La Ciudad Massimo Cacciari

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    Venecia, 1944) ha desarrollado una actividad amplia y diversa en losmbitos de la ftlosofia, la cultura y la poltica. Filsofo de formacin yalcalde deVenecia en dos ocasiones, ha sido profesor de Esttica en laescuela de arquitectura de la Universici IUAV deVenecia y director derevistas como AngeLus OVIH COlltropimlO Lavoratorio poLitico y ParadossoEntre sus obras de tacan Pensiero negativo e razionalizzazione 1977 ,Hombres p6stumos: La cultura vienesa deL primer novecientos 1980), L ngeLnecesario 1986) o DeLIa cosa uLtima 2004 .

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    ditorialGustavo Gili SLRossell, 87-89,08029 Barcelona, Espaa.Te . 93 22 8 6Valle de Bravo 21, 53050 Naucalpan Mxico.Te . 55 60 60 Praceta Noticias da Amadora N 4-8 2700-606 Amadora Portugal.Te . 2 49 09 36

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    Ttulo original: La ciltil publicadooriginalmente por Pazzini StampadoreEditore,VillaVerucchio Rmini , 2004Esta versin corresponde a la cuartaedicin de 2009Revisin tcnica: Massimo PreziosiDiseo: Cibrn Rico Lpez yJessVzquez Gmez para desescribir

    de la traduccin: Moiss Puentedel texto: Massimo Cacciari

    de esta edicin:Editorial Gustavo Gili, SL Barcelona,

    2010Pri ted Spa;ISBN: 978 84 252 2331 0Depsito legal:B 37-765-2010Impresin: Litosplai, SA,Les FranquesesdelValls Barcelona

    Cualquierforma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica o transformacin de esta obra slo puede serrealizada con la autorizacin de sus titulares,salvo excepcin prevista por la leyDirjasea CEDRO Centro Espaol deDerechos Reprogrficos,www.cedro.orgsi necesita fotocopiar o escanear algnfragmento de esta obra.La Editorial no se pronuncia ni expresani implcitamente respecto a la exactitudde la informacin contenida en este libro,razn por la cual no puede asumir ningntipo de responsabilidad en caso de error onusio.

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    PresentacinCaptulo Polis civitas: la raz tnica la concepcin mvilde la ciudadCaptulo La ciudad europea: entre morada espacio denegotiumCaptuloEl advenimiento de la metrpoliCaptulo 4La ciudad territorio o la posmetrpoli

    El cuerpo lugarEspacios cerrados y espacios abiertosEl territorio indefinidoEspacio tiempoUn apunte: la polivalencia de los edificios

    Captulo 5La perspectiva gnstica: habitar humano entreel c ie lo y la tierraCaptulo 6Para acabar con belleza

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    7 Este texto t iene su origen en un seminario celebrado enel Centro Sant Apollinare de Fiesole. asponencias deMassimo Cacciari han sido transcritas cuidadosamente porTonina Nasuto y revisadas por el responsable del centro.A pesar de que el texto conserve voluntariamente cier-to estilo hablado , no est exento de dificultad debido ala complejidad del tema que, en ocasiones, parece rozar lacontradiccin. Por ello, debe tenerse presente aquello que elpropio Cacciari dijo al inicio de su exposicin: Desde susorgenes,la ciudad est investida de una doble corriente dedeseos : deseamos la ciudad como regazo , como madre ,y al mismo tiempo, como mquina , como instrumento ;queremos que sea ethos en el sentido originario de mora-da y estancia y al mismo tiempo, un medio complejo defunciones; le pedimos seguridad y paz y, al mismo tiempo,pretendemos que tenga unas eficiencia, eficacia y movilidad extremas. aciudad esta sometida a preguntas contra-

    dictorias. Querer superar tales contradicciones es una mala utopa. Al contrario, se requiere d rle form a ciudad en su

    historia es el experimento perenne para dar forma a con- tradiccin, al conflicto .

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    Captulo

    olis y civitasl r z tni y lon ep in mvilde l iud dComenzaremos con algunas precisiones histrico termino-lgicas pues hablar de l ciudad en trminos generales notiene mucho sentido N o existe l Ciudad sino que exis-ten diversas y diferenciadas formas de vida urbana No escasualidad que ciudad se diga de diferentes manerasPor ejemplo en latn no existe una palabra correspondien-te a la griega polis. La diferencia entre ambos idiomas atael origen de la ciudad y constituye una diferencia esencialCuando un griego habla de polis, en primer lugar se refierea la sede a la morada l lugar donde tiene su raz un deter-minado genos, una determinada estirpe una gente gens genos . En griego el trmino polis resuena inmediatamente auna idea fuerte de arraigo polis es aquel lugar donde unagente determinada especfica por sus tradiciones por suscostumbres tiene su sede su propio ethos. En griego etilos esun trmino que alude a l misma raz latina sedes y carece

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    de cualquier significado simplemente moral que en cambio s t iene el mas latino Los mares latinos son tradicionescostumbres; el ethas griego es la sede antes y ms origina-riamente que toda costumbre y tradicin el lugar donde migente tiene su morada tradicional Y la palis es precisamenteel lugar del ethas el lugar que sirve como sede a una genteEsta determinacin ontolgica y genealgica del trmino palis no se encuentra en el trmino latino civitas La dife-rencia es radical porque si reflexionamos detenidamente enel trmino latino civitas se manifiesta su procedencia a partirdel civis y los cives forman un conjunto de personas que serenen para dar vida a una ciudad El gran lingista centroeuropeo mile Benveniste ya puso de manifiesto todoesto hace mucho tiempo

    Por tanto no existe madame la ville como tampoco exis-te mansieur le capital o madame la t rr Civitas es un trminoque deriva de civis de modo que en cualquier caso aparececomo el producto de los cives en su concurrencia conjunta en un mismo lugar y en el sometimiento a las mismasleyes En cambio en griego la relacin es totalmente inver-sa porque el trmino fundamental es palis y el derivado espalites el ciudadano Ntese la perfecta correspondenciaentre la desinencia de palites y de civitas; en el ltimo trmino se alude a la ciudad en el primero al ciudadano Desdeel inicio los romanos consideraron que la civitas era aquello que se produce cuando diversas personas se someten alas mismas leyes independientemente de su determinacintnica o religiosa ste es un rasgo absolutamente caracte-rstico y extraordinario de la Constitucin romana respec-to a toda la h is to ri a de las ciudades griegas y helensticasprecedentes rasgo fundamental para entender despus toda

    la fuerza poltica de la historia romana el acento poltico e n el sentido actual del trmino- que domina la histo-na romana

    En la civilizacin griega la ciudad es fundamentalmentela unidad de personas del mismo gnero y por tanto puedecomprenderse cmo palis una idea que remite a un todoorgnico es anterior a la idea de ciudadano En cambiodesde los orgenes t l como narra el propio mito fundacional romano- en Roma la ciudad es la concurrenciaconjunta el confluir de personas muy diferentes po r reli-gin etnia etc que concuerdan slo en vir tud de la leyEs el gran mito de la Concordia romana que domina laobra de Tito Livio y que se halla en los cimientos de todala historiografIa romana De hecho si leemos el primer librode la historia de Roma, b urbe condita esta idea aparececlarsimamente y ms tarde pasar a ser un tema fundamental de toda la politologa y de la filosofIa poltica europea

    El primer dios a quien se erigi un templo en Romafue el dios Asilum Roma se funda a travs de la obra conjunta de gente que haba sido desterrada de sus ciudades;expatriados errantes prfugos y bandidos que confluyeronen un mismo lugar y fundaron Roma. Este aspecto dominatoda la historia romana: la idea de ciudadana no tiene ninguna raz de carcter tnico o religioso Es cierto que habaesclavos pero entre los hombres libres se es ciudadano independientemente de cualquier distincin de estirpe o credoEste hecho constituye una excepcin respecto a la historiade las ciudades griegas y helensticas anteriores a Roma.Por influencia romana ms tarde esta idea de ciudadanatambin se difundira a otras ciudades y a toda la cuencamediterrnea cuando sta se convierte en Mare Nostrum.

    Lvio,Tito, b urbe condita versincastellana: Historia de oma desde sufundacin Editorial Gredas, Madrid,1990-1997 [N. del T J

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    El recorrido se cierra con la famosa Constitucin antoniniana de Caracalla de las primeras dcadas del siglo d. cen la que todos los hombres libres que viven dentro de loslmites del imperio pasan a ser cives romani con independencia de toda determinacin tnico-religiosa, sean stosafricanos, de Asia Menor espaoles, galos, etc.

    Antes de la inf luencia romana y de su dominio noencontramos nada de todo esto en ninguna de las poleisgriegas; po r el contrario, en ellas prevalece el principio depertenezco a esta polis porque all t iene la sede mi genos .Obviamente, no se excluye la posibilidad de poder establecer foedera pactos entre ciudades este hecho es fundamental para entender la historia de Grecia pero cadauna de ellas se mantiene sustancialmente aislada a causadel arraigo de est irpe y de gnero. Como consecuenciase produce el aislamiento de cada una de las polis respectodel resto.Aunque existen las olimpiadas, las grandes fiestas,las ciudades griegas permanecen como islas y slo duran-te brevsimos perodos pueden federarse bajo la presinde acontecimientos extremos particularmente dramticosp r ejemplo, a principios del siglo v a C. po r las guerraspersas- o porque una de ellas asume la hegemona, aunquepor poco tiempo la hegemona de Atenas dura poqusi-mo y la de Esparta todava menos . Por tanto, a las ciudadesgriegas les resulta imposible dar vida a unidades federadasms amplias,justamente porque cada una de ellas no es unacivitas y porque en ellas mismas no pueden absorber ni integrar lo distinto.

