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Marta Jiménez Sáenz de Tejada
Angela Atienza López
Facultad de Letras y de la Educación
Grado en Geografía e Historia
2016-2017
Título
Director/es
Facultad
Titulación
Departamento
TRABAJO FIN DE GRADO
Curso Académico
La construcción del anglicanismo en la Inglaterra Tudor
Autor/es
© El autor© Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones,
publicaciones.unirioja.esE-mail: [email protected]
La construcción del anglicanismo en la Inglaterra Tudor, trabajo fin de grado deMarta Jiménez Sáenz de Tejada, dirigido por Angela Atienza López (publicado por la
Universidad de La Rioja), se difunde bajo una Licencia Creative CommonsReconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden solicitarse a lostitulares del copyright.
Trabajo de Fin de Grado
La construcción del anglicanismo en la Inglaterra Tudor
Autor:
Marta Jiménez Sáenz de Tejada
Tutor/es:
Fdo. Ángela Atienza López
Titulación:
Grado en Geografía e Historia [602G]
Facultad de Letras y de la Educación
AÑO ACADÉMICO: 2016/2017
1
Resumen
La Reforma protestante, que se llevó a cabo en el siglo XVI, tuvo unas claras
implicaciones políticas, ya que puso en duda el papel del Papa como cabeza de la Iglesia
cristiana y universal. Esto supuso un aumento del poder y la autonomía de los príncipes
alemanes que optaron por el protestantismo, ya que se vieron liberados de la supremacía
romana.
En esta línea, tuvo lugar el cisma de la Iglesia de Inglaterra y la configuración del
anglicanismo, cuyo dogma definitivo no se estableció hasta casi cuarenta años después
de dicha separación.
El siguiente trabajo pretende plantear una perspectiva general sobre los orígenes y la
configuración de dicha religión en el marco de las relaciones político-religiosas de la
monarquía Tudor.
Palabras clave: religión, Inglaterra, Tudor, Papado, anglicanismo, protestantismo,
catolicismo.
Abstract
The Protestant Reform, which took place in the XVI century, had clear political
implications, because it put in doubt the role of the Pope as head of the Christian and
Universal Church. This involved a raise of the power and autonomy of the German
princes who accepted Protestantism, considerating that they were released of the Roman
Supremacy.
Similarly, the English schism took place and the configuration of the Anglicanism, whose
definitive dogma was not established until almost forty years after this separation.
The next composition want to raise a general perspective of the origins and the
configuration of this religion within the theoretical framework of the political-religious
relations of the Tudor monarchy.
Keywords: religion, England, Tudor, Papacy, Anglicanism, Protestantism, Catholicism.
2
Índice
1. Introducción 3
1.1. Objetivos y justificación de su relevancia 3
1.2. Estado de la cuestión 4
1.3. Metodología 7
2. Inglaterra en el siglo XV y la Reforma en Europa 9
3. Enrique VII, el primer Tudor (1485-1509) 13
4. Enrique VIII y los primeros pasos de la Iglesia nacional (1509-1547) 15
4.1. El matrimonio y las implicaciones políticas: “the king’s great matter”
16
4.2. El Cisma 18
4.3. La Reforma de la Iglesia de Inglaterra 20
4.4. Los últimos años 21
5. Eduardo VI y el avance protestante (1547-1553) 23
6. Restauración del catolicismo con María Tudor (1553-1558) 27
7. Isabel I y la consolidación de la Iglesia anglicana (1558-1603) 31
7.1. El comienzo del reinado: primeras medidas y el Parlamento de 1559 32
7.2. Los Treinta y Nueve artículos de la Religión 34
7.3. Oposición a los cambios 35
7.4. Las tensiones con Escocia y el caso de María Estuardo 37
7.5. La Iglesia isabelina 38
8. Conclusiones 41
9. Bibliografía 43
3
1. Introducción
1.1. Objetivos y justificación de su relevancia
La dinastía Tudor reinó en Inglaterra desde 1485 hasta 1603 y en su historia se
entrelazaron algunos de los acontecimientos más importantes y dramáticos de la historia
moderna inglesa. La polémica general en torno a esta Casa ha generado multitud de
investigaciones, pero más allá de los intereses académicos, la publicación de libros,
películas e incluso series, ha creado una imagen popular dominada por los entresijos
cortesanos de Enrique VIII y sus seis esposas, por la imagen de María como una reina
sangrienta y vengativa, y por la gran admiración hacia Isabel I como la gran Reina Virgen.
La sucesión de los monarcas, cada uno con su propia personalidad, tuvo un gran peso
para el desarrollo de la historia inglesa y especialmente importantes fueron los aspectos
religiosos y políticos.
La amplitud de la obra Tudor, desde la creación de un fuerte aparato de gobierno
central, hasta la aparición de un claro sentimiento nacional, pasando por la creación de
una Iglesia propia para Inglaterra, nos hace imposible abarcar todos los aspectos de su
obra. Es por ello que en las siguientes líneas trataremos de estudiar el proceso de creación
de esta Iglesia anglicana, que acabó siendo definida por la última monarca Tudor, Isabel
I, pero en cuya configuración tuvieron mucha importancia sus predecesores: con Enrique
VIII tuvo lugar el cisma, con Eduardo VI avanzó el protestantismo y con María I el
catolicismo, lo que dio lugar a una hibridación que se determinó en el reinado de Isabel.
La Iglesia es uno de los poderes fundamentales de la época moderna, y por la
excepcionalidad del caso de la Reforma inglesa nos ha parecido un tema muy interesante
para llevar a cabo un estudio. En éste pretendemos estudiar los orígenes del cisma, sin
caer en los elementos cortesanos y pasionales a los que popularmente se les ha achacado
esta decisión, y el proceso de construcción y definición del anglicanismo a partir de
entonces. Asimismo, pretendemos estudiar cómo todos estos cambios respondían, y
dieron lugar, a un claro fortalecimiento del poder real, del mismo modo que favorecieron
la aparición de un sentimiento nacional que, podríamos decir, prevalece hoy en día en la
sociedad inglesa.
Para contextualizar todo este proceso partiremos de la Guerra de las Dos Rosas,
modo por el que los Tudor llegaron al trono inglés, y repasaremos brevemente los
4
acontecimientos religiosos que estaban teniendo lugar en el Europa con la Reforma
protestante, por su incidencia en la construcción de la Iglesia anglicana.
1.2. Estado de la cuestión
La creación de la Iglesia anglicana, como consecuencia del cisma con Roma, ha
sido un tema muy debatido en la historiografía. La búsqueda de los verdaderos motivos
que llevaron a Enrique VIII a separarse de Roma ha generado gran controversia. Pero
también ha suscitado interés la creación de un fuerte aparato de gobierno, la consolidación
de los valores de la nueva Iglesia en el reinado de Isabel, las supuestas masacres derivadas
del reinado de María I, que le llevaron a ganarse el sobrenombre de “La Sanguinaria”, la
piratería y el hipotético apoyo de la reina Isabel a la misma, el enfrentamiento con España,
etc. han sido cuestiones tratadas durante siglos por la historiografía, lo que se ha debido,
principalmente, a las implicaciones que tuvieron estas políticas y al interés que los actores
de las mismas suscitaron.
En las siguientes líneas trataremos de plantear cuáles han sido los principales
estudios sobre la creación y consolidación de la Iglesia anglicana, es decir, sobre la
Reforma inglesa, así como su impacto en la sociedad.
La historiografía tradicional de la época Tudor se ha centrado en denunciar los
aspectos negativos del catolicismo y, por ende, ha justificado la reforma como inevitable
y necesaria. Es por ello que los reinados de Enrique VIII y de Isabel I han sido ensalzados,
si bien el de Eduardo VI y el de María I han sido menospreciados y vituperados,
especialmente el segundo de ellos por el intento de vuelta al catolicismo.
Esta perspectiva se ha mantenido durante los cuatro siglos de historia que nos
separan de los monarcas Tudor, pues ya en tiempos contemporáneos a ellos comenzó a
desarrollarse esta ideología donde la intención propagandística fue clave. Esto ha dado
lugar a la creación de una verdadera escuela historiográfica tradicional, cuyas propuestas
han sido puestas en cuestión en las últimas décadas.
Dos importantes historiadores británicos que pertenecían a esta corriente
tradicional fueron Geoffrey Elton y Arthur G. Dickens. En 1955 Elton publicó England
under the Tudors1, obra en la que destacaba, fundamentalmente, la creación de la
maquinaría del gobierno Tudor y el peso de Thomas Cromwell en este proceso. Elton
1 ELTON, Geoffrey, G., England under the Tudors. Londres, ed. Methuen and Co., 1955
5
presenta un planteamiento general sobre la obra Tudor, incidiendo especialmente en
política, religión y relaciones con el exterior, aunque también atiende los aspectos
económicos, culturales, etc. Se centra especialmente en el reinado de Isabel, sin ser
demasiado crítico con las medidas de gobierno.
Por su parte, Dickens publicó en 1964 English Reformation2, donde defendía que
el catolicismo del siglo XVI estaba abocado a morir, considerando la reforma en
Inglaterra como una necesidad. Además, planteaba que el sentimiento nacional inglés
hacía factible este rechazo al catolicismo y al Papa y que, por tanto, la propia población
buscaba la reforma.
Ambos, Dickens y Elton, fueron considerados la base para el estudio de la
Inglaterra Tudor, pero en la década de los 70 las corrientes revisionistas los pusieron en
tela de juicio, cuestionando con ello las posturas de la historiografía tradicional inglesa
en este tema. En cualquier caso, ambos autores y sus obras son básicas para el estudio de
los Tudor, por lo que no es de extrañar que en las obras que hemos usado para este estudio
hayan aparecido referenciados en más de una ocasión.
En cualquier caso, respecto al revisionismo a partir de los años 70 destaca el
interés en cuestionarse el peso del catolicismo en Inglaterra, así como reconsiderar el peso
y valor de los reinados de Eduardo VI y María I.
Un ejemplo de este revisionismo es el compendio de artículos que componen la
obra de Christopher Haigh, titulada The English Reformation revised3,donde se ponen en
cuestión las tesis tradicionales de Dickens respecto a la caída del catolicismo y a la
reforma desde abajo, manifestando la pervivencia del catolicismo y la reforma desde la
cabeza del gobierno.
En esta línea, Eamon Duffy publicó en 1992 una obra sobre la pervivencia del
catolicismo en Inglaterra entre 1400 y 1580, The stripping of the altars: Traditional
Religion in England, 1400–15804, donde defendía la fuerza y pujanza de esta religión
entre la población de la época.
