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CAPITULO II La división del trabajo en Marx

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C A P I T U L O II

La división del trabajo en Marx

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"Cuando un obrero de ínfima categoría se encara con un rico industrial y le dice:

'no mereces tu dicha', tiene razón, pero las consecuencias ulteriores

de su razonamiento son falsas:

nadie merece su dicha ni su desdicha".

NIETZSCHE. Fragmentos postumos

I. Introducción: El trabajo alienado

La división del trabajo constituye un concepto menos unívoco, más "opaco" en la obra de Marx que en la de Smith. Existe, sin duda, una unidad de significación conceptual a lo largo de la obra de Marx, con relación a ese concepto; esa unidad, con todo, sub­siste en medio de significaciones adicionales que cambiaron con el conocimiento más profundo que Marx fue ganando con el paso de una dialéctica del trabajo a una economía política del trabajo. Son esas variaciones periféricas, pero importantes de todas for­mas, alrededor del núcleo del concepto de trabajo las que le otor­gan una apariencia de ambigüedad a la idea de división del trabajo.

En rigor, este concepto no tiene la importancia teórica que, como vimos, posee en Smith. La filosofía moral y la economía política de este ríltimo parten de ese concepto y, más afán, se arti­culan una y otra a través de él. La antropología filosófica de Marx, por el contrario, tiene su punto de partida en la noción de aliena­ción y su economía política en la noción de valor. Marx procede a integrar esas dos ciencias mediante el concepto de trabajo alienado, trabajo abstracto. En ningún momento de la obra de Marx, ni si­quiera en sus primeras obras cuando su preocupación por él era mayor, tiene el concepto de división del trabajo la cardinalidad o centralidad que Smith le atribuye. Más importante afín, subten-

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diendo la unidad básica que el concepto exhibe a lo largo de toda su obra, él va ganando una especificidad analítica que aún no aparece en los Manuscritos económicos y filosóficos o en La ideología alemana; que se insinúa en la Miseria de la filosofía; y que, por LÍlti-mo, aparece ya en su forma definitiva en los Grundrisse y en El capital. Esa especificidad, como tendré oportunidad de demostrar, habría sido imposible en las obras de juventud y sólo pudo ser conquistada con el desarrollo posterior de la teoría marxista del valor. La esencia del concepto inicial, así y todo, permaneció in­tacta con el desarrollo teórico posterior del propio Marx.

La crítica de la división del trabajo es elaborada por Marx a partir de la crítica del concepto originario: el trabajo alienado. Este abordaje metodológico permaneció inalterable a lo largo de toda su obra y reproduce el mismo principio metodológico que lo lle­vó años más tarde a desarrollar el concepto de capital a través del concepto de valor y no a través del concepto de trabajo1. Esto es, la identidad aparente entre capital y trabajo se revela sólo como real mediante la categoría del valor, de la misma forma que la identidad aparente, postulada en cambio de modo concreto por Smith, entre trabajo y división del trabajo, sólo se actualiza con el surgimiento del trabajo alienado. La economía política, ajena a la idea de trabajo alienado, no tiene condiciones teóricas para revelar la fuente de la división del trabajo.2 La división del traba-

Gnmdrisse: Foundations ofthe Critique of Political Economy, New York: Vintage Books, 1973, p-2-59'- "Para desarrollar el concepto de capital es menester comenzar no con el trabajo sino con el valor [...] Es tan imposible hacer la transición directamente del trabajo al capital como ir de las diversas razas humanas directamente al banquero, o de la naturaleza a la máquina de vapor". Economic and Philosophie Manuscripts of 184.4., New York: International Publishers, 1964, p. 106: "La economía política no revela la fuente de la división entre el trabajo y el capital [...]" Cf. también pp.109-110.

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jo puede ser comprendida sólo cuando es colocada dentro del marco de la división entre el trabajo y el capital.

Marx analiza el trabajo alienado desde diversas perspectivas que, con acentos mayores o menores, aparecen en todas las obras mencionadas antes. Una de ellas, con la cual inicia la crítica del concepto en los Manuscritos de 1844 es en el interior del proceso de trabajo; una segunda, explorada de manera extensa en LA ideo­logía alemana, examina el trabajo alienado con relación a las con­diciones históricas de producción y al desarrollo de la propiedad privada; el tercer abordaje examina el trabajo alienado en el inte­rior del proceso de producción.

Cada una de esas perspectivas destaca aspectos que quedan implícitos en las otras dos y, en conjunto, constituyen, por lo tanto, una visión integrada del problema de la alienación y de la división del trabajo. Todas ellas coinciden, por lo demás, en la represen­tación que Marx nos trasmite de la idea de alienación. Las va­riaciones tienen tan sólo que ver con el modo de aproximarse teóricamente a la noción, pero no con el significado de esta misma.

Para entender la división del trabajo es necesario, entonces, entender primero la noción de trabajo alienado. Y esta última no­ción aparece en la teoría marxista después de un análisis del pro­ceso del trabajo y del producto del trabajo. Marx inicia el análisis de la alienación examinando la relación del trabajador con el pro­ducto de su trabajo. El trabajo no sólo produce mercancías. Es más: transforma al propio trabajador en una mercancía. La objetivación [Vergegenstíindlichung] del trabajo, esto es, la materialización del trabajo en un producto material constituye, en principio, su rea­lización. En el terreno de la economía política, no obstante, esa realización se transforma en la pérdida de realización del traba­jador en la medida en que el producto confronta al trabajador como un objeto que no le pertenece, como un producto ajeno a e independiente del propio productor. Cuantas más mercancías produce el trabajador, más asumen éstas un poder independien-

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te de él y más pobre e impotente se torna frente al mundo de objetos alienados creados por él.3

La alienación del trabajador, por lo demás, aparece no sólo al examinar la relación del trabajador con el producto de su trabajo sino, asimismo, en el interior del propio proceso de trabajo. La perversión de la objetivación del producto en su contrario, en su alienación [Entfremdung], ocurre porque el proceso de trabajo aliena al trabajador de su propio trabajo. El producto se aliena porque la actividad, en primer lugar, está también alienada. El proceso de trabajo, en efecto, se presenta como externo al produc­tor y negando el ser de éste. El proceso de trabajo no es volunta­rio sino forzado y no representa la satisfacción de las necesidades vitales del trabajador sino apenas un medio para su satisfacción.4

Las dos perspectivas anteriores sitLÍan la alienación del traba­jador con relación al producto de su trabajo y consigo mismo en el pro­ceso de trabajo. Marx agrega una tercera perspectiva que da cuenta de otro momento de la alienación: la alienación del traba­jador de su propia humanidad, de su ser genérico [Gattunszoesen]. Cómo ser genérico, el hombre contribuye a reproducir las rela­ciones de su especie con la naturaleza y consigo mismo. Desde este ángulo, su actividad es la vida de la especie. El trabajo aliena­do, no obstante, crea un divorcio radical entre la vida de la espe­cie y la vida del individuo al transformar el proceso de trabajo, la vida productiva, en Lin simple instrumento, en un simple me­dio para la satisfacción de una necesidad: su sobrevivencia física. El trabajo alienado transforma la actividad vital como momento del desarrollo del ser genérico del hombre en simple medio para su existencia individual. Entonces, al transformar la función crea­tiva del trabajo en simple medio de subsistencia, el trabajo aliena­do aliena al hombre de su ser genérico y de los otros hombres.5

3. Economic and Philosophie Manuscripts..., op.cit., pp. 107-109. 4. Ibid., pp . 110-112. 5. Ibid., p p . 112-114.

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Lfl división del trabajo en Marx

A la luz de su obra posterior, la discusión del trabajo alienado, de la división del trabajo y de la propiedad privada en los Ma­nuscritos es aún insatisfactoria. Dos razones, por lo menos, se pueden alegar para fundamentar esa proposición. En primer lu­gar, por ejemplo, Marx aún no distingue, como lo hará de forma extensiva en El capital, las diversas expresiones institucionales que la división del trabajo asume y CLiya clasificación es indispensa­ble para asociar de forma inequívoca cuál es la conexión orgáni­ca entre la división del trabajo y la alienación. En segundo lugar, y esto es de particular relevancia sociológica, Marx procede deri­vando o, mejor aún, deduciendo las categorías históricas de propie­dad privada y división del trabajo directamente del análisis del concepto de trabajo alienado.

