114

La Ensaladera

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Para que pagar si lo podes tener gratis!

Citation preview

Page 1: La Ensaladera
Page 2: La Ensaladera
Page 3: La Ensaladera

La Ensaladera

Page 4: La Ensaladera
Page 5: La Ensaladera

La Ensaladera

Juan Pablo Alvarez

Page 6: La Ensaladera

Alvarez, Juan Pablo La ensaladera. - 1a ed. - Núñez: el autor, 2014. 109 p. ; 21x15 cm. ISBN 978-950-43-4856-6 1. Literatura Argentina. 2. Poesía. 3. Cuento. I. Título CDD A860

Fecha de catalogación: 31/10/2014

Editor: Juan Pablo Alvarez La Ensaladera Juan Pablo Alvarez Primera Edición © Juan Pablo Alvarez ISBN: 978-950-43-4856-6 Este libro fue impreso en: "La Imprenta Digital SRL" www.laimprentadigital.com.ar Calle Melo 3711 Florida, Provincia de Buenos Aires En el mes de Noviembre del año 2014. Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723 Libro de edición argentina No se permite la reproducción total o parcial, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción será penada por las leyes 11.723 y 25.446

Page 7: La Ensaladera

Ríe y no mendigues cariño de nadie, porque la vida es un

triste cómico aburrido de sus propias palabras y el

momento para que las oraciones se conviertan en acciones

se encuentra en el breve segundo que el amor te recuerda

que estás solo.

Page 8: La Ensaladera
Page 9: La Ensaladera

A Susana y Cecilia por decirme siempre que se puede y por

hacerme creer todos los días en armar esta ensaladera.

A Papá, por decirme que no se podía, aunque le gustaría estar acá

para verlo

A Sebastián por corregir lo que yo no pude. Y ayudarme en lo que

yo no sabía porque todos necesitamos ayuda, aunque todavía no lo

sepamos..

A Fernando y Gonzalo por saberme corregir un detalle con razón

A Javier, Nico, Sergio y Alejandra por mostrarme que la gente

simple es la mejor.

A todos los locos que andan por la calle todos los días y que se

mezclan con la normalidad de nosotros, que también somos locos.

Page 10: La Ensaladera
Page 11: La Ensaladera

Primeras Palabras

Ser escritor es como ser un boxeador, la única diferencia

es que no se puede ganar por puntos, para que un libro

sea bueno uno tiene que salir a tumbar a la lona en los

dos primeros round, sino, el lector cerrará el libro dando

por terminada la pelea.

Lo que tendría que explicarles con estas primeras

palabras es de que se trata todo esto que les quiero

contar.

Pero no lo voy a hacer, ¡no mierda!, quiero que lo

descubran ustedes, porque no quiero darles ventaja. No

quiero dejarlos pensar, o sí, quiero que piensen, pero

después de haberme leído.

Porque enfrento el riesgo de que vos leas unas líneas,

como una sinopsis de una caja fotocopiada de DVD,

entiendas cualquier cosa, menos lo que te quiero contar,

y cierres el libro o te quedes sin ver la película, hasta que

salga la crítica o la edición de bolsillo.

Si se van y no me leen se van a poner a ver la tele o a

lavar el auto, a mirar el partido, hacer la comida, colgar

la ropa, dormir en el subte o todavía peor, van a ponerse

a leer a otro.

A ese que escribe “¿Cómo conocer gente en un

cumpleaños?”, “Mi amiga me cagó el novio.”

“Hacía gimnasio y se me cayó todo, ¿Cómo sigo?”

Page 12: La Ensaladera

Títulos que aparte de largos y pretenciosos no tienen

que ver con mucho de ustedes mismos, que estarán un

rato dándome parte de su vida para ver lo que les tengo

que decir.

Sin contar algún Best Seller pelotudo, algunas novelas

románticas del año del pedo de viejas masturbadas. La

lista sigue y nunca se acaba, porque existen las fórmulas,

los géneros y los libros de mierda.

Porque usted puede ser gordo, lindo, linda, flaco, feo,

chupa cirio, pedófilo, borracho o drogadicto. Pero sabe,

yo quiero que me conozca.

Y no porque a uno lo quieran, a mí me importa un carajo

que me quieran o no. ¿Saben que quiero?, que me lean,

que compren mis libros y que les guste lo que hago.

El libro no te gusta a las cinco, diez páginas y lo cerras

a la mierda.

Por eso, no esperes que me fije en cómo te voy a decir

las cosas, te voy a dar en los cojones.

Te voy a pegar porque quiero que me prestes atención,

que me escuches. Voy a hacer cualquier cosa para que

te quedes pegado, que no me puedas cerrar y después

irte a la mierda como si nada.

Page 13: La Ensaladera

Porque uno no es más que un punto entre un montón

de gente y un libro no es más que un pedazo de mierda

entre miles, hasta que uno lo agarra, lee el título.

Mira el dibujo de la tapa, lee el intento de explicar de

que la quiere ir, ese que está en la solapa del lado de

adentro y ahí recién uno lo toma en consideración o

sabe que existe.

Lo que es todavía peor, los libros están desapareciendo,

miren, yo no soy ningún defensor de la justicia ni las

pelotas, pero no voy a dejar que un libro se muera para

que ustedes estén contentos.

Si estuvieran en mi lugar harían lo mismo, por eso,

cuando abran, se van a encontrar, no conmigo, sino con

lo que quiero decirle al mundo sobre ustedes.

Porque los conozco, sé lo que dicen cuando corren un

bondi y no llegan, lo que hacen cuando están llegando

tarde al laburo. Sé quiénes son y no me hace falta saber

dónde viven porque ya los conozco.

Page 14: La Ensaladera
Page 15: La Ensaladera
Page 16: La Ensaladera
Page 17: La Ensaladera

Como los actores parados solos en el escenario apenas se abre el telón, él les mostrará quien es, como piensa, como vive, esperando solo que atentos lo miren porque en eso está su única satisfacción, como el actor, solo en ser mirado.

Page 18: La Ensaladera
Page 19: La Ensaladera

- 19 -

Felicidad

Vivía en un tren y no le importaba en lo más mínimo,

se reía de la suerte que decían que tenían los demás.

Un día, una vieja llena de bolsas y un carro de esos de

tela con paraguas adentro se le acercó y le preguntó,

aunque visiblemente aterrorizada de su primera idea.

-¿Es feliz?

El hombre se paró, la vieja retrocedió unos pasos, pero

el hombre la agarró de las manos.

-Mire- Dijo aclarando la voz.

-Conozco seguramente muchas más caras que usted.

Por una cuestión de tiempo, vi más gente en horas de lo

que usted intenta levantar la cabeza en años. Sé

seguramente más de la vida de esa gente, a menos que

usted escuche a kilómetros a la redonda. Sé más de

arquitectura y cómo hacer que los fideos no queden

gomosos aunque estén recalentados.

Conozco incluso la música del verano de los últimos

veinticinco años.

Soy un tipo informado, leo diarios todos los días.

Sé si la gente miente hasta por como mueve las cejas.

¿Usted se daría cuenta si su marido la engaña?

La vieja bajó la cabeza avergonzada.

-No- Negó con la cabeza

Page 20: La Ensaladera

- 20 -

-¿Lo ve? tiene que vivir la vida. -

-Pero, ¿tu vida no es mala?- Se sentó como mareada.

-Perdóname, no, quería decir... ya tenés bastante con

todo esto.

El tipo la abrazó

-No sabes hace cuanto no me decían eso.

Fue y se tiró en una manta deshilachada en un asiento

largo.

-Conocí más de mil formas de decir “te quiero” y otras

mil de terminar una relación, supe lo que es enterarse de

ser papá (sí, también más tarde lo fui), vi viajar personas

que no eran nadie y ahora los veo en carteles.

Veo más colores de los que usted tiene en su televisor.

Viaje más veces de lo que tiene este recorrido, pero

conozco miles de formas de tener felicidad, por eso…

sí, vivo feliz.

Page 21: La Ensaladera

- 21 -

Callejero (A mis amigos de la calle)

Antes no vivía acá, me levantaba todos los días al

mediodía, bah, si tenía mucho hambre, a la mañana.

Me ponía a caminar y a buscar comida en la basura.

Encontrar, encontraba siempre porque hace años vivía

ahí, sabía mucho, conocía cada calle.

Recorrer me dejó varias cosas para mostrarles abajo del

pelo.

Esta me la hice cuando quise meter la cabeza adentro de

un contenedor y otro me quiso sacar la comida.

Después, esta de acá, de cuando un cura me metió una

piña en la cabeza porque me quise robar el agua bendita

de una iglesia.

Pero algo me salió bien. En la esquina, donde viví un

tiempo, me pusieron una caja de cartón, con tres o

cuatro mantas para que también duerma.

Me tiraban una lata de atún, una milanesa a medio hacer,

dura.

Un tipo de un tenedor libre me conocía, yo paraba atrás,

en una cortada al lado de la puerta.

Eso sí, me paso todo el día tirado hasta que llega la hora

sin sol y entonces me cago de frío, me duelen las patas.

Lo único que quiero es que vengan todos así me tiro

encima, hago un par de caras y me dan comida, baño y

hasta tengo frazada. Y si hace mucho frío a la noche me

tiro al lado de la estufa.

Page 22: La Ensaladera

- 22 -

Como a las siete, siete y media de la mañana, me veía,

me revolvía los pelos de la cabeza, me metía los dedos

adentro de la cara, se mandaba adentro de la puerta de

la cortina y a los diez minutos abría.

No se tomaba un mate cocido, ni un carajo. Salía atrás,

sacaba la basura y me daba adentro de una bandeja de

plástico dos facturas y un vaso todo lleno de leche.

Después de que comía y dejaba la bandeja llena de migas

me iba a caminar por ahí y ni sabía cuándo volvía.

Saludaba un montón de gente y mucha gente me

conocía.

Siempre fui bastante sociable, afectuoso, tampoco

tanto, porque la calle me había enseñado a no ser tan

cariñoso apenas conocía a una persona.

Tenía cicatrices de mucha gente que me había pegado a

lo largo de la vida.

También había aprendido a escaparme de los lugares

cuando la cosa pintaba mal.

Con los años de vivir en la calle la forma que tenía de

ver detalles en las personas se hizo algo cada vez más

normal y en casi todos los casos más exacto.

Ahora vivo con una familia que me baña y me da de

comer y soy feliz. Me piden que haga cosas como un

muñeco articulado a pilas.

Hay días que me escapo por la puerta de atrás, la de la

cocina y salgo a caminar como antes.

Page 23: La Ensaladera

- 23 -

Entonces yo me hago parte de la vereda y la calle se hace

parte de mí.

Y me vuelven todas las cosas buenas y malas que viví,

las personas que conocí, que en definitiva me hicieron

ser quien soy.

Me hicieron aprender las cosas que sé y la calle fue, ella

sola, la que estuvo cuando no sabía para dónde ir.

Fue donde me peleé, me enamoré, me reí y más de una

vez lloré cuando estaba en el piso y me pisaron o ni me

miraron.

Page 24: La Ensaladera
Page 25: La Ensaladera

- 25 -

Inocencia

Quisiera que los días no fueran tan largos y las

madrugadas tan cortas, que los sueños no se apilen en

el lote de los posibles y que las cosas que crea la mente

estén ahí nomás, para que uno las toque y sienta que

vuela, que la tierra desparece y la gente se ve como

hormigas diminutas desde la cola de un avión.

Que los miedos se hagan de nubes y las palabras de

caramelo, que los malos entendidos sean por buenas

razones y los pies de uno vuelen ligeros arriba de un

alfiler. Salir a darse revolcones en el pasto y que la luna

se vuelva de algodón.

Que los ojos se mimen frotando las estrellas y que la

fantasía tome por un rato el control.

Que los días sean maestros y las noches sean

compañeras. Que el café sea la única droga que haga

falta y que el curso del mundo sea hostil cuando el

tiempo lo obliga y no en todo momento.

