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LA CIUDAD VISTA A TRAVÉS DE LA NOTA NECROLÓGICA: BOGOTÁ 1930-1950
AUTOR: VIVIAN PAULINA ROSADO CARDENAS
DIRECTOR: CARLOS ALBERTO URIBE
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA BOGOTÁ
ENERO 26 DE 2004
LA CIUDAD VISTA A TRAVÉS DE LA NOTA NECROLÓGICA: BOGOTÁ 1930-1950
VIVIAN PAULINA ROSADO CARDENAS
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA BOGOTÁ
ENERO 26 DE 2004
A Mis Padres
TABLA DE CONTENIDO INTRODUCCIÓN................................................................................................................5
ANTECEDENTES..............................................................................................................10
Contexto De La Ciudad.............................................................................................10
Costumbres Funerarias: El Cementerio Central.......................................................17
Periodismo Y La Ciudad : La Crónica Roja En Bogotá............................................24
CAPÍTULO I : LA CIUDAD VISTA A TRAVÉS DE LA NOTA
NECROLÓGICA................................................................................................................28
1.1. Posición E Importancia De La Nota Necrológica En El Contexto De Las Noticias
Semanales.......................................................................................................................28
1.2. Jorge Eliécer Gaitán: La Excepción A La Regla De La Nota Necrológica....................37
1.3. La Nota Necrológica: Una Representación De Lo Cotidiano........................................40
1.4. La Nota Necrológica: Un Indicador De “Progreso”.......................................................44
1.5. Lugares Vedados: Escenarios De La Crónica Roja........................................................46
1.6. La Nota Necrológica: Un Muestra De Jerarquización Entre Las Élites.........................50
CAPÍTULO II: IMÁGENES QUE SE CONSTRUYEN A PARTIR DE LA NOTA
NECROLÓGICA: EL HOMBRE CAPITALINO...........................................................55
2.1. El Intelectual..................................................................................................................56
2.2. El Militar.........................................................................................................................62
2.3. El Industrial – Progresista...............................................................................................64
2.4.El Clérigo.........................................................................................................................68
CAPÍTULO III: IMÁGENES QUE SE CONSTRUYEN A PARTIR DE LA NOTA
NECROLÓGICA: LA MUJER CAPITALINA...............................................................71
3.1. La Matrona......................................................................................................................72
3.2. La Señorita......................................................................................................................75
3.3. La Religiosa....................................................................................................................77
CONCLUSIONES...............................................................................................................80
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA ..................................................................................86
5
INTRODUCCIÓN
El objeto de la presente investigación es realizar una aproximación al análisis de los
imaginarios sociales que a partir del fallecimiento de reconocidos miembros de la sociedad
bogotana, fueron representados en las notas necrológicas en el periodo que correspondió de
1930 a 1950. Es usual que las investigaciones existentes estén restringidas al campo de las
prácticas funerarias de las clases populares, generadas principalmente como respuesta a los
discursos hegemónicos sobre la cotidianidad de la ciudad. Sin embargo, dejar de lado la
exploración de los imaginarios sociales que se construyen, se reivindican o se transforman a
partir de la muerte de los miembros destacados de la comunidad desde la escritura de la
nota necrológica, mutila de alguna manera la reconstrucción de los procesos, siendo así, las
élites capitalinas las excluidas.
Se consideró a las élites como una alternativa viable para complementar el campo de los
estudios realizados sobre la ciudad, ya que en cuanto se refiere a sus notas necrológicas se
evidenció la construcción y difusión de una forma de producción simbólica de la sociedad,
gracias a la cual los hombres y las mujeres se identificaron como parte de una fracción
especifica de la ciudadanía, con sus creencias, roles y valores. La nota necrológica permitió
un acercamiento al panorama social especialmente porque en ésta se encontró el espacio
ideal para la transmisión y reafirmación de los principios que configuraron la
jerarquización, la aceptación y reinterpretación de las nociones generadas sobre la vida
cotidiana a partir de la muerte. Igualmente las notas necrológicas revelaron las jerarquías,
funciones, privilegios claramente definidos y reconocidos, por los bogotanos en general,
6
sobre los miembros de las élites; la importancia que se le otorgó a los apellidos, a valores
como el honor y la filiación.
El periodo comprendido entre 1930 y 1950, fue escogido por considerarse espacio-
temporalmente propicio para evidenciar los elementos que se transformaban lentamente,
por ejemplo las ideas sobre los géneros y los roles y, los imaginarios religiosos; además de
aquellos elementos que fueron coyunturales como la creación de nuevos proyectos de
ciudad y las transformaciones del régimen de producción, al igual que los imaginarios
políticos. Cambios que se presentaron en la que iniciaba su consolidación como “ciudad
moderna” y “cosmopolita”, auspiciados por la industrialización y el fortalecimiento de los
nuevos actores sociales: burgueses y asalariados.
La principal particularidad que presenta este análisis sobre las notas necrológicas, es que se
realiza en un periodo de transición y consolidación de la ciudad, donde se generaron
fenómenos de industrialización y modernización, a la vez que se pasó de un proyecto
político conservador a uno liberal, lo que generó grandes dinámicas en el campo cultural
como el surgimiento y desaparición de sectores sociales, tensiones entre los individuos y las
clases, alteraciones en los ritmos cotidianos y el surgimiento de nuevas concepciones sobre
el tiempo y el espacio. Sin embargo estas dinámicas no se manifestaron de una manera
homogénea y compacta, sino que se adecuaron a las relaciones de oposición, subordinación
y dominación que guardaban con otros fenómenos. Así, la presencia de inversiones
norteamericanas, la consolidación de la clase obrera y el proyecto modernizador de la
república liberal dieron a la ciudad de este periodo unas tendencias que contrastaron con
los modelos conservadores, lo que generó una ambivalencia sentimental entre la añoranza
7
de la ciudad colonial y la nostalgia de una tranquila, con el deseo de la ciudad cosmopolita
y moderna que se manifestó en algunas de las notas.
Las imágenes que se prestan en este texto son imágenes generales, construidas a partir de la
información considerada más relevante, lo que deja abierto el presente trabajo a futuras
complementaciones. Las fuentes primarias fueron exclusivamente las notas necrológicas
publicadas en la revista CROMOS1 y complementadas con algunas aparecidas en el diario
EL TIEMPO para el periodo de interés. Igualmente, para el desarrollo de los capítulos, se
prefirió dar mayor énfasis a la cita de las notas necrológicas que a la de textos teóricos.
En este texto, las prácticas sociales fueron entendidas como la existencia de reglas y
condiciones materiales a partir de las cuales se elaboró el discurso; la nota necrológica fue
vista como una práctica discursiva (Fairclough 1995), en la que se expresa una dimensión
argumentativa de la interacción social que legitima o deslegitima el orden social. La nota
necrológica como práctica discursiva es una herramienta capaz de revelar la presencia de
estructuras, reglas y valores, al igual que evidencia los filtros sobre los cuales de manera
espacio-temporal se construye la cotidianidad, como son la clase, el género, la edad y la
“raza”; filtros que constituyen lugares desde los cuales los actores sociales crean el sentido
sobre el mundo (Fairclough 1989).
1 La revista CROMOS, es un magazín semanal que se ha publicado desde 1916. Su contenido ha presentado la actualidad nacional e internacional, temas de interés en general y columnas de opinión. También ha tratado los temas de moda, ha tenido secciones literarias a parte de la sección social, que desde sus inicios ha sido la mejor ilustrada. Por su costo, volumen de las ediciones, su contenido y su lenguaje ha sido una revista de amplia circulación y asequible a un amplio sector de la población.
8
El trabajo “la ciudad vista a través de la nota necrológica: Bogotá 1930-1950”, esta
dividido en tres partes. En la primera se intenta dar una imagen sobre los aspectos generales
relacionados con la construcción de ciudad desde la nota necrológica. En ella se hace
referencia a la ciudad como un espacio geográfico determinado, que contiene una cultura
dominante: la bogotana, donde se logra ver la elaboración de una cultura regional clasista,
claramente definida y que establece relaciones de dominación en la región y con el resto del
país. En la segunda y tercera parte, se construyen imágenes sociales sobre los géneros a
partir de los distintos tipos de saberes: institucionales, profesionales o religiosos. En ellos
se privilegiaron los roles masculinos y femeninos socialmente configurados y aprobados.
En este panorama, la indagación que se realiza a lo largo de este texto es una búsqueda de
las representaciones colectivas, que desde el fallecimiento de los “miembros ilustres” de la
ciudad, circulan en los diarios y revistas. Es un intento por analizar a partir de la nota
necrológica, aquellas representaciones colectivas que rigen los sistemas de identificación y
de integración social y que en palabras de Pintos (1994) “hacen visible la invisibilidad
social a través del establecimiento de una matriz de conexiones entre diferentes elementos
de la experiencia de los individuos y las redes de ideas, imágenes, sentimientos, carencias
y proyectos que están disponibles en un ámbito cultural determinado”.
Para finalizar, solo queda por reconocer que esta investigación no hubiera sido posible sin
la oportuna ayuda y disposición del querido Edgar, funcionario del centro de
documentación de la Revista CROMOS, al igual que sin la asistencia general de los
funcionarios de la Hemeroteca de la biblioteca Luis Ángel Arango. Pero ante todo no
hubiera sido posible sin la contribución de todas las personas que acompañaron y apoyaron
9
todas las fases que dieron como resultado este texto. Gracias a quienes se tomaron el
tiempo para de leer el documento y dieron sus aportes, al igual que a quienes fueron soporte
anímico a lo largo del proceso. No se especifican los nombres porque no se quiere, por
olvido, dejar de mencionar alguno pero con verdadera sinceridad... nuevamente gracias.
10
ANTECEDENTES
Contexto De La Ciudad
Los trabajos realizados sobre las prácticas sociales generadas y vividas en Bogotá en el
período de 1930 a 1950, pertenecen casi en su totalidad al campo de la Historia. Sin
embargo, es importante destacar que para los propósitos de esta investigación es
significativo conocer el entorno social capitalino, característico de las últimas décadas del
siglo XIX. Así, trabajos como el de Mejía (1999) se encargan de mostrar la transición que
experimentó la ciudad del régimen colonial al republicano, todas las implicaciones que este
tránsito significó para el desarrollo de la ciudad, de sus espacios, de sus habitantes y la
interacción entre ambos. “Los años del cambio” (Mejía 1999) es un texto fundamental para
la comprensión de los procesos de modernización que más tarde experimentará la ciudad,
ya que, las costumbres y prácticas heredadas desde la colonia se mantendrán, con algunos
matices, hasta las primeras décadas del siglo XX.
La ciudad a la cual se refiere Mejía (1999), es una urbe que no cambia de apariencia física
de forma significativa entre el siglo XVIII y los primeros años del siglo XIX, situación que
ayuda a la creación de una percepción común entre sus habitantes y visitantes. La imagen
que se construye de corresponde a la de “una ciudad tradicional”2; no obstante, como lo
describe el autor, en este periodo la ciudad pasa por un estado ambivalente entre el modelo
colonial clásico español y el capitalista, que se abrió ante ésta llevando implícitos
mecanismos como la industrialización.
2 Esta construcción colectiva del imaginario sobre la ciudad toma fuerza por la conservación de la traza española; carencia de vida nocturna, lo homogéneo de sus edificaciones y la posición geográficamente aislada de la ciudad con relación al resto del mundo. (Mejía 1999)
11
Aunque en principio los habitantes de la ciudad se opusieron a los cambios, se
desarrollaron diferentes dinámicas de carácter biopolítico que se pusieron en marcha con
el propósito de mejorar las condiciones de vida de los residentes de la capital, incrementar
su riqueza e insertar a Bogotá a las dinámicas en las que se encontraban inmersas las
grandes capitales europeas de la época.
Otros trabajos que hablan sobre el contexto de la ciudad para el periodo de interés, son los
de Zambrano (2002) y Fundación Misión Colombia (1988: T.III), en los cuales se describe
el proceso de modernización de Bogotá. En estos textos se afirma que el proceso fue
bastante lento, principalmente por el aislamiento geográfico en el que se encontraba la
ciudad, lo que le permitió a ésta mantenerse desconectada de las influencias extranjeras, las
cuales se vieron rápidamente en otras capitales latinoamericanas como Buenos Aires y
Ciudad de México. Sumada a esta condición de aislamiento geográfico, experimentó un
aislamiento cultural que le permitió a la élite capitalina continuar imponiendo su propuesta
social y cultural proveniente de la tradición, sin el peligro que implicaba la existencia de
ideas foráneas que enjuiciaran su legitimidad.
En estos trabajos se mantiene la línea de análisis de la ciudad desde una perspectiva
temporal que contiene las últimas décadas del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX. Así,
aparecen descripciones esquemáticas de las crisis económicas, higiénicas y sociales por las
que atravesó la ciudad. Sin embargo estos textos a diferencia del de Mejía (1999), prestan
mayor importancia a las relaciones entre los habitantes, dejando el espacio urbano como
escenario y no como el protagonista de estas relaciones.
12
Zambrano (2002) argumenta que la profunda crisis económica por la cual atravesó la
ciudad en los últimos años del siglo XIX, “Produjo una perturbación de los símbolos que
hasta entonces le habían permitido a la élite la puesta en marcha de la diferenciación
social. Es allí donde se recurre a la construcción de otro tipo de mecanismos que permitan
continuar con las fronteras, esta vez los elementos son culturales, “virtuales”, los cuales le
permiten a una élite intelectual establecer nuevamente una jerarquía social visible” (p.10).
Así, en Bogotá el uso correcto de la lengua se convirtió en un instrumento de distinción
social, la matriz a partir de la cual la élite separó lo que fue considerado culto en oposición
a lo vulgar, por tal motivo el “buen hablar” se convirtió en un requisito necesario para los
capitalinos que aspiraban a ser calificados como “gente culta y bien nacida”. El correcto
manejo del idioma fue, para este periodo, la máxima expresión de civilización, por ello no
es coincidencia que en este lapso se hubiera dado una gran presencia de gramáticos y
poetas en los altos cargos del Estado, a la vez que se construyó entre los habitantes más
ilustres de la ciudad la denominación de Bogotá como la “Atenas Suramérica”3 (Fundación
Misión Colombia 1988: T.III).
En otros trabajos como el de Cecilia Muñoz y Ximena Pachón (2002) “Réquiem por los
niños muertos. Bogotá siglo XX”, se complementa la descripción de la crisis higiénica, que
fue agravada por la situación económica que atravesó la ciudad en ese espacio temporal, ya
que la densificación demográfica forzaba a un hacinamiento general que no respetaba las
divisiones sociales entre ricos y pobres, obligándolos a compartir los mismos lugares de
3 Frase del humanista español Menéndez Pelayo en su antología de la poesía latinoamericana, escrita en Madrid en 1892:“La cultura literaria en Santa fe de Bogotá, destinada a ser con el tiempo la Atenas de la América del sur, es tan antigua como la conquista misma”. Curiosamente este escritor nunca conoció la ciudad, ni siquiera estuvo en el país. Citado en Zambrano (2002: 1)
13
residencia. Las epidemias se desarrollaron de manera mucho más veloz y cobraron un
mayor numero de victimas, principalmente niños, los cuales morían especialmente por la
diarrea y la enteritis en un 30% y las bronconeumonías en un 20%. Estas enfermedades
fueron causadas por la calidad del agua y la leche que se consumían en la ciudad, la
acumulación de basuras en las calles, y en general, por las precarias medidas higiénicas de
la capital, al igual que, por la escasez e inestabilidad del cubrimiento del servicio médico4.
Varios autores, (Pedraza 1999, Urrego 1998, Ibáñez 1991, Zambrano 2002, Ramírez 2001),
concuerdan en afirmar que fue tan marcada la crisis por la que atravesó la ciudad, que la
estructura social exigió nuevos símbolos de jerarquización. Dichos símbolos fueron
encontrados en el buen hablar, los buenos modales y el manejo de un protocolo social,
actitudes y comportamientos que marcaron las diferencias entre la élite: su cultura y la
civilización; y la barbarie: la del “pueblo bajo” y los “provincianos”. Aquellas
necesidades de distinción se constituyeron en elementos sobre los cuales se elaboró la
nueva urbanidad “burguesa”5 en Bogotá que incluía “El respeto al orden social,
corrección en el vestir, uso del tiempo, noción de comportamiento femenino y masculino, al
igual que principios estéticos y morales a partir de los cuales elaborar normas de 4 Un ejemplo de esta situación es la descrita en el texto de Muñoz y Pachón (2002:62) basados en artículos publicados en el diario El Tiempo el 25 y 26 de noviembre de 1937. “Un día después de anunciada la aparición de la epidemia del sarampión en 1937, desde la prensa y en primera página, se informaba que el número de niños muertos ascendía ya a más de 60 casos. En los días siguientes la epidemia se intensificó y los casos subieron a más de 6.000 a pesar de las campañas realizadas por la oficina de Higiene Municipal. Los periodistas informaban cómo el sarampión se estaba propagando en forma alarmante, especialmente en los barrios del sur de la capital”. Esta cita deja ver la gravedad del asunto si se tiene en cuenta que para la década de 1930 el censo de Bogotá es de aproximadamente 340.000 habitantes. La cifra de niños muertos en tan solo unos días representaba el 2% de la población. Sin duda el porcentaje aumenta al contar el número de defunciones de adultos y de los niños sin registrar, haciéndose más alarmante si se piensa que epidemias como esta azotaban a la población capitalina varias veces en un año. 5 Categoría utilizada por Fabio Zambrano en su texto “De la Atenas suramericana a la Bogotá moderna. La construcción de la cultura ciudadana en Bogotá”, con la cual se hace alusión a las nuevas maneras de socialización entre los habitantes capitalinos que responde a las necesidades de distinción virtual.