En efecto, si el producto del trabajo alienado se opone como objeto independiente al trabajador y deja de pertenecerle, el pro­ducto acaba por pertenecer a otro hombre distinto del propio tra­bajador. El trabajo alienado, es decir, crea su propia sujeción:

Lfl propiedad privada es, en consecuencia, el producto, el resul­tado, la consecuencia necesaria del trabajo alienado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo/'

Así y todo, subsiste una cuestión: ¿cómo se constituye el tra­bajo alienado?; ¿cómo se deduce analíticamente el trabajo aliena­do?; o, con otra formulación, ¿de dónde surge el trabajo alienado? Al deducir el concepto de propiedad privada del análisis del tra­bajo alienado, Marx está eliminando la posibilidad de establecer la institución de la propiedad como la fuente de la alienación. Reconoce, de forma en apariencia crítica, que el concepto de tra­bajo alienado se deriva del movimiento de la propiedad priva­da, pero a continuación agrega que, a pesar de que ella aparece como la causa, en verdad es apenas una consecLiencia. Sólo con el desarrollo pleno de la propiedad privada estamos en condicio-

6. ídem, p.ii7-

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nes de develar su secreto: "que, de un lado, ella es el producto del trabajo alienado y, de otro, que ella es el medio por el cual el tra­bajo se autoaliena.. ."7

Aunque en su movimiento histórico la propiedad privada aparezca como una causa de la alienación, Marx observa que el análisis del concepto revela que la propiedad es externa al hom­bre, mientras que el concepto de trabajo, en cambio, es constitu­tivo de él. De aquí se desprende, por lo tanto, que, en su origen, el trabajo precede a la propiedad privada por el simple hecho de ser un rasgo constitutivo de su humanidad, de su concepto:

Porque cuando se habla de propiedad privada, se piensa en la discusión de algo externo al hombre. Cuando se habla del traba­jo [en cambio], se está tratando de forma directa del propio hom­bre.8

Sin una correcta inteligencia de la metodología marxista for­malizada más tarde de manera rudimentaria en la Introducción a los Grundrisse, en la cual Marx establece una distinción entre el trabajo como categoría simple y el trabajo como categoría concre­ta, el párrafo anterior quedaría, no obstante, expuesto a críticas presumiblemente devastadoras. En efecto, se podría argumentar que lo que en rigor se deriva del análisis desarrollado por el jo­ven Marx es apenas que el trabajo sans phrase y no el trabajo aliena­do es anterior a la propiedad. Marx habría cometido en apariencia aquí el mismo error al analizar el concepto de trabajo que antes criticara con reladón a Hegel, i.e., la indistinción hegeliana entre objetivación [Vergegenstandlichung] -la manifestación material de los objetos independientemente de la conciencia- y alienación [Entfremdung] - u n modo de relación entre la conciencia y los obje­tos. La objetivación del trabajo no implica, entonces, de modo necesario su alienación a menos que olvidemos la distinción he-

7. Ibidem. 8. Ibid., pp. 118-119.

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cha con anterioridad. Muy por el contrario: no siendo el trabajo alienado constitutivo del ser genérico, del hombre; siendo, por lo tanto, externo a su condición humana, el trabajo alienado sólo podría explicarse mediante categorías históricas. Esta crítica sería legítima si el trabajo se constituyese como categoría desde una perspectiva idealista. La abolición del trabajo y de su división aparecería, así, como una utopía. No obstante, desde una pers­pectiva dialéctica, el trabajo saus phrase, como categoría concre­ta, apenas aparece como punto final del desarrollo histórico de las diversas formas de trabajo simple; después, es decir, de la anula­ción de formas particulares como trabajo agrícola, trabajo servil, etc. Estas formas sirven como presupuestos históricos y, por con­siguiente, representan formas pretéritas suspendidas y anuladas en su forma concreta, contemporánea de trabajo abstracto, de tra­bajo en general. "El trabajo" -observa Marx en los Manuscritos-"aparece primero sólo como trabajo agrícola; pero [sólo] después se afirma como trabajo en general."" La forma objetivada y aca­bada del trabajo y de su división se sitiía, entonces, en el contex­to de la división entre trabajo y capital:

El trabajador existe como trabajador únicamente cuando al­gún capital existe para él. La existencia del capital es SÍÍ existen­cia, su vida..."'0

9. Ibid., p.131. La negligencia o el descuido con respecto a la distinción metodológica entre el trabajo como categoría simple y el trabajo como categoría concreta, históricamente desarrollada, lleva de modo necesario a interpretaciones equivocadas y nostálgicas como la propuesta por Avineri: "Al abolir la alienación, una sociedad no sólo está aboliendo el trabajo, sino sus condiciones alienantes..." Shlomo Avineri, The Social and Political Thought of Karl Marx, Cambridge: The University Press, 1968, p.107.

10. Ibid., p.i2o. Cf. también los Grnndrisse: "La postulación del individuo come» trabajador, con esta simplicidad, es en sí un producto de la historia." Op. cit., p.472.

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El trabajo dividido no es, pues, más que la expresión institu­cional del trabajo alienado.

Las formas precapitalistas de la división del trabajo represen­tan formas simples e incompletas, presupuestos históricos para el desarrollo puro de la división del trabajo en la esfera de la pro­ducción capitalista. Esas formas representan, con más exactitud, condiciones históricas para el desarrollo de un modo de produc­ción que se transforma, a su vez, en la condición para el propio desarrollo de la división del trabajo. El estudio de estas condicio­nes históricas de producción y del desarrollo de la propiedad privada constituye una de las preocupaciones de Marx y Engels en Lfl ideología alemana. Aun así, Marx todavía no logra desarro­llar, como hará luego, la noción de división del trabajo como ca­tegoría concreta. La intuición está ahí, sin duda, pero el concepto que la constituye racionalmente falta aún y su reflexión años más tarde representa uno de los grandes momentos de progreso de la teoría marxista. Una primera lectura del texto invita a pensar que la categoría simple de división del trabajo, las diversas for­mas que asLimió en el transcurso histórico antes de su desarrollo objetivo definitivo con el modo de producción capitalista, com­parte las mismas propiedades que pertenecen a la categoría con­creta y desarrollada. Semejante deducción es equivocada. Una lectLira más detallada revela de manera clara que las formas sim­ples de la división del trabajo asumen características diferentes segrín el tipo de conexión con la institLición de la propiedad y segrín el sector de actividad de trabajo sometido a alguna forma de división.

Además, la relación que Marx establece con Engels en La ideo­logía alemana, entre división del trabajo y alienación no tiene, ni de lejos, los trazos vigorosos y definidos que esa misma relación presenta en los Manuscritos. Ese cambio no es de sorprender. Después de todo, la división del trabajo aparece en los Manuscri­tos ya como Lina categoría concreta, en su forma objetiva, y aso­ciada al trabajo también como categoría concreta, esto es, al

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trabajo alienado. En La ideología alemana el acento recae sobre las condiciones históricas, los presupuestos pretéritos y, por lo tan­to, suspendidos del desarrollo de la división del trabajo. Antes de examinar con detalle la cuestión de la alienación como aparece en esa obra, expondré el proceso de desarrollo de la división del trabajo.

