUNTAS

1. Mencione las tres actitudes actuales con respecto a la sanidad.

2. Explique por qué la primera actitud es falsa.

3. Si la tercera actitud es correcta, demuestre por qué la segunda es falsa.

4. Explique claramente el origen de la enfermedad.

5. ¿Cómo revelan la vida y el ministerio de Cristo la actitud del Padre hacia la enfermedad?

6. Mencione y explique algunos incidentes en el ministerio de Cristo que revelan que la

enfermedad procedió del imperio de la muerte espiritual.

7. ¿Por qué una redención completa del dominio satánico debe incluir la salud?

8. ¿Por qué tenemos el derecho legal de ser sanados?

9. ¿Qué proveyó Cristo para la continuación de Su ministerio de sanidad?

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Lección 27

EL SEÑORÍO DE CRISTO

Una de las verdades más vitales en esta revelación dada al hombre, es que Jesucristo es el Señor de

todo. En nuestros días, en este Universo, Él tiene la posición de Señor. Su ministerio como Señor es

tan importante, que no nos atrevimos a incluirlo en la lección 25, en la que tratamos del ministerio

actual de Cristo. Conocer que Jesús es Señor, es esencial para una vida cristiana victoriosa; por

consiguiente, vamos a dedicar dos lecciones completas a este estudio.

Como 700 veces en el Nuevo Testamento se le da a Cristo el título de “Señor”. Él ha reconquistado

el Señorío sobre la creación perdido por Adán. Él es Señor sobre el pecado, sobre la enfermedad,

sobre la muerte y sobre las fuerzas de la naturaleza. Él mantiene la más alta posición en el universo.

Sin embargo, la verdad más grande y más dichosa, es que Él se convierte en el Señor personal del

hombre. En lecciones anteriores hemos visto el derecho que el hombre tiene a la justicia, a la vida

eterna, etc. En esta lección veremos que todo hombre tiene derecho legal a los beneficios del

Señorío de Cristo.

Estudiaremos este asunto en cuatro divisiones. La primera, Satanás el señor; la segunda, Cristo el

conquistador; la tercera, Cristo hecho Señor; y la cuarta, Cristo, Señor personal del hombre.

En el bosquejo anterior tenemos la historia de la Redención en forma breve.

I. El Señorío de Satanás

La Palabra nos revela, y los hechos de la vida dan testimonio de ello, que Satanás es el señor del

hombre natural, no redimido. Cristo manifestó que reconocía dicho señorío cuando lo llamó el

príncipe de este mundo: “Porque viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí” (Jn

14.30).

En la revelación que Pablo recibió, Satanás es llamado el dios de este mundo. 2 Corintios 4.4, dice:

“El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz

del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. Satanás y sus legiones son

llamados los gobernadores espirituales de este mundo: “Porque no tenemos lucha contra carne y

sangre, sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de

estas tinieblas, contra malicias espirituales en el aire” (Ef 6.12).

El hombre no redimido anda de acuerdo con las leyes de ellos: “En que en otro tiempo anduvisteis

conforme a la condición de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que

ahora obra en los hijos de desobediencia” (Ef 2.2). No obstante, al principio, Satanás no tuvo esta

autoridad sobre el género humano o la creación. Originalmente el hombre fue el señor. Dios le

entregó el dominio sobre las obras de la creación haciéndolo participe con Él del gobierno del

Universo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los

peces de la mar, y en las aves de los cielos, y en las bestias, y en toda la tierra, y en todo animal

que anda arrastrando sobre la tierra” (Gn 1.26-31).

Todavía el hombre, aun en su estado más bajo y de sometimiento, lleva dentro de sí rasgos de su

posición original como copartícipe de Dios en el gobierno del Universo. En sus descubrimientos en

el terreno de la ciencia, en sus clasificaciones del conocimiento, en su comprensión y uso de las

fuerzas de la naturaleza, ha demostrado su capacidad mental para asociarse con la mente del

Creador.

Aquel que una vez gobernó la creación todavía demuestra capacidad como copartícipe de Dios en

ese gobierno, multiplicando y mejorando los productos de la vida animal y vegetal. Ha hecho brotar

las aguas en abundancia; ha convertido los desiertos en jardines; su ser se ha conmovido con las

armonías del sonido, de la forma y del color de toda la creación, y las ha reproducido en oratorios,

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en el mármol, en la tela y en la jardinería. Fue el rey con cetro de la naturaleza. Para él la tierra fue

creada y convertida en un hogar.

Un solo hombre significa más para el corazón de Dios que todo el Universo. Con todo, este hombre

obedeció la voz de Satanás, cometió alta traición y se convirtió en su súbdito. Satanás deseaba

gobernar este mundo; codiciaba la posición que el hombre tenía, y la ganó convirtiéndose en el

señor de éste. Se convirtió en el señor del hombre impartiéndole su naturaleza y llegando a ser para

el hombre lo que Dios debió haber sido, su padre (Gn 2.15-17; 3.1-24).

Por la entrada de la muerte espiritual, que ya hemos estudiado antes, y por su imperio sobre la

humanidad, Satanás ha gobernado como Señor (estudie otra vez con todo cuidado: Ro 5.12-17 y

compare con He 2.14 acerca de “la autoridad de la muerte”).

¡Que diluvio de sufrimiento y de miseria ha traído el imperio de Satanás al corazón del hombre! Al

hombre se le había entregado el dominio sobre las obras de la mano de Dios, y él puso ese vasto

dominio en las manos de Satanás. De señor se convirtió en esclavo. Aun los reinos animal y vegetal

han gemido bajo el señorío de Satanás (Ro 8.20-24).

Pero Dios no dejó al hombre en esta condición desesperada para sufrir eternamente bajo el reinado

de Satanás. En presencia misma del crimen de alta traición de Adán, dio la promesa de Uno que

legalmente quebrantaría el señorío de Satanás sobre el género humano (Gn 3.15-18). Ya hemos

estudiado antes el significado completo de esta profecía.

II. Cristo, el Conquistador

Dios no podía anular lo que Adán había hecho y el hombre debía esperar hasta que llegara el

libertador.

Cristo ha quebrantado el señorío de Satanás sobre el género humano. Ha reducido por completo a la

nada a aquel que por siglos mantuvo la autoridad en el imperio de la muerte (He 2.14). Hay aquí

algunas cosas sobre las cuales deseamos llamar la atención. Cristo no redujo a la nada a Satanás por

Sí mismo. Satanás nunca fue señor sobre Cristo. El Hijo de Dios que había existido en la eternidad

sobre la misma base de igualdad con el Padre, no fue afectado por el crimen de alta traición de

Adán, el cual convirtió a Satanás en el Señor de la humanidad (Fil 2.2-8).

Aun cuando Él se convirtió en hombre, estuvo libre del dominio satánico, porque no fue

engendrado por procreación natural. Él era Dios Encarnado, y por razón de Su Divinidad continuó

siendo más grande que Satanás y que sus gobernadores del mundo. Cristo dijo: “el príncipe de este

mundo viene, mas no tiene nada en mi” (Jn 14.30).

La encarnación de Cristo no estableció ningunas relaciones entre Él y Satanás. Su humanidad no se

sometió al dios de este mundo. Tuvo la misma clase de humanidad que Adán tenía antes de que

cometiera su crimen de alta traición. Por consiguiente, en la vida de Cristo sobre la tierra, tenemos

el ejemplo de una vida libre del dominio satánico. Satanás le prestó obediencia: el mal y las

enfermedades se doblegaron ante Él y todas las fuerzas de la naturaleza acataron Sus mandatos.

Por lo tanto, podemos ver que Cristo no conquistó a Satanás por Sí Mismo. Lo conquistó por causa

del hombre. Aunque estaba libre del dominio de Satanás y el hombre no, Cristo pudo quebrantar el

poder de la enfermedad sobre la vida del hombre y echar fuera demonios, pero la humanidad

permanecía dentro de la autoridad de Satanás. Los hombres necesitaban ser liberados de su señorío.

Necesitaban ser liberados de su naturaleza, de la cual surgían el egoísmo, los celos, el pecado, las

enfermedades y la rebelión contra Dios.

El señorío de Satanás sobre la humanidad y sobre el individuo, debía ser quebrantado por un

hombre; por lo tanto, sobre la cruz, Cristo se identificó con la muerte espiritual, la naturaleza de

Satanás, y como Uno unido a nosotros, conquistó a Satanás en favor del género humano: “Al que no

conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios

en él” (2Co 5.21).

Nosotros no entendemos la naturaleza exacta de ese combate, lo que sabemos es que cuando Cristo

resucitó de entre los muertos como hombre, y en nuestro favor, arrojó de Sí a las potencias y a los

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principados que había vencido: “Y despojando los principados y las potestades, los sacó a la

vergüenza en público, triunfando de ellos en sí mismo” (Col 2.15).

Ignoramos la naturaleza exacta de la traición de Adán por medio de la cual Satanás se convirtió en

señor de la raza humana, pero no ignoramos que cuando Adán encaró a Dios en el Jardín, ya su

naturaleza había sido cambiada; y en su vida dominaba un nuevo señor, Satanás.

Aunque no sabemos exactamente cómo, sí sabemos que un hombre coronó a Satanás como Señor

de la raza humana: “Porque a mí es entregada y a quien quiero la doy” (Lc 4.6-12). Igualmente, no

sabemos exactamente como; pero sí sabemos que un hombre, Jesucristo, por medio de Su muerte y

Su resurrección destronó a este señor coronado por el hombre, Satanás.

Y cuando Cristo entró al Lugar Santísimo con Su propia sangre, Dios reconoció que se había

verificado para la humanidad la completa redención de la autoridad y del dominio satánico: “Mas

por Su propia sangre, entró una sola vez, por todas, en el santuario, habiendo obtenido eterna

redención para nosotros” (He 9.12).

El primer hombre fue arrojado de la presencia de Dios porque Satanás se había convertido en su

Señor, y la humanidad entera fue identificada en ese acto (Gn 3.22-24). Entonces llegó el tiempo

cuando un hombre que fue hecho pecado y que había sido abandonado de Dios, entró al Lugar

Santísimo y fue aceptado gozosamente, porque el imperio de Satanás sobre el hombre había sido

reducido a la nada: “En la cual voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo

hecha una sola vez” (He 10.10).

El hombre había sido santificado por la ofrenda de Cristo. Santificar significa apartar, separar. El

hombre no solamente había sido libertado del dominio de Satanás, sino que también había sido

apartado de la autoridad satánica como lo estaba Cristo antes de que fuera hecho pecado. Se había

verificado la remisión de los pecados, resultado de la muerte espiritual: “Pues donde hay remisión

de éstos, no hay más ofrenda por pecado” (He 10.18).

Y el hombre fue declarado perfecto delante de Dios: “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos

para siempre a los santificados” (He 10.14). Cuando Cristo fue aceptado y se sentó en el Lugar

Santísimo a la diestra de Dios, toda la humanidad se sentó también con Él (Ef 2.5-6). Cristo es el

conquistador porque ha quebrantado el señorío de Satanás sobre el hombre: “Así que, por cuanto

los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por la

muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo” (He 2.14).

Cristo, Coronado Señor

Por esta victoria como hombre sobre Satanás, Dios ha coronado a Jesús como Señor. Cuando Cristo

se levantó de entre los muertos, se levantó sobre todo gobierno, autoridad, poder y dominio (Ef

1.12-22). Estos “gobiernos”, “autoridades” y “dominios” eran de Satanás. Ahora bien, Cristo fue

exaltado no por Sí mismo sino por el hombre, pues Él siempre fue grande.

Su victoria consistió en lograr la completa liberación del hombre, del yugo, de la tiranía, del poder y

del dominio que Satanás ejercía sobre su vida. El dominio que una vez tuvo el hombre no le fue

devuelto directamente a él a fin de que no lo perdiera otra vez. Es decir, el señorío perdido le fue

entregado a Cristo; Él lo retiene para el hombre. Dios hizo a Cristo Señor: “Sepa, pues,

ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha

hecho Señor y Cristo” (Hch 2.36).

El Ángel dijo: “Venid, ved el lugar donde el Señor fue puesto” (Mt 28.6). Cristo, el Hijo del

hombre, se había levantado de entre los muertos y había quebrantado el señorío de Satanás: “Y cuál

aquella supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, por la operación

de la potencia de su fortaleza, la cual obró en Cristo, resucitándole de los muertos, y colocándole a

su diestra en los cielos, sobre todo principado, y potestad, y potencia, y señorío, y todo nombre que

se nombre, no sólo en este siglo, mas aun en el venidero” (Ef 1.19-21).

Dios le corona Señor cuando le da un Nombre que es sobre todo nombre y le confiere con él la

autoridad de Su conquista: “Por lo cual Dios también le ensalzó a lo sumo, y le dio un nombre que

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es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los

cielos, y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; y toda lengua confiese que

Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre” (Fil 2.9).

Todo lo que Él es, como Señor, lo es para nosotros, porque la autoridad de Su señorío le ha sido

conferida en Su Nombre, y ese Nombre es nuestro, como lo hemos visto en lecciones anteriores. Él

ha sido hecho Señor por causa de nosotros: “Y sometió todas las cosas debajo de Sus pies, y lo dio

por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que hinche

todas las cosas en todos” (Ef 1.22-23).

PREGUNTAS

1. Mencione tres pasajes de las Escrituras que muestren que Satanás es el Señor del hombre

natural, no redimido.

2. ¿Cómo adquirió Satanás su autoridad sobre el hombre?

3. ¿En qué forma el hombre muestra todavía rasgos de su posición original como copartícipe con

Dios en el gobierno del universo?

4. Demuestre claramente por qué Cristo no tuvo que conquistar a Satanás por Sí Mismo.

5. ¿Qué pasaje de las Escrituras muestra que Satanás nunca tuvo dominio sobre Cristo?

6. Explique Hebreos 2.14.

7. ¿Qué revela Colosenses 2.15?

8. ¿Qué significado hay en el hecho de que Dios aceptó la sangre de Cristo cuando entró al Lugar

Santísimo?

9. Explique Filipenses 2.9-11.

10. ¿Estudió usted con todo cuidado cada pasaje de las Escrituras en esta lección?

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Lección 28

EL SEÑORÍO DE CRISTO (Continuación)

Continuamos en esta lección nuestro estudio sobre el Señorío de Cristo. En la lección anterior

aprendimos que Dios había hecho a Jesús Señor: “Sepa pues ciertísimamente toda la casa de Israel,

que a este Jesús que vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hch 2.36). En esta

lección estudiaremos a Cristo como nuestro Señor personal. Veremos lo que Su Señorío significa

para nosotros en lo personal.

Él había muerto como el Cordero de Dios. Había sido crucificado en debilidad: “Porque aunque fue

crucificado por flaqueza, empero vive por potencia de Dios” (2Co 13.4). Cuando resucitó, resucitó

como Señor.

En su muerte fue como un cordero, conducido al matadero. Por la opresión y por el juicio fue

quitado. Sin embargo, se levantó de entre los muertos como conquistador absoluto. Derrotó a

Satanás, quien tenía el señorío sobre el hombre. Lo conquistó delante de sus legiones, delante de sus

siervos, en la región tenebrosa de los condenados; y en ese lugar terrible se levantó como el

Vencedor y Señor absoluto. Y el permanece hoy, delante de los tres mundos, el cielo, la tierra y el

infierno, como el Vencedor absoluto del antiguo enemigo del hombre (He 2.14).

No nos maravilla el que, recién obtenidas Sus victorias, haya dicho a los discípulos: “Toda potestad

me es dada en el Cielo y en la tierra” (Mt 28.18). Él se levantó como Señor, y hoy no existe

potestad en el cielo, en la tierra o en el infierno, que no se doblegue ante la autoridad de Su Nombre

(Fil 2.9-10).

I. La Necesidad de Su Señorío

La necesidad personal que tiene el hombre del señorío de Cristo es hoy prácticamente una verdad

ignorada. Como regla general, se le enseña al hombre no salvado que necesita el perdón de sus

pecados. Lo que en realidad necesita el hombre no salvado, es un nuevo Señor, un nuevo Maestro.

El hombre natural vive esclavo del pecado y en rebeldía contra Dios porque Satanás es el Señor de

su vida.

El crimen de Adán consistió en entregarse al señorío de Satanás. Satanás es el señor en el imperio

de la muerte espiritual: “...al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (He 2.14). La

humanidad se identificó con Adán en su crimen de alta traición (Ro 5.12), y como resultado de tal

identificación quedó sometida al señorío personal de Satanás.

El hombre vive en el imperio de la muerte espiritual porque Satanás es el señor de su vida. Toda

exigencia del hombre, sea material, física, mental o espiritual, se centraliza en el señorío de Satanás

sobre su vida. Todo sufrimiento humano es el resultado del señorío satánico sobre la humanidad. El

sufrimiento humano puede ser causado por la crueldad y el egoísmo de los demás, por nuestros

propios pecados, por la enfermedad, por las circunstancias, pero todo eso pertenece al imperio

satánico.

Por lo tanto, la dificultad del hombre se centraliza en la necesidad de un nuevo Señor. Satanás es un

capataz cruel. Él es quien destruye el alma y el cuerpo en el infierno (Mt 10.28). El hombre necesita

un Señor-Amor, un Maestro-Amor. El propósito de la lección previa fue demostrar que sobre bases

legales, el Hijo de Dios destronó a Satanás de su posición como señor del hombre y como dios de

este mundo: “Para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al

diablo, y librar a los que por el temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos a servidumbre”

(He 2.14-15).

Otra traducción del griego dice así: “Para que Él paralizara a aquel que tuvo la autoridad de la

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muerte”. Las Escrituras son claras al respecto y afirman, que el cruel amo del hombre fue reducido a

la nada. Todo hombre y toda mujer no salvados que vivan en la esclavitud de la muerte espiritual,

tienen el derecho legal al Señorío Amoroso de Cristo sobre su vida. El Señorío de Cristo significa

una nueva naturaleza, una nueva Familia, un nuevo Padre, Cristo murió y resucitó para poder

satisfacer la necesidad del hombre de un nuevo Señor: “Porque Cristo para esto murió y resucitó: y

volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven” (Ro 14.9).

¡Qué mensaje tan jubiloso, qué nuevas tan alegres tenemos que comunicar al mundo no salvado! ¡El

mensaje de este nuevo Señor para el hombre! “Porque el mismo que es Señor de todos, rico es para

con todos los que le invocan” (Ro 10.12). Toda necesidad del hombre puede ser satisfecha de

acuerdo con las riquezas en gloria en Cristo Jesús. Como la Escritura continúa: “Porque todo aquel

que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Ro 10.13). Por un simple acto en que el hombre

invoque a este nuevo Señor, el poder y la autoridad de Satanás, el antiguo señor, serán quebrantados

en su vida. Pero, “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán a

aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Ro 10.14). Seamos,

pues, fieles en dar a conocer el Señorío de Cristo.

II. Confesar Su Señorío, el Camino a la Salvación

Siendo que la necesidad del hombre solo puede ser satisfecha por el Señorío de Cristo sobre su vida,

la confesión de ese Señorío es el camino a la salvación. La redención es toda de gracia. Es la obra

de Dios, no del hombre: “Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es

don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe” (Ef 2.8-9).

Lo único que le corresponde hacer al hombre es confesar el Señorío de Cristo. Es este el más alto

orden de arrepentimiento. El arrepentimiento no consiste en llorar o gritar por los pecados

cometidos en el pasado. Un hombre puede entristecerse por la manera en que ha vivido; no obstante

el imperio del pecado es el resultado del señorío satánico sobre su vida. El arrepentimiento es algo

mucho más profundo que eso. El arrepentimiento es volverse del dominio de Satanás, al Señorío de

Cristo. Es confesar ante los hombres y ante los demonios que estamos siguiendo a un nuevo Señor y

que lo estamos aceptando en nuestra vida.