En general, la historiografía tradicional ha tendido a desprestigiar los reinados de
Eduardo VI y María I, considerándolos dos reinados débiles. En esta línea, la tendencia
revisionista ha tratado de recuperar la dignidad de ambos monarcas, poniendo en cuestión
2 DICKENS, Arthur, G., English Reformation. New York, ed. Schocken Books, 1964 3 HAIGH, Christopher, The English Reformation revised. Cambridge, Press od the University of Cambridge, 1987 4 DUFFY, Eamon, The stripping of the altars: Traditional Religion in England, 1400–1580. EEUU, Yale University Press, 1992
6
la supuesta crisis económica, la falta de poder central, la discontinuidad con los reinados
previos, etc. David Loades ha sido uno de los historiadores revisionistas que ha
contribuido a esta nueva interpretación, y en esta misma línea, Jennifer Loach publicó, A
Mid-Tudor Crisis?5. Ésta también publicó la biografía Edward VI6, donde planteó el
impacto de este monarca en la historia de Inglaterra, así como presentó una nueva
descripción del joven rey, que tradicionalmente había sido descrito como débil y
enfermizo.
En cuanto a María, también ha surgido toda una corriente de investigación para
ennoblecer su reinado y acabar con el mito que la propaganda posterior creó para
enaltecer más a Isabel. Obras como María Tudor, la gran reina desconocida7, de María
Jesús Pérez Martín, o Mary Tudor: Old and New Perspectives8, editado por Susan Doran
y Thomas S. Freeman, han tratado de devolver la dignidad a esta reina y a su política
católica en una Inglaterra que, según sus investigaciones y contra las posturas
tradicionales, seguía siendo prácticamente católica.
Susan Doran también ha planteado una postura revisionista respecto a Isabel I, a
la cual ha dedicado la mayor parte de sus estudios. En materia religiosa podemos destacar
Elizabeth I and Religion (1558-1603)9, donde expone el proceso de creación de la Iglesia
anglicana, con sus más y sus menos; pero también ha trabajado sobre el proceso de
creación del mito de Isabel en The Myth of Elizabeth10, en colaboración con Thomas
Freeman, donde exponen que no fue alabada sin ambigüedades por parte de la literatura
y el arte del que fue contemporánea, si bien la imagen mítica acabó prevaleciendo.
El revisionismo no solo se ha aplicado al tema religioso, sino a todos los aspectos
de los reinados. En clave política John Guy es uno de los revisionistas más importantes,
y en sus investigaciones plantea una historia político social que relacione a aquellos que
intervinieron en el gobierno con su contexto. Un ejemplo es The Tudor Monarchy11, obra
coordinada por él en la que se presentan varios estudios sobre esas personalidades del
gobierno.
5 LOACH, Jennifer, A Mid-Tudor crisis? Londres, The Historical Association, 1992 6 LOACH, Jennifer, Edward VI. Gran Bretaña, ed. St Edmunsbury Press, 2002 7 PÉREZ MARTÍN, María Jesús, María Tudor. La gran reina desconocida. Madrid, Ediciones Rialp, 2008 8 DORAN, Susan y FREEMAN, Thomas S., Mary Tudor: Old and New Perspectives. Basingstoke, Palgrave, Macmillan, 2011 9 DORAN, Susan, Elizabeth I and religión (1558-1603). Londres, ed. Routledge, 1994 10 DORAN, Susan y FREEMAN, Thomas S., The myth of Elizabeth. Basingstoke, ed. Palgrave, 2003 11 GUY J., The Tudor Monarchy. Londres, ed. Arnold, 1997
7
En general, las tendencias actuales en la investigación sobre la Reforma Inglesa y
sus actores tienden, desde mediados de la década de los setenta, a un revisionismo que se
enfrenta a las tesis de la historiografía tradicional. En esta línea, los revisionistas
defienden que el catolicismo no estaba abocado a morir en la sociedad inglesa y que, por
tanto, el pueblo no llamaba a una reforma. Del mismo modo, buscan enaltecer el reinado
de María I y de su hermano Eduardo, que habían sido tradicionalmente desprestigiados
para beneficio de Enrique VIII y de Isabel I, en lo que tuvo mucho peso la propaganda
posterior.
1.3. Metodología
En cuanto a la metodología, hemos seguido un planteamiento inductivo. En ese
sentido, hemos partido del estudio general del siglo XVI europeo, para lo que nos hemos
servido de manuales que abarcaban toda la Edad Moderna europea. En este sentido,
hemos podido apreciar el peso de la religión en los acontecimientos que marcaron dicho
siglo y hemos conseguido un conocimiento general acerca de la Reforma protestante, en
la que se incluye el anglicanismo. Del mismo modo, esto nos ha sido útil para tener un
conocimiento, a grandes rasgos, del desarrollo de la dinastía Tudor y de los aspectos más
destacados de sus gobiernos, donde hemos apreciado la relevancia de la construcción de
la Iglesia anglicana. A continuación, hemos empleado bibliografía secundaria para
estudiar el desarrollo concreto de los reinados, incidiendo especialmente en los aspectos
religioso-políticos de los mismos. En algunas ocasiones, las obras a las que hemos
recurrido contaban con fuentes primarias, tales como cartas o disposiciones, o fragmentos
de las mismas.
Las herramientas de búsqueda fundamentales con las que hemos contado para la
selección de la bibliografía han sido la biblioteca de la Universidad de la Rioja y
DIALNET, si bien en determinadas ocasiones Google Books también nos ha sido de
utilidad para el acceso a obras o documentos que no estaban disponibles en las primeras
bases mencionadas. En cualquier caso, estas herramientas nos han sido de gran utilidad
para acceder a libros, artículos, revistas, monografías, etc.
Con la información disponible hemos tratado de llevar a cabo un método crítico y
objetivo para esclarecer los aspectos políticos que confluyeron en el cisma de Inglaterra
respecto al Papado y, del mismo modo, hemos atendido a las investigaciones más
8
recientes para no dejarnos llevar por las perspectivas de la historiografía tradicional, si
bien la hemos tenido en cuenta como base fundamental para el estudio de nuestro tema.
9
2. Inglaterra en el siglo XV y la Reforma en Europa
Para poder entender el proceso de construcción de la monarquía Tudor tenemos
que tener en cuenta, principalmente, dos aspectos: por un lado, su origen en la Baja Edad
Media inglesa, y por otro, qué era lo que estaba ocurriendo en el continente durante el
reinado de esta dinastía.
Para ello vamos a usar “Inglaterra en el siglo XV”, de Manuel Rojas Gabriel; Las
reformas protestantes, de Teófanes Egido; “La ruptura de la cristiandad occidental: las
Reformas religiosas”, de Alfredo Floristán, y La Edad Moderna (siglos XV-XVIII), de
Luis Ribot.12
La Baja Edad Media fue un periodo convulso en la Historia inglesa, especialmente
los siglos XIV y XV, caracterizados por la inestabilidad política, tanto en el interior, con
la Guerra de las Dos Rosas y la primera aparición de un movimiento herético en
Inglaterra, el de Wycliff y los lolardos, como en el exterior, pues Inglaterra se vio
involucrada en la Guerra de los Cien Años.
El gobierno de la Casa Plantagenet estuvo caracterizado, en este periodo, por la
inestabilidad. Ricardo II Plantagenet fue obligado a abdicar en una rama secundaria, la de
los Lancaster, con Enrique IV. Sin embargo, la inestabilidad continuó en los dos reinados
siguientes, y en 1450 el duque de York inició el enfrentamiento bélico contra la casa
reinante.
La Guerra de las dos Rosas fue un conflicto intranobiliario que afectó al resto de
la sociedad por los lazos vasalláticos que los unían a unos u otros e implicó a la casa de
York, de gran fortaleza, y a los Lancaster, que junto con los Beaufort representaban la
rama legítima.
Una de las últimas conjuras dio como resultado el inicio de la monarquía Tudor:
se planeó el matrimonio de Isabel de York, única heredera de esta casa, con Enrique
Tudor, miembro de la casa Lancaster. Así, Enrique llegó al trono como Enrique VII.
Su reinado estuvo marcado por la búsqueda de estabilidad en el reino, cansado de
tantos enfrentamientos, para lo que se basó en el autoritarismo. En este ambiente el
12 EGIDO, Teófanes, Las reformas protestantes. Madrid, ed. Síntesis, 1992, pp. 25-36; RIBOT, Luis, La Edad Moderna (siglos XV-XVIII). Madrid, ed. Marcial Pons, 2016, pp. 187-213, 231-259; ROJAS GABRIEL, Manuel, “Inglaterra en el siglo XV” en ÁLVAREZ PALENZUELO, Vicente Ángel, Historia Universal de la Edad Media. Barcelona, ed. Ariel, 2002, pp. 733-753; FLORISTÁN, Alfredo, “La ruptura de la cristiandad occidental: las Reformas religiosas” en Historia Moderna Universal. Barcelona, ed. Ariel, 2002, pp. 231-257
10
Parlamento siguió teóricamente con sus obligaciones, aunque la realidad es que estuvo
tutelado por el monarca y se configuró como un sistema para expresar los deseos reales.
Así fue como Inglaterra entró en el nuevo siglo, el cual estuvo plagado de turbulencias
religiosas en el continente europeo, ya que la crisis del Papado fue una realidad, primero
con el traslado de la sede a Aviñón y después por el Cisma de Occidente.
Los papas se comportaban como monarcas temporales, y el auge de los
nacionalismos motivó su rechazo. Además, la sacralización de la sociedad, que buscaba
fervientemente la salvación, desembocó en la gran venta de indulgencias que enriqueció
al Papado, lo que fue duramente criticado por los humanistas.
El rechazo a la autoridad romana fue acompañado por un deseo de volver a la
Iglesia primitiva y al estudio de la Biblia por parte de los fieles, y esta postura fue
radicalizada y presentada por Lutero. Éste fue fundamental para el éxito de la Reforma,
aunque no fue el único reformador y por eso surgieron otras religiones protestantes
además del luteranismo, por ejemplo, el calvinismo, el anabaptismo o el zwinglianismo.
El emperador Carlos V, dentro de su proyecto de Universitas Christiana, trató de
frenar el avance de la Reforma reuniéndose con Lutero en la Dieta de Worms (1521),
pero fue imposible, y para cuando tuvo lugar el Concilio de Trento (entre 1545 y 1563)
la separación estaba completada y ya no había marcha atrás. Lo que sí se llevó a cabo fue
una reforma del seno de la Iglesia católica, con el fin de mejorar la formación de los
clérigos, la práctica religiosa y la calidad moral de clero y de los fieles, así como una
definición de su doctrina.
En este ambiente de cambio la nueva monarquía inglesa aprovechó las
oportunidades que tuvo para aumentar su poder, y en esa línea debemos entender la
creación del anglicanismo, definido en muchas ocasiones como un catolicismo sin papa.
Al hablar de la Reforma protestante es común que se incluya al anglicanismo, del
mismo modo que se incluye al luteranismo o al calvinismo, ya que, al fin y al cabo, son
religiones cristianas separada de la Iglesia romana. Sin embargo, los motivos que llevaron
al cisma inglés fueron diferentes a los que tuvieron lugar en Europa, del mismo modo que
el propio proceso también fue diferente en Inglaterra. Por un lado, la reforma luterana fue
ideada por Lutero y rápidamente caló entre las clases populares del Imperio Germánico,
lo que animó a los príncipes germanos a secundar este apoyo, con el objetivo de aumentar
su poder e independencia a costa de la Iglesia de Roma.
