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ESCRITOS DE FORMACIÓN Número 46 – Abril de 2012 E A S LA ESPIRITUALIDAD EN PEQUEÑA COMUNIDAD COMO IMPULSO DE COMPROMISO Y CRECIMIENTO Padre Juan Manual Lasso de la Vega COMUNIDADES CRISTIANAS COMPROMETIDAS EAS DE COLOMBIA CIUDAD DE MEDELLÍN COMITÉ DE FORMACIÓN 1

La espiritualidad en pequeña comunidad como impulso de renovación y crecimiento lasso de la vega

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ESCRITOS DE FORMACIÓN

Número 46 – Abril de 2012E A S

LA ESPIRITUALIDAD EN PEQUEÑA COMUNIDAD COMO IMPULSO DE COMPROMISO Y CRECIMIENTO

Padre Juan Manual Lasso de la Vega

COMUNIDADES CRISTIANAS COMPROMETIDAS EAS DE COLOMBIACIUDAD DE MEDELLÍN COMITÉ DE FORMACIÓN

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El comité de Formación genera documentos periódicamente para beneficio de los EAS y su formación. Los invitamos a leer estos documentos y reflexionar sobre ellos, ojalá algunas veces en comunidad. Los invitamos a coleccionarlos y a divulgarlos.

Estos escritos se basan en recopilaciones de documentos de diversos autores, incluyendo personas de los EAS, sometidos en algunos casos a adaptaciones que los hagan más afines y prácticos para los EAS, bajo la responsabilidad del comité.

Son bienvenidos los comentarios y los aportes.

En una serie de escritos hemos presentado las charlas que el padre Juan Manuel Lasso de la Vega ha compartido con las comunidades EAS de Colombia en el último Retiro Espiritual que sostuvimos en Noviembre 5, 6 y 7 de 2011 en el cual celebramos los 50 años de los EAS en Medellín. Estas charlas fueron entregadas por el padre Lasso a la ciudad y con ellas y con las de Virginia López será publicado un libro próximamente. Pensamos que todo lo que hagamos por divulgar estos materiales redunda en el beneficio formativo y espiritual de las comunidades y de sus miembros y por ello las hemos presentado también en estos escritos de formación.

Ahora presentamos la tercera y última. En ella, Juan Manuel trata magistralmente el tema de la Espiritualidad EAS como impulso de compromiso y crecimiento. Les invitamos a leerla y a compartirla en el ambiente de pequeña comunidad.

LA ESPIRITUALIDAD EAS COMO IMPULSO DE COMPROMISO Y CRECIMIENTO

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Padre Juan Manuel Lasso de la Vega La espiritualidad es una manera y un estilo de ser y de vivir en el mundo y en la Iglesia de hoy sin añorar tiempos pasados ni fomentar utopías irrealistas; la espiritualidad es una manera de relacionarnos con Dios y con los hombres y mujeres de nuestro tiempo; no es solamente una manera de rezar. Espiritualidad es una forma peculiar de confrontarnos con las situaciones so-ciales y éticas de nuestro mundo; sobre todo sin son tan dramáticas como en el momento actual de nuestra historia. La espiritualidad no es una parcela limitada de nuestra vida; no es una estrategia puntual para ser mejores ante Dios y ante nuestra conciencia. La espiritualidad es una estrategia de globalidad, que define nuestro ser y nos crea compromisos nuevos de comportamiento cristiano. El Evangelio no pasa de moda; en él encontramos siempre respuestas nuevas para situaciones nuevas.

La espiritualidad se llama “vida espiritual”. Esta vida nace en el momento en que Cristo muere y resucita por el poder del Espíritu. En la resurrección de Cristo se apoya y se desarrolla nuestra espiritualidad. El alimento de nuestra vida espiritual es la oración, que nos conecta con Dios y con la sociedad. Estamos siempre más convencidos de que la oración tiene que encarnarse en nuestra situación actual; de esta oración surge la energía que necesitamos para ser “cristianamente” activos y eficaces. Espiritualidad y misión son realidades conectadas entre sí. La espiritualidad sin misión sería una espiritualidad desencarnada y la misión sin espiritualidad no iría muy lejos. La oración la necesitamos tanto como el comer.