En el momento en que alguno invita a Jesús como el Señor de su vida, la autoridad de Satanás se

reduce a la nada y él es liberado de la esclavitud satánica. Para el hombre que sabe cuál es su lugar

en Cristo, Satanás es como nada, como si no existiera (He 2.14). Cuando un hombre confiesa el

Señorío de Cristo, pasa de la autoridad de Satanás a la autoridad de Cristo: “Quién nos ha librado

de la potestad de las tinieblas y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col 1.13).

He aquí lo que acontece en la vida de un hombre cuando confiesa el Señorío de Cristo: Es

trasladado de la potestad de las tinieblas al reino de nuestro Señor Jesucristo. Eso significa que la

muerte espiritual es erradicada de su espíritu. Termina la esclavitud de Satanás. Recibe la naturaleza

de Dios cuando recibe a Cristo, Se convierte en un Hijo de Dios (Jn 1.12). Un gobernante-amoroso

es suyo ahora. Se encuentra ya en la familia de Dios y en el reino de Cristo.

Ahora podemos darnos cuenta del por qué el confesar el Señorío de Cristo es el camino a la

salvación. Miles habrían sido salvados de años de sufrimiento si hubieran sabido esto. El confesar el

Señorío de Cristo es muy sencillo. Es decir simplemente: “Acepto a Jesucristo como mi Señor y

le invito ahora mismo a entrar a mi vida”.

Se nos dice en Romanos 10:9-10: “Porque si confesares con tu boca a Jesús por Señor, y creyeres

en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; pues con el corazón se cree

para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”.

“Con la boca se confiesa para salvación”. Dios está atento a Su Palabra para realizarla. Cuando un

individuo actúa de acuerdo con ella, confesando el Señorío de Cristo, Dios le imparte Su propia

Vida y Naturaleza. Su confesión del Señorío de Cristo es el camino al nuevo nacimiento, el camino

a la Salvación.

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III. Los Beneficios del Señorío de Cristo

Así como toda necesidad espiritual del hombre se centralizaba antes en el señorío de Satanás sobre

su vida, así toda bendición espiritual se centraliza ahora en el Señorío personal de Cristo sobre la

vida del creyente: “Bendito el Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo, el cual nos bendijo con

toda bendición espiritual en lugares celestiales en Cristo” (Ef 1.3). La persona que ha aceptado a

Jesús como Señor, es bendecida con toda bendición espiritual.

El verdadero hombre es el espíritu. Toda condición de empobrecimiento en la humanidad ha sido el

resultado de la muerte espiritual en el espíritu del hombre. Ser bendecido con toda bendición

espiritual, significa unión con la Divinidad, ser llevado de nuevo al reino de Dios, al reino de la

omnipotencia. Esto trae como resultado la satisfacción de toda necesidad del hombre, sea mental,

física o material.

El Señorío de Cristo sobre la vida de un individuo significa que el pecado y la enfermedad

concluyen. Para el hombre que entiende lo que significa el Señorío de Cristo, el pecado y la

enfermedad dejan de ser problemas. El Señorío de Cristo significa libertad del imperio del pecado.

Esta revelación Divina que nosotros tenemos nos da una clara comprensión del problema del

pecado, de su origen, de su dominio sobre el hombre y de su destrucción.

La Palabra nos enseña que el pecado entró al mundo por un hombre (Ro 5.12). Romanos 7 nos deja

oír el grito sin esperanza de un hombre espiritualmente muerto que desea liberarse de la esclavitud

del pecado. Esta fue la experiencia de Pablo antes de nacer de nuevo. Su mente había sido

desadormecida por la ley, pero el pecado que moraba en él, le impedía observarla por completo (Ro

7.7-24). El testimonio de Pablo demuestra que él era carnal, vendido al pecado o esclavo del pecado

(Ro 7.14).

Apareció entonces un Hombre con el propósito de quitar el pecado: “Y sabéis que Él se ha

manifestado para quitar los pecados, y en Él no hay pecado” (1Jn 3.5, Versión A.F.E.B.E.). Él fue

sin pecado. No conoció pecado (2Co 5.21). Nunca antes había conocido sus dolores ni su dominio.

Nunca había pasado por la experiencia de Pablo. Pero ahora Jesucristo fue hecho pecado: “Dios le

hizo pecado por nosotros” (2Co 5.21).

Luego Él murió al pecado. Romanos 6.10 (Versión Española A.F.E.B.E.) dice: “La muerte no tiene

dominio sobre Él. Porque el morir suyo fue un morir al pecado de una vez para siempre”. Él quitó

el pecado: “De otra manera sería necesario que hubiera padecido muchas veces desde el principio

del mundo: mas ahora una vez en la consumación de los siglos, para deshacer el pecado se

presentó por el sacrificio de sí mismo” (He 9.26).

Quitó el pecado y lo dejó como si nunca hubiera existido y ahora en Él no hay pecado (1Jn 3.5). Y

continúan las Escrituras en el versículo seis: “Cualquiera que permanece en Él, no peca”. El

Señorío de Cristo significa una total unidad con Él. Significa una unión tan íntima, que la cohesión

de la vid y los pámpanos fue usada por el Espíritu Santo, como una ilustración de ella. Para Cristo

el pecado no tiene poder. Él es nuestro Señor. El pecado no tiene poder sobre nosotros como no lo

tiene sobre Cristo. Reconocer plenamente el Señorío de Cristo es aceptar que el pecado no tiene ya

poder sobre nosotros.

La tentación para pecar es una fanfarronada del adversario. Hay que tratarla como tal. Durante Su

ministerio, Cristo no se preocupó por el pecado o por el poder de éste sobre Su vida. El dijo: “El

príncipe de este mundo viene, mas no tiene nada en mí” (Jn 14.30). Cristo ha destruido las obras de

Satanás en el corazón del hombre. Esto significa que el pecado ha perdido totalmente su poder sobre

la nueva creación, porque el pecado tiene su origen en Satanás: “El que hace pecado es del diablo,

porque el diablo peca desde el principio; para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las

obras del diablo” (1Jn 3.8).

Si el pecado tiene su origen en Satanás, y si Satanás ha sido reducido a la nada, podemos fácilmente

entender que las obras de Satanás han sido destruidas y que ya no tiene ningún poder sobre la nueva

creación. Empero, cabría preguntar: ¿Qué es el pecado para la nueva creación?

Pecado es todo aquello que nos impide andar en compañerismo con el Padre y el Señor. 1 Juan

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1.5-10 nos revela que aquello que impide que andemos en la luz es el pecado. Andar en la luz

significa “andar en la luz de Su Palabra”. El Salmo 119.105 declara: “Lámpara es a mis pies Tu

Palabra, y lumbrera a mi camino”. La Palabra, nuestra Luz, nos revela nuestro lugar en Cristo,

nuestros privilegios y nuestras responsabilidades. Nos revela nuestro lugar de victoria en Cristo.

Andar en la luz de Su Palabra es andar en nuestros privilegios y responsabilidades. El pecado, por

consiguiente, es todo aquello que motiva que la nueva creación ande en fracasos y debilidades ante

la realidad de que Cristo ha sido hecho nuestra fortaleza. La incredulidad que nos aparta del reposo

y de la quietud en Él, es pecado; porque “todo lo que no es de fe, es pecado” (Ro 14.23).

Ya hemos visto que el pecado, cualquiera que sea la forma en que aparezca, no tiene poder sobre la

nueva creación. El Cuerpo de Cristo debe comprender esto librándose de los engaños del

adversario: “Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera” (2Ts 3.16). Cristo es el

único que puede darnos paz.

PREGUNTAS

1. Describa el Señorío de Satanás sobre el hombre no redimido.

2. ¿Qué clase de nuevo señorío necesitó el hombre?

3. Demuestre cómo todo hombre tiene derecho legal al Señorío de Cristo.

4. Explique por qué es necesario confesar el Señorío de Cristo para ser salvos.

5. ¿Qué experiencias personales nos da Pablo en el capítulo siete de Romanos?

6. Explique claramente por qué el pecado deja de ser un problema para la nueva creación.

7. Diga cómo la enfermedad no tiene poder sobre la nueva creación.

8. ¿Por qué el Señorío de Cristo significa ser liberado de toda necesidad?

9. Explique 2 Tesalonicenses 3.16.

10. ¿Buscó usted y estudió cuidadosamente cada uno de los pasajes mencionados en esta lección?

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Lección 29

LA LEY DE LA NUEVA CREACIÓN

Nuestras dos últimas lecciones trataron del Señorío de Cristo quien es la Cabeza de la nueva

creación: “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de

los muertos, para que en todo tenga el primado” (Col 1.18).

Ya hemos visto que el Señorío de Cristo, nuestra Cabeza, sobre el pecado, sobre la enfermedad,

sobre Satanás y sobre las circunstancias, significa que somos libres de todo eso como Él lo es. El

Señorío de Cristo significa que el pecado y la enfermedad ya no son problemas, y ya no existen para

la nueva creación. No hay necesidad de más luchas con el pecado, de más batallas con el adversario;

sólo tenemos que actuar sobre la Palabra de Dios.

Al estudiar la historia de la iglesia nos damos cuenta de cuán poco han entendido de la redención

los grandes conductores espirituales. Durante el periodo de 1,000 años, que duró la época del

oscurantismo, se perdió, para la iglesia, el significado de la redención en Cristo independientemente

de las obras. Tal confusión ha ejercido su influencia sobre nosotros desde la época de la Reforma

hasta nuestros días, hasta el punto de que ha sido difícil para la iglesia comprender verdaderamente

la redención.

Al leer cualquier libro sobre las experiencias de cristianos famosos del pasado, podemos ver cómo

el problema del pecado y de la debilidad dominaba en su vida, y cuán poco comprendían la

redención. En el mensaje contenido en la redención, Dios enfáticamente declara que el problema del

pecado ha sido liquidado. Nos muestra de una vez por todas que Cristo quitó el pecado y que no hay

más necesidad de ofrenda por el mismo. Él está satisfecho con Su Obra en Cristo (lea y estudie

cuidadosamente los siguientes pasajes: Hebreos 9.12, 26; 10.10, 14, 18).

La iglesia ha estado luchando con el problema del pecado a pesar de que Dios nos declara en Su

Palabra que Él ya lo ha resuelto, y que ya no hay necesidad de más ofrenda por el pecado, y que ya

no es necesario preocuparse por él.

Dios nos muestra que la nueva creación queda liberada aun de la conciencia de pecado. Nótese lo

que dice Hebreos 10.1-3: “Porque la. ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la

imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios, que ofrecen continuamente

cada año, hacer perfectos a los que se allegan. De otra manera cesarían de ofrecerse, porque los

que tributan este culto, limpios de una vez, no tendrían más conciencia de pecado”.

Nótese que la Palabra declara que los sacrificios bajo el Antiguo Pacto no perfeccionan a los que los

ofrecen. Nos dice que si fuera así, los adoradores habrían sido libertados de la conciencia de pecado.

Por consiguiente, Dios no estaba satisfecho (léase He 10.5, 14) y envió a Su Hijo para que hiciera lo

que la ley y sus sacrificios, no podían hacer; es decir, perfeccionar a aquellos que ofrecían dichos

sacrificios. Él declara en el versículo 14: “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para

siempre a los santificados”. Él ha perfeccionado a la nueva creación por una redención eterna y

completa: “Mas por Su propia sangre, entró una sola vez por todas en el santuario, habiendo

obtenido redención eterna” (He 9.12).

El ha hecho libre a la nueva creación aun de la conciencia de pecado. Satanás ha hecho a la iglesia

consciente de pecado cuando debiera haber estado consciente de amor. Con la mente ocupada en el

problema del pecado, la iglesia ha perdido su verdadero objetivo. Con una mente gobernada por la

conciencia de pecado, la iglesia ha fracasado en tener la mente de Cristo.

I. La Cuestión del Amor

Hay solamente una cuestión importante para la nueva creación, y es “andar en amor”. Hay

solamente una ley que gobierna a la nueva creación, la Ley del amor. Hay un mandamiento que ha

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recibido, el mandamiento del amor: “Un nuevo mandamiento os doy, que os améis unos a otros;

como os he amado, que también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis

discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn 13.34-35).

El único problema que la nueva creación tiene se nos da en Filipenses 2.5-6: “Haya, pues, en

vosotros, este sentir que hubo también en Cristo Jesús; el cual, siendo en forma de Dios, no tuvo

por usurpación ser igual a Dios; sin embargo, se anonadó a Sí mismo, tomando forma de siervo,

hecho semejante a los hombres; y hallado en la condición como hombre se humilló a Sí mismo,

hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

El autor de la epístola nos manifiesta aquí, que espera que la nueva creación tenga la misma mente

de Cristo. Esto revela una redención completa. El Dios omnipotente del universo está diciendo: “Os

he redimido tan completamente del pecado, de la debilidad, de la enfermedad, de las circunstancias

y de todas las obras del adversario, que espero que vosotros tengáis la misma mente de mi Hijo.

Como el hombre piensa en su corazón, así es”.

Él nos está diciendo: “Yo deseo que vosotros penséis como piensa mi Hijo: que seáis como Él es;

que viváis como Él viviría si estuviera en vuestro lugar; que actuéis como Él actuaría; que seáis

como Él sería”. “Que haya en vosotros la misma mente que hubo en Cristo Jesús”. Este es el

problema que la nueva creación encara; la mente de Cristo se manifestó en una actitud de amor y

humildad. Nosotros sabemos lo que es el amor por la revelación de Su vida: “En esto hemos

conocido el amor, porque Él puso Su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras

vidas por los hermanos” (1Jn 3.16).

Él existió en forma de Dios. Todo lo que Dios era, Él fue. Él era la misma imagen de Su substancia

(He 1.3). Él pensó como Dios pensó. Vivió como Dios vivió. Amó como Dios amó. Existió en

forma de Dios. Él era tan perfectamente uno con Dios, que dijo a Felipe: “El que me ha visto ha

visto al Padre” (Jn 14.9).

El realmente dijo esto: “Felipe, durante los tres años que ustedes han estado conmigo, han visto al

Padre, la misma substancia de Su Naturaleza. En mis actos, han visto los actos del Padre; en mis

palabras han escuchado la palabras del Padre; en Mí, han visto al Padre, porque Él y Yo somos

uno”. Jesús existió en forma de Dios. Todo lo que la palabra “Dios” significa, Él lo fue. Vivió en

absoluta igualdad con Él. Nuestra mente no puede comprender todo el significado de la palabra

“Dios”, porque somos hechura de Su mente y de Sus manos, pero “los cielos declaran la gloria de

Dios; y el firmamento nos muestra la obra de Sus manos” (Sal 19.1).

Nosotros estudiamos el Universo que nos rodea conscientes de que éste es la obra de Sus manos. La

grandeza del universo está más allá de nuestra comprensión. Nosotros no podemos sondear la

distancia de las estrellas que se encuentran a quintillones de kilómetros de nosotros. Sabemos que el

Creador de esta inmensa obra es más grande todavía. Sabemos que en los dominios del átomo

invisible se manifiesta el mismo orden inteligente que gobierna el Universo de las estrellas. Y

sabemos que el Creador es tan inteligente como el orden inteligente de la creación.

El Universo contiene personas que piensan, sienten, aman, sufren, seleccionan y determinan. Y

sabemos que el Creador de estos seres personales debe ser personal también. La Palabra “Dios” eso

mismo significa para nosotros. Todo lo que significa eso es Él. Él es un Dios de amor, y el amor, lo

obligó a hacer lo siguiente: se despojó de Su gloria. Él, que era igual a Dios, tomó la forma de

siervo. Fue hallado en la condición y semejanza de hombre. Cambió la forma de Dios por la forma

de un hombre.

Él, el Creador, tomó la forma de la obra de Sus manos; Él, el Creador, se despojó y se limitó hasta

el grado de que vivió y anduvo en Su propia Creación. Él, por quien había sido creado este vasto e

inconmensurable Universo, vino a habitar en este pequeño planeta; nuestra tierra. Luego, se humilló

a Sí mismo, se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Y Él, que era tan santo como Dios,

tan intocable por el pecado como Él, fue hecho pecado (2Co 5.21).

El sufrimiento divino causado a Cristo cuando fue hecho pecado, es único. No tiene analogía. No

podemos medirlo con nada de lo que conocemos. El Pecado de Adán, la naturaleza pecaminosa que

pasó a todos los hombres, todo lo terrible de ello traspasó el corazón de Dios mismo.

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II. La Fe de Cristo en el Amor

Nos preguntamos, ¿por qué lo hizo así? ¿Por qué tan tremendo sacrificio hecho por Uno tan grande?

La respuesta es: el Hijo de Dios creyó en el amor. Dios es amor. En esto se manifestó Su amor:

“Porque Cristo, cuando aún éramos flacos, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente apenas

muere alguno por un justo; con todo podrá ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios

encarece Su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”

(Ro 5.6-8). “Porque Cristo no se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios

de los que te vituperan cayeron sobre mí” (Ro 15.3).

Los reproches del hombre que había reprochado a Dios, cayeron sobre Él. Los pecados del hombre

que había pecado contra Dios, cayeron sobre Él. El juicio del hombre cayó sobre Él. Las

enfermedades, las debilidades del hombre cayeron sobre Él. En esto se manifestó Su amor. El Hijo

de Dios encaró el problema del pecado, la entrada de éste en el mundo por el crimen de alta traición

de Adán, y su imperio sobre el género humano.

El sabía que por el sacrificio de Sí mismo podría quitar el pecado. Sabía que podría sufrir en lugar

del hombre. Sabía que podría reducir a Satanás a la nada en favor del hombre. Él creía en el amor y

obedeció los dictados del amor. Él conocía la recompensa del amor. Sabía que experimentaría gran

gozo cuando el amor hubiera triunfado. Conocía los frutos que el amor recogería. Sabía que el amor

habría de triunfar.

III. El Problema de la Nueva Creación

Ahora el problema, la cuestión que la nueva creación encara, es el mismo problema que Cristo

encaró. El hombre que se ha convertido en una nueva creación en Cristo, encara la necesidad del

hombre espiritualmente muerto. No le es dado el morir por otros como lo hizo Cristo, pero su lugar

es tan esencial como lo fue el de Cristo. A la nueva creación se ha encomendado el mensaje de la

redención para entregarlo a la humanidad: “Y todo esto es de Dios, el cual nos reconcilió a sí por

Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; porque ciertamente Dios estaba en Cristo

reconciliando el mundo a sí, no imputándole sus pecados, y puso en nosotros la palabra de la

reconciliación; así que, somos embajadores en nombre de Cristo” (2Co 5.18-19).

La obra de Cristo fue la de efectuar la reconciliación entre Dios y el hombre: “Y por él reconciliar

todas las cosas a sí, pacificando por la sangre de su cruz, así lo que está en la tierra como lo que

está en los cielos... En el cuerpo de su carne por medio de muerte, para haceros santos, y sin

mancha, e irreprensibles delante de él” (Col 1.20, 22).

Efesios 2.11-22 también muestra Su reconciliación entre Dios y el hombre. Dios estaba en Cristo

reconciliando al mundo a Sí, pero nos ha encomendado a nosotros, los nuevos hombres en Cristo, el

mensaje de la reconciliación. Cristo creyó en el amor e hizo Su parte. Aparentemente la redención

había fracasado. Cuán pocos han sido alcanzados con el mensaje de la reconciliación. Pero Dios no

ha fracasado y Cristo tampoco. Es el Cuerpo de Cristo (Su iglesia) el que ha fallado en llevar el

mensaje de la redención a la humanidad. Si el Cuerpo de Cristo hubiera sido de la misma mente de

Cristo, la historia del mundo habría sido diferente.

Pablo vio el problema real que encara la nueva creación y nos lo menciona en 2 Corintios 5.13-14:

“Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros. Porque el amor de

Cristo nos constriñe, pensando esto: Que si uno murió por todos, luego todos son muertos”. Pablo

creyó en el amor a tal grado, que lo tomaron por loco. La respuesta de Pablo fue: “El amor de Cristo

ha tomado posesión de mi corazón. Comprendo que la muerte de Cristo fue la muerte de todos”. El

mismo amor que movió a Cristo a morir por el hombre, constriñó el corazón de Pablo y lo obligó a

vivir por los demás.