    Quien es libre en la polis pero no pertenece al genostiene la condicin del meteco, del husped, una condicin muy similar a la que ostentaban judos y cristianos

    en las ciudades musulmanas. De hecho, algunos historiadores sostienen que el derecho de hospitalidad de las ciudades musulmanas -derecho po r el cual durante siglosstas pasan a ser ciudades verdaderamente multiculturalesy multiconfesionales en la cuenca mediterrnea- deri-va precisamente de la institucin de la hospitalidad haciael extranjero libre presente en las ciudades helensticas, unextranjero que es totalmente tolerado y a quien se le reconocen derechos personales, tradiciones propias y libertad deculto, aunque sin el ejercicio de derechos polticos.

    Nos encontramos, pues, ante esta gran distincin quenos lleva a preguntarnos qu entendemos po r ciudad:le otorgamos un valor fuertemente tnico o la entendemosen el sentido de civitas? Al pensar en la democracia ateniense; no debemos olvidar que sta funcionaba sobre la base deuna idea tnica y religiosa, mientras que desde el punto devista romano se trata de un producto artificial; es decir, enRoma uno pasa a ostentar plenamente el t tulo de ciudadano con todos los derechos simplemente porque acuerdasometerse a unas leyes y obedecer ese rgimen: concordiatiene este significado.

    Naturalmente, la sede de Roma la Urbs tiene un granvalor simblico; venerarla es uno de los deberes ineludiblesdel civis. Roma es el centro del imperio, el lugar donde seencuentran las grandes instituciones polticas el Senado,la Repblica y ms tarde el emperador , pero en Roma novive una determinada estirpe o raza que, como tal, tenga elmando; su primaca no t iene de ningn modo su origen enrazones como aquellas que hacan creer a un ateniense queAtenas era realmente el ncleo, el valor fundamental , de laHlade.

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    Otra idea interesante, que nace precisamente en este con-texto, es que en su esencia la ciudad es mvil . Uno de loseptetos ms significativos de la poca tardorromana es elde Roma mobilis justamente porque este dinamismo extre-mo del propio mito de los orgenes le permite imaginarsea s misma y construir su propio mito a travs de la sntesisde los elementos ms dispares.Todo el esfuerzo deVirgilio ytoda la ideologa de Augusto se basan en la idea de los or-genes ,y los orgenes de una ciudad siempre son su potissimapars tal como aparece en el Cdice de Justiniano), su partems fuerte, porque el origen es aquello que funda la ciu-dad. Sin embargo, tal como los representa la ideologa deAugusto, los orgenes de Roma se encuentran precisamen-te en la confluencia de pueblos diversos; los propios latinosno son los enemigos que son conquistados y sometidos. apromesa de Zeus a Juno consiste en que, si bien los tro-yanos sern los vencedores, despus sern a su vez absorbi-dos por la l engua y el nombre de los latinos. Es Eneas quiense acerca a los etruscos para suplicarles su alianza. Se pro-duce toda una confluencia de elementos diversos, de tra-diciones y lenguas diversas, y sta es precisamente civitasEs por encontrarse bajo una misma idea, es ms, bajo unamisma estrategia ms que una idea fundadora), por lo quese mantienen unidos estos ciudadanos tan diversos; no porsu origen, sino por el objetivo comn. aciudad proyectadaen su futuro rene a los ciudadanos, no el pasado de la gensni la sangre; los ciudadanos se renen para perseguir un fin,de ah la Roma mobilis Todo esto est claramente enunciadoen el gran poema deVirgilio.Pero, cul es el fin que hay que alcanzar? a respuesta esel imperium sine fine De los lugares ms diversos, de Europa,

    defrica y de Asia, se confluye simultneamente para per-mitir que Roma expanda sus fronteras, para que el Imperioromano no tenga lmites espaciales ni temporales. Imperiono significa imperio policial, dominio ejercido con lasarmas; en la obra deVirgilio, imperio sin fin significa queRoma debe dar las leyes a todo el mundo, a todo el orbe; laUrbs debe convertirse en aquello que otorga las leyes, aque-llo que impone a todo el mundo la concordia por el some-t imiento a la ley En esta idea est implcito que aquello querige la civitas no es un fundamento originario, sino un obje-tivo: se vive en comn porque por medio de la concordiaque producen nuestras leyes podemos mirar a un gran fin:Roma mobilis

    No es justamente esto lo que copia la Iglesia? sa es lagran y eterna construccin del derecho romano, por ellolos padres de la Iglesia vean a Roma como algo providen-cial. En esencia, la estructura jurdica de la Iglesia es roma-na, y no puede ser de otra manera. aidea de que aquello que nos une, aquello que tene-mos en comn no tiene nada de originario, sino que essolamente un fin, es algo grandioso. Esto no es otra cosa

    que la globalizacin : hacer de la orbis una urbs a fin de queel crculo mgico que encerraba y apresaba los lmites de laciudad en las poleis coincida con el crculo del mundo entoda su dimensin espacial y temporal. sta es la gran idearomana que ha entrado en el ADN de Occidente, una ideaabsolutamente inextirpable que se ha convertido precisa-mente en la idea fundamental de la misma teologa polticaimplcita en el espritu de las misiones, de la evangelizacin.

    Como es natural, esta movilidad puede tener xito slosi est asociada a la idea de civitas augescens de ciudad que

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    siempre crece: otro trmino clave y emblemtico sobreel que a veces me he explayado con amigos romanistasy que domina nuestros lenguajes y nuestro patrimoniocultural. Este trmino resulta inconcebible en lo que serefiere a la pols al leer a Platn y a Aristteles, uno se dacuenta de que su dramtico problema consista en que lapols no se agrandase demasiado, porque si esto ocurra,cmo hara para mantenerse arraigada a su genos?En La Repblica y en Las Leyes de Platn , y en La Polticade Aristteles el problema radica en mantener espacialmente controlables los caracteres de la polis de lo contrariotoda su construccin se hubiese derrumbado. En cambio, elcarcter fundamental, programtico, de la civitas consiste encrecer; no hay civitas que no sea augescens que no se dilate,que no de-lire la lira es el surco, la huella que delimitabala ciudad; delirio quiere decir salirse fuera de la lira , ir msall de los lmites de la ciudad). Por su naturaleza, la civitases pues, augescens; para un romano no es posible una civitasque no de-lire

    En la formacin de la polis no puede eliminarse el cri-terio fundamental del genos como podemos ver tambinen la obra de Platn y Aristteles. Que la polis est formadapor animales polticos dotados de logos es evidente, pero ellagos es el griego. Los griegos fueron casi exclusivamentemonolinges a lo largo de toda su historia, en cambio elImperio romano es programticamente bilinge (un rasgointeresantsimo si lo comparamos con el carcter culturaldel imperio americano, al menos entre sus dirigentes).En toda la literatura griega, desde el siglo I al siglo VI d. cno se citan los autores latinos: niVirgilio, ni lioracio niOvidio ni Lucrecio; casi todos son ignorados en la prctica

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    21 y en la sustancia. La cultura griega continuaba creyendo queel propio logos -puesto que en su varios dialectos pertenece a e e g l y lo caracteriza- era universal justamentepor estar arraigado ; por estar tan unido a su propia sedesa su propio ethos en el sentido anteriormente descrito).Es decir, para los griegos el logos tambin tena un signifi-cado tnico y no era en absoluto un mero instrumento declculo y de comunicacin. Los helenos no tenan ningunaidea instrumental del lenguaje y ste era lo que los carac-terizaba frente a los brbaros. Es imposible escindir ambosaspectos: por un lado el ethos por otro llogos Uno de loselementos fundamentales del ethos griego es su lengua-je, que t iene esas caractersticas de medida, articulacin yriqueza, y que es el nico lenguaje que los griegos, sobretodo durante el siglo v, sienten que es capaz de p rreside hablar franco, libre). El nico logos capaz de producir

    di logos donde el elemento dialgico del convencimientoy de la persuasin resulta crucial.

    En el resto de lenguas se perciba ms bien un tono demando, de tirana, de indistincin, como suceda en la grantierra asitica, espacio geogrfico de lo indistinto, una tierraque no estaba organizada en poleis autnomas, celosas desu propia autonoma y de los cultos propios de los que sen-tan su especificidad. Bien es cierto que exista un Olimpocomn pero no entenderamos nada de la mitologa griegasi no supiramos cun localizada estaba, cun territorializa-da estaba su forma cuntas tumbas de Heracles haba portoda Grecia y cuntas del resto de hroes?). Esto era Grecia:una familia hecha de distinciones celosas, de diferencias,y sa fue su debilidad, de modo que este milagro dur hastala guerra del Peloponeso.

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    Tal como ya han explicado Cad Schmitt y otros autores, elnomos, la ley que tiene una raz terrenal nomos es el pasto ,es justamente la particin de la tierra. Originalmente la leyera aquel proceso po r el cual se divide la tierra, el pasto.La tierra indistinta se articula y ello se hace sobre la basede un logos. Est claro que el nomos terrenal debe respe-tar una justicia ms alta: ste es el discurso de los filso-fos Herclito, Empdocles y otros que, sin embargo, lodeclinan siempre en polmica con su polis, con sus conciu-dadanos. stos no saben escuchar el logos, y por ellos perma-necen siendo in-fantes.La muerte de Scrates fue el gran pecado de la polis, quecondena al justo para defender su Constitucin material.A ojos del filsofo, de quien dice escuchar el logos , elnomos de la polis debera armonizar con la divina Diky sin embargo, era exclusivamente terrenal. Esto es lo quesucede en filosofia durante dos siglos, hasta llegar a Platn,mientras que Aristteles pasa pgina construyendo unafenomenologa de las Constituciones polticas. Pero no seescucha a Platn hasta el punto de que se tome La Repblicacomo la suprema indicacin de aquello que la polis debe-ra ser para que funcionase con medida y justicia, algototalmente irreal respecto al funcionamiento de la polisverdadera.Adems, el arraigo terrenal constitua una referencia simblica muy fuerte porque el genos y llo os expresaban esosmitos, esas tradiciones y esas costumbres. Dnde aprendanlos griegos a leer y escribir sino en Homero y Hesodo?El testimonio de toda la filosofia griega es que la rela-cin con la Dik csmica, urania, es siempre incierta yproblemtica.