Es muy complejo definir una vida; cada vida es diferente, aunque existan elementos comunes y universales. La historia de la vida espiritual muestra

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que en algunas épocas se ha puesto el acento en algunas de sus dimensiones y en otras épocas históricas se han enfatizado otras.

Cada institución cristiana tiene algunos rasgos peculiares que la distinguen de otras. No todas las congregaciones religiosas ni todas las comunidades laicales son espiritualmente idénticas; cada una tiene sus propias aspiraciones espirituales, que han ido creando un rostro espiritual propio. Algunos puntales de nuestra espiritualidad EAS, que nos ayudan a vivir nuestra “espiritualidad y nuestra misión” hoy, me parece que podrían ser éstas:

1. Centrados en Cristo

“Las comunidades EAS están centradas en Cristo, Hijo de Dios y piedra fundamental del mundo y de la historia, hasta el punto de que todos los EAS aspiran a poder decir con San Pablo: "Mi vida es Cristo"1.

El hecho puede parecer paradójico pero es real. Jesucristo, personaje aparentemente conocido por todos, es para muchos contemporáneos nuestros un perfecto desconocido. Son bastantes los que creen conocerlo suficientemente, incluso, como para opinar categóricamente sobre él. Y sin embargo, lo que saben de Jesús apenas supera un conjunto de tópicos, imágenes confusas o impresiones infantiles. En realidad, su conocimiento de

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Jesús ha quedado reducido al recuerdo vago de unos relatos simplistas y pintorescos. No sabrían decir qué relación puede haber entre ese Jesús y la realidad que viven día tras día.

Otros, que viven en el polo opuesto, se interesan, sobre todo, por el magisterio del Papa y por la doctrina de la fe en la medida en que puede ofrecer una estabilidad mayor a la familia, a la sociedad y a la historia de la humanidad, pero no se preocupan de encontrar en Jesús el inspirador de su vida diaria que presenta desafíos mucho mayores que la aceptación de los dogmas. Se podría eliminar de su religión la persona de Jesucristo y nada vital habría cambiado en ellos.

Si el Bautista recorriera hoy nuestra sociedad contemporánea y se encontrara con las inseguridades y dramas con que nos encontramos nosotros, repetiría las mismas palabras de otro tiempo: "En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis".

Dios no está en crisis. Esa Realidad suprema hacia la que apuntan las religiones con nombres diferentes (Dios, Yahvé, Alah, Buda...) sigue viva y operante. Dios está también hoy en contacto inmediato con cada ser humano con una cercanía insuperable. La crisis de lo religioso no puede impedir que Dios se siga ofreciendo a cada persona en el fondo misterioso de su conciencia.

Para poder adoptar una postura seria y responsable ante la fe cristiana, debemos conocer mejor la persona misma de Jesucristo y todo lo que puede significar de interrogante, desafío, interpelación y promesa para el hombre de todos los tiempos. Éste es un reto permanente en la vida de todo cristiano. Para poder llegar a decir, como San Pablo: “mi vida es Cristo” necesitamos vivir como peregrinos, que desean cada día acercarse a la meta; renovación y conversión en un clima de paz y de serenidad. La rutina nos acecha a todos. Nuestra comunidad nos ayuda a sacudirnos el polvo para poder caminar con mayor agilidad.

 Los discípulos de Emaus resumieron así la identidad de Jesús: profeta poderoso en palabras y en obras. Algunos rasgos de este profeta poderoso, que deben estar vivos en la vida de aquellos que le conocemos y le amamos podrían ser éstos:

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● La voz de Jesús es una voz alternativa. Jesús lee la historia a la luz

de la compasión de Dios: ésta es su fuerza y lo que le hace diferente y capaz de indignación. “El mundo puede caminar de manera diversa a como camina, el mundo puede ser distinto de cómo es”, es lo que la gente percibía cuando Jesús visitaba sus aldeas: un mundo diverso es posible. Esta es la causa de los choques de Jesús con el poder religioso y civil, arropados por su misma naturaleza en sus propios privilegios. Una voz alternativa provoca siempre choques y confrontaciones. A partir de Cristo y de su Palabra, que es su voz alternativa, llegaremos a una visión más profunda y auténtica de los grandes problemas que nos afligen vitalmente2

Frecuentemente no hacemos nada más que escuchar, y lo hemos confundido con el pensar. Y de esto nace un resultado que consideramos una bendición: su nombre es “opinión pública”. Resuelve todo. Algunos hasta creen que sea la voz de Dios.

