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La ciudad en el Mediterráneo Antiguo

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El Campesinado Griego. de La Aldea a La Polis

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La ciudad en el Mediterráneo Antiguo

Estudios del Mediterráneo Antiguo - PEFSCEA Nº 4

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La ciudad en el Mediterráneo Antiguo / compilado por Julián Gallego y Carlos G. García Mac Gaw. - 1a ed. - Buenos Aires : Del Signo, 2007. 264 p. ; 22x15 cm. ISBN 978-987-1074-47-1 1. Historia de las Civilizaciones. I. Gallego, Julián, comp. II. García Mac Gaw, Carlos G., comp.CDD 909

Diseño de tapa e interior: Gabriela Cosin© Ediciones del Sigo, 2007Julián Álvarez 2844 1º “A”Ciudad Autónoma de Buenos Aires - ArgentinaTel.: [email protected]© Facultad de Filosofía y Letras - UBA - 2007Puán 480 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina

Reservados los derechos para todos los países. Ninguna parte de la publicación, inclui-do el diseño de cubierta puede ser reproducido, al acenado o transmitido de ninguna forma, ni por ningún medio, sea éste electrónico, químico, mecánico, electroóptico, grabación, fotocopia o cualquier otro, sin la previa autorización escrita por parte de la editorial.Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723.Impreso en Argentina - Printed in Argentina.

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LA CIUDAD EN EL MEDITERRÁNEO ANTIGUOJulian Gallego y Carlos García Mac Gaw (compiladores)

Colección Razón Política

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRESFACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

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FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRASUNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

DECANODr. Héctor Hugo Trinchero

VICEDECANADra. Ana María ZubietaSECRETARIA ACADÉMICAMg. Silvia Llomovatte

SECRETARIO DE SUPERVISIÓN ADMINISTRATIVALic. Enrique Zylberberg

SECRETARIA DE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Y BIENESTAR ESTUDIANTILProf. Reneé GirardiSECRETARIO GENERAL

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Mg. Claudio GuevaraSUBSECRETARIO DE INVESTIGACIÓN

Dr. Alejandro SchneiderSUBSECRETARIA DE BIBLIOTECAS

BIBL. MARÍA ROSA MOSTACCIO

SUBSECRETARIO DE PUBLICACIONESRubén Mario Calmels

PROSECRETARIO DE PUBLICACIONESJorge Winter

COORDINADORA EDITORIALLic. Julia ZulloCONSEJO EDITOR

María Marta García Negroni - Susana Romanos de Tiratel - Susana CellaMyriam Feldfeber - Diego Villarroel - Adriana Garat - Marta Gamarra de Bóbbola

PROGRAMA DE ESTUDIOS SOBRE LAS FORMAS DE SOCIEDADY LAS CONFIGURACIONES ESTATALES DE LA ANTIGÜEDAD

DIRECTORESDr. Marcelo Campagno - Dr. Julián Gallego - Dr. Carlos G. García Mac Gaw

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La incorporación de los labradores a la vida política y militar de la pólis, conplenos derechos para tomar decisiones, supuso la conformación de un estado enel que las jerarquías sociales no constituyeron el principal punto de anclaje1. Unade las razones de esta singularidad del estado griego se halla en el modo en queno sólo el campesinado sino sobre todo las pautas de la comunidad aldeana seconvirtieron en soportes de la organización política de la pólis, pues a diferenciade otros procesos, en el mundo griego el estado no emerge como una instanciajerárquica sino como una organización segmentaria que parte de la generalizaciónde principios aldeanos que conservan su vigencia en el nuevo orden institucional.Por ende, la integración y la persistencia de la aldea en el interior de la pólis y lalibertad distintiva del campesinado dentro de sus instituciones, que habilitarían suinserción en el orden político y militar como ciudadano-soldado, hicieron de lacomunidad aldeana2 un elemento del estado capaz de colaborar en la integracióndel territorio y la población, el empadronamiento de los habitantes, la organiza-ción de los cultos religiosos, etc. En este marco agrario, la agricultura familiarintensiva se transformaría en una de las bases productivas de la pólis, lo cual pro-porcionaría características concretas a muchos paisajes rurales, organizados enmuchos casos a partir de parcelas relativamente regulares, frecuentemente frag-mentadas y con terrazas, terrenos en los que se entremezclaban sembradíos ara-bles, cultivos arbóreos, frutales, el huerto y la cría de ganado menor. A lo largo deeste trabajo trataremos de establecer ciertas líneas de interpretación en torno a losproblemas planteados, realizando un recorrido por una serie de tópicos (patronesde residencia, proceso de sinecismo, sistemas agrícolas, invención de la política,modelo de la ciudad consumidora) sin perder de vista el eje medular de nuestrapropuesta centrada en la aldea.

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EL CAMPESINADO GRIEGO:DE LA ALDEA A LA PÓLIS

Julián Gallego*

* Universidad de Buenos Aires – CONICET.

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Pautas de residencia rural: la aldea imaginaria

La caracterización esquemática de la granja del agricultor griego que esboza-mos brevemente unas líneas más arriba parecería apuntar a la plena autonomía dela unidad económica familiar, el oîkos, hecho que, en ciertos contextos, se ha rela-cionado con determinadas pautas de residencia rural. Entre los elementos exami-nados por los autores que han analizado la cuestión debemos considerar sobretodo las construcciones halladas en el campo griego por las prospecciones arqueo-lógicas. ¿Eran instalaciones agrícolas destinadas sólo al almacenamiento, o usossimilares, o servían también como viviendas permanentes de los labradores en suspropias granjas? El problema ha quedado centrado en saber si éstos vivían dise-minados por el campo, en granjas aisladas y dispersas, o agrupados en aldeas –oen los centros urbanos en las ciudades pequeñas–, desde donde salían cada díahacia sus tierras para realizar las faenas agrícolas.

En el contexto presentado, el caso del Ática ha sido el que más debates ha gene-rado. Hace más de tres décadas, por ejemplo, Pecirka manifestaba sus dudas acer-ca de la existencia o no de granjas aisladas en el campo ático, aunque afirmabaclaramente la posibilidad para otras póleis. Por su parte, unos quince años despuésWood afirmaba terminantemente, retomando las conclusiones de Osborne, larareza de granjas aisladas trabajadas por granjeros que residían en el campo fuerade asentamientos nucleados3. Podría señalarse que, de todos modos, para los grie-gos era posible pensar –aunque más no fuera en el plano de las representaciones–en granjas aisladas como la del campesino de la Electra de Eurípides, esposo dela hija de Agamenón, cuyo problema no parece ser el habitar una granja aisladasino la falta de lazos próximos con los vecinos4. Sófocles brinda una imagen com-patible con esto al decir: “igual que un campesino que ha tomado una tierra delabor alejada y la ve exclusivamente en los momentos de la siembra y la cose-cha”5, aunque de su texto no se deduce habitación permanente. Una situaciónsemejante se desprende también del ordenamiento ideal del territorio de la pólis

recomendado por Aristóteles6, pues cada ciudadano contaría con una parcelacerca de la ciudad y otra cerca de la frontera. Sin embargo, la posibilidad de quelos campesinos poseyeran parcelas fragmentadas no se opone a que el hábitatagrupado en aldeas y centros urbanos fuera la pauta dominante, todo lo contrario.Descat encuentra en Lisias una ilustración de este fenómeno para Atenas7. Pero,de todas maneras, como veremos a continuación, la prospección arqueológica haposibilitado, y sigue permitiendo, reconocer la existencia de fincas aisladas tantoen el Ática como en otras partes de Grecia, hecho que supone una relación inme-diata con la agricultura. No obstante, como trataremos de demostrar, la existenciade estas granjas nada indica en favor de la idea de que sus propietarios vivieransocialmente apartados de las aldeas, sin intervenir en los lazos de sociabilidadcaracterísticos de ellas.

La primera evidencia arqueológica que debe indicarse sobre casas rurales pro-viene de las torres halladas en el norte del Ática8. El análisis de los sitios implica

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la posibilidad de que en algunos casos dichos edificios hayan sido usados comoinstalaciones agrícolas. Pero las pruebas no son concluyentes, y por lo generalpuede que las torres encontradas hayan servido de refugio para la población localo que directamente fueran edificios militares. De modo que a partir de estos datosno puede concluirse categóricamente que las instalaciones pudieran haber servidocomo casas en granjas aisladas. En efecto, la presencia de una torre (pyrgos)puede ser una evidencia de una granja aislada sólo si se tiene en cuenta la funcióny la localización de la casa, donde la torre serviría para el resguardo de las provi-siones agrícolas, el equipo de labranza, e incluso la gente: la torre sería el elemen-to más característico de la casa rural sólo si se asocia con factores agrícolas talescomo tierras arables cercanas, pisos de trilla y restos de equipamiento agrario9.Sin embargo, el argumento contrario también ha sido esgrimido: según Morris,antes de considerar que las torres rurales tuvieron un rol defensivo y comunitario–opuesto a la seguridad privada–, es preferible tener en cuenta su carácter de asen-tamientos residenciales y agrícolas, puesto que el uso militar de las torres requie-re de un contexto histórico específico y un lugar explícitamente estratégico10. Detodos modos, aunque aceptemos que las instalaciones del norte del Ática forma-ron parte de granjas, esto no permite deducir que hubieran sido usadas por loslabradores que eventualmente las poseyeron para su residencia permanente en fin-cas aisladas. Como advierten Jameson, Runnels y van Andel11:

“Es dudoso que los usos de todos nuestros sitios puedan determinarsecon certeza. Este estado de cosas se debe en parte a dificultades deinterpretación de los datos arqueológicos, pero es en gran medida elresultado de los usos cambiantes de los sitios mientras estuvieron ocu-pados. Sitios de un solo componente que estuvieron en uso por brevesperíodos de tiempo pueden haber cumplido varias funciones diferen-tes. La granja con su torre puede llegar a ser una fortificación, luegopuede convertirse en un corral para los animales y finalmente llegar aser un lugar conveniente para los vertidos”.

Otros ejemplos también del Ática resultan más decisivos para verificar la exis-tencia de edificios agrarios que pudieron servir de vivienda permanente de los pro-pietarios12. Tal parecen ser los casos de la casa Dema y la ubicada cerca de la cuevade Pan en Vari. Ambas edificaciones, debido a la distancia que las separaba de lasaldeas más cercanas, indicarían la presencia de moradas continuamente habitadasdesde las cuales sus ocupantes saldrían cada día a cultivar las tierras de las inme-diaciones de su hogar y llevarían a pastar el ganado en las colinas contiguas13. Yalgo similar podría deducirse a partir de la llamada granja de Timesio situada en elsur del Ática, más específicamente en la zona minera de Laurion enclavada cercade cabo Sunio, finca cuyo análisis se ha enriquecido gracias al hallazgo de unasinscripciones14. Esta última hacienda se encuadraría en el contexto analizado porYoung, trabajo pionero en el estudio de las fincas aisladas de la zona de Sunio15.Claro que en estos casos, como en otros, surge el problema adicional de saber si

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aquellos que salían a trabajar cotidianamente los campos de las granjas eran lospropios labradores o los esclavos de propietarios acaudalados16.

Las prospecciones de sitios que se corresponderían con granjas, que habríanestado buena parte del año o permanentemente ocupadas por los labradores, hantenido un lugar importante fuera del Ática, y también en estos ejemplos la eviden-cia recogida avalaría la hipótesis de que la granja aislada constituyó una pauta deasentamiento representativa de la antigua Grecia17. Se ha comprobado que, engeneral, el desarrollo de esta pauta resulta un fenómeno del período clásico, aun-que no se debe excluir la presencia de granjas aisladas ya en la era arcaica. Y seha afirmado, como ya dijimos, no sólo la posibilidad de que existieran tales fin-cas, sino también que su extendida ocurrencia constituiría un patrón de asenta-miento con rasgos propios ligado a un sistema agrícola intensivo, libre de explo-tación y vinculado al mercado18.

Toda esta información especialmente arqueológica pero también literaria y epi-gráfica, parece no haber sido suficiente para desalentar a los que han visto en elasentamiento nucleado en aldeas y ciudades el modelo básico de ocupación delterritorio, rechazando la pauta de la granja aislada o restringiéndola a un epifenó-meno circunscrito a ciertas regiones y períodos19. Así, Osborne, autor particular-mente sensible a los matices de la documentación, ha sostenido que el modo deresidencia en el Ática y en buena parte de la Grecia continental habría sido el dela aldea nucleada, y que la presencia de construcciones rurales no insinuaría unapauta de habitación aislada sino un uso más intensivo del territorio. Aunque reco-noce que en las islas las aldeas serían más bien raras, siendo más frecuentes lasgranjas aisladas20. Para Osborne, el patrón ático centrado en la aldea nucleada nose ve impugnado por el particular desarrollo del sur del Ática, que obedecería a lademanda agrícola generada por la concentración de mano de obra esclava en tornoa la región minera de Laurion21. Con diversos matices, el modelo de asentamien-to nucleado ha obtenido la aprobación de varios estudiosos que han seguido suspropios juicios o que han adoptado los de Osborne: desde la era oscura, y más aúndurante las épocas arcaica y clásica, los griegos habrían vivido en aldeas nuclea-das, lo cual haría de las viviendas rurales aisladas algo fuera de lo común22.

Pero tan resuelta como esta postura es la de aquellos que paralelamente han vuel-to a destacar que la granja aislada constituyó la pauta principal de habitación en elcampo. Roy centra su discusión en el Contra Calicles atribuido a Demóstenes23.Su interpretación gira en torno a la separación establecida en la oración demosté-nica entre los vocablos tierra (khoríon) y casa (oikía), y propone que el documen-to resulta una prueba significativa de que existían granjas aisladas en el Ática.Langdon argumenta que el caso ateniense, al posibilitar una articulación pertinen-te entre evidencia literaria, arqueológica y epigráfica, permite señalar con mayorcerteza que para otros casos la existencia de granjas habitadas por sus propieta-rios, enfatizando que las expresiones griegas khoríon y agrós son las que mejor secorresponderían con la idea de granja (farm)24. A partir de la información que

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aportan los casos de Delos y Tasos, Brunet ha reflexionado sobre los peligros degeneralizar lo que sería propio del modelo ateniense, concluyendo que la diversi-dad sería lo característico de los paisajes griegos, contexto en el cual la pauta delhábitat disperso resulta un factor de suma importancia25. Por su parte, Lohmannha verificado todo esto con nuevos datos procedentes del sur del Ática, y señalaque en esta región la pauta de asentamiento sería similar a la establecida para losdemás casos, lo cual avalaría firmemente la conjetura de que los labradores habrí-an utilizado el patrón de residencia en granjas aisladas26.

El argumento más radical a favor del modelo de residencia aislada en el campoha sido el de Hanson27. Sin dejar de reconocer que hubo sectores que vivieron encaseríos nucleados, aldeas rurales o centros urbanos (los que no tenían relacióndirecta con la agricultura, o los pobres que poseían pequeños lotes, o la vieja aris-tocracia que seguía teniendo sus propiedades cerca de las ciudades), el autor sos-tiene taxativamente que los labradores dedicados a la labranza intensiva adopta-ron el patrón de asentamiento en su propia finca. El conjunto de la documentaciónsería para Hanson prueba incuestionable de que, en lo que se refiere a los granje-ros independientes, la preferencia habría sido la granja aislada. Esto no implicadescartar total y palmariamente la posibilidad de que una parte de los labriegosvivieran de manera nucleada. Si bien ratifica la importancia de la vida permanen-te en la propia hacienda, insinúa asimismo al menos tres patrones de residencia:aldeas nucleadas, agrupamientos en caseríos de pocas familias labradoras, habita-ción en el centro urbano de la pólis. Y así como Hanson concede lo anterior,Osborne hace lo mismo al indicar las dos pautas de asentamiento ya vistas, segúnse trate de las regiones continentales (donde predominó la aldea nucleada) o de lasislas egeas (donde prevaleció la finca dispersa). Pero además de esto, el autor trazaun balance de los factores a favor y en contra implicados en ambos tipos de resi-dencia: habitar en granjas aisladas supone explotar extensiones compactas deterreno usando una fuerza de trabajo más variada pero con mayores riesgos; viviren aldeas entraña una posesión fragmentada en la que el paisaje es trabajadomenos eficazmente, dado que los lotes cercanos reciben más atención que los leja-nos, pero con un rendimiento más parejo a lo largo de los años28.