    3 Sobre la raz de polis se ha dicho de todo. GiambattistaVico deca que el trmino estaba formado sobre la mismaraz de polemos guerra , algo que ms tarde han repetidoCad Schmitt y tantos otros. Es cierto que la raz de polis,si es que es indoeuropea, indica pluralidad y multiplicidad,pero no es del todo seguro que tenga una raz indoeuropea,mediterrnea, semtica, mesopotrnica o acadia. Es sabidoque muchsimos trminos griegos, sean toponmicos o no,t ienen una raz que no es indoeuropea, sino mediterrnea,pelsgica, acadia. Probablemente tambin sea porque enacadio existen varios sustantivos con este timo que indicanfortaleza, castillo, lugar fortificado.

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    En sustancia, la perspectiva europea no se desarrolla a par-t ir de Grecia, sino de Roma De hecho, pensamos la ciudadcomo un lugar donde gentes diferentes convienen en acep-tar y obedecer una ley Todo el derecho europeo se desarro-lla sobre la base de esta idea, que deriva directamente delderecho romano; y no slo el derecho europeo, sino quetambin una gran institucin occidental como la Iglesia esttoda ella dominada por esta idea. Ni la ciudad del hombreni la de Dios se interpretan sobre la base de parmetrosde tipo tnico. San Agustn dice que en su peregrinaje laIglesia acoge en su seno sin atender a las diferencias tnicas,de lengua o de costumbres.Sin embargo, esta situacin crea un gran problema desdeel punto de vista de las modalidades del habitar. Es como sillevramos dentro de nosotros la nostalgia de la polis de laciudad morada, algo que entra en conflicto con la tensin

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    Captulo

    a ciudad europeaentre morespacio den g tium

    hacia la universalidad. Pensamos que para tener dimen-siones humanas la ciudad debe recordar de alguna manera a la polis. Cunta retrica sobre la polis sobre la polticaque viene desde la pols Todos los polticos repiten esteestribillo . Queremos volver a un espacio bien definido,a un territorio bien delimitado que permita intercambiossociales, relaciones sociales ricas y compartidas? En la polisesto suceda sobre la base de ese criterio no indiferente,que tiende a olvidarse, por el cual eran unos pocos quie-nes decidan en las asambleas; como mucho se limitabana un millar de personas que intercambiaban cargos en elgora, que tomaban decisiones libres conjuntamente comomximo eran quince o veinte millos hombres libres quevivan en Atenas . Es sta la idea de ciudad que queremoscultivar, o bien la gran idea romana, de gente diversa queviene de todas las partes, que habla todas las lenguas, quepractica todas las religiones?, una nica ley un Senado,un emperador y una misin? Qu referencia escogemos?,el origen o el fin?, el vnculo de est irpe o la ley? ste esel dilema, pues de otro modo, cmo se hace una comuni-dad?, mediante los simples pactos entre intereses diversos,mediante armisticios, treguas y compromisos precarios?sta es una primera cuestin que hay que examinar.Hay una segunda tensin que caracteriza nuestra relacincon la ciudad y que es ms especfica de la ciudad moder-na. Cuando se habla de ciudad, nosotros que pertenece-mos a las civilizaciones urbanas los primeros testimoniosarqueolgicos de vida urbana en el entorno mediterrneose remontan al 35 4 a C.; nos encontramos pues a tanslo seis m l aos de una civilizacin urbana que tiene susciclos, sus apogeos, sus crisis siempre hemos mantenido

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    una postura doble y contradictoria frente a esta forma devida asociada. Por un lado consideramos la ciudad comoun lugar donde encontrarnos, donde reconocernos comocomunidad; la ciudad como un lugar acogedor, un regazo , un lugar donde encontrarse bien y en paz, una casa Oacasa como idea reguladora a la que, desde los orgenes, noshemos acercado en esta revolucionaria forma de vida asociada). Por otro, cada vez ms consideramos la ciudad comouna mquina, una funcin, un instrumento que nos permitahacer nuestros negata negocios) con la mnima resistencia. Por un lado tenemos la ciudad como un lugar de tumlugar de intercambio humano, seguramente eficaz, activo,inteligente, una morada en definitiva; y por otro, el lugardonde poder desarrollar los nec atia del modo ms eficaz.

    De modo que seguimos pidindole a la ciudad dos cosasopuestas. No obstante, esto resulta caracterstico de la historia de la ciudad: cuando defrauda demasiado y se conviertenicamente en negocio, entonces comienzan las huidas dela ciudad tan bien recogidas en nuestra literatura: las arcadias, las nostalgias de una poca no urbana ms o menosmtica. Por otra parte, cuando la ciudad asume realmentelos rasgos del gora, del lugar de encuentro rico desde elpunto de vista simblico y comunicativo, entonces inme-diatamente nos apresuramos a destruir este tipo de lugarporque contrasta con la funcionalidad de la ciudad comomedio, como mquina. Qu ha sucedido en la historia delurbanismo en los ltimos siglos? Desde el siglo xv al xxse ha producido, en nombre de la ciudad instrumento, unadestruccin de todo aquello que en la ciudad precedenteimpeda ese movimiento, obstaculizaba la dinmica de losnegata Esto ha sucedido en todas las ciudades europeas

    de una manera sistemtica y programtica ms o menosviolenta en Italia en menor medida que en otros lugares,no porque los italianos amramos ms nuestro pasado, sinosimplemente porque hemos tenido un desarrollo tardo, demodo que la violencia del impacto de la industria-mercadosobre la ciudad antigua ha sido ms lento respecto a otrospases).

    Antes de discutir sobre elecciones urbansticas debemoshacernos una pregunta: qu le pedimos a la ciudad?Le pedimos que sea un espacio donde se reduzca a lamnima expresin toda forma de obstculo al movimiento,a la movilizacin universal, al intercambio? O le pedimosque sea un espacio donde haya lugares de comunicacin,lugares fecundos desde el punto de vista simblico, dondese preste atencin al atum? Desgraciadamente se pidenambas cosas con la misma intensidad, pero de ningn modopueden proponerse ambas conjuntamente y po r tanto,nuestra postura frente a la ciudad parece cada vez msliteralmente esquizofrnica.

    Esto no quiere decir que sea una postura desesperada ; al contrario, resulta fascinante porque quin sabe ques lo que surgir. Se trata de una contradiccin tan fuerteque podra ser la premisa de cualquier nueva creacin y asocurri tambin en disolucin de forma urbana delmundo antiguo: disolucin radical de esas formas diovida al nuevo espacio urbano continental europeo a travsde instituciones que jams nadie hubiera soado o inventado nuevas ideas de derecho, nuevas relaciones de domi-nio, nuevas formas de comunidad, como monstica, unaforma comunitaria fundamental en promocin de nuevosmodelos de desarrollo urbano).

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    Pero podemos an hablar hoy de ciudad? Quizs enItalia es posible todava en algn caso, como, por ejem-plo, Florencia; pero en los casos de Miln, Roma Npolesy Palermo se hace dificil. metrpoli de l antigedadtarda, Roma moblis la Urbs que delira a par ti r de su surco,tiene muchos rasgos en comn con lo que voy a decir . historia europea de l s ciudades hasta poca barroca mostrar una ciudad que, sin embargo, se parece de algn modoa aquella que aparece descrita en el fresco Alegora del buengobierno del palacio de Siena, obra de Ambrogio Lorenzetti:una ciudad donde el elemento de comunin y de comunicacin est presente ms all del aura mtico con la que serepresenta seguramente en aquella ciudad haba conflictosdebidos generalmente a l cercana como factor de enemis-tad). Esa ciudad fue destruida por el mpetu conjunto deindustria y mercado, y de este modo aparece l metrpoli,la Grqftstadt dominada por l s dos figuras clave, los doscuerpos que la regulan: la industria el mercado

    Al igual que en l s ciudades medievales lo era la cate-dral y el palacio de gobierno o el palacio del pueblo, enla ciudad moderna l s presencias clave son los lugares de

    8 Puede suceder que nuestra pregunta, tan violentamentecontradictoria, anuncie soluciones creativas que no estn encontinuidad con la historia que cargamos a nuestras espal-das. Invito siempre a urbanistas y a arquitectos a razonar enestos trminos, y no en trminos de conservacin, intentando desesperadamente recortar pedacitos de gora, o deaval crtico de l movilizacin universal: un modo de pensarlos opuestos como si fuesen dos caras de la misma monedaporque el futurismo y el conservadurismo total siempre hanido parejos en todo: en urbanismo, en arte, en poltica, encualquier parte. En cambio, es necesario partir de la contradiccin inherente a esta pregunta e intentar darle un valorcomo tal, haciendo que explote. Es mejor hacer proyectosde arquitectura y de urbanismo que pongan en evidenciaante el pblico el carcter contradictorio propio de l pregunta, sin cubrir ni mistificar esta situacin, sin pretendersuperarla con cualquier huida hacia delante o volviendo lpasado de Atenas. No habr ms gora.

    aptulo venimientoe l metrpoli

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    produccin y los de intercambio.Todo se articula alrededor de ellos como factores capaces de conferir significacinsimblica al conjunto, pero, al mismo tiempo, la ciudad seorganiza y se regula en torno a estos momentos; en tornoa ellos se constituye una urbanstica, se elaboran interven-ciones programticas alrededor de estos factores domi-nantes que permiten la solucin de la ecuacin en tantoque valores conocidos . De hecho, se sabe que la indus-tria tiene determinadas exigencias de ubicacin, comportadeterminadas funciones, de vivienda en primer lugar, a lasque hay que dar cobijo mediante un determinado tipo deedificio. De este modo, el espacio se organiza alrededorde estos cuerpos relativamente notorios, rgidos y fijos.En fisica se llamaran cuerpos galileanos de referencia, yla metfora no resulta extempornea, puesto que el propioAlbert Einstein nos invita a razonar sobre la base de unametfora que tiene que ver con la historia de la ciudad, delpaso de una relatividad limitada a una general, donde la pri-mera es aquella en la que los cuerpos de referencia permi-ten todava unas mtricas que tienen que ver con todo elsistema.