● Jesús es un hombre que no pertenece al sistema. Jesús no es sacerdote por unción, no es hombre de la ley, no tiene estudios ni títulos de la Academia de Jerusalén. La autoridad con que él enseña, es diferente de la autoridad de los escribas3, no se basa en la continuidad de la tradición ni en la fuerza de los argumentos; nace del Espíritu y vive simplemente de su experiencia personal de Dios.Jesús es el hombre del Espíritu; inspirado y guiado por el Espíritu realiza la misión que el Padre le ha encomendado a pesar de las críticas y de las duras

2 Cfr. Ideaio n. 183 Cf. Mt. 7, 29

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amenazas que le llegan. “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido; me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva”4.

● El “aquí” de su Reino. A diferencia de los profetas anteriores a él, Jesús no sólo anuncia y denuncia, sino que hace abrir los ojos: “el reino de Dios está aquí, está cerca, está en medio de vosotros”. Ésta es la verdadera “novedad”. Con Jesús es como si Dios “se arremangara” para no dejarnos solos ante el sufrimiento y ante los motivos de desesperación. Con Jesús nace un modo nuevo de relacionarse con Dios, que nos impulsa a darle una mano para que Él continúe efectivamente reinando.

● Los gestos concretos. Jesús no ofrece definiciones del Reino. Acude a los gestos, que manifiestan la grandeza del corazón de Dios y dan vida: gestos de liberación, de sanación, de perdón, de acogida incondicional. Está lejos de los palacios y visita la casa de los sencillos. Cuenta parábolas para decir: si Dios reinase, el mundo sería así, no como lo estáis construyendo vosotros. Un mundo donde se es hermanos unos de otros, donde reina la justicia, donde la vida sería respetada y cuidada, donde se lucha contra toda forma de esclavitud. Jesús era provocador y escandalizaba. Lo sabía muy bien. Sabía que a causas de sus continuos escándalos sería ejecutado. Era la única manera de despertar a un pueblo aletargado y cansado de sufrir. El trabajo, los gestos concretos, es la expresión del ser profundo de los EAS: la promoción de las realidades terrestres, los proyectos sociales, nuestra incorporación activa a la nueva evangelización y la promoción de nuevas comunidades constituyen nuevos gestos concretos que siguen mostrando la grandeza del corazón de Dios5

● Una pasión que devora. En un cierto momento de la vida de Jesús, el reino se convierte en su idea fija, tanto que le llena cada jornada y lo impulsa a afrontar la muerte. “No tiene donde reclinar la cabeza”6. Pasa “haciendo el bien y sanando a todos aquellos que estaban bajo el poder del diablo”7. Para él pensar en Dios es pensar en su reino: es lo mismo que pide a sus discípulos: “buscar el reino de Dios y su justicia”, ante todo.

● Un Dios al servicio de la vida. Si para el poder religioso lo más importante es la observancia de la ley y el respeto por el sábado, Jesús tiene en su corazón la vida; le preocupa la recuperación de los pecadores, la

4 Luc. 4 18 ss5 Ideario, 25-276 Mt. 8, 207 Hechos 10, 38

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sanación de los enfermos, no las distinciones entre puro e impuro. El suyo no es el Dios de la ley, del orden, del status quo, sino el Dios de la misericordia y del perdón, el Dios que sana y libera. Si el poder político se apoya sobre la riqueza, Jesús invita a darle nada más que cuanto le pertenece, reservando para Dios todo lo que es suyo, comenzando por la vida. O Dios o la riqueza.8

Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios9.