Preciso es concluir, pues, que el problema no radica en privilegiar un modo depoblamiento rural sobre otro, por más que haya ejemplos en los que por una u otrarazón un modelo se halle más extendido que otro. En un cuadro general, el mode-lo mixto parece corresponderse mejor con los testimonios y las diversas interpre-taciones abordadas. Todo depende de los datos que se posean para cada caso; peroaun así, no se puede dejar de reconocer el peso que tienen las interpretaciones ehipótesis que los autores han propuesto en la presentación de sus investigaciones.Como vimos, el caso del Ática se ha prestado a diferentes explicaciones. Segúnha señalado Burford29:

“Algunos asentamientos eran los centros culturales, sociales y admi-nistrativos de los demos, que muy a menudo eran aldeas, como gene-

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ralmente se entiende el término. Pero el demo era también el distrito ola parroquia en el sentido inglés, dentro del cual las familias poseíanla tierra; y hay indicaciones de que podía existir más de un asenta-miento dentro de ellos, con poco o ningún reparo por la residencia enun punto focal. Éste podía consistir de un centro de culto, un lugar deencuentro, el mercado si había uno; los establecimientos de los artesa-nos podían perfectamente estar en otra parte con otras viviendas”.

Sin embargo, todas estas discusiones con respecto a las pautas de asentamientono resuelven un asunto que nos parece medular: la aldea en tanto punto de articu-lación de las relaciones sociales, tal como se observa en el caso ateniense, no tienepor qué significar que los labradores tengan que vivir necesariamente juntos. Siéste es o no el caso, esto no cambia el funcionamiento que podía tener la aldeacomo ámbito de la vida campesina y como centro religioso y administrativo. Launidad de la comunidad aldeana no vendría dada por la residencia nucleada sinopor los vínculos de pertenencia que los integrantes de la misma construían conrespecto a aquello que oficiaba de polo identificatorio, esto es, la institución deuna identidad colectiva que como tal no deja de ser en ningún momento de carác-ter imaginario. Si el centro tenía una existencia material independiente de loslazos subjetivos que los miembros de una aldea desplegaban entre sí, o si la uni-dad comunitaria carecía de materialidad visible y dependía enteramente de lasinterconexiones religiosas, políticas, culturales, personales, etc., que los aldeanosdesarrollaban, esto no cambia para nada el hecho de que hubiera un nivel de per-tenencia que, de un modo u otro, permitía identificar a un conjunto social, y esoes lo que hacía de ese conjunto una unidad hacia adentro y hacia afuera30. Lagranja aislada no implica que el granjero no compartiese con sus semejantes unmodo de vida similar, una misma cultura, una cosmovisión análoga sobre elmundo y los dioses, todo lo cual se manifestaba en sus hábitos sociales y agríco-las. Sin que fuera necesario que los labradores viviesen en aldeas nucleadas, lascostumbres compartidas constituyen una forma de percibir cómo se organizaba elsentido de pertenencia a una comunidad.

Prácticas agrícolas en contexto: el hogar y la sociabilidad aldeana

En el marco hasta aquí esbozado es necesario situar el desarrollo de la agricul-tura griega31, hecho que supone una serie compleja de procesos y de condicionesque la configuran como un ámbito vital de la organización de la pólis32. A partirdel contexto ecológico y medioambiental mediterráneo, al menos desde el sigloVIII a.C. se desencadena un despegue agrícola atribuible a la presencia de labra-dores intensivos33. En este marco, Hesíodo aparece como un representante ejem-plar que viene a indicar la importancia de esta clase así como la identidad especí-fica del mundo aldeano donde la vida campesina se desarrolla34. Pero más allá deesto, el mundo hesiódico no está al margen del horizonte conflictivo de la eraarcaica35, en el que el aumento poblacional se liga a las posibilidades de acceso y

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usufructo de la tierra, tanto en la vieja Grecia como en las zonas recientementeocupadas por los colonos griegos. A partir de la búsqueda de la igualdad –deriva-da, como ya veremos, de ciertos factores aldeanos– y el avance de la labranzafamiliar intensiva, los cultivadores se constituyeron en protagonistas fundamenta-les de transformaciones que sacudieron el espacio europeo mediterráneo. En estascircunstancias tuvieron lugar ciertos desarrollos técnicos que resultaron adquisi-ciones plenas de los agricultores independientes –mejora de semillas medianteselección, perfeccionamiento del instrumental para moler granos–, signo de unprogreso tecnológico que permitió a los labriegos aumentar la productividad agra-ria36. Una de las elecciones centrales de estos productores radicaba en las espe-cies a cultivar, en su combinación, diversificación e intensificación. Estos avan-ces se dieron dentro de unos sistemas agrícolas cuyas condiciones medularesconsistían en pautas relativamente equitativas de acceso a la tierra e inexistenciade cargas tributarias, contexto en el cual los campesinos decidían las estrategiasde labranza buscando mayores rendimientos, organizando la producción en fun-ción de un mejor aprovechamiento del tiempo y los recursos, y tratando de evitarlas crisis agrarias o estar en condiciones de superarlas prontamente37. El aumen-to de la productividad se basó en una mayor explotación del trabajo familiar y laadopción de prácticas de labranza que buscaban la intensificación mediante lacombinación de cultivos, la cría de ganado menor y la disminución del barbechoen función de poner en labor la mayor cantidad de tierras posible38.

Pero el desarrollo de la agricultura griega no supone un simple fenómeno eco-lógico o económico, sino que constituyó una de las bases que dieron sustento ala pólis como organización social. Los propios comienzos de la pólis se acoplancon los inicios de la expansión de prácticas agrícolas intensivas ligadas a la gran-ja familiar, que caracterizarán una parte relevante de la base económica de lamayoría de las ciudades griegas entre los siglos VIII y IV. En este sentido, laimportancia adquirida por los campesinos independientes durante la era arcaicaocasionó transformaciones que no quedaron circunscritas a meras opciones pro-ductivas, pues la viabilidad a largo plazo del cultivo intensivo familiar sólo pudoasegurarse a partir de los cambios sociopolíticos y el diseño relativamente igua-litario que fueron adquiriendo las comunidades griegas. Afianzada la presenciaprotagónica de los granjeros autónomos con la conformación de las nuevas póleis

y la reforma de las ya existentes, este renovado marco político, militar, jurídicoe ideológico resultó vital para que el impulso agrario señalado se constituyera enun soporte de la singular experiencia histórica que tuvo lugar en la Grecia anti-gua. Si el incremento demográfico pudo ser uno de los factores dinamizadoresde la situación arcaica39, lo que explica las respuestas adoptadas es la nuevaorganización social configurada a partir de la incorporación de los labradoresjunto con la vieja aristocracia terrateniente dentro de los mismos ámbitos políti-co-institucionales. Los campesinos se convirtieron así en protagonistas centralesdel desarrollo de la pólis.

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Por otra parte, el análisis de la sociedad griega a partir de sus determinantesagrarios implica adentrarse en el problema de la especificación de los actoressociales. En estos últimos años la discusión de esta cuestión ha girado en torno ala caracterización aportada por los términos campesino (peasant) y granjero (far-

mer)40, que son las nociones usualmente aplicadas al análisis de los labriegoshelénicos. El problema no es una mera cuestión de nombres sino que consiste enla definición de la clase social y el tipo de unidad productiva que se está exami-nando. El punto de partida de dicha controversia ha sido la definición del campe-sino, que implica en forma sumaria cuatro aspectos básicos: la unidad de explota-ción familiar como modo principal de organización social; el trabajo agrícolajunto con la cría de ganado como primordiales medios económicos; una culturatradicional específica derivada de la vida dentro de pequeñas comunidades rura-les; la subordinación ante el dominio de poderosos agentes externos a las aldeas41.Excepto en lo referido a la dominación desde afuera, los demás elementos pare-cen ser comunes tanto al campesinado griego como a otras sociedades de peque-ños labradores. Insistamos en esta diferencia: la pertenencia del campesinado a lapólis como integrante de pleno derecho para intervenir en la política fue un fenó-meno enteramente nuevo42; esto no resulta pues algo meramente accesorio sinoun elemento fundamental para la comprensión adecuada del asunto. Tomando encuenta la definición consignada, dos son las posturas que se han propuesto paracomprender la lógica de la agricultura familiar griega: un modelo de economíacampesina centrado en la minimización del riesgo de hambre a partir de estrate-gias diversas de producción, almacenamiento y consumo; otro modelo de labran-za intensiva establecido en función de la maximización de excedentes vendibles,incorporando esclavos como parte de la fuerza laboral familiar. Pero en el mundogriego organizado a partir de la estructura de la pólis autónoma, ninguno de estosmodelos puede considerarse exhaustivo, sino que habría una diversidad de situa-ciones que podrían encuadrarse en un marco que iría desde el pequeño poseedorpobre43 –que producía para la subsistencia, desarrollaba intercambios comercia-les ocasionales pero prefiriendo los intercambios recíprocos, y se empleaba cir-cunstancialmente como jornalero temporario– hasta el agricultor relativamentepróspero44 –que poseía algunos esclavos y se integraba plena y normalmente enlos mercados a partir de cierta especialización de la producción–. De uno al otropolo del espectro lo característico fue la inexistencia de una explotación habitualy sistemática, lo cual evitó que los labriegos tuvieran que producir excedentesregulares para los miembros de una elite social o política. Sobre este punto de par-tida común, derivado del suceso excepcional ya indicado que significó la incor-poración de los agricultores a la comunidad cívica con capacidad para la partici-pación institucional, podemos postular diferentes circunstancias que seplanteaban dentro de un espectro móvil.

En este sentido, es posible señalar, en primer lugar, la existencia de una dife-rencia entre hogares rurales más grandes o más pequeños según el tamaño de lapropiedad y la cantidad de miembros que componían la familia. Los cultivadores

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que podían disponer de algunos esclavos –que trabajaban a la par de los compo-nentes de la familia– los consideraban parte de la familia, más allá de que a vecesnecesitaran venderlos45. Pero, en segundo lugar, esta diferencia de tamaño notiene que ser pensada como algo fijo e irreversible sino que podía existir unamovilidad derivada de los ciclos de vida del hogar campesino: formación con elmatrimonio, nacimiento de los hijos, adultez y partida de éstos, ancianidad y finde la unidad; a medida que crece la unidad puede incorporar más tierras, y cuan-do decrece, a la inversa. Esto no debe interpretarse como la inexistencia de dife-rencias entre agricultores ricos y pobres. Sin embargo, en el marco global la dife-renciación podía dar paso a una equiparación, debido a la partición de lasunidades más ricas y la extinción o fusión de las más pobres. De manera que,tanto desde el punto de vista del ciclo vital como desde la perspectiva del movi-miento económico, las tendencias centrífugas de la diferenciación y las centrípe-tas de la nivelación se compensaban a través de movimientos multidireccionalesy cíclicos46, fases ascendentes y descendentes que nos llevan a modificar esaimagen fija que sólo da cuenta de los extremos del arco social, esto es, el labra-dor pobre que suplía los ingresos empleándose como jornalero, o el agricultorrico que poseía algunos esclavos y producía excedentes para vender en los mer-cados. Bajo estas condiciones, la minimización del riesgo en función de hacerfrente a las necesidades de subsistencia no tiene por qué contraponerse a la maxi-mización de la ganancia por medio de la producción y venta de excedentes. Enefecto, según los ciclos mencionados los pequeños productores agrarios podíanpor momentos disponer de más remanentes vendibles, o tener una menor inser-ción en el mercado y utilizar las reservas para hacer frente a los riesgos de ham-bre: mientras los hogares más pobres se centraban en un sistema intensivo de cul-tivo para asegurar la subsistencia, los más ricos adoptaban los métodos deproducción intensiva en función de conseguir una ganancia. Entre uno y otrocomportamiento había toda una gama de posibilidades, según los momentos delos ciclos y aquellas circunstancias consideradas como aleatorias desde el puntode vista de las economías familiares, porque carecían de capacidad de controlsobre ellas. Todo esto nos vuelve a conducir al problema de la autonomía de laeconomía doméstica y su posible relación con la presencia de granjas aisladas ydispersas. Pero como ya vimos, este tipo de asentamiento no inhibía la posibili-dad de que los labradores participaran con sus pares de las mismas formas de vidasocial, cultural, religiosa, etc., que se desplegaban en costumbres y hábitos encomún que articulaban la pertenencia a una comunidad determinada.

El análisis de la organización concreta de las comunidades agrarias de la Greciaantigua conlleva observar los momentos de su constitución efectiva a partir dedeterminadas prácticas de diversa índole, todas ellas organizadas de acuerdo conunas pautas culturales que les conferían su sentido social preciso47. A nuestroentender, los conceptos más apropiados para encuadrar dichas prácticas son los de“habitus”48 e imaginario social, pues la agricultura campesina griega implicabatanto prácticas seculares como rituales religiosos mediante los cuales los labrado-

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res establecían una asociación entre sí al mismo tiempo que entraban en comunióncon los dioses: las tradiciones y los vínculos de solidaridad, los modos de coope-ración y ayuda mutua, las pautas de identidad local, los lazos de amistad, son algu-nos de los patrones sociales que colaboraban en la institución de una identidad, ununiverso mental colectivo que se manifestaba de modo pleno por medio de fiestasy celebraciones religiosas, bodas y ritos de fecundidad y fertilidad, juegos, cancio-nes, danzas. Estas ceremonias, así como los pleitos y disputas, nos hablan de unmundo compartido; participar de él significaba insertarse en la serie de prácticasde sociabilidad mencionadas. De este modo, los campesinos se veían y eran vis-tos, se reconocían entre sí como compañeros y reconocían a los otros en tanto queextraños. Invitar al prójimo a tomar parte de la mesa era una forma de delimitarescrupulosamente al vecino del que no lo era, pero también distinguir al buenvecino del malo, al hombre virtuoso del corrupto. Tales comportamientos otorga-ban relevancia a determinadas ideas en torno a lo justo y lo injusto, lo legítimo ylo ilegítimo, elementos que nos muestran las creencias y valores morales vigentesen las pequeñas localidades aldeanas. Eran, pues, estas prácticas de sociabilidadlas que instituían a la comunidad aldeana como tal, y no el hecho de habitar ais-lada o conjuntamente, por más que en ciertas circunstancias esto último pudieratener su peso.

Integración de la aldea en la ciudad: el sinecismo

Las pautas indicadas como contexto de la agricultura dejan en claro que si bienel ordenamiento de la pólis operaba como marco global, sin embargo, era la orga-nización de la aldea la que en concreto aportaba en cada caso el ámbito imagina-rio de las prácticas agrarias. Este espacio formaba parte de la pólis, se había inte-grado en ella; pero conoció también una existencia previa y/o independiente49.Esta anterioridad de la aldea así como su permanencia dentro de la ciudad sonposibilidades que aparecen mencionadas de manera explícita en el libro I de laPolítica de Aristóteles50. En efecto, al hablar de los diversos tipos de comunidad,entre el oîkos y la pólis el filósofo intercala a la kóme como un componente espe-cífico que subraya la existencia de ciertas formas de organización social, quecomplementan pero se distinguen de la ciudad y la casa:

“La comunidad sólidamente constituida por naturaleza para lo cotidia-no es la casa (oîkos)… Y la primera comunidad de muchas casas enfunción de la utilidad no cotidiana es la aldea (kóme). La aldea pornaturaleza parece ser enteramente una colonia (apoikía) de la casa:algunos llaman a sus miembros «hijos de la misma leche» e «hijos dehijos»… La comunidad perfecta de muchas aldeas es inmediatamentela ciudad (pólis)”.