    a evolucin hacia la metrpoli ha sido posible por-que el punto de partida de la ciudad europea no ha sido lapols griega, sino la civitas romana. Nuestra idea de ciudades totalmente romana, es civitas mobilis augescens y hasta qupunto esto resulta fundamental lo demuestra la historia delas transformaciones urbanas, de las revoluciones polticasque tienen la ciudad como centro, a diferencia de lo quesucede en otras civilizaciones donde la forma urbis se hamodificado precisamente por la influencia, o mejor an,po r el asalto de la civilizacin occidental. as civilizaciones

    urbanas de la antigedad que hoy conocemos son riqu-simas, pero son estables en su forma: todas demuestran elarraigo terrenal, ya sean las grandes ciudades mesopotmicas o las ciudades orientales Kioto, Shanghi y Peknfueron megalpoli en tiempos en los que Pars y Londreseran aldeas, pero sus formas han permanecido relativamente estables durante siglos). as increbles revoluciones dela forma urbis derivan de este acercamiento a la ciudad quese tiene con la aparicin de la civitas romana. as formasurbanas europeas occidentales derivan de las caractersticas de la civitas La ciudad contempornea es la gran ciudad,la metrpoli de hecho, ste es el rasgo caracterstico de laciudad moderna planetaria). Se ha disuelto to form urbistradicional. En su momento las formas de la ciudad eranabsolutamente diferentes vase, po r ejemplo, las diferenciasentre Roma Florencia yVenecia).Ahora slo hay una nicaforma urbs o mejor an, un nico proceso de disolucin detoda identidad urbana.

    Este proceso que, como veremos, se lleva a cabo en laciudad-territorio, la ciudad posmetropolitana) tiene su ori-gen en la afirmacin del papel central de la unin de lugarde produccin y de mercado. Cada sentido de la relacinhumana se reduce a la produccin, el intercambio y el mer-cado. Es aqu donde se concentra toda relacin; entoncestodo lugar de la ciudad es visto, proyectado, reproyectado ytransformado en funcin de estas variables fijas, de suValor.Los lugares simblicos slo se convierten en estos anterioresy desaparecen aquellos que haban sido los lugares simblicos tradicionales, sofocados po r la afirmacin de los lugares del intercambio, expresin de la movilidad de la ciudad,de la ervenleben a vida nerviosa] de la ciudad. as nuevas

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    3 construcciones son macizas, dominan, son fsicamente voluminosas, grandes contenedores imaginad la arquitectura delas tpicas ciudades industriales, la fascinacin que ejerce entodas partes la arquitectura-fbrica) cuya esencia consiste,no obstante, en ser mviles, en dinamizar toda la vida. Soncuerpos que producen una energa movilizadora, desquiciante y desarraigante. Estas presencias disuelven o ponenentre parntesis las presencias simblicas tradicionales que,de hecho, se reducen al centro histrico. Es as como naceel centro histrico : mientras la ciudad se articula ya enbase a la presencia dominante y central de los elementosde produccin e intercambio, la memoria se convierte enmuseo, dejando as de ser memoria, porque sta tiene sentido cuando es imaginativa, recreativa, de lo contrario seconvierte en una clnica donde llevamos nuestros recuerdos.Hemos hospitalizado nuestra memoria as como nuestrasciudades histricas, haciendo de ellas museos.

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    a ciudad-t rritorio o laposm trpoliHoy nos encontramos en una fase posterior. Mientras quedichas presencias todava articulaban el espacio en las metrpoli, fundaban unas mtricas bien reconocibles en la dialctica entre centro y periferia y constituan los criteriosdominantes del urbanismo clsico de los siglos XIX y xx lasdiferentes funciones productivas, residenciales y terciarias),en la actualidad esta posibilidad est completamente superada.La ciudad-territorio impide cualquier forma de programacin de este gnero. Nos encontramos ya en presencia de unespacio indefinido, homogneo, indiferente en sus lugares,donde los acontecimientos suceden sobre la base de lgicasque ya no corresponden a ningn proyecto global unitario.Como tales, dichos acontecimientos cambian con una rapidez increble: cierto es que la fbrica no era la catedral, puesno tena la estabilidad de los viejos centros de l form urbispero s tena cierta estabilidad.Ahora la rapidez de las transformaciones impide que se conserven recuerdos del pasadoen el lapso de una generacin. Esto comporta encontrarnos

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    ya en una situacin donde casa y no casa se conectan; mora-da y no morada son dos caras de la misma moneda.Aunque t iene su centro impulsor en Occidente, este pro-ceso alcanza ya todos los continentes. En 1950 haba ochen-ta y tres ciudades en el mundo con ms de un milln dehabitantes, y de ellas cincuenta se encontraban en los pasesindustrializados.En la actualidad, hay trescientas ciudades

    con ms de un milln de habitantes y en su mayor parte seencuentran en los pases pobres. En 2015 habr treinta y tresciudades con una poblacin superior a los veinte millonesde habitantes y veintisiete de ellas se encontrarn en los pases pobres. Cmo estarn hechas? Si extrapolamos a partirde la situacin actual, sera demasiado fcil preverlo: vastsimas reas arquitectnicamente indiferenciadas rebosantes defunciones de representacin, financieras y directivas con apilamientos alrededor de reas perifricas residenciales, gueti-zadas unas respecto de las otras, zonas comerciales de masas, restos de produccin manufacturera. El conjunto, conec-tado po r acontecimientos ocasionales, es independientede toda lgica urbanstica y administrativa. Para las grandesmasas la casa ser el miniapartamento estandarizado. Comorezaba una publicidad en Senegal: Comprad nuestras casasas de pequeas, pues podris estar con la mu jer y el hijo y alfin podris dejar de hospedar a los familiares que vienen delcampo . Estas periferias para la clase media baja burcrata,que es una de las patologas ms inauditas de los pases subdesarrollados en frica las burocracias pblicas dan empleo adiez veces ms personas que las que empleaban en el perodocolonial), son consecuencia del proceso de megaurbanizacinde dichas reas, porque han destruido los recursos y las culturas locales y han multiplicado las rentas. ste es el plan para

    DoloDo. lo-o.:o-:Ql-'O::J

    estos territorios: po r un lado, centros directivos, representativos y terciarios a la manera occidental y por otro, periferiaspopulares al modo occidental con tiempos de degradacinde pocos aos, para acabar en idonvilles Otro modelo con-siste en la nica ciudad, como enJapn, donde a lo la rgo dela costa no hay solucin de continuidad desde el norte hastaHiroshima; la ciudad coincide con todo el territorio.No cabe duda de que el territorio donde vivimos cons

    tituye un desafio radical a todas las formas tradicionales dela vida comunitaria. El desarraigo que produce es real.Todas las formas terrenales tienden a disolverse en la red delas relaciones temporales vase ms adelante). No obstante,para ello se hace necesario que el espacio asuma justamenteel aspecto de una forma a priori equivalente y homogneaen todos sus puntos; es decir, que desaparezca la dimensindel lugar, la posibilidad de definir lugares en el interior delespacio o caracterizar este lt imo segn una jerarqua delugares simblicamente significativos.

    s posible vivir sin lugar? s posible habitar all dondeno se producen lugares?El habitar no se produce all donde se duerme y de vezen cuando se come, donde se mira la televisin y se juegacon el ordenador personal; el lugar del habitar no es el alojamiento. Slo una ciudad puede ser habitada, pero no es posible habitar la ciudad si sta no se dispone para el habitar;es decir, si no proporciona lugares. El lugar es all dondenos paramos: es pausa; es algo anlogo al silencio en una par-titura. La msica no se produce sin el silencio. El territorioposmetropolitano ignora el silencio; no nos permite pararnos, recogernos en el habitar. No conoce, no puede cono-cer distancias; stas son su enemigo. En su interior todo lugar

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    parece destinado a acartonarse, a perder intensidad hastatransformarse en nada ms que en un pasaje, un momentode la movilizacin universal.

    Uno se encuentra en una ciudad que es y no es casa,donde se est no se est, una ciudad que se vive como unacontradiccin. Cules son las consecuencias?Afrontar elproblema con la idea de restaurar lugares, en el sentido tra-dicional del trmino, es una forma regresiva y reaccionaria.Tambin se puede aplaudir el proceso en curso y su din-mica, el movimiento de disolucin de los lugares imperio-samente en la prctica. Vivimos ya en el antiespacio; todosnuestros asentamientos se mueven en el ciberespacio; debe-mos imaginar nuestras casas como sensores son palabrasdel arquitecto estadounidenseWilliam Mitchell en su libroCity

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    Me refiero a la phisis en su sentido ms propio ( fsica vienede phisis naturaleza ). Sera alguna vez concebible un espacio-sin-lugar si, como resulta evidente, resiste ese lugarabsolutamente fundamental que es nuestro cuerpo?, cmoresolver este lugar en el continuum temporal?, o cmo redu-cirlo a una funcin meramente dependiente a par ti r de sudespliegue? Si somos lugar, cmo podremos no buscar lugares La filosofa del territorio posmetropolitano parece exigir nuestra metamorfosis en almas puras, o en pura dinamisenerga intelectual.Quiz nuestra alma sea realmente a oikossin casa, como el eros platnico, pero .. . nuestro cuerpo, larazn de nuestro cuerpo? No tiene el propio nmada quever de todos modos con el lugar?Va de un lugar a otro, nose detiene en ninguno, pero siempre conoce lugares. Y qurepresentan sus grandes alfombras sino la casa, el lugar desu casa, que lo s igue a cualquier par te y donde habitaba enesencia? Puede que llegue un da omo ya ha sucedido enlas profecas de la ciencia ficcin en que nuestro cuerposea transmisible como cualquier otra informacin. Entoncesquiz se resuelva el problema de su razn especfica y portanto, del lugar y del habitar . Pero, ser ese hombre realmente superhombre en todo y para todo? Podemos imaginrnoslo en transmisin perenne, pero no deber tomartierra en algn punto, en algn momento? Ser perenne-mente insomne o peregrinante, como las almas que vuelanalrededor del Poeta del Paraso, o deber todava detenerse?Dnde?, en estaciones de recarga ?, en distribuidoresde energa?, o todava tendr que hacerlo en lugares? Pero,qu lugares? Es evidente que este hombre nunca podrreconocer como propios los lugares de los antiguos espaciosurbanos ni los de las antiguas metrpolis.