● A partir de los últimos: Jesús realiza su misión a partir de los excluidos, de los marginados, de quien no tiene a nadie que le haga justicia. Encuentra a los sin tierra y dice: “dichoso el que no tiene nada porque de él es el Reino de Dios”. No sólo: él comparte su suerte desde su nacimiento. Sus gestos son una manera de decir: Quien no interesa a nadie, está en el corazón de Dios. Sentarse a la mesa con los publicanos y las prostitutas, dejarse lavar los pies por quien “ha amado mucho”, es otro distintivo del reino. Jesús nace en un tugurio de una aldea. Se hará presente allí donde las gentes viven, trabajan, gozan y sufren. Vive entre ellos aliviando el sufrimiento y ofreciendo el perdón del Padre. Dios se ha hecho carne, no para permanecer en los templos, sino para “poner su morada entre los hombres” y compartir nuestra vida.

● Un Dios contra la indiferencia. Mientras los poderosos y los ricos gozan, la gente sufre: es esto lo que le causa indignación a Jesús, como un grito que quema las conciencias. Llega a llorar sobre Jerusalén, que no ha conocido el camino que conduce a la paz10, alerta a sus discípulos contra los jefes de las naciones que dominan y oprimen11 . Serán esos jefes los que decretarán su muerte, por villanía, como en el caso de Pilatos, o por una reacción dura contra un hombre que causa fastidio. Jesús pondrá fin a los que viven fuera de la ley, muriendo fuera de la ciudad santa.

Deberíamos prevenirnos de un riesgo, cuando miramos a Jesús profeta a servicio del reino de Dios: el riesgo de hacer consistir el reino en algo que se desarrolla en la interioridad o que se limita a la conciencia. Jesús ha venido para decirnos que Dios es soberano con relación al mundo, para decirnos qué piensa Dios de nosotros, qué quiere de nosotros y cómo debemos situarnos nosotros ante Él y ante el mundo. No viene para inaugurar métodos sofisticados de experiencia religiosa. Viene para hablarnos de gracia, de redención, de nueva creación, de juicio: ser cristianos significa tomar conciencia de la libre iniciativa de Dios y hacer de la palabra de Cristo el

8 Mt. 6, 249;Mt. 22, 2110 Lc.19, 4111 Mt. 20, 25

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fundamento último y el criterio decisivo de nuestra existencia.

Una espiritualidad cristo céntrica, como es la Espiritualidad de los EAS, tiene que tener en cuenta todos esos rasgos de la vida de Jesús. Seguir a Jesús no significa solamente recordar o celebrar su vida, su muerte y resurrección, sino vivir como Él vivió y amar como Él amó.

Dar una mano a Cristo para que siga creciendo su reino nos exige decisiones arriesgadas y valientes, acciones y gestos concretos, que nazcan del Espíritu Santo, que es el alma de nuestras comunidades EAS y nos impulsa a superar pasividades y mediocridades. Para que nuestra espiritualidad sea un “impulso de crecimiento” podríamos recorrer en nuestras reuniones semanales cada uno de estos rasgos de la vida de Jesús, revisando nuestra vida y abriéndola a un futuro más comprometido tomando decisiones nuevas. Decisiones comunitarias que nos ayuden a crecer en nuestra mística EAS y que se traduzcan en compromisos reales. Espiritualidad no es sólo oración; por ser “vida” implica todos nuestros comportamientos humanos, sociales y religiosos.

2. La Espiritualidad del “nosotros”

Los EAS formamos un “nosotros”, bien integrado y creando una familia, que tiene como centro la persona misteriosa de Jesús. Este “nosotros” no es una expresión poética o metafórica sino real. Lo recalca nuestro Ideario:

“Finalmente, los candidatos estarán dispuestos a formar un auténtico nosotros con los demás miembros de la comunidad.  Para ello, no basta con vivir unos al lado de los otros, sino que es necesaria una verdadera integración de todos, en virtud de la cual los miembros de la comunidad, sin excepción alguna, se deciden a compartir cuanto tienen, hacen y son, para siempre y pase lo que pase.  Este "nosotros" es una apertura del "yo" a partir de su soledad, muy sentida en el mundo moderno, pero es también la condensación de una humanidad sin fronteras de ninguna clase, que siente necesario apoyarse en pequeños grupos humanos, dentro de los cuales es posible conocerse por el nombre, dialogar, compartir la vida, la fe y la amistad”12.