Por su parte, el cisma anglicano comenzó en las clases altas, concretamente en el
propio monarca, y, como veremos, no fue el resultado de un intento de reforma, sino un
11
movimiento político para aumentar el poder del propio rey. Además, en ningún momento
se pretendía llegar a un cisma, sino que fue una consecuencia del desarrollo de los
acontecimientos. Como vemos, una diferencia fundamental fue que el anglicanismo no
tuvo un origen popular, si bien acabó siendo aceptado en base a la construcción de un
sentimiento nacional. Este sentimiento nacional también arraigó entre las nuevas iglesias
protestantes del Imperio, donde los enfrentamientos políticos y militares contra el
emperador fueron fundamentales.
Las diferentes doctrinas que acabaron imponiéndose también fueron diferentes
entre ambas zonas: por un lado, el dogma luterano plenamente protestante, mientras que
el anglicano respondía más a una hibridación entre protestantismo, concretamente
calvinismo, y catolicismo.
12
13
3. Enrique VII, el primer Tudor (1485-1509)13
Retomando la historia de Inglaterra, el final de la Guerra de las Dos Rosas con la
batalla de Bosworth (1485) supuso la victoria de la Casa Tudor, una familia noble galesa
que tenía cierta ascendencia Lancaster, pero no un linaje elevado. El nuevo rey se coronó
en el propio campo de batalla tras la muerte de Ricardo III en el enfrentamiento.
Enrique VII nació el 28 de enero de 1457, fruto del matrimonio de Eduardo Tudor,
hermanastro de Enrique VI de Lancaster, y Margarita de Beaufort.
Una vez en el trono, desarrolló una política para conservarlo y fortalecer el poder
real. En esta política destaca el aumento de la fuerza militar y, a la vez, medidas para
mitigar conspiraciones, como “ejecuciones preventivas”. Su política de gobierno se basó
en la elección de sus consejeros y vasallos en base a la fidelidad demostrada, y en esta
línea se acercó a la gentry local.14
En cuanto a la nobleza durante el reinado de Enrique VII hay quienes defienden
que la Guerra de las Dos Rosas acabó con la mayor parte de las casas nobles, pero otros
plantean que la renovación nobiliaria había sido una constante durante el medievo inglés.
Por una u otra causa el número de familias nobles menguó durante este reinado, pero al
contrario que había sucedido en los siglos precedentes, las riquezas de las familias
extintas fueron para la Corona, no para las familias nobles que sobrevivieron.
El gobierno central estuvo controlado por el rey y por su consejo real. Este consejo
tenía un gran poder que solo estaba limitado por el propio monarca y tuvo como novedad
el aumento de la presencia de religiosos especializados en leyes, lo que se mantuvo en el
reinado de su hijo. Su labor principal era favorecer que las decisiones del monarca se
aceptasen en el Parlamento, el cual siguió existiendo, aunque pasó a estar subordinado al
rey y vio cómo su actividad menguaba en beneficio del consejo real.
No queremos excedernos demasiado en la explicación del reinado de Enrique VII,
ya que no pretendemos hacer un estudio detallado sobre los instrumentos y formas de
gobierno, sino sobre la configuración de la religión anglicana. En ese tema, Enrique VII
13Para el desarrollo del reinado de Enrique VII nos basaremos en: CAHEN, Leon y BRAURE, Maurice, La evolución política de la Inglaterra moderna. México, Unión Tipográfica Editorial Hispanoamericana, 1962, pp. 1-22; GRANT, Alexander, Henry VII. Londres, ed. Routledge, 1992; CONDON, Margaret., “Ruling élites in the reign of Henry VII” en GUY J., The Tudor Monarchy. Londres, ed. Arnold, 1997, pp. 283-307; MACKIE, John Duncan, The earlier Tudors, 1485-1558. Oxford, ed. Oxford University Press, 1994, pp. 46-80, 189-230 14 GRANT, A., Henry VII, pp. 9-10. Para más información sobre el ejercicio de poder se puede consultar CONDON, Margaret., “Ruling élites in the reign of Henry VII” en GUY J., The Tudor Monarchy. Londres, ed. Arnold, 1997, pp. 283-307
14
fue un monarca cristiano que abogó por la secularización del bench of bishops,15 ya que
se redujo la presencia de religiosos teólogos en favor de aquellos especializados en
derecho, dando lugar a un cuerpo de aspecto curial y formación legal. Esto fue el resultado
de una intervención real directa, ya que el monarca tuvo la posibilidad de realizar sus
propias elecciones para los integrantes del banco en base a la mortalidad de los miembros,
lo que también le sirvió para aumentar los ingresos, ya que aprovechó la sede vacante de
los fallecidos e hizo pagar a sus sucesores por la restitución.
Así, más allá de una intervención en la elección de obispos, lo que no era ni mucho
menos una novedad, y un aprovechamiento económico de la situación, Enrique VII se
mantuvo como un príncipe cristiano.
Sus últimos años los dedicó a la mejorar de las bases económicas de la Corona y
al establecimiento de relaciones internacionales con Escocia y España a través del
matrimonio de sus hijos.
Con todo, los méritos de su reinado pueden resumirse en el restablecimiento de
una monarquía fuerte a partir del perfeccionamiento de los sistemas de gobierno previos
y a partir de políticas nuevas, llegando a la identificación de la Corona con la ley, a la
recuperación del orden y de la paz, y al saneamiento de las finanzas de la Corona tras
años de enfrentamientos.
15 “Banco de obispos”, entendido como el cuerpo de prelados ingleses reunidos en consejo.
15
4. Enrique VIII y los primeros pasos de la Iglesia nacional (1509-1547)
En las siguientes líneas desarrollaremos el reinado de Enrique VIII, para lo que
seguiremos usando, salvo excepciones que serán especificadas, algunas de las obras
citadas anteriormente (La evolución política de la Inglaterra moderna y The Earlier
Tudors), así como: Henry VIII and the English Reformation, de David G. Newcombe;
Henry VIII, de Michale Deninson Palmer; Rameras de Babilonia, de Leticia Álvarez
Recio, y de Hilaire Belloc, Historia de Inglaterra.16
Enrique VIII nació el 28 de junio de 1491, fruto del matrimonio de Enrique VII e
Isabel de York. Fue rey de Inglaterra desde 1509 hasta su muerte, el 28 de enero de 1547.
Su reinado estuvo marcado por la controversia, pues tuvo seis esposas y se separó de la
Iglesia de Roma. Si bien estos son los aspectos más destacados de sus años de gobierno,
debemos tener en cuenta la importancia de la labor administrativa y política, pues fue uno
de los grandes monarcas de Inglaterra.
La actividad política y religiosa, como veremos, estaban plenamente relacionadas
durante el siglo XVI, sin embargo, por ser este un estudio centrado en el desarrollo de la
Iglesia anglicana, omitiremos algunas de las políticas que no estén relacionadas con su
nacimiento en este reinado.
Enrique VII murió el 21 de abril de 1509, y el 22 del mismo mes fue sucedido por
su segundo hijo, Enrique VIII. La prematura muerte de su hermano mayor, Arturo, en
1502 hizo que este joven príncipe, de menos de dieciocho años, obtuviese el trono.
Arturo se había casado a finales de 1501 con Catalina de Aragón, matrimonio que
fue acompañado de una cuantiosa dote para el rey inglés. La muerte del joven príncipe
obligaba a su suegro a devolver dicha dote y para evitarlo se planeó un nuevo matrimonio
con el hijo pequeño de Enrique VII, cuando éste alcanzase la mayoría de edad.
El matrimonio violaba algunas leyes del derecho canónico, relacionadas con el
parentesco político entre Catalina y Enrique, por lo que el Papa tuvo que emitir diferentes
bulas y dispensas para que el matrimonio se llevase a cabo.17
16 CAHEN, Leon y BRAURE, Maurice, La evolución política de la Inglaterra moderna, pp. 23-87; MACKIE, John Duncan, The Earlier Tudors, 1485-1558, pp. 286-443; NEWCOMBE, David G., Henry VIII and the English Reformation. Londres, Ed. Routledge, 1995; PALMER, Michale Denison, Henry VIII. Londres, Longman Group Limited, 1971; ÁLVAREZ RECIO, Leticia, Rameras de Babilonia. Historia cultural del anticatolicismo en la Inglaterra Tudor. Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2006, pp. 17-41; BELLOC, Hilaire, Historia de Inglaterra. Desde los orígenes hasta el siglo XX. Argentina, CS Ediciones, 2005, pp. 250-280 17 Para más información sobre el proceso para conseguir las dispensas papales se puede consultar: NEWCOMBE, David G., Henry VIII and the English Reformation, pp. 24-25
16
Finalmente, Enrique y Catalina se casaron el 11 de junio de 1509, tras haber estado
prometidos desde 1503, poco más de un mes después de la muerte de su padre. La minoría
de edad obligó a esperar para la celebración del enlace, y cuando éste tuvo lugar Enrique
aún no llegaba a los dieciocho años, mientras que Catalina ya tenía veintitrés.
4.1. El matrimonio y las implicaciones políticas: “the king’s great matter”
Mucho se ha especulado acerca de los motivos que llevaron a Enrique a separarse
de su mujer tras dieciocho años de matrimonio.18 Se ha hablado de la pasión del monarca
por Ana Bolena como una de las principales causas, y pese a que pudo tener importancia,
no fue el único motivo que le animó a separarse de su esposa.
Tras más de diez años de matrimonio, en la década de 1520, Catalina ya superaba
los treinta y cinco años y solo le había dado a Enrique una hija. Varios embarazos fallidos,
abortos y muertes de varones recién nacidos preocupaban a Enrique, que se veía sin
descendencia y sin un heredero viable. Solo su hija María había sobrevivido, pero no era
considerada un heredero posible para el trono, pues Inglaterra recordaba demasiado bien
los problemas que podían tener lugar si su rey era considerado débil, Enrique VI y la
Guerra de las Rosas todavía estaban próximos.
En cualquier caso, pese a los continuos embarazos, Catalina estaba en una mala
posición, pues Enrique tuvo hijos varones sanos fuera del matrimonio, y se la culpaba a
ella de la falta de heredero legítimo. De sus hijos ilegítimos, Enrique solo reconoció a
Henry Fitzroy, al que nombró duque de Richmond y Somerset.