II. El desarrollo de la división del trabajo Los diferentes momentos del desarrollo de la división del tra­

bajo se corresponden con las diferentes formas de propiedad. En el contexto de la propiedad tribal donde predomina la caza, la pesca y el pastoreo de animales y que culmina con el trabajo agrí­cola, la división del trabajo es en extremo larvaria, elemental. La estructura social asume características que reproducen la estruc­tura patriarcal predominante en la esfera familiar y la división del trabajo se limita a las formas existentes en el interior de la estruc­tura familiar.

La federación política de las diversas tribus en la ciudad y la concomitante formación de una propiedad comunal y pública da origen al segundo momento en el desarrollo de la propiedad. Esta propiedad comunal y piíblica subsiste JLinto con una forma inci­piente y marginal de propiedad privada, subordinada a la prime­ra, a la propiedad privada sobre los bienes muebles. Con todo, esta líltima afin permanece sometida a restricciones institucio­nales provenientes de la comunidad y del Estado y no tiene, por consiguiente, el carácter desagregado!' de las formas habituales de solidaridad de la comunidad tradicional. No existe arín, en otras palabras, una distinción entre el interés individual y el interés general. En esos primeros estadios la propiedad privada posee aún fundamentos comunitarios; está predicada en la propia co­munidad: comunidad de hombres libres, poseedores de esclavos, por supuesto, donde "existe libertad personal tan sólo para los individuos que se desarrollan en el marco de las relaciones de la

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dase dominante y apenas en la medida en que son individuos de esa clase."11 Con la evolución progresiva de la propiedad priva­da de bienes inmuebles, se inicia la decadencia de esa organiza­ción comunitaria y el desarrollo de la división del trabajo ahora sí en la forma de antagonismo entre el campo y la ciudad.12

Con la forma de propiedad de la comunidad antigua, la for­ma posterior, la propiedad feudal o estamental también se basa en la comunidad, sólo que ahora la clase productora no es la es­clavitud sino la servidumbre agraria. Al lado de ésta existe un desarrollo incipiente de la industria doméstica [cottage industry] en la organización rural del trabajo, y en las ciudades aparece la industria artesanal basada en el trabajo individual de los artesa­nos. Esta diferenciación va acompañada de un proceso más dife­renciado de estratificación social con la emergencia de príncipes, nobleza, clero y campesinos en el sector rLiral y, en el sector ur­bano, con la de maestros, artesanos, aprendices y trabajadores ocasionales. A pesar de ello, agrega Marx, no ocurre ninguna di­visión de veras importante.13 Las condidones limitadas de pro­ducción y el cultivo primitivo y en pequeña escala de la tierra hicieron difícil la división del trabajo agrario y en la industria, por otro lado, no existía ninguna división del trabajo en los oficios individuales y muy poco entre ellos. Cada trabajador era versa­do en un ciclo completo de tareas y era capaz de producir todo lo que era necesario con sus propios instrumentos.

Había, entonces, poca división del trabajo en la sociedad feu­dal. La organización social arín ejerce control sobre las condicio­nes de existencia y de producción individual y la propiedad afín aparece como una dominación natural y no como una domina­ción del trabajo acumulado, del capital. Los individuos están, así,

11. Marx and Engels, The Germatt Ideology, op.cit., p.83. 12. Ibid., p.43-44. 13. Ibid., p.46.

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afín ligados por vínculos de alguna especie y sus condiciones de vida no han, hasta ahora, asumido ese carácter accidental, fortui­to, que sólo surgirá después con la división entre el individuo qua persona y el individuo qua clase. En efecto, la estratificación estamental oculta esa división: el status estamental es insepara­ble de la individualidad del miembro del estamento. Las condicio­nes de existencia individual, en resumen, revelan hasta entonces la presenda de una organización social que desaparecerá tan sólo después con el predominio del intercambio y del mercado.14

Con el desarrollo del feudalismo se acentiían las contradiccio­nes entre el campo y la ciudad; entre las mismas ciudades; y en­tre la industria y el comercio. La separación entre el campo y la ciudad conduce a la división entre el trabajo agrario, por un lado, y el comercio y la industria, por otro lado. Su separación crecien­te, por lo demás, determina la posterior división entre el trabajo industrial y el trabajo comercial. Las luchas comerciales, por úl­timo, acentúan la especialización urbana entre diversas ciudades.

La separación entre el campo y la ciudad es doblemente signi­ficativa: acarrea, en primer lugar, la separación entre la propiedad agraria y el comienzo de la propiedad como capital, como propie­dad independiente de la agricultura y basada con exclusividad en el trabajo y el trueque. Provoca, en segundo lugar, el surgimien­to de la distinción entre trabajo material y trabajo intelectual y, con ellos, el surgimiento de la primera forma de ideología:

Desde ese momento la conciencia puede en verdad presumir que es diferente de la conciencia de la práctica existente; que real­mente representa algo sin representar algo real; desde entonces la conciencia está en condiciones de emanciparse del mundo y pro­ceder a la formación de una teoría, una teología, una filosofía y una ética "puras", etc.15

14. Ibid., pp. 68-69; PP- 83-85. 15. Ibid., pp. 51-52.

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III. La división en el proceso de trabajo Para una mejor comprensión de la noción marxista de la divi­

sión del trabajo puede ser instructivo comparar las relaciones entre ella y el concepto de alienación o trabajo alienado en La ideo­logía alemana y en los Manuscritos. Es difícil resistir la impresión constante que esos dos textos sugieren con relación a la discusión de esa relación. La discusión de los Manuscritos es provocadora, irresistible, vigorosa; la de La ideología alemana, en contraste, tie­ne una caracterización menos profunda, más superficial, menos marcante. En la primera obra, por lo demás, como ya observé, el trabajo alienado aparece como la causa de la división del trabajo. En la segunda, en cambio, es la división del trabajo la responsa­ble por las formas de alienación social. Esta líltima, por último, es examinada en los Manuscritos desde la perspectiva del proce­so de trabajo; y en La ideología alemana desde la perspectiva de las condiciones históricas de producción.

Así y todo, esas diferencias no logran eliminar la continuidad y permanencia de la visión original del joven Marx con relación al significado de la división del trabajo, visión que afín está ban­dada en la idea del trabajo como actividad forzada. Es esta uni­dad, por lo demás, la que le permite a Marx identificar aspectos alienantes en las formas simples de la división del trabajo y, más importante arín, observar la génesis de la alienación/fiera del pro­ceso de trabajo, en la organización social de la producción, a dife­rencia de lo que había hecho en los Manuscritos.

Para el joven Marx -el Marx de los Manuscritos y de La ideolo­gía alemana- existe división del trabajo y alienación desde que la actividad no sea voluntaria sino dividida de modo natural, hacien­do que las necesidades humanas se transformen en un poder externo que se impone al individuo. Esta división natural del tra­bajo -es importante observar- es anterior a la división entre el capital y el trabajo y aparece, por consiguiente, antes de la emer­gencia del capitalismo y del modo industrial de producción:

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[i33l Lfl división del trabajo en Marx

Porque tan pronto surge la distribución del trabajo, cada hom­bre tiene una esfera particular, exclusiva de actividad, que le es impuesta y de la cual no puede escaparse. Es cazador, pescador, pastor o crítico [filósofo idealista neo-hegeliano] y debe perma­necer como tal si no quiere perder su medio de vid a...If'

El aspecto pernicioso de la división del trabajo radica en el carácter fijo, congelado, que asume la actividad social dando así a la cooperación entre los individuos un carácter no voluntario, coercitivo.17