Benedicto XVI escribe en su libro “Jesús de Nazaret”:

“Sólo en el “nosotros” de los discípulos podemos llamar “Padre” a Dios, porque solo en la comunión con Cristo Jesús, nos convertimos

12 Ideario nº 8

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verdaderamente en “hijos de Dios”. Así la palabra “nuestro” resulta muy exigente: nos exige salir del recinto cerrado de nuestro “yo”. Nos exige entrar en la comunidad de los hijos de Dios. Nos exige abandonar lo meramente propio, lo que separa. Nos exige aceptar al otro, a los otros, abrirles nuestros oídos y nuestro corazón. Con la palabra “nosotros” decimos “sí” a la Iglesia viva, en la que el Señor quiso reunir a su nueva familia”13.

El formar un “nosotros” no es una estrategia pastoral, que hoy puede ser eficaz para la evangelización y dejar de serlo mañana. Es esencial en el plan de Dios, sobre todo a partir de la muerte y resurrección de Cristo. El nosotros es la nueva encarnación de Cristo en el mundo.

“La relación con Dios no es un asunto privado del individuo… Dios ha creado al hombre de forma que los individuos no se relacionen con él de modo independiente y paralelo, como si cada uno pudiera sentir y captar internamente a Dios por su cuenta; los hombres solo pueden llegar a Dios en común, precisamente la búsqueda de Dios nos refiere unos a otro”14

Nuestro seguimiento de Cristo y nuestra espiritualidad EAS la vivimos en la dependencia comunitaria. No una dependencia alienante sino humanizante. Estamos de enhorabuena, porque ésta es la única manera de ser Iglesia hoy. Quizás en otras épocas hemos vivido más la intimidad personal con Dios; hoy acentuamos más el compartir y el intercambio, que naturalmente crea una sana dependencia. Este es un signo de contraste para el mundo. La vida compartida es un acto profético que, por sí mismo, anuncia el amor de Dios. Cuando la diversidad no separa sino que es fuente de riqueza y comunión, se refleja algo inédito y nuevo, la presencia de un Dios que es comunión de amor.

La historia nos habla de un vaivén permanente entre individualismo y colectivismo. En el seguimiento de Cristo aprendemos a vivir de una manera extraña, pues descubrimos que la auténtica autonomía está hecha de la más profunda dependencia, no sólo en relación con el mismo Cristo, sino en relación también con todos aquellos que comparten su seguimiento. Así, poco a poco se va formando el cuerpo solidario de Cristo en medio de una sociedad marcada por el egoísmo y la falta de solidaridad real.

13 Jesús de Nazaret, 2007, p. 175

14 Ratzinger; Fe y existencia; en Fe y futuro; Salamanca 1972, 22.

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Por otra parte, nuestro mundo se caracteriza también por una profunda sed de amor, que se expresa de formas tan diversas que a veces nos desconciertan. Se anhela un tipo de matrimonio y familia que sea hogar y comunión, y que produzca una mayor seguridad en medio de un mundo inhóspito, extraño, vertiginoso y violento. Sin embargo, constatamos cómo el diálogo del amor resulta muy difícil; quedando interrumpido con una frecuencia cada vez mayor; y hasta fracasa y termina en el egocentrismo. La crisis de la institución matrimonial y familiar es patente: han ido apareciendo otras posibilidades de relación entre las personas de distinto y del mismo género. Vivimos una época patente de contradicciones; lo cual, por otra parte, es normal, porque en el mundo coexisten las fuerzas del bien y del mal. Lo que parece claro es que el mal grita hoy más que el bien. Lo mismo acontece con la consagración religiosa, que es consagración total y eterna.

Al parecer, el crecimiento del cristianismo en medio del imperio romano fue posible gracias al nacimiento incesante de grupos pequeños y casi insignificantes que se reunían en el nombre de Jesús para aprender juntos a vivir animados por su Espíritu y siguiendo sus pasos.

Sin duda, fue importante la intervención de Pablo, Pedro, Bernabé y otros misioneros y profetas. También las cartas y escritos que circulaban por diversas regiones. Sin embargo, el hecho decisivo fue la fe sencilla de creyentes cuyos nombres no conocemos, que se reunían para recordar a Jesús, escuchar su mensaje y celebrar la cena del Señor.