Inicialmente, Enrique VIII estaba destinado a ser arzobispo de Canterbury, por lo
que dedicó parte de su infancia a estudiar teología. Sus conocimientos le permitieron
escribir Assertio Septem Sacramentorum (1521), contra la obra de Lutero De Captivate
Babylonica (1520), por la que ganó el título de Defensor de la fe. Sin embargo, también
le llevaron a pensar que la falta de un heredero era consecuencia de la falta de legalidad
de su matrimonio a ojos de Dios.19
18 Recientemente se ha publicado un artículo acerca de las implicaciones que los accidentes y sus secuelas pudieron tener en la personalidad del monarca: COCA VILA, Arantxa, “Guión de vida de Enrique VIII de Inglaterra. De rey renacentista a rey sanguinario” en Revista de análisis transaccional y psicología humanista, nº 71, 2014, pp. 157-174 19 Los aspectos relativos a las dudas de Enrique VIII y las diferentes perspectivas presentadas por la Biblia pueden consultarse en ÁLVAREZ RECIO, Leticia, Rameras de Babilonia…, p. 21
17
Además, Catalina era también vulnerable por los cambios en la política europea,
pues la antigua alianza entre España e Inglaterra había quedado obsoleta tras el ascenso
de Carlos V.20
Las tensiones entre los esposos se vieron agravadas por la llegada a la corte de
Ana Bolena en 1522. Ana era una joven astuta, emparentada con el duque de Howard,
que acababa de volver de estudiar en Francia. Su hermana había sido amante del rey, pero
ella se negó a compartir la cama del monarca a no ser que fuese legalmente su esposa y
reina.
Fue así como se inició el proceso de anulación conocido como “The King’s great
matter”, el gran asunto del rey, o el divorcio. Sin embargo, hablar en estas fechas de
divorcio puede resultar anacrónico, pues lo que se buscaba era una anulación, es decir,
actuar como si los dieciocho años de matrimonio entre Enrique VIII y Catalina de Aragón
no hubiesen existido.
De este modo, en 1527 Enrique estaba preparado para iniciar el proceso de
nulidad, la cual debía ser decretada por el Papa. Enrique era optimista respecto a la
posibilidad de conseguir la nulidad, pues existían casos previos, sin embargo, se
equivocó, pues sus argumentos fueron rechazados por el Papado.21 Fue por ello que la
responsabilidad para conseguir la nulidad recayó en el cardenal Wolsey, que estaba muy
interesado en política exterior y pensó que la nulidad del matrimonio abriría las puertas
para uno nuevo con alguna princesa europea, pues no conocía las intenciones del rey con
Ana Bolena. Fue por ello que ideó varios planes, pero todos ellos fracasaron.22
Se trató de conseguir una anulación por parte del episcopado inglés, de modo que
esto condicionase al Papa para conceder la nulidad y se evitase una apelación por parte
de Catalina a la Santa Sede como máximo tribunal de apelación de la Cristiandad.
El Saco de Roma y la influencia de Carlos V fueron fundamentales para la
frustración de los planes de Wolsey y para la posición del Papa, que dilató su decisión
durante varios años. Por un lado, si aceptaba la nulidad se enfrentaba a la posibilidad de
que el emperador destruyese el Papado, mientras que, por el otro, al negarla perdía el
apoyo de otro poderoso príncipe cristiano.
20 La información sobre las relaciones entre Inglaterra, España y Francia se pueden ampliar en NEWCOMBE, David G., Henry VIII and the English Reformation, pp. 26-27 21 Los argumentos de Enrique pueden consultarse en ÁLVAREZ RECIO, Leticia, Rameras de Babilonia…, p 21 22 Sobre la vida de Wolsey y sus diferentes planes para conseguir la nulidad puede consultarse BELLOC, Hilaire, Historia de Inglaterra… pp. 261-264; MACKIE, John Duncan, The earlier Tudors, 1485-1558, pp. 325-327; NEWCOMBE, David G., Henry VIII and the English Reformation, pp. 31-34
18
Finalmente, el verano de 1529 el Papa firmó el tratado de Barcelona, por el que
juraba apoyo al emperador. Mientras, Catalina, apeló a Roma para defender la validez del
matrimonio. Esta solicitud de apelación llegó a Roma y el 13 de junio el Papa decretó el
traslado del caso a su corte.
Wolsey había fracasado en sus propósitos y esto supuso el comienzo de su caída
y la clara consolidación de Ana. El canciller acabó renunciando a su cargo y perdió parte
de sus propiedades a la vez que fue exiliado de la corte. Su sucesor fue Thomas Cromwell,
que acabó siendo el verdadero reformador de la Iglesia de Inglaterra.
4.2. El Cisma
La caída de Wolsey no impidió que Enrique continuase en su intento de conseguir
la nulidad de su matrimonio. Mantuvo las conversaciones con el Papa mientras iniciaba
una campaña de propaganda por las universidades europeas, consideradas cortes
espirituales moralmente influyentes, pero tampoco tuvo éxito.
En verano de 1530 Enrique fue convocado a un juicio público en Roma para tratar
su causa. Este fue el verdadero detonante del cisma, ya que Enrique se negó a asistir,
apelando al privilegium Angliae, antigua norma por la que ningún ciudadano inglés podía
estar sujeto a leyes extranjeras.
Fue entonces cuando se puso en marcha el plan ideado por Cromwell, que fue el
definitivo. Enrique convocó un Parlamento a finales de 1529, el conocido como
Reformation Parliament, e inicialmente pareció estar planteado para juzgar a Wosley por
su fracaso para conseguir la anulación, sin embargo, acabó siendo el medio para
solucionar sus “problemas domésticos” sin consultar a Roma, y en el proceso Enrique se
convirtió en la cabeza de la Iglesia inglesa. Enrique contaba con el apoyo de este nuevo
parlamento, que se mantuvo activo desde el 3 de noviembre de 1529 hasta el 4 de abril
de 1536.23
En este punto debemos tener en cuenta que Enrique no planeaba separarse de
Roma en ningún momento, pero en el proceso para forzar al Papa a aceptar la anulación
no hubo marcha atrás.
23 Para más información sobre las medidas tomadas por este nuevo parlamento se puede consultar: MACKIE, John Duncan, The Earlier Tudors, 1485-1558, pp. 349-353
19
Durante las primeras sesiones, los temas a tratar en el Parlamento estuvieron
centrados en los abusos del clero, lo que se tomó como una advertencia hacia Clemente
VII, ya que fueron una muestra de la intervención del Estado en la Iglesia.
La falta de resultados hizo que un año después, en diciembre de 1530, el
Parlamento volviese a convocarse, esta vez con un ataque directo al clero, al que se le
acusó de haber roto la praemunire24 al obedecer a Wolsey como legado papal.
El perdón ofrecido por el rey pasaba por dos aspectos: pagar a la Corona más de
100 000 libras de la época y reconocer al rey como cabeza máxima de la Iglesia y del
clero. La suma total fue reducida y el rey fue reconocido como “su único protector, único
y supremo señor y, hasta donde lo permite la Ley de Cristo, jefe supremo”25.
Esta declaración aumentaba el poder de Enrique, ya que el Papa era rechazado
como jefe de la Iglesia inglesa, lo que daba al rey la posibilidad de conseguir dinero y
otras concesiones de ella.
En 1532 se aprobó que el clero no podría tomar ningún tipo de decisión canónica,
es decir, de materia espiritual, sin contar con el permiso del gobierno. Además, las leyes
de la Iglesia serían revisadas por el gobierno.
Aún con todo, la obtención de la anulación seguía sin estar clara, pero para finales
de 1532 Ana Bolena estaba embarazada, lo que precipitó los acontecimientos. Thomas
Crammer fue elegido arzobispo de Canterbury y casó a Ana y a Enrique el 24 de enero
de 1533 en una ceremonia privada. El matrimonio tuvo que ser mantenido en secreto
durante un tiempo, ya que la maquinaria legal todavía no estaba preparada para dar la
legalidad necesaria al enlace.
La nulidad del matrimonio con Catalina llegó en marzo del mismo año, con el
Acta de moderación de apelaciones26, que cambió de forma radical las relaciones entre la
Corona y la Iglesia inglesa, pues acabó con la posibilidad de las cortes inglesas de apelar
a Roma. Esto implicó que Catalina no pudiese apelar al Papa, de modo que la nulidad fue
tratada en una corte inglesa que dio la razón a Enrique, al mismo tiempo que validó el
segundo matrimonio. La respuesta del Papa fue la excomunión del rey.
Finalmente, la separación de Roma estuvo completa tras la reunión del Parlamento
de 1534. En ésta se aprobó un estatuto por el que los clérigos que asumiesen nuevos
24 “El mayor estatuto antipapal anterior a Enrique VIII”, realizado por Ricardo II en 1399 para limitar la influencia del papado en Inglaterra. WAUGH, William Templeton, “The Great Statute of Praemunire” en The English Historical Review, Vol. 37, Nº. 146, Apr., 1922, p. 173 25 NEWCOMBE, David G., Henry VIII and the English Reformation, pp. 44-45 26 “Act in restraint of appeals”
20
cargos debían pagar al rey, en lugar de a Roma, un año de esos nuevos ingresos y una tasa
anual sobre el 10% de los mismos.27
El aspecto más importante de este Parlamento fue la aprobación del Acta de
Supremacía, por la cual el rey se convirtió en la cabeza suprema de la Iglesia Anglicana
sin las limitaciones previas sobre las Leyes de Cristo. El rey y el Parlamento pasaron así
a controlar todos los asuntos eclesiásticos, separándose definitivamente de Roma, y
aquellos que no lo aceptaron fueron juzgados por alta traición, cuya pena era la muerte.
4.3. La Reforma de la Iglesia de Inglaterra
Con este nuevo poder el Parlamento comenzó a tomar medidas dentro de la Iglesia
inglesa, las cuales fueron especialmente motivadas por Cromwell. Para el seguimiento de
estas medidas usaremos, fundamentalmente, Henry VIII and the English Reformation, de
David G. Newcombe.28
Una de las primeras medidas a tomar fue la disolución de los monasterios, en
respuesta a las necesidades financieras de la Corona ante la posibilidad de un ataque desde
el Continente.29
Fue así como a principios de 1535 se creó una comisión para descubrir cuales eran
las riquezas de la Iglesia en Inglaterra. En seis meses la valoración se había completado
y los comisionados fueron enviados a los monasterios para visitarlos, teóricamente, en
busca de problemas para solucionarlos. Un proyecto de ley de 1536 planteó la disolución
de aquellos monasterios con unos ingresos inferiores a doscientas libras anuales,
implicando a unas 300 casas de las 825 existentes.
1536 fue un año importante para la historia de Inglaterra, pues tuvo lugar el
perfilamiento de la nueva Iglesia inglesa y la caída de Ana Bolena, que no había dado un
hijo varón al rey. Acabó siendo juzgada y ejecutada por adulterio e incesto, y Enrique
volvió a casarse con Jane Seymur.
El mismo año tuvo lugar el cambio en la Iglesia inglesa que, pese a la separación,
había conservado los aspectos esenciales que siempre había tenido. A partir de este año
las ideas protestantes fueron adquiriendo cada vez más importancia, fundamentalmente
27 Tasas conocidas como: First fruits y tenths. NEWCOMBE, David G., Henry VIII and the English Reformation, p. 51 28 NEWCOMBE, David G., Henry VIII and the English Reformation, pp. 58-65 29 Entre 1524 y 1528 Cromwell, obedeciendo órdenes de Wolsey, ya había llevado a cabo la disolución de algunos monasterios menores, acusados de abusos.
