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La Conferencia de Algeciras JOAQUÍN PIÑEIRO BLANCA/PROFESOR TITULAR DE UNIVERSIDAD Y MIEMBRO DEL GRUPO DE ESTUDIOS DE HISTORIA ACTUAL DE LA UNIVERSIDAD DE CÁDIZ El 16 de enero de 1906, por tanto hace ahora un siglo, tuvo lugar la sesión de apertura de la Conferencia de Algeciras. El acontecimiento merece ser recordado no sólo porque tuvo lugar en una ciudad que nos es muy cercana, sino por la destacada relevancia e incidencia que tuvo en la política europea y regional. Desde aproximadamente 1870, la colonización europea había producido conflictos localizados que fueron intensificándose hacia el cambio de siglo. En el reparto colonial, Alemania -potencia aún joven, puesto que la unificación de los estados germánicos acababa de ser culminada- había logrado algún bocado en los acuerdos que ella misma había patrocinado en el Congreso de Berlín de 1885-1886. Se compensaba, en parte, el retraso con el que llegó a la carrera imperialista. Sin embargo, Francia y Gran Bretaña seguían manteniendo el predominio colonial, lo que era particularmente evidente en el control del Mediterráneo, verdadera palanca sobre la que se levantaba la mitad del comercio colonial. Y Marruecos era uno de los enclaves estratégicos para el control del paso del Estrecho de Gibraltar. A raíz de la visita del káiser Guillermo II a Tánger se desencadenaría la primera crisis marroquí, al declarar éste que Alemania no permitiría que Marruecos pasara a ser dominado por una única potencia. Esta advertencia iba claramente dirigida a Francia, cada vez más presente en el reino norteafricano. Este desafío fue el que precipitaría la convocatoria de la Conferencia de Algeciras, que se desarrollaría durante casi tres meses en la ciudad del Campo de Gibraltar. La convocatoria invitaba a todas las potencias europeas, aunque los principales actores fueron Francia, Gran Bretaña, Alemania y España, que, como anfitriona, volvía al concierto internacional tras la derrota de 1898. La creciente agresividad germana disipó las diferencias entre Londres y San Petersburgo y el acercamiento de ambas a París. Como consecuencia de ello, nació, en 1907, la Triple Entente y se ratificaba la buena salud de la Entente Cordiale (firmada por Gran Bretaña y Francia en 1904 con el fin de acabar con sus disputas coloniales). El aislamiento de Alemania y el renovado apoyo británico a Francia estaban definiendo ya con claridad un inminente conflicto a gran escala: la Primera Guerra Mundial. Además de los cuatro países antes señalados, acudieron a la Conferencia representantes de Austria-Hungría, Bélgica, los Países Bajos, Italia, Portugal, Suecia y Estados Unidos. El objetivo era decidir el futuro de Marruecos. Francia y España, de facto, estaban ejerciendo sobre el país un dominio económico y militar pero, como es sabido, el mandato de Protectorado franco-español sobre Marruecos no se oficializaría ahora sino en el Tratado de 1911. No obstante, Francia buscó ya en 1906 aprovechar cuantas oportunidades se le ofrecieran para extender su influencia en la zona o para ocupar posiciones con el propósito de situarse con ventaja a la

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La Conferencia de AlgecirasJOAQUÍN PIÑEIRO BLANCA/PROFESOR TITULAR DE UNIVERSIDAD Y MIEMBRO DEL GRUPO DE ESTUDIOS DE HISTORIA ACTUAL DE LA UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

El 16 de enero de 1906, por tanto hace ahora un siglo, tuvo lugar la sesión de apertura de la Conferencia de Algeciras. El acontecimiento merece ser recordado no sólo porque tuvo lugar en una ciudad que nos es muy cercana, sino por la destacada relevancia e incidencia que tuvo en la política europea y regional.