La actitud del amor hacia nuestros semejantes es esta: “Los amo como si yo hubiera muerto por

ellos”. El amor nos hará embajadores tan ansiosos de ganar hombres como si hubiéramos muerto

por ellos para lograr la reconciliación. Pablo había captado la visión del amor. El gran imperio

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romano fue evangelizado en gran parte por sus esfuerzos. Pablo creyó en el amor y se fue al mundo

pagano como embajador de Cristo, totalmente consciente de que su mensaje sería una ofensa para

los judíos, locura para los griegos y un hazmerreír para los romanos.

No obstante, él sabía que sólo el mensaje de la reconciliación en Cristo satisfaría la necesidad del

hombre. El testimonio del amor es el siguiente: “Y yo con todo gusto gastaré y me desgastaré

enteramente por vuestras almas” (2Co 12.15 Versión A.F.E.B.E.). Dios está diciendo: “Yo deseo

que vosotros améis como mi Hijo amó. Vosotros podéis hacerlo porque somos uno. Mi naturaleza

es vuestra; mi amor es vuestro”. Nos está pidiendo que nos rindamos al Señorío de Su amor dentro

de nosotros: “Porque el amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo

que nos es dado” (Ro 5.5).

Efesios 3.16-19 es nuestro, “Que os dé conforme a la riquezas de Su gloria, el ser corroborados

con potencia en el hombre interior por Su espíritu. Que habite Cristo por la fe en vuestros

corazones: para que, arraigados y fundados en amor, podáis bien comprender con todos los santos

cuál sea la anchura y la longitud y la profundidad y la altura y conocer el amor de Cristo, que

excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”.

Él nos llena con Su plenitud para que podamos amar como Él ama. En Romanos 15.1-3 se nos

enseña la actitud del amor: “Así que, los que somos más firmes debemos sobrellevar las flaquezas

de los flacos, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en

bien, a edificación. Porque Cristo no se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los

vituperios de los que te vituperan, cayeron sobre mí”.

El amor lleva las debilidades del débil como si fueran suyas. Cristo no se agradó a Sí mismo, sino

que llevó los pecados, las enfermedades y el juicio de los demás. El amor no critica ni condena,

pero sí obliga a que la nueva creación en Cristo ore por el que está dominado por el pecado como si

él mismo hubiera sido hecho pecado por su prójimo. El amor nos constreñirá a orar por los

enfermos como si nosotros fuéramos los que habríamos de sufrir sus enfermedades y sus dolores.

Amar, es tener la mente de Cristo. El nuevo hombre en Cristo, que toma el lugar de Cristo, tiene

una deuda de amor con la humanidad: “No debáis a nadie nada, sino amaros unos a otros” (Ro

13.8). Es este el problema que la nueva creación encara, la deuda de amor que tenemos con la

humanidad.

PREGUNTAS

1. ¿Por qué la iglesia no ha podido ver una redención completa?

2. Cite y explique algunos pasajes donde se demuestre que Dios considera resuelto el problema del

pecado.

3. ¿Por qué la iglesia perdió de vista el verdadero problema que la nueva creación encara?

4. Dé una explicación de Filipenses 2.5-6.

5. ¿Cuál es la obra encomendada al Cuerpo de Cristo?

6. ¿Cual es el significado de la confesión de Pablo en 2 Corintios 5.14?

7. ¿Cuál es la actitud del amor hacia los perdidos y los enfermos?

8. ¿Como hizo Dios posible para nosotros el amar como Cristo amó?

9. Explique Romanos 13.8.

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Lección 30

LA LEY DEL AMOR

En nuestra última lección, vimos que el mayor problema que la nueva creación encara es el

problema del amor. Veremos ahora por qué es así. Dios es amor (1Jn 4.8). El nuevo nacimiento que

convierte al hombre en una nueva creación, consiste en recibir la naturaleza de Dios. Consiste en

recibir esta naturaleza de amor. Por lo tanto, el Espíritu Santo nos dice lo siguiente: “Carísimos,

amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Cualquiera que ama es nacido de Dios, y

conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1Jn 4.7-9).

La prueba del nuevo nacimiento es la prueba del amor: “Nosotros sabemos que hemos pasado de

muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano está en muerte” (1Jn

3.14). Estas son expresiones escudriñadoras de la verdad. Él nos dice que si un hombre ama, ha sido

engendrado de Dios, le conoce; y que un hombre que no ama, no importa cuál sea su profesión

religiosa, permanece en muerte espiritual y se halla alejado de Dios.

Si no fuera por el conocimiento del vocablo griego usado para amor aquí, estos pasajes serían

difíciles de entender; porque estamos familiarizados con cierto tipo de amor que pertenece al

hombre que nunca ha nacido de nuevo. La palabra que se emplea para amor en el griego es

“Ágape”. Parece que Jesús acuñó esta palabra cuando expresó la nueva ley que iría a gobernar a la

nueva creación, en las siguientes palabras: “Un nuevo mandamiento os doy, que os améis los unos a

los otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros” (Jn 13.34).

Él deseaba expresar algo y no podía echar mano de ninguna palabra de uso corriente en griego. Él

había traído al mundo algo nuevo; algo que se había perdido para el mundo desde la caída de Adán.

Era el amor de Dios que había sido desplazado por el egoísmo en el corazón del hombre. Allí se

había usado un verbo, pero no el sustantivo “Ágape”.

El hombre tendría que recibir una nueva naturaleza que lo colocara dentro de una nueva familia y le

diera un nuevo Padre. Tendría que ser gente nueva, una creación nueva, y debía haber un lenguaje

que se ajustara a este nuevo Reino y a esta nueva Familia. Tendrían que ser trasladados del reino de

las tinieblas al reino del Hijo, al de Su amor, y en este nuevo reino debían poseer un lenguaje

conveniente. Debían tener leyes adecuadas también, por eso dice: “Un nuevo mandamiento os doy...

En esto conocerán todos que sois mis discípulos; si tenéis “Ágape” el uno para el otro”.

Un nuevo amor manifestaría al mundo que se habían convertido en hijos de un Dios de amor. Los

discípulos, no entendieron el significado de esta nueva palabra hasta el Pentecostés. Vislumbramos

un poco de ello en Romanos 5.5: “Porque el amor de Dios está derramado en nuestros corazones

por el Espíritu Santo”. ¿Qué es lo que ha sido derramado? Es el amor de Dios. Es la manifestación

de la naturaleza Divina dentro de nosotros.

La vida vegetal en el árbol de durazno se manifiesta primero en la hoja, luego en la flor, y después

en el fruto maduro y delicioso. La naturaleza de Dios, la vida eterna, se manifestará del mismo

modo en la naturaleza, la conducta y la manera de hablar del hijo de Dios. Cuando alguien nace de

arriba, la naturaleza del Padre entra a su espíritu. Dicha naturaleza tendrá que manifestarse en amor.

Se trata del amor Divino que es radicalmente diferente de nuestro amor humano, aunque opera por

medio de las mismas aptitudes.

Cuando nació la iglesia en el Pentecostés, el fenómeno de los judíos que deliberadamente entregaban

sus propiedades y realizaban otros actos igualmente extraños, fueron las primeras manifestaciones de

esta nueva clase de amor que había venido a la tierra: “Y la multitud de los que habían creído era de

un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo algo de lo que poseía; mas todas las cosas les eran

comunes. Y los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran esfuerzo; y

gran gracia era en todos ellos. Que ningún necesitado había entre ellos, porque todos los que

poseían heredades o casas, vendiéndolas, traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los

apóstoles; y era repartido a cada uno según sus necesidades” (Hch 4.32-35).

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Esto era el “Ágape” manifestándose en las vidas de la nueva creación. El poder del Pentecostés fue

el “amor”. Ahora contrastaremos este amor que emana de la naturaleza Divina, con el amor del

hombre natural.

I. “Ágape” y “Phileo”

La palabra común griega usada en los días de Jesús, era “phileo”, que significa “amor humano”,

como el amor de una madre para su hijo, como el amor del esposo para la esposa. Este era el más

alto tipo de amor que el hombre había conocido.

No había otra palabra que expresara un tipo más alto de amor que “phileo”. Este amor humano,

común a todos nosotros, es el más hermoso bien de los humanos, pero al más peligroso. Este amor

“Phileo” es la diosa de los juzgados de divorcios; es la sacerdotisa del sufrimiento humano; el padre

de la mayor parte de nuestras lágrimas, de nuestras tristezas y de las agonías del corazón. Se

convierte en celos y en crimen con el menor pretexto. Es egoísmo puro; se alimenta solamente del

propio deleite.

Jesús trae una nueva clase de amor, un amor que no busca lo suyo. Esta nueva clase de amor es la

religión verdadera de la naturaleza esencial de Dios. El amor humano es la expresión de lo humano;

esta nueva clase de amor es la expresión de Dios. El antiguo amor brota del corazón natural; el

nuevo amor del corazón recreado. Uno es la manifestación de Dios en el nuevo hombre; el otro, del

hombre natural. El “yo” es el centro en torno del cual se mueve el “phileo”; el “Ágape” tiene un

nuevo centro. Este centro es Dios, obrando por medio de la vida de Sus hijos.

No puede haber actualmente manifestaciones del “Ágape” sino al través de aquellos que han

llegado a ser participantes de la naturaleza Divina. No hay tal cosa como el Ágape sintético. Es ésta

la única cosa que no se puede duplicar. Es éste el distintivo del cristianismo. Es ésta la

manifestación de Dios en la carne. Es éste el corazón de Dios latiendo en lo humano.

“Ágape” no es sólo la ley de la Familia de Dios, sino también la vida y el gozo de la Familia. Esto

hace del cristianismo un modo de vida más bello que cualquiera de las religiones de la tierra. Hace

de la vida de los santos la vida más dulce y más fragante que cualquiera otra vida.

Su oración bajo la persecución es “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Exhala la

fragancia del perdón. Es el valor vestido de humildad. Es la fuerza vestida de bondad. Hace que los

fuertes lleven las cargas de los débiles; que los ricos paguen las cuentas de los pobres; que los cultos

se conviertan en compañeros de los ignorantes. Es Cristo manifestándose entre los hombres.

II. El “Ágape” Analizado

Sería difícil definir lo que es el “Ágape”. El Espíritu Santo, por medio del apóstol Pablo, nos ha

dicho de qué está formado. 1 Corintios 13 es celestial. No ha sido tocado por la mente humana. Es

la propia descripción de Dios y de Su vida obrando por medio del hombre.

Versículo 1: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo “Ágape”, vengo a ser como

metal que resuena o címbalo que retiñe”. La capacidad para las lenguas es una de las más

apreciadas. Pero si yo entiendo todas las lenguas de la tierra, y puedo descifrar los jeroglíficos de

los monumentos erigidos por las naciones olvidadas; y si puedo entender el lenguaje de las huestes

angélicas, pero no tengo “Ágape,” vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe.

Esto despoja al cristianismo de sus vestiduras verbales y lo deja desnudo. Esto es lo que nos

proporciona la razón de las iglesias vacías, del fracaso de las escuelas dominicales para retener a sus

jóvenes, y del fracaso del cristianismo en los negocios y en la vida social. Los hombres se han

convertido en meros címbalos resonantes y en platillos que retiñen. Ello da la explicación de por

qué los periódicos religiosos modernos van mendigando subscriptores: platillos que retiñen,

címbalos resonantes, palabras huecas, palabras, palabras, palabras, siempre palabras, sólo palabras,

palabras huecas.

Versículo 2: “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda

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la fe, de tal manera que traspasase los montes y no tengo “Ágape”, nada soy”. Aquí se encuentra

otro de los grandes deseos universales del hombre: el don de profetizar, la capacidad de predecir los

acontecimientos futuros, de conocer la solución de los grandes problemas del mundo como son las

divisiones entre las naciones, el resultado de la lucha entre el capital y el trabajo, y la solución del

problema social.

Si alguien tuviera la capacidad de predecir el futuro, ningún edificio podría contener a la gente que

deseara escucharlo. Ningún autor recibiría por palabra la inmensa suma que un escritor con tal

capacidad demandaría y recibiría. Si alguien poseyera este don maravilloso, pero no poseyera el

“Ágape”, y así lo dice Dios, y sus palabras no estuvieran empapadas de ternura y de lágrimas, “no

sería nada”.

“...y si conociera todos los misterios y toda ciencia, y si tuviera toda la fe...” Ahora Él está tocando

el corazón de todos nosotros. Cómo hemos anhelado tener ciencia; cómo hemos suspirado por

descorrer la cortina y mirar tras el escenario y leer allí la revelación de los misterios de la naturaleza

que nos rodea. Cómo hemos luchado por esa fe que mueve montañas, y sin embargo, un soplo es

suficiente para barrer con nuestros sueños y para cortar la raíz de nuestras ambiciones.

Tal vez sería una gran bendición el que nosotros pudiéramos acercarnos a la humanidad con una

comprensión de toda ciencia y de todos los misterios y con una fe que removiera montañas. No

obstante, Dios dice que si no tenemos “Ágape”, no seríamos nada.

Versículo 3: “Y si distribuyera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y entregara mi

cuerpo para ser quemado, y no tengo Ágape, de nada sirve” Eso significa que si alguien fuera

capaz de alimentar a todos los pobres de esta generación; construir bibliotecas y hospitales en cada

ciudad y pueblo; y consumirse así en un esfuerzo filantrópico, y no tiene “Ágape”, de nada le sirve.

Ha desperdiciado su vida. Es como si hubiera vaciado agua sobre un montón de arena.

¿Qué es esto sin lo cual se constituyen en fracasos el esfuerzo, el conocimiento y los logros

humanos? ¡Ah! es el nuevo amor, la revelación del corazón de Dios que Jesús trajo a la tierra. Es

una revelación, pero es algo más, es la vida de Dios derramándose en nuestro corazón,

manifestándose por nuestras palabras y nuestra conducta. Es el latido del mismo corazón de Dios

manifestándose en una atmósfera que procede de nuestro espíritu para ser bendición y consuelo a un

mundo necesitado.

Es la respuesta de Dios al quebrantado corazón humano.

Pablo nos dice que el “Ágape” es sufrido y es benigno. El “phileo” puede sufrir, pero se exaspera

bajo la carga.

El “Ágape” no tiene envidia. El “phileo” siempre se ha manifestado en envidia y en celos.

El “Ágape” no es jactancioso, no se ensoberbece. El “phileo” siempre se jacta. El „yo‟ es el centro

sobre el cual se mueve. Si se priva al “phileo” del egoísmo, se derrumbará, porque en ello reside su

fuerza.

El “Ágape” no se porta indecorosamente. El “phileo” ventila sus ofensas en los juzgados de

divorcios; cultiva celos salvajes y con frecuencia derriba a sangre fría al objeto de su afecto.

El “Ágape” no busca lo suyo. La lucha del “phileo” desde que nace hasta que muere es por

conseguir y retener lo suyo. Se vuelve desdichado y miserable. Se vuelve deshonesto y traicionero.

Su lema es: “En el amor y en la guerra todo es válido”. Cree en aquello de “hacerle al otro antes que

el otro te lo haga”. Es un déspota cruel, pero es lo mejor que este mundo antiguo tuvo desde la caída

de Adán hasta que Jesús vino.

El “Ágape” no toma en cuenta el mal. El “phileo” siempre está discutiendo y celebrando el

escándalo.

El “Ágape” no se regocija en la injusticia, mas se regocija con la verdad. El “phileo” no puede

entender esto. Se vuelve al odio y a la venganza a la primera provocación, y siempre se regocija en

la caída de su enemigo. No puede regocijarse con la verdad si la verdad no lo complace.

El “Ágape” no se irrita. El “phileo” es demasiado sensible y difícil de manejar. Se irrita fácilmente,

y nos dice que es muy sensible y que no debe ser despreciado. Esa sensibilidad es, y siempre lo ha

sido, del diablo.

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El “Ágape” todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El “Ágape” nunca sufre

bancarrota. El “phileo” disipa su fortuna en la juventud en una vida desenfrenada, y antes de llegar a

la fuerza de la madurez, está en peligro de estrellarse contra las rocas del fracaso.

¿Qué es el “Ágape”? Juan nos dice que el “Ágape” es Dios mismo. En otras palabras, este nuevo

amor que Jesús trajo al mundo es la naturaleza del Gran Creador la cual Él se propuso que fuese la

naturaleza del hombre y que gobernase el reino animal. Pero con la caída de Adán, la muerte

espiritual tomó su lugar, y de esta espantosa naturaleza diabólica brotan el odio, la venganza y la

incredulidad. Un espíritu de inquietud tiene asida a toda la naturaleza.

El hombre y la bestia están dominados hoy por este poder extraño y nada natural; y no obstante, el

corazón de los humanos y de los animales sollozan por ese “Ágape”, cuando los fuertes dejen de

alimentarse de los débiles, cuando los pobres dejen de ser explotados por los ricos, y Dios gobierne

sobre todos. El “Ágape” es la nueva Ley de la Familia Divina, las nuevas creaciones.

PREGUNTAS

1. ¿Por qué la prueba del nuevo nacimiento es la prueba del amor?

2. Defina lo que significa “phileo” y “Ágape”.

3. ¿Cuándo entendieron los discípulos por vez primera el significado de “Ágape”?

4. Haga una exposición de 1 Corintios 13.

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Lección 31

EL ESPÍRITU SANTO

En el Antiguo Pacto Dios se había manifestado a Israel como un solo Dios. Fue esta una revelación

sorprendente para el hombre, en una época cuando estaba rodeado de politeísmo. Luego, después de

muchos siglos, cuando Dios vino a la tierra en la persona de Su Hijo, se manifestó como el Dios

Trino y Uno.

Al estudiar la vida de Cristo conocemos a los Tres que son Uno. Al principio de Su vida pública, en

Su Bautismo, la voz del Padre vino desde los cielos: “Este es mi Hijo amado”, y el Espíritu

descendió en forma visible sobre Él como una paloma (Mt 3.16-17). Aquí se da al hombre una

triple revelación de Dios a través de sus cinco sentidos.

En las enseñanzas, en la predicación y en la conversación privada de Cristo, constantemente habló

de Su Padre y de Sí mismo como dos personas distintas, y no obstante, declaradas en igualdad: “Yo

y el Padre una cosa somos” (Jn 10.30). Y dijo otra vez: “El que me ha visto a Mí, ha visto al

Padre” (Jn 14.9).

I. La Trinidad Revelada

En Sus enseñanzas, Jesús, introduce a un Tercero que también es Dios. En la última y más larga

conversación que tuvo con Sus discípulos en el aposento alto, la noche anterior a Su crucifixión,

Cristo dijo: “El Espíritu Santo al cual el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las

cosas y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Jn 14.26). La mayor parte de esta

conversación trató del Espíritu Santo que había de venir para tomar Su lugar. Este mensaje se narra

en Juan 14 y 16.

Toda la descripción que se hace en la Biblia de los Tres, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,

presenta de una manera definitiva y absoluta, ni más ni menos que Tres Personas en la Deidad. Esto

es lo que Wood denomina, en “El Secreto del Universo,” una absoluta Trinidad y una absoluta

Unidad.

En una absoluta Trinidad, cada Uno es distinto de los otros Dos; ninguno de los Tres podría

posiblemente ser cualquiera de los otros Dos; y ni Dos de los Tres pueden existir sin el Tercero.

Dios se manifiesta como una absoluta Trinidad; no obstante, es también una absoluta Unidad. Los

Tres son absolutamente Uno. Cada uno está representado como Dios. Cada uno es la Totalidad de

Dios. La personalidad no es divisible. Dios no puede ser dividido.

Dios es Tres en Uno. Cada Uno de los Tres es Dios, y cada Uno es la Totalidad de Dios. Los Tres

están representados como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; Tres modos de Seres que es Dios. No

es primordialmente tres maneras de actuar de Dios, sino tres modos de Ser.

