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Actas XIV Congreso AIH (Vol. II). María José ALONSO VELOSO. La «dispositio» de «Su espada ... - La dispositio de Su espada por Santiago de Francisco de Quevedo: una arriesgada apuesta por la refutación María José Alonso Veloso UNIVERSIDADE DE VIGO EL SEGUNDO MEMORIAL 1 con el que Quevedo intercede en favor del patronato único del Apóstol en España,2 Su espada por Santiago, constituye una cuidada muestra de aprovechamiento de las armas retóricas legadas por la tradición clásica para influir en el monarca, Felipe IV. En diálogo con la dispositio de su anterior escrito--el Memorial por el patronato de Santiago-, aunque procurando una mayor trabazón y un enriquecimiento de su densidad argumentativa por acumulación de pruebas, auctoritates y figuras, esta nueva obrita circunstancial sigue también los preceptos de la retórica para la estructura del discurso, que, según el ordo natura/is, debía contener cuatro partes sucesivas: exordium, narratio, argumentatio y peroratio o conclusio. A cada una de ellas corresponde una determinada función, que Quintiliano resumía en su lnstitutio Oratoria como «proemiis praeparare, docere expositione, argumentis probare, affectibus commovere». 3 1 Sobre las características generales de los memoriales que Quevedo dirigió a Felipe IV y su relación con otras obras del escritor, véase Alfonso Rey: «Los memoriales de Quevedo», Edad de Oro, XII, 1993. 2 Léanse, para la cuestión del patronato, Filgueira Valverde, J.: «Nuevos documentos para la historia del Patronato jacobeo», Boletín de la Real Academia Gallega, t. XIV, 1924, 189 y ss. y, para el desarrollo de esta polémica, el exhaustivo estudio historiográfico de Ofelia Rey Castelao: La historiografía del Voto de Santiago, Santiago de Compostela, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Santiago, 1985. Para el contexto histórico y la complicada situación del escritor en la época, véase J. H. Elliot: El Conde-Duque de Olivares, Barcelona, Crítica, 1991, 327-360 y ss.; Spain and its World 1500-1700, New Haven and London: Yale University Press, 1997, 194-195; y Pablo Jauralde: Francisco de Quevedo (1580-1645), Madrid, Castalia, 1999, 541 y ss. 3 Quintiliano: Institution Oratoire, París, Les Belles Lettres, 1977 [IX, 4, 4]. Aristóteles considera que sólo la exposición del asunto y la persuasión o demostración retórica de los argumentos son necesarias, pero su análisis de la dispositio revela también una división cuatripartita (Retórica, Madrid, Gredos, 1999, 14a32-14b20). 27 t- Centro Virtual Cervantes

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La dispositio de Su espada por Santiago de Francisco de Quevedo: una arriesgada

apuesta por la refutación María José Alonso Veloso

UNIVERSIDADE DE VIGO

EL SEGUNDO MEMORIAL 1 con el que Quevedo intercede en favor del patronato único del Apóstol en España,2 Su espada por Santiago, constituye una cuidada muestra de aprovechamiento de las armas retóricas legadas por la tradición clásica para influir en el monarca, Felipe IV. En diálogo con la dispositio de su anterior escrito--el Memorial por el patronato de Santiago-, aunque procurando una mayor trabazón y un enriquecimiento de su densidad argumentativa por acumulación de pruebas, auctoritates y figuras, esta nueva obrita circunstancial sigue también los preceptos de la retórica para la estructura del discurso, que, según el ordo natura/is, debía contener cuatro partes sucesivas: exordium, narratio, argumentatio y peroratio o conclusio. A cada una de ellas corresponde una determinada función, que Quintiliano resumía en su lnstitutio Oratoria como «proemiis praeparare, docere expositione, argumentis probare, affectibus commovere».3

1 Sobre las características generales de los memoriales que Quevedo dirigió a Felipe IV y su relación con otras obras del escritor, véase Alfonso Rey: «Los memoriales de Quevedo», Edad de Oro, XII, 1993.

2 Léanse, para la cuestión del patronato, Filgueira Valverde, J.: «Nuevos documentos para la historia del Patronato jacobeo», Boletín de la Real Academia Gallega, t. XIV, 1924, 189 y ss. y, para el desarrollo de esta polémica, el exhaustivo estudio historiográfico de Ofelia Rey Castelao: La historiografía del Voto de Santiago, Santiago de Compostela, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Santiago, 1985. Para el contexto histórico y la complicada situación del escritor en la época, véase J. H. Elliot: El Conde-Duque de Olivares, Barcelona, Crítica, 1991, 327-360 y ss.; Spain and its World 1500-1700, New Haven and London: Yale University Press, 1997, 194-195; y Pablo Jauralde: Francisco de Quevedo (1580-1645), Madrid, Castalia, 1999, 541 y ss.

3 Quintiliano: Institution Oratoire, París, Les Belles Lettres, 1977 [IX, 4, 4]. Aristóteles considera que sólo la exposición del asunto y la persuasión o demostración retórica de los argumentos son necesarias, pero su análisis de la dispositio revela también una división cuatripartita (Retórica, Madrid, Gredos, 1999, 14a32-14b20).

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Aunque las técnicas concretas de argumentación retórica que el autor despliega de forma sistemática en el memorial ya han sido analizadas,4 conviene observar en qué medida aquéllas se integran en un diseño estructural que afecta a la totalidad del escrito impregnando forma y contenido con la savia de la oratoria. La deuda con esta disciplina en cuanto a dispositio y técnicas argumentativas se hará patente en un análisis que permitirá observar cómo la explotación de sus posibilidades no implica una subordina-ción total a la rígida estructura postulada por los retóricos; su desdibujamiento parcial e interesado parece estrategia diseñada con un propósito más o menos explícito del escritor.