21
gracias a Cromwell y a su posición poderosa, aunque la desviación de la ortodoxia fue
mínima durante todo el reinado de Enrique VIII.
El Acta de los Diez Artículos fue propuesta por Cromwell y aprobada en el
Parlamento en 1536. Su peso fundamental no radicó en ser abiertamente protestante, sino
en que dejaba la puerta abierta a este tipo de interpretación. Presentaban medidas
moderadas contra las imágenes de las iglesias, las peregrinaciones, los santos, solo
mencionaban los sacramentos del bautismo, la eucaristía y la penitencia, etc. En base a
estos artículos se creó el conocido como Libro de los Obispos, una recopilación de
instrucciones pastorales de carácter tradicional y ortodoxo. Sin embargo, un mayor éxito
protestante fue la aprobación de la versión vernácula de la Biblia en 1537 y su difusión,
ideada por Cromwell.
La Peregrinación de Gracia fue un reflejo de la oposición norteña a todos estos
cambios en la doctrina, al Acta de Supremacía del rey y a la disolución de los monasterios.
Como consecuencia de la Peregrinación de Gracia los grandes monasterios, que habían
quedado exentos en 1536, fueron también cerrados. Las casas y propiedades de los
monasterios cesados pasaron a manos de la Corona, que entre 1536 y 1540 vendió las
tierras, principalmente a la gentry, que aumentó su poder desde entonces.
4.4. Los últimos años
Los últimos años del reinado estuvieron marcados por un regreso hacia posturas
plenamente ortodoxas, y un elemento clave para ello fue la publicación del Acta de los
Seis Artículos en 1539, también conocida como los Seis Latigazos. Estos artículos
implicaban un claro alejamiento con respecto a las posturas protestantes, pues no había
nada de ambiguo en ellos: la confesión se volvía obligatoria, las buenas obras recuperaban
su peso, se prohibía el matrimonio de los sacerdotes y se afirmaba la transubstanciación.
Esta nueva postura se reafirmó con la revisión del Libro de los Obispos, que dio lugar al
Libro del Rey, en 1543.
En esta vuelta a la ortodoxia también tuvo mucho peso la caída de Cromwell, que
no llegó a mostrar sus creencias, pero sí se mostró amigo de los protestantes.
Su caída comenzó en 1540. Jane Seymour, la tercera esposa del rey, había
fallecido al dar a luz al ansiado hijo del monarca en 1537, el futuro Eduardo VI. Fue por
ello que el desarrollo político entre 1537 y 1540 animó a Cromwell a tratar de establecer
una alianza con los príncipes protestantes, dando lugar al fallido matrimonio de Enrique
22
con la princesa Ana de Cleves, que fue anulado rápidamente. Este fracasó de Cromwell
fue aprovechado por sus enemigos, y para mayo ya había perdido la confianza del rey.
Además, salió a la luz que Cromwell había estado protegiendo a aquellos que no
aceptaban los Seis Artículos, por lo que acabó siendo ejecutado en julio de 1540. Un mes
después el rey se casó con su quinta y joven esposa, Catalina Howard, lo que causó el
ascenso de su tío, el duque de Norfolk, y fue una muestra más de la vuelta al
conservadurismo.
Este matrimonio también fue breve, en dos años Catalina fue acusada, juzgada y
ejecutada por adulterio, lo que tuvo como consecuencia la caída del duque de Norfolk y,
en su lugar, el ascenso de los Seymour, que tendrán mucha importancia en el reinado de
Eduardo VI. La última esposa de Enrique fue Catalina Parr, con quien se casó en 1543.
Enrique murió en 1547, sin haber tenido más hijos, y su sucesión quedó definida
en 1544 tras varias actas de Sucesión. El primer Acta de Sucesión de 1534 eliminó de la
línea de sucesión a María, hija del rey y Catalina de Aragón; la segunda, de 1536, eliminó
también a Isabel, hija de Ana Bolena; pero el tercer Acta, de 1544, incluyó a sus hijas en
la línea sucesoria, por detrás del príncipe Eduardo, que llegó al trono en minoría de edad.
Enrique murió tras años de guerra exterior, ambigüedades religiosas y
enfrentamientos faccionarias dentro de la corte. Religiosamente dejó una iglesia católica
con algunas reformas mínimas, dando pie a vaivenes que concluyeron con la definición
definitiva del anglicanismo con Isabel I.
23
5. Eduardo VI y el avance protestante (1547-1553)
Eduardo VI comenzó a gobernar cuando solo tenía nueve años, lo que implicó que
se siguiese el testamento de su padre en cuanto a la creación de un consejo privado que
ejerciese las labores de gobierno hasta la mayoría de edad del monarca.
Enrique determinó en su testamento que estuviese compuesto por dieciocho
consejeros, la mayoría de ellos antiguos miembros de su propio Consejo Privado, y que
todos ellos fuesen iguales. Sin embargo, esto no se respetó y Eduardo Seymour fue
nombrado Lord protector del reino y adquirió el título de duque de Somerset,
convirtiéndose en el más influyente dentro del consejo. Tanto Cranmer como John
Dudley formaban parte del consejo y este segundo adquirió especial importancia tras la
caída de Seymour.30
El consejo estuvo especialmente compuesto por hombres favorables a la
revolución religiosa, ya que se habían enriquecido por ella. Esto marcó el devenir del
reinado de Eduardo VI, que se vio marcado por la herencia de su padre: finanzas acosadas
por las deudas, división del país por la cuestión religiosa, etc.
Religiosamente, las políticas de aquellos que gobernaron en nombre de Eduardo
VI estuvieron encaminadas hacia el avance del protestantismo. En esta línea, las primeras
medidas de Somerset se centraron en la derogación de la ley de los monarcas precedentes,
por lo que en la primera sesión del nuevo Parlamento se eliminó el Acta de los Seis
Artículos de 1539. Entre 1548 y 1549 se celebró una segunda sesión que introdujo, por
medio de un Acta de Uniformidad, el Book of Common Prayer como único libro
autorizado para el culto y, además, se aceptó el matrimonio de los clérigos.31
Hay quienes plantean que las medidas tomadas en el ámbito eclesiástico, con la
creación de comisiones de inspección, el Common Prayer, etc. respondían más a un
interés en ampliar el control del gobierno sobre la Iglesia que a una ideología propiamente
protestante.32
En cualquier caso, el Common Prayer presentaba un protestantismo moderado y
fue bien aceptado en Londres, no así en las zonas rurales. Los problemas económicos por
el alza de los costes, los procesos de enclosures que atosigaban a la población, la creación
30 Para más información sobre la composición de este Consejo Privado se puede consular: LOACH, Jennifer, Edward VI, pp. 18-22 31 CAHEN, Leon y BRAURE, Maurice, La evolución política de la Inglaterra Moderna, 1485-1660, p. 89 32 LOACH, Jennifer, Edward VI, p. 47
24
de las Poor Law de 1547, sumado a la crisis industrial, dieron lugar a la Rebelión de Kett
(1529), a la que a su vez se sumó una insurrección católica en Cornualles.
Somerset simpatizaba con las clases bajas, y llegó a favorecer a aquellos que
atacaban los enclosures.33 Esto implicó que perdiese el apoyo de los propietarios y, poco
a poco, el de todo el grupo con el que había llegado al poder. Además, no trató de salvar
a su hermano de ser ejecutado, por lo que acabó encerrado en la Torre y posteriormente
ejecutado.34
A su caída, el cargo de lord protector fue a parar a Dudley, ahora conde de
Northumberland. Con él el avance protestante se aceleró. En 1552 se planteó una revisión
del Prayer Book, el cual suprimió la presencia real de Cristo en la Eucaristía y eliminó la
misa y sus ornamentos, buscando su simplificación.35
En 1553 Cranmer preparó el nuevo credo para la Iglesia inglesa, los 42 artículos,
que fueron aprobados por la asamblea. Estos artículos contemplaban una combinación
entre luteranismo y calvinismo. Afirmaban únicamente dos sacramentos: el bautismo y la
comunión, pero rechazaban plenamente la transubstanciación. Mencionaban también al
rey como Cabeza Suprema de la Iglesia, rechazando cualquier tipo de influencia por parte
del Papa.36
Ese mismo año, Eduardo VI murió y fue sucedido por su hermana María, aunque
durante unos días reinó Juana Grey, nuera de Northumberland, el cual había convencido
al joven rey en sus últimos días para que declarase ilegítimas a su hermana y nombrase
como sus sucesores a los hijos de Lady Juana, nieta de Enrique VIII. Parece ser que el
joven príncipe aceptó porque su educación en el protestantismo le hacía temer las
consecuencias de que su hermana, ferviente católica, llegase al trono. Northumberland
modificó el testamento para que reinase la propia Juana, y él en consecuencia, pero María
acabó siendo reconocida por el Consejo, y el 19 de julio de 1553 María comenzó su
reinado.37
Todos los cambios que se llevaron a cabo en los pocos años de reinado de Eduardo
VI fueron después derrocados por María, lo que afectó seriamente a la población inglesa.
33 MACKIE, John Duncan, The Earlier Tudors, 1485-1558, p. 489 34 Su hermano había participado en algunas conjuras para conseguir poder. MACKIE, John Duncan, The earlier Tudors, 1485-1558, p. 488 35 CAHEN, Leon y BRAURE, Maurice, La evolución política de la Inglaterra Moderna, 1485-1660, p. 92 36 MACKIE, John Duncan, The earlier Tudors, 1485-1558, pp. 521-523 37 BELLOC, Hilaire, Historia de Inglaterra, pp. 287-288 y CAHEN, Leon y BRAURE, Maurice, La evolución política de la Inglaterra Moderna, 1485-1660, p. 92
25
Estos vaivenes generaron un malestar interior que posteriormente tuvo que ser
solucionado por Isabel.
26
27
6. Restauración del catolicismo con María Tudor (1553-1558)
Para el desarrollo de su reinado vamos a valernos, salvo excepciones que serán
especificadas, en la obra de María Jesús Pérez Martín: María Tudor. La gran reina
desconocida.38
María I inició su reinado el 19 de julio de 1553, tras diez días de reinado de Juana
Grey, que había sido aceptada por el Consejo por presión de Northumberland. Fue
entonces cuanto tuvo lugar un levantamiento popular en favor del catolicismo y de María,
por lo que el Consejo traicionó al canciller y declaró a María reina.
Una de las primeras medidas de María fue la formación del Consejo Real, en el
que se encontró con tres facciones: por un lado, los hombres que habían apoyado
inicialmente a Juana Grey y que ahora se habían arrepentido, por otro lado, aquellos que
habían asistido y gobernado junto a su padre durante el proceso de divorcio y, por último,
aquellos provenientes de su propia Casa católica.