Pero ¿será que los efectos perniciosos de la división social del trabajo son de igual importancia a los efectos de la división en el interior del proceso de trabajo? ¿Por acaso las formas de la divi­sión del trabajo "bajo el régimen patriarcal, bajo el régimen de castas, bajo el régimen feudal y corporativo", esto es, la división del trabajo en la sociedad como un todo se identifica en sus efec­tos institucionales con la moderna división del trabajo?lS

Marx inicia un proceso de análisis más detallado de esas cues­tiones con la aparición de la Miseria de la filosofía, escrita pocos años después de La ideología alemana. Marx sigue insistiendo en consi­derar el carácter forzado del trabajo como el origen del carácter perverso de la división del trabajo. Observa, en efecto, que "lo que caracteriza a la división del trabajo en el seno de la sociedad es que engendra las especialidades, las diversas profesiones y con ellas el idiotismo del oficio."111 Agrega, además, que el trabajo di­vidido carece de espontaneidad, tanto en la división del trabajo de la sociedad entera, como en el interior de la fábrica moderna. En ambos casos, el trabajo es dividido segrín normas fijas, ajenas

16. Ibid., p. 53. 17. Ibid., pp. 53-54. 18. Para la enumeración de esas formas, véase Karl Marx, Miseria da

filosofía, Sao Paulo: Grijalbo, 1976, p.128. 19. Miseria da filosofía, op.cit., p. 136.

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I ' J t J

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al productor individual. La LÍnica diferencia sería que en el pri­mer caso el poder de dictar esas reglas reposa en la autoridad del empresario en el interior de la fábrica y en la libre competencia, en el mercado, en el seno de la sociedad, mientras que en el se­gundo caso esas reglas "nacieron, primitivamente, de las condi­ciones de producción material" y fueron erigidas en leyes con posterioridad.20 En ambos casos, el trabajo dividido escapa al con­trol de los productores individuales.

La Miseria de la filosofía representa un regreso a la perspectiva inaugurada en los Manuscritos, consistente en examinar la divi­sión del trabajo a partir del proceso de trabajo. Este retorno, no obstante, se encuentra enriquecido por las contribuciones histó­ricas y concretas con relación al proceso de trabajo, en particular por sus consideraciones sobre el desarrollo de formas más con­cretas y, por tanto, más universales, de trabajo: el trabajo fabril.

El nacimiento de la fábrica está asociado al desarrollo de la industria manufacturera, "esa industria que no es, aún, ni una industria moderna, con sus máquinas, pero que tampoco es ya ni la industria de los artesanos de la Edad Media ni la industria doméstica."21 La concentración de los instrumentos de trabajo y de los trabajadores, observa Marx, precedió al desarrollo de la di­visión del trabajo dentro del taller. Lo que caracteriza a la manu­factura es, antes que nada, "la reunión de muchos trabajadores y de muchos oficios en un solo Ligar, en un mismo local, bajo el mando de un capital y no la fragmentación del trabajo ni la adap­tación de los operarios a operaciones muy simples."22

Esta concentración de hombres e instrumentos constituye una condición necesaria, pero no suficiente, para el desarrollo de la división del trabajo manufacturero. Todavía en los comienzos del siglo xvii, observa Marx, la manufactura holandesa desconocía

20. Ibid., p . 128. 21. Ibid. ,p. 129. 22. Ibid., p . 130.

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la división del trabajo. No obstante, con la nueva escala de pro­ducción y con la concentración de los diversos ramos de un mis­mo oficio gremial se reprodujo la división del trabajo existente en el régimen gremial en el interior del propio taller manufacture­ro. El progreso en la concentración de las fuerzas productivas en el seno de la manufactura -hombres, instrumentos y ramos ocu­pacionales- desarrolló la división del trabajo.23

No obstante, sólo con la introducción de las máquinas en el taller mecánico se da una modificación radical que, al simplifi­car las tareas del operario dentro del taller, transforma el trabajo especializado en trabajo propiamente dicho;

Lo que caracteriza a la división del trabajo en el taller mecá­nico es que el trabajo pierde, en su interior, todo carácter de es­pecialización. Pero, tan pronto cesa todo desarrollo especial, comienza a dejarse sentir el afán de universalidad, la tendencia a un desarrollo integral del individuo. El taller mecánico supri­me las profesiones aisladas y el idiotismo del oficio.24

Las obras de madurez de Marx, en particular los Grundrisse y El capital, representan progresos notables con relación al tra­tamiento de la división del trabajo y del proceso de trabajo en comparación con las obras discutidas antes. Algunos de esos pro­gresos representan extensiones más elaboradas de la perspectiva inicial; otros representan avances genuinos que, aunque latentes en la obra de juventud, adquirieron una expresión conceptual explícita sólo después. Entre los primeros, merecen mención es­pecial el papel de la cooperación en la división del trabajo; el ori­gen de esta líltima en el contexto del intercambio de esferas diferentes de producción originalmente independientes; y el nue­vo análisis de la división del trabajo en el proceso de producción

23. Ibid., pp. 130-131. 24. Ibid., p. 136.

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de mercancías. Entre los segundos, los avances más importantes, se destacan la teoría del valor trabajo y la revolucionaria concep­ción del trabajo como trabajo abstracto, la forma objetiva acabada del trabajo. Estas nuevas contribuciones, como trataré de demos­trar más adelante, permiten el desarrollo de un tratamiento teó­ricamente más riguroso que el expuesto hasta ahora.

IV. Trabajo manufacturero y cooperación Marx retoma en El capital el problema de la división del tra­

bajo en el punto en donde lo dejó al concluir su discusión en la Miseria de la filosofía, esto es, el tema de la cooperación y de la manufactura. La cooperación, o sea, la reunión de productores individuales que trabajan lado a lado de modo deliberado y si­multáneo en un mismo lugar, constituye el punto de partida del proceso capitalista de producción. Desde el punto de vista histó­rico, la cooperación capitalista se desarrolló en oposición a la agricultura campesina y a la industria artesanal independiente. Las formas simples y elementales de cooperación, no obstante, preceden al modo capitalista de producción y hasta permanecen como las formas dominantes de cooperación en los procesos capi­talistas de producción en gran escala, donde la división del trabajo y la maquinaria todavía no desempeñan un papel importante. La cooperación simple difiere en algunos aspectos de la cooperación capitalista. Está organizada, por ejemplo, en el contexto de la propiedad comunitaria de los medios de producción de modo tal que el productor no está aislado de los vínculos comunitarios qua productor. Las relaciones de producción, por lo demás, represen­tan relaciones directas de subordinación ya sea servil o esclava. La mercancía, el producto de la cooperación, es el resultado de un ciclo completo de operaciones o tareas realizadas por cada Lino de los productores. Todos los trabajadores realizan de modo in­dependiente pero simultáneo todas las tareas de un mismo oficio.