Que las palabras sean lo que se dice y no lo que se quiere

decir y se termina haciendo.

Los países estén un poco más cerca para mirarse entre

ellos y las banderas sean una excusa para juntarse a

comer.

Page 26: La Ensaladera

- 26 -

La tecnología sirva para decirnos cuando nos tenemos

que juntar para vernos las caras y que desaparezca

cuando estamos todos juntos.

Que la tierra no se vuelva impersonal, estéril, fría,

miedosa de sí misma, un extraño que no sabe más dónde

vive, que la música se haga universal y todos conozcan

todo.

Que cada persona pueda viajar una vez por año, para

tener más de cien oportunidades de comer algo distinto

cada vez. Reírse en cien lugares distintos y mirar de

reojo como viven en otro lugar.

Que me duerma y pueda vivir en un sueño y saltar entre

las neuronas y salir con la electricidad, que las calles se

vuelvan nudos y los autos se entierren en cráteres.

Los ruidos se orquesten, los semáforos sean directores

de orquesta, los tachos de basura timbales y las bocinas

violines.

Es decir, que el mundo se llene de música y en el

ambiente se pueda cambiar, por la que uno quiera.

Las veredas se pinten de colores, todo se haga más

pequeño y todo el mundo se conozca.

Los policías ni tengan que usar armas, cualquier persona

sea famosa y una vez por día salga en los noticieros,

aunque no haya hecho algo tan grande.

Page 27: La Ensaladera

- 27 -

Los árboles dominen las calles, todos los animales

tengan casa y las ocupaciones sean sólo eso, ocuparse y

nada más alrededor.

Ni historias, ni envidias, ni resentimientos, ni celos. Solo

ocuparse en cosas para otros. Y que lo demás sea el

mundo entero para uno, ser y vivir los años hasta que

los gusanos se coman los párpados y los bichos las

mejillas, los huesos se reduzcan a abono y los pies se

desmantelen y se vuelvan uñas de lo que alguna vez fue

una persona.

Pero que mientras tanto, hasta que ese día llegue, hasta

que no quede más por hacer que abrazar a la oscuridad

total y ser de nuevo uno más con lo que no se sabe que

es ni de dónde vino, hasta que ese momento llegue, que

el mundo sea un refugio agradable y que no haya que

buscar calor en algunos brazos, agua en donde se pueda

y comida en donde se compre.

Que ser pobre no sea común, ser mentiroso no sea

soportable y los ruidos acompañen y no aturdan, que la

tranquilidad sea obligatoria y no un bien aislado.

Los abogados dibujen en cartulinas sus cartas y los

médicos salven más vidas de las que pueden ahora. Que

existan menos mujeres y hombres golpeados y más

besados y acariciadas. Más fantasías realizadas y menos

realidades olvidadas.

Page 28: La Ensaladera

- 28 -

Menos dolor y más razones para pensar que aún hay en

el mundo tachos de basura llenos de caramelo, la

fantasía a flor de piel y la niñez cosida en una aguja en

el hilo estirado de la inocencia.

Page 29: La Ensaladera

- 29 -

Antes

Cuando era más joven creía en lo justo y ahora creo en

lo seguro.

Me reía de lo eterno y ahora quisiera que la vida dure

para siempre.

Valoraba lo simple y ahora vivo en lo complejo.

Me enojaba el mal humor y ahora me parece sano.

Pensaba que existía lo perfecto y hoy día con suerte

encuentro algo que tenga algo de verdad.

Odiaba la mentira y ahora me parece una herramienta

más de vida.

Criticaba a la gente que fumaba, lo hice. Pensaba que no

decir siempre lo que uno imaginaba, estaba mal, lo hice.

Decía que estaba mal vivir persiguiendo al dinero para

vivir la vida, lo hice.

Pensaba que el mundo también era para los feos y con

suerte se encuentra ropa a medida para obesos.

También creía que en la tele no solo salía la gente linda

para el mundo y nadie en las propagandas de autos tiene

más de cinco arrugas.

Creía que la risa arreglaba todos los problemas y me

enteré de que los alquileres no se pagan con risas.

Soñaba con lo que sería un lugar feliz y entendí que la

gente es un poco más humana cuando llora.

Page 30: La Ensaladera

- 30 -

Creía que la competencia era un mal inútil y me enteré

de que dos seres humanos pueden pelearse por hacer

bien la misma cosa.

Me di la cabeza contra la pared para entender que los

errores son la mejor forma de aprender (y hacen falta

muchos).

Antes me parecía que dar confianza era algo bueno

hasta que supe que la confianza es algo que no todo el

mundo entiende.

Antes ponía en primer lugar lo que quería hacer en la

vida y ahora pongo lo que la vida quiera hacer

conmigo.

Antes me importaba ser una buena persona y ahora me

interesa más lograr ser una persona que pueda

manejarse en el mundo.

Antes me sorprendía más, ahora ya se lo que va a decir

la gente después de verla no más de tres veces.

Antes creía en el amor a primera vista, ahora creo que

el amor es algo no tan visto.

Antes creía que las cosas costaban más, ahora sé que

todo se consigue con el dinero.

Antes estaba seguro de que el egoísmo era malo, ahora

no estoy seguro de que compartir sin recibir nada a

cambio sea tan buen negocio.

Antes no creía en los negocios, ahora creo que la vida

es una eterna negociación.

Page 31: La Ensaladera

- 31 -

Antes no me importaba lo que dijeran de mí, ahora me

importa que dicen de lo que hago.

Antes entendía que merecer las cosas alcanzaba para

ganarlas y ahora sé que hay cosas que se ganan por otras

cosas, sin merecerlas o sin ni siquiera buscarlas.

Antes pensaba menos en el tiempo que me queda de

vida. Todo esto para eso, para tener un año más de vida.

Page 32: La Ensaladera
Page 33: La Ensaladera

- 33 -

Me gusta la gente simple

Porque esperan grandes noticias en frases pequeñas.

Definen la alegría como lo que les pica la cara en un día

de sol.

Se ríen si se empapan debajo de la lluvia.

Piden vivir de los días lo cómico y lo trágico del todo.

Sentirle el gusto, saborear la vida.

Piden a cambio solo si lo necesitan.

No actúan siempre con total decencia, pero son claros

al hablar. Así que no hay duda de lo que quieren, de lo

que les hace mal o les enoja.

Me gustan porque se preocupan por entender una parte

de la vida con el amanecer de cada nuevo día.

Suelen lograr cosas grandes, pero las toman como

pequeñas.

No conocen la diferencia entre hacer un favor y darse

por completo.

No esperan nada más del mundo que ser entendidos y

pasar todos los días haciendo lo único que puede tener

algún valor, ser mejores personas.

Existen buenas personas y simples, que se preocupan

por hacer fortunas o tener una vida de lo más tranquila,

aun sabiendo que la tranquilidad dura días y la plata

horas.

Page 34: La Ensaladera

- 34 -

Que la fama dura un rato y quedar en el tiempo toda la

vida, hasta que a uno lo olvidan.

Me gusta la gente simple porque entiende que una vida

es un momento, que cambia en un segundo, que se

puede desmoronar en años y oigan! , me gusta la gente

simple porque bien o mal tiene en claro que quiere de la

vida.

Me gustan porque no viven de sueños pero están toda

una vida para tratar de hacerlos realidad.

Me gusta la gente simple porque sabe ver en una cara un

llanto o una sonrisa, que una falsa risa puede tapar lo

más terrible y que mucha gente se esfuerza en inventarse

sonrisas cuando quiere llorar.

Me gustan porque defienden posturas, porque se valen

solo de sí mismos.

Porque sacan del mundo lo que el mismo mundo no se

ha esforzado en complicar.

Me gusta la gente simple porque solo se preocupa por

vivir y no importa si es un día o una vida.

Me gustan porque viven de las acciones pequeñas y

muchas acciones que no parecen nada hacen una muy

grande.

Como armar ladrillo en una construcción o mezclar

arena para las ventanas.

Page 35: La Ensaladera

- 35 -

Por ejemplo: Mientras un tipo maneja un auto, otro

atiende una parada de diarios que está ubicada justo

enfrente de un gran hotel donde un tipo labura de

botones.

Ahora bien, un tipo de traje está saliendo muy apurado

del hotel con un maletín, se sube a un auto de vidrios

polarizados, se le cae un papel del maletín y se va. El

botones ve que hay un papel tirado en el piso, pero el

tipo ya se fue en el auto.

Entonces va a buscar al del kiosco de diarios y le

pregunta si sabe adónde iba el auto que salió recién.

El del kiosco de diarios conoce al chofer, siguen al tipo

de traje hasta donde les dijeron que fue.

Esperan en la puerta un rato y no llega nadie, deciden

que es al pedo quedarse y se van.

Mientras, el tipo que maneja el auto ve una señora de

ochenta años que se tropieza y se va de boca al piso

tirando todas las bolsas que tenía.

El que maneja baja y la empieza a ayudar.

En eso el de los diarios y el botones viene caminando

por la vereda de enfrente y reconoce al tipo de traje que

está dentro del auto.

El tipo los ve, le tocan el vidrio, piensa que le van a

afanar y empieza a los gritos hasta buscar algo para

romper el vidrio de la otra puerta.

Page 36: La Ensaladera

- 36 -

El de los diarios que se da cuenta le pide al botones que

le muestre el papel.

El tipo de traje se toca los bolsillos y aliviado abre.

El papel es el discurso que el de traje va a leer en una

declaración de paz entre dos países.

Me gusta la gente simple porque entiende que los

pequeños esfuerzos son grandes.

Me gustan porque son más humanos que los humanos.

Los tiene sin cuidado si reciben algo y dan en su medida

lo que los sigue dejando vivos.

Me gustan porque son coherentes, no siempre son

sensibles, pero aunque sea son verdaderos.

Me gustan porque han dejado sus acciones en el tiempo,

porque aparecen y se van con los días.

Son lo que mucha gente se olvidó que podía ser, cuando

fue invadida por los detalles molestos y la insatisfacción

constante.

Me gustan porque no son seres especiales y aunque

todos somos distintos son lo que une lo más común de

todos nosotros.

Page 37: La Ensaladera

- 37 -

Un día soñé

…que las cosas se medían menos y valían más, que las

cantidades eran solo un decir y los órdenes eran de goma

no de escalones, las palabras volvían a existir más allá de

una pantalla.

La gente por la calle era más pequeña y reían a

carcajadas, eso hacía que fueran minúsculos en su

desdicha y enormes en gestos.

Y les digo más, los abrazos eran cosa de todos los días,

en cada esquina había un beso con una voltereta, un

consejo era poco menos que una caricia y había música

por todos lados, recuerdos de todas las personas llovían

y nadie se tapaba o usaba paraguas.

Soñé que las avenidas anchas estaban cubiertas de gente

hablando entre sí, ni un solo cable, las cosas se hacían

por hacerse y las segundas intenciones solo estaban bien

justificadas. Un día soñé que el mundo era de verdad.

Page 38: La Ensaladera
Page 39: La Ensaladera

- 39 -

Creo

Creo en las personas aunque las causas para creer sean

razones perdidas.

En levantarse como si cada día fuera distinto, creo en

los momentos, en las señales, en los errores y en los

tropezones.

Creo que el mundo es un lugar malo en remodelación.

En el uso del paso del tiempo, creo en el poder enorme

de un recuerdo.

En los resbalones que pega la memoria cuando esta

borracha de a traspiés.

En la magia de las situaciones y en la vida como una

enorme construcción hecha de momentos.

En vivir, en lo simple y lo complicado que guarda una

sonrisa.

En la mentira como un recurso divertido para decir la

verdad.

Poder viajar, en conocer y nunca estar. Porque estar es

estancarse y eso conduce a perder vida. Creo en no

depender de nadie, en lo infaltable de la sorpresa, en

mirar a los ojos y saber que pasa, creo en vivir porque

las cosas para creer se acabaron.

Page 40: La Ensaladera
Page 41: La Ensaladera

- 41 -

Vengo a contarte lo que se de vos porque soy el que te

mira aunque no sepas que estoy.

