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Signa. Revista de la Asociación Española de Semiótica Núm. 10, 2001 La escritura epistolar en la actual encrucijada genérica Genara Pulido Tirado Universidad de Jaén La epístola es una manifestación discursiva antiquísima. Aunque hay autores que, como Rico Verdú (1981:133), sitúan su aparición en Roma no podemos ignorar la tradición griega en la que, bien como elemento integrante de una obra literaria o bien de forma independiente, es de justicia citar al menos a Homero (Ilíada, VI), Heródoto y las cartas apócrifas de Aristóteles y Demóstenes. Pero es que además va a ser en la Antigüedad cuando se empiece a teorizar sobre este peculiar tipo de escritura, constituyéndose una Ars Epistolica (Suárez de la Torre, 1988) que aún hoy, dada la confusión teórica que existe en este campo, debemos tener presente. La epístola clásica, entendida tanto en su relación con la literatura como en la Biblia o en sus distintas manifestaciones de tipo administrativo, ha sido objeto de un buen número de estudios críticos. La historia de tan conflictiva forma literaria es amplia y presenta abundante variedad formal, temática y funcional, como ha puesto oportunamente de manifiesto López Estrada (1960), entre otros. —436→ Sin embargo, la epístola que aquí nos interesa es la moderna, la que surge a partir del siglo XVIII -aunque

La Escritura Epistolar en La Actual Encrucijada Genérica

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Signa. Revista de la Asociacin Espaola de Semitica Nm. 10, 2001

La escritura epistolar en la actual encrucijada genricaGenara Pulido Tirado

Universidad de JanLa epstola es una manifestacin discursiva antiqusima. Aunque hay autores que, como Rico Verd (1981:133), sitan su aparicin en Roma no podemos ignorar la tradicin griega en la que, bien como elemento integrante de una obra literaria o bien de forma independiente, es de justicia citar al menos a Homero (Ilada, VI), Herdoto y las cartas apcrifas de Aristteles y Demstenes. Pero es que adems va a ser en la Antigedad cuando se empiece a teorizar sobre este peculiar tipo de escritura, constituyndose unaArs Epistolica(Surez de la Torre, 1988) que an hoy, dada la confusin terica que existe en este campo, debemos tener presente. La epstola clsica, entendida tanto en su relacin con la literatura como en la Biblia o en sus distintas manifestaciones de tipo administrativo, ha sido objeto de un buen nmero de estudios crticos. La historia de tan conflictiva forma literaria es amplia y presenta abundante variedad formal, temtica y funcional, como ha puesto oportunamente de manifiesto Lpez Estrada (1960), entre otros.436Sin embargo, la epstola que aqu nos interesa es la moderna, la que surge a partir del siglo XVIII -aunque desde el XV aumenta notablemente su cultivo, ya que ofrece un mbito de libertad sumamente atractivo tras la desaparicin de la sacralizada y estamental Edad Media-, a la par que la burguesa y el concepto de sujeto libre, pues es entonces cuando aparece la carta privada en tanto que manifestacin de la privacidad de un sujeto que se la transmite a otro; si bien, tambin es cierto que tal privacidad se ha visto rota con frecuencia por la publicacin de epistolarios que en principio no estaban destinados a un pblico amplio. Este hecho histrico, el ascenso de la burguesa, va acompaado de otros que influyen de forma decisiva en el aumento de epstolas literarias desde el siglo XVII, como son el desarrollo del sistema postal, el estudio escolar de las epstolas latinas, la moda de la carta familiar en Francia e Inglaterra o la aparicin de abundantes manuales de carcter didctico sobre tal tipo de escritura. Hay que tener en cuenta, en cualquier caso, que en sus inicios muchos de los representantes de la nueva clase emergente slo tienen acceso a la escritura a travs de la carta, la cual se convierte as en un lugar privilegiado y nico para manifestar y consolidar la nueva nocin de sujeto. El papel que ocupan las mujeres es fundamental ya que, abocadas al silencio impuesto por una sociedad patriarcal, van a encontrar en la carta un medio adecuado para exponer elementos pertenecientes al mbito privado. Adems, se considera que la carta es ms apta para la transmisin de sentimientos -frente a la razn-, como el diario, la biografa o la confesin, por lo que tambin se alega este hecho para vincularlas al mundo femenino.Conviene recordar que el inters por la carta o la epstola se manifiesta en la retrica: lasartes dictaminismedievales o losformulariosson una buena muestra de ello a la vez que de su carcter normativo y alto grado de sistematizacin (conocidas con las cinco partes en que deba dividirse toda carta:salutatio, captatio benevolentiaeoexpressio malevolentiae, narratio, petitioyconclusio). Si la Edad Media recibe la tradicin grecolatina, sta es sometida a un intenso proceso de formalizacin en el que la rica reflexin terica presente en el pasado tanto es escritos sobre el gnero epistolar, en estudios generales de retrica o en las epstolas mismas, es sustituido por un conjunto de modelos que se ofrecen como objeto de imitacin. Esta prctica, con el retroceso que implica en un nivel terico literario, va a tener un amplio cultivo en los siglos siguientes, si bien es cierto que a partir del Renacimiento la epstola presenta una complejidad considerable, como se deduce de las siguientes palabras de Yndurin (1988: 78):437En cualquier caso, la epstola se presta y permite las ms variadas formas y contenidos. Dada la variedad de situaciones contextuales en las que puede aparecer, las encontramos dentro de otras obras, teatrales o narrativas, y pueden convertirse en novelas tanto una sola carta como una serie de ellas. Sirven para introducir otras obras, como prlogo, o identificarse con un tratado u oratio. En la realidad, coinciden con las nuevas o relaciones. Por otra parte, su naturaleza las hace especialmente aptas como vehculo de preguntas y respuestas, lo que las acerca a lasquestioniy, en algunos casos, entran de lleno en esta modalidad literaria tan caracterstica de la misma poca en que florece la carta. Por la forma, la epstola coincide y eventualmente adopta los contenidos de la autobiografa y el dilogo, en cuanto esos gneros se sirven tambin de la primera persona.