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El trabajo artesanal no está, entonces, fragmentado y la destreza artesanal constituye, pues, la base del proceso de producción.25

Las formas precapitalistas de cooperación simple dan origen a un tipo de división del trabajo diferente al existente en socie­dades capitalistas. Mientras que en estas últimas ésta es de natu­raleza progresiva, en las comunidades antiguas y, en general, en todas aquellas economías donde no existe la división en el taller o existe apenas precaria y fortuitamente, tiene un carácter fijo, de origen espontáneo que poco a poco se cristaliza y es consolidado por la sanción de la ley y de la tradición. En efecto, cada vez que surgen comunidades diferentes, el viejo esquema se emplea de nuevo sin alteraciones estructurales sirviendo como base para el desarrollo de sistemas productivos autosuficientes inéditos. Cuando, por casualidad, las condiciones externas exigen una di­visión progresiva del trabajo, los gremios se subdividen y se de­sarrollan nuevos gremios al lado de los viejos, pero de ningiín modo aparece la tentativa de conducir diversos oficios manua­les en un mismo taller.26 La división social del trabajo, o sea, aquella basada en formas de cooperación simple y en la actividad de pro­ductores independientes, no afecta al proceso de trabajo. La noción de trabajo forzado, la categoría detrás de la génesis del trabajo alienado, parecería, entonces, inoportuna para el análisis del pro­ceso de producción en ese estadio. En la división del trabajo de la comunidad, "cada uno de los artesanos, por ejemplo el herre­ro, etc., trabaja de acuerdo con la costumbre tradicional pero de modo independiente y sin estar sujeto a ningún tipo de autori­dad, realizando en su propio local de trabajo, bajo su propia ini­ciativa, todas las operaciones propias de su especialidad."27

25. Véase El Capital, op.cit., vol. 1, caps, xi y xn, pp. 336-390 y especialmen­te pp. 336, 340, 345, 350-352 y 380-385.

26. Ibid., pp. 376-379. 27. Ibid., p.378.

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Esa situación se modifica con el surgimiento de la división manufacturera del trabajo, esto es, aquélla que se opera dentro del propio proceso y que constituye el fundamento para el desarro­llo del modo de producción capitalista. El desarrollo de la manu­factura procede de cambios sufridos por la industria artesanal: ya sea por la combinación de oficios anteriormente heterogéneos e independientes, que pasan a ser momentos especializados y com­plementarios entre sí, con relación al proceso de producción de una misma mercancía, o ya por la fragmentación del proceso de cooperación de un conjunto de trabajadores en una serie de operaciones particulares y diversas que acaban asumiendo un carácter independiente al ser realizadas de forma aislada. En ambos casos, el trabajo artesanal se transforma en una operación parcial y el resultado es siempre el mismo: "un mecanismo pro­ductivo cuyos instrumentos son los seres humanos."28 Una lec­tura de los Manuscritos revela a las claras que la crítica de la división del trabajo que Marx tiene en mente es ésta, o sea, la di­visión en el propio proceso de trabajo. Es aquí que la categoría de trabajo forzado tiene una utilidad analítica amplia.

La manufactura, entonces, comienza en un momento en el que las condiciones para la cooperación se encuentran en proceso de desarrollo y se complementan con la subdivisión de los oficios y la fragmentación del trabajo artesanal. El proceso de cooperación asume ahora una forma compleja que, de manera superficial, se presenta como la simplificación de la actividad productiva del trabajador pero que, en verdad, significa la creación de un "tra­bajador colectivo" fruto de la multiplicación de órganos cualitati­vamente diferentes comprometidos con la producción de una mercancía. Esta metamorfosis, por lo demás, se procesa de for­ma paralela con transformaciones radicales en la naturaleza del trabajo, transformaciones que se derivan de la institucionaliza­ción, en la esfera del trabajo cooperativo, organizado de modo

28. Ibid., p-355- Cf. también pp. 359-362.

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social, de un tiempo de trabajo socialmente necesario. Marx atribuye al carácter inflexible de esa exigencia -exigencia segrín la cual la producción de mercancías está determinada por una cantidad de tiempo socialmente definida- el status de una ley técnica del pro­ceso de producción. Veamos la explicación dada por el propio Marx:

Puesto que el producto parcial de cada trabajador [detall zoorker] no es a la vez más que el estadio particular de desarrollo de la producción del producto acabado, lo que cada trabajador o grupo de trabajadores completa sirve como materia prima para el grupo siguiente. El término del trabajo de un individuo repre­senta el punto de partida del trabajo de otro. Cada trabajador suministra, entonces, empleo al sucesor. La cantidad de tiempo de trabajo necesaria para la realización de la tarea rítil deseada en cada proceso parcial está determinada por la experiencia y el mecanismo integral de la manufactura descansa en el supuesto de que en un dado período de tiempo de trabajo se logrará un resultado dado. Sólo bajo ese supuesto se pueden realizar de for­ma ininterrumpida, simultánea y continua los procesos comple­mentarios de trabajo. Es obvio que la dependencia directa de las operaciones y, por consiguiente, de unos trabajadores con respec­to de otros, obliga a cada individuo a no gastar más cantidad de tiempo que la necesaria para su tarea particular. Por eso, la con­tinuidad, la uniformidad, la regularidad, la organización y, sobre todo, la intensidad del [ritmo de] trabajo acaban siendo muy di­ferentes en ese proceso manufacturero a las del trabajo artesanal independiente o inclusive a las de la cooperación simple. La re­gla según la cual no se debe gastar más del tiempo de trabajo socialmente necesario en la producción de una mercancía pare­cería estar establecida, en la producción de mercancías de modo general, por la fuerza de la competencia puesto que, para decirlo de una manera sencilla, cada productor individual debe vender la mercancía al precio de mercado. En la manufactura, no obstan­te, la producción de una cantidad determinada de un producto

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en una cantidad determinada de tiempo de trabajo es una ley

técnica del propio proceso de producción.29

Esta ley técnica, que Marx más adelante llamará como ley de hierro de la proporcionalidad, "establece una razón matemática fija entre el mímero de órganos [del trabajador social colectivo] que determina el número relativo de trabajadores o el tamaño relativo de los grupos de trabajo para cada función específica. A medida que [la división manufacturera del trabajo] subdivide el proceso de trabajo social de modo cualitativo, ella fija una regla cuantitativa y Lina proporcionalidad a ese proceso."30 De ahí el carácter despótico de la división manufacturera del trabajo y la naturaleza forzada del trabajo en esas circunstancias.

V. División del trabajo e in tercambio Como observé antes, el análisis del papel de la cooperación en

la división del trabajo y de su división en el proceso de produc­ción de mercancías aparece en las obras de Marx anteriores a los Grundrisse y El capital, con relación a las cuales estas dos últimas presentan una discusión más desarrollada de esos mismos temas. Un LÍltimo tema comiín a todas esas obras y desarrollado por igual en las dos últimas es el relativo al origen de la división del traba­jo en el contexto del trueque. La discusión gana ahora una espe­cificidad histórica inexistente en las primeras obras y el trueque aparece como fuerza mediadora de un modo más concreto que en los primeros análisis.

Existe una división natural y espontánea pero fija, como ya anoté, del trabajo social en el seno de la familia, de la tribu y de las comunidades antiguas, división que tiene fundamentos sexua-

29. Ibid., pp. 363-364. 30. Ibid., p. 364. Cf. también p. 375.

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les y etarios y, por tanto, un "fundamento puramente fisiológico". El espacio social sujeto a la división del trabajo aumentará, desde luego, de modo proporcional con la extensión de la comunidad, con el aumento demográfico y con las conquistas territoriales. La extensión de esa división, por lo demás, no significa, sin embar­go, la modificación de la forma de la división del trabajo. Significa, apenas, la reproducción mecánica de la vieja forma en el nuevo espacio. En un primer momento, las diversas familias, tribus y comunidades se constituyen como unidades económicas inde­pendientes, que desarrollan sus propios métodos de producción segrín la existencia de medios de producción y según el ambien­te natural a su rededor. En esas circunstancias originales, la ma­yor parte del producto se destina a la satisfacción de las necesidades inmediatas de la comunidad y no tiene, entonces, un status de mercancía, siendo la producción, por tanto, todavía in­dependiente de la división del trabajo. Y agrega Marx:

Es debido a la existencia de esas diferencias desarrolladas de forma espontánea que, cuando las comunidades entran en con­tacto, ocurre un intercambio de sus diversos productos, de modo que esos productos se transforman gradualmente en mercancías. El trueque no crea la diferencia entre las esferas de producción; pone en contacto a las diversas esferas de producción y las trans­forma, entonces, en ramos más o menos interdependientes de una producción social colectiva. La división social del trabajo se ori­gina, pues, a través del trueque entre esferas de producción que originalmente son distintas e independientes las unas de las otras.31

El cambio privado no es, pues, la forma inicial del cambio y se encuentra, por el contrario, en oposición con las condiciones patriarcales y feudales originales de producción, basadas en la subordinación natural o política de unos individuos con respec-

31. ¡bid.,p. 371 y p. 377.