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    He aqu, pues, el gran y fascinante problema con el que semiden todos quienes, con conciencia crtica y filosfica,afrontan la perspectiva del territorio posmetropolitano bajolos diversos perfiles administrativos, urbansticos y arquitectnicos. Ninguna aoranza reaccionaria hacia la tierrabien fundada de la rbs ninguna voluntad nostlgica derestaurar-recuperar los lugares de la antigua ciudad: esto slopodra dar lugar localismos vernculos, a una eimatkunstun arte regional vaco e insensato. Pero, igualmente, ningunahuida hacia el futuro , ninguna ideologa de lo futuribleUna tendencia similar hace que la arquitectura sea un juegopuramente formal y que pierda toda potencia constructiva,toda seriedad y responsabilidad. Qu hacer entonces?

    En el espacio metropolitano todava subsista una jerar-qua precisa entre edificios o contenedores que desarrollaban la funcin de ser cuerpos de referencia. Sobre el reloj de estos cuerpos se recalcaba la mtrica del conjunto.El urbanismo contemporneo siempre se ha movido mso menos alrededor de la orientacin que garantizaban loscuerpos, intentando racionalizar el uso del espacio alrededorde ellos.Todo cuerpo-edificio de referencia est llamado adesarrollar una tarea definida, tiene unas cualidades y propie-dades especficas. Bajo este perfil, el espacio metropolitanono se diferencia sustancialmente del espacio urbano sino po rel hecho de exceder todos sus viejos lmites, lanzndose a lolargo de las directrices de su movimiento.stas son las contradicciones que obligan a ir ms all dela metrpoli. Por un lado, su esencia consiste en la irradiacin en un espacio como forma pura a priori; por otro, suirradiacin se contradice constantemente con la gravedadde los cuerpos de referencia que la ocupan.

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    Para estar a la altura de esta tarea urbanstica es necesario enfrentarse a un problema filosfico fundamental, o almenos localizarlo: es posible eliminar el espacio mientrassigamos siendo cuerpos?Pedimos al mundo exterior que se disuelva en virtualmientras seguimos siendo el lugar de nuestro cuerpo, milesde millones de molculas de las que nos componemos yque tienen cierta forma espacial. Cmo podemos hacerconvivir el lugar que somos con la eliminacin externa detodo lugar? Se trata de un problema esencial. Podra hacerse ciencia ficcin inteligente, tal como hace Philip K Dick:en cuanto consiga transmitirme como un fax o como uncorreo electrnico, el problema estar resuelto.

    Si pudiramos tratar nuestro cuerpo como una informa-cin entre otras muchas, el problema estara resuelto, puestoque ya somos dueos de la informacin, de su manipulaciny su transmisin. Pero, no es esto lo que est ocurriendo?No est tratando la ciencia mdica el cuerpo como unconjunto de informaciones? Mucha gente habla de biopo-ltica, de un tratamiento de la vida sobre la base de expectativas y aparatos tcnico-polticos, y esto, lejos de ser cienciaficcin, constituye ya una realidad la buena ciencia ficcinsiempre ha tratado de ideas-lmite y reguladoras de unaforma real); esta perspectiva es un hecho: tratamos ya nuestro cuerpo tcnica y polticamente como un conjunto deinformaciones.

    Debemos afrontar esta paradoja filosfica y esttica.La energa que emana el territorio posmetropolitano esesencialmente desterritorializante, antiespacial. Es cierto quees posible afirmar que este proceso ya se haba iniciado conla metrpoli moderna, pero slo hoy tiende a explicarse en

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    su perfeccin. Se considera que toda mtrica espacial constituye un obstculo que hay que salvar. La idea reguladora essiempre la de una angelpolis absolutamente desarraigada.sta es tambin la idea reguladora, o la ftlosofa de base, delas tecnologas informticas; mejor dicho, para estas tecnologas, la superacin del vnculo espacial no representa ms queel primer paso hacia la superacin tambin del vnculo temporal, hacia la posibilidad de una forma de comunicacinverdadera y completamente angelical (de hecho, los ngelesse entienden entre s sin mediacin alguna, en la inmediatez del mero pensamien,to). Una forma tal de comunicacinhace que el espacio sea perfectamente indiferente y homogneo. ste no presenta ya ninguna densidad particular,ningn nodo significativo y naturalmente, el efecto de sueliminacin consistir en la perfecta transparencia y fiabilidad de las informaciones. De hecho, si stas no encuentranningn obstculo, ya no deben ser transportadas , ya no seproducirn malentendidos ni equvocos. El mito o la ideologa de la perfecta desterritorializacin se ve acompaado porel de una forma inmediata de comunicacin, o mejor an,de la total eliminacin de los malentendidos.

    Pero, desgraciadamente, el espacio se venga de este deseode ubicuidad , y lo hace de dos maneras: en primer lugar,ya no nos movemos por las ciudades a causa de los problemas del trfico s todos los das nos vemos obligados adescubrir que todava somos unos cuerpos, y nos movemoscon medios que todava son unos cuerpos que no puedencompenetrarse: se est poniendo de manifiesto que la ilusinde que nuestras exigencias de movimiento fsico se reduciran con las tecnologas informticas son pura ideologa,porque cuanto ms crece la velocidad de la informacin,

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    ms parece aumentar el deseo de movimiento fsico y deubicuidad). El espacio se venga, pues, inmovilizndonosen las ciudades. Pero tambin se venga po r otro rever-so: las arquitecturas que se construyen por todo el mundocontrastan radicalmente con esta ansia de movimiento yde espiritualizacin , y a menudo resultan de una pesa-dez monumental extraordinaria. Se construyen cuerposextremadamente rgidos, voluminosos y monovalentes. Laarquitectura tiene un anhelo paradjico y pattico po r elsimbolismo del edificio (en Berln puede verse el triun-fo del nfasis y de lo monumental, ms all de la cualidadespecfica de los contenedores particulares, como si hubieran querido construir la nueva Acrpolis o el parlamentode Estados Unidos de finales del siglo XVIII). Cuando interviene a escala urbana, y con independencia de la calidad deuno u otro arquitecto, el lenguaje arquitectnico lo hacecon una ftlosofa que contradice totalmente esta tendenciaa la movilizacin universal.A lo sumo, fueron los grandesmaestros de hace algunas generaciones quienes pensa-ron unos edificios realmente transparentes, unos pasajes .Esto sucede por una razn esencial: la exigencia de fuertespresencias, significativas y simblicas, en el territorio posmetropolitano constituye un indicador de una exigenciapsicolgica insuperable, que, sin embargo, se da de bofetadascon la de la ubicuidad.

    Espacios cerrados y espacios abiertosSe trata de un problema que ya ha sido abordado, pero lasrespuestas siguen pareciendo inadecuadas. La existencia

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    posmetropolitana contina estando congelada en espacios cerrados.A los contenedores tradicionales se les aadenotros, pero con exactamente la misma lgica. Los contene-dores se disponen segn rdenes y motivaciones diferentesde las que todava presidan la organizacin metropolitana,pero continan siendo contenedores.Aumenta la tempo-ralidad, la aparente arbitrariedad de su colocacin, pero sucualidad es siempre sa cada uno tiene propiedades relativamente fijas, estticas. Contina siendo un cuerpo dereferencia, o sigue pretendindolo cada vez con mayoresfuerzo, puesto que en la indiferencia del territorio ya escasi imposible emerger de verdad). Se multiplica,pues,el nfasis, la retrica del contenedor y cuanto ms aumen-ta, ms destacada es su pobreza simblica. La presencia deestos espacios cerrados, la resistencia que estos cuerposejercen contra el despliegue de la vida posmetropolitanaresulta cada vez ms claramente intolerable. Naturalmente,el espacio cerrado no es slo el edificio definido en basea una funcin, a una nica propiedad ; es tambin el simple barrio residencial , los espacios cerrados que constituyen los parques de atracciones, donde la propia diversin secronifica , como la enfermedad en los hospitales, la enseanza en las escuelas y en los campus, y la cultura en losmuseos y en los teatros.

    El fenmeno se hace particularmente evidente en laevolucin de la ciudad norteamericana, pero sucede unpoco lo mismo en todas partes. Frente a la intensificacin,probablemente insostenible, de esta vida nerviosa y ante laimposibilidad de encontrar lugares en el espacio-tiempo delterritorio, quien puede permitrselo vive durante parte desu jornada en esta movilizacin universal y ms tarde huye

    hacia lo que los socilogos norteamericanos llaman las gatedcommunities [comunidades cerradas]. Se encierran en alguna parte, por la tarde se vuelven a encerrar, cuando su niveladquisitivo se lo permite, en un lugar-prisin. Cuando msfisiolgicamente in secura es la vida en la ciudad-territorio,tanto ms se busca el imposible sine cura de la morada .

    En Italia nos encontramos todava en los inicios y existen pocos ejemplos de este fenmeno, pero en EstadosUnidos es algo que ya est muy difundido. Los ricos hanabandonado Manhattan y se van a un pueblecito de NuevaJersey a pasar la tarde mirando la tele, como en un fortn,y al da siguiente se vuelven a meter en el trfico metro-politano: en esto consiste su vida. Esta necesidad de comu-nidades cerradas responde probablemente a una exigenciaprofunda de nuestra psiche porque no es fcil vivir en lamovilizacin universal, en una mtrica meramente temporal.