14
distinción social” (Pedraza 1999: 25). En este contexto, los textos de urbanidad se
constituyeron en el mejor promotor de los ideales del comportamiento público, el trato
armónico entre las personas y la preservación de los valores tradicionales. El otro gran
difusor de la urbanidad fue la prensa bogotana.
La Bogotá De 1930-1950: Partiendo de los textos de Pearce (1992), Ocampo (1994) y
Palacios (2000), el contexto global que enmarcó el periodo de 1930 a 1950, se articuló en
torno a dos ejes fundamentales en Colombia: lo político y lo socioeconómico. En cuanto a
lo político los elementos más importantes fueron los cambios en proyectos políticos sobre
la Nación representados en la alternación de hegemonías: de la Conservadora a la Liberal
(1930-1946) y de la Liberal a la Conservadora (1946-1953); que a primera vista fueron
vinculadas con la desunión de las cabezas visibles de los partidos políticos, pero que se
interpretaron como producto de la tensión existente entre sus construcciones de mundo, es
decir, los rumbos o las metas para alcanzar el “progreso”. Es así, como el proyecto liberal
representó una ruptura con los imaginarios tradicionales anteriores: religiosos, políticos,
educativos y sociales, pero es importante explicitar que las ideas liberales fueron más un
proyecto que una realidad ejecutada o consolidada.
En lo referente a lo socioeconómico, se presentó un cambio en las formas tradicionales de
producción rural – agrícola, asociado a las nociones de “modernidad”, entendida como la
implementación de industrias urbanas, como una manera de centralizar las finanzas en la
urbe. Es así, como la ciudad se convirtió en un centro de acopio del mercado local, que
evidenció la paulatina transformación de Bogotá en un centro político, administrativo y
15
económico, que revistió a la ciudad con la importancia de Capital y la consolidó como un
verdadero epicentro de las decisiones nacionales.
En este marco, estos años fueron ricos en transformaciones para Bogotá, transformaciones
que abarcaron desde los cambios físicos, las nuevas formas de apropiación de los lugares, la
entrada en escena de la industrialización y la modernización con sus ideas de “progreso” y
“felicidad”, hasta las nuevas dinámicas poblacionales, la inserción de la ciudad al plano
internacional y los cambios en las maneras de socializar entre los habitantes capitalinos por
la aparición en el panorama local de nuevos sectores sociales.
Un ejemplo de lo anterior se encuentra en las novelas urbanas de José Antonio Osorio
Lizarazo, especialmente en “La casa de vecindad” a través de la cual, el autor mostró
cómo la perspectiva social sufrió fuertes cambios originados principalmente por la entrada
en escena del sindicalismo y el socialismo en la ciudad, generando dinámicas que ayudaron
a remplazar las imágenes generadas desde el costumbrismo por el paisaje sórdido en el
cual vivía la clase baja bogotana.
Varios autores han reseñado que el trabajo de Osorio Lizarazo trazó un símil entre “La casa
de vecindad” y la ciudad de Bogotá, que esta, muy alejada del esplendor puntualizado por
sus habitantes ilustres y fue descrita por el autor como un lugar de miseria y desesperanza,
vivido por las clases trabajadoras que buscaban un nuevo espacio en una ciudad que se
16
transformaba. A su vez, Osorio Lizarazo mostró la fatalidad de habitar en Bogotá y la
inconformidad por la fuerte segregación social6
Pese a lo heterogéneo de las miradas que se realizaron a partir de los diferentes autores que
trabajan el tema de la ciudad, una cuestión común en su argumento es el hecho de que
Bogotá entró a las décadas de los años 40 y 50 del siglo XX sin haber podido superar las
discusiones entre lo tradicional y lo moderno en el ámbito social, lo que implicó una nueva
reorganización social donde, en palabras de Zambrano (2002), “De ser claramente
símbolos de jerarquización social el vestido, el transporte, la comida, la música, la forma
de hablar, poco a poco dejan de ser fronteras entre las clases sociales y el paisaje urbano
comienza a asemejarse progresivamente. Si a comienzos del siglo usar alpargatas y ruana
se constituía en el uniforme que matriculaba inmediatamente a su poseedor como miembro
de la clase popular (o guache, como despectivamente se le denominaba), el uso del vestido
a la europea se convertía en el uniforme del cachaco, miembro de la clase alta. Desde la
posguerra estas fronteras visibles comienzan a desaparecer y a ser sustituidas por otras
más sutiles pero más fuertes”(p.15).
En este periodo, la ciudad se constituyó en una cosmopolita que abrió las puertas a los
procesos de homogenización de sus habitantes, procesos que se desarrollaron a lo largo del
siglo XX y marcaron las dinámicas sociales de los primeros años del siglo XXI.
6 Esto se evidencia en algunos fragmentos de la novela “la casa de vecindad”, como el siguiente: “Me entregare a la ciudad, incoherente fatal que devoró mis esperanzas, mi vida, mis estúpidas ilusiones y que negara también la sepultura para mi cadáver, destinado a las cuchillas impías del anfiteatro o a la voracidad de los perros en un recodo incógnito del Paseo Bolívar” ( Osorio Lizarazo 1978: 132)
17
Costumbres Funerarias: El Cementerio Central
La gran mayoría de las fuentes existentes sobre las prácticas y costumbres funerarias en
Bogotá, para el periodo de 1930 a 1950, se han centrado principalmente en la importancia
que ha tenido el Cementerio Central de la ciudad. Así, desde las páginas de las revistas
nacionales o desde los libros gubernamentales, el Cementerio Central de Bogotá aparece
como hito de la sociedad e idiosincrasia capitalina, principalmente por su arquitectura
reflejo de las constantes luchas sociales por la apropiación de su espacio y materialidad7.
El primer texto de la época en el cual se describió con detalle el Cementerio Central y
algunos de los ritos funerarios asociados a él, fue el libro de Enrique Ortega Ricaurte
“Cementerios de Bogotá” (1931), en el cual se dio cumplimiento al decreto # 66 de 1928,
en el que se le ordenó realizar un inventario completo sobre la historia de los cementerios
de Bogotá, con datos precisos sobre su procedencia, linderos, etc.
7 Desde su origen el espacio del cementerio se convirtió en un territorio de lucha que se evidenció principalmente en su arquitectura, ya que, la forma circular que le dio la élite santafereña rompió con el proyecto reticular de la sociedad española y la segmentación de su espacio se correspondió con lo segmentado de las clases sociales capitalinas. (Calvo 1998, Zambrano 2002, Mejía 1999) Dicha segmentación se afirmó en la desigualdad de la producción y conservación de los monumentos funerarios de los diversos grupos sociales de la ciudad, con dificultad quedaron huellas de los pobres en el Cementerio Central, ya que la gran mayoría eran inhumados en fosas comunes o en tumbas sin lápida, mientras las élites construyeron suntuosos mausoleos. Los miembros de éstas que no contaban con el dinero suficiente para realizar una edificación “ostentosa” por lo menos poseían una lápida que identificaba su tumba. Tan marcada fue la importancia de las élites en la apropiación del cementerio, que hasta bien entrado el siglo XX habían bóvedas, terrenos y osarios cedidos a perpetuidad a “hombres ilustres” o “servidores públicos” (Calvo 1998 y Niño 2003). Entre los Hombres ilustres se encontraron intelectuales, educadores, burócratas, políticos y militares, cuyos diferentes rangos se evidenciaban en el lugar que les fueron concedidos dentro del cementerio: “A los más prestantes hombres de la Nación, se les asignaron varios metros de terreno en el cementerio circular, para que les sean constituidos monumentos, a otros de menor importancia se le asigno un área de terreno más pequeño, mientras que a burócratas o simples funcionarios solo se les otorgaron bóvedas en las galerías del cementerio. Con menos suerte contaron aquellos a quienes apenas se les ceden nichos u osarios” (Calvo 1998: 28)
18
Ortega (1931) realizó una descripción tan detallada que se remontó a los orígenes de la
palabra “necrópolis”, la importancia de la inhumación de los cadáveres y las distintas
costumbres funerarias en diversos pueblos del mundo, para continuar con las prácticas
funerarias de los indígenas colombianos como los “Chibchas” y los “Quimbayas”. Narró
las costumbres coloniales, los primeros intentos para construir un cementerio, las
oposiciones del pueblo santafereño a las nuevas ordenanzas y contó cual fue el primer
cadáver en ser enterrado en el nuevo cementerio. Igualmente mencionó la importancia de
la construcción de la capilla y el nombramiento del capellán, a la par que recapituló sobre la
procedencia de los fondos que fueron utilizados para dicha construcción, el primer acuerdo
municipal que reglamentó el ramo de los cementerios, la numeración de las galerías, el
inventario de las personas que estaban sepultadas allí, los monumentos existentes en el
cementerio circular y el nombre de las personas a quienes pertenecían, para finalizar con la
descripción de los discursos y funerales de varios personajes destacados.
Este texto fue el punto de partida para que autores más recientes (Calvo 1998, Fundación
Misión Bogotá 1988, Niño 2003) coincidieran en afirmar que el Cementerio Central ha
sido un espacio de lucha simbólica que no ha tenido tregua desde el inicio de su
construcción hasta nuestros días, luchas que se evidenciaron desde su construcción,
resultado de políticas de salubridad generadas en el siglo XIX que buscaron la separación
“del espacio que habitaban los vivos del espacio donde descansaban los muertos” (Calvo
1998: 4) quienes, por la herencia europea medieval, habían sido enterrados en las iglesias y
19
en los conventos8. Solo hasta las primeras décadas del siglo XX, por el crecimiento físico y
demográfico que experimentó Bogotá el Cementerio Central quedó inserto en el centro de
la ciudad.
Calvo (1998) describió cómo desde la colonia, el lugar donde fueron enterrados los
muertos, ofrecieron a las familias acaudaladas posibilidades de distinción y prestigio.
Fueron lugares donde se afirmó el poderío social de las élites, razón por la cual las
disposiciones que generó en 1787 Carlos III dictaminando que sólo se enterrarían en las
iglesias a “las personas por cuya muerte se siguieran procesos eclesiásticos de virtudes o
de milagros” (p.4) fueran rechazadas por las élites neogranadinas, las cuales sólo se
resignaron a ser llevadas al cementerio ubicado en los extramuros de la ciudad, cuando éste
representó un nuevo espacio de distinción y prestigio social.
Según Calvo, los próceres de la independencia y las generaciones que los remplazaron en
el poder “Quisieron connotar el espacio del cementerio y de los mausoleos que lo
componían como un lugar de memoria, de evocación de la reconquista, de la soberanía de
los criollos sobre el territorio que constituiría la Nación...la construcción del Cementerio
Central de la ciudad es por excelencia una materialización del mito fundador de la
Republica. Este territorio se convierte en un santuario porque pretende simbolizar y
8 Como afirma Phillipe Ariès, en su texto “el hombre ante la muerte” (1983:18-83) Durante la edad media cristiana, los entierros se realizaban cerca a las tumbas de santos y mártires en los atrios de las iglesias, después fueron realizados en todos los espacios posibles dentro del las mismas. Al ser colmadas, los patios interiores que hacían parte de ellas habilitados para inhumar a los pobres, dieron origen a los cementerios dentro de la ciudad. Según este autor, la importancia de la iglesia y del cementerio consistía en ser las bases de la vida social. La iglesia era la casa común, el cementerio era un espacio abierto que desempeñaba el papel de plaza pública. En medio de los ataques bárbaros los únicos símbolos que permanecieron vigentes en medio del caos fueron las iglesias, en las cuales la población en general se salvaguardaba de las incertidumbres y la violencia del entorno, así el sitio física y simbólicamente era un lugar seguro para sepultar a los muertos.
20
contener en sí mismos los símbolos de identidad, no solo de la ciudad, sino de la sociedad,
condensando la memoria en los monumentos de las más prestantes familias criollas, sus
héroes y sus guerras. Identidad que remite a una génesis imaginada en que reposa la
estructura de la sociedad” (Calvo 1998: 15).
Sin embargo los autores (Calvo 1998, Fundación Misión Bogotá 1988, Niño 2003, Ortega
1931), no solo hacen una descripción del espacio físico del cementerio y sus procesos de
consolidación, también a través de la descripción de los cortejos fúnebres lograron
ejemplificar de forma eficaz su argumentación, ya que todo el protocolo socialmente
constituido para las manifestaciones públicas del duelo estuvo directamente relacionados
para la época, con la estructura y distribución espacial del Cementerio. Así, a partir de los
ritos funerarios ciertas áreas del cementerio tomaron mayor importancia, como fue el caso
“Olaya Herrera visitando la tumba de su madre” Fotografía publicada en la Revista CROMOS Febrero 8 de 1930
21
de la plazoleta a la entrada de éste, que marcó un espacio de transición entre el cementerio
y la ciudad. Para las últimas décadas del siglo XIX fue el punto del “último adiós” al
difunto, ya que el cortejo tuvo prohibido el acceso9. Hasta la mitad del siglo XX, la
plazoleta mantuvo su importancia por ser el escenario para la realización del discurso
fúnebre a través del cual la ciudad y en ocasiones el país entero le rindió homenaje a sus
hombres ilustres. (Calvo 1998, Niño 2003)
Un ejemplo de la importancia de la plazoleta de acceso al cementerio central, se puede
encontrar en la descripción que realizó la señora Anita, entrevistada por Calvo (1998:27),
sobre el cortejo fúnebre en los años de 1940:
“...En esos tiempos era tan bonito porque los cortejos traían caballos bien
vestidos y... eran adornadas con encajes y bonito porque el que manejaba los
caballos era vestido de frac... aquí (en la plazoleta) hacían las grandes paradas
militares cuando se morían los generales en mando o retirado traían sus
caballos, traían sus bandas. Venían todas las tres bandas: la de la policía, la
del ejercito y la del gobierno, que es la presidencial. Eso era muy bonito, una
grandiosidad...”
Otro elemento que se resalta en la caracterización de los ritos funerarios en Bogotá fue la
trayectoria del cortejo fúnebre, el cual conservó muchos elementos desde la colonia y cuya
principal característica fue el recorrido por los lugares de mayor importancia simbólica de
la ciudad, entre los cuales se encontraron la Plaza de Bolívar, la carrera séptima o la
antigua Calle Real y el antiguo camino a Engativá, hoy día calle 26. (Calvo 1998, Mejía
1999, Zambrano 2002, Ortega 1931).
9Véase Ortega Enrique, “Cementerios de Bogotá” (1931: 75- 76)
22
Para terminar, es importante señalar la importancia que para los viajeros tuvo el Cementerio
Central en la construcción de la imagen que se divulgó de Bogotá hacia los lugares
distantes de su influencia inmediata. El siguiente corresponde a un fragmento del artículo
“Crónicas de Bogotá” publicado en la revista Sábado de 1922, escrito por Simón
LATINO, quien describe la celebración del día de los difuntos en el Cementerio Central
así:
“ Al llegar por vez primera a esta ilustre ciudad de los zaques, mi visita inicial
ha sido para los muertos. En este día, día de difuntos, se ha tornado gris y
pesaroso el cielo bogotano; no obstante, va al cementerio una peregrinación
constante y nutrida; todo Bogotá puede decirse que deja unos momentos el
mundo de los vivos para vivirlos en la ciudad de la muerte.
El culto a los desaparecidos es proverbialmente sincero aquí y en el día de
difuntos—por una inevitable paradoja—el cementerio, colmado de gentes de
todas las clases que portan canastillas llenas de vistosas flores, más parece un
sitio de recreo que un templo de la serenidad. Hemos seguido a lo largo de esas
imponentes avenidas de eucaliptus, que constituyen lo más grandioso y bello
del Cementerio de Bogotá, y que le dan el aspecto triste y solemne de las
grandes catedrales.
Lujosos monumentos ostentan a cada lado de la vía la riqueza de que gozaron
en vida los que hoy reposan allí pobres y oscuros; pero ninguno de ellos mueve
tanto la admiración del viajero, como una humilde cruz de piedra, sin un
adorno, sin una lápida que indique quién reposa debajo: tosca y agreste bajo
esa cruz de piedra debe cobijar seguramente el cuerpo de un ser que despreció
la vida y se burló más tarde de la muerte...