Quevedo concibe el exordio de su memorial-parte del discurso que, de manera ortodoxa, supone la primera ocasión de obtener la simpatía del juez, en este caso, el monarca-, como una insinuatio, fórmula especial muy apropiada cuando la parte contraria «ha ganado ya al público para su causa».5 Así, de los tres mecanismos proemiales que los teóricos reconocen como apropiados, 6 utiliza de manera preferente los medios afectivos derivados de la benevolentia, para influir sobre el subconsciente del interlocutor en un sentido favorable a su causa y captar su simpatía, mediante el uso de recursos psicológicos entre los que destaca la imputación contra sus adversarios. Y el intento de captar la benevolencia del monarca se materializa en una hábil combina-ción de las cuatro vías suministradas por la retórica: la alabanza de uno mismo, el vituperio de la parte contraria, el halago al interlocutor por su reconocida capacidad para juzgar en el conflicto y, de manera combinada, el elogio del punto de vista de la causa propia y la crítica contra el del contrincante [Lausberg, 273-278].

La laudatio al monarca constituye uno de los ingredientes más significativos del exordio de Su espada: situada al principio y también al final del mismo, confiere a esta parte una acusada circularidad que enfatiza la necesaria implicación del monarca en el conflicto, porque el rey, caracterizado por su grandeza y espíritu de justicia, desea más que nadie la gloria del Apóstol y no puede consentir que se le mengüe su honra para favorecer a Santa Teresa, pero también porque, en justa compensación, Santiago intercederá por él para que el mundo entero le reverencie:

Cierto es que vuesa majestad desea más la gloria del santo Apóstol, solo y singular

4 Véase Azaustre Galiana, Antonio: «Técnicas de argumentación retórica en Su espada por Santiago, de Francisco de Quevedo», Criticón, nº 71, 1997, 105-115.

5 Lausberg, Heinrich: Manual de retórica literaria, Madrid, Gredos, 1966, 280. La idoneidad de esta formulación especial del exordio se entiende si se tiene en cuenta que los adversarios de Quevedo, partidarios del copatronato de Santa Teresa, habían conseguido ya sus pretensiones.

6 Son iudicem benevolum, docilem y attentum parare. Quintiliano las reconoce, al tiempo que insiste en la función fundamental de esta parte introductoria del discurso: «Causa principii nulla afia est, quam ut auditorem qua sit nobis in ceteris partibus accommodatior, praeparemus. Id fieri tribus maxime re bus ínter auctores plurimus constat, si beniuolum, attentum, docilem fecerimus, non quia ista non per totam actionem sint custodienda, sed quia initiis praecipue necessaria, per quae un animum iudicis, ut procedere ultra possimus, admittimun> [IV, 1, 5].

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patrón de las Españas ( ... ) Pero es más cierto que ni vos, Señor, quereis quitar al Apóstol para dar a la bendita Santa ( ... ) este reconocimiento de la suma igualdad y justificación de la real y soberana persona de vuestra majestad ha sido hazañoso en quitarme el miedo. [426a]7

cuya vida [la del monarca] nuestro Señor alargue por muchos y bienaventurados años; cuyo estado el apóstol Santiago, nuestro único y singular patron, dilate hasta que no haya nacion tan desdichada, que no os reverencie por señor y por padre [426b]

El ejercicio de captatio benevolentiae se extiende también al ámbito de la alabanza propia: Quevedo justifica su propia valía como «parte legítima» en el plei-to--atreviéndose incluso a advertir al monarca sobre su obligación de escucharle-, pero engarza las referencias a su propia persona con la justificación de la obligada intervención de Felipe IV, por ser parte en la contienda:

como á procurador de Santiago, como á caballero profeso en su sagrada religion, como á parte legítima que soy en este pleito entre partes, me debeis oir: que para mí sois juez por vuestra grandeza, y sois parte por la fe católica que profesais y manteneis, y por el nacimiento y texto expreso que dicide esta contienda, por los inmensos beneficios y mercedes que en vuestra monarquía acumula la grande y esclarecida sucesion de los siempre gloriosos antecesores de vuesa majestad [ 426a]

La insinuatio se hace patente de modo especial en el preceptivo vituperio que el escritor incluye de la parte contraria, imputándole su incoherencia y falta de criterio, esto es, restando credibilidad a la causa carmelita para que pierda el favor real; se trata sólo de un esbozo de la sistemática destrucción de los argumentos esgrimidos por los partidarios de Santa Teresa que practicará en la argumentatio del memorial. Y el ataque contra la conducta interesada y la inconstancia de sus adversarios se individualiza en la persona del doctor Balboa de Morgovejo, quien sólo un año antes había criticado lo que en el momento presente defendía:

y conocerá vuestra majestad cuánto inconveniente es que un propio sugeto en una misma causa sea diferente dotor cada semana. Y quien hoy escribe lo que le piden, y ayer escribió lo que quiso, cuando no escribe la voluntad propia escribe la ajena, y la razon y la justicia no conocen su alegacion [426a]

El exordio se cierra con una partitio, 8 esto es, una enumeración a modo de

7 Todas las citas de Su espada por Santiago que se incluyen proceden de la edición de las obras de Francisco de Quevedo realizada por Femández Guerra, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, tomo XL VIII, 423-458.

8 Quintiliano, que reconoce a la partitio su capacidad para suscitar una mayor atención por

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introducción de los puntos que se van a tratar, especialmente procedente en «materias largas y complicadas de la narración» [Lausberg, 34 7]. En ella Quevedo apunta la división del discurso en seis tratados de extensión diversa, fijados según criterios temáticos ajenos a la dispositio retórica de la materia: el primero incluye una «protesta» de su intención; el segundo, una «confesión fervorosa y rendida de los milagrosos méritos de santa Teresa de Jesús»; el tercero, la «respuesta del dotor Balboa del año pasado al dotor Balboa <leste año»; el cuarto, el «desengaño de aparentes suposiciones y causas políticas y piadosas» de los padres de la Reforma; el quinto, «la única irrefragable verdad <leste patronato»; y el sexto, «el cauterio de la verdad» a propósito de la defensa realizada del copatronato de santa Teresa.