En principio, podemos decir que la carta interesa como manifestacin comunicativa que pone en contacto al menos a dos sujetos, uno de los cuales transmite unos contenidos a los que el segundo accede y puede contestar, por lo que la comunicacin, en este caso, como en toda manifestacin literaria, es unacomunicacin a distanciaque difiere de la comunicacin que se establece entre varios sujetos presentes que hablan y reciben respuestas en el acto, directamente.La existencia de cartas especficamente literarias, por otro lado, puede llevamos a cuestionar el carcter de esas otras cartas que, al menos en apariencia, no han sido escritas con propsito esttico alguno. Todo ello, sin embargo, no elimina el inters que ofrecen estas manifestaciones en el mbito de los estudios literarios contemporneos, sobre todo en una poca en la que, tras una superproduccin de estudios sobre el concepto mismo de lo literario, an no estamos en condiciones de ofrecer una definicin nica, universalmente vlida. Existen asimismo otros factores que deben considerarse. La carta o epstola forma parte de una amplia gama de manifestaciones escritas que se vienen englobando, por lo general, bajo el marbete deescrituras del yooescritura subjetiva, esto es, biografas, autobiografas, memorias, diarios, etc., en torno a las cuales existe en la actualidad un inters crtico muy destacado en el que, a mi juicio, debera incluirse la carta, la cual participa, durante todo el siglo XX del cultivo abundante de una peculiar forma de escritura subjetiva cuyo carcter literario, como en los dems casos citados, habr como mnimo que discutir, previa determinacin de lo que se considera hoy que es la literatura, al igual que su concreta pertenencia a un determinado gnero literario. No extraa, por tanto, que Morales Ladrn (1996: 285, n. 2) afirme:Uno de los precedentes ms inmediatos de la epstola literaria hay que buscarlo en las memorias y en el gnero del diario, como podran ser los 438 de Samuel Pepys (1633-1703), que nos informan de toda una serie de acontecimientos histricos. De hecho, el arte del diario creci con el de la biografa y la autobiografa, y su relacin con el desarrollo de la narrativa epistolar no debe ser desestimado.