23
Al fin de la gran carretera sombreada de eucaliptus, al amparo de un pequeño
alar, están las tumbas de los suicidas: No se hallan, no, en el abandono; son,
por lo contrario las más visitadas y las que menos se ven, ¡tan ocultas están
bajo las flores que manos cariñosas han depositado allí! Muestran las lápidas,
en cantidades casi iguales, nombres de mujeres y de hombres; raros son los que
llegan a los cuarenta años; la mayoría no pasa de treinta y seis.
Comienza la gran galería de tumbas un sepulcro que una gran hiedra cubre y
tapa una humilde plancha de mármol negro, sobre la que se destacan doradas
las letras de un nombre querido: JOSÉ A. SILVA 1866-1896. Eso es todo; ni
una palabra más porque no se necesita. Solo en ésta no hay una corona que
denote que mano humana alguna ha tocado la tumba. Tan sólo un lirio blanco
que el viajero coloca sobre ella, como un símbolo, y el manto verde oscuro de
la manta de hiedra dejan ver que, bajo esa lápida, reposa un hombre triste que
murió por haber amado mucho...
La impresión que nos deja esta visita es honda y amarga y así nos volvemos
recorriendo por el occidente el gran pueblo de cruces sobre las cuales, de
trecho en trecho, se ven bultos negros arrodillados en actitud de seres que
lloran... Seguimos bordeando la parte central en donde yacen los grandes
hombres de la Patria. Al penetrar allí un recogimiento profundo invade el
alma: aquellos monumentos, severos los más y otros lujosos y enormes,
infunden un respeto cariñoso.
De afuera a adentro vamos deteniéndonos ante las tumbas de Ezequiel Rojas,
Caro, Zaldúa, Santos Acosta, José Eusebio Otálora, Murillo Toro, Prospero
Pinzón, Arboleda, Posada Gutiérrez [...] Más al fin, nos llama la atención ver
a muchos campesinos que rodean absortos una tumba lujosísima: - debe ser la
de un filántropo o la de un arzobispo, pensamos. Al acercarnos leemos con
sorpresa : RAFAEL REYES [...] Al salir, frente a la gran puerta principal,
vemos el sepulcro más bello de todos: representa un cuadrilátero limitado por
24
pequeños pero frondosos cipreses viejísimos, y en el centro un túmulo cubierto
de parásitas oscuras. – Es- Me dicen – el sepulcro de Don Gonzalo Jiménez,
fundador de Bogotá”.
En esta descripción, LATINO hizo para los antioqueños una rápida valoración que
contempló desde la arquitectura y composición física del lugar, hasta las costumbres y la
apariencia de los visitantes. Mostró la manera en que la calidad de las hazañas hechas en
vida por los personajes muertos enterrados en una ciudad incidía en el prestigio de la
misma frente a las demás, recordando el hecho que “para las ciudades era un honor grande
poseer muertos notables” (De Coulanges 1982: 185)
El Periodismo Y La Ciudad : La Crónica Roja En Bogotá
Trabajos como el de Constanza Crowder,10 muestran de forma clara como “Los medios de
comunicación fueron parte activa en la construcción del imaginario social en los diferentes
períodos históricos de la ciudad” y la importancia que tuvieron las crónicas en el proceso
de armado del rompecabezas social del pasado, que le permitieron al investigador un mejor
posicionamiento frente al presente. En el trabajo “Crónicas de la Plata XIX/XX”, la autora
muestra como “El periodismo, en el correr de los años, ha sido una intrincada herramienta
de poder, piquete precursor de nuevas ideas y reflejo social de distintas épocas. Sus
cambios y adaptaciones han descrito la identidad cultural de una nación, evolucionando
hacia el futuro o retrocediendo con la misma agilidad en los períodos de censura y terror.
10Crowder, Constanza “Crónicas de la Plata XIX/XX”, tomado de la pagina web www.laplatamagica.com.ar/cronicas.htm, consultada el 15 de noviembre del 2003
25
De una u otra manera, ha incidido de forma decisiva en la conformación de la conciencia
social”.
La importancia de este trabajo radica en hacer visible el hecho, de que son innumerables los
relatos que hacen parte de la posibilidad discursiva de un ámbito social; que en todos y cada
uno de ellos se mezclan las tonalidades de una época, constituyendo el patrimonio
intangible de una ciudad. El periódico, mediante la crónica social como lo menciona
Crowder, “va a tener un papel activo en la imagen que los habitantes de la ciudad [...] se
han de formar de sí mismos y de todo lo que constituye la base de sus códigos y valores”,
ya que muestra cómo a través de los años han sido las formas de habitar la ciudad y cómo a
través de las crónicas el periodismo se constituye en parte activa de la construcción del
imaginario social.
Con relación al caso bogotano, no se encuentra ningún estudio que relacione de forma
general el periodismo y la ciudad. Todos los trabajos basados en notas periodísticas o
análisis de los diarios nacionales pertenecen a ámbitos estrictos, como son la concepción de
familia y de mujer, las nociones sobre el cuerpo o las formas de percibir la modernidad,
entre otros11. Sin embargo, existe un considerable número de trabajos que tratan sobre la
crónica roja en Bogotá, los cuales son pertinentes reseñar con mayor atención, ya que de
una u otra manera están relacionados con la nota necrológica. Si bien, ésta fue destinada
para la divulgación del fallecimiento de los miembros pudientes o reconocidos de la ciudad,
11 Véase Zandra Pedraza, “en cuerpo y alma. Visiones sobre el progreso y la felicidad”, Universidad de los Andes, 1999, Miguel Ángel Urrego, “sexualidad, matrimonio y familia en Bogotá. 1880-1930”, Bogotá, Ariel Historia, Carlos Ernesto Noguera, Alejandro Álvarez y Jorge Orlando Castro, “la ciudad como espacio educativo”, Bogotá, Arango Editores, 2000
26
la crónica roja estuvo relacionada con los sucesos y la descripción de los hechos que
rodearon la muerte de la población humilde o de baja extracción social12.
Según Ramírez (2001), la crónica roja se puede entender en algunos casos como la nota
“exótica” que las clases altas utilizaron para referenciar y comprobar la brutalidad del
“pueblo”, ya que estas muertes estuvieron asociadas a efectos de la chicha sobre el asesino,
la violencia intrafamiliar o las peleas públicas, que en últimas fueron interpretadas por las
élites como argumentos que ejemplificaron la degeneración de la raza. Un ejemplo de esto
fue lo mencionado sobre el suicidio por Ramírez en el mismo texto, el cual al ser tratado
por el escritor de la crónica atraviesa por un campo de distinciones de clase relacionadas al
“compromiso sentimental” que él tuvo con los deudos. Mientras para los cadáveres
ilustres se resaltó esta última condición en los titulares y se remató la noticia con
un“lamentamos este fatal acontecimiento y presentamos nuestro pésame a los deudos del
finado” o “lamentamos este desgraciado acontecimiento”, para los cadáveres de baja
condición se empleó un pragmatismo informativo al estilo de “el revolver, que era un
Smith y Wesson, se lo había prestado un amigo” o “se cree que fue ella quien suministro el
arma a su novio, para el caso de que se quisiera impedir la celebración del matrimonio por
la fuerza” (Ramírez 2001: 120)
12 En revistas como CROMOS, eje central de esta investigación, la crónica roja es prácticamente inexistente, esta revista semanal esta diseñada para el consumo de las élites capitalinas y la consolidada y cada vez más numerosa clase media. En la nota necrológica de este semanario no tiene cabida la noticia que rompa con el encanto de la vida moral y ética de los más dignos representantes de la idiosincrasia bogotana y algunos “hombres honorables” de provincia. Así, la crónica roja queda reservada casi de forma exclusiva para las secciones judiciales o policiales de los diarios de circulación nacional, El Tiempo y El Espectador. El diario El Espacio se consagró de manera casi exclusiva a la crónica roja, sin embargo éste no fue tomado dentro de los medios impresos utilizados para esta investigación.
27
En esta fotografía se observan algunos de los contrastes en las diferentes formas en que las clases sociales capitalinas se representaron en el Cementerio Central. En la parte superior de la fotografía se encuentran distinguidas damas, en la parte inferior, miembros de las clases populares.
Fotografía publicada en la Revista CROMOS Noviembre 5 de 1938
28
CAPÍTULO I
LA CIUDAD VISTA A TRAVÉS DE LA NOTA NECROLÓGICA
Teniendo en cuenta el contexto descrito sobre Bogotá en el transcurso de las últimas
décadas del siglo XIX a la mitad de siglo XX, en este capítulo se tratarán aspectos
relacionados con los quehaceres cotidianos de la ciudad vistos a través de la nota
necrológica, los cuales identificaron con algunos matices las constantes luchas sociales y
las transformaciones físicas por las cuales atravesó Bogotá.
Lo anterior, es descrito a través de los ojos del periodista que escribe la nota, quien tuvo
una posición privilegiada dentro del contexto social por pertenecer, en la gran mayoría de
los casos, a las familias más importantes y pudientes; fue un personaje letrado, que tuvo la
oportunidad de conocer otros países y otras formas de sociabilidad. Sin embargo, fue la
voz más severa para calificar o descalificar lo que sucedía con la ciudad, con sus
ciudadanos y con la interacción entre el espacio y los habitantes. Muchas de las
apreciaciones que se encontraron en las revistas trascendieron más allá del ámbito
capitalino, entonces fue el periodista el llamado a construir la imagen de Bogotá sobre la
cual se articularon las relaciones de ésta con el resto del país y entre sus propios habitantes.
1.1. Posición E Importancia De La Nota Necrológica En El Contexto De Las Noticias
Semanales
La nota necrológica ocupó en la década de los años 30 del siglo XX un lugar destacado en
las noticias semanales; hizo parte de la primera página de las notas sociales al lado de la
29
principal columna de opinión, la editorial o crónica donde se trataron los más relevantes
temas de la ciudad. Las notas necrológicas variaron de tamaño dependiendo de la
importancia del difunto, de su sexo y de su edad, en fin, éstas se pueden entender como
formas discursivas a través de las cuales las categorías sociales se evidenciaron y tomaron
más realce.
La nota necrológica, al igual que el resto de las notas periodísticas hizo parte de un
fenómeno a través del cual se dio la “socialización de la experiencia” y “se difundieron los
criterios de interés social”, que fueron previamente seleccionados como relevantes y
pertinentes para el momento social vivido.13 Así pues, el tamaño de la nota correspondió a
la importancia del finado en la comunidad y las categorías discursivas utilizadas en la
construcción de ésta, representaron de manera parcial el croquis social creador de
categorías de jerarquización.
Las notas necrológicas más grandes, llegaron a ocupar de una a dos paginas, perteneciendo
en su mayoría, a hombres mayores herederos de los grandes “héroes de la patria”. En
cuanto al tamaño le siguieron las notas sobre las distinguidas matronas; esposas de
caballeros eminentes de la ciudad y madres de “ciudadanos respetables”. Por último,
quedaron las notas sobre los ciudadanos destacados, quienes no contaron con la
importancia suficiente para que se les dedicara una gran nota, pero tuvieron la condición
suficiente para no hacer parte del “pueblo”, aquel que solo figuró en las notas cuando fue
13 Vázquez Medel, Manuel Ángel, “La prensa escrita y la construcción social de la realidad”, tomado de la pagina web www.cica.es/aliens/gittcus/licsr.htm, consultada el 26 de septiembre del 2003
30
victima de grandes tragedias, a estos ciudadanos solo les correspondió un pequeño párrafo
debajo de su fotografía. Sin embargo, siendo este tipo de nota el más pequeño, fue el más
común; allí se habló del fallecimiento de jóvenes hombres, señoritas, madres, niños, y en
mayor número, de hombres que no pertenecieron a la vida política, como médicos,
ingenieros o maestros, al igual que todos los miembros de las élites de provincia.
La nota necrológica del Monseñor Carrasquilla, fue una de las notas más extensas publicadas en CROMOS para este periodo. El monseñor Carrasquilla, representó aquél ciudadano ejemplar en el contexto del tránsito del siglo XIX al XX.
Revista CROMOS, Marzo 22 de 1930
Esta nota necrológica representó el tercer tipo y fue las más comunes. Aunque la nota necrología fue reduciéndose hasta desaparecer del todo, el componente visual nunca perdió importancia
Fotografía tomada de la Revista
CROMOS, Mayo 22 de 1934
31
Hacia la década de los años 40, el tamaño de las notas necrológicas sufrió una fuerte
reducción. En su mayoría pertenecieron al tercer tipo de los descritos anteriormente. Una
de las posibles explicaciones que se puede formular sobre el fenómeno, es el
recrudecimiento del conflicto internacional conocido como La Segunda Guerra Mundial;
conflicto que trastornó al mundo entero incluyendo a Colombia y en especial a la sociedad
bogotana que estuvo más preocupada por saber sobre la situación extranjera y sus muertos,
que sobre los fallecimientos de los miembros de su colectividad. Esta preocupación se vio
reflejada en la incorporación a la revista CROMOS de una sección de dos páginas con
material fotográfico sobre el conflicto, al igual que los recurrentes titulares en las páginas
principales de la nota social en el lugar que antes ocupó la nota necrológica. Titulares que
hablaron sobre las vicisitudes que planteaba el conflicto, las repercusiones que éste tuvo
sobre la ciudad y en general sobre el país por haber sido aliado de los Estados Unidos.
Otra posible explicación sobre la reducción de la nota necrológica corresponde al número
de fallecimientos de los “más ilustres personajes de la ciudad” a lo largo de la década de
los años 30, quienes fueron actores directos en los procesos de formación de la Republica o
“herederos de los héroes de la patria”, herederos de la tradición y “piedras angulares de
la sociedad. En los años siguientes las notas necrológicas hablaron de miembros de la
naciente burguesía bogotana. Así, la nota necrológica dejó de ser un espacio para la
evocación de los grandes momentos constitutivos o cismáticos (guerras, crisis y momentos
coyunturales) de la sociedad, para reducirse a pequeños enunciados prácticos donde ya no
se describieron a profundidad las vidas de los difuntos; en estas notas se suministró la
mínima información correspondiente al lugar del deceso, los motivos de éste y en algunos
32
casos el sitio donde descansarían los restos del difunto. La reducción de la nota necrológica
fue una constante hasta 1946, año en el que desapareció en la revista CROMOS la editorial,
la nota social y junto con ellas las notas necrológicas, para ceder su espacio al reportaje
gráfico.
En cuanto al lenguaje utilizado en la escritura de las notas necrológicas, en la mayoría de
los casos, este pudo calificarse como refinado, lleno de adornos sofisticados destinados a
enaltecer aun más la figura del difunto y de su familia. Éste constituyó en si mismo una
muestra de “buenas maneras”, en las cuales calificativos como “caballero”, “gentleman”,
“hidalgo” y “dama de noble abolengo”,entre otros, fueron las categorías constantemente
utilizadas por los escritores de las notas, en su mayoría anónimos, para hablar y definir los
perfiles públicos y personales de las más notables personalidades bogotanas fallecidas. En
algunos casos, la referencia a escritores nacionales y extranjeros, al igual que fragmentos de
poesías o de afamados textos literarios, adornaron las notas necrológicas. El siguiente es un
ejemplo:
“Muerte de Barrera Parra”
“La dolorosa nueva ya ha sido profusamente divulgada. Un accidente estúpido, truncó
la vida de uno de nuestros periodistas más ágiles y originales: Jaime Barrera Parra.
La muerte lo ha sorprendido en plena juventud y en el apogeo de sus facultades
creadoras, como sorprendió a José Eustacio Rivera, a quien se parecía por su
hercúlea complexión física y por la exuberancia de un temperamento sanguíneo y
sensual de gozador insaciable. Se parecen también – arcades14 ambos- en la avidez
14 La palabra “Arcades”, es el calificativo que hace alusión a los miembros de un movimiento literario denominado Arcadismo, cuya temática preferida son los idilios y el bucolismo. Tomado del Pequeño Larousse Ilustrado. Bogotá, Circulo de lectores 1989
33
con la que mordieron la manzana epicúrea y en la patética brevedad de sus vidas,
prematuramente segadas.” (CROMOS: Febrero 2 de 1935)
En cuanto a la forma y contenido de la nota necrológica en los diarios se encontró una
marcada diferencia, ya que ésta correspondió a descripciones tácitas sobre los distintos
aspectos y lugares que hicieron parte de las honras fúnebres. A diferencia de las notas que
aparecieron en CROMOS, no hacían pequeñas reseñas sobre la vida del difunto. Un
ejemplo de esto es la siguiente nota sobre el sepelio del DR. Camacho Carrizosa:
“El cadáver del Dr. Camacho Carrizosa fue sepultado ayer”
“El sepelio: Hasta el cementerio lo acompañó un gran numero de intelectuales y
periodistas- ofrendas florales.
A las once de la mañana de ayer se verifico el sepelio del cadáver del Doctor
Guillermo Camacho Carrizosa, fallecido anteayer en la vecina estación veraniega de
Cachipay.