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to a otros. El trueque privado no se apropia al comienzo de la vida económica de la comunidad; su movimiento se restringe prime­ro al excedente de la producción directamente útil y a la perife­ria del sistema económico. Aparece así en el intersticio existente entre comunidades independientes y sólo con posterioridad va transformando las relaciones de dependencia personal en depen­dencia de todos con relación al dinero, a la forma metamorfoseada de todas las mercancías.32

VI. Trabajo, valor y alienación Hasta aquí los tópicos discutidos por Marx establecen alguna

continuidad entre las obras de juventud y las obras de madurez. En estas LÍltimas, sin embargo, Marx desarrolló una contribución original de consecuencias muy importantes para la discusión del trabajo y de su división. El mídeo fundamental a partir del cual es posible examinar desde otro ángulo la nueva representación marxista de esas cuestiones es, desde luego, la teoría del valor. La noción de valor, como es bien sabido, hacía ya parte del acer­vo de conceptos de la economía clásica inaugurada por Smith y después sistematizada por Ricardo. Según esa teoría, el trabajo es la fuente de valor y, en consecuencia, el valor de las mercan­cías está determinado por la cantidad de trabajo incorporado en su producción. Marx parte de esos principios y agrega aquello que distingue la teoría marxista del valor de las teorías burguesas anteriores: que el valor de la mercancía está determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción y, ade­más, que la fuente del valor no es el trabajo diferenciado de for­ma cualitativa, el trabajo concreto en otras palabras, sino el trabajo abstracto, la fuerza de trabajo. Estas ideas, desarrolladas entre 1857 y 1858, cuando Marx elaboraba los Grundrisse, representan el cam­bio más revolucionario con respecto al esquema de interpretación

32. Cf. Grundrisse, op.cit., pp. 156 ss; pp.252 ss.

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anterior.33 Esta identidad que yace detrás de todas las formas par­ticularmente asumidas de modo cualitativo en las diversas acti­vidades productivas es la que permite el intercambio cuantitativo de toda las mercancías.

Para efectos de la presente interpretación es importante obser­var que la noción de trabajo abstracto no aparece en los escritos ante­riores. El eqLiivalente en esos escritos es la noción teóricamente "primitiva" de trabajo forzado. La transición de la noción de tra­bajo forzado a la de trabajo abstracto representa en términos ana­líticos una transición revolucionaria desde una perspectiva teórica en el sentido de transformar la categoría simple -trabajo forza­do- en una categoría concreta - trabajo abstracto. Esta líltima, por consiguiente, recupera las determinaciones y el sentido de la noción "primitiva" de la obra de juventud y la enriquece con una nueva dimensión propia del estadio final de la evolución del tra­bajo en su forma completa, característica del modo capitalista de producción. Esta noción no podría haber sido alcanzada por Marx -pese a su genial intuición en las primeras obras- sin la teoría del valor del trabajo, teoría que le permitió una primera aproxima­ción cuantitativa a la idea de éste como fuerza de trabajo, inde­pendiente, por tanto, de cualquier especificidad.

Este cambio, pues, permite desarrollar una perspectiva dife­rente y más satisfactoria para explicar el desarrollo del trabajo alienado. A diferencia del análisis hecho en los Manuscritos, el proceso de alienación puede ser ahora considerado desde la pers­pectiva de la creación de valores de cambio -el proceso constitu­tivo del modo de producción capitalista- y no apenas desde la perspectiva más abstracta e indeterminada del trabajador con relación al producto y a sí mismo, como había hecho antes. Esta noción más enriquecida y concreta de la génesis del proceso de alienación adquiere asimismo un carácter más universal que tras-

33. Cf. Capital, op.cit., cap. 1 y cap. v y Grundrisse, op.cit., passim.

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ciende el contexto específico y limitado del proceso productivo me­diante la categoría del valor:

Puesto que cada individuo trabaja para sí mismo pero su pro­ducto no representa nada para él, cada uno debe, desde luego, intercambiar no sólo para tomar parte de la capacidad producti­va general sino también para transformar su propio producto en su propia subsistencia.34

Pero no es el cambio en general lo que aliena al productor de su producto sino los valores de cambio y las consecuencias que se derivan de su institucionalización económica:

La misma necesidad de tener que transformar primero los productos o actividades individuales en valores de cambio, en di­nero, de manera que ellos demuestren su poder social en esta for­ma objetiva [sachlichen], prueba dos cosas: (i) que ahora los individuos sólo producen para la sociedad y dentro de la socie­dad; (2) que la producción no es directamente social, no es el "fru­to de la asociación" que distribuye el trabajo internamente. Los individuos están subordinados dentro de la producción social; la producción social existe fuera de ellos como su destino; sin em­bargo, la producción social no está subordinada a los individuos, no está controlada por ellos como su riqueza común.35

En todas las formas de organización histórica del trabajo ante­riores al capitalismo, la economía está orientada hacia la produc­ción de valores de uso. La condición fundamental de la burguesa, en cambio, es la de que

el trabajo debe producir valor de cambio de una manera directa, i.e. dinero; y, a la vez, que el dinero debe comprar directamente trabajo y, por consiguiente, al propio trabajador, pero sólo en la

34. Grundrisse, op.cit., p. 158. 35. Ibidem.

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medida en que éste aliena [verdussert] su actividad en el cambio. Trabajo asalariado, por un lado, y capital, por el otro, no son más que otras formas del valor de cambio desarrollado y de dinero (como la encarnación del valor de cambio). El dinero se transfor­ma, pues, de forma directa y simultánea en la comunidad real [Gemeimvesen] puesto que constituye la substancia general de sobrevivencia para todos y, al mismo tiempo, el producto social de todos. Con todo [...] en el dinero la comunidad [Gemeimvesen] es al mismo tiempo una mera abstracción, una cosa externa y accidental para el individuo y también un simple medio para su satisfacción como individuo aislado. La comunidad de la antigüe­dad presupone una relación muy diferente con respecto al indivi­duo y por parte de él. El desarrollo del dinero [como representante material de la riqueza general, como valor de cambio indivi­dualizado] destruye por tanto esa comunidad. Toda producción es una objetivación [Vergegenstandlichung] del individuo. Con el dinero (valor de cambio), no obstante, el individuo no se objeti­va en su cualidad natural sino en una cualidad (relación) social que le es, al mismo tiempo, externa.36

A medida que el concepto de trabajo se va volviendo más con­creto, i.e.: a medida que su conexión con el concepto de valor va siendo esclarecida de modo conceptual, Marx acentría su interés en asociar el proceso de alienación con el proceso social de pro­ducción, con las relaciones de producción, una perspectiva diferente e inédita en las primeras obras en la cuales aquel proceso es exami­nado particularmente desde la perspectiva del proceso de traba­jo. Observa él, en efecto:

Se olvida, en primer lugar, que el presupuesto del valor de cam­bio, la base objetiva de todo el sistema de producción, ya implica en sí una compulsión sobre el incf ividuo, puesto que su produc­to inmediato no es un producto para él sino que se torna tal en el