Y es que una carta sin destinatario quedara convertida de inmediato en un diario, una confesin o una biografa. De ah que la existencia explcita de tal elemento de la comunicacin como caracterstica definitoria de este tipo de discurso -la imaginacin del t por parte del yo que escribe (Guilln, 1998:196)- no pueda ser olvidada nunca.Es a partir de la Generacin del 98 en Espaa cuando las cartas -junto al ensayo (Concejo, 1981), al que sirve para justificar en una determinada poca (Beltrn Almera, 1996: 244)-, sobre todo las de autores que han destacado en sus respectivas actividades literarias, han cobrado un gran inters por parte de la crtica. Ello se manifiesta, ante todo, en la recopilacin y publicacin de abundantes epistolarios. Gallego Morell (1986: 211) ha notado este hecho:A partir de las Cartas de Bcquer [Cartas literarias a una mujer aparecen publicadas y contienen lo que es la mejor expresin de la potica de su autor], el gnero se significa y se prodiga.

El fenmeno lo explica Gallego Morell (1986: 211) en los siguientes trminos:[...] el hecho de que la literatura espaola del siglo XX se comience a historiar bajo el mtodo generacional, ms o menos libremente aplicado, atrae el inters hacia el gnero epistolar que viene a ilustrar y a dar luz en torno a la obligada comunicacin personal entre los hombres de una misma generacin, aspecto que constituye uno de los ocho postulados de Petersen, plantilla obligada al ensayar una aplicacin del mtodo.

El deseo de estudio procede igualmente de un desmedido inters por la vida privada que, aunque con antecedentes (Aris y Duby, 1990), est cobrando tintes patolgicos en los ltimos aos, y la prensa llamada amarilla nos ofrece abundantes muestras de ello. Este inters por lo privado se traduce en el campo de las letras en un deseo de conocer a la persona de carne y hueso cuyas obras literarias se presentan como producciones de enorme importancia que han hecho que determinados 439 autores-personas pasen a formar parte de la cultura y la historia de toda una poca. Si a esto unimos elementos concretos como homosexualidad, disputas, o amoros varios, el inters se dispara.En estos momentos, en los que la crtica biogrfica no es ya lo que fuera a finales del siglo XIX y principios del XX, la vida de los escritores sigue interesando en tanto que puede ser un elemento, entre otros muchos, que contribuya a explicar su produccin literaria. Las cartas, debido a la variedad sealada, pueden ofrecer valiosos elementos de inters crtico y terico literario: el proceso de gestacin de una obra, las variantes de poemas, ideas sobre el ser y la funcin de lo literario, esto es, poticas, o las relaciones entre escritores y artistas de una poca que sirven para reconstruir el ambiente literario de aqulla, por poner algunos casos. El reciente nmero monogrfico de la revista Monteagudodedicado aEpistolarios y literatura del siglo XXes una buena muestra del inters crtico-literario y el papel desempeado por la epstola en la literatura de nuestro siglo. Es de lamentar, sin embargo, que tal proliferacin de la escritura epistolar no haya ido acompaada de una consecuente teorizacin en nuestro siglo, poca deficitaria de reflexiones en este sentido, si pensamos en la rica y extensa tradicin existente al respecto.Y es que aclarar el carcter literario o no literario de determinadas cartas es necesario por cuanto las cartas privadas han sido situadas, con frecuencia, al margen de la literatura, como seala Pags-Rangel (1997: 6):[...] estas cartas [privadas] han sido tradicionalmente excluidas del parnaso de los gneros literarios mayores, de la dignidad del valor esttico que stos ostentan y de la autonoma que ellos reclaman para s. Acostumbrada a modelos de lectura que privilegian textos y gneros claramente demarcados como creativos o de ficcin, la crtica literaria ha preferido no adentrarse demasiado en un territorio textual que dificulta e incluso pone en cuestionamiento las premisas bsicas sobre las que se instala su anlisis e interpretacin. As, en el rbol de la genealoga de la literatura, la carta privada ha compartido junto con la autobiografa, la memoria y el diario un destino y un espacio temporal: como sus parientes cercanos, ha sido, hasta muy recientemente, un sub-gnero, una especie secundaria, un miembro de una familia hegemnico.