En la casa de habitación: Como lo informamos en nuestra edición de ayer, el cadáver
del distinguido hombre público fue traído de Cachipay el sábado a las seis y media de
la tarde, hora desde la cual la casa de la familia Camacho Carrizosa fue visitada por
numerosos amigos personales y políticos del extinto. El cadáver fue velado en su casa
de habitación de la carrera novena, entre calles 16 y 17 y durante toda la noche la
alcoba mortuoria fue visitada por un numeroso grupo de intelectuales, periodistas y
políticos de todos los partidos.
Las ofrendas florales: Desde que en Bogotá se tuvo conocimiento de la muerte
inesperada del Dr. Camacho Carrizosa, las familias amigas suyas y los amigos
personales del ilustre periodista, enviaron a su casa de habitación gran cantidad de
coronas que fueron colocadas alrededor del cadáver en la alcoba que le sirvió de
cámara ardiente hasta el día de ayer.
Las invitaciones: Fuera de su familia invitaron al sepelio la Academia Colombiana de
Jurisprudencia, la Academia de la Lengua, de la cual formaba parte; la Academia de
34
Historia, el Gun Club , el Jockey Club, la Gobernación de Cundinamarca, el Consejo
Municipal de Bogotá [...]
Sepelio: A las once de la mañana salió el cadáver del doctor Camacho Carrizosa de su
casa de habitación[...] en hombros de sus hijos, de sus parientes cercanos y de varios
amigos. Hasta la iglesia de la Veracruz, donde se llevaron a cabo las exequias
fúnebres, el cadáver fue acompañado por un crecido número de personas que
deseaban testimoniar su aprecio y estimación por el ágil periodista y culto caballero.
Poco después de las doce del día terminadas las honras fúnebres por el descanso de su
alma, el cadáver fue llevado al cementerio[...] El cortejo fúnebre siguió por la carrera
séptima hasta la calle 17, doblando allí hasta la carrera décima para continuar hasta
la calle 26 y hasta el cementerio. Alrededor del coche mortuorio marchaban sus hijos,
sus parientes y el crecido numero de amigos que acompañaron al doctor Camacho
Carrizosa hasta la ultima morada. Detrás seguía una larga fila de coches que
conducían todas las ofrendas florales de la ciudadanía bogotana al insigne hombre
público.
El discurso de Gaitán: Colocado el cortejo funeral al pie de la tribuna que queda al
frente del cementerio. El doctor Luis Alejandro Gaitán pronuncio el siguiente
emocionado discurso: “ Vamos a entregar a la tierra misericordiosa los despojos de
un gran ciudadano y de un incomparable amigo, cuyas actividades ahora quedan bajo
la jurisdicción de la historia[...] Camacho Carrizosa no fue un político en el sentido
estricto de la palabra y si algún calificativo habría de caberle con exactitud seria el de
pensador. Ni cortejó la popularidad ni abatió el vuelo de su poderoso cerebro hacia
las zonas bajas donde el zurcidor de voluntades procura mejor que servir una idea o
satisfacer una ambición[...] La lógica directriz de Camacho Carrizosa escapaba al
alcance de ese vulgo docto que tiene como elementos de raciocinio los postulados
inexorables, fosilizados, intolerantes, despiadados y crueles. Hombres como Camacho
Carrizosa que ven más allá del porvenir de los miopes, en muy contadas épocas logra
imponerse a sus contemporáneos ni asir en sus manos el gonfalón de las luchas
ciudadanas. Están destinados a la tortura de pensar, y a los desdenes y dardos
envenenados, que el hacerlo sinceramente trae sobre su cabeza[...] Camacho
Carrizosa era ejemplar de una raza selecta, a quien debe la Republica glorias
perdurables. Por su sangre y por su tradición caracterizábalo una irreducible
severidad ideológica[...]
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El dolor que ahora nos domina es el mismo que embarga a esta ciudad que amó
Camacho Carrizosa con todas las venas de su corazón; es el mismo que ha
sobrecogido al país ante la infausta nueva; es el mismo que ira impregnando a la
patria toda, que pierde un hijo ilustre y amantísimo, a la literatura y al pensamiento
nacionales, que no en un momento de estupor sino al desfilar lento de los días y de los
años podrá comprender la entidad y magnitud de esta desgracia que no es para ser
llorada ni apreciada en el breve transcurso de unos soles, sino a través de los tiempos
inextinguibles.” (El Tiempo: Septiembre 5 de 1932)
El tipo de descripción anterior, fue una constante a lo largo del periodo de 1930 a 1950 en
el contexto bogotano, en el cual según la importancia del personaje el texto se ampliaba o
se reducía, pero manteniendo siempre el mismo plan general. Las ceremonias, como las
descritas por la notas, fueron frecuentes por ser la capital del país, sin embargo, para el
período de análisis no aparecieron para la capital de la Republica gran número de
narraciones de esta magnitud, excepto las que trataron sobre las honras fúnebres de Jorge
Eliécer Gaitán que por su contexto marcaron una ruptura con las tradicionales prácticas
funerarias capitalinas15, en las cuales los lugares, los desfiles, los ramos florales y los
discursos fueron elementos claves en el momento de contarle a la ciudadanía la magnitud
del deceso de un personaje público.
Fue a través de la nota necrológica, que los periodistas mostraron a la ciudadanía un
diagnóstico sobre el futuro que le esperaba a la ciudad y en general al país, ya que fue a
partir de la recapitulación de la vida de los ilustres difuntos que se evidenciaron las
carencias por las que atravesó la ciudad, el camino que le faltaba a ésta por recorrer para
15 Para la descripción detallada de los funerales de Jorge Eliécer Gaitán , véase Herbert Braun “Mataron a Gaitán. Vida pública y violencia urbana en Colombia ” Bogotá, Editorial Norma 1998.
36
aproximarse a una ciudad europea, pero ante todo se mostró una añoranza por el pasado,
por los valores éticos y morales perdidos, por las generaciones que gestaron de una u otra
manera los pilares de la sociedad capitalina con su lucha y decisión, y en general por la
pérdida de una generación que fue coyuntural para la historia de la nación.
El detalle descriptivo con el que no contaron las notas necrológicas en la revista CROMOS, fue suplido con el reportaje grafico que cubrió los mismos aspectos de los funerales: la ceremonia en la catedral, el desfile fúnebre y el arribo del féretro al Cementerio Central.
Fotografías que corresponden a las honras fúnebres del “Patriota Hernández”, publicadas en la Revista CROMOS, Diciembre 14 de 1940
37
1.2. Jorge Eliécer Gaitán: La Excepción A La Regla De La Nota Necrológica
El año de 1948 se constituyó en un año coyuntural en la historia de la ciudad y en general
del país. La muerte de Gaitán, marcó lo que representó este personaje en vida: con su
muerte subvirtió hasta el orden del discurso necrológico.
Para este periodo, la nota necrológica había desaparecido de la Revista CROMOS, la cual
dejó de circular esa semana por la quema y destrucción de sus instalaciones a manos de los
ciudadanos amotinados a causa del reconocido deceso. Por tal motivo, lo relacionado con el
suceso circuló en la publicación que salió a la venta la semana siguiente, pero solo había
imágenes: imágenes del estado de destrucción en el cual había quedado Bogotá, del estado
deteriorado del cuerpo del supuesto asesino del caudillo linchado por la multitud y los
desordenes generalizados a nivel nacional. En el último rincón de la pagina y en reducido
tamaño solo apareció una fotografía del cadáver de Gaitán.
El diario El Tiempo, tampoco circuló, sin embargo la siguiente edición, también presto más
atención a la descripción detallada del estado en el cual había quedado la ciudad y las
implicaciones que a futuro tendría sobre el país la muerte del político, que sobre los
aspectos concernientes a su deceso, que eran la marquilla acostumbrada a través de la cual
se realizaba la nota necrológica. En éste aspecto, la presentación de la información no
marcó la diferencia entre la nota necrológica y la crónica roja, ya que si bien, se realizó una
reseña detallada de la vida del político liberal y se hizo llegar el sentido pésame a su
familia, el texto alternaba los párrafos y las imágenes del caudillo en vida y en plena
exaltación de sus capacidades oratorias con la descripción de su cadáver, “el estado de
38
completa irracionalidad de sus seguidores” y la destrucción de Bogotá. (El Tiempo 21 de
abril de 1948) .
Toda la solemnidad y protocolo social que tenían para el periodo las honras fúnebres de los
personajes públicos, fueron desechadas. El cuerpo de Gaitán no fue transportado en una
carroza fúnebre como al resto de los cuerpos de los personajes “ilustres”, éste tuvó que ser
llevado a su casa en una zorra por la dificultad de encontrar otra vehículo; su cuerpo no fue
sepultado en el Cementerio Central, según varios autores como Palacios (2000) y Braun
(1998) sostienen que se debió al miedo de la clase política dirigente a una nueva subversión
del pueblo. Por tal motivo “Gaitán quedaría enterrado fuera del centro de la ciudad y en
su casa privada, no en ninguno de los lugares históricos del Centro” (Braun 1998: 354).
La inhumación del féretro tampoco contó con el componente público que caracterizó estos
años, aunque el “pueblo” asistió al llamado de la cúpula liberal solo fueron a escuchar los
discursos políticos, ya que el cuerpo de Gaitán fue enterrado en la sala de su casa en
presencia solo de su esposa y de su hija, los jefes del liberalismo, “un desconocido
capellán” y dos curas párrocos. De los acostumbrados desfiles por la Carrera Séptima, las
misas en la Catedral Primada y los discursos en la plazoleta de acceso al Cementerio
Central no quedo nada.
Hasta en la estructura de las notas relacionadas a su fallecimiento, que circularon todas
fuera del tiempo común para su publicación y en la caracterización de sus honras fúnebres,
se evidenció la coyuntura que significo para el país y para la ciudad el caudillo liberal, que
lo hizo acreedor a ser la excepción a la regla.
39
¡ MATARON A GAITÁN !
Fotografías tomadas de: “EL BOGOTAZO” en www.rose-hulman.edu/~delacova/ gaitan.htm
40
1.3. La Nota Necrológica: Una Representación De Lo Cotidiano
Como se mencionó, para el periodo de 1930 a 1950, los habitantes de la ciudad vivieron
una constante contradicción de sentimientos, ellos se encontraron entre la añoranza de la
grandeza colonial, de la herencia española; y los procesos de modernización, las nuevas
relaciones económicas y comerciales con los Estados Unidos y algunos países europeos.
Esto lo mostró este artículo que apareció al lado de la columna necrológica en la Revista
CROMOS de marzo 30 de 1935, titulado “Elogio a la cultura” :
“Al mismo tiempo que la ciudad de se transforma y cambia en su aspecto material,
las costumbres de antaño, la mentalidad de los bogotanos y los aspectos íntimos de
una sociedad amiga del vivir tranquilo, también desaparecen bajo el empuje violento
y no siempre grato de una civilización accidentada y movediza. Hoy serían
imposibles y parecerían grotescos y ridículos los trajes de fin de siglo, la chistera y
la levita, los entierros solemnes, los modales, dichos y piropos de los galanes de
1900, los sombreros de plumas, los guantes de cabritilla que hicieron de nuestras
mujeres figurines llenos de gracia y desprovistos de naturalidad, para el modo y el
sentir de ahora. Pero al margen de esos aspectos espirituales, de esas modalidades
de antaño, la vieja, noble y agradable educación de Bogotá bien puede conservarse
para provecho de todos, pues no hay razón ni explicación alguna, que por correr en
esas calles automóviles y motocicletas en lugar de coches y construir edificios de tres
o cuatro pisos en el centro a cambio de las antiguas casonas coloniales, haya
desaparecido por completo la pulcritud del lenguaje, la atención debida y el respeto
mutuo que, hasta hace algunos años dieron a esta ciudad fama de culta y de educada
[...] Podemos imitar al mismo tiempo que las modas europeas, la franca, cordial y
admirable educación de los ingleses, pues no hay razón para importar aquello
exótico en Colombia y rechazar de plano como si fueran innecesarios, los preceptos,
modales y reglas de la buena educación que aquí como en Inglaterra y en todo el
mundo son de aplicación universal.”
41
Esta nota reflejó el grado de malestar social que generaron los cambios en el panorama de
la ciudad tanto en el ámbito físico como estructural; con un serio tono de denuncia habló
sobre la pérdida de las buenas maneras, sin embargo, al mismo tiempo en tono burlón
evidenció la ridiculez de aquellos que todavía continuaban viviendo a la luz de la tradición.
Bogotá se encontraba en el dilema de “transformar su aspecto de aldea grande en ciudad
principal”16.
En el periodo de los años 30 del siglo XX, el panorama político en Colombia cambió de
eje. Así, de las políticas hegemónicas conservadoras se transitó a las reformas liberales,
que impulsaron nuevas formas de socialización que penetraron esferas de la vida social
diferentes a las políticas. El periodo de la “meritocracia” hizo su arribo, al tiempo que se
consolidó la burguesía capitalina, las estructuras se reajustaron dando una especial
importancia a la educación que dejó de lado, por lo menos en apariencia, la jerarquía de los
apellidos como códigos de acceso al protocolo social.
Sin embargo, esta sociedad capitalina que se anunció “liberal”, siguió estando sujeta a la
tradición, fue una sociedad conservadora, que en apariencia pregonó el rompimiento con
los antiguos parámetros costumbristas y abrió sus brazos a las corrientes progresistas, como
se observó en varios artículos escritos sobre la ciudad17, pero que en eventos coyunturales
de índole social como fueron los funerales de los personajes importantes de la comunidad,
continuó siendo fuertemente tradicionalista. La mayoría de sus habitantes se rehusaron a 16 Frase tomada del articulo “Una ciudad moderna”, que circuló la semana del 5 de agosto de 1944, fue solo un ejemplo del proceso de modernización que experimentó la ciudad en estos años. 17 Como fueron los casos: "El retorno de la prosperidad”,y “ La transformación de Bogotá”, que circularon en la revista Cromos en la semana del 24 de febrero de 1934 y en la semana del 5 de agosto de 1944 respectivamente.
42
que sus despojos mortales fueran enterrados fuera de los órdenes establecidas por la Iglesia,
las familias continuaron velando a sus muertos en los hogares y si bien, utilizaron los
servicios de las funerarias para el traslado y el arreglo de los cuerpos, la velación tuvo lugar
en la última morada del difunto18. Entre los miembros de la sociedad bogotana de esa
época fue inconcebible la posibilidad de la cremación de los cuerpos, solo hasta las últimas
décadas del siglo XX se popularizó el uso de los hornos crematorios en la ciudad, lo que
implicó un aumento en su número y otro tipo de dinámicas que transformaron de forma
radical las prácticas funerarias en la capital.19
Otro elemento que evidenció lo tradicional de la sociedad bogotana, fue la negación a dejar
de lado las viejas maneras de diferenciación social, encontrando en la nota necrológica un
espacio para hacerlas más visibles y vigentes. Como sucedió con la importancia de los
apellidos, que si bien en el plano de la vida pública estaban en el periodo de decadencia, en
la nota fueron resaltados, evocados como parte de esa nostalgia por la Bogotá “letrada” y
de las “buenas maneras”. La siguiente nota necrológica es un ejemplo:
“Doña Sofía Valenzuela de Carrizosa”
“A edad muy avanzada dejó de existir esta distinguidísima matrona bogotana, tronco
fecundo y noble de un hogar que en los anales de la sociedad de Bogotá , ocupó por
18 Paradójicamente, es en la década de los años 30 del siglo XX, que se consolidó en Bogotá la Funeraria como un negocio familiar, acreditado y rentable. Éste tipo de empresas experimentó un rápido incremento en cuanto a su número y en la diversificación de los servicios ofrecidos, servicios diseñados principalmente para la población urbana perteneciente a las clases económicamente acomodadas. Aunque las funerarias representaron un pensamiento secular, para este periodo no marcaron una ruptura significativa con las costumbres religiosas, principalmente de las comunidades católicas de fuerte influencia en Bogotá. Por el contrario, las funerarias fueron negocios que pasaron a ser parte de las más afamadas y concurridas iglesias, administrados por el párroco o por las congregaciones religiosas. 19 Véase los trabajos de Cepeda Cuellar, Álvaro, “La muerte en la sociedad de consumo : almacenamiento y empacotecnia de cenizas fúnebres”, Bogotá, Universidad Javeriana. 1995 y de Builes, Miguel Ángel “el manejo del cuerpo en contextos desritualizados”Inédito.
43
derecho de sangre y tradición, posición destacada a lo largo de la historia. Doña Sofía
Valenzuela Carrizosa, a pesar de sus ochenta años cumplidos, solía frecuentar
animosa sus extensas relaciones sociales y su conversación franca, agradable y por
sobre todo risueña y no exenta de cierta ironía de buen tono, era el encanto de los
muchos que tuvieron el honor y el placer de contar con su amistad.