La Palabra nos dice claramente que el Padre es Primero: el Hijo es el Segundo, y el Espíritu Santo

el Tercero. Eso no significa que Uno es Primero en Deidad, porque Todos son Dios. Eso no

significa tampoco que Uno es más grande, porque Todos son Infinitos. Tampoco significa que Uno

es Primero en tiempo, porque Todos son eternos. Eso sólo puede significar que el Padre es Primero,

el Hijo es Segundo, y el Espíritu es Tercero en un orden lógico.

Las escrituras representan al Padre como el Creador. El Hijo eterno es engendrado del Padre, y el

Espíritu eterno procede del Padre por medio del Hijo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al

cual el Padre enviará en mi Nombre...” (Jn 14.26). Dios obra por medio del Hijo. En Él y por Él,

efectúa los actos de creación: “Porque por Él fueron creadas todas las cosas que están en los

cielos, y que están en la tierra; visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados,

sean potestades; todo fue creado por Él y para Él” (Col 1.16).

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II. Cristo Actúa Ahora Entre los Hombres por medio del Espíritu

El Espíritu, como el Padre, es invisible; Su principal tarea es revelar al Hijo, y en el Hijo revela al

Padre. Por consiguiente, Su ministerio, aunque invisible, es para revelar la plenitud de la Deidad al

hombre y por el hombre. Vivimos en lo que se denomina la dispensación del Espíritu Santo. Es el

Espíritu Santo el que ha hecho al Padre y al Hijo tan reales para nosotros. Por lo tanto, conocer al

Espíritu Santo nos es esencial. Deseamos conocer Su Naturaleza, Su ministerio en nosotros y por

nosotros.

III. Necesidad de un Estudio Definido del Espíritu Santo

Existe hoy una necesidad real de un estudio definido de la persona y del ministerio del Espíritu

Santo. Se le ha dado muy poca atención al actual ministerio del Espíritu Santo en comparación con

la que se le ha dado a la vida terrenal de Cristo.

A. J. Gordon, en su libro intitulado “El Ministerio del Espíritu Santo” pregunta: ¿Por qué no

emplear el mismo método al escribir sobre la Tercera Persona de la Trinidad como el que se emplea

al considerar a la Segunda Persona? En su libro, él sigue ese método y nosotros deseamos utilizarlo

aquí en nuestro estudio del Espíritu Santo.

Se ha escrito mucho sobre la vida de Cristo, comenzando con Su encarnación y terminando con Su

ascensión en el Monte de los Olivos. El Salvador vivió antes de Su encarnación y ha continuado Su

ministerio desde Su ascensión al Padre; no obstante, ello nos da una impresión limitada para

distinguir Su vida visible de la invisible.

Así también, al estudiar la Persona y el ministerio del Espíritu Santo, encontramos ventajoso separar

Su ministerio actual sobre la tierra, de Su ministerio antes y después. Ese ministerio comenzó en el

día de Pentecostés y continuará hasta la segunda venida de Cristo. Cuando Cristo vino a la tierra

como hombre, tuvo un ministerio que cumplir, y cuando lo cumplió, regresó al Padre. Su ministerio

tenía un límite de tiempo. Así también, en Su tiempo señalado, el Espíritu Santo vino al mundo con

cierta misión definida que cumplir.

Este ministerio se está realizando ahora en nosotros y por medio de nosotros y continuará hasta ser

completado. Pero en el tiempo señalado, Él ascenderá al Cielo.

IV. La Realidad del Ministerio del Espíritu Santo

El advenimiento del Espíritu Santo al mundo y el ministerio que se le señaló aquí es tan real y tan

definido como lo fue la encarnación y el ministerio terrenal de Cristo.

Ha sido vago y misterioso para nosotros porque no ha habido una revelación del Espíritu Santo a los

sentidos físicos del hombre como la hubo de Cristo. El ministerio de Cristo requirió que Él se

hiciera hombre a fin de tomar legalmente el lugar del hombre. Por consiguiente, Él fue revelado a

los sentidos físicos del hombre.

Juan dijo: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado, y

palparon nuestras manos tocante al Verbo de Vida” (1Jn 1.1). Cristo, como hombre, pudo ser visto

y tocado por el hombre; por lo tanto, Su ministerio ha sido más real para nosotros que el ministerio

y la persona del Espíritu Santo, con el cual no podemos comunicarnos por medio de los sentidos

físicos. Podemos formar un cuadro mental de Cristo, pero no del Espíritu Santo.

El propósito del ministerio del Espíritu Santo sobre la tierra, no es el mismo que el ministerio

terrenal de Cristo. Cristo vino como el sustituto del hombre para pagar la pena de alta traición de

Adán. Eso demandó que se identificara con el hombre. Por lo tanto, Él nos fue manifestado como

hombre, en un cuerpo como el nuestro. El ministerio terrenal de Cristo fue local. Él pudo estar

solamente en un lugar sobre la tierra al mismo tiempo. Ahora Él tiene Su posición como Mediador

entre Dios y el hombre.

El Espíritu Santo no podía venir en un cuerpo humano como vino Cristo. Su ministerio no podría

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realizarse de esa manera. Su ministerio no podría localizarse. El vino para impartir la naturaleza de

Dios al espíritu del hombre. El vino, no en un cuerpo humano, sino para habitar los cuerpos de

aquellos que han llegado a ser nuevas creaciones en Cristo. No obstante, Su venida fue tan positiva,

y tan definida, como la venida de Cristo en la encarnación. Él, la Tercera Persona de la Divinidad,

está realmente aquí sobre la tierra actuando en y por medio del Cuerpo de Cristo.

V. La Venida del Espíritu Santo Predicha por el Señor

La venida de Cristo a la tierra fue predicha por los profetas y por los ángeles. Pero fue Cristo mismo

quien predijo el advenimiento del Espíritu Santo al mundo, en Sus últimos discursos a Sus

discípulos. Él predijo la venida de Aquel que era co-igual con Él y El que debía tomar Su lugar

(léanse Jn 14.16-20; 15.26-27; 16.1-16; Hch 1.4-5; no solamente hay que leer estos pasajes, sino

estudiarlos con cuidado y meditar sobre ellos).

El Espíritu Santo no vino a cumplir esta Divina Misión hasta el día de Pentecostés. Él había sido el

Agente Divino en la Creación. En la creación del mundo físico, Él impartió vida, forma y energía a

la materia muerta e informe para que se desarrollase: “Y la tierra estaba desordenada y vacía y las

tinieblas estaban sobre la haz del abismo; y el Espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas”

(Gn 1.2).

Él iluminó e inspiró a los profetas del Antiguo Pacto: “De la cual salud los profetas que

profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros, han inquirido y diligentemente buscado,

escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Dios que estaba en ellos,

el cual preanunciaba las aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias después de ellas. A

los cuales fue revelado, que no para sí mismos, sino para nosotros administraban las cosas que

ahora os son anunciadas de los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del

cielo: en las cuales desean mirar los ángeles” (1P 1.10-12). “Porque la profecía no fue en los

tiempos pasados traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo

inspirados del Espíritu Santo” (2P 1.21).

El Espíritu descendió sobre Cristo en forma de paloma, en Su bautismo (Mr 1.10) y le ungió para

Su ministerio terrenal: “Y Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del jordán, y fue llevado por el

Espíritu al desierto... Y Jesús volvió en virtud del Espíritu a Galilea” (Lc 4.1, 14).

VI. Por qué el Espíritu Santo no Había Sido Dado

El Espíritu Santo no había sido dado todavía. No había venido aún a cumplir Su ministerio real

sobre la tierra. Léase cuidadosamente Juan 7:39: “Y esto dijo del Espíritu que habían de recibir los

que creyesen en él: pues aún no había venido el Espíritu Santo; porque Jesús no estaba aún

glorificado”. Notamos que el Espíritu Santo no había sido dado todavía porque Jesús no había sido

glorificado.

El Espíritu Santo no podía venir hasta que Cristo hubiera sido glorificado. Cristo tenía que morir

por las ofensas del hombre; tenía que resucitar cuando el hubiera sido declarado justo (Ro 4.25) y

entrar al Lugar Santísimo con Su propia sangre obteniendo la redención eterna para el hombre (He

9.12).

Cristo vino para que el hombre pudiera tener vida (Jn 10.10). El objeto de Su muerte y de Su

resurrección fue el de libertar al hombre del dominio de Satanás (He 2.14) y hacerle posible recibir

la vida Divina (Jn 1.12).

El Espíritu Santo vino para impartir la naturaleza de Dios al espíritu del hombre en el nuevo

nacimiento (Jn 3.3-8) y luego llenar a esta nueva criatura (2Co 5.17) con la plenitud de Dios (Ef

3.19).

El hombre no podía recibir la naturaleza Divina hasta que el Padre hubiera aceptado la sangre de

Cristo. Cuando Cristo entró al Lugar Santísimo, se sentó a la diestra de Dios (He 9.11-12; 10.12).

Él había quitado el pecado (He 9.26). La aceptación de la sangre de Cristo por el Padre significó

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que la redención del hombre ya estaba completa. Éste tenía ahora el derecho legal de recibir la

naturaleza Divina. La sangre de Cristo se convirtió en el sello de la redención del hombre.

Cristo llegó a ser el Mediador entre Dios y el hombre (1Ti 2.5). El hombre, un hijo de Satanás,

disfrutaba del privilegio de acercarse a Dios por medio de su Mediador y recibir la vida Divina.

Ahora ya podía ser dado el Espíritu Santo. Jesús había sido glorificado y la redención del hombre

era completa.

Ningún hombre fue nacido de nuevo antes del día de Pentecostés. Los discípulos no habían llegado

a ser hijos de Dios. Habían sido llamados “amigos” por Cristo (Jn 15.15). Estaban todavía bajo el

Antiguo Pacto. No comprendían la muerte o la resurrección de Cristo. Esperaban que estableciera

un reino terrenal aun después de Su resurrección (Hch 1.6).

El Espíritu Santo no fue dado hasta el Pentecostés para revelar estas verdades e impartir la

naturaleza de Dios al hombre. El pasaje de las Escrituras que muestra claramente que los discípulos

no habían recibido el nuevo nacimiento es Hechos 11.17. El griego dice: “Cuando primero

creímos”. He aquí su propio testimonio de que nunca habían creído en Cristo como el que cree para

nacer de nuevo, hasta el día de Pentecostés.

PREGUNTAS

1. ¿En qué incidente del Nuevo Testamento se manifiesta la Trinidad a los sentidos físicos del

hombre?

2. Explique qué se quiere significar con los términos; “absoluta Unidad” y “absoluta Trinidad”.

3. Compare el ministerio terrenal de Cristo con el del Espíritu Santo con respecto al límite de

tiempo.

4. ¿Por qué ha sido el ministerio terrenal del Espíritu Santo más indefinido y misterioso para

nosotros que el ministerio terrenal de Cristo?

5. ¿Por qué el Espíritu Santo no pudo venir en un cuerpo humano como Cristo?

6. ¿En qué pasajes se predice el advenimiento del Espíritu Santo?

7. ¿Cuál fue la obra del Espíritu Santo antes de Su advenimiento el día de Pentecostés?

8. ¿Por qué el Espíritu Santo no podía venir hasta que Cristo hubiera sido glorificado?

9. ¿Por qué los discípulos no podían ser nacidos de nuevo antes del día de Pentecostés?

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Lección 32

EL ESPÍRITU SANTO (Continuación)

I. ¿Qué es el Bautismo del Espíritu Santo?

La iglesia, como un todo, no ha entendido claramente que los discípulos no habían nacido de nuevo

sino hasta el día de Pentecostés. Esto ha conducido a una enseñanza errónea con respecto al

Bautismo del Espíritu Santo. Estudiemos ahora con todo cuidado lo que las Escrituras enseñan

sobre el ser bautizados con el Espíritu Santo.

Juan fue el primero en mencionar este bautismo. Él dijo: “Yo a la verdad os bautizo en agua para

arrepentimiento; mas el que viene tras mi, más poderoso es que yo, los zapatos del cual yo no soy

digno de llevar; Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mt 3.11). Esta declaración hecha por

Juan se encuentra también en Marcos 1.8 y Lucas 3.16.

Después de Su resurrección Cristo se refiere a esta promesa hecha por Juan: “Les mandó que no

partiesen de Jerusalén, sino que esperasen allí la promesa del Padre, la cual (así decía) habéis

oído de mí. Porque Juan en verdad bautizó con agua; mas vosotros seréis bautizados con el

Espíritu Santo de aquí a muy pocos días” (Hch 1.4-5 Versión Moderna).

Luego se emplea también el término “bautismo” en Hechos 11.16; lo utiliza Pedro cuando se refiere

al descendimiento del Espíritu Santo sobre los gentiles, en la misma forma que descendió sobre los

judíos el día de Pentecostés. La palabra “bautizar” es una palabra griega intraducible que significa

“sumergir”. Juan simplemente los había sumergido en agua, pero iba a venir una inmersión en el

Espíritu Santo.

Luego Pablo se refiere al bautismo con el Espíritu Santo en 1 Corintios 12.13: “Porque por un

espíritu todos somos bautizados en un cuerpo”; y en Gálatas 3.27: “Porque cuantos habéis sido

bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo” (Versión Moderna). Estos son los únicos

pasajes en las Escrituras donde se emplean las expresiones “bautizar” o “ser bautizados” con el

Espíritu Santo.

Examinemos ahora los textos con cuidado para entender el significado espiritual del término. Juan

Bautista dijo: “Él os bautizará con el Espíritu Santo” (Mt 3.11). Cristo vino a traer la naturaleza

Divina al hombre: “Mas a cuantos le acogieron (o recibieron) les dio poder de llegar a ser hijos de

Dios, a los que creen en su nombre, los que nacieron, no de la sangre, ni de la voluntad de la

carne, ni de la voluntad del hombre, mas de Dios” (Jn 1.12-13 Versión A.F.E.B.E. Véase también

Jn 10.10).

¿Es este nuevo nacimiento a lo que Juan Bautista se refiere? Examinemos cuidadosamente este

pasaje para averiguarlo. Juan está comparando su ministerio con el de Cristo. El bautismo que él

trae es físico; es externo. No toca al espíritu, al hombre verdadero. Es, justamente, un tipo de la obra

que Jesús va a realizar dentro del espíritu del hombre.

¿Qué tipifica el bautismo en agua? ¿Qué significado espiritual se le da en las Escrituras? Tipifica el

nuevo nacimiento. Tal cosa se nos revela en Romanos 6.14 donde Pablo alude al bautismo de ellos,

en agua, para ilustrar lo que ocurrió en sus vidas por el nuevo nacimiento: “¿O ignoráis que

cuantos fuimos bautizados en Cristo, en su muerte hemos sido bautizados? Fuimos sepultados con

Él por el Bautismo en muerte, para que así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria

del Padre, así también nosotros caminemos en novedad de vida” (Ro 6.3-4 Versión A.F.E.B.E.).

Ser sepultados con Cristo en agua, tipifica nuestra sepultura con Cristo, en Su muerte, por medio de

la cual el hombre viejo fue crucificado y quitado. El levantarse del agua tipifica nuestra resurrección

con Cristo, de la muerte espiritual a la vida eterna, para que podamos andar en novedad de vida.

He aquí lo que acontece en el nuevo nacimiento: la muerte espiritual es erradicada del espíritu del

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hombre, y la vida eterna, la naturaleza Divina, es impartida al hombre, y entonces anda en novedad

de vida. Después de haber nacido de nuevo, somos bautizados en agua, como un testimonio de lo

ocurrido en el espíritu.

Es como si Juan Bautista hubiera dicho: “Mi bautismo es externo y físico; es solamente un tipo de

lo que Jesús hará en el espíritu del hombre. Yo bautizo el cuerpo físico en agua, pero el sumergirá al

espíritu del hombre en el Espíritu Santo, y de esa inmersión surgirá el nuevo nacimiento y el

hombre principiará a vivir una vida nueva”.

Este nuevo nacimiento sería el que Cristo iría a dar al hombre espiritualmente muerto, por lo cual se

les dijo a los discípulos que se quedaran en Jerusalén (Hch 1.5). Recordamos que en nuestra última

lección dijimos que el Espíritu Santo no podría ser dado, ni podría descender para convertir al

hombre en un hijo de Dios, hasta que Cristo fuese glorificado.

Examinemos ahora el pasaje de 1 Corintios 12.13 para ver si también se refiere o no al nuevo

nacimiento: “Porque por un espíritu todos somos bautizados en un cuerpo”. ¿Cuándo llega un

individuo a ser miembro del Cuerpo de Cristo? Cuando nace de nuevo. Nuevamente nos damos

cuenta que el término “bautismo” se refiere al nuevo nacimiento. El Bautismo dentro del Cuerpo de

Cristo representa el nacimiento dentro del Cuerpo de Cristo: “Porque cuanto habéis sido

bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo” (Gá 3.27 Versión Moderna).

También este pasaje se refiere al nuevo nacimiento: “Y si alguno no tiene el espíritu de Cristo, el

tal no es de Él” (Ro 8.9).

Se ha enseñado que el bautismo con el Espíritu Santo es una segunda experiencia porque, como se

mencionó antes, la iglesia en su totalidad no ha comprendido que ningún hombre podía ser

engendrado de la muerte a la vida hasta que Cristo lo fuera. El hombre tenía que ser redimido

legalmente de la autoridad satánica antes de que Dios pudiera impartirle Su Vida.

Cristo fue el primogénito de los muertos (Co 1.18). Fue el primogénito entre muchos hermanos (Ro

8.29).

Por consiguiente, ellos consideraban el bautismo que iba a ocurrir, como la segunda experiencia,

cuando en realidad era la primera.

Veamos ahora lo que en realidad ocurrió el Día de Pentecostés.

II. ¿Qué Ocurrió el Día de Pentecostés?

Los discípulos estaban reunidos en el aposento alto (Hch 2.1-2): “Y cuando hubo venido el día de

Pentecostés estaban todos juntos en un mismo lugar. Y de repente fue hecho desde el cielo un

estruendo, como de un viento fuerte que venía con ímpetu; y llenó toda la casa donde estaban

sentados” (Versión Moderna).

El Espíritu Santo entró al mundo para cumplir Su ministerio especial. Fue una venida tan precisa

como lo fue el nacimiento de Cristo en el pesebre de Belén. Llenó el cuarto donde estaban sentados.

¿Que aconteció? El cuarto se llenó con el Espíritu Santo y ellos fueron sumergidos o bautizados en

el Espíritu Santo.

En cierto sentido el Bautismo en el Espíritu Santo es lo opuesto al bautismo en agua. En el bautismo

en agua hay una inmersión debajo del agua. En el bautismo del espíritu hay una “inundación” del

Espíritu Santo venida de arriba. Sin embargo, el resultado es el mismo: inmersión.

Hay diversas frases que se usan en relación con el Pentecostés: “viniendo sobre”, “descender”,

“caer sobre”, “vino sobre”, “descendió sobre ellos”, etc. El resultado fue la inmersión en el Espíritu

Santo de la cual surgió el nuevo nacimiento. El Cuerpo de Cristo nació en ese día memorable.

Así como el pesebre había sido la cuna del Hijo de Dios, así también el aposento alto se convirtió en

la cuna del Cuerpo místico de Cristo. Ciento veinte se convirtieron en nuevas creaciones en Cristo

ese día. Luego fueron llenos con el Espíritu Santo. Esta es la segunda experiencia: ser llenos con el

Espíritu, ser habitados por Él.

Hay una enorme diferencia entre ser bautizado, sumergido en el Espíritu Santo, y ser lleno con Él.

Podemos ilustrar esto así: si se llenara un tanque con agua y un hombre se sumergiera en ella, él

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estaría en el agua pero el agua no estaría en él. Después de que los moradores del aposento alto

nacieron de la muerte a la vida eterna, por el Espíritu, fueron llenos con el Espíritu: “Y fueron todos

llenos con el Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas como el Espíritu les daba que

hablasen” (Hch 2.4).

