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1 La cronista Elena Poniatowska Un análisis de ‘La noche de Tlatelolco’ (1971), 'Nada, nadie. Las voces del temblor' (1988) y 'Amanecer en el Zócalo' (2007). Tesina de Master LORE RAPORT Profesora Eugenia Houvenaghel Master VML 2010-2011

La cronista Elena Poniatowska - lib.ugent.be aproximación genérica: la crónica en la literatura hispanoamericana/mexicana..... 10 A. La historia del género de la crónica

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La cronista Elena Poniatowska Un análisis de ‘La noche de Tlatelolco’ (1971),

'Nada, nadie. Las voces del temblor' (1988) y

'Amanecer en el Zócalo' (2007).

Tesina de Master

LORE RAPORT

Profesora Eugenia Houvenaghel

Master VML

2010-2011

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AGRADECIMIENTOS

Esta tesina es el punto de culminación de mi carrera a la Universidad de Gante. Por eso,

quiero aprovechar de la ocasión para dar mis gracias a algunas personas que las

merecen, porque sin su apoyo nunca había llegado aquí.

A mis padres, Dora y Marc, les agradezco por darme la oportunidad de estudiar y

de realizar mis sueños. Siempre me apoyaron en tiempos de estrés y nunca acabaron de

creer en mis capacidades.

A mi hermana, Elien, y a mi hermano, Joris, les agradezco por darme consejos de

estudio y por animarme cuando el estrés llegaba a predominar.

A mis profesores, que compartieron conmigo sus conocimientos. Especialmente a

Eugenia Houvenaghel que me brindó todo su apoyo en la realización de esta tesina.

Finalmente, quiero agradecer a mis amigos por su apoyo y su amistad

imprescindibles.

3

Índice

0. Introducción ....................................................................................................................................... 5

1. Elena Poniatowska: una de los periodistas más notables de México ............................................ 7

2. Una aproximación genérica: la crónica en la literatura hispanoamericana/mexicana .............. 10

A. La historia del género de la crónica ........................................................................................... 10

a. La crónica de las Indias .............................................................................................................. 10

b. El siglo XIX .................................................................................................................................. 12

c. El Porfiriato ................................................................................................................................ 14

d. El siglo XX ................................................................................................................................... 15

B. La crónica: un género híbrido ..................................................................................................... 18

a. La interdependencia entre el historiógrafo y el cronista ........................................................... 19

b. Entre el periodismo y la literatura ............................................................................................. 19

c. Entre la información y la interpretación .................................................................................... 22

d. La libertad condicionada del suscrito ........................................................................................ 23

C. Recapitulación: los rasgos concretos de la crónica mexicana ....................................................... 24

a. Los rasgos concretos de la crónica ............................................................................................ 24

b. La crónica se acerca a otros géneros periodísticos y literarios .................................................. 25

3. Análisis genérico de las 3 crónicas de Elena Poniatowska ........................................................... 27

A. Hechos noticiosos ........................................................................................................................ 27

a. La masacre de Tlatelolco (1968) ................................................................................................ 27

b. El terremoto de 1985 ................................................................................................................. 28

c. El plantón en la Ciudad de México, respuesta al fraude electoral (2006) ................................. 30

B. Sello personal ............................................................................................................................... 32

a. Primer encuentro con las obras ................................................................................................. 32

b. La crónica se opone al discurso oficial univoco ......................................................................... 34

i. Los motivos de la escritora ..................................................................................................... 34

ii. La polifonía ............................................................................................................................ 34

iii. El papel de la autora-editora ................................................................................................ 37

iv. La selección ........................................................................................................................... 39

v. El montaje .............................................................................................................................. 42

vi. El lenguaje coloquial ............................................................................................................. 45

c. Estrategias para aumentar y crear un determinado ambiente ................................................. 47

i. Paratexto: comprueba de veracidad ...................................................................................... 47

4

ii. La estructura .......................................................................................................................... 48

4. Conclusión ........................................................................................................................................ 52

5. Bibliografía ....................................................................................................................................... 55

5

0. Introducción

¿Por qué el sitio tan marginal de la crónica en nuestra historia literaria? Ni el enorme

prestigio de la poesía, ni la seducción omnipresente de la novela, son explicaciones

suficientes del desdén casi absoluto por un género tan importante en las relaciones entre

literatura y sociedad, entre historia y vida cotidiana, entre lector y formación del gusto

literario, entre información y amenidad, entre testimonio y materia prima de ficción, entre

periodismo y proyecto de nación. Muchos de los grandes escritores mexicanos han

intentado la crónica […] Y sin embargo, el género aún no recibe la atención que sus logros

merecen. (Monsiváis, 1987, pág. 753)

Como Carlos Monsiváis ya menciona en De la Santa Doctrina al Espíritu Público, la crónica

contemporánea mexicana es un género descuidado aunque desempeña un papel fundamental en

el campo literario y periodístico de México. Cuando se habla de la crónica, se focaliza la mayoría

de las veces en el pasado, en las crónicas de la conquista y de la colonización, de hombres

notables como Cristóbal Colón o Bernal Díaz del Castillo. La crónica modernista del siglo XX aún

fue completamente ignorada hasta que Aníbal Gonzales en 1983 publicó La crónica modernista

hispanoamericana, y fue seguido por Susan Rotker en 1992 con su Fundación de una escritura:

las crónicas de José Martí. Existen varios estudios sobre el género en forma de artículos y

disertaciones, pero no hay muchos libros consagrados a la crónica, escasean investigadores que

se han tomado el tiempo de hacer un estudio exhaustivo la formación, la evolución y el

significado de dicho género. (Corona & Jörgensen, 2002) Esta tesina se añade al serie de estudios

breves relativos a la crónica y se fija como primer objetivo llamar la atención sobre este género

descuidado por la crítica.

Cuando el lector se abre una antología de crónicas, inevitablemente tropieza con uno o más

textos de Elena Poniatowska. Esta periodista y escritora de una enorme variedad de textos

literarios y periodísticos, es una de las cronistas más notables de su país. Gracias a su obra la

crónica se ha convertido en un género digno dentro de la cultura literaria de México.

Pero, ¿qué es una crónica? ¿Cómo se define este “género híbrido” que toma figuras muy

diversas? Para dar una respuesta a esta pregunta, es necesario que primero estudiemos

detenidamente la historia del género, que tiene sus inicios en el siglo XVI, cuando los

conquistadores de la Nueva España escribieron comentarios extensos sobre sus aventuras y sus

descubrimientos. A través de los siglos hay características duraderas que sobreviven las huellas

del tiempo, aunque hay otras que cambian bajo la influencia de la oposición de varios poderes, y

del contexto social y político.

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Como veremos, la crónica es un género periodístico cuya definición no es fácil de precisar y en el

que el escritor combina técnicas periodísticas y literarias para imprimir un sello personal en su

obra. Por consiguiente, los cronistas disponen de mucha libertad para crear un texto muy

personalizado y único en su especie, que se acerca frecuentemente a otros géneros. Por eso, los

aficionados de la categorización rígida y la definición precisa son confrontados con una tarea

muy complicada a la hora de describir un género tan variable y personalizado.

Después de un breve resumen de la vida y la carrera periodística de Elena Poniatowska, en el

que destacaremos sobre todo las dimensiones que han influido en la elección de los temas de sus

crónicas, sigue una aproximación teórica del género en tres partes: un análisis de la evolución de

la crónica a través los siglos de su existencia y una aproximación teórica a este género híbrido,

para finalmente llegar a una definición que sirve de marco para el análisis de tres crónicas de la

cronista mexicana, que se desarrolla en el tercer capítulo.

En efecto, después de esta aproximación contextual a la vida y obra de Poniatowska y después

de una introducción teórica al género de la crónica, pasamos al estudio empírico de un corpus de

crónicas. Nos hacemos en esta tesina la pregunta de saber sobre qué base La noche de Tlatelolco,

Nada, nadie, y Amanecer en el Zócalo de Elena Poniatowska se suelen incluir en el género de la

crónica. ¿Cuáles son las características genéricas de la crónica que reconocemos? ¿Son los

mismos rasgos genéricos en la primera crónica y en la última crónica? ¿Hay una evolución de su

crónica y cómo podemos describir esta crónica? Este análisis se divide en dos partes. Primer se

explican los hechos noticiosos que forman la base de las crónicas. A continuación se analiza las

técnicas que utiliza Poniatowska para imprimir su sello personal en los textos y comentamos las

dimensiones de estas tres obras que responden a la definición genérica de la crónica. Finalmente

contestaremos la pregunta de saber cómo el género de la crónica ha evolucionado, comparando

las tres crónicas de la autora.

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1. Elena Poniatowska: una de los periodistas más notables de México

Descendiente del último rey de Polonia, hija del príncipe polaco Jean Evremont

Poniatowski y de la franco-mexicana María de los Dolores o Paula Amor, Elena

Poniatowska se crió en un ambiente adinerado. Después de la huida de Europa a México

para escapar de la Segunda Guerra Mundial en 1942, la chica de diez años recibió en los

años siguientes una buena enseñanza en escuelas de buena reputación en México y en

los Estados Unidos (Filadelfia). Aunque forma parte de una familia perteneciente a la

alta alcurnia de la sociedad, Elena nunca ha sido así interesada por la élite como su

madre, que incluso tiende a menospreciar las clases más bajas que la suya. Paula Amor

disfrutó de su estatus, mientras que para Elena, era más como un castigo, una maldición.

Ya desde temprana edad la escritora no se sentía cómoda con su descendencia noble.

Por consiguiente, tal vez es esta aversión de su origen que ha avivado su fascinación por

las clases bajas, la gente pobre,… un mundo tan remoto del suyo que solo conoció un

poco por el contacto con su niñera Magdalena Castillo, quien desempeñaba un papel

indispensable en la vida de la escritora. Es ella quien le enseñó el dialecto rústico al

inicio de su vida mexicana y que le abre por primera vez los ojos a las otras clases y a

otros modos de vivir.

Su carrera literaria tiene sus raíces en el periodismo. Con la perspectiva de una vida

llena de bailes, fiestas, cócteles, desfiles, etc., Elena se dio cuenta de que con sus propias

manos tenía que dirigir su vida. Por eso, comenzó a escribir para la sección social del

diario Excélsior en 1953, un periodo en el que la mujer no tuvo nada que ver con el

mundo económico y aún menos con el periodismo. Sin embargo, además de escribir

columnas sobre rumores locales o consejos de belleza, recibió el privilegio de publicar

entrevistas con personas muy distinguidas como, por ejemplo, Alfonso Reyes, Octavio

Paz, Diego Rivera, Juan Rulfo,… que considera como sus profesores personales que le

han dado su educación universitaria que nunca terminó oficialmente. Ya pronto, Elena

se vuelve una celebridad por su estilo de entrevistar muy simple y muy directo, por el

que arranca anécdotas que antes nunca hubieron expuesto los entrevistados.

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En 1954 comenzó su carrera literaria con la publicación de la novela Lilus Kikus. Fue la

señal de salida de una producción literaria inmensa, en la que casi cada género está

representado: la entrevista, la novela corta, la obra teatral, la crónica, el testimonio, la

novela, el ensayo y la biografía. Ya desde la publicación de esta primera novela fue obvio

que sería una obra de impacto considerable para el mundo literario mexicano. En su

artículo “Lilus Kikus in Danger and without Salvation”1, Artemio Garfias ya auguró que

“as soon as this child matures, our society, or certain parts of it, will achieve the glory of

being happily destroyed and left with its flesh and bones exposed.”2 (Schuessler, 2007,

pág. 80)

Al inicio de su carrera periodística, Elena estaba ante todo interesada por las

celebridades. Es a raíz de una entrevista con un Santa Claus amargado3, que su

consciencia social se destacó. Esta conciencia se desarrolló con la ayuda de sus

numerosas visitas al Palacio Negro de Lecumberri, la penitenciaría de la Ciudad de

México. Aquí conversa con los huelguistas que bloquearon las líneas ferroviarias quienes

dirigieron la sublevación social de 1958-1959, que inspirarán a los estudiantes en 1968,

y desempañarán el papel principal en su novela El tren pasa primero en 2006.

Conforme se multiplican estos encuentros, Elena comienza a sumergirse en la vida de la

gente de la clase popular que encuentra en la calle, lo que resulta en su primera crónica,

Todo empezó el domingo. Es una recopilación de artículos (publicados en Excélsior) en

los que describe la vida cotidiana en la Ciudad de México y sobre todo las circunstancias

miserables en las que muchos de sus habitantes viven. Esto es el inicio de una serie de

encuentros con muchísimas personas que a veces se vuelven verdaderos amigos de la

periodista-escritora, y que serían los protagonistas en la mayoría de sus siguientes

libros: Josefina Bórquez en Hasta no verte, Jesús mío; los participantes de la sublevación

estudiantil de ’68 en La noche de Tlatelolco; Tina Modotti en Tinísima, etc.

Varias experiencias que vive como periodista dejan sus huellas sobre la obra de Elena

Poniatowska. La discriminación sexual en los años 50 le estimula para focalizar sus

entrevistas en mujeres fuertes, lo cual también será más tarde tema de sus libros. Las

1 Lilus Kikus en peligro y sin salvación 2 Tan pronto como esta pequeña crezca, nuestra sociedad, o ciertas partes de ella lograrán la gloria de ser

felizmente destruidas con su carne y sus huesos descubiertos. 3 Este hombre le demostró la injusticia que implica una fiesta tan comercializada como Navidad.

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muchas entrevistas que tenía que hacer para Excélsior y después para Novedades, le

muestran el otro lado de la sociedad que será el mundo en el que se desarrollan la

mayoría de sus relatos. Proviniendo de un medio social adinerado, habiendo visto las

circunstancias en las que viven muchos otros mexicanos de clases más bajas y habiendo

sufrido en propia carne la discriminación sexual, Elena Poniatowska quiso hacer algo

para mejorar esta situación de desigualdad. En una entrevista con Margarita García

Flores dice que su “interés al escribir está simplemente en darles voz a los que no la

tienen” (Flores, 2002, pág. 7). No le gusta ser espectador y no hacer nada, como dice a

Michael Schuessler:

“It is easier to adapt than to struggle; inaction is easier than action, but in the end inaction, not

doing anything, is the same as adapting? In the long term, to give up becomes much more

dangerous than any action we take, because it destroys everything within us, all we have to

offer.” (Schuessler, 2007, pág. 49)

No sólo los temas, sino también su estilo y su método de trabajo quedan contagiados por

su carrera periodística. Elena casi siempre utiliza “las muletas de la investigación”

(Flores, 2002, pág. 13). Se basa en entrevistas que incorpora de diversas maneras en

libros de diversos géneros sin límites claros, llamados “géneros híbridos”. Su obra oscila

constantemente entre el periodismo y la literatura, entre el testimonio y la novela.