Desde aproximadamente 1870, la colonización europea había producido conflictos localizados que fueron intensificándose hacia el cambio de siglo. En el reparto colonial, Alemania -potencia aún joven, puesto que la unificación de los estados germánicos acababa de ser culminada- había logrado algún bocado en los acuerdos que ella misma había patrocinado en el Congreso de Berlín de 1885-1886. Se compensaba, en parte, el retraso con el que llegó a la carrera imperialista. Sin embargo, Francia y Gran Bretaña seguían manteniendo el predominio colonial, lo que era particularmente evidente en el control del Mediterráneo, verdadera palanca sobre la que se levantaba la mitad del comercio colonial. Y Marruecos era uno de los enclaves estratégicos para el control del paso del Estrecho de Gibraltar. A raíz de la visita del káiser Guillermo II a Tánger se desencadenaría la primera crisis marroquí, al declarar éste que Alemania no permitiría que Marruecos pasara a ser dominado por una única potencia. Esta advertencia iba claramente dirigida a Francia, cada vez más presente en el reino norteafricano. Este desafío fue el que precipitaría la convocatoria de la Conferencia de Algeciras, que se desarrollaría durante casi tres meses en la ciudad del Campo de Gibraltar.

La convocatoria invitaba a todas las potencias europeas, aunque los principales actores fueron Francia, Gran Bretaña, Alemania y España, que, como anfitriona, volvía al concierto internacional tras la derrota de 1898. La creciente agresividad germana disipó las diferencias entre Londres y San Petersburgo y el acercamiento de ambas a París. Como consecuencia de ello, nació, en 1907, la Triple Entente y se ratificaba la buena salud de la Entente Cordiale (firmada por Gran Bretaña y Francia en 1904 con el fin de acabar con sus disputas coloniales). El aislamiento de Alemania y el renovado apoyo británico a Francia estaban definiendo ya con claridad un inminente conflicto a gran escala: la Primera Guerra Mundial.

Además de los cuatro países antes señalados, acudieron a la Conferencia representantes de Austria-Hungría, Bélgica, los Países Bajos, Italia, Portugal, Suecia y Estados Unidos. El objetivo era decidir el futuro de Marruecos. Francia y España, de facto, estaban ejerciendo sobre el país un dominio económico y militar pero, como es sabido, el mandato de Protectorado franco-español sobre Marruecos no se oficializaría ahora sino en el Tratado de 1911. No obstante, Francia buscó ya en 1906 aprovechar cuantas oportunidades se le ofrecieran para extender su influencia en la zona o para ocupar posiciones con el propósito de situarse con ventaja a la hora de acceder al control marroquí. Alemania, a cambio de aceptar esta situación, logró que se garantizara su actividad comercial en el área, aunque Francia y España cerraron, con el beneplácito inglés, el paso a la colonización alemana. Todas las potencias estuvieron de acuerdo en respetar la soberanía e independencia del sultán de Marruecos, Abd al Azíz, reconociendo la integridad de su Imperio. A que esto fuera así ayudó la fuerte rivalidad entre las potencias europeas, que fueron extremadamente estrictas con la integridad territorial marroquí para que ninguna pudiera obtener una ocupación directa de alguna región. Una consecuencia inmediata de esta política fue el reconocimiento del río Draa como frontera sur de Marruecos y la venta, por parte de Gran Bretaña a Marruecos, de la zona de Tarfaya, para evitar que un tercer país se instalara allí.

La Conferencia de Algeciras se clausuró el 7 de abril del mismo 1906, pero los conflictos internacionales no acabaron aquí. Una segunda crisis marroquí se produjo tras una rebelión en la que el sultán de Marruecos fue auxiliado por tropas francesas que ocuparon Fez en 1911. Alemania consideró que se vulneraban los acuerdos de Algeciras y envió a Agadir al cañonero Panther, que sólo se retiró cuando Francia concedió a Alemania algunos territorios en Guinea y en el Congo, nuevos mercados para desarrollar la economía del Reich. El Convenio de Berlín, firmado por ambas potencias el 4 de noviembre de 1911, cerraría momentáneamente el enfrentamiento. Tan sólo una tregua hasta 1914.