Soy el afuera, tu espejo en el que los granos de tus

defectos y las limaduras de tu soledad aparecen.

Estoy como el espectador de lujo de tu falsa sonrisa, soy

el que se da cuenta de que te caes caminando en tacones.

El que ve que empujas a la gente para subir al colectivo,

el que escucha cuando los huesos te suenan duros.

Aunque no lo creas también soy el que sabe diferenciar

si lloras porque tu pareja decidió que no existís más o si

de verdad te enfrentas a que las valijas toquen a tu puerta

y tu familia tenga que decirte chau hasta que la rueda

universal los vuelva a juntar.

Estoy donde vos pasas la vista al costado, hasta ahí,

cuando tus pasos acelerados frotan a la vida sin tocarla

y los detalles en lugar de ser una religión se te hacen una

molestia.

Soy el que sabe lo que queres hacer por como miras

aunque digas otra cosa.

Soy el que se preocupa más por tener un buen momento

al día que millones en una cuenta bancaria.

El que ha perdido todo lo que para el mundo puede ser

algo y tiene un montón de nada que al mundo le parece

poco.

Page 42: La Ensaladera

- 42 -

Tengo lo que es nada, como reírse en un día de tormenta

abajo de un toldo, conocer a alguien que sume una frase

más a las que ya conozco de la vida.

Tener hijos, saber que existen, quererlos y que me

quieran.

Saber que la gloria es caerse y levantarse mil veces y que

cada vez duele más, pero se aprende algo nuevo.

Page 43: La Ensaladera

- 43 -

Cuando seas como yo (Al hijo que no se si voy a

tener...)

Cuando seas como yo, entenderás algunas, bah, muchas

cosas que yo no supe hasta tu edad.

Sabrás que la bondad es un valor poco común, porque

es poco utilizado, verás que la apariencia es lo que vale

primero y lo que sepas hacer con ella, a los ojos del

mundo lo que te servirá después.

Más allá de toda falta, días sin comer, sin bañarte, sin

darle de comer a tus hijos o viviendo en una mansión

con paredes de mármol, servidumbre, una pileta, un

frente de pasto lleno de flores, árboles, encontrarás lo

que quieras en esta pelota histérica de gente que se mira

nerviosa llamada mundo.

Sentirás que después de tener o no tener algo de eso, lo

que termina importando es que tu cerebro termine

pensando lo mismo que tu lengua diga y tu cuerpo haga,

sé coherente.

Tratarás de no medir el cariño, ni que falte ni que sobre

y termine por cansar, por eso, ¡no lo midas!, si sobra

cansa a mucha gente, porque el mundo está lleno de

gente esperando por hartarse.

Aprenderás a compartir, no por el hecho de que los

demás no tengan, sino por el gusto que te dará una

sonrisa más que cualquier otra droga.

Page 44: La Ensaladera

- 44 -

Enseguida pensarás en que hay muchas drogas que no

son drogas, la aprobación es una y el aplauso es otra,

son primas hermanas, ¡como las tuyas!, serás feliz y

harás que te aplaudan por cosas felices.

Al momento sentirás que la felicidad son momentos que

pueden durar lo mismo que tarda un helado en

derretirse en tu cara un día de calor.

Cuando te parezcas más a mí, te estirarás cada vez más

seguido, perdonarás más, te cuidarás más de lo que dices

y cuando lo haces, serás vos mismo pocas horas del día.

Trabajarás o vivirás de la gente.

Cuando todavía no seas como soy hoy, no dejarás que

nadie te diga lo que tenes que hacer. A menos que haya

plata de por medio, mal que pese, también entenderás

que el mundo se mueve con plata y voluntades. Las dos

cosas juntas hacen grandes obras, las dos cosas juntas

hacen grandes desastres.

Te encontrarás con que pedir perdón, no es perder, lo

único que se puede perder es el respeto y el perdón es

una forma de respeto. De darlo y de tenerlo, todos los

días.

Disfrutarás de las cosas más simples de la vida, rascarse

las picaduras de mosquito, hacer una germinación,

caerte en la calle y reírte, comer helado en invierno, sacar

la lengua y tomarte las gotas de la lluvia en verano.

Page 45: La Ensaladera

- 45 -

Mojarte en la lluvia, dormir con lluvia, ah, la lluvia te

parecerá genial.

Caerte de una bicicleta, llorar con una película, ir a la

cancha y abrazarte con un desconocido (la cancha te va

a encantar.). Una birra fría, sudorosa en la botella en

verano, asado los domingos con amigos.

Comer con las manos, cocinar con las manos, bueno,

sabrás que todo lo que se hace con las manos es lo mejor

de la vida.

Conocerás algo parecido al amor, después nada de

amor, luego el amor y por último, lo mantendrás o no.

Te hará falta reírte más y te sentirás contento si llegas

sentado a una reposera con la persona que siempre

quisiste que esté, aunque el pellejo se te caiga por los

costados y hace rato la apariencia te haya dejado de

importar.

Te sentirás pleno cuando tengas a uno como vos eras,

corriendo como un energúmeno atrás de un paquete

brillante de golosinas, metalizado.

Sabrás que quizás hagas lo que te imaginaste que querías

de tu vida y que si no lo haces, no importa, nada es

eterno y cuando quieras pensar en la frustración, vas a

acordarte de todo lo que tenes y vas a reírte solo.

Page 46: La Ensaladera

- 46 -

Verás que no tenés que hacerte tatuajes porque cuando

tengas más de sesenta años, una cara puede parecer un

culo y una estrella un manchón borroso, aunque si

querés hacerte uno o varios, vas a contar con que te

acompañe a hacértelo o ir solo o sola, porque nacés con

libertad de acción y pensamiento y sabrás que la vas a

mantener toda la vida.

Viajarás, porque viajar es conocer y conocer es vivir una

y muchas vidas.

Respetarás a tus mayores porque un día serás igual, te

contarán anécdotas de cuando solían ser tan jóvenes

como eras vos. También tendrás muchas que contar.

Tendrás cuidado con los consejos que das y que recibís

y serás un punto más minúsculo en un mar de gente,

con lo bueno y con lo malo, la vida.

Page 47: La Ensaladera

- 47 -

Contigo aprendí (A la relación que nunca tuve…)

Contigo aprendí, que la misma cosa, dicha diferentes

días puede sonar distinta, que todas las cosas son menos

graves, comparadas con no tener cariño.

Que una sonrisa y un beso están a kilómetros de

distancia, pero un beso y una separación pueden quedar

a segundos de alcance.

Aprendí que se encuentran más cosas para hacer cuando

uno encuentra con quién y que tener un par de palabras

dando órdenes encima puede que no sea tan malo.

También aprendí que las mentiras a veces son buenas y

aprender a hacerlas creer es un arte. Que dichas mal

pueden hacer mucho mal, que arreglan relaciones, pero

no las salvan.

Contigo aprendí que hacer sentir bien a alguien también

es sentirse bien uno mismo.

Aprendí que las mezclas son buenas, que las palabras no

siempre son lo que se quiere decir.

Aprendí a cocinar, a reírme, a perdonar, aprendí la

diferencia entre un sueño realizado y una idea que queda

en el olvido.

Contigo aprendí que el olor de tu perfume es lo mejor

que puedo tener en las mañanas. Aprendí a hacer que

los problemas se me conviertan en soluciones.

Page 48: La Ensaladera

- 48 -

Contigo aprendí que me da igual verte con la boca

pintada a la mañana. Contigo aprendí que solo supe lo

que es el sexo cuando tuve amor.

Aprendí además que el amor es un sentimiento extraño

y que es la conexión última entre las barreras que son

nuestras propias vidas.

Uno nunca sabe cómo ni porque se da y cuando se

termina a veces uno sabe el cómo, pero a veces no

entiende el porqué.

Contigo también aprendí, que antes que tener un ideal

de una persona, más vale tener un armario de acciones

para recordarla.

Contigo aprendí que una caricia vale mucho más que

solo un momento. También aprendí que aunque haga

mil cosas en la vida, nada supera tener una persona que

te quiera.

Contigo aprendí a saber estar solo, a encontrar mil

formas de verte a la distancia. Bueno, contigo aprendí,

a extrañarte más y a ponerme más feliz cuando te veo.

Contigo aprendí a hacer las cosas que quiero en el

momento, porque los momentos se van y las personas

no vuelven.

Aprendí que cada cosa tiene su tiempo, que lo que es

maduro tiene mejor gusto y que toda fruta madura

puede tener cuidados para llegar a dar mejor sabor.

Page 49: La Ensaladera

- 49 -

Contigo aprendí, que alguien es uno más entre un

montón de gente hasta que alguien lo hace diferente

para sí.

También aprendí que mirarse puede decir muchas cosas

y que hablarse hace que las explicaciones de más no

valgan.

Contigo aprendí los miles de secretos que puede tener

un “no me pasa nada”.

Contigo aprendí a creerme menos de lo que soy, para

quedar a la par tuyo y ser más feliz, saber menos, pero

tener más días felices. Contigo aprendí que lo mejor son

las cosas simples de la vida.

Aprendí a soportar la distancia y a entender que nada

dura para siempre.

Contigo aprendí que las cosas buenas llevan tiempo y

esperar no es un talento que tenga cualquiera. Esperar a

que pasen los días y aferrarse a no saber si las cosas se

van a dar o no. Con la esperanza de empezar un nuevo

día, conocer una nueva persona o un poco más a la

misma y ver si un día de tantos, alguien puede aprender

conmigo.

Page 50: La Ensaladera
Page 51: La Ensaladera

- 51 -

Te pido que me quieras

Te pido que intentes hacer como si no me conocieras,

como si no te acordaras, y si volvés otra vez a lo que te

hace feliz todos los días o haces de cuenta que te hace

reír.

Oíme, te pido que me digas por un día que sirve de algo

pensar que estas en algún lado, un poco más cerca.

A cada hora menos lejos, de que por un momento que

ninguno sabe cuándo, ni porque o si nos lo merecemos.

Sin vueltas, te pido que encuentres razones para que yo

te resulte feliz, que pongas la misma cara de dormida

cuando te levantas y bosteces sin taparte la boca.

Te pido que te rías con los ojos achinados a la mañana,

que te enredes con el auricular, que te enredes los pelos,

que largues el celular y mires al mundo, que cantes por

la calle, te pido que te pongas mil kilos de perfume de

frutilla y huelas edulcorada, te pido que te enojes, te pido

que grites, que después de un rato hagas un chiste

boludo y te rías.

Te pido tenerte en jogging, sin maquillaje, te pido

escuchar lo que sea que digas, no importa que sea el

sueño de tu vida o que tu compañera de laburo te

pudrió.

Te pido que me dejes cocinarte, te pido que a cambio

me aceptes cuando haga un chiste pelotudo.

Page 52: La Ensaladera

- 52 -

Te pido que te toques el pelo como un millón de veces

para que te mire

Te pido que me quieras como al error que se quiere por

repetido y que creas que podes cambiarme algunas cosas

y que otras son errores que me hacen querible.

Te pido que me aguantes cuando estoy mal y que me

aguantes cuando estoy bien.

Te pido tener alguien para hablar cosas que no puedo

hablar solo.

Te pido que me digas lo que te molesta de mí, te pido

que me digas que pensás de todo esto que es la vida.

Te pido hablarte de lo que quiero de vos, sin

pelotudeces de nubes, corazones y pajaritos.

No sé si llegarás a leer esto, ni se si esto está bien, no sé

lo que está bien, nada más se lo que me hace feliz.

Te pido saber lo que te hace feliz, te pido que te

empapes un día de lluvia y te cagues de risa, te pido

comer helado un día de lluvia.

Te pido hacer un viaje y saber a dónde vamos recién el

día que vamos a salir. Te pido no usar el celular un día,

te pido que te rías, te pido que me quieras como soy.

Te pido que me quieras porque no se pedirte otra cosa.