La misma Roxanna Pags seala la asociacin que se estableca en los siglos XVIII y XIX entre la carta y la comunicacin oral, lo que equivala a dar una ilusin de no-ficcionalidad. La visin de la carta como una imitacin del dilogo o la conversacin es, como pone de manifiesto Guilln (1998: 200), uno de los tpicos que ms se han 440 repetido a lo largo de la tradicin a pesar de que en el eplogo deDe elocutionede Demetrio, o seudo-Demetrio, ubicado en el 270 a.C., se llame ya la atencin sobre el hecho de que la comunicacin epistolar es una forma de escritura y como tal no puede considerarse, a diferencia del dilogo, como la imitacin de un intercambio hablado, como habla, o como simulacro de habla. Violi (1987: 87-88) entiende los epistolarios como formas especficas dentro de una tipologa ms amplia de la interaccin. En trminos similares se manifiesta Roca Sierra (1990: 333) tras estudiar los elementos caractersticos de la epstola:Nos encontramos, pues, ante un gnero sinttico, fronterizo, bifronte: conjuncin de dos tiempos diferentes, vnculo de dos espacios distantes, confluencia de lo puramente enunciativo con la constante referencia metatextual, lmite entre la interaccin dialgica y el discurso autnomo, mxima expresin, en suma, de la utilizacin retrica al servicio de la comunicacin entre los hombres.

O Surez de la Torre (1987: 177):La carta es ante todo un instrumento decomunicacin humana.Ahora bien, decir que la epstola es un medio de comunicacin es constatar una evidencia que en nada aclara su carcter de gnero literario, aunque facilite su estudio semitico, ya que la mayor parte de las formas de comunicacin humana no slo es independiente sino anterior al surgimiento mismo de lo literario. (Pensemos en la conversacin como frmula primera y privilegiada.) Pero, en tanto que forma de comunicacin, la epstola tiene unas caractersticas propias, como es la existencia de un emisor, un mensaje y un destinatario, constituyndose en una forma de comunicacin de carcter dialgico que entronca con la conversacin, pero que, a su vez, difiere de ella porque lo que presenta es un Dilogo diferido, un dilogo que tiene lugar en ausencia de uno de los dos interlocutores (Violi, 1987.-89). Elemisory elinterlocutorson, a su vez,narradorynarratariode un discurso que, aunque privado, puede publicarse, lo que conlleva una tarea editorial nada fcil que suele compartir buena parte de los epistolarios que son fruto de la recogida de cartas privadas que no fueron escritas para tal fin.Si hablbamos ms arriba de las dificultades que presenta definir lo literario, en el caso de los gneros literarios la situacin se complica: junto a la incertidumbre de lo que pueda ser la literatura, hay que aadir el problema de determinar, en un marco amplsimo, una serie de 441 delimitaciones y caracterizaciones que presentan un carcter institucional histrico y, a la vez, formal y taxonmico. Toda esta confluencia de intereses y elementos dispares est sin duda en la base de las teorizaciones que se vienen produciendo acerca del concepto de gnero literario en general y de determinados gneros literarios en particular durante siglos. Y en el origen Aristteles, pues, como ha sabido resumir Garrido Gallardo (1988) en una frase afortunada, buena parte de esta teora no es ms que una vasta parfrasis de Aristteles.Ni que decir tiene que esta situacin afecta a todas las manifestaciones literarias, pero incide ms sobre aquellas que presentan, como la epstola, un carcter fronterizo y difcilmente pueden incluirse en la categora de lo lrico, lo pico o lo dramtico sin ms. En este contexto destacan claramente dos intentos de clarificacin que, sin ser excluyentes, constituyen dos importantes revulsivos que aun hoy no han surtido su debido efecto, precisamente por ello es necesario seguir hablando del tema. Me refiero a los trabajos de Guilln (1998) y Beltrn Almera (1996).Beltrn Almera (1996: 246) apunta la, a su juicio, lamentable situacin de la teora de los gneros literariosJustamente porque se empea en buscar lo esencial en lo superficial e ignora precisamente aquello que constituye el alma de la literatura, lo esttico. En el terreno de los gneros literarios epistolares esto significa el intento de comprender este fenmeno por el parentesco con la carta misiva, relativizando precisamente el hecho de que la misiva es un gnero prctico y los gneros que nos incumben ni una cosa ni otra, sino -lo que no es la carta misiva- literarios, esto es, estticos.

