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LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO

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LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO EN COLOMBIA

Anapo y la participación política durante el Frente Nacional

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VICERRECTORÍA DE INVESTIGACIÓN

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO EN COLOMBIA

Anapo y la participación política durante el Frente Nacional

César Augusto Ayala Diago

Bogotá, D.C., abril de 2011

Page 6: LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO

© Universidad Nacional de Colombia Vicerrectoría de Investigación Dirección de Investigación Sede Bogotá Facultad de Ciencias Humanas Departamento de Historia© Editorial Universidad Nacional de Colombia© César Augusto Ayala Diago

Dirección de Investigación Sede BogotáLuis Fernando Niño Vásquez

Director

Editorial UNComité editorialLuis Ignacio Aguilar Zambrano

Gustavo Zalamea Traba

Julián García González

Luis Eugenio Andrade Pérez

Salomón Kalmanovitz Krauter

Gustavo Silva Carrero

Primera edición, 2011ISBN 978-958-719-843-0 (rústico)

ISBN 978-958-719-844-7 (rústico, impresión por demanda)

ISBN 978-958-719-845-4 (e-book)

Asistente de investigaciónJuan David Figueroa Cancino

Diseño colección DIBÁngela Pilone Herrera

EdiciónEditorial Universidad Nacional de Colombia

[email protected]

www.editorial.unal.edu.co

Bogotá, D. C. Colombia, 2011

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio

sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales

Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia Ayala Diago, César Augusto, 1954- La explosión del populismo en Colombia : Anapo y la participación política durante el Frente Nacional / César Augusto Ayala Diago. – Bogotá : Universidad Nacional de Colombia. Vicerrectoría de Investigación, 2011 510 p. : il. Incluye referencias bibliográficas ISBN : 978-958-719-843-0 (rústico). – ISBN : 978-958-719-844-7 (rústico, impresión por demanda). – ISBN : 978-958-719-845-4 (e-book)

1. Alianza Nacional Popular (Anapo) 2. Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) 3. Populismo – Colombia 4. Fascismo 5. Nacionalismo I. Tít. CDD-21 324.2861 / 2011

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Contenido

PrólogoLA MULTITUD POPULISTA 15

Introducción 191. Desacralización de Rojas, sacralización del Frente Nacional 202. La oposición como factor de estabilidad política: los dos Frentes Nacionales 223. El momento populista 244. La transferencia de la energía anapista al siglo XXI 26

4.1 El infundio y el prejuicio como estrategias de macartización política 26

PRIMERA PARTE Capítulo 1

NACIMOS DE LOS REMANENTES DE LA ORTODOXIA CONSERVADORA, FASCISTA Y CATÓLICA; DE LA DICTADURA MILITAR, DEL ANHELO GAITANISTA Y DEL ALZATISMO 39

1. Las fuentes originarias del anapismo: la dictadura reinventada 392. El plebiscito o la legitimación del proyecto del Frente Nacional.

Los deseos colectivos, la esperanza y el menú de las expectativas 432.1 El liberalismo, gran vencedor de la coyuntura. El renacimiento

del Partido Liberal 432.2 Los conservadores en el plebiscito 512.3 ¿Y de la Iglesia, qué? 542.4 Gilberto Alzate Avendaño: del viejo fascismo a las mieles

de la democracia burguesa o su ética de la responsabilidad 562.5 Un documento de Antonio García 582.6 “Ha nacido la Segunda República” 58

3. Los reconquistadores en la oposición o el populismo abriéndose espacio desde el pensamiento conservador 61

Capítulo 2EL PROCESO DE FORMACIÓN DE LA ANAPO 65

1. El liberalismo popular no le camina al Frente Nacional 652. Sobre los rescoldos de la Violencia 663. Los militares retirados configuran también el anapismo 694. La fundación de la Anapo 715. Ante la exclusión, la política es la solución 766. La Anapo por escrito (I) 77

6.1 El discurso de la apelación popular 776.2 La primera plataforma ideológica del anapismo 80

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LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO EN COLOMBIA Anapo y la participación política durante el Frente Nacional

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Capítulo 3LAS ELECCIONES O EL SENTIDO DE LA POLÍTICA (I). LA PRIMERA PARTICIPACIÓN ELECTORAL DEL ANAPISMO 85

1. Los mecanismos de cooptación social: entre lo religioso y lo familiar o los cuadros sociales de la memoria 851.1 La naturaleza del anapismo boyacense: los lugares de la memoria 85

2. El nacimiento del nuevo movimiento en Bogotá 903. Los resultados electorales 924. La Gran Coalición 935. La primera candidatura presidencial del general Rojas Pinilla 97

Capítulo 4LAS ELECCIONES O EL SENTIDO DE LA POLÍTICA (II) 101

1. Los conservadores: los de los oídos sordos 1012 ¡Qué extraño Mesías y qué curioso carisma! La Anapo en busca

del cura de almas de las parroquias pobres de Colombia 1033. “Paz en la tierra” revoluciona los idearios anapistas y refuerza sus

argumentaciones políticas 1044. La primera victoria jurídica del General 1075. Se abre la nueva campaña electoral 1096. Hablando más que un secuestrado 1137. Rojas, portavoz de los que no pueden competir 1168. La esencia de la nueva campaña 1199. El comienzo de la parábola del retorno o las elecciones del 15

de marzo de1964 121

SEGUNDA PARTECapítulo 5

EL NACIONALISMO CABALGA DE NUEVO 1291. La síntesis del nacionalismo colombiano 129

1.1 El nacionalismo de La Nueva Prensa 1292. El nacionalismo de la Línea Dura 134

2.1 La irrupción del Tercer Mundo 1342.2 Hernando Olano Cruz impregna con su ideología a la Anapo 1382.3 El acercamiento de la Anapo y la Línea Dura 141

3. Más derecha de la derecha en el nacionalismo de los sesenta 1434. Talanqueras y zancadillas para que el General no avance (I) 145

4.1 Entre generales sí se pisan las mangueras 1454.2 La Nueva Prensa y parte de los anapistas seducidos por el ministro

de Guerra. El general Rojas tiene que esperar 1484.3 Auge huelguístico y rumores de golpe 152

Capítulo 6LA ANAPO POR ESCRITO (II) 155

1. Los anapistas condensan en nacionalismo colombiano y proponen una alternativa populista 1551.1 El pueblo en definitiva 161

2. La reaparición de Alianza Popular 163

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CONTENIDO

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Capítulo 7TALANQUERAS Y ZANCADILLAS PARA QUE EL GENERAL NO AVANCE (II) 171

1. El nacionalismo puesto en escena electoral 1712. Gaitanismo barranquillero para que la Anapo avance. Cali, de antirrojista

en 1957 a rojista en 1965 1763. Usos y abusos de la historia 1784. Para el mamón no hay ley. El general Ruiz Novoa deja al país colgado

de la brocha 1814.1 Patos al agua: Alberto Zalamea al escenario directo de la política 182

5. El lauro-alzatismo: la nueva coalición quiere pescar en río revuelto 184

Capítulo 8LA HEGEMONÍA DEL DISCURSO POPULISTA. TALANQUERAS Y ZANCADILLAS PARA QUE EL GENERAL NO AVANCE (III) 187

1. El padre Camilo Torres aumenta la esperanza mesiánica en Colombia 1872. Se disparan las propuestas políticas por escrito 1943. Las estrategias discursivas para llegar a los colombianos

o la construcción de los aliados 1974. Las estrategias discursivas para llegar a los colombianos

o la construcción del enemigo 2015. El establecimiento responde, se defiende y promete revitalizarse 206

5.1 Lo que va de Lleras a la Anapo 2125.2 El candidato liberal recibe la bendición de la Iglesia 215

Capítulo 9LAS ELECCIONES O EL SENTIDO DE LA POLÍTICA (III) 217

1. La frágil alianza de la oposición 2172. Rojas promueve el espectáculo electoral en las plazas públicas 2213. Con garrote en mano, Lleras Restrepo usurpa las banderas

del emerrelismo 2264. El rojismo liberal también recibe garrote del candidato oficial 2295. María Eugenia tras los votos bogotanos 2316. La mística religiosa del anapismo y la reacción de las jerarquías

eclesiásticas 2337. Las elecciones legislativas de 1966: la Anapo invencible 241

7.1 La Anapo: sepulturera del voto conservador 2427.2 La Anapo usurpa el voto liberal 243

Capítulo 10LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 1966 247

1. Las elecciones o el sentido de la política (IV) 2471.1 El abanico de las precandidaturas alternativas 2471.2 El testaferro de Rojas 249

2. Alberto Zalamea, el Movimiento Democrático Nacional y La Nueva Prensa adhieren a la Anapo 2562.1 El espectáculo de la política: la conquista de la plaza de Bolívar 256

3. Los resultados de las elecciones presidenciales de 1966 y los avances de la Anapo 2623.1 Los pájaros comiendo cachiporros 262

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TERCERA PARTECapítulo 11

LA CONVERSIÓN DE LA ANAPO EN EL GRUPO DE OPOSICIÓN MÁS IMPORTANTE DEL PAÍS 267

1. La reestructuración del anapismo 2681.1 La Anapo en pos de la condensación populista: el Gran Consejo 2701.2 El componente nacionalista y el arribo de Zalamea y su combo 272

2. Los anapistas en los comienzos de la legislatura 1966-1968 2753. El discurso anapista = Gaitán + dictadura militar + Alzate 2774. La composición de la oposición 280

Capítulo 12POPULISMO POR ARRIBA PARA EVITAR EL POPULISMO POR ABAJO: LA POLÍTICA COLOMBIANA DESPUÉS DE LAS ELECCIONES DE 1966 283

1. La transformación del país y el crecimiento de la Anapo 2832. Desmoronamiento del MRL, fortalecimiento de la Anapo 2853. El MRL presenta al Congreso su propio proyecto de reforma

constitucional 2884. Los encuentros liberales o la apropiación populista 290

4.1 Populismo por arriba para que no haya populismo por abajo 2925. Crisis conservadora y avanzada populista en su interior 2966. ¿Y de la izquierda, qué? 2997. Populismo de élite como alternativa al miedo 3018. Emerrelistas y anapistas a tono 302

Capítulo 13CONSERVATISMO POPULAR ANAPISTA Y LA RADICALIZACIÓN DEL IDEARIO GAITANISTA 309

1. La Anapo en pos de una definición 3092. El liderazgo alzatista de la Anapo. Evolución y condensación

de imaginarios políticos conservadores 3122.1 Elías Salazar García 3122.2 Mario Montoya: la mejor expresión del nacionalismo anapista 3222.3 Rafael Camerano Meriño 3292.4 Manuel Rodríguez Verdeza 3362.5 Manuel Bayona Carrascal, anapista potencial 337

3. Más papistas que el Papa 343

Capítulo 14LA ANAPO Y LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS DE 1968 347

1. El proselitismo 3472. La rebelión de las curules: una expresión de las crisis dentro de la Anapo 3493. En pos de la memoria: celebración y conmemoración del décimo

aniversario de la caída de Rojas (1957-1967) 3534. Por fin la ansiada unión del Partido Liberal 3565. La rehabilitación de los derechos políticos del general Rojas 3586. La campaña para las elecciones legislativas de 1968 3617. Un liberalismo populista como alternativa al populismo anapista

y a las izquierdas marxistas 3638. La rehabilitación de Rojas reaviva la campaña electoral 365

8.1 El poder es nuestro 366

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CONTENIDO

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8.2 Nadie se muere en la víspera. Rojas, el personaje de 1967 3688.3 El enemigo grande es Rojas 3708.4 Elecciones o no elecciones 373

9. Los resultados de las elecciones de 1968 3759.1 La alianza con los lauro-alzatistas 377

Síntesis y conclusiones 381Orígenes conservadores, adiós al conservatismo 383Trazos de configuración populista 385La Anapo y los liberalismos populares 387El populismo de Camilo... el cura guerrillero 391Oxigenación para la asfixia emerrelista 392Los destinatarios del mensaje populista de los sesenta 393Más obstáculos para la nueva configuración populista 395Despunta el anapismo popular 396

Anexos 399Primera Plataforma de la Alianza Nacional Popular, 1961 399Segunda Plataforma de Alianza Nacional Popular, 1964 402Plataforma del Movimiento Democrático Nacional 437Programa político de la concentración patriótica Anapo-MDN, 1966 442“La gente guapa, la gente brava”. La naturaleza de la mujer anapista. Entrevista a Dacier Arango 445“Nosotros tuvimos curas amigos y curas enemigos”. Entre el clero pobre y la familia. Entrevista a Edmundo Quevedo Forero 467

Bibliografía 485

Índice temático 495

Índice onomástico 505

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Lista de figuras

Figuras 1-2. “Adelante Bogotá”, en El Tiempo, octubre de 2007 29Figura 3. Campaña presidencial en el órgano anapista Alerta,

octubre 12 de 1973 30Figura 4. Detalle de la sección “Adelante Bogotá”, en El Tiempo,

octubre de 2007 30Figuras 5-6. Detalles de la sección “Adelante Bogotá”, en El Tiempo,

octubre de 2007 30

Figura 7. Banderas anapistas en una reunión del Polo Democrático 31Figura 8. Pancarta de Samuel Moreno Rojas al lado del busto

de su abuelo. Bogotá, avenida Rojas con calle 68 31Figura 9. Congregación del Polo Democrático 31Figura 10. “Anapolo”, caricatura de Osuna en El Espectador,

noviembre 4-10 de 2007 33Figura 11. Cartel de la candidatura de Rojas, en atuendo militar,

para las elecciones de 1970 45Figura 12. Caricatura sobre Gilberto Alzate Avendaño 57Figura 13. Alianza Popular, No. 15, 17 al 23

de noviembre de 1961 78Figura 14. El diario La Nueva Prensa celebra la absolución de Rojas

Pinilla, agosto 2 de 1963 108Figura 15. Detalle del diario La Nueva Prensa, octubre 2 de 1963 111Figura 16. Portada del diario La Nueva Prensa, agosto 22 de 1963 112Figura 17. Primer carné de la Anapo, 1963 117Figura 18. Portadas de La Nueva Prensa 132Figuras 19-20. Encuentro de Zalamea y Rojas en Melgar, en abril de 1964.

En La Nueva Prensa, Nos. 107-108, 4-10 de abril de 1964 137Figura 21. Ruiz Novoa en La Nueva Prensa, No. 115, mayo 30 de 1964 150Figura 22. Portada de la segunda plataforma de la Anapo, 1964 157Figura 23. Alianza Popular en su segunda etapa, mayo 17 de 1966 164Figura 24. Vertical, órgano de difusión del general Alberto Ruiz Novoa 174Figura 25. Camilo Torres en La Nueva Prensa, junio 16 de 1964 191Figura 26. Portada de La proletarización de Bogotá, editada

por el Cerec en 1987 193Figura 27. Plataforma de la Anapo, 1966, en Alianza Popular, enero

27 de 1966 204Figura 28 José Jaramillo Giraldo, en La Nueva Prensa, abril

22 de 1966 251Figura 29. Carné de Anapo liberal 253

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Figura 30. José Jaramillo Giraldo ofrece un niño a la multitud en oposición al control de natalidad, en El Vespertino,abril 23 de 1996. 258

Figura 31. La Nueva Prensa adhiere a Jaramillo Giraldo, abril 30 de 1966 259

Figura 32. Volante propagandístico de la Anapo a favor de la campaña de Jaramillo Giraldo, Barrancabermeja, 1966 261

Figura 33. Algunos títulos de la colección “El dedo en la herida” de la editorial Tercer Mundo 299

Figura 34. María Eugenia Rojas ocupa la primera página de La Nota,semanario dirigido por Roberto Harker Valdivieso, Bucaramanga, julio 9 de 1965 348

Figura 35. Portada de La rebelión de las curules de Roberto Harker Valdivieso 353

LISTA DE FIGURAS

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Abreviaturas de organizaciones y movimientos políticos

Anapo: Alianza Nacional PopularAPRA: Alianza Popular Revolucionaria Americana CTC: Confederación de Trabajadores ColombianosELN: Ejército de Liberación NacionalFARC: Fuerzas Armadas Revolucionarias de ColombiaFUP: Frente Unido del PuebloMAN: Movimiento de Acción NacionalMDN: Movimiento Democrático Nacional MIL: Movimiento Independiente Liberal MOEC: Movimiento Obrero Estudiantil y CampesinoMOPI: Movimiento Obrero Popular de Izquierda MRL: Movimiento Revolucionario LiberalMSC: Movimiento Socialista Colombiano PCC: Partido Comunista ColombianoPSDC: Partido Social Demócrata Cristiano Sendas: Secretaría Nacional de Asistencia Social UTC: Unión de Trabajadores Colombianos

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Prólogo La multitud populista

Por: Ricardo Sánchez ÁngelDoctor en Historia

Profesor, Universidad Nacional de Colombia

I.

Los imaginarios con que el periodismo oficial y los discursos políticos domi-nantes se refieren a la experiencia de la Alianza Nacional Popular, Anapo, suelen ser peyorativos. Lo que prima es el estereotipo de masa amorfa, resentida, chusma azuzada para el crimen y organizada en torno a bajas pasiones de odio y destrucción. Anapo es sinónimo de atraso político, de incultura, donde la venganza y el asalto al poder como botín de guerra son el horizonte de su acción.

Sin embargo, una evaluación histórica de esta experiencia en el contex-to de la historia política colombiana permite identificar las distintas fases y facetas en esta expresión del populismo latinoamericano. Su sentido, como movimiento político de oposición al sistema del Frente Nacional bipartidista y las grietas que suscitó a la hegemonía del poder, confrontó la conversión de esta dominación en un sistema homogéneo, cerrado, de clausura al plu-ralismo de partidos y culturas.

Junto con otras expresiones y organizaciones políticas y sociales, la Anapo ejerció un cuestionamiento desde el nacimiento del Frente Nacional hasta su final. Los otros agrupamientos, como las disidencias conservado-ras, el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), el Frente Unido del Pueblo, el Movimiento Democrático Nacional, el Partido Comunista en sus dos alas, la Democracia Cristiana, el Movimiento Obrero Estudiantil y Campesino (MOEC), el Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR) y otros grupos, ocuparon el escenario de la acción política de la época. Pero el que mayor amplitud tuvo fue el de la organización de la Multitud Populista en la Anapo, esa especie de Frente Nacional Alternativo al Frente Nacional oficialista.

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Los otros movimientos que profundizaron las grietas al régimen de la coalición liberal-conservadora fueron sociales y culturales. Se conoció una reactivación de la protesta obrera, huelguística y de los procesos de unidad de la acción sindical. El movimiento campesino se organizó en espacios regionales e incluso nacionales con la experiencia de la ANUC durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo. Fueron tiempos de ocupación de latifun-dios, para demandar reforma agraria real.

El movimiento estudiantil de universidades y de colegios fue constante en su movilización con pautas de politización radical. Empezaron los movi-mientos cívicos y de vivienda, por servicios públicos y contra la carestía. Las antiguas guerrillas campesinas, de autodefensa, se transformaron en orga-nizaciones político-militares con vocación de poder. En todo este contexto de los movimientos sociales y políticos gravitó la influencia de la Revolución Cubana (1959) que se proclamó socialista.

Estos años conocen unos movimientos artísticos, teatrales y literarios de signo vanguardista y de perspectiva crítico-política, buscando la síntesis de lo nacional con lo internacional y renovando las mentalidades de la época.

La Colombia de entonces vivió una transición demográfica rural-urbana, con industrialización por sustitución de importaciones, diáspora de millones de errantes de la Violencia. Las crecientes expectativas de progreso que la ciudad ofrece conformaron una urbanización semi-industrial y marginal. Había una base social, la descomposición de lo tradicional, que propició el auge del populismo.

II.

A César Ayala le interesa el estudio de la Anapo, no como el rojismo confor-mado en la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla, y continuado como clan familiar y político que busca la reconquista con un evidente rostro de revancha, en una lucha de élites y contra-élites. Le interesa la Anapo como la expresión de la multitud populista, como un movimiento que convoca a marginados en lo social y excluidos en lo político, con una abigarrada confor-mación policlasista, en un arcoíris de posturas ideológico-políticas que exis-ten en circularidad de abajo arriba y viceversa. Desentraña esta dialéctica, al lograr la composición de un cuadro variopinto que aparece como disperso y fragmentado. Es el logro de este historiador.

��������������� ����������������������������������� ��������������������������� �������� ������������� ��������������������������-ra presidencial de María Eugenia Rojas de Moreno Díaz, el congreso de Villa

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17

de Leyva y el papel de Mayorías que remite a otra historia, la del Movimiento 19 de Abril (M-19).

El caudillismo en la Anapo lo ejerció Gustavo Rojas Pinilla en su triple condición de militar con el alto grado de teniente general, de presidente de la República respaldado por mayorías liberales, conservadoras y la totalidad de las Fuerzas Armadas, y en su condición de líder mesiánico fundador de un nuevo movimiento político. Las multitudes de la Anapo añoraban la res-tauración pero con sentido de reivindicación social radical ante los graves y grandes problemas de pobreza y marginalidad, al igual que veían en el general-presidente-caudillo el mesías redentor.

La multitud populista encontró en la Anapo una vuelta a ser pasado que se recordaba como venturoso, y al mismo tiempo una oportunidad de participar en forma decisiva en un presente con banderas nacionalistas, de-mocráticas, cristianas y hasta socialistas, y que supo utilizar los concejos municipales y el congreso nacional al igual que calles y plazas como esce-narios de su presencia.

De idéntica manera fundó sus propios periódicos regionales y naciona-les, al igual que atrajo a periodistas e intelectuales. También tuvo una clien-tela del bajo clero, que desempeñó un papel proselitista destacado.

La religión católica, el nacionalismo conservador, el justicialismo gaita-nista y unas plataformas de reformas y planeación económica de soberanía conforman el cuadro ideológico de la Anapo. Entre lo anacrónico y lo moder-no va a discurrir la experiencia de las multitudes que ganaron las elecciones el 19 de abril de 1970, y ese mismo día y al otro se rebelaron ante el fraude y tomaron plazas y calles. Un triunfo escamoteado por el gobierno del presi-dente Carlos Lleras Restrepo y traicionado por el jefe de la Anapo, Gustavo Rojas Pinilla, sus familiares y amigos. La directiva anapista fue inferior a las exigencias de la hora.

En ningún otro momento como este se desnudó el carácter demagógico de la dirección anapista, que se comportó como una disidencia del estable-cimiento, porque lo era, mientras las multitudes veían y vivían una nueva frustración, en medio de su lucha contra el fraude. Se asistía al fracaso del Frente Nacional, a la pérdida de legitimidad, a la limpieza del maquillaje seudo-republicano con el virtual presidente Rojas Pinilla secuestrado en su propia casa por el gobierno de la época. La historia de este suceso la analizó César Ayala Diago en otro libro, El populismo atrapado, la memoria y el miedo. El caso de las elecciones de 1970.

PRÓLOGO

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LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO EN COLOMBIA Anapo y la participación política durante el Frente Nacional

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III.

En este libro, La explosión del populismo en Colombia. Anapo y la parti-cipación política durante el Frente Nacional, César Ayala Diago continúa su larga y pormenorizada travesía investigativa sobre el tema de la Anapo. Se trata de una tarea universitaria de muchos años dirigiendo seminarios en el Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia y como docente-investigador en otros centros de estudio aquí y en el exterior, al igual que realizando una dispendiosa labor de documentación en archivos regionales y nacionales, públicos y privados.

Es una investigación múltiple en sus ideas, imaginarios, praxis y balan-ces, en que este historiador ha conformado redes de estudiantes, dirigido tesis de maestría y doctorado sobre la Anapo y otros capítulos con sus prota-gonistas de la vida nacional. Con ello aumenta la masa crítica y las historias de sello profesional académico.

La revisión de periódicos, revistas, hojas volantes, folletos, libros, es-tán en este libro debidamente procesados e integrados al relato histórico, al igual que la recuperación de la memoria viva de militantes, activistas y dirigentes de la Anapo.

Todo esto acredita el quehacer histórico en la Universidad Nacional de Colombia, lo que se suma a la labor del Anuario de Historia Social y de la Cultura, y a la existencia de una nutrida y calificada realización y produc-ción de libros, monografías, ensayos, compilaciones de otros colegas sobre distintos aspectos de la disciplina histórica. Varios de ellos permanecen in-éditos, y bien haría la Universidad en realizar un plan de publicaciones sobre los trabajos que están evaluados favorablemente. Potenciaría la calidad in-vestigativa, el debate científico y la valoración política-ciudadana, el círculo virtuoso de la acreditación.

Aquí tiene el lector la historia de la Anapo en emulación con otras expresiones políticas, como historia del populismo tardío, de reproducción del conservatismo con los bagajes del nacionalismo y con la presencia del liberalismo desengañado y menguado. Porque el Partido Liberal será la base fundamental como dirección y electorado del Frente Nacional. Se trata de una historia política de la Colombia del Frente Nacional.

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Introducción

Cuando un cuerpo ejerce una fuerza sobre otro, este ejerce sobre el primero una fuerza igual

y de sentido opuesto.(Tercera ley de Newton)

Para comprender al general Gustavo Rojas Pinilla y su papel en la historia política colombiana de las décadas de 1960 y 1970, nada mejor que verlo a través de hombres y mujeres que, quizás sin conocerlo en profundidad, ad-hirieron a su nombre convocados por sus significaciones. Por eso, no es este un libro centrado en la vida política de Rojas. Lo es, además, sobre quienes a través de él y gracias a él pusieron en escena su propio pensamiento. Sin Rojas y sin la Alianza Nacional Popular ellos no hubieran sido posibles; se los hubiera tragado el régimen de coalición, como eufemísticamente se apodó al Frente Nacional para ocultar su naturaleza excluyente. Bien por esa naturaleza o bien por la de Rojas, colombianos y colombianas de dis-tintas procedencias pudieron promover sus idearios, que sin dificultad se confundieron con los de quienes ya estaban allí. Las plataformas ideológicas procedentes de múltiples vertientes que se mezclaban en las del anapis-mo produjeron el mágico efecto de la representación compartida. Es decir, liberales, socialistas y gaitanistas; conservadores y ex-fascistas, cristianos de todas las Iglesias, podían sentir que compartían un mismo credo y una misma identidad.

Tal era la fuerza de esta variante del populismo que irrumpía estrepito-samente en el país, tardíamente en comparación con otras experiencias del continente. La historia política contemporánea de Colombia había preparado las condiciones. El populismo, que en otras partes de América Latina había tenido su oportunidad para reformar el Estado oligárquico, en nuestro me-dio contaba con un pasado de frustraciones. Ya Jorge Eliécer Gaitán había galvanizado los idearios populistas acumulados hasta los comienzos de los años treinta, que reemergieron, justamente, cuando el pacto de la Revolu-

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LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO EN COLOMBIA Anapo y la participación política durante el Frente Nacional

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ción en Marcha se agotó. La posibilidad de una realización populista desde el liberalismo se truncó con el asesinato del tribuno popular en abril de 1948. Renació la esperanza con el advenimiento del gobierno de las Fuerzas Armadas, que contó con amplios contingentes de intelectuales de todas las procedencias, populistas o fascistas unos, conciliadores otros, deseosos de que Rojas implantara y desarrollara el Estado que el momento clamaba. In-consistencias e indefiniciones, sumadas al peso del partidismo y a su propia caída en 1957, abortaron lo que pudo haber sido, para entonces, la expre-sión históricamente oportuna del populismo en Colombia.

El Frente Nacional surge, entonces, sobre un suelo abonado de frus-traciones populistas, que resucitarán en la medida en que sus expectativas pierdan intensidad y la oposición más visible se opaque.

1. DESACRALIZACIÓN DE ROJAS, SACRALIZACIÓN DEL FRENTE NACIONAL

Hubo en el gobierno de las Fuerzas Armadas una política de sacralización sin parangón en la historia política colombiana. La Oficina de Prensa y Propa-ganda del Estado (Odipe) orientó en esta dirección toda su actividad. Gracias a los buenos oficios de Jorge Luis Arango, Rojas fue más que un militar: se le consideró salvador de los colombianos e incluso lo calificaron de segundo Libertador1. Así, el reto de sacralizar el Frente Nacional debía corresponder a los esfuerzos del régimen anterior en el mismo sentido. A la par que el nuevo establecimiento desacralizaba al principal protagonista del gobierno militar, edificaba su propio culto. Y tenía que ser un proceso intenso dadas las heri-das de la violencia apenas suturadas, más otras que se abrieron durante los años de Rojas en el poder.

El Frente Nacional fue presentado ante los colombianos como la pro-puesta de una Segunda República, legitimando con ello la tradición civilista del país. La dictadura militar cerraría la primera. El futuro establecimiento empezó con unas tareas tan titánicas como las del comienzo de la Primera República. Guardadas las proporciones, el proceso de la caída del gobierno militar equivaldrá a la guerra de independencia. Había, pues, en el ideario pro Frente Nacional, una revolución de las expectativas superior a la que había creado el advenimiento de Rojas al poder. Y, justamente, el flujo de la dictadura había producido el milagro de un pensamiento conciliador entre liberales y conservadores, principio medular de la coalición bipartidista.

1. Véase en detalle: Ayala Diago, César Augusto, “Fiesta y Golpe de Estado en Colombia”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No. 25, 1998, pp. 274-308.

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Como vocero de toda la juventud colombiana, un amplio grupo de in-telectuales de los dos partidos empezó a hablar desde 1955 en nombre de la generación de medio siglo. Nada nuevo. Era costumbre en el país que los jóvenes se iniciaran en la política desde el paradigma generacional en momentos críticos y coyunturales2. Poco después, en los comienzos de 1956, quienes se reclamaban portavoces de esta generación enviaron una carta a los principales políticos del país3. Se vivía en un ambiente de ro-bustecimiento de la oposición al régimen militar, y los jóvenes consideraron llegado su momento. En el documento, fueron los primeros, quizás, en pro-poner el Frente Nacional. Allí hablaron de las tareas del retorno, una serie de actividades que debían emprenderse previamente a la erección de la Segunda República. Los contenidos de su propuesta serán clave en los pun-tos que constituirán más adelante el pacto frentenacionalista. No estaban de acuerdo con decisiones a puerta cerrada. Propugnaron “por una nueva integración nacional en el orden jurídico, en el económico y en el social. La real protección de la salud espiritual y física del hombre colombiano, y la democratización de la cultura”4, y sugirieron la convocatoria a una nueva Asamblea Constituyente integrada en un 50% por delegados de las divisio-nes territoriales y la otra mitad por gremios y corporaciones científicas, que culminaría con la aprobación de una nueva Carta Magna. La epístola estaba escrita con el vocabulario que sintetizaba las ideologías de sus destinatarios. Empleaba un concepto grato para el espíritu del nacionalismo conservador: una Constitución orgánica y funcional. Plantearon, también, la necesidad de un sistema que garantizara la representación de las minorías políticas en las tres ramas del poder público, con el objetivo de impedir que amplios sec-tores de la opinión se quedaran sin injerencia en el manejo de los negocios del Estado. Opinaron sobre la legalización de la futura oposición para que operara como fuerza fundamental en el funcionamiento de las instituciones. Preocupados por el creciente éxodo de los campesinos a las ciudades, se mostraron a favor de la revitalización de los municipios, de tal manera que sobre ellos girara la estructura político-social del país. Clamaron por un de-sarrollo armónico de la economía, y plantearon la distribución equitativa de la propiedad agraria, la tecnificación del crédito, la paulatina evolución hacia

2. Recuérdense las generaciones del Centenario, la de los Nuevos, la del Centenario de la muerte del Liber-tador en 1930, etc.

3. El grupo estaba integrado por Fabio Lozano Simonelli, Francisco Zuleta Holguín, Juan Antonio Gómez y Rafael Rivas Posada, entre otros. Fueron destinatarios de la misiva Alberto Lleras Camargo, Abel Na-ranjo Villegas, Juan Lozano y Lozano, Emilio Robledo, Guillermo León Valencia, Luis López de Mesa, Fernando Londoño Londoño, Carlos Lleras Restrepo, Silvio Villegas y Eliseo Arango, entre otros.

4. La Segunda República. Hacia la solución de la crisis colombiana. Bogotá, Ediciones Nuevo Signo, 1956, p. 16.

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el industrialismo, aspectos que debían consagrarse en la nueva Constitución, al lado de la función social de la propiedad, la iniciativa privada, la interven-ción del Estado y la planificación.

Nunca se había escrito tanto sobre un promisorio futuro como en el tránsito de la caída de Rojas y el establecimiento del nuevo orden político. Durante 1957 y 1958 corrieron ríos de entusiasmo. Un brote de triunfalis-mo nacional se apoderó de las conciencias. Las ideas y los movimientos con-fluyeron. El Movimiento de Recuperación Liberal (MRL)5, surgido en 1957, le apostó al Frente Nacional como la posibilidad de realizar en Colombia la aplazada reforma burguesa. La revolución invisible fue el título que dio a la etapa que se avecinaba Jorge Gaitán Durán, director de Mito, la revista en la que el pacto bipartidista encontró ideólogos dispuestos a defenderlo6. Así como casi todas las personas habían sido rojistas en 1953, casi todas eran frentenacionalistas en sus albores. Por tratarse de un régimen que se instau-raba con una explosión de expectativas inédita, su estabilidad dependió de su propia capacidad para convertirlas en realidad.

2. LA OPOSICIÓN COMO FACTOR DE ESTABILIDAD POLÍTICA: LOS DOS FRENTES NACIONALES

Si midiéramos los proyectos políticos desde la óptica del triunfo y la derrota, tendríamos que aceptar que el Frente Nacional, a pesar de su naturaleza excluyente y su abuso de poder, fue un experimento político a todas luces victorioso. Logró mantenerse durante el periodo para el cual fue diseñado, y su influencia se proyectó durante largos años en las costumbres naciona-les. Pero, por paradójico que parezca, la oposición fue uno de los factores que más influyeron en sus realizaciones. Y no se trató de una oposición formal: la confrontación entre frentenacionalistas y antifrentenacionalistas fue cruda. Los enfrentamientos se desarrollaron en los espacios legales de la política: los cuerpos legislativos, y los lugares públicos, plazas y barrios de las localidades colombianas. El Frente Nacional tuvo la intención de pro-ducir la convivencia entre las militancias de los partidos tradicionales en un momento en el cual estas constituían la principal fuente de identidad para los colombianos.

5. Este fue el nombre original del MRL, que luego de la Revolución Cubana conservó la misma sigla pero pasó a denominarse Movimiento Revolucionario Liberal.

6. Véase Gaitán Durán, Jorge, La revolución invisible. Apuntes sobre la crisis y el desarrollo de Colom-bia. Bogotá, Editorial Ariel, 1979 [1959].

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Organizada la alianza bipartidista por arriba –expresión apenas de al-gunos sectores de los partidos tradicionales y no de sus totalidades–, fue necesario que desde la misma lógica de la búsqueda de una civilidad política surgiera por abajo un experimento similar. En el papel, la coalición se había originado gracias a los acuerdos que prepararon las condiciones subjetivas para la caída de Rojas, pero en la realidad fueron la naturaleza y la evolu-ción de su gobierno los factores que crearon el trascendental pacto. En otras palabras, sin la experiencia del gobierno bonapartista de Rojas no hubiera existido el Frente Nacional; ese era justamente su rol histórico y lo cumplió a pesar suyo, pues cada uno de sus pasos en pos de una independencia de los partidos los terminó reconciliando.

En la oposición, Rojas acaudillará un Frente Nacional de marginados sociales y políticos, interesados también desde sus propias lógicas en los mismos asuntos de los ideólogos de la coalición oligárquica. Este incidirá para que los estratos medios y altos de la población aprendan a votar y a aceptar al adversario histórico, y el de abajo hará lo propio en los estratos populares. Se trataba, pues, de un proceso civilizatorio de los comporta-mientos políticos de los colombianos, pero que, como el del bonapartismo, fluyó con obstáculos y se logró con creces. El espíritu de conciliación que había arrancado, no con la caída de Rojas sino con su advenimiento al poder en 1953, terminó siendo decisivo. Por ello la dictadura tuvo peso conside-rable en la conciencia de los colombianos, y por más esfuerzos que hiciera el establecimiento en aras de envilecerla, servía para mitificar el surgimiento de una oposición que iba en provecho del adversario mismo. En la medida en que avanzaba el descrédito del Frente Nacional, sus gobiernos se vieron obligados a incorporar en sus programas los de la oposición. Cuando esto no era explícitamente expresado, estaba tácitamente implicado. La reforma constitucional de 1968, por ejemplo, fue el resultado por lo menos de dos proyectos de reformas: la del propio gobierno y la del MRL. El regreso del máximo jefe emerrelista al oficialismo liberal significó la asimilación de su programa por parte de Carlos Lleras Restrepo, el principal ideólogo del Fren-te Nacional. Incluso, los idearios de la oposición de entonces, como la elec-ción popular de alcaldes, se hicieron realidad después del Frente Nacional.

Los líderes anapistas fueron irreverentes. Su conducta en los órganos legislativos desacralizaba al Frente Nacional. Estuvieron prestos a denunciar el abuso y los atropellos contra la población. Gracias a este comportamien-to, que se complementaba con una política de propuestas de soluciones, le dieron altura al debate político colombiano. Sin importarles las normas constitucionales que los expulsaban de la política, no se dejaron excluir del ejercicio de la misa y le dieron dialogicidad al proceso histórico que les era

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contemporáneo. De esta comunidad política no se puede afirmar que criti-caba la concentración de la riqueza sin atreverse a proponer cómo crearla; todo lo contrario, su capacidad propositiva quedó registrada en su paso por los cuerpos legislativos7.

Las posturas que se reflejan en este libro están ligadas a un conjunto de hipótesis que procuramos demostrar. A lo mejor, no todas con la misma tenacidad ni profundidad. Uno de los planteamientos centrales se refiere a la capacidad de mixibilidad8 de la que fue armándose el anapismo para canali-zar las voces, los idearios y las prácticas políticas de hombres y movimientos de distintas procedencias que se encuentran con el fenómeno rojista al borde de la década de 1970. La Anapo se constituye así en un punto de encuentro del nacionalismo de derecha de los años treinta, es decir del fascismo co-lombiano; del espectro gaitanista de los cuarenta, del alzatismo de finales de los cincuenta, de las aspiraciones de las disidencias liberales de los sesenta, del amorfo socialismo colombiano de todos los tiempos y del cristianismo discorde con las autoridades eclesiásticas colombianas.

3. EL MOMENTO POPULISTA

La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma de una forma a otra

o se transfiere de un lugar a otro9.

Se configura de esta manera la variante colombiana del populismo, no des-de uno de los partidos tradicionales, sino desde el conjunto de la sociedad colombiana. Este, el del populismo colombiano, fue el macroproblema que nos interesó analizar. No era un fenómeno nuevo, pero su planteamiento y prédica desde una de las dos culturas partidistas en las que se divide el pue-blo colombiano no había logrado llegar a la otra. Fue necesario que pasara el tiempo para que surgiera un movimiento como la Anapo, con capacidad de amalgamar la coexistencia de liberales y conservadores sin afectar ni violentar el inconsciente partidista.

7. Véase Ayala Diago, César Augusto, “El discurso parlamentario de la representación Anapista en las Corporaciones Públicas durante la legislatura 1964-1966”, en Politeia, No. 15, 1994, pp. 56-84.

8. Este concepto metafórico tiene su origen en el análisis que Gilberto Freyre hizo de la experiencia de co-lonización portuguesa en Brasil, donde el proceso de mixturas raciales y culturales hizo posible un país heterodoxo y variopinto, capaz de convivir en un mismo espacio. Véase Freyre, Gilberto, Casa-Grande y Senzala. Introducción a la historia de la sociedad patriarcal en el Brasil. Barcelona, Biblioteca Ayacucho, 1985 [1977].

9. El primero en formular esta ley fue Antoine-Laurent Lavoisier �considerado el padre de la química moderna� en 1789.

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Las condiciones externas iban también en su favor. El ambiente en el que se hacía la política estaba saturado de populismo. Los movimientos que van saliendo a la arena pública a lo largo de la década de 1960 lo hacen desde plataformas populistas. Aquí demostramos cómo se configuran esos movimientos: el MRL con sus dos pronunciadas líneas, el Movimiento De-mocrático Nacional (MDN), el Frente Unido del Pueblo (FUP), etc., todos de corte populista; y cómo llegan a preconstituir la alianza social, política, cul-tural e ideológica que desembocará en las elecciones de 1970. Demostra-mos por qué fue justamente la Anapo el más exitoso. Se trata de una historia larga, cargada de voces, para muchos perdidas, confundidas o extraviadas, que vuelven a emerger transformadas en nueva energía. El lector de este libro comprenderá por qué Rojas y la Anapo pudieron reunir los populismos dispersos, y no uno de sus pares.

El populismo explotó como fenómeno de masas desde una agrupación de estirpe conservadora, nacionalista y de arraigadas tradiciones religiosas. Es de natural comprensión que el populismo conservador y religioso que encarnaba el ideario del general Rojas Pinilla sirviera para la expresión de los demás. La cultura católica de la sociedad colombiana se vio representada en las prácticas del proselitismo rojista. Allí estaba el anhelo de hacer realidad en el país los postulados de la Doctrina Social de la Iglesia, que aunque defendidos desde los años treinta por la sensibilidad leoparda, nada le de-cían a la jerarquía de la Iglesia colombiana10. Sólo el anapismo consideró indigna la propuesta de ofrecerle a Colombia el control de la natalidad como respuesta a la solución de sus problemas sociales; sólo en este movimiento los curas rebeldes podrán continuar su prédica cercana a la teología de la liberación. El hispanismo conservador de los años treinta, que se había des-lizado al ideario de la revista La Nueva Prensa en los sesenta, tiene cabida también en la Anapo. Los nuevos nacionalistas que bebían influencia de los neonacionalismos militaristas del Tercer Mundo transfieren al anapismo los contenidos del movimiento de liberación de Asia y África. Paso a paso, el populismo anapista de estirpe conservadora avanza hacia la izquierda.

Un elenco de nuevos dirigentes se mezcla con los antiguos y experimen-tados. Estos haciendo la política a la manera tradicional y aquellos aportan-do las prácticas de la sociabilidad izquierdista. A los sueños viejos se suman los nuevos, las plataformas de nuevas sensibilidades se mezclan con las antiguas. Nace una especie de nuevo periodismo y de géneros discursivos

10. Ayala Diago, César Augusto, El porvenir del pasado: Gilberto Alzate Avendaño, sensibilidad leoparda y democracia. La derecha colombiana de los años treinta. Bogotá, Fundación Gilberto Alzate Avendaño, 2007.

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en los que caben las expresiones que otrora se manifestaban en órganos y géneros de una sola concepción. La Anapo se convierte en un movimiento híbrido, impensable en las décadas anteriores de la historia política colom-biana. Eso es lo nuevo, lo que hace diferencia con el gaitanismo y con el al-zatismo. La configuración populista que se cocina durante el Frente Nacional es polifónica, es el resultado de la suma de demandas populistas parciales e insatisfechas, algunas casi remotas, como la gaitanista, que confluyen en lo que Ernesto Laclau denomina relación equivalencial de demandas insa-tisfechas11. Hasta las elecciones de 1968 lo que se vislumbra es la etapa final de esa nueva y definitiva configuración populista. De tales vicisitudes trata este libro.

Prestamos atención a la configuración del anapismo y a los periodos de su historia. Demostramos que sus grandes inspiradores ideológicos fueron Jorge Eliécer Gaitán y Gilberto Alzate Avendaño, cuyos idearios transferidos a la agrupación de Rojas le permitieron contar con un liderazgo experimen-tado. Fue la Anapo un movimiento de dirigentes regionales tan competen-tes como los nacionales, tan interesados por su contexto local como por la nación. Sin ellos, sin su capacidad de negociación y de interacción, el anapismo se hubiese rezagado. Pero este libro es, además, una historia de la política colombiana. Los otros, los destinatarios y contradestinatarios de los discursos, también hacen parte de este proceso.

4. LA TRANSFERENCIA DE LA ENERGÍA ANAPISTA AL SIGLO XXI

4.1 El infundio y el prejuicio como estrategias de macartización política

Muchos años después, cuando ya la Anapo, supuestamente, era apenas el eco, el recuerdo y la asociación con otros movimientos, cuando realmente no existía ni tenía la autonomía ni la organización de los sesenta, Bogotá eligió como su alcalde de 2007 a uno de los nietos del general de Rojas Pinilla. Bucaramanga había hecho lo propio en el año 2000. El fantasma de la Ana-po se había resistido a desaparecer.

La elección de Samuel Moreno Rojas el 28 de octubre de 2007 sacó a flote las huellas de los prejuicios que contra la sensibilidad anapista esgrimió siempre la clase política del país. Muchas cosas se superaron. Esta vez la iz-quierda radical estuvo del lado del candidato de resonancias anapistas, pero otros pusieron de presente sus prejuicios antianapistas y antirrojistas. En el

11. Véase Laclau, Ernesto, La razón populista. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005.

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Polo Democrático Alternativo –el nuevo partido de las izquierdas colombia-nas– el espectro anapista ha estado presente desde su fundación. En los mítines de los polistas, en medio de una avasalladora coreografía amarilla, la estoica bandera azul, blanca y roja deambula y flamea sin cesar (figuras 7-9). La simbólica María Eugenia Rojas acompañó a su hijo y se mezcló con la izquierda para con ellos continuar la prédica de la agrupación de su padre. Los antiguos fortines anapistas de Bogotá se encontraron de nuevo con la presencia de “la capitana”, entrada en años, con su misma energía y su mismo discurso.

Realmente, las propuestas de Moreno Rojas estuvieron profundamente inspiradas en las promovidas por el movimiento de su abuelo en la década de los sesenta, las que a su vez han venido haciendo parte del conjunto ideológico del Polo, como lo podemos apreciar en el siguiente pasaje de un analista de El Espectador que resumía así el programa de la campaña de ese movimiento a la alcaldía de Bogotá:

… una política social orientada a brindar salud, educación y oportunidades a los grupos sociales más vulnerables; educación gratuita y obligatoria; salud para todos con el fin de aumentar la calidad de vida por medio de la prevención, promoción, detección y remisión oportuna a los servicios de salud; infancia feliz con acceso a la salud, educación y formación de padres y madres para garantizar los derechos de los niños. Seguridad alimentaria para democratizar las oportunidades económicas, brindar acceso y calidad alimentaria; fomentar la equidad garantizando el acceso a oportunidades deportivas y culturales. Lo-grar que los habitantes de la calle se sometan a un proceso de reintegración social con el fin de potenciar sus habilidades y capacidades emprendedoras; establecer una política de vivienda que garantice a los ciudadanos el derecho a tener casa12.

Obviamente, el 28 de octubre no se trató de una victoria del desvenci-jado anapismo, pero su experiencia y tradición se hicieron presentes. El mis-mo candidato así lo había manifestado: “Definitivamente, entonces entendí la importancia de lo que hicieron mi abuelo y mi madre por esa gente, que me recibía con los carnets de la Anapo, los viejos carnets, y con recuerdos inenarrables sobre lo que significó el movimiento para ellos”13. Reportaron los diarios que cientos de anapistas desfilaron por la sede de la campaña del Polo la noche de la victoria. Según cálculos del semanario El Espectador, “más de 600 militantes activos de este desaparecido partido político hacen

12. “Samuel Moreno, alcalde de Bogotá”. Tomado de http://www.elespectador.com/elespectador/Seccio-nes. Última consulta: octubre 28 de 2007.

13 “El nieto del General”. Tomado de http://www.elespectador.com/elespectador/Secciones. Última con-sulta: octubre 28 de 2007.

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parte del Polo Democrático”. Realmente en la propaganda de la campaña del candidato de este partido se incrustó el ideario y las realizaciones del general Rojas.

El triunfo de Moreno Rojas y la activa presencia de su madre en la cam-paña, primero, y en los palcos de la victoria, después, produjeron una reacción que puso de presente la permanencia de los prejuicios de una historia que muchos podrían considerar superada. Pero permitió, también, darle paso al uso de la memoria. El general Rojas, su familia, su historia y la de quienes estuvieron con él, ocuparon de nuevo el espacio de la política. De hecho, una sección pagada por la campaña del Polo –“Adelante Bogotá” (figuras 1 y 2)– que circuló con el dominical de El Tiempo ocho días antes de las elecciones, traía una página dedicada a los logros de Rojas y a la tradición anapista. Gente adulta mostrando fotografías del General y carnés de militancia, y una María Eugenia que reaparecía ante los ojos de los colombianos con el mismo look de los años setenta, como si el tiempo no hubiera pasado (figuras 3 y 4). Ce-rraba la edición una fotografía de Samuel al lado de una pintura de su abuelo parodiando a Simón Bolívar, que reposa en la biblioteca de la familia Moreno Rojas, que fuera la residencia del controvertido líder político. En la sección, la atención está puesta en los ancianos y en los niños, dándole así continuidad a la sensibilidad que distinguió la prédica política del viejo anapismo.

La campaña por la alcaldía de Bogotá se polarizó entre Enrique Peña-losa, el candidato del establecimiento (la derecha) y Samuel Moreno, que representaba la oposición (la izquierda). Se trataba de una puja ideológica por el poder en Bogotá. Los grandes industriales y empresarios, los poderosos medios de comunicación, los partidos políticos rodearon al primero. El Tiempo oficialmente declaró su adhesión a Peñalosa, aunque hubo columnistas de esa Casa, como D’Artagnan, que se pronunciaron por Moreno. En amplísimo y fun-damentado editorial –“Por qué Peñalosa”–, el periódico prefirió su experiencia a la aventura que implicaba votar por su contendor: “Moreno, que comenzó a la zaga, ha sido imaginativo y, aunque poco específico en materia de progra-mas, se ha destacado por usar un lenguaje positivo y alegre, que recuerda el ‘Sí se puede’ de Belisario Betancur en 1982”14. Se trataba, por supuesto de una descalificación.

El Presidente de la República, que esta vez hizo campaña a cielo abierto contra los candidatos de la oposición, parodiando el episodio de Carlos Lleras Restrepo contra Rojas en la campaña de 1970, descalificó la del nieto y llamó a la población de Bogotá a votar en su contra. Curiosamente, la campaña

14. El Tiempo, octubre 17 de 2007, p. 20.

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para la alcaldía de la capital en 2007 tuvo las mismas características que la presidencial de 1970. A Moreno Rojas le correspondió, como a su abuelo, enfrentarse a toda la maquinaria del poder y a la guerra sucia. Pero a diferen-cia de entonces, un hálito de justicia se respiró la noche del 28 de octubre. Esta vez, como entonces, una alianza populista, cual es el Polo, fue capaz de vencer el monolítico conjunto político del uribismo, donde anida, aunque fragmentado, el viejo bipartidismo. “Liberales con Samuel”, la expresión del liberalismo popular liderada por Piedad Córdoba, se alejó de la corriente oficial de la colectividad para apoyar la candidatura popular.

Figuras 1-2. “Adelante Bogotá”, en El Tiempo, octubre de 2007.El pasado y el presente se dieron cita en la campaña

de Samuel Moreno Rojas para la alcaldía de Bogotá (2008-2012).

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Figuras 3-4. A la izquierda, campaña presidencial en el órgano anapistaAlerta, octubre 12 de 1973. A la derecha, detalle de la sección

“Adelante Bogotá”, en El Tiempo, octubre de 2007.La permanencia del pasado: María Eugenia Rojas ayer y hoy.

Figuras 5-6. Detalles de la sección “Adelante Bogotá”, en El Tiempo, octubre de 2007.Viejos anapistas en el Polo Democrático Alternativo.

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Figura 7. Banderas anapistas en una reunión del Polo Democrático.

Figura 8. Pancarta de Samuel Moreno Rojas al lado del busto de su abuelo.Bogotá, avenida Rojas con calle 68.

Figura 9. Congregación del Polo Democrático. Se pueden apreciar más banderas anapistas al fondo.

Fuente: http://www.samuelalcalde.com

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Fueron interesantes los contenidos de las reservas que algunos intelec-tuales manifestaron para abstenerse de votar por el candidato de la izquier-da, y en su defecto hacerlo por quien respaldaba la oligarquía. Intelectuales de reconocidos sentimientos izquierdistas no ocultaron su animadversión a lo que consideraron un resurgir del populismo rojista. Mauricio Pombo, un columnista de El Tiempo, escribió: “Aclaro, eso sí, que tengo cierta simpatía por el Polo y lo que ha representado en cuanto a la oxigenación de la demo-cracia. Pero este su candidato me produce desconfianza”15. La desconfianza no obedecía a supuestas flaquezas de su programa sino a su procedencia filial rojista. Clara López, otra distinguida intelectual democrática, en su columna que tituló “Samy el querido, Peñalosa el Alcalde”, escribió: “Bogotá perderá porque Samuel Moreno no será un buen alcalde. No hay ninguna posibilidad de que un populista, sin criterio, rodeado de politiqueros llenos de ambiciones haga una buena alcaldía”16. Y vaticinó la periodista: “Temo que en la campaña presidencial y de Congreso en el 2010, los dirigentes del Polo no podrán mostrar los pergaminos de la alcaldía de Lucho, sino que tendrán que cargar con el descrédito de las andanzas de Samy el que-rido”17.

La revista Semana estuvo entre los primeros órganos que capitalizó en contra de Moreno sus ancestros político-filiales. “Nieto del General, hijo de la capitana”, fue el título que utilizó para presentar el origen del candidato del Polo. A reglón seguido anotó:

Es imposible hablar de Samuel Moreno Rojas sin referirse a su madre, María Eugenia Rojas, conocida como la ‘Capitana’, quien con una eventual victoria electoral avanza un paso más en el sueño de ver a uno de sus hijos en el Pa-lacio de Nariño […] Aunque quiera marcar distancia, el candidato capitaliza muy bien la imagen que la ‘Capitana’ logró desde cuando era la cara de los pro-gramas sociales de la dictadura de su padre, el general Gustavo Rojas Pinilla. Mamá y abuelo son dos de los pilares en los que el ex senador y hoy candidato, junto con su hermano Iván Moreno, ex alcalde de Bucaramanga y hoy congre-sista, vienen construyendo un nuevo clan político que encontró tierra fértil en el Polo Democrático Alternativo (PDA)18.

En la portada de la edición 1330 de la revista, dedicada a los resultados electorales, y en la que se destacaba el titular “Triunfó el delfín”, apareció la

15. Ibíd., octubre 11 de 2007, p. 23.16. Ibíd., octubre 23 de 2007, p. 21.17. Ibíd.18. “Lo bueno, lo malo y lo feo de Samuel Moreno y Enrique Peñalosa, favoritos a la alcaldía de Bogotá”.

Tomado de http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=107195. Última consulta: octubre 28 de 2007.

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imagen del candidato del Polo con un trasfondo en que los retratos de María Eugenia y Rojas Pinilla se destacan. De otro lado, Osuna dedicó una de sus caricaturas dominicales en el mismo sentido, aunque con mayor agudeza. Detrás de Moreno estaba el cuadro de Rojas Pinilla, delante de aquel, María Eugenia. Moreno increpa a su madre: “¡Mamá! ¿Me vas a dejar gobernar?” La caricatura lleva el nombre de Anapolo (figura 10)19.

Figura 10. “Anapolo”, caricatura de Osuna, en El Espectador, noviembre 4-10 de 2007.

Con el retrato de su abuelo al fondo, Samuel pregunta: “¡Mamá!... ¿Me vas a dejar gobernar?”.

Un lector de El Tiempo no tuvo recato al escribir: “Es necesario recor-darle al alcalde electo Samuel Moreno que el magisterio votó por el Polo, no por la Anapo, por él y no por su familia”20. Esta, la de los intelectuales de la prensa, como también la del gobierno, que no escatimó esfuerzos para implicar al Polo con las FARC, eran maneras de macartizar al movimiento.

19. El Espectador, semana del 4 al 10 de noviembre de 2007, p. 19.20. El Tiempo, octubre 30 de 2007, p. 18.

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María Jimena Duzán, en un balance de los resultados electorales, no ocultó el prejuicio antirrojista:

En cuanto a los desafíos que enfrenta Samuel Moreno como nuevo alcalde, el más apremiante tiene que ver con un aspecto que nunca fue abordado durante la campaña: ¿Cuál va a ser el peso que tendrá en su alcaldía su familia? Me refiero específicamente a su madre, la ‘Capitana’, hija del general Rojas Pinilla, y su hermano Iván, cuyo paso por la alcaldía de Bucaramanga no fue precisa-mente una demostración de alta gerencia. Un triunfo tan aplastante como lo tuvo el polo ayer en Bogotá no puede terminar reencauchando la memoria de un dictador de ingrata recordación entre muchos colombianos. Ojalá el polo sepa sortearlo. Samuel es un candidato de ese partido, no de la Anapo21 .

Olvidó la afamada periodista que también para muchos el dictador fue de grata recordación y, sobre todo, que si bien la Anapo ya no existe como partido político, los ecos de la memoria se cuelan en pos de reivindicación y de justicia. Que era de eso que se trataba: de cierta reivindicación histórica, de la permanencia de las resonancias del pasado en el presente, de la conti-nuación de un proceso dialógico que no muere, que se niega a desaparecer, que nos acompaña en la construcción histórica del día a día. Este libro coadyuva a establecer los orígenes del inicio de ese gran diálogo que ha sido la constitución y configuración en Colombia de una izquierda democrática.

He dedicado mi vida académica a la comprensión de la variante colom-biana del populismo. Esa empresa ha significado excursiones investigativas y teóricas para comprender también la historia de Colombia. Junto a esta pasión de vida están mis lecturas y mis experiencias, mis viajes reales y virtuales. La publicación de los resultados no ha sido ordenada, e incluso no acaba con el libro que tiene el lector en sus manos. En la década de los años noventa fueron publicados: Nacionalismo y populismo. Anapo y el discurso político de la oposición en Colombia: 1960-1966, y Resistencia y oposición al establecimiento del Frente Nacional. Los orígenes de la Alianza Nacional Popular, anapo. Para efectos de la lectura, la segunda publicación deberá con-sultarse primero. En el año de 2006 apareció El populismo atrapado, la me-moria y el miedo. El caso de las elecciones de 1970, que da un largo salto en la secuencia de los acontecimientos22. Más adelante, en 2008, quise insistir en la esencia excluyente del Frente Nacional como elemento clave para com-

21.. Ibíd., octubre 29 de 2007, p. 23.22. Véanse: Nacionalismo y populismo. Anapo y el discurso político de la oposición en Colombia: 1960-

1966. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1995; Resistencia y oposición al establecimiento del Frente Nacional. Los orígenes de la Alianza Nacional Popular, Anapo. Bogotá, Colciencias-Uni-versidad Nacional de Colombia, 1996; El populismo atrapado, la memoria y el miedo. El caso de las elecciones de 1970. Medellín, La Carreta-Universidad Nacional de Colombia, 2006.

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INTRODUCCIÓN

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prender el surgimiento y la naturaleza del populismo colombiano que emerge al final del pacto frentenacionalista. Producto de esa reflexión fue publicado el libro Exclusión, discriminación y abuso de poder en El Tiempo del Frente Nacional. Una aproximación desde el análisis crítico del discurso (ACD)23. Quedaba faltando la presente descripción e interpretación de los hechos: La explosión del populismo entre 1966 y 1970. Espero tener salud y entusiasmo para terminar con El populismo liberado a partir de 1971.

Así ha pasado. El mismo proceso de búsquedas me llevó a escribir artícu-los complementarios, lo mismo que a revisar más en detalle las procedencias de los protagonistas del populismo colombiano24. En ese retroceso me encon-tré con un personaje que desde el conservatismo contribuyó definitivamente a tal construcción: Gilberto Alzate Avendaño25. Así, la variante colombiana del populismo tiene un fuerte y decisivo componente: el conservatismo de corte alzatista que había condensado el pensamiento nacionalista que venía desde el siglo XIX. En él confluye el ideario y la actividad del fascismo de las décadas de 1920 y 1930, que se depura en los gobiernos conservadores de Mariano Ospina Pérez y de Laureano Gómez, y que discurre a sus anchas en el de las Fuerzas Armadas (1953-1957).

Gaitanismo, alzatismo y rojismo fueron las bases que encontraron emerre-listas, la gente de La Nueva Prensa, liberales y conservadores independientes, socialistas y cristianos para darle forma a la variante colombiana del populis-mo, en la que confluyeron al término de la década de 1960 y comienzos de los años setenta.

23. Ayala Diago, César Augusto, Exclusión, discriminación y abuso de poder en El Tiempo del Frente Nacional. Una aproximación desde el análisis crítico del discurso (ACD). Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2008.

24. Véanse algunos de ellos: “La UNIR: entre Gaitán y los gaitanistas”, en Llano Isaza Rodrigo (ed.), La división creadora: Influjo de las disidencias en el liberalismo colombiano. Bogotá, Partido liberal colom-biano-Academia Liberal de Historia, 2005, pp. 124-140; “La Nueva Prensa y su influencia en la política colombiana de los años sesenta”. Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. XXXVII. No. 55, 2002, pp. 61-72; “La perversión del populismo en Colombia o el ocaso del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL)”, en Palimpsestus, No. 1, 2001, pp. 186-199; “El origen del MRL (1957-1960) y su conversión en disidencia radical del liberalismo colombiano”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura No. 22, 1995, pp. 95-121.

25. Ayala, El porvenir (óp. cit.); Inventando al Mariscal: Gilberto Alzate Avendaño, circularidad ideológica y mímesis política. Bogotá, Fundación Gilberto Alzate Avendaño-Gobernación de Caldas-Universidad Nacional de Colombia, 2010.

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Primera parte

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César Augusto Ayala Diago

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1Nacimos de los remanentes

de la ortodoxia conservadora, fascista y católica;

de la dictadura militar, del anhelo gaitanista

y del alzatismo

1. LAS FUENTES ORIGINARIAS DEL ANAPISMO: LA DICTADURA REINVENTADA

En el diseño de la parábola política del general Gustavo Rojas Pinilla y en la configuración de la Alianza Nacional Popular, la dictadura (1953-1957) como edad de oro y mito fundador desempeñó un papel importante. Los anapistas de todos los tiempos acudieron a ella con frecuencia. A la altura de 1967, la nueva generación que se formaba en la Anapo no apelaba a ella con la asiduidad de los padres fundadores, pero en la medida en que la situación económica y política del país se agravaba, el retorno a la época dorada se hacía más recurrente e inevitable en sus discursos. El 13 de junio de 1953 pasó a la simbología del movimiento como una fecha clave. En las vísperas de las elecciones de 1968, un periodista barranquillero llamó por teléfono al general Rojas y le preguntó: “¿Cómo se siente General?, a lo que él respondió: ¿Cómo así que cómo me siento? Pues... física, espiritual y elec-toralmente, respondió el periodista. Físicamente –dijo Rojas– como el 13 de junio y electoralmente mejor que el 13 de junio. Porque en aquel tiempo estaba conmigo el 99% del pueblo y ahora está el 100%”1.

1. El Nacional, febrero 15 de 1968, p. 4.

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Realmente el gobierno que estuvo encabezado por Rojas constituyó un capital político y axiológico de envergadura, que quienes estuvieron com-prometidos con él no podían despreciar a la hora de decidir su continuación en la política nacional. Allí confluyeron tantos imaginarios cuantos habían existido en la historia del país. Fue un punto de llegada, de síntesis. Lleno de paradojas, de contradicciones, de absurdos, pero también de arrojo y valen-tía para muchos intelectuales que se le midieron a la propuesta, a sabiendas del origen de los proponentes. El régimen despertó entusiasmos, creó expec-tativas y colmó de esperanzas a millones de colombianos. Puso en la escena nacional y regional a personajes que, de no haber existido el gobierno militar, no habrían salido del anonimato. Nuevas caras se vieron en gobernaciones, alcaldías y cuerpos legislativos; nuevos órganos de difusión oral y escrita concurrieron con los existentes. Los enunciados y las voces que reapare-cieron eran expresión de viejos discursos transitoriamente aletargados. El régimen promovió una campaña de seducción política sin precedentes en la historia de las presidencias en Colombia2. La imagen del Presidente, atada al progreso material y espiritual del país, se difundió por cielo y tierra, de tal manera que el colombiano de una década después estaba estrechamente relacionado con la obra y figura del personaje central de ese régimen.

El cese de las actividades partidarias liberal y conservadora permitió una política de desarrollo que jalonó el progreso material del país. No se trató de la implementación de la industria, pero ciudades y pueblos mejora-ron sus aspectos. Los gobernantes locales incrementaron la construcción de complejos deportivos, erección de barrios, conversión de plazas de mercados en parques públicos, capillas en iglesias, etc. La comunicación vial se con-virtió en el eje sobre el cual giraron las gobernaciones de los departamentos. Los nombres de Gustavo Rojas Pinilla y María Eugenia Rojas estaban en las obras que se construían junto a otros títulos, como el 13 de Junio.

Cuando el Frente Nacional no podía aún hacer cuentas de un progreso material del país comparable con el de la dictadura, los anapistas podían mostrar el avance de ese cuatrienio en comparación con lo que hasta en-tonces se había hecho en la nación. Pasaron los años del Frente Nacional, y el líder anapista continuaba estimulando en la memoria colectiva las obras acometidas durante los años de su permanencia en el poder, superiores, según creía, a las del pacto bipartidista3.

2. Véase Ayala, “Fiesta y golpe de Estado…” (óp. cit.).3. Para el caso de Boyacá, puede verse Quevedo Forero, Edmundo, Rojas Pinilla en Boyacá. Crónicas

anapistas. Tunja, Editorial Jotamar, 1999.

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En el discurso anapista de todos los periodos, las soluciones a los pro-blemas de los colombianos serían inmediatas. Todo se resolvería volviendo a un régimen idéntico al de la dictadura. Al insistir en la asociación del gobierno de Rojas con las verdaderas reivindicaciones populares, y en la confrontación entre el Frente Nacional y el gobierno de las Fuerzas Armadas, los dirigentes anapistas denunciaron el desmonte que el Ejecutivo hacía de las obras que había realizado el General y que todavía quedaban. Tal es el caso de las Bolsas Oficiales de Empleos, suprimidas por el gobierno de Lleras Camargo. Se condolían de la desaparición de la Secretaría Nacional de Asistencia Social (Sendas) y lamentaban que el Instituto de Crédito Te-rritorial (ICT) no construyera vivienda para los pobres como en la época del general Rojas Pinilla. Prometían que, de triunfar la Alianza Nacional Popular, las bolsas de empleo serían restablecidas y que el ICT pasaría de nuevo a poder de los pobres.

También fue clave en la configuración del anapismo la fecha de la caí-da de Rojas, el 10 de mayo de 1957. Para la comunidad reunida en torno suyo, fue a partir de entonces que empezaron –o por lo menos se recrude-cieron– los problemas sociales del país, dando inicio, según decían, a una época trágica para la población humilde de Colombia. La etapa de la histo-ria colombiana que se inauguró –según decían– ese 10 de mayo, fue vista como un asalto al poder de los altos mandos financieros para aprovecharse de los dineros que le pertenecían al pueblo colombiano. Una tercera fecha conmemorativa de la Anapo fue la del 11 de octubre de 1958, cuando el general Rojas regresó al país voluntariamente para responder por los actos de su vida pública y privada.

Una vez en la arena política, los ideólogos del anapismo optaron por lla-mar a los ciudadanos de todas las capas sociales que habían estado vinculados o guardaban buen recuerdo de la administración de Rojas. Con el propósito de reclutar al liderazgo anapista a nivel nacional, se les cursaba invitación para que concurrieran a las reuniones a las personas que en la provincia habían sido designadas por Rojas en los Consejos Administrativos departamentales o municipales, en la Asamblea Nacional Constituyente; a quienes habían con-formado los comités del Movimiento de Acción Nacional (MAN) o respaldado la Tercera Fuerza, y a quienes prestaron servicio a las Fuerzas Armadas por los tiempos en que el General había estado en el poder.

La Anapo tenía orígenes políticos y culturales profundos. Los gérmenes y las causas de su surgimiento, aunque lo parecían, no eran recientes. Sus raíces estaban clavadas en la intensidad de la historia política del país. Se remontaban al tránsito de la hegemonía conservadora a la liberal durante los años treinta. Jóvenes formados en los dogmas del conservatismo, pre-

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parados para el ejercicio de la política y la administración pública durante los gobiernos conservadores, debieron iniciar sus carreras en contravía al curso del desarrollo histórico que al país le imprimía el Partido Liberal en el poder. Pero también sectores liberales que se defraudarán por los magros logros de su partido; masas de gaitanistas a la deriva después del asesinato de su líder; líderes socialistas contradictores del comunismo dispersos ante el desmantelamiento del Movimiento Socialista Colombiano, configurarían la primera base potencial de apoyo al futuro proyecto de Rojas. Empero, los orígenes próximos vienen del paso del general Rojas Pinilla por el poder. Contenidos e imágenes que identificaron posteriormente al anapismo proce-dieron de allí. Entre 1953 y 1957, el rojaspinillismo empezó a despuntar como amalgama de nominaciones, hombres, agitación de ideas, programas, símbolos, mitos, mecanismos de cooptación política y sujeción popular pro-bados por el General durante su gobierno.

Con el tiempo la Anapo se convertirá en una agrupación de diversos matices ideológicos, tal como había ocurrido durante el gobierno militar con el Movimiento de Acción Nacional (MAN), la Tercera Fuerza y El Nuevo Orden4. Si bien el MAN había probado la capacidad de Rojas para aglutinar a sectores disconformes con el sistema bipartidista colombiano, la Tercera Fuerza constató la habilidad del General para seducir a la población atada a las colectividades tradicionales. Gracias a su experiencia con la Tercera Fuerza, Rojas no reintentará violentar el inconsciente partidista de los co-lombianos. Como estrategia de adhesión convocará a las bases de los dos partidos. En su concepción de pueblo, los segmentos sociales, rezagados de la competencia económica, y enfrentados a los sectores oligárquicos vincu-lados a la monopolización de la economía, ocuparán destacado lugar. Sin menospreciar los documentos programáticos, o tanto como ellos, los símbo-los sobresaldrán como mecanismo por excelencia de la Anapo para lograr el respaldo del pueblo llano.

Retirado Rojas del poder, el país pasó a manos de una Junta Militar de cinco generales designados por él mismo bajo la promesa de continuar con la obra del gobierno de las Fuerzas Armadas. Los Quíntuples, como se les llamó, representaron, sin embargo, otro papel: propiciar las condiciones fa-vorables para la entronización e institucionalización del sistema político del Frente Nacional nacido en las postrimerías del gobierno de Rojas, portavoz de los grandes capitales colombianos. Así, en beneficio o perjuicio de la

4. Véase ampliamente: Ayala Diago, César Augusto, “El Movimiento de Acción Nacional (MAN). Movi-lización y confluencia de idearios políticos durante el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, No. 20, 1992, pp.44-70.

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construcción del futuro político del General, empezó a trabajar la contrai-magen que aprisa fabricaron sus verdugos. Él y todo lo concerniente a su gobierno, a su familia, a sus allegados y amigos fue utilizado por la nueva hegemonía del poder como caballito de batalla para la consolidación del nuevo régimen que pomposamente bautizaron como la Segunda República. Desde la caricatura mordaz hasta el análisis, desde la calumnia hasta la sospecha fueron utilizados sin recato. La derrota fue exacerbadamente uti-lizada. Con esta estrategia, la Junta Militar convocó a los colombianos para un plebiscito, por primera vez en su historia, que se celebraría en diciembre de 1957. Se trataba de legitimar por vía constitucional los acuerdos que llevaron al Frente Nacional.