Aunque comienza a escribir libros, sigue siendo activa también en el mundo del

periodismo. Después de su carrera con Excélsior y Novedades, ayuda en 1984 en el

nacimiento de un nuevo periódico: La Jornada. Es un periódico excepcional porque es el

único diario que es independiente del gobierno. En 2004, en el vigésimo aniversario del

periódico, José Saramago resuma la importancia de un diario de este tipo:

“[...]imaginemos ahora una historia de México a la que le falte toda la información y

toda la opinión que, en muchísimos casos, sólo en La Jornada fue posible encontrar. Es

un lugar común decir que no existe nada a que, con propiedad, podamos llamar la

verdad, pero somos mucho más conscientes de ese hecho cuando nos percatamos de

que alguna verdad está faltando.” (Saramago, 2004)

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2. Una aproximación genérica: la crónica en la literatura hispanoamericana/mexicana

A. La historia del género de la crónica

El género de la crónica pertenece en México al canon literario. Es uno de los géneros más

importantes y más ejercidos de esta cultura. Desde luego el género de la crónica de hoy,

no nació de un día al otro, pero fue precedido de una larga historia en la que fue

sometido a la censura y otras limitaciones al trabajo periodístico. En este largo lapso de

tiempo se encuentran períodos de extensa popularidad, frente a periodos de silencio. Sin

embargo, el género padece una evolución clara durante los siglos de su existencia. Las

crónicas del siglo XVI, en forma de cartas, que solo tenían intenciones informativas y

políticas, se convirtieron en un género cada vez más sofisticado y cuidado en cuanto al

estilo.

a. La crónica de las Indias

Las Crónicas del Nuevo Mundo del siglo XVI son las crónicas que escribían los

conquistadores y los colonizadores españoles con ocasión de sus aventuras. Los

acontecimientos que tenían lugar durante estas expediciones fueron apuntados en

cartas y crónicas por grandes hombres como Bernal Díaz del Castillo, Inca Garcilaso de la

Vega, Hernán Cortés, Cristóbal Colón, etc. que contribuyeron así a una de las más

importantes producciones narrativas del mundo literario americano.

Las crónicas de Indias: conquistadores ansiosos de eternizar su fama, frailes con fervor

misional y los primeros escritores indígenas entregan sus relaciones y crónicas como

“sustitución o anticipación de la historia, argumento contra el olvido, regalo de proselitismo

religioso, tributo funeral a los vencidos” (Monsiváis, 1985, p. 17) (Sánchez, 2010, p. 48)

Los cronistas de este período fueron soldados, misioneros e indígenas que observaron,

apuntaron, y inventaron sus acciones y las de los indígenas y extranjeros que les

rodeaban, sobre las tierras nuevas que descubrían los españoles, sobre la aventura que

vivían ambos partidos. Escribiendo la crónica, cada tipo de escritor aspiraba a su propio

objetivo. En primero lugar, todos querían informar a las generaciones futuras sobre los

hechos históricos importantes de su tiempo. Los soldados querían difundir este

11

conocimiento histórico para que sus descendientes no olviden sus hazañas. Al mismo

tiempo, sus escritos sirvieron como justificación de sus actos frecuentemente

humillantes para lograr sus aspiraciones, asegurando los lectores de la presencia divina

de algún clérigo y de la aprobación del “Dios Nuestro Señor” y de la “Virgen Santa María

Nuestra Señora”. (Monsiváis, 2002). Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de

la conquista de la Nueva España (1568) persiguió claramente estos objetivos:

[...] digo que haré en esta relación quién fue el primero descubridor de la provincia de

Yucatán, y cómo fuimos descubriendo la Nueva España; y quién fueron los capitanes y

soldados que la conquistamos y poblamos, y otras muchas cosas que sobre las tales

conquistas pasamos que son dignas de saber y no poner en olvido [...] (Castillo, 1939, p. 48)

Y para que con buen fundamento fuese encaminada nuestra armada, hubimos de haber un

clérigo que estaba en la misma villa de Santo Cristóbal, que se decía González, el cual se fue

con nosotros; [...] Y después de todo esto concertado y oído misa, encomendándonos a Dios

Nuestro Señor y a la Virgen Santa María Nuestra Señora, su bendita Madre, comenzamos

nuestro viaje de la manera que diré. (Castillo, 1939, p. 54)

Las intenciones de los misioneros fueron similares. Escribieron para que su proselitismo

siga viviendo, y asimismo para disculpar las crueldades que hicieron para convertir a los

indígenas al cristianismo. Finalmente, los escritores indígenas sólo perseguían el

primero de estos objetivos. Temían que, con la conquista y la colonización, muchos de

sus memorias y las de sus antepasados se perderían. Para contrarrestar esto, las

notaban en crónicas.

Aunque los misioneros no ardieron en deseos de publicar, fueron sus crónicas las que se

fueron distribuidas más ampliamente. No obstante, son las crónicas de los soldados (los

conquistadores) las más populares. No hay mucha gente que nunca haya oído hablar de

Cristóbal Colón o de Hernán Cortés.

Por lo tanto, en ese siglo, la función principal de la crónica fue informar. No obstante, en

muchos casos, esta información está sometida a una forma de censura. Los cronistas

están presentes en el lugar del acontecimiento, observan o participan en lo que pasa,

seleccionan y a veces inventan elementos para formar una historia que describe los

sucesos en su mismo beneficio y en el de sus compañeros. Esta primera forma de trabajo

periodístico fue dominada por el Estado o por personas importantes quienes solo

querían informar “de cuanto se incluía en su arca de intereses” (Abreu, 2007, pág. 18) y

12

quienes estuvieron dispuestos a para castigar y perseguir los cronistas que rindieron

informe sobre algo que no cayó en este campo de intereses.

Las relaciones y crónicas no se limitan al relato objetivo de los hechos de actualidad, sino

que la pura información convive con la interpretación, hasta, en ocasiones, con la

propaganda, especialmente cuando el relato gira en torno a personas regias o grandes

señores. (Bernal Rodríguez, 1997, pp. 10-11)

En sus crónicas, los conquistadores del siglo XVI trataron de describir los mundos

descubiertos, desconocidos hasta entonces. Para hacer esto, recurren a formas muy

típicas de la literatura, del relato de ficción. El cronista utiliza su creatividad para

disfrazar o ampliar sus acciones injustas o heroicas, y para hablar de lo desconocido.

Mezcla los hechos objetivos con elementos de su imaginación para expresar su

admiración por el mundo espléndido que acaba de descubrir. “Con ellos nació la

hipérbole pues casi todo les parecía maravilloso” (Abreu, 2007, p. 34). Aunque los

autores de estas primeras crónicas no tenían como objetivo el de escribir la

historiografía, ni la literatura, en sus obras, se abrazan ambos géneros. Los datos

objetivos “se fueron enriqueciendo con abundantes materiales alejados de las fuentes y

cercanos a la imaginación de sus autores.” (González, 2004)

Concluimos que la crónica de Las Indias fue un texto escrito por soldados, misioneros e

indígenas durante la conquista y la colonización de América Latina por los españoles. La

función principal de estos textos fue informar sobre los sucesos, justificar sus propias

acciones (no siempre tan bondadosas) y describir el Nuevo Mundo descubierto,

recurriendo a métodos de la literatura y a la imaginación.

La crónica es épica, historia y admiración ante lo maravilloso del Nuevo Mundo (Sánchez,

2010, p. 48)

Después de la conquista, la colonización se consolida bajo los Borbones y se inaugura un

período de silencio en el campo de la crónica. Tenemos que esperar hasta el siglo XIX

para ver la verdadera reaparición de este género, en una forma adaptada a las

circunstancias.

b. El siglo XIX

Después de la declaración de independencia, los mexicanos comienzan a discutir sobre

la forma gubernamental de la nueva nación. Esta discusión no pasa sin violencia y el país

enfrenta varias guerras internas por el poder, entre otros la Guerra de los Tres Años o la

13

Reforma. La sociedad mexicana se divide en dos grandes grupos: los liberales y los

conservadores. Los conservadores prefieren una sociedad de privilegios formada por

corporaciones. Los liberales por otro lado, quieren cambios. Estos últimos prefieren que

este Estado conservador basado en el privilegio y en el particularismo se sustituya por

otro “cuyo principio es la libertad y cuya norma es el laissez faire [… con] un gobierno y

un derecho cuyas bases son la igualdad y la generalidad” (Miranda, 1959).

Las crónicas que se escriben durante este período dejan vislumbrar estas posiciones

ideológicas opuestas. Ambos tienen diferentes visiones de la historia, según le conviene

mejor para propagar sus ideas. Así, los conservadores idealizan el pasado mientras que

los liberales son más progresistas. Estos abrazan la “convicción de que las fuerzas de la

historia conducían al progreso” (Vázquez J. Z., 1997). Ven la historia como un gran

progreso en que una población conoció éxitos y fracasos, y de esa manera progresa

desde la esclavitud hasta la justicia social.

Una evolución hacia un periodismo más libre, ya arrancado en el siglo XVIII, lento y

seguro transforma la prensa en un instrumento del poder público durante esta primera

mitad del siglo XIX. Oponiéndose a los conservadores, los liberales introducen una forma

de periodismo en la que la libertad de expresión es primordial. Sus crónicas aparecen en

ciertos periódicos que sirvieron como fórum para estos progresistas. Fueron el espacio

de reflexión cultural y de dispersión de la opinión pública en el que “se da más

importancia a la interpretación de la noticia que a la noticia misma” (Sánchez, 2010). La

crónica fue el fragmento más estético del periódico y tenía como función entretener al

lector y al mismo tiempo darle información documental.

Aunque ya desde el siglo XVIII luchaban por una prensa más libre, tienen que esperar el

fin de la dictadura de Antonio López de Santa Anna, su “Ilustrísima”, para ver su deseo

cumplido... por un rato. Durante un período de aproximadamente diez años, llamado “la

República Restaurada” (1867-1876), el periodismo y la crónica reciben nuevas

funciones. Representan la cultura superior y forman un espejo de la sociedad. El cronista

prefiere la descripción del “color local” al apoyo ideológico de alguna idea o algún

partido político. Su preocupación principal es “verificar y consagrar cambios y maneras

sociales, realizar una somera descripción de lo cotidiano, y contribuir a darle forma a

una nación que aun estaba en ciernes” (Monsiváis, 1979)

14

José Tomás de Cuellar fue el cronista más moderno de su tiempo. Considera la crónica

como un gran espejo en el que imperfecciones son retratadas, asoladas y ampliadas para

que después ya no aparezcan. Se interesa por la psicología personal y no por los

arquetipos, y se siente responsable por la moral de la sociedad. Con su estilo literario y

muy estético, retrata la sociedad en una serie de crónicas, coleccionadas en La linterna

mágica. En la crónica Baile y cochino, la pobre y joven Enriqueta describe la sociedad

que ve desde su ventana con una clara aversión pero al mismo tiempo con una avidez

visual. (Monsiváis, 2006, p. 34)

Enriqueta estaba allí, como asomada al mundo, estacionada, como se estacionan esas

pordioseras en el quicio de una puerta pidiendo una limosna. Pero la limosna que pedía

Enriqueta no era el pobre mendrugo cotidiano. Enriqueta pedía una limosna de lujo a la

sociedad opulenta. Los ojos de Enriqueta se fijaban en la hilera de trenes de los ricos, y sus

pupilas estaban agitadas por movimientos rapidísimos y pequeños, porque con cada mirada

recorría el interior, el pescante y los frisones de un landó, o las siluetas de cuatro jóvenes en

un faetón; caballos negros, colorados, retintos, con brillantes guarniciones; lacayos con librea,

coches de familia, buggys, victorias y cupés; líneas de caballo y líneas de auriga; escorzos de

mujer y dorsos de gentlemen, portezuelas abiertas, fondos de carruaje acojinados, plumas de

sombrero, beldades perdidas en la sombra, manos enguantadas, todo en movimiento, todo en

perfiles fugaces en líneas que apenas dejada la impresión en la retina, eran borradas por otras

y por otros en interminable vértigo. (Monsiváis, 2006, p. 34)

En este parte del siglo XIX, la crónica tiene una forma flexible en la que entran el humor

e innovaciones en cuanto a la lengua. El cronista persigue representar la sociedad

mediante el lenguaje coloquial: utiliza proverbios, refranes y expresiones típicas de los

lenguajes regionales y elabora así una exploración de una psicología individual. (Corona

& Jörgensen, 2002, p. 13)

c. El Porfiriato

La política de los 30 años de la dictadura del General Porfirio Díaz, fue una política de

economía liberal. Enfoca hacia el extranjero y sobre todo intenta atraer mano de obra de

los Estados Unidos y de Francia. Por eso se dice “México, madre para los extranjeros,

madrastra para los mexicanos”.

Durante estos 30 años, el cronista tenía que tener en cuenta las restricciones impuestas

por el General Díaz. Esta es la razón por la que los cronistas ya no enfocan la política,

sino dirigen la mirada hacia la sociedad en crónicas dichas “temáticas”. (Corona &

15

Jörgensen, 2002) El Duque Job4 fue uno de estos cronistas que describieron costumbres,

estilos de conversación, relaciones sociales,… y creyeron así, como ya lo hicieron

durante la República Restaurada, un espejo de la sociedad. No obstante, estas

descripciones no fueron inocentes. Gutiérrez Nájera y sus contemporáneos

consideraban la crónica como “indicadora de los errores de la sociedad, cuya obligación

era sugerir cambios” (Abreu, 2007, pág. 19). Hacen entrar sus crónicas en el campo de la

crítica y muestran los fracasos y las carencias.

Hacia el final del Porfiriato, a los inicios del siglo XX, existieron varias corrientes dentro

de la prensa: la prensa partidista, la prensa liberadora y la prensa “objetiva”. Los

periodistas de la primera corriente fueron perseguidos por el General quien quería

“aniquilarla”. Por eso, los cronistas partidistas, como por ejemplo Martín Luis Guzmán,

adoptaron una falsa neutralidad. En la prensa liberadora, se hace la oposición aún más

directa: atacan abiertamente la política actual y animan al pueblo para unirse frente a la

dictadura. Los corifeos de esta corriente fueron los hermanos Flores Magón. Finalmente

hay la prensa “objetiva” que queda sometida a los límites, a la censura que impone la

política del General Porfirio Díaz. (Abreu, 2007)

Por la introducción de la cultura francesa bajo el mando del General, la crónica latina fue

influida por “la chronique”5. Esta influencia implica cambios estilísticos en el género

latino. Son cambios fundamentales para todas formas de crónicas que aparecerán

después. El género, hasta entonces sobre todo periodístico, evoluciona lento y seguro

hacia una forma artística en la que los autores dedican atención especial al estilo, a la

lengua, y al papel del individuo. (Corona & Jörgensen, 2002, p. 9) Esto fue el inicio de un

movimiento cultural conocido como el Modernismo que se elaborará en el siglo XX. “La

valoración del vocablo sorprendente, la cuidada organización del discurso, el rigor y la

armonía son enseñanzas que, aun en temas ciertamente frívolos y ajenos, nos entregan

ejemplarmente las crónicas modernistas.” (Sánchez, 2010)

d. El siglo XX

Durante los años revolucionarios y contrarrevolucionarios al inicio del siglo XX (1910-

1928), se establece una tradición cronista muy política, como se ve en la obra El águila y

4 El apodo de Gutiérrez Nájera 5 La “chronique” es un género periodístico francés, nacido en el siglo XIX, en el que el poder de la palabra,

la viveza del estilo y el dominio de la lengua, importan más que la veracidad del mensaje. (Moreau, 2008)

16

la serpiente de Martín Luis Guzmán. Los autores revolucioncitas declaran su visión sobre

la guerra y la política sin escrúpulos en obras testimoniales y documentales.