A la parte introductoria sucede el primer tratado del memorial, que se corresponde-ría con la narratio del discurso, la anticipación parcial del estado de la causa [Lausberg, 289 y ss.] con el fin de instruir al auditorio sobre el motivo de la controversia.9 Y Quevedo no sólo urde la narración con un anticipo de la materia que va a ser probada, sino que, siguiendo las recomendaciones de Aristóteles,'º engarza esta propuesta con un ejercicio de constante contraposición entre la virtud de los defensores de Santiago y la maldad manifiesta de los partidarios de la causa teresiana, basado en un empleo profuso de auctoritates, enumeraciones acumulativas, gradationes ascendentes y cambios de entonación al servicio de un patetismo favorable a la propia causa. Pero es, quizá, la obsecratio la figura retórica más significativa en un escrito que en ningún momento deja de lado la súplica insistente al monarca, muchas veces teñida por un insolente afán de recordarle sus obligaciones e influir en sus decisiones.

La autoridad de Quintiliano y del rey David sirven de refrendo al enfrentamiento entre quienes importunan a Felipe IV y «destilan veneno en el corazon real» [ 427 a ]-un aviso diáfano sobre el riesgo que puede esconderse en los consejos de sus asesores, porque «todo el séquito de palabras que rodea la atencion de los monarcas ( ... ) poca salud tiene, y grande peligro disimula» [427a]-y la palabra de Dios, que parece estar encamada en Quevedo y los defensores del Apóstol. Esta delimitación de las partes de la causa se redondeará un poco más adelante, cuando el escritor enfrente sus sencillas

parte del interlocutor y, también, para una exposición más clara del asunto, apunta sobre esta parte del discurso que «partitio est nostrarum aut adversarii propositionum aut utrarumque ordine conlocata enumeratio. Hac quidam utendum semper putant, quod eafiat causa lucidior et iudex attentior ac docilior, si scierit et de quo dicimus, et de quo dicturi pastea sumus» [IV, 5, 1].

9 Afirma Quintiliano que «narratio est rei factae aut ut factae utilis ad persuadendum expositio, uel, ut Apollodorus finit, oratio docens auditorem quid in controuersia sit» [IV, 2, 31].

1 O La Retórica aristotélica apuntaba la conveniencia de aprovechar ya la narratio para encarecer las propias virtudes del orador o la conducta reprobable de la parte contraria: «[el éxito reside] en decir aquello que aclara el asunto o que permite saber que efectivamente ha sucedido o que con él se ha provocado un daño o cometido un delito, o que la cosa tiene la importancia que se le quiere dar ( ... )también <conviene> añadir a la narración todo lo que dirija la atención, sea a la virtud propia ( ... ) sea a la maldad del adversario ( ... ) sea, en fin, a lo que place a los jueces» [1999: 17a01-07].

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y lícitas pretensiones---con el auxilio de una prueba interna basada en un escrito del padre Francisco de la Concepción-a las de los padres de la reforma: ellos piden para Santa Teresa un patronato que ha sido exclusivo del Apóstol durante 1.600 años; Quevedo, sólo audiencia en defensa de Santiago:

Comedida es nuestra pretension, encogida y desigual á la de los padres: ellos os piden para santa Teresa el patronato que ha poseido el santo Apóstol mil y seiscientos años, y vos les distes piadosamente vuestra intercesion: nosotros para Santiago os pedimos audiencia solamente, en defensa vuestra tanto como de nuestro patron [ 428a]

Este enfrentamiento sirve de marco al eje temático del tratado y de la narratio: la intención de Quevedo-parte interesada y legítima en el conflicto-de reafirmar la causa de Santiago al escribir el memorial y la petición concreta que transmite al monarca, sorteando en todo momento mediante alabanzas cualquier posible alusión irrespetuosa a santa Teresa. El escritor justifica su intervención en la polémi-ca-amparando sus palabras con praeiudicia, citas de las palabras de Casiodoro y de Teodorico---por la obligación que todo vasallo tiene no sólo de obedecer al rey, sino, en especial, de informarle, en este caso de las razones que le impiden «donar» a santa Teresa el patronato, pero también de aquéllas que le obligan a intervenir restituyéndose-lo a Santiago:

Vos, Señor, que haceis esto por conocimiento, por obligacion, por herencia de vuestro santo y glorioso padre, de vuestros esclarecidos abuelos, cierto es que no oiréis en secreto á los que detraen, no de su prójimo, sino de su padre, del nuestro, de vuestro capitan, del apóstol primo de Cristo, nuestro único patron y libertador [427b]

Las reiteraciones anafóricas marcan de forma adecuada el propósito de intensifica-ción, canalizado a través de una anticipatio, que adelanta cuál debe ser el comporta-miento del monarca, presionándole para que acate la sugerencia. Y el intento de moldear la voluntad real se extrema con referencias al dolor del propio Apóstol por lo ocurrido, puestas en boca de san Pablo. El buscado patetismo y, también, el afán de moción de los afectos se refuerzan con una interrogatio retórica:

¿y querrán, Señor, que no las oigais, ó que oyéndolas, no deis audiencia á quien os dio á vos y á toda España el conocimiento de Cristo Jesus? [428a]

La narratio, entretejida con un empleo exhaustivo de auctoritates, desglosa la petición concreta de los partidarios de Santiago en tres puntos: que se den grandes honras a Santa Teresa, siempre y cuando sea «sin perjuicio, novedad y diminución del santo Apóstol ni de otro cualquier santo» [428a]; que se ponga remedio al «miedo y horror» que crearon los padres de la Reforma a las iglesias y a la Orden de Santiago,

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porque hay pruebas de que no se puede conceder el copatronato a la santa; y que se oiga a Quevedo en justicia «como a parte legítima que soy» [428a].