Paso a paso, las nobles damas bogotanas que allá por los años de “El Papel
Periódico”, lucían y brillaban en los salones frecuentados por los Urdanetas, los
Vargas, los Holguines, los Valenzuelas y los Carrizosas, van desapareciendo al correr
los días, y una parte de esta sociedad, transformada a golpes de fortuna, conserva tan
solo de ellas, el recuerdo de los tiempos idos. Pero si esta sociedad de ahora, con mal
gusto olvida la enseñanza caballerosa de antaño, los hijos de los grandes señores y de
aquellas damas que fueron compañeras y madres admirables, sí guardan con respeto y
con amor su memoria, para transmitirla a sus hijos, futuros defensores de la callada y
elegante tradición bogotana[...]” (CROMOS: Septiembre 14 de 1935)
Un tercer elemento, lo constituyó el uso del vestido. Si bien, en el artículo que abrió este
capítulo fue ridiculizado el atuendo de las primeras décadas del siglo XX, las mejores galas
continuaron siendo las predilectas por las élites para la aparición en público en el desfile
fúnebre; la ropa continuó marcando la diferencia entre los habitantes de la ciudad, que lejos
de entrar en la moda de la masificación; adoptaron cada vez más tendencias y diseños
exclusivos que distanciaron aun más a las élites del pueblo.
La continuidad de la Catedral Primada, la Carrera Séptima y el Cementerio Central como
los lugares de mayor importancia simbólica para el desfile del féretro y la evocación de la
vida social y política del país, a partir de los acalorados discursos que fueron suscitados en
medio de la pena por el deceso de un reconocido capitalino, fueron costumbres tildadas
como anticuadas pero que continuaron siendo, con gran fuerza, el motor de la vida
cotidiana capitalina.
44
1.4. La Nota Necrológica: Un Indicador De “Progreso”
Las preocupaciones por el futuro de la ciudad fueron constantemente encontradas en las
notas de prensa, incluyendo las necrológicas; sin embrago los matices que fueron hechos
sobre el sector de la población que correspondía “al bajo pueblo bogotano”, mostraron los
crudos resultados del esfuerzo de las élites por el “progreso”. No obstante los periodistas
fueron conscientes del hecho y describieron “las miserias de Bogotá”, más desde la
resignación a los hechos que desde el deseo por cambiarlos. El “pueblo” fue construido
como ese “otro” temible, que solo apareció como protagonista de los actos más “atroces”
y “bárbaros” que se generaron en la ciudad, y se constituyó en un obstáculo para el tan
anhelado “progreso”. El siguiente fue un fragmento de “las miserias de Bogotá ”, artículo
publicado el 14 de septiembre de 1935:
Fotografía de la carroza fúnebre que trasladó el cadáver del general Eliseo Arbeladez Publicada en la revista CROMOS Octubre 8 de 1938
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“[...]En Bogotá como en las otras ciudades del país, se nace, se vive y se muere en
condiciones inferiores al limite aceptado como standard de existencia en otras
naciones; el chiquillo de los barrios bajos, si no perece en los primeros seis meses y
logra a pesar de numerosas condiciones adversas disfrutar de los beneficios de la vida
animal, a los diez años privado de todo consejo espiritual y de toda práctica moral,
estará por fuerza del medio, de la pereza y de la suciedad del ambiente convertido en
un minúsculo bandido, para llegar a los veinte a ser carne de todas las enfermedades y
de todas las prisiones [...]”
(CROMOS: septiembre 14 de 1935)
Esos niños que tanta preocupación le causaron a las autoridades locales y en forma de
denuncia se mostró su situación en las columnas de las revistas, fueron mas tarde, los
protagonistas de la crónica roja, figurando en ésta como actores principales de la tragedia,
desempeñando el papel de victima o de victimario.
Curiosamente, mientras la mortalidad infantil era un problema de vieja data en la Capital,
el periodo de 1930 a 1950 se constituyó como uno de los más grandes renglones de
mortalidad en la ciudad, teniendo como primera causa “las pésimas condiciones higiénicas
de los barrios obreros, la falta de agua y de alcantarillados” y en segunda “la pésima
calidad de la leche que se consume en Bogotá ”; los decesos de los niños en pocas
ocasiones fueron inspiración de las notas necrológicas. Una posible explicación de este
fenómeno se podría hallar en una nota sobre la mortalidad infantil que circuló el 7 de
octubre de 1939 en la revista CROMOS:
“[...] La mortalidad infantil tiene un doloroso significado. No se concibe en una
ciudad moderna, no se justifica aun en las soledades del trópico, muchísimo
menos en Bogotá [...]”
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Así pues, escribir sobre el deceso de niños a causa de enfermedades producto de las
condiciones descritas, significaría reconocer por parte de la ciudadanía que Bogotá no era
una ciudad moderna y que contaba con condiciones muy precarias para ser el epicentro de
la vida nacional. Si la ciudad no podía velar por el bienestar de los niños, cómo podría ser
el guardián y máximo bastión de la imagen del país tanto hacia su interior como hacia el
exterior?.
Las notas necrológicas pertenecientes a niños en su mayoría correspondieron a decesos
relacionados con accidentes, mostrando los efectos lamentables del “progreso”, ya que
fueron niños que en gran número murieron arrollados por el tranvía o por un vehículo,
electrocutados por jugar con cables dañados del alumbrado público y en accidentes aéreos
o de tránsito. (Muñoz y Pachón 2002)
1.5. Lugares Vedados: Escenarios De La Crónica Roja
Como ya se ha tratado, las principales muertes infantiles fueron asociadas a los barrios
obreros o con los lugares de residencia de la población capitalina de bajos recursos.
Igualmente la crónica roja, constituyó en palabras de Ramírez “uno de los indicadores más
expresivos de ese polivalente y dinámico universo de excluidos sociales” (2001: 116),
también fue constante en la mención de dichos lugares como focos de violencia y de
inseguridad. De esa manera, en la ciudad se fueron creando territorios vedados para las
élites, los cuales se convirtieron en el epicentro de la orientación de las políticas públicas,
especialmente las de índole higiénico y de control policiaco.
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FOTOGRAFÍAS DE LOS FUNERALES DEL GENERAL URUETA
Salida del
cortejo fúnebre
de la Catedral Primada
Desfile fúnebre y parada militar a lo largo de la carrera séptima
Féretro en la plazoleta de acceso al Cementerio Central
Ex- presidente de la republica Enrique Olaya Herrera, en la lectura del discurso fúnebre en la plazoleta del acceso al Cementerio Central
Fotografías tomadas de la revista CROMOS Septiembre 19 de 1931
48
Así pues, bajo este panorama es imprescindible hablar del Paseo Bolívar, lugar que fue
descrito por varios artículos de la revista CROMOS como: “...Aquello que si bien había
podido ser paseo y lugar de singular belleza, por causas muy conocidas [gran numero de
chicherias] se convirtió en terrible y temible foco de infección, aparte de ser un lugar
habitado por gentes de dudosa reputación ...” (CROMOS: Febrero 26 de 1936). O
apreciaciones como: “...Si examinamos las casuchas del Paseo Bolívar, las miserias vividas
de ese barrio ciego colocado al oriente de la plaza de Bavaria, los ranchos mal empajados
vecinos de los de los tejares situados al sur de Bogotá, llegaremos a una conclusión pésima
y deprimente...” (CROMOS: Octubre 7 de 1939). De este modo, el Paseo Bolívar y sus
habitantes fueron vistos como la contraparte de todos los “buenos valores” e imaginarios
que ejemplificaron y pregonaron las élites de la ciudad, a tal punto que en ninguna de las
notas necrológicas de 1930 a 1950 se encontró alusiones a este lugar como sitio de
residencia de las finadas personalidades.20
Las noticias policíacas o la crónica roja, en los pocos casos que aparecieron en la revista
CROMOS, estuvieron ligadas a éste sector de la ciudad reconocido por el gran número de
sus Chicherías y la proclividad de sus habitantes al delito por el consumo de la sustancia
fermentada. Es así, como el imaginario social capitalino que fue difundido por los diarios
sobre el sector correspondió a los efectos de las chicherias sobre sus habitantes, ya que “las
chicherías producían no solo abandono de hogares y desintegración familiar sino que eran
consideradas los principales centros de criminalidad a tal punto que los días que cuándo
20 El sector de la ciudad denominado el Paseo Bolívar se ubicó al oriente de la ciudad sobre las estribaciones de Monserrate y Guadalupe y comprendió el espacio entre el parque de la independencia y la plaza del barrio Egipto. (Fundación Misión Colombia 1988: 31-33)
49
las autoridades lograban cerrarlas, la prensa anunciaba jubilosamente la disminución y
en algunos la total desaparición de delitos de sangre, riñas, hurtos y anunciaban una
calma total en la ciudad” (Llano y Campuzano 1994: 102).
El crimen de Eva Pinzón, citado por Ramírez (2001:121), tuvo como escenario el Paseo
Bolívar y fue sólo uno de los múltiples ejemplos de los cadáveres encontrados en este
sector de la ciudad. Esta mujer descrita como humilde, fue encontrada “apuñalada,
destripada, descuartizada y cuyo cadáver fue goleado por las piedras”, fue noticia
publicada el 23 de abril de 1932 en el diario El Tiempo y continuó ocupando las primeras
planas durante las dos semana siguientes, según Ramírez no solo correspondió a una
denuncia de actos repudiables, sino también a la criminalización de una zona de la ciudad
donde tales actos fueron habituales. Otro ejemplo que respaldó la opinión anterior fue el
titular “otro crimen en el tenebroso Paseo Bolívar” que circuló el día 13 de mayo del
mismo año, donde se hizo la descripción del asesinato de una pareja de ancianos, Manuel
Vicente y Ernestina, quienes al salir de la iglesia en la cual se encontraban rezando el
rosario, fueron victimas de un ataque a puñal al pasar por el frente de una chichería, de
camino a su casa.
Así, el Paseo Bolívar se constituyó en el lugar donde sucedieron los más atroces crímenes
de la ciudad. Sin embargo, la fuerte segregación social, se encargó de que solo los
humildes aparecieran en las notas necrológicas en las cuales se relacionó dicho lugar; el
cual fue visto con recelo, siendo para el proyecto de ciudad diseñado por los habitantes
ilustres, la mancha negra de Bogotá que a toda costa se pretendió borrar u omitir, bien fuera
50
desde el cambio físico del sector o desde el traslado o reubicación de sus habitantes a
municipios cercanos a Bogotá.21
1.6. La Nota Necrológica: Un Muestra De Jerarquización Entre Las Élites
La sociedad bogotana de la época fue una estructura fuertemente fraccionada, sus élites
encontraron casi en cualquier detalle, lugar o condición un motivo de diferenciación. Sin
embargo, los mecanismos de distinción entre los habitantes de la ciudad en contadas
ocasiones fueron rangos fácilmente visibles como en el caso de los territorios vedados para
las élites.
A partir del contenido de las notas necrológicas, aparecen con tenues matices elementos de
jerarquización entre las propias élites capitalinas, de las cuales comenzaban a ser parte
personas nacidas en otros lugares, personas de “provincia”, constituyéndose así en un
fuerte punto de segmentación al interior de las propias élites el componente urbano /rural.
Sin embargo, éste no fue el único punto de jerarquización visible; el segundo se encontró en
la diferencia entre los géneros.
En el primer punto, pocas ciudades alejadas de Bogotá contaron con el peso suficiente para
hacer que sus nativos al fallecer merecieran una nota necrológica que contuviera más de
tres renglones y una fotografía, como fueron los casos de los funerales del ex-presidente
Restrepo en Medellín y el de Raúl Clavijo en Cúcuta. Las ciudades que tuvieron especial
21 Artículos titulados como “obras en el Paseo Bolívar por el centenario de la ciudad, le cambiarán la cara a Bogotá”, “refugio de rufianes y malhechores: El Paseo Bolívar”, “el lugar de la muerte” , que circularon entre 1939 y 1941, fueron ejemplos de la creación y delimitación de territorios hostiles y peligrosos para las élites de la ciudad.
51
importancia para el periodo fueron Medellín, Popayán, Cúcuta y Cali, por su condición de
haber sido cuna de varios políticos, escritores y destacados personajes públicos.
Pese a lo anterior, un gran número de notas necrológicas relacionadas con miembros de
provincia, dejaron entre ver algunos de los rasgos que caracterizaron más tardíamente el
periodo de “La Violencia”. Fueron muertes relacionadas con “caciques locales”. Un
ejemplo que llamó la atención fue la nota necrología originada a raíz de la muerte de Don
Alberto Barriga ocurrida en Villeta; lo particular de esta nota fue el hecho de que no trató
sobre su vida, como fue lo acostumbrado, por el contrario, fue utilizada como un espacio
para la realización de una denuncia política sobre la situación general del país. La nota se
presenta a continuación:
“La muerte de Don Alejandro Barriga, asesinado de forma vil por una obscura
cuadrilla de malhechores, ha consternado profundamente la sociedad de Bogotá .
Queremos considerar este hecho cruel y salvaje, con criterio apolítico y sólo vemos en
él, un índice de una época bárbara, reflejo de la mentalidad de una clase de individuos
que por desgracia entre nosotros no han desaparecido todavía.
Es increíble pero dolorosamente cierto, que a pocas horas de la capital de la
Republica, existe aun una casta de caciques, señores feudales que toman el nombre de
uno de los dos partidos políticos, para amparar bajo el rotulo de liberal o de
conservador, toda clase de fechorías y de ambiciones. Unos celosos defensores de la
religión cuyas máximas desconocen, encubren con el mayor celo religioso y la
exhibición de su piedad, los apetitos desordenados de una audacia ilimitada; aferrados
otros a una idea que consideran liberal, siempre han atentado contra la libertad de los
infelices que pueblan sus tierras [...] El cacique nombra alcaldes, reparte granjerías
y aquellos que se resisten a su poder, les condenan a morir. Las leyes, en la mayoría de
los casos, son letra muerta para estos señores feudales.
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En el doloroso caso de la muerte de don Alejandro Barriga, los caciques de este
villorrio de Quebradanegra, pueden estar satisfechos. Han asesinado y saqueado a un
individuo cuyo delito consistió en creer en la seguridad del sufragio popular; los
victimarios cuentan con la impunidad pues nadie declarará ante los jueces la verdad
de los hechos.” (CROMOS: Mayo 16 de 1931)
En esta nota, se puso de fondo el componente rural en la base de las acciones delictivas, al
mismo tiempo que se aclaró que los sucesos violentos de esta clase estaban físicamente
alejados de Bogotá . Los bogotanos o el resto de los habitantes del país, pudieron ser
victimas de las acciones delincuenciales, pero éstas jamás se desarrollaron en la capital, o
por lo menos no fueron descritas a través de los diarios y revistas por la imagen que se
quiso construir de ésta.
En ese contexto, el deceso de este joven político, descrito en la nota anterior, según una
nota de interés que apareció al pie de su nota necrológica, terminó siendo utilizado para
reclamar a través de una marcha masiva en Bogotá el cambio de la Constitución, acto que
el autor del artículo terminó repudiando al tildar los miembros de la manifestación como
una “muchedumbre campesina[...] socialista y estatista” descalificándolos tanto por su
procedencia como por sus ideas políticas.
El segundo punto, el referente a la diferencia entre géneros, fue también recurrente y no
sólo se presentó de forma literal en el número y calidad de las notas necrológicas escritas
sobre mujeres en comparación a las inspiradas por los hombres. En la estructura interna de
cada nota, especialmente cuando estas fueron ampliamente descriptivas, se hicieron
constantes menciones a las imágenes o estereotipos de hombre y de mujer que fueron
53
constituidos socialmente en la Bogotá de 1930 a 1950, éstas se apegaron al panorama
político, económico y cultural por el cual atravesó la ciudad, hicieron parte de esas
constantes luchas de los capitalinos por modernizar su urbe, sin resignarse a perder ese
componente tradicional que los caracterizó y marcó la diferencia con relación al resto de
los habitantes del país: la figura del “Cachaco”.
Así, las diferencias de género se correspondieron a los ideales de realización de la época,
donde la mujer comenzó a ganar representación política, a la educación y capacidades
laborales. Sin embargo, ella siguió siendo educada para ser el soporte de su esposo y la
base del hogar, aunque, se abrió paso en el panorama público lo hizo de forma tímida y con
algunos matices de clandestinidad, al no ser completamente avalada culturalmente.
El hombre continuó siendo el héroe letrado de los días de gloria de la patria, cuyos
apellidos fueron de gran valor social y su dinero un reconocimiento público que aseguró a
sus hijos la oportunidad de continuar siendo parte de las élites capitalinas y en general de la
élites nacionales.
Con lo anteriormente descrito, la ciudad que se construye a través de la nota necrológica
para los años de 1930 a 1950, es una en la cual las clases sociales están generando nuevos
espacios y nuevas formas de apropiación de éstos; sin embargo estas dinámicas están
todavía fuertemente impregnadas por ideas, valores y principios tradicionales,
especialmente por los juicios implantados a partir de la fuerte diferenciación entre las
clases sociales creadas por las élites y articuladas a través de las instituciones locales,
formadas y administradas por ellas mismas.