No podían ser llenos con Él sin haber nacido de nuevo. Cristo dijo que el mundo (o el hombre

espiritualmente muerto) no podía recibirle: “Al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede

recibir” (Jn 14.17). El Espíritu Santo únicamente puede hacer Su morada en los cuerpos de

aquellos que han nacido de nuevo.

Nuestra conclusión es esta: La expresión “bautismo en el Espíritu Santo” se refiere literal y

bíblicamente al nuevo nacimiento; y la segunda experiencia se refiere a recibir, o a ser llenos con el

Espíritu Santo para que nuestros cuerpos puedan ser habitados por Él y se conviertan en Su Templo:

“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1Co 3.16).

Es claro que la iglesia primitiva no empleó el término “bautismo” para referirse a la segunda

experiencia o a ser llenos del Espíritu. Porque, después del día de Pentecostés, el término se usó

solamente una vez. Las palabras de Pedro hacen evidente que ellos no habían empleado el término

en la forma en que ha sido utilizado ahora por muchos grupos. Porque al relatar lo que ocurrió

cuando los gentiles recibieron primero el Evangelio, dice que ocurrió exactamente lo mismo que

cuando ellos primero creyeron en Cristo, y recuerda las palabras de Juan el Bautista, que Cristo

bautizaría con el Espíritu Santo.

Así como el Espíritu Santo vino sobre los judíos haciéndolos nuevas creaciones en Cristo y

llenándolos de Él, así también vino sobre los gentiles cuando primero recibieron a Cristo. Notamos

aquí que los gentiles no tuvieron que esperar como los judíos hasta el día de Pentecostés, porque el

Espíritu Santo había venido ya, y “descendió sobre ellos” mientras Pedro les hablaba.

III. ¿Cómo Recibe Uno el Espíritu Santo?

Las Escrituras enseñan claramente que la recepción del Espíritu Santo ocurre separadamente y

después del nuevo nacimiento. Pedro dijo: “Arrepentios y bautícese cada uno de vosotros en el

Nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch

2.38). La remisión de los pecados significa el nuevo nacimiento, y en seguida viene la recepción del

don del Espíritu Santo.

Cristo dijo: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto

más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que lo pidieren de él” (Lc 11.13). El Padre

Celestial da el Espíritu Santo a Sus hijos que se lo pidan.

Después de que la ciudad de Samaria recibió a Cristo por la predicación de Felipe, Juan y Pedro

impusieron sus manos sobre aquellos que le habían aceptado, para que también ellos recibieran el

Espíritu Santo (Hch 8.14-16).

El Espíritu Santo se recibe por Fe: “Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por

las obras de la ley, o por el oír de la fe?... Para que sobre las naciones viniese la bendición de

Abraham en Jesucristo: para que así recibiésemos nosotros la promesa del Espíritu Santo por

medio de la fe” (Gá 3.2, 14 Versión Moderna).

¿Cuál es la evidencia de que el Espíritu Santo ha venido? La evidencia es la Palabra de Dios

solamente. El libro de los Hechos no es un libro doctrinal, sino histórico. Relata que en distintas

ocasiones, durante 35 años, algunos hablaron lenguas cuando eran llenos con el Espíritu Santo: el

día de Pentecostés (Hch 2.4), y cuando los gentiles recibieron a Cristo en Efeso (Hch 19.6).

El hablar lenguas se menciona en algunos pasajes de las Escrituras. Pablo habla de ello en 1

Corintios 14, al escribir a la iglesia en Corinto, para reprenderlos por el abuso de las lenguas.

Hablar en lenguas es una manifestación física. Es una evidencia para los sentidos del hombre. En

ninguna parte Dios ha prometido un premio a la evidencia sensorial ni nos ha permitido confiar en

ella. Él es un Dios de Fe. En Sus tratos con el hombre y con la nueva creación, Él tiene como norma

la ley de la Fe. Nosotros nacimos de nuevo por la fe (Ef 2.8). Vivimos por la fe (Ro 1.17). Todo lo

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que recibimos en oración lo recibimos por la fe.

Dios no ha cambiado la ley para normar Sus tratos con nosotros en lo que respecta a la venida del

Espíritu, porque nos dice en Gálatas 3.2, que recibimos el Espíritu también por fe. ¿Qué es la fe

sino el actuar sobre la Palabra sin la evidencia de los sentidos físicos? Un hombre nace de nuevo

cuando dice: “Yo tengo vida eterna porque la Palabra lo declara así”. Un hombre es sanado cuando

dice: “Yo soy sanado porque la Palabra declara que por Sus llagas sois vosotros sanados”.

Tratándose de las necesidades económicas, recibimos la respuesta cuando decimos: “Mi necesidad

está satisfecha porque la Palabra declara: mi Dios suplirá toda necesidad vuestra conforme a Sus

riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil 4.19 Versión Moderna).

Así también, recibimos el Espíritu Santo cuando decimos: “Yo tengo el Espíritu Santo porque se lo

he pedido al Padre, y Él ha prometido dar el Espíritu Santo a los que se lo piden”.

PREGUNTAS

1. ¿En qué pasajes se menciona el Bautismo del Espíritu Santo?

2. ¿Qué significa la palabra “bautizar”, en el griego?

3. Explique cómo el bautismo en agua es un tipo del nuevo nacimiento.

4. ¿Qué quiso decir Juan el Bautista cuando dijo que Cristo bautizaría al hombre en el Espíritu

Santo?

5. Explique 1 Corintios 12.13.

6. ¿Qué ocurrió con los que estaban en el aposento alto cuando éste fue lleno con el Espíritu

Santo?

7. ¿Qué pasajes muestran que el recibir el Espíritu Santo es algo aparte de y sigue al nuevo

nacimiento?

8. ¿Cómo recibe uno el Espíritu Santo?

9. ¿Ha recibido usted el Espíritu Santo?

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Lección 33

EL ESPÍRITU SANTO (Continuación)

En nuestras dos últimas lecciones estudiamos que el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la

Deidad, entró a este mundo en el día de Pentecostés para cumplir una misión determinada que se le

asignó.

El Espíritu Santo se encuentra hoy en el mundo en forma tan real como lo estuvo Cristo durante Su

ministerio terrenal, aunque no podemos tener comunicación con Él por los sentidos físicos.

Aprendimos también porqué no podía venir antes del día de Pentecostés, y lo que aconteció en el

aposento alto aquel día.

En esta última lección acerca del Espíritu Santo, estudiaremos algo más sobre Su ministerio actual.

I. El Ministerio del Espíritu Santo al Mundo

Cristo enseñó a Sus discípulos que otro Consolador vendría a tomar Su lugar. Si el Espíritu Santo

toma el lugar de Cristo, sabemos que Él está haciendo lo que Cristo haría si estuviera aquí. Si Cristo

estuviera aquí en forma corporal como lo estuvo antes de Su ascensión, Su ministerio consistiría en

revelar al hombre lo que Él hizo por medio de Su muerte y resurrección.

Su propósito sería mostrar a cada individuo que Él fue hecho pecado por el mundo, a fin de que el

hombre pudiera ser hecho justo. Mostraría también a todo hombre lo trágico que es rechazar ese

sacrificio de sustitución.

Es así como el Espíritu Santo hace hoy real al corazón humano la obra del Hijo de Dios. Las

enseñanzas y las revelaciones del Espíritu no son Suyas, son de Cristo (Jn 16.13-14). Cristo nos dio

el triple método del Espíritu Santo al hacer Su obra real al mundo en Juan 16.7-11. Fue necesario

que Cristo ascendiese al Padre y que el Espíritu Santo tomase Su lugar aquí en la tierra porque el

ministerio terrenal de Cristo a través de Su cuerpo físico, hubiera sido muy limitado. El Espíritu

Santo, sin embargo, puede alcanzar al mundo entero.

Es necesario que entendamos cómo trata el Espíritu Santo con el hombre no redimido, a fin de que

le dejemos obrar a través de nuestra personalidad. Al estudiar su método de presentar la obra de

Cristo a los hombres, veremos cuán equivocada ha estado la mayor parte de nuestra predicación

evangelística.

En Juan 16.8-11 notamos lo siguiente: el Espíritu Santo convence al mundo de juicio porque el

príncipe de este mundo ha sido juzgado. ¿Qué tiene que ver el juicio de Satanás con el hombre?

Mucho, porque el hombre se ha convertido en su hijo y el hogar eterno de Satanás ha llegado a ser

el hogar eterno del hombre.

Después de que el Espíritu Santo le revela al hombre que es un hijo de Satanás, no sólo ahora sino

por la eternidad, lo convence también de justicia, porque Cristo ha ido al Padre. El Espíritu Santo

demuestra al hombre que tiene un Mediador ante Dios, Uno que, con Su propia sangre, después de

haber preparado una redención eterna para el hombre, entró al cielo en beneficio suyo.

Muestra al hombre, además, que puede llegar a ser la justicia de Dios y que posee el derecho legal

de convertirse en hijo de Dios. Luego, lo convence del pecado de rechazar a Cristo, el único camino

a la redención que le hace libre de la autoridad de Satanás; le convence del pecado de continuar

siendo un hijo de Satanás después de darse cuenta de que puede llegar a ser un hijo de Dios.

¡Cuán desacorde con el método del Espíritu Santo ha sido nuestra predicación! Nosotros no le

hemos declarado al hombre que es un hijo de Satanás, ni tampoco le hemos señalado sus derechos

legales a la justicia y a la naturaleza de Dios. Le hemos predicado la condenación a causa de los

pecados que ha cometido. Dios no condena a un hombre por razón de lo que hace, sino por lo que

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es, y lo convence de un sólo pecado, el pecado de rechazar a Cristo, de escoger el seguir siendo un

hijo de Satanás.

El Espíritu Santo obra por la Palabra. La Palabra es Su Espada (Ef 6.17). Es por medio de la

Palabra, la revelación de Dios al hombre, que el Espíritu Santo demuestra al hombre no salvado su

necesidad de Cristo. Nosotros somos los instrumentos que utiliza el Espíritu Santo porque a

nosotros se nos ha confiado la Palabra de reconciliación (2Co 5.18-19).

Si no sabemos cómo repartir rectamente la Palabra de Dios y presentarla de una manera inteligente

al hombre no salvado, estropeamos el ministerio del Espíritu Santo. Después de que el Espíritu

Santo ha convencido a alguien de su necesidad de Cristo, si éste cree en Cristo, el Espíritu Santo le

imparte la naturaleza de Dios (Jn 1.12). Cristo dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para

que la tengan en abundancia” (Jn 10.10).

Cristo vino para hacer posible que el hombre recibiese realmente la naturaleza Divina, la vida eterna

(1Jn 5.11-13). El hombre que recibe a Cristo, recibe la naturaleza Divina y se convierte realmente

en hijo de Dios. El bendito y fiel Espíritu Santo es el Mediador por el cual se trasmite esta vida.

Cristo dijo: “El que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que

es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que

te dije: Os es necesario nacer otra vez. El viento de donde quiere sopla y oyes su sonido, mas ni

sabes de donde viene ni a donde vaya así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Jn 3.5-8)

El nuevo nacimiento es un acto secreto: no obstante, es el más grande de todos los milagros. El

Espíritu Santo hace sombra a aquel que cree en Cristo y le imparte la vida Divina, y llega a ser una

nueva creación en Cristo (2Co 5.17).

“Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas

de Dios” (Jn 1.13). Vemos que el Espíritu Santo es quien convence al hombre no redimido de su

necesidad de Cristo y luego imparte a su espíritu la naturaleza Divina cuando acepta a Cristo.

Luego, si se invita con inteligencia al Espíritu Santo, Él habita en aquel a quien ha convertido en

una nueva creación en Cristo. El cuerpo del nuevo hijo de Dios se convierte en Su templo. Durante

el período de residencia del Espíritu Santo sobre la tierra, Su hogar y lugar donde permanece es el

cuerpo de Cristo. Así como el cuerpo físico de Cristo fue el templo de Dios cuando Él estuvo en la

tierra, así Su cuerpo, la Iglesia, es el templo del Espíritu Santo durante Su ministerio aquí.

Notemos la comparación. Una traducción literal de Juan 1.14 es la que sigue: “El verbo se hizo

carne e hizo Su tabernáculo entre nosotros”. El “tabernáculo” se usa en las Escrituras como el lugar

donde mora Dios entre los hombres. El lugar de habitación de Dios es un templo. Entonces, cuando

Dios hizo Su tabernáculo en Cristo, el cuerpo de Cristo se convirtió en Su templo. Cristo, al

dirigirse a los judíos se refirió a Su cuerpo como un Templo. Les dijo que si destruían Su cuerpo,

este Templo de Dios, Él lo levantaría de nuevo.

Cuando Dios hizo Su tabernáculo entre los hombres, la gloria de la Shekinah reposó sobre el

Asiento del Perdón. Así también cuando Dios hizo su tabernáculo en Cristo para morar entre los

hombres, ellos contemplaron Su gloria, como del unigénito del Padre, lleno de Gracia y de Verdad.

Cuando Dios hizo Su Tabernáculo entre nosotros, en Cristo, se verificó la perfecta unión de Dios

con la humanidad sin pecado, porque Cristo no había participado de la muerte espiritual ni estaba

bajo su influencia.

Así también ahora, cuando el Espíritu Santo hace Su morada en el Cuerpo de Cristo, se verifica la

unión con las nuevas creaciones que han sido liberadas por completo de la muerte espiritual y de la

autoridad satánica. El nuevo hombre es creado en “Justicia y Santidad de verdad” y está listo para

convertirse en el Templo de Dios: “En el cual, compaginado todo el edificio, va creciendo para ser

un Templo Santo en el Señor; en el cual vosotros también sois juntamente edificados para morada

de Dios en Espíritu” (Ef 2.21-22).

1 Corintios 6:19 dice: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está

en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” Con Cristo como la Cabeza, Dios ha

sido encarnado en la Iglesia. Por causa de la habitación de Dios en Cristo, Él podía decir: “El que

me ha visto a mí, ha visto al Padre”.

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Por vez primera Dios se manifestaba realmente al hombre. Ningún hombre había contemplado a

Dios antes, pero en Cristo Él fue manifestado al hombre. Cuando Cristo dejó el mundo para tomar

Su lugar a la diestra del Padre, donde no tendría más trato personal con el hombre, envió al Espíritu

Santo para que encarnara en Su cuerpo místico, la Iglesia, a fin de que pudiera continuar la

manifestación de Dios al hombre.

Es el deseo del Padre que el Cuerpo de Cristo por medio del Espíritu Santo sea lleno de la plenitud

de Dios: “...para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef 3.19 última parte). De hecho se

nos ordena ser llenos con el Espíritu Santo para que Él pueda ser manifestado al mundo (Ef 5.18).

Cristo no tiene ningún trato con el mundo actualmente, excepto por medio de Su Cuerpo. No puede

obrar independientemente de éste. Si nuestra vida no está llena del Espíritu Santo en tal forma que

Él pueda obrar libremente por medio de nosotros, atamos las manos de la Divinidad. Ésta es la

dispensación del Espíritu Santo. Es por medio de Él que el Padre y el Hijo, actúan. Y Él actúa en y

por medio del Cuerpo de Cristo. No puede haber una verdadera manifestación de Cristo al mundo si

Su Cuerpo no está habitado por el Espíritu Santo.

En relación con esta idea, hay una lección muy seria para nosotros en 1 Juan 4.12: “Ninguno vio

jamás a Dios; si nos amamos unos a otros, Dios está en nosotros, y Su amor es perfecto en

nosotros”. Si Dios mora en nosotros por el Espíritu Santo, su amor es perfeccionado en nosotros.

La palabra “perfecto” significa “completo”. La idea es que si Dios mora en nosotros, Su amor puede

ser completado por medio de nuestra vida. La implicación es que Su amor no puede completarse

excepto que encuentre expresión por medio de nosotros. Hay algo que le falta cuando no actúa por

medio de nosotros. Esto es cierto: “La gracia de Dios abundó hacia el hombre en Cristo. Porque de

Su plenitud tomamos todos, y gracia por gracia” (Jn 1.16).

La gracia es el amor en acción. El amor de Dios ha realizado una redención completa para el

hombre. Por Su gracia, Cristo ha probado la muerte por todos los hombres. Él ha llevado las

enfermedades y los dolores de la humanidad entera. No obstante, la palabra de reconciliación que

confiere al hombre la redención en Cristo, sólo puede ser dada por medio del Cuerpo de Cristo.

Dios ha reconciliado a toda la humanidad a Sí por medio de Cristo y ha entregado el mensaje de la

reconciliación al Cuerpo de Cristo (2Co 5.18-21).

Si el Cuerpo de Cristo no está bajo la dirección del Espíritu Santo y si por medio de Él dicho cuerpo

no toma su lugar en el mundo, el amor de Dios no puede ser expresado. El hombre jamás ha visto a

Dios, pero si Él puede habitar en el Cuerpo de Cristo como lo hizo en Su Hijo, Su amor puede

encontrar expresión y llegar a la humanidad.

Su mensaje a nosotros es: “Habitaré y andaré en ellos” (2Co 6.16). Si se lo permitimos, el mundo

podrá hoy contemplar Su gloria y ver también las obras de Su amor tal y como fueron vistas cuando

Dios puso Su tabernáculo entre los hombres, en Cristo.

II. El Espíritu Santo, Revelador de Cristo

Cuando el Espíritu Santo comenzó Su ministerio el día de Pentecostés, lo comenzó bajo un nuevo

nombre. Cristo le había llamado el “Paracleto”. Es esta una palabra griega derivada del verbo que

significa “pedir la ayuda de alguien”.

La tristeza que se había apoderado de los corazones por la muerte de Cristo, se había convertido en

gozo por Su resurrección. Sin embargo, tendría que ocurrir una separación más larga al ir Él a tomar

Su lugar a la diestra del Padre. La Tercera Persona de la Trinidad es Aquel que fue llamado para

ayudarles. Vino a llenar el lugar vacante de su Señor.

¡Cuán grandes esperanzas debieron haber inundado sus corazones! Se habían conmovido por la

venida del Hijo de Dios a la tierra; y ahora otro de la misma categoría que el Señor, vendría a morar

con ellos para siempre: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con

vosotros para siempre” (Jn 14.16).

Cristo va a venir a ellos por medio del Espíritu Santo: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”

(Jn 14.18). El Paracleto va a tomar las cosas que son de Cristo y las va a revelar al hombre: “Pero

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cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad; porque no hablará de sí

mismo, sino hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir. Él me

glorificará: porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Jn 16.13-14).

Notamos aquí que el Espíritu Santo no revela un Cristo terrenal al hombre. Es al Cristo glorificado

que está a la diestra del Padre a quien revela el Espíritu Santo. Él revela al Cristo conquistador de la

muerte, del sepulcro y del infierno, al que se le ha dado un Nombre que es sobre todo nombre.

Él nos ha revelado todo lo que del ministerio de Cristo no podía ser revelado a los sentidos del

hombre. Él es Aquel que dio a Pablo la estupenda revelación del sacrificio sustitucional de Cristo,

de Su conquista de Satanás en el infierno, de Su entrada al Lugar Santísimo con Su propia sangre,

habiendo obtenido eterna redención para el hombre, y de Su ministerio actual a la diestra del Padre.

Él nos ha revelado las riquezas de Su gracia (Ef 1.7) y las riquezas de Su gloria (Ef 3.16). Hay

diversos pasajes que nos revelan diferentes aspectos del ministerio del Espíritu Santo. Al observar

el ministerio de Cristo, que es nuestro ejemplo, encontramos que dicho ministerio fue realizado en

el Espíritu Santo (léase Mt 12.28; He 9.14; Hch 1.2; Is 11.12).

Encontramos también, que la iglesia primitiva siguió adelante en la potencia del Espíritu Santo

(léase Hch 4.8, 31; 6.5; 13.2, 4, 9, 52; 15.8, 28; 16.6, 7).

PREGUNTAS

1. ¿Cual es el ministerio del Espíritu Santo para el mundo?