Page 53: La Ensaladera

- 53 -

La Libertad

La libertad es, al mundo, el anhelo de volar más alto que

sus propias cadenas.

Es el sueño escondido en un pedazo de marfil tallado

por algún idealista a quién el mundo sufre por olvidar.

Es el pensamiento que para sobrevivir utilizamos sin

darnos cuenta.

Es la savia de la vida que se escurre en nuestros dedos

solo por culpa de nosotros mismos.

Es pensar, ser, querer, sentir, existir y no depender del

miedo que supimos tejer por temor a nuestro destino y

ser nosotros mismos.

Es el amor a la naturaleza, al planeta, al arte, a lo que

pensamos y que por decir "NO", no nos permitirnos.

Es ver volar un pájaro y que sus plumas corten el sol.

Es ver una nube que parezca tener hojas y mirarnos con

cara de desgano, como quien se levanta una mañana y

se encuentra solo sin tener a quien saludar.

Solo por no ser libres los que estamos abajo no

podemos rozarlas y sentirnos más vivos por un instante,

por un suspiro.

Porque eso es la libertad y es en lo que queda un deseo,

una palabra, un sentimiento, una duda, un sin razón y

una pregunta ¿Por qué?

¿Por qué muchas veces sentirse atado, diluido?

Page 54: La Ensaladera

- 54 -

Y la respuesta está en mí, en vos, en nosotros.

En cada mirada de indiferencia, en cada “prohibido”.

En cada “NO”, en cada “que me van a decir”.

Ahí se termina ese sentimiento sin límites e

incomparablemente único que se llama: libertad. Así

que, si una palabra basta un lamento.

Una duda un cariño. Una risa un guiño del destino

¿Por qué no aferrarse? ¿Por qué de vez en cuando no

mirar con atención?

Para no soñar con la libertad y empezar a vivirla.

Page 55: La Ensaladera

- 55 -

Mientras tanto

Mientras tanto un kit de plastilinas recién comprado va

derecho a la basura y un hijo va directo al jardín, aprende

de sumas, cuentas, de marido y de comerciante,

mientras tanto, sus dibujos florecen en un bollo en el

tacho de basura de una esquina.

Conoce a las personas, aprende el trato de gente y la

política entre alfajores, mientras, una guitarra de madera

queda abarrotada en un rincón, hasta ser astillas de

humedad.

Conoce años más tarde, los horarios de escuela, la

voluntad de la mayoría y pagar por las cosas, mientras

tanto, un cuaderno de letras garabateadas queda debajo

de una pila de libros.

Descubre que tiene que conseguir dinero, cosas para

tener, mientras tanto, una máscara, algunas telas y

anteojos quedan enterrados en un guardarropa.

Encuentra una mujer y un hijo, entiende que tiene que

darles cosas también, mientras tanto, los créditos de una

película anuncian el final.

Intenta continuar manteniendo su vida, mientras tanto,

la vida pasa.

Page 56: La Ensaladera
Page 57: La Ensaladera

- 57 -

Correr volando

Voces que hablan al aire y veredas que no llevan a

ningún lado, luces que queman caras y bocinas que

atraviesan corazones.

Cordones que espían sombras, edificios que espían

hormigas y el movimiento de las cosas hace que todo

parezca natural.

Y la vergüenza se oculta y las caras indiferentes se

vuelven algo de todos los días, el jefe es un campo

minado.

La crueldad se divierte y se compra, se paga, se trata de

vivir o se ignora y se camina, si se va medio de costado

es más divertido y si se camina torcido uno deja de

pensar en que el mundo existe.

Entonces el vértigo es común y hay que aprender a

correr volando.

Falsos ciegos en la calle y algunos días terminan bien,

otros no.

Unos días morimos y otros vivimos pensando en que

vamos a morir.

El tren es un ataúd gigante que lleva, aunque sea raro, a

cosas mejores.

Page 58: La Ensaladera

- 58 -

Y el que roba, roba y el que pretende no robar termina

robando, porque aunque haya que creerlo, la honestidad

de un hombre es sueño y el mundo es mentiroso y como

todos los sueños, uno se trata de acordar de cómo eran.

O ver si lo puede traer, pero uno se despierta y los

sueños se terminan.

Y todo termina quedando igual entre el auricular, la cara

y un vidrio, el brillo de un monitor, entre tu cara y la mía

que se miran como ausentes.

Page 59: La Ensaladera

- 59 -

Desde el alma

Uno piensa que las almas son eternas.

Nunca deja de creer que los ojos son de cartulina.

Llega a ver aureolas en las personas que son de

purpurina.

A través de los ojos empañados revive gente de las

cavernas.

Entender esto no es tarea sencilla.

Que se enfrían en un café palabras cortadas.

Las palabras que se quedan sin decir entre miradas.

Cosas que se abandonan cuando el otro deja su silla.

Como explicar se puede, más no se quiere.

Las verdades son duras y obligadas.

Personas viscosas y acciones enredadas.

No son más que extrañas, ajenas, distantes como se

debe.

Son lecciones reales, dolores, pinchazos, molestos

ardores.

Eternas excusas de tipos blandos ahuecan corazones.

Y uno llega, molesto a preguntarse, ¿para qué soportar

pisotones?

Antes de que pese soportarlas, como subir enormes

escalones.

Que digan que irritan como el sol en verano.

Se supone que son al natural frías como el invierno.

Page 60: La Ensaladera

- 60 -

Quemen porque se sabe incluso que cada día podrían

formar el infierno.

En el descuido entre un otoño feliz y una primavera

donde vive el desgano.

El día que las quieran, su sombra se habrá ido.

Ocaso encontrarán por haberlas perdido.

De nada servirá el recuerdo en el pasado.

Los ojos ahogados en el mar por no haberlos cuidado.

Días correrán entre hojas, los minutos se volverán

horas gigantes.

Salúdalos que se van con el viento de días

desperdiciados.

Y no guardes rencor, no te escondas como hiciste antes.

Salúdate rogá que hayas cerrado todo con gestos

ajustados.

Nunca pidas que vuelvan en frascos de cenizas.

Te dirán que vuelven en formas de consejos.

Olvidarás que el mundo es horrible, no una cueva de

conejos.

Jamás repitas que la vida vuelve desde las astillas.

Page 61: La Ensaladera

- 61 -

Espantapájaros III

Si tus ojos dijeran lo que tus manos ocultan.

Entre lo que se te enreda en la lengua y en tu boca se

despeina.

Lo que falta que me muestres en cada palabra que decís

sin querer.

Hasta lo que te morís por pretender y terminas por

hacer

Y lo único que termina por definir

Aunque en tu cuerpo que no sabe mentir

Son las verdades que hay en gotas de sudor.

Cientos de ojos enroscados que se hunden de ardor.

El aliento enroscado, con fragancia a cebolla y teta en

mal estado.

Dientes de perla y labios de rojo morrón

Los cachetes hundidos en tu sonrisa de almidón

Y se me va un día en el que nada pasó.

Anda a saber si el tiempo se dobló

Si la sonrisa se partió, si la suerte cambió

O lo que creía en las personas se agotó.

Entonces el bailoteo exasperante de tus nalgas

Se suma a tu aliento pestilente irresistible.

A las encantadoras rayas que dibuja tu nariz cuando te

reis.

Con los pelos que se hunden entre lo frágil de tu nariz

de cristal

Tu estatura dudosa de pies que confunden.

Pestañas enrejadas que hacen mal.

Page 62: La Ensaladera
Page 63: La Ensaladera

- 63 -

Nosotros y los miedos

Se habían juntado los miedos de todas partes del mundo

en la cocina de un restaurante.

Levanta polleras de gordas que vivían en Italia, una

pareja de miedos al sida que compartían un

departamento en París, un viejo miedo a la tecnología,

que cada tanto trabajaba asustando a una pareja de

ancianos en Hamburgo que hace años no hablaban

con su nieto en Venezuela.

El viejo miedo también tenía un nieto, “Miedo a los

celulares”, así lo habían bautizado sus papas, dos

miedos a la comunicación.

Una adolescente miedo a los insectos que era del

Amazonas por fin habló, ante la mirada de un grupo de

miedos, a los hijos de varias partes de Europa y tres o

cuatro miedos a los anticonceptivos que acampaban en

China.

-Compañeros miedosos - Dijo aclarándose la garganta,

-¿Qué nos ha traído hasta acá? -

-Era el lugar más cerca para venir caminando. – dijo

tirándose hacia delante un miedo a volar.

-La situación es desesperante, la gente ya no quiere

tenernos -

Page 64: La Ensaladera

- 64 -

- Estarás haciendo mal tu trabajo - saltó riendo un

miedo al matrimonio que trabajaba en Paraguay, pero

viajaba mucho.

-Te ayudaron, lo sé, también se quién fue – contestó la

joven mirando la primera fila de sillas. – ¡Sí!, ¡nosotros

fuimos! , le mandábamos a los que estaban seguros, los

ablandaba y le quedaban a él, se apuraron a contestar

un grupo de miedos al amor.

- ¿Y, a cambio? - , preguntó intrigada la joven miedosa

- Y... nos saca trabajo, nunca tuvimos tanto como los

últimos años. -

-¿Eso es malo? - , preguntó intrigada.

-¡No!, pero no puede haber tantos miedos al amor. -

Un miedo a la soledad habló dejando el cuarto en

silencio: -No puedo contarles mis grandes trabajos

porque no me acuerdo. Pero por como vivo sí que se

dé la gente. ¿Y saben una cosa? , no tienen ya de que

asustarse. Los celulares terminaron con las distancias. -

señalo al miedo a la tecnología que se puso en frente

llenándole la nariz de saliva.

- ¿Estás diciendo que no servimos más?, ¡Por dios!, la

televisión, las bicicletas, los “Solos y solas”, los

divorcios, la medicina, la comida. - interrumpió la

miedosa del Amazonas.

Page 65: La Ensaladera

- 65 -

-Estoy diciendo que no nos necesitan más. Terminen

con esta mentira, cierren todo. El miedo se acabó - Dijo

por último el miedo a la soledad callándolos a todos.

Salían de la cocina, cuando en eso, un cocinero abrió el

frigorífico, su figura se contorneó en la puerta y los ojos

de todos los miedos se posaron sobre él.

-¡Increíble! - dijo la pareja de miedos al sida, en toda la

discusión nadie vio pasar al tipo por la puerta del

frigorífico.

-No se asusten. - dijo a los miedos -Yo sé quiénes son

ustedes, iba a abrir este lugar con la mujer que más

amaba y me plantó en el altar, nunca supe cocinar, ella

sí.

-De verdad, dijo mirando al miedo al amor, gracias por

hacernos creer que todo es inalcanzable, la vida no sería

tan divertida sin ustedes. -

Page 66: La Ensaladera
Page 67: La Ensaladera

- 67 -

Lista

No dejes que termine un día sin olvidarte de algo para

sentirte más humano, sin enojarte cuando perdés un

colectivo.

No dejes que se acabe, sin hablar de lo que importa en

el desayuno.

No dejes que se termine, sin irte corriendo a la mañana

con comida atravesada en la garganta.

No dejes que termine, sin que alguien te haga enojar.

No dejes que se acabe sin decirle a alguien que lo querés,

sin darle un abrazo a alguien.

No dejes que el día termine sin mentirle a alguien.

No dejes que pase el día, sin patinarte en la calle y

romperte las rodillas.

No dejes que termine, sin que veas en la calle algo de lo

que te gusta hacer.

No permitas que el día se acabe sin música.

No dejes que se termine sin pasarte de estación en el

tren o en el subte.

No dejes que el día se acabe sin una sorpresa.

No dejes que se termine sin una sonrisa.

No dejes que se acabe sin un error.

No dejes que se vaya el día sin una puteada.

No dejes que se vaya sin pedir perdón por putear a

alguien.

Page 68: La Ensaladera

- 68 -

No dejes que el día se vaya sin aprender algo que ya

sabías.

No dejes que el día se termine sin saludar a tu jefe

haciéndote el contento.