54
La nota necrológica nos muestra una ciudad que sufrió grandes precariedades en todos los
planos, especialmente en el higiénico y en el económico, una ciudad que anheló ser una
metrópoli culta y civilizada, a la altura de las grandes capitales europeas y norteamericanas,
pero que se enfrentó continuamente a realidades que con hechos desdibujan todos los
imaginarios clasistas de sus élites.
Sin embargo, el aspecto que más llama la atención es la construcción de imágenes sobre lo
masculino y lo femenino que se encontraron para la época reflejadas en el contenido de las
notas necrológicas. Esas imágenes serán desarrolladas en los siguientes capítulos.
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CAPÍTULO II
IMÁGENES QUE SE CONSTRUYEN A PARTIR DE LA NOTA NECROLÓGICA:
EL HOMBRE CAPITALINO
Para éste periodo, la imagen de lo masculino y lo femenino continuó siendo, como lo
menciona Urrego (1997: 183-273) para el período de 1880 a 1930, constituida básicamente
por la convivencia de nociones creadas por la Iglesia católica; por la respuesta de los
sectores populares a las normas de control social; por la adopción de formas de
comportamiento de género que surgían en Europa y en los Estados Unidos por las
necesidades de la naciente burguesía de constituir su intimidad y afirmarse como clase.
En ese contexto, el hombre pudiente bogotano fue caracterizado como un personaje
multifacético; siendo precisamente esto lo que permitió crear la imagen o perfil del
bogotano que se identificó por su versatilidad en todos los campos de la vida pública y lo
llenó de categorías altamente valorativas sobre sus méritos intelectuales, su excelente
dominio de la oratoria, al igual que de la palabra escrita, su personalidad guerrera en la
defensa de sus ideales políticos, su honor y su familia. Con respecto a ésta ultima, se le
reconoció en gran manera sus logros económicos y académicos como medios que le
permitieron glorificar y enaltecer aun más las distinciones heredadas: “sus apellidos y la
nobleza de su raza”.
Esa imagen de hombre fue la que se construyó a través de la nota necrológica, sin embargo
en el contenido de éstas no todos los aspectos anteriormente mencionados fueron
igualmente valorados. Así, a partir del contenido de estas descripciones se puede
esquematizar 4 imágenes tipológicas sobre el bogotano: el intelectual, el comerciante -
56
progresista, el militar y el clérigo, fueron construcciones culturales sobre lo masculino que
primaron para la época trabajada. Éstas se elaboraron a partir de las descripciones de las
vidas, los valores y los principios de los más célebres hombres de la ciudad a partir de su
fallecimiento.
La muerte recreó los principales aspectos de la vida diaria, sin embargo para la generación
fallecida en ese espacio temporal, no se encontró en la revista CROMOS ninguna nota
necrológica sobre deportistas, ni siquiera se menciona éste elemento como característica
relevante en ninguna nota. Aunque en la vida cotidiana se experimentaba una gran
preocupación por la generación de políticas que impulsaran las actividades físicas y el
deporte, la estructura social no reconoció méritos o condición especial a la práctica de un
deporte. La Bogotá de ese tiempo tuvo una alta valoración al trabajo intelectual, por esto
las imágenes descritas a lo largo de este capítulo están relacionadas con ésa valoración.
2.1. El Intelectual
“La desaparición de don Alejandro Osorio, fallecido el martes último, ha causado una
dolorosísima impresión en el ánimo de la sociedad bogotana. Por que don Alejandro
fue uno de los últimos sobrevivientes de esa amable estirpe de Cachacos de otra época
que poseyeron todas las virtudes y cualidades constitutivas del Gentleman y del
caballero intachable.
Don Alejandro ocupó altísimos puestos públicos entre otros el de Senador de la
Republica. Y como tal, sirvió al país eficazmente en más de una ocasión. Pero la
política, con sus luchas acres y sus contactos mancillantes, no fue jamás campo
propicio para su carácter amablemente frívolo y ligero. Donde brillaba y sobresalía
verdaderamente era en la intimidad de los salones de buen tono, donde el roce de
espíritus afines estimulaba su ingenio y su innata jovialidad. Nadie, como él, para
narrar un chascarrillo o definir con frase chispeante un hombre o una situación.
57
Pertenecía a esa raza de los Julios Defranciscos y los Jorges Pombos, ya
desgraciadamente próxima a extinguirse con la Bogotá ateniense de otros tiempos.
Nosotros registramos con pesar la muerte de este hombre bueno y afable, que tantos
gratos recuerdos ha dejado entre quienes lo conocieron y trataron, y que empleó gran
parte de su vida y de su fortuna en hacer el bien en torno suyo. Al mismo tiempo,
enviamos nuestras sinceras expresiones de condolencia a los miembros de su
distinguida y honorable familia”. (CROMOS: Febrero 8 de 1930)
La figura del intelectual fue la más renombrada en las crónicas necrológicas, ya que
contenía, casi en su totalidad, a los padres de la patria y a los personajes ilustres de la
ciudad. Esta categoría fue demasiado amplia, las personalidades descritas en estas notas
fueron caracterizadas principalmente porque su desempeño abarcó diferentes áreas del
conocimiento; fueron versátiles ingenieros que realizaron notables estudios en el campo de
la arqueología indígena, como don Miguel Triana22, poetas tímidos e introvertidos que
“prefirieron partir para el viaje final sin someter a quienes los amaban al dolor de una
despedida23” y tomaron el camino melancólico e idílico del suicidio, como fueron Roberto
Caro y Adolfo Milanes; Maestros y filólogos que se preocuparon por “mantener incólume
la herencia idiomática de nuestros abuelos, los colonizadores españoles” y por que
“Colombia continuara siendo el país del nuevo continente en que con más pulcritud y
propiedad se habla el castellano” 24, como fue Don Emiliano Isaza. Periodistas y
escritores, a quines ni siquiera “la muerte pudo arrebatarles de la diestra esa pluma ágil y
temblorosa con la cual escribieron tantas paginas hermosas”25, también fueron
22 Cuya nota necrológica apareció en la revista CROMOS en la semana del 2 de Mayo de 1931 23 Fragmento extraído de la nota necrológica de Roberto Caro de Narváez. Revista CROMOS Abril 11 de 1931. 24 Fragmento extraído de la nota necrológica de don Emiliano Isaza. Revista CROMOS Febrero 22 de 1930. 25 Fragmento extraído de la nota necrológica de Eduardo Domínguez. Revista Cromos Febrero 22 de 1930.
58
incorporados en esta categoría. Sin embargo, la figura que cumplió con mayor versatilidad
todos los oficios anteriores fue la del político, personaje culto, orador y carismático.
La nota necrológica que abre el capítulo, fue solo uno de los múltiples ejemplos en los
cuales se describió la personalidad de un político, la importancia de sus servicios para la
patria y la destacada condición de su “naturaleza humana”.
El campo de la política representó, el escenario tradicional para que los miembros de las
élites capitalinas evidenciaran públicamente sus habilidades, los logros en sus estudios y
toda la herencia proveniente de la “buena cuna”. Igualmente, fue el campo que utilizaron
para afirmar su status y garantizar a su descendencia la permanencia en un lugar destacado
y privilegiado de la estructura social.
Toda familia bogotana de renombre contó con un miembro fuerte y activamente
involucrado en el campo de la política. Sus contactos y sus influencias siempre estuvieron
relacionadas con un temperamento frívolo y ligero necesario para sopesar con cabeza fría
los temas relevantes del panorama público, ya que las discusiones viscerales siempre
fueron mal vistas por impulsar al “espíritu humano” a ir más allá de todas las normas del
protocolo social. El bogotano, nunca debió mostrar sus límites y se caracterizó por la
perfecta compostura ante cualquier circunstancia, lo que lo identificó con un hombre
protocolizado e invulnerable en el difícil y casi nunca fiable campo que constituyó la
política en aquellos días.
59
Chocando fuertemente con los dos componentes de la personalidad descritos anteriormente,
el intelectual estuvo connotado socialmente como poseedor de un espíritu agraciado que
complementado con la buena conversación, lo hizo afamado orador innato, de gran
suspicacia y en constante indagación sobre su entorno y los temas de interés. Así, el
intelectual abrió el espacio para la polémica y la tertulia, epicentros de buena parte de la
vida cultural de la época.
En el pie de pagina que acompañó las fotografías de los funerales del profesor Juan David Herrera se resaltó la presencia del presidente de la republica Alfonso López y su esposa (última fotografía), conmovidos por el gran duelo social que significo “la perdida del ilustre científico fallecido”.
Revista CROMOS. Noviembre 5 de 1938
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Esta imagen tipológica del hombre bogotano, resaltó la importancia y gran valoración que
en las élites capitalinas tuvo el estudio y la preparación profesional, que fue una de los
parámetros más importantes, sino el más, para la valoración social de los individuos: “el
hombre fue su capacidad intelectual”. Sin duda alguna, el elemento monetario también
influyó notoriamente en dicha valoración; sin embargo, los hombres con riquezas que no
se “cultivaron”, siempre fueron victimas del filtro social que las élites aplicaron a quienes
aspiraban ser parte de ellas. En este periodo, la “meritocracia” entró en escena y el
profesionalismo se convirtió en una forma de ascenso en la dura estructura social
bogotana26.
La imagen del científico puro fue venerada, a pesar de ello, algunas de las mentes más
brillantes murieron en condiciones económicas desfavorables. Sin embargo, fueron
personajes reconocidos como parte activa de la élite, respetados y socialmente recordados
con hondo pesar a raíz de su muerte. En la Bogotá de 1930 a 1950 siguió teniendo más
valor el “status adscrito27” que el “status adquirido” en la valoración social de los
individuos.
26 Un ejemplo fue la siguiente nota necrológica publicada el 2 de Mayo de 1931: DON JESÚS GONZÁLEZ F. “Después de una vida dispuesta al servicio de los más nobles propósitos públicos y privados, falleció en la tarde del miércoles pasado, este apreciado caballero. Don Jesús González f. Reunió en si, cualidades y virtudes que le merecieron la estimación y el respeto de todos los suyos y sus amigos. Hombre de hogar, supo formar al amparo del trabajo diario una familia que hoy se recoge al recuerdo de su nombre en la más completa turbación y el más cruel desconcierto. Ciudadano desinteresado logro escalar puestos muy distinguidos de esta capital, donde ocupó en varias ocasiones una curul como consejero municipal. En el cabildo le vimos muchas veces intervenir en la defensa de los intereses y de las conveniencias de Bogotá, como representante del obrerismo, distinguiéndose siempre por su patriotismo. Liberal convencido y entusiasta, no omitió esfuerzo alguno en beneficio de la causa a la cual le presto siempre el contingente de su fe y de sus energías”. 27 Categorías utilizadas por Virginia Gutiérrez de Pineda en su texto “Cultura y familia en Colombia”. Con “status adscrito”, la autora hizo alusión a la posición social que fue heredada por un individuo. Con “status adquirido” explicó los logros propios de cada individuo que le permitieron escalar socialmente.
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“Los funerales del doctor José Vicente Concha”.Tomado de Revista CROMOS Marzo 28 de 1930
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2.2. El Militar
“Con la muerte del general Antonio Samper Uribe pierde la Republica uno de sus hijos
más ilustres, y el liberalismo uno de sus héroes más organizados y uno de sus
conductores más expertos.
A lo largo de la vida siempre agitada y siempre limpia de este ilustre varón, se
destacan como rasgos característicos, al lado de sus excelsas dotes de guerrero, su
perfecta y diamantina honradez, su ardiente patriotismo y su amor ilimitado a la causa
liberal. Hijo legitimo de su propio esfuerzo, escaló sin ajena ayuda las más altas
posiciones, se opuso a todos por sus méritos incontestables, y en trayectoria
maravillosa, de modesto soldado en el campo de batalla pasó a ser no solo un
auténtico prestigio de nuestras glorias militares, el más entusiasta de nuestros hombres
civiles, el jefe indiscutible de una colectividad política que correspondió a sus servicios
con una devoción sin par en nuestra historia.
Jamás la calumnia ni el vituperio pudieron hacer la más leve mella en aquella
reputación granítica, que era un timbre de honor para la nación y que le mereció ser
considerado con justicia y admiración como el más elevado modelo de desinterés,
patriotismo y austera probidad.
En la guerra y en la paz supo mantener siempre pulcra la gloria de su espada. Jamás
su espíritu dejo de comprender, en su más completa significación, lo que representa
para el hombre, para el ciudadano, la patria y los más bellos ideales de la causa
política a la que se pertenece [...]” (CROMOS: Febrero 8 de 1930)
La imagen del hombre de guerra, como se lee en la anterior nota necrológica, se acercó en
gran medida a la del intelectual, en ocasiones yuxtaponiéndose28. En el ocaso o en la
juventud varios de los miembros destacados de la sociedad bogotana fueron parte de la
milicia, por ser el camino armado la forma más comúnmente empleada en aquellos días 28 Otra nota que circuló sobre el General Samper Uribe en la semana del 15 de febrero de 1930 en la revista CROMOS, mostró otra faceta de su vida.: “Antonio Samper Uribe fue una de las unidades valiosas de la generación que entre 1872 a 1873, llegaron a los claustros de la Escuela de Literatura y Filosofía, instalada en el edificio de San Bartolomé y dependiente de la Universidad Nacional [...] La guerra de 1876 lo obligó a abandonar las aulas por haberse cerrado la Escuela [...] pero en 1880 se retiró definitivamente de los claustros para marchar a Europa a complementar sus estudios en los centros científicos de París y de Londres de los conocimientos ya adquiridos: económicos y fiscales [...]”
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para la generación del cambio en el panorama social de los derechos civiles y políticos. Sin
embargo, la imagen del militar no se correspondió con la del hombre tosco y violento, sino
con aquella en la que el individuo combatió por un ideal, por una causa que para sus
principios se presentó como justa y alteró el diario acontecer de su vida .
La imagen del bogotano de la época fue la del ciudadano capaz de abandonar el uso de las
armas al alcanzar sus metas, a diferencia de otros regiones del país donde los miembros de
la élite se enrolaron de forma permanente en las fuerzas militares.
Dentro de las buenas maneras del bogotano, el uso de la fuerza en los momentos
coyunturales hizo que varios de los milicianos se convirtieran en heroicas figuras del
liberalismo, frases como la que se encontraron en la nota necrológica de Don Elías Garay,
en las que se describió el hecho de que este personaje “llegado a la extrema senectud,
evoca[ba] con orgullo el haber tomado parte de la defensa del convento de San Agustín
Fotografías que ilustraron la nota necrológica del general Antonio Samper Uribe.Revista CROMOS Febrero 8 de 1930
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contra las tropas conservadoras de Leonardo Canal, en el año de 1861”29, ejemplificaron
cuán importante fue el papel del guerrero en la consolidación de los propósitos liberales de
la época.
La nota necrológica del doctor Lucas Caballero, fue otro ejemplo que ilustró la versatilidad
del bogotano “con la pluma y con la espada” ya que “cuando los tambores de guerra
llamaban en nuestro país a la defensa de las libertades públicas y del decoro nacional,
Lucas Caballero abandonó su bufete de abogado y salió a campo abierto convencido de su
razón y de su fe [...]. Jefe del Estado Mayor del general Herrera, negociador de la paz
del “Winsconsin”, que puso final a la más sangrienta de nuestras guerras civiles. Escritor
y soldado, hombre rectilíneo y libre de rencores cumplió en la paz un papel tan diáfano
como el que había desempeñado en la guerra [...]”(CROMOS: Octubre 17 de 1942).
Así, figuras mayores, que fueron capaces de tomar las armas, pero al mismo tiempo batallar
en el campo intelectual, se convirtieron en los hitos del carácter del bogotano: miembro de
familia pero ante todo servidor a la patria y a su partido político.
2.3. El Industrial - Progresista
“Con la muerte de don Eustacio Santamaría perdió el país uno de sus hijos de mayor
valor. Caballero cuyo mérito fue sin duda el ejercicio noble de la inteligencia, trabajó
en beneficio de su tierra con extraordinaria energía y en los años de su vida dio
muestra singular de dinamismo y talento.
No hubo, en verdad, y ahí reside el principal atractivo de su persona, una sola
manifestación de progreso que no le interesara fuertemente, ni un solo sector del
trabajo donde no acudiera presuroso para realizar una empresa de vastas
29 Fragmento extraído de la nota necrológica de Don Elías Garay. Revista CROMOS Abril 25 de 1930
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proporciones. Dotado de fortuna y de espléndida posición social, puso al servicio de
su trabajo, su patrimonio y su nombre; habría podido como otros disfrutar en calma de
esos beneficios, pero prefirió arriesgar la tranquilidad de su vida para enseñar y
ayudar al país en el lento proceso de desarrollo económico. Las empresas que el fundó
han sido fuente de riqueza inestimable. La industria harinera, marcó un rumbo
definitivo para los agricultores y dio impulso y extraordinario ensanche a los cultivos
a tal punto que gran parte de ellos y de su riqueza actual, derivan su origen en la feliz
iniciativa de don Eustacio Santamaría, el primero que tuvo entre nosotros, el valor
suficiente, para acabar con esa pésima costumbre de aceptar la tradición sin examen.