En un intento de bordear el peligroso terreno de la amenaza sin provocar la ira del monarca, el escritor concluye esta parte del discurso en forma de preterición, proponiendo una advertencia cuya insolencia se atenúa con referencias a la misericordia divina: las citas de V arrón, san Juan Boca de Oro y Tertuliano recuerdan a Felipe IV que la pereza en la solicitud de la gloria de los santos «suele ser muy culpable» [428a].

Antes de zambullirse en la densidad significativa y retórica de la argumentatio, que abarcará casi cuatro tratados completos, Quevedo concibe el segundo tratado del memorial como una transición encaminada a enfatizar los méritos de santa Teresa y caracterizada desde una perspectiva estilística por el uso y «abuso» de la conciliatio, esto es, por el aprovechamiento de los argumentos de la parte contraria en favor de la propia causa. 11 El discurso retuerce de tal modo las palabras del doctor Balboa que el lector percibe en el escrito quevediano una defensa vehemente de la santa, sustentada en una efectista indignatio, frente a los desatinos de sus supuestos partidarios: por supuesto, no se puede dudar de sus méritos para disfrutar del nombre de patrona, porque «esta duda no solo es indigna, sino delincuente; no es duda sino desvergüenza de mala casta, y que tiene parentesco con error y con la impiedad»; además, «llamará la santa indigna y que no merece, no son palabras, son delitos; horror tengo de referirlas y se me infama el papel con trasladarlas» [ 428b]. Las contradicciones de los defensores de la causa teresiana se subrayan con una interrogatio que desmerece sus argumentos y el tratado concluye con una ponderación hiperbólica de los méritos de una santa que, menos que nadie, desea ver despojado a Santiago:

Para lo que en la santa no hay méritos, ni ella los quiere, es para despojará Santiago violentamente de lo que le dio Cristo, de lo que ganó en la guerra, de lo que le pagaron los reyes y pueblos por la fe y por el conocimiento de Jesucristo que le deben [429a].

El efecto de esta pretendida devoción de santa Teresa hacia el patrón de España se multiplica debido a su ubicación al término de este tratado y, de manera especial, a la organización de su contenido en forma de congeries, 12 de acumulación anafórica que provee al discurso de un gran impacto emotivo.

La argumentatio de Su espada se desarrolla en apariencia a partir de la suma indiscriminada de razones que demuestran la credibilidad de la causa del Apóstol y de argumentos que prueban la insostenibilidad de la opinión contraria, de probatio y refutatio en términos retóricos. El amontonamiento de citas pertenecientes a los ámbitos civil y eclesiástico que se registra en las dos esferas mencionadas se prolonga durante

11 Azaustre apunta dos fines en el empleo de esta figura retórica: refutar el argumento rival y evitar acusaciones sobre una supuesta ofensa a la dignidad de santa Teresa [1997: 110-111].

12 Advierte Lausberg del carácter de «amplificación horizontal» de la congeries, porque «la intensificación gradual( ... ) se consigue mediante la extensión de lo afirmado» [1966: 406].

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los tratados tercero, cuarto y quinto, así como en la primera parte del sexto y último. Pese a la constatación de retóricos clásicos como Quintiliano en el sentido de que la refutatio resulta más dificil que la probatio, 13 Quevedo acude al tipo de argumentación más arriesgado por su complejidad, abrumando al lector-el primero, el monarca---con una concienzuda y exhaustiva invalidación de los principales argumentos esgrimidos por los defensores de la causa teresiana.

Pero el aparente desorden y aun la indisciplina retórica que parecen teñir esta parte del memorial esconden un esquema medido para lograr la máxima efectividad del discurso. Aunque Aristóteles ya advertía la conveniencia de aportar primero las pruebas propias, como paso previo a la impugnación de las del adversario en las deliberacio-nes-y no se puede olvidar que este memorial se inscribe en el género deliberativo, al instar al rey para que actúe, para que tome una decisión, en un determinado sentido14-y también en los discursos forenses, 15 Quevedo subvierte este orden; animado quizá por los consejos de la retórica aristotélica para casos especiales de prolijidad excesiva del discurso del adversario o para aquéllos en que éste consigue una buena aceptación, 16

aplica la mayor cantidad de recursos de su batería argumentativa a desmontar las palabras de la causa contraria y lo hace, además, en primer lugar.

El tercer tratado, concebido para hacer patentes las contradicciones interesadas de la parte contraria-encamada por el dotor Balboa-y para desacreditarla, constituye una muestra más de la habilidad de Quevedo para utilizar las palabras de sus adversarios en su propio provecho, un claro ejercicio de conciliatio. Y como tal lo entiende el propio memorialista:

armería es el memorial del dotor Balboa del año pasado, muy copioso, de viva y ardiente municion contra sí propio [430b]

Está el dotor Balboa contradiciendo los estudios de la Compañía, y defendiendo en el principal punto el patronato único de Santiago [ 431 a]

13 <<Nam ut, quod sentio semel flniam, tanto est accusare quam defendere, quanto /acere quam sanare uulnerafacilius» [V, 13, 3].

14 Femández Mosquera y Femando Cabo [Quevedo, Francisco de : Execración contra los judíos, Barcelona, Crítica, 1996, XXXVI, XXXVII] destacan la naturaleza deliberativa de los memoriales quevedianos y el primero subraya, en este sentido, la habitual mezcla de géneros que se produce en las obras circunstanciales quevedianas [«El sermón, el tratado, el memorial: la escritura interesada de Quevedo», La Perinola, nº 2, 1998, 63-86].

15 «Conviene empezar alegando, lo primero de todo, las pruebas propias, para después impugnar las del adversario, refutándolas todas y desacreditándolas» [1999: 18b05-10].

16 «No obstante, si el <discurso> del adversario es prolijo, entonces <hay que impugnar> primero los argumentos opuestos ( . .. )sobre todo, si ha tenido una buena aceptación ( ... ) Se debe, en consecuencia, preparar ante el auditorio el terreno para el discurso que va a venir, lo que se logrará si primero se destruyen das razones del adversario>. Y, por eso, sólo cuando se hayan así combatido sea la totalidad de sus argumentos, sea los más importantes, o los más celebrados, o los mejor dichos, las pruebas propias resultarán efectivamente convincentes» [1999: 18b10-20].