2. EL PLEBISCITO O LA LEGITIMACIÓN DEL PROYECTO DEL FRENTE NACIONAL. LOS DESEOS COLECTIVOS, LA ESPERANZA Y EL MENÚ DE LAS EXPECTATIVAS5

2.1 El liberalismo, gran vencedor de la coyuntura. El renacimiento del Partido Liberal

Los 800 liberales que asistían a una fiesta de partido en el hotel Tequen-dama consignaron lo que a lo mejor eran los deseos colectivos de millones de colombianos cuando fueron convocados a votar afirmativamente el ple-biscito:

Desde los primeros tiempos de la República hemos venido practicando métodos hegemónicos que forzosamente degeneran en el aprovechamiento abusivo del poder, en la denegación de justicia, en la falta de control para la ejecución del presupuesto, y sobre todo, en la torpe pretensión de los partidos de querer bas-tarse a sí mismos con prescindencia de las capacidades y del patriotismo del adversario. Los funestos resultados de tan aberrante conducta están a la vista: quienes ayer, vencidos, se vieron proscritos de los cargos públicos y tratados como parias, se convierten hoy en vencedores, victimarios sedientos de vengan-za, y mientras continúa girando la rueda de la fortuna electoral, se consolida la bárbara cadena de las retaliaciones y de la violencia política que esclaviza el progreso, coarta la libertad y retrotrae a la nación a las más primitivas etapas de su desarrollo económico y cultural […] Atrás se quedan los violentos en medio de la oscura y tenebrosa noche de sus conciencias, odiados por la sociedad, perseguidos por la justicia, repudiados por las gentes de bien que en un país de tan gloriosas tradiciones constituyen necesariamente la masa caudalosa de su

5. Véase más sobre este tema en Ayala Diago, César Augusto, “El plebiscito de 1957: los orígenes de la Segunda República y la exclusión potenciada”, en Revista Facultad de Ciencias Sociales, Humanas y Educativas, UNAD, No. 1, 2003, pp. 26-39.

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ciudadanía y deben por lo tanto, en valeroso acto de legítima defensa, extirpar a ese grupo de indeseables antisociales e impedir que se escuden bajo las nobles banderas de los partidos políticos o disfracen sus fechorías con el nombre de fementidas reivindicaciones. No puede haber cuartel para los criminales. Sus actos nos cubren de dolor, de miseria y de oprobio. En esta lucha no hay alter-nativa: o ellos o nosotros6.

El Partido Liberal intervino como un huracán. Lo hizo con toda la ener-gía acumulada tras largos años de no participar en elecciones. Resucitaba como el ave fénix de entre sus cenizas. Por lo menos esa era la impresión. Era como si se tratara de una prueba de vida después de un supuesto ale-targamiento. No obstante su enconado odio hacia el gobierno de Rojas, su comportamiento demostraba que había salido fortalecido de allí, gracias al juego que el régimen le había permitido. Pudo capitalizar a su favor los errores y las inconsistencias de la administración; y frágil el laureanismo, ausente Laureano y ante las manos untadas de rojismo de los ospinistas y alzatistas, el Partido Liberal en su vertiente oligárquica lideró y manipuló la caída de Rojas, usufructuando al máximo sus consecuencias7. La naturale-za del movimiento que produjo el derrocamiento dejó la impronta de una participación popular, sin más mediación que la de los grupos oligárquicos que se reinstalaron en el poder a partir de mayo de 1957 y de quienes el liberalismo era ya su mejor vocero.

La energía liberal se puso en escena con luces incandescentes. Para el viejo López Pumarejo, con el plebiscito concluiría la misión histórica de la generación del centenario. Este sería su último acto político, según una en-trevista que les concedió a sus pupilos del semanario La Calle8. Los barrios pobres de las ciudades se vieron invadidos de líderes refundidos desde los comienzos de las tiranías conservadoras. Todo confluía en la resurrección del mito amado. El primero de noviembre, día de las ánimas, se organizaron peregrinaciones a las tumbas de mártires liberales o de fallecidos jefes re-gionales de prestancia. Así, la figura de Gaitán, lo mismo que su simbología, entraron, por supuesto, a hacer parte de las nuevas legitimaciones. Una estatua del tribuno popular fue restaurada y reinaugurada con toda pompa, y la célebre manifestación del silencio se interpretó desde la nueva coyuntura en la cual el liberalismo reclamaba haber llevado a cabo el sueño de paz

6. El Tiempo, noviembre 24 de 1957, p. 13. 7. Aunque no lo reconocían, los contenidos de muchas de las argumentaciones del nuevo discurso habían

circulado en el cuatrienio militar por boca del mismo Presidente o por la de los sectores sociales y polí-ticos que colaboraron con esa administración.

8. Véase El Siglo, noviembre 29 de 1957, p. 1.

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de Jorge Eliécer Gaitán9. Así, Jorge Uribe Márquez, viejo gaitanista, invitó al pueblo liberal a votar afirmativamente el plebiscito como homenaje a la memoria de Gaitán.

Figura 11. Cartel de la candidatura de Rojas,en atuendo militar, para las elecciones de 1970.

La idealización de la candidatura y de la imagen marcial de su líder fue explotada por los anapistas en todos los periodos.

En la nueva coyuntura, el liberalismo movilizó todo su capital humano y técnico. Todas las generaciones, viejas, intermedias o jóvenes se jugaban su permanencia o su futuro. Allí estaban todos, desde la flor y nata del par-tido hasta los ya legendarios Jorge Uribe Márquez y Guillermo Hernández Rodríguez, al lado de jóvenes promesas como Fabio Lozano Simonelli o Diego Uribe Vargas, removiendo y desempolvando las masas de los barrios pobres de todas las ciudades colombianas para sacudirles el rojaspinillismo que les quedaba. La promulgación del evento pasaba por la totalidad de los medios oficiales de entonces, la prensa y la radio, con la exaltación de los adjetivos que sin ponderación auguraban una vida mejor: “Con el plebiscito

9. Véase suplemento dominical de El Tiempo, noviembre 24 de 1957, p. 2.

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cada ciudadano va a decidir sobre la suerte de Colombia […] Con el gobier-no paritario bajo la responsabilidad solidaria de los partidos habrá ambiente de mutuo respeto, de convivencia nacional, noble emulación al servicio del bien común y Colombia sí vendrá a ser en verdad la patria amable de todos los colombianos…”10.

Las jóvenes generaciones de ambos partidos se dedicaron a la promo-ción del gran evento con una convocatoria en grande para que la juventud se interesara y comprometiera. Por las conferencias radiales o en plena plaza pública, Alberto Dangond Uribe hablaba del remozamiento del conservatis-mo. En Cali, Diego Uribe Vargas arengaba a la juventud vallecaucana:

La juventud aspira a que el nuevo clima de concordia permita el advenimiento de una segunda república que implante en Colombia una democracia econó-micamente más justa y políticamente más sólida. Los vicios y las fallas que nos llevaron a la quiebra institucional y que sacudieron hasta lo más íntimo las entrañas de la patria fueron el resultado de la intolerancia y de las ambiciones personales y de la violencia; vicios estos que solo pueden reprimirse en un acto de reconciliación colectiva como es el plebiscito del primero de diciembre11.

Alberto Lleras Camargo, el gran jefe del momento, no se cansaba de replicar en tonos distintos y plazas diversas:

En doce años no habrá premio alguno al sectarismo partidario, y se espera que nadie podrá apelar con buen éxito a la sinrazón pasional para apagar la claridad de la conveniencia colectiva. El gobierno general tendrá que ser compartido por conservadores y liberales en igualdad de condiciones, y cualquier iniciativa que se haga para promover el bien común, habrá de contar con la aprobación de gentes de ambos partidos o no podrá llevarse a cabo12.

El plebiscito brindaba la oportunidad para que los liberales se reencon-traran con sus antiguos conmilitones. Carlos Lleras Restrepo se multiplicó por toda la geografía nacional, estrenando estilo y vocabulario: “Vamos a decirle a la Nación que nos sobra generosidad para olvidar los sufrimientos. Le ofrendamos al país la tolerancia, la paz y la justicia”13, decía en sus peroratas en el departamento de Caldas, Tolima y en los Llanos. El legenda-rio Jorge Uribe Márquez señalaba, también sin cesar, que el liberalismo se aprestaba a librar la más importante de las batallas cívicas de su historia.

Como en toda jornada electoral que se respete, no faltó la fiesta en grande y en pequeño con el fin, además, de recolectar fondos para sostener

10. Ibíd.11. Ibíd.12. Ibíd., noviembre 20 de 1957, p. 4.13. Ibíd.

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la campaña del plebiscito. Por doquier se desarrollaron bazares, pero la más grande de las fiestas tuvo lugar en el salón rojo del hotel Tequendama. Con el gancho de la fiesta liberal, se convocó en nombre de la paz. Se declaró resuelta la división gaitanista de los colombianos en pueblo y oligarquía, catalogadas ahora como casillas artificiales: “Todos, ricos y pobres, inte-lectuales y analfabetas, hombres y mujeres estamos en el mismo nivel de patriotismo y sentido nacional”14. En la fiesta liberal, ochocientas personas firmaron un documento llamando a la paz. Tanto el Gobierno como libera-les y conservadores estaban convencidos de que la paz se lograría con el cumplimiento de los pactos entre los dos partidos, que desembocarían en el advenimiento de gobiernos compartidos. Es decir, su comprensión de la violencia pasaba por lo político, hablaban de la violencia política como de un fenómeno producto de los gobiernos hegemónicos de partido. Los firmantes del citado documento afirmaban:

Ya hace muchos años que la República vive en constante zozobra, que en sus campos mueren gentes humildes, que en las ciudades y aldeas se mata impune-mente, que generaciones enteras de jóvenes no han conocido otra vida que la de la cruel aventura, el pillaje, el robo, el asalto, y que han perecido más soldados y oficiales de las Fuerzas Armadas que en muchas de nuestras guerras civiles. Una descomposición social y moral sin precedentes amenaza con extirpar por completo en la patria la sensibilidad para esta clase de crímenes y desvalorizar, para siempre, el sagrado precio de la vida de cualquier colombiano15.

La fiesta liberal del Tequendama aprobó la creación de un premio de la paz que entregaría anualmente a la persona que más se hubiera distinguido en el país por sus esfuerzos en pro de la paz pública, creyendo crear así una versión colombiana del premio nobel de la paz16.

Gonzalo Canal Ramírez, que se escudaba en una curiosa apoliticidad que le permitía sobrevivir de un régimen a otro, habló del aspecto moral del plebiscito desde su cómoda posición de coordinador social de la Junta Mili-tar, en senda conferencia radial: “El plebiscito no consagra solo un acuerdo entre los partidos, sino que constituye también un hecho moral de innegable trascendencia ciudadana ante el cual ningún ciudadano con conciencia de tal puede permanecer indiferente”17. Anotaba que el plebiscito era:

… el comienzo de esa restauración que une el ciudadano a su nación, que le crea un ambiente íntimo de satisfacción psicológica frente al acontecer público, que lo hace célula viva no solamente pasiva sino activa del mismo, que le da

14. Ibíd.15. Ibíd., noviembre 24 de 1957, p. 13.16. Ibíd., noviembre 20 de 1957, p. 17.17. Ibíd.

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voz y voto en el debate de sus destinos [...] Si el plebiscito no tuviera más que esta ventaja de orden psicológico, este acercamiento moral del asociado a la sociedad, del gobernado al gobernante con relación al mandatario ya se habría justificado porque se abría la puerta grande para entrar al campo de la restau-ración institucional de la educación política y social del pueblo a través de la cual será posible la civilización de nuestras costumbres y el aniquilamiento de nuestra barbarie frente a la cual ya no nos alarmamos acaso porque la sufrimos todos los días. La solución moral va paralela a la solución cultural y educacio-nal que permita a nuestras entidades públicas y privadas y al individuo el buen empleo de la fuerza física como instrumento creador de prosperidad y no como herramienta de arrasadora violencia. Sin ella será apenas una algarada más en la ya larga lista de nuestras fracasadas esperanzas tropicales18.

Los 14 numerandos que contenía el plebiscito eran explicados de diversas formas a la ciudadanía. Se abrieron ciclos de conferencias por doquier, folletos de divulgación, campañas radiales y televisivas, en todas partes se inaugura-ron las Casas del Plebiscito. Nuevos periódicos de partido comenzaron a circu-lar: Renacimiento, en Mariquita, La Voz del Sur, en El Banco, Magdalena, por ejemplo. Diversos radioperiódicos, como el caso de Orientación, en Bogotá, trazaban los lineamientos políticos. Entonces, más que la televisión, era la radio el medio mayormente utilizado para promover la política19. Las goberna-ciones imprimieron folletos donde informaban y explicaban los contenidos del plebiscito, lo mismo que ilustraban sobre cómo proceder para votar. Jamás se había visto semejante campaña pedagógica en pro de un interés político. Cada uno de sus componentes, sin contraargumentación notable, fue presentado como salvador.

El tema de la incorporación de la mujer a la actividad política a través del reconocimiento de sus derechos civiles y políticos fue uno de los más atracti-vos en la fórmula plebiscitaria. Es bueno anotar, no obstante, que las mujeres entraban en el escenario de la política no por ellas mismas, o no sólo por ellas mismas, sino por el capital electoral que significaban. Sin embargo, y a pesar de la nobleza de la medida, es posible que el numeral de la educación haya calado más hondo en los colombianos de entonces, por tratarse de la mayor de las exclusiones: “A partir del primero de enero de 1958 el gobierno nacional invertirá no menos del 10% de su presupuesto general de gastos en la educa-

18. Ibíd.19. Una sugestiva propuesta para el estudio de los medios de comunicación en la historia política puede

leerse en López de la Roche, Fabio, “Los estudios de comunicación y la historia política”, en Ayala Diago, César Augusto (ed.), La historia política hoy, sus métodos y las ciencias sociales. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2004, pp. 33-55.

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ción pública”. Esto podría significar la posibilidad de educar a cientos de hijos de campesinos y gentes pobres de la ciudad.

Del plebiscito también se esperaba que los partidos tradicionales salie-ran fortalecidos, que se estableciera, por fin, la carrera administrativa y que terminara con la violencia. Así presentaba esa fórmula salvadora el legendario Uribe Márquez:

… consagra la norma de que la filiación política de los ciudadanos no debe ser determinante de su nombramiento o remoción en un cargo público. La honora-bilidad y la capacidad primarán sobre la intriga política, el favoritismo de casta o las conveniencias personales. Será la primera piedra para establecer la carrera administrativa. La corte suprema de justicia, el consejo de Estado y todos los or-ganismos estatales serán paritarios y los miembros de la primera serán inamovi-bles mientras no incurran en mala conducta o estén en incapacidad para ejercer los cargos. Si el plebiscito nacional se pronuncia caudalosamente en pro de esta reforma las relaciones entre los partidos dejarán de ser el forcejeo sin grandeza por las posiciones burocráticas para abrirle camino a la pugna civilizada y culta de los ideales lejos del estímulo de la pasión y de la codicia20.

El plebiscito fue promovido también como alternativa a la violencia: ... la de las palabras y la de los hechos porque la política de los partidos no puede seguir siendo una lucha de sectarios en torno de la burocracia sino una elevada concepción de ideales para mejor servir a la patria. Un nuevo estilo comienza a armonizar las relaciones entre los partidos que toman altura sobre las cenizas, sobre un pretérito que definitivamente vamos a enterrar. ¿Cómo vamos a detener esa ola de violencia? Civilizando las justas políticas, hablando un lenguaje de tolerancia y de sinceridad, desarmando a los espíritus del odio sectario, relegando a los violentos a sus madrigueras de asalto, cercándolos con el cordón sanitario del público desprecio y el instrumento adecuado para lograrlo es el plebiscito21.

El Partido Liberal, en general, le apostaba a la estrategia de posicionarse nuevamente entre el electorado colombiano. De él venía la iniciativa del ple-biscito y no estaba dispuesto a perderla. Los grandes rotativos del país esta-ban a su servicio, y el partido aparecía unido ante los ojos de todo el mundo bajo la seductora insignia del advenimiento de la Segunda República.

Así, el plebiscito se desarrolló tal cual una campaña electoral, sólo que el espacio para oponérsele era en extremo reducido. Aparecían las cosas como si no existiese oposición o resistencia, por leve que pareciera. Los grandes rotativos que por feliz coincidencia pertenecían a los gestores de la

20. Ibíd.21. Ibíd.

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fórmula mediaron con tal intensidad el proceso, que apenas afloraban los síntomas enmarañados entre la intensa propaganda que promovía la irrup-ción de la denominada Segunda República salvadora del caos. Así se filtró la información sobre la sofocación de una intentona golpista de los derrocados el 10 de mayo, y algún temor expectante por el anuncio del regreso al país del dirigente conservador Gilberto Alzate Avendaño pasó por la prensa ofi-cial. Ningún medio de comunicación ignoró el regreso de Alzate al país.

La prensa liberal tuvo la capacidad de meter todo el acontecer diario en la dinámica del voto afirmativo del plebiscito: el 11 de noviembre, día de los muertos, y el reinado nacional de la belleza, donde todas las participantes llamaban al voto positivo. En algunas ciudades se creó la casa del plebiscito, que permitió difundir la propaganda y centralizar el proselitismo. La gran prensa publicó diariamente avisos pagados de las grandes empresas invi-tando a votar: “Su voto Afirmativo al Plebiscito es la salvación de Colombia - Atención de Fabricato, la tela de los hilos perfectos”22. Y a la mujer, que por primera vez votaba, se le llegaba con mensajes como el siguiente: “Si deseas libertar a tus hijos de los odios partidistas, dilo en el próximo plebis-cito”23. Los periódicos advertían en cada edición los días que faltaban para “el Plebiscito que consolidará los gobiernos nacionales”24. El Gobierno, por su parte, utilizó la televisión y la radio nacionales, desde donde los ministros del Despacho difundieron las bondades de la norma.

El plebiscito estaba preñado de significaciones. Los liberales obviaron las retaliaciones y sus muertos caídos en los años aciagos cuando gober-naron Ospina y Laureano. La paz del plebiscito sepultaba este odio para no incomodar a sus nuevos aliados, a la vez que fabricaba velozmente otro odio: hacia los vencidos el 10 de mayo, distintos, a lo mejor, a los bandidos de antes de 1953.

La propaganda exacerbada de la gran prensa excluía a los vencidos de la defensa. Creyendo superar una violencia, estimulaba otra. Lanzaba al derrotado a las vías de hecho haciendo creer a la opinión pública que se trataba de un número reducido de ciudadanos que no estaba de acuerdo con el establecimiento de la susodicha Segunda República. La intensidad de la campaña se debía, entre otras razones, a que los colombianos, liberales so-bre todo, tenían una imagen consolidada de las atrocidades de los regímenes conservadores anteriores al de Rojas, y profesaban por el de éste agradeci-

22 Acción Nueva, noviembre 17 de 1957, p. 1.23 La República, noviembre 16 de 1957, p. 7.24 Véase la prensa nacional de noviembre de 1957. Quizás el aviso de mayor profusión fue el siguiente:

“VOTAR SÍ el primero de diciembre es erradicar de Colombia la tiranía. Negar el plebiscito es la ma-nera de trabajar por los amigos de la dictadura”.

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miento y respeto. Esto había que borrarlo de la conciencia del colombiano del común, y nada mejor que escoger al vencido, al más frágil, aquel tímido aliado de las pequeñas economías y del pueblo, de intelectuales a la deriva y de un amplísimo grupo de políticos con peso y ascendencia en la profundi-dad de la provincia colombiana dispuestos a no dejarse sacar del escenario de la política. Eran estos los enemigos que fabricaban con velocidad electo-rera los promotores de la Segunda República en ciernes.

2.2 Los conservadores en el plebiscito

Aterrizar los acuerdos que llevarían al Frente Nacional significaba echar tie-rra y olvidar los desmanes contra los liberales durante las tiranías de Ospina y Gómez. Ni una palabra sobre esto pasó por las páginas de la gran prensa liberal mientras se colocaban los cimientos del nuevo sistema político. Todo se concentró en la inculpación del régimen militar. Para Uribe Márquez, por ejemplo, con la consigna “abajo la inteligencia, viva la muerte”, la dictadu-ra había arrasado la cultura nacional, destruido la arquitectura jurídica del Estado de derecho, borrado la noción de la justicia y convertido las antesa-las oficiales en almoneda de las conciencias25. Señalaba que las libertades esenciales de la democracia habían sido “pisoteadas en nombre de una paz que era la paz de los sepulcros, de una justicia que torturaba en las cárceles a los patriotas que insurgían contra el despotismo”26.

El socio mayor en los inicios del nuevo sistema político, el laureanismo, tenía palabras de reconciliación para con el liberalismo, pero la intolerancia hacia sus adversarios de adentro era visceral27. Con ellos no habría reconci-liación alguna. Alguien de la Casa Ospina decía al respecto lo siguiente: “El doctor Gómez se ha propuesto poner en boga una teoría tan curiosa como nociva, según la cual es preciso asegurar la reconciliación de los colombia-nos, pero sin descuidar la irreconciliación entre los conservadores”28. Los denuestos pululaban en las ediciones de El Siglo: traidores, tránsfugas, violadores de la doctrina, escoria pura. El periódico de esta parcialidad tuvo entre sus grandes propósitos atravesarse a la candidatura de Guillermo León Valencia, surgida en la lucha contra el gobierno de Rojas. Desde su regreso al país el 3 de octubre de 1957, Laureano Gómez no ocultó ese

25. Véase El Tiempo, noviembre 6 de 1957, p. 21.26. Ibíd.27. El Directorio Nacional Conservador “no fantasma” estaba integrado por Laureano Gómez, Guillermo

Salamanca, Alfredo Araújo Grau, Belisario Betancur, Hernando Carrizosa Pardo y Diego Tovar Concha. Sus secretarios eran Hernando de Velasco y Hugo Escobar Sierra.

28. La República, noviembre 4 de 1957, p. 12.

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deseo. Pocos días después, la junta política laureanista emitió desde Cali una declaración en la que expresaba que no se acogía ni podía recomendar esa candidatura porque al hacerlo “se desvirtuaría el sentido histórico de la resistencia conservadora durante los años de la tiranía [...] y se establecería un precedente nefasto al permitir que prosperara un acuerdo estrecho entre los tránsfugas de una colectividad y el partido contrario desconociendo así la esencia misma de los acuerdos con los que el partido está comprometi-do”29. El laureanismo le sacaba en cara su respaldo al dictador en la mayor parte de su administración. Esta candidatura surgida en las postrimerías del régimen de Rojas y que contaba con la venia de los liberales fue entendida en la Casa Laureanista como una imposición del Partido Liberal y, según el laureanismo, para avanzar en la ejecución de los acuerdos debía retirarse. Era la piedra en el zapato para la continuidad de las conversaciones, a tal punto que el laureanismo presionó el aplazamiento del plebiscito hasta tanto no se aclararan las cosas. Era la primera crisis que vivía el proceso plebisci-tario. Tensas reuniones de los ex presidentes resolvieron el impasse, lo que dio origen a esa curiosa institución que pasó a darles importancia capital a los ex presidentes en Colombia30. El 22 de noviembre se suscribió el Pacto de San Carlos, uno más de la serie que configurarían el Frente Nacional. Según el histórico documento, se elegiría Congreso antes que presidente, y la candidatura de Valencia sería sometida a la ratificación de los miembros conservadores y liberales del próximo Congreso.

A diferencia de la prensa liberal, El Siglo era parco en la propaganda política. Avanzaba el último mes de la campaña y el periódico no daba muestras de estar místicamente conectado con sus electores. Laureano, anciano, ya no salía a la calle, todo lo dirigía desde su casa. Los titulares favorecían la coyuntura internacional, mientras que en la tolda liberal todo era entusiasmo, promoción de nuevas figuras y saturación de vítores a la convivencia y al triunfalismo.

Más bien se advertía un tono de real abulia en el bando laureanista: Contra todo lo que era de esperarse, la perspectiva de un pésimo regreso a la legitimidad mediante la adopción plebiscitaria de una política de paz, no ha determinado la extinción de la violencia. Por el contrario, de acuerdo con las noticias que a diario publica la prensa, se advierte un recrudecimiento de la

29. Ibíd., p. 4.30. Sacar adelante el Plebiscito provocó entrevistas permanentes de los ex presidentes Alberto Lleras Ca-

margo, Roberto Urdaneta Arbeláez, Alfonso López y Eduardo Santos. No se advierten, sin embargo, fo-tografías en donde aparecieran juntos Laureano Gómez y Mariano Ospina Pérez. La institución de los ex presidentes permitió que empezara a vérseles como los principales conductores de la opinión pública.

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actividad de los bandoleros en cinco de los departamentos más importantes del país31.

El órgano laureanista advertía del crecimiento de bandolerismo, y de la manera como era protegido por la sociedad rural de entonces y por el paci-fismo hacia ellos de parte de las autoridades.

Todo esto debería haberse liquidado antes del plebiscito para que la reforma constitucional que por este medio adoptará el pueblo colombiano se afianzara en un auténtico clima de paz, libre de amenazas y de circunstancias de hecho que han adquirido el carácter de un chantaje. El partido conservador no puede ser indiferente ante el clima de violencia mantenido por el bandolerismo liberal. Es él un factor que perturba decisivamente el ánimo de entendimiento de los partidos32.

Realmente, la violencia de los bandoleros liberales se había recrudecido en los Llanos y en el Tolima. En el Valle, sesenta campesinos fueron decapi-tados en las inmediaciones de Tuluá, lo que obligó al Directorio Departamen-tal Liberal a emitir una declaración: “El partido no reconoce como liberales ni admite dentro de sus filas a los autores de los atroces asesinatos que hoy conmueven a la encallecida sensibilidad nacional y rechaza todo intento de presentar como políticos meros delitos comunes...”33. La violencia no amai-naba. Seguían cayendo campesinos conservadores, un día en el Valle, otro día en el Tolima.

Mientras los bandoleros actuaban a nombre de una militancia liberal, golpistas hacían lo propio escudados en la conservadora. A los unos los des-autorizaba el liberalismo oficialista, y a los otros el sector del laureanismo. Se trataba de las expresiones de la exclusión política que se vivía.

El Directorio Nacional encarece a todas las directivas departamentales y muni-cipales del partido que, cuando quiera se presenten casos de agitación o de vio-lencia y haya indicios de que en tales actos participan elementos que se llaman conservadores colaboren con las autoridades para lograr la implacable sanción de los responsables y mantengan informados a este Directorio para coadyuvar en lo nacional en idéntico sentido34.

Una conspiración había sido develada, y de ella había sabido el país el 18 de noviembre, gracias a grandes titulares de prensa con un comuni-cado de la oficina de prensa de Palacio. La conspiración, según se decía,

31.. El Siglo, noviembre 1 de 1957, p. 4.32. A diferencia de los liberales, los laureanistas ponían por escrito su protesta por las muertes de que eran

víctimas sus copartidarios a manos del bandolerismo. Véase ibíd.33. Ibíd., noviembre 2 de 1957, p. 12.34. Ibíd., noviembre 19 de 1957, p. 1.

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ambicionaba reinstaurar en Colombia el régimen del general Rojas. Según las noticias oficiales, desde julio se venía preparando la conspiración, en la que estaban involucrados oficiales y suboficiales retirados de las Fuerzas Armadas después del 10 de mayo35. Realmente se advertía con evidencia ánimos conspirativos y de resistencia antiplebiscitaria en todo el oriente del país. Hojas volantes llamando al no caían en las manos de los habitantes de los Santanderes.

El Directorio laureanista declaraba poner en duda los pactos con el ad-versario histórico. Por ninguna parte se advertía la intensidad de la campaña. La duda frente al eterno adversario y el odio interno debilitaba la campaña conservadora. Daba la impresión de que el laureanismo se sentía seguro de su electorado, y más bien dejaba el trabajo de difusión a los socios liberales. Mientras tanto, por cuenta del ospinismo, a través del diario La República, corría la campaña conservadora pro plebiscito.

Con todo, había un cambio radical en el nuevo discurso de Laureano Gómez. El todavía controvertido dirigente declaraba para la prensa liberal: “Dediqué una vida entera a la ardua lucha de agitación sectaria, libré mu-chas batallas, me agoté en ellas y ante el balance de la experiencia confieso que esa política no tiene sentido y la única salvación para el país es el sin-cero entendimiento de todos los colombianos”36.

2.3 ¿Y de la Iglesia, qué?

Las dos instituciones que hubieran podido mediar en la orientación oligár-quica del nuevo establecimiento, la Iglesia y el Ejército, habían sucumbido a la arrolladora estrategia liberal. Resistían los militares expulsados después del 10 de mayo y el bajo clero, ante todo. Ya la Iglesia había dado su brazo a torcer al apoyar la caída de un mandatario de las cualidades religiosas de Rojas, y aunque se esperaba de ella el siguiente respaldo al nuevo sistema político, los conservadores se esperanzaban más en una rectificación que en ratificaciones. A diferencia del 10 de mayo, en esta nueva coyuntura, la Iglesia puso condiciones. Anunció que trabajaría, una vez restablecido el orden constitucional, en pro de conseguir que las corporaciones legislativas derogaran las reformas constitucionales de 1936 y demás que estuvieran en desacuerdo con los principios católicos profesados por el pueblo colombia-no, y las sustituyeran por otras en armonía con los derechos de la Iglesia y

35. Fueron detenidos Rafael María Velásquez, el capi Castro, el capitán José del Rosario Hernández, el teniente coronel Gonzalo Quintero Santofimio y un abogado de apellido Prada Cáceres.

36. El Tiempo, noviembre 20 de 1957, p. 13.

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con la conciencia católica del país. De tal modo que el 19 de noviembre, la Iglesia se pronunció en una breve declaración transmitida en tono mayor por todos los medios: “El Comité Permanente de Metropolitanos advierte a los católicos, hombres y mujeres que estén en capacidad de hacerlo legalmente, que tienen la obligación de votar el plebiscito según su conciencia y mirando el bien de la Iglesia y de Colombia”.

La ambigüedad del texto puso en aprietos a los estrategas del futuro Frente Nacional. Votar en conciencia como lo ordenaba la declaración epis-copal servía a miles de interpretaciones y comportamientos. Por lo pronto la Iglesia se lavaba las manos y le abría espacios de legitimación a la oposición al plebiscito, incluso desde amplios sectores de la Iglesia misma. Así, el polémico obispo de Santa Rosa de Osos, Miguel Ángel Builes, no desapro-vechó la oportunidad para manifestarse al día siguiente, en una pastoral que llamaba a votar negativamente el plebiscito, porque según él ayudaba “a una obra diabólica del comunismo y de la masonería, preparada por los enemigos de la Iglesia”37. El obispo dispuso que su pastoral fuera leída y comentada durante los oficios de dos domingos consecutivos en las iglesias y capillas de su jurisdicción.

La conducta de Builes abonó el terreno para que el dirigente conserva-dor boyacense José María Nieto Rojas, futuro dirigente anapista, se lanzara a la oposición no obstante las condiciones adversas y el peso del nuevo discurso hegemónico. Intentó organizar un movimiento católico de resis-tencia que alcanzó a difundir hojas volantes que incitaban a no votar afir-mativamente: “CATÓLICOS: ¡ALERTA! EL PLEBISCITO SERÁ UN TRIUNFO DEL COMUNISMO, DEL PROTESTANTISMO Y DE LAS LOGIAS LIBERALES CONTRA LA IGLESIA”38. En los contenidos de las hojas volantes, Nieto Rojas les recordaba a los católicos que la Reforma Constitucional de 1936 había introducido innovaciones condenadas por la Iglesia, tales como la libertad de conciencia, la libertad de cultos, la prohibición al clero de intervenir en política, etc. Afirmaba que dicha reforma le había quitado a la Constitución “el respaldo moral de la ley divina [...] para reemplazarlo por el concepto deleznable de los ‘derechos sociales’, mudables y sujetos a la interpretación caprichosa de los hombres y de los Estados”39.

37. Ibíd., noviembre 23 de 1957, p. 11.38. Nieto Rojas, José María, Próceres de la Segunda República. Un triunfo de las izquierdas con capitanes

de la derecha. Bogotá, Editorial, Kelly, 1960, p. 41.39. Ibíd., p. 43.

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2.4 Gilberto Alzate Avendaño: del viejo fascismo a las mieles de la democracia burguesa o su ética de la responsabilidad

Gilberto Alzate Avendaño arribó al país, finalmente, el 11 de noviembre de 1957, a pocos días de celebrarse el plebiscito. Había permanecido en Espa-ña durante la mayor parte del gobierno de Rojas. Su regreso y su vinculación directa a la política nacional permitieron sacar la campaña antiplebiscitaria de la clandestinidad y la conspiración. Diario de Colombia, el periódico al-zatista que había desaparecido a la caída de Rojas, reapareció y lideró la abstención.

En la noche del 15 de noviembre, el Mariscal –como le decían– se di-rigió a los colombianos a través del radioperiódico Orientación de La Voz de Colombia. Durante su exposición resonaron “abajos” al plebiscito y “vivas” a Rojas. Denunció la ausencia del pueblo en el movimiento del 10 de mayo, y atacó a la generación del centenario, invitándola a deponer las banderas. Impugnó el plebiscito por su naturaleza cesárea. Denunció la trampa que significaba el plebiscito al ser presentado como un paso hacia la democra-cia cuando en realidad tenía un significado profundamente antidemocrático. Puso en evidencia la manipulación de la maquinaria del poder político y su matrimonio con los grandes medios y los grandes gremios. En estas condi-ciones sostuvo que, quien proponía la consulta era realmente quien asumía la capacidad decisoria. “El pueblo asiente o refrenda, pero no manifiesta su voluntad propia”40.

Ahí no se detenía la crítica. Sus intervenciones apuntaban a la preven-ción social. Consideraba que la fórmula del plebiscito, si bien pecaba de anticonstitucional y se distinguía por su esencia antidemocrática, era po-tencialmente peligrosa, porque cualquier movimiento popular que eventual-mente se formara en el curso del tiempo consagrado constitucionalmente al monopolio político de los dos partidos tradicionales, tendría “que irrumpir revolucionariamente”41.

También le preocupaba el destino que tendrían las doctrinas políticas de las dos colectividades, al tener que votar los ciudadanos, una vez aprobado el paquete plebiscitario que estipulaba la alternación de los partidos consti-tucionales, por candidatos extraños a sus ideas. Avizoraba Alzate: “Cuando la política está en todas partes y no existe hoy un lugar en las afueras del Estado donde el hombre pueda ponerse a cubierto de sus vicisitudes, resulta

40. Alzate Avendaño, Gilberto, “Lo popular en la política”. Conferencia radial, noviembre 15 de 1957, en Alzate Avendaño, Gilberto, Obras selectas. Bogotá, Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo, Yerbabuena, 1979, p. 153.

41. Ibíd., p. 156.

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inadmisible crear ilotas o parias en el interior del país, inermes para defen-der los haberes ideales y reales de su vida”42. Afirmaba más adelante que la aprobación del plebiscito obligaría a los colombianos a cometer “un fraude mental y una capitulación doctrinaria [...] lo que perturbaría la política e iría en perjuicio de las colectividades históricas, convirtiéndolas en heterogéneas clientelas sin unidad de ideologías y objetivos”43.

¡Las paradojas de la evolución política! Alzate, el otrora fascista, se lan-zaba en defensa de la democracia representativa y oxigenaba a la corriente de ese partido que justamente había sido arte y parte del régimen militar, enlodado por antidemocrático. “La propuesta plebiscitaria –aseguraba Alza-te– suprime la noción de mayoría y minoría, a la vez que deja sin tutela ju-rídica y política a los ciudadanos que no estén empadronados en uno de los dos partidos coaligados. Esta fórmula destruye la legitimidad democrática, que se funda en el dualismo entre poder y oposición”44. Abogaba también Alzate por un sistema plural de partidos que les permitiera a todos los ciuda-danos expresar sus ideas, formular programas políticos, conducir, apoyar o fiscalizar el Gobierno y promover candidatos para cargos electivos.

Figura 12. Caricatura sobre Gilberto Alzate Avendaño.

42. Ibíd.43. Ibíd.44. Ibíd.

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2.5 Un documento de Antonio García

Desde Santiago de Chile, donde se había refugiado después de la caída de Rojas, Antonio García, líder del ya desarticulado Movimiento Socialista Colombiano, envió un Mensaje al pueblo colombiano, con el subtítulo de El plebiscito y el Estado de casta. Se trataba de una carta que García enviaba a los Quíntuples, y en la cual exponía sus puntos de vista sobre el plebiscito. Tenía algunas semejanzas con los planteamientos de Alzate al respecto. El líder socialista hablaba también del atropello que se iba a cometer contra las minorías políticas, y con ello denunciaba la violación de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, aprobada y proclamada por las Na-ciones Unidas en 194845. El plebiscito simple y llanamente estaba dirigido a perpetuar la vigencia del bipartidismo, sistema que estimaba contrahecho y sin democracia interna. García le concede amplio espacio a la crítica de los partidos políticos, que ahora se coaligaban en una dictadura legalizada en pos de la repartición del presupuesto nacional y por encima de los graves problemas del grueso de la población. Su lectura de la situación es dramá-tica, a diferencia de las voces de los vencedores que exhalaban optimismo por todas partes. Pero, a diferencia de Alzate, García sacaba de lo político la discusión y la metía en el terreno social. Para él la reforma constitucional en curso era:

… una maniobra de distracción: los verdaderos problemas de la nación y del pue-blo quedan rigurosamente encubiertos y al margen de la atención pública: el único problema que se plantea es el de la posibilidad de montar el Estado dinástico, que haga posible la transmisión hereditaria del poder y el régimen de ensamble entre la generación crepuscular a la que pertenecen Laureano Gómez, Eduardo Santos, Alfonso López, Ospina Pérez, Urdaneta Arbeláez y la generación a que pertenecen sus hijos y los hijos de sus familiares y parientes políticos46.

2.6 “Ha nacido la Segunda República”

El nacimiento de la Segunda República, que tuvo lugar el primero de di-ciembre, se proclamó como un día glorioso equiparable en su significado histórico al 20 de julio de 1810, o más aun, al 7 de agosto de 1819. Y como todas estas iniciativas trascendentales procedían de los liberales, fue Jorge Uribe Márquez, jefe del debate en Bogotá, quien firmó una resolución que ordenaba izar la bandera nacional en todos los balcones y edificios públicos,

45. Véase García Nossa, Antonio, “Mensaje al pueblo colombiano. El plebiscito y el Estado de casta”, en Colombia: esquema de una república señorial. Bogotá, Ediciones Cruz del Sur, 1977, pp.103-121.

46. Ibíd., p. 109.

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a partir del viernes previo al domingo señalado. Recomendaba el documento que las personas ostentaran la insignia tricolor en pequeñas cintas colocadas en el pecho y en la solapa de todos los buenos y buenas patriotas hasta el día del plebiscito. En el considerando de la resolución se leía: “... que el ple-biscito representa el paso más firme para devolver a Colombia su fisonomía de nación de leyes y constituye el fundamento de la nueva república, razón por la cual tal fecha será gloriosa en los anales patrios”47.

Todo fue acondicionado para que el plebiscito marchara, incluso urnas móviles para evitarles molestias al presidente Laureano Gómez y a la madre del doctor Alberto Lleras, recluidos en sus casas por vejez. Por primera vez en su historia política, los colombianos seguían minuto a minuto los movi-mientos de los ex presidentes en aquella jornada.

El 2 de diciembre, El Tiempo apareció con un titular a cuatro columnas: “El pueblo colombiano funda la Segunda República”, ilustrado con fotogra-fías de cientos de bogotanos celebrando en la inmediaciones del Palacio de San Carlos los discursos de los grandes electores de la jornada: el general Gabriel París, el presidente de la Junta Militar, Alberto Lleras, Guillermo León Valencia, Álvaro Gómez Hurtado y Alfonso López.

Cuatro días después de las elecciones, los resultados oficiales calcula-ron el total de la votación en 4.095.382 sufragios, distribuidos de la siguien-te forma: 3.575.856 votos por el sí; 201.157 por el no; 14.404 en blanco; 303.805 sin discriminar y 160 anulados. Vistas las cosas desde los resul-tados, 201.157 personas no estuvieron de acuerdo con la fórmula plebisci-taria. ¿Qué significaría entonces 303.805 sufragios que se contaron bajo la categoría sin discriminar y que sumados los anteriores serán 504.962? En una primera aproximación significaba una base de partida estimable para la oposición inmediata a la Segunda República. Si los sufragios negativos constituyeron el 5% de los votantes, la otra cifra equivale al 12,3%. En otras palabras, quedaban excluidos el 12,3% de los colombianos del futuro sistema político, sin contar los abstencionistas.

Los departamentos de Santander y Boyacá confirmaron la agitación antiplebiscitaria que se vivió durante el proceso electoral. En el primero, el no alcanzó 80.327 y en el segundo 68.888 votos48. Allí el no ganó las elecciones en 25 de los 96 municipios (26%). Hubo curiosidades como el caso del municipio de Labranzagrande, donde las dos fuerzas quedaron em-

47. El Tiempo, noviembre 28 de 1957, p. 18.48. Véase DANE, “Resultado definitivo del plebiscito del primero de diciembre de 1957”, en Anuario Esta-

dístico de Santander, 1958, p. 131.

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patadas con 500 votos cada una49. En Santander, el no obtuvo victoria en 21 municipios, es decir el 34% de las localidades. En dos municipios hubo victoria absoluta: Guaca y Miranda.

Los numerosos votos que obtuvo la negativa al plebiscito en Santander preocuparon a la élite liberal de Vanguardia Liberal, que llamó al fenómeno los votos negros. En su edición del día siguiente al domingo electoral lee-mos:

No son laureanistas porque procedieron contra la orden que a última hora les dio este jefe [...] No son ospinistas porque precisamente han mostrado belige-rancia contra la política de unión nacional, no son valencistas porque aspiran a un mandatario que niegue la sal y el agua a los liberales, no son alzatistas porque este caudillo no tiene ningún nexo con Santander [...] lógica y elemen-talmente se deduce que son PINILLISTAS50.

En el municipio de San Vicente de Chucurí sólo hubo un voto por el no. Años después será un municipio característicamente anti Frente Nacional, emerrelista y más tarde anapista por excelencia. En resumen, Santander fue el departamento de mayor votación por el no, un presagio positivo para el futuro del general Rojas en esa región entrañable para él, la patria chica de su hija, de su hijo Gustavo y de su yerno.

En Cundinamarca, el no sólo ganó en el municipio de Gutiérrez. Se vislumbra así que la oposición al Frente Nacional tendrá en estos departa-mentos su mayor capital potencial, como en efecto sucedió. Sin embargo, los resultados no amortiguaron suficientemente las contradicciones en que se debatían y enfrentaban los liderazgos conservadores y liberales de antes del plebiscito. El país continuó dando vueltas sobre las mismas discusiones que lo distinguían desde los remotos años de la Revolución en Marcha.

La realización del plebiscito de 1957 no significó una pausa en la agi-tación política que vivía el país desde las vísperas de la caída de Rojas. Las fuerzas políticas se aprestaron, una vez empezado el nuevo año, a participar en las elecciones legislativas y presidenciales de 1958. Las primeras fueron convocadas para el 16 de marzo, y de sus resultados dependería la esco-gencia del candidato conservador a la Presidencia de la República, conforme habían convenido los dos partidos tradicionales.

En la estrechez de la exclusión empezaron a aparecer los intentos de golpe militar, algunos ciertos pero exacerbados también por una prensa que

49. Él No ganó en Boavita, Buenavista, Buzbanza, Cerinza, Coper, Corrales, Chinavita, Chiquinquirá, Flores-ta, Guayatá, La Capilla, La Uvita, Maripí, Mongua, Panqueba, Ráquira, Saboyá, Socha, San Eduardo, Tinjacá, Togüi, Tópaga, Tutasá, Umbita y Virachá.

50. Véase Báez Pimiento, Adriana, “La Alianza Nacional Popular (Anapo) en Santander 1962-1976”. Tesis de maestría en Historia. Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, 2004, pp. 22 y ss.

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los hacía ver como peligro inminente para el afianzamiento de la democra-cia. Entre la caída de Rojas y la posesión del primer gobierno del Frente Nacional se develan tres intentos de golpe de estirpe rojaspinillista.

3. LOS RECONQUISTADORES EN LA OPOSICIÓN O EL POPULISMO ABRIÉNDOSE ESPACIO DESDE EL PENSAMIENTO CONSERVADOR

En otro texto hemos estudiado la resistencia procedente de sectores con-servadores que vieron en el establecimiento de la Segunda República el advenimiento del liberalismo económico. Nos detuvimos en el análisis por-menorizado del fenómeno de la denominada Reconquista y del Movimiento de Unión y Reconquista (MUR), ya que de ese espíritu, de la gente congre-gada allí, de sus prácticas y de su discurso provino otra de las fuentes para el surgimiento del anapismo51. De las ideas que defendieron los adversarios conservadores al Frente Nacional, las mismas que enarbolaron contra el ple-biscito de 1957 –sólo que profundizadas y desarrolladas– vendría un com-ponente importante de la ideología del anapismo, al igual que de la gente que participó en las campañas electorales de 1958 en contra del Frente Na-cional saldría un buen contingente anapista. En Santander, por ejemplo, se destacaron Humberto Silva Valdivieso; Armando Liscano, Liscano que dirigía el semanario Vertical; Paúl Durán Reyes, entre otros. Los resultados electo-rales numerosos en estas elecciones a favor de la resistencia conservadora al Frente Nacional convirtieron a los Santanderes, Boyacá y Cundinamarca en los escenarios donde prendería la llama del nuevo rojismo.

Las intervenciones de Rojas en el juicio a que fuera sometido por el Senado marcan el inicio de una nueva etapa en su vida política52. Foguea-do por las vicisitudes de su propia experiencia, el Rojas que va a fundar la Alianza Nacional Popular en 1961, aunque conservaba los elementos clave de la estructura de su discurso de los años cincuenta, era otro personaje53.

51. Véase Ayala Diago, César Augusto, “La reconquista conservadora. Colombia 1957-1958”, en Historia Crítica, No. 11, julio-diciembre de 1995, pp. 21-35; Resistencia y oposición… (óp. cit.).

52. Este fue el texto del veredicto: “1o. Declárese indigno al acusado Gustavo Rojas Pinilla por mala con-ducta en el ejercicio del cargo de Presidente de la República; 2o. Condénese al acusado a la pérdida perpetua de los derechos políticos a que se refieren la Constitución Nacional y la Ley Penal, quedando, en consecuencia, en interdicción de derechos y funciones públicas y privado de la libertad de elegir y ser elegido, del ejercicio de cualquier otro derecho político, función pública u oficial de los grados militares, de toda pensión, jubilación o sueldo de retiro de carácter oficial, así como del derecho de ejercer tutelas y curadurías y de pertenecer a los cuerpos armados de la República, lo mismo que incapacitado para adquirir cualquiera de los derechos, empleos, oficios, calidades, gracias o grados mencionados”. Docu-mento reproducido en Rojas Pinilla, Gustavo, Rojas ante el senado. El gobierno militar ante la historia. Bogotá, Editorial Excélsior, 1959, p. 77.

53. Ayala Diago, César Augusto, “El discurso de la conciliación. Análisis cuantitativo de las intervenciones de Gustavo Rojas Pinilla entre 1952-1959”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura,

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Esta vez, junto con él se abría espacio la corriente, la vertiente colombiana del populismo que en parte se había expresado en el gaitanismo y en su paso por el poder. De ahí que otra de las fuentes de la Anapo proviniera de esta corriente política. Durante el gobierno militar, los gaitanistas se iden-tificaron con él. El contacto del General y los gaitanistas no fue en vano. Rojas desarrolla el “populismo gaitanista”. Ahora bien, si a este llegaban sólo liberales, en el que convocaba Rojas confluían, además de teóricos con-servadores, los socialistas no marxistas, cristianos en permanente rebelión contra la Iglesia oficial, liberales doctrinarios y gentes sin partido que vieron en lo heterogéneo del nuevo discurso del General la posibilidad de verter los idearios que habían entretejido a lo largo del siglo XX.

La presencia de Rojas una vez más en el escenario de la política co-lombiana estimuló la recuperación de un discurso liberal cooptado por esa especie de nuevo conservatismo de estirpe rojaspinillista que defendían per-sonalidades reunidas en la Reconquista. Pero esta no era sólo un movimien-to político; lo era también intelectual. Se destacaban en sus filas hombres de letras, desde el mismo Alzate Avendaño, hasta poetas y organizadores de la cultura, como el nortesantanderano Eduardo Cote Lamus54. En Colombia, como en todo el Tercer Mundo, el intelectual no se escapa de la políti-ca. Empero, entre nosotros el problema era mayor; aquí la política no sólo inundaba numerosas esferas de la vida, sino que la naturaleza del secular sistema bipartidista convertía la pertenencia a uno de los partidos en una cuestión de cultura. En las colectividades históricas conviven los políticos con los intelectuales casi sin diferencia alguna. El intelectual termina com-prendiendo que sus sueños sólo se realizan si hace política en el partido en el que nació, por lo regular idéntico o cercano a sus ideales. Por eso, tanto el MRL como el MUR eran movimientos intelectuales. Se trataba, además, de

Nos. 18-19, 1990-1991, pp. 205-244. El discurso de Rojas en 1959 es mucho más complejo, y por ende más comprometido con otros sectores sociales y problemas no tenidos en cuenta en sus argumen-taciones de los años de su gobierno.

54. Eduardo Cote Lamus murió en un accidente automovilístico el 3 de agosto de 1964 cuando era gober-nador de su departamento. Había nacido en Cúcuta en 1928. Desde joven le dedicó tiempo a la política. Aunque de madre liberal, predominó la ascendencia conservadora de su padre. Intervino activamente en la campaña presidencial de Mariano Ospina Pérez (1945-1946). Terminado su bachillerato se trasladó a Bogotá e ingresó a estudiar derecho en la Universidad Javeriana, trasladándose luego a la Universi-dad Externado de Colombia. Fue columnista de Eco Nacional y Diario de Colombia. Estuvo entre los cofundadores del Movimiento Revolución Nacional, de naturaleza derechista y cuyo objetivo consistía en implantar en Colombia el pensamiento bolivariano. En 1950 viajó a España y en 1954 desempeñó su labor como cónsul auxiliar de Colombia en Frankfurt. Derrocado Rojas en 1957, regresó a Colombia. Estuvo entre los codirectores de la revista Mito. Acompañó desde 1957 al MUR, con el que logró una curul en la Cámara de Representantes en la legislatura 1958-1960. Adversario a la hegemonía de Lu-cio Pabón Núñez en su región, a quien se enfrentó hasta su muerte. Fundó el radioperiódico El Viento, convertido después en un aguerrido semanario.

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NACIMOS DE LOS REMANENTES DE LA ORTODOXIA CONSERVADORA, FASCISTA Y CATÓLICA; DE LA DICTADURA MILITAR, DEL ANHELO GAITANISTA Y DEL ALZATISMO

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una lucha generacional dentro de los partidos, como la que el MRL libraba en el liberalismo.

Cote Lamus estará entonces en el conservatismo independiente, que va a contestar a la arremetida contra el general Rojas cuando es acusado ante la Cámara de Representantes. A través de su defensa van quedando claras sus posturas ideológicas. A la vez que denuncia la naturaleza del nuevo establecimiento, se pone a favor de lo popular de manera decidida. Veamos algunos contenidos de sus intervenciones como representante a la Cámara:

1. Quiero manifestar que el movimiento independiente es la expresión de las masas populares del partido conservador. Aún más, que es el vocero de una clase oprimida y de un país que está en estos momentos, como lo estuvo antes, siendo presa de los intereses de algunos grupos oligárquicos [...] 2. La situación social creada por la crisis económica, la voracidad de los capitalistas, y la conti-nuación del mismo sistema implantado en el país desde hace mucho tiempo, y desarrollado ahora, llevándolo a las últimas consecuencias, con un régimen que es vocero únicamente de las clases oligárquicas, hace indispensable que esta Corporación tome conciencia de sí misma y se decida a afrontar los problemas, es decir que exija al gobierno soluciones rápidas y eficaces a la situación social que vive el país [...] 3. Se ha dicho que los independientes son el antipartido. Vamos a continuar diciéndole al país que esta forma de abuso capitalista, propi-ciado por las clases oligárquicas de los partidos liberal y conservador, hará crisis de un momento a otro, y Dios quiera que encuentre alguna fuerza organizada. De ahí mi llamamiento a los hombres de izquierda para que en estas campañas nos unamos en contra de ese frente oligárquico y totalitario que está acabando con el país y que está dirigiendo la economía de una manera nefanda55.

Será, entonces, este espíritu, el de los reconquistadores, uno de los componentes más importantes en la configuración del movimiento político del anapismo.

55. Véase Cote Lamus, Eduardo, 30 años de ausencia. Cúcuta, Instituto de Cultura y Bellas Artes del Norte de Santander-Talleres Gráficos de la Opinión, 1994, pp. 31-33.

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César Augusto Ayala Diago

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2 El proceso de formación de la Anapo

1. EL LIBERALISMO POPULAR NO LE CAMINA AL FRENTE NACIONAL

Históricamente, el liberalismo en Colombia ha sido fragua inagotable de militancia popular y de liderazgos democráticos. Parte del gaitanismo que no fue absorbido por el oficialismo liberal a la muerte del tribuno, se esperanzó y colaboró con el gobierno militar. Esto tendría que pagarlo con creces. Re-ponerse y reposicionarse no le fue fácil. Algunos de ellos tuvieron que aban-donar el país, y a su regresó el veto que se les impuso los obligó de nuevo a ponerse al servicio del viejo aliado, el general Rojas, ahora en plena oposi-ción. Nos referimos en particular a los casos de Jorge Villaveces, el director del periódico Jornada, y a Antonio García, jefe del Movimiento Socialista Co-lombiano, fuertes pilares en los que se apoyó el proyecto político de Rojas. Ambos hicieron parte de la Asamblea Nacional Constituyente (ANAC) como voceros de un liberalismo popular alternativo al otro liberalismo, que con prudencia se apartó de los vericuetos del Gobierno. En vano trató Villaveces de explicar su vinculación con ese régimen. Retirado en Caracas desde la caída de Rojas, el insigne gaitanista escribió sus memorias tempranas, que el país conoció en el libro La derrota, que empezó a circular en 1963, en pleno flujo de la reivindicación del general Rojas1.

Mientras tanto, Alfonso López Michelsen y un grupo de aguerridos libe-rales se apersonaron del tema relacionado con el derecho a la oposición, del que tanto hablara Alzate en las campañas electorales de 1957 y 19582.

1. Villaveces, Jorge, La derrota. 25 años de historia. Bogotá, Editorial Jorvi, 1963.2. Véase Ayala, “El origen del MRL… ” (óp. cit.) .

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López llegó a considerar que el objetivo de la paridad no era distribuir por igual el presupuesto entre los dos partidos, sino entre el Gobierno y la opo-sición. Propuso para la oposición un estatuto de igualdad con el Gobierno. Con López y la gente que lo acompañaba, el liberalismo recobraba por arriba el aliento popular que por abajo había sucumbido en la esperanza truncada a la muerte de Gaitán y en el posterior respaldo al gobierno militar. Retoma-ba para el partido los mitos que había empezado a abandonar la cúspide del liberalismo en el poder, y que Rojas amenazaba con utilizar para su resurrección. Empezaba así la década de 1960. Con ella irrumpe un nuevo discurso, llamado a encauzar las corrientes dispersas del liberalismo. Cual-quier intento de volver a figurar el liberalismo popular gaitanista que había heredado Rojas, sería por ahora ahogado por la gente aglutinada en la nueva disidencia liberal3. Pero la de estirpe lopista era apenas una de las tantas disidencias en las que se debatía el liberalismo nacional. Era su expresión mayor y terminará cooptándolas a todas. En el Atlántico, en Santander, en el Valle, en Antioquia, por doquier, con diversos nombres los liberales de es-tirpe popular expresaban dudas sobre las concepciones democráticas de los liberales aliados en el Frente Nacional4. En los nombres de este liberalismo popular encontramos a las figuras que más temprano que tarde configurarán el nuevo liberalismo rojista. En Santander, por ejemplo, Ciro Ríos, Guillermo García García, Pedro Roa Álvarez5, Luis Torres Almeida6, entre otros. En este liberalismo popular, alternativa al liberalismo oligárquico en todos los departamentos, estará una de las fuentes del anapismo.

2. SOBRE LOS RESCOLDOS DE LA VIOLENCIA

La reconciliación nacional hacia donde apuntó el gobierno de Rojas transcu-rrió dramáticamente. Su papel de bonapartista criollo no fue fácil de repre-sentar. Fue como si trabajara en contra de los poderosos, cuando en reali-dad todo redundaba en conciliar sus intereses identificados con los partidos tradicionales. Rojas había empezado bien con la conquista de la paz en los

3. Ibíd., pp. 95-121.4. Véanse: Castellón Patiño, Pedro, “El Movimiento Revolucionario Liberal MRL en el Atlántico (1957-

1967)”. Tesis de maestría en Historia. Universidad Nacional de Colombia - Universidad del Atlántico, 1998; Báez Pimiento, Adriana, “La Alianza Nacional Popular (Anapo) en Santander 1962-1976”. Tesis de maestría en Historia. Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, 2004; Acevedo Castellanos, Aquiles, “El Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) en Santander 1957-1963”. Tesis de grado en Historia. Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, 2002.

5. Este dirigente político pertenecía en esta coyuntura al Partido Popular Socialista Colombiano (PPSC).6. Almeida había estado en el oficialismo liberal en la campaña electoral de 1958 como aspirante a la

Asamblea por Santander. Desde la plaza pública agitó banderas populares que llevaría bien pronto a la oposición.

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Llanos Orientales, pero el movimiento guerrillero se reanimó en otras zonas del país con características sociales y políticas más definidas7. El gobierno de Rojas no dudó en acudir a la represión y a la persecución, empujando así a un considerable grupo de hombres rebeldes a la clandestinidad. Aunque la caída de Rojas oxigenó al movimiento guerrillero, los combatientes de nuevo tipo vieron con sospecha el establecimiento del cacareado Frente Nacional, encabezado por políticos curtidos como Alberto Lleras y Laureano Gómez, de los cuales esperaban muy poco.

Así, el MRL además de incorporar a sus filas a los liberales radicales, cooptó ex guerrilleros que andaban como rueda suelta desde la dictadu-ra, perseguidos por esta y vistos con desconfianza por la oficialidad liberal ahora en el poder. Los considerados ahora bandoleros, aliados otrora de los liberales oficialistas, se habían convertido en estorbo para el nuevo estable-cimiento. Consideraban un imposible moral estar del lado de la oligarquía de ese partido. Tampoco estaban en condiciones psicológicas ni históricas para comprender al rojismo que anunciaba un nuevo discurso popular. Así, el MRL se les convirtió en prenda de garantía para sus vidas. Era el caso concreto de Rafael Rangel en Santander, de Juan de la Cruz Varela en la región de Sumapaz y de decenas de guerrilleros que deambulaban entre el monte y la ciudad en los comienzos de la década de 1960. Alrededor de Rangel se configuró el emerrelismo santandereano. Los disidentes de esta región se habían opuesto al plebiscito desde las mismas posturas de Alzate Avendaño. Vocero Liberal, uno de los órganos del MRL en Santander, no se cansaba de sacar en cara sus méritos por haberse opuesto al nuevo orden: “A partir del 10 de mayo hemos estado en la trinchera de la oposición a la oligarquía liberal, en el ataque a un sistema oprobioso. Primero solos, luego con Rangel Gómez y ahora con López”8.

Mientras el MRL recogía a ex guerrilleros y bandoleros del liberalismo, la Anapo recogía los bandidos conservadores de los años cincuenta: pájaros, chulavitas y demás. Realmente, en el preanapismo ocurría –guardadas las proporciones– lo mismo que hemos indicado para el bandolerismo liberal que encontró seguridad en acercarse y estimular al MRL. El norte del de-partamento del Valle había concentrado y desarrollado en los tiempos de la Violencia un temible tipo de bandido conservador conocido como pájaro, para quien el retiro de Rojas del poder constituía la caída del régimen con-

7. Véase Ayala Diago, César Augusto, “Conflicto armado en Colombia y el estallido de la paz de 1953”, en Colombia en la negociación de conflictos armados 1900-1998. Memorias de la III Cátedra Anual de Historia Ernesto Restrepo Tirado. Bogotá, Ministerio de Cultura, 1998, pp. 74-104.

8. Véase: Vocero Liberal, junio 26 de 1962, p. 2.

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servador instaurado desde 1946. Once años de fechorías criminales a nom-bre del conservatismo se habían derrumbado de la noche a la mañana sin estar preparados para ello. Su futuro y la conservación de sus vidas estarían ligados a la reivindicación de Rojas Pinilla. Por eso el rojismo de esta región se nutrió de la pajaramenta. Hacia allá fueron los caleños rojaspinillistas en busca de la base social del nuevo movimiento. Dacier Arango, una mujer conservadora que puso todas sus energías a la organización del anapismo, se expresó así al respecto:

Nosotros éramos un grupo de conservadores, todos gentes muy buenas del norte del Valle. Todas gentes fregadas en ese entonces, ¡que les tenían miedo! Entonces llegaron a mi casa, entre ellos Alfonso Serna Buitrago, que fue guar-daespaldas del general Rojas hasta que murió. Fue uno de sus buenos guarda-espaldas; Alfonso Salazar, Rodrigo Castrillón, ¡son tantas personas!9

Ambos movimientos tenían características de origen muy similares. El MRL de Santander, por ejemplo, con el mismo discurso de Alzate en su mo-mento cumbre de la Reconquista conservadora (1957-1958), se refería a Lleras Camargo como felón. Decía haber advertido sobre las cualidades del Presidente: “Traidorzuelo del partido, verdugo de una generación de hombres superiores, Gaitán, Turbay, Lozano y Lozano y tantos otros que tuvieron que sufrir persecuciones por su culpa”10. Fue este el ambiente que encontraron en la provincia colombiana los impulsores de la disidencia liberal que se vislum-braba.

Los liberales agrupados en el semanario La Calle participaron en las elec-ciones de 1960 con el nombre de Liberalismo Popular, lanzando como pro-grama de campaña el “Plan de Enero”, cuyos objetivos eran: salud, educación y techo (SET) para el pueblo colombiano. El documento declaraba que estos tres elementos constituirían a partir de entonces los objetivos inmediatos del liberalismo popular. Para tal logro prometía luchar para que el Estado se fuera haciendo cargo de sus costos. Se anunciaba la realización de una reforma agraria destinada a fomentar la explotación de la tierra y a precipitar la parce-lación de los latifundios. Se prometía una reforma constitucional encaminada a dar representación en las corporaciones a los partidos minoritarios sin voz en ellas. Los llamados y quejas que los reconquistadores reclamaron en sus pa-sadas campañas electorales daban sus frutos: volcaron a su eterno adversario, por lo menos a gran parte de él, sobre el fin social de la política.

9. Entrevista del autor a la dirigente anapista Dacier Arango de Ortiz. Cali, abril 8 de 1992. Véase: do-cumento 5 de los anexos. Sin embargo, como demostraremos más adelante, también el oficialismo de ambos partidos se aprovechó de los bandidos según su procedencia política. El liberalismo, por ejemplo se valió del ex guerrillero Dumar Aljure para posicionarse en el Ariari.

10. Véase Vocero Liberal, junio 26 de 1962, p. 2.

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A su vez, el “Plan de Enero” y a su lado el MRL, radicalizaron el discurso del sector conservador sobre el cual influía Alzate Avendaño. Convencidos de que la única manera de acercarse al poder era derrotando al laureanismo, Os-pina y Alzate, que habían participado conjuntamente en la caída de Gómez en 1953, decidieron acercarse de nuevo. En noviembre de 1959, los dos líderes les comunicaron a sus copartidarios de todo el país que el conservatismo había incorporado a su ideario los postulados de la Democracia Cristiana. Con ellos el partido recogía para sí la filosofía de la persona humana, el respeto a la dig-nidad eminente del trabajo y la tutela del Estado sobre los de abajo. Es decir, todos los elementos clave para el logro de una justicia social. Con esa retórica el ospino-alzatismo desplazó al laureanismo de su calidad de socio mayor en el pacto del Frente Nacional.

Aunque Rojas asumió la victoria ospino-alzatista como suya, lo cierto es que el nuevo fenómeno político significó una reagrupación y fragmentación mayor de las fuerzas conservadoras. Más que otra cosa, esa alianza tenía explicaciones estratégicas. Era un intento del alzatismo para no dejarse sacar de la política nacional, pero también planteaba diferencias rotundas con el laureanismo. Por supuesto, los amigos de Rojas estaban en ese grupo y por ello saludaban el triunfo. Pero en las bases del laureanismo quedaba todavía un espíritu fundamentalista que los rojistas futuros trabajarán con denuedo. La muerte intempestiva de Alzate inmediatamente después de la conquista electoral de 1960 dejó en el poder, a todas sus anchas, al ospinismo, que rápidamente enterró al alzatismo junto con Alzate.

3. LOS MILITARES RETIRADOS CONFIGURAN TAMBIÉN EL ANAPISMO

Militares recién dados de alta, tanto de las bases del Ejército como de la baja y media oficialidad, fueron un contingente importante en la configu-ración del anapismo. Quienes habían cumplido su servicio militar, quienes habían servido en la milicia y recién salían a la vida civil, recordaban con gratitud los tiempos del general Rojas en el poder. Apenas salían de la baja oficialidad de las Fuerzas Armadas, se beneficiaban de una temprana jubi-lación por haber servido bajo el estado de sitio, donde un año equivalía a dos. Algunos salían por iniciativa propia y el resto presionados por el nuevo establecimiento, interesado en limpiar de rojismo las instituciones militares del país. Numerosos militares en retiro pasaron a conformar los primeros comandos del anapismo. Percibir al ex Presidente militar en desgracia les llegó muy profundo. Algunos de ellos recuerdan que fue el injusto juicio ante el Senado el que los volcó a favor del antiguo superior. En cada comando que

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se cree de respaldo al nuevo movimiento de la Anapo, un militar va a estar al pie de la organización11.

La nueva nomenclatura de la política oficial en Colombia no permitía la aspiración política de quienes habían participado en el experimento cívico-mi-litar de Rojas, y mucho menos de quienes les habían hecho el trabajo sucio a los presidentes conservadores en la provincia. Por eso la preparación del nuevo movimiento se cocinaba a fuego lento, pero permanente e incisivamente. Un fogoncito, como le denominaban a su grupo los rojistas en Cali, que desa-fiando el qué dirán de la política, se reunían en el café Bolívar, en el centro histórico de la ciudad, presididos por uno de los retratos enormes del general Rojas que había circulado en los tiempos de su gobierno y ahora constituía el símbolo de los nuevos marginados. Allí llegaban los godos de los municipios de El Águila, El Dovio, Versalles, El Cerrito, Tuluá, Trujillo, y según recuerdan, desde allí se desplazaron a Bogotá a ofrecerle su respaldo al General caído en desgracia.

Rojas no tuvo que hacer mucho esfuerzo para que lo entendieran. Las cosas que había empezado a expresar flotaban en el ambiente político desde la contienda electoral de 1960. Se pronunciaba a favor de una política que nacionalizara la educación primaria y secundaria, el Banco de la República y los bancos privados. Sostuvo que los obreros deberían tener mayor participa-ción en las ganancias de las fábricas, y propugnó porque los créditos volvieran sobre los cauces democráticos que, según él, habían tenido durante su Go-bierno. Medidas estas que deberían plasmarse en una nueva Constitución que conservara lo mejor de la existente y adaptara al medio colombiano los logros de otros países. En enero de 1960, Rojas declaró que el lema para su práctica política en el futuro era el de trabajar por una República popular y cristiana, a lo que Vanguardia Liberal, que llamaba a los rojistas fantasmones y para quien el presidente Lleras Camargo era un católico practicante, replicó: “Cual-quiera pensaría que en Colombia impera un gobierno enemigo de la Iglesia, del clero y de la religión y que en Palacio gobierna una especie de Dioclesiano encargado de cegar la vida de los cristianos, torturarlos, llevarlos al circo y convertirlos en mártires”12.

Cuando aún no habían salido de su asombro los seguidores de Alzate por su intempestiva muerte el 26 de noviembre de 1960, el general Gustavo

11. En Santander, por ejemplo, un extenso grupo de militares retirados estuvieron en la primera época del anapismo: Rubén de Jesús Blanco Barón, Juan Mendoza Conde, Luis José Manosalva, los hermanos Elberto y José Rolón Montagut, Julio Contreras, Luis Eduardo Gualdrón Granados, José Manuel Casta-ñeda; el mayor Ernesto Pérez Rodríguez; los capitanes de policía Gonzalo Tarazona Mota, Víctor Manuel Montagut y Gabriel Álvarez.

12. Véase Vanguardia Liberal, enero 25 de 1960, p. 4.

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Rojas Pinilla empezó a recorrer el país. En la capital antioqueña se realizó la primera manifestación de desagravio al “ex ciudadano”. En uso de libertad bajo fianza, el ex Presidente concedió su primera rueda de prensa. Desde un principio habló del pueblo. Dijo que el pueblo intervendría ahora sí en la vida política del país y, en un lenguaje de fácil entendimiento, que los problemas nacionales serían discutidos en las plazas públicas. Puntualizó en su primera salida política que su movimiento se proponía el establecimiento de un Frente Nacional Popular. Quedaba claro que el General aceptaba las reglas del juego político que preveían las normas constitucionales.

También influyó en la cooptación del liderazgo rojista el sentimiento de solidaridad política que se les despertó a los conservadores que vieron en la temprana persecución contra Rojas la de un copartidario en desgracia. Era el sentimiento de un conservatismo popular que se divorciaba de los líderes con-servadores ricos que habían estado justamente enriqueciéndose a costas de haber participado en el gobierno de Rojas y que ahora le volteaban la espalda. Con Rojas, los conservadores pobres, religiosos y simples encontraron la iden-tificación que los diferenciaba de la oligarquía del partido. Aunque la mayoría venía de la corriente alzatista, también llegaron laureanistas confundidos por el intempestivo viraje del conservatismo fundamentalista hacia una lógica po-lítica liberal imposible de asimilar. El proyecto del Frente Nacional no les daba confianza y les resultaba chocantemente liberal.