No pocos teólogos piensan que el futuro del cristianismo dependerá en buena parte del nacimiento y del vigor de pequeños grupos de creyentes que, atraídos por Jesús, se reúnan en torno al Evangelio para experimentar juntos la fuerza real que tiene Cristo para engendrar nuevos seguidores. Si esto es así, los EAS no podemos desperdiciar esta elección de Dios que ha tomado la iniciativa de llamarnos a vivir en pequeñas comunidades muy comprometidas. Es urgente que nuestra espiritualidad se convierta en un impulso permanente de compromiso y de crecimiento. Esto no hay que dejarlo para mañana. Oración y acción se complementan.

En el futuro la fe cristiana no podrá apoyarse en el ambiente sociocultural. Las estructuras territoriales que hoy sostienen la fe de quienes no han abandonado la Iglesia, quedarán quizás desbordadas por el estilo de vida de la sociedad moderna, la movilidad de las gentes, la penetración de la cultura virtual y el modo de vivir el fin de semana. Esta es la situación que estamos viviendo en Europa y que desplaza a Dios del centro y los va situando en la periferia.

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Tal vez Jesús irrumpirá con una fuerza desconocida en esta sociedad descreída y satisfecha a través de pequeños grupos de cristianos sencillos, atraídos por su mensaje de un Dios Bueno, abiertos al sufrimiento de las gentes y dispuestos a trabajar por una vida más humana. Con Jesús todo es posible. Hemos de estar muy atentos a sus nuevas llamadas que son constantes.

La vida cristiana en comunidad no está fundada sobre un principio natural o meramente psicológico. Este estilo de vida tiene su única fuente en una visión de fe, es decir, en una relación personal de cada miembro con Cristo Resucitado y en una relación interpersonal comunitaria con Él. La calidad de nuestra vida comunitaria refleja, por consiguiente, la calidad de nuestra fe. A veces por conflictos pequeños surgen reacciones desproporcionadas.

La comunidad, que somos nosotros, debe ser una escuela de amistad y de amor real, donde se experimente la generosidad en la fraternidad; el equilibrio y la madurez personal solamente se consiguen en una vida de familia, que vive “familiarmente” el encanto del seguimiento de Cristo Redentor del mundo. La espiritualidad del “nosotros”, siempre en proceso de maduración, nos tiene que ir animando a dar lo mejor de nuestras vidas a la Iglesia, cuerpo místico del mismo Cristo; su nuevo cuerpo después de la Resurrección.

 

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En la comunidad la Palabra se hace vida en nosotros y nosotros nos hacemos Palabra para la Iglesia por medio de la oración y del discernimiento de los signos de los tiempos.

“El cristianismo interiormente bien vivido está marcado por una dinámica que nos lleva a compartirlo. He hallado algo que puedo hacer y no puedo conformarme con decir: esto me basta. Porque en ese mismo instante destruiría el bien hallado… Y esa es exactamente la dinámica de dar a los demás una parte del mensaje que Cristo dio a los suyos… En el interior de la iglesia siempre debe estar presente esa intranquilidad: ha recibido un don destinado a toda la humanidad”15.

La espiritualidad del “nosotros, que formamos nuestras comunidades, es un don de Dios, que tenemos que darlo a los demás en beneficio del “nosotros” que formamos toda la Iglesia. Vivirlo para nosotros mismos no basta; hemos recibido un don destinado a toda la humanidad. Si no lo hiciéramos, destruiríamos el bien hallado, dice el Papa. No se puede ser EAS para nosotros mismos. La promoción de nuevas comunidades es irrenunciable. Todos los esfuerzos que hagamos fortalecen nuestro mismo ser. A veces encontramos respuestas positivas y otras veces nos puede parecer que nuestra actividad ha fracasado. El éxito pastoral, decía un famoso redentorista alsaciano, Padre Francisco Durwell, nunca se mide con números; el éxito depende de la espiritualidad de los enviados y de la espiritualidad de los que envían. Es decir, el éxito depende siempre de nuestro grado de participación viva en el misterio e la muerte y resurrección de Cristo.

15 Ratzinger; Artículo La sal de la tierra, Stuttgart 1996

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