Pero como Monsiváis lo expresa muy claramente, “no dura mucho o no es muy

persuasiva la libertad crítica que la Revolución Mexicana auspicia” (Sánchez, 2010). La

censura sigue existiendo, y se hace más rigurosa cuando en 1929 el PRI llega al poder.

Hacia este período, la novela está al centro de la atención y por consiguiente, sufre de la

censura que le impone el gobierno. El campo del periodismo, igualmente saltando a la

vista, también sufre cambios considerables. El surgimiento de los boletines de prensa, el

control gubernamental de la información y la influencia de las técnicas estadounidenses,

hacen que los periodistas tengan que rendir en poco tiempo y solo llegan a reproducir el

discurso que dispersan las oficinas gubernamentales. El auge de este periodismo

comercial tiene como consecuencia que la prensa independiente ya no consigue

desarrollarse. En ese momento, la crónica aprovecha su posición marginal en el canon

literario. De esa manera, el cronista escapa más o menos a la mirada rigurosa del

gobierno y puede disfrutar de una libertad de expresión no obstante limitada. El cronista

se ve como la persona adecuada para oponerse al periodismo ligero, infiltrado por el

gobierno, que domina el escenario de la información en México. Se comenta, desde el

punto de vista burgués de los autores, la sociedad y los efectos de la política sobre ella,

en un escenario urbanístico. (Abreu, 2007)

A mediado del siglo XX, la prensa se encuentra en manos del sistema capitalista, que aún

incrementa más el control y exige que los periodistas sirven a la ideología del sistema.

Durante estos “años institucionales”6 (Monsiváis, 2002, p. 31), el avance de la crónica es

lento y seguro hacia un género más prominente en la escena literaria de México. Las

crónicas que evocan las costumbres del pasado (frecuentemente utópico) y del presente,

reproducen en lengua el mundo que los rodea “as such as it happens to [them]”

(Monsiváis, 2002, p. 32), como lo dice Salvador Novo que describe y acusa en sus

crónicas la sociedad que le marginaliza por su homosexualidad. Novo, junto con otros

escritores como José Alvarado, Fernando Benítez, Ricardo Garibay, Vicente Leñero y José

Emilio Pacheco anuncian con sus crónicas dirigidas hacia la sociedad, la crónica

contemporánea como lo conocemos ahora. (Monsiváis, 2002, pp. 31-32)

6 entre 1940 y el año 68

17

La evolución definitiva hasta la crónica como lo es actualmente, se hace después del año

’68. La transición de una sociedad rural a una sociedad urbana, y la masacre de miles de

estudiantes inocentes en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, despiertan a la

gente, que se vuelve más exigente respecto a sus derechos. Escritores se sienten

responsables de comentar la realidad política, social y cultural y de cambiar de esta

manera la prensa que hasta entonces fue demasiado ligada al gobierno. Periódicos y

revistas independientes como Excélsior, Unomásuno y Proceso estimulan una visión más

crítica sobre la política y sobre la sociedad. (Corona & Jörgensen, 2002, p. 6) A esto se

añade la admiración de los mexicanos por el Nuevo Periodismo estadounidense. Este

género alba la creatividad espontánea y da libertad al cronista a quien le está permitido

elegir temas y estilos a su gusto para aumentar el grado literario de su texto. Esta nueva

influencia incita escritores como José Joaquín Blanco, Federico Campbell, Héctor Aguilar

Camín, Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska a oponerse al periodismo oficial

escribiendo sus crónicas como alternativas de esta tradición dirigida por el gobierno.

Estos cronistas ven el acto de escribir y de publicar estos textos, como su

responsabilidad social. De esta manera responden a la demanda de los lectores que

quieren otra visión de la realidad que la que les impone la prensa “objetivo”. Los

profesores, intelectuales, periodistas culturales, poetas,… quieren llegar a una sociedad

más libre, mejor informada y más crítica. (Abreu, 2007, pp. 32-33)

Lo que caracteriza las crónicas que se escriben después del drama en Tlatelolco es que

descubren la realidad desde varios puntos de vista. Autores como Carlos Monsiváis y

Elena Poniatowska vuelven al estilo testimonial del periodo alrededor de la Revolución

Mexicana del 1910, incluyen varias voces de muchas y diferentes personas. No obstante,

se efectúa un cambio ideológico. Toman una posición más crítica frente a los grupos

dominantes, las altas capas de la sociedad. Su intención primera es de darle voz a la

gente que no la tiene. Están cerca de los sectores populares y sienten una fuerza de

atracción por movimientos sociales, huelgas y estilos de vida que no son los suyos.

(Corona & Jörgensen, 2002, pp. 10-11) El autor mantiene una relación más democrática

con sus lectores. Se pinta como igual a ellos. La primera persona del autor quiere

propagar esto: “Yo soy exactamente igual que tú (el lector), con excepción de que yo

ahora tengo los recursos para publicar mis opiniones” (Monsiváis, 2002, p. 35).

Transmite esta idea en lenguaje coloquial para acercar el texto a la realidad y a las

personas a las que concede la palabra. (Monsiváis, 2002, pp. 34-35)

18

Gracias a la influencia del Nuevo Periodismo, a la popularidad creciente del periodismo,

y a la disminución de la censura hasta la tendencia del gobierno a apoyar a las

publicaciones de las crónicas, éstas ganan popularidad y se convierten en uno de los

géneros más fundamentales de la escena periodística y literaria de México. (Abreu, 2007,

p. 20)

B. La crónica: un género híbrido

Según el diccionario de María Moliner, el término de crónica viene del griego “chroniká

biblía”, lo que fueron libros de cronología. Además, este diccionario nos aprende que una

crónica está o bien una “obra histórica en que se exponen los acontecimientos por el

orden en que han ocurrido”, o bien “información periodística referente a sucesos

actuales”(María Moliner). De todos modos, de esta definición muy incompleta y

demasiado general ya podemos deducir algunas características muy típicas que figuran

en cada crónica, a saber: el papel de la información periodística actual, y el respeto a la

cronología.

La crónica contemporánea latinoamericana es un género particular e importante para la

cultura, y es desarrollado de manera distinta a lo que se suele hacer en otras partes del

mundo. La situación política y social de los países latinoamericanos, hace que la crónica

actual, que da voz a los marginalizados, se hace más popular en estas regiones que en el

mundo occidental donde ya se ha instalado la verdadera democracia. El cronista es el

portavoz con consciencia crítica del mundo, que piensa en sus lectores. Los representa y

al mismo tiempo intenta convencerlos a apoyarlos en su lucha por llegar a más justicia,

escribiendo textos que tratan “la sociedad con sus paradojas, sus miserias, sus miedos y

sus sueños más frecuentes” (Abreu, 2007, p. 29). Las crónicas cobran todo tipo de temas:

pasan revista a historias y conversaciones de la vida cotidiana, de la gente ordinaria en

la calle, hasta relatos de actos políticos, manifestaciones, conferencias, etc.. “El hombre

es la materia prima de la crónica, con sus pasiones, sus fallos, su grandeza, su

mezquindad, su generosidad.” (Abreu, 2007, p. 28)

Crónicas se encuentran sobre todo en periódicos y revistas, aunque hay varios cronistas

que quieren “salvar del tiempo fugaz y escurridizo de la prensa ese material que

publicaron en los diarios y lo devuelven a la permanencia y firme memoria del libro.”

(Sánchez, 2010)

19

En obras teóricas sobre el género de la crónica se encuentra frecuentemente la noción

de “género híbrido”. Se llama así porque no es fácil destacar linderos precisos entre la

crónica y otros géneros tanto del periodismo como de la literatura. No es posible

formular una definición clara y bien limitada de este género, aunque hay algunos rasgos

que todas crónicas tienen en común (como por ejemplo la cronología). (Abreu, 2007, pp.

24-25)

a. La interdependencia entre el historiógrafo y el cronista

El cronista es una especie de historiógrafo puesto que escribe de manera verídica sobre

acontecimientos y lo hace por orden cronológico. No obstante, tienen muchos puntos de

oposición. El historiador, por ejemplo, no está interesado por la subjetividad, mientras

que éste es un aspecto caracterizador de la crónica. El cronista maquilla los hechos de

los que relata a causa de su punto de vista subjetivo y su ideología que incluye

sutilmente en su texto. Al contrario, el historiógrafo da una relación escrupulosa de la

realidad y no anda con rodeos o se deja influir por sus antecedentes o su ideología. La

mayor oposición consiste en el momento en el que ambos tipos de autores escriben sus

textos. El historiógrafo reconstruye la realidad pasada, que no ha vivido propiamente, lo

que sí es el caso con el cronista. Él es testigo de lo que comenta. Esto trae consigo que el

historiógrafo esté dependiente del cronista, y viceversa. El cronista registra momentos

importantes para la historia de un país, lo que después está utilizado por el historiógrafo

para la reconstrucción del pasado. Al revés, el cronista también necesita los escritos del

historiador para explicar sucesos de sus tiempos. Trata de explicar fenómenos culturales

y étnicos actuales por medio de documentos, investigaciones y archivos redactados y

compuestos por historiadores del pasado. (Abreu, 2007, pp. 33-34)

b. Entre el periodismo y la literatura

Hay múltiples diferencias entre textos que salen del periodismo y otros que son

literarios. La función fundamental del periodismo está informar a la gente sobre la

actualidad. El periodista se dirige a todo el mundo y escribe por consiguiente en lengua

clara, para que cada lector sea capaz de comprender de lo que se trata, desde la primera

lectura. El autor de textos literarios, al contrario, tiene otros objetivos. Escribe para un

público más concreto que lee para divertirse, para disfrutar de la forma y de la belleza

de la lengua que utiliza el escritor. Un texto literario no se debe comprender

20

inmediatamente porque el lector lee sin prisas y está muy dispuesto a re-leer el mismo

párrafo una o más veces. (Mesa, 2006)

Aunque el periodismo y la literatura parecen dos géneros totalmente distintos, en la

crónica se abrazan. Este género fronterizo, también a veces definido como “periodismo

literario” (Mesa, 2006), a la vez informa y divierte.

La crónica se basa en una fundación periodística. “El referente (de lo que se habla) es el

centro neurálgico del texto, es decir, la guía que marca las pautas y a la que el autor debe

ajustarse.” (González, 2004) El cronista utiliza la noticia como base para llegar a un texto

más sofisticado y personalizado. No obstante, varios aspectos del texto periodístico

quedan respetados. Como se publican las crónicas sobre todo en periódicos y revistas, el

cronista aún debe tener en cuenta que escribe para un público muy ancho. (Mesa, 2006)

Por eso, es recomendado que adapte su estilo para que toda la gente sea capaz de

comprender lo que lee. Maneja un estilo claro, denso y transparente, formando frases y

párrafos no demasiado largos. De esta manera evita que su texto se vuelva pesado e

incomprensible. Otra semejanza con el verdadero texto periodístico, es la función del

principio que siempre tiene que captar la atención del lector y animarlo para continuar a

leer. (Abreu, 2007, p. 30)

Además del informativo y de la comunicabilidad, otro factor indispensable de la crónica

es el sello personal y literario del autor. Aunque generalmente está considerado en

primer lugar como género periodístico, no obstante se acerca tanto a textos literarios

como por ejemplo la novela. El cronista estructura y describe los acontecimientos según

le dictamina su creatividad. Incluye anécdotas en forma de monólogos, y diálogos, como

lo hace José María Pérez Gay en Joseph Roth. La cercanía del exilio (segunda parte):

Hablaban en alemán y, del fondo de la noche, apareció un hombre que se dirigió a Roth:

- Me encuentro a sus órdenes – le dijo-.

- ¿Qué significa estar a mis órdenes?

- Nadie sabe cuándo puede necesitar a un espía, un vigilante o un guardaespaldas.

[…]

- Si me encontró sin conocerme, podrá hallarme y saber para qué lo necesito.

Y el hombre desapareció como había llegado. Stefan Fignal le preguntó después qué

significaba ese encuentro:

- Los hombres – respondió – representan siempre a varias personas: llegan como sucesos

y así desaparecen.

(Gay, 2007)

21

Además llena su texto con figuras retóricas que llaman a la imaginación como la

metáfora (1), la hipérbole (2), incluso a veces la ironía, humorística (3) o no (4).

(1) El espejo roto de la memoria (Marquez, 1981, p. 15)

(2) Fue destacado como un cerdo (Marquez, 1981, p. 83)

(3) […] el que quiso defender su automóvil “porque él no se deja de nadie” se recupera de

las heridas en el hospital, y agradece al cielo ganarse nomás un rozón de bala; en su

departamentito, el burócrata llora al recordar la pérdida del sueldo de un mes, debe el

abono del automóvil y con qué va a comer… (Monsiváis, Apocalipstick, 2009, p. 278)

(4) Y hay risas y carcajadas en este día de libertad en una prisión. Y hay sol… (Márquez,

2007)

Finalmente, explota las múltiples variables del lenguaje. (Abreu, 2007, p. 31) El

vocabulario y las imágenes que utiliza pueden salir tanto de un discurso político (1)

como del habla cotidiano. Transcribe el lenguaje rudo que recoge en entrevistas y otras

investigaciones:

¡Puta, por poco nos joden! Quedamos entre las dos fuerzas. Veníamos de las posiciones

de la guerrilla y nos topamos con una tanqueta. (Martínez, 2007)

Rinde un vocabulario íntimo y variado que da el sentimiento a la gente de que no está

representada, sino que presenta a sí misma. (Corona & Jörgensen, 2002, p. 13)

Embelleciendo así su mensaje, el autor añade a su crónica una capacidad propiamente

literaria, es decir “la capacidad efectiva de transmitir una situación, de recrear un suceso

en la mente de quien la lee” (Abreu, 2007, pág. 24). Las crónicas de Vicente Leñero son

muy ricas en técnica literaria:

En sus escritos participaban hasta 60 narradores a los que entrelazaba, manejaba los

tiempos, rompía la linealidad, estructuraba a su antojo, hacía gala de habilidad para

transmitir, desdibujando la información, la regresaba más nítida y jugaba con la malicia del

escritor. Su técnica novelística parecía puesta al servicio de sus textos de prensa. (Abreu,

2007, pág. 24)

Además, debido a su estilo literario, el cronista puede legitimar el hecho de que utiliza la

primera persona y que narra libremente sobre hechos que ha vivido personalmente sin

perder su credibilidad. (Abreu, 2007, p. 24)

Carlos Monsiváis define la relación entre el periodismo y la literatura en la crónica de

forma aún más explícita: según él la crónica es “la reconstrucción literaria de sucesos o

22

figuras, género donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas”

(Monsiváis, 2006, p. 13)

c. Entre la información y la interpretación

[...] tanto las omisiones como los excesos son el resultado inevitable de las preferencias y

simpatías del autor y también de los gustos, juicios y prejuicios de su época. (Sánchez, 2010)

La objetividad periodística y la neutralidad son dos nociones diferentes. Por

“objetividad”, se entiende “un reflejo fiel de la realidad” (Abreu, 2007, pág. 15). El

periodista da una descripción exacta de lo que ve o entiende, pero no se puede esperar

que un periodista sea capaz de distanciarse totalmente de sus antecedentes para

comentar sucesos. Todo texto periodístico adquiere un carácter subjetivo y personal,

fuese el objetivo o no. Los actos de buscar, de seleccionar, de describir y de ordenar

hechos, siempre están vinculados con la personalidad del autor y con su visión del

mundo. (Abreu, 2007, p. 17) La situación en Honduras ilustra muy bien esta pretendida

neutralidad periodística:

Honduras es la materialización de las falacias del mito del periodismo neutral y objetivo.