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Todas las referencias a argumentos teresianos llegarán al lector tamizadas por la acusación de prevaricación que recae sobre sus responsables: el tratado comienza con citas sucesivas del rey David, de las Leyes de la Partida y de san Pablo que proporcionan un marco general sobre el necesario aborrecimiento de los prevaricadores; este reflexión impersonal se transforma, mediante una fórmula silogística o raciocinatio, en acusación directa contra Balboa por su condición de prevaricador.

El escritor enfrenta las palabras actuales del partidario de la causa teresiana con las pronunciadas sólo un año antes, que avalan las reivindicaciones quevedianas en sus puntos más controvertidos: la posibilidad de revocar órdenes reales; la remisión del asunto del patronato al Consejo, porque no depende de la mera voluntad del monarca; el carácter «eclesiástico, divino» de la causa en litigio; la necesidad de oir a todas las partes implicadas en el conflicto ... Esta parte del memorial, en la que se hallan engastadas apelaciones al ánimo real y recordatorios de la honestidad de las intenciones de Quevedo, sirve para responder y desmontar también las acusaciones formuladas por los padres de la reforma contra él por el uso de lugares de santos y de las Escrituras.

Consciente de la gran extensión del memorial, su autor no olvida incluir, antes de la conclusión de este tratado, un recuerdo del agravio que se va a cometer y de la necesidad de restablecer al Apóstol unos derechos reconocidos durante 1.600 años, aduciendo máximas de Plinio y Séneca. La justificación de la licitud de restituir se completa con una cita de Valerio Máximo coronada por una interrogatio que subraya lo absurdo de la posición contraria:

¿á qué obligará á vuestra majestad lo que, mal informado, quitare, no de la pared, sino del santo Apóstol, de su dignidad, de la devocion de toda España, de la costumbre de todas las iglesias, de su santo sepulcro, de la eleccion de Cristo, de los privilegios de todos los reyes vuestros antecesores? [433a]

La vehemencia del discurso se potencia debido a su construcción en forma de congeries y gradatio, a los segmentos anafóricos y a los paralelismos.

El tratado culmina con una adulación a las virtudes del monarca, impregnada por un cierto afán admonitorio:

conozco la candidez y la pureza de vuestra soberanía, y cuán imposible es introducir en vuestra piedad y grandeza la culpa de la obstinación [433a].

La refutatio de la parte contraria se extiende también al tratado cuarto y a la parte inicial del sexto, caracterizados desde una perspectiva estilística por el uso de figuras integradas en el recurso general de la amplificatio. El cuarto constituye la parte central de la argumentatio y, a consecuencia de su extensión y exhaustividad, produce en el lector la impresión de que el autor del memorial agota, uno a uno, todos los argumentos posibles para destruir la causa teresiana. La primera parte, la más breve, desmonta las suposiciones jurídicas esgrimidas por sus partidarios, alegando, entre otras razones, que es imposible establecer un pacto entre santa Teresa y el reino, por el cual éste le cede

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el patronato de España a cambio de su intercesión, porque Santiago es el «único y singular patron de las Españas» [ 433b] y se trata de una cuestión de derecho divino:

dieron lo que era de otro; dieron lo que era de Santiago, dieron lo que Cristo quiso fuese de su primo solamente [434a]

En un fragmento avalado por la auctoritas del rey Ramiro y otros monarcas, la gradatio-otro, Santiago, Cristo-refuerza la idea de que uno no puede dar lo que no posee y de que la intervención de los procuradores de Cortes entra de lleno en el ámbito del delito, en concreto de la figura jurídica del estelionato. 17 Pero una acusación tan grave no puede salpicar la honorabilidad real y Quevedo se apresura a aclarar que la responsabilidad procede enteramente de los procuradores y de los padres de la reforma, salvaguardando así la figura del monarca con un ejercicio permanente de laudatio:

En todo este pleito vuestra majestad no tiene sino una muy decente y piadosa intercesion, ganada sí con informacion siniestra ( ... ) Los padres de la Reforma pidieron á los procuradores de Cortes; ellos concedieron lo que no era suyo, vuestra majestad intercedió con su santidad para que os concediese y confirmase lo que los procuradores habian hecho; y con suponerse que el reino lo pedia, su Santidad lo concedió absque praejuditio, innovatione ve! diminutione ali qua patronatus sane ti Jacobi [ 434a].

Estas últimas palabras, tomadas de la bula de Urbano VIII y reiteradas poco antes de la conclusión del tratado, constituían ya el eje de la defensa del patronato único en el Memorial escrito por Quevedo poco antes. Citas de Persio y de las Sagradas Escrituras, así como referencias a este escrito, subrayan la inconveniencia de una iniciativa que atenta contra el principio básico de la verdad y que, por tanto, nunca tendrá justificación legal. Los praeiudicia insertos en esta parte se refuerzan mediante la introducción efectista de unas palabras atribuidas al propio Apóstol:

¿Por ventura no sabes que, como á otros apóstoles mis hermanos dio Cristo otras provincias, á mí me dio á España para que fuese su patron? [ 435a]

El resto del tratado cuarto se dedica a rebatir los argumentos de tipo «piadoso» y «político» aducidos por la parte contraria. Una disertación, sustentada en la autoridad indiscutible de la ley de la Partida, sobre el sentido último del término patrón-que a juicio de Quevedo engloba acciones de liberación del esclavo soslayadas de forma interesada por los partidarios de santa Teresa-, otorga veracidad a la acusación de que los padres de la Reforma han practicado un juego sucio en el que han conseguido envolver al monarca. Y esta sospecha favorece la recusación posterior de un total de 17

17 El tecnicismo jurídico alude, según la RAE, a un tipo de fraude que consiste en encubrir en el contrato la obligación que sobre la hacienda, alhaja u otra cosa existe con anterioridad.