Con la industria harinera terminaron las grandes importaciones de harina extranjera.
En la hacienda de “Aposentos”, los cultivos y el mejoramiento de las razas de ganado,
alcanzaron merecida fama. Agricultor en grande no se contentó con explotar la tierra
a la manera indígena; convencido de las ventajas de los nuevos sistemas fue precursor
y maestro; enseñó, mostró, regaló y en forma patriótica y desinteresada fue buen
ciudadano y gran caballero. Su empresa de transportes fluviales dio un vuelco a la
navegación por el río Magdalena, y si por desgracia, no llegó a ser lo que se suponía
en los días de su fundación, culpa fue de factores extraños a su intervención,
inevitables y conocidos.
Un caballero como don Eustacio Santamaría deja a su muerte un vació difícil de
remplazar. Casi imposible. Representa una vida de trabajo; una vida de experiencia,
de gran corazón y grandes conocimientos.” (CROMOS: Febrero 22 de 1936)
Hasta la mitad del siglo XX, la ciudad experimentó al igual que el resto del país la
consolidación y masificación de la industria, con los sueños del “progreso” y de
“bienestar” heredados de las ultimas décadas del siglo XIX. En ese marco se encontró el
espacio y las condiciones que caracterizaron esta tercera imagen tipológica del bogotano;
quien influenciado por las nuevas oportunidades comerciales y los adelantos tecnológicos
que surgían en Europa, pero ante todo por los procesos de tecnificación que habían
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experimentado las granjas en los Estados Unidos; marcó significativamente un camino en
el panorama productivo del país.
Hombres cultos, preparados, que contaban con los apellidos y los medios económicos
suficientes fueron los primeros en entregarse a los ideales de “progreso”. Estos hombres
fueron caracterizados por fundar empresas en lugares donde nunca antes se habían
intentado, o en los cuales por las circunstancias económicas, geográficas o climáticas, éstas
habían tenido un rotundo fracaso.
Las notas necrológicas realzaron el espíritu transformador del industrial. La fuerza, el
coraje y la pasión por la patria que no entregó en los enfrentamientos bélicos, los utilizó en
la transformación del entorno y en el dominio de la naturaleza. A través de éstos
componentes fueron hombres que hicieron posible la lenta recuperación económica del país
y de la ciudad, desarrollando en ésta enclaves productivos que entraron a competir con la
posición hegemónica que tenía Medellín y en general Antioquia en éste aspecto.
En este perfil del habitante bogotano, fue contemplado un gran número de extranjeros que
encontraron en la ciudad las condiciones para el establecimiento de nuevas industrias como
fue el caso de don Leopoldo R. Kopp, el cual mezcló las ideas empresariales con las obras
sociales. Un aparte de su nota necrológica lo describe como un “cultivado y selecto
espíritu, en el que la discreción preponderaba hasta en los más mínimos detalles de la
vida; religioso a fondo, exigía la rectitud de la conciencia y de la amistad y estaba ajeno
por entero al afán de la concepción económica que suele agitar a quienes pueden estar en
el ápice del movimiento financiero del conglomerado social.” ( CROMOS: Abril 16 de 1938).
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Así, se vio surgir entre los hombres industriales y de negocios, las características del
filántropo, del benefactor.
La nota necrológica sobre don Gustavo Restrepo, describió la vida de un banquero e
importante comerciante que al morir donó su fortuna a la beneficencia para la creación de
un “magnifico hospital de tuberculosos en Bogotá ”, la revista complementó la descripción
de ésta acción haciendo un elogio a la conciencia social y a la caridad cristiana de los
distinguidos miembros de la élite capitalina: “la clásica característica de los bogotanos ha
sido dar sin medida, atender a los desvalidos, en una palabra, practicar la más bella de las
obras de misericordia: vestir al desnudo y dar de comer al hambriento”(CROMOS:
Septiembre 14 de 1940).
Las notas necrológicas sobre los benefactores, no hicieron tanto énfasis en su vida, como las notas de los industriales destacados. En éstas el autor describió todas las obras en servicio de la comunidad que el difunto había generado, principalmente escuelas, reformatorios y hospitales; complementando esta descripción con fotografías.
Revista CROMOS: Julio 5 de 1941
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Este tipo de obras benéficas fueron destinadas en gran medida al mejoramiento de las
condiciones de vida de los sectores obreros, con el propósito de reducir los obstáculos
materiales hacia el “progreso” y su verdadera constitución como una “ciudad moderna”.
2.4. El Clérigo
“Con la desaparición del doctor Francisco Javier Zaldúa se cierra un ciclo en la historia
de la elocuencia sagrada en Colombia; él, como Carlos Cortes Lee y Rafael María
Carrasquilla, fue uno de los predicadores más elocuentes del púlpito bogotano[...] El
doctor Zaldúa no deja escritas sus obras oratorias, si se exceptúa acaso una sola, que
tuvo resonancia muy grande por la ocasión en que se pronunció; pero la obra del doctor
Zaldúa perdurará en el corazón de los bogotanos; a él se debe la devoción especial que
ellos le profesan a la Virgen del Carmen, de la cual era devoto el ilustre canónigo de la
Metropolitana. Fue, pues, en la mejor acepción del vocablo un orador genuinamente
popular, que subyugaba y atraía por la vehemencia y el arrebato de la expresión, por la
firmeza del convencimiento y por el ademán aristocrático de aquel hombre que llevaba
con honor gloriosísimas tradiciones familiares [...]
(CROMOS: Septiembre 26 de 1931)
El fuerte arraigo de la religión en el seno de la sociedad bogotana, hizo de ésta una ciudad
bastante conservadora y devota de las imágenes del catolicismo; las familias tradicionales
tuvieron entre sus miembros religiosos tanto sacerdotes como monjas. Así, la imagen del
clérigo apareció con ciertos matices similares a la del intelectual, ya que eran poseedores de
las habilidades de la oratoria y contaron con un amplio dominio del público, fueron
gestores de cambio social y difusores activistas de ideas políticas desde sus púlpitos.30
Igualmente, la imagen del clérigo se compenetró con la del maestro humanista, quien a
30 Véase Abel, Christopher “Política, iglesia y partidos en Colombia: 1886-1953”. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá 1987
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través de su ejemplo promovió entre sus discípulos la importancia de la vida austera a pesar
de la condición social que poseía. Fue un personaje ampliamente docto, que acercó a las
clases populares a las formas propias de la cultura europea a través de la estructura y
prédica en las liturgias31.
El clérigo fue uno de los eslabones de transición y acercamiento entre las fracciones
sociales capitalinas, ya que a través de la formación de las comunidades logró beneficiar
los barrios obreros e informales de la ciudad. La nota necrológica sobre monseñor Julio
Cesar Beltrán describió sus esfuerzos por lograr la construcción de la iglesia del barrio
Egipto, pero reconoció que el verdadero mérito de su acción fue la realización de “una
labor de propaganda social en su barrio, expuesto como ningún otro a trastornos y
reyertas; él fomento entre las clases obreras la moralidad en las costumbres, el ahorro y la
honradez.” ( CROMOS: Julio 26 de 1930). El clérigo, se convirtió así, en una herramienta social
31 Para este periodo las reformas en la estructura de las misas se encontraba en apogeo, el abandono del latín ya era casi generalizado, pero el uso de oraciones francesas y estructuras clásicas sobresalieron principalmente en las oraciones fúnebres. (sagrada congregación para el culto divino 1971)
Dos aspectos de los funerales de Monseñor carrasquilla: Izquierda, féretro en la cámara ardiente ubicada en el Colegio del Rosario. Derecha, desfile fúnebre por la carrera séptima.
Fotografías de la Revista CROMOS: Marzo 22 de 1930
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que mejoró la calidad de vida de las clases menos favorecidas y que catequizó a sus fieles
no solo dentro de los conceptos de la religión, sino que a la vez los aleccionó sobre los
ideales políticos de la época.
Un aspecto que apareció recurrentemente en todas las notas necrológicas que abarcaron las
cuatro imágenes arriba esbozadas, fue el hecho que la muerte de estos personajes fuera
divulgada con la resignación y el dolor propios de la pérdida de un ser estimado de la
comunidad, pero con la valoración del deber cumplido, como el fin a una vida llena de
éxitos y de logros, como una recompensa o descanso a su ardua tarea. Éste elemento
marcó una de las más importantes diferencias entre las valoraciones encontradas en las
notas necrológicas entre las que tratan sobre las defunciones femeninas y las masculinas.
Esto se profundizará en el siguiente capítulo.
Para el periodo de 1930 a 1950, pocas fotografías de cadáveres aparecieron en las notas necrológicas. Sin embargo, todas pertenecieron a Hombres: políticos como el caso del cadáver de Olaya Herrera y religiosos como es el caso de esta fotografía que corresponde al cadáver del Monseñor Carrasquilla.
Fotografía tomada de la Revista CROMOS: Marzo 22 de 1930
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CAPÍTULO III
IMÁGENES QUE SE CONSTRUYEN A PARTIR DE LA NOTA NECROLÓGICA:
LA MUJER CAPITALINA
Al igual que en el caso masculino, la imagen femenina estuvo marcada por las nociones
religiosas, las formas de control social y por las ideas que penetraron desde Europa y los
Estados Unidos sobre la civilidad y las buenas maneras, al igual que por los
comportamientos considerados como los propios de cada género (Urrego 1997). En este
contexto las imágenes que se crearon y se difundieron sobre la mujer a partir de sus notas
necrológicas, permitieron construir tres tipologías de ellas: la matrona, la señorita y la
religiosa, teniendo la primera mucho más valor y relevancia social, en cuanto a las
extensión de sus notas y en la cantidad y la calidad de las mismas.
Para este período, la imagen de la mujer se encontró en constante transformación, sin
embargo la importancia primordial en su rol continuó siendo su papel de madre y esposa
abnegada y ejemplar, ama de su casa y poseedora de las más refinadas y distinguidas
maneras. El manejo del lenguaje, de su arreglo personal al igual que la educación de sus
hijos marcaron un patrón para el reconocimiento de su papel en la sociedad, y las obras
benéficas y caritativas se mantuvieron como epicentro de su actividad social.
En la Bogotá de aquellos años la mujer había logrado varias reivindicaciones culturales,
sociales, políticas y económicas, generadas principalmente por la necesidad de incorporar
mano de obra a las industrias32; la mujer trabajadora, independiente y profesional, fue
escasamente reseñada en las notas necrológicas. Si en el caso masculino, el hombre 32 Véase Miguel Ángel Urrego, op.cit y Fundación Misión Colombia, op.cit.
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producto de su esfuerzo, estudio y trabajo, fue señalado en las notas y valorado por sus
meritos, en el caso de la mujer este fenómeno no se dio. Aunque, la educación fue
importante, la profesionalización femenina fue muy escasa.
3.1. La Matrona “Doña Elvira del Corral de Restrepo Sáenz”
“Gran señora y dama de alcurnia era doña Elvira del Corral de Restrepo Sáenz,
fallecida repentinamente en los primeros días de la semana. Por su abolengo, por su
raza, por su cultura y por el hogar muy noble que fundó en asocio del doctor don
Eduardo Restrepo Sáenz, su nombre era para la sociedad bogotana, muestra señalada
de gente discreta, refinada y distinguida.
Tuvo doña Elvira del Corral de Restrepo Sáenz, en su vida consagrada a su marido y a
sus hijos la oportunidad admirable de desarrollar sus dotes de señorío y de elegancia,
que al igual de sus mayores fueron en ella parte de su ser. Su hogar fue centro de
exquisita distinción, refugio escogido y seleccionado de buen tono, casa bogotana por
las grandes cualidades de sus moradores, casa de estilo, clásica, acogedora para todo
aquel merecedor de serlo y a la vez severa para aceptar innovaciones de moda.
Rasgo distintivo de la familia Restrepo Corral, ha sido el continuo ejercicio santo de la
caridad, hecha sin alardes de mundanismo. Por el contrario doña Elvira del Corral de
Restrepo Sáenz siempre tuvo una palabra amable, una ayuda efectiva, un gesto grande
de caridad para todos aquellos que hasta ella llegaron y recibieron los beneficios de su
bondad inagotable, sin hacer ruido ni dejar hablar de ella.
Como las grandes damas que fueron sus abuelas, prefirió de continuo ayudar al
prójimo sin que otros tuvieran noticia, y ese rasgo noble y señorial de su carácter,
pinta por si sola la delicadeza de su modo de ser. Heredera de un gran hombre, dotada
de las cualidades que hacen de la bogotana, dama y señora, supo llevar con brío,
elegancia y soltura, sus apellidos y el de los suyos.
CROMOS envía su manifestación de sincero pésame al doctor don Eduardo Restrepo
Sáenz y sus hijos, en estos momentos de intensa y dolorosa pena”. (CROMOS: Diciembre 7 de 1935)
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La imagen de la matrona bogotana estuvo fuertemente relacionada con su destacada
posición social, lo refinado de sus comportamientos y su temperamento dócil y siempre
abnegado al servicio de los demás, como lo dejó ver un fragmento de la nota necrológica de
doña María Jesús Arias de Pasos, en la cual fue descrita como una mujer que “reunía las
más bellas cualidades de la mujer bogotana: discreción, exquisito gusto, refinamiento
logrado por tradición y por estudios, caridad bien entendida, don de gentes y conversación
de gran mundo”(CROMOS: Marzo 12 de 1938).
Sin embargo, esta descripción de “la esposa que cae en oración mientras el marido va a la
guerra, y que ignora los ajetreos políticos del hombre de la casa”, rivalizó con la imagen
de la mujer “tormentosa y atractiva que carecía en lo absoluto de neutralidad política”,
como lo ejemplificó la nota necrológica de doña Carlota la Rotta de Acosta, esposa del
general y ex–presidente de Colombia Santos Acosta, que circuló en la semana del 4 de
marzo de 1933. En dicha nota se mostró la importancia del respaldo y de la posición
política que ella le brindó a su marido en los momentos más difíciles de la lucha armada y
después en el escenario de lo político; como educó a sus hijos con una fuerte posición
política que estaba en contra de la imparcialidad propia de las mujeres de la época, ya que
esta responsabilidad la llevaron adscrita los hombres, a ellos les correspondió el dar
criterios políticos a sus hijo varones.
Este tipo de mujeres no contaron fácilmente con la aprobación general de la clase a la cual
pertenecieron, ya que rompían con los comportamientos propios de cada género. Sin
embargo, quienes contaron con ésta se convirtieron en verdaderos personajes capitalinos y
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ejemplo para las futuras generaciones, según lo afirmaron los mismos autores de las notas
necrológicas.33
Pese a lo anterior, la figura de la matrona y de la mujer en general, estuvo respaldada y
supeditada por el buen nombre e importancia de los hombres más cercanos a su vida: el
padre, el esposo, los hermanos y los hijos, jugaron un papel vital en su reconocimiento
social. Un ejemplo de esto, fue la estructura de la nota necrológica femenina, donde las
frases a través de las cuales se daba el hilo conductor al recuento de su vida estaban dadas a
partir de la mención de los hombres. La estructura general se desarrolló así: “Doña
Conchita hija de don Antonio de Narváez [...] , hermana de don Enrique – el ultimo
mochuelo- [...] esposa de don Pedro Iregui [...] y sus hijos el doctor Parmenio y don
Carlos [...]34”, dieron a la imagen de la hija, la esposa y la madre ejemplar el componente
esencial de lo que significó la matrona, a la cual la imagen masculina más próxima, en
todo momento respaldó y dio el aval a los proyectos y acciones de las distinguidas damas,
para las cuales las únicas empresas posibles fueron las que se encontraron estrechamente
relacionadas con la caridad y las obras sociales.
El rol de la matrona estuvo fuertemente relacionado al papel reproductivo, al cumplimiento
de sus compromisos católicos y civiles como esposa, a la posesión de los más “nobles
sentimientos” de caridad cristiana y al papel de guardián de las buenas maneras y
elementos de distinción propios de las élites capitalinas.
33 véase: Pedraza Sandra op. cit , Urrego Miguel op. cit y “ Doña Carlota la Rotta de Acosta” en Revista CROMOS 4 de Marzo de 1933. 34 Fragmentos de la nota necrológica de Doña Conchita de Narváez de Iregui. Revista CROMOS Mayo 5 de 1934.
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3.2. La Señorita
“La muerte de la señorita Margarita Liévano Ricaurte, causó hondo sentimiento de
pena en la sociedad bogotana. Doña Margarita, hija de ese hogar modelo fundado por
don Enrique Liévano y doña Margarita Ricaurte Carrizosa, unía a su delicada belleza
las condiciones nobles de su juventud; joven de porvenir risueño, lleno de esperanzas
pasó por la vida sencilla y admirable y su muerte deja en profundo desconcierto a los
muchos que pudieron apreciar la suavidad de su espíritu.