Así pues, la organización de las comunidades griegas implicaría tres nivelesbásicos: por un lado, el oîkos asociado con la posesión de un klêros, lo cual según

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vimos podía significar no sólo una propiedad agraria sino también el lugar de resi-dencia de la familia; por otro lado, la aldea construida de acuerdo con determina-das pautas de integración, pues las unidades domésticas no se hallaban caótica-mente dispersas en los territorios que ocupaban; finalmente, la ciudad, que no erauna unidad indivisa sino que se hallaba integrada por aldeas en torno a las cualesse nucleaban los oîkoi. Éstos, más allá de su autonomía, no se encontraban ente-ramente librados a su suerte en el territorio de la pólis: entre la ciudad y la casa,entre lo “público” y lo “privado”, se percibe el papel articulador que cumplía lacomunidad aldeana, que a diferencia del oîkos destinado a satisfacer las necesida-des de manutención de sus integrantes mediante la producción y el consumo dia-rios, no resolvía las exigencias cotidianas sino aquellas derivadas de la unión delos hogares por el parentesco, los antepasados comunes, etc.

El testimonio de Aristóteles no ha tenido una aceptación unánime en lo que res-pecta a su reconstrucción del advenimiento de la pólis, que ha sido consideradacomo totalmente teórica, lo cual implicaría una mirada enteramente especulativaacerca del proceso formativo de la ciudad. Últimamente, la percepción de losaportes de Aristóteles para el análisis del surgimiento de la pólis ha estado marca-da por el estudio de Demand sobre las relocalizaciones urbanas en las épocasarcaica y clásica. Según sus dichos, el sinecismo físico es uno de sus interesescentrales, dejando de lado en su investigación el sinecismo puramente político.Remitiendo a las lecturas del célebre pasaje de la Política, la autora propone quebuena parte de las interpretaciones sobre los orígenes de la pólis ha girado entorno al sinecismo físico de asentamientos aldeanos. En este sentido, si bien admi-te la posibilidad de una explicación del texto aristotélico en clave de una unifica-ción más política que física, concluye que el argumento del filósofo sobre la for-mación de la pólis se debe a proyecciones anacrónicas a partir de su conocimientode póleis creadas en los siglos V y IV por medio de un sinecismo físico51.

Pero el sinecismo de las aldeas en la pólis no supone la desaparición de aqué-llas. Si bien es cierto que en Aristóteles la vida katà kómas aparece como un esta-dio más primitivo que la vida en pólis52, de esto no se deduce que el sinecismoaludido por Aristóteles fuera necesariamente físico. Los argumentos de Hansen enfavor de un sinecismo que debe ser político y físico a la vez, dado que el sinecis-mo puramente político sería una total ficción, y su consecuente interpretación delas dificultades del modelo de Aristóteles en el terreno histórico, debido a lo difí-cil que resulta hallar ejemplos de emergencia de póleis mediante un sinecismofísico de varias kômai vecinas, no resultan para mí convincentes53. Demand, dequien Hansen toma ciertos argumentos sobre Aristóteles, sugiere que en algunosmitos podemos hallar elementos para entender lo que los griegos pensaban de símismos. En esos relatos, las póleis creadas mediante sinecismo físico resultaríande casos de invasión de nuevos pueblos, pero serían situaciones inusuales y no unaetapa normal en la formación de la pólis. Si Aristóteles es tributario de esas pro-yecciones hacia atrás de eventos más tardíos, entonces debería compartir la idea

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de lo excepcional que sería el sinecismo físico, lo cual entrañaría que más que lapresunción de una unificación física lo que estaría presente en su formulaciónabstracta sería la noción general de una congregación política de las aldeas54.

En esta dirección podríamos retomar aquí la interpretación de Morris del cita-do pasaje de Aristóteles, que ha señalado cierta compatibilidad entre los argumen-tos del filósofo y algunos de los rasgos que muestran las comunidades de los poe-mas homéricos55. Según el autor, en el siglo VIII el despegue del estado se realizóen muchos lugares de Grecia a partir de la generalización de los principios delsimple encuentro aldeano, lo cual explicaría por qué la pólis se parecía a una cor-poración campesina, por qué fue persistentemente un sistema social más igualita-rio que otros del Mediterráneo oriental y por qué de Homero a Aristóteles se laconsideró como una estructura más segmentaria que jerárquica. Donlan parececoincidir con este razonamiento al proponer que “el estado-pólis emergió a partirde comunidades establecidas de granjeros libres, con una antigua tradición dederechos ciudadanos dentro del dêmos”56, lo cual supone el funcionamiento decorporaciones campesinas en las que esas antiguas prerrogativas se manifestaríanconcretamente a través de las asambleas aldeanas.

Según esta perspectiva, el modelo segmentario aristotélico acerca del surgi-miento del estado griego tendría elementos importantes que aportarnos respectodel análisis de este proceso histórico. En este sentido, la percepción de Aristótelesde los albores de la pólis podría articularse no sólo con Homero sino también conHesíodo. El punto de articulación entre ambos residiría en la relación entre pólis,basileía y kóme, aunque la ponderación de estos términos sea diferente en cadacaso. En efecto, los Trabajos y días permiten percibir el momento en que la aldeaes confrontada con la ciudad, contexto en el que los mecanismos aldeanos, y enespecial una imagen igualitaria de base agraria, se invocarán como pilares del fun-cionamiento de la ciudad justa57. La Política, por su parte, asume el proceso desdeel resultado postulando la bondad de la existencia de la pólis para la vida humanaasí como para sus partes integrantes: aldeas y casas.

En Hesíodo, la basileía resulta un factor singular para entender la organizaciónde las prácticas sociales de comienzos del arcaísmo. En efecto, la pólis hesiódicase presenta como una comunidad comandada por los basileîs en el marco delágora, las disputas, las deliberaciones58. Pero ello no comporta una unidad políti-ca, social y cultural que dé cabida plena a los campesinos sino una relación de pre-eminencia en la cual éstos se ven obligados a gratificar a los basileîs medianteregalos59, a partir de una función de carácter judicial en la que parecen ejercer unarbitraje entre las partes en disputa60. Al hablar de estos árbitros con el idiomapropio de la reciprocidad61, el poeta parece destacar la alteración que esta lógicaestaría sufriendo, hecho que se suma a la perversidad con la que se caracteriza alespacio de la pólis. Así, el aldeano observa el mando impuesto por los noblesdesde la ciudad como algo externo a su propia comunidad que es la aldea: aqué-lla representaría una instancia de dominación sobre ésta62.

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En el razonamiento del filósofo, la pólis consumada surge, como ya vimos, dela congregación (koinonía) de varias aldeas (kômai o apoikíai), que se caracteri-zarían por formas de poder (basileía) y vínculos de parentesco (syggéneia) simi-lares. Según esto, el sinecismo resultaría de la unión de entidades con una racio-nalidad semejante. Pero así como el salto del oîkos a la aldea implicaba el paso delas necesidades cotidianas a las no cotidianas, así también el tránsito de la aldea ala pólis terminará incluyendo un término nuevo: la vida buena (toû eû zên), quese abrirá finalmente al espacio del ser político (zôon politikón)63. En este proce-so, el ejercicio de la basileía, que se verifica en los tres planos de organizaciónsocial (oîkos, kóme, pólis), debería necesariamente abrirse a una dimensión nuevaen la medida en que se asocia con la instauración de la pólis. Así, la permanenciade la basileía aparecería como un trasfondo de continuidad sobre el que se produ-ciría un desplazamiento del parentesco, definido al nivel de la casa y la aldea, a lopolítico como lo propio de la pólis. Esta transferencia de rasgos del hogar a lacomunidad aldeana y de ésta a la pólis podría servir para explicar por qué se llegaa enunciados en los que la pólis es pensada como un gran oîkos64, y volvería ente-ramente compatible esta visión de la pólis con la imagen aldeana de la misma,pues en rigor ambas ideas se corresponderían con la misma matriz segmentaria.

Sobre esta base aldeana empiezan, pues, a aparecer entidades más abarcadoras,sinecismo mediante el cual las aldeas preexistentes comienzan a unirse política-mente, tal vez no físicamente, en torno a un centro común, delineándose así untipo nuevo de organización socio-espacial65. Esto da lugar a notables diferenciasde tamaño entre las ciudades, debido a las cambiantes condiciones históricas,sociales, geográficas, religiosas, bajo las que se forja en cada caso la unión66. Elejemplo de Argos muestra lo que podría denominarse un caso típico de sinecismo.Los grupos aristocráticos se desplazan hacia el centro urbano. Paralelamente,Tirinte y Micenas son absorbidos, Asine es destruida durante el sometimiento dela llanura argiva y en la Argólide se da una colonización cuyos pobladores proven-drían de la propia llanura argiva. Ahora bien, según cabe concluir de los análisisde las fratrías y las kômai argivas67, una vez que Argos se organiza política y terri-torialmente en forma unificada, las aldeas siguen siendo el ámbito de residenciade la población rural. El sinecismo de la Atenas arcaica se basa enteramente en lapresencia de comunidades aldeanas que se expanden o se generan a raíz delaumento poblacional68. Los habitantes del Ática se aseguraron el control de losterritorios mediante la instalación de comunas agrarias69, lo cual implicó unaespecie de colonización interna en la que los miembros de tales comunas hallaronun modo autónomo y seguro de acceso a la tierra70. Este hecho se perpetuó des-pués del sinecismo, debido a lo cual, como indica Tucídides, la mayoría estabahabituada a vivir en el campo (en toîs agroîs) y no en la ciudad. Tucídides tam-bién habla del sinecismo ateniense asociándolo con una acción deliberada deTeseo71. Siguiendo la lógica de su relato, resultaría que el Ática como base terri-torial del estado ateniense sería el producto no sólo de una colonización internasino también de un sinecismo típico que unificaría a las aldeas, e incluso a orga-

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nizaciones que propendían ya hacia formas políticas, religiosas y espaciales pro-pias de una pólis72. Otros casos como los de Mégara y Esparta revelan tambiénque, habida cuenta de sus diferencias concretas, la unificación política y territo-rial terminó por engendrar entidades más abarcadoras del tipo de la pólis en regio-nes donde previamente evolucionaban comunas de base aldeana73. Pero en otroscasos las organizaciones adquirieron la forma del éthnos74, o se aunaron en con-federaciones en las que podían tener cabida póleis, éthne y kômai en distintasposiciones jerárquicas y con uno o varios centros ejerciendo el liderazgo. Algunaspóleis sólo se unificaron en la época clásica, como Élide, Herea, Mantinea yTegea, así como Egio y Dime, y Argos sólo pudo incorporar a la por entoncesaldea de Micenas tras las guerras médicas75. Todo esto supone la persistencia deentidades aldeanas basadas en sus propios derechos, aunque condicionadas por lapresencia de estados poderosos alrededor suyo. Esto confirma que la organizacióndel espacio agrario se basaba en la existencia de territorios ligados a las aldeas,posteriormente agrupadas con el sinecismo. Indudablemente, existen muchosejemplos, como los que indica Estrabón, en los que el sinecismo se produjo en unaépoca más tardía76. Pero como propone Osborne77, si bien el geógrafo está pen-sando en términos de movimientos poblacionales desde las aldeas a un centroúnico, sin embargo, el propósito de sus consideraciones no es describir los cam-bios en la naturaleza de los asentamientos en el campo sino explicar la formaciónde unidades políticas, esto es, los orígenes de la ciudad clásica.

A partir de estos procesos, la pólis se instituyó como propietaria principal de latierra, de cuya autoridad los ciudadanos extraían sus prerrogativas privadas sobrelas parcelas78. Sin embargo, en lo anterior sólo se está haciendo hincapié en los“extremos” de la situación: el poder general de la comunidad sobre la tierra; la uti-lización privada de la misma en función de la labranza. Pero podría decirse que,dentro de la pólis, la kóme seguía oficiando de intermediaria79. En este sentido,importa destacar no tanto la preexistencia de la aldea respecto de la ciudad comosu persistencia en el marco de la organización cívica. Estas aldeas podían ocuparun lugar central o periférico, según la evolución de cada pólis. En Atenas todos losmiembros de las aldeas se convirtieron en ciudadanos, mientras que en Espartaalcanzaron el estatuto de periecos. En Argos, como vimos, la unificación impues-ta por la aristocracia no eliminó sino que transformó al conjunto de las kômai inte-gradas en partes de la organización del estado argivo. Lo central de estos datosradica en la importancia asignada a las comunas rurales, porque tanto en un casocomo en otro –como démoi, póleis dependientes o kômai– su función era funda-mental para controlar el espacio. Si bien estos casos resultan en ciertos aspectosinusuales en relación con el conjunto de la Grecia antigua, no por ello dejan deconstituir ejemplos igualmente significativos sobre la presencia de la aldea entanto forma de organización agraria. Estas situaciones nos muestran el lugar y lasignificación de la aldea para la constitución y fijación de los límites territorialesde la pólis. A su vez, ésta se nos aparece como una totalidad cuyas partes son lasaldeas y las unidades domésticas. Por otra parte, es necesario tener presente la

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advertencia de Finley acerca de que, en realidad, muchas ciudades griegas no eranmás que aldeas80. Pero esta configuración nos indicaría que estas pequeñas póleis

también mantendrían vigente dentro de sí la base aldeana, puesto que la kóme nosiempre era una parte de una pólis o una entidad que no era una pólis sino quepodía tratarse perfectamente de una pólis pequeña o dependiente81. Lo cual expli-ca a su vez el papel central de la aldea en la consolidación del territorio, así comola relevancia y las prerrogativas adquiridas por los agricultores griegos. En efec-to, el ascenso de una clase de granjeros libres basados en una agricultura intensi-va, a partir de las luchas y los cambios sociales y políticos que acotaron el poderaristocrático82, resulta algo inseparable de la conformación de la pólis con lascaracterísticas apuntadas.