Aunque el dao que la retrica ha causado a la teora y prctica epistolares de una determinada poca es incuestionable, a estas alturas sabemos que retrica no es sinnimo de preceptiva, y que la recuperacin de la disciplina clsica en su integridad, al tiempo que se enriquece, est prcticamente lograda al final del siglo XX. Por tanto, no creo que existan razones para rechazar la retrica en su globalidad, aunque la apuesta que Beltrn Almera realiza por la esttica se entiende por cuanto permite al crtico establecer una relacin entre la epstola y las estticas serias y festivas tras afirmar que la carta, frente a otros gneros literarios, slo surge con la escritura, a cuyo mundo pertenece.442Entre reflexiones oportunas, Beltrn Almera habla de gneros epistolares, pero existen los gneros epistolares?, y, si existen, cules son? Considerar como gneros epistolares aquellos que la tradicin, desde el mundo griego, nos viene presentando como tales en un momento u otro de este vasto perodo de tiempo no facilita una mayor comprensin terica, ya que, primero tendramos que recordar que la literatura no ha existido siempre, y, segundo, si cuestionamos la teora y las categoras genricas heredadas, no podemos, al mismo tiempo, aceptarlas en un caso concreto sin la consecuente justificacin terica. Un repaso a las distintas teoras de y sobre los gneros literarios que han aparecido en el siglo XX (Garrido Gallardo, ed., 1988) nos puede mostrar la existencia de un gran inters y no pocos esfuerzos, si bien es cierto que el formalismo imperante en buena parte de este perodo es el que ha determinado el mayor nmero de estas teoras empeadas con frecuencia en cambiar nombres y establecer ms clasificaciones atendiendo a criterios formalista-estructurales, lingsticos en definitiva -ya se trate de lingstica tradicional o lingstica del texto-, que no parecen haber zanjado el problema, ya que todas esas teoras se ven desbordadas por una prctica discursiva variada, rica y compleja. Este hecho no conlleva ninguna descalificacin puesto que lo normal es que los avances en el campo de las Humanidades se produzcan de forma paulatina; en este sentido hay que apreciar en su justa medida los esfuerzos de Todorov, Genette, Van Dijk, Bajtn y otros muchos por establecer en los gneros literarios nuevos criterios o modificar los ya existentes. Y tambin los esfuerzos de Beltrn Almera cuando llama la atencin sobre la situacin de los gneros epistolares.A Claudio Guilln le debemos una lcida reflexin sobre literatura y epistolaridad. No basta, como seala el terico, con que las cartas estn bien escritas para poder hablar de literatura. Por ello recurre a tres criterios bsicos: la capacidad de leer y escribir, la literariedad y la poeticidad, trminos estos ltimos tomados de laTeora de la literaturade Garca Berrio y entendidos en un sentido concreto:La literariedad es, segn l [Garca Berrio], una opcin con la que el escritor y el lector se comprometen desde un principio. La poeticidad es un valor producido por la escritura y la lectura, por medio de la intervencin de una imaginacin simblico-imaginativa que no es meramente individual, sino ampliamente representativa o, puede decirse, antropogrfica.

(Guilln, 1998: 179)

A pesar de que los citados criterios son cuestionables, y ms si tenemos en cuenta la crtica del profesor Guilln a aquellas escuelas crtico-literarias 443 empeadas en centrarse en el lenguaje de los textos, en sus procedimientos verbales, este hecho no le impide sealar elementos de importancia terica incuestionable en relacin con la epstola. As que, aunque la ficcin o la ficcionalidad es importante en la determinacin de lo literario, ni toda manifestacin literaria ha de ser necesariamente ficticia ni, sobre todo, toda manifestacin ficticia es literaria, por lo que aplicar este criterio al campo epistolar nos conducira adar cabida a cartas que no son literatura, o lo son ambiguamente, o se encuentran al borde de las instituciones literarias; y que por lo tanto superan, gracias a la vasta dimensin de lo ficcional, la severa dicotoma que divide las cartas en dos reas o campos absolutamente heterogneos.