2. ¿Cuál es Su triple método de presentar la obra de Cristo al hombre no redimido?

3. ¿Qué persona de la Trinidad es el Agente Activo en el nuevo nacimiento?

4. ¿Cuáles son los instrumentos del Espíritu Santo?

5. ¿Cuál es hoy la habitación del Espíritu?

6. ¿Por qué es esencial para todo hijo de Dios ser lleno con el Espíritu Santo?

7. Explique 1 Juan 4.12.

8. ¿Por qué Cristo llamó al Espíritu Santo el “Paracleto”?

9. ¿Qué cosa del ministerio de Cristo ha revelado el Espíritu al hombre?

10. Cite pasajes que demuestren que el ministerio de Cristo fue realizado en la potencia del

Espíritu.

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Lección 34

LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

Nuestras dos últimas lecciones trataron del Ministerio del Espíritu Santo. Notamos que Él vino en el

tiempo señalado para cumplir una misión definida, y que cuando haya realizado Su ministerio en la

tierra regresará al Padre como lo hizo Cristo.

2 Tesalonicenses 2.7 revela que hay un tiempo señalado para que Él se ausente de este mundo:

“Porque ya está obrando el misterio de iniquidad; solamente espera hasta que sea quitado de en

medio el que ahora impide”. Este que está impidiendo la obra de Satanás es el Espíritu Santo, pero

llegará el tiempo en que sea quitado de en medio.

Hay algunas cosas sobre Su regreso o Ascensión al Padre sobre las cuales deseamos llamar la

atención. En nuestro estudio de Su ministerio durante la actual dispensación, notamos que cuando el

Espíritu Santo entró al mundo, fue encarnado en el cuerpo místico de Cristo, Su Iglesia. Desde

entonces, el Cuerpo de Cristo ha sido Su morada: “En el cual vosotros también sois juntamente

edificados, para morada de Dios en Espíritu” (Ef 2.22).

Deseamos subrayar lo siguiente: cuando el Espíritu Santo deje el mundo, no se separará del cuerpo,

sino que será dejado en el Cuerpo de Cristo. En esto constituirá el Rapto: La iglesia será arrebatada

en el Espíritu para ser unida en gloria, con Cristo, la Cabeza de la Iglesia, el propio Salvador del

Cuerpo.

El Espíritu Santo ha estado formando el Cuerpo de Cristo y Él lo presentará delante del Salvador

como una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga (Ef 5.27). Escribiendo sobre este asunto, A. J.

Gordon ha dicho lo siguiente: “El traslado, de la iglesia va a ser efectuado por el Espíritu Santo que

mora en ella: „Mas si el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el

que levantó a Cristo Jesús de los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su

Espíritu que mora en vosotros’ (Ro 8.11). No es por actuar sobre el Cuerpo de Cristo

exteriormente, sino por la vigorización interior que el Espíritu Santo efectuará su glorificación. En

una palabra, el Consolador, que en el día de Pentecostés descendió para formar un Cuerpo, en el

Rapto regresará al cielo en ese Cuerpo”.

I. La Certidumbre del Regreso de Cristo

Eso tendrá lugar en el regreso de nuestro Señor. Antes de terminar este curso deseamos estudiar los

pasajes bíblicos que se refieren a Su regreso.

En profecía, en parábola y en enseñanza, Cristo reveló que va a venir otra vez. Como trescientos

versículos del Nuevo Testamento tratan de este grandioso acontecimiento. Las profecías divinas

nunca dejan de cumplirse. Cada profecía respecto a la primera venida de Cristo se cumplió en forma

exacta. Y así se cumplirá cada promesa de Su Segunda venida.

Vemos, por ejemplo, el cumplimiento de la profecía de Isaías 7.14, cuando una virgen concibió y

dio a luz a un Hijo cuyo nombre fue Emmanuel. Cristo nació en Belén en cumplimiento de lo que se

predijo en Miqueas 5.2. Sin embargo, para que se cumpliese esa profecía, “todo el mundo” tuvo

que ser “empadronado”. Veinte profecías del Salmo 22 se cumplieron cuando Cristo murió en la

cruz. Isaías 53 se cumplió cuando Él fue hecho pecado por nosotros.

El Espíritu Santo reveló a los profetas de la antigüedad tales acontecimientos muchísimos años

antes de que Cristo viniese: “De la cual salud los profetas que profetizaron de la gracia que había

de venir a vosotros, han inquirido y diligentemente buscado, escudriñando cuándo y en qué punto

de tiempo significaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual preanunciaba las aflicciones

que habían de venir a Cristo, y las glorias después de ellas” (1P 1.10-11).

Al ver el cumplimiento exacto de todas las profecías acerca de la primera venida de Cristo,

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recibimos el incentivo necesario para escudriñar las Escrituras y aprender de ellas acerca de Su

segunda venida. Al estudiar las profecías que predicen la segunda venida del Señor, vemos que hay

dos fases de dicha venida:

1. El Rapto, en el cual la Iglesia es arrebatada para encontrarle en el aire; y

2. La revelación de Su venida a la tierra, con Su Iglesia, en ostentación de poder y gloria,

cuando “todo ojo le verá”. En ese tiempo Él establecerá Su reino terrenal durante mil años.

II. ¿Qué sucederá en el Rapto?

El Espíritu Santo, por medio del apóstol Pablo, nos da una descripción sorprendente de lo que

sucederá cuando Cristo regrese. Su venida afectará a cada miembro del Cuerpo de Cristo, ya sea

que estén con el Señor o vivos, en espera de Su regreso: “Por lo cual, os decimos esto en Palabra

del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no seremos

delanteros a los que durmieron. Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y

con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero; luego

nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las

nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1Ts 4.15-17).

Nuestro Señor, que ha ascendido al cielo y ha tomado Su lugar como Mediador, Intercesor,

Abogado y Señor, para bien nuestro, “descenderá del cielo con aclamación”. Todo creyente que

viva escuchará esa aclamación. Los incrédulos no tienen parte en esto; y la aclamación será la señal

para la resurrección de los cuerpos de los que han muerto en Cristo. Los cuerpos de los que están

con Cristo se levantarán primero. Ellos, juntamente con todos los creyentes que vivan, serán

arrebatados (el griego dice, “en las nubes”) para encontrar al Señor en el aire.

Deseamos subrayar aquí, que la resurrección de los cuerpos de los que hayan muerto en Cristo, será

la que tendrá lugar en el Rapto. No es el espíritu el que será resucitado; los espíritus de los santos

que se han ido, ya están con Cristo en el Cielo. El espíritu del creyente en Cristo Jesús no puede

morir nunca y de consiguiente, nunca necesita una resurrección. Los muertos en Cristo no están en

el sepulcro, sino que viven con Cristo.

1 Tesalonicenses 4.14 nos señala que aquellos que han muerto en Cristo vendrán con Él en el rapto

a recibir sus cuerpos inmortales y glorificados. El término “nubes” no significa necesariamente las

nubes del aire. Probablemente significa que nubes de creyentes se levantarán de cada nación para

encontrar al Señor en el aire. Encontramos la expresión “nubes de testigos” en Hebreos 12.1.

Notemos el significado en el griego, de la expresión “arrebatados”. Se nos dice que “ello indica un

acto poderoso y decisivo de Dios que nadie puede resistir y que nadie deseará resistir. Significa un

“„tomar por la fuerza”.

El término se emplea en Mateo 11:21 cuando Cristo dice que los hombres de violencia toman el

reino de los cielos por la fuerza, y en Hechos 23.10 cuando se les ordenó a los soldados que

tomaran a Pablo por la fuerza.

Qué compulsión tan Gozosa será esa. “Arrebatados para encontrar a nuestro bendito Señor y

Salvador, a quien no habiéndolo visto, ya lo amamos”. Se operará un cambio en nuestros cuerpos.

Pablo dice que “...ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios... Mas todos seremos

transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta” (1Co 15.50-52

Straubinger)

“Porque nuestra vivienda es en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor

Jesucristo: el cual transformará el cuerpo de nuestra bajeza...” (Fil 3.20-21). Recibiremos

realmente un cuerpo inmortal, glorificado, como el de nuestro Señor. El Espíritu Santo, por medio

de Juan, nos dice que “Sabemos que cuando Él apareciere, seremos semejantes a Él” (1Jn 3.2).

Hemos sido trasladados de la autoridad de Satanás a Cristo. Ya hemos sido conformados en espíritu

a la imagen de Cristo (Ro 8.29). Ahora esperamos la redención de nuestros cuerpos, la entrega de

un cuerpo glorificado como el de nuestro Señor.

Pablo menciona esta esperanza en Tito 2.13: “Esperando aquella esperanza bienaventurada, y la

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manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo”. Cristo habla de Su venida en

Lucas 17.30-35: “El día en que el Hijo del hombre se manifestará... En aquella noche estarán dos

en una cama; el uno será tomado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas; la

una será tomada y la otra será dejada”. También Mateo 24.40: “Estarán dos en el campo; el uno

será tomado y el otro dejado”. Aquí se revela una separación eterna entre el Cuerpo de Cristo y el

mundo.

III. La Cena de Bodas del Cordero

En el encuentro de Cristo con Su Cuerpo será ocasión de gran regocijo. Él se encargará de dar la

bienvenida a los miembros del Cuerpo de Cristo. Habrá recompensas. Estas consistirán en diversos

nombramientos para cargos que habrán de desempeñarse en el milenio. No sabemos exactamente

qué: “Siendo necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo; para que

cada cual reciba lo que mereció durante su vida mortal conforme a lo que hizo, bueno o malo”

(2Co 5.10 Versión A.F.E.B.E.).

“Mas tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también por qué menosprecias a tu hermano? porque

todos hemos de estar ante el tribunal de Cristo” (Ro 14.10). A este encuentro se le llama la Cena

de Bodas del Cordero: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque son venidas las bodas

del Cordero, y su esposa se ha aparejado. Y le fue dado que se vista de lino fino, limpio y brillante:

porque el lino fino son las justificaciones de los santos” (Ap 19.7-8).

“Y él me dice: Escribe: ¡Bienaventurados los que son llamados a la cena del Cordero!” (Ap 19.9).

Esto durará varios años. Las gentes espiritualmente muertas continuarán viviendo en la tierra.

Entretanto, tendrá lugar en la tierra la tribulación profetizada por nuestro Señor.

IV. La Venida del Anti-Cristo

Será asesorado por Satanás el cual ha sido arrojado a la tierra. Los siguientes pasajes se refieren a

esta gran tribulación: Isaías 26.16-21; 27.1. Notamos el silencio de las epístolas sobre este asunto.

No se menciona en ninguna de ellas porque la tribulación mencionada no afectará al Cuerpo de

Cristo. Parece claro, por las palabras de nuestro Señor en Mateo 24.21-30, que ocurrirá la más

grande tribulación que el mundo haya conocido, y que vendrá especialmente sobre los judíos, antes

que Él se manifieste en gloria a Israel.

Durante este tiempo aparecerá el Anti-Cristo. El término “Anti-Cristo” es empleado exclusivamente

por Juan. Sin embargo, otros pasajes bíblicos aluden a él. Pablo se refiere a él llamándolo “el no

sujeto a la ley”, “el hombre de pecado” y “el hijo de perdición” (2Ts 2). Daniel habla de él como un

rey que se engrandecerá por sobre todos los dioses: “Aquel rey hará lo que quiera; se

ensoberbecerá y engrandecerá sobre todo dios; hablará cosas espantosas contra el Dios de los

dioses; y prosperará hasta que se cumpla la ira; porque lo decretado ha de cumplirse” (Dn 11.36

Straubinger).

Parece que el “Anti-Cristo” será cierta clase de “Cristo”. El prefijo “anti” significa “en contra” o

“en vez de”. Ambos conceptos pueden estar en una misma palabra. Wescott dice que el término

significa mucho más que el adversario de Cristo; significa alguien que, con el mismo carácter, se

opone a Cristo.

Antes de que termine la tribulación no quedará en la tierra ninguno de los creyentes. Cada persona

será un hijo de Satanás. El mundo será suyo. Vendrá Satanás en forma personal. El Anti-Cristo será

una encarnación de Satanás e imitará a Cristo en muchos sentidos. Debemos recordar que lo que

originó la caída de Satanás y cambió su naturaleza, fue el deseo de ser como el Altísimo: “Tú que

dijiste en tu corazón: Al cielo subiré; sobre las estrellas de Dios levantaré mi trono; y me sentaré

en el monte de la Asamblea, en lo más recóndito del septentrión; subiré a las alturas de las nubes;

seré como el Altísimo!” (Is 14.13-14 Straubinger).

Él prometió a Adán y Eva que serían como Dios (Gn 3.3). Él desea tomar el lugar de Dios en la

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vida del hombre. Trató aun de conseguir la adoración de Cristo. De modo que en este período de

tribulación, se sentará en el templo manifestándose como Dios. Parece que los judíos harán pacto

con el Anti-Cristo por una semana (puede referirse a un período de siete años), éste permitirá el

sacrificio y la oblación: “El confirmará el pacto con muchos durante una semana; y a la mitad de

la semana hará cesar el sacrificio y la oblación; y sobre el santuario vendrá una abominación

desoladora, hasta que la sumación decretada se derrame sobre el devastador” (Dn 9.27

Straubinger).

No obstante, él romperá el pacto a la mitad de la semana y exigirá que le tributen adoración. Luego

vendrá el tiempo de la angustia de Jacob. Todos los que entonces se rehúsen a adorar a la bestia

serán muertos. Nadie podrá comprar o vender sin la marca de la bestia sobre su mano o sobre su

frente. Se verificará el más estupendo triunfo de Satanás cuando aparezca como el Anti-Cristo y se

exalte por encima de cualquiera otro dios, obligando a los hombres a adorarle.

Sin embargo, su triunfo será breve y al final será conquistado por Cristo. Los pasajes que

mencionan al Anti-Cristo son los siguientes: Apocalipsis 13; Daniel 7.8-20; 21-25; 8.23-24; 11.36-

37. Continuaremos este estudio en la próxima lección.

PREGUNTAS

1. ¿Qué pasaje de las Escrituras muestra que hay un tiempo señalado para que el Espíritu Santo

deje el mundo?

2. ¿Por qué el Cuerpo de Cristo saldrá del mundo cuando el Espíritu Santo lo haga?

3. Discuta la certeza del regreso de nuestro Señor Jesucristo.

4. ¿Cuáles son las dos fases de la segunda venida de Cristo?

5. ¿Qué acontecerá con los creyentes que vivan cuando Cristo venga?

6. ¿Qué sucederá con aquellos que hayan dormido en Cristo?

7. ¿Qué ocurrirá en el encuentro de Cristo y de Su esposa en el aire?

8. ¿Cuál será la causa de la Tribulación en la tierra?

9. ¿Por qué las epístolas no mencionan para nada la Tribulación?

10. ¿Cuál es la ambición de Satanás al tomar la forma humana en la persona del Antí-Cristo?

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Lección 35

LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO (Continuación)

Desde que estudiamos la venida del Encarnado y la redención efectuada en Él y la celebración de un

Nuevo Pacto en Su sangre, no hemos mencionado para nada al pueblo de Dios del Antiguo Pacto,

los judíos. Sin embargo, al estudiar lo que se refiere al período de la Tribulación, aparecen de nuevo

los judíos en escena. La Tribulación es él período de angustia de Jacob, la tribulación más grande

que jamás haya sufrido el pueblo judío. Antes de estudiar la parte que tiene el judío en la

Tribulación, nos conviene repasar brevemente la historia de los judíos; el cumplimiento de la

Divina profecía en relación a ellos.

Al estudiar el Pacto que Dios hizo con Abraham y sus descendientes, vimos que el pueblo del Pacto

iría a servir como testigo de Él sobre la tierra y aunque el compañerismo se halle descontinuado, por

lo que toca al Pacto con Dios, los judíos, no obstante, siguen siendo Sus testigos. La historia de este

pueblo es el cumplimiento de la profecía Divina con respecto a él.

I. La Profecía Divina con Respecto a los Judíos

Antes de ver las profecías que se habrán de cumplir en el futuro, examinemos algunas profecías que

ya se han cumplido.

Dios profetizó por medio de Moisés que los judíos serían esparcidos por el mundo y que serían

perseguidos en todas partes: “A vosotros, empero, os esparciré entre las naciones, y les

desenvainaré la espada en pos de vosotros” (Lv 26.33 Straubinger). Esta profecía se ha cumplido

porque ningún otro pueblo ha sido tan esparcido sobre la tierra como el pueblo judío.

La historia revela que a cualquier parte donde los judíos han ido han tenido que soportar el exilio, la

cautividad, la confiscación de sus bienes, la tortura y la masacre. La profecía mencionada no parece

imposible de cumplirse, es decir, que los judíos serían esparcidos y perseguidos, pero a la luz de

esta profecía hay otras que se refieren a ellos y cuyo cumplimiento nos parece una imposibilidad.

El resultado natural del esparcimiento y de la persecución de los judíos hubiera sido el que fuesen

absorbidos por las otras naciones y perdieran su identidad. Sin embargo, Números 23.9 se ha

cumplido: “...Es un pueblo que habita aparte, y no se cuenta entre las naciones” (Straubinger). A

donde quiera que ha ido el judío se le ha reconocido en su calidad de tal, excepto en casos muy

excepcionales.

Dios también declaró que los judíos aunque esparcidos y perseguidos, nunca se extinguirían y que

Él tomaría venganza de las naciones que los persiguieran. Jeremías 30.16 afirma: “Mas cuantos te

devoran serán devorados... los que te despojan serán despojados” (Straubinger). Los grandes

imperios de Babilonia, Grecia y Roma que persiguieron a los judíos, han desaparecido. Sin

embargo, dondequiera que hay judíos, están prosperando y mantienen posiciones directrices y de

mucha importancia en todas las esferas de la vida.

Un escritor dice: “Los judíos, soportando valientemente toda clase de tormentos, los dolores de la

muerte y los todavía más terribles dolores de la vida, han resistido las persecuciones más

espantosas. No obstante, naciones poderosas cuyo poder ha abarcado a todo el mundo habitado, se

han desvanecido; entre tanto que este puñado de gente esparcida, subyugada y perseguida, sigue

floreciendo después de dieciocho siglos de persecución organizada y en escala mundial. Y siguen

preservando las leyes y las costumbres que les fueron dadas desde la infancia del mundo, y

preservando su nacionalidad única en medio de los cambios de los siglos”.

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II. Cumplimiento Actual de la Profecía

La profecía que se está cumpliendo ahora es aquella que dice que los judíos volverán a su propia

nación: “Y yo los plantaré en su propio suelo; y nunca jamás volverán a ser arrancados de su

tierra que yo les he dado, dice Jehová, el Dios tuyo” (Am 9.15 Versión Moderna). Desde la

terminación de la Primera Guerra Mundial ha regresado un gran número de judíos a Palestina.

Once días después de que la Tierra Santa fue libertada de manos de los turcos, terminó la guerra

repentinamente. Esta liberación hizo posible el regreso de los judíos.

III. Profecías Futuras con Respecto a los Judíos

La profecía también declara que el Templo sería reconstruido, después del regreso de los judíos a

Palestina: “Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo de David y lo volveré a levantar;

para que el residuo de los hombres busque al Señor y todos los gentiles que son llamados de mi

nombre” (Hch 15.16-17 Versión Moderna).

En nuestra última lección estudiamos la aparición del Anti-Cristo durante este periodo (el Rapto ya

habrá ocurrido).

Entonces vendrá el tiempo de la angustia para Jacob. Las naciones del inundo, aunque felices por

haberse librado de los cristianos, se volverán más crueles contra los judíos a causa de la prosperidad

de éstos. Las naciones de la tierra, uniendo sus ejércitos, marcharán contra Jerusalén. Capturarán la

ciudad y cuando todo parezca absolutamente perdido para los judíos, vendrá Cristo. Esto será lo que

se denomina la Batalla del Armagedón.