5. Ibid., pp. 225-226.

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proceso social y puesto que [el producto] debe asumir esta forma general pero externa; y que el individuo existe apenas como pro­ductor de valores de cambio, [y] por tanto que la negación total de su existencia está ya implicada; que está, pues, determinado del todo por la sociedad; que esto presupone, además, una divi­sión del trabajo, etc. dentro de la cual el individuo ya está dado por sentado [posited] en relaciones diferentes a las de simple su­jeto de intercambio [exchanger], etc. Que este presupuesto, por consiguiente, de ninguna forma surge de la voluntad del indivi­duo o de su naturaleza inmediata sino que es, antes, histórico y postula [posits] al individuo como estando ya determinado por la sociedad. Se olvida, por otro lado, que estas formas superiores, en las cuales el cambio, o las relaciones de producción que se rea­lizan dentro de él, se da [dicho cambio] por sentado, no perma­necen, de ningún modo, fijas en esa forma simple donde la mayor distinción que ocurre es formal y, por tanto, irrelevante. Lo que se pasa por alto, por último, es que las formas simples del valor de cambio y del dinero ya contienen de modo latente la oposi­ción entre el trabajo y el capital, etc.37

Con todo, la simple postulación del valor de cambio no es suficiente. Es indispensable que todo el sistema de producción esté orientado hacia la creación de valor. La simple circulación de mercancías no contiene necesariamente un principio de autorre-producción: el proceso de circulación se agota, en rigor, con el intercambio de valores de cambio. La reproducción de ese proce­so, en esas circunstancias, exigiría que nuevas mercancías, exter­nas a ese circuito, sean incorporadas al final de cada ciclo de circulación. Ese movimiento asLime, pues, Lina naturaleza auto-sostenida, autorreproductora sólo con la transición hacia formas capitalistas de producción, con el surgimiento del trabajo creador de valor.

37. Ibid., pp. 247-248.

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Solo con el capital se postula el valor de cambio como valor de cambio de tal manera que se autopreserva en la circulación [...] Permanece, por lo tanto, siempre como dinero y siempre como mercancía.38

En contraste con el caso de la circulación simple, en donde el valor de cambio se realiza sólo en el momento en que sale del cir­cuito, en el proceso capitalista el valor de cambio -el dinero- se vuelve independiente de la circulación pero se mantiene como tal a través de ella, como capital. Todo ese movimiento asumió his­tóricamente dos formas, la primera de las cuales partió del con­tacto e intercambio de productos superfinos entre tribus con producciones diferentes, forma ya discutida antes. La segunda forma, la más clásica, se deriva de la penetración de grupos de comerciantes como los Lombardos y los Normandos. El intercam­bio del excedente, por supLiesto, implica ya la postulación de valores de cambio, pero el intercambio juega apenas Lin papel accesorio en el propio proceso de producción. No obstante, si el comercio gana impulso, el intercambio deja de tener un carácter pasivo y el excedente de producción comienza a asumir un ca­rácter menos accidental y fortuito y más necesario. Sólo enton­ces la producción doméstica se orienta hacia la circulación o, en otras palabras, hacia la postulación y afirmación -o, para emplear la jerga sociológica, hacia la institucionalización- de valores de cambio, hacia la producción de valor. Pero aun así y a pesar del impacto de la circulación y del valor de cambio sobre la organi­zación de la producción doméstica, ésta todavía no se encuentra del todo invadida por aquéllos. La institucionalización completa y total de la producción de valores de cambio dentro del sistema económico como un todo depende, desde luego, de la intensidad del impulso comercial externo y del desarrollo alcanzado por la producción doméstica, la división del trabajo, etc. Accidente his-

38. Ibid., pp.260-261, pp. 254 ss.

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tórico decisivo para el desarrollo del modo de producción capi­talista en Inglaterra fue la producción de excedentes de lana al comienzo del siglo xvn para mantener el intercambio de mercan­cías iniciado a finales del siglo anterior con los Países Bajos (Ho­landa). Gracias a esa coyuntLira, el trabajo agrícola inglés perdió su carácter de productor de valores de uso y el intercambio de excedentes no fue más Lin elemento "incidental", fortuito, para la organización del proceso productivo. Comienza entonces la circulación a determinar la actividad agrícola y a orientar, por consiguiente, a la economía doméstica hacia la producción de valores de cambio. Se altera, pues, el sistema tradicional de rela­ciones sociales de producción y se instaura de forma gradual un nuevo modo de producción que postula, a partir de entonces, la creación de valores de cambio como su fínico objetivo.39

Desde la perspectiva del presente trabajo, la contribución más original del progreso teórico permitido por la teoría del valor del trabajo de los Grundrisse y de El capital consiste en la posibilidad de determinar deforma más concreta el proceso de alienación. La alie­nación asociada al trabajo forzado en los Manuscritos es sólo una forma simple, arín abstracta, del desarrollo acabado de la aliena­ción. La innovación de los Grundrisse yace en la posibilidad teóri­ca de asociar el trabajo alienado no al trabajo forzado, categoría históricamente imprecisa e indeterminada -categoría, por lo de­más, limitada en su contenido analítico al proceso de trabajo- sino al trabajo abstracto, históricamente desarrollado y, por consi­guiente, al modo de producción orientado hada la producción de valor a través de valor. Esta innovación, como se sugirió al co­mienzo de este capítulo, no representa una ruptura con elprimer análisis de Marx. De hecho, la intencionalidad del concepto ori­ginal de alienación se encuentra incorporada en la nueva pers­pectiva. En efecto, ¿por qué es alienante la prodLicción de valores

39. Ibid., pp.256 ss.

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de cambio? Porque, y aquí resuena el análisis original, "el traba­jo [está] estructurado de tal forma que el producto no [es] un valor de uso directo para el trabajador, no [es] un medio directo de subsistencia."40

No obstante, estamos ahora muy lejos de la crítica que acen­tuaba el carácter no espontáneo de la actividad productiva alienada. Ahora es necesario, para la inteligencia completa del proceso de alienación del trabajo, establecer una conexión orgá­nica, antes ausente, entre el proceso de trabajo y la producción de valor, conexión que remite desde una perspectiva analítica a la noción de modo de producción.

VII. Trabajo abstracto, división del trabajo y modo de producción En rigor, el concepto de trabajo -como categoría sintética, ple­

namente acabada y no como ésta o aquella clase particular y, por tanto, abstracta, de trabajo- tiene su desarrollo pleno con el sur­gimiento del trabajo abstracto en la esfera de la economía burgue­sa, con el trabajo asalariado. El esclavo, observa Marx, "es una cosa [Sache] que pertenece a otro y, por tanto, no establece como sujeto relación con su gasto particular de fuerza ni con el acto de trabajo vivo." El siervo, a su turno, "aparece como un momento de la propiedad de la tierra, representa un apéndice del suelo de la misma manera que las bestias de tiro."41

La fuerza de trabajo del asalariado, en cambio, le pertenece a él mismo y él dispone del gasto de esa fuerza a través del cambio. Pero aquello que el trabajador asalariado vende al capital no es el trabajo específico, trabajo concreto; siempre vende una canti­dad específica de fuerza de trabajo, aunque su capacidad produc-

40. Ibid., p. 266. 41. Ibid., pp. 464-465. 42. Ibid., p. 464.

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tiva como totalidad sea superior a cualquier gasto particular de

ella.42

El siguiente pasaje describe esta cuestión:

Es necesario llamar la atención sobre un último punto en lo que concierne a la relación entre el trabajo y el capital, a saber, que como el valor de uso que confronta al dinero postulado como capital, el trabajo no es éste o aquel trabajo sino trabajo puro y sim­ple, trabajo abstracto: del todo indiferente a su especificidad parti­cular [Bestiinnttheit] pero capaz de cualquier especificidad. La particularidad del trabajo debe, desde luego, corresponder a la substancia particular en la cual consiste tin capital dado; pero como capital como tal es indiferente a cualquier particularidad de su substancia y existe no sólo como totalidad de sí mismo sino también como la abstracción de todas sus particularidades, el tra­bajo que lo confronta posee subjetivamente también la misma to­talidad y abstracción en sí. Por ejemplo, en el trabajo gremial y artesanal, en donde el propio capital todavía posee una forma limitada y aiín está sumergido por entero en una substancia par­ticular no siendo, por tanto, aiín capital como tal, el trabajo tam­bién aparece todavía sumergido en su especificidad particular; no en la totalidad y abstracción del trabajo como tal, desde las cuales confronta al capital. Esto quiere decir que el trabajo es, desde lue­go, en cada caso singular, un trabajo específico, mas el capital puede entrar en relación con cada trabajo específico; él [el capital] confronta la totalidad de los trabajos [virtualmente] y el que con­fronte en un momento dado es una cuestión accidental. Por otro lado, el propio trabajador es del todo indiferente a la especifici­dad de su trabajo; no posee ningún interés para él sino apenas como trabajo de hecho y, como tal, un valor de uso para el capi­tal. Su carácter económico yace por lo tanto en el hecho de ser él el portador [carrier] de trabajo como tal, i.e. de trabajo como valor de uso para el capital; él es un trabajador en oposición al capita­lista. No es éste el carácter de los artesanos y miembros de gre-

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mios, etc., cuyo carácter económico radica precisamente en la es­pecificidad de su trabajo y en su relación con el maestro específico, etc. Esta relación económica -el carácter que el capitalista y el tra­bajador poseen como extremos de una relación individualizada [single] de producción- se desarrolla, por ello, de manera más pura y adecuada a medida que el trabajo pierde todas las carac­terísticas del arte; a medida que sus destrezas [skills] se tornan algo cada vez más abstracto e irrelevante, y a medida que él se transforma más y más en una actividad puramente abstracta, en una actividad puramente mecánica, indiferente, por consiguiente, a su forma particular; en una actividad meramente formal o, lo que equivale a lo mismo, una actividad meramente material [stofflich], actividad pura y simple, independiente de su forma. De nuevo se puede ver aquí que la particularidad específica de la relación de producción, de la categoría -en este caso, capital y trabajo- se torna real sólo con el desarrollo de un modo material de producción particular y efe un estadio particular en el desarrollo de las fuer­zas productivas industriales.43

Para ser comprendido de manera adecuada, pues, el desarro­llo histórico del trabajo abstracto exige un análisis que de modo necesario trasciende el contexto inicial restringido de forma ex­clusiva al proceso de trabajo. En el contexto esclavista y patriar­cal de producción, la mayor parte de la población satisface sus necesidades de modo directo a través del trabajo; la esfera de la circulación y del cambio todavía se encuentra muy limitada y el trabajador, en particular, no se considera implicado en un proce­so de cambio. En el proceso capitalista de producción, por el con­trario

el consumo está mediado en todas partes por el cambio y el tra­

bajo nunca tiene valor de uso directo para los que trabajan. Su

43. Ibid., pp. 296-297.

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fundamento entero es el trabajo como valor de cambio y la crea­ción de valor de cambio.44

El trabajo abstracto representa, por ello mismo, trabajo asala­riado, trabajo productor de capital, esto es,

trabajo vivo que produce tanto las condiciones objetivas para su realización como actividad como los momentos objetivos de su ser como capacidad de trabajo y [que] los produce como fuerzas ajenas opuestas a él, como ztalores para sí, independientes de él.4''

El texto a continuación ayuda a esclarecer la conexión precisa entre el desarrollo histórico del trabajo abstracto y las formas sim­ples de la división del trabajo:

Un presupuesto del trabajo asalariado, y uno de los requisi­tos históricos del capital, es el trabajo libre y el intercambio de este trabajo libre por dinero con el fin de reproducir el dinero para con­sumir el valor de uso del trabajo no para el consumo individual [énfasis

añadido] sino como valor de uso para el dinero. Otro presupuesto consiste en la separación del trabajo libre de las condiciones ob­jetivas de su realización -de los instrumentos [ineans] de trabajo y del material por trabajar. Sobre todo, pues, liberación [reléase] del trabajador con respecto al suelo como su taller natural -diso­lución, pues, efe la pequeña propiedad privada libre y de la pro­piedad comunal de la tierra fundada sobre la comunidad oriental. En ambas formas, el trabajador se vincula con las condiciones objetivas de su trabajo como su propiedad; ésa es la unidad na­tural del trabajo con sus presupuestos materiales [sachlich]. Por eso el trabajador posee una existencia objetiva independiente del trabajo. El individuo se asocia consigo mismo como propietario, como señor de las condiciones de su realidad. Con los otros se vincula de la misma manera y -según que este presupuesto esté

44. Ibid., p. 419. 45. Ibid., p. 463.

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postulado como procedente de la comunidad [comtnunity] o de las familias individuales que constituyen la comunidad [conimu-ne\- se relaciona con los otros como copropietarios, una de las tantas encarnaciones de la propiedad común, o como propieta­rios independientes como él, propietarios privados independien­tes -al lado de los cuales la propiedad comunal hiperabsorbente e hiperpredominante se postula ahora como un ager publicas junto con muchos propietarios privados de tierra.

En ambas formas, los individuos se relacionan entre sí no como trabajadores sino como propietarios -y miembros de una comunidad, que trabajan de modo simultáneo. El objetivo de ese trabajo no es la creación de z>alor -si bien [los individuos] puedan crear trabajo excedente para efectos de obtener productos ajenos [alien], i.e. excedentes a través del cambio- su objetivo es, más bien, el mantenimiento del propietario individual y de su fami­lia así como de la comunidad total. La postulación del individuo como trabajador, con esa simplicidad, es en sí un producto de la historia.46

Se puede, pues, apreciar que, como trabajo alienado, el traba­jo abstracto tiene que ver mucho más con su conexión con la ca­tegoría del valor que con su carácter, ahora suspendido, de trabajo forzado.

Ahora bien, si la introducción del valor provoca modificacio­nes radicales en la naturaleza del trabajo, provoca modificaciones igualmente importantes en lo que respecta a la noción de división del trabajo. Arriba vimos, en efecto, qLie la nueva representación de la división del trabajo exige que sea construida a partir de una perspectiva mucho más amplia que tenga en cuenta la conexión del trabajo con el modo de producción fundado en la creación de valor y no apenas con el ámbito limitado del trabajo involuntario, penoso, forzado. Antes del surgimiento de una economía orientada hacia

46. Ibid., pp. 471-472.

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la producción de valor, la división del trabajo asume apenas for­mas simples, incompletas, desde una perspectiva objetiva y de­sarrollada y, por lo demás, restringidas a ciertos enclaves de producción dentro del espacio total de la organización económi­ca. Pero con la transición de las formas simples de la división del trabajo hacia su forma final completa o, mejor aún, con la meta­morfosis de la división del trabajo de categoría simple a catego­ría concreta, el ángulo analítico de la teoría marxista se enriquece en un doble sentido: ahora el trabajo dividido no pervierte ape­nas al sujeto: pervierte, también, la totalidad de las relaciones de producción, el modo de producción como un todo; y ahora, final­mente, la intencionalidad crítica de la idea de alienación no im­pugna apenas la deformación monstruosa del espíritu subjetivo: impugna, asimismo, la perversión del mundo social como un todo, en su totalidad. Desde luego, esas ideas ya estaban presen­tes de forma virtual, in nuce, en las reflexiones juveniles de Marx: el vigor y la riqueza de toda su teoría, desde la perspectiva aquí planteada, consiste en el hecho genial de que el joven Marx había intuido ideas que adquirirían con posterioridad una expresión racional, una forma conceptual, que facilitarían el establecimiento de una continuidad teórica radical, profunda, pese a las innova­ciones teóricas trascendentales de su etapa de madurez.

Trabajo abstracto, indiferente a cualquier especificidad o par­ticularidad, creador de valor -trabajo como fuerza de trabajo, como valor de uso para el capital: he ahí el trabajo alienado y la cuna escatológica de la división concreta del trabajo.