4. LA FUNDACIÓN DE LA ANAPO

El acta fundacional del nuevo movimiento del general Rojas data del 23 de abril de 1961. Varias reuniones precedieron esa fecha. Por su importancia reproducimos el documento completo:

El 23 de abril, del presente año de 1961, a las 8 y 30 de la noche, por inicia-tiva propia se reunieron en la residencia del doctor Ernesto García Acero, las siguientes personas: Generales Gustavo Berrío Muñoz, Jaime Lozano Bahamón y Ezequiel Palacios. Coronel Guillermo Padilla Manrique. Doctores: José María Nieto Rojas, Gabriel Díaz, Francisco Plata Bermúdez, Bernardo Uribe Holguín, Ernesto García Acero, Enrique Cipagauta Galvis, Alfonso Amézquita, Francisco Palacios, Benjamín Burgos, Carlos Monroy, José A. Castañeda Morales, Fidel Perilla, Alfonso Suárez Pineda, Carlos V. Soto, y Don Ernesto Harker, Guillermo García Carvajal, el capitán Manuel Pérez González, el capitán Juan B. Godoy, y el teniente Carlos Rojas Correa13.

13 Carlos Rojas Correa era capitán del Ejército e hijo de Gustavo Rojas y Carola Correa.

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Además asistieron las señoras Alicia Sierra de Díaz y Beatriz Leyva de Uribe Holguín. Como invitado especial concurrió el excelentísimo señor ex presidente de la República, general Gustavo Rojas Pinilla.En primer término, tomó la palabra el doctor Ernesto García Acero para mani-festar su complacencia y agrado por tener en su residencia a un grupo de sus amigos; igualmente manifestó que el objeto principal de la reunión era el de oír al señor general Rojas Pinilla, quien expondría sus opiniones y conceptos sobre el movimiento espontáneo y múltiple que se ha iniciado en todo el país en torno a su nombre, y como un deseo del pueblo colombiano por encontrar un mejor cauce y una efectiva y justa solución a sus actuales problemas.El señor general Gustavo Rojas Pinilla hizo uso de la palabra a continuación, empezando por manifestar su honda satisfacción por encontrarse entre un distinguido grupo de elementos ciudadanos que anhelan un cambio para el país en torno a la modesta figura del general y ex presidente Rojas Pinilla. Hizo un análisis de la aguda crisis económica, política y social porque atravie-sa el país, que se refleja en el hambre y angustias que sufre el pueblo, en la exacerbación de la violencia y en la tremenda degradación a que ha llegado la aplicación de la justicia o injusticia en nuestro país, cosas estas que nos colo-can ante propios y extraños como un pueblo bárbaro y primitivo, reflejo todo lo anterior del Frente Nacional oligárquico, explotador del pueblo y verdugo de Colombia. Recordó las palabras del padre Lebret, quien en su extenso informe al gobierno sobre la situación de Colombia ha manifestado que 60 familias desde los tiempos de la independencia han sido usufructuarias de la riqueza y altas posiciones en el país, mientras el resto de los colombianos sufren ago-biados el peso del hambre y la miseria. Hizo una breve comparación el general Rojas, de lo que era el país durante su gobierno y de lo que es actualmente durante el gobierno del Frente Nacional oligárquico, a saber: que hoy día se han perdido todos los valores de la patria, y sólo subsisten las 60 familias oligárquicas en magníficas condiciones, mientras el pueblo clama angustiado por una solución a sus necesidades; y que en cambio, en el gobierno de las fuerzas militares, el pueblo estuvo bien, política, social y materialmente pues las 60 familias apocalípticas no pudieron explotar al pueblo, y esta fue una de las causas para que el gobierno de los pobres sucumbiera ante la fuerza bruta de la oligarquía. Ante esta situación, y escuchando el clamoroso deseo, no sólo de las clases obreras y campesinas sino también de la clase media y de vastos sectores industriales cuya economía se encuentra afectada, es necesario organizar un movimiento de recuperación moral y material del país, sin distingo alguno partidista o político, ya que el hambre, la miseria y la ne-cesidad no son ni liberales ni conservadoras sino simplemente colombianas; con un sentimiento realmente patriótico, todo buen ciudadano debe prestar su aporte honesto y desinteresado para que esta recuperación se cumpla, ya que de lo contrario tomaría realidad la amenaza que hoy se cierne sobre el cielo colombiano, de una revolución anárquica y atea, de resultados desastrosos

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e imprevisibles. Manifestó el general Rojas Pinilla que de las visitas que ha realizado a distintos lugares del país, como también de las entrevistas que ha tenido con las personas que diariamente acuden a visitarlo, las manifesta-ciones que recibe de inconformidad, desesperación y angustia, son tanto de conservadores como de liberales, víctimas de la voracidad oligárquica de los dirigentes conservadores y liberales. Por lo tanto insistió en este movimien-to de unión de todos los colombianos, colombianos que en su mayoría son católicos, y que no encontrarán otra solución a sus angustiosos problemas sociales sino en la Doctrina de Cristo y de su Iglesia. Este, es, dijo, la base de su movimiento.Analizó luego el fracaso de las Corporaciones públicas en todos los órdenes, manifestando que es necesario renovarlas por equipos de ciudadanos honestos que sean auténticos representantes de la voluntad popular, y no sigan siendo fruto de conciliábulos a espaldas de los electores, que sean personas responsa-bles, idóneas y leales a la patria, al departamento y a los municipios.Manifestó además, el señor general Rojas Pinilla, que habiendo sido víctima de persecuciones, difamaciones y calumnias sin cuento, como no se registra otro caso distinto en la historia del país, no tiene sentimiento alguno de retaliación o de venganza contra sus adversarios y perseguidores porque de no ser así, se caería por su base este movimiento cuya orientación se halla en la caridad y en el perdón. Por eso, añadió, este movimiento no persigue ni ataca a nadie; quiere eso sí, la unión de todos los colombianos para favorecer también a todos los colombianos.A continuación manifestó el general Rojas que si alguno de los presentes quería exponer sus puntos de vista en relación a lo dicho, podía hacerlo y debía ser oído.En esta forma, algunos de los asistentes expusieron sus ideas, y por unanimi-dad se convino en proclamar al señor general Gustavo Rojas Pinilla como jefe único y bandera del movimiento. Acto seguido se puso en consideración de los asistentes cuál nombre se daría a este movimiento de recuperación popular y después de que se propusieron varios nombres y siglas, se sometió a votación la sigla y nombre propuestos por el doctor José María Nieto Rojas, Alfonso Amézquita y Enrique Cipagauta Galvis, es decir Alianza Nacional Popular, y fue así como con la aquiescencia del señor general Gustavo Rojas se acordó también por unanimidad denominar el movimiento Alianza Nacional Popular Anapo. Finalmente se facultó ampliamente al General para que discrecional-mente nombre la junta de asesores que él considere necesarios, y se nombró como secretario para elaborar al Acta de esta primera reunión de fundación y como secretario del movimiento al Doctor Enrique Cipagauta Galvis. Entre los asistentes se convino en abrir unas cuotas voluntarias para la financiación que el movimiento demanda, suscripción que se inició en ese mismo momento y quedó abierta. A las doce de la noche se levantó la reunión citando para otra que tendrá lugar el día cuatro de mayo a las 8:30 p.m. Bogotá, abril 23 de

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1961. El Jefe del Movimiento de Alianza Nacional Popular (Firmado); el Secre-tario Enrique Cipagauta Galvis (Firmado) 14.

La fecha de fundación de la Anapo pasó a ser parte integrante de su capital simbólico. Cada aniversario se celebraba religiosamente y servía para rememorar su historia. Cuando Rojas estuvo seguro que regresaría al poder por la vía electoral varios años después, recordó con satisfacción cómo había surgido su movimiento:

Han pasado ocho años desde esos días de cárcel. A fines de octubre me pusieron en libertad. Fueron dos meses de recuperación y un buen día, el 12 de marzo de 1961 viajé a San Antonio Córdoba para hablar con los amigos antioqueños y cordobeses, con el objeto de organizar un movimiento que permitiera defender-me de las calumnias, de los agravios, de las injurias y de los vejámenes de que había sido víctima desde el 10 de mayo de 1957 día en que entonces lo mismo que ahora, vale más una gota de sangre colombiana que todo el poder público de la República. Recuerdo muy bien mi llegada a Medellín. Yo no pensaba que hubiera gente tan valerosa que se atreviera a recibir al general Rojas Pinilla en un día en el cual el presidente de la república de ese entonces Alberto Lleras Camar-go se encontraba en esa ciudad. Cualquier manifestación de simpatía hacia el general Rojas constituye un reto al gobierno de ahí que yo no iba preparado para manifestaciones públicas, ni para entrar en contacto inmediato con el pueblo en la plaza y en las calles de la población, pero tuve la sorpresa de encontrar el aeropuerto lleno. Creí que la gente esperaba a uno de esos personajes del Frente Nacional sin imaginar siquiera por solo un instante que esos millares y millares de gentes estaban esperando al ex presidente Rojas Pinilla. Bajé del avión, me tomaron en hombros y cuando acordé [sic] estaba encima de una plataforma improvisada con unas escaleras que se usan para subir y bajar pasajeros. Allí un sacerdote que desde entonces apareció por primera vez en mi vida, me recibió con un discurso lleno de caridad, lleno de verdadera doctrina de Cristo. Por primera vez oía y veía al padre Garcés. La locura de la gente y la apoteosis eran el premio de esos sufrimientos y de esas angustias que pasé en la cárcel. Me sentí muy satisfecho y tranquilo y creí que no había necesidad de fundar ningún movimiento, porque ya en el corazón de los colombianos brillaba la inocencia del general Rojas. Pero en esa plataforma tuve que contestarle al padre Garcés y dirigirme a toda la multitud sin micrófono y con todos los obstáculos que siem-pre hemos tenido en las manifestaciones públicas en esos ocho años. Terminó esa manifestación en una inmensa caravana de carros, como yo nunca he visto, después nos dirigimos a la ciudad. Desde el puente de Guayaquil se veía esa enorme y larga caravana de carros, buses, camiones, camionetas, automóviles,

14. Documento reproducido en El Sol, febrero 16 de 1972, pp. 12, 13 y 17. Publicado gracias a copias facilitadas por Fidel Perilla Barreto.

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todos los vehículos participaban y al llegar a las calles encontré una inmensa manifestación que me esperaba. También que me pedían que me bajara, que entrara a pie a Medellín, por considerarse que en Medellín se había empezado el 10 de mayo. La gente se acercaba y mis amigos me decían que no podía bajar-me del automóvil, que no podía entrar a pie en medio de tanto enemigo porque peligraría mi vida. Pero yo nunca le he tenido amos a mi vida. Me bajé del carro y del brazo del padre Garcés y de una señora entramos a Medellín formando una manifestación de más de 13 cuadras por la Avenida Junín, que gritaban vivas al general Rojas y abajos al gobierno de ese entonces. Ese día fue apoteósico desde el punto de vista político y desde el punto de vista humano. También fue decisivo para ver la influencia mía sobre ese pueblo. Al pasar por frente del Club Unión, el club de las oligarquías antioqueñas, el pueblo se detuvo de repente y dijo: ¡a destruir el Club! Yo tuve que subirme a un automóvil y decirles: esta manifestación se está llevando a cabo sin la presencia de un solo policía, sin la presencia de la autoridad, entonces vamos a demostrarle al gobierno que este movimiento que acaba de surgir no necesita autoridad para mantener el orden. No destruiremos nada porque con este movimiento vamos a empezar a construir la República. Y empezamos a formarlo, empezamos a organizarlo en todos los departamentos15.

Si definimos la nueva agrupación por sus miembros constituyentes, ad-vertimos que se trata de un intento por crear una nueva corriente conser-vadora llamada, al parecer, a llenar el vacío que había dejado la muerte de Alzate Avendaño. Con mayor exactitud podría hablarse de una alianza de militares y civiles de mayoría conservadora que combinaría métodos cívicos y militares para regresar al poder. Sobre esos dos temas giraron las discu-siones que el General pacientemente neutralizaba. Rojas contó a los con-gregados en las reuniones constitutivas que en sus giras por las regiones de Colombia lo habían recibido por igual conservadores y liberales, pidiéndole clamorosamente que abogara por ellos. Más que de política, Rojas hablaba en las reuniones del hambre y de la angustia del pueblo que sufría el recru-decimiento de la violencia. Considerando que la necesidad y el hambre no tenían color político, instó a organizar un movimiento de recuperación moral y material sin distinciones partidistas que evitara una revolución anárquica y atea. Propuso que se llamara Alianza Popular Nacionalista Católica, con la idea de que sirviera de unión de todos los colombianos, quienes –según él– encontrarían solución a sus problemas en la adhesión a la doctrina en-señada por Cristo16. La alianza tendría que ser de liberales y conservado-

15. Entrevista concedida a un reportero de El Nacional, marzo 25 de 1969, p. 5.16. Por otra parte, el vocablo “alianza” tiene connotaciones católicas. Recuérdese la “gran alianza” que

entabló Dios con Abraham, narrada en el Génesis, y la “nueva alianza” que trabó con el pueblo judío

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res, de tal manera que el movimiento pudiera lanzar candidaturas de uno y otro partido a los cuerpos colegiados y a la Presidencia según las normas constitucionales vigentes. Así las cosas, la nueva agrupación política ten-dría dos alas: una conservadora y otra liberal. La primera podría irrumpir de inmediato, ya que existía el núcleo fundador que esperaba robustecerse con las masas acéfalas del alzatismo y con los descarriados del leyvismo en liquidación. Lo difícil estribaba en crearle al movimiento un ala liberal, aho-ra que el MRL aparecía abriéndole espacio al liberalismo adverso al Frente Nacional. Se tendría que esperar y empezar a intervenir con un solo brazo. Después de largas discusiones sobre el nombre que debería llevar la nueva agrupación, los constituyentes terminaron lanzándola a la calle con la sorda abreviatura de ANP. Con el tiempo, líderes y pueblo popularizaron el sonoro nombre femenino de: la Anapo.

5. ANTE LA EXCLUSIÓN, LA POLÍTICA ES LA SOLUCIÓN

La Anapo parecía surgir de las ruinas de los fracasos políticos del General, de sus múltiples experiencias, de su peculiar escuela política. En su desem-peño como gobernante se identificó con corrientes disidentes e incongruen-tes de los partidos, con los socialismos no marxistas, con el pensamiento cristiano laico y con amplios sectores de la opinión nacional que no tenían representación en los discursos oficiales de los partidos. Se trataba de resis-tencias al modelo liberal de desarrollo, a ciertos conservatismo liberalizante y liberalismo conservatizante y, obviamente, al comunismo. Las tentativas suprapartidistas del régimen militar condensaron, en gran parte, las ten-dencias que venían por el siglo buscando espacio político y que antes de acoplarse en la Anapo de la primera mitad de los sesenta, circularon durante la dictadura con el aval oficial. Como entonces, en los sesenta la apelación al pueblo servirá de cruce de caminos a los lenguajes de las agrupaciones que se disputaban la primacía de la resistencia al nuevo orden del Frente Nacional.

La Anapo no constituía un movimiento de gente nueva. Se trataba de personalidades con una figuración política reconocida y, por ende, con gran experiencia. Estaban cerradas para ellos las puertas del bipartidismo en el poder. Tanto los conservadores como los liberales reunidos en el anapismo estaban comprometidos con la dictadura, y eso constituía un pecado político imperdonable en la Colombia de comienzos de los años sesenta. Por eso los

luego de la llegada de Cristo. Este matiz religioso es típico del discurso anapista, como se verá en este libro.

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impulsores de la Alianza Nacional Popular desistieron de presentarse como nuevos y prefirieron proyectar su organización como la redención para los de abajo. Llamaban a una cruzada de renovación nacional a favor de las bases populares de ambos partidos tradicionales. Ahí estaba lo nuevo respecto a los movimientos que le precedieron. Irrumpían en la década de 1960 car-gando y compartiendo el peso de las contradicciones propias de un conjunto de hombres que dramática y tortuosamente padecían el tránsito de Colom-bia a nuevos tiempos, denominados por algunos analistas “modernos”. Al ir en contravía a la realidad, resistían al modelo liberal de desarrollo que irremediablemente se afirmaba en el país. En resumen, el anapismo encon-tró al nacer una herencia irrenunciable: los remanentes de la Reconquista, sus incertidumbres y confusiones, su gente, su conexión con el pasado y su prevención con el futuro17.

6. LA ANAPO POR ESCRITO (I)

6.1 El discurso de la apelación popular

El 11 de agosto de 1961 los anapistas editaron su primer órgano de difusión, Alianza Popular, dirigido por un veterano editor de periódicos nacionalistas, el abogado Francisco Plata Bermúdez18, quien no tuvo dificultades al esta-blecer los vasos comunicantes entre la experiencia de Rojas, la prédica de los ideólogos de la Reconquista y los propósitos del nuevo movimiento. Fiel a la herencia alzatista, el órgano del anapismo denunció la esencia oligár-quica del nuevo orden. Sus impugnaciones al Frente Nacional se basaron en el desenmascaramiento de la inmoralidad de sus funcionarios. Los ataques fueron dirigidos contra la gran prensa, artífice de la caída de Rojas y ahora parte del Gobierno19. Un seguimiento de la conducta de los altos funciona-rios del Gobierno le permitió concluir al vocero anapista que la conciliación nacional no tendría futuro durante los años del Frente Nacional. Un espíritu revanchista era evidente en las páginas del pregonero del nuevo movimiento. Quisieron sus fundadores poner de presente que quienes habían participado de la experiencia del gobierno de Rojas no serían acallados miserablemente ni se dejarían sacar de la competencia política con facilidad.

17. Véase en detalle Ayala Diago, César Augusto, Resistencia y oposición… (óp. cit.).18. Plata había sido uno de los precursores del movimiento nacionalista en el país. Hizo parte del movimien-

to Derechas. Desde allí empezó su vida periodística en los años veinte. En los años del régimen militar, editó y dirigió el periódico pro rojista El Día.

19. Se entiende por “gran prensa” los rotativos nacionales de amplia circulación que respaldaban a las corrientes oficialistas de los partidos, a saber: El Tiempo, El Espectador, El Siglo, El País y El Colom-biano. Este término era usado por los actores.

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Los editores del nuevo vocero encontraron su legitimación en lo que llamaron fracaso del Frente Nacional: la realización de las políticas de reden-ción social que le había prometido al pueblo con el fin de comprometerlo en la caída del General. El periódico respondió a la contrapropaganda de la gran prensa, restituyéndole a Rojas el grado de General que le habían arrebatado. Pocas veces se referían a él por su apellido. Promovían su imagen, en primer lugar, desde su condición de militar: insigne patriota militar, el ex presidente militar. Referirse a Rojas era acudir al presidente de los pobres, al caudillo popular, al defensor del pueblo. Finalmente, su imagen la unían a la con-ciencia religiosa de los colombianos: Rojas-mártir, Rojas encarnación de la dignidad, Rojas el iluminado, Rojas y la redención social20. El periódico aspi-raba llegar a sectores amplios de la población. Para los ideólogos de Alianza Popular, el pueblo, el pueblo colombiano, las gentes de la calle, el pueblo trabajador, los ciudadanos, constituían los destinatarios de su discurso.

Figura 13. Alianza Popular, No. 15, 17 al 23 de noviembre de 1961.

20. La construcción de la imagen positiva de Rojas le debe mucho al periodo de la dictadura. En el Fon-do Gustavo Rojas Pinilla del Archivo de la Presidencia de la República se encuentran innumerables ejemplos de cartas enviadas al General por personas de todas las regiones del país, en las que lo identificaban como el mesías, Bolívar o el redentor del pueblo, principalmente.

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El anapismo, configurado como facción diferenciada de otras agrupa-ciones de principios de la década, hace uso –todavía con timidez– de un vocabulario cercano al de los voceros de los movimientos radicales con-temporáneos a él. Algunos materiales del periódico tratan al pueblo como clase, queriéndole dar una connotación politizada: clases trabajadoras, cla-ses populares, clases de abajo; sin embargo, prevalece más el lenguaje de su fundador: pueblo sufrido, los menos favorecidos, pueblo olvidado, los menesterosos y los necesitados. Lo evidente es que en los materiales del discurso electoral, la recién fundada Anapo no se inclinaba por un sector social en particular. Se habla del campesinado, de los obreros, de la clase media y de los pequeños productores, pero prima la convocatoria al pueblo como generalidad. Más que particularizar en un sector laboral de la pobla-ción, los columnistas del semanario se dirigieron a la parte de la población que no cubría el sector de la oligarquía dominante. Se trataba más bien de un movimiento antielitista, una agrupación que llamaba a su lado a los decepcionados, disconformes, discrepantes, disonantes e incompatibles con el recientemente instaurado “nuevo establecimiento”. No se preocupaban por buscar las masas lejos de su entorno; sabían que ellas estaban en los mismos partidos de las oligarquías; el hombre pobre, desvalido o asalariado era por igual liberal o conservador; la diferencia pasaba por otros paralelos: o se pertenecía al pueblo o a la oligarquía. ¡Volvía a jugar el gaitanismo! Pen-saban los ideólogos anapistas en darle forma a un discurso que de manera contestataria obedeciera a otro tipo de Frente Nacional, el de los de abajo, que paradójicamente coadyuvaría a afianzar, por abajo también, el proceso de convivencia política que necesitaba el país. Si aceptamos que el Frente Nacional civilizaba por arriba las costumbres políticas, el anapismo hacía lo propio por abajo. Ambas comunidades despertaban el instinto de clase. Pero el anapismo, muy a su pesar, trabajaba en pro de la conservación del establecimiento. A medida que la Alianza Nacional Popular iba introducién-dose en las formas legales de hacer política, el sistema podía contar con una oposición que robustecía el tipo de democracia representativa sobre la cual decía estar cabalgando el Frente Nacional. Conseguir que los godos recal-citrantes votaran por un candidato liberal, como sucedió en las elecciones de 1966, no sólo era un logro del Frente Nacional sino también del general Rojas Pinilla.

El discurso electoral del anapismo tiene un marcado carácter de denun-cia. Sus ideólogos enuncian los problemas más sentidos por la población. Como en los tiempos de Alzate, el tema del costo de la vida vuelve a circular en el ambiente político. La carestía tiene en la esencia de clase del Frente Nacional su principal causa. La inseguridad, el desempleo, la delincuencia

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y la descomposición social en general que vivía el país también eran culpa del establecimiento. En un lenguaje común, apasionadamente asociaban las causas de la violencia a la pobreza, a la falta de alimentos y, en últimas, al proceso de marginalización que vivía la sociedad colombiana. A la manera simple de plantear los grandes problemas del país, correspondían soluciones igual de simples: “La violencia se acaba con pan, con techo, con trabajo, con educación, es decir, con la tranquilidad y alegría del pueblo”21.

6.2 La primera plataforma ideológica del anapismo

La primera plataforma ideológica y política de la Anapo fue publicada en el primer número de Alianza Popular. El documento constó de un amplio preámbulo y 10 numerales. En él se concretan problemas y soluciones que ligeramente esbozados en el discurso electoral. Si en este pesaba la denuncia como método de lucha política por excelencia, en el documento ideológico la atención recayó en el señalamiento del carácter oligárquico del Gobierno.

Son diversos los orígenes de la primera plataforma anapista. Tanto la re-velación y planteamiento de los problemas como las propuestas de solución obedecen a una síntesis de discursos políticos no realizados, provenientes de distintas vertientes del pensamiento colombiano. Se advierte una confluencia de los idearios de Gilberto Alzate Avendaño y de Jorge Eliécer Gaitán, idea-rios mediatizados en la mayoría de los casos por dirigentes forjados junto a uno de los dos caudillos. La diferencia entre los dos niveles del discurso –el electoral y el doctrinario– consiste en que en el primero el movimiento pro-mueve, ante todo, los rasgos rojaspinillistas del anapismo, mientras que en el segundo se condensan las influencias anotadas. Si el discurso electoral se propone atraer al pueblo, la plataforma procura ofrecerle a cada uno de los movimientos políticos acéfalos postulados suyos de dónde prenderse. Para los redactores del documento, el proceso y el establecimiento del sistema del Frente Nacional había alterado el “orden social”, por el hecho de suplantar el bien común por el interés personal; en una palabra, por la caída de la po-lítica bajo el dominio de los “politicastros”. Trayendo del imaginario alzatista la tesis, los anapistas van a considerar la instauración del Frente Nacional como una apropiación ilegítima que la oligarquía se había hecho del poder. En ese sentido, la plataforma ve la sociedad colombiana polarizada en dos bandos: oligarquía y pueblo; no empiezan su evaluación de los problemas del país desde lo económico, sino desde los aspectos políticos. Para ellos, es

21. Alianza Popular, 1-7 de septiembre de 1961, p. 12.

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“la suplantación del principio de autoridad por la politiquería dominante [...] lo que está precipitando al país a la lucha de clases”22.

A diferencia de los partidos de izquierda pro marxistas, que veían po-sitivamente la agudización de la lucha de clases, los anapistas, siguiendo a Rojas y a los teóricos de la Reconquista, consideraban su deber luchar por evitarla. Si en el género discursivo electoral el anapismo es un movimien-to decididamente contrario al establecimiento, en el género discursivo por escrito se presenta como gran previsor social. El documento ideológico con-sidera que las viejas clases dirigentes han fracasado en la dirección de los destinos nacionales; por eso, en oposición al Frente Nacional, “que ha unido en la cumbre a la oligarquía de ambos partidos”, la Anapo propone la unión del pueblo conservador y liberal. Se ofrece ante el pueblo como su salvado-ra, como liberadora de las garras del sectarismo de los partidos tradiciona-les. Pero al mismo tiempo, llama a que sean las masas las que intervengan en la solución de los problemas políticos, económicos y sociales “que hoy tienen a Colombia al borde de la revolución”. En la discusión amplia de los programas de los aspirantes a integrar las corporaciones públicas, veían los ideólogos anapistas la manera de democratizar la política en el país. Escribía Rojas en el editorial del primer número de Alianza Popular:

Si democracia es el predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado, en Colombia no existe la democracia, porque la única participación del pueblo en el gobierno es ser víctima del hambre, de la miseria, de la ignorancia y del atraso político que nos tiene a la zaga de las otras naciones, por la excluyente voracidad con que los partidos o sus fracciones acampan en el poder como amos y señores de la cosa pública y feroces verdugos de horca y cuchillo para los vencidos23.

A través de su plataforma, el anapismo se propuso intervenir como abogado de los perseguidos por el Gobierno. Se pronunció contra el hos-tigamiento a los colombianos por sus creencias religiosas o por sus ideas políticas, por su manera de apreciar los problemas nacionales, por disentir del Gobierno, e incluso por sus preferencias sentimentales o humanas. La Anapo no se queda en el plano de la declaración y la denuncia. La platafor-ma, dando soluciones a los problemas planteados en el discurso electoral, a medida que lanza acusaciones contra el orden existente, sugiere un correc-tivo. La propuesta de una Asamblea Nacional paritaria, integrada, según se lee en el documento, por “auténticos personeros del pueblo”, que reforme la Carta vigente, ocupa un lugar destacado entre las vías que la Anapo propone

22. Ibíd., agosto 11 de 1961, p. 1.23. Ibíd., p. 4.

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a largo plazo para solucionar los problemas sociales del país. Por lo pronto, el documento llama a guardar el cumplimiento de la Constitución existente. Es este el aspecto que más se reitera en la plataforma. Los ideólogos del movimiento se preocuparon por aparecer respetuosos del orden jurídico na-cional; confiaban que si se respetaban las normas constitucionales, su jefe tendría derecho a una justa reivindicación, pues según ellos el juicio ante el Senado estaba viciado de nulidad. También es importante anotar que la cúspide del movimiento anapista en sus orígenes estaba conformada por abogados24, lo que se refleja en su apego a la legalidad.

Como se observa en la introducción a los numerales, el anapismo ad-vierte que sólo con un “Estado fuerte” (como lo había sido el del General y como lo concibiera Alzate), que gobierne haciendo cumplir las leyes que rigen en el país, se podrían lograr los anotados diez “principios básicos” de partida para el inicio de una gran transformación socioeconómica. No fue casual, por ello, el planteamiento que el jefe del anapismo hiciera en el edi-torial del primer número de Alianza Popular:

Si en Colombia predominara la verdadera democracia y no la de las clases diri-gentes, el pueblo obligaría al gobierno a cumplir el juramento que todos los fun-cionarios prestan al tomar posesión de sus cargos, de respetar la Constitución y en especial el artículo 16, que ordena a las autoridades de la República prote-ger la vida, honra y bienes de las personas residentes en Colombia y asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares25.

Sin embargo, una Asamblea Nacional, distinta al Congreso de la Re-pública, readecuaría la Constitución, terminando así con las viejas clases dirigentes y con la “politiquería”. Pone de presente la plataforma que en el logro de sus programas a largo y corto plazo, la Doctrina Social de la Iglesia debe iluminar el camino; pero a diferencia del ospino-alzatismo de 1960, que proponía su aplicación de manera abstracta, el anapismo, declarándose “colombianista y católico”, sugiere que dicha doctrina sea interpretada con criterio nacional y aplicada de acuerdo con las condiciones del país.

La plataforma no sólo aspiraba a condensar postulados de las corrientes políticas frustradas: intentaba ser una propuesta de síntesis. Ya en una en-trevista que concediera el General a un semanario liberal, había dicho:

Colombia no puede ser ni capitalista ni comunista, porque en los dos casos solo agravaríamos nuestros problemas. Sobre la verdad nacional de que la mayoría del pueblo colombiano es católica, implantemos la justicia social evitando las

24. De acuerdo con las entrevistas realizadas por el autor, 50% de la élite del anapismo lo constituían abogados, 30% comerciantes, 10% médicos, 6,6% empleados y 3,3% amas de casa.

25. Ibíd., agosto 11 de 1961, p. 1.

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extravagancias y extremismos de una revolución anárquica con cariz extranjero, inapropiado al medio y a las necesidades de Colombia26.

Al igual que el electoral, el discurso doctrinario tiene en mente al pue-blo como generalidad. Sin embargo, el documento precisa destinatarios: las clases media, obrera, campesina y castrense. El concepto de clase es aso-ciado al desempeño de un oficio. En la clase media, la plataforma agrupa a los pequeños industriales, comerciantes minoritarios, pequeños empresarios del transporte y a los empleados. El concepto cubre los grupos sociales de la pequeña burguesía y a las capas medias, pero la Anapo se cuida de no excluir a los grandes industriales y comerciantes. La plataforma es clara al advertir que en soluciones como “la democratización del crédito” se favore-cería primero a los pequeños.

Así, los anapistas aspiran, desde sus inicios, a recoger en su grupo a las capas sociales acosadas por el avance de la infraestructura del país. Tenían a su favor que el jefe del movimiento fuera Rojas; con él, que había dado batallas para proteger agricultores, comerciantes y artesanos, que se había pronunciado para que los patrones pagaran mejor a sus obreros y jornaleros, la capacidad de convocatoria del anapismo tenía futuro. Fue como si al ge-neral Rojas lo hubiera preparado el mismo país para jugar en su historia el papel de un hombre predestinado.

Aunque sus ideólogos describen a los colombianos polarizados entre oligarquía y pueblo, la Anapo no se presenta ante sus potenciales electores ajena al Estado. En realidad no hablan de eliminarlo; simplemente se refie-ren a su rescate para “ponerlo de nuevo” al servicio del pueblo. Refuerzan la tesis gaitanista y alzatista de un Estado útil y justiciero. Con la Anapo, sus seguidores verán al Estado cercano, como un bien que, perteneciéndoles, no pueden disfrutar, porque de él se han apoderado los oligarcas. En sus mentes cala con facilidad la idea que promovían los rojistas de reconquistar el poder para resolver de manera inmediata cuanto problema tenían los colombianos pobres.

26. Véase Política y algo más, febrero 25 de 1961, p. 7.

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César Augusto Ayala Diago

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3Las elecciones o el sentido

de la política (I). La primera participación

electoral del anapismo

1. LOS MECANISMOS DE COOPTACIÓN SOCIAL: ENTRE LO RELIGIOSO Y LO FAMILIAR O LOS CUADROS SOCIALES DE LA MEMORIA

Una vez fundada, de inmediato la Anapo se lanzó a la conquista del favor popu-lar. Aunque consciente de su debilidad para participar en los debates electorales, el movimiento decidió aprovechar la oportunidad para promover sus tesis en la contienda electoral de 1962. Días después de aparecer Rojas en la escena públi-ca, los anapistas repartieron en las plazas municipales (que eran las mismas de mercado) y atrios de iglesias, estampas en las que aparecía el Sagrado Corazón de Jesús con un injerto fotográfico que mostraba al general Rojas con sus atuen-dos de militar-presidente. La campaña, que incluía carteles murales y folletos, se desarrolló en Boyacá, Cundinamarca, Tolima, Huila y Nariño.

1.1 La naturaleza del anapismo boyacense: los lugares de la memoria

Las primeras giras políticas las realizaron los anapistas en las localidades donde los conservadores apoyaron la Reconquista. En La Uvita, los preparativos del re-cibimiento a Rojas corrieron a cargo de Parmenio Díaz, párroco de la población y otrora enérgico defensor de la Reconquista. Allí Rojas alternó el uso de la palabra con los ex dirigentes de este movimiento, José María Nieto Rojas y Carlos del Castillo Isaza1. En gran parte de los municipios cundiboyacenses los pregoneros

1. De la Uvita eran naturales José María Nieto Rojas y Enrique Cipagauta Galvis. Nieto gozaba de gran-consideración y prestigio. Le decían Chato Nieto.

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de la “nueva alianza” contaron con sacerdotes locales para la movilización de los pobladores. Además del sacerdote Parmenio Díaz se distinguieron otros prelados, como lo advertimos en el siguiente testimonio de Edmundo Quevedo en sus Crónicas anapistas:

El partido de Alianza Nacional Popular fue bautizado por el reverendo Padre Lo-renzo Torres, párroco de la catedral de Duitama. El 6 de enero de 1960 para la celebración de la misa de medio día mandó colocar al pie del altar dos sillones y dos reclinatorios que al comenzar la Eucaristía ocuparon el General Gustavo Rojas Pinilla y su esposa, doña Carola Correa de Rojas Pinilla... 2.

Renglones más adelante, Quevedo anota: “Con la colaboración del padre Lorenzo Torres y del padre Parmenio Díaz en La Uvita, no teníamos contendor electoral y siempre ganábamos las elecciones”.

Este apoyo no significa que todo el clero de las poblaciones de Boyacá estuviera presto a colaborar con el anapismo. Al contrario, los propagadores de la buena nueva contaron también con la animadversión de numerosos curas de pueblo que sabotearon en cuanto pudieron el desarrollo de su con-figuración, lo que pone de manifiesto la politización que existía entre los religiosos de la región.

La institución de la Iglesia atravesaba la configuración del anapismo bo-yacense. Sin embargo, no se trataba de la religión en sí, sino de la influencia del cura de pueblo, y de su poder en el municipio, en muchos de los cuales era el verdadero jefe político local. He aquí un recuerdo interesante:

Cuando el cura del pueblo se sintió derrotado, un domingo, estando en el ser-món al comentar las hazañas de Paco Mora, cayó de rodillas ante el altar y le habló así a Nuestra Señora del Amparo, la patrona del pueblo: “Señora y madre nuestra, no permitáis que nuestros campesinos se vuelvan comunistas y vayan a votar por la Anapo. Protege con tu manto a quienes obedezcan las orientaciones de su Párroco y haz que se sequen las fuentes y las labranzas y se mueran los animales de los que sigan las orientaciones del General Gustavo Rojas Pinilla, que ya cuenta entre nosotros con seguidores como un tal Paco Mora”. Al oír estas palabras, todas las gentes se santiguaron3.

Los anapistas hacían depender el futuro de su movimiento del ambiente que se generaba alrededor de la misa dominical, bien con el apoyo del pá-rroco, bien con su rechazo. Si contáramos respaldos y rechazos de curas de parroquia, es muy probable que fueran más los rechazos. Pero al anapista

2. Quevedo, Edmundo, Rojas Pinilla en Boyacá (óp. cit.), pp. 67 y 91. 3. Ibíd., p. 105.

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boyacense esto no le importará; hablará para la gente que va a misa, que sale de misa o que merodea la misa en una mañana dominical de mercado.

En la iglesia, en los curas y en los feligreses se condensaba gran parte de la memoria colectiva de la región. En Boyacá, el mundo había girado, venía girando y giraba todavía en los comienzos de los años sesenta en torno de la religión católica. La Iglesia era un lugar y un marco social de la memoria: el párroco, el púlpito, los fieles, los santos, las fiestas patronales, que a su vez representaban la misma ideología de donde partía el anapismo, ese sistema de creencias, valores y costumbres compartidos, de los que el rojismo era parte constituyente, incluso en términos materiales, ya que el go-bierno del General había invertido considerablemente en su infraestructura. Si no estaba dispuesto el nuevo movimiento a dejarse sacar de la política, mucho menos convendría en que lo sacaran de la iglesia, de la parroquia, de donde vendría el primer respaldo electoral.

El líder anapista mezclará la importancia del mundo eclesiástico con el administrativo. Los anapistas probarán atraer al alcalde para hablar desde los balcones de la alcaldía; si fracasan, no se dejarán sacar –tampoco– de la plaza principal del pueblo, que es la misma de mercado, atiborrada de parroquianos que compran, venden, beben; que están ahí los domingos, incluso matando curiosidad. Era una combinación de tensión y alegría; de arrojo, aventura y valentía. Se trataba además de una rapiña por la tradición a la hora de abrirse espacio otra corriente del conservatismo en zonas con dueño y señor.

Por obvias razones, Boyacá sería, si no el más importante, uno de los fortines del naciente anapismo. Parientes muy cercanos de Rojas concre-tarán la creación del movimiento reivindicativo que tendrá características familiares que pesarán en toda su organización. Familiares del propio Rojas o de sus allegados les permitirán abrir brecha, incluso en las administracio-nes locales. En unos pueblos recibirán garrote, bala e indiferencia, pero en otros contarán con los balcones de las alcaldías y los púlpitos de las iglesias. Lo importante es entender que los anapistas partieron de lo que tenían, de su tradición, de sus redes construidas de tiempos remotos, de las mismas instituciones del Estado y de la propia familia.

La familia ocupaba un destacado lugar, también, como marco social de la memoria. Edmundo Quevedo, esposo de una prima del General, y dirigen-te que ascendió social y políticamente en la Anapo, recuerda:

El General Rojas era una persona muy sencilla. Por ejemplo, el ejército aquí le dio una comida a los pocos días de él estar en el poder. Él no vino en helicóp-tero sino que se vino él mismo manejando su carro, acompañado claro de los militares de Palacio y del mando nacional. Cuando llegó a los cuarteles, ya iban

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a pasar a manteles cuando dijo: “Y si el homenaje era para mí por qué no invi-taron a algunos familiares míos”. Los familiares de él no era gente en el sentido social de la mayor alcurnia y tal vez por eso no los habían invitado. Y entonces dijo pues me perdonan pero yo no paso al comedor hasta tanto no vea a Paco, a Edmundo, a Marina, a algunos de los míos que me acompañen porque yo quiero compartir con mi familia también mis triunfos o mis derrotas. Él era un buen familiar, una persona leal, sencilla con su familia y con su pueblo siempre fue igual, siempre fue el mismo4.

Francisco Álvarez Rojas, primo del General, con toda su parentela, jalona-ron el proceso de configuración del anapismo en Boyacá5. Edmundo Quevedo aporta una información útil para advertir más elementos en la naturaleza del anapismo boyacense:

En el hogar de Paco [se refiere al primo de Rojas] siempre había comida y bebi-da para los amigos y familiares. Era un hombre bondadoso y a ningún familiar se le negó la posada y a nadie la ayuda oportuna o caritativa. / Los trigales y sementeras de papa más extensos de Soracá y Chivatá eran los suyos. En sus labranzas se contaban por centenares los peones atraídos por la alimentación y bebida abundantes, salario justo y ayuda oportuna. Esta misma gente rodeaba al patrón con lealtad el día de las elecciones6.

Ciertamente el anapismo tenía en Boyacá, además de parientes de Ro-jas, que eran verdaderos motores del proselitismo político, un selecto grupo de hombres bastante experimentados en la manera como en Colombia se hace tradicionalmente la política electoral. Se sumaba en esta región la mís-tica, la intensidad y preparación personal de los cuadros medios.

Se trataba, pues, de una manera señorial de hacer la política, la misma que hacían los otros y que con el correr de la historia anapista evolucionará, pero que en su primer momento muestra que aun siendo la misma de sus contendores, intentaba romper las inercias de apropiación del electorado. Es decir, Boyacá tenía dueños históricamente constituidos, y para ganar adep-tos el nuevo partido forzosamente tenía que arrebatárselos al conservatismo posicionado. En esta primera etapa los votos serían conservadores, conquis-tados de las otras agrupaciones. Una vez fortalecidos con el voto conserva-

4. Entrevista del autor con Edmundo Quevedo. Tunja, agosto 14 de 1996.5. Véanse los nombres de los primeros anapistas en ibíd., pp. 62-64. En la entrevista citada, Quevedo

anotó: “Mi esposa es prima del general Rojas. Con él nos conocimos desde cuando nos casamos con María. El General era persona sencilla, muy familiar, llegaba a almorzar donde los familiares cuando llegaba a Tunja. Él con mucha frecuencia llegó a mi casa, a mi casa llegaba a golpear así fuera a las doce del día y por la mañana a pedir su desayuno para seguir para el Carare donde estaba viviendo en una finca que tenía desde cuando era militar, y sus vacaciones las dedicó a su trabajo de campo. Desde entonces éramos amigos con el General”.

6. Ibíd., p. 64.

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dor, los anapistas irían por el electorado liberal. Arrebatarles los votos a los conservadores constituidos sería labor difícil; no faltaría el riesgo de morir en el intento, como en efecto sucedió en algunas poblaciones7. No bastaba con la persuasión; la violencia estaría al orden del día; se necesitaba coraje y a los intrépidos rojaspinillistas no les faltaba8.

En medio de esta manera señorial de hacer la política, elementos nue-vos van sumándose a la prédica. El discurso anapista no era ya, en 1962, el puro reflejo del arsenal predicativo de la Reconquista. La experiencia nacio-nal e internacional contaban. El socialismo gozaba de prestigio, el vocablo revolución estaba de moda. El socialismo con algún adjetivo más, se agre-gaba al discurso nuevo que habría de constituirse. Quevedo, conservador de cepa, maestro de escuela y cultivador de papa, recuerda así su primer discurso:

Había leído varios libros sobre socialismo para preparar mi intervención y ya no me acordaba ni de la metodología para hacer comprender a mis co-terráneos en qué consistía la plusvalía [...] Después de soplar el micrófono comencé poco más o menos a elementalizar el Socialismo a la Colombiana así:

Bolívar nos dio libertad, pero seguimos viviendo como esclavos. Esclavos de nuestra pereza, nosotros podemos hacer más, educar a nuestros hijos en la es-cuela, en el colegio, en la universidad. No les dejemos tierras ni casas; dejémos-les como herencia una profesión y estaremos haciendo mucho por ellos y por la nación. Somos esclavos de la resignación: vivimos en casas feas, sin pisos, sin cielos rasos, ni pañetes. Carecemos de muebles, no tenemos colchones, almoha-das, cobijas, sobrecamas ni sábanas limpias. En muchas partes duermen mejor los cerdos sobre el blanco bagazo, que los amos tendidos en un junco pulgoso y sucio [...] el cerebro nuestro y el de nuestros hijos, desde el vientre no tiene buena formación y por eso no somos inteligentes y no aspiramos a liberarnos de la miseria y de la explotación9.

Son los ecos de viejos discursos de próxima procedencia; a lo mejor venían de los intelectuales del gobierno militar de orígenes gaitanistas:

Cuando fui maestro de escuela y el ministro de educación era el doctor Jorge Eliécer Gaitán, le cuento que a mí me subyugó la figura de Gaitán. Yo diría que fui un maestro de escuela seguidor de Gaitán olvidándome de ser conservador, porque Gaitán abría un nuevo camino. Con Gaitán comenza-mos nosotros a fundar inclusive aquí el sindicato de maestros de Boyacá;

7. Ibíd., pp. 95 y ss.8. Para persuadirse de esto basta con hojear el libro que venimos citando.9. Ibíd., pp. 134-135.

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con mi esposa fuimos de los primeros fundadores del sindicato de maestros de Boyacá, y el doctor Gaitán nos dio todas las garantías para que ese sin-dicato, para que esas prerrogativas de nosotros se llegaran a cristalizar, era que en esa época a nosotros no nos pagaban sino diez meses, a nosotros nos pagaban muy mal, de tal manera que los maestros de escuela no tenía-mos vacaciones, no teníamos estabilidad. Entonces si con el doctor Gaitán estábamos consiguiendo lo que el gremio quería y si nosotros éramos los primeros fundadores de un sindicato que lograba para nuestra profesión lo que deseaba, pues apenas era lógico que simpatizáramos y respaldáramos las ideas del doctor Gaitán y así era muy fácil después asimilar lo que Rojas quería y lo que Rojas predicaba, yo diría que fueron dos líderes: al uno le tocó una parte más teórica y al otro le tocó una parte más práctica pero ambos tenían un sentimiento social...10.

En otro texto, años después, el mismo personaje anota: “A mí me tacha-ban de izquierdista por haber luchado en la organización del Sindicato de Maestros de Boyacá, haber logrado muchas de sus conquistas y ser un sin-cero simpatizante del Dr. Jorge Eliécer Gaitán”11. Lo importante para nuestro análisis es que era un conservador raizal quien lo manifestaba.

2. EL NACIMIENTO DEL NUEVO MOVIMIENTO EN BOGOTÁ

La vida política de la Anapo en la capital tomó fuerza en el barrio 20 de julio. Los anapistas aprovecharon las peregrinaciones dominicales de los pobres de la ciudad a la iglesia del Divino Niño. La concentración en la plazoleta evidenció que la Anapo no estaba recurriendo de manera casual a los favores de algunos prelados simpatizantes de Rojas, sino que había diseñado una estrategia político-religiosa como mecanismo de adhesión popular por exce-lencia. Al mediodía del domingo 30 de julio, una caravana de automóviles partió de la residencia de Rojas rumbo al mencionado barrio. Esta vez el General alternó el uso de la palabra con dirigentes populares del liberalis-mo. Entre ellos Parmenio Zapata, un sindicalista, fundador de la Federación Nacional de Trabajadores de Carreteras Nacionales y delegado por esta al II Congreso Sindical, que creó en enero de 1938, en la ciudad de Cali, la CTC12. Reclamando el origen popular del Partido Liberal, Zapata señaló en

10. Entrevista citada con Edmundo Quevedo.11. Ibíd., p. 131.12. Vinculado en los años cuarenta al gaitanismo, Zapata sufrió la persecución de los gobiernos conservado-

res de Ospina y Gómez, por lo que se vio obligado a refugiarse en el departamento de Antioquia, hasta la llegada de Rojas al poder.

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su discurso que “el Doctor Lleras Restrepo no era el dueño de la escritura”13. Rojas, a su vez, habló de “la necesidad de que liberales y conservadores lo siguieran, para establecer un régimen justiciero y respetuoso como el suyo, para acabar con las oligarquías”14. La presencia de líderes populares libera-les en la tarima junto al jefe anapista, y el hecho de haberse colocado ese día una ofrenda floral ante un busto de Gaitán, sintetizaron simbólicamente la estrategia: una alianza popular bipartidista15.

Durante la segunda mitad de 1961, Rojas continuó recorriendo el país. En septiembre asistió a una misa oficiada en la Catedral de Chiquinquirá, donde fue recibido por los sacerdotes oficiantes. El pronunciamiento que hi-ciera el gobernador del Huila ante una ruidosa visita que realizara el General en octubre a ese departamento colmó la paciencia de los dirigentes de los partidos tradicionales que, de inmediato, a través de sus representantes en el Congreso, presionaron al Ejecutivo para que tomara cartas en el asunto. El ministro de Gobierno les aseguró a los parlamentarios que los pasos de Rojas estarían bajo permanente vigilancia. En efecto, los poderes ejecutivos de las localidades emitieron resoluciones que prohibían a Rojas dirigirse al pueblo en las manifestaciones que organizaban los anapistas por el país. En algunos casos, la beligerancia que estos demostraban en sus mítines hizo que los mandatarios municipales prefirieran no hacer efectiva la orden recibida de sus superiores y así evitar una confrontación con la militancia ro-jista. Sin embargo, el Gobierno logró obstaculizar la campaña del anapismo, al punto que en la población boyacense de Soatá, Rojas se vio obligado a reunirse con sus seguidores en un taller de mecánica. En diciembre presidió manifestaciones en Cúcuta, Salazar, Arboledas, Laguna y Santiago, munici-pios conservadores del Norte de Santander. A comienzos de marzo de 1962, el general Rojas realizó otra gira política. De manera relámpago recorrió 34 municipios de Magdalena, Córdoba y Antioquia. En Medellín, los anapistas reunidos en la plaza de Cisneros no dejaron que la Policía arrestara a su jefe. Entre los oradores se encontraba el sacerdote Eugenio Garcés Uribe, quien desde la capota de un camión hizo jurar a los allí presentes por Dios y por la patria que llevarían al solio de Bolívar al hombre más grande de Colombia. En señal de desagravio, el padre Garcés, desde entonces figura inseparable del General, le hizo entrega a este de una réplica en oro de la cédula de ciudadanía cancelada por la Registraduría en 1959. El General, a su vez,

13. Entrevista del autor con Parmenio Zapata. Bogotá, febrero de 1992.14. El Tiempo, julio 31 de 1961, pp. 1 y 17.15. Desde entonces, los anapistas liberales y conservadores cultivarían la costumbre de reunirse al pie de

las estatuas de Gaitán a rendirle culto a su memoria.

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manifestó que esa cédula recibida de las manos sagradas de un sacerdote era el pasaporte para entrar al palacio de los presidentes.

En las elecciones para corporaciones públicas del 18 de marzo de 1962, la Anapo participa por primera vez en un debate electoral. Inscribió listas en once de los diecisiete departamentos de entonces. Lo hizo sólo como ala conservadora, no obstante haberse promovido como movimiento bipartidista16.

3. LOS RESULTADOS ELECTORALES

De una votación general de 3.090.203, correspondieron al conservatismo 1.402.786 votos y al liberalismo 1.685.531. La votación conservadora se distribuyó en: 56,6% para el unionismo, 34,8% para los doctrinarios y 8,2% para la Anapo. Se consolida, pues, el unionismo como socio mayor de la coalición. La votación liberal se canalizó a través de las corrientes oficialista y del MRL: 64,3% y 35,7%, respectivamente. La oposición al es-tablecimiento se vio representada en el 23,2% de la votación por la Anapo: (115.587) y por el MRL (601.926)17. Estos dos movimientos iniciarán su recorrido por la vida electoral y política del país en sentido contrario: mien-tras que para el MRL esta será su mayor votación y, por ende, el cenit del movimiento, para la Anapo los escasos votos obtenidos apenas significaban sus inicios electorales.

El 84,4% del respaldo a la Anapo provino del Valle, Boyacá, Cundi-namarca, Antioquia y Santander, votación que le permitió incluir ocho par-lamentarios: seis para la Cámara de Representantes (dos por el Valle y de a uno por el resto de departamentos mencionados), y dos senadores (uno por Cundinamarca y otro por el Valle). Los votos conservadores del anapis-mo provinieron de los municipios donde había triunfado la Reconquista en marzo de 1958: Jorge Leyva en mayo del mismo año y el ospino-alzatismo en 1960. En el Valle, los votos anapistas provinieron de Trujillo, El Águila, Anserma Nuevo, fortines conservadores adversos a la candidatura de Lleras Camargo en 1958 y donde el ospino-alzatismo había derrotado a sus copar-tidarios. En Trujillo, en particular, el anapismo ganó las elecciones. En Buga, por ejemplo, la Anapo obtuvo el 53% de los 4.967 votos conservadores. Influyó en los resultados obtenidos en el Valle del Cauca el liderazgo de con-servadores de amplia trayectoria política como Hernando Olano Cruz y Elías

16. En la época se manejaba el término bipartita.17. Las cifras electorales fueron consultados en Organización y estadísticas electorales. Bogotá, Sección de

Publicaciones de Registraduría Nacional del Estado Civil, 1962.

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Salazar García, entre otros. En Boyacá, departamento mayormente visitado por las comitivas anapistas en el curso de la campaña, La Alianza obtuvo el 19% de la votación conservadora. Se destaca la votación que recibió la agrupación en Tunja, ciudad natal del General. Allí la Anapo fue la primera fuerza dentro de las corrientes conservadoras y la segunda entre todas las agrupaciones políticas. Por primera vez en la historia de la región sobresale una alternativa distinta al bipartidismo oficial. El respaldo a Rojas provino de algunos municipios donde la Reconquista había triunfado en 1958. Triunfan los anapistas además en dos municipios de ascendencia laureanista: Nobsa y Cómbita. En resumen, es destacable el éxito del joven anapismo en Bo-yacá, donde se promovió la nueva imagen del General. De esta región eran oriundos dirigentes de su plana mayor, como Carlos Arturo Torres, Carlos del Castillo Isaza, José María Nieto Rojas, Enrique Cipagauta Galvis y Alfredo Cuadros, quienes le aportaron a la lucha electoral la experiencia de sus lar-gos años en la vida pública18.

A pesar de sus pocos votos, la campaña fue un éxito para Rojas. El país se dio cuenta de la existencia del nuevo movimiento. La gente le salió a las manifestaciones por curiosidad pública en muchos casos. Era un ex presi-dente controvertido que daba de qué hablar, del que se decían cosas ciertas, falsas y se exageraban otras. Además, retaba al establecimiento al atreverse a participar en política. El morbo público no podía resistir la tentación de sa-lir a curiosear. En Barranquilla, por ejemplo, podría decirse que fue así como comenzó el anapismo. Allí, más que en cualquier otro lugar, la gente salió en masa a la plaza de Colón desde donde habló Rojas en 1962, antes de su candidatura presidencial. Curiosidad o no, los rojaspinillistas alcanzaron en la región más de un millar de votos.

Posteriormente, la campaña electoral por la Presidencia de la República, desarrollada en un ambiente político tensionado por el auge del movimiento huelguístico y el recrudecimiento de la violencia, volcó la atención de los ideólogos de todas las agrupaciones hacia los problemas sociales del país.

4. LA GRAN COALICIÓN

Como la revolución agraria mexicana de las primeras décadas del siglo, la cubana de los años sesenta estimuló la discusión acerca de la tenencia de la tierra en toda América Latina. En Colombia, por una reforma agraria presio-

18. Un análisis pormenorizado de la votación de la Anapo, y que comprueba nuestra tesis de su procedencia de los municipios de mayor presencia de la Reconquista, pueden verse en Ayala Diago, César Augusto, Resistencia y oposición… (óp. cit.).

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naban los campesinos sin tierra y sus voceros, los movimientos políticos de-mocráticos. Se interesaron por ella los ideólogos del nuevo establecimiento que esperaban que el Frente Nacional acelerara el desarrollo del capitalismo en el país. Alrededor de este problema, al igual que en los años veinte, se di-señaron programas, plataformas, proyectos de ley, etc. El tema de la reforma agraria fue uno de los más trajinados durante la campaña electoral de 1962. El anhelo de una reforma agraria popular no era ajeno a la Alianza Nacional Popular. Miguel Lindo Ortiz sostenía desde las páginas de Alianza Popular la necesidad de distribuir la tierra entre los campesinos. Empero, la plataforma de la Anapo no era suficientemente clara al respecto. Hablaba de un nuevo terrateniente al que se le garantizaría no sólo la parcela sino también los medios para cultivarla con halagadoras utilidades, con escuelas de capaci-tación, etc., pero no decía nada del latifundio, ni se refería a transformar la estructura de la tenencia de la tierra. Aunque los discursos de los cuadros medios en las localidades se pronunciaban por una reforma agraria popular, a los ideólogos anapistas les seguía sonando los planes de colonización que se le frustraran al General en su gobierno.

A mediados de febrero de 1962, cuando todos los movimientos políticos habían publicado los documentos donde esgrimían sus tesis, ospinistas y lle-ristas ofrecieron como panacea contra todos los males del país un ambicioso “Programa del Frente Nacional”. Se conformó así el bloque ospino-llerista, que pretenderá el dominio del poder político por largo tiempo. Los ideólogos de la “Gran Coalición” –como se autodenominaron– trataron de reunir en un solo documento las posturas democráticas de todos los movimientos que se enfrentaban al establecimiento. De este modo asimilaron la mayoría de pla-taformas y programas políticos que circularon en distintos ámbitos del país. El nuevo programa, ante todo inspirado en el contenido de la carta firmada en Punta del Este el 17 de agosto de 1961 por los países americanos para dar comienzo a la Alianza Para el Progreso, señalaba soluciones para todos los problemas que los movimientos políticos estaban planteando: salubri-dad, educación, techo, trabajo, robustecimiento de la base agrícola, moder-nización en el manejo del Estado y la solución del problema agrario, entre otros. Era una propuesta que venía desde arriba, desde quienes estaban en el poder y manejarían, por ende, los dineros provenientes de la ayuda nor-teamericana. Los propulsores del Frente Nacional se comprometían ante los colombianos a resolverles los problemas más acuciantes. Incluso ofrecían modificar la dirección oligárquica que había tomado el Estado desde el go-

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bierno de la Junta Militar. Se comprometían, para aplacar las voces anapis-tas y emerrelistas, a “disminuir el índice de concentración de la riqueza”19.

Sintonizándose con el ansia popular de reconciliación nacional, los re-dactores del nuevo programa contemporizan con los opositores del estable-cimiento en los diagnósticos que aquejaban a la República. Ospina se puso en la tarea de convencer a su colectividad de la inspiración conservadora del nuevo programa. Manifestaba el peso que en él tenían los nuevos postulados de la Iglesia católica, justificación que encontraba asidero en los avances de las posiciones de la Iglesia frente a los problemas sociales, expresados en una encíclica del papa Juan XXIII que el mundo conoció con el nombre de “Mater et Magistra”. El documento papal, divulgado el 15 de mayo de 1961, desarrollaba y actualizaba el pensamiento que sobre la cuestión so-cial habían dejado consignado sus predecesores en la “Rerum Novarum” y “Quadragesimo Anno”:

1o. El Estado cuya razón de ser es la realización del bien común en el orden temporal, no puede permanecer ausente del mundo económico; debe estar presente en él para promover con oportunidad la producción de una suficiente abundancia de bienes materiales, cuyo uso es necesario para el ejercicio de la virtud, y para tutelar los derechos de todos los ciudadanos, sobre todo de los más débiles, cuales son los obreros, las mujeres, los niños. Es también deber indeclinable suyo el contribuir activamente al mejoramiento de las condiciones de vida de los obreros; 2o. Es oportuno suavizar el contrato de trabajo con ele-mentos tomados del contrato de sociedad, de tal manera que los obreros parti-cipen en cierta forma en la propiedad, en la administración y en las ganancias obtenidas; 3o. La libre concurrencia ha terminado por destruirse ella misma, ha conducido a una gran concentración de la riqueza y a la acumulación de un po-der económico enorme en manos de pocos. A la libertad de mercado ha sucedi-do la hegemonía económica; a la avaricia del lucro ha seguido la desenfrenada codicia del predominio; así, toda la economía ha llegado a ser horriblemente dura, inexorable, cruel, determinando el servilismo de los poderes públicos a los intereses de grupo, y desembocando en el imperialismo internacional del dinero20.

A su vez, Juan XXIII llamó la atención sobre los mismos aspectos a los que apuntaban los discursos del presidente Kennedy, personalidad de origen católico no ajena por ende a los vaivenes de la política del Vaticano: “En la vida democrática no debe haber lugar para instituciones que beneficien a unos pocos mientras se niegan a atender las necesidades de la gran mayoría,

19. Véase el texto completo del programa del Frente Nacional en La República, febrero 21 de 1962, pp. 9 y 10.

20. Véase Juan XXIII, Mater et Magistra. Bogotá, Ediciones Paulinas, 1965.

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aun cuando eliminar esas instituciones requiera cambios profundos y difíci-les, tales como la reforma agraria y la reforma tributaria y el mejoramiento de la educación, la salud y la vivienda”21. Eran las palabras de Kennedy el 13 de marzo de 1961 ante los embajadores de las naciones latinoameri-canas. Juan XIII exhortaba a los gobernantes del mundo a ocuparse de ini-ciativas cooperativistas que contribuyeran no sólo a resolver los problemas inmediatos de los pobres del campo y de la ciudad, sino además a integrar a los hombres. Convocaba a los mandatarios de los jóvenes Estados a no ol-vidar que desarrollo económico y progreso social deberían ir de la mano. Los conservadores colombianos del sector ospinista vieron con buenos ojos que la Alianza para el Progreso hubiera sido propuesta por el presidente católico de un país con el que ellos guardaban distancia por protestante. Para estos conservadores, la Alianza para el Progreso y la Doctrina Social de la Iglesia se sintetizaban en el nuevo programa del Frente Nacional.

Guillermo León Valencia, convertido en el candidato de la Gran Coali-ción, se comprometió con los liberales y con el pueblo en general a realizar el nuevo programa en caso de llegar a la Presidencia. Supo conjugar en la plaza pública los mensajes a los cuales nos hemos referido:

... como lo dicen las resoluciones de la Alianza para el Progreso, los planes de desarrollo deben adelantarse con un eminente sentido social, para beneficio de la gran masa y no de unos pocos, y que hay que mirar más a los hombres que a las cosas, dar más atención a las necesidades de alimento, salud, vivienda, educación de los más pobres, porque solo así podrá hablarse de un verdadero desarrollo armónico y no de un desarrollo superficial y monstruoso que siga acumulando en pocas manos los resultados del común esfuerzo y ahondando las ya existentes desigualdades22.

Obediente a las directrices del Papa, manifestaba: “El colombiano no puede seguir siendo un hombre solo y es indispensable que se asocie para el esfuerzo común. Por eso el programa conjunto propicia el sindicato, la asociación de usuarios de los servicios técnicos, sociales y financieros en el campo, las cooperativas para la producción, el mercadeo y el consumo y la acción comunal...”23.

De esta manera se neutralizaban los discursos de sus adversarios. Be-lisario Betancur, uno de los hombres más inquietos del conservatismo no ospinista, declinó la candidatura que venía sosteniendo por el laureanismo y

21. Véase Agudelo Villa, Hernando, La revolución del desarrollo. Origen y evolución de la alianza para el progreso. México, Editorial Roble, 1966, p. 92.

22. Véase el discurso de Guillermo León Valencia en Cali en La República, Bogotá, abril 29 de 1962, p. 5.

23. Ibíd.

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una más que le ofrecieran un grupo de simpatizantes de ambos partidos24. El comportamiento de Belisario Betancur era de esperarse. El joven político había empezado a distanciarse mentalmente del universo laureanista. Había planteado que la pacificación debía empezar por quebrantar el latifundio. Sólo una reforma agraria podría –según él– evitar un estallido revolucionario25.

5. LA PRIMERA CANDIDATURA PRESIDENCIAL DEL GENERAL ROJAS PINILLA

Los 117.000 votos obtenidos en las elecciones legislativas le dieron confianza a la Anapo para promover a Rojas como candidato presidencial, no obstante los impedimentos jurídicos. La candidatura se lanzó el domin-go de resurrección en la plaza de los Mártires de Bogotá, lo que impregnó el evento de la simbología que acompañaba siempre las cosas de Rojas. “Tenemos suficiente dignidad para ser héroes”, empezó diciendo Cipagauta Galvis, el primero de los oradores. El líder liberal del movimiento, Parmenio Zapata, recogiendo las palabras de Cipagauta, afirmó que los anapistas eran “mártires de la oligarquía y de la mano negra”. Según la costumbre rojaspi-nillista, Cipagauta Galvis tomó el juramento de rigor a los presentes. Les hizo prometer la defensa de la candidatura del General. A la respuesta afirmativa, el dirigente agregó:

Habiendo sido aceptado, como lo fue, el nombre del general Rojas Pinilla como candidato a la Presidencia, lo declaró legalmente proclamado. Y he de notificar que nosotros no inscribimos el nombre de Rojas en la Alcaldía de Bogotá, por-que nos parece una oficina de lagartos. El nombre de Rojas, como candidato a la Presidencia está inscrito en nuestros corazones, cuidaos de que alguien lo borre de allí26.

Sin embargo, los anapistas, basados en el ejemplo del MRL, inscribie-ron su candidatura en la Notaría Primera de la capital, al fracasar el intento que hicieran Cipagauta y Zapata de inscribir a Rojas ante el alcalde de la

24. Una vez proclamada la candidatura de Jorge Leyva por parte de “El doctrinarismo”, un grupo de per-sonalidades de los dos partidos dirigieron una carta abierta a todos los ciudadanos de Colombia ex-hortándolos a votar y respaldar el Movimiento Bipartidista pro candidatura de Belisario Betancur. La carta estaba suscrita, entre otros, por Miguel Lleras Pizarro, Bernardo Gaitán Mahecha, Fabio Lozano Simonelli, Jorge Enrique Gutiérrez Anzola e Ignacio Chiape Lamus. En otros documentos al respecto figuran Antonio Panesso, Alberto Dangond Uribe y Laureano Delgado. Cuando se estaba lanzando la candidatura de Rojas, Betancur declinó la suya: “No voy a dividir más a los partidarios del entendimien-to”. Véase: El Siglo, abril 16 y 17 de 1962 y abril 23 de 1962, p. 3.

25. El Espectador, agosto 31 de 1960. Un año después, seguía insistiendo Betancur en la necesidad de “quebrantar el feudalismo y realizar la reforma agraria”. Véase El Espectador, agosto 31 de 1961, pp. 1 y 21.

26. Ibíd.

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ciudad, en nombre del pueblo conservador y liberal respectivamente y no en nombre de organización política alguna27.

En su discurso de proclamación, el candidato previno: “Si vamos al debate, el pueblo no solo debe consignar su voto, sino vigilarlo para que no se lo roben las oligarquías, como lo hicieron en las elecciones pasadas del 18 de marzo, y defenderlo aun a costa de la vida”28. Su llamado principal estuvo orientado a exaltar los ánimos pendencieros que venían identificando a su agrupación. Rojas hizo un llamamiento a las Fuerzas Armadas para que no respetaran la disciplina cuando se les ordenara disolver las manifes-taciones de un pueblo que salía a “protestar por el hambre”; anotaba que cuando las autoridades eran arbitrarias y violaban la ley, el pueblo tenía derecho a contestar con la violencia29. Un aspecto importante del discurso del General fue la defensa que hizo de los teguas. Afirmó que “los decretos contra estos ciudadanos carecían de validez”30. Rojas, al contrario de los otros movimientos conciliatorios que miraban hacia el futuro y que trataban de contemporizar con los nuevos aires que traía la modernización, más que congregar a los sectores que la ansiaban y necesitaban, convocaba a la gen-te que la misma modernización desplazaba.

Difícilmente se abrían paso los anapistas en un momento histórico en que se cruzaban todos los imaginarios políticos, en medio de una serie de discursos que al disputarse el favor popular se habían decidido sin dudas por la cuestión social. La plataforma de la Anapo, como la de los movimientos que hemos confrontado, asociaba los problemas sociales del país con el pueblo y con la concentración de la riqueza. Para todos, la conciliación era posible en la medida en que se le resolvieran al pueblo sus problemas. Pero su embrollado comportamiento, contestatario y revanchista, civil y militar, no permitía que los colombianos aún vieran en la Anapo una alternativa polí-tica. Sus planteamientos eran arcaicos, panfletarios, contradictorios, sin pro-fundización alguna. Así lo revelan los discursos pronunciados en el acto de proclamación de Rojas. Frente a un problema tan delicado como la Alianza para el Progreso, Cipagauta con simpleza manifestó: “Nosotros no debemos

27. Desde junio de 1961, cuando apenas sonaba el nombre del General como posible candidato, el ministro de Gobierno Augusto Ramírez Moreno envió al alcalde de entonces un comunicado donde afirmaba que: “En virtud de una condena del Senado de la República, el señor Rojas no podrá inscribirse como candidato presidencial por haber perdido sus derechos políticos, por mala conducta en el ejercicio del cargo como Presidente de la República”. Véase El Colombiano, junio 29 de 1961, pp. 1 y 18.

28. El Espectador, abril 23 de 1962, p. 2.29. Ibíd., marzo 8 de 1961, p. 1.30. La República, abril 23 de 1962, p. 6.

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recibir un centavo de los gringos que traicionaron al General Rojas Pinilla, auténtico vocero del pueblo”31.

La candidatura de Rojas fue rechazada por todas las agrupaciones po-líticas. Los comunistas acusaron a Rojas de hacer una “demagogia popu-lachera”, al tiempo que preparaba el golpe militar32. Aunque la Anapo y el Partido Comunista Colombiano (PCC) coincidían en sus luchas contra la ca-restía de la vida, la especulación, etc., le era difícil al PCC aceptar cualquier evolución positiva en la actividad política de Rojas, ya que este, alineado en los planes americanos de la Guerra Fría, había ilegalizado el comunismo en 1954; su militancia se vio obligada a pasar a la clandestinidad ante las persecuciones oficiales. El PCC no creyó en la veracidad del enfrentamiento de Rojas con la oligarquía. A diferencia del anapismo, en la lucha de los co-munistas predominaba un alto nivel de abstracción. Si el primero apuntaba directamente a los problemas concretos del presente y ofrecía soluciones rápidas, el manifiesto electoral del PCC era, más que una alternativa inme-diata de poder, una convocatoria a una lucha que se anunciaba para largo.

Las elecciones presidenciales de 1962, las segundas del Frente Nacio-nal, se llevaron a cabo en un clima de represión contra los movimientos de oposición. A la contienda se presentaron cuatro candidatos: Guillermo León Valencia por el Frente Nacional, Jorge Leyva por el doctrinarismo, Alfonso López Michelsen por el MRL y Gustavo Rojas Pinilla por la Anapo.

Los resultados favorecieron a Guillermo León Valencia (1.636.081 vo-tos), quien resultó electo con el 62,1% del total general. El 23,1% co-rrespondió a López Michelsen (625.630 votos), el 11,7% a Jorge Leyva (308.992 votos) y sólo el 2,1% a Rojas Pinilla (54.562)33. El rasgo ca-racterístico de las elecciones fue la abstención, que sobrepasó el 50% del potencial electoral. El 37,7% de la votación general obtenida correspondió a las fuerzas políticas adversas al candidato del Frente Nacional. El anapismo decreció respecto a los resultados obtenidos en las elecciones legislativas. Entre los factores que influyeron en la disminución de los votos de la Anapo respecto de estas últimas se destacan los siguientes: 1o. La inminencia del triunfo de una candidatura como la de Valencia, que reverdeció la esperanza de restaurar en el poder al Partido Conservador, máxime cuando se tenía la posibilidad de llevar a cabo las nuevas propuestas del Frente Nacional desde un gobierno de ese partido; 2o. Jorge Leyva pudo continuar gozando

31. Ibíd., pp. 1 y 6.32. “Declaración electoral del PCC”, en Voz de la Democracia, marzo 3 de 1962, p. 8.33. Las votaciones por López y Rojas fueron consideradas nulas. Lamentablemente no se cuenta con una

discriminación regional de los votos de la Anapo, y por ello es difícil una buena evaluación de esos resultados.

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del respaldo de un número considerable de conservadores doctrinarios; 3o. En un momento de radicalización de los discursos políticos, los documentos programáticos del anapismo resultaron débiles ante la proliferación de ma-nifestaciones radicales como las del MRL y las de Belisario Betancur, entre otros; 4o. La táctica que empleara el anapismo en esta etapa de su historia, una combinación de formas de lucha por el poder –vía electoral y vía cons-pirativa– empañaron la transparencia de su discurso.