El principal objetivo de su gobierno fue el restablecimiento del catolicismo, pero
inicialmente dejó cierta libertad y determinó que hasta que el Parlamento tomase una
decisión, sus súbditos tenían libertad para profesar su fe. La respuesta espontánea de la
población inglesa fue la recuperación de los ritos católicos, a excepción de Londres,
donde se encontraba la mayoría protestante y anticatólica. Los ataques la obligaron a
tomar medidas y a imponer la obediencia a la autoridad dentro de esta inicial tolerancia.
Cranmer no atendió a este primer edicto de la reina y comenzó a circular un
manifiesto suyo en contra de la misa, lo que hizo que fuese arrestado y encerrado en la
Torre, no por herejía sino por secesión, pues María seguía siendo Jefa Suprema de la
Iglesia de Inglaterra.39
Pronto, María comenzó las negociaciones con el Papado para poder restablecer la
misa y los sacramentos católicos, para lo que contó con el cardenal Pole, primo suyo y
confidente hasta el día de la muerte de ambos, que volvió a Inglaterra como legado a
latere.
Tras la coronación, María inauguró su primer Parlamento, en el que la primera
idea del canciller, Gardiner, era eliminar todas las leyes de materia religiosa anteriores a
1529, con el objetivo de devolver la Supremacía a Roma. Sin embargo, la Cámara de los
Comunes se oponía a la Supremacía Papal por la posibilidad de perder su fortuna,
adquirida a costa de las expropiaciones eclesiásticas.
38 PÉREZ MARTÍN, María Jesús, María Tudor. La gran reina desconocida, pp. 486-851 39 Acabará siendo juzgado y ejecutado el 21 de marzo de 1556.
28
Finalmente, el gobierno optó por no mencionar la Supremacía Papal, mientras que
se aprobó una ley para la restauración de la misa. También se abolieron nueve estatutos
aprobados en el reinado de Eduardo VI y la ley de traición de 1534, y se aprobó un Acta
que consideraba legítimo el matrimonio entre Enrique VIII y Catalina de Aragón.
Tras este primer Parlamento, María continuó con su intento para restablecer la
obediencia al Papa, aunque siguió siendo cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Poco a poco
fue desmantelando elementos reformistas como el permiso de matrimonio de los clérigos,
etc.
Estos cambios no fueron aceptados por toda la población, lo que se puso de
manifiesto en la rebelión de Wyatt (1554). Se inició como respuesta al acuerdo
matrimonial de la reina con Felipe II, y contó con el apoyo francés, por el enfrentamiento
hispano francés.40 Hasta entonces, María había tenido una política de perdón con aquellos
que dificultaron el inicio de su reinado, pero esta política se endureció con esta rebelión.
Fue por ello que mandó ejecutar a Wyatt y a Juana Grey, así como al marido y al padre
de ésta, pues habían participado en la misma.
Tras la celebración del matrimonio de la reina se abrió el tercer Parlamento, en el
cual estuvo presente el cardenal Pole como legado papal. Recién llegado de Roma, Pole
presentó ante el Parlamento las bulas, breves y cartas papales necesarias para la
reunificación de Inglaterra y la Santa Sede, por lo que tuvo lugar la restauración oficial
del catolicismo.
La ley para la restauración del catolicismo reabrió la cuestión de los bienes
eclesiásticos retenidos por los laicos. Tras muchos debates, se aprobó, manifestando que
las posesiones podían ser disfrutadas por los laicos, pero no sin escrúpulos, animando a
la labor de conciencia y a la generosidad. Además, en esta ley también se eliminaba de la
Corona la Supremacía sobre la Iglesia Anglicana.
El 16 de enero de 1555 se cerraba este Tercer Parlamento, donde se recuperaba la
situación religiosa anterior a los cambios de Enrique VIII, con penas para los herejes y
para aquellos que negasen la legitimidad de la reina.
Desde entonces se iniciaron los procesos contra los herejes, dando lugar a la
ejecución de cerca de 300 personas entre 1555 y 1558. El ajusticiamiento de personajes
de renombre queridos por el pueblo llevó al auge del anti catolicismo y del anti papismo,
40 El matrimonio de la reina fue de gran importancia para el gobierno de Inglaterra y existieron varios candidatos. Finalmente se casó con Felipe, hijo de Carlos V, que reinaría como consorte. Las limitaciones planteadas por el Parlamento al monarca extranjero fueron muy claras.
29
así como granjeó una clara fama para María, que posteriormente sería conocida como “la
Sanguinaria”.41
En el siguiente Parlamento se manifestó la pobreza de la reina, pues se restableció
el pago de diezmos y primicias a la Iglesia en lugar de a la Corona, así como se
devolvieron aquellas tierras eclesiásticas que se conservaban como patrimonio real.
A finales de 1555 se inició la reorganización del Iglesia Católica en Inglaterra y
por ello se celebró un sínodo en el que se decretaron los principales cambios:
restablecimiento del estudio del Derecho Canónico en las universidades, censura a todos
los libros considerados heréticos, ejecución contra los herejes, nuevos libros de homilías,
nuevo catecismo, restauración de las órdenes religiosas, etc.42 Fueron necesarias varias
reuniones para poner todo en práctica y evaluar los avances.
Inglaterra acabó colaborando con España en la guerra contra Francia, aliada con
el Papado. Esto supuso un duro golpe para María, ya que su marido, Felipe, llegó a ser
excomulgado y el cardenal Pole perdió su título como legado a latere. Las malas
relaciones entre Inglaterra y el Papado continuaron incluso tras la capitulación de Paulo
IV como monarca temporal. Además, por la guerra, Inglaterra perdió Calais el 8 de enero
de 1558, que llevaba desde 1347 bajo el mando de la Corona inglesa.
La pérdida de Calais fue un duro golpe para la población, que lo vio como una
traición por parte de María y Felipe. Esto motivó el auge de la propaganda anticatólica y
antiespañola, así como la dureza de la reina, que se vio obligada a amenazar con la
ejecución por traición a aquel que poseyese este tipo de obras.
El malestar generado por la pérdida de Calais menguó la escasa salud de la reina,
que veía próximo su final. Sin descendencia, se vio obligada a dejar como sucesora a
Isabel, pero con muchas reticencias, pues existían evidencias que relacionaban a Isabel
con complots anticatólicos.
A su muerte, que tuvo lugar el 17 de noviembre de 1558, María dejó un pueblo
deprimido por la pérdida de Calais y una clara fama de intransigente que marcará su
memoria, pero, pese a la postura tradicional de la historiografía, también llevó a cabo
medidas que favorecieron el posterior reinado de Isabel. En esta línea, modernizó la
41 Este sobrenombre ha sido posteriormente cuestionado, caso de LLANOS Y TORRIGLIA, Félix de, María Tudor I de Inglaterra, ¿la sanguinaria?, Reina de España. Madrid, ed. Espasa-Calpe, 1960 42 Para contemplar todas el proceso y las reformas planteadas por este sínodo se puede consultar: PÉREZ MARTÍN, María Jesús, María Tudor. La gran reina desconocida, pp. 725-735
30
legislación social y económica y reformó el erario público y la acuñación de moneda, lo
que mejoró la situación del tesoro.43
43 VISO, Alberto, “Historiografía reciente sobre el reinado de María Tudor” en Espacio, Tiempo y Forma. Serie IV Historia Moderna. Revista de la facultad de Geografía e Historia. Madrid, ed. UNED, nº 27, 2014, pp. 344-345
31
7. Isabel I y la consolidación de la Iglesia anglicana (1558-1603)
Para el desarrollo de los aspectos que trataremos a continuación sobre el reinado
de Isabel utilizaremos las siguientes obras: Elizabeth I and religion (1558-1603), de
Susan Doran; Programas de Historia Universal, Isabel de Inglaterra, de Sisley
Huddleston; La Edad Moderna (siglos XV-XVIII), de Luis Ribot; el capítulo dedicado a
Isabel de la obra Reinas: cinco soberanas y sus biografías, de Maren Gottschalk; también
La evolución política de la Inglaterra Moderna, de Leon Cahen y Maurice Braure;
Historia de Inglaterra, de Hilaire Belloc y, por último, Las reformas protestantes de
Teófanes Egido.44
Con la muerte de María la Corona de Inglaterra llegó a Isabel, que llevó a cabo la
definición definitiva de la Iglesia de Inglaterra en torno a una forma peculiar de
protestantismo: el anglicanismo. Isabel no podía continuar la labor de María porque
reconocer como cabeza suprema al Papa implicaba reconocer su propia ilegitimidad, por
lo que creó una liturgia que guardaba muchas semejanzas con el catolicismo, aunque
también añadió elementos protestantes que aseguraban la separación de Roma.
Isabel era fruto del matrimonio entre Enrique VIII y Ana Bolena, por lo que sus
orígenes estuvieron marcados por la controversia política y religiosa. Además, con la
ejecución de su madre fue declarada ilegítima, y aunque volvió a la línea sucesoria a la
muerte de su padre, su hermano volvió a desplazarla a la ilegitimidad. Durante el reinado
de su hermana María su posición fue muy ambigua y la propia reina dudaba acerca de
dejarla como sucesora, ya que temía que desbaratase todo su proyecto de recatolización.
Pese a todas las perspectivas, no hubo demasiada oposición a su nombramiento como
soberana y fue reconocida tanto por el pueblo como por el Parlamento.
Cuando Isabel llegó al trono el país estaba muy dividido, no solo entre católicos
y protestantes, sino que entre los propios protestantes las divisiones eran abundantes.
Isabel aprendió de los errores de su hermana María, tan odiada y rechazada, y en su
reinado optó por evitar el fanatismo religioso, así como la guerra, y por reducir el tamaño
del consejo. Isabel no llevó a cabo ejecuciones por ideología, sino que buscaba evitar el
44 DORAN, Susan, Elizabeth I and religión (1558-1603). Londres, ed. Routledge, 1994; RIBOT, Luis, La Edad Moderna (siglos XV-XVIII), pp. 341-356; GOTTSCHALK, Maren, Reinas: cinco soberanas y sus biografías. México, ed. Fondo del Cultura Económica, 2010, pp. 55-75; CAHEN, Leon y BRAURE, Maurice, La evolución política de la Inglaterra Moderna, 1485-1660, pp. 97-126; BELLOC, Hilaire, Historia de Inglaterra, pp. 301-340; HUDDLESTON, Sisley, Programas de Historia Universal, Isabel de Inglaterra. Bilbao, ed. Moretón, 1960
32
desorden religioso y por ello el Gobierno no emprendió medidas drásticas contra los
súbditos pacíficos, independientemente de su religión.45
7.1. El comienzo del reinado: primeras medidas y Parlamento de 1559
Isabel había respondido favorablemente a los cambios religiosos previos y cuando
comenzó su reinado se pensaba que era indiferente a la doctrina religiosa. Por su
educación tenía ciertas tendencias protestantes, aunque rechazaba determinados aspectos
de la Reforma. En cualquier caso, entendía la utilidad de la religión para conseguir la paz
y la estabilidad en el reino y con su llegada al trono se esperaba un nuevo cambio.