No dejes que se acabe sin entender al menos uno de los

muchos juegos que tiene la vida, sobre todo entre las

personas.

No dejes que se termine sin sentirte confundido por

algo.

No dejes que se termine sin dormir cinco minutos más.

No dejes que se acabe sin comer algo rico.

No dejes que se termine sin ver una buena película.

No dejes que se termine sin ver un buen partido de

fútbol.

No dejes que se termine sin ver una buena novela.

No dejes que se termine sin leer un buen libro.

No dejes que se acabe sin contradecirte a vos mismo.

No dejes que se termine sin tomar sol.

No dejes que se termine sin ser en algo mejor persona.

No dejes que se termine sin querer a una mascota.

No dejes que se termine sin perder algo.

No dejes que se termine sin hacer algo con tu cuerpo.

No dejes que se acabe sin hacer algo a lo que le tengas

miedo.

No permitas que se acabe sin ver una linda foto.

No dejes que se termine sin bailar en donde sea.

Page 69: La Ensaladera

- 69 -

No dejes que se acabe sin cantar en la ducha.

No dejes que se acabe sin conocer un nuevo lugar del

mundo.

No dejes que se termine sin que hayas vivido.

Page 70: La Ensaladera
Page 71: La Ensaladera

- 71 -

Viajar

Viajar es mantener vivo el deseo de que las cosas se

vivan con un gusto distinto cada día.

Es saber un poco más porque se caminó más, porque el

aire cambió o en sí porque la podredumbre del mundo

terminó por empujar a que uno sienta la necesidad de

espiar un rato o una vida por una ventana como viven

los demás.

Que dejan de ser los demás y se vuelven seres

entendibles, en el lenguaje más común y más humano,

que es el lenguaje de lo que uno sabe de todos los días.

De la esencia misma de la vida, viajar es usar esa libertad

que es la única que puede no ser tocada, la de la cabeza.

Viajar es ser un poco más grande, un poco más simple,

confirmar que equivocarse es la mejor forma de

divertirse y que el mundo está más hecho de errores que

de cosas que intentan salir bien.

Que viajando, el cansancio no molesta, los pies se

sienten más ligeros y que llevarse el corazón repleto de

recuerdos es mejor que acumular acciones.

Que viajar es alegría en movimiento y los lugares con su

variedad nos hacen acordar de que tan chiquitos somos

en realidad, escuchar música en un lugar distinto y que

tenga otro significado, tener mil cosas para contar.

Page 72: La Ensaladera

- 72 -

Armar viajes es de lo más divertido y ¡salir sin nada y

tirarse a ver qué pasa también!, que las cosas se vayan

dando tal cual la vida lo hace.

Viajar solo, es conocerse a uno mismo y no es ni bueno

ni malo, es.

Es ser un poco más independiente, pasar más tiempo

con uno mismo y pasar más por el mundo como un

observador y de a ratos igual meterse, otros irse.

Viajar en definitiva es una forma de confirmar la libertad

y vivir viajando es elegir ser libre dentro de uno, aunque

uno nunca sea libre del todo.

Porque todos estamos un poco atados y un poco nos

gusta.

Viajar es comerse el mundo con los ojos, bailar un rato

con la vida y saber que una sonrisa puede abrir puertas

en cualquier parte del mundo, viajar es saber que

estamos un poco más vivos.

Page 73: La Ensaladera

- 73 -

De acá

¿Dónde estaba el amor cuando no alcanzaban ni las

palabras para que los ojos se secaran? ¿Al lado de uno?

¿Mirándote a la cara? ¿Dónde mierda se había metido?

¿Cuándo dijeron que las primaveras eran mentira y nos

obligaban a todos a vivir en un otoño permanente,

cuanto mucho menos digno que un invierno que por lo

menos nos permitiera abrazarnos? ¿Dónde estaba el

amor cuando las cosas costaban?

La luz del sol no se veía y las veredas parecían más largas

de lo que eran.

¿Dónde estaba cuando tu cara se debatía entre mostrar

que estabas mal y tu cerebro te pedía por favor que no

lloraras? ¿Dónde estaba cuando la gente se iba para no

volver? ¿Dónde estaba cuando ni la televisión, la música,

la cama, el helado, nada era consuelo? ¿Dónde estaba

cuando no estabas vos? y ¿dónde se había metido

cuando nada de lo demás parecía seguro? ¿Dónde

estaba cuando todo lo demás te parecía una mentira? ,

ni siquiera hablar de un beso, porque uno no quería

decir nada.

Era un gesto intrascendente nada más, como una patada

tirada a destiempo o una palabra dicha horas después al

vacío.

¿Dónde estaba cuando no te podías ni levantar?

Page 74: La Ensaladera

- 74 -

¿Dónde estaba el amor cuando estabas en pedo?

¿Dónde lo encontrabas cuando te dabas cuenta de la

poca gente que es amistad y que el resto es mentira? o

es verdad, pero realidad ficticia floja y desequilibrada.

¿Dónde estaba el amor cuando no lo encontrabas?

¿Dónde se metía cuando lo querías ahí? ¿Adónde se iba

cuando no te acompañaba? ¿Dónde está el amor en el

mundo? ¿Dónde estás vos? ¿En dónde se metía el amor

cuando los ojos de todas las personas se volvían iguales?

¿Viajaba con vos y conmigo? ¿Te abrazaba? ¿Te decía

que te necesitaba?

¿Dónde estaba el amor cuando no te mentías? ¿Dónde

estaba cuando no era tan bueno?

¿Dónde se escondía cuando querías preguntarle porque

era injusto? ¿Cuándo empezó a ser importante?

¿Cuándo y dónde lo trataste distinto? ¿Cuándo el amor

dejo de ir y venir? ¿Cuándo dejó de ser hermoso pero

raro?

Es más ¿Cuando fue más que una emoción, que un

brote fino del cerebro, un impulso eléctrico mal

calculado? ¿Dónde estaba el amor cuando no sabías que

hacer con tu vida? ¿Dónde estaba el amor cuando no

sabías que existía?

Page 75: La Ensaladera

- 75 -

Cuando no te encuentre más

Cuando no tenga lugares donde buscarte y los que me

devuelven a vos ya no existan por el paso del tiempo,

cuando las mesas sean para menos y los tenedores sobre

un plato sean un lugar abandonado en un espacio vacío.

Las mañanas arranquen distinto y los consejos sean

otros, cuando quede el espacio vacío en el llavero y las

camas sean menos, tus gustos dejen de importar y

aparezcan una vez más solo en mí o falte tu cepillo de

dientes, cuando usar una frase como la tuya me haga

volver a verte, también me olvide la forma de tu cara si

no la veo en una foto. - Perdóname. -, es después de un

par de años.

Pasará que te repitas en una anécdota contada hasta en

la calle, por esa cosa molesta que se llama asociación de

ideas.

Cuando hagas falta, cuando no faltes. Oíme bien, ¿O de

verdad te pensás que la gente se borra y no aparece

nunca más?

Cuando te encuentre en otras personas y me parezca

que pueden completar lo que no hiciste en mi vida.

Cuando no haga falta ni buscarte porque sabré donde

estás.

Page 76: La Ensaladera
Page 77: La Ensaladera

- 77 -

Gestos

No es día del padre y me importa un carajo que así sea,

porque el día es nada más que un día y las personas son

más que eso.

Los padres y las madres son más que lo que dejan, que

lo que hacen y el que dice que los gestos son lo que más

importa es un mentiroso.

Porque lo mejor de cada persona casi nunca está en eso,

porque a todos, aunque lo escondamos incluso lo

neguemos, nos cuesta realmente llegar a dar.

Por eso hay más de nosotros en lo que dejamos de hacer

que en lo que está o mejor dicho hay más de nosotros

en lo que no se ve que hacemos.

Un padre no es mejor porque le enseñe a hacer asado a

un pibe o le enseñe a manejar o lo lleve con el tío para

que debute.

Eso nada más son cosas que sí, se ven. Pero quedan ahí

y nada más.

No hay otra forma de decir todo esto y lo que viene que

no sea la directa, en el medio de los huevos, hasta que

las pelotas se inflamen y la cara quede roja.

Porque se forma la idea, definitivamente falsa, que los

gestos arman a las personas, eso es una mentira.

Page 78: La Ensaladera

- 78 -

Lo digo porque muchos de los que dirán que tienen los

mejores padres (y no digo madre porque ser madre es

otra cosa que yo no entiendo) por ahí no llegaban a

cruzar ni una tostada, ni el café de la mañana antes de ir

al colegio o al laburo, quizás no llegaban a preguntarles

como estuvo su día sin que fueran mirados por la cara

del viejo que se aguantaba una puteada masticada con el

centrifugado en la cabeza de que todo, por más que

quisiera, por más que tratara de que la mujer y los pibes

anduvieran bien y no les faltara nada, no había nada que

anduviera bien.

Y nadie tenía la culpa, pero no echarla era un esfuerzo

sobrehumano y la comunicación no es para todo el

mundo, porque el mundo tiene esa manía hipócrita de

decir que todos somos distintos y después exigir que las

personas se hagan conocer por gestos.

Hay cosas que son más que gestos y acciones en el

tiempo que valen mucho más.

Como lo dicho sin decir lo que en realidad se quiere,

pero igual se entiende o resignar cientos de cosas por

una inversión rara como son los hijos, como lo son las

familias y peor aún, si alguno supo una vez lo que es un

sueño dejarlo adentro de un cajón para que otros se

hagan realidad.

Page 79: La Ensaladera

- 79 -

El mundo es raro, pero es más raro si uno se apega a sus

reglas y algo digno, aunque los códigos del éxito, aunque

la fama, aunque la gente misma diga lo contrario, no

siempre es algo que tiene triunfo y llegar a algo no es lo

mismo para todos.

La próxima vez que vean a un padre y al lado una cara

calcada, pero en miniatura, piensen que los defectos

son de todos, lo mejor es asumirlos y lo más sano es

enfrentarlos o no, llevarlos, porque los defectos son

dignos y a lo que voy, la única verdad, la única

retribución lógica, vivan los padres o no, el único

mérito que uno puede tener es tratar (decir ser es

definitivamente pretender mucho) de ser una persona

mejor.

Aunque solo uno a veces no pueda y si no se logra y un

día se tienen hijos, tratar de que ellos, aunque no lo

compartamos, aunque ni siquiera lo entendamos, elijan

el mundo que quieren con libertad. Entiendan que

pueden elegir, que no son libres hasta que no se lo

ganen, que tener personalidad no es una virtud, es una

obligación y que los padres miles de veces no tienen

gestos para que entendamos todo esto, pero de una

forma u otra se las arreglan para que lo entendamos.

Page 80: La Ensaladera
Page 81: La Ensaladera

- 81 -

Clásico

-Penal, ese hijo de puta se tiró, pero fue penal igual.

Así, con esa frase que hacía a la coherencia de Rulo, eran

las reglas de su casa, del tablón hormigonado rasgado

por las piñas y tiros de años de internas entre las

facciones de la Unión municipal de fomento Pedro de

Mendoza, nombre largo y pelotudo si los había.

Pero salvo el resto del mundo Rulo no lo hubiera

notado.

Por el arte de putear o por la certeza lógica de que al

club lo cagaban, palabras más, palabras menos, Rulo era

un hincha de fútbol.

Venía el día, el dolor de huevos y ardor de garganta que

nadie, que se llamara así mismo de la especie a la que

Rulo pertenecía, podía eludir.

El clásico, la parcialidad al otro lado de Villa Monteros,

esos hijos de puta. Rulo no conocería a sus esposas, ni

hijos, ni siquiera los conocería como digamos personas,

pero era así, eran pecho frío, por solo ser de Sportivo

Defensa Wanderers.

La fecha del encuentro había sido reprogramada por la

lotería que era la AFA, arreglos, denuncias de

estimulación, rumores de que el enganche de ellos había

sido cazado en el propio acto mandándose un manubrio

de moto entre los huevos como cábala.