Aquí, la “verdad objetiva” es la mentira y el egoísmo insaciable de los patrones, difundido

desde los medios. Ellos deciden y dicen, no sólo qué es verdadero y bueno y qué es falso y

malo, sino quiénes son los buenos y quiénes los malos. Y lo triste es que la ciudadanía

asumió estas mentiras e intereses de los patrones como valores éticos medulares en su

existencia cotidiana. (Itzamná, 2011)

Dentro del periodismo se distinguen textos con varios grados de subjetividad. Se suele

subdividirlos en dos grandes grupos: el periodismo informativo y el periodismo

interpretativo. Como ya se puede deducir de las denominaciones, los textos del primero

tipo son más objetivos que los del segundo tipo. La noticia, el ejemplo más evidente de

un texto periodístico informativo, tiene la función de informar a la gente sobre la

actualidad, de manera clara y objetiva. El periodista que escribe textos que pertenecen al

segundo grupo, utiliza esta noticia como fundamento para su artículo interpretativo.

(Mesa, 2006)

Una característica típica de la crónica es el hecho de que el cronista siempre es testigo,

incluso a veces participante, del suceso que comenta. Desde esta posición privilegiada

describe e interpreta los hechos que se desarrollan delante de sus ojos. El cronista

detallista, describiendo objetos, miradas, sensaciones, lugares, acciones,... con mucha

23

perspicacia, tiene el privilegio de crear y recrear el mundo que le rodea desde su punto

de vista específico. Ya en la selección y en la ordenación de la información se trasluce la

visión personal del autor, puesto que “cualquier selección e interpretación de una

noticia excluye necesariamente, otra, por lo que el proceso está sometido a la influencia

de instancias subjetivas” (Abreu, p.16). Como Diezhandino lo resume muy bien, la

función de la crónica va “más allá de la información, que también forma parte de esta; su

esencialidad esta en el juicio, el comentario, las recomendaciones que aporta el cronista”

(Diezhandino, 1994, pág. 86)

Ejemplos concretos de otras crónicas que no forman parte del corpus

La crónica se vuelve cada vez más importante en una prensa escrita que tiene que

competir con los medios audiovisuales que han surgido a un ritmo acelerado durante las

décadas pasadas. Esta evolución instauró un nuevo grado de inmediatez y generó un

cambio considerable en el campo periodístico. La televisión, la radio y el internet son

más rápidos en la transmisión de información y por eso tienen como tarea prominente,

informar y ofrecer novedades (casi) inmediatamente sobre acontecimientos de la

actualidad. Los periodistas del periodismo impreso tienen más tiempo para profundizar

e interpretar y por consiguiente focalizan sus textos en el ‘porqué’ y el ‘cómo. La crónica

es por lo tanto el tipo de texto por excelencia en un sistema periodístico semejante. El

cronista escribe sobre algo desde el conocimiento de los antecedentes y con el objetivo

de mostrar una imagen múltiple de los hechos y sobre todo de prever e interpretar las

repercusiones posibles en la sociedad. (González, 2004)

d. La libertad condicionada del suscrito

Todo intento de delimitar el género de la crónica sale siendo en vano. Una de sus

características más valientes es precisamente la polisemia inherente generada por la

elasticidad de la definición del género. (Corona & Jörgensen, 2002) Se puede por lo tanto

afirmar que el cronista goza de una libertad fundamental. La vaguedad de la definición

del género implica automáticamente que el autor está bastante libre para imprimir su

sello personal. Por eso, Vallvey quiere llamarlo “un género de autor”. Se dice

frecuentemente que “las crónicas son tan variadas como los estilos de sus autores”.

(Mesa, 2006)

24

El autor, firmando el texto, asume la responsabilidad de dar consistencia y coherencia a

los materiales que ha acumulado. Habla en primera persona sobre acontecimientos que

ha visto él mismo desde su interioridad. Simplemente no es posible eliminar su propia

visión al escribir una crónica. Revelando su identidad, tiene cierta libertad para

seleccionar, describir, ampliar, estructurar, estilizar,... a su gusto y por lo tanto realzar su

propia opinión. (González, 2004)

No obstante, esta libertad está como mínimo condicionada por el núcleo informativo que

al fin y al cabo forma la base de la crónica. Aunque está permitido proclamar su visión

personal de los hechos, elegir la forma y exhibir su estilo muy personal, no se puede

desfigurar la verdad del hecho noticiable. La interpretación subjetiva no implica la

desvirtuación de lo ocurrido, como frecuentemente es supuesto por mucha gente. Los

juicios de valor y las expresiones de sentimientos o de actitudes están bien ponderados.

No nacen del capricho del cronista, sino de su conocimiento detenido y de su

experiencia. (González, 2004)

C. Recapitulación: los rasgos concretos de la crónica mexicana

a. Los rasgos concretos de la crónica

Cuando recapitulamos todo lo que hemos visto sobre la historia de la crónica y la

hibridad del género, deducimos algunos rasgos que están omnipresentes en todas las

crónicas. Algunas de estas características son muy concretas, mientras que otras son

más abiertas y por eso susceptibles a la interpretación y la creatividad del propio autor.

Las crónicas siempre son relatos no-ficticios de orden cronológico, basados en un núcleo

noticioso sacado de la historia o de la actualidad7. El autor, como testigo presencial, da

información sobre algunos acontecimientos, y esto de manera muy transparente y clara,

para que un público muy ancho pueda leer y comprenderlo. Utilizando un lenguaje

directo y sencillo, frecuentemente coloquial, el autor describe en primera o tercera

persona lo que ve y oye. Dando así una imagen muy completa de la situación, dirige la

lectura hacia una determinada ideología. Desde la Revolución Mexicana, la crónica se ha

convertido en un género que critica el gobierno y defiende a la gente maltratada y

marginalizada por el discurso oficial. La manera en la que el cronista dirige al lector, está

ligada a su estilo personal y difiere de crónica a crónica, o mejor, de cronista a cronista.

7 Más frecuente en la crónica contemporánea.

25

b. La crónica se acerca a otros géneros periodísticos y literarios

Como la crónica se encuentra en la zona fronteriza entre el periodismo y la literatura,

tiene rasgos comunes con algunos géneros de ambos. Así, la crónica se confunde

frecuentemente por ejemplo con el reportaje, el ensayo y el cuento.

Dentro del campo del periodismo interpretativo, la crónica compite con el reportaje. A

primera vista, parece difícil distinguir estos dos géneros, sin embargo, hay diferencias

muy claras. Como ya hemos visto, el cronista siempre está presente en el lugar del

suceso que comenta, mientras que el periodista que hace un reportaje no

necesariamente tiene que estar en el sitio. Otro rasgo inherente a la crónica es la

secuencia del tiempo8. El cronista siempre describe por orden cronológico, lo que no es

obligatorio en el reportaje. (Elías Pérez, 2003, pág. 220) La crónica da la posibilidad al

autor de expresar su individualidad y no le obliga de llegar a una conclusión. El cronista

nos muestra detalladamente una situación que ha visto desde su punto de vista, con su

conocimiento del trasfondo,... pero no necesariamente saca conclusiones, como sí se

hace en el reportaje. (Abreu, 2007, pág. 23)

La crónica también tiene rasgos comunes con el ensayo. Este último es un género

literario, asimismo fundado en la actualidad. Todo como la crónica, está sobre todo

escrito en lenguaje coloquial y destinado a un público muy ancho que no tiene que

poseer conocimiento previo. Al contrario del cronista, el primero objetivo del autor

consiste en proclamar explícitamente su opinión personal sobre el hecho noticioso y

confirmarlo con argumentos bien estructurados para convencer al lector de sus ideas. El

cronista ante todo da la impresión de informar muy detalladamente, e implícitamente,

de manera sutil, dirige la lectura hacia su orden de ideas. Lo que aun sí tienen en común

es el valor estético que es por lo menos tan importante que el mensaje del texto. (Haro,

2005)

Finalmente, la crónica se confunde también con el cuento, un género que surgió también

durante las conquistas de la Nueva España cuando se redactaban relatos maravillosos

sobre las nuevas tierras descubiertas. A los inicios del siglo XX, cuentistas como Alfonso

Reyes y Julio Torri, recrudecían en sus cuentos la Revolución y los problemas de los

indígenas. La crónica y el cuento se basan pues ambos en la situación actual, pero se

8 crónica : del lat. "chronica", del gr. "chroniká biblía", libros de cronología (María Moliner)

26

distinguen por su carácter respectivamente no-ficticio y ficticio. El cuento es una

verdadera historia con personajes ficticios y situaciones inventadas que sirven como

metáforas para la realidad, mientras que en la crónica se describen acontecimientos

reales con actores realmente existentes.

27

3. Análisis genérico de las 3 crónicas de Elena Poniatowska

En este capítulo analizaremos tres crónicas de Elena Poniatowska: La noche de

Tlatelolco, Nada, nadie, y Amanecer en el Zócalo, respectivamente sobre la masacre en la

Plaza de las Tres Culturas del 2 de octubre en 1968; el terremoto de ’85 y sus

consecuencias; y el plantón que fue organizado en 2006 para denunciar el fraude

electoral en las elecciones presidenciales. En una primera parte se aclaran los hechos

noticiosos que forman los núcleos de las crónicas. En la segunda parte, investigamos las

técnicas que utiliza la autora para imprimir su sello personal e introducir su propia

visión en estas obras testimoniales.

A. Hechos noticiosos

a. La masacre de Tlatelolco (1968)9

En Europa, el año 1968 lleva ante todo a pensar en el famoso “mayo del 68”, las

protestas estudiantiles en Francia. Pero no solo en Francia los estudiantes se agrupan

para protestar contra la política de su gobierno. En Checoslovaquia había la Primavera

de Praga, en los Estados Unidos Lyndon Johnson se retiró de las elecciones

presidenciales después de meses de protestas, e incluso los estudiantes belgas se

reunieron en la calle contra la influencia de la francofonía en la Universidad de Lovaina.

En la memoria mexicana, el 2 de octubre 1968 quedó grabado para siempre como el día

en el que cientos de estudiantes inocentes fueron detenidos o matados por el Ejército. La

masacre de Tlatelolco fue el punto de culminación de protestas contra el autoritarismo

que habían comenzado a fines de julio de este mismo año.

Ya desde 1929, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tenía el poder absoluto en

México y llevaba una política muy autoritaria. Muchos mexicanos estaban descontentos

con este enfoque y para organizar y llevar a cabo plantes, querían utilizar la atención

que recibió su país por los Juegos Olímpicos, que por primera vez serían organizados en

América Latina y además en su país.

9 Este parte se basa en (Schuessler, 2007, p. 49) y (Poniatowska, 2007)

28

Los estudiantes, apoyados por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se

tropiezan con un Ejército muy violente, lo que arrecia protestas más y más ardientes.

Esta marcha de 146 días llega a su fin en la Plaza de las Tres Culturas, el 2 de octubre de

1968. Esta plaza, hasta entonces conocida como el símbolo del origen de la cultura

mexicana donde se efectuó la última batalla de la conquista de México por los españoles,

se convirtió en 1968 en un camposanto. Aquel día, diez días antes de la ceremonia

inaugural de los Juegos Olímpicos, 15 mil personas se reunieron en las calles de la

Ciudad de México para protestar contra el Ejército que en septiembre había ocupado la

Ciudad Universitaria y detenido a 500 alumnos y maestros. Alrededor de cinco mil

manifestantes concurrieron en frente de un bloque de viviendas en la Plaza de Las Tres

Culturas para otra protesta apacible, cuando, a las 18h10, uno de los organizadores de la

manifestación se dio cuenta de la abundante presencia militar y quiso suspenderla, pero

ya era demasiado tarde. La Plaza estaba rodeada por cinco mil soldados y 300 tanques

del Ejército y del Batallón Olimpia, que enseguida comenzaron a disparar sobre los

manifestantes. Al final de este infierno, los cuerpos de cientos de estudiantes quedaron

dispersos en la Plaza, otros fueron llevados al hospital con heridas en todas partes del

cuerpo, y cerca de dos mil personas fueron arrestadas.

Periodistas nacionales e internacionales que estaban presentes, fueron detenidos o

forzados a entregar su material fotográfico y los periódicos recibieron la orden de “no

[dar] más información” (Poniatowska, 2007). De eso, el 3 de octubre, sólo El Universal

habló sobre la masacre. Los otros periódicos minimizaron los acontecimientos y algunos

incluso echaron la culpa del desastre a los estudiantes. De esta manera, los Juegos

Olímpicos se llevaron a cabo sin problemas, y sin que el resto del mundo supiera algo de

la sangrienta represión del 2 de octubre.

Después de esta masacre, el gobierno PRI se tambalea. Tanto la represión violenta como

la resistencia armada aumentan y se instaura gradualmente un período de cambio.

b. El terremoto de 1985

El 19 de septiembre de 1985 a las 7h19 los mexicanos fueron despertados brutalmente

por un terremoto con una magnitud de 8,1 en la escala de Richter. Este causó grandes

estragos en Chiapas, Oaxaca, Puebla y Veracruz, pero el Distrito Federal (a 400

kilómetros del epicentro) padeció la destrucción más grande. Muchos murieron o

quedaron heridos en este denominada “peor tragedia en la Ciudad de México” (Campost,

29

2005). Cifras oficiales del gobierno nos dicen que fallecieron entre seis y siete mil

personas y que hubo diez mil heridos. (Campost, 2005) No obstante, la Comisión

Económica Para América Latina (CEPAL) certificó que veinte seis mil mexicanos

murieron y otras organizaciones de damnificados calcularon aún más fallecidos. El

número de heridos también fue más alto que el reconocido por el gobierno. Más de

cuarenta mil personas quedaron afectadas. Además 50 mil personas aproximadamente

perdieron sus hogares. (Cuevas, 2005)

El gobierno de Miguel de Madrid no intervino en la acogida de los víctimas de este

desastre. “Soldados y policías acordonan la zona para evitar el pillaje, pero no

intervienen en el auxilio.” (Cuevas, 2005). Incluso dificultan la situación, minimizando el

problema. Al contrario, la solidaridad de la gente fue enorme:

“Provenientes de todas las clases sociales suman voluntades y esfuerzos para salvar a los

sobrevivientes atrapados en los escombros, habilitan cientos de albergues; reparten alimentos y

ropa a las 150 mil personas que de golpe quedaron en la calle por el terremoto. Otros

recolectan ayuda, distribuyen agua, insumos, implementos, organizan el tránsito.

Profesionistas, trabajadores y estudiantes revisan inmuebles o ayudan a la demolición,

previenen epidemias, vacunan, preservan cadáveres, prestan atención psicológica a las

víctimas.” (Cuevas, 2005)

Inmediatamente después del temblor, la gente se organiza para ayudar a las víctimas y

para la reconstrucción de la Ciudad. Responden a la emergencia donde el gobierno falla.