En su consejo privado predominaban los protestantes, y estaba presidido por
Guillermo Cecil, al que se le considera el alma mater de la nueva Iglesia. Cecil había sido
una figura importante en los gobiernos de Eduardo VI y de María I y lo siguió siendo en
el de Isabel hasta su fallecimiento, cuando fue relevado por su hijo.
Cecil pudo llevar a cabo los cambios porque contaba con el apoyo de la reina, pero
también con el de las clases altas inglesas, así como el de Felipe II, que conservaba
intereses en Inglaterra tras la muerte de su esposa María.
Las primeras medidas de cambio fueron planteadas antes de la sesión del
Parlamento, mediante proclamaciones a finales de 1558. Se aprobó el uso de liturgia en
inglés hasta que el Parlamento tomase una decisión y en la propia coronación de la reina
no se elevó la hostia consagrada, manifestando el rechazo a la transubstanciación.
El Parlamento de 1559 se abrió a finales de enero y estuvo centrado en la
aprobación del Acta de Uniformidad, que daba carácter protestante al servicio religioso,
y en el Acta de Supremacía que reconocía a Isabel como Cabeza Suprema de la Iglesia
de Inglaterra. Ambas propuestas de ley fueron difícilmente aprobadas.
La ley de Uniformidad solo fue aceptada por un margen de 3 votos y supuso la
vuelta al segundo Prayer Book de Eduardo VI, aunque con algunas modificaciones para
evitar el rechazo de los católicos: se evitaba expresar el rechazo a la tiranía romana y se
modificó el libro de plegarias, aunque en el tema de la Eucaristía no se aceptó la
transubstanciación, sino un término medio entre la presencia real de Enrique VIII y el
valor simbólico de Zwinglio. Junto con esta ley quedaron reguladas las sanciones para
aquellos que no la cumpliesen, siendo las medidas más severas contra aquellos que no
45 Declaration of the Queen’s Proceedings in Church and State, (aprox. 1569). CAHEN, Leon y BRAURE, Maurice, La evolución política de la Inglaterra Moderna, 1485-1660, p. 125
33
fuesen a la iglesia los domingos o los días feriados, así como que practicasen
públicamente otra religión.
Por otro lado, los dos primeros proyectos para la ley de Soberanía fueron
rechazados y el tercero fue aceptado tras ser modificado. La oposición vino por parte de
los Lores espirituales, los obispos, en su mayoría católicos, que aceptaban la supremacía
papal. La ley fue aprobada cuando la reina decidió cambiar el título de Cabeza Suprema
por el de Gobernadora Suprema. Sin embargo, la oposición por parte de los obispos
continuó incluso tras la aprobación de la ley, negándose a aceptar el juramento de
supremacía. Fue así como se produjo un relevo en los obispados, ya que los obispos
marianos fueron sustituidos por protestantes, dando una tendencia clara a la Iglesia
inglesa.
Durante la segunda sesión del Parlamento se aprobó esta tercera propuesta y se
reafirmó el carácter del nuevo oficio religioso, pero también se aprobó un Acta de
Cambio46 por el cual la reina podía hacerse con la propiedad temporal de los episcopados
vacantes. A cambio, se le concedía al episcopado afectado diezmos y adelantos que
tuviesen el mismo valor anual que la propiedad temporal sustraída. Tras este Acta se
aprobaron leyes que restablecieron el pago de tenths y first fruits a la Corona, lo cual
había sido establecido por Enrique VIII y devuelto a Roma por María.
En este mismo año también se aprobaron las Royal Injuctions, que precisaron más
las intenciones del Gobierno. Se negaba el matrimonio de los clérigos y especificaban
cómo debía realizarse el servicio religioso. Eran medidas que dejaban ver la simpatía de
las altas esferas a la Reforma, pero que también dejaban claro que las medidas no iban a
ser drásticas y querían favorecer el apoyo católico, tanto al interior como al exterior,
respecto a Felipe II y el Papado.
Como resultado de estas medidas la ambigüedad prevaleció, lo que generó claras
variaciones locales en cuanto a la práctica religiosa. Por el momento, estas medidas no
arrojaron claridad en la materia doctrinal de la nueva Iglesia, ya que Isabel consideraba
que esas cuestiones debían ser tratadas por los obispos, lo que dio lugar a la redacción de
los Treinta y Nueve Artículos.
46 “Act of Exchange”; DORAN, Susan, Elizabeth I and religión (1558-1603), p. 13
34
7.2. Los Treinta y Nueve artículos de la Religión
Fueron aprobados en 1563 por los obispos, entre los que, como decíamos, tuvieron
mucho peso los protestantes, especialmente aquellos que volvieron de su exilio de Suiza
con la llegada de Isabel, pues habían huido en el reinado de María.
De este modo, las ideas de estos obispos llevaron a la redacción de los Treinta y
Nueve Artículos, inspirados en los Cuarenta y Dos de Eduardo VI, pero más cercanos a
los católicos, al menos en la medida que su ambigüedad lo permitía. En cualquier caso,
trataron de que fuesen aceptados tanto por luteranos como por zwinglianos, reflejando el
claro avance de la Reforma, que como hemos mencionado no agradaba a la soberana,
hasta tal punto que tardó ocho años en aceptarlos, y no fue hasta 1571 cuando fueron
promulgados como ley.
En torno a un tercio de los artículos presentaban aspectos aceptados por todos los
cristianos, otros tantos reconocían doctrinas compartidas por luteranos y zwinglianos, y
seis rechazaban expresamente enseñanzas anabaptistas. En aquellos aspectos que
separaban a zwinglianos y luteranos los obispos trataron de satisfacer a ambas creencias,
dando lugar a diferentes interpretaciones. Por ejemplo, en el artículo relativo a la
Eucaristía no se habla ni de presencia real de Cristo, defendida por los luteranos, ni de
que sea solo un acto conmemorativo, como era para los seguidores de Zwinglio, y el
artículo sobre la predestinación también era deliberadamente ambiguo.
En cualquier caso, los aspectos más definitorios de la doctrina la identificaban con
el protestantismo: la norma suprema pasó a ser la Sagrada Escritura, se aceptó la
justificación por la fe, solo se reconocían los sacramentos del Bautismo y la Cena, y la
liturgia debía celebrarse en inglés. En cuanto a los rasgos católicos, se mantuvo el canon
católico, no se rechazaron explícitamente los otros sacramentos y se conservó la
estructura de la jerarquía católica, si bien con el rey o reina, en lugar del Papa, a la cabeza.
Pese a que los Artículos no hacían referencia directa al calvinismo, algunos
elementos sí que se identificaban como calvinistas. De este modo, se considera que los
primeros años de la Iglesia isabelina fueron una fusión de elementos luteranos, calvinistas
y zwinglianos, y que a medida que el reinado fue avanzando ganaron más peso las ideas
de Zwinglio y de Calvino.
35
7.3. Oposición a los cambios
La oposición a los cambios tuvo dos vertientes, por un lado, la oposición interna
de aquellos que esperaban un mayor avance de la Reforma,47 por otro, la oposición
católica, relacionada con la política exterior y con los conflictos con el Papado y España.
La oposición interna vino, principalmente, por parte de los puritanos, que
aparecieron a principios de los sesenta con motivo de su rechazo a los elementos
supersticiosos y papistas de la reforma isabelina. Lo que diferenciaba a este grupo del
resto de protestantes reformistas, todos ellos concienciados acerca de la necesidad de más
cambios, era su intensidad en la experiencia religiosa, su estilo personal de piedad y su
compromiso reformista. Se les identificaba fundamentalmente con el calvinismo.
En general, los adeptos a la Reforma esperaban que las modificaciones se fuesen
incrementando con el paso de los años, pero vieron que no era así, pues la reina marcó
claramente los límites de la reforma en base a su ideología conservadora. Fue por ello que
se iniciaron medidas para reclamar mayores reformas, ante lo que Isabel respondió
endureciendo las medidas contra aquellos que no llevasen a cabo los servicios siguiendo
las indicaciones del Prayer Book. En esta línea, tuvo lugar en 1564 la Vestiarian
Controversy, un debate que comenzó en relación con las vestiduras de los clérigos y que
acabó cuestionando los fundamentos básicos de la reforma religiosa.
Los congregacionalistas también manifestaron su descontento. Éstos aparecieron
como un sector radical de los calvinistas, y se diferenciaban de los puritanos en su
propuesta de organización eclesiástica. Mientras que los puritanos defendían el
establecimiento del modelo presbiteriano, los congregacionalistas preferían un régimen
asambleario sin autoridades visibles más allá de Jesucristo y esto implicaba el rechazo a
la reina como cabeza de la Iglesia. Formaron grupos más minoritarios respecto a los
puritanos.
Los presbiterianos buscaban una reforma de la estructura eclesiástica, asumiendo
el modelo de la iglesia presbiteriana. Apelaron a la opinión pública para el
establecimiento de esta estructura, pero no consiguieron ningún cambio pese a su
participación en el Parlamento de 1584.
47 Para más información sobre la oposición interna protestante puede consultarse: DORAN, Susan, Elizabeth I and religión (1558-1603), pp. 24-44
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Otra línea de oposición interna, relacionada también con el exterior, fue la del
catolicismo.48 Las medidas reformistas se oponían a las creencias de la mayoría de la
población, que mantenía las ideas y prácticas católicas, y ya hemos mencionado como la
oposición de los obispos católicos a las nuevas leyes se saldó con su destitución.
En 1563, con el fin del Concilio de Trento, el Papado se pronunció acerca de los
cambios en la Iglesia inglesa y prohibió a los católicos la asistencia a las misas
protestantes, lo que, recordemos, era obligatorio por la ley de Uniformidad.
Sin embargo, la reina decidió evitar la confrontación directa y prefirió usar la
persuasión y la coerción, lo que hizo que el catolicismo continuase existiendo en la década
de los sesenta. Además, la pervivencia de párrocos de la época mariana, así como de
determinados elementos litúrgicos o tradicionales, hizo que los católicos se conformasen
o acabasen convirtiéndose al protestantismo.
Entre 1569 y 1572, derivado de la situación internacional, la presión contra los
católicos fue aumentando y en 1571 se emitieron leyes que impedían la importación de
bulas o elementos relacionados con Roma. Para 1574 la crisis parecía menguar y el
gobierno recuperó su postura abierta hacia el catolicismo, aunque la llegada de los jesuitas
reactivó las tensiones.
Pese a que la llegada de católicos desde el continente fue fundamental para la
pervivencia del catolicismo en Inglaterra, éste estaba abocado a morir por la postura
religiosa del gobierno isabelino.