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César Augusto Ayala Diago

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4 Las elecciones o el sentido de la política (II)

1. LOS CONSERVADORES: LOS DE LOS OÍDOS SORDOS

Rojas consiguió con los resultados electorales de 1962 lo que ninguno de los jefes naturales del conservatismo había logrado: la unión de ese partido. Nervioso ante la eminencia de seguir perdiendo su electorado, el conserva-tismo la emprendió contra el General. En una manifestación en el fortín con-servador de Anserma, Caldas, Silvio Villegas advertía: “Los conservadores sabrán si cambian a sus grandes jefes civiles, a Guillermo León Valencia, a Ospina Pérez y a Laureano Gómez por un ganadero con el sable roto”1. Algunos acercamientos entre los líderes de Anapo y del MRL en los Concejos Municipales, en las Asambleas Departamentales o en el mismo Congreso, en torno a la aprobación de alguna medida legislativa que favoreciera al pueblo, dieron pie para que el conservatismo hablara de una alianza del co-munismo con el rojismo. Este hecho, que de por sí constituía un avance en el comportamiento político de los colombianos, llevó a que Ospina y Álvaro Gómez, a nombre del Directorio Nacional Conservador, denunciaran una “alianza de Rojas con el comunismo internacional y contra las instituciones democráticas”2. Con un comunicado oficial, dirigido a sus copartidarios de todo el país, el conservatismo definió la Anapo como “un movimiento anárquico cuyo programa contenía principios incompatibles con la ideología conservadora”3. Los muros de las ciudades se llenaron de carteles con avisos del siguiente tenor: “Conservador, recuerde la dictadura, vote por las

1. La República, febrero 10 de 1964, pp. 1 y 12.2. El Tiempo, febrero 1 de 1964, pp. 1 y 10.3. Ibíd., p. 19.

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listas oficiales”4. El ex presidente Ospina reafirmó y legitimó las anteriores directrices que debían seguir al pie de la letra sus copartidarios de la pro-vincia: “El próximo debate electoral promete: lucha contra el comunismo, mantenimiento de la libertad que podría verse quebrantada en el caso re-moto de un triunfo de la oposición al Frente Nacional [...] Rojas Pinilla está apoyado estratégicamente por el comunismo porque este cree que con ello resta fuerza al conservatismo...”5.

El conservatismo unido, no obstante los nuevos vientos que traían los documentos del papado de Juan XXIII, echaba mano del anticomunismo como principal argumento para ganarse o para contener a su atolondrado electorado. Quería tapar el sol con las manos. Si el Papa entendía la justa lucha de los pueblos de Asia y África por su liberación, el conservatismo colombiano, por el contrario, se espantaba ante la influencia en el país de Nasser y de Nerhu, de Fanon o de Lumumba. Fidel Castro se convirtió en el demonio. Silvio Villegas peroraba en gira por Caldas:

En manos del pueblo está el supremo poder decisorio. El ambiente está cargado de perjurios y de potente viento que golpea desde las montañas de Asia y de la Sierra Maestra, amenaza destruir la sólida arquitectura democrática que eleva-ron nuestros mayores. Si el pueblo no lucha, no trabaja, no increpa, no vota, si mira con indiferencia el avance del comunismo, del rojismo y de la extrema izquierda verá un día sus hogares arrasados, su libertad sacrificada, su patria convertida en una colonia rusa y el paredón y la muerte como únicos testigos del templo en ruinas. Continentes enteros han sido esclavizados. Todo está compro-metido en la lucha: la fe de nuestros padres, la magia creadora del capital y del trabajo, nuestra independencia como nación, el derecho a educar cristianamente a nuestros hijos, nuestra propia vida6.

No se trata de una cita buscada con lupa para fundamentar una hipó-tesis; era ese el discurso que promovía por el territorio nacional el “nuevo conservatismo”. No había diferencias, todos sus jefes naturales coincidían en lo mismo: atajar por todos los medios el avance de Rojas. Para esto no importaba que el partido retrocediera; justo era regresar al fundamentalismo de los años de la segunda posguerra. Reunificadas las casas conservadoras, no se propusieron un programa social. No levantaron una bandera de reden-ción económica para el pueblo. Toda la agitación política giró alrededor del miedo a que Rojas les siguiera quitando electorado.

4. La Nueva Prensa, Nos. 107-108, 4-10 de abril de 1964, p. 2.5. La República, febrero 1 de 1964, pp. 1 y 15.6. Ibíd., febrero 10 de 1964, pp. 1 y 12.

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2. ¡QUÉ EXTRAÑO MESÍAS Y QUÉ CURIOSO CARISMA! LA ANAPO EN BUSCA DEL CURA DE ALMAS DE LAS PARROQUIAS POBRES DE COLOMBIA

Para neutralizar el cliché que le querían colgar los conservadores, la Anapo redobló sus apelaciones a la religión y a la seducción del clero popular. En-tendía que ponerse en contravía de la cultura religiosa nacional le restaría ascendencia política. Los anapistas, entonces, pusieron a circular por todo el país fotografías de Rojas en compañía de sacerdotes, y no descuidaron incorporar a las giras del movimiento un sacerdote al lado del General. Apa-recer como el Mesías de los colombianos era una estrategia hacia donde apuntaba el proselitismo anapista, y de esto no lo iba a disuadir el biparti-dismo colombiano. En defensa de lo que era en realidad la Anapo, indepen-dientemente de lo que pensaran sus adversarios, el representante Rodolfo García García salió a la defensa:

Nosotros somos cristianos de verdad y católicos practicantes. Podemos asegurar que nuestra vida privada se ajusta a las normas de la moral cristiana [...] Somos godos, viejos godos retrógrados y trogloditas, de la vieja guardia, pero con un noble corazón generoso que sufre por lo que está pasando y que añora con hon-da melancolía un pasado glorioso que se hundió entre el fango de los apetitos y la bulla de unos saltimbanquis analfabetos y groseros sin altura y sin grandeza. ¿Comunistas nosotros? Vivimos en la fe de Cristo, nos casamos como Dios man-da y nos moriremos un día de estos en el seno de la Iglesia católica. Cumplimos los mandamientos: no robamos, no matamos, no calumniamos, y tenemos una enorme, una infinita ternura por quienes padecen persecuciones por la justicia porque de ellos es el reino de los cielos7.

Para muchos sacerdotes humildes, lo mismo que para los conservadores que no entendían el comportamiento de las directivas del partido, el único capaz de realizar la revolución social-cristiana que exigían los nuevos tiempos era el general Rojas. En la conmemoración del 10 de mayo de 1963 que hizo la Anapo fueron encarcelados varios sacerdotes que marchaban junto con los anapistas a un cabildo abierto convocado en la plaza de Bolívar de Bogotá. Rodolfo García García denunció la violación del Concordato al encarcelar a los prelados. Declaró que la Anapo había logrado dividir el clero en Colombia: “Si los potentados se pueden vanagloriar de que las mitras ilustres y los báculos dorados de que hablaba el doctor Gómez están con ellos, nosotros podemos decir, orgullosamente, que el cura de almas de la parroquia que atiende al

7. Véase “Rechazamos airadamente el comunismo: Rodolfo García García”, en El Frente, marzo 3 de 1964, pp. 1 y 7.

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herido y confiesa al moribundo y recibe su último grito de dolor, está con nosotros y estará con nosotros”8.

Para los ideólogos de la Anapo era de gran importancia la conquista tanto del clero popular como la de la feligresía pobre. El cura de pueblo era clave para la reproducción del mensaje de reivindicación que el movimiento quería hacer llegar a los pobres.

3. “PAZ EN LA TIERRA” REVOLUCIONA LOS IDEARIOS ANAPISTAS Y REFUERZA SUS ARGUMENTACIONES POLÍTICAS

Juan XXIII sorprendió al mundo en la Semana Santa de 1963 con la pu-blicación de la encíclica “Paz en la Tierra”. En Colombia su influencia fue notoria. Para los anapistas conservadores, el nuevo documento reafirmó y legitimó su vocación conciliatoria, su discurso antielitista e igualitarista9. La lectura de “Paz en la Tierra” ayudaría a los conservadores del movimiento a superar sus contradicciones. Sus primeros ideólogos, como lo hemos ano-tado, venían de ser protagonistas en la Violencia que había envuelto al país desde los años treinta. Aún en los sesenta, se conservaban los odios que abarcaban, incluso, los sentimientos entre miembros de una misma colecti-vidad política. El laureanismo, por ejemplo, no le perdonaba al ospinismo su participación en el golpe de Rojas; los alzatistas, a su vez, tampoco perdo-naban al laureanismo haber pactado con el liberalismo, su enemigo eterno, el Frente Nacional.

Si en la anterior encíclica, Juan XXIII se había referido a una necesaria sociabilidad de los hombres, ahora el nuevo llamado era a la convivencia, a la tolerancia y al respeto por los demás: “Al ser los hombres por naturaleza sociables, deben vivir los unos con los otros y procurar los unos el bien de los demás. Por eso una convivencia humana bien organizada exige que se reco-nozcan y se respeten los deberes y derechos mutuos...”10. Fue este aspecto, el de los derechos, el que más impactó la cultura política de los anapistas. De acuerdo con Juan XXIII, la causa eficiente de una paz duradera se encontraba en el respeto a las libertades fundamentales inherentes a la naturaleza huma-na y en la creación de circunstancias exteriores indispensables que hicieran posible el ejercicio efectivo de los derechos humanos y el cumplimiento de

8. Anales del Congreso, junio 28 de 1963, p. 1507.9. “En nuestro tiempo –afirmaba el Papa– resulta vieja ya aquella mentalidad secular, según la cual

unas determinadas clases de hombres ocupaban un lugar inferior, mientras otras postulaban el pri-mer puesto en virtud de una privilegiada situación económica y social, o del sexo, o de la posición política”, en El Tiempo, julio 14 de 1963, p. 11.

10. Véase el texto de la Encíclica “Pacem in Terris”, en El Tiempo, abril 14 de 1963.

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los deberes y obligaciones. Ahora, la Doctrina Social de la Iglesia le imprimía dinamismo al principio de los derechos naturales. El orden establecido por Dios no era estático; el Papa rescataba para la Iglesia logros que ella tímida-mente reconocía antes y que eran considerados patrimonio de los movimientos revolucionarios que habían heredado los grandes principios de la Revolución Francesa. Así, la Iglesia se ponía al día con una sociedad civil moderna al reco-nocer: 1o. El derecho a la existencia y a un nivel de vida digno; 2o. El derecho al debido respeto de su persona y a la buena reputación, a la libertad para bus-car la verdad, y dentro de los límites del orden moral y del bien común, para manifestar y defender sus ideas, para cultivar cualquier arte, y finalmente para tener una información objetiva de los sucesos públicos. También el derecho a participar de los bienes de la cultura; 3o. El derecho de honrar a Dios según el dictamen de la recta conciencia; 4o. El derecho a la elección del propio Estado; 5o. El derecho a una retribución justa del trabajo; 6o. El derecho a la propiedad privada, aun de bienes productivos, con la función social inherente; 7o. El derecho de asociación y de reunión; 8o. El derecho de emigración e in-migración; 9o. El derecho a tomar parte activa en la vida pública y a contribuir a la consecución del bien común11.

Las nuevas bases doctrinario-religiosas enriquecieron las argumentacio-nes que sacaron a relucir los representantes anapistas en la Cámara para defender a Rojas de todas las inculpaciones. Todo sucedió a raíz de los impe-dimentos que el Gobierno ponía para que los anapistas pudieran escuchar en las plazas públicas a su jefe máximo y del último conato de conspiración que generó el encarcelamiento del General. Fue en torno a estas dos cuestiones que los parlamentarios anapistas, sin proponérselo, defendieron las libertades individuales, los derechos civiles y políticos, la igualdad, el reconocimiento de los otros, etc. Una tarea que correspondería por naturaleza a agrupaciones de estirpe liberal, en Colombia estuvo a cargo de un movimiento de origen conser-vador y de comportamientos trogloditas. La bancada anapista rescataba para la cultura política del país valores como la verdad, la dignidad, la responsabi-lidad de los funcionarios públicos, etc.

Para el 10 de mayo de 1963, los anapistas convocaron, como se anotó arriba, a un cabildo abierto en la plaza de Bolívar con el propósito de discutir sobre los principales problemas del país. Sorpresivamente, el Gobierno que había aprobado en un principio el sitio de la concentración, resolvió que la reunión se llevara a cabo por los lados del estadio El Campín, lo que no fue del

11. Véase El Catolicismo, mayo 2 de 1963, p. 3.

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agrado de los anapistas, quienes de inmediato, a través de sus representantes a la Cámara, informaron:

… que en el ejercicio de un derecho legal y contra el terrorismo moral de la gran prensa y sus amanuenses del gobierno, anunciamos que se celebrará de todas maneras esa manifestación pública, responsabilizando desde ahora al gobierno nacional, a la gran prensa y demás enemigos de la democracia, de lo que pueda ocurrir si tratan de adoptar medidas contra la libre expresión12.

Ante las explicaciones de orden jurídico que daba el Gobierno para impedir que Rojas hablara en público, los parlamentarios anapistas señala-ban: “El General Rojas Pinilla sí hablará en la plaza pública porque ha sido despojado de sus derechos políticos –elegir, ser elegido y ocupar cargos públicos– pero no de sus derechos humanos, uno de los cuales es la libre expresión”13. Haciendo énfasis en los derechos, los parlamentarios le comu-nicaban con decisión al país: “Realizaremos el acto público el 10 de mayo, y estamos dispuestos a defender nuestros derechos que son los de todo el pueblo colombiano que padece hambre, explotación y persecuciones de una casta dirigente y de un gobierno destituido de opinión popular”14. Criticando las medidas tomadas por el Ejecutivo para impedir la manifestación del 10 de mayo, los congresistas de la Anapo apuntaban: “Es ilícito tratar de impe-dir el ejercicio de la facultad de todo ser humano, como es la de señalar ante la opinión pública los errores del gobierno y la violencia económica que se ha desatado contra las clases pobres del país”15.

La manifestación del 10 de mayo se realizó, no obstante los impedi-mentos, pero terminó en enfrentamientos con la fuerza pública. Desde el Parlamento, los representantes anapistas enjuiciaron e inculparon al Gobier-no de lo sucedido. Tildaron a Valencia de represivo y antipopular.

12. Anales del Congreso, mayo 8 de 1963, p. 985.13. Ibíd. 14. Ibíd.15. El representante García García, defendiendo el derecho sagrado de poder hablar, sostenía en un

debate en la Cámara a raíz de la frustrada manifestación: “El pueblo quería decir simplemente que tenía hambre, hambre física; que no había pan, que no había azúcar, que no había carne; que la devaluación había sido utilizada por unos especuladores sin alma y sin conciencia para hacer cada día más dura, más difícil y más amarga su situación. El pueblo quería gritar, con ese sentimiento natural de los seres que se ahogan y levantan las manos al cielo, implorantes; no se trataba de acabar con el gobierno, porque nosotros no tenemos armas, no teníamos más armas que estas que oís, honorables representantes: la palabra […] El pueblo quería defender también eso: el derecho a hablar, el derecho a gritar, el derecho a sufrir sus dolores en público...”. Véase Anales del Congreso, junio 28 de 1963, p. 1507.

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4. LA PRIMERA VICTORIA JURÍDICA DEL GENERAL

De algo sirvieron los debates que la bancada anapista del Parlamento pro-movió en defensa de Rojas. El primero de agosto de 1963, la Corte Suprema de Justicia absolvió a Rojas del delito de concusión que lo acusara el Senado en 1959. La Corte consideró que no se reunían las condiciones exigidas en el Código de Procedimiento Penal para proferir un fallo condenatorio, ya que para absolver bastaba que la infracción o la responsabilidad no estuvieran probadas conforme a derecho. En tal sentido, el fallo de la Corte resolvía: 1o. Absolver al ex presidente de la República señor Gustavo Rojas Pinilla, por el delito de concusión que le fue imputado en este proceso; 2o. Decretar el desembargo de los bienes de propiedad del acusado; 3o. Cancelar la fianza prestada para obtener el procesado su libertad16. Enterados de la noticia, los anapistas, de manera improvisada, recorrieron las principales calles de Bogotá. Rojas, rebosante de entusiasmo, pronunció un breve discurso cerca del hotel Tequendama, donde manifestó que la decisión de la Corte “robus-tecería de manera extraordinaria a la Alianza Nacional Popular”17. Esta vez la gran prensa y el establecimiento en general guardaron silencio.

La Nueva Prensa (LNP), que en un tono diferente al de los órganos oficiales estaba dando la pauta para que se abriera la polémica en torno a la reevaluación del gobierno de Rojas, hasta ahora a cargo de los simpatizantes del ex presidente, fue el único medio que cubrió la noticia de la absolución de Rojas. Desde las páginas del diario vespertino se pronunciaron destaca-das personalidades del país a favor de Rojas. Darío López Ochoa, columnista de dicho periódico, expresó al respecto:

El fallo absolutorio me parece muy grave para el Frente Nacional que había mon-tado su imperio sobre los malos manejos y el mal gobierno del General Rojas Pinilla, y ahora resulta que ni unos ni otros correspondían a la realidad, como lo han demostrado los veredictos de la justicia y de la opinión pública18.

16. El Tiempo, agosto 1 de 1963, pp. 1 y 2.17. Diario La Nueva Prensa, agosto 1 de 1963, pp. 1 y 4.18. Ibíd., agosto 2 de 1963, p. 5. López Ochoa, prestigioso economista, había salido electo senador

de la República por el MRL en 1962. Se hizo conocer en el país por su aguda crítica a la política económica del gobierno de Valencia.

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Figura 14. El diario La Nueva Prensa celebra la absoluciónde Rojas Pinilla, agosto 2 de 1963.

Una semana después, cuando los anapistas no habían terminado aún de celebrar la absolución de su jefe, la Dirección General de la Policía le anunció al país que: “En cumplimiento de órdenes del gobierno, durante la madrugada de hoy fue retenido el señor General en retiro Gustavo Rojas Pi-nilla y conducido a la base aérea de Tres Esquinas”19. Según el gobierno, el General estaba implicado en la última de las conspiraciones, donde habían tenido destacada presencia los líderes anapistas. De inmediato los represen-tantes de la Alianza citaron a la Cámara a los ministros de Gobierno y Guerra a un enardecido debate para que probaran las acusaciones de vinculación de Rojas a la supuesta rebelión20. Se dirigieron además a la OEA y a la ONU para denunciar el atropello que en Colombia se hacía de los derechos huma-nos y de las libertades fundamentales. Sostenían que en el país se estaban violando derechos elementales consagrados en todos los códigos del mundo y en todas las convenciones internacionales. Texto en mano, leían: “Todo

19. Véase ibíd., agosto 8 de 1963, p. 1. 20. El debate tuvo lugar durante los últimos días del mes de diciembre de 1963. Rodolfo García

García, documentado con textos del derecho nacional e internacional y asesorado por abogados prestigiosos, logró demostrar con evidencia que el gobierno nacional violó la Constitución al apresar sin pruebas suficientes al general Rojas Pinilla. Véase Anales del Congreso de los últimos días de 1963.

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individuo arrestado o detenido, será prontamente conducido ante un juez, o ante cualquier otro funcionario autorizado por la ley para ejercer la autoridad judicial y tendrá derecho a un juicio, dentro de un plazo razonable, o a la libertad condicional, mientras se efectúa el juicio”21. No sólo abogaban por Rojas: lo hacían por todo el movimiento. Defendiendo el derecho de todo individuo a la libertad de reunión pacífica, declaraban: “No nos dejan hacer manifestaciones, ni nos dejan reunir en ninguna parte”22. Y en otro debate: “Nos sentimos hostilizados y perseguidos en toda forma. Casi nos avergüen-za decir que somos ciudadanos colombianos, porque en este país se están acabando todos los derechos y todas las libertades”23. Finalmente, senten-ciaba el representante García García: “Yo no estoy pidiendo piedad; jamás la he pedido para mí, no la pediré para otros. Simplemente le llamo la atención al Gobierno para que se detenga frente al abismo a donde va a caer; para que no cave con sus propias manos la sepultura de todas las libertades y para que no nos lance a nosotros a la legítima defensa personal...”24.

5. SE ABRE LA NUEVA CAMPAÑA ELECTORAL

Con el General en Tres Esquinas, el anapismo abrió su campaña política. Los parlamentarios del movimiento iniciaron una serie de concentraciones en las principales ciudades del país en las cuales denunciaron los objetivos que según su concepto se propuso el gobierno con la retención de Rojas. María Eugenia y Jaime Piedrahíta se trasladaron al Valle del Cauca. Recorrieron, junto con los parlamentarios anapistas de esa región, las poblaciones de Ansermanuevo, Cartago, Tuluá y Cerrito. En Cali, durante la inauguración de la Casa de Alianza Nacional Popular, el anapismo valluno proclamó la candi-datura de la hija del General al Concejo de la capital vallecaucana.

Se necesitó que avanzara el Frente Nacional hasta su segunda admi-nistración para que el gobierno militar empezara a revaluarse. Fueron los periodistas reunidos en la empresa editorial de LNP quienes impulsaron la iniciativa. Desde marzo de 1963 uno de los editorialistas de la revista había escrito:

Han transcurrido siete largos años desde que en la madrugada del 10 de mayo, el General Rojas Pinilla resolvió renunciar a la Presidencia y a la dictadura, y ya el país sabe que no hay diferencia esencial entre el gobierno rojista y los que lo sucedieron. Tal vez la única desigualdad notable resida en que el céle-

21. Ibíd., noviembre 23 de 1963, p. 3239.22. Ibíd.23. Ibíd., diciembre 28 de 1963, p. 3748.24. Ibíd.

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bre Jefe Supremo actuó con mayor buena fe e ingenuidad que sus herederos políticos25.

Más tarde, cuando LNP circuló también como diario vespertino, los anapistas y particularmente Rojas encontraron en los escritos de sus colum-nistas palabras cálidas y un tratamiento diferente tanto de sus actividades como de la interpretación de ellas. Alfonso Torres, uno de los colaboradores cercanos del citado órgano, en un artículo que comentaba la personificación de la injusticia colombiana en el líder del anapismo, escribía: “... amon-tonando sobre Rojas las injusticias propias y ajenas, las verdaderas y las imaginarias, lo han convertido de victimario en víctima y de acusado en acusador. Hoy, cuando lo persiguen excediendo la ley y atropellando los sen-timientos humanos, no es tan sólo como a un agente perturbador de la paz pública, sino como a un fantasma que no les deja la conciencia en paz”26.

La Anapo contó desde entonces con las páginas del vespertino para la agitación de su campaña política. En la noche del 21 de agosto de 1963, la hija del general Rojas conmovió a la Cámara con un detallado informe de la visita que hiciera a su padre en la base de Tres Esquinas. María Eugenia Rojas empezó diciendo:

Encontré lo que me suponía: papá confinado en una base aérea que carece de las más elementales condiciones higiénicas. Es una base totalmente abandona-da, sin agua, sin luz, sin las más mínimas condiciones que su salud y su edad exigen. Pero lo que sucede es que lo tienen así, porque el gobierno prepara contra él un típico y cobarde asesinato oficial que voy a denunciar ante todo el país27.

En otro de los apartes del informe, la representante anotó: Yo tengo presos a mi padre, a mi esposo, a mi hermano, a los amigos de mi casa, mientras no hay un solo agente del Gobierno que pueda aducir una prue-ba contra ellos y mientras la desidia oficial no se conmueve ante mis reiteradas peticiones que demandan justicia y respeto a la dignidad humana. Pero si para que cese este estado de opresión a que está sometido el pueblo por la perse-cución inmisericorde del régimen es necesario que todos mis familiares sigan detenidos, yo estoy dispuesta a continuar mi sacrificio de verlos en la selva y en

25. La Nueva Prensa, No. 93, marzo 16 de 1963. Suplemento III, julio 9-noviembre 15 de 1963, La Nueva Prensa saldrá además como diario vespertino. El periódico, que aparece bajo la consigna de Vespertino Nacionalista independiente para todos los colombianos, reporta los pormenores de la campaña proselitista del general Rojas.

26. Diario La Nueva Prensa, agosto 16 de 1963, pp. 1 y 4. Es útil anotar que el periódico reportaba las noticias sobre el anapismo en la primera página con su respectiva continuación en las páginas cuarta o quinta.

27. Ibíd., agosto 21 de 1963, pp. 1 y 5.

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los calabozos con tal que las gentes del pueblo se salven de su pobreza, de su desamparo y de su miseria28.

Figura 15. Detalle del diario La Nueva Prensa,octubre 2 de 1963.

En buena hora para su imagen, mientras el General permanecía con-finado en las selvas del Orteguaza, LNP empezó a publicar una serie de crónicas bajo el título de “Los recuerdos del general Rojas Pinilla sobre el 10 de mayo”. Por entregas, los colombianos se enteraron por boca del mismo Rojas de los acontecimientos que llevaron a su retiro del poder. No era la primera vez que Rojas daba su versión del 10 de mayo; ya lo había hecho en el juicio ante el Senado. Pero, entonces, las esperanzas que produjeron las promesas de redención del Frente Nacional no permitieron que su pala-bra llegara a las mayorías. En cambio, las mismas palabras pronunciadas de nuevo en las condiciones de 1963 tuvieron en el pueblo una recepción positiva. “¿Fracaso? ¡Fracaso el del Frente Nacional!, la gran mentira que se inventó la oligarquía para estafar al pueblo colombiano”, había sido la

28. Ibíd., agosto 22 de 1963, pp. 1 y 5.

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respuesta de Rojas a la pregunta que le formulara el cronista de LNP sobre su fracaso del 10 de mayo29.

Temas puestos en circulación por los líderes de la Reconquista primero, por la comunidad rojaspinillista después, empezaron a ser asimilados por los colombianos pobres cuando pasaron a ser parte de las argumentaciones políticas de Gustavo Rojas Pinilla. En las crónicas, el General habló de la Conspiración, del gran dinero, de la oligarquía. Reflexionó sobre la partici-pación de la Iglesia en su caída: “¿Por qué la Iglesia se pasó a la oposición cuando comenzaron a amotinarse los intereses de la oligarquía? ¿Acaso la Iglesia obedecía al Gran Dinero? [...] Empezando por el Cardenal Crisanto Luque. No tenía espíritu de pastor sino de jefe político”30. Finalmente, Rojas señaló que la oligarquía se había rebelado contra su gobierno “no por lo que había hecho, sino por lo que iba hacer: por la revolución social...”31.

Figura 16. Portada del diario La Nueva Prensa, agosto 22 de 1963.

29. Ibíd., septiembre 5 de 1963, p. 3.30. Ibíd., septiembre 13 de 1963, p. 3.31. Ibíd., septiembre 17 de 1963, p. 3.

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Para finales de 1963, el general Rojas había recuperado popularidad. Todos los esfuerzos del establecimiento por desacreditarlo se revertían a su favor. La gran prensa, sin proponérselo, contribuyó a la promoción de su nombre y de su imagen. Rojas había intervenido poco desde las últimas elecciones, pero no desaparecía de las páginas de los periódicos, para bien o para mal, en caricaturas o editoriales. Tampoco desaparecía su nombre de las sesiones del Congreso. Transcurrido un tiempo prudente desde su retiro del poder, el pueblo empezaba ya a descubrir la verdadera naturaleza del sistema político establecido después de la caída del régimen de las Fuer-zas Armadas. Cuando Rojas fue confinado arbitrariamente en las selvas del Orteguaza, los colombianos de abajo, conmovidos, comenzaron a mirarlo con otros ojos. Desde su regreso al país, el General había transitado por un camino de espinas: confinado en la fragata Capitán Tono, luego prisionero en los sótanos del edificio donde había funcionado Sendas, la entidad que en su gobierno había socorrido a los pobres. El ensañamiento del régimen con Rojas lo convirtió en Mártir, en un símbolo que condensaba la persecución que no sólo él sufría.

6. HABLANDO MÁS QUE UN SECUESTRADO

Liberado Rojas el 13 de septiembre, escribió el editorial de Alianza Popular en un tono de defensa y denuncia:

Me acusan de conspiración; me han detenido y sometido a un tratamiento inicuo sin que el gobierno haya dado una muestra de evidencia de que yo estaba cons-pirando contra el orden público. El gobierno puede persistir con su persecución ilegal. Posee todas las herramientas decepcionantes de poder a su disposición y está impulsado por las plutocracias voraces que están oprimiendo a Colombia. Estoy desarmado pero detrás de mí está el pueblo que tarde o temprano echará a los fariseos y publicanos del templo. El gobierno nunca me amilanará con torturas. Gustosamente me convertiré en su víctima si mi sacrificio puede servir para redimir al pueblo de su miseria y tiranía. Imploro a las masas explotadas de mi patria, los trabajadores, los campesinos, las clases medias, los estudiantes, en pocas palabras a todos los que en Colombia sufren, a no abandonar la lucha, a persistir en la defensa de sus derechos burlados y en hacer posible la revolu-ción nacionalista y social que la nación necesita. Sea en la cárcel o en la plaza pública estaré a su lado acompañándolos en la lucha que debemos emprender por la tierra natal, la paz, el pan y la justicia32.

32. Alianza Popular, septiembre 8-15 de 1963, p. 2.

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El editorial sirvió de manifiesto de la campaña electoral en la que su movimiento estaba participando. De todas partes le invitaron a presidir míti-nes de desagravio. El Gobierno se quejó de la desidia que habían tenido los alcaldes del país para impedirle el uso de la palabra33. Ante tal denuncia, de la Alcaldía Mayor de Bogotá salió una resolución que le impuso a Rojas una caución de 100.000 pesos si hablaba en Bogotá. No obstante, Rojas visitó Ciudad Techo y el barrio Quiroga. En la primera llamó al pueblo para que se organizara en contra “del sistema, como única forma de redención social”.

Sin reparar en la caución que debía pagar, el jefe anapista se desplazó hacia el Valle del Cauca. Fue entonces cuando un inspector de policía expi-dió una orden de captura. Los congresistas de la Anapo rechazaron la me-dida, argumentando que el derecho de hablar no estaba incluido en el fallo que profiriera el Senado contra él en 1959. Según ellos, el General había perdido el derecho de elegir y ser elegido, pero no el de hablar. Sostenían que hablar no era un derecho político, sino una función humana. García García afirmaba en un debate en presencia del ministro de Gobierno: “No podría nunca erigirse en delito, el que un hombre hable y hable en público. Eso va contra las leyes divinas y humanas, contra el derecho positivo. Eso avergüenza a una sociedad cristiana. Eso la rebaja, eso la aminora y rebaja la dignidad de los hombres”34. Anotaba más adelante:

Ni en el infierno de Dante, ni en aquellos círculos tremendos del infierno, en don-de todos los castigos se ven pavorosamente descritos por la pluma del Dante, se encuentra el castigo del silencio, jamás callar la boca de los hombres por donde salen todas las verdades y todas las luces. Ni al más grande criminal de la histo-ria de todo el mundo se le ha impuesto una pena tan grande como la que se ha impuesto al General Rojas Pinilla. El drama de Cristo se repite, pero no por eso deja de ser injusto ni tampoco de ser redentor. Y ahí está lo bueno. Yo le anuncio al Parlamento que el General Rojas Pinilla no ha muerto, que su memoria es respetada por el pueblo de Colombia, que será rehabilitado algún día; yo lo sé por las masas que lo siguen, y ustedes saben muy bien que la votación por él fue copiosa, pero fue anulada sistemáticamente en los escrutinios35.

Rojas no se intimidó. Dejó que su agenda política siguiera su curso. No dudó en asistir a una concentración en Medellín que los anapistas de la ca-pital antioqueña venían preparando desde tiempo atrás. Se comprometieron, sí, a impedir que se hiciera realidad la orden de captura impartida contra su jefe. En la noche del viernes 27 de octubre, Rojas habló desde un balcón

33. Véase El Espectador, diciembre 31 de 1963, p. 9.34. Anales del Congreso, diciembre 28 de 1963, p. 3749.35. Ibíd.

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de la plaza de Cisneros. Lo novedoso no fue su discurso, cuyo contenido en nada difirió de los anteriores, sino la multitud que lo escuchó. La manifes-tación conmovió a rojistas y antirrojistas. A los primeros los colmó de segu-ridad, mientras que en los segundos acrecentó el pánico que les producía la rehabilitación popular de Rojas. Los Directorios, presididos por Julio César Turbay Ayala y por Mariano Ospina Pérez, se reunieron para adoptar decisio-nes conjuntas que impidieran el avance de los anapistas. La primera de ellas fue solicitar a El Tiempo y a El Espectador, así como a los diarios voceros del Frente Nacional en la provincia, “el más absoluto silencio sobre la mani-festación de Medellín”36. LNP realizó de inmediato una encuesta de opinión entre los políticos adversos al General. Destacamos las declaraciones de dos personajes desapasionada e intelectualmente antirrojistas: Gerardo Molina y Luis Carlos Pérez. El primero, ex rector de las universidades Nacional y Libre de Bogotá, manifestó: “No es una manifestación de apoyo al ex general Gustavo Rojas Pinilla, sino de rechazo al Frente Nacional por su incapacidad para resolver problemas vitales del pueblo colombiano. Las personas que ayer se reunieron en la plaza de Cisneros de Medellín constituyen una clara expresión del descontento nacional”37. El doctor Pérez, afamado profesor de derecho penal, fue más penetrante:

No hay que olvidar que el pueblo de Colombia es a pesar de las desgracias que padece muy sentimental y que está de parte de todas las personas perseguidas justa e injustamente [...] todo el país sensato se dio cuenta de que el juzga-miento de Rojas Pinilla tenía más móviles políticos que de justicia, y surgió el otro incentivo para que un sector popular se decidiera en favor del que creía perseguido. Además hay que admitir que Rojas Pinilla tiene un valor personal que por desgracia le falta a muchos de nuestros amigos revolucionarios. Él sabe que está fuera de la ley, pero la ley no le importa. Esto es importantísimo para desarrollar las campañas políticas en este tiempo cuando el que no está de acuerdo con el gobierno queda privado de todo derecho, inclusive de los más elementales como los de expresarse y moverse38.

La manifestación anapista de Medellín fue la más importante de la campaña, por su magnitud y por su significado. Probó que en la medida en que se desprestigiaba el Frente Nacional, el único personaje y el único mo-vimiento capaces de lograr la confianza de los inconformes eran Rojas y su equipo. En realidad, se trataba de un fenómeno político de reacción popular contra las vicisitudes del presente. Fue como si los colombianos se adhirie-

36. Véase diario La Nueva Prensa, octubre 28 de 1963, p. 1.37. Zalamea, Alberto, La Nueva Prensa 25 años después 1961-1986. Tomo II. Bogotá, Procultura,

1986, pp. 420-421.38. Ibíd., p. 420.

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ran a la dignidad de un pasado que personificaba Rojas, en desmedro de un presente representado en los líderes del Frente Nacional. También es cierto que para 1964 el movimiento radical de izquierda estaba en reflujo y había perdido espacio. La represión de Valencia lo había arrinconado.

Después de Medellín, Rojas recorrió con éxito el oriente antioqueño. Regresó a Bogotá desafiando la orden de arresto y se dirigió a la ciudad de Tunja, donde presidió una concentración política en la plaza de Bolívar. Así empezaban los anapistas a llenar las principales plazas del país. No se trata-ba sólo de Cali y Medellín: ocurría lo mismo en Bucaramanga y Barranquilla. A los dirigentes del Frente Nacional no les quedó otro camino que olvidar los programas sociales y dedicar toda la energía de sus campañas a seguir las líneas trazadas por Ospina y Silvio Villegas: acusar a Rojas de comunista, a Rojas, ¡valiente paradoja!, que había puesto fuera de la ley al comunismo en 1954, como ya se indicó. El presidente del Directorio Conservador De-partamental de Santander, después de la concurrida manifestación de Rojas en la ciudad capital, acusó al movimiento de Rojas de castro-comunista y señaló que “quienes comandan la Anapo políticamente nada valen, es una mezcla de matices diversos que no saben de dónde vienen, qué persiguen, ni para dónde van”39.

7. ROJAS: PORTAVOZ DE LOS QUE NO PUEDEN COMPETIR

Así las cosas, a comienzos del nuevo año, Rojas Pinilla reinició sus giras por el país. Esta vez con el claro propósito de crear comandos regionales donde no existían y de consolidar el liderazgo anapista en los departamentos donde había hecho presencia en 1962.

Hacia marzo de 1964, los anapistas lograron establecer un aparato organizativo que operaba en la mitad de los municipios del país. Paulatina-mente, el movimiento había conquistado el derecho a la plaza pública. Si entre 1961 y 1962 sus reuniones eran saboteadas, bloqueadas o prohibi-das, para los años 1963 y 1964 la evidencia de su crecimiento hace impo-sible a las autoridades impedirlas e incluso controlarlas. Al anapismo se le empiezan a ceder los estadios y demás sitios de concentración, aunque se le niega al General el derecho a llevar la palabra, medida que no fue cumplida en la mayoría de los casos. En una manifestación en Cartagena, uno entre tantos ejemplos, Rojas rompió en presencia del alcalde la orden por la cual se le impedía el uso de la palabra40. No era fácil ni transparente el tránsito

39. La República, febrero 14 de 1964, p. 1.40. El Tiempo, febrero 23 de 1964, p. 30.

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del anapismo a las formas “civilizadas” de hacer política. En tránsito hacia la vía electoral, los anapistas se ven impedidos de laicizar de inmediato su comportamiento político. Observan cómo a medida que crece la simpatía popular por su movimiento, aumenta la hostilidad hacia ellos. No cesaron las arremetidas de los partidos políticos y de la gran prensa contra Rojas y sus seguidores. En Popayán, por ejemplo, los Directorios Liberal y Conserva-dor presionaron al alcalde para que impidiera una manifestación anapista, y como consecuencia de ello unidades militares apostadas en las afueras de la ciudad forzaron a la comitiva rojista a regresar a Cali41. Ante esta evidencia, la Anapo no renunció a la intransigencia de su lenguaje. Rojas amenazó que de llegar al poder colgaría al presidente Valencia “en la plaza de Caldas de su ciudad nativa”42. El mártir retó al Gobierno a que le impidiese hablar. En efecto, al llegar Rojas a Cali, una multitud que le esperaba en el aeródromo de la ciudad impidió que fuera aprehendido por la Policía. Furioso, en una manifestación en la plaza de Caicedo, el general Rojas anunció que si lo obstaculizaban en las elecciones “llamaría a sus amigos a las armas para tomarse el poder”43.

Figura 17. Primer carné de la Anapo, 1963. La carnetización fue uno de los principales mecanismos

para consolidar la identidad de sus integrantes en todo el país.

41. Ibíd., febrero 16 de 1964, p. 30.42. Ibíd.43. Véase El Nacional, octubre 24 de 1963, pp. 1 y 2.

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El mismo establecimiento contribuía a lanzar a los anapistas a las vías de hecho, a la defensa propia. El ministro de Gobierno, amenazó con des-terrar a Rojas a cien kilómetros fuera de Bogotá, y con el pago ya no de 100.000 pesos, sino de 240.000 por cauciones si este intentaba interve-nir en la capital. Era obvio que el Gobierno quería aislar a la Anapo de la campaña electoral de marzo de 1964. De otro lado, se quejaban los líderes locales de la Anapo que en las dos elecciones de 1962 habían sido víctimas de fraude, y confesaban no estar dispuestos a permitir que este se repitie-ra en 1964. Por ello, en una manifestación en Santa Marta, el jefe de la Anapo dijo: “Si nos hacen fraude en las próximas elecciones, castigaremos el fraude con la violencia”44. El sistema electoral colombiano no contaba entonces con mecanismos modernos que impidieran la violación de las ur-nas de votación. Los anapistas, ante su incapacidad de evitar la alteración de los votos, desesperados recurrían al amedrentamiento. El mismo Rojas, en algunos barrios populares de Cali, anunció su disposición de cambiar “la dialéctica de las pistolas” por “la dialéctica de los puñales”45. Blasteyo Tre-jos, diputado anapista del Valle, proponía impedir la candidatura oficial a la Presidencia con violencia e invitaba a armarse “para consolidar la revolución nacionalista”46.

Con todo, la alusión a la violencia de la Anapo en esta nueva etapa de su historia, intervenía más como un mecanismo de cooptación y de defensa que como amenaza verdadera. Rojas, por donde pasaba, llamaba a la gente a que esperaran una supuesta orden de batalla. Pero esta orden de batalla tenía ahora otro significado, ya no se trataba del llamado al motín: Rojas invitaba ahora a manifestar su odio contra las listas de la oligarquía votando por las listas conservadoras y liberales de la Alianza Nacional Popular. Lo cierto era que el anapismo estaba evolucionando por dentro, tratando de presentarse como alternativa de poder coherente ante quienes se sentían incongruentes y desengañados con el Frente Nacional, para poder así co-rresponder a las aspiraciones de una Colombia que mostraba ya el rostro de su nueva estructura social. Pero los mecanismos para hacer política eran crudos y reales. Las masas, amorfas, aluvionales e intolerantes, podían irse de la misma manera como habían empezado a llegar al movimiento. Rojas, por ende, no vaciló en regresar a sus antiguos mecanismos de cohesión polí-tica: hacía jurar en la plaza pública la fidelidad a sus prédicas, la adhesión a su agrupación y a su “revolución”, de la misma manera como en 1956 hizo

44. El Tiempo, febrero 4 de 1964, p. 24.45. Ibíd., febrero 23 de 1964, p. 30.46. Ibíd., febrero 18 de 1964, pp. 1 y 11.

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jurar el apoyo a la Tercera Fuerza a militares y civiles simpatizantes con su régimen. Esa parecía ser la única forma de atar al esquivo campesino que estrenaba espacio en la ciudad, al citadino marginado que veía en lo nuevo de Rojas lo único estable que recordaba o creía recordar: un pasado mejor. En resumen, el ex Presidente simbolizaba el tránsito, la síntesis entre lo viejo y lo nuevo. Lo viejo, incapaz ante la competencia que imponía el modelo liberal de desarrollo, y lo nuevo, o parte de ello, que aspiraba a salir a flote en ámbitos recientes y hostiles.

8. LA ESENCIA DE LA NUEVA CAMPAÑA

A diferencia de las anteriores campañas políticas, la de 1964 no se distin-guió por la promulgación de programas y plataformas de lucha. Fue como si los movimientos políticos hubieran considerado que sus propuestas deam-bulaban en el ambiente político del país. El eje de la contienda electoral giró en torno a la unidad de la oposición. Sin embargo, entre los grupos que la conformaban, la Anapo fue el sector que menos interés mostró por entrar en el debate. La razón no radicó en lo accidentado que resultó para ella su participación en la contienda electoral. En realidad, al movimiento le preocu-paba consolidarse como fuerza política nacional y el poco tiempo que tuvo lo dedicó a esta labor.

Los intempestivos avances electorales del MRL en 1962, le permitieron acceder a los halagos del poder. Una corriente del MRL identificada con los nacionalismos tercermundistas se desgajó de la agrupación. A partir del pri-mer semestre de 1963 se habló de Línea Dura y Línea Blanda del MRL. Los líderes que renunciaron al reconocimiento de López Michelsen como jefe de la organización, se agruparon alrededor del dirigente Álvaro Uribe Rueda47, quien desde las entrañas del emerrelismo venía promoviendo su conversión en algo distinto a una disidencia liberal. Este suceso tuvo trascendental importancia para el futuro de la Anapo. Por el momento, le impidió llegar al pueblo liberal. Con mayor cercanía que en las campañas de 1960 y 1962, el discurso emerrelista, esta vez el de Uribe Rueda en particular, estuvo en sintonía con el de los anapistas. El jefe de la Línea Dura abogó también por la aplicación en el país de los postulados del pontificado de Juan XXIII.

47. Los duros –como se les denominó en el argot político– se apropiaron de La Calle. El periódico se convirtió en vocero de los sindicatos colombianos que luchaban por la nacionalización de sus empresas. El grupo de senadores que en un principio encabezaron la división fueron: Álvaro Uribe Rueda, Ramiro de la Espriella, Francisco Zuleta Holguín, Ramiro Andrade, Álvaro Echandía, Gre-gorio Becerra Becerra, Isaías Hernán Ibarra, Humberto Ariza Rivera, Eduardo Vanegas, Justo P. Castellanos, Ciro Ríos Nieto, Jaime Velásquez Toro, Enrique Gómez Restrepo, Ítalo Daza, Luis Torres Almeida, Germán Ángel Naranjo, Camilo Rodríguez, Alberto Ordóñez Galindo y Diógenes Jiménez.

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Como los anapistas, llamó a formar un “gran frente popular” de los explo-tados contra los explotadores, y promovió de igual manera la Revolución Nacional48.

El dirigente de la Línea Dura declaraba entonces: “No solamente se ha entronizado una nueva hegemonía política con carácter bipartidista, sino una hegemonía económica, una dictadura de grandes intereses y grupos de presión, un gobierno plutocrático y oligárquico”49. Uribe hablaba en un lenguaje de factura alzatista del zarpazo al poder que habían dado las oli-garquías para dirigir desde el Estado la economía en sentido exclusivista. Haciendo un balance del primer gobierno de la coalición bipartidista en el poder, el líder emerrelista encontraba que las obras públicas que inaugura-ban los presidentes del Frente Nacional se habían iniciado en el gobierno de Rojas Pinilla, que el decreto de restricción a los monopolios dictado por este había sido cambiado por una legislación que estimulaba la concentración de capitales.

En agosto de 1963 se anunció el surgimiento de un nuevo grupo po-lítico, el Movimiento de Izquierda Liberal (MIL), integrado por dirigentes del MRL y del oficialismo liberal. Los rumores de su aparición databan de comienzos del año. Con un nuevo tipo de carteles de mejor impresión, con textos que apuntaban directamente a la verdad, la nueva agrupación declaró que su objetivo no era “propiciar una nueva división, sino abrir las puertas de la oposición a vastos sectores sindicales y políticos inconformes con el Frente Nacional y decepcionados de los partidos tradicionales”50. Asimilada por los líderes de la Línea Dura como una estrategia del lopismo emerrelis-ta, el surgimiento de la nueva organización se constituyó en un obstáculo más para los propósitos de la Alianza Nacional Popular de engrosar su ala liberal. El MIL dirigió su mensaje político a la izquierda liberal y llamó en abstracto al diálogo con las fuerzas progresistas del Partido Conservador para que “dentro de los mecanismos formales de la Constitución se busque la transformación de las estructuras dándole un acento de afirmación na-cionalista”51. El MIL declaró, además, que buscaba “una auténtica reforma social”, y proclamó desde un principio la candidatura a la Presidencia de la

48. Diario La Nueva Prensa, julio 29 de 1963, p. 4.49. Ibíd., p. 75.50. Véase ibíd., agosto 29 de 1963, pp. 1 y 5. En las reuniones constitutivas del MIL estuvieron: el ex

alcalde de Bogotá y prestigioso urbanizador Fernando Mazuera Villegas, Iván López Botero, Darío López Ochoa, Ernesto McAllister y Ana de Karph, entre otros. Era conocida en la opinión pública la rivalidad entre Mazuera Villegas y Lleras Restrepo surgida a raíz de la oposición del último a los planes de construcción de puentes sobre la calle 26 en la capital de la República, durante la alcaldía del primero.

51. Véase ibíd., septiembre 11 de 1963, p. 5.

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República de su jefe Fernando Mazuera Villegas, en oposición a la de Carlos Lleras Restrepo.

Aunque los esfuerzos para unir a la oposición fueron grandes, los re-sultados no se vieron. LNP, vocera desde la cual se expresaron todas las corrientes adversas al Frente Nacional, junto con el Partido Demócrata Cris-tiano, resultaron promoviendo de manera beligerante una campaña absten-cionista bajo la consigna de “quien piensa no vota”. Se expresaron a favor del abstencionismo algunos sectores de la juventud del MRL de la Costa, el Frente Unido de Acción Revolucionaria, el Movimiento Socialista y sectores de la Juventud Comunista, entre otros52. El Partido Comunista, la Línea Dura del MRL y el MRL de López, aunque se declararon partidarios de la unidad de la oposición, en el fondo querían que esta se realizara desde sus propias organizaciones. Ninguna estaba dispuesta a perder espacio. La Ana-po ni fue invitada ni le invirtió tiempo a las discusiones sobre la unidad de la oposición.

9. EL COMIENZO DE LA PARÁBOLA DEL RETORNO O LAS ELECCIONES DEL 15 DE MARZO DE 1964

Como se ha demostrado, la participación de la Anapo en el debate electoral de 1964 fue obstaculizada. Sin embargo, los miembros de la agrupación le pusieron fe a la campaña. Mientras unos intentaban imponer por la fuerza a Rojas en la Presidencia, otros trabajaban en la organización de comandos populares a lo largo del país. Los parlamentarios del movimiento, al tiempo que luchaban por restituirle los derechos políticos al General, defendían el Estado de derecho. La Anapo tendía ya a constituirse en una subcultura polí-tica. No tuvo necesidad alguna de estrenar plataforma. Su campaña política estaba hecha. Se había desarrollado desde el Parlamento, desde los púlpitos de las parroquias de los pueblos de las provincias y barrios pobres de las grandes ciudades, y desde la contra-propaganda que emanaba de las pági-nas de los periódicos de la gran prensa. Rojas recorrió ciudades, pueblos, veredas. Ahora las giras de Rojas eran cosa distinta a las de 1961; no apa-recía como entonces rodeado de un minúsculo grupo de amigos y curiosos; esta vez por todas partes hubo gente que le recibió con pañuelos blancos, como pidiéndole excusa por la incomprensión o pagándole una deuda de gratitud, o simplemente solidarizándose con el mártir, o por causa de la cu-riosidad pública. Rojas reluciendo su martirio, casi a escondidas para no ser

52. Véase ibíd., No. 106, marzo 21 de 1964, p. 31.

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apresado, se ofrecía a realizar la revolución nacionalista y cristiana que tanta gente de las intelectualidades civil, militar y clerical, y del pueblo sencillo tenía en la cabeza. El General se autoproclamaba heredero único de Jorge Eliécer Gaitán y se comprometía a volver los precios de los productos de pri-mera necesidad al costo que tuvieron en los tiempos de su paso por el poder. Acosado por las amenazas del Gobierno de encarcelarle en Bogotá, el nuevo mártir se vio obligado a dirigir el cierre de la campaña desde Cali. Mientras su hija María Eugenia cerraba las actividades proselitistas de su movimiento en la capital, el General se dirigió a vallunos y nortecaucanos desde Radio Luna, una emisora popular de Palmira que gozaba de amplia sintonía en la región. En el Valle, el General concedió algunas entrevistas a los periódicos locales. En una de ellas, sostuvo que las tres columnas fundamentales del anapismo: creer en Dios, ser nacionalista y querer un gobierno democrático, reagrupaban lo que verdaderamente anhelaba todo colombiano53.

Por lo regular, en Colombia las elecciones de mitaca suelen ser menos apasionadas que las presidenciales. Esta vez la expectativa era generalizada; todo el mundo mediría fuerzas. El Partido Conservador había logrado unirse después de largos años, los abstencionistas se habían convertido en fuerza política, los emerrelistas querían evaluarse internamente, el general Rojas había llenado las plazas de las principales ciudades del país, el Frente Na-cional tambaleaba.

El domingo 15 de marzo de 1964 se llevaron a cabo las elecciones. Terminada la jornada, la muchedumbre de la capital se tomó la carrera sép-tima. Los resultados fueron sorprendentes, pudieron cantar victoria los ana-pistas y los abstencionistas. LNP le dedicó la portada de la revista a María Eugenia Rojas. El detallado informe que publicara sobre la jornada electoral lo tituló: “¡Oh Gloria inmarcesible!”54. Señalaban los redactores de la revista que, por primera vez en 30 años, el Partido Liberal perdía su mayoría. El día siguiente a las elecciones, Bogotá amaneció empapelada con unos avisos funerarios que rezaban: “El señor don FRENTE NACIONAL descansó en la paz del Señor...”.

Si por un lado la abstención mostraba un rechazo rotundo al bipartidis-mo en el poder, Rojas se convertía a partir de entonces en el único dirigente político con derecho a presentarse ante el pueblo como su personero. Era la culminación de un tortuoso camino recorrido por un sinnúmero de hombres que desesperadamente se aferraban al pasado. Junto con Rojas Pinilla, co-

53. Véase Occidente, marzo 17 de 1964, pp.1 y 18.54. Véase la edición de la revista La Nueva Prensa, No. 106, marzo 21 de 1964.

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sechaban los frutos de una brega de largos años por reconquistar el favor popular. Empezaba la parábola del retorno.

De un potencial electoral de 6.135.628 personas, sólo concurrió a las urnas el 36,9%. La abstención alcanzó la cifra más alta desde 1958. Esta vez no correspondió a un comportamiento espontáneo de los colombianos. Participó en las elecciones como propuesta política, con prensa, programas, consignas y mística. Por eso, los abstencionistas enterados de los resultados parciales, seguros de haber alcanzado un 70%, salieron a la calle, al lado de los anapistas, a celebrar la victoria. Interpretaron el fenómeno como un desconocimiento popular del Frente Nacional55. Entre ellos se encontraba el Partido Demócrata Cristiano, sectores de la juventud del MRL de la Costa, el Frente Unido de Acción Revolucionaria, el Movimiento Socialista y sectores de la Juventud Comunista, entre otros.

La votación total para la Cámara de Representantes alcanzó la cifra de 2.261.19056. Le correspondió el 35% de los votos al Partido Conservador, el 32,65% al liberalismo oficial, el 16,9% al MRL y el 13,7% a la Anapo. El MRL dividió su votación en las líneas blanda y dura. De los 381.847 votos depositados por ese movimiento, la primera obtuvo el 74,6% y la segunda el 25,4%. En las elecciones parlamentarias de 1962, la oposición represen-tada en la Anapo y el MRL significó el 23,2% de la votación general; dos años más tarde aumentó al 30,5%. La Anapo incrementó su votación del 3,7% en las parlamentarias de 1962 al 13,7% en 1964, al tiempo que el MRL disminuyó la suya del 19,5% al 16,9% entre 1962 y 1964. La otra agrupación liberal, el MIL, obtuvo 7.129 votos.

La Alianza Nacional Popular se presentó a elecciones en 17 depar-tamentos. En Antioquia, Boyacá, Cundinamarca, Huila, Tolima, Norte de Santander y Santander la Anapo participó con sus alas liberal y conser-vadora. De los 27 representantes anapistas elegidos, 26 eran de filiación conservadora. La Anapo aumentó notablemente su número de diputados: de

55. Francisco López, un intelectual que venía escribiendo contra la naturaleza antidemocrática del Frente Nacional, le dedicó una de sus publicaciones, “A los cuatro y medio millones de colombianos abstencionistas del 15 de marzo de 1964”. El libro titulado Los factores de la revolución consagra uno de sus capítulos al análisis de la abstención de ese año. Según el autor, se trató del estallido de una “rebelión democrática”, de la presencia en el país de una gigantesca conciencia política capaz de derrumbar el Frente Nacional: “Esta es la revolución de la conciencia colombiana y a ella debemos darle todo su valor y todo su significado […] los cuatro y medio millones de colombianos abstencionistas del 15 de marzo somos la vanguardia de una Colombia nueva, de una Colombia que se le ha salido de las manos a los traficantes y mercaderes de la política, y está buscando su propio derrotero...”. López, Francisco, Los factores de la revolución. Bogotá, Editorial Iqueima, 1964, p. 204.

56. El análisis de los resultados electorales del 18 de marzo de 1964 se realizó con base en Organi-zación y estadísticas electorales. Bogotá, Sección de Publicaciones de Registraduría Nacional del Estado Civil, 1964.

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12 en 1962 pasó a 49 en 1964. La bancada anapista en la Cámara pasó a representar, de un total de 184 parlamentarios elegidos, el 14,7%, ante el 67,9% de frentenacionalistas, el 16,8% del MRL y el 0,6 del MIL.

Considerada a nivel regional como fuerza política bipartidista, los resul-tados obtenidos por el anapismo le significaron: 24,5% en Boyacá, 18,3% en Santander, 18,2% en Norte de Santander, 18% en Cundinamarca, 18% en Tolima, 14,5% en Antioquia y 13,7% en Huila57. El 65% del total na-cional de votos por la Anapo provino de los anteriores departamentos. Por la Anapo votaron 16.495 liberales, el 1,4% del total liberal nacional, prove-nientes ante todo de Bucaramanga, Medellín y Cúcuta: 72,3% de sus votos. La Anapo triunfó como fuerza política liberal únicamente en dos pueblos de Santander: Floridablanca y Aguadas.

El caso de Santander es muy interesante. Un hermano del conservador Rodolfo García García se convertirá en uno de los líderes del ala liberal del departamento. En las elecciones se presentaron casos de hermanos que competían por el favor popular. Por ejemplo, en el Valle el anapista Elías Salazar García se enfrentó a su hermano ospinista Gustavo Salazar García; en Córdoba el anapista Benjamín Burgos se enfrentó a su hermano, el con-servador oficialista Remberto Burgos. Eran familiares que peleaban dentro del mismo conservatismo, pero en Santander lo particular era que Guillermo García García se convirtió en el único representante liberal elegido por la Anapo en la contienda de 1964. Sus votos le significaron al movimiento el 8,1% del total liberal departamental, ubicándose por debajo de la Línea Dura del MRL. En Bucaramanga, sin embargo, el anapismo liberal se ubicó como segunda fuerza electoral, superando las votaciones del emerrelismo. Aquí, en 1962 el MRL había logrado el 45,6% del total liberal frente al 54,4% de las listas frentenacionalistas; dos años después las dos líneas su-man el 25,7% de la votación liberal, y la Anapo representa el 21,2%; a su turno el Frente Nacional alcanza el 53% de sus tres listas en conjunto. Como se observa, el porcentaje correspondiente al Frente Nacional es similar en los dos momentos electorales, lo que quiere decir que el auge del anapismo tuvo que ver con la crisis del MRL. Geográficamente su votación provino además de Barrancabermeja, Floridablanca, Girón, Piedecuesta, San Gil, Bolívar y Socorro. En Medellín, el anapismo superó con facilidad a la Línea Dura, ubicándose en el tercer lugar después del liberalismo oficial y de la Lí-nea Blanda. En Cúcuta el anapismo liberal logró ocupar el cuarto puesto en el concierto de seis listas liberales. En Neiva, al igual que en todo el Huila,

57. Estas cifras refuerzan la hipótesis de que Boyacá, Santander y Cundinamarca fueron los departamen-tos donde la presencia anapista fue más sólida en esta primera etapa de la agrupación.

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la Alianza venció a la Línea Dura. En Tunja, a pesar de sus escasos votos (442), la Anapo, con la lista de Parmenio Zapata, superó al emerrelismo en su conjunto. En Bogotá, una de las ciudades de mayor abstención, fueron mínimos los votos que respaldaron al liberal Milton Puentes. Es muy posible que la imagen y el papel desempeñado por María Eugenia durante la cam-paña política hayan opacado la lista liberal-anapista de Puentes.

Hasta aquí podemos afirmar que los votos recibidos por la Anapo en estas regiones del país tenían su origen en los núcleos donde encontró eco el clamor de la Reconquista durante las contiendas electorales de 1958; es decir, en las mismas zonas donde el ospino-alzatismo sedujo a las masas conservadoras en 1960 y el unionismo en 1962, pero que fueron esquivas al discurso de la unión conservadora de 1963. Un análisis de correlación entre los resultados electorales de las dos elecciones de 1958, las de Cá-mara de 1960, 1962 y 1964 en los municipios de Boyacá y Santander, donde triunfó en 1958 la Reconquista, nos permitiría corroborar nuestras hipótesis.

Es útil anotar, también, que los campesinos, agobiados por formas de producción atrasadas, y bastante influidos por la religión católica en sectores donde era evidente el deterioro de la producción agrícola y la acumulación de sus deudas, muy posiblemente contribuyeron a afianzar el triunfo del anapismo58. Igual cosa podemos decir de sectores urbanos, como el de los desempleados, que quisieron encontrar una solución inmediata a su des-esperante situación, quienes respaldaron a los candidatos anapistas a los cuerpos colegiados59.

En resumen, esta primera etapa de la historia del anapismo le permitió reconocimiento como fuerza política beligerante. Su estrategia de aparecer como movimiento conspirativo y decidido a enfrentarse por todos los medios contra el Frente Nacional lo proyectó ante el pueblo como una alternativa de poder inmediata. El hecho de tener resonancia por los medios masivos de información las medidas para atajar a Rojas, y el tratar de adjudicarle la cul-pa de toda la crisis económica que vivía el país, paradójicamente, le sirvió a su movimiento de propaganda política. Atrás quedaba el rojaspinillismo como condensación del espíritu ambulante de la Reconquista. El anapismo se abría espacio en la densidad de su estructura interna.

58. Fenómeno observado en la costa Atlántica, Boyacá, Norte de Santander y Caldas.59. Fenómeno observado en Antioquia, Cundinamarca, Valle y Santander.

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Segunda parte

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César Augusto Ayala Diago

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5 El nacionalismo cabalga de nuevo

1. LA SÍNTESIS DEL NACIONALISMO COLOMBIANO

A diferencia de otros países de América Latina, los dirigentes colombianos no se distinguen por haber articulado un nacionalismo que generara amplio respaldo popular, como tampoco por haber elaborado un sistema de fun-damentación nacional sólido. Esto no quiere decir que no hayan existido variedades de nacionalismo en el país, sino que sus expresiones a lo largo del siglo XX se manifestaron principalmente en las dos colectividades tradiciona-les. Por momentos de corta duración, el nacionalismo se expresó de manera independiente como disidencia del bipartidismo, pero se mantuvo vinculado con el Partido Conservador más que con cualquier otra parcialidad política. Formulándolo, definiéndolo y autodefiniéndose, a veces, como nacionalista, este partido fue el más interesado en promoverlo. En el nacionalismo los con-servadores tuvieron uno de los componentes principales de su identidad. Al trabajarlo, se autoafirmaban y jalonaban su ideología. En la medida en que el nacionalismo se volvía recalcitrante, sus postulantes se veían obligados a re-tirarse de la colectividad, cuyas directivas preservaban el punto de equilibrio para que la agrupación no se desbocara por la vía de la ultraderecha europea que había provocado el desenlace de la Segunda Guerra Mundial.

1.1 El nacionalismo de La Nueva Prensa

En la Alianza Nacional Popular, el difuso, esquivo y hasta refundido naciona-lismo colombiano encuentra los canales de expresión que tanto había busca-do a lo largo del siglo. El curso del desarrollo de la historia política del país

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hizo que en la Anapo coincidieran vertientes nacionalistas de toda estirpe. Desde las fascistas conservadoras de los años los años veinte y treinta hasta las gaitanistas de la década de 1940; desde quienes, entre 1953 y 1957, esperaron hasta última hora que el gobierno de Rojas fuera la expresión de sus ideas, hasta las generaciones de los nuevos intelectuales de los años sesenta, para quienes el nacionalismo se cubre con un manto mucho más ancho que aquel con el que se habían cobijado sus predecesores. Gracias a las particularidades de la Anapo renace el nacionalismo colombiano, esta vez a través de algunas corrientes disidentes del liberalismo que terminarán del lado del general Rojas. Fueron las condiciones políticas producidas por el nuevo ordenamiento jurídico de los años sesenta las que hicieron posible plantear el nacionalismo como movimiento bipartidista.

Los intelectuales reunidos de 1961 a 1966 alrededor de La Nueva Prensa son los primeros en atreverse a plantear el nacionalismo desde una propuesta independiente de los partidos tradicionales1. La revista recogió el sentir que se había manifestado a través de los órganos periodísticos de las disidencias conservadoras y liberales desde la década de 1940, súbitamente salidos del escenario político. A través de ellos, los colombianos de entonces siguieron de cerca los procesos históricos de los movimientos nacionalistas en el poder o en busca de él en América Latina, Asia y África. Los ideólogos de la revista contemporizaron con quienes en Colombia habían sido seguido-res de José Antonio Primo de Rivera, de Benito Mussolini y de Georges Sorel. Resaltaron la virtud de sus ideas, señalaron las que fueron sus deformacio-nes y llamaron la atención sobre el nacionalismo depurado de los últimos tiempos, abierto a todos los vientos del mundo. Incentivaron el rescate de los elementos positivos de los paradigmas nacionalistas latinoamericanos. Profe-saron admiración por el nacionalismo aprista, reconocieron en el peronismo el movimiento más coherente del continente, consideraron el Estado Novo de Getúlio Vargas ajeno al fascismo y calificaron a Víctor Paz Estensoro de “el más lúcido expositor de un nacionalismo moderno para América Latina”2.

La Nueva Prensa, dirigida por el periodista de origen liberal Alberto Za-lamea, tendía puentes entre los idearios conservadores, los de los liberales

1. La Nueva Prensa fue fundada el 19 de abril de 1961 por Alberto Zalamea Costa, quien venía de dirigir la revista Semana, donde había puesto en práctica un estilo de periodismo acorde con los nuevos tiempos. La Nueva Prensa era una publicación hebdomadaria que se constituyó desde un principio en un órgano alternativo tanto de los medios de comunicación escritos como de la política. El 16 de junio de 1966 la revista apareció por última vez. Véase más ampliamente: Ayala Diago, César Augusto, “La Nueva Prensa y su influencia en la política colombiana de los años sesenta”, en Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. XXXVII, No. 55, pp. 61-72. Este tema también fue tratado por Giovanni Molano Cruz en “Nacionalismo y sociedad. Colombia 1958-1965”. Tesis de grado en Sociología. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1994.

2. Véase “Ahora y aquí nacionalismo”, en La Nueva Prensa. No. 7, mayo 31 de 1961, p. 53.

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adversos al Frente Nacional y los del MRL. En esa dirección actualizó el tema conservador de la Revolución Nacional, que en Colombia tenía varios ante-cedentes. En efecto, desde 1949, un grupo disidente del conservatismo, en el que se encontraban Gilberto Alzate y Francisco Plata Bermúdez, decidió incorporar en el vocabulario de la derecha colombiana la palabra revolución. En octubre de ese año, Alzate llamó desde Eco Nacional a realizar una tal Revolución Nacional3. Ahora, en los sesenta, la gente de LNP se sintoniza-ba con los postulados conservadores de entonces: “La Revolución Nacional tendrá que ser, si lo es, el restablecimiento del orden, de la disciplina, de las jerarquías. Y a ellas ingresarán las instituciones permanentes en forma total, unidas, sin resquebrajamiento alguno, en bloque”4. Fue esta concepción, al igual que el retorno a la herencia hispánica, los puntos de convergencia que marcaron la continuidad con el nacionalismo conservador. Justamente, la carencia de un protonacionalismo colombiano obligó a los editores de LNP a recurrir a la hispanidad para fundamentar su nacionalismo, como antes lo habían hecho los políticos de la Regeneración: “La colombianidad no es sino un abuso del lenguaje. Nuestra manera de ser hombres está cifrada en la hispanidad”, concluyeron5.

El tipo de nacionalismo hispánico que promovía la revista no era nuevo para Colombia, y menos aun para el continente. El nacionalismo, tanto con-servador como liberal, había sucumbido en la borrasca de la Violencia de los años cincuenta. Mientras tanto los gobiernos populistas de Brasil, Argentina y Bolivia enarbolaron esta ideología en el centro de sus preocupaciones. Por eso el nacionalismo colombiano de principios de los años sesenta resucitaba en condiciones nuevas, esta vez ataviado con ropajes tercermundistas que no eran ajenos a la experiencia de América Latina. Curiosamente, era una interpretación del pasado que se hacía gracias a la naturaleza misma del Frente Nacional, sólo que los ideólogos de LNP no reconocían en él la sín-tesis que ellos le estaban proponiendo al país: reunir en una sola propuesta los idearios positivos que desde la Regeneración venían acumulándose en la historia nacional. La composición de una cultura política dividida en dos ha-bía hecho imposible en Colombia el surgimiento de hombres síntesis como Perón para la Argentina, Vargas para el Brasil, Cárdenas para México, entre otros, y eso constituía, según LNP, una falencia histórica. A ese nacionalismo

3. Véanse “Una Revolución Nacional derechista pidió Gilberto Alzate”, en Eco Nacional, octubre 9 de 1949 pp. 1 y 8, y la columna “Notificamos”, octubre 28 de 1949, p. 28.

4. La Nueva Prensa, No. 28, octubre 25 de 1961, p. 60.5. “La patria grande”, en ibíd., No. 26, octubre 11 de 1961, p. 52. Sobre el concepto de protonacio-

nalismo, véase Hobsbawm, Eric, Naciones y nacionalismo desde 1870. Barcelona, Editorial Crítica, 1991.

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colombiano se sumarán las experiencias latinoamericanas y tercermundistas que los intelectuales del órgano periodístico presentarán en sus escritos.

Como en el caso de los nacionalistas colombianos de comienzos del XX, los contertulios de LNP hicieron gala de un antinorteamericanismo iden-tificado con el aprismo de los años veinte. Surgía, incluso, en condiciones parecidas. Los líderes apristas sintieron en carne propia la avalancha de unos Estados Unidos que, fortalecidos después de sus victorias en la Pri-mera Guerra Mundial, se lanzaban a la conquista definitiva del continente. Igual sentimiento manifestaban los líderes de los sesenta, o mejor, aquellos que habían sido víctimas de la Guerra Fría. La invasión de Estados Unidos a Cuba en abril de 1961 provocó un temor generalizado entre los pueblos latinoamericanos, que en Colombia se canalizó a través de LNP, entre otros medios alternativos.

Figura 18. Portadas de La Nueva Prensa.La revista cubría temas nacionales e internacionales

de un modo novedoso para el medio editorial colombiano de los años sesenta.

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De este modo, los planteamientos de Zalamea lograban precisar los contenidos del nacionalismo promovido en Colombia desde los años treinta. Particularmente, de aquel nacionalismo que anidaba en las disidencias de los partidos tradicionales. No obstante los temores que producía la agresión estadounidense hacia América Latina, no se trataba de la lucha de una de-finida burguesía nacional contra el imperialismo. Sobre el país no se vislum-braba el peligro de una agresión extranjera, y los colombianos no estaban disputándose los espacios laborales con una creciente ola de inmigrantes cualificados. Se trataba, más bien, de un nacionalismo hacia adentro. Su enfrentamiento contra el imperialismo no era directo; lo hacían combatiendo las “oligarquías nativas”. Desde los tiempos de Gaitán, cuando la confronta-ción entre el país nacional y el país político, dirigentes de las colectividades tradicionales concibieron el nacionalismo como la necesidad de reconocerse como parte de una nación de la que habían sido excluidos. En ese sentido, interceder a favor de la democratización de la política significaba en Co-lombia luchar por deselitizar el poder público y, ante todo, luchar contra la apropiación que del país se había hecho la oligarquía. Eran estos los compo-nentes del nacionalismo colombiano.