Page 82: La Ensaladera

- 82 -

Cosas miles que se decían y hacían que el clima del

clásico fuera una caldera. Rulo venía tratando a su mujer

con una buena onda poco habitual y su señora hasta

sospechaba.

Era demasiado, masajes, tres veces en una semana

invitándola a comer, vacaciones de fin de semana a la

laguna.

Eso, más la entrada al clásico, pero poco importaba,

sacando que la señora estaba de nueve meses y a

reventar en cualquier momento, todo podía salvarse,

para él era secundario, ella entendería.

-¿Vos sos pelotudo?, la razón tajante, el no clarísimo.

Se tiró al piso, se arrodilló, ofreció llevarla.

Rulo estaba, en palabras resumidas, entre la espada y la

pared. El día llegaba, Rulo se impacientaba, pero tenía

una ventaja. El horario era finalmente a las seis, jueves

a las seis.

Saldría del camión a las cuatro si el recorrido estaba

marcado bien por el pelotudo de Sánchez.

Arrancaba la mañana, el gran día, salió luego del mate

con facturas de coquito ya obligadas, con un carácter,

como nunca.

En serio, jamás había laburado, tal fue así que a las cinco

todo estaba entregado, todo despachado, todo listo.

Page 83: La Ensaladera

- 83 -

“¡Pedro de Mendo!, vo so de Wande vo so cagón”,

repetía dándole piñas con euforia a la puerta del camión.

El celular, Rulo ni lo pensó, lo apagó de un manotazo

furioso. Respiró aliviado, listo, dejaría el camión, ni

pasaría a morfar. Sonó el otro celular.

El sonido chirriante y agudo que bastaba para retorcerle

el culo.

El jefe, -“Tenes que venir, hubo un re quilombo.”, en la

garganta se le armó una telaraña.

–Eh, Omar yo…,

-Yo una mierda, vení ya para acá.-, Rulo ensayó, pero el

jefe era el jefe.

Así que nuestro héroe hizo lo más lógico, hasta llegar a

la puerta del modesto (por no decir de mierda) estadio

de Sportivo Wanderers, no paró de arrastrar el camión

con acoplado incluido.

Subió los escalones como si los dientes se le astillaran al

ritmo de los cuarenta monos enajenados que pateaban

el alambrado.

Las rejas se ondeaban con los trapos que colgaban de la

popu.

El olor a chori transpirado, el viento ese que pega en la

cara cuando uno está arriba del escalón, la voz del

estadio, los papelitos, los botellazos el línea y la puteada

de rigor al árbitro y sus asistentes.

Page 84: La Ensaladera

- 84 -

El celular propio de Rulo se retorcía en el bolsillo, se

infló la tela que hacía las veces de manga y salió Pedro

de mendo. Todo en naranja con la raya negra cruzándole

el pecho, la casaca con el escudo bien al medio y cortos

blancos. Vinos Peñafiel en el frente y “Lumrax” en las

mangas.

Una fiesta, los ochenta de los cien que llenaban toda la

cancha lo vivían así.

Entraron “los putos esos de Wanderers”, Rulo bajó los

escalones como una pendeja llegando tarde al laburo en

una escalera mecánica. “¡Yo hice que tu señora tenga

pibes negros Viotti!, “Bolsa de cuernos!“, “-Eh cuatro,

decile a Viotti que es cornudo, decile vos que sos

amigo.“

Lo que hacía rulo no era más que un arte milenario,

desde antes que los chinos pelotudearan con una pelota

de trapo en la calle de Shangai.

Era hacer que el diez entrara cagado y Viotti era un

virtuoso, un tipo de otro lado.

Un clásico corre en segundos, es así, dos horas pasan en

dos minutos, menos los últimos cuatro minutos, cuando

el cagón del arquero hace tiempo o esconden las pelotas.

Uno a cero, el sorete de Viotti la clavó en el ángulo

desde el borde del área grande.

Page 85: La Ensaladera

- 85 -

La clarísima expresión de la boca metida en el cuello de

la campera o la mordedura de uñas o la puteada al aire

dislocada, síntoma ineludible de impotencia.

Minuto y medio, el clásico se moría y agarrón en el área,

amarilla y penal para Pedro de Mendo.

Una cosa que no se sabía (como es en estos casos) de

donde carajo salía.

Rulo tenía el cachete adentro del alambrado, pero

adentro de la cancha como para que entiendan.

Lo iba a patear el negro uruguayo Núñez Palma, un

cuatro que medía no más de uno setenta.

Rulo sintió además del escalofrió en la garganta algo que

le cosquilleaba en la espalda, toco hacia atrás y sintió

algo duro.

Era una panza y una voz de mina, -Hola gordito! -, no

caía, no quería darse vuelta, ¿Qué carajo hacia ella ahí?,

se giró como para ver el penal y mirar de costado, no

hizo falta, Panchy se puso de frente mirándolo con una

sonrisa con la que él sabía que estaba hasta las pelotas.

–Vine a ver el partido– dijo la hija de puta, ya no

importaba más nada, silbatazo, el ojo de Rulo hasta se

torció, tomó carrera, Rulo no pudo más y se colgó del

alambrado, llegó hasta el alambre de púas, miró abajo

aterrado, Panchy se retorcía en el escalón con un

montón de gente alrededor, bajó, uno que ni sabía quién

era le hizo pie para que el pueda bajar.

Page 86: La Ensaladera

- 86 -

Intentó levantar a la mujer del piso y en eso, Gol, la puta

madre gol.

Los escalones de hormigón no existieron más, Rulo

abrazó a la Panchy como ni la tocaba desde que se

casaron.

Le apretó la panza embarazada hasta que la mina se

puso roja de la presión, rompió fuente.

Un clásico empatado a los cagones esos y un pibe en

camino el mismo día.

El resto fue historia, dos kilos y medio, mujercita, ya la

haría putear a su primer arquero, un parto, como sería

pelear la promoción, pero era la vida y era el fútbol, todo

junto.

Page 87: La Ensaladera

- 87 -

Simón Dice

Simón había entendido, que a sus ocho años, la vida no

tenía más que ofrecerle.

Así se lo había dicho a su mamá que, como los demás,

estalló en risas ante semejante inocencia.

- ¿Cómo le explicamos?- alcanzó a comentar su papá.

- ¿Cómo le explicamos?- repitió entonces pensativa la

madre. -¿Cómo hacemos que entienda todo esto?-

Nadie pensó que fuera de verdad lo que les decía, nadie

los toma nunca en serio.

Para él, todo era igual, pero distinto.

Ni las caminatas a la colonia las mañanas de verano, ni

los postres esponjosos que desbordaban chocolate, ni

los jueguitos de cara pixelada, todo era inútil,

pequeñamente doloroso y ausente.

Sus amiguit@s claro que no compartían sus inquietudes,

las pestañas con brillantina de sus compañeritas y los

autos gigantes de plástico de sus amiguitos (o celulares),

nada había que se pudiera conseguir a los ocho años,

como el porqué de su vida.

Siempre fue un petizo gruñón, desde que iba en el

asiento de atrás del auto, con la cara pegada al vidrio,

siempre le gustó mucho ver los carteles, igual que a su

papá.

Page 88: La Ensaladera

- 88 -

Simón no miraba los carteles, veía a las personas, sus

ganas, los gestos, lo que él llegaría a ser cuando pegara

un estirón, tenía que hacer algo por sí mismo y lo sabía,

ese mismo día en el recreo se iría.

-Se lo notaba raro, quizás, porque había terminado

“Cocoluz contra los androides”, la novedad de la tele, le

había comprado toda la colección, mi señora dijo que

no hacía falta, no podía verlo triste pero aun así…-

Su papá podía intentar justificarlo como lo simple que

puede ser en la vida un programa de televisión.

Pero adentro de la cabeza de Simón un mundo de ideas

se arremolinaba y revoleaba hojas por el aire: Aun así yo

estaba en la puerta del aula y no aguantaba más, ¿los

grandes dicen que nos entienden?, hay cosas que no se

entienden ni siendo un jubilado.

En estas cortas palabras que se formaban en su cabeza,

el barco de papel que era el en medio de un océano se

abría paso entre olas gigantes de incomprensión.

Simón entró por la ventana corrediza ancha, pasó el

pasillo, tomó carrera para correr hasta la puerta de la

calle y nunca volver.

Entonces todo lo que le faltaba a su vida miniatura

apareció, en un par de colitas rubias atadas con una cinta

azul y un vestido también azul con puntillas.

Page 89: La Ensaladera

- 89 -

Era lo mejor que había visto en su corta vida en un

metro veinte de altura.

Miró la puerta de calle y se dio vuelta, para ver que

Rulitos (no sabía su nombre) se alejaba metiéndose en

la puerta de un aula, Simón corrió hasta Rulitos, la tomó

fuertemente de su fina muñeca y le dijo: -Vos tenés que

venir conmigo. - La mocosa no salía de su asombro –

¿A dónde? , -¿Quién sos? , preguntó, el niño de manos

ahora tapadas de transpiración, alcanzó a decir, - No

importa, en el camino te explico.

La llevó arrastrando por el pasillo con los gritos de ella,

esquivó a la regordeta portera que intentó a los

manotazos agarrarlos, llegó hasta la calle donde casi

fueron pisados y salió corriendo por las veredas de Villa

Puelo.

-¿Cómo que mi bebito se escapó?, ¿Cómo quieren que

me quede tranquila?, mamó estalló en lágrimas en el

sillón, mientras papá le tocaba la espalda y le decía:

-Salgo con la camioneta a recorrer, no puede haber ido

muy lejos. – ¡Se lo llevaron! , dijo finalmente mamá con

el dedo en alto. -Seguro lo tiene una de esas redes que le

sacan los órganos a los chicos con ganchos de carnicero

y después lo venden como alimento para caballos.

Simón era una pulga que deambulaba pisando

adoquines, con Rulitos detrás, que a lagrima caída

pataleaba, - ¡Me quiero ir a casa!, -¿Quién sos?

Page 90: La Ensaladera

- 90 -

Preguntaba ella y él, en su corta experiencia, sabía que

solo había algo que podía hacer, -¿Qué te gusta? -¿Qué?

Preguntó sorprendida, -Decime lo que quieras,

-¿Qué te gusta?, repetía Simón. - Caramelos, dijo

finalmente Rulitos.

El niño se palmeó los bolsillos, los abrió, solo tenía un

boleto de tren amarillento y una envoltura de caramelo,

había dejado su mochila en la escuela.

Simón tomó a Rulitos de nuevo del brazo, paso

corriendo por al lado de la ventanilla de un kiosco que

daba a la calle, pegó un salto y manoteó un manojo de

caramelos masticables de varios colores.

Una cara salió de la ventana, así mientras corría

arrastrando a Rulitos, veía al tipo de no menos de

sesenta años, chancleteando unas alpargatas y un

pantalón de gimnasia muy gastado, con el que se

tropezaba a medida que corría.

-No entiendo cómo se fue con otra persona, él es un

chico de su casa, es desobediente, sí pero como

cualquier chico de su edad, gritaba mamá en el teléfono

a papá, que ahora pegaba una frenada casi habiendo

chocado contra un poste de luz. Simón tenía la mano

del veterano kiosquero encima clavada como un gancho

de carnicero.

Page 91: La Ensaladera

- 91 -

–Pendejo hijo de puta, vos y todos los que joden por

acá, vas a terminar en un reformatorio.

-¿Dónde está el cana?, continuó exasperado, - El boludo

este de Ramírez, decía el viejo enojado con el puño en

el aire mientras empujaba a Simón con el otro brazo.

Rulitos cruzo, se sentó y se puso a llorar en el medio de

la calle.

El veterano salió disparado soltando de un empujón a

Simón.

Se arrojó entre ella y el auto que estaba a punto de

pisarla, sin más, sólo le quedó recibir las puteadas del

acalorado taxista, mientras observaba asombrado a

Rulitos que ahora corría dando la vuelta a la esquina.