Las medidas contra los católicos no hicieron que sus seguidores rechazasen a la
reina. La población ya estaba más o menos acostumbrada a la identificación de la cabeza
del Estado con la cabeza de la Iglesia y, en cualquier caso, el catolicismo fue muriendo
progresivamente. Para mediados de 1580 la mayoría de familias de la gentry se había
convertido al protestantismo y en los momentos finales del reinado apenas una persona
de cada familia, y solo los más ancianos, recordaban haber asistido a alguna misa católica
en su niñez.
48 Para la oposición católica también emplearemos DORAN, Susan, Elizabeth I and religión (1558-1603), pp. 48-63
37
7.4. Las tensiones con Escocia y el caso de María Estuardo
La política exterior tuvo un gran peso en el desarrollo del reinado de Isabel y
especialmente importantes fueron las relaciones con Escocia.
El rey escocés murió dejando una heredera que solo tenía tres años, María
Estuardo, que pasó su niñez en Francia como prometida del delfín francés, mientras su
madre actuaba como regente. En este contexto, tuvo lugar una revolución en Escocia,
dirigida por John Knox, que llevó al establecimiento del calvinismo en Escocia y a la
firma del Tratado de Edimburgo. Este tratado implicaba que María reconociese a Isabel
como reina de Inglaterra, ya que ambas eran primas, pero María tenía más derechos a la
Corona inglesa que la propia Isabel.
Ante la muerte de Francisco II, María Estuardo volvió a Escocia, negándose a
aceptar el tratado de Edimburgo. Allí se casó con Darnley, un primo también descendiente
de la hermana de Enrique VIII y, por tanto, con derecho al trono inglés. Esto supuso un
reforzamiento de la postura escocesa y fruto del matrimonio nació Jacobo, que acabaría
siendo Jacobo I de Inglaterra. Darnley murió en extrañas circunstancias y María se casó
con Bothwell, sospechoso, junto con María, de haber participado en la muerte de Darnley.
María acabó siendo encarcelada, por lo que huyó en 1568 a Inglaterra en busca de la
protección de su prima Isabel.
En Inglaterra, Cecil la hizo su prisionera. Por sus derechos al trono y sus creencias
católicas su presencia se consideraba un peligro, ya que daba esperanzas a los católicos y
podía ser aclamada en el caso de un levantamiento. Además, se le negó ver a su prima
por su supuesta participación en el asesinato de Darnley, ante lo que tuvo lugar un juicio
en el que se aportaron pruebas falsas, las conocidas como “cartas del cofrecito”.
La presencia de María en Inglaterra alentó los levantamientos católicos, por lo que
se endurecieron las medidas contra éstos en el Parlamento de 1571. Sin embargo, esto no
puso fin a las conjuras, que culminaron con el complot de Ridolfi, del cual formaron parte
María y el duque de Norfolk, que acabó siendo ejecutado. Norfolk pretendía casarse con
María para acceder al trono una vez depuesta Isabel, sin embargo, su ejecución se vio
motivada por el plan de los revolucionarios de asesinar a la reina tras deponerla. Por esto,
Isabel ejecutó a Norfolk y anuló los derechos sucesorios de su prima, manteniéndola
cautiva.
Que María permaneciese con vida seguía siendo un peligro ante posibles
levantamientos, por lo que Cecil comenzó a conjurar para favorecer su ejecución. Se
38
incautaron sus cartas y se modificaron, pretendiendo que María aceptaba una
conspiración para asesinar a Isabel. Finalmente, fue ejecutada en 1587.
La ejecución de María tuvo graves consecuencias a nivel internacional,
especialmente con España. Las relaciones con España habían quedado en buenos
términos tras la muerte de María I Tudor. Felipe aseguró el apoyo a Isabel frente al Papa
cuando ésta llevó a cabo las primeras modificaciones de la liturgia. Por su parte, Isabel
no podía hacer frente a una guerra por su situación económica, por lo que las medidas no
fueron drásticas para facilitar el apoyo de Felipe y la pasividad del Papa.
Poco a poco, las relaciones empeoraron. Los ataques de los piratas ingleses en
América, supuestamente protegidos por la reina, el contrabando ilegal, el apoyo a los
hugonotes y a los holandeses en detrimento de España y del catolicismo, etc. no hicieron
más que empeorar las relaciones.
En torno a 1570, con el recrudecimiento de las medidas anticatólicas la política
papal se endureció, y Pío V emitió una bula de excomunión contra Isabel y animó a los
católicos a que depusieran a su reina, aunque no tuvo efecto.
La ejecución de María Estuardo, reina católica, fue la gota que colmó el vaso y
Felipe preparó el ataque de la Armada Invencible, que fue un fracaso. La amenaza a una
ocupación y conquista católica aumentaron el sentimiento antipapista, al mismo tiempo
que la nación inglesa tomaba conciencia de sí misma y crecía el sentimiento nacional.
7.5. La Iglesia isabelina
La reforma inglesa fue llevada a cabo de forma pacífica, sin guerras ni
enfrentamientos graves. En esta línea, permitió la pervivencia de determinadas
tradiciones a comienzos del reinado, de modo que los aspectos protestantes pudieron ser
absorbidos de forma progresiva por los más conservadores.
En este proceso existieron dos fases claras: la primera, en la década de los sesenta,
caracterizada por una mayor resistencia al cambio por parte de la población y por la
pervivencia de rasgos católicos en la Iglesia, caso de la continuación de los curas de la
época de María, ante lo que el gobierno optó por la coerción para favorecer el cambio. La
segunda fase, que comenzó en torno a los setenta, y que, derivada del contexto
internacional, incrementó las medidas para el avance del protestantismo. A esto ayudó el
cambio generacional, que fue clave para la desaparición de las prácticas católicas. En este
39
periodo también fue importante el auge de la predicación para favorecer el cambio de
mentalidad.
En cualquier caso, la Reforma no llegó a completarse con Isabel: la población
seguía creyendo en las buenas obras, sin entender la predestinación, y conservaba las
supersticiones. Del mismo modo, apenas se modificó la organización clerical, en
detrimento de las demandas protestantes.
Independientemente de la comprensión de las doctrinas, dada la regularidad de
asistencia a la iglesia durante los últimos años del reinado, los autores defienden que para
1603 Inglaterra era una nación protestante con una Iglesia más o menos estable, que
permitía a los protestantes practicar su devoción en paz y en diferentes formas. Sin
embargo, esto no implica que no existiesen las disidencias.
Isabel murió el 24 de marzo de 1603, tras más de cuarenta años de reinado que
dieron la estabilidad a Inglaterra. La larga duración del reinado fue clave para el
asentamiento de la nueva Iglesia anglicana, así como para la aparición y consolidación de
un claro sentimiento nacional.
A su muerte sobrevino de nuevo la incertidumbre sucesoria, ya que la reina nunca
quiso casarse ni nombrar un sucesor en vida. A las pocas horas de la muerte de Isabel,
Roberto Cecil nombró rey a Jacobo VI de Escocia, que se convirtió en I de Inglaterra,
hijo de María Estuardo. Comenzó así la Inglaterra de los Estuardo, que se mantuvo en el
poder, no sin problemas, hasta 1689, año en el que Jacobo II fue depuesto en beneficio
de Guillermo de Orange.
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41
8. Conclusiones
Para concluir, repasaremos los aspectos más destacados que hemos ido
desarrollando a lo largo de este trabajo.
Por un lado, las diferencias entre la Reforma protestante y la Reforma inglesa
fueron claras, tanto en los orígenes de las mismas como en las doctrinas que acabaron
imponiéndose. En la Reforma inglesa el cambio se fraguó desde la cima de poder,
mientras que, en Europa, la idea de una reforma religiosa fue calando en la mentalidad
popular, prácticamente, desde el siglo anterior, lo que favoreció que las ideas de Lutero
encontrasen un respaldo claro entre las clases populares. En cualquier caso, ambas dieron
como resultado un reforzamiento de los poderes laicos en sus territorios.
Por su parte, Inglaterra vivió un periodo turbulento en el siglo XV que concluyó
con la llegada al trono de Enrique Tudor como Enrique VII, lo que supuso la llegada de
la dinastía Tudor al trono. Este primer Tudor se centró en el fortalecimiento del gobierno
y religiosamente se mantuvo como un monarca cristiano fiel a Roma.
Esto cambió con la llegada al trono de su hijo, Enrique VIII. Éste acabó
estableciéndose como cabeza de la Iglesia de Inglaterra con el Acta de Supremacía
(1534), rechazando así la autoridad Papal y separándose de Roma. Dogmáticamente, pese
a los primeros avances protestantes, Enrique dejó una Iglesia católica con reformas
mínimas, las cuales le permitieron hacerse con las propiedades monásticas, que vendió a
la gentry, que salió fortalecida.
Enrique VIII fue sucedido por sus tres hijos. El primero en reinar fue Eduardo VI,
cuyo gobierno estuvo controlado por sus consejeros. Religiosamente tuvo lugar un avance
del calvinismo y se estableció, por medio del Acta de uniformidad, el Book of Common
Prayer como único libro de culto. Asimismo, la nueva religión quedó definida como una
combinación entre luteranismo y calvinismo por medio del Acta de los 42 artículos
(1553), sin embargo, el mismo año de su aprobación el joven rey murió y fue sucedido
por su hermana María, que trató de restaurar el catolicismo.
María reinó durante cinco años, entre 1553 y 1558, y trató de recuperar el
catolicismo, para lo que contó con el apoyo del pueblo, que conservaba las tradiciones
católicas. Sin embargo, la gentry se oponía, ya que una restauración del catolicismo ponía
en peligro los bienes que habían obtenido tras el cese de los monasterios. Finalmente, el
Papado aceptó que los laicos las conservasen, atendiendo a su conciencia. Para favorecer
la restauración María también eliminó de la Corona el título de Supremacía de la Iglesia
católica.
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Finalmente, Isabel I llegó al trono, que dio forma definitiva al anglicanismo como
una hibridación entre catolicismo y calvinismo. Para ello, en 1559, se aprobó el Acta de
Uniformidad, que reconocía el oficio protestante y recuperaba el Prayer Book, así como
restablecía el título de Cabeza de la Iglesia anglicana por medio de un nuevo Acta de
Supremacía. La Corona vio fortalecido su tesoro por la recuperación de algunos
impuestos que María había devuelto a Roma, y los 39 artículos definieron de forma
definitiva el anglicanismo.
Al contrario que sus predecesores, Isabel decidió llevar a cabo la reforma de forma
pacífica, lo que se vio favorecido por la longitud de su reinado. Poco a poco, las nuevas
medidas fueron calando en la población y, en cualquier caso, pudieron mantener algunos
de los aspectos de sus tradiciones religiosas, lo que benefició la conversión.
A la muerte de Isabel, la población seguía conservando algunas creencias
católicas, como las supersticiones o la creencia en las buenas obras, pero esto no impidió
el establecimiento definitivo de la Iglesia anglicana, que fue paralelo al surgimiento de
un claro sentimiento nacional que acompañará a Inglaterra a lo largo de su historia.
43
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