    Sin embargo, la contradiccin se hace patente: si por unlado el espacio cerrado tiene necesidad de comunidad porotro la t iene de privacy en lo que se refiere tanto al estilo devida como a la concepcin y prctica del derecho.

    Cmo hacemos para hablar de ciudad intentandootorgar una valencia comunitaria a este trmino, si la ciu-dad est regulada por formas de derecho privado? i es as,entonces se trata solamente de un conjunto de personasque entrelazan relaciones sobre la base del inters recproco, como empresas que se relacionan mediante contratoscomerciales. Que la teora del derecho pblico se vayareduciendo a una forma contractual es ya un proceso inevitable. Sin embargo, se trata de un problema grave porqueentonces nuestra ciudad no es una pols ni una cvitas sino,como deca Platn, una sinoiquia una cohabitacin. Somos

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    personas indiferentes las unas respecto a las otras pero personas que cohabitan; regulamos nuestras relaciones en baseal derecho privado. Pero si es as nos movemos en algoque nos obstinamos en llamar ciudad pero nos paramosvivimos en un condominio.

    Nos encontramos en este punto? Hay quien dice que laindiferencia del condominio constituye un mal menor puesall donde existen vnculos fuertes y simblicos acabamossiempre en guerra mientras que en el condominio comomucho se producen peleas. En la raz del condominio sloexiste la pluralidad mientras que en la de ciudad probablemente tambin haya pol rnos la guerra. En definitiva lasguerras civiles son ms frecuentes en las ciudades que en loscondominios y esto tambin nos podra hacer conservarcierta esperanza.

    El territorio indefinidoQu habitamos hoy? se preguntan los tericos ms pers-picaces. Habitamos ciudades? No habitamos territorios.Dnde acaba una ciudad y comienza otra? Los lmites sonpuramente administrativos y artificiales y no tienen ningnsentido geogrfico simblico o poltico. Habitamos territorios indefinidos las funciones se distribuyen en el interiorindependientes de toda lgica programtica de todo urbanismo; se ubican segn intereses especulativos y presionessociales pero no segn un proyecto urbanstico que tambin en el caso de los grandes maestros urbanistas derivabaprecisamente del hecho de que se poda razonar en base aaquellas funciones fundamentales. Ms que desaparecidas

    5 dichas funciones se han difuminado y diseminado: la desin-dustrializacin el fm de esas presencias productivas con sucarcter masivo no ha ocasionado la desaparicin de la produccin sino que sta ya no se concentre en algunos espa-cios pudiendo encontrarse diseminada en cualquier lugar.Tambin las funciones de intercambio se encuentran portodas partes.

    Es cierto que todava existen polaridades en este espa-cio que todava existen actividades que podemos definircomo centrales y que alrededor de ellas se orientan lasformas de conexin la movilidad etc. Pero cada vez msdichas polaridades pueden organizarse en cualquier lugar.Los sucesos producidos a partir de decisiones de inversinproductiva comercial administrativa etc. pueden locali-zarse sin tener en cuenta los ejes tradicionales de expansinde la ciudad. Los papeles de centro y de periferia pue-den intercambiarse continuamente y dichos intercambiosse producen accidentalmente o segn lgicas mercantilesy especulativas que rechazan toda malla funcional preconstruida. El territorio contina especializndose peroindependientemente de cualquier proyecto global. Se tratarealmente de la muerte de todas las codificaciones delmovimiento moderno de su pensar la ciudad como agrega-cin sucesiva de elementos de la vivienda al edificio de ahal polo funcional a toda la ciudad como contenedor decontenedores . Es muerte de toda tipologa abstracta.

    Qu significa esto? Es necesariamente el fin de todaforma comunitaria o se trata de un proceso de libera-cin de los vnculos que caracterizaban? Se trata de undesencadenamiento de los espritus animales del sistemao bien precisamente esto est haciendo seas a un intelecto

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    general capaz de retomar terreno en diversas formas delpasado, libre de todo arraigo fijo y terrenal? En otros trmi-nos, es el territorio posmetropolitano la negacin de todaposibilidad de lugar, o bien podrn inventarse lugares pro-pios de la poca en la que parece negarse su vitalidad? aciudad se encuentra en todas partes, luego ya no hayciudad.Ya no habitamos ciudades, sino territorios (entranganas de utilizar uria etimologa errnea Territorio de terreo

    tener miedo, mostrar terror). apropia posibilidad de esta-blecer los lmites de la ciudad parece hoy inconcebible,o mejor an, se ha reducido a un asunto puramente tcnico-administrativo. Llamamos ciudad a esta rea por razonesabsolutamente temporales. Sus lmites no son ms que unmero artificio. El territorio posmetropolitano constituyeuna geografa de acontecimientos, una puesta en prcticade conexiones que atraviesan paisajes hbridos. El lmitedel espacio posmetropolitano no viene dado ms que porel confn alcanzado por la red de las comunicaciones;a medida que la red se espacia, podemos decir que salimosde la posmetrpoli, pero es evidente que se trata de unconfn sui gneris: existe slo para ser superado. ste seencuentra en crisis permanente.

    En este sentido, puede decirse con una frmula parad-j ica que vivimos e n u n territorio desterritorialzado Habitamosunos territorios cuya mtrica ya no es espacial; ya no cabeninguna posibilidad de definir, como suceda en la metr-poli antigua, los recorridos de difusin o de delirio segnejes espaciales precisos (aqu se encuentra el centro, aqula periferia). El modelo radial que parte del centro segndeterminados ejes prevea que a medida que se sala delcentro por vas bien definidas, casi antiguos canales,

    se encontraban las funciones residenciales, industriales,etc.Todas estas lgicas tpicas de la sistematizacin urbana y metropolitana han desaparecido. Pueden encontrarselas mismas funciones en cualquier lugar, en particular si seacenta el gran problema de la reutilizacin de los viejosespacios industriales; pueden entonces encontrarse funcio-nes riqusimas y centrales en la antigua periferia (vase elcaso de la fbrica Pirelli en Miln, donde puede aparecer.. .el teatro de la Scala ).Toda mtrica tradicional ha desapa-recido por completo. No hay ningn proyecto urbansticoen base al cual se haga el teatro de la Scala en Sesto SanGiovanni; temporalmente se ha determinado all un vacoque deba llenarse y ha surgido la ocasin para hacerlo; en elfuturo podr llenarse con un supermercado, con unas ofici-nas, con una universidad, etc. No se sabe, no se puede saber,es imposible predecir qu es lo que llenar ese vaco.El desarrollo de la ciudad desde la metrpoli al territoriono es por tanto, programable, lo que constituye el drama detodos los arquitectos y urbanistas. La dificultad no dependede su incapacidad o de la voluntad poltica de los adminis-tradores, sino de la imposibilidad de programar, tambinporque omite todo lmite administrativo; todos los lmitesadministrativos son ficticios, artificiales, pero continan exis-tiendo y esto hace todava ms imposible una programacinseria, porque de ningn modo es posible saber o calculardnde, por ejemplo, acaban los lmites de Florencia y dndeempieza Scandicci.La prdida de valor simblico de la ciudad creceproporcionalmente; asistimos, o nos parece que asistimos,a un desarrollo sin objetivo; es decir, literalmente insensato, aun proceso que no representa ninguna dimensin orgnica .

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    Se trata realmente de la metrpoli del intelecto abstracto,dominado nicamente por el fin de la produccin y delintercambio de mercancas. Es absolutamente natural queel cerebro de un sistema tal considere todo elemento espacial como un obstculo, un lastre intil, un residuo del pasado que hay que idealizar y volatilizar . Sin embargo, almismo tiempo y por la misma razn, esto provoca la improgramabilidad del c onjunto. Nadie ostenta el poder sobre lasconexiones entre las partes, sobre la lgica de las relaciones,que constituye lo esencial.Domina el juego po r definicin imprevisible-- de los intereses privados. La ocupacindel territorio ya no conoce ningn nomos (pues nomos ley

    o lo olvidemos- originalmente significaba subdivisin,reparto de un territorio, un pasto nomos] determinado).

    Espacio y tiempoQuien haya estado en Tokio, en Sao Paulo o en Shanghi,sabe que ya no tiene ningn sentido hablar de ciudad.Se trata de territorios y habitamos territorios cuya mtricaya no tiene ningn sentido espacial, sino, slo en el mejorde los casos, temporal. Hacemos todas nuestras cuentas enbase al tiempo, no al espacio; ya nadie indica la distancia a laque se encuentra una ciudad, sino el tiempo que se tarda enllegar a ella. El espacio se ha convertido nicamente en unobstculo. Es cierto que el espacio se venga de esas mtricas temporales nuestras, pues posee una inercia, como biensaban los filsofos: no se puede erradicar del todo ni volar,al menos por el momento, para cubrir pequeas distan-cias. La venganza del espacio es que lo sintamos como un

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    impedimento, una condena. En efecto, pensamos en la felicidad como en la ubicuidad, lo que resulta un gran problema,pues nuestra mente razona ya en trminos de ubicuidad porun lado y por tanto, vive el espacio como una condena; ypor otro, pedimos que la ciudad se organice en lugares y queadems sean acogedores.

    Pero, cmo unos lugares acogedores, simblicamen-te ricos, logran no constituir unos obstculos espaciales?Pedimos atravesar la ciudad en tiempo real y sin embargo,queremos que sea bella. No es posible construir la cpulade Filippo Brunelleschi en un lugar determinado y que almismo tiempo sea atravesable al instante. Esto slo puedeocurr ir en una ciudad puramente virtual, desencantada,como aquella que se haba pensado para los japoneses a laspuertas deVenecia: al desembarcar del aeropuerto, en lugarde ir a la ciudad hubieran entrado en una especie de salacinematogrfica tridimensional para ver una pelcula sobreVenecia. Es cierto que una ciudad comoVenecia se resiste a transformarse en pura virtualidad, pero esto constituyeun grandsimo problema, porque en la ciudad moderna elesfuerzo consista ya en transformar la ciudad en lugar depaso (como sucedi con las transformaciones de todas lasgrandes ciudades europeas a finales del siglo XIX .