Queda claro, pues, que la agregación de las aldeas rurales en torno a un centrocomún y la constitución material de un espacio unificado es lo que terminará con-formando la base rural de la pólis de la época clásica. De lo cual se extrae que loscampesinos no se hallaban dispersos y aislados entre sí, sino agrupados en comu-nas aldeanas integradas a la vida de la ciudad. Como vimos, esto no significa con-siderar que, necesariamente, vivieran nucleados, sino que el centro aldeano ope-raba como referente político, institucional o ideológico para todos los aldeanosque formaran parte de una aldea determinada. No obstante las lógicas diferenciasen las formas de estructuración e integración del espacio, de hecho, de un modou otro, el proceso le otorgó a la pólis una morfología determinada. Los cultos reli-giosos tuvieron una incidencia esencial en el agrupamiento, la unificación y laconfiguración definitiva del territorio rural como espacio político, así como tam-bién la tuvo la guerra, o al menos su posibilidad83. El resultado fue una organiza-ción compuesta por una serie de aldeas rurales que no se diluían sino que seguíansubsistiendo dentro de la nueva entidad establecida. Por consiguiente, aunquefuera cierto que el desarrollo de la pólis a partir del sinecismo supuso la articula-ción en torno a un centro común, esto no debe hacernos perder de vista que el ele-mento básico de la vida social agraria seguía siendo la comunidad de aldea84,cuya presencia resulta visible a partir de la época oscura85. En esta orientación, ysegún el nivel de análisis que aquí proponemos, el estatuto político adquirido porla aldea rural dentro de la ciudad-estado no resulta un factor excluyente para sudefinición como núcleo de la vida sociocultural del campesinado. Es cierto que latransformación de las aldeas en demos con un gobierno local y un papel políticoactivo –tal el caso ateniense– o sin adquirir un rol institucional similar –comosucedió en Eretria y Mileto86– determinaba configuraciones precisas y desarro-llos históricos circunscritos que es necesario tomar en cuenta. También se debenconsiderar las diferencias existentes entre las comunidades cuyos campesinos par-ticipaban como ciudadanos plenos –se hallaran o no sus aldeas integradas a la vidainstitucional de la pólis– y aquellos poblados que, como en Élide o en Esparta87,se definían como periecos, los que si bien podían tener sus márgenes de autono-mía y un gobierno local, de todas maneras, no formaban parte del andamiaje polí-tico: sus miembros carecían de la ciudadanía plena y, consecuentemente, no par-

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ticipaban del gobierno de la pólis. No obstante esto, en todos los casos encontra-mos formas de organización social que responden a la especificidad propia deli-mitada por la presencia de la comunidad aldeana que, como conjunto conforma-do por la articulación de unas prácticas sociales y ciertos modos de apropiacióndel suelo, forjaba modalidades concretas de estructuración del espacio rural. Loanterior pone en claro que la aldea se hallaba en la base de los procesos socialesde la ciudad-estado, puesto que la ciudad no puede divorciarse de su campo. Estaextendida presencia de la aldea en la pólis implicaba una base campesina de lasociedad88. Así pues, muchos de los rasgos agrarios típicos eran compartidos porla mayoría de las ciudades griegas, en las que las comunidades aldeanas ocupabanun papel central en la organización social del territorio agrícola así como en la for-mación de un imaginario basado en costumbres, valores, pautas y conductas queeran comunes al campesinado. La pólis, por lo tanto, se conformó morfológica ysocialmente con arreglo a la comunidad de aldea, puesto que ésta aportó a la ciu-dad-estado su infraestructura espacial y demográfica, es decir, tanto una unidadlocal con su consiguiente ordenación del territorio como el grupo humano que lahabitaba con sus formas específicas de vinculación social. Ciertamente, la confor-mación de la pólis traería aparejada consigo transformaciones (unificando comu-nas, induciendo migraciones, etc.). Pero, de una manera u otra, las condicionesaldeanas seguirían operando bajo las nuevas circunstancias establecidas.

Del encuentro aldeano a la política asamblearia

La formación de la ciudad-estado con sus fundamentos materiales, espaciales yeconómicos, con sus esquemas imaginarios y religiosos, con sus sistemas milita-res, políticos y sociales, es un proceso que indudablemente se da en el transcursode la era arcaica, aunque como tal el proceso no finaliza ni mucho menos acomienzos del siglo V. Se trata de un movimiento constante, dinámica que a vecesresulta difícil de apreciar debido al carácter de la documentación que poseemos,pero que cuando se exhibe, deja ver que el cambio está siempre produciéndose.Sea como fuere, lo que importa destacar es que con el sinecismo emerge la pólis

como modo peculiar de organización social del mundo griego. Pero esto no se dalinealmente, como se podría deducir del argumento de Morris a partir de Homeroy Aristóteles, citado en el apartado previo. Según la explicación de Plácido sobredicha mutación89:

“Lo que caracterizaría la ciudad griega sería su formación como com-plejo de aldeas, lograda a través de los conflictos del arcaísmo, en queel primer sinecismo como apropiación aristocrática terminó por deri-var hacia la unión segmentaria de las aldeas y el control colectivo delterritorio en el ejército hoplítico. Las comunidades aldeanas, forzadasal sinecismo por la aristocracia, encuentran sin embargo en la pólis

resultante el escenario de su participación política”.

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El proceso de formación de la pólis significó, pues, no sólo una unificaciónterritorial de las comunidades aldeanas y una organización política igualitariaderivada de la matriz segmentaria de la aldea, sino también la conformación de laestructura militar típica de la ciudad-estado definida por la falange hoplítica.Estos tres aspectos comportan otras tantas facetas de una situación única quequeda expresada en la figura del campesino en tanto que ciudadano y soldado, quedetenta derechos de propiedad sobre un lote de tierra de la pólis, ocupa un lugaren las asambleas resolutivas y combate codo a codo con sus pares enrolado en lainfantería. La prerrogativa principal del ciudadano que pone de relieve esta confi-guración es la defensa del territorio, que no es otra cosa que asegurar las condi-ciones de reproducción de la ciudad-estado.

De esta forma, cada ciudadano es a la vez un soldado que debe defender su terri-torio si quiere que la comunidad se perpetúe, dado que, en teoría, ello implica con-servarse y reproducirse como propietario. Se percibe así que la guerra, defensivao expansiva, resulta ser un factor vital para la apropiación del territorio y el des-arrollo de las condiciones económicas de la pólis90.

La aparición del ejército hoplítico se ha analizado como una reforma o revolu-ción producida a mediados del siglo VII que provocó no sólo cambios de tipo mili-tar sino también mutaciones políticas y mentales91. Paralelamente, a partir dediversos argumentos, se ha llegado a una conclusión que desafía la consistenciade la explicación esgrimida por los adeptos de la primera postura: no hubo refor-ma hoplítica sino un desarrollo gradual de la falange, junto con lo cual se produ-cirían adaptaciones y cambios en el equipamiento de modo de hacer más efectivala forma de combatir que se estaba desarrollando92. En este contexto, lo másimportante para nuestros propósitos aquí es la reconsideración de los poemashoméricos en función de la información que ofrecen sobre las formas hoplíticasde hacer la guerra. Si en la Ilíada se pueden ver ya ejércitos que pelean en masa93

es porque, al menos desde el siglo VIII, la relación entre la aristocracia y el restode la población, en especial los labradores de rango hoplítico, estaría establecién-dose sobre unos fundamentos sociopolíticos que permitirían una equiparación. Escierto que esto no inhibiría el predominio de la elite nobiliaria, pero sí haría posi-ble que los agricultores hoplitas se constituyeran en el grupo primordial entre losciudadanos de las póleis en formación. Como propone Raaflaub94:

“A medida que la pólis se desarrolló, los hombres que poseían la tie-rra pelearon en el ejército para defender el territorio de la pólis y sesentaron en la asamblea para participar de sus decisiones. Estos hom-bres estuvieron políticamente integrados desde el principio, según ellímite posible y normal para el momento. A la vez, la anterior elite delos jefes de aldea evolucionó hacia una aristocracia estratificada. Pero,bajo las condiciones de la Grecia de la edad oscura, estos líderes te-nían posiciones precarias y no permanecían por mucho tiempo almando de sus hombres. En la pólis en desarrollo, aquélla también

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careció de oportunidades para constituirse en una clase distante, rígi-damente separada”.

Por ende, de la misma manera en que los poemas homéricos han permitido per-cibir una estructura aldeana de base segmentaria, cuya equidad se transforma ulte-riormente en un rasgo cardinal de la pólis griega –haciendo de los campesinosautónomos el grupo principal de la misma–, así también, con la formación del esta-do a partir del sinecismo y los demás procesos que lo acompañan, esa dinámicacampesina relativamente igualitaria aparece impregnando las formas de organiza-ción militar. Si bien es verdad que junto con la unificación del espacio rural sobrela base aldeana previa se da una confluencia aristocrática que busca, y en algunamedida logra, controlar en favor suyo la situación, de todos modos, esto no diolugar a una completa subordinación del campesinado en los términos tradicional-mente conocidos en muchas sociedades agrarias, sino que por distintas razones laaristocracia y los labradores de rango hoplítico se integraron (en un proceso alta-mente conflictivo, como ya hemos dicho) en un espacio igualitario que fue implan-tándose en las instituciones de buena parte de las póleis. En este sentido, la forma-ción de la falange hoplítica resulta, según Aristóteles, un proceso íntimamenteligado al desarrollo de la pólis temprana95. Las asambleas de guerreros, el repartoigualitario del botín96, etc., parecen certificar que el igualitarismo aldeano, eleva-do posteriormente a la estructura segmentaria de la pólis, se impone asimismo –ya pesar de la presencia de los basileîs– en el orden del campo de batalla. Y así comoen el plano político no existían en las ciudades-estado cuerpos de expertos separa-dos de los ciudadanos que concentraran en sus manos la tarea de tomar las decisio-nes que la pólis necesitaba, sino que eran los propios ciudadanos, por lo generalcualificados a partir de la posesión de tierras, los que te-nían la facultad de deci-dir, así también en el plano militar no había una clase guerrera especializada sinoque eran los ciudadanos mismos, los agricultores independientes que conformabanel grupo más numeroso e importante de la mayoría de las póleis griegas, los quecombatían para defender sus tierras. Su absoluta identificación con sus posesionesagrarias, que les permitían obtener la subsistencia así como detentar el rango ciu-dadano, prescribía su lugar en la batalla hoplítica97.

Por otra parte, si bien los procesos de unificación territorial anteriores al sigloVI implican una centralización política de comunidades aldeanas previamenteautónomas, dicha unificación no constituye necesariamente lo que se ha definidocomo un estado-ciudadano98. Es como consecuencia de las luchas que tienenlugar a raíz del monopolio aristocrático de las esferas políticas de la nueva orga-nización social establecida, y de la consiguiente exclusión del campesinado, queel derecho de ciudadanía y el cuerpo cívico se desenvuelven, permitiendo la inclu-sión de nobles y labradores en una instancia común que deja de lado la polariza-ción arcaica. En efecto, si la aparición de la pólis puede interpretarse como lageneralización del encuentro aldeano –lo cual explica su carácter relativamenteigualitario y segmentario–, dicha generalización no se da por la simple sumatoria

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de aldeas y la adopción de sus dispositivos políticos a escala más amplia. El modopor el cual las instituciones igualitarias se establecen como pauta de gobierno delas comunidades griegas implica una revolución99: la emergencia de la prácticapolítica como actividad nueva encarnada en la idea de ciudadanía que organiza elconjunto social en torno a la intervención colectiva en las decisiones. El modelode la organización aldeana es de algún modo retomado en este otro plano, perotras una serie de conflictos y mutaciones que posibilitan la instauración de laigualdad a la escala más amplia de un gobierno territorial e incluyendo a la aris-tocracia y al campesinado dentro del estado recientemente formado.

El sinecismo de las aldeas dispersas en unidades mayores nucleadas en torno aun centro político común, que delinea la estructuración socio-espacial de laciudad-estado, no se agota pues en la sola conversión del encuentro aldeano enpráctica política de la pólis. Se trata de una innovación marcada por las luchas queaparecen implícitas en las críticas del campesino Hesíodo hacia la ciudad de losaristócratas100. Por otra parte, es evidente que esta configuración ya está operan-do en el imaginario social al momento de la fundación ex novo de apoikíai, puesde otro modo no podría comprenderse cómo y por qué el armazón de la pólis fueadoptado por los colonos griegos al establecerse en nuevas tierras101. A lo largodel mundo griego se desarrolla un proceso que, más allá de los diferentes ritmostemporales que adquiere en cada sitio específico, conduce al surgimiento, confor-mación y organización de la pólis, que se convertirá en la forma principal decolectividad y asentamiento de los griegos en el ámbito mediterráneo.

La comunidad centrada en la participación ciudadana no es la mera agregaciónde aldeas en una unidad mayor, sino que es el producto de la presentación de unelemento nuevo con respecto a la situación anterior. Y ese elemento excedentarioes la política. La historia de la Grecia arcaica nos muestra, justamente, las luchassociales que durante su transcurso encontrarán una vía de solución en las refor-mas que establecen la participación en la política como un plano de igualdad entrelos miembros de la pólis. Junto al mencionado caso de Hesíodo también podemosrecordar en este contexto, como otro ejemplo de la exclusión de los desposeídosen la comunidad arcaica, la situación del Ática previa a Solón, donde este proble-ma se manifestaba por medio de la dependencia por deudas de los pobres y suventa como esclavos en el exterior. Pero no fue ésta la única situación conocida enel mundo griego en que una parte de la población interna estaba bajo la dependen-cia de los nobles, para posteriormente lograr liberarse e incorporarse con plenosderechos a la comunidad ciudadana. El papel activo en este proceso lo desempe-ñaron los campesinos, no sólo debido a su lucha contra formas de dependencia ysujeción económica sino también a partir del rol militar como hoplitas, situaciónen la que se transformaron en sujetos de su propia suerte en colaboración conotros que en la organización de la falange no presentaban diferencias visibles.

La aparición de la comunidad política implicó, pues, una invención, la emergen-cia de una fuerza social capaz de producir una alteridad radical respecto de las

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condiciones que imperaban en las comunidades de la edad oscura. El surgimien-to de la política es, en efecto, lo que permite configurar otra situación centradadesde entonces en la soberanía y la participación directa, asamblearia, del cuerpociudadano102, puesto que los integrantes de la comunidad ya no se definen segúnla propiedad, la riqueza, la jerarquía y las relaciones de dependencia, sino a partirde su pertenencia al cuerpo cívico, es decir, por el hecho de detentar el derecho deciudadanía y las prerrogativas políticas que los convierten en ciudadanos con posi-bilidades reales de ejercer el gobierno de la ciudad. Esta irrupción de la políticaes en sí misma la emergencia de determinadas fuerzas sociales –el dêmos, la pleberural, el campesinado–, que afirmarán su presencia efectiva dentro del cuerpocolectivo de los ciudadanos103.

La comunidad aldeana aparece, así, como punto de partida de las configuracio-nes adoptadas por las organizaciones sociales griegas en el desarrollo conducen-te al nacimiento del estado. La pólis que emerge con estas transformaciones segui-rá recorriendo un largo trecho signado por luchas internas, guerras por lasfronteras y la defensa del territorio, búsqueda de nuevas tierras, reformas institu-cionales y políticas. El cuadro que finalmente podemos hacernos en plena épocaclásica –un cuadro no carente de matices– se funda firmemente en torno a laigualdad como principio ordenador de la ciudad-estado. Esta igualdad remite a labase agraria de la sociedad aldeana reconfigurada a partir de su integración en elmarco político más amplio de la pólis. De esta forma, mientras que la pujante pre-sencia del campesino granjero en el corazón del ordenamiento político y militargriego nos recuerda sobre qué pilares se instituye la pólis social y económicamen-te hablando, al mismo tiempo, este rol no debe desligarse de la persistencia de laaldea en el estado que surge después del sinecismo. Y esto explica asimismo lavigencia de un imaginario igualitario de cuño agrario que el ideal del campesino-ciudadano-soldado viene a sintetizar de manera notable.

En efecto, el carácter igualitario que usualmente adquirieron las relaciones entrelos ciudadanos en la Grecia antigua no dependió tan sólo de la peculiar articula-ción entre instituciones políticas y estructuras económicas, sino también de laconstrucción ideológica de la ciudadanía. Partiendo de una raigambre primordial-mente rural, ciertas representaciones simbólicas de los lazos políticos llegaron aformular una imagen aldeana de la pólis, una identidad igualitaria de base agrariay una comunidad de intereses en las que el ideal del campesino-ciudadano antesmencionado sería justamente el que serviría de sustento para la participación delos labradores. Este sentido de pertenencia no sería en verdad algo dado sino unespacio que se construiría conflictivamente creando una serie de normativas ten-dientes a conservar la situación patrimonial, política y legal de las granjas fami-liares como sostén de buena parte de los ciudadanos.

Todo lo anterior se organizaría como una ideología comunitaria unificadoraderivada en última instancia de la singular situación a partir de la cual aparece lapólis en tanto que estado de tipo segmentario en el que, como vimos, la sociedad

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aldeana no desaparece ni se subordina, sino que se transforma en cierto sentido enun referente de la lógica del conjunto, asociando la posesión de la tierra con laparticipación política y militar y haciendo de estas condiciones los requisitosnecesarios para la pertenencia a la pólis como comunidad conformada por la con-gregación de aldeas y hogares rurales.