Durante estos tres o cuatro días, el vacío de poder fue llenado por los ciudadanos

mismos. “La gente se encargó de la organización de la ciudad” (Cuevas, 2005).

Este desastre constituye un momento crucial en la vida social y política de la capital y de

todo México. Es el inicio de un régimen que acepta la participación de organizaciones

civiles. Un poco más que un mes después del terremoto, el 24 de octubre, unas cuarenta

organizaciones que reaccionaban inmediatamente ante la emergencia, se agrupan en la

Coordinadora Única de Damnificados (CUD). En mayo del año 1986 el nuevo secretario

de Desarrollo Urbano y Ecología Manuel Camacho Solís firma con el CUD el Convenio de

Concertación Democrática para la reconstrucción. Eso fue un gran paso adelante en la

política mexicana en la que hasta entonces jamás había existido cooperación con actores

independientes.

“La CUD produjo un movimiento plural y tolerante que convirtió la solidaridad inicial en

organización social” (Cuevas, 2005). (Urrutia, Martínez, & Aranda, 2006)

30

El gabinete del PRI, que ya desde 1929 tenía el poder absoluto en México, se tambaleó y

las disputas internas en el seno del mismo partido provocan una quiebra progresiva.

Cuauhtémoc Cárdenas se retira del PRI, funda el Partido de la Revolución Democrática

(PRD), y lanza su candidatura en 1987. Desgraciadamente, una evolución tan drástica no

se hace de un día para otro. Las elecciones son acompañadas de violencia y de fraude, y

los mexicanos tendrían que esperar hasta 1997 para ver un triunfo de Cárdenas10, y

hasta 2000 para ver elecciones verdaderamente democráticas.

c. El plantón en la Ciudad de México, respuesta al fraude electoral (2006)

El 2 de julio de 2006, después de un día calma de sufragios que transcurrió en paz y con

una participación electoral masiva y civilizada, las elecciones presidenciales caen en un

callejón sin salida (Elecciones contaminadas, 2006). El Instituto Federal Electoral (IFE)

aplaza la notificación de los resultados porque “no es posible determinar, dentro de

márgenes científicos establecidos para el recuento rápido, al partido o coalición que

haya obtenido el mayor porcentaje de la votación emitida”11, la diferencia entre los dos

candidatos más populares es demasiado pequeña. De esa manera la credibilidad del IFE

va creciendo. Incertidumbre y confusión reinan entre los partidarios de Andrés Manuel

López Obrador (AMLO), que se habían congregados en el Zócalo para apoyar a su líder.

Según los resultados provisionales que lanza el Programa de Resultados Electorales

Preliminares (PREP) durante la noche del 2 de julio y los día siguientes, las elecciones

son ganadas por Felipe Calderón del Partido Acción Nacional (PAN), con más o menos

1% de ventaja sobre el candidato de la coalición Por el Bien de Todos, AMLO del PRD.

Estos resultados son sospechosos. En una conferencia de prensa AMLO muestra que hay

ciertas irregularidades. La primera consiste en el hecho de que en las elecciones que se

efectuaron el mismo día para elegir diputados y senadores, hay más actos de elección

que en la elección presidencial. Además, faltan tres millones de votos. Se sabe porque el

PREP había registrado una participación ciudadana de 59,38 por ciento, lo que quiere

decir que normalmente 42 millones de mexicanos votaron, pero en los resultados de las

elecciones presidenciales sólo se cuentan 39 millones. (Garduño & Becerril, 2006)

10 Se hace Jefe de Gobierno del Distrito Federal 11 dixit Luis Carlos Ugalde, presidente del IFE (Urrutia, Martínez, & Aranda, Dramático impasse para

conocer al ganador de la elección presidencial, 2006)

31

Al 6 de julio, el IFE anuncia las cifras finales: Felipe Calderón gana las elecciones con una

ventaja del 0,58 por ciento sobre Andrés Manuel López Obrador. (Urrutia, Aranda, &

Martinez, Ugalde se adelanta al TEPJF y declara ganador a Felipe Calderón, 2006)

Las dirigencias de PRD, Partido del Trabajo (PT) y Convergencia12 y sus partidarios

sospechan fraude y no reconocen los resultados. Exigen que los votos sean recontados

“voto por voto, acta por acta y casilla por casilla” (Becerril, 2006), que “el IFE presente

cifras nítidas, rigurosamente contadas y libres de toda sospecha” (Elecciones

contaminadas, 2006). AMLO, el gran mascarón de proa, se prepara para plantear un

juicio de inconformidad ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación

(TEPJF) y presenta una estrategia de resistencia de cuatro puntos durante la primera

“asamblea informativa” (Becerril & Garduño, Convoca AMLO a marcha nacional por la

democracia, 2006) organizada en el Zócalo, lo que con motivo de este reunión se llenó

con más de medio millón de ciudadanos.

1. Que llevemos a cabo una marcha nacional por la democracia, a partir del miércoles próximo,

desde todos los distritos electorales del país hacia la ciudad de México.

2. Les propongo también que el domingo 16 de julio, de mañana en ocho días, llevemos a cabo

la segunda asamblea informativa y nos volvamos a congregar en este Zócalo de la ciudad de

México.

3. Convoco a la formación de comités de difusión que ayuden a informar a todos los ciudadanos

del país y a contrarrestar la estrategia que ya han montado nuestros adversarios para

confundir y desalentar la participación ciudadana en favor de la democracia.

4. Es algo simbólico pero muy trascendente, que volvamos a portar, como en el desafuero, el

moño tricolor, como distintivo de la lucha por la democracia en México. (Obrador, 2006)

Después de casi un mes de asambleas, de marchas, de movilizaciones pacíficas,… ya no

hay resultado positivo para los luchadores por la democracia. Por eso, el 29 de julio,

AMLO propone otro plan de resistencia: un plantón gigante del Zócalo hasta la fuente de

Petróleos.

El Zócalo se ha convertido en un gigantesco albergue en el que miles de personas de todo el país

viven desde el domingo pasado con un solo propósito: exigir el recuento voto por voto. (Becerril

& Mendez, 2006)

12 Los partidos participando a las elecciones al lado del PAN de Calderón

32

Así la gente muestra que se está harta de la corrupción del gobierno que nunca ha

desaparecido, a pesar de las muchísimas protestas en las décadas pasadas. Durante 50

días luchan para llegar a la democracia y parecen tener éxito. Al 16 de septiembre la

Convención Nacional Democrática (CND) designó a Andrés Manuel López Obrador

“presidente legítimo de México”, y prometió que tomase posesión del cargo el 20 de

noviembre, en el Zócalo. (Becerril, Saldierna, & Garduño, 2006)

Podemos concluir que, en estas tres ocasiones, el pueblo experimenta grandes

desventajas por parte del gobierno no democrático e incompetente, pero no se desanima

sino da la cara por sus derechos. Elena, con sus crónicas, apoya a esta gente, les da una

voz y les apoya en su lucha para un México más democrático en el que todo el mundo

puede ser feliz, y no sólo la élite.

B. Sello personal

a. Primer encuentro con las obras

Como ya mencionamos en el capítulo sobre el género de la crónica, Elena Poniatowska

se inscribe en la generación de cronistas que se dirigen hacia la gente y que utilizan

sobre todo sus testimonios para enfrentar el status quo de la sociedad mexicana, incluso

a veces con motivos políticos.

It’s about giving voice to the marginalized and the dispossessed, opposing and destroying

the idea of news as merchandise, denying ideological assimilation and appropriatin by

the cominant class… [It’s about] starting from a class analysis or, at least, from a clear

and persistend defense of civil rights” (Corona & Jörgensen, 2002)

Esta estructura testimonial se encuentra claramente en las tres crónicas que fueron

analizadas aquí. El ensamblaje de diferentes voces es una característica común de las

tres obras, aunque difieren por la manera en la que los testimonios están presentados y

estructurados, y por su origen.

En La noche de Tlatelolco, se cuenta el momento culminante del Movimiento Estudiantil.

La historia del Movimiento y su final sangriento se narran a través de varios tipos de

escritos que atestiguan sobre los acontecimientos más y menos llamativos de este

período. Testimonios orales (transcritos cuidadosamente por la autora), artículos de

prensa o solamente sus títulos, coros y mantas que se captan en la calle, jirones de

conversaciones que se escuchan al pasar, etc., se presentan muy demarcados. Después

de cada fragmento, separado por una línea blanca, está señalada muy formalmente la

33

identidad del testigo y a veces el contexto en el que la autora ha grabado el testimonio

particular. No obstante, estos testimonios cortados y esparcidos, forman un todo

coherente que logra crear el ambiente y reflejar el imagen completo de la situación.

Nada, nadie se acerca mucho a La noche de Tlatelolco en cuanto al aspecto del

ensamblaje de voces auténticas de la gente. Esta crónica también contiene artículos de

prensa (tanto de periódicos del Distrito Federal como de la prensa de otras ciudades),

testimonios orales y fragmentos de conversaciones, todo como en su primera gran

crónica. Estos dos últimos tipos de textos, ya fueron envueltos en pequeñas crónicas que

escribió Elena durante los tres meses siguientes al desastre para los periódicos

Novedades y La Jornada., lo que se sabe por un testimonio de la autora misma en una

entrevista con Cynthia Steele (Castillo, 2009, pp. 10-11):

En los días que siguieron fui a la Colonia Guerrero, en el centro, y a otra colonia en San

Antonia Abad. Una noche me llamó Julio Scherer, de la revista Proceso, y me dijo, “Oye,

¿qué estás haciendo, Elena?” Y yo, “Pues, estoy haciendo lo que todos hacen, ¿no?” Me

dijo, “Acabo de hablar con Monsiváis y dice que ¿qué está haciendo la mejor cronista de

México sentada en su casa?” “Ay, pues no estoy sentada en mi casa pero no puedo

escribir. De qué sirve escribir; hay que ayudar con las manos.” Entonces me dijo, “Tienes

que hacer lo que tú sabes hacer, Elena, y no andar cargando cubetas que otros pueden

cargar.” Luego ya me habló Monsiváis y me dijo, “Ponte a escribir.” […] Entonces empecé

a publicar diario, diario, diario, durante casi tres meses. (Steele, 1989, p. 102)

A estas pequeñas crónicas de Elena misma, en las que son encarnados los testimonios y

conversaciones que ha coleccionado durante tres meses, y a los artículos e

investigaciones de colega-periodistas y miembros de su taller de escritores, se añaden

“textos escritos especialmente para este libro” (Poniatowska, 1988, p. 9). Estos textos

son claramente demarcados, siempre de la misma manera: se anuncian por el nombre

del autor y terminan por el símbolo “■”. Los otros testimonios y artículos son

fluidamente entrelazados, se distingue difícilmente los límites de cada uno de ellos. De

nuevo, este ensamblaje de varios puntos de vista encarnados en varios tipos de textos

forma una historia coherente y total sobre el desastre del Jueves 19 de septiembre, 1985

y las semanas de rescates y reconstrucción que siguieron a este día devastador.

En la tercera obra que cae en el foco del interés, Amanecer en el Zócalo, la autora cambia

radicalmente la técnica literaria. Esta vez, ella misma es participante activa del plantón y

escribe un diario sobre lo que vive, oye y ve. Como en las dos otras obras también

inserta testimonios, artículos periodísticos y todos los discursos oficiales que pronunció

34

AMLO durante este período de 50 días, pero los presenta desde su punto de vista. Elena

es la única autora de este libro, como se ve en el ejemplo siguiente:

La ceremonia habría encantado a mamá. Había dicho: “C’est de très bon goût” yo también

me siento en mi elemento. Pero también me siento en mi elemento en el plantón y se lo

digo al dueño de la casa, Miguel Escobedo, quien me asegura: “Yo voté por Andrés

Manuel Lopéz Obrador”. (Poniatowska, 2007, p. 175)

Leo que según Ana Mónica Rodríguez de La Jornada, Isela Vega en el Hemiciclo a Juárez

respondió a una mujer que le gritó “terrorista”, “no hay cosa peor en esta vida que una

pinche veja pobre defendiendo los ricos”. (Poniatowska, 2007, p. 211)

En Amanecer en el Zócalo no deja la función de ‘narrador en primera persona’ a los otros,

como sí lo hace en La noche de Tlatelolco y Nada, nadie.

b. La crónica se opone al discurso oficial univoco

i. Los motivos de la escritora

En la autobiografía ya se evidenció que Elena Poniatowska se dirigía cada vez más hacia

las clases más bajas de la sociedad. Ya en sus años de moza tiene contacto con gente de

estas clases a través de los criados, y sobre todo a través de su buena relación con su

niñera Magdalena Castillo. Como ya mencionamos, Elena ante todo aprendió la base del

español de esta niñera mestiza, con todas las divergencias gramaticales y el vocabulario

regional, lo que más tarde le sirve bien para sus entrevistas.

I just have a way of making people want to talk about themselves, and I have never in my

life felt any rejection out on the street, from the people. I’d say it has a lot to do with my

foreignness, with my desire to belong. It also has a great deal to do with the fact that I

didn’t learn Spanish from my family, but rather with the people who worked in our

home. That created an initial closeness, and later I’ve always been able to speak easily

with everyone. Colloquial language is a bond between us, and people respond easily to

me. (Jörgensen, 1994 , pág. xi)

A este contacto con la clase baja, se añade la aversión que sentía como niña hacia la

admiración de su madre para la élite y la idea de que ella misma pertenecía a esta clase

alta. Además, el encuentro con el Santa Claus amargado y sus visitas al Palacio de

Lecumberri funcionaron como punto de inflexión tras el cual Elena se vuelve hacia la

gente de las clases media y baja, y sale en defensa de los derechos de esta gente que

jamás fue oída antes.

ii. La polifonía “El lenguaje del poder sencillamente es “otro”. Al pueblo, aunque hablen tanto de él, nunca le han

concedido más papel que el de extras; los jefes siempre han estado allí para obstaculizar, para

35

paralizar, para cerrar el paso, para cultivar la antesala. Si no ¿por qué no están aquí los

protagonistas de la tragedia? ¿Por qué en vez de oír a una costurera, a un damnificado, a un

socorrista, tenemos que oír al político de siempre, al burócrata, al funcionario de coche y chofer?”

(Poniatowska, 1988, p. 101)

Dando la palabra a una multiplicidad de personas de todas las clases y todos los

partidos, se crea una imagen mucho más matizada y creíble de los hechos, que en los

informes desde un solo punto de vista. La cronista, contrario al periodismo oficial, que

sólo comunica la versión de la actualidad que le conviene al gobierno, evita “the

indignity of speaking for others” (Michel Foucault, 1972). Elena también da voz a los que

no la tienen en este “discurso univoco del Estado” (Castillo, 2009, p. 24) y de esta

manera nos muestra una variedad de interpretaciones de los mismos hechos, aunque a

veces sean contradictorias.