CROMOS envía la manifestación sincera de su pésame a don Enrique Liévano y a
doña margarita Ricaurte de Liévano”. (CROMOS: Febrero 24 de 1934)
La imagen de la señorita bogotana se construyó alrededor de los logros y meritos de su
hogar: la posición e importancia de los padres. Sin embargo, estuvo dotada de todas las
cualidades que con los años convertirían a la señorita en una respetable matrona.
Las notas necrológicas en las cuales se destacó su perfil, las colmaron de todas las
bondades propias del género y con un fuerte sentido de añoranza por la “juventud” perdida
“La distinguida dama doña Rogelia G. de Escobar, fallecida recientemente, se halla rodeada de 22 nietos y 5 biznietos. Faltan en la fotografía 10 hijos y 10 nietos, lo cual da un total de 47 descendientes, todos vivos”
En la Revista CROMOS Abril 26 de 1930
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y la vida truncada, no narraron su corta vida, sino por el contrario trataron de formar un
breve esbozo de lo que hubiera sido su futuro.
Sin embargo, la imagen de la señorita también agrupó a todas aquellas mujeres mayores
que no consolidaron el fin social del matrimonio, contrario a las descripciones que se
realizan sobre este tipo de perfil en otros lugares del país35, en Bogotá no fue vista como la
“solterona”, ya que en la mayoría de las notas necrológicas, se destaca su múltiples
virtudes que le hubieran permitido “desempeñar muy bien el papel de madres”, sin
embargo, la gran mayoría de estas mujeres fueron preparadas académicamente, tuvieron
estudios técnicos o profesionales, se dedicaron a la docencia, al igual que a las artes. Eran
mujeres independientes que a parte de tener el respaldo de su núcleo familiar, contaron con
una autonomía económica y un reconocimiento social producto de su propio trabajo. Un
ejemplo de esto fue la siguiente nota:
“Señorita doña Mercedes de la Cruz. –la semana pasada falleció el día jueves en esta
ciudad [ Bogotá] esta distinguida e inteligente dama. La señorita de la Cruz fue una
grande institutora y muy destaca artista. Apenas hace unos pocos meses tuvo lugar en
el teatro municipal una magnifica exposición de sus obras pictóricas, la cual mereció
el aplazo unánime de cuantos la visitaron. Cromos lamenta la temprana desaparición
de la señorita de la Cruz y envía a sus hermanos la expresión de su más sentido pesar” (Cromos: Junio 28 de 1941)
En este tipo de notas se mostró el claro significado que tubo la categoría de señorita y de
doña: la señorita, hacia referencia a la virginidad de la mujer, al acto biológico de la
35 Véase Virginia Gutiérrez de Pineda El complejo cultural antioqueño o de montaña en “cultura y familia en Colombia” op.cit
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reproducción y la dama hizo referencia a todos los elementos culturalmente aprobados para
ser reconocida como un valioso elemento social.
3.3. La Religiosa “Después de una larga enfermedad, sufrida con cristiana resignación, falleció antier
en la ciudad [de Bogotá] Magdalena de la Inmaculada, de la comunidad de madres
adoratrices. En el mundo Magdalena Esguerra, perteneciente a una distinguida familia
de nuestra sociedad. En esta hora de dolor enviamos nuestra condolencia más sincera
a toda su familia. Especialmente a sus hermanos don Luis y don Juan Esguerra.” (El Tiempo: Jueves 8 de Julio de 1937)
La figura de la religiosa aunque es escasamente nombrada, fue destacada por la
ejemplificación de su vida al servicio de los demás, teniendo como recompensa los
Estas dos notas son ejemplos del tipo de información y diagramación que fue empleada para dar la noticia del deceso de las señoritas. Este tipo de nota nunca tuvo la misma importancia que la nota de la matrona pero fue mucho más destacada que la nota de la religiosa.
Publicadas en la revista CROMOS: Febrero 24 de 1934 y Junio 28 de 1941. Respectivamente
78
beneficios propios de la práctica de la religión cristiana: la posibilidad del acceso al reino
de los cielos.
Esta imagen de mujer rompió con las otras imágenes construidas para el género, ya que la
vida austera las llevó a alejarse del cultivo de virtudes sociales fuertemente valoradas como
el cuidado de su apariencia física, su vestimenta y sus comportamientos, al igual que las
obligó a retirarse del panorama público. Sin embargo, a través de la práctica de la caridad
cristiana y del amor al prójimo, la imagen de esta mujer encontró convergencias con la
imagen de la matrona, siempre de una manera desinteresada a través de su sacrificio
personal, veló por el bienestar de quienes lo necesitaron, cumpliendo así como una figura
materna.
Un elemento común de las notas necrológicas femeninas, fue la connotación de la muerte
como un hecho repentino, inesperado, como una trampa del destino para desequilibrar la
estructura social. Esta concepción fue igual sin importar la edad de la difunta, si ésta era
una persona de avanzada edad o una joven señorita, la muerte nunca se sintió como justa,
hecho que se diferenció con los sentimientos sobre la muerte masculina que fue el
“descanso a una gloriosa vida”, o “la consoladora de una solitaria alma”. La siguiente
nota necrológica recopiló la diferencia fundamental entre la concepción social de la muerte
femenina con la masculina:
“Registramos con profunda y dolorosa emoción el prematuro fallecimiento de la
señora María Luisa de Barrera Parra, esposa de nuestro queridísimo amigo y colega
don Jaime Barrera Parra. La muerte que se complace en asestar sus golpes sobre
aquellas criaturas dilectas a quienes todo parece predestinar a una larga existencia y a
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una dicha sin nubes, ha convertido en una pequeña sombra, errante por las regiones
del más allá, a la fiel compañera del escritor y artista exquisito que hoy llora su
desaparición. A ella, que fue en vida toda luz y toda sonrisa.
En el fondo del alma más sumisa a los decretos del destino, hay algo que protesta, algo
que se revela, contra estos trágicos escamoteos, así alejan dos almas hechas para
comprenderse y amarse. Y es preciso acudir a la fe – esa fe indestructible que enciende
una maravillosa luz de esperanza sobre el negro pudridero final, - para poder
sobrellevar penas como las que hoy aqueja a Jaime Barrera Parra. Es preciso decirse
que tales separaciones son únicamente transitorias y que más allá de la tumba existe
una esfera de dicha y claridad donde habremos de juntarnos para siempre con los
seres amados que nos precedieron en el viaje sin retorno.
Otras palabras de consuelo resultarían, en este caso, vanas y huecas. Por eso nosotros
ante el inmenso infortunio que hoy hiere a un amigo carísimo, callamos
emocionadamente. Y nos limitamos a oprimir su mano larga y fraternalmente,
poniendo en ese gesto nuestra más sincera y profunda expresión de condolencia” (CROMOS: Agosto 23 de 1930)
De la imagen de la muerte poética que le daría al hombre la “gloria del sepultó”, para las
mujeres no quedó nada, para ellas la muerte fue una calamidad que arrebató lo más bello
que poseía el género femenino: “La juventud, la suavidad y el amor”. En las notas
necrológicas aparece un componente que no estuvo en las masculinas: el destino. Los
hombres vivieron y murieron como quisieron o como se lo merecieron, a las mujeres les es
arrebatada la vida de un momento a otro, es el destino que marca la calamidad. Tal vez el
hombre pudo escapar a su destino pero la frágil condición de la mujer la sometió a éste.
La evocación a las creencias religiosas apareció como una forma de consuelo, al igual las
nociones sobre la vida eterna y la muerte como un tránsito que de manera momentánea
separó a los seres queridos por unos instantes en el contexto de la eternidad.
80
CONCLUSIONES
A través del análisis de las notas necrológicas para el periodo de 1930 a 1950, se reafirmó
la importancia de los medios escritos en la difusión y consolidación del imaginario social,
los cuales partiendo de recursos socialmente difundidos -bagaje cultural, sentido común-
ayudaron a la continuidad, más que al cambio de las estructuras e imaginarios sociales. Así,
éste lapso que se caracterizó principalmente por la transformación de los proyectos
políticos y sociales, acompañados por la metamorfosis física y estructural de la ciudad, se
mostró desde la nota necrológica como un periodo de ambivalencia, donde a partir de
elementos relacionados a las prácticas funerarias, los habitantes capitalinos colocaron en
escena los componentes más tradicionales de la vida cotidiana.
La nota necrológica no fue ajena a las representaciones de las modas y los clichés que
circulaban entre los “ilustres capitalinos”. La muerte y la descripción del suceso sirvieron
de marco para el surgimiento, revaloración y legitimación de categorías, valores e ideas
sobre la vida, la moral y lo éticamente correcto, en fin, lo que contó con el aval y el
reconocimiento social.
Igualmente, la nota necrológica tendió a ser una radiografía del momento presente, reveló
los anhelos de “progreso”, el cambio de horizonte político, el surgimiento y valorización
de los saberes expertos y las relaciones de exclusión y mutua complementación entre las
ideas seculares y religiosas. Así mismo, dieron cuenta de los cambios en cuanto a la
composición de las clases sociales que experimentó la ciudad, de la mención de una
“aristocracia criolla”, compuesta por “los héroes y padres fundadores de la patria”,
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donde el valor, la lucha y el esfuerzo fueron las constantes para su reconocimiento social,
se pasó a sus descendientes que pertenecieron a los sectores comerciales, políticos y
religiosos de mayor importancia e influencia en el contexto local de aquellos días, quienes
complementaron la trascendencia de “la buena cuna” y “las buenas maneras” con el
dominio del dinero y de la preparación académica, elementos suficientes para continuar
determinando y categorizando lo social.
La ciudad que se construyó a través de la nota necrológica, correspondió a la Bogotá que se
consolidó como el principal centro político, cultural y de servicios del país; en el cual
permanecieron valores de la cultura tradicional de “los blancos de la colonia” y cuya
identidad estuvo ligada al mantenimiento de las tradiciones, la “cultura” del honor y del
orden.
Fue una ciudad tradicional en la medida que mantuvo ciertas diferencias sociales, culturales
y políticas imperantes desde la colonia, fue paternalista, clasista y racista, y ante todo
modernizadora, por cuanto incorporó nuevos elementos simbólicos de las élites dominantes
en Europa y los Estados Unidos.
Las notas necrológicas también pueden ser leídas como parte del andamiaje cultural que le
permitió a los bogotanos la posibilidad de mantener estructuras simbólicas básicas, que
garantizaron la continuidad de la comunidad, demostrando que hasta la muerte sirvió para
diferenciar simbólicamente a los bogotanos, pues las causas de ésta fueron distintas según
las clases y la interpretación e importancia de los decesos pasaron y se articularon por los
mismos filtros, - clase, género, edad-; no en vano se resaltó la diferencia en cuanto a los
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protagonistas como al contenido con respecto a la crónica roja y la ejemplificación de
territorios que fueron la antitesis de la ciudad soñada para este periodo: El Paseo Bolívar,
asociado a pobreza, ausencia de servicios públicos y foco de enfermedades no solo de tipo
físico sino también moral.
La nota necrológica nos mostró una ciudad que sufrió grandes precariedades en todos los
planos, especialmente en el higiénico y en el económico, una ciudad que anheló ser una
metrópoli culta y civilizada, a la altura de las grandes capitales europeas y norteamericanas,
pero que se enfrentó continuamente a realidades que con hechos desdibujaron todos los
imaginarios clasistas de sus élites.
Igualmente, aunque de forma esquemática, la nota necrológica mostró las imágenes que
circularon sobre lo que debía ser el hombre y la mujer capitalinos, el primero multifacético,
carismático y hábil orador, “caballero que con la misma versatilidad y honor empuñaría la
espada o tomaría la pluma”. El hombre en el periodo de 1930 a 1950, continuó siendo“el
héroe letrado” de los días de gloria de la patria, cuyos apellidos sirvieron de soporte a esa
sociedad tan fuertemente clasista como la capitalina. Sin embargo, personajes como Gaitán
demostraron que en este espacio ya se estaban generando cambios a nivel social entre los
cuales sobresalía la concepción de lo que debía ser el “hombre público”.
La segunda, la mujer capitalina, “ramillete de virtudes cristianas”, de belleza natural y con
incalculables cualidades sociales que le permitieron no solo ser el soporte de su esposo,
sino también el pilar ejemplar de su hogar, experimentó una serie de transformaciones, en
un ambiente político que le ampliaba sus derechos y la introducía a lo que sería las
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reivindicaciones de género que se dieron a lo largo de las décadas de los años de 1960 y
1970 en el país. Así, la imagen de esposa abnegada, madre ejemplar y ciudadana
destacada, se comenzó a complementar con el rol de la ciudadana trabajadora y mujer
académicamente preparada.
Las notas necrológicas de las élites capitalinas, permitieron evidenciar la construcción y
difusión de una forma de producción simbólica de lo sociedad, gracias a la cual los
hombres y las mujeres se identificaron como parte de una fracción especifica de la
ciudadanía, con sus creencias, roles y valores. Tanto la escogencia de las élites como la del
análisis de las notas necrológicas se consideraron ejes viables para el acercamiento al
panorama social, especialmente porque en éstos se encontró el espacio ideal para la
transmisión y reafirmación de los principios que configuraron la jerarquización, la
aceptación y reinterpretación de las nociones generadas sobre la vida cotidiana a partir de
la muerte en el contexto citadino.
A lo largo del texto, se ejemplificó el por qué de la escogencia e importancia del periodo
comprendido entre 1930 y 1950 para el estudio de la ciudad, ya que fue el espacio más
propicio para evidenciar la convivencia de ideas y procesos que se transformaban a
distintos ritmos. Por ejemplo: las lentas transformaciones que se dieron con relación a los
imaginarios religiosos, al igual que las ideas sobre los géneros y sus roles, como fue el caso
de las diferentes interpretaciones sobre la muerte que se encontraron entre “la gloria del
sepulcro” y la desgracia del “pudridero final”. Además, en esta época se presentaron
elementos coyunturales que involucraron la creación de nuevos proyectos de ciudad, las
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transformaciones del régimen de producción, al igual que los imaginarios políticos,
realzados en la ruptura representada por la muerte de Jorge Eliécer Gaitán en 1948.
Un personaje como Gaitán, que contó con las características más valoradas para el periodo,
fue un ejemplo de los choques de los imaginarios sociales que intentaban abrirse nuevos
espacios de representación en una sociedad donde los apellidos y la “raza” contaban con
una gran valoración. Los funerales de Gaitán aparecieron entonces, como un caso sin
precedentes para el periodo, porque desarticularon toda la protocolización propia de las
practicas funerarias capitalinas, involucraron nuevos elementos como fue la presencia
masiva y sentida del “pueblo”, el cual pasó de ser un telón de fondo de los actos públicos, a
un sentido y enérgico protagonista. Los funerales de Gaitán fueron el ejemplo más
fehaciente que la Bogotá de este periodo no fue la misma de inicio a fin.
Sin embargo, quedan abiertas preguntas que impiden realizar un análisis más completo,
como son: ¿Por qué desapareció en 1946 la nota necrológica de la Revista CROMOS?,
¿Esta desaparición se debió al cambio de régimen político, como fue el ascenso al poder en
este mismo año del presidente conservador Mariano Ospina Pérez y la consecuente
radicalización de la Violencia, que acabó con un periodo de 16 años de hegemonía liberal?,
¿La revista desde su posición política liberal prefirió guardar silencio frente a los
acontecimientos y escoger el camino de la representación gráfica?, o ¿En la década de los
años de 1930 falleció la población más relevante para la capital?, ¿Se originan nuevos
proyectos sociales para los cuales ya no son validas formas de jerarquización como las que
se reafirmaron en las notas necrológicas?, o ¿El proceso de intensa violencia en la que se
sumergió el país volvió irrelevante la escritura de la nota necrológica? O por el contrario
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¿Excluyeron a la nota necrológica por respeto a sus lectores por la situación del país?, ¿La
desaparición de la nota implica un cambio en las actitudes e imaginarios que se generan en
los últimos años de la primera mitad del siglo XX de los cuales las honras fúnebres como
las de Gaitán ya eran síntomas?.
A pesar de las dudas anteriores, se puede concluir que la ciudad que se construye a través
de la nota necrológica para los años de 1930 a 1950, es una en la cual las clases sociales
están generando nuevos espacios y nuevas formas de apropiación de éstos; sin embargo
estas dinámicas están todavía fuertemente impregnadas por ideas, valores y principios
tradicionales, especialmente por los juicios implantados a partir de la fuerte diferenciación
entre las clases sociales creadas por las élites y articuladas a través de las instituciones
locales, formadas y administradas por ellas mismas. Con este panorama que se esbozó
desde la nota necrológica, Bogotá entró a la segunda mitad del siglo XX.
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