Deseamos subrayar que cuando Cristo, con Sus Santos, venga para librar a los judíos, no se

verificará un combate sangriento entre Cristo y las naciones. Los santos no tomarán parte en la

batalla. 2 Tesalonicenses 2.8 nos dice que el Señor Jesús matará al “inicuo”, al “hijo de perdición”,

con el aliento de Su boca. Lo que se quiere decir es que Cristo matará con Su boca a Sus enemigos

antes de que Él llegue a la tierra. Una vez que Jerusalén haya sido tomada por sus enemigos, la

presencia de Cristo los derrotará. Luego, cuando la victoria se haya ganado, Sus pies se asentarán

sobre el Monte de los Olivos.

Zacarías 14.2-4 nos habla del regreso de Cristo en el tiempo cuando las naciones estén en guerra

con Jerusalén: “Porque voy a juntar todas las naciones contra Jerusalén en guerra; y la ciudad

será tomada y las casas serán saqueadas y saldrá la mitad del pueblo en cautiverio, mas el resto

del pueblo no será cortado de la ciudad. Entonces saldrá Jehová, y peleará contra aquellas

naciones... y estarán plantados Sus pies en aquel día sobre el Monte de los Olivos” (Versión

Moderna).

IV. La Revelación de Cristo

Esta Revelación de Jesucristo es la segunda fase de Su segunda venida. La cena de las bodas del

Cordero se habrá efectuado ya y la Iglesia regresará con Él. Este es el tiempo cuando todo ojo le

verá y cuando los judíos le reconocerán como Su Mesías y se lamentarán por haberlo rechazado.

Entonces se cumplirá la profecía de Zacarías 12.10: “Derramaré también sobre la casa de David y

sobre los habitantes de Jerusalén, espíritu de gracia y de suplicación; y mirarán a mí, a quien

traspasaron; y se lamentarán a causa del que hirieron como quien se lamenta a causa de su hijo

único; y estarán en amargura por él, como uno que está en angustia por su primogénito” (Versión

Moderna).

Se cumplirá también Isaías 25.9: “Y se dirá en aquel día: ¡He aquí, este es nuestro Dios, le hemos

esperado; y Él nos salvará! estaremos alegres y nos regocijaremos en esta salvación” (Versión

Moderna). Los judíos se lamentarán por haber rechazado a Cristo, pero no por mucho tiempo. La

liberación de sus enemigos terrenales y de sus tinieblas espirituales les traerá grande gozo al

corazón. Dios ha predicho en muchos pasajes de las Escrituras el gozo de Su pueblo.

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Isaías 60.1: “Levántate, resplandece; que ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre

ti”.

Isaías 60.20: “Jehová será tu luz eterna, y los días de tu llanto se habrán acabado” (Versión

Moderna).

Isaías 60.21: “Y tu pueblo, todos ellos justos; heredarán para siempre la tierra; renuevos

plantados por mí mismo, obra de mi mano para que yo sea glorificado” (Versión Moderna).

Luego, Cristo establecerá Su reino terrenal.

V. El Milenio

Al Pueblo del Antiguo Pacto Dios le dio una profecía doble con respecto a Su Hijo. Una fue la

profecía de Su primera venida como el Cordero de Dios que quita el pecado. La otra, acerca de Su

venida como Rey para establecer un reino terrenal.

Parece que los judíos no hicieron caso de lo que Dios les dijo acerca de la primera venida y se

fijaron solamente en su aparición como Rey para establecer Su Reino. Es por eso que no

reconocieron o aceptaron a Cristo como el Hijo de Dios. La Primera venida se ha cumplido; ahora

los judíos y nosotros estamos esperando que Él aparezca glorificado.

La Biblia habla una y otra vez del tiempo cuando Cristo reinará en la tierra durante mil años. Cesará

temporalmente el reinado de Satanás. En nuestra última lección vimos que al irse el Espíritu Santo

de la tierra, vendría como cosa natural una Gran Tribulación porque Satanás se convertiría en el

dios de este mundo sin limitación alguna.

Por otra parte, el fin del reinado de Satanás al ser atado y encerrado durante mil años sin permitirle

acceso alguno a la tierra, será seguido por una gloriosa era de paz. Satanás es el autor del pecado, de

la enfermedad, del sufrimiento y de la miseria, y cuando él se desvanezca de la tierra, todo esto se

desvanecerá también. Hay muchos pasajes que describen el período del milenio. Citaremos

solamente unos cuantos.

No habrá más guerras, Miqueas 4.2-4: “Y harán de sus espadas rejas de arados, y podadores de

sus lanzas; no levantará la espada gente contra gente, ni aprenderán más la guerra” (Straubinger).

“Y no dirá mas el habitante: estoy enfermo; al pueblo que mora. en ella le habrá sido perdonada su

iniquidad” (Is 33.24 Versión Moderna).

“Entonces serán abiertos los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos serán destapados.

Entonces el cojo saltará como ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque revientan aguas en el

desierto y arroyos en el yermo. Y el espejismo se convertirá en laguna verdadera, y la tierra

sedienta en manaderos de aguas; en la habitación de chacales, donde éstos se duermen, habrá

criadero de cañas y de juncos. Y habrá allí una calzada y camino; que será llamado camino de

santidad; no lo transitará el inmundo, sino que Él mismo estará con ellos... Y los rescatados de

Jehová volverán, y vendrán a Sión con canciones; y regocijo eterno estará sobre sus cabezas;

alegría y regocijo recibirán, y huirá el dolor y el gemido” (Is 35.5-10 Versión Moderna).

“Porque la tierra estará llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el

mar” (Hab 2.14 V. M.).

Isaías 65.9: “También yo me regocijaré con Jerusalén, y me gozaré en mi pueblo; y no se oirá más

en ella voz de lloro, ni voz de clamor” (V. M.).

Durante el milenio, los judíos como nación, seguirán a Cristo y serán los misioneros del mundo.

Los judíos se convertirán en una grande bendición para toda la tierra: “Si su tropiezo constituye las

riquezas del mundo y su pérdida las riquezas de los gentiles, ¿cuánto más su abundancia?”

El centro de la adoración del mundo será Jerusalén y se cumplirá la profecía de Isaías 2.3: “Y

vendrán muchos pueblos y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de

Jacob; y Él nos enseñará en sus caminos y caminaremos por sus sendas; porque de Sión saldrá la

ley, y de Jerusalén la Palabra del Señor”. Todos los hombres podrán testificar y comprender lo que

el Señorío de Cristo significará para la humanidad.

Sin embargo, este reino de paz terminará cuando Satanás sea soltado de sus prisiones. Él reunirá

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para la guerra a todos aquellos cuyos corazones no han estado realmente en armonía con el reino de

Cristo aunque hayan estado bajo Su sujeción.

Apocalipsis 20:7-8 nos dice: “Y cuando fueren acabados los mil años, Satanás será desatado de su

prisión, y saldrá para extraviar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y

a Magog, a fin de congregarlos para la guerra; cuyo número es como las arenas del mar” (V. M.).

Jerusalén de nuevo será atacada, pero Dios intervendrá con fuego del cielo, y Satanás será arrojado

al lago de fuego, y nunca más tendrá acceso a la tierra, o al nuevo cielo y a la nueva tierra.

Una descripción de lo que acontecerá se nos da en Apocalipsis 20.9-10: “Y subieron sobre la

anchura de la tierra, y cercaron el campamento de los santos en derredor, y la ciudad amada; y

bajó fuego del cielo y los devoró. Y el diablo que los había extraviado fue arrojado en el lago de

fuego y azufre, en donde están también la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y

noche por los siglos de los siglos” (V. M.).

Entonces llegará la eternidad. Ocurrirá la segunda resurrección, la resurrección de los no creyentes

muertos, y el Juicio del Gran Trono Blanco: “Y vi un gran trono blanco, y al que estaba sentado

sobre él, de cuya presencia huyó la tierra y el cielo; y no fue hallado lugar para ello. Y vi a los

muertos, pequeños y grandes, estar en pie delante del trono; y se abrieron los libros; se abrió

también otro libro, que es el Libro de la Vida; y los muertos fueron juzgados de acuerdo con las

cosas escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la

muerte y el sepulcro entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno

conforme a sus obras. Y la muerte y el sepulcro fueron arrojados en el lago de fuego. Esta es la

muerte segunda. Y cualquiera que no fue hallado escrito en el Libro de la Vida, fue arrojado en el

Lago de Fuego” (Ap 20.11-15 V. M.).

VI. El Nuevo Cielo y la Nueva Tierra

Cuando esto haya ocurrido, vendrán entonces el Nuevo Cielo y la Nueva Tierra; y el primer cielo y

la primera tierra pasarán y el mar no será más: “Y vi un cielo nuevo y una nueva tierra porque el

primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe” (léase Ap 21.1-8 V. M.).

La iglesia entrará entonces a tomar posesión total de su vasta herencia. Pablo nos dice en Efesios

que en los días por venir el gran Dios-Padre nos va a dar los tesoros y las riquezas que ha

almacenado en Su gran amor durante la eternidad del pasado para nosotros. ¡Ah, la verdad gloriosa

de los tesoros, de las riquezas y del gozo que pertenecen a la familia de Dios!

Durante siglos de siglos nos vamos a conocer los unos a los otros, a hablar el uno con el otro y a

disfrutar de las bendiciones celestiales para siempre. Bendita sea la esperanza del Nuevo Cielo y de

la Nueva Tierra.

PREGUNTAS

1. ¿Cómo es que aún hoy el judío sigue siendo un testigo?

2. Cite tres pasajes proféticos que se hayan cumplido con respecto a los judíos.

3. ¿Qué profecía relacionada con el pueblo judío se está cumpliendo hoy?

4. ¿Qué ocurrirá en la manifestación de Cristo?

5. Cite cuatro pasajes que se refieran a los judíos recibiendo a Cristo.

6. ¿Por qué no habrá pecado ni sufrimiento durante el milenio?

7. ¿Quiénes estarán en el ejército que Satanás reunirá después de que sea libertado?

8. ¿Cómo salvará Dios a Jerusalén?

9. ¿Qué ocurrirá en la segunda resurrección?

10. Diga lo que pueda del Nuevo Cielo y de la Nueva Tierra.

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Lección 36

LAS DOS CLASES DE CONOCIMIENTO

Llegamos al término de nuestro curso. Ha sido un estudio de la redención en Cristo. Nuestro estudio

del Antiguo Testamento ha tratado de la consumación de esa redención, en la nueva creación en

Cristo. Nuestro corazón se ha conmovido al estudiar los privilegios de la nueva creación y la

autoridad con la cual fue investido el Nombre de Jesús y que legalmente nos pertenece.

Ahora, al terminar el curso, encaramos el problema de practicar, en nuestra vida diaria, lo que

hemos aprendido. El conocimiento que no se ejercita no tiene ningún valor. ¿Podemos vivir y

actuar de acuerdo con el conocimiento de la redención y de la nueva creación que hemos adquirido

en este curso, así como actuamos y vivimos de acuerdo con el conocimiento del mundo que nos

rodea? La autenticidad de esta redención depende de la autenticidad de la Palabra.

¿Por qué no se ha dado a la Biblia el lugar que le corresponde como la revelación de Dios al

hombre? ¿Por qué el mundo erudito no la considera auténtica? Sencillamente, existen dos diferentes

clases de conocimiento: el conocimiento del hombre natural y el conocimiento por revelación.

I. El Conocimiento del Hombre Natural

Examinemos el conocimiento que tiene el mundo, el conocimiento del hombre natural. Al

examinarlo vienen a nuestra mente tres preguntas: ¿De dónde procede? ¿Cuáles son sus

limitaciones? ¿Hasta qué punto es suficiente para resolver los problemas de 1a vida?

II. ¿De Dónde Procede el Conocimiento del Hombre?

La primera pregunta se refiere a la fuente del conocimiento del hombre. Dicha fuente es el cuerpo

físico del hombre y el universo material que lo rodea. Todo lo que el hombre sabe acerca de la

realidad, el inmenso caudal del conocimiento que llena nuestras bibliotecas y nuestros libros de

texto, procede de los contactos del hombre con el mundo físico. Tales contactos se basan en las

percepciones sensoriales del individuo.

Nos explicaremos mejor. Todo contacto que tiene el hombre con el mundo lo tiene por medio de sus

cinco sentidos. Los cinco sentidos son parte del sistema nervioso central y son los siguientes: la

vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato. El hombre no sabe nada de la realidad excepto aquello

que ha recibido por medio de sus cinco sentidos. Uno mismo podría imaginarse lo que un hombre

sabría si careciera de sus cinco sentidos.

La definición que sigue, tomada de un libro de fisiología atestigua este hecho: “Mas ningún punto

de vista filosófico sobre el organismo humano, si tal punto de vista es amplio, puede fallar en

designar al sistema nervioso central, la parte del “Lugar Santísimo”. Sin él, seríamos una masa de

protoplasma que se multiplica pero que no siente, no ve, no oye, no se mueve. Todo en relación con

el cuerpo sería vegetativo, exactamente como una planta. La planta no puede ni moverse ni sentir.

Sus procesos de vida responden a los más primitivos cambios fiscos y químicos en su medio

ambiente inmediato. El sistema nervioso central nos proporciona cada contacto que poseemos con

el resto del mundo”.

De acuerdo con esta opinión vemos que el hombre no puede saber nada del mundo, del cielo, del

pasto, del mar y de otros seres humanos, excepto por medio de sus cinco sentidos. Tomemos por

ejemplo el caso de la señorita Keller. Ella posee solamente tres sentidos: el del tacto, el del gusto y

el del olfato. Su sentido del tacto se ha desarrollado tanto que por medio de él, y bajo la dirección de

aquellos que poseían los cinco sentidos, ha adquirido un vasto conocimiento del mundo y de la vida.

Sin embargo, si fuera posible que una persona naciera sin uno sólo de los sentidos, tal persona

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nunca sería capaz de aprender nada. No podría darse cuenta del mundo exterior. Por ello vemos lo

mucho que depende el entendimiento de la información sensorial que le proporcionan los cinco

sentidos.

Para ayudar a sus sentidos en la investigación de la realidad, el hombre ha fabricado el microscopio,

el espectroscopio y el telescopio; no obstante, estos instrumentos solamente han ayudado a sus

sentidos por lo que respecta al mundo físico. Por medio de ellos ha podido estudiar el Universo y

las formas, de vida no visibles para su sentido de la vista. Por medio del microscopio y del

ultramicroscopio ha podido estudiar las formas más pequeñas de vida. Ha obtenido conocimientos

de las bacterias y de reinos que de otra manera nunca hubiera podido conocer.

Con la ayuda del telescopio ha podido conocer el universo celeste. A la simple vista solamente se

pueden ver de dos a cuatro mil estrellas, y con la placa fotográfica, millones. Con el espectroscopio

ha llegado a conocer y a estudiar la composición de las estrellas.

Hay muchas fuerzas físicas que no podemos percibir con nuestros sentidos, pero el hombre ha

desarrollado instrumentos que son sensibles a estas fuerzas y que son capaces de registrarlas.

Podríamos mencionar otros inventos que han ayudado al hombre en una adquisición del

conocimiento del Universo en que vive. El hombre ha hecho grandes progresos; se ha familiarizado

con las leyes y los procesos de las fuerzas de la naturaleza. Ha utilizado dichas fuerzas y se ha

hecho obedecer de ellas; y de ese gran cúmulo de conocimientos adquiridos por sus cinco sentidos;

de todos esos años de investigación y de estudio, ha edificado la gran civilización que tenemos hoy.

No obstante, repetimos que la fuente de este conocimiento se basa en la percepción sensorial que el

hombre tiene del Universo, y que sus cinco sentidos se limitan solo al campo físico. Estos

solamente pueden conocer lo material, y cada contacto del hombre ha sido solamente con lo

material.

III. Limitaciones del Conocimiento Humano

Nuestra segunda pregunta es: ¿Cuáles son las limitaciones del conocimiento del hombre natural? Lo

que antes dijimos las hace evidentes. Podemos ilustrar las limitaciones de nuestros sentidos para

formarnos un verdadero cuadro de la realidad, por lo siguiente: un ciego que nunca ha poseído el

sentido de la vista y que nunca haya estado en contacto con personas que sí lo poseen, podría pensar

que por medio de sus cuatro sentidos tenía un cuadro verdadero del mundo que le rodea. Este ciego,

sin embargo, nunca sabrá lo que es el color ni lo que es la luz porque no tuvo el sentido para

percibirlos o para admitir cierta comprensión de esas cualidades de su mente.

Una persona que nunca haya poseído el sentido del oído y que nunca haya estado en contacto con

personas que lo tienen, pensaría que conoce el universo por los cuatro sentidos que posee. Nunca

Podría imaginar que el universo está lleno de música.

Más aún, el hombre que disfruta de sus cinco sentidos no posee un verdadero cuadro de la realidad

del Universo que le rodea. Ya sabemos que los cinco sentidos del hombre lo limitan solamente al

conocimiento de la materia. Todo artefacto que inventa para ayudar a sus sentidos a captar una

descripción real del universo, es de carácter físico y solamente le ayuda a adquirir el conocimiento

de lo físico.

IV. La Razón del Ateísmo y del Materialismo

Es por esto que existen el materialismo y el ateísmo. El hombre ha dicho que no hay nada en el

universo sino materia y las propiedades de ésta. Ha dicho que el hombre no sobrevive a la

existencia de su cuerpo porque no hay ninguna cualidad espiritual en el hombre que siga existiendo

después de que el cuerpo se haya desintegrado. Podemos ver que tal actitud hacia la vida es muy

natural, porque con los cinco sentidos que limitan por completo al hombre no puede conocer otra

cosa que el mundo físico.

Esta actitud sería tan lógica como lo sería para un ciego el negarse a creer que existe el color. El

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hombre, limitado a sus cinco sentidos, no admite que exista lo espiritual.

Así como a un pez confinado dentro del agua le podría parecer que no existe nada fuera del agua,

así al hombre limitado por sus cinco sentidos le podría parecer que en este universo no existe nada,

sino la materia.

Dos de nuestras preguntas están contestadas. La fuente de conocimiento en el ser humano se

encuentra en el sistema nervioso central de su cuerpo físico, y sus límites son el universo físico y la

materia.

VI. Pensamiento Racional y Percepción Sensorial

No deseamos dejar una impresión equivocada al hablar de la fuente del conocimiento del hombre.

El pensamiento no brota de la percepción sensorial. El hombre tiene capacidades para pensar, para

razonar, para reflexionar y para memorizar que no se basan en la percepción sensorial. No obstante,

las potencias mentales del hombre y sus facultades de razonamiento cuentan únicamente con los

materiales sensoriales para sacar conclusiones.

Los animales tienen percepción sensorial, pero no tienen pensamiento racional. El pensamiento

racional no surge de la percepción sensorial. Sin embargo, nuestra afirmación es verdadera: el

hombre no puede conocer nada, excepto que el conocimiento le llegue a la mente por alguno de sus

cinco sentidos.

Llegamos ahora a nuestra tercera pregunta: ¿Hasta qué punto el conocimiento que el hombre ha

adquirido por medio de sus cinco sentidos satisface el anhelo que siente por conocer la realidad?

¿Hasta qué punto este conocimiento es suficiente para responder al problema más vital que el

hombre encara?

Como dijo Voltaire: “El hombre ha sido capaz de medir la distancia de las estrellas, pero no ha

podido conocerse a sí mismo”. La mayor parte de los problemas que al hombre conciernen han

quedado sin respuesta. No ha podido encontrar la razón de su propia existencia, y hasta que el

hombre no la conozca, no puede conocer el propósito o el significado de la vida.

V. El Ansia de Dios en el Hombre

Cuando el hombre estudia la creación por medio de sus cinco sentidos, ve señales de proyecto y de

inteligencia que lo obligan a creer en un Creador inteligente; y sin embargo, no puede encontrarle.