En La noche de Tlatelolco y Nada, nadie, los testigos reciben cada uno la autoridad sobre

una pequeña parte del relato. Tan pronto unas líneas, tan pronto unas páginas les

pertenecen, en las que nos explican su historia u opinión personal desde su propio punto

de vista. Elena Poniatowska los identifica a los autores bien después, bien antes, bien en

medio de su relato. En Amanecer en el Zócalo, en cambio, Elena también incluye las voces

de otros, pero las encaja en su propio discurso. No les presta la paternidad literaria

completa. Se ve claramente la diferencia en los ejemplos siguientes, respectivamente de

La noche de Tlatelolco; Nada, nadie; y Amanecer en el Zócalo13:

Yo no entré al Movimiento; ya estaba yo adentro creo desde que nací. Ése es mi medio, es

el aire que respiro y para mí el Movimiento significaba defender mi casa, mi mujer, mis

hijos, mis compañeros.

● Ernesto Olvera, profesor de matemáticas de la Preparatoria 1 de la UNAM,

preso en Lecumberri (Poniatowska, 1971, p. 18)

El joven Alejandro Pérez Lara Pardo, hijo del ingeniero Raúl Pérez Pereyra, se enteró en

París de la catástrofe del 19 de septiembre, en la cual perdió a su madre, a su hermana

Diana y a sus dos sobrinos Leonardo y Orlando: El viernes a las 4 de la tarde me dieron la

noticia. Sabiendo que vivían en un edificio nuevo y moderno, el Tehuantepec número 12,

no tuve miedo. (Poniatowska, 1988, p. 124)

Cuando nacemos hacemos un pacto para toda la vida. Lo firmamos a ciegas hasta el día

en que nos damos cuenta de que no hemos llegado a la democracia. México no llega

nunca. “Ni Calderón ni AMLO tienen la importancia que tú les das, lo que importa es

México”, insiste Rosa Nissan. “Ya no te preocupes, si las cosas no salieron ahora,

13 La diferencia se muestra también en la presencia o no de comillas.

36

organicemos bien a la izquierda para que gane en el 2012”. Y luego concluye “Cuando

viajo fuera de México llevo mi patria adentro”. (Poniatowska, 2007, p. 119)

En cuanto a la clase de la que salen las voces, hay una semejanza entre Nada, nadie y

Amanecer en el Zócalo, en las que en la mayoría de los testimonios se concede la palabra

a la capa más ancha y baja de la pirámide social de México. Son las principales víctimas

del gobierno incompetente en tiempos de desastres (Nada, nadie), o corrupto en

tiempos de elecciones presidenciales (Amanecer en el Zócalo). Fueron los edificios en los

barrios populares de la Ciudad de México que más afectados estaban por el terremoto,

mientras que las zonas donde vivía la élite quedaron intactas. Al plantón participaron

sobre todo campesinos tanto de la provincia como de los alrededores de la ciudad,

verduleras, chóferes, indígenas, “pejeviejitos”, etc. los que sufren lo más bajo el mando

derechista. En La noche de Tlatelolco se cuenta el relato del Movimiento estudiantil y son

por consiguiente sobre todo los estudiantes y los profesores, que pertenecen

generalmente a la clase media o alta, quienes toman la palabra.

Sin embargo, al lado de estos excluidos del discurso gubernamental, también cede la

palabra a los oficiales, pero nunca de manera extensa y sobre todo mediante artículos de

la prensa oficial o manifiestos oficiales dirigidos al pueblo en general. Muestra opiniones

y versiones muy diversas, incluso a veces contrarias, de los mismos sucesos, para no

incurrir en el mismo error que el discurso oficial unitario.

Cabe decir que la polifonía disminuye mucho en Amanecer en el Zócalo, comparado con

La noche de Tlatelolco y Nada, nadie. En la primera, el discurso gira sobre todo en torno a

los tres protagonistas: Elena Poniatowska, Jesusa y AMLO. Este político izquierdista es el

protagonista de la obra, y por eso es importante que su discurso forma el centro de la

atención. Elena todavía compone una imagen completa y polifacética, dando la palabra a

“los crédulos y los incrédulos, los expertos y los de a pie, los ladridos de la derecha

analfabeta y la izquierda que añora Stalin” (Luna, 2007), pero con su nueva técnica

literaria14 impide que estos otros testigos se destaquen y copen la atención que en

realidad tiene que ser dirigida hacia AMLO. La voz de este candidato presidencial no

puede de ningún modo ser ahogado por las voces de la gente de la clase baja, por otro

lado estas voces son necesarias para propagar su mensaje.

14 Escribió esta crónica en forma de diario personal

37

No obstante podemos concluir que en las tres crónicas, Elena Poniatowska colecciona

una multitud de testimonios procedentes de todas las clases sociales relevantes en la

situación que se describe, completado con otras fuentes de información como artículos

de prensa, manifiestos y alocuciones, mantas y coros, poesía y otros textos literarios,

etc., con los que forma “a coherent but polysemic composition which no single speaker

can dominate.” (Jörgensen, 1994, pp. 77-78)

iii. El papel de la autora-editora

En crónicas como las de Elena Poniatowska, en las que se incluyen muchos textos

testimoniales y otros tipos de textos, contados o escritos por otros, surgen preguntas

sobre el papel de la autora. Si es verdad que “la crónica da paso a la expresión de la

individualidad de sus autores” (Abreu, 2007, p. 21), ¿cómo se exprime su individualidad

cuando casi nunca propiamente toma la palabra?

En Amanecer en el Zócalo, el papel de la autora está bastante claro. La crónica está

redactada como diario personal de Elena Poniatowska, por lo que el papel de la autora

es el de protagonista, de testigo prominente. Describe siempre en primera persona lo

que ella misma oye, ve y hace. No obstante, inserta testimonios y opiniones de otros,

pero siempre entre comillas o en la tercera persona, lo que crea una especie de lejanía.

Incluso cuando deja la palabra a AMLO, objeto principal de la crónica, siempre lo hace

desde una distancia. Sus acciones y discursos no se comentan en forma de diálogo con la

escritora, sino se reportan como oficiales y dirigidos al pueblo. Esto queda muy claro en

la fórmula fija que adopta cuando cita sus discursos, siempre anunciado por “AMLO

DICE:”. El hecho de que Elena Poniatowska es la única autora de su diario personal, y que

manifiesta públicamente su apoyo a AMLO y su política de izquierda, ya hace bastante

claro el mensaje que quiere propagar con su libro.

En las dos otras crónicas, al contrario, la presencia concreta de la autora está mucho más

disimulada, lo que la obliga a utilizar otras técnicas para realzar su aviso.

En La noche de Tlatelolco Elena sólo se presenta concretamente en cuatro fragmentos,

firmados por “E.P.”. El primero fragmento se encuentra al inicio de la crónica y forma un

cuadro para lo que sigue. Prepara al lector al choque que originará el material reunido

en el libro, incluyendo un contraste repentino y conmovedor en estos pocos párrafos

38

que establece el ambiente emocional que será presente durante la lectura de toda la

crónica. (Jörgensen, 1994, p. 82)

Son muchos. Vienen a pie, vienen riendo. Bajaron por Melchor Ocampo, la Reforma,

Juárez, Cinco de Mayo, muchachos y muchachas estudiantes que van del brazo en la

manifestación con la misma alegría con que hace apenas unos días iban a la feria; jóvenes

despreocupados que no saben que mañana, dentro de dos días, dentro de cuatro, estarán

allí hinchándose bajo la lluvia, después de una feria en donde el centro del tiro al blanco

lo serán ellos” (Poniatowska, 1971, p. 13)

Dos otros fragmentos firmados por E.P. están colocados al inicio de la segunda parte del

libro que lleva el mismo título que la propia crónica, y el cuarto fragmento se encuentra

al final de la crónica, cuando menciona la muerte y el entierro de su hermano Jan

Poniatowski.

La presencia de estos fragmentos concretamente firmados por la autora, tienen una

función doble. (Jörgensen, 1994, p. 83) Por un lado, muestran su presencia y su

responsabilidad por el contenido del libro. Por otro lado, acentúan que está ausente en

todos los otros párrafos, y que “este relato les [los testigos] pertenece. Está hecho con

sus palabras, sus luchas, sus errores, su dolor y su asombro.” (Poniatowska, 1971, p.

164) No obstante, en algunos fragmentos sí podemos descubrir su presencia. En un

diálogo entre alguien y Jan Poniatowski, el hermano de Elena. Sabemos que este alguien

es la autora porque Jan la llama “mana” (Poniatowska, 1971, p. 40). También, a veces, en

los testimonios, de los que sabemos que Elena Poniatowska propiamente los ha

coleccionado, a veces los testigos dirigen literalmente la palabra a su entrevistadora,

como por ejemplo la actriz Margarita Isabel, que de vez en cuando quiere verificar si

Elena aun sigue su relato o no, utilizando la expresión “¿ves?”:

“Una vez en una manifestación que rodearon los granaderos y los soldados, los

muchachos se pusieron furiosos, ¿ves?, porque nos tocaba como a veinte granaderos por

piocha, o casi, casi. […] no me dejaba pasar y yo le pitaba y le pitaba y le pitaba, ¿ves?, y el

camión que andaba como a setenta u ochenta, no se hacía a un lado.” (Poniatowska,

1971, p. 95)

Nada, nadie asimismo puede ser visto como “una gran cita directa que recuerda la

tendencia […] de esconderse y dejar al enunciador discursivo con el lector solo”

(Cárdenas, 2006). Los únicos momentos en los que concretamente interviene es cuando

introduce a los testigos o cuando reúne y resume comentarios que trae de periódicos del

Distrito Federal y de otras provincias:

39

“Fernando Prieto Hernández, médico de la Unidad de Neumología del Hospital General,

fue uno de los que decidió atender a la población en la explanada del metro a partir del

jueves 17 de octubre: […]” (Poniatowska, 1988, p. 161)

“El día 20 se desmenuzan los gritos. Excélsior, La Jornada, el Día, Unomásuno, El

Universal, Novedades, La Prensa, El Sol de México, El Financiero, Ovaciones, El Nacional,

hablan inicialmente de cuatro mil muertos, siete mil desaparecidos, diez mil heridos,

aunque la cifra exacta tal vez nunca se sepa. Los daños son incalculables, las pérdidas

multimillonarias. Los diarios hacen hincapié en que cien médicos, doscientas mujeres y

un gran número de recién nacidos están atrapados en el Hospital General.”

(Poniatowska, 1988, p. 20)

Aunque en La noche de Tlatelolco y Nada, nadie , Elena Poniatowska parece casi invisible,

desempeña un papel imprescindible: el de editora. Su autoridad consiste en la selección

y la estructuración de los materiales que ha coleccionado. Cortando los testimonios y

combinando estos fragmentos entre sí y con otros tipos de textos forma una historia

completa y coherente, y sutilmente dirige la lectura en una dirección ideológica: en

contra del gobierno. La autora es “at once accessory and essential to the voices she

records, marginal and central to their story.” (Jörgensen, 1994, p. 80) Dando una

impresión objetiva con su ensamblaje en el que da la palabra a otros sin que ella misma

intervenga, no obstante introduce su propia visión sobre los sucesos y sobre el

comportamiento del gobierno mediante una selección y un montaje muy personales.

iv. La selección

Elena Poniatowska, antes de finalmente redactar sus crónicas, escuchó cientos de

testigos procedentes de todas las clases y de todos los partidos que participaban en los

conflictos. Seguidamente, de todas estas fuentes tenía que escoger fragmentos útiles

para su obra. Aunque compone un ensamblaje polifacético con voces de varios puntos de

vista, sin embargo favorece en su selección la gente ‘normal’ que sufre bajo el mando del

gobierno priísta15 demasiado autoritario e incompetente en caso de desastre. Esto lo

hace de diferentes maneras más o menos sutiles.

En La noche de Tlatelolco, sólo el número mayor de testimonios a favor de los

estudiantes y su Movimiento ya indica la parcialidad de la autora. Se concede mucho más

frecuentemente la palabra a los estudiantes y sus partidarios, quienes reciben más

espacio para exponer sus historias personales o la información que según ellos es lo más

importante para esbozar la situación actual. El contraste entre la longitud de los 15 “Priísta” es un adjetivo deducido de “PRI”

40

fragmentos mayores de ambos partidos es significante y representativo para la

tendencia general del libro: el testimonio del Artemisa de Gortari, quien “apoyó sin

titubeos el movimiento” (Vázquez, 1997) se extiende sobre unas tres páginas

(Poniatowska, 1971, pp. 103-106), mientras que el testimonio más largo procedente del

lado del gobierno sólo cuenta menos de media página. (Poniatowska, 1971, p. 37)

Además, el grupo que se opone al gobierno no se limita a los estudiantes, pero también

queda respaldado por profesores, obreros, padres, ciudadanos, artistas, etc. que se

dedican todos al Movimiento de manera personal. Así se oponen a la voz gubernamental

que es mucho menos variada. A esto se añade que frecuentemente no se especifican las

identidades de estas voces oficiales. A menudo sólo se identifican por “oficial”

(Poniatowska, 1971, p. 59) o “Mano Blanca” (Poniatowska, 1971, p. 239). Un ejemplo

muy marcado de esta especie de “deshumanización” frente a la personalización de los

participantes al Movimiento es el siguiente:

¡Es triste tener que morir tan joven! ¡Si no te hubieras metido de agitador; ahorita

estarías libre y tranquilo!

● Un oficial al delegado por la Escuela de Chapingo ante el CNH, Luis Tomás

Cervantes Cabeza de Vaca en el Campo Militar número 1

(Poniatowska, 1971, p. 28)

Sí se especifican las identidades de los grandes hombres del gobierno como el secretario

de Gobernación Luis Echeverría o el presidente Gustavo Díaz Ordaz.

Finalmente, salta a la vista que el discurso de los oficiales siempre está impersonal e

impasible. A causa de la deshumanización por la anonimidad de estas personas, el lector

ya no está inclinado a adjudicarles sentimientos o emociones, lo que aún se refuerza por

el hecho de que nunca tienen ocasión de hablar de forma detallada sobre sus

experiencias personales. La autora sólo los cita cuando dicen o gritan cosas

irrespetuosas, dentro de testimonios de oponentes, o a través de artículos o discursos

oficiales dirigidos al pueblo en general:

¡Contra la pared, hijos de la chingada, ahorita les vamos a dar su revolución!

● Un “Mano Blanca” a varios miembros del CNH

(Poniatowska, 1971, p. 239)

Son cuerpos señor…

41

● Un soldado al periodista José Antonio del Campo, de El Día

(Poniatowska, 1971, p. 274)

El gobierno de la República está en la mejor disposición de recibir a los representantes

de los maestros y estudiantes de la UNAM, del IPN y de otros centros educativos

vinculados al problema existente, para cambiar impresiones con ellos y conocer en forma

directa las demandas que formulen y las sugerencias que hagan, a fin de resolver en

definitiva el conflicto que ha vivido nuestra capital en las últimas semanas y que ha

afectado en realidad, en mayor o menor grado, a todos sus habitantes.