Los campesinos y el modelo de la ciudad consumidora

Como es sabido, el examen de la ciudad-estado antigua ha sido abordado a par-tir de diversos modelos de interpretación, entre los cuales cabe destacar aquel queanaliza a la ciudad como un centro de consumo, sostenido vigorosamente porFinley en sus estudios de la ciudad grecorromana. En éstos, el autor plantea cier-tas reflexiones sobre la inserción de los campesinos en la ciudad que constituiránnuestro punto de partida104:

“El campesinado local siguió siendo una constante; los hombres conpequeñas parcelas..., aun los campesinos-ciudadanos libres, represen-tan el mercado más ínfimo y menos elástico posible para la producciónurbana... Por lo tanto, la producción puede aumentar de un salto hastael punto y sólo hasta el punto en que haya mercados para la exporta-ción, que en la antigüedad eran mercados accesibles al tráfico maríti-mo o fluvial. El difundido predominio de la autosuficiencia domésticabastaba para frenar la producción extensiva destinada a la exportación.Esto es lo que Max Weber tenía en mente cuando llamó a la ciudadantigua centro de consumo, no de producción”.

Esta perspectiva sobre la articulación entre productores agrarios, centros urba-nos y producción manufacturera se sostiene en el hecho de que la ciudad antiguaconstituye un tipo ideal conformado por propietarios de tierras y consumidores,siendo buena parte de los primeros residentes urbanos –productores directos ysobre todo los que viven a expensas de las rentas y tributos que obtienen de susposesiones–, configuración que limita por sí misma el desarrollo del comercio ylas manufacturas debido a la mentalidad “campesina” (incluso del terrateniente) yla importancia asignada al status105. Si bien es verdad que esta concepción de laciudad consumidora subsistiendo a expensas del campo retoma ideas de MaxWeber, la noción en última instancia remite a las explicaciones de Sombart, queaquél contextualizaría posteriormente para el marco del mundo antiguo, hechoobviamente reconocido y analizado por el propio Finley106.

Los últimos años han estado marcados por esta interpretación general de la ciu-dad grecorromana107, que empezó a recibir significativos reparos108 pero tambiénvarios apoyos109, y aún sigue dando que hablar a los estudiosos de la antigüedadclásica. En efecto, con distintas motivaciones y objetivos el modelo de la ciudadconsumidora o ciudad de consumo ha encontrado nuevo terreno fértil en el marcode la Grecia antigua, repitiéndose también aquí tanto el rechazo como la acepta-

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ción. La nueva impugnación del concepto proviene del reciente análisis de Hansensobre su aplicación a la pólis griega, trabajo que se encuadra en los sistemáticosesfuerzos del autor y del Copenhagen Polis Centre por establecer el sentido deltérmino pólis en las fuentes griegas. Hansen se propone verificar si las variablesdel modelo de Sombart se cumplen en la Grecia antigua, de modo tal que elmismo pueda seguir utilizándose en relación con el funcionamiento de la pólis110.Sus conclusiones apuntan, obviamente, a la inaplicabilidad de dicho modelo a par-tir de diversas pruebas que le permiten establecer: 1) que la mayor parte de lapoblación vivía en el centro urbano, tal vez en una proporción de 2:1 respecto dela rural; 2) que muchos eran labradores ciudadanos que vivían en la urbe pero tra-bajaban fuera de las murallas (en el campo), siendo amplia mayoría en las póleis

pequeñas, un sector significativo en las medianas y aun importantes en las gran-des; 3) que, por ende, la mayoría de la población urbana no estaba constituida porlos consumidores sino por los agricultores (junto con los pescadores, artesanos ytenderos), siendo los terratenientes que vivían de rentas una pequeña fracción delos habitantes urbanos. Tal vez el punto más importante del argumento radique enla generalización de ciertos resultados obtenidos por las recientes prospeccionesarqueológicas intensivas del paisaje para afirmar la idea de que la mayor parte dela población era urbana, incluyendo al sector social, política y demográficamentesignificativo de los labradores, que salían por la mañana a labrar los campos y vol-vían al anochecer. El razonamiento a partir de los datos parece irrefutable, y ten-dería a reforzar la idea de que la mayoría de las póleis estuvieron constituidas porlabradores ciudadanos111.

Lo que por nuestra parte quisiéramos destacar es el rol del modelo aldeano enel contexto de lo desarrollado por Hansen, que más allá de reconocer la existen-cia del patrón de residencia en granjas aisladas termina señalando la preponderan-cia de la pauta nucleada de asentamiento112. En primer lugar, si en las póleis

pequeñas la población vivía generalmente nucleada –lo cual podría resultar lógi-co teniendo en cuenta las escasas distancias entre el centro urbano y los camposde labor–, esto podría igualmente obedecer al “carácter aldeano” de tales ciuda-des, tanto en lo concerniente a su conformación a partir de los principios aldea-nos según el modelo segmentario de surgimiento del estado griego como en lo ati-nente a la semejanza morfológica entre estos pequeños estados y la estructura dela aldea. Como hemos visto, muchas ciudades griegas nunca llegaron a ser másque aldeas, o fueron consideradas kômai en situación de dependencia respecto deuna pólis pero que internamente reunirían todos los requisitos propios de unapólis113, configuración que nos indicaría la vigencia de la base aldeana.

En segundo lugar, en las póleis medianas el sinecismo no siempre supuso laerradicación de aldeas preexistentes114 –esto también sería aplicable a las ciuda-des pequeñas en caso de haber surgido por sinecismo de varias aldeas–: en algu-nos casos pudo efectivamente ocurrir, mientras que en otros las aldeas pudieronconservarse. El caso de Mantinea analizado por Hansen supone, en definitiva, que

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la estructura de la aldea siguiera vigente dentro de la ordenación de la pólis.Jenofonte nos brinda testimonio al relatar la división de Mantinea en el año 385tras la derrota que le infligiera Esparta115:

“Después de que se destruyó la muralla, se dividió Mantinea en cua-tro, como vivían antiguamente. Al principio estaban molestos porquedebían destruir las casas que tenían y construir otras, pero luego, comolos que tenían propiedades vivían más cerca de las fincas que poseíanen torno a las aldeas (kômai), se servían de un régimen aristocrático yestaban libres de los pesados demagogos, quedaron contentos con lanueva situación”.

El sinecismo por el cual se había formado Mantinea constituye un caso de uni-ficación territorial propio de la época clásica (año 470)116. Lo importante es quetanto este proceso como la posterior ruptura (dioikismós) de la unidad de la pólis

que vemos a partir de Jenofonte no alteran definitivamente la pauta de asenta-miento en la región. Por eso pudieron retomar el modo de vida aldeano. Tal vezocurriera que en la ciudad viviera sobre todo la totalidad de los terratenientes,pero no la mayoría de los labradores, para los que las aldeas seguirían siendo sumedio social. El hecho es que los terratenientes y los granjeros que vivían even-tualmente en la ciudad, pero también los ciudadanos sin fincas rurales, los escla-vos y los extranjeros, debieron abandonar las pautas de vida urbana cuando se vie-ron obligados a instalarse en las aldeas en cuyos campos cercanos se hallaban lasposesiones agrarias de aquéllos. Una vez instalados allí, los propietarios, en espe-cial los más grandes, lograrían prevalecer valiéndose entonces de un gobiernoaristocrático117. Cabe pensar asimismo que, más allá de este coyuntural desplaza-miento de población desde la ciudad hacia el campo, el modelo mixto de residen-cia en aldeas y granjas que abordamos en el primer apartado sería también lapauta vigente en Mantinea, pero con la aldea actuando como núcleo de la vidasocial agraria. El resultado sería una organización compuesta por un conjunto dealdeas rurales que no se diluían sino que seguían subsistiendo dentro de la ciudad-estado establecida.

Puede apreciarse, consiguientemente, que en la base de la pólis conformada trasel sinecismo las aldeas debieron seguir existiendo, puesto que de otro modo nopodría entenderse de qué manera los lacedemonios pudieron tener referenciaspara hacer volver a los mantineos a su antigua vida en las aldeas. Podríamos supo-ner, al menos, que éstas seguían actuando como organizaciones a través de lascuales se accedía a la propiedad y al usufructo de la tierra, puesto que la propianoticia de Jenofonte de que los propietarios se hallaron viviendo más cerca de susposesiones situadas alrededor de las aldeas entraña, indiscutiblemente, la conti-nuidad de las granjas tras la partición pero también la continuidad anterior de lasaldeas tras la unificación. Y debemos asimismo interpretar que la persistencia delas comunidades aldeanas hasta el momento en que la ciudad fue destruida, resul-taba un efecto directo de la perpetuación de un campesinado que, a pesar de las

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transformaciones ocurridas, no había cambiado sus pautas de asentamiento ni susformas de sociabilidad vinculadas con la existencia de la aldea118.

Por otra parte, los argumentos de Hansen en contra de la supuesta perspectivade Finley, que vería a los propietarios residentes en la ciudad como terratenien-tes absentistas, no resultan convincentes por diversos motivos. Ante todo, Finleyhabla de propietarios de haciendas rurales que preferían vivir juntos en el centrourbano. Es cierto que la expresión landed estates utilizada por el autor implica-ría la idea de grandes propiedades de tierra; pero también es verdad que al vol-ver sobre el pasaje su interés volvió a estar puesto en el hecho de que Mantineafuera el centro de residencia de propietarios de tierras (landowning residents)relacionando esta situación con la referida por Cicerón al hablar de los agricul-tores que cultivaban directamente las tierras de Campania y que tenían su lugarde residencia en la ciudad de Capua119. Finley no se aparta aquí de la nociónweberiana de ciudad de consumo que veíamos en el pasaje citado más arriba. Porotra parte, Hansen apunta a demostrar que la población no sólo estaba constitui-da por terratenientes absentistas sino también por granjeros, artesanos y tende-ros. Finley no hubiera estado en desacuerdo con esto a juzgar por lo que él mismodecía inmediatamente después de la cita ya aludida: “Weber no había olvidadolos cientos de artesanos que hacían una variedad infinita de cosas, no menosvariadas en calidad. Pero atinadamente los colocó dentro de la estructura de laciudad”120. Con respecto al lugar de residencia de los labradores cabría haceraquí alguna reflexión a partir de ciertas hipótesis sobre la población de Mantineaque el propio Hansen propone121. El número total que plantea para la poblaciónurbana es de unos 10.500 residentes –en un cálculo conservador según elautor122–, considerando que 70 ha, un 56% de la superficie total de 124 ha, esta-ban habitadas con una densidad de 150 personas por ha. Podemos acordar consus conclusiones sobre que al menos la mitad de la población o más vivía en elcentro urbano. Pero, ¿residían en la ciudad la mayor parte de los labradores derango hoplítico que labraban la tierra por sí mismos? Hansen realiza diversos cál-culos según distintas conjeturas partiendo de un pasaje de Lisias en el que se diceque los mantineos no llegaban a 3.000123. Suponiendo que, al igual que otraspóleis durante la época clásica124, Mantinea tuviera una densidad de poblaciónmedianamente alta, tomaremos en cuenta el modelo 3 de las estimaciones deHansen125, cuyas cifras permiten conjeturar que al menos la mitad, y aun hastalas tres cuartas partes, de los labradores de rango hoplítico residiría en las zonasrurales126. Pero aceptando incluso otras evaluaciones numéricas, cabe concluircon Hodkinson y Hodkinson lo siguiente127:

“Parece que a pesar de la posibilidad de cierta migración a la ciudad,las aldeas habrían retenido poblaciones considerables. Una poblaciónen la ciudad de 1.000-1.200 hogares habría dejado todavía 1.350-1.450hogares residiendo en el campo, o alrededor de 340-360 hogares poraldea (asumiendo que eran cuatro las aldeas que persistían y que no

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había habitación dispersa). Esto equivaldría a una población de apro-ximadamente 1.500-1.600 [por cada aldea], excluyendo a los esclavos.Estas indicaciones concuerdan con la modesta cantidad de evidenciaarqueológica y literaria para la supervivencia de las aldeas durante losperíodos de sinecismo. Las aldeas mantineas aparentan equipararse aalgunas de las aldeas corintias que parecen haber sobrevivido a distan-cias similares del centro urbano”.

En definitiva, aunque estimemos en menos de la mitad a los labradores hoplitasque residían en el campo, había una parte importante de la población rural confor-mada por campesinos. La comparación entre la situación de las aldeas mantineas yla de las corintias no hace más que reforzar el argumento presentado: el sinecismono modificó drásticamente las pautas de asentamiento rural, por más que una partede la población se hubiera movido del campo a la ciudad128. Es plausible suponerque su lugar de residencia serían las aldeas, en caso de un patrón de habitaciónnucleado, o las granjas aisladas en caso un asentamiento disperso, sin que ambasrepresentaran, como ya dijimos, pautas mutuamente excluyentes, puesto que laaldea no se agota en la forma de residencia sino que supone una unidad sobre todoimaginaria. La existencia del campesinado se asociaba, pues, con la permanenciade las aldeas después del sinecismo, e incluso los labradores hoplitas que residíanen el centro urbano seguramente entenderían a éste como el hábitat “aldeano” de sucondición rural. En este sentido, al igual que ya lo señaláramos para el caso de laspóleis pequeñas, en las medianas la aldea se había convertido en un factor consti-tutivo de la organización del espacio rural de la pólis.

En las póleis grandes, plantea Hansen, en las que una parte importante de lapoblación estaba asentada en el campo, tomó cuerpo una idea de oposición entreel habitante de la ciudad (asteîos) y el hombre de campo (ágroikos). Tal oposición,cuyo registro documental es básicamente ateniense, no sería propia ni de las póleis

pequeñas, en las que la mayoría de la población se componía de productores agra-rios residentes en la ciudad, ni de las medianas, en las que existiría un continuum

entre la población urbana y la rural. Pero por lo general, en las ciudades grandesla residencia rural sería preponderante, o como manifiesta el propio Hansen, unalto porcentaje de la población habitaría permanentemente afuera del centro urba-no mayor129. En estos casos, al igual que en las póleis medianas, el modelo mixtode asentamiento en aldeas y granjas rurales debió de estar a la orden del día, perocon la aldea actuando como núcleo de la vida social agraria. Según lo indicadoacerca de los dêmoi del Ática, los de Eretria y Mileto, o sobre las kômai de Argos,está claro que tras el sinecismo la aldea pasó a ser una parte integrante del esta-do-pólis. E incluso en los casos en que ciertas póleis se convirtieron en períoikoi

con respecto a una ciudad-estado, como en Esparta y Élide, la posición relativaque pasaron a ocupar las transformó en una suerte de kômai del estado que lassubordinaba130. Como ha señalado Osborne con respecto a esta cuestión131:

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“No es simplemente que la posesión de tierras fuera un acto sociopo-lítico en la ciudad griega, sino que las fuerzas sociopolíticas rivaliza-ban realmente con las más puras fuerzas económicas. Esto se ve másgráficamente en la decisión de los granjeros activos de vivir en la ciu-dad, lejos de las tierras que poseen y trabajan. Pero es también la prio-ridad de lo sociopolítico la que contribuye a esa complementariedadentre ciudad y campo que ha sido subrayada como la característicapeculiar de la ciudad griega. De allí que la ciudad trabaje como unaaldea ampliada, que se relaciona con el campo tan simplemente comouna aldea con sus campos; ciudad y campo son inseparables, y lascuestiones de la alimentación de la ciudad o el intercambio entre ciu-dad y campo simplemente no surgen”.