Esta búsqueda de Dios ha sido el más grande problema de su vida. Langdon Davies escribe que el

hambre más grande y la sed más grande del hombre son el hambre y la sed de Dios. Cree Davies

que el motivo que hay detrás de toda investigación científica ha sido el ansia que el hombre tiene de

Dios. El hombre ha explorado la Creación; ha deseado adquirir un conocimiento técnico de la

naturaleza en un esfuerzo para encontrar al Creador.

Cotton ha escrito un libro intitulado: “¿Ha Descubierto la Ciencia a Dios? “Este libro es una

colección de opiniones de hombres de ciencia modernos que muchos de ellos en la actualidad han

llegado a ser conscientes de Dios. Dice Cotton que la investigación científica ha sido una búsqueda

de la realidad, aunque en puridad de verdad ha sido una búsqueda de Dios.

La primera tendencia científica fue dar una explicación mecánica del universo, dejando a Dios

fuera; pero a medida que la ciencia ha avanzado entiende mejor las maravillas de la Creación, y

comprende que el gran diseño mecánico del universo debe tener un Diseñador. El autor pensó que

tal vez con el tiempo la ciencia pudiera descubrir a Dios, pero la ciencia nunca podrá descubrirlo

porque Dios es espíritu, y Él no puede ser encontrado o descubierto por el sentido de la vista, del

oído o del tacto, a pesar de la ayuda que al hombre le proporcione el telescopio, el microscopio o el

espectroscopio.

Cotton dice que el más grande beneficio que la ciencia podría dar al género humano sería el

encontrar a Dios, y descubrir que el hombre sobrevive a la muerte. Sin embargo, la ciencia nunca

podrá lograrlo. El hombre nunca podrá localizar con sus instrumentos físicos el espíritu en el

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hombre, o establecer contacto con él cuando éste haya abandonado el cuerpo. Vemos, pues, que

aunque la ciencia nos haya dado nuestra civilización; y nos haya proporcionado un vasto

conocimiento del universo celeste; y un conocimiento de la tierra y de nuestro cuerpo físico

juntamente con el cuidado que debemos tener de él, ha dejado sin resolución los dos problemas más

vitales que todo ser humano encara. Estos son demasiado para el conocimiento del hombre natural.

Lo más lejos que la ciencia nos puede llevar es al reconocimiento de un Creador inteligente, y

entonces surge el problema de conocerle. ¿Es razonable que Dios creara al hombre cuya necesidad

primordial y más grande era conocerle, y que luego lo abandonara entre las tinieblas de su cuerpo

físico dejándolo completamente incapacitado para conocerlo?

En las primeras lecciones de este curso descubrimos el porqué el hombre se encuentra alejado de

Dios; por su traición. El hombre, con su cuerpo físico y sus cinco sentidos nunca puede entrar en

contacto con Dios, y Dios no intenta que el hombre le conozca de esa manera. El hombre verdadero

es el espíritu creado a la imagen de Dios con la capacidad de conocerle y de tener compañerismo

con Él. El hombre, tal como salió de las manos de Dios en la creación, le conocía. Cristo nos reveló

que los que adoran a Dios, le adoran en espíritu.

El cuerpo físico le fue dado al hombre sólo como una morada para el espíritu en este Universo

físico. Dicho cuerpo lo capacita para vivir en la tierra y para establecer contacto con el mundo físico

y solamente con éste. Era por medio de su espíritu que iría a conocer a Dios y a tener compañerismo

con Él. Los sentidos de la vista, del oído, del tacto, del gusto o del olfato, tenían como fin dar a

conocer al hombre el mundo físico que era su hogar. No le fueron dados con el propósito de que le

revelaran a Dios.

Cuando el hombre murió espiritualmente como resultado de su traición, se convirtió en un extraño

para Dios y quedó incapacitado totalmente para conocerle. Desde entonces, el hombre

espiritualmente muerto, se quedó únicamente con los sentidos del cuerpo físico, y con ellos ha

conocido las maravillas del universo al cual pertenece dicho cuerpo, pero no ha conocido al

Creador. Por ello nos damos cuenta de que si el hombre ha de conocer a Dios, debe recibir un nuevo

conocimiento, un conocimiento que no puede llegar por la percepción sensorial; un conocimiento

que el hombre no puede adquirir por su estudio del Universo físico.

El Creador ha comprendido la necesidad del hombre y le ha dado una revelación de Sí Mismo. Esa

revelación le fue dada al través de sus sentidos a fin de que el hombre espiritualmente muerto

pudiera conocer dicha revelación y por medio de ella obtener un conocimiento de su Creador. Esta

revelación es la Biblia.

En nuestra próxima lección estudiaremos la revelación que Dios ha dado al hombre.

PREGUNTAS

1. ¿Por qué debemos aprender a actuar de acuerdo con lo que hemos aprendido?

2. ¿Cuál es la fuente del conocimiento del hombre natural?

3. ¿Por qué es que todos los inventos del hombre no pueden elevarlo por encima del mundo

material?

4. Discuta las limitaciones del conocimiento sensorial en el hombre.

5. ¿Por qué han surgido el materialismo y el ateísmo?

6. ¿Por qué el conocimiento sensorial no es suficiente para resolver los problemas de la vida?

7. ¿Cuál es el ansia más grande del hombre?

8. ¿Por qué la ciencia nunca podrá descubrir a Dios?

9. ¿Cuál es aquella condición del hombre natural que le impide conocer a Dios?

10. ¿Cuál es la única manera en que se puede satisfacer esa necesidad?

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Lección 37

LA NECESIDAD DE UNA REVELACIÓN PARA EL HOMBRE

En nuestra última lección estudiamos acerca del conocimiento que el hombre ha adquirido por

medio de sus sentidos físicos. Vimos sus limitaciones y la necesidad de una revelación Divina. En

realidad tenemos dos clases de conocimiento: el conocimiento del hombre natural y el conocimiento

venido de Dios. Podemos ver ahora por qué esta revelación no es admitida por los doctos. No se le

ha dado el lugar que le corresponde en los libros de texto de nuestros colegios, porque no pertenece

a la esfera del conocimiento que el hombre ha adquirido por medio de sus contactos físicos con la

materia.

Aun en nuestros contactos del uno con el otro, limitados al conocimiento sensorial, no podemos

conocer los pensamientos de otro hombre. Sin embargo, éste, por medio de palabras, nos lo da a

conocer (1Co 2.10-13). De manera semejante, limitados al conocimiento sensorial, no podemos

conocer a Dios que es espíritu; pero Él nos ha dado en palabras humanas un conocimiento de Sí

Mismo. El Espíritu ha combinado verdades espirituales con palabras espirituales.

I. Autenticidad de la Revelación

No obstante, el problema que se mencionó al principio no ha sido resuelto. Fue este: ¿Podemos

actuar de acuerdo con la Biblia que nos habla de una redención completa en Cristo, así como

actuamos de acuerdo con el conocimiento del mundo que nos rodea? ¿Podemos actuar de acuerdo

con esta revelación como actuamos de acuerdo con el conocimiento sensorial?

Muchos dicen: “Ustedes no pueden probar que la Biblia sea una revelación de Dios. Ustedes me

piden que actúe de acuerdo con ella, que suponga, antes que nada, que es la verdad; pero yo no creo

nada si no lo puedo probar”. No es una ciencia muy completa aquella que no cree nada que no

pueda probar. No tenemos ningún conocimiento en ninguna esfera o dominio de la ciencia que no

esté basado sobre hipótesis.

La misma duda y la misma crítica que se aplica a esta revelación puede aplicarse al conocimiento

del hombre natural. No podríamos probar que nuestro conocimiento es exacto. En la base misma de

nuestro conocimiento del mundo exterior está la suposición de que nuestros sentidos y memoria no

nos engañan. Aunque nunca podríamos probar la fidelidad de nuestros sentidos en captar la

realidad, ni por un momento dudaríamos de ello.

Como R. A. Armstrong ha dicho: “Hay precisamente análogas razones para dudar de si hay un

mundo externo, si existen mesas o sillas, grandes ciudades y campos verdes, grandes corrientes de

agua y montañas inmensas; estrellas, o luna o sol, que las que hay para dudar de la existencia de

Dios; en ambos casos la duda es simplemente una duda sobre si nuestras facultades naturales son

instrumentos fieles que nos dicen la verdad; o sobre si nuestras experiencias aparentes pueden ser

dignas de confianza como reales y efectivas”.

Aunque nunca podríamos probar que nuestros sentidos nos dan un cuadro verdadero de la realidad y

que todas nuestras experiencias con el mundo exterior no son más que acciones y reacciones en

nuestro sistema nervioso central, creemos en el mundo externo, porque el hacerlo da resultado.

Como R. A. Armstrong dice de nuevo: “Estas creencias (se refiere a nuestra creencia en un mundo

externo, a la veracidad de la memoria, etc.) se justifican por que dan resultado; porque nunca nos

dejan en la confusión, porque nunca se quebrantan; a medida que los acontecimientos de la vida se

suceden, mil en una hora y en infinita diversidad, estas creencias encajan en ellos sin contradicción

alguna; mientras que si por un momento intentamos apartarnos de ellas, nos precipitamos en una

total confusión. He aquí la más alta evidencia que poseemos”.

Podemos aplicar la misma prueba a esta revelación que tenemos de Dios. ¿Da resultado? ¿Opera?

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¿Podemos actuar sobre su veracidad como actuamos de acuerdo con el conocimiento que tenemos

del mundo exterior? La Palabra nunca se quebranta. ¿Nunca nos quedamos confundidos cuando

aceptamos como verdad lo que Él dice? ¿En todas las experiencias de la vida podemos actuar de

acuerdo con lo que Dios dice que Él ha hecho por nosotros en Cristo?

Si cuando actuamos apoyados en lo que Dios ha dicho, encontramos que la Omnipotencia aparece

en escena para hacer válida Su Palabra, entonces quedamos justificados al asumir que ésta es una

revelación Divina. Esta revelación declara que eso sería completamente imposible si no fuera una

revelación de Dios. Que sería absurdo aun considerar su autenticidad. Su Palabra declara que si un

hombre cree con su corazón que Dios levantó a Cristo de los muertos, y confiesa con su boca que le

acepta como Señor, será salvo y se convertirá en una nueva creación (Ro 10.9-10).

Hemos visto a miles de personas cuyas vidas han sido transformadas instantáneamente al actuar de

acuerdo con esta Palabra. El poder del pecado ha sido quebrantado en ellos. Han sido liberados de

hábitos que los habían mantenido en esclavitud años y años. Los viejos deseos han desaparecido, y

las cosas que antes amaban ahora las aborrecen, y aquello que antes odiaban ahora lo aman.

La Palabra declara que en el Nombre de Jesús pondremos las manos sobre los enfermos y éstos

sanarán. Cuando Jesús dijo esto, arriesgó Su reputación, porque si Su Nombre fallaba en poseer

autoridad, Su Divinidad sería repudiada. Hemos visto que esta declaración de la Escritura se ha

cumplido en miles de vidas también. El poder de las enfermedades incurables ha sido quebrantado

por una sencilla oración hecha con la autoridad del Nombre de Jesús. Todos los días, todas las

semanas, se están realizando estos milagros.

Hace apenas una semana recibimos testimonios de cánceres curados. Cánceres que por años se

habían estado desarrollando han sido curados completamente en unos cuantos días. La única

explicación es que nuestra Biblia es la revelación de Dios al hombre.

II. El Andar por Fe

El hecho de que haya dos clases de conocimiento es una de las verdades básicas que sirven de

fundamento al acto de “andar por fe”. Muchas veces ha parecido difícil el andar por fe. Nos hemos

preguntado por qué Dios ha puesto la fe como requisito para todo aquello que recibimos. Muchas

veces esto nos ha parecido fuera de lo natural. Tal cosa ha hecho que las bendiciones sean

inalcanzables. Parece que las coloca más allá de nuestro alcance.

Cuando entendemos claramente que hay dos clases de conocimiento y aprendemos a distinguir entre

ambos, el andar por fe se convierte para nosotros en el andar natural. Esto puede explicarse mejor si

leemos Romanos 8. Los primeros ocho versículos de este capítulo son difíciles de comprender

excepto bajo esta luz. Aquí tenemos el contraste entre dos maneras de andar: el andar por la carne

(los sentidos) y el andar en el espíritu (por la fe).

El versículo nueve nos revela que el término “carne” se aplica al hombre que no ha nacido de

Nuevo, porque Pablo escribe: “Vosotros empero no estáis en la carne (lo físico), sino en el espíritu;

si es así que el Espíritu de Dios habita en vosotros, mas si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el

tal no es de él” (Ro 8.9 V. M.).

Durante mucho tiempo no pude entender el uso que el Espíritu hace del término “carne”, mas ahora,

a la luz de las dos clases de conocimiento, ya puedo entenderlo. Aquel que no ha nacido de nuevo

vive exclusivamente en la esfera de los sentidos físicos.

Ya vimos esto detalladamente en la última lección. Vimos que todo contacto que el hombre tiene

con el mundo, se verifica por medio del sistema nervioso central. El hombre vive en lo físico; por la

evidencia de los sentidos, cultiva las artes que agradan a los sentidos. Por razón de que el hombre

vive en la esfera de lo físico, la civilización no le elevará por encima de ese nivel. Todo avance en

la civilización ha sido acompañado de un descenso en la moral. Pero este ambiente no es el

ambiente natural o normal para el hombre.

Recordamos que el hombre fue creado a la imagen de Dios, un ser espiritual. Fue creado para andar

con Dios, que es un Espíritu. El hombre pertenece al reino de la omnipotencia. Este es el reino de la

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fe. Este es el reino de Aquel “Que llamó a las cosas que no eran, como si lo fueran”. En ese reino

las palabras tienen un poder extraño porque están llenas de la omnipotencia.

Cuando el hombre murió espiritualmente se alejó de Dios, se volvió un extraño para Él. Dejó de

vivir en el Espíritu. Se apartó de la Capacidad Divina. Entonces comenzó a andar en la carne, el

reino de lo físico. En Romanos 8 hay una referencia a esta forma de andar. El hombre había caído

de la esfera de la omnipotencia a la esfera de la capacidad humana. Las palabras perdieron su poder.

El hombre dependió de su propia capacidad que en realidad era la habilidad de su cuerpo físico;

dependió de sus fuerzas en su lucha por la existencia y en su combate con las fuerzas de la

naturaleza todo lo que debía saber sobre el mundo en que vive dependía de sus cinco sentidos.

Por ello podemos ver que el andar en la carne o en los sentidos, expresa el modo de andar del

hombre espiritualmente muerto. Pero nosotros que hemos sido engendrados de nuevo hemos

regresado a nuestro ambiente legítimo, a nuestra esfera normal. Al ser vivificados espiritualmente

por medio del acto Divino que confiere a nuestro espíritu la vida Suya, podemos andar de nuevo en

Su reino. Este es el reino del espíritu, la esfera de la omnipotencia, porque el espíritu del hombre es

uno con Dios; y el imperio de la fe, donde las palabras llenas de omnipotencia llaman a las cosas

que no son como si fueran, y son.

Estas son las dos maneras de andar que hemos contrastado en Romanos 8. Notemos la

comparación: “Por cuanto el ánimo carnal es enemistad contra Dios” (Ro 8.5-7 V.M.). Esta es la

mente que vive sólo por la evidencia de los cinco sentidos, excluyendo lo espiritual y la vida de fe.

Su fin es muerte (v.6) porque pertenece a un cuerpo condenado a muerte y no puede revelar a Dios

al hombre para recibir Su vida.

La mente del espíritu es la mente de aquel que ha recibido la vida de Dios y regresa a la esfera

normal para el hombre. La mente del espíritu es la mente que vive por la Palabra más bien que por

la evidencia de los sentidos físicos.

III. La Vida del Nuevo Hombre

No queremos despreciar el conocimiento que recibimos por medio de nuestros cinco sentidos. Lo

que sí, es que ya hemos entrado en contacto con Dios y no podemos depender más de la habilidad

humana, porque ahora habita en nuestro cuerpo la habilidad de Dios. Pertenecemos a una nueva

creación y hemos sido liberados de las leyes del pecado, de la debilidad, de la necesidad y de la

enfermedad que pertenecen a la antigua creación.

Dios ha efectuado la redención del hombre en Cristo quien lo liberta del dominio de Satanás. Y para

que podamos conocer lo que Él nos dio gratuitamente, nos ha dado esta revelación: “Porque

nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el espíritu que es de Dios; para que

conozcamos las cosas que nos han sido dadas gratuitamente por Dios; las cuales cosas también

hablamos, no con palabras que enseñan la sabiduría humana, sino que enseña el espíritu Santo,

explicando cosas espirituales con palabras espirituales” (1Co 2.12-13 V. M.).

El hombre que ha nacido de nuevo vive por esta Palabra. Cristo dijo: “No sólo de pan vivirá el

hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4.4). Por el término “pan” Cristo se

refirió a lo físico. El hombre nuevo no está limitado a la evidencia sensorial o al reino de la

debilidad y de la derrota. Él vive en unidad con Dios y por la autoridad de lo que Dios le ha

revelado en Su Palabra.

Esto constituye la vida de fe. La fe es actuar atrevidamente de acuerdo con lo que Dios ha dicho:

“Porque ninguna cosa es imposible para Dios” (Lc 1.37). Toda palabra que Dios ha hablado es

parte de Sí Mismo. Está llena de Su Omnipotencia: “Así es mi palabra que sale de mi boca; no

volverá a mí vacía, antes hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para lo que la envié”

Is 55.11). Ninguna palabra que sale de Él fracasará o dejará de realizar aquello para lo cual Él la

envió. No volverá a Él vacía. Ningún hombre podrá traer Su Palabra a Él diciendo: “Tu Palabra

Falló. No pude actuar de acuerdo con ella”.

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IV. La Mente Renovada

Cuando un hombre ha nacido de nuevo, su principal necesidad es la renovación de Su mente. Es la

renovación de Su mente la que lo capacita para ya no andar conforme a la vida vieja: “Y no os

conforméis a este siglo, mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que

experimentéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro 12.2). La renovación

de la mente es necesaria a la forma de andar en la nueva creación: “Y que seáis renovados en el

espíritu de vuestra mente, y que os revistáis del hombre nuevo, el cual según Dios ha sido creado

en justicia y en santidad de verdad” (Ef 4.23-24, Tr. literal del griego).

Antes de que un hombre pueda vivir en la plenitud de sus privilegios, su mente debe ser renovada.

La mente renovada es la mente que ha aprendido a vivir por la Palabra de Dios. La mente de la vieja

creación vive por la evidencia de los sentidos; la mente de la nueva, por la Palabra.

Permítaseme ilustrarlo. Un cristiano que anda en compañerismo con Dios tiene una necesidad

económica que satisfacer. No tiene el dinero que necesita. No ve ningún medio por el cual pueda

obtenerlo. Si no fuera un hijo de Dios, no tendría esperanza; dependería de sus propias capacidades.

Pero la Palabra dice: “Mi Dios pues suplirá toda necesidad vuestra”. La integridad de Dios está

detrás de esa Palabra.

Aunque la tierra y el cielo pasen, esa Palabra no puede fallar. Si la mente de este cristiano ha sido

renovada, tendrá tanto gozo en lo que la Palabra de Dios dice como si ya estuviera en posesión del

dinero que necesita, porque sabe que Dios hará válida Su Palabra. La Palabra de Dios significa tanto

para él como la evidencia de los sentidos.

En caso de enfermedad, un hijo de Dios es vencido por sus dolencias físicas, pero la Palabra de

Dios declara que por Sus llagas somos nosotros curados. Esa afirmación le dará tanto gozo como

los síntomas reales de la salud, porque la capacidad de Dios está respaldándola.

En conclusión podemos decir que la mente renovada es la mente que vive totalmente por la Palabra.

En este curso habéis aprendido lo que sois vosotros en Cristo; ahora. vivid por ello y la capacidad

Divina será vuestra

PREGUNTAS

Discuta:

a. La necesidad que tiene el hombre de una revelación.

b. Cómo ha satisfecho Dios esa necesidad.

c. La necesidad de que vivamos por la Palabra.