–Sabía que no era una buena idea, ella dijo que quería

caramelos y no le puedo decir que no a ella, no sé ni

quién es, pero no le puedo decir que no. Se apoyó contra

una pared, sabía lo que le convenía, -Deben estar

preocupados, ya está pregunto cómo y vuelvo. Daba la

vuelta a la esquina, cuando la cara ahora agitada de

Rulitos se puso frente a él y solo se limitó a decir, - No

lo voy a hacer otra vez.

-¿Perdón? el enano no salía de su asombro -Más vale

que consigas algo de comer, no quiero más caramelos.-

Page 92: La Ensaladera

- 92 -

Simón sonrió de oreja a oreja, por un lado algo pasaba,

pero ahora, ¿de dónde sacaba comida? , la búsqueda de

caramelos había significado ser un pequeño prófugo de

la ley. -Se acabó, voy a ir al noticiero, sentenció la madre

mientras trataba de abrir la puerta, -¡Para!, ¿qué les vas a

decir? –Que mi bebote fue secuestrado, robado.

Estalló llorando mientras se descargaba dando golpes en

el pecho de su marido.

–La policía dice que apenas tengan novedades... –

Busqué en veinte cuadras amor, no puede haber ido

muy lejos. Simón caminaba por la vereda de Castañares

y Soldado de Malvinas, a medida que llevaba a esa enana

de ojos brillosos decidía, ¿Ahora qué?, pensaba, hasta

que, viéndolo sin ideas, Rulitos dijo: -¿Ya se te acabaron

las ideas?, pff, hombres,-mientras jugaba enrollando una

de sus colitas.

- Vamos a ir a lo de mi abuela, hace unos sanguches de

pan árabe.

- ¿Me vas a entregar? Contestó aterrorizado.

-Todos iguales, vos esperás afuera, ¡tonto!

-¿Por qué?

-¿Por qué, que? , ¿Por qué me esperas afuera?

-No, ¿Por qué estás haciendo todo esto?

- ¡Porque tengo hambre bobo!,- dijo finalmente

mientras le tocaba a Simón la punta de la nariz con el

dedo.

Page 93: La Ensaladera

- 93 -

Rulitos no habrá tardado más de diez o quince minutos

en saludar a su muy senil abuela, sacarle una bolsa con

tres sanguches completos de pan árabe, decirle, que su

mamá la había mandado a ella porque sus nervios, le

habían jugado una mala pasada a su intestino otra vez y

no había podido ir ella misma, salir por la puerta y

acercarse hasta un todavía entre asustado y sorprendido

Simón, sonreírle de cachete a cachete y finalmente

decirle al niño, - ¿Viste que fácil era?.

¿Y ahora?, preguntó el, ya resignado.

-Y ahora ¡vamos a la plaza!, conozco una linda acá a tres

cuadras. Ahí, enfrente de la fuente- dijo Rulitos mientras

sentaba a empujones a Simón, que solo se limitó a

mirarla a ella y luego el agua que caía por la fuente en

ambas direcciones.

-¿Qué te pasa?, -¡Dale come! Terminó ella, mientras le

extendía la mano y le alcanzaba un sanguche

-¿Vos estás bien de la cabeza?,

- Ja, ¿Vos me preguntás?, si vos me secuestraste.

Simón dejó el sanguche arriba del banco, se paró, la

rodeo con la vista, se puso la mano en el pecho y

preguntó lo que tanto hubiera temido, -¿Por qué me

seguiste?

-¿Por qué no?-, contestó luego de un silencio, -Que se

yo, ¡estaba aburrida!, ¿vos no?

-No!,- contesto firme.

Page 94: La Ensaladera

- 94 -

-Y… ¿Por qué te escapaste?-, dijo al fin mientras se

sacaba las migas de pan de la boca, silencio.

-Tengo problemas-, dijo Simón.

- Como todos, ¿Qué te pensás?, ¿Qué es fácil ser una

nena con cara de galleta y cintitas?

-Yo no sabía que…- continuó arrepentido

-Vos no sabías nada, por eso sos hombre.-

Rulitos se paraba cuando Simón la agarró del brazo,

-¿Ahora qué querés?- El mocoso la tomó del hombro y

la sentó en el banco, la enana miraba aterrada.

Él se aclaró la garganta y la miró a los ojos claros.

-Hasta ahora, no sé ni porque estábamos haciendo todo

esto

-¿Qué?, ¿Bobo tenes problemas en la cabeza?

-No, no…-, Simón tragó saliva, la voz se le iba, -Te vi y,

no sé, pasó algo muy raro

-¿Raro como qué? , preguntó ella sin entender

- Raro, como que me pasan cosas con vos-, dijo él al fin.

Por primera vez en las horas que hacía que se conocían,

los cachetes de Rulitos se pusieron colorados, ella bajó

la cabeza.

- Tengo un novio, emm digo ¡dos, no!, ¡tres, sí, eso!

Tengo cuatro y todos me traen comida.

Page 95: La Ensaladera

- 95 -

- Emm no, no, comida no, porque no estoy tan rellenita

y además…-

Rulitos volvía a tocarse el pelo y la parte de atrás de la

cabeza, se tapaba la cara con una mano y con la otra

apartaba a Simón empujándolo en el pecho.

La estoy perdiendo, ¿Qué haría papá ahora?, no sé,

¿decir algo?, yo que sé, pero, si digo una boludes se va a

ir y yo no quiero que se vaya nunca. Uh, me está

mirando mal, emm no sé...

La cara de Simón salió despedida hacia adelante y se

chocó con mitad labios, mitad cachetes de Rulitos.

Simón se echó hacia atrás y se quedó mirándole la cara,

que variaba en tonos que iban del rojo al violeta.

-Y… ¿eso que fue?-, preguntó Rulitos que se tocaba la

cara y no salía de su asombro

-Emm-, ahora sí, Simón estaba mudo, acercó la mano,

le revolvió los pelos rubios, antes de que pudiera decir

algo tenía los labios de ella encima de los suyos,

entonces lo besó.

Esto es más caliente que tomar chocolatada a las seis de

la mañana, pensó él. Rulitos finalmente se separó de él,

ahora roja en sus dos cachetes inflamados.

–No sé qué pasa, pero, no quiero que te vayas más de

acá-, dijo ella, que ahora hasta sonaba distinta.

Simón desarmado la tomó de la mano, Rulitos le apretó

la mano, se tiró contra su pecho lo abrazó y lagrimeó.

Page 96: La Ensaladera

- 96 -

La cagué, ahora sí que la cagué, está llorando. Rulitos

empujó a Simón del banco, lo paró y caminaron juntos

de la mano por la plaza.

Mamá y papá estaban en el comedor, él estaba sentado

en el sillón agarrándose la cabeza, ella caminaba, iba y

venía, se apoyó en el marco de la puerta.

–A lo mejor nosotros tuvimos la culpa

-¿Cómo vas a decir una cosa así?, le reprendió ella

levantándose de un salto del sillón.

–Mira, nosotros siempre le dimos todo lo que quiso,

pero, ¿le dimos todo lo que necesito?

-¿De qué estás hablando?

-Los juguetes, los viajes, desde que estamos juntos vos

y yo, él siempre tuvo una vida feliz.

Mamá se acercó a él, lo abrazo y le dijo al oído

–Quizás le falto amor.

Estar con ella agarrada de la mano, era lo único que

necesitaba, ella era la alegría en un frasco de metro

veinte.

-Podemos estar paseando así todo el día-, dijo Rulitos,

Simón repetía; -Vamos a donde vos quieras

Rulitos lo miró y le dijo; -Olvidate, ¡vamos a pasear!,

mientras lo agarraba del cuello y casi lo estrangulaba con

un abrazo.

Page 97: La Ensaladera

- 97 -

–Si llega a volver, te juro que si llega a volver

-¿Qué?

-No lo voy a dejar solo ni un día, vamos a estar juntos,

vamos a ir al parque, a jugar a la pelota y además…

Papá se paró contra la pared, se agarró la cabeza con las

dos manos, -¡El parque!-, volvió a la mesa de un salto,

mamá lo miraba sin entender

-¿Qué pasa con eso?, preguntó ella agarrándolo por las

mangas de la camisa.

-¡Que ya sé dónde está!

-¿Vos estás en pedo?, lo zarandeó la mujer

-No, ahora lo sé-, aseguró agitando su mano en alto

papá.

Había hecho lo que hasta entonces le parecía extraño,

recordar algo de su hijo, Simón solía decir que el mar no

le interesaba, siempre soñaba con el río.

Decía, “–Cuando sea grande, quiero ser capitán de bote

de tormenta”

Simón y Rulitos bajaron por la calle que daba a la

avenida central, al lado del puerto Miraflores.

-¿Que serías si no fueses vos? , preguntó la mocosa.

La cara de Simón se adelantó por encima del mentón, la

mano que levantaba en el aire para contestar se bajó

instantáneamente,- ¿Yo?, preguntó al fin.

Page 98: La Ensaladera

- 98 -

- Si vos nene, uff, hombres, son todos iguales, que poca

imaginación.- dijo Rulitos acomodándose el pelo

encima de la cara. –Bueno me cansaste, empiezo yo-,

dijo ella finalmente mientras caminaban de la mano.

–Sería una cosa muy chiquitita, no sé, una tapa de botella

o hasta una hoja, lo que sea, da igual, lo que importa es

que…- se hizo un silencio. Rulitos se quedó parada, él

la miro. -¿Entonces qué?, preguntó impaciente.

-Callate nene-, Rulitos le pegó una ligera palmada en el

brazo.

–Mirá prosiguió ella, algo chiquito, que no moleste a

nadie, pero que todo el mundo vea y sepa que está ahí

para algo.

–No entiendo nada-, Simón se veía confundido.

-Porque soy más madura que vos, porque soy mujer, por

eso no entendés nada, en fin, siguió resoplando la

mocosa, algo que parezca que no está ahí, pero que esté,

que tenga la función de ser eso y solo por eso. -¿Vos?,

volvió a preguntar la enana

-Emm, no sé, supongo que algo que se pueda ir bien

lejos

-¿Cómo qué...?, Simón improvisó nervioso, -Ahí voy,

pensó, - A mí me gustan, ojo, me encantan las tostadas

con mermelada, pero te juro, dejo todo por ser un

pájaro.

Page 99: La Ensaladera

- 99 -

Simón tomó a Rulitos del brazo y la detuvo, los dos se

quedaron en el medio de la vereda. -¿Nunca anduviste

en bote?, preguntó el

-Nunca-, respondió ella.

Bajaron por Valladares hasta la diagonal que bordea el

puerto vacío, claro, si no se cuenta al viejo que dormía

debajo de uno de los escalones de madera de la escollera.

– ¿Que hacemos acá? , protestó Rulitos, mientras lo

tironeaba del brazo. -Dale volvamos

-Para.-, la detuvo con una convicción clarísima.

–¡Allá!, los ojos de Simón se abrían de par en par, un

bote, de no más de metro y medio, golpeaba con el

borde de cemento del muelle movido por las olas.

–Listo, subite.

-Vos estás loco, ¿No?

–No ¿Por qué?, yo te ayudo mirá dame el pie,

-Ni en pedo- dijo ella terminante.

–No me digas que te da miedito.

-¿A quién?, ¿A mí? Si no la convencía así, no lo haría de

ninguna forma, en estas pocas horas la conocía lo

suficiente para saberlo.

Extrañaba algo mi casa, pensó, a mamá y papá, pero

sabía que era algo que tenía que hacer, como nene

grande.

Page 100: La Ensaladera

- 100 -

-Si no querés, te vas- tiró en forma de ultimátum Simón,

su paciencia se había acabado.

–No sé-, dijo Rulitos, mientras su carita colorada y sus

gestos le decían a Simón que finalmente aceptaría.

–Bueno, dale- dijo finalmente la mocosa con una

sonrisita iluminada, temerosa pero brillante. Simón

enérgico y antes de que se arrepintiera, agarró a la niña

del brazo y la sentó en un bote de remos que flotaba

amarrado y parecía estar a punto de romperse.