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argumentos de la parte contraria: aunque Quevedo los tratará por extenso, acudiendo a citas de los órdenes civil y eclesiástico, anticipa que las suposiciones que va a negar son de tal naturaleza que la mayoría se refutan con sólo deletrearlas. El repaso de todas ellas muestra una argumentación impecable e implacable: de ellas se deduce que santa Teresa aglutina todos los méritos posibles-más de los que sus defensores le reconocen, de modo paradójico-y que el copatronato no sólo atenta contra la dignidad del Apóstol sino también contra la suya propia. Las auctoritates de Tomás de Villanueva, el padre Orozco, el Espíritu Santo, las Sagradas Escrituras-en especial, el Libro de Ester-inundan un relato pormenorizado que enfatiza la valía de Santiago y de la santa por medio de exclamationes e interrogationes patéticas cuyo alcance se potencia con una estructura de la materia en forma de gradatio.

El carácter deliberativo del escrito se refuerza cuando Quevedo concluye el tratado aconsejando al monarca sobre la necesidad de «restituir lo quitado», porque, con un juego de contrarios, se subraya que esa decisión aumentaría la grandeza real. El afán del escritor por obtener el favor de Felipe IV para su causa se hace evidente en la forma que adquieren las palabras finales del tratado: tras una cita de Valerio Máximo extraída de su libro sobre la ingratitud--en una insinuación atrevida y hasta insolente-, opta por una interrogatio que vincula el disfrute del poder y el reino a la intercesión del Apóstol:

¿quién presumirá que vuestra majestad, sabiendo cuán dignos son de horror estos desagradecimientos, y que en tan tiernos años debe á Santiago el amparo de sus reinos, sobre que ha litigado y litiga toda la invidia del mundo, ha de querer cargarse desta nota; y que cuando procurais obligar á santa Teresa con nuevos servicios, trataréis de desautorizar y despojar al Apóstol, que os dio el poder y los reinos para hacerlo? [ 442b]

El indudable patetismo que se desprende de esta forma de acabar el tratado, con una entonación ascendente tan marcada, deja en suspenso la refutatio hasta el tratado sexto, en el que se retomará con argumentos y citas textuales de la parte contraria selecciona-das por su capacidad para defender la causa del Apóstol. La conciliatio muestra una vez más su poderosa efectividad argumentativa: el contenido de los párrafos seleccionados es tan favorable a las tesis de Quevedo que basta la «fidelidad en trasladar las proposiciones y las defensas» [ 44 7b] y el memorialista será prolijo una vez más al desmontar, de manera sucesiva e ininterrumpida, las razones aportadas por los partidarios de santa Teresa en la Respuesta á la carta del arzobispo de Sevilla, de don Pedro Vaca de Castro; en el Memorial de don Francisco de la Cueva, sólo mencionado con la alusión descalificadora a la intervención del Santo Oficio; el escrito anónimo Justa cosa ha sido elegir ... ; los sermones consagrados al conflicto por los padres Francisco Boil y Francisco Pimentel; y, como colofón, la «sátira y libelo infamatorio» en verso Al poema de lírico de don Francisco de Quevedo, escrito «contra mí menos que contra el santo» [ 450b].

El tono mesurado inicial de los argumentos de Quevedo va dejando paso-de forma acusada, en el análisis del escrito Justa cosa ha sido ... -a una indignatio, una defensa

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acalorada y encendida de los méritos del Apóstol y, sobre todo, de la maldad de sus detractores. Las abundantes interrogationes buscan influir, mover al interlocutor:

¿quién mezcla á vuestros méritos tal confusion?

¿se puede decir que le hizo agravio á Santiago por agraviarle?

¿Es creíble, Señor, que tal cosa se haya escrito en vuestro tiempo, y hablando de Santiago con vuestra persona, y por santa Teresa en España; y que diga y escriba y imprima este autor que, siendo perjuicio de Santiago, será muy provechoso para reyes y reinos? [ 449a]

El polisíndeton que caracteriza estilísticamente este último párrafo interrogativo subraya por intensificación la incredulidad del autor ante el atrevimiento de los escritos publicados por los partidarios de santa Teresa.

Frente a la amplitud de la refutatio, la probatio se desarrolla sólo en el tratado quinto, que interrumpe de modo deliberado y eficaz la impugnación de los argumentos contrarios para explicar los fundamentos del patronato único de Santiago. Encabezado por la ponderación de la dignidad del Apóstol, dibuja una fórmula silogística que, partiendo de los conceptos de ley y verdad en relación con Dios, fundamenta la «irrefragable única verdad <leste hecho» que da título al tratado. Pese a su relativa brevedad, esta parte del escrito sustenta su valor argumentativo en la profusión de citas de gran valor probatorio-al proceder de autores clásicos o de los Padres de la Iglesia-, la ordenación de los materiales narrativos en congeries, las interrogationes, las simetrías y las series paralelísticas. De forma ordenada, Quevedo desgrana una decena de argumentos que subrayan la elección divina de Santiago como patrón; el hecho de tratarse de una dignidad única en esencia; la singularidad que adorna los hechos y virtudes de Santiago; la propia modestia de santa Teresa frente a los méritos que reconoce en el Apóstol; la inconveniencia de restar dignidad al patrón; el patronazgo como donación directa de Cristo y no de España; los riesgos derivados de la duplicidad del patronato; la contradicción entre la esencia de éste y su posible carácter dual o plural; y, por fin, el perjuicio, innovación y disminución que se derivan de la iniciativa de los padres de la Reforma.