    Hoy tenemos la necesidad de transformaciones anms radicales, porque la denunda de movilidad ha crecido tan desmesuradamente gracias a las nuevas tecnologas,que han entrado en conflicto con el espacio, sobre todo alldonde ste es resistente o bien no se ha transformado conanterioridad.

    Adems, en el espacio posmetropolitano las funcionesasumen el aspecto de acontecimientos tambin gracias a la

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    rapidsima transformacin del propio territorio: ms queubicar una funcin all sucede algo se construye un super-mercado que es un acontecimiento y en el transcurso dealgunos aos en el lugar del supermercado surge otro.De este modo en Shanghi o en Tokio ms que edificiosexisten acontecimientos: se trata de un espacio para aconte-cimientos organizado segn medidas temporales y el terri-torio se presenta como una colacin de acontecimientos. Setrata de la ltima fase de la evolucin metropolitana de laciudad moderna, que irradia desde su centro y que es capazde arrollar cualquier presencia antigua.

    N o obstante asistimos a un fenmeno que en u nmomento determinado parece irreversible: esta expansinse vuelve cada vez ms temporal cada vez menos progra-mada y gobernable. Cuanto ms se dilata la r ed nerviosametropolitana ms devora el territorio circundante msparece perderse su espritu ; cuanto ms potente se haceesta red menos susceptible parece de ordenar y racionalizarla vida que en ella se desarrolla. El intelecto metropolitanosufre una especie de crisis espacial que es perfectamenteanloga a la que sufre el Estado leviatn el Estado modernocon su soberana determinada territorialmente. Los poderesque determinan el crecimiento metropolitano se esfuerzancada vez ms en territorializarse en encarnarse en unorden territorial en dar vida a formas de convivencia legi-bles y observables espacialmente en el territorio.

    A los habitantes del territorio se les pide que reaccio-nen con inmediatez como un sistema nervioso sano convariacin de los estmulos con variacin de una presenciao una forma con una velocidad que no tiene compara-cin alguna con otro momento de la historia de nuestra

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    civilizacin urbana.Y todava continuamos pidindole anuestra ciudad que nos ofrezca lugares de acogida largasestancias como si nuestra corteza cerebral hubiese desarro-llado estas formas de movilidad impetuosa violenta por unlado pero po r otro continuase existiendo la necesidad deuna casa de proteccin en alguna zona profunda del cere-bro: una disociacin que ya se ajusta a nuestra estructurafisiolgica.

    Pero mientras tanto el tiempo de la metrpoli contrastadramticamente con su organizacin espacial con la pesa-dez de sus edificios con la masa de sus contenedores. Lasmasas de la metrpoli no se transforman en energa sinoque al contrario la absorben la consumen exactamente locontrario de lo que suceda en la ciudad donde se produ-ca una correspondencia entre los tiempos de las funcio-nes de los valores de las relaciones y de la calidad de lasarquitecturas donde la arquitectura enriqueca potenciabala calidad del conjunto. Debemos volver a encontrar dichacorrespondencia pero resulta imposible hacerlo volviendoa proponer una form ur s tradicional. Debemos inventarcorrespondencias analogas entre el territorio posmetro-politano en el que vivimos y edificios lugares donde poderhabitar; debemos inventar edificios que sean lugares perolugares para la vida posmetropolitana lugares que expreseny reflejen el tiempo el movimiento .

    Un apunte: la polivalencia de los edificiosVivimos obsesionados por imgenes y mitos de velocidady ubicuidad mientras que los espacios que construimos

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    insisten pertinazmente en definir, delimitar y confinar.Necesitamos lugares donde habitar, pero stos no puedenser espacios cerrados que contradigan el tiempo en el territorio donde, nos guste o no, vivimos. Qu enredo de dificultades y problemas

    Por utilizar una metfora procedente de l fisica contempornea, el espacio metropolitano todava era unespacio de relatividad limitada ; el del territorio posmetropolitano deber ser un espacio de relatividad general .Aqu no slo cualquier edificio debe poder servir comocuerpo de referencia, sino que los cuerpos deben podersede-formar o transformar durante su movimiento. De estemodo la distr ibucin de la materia en este espacio mutarconstante e imprevisiblemente. El espacio global resulta-r de la interaccin de sus diversos cuerpos: elsticos, d eformables , capaces de acogerse entre s de penetrar unosdentro de los otros, como esponjas y moluscos. Cada unoser polivalente, no slo en cuanto que engloba diversasfunciones en s mismo, probablemente confinndolas denuevo a su interior, apresndolas en s mismo, sino en cuanto que est en relacin ntima con lo diferente a s mismoen tanto que es capaz de reflejarlo. En un espacio tal, cadaparte es como una mnada que acoge en s misma el todo,que lleva en s misma l lgica del todo: una individualidaduniversal. En absoluto se trata de una operacin completamente ideolgica de supresin del lmite: cualquier cuerpopresenta lmites, so pena de anularseoTampoco se trata deconfundir anrquicamente l s relaciones entre los diversos tiempos de los diversos lugares, sino que se trata msbien de acordar sin confundir , haciendo que viva el todo,la forma del t odo en la cualidad de cada parte.

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    Cuando los cientficos sostienen que nuestro destino no esterrenal y que estamos inevitablemente llamados a colonizartodo el universo que nuestra casa no es el planetaTierraste es el sello fundamental de todas las grandes gnosis unagnosis secularizada. La doctrina salvadora gnstica es sus-tancialmente nihilista es decir no es un fin determinadouna civitas futura precisa sino justamente una nostalgia dela marcha del desarraigo infinito de la espiritualizacin.La ergeistung transformacin] de todas nuestras relacio-nes comunitarias en relaciones espirituales es decir des te-rritorializadas incorpreas constituye el rasgo caractersticode la metrpoli tal como informaron los grandes socilogosde finales del siglo XIX. Nuestros intercambios se producencada vez ms en una dimensin comunicativa que evita lamediacin corprea. El espacio que poco a poco se va con-trayendo catastrofizando a tiempo podra sufrir una espe-cie de colapso gravitacional una contraccin un espasmo.

    Existen en la actualidad civilizaciones susceptibles derebatir esta tendencia fundamental? El Islam es una religinexactamente igual de universalista que el cristianismo cuyoobjetivo es la realizacin de ar el Islam tierra del Islam]en todo el planeta. Desde este punto de vista se trata de uncompetidor pero la competencia no es contratendencia.El Islam pues no es lo otro .

    La distincin segn la cual la globalizacin no es la occi-dentalizacin del mundo es una de las tesis ms discutidasy discutibles pues hasta ahora no existe evidencia algunaque la sostenga; hasta el momento la globalizacin ha sidooccidentalizacin. Samuel P Huntington dice: Si la glo-balizacin significa occidentalizacin habr enfrentamien-to de civilizaciones porque quienes no se reconocen en

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    la civilizacin occidental se opondrn a la globalizacin .No obstante, Huntington no niega que hasta ahora la globalizacin se haya llevado a cabo como occidentalizacin.Al contrario, subraya que hasta ahora todas las resisten-cias que la globalizacin ha encontrado derivan del hechode que sta se presenta como occidentalizacin, de ah lasreacciones, en particular las del Islam. Es posible pensaruna modernizacin que no sea occidentalizacin sabiendoque Occidente ya no tiene ningn significado geogrficoy que debemos entende,rlo solamente como dominio dela tcnica, de la racionalidad tcnico-cientfica totalmenteannima e impersonal? A partir de MaxWeber en adelante es necesario razonar de esta manera cuando se piensa enOccidente. Este Occidente se va globalizando. Existe unaalternativa al dominio de la racionalidad tcnico-cientficaque no sea occidental? Es posible la escisin entre lo tc-nico econmico y la cultura? Desde un punto de vista histrico y filosfico, es una necedad sostener la escisin, puessignifica interpretar el desarrollo tcnico, cientfico y eco-nmico occidental como algo totalmente desligado de todopresupuesto cultural, filosfico y religioso.

    Algunas corrientes reformistas presentes en el Islam hanintentado desesperadamente pensar una va de moderni-zacin no occidental, escindiendo el aspecto tcnico eco-nmico del cultural internalizar la tcnica, la racionalidadcientf ica, el mecanismo de mercado de Occidente, sindejar de ser islmicos). No se ha conseguido en absoluto.Deriva este trgico fracaso de los vicios originarios de lacolonizacin, del imperialismo, o de la incapacidad pol-tica, de la miopa cultural? Es cierto que una interpreta-cin de la tcnica y de la economa en clave meramente

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    tcnico econmica es insostenible en el plano histrico yfilosfico, pues sabemos que la Tecnica en s misma es fundamentalment e filosfica, es el producto de una visin delmundo, de siglos de filosofia, de teologa, de cultura y decivilizacin. Prueba de ello es entre otras cosas,la diferentereaccin suscitada por la globalizacin en diferentes con-textos culturales. Parece que en los pases islmicos, en ciertos pases africanos, etc., la introduccin de la racionalidadtcnico-cientfica puede producir un infarto a las formasculturales preexistentes, mientras que esto no ha ocurridoen el Oriente asitico y en Japn, donde las culturas anteriores han seguido de algn modo vivas dentro del procesode occidentalizacin. Sus formas de cultura, de civilizaciny de religin, permitan esta simbiosis. De todos modos,aunque esto no quiere decir que la racionalidad occidentaldestruya las formas culturales precedentes, tampoco puedeafirmarse que haya una separacin de principios entre elaspecto cultural y el tcnico-cientfico de una civilizacin.