● Luis Echeverría, secretario de Gobernación, 22 de agosto de 1968

(Poniatowska, 1971, p. 37)

También en Nada, nadie, Elena contrapone los habitantes de la Ciudad de México al

gobierno mediante la selección ponderada de testimonios y textos adicionales. A

primera vista no agrupa a los testigos según su clase o su profesión sino “reduce las

reacciones de los testimoniantes al binomio solidaridad/no solidaridad” (Castillo B. V.,

2009, p. 31). Sin embargo, llama la atención el contraste entre el pueblo de las clases

media y baja, que parece comportarse generalmente de forma solidaria, mientras que

los burócratas y los responsables del gobierno se presentan como insensibles, indecisos,

hasta abusivos. Abundan los testimonios como el siguiente:

“Las autoridades no apoyaron el esfuerzo colectivo, sino que lo entorpecieron. Se habla

de manera reiterada de la falta de organización, de la inexistencia de planes de

emergencia, de la torpeza de los funcionarios e incluso de su incapacidad para

aprovechar la ayuda enviada por los países extranjeros. El Estado bloqueó la solidaridad

en lugar de canalizarla. […] La solidaridad social en la ciudad de México, que todos

insisten en señalar, no siempre estuvo acompañada de una solidaridad nacional. En

algunos casos, los estados no demostraron una voluntad de colaborar con la maltrecha

metrópoli.” (Poniatowska, 1988, p. 111)

No obstante, la autora no quiere generalizar y nos presenta también testimonios en los

que se habla de partidarios del gobierno que no responden al prototipo negativo. La

propia autora declara: “no he generalizado, no he afirmado que todos los soldados,

funcionarios políticos y autoridades son ladrones” (Poniatowska, 1988, p. 31). Menciona,

por ejemplo, a un soldado que “se puso a cuidarme a mí, que no fuera a pasarme nada,

que no cargara yo bultos pesados” (Poniatowska, 1988, pp. 200-201), o a un soldado que

“olvidó que era soldado porque se puso el fusil en la espalda, y con una barrena empezó

a quitar los escombros” (Poniatowska, 1988, p. 134). Lo que, en cambio, invalida esta

aparente imparcialidad, es, todo como en La noche de Tlatelolco, el número reducido de

42

testimonios de este tipo, y además, el efecto de sorpresa que parece provocar esta

actitud, como se vuelve muy claro en el fragmento siguiente:

“El único que queremos que se quede es el ingeniero De la Torre”.

- ¿Por qué?

- Porque ése sí que es gente, ése sí que sabe respetar.

Este hombre – dice Patricia Obscura – es una maravilla, es una persona lindísima, su

misión específica es el rescate de los cuerpos, pero sabe respetarlos tanto, los ha

respetado muchísimo, como el dolor de la gente aquí ¿Quiere que se lo busquemos?

¿Quiere platicar con él? Está arriba en la obra…

[…]

- Claro que soy mexicano, ciento por ciento, soy el clásico representante de la clase media

mexicana. He estado trabajando aquí por orden de la vocalía.

- ¿Cuál vocalía?

- Covitur, Comisión de Vialidad y Transporte Urbano, ésa es la vocalía.

- ¿Usted pertenece al gobierno?

- Sí, por qué le sorprende.

(Poniatowska, 1988, p. 231)

Estas personas son apreciados y descritos con superlativos y expresiones como “todo un

caballero” (Poniatowska, 1988, p. 201) o “una maravilla” de lo que se puede deducir

también que no encuentran cada día oficiales solidarios como éstos.

En ambas crónicas, así como en la tercera crónica (Amanecer en el Zócalo), la decisión de

solamente escuchar detalladamente a los marginalizados que no pertenecen a la élite

autoritaria, y de representar este último solamente a través de discursos oficiales,

testimonios de otros, o frases simples cogidas al pasar, ya es una indicación bastante

notable de que Elena toma el partido del pueblo mexicano.

v. El montaje

Como se vuelve ostensible en los testimonios en La noche de Tlatelolco, la mayoría de los

testigos se enfrentan al gobierno del PRI que “no dialoga, monologa” (Poniatowska,

1971, p. 90). “Hace cincuenta años que el gobierno monologa con el gobierno”

(Poniatowska, 1971, p. 38). El contraste entre el monólogo y la univocidad del gobierno,

y el diálogo y la polifonía de la gente, que todavía está fuertemente presente en ’85, se

acentúa en el montaje de las dos crónicas. De todos los testimonios que oía Elena

Poniatowska en los días del movimiento y del terremoto y durante las semanas después,

seleccionó las partes más significantes para sus crónicas y las ordenó de modo que se

destaca bien este contraste.

43

A veces corta los testimonios mismos en varias pequeñas partes que después mezcla con

(partes de) otros testimonios y con textos de diversos tipos. De esta manera, resulta que

hay testigos que reaparecen más de una vez. Esta técnica sobre todo la aplica en su

primera crónica en la que es llamativa la recurrencia de las voces de algunos personajes

importantes del Movimiento como las de Tita, Nacha, Pina, el rector Javier Barros Sierra,

etc..

Ordena los fragmentos según temas, y pone así las diferentes visiones y opiniones sobre

el mismo aspecto, una al lado de otra, lo que causa varios efectos.

Primero, salta a la vista que en un bloque temático, casi siempre hay una variedad de

voces proviniendo del campo de las “víctimas” del gobierno frente a una sola voz del

lado de este último. Cuando por ejemplo, en La noche de Tlatelolco, se habla del papel de

los obreros en el Movimiento, hay un delegado del CNH, una maestra, un estudiante, un

obrero y un profesor que toman la palabra y proclaman lo que ellos piensan sobre este

sujeto. Al contrario, las únicas palabras del gobierno se encuentran dentro del

testimonio del obrero, y dan una imagen muy negativa:

Me aplicaron toda clase de torturas y me amenazaron para que yo firmara la declaración

– Mira pendejo, ya llegaste aquí con nosotros, así es que tienes que decir que sí, aunque

no hayas hecho nada. Tienes que declararte culpable porque todos los que llegan aquí se

van al bote, lo hayan hecho o no. Tienes que firmar o te matamos. (Poniatowska, 1971, p.

44)

Así se muestra que los estudiantes y sus partidarios cooperan y dialogan para contar la

historia y para enfrentar al gobierno, mientras que los oficiales nunca aceptan respuesta

o polifonía, sino sólo monologan.

Reuniendo los testimonios de diferentes personas sobre el mismo tema, se crea la

repetición de descripciones iguales de los sucesos, lo que refuerza el mensaje y la

credibilidad para el lector. Por ejemplo parece inhumano e imposible que en ’68 habían

helicópteros que planeaban en circuito por encima de la Plaza de las Tres Culturas y que

con ametralladores disparaban sobre los manifestantes, pero cuando se lee varios

testimonios en los que se describe la misma situación, no se puede negar su veracidad.

Cuando me di cuenta de que el helicóptero bajaba peligrosamente sobre la Plaza de las

Tres Culturas y ametrallaba a la gente – se veían rayas grises en el cielo – me quedé tan

asombrada que dije: “No, esto no es verdad, es una película; esto sólo lo he visto en el

44

cine. ¡No son balas de verdad!” Seguí caminando, como ida, como loca hasta que la gente

me detuvo.

● Elvira B. de Concheiro, madre de familia (Poniatowska, 1971, p. 174)

Dos helicópteros que mantenían vigilancia desde el aire sobre el desarrollo del mitin

estudiantil descendieron y sus tripulantes dispararon contra los tiradores que se

encontraban en las azoteas de los edificios. […]

● “Hubo muchos muertos y lesionados, anoche”, La Prensa, 3 de octubre de 1968

(Poniatowska, 1971, p. 174)

Podría reconocer al hombre que iba disparando desde el helicóptero, de lo cerca que

pasó.

● Ema Bermejillo de Castellanos, madre de familia (Poniatowska, 1971, p. 174)

Desde entonces no puedo ver un helicóptero sin que me tiemblen las manos. Muchos

meses después de haber visto – y eso, desde mi coche- al helicóptero disparar sobre la

multitud, no pude escribir a mano de tanto que me temblaba…

●Marta Zamora Vértiz, secretaria (Poniatowska, 1971, p. 174)

Asimismo, la repetición del reproche por varios testigos en Nada, nadie sobre la

incompetencia de los diputados del gobierno, hasta el rechazo de ayudo nacional e

internacional, hace creíble lo que parece imposible. Aparecen muy frecuentemente,

dispersos por todo el libro:

- ¿A qué fue el señor Presidente al Seguro Social?

- A que le dieran tres años más de incapacidad.

(Poniatowska, 1988, p. 101)

A raíz de que hicimos un plantón en la Calzada de Tlalpan – junto al metro – empezaron a

llegar autoridades oficiales y no invadieron diputados, senadores, procuradores del

trabajo, toda la fauna gubernamental que trajo cantidad de promesas, pero casi nada

concreto. […]

(Poniatowska, 1988, p. 155)

EL EJÉRCITO NO HACÍA NADA

[…] El sábado en la noche, cuando empezó a llegar la ayuda extranjera, vi a un mayor del

ejército repartir entre sus soldados cobijas y bolsas de dormir. ¿No que eran para los

damnificados? Esto lo vi a la altura de las calles de Río de la Loza e Isabel la Católica.

(Poniatowska, 1988, p. 184)

Cuando se yuxtaponen comentarios de varias voces sobre los mismos sucesos, también

ocurre que se encuentran dos o más descripciones u opiniones contradictorias de gente

que pertenece al mismo “lado”. Así Poniatowska opone su texto al periodismo

convencional con sus noticias homogéneas. De estas voces distintas se deriva por

45

ejemplo que no todos tienen una idea tan positiva sobre los estudiantes. Aquéllos que

favorecen a los manifestantes, como Marta Zamudio, son inmediatamente contradichos

por otros:

Yo siempre les doy en los “altos” cuando me piden. Me gusta ver sus caritas jóvenes en la

ventanilla de mi coche. Les doy un peso, tres pesos, el suelto que tenga a mano… Por lo

menos los estudiantes son más guapos, más expresivos que los colocadores.

● Marta Zamudio, cultora de belleza

Yo no recibí educación en ninguna escuela porque mis padres no pudieron dármela; pero

si la educación que imparten ahora es la de los estudiantes entonces prefiero no haber

ido a la escuela. Nunca he oído a gente más irrespetuosa, más grosera y más mal hablada.

●José Álvarez Castañeda, pesero en el trayecto Diana-Zócalo

(Poniatowska, 1971, pp. 83-84)

vi. El lenguaje coloquial16

También mediante la lengua, Poniatowska opone la gente al gobierno. El lenguaje

coloquial muy directo contrasta con la lengua oficial y demagógica que utiliza el

gobierno. Utilizando sobre todo testimonios orales como fuentes de su escrito, intenta

transcribir lo más literalmente posible lo que sus testigos, procedentes de las clases

media y baja, le dicen.

En La noche de Tlatelolco son sobre todo estudiantes quienes toman la palabra. Por eso,

la lengua aun es bastante formal y compleja. Con su grado de educación son capaces de

aludir a conceptos abstractos que pertenecen a esferas especializadas, o a ideas

sofisticadas con valor simbólico:

- En física – respondió el Pino – todos los conceptos están sujetos a continuo cambio. Una

teoría nunca se considera completa, ni mucho menos se piensa que la opinión de un

fulano sea definitiva.

● Salvador Martínez della Rocca, Pino, del Comité de Lucha de la Facultad de

Ciencias, en DA (Poniatowska, 1971, p. 41)

Yo nunca he pensado realmente en Zapata como en un símbolo estudiantil, un emblema,

Zapata ya está integrado a la ideología burguesa; ya se lo apropió el PRI. […]

● Claudia Cortés González, estudiante de Ciencias Políticas de la UNAM

(Poniatowska, 1971, p. 40)

16 Este parte se basa generalmente en el artículo de Claudia Parodi: (Parodi, 2008)

46

No obstante, hay diferencia entre su lenguaje, en el que utilizan algunos términos y

expresiones típicos de la lengua coloquial de la clase media, y la lengua oficial, correcta.

Se dice por ejemplo “dizque” en vez de “se dice que”, o utilizan palabras como “rucos”

para “padres”, o “el bote” para “la cárcel”:

Me acababa de regalar Marili un retrato bellísimo que tengo del Che Guevara, muy

grande y muy bonito, ¿ves?, pero debe haber estado borracha cuando me lo dio porque

dizque le habían ofrecido doscientos dólares por él. (Poniatowska, 1971, p. 88)

Mis “rucos” consideran que sus principios son inmutables. (Poniatowska, 1971, p. 23)

- […] Tienes que declararte culpable porque todos los que llegan aquí se van al bote, lo

hayan hecho o no. Tienes que firmar o te matamos. (Poniatowska, 1971, p. 44)

A veces, estos dos registros se entremezclan dentro del mismo párrafo. Al lado de

palabras como “politizar” y “visión”, aparecen entonces otras como “fresiza” y

“macanazo”17:

Como había un ambiente de discusión política, adquirieron una visión distinta de la

relación entre gobernantes y gobernados. El Movimiento politizó a mucha gente. La

Ibero, que es la “fresiza” en su máxima expresión, también hizo pintas, repartió volantes

y asistió a las manifestaciones, a pesar de los macanazos. (Poniatowska, 1971, p. 96)

La diferencia con el discurso oficial del gobierno está presente, pero no tanto como en

las dos otras crónicas, donde sobre todo la clase baja toma la palabra. El abismo entre

este lenguaje muy coloquial y el discurso gubernamental es mucho más ancho. En el

testimonio de Salomón Reyes, en Nada, nadie, se encuentra, por ejemplo, usos

particulares de palabras como los arcaísmos “vide” o “desató”, o las formas analógicas de

los diminutivos como “claritamente” o “toditos”. Estos tipos de deformación de la lengua

oficial son numerosos en los testimonios de este libro.

Vide cómo se desató el temblor desde el estacionamiento Z-650 […] Vide claritamente

cómo se cayó el edificio […] Toditos a correr unos por un lado y otros por otro […]

(Poniatowska, 1988, pp. 55-56)

También en Amanecer en el Zócalo se encuentran varios mexicanismos y nahualismos:

Lo hemos señalado, es como si el país se dividiera en ‘pirrurris y nacos’, en izquierdas y

derechas […] (Poniatowska, 2007, p. 308) 18

Jesusa me llama: “¡Qué Chingadazo! […] (Poniatowska, 2007, p. 290) 19

17 Estas palabras significan respectivamente “conjunto de gente elegante” y “garrotazo”. 18 “Pirruris y nacos” significa “pedantes y vulgares”

47

[…] jamás volverá a cortarse el pelo ni a dejar de vestirse de huehuenche. (Poniatowska,

2007, p. 125) 20

La lengua utilizada por ambos partidos es un rasgo muy importante que los distingue

uno de otro, y que destaca bien el contraste en estas tres crónicas. El pueblo mexicano,

con su estilo directo y sencillo se opone claramente al gobierno que maneja un discurso

demagógico para engañar a su pueblo.

c. Estrategias para aumentar y crear un determinado ambiente

i. Paratexto: comprueba de veracidad

El paratexto contiene los mismos elementos en cada una de las crónicas:

agradecimientos y fotografías. Ambos contribuyen a la autenticidad y la veracidad de los

relatos.

Los agradecimientos de las dos primeras crónicas acentúan desde el inicio el carácter

testimonial de las obras y comprueban la autenticidad de los testimonios. Esta acción

también destaca la importancia de los testigos para las dos obras, lo cual se vuelve aún

más claro en la comparación con los agradecimientos de Amanecer en el Zócalo, en los

que no da sus gracias a los testigos que cita. En esta última crónica los testigos

desempeñan un papel mucho menor.