A pesar de la resistencia de los grupos intermedios del bipartidismo nacional, en la década de 1960 se acentuaron las tendencias económico-sociales que Gaitán advirtió, padeció y condenó. La coyuntura de los sesenta permitió que el nacionalismo renaciera como fórmula salvadora. Era lógica su irrupción en la escena política desde el periodismo. Además de constituir una tradición, la denominada gran prensa colombiana se había convertido en la expresión más evidente de la monopolización. Habían desaparecido los periódicos surgidos entre los años cuarenta y cincuenta, que participaban a su manera de la tímida diversificación del sistema político colombiano. La presencia solitaria de la gran prensa en el país daba para pensar que sus concepciones eran compartidas por la totalidad de los ciudadanos. LNP, al contrario que los ideólogos del establecimiento, se hacía vocera de esa parte de los colombianos que, excluida del ejercicio político, consideraba inconclu-so el proceso de conformación de la nación. ¿De cuál nación podría hablarse sin la participación popular en los asuntos del Estado? La revista habló de una necesaria integración nacional. El director señaló que Colombia no exis-tía más que en algunos departamentos y que la prosperidad cubría sólo la parte del territorio que había ingresado en el circuito económico6.

6. Ibíd., p. 58.

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2. EL NACIONALISMO DE LA LÍNEA DURA

Así pues, los idearios tercermundistas que estaba ventilando desde sus pági-nas LNP no eran patrimonio suyo. Como se ha visto, los avances electorales de 1962, con los cuales el MRL logró 12 senadores y 33 representantes, lo convirtieron en un grupo con capacidad de negociación. El presidente Valen-cia premió a la disidencia con un Ministerio y una “alta misión extranjera”. Fue precisamente este el pretexto del que se valió una corriente del MRL, identificada con los nacionalismos tercermundistas, para profundizar los deslindamientos ideológicos dentro del emerrelismo y crear la Línea Dura, a la cual se abrieron de par en par las páginas de LNP.

2.1 La irrupción del Tercer Mundo

A Álvaro Uribe Rueda, cabeza de la Línea Dura, como a Zalamea, le atraía el nuevo Tercer Mundo. En sus debates en el Senado sostenía que Colombia no tenía por qué mirar hacia las grandes potencias cuyos intereses eran con-trarios a los colombianos, ni tampoco seguir mansamente sus dictados en política internacional. Consideraba que el país debía adoptar una posición independiente y digna que le permitiera hacer una Revolución Nacional, con métodos colombianos y con el concurso de personas de todos los partidos7. Proponía dirigir la mirada no hacia la estrella polar sino hacia los países subdesarrollados de Asia, África y América Latina, con quienes se tenían mayores similitudes. Uribe se presentaba en sociedad como portavoz de una generación nacionalista, llamada a superar a la del centenario y a dejarse llevar por la corriente de la época. Pensaba, como LNP, que era necesario una tercera opción que le evitara a la patria alistarse en uno de los dos ban-dos en que se había dividido el mundo contemporáneo. Manifestaba que: “La controversia capital de nuestro tiempo no es la que se plantea entre Oriente y Occidente, sino entre el imperialismo y el nacionalismo. Por lo menos en el Tercer Mundo, que es la mayoría de la humanidad”8.

Los nacionalistas del decenio del sesenta fundamentaron sus propues-tas en las tesis que Antonio García, inspirador del Movimiento Socialista Colombiano (MSC), había sostenido en la década anterior. Al poner en el centro de sus elaboraciones intelectuales el problema del imperialismo, Gar-cía propuso, en los años cincuenta, diseñar una doctrina anti-imperialista de los países débiles, que les permitiera construir una economía propia para

7. Discurso pronunciado el 25 de julio de 1962 en el Senado de la República. Véase Uribe Rueda, Álvaro, Recorrido a la intemperie. Bogotá, Editores Tierra Firme, 1982, p. 73.

8. Uribe Rueda, Álvaro, “El nacionalismo, motor de nuestro tiempo”, en ibíd., p. 125.

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defenderse de las grandes potencias9. Llamaba a que los países oprimidos elaboraran su propia teoría del imperialismo y, con ella, su propia estrategia antiimperialista. Para ello sugirió un nacionalismo popular y revolucionario que abogara por un Estado capaz de reunir a todas las clases en armónica convivencia en un proyecto de integración regional.

Las posturas nacionalistas de Uribe Rueda, de Zalamea y del mismo Antonio García deambulaban por toda América Latina desde los años veinte. Sus raíces más próximas se encuentran en los postulados apristas de 1924, cuando Haya de la Torre aspiró a convertir el APRA en un movimiento con-tinental, nacionalismo que reaparecía intermitentemente renovado con los nuevos tiempos. Por la época en que García escribió sus tesis nacionalistas, estaba en boga en Latinoamérica el nacionalismo continental. Sus ideólogos difundían la peculiaridad latinoamericana, rechazaban la pretensión de los países socialistas de influir ideológicamente el movimiento de liberación en los países del Tercer Mundo, y de ninguna manera aceptaban que la clase obrera ocupara un lugar de vanguardia en las revoluciones nacionales por las que propendían. Por la misma época, Guillermo Bedregal –uno de los ideólogos de la Revolución Nacional en Bolivia– ponía el signo igual entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Para Bedregal, lo mismo que para García, el antiimperialismo efectivo consistía en utilizar los conflictos del “diálogo demoníaco entre los dos imperialismos”10. García, enfáticamente apuntaba: “La estrategia de las naciones débiles tiene que basarse en la poderosa dinámica de la rivalidad antiimperialista”11.

Los nuevos nacionalistas colombianos inscribieron sus postulados en una tercera vía que se distanciara de los ejes del poder mundial, tendencia que se reafirma y desarrolla en la medida en que el régimen cubano evolu-ciona hacia el comunismo de corte soviético. A hombres como Fidel Castro, oponían otros como Ben Bella, Nasser, Seku-Turé, N’Krumah o Sukarno. “¡Qué ejemplo formidable el que nos dan hoy a los latinoamericanos los pueblos de África! ¿Sabremos aprovecharlo?”12, escribía el director de LNP.

Empero, el de los sesenta era algo más que un nacionalismo popular. Se trataba de un fenómeno de carácter populista. El movimiento se promovía con una imagen nacionalista, cuando este era apenas uno de sus compo-nentes. Los populistas de ahora se nutrían, más que de Gaitán, de algunos

9. Escritos cuyo contenido fue asimilado en países del continente distintos al nuestro, debido quizás, a las condiciones de violencia política en que se debatía nuestra nación.

10. Bedregal, Guillermo, La revolución boliviana. Sus realidades y perspectivas dentro del ciclo de libera-ción de los pueblos latinoamericanos. La Paz, Editorial Juventud, 1962, p. 65.

11. García, Antonio, La rebelión de los pueblos débiles. Nacionalismo popular y antiimperialismo. La Paz, Librería Editorial Juventud, 1955, p. 99.

12. La Nueva Prensa, No. 100, junio 15 de 1963, p. 50.

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de los ideólogos que trataron de darle coherencia al gaitanismo. Se hacían intentos por convertir el populismo político de Gaitán en un populismo teó-rico, es decir, en una alternativa ideológica, al estilo de los países que en el Tercer Mundo, oponiéndose tanto al capitalismo como al comunismo, trata-ban de salir del atraso. De ahí la referencia de los nacionalistas colombianos a los mismos temas que en África promovían Kwame N’Krumah o Sukarno en Indonesia: la originalidad, la tradición, la conciliación de las clases so-ciales, el rechazo al capitalismo y la aceptación de la organización socialista de la economía. Como los líderes africanos y asiáticos, los colombianos aceptaban en principio el socialismo y como ellos, sostenían que el camino no era el mismo en todo el Tercer Mundo13. Sin embargo, no ponderaron el peso que para los países afroasiáticos tenían los factores históricos que a ellos les facilitarían la construcción de un modelo intermedio, tales como su profundo protonacionalismo. Al igual que la nueva generación de líderes tercermundistas, quienes afanosamente se aprestaron –una vez conquistada su independencia– a recuperar el tiempo perdido, los nuestros llamaban a emprender un esfuerzo excepcional para poner en práctica “un plan de emergencia” que recuperara el desarrollo económico interrumpido, según afirmaban, “por las fuerzas ciegas del lucro privado y el arbitrio político”14.

De esta manera, el curso de los sucesos políticos en el país fue re-uniendo a dirigentes que, si bien no ocultaban su deseo de evitar la difusión del comunismo, se distinguían de los demás por su consecuente crítica a la oligarquía y su pertinaz lucha contra el sistema del Frente Nacional. No resultaba por eso fortuito, que en las páginas de La Nueva Prensa se tratara con respeto, a medida que avanzaba el tiempo, la actividad de los rojaspini-llistas. Al fin y al cabo, ellos habían sido los primeros entre los antagonistas del Frente Nacional, los mayormente excluidos y perseguidos.

Mientras avanzaban las polémicas nacionalistas por escrito, el general Rojas recorría el país promoviendo a campo abierto su propuesta política. Cuando asimilaba sus avances electorales hasta 1964, en su casa de des-canso de Melgar, Rojas compartió impresiones con el director de La Nueva Prensa e ideólogo del nuevo nacionalismo colombiano, Alberto Zalamea. “Da la impresión –escribió después Zalamea– de que el carisma que las gentes sencillas, las gentes explotadas, humilladas, escarnecidas, colocan sobre la frente del que fuera su liberador en 1953 y promete ser ahora su vocero, se hubiera aposentado con caracteres de firmeza indeleble en el es-

13. Ibíd., p. 57.14. Ibíd., p. 53.

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píritu del general”15. Conclusión a la que llegó el periodista después de haber presenciado una romería de trabajadores de los alrededores de Melgar que llegaban a saludar a Rojas. “Los ojos brillan, la emoción los sacude. Alguna mujer llora...”16, anotaba al describir la transfiguración que había observado en los campesinos al momento de entrar en contacto con el jefe máximo del anapismo.

Figuras 19-20. Encuentro de Zalamea y Rojas en Melgar, en abril de 1964.En La Nueva Prensa, Nos. 107-108, 4-10 de abril de 1964.

15. Véase “Domingo de resurrección en Melgar”, en La Nueva Prensa, Nos. 107-108, 4-10 de abril de 1964, p. 35.

16. Ibíd.

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2.2 Hernando Olano Cruz impregna con su ideología a la Anapo

La Nueva Prensa, consciente de los cambios en las entrañas del rojismo e identificada en parte con su política, le dedicó una de sus portadas al parla-mentario vallecaucano Hernando Olano Cruz17, quien fue claro en deslindar el espíritu conservador que hasta entonces había caracterizado al anapismo. Manifestó que el conservatismo había sido revaluado por las condiciones so-cioeconómicas del momento; sostuvo que el programa de Caro y Ospina era “un código de moral y de buenas costumbres” apropiado para el siglo pasa-do pero carente de vigencia. Definió los programas conservadores como “un hermoso material del museo de la historia”18. Les contó a los colombianos los propósitos de la política que identificarían a su movimiento en lo sucesi-vo: “El pueblo que nos eligió no nos encomendó la misión de hacer recomen-daciones o de asesorar al régimen, sino que quiso, a conciencia plena, que nosotros viniéramos al Parlamento a desenmascarar a las oligarquías que se han coaligado bajo el Frente Nacional, para acometer el saqueo escandaloso y descarado del erario público…”19. Le imprimía así Olano al anapismo la impronta de su personalidad. En la nueva estrategia anapista, el pensamien-to del ideólogo vallecaucano Hernando Olano Cruz era el más importante, el que tendía los puentes con los otros discursos populares dispersos en la arena política y, sobre todo, el que atraía nuevas militancias.

Olano había crecido intelectualmente al lado de su maestro Gilberto Alzate Avendaño, y con él se había pronunciado a favor de una Revolución del Orden que, para ambos, reformaría las instituciones colombianas desde arriba. Junto con Alzate, rechazó la fórmula del Frente Nacional y compartió con él la concepción de un Estado fuerte distinto del liberal, se lamentaba de la ausencia de justicia social en el país y creía que la solución estaba en el ordenamiento del régimen a través de métodos fuertes.

A la muerte intempestiva de Alzate Avendaño en noviembre de 1960, Olano Cruz –entre muchos conservadores– hizo suyo su legado y con él se trasladó a la Anapo, la corriente potencialmente capaz, según pensaba, de llenar el vacío dejado por el caudillo. Hizo parte de los primeros represen-tantes del anapismo en las corporaciones públicas, posición que desempeñó contrariando su concepción de la democracia representativa. Educado en los escritos de Primo de Rivera, consideraba el sistema parlamentario incompa-tible con el Estado fuerte por el que había abogado toda su vida, y terminó convirtiendo sus intervenciones en los órganos legislativos en abiertas de-

17. “Hernando Olano Cruz: tempestad en la Cámara”, en ibíd., No. 121, agosto 8 de 1964.18. Ibíd., pp. 21-22.19. Ibíd., p. 20.

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nuncias contra el establecimiento: “Yo no vine al Concejo a resolverle proble-mas al gobierno, sino a servir en la primera línea de fuego, como dinamitero del sistema irresponsable y monstruoso del Frente Nacional”20, peroraba en el Cabildo de Cali. Llamó Olano a darle otra connotación al oficio del conce-jal o representante anapista, convirtiendo esas instituciones en foros de pro-testa y debate: “Nosotros necesitamos ocupar las tribunas del Parlamento, de las Asambleas y de los Cabildos, para presentar nuestros cargos, nuestras protestas. En todas partes mantendremos la candela de la insurgencia”21. Trazaba así los lineamientos del comportamiento que seguiría la mayoría de los voceros anapistas en las corporaciones públicas.

Olano Cruz definió la Anapo como “la alianza de los pobres y de los ofendidos”22, y explicaba que en ella estaban todos los que querían destruir el orden monstruoso que reinaba en el país. “Contra el Frente Nacional pa-tronal y oligárquico opondremos el auténtico Frente Popular, la alianza de los pobres, la unidad de nuestro sudor, de nuestra pasión y de nuestra san-gre”, escribía23. Sostenía que “el movimiento de Alianza Nacional Popular es eminentemente revolucionario, nacionalista, y de caracterizada unidad popular”24. Tenía Olano una concepción amplia del pueblo, análoga a la de Alzate. Para él, el pueblo eran “los obreros y los trabajadores, los soldados y los maestros de escuela, los peones de caminos y las clases medias, los em-pleados bancarios y las prostitutas, los mendigos y los intelectuales a suel-do, los que sufren, los que labran, los que temen, los que pagan un excesivo diezmo a un orden injusto”25. Era portavoz Olano de la abigarrada estructura social de la Colombia que asomaba a la nueva década. Su manejo del len-guaje es profundamente sensible al pueblo raso, a las capas marginales.

El discurso de Olano identificaba la ideología de la Anapo en su primera etapa. Si el movimiento lo aceptaba como suyo quería decir que no se trata-ba de una nueva corriente conservadora. Para nada apelaba al conservatis-mo. Su discurso contenía una convocatoria eminentemente popular. No hay visos de una alharaca doctrinaria para regresar fortalecido al partido de sus orígenes, como en los casos de las disidencias liberales.

Olano había abusado de la bohemia. El alcoholismo le cobraría más caro su rebeldía que sus adversarios. Él no sabía en 1961, cuando se fundó la Anapo, que le restaban escasos cinco años de vida. Pero se comportó

20. Ibíd.21. Ibíd.22. Ibíd., p. 241.23. Ibíd, p. 297.24. Ibíd., No. 121, agosto 8 de 1964, p. 20.25. Olano Cruz, Hernando, Su obra. Bogotá, Gráficas Leipzig, 1966, p. 295.

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como si lo supiera. Vivió intensamente y le quedó tiempo para la organiza-ción regional y nacional del movimiento. Tan distinto era su pensamiento del conservatismo que logró apropiarse de la retórica gaitanista, propicia para despertar la conciencia social de sus conciudadanos:

... es necesario que el pueblo se cohesione con sentido de clase y sentido de riesgo, que el hombre liberal sea igual al hombre conservador o al hombre socialista, y que comprenda que su verdadero adversario no es el vecino de labranza o de tugurio, consumido por la misma fiebre, azotado por hambres y dolores iguales, sino aquellos proxenetas de la violencia que lanzan a Juan descalzo contra Juan desnutrido, a Juan liberal contra Juan conservador para que se maten como bestias y para extraer dividendos económicos y políticos de toda esa pobre sangre derramada26.

Se refería al pueblo como “la más pura substancia de la Patria, la leva-dura del espíritu nacional. Somos –decía– un nuevo movimiento político, con su programa, con su ideología moderna, con su caudillo, con su esperanza, con su pasión y con sus muertos”27. En su última intervención de plaza pú-blica, Olano peroraba:

Nuestro pueblo, ha sido llamado por el tambor amargo y colérico de la revo-lución. Digo revolución con conocimiento de su aliento profundo y renovador. Digo revolución con la invulnerable certeza de que ese es el anhelo de los opri-midos, de los hambrientos, de los sedientos, de la dolorosa raza de los pobres. Digo revolución y siento que mi Colombia enferma está urgida de cambio y de justicia28.

Hablaba de una revolución que nacionalizara el petróleo, la banca y la educación, y que rescatara para el futuro los valores olvidados, que otorgara al ser humano una igualdad de derechos y oportunidades29. Se pronunciaba a favor de la toma del poder por las vías revolucionarias. Advertía que la Anapo había adquirido una insospechada conciencia de clase y que estaba definitivamente resuelta a promover la revolución sin timideces y sin com-ponendas30.

Convertido Olano en el ideólogo del movimiento, el anapismo empieza a buscar su propia identidad. En el tránsito a la vía no conspirativa de hacer política, aunque menos que en el remoto pasado troglodita, pesaba la re-ciente experiencia conspirativa. No les era fácil a los rojistas renunciar a esta aspiración. Tampoco estaban interesados en rechazar de la noche a la ma-

26. Ibíd.27. La Nueva Prensa, No. 121, agosto 8 de 1964, p. 21.28. Olano, Su obra… (óp. cit.), p. 293.29. Ibíd., p. 294.30 La Nueva Prensa, No. 121, agosto 8 de 1964.

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ñana el método que, por excelencia, les había permitido el reconocimiento popular. Pero no todo era amenazas. Olano, junto con la bancada de su agru-pación, consideraba apropiado demostrarle al país por medio de proyectos de ley desde el Parlamento que el anapismo poseía una conciencia definida sobre los problemas nacionales. En el plano político, el anapismo construiría su nuevo discurso a partir de lo que Olano consideraba eran los principales problemas del país: el desajuste moral del régimen, la bancarrota económi-ca, el desquiciamiento, el incontrolado costo de la vida, el hambre, la crisis social, el irremediable descontento nacional y la ineptitud del gobierno31.

Desgraciadamente para la Anapo y para la política nacional, el 21 de octubre de 1966 murió en Cali Hernando Olano Cruz. Toda la clase política del país, y en especial la del Valle, le rindió honores. A las exequias asistie-ron el general Rojas, Alberto Zalamea, Jaime Piedrahíta y Cornelio Reyes. Carlos Holmes Trujillo, un coterráneo suyo, dirigente del liberalismo oficial pero de orígenes humildes, y reconocido como el mejor orador colombiano de entonces, habló en nombre del Senado:

El pueblo es generoso hasta la ternura, bueno hasta los excesos del delirio, abnegado hasta el sacrificio. Pero no se entrega con la totalidad sublime de su fuerza telúrica, sino a quienes son semejantes a él en la pureza de sus sueños [...] Los que, como Hernando Olano, nacieron con el temple moral necesario para afrontar sinsabores y desafiar peligros, despreciando las perspectivas que su origen social y su apellido les abrían, si hubiesen querido negociar la como-didad, merecen el homenaje del pueblo, que es clamoroso y fugaz en el ágora, y silencioso pero eterno frente al misterio de la tumba32.

2.3 El acercamiento de la Anapo y la Línea Dura

El cruce de identificaciones entre los nuevos nacionalistas y los rojistas y, sobre todo, el crecimiento intempestivo del movimiento anapista, pusieron en contacto a unos y otros. El sábado 21 de noviembre de 1964, al regreso de un viaje que hiciera a Europa, el General se sorprendió de ver entre la multitud que salió a recibirlo al aeropuerto a Álvaro Uribe Rueda y Ramiro Andrade, dirigentes de la Línea Dura del MRL. Los duros estaban ataviados

31. Ibíd., p. 23.32. Carlos Holmes Trujillo en el sepelio de Hernando Olano Cruz. Anales del Congreso, octubre 31 de 1966,

p. 1497. Olano muere en octubre de 1966, momento en que la Anapo está depurando su ideología, cuando algunos de sus miembros conservadores abandonan sus filas por no compartir la evolución hacia un movimiento independiente de la ideología conservadora. El contacto de Olano con los otros movimientos de oposición y su consecuente conservatismo popular atrajo al anapismo masas liberales; su prédica conmueve a personalidades del liberalismo como Uribe Rueda y Alberto Zalamea, quienes se dirigían al liberal raso, enarbolando desde otras influencias las mismas banderas de Olano.

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con los mismos atuendos que los rojistas: pantalón negro, camisa blanca y una “boina negra cuatro estrellas” con los colores de la bandera de la Anapo. La presencia de Uribe y Andrade en la bulliciosa manifestación de bienvenida al General significaba la oficialización de una alianza entre estos y el movimiento rojista. Los manifestantes se reunieron en la glorieta de la calle 26 con carrera 26. Allí, los emerrelistas alternaron el uso de la palabra con Olano Cruz. Al tiempo que Andrade proclamó “la unidad de las fuerzas revolucionarias”, Uribe explicó que su asistencia al mitin de recibimiento a Rojas no era circunstancial, y agregó:

Es necesario comprometerse para poder liquidar las viejas denominaciones y comenzar la integración del bloque nacionalista que reemplazará a los viejos partidos tradicionales: conservador, liberal y comunista. Si un hombre de iz-quierda como yo, un revolucionario convencido avanza hoy hombro a hombro con Rojas Pinilla, no es porque considere fácil el camino, sino porque no hay sino dos caminos: la entrega a la oligarquía, el vencimiento, el abandono de las masas, o la alianza con quienes están identificados con los mismos ideales de cambio, con los mismos anhelos de renovación33.

Finalmente, Uribe habló de las reformas que el país necesitaba, y sos-tuvo que únicamente el nacionalismo popular podría realizarlas. A su turno, el general Rojas, sintonizándose con el discurso hegemónico y en un colmo de entusiasmo cerró el mitin así: “La revolución no será sólo colombiana sino una revolución de todos los pueblos de América, de todos los pueblos explotados”34.

Uribe Rueda invadía los predios del discurso anapista. Manifestaba es-tar buscando la veta popular o nacionalista de la religión de Cristo. Como los rojistas, acudía a los curas, mejores instrumentos políticos, según decía, que los comunistas. Reforzaba su prédica apoyándose en el legado de Juan XXIII, particularmente en la encíclica “Pacem in Terris” que autorizaba la colaboración entre inconformes y revolucionarios35.

Parecía que en la Anapo Uribe veía el movimiento donde encajaban todos sus planteamientos; ese podría ser el antipartido que, según él, estaba esperando el colombiano medio; esa era la que él consideraba la unidad nacional de la izquierda y la derecha. La composición social del liderazgo anapista coincidía con el sujeto para quien hablaba Uribe: aquel “grupo so-cial intermedio y frustrado que ya no tiene hambre de pan sino de poder”36,

33. Véase la prensa capitalina del 22 de noviembre de 1964.34. Ibíd.35. Véase “23 Preguntas a Álvaro Uribe”, en La Nueva Prensa, No. 124, octubre 7 de 1964, pp.23-24.36. Uribe, “El nacionalismo…” (óp. cit.), p. 131.

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conformado no por el obrero sindicalista sino por “gentes que han tenido acceso a cierta clase de cultura, profesionales, intelectuales, técnicos, em-pleados, trabajadores especializados, casi toda la juventud estudiosa, gente que en su mayoría viven al servicio de la clase dominante, relativamente bien remunerados, ‘satisfechos’ en sus necesidades vitales...”37.

Aunque la adhesión de la cúpula de la Línea Dura del MRL a la Anapo no se materializó en una participación electoral conjunta, sirvió de ejemplo a un número considerable de liberales que habiendo hecho parte del MRL no estaban dispuestos a regresar al oficialismo liberal.

3. MÁS DERECHA DE LA DERECHA EN EL NACIONALISMO DE LOS SESENTA

Empero, existía otro conservatismo que veía en la Anapo una resistencia to-tal e intransigente a los cambios y que estaba localizado por doquier, pero en especial en el departamento de Santander. Allí, el conservatismo fundamen-talista era menos maleable al imperativo de los nuevos tiempos. A diferencia de Olano Cruz, el representante Rodolfo García García no asimilaba a la Alianza Nacional Popular como un movimiento bipartidista de los de abajo, sino como una agrupación eminentemente conservadora. García estaba en-tre quienes llegaron al anapismo convencidos de que allí y sólo allí se habían conservado los valores de su partido. La presencia de este personaje en el Parlamento hizo que quedara sin suficiente fundamentación el llamado que hiciera Olano a convertir los órganos legislativos en simples medios de agita-ción y denuncia. Otra era la concepción del anapista santandereano; nuevos factores políticos habrían de influir en ello. Abogaba por rescatarle prestigio al Parlamento, por hacer respetar las leyes, por el robustecimiento de la ética y la moral parlamentarias. Finalmente, había definido la comunidad anapista como una agrupación de “viejos godos retrógrados y trogloditas, de la vieja guardia”38.

Sin embargo, su copartidario, el presidente Valencia, no se comportó con los godos anapistas con la altura que García García hubiera esperado. A diferencia de los congresistas anapistas de 1962, que esperaban solida-ridad de Valencia por tratarse de un presidente conservador, los de 1964, que conocieron los sinsabores de una persecución de origen conservador, emprendieron todas sus actividades contra el sistema del Frente Nacional,

37. Ibíd., p. 130.38. Véase “Rechazamos airadamente el comunismo: Rodolfo García García”, en El Frente, marzo 3 de

1964, pp. 1 y 7.

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fuera del partido que fuera quien estuviese a la cabeza del gobierno. La fe en la doctrina conservadora hizo que mientras Rodolfo García –quien era el parlamentario estrella del anapismo entre 1962 y 1964– hablaba, Olano Cruz callara, observara y meditara. El discurso de García se acomodaba al momento de tránsito que estaba viviendo el movimiento. En la efímera unión del conservatismo en 1963, apresuradamente regresaron al sector ospinista los dos senadores anapistas, Francisco Plata Bermúdez y Alfonso Garcés Valencia. García García, que bien pudo haberse marchado, no lo hizo, pero su voz no volvió a sonar en el Congreso con el estrépito de la anterior le-gislatura. Eran distintas las cosas en la segunda mitad de 1964. Ahora las condiciones favorecían a Olano, correspondían a su manera de ser.

Los casos de Olano y García García eran apenas dos ejemplos, pero constituyeron las bases ideológicas sobre las cuales giraría el pensamiento de la Anapo, por lo menos hasta mediados de la década de 1960. Fueron los motores de la configuración ideológica del movimiento, al que siguieron arribando individualidades presionadas, entre otras razones, por un biparti-dismo que alcanzaba tan sólo para unos pocos.

La Anapo tenía, pues, orígenes culturales conservadores. Sus primeros ideólogos dieron fe de ello. Su comportamiento reflejaba con intensidad las contradicciones propias del proceso interno que estaban viviendo. La mayoría de los hombres centrales del movimiento venían de hacer parte activa de la historia política del país de la primera parte del siglo, y habían sido actores o espectadores de la violencia que desangraba a Colombia desde los años treinta; a su vez, sobre ellos se proyectó el odio partidista de las guerras civiles de los finales del siglo XIX. La transición de la intolerancia a la tolerancia fue dramática, puesto que tenían que hacer muchos esfuerzos para perdonar y ol-vidar a los enemigos de su propio partido, y con mayor razón a los liberales.

Sin embargo, paradójicamente, contribuían por abajo al proceso de conciliación que por arriba promovía el Frente Nacional. En sus comienzos, la Anapo no era la expresión de un relevo generacional. Al venir de una participación activa en la vida política del país en la pasada década, el legislador anapista no improvisaba. Sentía el Estado como un bien común que él había ayudado a construir, era amigo del orden social jerárquico de la sociedad, prevenía el peligro de los de abajo, y con cada uno de sus pasos creía avanzar hacia la construcción del país. Su lucha en los cuerpos legis-lativos y en la política en general le fue poniendo en contacto con dirigentes incongruentes como sus seguidores, que también se sentían excluidos del sistema político y que, al igual que ellos, abogaban por la cuestión social. Sus alianzas con líderes de la izquierda para lograr todos un mismo objetivo le enseñó a aceptar otras opiniones; comprendió que también luchaban por

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lo mismo aquellos que en la anterior década eran acusados de comunistas, de socialistas, de masones, etc. Ya en la encíclica “Mater et magistra”, Juan XXIII había afirmado que “los católicos comprometidos en actividades eco-nómico-sociales llegan a encontrarse por eso mismo en frecuentes relaciones con otros que no tienen la misma visión de la existencia...”. La realidad les hizo comprender a los anapistas que la vía conspirativa se agotaba. El Fren-te Nacional había logrado consolidarse como nuevo establecimiento, había desmontado por completo los rastros del gobierno militar donde supuesta-mente los rojistas esperaban encontrar apoyo. Sólo quedaba un camino, el pueblo. Había entonces que demostrar desde los cuerpos colegiados que la Anapo estaba seriamente comprometida con él.

4. TALANQUERAS Y ZANCADILLAS PARA QUE EL GENERAL NO AVANCE (I)

4.1 Entre generales sí se pisan las mangueras

Los caminos no estaban libres para que la Anapo accediera al poder. Ni siquiera el conspirativo. Tampoco se facilitaban las posibilidades para en-grosar el ala liberal. La circulación de las ideas pululaba desde todos los ángulos de la política. Los altos militares, no obstante ser condenados al os-tracismo de la no deliberación, no se dejaron arrinconar. Alberto Ruiz Novoa, deliberante militar, continuó opinando cuando se convirtió en el ministro de Guerra del presidente Valencia. Hasta entonces lo había hecho y ahora con más veras. Tenía en su cabeza el mundo cambiante de su tiempo, recurría lo mismo a Kennedy que a Nasser, lo mismo a los paradigmas liberales que a los conservadores. Su discurso abrazaba todo el espectro de las propues-tas políticas ubicadas entre las de las cúpulas de los partidos tradicionales y las del comunismo. Mostraba una asombrosa capacidad de reunir en su pensamiento, en su acción y en su investidura, múltiples expresiones ideo-lógicas presentes en el ambiente político del país. En peligro de quedar sin argumentaciones estaban el general Rojas y su grupo de golpistas, lo mismo que López, Uribe Rueda y todos los que acariciaban la idea de un gobierno fuerte que aplicara justicia social en el país.

Ruiz hacía esfuerzos por adaptar al suelo colombiano lo que veía en otras partes y lo que leía en las revistas que pasaban por sus manos. Su anticomunismo no descansaba exclusivamente en la fuerza de las armas; hablaba de una solución contra el comunismo que tuviera que ver con la eliminación de las desigualdades sociales. Este tipo de anticomunismo ve-nía con la factura de la nueva política de los Estados Unidos hacia América

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Latina. Se trataba del viejo anticomunismo nacionalista ibérico que ahora la Comisión para Asuntos Latinoamericanos del presidente Kennedy readap-taba a las condiciones del continente. Los comisionados señalaron que la principal arma contra el comunismo consistía en la adopción por parte de los Estados Unidos de una “filosofía democrática positiva” que colaborara con la “democracia indígena de América Latina coordinando y apoyando los amplios movimientos progresistas democráticos, empeñados en la conquista de un gobierno representativo, una reforma social y económica (incluida la agraria), y resistiéndose a permitir la entrada de fuerzas no democráticas desde fuera del hemisferio”39. Se pronunciaron los comisionados a favor de una lucha contra el comunismo que no favoreciera únicamente la represión armada, sino más bien una especie de combinación de métodos civiles y mi-litares. Pero fue enfática la Comisión en que se debían “promover desde los Estados Unidos partidos políticos democráticos, y un nuevo empuje al desa-rrollo económico mediante planes de desarrollo de los distintos países”40.

La ciudad colombiana, por otra parte, estaba siendo testigo de una agi-tación social sin precedentes. En un ambiente de gran tensión, el ministro de Guerra, paradójicamente, era el centro de atención de la opinión pública colombiana. En mayo de 1964 fue homenajeado por la Sociedad de Agricul-tores de Colombia (SAC) en el salón rojo del hotel Tequendama. Días antes, la prensa capitalina había publicado unas declaraciones suyas, donde afirmaba que el Gobierno estaba frenado por sectores y personas influyentes organi-zados en grupos de presión. Posición que impresionó debido a que el mismo presidente Valencia había negado su existencia. En la misma entrevista, Ruiz declaró que era preciso e inaplazable modificar las estructuras de la socie-dad, “Aquí hay que hacer algo y hacerlo pronto. Nuestros sistemas, nuestros procedimientos, no corresponden a esta era vertiginosa de progreso...”41. En el discurso del Tequendama, el ministro ratificó sus posturas, y condensó a lo largo de su exposición los problemas que mayormente preocupaban a la población. Se sintonizó con los sectores políticos que comulgaban con sus planteamientos y se apropió del vocabulario político que identificaba a las agrupaciones que, desde un discurso también conciliatorio, hacían la oposi-ción al Frente Nacional. Empezó su intervención citando un extenso análisis que por esos días había publicado en las páginas de La República el otrora ideólogo del Movimiento de Unión y Reconquista, Luis Torres Quintero:

39. Véase Schlesinger, Arthur, A Thousand days: John F. Kennedy in the White House. Boston, Houghton Mifflin, 1965, pp. 195-197.

40. Ibíd., p. 152.41. Véase La Nueva Prensa, No. 115, mayo 30 de 1964, p. 10.

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Como en el caso de Desquite, de Sangrenegra y de Chispas, también debe existir un cuerpo de expertos en aplicar los resortes del gobierno sin piedad y sin miedo, sin tantas consultas ni conferencias, porque el hambre no aguanta mu-cho tiempo, ni tiene color político, ni respeta fronteras de ninguna naturaleza. Y lo que es más grave, los bandoleros económicos le aplican el corte de franela a la totalidad de los colombianos42.

Como los anapistas, como la gente de LNP, como los duros emerrelis-tas, como los demócratas-cristianos, el ministro de Guerra manifestaba: “... porque estoy convencido de que la única manera de evitar el progreso del comunismo es por la aplicación de una fina sensibilidad social que reparta la riqueza equitativamente y disminuya el abismo que hoy existe entre las clases de la sociedad colombiana”43. Ruiz habló de los sectores sociales asfixiados por su incapacidad de competir con el poderío que habían alcan-zado los gremios económicos. Fustigando los “grupos de presión”, anotó:

... no se afirma que no es lícito el derecho de agremiación, lo que no es lícito es la formación de carteles y monopolios comprando las fábricas competidoras y suprimiendo la competencia tanto en la compra de la materia prima como en el precio de venta [...] Tampoco es lícita la formación de oligopolios para comprar y vender las materias primas oprimiendo al consumidor que no está represen-tado en el trato. O ponerse de acuerdo en la fijación de tarifas; o dominar todas las etapas de un negocio, como son la fabricación, distribución y venta de los productos y, a veces, hasta la siembra de la materia prima44.

En el fondo, sus concepciones no estaban lejanas de las del general Ro-jas Pinilla. Sólo que Ruiz tenía mayor capacidad intelectual para el análisis, para la profundización, y además la posibilidad de la transmisión rápida y completa por los medios. Lo que en Rojas eran expresiones manifestadas en las entrevistas que se le hacían, en el ministro eran exposiciones acom-pañadas de textos originales. Al igual que Rojas, que Belisario Betancur y que la gente de LNP, el ministro de Guerra recurría a los “Estudios sobre las condiciones del desarrollo en Colombia” que el padre Louis Joseph Lebret venía realizando desde los tiempos del gobierno militar y que se publicaron en 195845, a la Operación Colombia, controvertido informe que Lauchlin

42. Ruiz Novoa, Alberto, El gran desafío. Bogotá, Editorial Tercer Mundo, 1965, p. 93.43. Ibíd., p. 96.44. Ibíd., p. 94.45. Lebret, Joseph Louis, Estudio sobre las condiciones del desarrollo en Colombia. Bogotá, Aedita Edi-

tores, 1958. Véanse además Vajta, Ferene, “Las Predicciones del Padre Lebrel”, en La Calle, junio 18 de 1959, p. 9; “El Informe Lebret: los problemas de Colombia en carne viva”, en El Independiente, septiembre 27 de 1957, p. 8.

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Currie elaboraba desde los años cincuenta46 y, obviamente, a los contenidos de las encíclicas papales.

En un homenaje que le rindieron los propietarios de la tierra en agra-decimiento quizás a su lucha contra el bandolerismo y la subversión, Ruiz no desaprovechó la oportunidad para expresar sus concepciones sobre la posibilidad de un cambio social sin salirse de los marcos de la sociedad capitalista y de la legitimidad constitucional colombiana. Hizo énfasis en la necesidad de cambiar las estructuras; con datos a la mano demostró que la tierra no pertenecía a quien la trabajaba, y señaló en ese sentido que la estructura agraria del país, además de inadecuada, era “un obstáculo para el desarrollo económico de la Nación”47. Si Rojas y Belisario Betancur48 acu-dían momento a momento a los diagnósticos del padre Lebret y de Currie, Alberto Ruiz Novoa recomendaba llevar a la práctica sus indicaciones en el sentido de gravar la tierra mal utilizada, ampliar el crédito agrícola e incre-mentar la educación rural.

La intervención del ministro de Guerra causó revuelo. En realidad, que-dó la impresión en los colombianos de haber escuchado un discurso de campaña electoral. Como era de esperarse, vinieron las protestas de la clase política. El ministro no tuvo necesidad de responder inmediatamente. Por él lo hicieron abogados que desde la prensa manifestaron que a “los hombres de armas se les podía exigir todo, menos envilecerse”49. Ruiz, sin embargo, aprovechó la oportunidad para contestar a las inculpaciones que se le ha-cían de estar deliberando en política: “Querer someter a los militares a la calidad de ciegos, sordos y mudos –escribía en una carta al director de El Tiempo– al estilo de la célebre alegoría oriental representada por tres simios, es algo que no se le ha ocurrido al constituyente en ningún momento, entre otras razones porque tal disminución sería incompatible con la dignidad del hombre de armas en cualquier país”50.

4.2 La Nueva Prensa y parte de los anapistas seducidospor el ministro de Guerra. El general Rojas tiene que esperar

La Nueva Prensa dedicó su carátula de la edición de finales de mayo al mi-nistro Ruiz, a quien consideró “el primer estadista moderno de Colombia”.

46. En agosto de 1961, Currie presentó a consideración de los colombianos un programa de desarrollo eco-nómico bajo la denominación de “Operación Colombia”. Véase Currie, Lauchlin, Operación Colombia. Barranquilla, Cámara de Comercio, 1965.

47. Ibíd., pp. 99-100.48. Véase Betancur, Belisario, Colombia cara a cara. Bogotá, Editorial Tercer Mundo, 1961.49. Véase La Nueva Prensa, Nos. 115 y 116, mayo-junio de 1964.50. Ruiz, El gran desafío... (óp. cit.), p. 115.

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La revista legitimó su comportamiento señalando que Ruiz era consciente del papel que correspondía a los ejércitos en los países subdesarrollados. La gente de LNP publicó una carta abierta de respaldo al General, que de inmediato recibió la adhesión de nacionalistas de todos los rincones del país. En dicho documento, los suscritos hablaron en representación de los absten-cionistas y de los millones de colombianos que, por tener nuevas ideologías, distintas a las del bipartidismo, estaban por fuera de la participación políti-ca. Se lee en la carta: “Daríamos nuestro respaldo integral y nuestra gratitud imborrable a quien nos restituyera nuestros derechos políticos y reivindicara para Colombia su auténtica estructuración democrática”51.

Los congresistas anapistas, por su lado, empezaron a presionar para que la intervención del ministro fuera publicada en Anales del Congreso, lo que se hizo realidad el 24 de septiembre de 1964. En una intervención en la Cámara, el representante anapista Rafael Camerano Meriño sostuvo que para salvar al país se debería formar un bloque, para luego pedirle a los ge-nerales Rojas y Ruiz que asumieran la Presidencia52. En un discurso pronun-ciado por el capitán Elías Salazar Salamanca, a propósito de un homenaje de respaldo que le ofrecieran al general Ruiz Novoa los militares en retiro, reconocía en él condiciones de gobernante53. El semanario bumangués La Nota, del futuro dirigente anapista Roberto Harker Valdivieso, editorializó: “El Gobierno de Valencia agoniza”. Harker llamó a deponer el régimen del presidente Valencia, según él, “para salvar el futuro de la República y para permitir nuevamente que las masas conservadoras y liberales rectifiquen los procedimientos y alcancen su plena soberanía nacional”. No se explicaba el editorialista, que teniendo las Fuerzas Armadas a su favor la simpatía de varios millones de colombianos que deseaban su prosperidad y su bienestar, tuviera que retenerse al Ejército en sus cuarteles. “Ese cuerpo armado –es-cribía– tiene la misión de proteger nuestras fronteras, de asegurar la convi-vencia de los colombianos y de trabajar por la prosperidad y por la grandeza de la patria”54.

El camino estaba despejado para un eventual lanzamiento del ministro a la política. LNP cerró filas: “Ruiz Novoa ha dicho que así como otros países buscaron su solución propia, Colombia debe buscar su solución nacional,

51. “Carta abierta al general Ruiz”, en La Nueva Prensa, No. 116, junio 9 de 1964, p. 14.52. Véase Anales del Congreso, agosto 18 de 1964, p. 861.53. “Los militares en retiro renuevan respaldo a Ruiz Novoa”, en La Nueva Prensa, No.121, agosto 8 de

1964, p. 24.54. La Nota, septiembre 25 de 1964, pp. 1 y 3.

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colombiana. Este lenguaje auténtico, digno, realista, merece la adhesión de cualquiera que busque la grandeza de la Patria”55.

Los anapistas no fueron ajenos al alborozo que produjeron en el país las intervenciones del general Alberto Ruiz Novoa. Alcanzaron a vislumbrar la salida política y nacionalista a la mencionada oposición de intereses en el respaldo al controvertido “jefe del ejército y brazo fuerte del régimen”. Re-conocían en Ruiz Novoa su “patriotismo” y la posibilidad de que las fuerzas bajo su mando

… hicieran regresar al país al orden jurídico quebrantado por el Frente Nacio-nal, para así poder proporcionar un mejorestar [sic] al pueblo colombiano, a las clases menos favorecidas y trabajadoras que sufren de hambre y de miseria por obra directa de los dólares devaluacionistas, de las múltiples cargas tributarias que las agobian, de los constantes y enormes empréstitos de dólares america-nos, o sea, del monstruoso endeudamiento de la Nación sin destino conocido o justificado...56.

Figura 21. Ruiz Novoa en La Nueva Prensa, No. 115, mayo 30 de 1964.

55. Ibíd., p. 35.56. Anales del Congreso, agosto 20 de 1964, p. 891.

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Al fin y al cabo, Ruiz Novoa se presentaba como una solución radical originada en el Estado, y por ello muy acorde con el espíritu político del mo-vimiento. En el Cabildo de Cali, uno de los numerales de una extensa cons-tancia de los concejales de la Anapo rezaba así: “Reconocemos la necesidad del cambio de las estructuras sociales y económicas valientemente preco-nizadas por el general Ruiz Novoa, y declaramos que ese planteamiento corresponde a la tesis que estamos defendiendo cuya ejecución se requiere angustiosamente para el bien de la República”57.

Ruiz Novoa sintetizaba todo el espíritu de una ideología dispersa: la de La Nueva Prensa, la de la Línea Dura del MRL, la de los Demócratas Cristianos e incluso la del anapismo. Empezaba, en los finales de 1964, a significar para todos estos movimientos una salida simbólica. Es decir, la suya no era una ideología elaborada por el simple interés del poder político –como en cada uno de los casos que mencionamos– sino que revelaba ten-siones e interacciones de una densa serie de factores sociales, psicológicos y hasta culturales de ese momento histórico. En el contenido de sus reiteradas intervenciones y en su investidura, líderes políticos de todo el país, adversos a la evolución del Frente Nacional y que veían imposible su acceso al poder por las vías legales, estimaron conveniente la opción militar. El MRL, en proceso de regresar al oficialismo liberal, aplazaba indefinidamente un favor popular como el alcanzado en las elecciones de 1962. La reducida votación que recibiera la Línea Dura de ese movimiento en la contienda electoral de 1964 desesperó a su dirección.

Curiosamente, en la naturaleza de esta oposición al Frente Nacional se advierte una tensión entre lo civil y lo militar. Lo civil que supuestamente estaba representado en el Gobierno y lo militar que había sido replegado a los cuarteles después del intento de golpe de Estado del 2 de mayo de 1958. Eran justamente dos espíritus militares: el de Ruiz y el de Rojas que enarbolaban la resistencia a la exclusión militar de la política.

Finalmente, en la agonía de 1964, un grupo de simpatizantes del ge-neral Ruiz inscribieron su candidatura a la Presidencia de la República en la ciudad de Cali. Un mes después, un Comité Civil acompañado por unas doscientas personas, hicieron lo propio en la ciudad de Ocaña58. Mientras tanto, la presencia de Ruiz en el establecimiento, su imagen de hombre fuerte al mando de las Fuerzas Armadas y sus cotidianas intervenciones en

57. Concejo de Cali, Libro de actas. Cali, 1964, acta No. 1: sesión de Instalación del día primero de no-viembre de 1964; constancia. Archivo del Concejo de Cali.

58. Véase El Siglo, enero 25 de 1965, p. 1.

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la vida pública del país, coadyuvaron a propagar por cielo y tierra el rumor de un próximo e inminente golpe de Estado59.

4.3 Auge huelguístico y rumores de golpe

De principio a fin, el año de 1965 fue el de mayor tensión política en lo corrido de la década. El anuncio y la preparación de un paro cívico para el 25 de enero caldeó la situación. Interpretando los problemas más sentidos de la gente y recriminando la política económica del régimen, acusándola de improvisada e inflacionaria, las centrales obreras convocaron a los trabaja-dores al cese de las actividades.

Las cosas se complicaron cuando la UTC decidió convertir el paro cívico en una huelga general indefinida si el Gobierno no daba solución a un pliego de peticiones, entre las cuales se destacaba la supresión del impuesto a las ventas; una acción frontal del Gobierno contra la especulación, establecien-do penas carcelarias para los responsables de injustificadas alzas en los artí-culos de primera necesidad; el desarrollo económico mediante un adecuado planeamiento industrial para crear mayores fuentes de empleo; el aumento de los programas de vivienda y mejores condiciones salariales60.

Los concejales anapistas de Barranquilla de inmediato se pronunciaron a favor del movimiento huelguístico convocado por las centrales obreras. Sometieron a la aprobación del Concejo en pleno una resolución de apoyo al paro nacional. Los términos en que estaba redactado el proyecto de reso-lución provocaron un acalorado debate que les sirvió a los concejales de la Anapo para enjuiciar al gobierno de Guillermo León Valencia61.

En los comandos de barrio de Bogotá, el anapismo discutió e incentivó la participación de la militancia en el programado paro del 25 de enero. Un militante expresaba en una reunión: “He sufrido en causa propia las incle-mencias de la violencia y el 25 de enero vamos a defender el derecho del hombre que lucha, del hombre trabajador. Vamos a defender nuestros dere-chos [...] Los espero en el Barrio Gaitán para marcar la ruta tras el Palacio de San Carlos”62.

De un día para otro los muros de las calles de las principales ciudades del país amanecieron con carteles cuyo texto decía: “El País exige orden,

59. En una de las sesiones del Concejo de Barranquilla a finales de 1964, el concejal de la Anapo Claudio Urruchurtu pidió la palabra para anunciar que “Dentro de pocas horas tendremos un nuevo gobierno dirigido por el general Rojas Pinilla y Ruiz Novoa”. Véase Concejo de Barranquilla, Libro de actas. Ba-rranquilla, 1964-1966. Archivo del Concejo de Barranquilla.

60. Véase El Siglo, enero 13 de 1965, p. 13.61. Concejo de Barranquilla, Libro de actas, enero de 1965, pp. 97-105. 62. Comando de Alianza Nacional Popular del Barrio Rionegro, Libro de actas. Bogotá, 1965, pp. 24-25.

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EL NACIONALISMO CABALGA DE NUEVO

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progreso, desarrollo. Ruiz Novoa es la solución”63. Un amplio grupo de inte-lectuales, entre quienes figuraban los ideólogos de la Línea Dura del MRL, de LNP y de algunos anapistas como el barranquillero Rafael Camerano, hicieron un “Llamamiento a la Nación” pidiendo la constitución de “Comités de Salvación Pública” en todas las ciudades y veredas del país. Anotaban que los comités debían estar “dispuestos a encarar la situación y hacerse cargo de las responsabilidades que los próximos días habrán de depositar en manos de los patriotas de verdad que quieran rescatar las virtudes y va-lores postrados, establecer la justicia, crear el nuevo orden y hacer respetar nuestra condición de pueblo libre y soberano”64. El documento, sin apartarse de los problemas sociales que preocupaban a los trabajadores afiliados a la UTC, le imprime al llamamiento el rasgo nacionalista característico de sus firmantes:

El capital extranjero, en contubernio con la oligarquía criolla está devorando la industria nacional, producto del esfuerzo, del trabajo y de la inteligencia de los colombianos, y con este fenómeno se están extinguiendo los últimos rasgos de nuestra soberanía, se están borrando definitivamente nuestras fronteras econó-micas, se está aniquilando nuestra libertad y se nos está haciendo soportar la más triste y humillante condición de colonia sumisa...65.

Así las cosas, por separado y con éxito, el Ejecutivo empezó a negociar las reivindicaciones de los trabajadores. El viernes 22 de enero, la CTC, después de expulsar a los dirigentes que apoyaban el movimiento cívico nacional, se retiró del paro. Justificaron sus directivos la medida con el argumento de que el descontento general había sido canalizado, utilizado y aprovechado por organizaciones del comunismo internacional y la extrema derecha para llevar a cabo un golpe de Estado. Los concejales anapistas de Barranquilla, que venían siguiendo paso a paso la evolución de los aconte-cimientos en la capital del país, se indignaron por lo que ellos denominaron la traición del presidente de la CTC José Raquel Mercado. El líder popular Claudio Urruchurtu y Torregroza propuso ante sus compañeros de cabildo un proyecto de resolución por medio del cual condenaba la conducta del men-

63. Véase la prensa nacional de enero 24 de 1965. 64. Véase La Nueva Prensa, No. 127, enero 23 de 1965, pp. 30-31. El llamamiento que se publicó en este

órgano, y que apareció además en carteles por todo el país, pedía el apoyo de los colombianos al paro del 25 de enero.

65. Ibíd., p. 30. Muchos años después, Ramiro de la Espriella, viejo dirigente de la Línea Dura del MRL, escribía en la introducción a una entrevista que le hiciera a su ex compañero Álvaro Uribe Rueda: “En alguna ocasión fuimos nosotros conspiradores con un alto general de la República. Y no por culpa nuestra sino de él, del general, no llegamos al poder. La situación del país en aquella época a que me refiero era particularmente grave y desastrosa para el interés nacional...”. Véase Espriella, Ramiro de la, La baraja incompleta y por fuera de la baraja. Bogotá, Editorial Durby, 1959, p. 43.

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cionado presidente de la CTC y llamaba a no desmayar en la preparación del paro66.

La UTC, en efecto, sostuvo la orden de paro hasta la víspera del día señalado. Pero finalmente, los dirigentes utecistas y los comisionados del Gobierno firmaron un acuerdo para formar un comité técnico integrado por expertos y trabajadores para la elaboración de anteproyectos de carácter so-cial y económico. Así, con simples promesas, melancólicamente terminaba el primer intento de la década por organizar una huelga general. Aunque fa-llida, la preparación del paro demostró que se vivía un auge del movimiento obrero y huelguístico, y aunque no tuvo éxito, su etapa preparatoria logró sintonizarse con las angustias populares, aquellas que sin ir más allá de los intereses obreros, cubrían amplios sectores de la población.

Como resultado de la coyuntura, el 27 de enero, Ruiz Novoa fue des-tituido del Ministerio de Guerra. El Ejecutivo explicó que la medida había sido tomada “para resolver la situación de tensión que se había creado en el seno de las Fuerzas Armadas”67. Los concejales de la Anapo en Barranqui-lla, enterados de la medida del Gobierno central abandonaron el recinto en señal de protesta. Claudio Urruchurtu manifestó que con la destitución del ministro se había cometido “una injusticia con un militar”68.

Los gremios económicos y la gran prensa saludaron con efusión el nue-vo paso de Valencia69. El retiro de Ruiz del Ministerio lo llevó al ejercicio directo de la política.

66. Concejo de Barranquilla, Libro de actas. Enero de 1965, pp. 112-113.67. Véase la prensa nacional de los últimos días de enero de 1965.68. Concejo de Barranquilla, Libro de actas. Febrero de 1965, acta No. 5.69. Tanto en declaraciones de la época como en entrevista con el autor en agosto de 1992, Ruiz sostuvo

que su salida tuvo que ver con las acusaciones que contra él habían hecho los oficiales Rebeiz Pizarro y Gerardo Ayerbe. Según anotaba el ex ministro a la prensa de entonces, los citados oficiales concluyeron, de algunas intervenciones suyas, que él pretendía capitalizar el movimiento huelguístico a su favor.

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6 La Anapo por escrito (II)

1. LOS ANAPISTAS CONDENSAN EL NACIONALISMO COLOMBIANO Y PROPONEN UNA ALTERNATIVA POPULISTA

En diciembre de 1964, el anapismo divulgó una nueva plataforma que reco-gía y reflejaba las aspiraciones nacionalistas del momento que vivía el país. Se trataba de jalonar la construcción definitiva del Estado de bienestar en Colombia, que aquí como en toda América Latina y casi todo el Tercer Mun-do, se expresaría a través de una propuesta populista. El de la Anapo no era el único populismo que circulaba entre los idearios políticos colombianos de los años sesenta, pero sus particularidades le convertirán en el canalizador y condensador del fenómeno.

La plataforma anapista de 1964 se distinguió de la de 1961 por la ri-queza de su contenido y la densidad de sus análisis1. La agudización de los conflictos sociales, el prematuro envejecimiento del nuevo orden, la caótica

1. Véase “Plataforma de Alianza Nacional Popular ANAPO”, en Alianza Popular, enero 27 de 1966. Más que de una plataforma, se trataba de un extenso y explicativo programa al estilo de los densos documen-tos que distinguían a los partidos doctrinarios. Entre los programas políticos que circularon entonces, sólo le igualarían por su volumen y contenido la plataforma del MRL de 1961 y el programa de los comunistas de 1966. La nueva plataforma del anapismo estaba compuesta de una pequeña introduc-ción y los siguientes considerandos: Antecedentes, Alianza Nacional Popular y las consecuencias del Frente Nacional; columnas fundamentales de Alianza Nacional Popular; Alianza Nacional Popular, los partidos y las hegemonías; los poderes públicos y los problemas nacionales; Alianza Nacional Popular y la libertad de prensa; el negociado Eduardo Santos-Standard Oil Company; Alianza Nacional Popular y el costo de la vida; nacionalización de importaciones; nacionalización del Banco de la República; Alianza Nacional Popular y el comercio exterior; la salud y la educación del pueblo; vivienda y reforma urbana; campesinos, tierra, reforma agraria; trabajadores y capitales; equilibrio presupuestal y arbitrios rentísticos; burocracia y carrera administrativa, las fuerzas armadas, nacionalización de las riquezas del subsuelo; Flota Mercante Grancolombiana; Ecopetrol y Acerías Paz del Río; La Universidad; Síntesis; una dinámica indispensable; las vías revolucionarias.

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situación de la población, crearon condiciones propicias para que el discurso político de los anapistas ganara espacio. Ahora sonarían de otra manera ase-veraciones del siguiente tenor: “A partir del 10 de mayo de 1957, los grupos económicos de presión se apoderaron del Estado y comenzó a desarrollarse en su plenitud la operación de poner a un país entero a trabajar para enri-quecer más a las minorías ávidas de lucro”2.

El lenguaje en el que estaba escrito el nuevo documento sintetizaba la forma particular de expresarse en el país los idearios que en el pasa-do reciente se habían manifestado a través de las míticas figuras de Jorge Eliécer Gaitán y Gilberto Alzate Avendaño. El vocablo oligarquía, que había hecho carrera en la voz de estos dos tribunos, no va a desaparecer en lo sucesivo del vocabulario anapista. El tono del mensaje anapista constituía la adaptación, a las nuevas condiciones, del discurso de la etapa final del gaitanismo y del momento alzatista de la Reconquista. La impronta del ana-pismo estaba en la valoración que daban sus ideólogos al gobierno presidido por el general Rojas, como un régimen de realizaciones populares y lo que significaba el General como médium de ambos imaginarios latentes todavía en la sociedad colombiana; es decir, lo que hemos denominado edad de oro del movimiento. Consciente de la pertenencia partidista del colombiano, el nuevo documento no se arriesgó a convocar filiaciones distintas a las liberales y conservadoras. Los redactores no creyeron necesario ir más allá de los capitales axiológicos de las colectividades tradicionales. Si bien el documento señalaba que la Alianza Nacional Popular se levantaba sobre tres columnas fundamentales: Colombia, como fundamento y finalidad de su lucha, la Doctrina Social de la Iglesia y el hombre colombiano, al mismo tiempo afirmaba que sobre esas tres columnas se habían sostenido también a través de los tiempos las dos colectividades colombianas.

2. Véase folleto de la “Plataforma de Alianza Nacional Popular”, p. 3.

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Figura 22. Portada de la segunda plataforma de la Anapo, 1964.

Al igual que en su primera plataforma, la Anapo se autodefine como movimiento nacionalista. Empero, el espectro de su nacionalismo se amplía. Ya no se trata del nacionalismo espurio e indefinido de estirpe conservadora que esbozaba antes. Ahora, a punto de partirse la década en dos, considera-ba que la crisis profunda en que se encontraba el país tenía que ver con “la desnacionalización por el imperio del personalismo”. La lectura que hicieron los ideólogos del movimiento del papel que estaban jugando en el país los grupos de presión y los vínculos de estos con los monopolios norteamerica-nos, de la actitud “entreguista” de la clase dirigente al capital extranjero y del auge nacionalista que vivía el continente, tuvo que ver en la orientación nacionalista por la que optaron los anapistas. La plataforma muestra que la gente que tenía a su cargo las cuestiones ideológicas del movimiento estaba sintonizada nacional e internacionalmente.

Mientras que en 1961 los programas apuntaban a presentar sencillas propuestas de soluciones, entre 1964 y 1966 los ideólogos anapistas anali-zan los problemas y los ponderan. No se trata ahora de simples enunciados. Los problemas aparecen de manera jerarquizada. En primer lugar, destacan aquellos ocasionados por el alto costo de la vida y los efectos sociales del

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crecimiento demográfico. Afirman que “el hambre y la carestía, cada vez mayores, continuarán golpeando al pueblo colombiano mientras el Frente Nacional continúe en el poder”. El incremento de la población y su despla-zamiento a unos centros urbanos no preparados para su absorción ocasiona dificultades como: la falta de vivienda, de servicios de salud, el auge de la violencia, las enfermedades, la pobreza, la falta de educación, el desempleo, etc. Todas de posible solución en corto tiempo, sostienen, si existiera volun-tad de los gobernantes para ello.

Empero, las soluciones tenían que ser propias, ajenas de las ideolo-gías importadas de corte comunista o capitalista. La plataforma considera como obstáculo para “el fortalecimiento de la nación” y como aliciente de la “tragedia colectiva” la presión que sobre la economía y la política nacional ejercen “los monopolios extranjeros en connivencia con leguleyos naciona-les”. La solución a este y al resto de los problemas era la realización de un programa nacionalista. Para ello proponen establecer estrechos vínculos entre el Estado –como conductor de la nacionalidad– y el pueblo que, como colectivo, significaba para la Anapo la misma patria.

La plataforma anapista lanzó al mercado de las propuestas una política de nacionalización, desde el Estado, de las importaciones, del Banco de la República y de las riquezas del subsuelo. Afirmaba el documento que en el país se había venido creando desde hacía muchos años una clase importa-dora, que se había constituido a la vez en uno de los pilares más poderosos de la oligarquía, que disponía de las divisas y traía con ellas la maquinaria, los elementos de consumo que no se producían en Colombia. Según los ideólogos anapistas, las casas importadoras se habían transformado “en tenebrosos antros de usura, acaparamiento y especulación”. Por ello, consi-deraban que en el estado actual de la economía colombiana, nacionalizar las importaciones era la condición básica para que el costo de la vida bajara3.

Ahora bien, no bastaba con las importaciones. Se necesitaba un com-plemento: nacionalizar el Banco de la República. Sólo así el Estado podría contar con las divisas necesarias para importar. A través de la nacionaliza-ción del emisor, el Estado anapista manejaría también el crédito y tendría bajo su control los resortes de la vida económica del país. La dirección del movimiento estaba segura de que con esta medida iba a poder “orientar el crédito en forma expansiva, organizar su distribución oportuna, reducir los intereses a los tipos estrictamente necesarios y hacer de él, no el negocio de la usura en que lo convirtieron los próceres del Frente Nacional, sino un

3. Ibíd., p. 14.

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verdadero servicio público destinado a acrecentar la producción industrial y agrícola”4.

La Anapo planteó y presentó soluciones a los problemas de la salud y la educación. Señaló que por ser un movimiento nacionalista, la educación y la salud eran los objetivos principales de su política interna. Dentro de su pers-pectiva de establecer un Estado nacionalista, la plataforma plantea que “los recursos del Estado deben estar orientados a la recuperación y conservación de la salud del pueblo colombiano y a que éste logre la cultura que le niega el sistema del Frente Nacional”. Esta propuesta era concebida desde la pre-ocupación que manifestaba la Anapo por dignificar al “pueblo colombiano”, como requisito para acelerar los planes de desarrollo y lograr la “afirmación de la personalidad y soberanía del país”, ya que “el capital humano –afirma-ban– es el elemento fundamental de la nacionalidad”.

La Anapo llevó su pragmatismo político a sus propuestas sobre reforma agraria. Defendió el derecho a la propiedad privada para diferenciarse de movimientos ubicados a su izquierda y rechazó la riqueza mal adquirida o mal heredada para no ser identificada con los partidos tradicionales. El ob-jetivo de la reforma agraria que proponían los ideólogos anapistas consistía en aumentar la riqueza agrícola. Para tal efecto señalaron la necesidad de poner en producción las tierras sin cultivo existentes en el país. La propuesta se sintetizaba en la realización de planes de producción intensiva en gran-des zonas de labores mediante la utilización de maquinaria moderna. “La competencia en el mercado internacional –leemos en el documento– impone el abaratamiento en los costos de producción, para lo cual es necesario la maquinaria agrícola moderna, el cultivo de extensas zonas de terreno y el crédito conveniente y oportuno, y principalmente la ayuda eficaz del gobier-no, para estimular y defender el trabajo”5.

También hablaba el documento de “la formación sistemática de grandes unidades territoriales de explotación por cooperativas y uniones campesi-nas”, como manera de lograr efectivamente el aumento de la producción agraria. Sostenía que “la organización de cooperativas y uniones de labrie-gos” hacía posible la creación de capitales inmediatos y potenciales. Apun-taba que “esos capitales deben estar capacitados para adquirir maquinaria agrícola, formar centros mecánicos y estaciones de tractores con talleres de reparación y almacenaje de repuestos”6. Las iniciativas que defendían sus

4. Ibíd., p. 15.5. Ibíd., p. 18.6. Ibíd.

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representantes en el Parlamento encontraron reflejo en el principal docu-mento del movimiento.

Los anapistas se declararon adversos a las parcelaciones. Consideraban que esa política, a la vez que multiplicaba el minifundismo, no permitía el mejoramiento real de la población campesina, como tampoco el abasteci-miento nacional. Estimaron que la tierra del Estado debía regalarse a quien deseara explotarla. De llevarse a cabo las anteriores políticas expuestas, a juicio de los redactores del documento, el país lograría: 1o. Autonomía en cuanto a la planeación económica, control y distribución de la riqueza; 2o. Robustecimiento del sector industrial; 3o. Poder y capacidad de negociación en el concierto internacional, al tener absoluto control sobre las riquezas del subsuelo; y 4o. Facilidades de transporte en la actividad comercial con otros países.

Se destaca en la plataforma, ante todo, la intervención del Estado. El gran Estado interventor era indispensable para lograr “el fortalecimiento de la vida nacional y defender los intereses nacionales”. Bastaba cambiar el establecimiento y garantizar la satisfacción de las necesidades básicas: vi-vienda, educación, salud y trabajo, para que el país lograra superar el sub-desarrollo y alcanzara soberanía económica y autonomía necesarias para competir en el mercado internacional.

La Anapo planteaba la posibilidad de crear “un Estado de raíz popular y de objetivos nacionalistas” con base en un “sistema de gobierno cristiano, nacionalista y democrático” que reformara las instituciones. Para ello, y al igual que en 1961, la plataforma propone una Asamblea Nacional Cons-tituyente y Legislativa, que genere el espacio adecuado para “la revisión y actualización de la Constitución”. De acuerdo con la Anapo, la justicia, como manifestación de igualdad e imparcialidad del Estado ante la sociedad, re-quería mayor independencia y autonomía para su correcto funcionamiento. En ese sentido, la agrupación consideraba importante el establecimiento de la carrera judicial y el fortalecimiento del Ministerio respectivo. Propuestas estas que se hacían con alusiones a la imparcialidad de que fue y era vícti-ma, antes y después de haber estado preso sin comprobársele ningún delito, Rojas Pinilla, y a la irresponsabilidad penal de la gran prensa. El otro espacio institucional que interesó a los anapistas fue el militar. Con unas “Fuerzas Militares modernamente instruidas”, plantearon los redactores de la plata-forma que, la nación, además de contar con su colaboración para realizar las políticas del Estado, podría defender eficazmente su territorio y soberanía. El documento propone entonces la capacitación de los oficiales en centros extranjeros y el ascenso de los suboficiales hasta la jerarquía de capitán.

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1.1 El pueblo en definitiva

Los destinatarios positivos del discurso de la Anapo estaban estrechamente ligados a su carácter y propósitos nacionalistas. Sin duda se reafirmaba su vocación popular7. El pueblo continuaba siendo el principal auditorio del mensaje político de la Anapo. Acompañado algunas veces de atributos ge-nerales, como “pueblo colombiano”, “pueblo civil”, “pueblo liberal”, “pueblo conservador”, “pueblo militar”, la organización siguió hablando a nombre de los humildes, de los desamparados, para quienes intentaba erigirse en salvadora. Pero la novedad estaba en el creciente número de paradesti-natarios a donde quería llegar el movimiento. Con intensidad habló de los colombianos, de las gentes, de los ciudadanos y de la población en general. Se hacen evidentes apelaciones a sectores sociales que en la anterior plata-forma apenas se percibían: “pequeños industriales”, “pequeños comercian-tes”, “artesanos”, “vendedores ambulantes”, “pequeños transportadores” y “comerciantes al detal”8.

La mezcla de los discursos de Gaitán y Alzate producía en la Anapo un llamamiento a los nuevos sectores urbanos que configuraban las ciudades colombianas. Así, los ideólogos del anapismo se detuvieron en la pequeña industria. Hablaron del apoyo y protección que el Estado debía brindar a quienes de ella dependían o dependieran. Prometieron llevar a cabo una “legislación eficaz que planificara la producción y les garantizara su perma-nencia en el mercado nacional y a la vez, los protegiera de la guerra desleal”. Anotaron que al pequeño industrial se le debía suministrar crédito oportuno y suficiente, con plazos e intereses adecuados a su desarrollo y crecimiento. Para este fin se crearían recursos financieros por medio de un banco obrero o de una poderosa caja de ahorros9.

El discurso llamaba no a la universidad sino a “los universitarios”, no a las Fuerzas Armadas sino a “los militares”, no a la Iglesia sino a “los sacer-dotes de ciudad”, y a “los curas de aldea”, para la construcción del Estado nacionalista. Sostenían los anapistas en la plataforma que las instituciones oficiales habían perdido su verdadera orientación. En cambio ponía sus es-

7. Sobre la teoría de los destinatarios sociales, puede verse Verón, Eliseo, El discurso político. Lenguaje y acontecimientos. Buenos Aires, Librería Hachette, 1987.

8. Ibíd., p. 15.9. Pero, consciente de que no se podía hablar de nacionalismo excluyendo sectores clave de la economía del

país, la Anapo amplía el campo de sus destinatarios y convoca a todos “los productores del campo y la ciu-dad”, a “los empresarios”, a “los grandes industriales”, a “los comerciantes”, a “los transportadores”, a “los agricultores”, a “los ganaderos” y a “los capitalistas con sensibilidad social”. Es nueva también la alusión a grupos sociales en quienes la agrupación esperaba encontrar eco a sus planteamientos relacionados con el desarrollo y el progreso: “los hombres de ciencia”, “los escritores”, “los médicos”, “los ingenieros”, “los botánicos”, “los economistas”, “los expertos en finanzas” y “los artistas e intelectuales”.

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peranzas en las bases de tales instituciones para crear “la nueva conciencia social”. Por último, convocaron los anapistas a “los trabajadores”, “los em-pleados”, “la clase trabajadora”, “la clase media” y “el consumidor”, al igual que a “los obreros”, a “los campesinos”, y en general a “las muchedumbres urbanas y campesinas”, etc.

Así terminó 1964. Los anapistas lanzaron a la circulación de los progra-mas políticos el más denso de los documentos existentes en el país. Por un lado, resplandecía la Alianza Nacional Popular como el movimiento naciona-lista por excelencia. Por otro lado, sin renunciar a su propia tradición de mo-vimiento de origen conspirativo y asimilando los discursos hegemónicos de la época, los anapistas no consideraron pertinente aún renunciar del todo, por lo menos en el discurso, a las vías de hecho para la conquista del poder. “Mientras la casta plutocrática controle el aparato del Estado, y sostenga su hegemonía con la utilización de medios represivos tales como la violencia política, la coacción y el soborno, es moral y socialmente lícito luchar contra su imperio con uso de todos los elementos de fuerza que se dispongan”10.

Si el contenido económico de la mayor parte del documento estaba identificado con alternativas de poder nacional-reformistas y por su desti-natario social –la plataforma presentaba a la Anapo como un movimiento populista–, la parte final del documento se sintonizaba plenamente con un tipo de discurso que había ido ganando espacio en la conciencia de los co-lombianos, el de la izquierda radical:

Como no es posible que esa casta se despoje de sus privilegios en un asom-broso acto de generosidad, ni que permita que sea vencida por la vía electoral es preciso preparar al pueblo para que insurja contra la iniquidad reinante por medio de la acción insurreccional. Esa acción debe contemplar desde el sabota-je, la agitación obrera y campesina contra la explotación, la lucha callejera y la resistencia individual armada, hasta la huelga general y el alzamiento.