Cabe concluir entonces que, tanto con respecto a la relación entre población urba-na y población rural como con respecto al vínculo entre ciudad y campo que postu-la el modelo de la ciudad consumidora, es necesario no perder de vista los rasgosespecíficos de la pólis como unidad indivisible de centro urbano (ásty) y territorioagrícola (khóra)132 –en el que los miembros de la comunidad tenían sus parcelas pri-vadas133–, puesto que ciudad y campo no podían ser separados134. En un estrictosentido político, el centro urbano era un elemento característico de la pólis: lugar enel que se desarrollaba la vida cívica del “estado-ciudadano”. Esta existencia materialde la ciudad otorgaba presencia objetiva y permanente a las instituciones que gober-naban el sistema social, pero dentro de un esquema en el que no se daba un dominiode la ciudad sobre el campo como el señalado por el modelo de la ciudad de consu-mo, sino un modo de articulación de las relaciones sociales que implicaba, comosubrayaba Marx, “una ruralización de la ciudad”135. Por otra parte, la comunidadcomo un todo debía encargarse de los asuntos de la guerra, razón por la cual cada ciu-dadano propietario de un lote, se convertía a su vez en un soldado que con su propioarmamento debía defender los intereses de la colectividad –básicamente agrarios–para poder defender los suyos como poseedor de tierras, y así reproducirse comotal136. La pólis, ciertamente, actuaba como la depositaria última de todos los bienesraíces dentro de sus fronteras, regulando el acceso de sus miembros a las parcelas através de dispositivos ligados a un marco político participativo137. En consecuencia,para poder acceder a la tierra resultaba necesario ser integrante con plenos derechosde la organización sociopolítica, lo cual implicaba la existencia de prerrogativasreservadas exclusivamente para los miembros de la comunidad, privilegios que losconvertían en ciudadanos. Si bien en muchos casos la pertenencia a la comunidad nose circunscribió al grupo de los que poseían tierras, está claro de todas maneras quela tenencia de fincas rurales siguió ocupando un lugar fundamental en la fijación dela posición social y la inserción política. En este contexto, los campesinos resultaronprotagonistas centrales de las formas relativamente equitativas adoptadas por la pólis,pues la imagen que brindaron a la misma remitía en última instancia a la concepcióny los valores igualitarios de la condición aldeana.

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NOTAS

1. Este artículo retoma, en forma considerablemente ampliada, ciertas líneas de análisispresentadas con el título: “Comunidad aldeana y paisajes rurales en la pólis griega”, en elXIIth Congress of the International Federation of the Societies of Classical Studies (FIEC),Ouro Preto (Brasil), 23-28 de agosto de 2004, y forma parte de una investigación másamplia sobre El campesinado y la comunidad aldeana en la Grecia antigua (siglos VIII–IV

a.C.), realizada gracias a un subsidio otorgado por la Fundación Antorchas (Ref. N° 14116-114). Una versión con una organización distinta de estos contenidos se ha publicado enGALLEGO (2005a), 21-50, 144-59.

2. Bajo la idea de comunidad aldeana englobamos aquí una serie de formas sociales inte-gradas en la pólis e identificadas con distintos nombres en los textos antiguos (démoi,kômai, etc., e incluso póleis), que podían tener distintas inscripciones políticas e institucio-nales según la conformación histórica y el funcionamiento de cada pólis.

3. Cf. PECIRKA (1973), 133-37; WOOD (1988), 102.

4. EURÍPIDES, Electra, 169, 251-53, 1130-31. Cf. ROY (1996).

5. SÓFOCLES, Traquinias, 32-33. Cf. SNODGRASS (1990), 81-106.

6. ARISTÓTELES, Política, 1330a 9-18.

7. LISIAS, Contra Eratóstenes (XII); DESCAT (1995), 320.

8. OBER (1985), 135, 138, 150, 159, 166-67, 171, 173-75.

9. JAMESON (1990), 101-3. Cf. LOHMANN (1992), 39-48; ISAGER & SKYDSGAARD (1992),68-69; HANSON (1998), 75, 225.

10. MORRIS (2001), 340. La autora se apoya en los argumentos de LOHMANN (1992), 40.

11. JAMESON, RUNNELS & VAN ANDEL (1994), 248.

12. Cf. JONES (2004), 17-47.

13. Cf. JONES, SACKETT & GRAHAM (1962); (1973). A partir de estos dos estudios,BURFORD (1993), 61, señala que estas casas no serían granjas (farmhouses). Pero sinteti-zando sus propias investigaciones, dice JONES (1974), 312: “en cuanto al propósito de estasdos casas, se sugiere que ambas eran básicamente granjas (farmhouses)”.

14. LANGDON & WATROUS (1977); cf. WATROUS (1982); WICKENS (1983).

15. YOUNG (1956), examina en especial un conjunto de seis torres a las que considera,salvo en un caso, edificios de carácter agrícola centrales para la gestión productiva, y pro-pone (p. 138) que la base estructural de las fincas consistía en torre (pyrgos), muro (aulé)y casa (oikía).

16. Cf. MORRIS (2005), que analiza la importancia de las torres rurales –consideradascomo lugar de residencia– en relación con la participación de esclavos en una agriculturaintensiva en trabajo.

17. Véase PECIRKA (1973), para Mileto, el Ática, Delos y Quersoneso, con especial énfa-sis en este último caso; CARTER (1981); (1990), particularmente, 408-12, para Metaponto;cf. también ADAMESTEANU (1973); RENFREW & WAGSTAFF (1982), en especial, 246-63, paraMelos; BINTLIFF & SNODGRASS (1985), 139-45; (1988), 60-68; SNODGRASS (1991), 13, paraBeocia; LAMBRINOUDAKIS (1986), para Quíos; OSBORNE (1986), aunque con reservas, parael caso de Tasos; VAN ANDEL & RUNNELS (1987), 158-59, 164-65; JAMESON, RUNNELS & VAN

ANDEL (1994), 248-52, 375, 385, para la Argólide; asimismo ACHESON (1997), 171-78;

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KELLER & WALLACE (1988), para Caristia en Eubea; BRUNET (1990), para Delos; CHERRY,DAVIS & MANTZOURANI (1991), 285-98, aunque con reservas, para el Norte de Ceos. En suestudio del caso de Olinto, NEVETT (1999), 36-37, 83-85, 95-98, 151-52, se centra en elámbito del oîkos y lo relaciona con algunas de las granjas mencionadas. MORRIS (2001),para Leucas, reafirma fuertemente el patrón de residencia aislado. Cf. la reciente síntesisde WHITLEY (2001), 376-99.

18. Al respecto, PECIRKA (1973), 114; VAN ANDEL & RUNNELS (1987), 164-65; JAMESON

(1990), 94-95; JAMESON, RUNNELS & VAN ANDEL (1994), 381-94; HANSON (1995), 127-78.

19. PECIRKA (1973), 115-22, ya había hecho esta comprobación al sintetizar las posiciones sos-tenidas en torno al asunto, postulando la necesidad de analizar la granja aislada como un tipo inde-pendiente de establecimiento. Cf. por ejemplo, explicaciones tan disímiles como las de SEMPLE

(1931), 539, y FINLEY (1952), 62, que no obstante coinciden en afirmar que la población rural novivía en sus propias granjas sino en aldeas (los labradores) o ciudades (los terratenientes).

20. OSBORNE (1985a), 17-42, 190-95; (1985b); (1987), 53-74; (1992); (1998), 82. Cf. sinembargo CHERRY, DAVIS & MANTZOURANI (1991), 327-47, que encuentran que en el Nortede la isla de Ceos, en el territorio de lo que fue la pólis de Coreso, el patrón de residenciaaislado no fue necesariamente el predominante. Dado el reducido tamaño de dicha pólis, laresidencia permamente se dio en el marco del centro urbano y no en aldeas. Y lo mismoseñala el propio OSBORNE, en CHERRY, DAVIS & MANTZOURANI (1991), 319-25, en el análi-sis de la evidencia epigráfica referida a Cartea, otra de las cuatro póleis que se desarrolla-ron en la isla de Ceos. En ambos trabajos se reconoce que la relación entre las póleis y susrespectivos territorios variaba de una pólis a otra.

21. Cf. OSBORNE (1985a), 31-34, que examina la hipótesis de Young respecto de las fin-cas de Sunio.

22. Cf. HUMPHREYS (1978), 130-35; GALLANT (1982), 118-19; DONLAN (1985), 301-2;MORRIS (1987), 5; WOOD (1988), 102. Véase asimismo HODKINSON (2003), 140-41;JAMESON (1990), 93-94.

23. ROY (1988). En su análisis el autor se refiere a OSBORNE (1985a), 17-18. ROY (1996)ha vuelto sobre el problema de las granjas aisladas con nuevas críticas a Osborne a partirde los datos que brinda el teatro ateniense, en especial, el ejemplo ya visto de la Electra deEurípides y las comedias de Menandro. Ver DEMÓSTENES, Contra Calicles (LV), 3-4; 10-16;20-21; 23-26; cf. PLATÓN, Leyes, 844c; TEOFRASTO, Caracteres, 4.

24. LANGDON (1991). Respecto de la interpretación de la terminología referida a la granja esde notar la divergencia de opiniones o traducciones sobre el vocablo agrós. Considérese el casode los pasajes de TUCÍDIDES (II, 14, 2; 16, 1) en los que se dice que los atenienses habían vividoen toîs agroîs. ¿Se trata de una referencia general que deberíamos traducir “in the fields”, o mástécnicamente “in the country” –como dice BURFORD (1993), 59–, aunque sin descartar la posi-bilidad de que la expresión implique que muchos de los agricultores atenienses no vivían enaldeas sino en su tierra? ¿O se trata, más resueltamente, de traducir la palabra agrós como gran-ja, e interpretar en consecuencia que el pasaje significa “in the farms” –como argumentaHANSON (1995), 453 n. 6–? Para OSBORNE (1985a), 20 y n. 17, cuando en los textos epigráficos(cf. Inscripciones Graecae, I3, 427, 70) aparece la palabra agrós, lo hace con el sentido de “in

the country”. Cf. JONES (2004), 42-44. El problema sigue abierto a las exégesis.

25. BRUNET (1992), comentario crítico de OSBORNE (1985a); (1985b); (1986); (1987); (1988).

26. LOHMANN (1992), con una discusión posterior entre el autor y Osborne. El propio OSBORNE

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(1996), a diez años de haber escrito su libro (1987), ha respondido a todas las críticas que acaba-mos de exponer en un artículo destinado a ponderar las propuestas por él sostenidas.

27. HANSON (1995), 50-60; cf. (1998), 44-48, 214-17.

28. OSBORNE (1987), 68-70; cf. (1996), 59-60, donde el autor insiste, ante las críticas quesus análisis han recibido, en que lo suyo no supone un modelo exclusivo sino que se trata entodo momento de atender a la variedad de situaciones que presenta el uso del campo griego.

29. BURFORD (1993), 59 (subrayado original); cf. 56-62, para el conjunto del análisis deltema. Sobre la coexistencia de pautas de asentamiento, ver VAN ANDEL & RUNNELS (1987),164-68; ISAGER & SKYDSGAARD (1992), 67-82; JAMESON (1990), 93-95, 103; (1994), 61 n. 33.

30. Obsérvense las precisiones de MARX (1971b), 436-44, sobre las comunidades de tipoantiguo y de tipo germánico, cuya diferencia central radicaría en la presencia o no de uncentro urbano, que serviría para identificar a la comunidad vista “desde afuera” pero nopara generar entre aquellos que la integran un mayor o menor grado de identificación conlos valores comunitarios. En una entidad cuyas relaciones se definen cara a cara, las nor-mas y pautas morales, los determinantes ideológicos, tienen tanto peso como las construc-ciones comunitarias o la residencia conjunta. Mientras que en la comuna antigua estosvalores se materializan espacial y arquitectónicamente, en la germánica la unidad vienedada por los vínculos imaginarios, invisibles si sólo se observan las huellas materialmentetangibles de las formas de asentamiento en el campo.

31. En su conjunto, este apartado se basa en las conclusiones alcanzadas a partir deinvestigaciones desarrolladas en varios artículos (cuyas referencias se brindan en los luga-res oportunos). El objetivo central aquí no consiste en volver a analizar lo ya estudiado enesos trabajos sino en articular los problemas que vamos a indicar sintéticamente con el pro-ceso de aparición de la pólis y la importancia de la aldea en dicho marco histórico.

32. GALLEGO (2004), con referencias bibliográficas más completas, analiza los proble-mas inherentes al desarrollo agrícola de la Grecia antigua.

33. El modelo de agricultura intensiva aquí expuesto también fue propuesto para la épocaprehistórica y la edad del bronce; cf. HALSTEAD (1981), 327-33; (1987); (1989). Por suparte, FOXHALL (1995) indica una continuidad entre los sistemas agrícolas de las economí-as palatinas micénicas y los de la edad oscura, con las elites locales, que antes actuabanintermediando entre el palacio y las comunas rurales, usufructuando de ciertos beneficios.

34. Para esto último es esencial MILLETT (1984); véase también el análisis comparativode WALCOT (1970), 9, 13-15. EDWARDS (2004), 3-8, 127-58, ha puesto en duda la idea deque Hesíodo pueda ser considerado un campesino y ha criticado también la interpretaciónque percibe en los Trabajos y días elementos compatibles con una agricultura intensiva;pero ha destacado al mismo tiempo la importancia de la sociedad aldeana descrita porHesíodo, relacionándola con formas de vida social propias de la edad oscura.

35. Al respecto, entre otros, ver MILLETT (1984), 86, 93; OSBORNE (1998), 173-74; TANDY

(1997), 206; NELSON (1998), 36-39; THOMAS & CONANT (1999), 149-51; MARSILIO (2000),21-24, que aportan distintas perspectivas al problema de la existencia real de Hesíodo. Véaseasimismo FRANCIS (1945); REDFIELD (1956), 105-42; WALCOT (1970), 12-15.

36. AMOURETTI (1986), 239-55; cf. parte II, para lo que concierne a las técnicas de ela-boración del pan y el aceite. También MORITZ (1958), 1-61. Sobre la evidencia arqueológi-ca para la producción de aceite y el instrumental utilizado, ver FORBES (1992); (1993);FOXHALL (1993); (1996a), 258-62; AULT (1994); (1999), 559-64.

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37. En cuanto a las estrategias adaptativas de los pequeños labradores, véase en generalBARLETT (1980).

38. Ver HALSTEAD (1987), 81-83; GARNSEY (1996), 135-37; (1998), 206-11; GALLANT

(1991), 52-56; BURFORD (1993), 121-25. Cf. JAMESON (1977/78), 128-31; (1994), 56;HANSON (1995), 63-68, 74-79. Cf. las críticas de ISAGER & SKYDSGAARD (1992), 22-24, 49,108-14; SKYDSGAARD (1988), 81-83. Sobre las distintas alternativas, AMOURETTI (1986),51-57, destaca la importancia de las legumbres en la dieta de los antiguos griegos y su rela-ción con el barbecho bienal. OSBORNE (1987), 41, se muestra cauto respecto de si la rota-ción de cultivos limitó el barbecho bienal; cf. (1995), 32. SALLARES (1991), 385-86, sostie-ne que el barbecho bienal era algo regular.

39. Al respecto, SNODGRASS (1986), 20-23; (1991), 14-16; cf. SALLARES (1991), 42-293;WHITLEY (1991), 41-43. OSBORNE (1998), 91-112, descree de una explosión demográficadurante el siglo VIII y relaciona el aumento de la evidencia arqueológica (enterramientos)con transformaciones en las prácticas funerarias y la organización de un poder comunita-rio que impone pautas sociales diferentes sobre sus miembros: delimitación más precisa delas funciones comunales; reglas más estrictas en torno a lo que puede hacerse y lo que notanto en el ámbito privado como en el público; etc. En definitiva, hubo crecimiento pero demodo lento y desde antes del siglo VIII. Véase también MORRIS (1987), 23, 72, 110-39,156-67; cf. (1992); (2000), que corrige los cálculos excesivamente optimistas de Snodgrasscon respecto al aumento de la población y que no atribuye el aumento del material funera-rio hallado a partir del siglo VIII exclusivamente a una expansión demográfica sino a lopodría llamarse una suerte de «igualación» en el uso de bienes funerarios y formas deco-rativas hasta entonces reservados a una elite.

40. Respecto de este punto, ver GALLEGO (2001b).

41. Véase, por ejemplo, SHANIN (1971); (1976); GALESKI (1977), 45-162; WOLF (1971);WORSLEY (1984). En alguna medida, los dos últimos autores siguen las ideas de REDFIELD

(1956).