En esta exposición de los argumentos a favor del patronato único destaca el uso recurrente de la interrogación retórica, que redondea por la vía de la moción de los afectos la mayoría de los puntos abordados. El efecto patético del recurso se hace más pronunciado cuando Quevedo acumula una serie de interrogationes, por ejemplo para conmover al monarca en un tono admonitorio que abre el camino a una advertencia combinada con una laudatio; ésta pretende, como en ocasiones anteriores, evitar la previsible ira regia por tanto atrevimiento:

¿podrá vuestra grandeza ser capaz de quitar lo que debeis aumentar, no del deudor, sino de quien es acreedor de vuestro reino, de vuestra vida y de vuestra alma?

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¿cómo podrá ser que ose nadie aconsejaros que pidais lo que tiene Santiago y es suyo, para darlo á quien no lo pide ni lo quiere ni lo ha menester? [ 444b] Más significativa es la acumulación de interrogationes que, culminada con un

párrafo acumulativo en forma de congeries, sigue a la demostración silogística de que el patronato es concesión directa de Cristo al Apóstol:

¿no le quita todo lo que le hemos dado? No nos quita toda la fidelidad que le debemos? No le despoja sin reverencia y contra razón? Ni los frailes lo pueden negar, ni los procuradores lo deben proseguir; ni vos, Señor, lo debeis mantener [445a]

La acumulación no sólo ve reforzado su impacto significativo por las series anafóricas no le quita ... , no nos quita ... , no ... y ni los ... , ni los ... , ni ... , sino, de manera especial por esa disposición de la apelación interrogativa al monarca en incrementum: la acción de quitar se convierte en despojar en un intento deliberado de agravar la culpa de la parte contraria.

Los argumentos enumerados conducen a Quevedo otra vez a la consideración de que el copatronato supone «perjuicio, innovacion y diminución», reiteración significati-va que precede a la petición concreta y más modesta apuntada por el memorialista como portavoz del Apóstol: que no se le quiten las dignidades que posee:

Santiago Apóstol, primo de Jesuscristo, pariente de su Santísima Madre, restaurador de las Españas, redentor de los españoles dándoles la verdadera fe, único y solo patron nuestro, pudiendo pediros cuanto teneis, pues se le debeis todo vos y el reino, y entre tantos santos que le debeis, le debeis la mesma santa Teresa, se contenta hoy con que no le quiteis lo que ni le diste ni pudistes dar [ 446b]

El ejemplo confirma el gusto de Quevedo por la organización acumulativa, que aquí se emiquece con juegos antitéticos-dar/quitar-, políptoton-dándoles/disteldar, pudiendo/pudistes-, anáfora-ni ... ni-y anadiplosis-le debeis, le debeis-, amontonados de modo premeditado al final del párrafo. El fragmento constituye un adecuado precedente para una autojustificación de sus palabras, por sus deberes como súbdito del monarca, y la apelación final a éste para que ataje los agravios cometidos.

El análisis de la argumentatio de Su espada sugiere un cierto desorden en su estructura. Considero que Quevedo parece retomar el consejo aristotélico de destruir en primer lugar las razones del adversario para que los argumentos propios resulten más convincentes, pero ello no le impide apartarse de forma momentánea de sus directrices cuando la defensa del Apóstol así lo requiere. La refutatio potencia su objetivo de demostrar la insostenibilidad de las tesis contrarias al haber sido construida por medio de una gradatio que se suspende con un propósito efectista: se detallan primero argumentos de los defensores de santa Teresa, aprovechándolos en favor de la propia causa; se desmontan una a una las suposiciones jurídicas, piadosas y políticas esgrimidas por la causa teresiana; a continuación, y tras el paréntesis dedicado a la probatio, se

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ridiculiza y asesta un golpe definitivo al adversario, aduciendo proposiciones tan absurdas que se desmontan por sí mismas. Quizás Quevedo intuyó que la inserción al término de la argumentatio de estas razones, que en algún caso entran en el terreno del vituperio y la sátira contra defectos fisicos del memorialista-la cojera, la ceguera ... -, propiciaría un mayor patetismo del escrito y un acercamiento de las simpatías del monarca a su propia causa.

Siguiendo las pautas de Quintiliano acerca de la doble funcionalidad de la peroratio18-que debe caracterizarse por la brevedad «nam si morabimur, non iam enumeratio, sed quasi altera fiet oratio» [VI, 1, 1 ]-, Quevedo concluye su discurso con una recapitulatio que resume lo que ha sido el contenido del mismo:

en este papel refiero lo que puedo, refuto lo que sé que se debe refutar, acuso y delato de lo que como católico cristiano y vasallo vuestro debo. Y os advierto que este ha sido el modo de justificar y defender este compatronato [ 457a].

Pero, además de referir, refutar, acusar, delatar y advertir-funciones básicas de las partes de un discurso retórico--, menciona los hechos que ocasionaron el conflicto. El memorialista no se conforma con refrescar la memoria, objetivo indispensable en un escrito tan prolijo y exhaustivo, sino que parece apropiarse ya de mecanismos que la oratoria consagraba a la segunda parte de la conclusión, al affectus, en especial a partir de la elección de adjetivos de gran poder emotivo y que suponen un anticipo de la indignatio y la conquestio: la indisposición del monarca con la causa contraria se intenta exhibiendo las contradicciones y la conducta interesada de los carmelitas; la simpatía hacia la del Apóstol, pregonando la confianza bondadosa de sus partidarios y la condición de parte legítima de Quevedo.