Esto que los redactores de la plataforma denominaron una dinámica indispensable, pasaría poco tiempo después a hacer parte del inventario político de los comunistas bajo la denominación de “combinación de todas las formas de lucha”.

El documento principal del movimiento anapista, sin embargo, dejaba premonitoriamente escrito el camino por el cual continuaría su ascenso al poder:

Solamente en el caso de que falle este tipo de lucha debido a la presión del Estado gendarme contra el inerme ejército de los humildes y a la indigna com-

10. Ibíd., p. 34.

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plicidad nacional, tendría que optarse por recurrir a la variante civil de las elecciones populares pero haciendo de ellas un episodio beligerante de nuestra batalla sin concepción alguna a quienes se han valido de esos tramposos me-dios para escamotear la voluntad nacional11.

Podría parecer extraño que este tipo de argumentaciones se dieran en el seno de una colectividad de orígenes conservadores y cristianos. Pero justamente ese carácter permitió a sus ideólogos hacer uso de sus mentores, entre los que se encontraba Santo Tomás, para quien el derecho a la insu-rrección de los pueblos era sagrado.

2. LA REAPARICIÓN DE ALIANZA POPULAR

El 11 de octubre de 1965, luego de un cese de actividades, reapareció el órgano de difusión de la Anapo: Alianza Popular. Diario del Pueblo. Fue uno de los últimos periódicos en aparecer en el concierto de los voceros de la oposición12. A diferencia de los otros órganos, el anapista era diario vesper-tino en la capital y matutino en la provincia. En recuadro de primera página, el periódico señaló su papel de la siguiente manera:

... denunciaremos todos los atropellos y crímenes del Frente Nacional, los nego-ciados de los señores del gobierno, los delitos de la clase que detenta el poder en su mano sucia, los abusos que se cometen en nombre de la democracia que no es sino una falsa palabra convencional, manchada de sangre y de cie-no. Aquí denunciaremos también todos los crímenes que se cometen contra el pueblo, contra las masas humildes y desamparadas, contra los campesinos sin horizonte, contra los proletarios olvidados, contra la voluntad propia, contra la economía nacional, contra la salud de los pobres. Este será sencillamente el diario del pueblo, para defender sus derechos y buscar la solución de sus angustias13.

Celebraban los anapistas, con la reaparición de su periódico, un aniver-sario más del regreso de Rojas al país14. Alianza Popular buscaba neutralizar la campaña de desprestigio que la gran prensa adelantaba en contra de Rojas

11. Ibíd., p. 35.12. Además de Alianza Popular, circulaban en el país: MRL de Colombia, del lopismo emerrelista; La Calle,

de la Línea Dura del MRL; Batalla del Pueblo del FUAR; MDN diario nacionalista y La Nueva Prensa, del MDN; el Frente Unido, del FUP; Pueblo y Libertad, del Partido Social Demócrata Cristiano, y Argu-mentos, del Movimiento Socialista Colombiano.

13. Véase Alianza Popular, octubre 11 de 1965, p. 1.14. En la introducción a la entrevista concedida por Rojas Pinilla a Alianza Popular, en su primer número de

la segunda etapa, se lee: “Publicamos el siguiente reportaje que tuvo a bien conceder para este diario el general Rojas Pinilla al cumplirse, en el día de hoy 11 de octubre de 1965, el séptimo aniversario de su regreso al país”. Véase ibíd., octubre 11 de 1965, p. 5.

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y del anapismo. Pero ante todo, fue la voz del movimiento. En el periódico se plasmaron sus opiniones y se analizaron temas y problemas del acontecer nacional. De otro lado, el 20 de marzo y el primero de mayo de 1966 ten-drían lugar las elecciones legislativa y presidencial, respectivamente, razón principal para que los anapistas renovaran su actividad periodística.

El órgano se difundía a través de los comandos de barrio en las grandes ciudades y de los comandos departamentales en la provincia. El periódico reproducía comunicados y mensajes del jefe del movimiento, resoluciones, comunicados de los comandos de barrio y regionales; cartas de colombianos que manifestaban su acuerdo con las tesis anapistas; mensajes y escritos de agrupaciones políticas y gremios sociales que, como los sindicatos y las cooperativas o políticos de las agrupaciones de la oposición, coincidían con sus críticas al establecimiento.

Figura 23. Alianza Popular en su segunda etapa, mayo 17 de 1966.

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Como en su primera época, Alianza Popular traía doce páginas y escasa publicidad. Y como entonces, continuó denunciando las debilidades y los errores del régimen a través de sus artículos y crónicas o ilustrando gráfica-mente las paupérrimas condiciones de vida de los sectores populares. Ese fue su estilo de proselitismo político desde el periodismo.

La nueva dirección de Alianza Popular la conformaban hombres exper-tos en la combinación del periodismo con la actividad política. Sus directores habían hecho carrera en la prensa alzatista: Hernando Olano Cruz, Samuel Moreno Díaz y Ovidio Rincón. Diez años atrás, Olano había tenido bajo su dirección el periódico pro rojista Diario del Pacífico. El honor de “fundador e inspirador”, naturalmente, le correspondía a Rojas Pinilla. El consejo de redacción lo integraban Arturo Villegas Giraldo, Fernando Pardo Quintana, Parmenio Zapata, Mario Montoya, Carlos Monroy Reyes y Ricardo Bejarano, los tres primeros venidos del liberalismo popular, los otros provenientes de antiguas disidencias conservadoras. En el diario escribieron con regularidad María Eugenia, Néstor Forero G., director y fundador del semanario buman-gués La Nota, Roberto Harker Valdivieso y Carlos D. Roca, entre otros15.

El contenido de los editoriales fue el punto de partida del discurso que distinguió a los anapistas de los demás movimientos de la oposición. Tie-ne importancia este tipo de documento por tratarse de la voz oficial de la agrupación, por constituir su respuesta directa e inmediata a los ataques provenientes de su adversario político. En los editoriales se le confiere gran importancia al proceso de configuración del contradestinatario; es decir, el producto acabado de un contradiscurso que los anapistas venían constru-yendo desde sus remotos orígenes. El segundo lugar de importancia en los editoriales lo ocupan las referencias a Rojas y a su movimiento. En un tercer lugar, el documento está dedicado a reafirmar su destinatario positivo.

Desde el primer editorial de la nueva edición de Alianza Popular, titula-do “La lucha contra el sistema”, el anapismo reafirmó el lenguaje y el tono de su irreversible oposición al régimen político imperante. Sin duda, el Fren-te Nacional se había convertido en el destinatario negativo de la totalidad de su discurso. Ocupaban lugar de preferencia vocablos y frases dirigidos contra todas las partes integrantes del establecimiento: políticos e ideólogos; la gran prensa y la oligarquía, sus actividades, pasos y medidas. Los editoria-listas escribieron con profusión sobre la “melancólica evolución” del Frente

15. A mediados de julio de 1966 apareció la columna del director y fundador de la desaparecida revista LNP, Alberto Zalamea. Después de las decepciones políticas de 1965 y del cierre de su revista un mes antes, Zalamea se inclinó más por la acción política y cambió el nombre de su antigua columna en LNP, “Diario de un periodista”, por “Diario Político”, publicado en la última página de Alianza Popular.

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Nacional; siguieron sosteniendo su tesis de que con la llegada de “la gran coalición” al poder, “el oligopolio había entrado a la política”. Presentaron a los gobiernos frentenacionalistas como la causa de todos los desastres del país. Ocuparon destacado lugar también las referencias y alusiones a las personalidades más sobresalientes del bipartidismo oficial: Carlos y Alberto Lleras. Por concentrar estos dos personajes el espíritu de la coalición bipar-tidista en el poder, sobre ellos recae la mayor parte de los ataques de los editorialistas. Alberto Lleras Camargo, creador del Frente Nacional, era re-cordado como el más enconado y eterno adversario del anapismo. Escribían que “por sus crímenes contra las clases humildes”, se habían cerrado “los horizontes de la decencia”; le enrostraban su responsabilidad en la dirección oligárquica del Estado colombiano16.

A Carlos Lleras Restrepo se lo relacionó directamente con los desastres nacionales:

Combatimos al doctor Lleras Restrepo porque él ha sido el inspirador de esa horrenda injusticia y de esa explotación innoble que ha dado por resultado un estrecho círculo de opulentos que cabalgan sobre la angustia y miseria de nues-tra patria [...] Combatimos al doctor Lleras Restrepo como a uno de los repre-sentantes de la oligarquía, liderato supremo que comparte con su consanguíneo Lleras Camargo y con el doctor Mariano Ospina Pérez17.

A Lleras Restrepo le adjudicaron la autoría de los decretos de las úl-timas devaluaciones que, según el anapismo, no habían tenido otro efecto que “aumentar las ingentes ganancias de los poderosos y la ruina y la deso-lación de las clases desposeídas”18.

Estas eran las imágenes que de los más hábiles y prestigiosos ideólo-gos liberales del Frente Nacional proyectaba Alianza Popular. Posiblemente, por corresponderle ejercer la Presidencia al Partido Liberal en el siguiente cuatrienio, los dardos del discurso recayeron en las personalidades de esa agrupación. La activa presencia de los Lleras en la vida política del país fue presentada “como un peligro mortal”. Su diseño de la nueva política eco-nómica hizo que ambos fueran mostrados como modelos de insensibilidad con los problemas de los más necesitados. A Lleras Camargo, en particular, se le relacionó con la penetración del capital norteamericano al país. No carecía, pues, el discurso de la prensa anapista de legitimación. A través de los pasos de los Lleras, los ideólogos del anapismo demostraron sin mucho esfuerzo el carácter excluyente, elitista y oligárquico del régimen, lo mismo

16. Véase “El fracaso de la familia Lleras”, en ibíd., 3-9 de diciembre de 1965, p. 4.17. Véase “La lucha contra el sistema”, editorial de ibíd., octubre 11 de 1965, p. 4.18. Ibíd.

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que su olvido de los problemas más sentidos por la mayor parte de la pobla-ción colombiana. Presentando a los Lleras como “amenaza mortal” para los colombianos pobres, la prensa anapista puso a girar su campaña electoral en los términos del bien y del mal. Si Lleras Restrepo era retratado por los periódicos oficiales como tabla de salvación del sistema, el órgano anapista presentaba a su caudillo como el salvador del pueblo. De la misma forma que en la campaña electoral anterior, el anapismo procuró mostrarse ante los colombianos como una agrupación decididamente opuesta al orden es-tablecido por el Frente Nacional, y en ese sentido se creía la única capaz de beneficiar a las “mayorías nacionales”.

A partir de este momento advertimos avances en el discurso electo-ral de la Anapo. A diferencia de su anterior participación en las campañas electorales, ahora no bastaba la inmoralidad e insensibilidad social de los representantes del Frente Nacional para que el movimiento les declarara su oposición. Tampoco era suficiente oponerse al nuevo orden por el simple he-cho de haber sido desplazados los rojistas del poder o por autodenominarse y erigirse como “los verdaderos voceros del pueblo”. Ahora los ideólogos de la agrupación esgrimían con mayor claridad y énfasis sus concepciones del desarrollo social. La particularidad del discurso anapista consiste en la utili-zación del lenguaje popular, en la explicación de sus tesis con emotividad y pasión. A las formas religiosas de su lenguaje político-electoral, se incorpora la racionalidad del análisis objetivo. A diferencia de sus anteriores partici-paciones en política, la Anapo, además de dirigir sus ataques a los orígenes políticos y sociales de sus adversarios, critica en igual medida sus programas electorales, comportamiento que se daba, en cierta medida, como resultado de su participación en la política desde 196119.

Para mediados de la década de 1960, la Anapo se proyectaba ante sus contemporáneos como una agrupación política madura. El contenido de sus editoriales estaba dirigido específicamente a la cooptación de simpatizantes de otros grupos políticos, en particular del liberalismo. Pero el llamado que se hace a los liberales es selectivo. Se trataba de “las mayorías populares del liberalismo”, de “los liberales rojistas”, “los liberales de abajo”, “el caudal liberal anapista”, en fin, de “los liberales del pueblo”. Con escasas reiteracio-nes convocaron también a los “demócratas-cristianos” y a “los socialistas”.

Si desde los destinatarios de un discurso electoral se pudiera establecer la composición social de un movimiento político, podríamos estar de acuer-do con los editorialistas de Alianza Popular:

19. Una amplia información sobre el comportamiento de los legisladores anapistas tanto en el Congreso como en los Concejos Municipales puede verse en Ayala, “El discurso parlamentario…” (óp. cit.).

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... nosotros seguiremos llenando las plazas y calles en Colombia, con las mul-titudes humildes y desharrapadas, con los maleantes y marihuaneros, con los lustrabotas y las verduleras, con todo el conglomerado humano y que constituye las mayorías colombianas y que está con nosotros; nosotros seguimos con el pueblo, que es precisamente donde reside la legítima voluntad popular y del cual emana la verdadera legalidad20.

El editorialista anapista es contestatario. Mientras el Gobierno a través de la gran prensa presentaba a los anapistas como individuos al margen de la ley, la Anapo mostraba a sus principales adversarios políticos en su cali-dad de perversos. Empero, muchas veces los anapistas no rechazaron en su totalidad los juicios que sobre ellos hacía el régimen, sino que se servían de los mismos para condenar las medidas y pasos oficiales, y ante todo para proclamarse como los “únicos voceros del pueblo”. “Nosotros somos –decía un editorialista– para la dorada oligarquía que peca y delinque en grande, una turbamulta feroz, maleducada y rebelde; y eso nos complace, tenemos una espléndida masa de pelea, capaz de empujar con el pecho desnudo las más afiladas armas y de combatir en las más difíciles circunstancias”21. Así, depositando toda su razón de ser en “el pueblo” o en “las masas”, los ana-pistas pretendían dejar sin legitimidad popular al Frente Nacional.

Como ya se dijo, desde su victoria electoral en marzo de 1964, los anapistas habían empezado a renunciar a la vía conspirativa como forma de alcanzar el poder. Se habían decidido, aunque a regañadientes, por la vía electoral. “No es éste nuestro medio ni era éste nuestro programa –señalaba uno de los editorialistas–. Los rojistas llegamos al estadio nacional como una falange subversiva. Propusimos el descuartizamiento de las oligarquías y convocamos al pueblo en pleno, ya estragado de sectarismos para que abandonara las odiosas prácticas y se preparara para la toma del poder”22. Así, anotaban que los medios habían cambiado pero no los fines. No obs-tante aceptar las reglas del juego, el discurso electoral anapista no estaba exento de reservas:

… frecuentamos las votaciones porque allá nos esperan nuestros enemigos y a éstos hay que buscarlos donde se encuentren. Declaramos que aquello es una farsa, una mentira endomingada, un truco de los magnates del dinero para ha-cer creer a los humildes que participan en la dirección del Estado. El episodio es un vicio nacional que prometemos extinguir desde el gobierno. Para entonces crearemos la auténtica consulta de las clases trabajadoras23.

20. Véase “¿Por qué las calumnias?”, en Alianza Popular, febrero 4 de 1966, p. 4.21. Véase “La violencia rojista”, ibíd., octubre 14 de 1965, p. 4.22. Véase “Las malditas elecciones”, en ibíd., octubre 20 de 1965, p. 4.23. Ibíd.

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Lo que en principio podría revelarse como una actitud contradictoria y confusa, redundaría en una acertada estrategia política.

Así pues, la Alianza Nacional Popular reafirma su política de participa-ción electoral, autodefiniéndose a la vez como abanderada de la revolución nacionalista y popular que, según sus ideólogos, “reclamaba el país”. En realidad, no carecían los anapistas de ninguno de los componentes clave para participar en la política colombiana. Con caudillo definido y foguea-do, depositaban en el pueblo “la legítima voluntad popular y la verdadera legalidad”. Le invitaban a sacudir “el yugo de la iniquidad y de la miseria” y a “levantar su cabeza inconforme, en un violento gesto de rebeldía para protestar por todas las injusticias y por el desorden social en que se debaten las gentes humildes de Colombia”24. Y cuando la crítica los asediaba por su discurso beligerante, sacaban a relucir su vocación conciliadora: “Hemos insistido en que la revolución puede hacerse pacíficamente; que es posible realizar en el acuerdo de los ciudadanos las transformaciones esenciales que el país requiere, que nuestro pueblo es bueno, es confiado, es cristiano”25.

La edición del 27 de enero de 1966 de Alianza Popular estuvo dedica-da a la republicación de la plataforma del movimiento. No era un documento nuevo; permanecían intactos todos los planteamientos que contenía el de diciembre de 1964. El texto resplandecía no sólo por haber podido sinte-tizar la experiencia de la historia del anapismo, sino, además, por haberse erigido sobre los planteamientos y las propuestas que los otros movimientos de oposición venían esgrimiendo. Los redactores de la plataforma lograron adaptar a sus formas de concebir los problemas sociales los programas y consignas de lucha de movimientos políticos que habían desaparecido o empezado a languidecer: la Línea Dura del MRL, el Frente Unido, el Movi-miento Democrático Nacional y el Partido Demócrata Cristiano, entre otras agrupaciones.

24. Véase: ¿Por qué las calumnias?”, en ibíd. 25. Véase “La violencia rojista”…, en ibíd.

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César Augusto Ayala Diago

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7 Talanqueras y zancadillas para que el General

no avance (II)

1. EL NACIONALISMO PUESTO EN ESCENA ELECTORAL

En medio del auge de un movimiento huelguístico sin precedentes y de un ambiente caldeado de pasión política, el general Rojas dio inicio a su terce-ra campaña electoral. No había tenido receso desde la anterior contienda. Eran apenas los comienzos de 1965. Por su intensidad, por los contenidos ideológicos, lo mismo que por los intereses en juego, la contienda se parecía a la de 1958.

La apropiación de los idearios gaitanistas e incluso de parte de su gente no fue suficiente para que la Anapo robusteciera su ala liberal. Cada vez que se aproximaban las elecciones, algo ocurría para evitar que los liberales se volcaran sobre la Anapo. Mientras tanto, un considerable número de nacio-nalistas y futuros anapistas se verán atraídos por el Movimiento Democrático Nacional (MDN). Como se verá en este capítulo, se trataba de un intento que hacía el nuevo nacionalismo colombiano de llegar al poder por la vía electoral. Entre sus fundadores se destacó la gente de La Nueva Prensa, de la Línea Dura, del general Roberto Torres Quintero y del dirigente liberal Her-nando Echeverry Mejía, promotores todos de la candidatura a la Presidencia del ex ministro de Guerra, general Alberto Ruiz Novoa.

El 31 de enero de 1965, el ex ministro Ruiz Novoa concedió a la cade-na radial Caracol un extenso reportaje, considerado después por los editores de LNP como “la última Proclama del General a los Colombianos”. Ruiz sintetizó lo que hasta entonces constituía su pensamiento. Sus posturas, reiteradas una y otra vez, lo vincularon de manera más estrecha al espíritu político de los hombres y movimientos que vieron en él un portavoz de sus

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idearios. El más afectado con la popularidad de Ruiz fue el movimiento de los anapistas. El ex ministro planteaba los problemas con argumentos simi-lares a los de Rojas:

El gran culpable de esta situación es el egoísmo de ciertos sectores sin concien-cia social [...] Durante 150 años se ha estado engañando al pueblo ofreciéndole los elementos de una democracia formal y de una libertad política, como la mejor y más astuta forma para esclavizarlo [...] los primeros que deberían favo-recer la reforma de las estructuras para hacer de Colombia un Estado moderno, deberían ser los grandes industriales, los terratenientes y la gente de fortuna, porque de esa manera la economía se fortalecería en todos sus estratos y ni-veles, siendo ellos los primeros favorecidos. Yo pienso decirles que aún tienen ocasión para hacerlo1.

Aunque despojado del uniforme, a Ruiz se lo seguía asociando con las Fuerzas Armadas. A la pregunta de cómo llevar a cabo el cambio de las es-tructuras, el ex ministro respondió: haciéndolo. Esa promesa de realizar in-mediatamente las reformas, lo ponía también cerca del discurso del general Rojas. Pero más importante, lo acercaba a las masas pobres que llegaban a la ciudad provenientes del campo, a la clase media lesionada por el proceso de concentración de la economía y, ante todo, a los colombianos ausentes de la vida política del país. Los lenguajes a través de los cuales se dirigía a las masas eran directos, tanto el de Ruiz como el de los rojistas. Para ellos se trataba de voluntad; todo estaba en el universo de lo posible. En el Gobierno empezaba a pesar el criterio tecnocrático, lo que era realmente posible.

Ruiz Novoa aprovechó la oportunidad que le ofrecía la radio para lla-mar a la organización de “un gran movimiento nacional, vigoroso, agresivo y beligerante capaz de enfrentarse a la maquinaria política tradicional...”2. La Nueva Prensa de inmediato acudió al llamado del ex ministro: “He aquí el jefe que la Nueva Colombia necesita. Un hombre que conoce, comprende y estudia los auténticos problemas de la Patria, que sabe a quién dirigirse, que no promete ríos de leche y miel, que no es un aprendiz de demagogo ni un maximalista a ultranza. Un hombre serio, austero, vigoroso, un patriota intachable y honesto, un ciudadano del siglo XX, un estadista moderno”3. El semanario se aprestaba a concluir un anhelo acariciado desde su aparición en 1961. Con énfasis consideró llegada la hora de la salvación nacional. Declaraba, que “por fin va a poder realizarse una simbiosis de diferentes

1. Véase el texto completo de la entrevista en Ruiz, El gran desafío… (óp. cit.), pp. 119-131. 2. Ibíd., p. 131.3. Véase La Nueva Prensa, No. 128, febrero 9 de 1965, p. 18.

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matices con ideas comunes encaminadas al desarrollo moderno de la socie-dad colombiana”4.

El 26 de febrero, la plana mayor de LNP le ofreció al ex ministro Ruiz Novoa un homenaje en el hotel Tequendama. Entre los asistentes ocupaban puesto especial los militares retirados, pequeños comerciantes y empresa-rios, profesionales y estudiantes universitarios, los empleados públicos y privados. Hicieron presencia allí los periodistas de provincia y de la capital que luchaban contra el monopolio de la gran prensa. En esta ocasión Ruiz habló del desafío de la generosidad contra el egoísmo, de llevar a cabo con abnegación y espíritu de sacrificio una lucha definitiva, de organizar una sociedad basada en el bien común. Pidió a todos los colombianos, cual Ro-jas Pinilla, que juraran con él, ante Dios, cumplir con el propósito nacional de la implantación en el país de la justicia social. En el esquema del nuevo candidato, la solución a los problemas sociales descansaba, como él mismo lo enunciara, “en una inamovible resolución de vencer todos los obstáculos representados por el dinero de los potentados; por la acción de quienes quieran emplear el poder público para ponerlo al servicio de los intereses ex-clusivistas y por la hostilidad de los grupos de presión que aplican el bloqueo económico para reducir a quienes desean liberar al país del régimen de los privilegios”5. Explicó que concebía una reforma agraria que no parcelara la tierra de manera inconsulta. Más que de parcelaciones se refirió a una “co-rrecta y adecuada explotación de la tierra”. Al igual que los parlamentarios del anapismo y que el mismo Rojas, Ruiz defendió la necesidad de educar en la técnica moderna a los campesinos, de facilitarles las semillas, maqui-naria y crédito; de asegurarles mercados y precios mínimos. Su palabra no se dirigía al hombre asalariado del campo, sino al campesino propietario frenado económicamente. Abogó por el respeto a los derechos del ciudadano y pidió el apoyo para los órganos de expresión independientes hablados y escritos. Propugnó por un Estado fuerte para que, según él, cumpliera su función: la garantía de la honra, vida y bienes de los ciudadanos.

4. Ibíd., p. 27.5. Discurso pronunciado por Ruiz Novoa el 26 de febrero de 1965, al agradecer el homenaje rendido por

la clase media en el hotel Tequendama. Ruiz, El gran desafío... (óp. cit.), p. 143.

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Figura 24. Vertical, órgano de difusión del general Alberto Ruiz Novoa.

Así llamó el nuevo caudillo a la conformación de un movimiento nacio-nal:

Este movimiento nacional no aspira ni desea competir con los grupos políticos que se encuentran igualmente descontentos; tiene las puertas abiertas a todas las corrientes de opinión y está dispuesto a formar un frente común con quienes compartan sus propios ideales y propósitos. No es un partido nuevo. Es una convocatoria a la conciencia nacional para que despierte de su letargo y reedite los días gloriosos de Colombia cuando todos los patriotas se lanzaban a la lu-cha, sin otra consideración que alcanzar sus dignos ideales6.

Esta vez llevó la palabra el otrora líder del movimiento alzatista de fina-les del decenio del cincuenta, apasionado golpista y futuro dirigente anapista Humberto Silva Valdivieso, quien alternó el uso de la palabra con el indus-trial Fernando Mazuera, jefe del Movimiento Independiente Liberal (MIL) y el ideólogo nacionalista Alberto Zalamea. Nacía el Movimiento Democrático Nacional, que empezó a emitir diariamente, por la emisora Radio Juventud, el radioperiódico Los Derechos del Hombre. El MDN organizó comandos urbanos en Bogotá, en Cundinamarca, Santander, Antioquia, Atlántico y Cal-das. Visitó los centros de educación superior y los principales municipios

6. Ibíd., p. 144.

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de estos departamentos. La secretaría general del nuevo movimiento quedó integrada por el general Roberto Torres Quintero, el industrial Julio Bernal, por Libardo Escobar y Roberto Pradilla. Entre los dirigentes de primera plana cabe destacar al liberal antioqueño Hernando Echeverry Mejía y al historia-dor Eduardo Santa. El 23 de abril salió a la luz su primer documento progra-mático del movimiento: El gran desafío, un libro que recopilaba escritos e intervenciones del general Ruiz Novoa comprendidos entre 1960 y 1965.

Especial atención le prestó el MDN a la juventud universitaria. El pri-mer acto político de campaña posterior al evento del Tequendama fue un homenaje rendido al general Ruiz, el 19 de marzo, por cinco estudiantes oferentes que manifestaron llevar la vocería de la comunidad universitaria del país. Destacamos entre ellos al joven javeriano Carlos Bula Camacho, futuro dirigente anapista.

El Partido Demócrata Cristiano se sumó a la candidatura de Alberto Ruiz Novoa. En uno de los apartes del comunicado de adhesión, se lee:

Hoy se vive en Colombia un ambiente de injusticia total. La democracia colom-biana es falsa, la economía es manejada por unos pocos, la política está en manos de demagogos y oportunistas. El país en lugar de avanzar retrocede. Por eso es necesaria una revolución, un cambio fundamental de las estructuras, un implantamiento de la justicia, una apertura hacia una verdadera libertad. Para realizar esto se requiere romper el sistema arbitrario del mal llamado Frente Nacional7.

El discurso del MDN animó el ambiente político del país. Recurrir a los ejemplos de los gobiernos militares que transformaban en ese momento las estructuras de sus países, como el caso de Egipto, servía de válvula de es-cape al clima de pesimismo e inestabilidad palpable en la atmósfera social. Ruiz acomodó a su discurso la consigna del sí se puede8, como recurso para convencer a los colombianos de que existían condiciones reales para sacar al país del subdesarrollo. Era una manera de hacer cosas con el solo lenguaje; bastaba quien lo dijera para que la gente creyera. En ese sentido, alternando en Bucaramanga el uso de la palabra con el líder de la Línea Dura Álvaro Uribe Rueda, señaló que sí se podía construir el aeropuerto de la ciudad, que sí se podían trazar líneas férreas en el departamento y que sí se

7. Véase El Nacional, abril 26 de 1965, p. 2. Más adelante, cuando el general Ruiz disolvió el MDN, los demócratas-cristianos se negaron a seguir acompañándolo, al tiempo que ratificaron su decisión de continuar “a la vanguardia de una auténtica revolución social, que garantice a las clases populares de Colombia su acceso al poder, a las riquezas y a la cultura”. Véase también El Nacional, mayo 14 de 1965, pp. 1-2.

8. Consigna que años después tuviera tanto que ver con el triunfo electoral del candidato conservador Belisario Betancur.

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podía emprender la construcción de una poderosa hidroeléctrica que sirviera para irrigar y rescatar las tierras estériles de la región9.

Por supuesto, los anapistas entendían lo que les pasaba con cada movi-miento que iba saliendo al escenario de la política. Pero esto les impulsaba a no dejar la calle que ya consideraban suya. Su vocación de independencia política, sin concederle atención a los llamados de una necesaria alianza de la oposición, los fortalecía. Aunque consideraban que el general Rojas era suficiente para la seducción del electorado, contaban con una red de políti-cos de provincia experimentados en la manipulación popular. La provincia le aportaba al anapismo una fuerza organizativa y de liderazgo heredada y fogueada, que cualquiera de los nuevos movimientos tenía que empezar a forjar. Con todo el ímpetu con el que salió en busca del favor popular, el MDN apenas hacía eco en intelectuales de provincia que, aunque brillantes, no poseían el arraigo popular de los anapistas.

La Anapo contaba, además, con otra ventaja: el nacionalismo era la fragua de la mayoría de sus tesis. En la base de la configuración del tipo de nacionalismo que la distinguía, estaba su tesis de la incongruencia entre quienes dirigían el Estado y quienes componían la nación. Exponía en detalle la intervención económica de los monopolios en la economía nacional o los vínculos políticos y económicos entre la clase dirigente colombiana y la polí-tica norteamericana. En las manifestaciones públicas, el problema nacional que ocupó el centro de la atención entre los oradores anapistas, más que un hecho concreto protagonizado por un agresivo país extranjero, fue el tema de la usurpación de los derechos elementales del pueblo por parte de una “casta minoritaria”10.

2. GAITANISMO BARRANQUILLERO PARA QUE LA ANAPO AVANCE. CALI: DE ANTIRROJISTA EN 1957 A ROJISTA EN 1965

La naturaleza del desarrollo económico del país hacía que la Anapo tuviera resonancia en los centros urbanos. Promediando la década, el movimiento disfrutaba en la ciudad de Barranquilla de un selecto número de intelec-tuales y agitadores que le garantizaban futuro al general Rojas. Ayudaba el hecho de contar con órganos periodísticos que, aunque no directamente anapistas, favorecían la proyección positiva de la imagen de la agrupación. El caso más importante fue el de El Nacional, un diario alternativo fundado

9. Véase el texto completo del discurso de Ruiz en La Nueva Prensa, No. 132, abril 13 de 1965, pp. 63-72.

10. Véase Alianza Popular, diciembre 3 de 1965, p. 10.

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en 194511. Junto con los líderes nacionalistas Carlos Bula, Jaime Devis Pereira y el emerrelista Dolcei Manga, los ideólogos del anapismo Rafael Camerano y Óscar Alonso Villegas utilizaron sus páginas en la defensa de cada uno de sus idearios. El periódico informaba cotidianamente a la ciuda-danía del comportamiento de los activistas del anapismo Claudio Urruchur-tu, Moisés Tarud y Manuel Rodríguez Verdeza. Sin ser de su propiedad, los anapistas barranquilleros contaron con El Nacional para la publicación de sus manifiestos, proclamas y propaganda.

El anapismo crecía en Barranquilla de elección en elección. Su dirección central no tuvo que esperar a que algunos de sus futuros cuadros barranqui-lleros se desengañaran del MRL, del Frente Unido o de los nacionalismos que se disputaban el respaldo popular. Desde los inicios de su conformación como agrupación política a nivel nacional, el anapismo contó con ideólogos y con gente del común dispuesta a seguir y defender sus postulados. Aquí se habían refugiado incluso dirigentes rojistas perseguidos desde la caída de Rojas. Así se expresaba Óscar Alonso Villegas, un antioqueño arruinado después del 10 de mayo.

... Yo fui más rojista después del 10 de mayo, porque me atraen mucho los caí-dos. Me gusta por temperamento asistir a los velorios, no gusto de los bautizos. Si asistí y acompañé a Rojas en su muerte, pueden estar tranquilos mis amigos y mis enemigos, porque personalmente nada espero de él, en el domingo de su resurrección. Solamente deseo que esta resurrección sea la salvación del pueblo por la justicia del pan para Colombia a cuyos hijos humildes se les arrebató de la boca para alimentar los finos perros de unas pocas familias del país12.

Con las características propias del discurso anapista, como si se hubie-ra puesto de acuerdo con sus copartidarios conservadores de todo el país, Villegas colocó la denuncia en el centro de sus escritos. Le dedicó gran atención al desarrollo de la conciencia de clase del pueblo. Les explicaba a los barranquilleros por qué Rojas Pinilla era el único de los políticos co-lombianos que estaba llenando las plazas públicas. No le bastó comparar a Rojas con Gaitán. Para él, Gaitán había sido “un mártir de las necesidades palpitantes” de todo un pueblo, mientras que Rojas lo había sido del Estado, “entregado a la voracidad y al poder omnímodo de los ricos”, según decía13. Destacaba Villegas el papel del pueblo como reivindicador de Rojas, como artífice en la construcción de su propio caudillo. Se empeñó en demostrar

11. La dirección del periódico estaba integrada así: Julián Devis Echandía, director; Arnaldo Valencia Conto, director ejecutivo; Milvio de la Hoz y Gustavo Vieco, jefes de redacción.

12. El Nacional, mayo 13 de 1965, p. 4.13. Óscar Alonso Villegas escribía con frecuencia en las páginas editoriales de El Nacional una columna que

se denominaba: “Vientos del Sur”. Véase edición del 1º. de abril de 1965, p. 4.

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la línea de continuidad entre el pensamiento de Gaitán y la vida del general Rojas. Dividió la historia colombiana de los últimos tiempos en dos épocas: la del gobierno presidido por Rojas y la época del Frente Nacional.

En sus escritos invitaba a la comparación de los dos periodos. Puestas así las cosas, llamaba a la gente del común a escoger entre Carlos Lleras Restrepo, “el más distinguido de los enemigos del pueblo”, y Gustavo Rojas Pinilla, “el mártir del Estado”, “el caudillo de los desposeídos”. Hacía con-ciencia entre los barranquilleros de la importancia de rescatar el poder para el pueblo. Les recordaba el gobierno del General como la época de las vacas gordas, como el tiempo de la abundancia. Al contrario, manifestaba sobre los adversarios:

Nadie tiene que hacer esfuerzo alguno para saber que la situación de hambre, de miseria y de abandono en que está el pueblo colombiano, es obra exclusiva de los caciques, de los amos y de los electoreros que crearon el fantasma del Frente Nacional para hacer millonarios a los mismos explotadores y para ce-rrarle al pueblo los derechos de aspirar al poder como una patriótica conquista para su propia salvación14.

3. USOS Y ABUSOS DE LA HISTORIA

Los aniversarios del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán que año tras año con-memoraban los anapistas, no estaban sobrecargados de dramáticas lamen-taciones. Todo lo contrario; era corriente escuchar en labios del anapista que llevaba la voz del movimiento, lo que en su columna escribiera Villegas: “Gaitán está bajo tierra, pero sus enseñanzas y sus programas están cami-nando por todos los pueblos de Colombia”; “... este pueblo barranquillero no olvidará que las banderas de Gaitán están flameando orgullosas por todos los caminos de la Patria y sabe qué manos las llevan como símbolo del triun-fo del pueblo en las elecciones de marzo y mayo próximo”15.

El sábado 8 de mayo, una estruendosa manifestación de la Anapo en la ciudad de Cali sorprendió a los colombianos. Los anapistas que a esta altura de su historia habían llenado de nuevos contenidos la fecha del 10 de mayo se aprestaron a conmemorar el octavo aniversario de lo que ahora llamaban retiro del general Rojas del poder. Sus ideólogos colmaron el evento de sig-nificaciones. Querían poner de presente que Cali, la ciudad de las jornadas de mayo de 1957, estaba ahora con el general Rojas.

14. Véase ibíd., abril 8 de 1965, p. 4.15. Véase: ibíd., abril 8 de 1965, p. 4 y abril 10 de 1965, p. 4.

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Fue una conmemoración en grande. La capital vallecaucana fue empa-pelada por completo. En palabras del reportero de El Tiempo: “No se respe-taron los frentes de los edificios del parque Caicedo y sectores circunvecinos, los pedestales de los monumentos públicos, los árboles ornamentales de parques y avenidas para la fijación de propaganda rojista [...] Como si fuera poco, esta madrugada la ciudad fue despertada al estruendo de pólvora y cohetes, durante una hora, como preludio de la llegada del ex dictador”16.

María Eugenia y la plana mayor del anapismo encabezaron desde Bogotá una caravana de vehículos a la que se adhirieron delegaciones de los munici-pios por donde pasaban. El conservatismo del norte del Valle en pleno parti-cipó en la caravana, la cual se uniría horas después con el desfile que había salido a recibir a Rojas y a su comitiva, luego de su arribo por aire a Cali.

Dacier Arango, una de las anapistas más entusiastas y organizadoras locales, le relataba muchos años después sus recuerdos al autor:

Llegamos al aeropuerto y cuando lo recibimos fue una cosa grandiosa. No he visto a ningún otro jefe político que hoy en día lo reciban como recibieron al general Rojas en ese entonces. Nos vinimos con él, en caravana tremenda de carros, de bicicletas, en chivas y llegamos al centro de Cali, para meterlo a la plaza de Caicedo y nos habían puesto todo el ejército para no dejarlo entrar. Entonces la gente paró y todos dijeron, bueno vamos a entrar a la plaza o nos vamos a quedar por acá. Diga general Rojas: ¿usted quiere entrar a la plaza de Caicedo?, le dijo toda esa gente. ¡Imagínese! La gente estaba dispuesta a todo cuando ya lo vio a él y no le importaba morir ahí. Sin embargo nos vinimos y dijo él: no, yo no quiero que vaya a ver derramamiento de sangre ni enfrenta-mientos de ustedes con la tropa, yo no quiero que haya eso, ya habrá tiempo para que las cosas se arreglen, busquemos una parte por aquí. La tropa dijo: se les ha asignado allá donde están esos carros tirados en los basureros que le cuento yo […] Y él habló ahí, no le importó. Ahí se armó una tarima en un camión que iba y desde esa tarima habló el general. Ese día eso se llenó, eso él empezó a hablar, a tocar todos los males que en ese momento pues habían en Colombia y a favor del pueblo, en contra de la oligarquía y hablar pues de toda esta gente que lo había acompañado en su gobierno y que ahora precisamente eran ellos los que le impedían entrar a Cali, al Valle del Cauca. Él habló de los Lloreda, de los Caicedo, de toda esta gente que se nutrió, como se dice, del go-bierno de él. Eso fue una manifestación grandiosa, eso uno se pone a acordarse y le da a uno […] ganas hasta de llorar, porque verdaderamente uno ve que todo lo que se consiguió con la Anapo o hizo por la Anapo para que la Anapo fuera grande y verla hoy reducida a nada17.

16. El Tiempo, mayo 9 de 1965, p. 23.17. Entrevista del autor con Dacier Arango. Cali, abril 8 de 1992. Véase ampliamente el documento 5 de

los Anexos.

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Los reportes de la prensa oficial no fueron muy distintos. El General hizo su entrada a la ciudad subido en una volqueta que difícilmente pudo movilizarse, durante hora y media, por las principales calles de la capital vallecaucana. Los manifestantes se tomaron la plaza de Caicedo, ubicada en pleno centro de la ciudad y que había sido vedada para el anapismo por las autoridades. Continuaron hacia el parque de San Nicolás, sitio progra-mado para la concentración. La multitud obligó al General a descender del carro que lo transportaba y con gritos de “Lleras no”, “Lleras no” y “vivas” a Rojas lo llevó en hombros hasta la tribuna, localizada en el segundo piso de una casona tradicional. Desde abajo los manifestantes pudieron divisar con claridad la gente que rodeaba al jefe de la Anapo: los parlamentarios Hernando Olano Cruz y Arturo Villegas Giraldo, el concejal Elías Salazar Gar-cía, el coronel retirado Víctor Navia y el dirigente de la juventud emerrelista del Valle y futuro anapista Fabio Pineda. Los líderes anapistas de la región aprovecharon la oportunidad para proclamar la candidatura de su jefe a la Presidencia de la República: “Esta tarde –dijo Olano Cruz con su patetismo característico– proclamamos bajo la clara luz del día al general Rojas Pinilla [...] Estamos resueltos a jugarnos la vida en su defensa... Esa es nuestra respuesta a Lleras Restrepo y a Guillermo León Valencia”18. Elías Salazar García, por su parte, llamó a los caleños a continuar en la lucha “como lo hizo el dirigente cubano Fidel Castro, andando de brazo con los liberales, comunistas y socialistas”19.

A las 6:30 de la tarde, los manifestantes saludaron el anuncio de la in-tervención de Rojas, entonando el Himno Nacional. Emocionado, el General empezó su discurso anunciándoles a los caleños su irrevocable decisión de tomarse el poder por la vía electoral. Precisó que para llevar a feliz término su nueva estrategia era necesario que los anapistas salvaran con su vida el voto “para salvar así nuestra mayoría”. El General propuso rebautizar la plaza de San Nicolás con el nombre de la “plaza de la Reconquista” y llamó a defender el sufragio de todas las formas: bien aplicando la “dialéctica de los puñales” o recurriendo incluso a la “revolución sangrienta”. “Oídme bien –peroró Rojas– la bandera de Alianza Nacional Popular tiene en la mitad el color blanco de la paz. Pero si es menester lo arrancaremos para lanzarnos a la revolución sangrienta. Pero esperad la corneta que por mi boca y por mis manos daré la orden de empezar la lucha, e invitar a los hombres, mujeres y niños para empuñar las armas y tomarnos el poder. Tenemos por delante

18. Véanse apartes del discurso de los oradores en la manifestación del 8 de mayo, en El Espectador, mayo 9 de 1965, p. 3, y El Tiempo, mayo 9 de 1965, p. 23.

19. Ibíd.

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un enemigo poderoso y por eso yo estaré esperando el momento de dar la orden”20.

Tanto la manifestación, tildada por el enviado especial de El Siglo, Al-berto Giraldo, como “... uno de los más sorprendentes despliegues de pre-sencia humana en actos políticos que registra la historia de Cali”, como el contenido de los discursos allí pronunciados provocaron pánico en la clase política del bipartidismo nacional. El matutino liberal El Espectador no se explicaba por qué Rojas habiendo pronunciado “un discurso francamente subversivo, que contiene no una sino numerosas incitaciones a la subver-sión del orden y de la violencia”, seguía libre. Otro columnista del mismo periódico escribió a propósito de “la monstruosa manifestación”: “No hay que seguir tapando el sol con las manos. Es mejor prevenir que curar. Si la gente que acompaña a Rojas llegare a triunfar, pues nos llevó el demonio a todos [...] con la victoria rojista no quedará títere con cabeza”21. Empezaba la construcción del miedo, que iremos desarrollando en esta historia.

4. PARA EL MAMÓN NO HAY LEY. EL GENERAL RUIZ NOVOADEJA AL PAÍS COLGADO DE LA BROCHA

En la mañana del 10 de mayo los periódicos sorprendieron a la opinión pública con grandes titulares de primera página: “Ruiz disuelve su movi-miento y se afilia al liberalismo”22. Era el día del octavo aniversario de la caída de Rojas. Como todos los años por esa fecha, el país vivía momentos de tensión. Junto a una ruidosa movilización militar, a reuniones de los al-tos mandos militares con el Presidente y a comunicados del Ejército y del Ejecutivo anunciando las medidas tomadas para garantizar el orden público, el fantasma del golpe de Estado salía a recorrer las calles de las principales ciudades del país. Cierto o no, inculpados y acusadores sacaban provecho del rumor. Esta vez, con impresionante habilidad política, no desprovista de dramatismo, Lleras Restrepo anunció el retiro de su candidatura. Se dolía el candidato oficial del Frente Nacional, de la manera como se expresaban de él sus adversarios al presentarlo ante el pueblo como una encarnación de los viejos vicios políticos y de “cosas” que el país deseaba cambiar, mientras que no se le prestaba atención a los verdaderos peligros que amenazaban la nación23. La táctica dio resultado. La clase política tocó a rebato, sus

20. Ibíd., mayo 9 de 1965, p. 23.21. Véase El Espectador, mayo 10 de 1965, p. 4.22. El Tiempo, mayo 10 de 1965, pp. 1 y 24.23. Ibíd., mayo 8 de 1965, pp. 1 y 14.

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órganos hablaron de la “conmoción nacional” producida a raíz de la noticia. Lleras hizo que todo el mundo se ocupara de él. Conservadores unionistas y liberales oficialistas de todo el país rodearon al rogado candidato. El Directo-rio Liberal de la capital emitió una declaración que calificaba a la oposición de antipatriótica e invitaba a “los buenos ciudadanos” a colaborar para que desaparecieran “las circunstancias políticas” que habían hecho renunciar al candidato24.

El Movimiento Independiente Liberal, aunque consciente de que se tra-taba de una patraña, aprovechó la oportunidad para propiciar un diálogo con todos los matices del partido. Fue en este ambiente, en medio de de-claraciones, comunicados y opiniones sobre el caso Lleras, que Ruiz Novoa tomó a solas –sin más presión que la de él mismo, según comentaba 27 años después–25 la decisión no sólo de renunciar a su candidatura, sino de disolver, como si fuera de su propiedad, el MDN. En su carta enviada a la prensa, Ruiz exhortaba a Alberto Zalamea y a los presidenciables Álvaro Uribe Rueda y López Michelsen a seguir su ejemplo. La Nueva Prensa, que estaba lista para salir cuando se produjo la defección de Ruiz, tan sólo al-canzó a insertar una carta de rechazo a tal medida. La edición, dedicada por completo a Jorge Eliécer Gaitán y al general Alberto Ruiz Novoa, pretendía sin duda hacer conciencia en los colombianos de que el segundo realizaría desde el poder el Plan Gaitán y la Plataforma del Colón, enunciados y sus-tentados en vida por el primero.

4.1 Patos al agua: Alberto Zalamea al escenario directo de la política

Así le replicó Alberto Zalamea, el director de LNP en carta abierta a Ruiz Novoa:

Por mi parte después de haber comprometido mi honor y responsabilidad per-sonales en la creación del Movimiento Democrático Nacional, aglutinado en torno a su figura y a las tesis nacionales de reforma estructural, no me creo con derecho a abandonar a los amigos liberales y conservadores, nacionalistas y so-cial-demócrata-cristianos, rojistas y socialistas, que en Bucaramanga, Medellín, Cali, Manizales, Barranquilla y otros lugares del país me escucharon o leyeron defendiendo nuestras tesis contra el actual sistema y a favor de una reforma del Estado colombiano. Usted, apreciado amigo, no puede olvidar que la mayoría de los grupos que hoy claman por el cambio en Colombia utilizan precisamente las ideas que, desde hace muchos años, tanto usted como yo hemos preconiza-

24. Ibíd., mayo 10 de 1965, p. 24.25. Entrevista del autor con el general Ruiz Novoa. Bogotá, agosto 19 de 1992.

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do en distintas esferas de la actividad pública. Estas ideas están triunfantes en todo el ámbito, colombiano [...] El Movimiento Democrático Nacional no puede, pues, perecer ni disolverse26.

La decisión de disolver el MDN no resultaba tan simple para LNP como había resultado para Ruiz. Editores, columnistas, colaboradores y lectores de la revista se habían identificado en el esfuerzo de conformarse como fuerza política en el país. Impulsado por Zalamea, el MDN siguió su marcha. Continuaron en la pelea los nacionalistas que en Barranquilla lideraba el periodista de El Nacional Jaime Devis Pereira27, los nacionalistas Hernando Echeverry Mejía y el general Torres Quintero, entre otros28.

En el contexto de la política nacional, los grupos de la oposición con-templaron la idea de unirse en un solo conglomerado. Aunque Olano Cruz estuvo de acuerdo con las razones que argüían los nacionalistas de la Línea Dura para la formación de un bloque de oposición, su beneplácito no tras-cendió al movimiento anapista29. A diferencia de sus pares, la Anapo no diseñó un plan concreto para unirse con las otras agrupaciones. Asimiló su confrontación con el nuevo establecimiento como la función natural de su presencia en la vida política del país. Las intervenciones de Rojas y de Olano Cruz durante el mitin del 8 de mayo en Cali pusieron de presente que los anapistas irían solos a las elecciones. Empero, su decidido enfrentamiento contra las oligarquías, su firme propósito de identificarse con las angustias populares, sus denuncias sobre la persecución política, asesinatos y torturas que supuestamente sufrían los militantes del anapismo y los de los otros grupos, la defensa de los derechos humanos y, ante todo, el criterio popular del ejercicio de la política que primaba en ellos, hicieron que se fuera con-figurando paulatinamente desde abajo, particularmente desde los Concejos Municipales, la unión que otros grupos diseñaban desde arriba.

En ciudades como Cali y Barranquilla, los ediles anapistas y emerre-listas comienzan a desarrollar una serie de acercamientos y alianzas que serán apenas el inicio de una larga tradición. En la primera, por ejemplo, los emerrelistas López Michelsen y Efrén Fernández, concejales por la capital vallecaucana, votaron a favor del anapista conservador Elías Salazar García

26. “El Movimiento Democrático Nacional continúa”. Carta de Alberto Zalamea al general Ruiz Novoa, en La Nueva Prensa, No. 132, abril de 1965, pp. 1-3.

27. Los nacionalistas de Barranquilla eran: Ángel Palma Junior, Jaime Téllez Pereira, Alfonso Castro Bermú-dez, Gabriel Larrarte y Jaime Devis Pereira.

28. El MDN eligió un Comité Ejecutivo de Acción Política integrado por Hernando Echeverry Mejía �médico antioqueño, ex presidente del Concejo de Medellín y ex presidente del Directorio Liberal de Antioquia�, el general Roberto Torres Quintero y Alberto Zalamea. El abogado Libardo Palacios pasó a dirigir el Comité Central del norte de Bogotá.

29. “Olano Cruz define la política rojista”, en La Nueva Prensa, No. 121, agosto 8 de 1964, p. 22.

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para la vicepresidencia de la corporación. No se trataba de contravenir a la dirección oficial del liberalismo, que había impartido la orden de no pactar alianzas con grupos distintos a los que compartían la responsabilidad del Frente Nacional. Fernández coincidía con Olano en el sentido de que los cuerpos colegiados no deberían tan sólo servir para presentar proyectos en beneficio de la infraestructura de las ciudades. Sostenía que los Concejos debían defender los derechos de los ciudadanos, controversia que también había llevado a cabo el parlamentario anapista conservador Rodolfo García. Claro, Fernández era más amplio. Si la apelación a la defensa de los dere-chos humanos que hacía García tenía que ver directamente con “el caso Ro-jas”, la del concejal emerrelista se refería a los ciudadanos que al luchar por vivienda o por tierra eran perseguidos, encarcelados, torturados y finalmente asesinados. Además, los emerrelistas y anapistas caleños apuntaban en sus discursos a los mismos problemas y a los mismos destinatarios: la vivienda, las invasiones de terrenos baldíos en la ciudad, las persecuciones, la viola-ción de los derechos humanos, el pueblo humilde, las masas humildes, los desharrapados, los pobres, los paupérrimos.

5. EL LAURO-ALZATISMO: LA NUEVA COALICIÓN QUIERE PESCAR EN RÍO REVUELTO

Después de las elecciones de 1964, los conservadores volvieron a su histó-rico fraccionamiento entre ospinistas y laureanistas. El nuevo alinderamiento no permitió establecer cuál de las dos fracciones contaba con las mayorías. Así las cosas, Valencia procedió a nombrar “milimétricamente” en los cargos públicos a unos y otros. Hubo quienes no quisieron sumarse a ninguno de los bandos en pugna: los conservadores independientes.

Aprovechando las nuevas coyunturas, queriendo robustecerse, el laure-anismo, conocido ahora como alvarismo por estar dirigido por Álvaro Gómez Hurtado, decidió atraer a la gente del conservatismo doctrinario que todavía estaba dispersa en la política del país, después de la muerte de Alzate. Por lo menos a quienes todavía no llegaban a las toldas del anapismo. Acudie-ron a su llamado el dirigente santandereano, otrora jefe de la Reconquista, Humberto Silva Valdivieso y el ex candidato de la misma Jorge Leyva, entre los más connotados. Proclamándose como lauro-alzatistas, continuaron en la actividad proselitista30.

30. Conformaban la plana mayor del lauro-alzatismo: Álvaro Gómez Hurtado, presidente; Humberto Silva Valdivieso, vicepresidente; el representante Diego Tovar Concha, los parlamentarios Aurelio Caicedo Ayerbe, Hugo Escobar Sierra, Jorge Leyva; los dirigentes Rafael Azula Barrera, Felio Andrade Manrique,

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Desde El Siglo, los lauro-alzatistas desataron una implacable campaña contra la candidatura de Carlos Lleras Restrepo, por considerar que se tra-taba de “un acto unilateral de una fracción del liberalismo”. En su prensa se le denominó “la candidatura de imposición”, y al igual que los anapistas, emerrelistas, demócratas-cristianos y en general toda la oposición, empeza-ron a presentar a Carlos Lleras como el candidato de los gremios económi-cos, en una palabra, de la oligarquía. Algunos hombres de este movimiento llegaron a creer que la opinión colombiana estaba frente a dos alternativas: llerismo y antillerismo. Su lucha contra la candidatura de Lleras se explica en la realización del Frente Nacional como proyecto liberal. Tarde se había dado cuenta el laureanismo de su error, y tal vez tarde decidió regresar a las fórmulas doctrinarias como mecanismo para recuperar espacios perdidos. Álvaro Gómez Hurtado se expresó al respecto en abril de 1965: “Otro aspec-to que debemos analizar es el de que el partido no se puede envejecer con el Frente Nacional […] el conservatismo tiene que volver a pesar como una fuerza política importante...”31.

El lauro-alzatismo celebró con alborozo la renuncia de Carlos Lleras a la candidatura presidencial en los inicios de mayo. La agrupación propuso “un gran acuerdo nacional con participación de los partidos políticos, las fuerzas del trabajo, los gremios, los sindicatos y todos los sectores de la opi-nión pública”32. Por el mismo tiempo, algunos de los connotados dirigentes propusieron como solución a la crisis política que vivía el país la abolición constitucional del Frente Nacional. El representante lauro-alzatista Diego Tovar Concha anunció que presentaría ante la Cámara un proyecto de Asam-blea Nacional Constituyente, para que procediera “a extinguir la reforma ple-biscitaria de 1957”33. El ex candidato presidencial de 1958, Jorge Leyva, explicaba a su manera el contenido de la propuesta lauro-alzatista:

... reconocer con sencillez y probidad que el sistema y el gobierno fracasaron y proceder a cambiar lo que no sirve […] Cuando un régimen es inhábil para atender a las rudimentarias necesidades colectivas, las clases dirigentes están moralmente obligadas a removerlo dentro de cauces de legalidad, antes de que el pueblo se vea forzado a manifestarse sin curadores34.

Fernando Urdaneta Laverde, Darío Hernán Vanegas, Néstor Eduardo Niño y Alberto Casas Santamaría, secretario general del Directorio.

31. Véase El Siglo, abril 27 de 1965, p. 13.32. Ibíd., mayo 12 de 1965, p. 15.33. El Espectador, julio 10 de 1965, p. 2.34. Ibíd.

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8La hegemonía

del discurso populista. Talanqueras y zancadillas

para que el General no avance (III)

1. EL PADRE CAMILO TORRES AUMENTA LA ESPERANZA MESIÁNICA EN COLOMBIA

En la segunda mitad de 1965 surgió otro reto para los anapistas. Resulta que no sólo el movimiento nacionalista en donde confluían La Nueva Pren-sa, la Línea Dura, el general Alberto Ruiz Novoa y los liberales del sector lopista del MRL frenaban el impulso que traía la Anapo. La agitación pro-selitista del sacerdote y sociólogo Camilo Torres Restrepo primero, y de su organización política el Frente Unido del Pueblo (FUP) después, pusieron en peligro los esfuerzos de Rojas por agrupar en torno suyo un Frente Nacional por abajo1, pero también amenazaron su mesianismo al aparecer en el escenario de la política un cura verdadero, con sotana y prédica. Así, no era sólo el Frente Unido el que arriesgaba la popularidad de Rojas, sino la presencia en el escenario político de un dirigente popular salido del clero. El mesianismo amenazaba con cubrir todo el espectro de la política popular en Colombia. El ambiente social lo ameritaba. Rojas y Camilo se presentaban como salvadores del país, y la gente así los advirtió.

1. El editorialista del periódico del movimiento escribía al respecto: “Por contraposición al Frente Nacional, partido de la oligarquía, hemos propuesto el Frente Unido, movimiento de masas, que aglutine al pueblo colombiano y le sirva de instrumento político en su lucha por la conquista del poder. Por eso lo hemos llamado ‘Frente Unido del Pueblo’. Porque queremos que en él se unan todos los trabajadores, todos los hombres pobres y los que, sin serlo, se solidaricen con su angustia, identificados todos en el propósito común de arrebatar el poder a la oligarquía que hoy lo detenta”. Véase El Frente Unido, noviembre 12 de 1965, p. 8.

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Un columnista que militaba en el anapismo barranquillero, se pregun-taba días antes de salir Camilo a la plaza pública:

¿Qué se hizo la justicia social? ¿Dónde está el sabio código de Cristo? ¿Qué lo hicieron los poderosos? ¿Por qué lo quemaron? ¿Dónde está el pan que la misma palabra de Dios anunció a los hombres en el Génesis como ganado con el sudor de la frente? ¿Por qué se ha desatado en Colombia tan espantosa ola de delincuencia, jamás conocida en ningún país del mundo? ¿Por qué están cerrados todos los caminos de las oportunidades para el pueblo y sólo hay en Colombia una ancha senda tapizada de damascos por donde pasan los pocos elegidos del actual sistema de gobierno?2

Habían sido precisamente los anapistas, con Rojas a la cabeza, los más interesados en el país en la difusión de los contenidos populares y demo-cráticos de las encíclicas papales. Recordemos que fue el rojista José María Nieto quien, desde la caída de Rojas Pinilla, se puso al frente de los dogmas cristianos, cuando consideró que el respaldo de la jerarquía eclesiástica co-lombiana al establecimiento del Frente Nacional constituía una traición a la Iglesia. Pero ahora lo hacían de lleno los mismos sacerdotes. Porque no se trataba sólo de Camilo. Desde sus orígenes, en las filas del anapismo esta-ban alineados una serie de sacerdotes que veían en el movimiento de Rojas la posibilidad de predicar el cristianismo popular.

Guardadas las proporciones, Camilo Torres jugaba dentro del clero co-lombiano el papel que Ruiz Novoa había jugado dentro del Ejército. Ruiz de alguna manera rescató para los militares el derecho a opinar sobre los problemas políticos del país. A su vez, Camilo demostraba con su comporta-miento que el bajo clero podía y debía intervenir en política. Fue esto lo que mayormente mortificó a las cúpulas eclesiásticas. Al respecto, el arzobispo de Bogotá, cardenal Luis Concha Córdoba, le escribía a Camilo:

Desde el principio de mi sacerdocio he estado absolutamente persuadido de que las directivas pontificias vedan al sacerdote intervenir en actividades políti-cas y en cuestiones puramente técnicas y prácticas en materia de acción social propiamente dicha. En virtud de esa convicción durante mi ya largo episcopado me he esforzado por mantener al clero sujeto a mi jurisdicción apartado de la intervención en las materias que he mencionado3.

Así como no pudo Alberto Lleras impedir a los militares que opinaran de política, tampoco podía aspirar el cardenal a taparle la boca a los sacerdo-tes. Hombres de armas y de Iglesia estaban por doquier participando en las

2. Véase El Nacional, abril 6 de 1965, p. 4.3. Ibíd., p. 374.

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transformaciones del mundo moderno. Como en el caso de Ruiz, personali-dades de la política en las localidades salieron en defensa de los sacerdotes. Un inquieto líder popular de Barranquilla, el médico Dolcei Manga –viejo gaitanista, emerrelista, simpatizante de las tesis que promulgó Ruiz Novoa y futuro dirigente de la Anapo– escribió un extenso editorial en El Nacional para pronunciarse a propósito de las declaraciones emitidas por los jerarcas de la Iglesia en contra de la actividad de Camilo Torres. “Los sacerdotes –es-cribía– también deben defender la dignidad de su pueblo. Nos encontramos ante un estado de postración grave; factores de orden biológico, moral, cul-tural y económico exigen un nuevo orden en la dirección nacional”4. ¿Qué exige Camilo Torres?, se preguntaba Manga, y él mismo se respondía:

Exactamente lo que pedía Jesucristo. Que no se maltrate a su pueblo, que no haya opresores y oprimidos, que no haya privilegiados, que no haya hambrea-dos, que no haya desnudos, que no haya ignorantes, que no tengamos el pavo-roso cuadro de la mayoría de las madres colombianas llevando en sus brazos y contra sus pechos a sus tiernos hijos moribundos; sin posibilidad de poderlos salvar por falta de un infeliz recurso económico y negación total de protección por parte del Estado5.

A Camilo Torres Restrepo le apasionaba la idea de formar un movi-miento popular por encima de las colectividades políticas. Se creyó capaz de unir no sólo a la izquierda y a la oposición, sino que pretendía aglutinar a toda la clase popular colombiana. Desde octubre de 1964 circulaba entre algunos colombianos un “llamamiento” redactado por el sacerdote. “Es in-dispensable la unión de todas las personas interesadas en la transformación del país en torno a programas concretos, prescindiendo de las diferencias ideológicas, religiosas y de política tradicional. Unámonos en las ideas y después buscamos un jefe”6, decía el documento. Advertía que la tierra necesaria para el bien común sería expropiada sin indemnización, que los habitantes de casas en las ciudades serían sus propietarios, que los predios urbanos y suburbanos particulares no construidos serían expropiados, que todos los trabajadores pasarían a ser accionistas de las empresas, que los bancos, hospitales, clínicas, laboratorios, droguerías y la explotación de los recursos naturales pasarían a ser propiedad del Estado, y que el presupuesto destinado a la represión se reduciría al mínimo7. Se trataba, pues, de un

4. Ibíd., julio 9 de 1965, p. 4.5. Ibíd.6. Véase el texto completo del llamamiento en Torres, Camilo, Cristianismo y revolución. México, Ediciones

ERA, 1970, pp. 351-352.7. Véase Guzmán Campos, Germán. Camilo, el cura guerrillero. Bogotá, Servicios Especiales de Prensa,

1967, pp. 79-82.

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LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO EN COLOMBIA Anapo y la participación política durante el Frente Nacional

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texto único en la historia política del país: amplio, radical, abiertamente comprometido con las masas populares, sin la prevención social que distin-guía a los movimientos conciliadores y nacionalistas de La Nueva Prensa, la Línea Dura y el anapismo.

La prédica del Frente Unido llegó y cautivó primeramente a la izquierda colombiana. En sus intervenciones, Camilo neutralizó el anticomunismo que Gobierno e Iglesia utilizaban para atemorizar a la población. Sostenía que en los problemas sociales, el clero debería preocuparse “por el bienestar de la humanidad más que preservarla del comunismo”8.

En mayo de 1965, el arzobispo Concha Córdoba declaró su rechazó a la actividad de Camilo por considerar que había puntos inconciliables con la doctrina de la Iglesia9. Un mes después, el cardenal volvió a pronunciar-se al respecto: “Las actividades del padre Camilo Torres son incompatibles con su carácter sacerdotal y con el mismo hábito eclesiástico que viste. Puede suceder que estas dos circunstancias induzcan a algunos católicos a seguir las erróneas y perniciosas doctrinas que el padre Torres propone en sus programas”10. Camilo decidió no enfrentarse más con la jerarquía de la Iglesia y pidió al cardenal le concediera la reducción al estado laical y la exoneración de las obligaciones inherentes al estado clerical. La petición de Camilo fue concedida.

En su primer momento, la aparición de Camilo no sólo ponía en peligro la influencia de la Anapo sino también la del movimiento de Zalamea. El MDN y el FUP tenían semejanzas. Ambos estaban dirigidos por personalida-des de élite. Uno y otro compartían las influencias de la sociología moderna y empezaron a moverse entre las capas medias. Las posturas de Camilo Torres no estaban lejanas de los idearios promulgados por LNP11. Camilo había permanecido alejado de los conflictos políticos colombianos. De 1954 a 1959 el sacerdote estuvo perfeccionando su formación en Bélgica, como estudiante de ciencias políticas y sociales en la Universidad Católica de Lo-vaina. De manera intensa participó de los cambios acelerados que vivía la Europa de la segunda posguerra: la modernización de los partidos políticos, la irrupción de los partidos comunistas a los gobiernos, el despertar de la nueva esperanza que provocó la creación del bloque socialista oriental, el avance de la Democracia Cristiana, la radicalización de los movimientos

8. Véase Torres, Cristianismo y revolución... (óp. cit.), p. 370.9. Véase ibíd., p. 371.10. Ibíd., p. 375.11. La Nueva Prensa le dedicó a Camilo Torres la carátula del No. 117 de la revista. Los editores insertaron

apuntes biográficos del sacerdote en el artículo “Quién es el padre Camilo Torres” e hicieron una síntesis de las opiniones expresadas por él y que, por supuesto, coincidían con las de la revista. Véase la edición del 16 de junio de 1964, pp. 32 y 33.

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de liberación de las colonias europeas en Asia y África (particularmente el caso argelino) y, por supuesto, el avance de las ciencias sociales modernas. Quizás por eso, Camilo no quiso regresar a Colombia sin palpar un poco los logros de la sociología norteamericana. El funcionalismo, entre otras corrien-tes, le impactó.

Durante su estadía en Europa, Camilo estuvo en contacto directo con la labor que entre trabajadores y marginados desarrollaban reconocidos sa-cerdotes obreros franceses. La tesis que elaboró para recibirse de sociólogo en 1958 tiene, por todo lo anterior, la impronta de los nuevos tiempos: “Approche Statistique de la Realité Socio-Economique de la Ville de Bogotá”, publicada en español muchos años después bajo el título de La proletari-zación de Bogotá12. Desde su llegada al país en 1959, Camilo desarrolló una intensa actividad académica de nuevo estilo, en contacto directo con los objetos de estudio que constituían su preocupación. Participó con los orga-nismos oficiales que tenían relación directa con la solución de los problemas

12. Torres, Camilo, La proletarización de Bogotá. Bogotá, Fondo Editorial Cerec, 1987.

Figura 25. Camilo Torres en La Nueva Prensa, junio 16 de 1964.El título reza: “Camilo Torres: la Iglesia ante los grupos de presión”.

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de la comunidad: el Instituto Colombiano de Reforma Agraria y la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP), entre otros; fue cofundador de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, abogó por la justicia social y, como los intelectuales de LNP o los seguidores del general Rojas, quiso resolver los problemas de la población colombiana de manera inmediata. De ahí que se haya despertado cierta solidaridad y simpatía de los anapistas con el clérigo, lo mismo que semanas antes se habían mani-festado con Ruiz Novoa13.

Ambos, el MDN y Camilo, escogieron la Universidad como punto esen-cial para la difusión de sus mensajes. Fue un cambio notorio en el ejercicio de la política en Colombia. Para ellos, antes que la plaza pública, como en el caso de los anapistas, primó el centro universitario. Creyendo en la fuer-za del estudiantado, no le dieron la importancia necesaria e inmediata al contacto directo con un pueblo acostumbrado al espectáculo oratorio de los mercados. A diferencia de Rojas, quien desafiando el estado de sitio vigente competía con los varones electorales en los balcones de la plaza principal de cada uno de los pueblos colombianos y enterraba día a día Directorios, el MDN y Camilo pasaron la mayor parte de su corta pero intensa vida política en los recintos cerrados de las universidades o de los salones exclusivos de afamados hoteles. Rojas no lo podía hacer, por lo menos todavía. La memo-ria estudiantil estaba fresca: la masacre de los estudiantes en 1954 lo hacía sospechoso en las esferas de la educación superior. Además, recordemos que la universidad y los universitarios constituyeron el epicentro de su caída en las jornadas de mayo de 1957.

El comportamiento de Camilo obedecía a una tarea que se había im-puesto y que se diferenciaba de la manera como ejercía la política el general Rojas, que ya estaba decidido a lograr sus propósitos por la vía electoral. Camilo, por el contrario, le dedicaba la mayor parte de su tiempo al desarro-llo de la conciencia política de un sector o sectores de la población llamados a dirigir la revolución.

13. En la edición del 7 de octubre de 1965, el periódico del Frente Unido aprovechó una solicitud de un militante de la Anapo para reproducirla en un notable recuadro en el extremo superior derecho de la página séptima: “MILITANTES DE ANAPO EN FRENTE UNIDO. Señores / Frente Unido. / Me permito dirigirme a ustedes para preguntarles si dentro de los Comandos del Frente Unido hay algunos militantes de la ANAPO /”. El periódico contestó gráficamente: “Miguel Lasso, Representante a la Cámara por la ANAPO del Huila y sus dos hijos. Lasso forma parte del Comité del Frente Unido en su departamento”. Véase El Frente Unido, octubre 7 de 1965, p. 7.

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Figura 26. Portada de La proletarización de Bogotá, editada por el Cerec en 1987.

Las cosas empezaron a ponerse claras desde el viaje de Camilo a la ciudad de Lima, donde participó en el Segundo Congreso Bolivariano de De-sarrollo de la Comunidad. Sus declaraciones a la prensa y los contenidos de sus conferencias pusieron de manifiesto lo que en realidad estaba pensando. Negó una eventual candidatura suya a la Presidencia; dijo que “primero habrá que realizar el movimiento revolucionario de transformación y luego se podrá hablar de candidaturas”14. Afirmó sin titubeos que organizaría un frente para la toma del poder. Les dijo a los peruanos que contaba con el apoyo de campesinos, obreros y estudiantes: “Para hacer la Gran Revolución que transforme el actual estado social en Colombia”15. Más claras todavía se pusieron las cosas con el discurso que pronunció en el apoteósico recibi-miento que le hicieron los estudiantes a su regreso al país. Desde ese instan-te, Camilo no vaciló más. Habló ante todo del campesinado. Manifestó que este sería la vanguardia de la revolución; sostuvo, como si leyera algún texto maoísta de moda, que la confrontación se desarrollaría en la zona rural. De los obreros y los sindicatos señaló que jugarían el papel de “apoyo urbano”.

14. Véase El Espectador, julio 3 de 1965, p. 1.15. Ibíd.

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A los estudiantes, sus más cercanos aliados, después de alabarles su inte-lecto e inconformidad, los llamó a la obediencia absoluta e invitó a seguir colaborando en la politización de la clase popular a través de la difusión de la plataforma del Frente Unido en los barrios y veredas16. Horas más tarde –cuentan sus biógrafos–, el sacerdote se encaminó, de manera clandestina, a las montañas de Santander a entrevistarse con los comandantes del Ejér-cito de Liberación Nacional (ELN), organización guerrillera surgida en los primeros días de 1965.