42. FINLEY (1974), 132. Volveremos sobre este problema en el penúltimo apartado.

43. A pesar de lo que dice JAMESON (1994), 61-62, citando a OSBORNE (1985b), 127, encuanto a que “para el pobre simplemente no tenemos evidencia” (arqueológicamente agre-go yo). Cf. HODKINSON (2003), 140-41; FOXHALL (1992), 157.

44. Cf. JAMESON (1994), 58: “La impresión que uno recibe, y por ahora no podemos irmucho más allá de impresiones, es de granjeros acomodados que apuntan a producir signi-ficativamente más que para las necesidades de subsistencia de sus familias”.

45. GALLANT (1991), 11-12, 30-33, 127-28. Cf. GALLEGO (2001a); (en prensa).

46. Sobre estos movimientos, SHANIN (1983), 97-172.

47. Respecto del problema de la constitución de la aldea de acuerdo con las pautas desociabilidad campesina, cf. GALLEGO (2003a), donde estos aspectos se desarrollan en pro-fundidad.

48. Sobre el concepto de “habitus”, BOURDIEU (1991), 91-111, 137-65. Para un contextoplenamente agrario, cf. la utilización que de este concepto hace THOMPSON (1995), 118-212.

49. Así parece que debe interpretarse un fragmento de FERÉCRATES, Salvajes, fr. 10, Kock= ATENEO, VI, 263b, en el que la referencia a la aldea (kóme) implicaría una evocación deun tiempo previo al desarrollo de la pólis. Cf. VIDAL-NAQUET (1983), 207; LÉVY (1986),120; CASEVITZ (1986), 129.

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50. ARISTÓTELES, Política, 1252b 12-28. Sobre el análisis de este pasaje, cf. GALLEGO

(2006), 68-70.

51. DEMAND (1990), 9-10, 14-15 y nn. 1-3, 26-27. Véase, sin embargo, SAKELLARIOU

(1989), 244-46. Para visiones críticas del uso de Aristóteles como evidencia para los oríge-nes de la pólis, ver HANSEN (1995), 52-56, y MORGAN (2003), 7 y n. 42, 172, que siguen aDemand; también DAVIES (1997), 26-27, que señala que se trata de la respuesta deAristóteles al argumento sofístico de que el orden social es artificial, no natural. En estesentido, mucho del pensamiento aristotélico revestiría este carácter, puesto que la naturali-zación es un rasgo de su forma de concebir el orden del mundo: dar con la naturaleza dealgo significa encontrar sus causas; cf. LEAR (1994), 30-72.

52. Esta vida katà kómas, ligada en buena medida a la condición campesina, no implicauna situación necesariamente igualitaria desde el punto de vista social, aunque sí tal vezdesde una perspectiva imaginaria.

53. HANSEN (1995), 52-61, cf. 56 n. 46, y 57-58. Ver los atinados reparos que señalaEDWARDS (2004), 168 n. 8, a la argumentación de Hansen contra la pertinencia deAristóteles como fuente para el sinecismo.

54. DEMAND (1990), 26, cf. 14-27. Ver CAVANAGH (1991), 105-10; MORGAN (2003),172-73.

55. MORRIS (1994). Para su interpretación el autor se apoya (p. 52) en HOMERO, Ilíada,I, 22-25, 376-79; II, 243-77; XVIII, 503-4; Odisea, I, 272; II, 6-8, 14, 26-28, 192-93, 239-40,257; VI, 267, entre otros pasajes, y señala que es la aldea la que brinda la imagen de la orga-nización social, a partir de la asamblea o encuentro aldeano. Por otra parte, si bien no con-sidera que ARISTÓTELES, Política, 1252a1-1253a39, se base en un conocimiento históricoexacto (p. 50), es posible que su visión teleológica se apoyara en opiniones sobre la estruc-tura del estado que eran comunes en el siglo IV; cf. idem (1987), 6-7, y (1991), sobre elsurgimiento del estado. En cuanto al tipo de organización político-institucional que se per-cibe en los poemas homéricos, ver POSNER (1979); RUNCIMAN (1982); HALVERSON (1985);(1986); cf. EDWARDS (1993). Para una examen meticuloso y razonado de las fuentes escri-tas sobre el despegue de la pólis, ver RAAFLAUB (1993).

56. DONLAN (1997), 40 y passim. Esta coincidencia entre ambos se da, sin embargo,junto con una disidencia mayor. Donlan resalta las continuidades fundamentales existentesentre las organizaciones pre-estatales y los primeros estados, posición también sostenidapor QUILLER (1981), aunque su planteo es menos taxativo: la reciprocidad sobre la que sebasaban los basileîs homéricos contiene las semillas de su transformación en las nuevasrelaciones sociales de la pólis. En cambio, MORRIS (1987), 8-9, 93-96, 171-210, 216-17,privilegia la discontinuidad que supone el surgimiento de la pólis a la que ve como unainvención que permite superar las desigualdades económicas entre agathoí y kakoí pormedio de la igualdad política incorporando a estos últimos a la ciudadanía; cf. idem (1991);(1994); (2000); asimismo FORREST (1966), 45-66; WHITLEY (1991), 39-45. FINLEY (1984),103-23, había señalado este asunto, que es sostenido ahora con fuerza por HANSON (1995),aunque con otro enfoque. Ver también TANDY (1997), passim, 1-6, y THALMANN (1998),253-55, 272-81, que hacen especial hincapié en los poemas homéricos privilegiando lo quepodría denominarse una visión “desde arriba”, ya que, con distintas perspectivas, subrayanlos privilegios que adquirió y consolidó la aristocracia.

57. Cf. HESÍODO, Trabajos y días, 225-237.

58. Ibid., 29-30, 280, 402: agorá, agoreúo; 29-30, 33, 35, 332: neîkos, neikeío; 222, 227,

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240, 269, 527: pólis. De acuerdo con LORAUX (1997), 20, Hesíodo traza una equivalenciaentre agorá y neîkos, entre el lugar del debate de palabras y los conflictos, encarnaciónlamentable de la mala Eris.

59. HESÍODO, Trabajos y días, 39, 221, 264: dorophágoi. Como indicaba FINLEY (1984),170-71, la idea de obligación existía tanto en los vínculos asimétricos como en los simétri-cos, siendo el don una expresión de esto.

60. HESÍODO, Trabajos y días, 792-793. En Teogonía, 80-93, 434, se indica el rol de losbuenos basileîs que, inspirados por las Musas, interpretan las leyes divinas y dictan rectassentencias (itheíesi díkesin) en una disputa (neîkos), compensando a los hombres cuandosufren ofensas en el ágora. Cf. HOMERO, Ilíada, XVIII, 497-508. THÜR (1996) y CANTARELLA

(2003), 284-88, ambos con bibliografía previa, interpretan al hístor mencionado en estepasaje como una figura separada de los ancianos, aunque por distintos motivos. Al igualque Thür, estoy convencido de que es entre los gérontes donde debe buscarse a aquél quese lleva el regalo, y no entre los propios litigantes como cree Cantarella. Los ancianos pro-vendrían de los basileîs, y por ende se asemejarían a aquellos que Hesíodo veía como doro-

phágoi. Ver GERNET (1980), 190-94; LORAUX (1997), 19-20.

61. El caso de los basileîs dorophágoi parece corresponderse con la noción de recipro-cidad negativa acuñada por GOULDNER (1960), 172. Respecto de este problema, ver tam-bién las ideas de SAHLINS (1978), 214-23. En cuanto al uso de estas nociones en el contex-to griego antiguo, VAN WEES (1998), 20, 23-24; DONLAN (1998), 55 (n. 5); ZANKER (1998),88-89; EDWARDS (2004), 88-102; ver asimismo SEAFORD (1994); MITCHELL (1997).

62. La visión más extendida de la situación que reflejarían los Trabajos y días se basa enbuena medida en el análisis de REDFIELD (1956), 105-42, que propone no sólo la inclusiónde la aldea de Ascra en el engranaje de la ciudad de Tespias sino sobre todo la dependen-cia del campesinado con respecto a la elite urbana. Cf. también el enfoque de FRANCIS

(1945). Entre los autores que desarrollaron esta idea ver Éd. WILL (1957); WALCOT (1970),94-117; TANDY (1997), 203-34. Analizando la perspectiva que ofrecen los Trabajos y días

en el contexto de los inicios de la pólis, TANDY (2001) ha propuesto el modelo de la ciudadconsumidora y, correlativamente, la aplicación del concepto de campesino como claseexplotada a la situación del labrador descrita por Hesíodo. A su entender, el poeta detalla-ría el accionar de una elite aristocrática que desde la ciudad vivía a expensas de los exce-dentes que podía extraer de los campesinos asentados en las comunidades de aldea que laciudad comenzaba a subordinar. Nuestro enfoque no asume todos los aspectos planteadospor estas interpretaciones sino sólo la idea de la inclusión de la aldea en el marco de la pólis

mediante sinecismo.

63. ARISTÓTELES, Política, 1252b 15-30.

64. GALLANT (1991), 170, basándose en ARISTÓFANES, Asambleístas, 673-675, señala queel gran oîkos como metáfora de la comunidad se halla en el corazón de la antigua nocióngriega de pólis. LUDWIG (2002), 2, 18, 343, indica que el intento de convertir el gobierno(polity) en un gran hogar se basa en la unión de las ciudadanos mediante vínculos de afec-to mutuo, hecho que el autor va a analizar a lo largo de todo su libro (cf. 57-59, 64, 93-94,97-101, 105, 192-95, 212-15, 340-41). Véase asimismo PLATÓN, Leyes, 680b-681a;HOMERO, Odisea, IX, 112-115; ARISTÓTELES, Política, 1252b 22-23.

65. Cf. MOGGI (1976). Véase las sugerencias de SNODGRASS (1986), 31-32, 37, y en espe-cial, VAN EFFENTERRE (1985), 168-92. Recientemente, ver DEMAND (1990); CAVANAGH (1991).

66. Véase la síntesis de BURFORD (1993), 18-19.

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67. PIÉRART (1983b); CHARNEUX (1984). Sobre la formación de la ciudad-estado argiva,VIRET BERNAL (1992).

68. Para lo que sigue, ver VALDÉS & PLÁCIDO (1998); PLÁCIDO (2001); VALDÉS (2001),que han guiado las ideas que aquí se exponen.

69. Cf. SNODGRASS (1986), 33-37; también OSBORNE (1985a), 15-46, 190-95; WHITEHEAD

(1986), 3-38.

70. Respecto de este asunto, véase TRAILL (1975), 73 n. 3, que afirma que “todo el terri-torio del Ática, con unas pocas excepciones, debe haber estado asociado teóricamente, sino realmente, con uno u otro demo”. Para una visión de conjunto sobre el problema de lapropiedad de la tierra dentro de los demos, ver OSBORNE (1985a), 47-63; WHITEHEAD

(1986), 75-77, 152-58. Cf. asimismo NEMES (1980); LANGDON (1985); LOHMANN (1992).

71. TUCÍDIDES, II, 14-16; cf. PLUTARCO, Teseo, XXIV-XXV; ESTRABÓN, IX, 1, 21. Sobre lafunción de Teseo en la unificación del Ática, ver DIAMANT (1982), que analiza el sinecis-mo en el contexto de la era arcaica. GOUSCHIN (1999) ubica las referencias literarias a Teseoy el sinecismo en el contexto de su revalorización durante el siglo V. Por su parte, WALKER

(1995), 14-15; cf. 195-96, plantea que ya en el siglo VIII, Teseo se había transformado enreferente de la unidad entre Atenas y el Ática. Cf. MILLS (1997), 12-13, 26-27, 97-98.

72. COLDSTREAM (1977), 135; MORRIS (1987), 195; WHITLEY (1991), 58-59; cf. CAVANAGH

(1991), 107-8. También se verificaría un proceso afín en Argos y la llanura argiva; ver VAN

ANDEL & RUNNELS (1987), 104-7.

73. Ver la información reunida por MOGGI (1976), 16-26 y 29-34, para Esparta y Mégara,respectivamente. DOMÍNGUEZ MONEDERO (1999), 53-64, analiza diversas fuentes literariasy sintetiza varias interpretaciones referidas al sinecismo en Atenas, Argos, Esparta yMégara. Cf. RHODES (1993b), 162-64.

74. Ver, por ejemplo, el estudio de MCINERNEY (1999), 86-119, 186-230, sobre Fócide;también MORGAN (1991), que se apoya en el caso de Acaya, para las articulaciones entreetnicidad y éthnos. Cf. ahora MORGAN (2003).

75. MOGGI (1976), 140-66, recoge la información literaria. Para Mantinea, HODKINSON

& HODKINSON (1981), 261-65, 286-91; JOST (1986), 155-57. Para Élide, ROY (1997), 286-89, y (2002), trabajo dedicado directamente al problema. NIELSEN (2002), 12-22, 137-38,171-75, analiza y pone al día los cuatro primeros casos.

76. ESTRABÓN, VIII, 3, 2.

77. OSBORNE (1987), 55.

78. BURFORD (1993) 16-17; ISAGER & SKYDSGAARD (1992), 121.

79. Es de notar la escasa importancia adquirida por el término kóme en comparación conlos otros dos, pólis y oîkos, efecto, en parte, de la propia construcción imaginaria de losgriegos (aunque, sobre todo, ateniense) y, en parte, de los aspectos privilegiados por losestudiosos contemporáneos. Cf. e.g., HUMPHREYS (1983), 1-21; STRAUSS (1990); ROY

(1999). Como señala OSBORNE (1990), 268, cf. 277: “En la democracia ateniense clásica ladivisión primaria del dêmos (cuerpo ciudadano) era el dêmos (demo –la aldea o elbarrio–)”. El demo, que en Atenas era claramente una aldea, es el que brinda el modelodominante de organización.

80. FINLEY (1974), 35. Ver PAUSANIAS, X, 4, 1; ESTRABÓN, III, 4, 13. Cf. LÉVY (1986), 118-21.

81. HANSEN (1995), 74.

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82. HANSON (1995), 23-178; cf. STARR (1977), 156-61.

83. Sobre las diferencias entre unos procesos y otros y el rol de los cultos agrarios y laguerra en la conformación del espacio cívico-rural, de POLIGNAC (1984); (1994); cf. tam-bién ANTONACCIO (1995), 245-68.

84. Cf. VAN EFFENTERRE (1983); DAVERIO ROCCHI (1981), que analizan la importancia delas aldeas para las épocas arcaica y clásica, respectivamente. Para un análisis global de laidea de aldea (kóme) y su aparición en el mundo griego, que destaca el carácter agrario deeste tipo de asentamiento y su definición en relación con la ciudad, véase LÉVY (1986).

85. Para VAN EFFENTERRE (1985) ha habido una continuidad mayor que la usualmentereconcida entre las sociedades que se desarrollaron en el ámbito helénico durante el segun-do milenio y las que florecieron en el primero. Según esta interpretación, a la que aquí noadherimos, podría argumentarse una persistencia temporal aún más extendida en lo referi-do a la presencia de las aldeas rurales en el mundo griego. Sobre la comunidad aldeana enla sociedad micénica, HALSTEAD (1992a); (1992b). Esta continuidad indicada por vanEffenterre ha sido también sostenida por FOXHALL (1995), cf. PALMER (2001). Analizandolos Trabajos y días, EDWARDS (2004), 7, 28-29, 78-80, 125-26, 174-75, ha enfatizado porsu parte la importancia de la aldea como forma proveniente de la edad oscura en tantomarco histórico y social de la Ascra de Hesíodo.

86. Sobre la presencia de demos en diferentes ciudades griegas, VON SCHÖFFER (1903),33-4, 121-31. Con respecto a Eretria, WALLACE (1947), y recientemente, KNOEPFLER

(1997), que deja en claro que los demos estaban organizados allí sobre la base aldeana.Acerca de Mileto, véase PIÉRART (1983a); (1985), que marca las diferencias existentesentre Mileto y Atenas. En estos casos, de todos modos, el uso de un demótikon no implicaque los demos fueran unidades locales de gobierno ligadas al poder centralizado en el esta-do. En forma general, sobre las diferencias entre Atenas y otras ciudades en cuanto a lasrelaciones entre las aldeas y el centro político, ver OSBORNE (1987), 128-32.