-¿Estás seguro?- preguntó Rulitos ahora temblorosa, era

tarde, ya habían zarpado hacia el centro del río.

-¿Es genial no?- preguntó a los gritos Simón. Rulitos

asintió muda con la cabeza.

El sol gigante y redondo se transparentaba, Simón era

feliz por primera vez en mucho tiempo, pero…

Si querés ir al final Rojo PÁG. 101

Si querés ir al final Verde PÁG.103

Si querés ir al final Azul PÁG. 105

Si querés ir al final Amarillo PAG 109

Page 101: La Ensaladera

- 101 -

Rojo

La pequeña embarcación, se balanceó hasta darse vuelta

y terminar con el pequeño capitán y su copiloto, Rulitos,

bajo el agua.

El bote flotaba a la vista de su mamá y su papá que

habían parado el auto al lado del muelle y ahora corrían

con el agua que les llegaba hasta los tobillos.

El papá se tiró al agua a nadar, Rulitos había sacado su

cabeza del agua, tragaba y escupía, movía las manos

arañando la parte de arriba (o de abajo) del bote.

El padre llegó hasta el bote y metió la cabeza para buscar

a Simón, volvió a sacar la cabeza, tomó a Rulitos por el

cuello y la sacó nadando hasta el puerto, nada supieron

de Simón hasta que Prefectura encontró su cuerpecito,

con solo su traje de colegio empapado, flotando boca

abajo en la salida del dique San Jerónimo de piedras.

Mientras sus pequeños pulmones se llenaban de agua,

supo que había vivido su vida.

Page 102: La Ensaladera
Page 103: La Ensaladera

- 103 -

Verde

La pequeña embarcación, se balanceó hasta darse vuelta

y terminar con el pequeño capitán y su copiloto de

Rulitos bajo el agua.

El bote flotaba a la vista de su mamá y su papá que

habían parado el auto al lado del muelle y ahora corrían

con el agua que les llegaba hasta los tobillos.

El papá se tiró al agua a nadar, Simón sacó la cabeza del

agua, se tiró encima de la parte de arriba del bote,

pataleando y dando piñas encima de la madera, con

Rulitos agarrada de la cintura y sacando la cabeza.

Su mamá miraba todo desde el muelle al lado del auto,

agitando los brazos y saltando por el aire

-Volvé para acá, ¡Se hunde!- el papá agarró a Rulitos de

la cintura y a Simón de la ropa empapada. Se subió a

Rulitos en la espalda y tironeó del cuello de la remera de

Simón.

Lo demás, pasó en la cabeza de Simón como flashes,

caer tirado en el escalón del muelle, el asiento de atrás

del auto, la casi rotura del vidrio del auto por la mamá

de Rulitos, el día de la semana siguiente que volvieron al

colegio, la historia contada.

Simón y Rulitos como héroes de metro veinte y la

historia entre ellos siguió por mucho tiempo más.

Page 104: La Ensaladera
Page 105: La Ensaladera

- 105 -

Azul

Dicen que la felicidad, sólo a veces, viene en frasco

chico pero como es un frasco chico se acaba rápido.

Un bulto con patas, apenas visible a lo lejos en la

heladería de la plaza, cerca de la diagonal que daba a la

bajada del puerto, era invisible para Simón, pero, para

Rulitos aún con el sol en los ojos fue bien nítido y

significó mucho más.

Alexis Dechant, el rubio de ojos verdes, sonrisa de

dientes sin un manchón, orejitas graciosas, puntiagudas,

mejillas apretables, que tantas veces le había regalado

ositos de peluche y chocolates.

-Ay, ¿Qué hace acá?, ¿Habrá faltado hoy? Seguro que

había prueba.

-Agua, pajaritos, esto es vida, ¿te fuiste a algún lugar así

alguna vez? Eh, ¿No que está bueno?-

Rulitos muda con Simón empujándole el hombro no

contestó.

-Emm, ¡Sí!, playa.- Contestó la enana rápido sin pensar.

Pero… ¿Qué hago con este? , si me llega a ver, acá, en

el medio de un bote, con él. Va a pensar cualquiera y yo

no quiero que piense cualquier cosa. Pensaba la

pequeña.

–Qué lindo, ¡qué lindo!- sonrió Simón, mientras se

tiraba en el piso del bote dejando los remos.

Page 106: La Ensaladera

- 106 -

-Nos podemos quedar acá todo el día. -

Uy no, ¿ahora cómo me lo saco de encima? el otro está

solo, no está la mamá, observó Rulitos que ahora se

tiraba agarrándose la frente contra el borde.

-Me mareo, me duele la cabeza Simón, me siento mal-

Dijo mientras cerraba un ojo y finalmente los dos, para

terminar tirada en el piso del bote. Simón se paró de un

salto preocupado.

-Levantate dale. Ey arriba- decía mientras le cacheteaba

suavemente las mejillas, la pellizcó, la movió, una piedra

Rulitos, no se movía.

Uy, si se me llega a morir yo me tiro, se llenó de terror.

Antes de que me agarren con todo esto.

No, algo tengo que hacer.

Simón remó tan rápido como sus dos brazos de fideo

se lo permitieron, antes de que pudiera abrir del todo los

ojos llorosos y entrecerrados vio el muelle donde

amarró en el pedestal.

Miró en todas direcciones buscando gente mayor,

Rulitos abrió uno de los dos ojos y espió hacia la

heladería para ver que el bombón dulce todavía estaba

ahí, sentado, sosteniendo un cono de menta granizada y

frutilla firmemente con las dos manos.

Page 107: La Ensaladera

- 107 -

Ya está, pobre, está muy trastornado. Pensó Rulitos que

se incorporó en el piso del bote agarrándose de las

piernas, saliendo de su mareo, movió la cabeza.

Simón se dio vuelta, la miró con una sonrisa de puros

dientes en la cara, se tiró encima de ella y la abrazó.

Rulitos lo apartó violentamente y Simón cayó sentado

en una de las puntas del bote.

No entiendo nada, pensó, ahora sí que no sé qué pasa

acá.

–Tenemos que hablar nene. No sos vos, soy yo. Vos sos

genial, el problema soy yo y… bueno chau-

Rulitos le dio un último rápido beso en la mejilla

mientras se alejaba corriendo hacia la heladería, tomaba

a Alexis de la cara y le metía un piquito y se metieron

abrazados en la heladería.

Mientras, los padres de Simón abrían la puerta del auto

estacionado y corrían hacia él, lo abrazaban y le daban

besos en las mejillas.

Simón vio irse a Rulitos de la heladería con Alexis y un

enorme cono de chocolate.

Pensó, un helado, era lo único que tenía que hacer.

Page 108: La Ensaladera
Page 109: La Ensaladera

- 109 -

Amarillo

La suerte es una amante caprichosa y Simón lo sabría.

Rulitos resbaló con un charco de agua golpeó su cabeza

contra uno de los bordes y cayó al agua.

El niño con desesperación pegó manotazos tratando de

sacarla, mientras, la niña se hundía en el fondo del río.

Intentó arrojarse al agua y hundir su pequeña cabeza

para hallarla, sin embargo, todo era oscuridad, suciedad

y desesperación en estado puro.

El agua se revolvía y los pelos de la niña se enredaban.

Simón logró tomarla del cuello, intentó sacarla por la

ropa, el uniforme de ella se le escurría entre los dedos y

la boca de la niña tragaba agua de río a mares.

A lo lejos Simón vio bajar en el muelle a dos personas

conocidas, ¡ Su mamá y su papá!.

-¡Ayuda, se me muere!- gritó el mocoso agitando los

brazos. ¿Podría salvar a su pequeña amante de rulos

rubios?

La respuesta llegó días después en la casa de la niña.

Simón tocó la puerta.

Page 110: La Ensaladera

- 110 -

La madre de ella abrió, y en una pequeña caja marrón le

entregó, claro que luego de enterada de la aventura de

ellos, las cartas, dibujos y pertenencias que prefería que

él tuviera antes de que murieran en algún cajón

olvidado.

De última, que las tuviera, el extraño primer y único

amor de la joven vida de Rulitos.

Page 111: La Ensaladera

- 111 -

Cae la noche con el sol que tiñe las torres y carteles.

Los semáforos y las luces de los postes iluminan caras

de una ciudad que se mueve como todos los días, toda

la vida.

Pero ahora se vacía, cambia, los movimientos son otros,

gente animada que entra en los teatros, en pareja,

familias.

Gente sola que camina apurada para volver a su

departamento a devorarse su cena y tener un par de

horas de televisión.

Uno que otro que no quiere terminar más el día y

preferiría quedarse dando vueltas en la calle, porque se

peleó con la mujer, porque el hijo no lo quiere, porque

la bebida no le da tregua en una guerra dentro de un

vaso con burbujas.

O tal vez porque el amor no lo hicieron para él o para

ella.

Me tiro en el piso apoyado en la columna de una galería

y el mármol de los escalones me deja helado el culo, la

cintura, mis dedos son una cubetera.

Me tapo el cuello con una colcha y veo como una

parejita de veintipico se da palmadas en los brazos, se

miran, se ríen.

Page 112: La Ensaladera

- 112 -

Pero justo caminando atrás un cuarentón viene con la

cara hundida en el cuello de la campera.

Mira para todos lados, como cuando uno busca algo por

todas partes y todavía no lo encuentra.

Todo son palabras, en la vereda la gente que vende en

mantas, en los kioscos, los lugares de comida, las

pizzerías.

Todo en relación con el entorno, todo tan solo, tan

acompañadamente solo, frío, distante, temeroso de sí

mismo y de los demás, de lastimarse.

Por otro lado la alegría que cae en forma de ráfagas que

caen sobre la ciudad.

Ojos, miles de miradas distintas, que entre movimientos

de parpados hablan, dicen.

Porque, hablar y decir no es lo mismo, mil palabras

pueden rellenar el aire de temas de conversación sin

importancia.

Y solamente dos palabras pueden decirte todo, ¿no me

creen? , “Te dejo.”, “Te odio.”, “Te cago.” ,“Te duele.”,

“Te felicito.”, “¿Te vas?”, “Tengo miedo.” , “Me

duele.”, “Yo puedo.”, “Te quiero.” ,“Perdón.”,

¿Vieron?.

Salgo a caminar unas cuadras para sacarme el frío de

encima y el mundo me muestra sus caras.

Page 113: La Ensaladera

- 113 -

La indiferencia frígida y el olvido de los que me pasan al

costado.

El ruido de un millón de voces que no dicen nada y la

alegría, la felicidad que me pasan por al lado.

Porque se puede vivir siendo una partícula y viendo

como todo va tomando forma y color, pero, ¿Qué es la

verdad?

Nadie sabe lo que es porque el mundo es una

construcción que se moldea, que se divide y se rompe,

se quiebra a cada minuto y a cada palabra, se pierde en

el brillo de una pantalla fría.

Se hace más corto en conversaciones sin sentido,

entrega lo cotidiano y lo simple, lo inmediato y los

minutos son preciados y las horas son eternas.

Entonces miro al mundo, pero no juego, se quien sos,

que haces y como te movés, pero vos no me vas a

hablar.

Porque hasta que leas esto no vas a saber que te miro,

que te escucho y hasta me imagino lo que pensás.

Estoy al lado tuyo aunque no me veas y cambio tu vida

aunque no te parezca, o no lo hago, pero por lo menos

trato.

Page 114: La Ensaladera

- 114 -

Roto, medio por el sueño y medio por cinco cartones

de vino al natural, manoteo un cacho de manta, una

almohada hecha de buzos, miro por última vez las luces

de la ciudad y te digo chau y mis ojos se apagan, no sé

hasta cuando, si para un hoy o para toda la vida.

Pero sé que el día va a ser mejor adonde quiera que vaya

y no importa que pase, voy a estar como siempre,

viendo todo y mirándote a vos, espero que vos hagas lo

mismo.

Porque, donde sea, cuando me despierte me va a gustar

saber que hay alguien en algún lado haciendo lo mismo

que yo.