Pero el affectus propiamente dicho, la última parte de la peroratio, se inserta a continuación siguiendo de modo claro la estructura bipartita que acabo de mencionar: la petición concreta al monarca reviste la forma de una indignatio en la que, en incrementum, el escritor reitera que todo lo hecho, que debe ser transferido al ámbito eclesiástico, supone agravio y perjuicio para el Apóstol, por lo que debe ser trasladado al Consejo, al tiempo que insta al monarca para que busque consejo en las universidades antes de adoptar ninguna decisión sobre el pleito:

Suplico ( ... ) Y pido que ( ... ) Y os pido y suplico ( ... ) Y que si algun escrúpulo ú duda congoja vuestro piadoso celo, consultaréis para tomar expediente las universidades de vuestros reinos [ 457b]

18 El retórico latino subraya la existencia de una doble técnica, que se centra bien en los hechos, bien en las pasiones, con el fin de refrescar la memoria al auditorio y mover sus afectos:«Eius duplex ratio est, posita aut in rebus aut in adfectibus. Rerum repetitio et congregatio (. . .) a quibusdam Latinorum enumeratio, et memoriam iudicis reficit et totam simul causam ponit ante oculos, et, etiam, si per singula minus mouerat, turba ualet» [VI, 1, l]

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La conquestio, la captación de las simpatías de Felipe IV, se sustenta en una mezcla de la preceptiva laudatio al monarca con un hábil recordatorio de su obligación de reverenciar a Santiago, habida cuenta de que intercedió por el monarca aún más de lo que lo había hecho por sus antecesores:

Y si hoy, Señor, teneis piedad como devoto de la Santa, tendréis memoria como hijo de Santiago, reverencia como su alférez, reconocimiento como su hechura; y el gloriosísimo apóstol de Dios ( ... ) intercederá por vuestra vida, y peleará por vuestros reinos, y orará por vuestros cuidados [ 457b]

El efecto de esta apelación directa al monarca, que se sustenta desde una perspectiva estilística en una doble estructuración en congeries trimembre y en un polisíndeton que encarece la amplitud y calidad de los favores de Santiago, se redondea con una cita de Séneca que persigue la captatio benevolentiae para evitar problemas derivados de su atrevimiento: como él, Quevedo sólo busca cumplir con su obligación de buen vasallo. La modestia y hasta el temor del escritor se enfatizan con las palabras finales del escrito---de carácter más formulario y sin gran repercusión en el conteni-do---acerca de su piadosa sujeción a la doctrina católica.

El análisis de la estructura de Su espada por Santiago ha demostrado la deuda de Quevedo con la retórica, tanto en la dispositio como en el ornatus del discurso. Frente al otro escrito en defensa del patronato único del Apóstol, el Memorial por el patronato de Santiago, posee una mayor complejidad dispositiva y, también, una acentuada densidad conceptual; ésta se hace patente en la transición desde la vehemencia y la exposición atropellada de razones del primer memorial hasta la argumentación más trabada, serena y encaminada a zanjar la polémica con el auxilio de textos patrísticos y clásicos que actúan como aval de sus razonamientos. Aunque ambos siguen el ordo natura/is de los preceptos retóricos, la calculada elaboración de Su espada parece condicionada tanto por su mayor extensión como por el hecho de haber sido redactada durante el destierro en la Torre de Juan Abad y por las repercusiones del primer escrito con que interviene en la controversia.

El hecho de que sus adversarios hubieran conseguido ya el copatronato de Santa Teresa anima a Quevedo a concebir el exordio de esta obra como una insinuatio en la que se entremezclan el afán de captar la benevolencia del monarca y el miedo a ofenderle, hecho que determina la amplitud y constancia de la laudatio a él dirigida en las distintas partes de la obra. La partitio, introducida como colofón del proemio para enumerar los puntos que se iban a tratar, resulta un acierto casi obligado a consecuencia de la prolijidad del escrito. La narratio, quizá por la intensidad de la polémica, no se reduce a anticipar la materia, sino que apuesta también por el encarecimiento de las virtudes de los defensores del Apóstol---en especial, de Quevedo-y de la conducta reprobable de los partidarios de santa Teresa. El segundo tratado se construye como una transición entre la narración y la argumentación, caracterizada estilísticamente por la figura de la conciliatio, y hace patente el intento del escritor de protegerse y evitar cualquier posible acusación de atentado contra la dignidad de la santa. Influido por la

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amplitud, la difusión y el grado de aceptación conseguido por los argumentos de sus adversarios, Quevedo desarrolla la argumentatio del memorial dedicando la primera parte-y también la más extensa-a la refutatio exhaustiva de las razones de los carmelitas; ésta se estructura en forma de gradatio y queda en suspenso, debido a la interposición efectista de la probatio de sus argumentos, cuyo valor demostrativo se realza por contraposición con el carácter absurdo y malicioso atribuido a las afirmacio-nes tomadas de los últimos escritos proteresianos que sirven de cierre a la refutación. La peroratio, por fin, resume en primer lugar el contenido del discurso y, de acuerdo con la doble funcionalidad de esta parte reconocida por los retóricos clásicos, destina la última parte al affectus: la indignatio busca indisponer de forma definitiva a Felipe IV con la causa teresiana y la conquestio tiñe la preceptiva laudatio con apelaciones atrevidas a sus obligaciones en un final que no disimula la prevención y el temor de Quevedo ante la posible ira del monarca.

El impacto de esta estructura se modula y refuerza con unas figuras calculadas para obtener un determinado impacto emotivo; para alcanzar la benevolencia real; para demostrar la justicia de las pretensiones quevedianas, sus habilidades oratorias y su dominio de las fuentes humanísticas; para conseguir la restitución del patronato único al Apóstol; para que la controversia quedase zanjada de forma definitiva con una victoria rotunda de los partidarios de Santiago. La conciliatio muestra la habilidad de Quevedo en el manejo de los argumentos de sus adversarios; los praeiudicia y las citas de auctoritates del mundo clásico y de la patrística corroboran, tiñendo con un denso poso de erudición, las tesis del memorialista; la obsecratio perfila la súplica insistente y conminatoria a Felipe IV; las interroga/iones, insertas en lugares estratégicos del escrito para suscitar la moción de los afectos, impelen al monarca a ponerse de parte del Apóstol; congeries, gradatio, acumulación en incrementum y reiteraciones anafóricas redondean la argumentación de modo emotivo y efectista, propiciando en el lector la sensación de que el escritor podría seguir, ad infinitum, acumulando pruebas a favor de Santiago y desmontando las débiles y contradictorias razones de la causa teresiana.

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