2. SE DISPARAN LAS PROPUESTAS POLÍTICAS POR ESCRITO

Entre tanto, a mediados de 1965 la corriente del MRL que se conoció popu-larmente con el nombre de Línea Blanda, se aprestó a reestructurar su mo-vimiento. El primer paso en ese sentido fue la designación que hizo Alfonso López Michelsen en junio de ese año de una Junta Asesora17. En dicha oca-sión, el dirigente consideró necesario poner de presente lo siguiente: “... de-seo reservarme el derecho de formular declaraciones a título personal sobre los problemas públicos que no necesariamente deben ser los del MRL...”18. En efecto, la mayor parte de sus intervenciones durante la campaña tuvieron más un acento personal que de grupo. Aunque hemos seguido sus interven-ciones, en particular las de recinto cerrado, es bueno señalar que existían dentro de la Línea Blanda dos imaginarios: el racionalista y mesurado del jefe de la agrupación y uno de izquierda, que, a diferencia del primero, siguió dirigiendo su mensaje a las masas populares.

La Junta Asesora del emerrelismo lopista advirtió la necesidad de dotar al MRL de un “aparato moderno de partido democrático de izquierda, libe-rado de la montonera anárquica en que se derrochan inútilmente las fuerzas políticas”19. Prometió, así mismo, darle al movimiento una organización disciplinada, al tiempo que señaló el deber de abrirle las puertas a “todos los colombianos, liberales oficialistas y de otras tendencias, que ante la dramática situación a que ha llegado el país, comprendan que el MRL es la única alternativa entre la catástrofe y la salvación nacional, entre la reacción y el progreso, entre la democracia y la dictadura”20. El 10 de julio, la Junta Asesora cumplió una de las tareas asignadas por el jefe del movimiento: la

16. Véanse apartes del discurso de Camilo en ibíd., julio 4 de 1965, pp. 1-2.17. La Junta estuvo integrada por los parlamentarios Jaime Isaza Cadavid, Hernán Villamarín, Guillermo

Hernández Rodríguez, Arquímedes Palau y Gerardo Bernal. 18. Véanse los documentos en MRL de Colombia, julio 10 de 1965, p. 2.19. Véase “Alfonso López y la Junta Asesora. Mensajes cruzados a raíz del nombramiento de la nueva

Dirección Nacional”, en ibíd., julio 10 de 1965, p. 2.20. Ibíd.

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edición de un periódico que ocupara el vacío dejado por La Calle. Con el nombre de MRL de Colombia, el nuevo órgano oficial del emerrelismo lopis-ta comenzó a llevar a los más remotos rincones del país un informe semanal sobre las labores de la Dirección Nacional y de los diferentes comandos departamentales21. Del mismo modo, la agrupación comenzó a llegar a los colombianos a través de un radioperiódico dirigido por Guillermo Hernández Rodríguez bajo la denominación de La Calle.

El contraataque de este sector del MRL evidenciaba que entre los segui-dores de López se encontraban aún elementos ubicados a su izquierda. Esto quiere decir que no todos los hombres de mentalidad revolucionaria pasaron a hacer parte de la Línea Dura emerrelista22. Algunos, por el contrario, sa-ludaron con beneplácito el éxodo de comunistas y duros de la agrupación. Continuando con el ímpetu del MRL de sus comienzos, uno de los militantes escribía en el primer número del nuevo órgano:

Sin ahorrar un solo esfuerzo daremos la batalla final contra todas las fuerzas de la reacción, frente a la gran prensa mentirosa y sumisa, contra el dinero y la oligarquía liberal y conservadora, contra el clero y la radio, contra el imperialis-mo y sus mayordomos criollos, hasta dar el golpe certero con la victoria total de las fuerzas de oposición, que con un solo hombre que encarne las aspiraciones populares derrocará al candidato de la burguesía, del continuismo y de los conformistas de la derecha […] El MRL demostrará desde el poder que puede hacer la revolución colombiana, que se puede lograr la anhelada transformación del país, el cambio de las estructuras, el paso hacia la nueva patria amable para todos. El año entrante habrá gobierno del pueblo y para el pueblo, gobierno para los campesinos olvidados y sometidos al destierro de la injusticia, cambio para todos los que lo anhelan23.

Mientras el jefe del movimiento racionalizaba su pensamiento, mientras gastaba horas en supuestos mensajes de pedagogía política para la clase dirigente del país, la militancia de sectores medios continuaba radicalizan-

21. Los cargos en el periódico aparecieron distribuidos así: Alfonso López Michelsen, fundador; Jaime Isaza Cadavid, director, y Carlos Restrepo Arbeláez, gerente. La junta de redacción estaba integrada por Jaime Isaza C., Guillermo Hernández R., Gerardo Bernal Castaño y Arquímedes Palau. Las oficinas del órgano emerrelista estuvieron ubicada en la calle 18 No. 9-14 de Bogotá. El periódico traía una diagramación parecida a la de La Calle. En sus formas de presentar la información tenía similitudes con Alianza Popular, vocero de los anapistas. Con grandes titulares en rojo, cada edición traía una denuncia contra el establecimiento: “No más alzas”, “Lleras no”, etc. Simultáneamente en Medellín se empezó a editar MRL-Antioquia.

22. Entre los dirigentes de sensibilidad revolucionaria del MRL destacamos a Gerardo Molina, José Gutié-rrez, Marco A. Castaño, Guillermo Hernández Rodríguez, Hernando Garavito Muñoz, Luis Villar Borda, miembros todos del comando emerrelista de Bogotá y Cundinamarca. Estaban además el dirigente del Huila Jaime Ucrós García, Humberto Montañez Villamizar. El periódico del Movimiento contó con la co-laboración del antiguo director del semanario Sábado y simpatizante del gobierno de Rojas, el gaitanista Darío Samper.

23. Restrepo, Carlos, “Hacia el poder para el pueblo”, en MRL de Colombia, julio 10 de 1965, p. 3.

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do el discurso del MRL. El estar con López era inevitable. Creyendo como creían en la necesidad de un partido moderno, eran conscientes también de la necesidad de un caudillo.

La Junta Asesora emprendió de veras su promesa de modernizar el MRL. El 20 de julio de 1965 entraron en rigor los estatutos del movimiento redactados en una primera instancia por Guillermo Hernández Rodríguez, y sometidos después a la aprobación de López y de la Junta Asesora. En la elaboración del nuevo documento se tuvieron en cuenta los estatutos de partidos latinoamericanos y europeos de avanzada. Sus redactores manifes-taron haber acudido a la Democracia Cristiana italiana, a la social-demo-cracia alemana y francesa, pero sin renunciar al legado del Partido Liberal colombiano, declararon:

Vamos a despojarnos de la vieja estructura para darle al movimiento la organización propia de los partidos revolucionarios de tipo laborista o socia-lista democrático. Se ha adoptado la forma nuclear de organización en sus dos formas básicas: el sistema territorial paralelo al sistema de los núcleos gremiales y de empresa. Se luchará organizadamente por las reivindicacio-nes del pueblo en los barrios pero también en las haciendas y en las fábri-cas, en el lugar donde vive y en el sitio donde trabaja. Con la observancia de una disciplina consentida pero estricta dentro de las estructuras organi-zacionales modernas del movimiento, será posible capacitar a las masas del MRL tanto para ganar elecciones en las justas cívicas como tomar el poder bajo la presión popular en los grandes desplazamientos democráticos que están por venir24.

El documento definió al MRL como “un movimiento de izquierda de masas populares revolucionarias, con plena libertad de expresión dentro de sus cuadros, como foro de hombres libres”25.

Al promediar la década de 1960, los colombianos podían darse por satisfechos con propuestas políticas, se emulaban entre sí y sus correlacio-nes eran altas. Los guerrilleros que apenas se constituían también hicieron presencia por escrito en las calles de las principales ciudades del país. En marzo de 1965, una agrupación guerrillera que había hecho su aparición en enero de ese año, comisionó a uno de sus ideólogos, Jaime Arenas, para que redactara una declaración programática que sentara las bases del Ejér-cito de Liberación Nacional (ELN). En agosto, el Movimiento Democrático Nacional y el Partido Social Demócrata Cristiano publicaron sus respectivas plataformas. El Partido Comunista lo hizo en enero de 1966. En mayo de

24. Véase el texto completo de los estatutos del MRL en ibíd., julio 23 de 1965, pp. 4-5 y 8.25. Ibíd., p. 8.

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ese año, con el fin de integrar en agrupaciones guerrilleras de tipo moderno a los campesinos combatientes de Marquetalia, oriente del Huila, Caquetá, Río Chiquito, 26 de septiembre, Guayabero y zona suroccidental del Tolima, se crearon las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La nueva agrupación guerrillera incorporó a su declaración política fundacional el “Programa Agrario de los guerrilleros”, en circulación desde el 20 de julio de 196426.

Los contenidos de los nuevos documentos radicalizaron el discurso polí-tico en el país. Recogían preocupaciones populares consignadas a su vez en los programas de los movimientos progresistas existentes o desaparecidos.

3. LAS ESTRATEGIAS DISCURSIVAS PARA LLEGAR A LOS COLOMBIANOS O LA CONSTRUCCIÓN DE LOS ALIADOS27

El MRL y la Anapo constituían los movimientos de oposición más impor-tantes de la década. Competían con los movimientos guerrilleros en el de-sarrollo y la afirmación de sus postulados ideológicos, pero no en su avance electoral y posicionamiento en el poder político. Por ello estaban más cer-canos a su universo el Movimiento Democrático Nacional, el Partido Social Demócrata Cristiano e incluso el Camilo Torres del Frente Unido. La gran diferencia entre los discursos de la Anapo con el del resto de movimientos alternativos al Frente Nacional, e incluso con el de los grupos guerrilleros, era la presencia en la primera de dos maneras de llegar a sus destinatarios: una que distinguía a Rojas sencillo y directo, como hombre del pueblo, y que se transmitía en sus intervenciones de la plaza pública y en las entrevistas que el personaje concedía a la prensa. Era una forma emotiva, cargada de un mesianismo elemental. Y otra manera, más sofisticada, expresada por los ideólogos del anapismo por escrito, que le ponía lógica filosófica a la anterior. Se trataba de las plataformas ideológicas y demás documentos pro-gramáticos que sintetizaban el discurso ordinario y común de Rojas con los idearios de los hombres cultos de la agrupación. El discurso del MRL lopista y el de los comunistas, para citar otros ejemplos, era el mismo por vía oral que por vía escrita. Se trataba de la adaptación a Colombia de la ciencia de la política al servicio del Estado y de la clase dominante. Por ende, al

26. Véanse Guzmán Campos, Germán, La violencia en Colombia. Parte descriptiva. Cali, Ediciones Pro-greso, 1968, pp. 469-471; Arenas, Jacobo, Cese el fuego. Una historia política de las FARC. Bogotá, Editorial Oveja Negra, 1985, pp. 86-88.

27. Véase en extenso Ayala, Nacionalismo y populismo… (óp. cit.).

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contrario de Rojas, el de los lopistas llegaba menos al pueblo, en especial el que salía de labios de su jefe máximo, el compañero López.

El MDN, el Partido Social Demócrata Cristiano (PSDC), la Línea Blanda del MRL, al igual que el Frente Unido apelaron a totalidades sociales am-plias. Pusieron en el primer lugar de sus destinatarios positivos ese tipo de conglomerado. Para el MDN era menos importante utilizar el vocablo pueblo que para el PSDC. Los ideólogos del Movimiento Democrático Nacional, fieles también a su procedencia y prédica, apelaron con más intensidad a los sectores institucionales: las Fuerzas Armadas, la Policía, etc. En la pla-taforma del MDN no tuvieron espacio los pequeños sectores de la economía nacional, ni las minorías étnicas, ni siquiera los grupos que por excelencia eran receptores de su discurso: la clase media, los empleados vinculados con la educación. Es muy posible que el MDN considerara cooptados para sí dichos sectores28.

En cambio, los anapistas y la Línea Dura del MRL pusieron al pueblo como el principal destinatario de su discurso. Hay, sin embargo, algunas diferencias de orden cualitativo. Para los anapistas, las referencias al pueblo se hacían de manera directa. No pocas veces sus ideólogos se presentan ante la opinión pública como sus portavoces y redentores. La Línea Dura, en cambio, en ningún momento se consideró su abanderada. “En las concien-cias de las mayorías –leemos en uno de los documentos– se abren paso a paso, cada día con más fuerza, dos objetivos de lucha popular: la consecu-ción del poder para las clases que trabajan y el logro de una plena indepen-dencia nacional”29. Para la Línea Dura pesaba la solución política sobre las reformas sociales; es decir, la reforma de las instituciones estatales era para ellos una de las maneras de impulsar el desarrollo nacional, la armonía y la igualdad social, mientras que los anapistas, al igual que le daban impor-tancia primordial a la conquista del poder, trabajaban a favor de soluciones efectivas a los problemas sociales del colombiano de abajo. Por supuesto que el anapismo también pugnaba por la consecución de “derechos”, “liber-tades públicas”, “igualdad”, etc., pero en las formas y los enunciados de su discurso sobresalen las deficiencias en las condiciones de vida de amplios sectores de la población.

En la campaña de 1966, el discurso de López, antes diseminado y con-fundido entre los planteamientos de las distintas corrientes que conformaron en un principio el MRL, adquiere una dimensión propia. Más que el discurso

28. Sobre la configuración de destinatarios y contradestinatarios de los movimientos políticos de la época puede verse ibíd., pp. 105-145.

29. Véase Diario La Nueva Prensa, agosto 2 de 1963, p. 8.

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de un opositor al establecimiento, parece el de un hombre hablando desde la cima del poder. Si de una parte señalaba que no se sentía “ningún Moisés, cargado de experiencia y de años, designado por la Divina Providencia para llevar al pueblo escogido a la tierra prometida”, por otra, ahora más que en la campaña de 1962, sin la incómoda presión de los comunistas o de los que ahora acampaban en la otra tolda del MRL, se sentía llamado a salvar, no al pueblo, sino al Estado colombiano. Era otro tipo de mesianismo, uno característicamente burgués. Mientras que en su plataforma de 1961 el MRL había apelado en primera instancia al pueblo y en segundo lugar a las totalidades sin discriminación social ni política, López, en su discurso de 1965 invierte las categorías. Atrás quedaba el entusiasmo por rescatar para el Partido Liberal la vena popular que –según él– lo había distinguido en la historia política nacional30. Los obreros, que tuvieron significativo reflejo en los documentos de la primera mitad de la década, empiezan a desaparecer de su discurso. En el esquema del discurso de López el pueblo en concreto no existe. No le interesa la situación en que vive ni sus demandas. Al igual que a los emerrelistas de la Línea Dura y que al presidente Lleras, le inquie-tan, en primer lugar, las consecuencias de las medidas del Frente Nacional sobre las estructuras sociales y políticas de Colombia. Su tono es imper-sonal. El líder de la Línea Blanda aprovecha las invitaciones de entidades particulares para suavizar el discurso revolucionario de los otros cuadros del movimiento, y para hacer pública su vocación de líder con capacidad de equilibrar la sociedad. En sus intervenciones, López, consciente de la fuerza electoral de la Anapo, no descarta una eventual coalición antifrente-nacionalista de anapistas y emerrelistas contra “el partido único del Frente Nacional”31. En realidad, el dirigente ha constatado que después de las elecciones de 1964, el Partido Liberal ha dejado de ocupar definitivamente el puesto de protesta social y popular que lo había identificado en el pasado. La intención, pues, de rescatarle al partido la vena popular que el dirigente se había propuesto desde los comienzos del MRL había fracasado. Ocuparse de la Alianza Nacional Popular y vislumbrar con ella una eventual alianza electoral significaba en primera instancia un importante reconocimiento po-lítico, aunque en el fondo López, que no daba puntada sin dedal, pretendía

30. Al respecto, véase “El oficialismo liberal como partido al servicio de los factores del poder y como promotor de la mano negra”, en López Michelsen, Alfonso, Colombia en la hora cero. Tomo II. Bogotá, Editorial Tercer Mundo, 1963, p. 12.

31. Véase “Si Lleras R. sale elegido no tendrá poder decisorio (Discurso en el restaurante Jaroslov, diciem-bre 12 de 1965)”, en López Michelsen, Alfonso, Posdata a la alternación. Intervenciones políticas de 1964 a 1970. Bogotá, Editorial Revista Colombiana, 1970, p. 154.

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con este paso mediatizar la simpatía popular liberal que se había desplazado hacia el movimiento de Rojas.

La cúpula liberal no entendió la táctica de quien quería ocupar el puesto de oráculo de la clase dirigente del país, vacante después de la muerte del viejo López Pumarejo. De nada valieron extensas cartas del jefe de la Línea Blanda dirigidas a Darío Echandía, presidente de la Dirección Nacional Libe-ral, explicándole su conducta. En una de ellas, López escribía:

El mal que ustedes como dirigentes le han hecho al partido en estos años, cuando se han empecinado en no permitir que una de sus alas abandere el des-contento social, reviste proporciones incalculables. ¿Qué sería del liberalismo si no hubiera tenido al MRL en contra del impopular Frente Nacional? Los mismos efectivos militarían en el comunismo o en la Anapo. Pienso que sirvo más al partido pudiendo entenderme en el futuro como jefe de las masas liberales des-contentas con la Anapo que habiéndolas dejado agruparse, bajo el nombre del anapismo liberal, conducidas por el general Rojas, como masas propias32.

Sin embargo, los dirigentes del oficialismo liberal estaban más dispuestos a perdonarle al descarriado López sus acercamientos con el comunismo criollo que con el rojismo. “Usted ha hecho algo que considero peor que coligarse con los comunistas –le escribía Echandía– y es aliarse con los partidarios de la dictadura tropical que constituye, como usted bien lo sabe, el más inmediato peligro para la subsistencia, no sólo del partido liberal, sino de cualquier forma de vida republicana en Colombia”33. López, entonces, consideró necesario establecer diferencias entre el rojismo y el movimiento de la Anapo. En una manifestación en la población antioqueña de Puerto Berrío, resaltó:

Nosotros no estamos con el rojismo, estamos con la Alianza Nacional Popular, que poco tiene que ver con la mayor parte de la gente del régimen que cayó el 10 de mayo. La Alianza Nacional Popular es un movimiento que persigue fines socio-económicos y al cual se halla incorporado aquí en Antioquia, Jaime Piedrahita, como su máximo dirigente. ¿De qué pecado se le acusa en Antio-quia bajo el gobierno del general Rojas? Quienes aprovecharon de ese gobierno, cuando el ex general era un político bisoño, sin experiencia en estas bregas, fueron viejos políticos conservadores como el doctor Pabón Núñez, el doctor Antonio Álvarez Restrepo, Don Carlos Villaveces, el doctor Evaristo Sourdis, el doctor Castor Jaramillo Arrubla y tantos otros, que fueron quienes se identifica-ron con el rojismo en el gobierno y hoy constituyen el Estado Mayor del doctor Carlos Lleras Restrepo34.

32. Véase “Carta a Darío Echandía de Alfonso López M. de marzo 17 de 1966”, en ibíd., p. 190.33. Véase ibíd., p. 186. 34. Véase “El país no necesita una enciclopedia sino un gobierno fuerte que no esté sujeto a presiones”, en

ibíd., p. 101.

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En resumen, de todos los grupos analizados, fue el anapismo el que más apeló en sus discursos al pueblo. Los discursos políticos en general están altamente correlacionados entre sí. Hacia 1961, la Anapo estuvo cercana a los idearios que se expresaban en el combativo MRL de entonces. A su vez, las agrupaciones políticas que surgieron momentos después estuvieron cer-canos a ella: la Línea Dura del MRL, el Partido Social Demócrata Cristiano y el Ejército de Liberación Nacional. Años después, cuando es divulgada la plataforma de 1964, la Anapo continúa identificándose con las formas como el MRL de 1961 apelaba al pueblo. Paradójicamente, el anapismo estaba más cercano a la versión original del MRL, que los mismos emerrelistas que intervenían en la campaña electoral de 1966.

4. LAS ESTRATEGIAS DISCURSIVAS PARA LLEGAR A LOS COLOMBIANOS O LA CONSTRUCCIÓN DEL ENEMIGO

Como los anapistas, también las corrientes del MRL dirigieron sus interven-ciones “contra el establecimiento”. Aquí se cruzan los discursos de manera más evidente que en el caso de los destinatarios positivos. Tomemos, por ejemplo, el siguiente enunciado:

Buscamos la redención política y económica del pueblo colombiano, como base para estructurar una patria cimentada en la concepción individual, y no que su apoyo sean los planes oligárquicos, la burocracia esclavizante que explota al individuo convirtiéndolo en palafrenero de los grupos de presión donde siempre se estrella todo propósito de mejoramiento comunal y por la culpa de los cuales siempre se llega a la miseria de los menos favorecidos…

Podríamos creer que se trata del discurso de un anapista, pero en reali-dad es la intervención de un líder local de la Línea Blanda del MRL35.

Así mismo coincidían los dirigentes de base del MRL lopista, los di-rigentes de la Línea Dura y los anapistas en su lectura de la experiencia frentenacionalista: “Quiebra en lo económico y servilismo en lo internacional al imperialismo yanqui, bancarrota y devaluación, miseria y hambre para el pueblo colombiano es el inventario de estos años corridos del Frente Nacio-nal”36. En otras palabras, el contradestinatario o destinatario negativo de la mayor parte de los discursos de los partidos políticos de oposición en 1965 era el Frente Nacional.

35. Díaz Pineda, Lucas, “Discurso pronunciado en la elección del comando en corregimiento Nueva Grana-da”, en MRL de Colombia, octubre 1 de 1965, p. 8.

36. Romero Peñaranda, Luis José, “La crisis del Frente Nacional”, en ibíd.

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Tanto la Anapo como la Línea Dura coincidieron en definir al Frente Nacional como oligárquico, elitista y antipopular. Empero, mientras el vo-cabulario de los anapistas se enriquecía apelando a una herencia popular colombiana, la Línea Dura traía a la circulación de los términos políticos vocablos extractados de otras experiencias, particularmente del caso egipcio que apasionaba a la cúpula del movimiento. En ese sentido, para la diri-gencia de esta agrupación las “castas” colombianas (casta dirigente, casta gobernante, casta opresora) constituían el sector social que usufructuaba los beneficios del poder.

Corría una campaña electoral que terminará con la elección de un presi-dente liberal. En tanto que el anapismo destacaba en su discurso el problema del costo de la vida como la consecuencia más inmediata del establecimiento del Frente Nacional, los voceros de la Línea Dura resaltaban en ese mismo sentido la devaluación, el déficit fiscal y presupuestal, los monopolios, los impuestos, y los diferentes componentes de las políticas económicas y labo-rales. Como se aprecia, era un vocabulario más abstracto e influido por las teorías económicas en boga. Por ello, el político anapista tenía más posibili-dad de cooptación popular. Era él quien en lenguaje sencillo y directo llegaba a los problemas concretos del hombre común de la ciudad colombiana. Claro está, el político profesional emerrelista producía un discurso profundo, de re-cepción en ambientes de elevada cultura política, pero complejo y abigarrado para las gentes que apenas asimilaban las formas de la vida urbana. Era esta la característica general que distinguía a ambos discursos.

Los elementos de una formación académica moderna tenían gran peso en las actividades de los hombres del MRL. Sus reflexiones, sus discursos, sus propuestas de solución, sus formas de pensar los problemas de la so-ciedad, los diferencia de una agrupación como la Anapo, que recurre ante todo a la cultura tradicional del ejercicio de la política, tal como la apelación a sentimientos y emociones del hombre. En los discursos de los duros y los blandos, en cambio, se reflejan los conocimientos elaborados y mediatiza-dos por la razón de la investigación empírica. Cuando los anapistas recurrían a las cualidades de Rojas, a la moral, y cuando manifiestan su identificación con los padecimientos del pueblo, no se dirigen al intelecto de sus destinata-rios sino que intentan conmoverlos con recursos emocionales. El “predomi-nio” de la razón o de los sentimientos no se presenta en ningún caso como resultado de un proceso racional y meditado. Simplemente son elementos determinantes en cada una de las agrupaciones que permiten evaluar sus comportamientos en el escenario de la política colombiana.

La mayoría de agrupaciones políticas contrarias al Frente Nacional, si no todas, vieron en el Estado la fuente de la armonía social y al supremo

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benefactor. Varias de las propuestas en torno al Estado y a las reformas que necesitaba, planteadas por la segunda plataforma anapista, fueron retoma-das poco más tarde por el líder de la Línea Dura37. A su vez, la redacción de aquella se hizo por los tiempos de mayor combatividad del conjunto de hombres que se reunieron alrededor de la Línea Dura. Entre 1963 y 1964, los duros dieron todo lo que podían dar. No dudamos que la plataforma anapista de diciembre de 1964 haya recogido para sí postulados defendidos por el senador Álvaro Uribe Rueda y sus seguidores. No fue casual por ello su sonada presencia, en noviembre de 1964, en el recibimiento que los ana-pistas le tributaron a Rojas procedente del exterior, como ya se anotó.

La gente de la Línea Dura pensaba que la ausencia de un proyecto nacionalista de gobierno le originaba innumerables problemas al país. La de-pendencia económica y la carencia de autonomía política en Colombia eran motivo de preocupación. En general para todos los movimientos adversos al establecimiento, el Frente Nacional favorecía intereses extranjeros en detri-mento de los nacionales. Todos enjuician la actitud sumisa y extranjerizante del Gobierno; todos estaban atravesados por los mitos del intervencionismo de Estado, tanto como por los del nacionalismo.

Ahora bien, este nacionalismo presentaba diferentes matices. La Ana-po, las dos vertientes del MRL y el MOEC pusieron en primera fila de sus evocaciones a Colombia, a diferencia de otro nacionalismo como el de corte conservador que tiene en España el principal referente. Pero la crítica de la Anapo no iba especialmente dirigida contra un supuesto contradestina-tario externo, sino contra la clase dirigente del país38. La Línea Dura, por ejemplo, invitaba a mirar hacia modelos políticos nacionalistas que en paí-ses parecidos al nuestro presentaban resultados favorables a la superación del subdesarrollo. Gustavo Vasco manifestaba en una de las sesiones de la primera Conferencia Nacional de su movimiento: “El subdesarrollo es ante todo un fenómeno de supeditación y el nacionalismo airado y fervoroso es la gran bandera que enarbola la revolución. He allí el gran enfrentamiento en el seno de la sociedad colombiana. Es ese el dilema de la hora; supedi-tación y subdesarrollo o soberanía y prosperidad”39. La Anapo por su parte declaraba que:

37. Véase “El hundimiento del Estado liberal”, en Universitas. Reproducido en Uribe Rueda, Álvaro, Reco-rrido a la Intemperie. Bogotá, Editores Tierra Firme, 1982, p. 140.

38. Véase en detalle la tabla 6, que muestra los referentes nacionalistas de todos los movimientos de opo-sición al Frente Nacional, en Ayala, Nacionalismo y populismo... (óp. cit.), p. 241.

39. Véase “Solo un Estado nacionalista reencontrará a Colombia”, en Diario La Nueva Prensa, octubre 11 de 1963, pp. 5-6.

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El país real, la Colombia verdadera han sido supeditados, escarnecidos y ex-plotados hasta el punto que este país real se ha hecho casi invisible. El Estado, de conductor de la nacionalidad se fue convirtiendo en máquina abstracta de represión al servicio de los poderosos. Por eso la tierra, el prestigio, el agua, los servicios, la cultura, el acceso al mando, le es ajeno al pueblo. Todo es de los señoritos satisfechos que nos dominan. Alianza Nacional Popular justifica su aparición en la escena política y se enfrenta en la batalla por el poder porque ese estado monstruoso de cosas existe y eso hace necesario recuperar la nacio-nalidad para sí misma40.

Anapo y los duros acuden al tema del subdesarrollo. Empero, la Línea Dura resalta como indicador de ese carácter antinacional “el fortalecimiento de la empresa privada extranjera y sus efectos para la economía y el desarro-llo nacional”, mientras que para la Anapo lo es el aislamiento de “el pueblo” de las riquezas naturales y culturales.

Figura 27. Plataforma de la Anapo, 1966, en Alianza Popular, enero 27 de 1966.

40. Véase “Plataforma de Alianza Nacional Popular”, en Alianza Popular, enero 27 de 1966, p. 3.

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Siguiendo el ejemplo de las corrientes tercermundistas, tales como el panafricanismo, los ideólogos anapistas y los de la Línea Dura propusieron una “tercera vía”. Lo importante de señalar es que las dos son las únicas agrupaciones que proponen este tipo de soluciones. Fuera de la Línea Dura, ninguna otra fuerza política colombiana se ocupó de América Latina. En este sentido promovió la creación de un nuevo movimiento hispanoamericano. “La imposición del liberalismo utilitarista sobre el continente hispánico –ar-gumentaba Uribe Rueda– destruyó el destino manifiesto de nuestros pueblos que es la unidad pensada por Bolívar, y frenó el curso de la nación hispano-americana”41. Uribe Rueda consideraba que aunque los problemas de Amé-rica Latina no se solucionarían con empréstitos del capital extranjero, como creía la Cepal, sino con recursos propios, aceptaba los postulados de esa entidad económica en lo relacionado con la creación de grandes mercados en el continente que, según él, beneficiarían a los países de la región. Sólo a través de la unidad latinoamericana, los países del continente alcanzarían la independencia económica. De esta manera se consolidaría “una gran nación articulada, económica y políticamente, para implantar en este gran espacio los polos de desarrollo de la industria común”42.

En resumen, las propuestas nacionalistas de la Línea Dura no eran ajenas a las realidades nacionales e internacionales. Pero en la explicación que daban a este tipo de problemas prevalecían las referencias a los factores externos. Epocalistas más que esencialistas, recordando a Clifford Geer-tz43, se apuntaban a esquemas de explicación tales como el siguiente: “La controversia capital de nuestro tiempo no es la que se plantea entre oriente y occidente, entre capitalismo y socialismo, sino entre imperialismo y nacio-nalismo”44. Los anapistas, en cambio, mimetizaban su nacionalismo más en el plano nacional que en el internacional, veían más los enemigos adentro que por fuera, por lo menos en esta etapa de su historia.

En realidad, no estaban lejanos entre sí los movimientos políticos alter-nativos de mediados del decenio del sesenta. Todos tomaban sus ideas de la fragua del discurso político populista en pleno furor en el Tercer Mundo. A ninguno se le escapó la revolución, el cambio, el tercermundismo, el código binario desarrollo-subdesarrollo, el crecimiento de la población. Los conteni-dos se cruzan en múltiples coincidencias. Ninguno tenía el monopolio de las ideas en boga. Se trató de matices, de formas de enunciar, de intensidades

41. Ibíd.42. Véase Uribe, “El hundimiento del Estado… ”, (óp. cit.), p. 143.43. Estos conceptos son tomados de Geertz, Clifford, La interpretación de las culturas. Barcelona, Editorial

Gedisa, 1997. 44. Véase Uribe, “El hundimiento del Estado… ”, (óp. cit.), p. 143.

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y fijaciones en el planteamiento de las tesis y, en últimas, de los sujetos que enuncian el discurso, de sus capacidades de convocatoria y de sintonizarse de manera más acorde con los anhelos de la comunidad.

5. EL ESTABLECIMIENTO RESPONDE, SE DEFIENDE Y PROMETE REVITALIZARSE

Sin embargo, no eran los movimientos de la oposición los únicos portadores del sentimiento de cambio. Por reacción o por convicción, por presión o por necesidad, el establecimiento puso a prueba su capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos. Con habilidad, Lleras Restrepo, a quien la oposición atribuía la personería del continuismo, empezó a utilizar los mismos temas e incluso el mismo vocabulario de sus adversarios. A principios de abril de 1965, el candidato aceptando el reto de la oposición, empezó a hablar de cambios. “Me propongo –dijo– hacer en esta campaña una carga de caba-llería con programas concretos e ideas nuevas. Sin pregones demagógicos, para liberar los votos cautivos y saltar las corralejas electorales”45. Lleras llamó a las agrupaciones de la oposición a concretar las fallas que para ellos constituían la debilidad del Frente Nacional. Justificando las circunstancias que originaron el Frente Nacional señaló: “Creo que el país no está prepa-rado para cambios radicales y creo que las transformaciones que el Frente Nacional buscaba no se han logrado plenamente. En los nueve años que nos restan de Frente Nacional hay que hacer esas transformaciones”46. Hablaba de darle oportunidad a otras corrientes políticas, pero le temía a las agru-paciones que intervenían en el reducido espacio político colombiano. Era adverso a la proliferación de movimientos que a la larga intervenían como facciones donde primaban ante todo los intereses personales. Temía que al llegar al poder, las presiones de los directorios políticos no les dejaran llevar a cabo sus tesis planteadas. Para Lleras, el mal funcionamiento del Frente Nacional radicaba en la errónea interpretación de sus cláusulas. Para nada contaban los desaciertos económicos y el empeoramiento de la situación de la población colombiana en la crisis del régimen. Nada tenían que ver tampoco sus protagonistas. Precisaba en sus intervenciones sobre las fallas del Frente Nacional que le impelieron llevar a cabo sus propuestas de revi-talización y de cambio:

La especulación de las dos terceras partes se ha vuelto anacrónica –decía en una conferencia en Cali– se ha vuelto perjudicial para la República, se ha vuel-

45. Véase “Diez cambios propone Carlos Lleras Restrepo”, en El Espectador, abril 9 de 1965, p. 1.46. Ibíd.

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to un peligro para las instituciones. Como el Frente Nacional no se creó para maniobrar al país sino para salvarlo, ha llegado la hora de buscar la manera de que esas cosas se reformen. Yo no creo realmente que se puedan reformar sino pidiéndole un mandato al país, para que el país exprese claramente su voluntad de ser gobernado terminando con esas interferencias. Y eso no se va a conseguir alrededor de las elecciones parlamentarias sino alterando los factores, haciendo que un presidente ya electo, le pueda pedir al país que le dé un Congreso para cambiar las cosas que están malas47.

En otras palabras, Lleras apuntaba a que las elecciones presidenciales se realizaran antes que las legislativas. Hablaba de un fortalecimiento de la democracia pero conservando un Ejecutivo fuerte, fórmula esta bien recibida en los auditorios de frentenacionalistas conservadores. Se lamentaba Lleras del debilitamiento de la fuerza del Presidente de la República en Colombia, en momentos en que, según él, el mundo comprobaba “todos los días que la existencia de una autoridad ejecutiva dotada de todos los medios de poderes era una condición indispensable para gobernar en las difíciles circunstancias del mundo actual”48. En otro auditorio de Cali, el candidato oficial declara-ba: “Un hecho indiscutible […] es que el sistema del Frente Nacional por la división de los partidos y por la regla de las dos terceras partes ha perdido su poder decisorio. Ha caído en la impotencia. Nada sacamos con presentar programas si no curamos de esa impotencia al sistema”49.

Las argumentaciones políticas de Lleras no estaban impregnadas de un sabor liberal. El candidato hablaba para los auditorios de ambos partidos tradicionales. Se apersonó de los ejes del discurso comúnmente identificado con el conservatismo y que para entonces habían sido retomados por los grupos de la oposición. Arrebatándoles banderas, Lleras se pronunció a fa-vor de los campesinos. Convocó a los líderes agrarios para que los dotaran de una organización social que a través de cooperativas de producción y consumo se libraran de la de los intermediarios. Sostuvo que sólo cuando la clase campesina se hubiera conformado cabalmente, podría aspirar a una representación auténtica en el Congreso Nacional. Como los opositores al Frente Nacional, Lleras habló de la necesaria intensificación de la técni-ca en la agricultura, manifestó preocupación por los bajos ingresos de los campesinos y propuso promover un estudio realista de las condiciones del

47. Véase “Nuevas reformas y cambios políticos y sociales plantea Carlos Lleras Restrepo en Cali”, en ibíd., agosto 6 de 1965, pp. 1 y 10.

48. Ibíd.49. Véase “Frente Nacional pierde poder”, en ibíd., agosto 7 de 1965, p. 7.

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campesinado colombiano con el fin de buscar soluciones acordes con sus necesidades50.

Los frentenacionalistas de uno y otro partido, fastidiados del auge de la disputa política en el país, de los avances de la oposición, decidieron ponerle orden a sus cosas. No quisieron descuidar nada, llamaron su gente a manteles. En un impresionante acto político en el salón rojo del hotel Te-quendama, ante la crema y nata del país, llevó la palabra el ex presidente Alberto Lleras. En una intervención patética mostró las razones de su regreso a la lucha política: frenar los avances del anapismo, de la izquierda radical, salvar lo positivo que quedaba de Frente Nacional en la conciencia de los colombianos e impulsar la candidatura de Carlos Lleras Restrepo. Como su primo Carlos, Alberto tuvo que remontarse al espíritu original que iluminó el pacto bipartidista: sacar al país de la Violencia y acabar con la dictadura. Pensaba, como Carlos Lleras, que los políticos malinterpretaban el Frente Nacional. Así se expresaba:

Lo que estaba construido exclusivamente para evitar la tentación de un prematuro rompimiento, pasó a ser lo esencial de la coalición que parece sobrevivir solamente sobre los goznes de esos mecanismos de seguridad y no sobre la voluntad caudalosa de la opinión nacional, que la quería, la quiere aún y la respaldaría abiertamente si la casta política le diera más no-bles propósitos que los de mantener unas cuotas de poder, término equívoco para referirse a un apetito desordenando de posiciones. El Frente Nacional implicaba un programa para hacer algo grande entre los dos partidos, y no fue una negociación para que ni el uno ni el otro pudieran hacer cosa distinta de echarse paritariamente sobre el poder por diez y seis años51.

El ex presidente Lleras se dirigió a las mujeres y a los jóvenes. Dándo-le un tono trascendente a su intervención, aprovechó la oportunidad para exponer sobre la “explosión demográfica”, tema del que venía hablando y escribiendo con profusión en medios internacionales52. Dijo que las conse-cuencias de ese fenómeno en Colombia exigían un candidato de excepcio-nales virtudes:

... la manera de distribuir esa población, de manejar esa fuerza desbordada, de alimentarla, curarla, educarla, alojarla, y todo ello a la misma velocidad en que se reproduce, es un problema de tal magnitud que no es para entregarlo a un

50. Véase “Lleras pide a centrales obreras promover solidaridad de clases”, en ibíd., septiembre 21 de 1965, pp. 1-2.

51. Véase el texto del discurso de Alberto Lleras en El Tiempo, octubre 1 de 1965, p. 10.52. En julio de 1965, Alberto Lleras intervino ante una subcomisión senatorial en Washington sobre los

peligros de la explosión demográfica para América Latina. Véase El Espectador, julio 10 de 1965, pp. 1-2.

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candidato presidencial sacado a la suerte, de un sombrero, en un conciliábulo de oposicionistas del Frente Nacional, públicos o clandestinos, empeñados en personales rencores y morosas venganzas corsas53.

La postulación de la candidatura de Lleras Restrepo a la Presidencia de la República y la conformación de un Comité Bipartidista “de transformación nacional” cerraron con broches de oro el acto político del Tequendama54.

Alberto Lleras Camargo se vinculó activamente a la campaña electoral. Cada sábado, una amplia red de emisoras transmitía a todos los rincones del país una conferencia radial suya. Los destinatarios de sus alocuciones fueron los jóvenes y las mujeres. Los contradestinatarios, la oposición. Para él, oposición y subversión eran la misma cosa. Por igual denigraba de Ro-jas que de los demás grupos adversarios al Frente Nacional. Aunque en la realidad lopismo, lauro-alzatismo y anapismo no habían sellado un acuerdo concreto de unidad electoral, Lleras Camargo tomaba tal eventualidad como un hecho. Con sorna se burlaba de cada una de las propuestas salidas de los grupos mencionados. No reconocía capacidades ni mérito alguno. Pero era esta oposición la que le quitaba el sueño. No mencionaba en sus alocu-ciones a los grupos guerrilleros.

Finalmente, el sábado 27 de noviembre de 1965 se proclamó pompo-samente la candidatura oficial de Carlos Lleras en el coliseo cubierto de la Feria Exposición de Bogotá. “La tarea que nos trazamos al iniciar el Frente Nacional sólo en parte está cumplida y debemos coronarla –dijo el entonces candidato–; han surgido problemas nuevos y debemos superarlos; se han presentado deformaciones en el desarrollo de la concepción original y debe-mos corregirlas”55. A su parecer, el primer paso para superar las nuevas si-tuaciones conflictivas era continuar con el desarrollo del programa del Frente Nacional aprobado el 21 de febrero de 1962. El discurso del candidato fue aprobado por la Dirección Nacional del Liberalismo (DNL) como programa de gobierno del futuro “Frente de Transformación Nacional”.

Lleras justificó su aceptación de la candidatura en la exhortación que le hacían, según él, el “Comité Bipartidario constituido bajo la inspiración del ex presidente Alberto Lleras, miles de esclarecidos profesionales, grandes

53. El Tiempo, octubre 1 de 1965, p. 11.54. El Comité Bipartita lo integraron Alberto Lleras Camargo, Belisario Betancur, Misael Pastrana Borrero,

Virgilio Barco Vargas, Hernando Agudelo Villa, Alina Muñoz de Zambrano, John Agudelo Ríos, Fabio Lozano Simonelli y Esther Bonitto de Holguín, quien remplazó a Yolanda Ronga, viuda de Alzate Aven-daño.

55. Véase “Plataforma programática apoyada por la Dirección Nacional Liberal en noviembre de 1965”, en Programas del partido liberal colombiano 1959-1981. Bogotá, Centro de Estudios e Investigaciones José Antonio Galán, 1982, p. 87.

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núcleos femeninos y juveniles, y otros muchos compatriotas pertenecientes a sindicatos, gremios de la producción y organizaciones políticas”. Más ade-lante afirmó: “Sencillamente me presento a ocupar la posición que una parte del pueblo me señala”56.

La abundante referencia a diversos grupos sociales y diferentes destina-tarios era, quizás, la manera como el candidato frentenacionalista pretendía legitimar el sentido nacional de su candidatura. En efecto, por la crisis social que atravesaba el país, el Frente Nacional perdía el respaldo de muchos colombianos, y probablemente por tal razón el principal destinatario para el candidato frentenacionalista lo ocupan “los colombianos”, “los compa-triotas”, “todos los sectores”, “las mayorías nacionales”, “todas las clases”, “hombres y mujeres de Colombia”, etc. Totalidades que sumadas a nuevos y determinantes actores políticos como “los grandes grupos femeninos y ju-veniles”, superan las referencias al vocablo “pueblo”, que ocupa el segundo lugar de los destinatarios positivos de la plataforma del Frente Nacional.

Aunque el movimiento bipartidista que propuso la candidatura de Lle-ras le pidió tener en cuenta entre los objetivos del nuevo Gobierno “renovar los distintos programas del Frente Nacional concernientes a la intervención ciudadana en el manejo de la cosa pública”, en el sentido de vincular activa-mente a los profesionales, artesanos, pequeños agricultores, asalariados de la ciudad y del campo, capitalistas y hombres de empresa, Lleras agregó que tendría en cuenta la parte de la población colombiana más afectada por la pobreza, el atraso y la ignorancia. Agregó que principalmente en beneficio de ella había de buscarse el cambio social57. Para involucrar diversos sectores en la realización de los programas del Frente Nacional, reconocía la necesi-dad de abrirle paso a la renovación dentro de los partidos tradicionales. Pero advertía que:

No se trata del turno periódico de las generaciones. Durante los últimos años el país ha visto hacer o robustecerse fuerzas que razonablemente aspiran a ejercer en el seno de los partidos el flujo proporcionado a su importancia. Jamás fue mayor el número de técnicos, de especialistas, de empresarios; nunca fue más intensa y organizada la acción sindical ni tuvo la clase media una conciencia tan clara acerca de los problemas que la afectan. Las mujeres, que en realidad solo adquirieron sus derechos de ciudadanos con el Frente Nacional, se interesan crecientemente por los poderes públicos y aprenden a descubrir las relaciones existentes entre éstos y su propia condición. Realidades de tanta magnitud no

56. Ibíd., p. 82.57. Ibíd., p. 85.

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pueden ser ignoradas por los partidos políticos y mi primer acto como candidato es el de solicitar que no lo sean58.

Reconocía así el Frente Nacional, por medio de su candidato presiden-cial, de una forma muy sutil, las características de élite que había adquirido el programa inicial de 1957.

Para el correcto funcionamiento del Estado, Lleras propuso reformar las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo, favoreciendo el régimen presi-dencial, para que el Gobierno pudiera adelantar con éxito los planes de de-sarrollo económico y social. “El Estado atraviesa por una crisis profunda que afecta todas las ramas del poder público”, decía. No era extraño al candidato que muchas de las dificultades del Estado provinieran del comportamiento de sus funcionarios y de la incapacidad del Ejecutivo para hacer cumplir los objetivos del Frente Nacional. Sostuvo que una mejor organización de las relaciones entre el Ejecutivo y el Congreso permitiría a los ministros actuar como gerentes efectivos en sus respectivas ramas y evitaría una hipertrofia burocrática dañina para el país. Las reformas a las instituciones buscaban, además de rescatar su prestigio, armonizar las funciones del Congreso y el Gobierno de tal manera que este tuviera capacidad de supervisar la activi-dad legisladora de aquel.

De allí que en su programa de gobierno otorgara al Congreso el control sobre el manejo fiscal y sobre los planes de desarrollo, según él la única forma viable de rescatar el objetivo de la reforma constitucional de 1957, que no había sido el régimen de gabinete ni el gobierno de los directorios, y menos aún la tendencia a utilizar la administración como botín político e instrumento electoral. Para evitar subsanar esto, Lleras Restrepo preveía el fortalecimiento del sistema presidencial “que es clave y esencia de la Cons-titución colombiana”, en sus palabras.

La agudización de los problemas sociales llevó a que los líderes del Frente Nacional se comprometieran con soluciones concretas. El nuevo pro-grama de gobierno concebía al Estado como “instrumento eficaz para el desarrollo económico y social”, cuyo objetivo principal consistía en “buscar la conciliación social”. Lleras habló sobre la “función del Estado de faci-litar vivienda adecuada a las clases populares” y propuso la creación de “cooperativas para el sector artesanal estimuladas por el Estado”. También consideraba su plataforma la descentralización y el fortalecimiento de la au-tonomía local como ejes en la realización de su gobierno, aspecto este último difundido por diversos movimientos de la oposición al Frente Nacional.

58. Ibíd., p. 86.

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No obstante, los cambios y las reformas que proponía Lleras para que el Estado se adecuara a las nuevas realidades sin perder su espíritu original contemplaban únicamente las dimensiones económicas y sociales. Sobre el tema político, el Frente Nacional parecía no estar dispuesto a ceder en lo más mínimo. Todo lo contrario, Lleras respaldó nuevamente el sistema de la alter-nación, y aunque habló del “derecho de la oposición a tener representación en las corporaciones públicas”, planteó la necesidad de modificar la norma sobre las exigencias de una mayoría de las dos terceras partes para las de-cisiones y elecciones en los cuerpos legislativos, medida contemplada desde la última reforma constitucional, pero que, con el desarrollo de las sucesivas elecciones desde 1962, favorecía a los movimientos de oposición y facilitaba sus intenciones de obstaculizar los programas del Frente Nacional.

Era muy colombiana la concepción que tenían los ideólogos frentena-cionalistas de la democracia. A su manera adaptaban el concepto a las con-diciones locales. Nunca aceptaron que los acontecimientos relacionados con el caso “Ruiz Novoa, el surgimiento de las guerrillas, las amenazas de paro nacional, la agitación estudiantil y en general el avance de la oposición, eran producto del modelo democrático del mismo Frente Nacional que ellos le impusieron al país”. El texto del documento de noviembre de 1965 muestra que Lleras prestaba oídos a los clamores de la oposición incorporando a su programa y a su estilo la mayoría de sus aspiraciones. Es un proceso que se da más por convicción que por reacción. Con dramatismo señalaba cosas como la siguiente: “... hay que reafirmar y fortalecer el régimen presidencial para salvar la democracia. Los gobiernos débiles y anarquizados son el pre-ludio de las dictaduras”59.

En el fondo, el proyecto político que aspiraba a imponer Lleras en la segunda etapa del Frente Nacional pretendía desarrollar, en corto tiempo y sin oposición, la infraestructura de una sociedad capitalista que él adornaba con la fórmula de una sociedad más igualitaria. El candidato aceptaba el reto de la oposición. Esta, sin embargo, no creemos que lo haya advertido. Si lo advirtió, nunca creyó que uno de los gestores del Frente Nacional, pre-cisamente el continuista Carlos Lleras Restrepo, pudiera hacerlo.

5.1 Lo que va de Lleras a la Anapo

Lleras expresaba las mismas cosas de la Anapo, pero la manera como lo ha-cía era fría. El programa electoral de Lleras trató de neutralizar la base social

59. Ibíd.

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del anapismo: “Ese sector abandonado [se refería a los marginados] será objeto preferencial de mis ocupaciones como gobernante. Hay que identi-ficarlo muy bien, cuantificarlo, encuadrarlo en algún tipo de organización que lo una a la comunidad y facilite a ésta el estudio y resolución de sus problemas”60. Prometió dotar a los estratos populares del conocimiento de sus derechos y obligaciones para que pudiesen participar activamente en las decisiones públicas. Su preocupación por el desmejoramiento de las clases pobres, por ejemplo, no contenía para nada los elementos mesiánicos y rei-vindicativos del discurso anapista. El programa del Frente Nacional, a pesar de referirse a las clases populares, no alcanzaba a tener el carácter de popu-lar. Se advierte a lo largo de su discurso una preocupación funcional pero no una identificación. Se trataba de que el Estado hiciera presencia para salvar el modelo frentenacionalista. Así, Lleras llamaba a:

… crear nuevos canales de comunicación entre los diversos sectores; promover más activamente el interés por los problemas de cada comunidad y conseguir que en su resolución cooperen altruistamente las clases dirigentes locales; utili-zar con acierto los nuevos medios de motivación social; fomentar asociaciones que den a los más débiles posibilidades de actuar eficazmente y prestarles asistencia técnica en su organización o funcionamiento: todo eso debe ser no sólo parte de la labor política pre-electoral sino tarea permanente de la Iglesia, los partidos, las centrales obreras y el Estado61.

Desde esa perspectiva, es comprensible la importancia que Lleras le concedía a la acción comunal, creada por el Frente Nacional como medio de socialización de los sectores marginados.

En el discurso de Lleras no hay lugar para los Estados Unidos. Ni una palabra al respecto, ni en pro ni en contra. En esto se diferencia de los movi-mientos de oposición. El candidato no evoca el nacionalismo. Seguramente partía del hecho de aceptar el Frente Nacional como tal. De acuerdo con su interpretación del pacto frentenacionalista, los partidos habían acordado desplazar sus intereses para luchar por programas y políticas de Estado co-munes, y en ese sentido vinculaba a toda la nación. Aspectos comprendidos de la misma manera por el líder oposicionista Alfonso López Michelsen.

A pesar de lo anterior, el candidato oficial trató problemas concernien-tes al nacionalismo que pregonaban movimientos como la Anapo, la Línea Dura o el MDN. Para estas agrupaciones, la nación estaría incompleta y mal gobernada en tanto no se tuviera en cuenta la participación o representa-ción real de amplios sectores de la población en las políticas de Estado; en

60. Ibíd., p. 98.61. Ibíd., p. 91.

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tanto no se le dieran oportunidades a los estratos populares. Carlos Lleras consideraba prioridad de su futuro gobierno “la intervención ciudadana con-cerniente al manejo de la cosa pública”, y “la elevación del nivel de vida de las clases populares”. Expresó preocupación por la falta de integración de la sociedad como elemento que perturbaba el normal desarrollo de la nación colombiana. Así, se acercaba el candidato oficial a las concepciones nacio-nalistas de los grupos de la oposición. Relacionaba directamente el impulso hacia el desarrollo con el bienestar general de la población, y en particular el de los “grupos sociales minoritarios”. Al respecto decía:

Por desgracia, no obstante los esfuerzos cumplidos en los últimos años, está aún tremendamente retrasado el proceso de la integración social colombia-na. Nos corresponde acelerarlo. Los grupos marginales compuestos por buena parte de la población rural y por la que forma los cinturones de miseria de las ciudades tienen que convertirse en miembros actuantes del cuerpo político y social y alcanzar un razonable nivel de vida. Existe una clara interdependencia de los factores sociales y económicos en el desarrollo. No resulta posible que la economía crezca aceleradamente sin el estímulo que suministran a la inversión los mayores consumos por parte de las grandes masas populares. La nación no será verdaderamente rica sino comenzando por ser justa62.

En otros aspectos, como la consideración del desarrollo y la cuestión nacional, el discurso de Carlos Lleras Restrepo también se acercaba a las concepciones de la oposición. El gobierno que proponía el candidato presi-dencial del Frente Nacional utilizaría en todos sus proyectos la planeación, de buen recibo en todos los movimientos políticos de la época. Para Lle-ras, la planeación era “un instrumento precioso para orientar y hacer más fecundos los esfuerzos del país” y coordinar la cooperación entre el sector público y el sector privado. Con ella, Lleras esperaba adelantar su política de desarrollo.

No obstante el reconocimiento de diferentes situaciones problemáticas, la aceptación de las desviaciones de la “concepción original del Frente Na-cional” y de las deficiencias en el funcionamiento del Estado, y de proponer ampliar los espacios para la participación ciudadana y la prestación de los servicios a los sectores populares, es evidente que el tema más importante para Carlos Lleras, según su programa de gobierno, era acelerar el desarrollo nacional.

62. Ibíd., p. 90.

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LA HEGEMONÍA DEL DISCURSO POPULISTA. Talanqueras y zancadillas para que el General no avance (III)

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5.2 El candidato liberal recibe la bendición de la Iglesia

Carlos Lleras Restrepo probaba estar tan preparado como los grupos de opo-sición. Y para completar su retrato del hombre que necesitaba el sistema, sólo le faltaba recibir la bendición de la Iglesia. El candidato declaró que los principios de la Doctrina Social de la Iglesia habían sido los que los liberales colombianos habían procurado consagrar en la legislación criolla63. Lleras necesitaba neutralizar cualquier sospecha de persecución religiosa que pu-diera poner en ejecución el liberalismo en el poder. Encíclicas en mano, al interpretar sus textos Lleras demostraba que entre la Doctrina Social de la Iglesia y el pensamiento liberal no había diferencia alguna. Por supuesto, su objetivo era cercar lo más estrechamente posible el espacio de los anapis-tas, que fundamentaban toda su actividad teórica y política en los legados papales.

Interesado, como estaba, en llevar a cabo su proyecto político sin nin-guna intermediación ni tropiezo, el candidato decidió apelar más al modelo de la Regeneración que al de la Revolución en Marcha:

No vacilo en afirmar –declaraba Lleras– que para Colombia es una positiva ventaja el hecho de que un partido, tradicionalmente señalado como perso-nero de las clases populares, pueda desarrollar su política social sin tener que chocar en forma alguna con las orientaciones de la Iglesia. Como es también una ventaja que ésta no tropiece en la prédica de sus principios con prejuicios políticos. Mientras más se identifiquen la Iglesia y las fuerzas políticas en sus objetivos sociales, cada una desde el campo que le es propio, más probabilida-des habrá de que la nación realice rápida y pacíficamente las transformaciones requeridas64.

Sus ideas expuestas entonces no variaron. En el documento electoral re-conocía a la Iglesia como “un elemento esencial, del orden social, y hoy, más que nunca, fuente de enseñanzas que suavizan las relaciones humanas”65. Lleras apelaba más a las cuestiones religiosas incluso que el mismo Camilo Torres o que alguna de las corrientes del MRL. Pero lo hizo menos que los demócratas cristianos, que los nacionalistas del MDN y que los anapistas. Mientras el candidato oficial iba directo a la cúspide de la Institución, los ideólogos anapistas particularizan su llamado a la baja Iglesia: el cura, el párroco de pueblo o de los barrios pobres de la ciudad.

63. Véase el prólogo al libro: Lleras Restrepo, Carlos et ál., ¿Revolución Violenta? Bogotá, Editorial Andes, 1965.

64. Ibíd., p. 102.65. Véase “Plataforma programática apoyada por la Dirección Nacional Liberal…” (óp. cit.), p. 108.

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César Augusto Ayala Diago

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9 Las elecciones o el sentido de la política (III)

1. LA FRÁGIL ALIANZA DE LA OPOSICIÓN

Entre finales de enero y principios de febrero de 1965, el general Rojas emprendió una gira por el noroccidente colombiano. De una concurrida ma-nifestación suya en la plaza de Cisneros de Medellín, un reportero de LNP escribió: “Lo extraordinario es que, en condiciones evidentemente desfavora-bles, después del fracaso del paro, de la decepción nacional y de la expecta-tiva creada por ‘el hecho Ruiz Novoa’, las gentes salieron a vivar al ex presi-dente, intuyendo tal vez en él ese sabor campechano de lo popular que solo Rojas sabe imponer a la oratoria política de la actualidad”1. Además de Antioquia, el dirigente máximo de la Anapo estuvo en el Chocó y al regresar a Bogotá pasó por el Tolima. En febrero, antes de una exitosa manifestación en Cartagena, se pronunció a favor del establecimiento de unas relaciones comerciales con todos los países del mundo que neutralizaran la influencia “del capitalismo internacional que nos vende caro y compra barato, para retardarnos por muchos años la conquista de nuestra soberanía económi-ca”2. Rojas declaró que no estaba en contra de la intervención del capital extranjero en la exploración y explotación del subsuelo, siempre y cuando las empresas fueran manejadas con criterio nacional por colombianos. En su reaparición, el jefe de la Anapo reafirmó las posturas nacionalistas, reli-giosas, anti-comunistas y anti-oligárquicas que venían identificándolo: “La Anapo aspira a la reconstrucción de Colombia por la acción nacionalista re-

1. Véase “La clave de Rojas”, en La Nueva Prensa, No. 129, febrero 26 de 1965, p. 28. 2. Citado por Voz Proletaria, febrero 11 de 1965, p. 5.

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volucionaria, que afirme nuestras creencias cristianas, que han dado espíritu propio a la nacionalidad, defienda el territorio, las riquezas y las verdaderas tradiciones del país contra las ideologías importadas”3. El General explicó que su movimiento buscaba resolver los problemas del país con los colom-bianos, sin rechazar la cooperación extranjera.

No obstante la presencia de programas radicales bastante cercanos los unos a los otros, el respaldo popular se definiría en la plaza pública, donde era otra la lógica de la política. En esto la Anapo tenía ventajas, mientras que el resto de pares en la contienda electoral comenzaban apenas a levantar el edificio de su nueva enunciación política. Sus posturas, a veces indefinidas, a veces contradictorias, no tenían, aún, la permanencia necesaria para pro-vocar la credibilidad popular4. La Anapo, en cambio, no estaba improvisan-do. Había sido vertical en sus posiciones frente al adversario. Otros grupos, para legitimarse ante el pueblo como oposicionistas de verdad, tuvieron que empezar por explicar sus buenas relaciones con “la gran coalición” durante sus primeros años. Al contrario, los anapistas habían señalado y reiterado hasta la saciedad cada una de las insuficiencias que las nuevas agrupacio-nes le enrostraban ahora al sistema: su esencia antipopular, antinacional y sus lazos con los organismos que monopolizaban la vida económica del país. Dentro de la Anapo, los nuevos contenidos ideológicos convivían con los permanentes. Entraba a la nueva contienda electoral con destinatarios positivo y negativo definidos, aventajando a todos los enunciadores del dis-curso electoral de la oposición.

Sólo restaba desarrollar por la vía oral los postulados que por escrito había consignado el movimiento. Con esa doctrina la Anapo salió a la plaza pública. Mario Montoya, secretario general del anapismo de Antioquia y veterano periodista de los tiempos de Diario de Colombia, peroraba así en Cereté, Córdoba:

Ahora nos enfrentamos a una votación que para Colombia resultará decisiva por muchos años. La votación de la cual depende que en el próximo futuro Colom-bia no continúe inflamada por el dominio plutocrático, que los jueces y alcaldes y magistrados y policías y gobernadores no sean instrumentos al servicio de caciques y poderosos nacionales o pueblerinos, de que el interés nacional sea reconquistado y sacado adelante siempre por sobre los intereses ajenos al país y contrarios a él […] Esta batalla que dirige el señor General Rojas Pinilla ha

3. Ibíd.4. El jefe del lauro-alzatismo, por ejemplo, no obstante haber empezado una beligerante campaña contra la

candidatura del liberalismo oficialista, a comienzos de octubre de 1965 tendió puentes de acercamiento hacia Lleras Restrepo. A finales del mismo mes, en un reunión en Cali manifestó: “Lleras no. Con esa bandera vamos a disputar y a ganar las elecciones”. Véanse los editoriales de Alianza Popular “La Capitulación”, de octubre 14 y “El Oportunista”, del día 28 del mismo mes.

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tenido la virtud y la eficacia necesarias para clarificar la conciencia política de las mujeres y los hombres de Colombia. Esa conciencia política se ha venido fortaleciendo en el sentido de aceptar la lucha en el campo en que ha sido plan-teada por los enemigos y en el de no rehuirla o disfrazarla5.

Así, los acontecimientos cotidianos fueron llevando a la colectividad de los anapistas a ejercer la política según las reglas de juego establecidas. Atrás había quedado la etapa conspirativa.

La cacareada alianza entre la Línea Blanda del MRL, el lauro-alzatismo y la Anapo para escoger de común acuerdo el nombre de un candidato a la Presidencia de la República no pasó de ser un anuncio; en el mejor de los casos, una posibilidad, un mecanismo de conveniencia electoral. Más exac-tamente, un truco para López y Gómez Hurtado. No fue suficiente el común anti-llerismo como catalizador de la unidad6. En octubre de 1965 Rojas Pi-nilla le confesó al redactor político de El Nacional que no había hablado con López ni con Gómez y que tampoco pensaba hacerlo. “Tenemos tanta fuerza –dijo– que no necesitamos pedirle cacao a nadie. Además, no tenemos nin-gún interés en hacer pacto con esos caballeros aunque sí podemos conversar después de las elecciones de marzo cuando se sabrá quién es quién”7. A finales del mismo mes, el Comando Nacional de la Anapo expidió una tajante declaración cuyo numeral segundo rezaba: “Rechazamos cualquier posibilidad de entendimiento o acuerdo, o pacto con las fuerzas políticas que tienen acciones en el Frente Nacional, que defienden el sistema, lo utilizan y hacen parte del actual gobierno”8. Se descartaba de esta manera la alianza con el lauro-alzatismo. Más allá de lo electoral había razones de peso para que no cuajara esta inflada y explotada propuesta de unidad.

También la izquierda radical tanteó la posibilidad de atraer incluso a la oposición conciliadora. Antes de su desaparición de la lucha política civil, Camilo sostuvo conversaciones con Rojas y con López. Sin embargo, todos los grupos de la oposición radical o conciliadora buscaban su propio forta-lecimiento a costa de sus posibles aliados. Nadie trabajaba por la unidad de la oposición con transparencia. En una carta al jefe del ELN, Camilo Torres escribió: “... tuve una charla muy larga con Rojas que tiene como resultado que actualmente no radicalice tanto su oposición (...) debemos,

5. Véase “Mario Montoya plantea la acción de Alianza Nacional”, discurso emitido por La Voz de Cereté y reproducido en Alianza Nacional, diciembre 20-27 de 1965, p. 11.

6. Hubo, sin embargo, un acto político significativo. En enero de 1966, el Centro de Estudios Conserva-dores invitó a disertar a Alfonso López Michelsen. Allí, junto con los emerrelistas estuvieron jefes lauro-alzatistas como Aurelio Caicedo Ayerbe y anapistas como Jaime Piedrahíta Cardona.

7. El Nacional, octubre 20 de 1965, pp. 1-2.8. Véase el texto completo de la declaración en ibíd., octubre 27 de 1965, p. 1.

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naturalmente, probarlo (...) los conoce casi a todos personalmente, lo que es también muy importante para después”9. Fue precisamente Rojas quien, meses después, en octubre, a través de una cadena radial de Pereira reveló el paradero del prelado:

Ni los grupos políticos, ni el gobierno son autores de la desaparición del Padre Torres. Él mismo se ha enterrado y creo que se enterró en el monte ya que él estaba convencido de que su movimiento se hacía a base de entreguismo al co-munismo o por otros sistemas ajenos al nacionalismo que es lo que tenemos que defender. Se sobrentiende que el nacionalismo no es entregarse por unas mone-das a Rusia, a los Estados Unidos o a cualquier otro país para que nos gobierne. Allí está precisamente el fracaso del movimiento de Camilo Torres, quien debe saber mucho de la cosa interna de la Iglesia, pero nunca de la política10.

Los dos bloques de la oposición, el Frente Unido que reunía a la izquier-da radical y la supuesta alianza Anapo-lauro-alzatismo-MRL parecían no te-ner chance. En ambos casos eran más las distancias que las cercanías. Las posturas de Camilo, contradictorias unas, extremadas otras, y sus inclina-ciones a favor de unos socios en desmedro de otros fueron diezmando acele-radamente al Frente Unido. Lo que de veras hubiera podido ser la auténtica contra-coalición, fue desaprovechada históricamente. El 7 de enero de 1966 los periódicos del país difundieron el texto de una proclama que desde “las montañas colombianas” Camilo enviaba a los colombianos. Junto al texto aparecía una fotografía suya en compañía de Fabio Vásquez Castaño y Víctor Medina Morón, comandantes máximos del ELN, y el siguiente mensaje:

Me he incorporado al Ejército de Liberación Nacional porque en él encontré los mismos ideales del Frente Unido. Encontré el deseo y la realización de una unidad por la base, de base campesina, sin diferencias religiosas ni de partidos tradicionales. Sin ningún ánimo de combatir a los elementos revolucionarios de cualquier sector, movimiento o partido. Sin caudillismos. Que busca liberar al pueblo de la explotación de las oligarquías y del imperialismo. Que no depondrá las armas mientras el poder no esté totalmente en manos del pueblo. Que en sus objetivos acepta la plataforma del Frente Unido11.

La anterior resolución la tomó el sacerdote sin consultar siquiera con los otros representantes de los grupos vinculados a su movimiento. Identificar al ELN con el FUP era su elección, pero de ninguna manera la de toda la gente que conformaba el Frente Unido.

9. Véase Torres, Cristianismo y revolución… (óp. cit.), p. 566.10. Véase El Tiempo, noviembre 6 de 1965, pp. 1 y 30. 11. Véase el texto completo de la proclama en Torres, Cristianismo y revolución... (óp. cit.), pp. 571-572.

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Por otra parte, la Democracia Cristiana, que irrumpió a la política colom-biana por la misma época de la Anapo, no había podido posicionarse social ni electoralmente. Liderada por dos abogados jóvenes, cultos e intrépidos –Francisco de Paula Pérez y Álvaro Rivera Concha–, los democristianos tenían la garra y sofisticación necesarias para el debate ideológico, pero les faltaba el ascendente sobre las masas, el conector espiritual que era el general Rojas para los anapistas. No obstante, la Democracia Cristiana había crecido. Tenía Casas democristianas en Cali, Medellín, Ibagué, Barranquilla, Duitama, Bu-caramanga, Villavicencio, Manizales, Pereira, Armenia, Popayán, Pasto, Car-tagena, Santa Marta, Neiva y, por supuesto, en Bogotá. Tejían su simbología en torno al color verde que distinguía su bandera y demás emblemas y, como los anapistas, apelaban a los carnés no sólo como fuente de financiación, sino también como mecanismo de cohesión de sus adherentes. Esgrimían como valor el que sus dos líderes no hubieran hecho parte del bipartidismo nacional, lo que, según ellos, los cubría de una pureza independiente que los separaba de la violencia anterior. No les funcionaba lo del carácter cris-tiano como fundamento de su legitimación en Colombia, por cuanto todos lo eran: liberales, conservadores y hasta parte de los comunistas. El verdadero contrincante para ellos fue el general Rojas, quien poseía el don religioso por natura, que fortalecía con formas y contenidos en la práctica diaria de su movimiento. Mientras los democristianos eran reproductores y emuladores de una corriente ideológica venida de Chile y Perú, el cristianismo de los anapistas tenía mucho más raigambre nacional y popular.

2. ROJAS PROMUEVE EL ESPECTÁCULO ELECTORAL EN LAS PLAZAS PÚBLICAS

Los anapistas no desaprovechaban ninguna oportunidad para llegar al pueblo. Mientras la mayor parte de las fuerzas electorales del país hacían sus componendas en los recintos cerrados, Lleras conversando con los gremios económicos, López convenciendo a las capas medias de las bondades de su propuesta, la gente de La Nueva Prensa recomponiendo su proyecto nacio-nalista, los comunistas perfeccionando su nuevo método de combinación de todas las formas de lucha y Camilo dirimiendo los conflictos internos del am-biguo Frente Unido, el dirigente máximo de la Anapo llamaba a sus correrías por el país diálogos con el pueblo: “Es realmente emocionante –decía– el espectáculo de las masas populares dialogando en las plazas públicas”12.

12. Ibíd.

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El General no perdió el tiempo en conversaciones con dirigentes políticos. A su manera, le llevaba la idea a López, pero a la vez impartía órdenes de no pactar alianzas para las elecciones de marzo de 1966 con ningún tipo de organización política. Rojas exigió de la militancia anapista oponerse a toda clase de aumentos en las tarifas de los servicios públicos y víveres en general, y recomendó apoyar todos los movimientos huelguísticos de los trabajadores oficiales y particulares13. Lo más importante del anapismo era la mística política. O como denominó al fenómeno el periódico El Nacional: “El sistema rojista de llegar al pueblo”. Como ya se indicó, Rojas tuvo la suerte de contar en todos los rincones del país con un amplio número de dirigentes políticos decididos, por iniciativa propia, a jugárselas todas por el movimiento. No era tan necesaria la presencia física del General para que marchara el anapismo de la provincia, salvo en el caso de dirimir los conflictos internos. Con el nombre de “la caravana de la libertad”, los anapistas del departamento del Atlántico bautizaron la movilización de masas para sus concentraciones po-pulares. Consistía este rito en trasladarse en toda clase de vehículos, carrua-jes de tiro, decorados con banderas y demás simbología del movimiento, de día o de noche, a los municipios del departamento o barrios de Barranquilla, recogiendo simpatizantes por calles y caminos, repartiendo hojas volantes de casa en casa, colocando carteles y vivando a Rojas Pinilla.

En 1966 la campaña entró con todo. Los movimientos se lanzaron a la conquista de los votos. El establecimiento y los anapistas decidieron empezar la recta final de la campaña electoral por la costa Atlántica. Aquí tendrían lugar las concentraciones humanas más saturadas de símbolos po-líticos. El primero en llegar a la costa Caribe fue el candidato oficial. Para comenzar eligió la ciudad de Cartagena. Junto con él viajó una numerosa comitiva integrada por los miembros del Comité Bipartidista y de los Directo-rios Nacionales del ospinismo y oficialismo liberal. Tanto en los preparativos como en la gira misma por la Costa, Lleras contó con las primeras páginas de la gran prensa nacional y de provincia, e igualmente –con excepción de Barranquilla, Chocó y Córdoba, donde los gobernadores eran lauro-alzatis-tas–, con la maquinaria oficial para la movilización de las masas.