En las tres crónicas, el texto está completado por una serie de fotografías en blanco y

negro que ilustran los acontecimientos expuestos en los libros. Estas series se

encuentran al inicio de La noche de Tlatelolco y de Amanecer en el Zócalo, y repartidas en

tres partes dispersas en Nada, nadie. Vienen acompañadas de pequeños fragmentos

derivados de los testimonios que aparecen en la crónica, para explicar lo que está

pintado en las fotos y para completar las imágenes que a los lectores ya son evidenciadas

por los ojos en los textos. Las fotos no son sometidas a la censura, y por consiguiente

muestran sin escrúpulos el estado sangrante de la Plaza de las Tres Culturas en ’68 y de

todo la Ciudad de México en ’85. En las fotos que introducen La noche de Tlatelolco, se

ven claramente los coros que se leen después en el libro, las manifestaciones descritas,

el montón de tanques presentes en estos momentos, el pánico y los muertos causados

por la intervención violenta del 2 de octubre, hasta la situación de los presos políticos en

Lecumberri. Las fotos en Nada, nadie, muestran manifiestamente los estragos después

19 “Chingadazo” significa “golpazo” 20 “Vestirse de huehuenche” significa “vestirse de traje indígena”

48

del terremoto con imágenes de edificios derrumbados y personas gravemente heridas, y

la solidaridad de toda la gente que forma cadenas para rescatar a víctimas que quedaban

atrapadas en las ruinas. En Amanecer en el Zócalo, las imágenes comprueban el carácter

artístico de las protestas y la inmensa masa que estaba presente. “Todas estas

fotografías son recuerdos de la memoria colectiva, testigos fehacientes de los eventos

dolorosos y traumáticos por los que pasaron los mexicanos entre 1986 y 2006.” (Parodi,

2008, p. 128) Contribuyen a la veracidad de la historia, lo cual es importante en una

sociedad en la que el pueblo nunca está confrontado con esta cara callada de la realidad

en la prensa oficial.

(fotos respectivamente de La noche de Tlatelolco, Nada, nadie y Amanecer en el Zócalo)

ii. La estructura

Como le conviene a una verdadera crónica, las tres obras están estructuradas

cronológicamente, pero no obstante se difieren mutuamente. En las dos primeras obras,

la cronología está presente, pero cubierta por una estructura temática más importante y

llamativa. En cada obra, la estructura contribuye a la claridad de la historia y al ambiente

realista que quiere crear.

La estructura cronológica de La noche de Tlatelolco, se expresa en la división del libro en

dos grandes partes. La primera parte, Ganar la calle, cuenta sobre la historia del

Movimiento y de la violencia aumentando que acompaña a las manifestaciones antes del

2 de octubre. En la segunda parte, La noche de Tlatelolco, se reúnen testimonios sobre el

día mismo del 2 de octubre y sobre las víctimas que después se encuentran en hospitales

con heridos o en casa con traumas. Esta forma mínima de estructura cronológica es

necesaria para que el lector pueda ordenar la multitud de jirones de texto que

componen estos dos grandes capítulos.

49

Como ya he mencionado más arriba, en La noche de Tlatelolco, Poniatowska cortó los

testimonios en menores partes y las mezcló con otros testimonios y otros tipos de textos

como artículos, coros, poemas, canciones, etc. . Todos los fragmentos están claramente

alineados y siempre de la misma manera: después de cada fragmento hay una

especificación del tipo de texto (en el caso de coros, mantas, canciones, etc.) o una

identificación del testigo, o del periodista que escribió el artículo y el periódico por lo

cual trabajaba, introducido por ●. Aunque da la impresión de un relato muy

fragmentado, no obstante forma un todo coherente que genera un efecto emocional muy

detenido. Las combinaciones de diferentes estilos a veces forman contrastes de tal

manera que se refleja perfectamente el estado inestable y explosivo de la situación. En el

ejemplo siguiente, se habla en dos fragmentos sucesivos sobre jóvenes que van pintando

propaganda del Movimiento en muros de edificios muy notables del gobierno. Esta

pequeña excursión termina de forma positiva para el primero testigo, Jan Poniatowski,

pero negativa para el segundo joven, que muere. Este contraste aun fue ampliado por los

diferentes tipos de texto. Jan Poniatowski cuenta entusiastamente a su hermana lo que

viene de hacer, después de que la muerte del segundo joven haya sido reportada de

manera muy seca en un artículo del periódico Excelsior.

- Por qué llegaste tan tarde anteanoche?

- Porque hicimos una pinta.

- ¿En dónde pintaron?

- En el Palacio…

- ¿ En el Palacio de Hierro?

- No, allí no.

- Entonces, ¿en cuál palacio?

- En Palacio.

- ¿ En Palacio Nacional?

- Sí.

- ¡Por Dios!, ¡están locos de remate! ¡Los pueden matar! ¿Qué les pasa? Están totalmente

virolos…

- Somos inmortales… Además todo lo tenemos recién estudiado, la hora, quién echa

aguas, el coche andando, la cantidad de pintura, tú olvídate mi vieja que pa’pintas somos

expertazos.

- Ay, no es cierto, no te creo. Pero, ¿quién les dijo que hicieran eso?

- Por ai, por ai…

- Y anoche, ¿qué hiciste? También llegaste tardísimo…

- ¡Ah!, anoche fuimos al Capri…

- ¿Al Capri? ¿A qué?

- Por puntada. Es una tumba aquello, puros muertos haciendo que se divierten, puras

calacas brindando y un pinche show del añodel caldo, gachísimo… Íbamos con tres

50

cueritos y nos pelamos Oswald, Javier y yo sin pagar la cuenta. Se lo merecen por

tarados…

- Ay Jan, se están muriendo muchachos, hay desaparecidos, suceden cosas muy graves y

tú una noche haces una pinta y a la otra vas al Capri y te sales sin pagar. ¿Qué les pasa?

De veras, están locos…

- No mana, así es esto. ¡Son ondas que nos entran!

● Jan Poniatowski Amor, estudiante de la Preparatoria Antonio Caso

Un estudiante de 19 años de edad – Luis González Sánchez- perdió la vida a manos de un policía, el 17 de noviembre 1968, por el delito de ser sorprendido pintando propaganda del Movimiento en una pared, cerca del Periférico.

● Excélsior, 19 de noviembre de 1968

(Poniatowska, 1971, pp. 39-40)

En Nada, nadie, la estructura mucho menos clara sobre todo crea el ambiente de caos

que reina en la Ciudad de México después del temblor devastador. Aunque no hay una

subdivisión tan explícita que en La noche de Tlatelolco, se pueden identificar tres

grandes partes en este libro. La primera parte, introducida por Jueves 19 septiembre,

1985 (Poniatowska, 1988, p. 11), describe el propio terremoto y las horas que lo siguen

inmediatamente. La segunda parte comienza con A cada quien su sismo. 20 de septiembre

(Poniatowska, 1988, p. 59). En esta parte, se describen los actos de solidaridad de los

sobrevivientes en la semana inmediatamente después del temblor, y las reacciones

diferentes de varios periódicos de la Ciudad. La tercera parte, iniciado por El temblor

visto por la provincia (Poniatowska, 1988, p. 101), en la que se lee sobre las diferencias

entre los comentarios que se hacían en los periódicos provinciales, y sobre las secuelas

largas del temblor. (Castillo B. V., 2009, pp. 11-12) Esta subdivisión no explícita, es, todo

como en La noche de Tlatelolco, una ayuda para el lector que siempre busca estructura

en el texto caótico, para entenderlo mejor.

Los testimonios tampoco son demarcados tan enfáticamente. Los textos de autores y

testigos más o menos identificados se entrelazan muy fluidamente. La identificación no

interrumpe la lectura como en La noche de Tlatelolco, pero está insertada sutilmente en

el discurso del testigo o se relaciona en estilo con el texto que introduce.

Tenemos un plan de emergencias que consiste en concentrar todo el hospital en un solo

mando que es Urgencias. La mañana del 19 de septiembre – dice el doctor Valente

Aguilar Zinzer, pediatra en Urgencias del Instituto Nacional de Pediatría-, el director del

hospital nos dijo: […] (Poniatowska, 1988, p. 169)

51

El joven Alejandro Pérez Lara Pardo, hijo del ingeniero Raúl Pérez Pereyra, se enteró en

París de la catástrofe del 19 de septiembre, en la cual perdió a su madre, a su hermana

Diana y a sus dos sobrinos Leonardo y Orlando: […] (Poniatowska, 1988, p. 124)

Además, los títulos que aparecen a los inicios de bloques de texto, no indican un cambio

de locutor, sino definen el contenido y ayudan a estructurar temáticamente el texto. Son

cada vez de una tipografía idéntica, por lo que se parecen mucho, y por consiguiente se

vuelve difícil distinguir los límites precisos de los testimonios. Cortando los testimonios

en pequeños fragmentos y entremezclándoles, Poniatowska crea con su estructura una

metáfora del ambiente caótico de la situación actual. Como en la realidad es imposible

identificar “qué ladrillo o qué barra de metal pertenece a cual construcción porque la

violencia del terremoto ha eliminado esas fronteras” (Castillo B. V., 2009, p. 23), no es

evidente en su texto saber qué palabra salió de la boca de qué persona?

La estructura de Amanecer en el Zócalo se diferencia de la de las dos otras crónicas, por

su cronología marcada que se pone en primer plano. El texto en general está dividido en

cuatros grandes capítulos: (1) La decisión, (2) Llamado a mi puerta, (3) Somos Millones, y

(4) Un nuevo derecho: la felicidad. Igual a las dos otras crónicas, esta estructura mayor

crea un cuadro general cronológico. Por otro lado, en contraste con La noche y Nada,

nadie, la estructura interna de estos capítulos, también es cronológica. Los capítulos se

dividen, como le conviene a un diario, en partes que siempre describen un día. Adquiere

así un relato lineal en el que se ve claramente la evolución de la lucha por la democracia.

Concluimos que sólo en la última crónica hay una estructura verdaderamente marcada.

Eso puede tener como razón que durante el plantón, Poniatowska fue participante activa

y se encontraba en medio de la acción, mientras que en las dos otras crónicas veía todo

desde la línea de banda y por eso era más difícil estructurar la multitud de material que

recibió en muy poco tiempo.

52

4. Conclusión

Nos hemos propuesto contestar a dos preguntas de investigación en este estudio: ¿Los

textos del corpus se pueden describir como crónicas? ¿Podemos trazar una evolución a

través de los tres textos del corpus?

En cuanto a la primera pregunta, al final de esta investigación, y basándonos en nuestra

aproximación genérica a los tres libros del corpus, está permitido concluir que las tres

obras analizadas se pueden incluir en el género de la “crónica” con razón. Basándonos en

la definición teórica del género crónica, formulada en la segunda parte del segundo

capítulo, y fundamentando nuestro discurso en la descripción de las características más

peculiares del género, explicadas en la última parte del segundo capítulo, vimos en el

estudio empírico que muchos rasgos inherentes a este género se reconocen en La noche

de Tlatelolco, Nada, nadie y Amanecer en el Zócalo.

Ofrecemos, a continuación, un resumen de los rasgos más destacados del género que

están presentes en las obras del corpus. Se trata de los rasgos siguientes: (1) el núcleo

noticioso como base, (2) la estructura cronológica, (3) el hecho de que el autor está

testigo presencial, (4) la inserción implícita de la opinión personal del autor, y

finalmente (5) la lengua clara y sencilla, muchas veces coloquial.

En primer lugar, los textos analizados tienen como base un hecho noticioso de la

actualidad, en los que el autor imprime de varias maneras su sello personal sin que

abandone la veracidad. Además, aunque no siempre está tan claro, la estructura

fundamental de cada obra es de carácter cronológico, como lo dicta explícitamente el

origen de la palabra “crónica” y como lo describe cada definición del género. En la última

crónica, esta estructura sale muy marcada en la forma del diario: los capítulos tienen

como título la fecha del día que se describe. En las dos otras crónicas, son las grandes

partes en las que las obras son subdivididas, que indican el carácter cronológico del

relato.

En segundo lugar, como le conviene a una verdadera cronista, Elena Poniatowska fue

testigo presencial de las manifestaciones de 1968 y del desastre de 1985, hasta

participante muy activa en el plantón de 2006. A través de las historias de testigos que

entrevistó y de la transcripción de sus propias experiencias en su diario (en el caso de

53

Amanecer en el Zócalo), completado con otros tipos de texto, da una imagen muy

completa de los acontecimientos en la que implícitamente da a conocer su propia

opinión. Esto puede parecer paradójico, pero no lo es. Para propagar sus propias ideas,

Elena, como testigo, no toca a la veracidad de los hechos descritos. Indica veladamente

su opinión a través de la selección de textos y de hechos que menciona o no, y del

montaje de los fragmentos,

En tercer lugar, un último rasgo que determina que estas obras pertenecen al género de

la crónica, es la lengua que se utiliza en ella. Ésta es muy directa y transparente, e

incluye expresiones regionales del lenguaje coloquial, para que un público ancho pueda

leer y comprender el texto. Otra función de un lenguaje coloquial es el de aproximar el

texto al público y conseguir que el lector se reconozca más fácilmente en las situaciones

personales descritas y se identifique con los ‘personajes’.

Pasando a la segunda pregunta de la investigación del presente trabajo, cabe señalar la

evolución que experimenta la cronista a través de las tres crónicas. La autora toma

partido de manera implícita en La noche de Tlatelolco (1971) y Nada, nadie (1988), en

las que oculta su presencia para dar una impresión objetiva. En una fase posterior, toma

partido de manera muy explícita en Amanecer en el Zócalo (2007), en la que su propia

punto de vista está en el centro de la atención, puesto que es un diario personal. No

obstante, su objetivo siempre fue lo mismo: dar una voz a los que no la tienen. Podemos

lanzar la hipótesis según la que este cambio de enfoque se relaciona con la evolución

personal de la autora. Proveniente de un ambiente adinerado, se interesa para la gente

de clases más bajas que la suya, o, en el caso de La noche de Tlatelolco, de los

intelectuales y los estudiantes que no fueron oídos por el gobierno al cual se oponían.

Metiéndose de lleno en la vida de este pueblo, entrevistándoles durante muchos años

para sus artículos periodísticos, pero también para sus novelas y otras obras literarias,

gana su confianza y se convierte de mera portavoz en uno de ellos. Elena Poniatowska se

perfila y se comporta durante estas décadas cada vez más como una de ellos, y por eso

puede permitirse el lujo de desempeñar el papel de representante en Amanecer en el

Zócalo.

El corpus estudiado es muy reducido y nos damos cuenta de ello. Sin embargo, a través

de este estudio hemos querido llamar la atención sobre un género descuidado, y que sin

embargo destaca no solo por la relevancia social e histórica que tiene, sino también por

54

la riqueza literaria que se plasma en el sello personal del cronista. En este sentido, este

estudio modesto se propone ser un pequeño aporte al terreno de los estudios del género

de la crónica y, a la vez, un estímulo para que en el futuro los críticos realicen un estudio

más global y amplio, desde el enfoque genérico, a un corpus más amplio de crónicas

hispanoamericanas.

55

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