87. Sobre Élide: ROY (1997); (2002), 251-53; sobre Esparta: GALLEGO (2005b), conbibliografía, cuya versión castellana, ampliada, se ha publicado en GALLEGO (2005a), 51-88, 139-44.

88. OSBORNE, (1987), 13 y 193, respectivamente.

89. PLÁCIDO (en prensa).

90. GARLAN (1975), 86-93; FERRILL (1987), 133-54; LONIS (1994), 109-22; SANTOSUOSSO

(1997), 7-23.

91. Distintas aspectos de la reforma o revolución hoplítica son destacados, en primerlugar, por SNODGRASS (1965); (1993); cf. MURRAY (1983), 116-26; FINLEY (1983a), 117-18.Recientes defensas de esta interpretación se ecuentran en BRYANT (1990); CARTLEDGE

(2001), 153-66. Véase las matizaciones de DUCREY (1999), 42-49.

92. Para los aspectos implicados en esta visión (el cambio tecnológico en el armamen-to sigue al táctico en la forma de hacer la guerra; la guerra hoplítica determinada por subase agraria; la presencia de masas de combatientes en los poemas homéricos): DETIENNE

(1968); SALMON (1977); HANSON (1991); (1995), 221-323; (2000), 3-51; BOWDEN

(1993); VAN WEES (1994); MITCHELL (1996), 90-91; OSBORNE (1998), 206-11; RAAFLAUB

(1997).

93. HOMERO, Ilíada, II, 361-66; IV, 446-56; XI, 670-761; XVI, 210-20; 772-75; XVIII, 509-40. Sobre algunos pasajes, ver SAGE (1996), 11-13, y DUCREY (1999), 33-41, así como

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Bowden, van Wees y Raaflaub citados en la nota anterior. Para la bibliografía reciente sobreel combate homérico y la aparición de la falange hoplítica, DUCREY (1997), 128-31.

94. RAAFLAUB (1997), 55. Todo este artículo apunta a demostrar cómo se constituye eltriple soporte de la pólis relativamente igualitaria (granjeros que poseen sus lotes, integranla falange hoplítica y participan de las decisiones). El desarrollo más amplio y consistentede todo este proceso se halla en HANSON (1995), passim; cf. SAMONS (1998). También seencontrarán elementos de interés sobre estos puntos en STARR (1977), 32-33, 126-27, 178-80; (1986), 53-54.

95. ARISTÓTELES, Política, 1297b 16-24; cf. 1279b 2-4, establece una suerte de explica-ción histórica del desarrollo de la falange hoplítica. Si bien RAAFLAUB (1997), 58 n.5,puede tener razón al considerar su modelo evolucionista aplicado a la Grecia tempranatotalmente teórico, no son para desechar las ideas de CARTLEDGE (2001), 159, no sólo sobreel “estricto isomorfismo entre poder político y función militar”, sino también “porquesobre la base de su profunda reflexión acerca de y su comprensión analítica de la pólis desu propia época encontró ‘natural’ y útil formular un modelo de su desarrollo histórico tem-prano en términos precisamente militares”. La perspectiva aristotélica debe considerarse demanera similar a su percepción de la organización segmentaria de la pólis que hemos dis-cutido anteriormente.

96. Cf. DETIENNE (1965); (1981), 87-101.

97. MITCHELL (1996), 95-96; véase también OSBORNE (1987), 138-49.

98. RUNCIMAN (1990), 348, propone que la pólis no es una ciudad-estado sino un estado-ciudadano, entre otras cosas porque no siempre encontramos un centro urbano dominandoun territorio rural. WHITLEY (2001), 165-68, sigue las ideas de Runciman y extrae las con-secuencias de su concepción de la pólis. Los aportes del Copenhagen Polis Centre sobre lossignificados del término pólis y sobre el concepto de ciudad-estado resultan de singularrelevancia. Cf. HANSEN (1993); (1994a); (1994b); (1997a); (1998); (2000); tambiénHANSEN (ed. 1993); (ed. 1997). Ver LONIS (1983), que analiza esto a partir de las inscrip-ciones áticas; también SAKELLARIOU (1989).

99. En el sentido en que FINLEY (1990) precisa la idea para el mundo antiguo.

100. Sobre los inicios de la pólis según Hesíodo, GALLEGO (2006), 71-77.

101. DOMÍNGUEZ MONEDERO (1993), 98-101.

102. FINLEY (1983b); (1986a); véase también MEIER (1985), 953. Cf. DARBO-PESCHANSKI (1996).

103. Respecto de esta cuestión, véase MEIER (1988), 53-148.

104. FINLEY (1974), 173-208 (cita en 194-95); (1984), 35-59.

105. Cf. FINLEY (1974), 150: “[Los grandes terratenientes] tenían una pasión muy cam-pesina por la autosuficiencia en sus posesiones, por muy espléndidos que se mostraran ensus desembolsos urbanos”; ibid., 195-6: “En el curso de la historia antigua, el nivel de con-sumo ascendió a veces hasta alcanzar proporciones fabulosas... De tiempo en tiempo, lasautoridades trataron de contener los excesos... La meta siempre fue la misma: impedir laautodestrucción de la elite local, atrapada bajo las poderosas presiones creadas por losrequerimientos del status”. Cf. BURFORD (1993), 83-88, 172. OSBORNE (2003) ha rechaza-do la idea de actitudes campesinas de los terratenientes en el marco de la Atenas clásica: laelite invertía en negocios que consideraba rentables buscando obtener beneficios, lo cualentraña algo distinto de la mentalidad de un campesinado de subsistencia.

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106. FINLEY (1984), 48-56.

107. HANSEN (2004), 9-11, brinda una síntesis actualizada de la evolución del concepto.Cf. MATTINGLY & SALMON (2001).

108. LEVEAU (1983a); (1983b); ENGELS (1990); ANDREAU (2002), 42; MATTINGLY, STONE,STIRLING & LAZREG (2001); WILSON (2001).

109. HOPKINS (1978). BRUHNS (1985); (1996), propone ciertas correcciones a la interpre-tación que se ha hecho de Weber: el estado considera a sus habitantes como consumidoresy su función consiste en abastecerlos y asistirlos; véase también BRUHNS & NIPPEL

(1987/89). WHITTAKER (1993), caps. 8 y 9, desarrolla el modelo a partir del caso romano,pero presenta posteriormente dudas sobre su utilidad. Cf. CARTLEDGE (2002a), 26.

110. HANSEN (2004), 11-21. Las tres variables son: 1) oposición entre población rural yurbana; 2) esta última como una pequeña parte de la población total; 3) la población urba-na como consumidora tanto en número como en influencia. HANSEN (1997b), 32-54, haceun análisis de la utilidad del modelo de Weber para la pólis griega.

111. Cf. ISAGER & SKYDSGAARD (1992), 114.

112. HANSEN (2004), 11-16.

113. Véase HANSEN (1995), 73-74: Helison era una kóme de Mantinea, de la cual depen-día, pero desde un punto de vista interno era una pólis; y otras póleis dominadas por losmantineos también eran para éstos kômai. Aunque se trata de un fenómeno tardío quecomienza a desarrollarse recién en el siglo IV a.C. (cf. ibid., 56).

114. La postura de Hansen se deriva de su idea de que el sinecismo implica sí o sí uni-ficación física y traslado de la población al cento urbano. Como ya vimos, HANSEN (1995),52-61, descarta el modelo aristotélico del surgimiento de la pólis no sólo por su carácterteórico sino porque su argumento sobre el lugar de la kóme en el sinecismo apunta a dejarde lado toda posibilidad de sinecismo político. Su perspectiva es extrema al suponer que,de aceptarse la idea de un sinecismo político, esto implicaría necesariamente que las comu-nidades no cambiarían excepto en el hecho de que ceden su autogobierno para instaurar unconjunto de instituciones políticas en uno de los asentamientos. Debe entenderse que exis-te sinecismo político cuando una pólis, como indicamos para el caso de Tespias en relacióncon Ascra, subordina a una aldea u otra pólis vecina pero tanto una como la otra persistencomo núcleos de asentamiento, de organización del espacio rural, de acceso a las propie-dades agrarias, etc.

115. JENOFONTE, Helénicas, V, 2, 7; cf. DIODORO SÍCULO, XV, 5, 4; PLATÓN, Banquete,193a.

116. ESTRABÓN, VIII, 3, 2.

117. BURFORD (1993), 63.

118. La importancia del campesinado en Mantinea es destacada por ARISTÓTELES, Política,1318b 6-27, cuando se refiere a las formas de democracia, y coloca a dicha pólis entre las queocupan, según el filósofo, el primer lugar en la serie que va del mejor tipo al peor, y su basees el pueblo labrador (dêmos georgikós). Cf. ibid., 1305a 18-20; 1319a 30-32, acerca de laresidencia rural de los agricultores.

119. FINLEY (1966), 55-56; (1984), 57 (el autor remite aquí a CICERÓN, Sobre la ley agra-

ria, I, 88).

120. FINLEY (1974), 195.

El campesinado griego: de la aldea a la pólis

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121. HANSEN (2004), 19-20, 42-43.

122. Sin embargo, en su análisis del problema HODKINSON & HODKINSON (1981), 263 y286, respectivamente, estabecen para el centro urbano entre 14.000 personas (descontandoun 25% de las 124 ha para uso público, y suponiendo que las 93 ha restantes estaban total-mente ocupadas con una densidad de 150 personas por ha) y 6.000-7.200 personas (supo-niendo en este último caso una densidad de entre 65-77 personas por ha). En el primer caso,los autores estiman la cifra demasiado alta en relación con el total de población queMantinea habría tenido durante el período clásico y con el total de hogares existentes (unos3.000). En el segundo, ambos son conscientes de la baja densidad postulada, aunque creenviable que ello permitiera la existencia de unos 1.000-1.200 hogares con acceso a lotes muypequeños usados para cultivo en la forma de huertos trabajados intensivamente y tal vezcon irrigación. Hansen parece estar trazando un promedio entre las cifras dadas porHodkinson y Hodkinson.

123. LISIAS, XXXIV, 7. La estimación de estos 3.000 mantineos sigue generando debates.HANSEN (1997b), 42, supone que se refiere a ciudadanos hoplitas adultos. HODKINSON &HODKINSON (1981), 275 (discutiendo los antiguos trabajos de Bölte y Beloch), concluíanque las estimaciones que parten de que los 3.000 harían referencia a hoplitas suponen unapoblación imposiblemente alta para la cantidad de tierra arable controlada por Mantinea.ROY (1999), 375 n. 140, aclara que Hansen incluye en los 3.000 a toda la población hopli-ta, tanto los que efectivamente cumplían el rol militar como los demasiado viejos y losinhabilitados para el servicio.

124. Comparativamente hablando, los números aquí considerados no estarían lejos, parael mismo período, de las magnitudes esbozadas para la población de Coresia en la isla deCeo (CHERRY, DAVIS & MANTZOURANI (1991), 236-37, 279-80) y para la población deHermione y Halieis en la Argólide (JAMESON, RUNNELS & VAN ANDEL (1994), 549-53).Sobre las prospecciones del paisaje y las estimaciones demográficas, CORVISIER (2004).

125. El autor propone siete modelos de población a partir de distintas conjeturas;HANSEN (2004), 42-43.

126. La adopción aquí de este modelo a instancias de LISIAS, XXXIV, 7, no resulta anto-jadiza, puesto que HANSEN (1997b), 42, usa esta estimación para llegar al número total demantineos (ca. 20.000) y de personas (ca. 30.000, incluyendo a extranjeros y esclavos) quehabitarían en Mantinea, y supone que un tercio viviría en el centro urbano. Sobre la pobla-ción de Mantinea ver las estimaciones de HODKINSON & HODKINSON (1981), 271-79. Superspectiva toma como marco la afirmación de Aristóteles ya citada en cuanto a queMantinea se encuadraría en el primer tipo de democracia basada en el pueblo campesino,derivando de esto la existencia de un número importante de hogares pobres, lo cual, comodestaca ROY (1999), 374-75 n. 137, se ve reflejado en la asignación de entre 875 ha y 1.649ha para entre 1.315 y 1.184 hogares subhoplitas. Como plantea el propio Roy (ibid., 341, ynn. 138 y 140), a partir de las estimaciones de Hodkinson y Hodkinson cabría suponer quelas 9.000 ha de área cultivable podrían dar cabida a más población de rango hoplítico,mientras que otras formas alternativas de ganarse la vida podrían servir para la poblaciónsubhoplítica (pastoreo, artesanía, etc.). No obstante, Roy duda de que la economía deMantinea brindara posibilidades reales para un gran número de ciudadanos sin tierras.

127. HODKINSON & HODKINSON (1981), 286. Véase también JOST (1986), que realiza unpormenorizado análisis de las kômai en Arcadia, estudia lo que sucede con el estatuto de laaldea antes y después del sinecismo producido por la fundación de Megalópolis y lo com-

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para con lo que ocurre en Mantinea. Su conclusión es elocuente: si bien sólo en este casoson claros los lazos entre aldea, habitantes y tierras cultivables de la khóra, en Megalópolisla aldea conserva importantes funciones religiosas, seguramente preexistentes, que inclusopermitieron que los de Licosura no fueran ajusticiados al oponerse a la unificación trashaber dado anteriormente su consentimiento (PAUSANIAS, VIII, 27, 6). Estructuralmentehablando tanto los asentamientos que pudieron seguir siendo póleis como aquellos que sehabían transformado en aldeas de Megalópolis no presentaban diferencias significativas.Lo cual era de esperarse debido a la morfología semejante.

128. Cf. HODKINSON & HODKINSON (1981), 287: “El sinecismo por sí mismo no marcópues una dramática transformación de la sociedad mantinea. Derechos sociales importan-tes tales como los de intercambios matrimoniales entre hogares de diferentes aldeas y elderecho a poseer propiedad de tierras en cualquier parte de la Mantinica fuera del área dela propia aldea ancestral sin dudas habrán existido antes de la fundación de la ciudad. Ellimitado flujo de población hacia la ciudad puede, sin embargo, haber ayudado a incremen-tar los intercambios matrimoniales entre hogares de diferentes partes de la comunidad, yasí intensificar los sentimientos de solidaridad”.

129. HANSEN (2004), 31-32. Sobre la oposición entre lo urbano y lo rural en Atenas,GALLEGO (2003b), 70-73.

130. Esto justificaría la analogía de ISÓCRATES, XII, 179, entre las póleis periecas y losdêmoi áticos, puesto que estos últimos han sido vistos tanto como aldeas cuanto como póleis

en microcosmos; OSBORNE (1985a), 37, 40-41, y WHITEHEAD (1986), XVIII, respectivamente.EREMIN (2002) analiza a las comunidades periecas en Esparta como kômai, y METENS (2002)las considera como subdivisiones cívicas del estado lacedemonio.

131. OSBORNE (2003), 186-87.

132. MARTIN (1973); HUMPHREYS (1978), 130-35; BOYD & JAMESON (1981). Para lascolonias, LEPORE (1973); para Turios, MOGGI (1987); para Esparta, CARTLEDGE (2001), 9-20; para Atenas, CHEVITARESE (2000), 134-81.

133. FINLEY (1974), 173-77; ISAGER & SKYDSGAARD (1992), 120-34; BURFORD (1993),33-48; HANSON (1995), 39-40; HODKINSON(2000), 76-90.

134. OSBORNE (1987), 193.

135. MARX (1971b), 442.

136. Ibid., 436-39. Sobre sus ideas, HINDESS & HIRST (1979), 86-95; FINLEY (1986b),104-32; GARLAN (1989), 209-14; BRYANT (1990), 485-86, 497.

137. BURFORF (1993), 16-17.

El campesinado griego: de la aldea a la pólis

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