(Guilln, 1998: 180)

Se refiere a los gneros epistolares frente a las cartas llamadas reales. De ah que se imponga resaltar que, aunque sea ficcional, la carta no es novela, ni autobiografa, ni diario ntimo, pues en ella destaca la orientacin hacia un destinatario. Por otra parte,La carta, y ello es decisivo, procura no suprimir el requisito inicial de veridicidad. De tal suerte se va produciendo y estableciendo la ilusin de no ficcionalidad epistolar, que, a diferencia de otras, supone de manera especfica la copresencia en un mismo entorno -ms o menos amplio por supuesto del receptor de la carta.

(Guilln, 1998: 187)

De ah que proceda hablar de un doble pacto epistolar: el que conlleva la aceptacin por parte del lector real de la necesaria vinculacin del yo textual de la carta al yo real y un segundo pacto relativo al hecho de que el lector tambin existe desde la perspectiva de quien escribe la carta y est vinculado adems al t textual.Hasta aqu el profesor Guilln caracteriza oportunamente esta concreta manifestacin discursiva, pero intentar situar tales teoras en determinados moldes genricos conlleva no pocos riesgos. En principio, al borrar la distincin entre carta imaginada y carta real, la determinacin del posible carcter literario de stas se complica -y la amplitud y variedad de fenmenos que encontramos aqu pueden detectarse en otros mbitos discursivos en los que tambin nos interesa determinar su carcter literario o no literario-, ya que, en trminos generales, aunque una carta imaginada puede ser real, esto es, el autor puede contar hechos imaginados al receptor, una carta imaginada es 444 fundamentalmente literaria, aunque tambin puede incluir algn que otro elemento real. En segundo lugar, fundir carta familiar, epstola en verso y novela epistolar en tanto que los tres gneros principales que el cauce de la comunicacin epistolar hizo posibles (Guilln 1998: 208-209) conlleva una simplificacin de manifestaciones muy diferentes entre s -y, por otra parte, escasas en el marco de los mltiples discursos de carcter epistolar- que contradice la complejidad y variedad del fenmeno epistolar que Guilln seala en ms de una ocasin.El problema en la teora de este autor surge no slo por la utilizacin de conceptos de operatividad cuestionable como literariedad y poeticidad, sino por un intento de clasificacin genrica que le conduce, obviando sus propias teoras en este mbito (Guilln, 1985), y sin obtener con ello resultados positivos, a recurrir al concepto de gnero autorial que expone Cabo (1992) en relacin con la literatura picaresca como gnero que se va conformando en el texto al tiempo que se utiliza, o a las teoras que Genette expone enFiccin y diccin(1991) sobre potica constitutiva o condicional -obra en la que se nos presenta, dicho sea de paso, una clasificacin de los gneros literarios basada en la dicotoma ficcin/poesa ms que cuestionable, ya que pocos o ninguno son los argumentos que pueden esgrimiese en la actualidad contra el carcter ficticio de la poesa-.Puestos a buscar un espacio a la epstola en el marco de los gneros literarios tal como est fijado en la teora del siglo XX, tambin podramos recurrir a la misma distincin que Guilln (1985) establece entre cauces de representacin, gneros propiamente dichos, modalidades y formas; o la distincin de Bajtn (1929) entre gneros monolgicos y dialgicos ampliando estos ltimos ms all de la novela; o la nada desdeable consideracin de Genette (1977) entre serie genrica, grupo genrico, antignero, contragnero o plurignero. Pero todos estos intentos de inclusin seran forzados como ocurre con otras muchas formas de escritura actuales que se vienen considerando literarias y que en la prctica van delante de la teora, porque no podemos negar que la mezcla de las tres categoras clsicas -esto es, la lrica, la pica y la dramtica- es bastante frecuente en nuestro siglo. Dar prioridad a los conceptos heredados antes que a la realidad literaria de una poca constituye un error que ya denunciaron quienes se opusieron frontalmente a la preceptiva. Y es que si la teora de la tragedia de Aristteles presenta una solidez tal que la ha hecho pervivir a lo largo de los siglos es porque Aristteles teoriz sobre la realidad literaria de su poca, y as lo puso de manifiesto sin complejo alguno.445A estas alturas, sin embargo, la dilucidacin de las distintas cuestiones de ndole crtica y terico-literaria presenta mayores problemas por la existencia de una serie de vicios heredados que en muchas ocasiones se consideran verdades incuestionables e imperecederas. Por ello urge un cuestionamiento radical en este mbito, requisito indispensable para poder alcanzar un avance real y dejar de dar vueltas en torno a un mismo eje desgastado. Como ha sabido sealar certeramente Schaeffer (1983: 157):Hay que ver claramente que lo que se ventila en este debate no es ya literario ni incluso epistemolgico, sino ontolgico, puesto que atae a lateora del ser:quid/quod est?Los sistemas genricos romnticos (el de Fr. Schlegel, por ejemplo), los del idealismo alemn (Schelling, Solger y Hegel), al igual que la teora de Croce, tienen, a este respecto, una ventaja segura sobre los innumerables sistemas o anti-sistemas posteriores que se inspiran en ellos: que formulan explcitamente la apuesta ontolgica que constituye el fundamento real de su discurso genrico. Hay que aadir inmediatamente que, al fin y al cabo, sin embargo, esa ventaja es intil, porque lo nico que hace es imponer la conclusin de que toda argumentacin racional es imposible en este campo terico en el que decidirse por una u otra teora genrica implica que uno pasa con todos sus trastos al campo de la ontologa correspondiente.