    Vuelve aqu, en su figura ms dramtica, el problema delas relaciones entre espacio y tiempo. Es decir, se cuestionasi es alcanzable un nuevo orden espacial desde el momentoen que se admite la primaca del tiempo en nuestras existencias, en nuestra experiencia vivida. En primer lugar,no podemos dar por descontado que este triunfo del tiem-po no vaya a desplegarse hasta consecuencias extremas. ejercicio mental mediante el cual realmente el tiempopuede incluir en s mismo la experiencia espacial no es unapregunta vaca desde el punto de vista filosfico. Kant man-tiene un dificilsimo equilibrio entre espacio y tiempo, perotambin en su obra acaba por reconocerse la primaca deltiempo, porque las formas del esquematismo e l eje de

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    la razn pura y de toda la fIlosofa kantiana que garantizanel paso de las categoras al fenmeno, permitiendo as laconstruccin de una ciencia de la naturaleza- son form.asdel tiempo; el esquematismo acaece en el tiempo, no en elespacio. Ms tarde, el tiempo domina la fIlosofa contempornea; en Ser y tiempo 3 Martin Heidegger reconoce quela nica va de acceso al ser es temporal, mientras que en suobra el espacio se considera un producto, pura imagen dela temporalidad del aseincomo si faltase alguna topologa. Desde este punto de vista, existe un fuerte nexo entreel fIlsofo judo Franz Rosenzweig y Martn Heidegger,como si el primero anticipara al segundo sosteniendo que laafIrmacin prepotente del tiempo produce todo el conjunto de las nuevas y particulares experiencias espaciales.sta podra ser una va de investigacin, no cabe duda.Para que el tiempo pueda abrirse a esas nuevas dimensiones espaciales, es preciso que sea un tiempo particular.N o puede ser un tiempo kantiano, forma a priori comoel espacio, indiferente y equivalente en todos sus instantes;debe ser el tiempo litrgico, que es discontinuo, constantemente determinado un tiempo re-cortado, nO indiferenteni homogneo. Como el espacio, el tiempo de Kant es unadimensin homognea e indiferente en todos sus puntos;el tiempo de Rosenzweig es el litrgico, que afIrma queun da es distinto a otro. Si se tiene una idea de tiempo deeste gnero, entonces ese tiempo puede combinarse COnun espacio; de otro modo no. De lo contrario se reflexionasobre este espacio-tiempo indiferente y vaco, dondetodo punto es equivalente al otro y es mesurable en basea los ejes cartesianos. Entonces, para tener una experiencialitrgica del tiempo y para tener una idea de tiempo que

    _Heidegger, Martin, Sein und Zeit [ 927]Vittorio Klostermann, Stuttgart, 1977versin castellana: Ser y tiempo Trotta,Madrid, 2003) [N. del Tl.

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    permita su traduccin en espacio, son necesarios ethos yetnos judasmo. En la polmica de Rosenzweig en las confrontaciones con el cristianismo, se afIrma precisamenteque los cristianos tienen un espacio litrgico aparente, puespara ellos la civitas peregrina aunque se recalce, no tiene races tnicas, no tiene un ethos uno se hace cristiano,judo senace, dice con razn Rosenzweig.

    Si esta perspectiva para nosotros amaga el infarto ,cmo podemos remediarlo? Es verdad que la insercin deun tiempo litrgico fuerte es una va de salida. Sin embargo, si tenemos en mente el esquema de Rosenzweig, noest de ms recordar que este esquema se afIrma como algopropio del judasmo, no del cristianismo. Es en este punto,y en otros pocos fundamentales, donde, tras varios acercamientos al cristianismo, Rosenzweig se separa de l viendo la incompatibilidad de las dos vas. Puede entonces laliturgia contener el infarto? Parece indudable que el cristianismo considera la tierra como espacio de misin porutilizar una expresin de Rosenzweig) y que, po r tanto,sea verdaderamente en el sentido de la globalizacin. Hayvarias maneras y formas de entender esta tierra como tierra de misin , pero nO existe la posibilidad por parte de uncristiano de entender la tierra como ethnos sta fue la eterna polmica con Sergio Quinzio).4

    _Sergio Quinzio 1927-1996) fue untelogo y exegeta italiano, autor de,entre otros, Un commento aUa BibbiaAdelphi, Miln, 1972) [N. del T l

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    edificios explicaran plenamente nuestra vida, su razones, deotro modo lo bello es algo inaprensible e indefinible.En elsignificado clsico de kalon haba unos metros, unas medidas, unos cnones, un fundamento objetivo slido, y no unaadhesin esttica subjetiva. Pertenece o no pertenece eseedificio a ese gran Lagos? Respeta o no ese lagos que tras-ciende toda obra particular? Una estatua o un templo eranbellos si se correspondan con aquel canon que trascenda lapostura esttica subjetiva.

    Desde este punto de vista, nuestra ciudad es en cambiola patria de la varietas. En los grandes tratados arquitectni-cos del siglo XV I y ms tarde en la construccin de la ciudad barroca) ya no se cumplen los cnones y toda normaes artificial, convencional.En la ciudad entendida comoterritorio, nuestra belleza se confia a la varietas. En absolutopodemos pensar en restaurar unas medidas, unas logoi unasrelaciones con valores cannicos. Nuestras normas, nuestrasmedidas y mtricas no pueden tener ms que un carcterartificial, convencional. Es imposible remontar la corriente y construir monumentos pero la varietas puede ser unavarietas que guste. El propio Lean Battista Alberti dice ensu obra De re aedificatoria: Mirad que lo clsico no es aquello que piensan los anticuarios .5 Lo clsico es tambin lavariedad de formas y puede ser concinnitas un canto sinf-nico cum cano: canto conjunto). La idea de la belleza comoconcinnitas aparece en los siglos xv y XVI Debemos ir en esadireccin, experimentarla de nuevo.

    aptulo

    Para acabar con belleza

    Alguien se preguntar si en toda esta problemtica urbams-tica est todava presente la exigencia de belleza que parecehaber caracterizado desde siempre la idea y la prctica delhabitar.

    Mi respuesta es que es necesario entenderse bien conel trmino belleza , con sus significados. Las bellezas sonmuchas, como muchas son las formas de la ciudad. En laactualidad estamos buscando un concepto de belleza que seubica en una dimensin puramente esttica (bello es aquello que gusta, que es agradable), pero la belleza no slo tieneeste significado fenomnico esttico.En el clasicismo noera as; para el griego antiguo kalon tema otro significadodistinto: significaba mira cun fuertemente est construido , mira cmo se tiene en pie , mira qu bien est enrai-zado : esto explicaba el trmino, significaba todo aquelloque est formado, articulado, construido de un modo per fecto, y que por ello puede perdurar. No se trataba de unjuicio subjetivo, sino que deba emerger objetivamente.Entonces, qu queremos de nuestra ciudad?, que sea bellasegn este segundo significado? Para que pueda emer-ger algo bello en esta acepcin, se necesitara que nuestros

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    Alberti, Leon Battista,De re aedificatoriao Los diez libros deArquitectura ColegioOficial de Arquitectosncnicos Oviedo1975 [N. delT.].

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    japolls 1981Cortesa de la GaJerie BarbaraWeissBerlin; fotografa:Wolfgang GnzelCiudad ell el l Jar 1977Museum Ludwig,Colonia; fotografa:Wolfgang GnzelCiudad 977Museum Ludwig,Colonia; fotografa:Wolfgang GnzelCiudad ell bosque 982Cortesa del artista; fotografa:WolfgangGnzelPlaya 982Coleccin Deursche Bank; fotografa:Krllst und PetersYamagucili 1981 1997Cortesa de la Galerie Francesca Pia,Zrich y la GaJerie BarbaraWeiss, Berln;fotografia:Wolfgang GnzelAparcamieuto 982Coleccin privada, Frncfort; fotografa:Thomas BayrleUllJallJejim 976MMK Museul11 fur Moderne KUllStFrncfort; fotografa:Wolfgang GnzelGoetile /lIstilllt 1981Cortesa del artista; fotografia:Wolfgang GnzelNave 982Coleccin privada. Cortesa de laGalerie BarbaraWeiss,Berln; fotografa:Wolfgang Giinzel llaves 982Musellm of Contemporary Art, Losngeles; fotografa: Wolfgang Giinzel

    Este libroest compuesto con las tipagrafiasBembo Redonda e Itlica de Monotype yWhitney Mediana,Seminegra y Negra deH FJ.La tripa est impresa en papel MunkenPure de 12 0 g/m para el texto y MagnSatin de 115 g/m para las ilustraciones.En la cubierta se utiliz un cartoncillogris de 30 0 g/m

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    En este texto surgido de una serie de ponencias Massirno Cacciari recorre lahistoria de la ciudad a travs de su sustrato ms profundo y lanza una provocativareflexin fIlosfIca y esttica

    El recorrido comienza en Grecia y Roma que ofrecen dos modelosantagnicos de ciudad: la polis griega de naturaleza tnica y por definicinendogmica y estanca; y el modelo legalista de la ivit s romana una ciudad cuyaesencia programtica la lleva a abrirse y a crecer inexorablemente Heredera delmodelo romano la ciudad moderna europea se debate entre su condicin demorada de espacio de acogida y encuentro de una comunidad y su condicin demquina de escenario de intercambio y negocio Ms adelante en la metrpoliscontempornea la produccin y el mercado marcan el desarrollo de la ciudad yarrinconan defInitivamente los posos de la historia a travs del confinamiento delos cascos antiguos

    Sin embargo hoy habitamos la posmetrpoli la ciudad territorio Y aunquenuestros cuerpos sigan reclamando la necesidad de lugares la posmetrpoli imponeuna geografa que se ha desprendido de parmetros espaciales para imponer otroslos temporales donde los edifIcios se convierten en acontecimientos y las distanciasen duraciones

    ISBN 978 84 252 2331 0

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