Para terminar, y habiendo hecho una sntesis significativa en torno a la teora contempornea de la epstola, se puede afirmar que las contribuciones, en lo que se refiere a su caracterizacin, son importantes y sin duda constituyen una base que debern tener en cuenta los investigadores en el futuro. Sin embargo, en lo relativo a la determinacin del concreto carcter literario que pueda presentar la epstola moderna teniendo presentes todas sus posibles variantes as como el gnero en el que deberan incluirse, la situacin es sumamente confusa, pues las afirmaciones basadas en la inercia de la tradicin -gneros epistolares, la epstola como gnero- son a todas luces insuficientes. La revisin de la cuestin genrica propuesta ms arriba es del todo necesaria en este campo, y, si tal revisin tarda en llegar, ello no debe constituir un obstculo para que la reflexin sobre el tema contine, ya que no se trata de una cuestin aislada por cuanto en este trnsito de milenio nos encontramos con numerosas manifestaciones discursivas que estn en espera de que una disciplina de slidos fundamentos tericos determine su carcter literario as como el lugar que han de ocupar en este campo. Y no son pocas las manifestaciones discursivas que, al igual que la epstola, se mueven fundamentalmente en la esfera del sujeto (y en la de lo subjetivo, aunque no entendido como lrico), 446 hecho que hay que ligar al papel desempeado por el sujeto no slo tras el surgimiento y consolidacin de la burguesa, sino tambin, y sobre todo, en el pensamiento postmodemo que tanto ha pregonado su crisis y desmantelamiento definitivo. Pero, como todos sabemos, el sujeto no ha muerto, y para demostrarlo tenemos una abundante escritura que no puede ser leda ni teorizada al margen de esta categora en la que sin duda habr que situar la base de futuras teorizaciones, las cuales, por otra parte, no podrn ignorar tampoco que este concepto, desde el siglo XVIII hasta la actualidad, ha cambiado. Por ello, no parece arriesgado afirmar que la epstola, junto a otras muchas manifestaciones literarias importantes desde el siglo XVIII y abundantes en nuestra poca, debe incluirse en un gnero de escritura -se llame como se llame- en la que se destaque, se teorice oportunamente y se determine la presencia y funcin del sujeto.

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