Fue apoteósica la manifestación de Lleras en Barranquilla. La concen-tración se llevó a cabo en el histórico Paseo Bolívar de la ciudad. El periódico El Nacional, que no tenía simpatía ninguna con el Frente Nacional, comen-taba al respecto:

El certamen resultó exitoso por su ejemplar organización: 500 buses y camio-nes fueron contratados para trasladar a gente de los barrios y pueblos al centro

13. El Nacional, octubre 20 de 1965, p. 5.

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de Barranquilla y regresarlos al final del acto político. Tres emisoras transmitían los discursos. Centenares de miles de carteles litografiados cubrieron los muros de Barranquilla. 500 banderas rojas y otras tantas azules. Las 16 emisoras de la ciudad y los dos periódicos de los grupos de presión económica del Atlántico llenaron sus páginas de avisos y cuñas radiales durante un mes. El Tiempo, El Espectador, La República. Todo el andamiaje periodístico nacional se volcó en propaganda sobre el acto; 200 mil pesos invirtió el Comité local bipartidista en la manifestación que congregó un buen número: 20 mil, 30 mil, 40 mil personas ante Lleras...14.

Los anapistas barranquilleros decidieron sabotear la manifestación. Apostados en sitios estratégicos, impidieron el desarrollo normal del even-to. Días antes de la llegada de Lleras a Barranquilla, por disposición del Comando Departamental de la Anapo, los militantes llevaron avispas a la sede del movimiento y las encerraron en cajas especiales. En el momento preciso de la intervención de Lleras, los perturbadores liberaron las avispas, que furiosas produjeron la estampida de la gente. Mientras, en medio de la plaza, los saboteadores de la Anapo utilizaron pedos químicos para disper-sar las masas; en otro de los costados de la concentración, otro grupo de anapistas roció polvos pica pica sobre la multitud. La rasquiña que produjo la pelusa entre la gente causó su retiro momentáneo de la manifestación15. No faltaron los pitos, ni los garrotes, ni los enfrentamientos entre anapistas y lleristas, entre aquellos y la fuerza pública. Cuando por fin pudo hablar, Lle-ras trató a los anapistas de “hampones” y a Rojas de “tirano barato”. Agregó: “El hombre de la yuca se ha servido de ese argumento infantil para sostener que la vida era más barata bajo su dictadura. Yo habría podido traer mi yuca en el bolsillo y demostrar que cuando yo era ministro de hacienda hace 25 años la vida valía muchísimo menos que bajo el régimen dictatorial de Rojas Pinilla. Ese argumento es pueril, ridículo y constituye una falta de respeto al pueblo colombiano que es inteligente”16.

Lleras continuó su gira. Rumbo a Santa Marta se detuvo en Ciénaga, uno de los fuertes emerrelistas de la costa norte. Aquí también hubo sabo-teo por parte de la militancia anapista. El candidato respondió de nuevo tratándolos de hampones. “Se equivocan si creen que el país va a entregar su destino a cuatro matones de mala condición”, aseguró. Acusó a Rojas

14. Véase ibíd., enero 21 de 1966, p. 1.15. Interrogado sobre ese tipo de comportamiento, el señor Tito Melo, uno de los fundadores del anapismo

en el Atlántico, decía: “Era para darle lecciones al sistema que no nos dejaban hacer las manifesta-ciones. Como rebeldía tampoco les dejábamos hacer las suyas”. Entrevista del autor con Tito Melo. Barranquilla, noviembre de 1990.

16. Véase El Espectador, enero 15 de 1966, pp. 1 y 10.

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de haber “despilfarrado los cuantiosos ingresos provenientes de las expor-taciones cafeteras, cuando ese producto básico alcanzó un precio récord de noventa centavos de dólar”. Agregó que el General debía explicar “por qué no realizó con esos fondos el mejoramiento social que viene exigiendo ahora”17. Aunque en su discurso electoral Lleras tuvo en cuenta al liberalis-mo rojista, el destinatario político era, preferentemente, la gente que había acompañado en la región al MRL en los años anteriores. Por eso no ahorró esfuerzos en desacreditar a López Michelsen. Enrostrándole la división del liberalismo, señaló: “El señor López celebra desayunos semanales con el mejor representante de la reacción, el señor Álvaro Gómez, para conspirar contra el partido liberal. Él, que se dice liberal de tiempo completo, anda de socio minoritario en una coalición de reaccionarios contra las grandes ma-yorías nacionales”18. Desde el baluarte emerrelista de Valledupar, le pidió a López que se marginara y no le hiciera más daño a la República ni al libe-ralismo. En Riohacha, Lleras contó con el respaldo del antiguo emerrelista y futuro anapista José Ignacio Vives Echeverría, quien explicó su retiro de aquel movimiento debido “a que los ataques del conservatismo sectario que antes se dirigían a López Michelsen, ahora están concentrados en el doctor Carlos Lleras Restrepo, porque Alfonso López se volvió al lado de aquellas fracciones. Dime contra quién disparan los conservadores sectarios y te diré quién tiene las auténticas banderas liberales”19.

La correría de Lleras por el litoral caribe era sin duda un éxito. Ha de-bido de quedar la sensación en el oficialismo liberal de haberle ganado una partida al emerrelismo. Sin embargo no podía cantar victoria todavía. Por esta región andaba también Rojas Pinilla, que si bien no era candidato, en él se concentraba, mejor que en el resto de personalidades de la oposición, toda la simbología de la protesta contra el Frente Nacional20.

Ambas manifestaciones fueron anunciadas con profusión como si se tratara de un round de boxeo. En El Nacional se anunció la concentración de Rojas de la siguiente manera: “Barranquilla y el país entero van a poder apreciar con sólo cinco días de diferencia el espectáculo de las gentes que siguen a las oligarquías y las que respaldan al Movimiento Popular de ANA-PO”21. En efecto, cinco días después de haber estado Lleras en la ciudad, llegó Rojas. A diferencia de la manifestación liberal que se realizó un sábado,

17. Véase ibíd., enero 17 de 1965, p. 15.18. Ibíd.19. Véase ibíd., enero 18 de 1965, p. 11.20. Curiosamente, el general Rojas había amanecido en Barranquilla en casa del dirigente Moisés Musa

Tarud el día de la manifestación de Lleras. Su estadía en la ciudad se debió a un daño técnico de la lancha que estaba utilizando en su gira por el sur del Magdalena.

21. Véase El Nacional, enero 8 de 1966, p. 5.

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los anapistas la llevarían a cabo un jueves. Desde la noche anterior, campe-ros con altoparlantes recorrieron los barrios pobres de la ciudad informando que Anapo no tenía dinero para contratar buses y pidiéndole al pueblo que marcharan a pie al Paseo de Bolívar. Como Lleras había hecho cargos contra el ex Presidente, los anapistas invitaron a la gente con el gancho de que Ro-jas respondería a las acusaciones del candidato del Frente Nacional.

Relata El Nacional que sólo tres de las 16 emisoras de la ciudad, acep-taron cuñas pagadas. Ninguna quiso transmitir los discursos. Los grandes rotativos locales no registraron la llegada del General y menos aún anun-ciaron la manifestación. A las tres de la tarde del día señalado, empezó a ocurrir algo inaudito. Caravanas de gente a pie, cantando el himno nacional, se dirigían al Paseo de Bolívar. Venían de los barrios más apartados de la urbe. El Ejército montó guardia en los diarios matinales y se alistó en sitios estratégicos. A las cuatro de la tarde la plaza de Bolívar estaba colmada. Rojas entró por la Avenida de los Estudiantes, seguido de una multitud su-perior a la que lo esperaba. Le acompañaba Moisés Tarud, primer jefe rojista del Atlántico. Como era natural, nadie había previsto tal concurrencia. Los altoparlantes no alcanzaron a cubrir todo el espacio. Cuando Rojas apareció, pañuelos blancos se agitaron al grito de “Lleras no, Rojas sí”. Después de las intervenciones de Josefina Valencia de Hubach, Claudio Urruchurtu y Rafael Camerano, le correspondió el turno al General. Como lo habían anunciado los anapistas, Rojas se dedicó a defenderse de las acusaciones que le había hecho el candidato del oficialismo.

Irritó a la dirigencia anapista del Atlántico que la prensa local y nacional callara el acontecimiento. En calidad de “publicidad política pagada” publi-caron en toda una página de El Nacional el siguiente aviso acompañado de una foto inmensa de Rojas:

Derramando millones de pesos en propaganda la reacción trata de llevar al pueblo a las urnas a votar contra el pueblo / Así como los diarios matinales de Barranquilla ayer en forma desconcertante negaron la estruendosa manifesta-ción de antier al general Gustavo Rojas Pinilla, los diarios bogotanos de todo el país esconden o adulteran la verdad de los hechos políticos / La prensa y la radio están oprimidas y actúan bajo amenaza de retirarle avisos y de cerrarlas / No crean sus informaciones mientras se logra regresarle al país su libertad de prensa. La hora de la libertad se aproxima22.

La Nueva Prensa, siempre presta a ilustrar lo que callaba la gran pren-sa, hizo comentarios favorables a la manifestación. Concluyó que “de la

22. Ibíd., enero 22 de 1966, p. 5.

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visita de Rojas a ciudades de la Costa Atlántica y particularmente a Ba-rranquilla, donde siempre ha habido gran mayoría liberal, se saca en claro que las tesis nacionalistas, las tesis sociales, las tesis contra el bipartidismo oficializado se abren cada vez más amplia vía en la conciencia del pueblo colombiano”23.

3. CON GARROTE EN MANO, LLERAS RESTREPO USURPA LAS BANDERAS DEL EMERRELISMO

En el fondo, aunque no lo expresaran en un principio, la manifestación de Barranquilla preocupó a los dirigentes del Frente Nacional. Primero, porque se trataba de una plaza liberal por excelencia. Carlos Lleras creyó haber hecho mucho neutralizando al menos la militancia emerrelista. Pero lo ocu-rrido en Barranquilla mostraba que el peligro no estaba en los seguidores de López Michelsen, sino en los anapistas. Segundo, porque de nada valía el esfuerzo que hacía el candidato oficial por presentar ante los colombianos un discurso sesudo, racional, pragmático y futurista, que en nada cambiaba la esencia del discurso frentenacionalista de sus comienzos. Los pobres de Colombia prestaban mejores oídos al discurso contestatario y panfletario de Rojas y de sus seguidores, que al meticuloso discurso del establecimiento. El nivel de la cultura política, las condiciones en que vivían los colombianos de abajo, la incapacidad de sectores pequeños de la economía de salir de sus crisis económicas, estuvieron a tono con la forma de discursear de los anapistas. De todas maneras, por el volumen de gente que salió a escuchar a ambos personajes, se puede afirmar que la contienda electoral de 1966 se polarizaba entre Lleras y Rojas, como si el último fuera también candidato. Así se pusieron las cosas cuando supo Lleras que el líder anapista vallecau-cano Hernando Olano Cruz seguía insistiendo en la postulación del nombre de Rojas para la Presidencia de la República. “Nuestra política –había decla-rado Olano– tiene como bandera el nombre de Rojas Pinilla y con él iremos al debate presidencial. Nuestro propósito es romper el orden constitucional y crear un sistema que reemplace al Frente Nacional oligárquico. Esa es la te-sis que aceptan de los dirigentes nacionales de la Anapo”24. Posteriormente a la afirmación del ideólogo anapista, desde Villa de Leyva, replicó Lleras: “La lucha está casada. Entre los liberales y conservadores que quieren la paz y la ordenada transformación de las instituciones nacionales y las falanges

23. La Nueva Prensa, No. 141, febrero 12 de 1966, p. 14.24. Declaraciones de Hernando Olano Cruz al radionoticiero Periscopio Mundial, en El Espectador, enero 23

de 1966, p. 14.

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del antiguo dictador que convoca a la violencia y a la muerte”25. Lleras ca-lificó de “un atentado contra la constitución, contra el liberalismo y contra la dignidad de la nación” la posibilidad divulgada por Rojas Pinilla en el sentido de que él podía ser elegido en los próximos comicios26.

Mientras Lleras había recorrido la costa de occidente a oriente, visitan-do los grandes centros urbanos, Rojas lo hizo en sentido contrario, detenién-dose en las pequeñas poblaciones. Utilizando desde el avión y la avioneta, hasta lanchas y canoas, la comitiva rojista visitó la Guajira, el sur del Mag-dalena y los pueblos del oriente del departamento del Atlántico: Ponedera, Puerto Giraldo, Sabanalarga y Campo de la Cruz. En medio de recibimientos que incluían especies de veladas folclóricas, Rojas recibió la adhesión de liberales campesinos que le confiaron en particular la realización de una ver-dadera reforma agraria y en general la revolución colombiana. Finalmente, en cada uno de los pueblos de la costa que visitó, Rojas invitó a votar el 20 de marzo por las listas de la Anapo para liquidar “el maldito gobierno del Frente Nacional que sólo miseria y corrupción administrativa le ha traído al país”27.

El candidato del oficialismo no cambió en nada la estrategia de su cam-paña. Siguió visitando los fuertes emerrelistas, denunciando y enjuiciando “la esencia reaccionaria” de la oposición. Se desplazó por los pueblos del ac-tual departamento de Sucre. De López dijo en Magangué que como no había podido convencer al liberalismo, se aliaba con Rojas y con Álvaro Gómez: “Él no puede comprometer al partido en esa alianza. A lo sumo se puede comprometer él solo, porque las masas que lo siguieron no se dejan engañar más y están regresando a los cauces del partido”. En Sincelejo declaró que López se había convertido en un “modesto oficial de enlace del ex dictador Rojas Pinilla. El hijo del mayor combatiente contra la dictadura rojista re-sulta hablando ahora de cómo nos vuelve a montar a Rojas, de quien es, forzosamente un socio minoritario. Esa es una afrenta contra el partido libe-ral”. En esta misma plaza tildó a los anapistas de “corte de marihuaneros”. “Con esa gente –dijo– se unirá López […] ¿Qué tal el equipito que el doctor López respalda en lugar de volver a los viejos principios liberales? Él ha te-nido y tiene abiertas las puertas del partido, porque nació en el mismo seno del liberalismo, pero él no nos quiere. Se alió primero con los comunistas y ahora con la reacción...”28. Pero Lleras no sólo daba garrote. En medio de

25. Véase “Discurso de Carlos Lleras en Villa de Leyva”, en ibíd., enero 30 de 1966, p. 5.26. Ibíd.27. Véanse las ediciones de El Nacional de finales de enero de 1966.28. Véanse las ediciones de la gran prensa del 18 al 25 de enero de 1966.

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sus planteamientos estaban las propuestas que habían identificado al MRL y demás agrupaciones de la oposición, tales como las del Estado fuerte, “in-corporación a la economía de los sectores marginales y a las clases desam-paradas”, “asistencia técnica y crediticia para los campesinos”, “lucha con-tra la burocracia”, “la economía de la abundancia” como salida al problema de la vida cara, “gobierno de las clases más pobres”, etc. Por eso, mientras Lleras andaba por el noroccidente colombiano proponiendo en otro estilo ideas del MRL, López intervenía en Bogotá ante dirigentes del lauro-alzatis-mo, del anapismo y del mismo establecimiento, y decía: “Tantas banderas nos ha robado el Frente Nacional que muchas veces me he sentido tentado a no sacar más programas para que no nos los roben y desfiguren”29. A su manera lo expresó Lleras en una plaza pública: “Y lo saben los demagogos de la revolución y los reaccionarios. Saben que haré el cambio social y que les voy a quitar las banderas de la demagogia izquierdista”30.

No hizo ningún esfuerzo el candidato oficial por reconocer elementos positivos en las propuestas de la oposición. No se vislumbraba en su discur-so electoral un ápice de comprensión de los otros. Si en la plataforma algún espacio ocupó el derecho a la oposición, en la plaza pública fue implacable. Lleras ni se ruborizaba al decirlo: no quería que triunfara la oposición. En la práctica del proselitismo político, lo que resultaba era la explotación del odio. Le criticaba a Rojas el deseo que había tenido de perpetuarse en el poder, como si cosa distinta estuviera haciendo el Frente Nacional.

La campaña del Frente Nacional tenía otra ventaja considerable. El so-cio mayor de Lleras, Ospina Pérez, que contaba ya 73 años, recorría por aparte el país, visitando precisamente poblados conservadores que no ha-bían sido cubiertos por las giras del candidato oficial, o que no habían sido visitados por Rojas ni por los lauro-alzatistas, o bien preparaba las masas para una próxima visita de Lleras. El anticomunismo de la campaña frente-nacionalista corría por su cuenta y riesgo. En las poblaciones de Antioquia, Ospina advirtió a sus copartidarios que Colombia estaba librando la segunda batalla contra el comunismo al luchar contra la oposición de Rojas, López y Álvaro Gómez.

En el pueblo liberal de Fusagasugá, el candidato del Frente de Transfor-mación Nacional retó al jefe del MRL: “Yo desafío a López a que demuestre que tiene la mayoría del partido liberal, le lanzo un reto político para que ambos afrontemos sus consecuencias. Si López pone más votos que yo en

29. Véase la intervención de Alfonso López Michelsen en el Centro de Estudios Colombianos, en El Espec-tador, enero 21 de 1966, pp. 9 y 12.

30. “Discurso de Carlos Lleras en Duitama”, en ibíd., enero 31 de 1966, p. 10.

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las próximas elecciones, yo retiro mi candidatura, porque no podría ir con una minoría a representar al partido liberal en el Frente Nacional”31. En Chaparral reiteró el reto y peroró: “El que saque la mayoría en las elecciones parlamentarias de marzo se queda con el partido liberal”32.

4. EL ROJISMO LIBERAL TAMBIÉN RECIBE GARROTE DEL CANDIDATO OFICIAL

Al término de su gira por Antioquia, Lleras trazó las pautas que deberían seguir en la campaña sus copartidarios en la provincia colombiana: 1º. Lu-cha contra la abstención en las elecciones para el Congreso y 2º. Una gran ofensiva para conjurar la penetración rojista en las filas liberales. “Denme un buen Congreso y les daré un buen gobierno”, pedía sin cesar el candi-dato liberal. En ninguna otra parte como en las grandes ciudades liberales, Lleras se desmadejaba desvirtuando a Rojas. No tenía en cuenta al con-junto de hombres que acompañaban al General, ni se molestaba en criticar con profundidad los programas del anapismo. Todo el peso de sus ataques recaía sobre la persona del “dictador” y sobre la composición social de su movimiento. Aunque con dolor, Lleras terminó aceptando la realidad del liberalismo rojista, pero pensó que el fenómeno era reversible. “El rojismo es incompatible con el liberalismo –decía en Medellín–. El liberal que se sienta rojista, que se vaya del todo, porque va a tener cerradas para siempre las puertas del partido”33. El Tiempo había advertido con anterioridad el des-plazamiento de las bases liberales hacia la Anapo, pero entonces no era tan severo con los nuevos “lentejos”; por el contrario, un editorialista del perió-dico escribía que las puertas estaban abiertas para su regreso al partido34. Curiosamente, los liberales oficialistas del citado diario argumentaban que liberalismo y rojismo eran corrientes que espiritual, doctrinaria y moralmente se excluían, como si la alianza Lleras-Ospina Pérez fuera asimilable para los liberales que identificaban al ex presidente conservador como su verdugo en los infaustos años de 1946 a 1953. Si en la práctica existía el ospinismo liberal, ¿por qué no podía existir el liberalismo rojista? Calculando así las co-sas, Lleras declaró que Rojas tampoco era conservador, sino “simplemente rojista”.

31. “Reto de Lleras a López Michelsen”, en ibíd., febrero 19 de 1966, p. 7.32. Véase ibíd., febrero 23 de 1966, p. 11.33. “Lleras pide grande esfuerzo electoral”, en ibíd., febrero 8 de 1966, pp. 1 y 10.34. “¿Liberales rojistas? ¡Imposible!”, en El Tiempo, diciembre 13 de 1965, p. 4.

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Siguiendo las directrices de su candidato, el matutino desató una furi-bunda arremetida contra los liberales que veían con buenos ojos la actividad proselitista del general Rojas. “Ni liberales rojistas, ni rojistas liberales”, fue el título de uno de sus últimos editoriales preelectorales35. Todo porque los anapistas consideraron llegado el momento de presentarse masivamente a las elecciones como liberales en los departamentos y localidades donde sus pobladores fueran en su mayoría de esa filiación política, cosa que venían haciendo, pero que sólo ahora, cuando era débil la disidencia liberal emerre-lista, constituía una verdadera amenaza para el oficialismo. Los periódicos del liberalismo llerista tocaron a rebato. En un despliegue de editoriales, no les faltaron argumentos para presentar el gobierno de Rojas como la antítesis del liberalismo. Alianza Popular contraatacó. Tampoco le faltaron argumentos para indicar las bondades del gobierno militar para con las ma-sas liberales.

En el fondo, las partes en disputa no fueron muy convincentes. Eran más complejas las cosas. Acudir a lo malo del gobierno de Rojas para neu-tralizar a los liberales, o a lo bueno que produjo a favor de los liberales para ganárselos, era apenas un elemento de juicio. En cambio, Alberto Lleras Camargo mostraba mejor tino. Aunque se refería a Rojas como “el culebrero de la protesta social”, contribuía con olfato sociológico a la comprensión del fenómeno anapista. Por fuera de la plaza pública y de sus alocuciones proselitistas, el ex presidente comentaba que el respaldo popular a Rojas se debía a la presencia en las grandes ciudades del país de gente que vivía al margen de la vida social, política y económica, sin servicios públicos y “sin la esperanza de que la nación se dé cuenta de sus deberes para con ella”. Apuntaba que este tipo de población no entendía más lenguaje “que el pri-mitivo y grosero de una persona o grupo de personas que están fuera de la ley o bordeando la delincuencia, y mientras más primitivas sean las formas de aproximación, tanto más claras para quienes no se sienten perteneciendo a Colombia, a sus sistemas, a su orden social, a su vida material”36. Lleras Camargo consideró el auge rojista como un fenómeno de tránsito producido por el exceso de población, del crecimiento demográfico vertiginoso, de la violencia, del desarrollo industrial y de la desocupación campesina.

Lo cierto es que los lleristas estaban asustados. Podían silenciar en sus periódicos las manifestaciones de Rojas –como en efecto lo hicieron con re-lativo éxito en las anteriores elecciones–, pero en 1966 no podían seguir con los ojos vendados ante la realidad. Rojas había movilizado a Cali, Medellín,

35. “Ni liberales rojistas, ni rojistas liberales”, editorial de ibíd., marzo 4 de 1966, p. 4.36. Véanse declaraciones de Lleras Camargo, en ibíd., marzo 14 de 1966, p. 11.

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Barranquilla, Bucaramanga y sobre todo Bogotá, amén de las pequeñas lo-calidades a donde no iban sus adversarios, de las ciudades intermedias. Por eso cuando se acercaban las elecciones, los lleristas fueron hablando menos del peligro emerrelista. Ahora los titulares de la gran prensa rezaban: “Paz con Lleras o Violencia con Rojas”.

5. MARÍA EUGENIA TRAS LOS VOTOS BOGOTANOS

En su campaña de Bogotá, Lleras repitió las condenas a la oposición que hiciera en sus giras por el país. El Frente Nacional le puso especial atención a la capital debido al triunfo electoral obtenido aquí por los anapistas en las elecciones de 1964. Por ello en una manifestación realizada en el barrio Quiroga, que reunió a la gente que habitaba los barrios del sur de Bogotá, Rojas ocupó destacado lugar.

Los anapistas no descuidaron un momento la capital, y no lo harán a lo largo de las elecciones del Frente Nacional. En 1970, como se verá, recoge-rán la mejor de las cosechas37. Conscientes del respaldo que tenían en ella, desde temprano organizaron su campaña. La ciudad estaba empapelada con carteles que promovían la candidatura de María Eugenia Rojas al Con-greso. En uno de ellos, una mujer con expresión de felicidad cargaba en sus brazos a su pequeño niño. De fondo un letrero grande decía: “Revivamos a SENDAS”, seguido por avisos que rezaban: “restaurantes populares”, “agui-naldos para pobres”, “salas cunas”, “jardines infantiles”. En otros carteles aparecía la fotografía de María Eugenia rodeada de las siguientes leyendas: “Gracias María Eugenia. Triunfaremos”; “PUEBLO SÍ/votando por María Eu-genia/el 20 de marzo/OLIGARQUÍAS NO/”; “El Pueblo sufre/La Oligarquía brinda/ Vote por María Eugenia el 20 de marzo/”; “María Eugenia/ con el pueblo/ Derrotará la oligarquía/”.

Como su padre, que recorría los poblados perdidos del país, María Eu-genia, sola o con él, se desplazó por los barrios más pobres de Bogotá. También se difundieron afiches relacionados con Rojas. En todos, en el ex-tremo superior aparecía el estribillo de la campaña analista, “ROJAS SÍ”, acompañado de diversos mensajes y de una fotografía suya. El General apa-recía señalando el horizonte o con su atuendo de militar. Los mensajes de los carteles eran los siguientes: “Alegría Liberal con Rojas”; “A la carga con Rojas es el grito en los barrios”; “El pueblo Liberal y Conservador con Rojas Pinilla/Vote por las listas de Alianza Nacional Popular el 20 de marzo”; “El

37. Véase al respecto Ayala, El populismo atrapado... (óp. cit.), pp. 235-256.

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Pueblo trabajador con Rojas”; “A la victoria el 20 de marzo”; “Rojas en los barrios/desbordante entusiasmo popular/triunfal recibimiento le tributaran”; “Rojas Sí!/El pueblo con su caudillo a la victoria”.

Para neutralizar la propaganda del Frente Nacional contra su movimien-to, los anapistas respondieron con carteles que desvirtuaban los progresos de los que se ufanaban los pregoneros de la candidatura de Lleras y con pro-gramas radiales. Todos los días y en cadena con numerosas emisoras de la provincia, los anapistas transmitían un dramatizado del juicio de Rojas ante el Senado38. En los carteles contra el establecimiento, con material fotográ-fico, los publicistas del anapismo mostraban el hambre, la falta de vivienda, el desamparo, la desolación y el frío de los niños y demás necesidades por las que estaban pasando los colombianos pobres.

Al tiempo que la hija del jefe de la Anapo hablaba dos veces al día por una emisora popular, en Alianza Popular comenzó a aparecer una pequeña columna suya. En ella, María Eugenia se manifestó en contra de la absten-ción y declaró “enemigos del pueblo” a los seguidores de dicha política. Se dirigió a la mujer, mas no de la manera totalizadora de los Lleras. Su llamado era para las mujeres de abajo:

Me dirijo a las mujeres campesinas, que vienen a las aldeas, en los días de fiesta, con el último niño al hombro, cargadas como bestias de labor con los productos de la labranza; y a las mujeres de las aldeas, encogidas en una pobreza tímida; y a las mujeres de las ciudades que trabajan y conocen la an-gustia de los salarios escasos. A las madres de hijos descalzos; a las esposas de escasos salarios; a las mujeres de este país que creen en Dios y esperan en su misericordia...39.

María Eugenia legitimaba su llamado en su desempeño como directora de Sendas durante el gobierno de su padre. Hablaba de una “compensación con el pasado” y se lamentaba que ese gobierno no hubiera tenido más tiempo para completar una “obra grande”. Escribió ampliamente sobre las condiciones de vida de los niños colombianos: “No puede pensarse en el futuro de la patria si él se sostiene, como en el caso nacional, en las manos mugrientas del gamín urbano, que tiene la mendicidad y el robo como fuente de una precoz subsistencia; ni cuando avanza en los pies descalzos del niño

38. El aviso de la propaganda rezaba así: “Rojas ante el Senado / Se transmitirá todos los días de / LUNES a VIERNES, de 8 y 30 a 9:00 p.m. / Una producción de Jaime Zubieta, con la dirección de Marco Fidel Varela y Julio Enrique Villate A. / Actuación especial del Grupo Escénico de Radio Modelo / Dirigido por Julio Molina Vergara / Con la actuación de José Dulfo Rojas, Arturo Bazzani, Luis Munévar y Alfonso González / Este Programa se transmitirá en cadena con las / siguientes emisoras: Emisora Ecos del Com-beima en Ibagué/ Emisora La Voz del Río Suárez de Barbosa/ Emisora Norte-Vallecaucana, de Calarcá; Emisora Ondas del Huila en Neiva/ Origina RADIO MODELO - CANAL 125/La Emisora del Pueblo -/”.

39. Véase “Habla María Eugenia”, en Alianza Popular, febrero 12 de 1966, p. 4.

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campesino, ni cuando mira con los ojos tristes de los niños con hambre”40. Por igual, en sus intervenciones de radio y por su columna, María Eugenia se apersonó de los problemas de la baja oficialidad, de los suboficiales, de la Policía y de los maestros. Prometió presentar proyectos de ley que revisaran los salarios y dotaran de vivienda propia a estos sectores de la población colombiana41.

6. LA MÍSTICA RELIGIOSA DEL ANAPISMO Y LA REACCIÓN DE LAS JERARQUÍAS ECLESIÁSTICAS

Como en los tiempos del gobierno militar, no obstante la persecución de la Iglesia hacia Rojas Pinilla, los anapistas no dejaron de presentarse ante los colombianos como modelos de católicos. Si algo los hería, era que dudaran de su fervor religioso. Aunque la Anapo identificaba sus tesis en todos sus documentos programáticos con las promulgadas por la Doctrina Social de la Iglesia, recibía de parte de la jerarquía eclesiástica los embates de una especie de macartismo religioso. La Iglesia no toleraba que de las comiti-vas de Rojas hicieran parte clérigos, como en verdad venía sucediendo. La intensa actividad de Camilo Torres hizo que la institución se concentrara en él, y Rojas pudo descansar de las presiones de la jerarquía eclesiástica. Au-sente Camilo de la vida política civil, cayeron de nuevo sobre los anapistas los dardos religiosos.

A finales de enero de 1966, cuando el ex presidente Mariano Ospina Pérez andaba haciendo política en la población antioqueña de Santa Rosa de Osos, tuvo como compañero de balcón al obispo de esa localidad, Miguel Ángel Builes. El alto prelado dedicó su intervención a lanzar diatribas con-tra la oposición. Proclamó su adhesión a Lleras Restrepo y manifestó que el espíritu satánico se había apoderado de Rojas Pinilla42. Días después, monseñor Builes, en pastoral a los párrocos y fieles de su Diócesis, llamó a votar por el Frente Nacional y acusó a todos los grupos de la oposición de comunizantes. “Los millones de católicos colombianos –decía el documen-to– con su jerarquía religiosa y el Frente Nacional están en el sacrosanto Concilio Ecuménico. Los emerrelistas con su fundador, los anapistas con Rojas, los lauro-alzatistas con su jefe, la Democracia Cristiana comunistoide

40. Ibíd.41. Véase “Habla María Eugenia”, en ibíd., marzo 9 de 1966, p. 4.42. Véase El Tiempo, febrero 1º. de 1966, p. 13 y La República, febrero 1º. de 1966, p. 8.

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con sus corifeos, y el ejército dizque de liberación nacional están con el Congreso Tricontinental Comunista”43.

De todo lo que se había dicho en contra de la Anapo hasta ese momen-to, fue por la declaración de monseñor Builes que el editorialista de Alianza Popular se vio obligado a escribir:

Nosotros, los rojistas, somos realmente el único antemural que resiste la pre-sión del comunismo. Prohibimos el ejercicio de la antipatria en el régimen de las Fuerzas Armadas. Y ha sido constante nuestra afirmación anticomunista. Pero nuestra acción frente al marxismo no puede amparar una situación social y económica como la que padece el pueblo colombiano, ni continuar en el ser-vicio de unas castas explotadoras y viciosas, engolosinadas por las granjerías y ventajas que a la economía da el mandato político. El comunismo no está en el poder ni aspira a él, por lo menos a través de las vías electorales, ya que carece de fuerza decisoria. Citarlo como nuestro aliado es una paradoja sin sentido. Y afirmar que los rojistas representamos la disolución del país y de sus tradicio-nes religiosas y morales, cuando ellas son base de nuestra tarea y oxígeno de nuestros pulmones, es injusticia, tanto más injusta cuanto que viene de quien tiene la obligación de la verdad, la necesidad de la prudencia y el deber de la caridad cristiana44.

La salida de monseñor Builes sirvió para que César Garrido, el otrora dirigente nacional de la Reconquista, encontrara equivalentes las posiciones de élite de la Iglesia con las de los ideólogos del Frente Nacional. Para Ga-rrido no existía ninguna diferencia entre quienes afirmaban que por la Anapo votarían “los atracadores, los marihuaneros, los ladrones, los pordioseros, los hampones, los hombres sin Dios y sin Ley” y una Iglesia como la colom-biana que despreciaba a los pobres. “Exabruptos como los del obispo antio-queño –escribía Garrido– son los que vienen preocupando hondamente a la Iglesia moderna, la de Pío XII, Juan XXIII y Paulo VI, cuyo espíritu evangélico se refleja en el último Concilio Ecuménico. Cristo fue pobre, nació, vivió y murió con evidente simpatía por los pobres”45.

Los anapistas afrontaron la contrapropaganda de una manera sutil. Apa-reció en la portada de Alianza Popular una fotografía que mostraba a María Eugenia y Rojas Pinilla de rodillas orando en la catedral de Chiquinquirá en diciembre último, después de una manifestación política en dicha localidad. La fotografía se reprodujo días después en grandes carteles, cuando los ana-

43. Véase el texto de la pastoral en ibíd., febrero 9 de 1966, p. 3. Terminaba así el documento: “Léase esta circular en todas las iglesias y capillas de nuestra diócesis en los últimos domingos de este mes de febrero y de abril en todas las misas que se celebren y aun en otros días de ambos meses, si se juzga necesario”.

44. Véase editorial de Alianza Popular, febrero 11 de 1966, p. 4.45. Garrido, César, “Trucos del pasado”, en ibíd.

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pistas recibieron respuesta a una solicitud que hiciera al Papa de “Bendición Apostólica”. En el afiche se exhibía al lado derecho un recuadro de Pablo VI con un texto en letra gótica que decía: “BEATÍSIMO PADRE/ANAPO y Gustavo Rojas Pinilla/humildemente postrados a los pies de Vuestra San-tidad, suplican una especial/BENDICIÓN APOSTÓLICA/prenda de Gracias celestiales/”. Al lado izquierdo aparecía la citada fotografía de María Eugenia y su padre en la Catedral de Chiquinquirá, acompañada del siguiente texto: “SU SANTIDAD PABLO VI/ENVIÓ SU BENDICIÓN APOSTÓLICA AL General Gustavo Rojas Pinilla y al Movimiento de Alianza Nacional Popular/”.

Así, en las últimas de la campaña electoral, las circunstancias hicieron que los anapistas le dieran un tono religioso a su prédica. Con el cartel des-crito, continuaron recorriendo el país. Es interesante en este sentido el relato que hizo pocos años después el entonces recién vinculado al movimiento, Roberto Harker Valdivieso:

Nuestro pueblo venera a sus mártires. Por ello en los días de mercado, a la salida de la misa mayor, levantábamos el estrado para exhibir nuestro mártir y semejando luego a los vendedores de específicos empezábamos a ofrecer nues-tra revolución. Las gentes con los ojos bien abiertos, casi fuera de esas órbitas tristes que nos indicaban el hambre campesina, nos miraban y nos aplaudían tímidamente. Venía entonces el reparto religioso de la esfinge erguida de un ex general cubierto con la bandera de la patria y revestido de medallas, charreteras y escudos. Y después, los grandes cartelones, cuidadosamente colocados en sitios estratégicos, en donde aparecía Su Santidad el Papa, enviando su bendi-ción al ex Presidente mártir y a su hija. Todo esto llegaba a lo más íntimo del alma del pueblo campesino y lo aglutinaba en torno a su figura46.

La defensa de los ataques provenientes del alto clero hizo que los ana-listas, sin pensarlo, descubrieran un mecanismo efectivo para llegar a los co-lombianos de los años sesenta, al contrario de lo que El Tiempo afirmaba en un editorial titulado “Escandalosa Explotación Religiosa Hace la ANAPO”47.

El 16 de febrero, los medios comunicaron al país la muerte en combate del padre Camilo Torres. Alianza Popular dedicó dos portadas de sus edi-ciones al cura guerrillero: “Recrudece la violencia. Muerto Camilo Torres en San Vicente de Chucurí”, “Camilo Torres Asesinado por las Oligarquías”. El periódico reprodujo textos y frases del legado de Camilo que compartía, tales como su concepción del pueblo, la violencia oficial, la avaricia de los ricos.

46. Harker Valdivieso, Roberto, La rebelión de las curules. Boceto en negro para el ex-general Rojas Pini-lla. Bogota, Imprenta E. Salazar, 1968, pp. 21-22.

47. El Tiempo, febrero 22 de 1966, p. 4.

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En uno de los editoriales dedicado a su memoria, los ideólogos de la Anapo aprovecharon la oportunidad para deslegitimar el régimen:

El Frente Nacional ha asesinado obreros y campesinos y estudiantes. Tan sólo faltaba que asesinara sacerdotes y Ministros de Dios. ¿En qué quedan la caída de los estudiantes en el gobierno militar y la masacre del circo de toros en que no hubo sino una muerte accidental, ante el crimen que ahora acaba de come-ter el sistema en la persona de un convencido de la revolución, de un apóstol de la caridad, de un personero de la justicia, que cayó porque deseaba un cambio inmediato en los estamentos del Estado y porque defendía el derecho de los pobres a tener trabajo, casa propia, educación? Esta mancha será indeleble48.

Desde los comienzos de la vida política de Camilo, la Anapo, por obvias razones, miró su actividad con recelo y no dudó en referirse a él de manera peyorativa. Para algunos de los columnistas de Alianza Popular, Camilo era un idiota útil que le hacía el juego a la oligarquía del Frente Nacional. Para ellos, Ruiz Novoa primero y Camilo después, no habían hecho otra cosa que contrarrestar el crecimiento anapista. Para otros, Camilo era simplemente una vedette. En una de las páginas editoriales del órgano, un columnista se atrevió a vaticinar en octubre de 1965: “Ruiz y Camilo, como las furtivas golondrinas de Becker, no volverán. Ya cumplieron su función de fuegos de artificio. Ahora van hacia la anécdota. Atrás quedaron colgados de un ropero un uniforme, una sotana y también unos sueños decapitados, unos sueños de unos hombres que tuvieron, como en el viejo tango, su cuarto de hora”49. Menos aún simpatizaron a la dirección anapista las posturas de Camilo To-rres frente a las elecciones. Pero sí aprovechó la oportunidad para capitalizar el espíritu del inmolado sacerdote: “Sobre la tumba del padre Camilo Torres y entre las brumas augurales de su recuerdo ejemplar, las muchachadas, las turbas hambrientas, los tristes, los explotados, tienen que prometer hacer el último esfuerzo el 20 de marzo para acabar con el Frente Nacional, que es un frente de miseria, de ruina, de estafa, de angustia, de desolación, de iniquidad y de muerte”50.

Varios días después de la muerte de Camilo, la alta jerarquía de la Iglesia colombiana se pronunció oficialmente en contra de la abstención. Tratando de evitar el escándalo que produjo la pastoral de monseñor Builes,

48. Véase “Jornada de combatiente”, editorial de Alianza Popular, febrero 19 de 1966, p. 4.49. Véanse “Don Camilo o el idiota útil”, en ibíd., octubre 11 de 1965, p. 7, y “Los fuegos de artificio”, en

ibíd., octubre 25, p. 2.50. Véase “Jornada de combatiente”… (óp. cit.). Ignacio Yepes Yepes, párroco de Carolina, Antioquia, y

reconocido rojaspinillista de la región, ofició misas por el alma de Camilo y pronunció panegíricos a favor de su lucha. Culpó de su asesinato al Frente Nacional y declaró a Camilo inocente y mártir. Véase ampliamente El Siglo, mayo 3 de 1966, p. 8.

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los arzobispos fueron prudentes al convocar a los católicos a participar en las elecciones. Su animadversión hacia el comunismo y hacia los movimien-tos de izquierda radical fue expresa, mientras que su posición frente a los anapistas fue tácita: “... sería más grave aún que la abstención, el depositar el sufragio por personas que profesan doctrinas materialistas y ateas conde-nadas por la Iglesia, tales como el comunismo. Igualmente sería reprobable y, desde el punto de vista democrático inaceptable, el dar el voto por quienes preconizan la violencia o amenazan con destruir el orden social”51.

Los anapistas no se llamaron a engaño. Entendieron que el episcopado colombiano se refería a ellos. Por eso en el editorial de Alianza Popular posterior a la promulgación del documento episcopal se lee: “Nos vemos en la necesidad de aclarar ciertos conceptos cuya vigencia hemos reiterado, de tiempo atrás, con más terquedad que buen éxito”52. El editorialista hizo esfuerzos, como si fuera la última vez, por mostrar la correspondencia que existía entre la actividad política de su movimiento y los postulados de la Doctrina Social de la Iglesia. Por supuesto, no se trataba de un problema religioso.

De este modo, todo estaba listo para las elecciones del 20 de marzo. Se recogerían los frutos de un extenuante trabajo proselitista. La prensa oficial redobló esfuerzos para desacreditar a la oposición, especialmente al sector del general Rojas. Las ciudades grandes fueron empapeladas con carteles que reproducían las fotografías de los hechos sangrientos acaecidos en el gobierno de las Fuerzas Armadas, lo que provocó grescas entre los anapistas y quienes pegaban la contrapropaganda53. Ante las numerosas disidencias que se produjeron a raíz de la confección o ratificación por parte de la cúpula del Frente Nacional de las listas para los cuerpos legislativos, la gran prensa llamó a la unanimidad de los partidos. El extremo del dramatismo quedó consignado así: “Las disidencias, en esta ocasión, son movimientos inadmi-sibles, porque las jornadas que se avecinan tienen un carácter decisorio para la república”54.

Cuando ya no se pudo salir a la plaza pública, el debate político conti-nuó por las cadenas radiales. Así cerraron sus campañas Ospina Pérez, los líderes del oficialismo liberal y Alfonso López Michelsen. Ospina ratificó sus posiciones anticomunistas fundamentándose en los pilares filosóficos del

51. “Abstenerse de votar es falta grave, declara el Episcopado”, en El Espectador, febrero 19 de 1966, pp. 1 y 9.

52. Véase “El documento episcopal”, en Alianza Popular, febrero 21 de 1966, p. 4.53. Uno de los carteles recordaba con gráficas impresionantes la matanza de estudiantes el 8 y 9 de junio

de 1954. Véase El Tiempo, marzo 10 de 1966, p. 7.54. Ibíd., marzo 7 de 1966, p. 4.

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conservatismo colombiano. Al llamar los jóvenes conservadores a no aban-donar el “viejo solar godo” y a no entusiasmarse con la idea de un nuevo partido cristiano, Ospina demostró que el Partido Conservador era preci-samente la versión colombiana de la “democracia social católica” y de la “democracia cristiana” europeas55. Por su parte Carlos Lleras, utilizando el señuelo de la amenaza rojista, llamó a los emerrelistas a regresar al partido oficial: “Estos son los momentos de la unión, dijo, antes de que el rojismo se pueda sentir estimulado por las divisiones liberales […] no pongan en peligro la alternación al reforzar con su actitud disidente las pretensiones de Rojas Pinilla”56.

Alberto Zalamea, líder del MDN y director de la revista La Nueva Pren-sa, invitó a votar por la oposición. Sostuvo que no había puesto para el “abstencionismo consciente”. Señaló que las tres alternativas: la extrema derecha de Álvaro Gómez, la izquierda reformista de Alfonso López y el juicio final de los partidos que inspiraba inconscientemente Rojas Pinilla, aunque podían no satisfacer las aspiraciones del pueblo y los anhelos del nacionalismo, son “el ariete con el cual los colombianos podemos derribar las primeras murallas de la fortaleza enemiga, cipaya y vergonzosa que hoy domina a la República”57.

Álvaro Uribe Rueda, el jefe de la Línea Dura del MRL, anunció públi-camente el 28 de febrero su retiro del debate electoral, no obstante que su nombre había sido postulado para senador por Santander y Caldas. Este paso significó la disolución de la Línea Dura. Había fracasado Uribe en su intento de unificar la oposición alrededor de la agrupación que dirigía. Ago-tado del esfuerzo, declaró:

Si se hubiera dado la imagen de esa nueva formación política, de una organi-zación que constituyera el futuro partido nacional del desarrollo y de la inde-pendencia, como esqueleto integrador y omnímodo del pueblo y la Nación, la gente no comprometida pero descontenta habría tenido el estímulo de saber que existía un acuerdo nuevo que no sería, como el de ahora de los opositores, una coalición para oponerse al nombre de Lleras, sino una unión popular para ejercer el gobierno58.

En el Valle del Cauca, en una convención departamental de la Línea Dura realizada en la segunda semana de marzo de 1966, se logró la unidad

55. “Alocución radial de Mariano Ospina Pérez al cerrar la campaña conservadora”, en ibíd., marzo 15 de 1966, p. 19.

56. “Abriremos un nuevo período en la vida de Colombia. Alocución de Carlos Lleras Restrepo para cerrar la campaña para cuerpos colegiados”, en ibíd., marzo 15 de 1966, p. 21.

57. La Nueva Prensa, No. 141, febrero 12 de 1966, p. 18.58. Ibíd.

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del MRL. El duro Ramiro Andrade encabezó la lista del movimiento para la Cámara de Representantes. También encabezó lista para la Cámara el duro santandereano Ciro Ríos.

A última hora, Darío Echandía involucró a López Michelsen en una polémica doctrinaria en la que sin duda salió mal librado el jefe emerrelista, viéndose este obligado a declarar que el MRL no tenía pactos privados ni públicos con el alvarismo ni con el anapismo. “Tenemos la esperanza de sustituir al ospinismo y al llerismo en el poder que han usurpado”. Agregó luego López: “Nosotros no estamos contra el Frente Nacional como sistema de concordia”59.

El lauro-alzatismo llegó debilitado a las elecciones. Dos de sus principa-les figuras, Jorge Leyva y Rafael Azula Barrera, conformaron el Movimiento Popular Conservador y lanzaron listas por aparte en algunos departamentos. Álvaro Gómez Hurtado negó su alianza con Rojas y con López, y pidió el voto como medida de salvación del Partido Conservador. Álvaro Rivera Concha, dirigente del PSDC, declaró que ese partido requería “un caudal mayor de votos para acabar con la politiquería en el país”. En ese sentido prometió lanzar listas en los departamentos de Huila, Valle, Tolima, Cundinamarca, Meta, los dos Santanderes, Nariño y Antioquia. Por Cundinamarca enca-bezaría Senado Álvaro Rivera Concha y por Antioquia Francisco de Paula Jaramillo60.

Al Partido Comunista, que venía apoyando al MRL desde sus comien-zos, se le complicaron las cosas cuando el jefe máximo emerrelista empezó a buscar entendimientos con Álvaro Gómez y Rojas, pasos que entendió el comunismo como la búsqueda que hacía López de un respaldo amplio para su candidatura. El comunismo estuvo entretenido un buen tiempo con el Frente Unido de Camilo. Luego se reunió en su décimo Congreso que aprobó la combinación de todas las formas de lucha para llegar al poder y la con-formación de un gran movimiento popular, el Frente Democrático de Libera-ción Nacional. Para este último objetivo llamó a trabajar con las pequeñas burguesías de las ciudades, propósito que lo ponía también en la necesidad de entablar conversaciones con los anapistas. Escribía uno de sus ideólogos que cuando había surgido la Anapo:

… sosteníamos tesis según las cuales este movimiento se componía de ele-mentos desclasados. Lo cierto es que esa posición se ha modificado. En su seno existen sectores populares e inclusive gentes del MRL se han pasado a este movimiento. Por otro lado sectores anapistas realizan acciones conjuntas

59. El Tiempo, marzo 17 de 1966, p. 6.60. Véase ibíd., y marzo 2 de 1966, p. 21.

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con el partido y el MRL en muchas regiones del país. Hay que señalar una tarea muy clara: entenderse por la base con elementos de Anapo, pues están levantando consignas antioligárquicas, antiimperialistas y antifeudales, para ser consecuentes con nuestra política de formación del frente democrático de libe-ración nacional61.

En realidad, hubo intentos de alianzas entre el PCC y las bases de la Anapo. En Viotá, por ejemplo, durante un mitin que contó con la asistencia de representantes anapistas y emerrelistas, Gilberto Vieira recalcó “la nece-sidad de alianzas de clase con los sectores populares del MRL y la Anapo con vistas a la integración de los Concejos en una serie de municipios”62. Finalmente, aunque los comunistas eran conscientes del abandono que ha-bía hecho López de consignas revolucionarias como la lucha por la reforma agraria, la nacionalización del petróleo, el apoyo a la Revolución Cubana, entre otras, declararon que apoyarían las listas del MRL que incluyeran en sus plataformas locales el levantamiento del estado de sitio, la liquidación del Frente Nacional como base para la formación de un gobierno de amplia coalición democrática y el retiro de las tropas de las regiones campesinas agredidas63.

La Anapo fue sola a las elecciones. Esta vez Rojas no se vio obligado a romper en las narices de los portadores las órdenes de los gobiernos locales que le prohibían hablar en público; tampoco tuvo necesidad de esconder-se para evitar ser encarcelado. Prevenidos, dispuestos a hacerse escuchar, resueltos a la revancha, los militantes de la Anapo sabotearon cuanta ma-nifestación oficial pudieron, al punto que los líderes de las agrupaciones del bipartidismo oficial se vieron en la obligación de pedir protección para con-tinuar sus giras políticas64. María Eugenia se consolidó durante la campaña electoral de 1966 como líder nacional. Así se lo reconocieron sus coparti-darios: encabezó la lista de Anapo conservadora para Senado por Cundina-marca; para Concejo por Bogotá, Cali, Barranquilla, Guasca, Fusagasugá y Zipaquirá, y para Asamblea por el Quindío, Huila y Atlántico.

61. Hurtado, Hernando, “Sobre política de alianzas”, en Documentos Políticos, No. 57, febrero de 1966, p. 39.

62. Voz Proletaria, febrero 24 de 1966, p. 3.63. “Declaración del PCC de enero 31 de 1966”, en ibíd., febrero 3 de 1966, p. 1. 64. Fue el caso particular del Movimiento de Revitalización Liberal que dirigía Carlos Holmes Trujillo y, en

general, del Directorio Liberal del Valle. Véase El Tiempo, marzo 4 de 1966, p. 8.

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7. LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS DE 1966: LA ANAPO INVENCIBLE65

El domingo 20 de marzo de 1966 se llevaron a cabo las elecciones legisla-tivas. A tal punto favorecieron los resultados a la Anapo, que se convirtió en el movimiento de oposición más importante del país. Su ala conservadora se incrementó del 26,8% al 32,5%. Aumentó el porcentaje de la votación de su ala liberal: del 1,4% en 1964 pasó a 6,2% en 1966. El porcentaje general del anapismo subió de 13,6% a 17,8% de la votación total. La Anapo conservadora eligió 18 senadores y 33 representantes. El número de diputados a las Asambleas por esta ala se incrementó de 42 en 1964, a 62 en 1966. El liberalismo anapista no logró elegir senadores, pero logró cuatro representantes. De siete diputados liberales elegidos en 1964 se pasó a diez en 1966. Los 2.939.222 votos depositados para la Cámara de Represen-tantes significaron el 44% del potencial de sufragantes66. En comparación con las últimas elecciones, la abstención disminuyó. El liberalismo oficialista obtuvo 1.120.824 votos, mientras que las listas de los representantes del conservatismo frentenacionalista lograron 474.397. En otras palabras, el liberalismo oficial era significativamente mayoritario en el Frente Nacional.

Del volumen total de votos, el 17,8% pertenecían a la Anapo, superando los porcentajes electorales del MRL (12,6%), del lauro-alzatismo (11,8%), e incluso el de otros grupos liberales y conservadores que se presentaron como independientes. La suma de votos del anapismo, del emerrelismo, del lauro-alzatismo y del leyvismo representó el 42,4% de votos en contra de las listas del Frente Nacional. En la Cámara de Representantes, de un total de 190 parlamentarios, la Alianza Nacional Popular eligió 33, el movimiento liderado por Álvaro Gómez Hurtado 24 y los seguidores de Alfonso López Michelsen 21.

El anapismo presentó listas conservadoras y liberales en 12 de los 20 departamentos: Antioquia, Boyacá, Cundinamarca, Huila, Norte de Santan-der, Santander, Tolima, Atlántico, Bolívar, Caldas, Meta, y Valle. Con excep-ción de los cinco últimos, en los demás el anapismo ya había presentado listas bipartidistas en 1964. Sin embargo, a nivel departamental no fue fácil para la Alianza Nacional Popular superar las listas del Frente Nacional en conjunto. En Cundinamarca logró su cifra más alta como movimiento bipar-tidista: 133.756, es decir el 25,3% del total general departamental, pero

65. Aquí destacamos elementos clave de los avances electorales de la Anapo en esta contienda electoral, pero un análisis exhaustivo de los resultados electorales puede verse en Ayala, Nacionalismo y populis-mo… (óp. cit.).

66. Organización y estadísticas electorales. Bogotá, Sección de Publicaciones de Registraduría Nacional del Estado Civil, 1967. Un informe en detalle puede verse en Ayala, Nacionalismo y populismo… (óp. cit.), pp. 193 y ss.

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fue en Boyacá donde el movimiento tuvo resultados más importantes en comparación con todas las listas que se presentaron al debate. Allí los votos anapistas representaron el 34,2% del total departamental. En Antioquia la suma de los votos liberales y conservadores por la Anapo significó el 18% del volumen electoral departamental; en Atlántico el 12,4%; en Bolívar el 7,8%; en Caldas el 15,6%; en Huila el 14,6%; en Meta el 25%; en Norte de Santander el 22,2%; en Santander el 18,3%; en Tolima el 16,9%, y en el Valle el bipartidismo anapista representó el 21,9%.

7.1 La Anapo: sepulturera del voto conservador

El anapismo, sin abrogarse directamente una pertenencia al conservatismo, socavaba sus bases. A lo mejor esto significaba un anhelo de modernización de los conservadores de provincia. El conservatismo anapista se consolidó a nivel nacional. Si en el primer debate electoral en que participó, el anapismo encontró respaldo conservador en 11 de los 19 departamentos del país, en 1964, sobre el mismo total, el número aumentó a 17, y en 1966 no hubo una circunscripción electoral en donde sus listas conservadoras no encontra-ran adherentes. La Anapo se convirtió en la primera fuerza conservadora de Cundinamarca, Valle, Boyacá, Santander, Tolima, Meta y Caquetá. En esta ocasión, el ala conservadora se enfrentó a los lauro-alzatistas y unionistas en todo el país; a leyvistas en Boyacá, Cundinamarca y Tolima, y a la De-mocracia Cristiana en Cundinamarca. Aquí, los votos sufragados a favor del anapismo en las elecciones de 1964 no pudieron superar al conservatismo unido en todo el departamento. Los avances electorales de entonces tuvie-ron lugar en Bogotá, en particular por la actividad política de María Eugenia Rojas de Moreno. En cambio, en 1966 la votación por la Anapo ocupó el primer lugar tanto en la capital como en el departamento: 85.742 votos, es decir, el 45,4% del total conservador.

En los departamentos de Boyacá y Valle del Cauca también el anapismo fue la primera fuerza electoral conservadora en 1966. En el segundo, las listas de Elías Salazar García y Floro Cardozo alcanzaron 61.625 votos67, cifra que le significó al movimiento anapista del Valle el 49% del total de sufragantes conservadores del departamento. En la capital, el movimiento se robusteció al obtener el 52,1% del total conservador de la ciudad. La Anapo ganó en total en 26 municipios del Valle.

67. La lista encabezada por Salazar García reunió 60.693 votos.

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En Boyacá, Gloria Álvarez Ayala concentró a favor de la Anapo más de la mitad del volumen total conservador. Los 51.283 votos que logró sobrepasaron sin dificultad los del unionismo, del lauro-alzatismo y de los leyvistas. De un total de 131 pueblos boyacenses, la lista de Álvarez Ayala ganó en 66 a sus contrincantes conservadores. En Tunja, la Anapo ocupó el primer lugar entre las fuerzas conservadoras como lo venía haciendo desde 1962. Sus votos en esta ciudad, en 1966, representaron el 69,2% del total conservador capitalino.

El anapismo conservador se presentó al debate electoral de 1966 en todos los departamentos. Fue la primera fuerza electoral conservadora en el 35% de ellos. Además de Bogotá, sus listas triunfaron en nueve capitales. Pasó a representar las mayorías conservadoras de las principales ciudades del oriente colombiano: Cúcuta, Bucaramanga y Tunja; del suroriente: Nei-va, Ibagué, Florencia y Villavicencio; del occidente y centro del país: Cali y Bogotá. En la costa norte, el anapismo logró avances significativos sin nutrirse del electorado laureanista. Ganó en una capital, Montería, debutó en Cartagena y Riohacha, y avanzó considerablemente en Sincelejo y Valle-dupar, dos grandes centros urbanos del norte colombiano. Esto significa que se convertía en un movimiento urbano, lo cual tendrá un desenlace en las elecciones presidenciales de 1970.

El voto conservador anapista provino de las bases laureanistas y alza-tistas. El electorado ospinista, salvo eventuales cooptaciones del movimien-to rojista en algunas municipalidades, mantuvo sus efectivos. Aunque La República en su editorial siguiente a las elecciones manifestó que los votos recogidos por Rojas no eran “índices de nada” para el conservatismo, ya que sólo “en mínima parte” le pertenecían, lo cierto es que los avances de la Anapo tenían una procedencia conservadora. Sus masas, en particular las que venían enfrentándose entre sí desde 1958 –alzatistas y laureanis-tas– conformaron con el pasar de cinco elecciones entre ese año y 1966 la base electoral mayoritaria del anapismo conservador. Pese a los intentos que hizo la Casa Gómez por unir los imaginarios de Laureano Gómez y de Gilberto Alzate Avendaño en una síntesis personificada por Álvaro Gómez, este poco se asemejaba a los dos caudillos.

7.2 La Anapo usurpa el voto liberal

La Anapo recibió el apoyo de 100.898 liberales en 1966. En las anteriores elecciones, el anapismo había contado con el respaldo de 16.495. Del 1,4% en 1964, pasó a representar el 6,2% del total de la votación en 1966. En cambio, el MRL pasó de 381.847 de sus dos líneas, en 1964, a 369.956

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votos en 1966. Esta vez los seguidores liberales del general Rojas volvieron a presentar listas en Antioquia, Boyacá, Cundinamarca, Huila, Norte de San-tander, Santander y Tolima. Por primera vez se decidieron a probar suerte en Atlántico, Bolívar, Caldas, Meta y Valle. Los resultados no fueron malos: cuatro representantes liberales, tres más que en 1964. Los “liberales rojis-tas”, como se les denominaba, compitieron por el electorado liberal con el oficialismo, con el Movimiento Revolucionario Liberal y, en algunas regiones, se enfrentaron a sectores liberales independientes.

No obstante la campaña de deslegitimación hacia el “liberalismo rojis-ta” emprendida por los grandes voceros del oficialismo liberal, el anapismo no descansó en su propósito de engrosar y consolidar su ala liberal. Con excepción de los Santanderes, en Boyacá, Antioquia, Huila, Cundinamarca y Tolima, los votos y la representación porcentual del anapismo liberal aumen-taron. La agrupación obtuvo el 76,5% de sus votos liberales en Antioquia, Cundinamarca y Atlántico. En este último ocupó el segundo lugar como fuer-za política, por lo que superó al MRL. Igual fenómeno ocurrió en Cundina-marca, donde los avances electorales fueron muy significativos. El anapismo pasó de representar el 0,45% al 14,1% del liberalismo cundinamarqués. En el Atlántico representó en 1964 el 3,5% del total liberal regional y en 1966 el 10,3%. Estos triunfos cobran mayor significado, si se tiene en cuenta que desde las elecciones de 1958 Cundinamarca y Atlántico eran departamen-tos de mayorías liberales. En Antioquia, departamento conservador electo-ralmente, en los dos debates anteriores, el anapismo liberal pasó de 4.360 votos en 1964 a favor de Alfredo Tobón W. a 18.907 en 1966, cooptados por las listas de Arturo Villegas y Julio C. Obando.

En Cundinamarca la Anapo obtuvo su mayor votación liberal. Dos años atrás, la lista del anapismo liberal que encabezó el historiador Milton Puen-tes no había corrido con suerte; ahora en 1966 la lista de Fernando Pardo Quintana recibió votos en 72 municipios. Aunque es necesario tener en cuenta que la intensa agitación política movilizó un número mayor de elec-tores68, el comportamiento de la oposición liberal al Frente Nacional desde 1960 terminó creciendo a favor de la Anapo, en detrimento de corrientes liberales como el MRL. En 1966, emerrelistas, anapistas y liberales frente-nacionalistas aumentaron sus resultados en Cundinamarca. Sin embargo el MRL, a pesar de su crecimiento, con relación a 1964, se encuentra lejos de la cifra que alcanzara en 1962 e incluso de la de 1960. En 1966 el anapista Fernando Pardo superó la votación del MRL, del antiguo emerrelista Guiller-

68. La votación en el departamento aumentó para todas las agrupaciones liberales. De 160.372 sufragan-tes liberales en 1964, se pasó a 338.878 en 1966.

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mo Hernández Rodríguez, que se presentó como liberal independiente, lo mismo que otras listas liberales, claro, por debajo de los votos del frentena-cionalismo liberal. El anapismo avanzó en los municipios cundinamarque-ses de gran población: Girardot, Soacha, Fusagasugá, Madrid, Facatativá, Zipaquirá, Funza y Chía. Allí los emerrelistas y anapistas aumentaron sus votos, pero en Madrid, Facatativá y Funza la Anapo superó al MRL y ocupó el segundo lugar por debajo de los resultados del oficialismo69.

De otra parte, en Bogotá, donde obtuvo el 92% de sus votos, el anapis-mo superó sin dificultad al MRL y a otras listas del partido, convirtiéndose así en la segunda fuerza liberal de la ciudad. El aumento del total liberal en la capital fue asombroso para la oposición y para el frentenacionalismo.

El segundo departamento de significativa votación liberal por el ana-pismo fue Antioquia. Allí las listas de Arturo Villegas y Julio C. Obando se enfrentaron al emerrelismo y al Frente Nacional, logrando 18.907 votos ante 51.079 del MRL y 182.581 del Frente Nacional. La participación electoral de la Anapo estimuló el aumento de la votación liberal antioqueña en la opo-sición y en el oficialismo. Pero no fue con el MRL, que mantiene en 1966 los votos de sus dos corrientes de 1964, sino con el anapismo liberal en donde se expresaron liberales desengañados con el régimen. Los resultados departamentales muestran la polarización del electorado antioqueño entre Anapo y Frente Nacional. En Medellín, por ejemplo, la Anapo y el liberalismo oficialista ocuparon el segundo y el primer lugar, respectivamente, al tiempo que el emerrelismo aumentó sus resultados con base en la suma de los votos por sus dos líneas en 1964.

Finalmente, de todos los departamentos con tradición liberal, fue en el Valle donde los esfuerzos del ala liberal de Anapo, por ganarse el favor del liberalismo popular, no fueron fructíferos: solamente 216 votos, provenien-tes de Cali, Buenaventura y Caicedonia. Aunque no es posible distinguir con claridad el origen real de esta cifra, es importante resaltar que Buenaventu-ra, donde fue mayor la votación por Anapo, era desde 1960 una población con marcada tendencia a manifestarse electoralmente en contra del Frente Nacional.

Con el avance del anapismo en 1966 en fortines del liberalismo eme-rrelista y oficialista, se consolida el electorado del ala liberal del movimien-to. En un futuro cercano podrá representar la oposición liberal al Frente de Transformación Nacional (FTN).

69. Véase en detalle ibíd.

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César Augusto Ayala Diago

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10 Las elecciones presidenciales de 1966

1. LAS ELECCIONES O EL SENTIDO DE LA POLÍTICA (IV)

1.1 El abanico de las precandidaturas alternativas

El amplio respaldo que recibieron las listas frentenacionalistas en las elec-ciones legislativas del 20 de marzo desmotivó a emerrelistas y lauro-alzatis-tas para presentar un candidato de unión a la Presidencia de la República. Que el vencedor fuera Rojas desmontaba definitivamente el embeleco de la candidatura de la oposición. Se esperaba, entonces, que la comunidad anapista promoviera la figura de su líder como contracandidato; hacia allá había evolucionado la confrontación partidaria en el país. Sin embargo, los ideólogos del anapismo dieron muestra una vez más de su disposición in-quebrantable de someterse a las reglas de juego establecidas. Rojas declaró que el candidato sería un liberal que no representara un peligro para nadie y que cumpliera con la realización plena de los “programas que nos hemos trazado para reconquistar el poder real para el pueblo”1.

Comenzó entonces el anapismo una azarosa y contradictoria búsque-da de nombres liberales. La cúpula anapista daba la impresión de poner en subasta pública la confianza electoral depositada en el movimiento, y vislumbró la posibilidad de acudir a los liberales Alfonso López Michelsen y Alberto Ruiz Novoa. Sorteó los nombres de Fernando Mazuera, Carlos Aran-

1. “Conversación de Rojas Pinilla con la redacción del periódico El Nacional”, en El Nacional, marzo 22 de 1966, p. 1.

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go Vélez y Juan José Turbay2. En un segundo orden sonaron Darío López Ochoa, Indalecio Liévano Aguirre, Abelardo Forero Benavides, Carlos Sanz de Santamaría, el ex canciller José Joaquín Caicedo Castilla, el gerente de la Flota Mercante Grancolombiana Álvaro Díaz y el militar Alfredo Duarte Blum, personalidades que, por supuesto, no estaban interesadas en apare-cer como candidatos de lo que aún se consideraba “el rojismo”.

Seguidamente, la junta de parlamentarios de Alianza Nacional Popular declaró que se acogía al deseo del jefe de la agrupación de escoger el can-didato de las filas del Movimiento Revolucionario Liberal. En ese orden de ideas, la junta solicitó al MRL una lista de nombres de esa agrupación con el objeto de someterla a la discusión de la dirección de la Anapo. La Junta Asesora del MRL reunida el 29 de marzo deliberó y escogió el nombre de López. Después de largas discusiones se decidió votar. De los miembros de la junta, 21 estuvieron a favor y 15 en contra. López declinó de plano su candidatura.

Los dirigentes Hernando Olano Cruz y Jaime Piedrahíta Cardona se en-trevistaron con Álvaro Gómez para decidir también sobre el problema de la candidatura. El jefe del lauro-alzatismo no coincidió con su copartidario Humberto Silva Valdivieso, para quien el candidato ideal sería el general Ruiz Novoa3. Gómez, por el contrario, opinó que lanzar un candidato de oposición a Lleras Restrepo “sería engañar a la opinión pública”, y siguiendo los pasos del MRL llamó a la abstención. La opinión del comunismo colom-biano fue del mismo tenor. En reunión de su Comité Ejecutivo del primero de abril, los líderes de esa comunidad política decidieron no concurrir a las urnas4. En últimas, ¡vaya paradoja!, emerrelistas, comunistas y demás, que tanto le criticaron a Camilo Torres su llamado a la abstención, resultaron promoviéndola, sólo que de manera coyuntural, inconsecuente y desconsi-derada con sus seguidores.

No había remedio: el candidato saldría de la Anapo. El nombre de Ma-ría Eugenia empezó a sonar. Su identificación con el conservatismo ponía en

2. El ex ministro de Minas declaró que de no ser el candidato López Michelsen, el MRL debería marginarse del debate electoral. Véase ampliamente El Tiempo, marzo 30 de 1966, p. 31.

3. Humberto Silva Valdivieso acometió sin éxito la tarea de convencer a los grupos de oposición de la necesidad de lanzar un candidato para no defraudar al pueblo. Más tarde, El Espectador difundió una información del radioperiódico Avance donde se afirmaba que Silva, junto con Armando Zabaraín y Au-relio Caicedo Ayerbe, habían adherido a la candidatura de Jaramillo Giraldo. Según el citado noticiero, estos personajes acusaron a Gómez Hurtado de no poseer personalidad suficiente para orientar el movi-miento, de obrar sin decisión en la campaña electoral pasada, y de acobardarse frente a la candidatura de la oposición. Véase El Espectador, abril 21 de 1966, p. 1.

4. Cuando se conoció el nombre de Jaramillo Giraldo como candidato de la Anapo, el comunismo declaró que “no representaba realmente las fuerzas democráticas del país”. Véase El Tiempo, abril 2 de 1966, p. 31.

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peligro la vocación del anapismo por respetar los procedimientos. El mismo Rojas Pinilla se encargó de conjurar las diferentes opiniones en torno a los candidatos y señaló un nombre liberal sacado de sus propias filas.

1.2 El testaferro de Rojas5

El 2 de abril se supo de la candidatura del rojista liberal José Jaramillo Gi-raldo. Aunque Jaramillo hacía parte de la plana mayor del anapismo, era un personaje opacado nacionalmente. Refugiado en su profesión de abogado después de haberse opuesto al plebiscito de 1957, su vida política perte-necía más al pasado del país que al momento histórico que se vivía. Pero precisamente en el aquel tiempo estaba demostrada su filiación a los princi-pios liberales. Los colombianos lo recordaban por haber sido presidente del Senado en la administración de Ospina Pérez y por haber pronunciado, en su posesión, un discurso de más de cinco horas.

Desde la época del gobierno de las Fuerzas Armadas, cuando participó en la Asamblea Nacional Constituyente, Jaramillo Giraldo era un personaje cercano a la Casa Rojas. Había nacido en Manizales en 1915, sus estudios secundarios y universitarios los realizó en la Universidad del Cauca. Se reci-bió de abogado en 1936 con la tesis “Las nacionalidades y el derecho a su auto-determinación”. En una entrevista a El Siglo dijo entre otras cosas, las siguientes: “... organicé la lucha de los obreros y clase media en Popayán y otras ciudades del país, librando la batalla que también resultó victoriosa, por la rebaja de los impuestos y el aumento de los salarios, como en la fá-brica de calzado ‘El Tigre’ de Cali […] Mis luchas en el Quindío se libraron bajo el mismo signo: también culminaron con el éxito y con mi absoluta pobreza”6. En la víspera de la realización del plebiscito, cuando la Iglesia declaró que incurriría en pecado quien no votara y que excomulgaría a quien no lo hiciera, Jaramillo Giraldo, con la exageración que distinguía todos sus actos, puso a circular por el país 100.000 hojas volantes que recogían el texto de un artículo suyo publicado por Diario de Colombia en donde se oponía al plebiscito7. Además de las críticas técnicas al procedimiento, Jaramillo desenmascaró las inconsistencias y la esencia de la salomónica fórmula. Censuró el fortalecimiento del bipartidismo: “... para saber exacta-mente hasta dónde debe pregonarse que en Colombia no hay otros partidos,

5. Con este título editorializó El Tiempo en edición de abril 2 de 1966, p. 4. La República tituló el suyo “El fin de una aventura”, abril 2 de 1966, p. 4.

6. Véase El Siglo, abril 12 de 1966, p 12. Este periódico ilustró de manera más amplia que el resto de los rotativos del país la campaña del candidato de la Anapo.

7. Diario de Colombia, 30 de noviembre de 1957 y Anales del Congreso, diciembre 16 de 1968.

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menester es efectuar unas elecciones libres y puras, en las que el pueblo –único cuya voluntad puede crear partidos o agrupaciones políticas– se ex-prese sobre el particular”8. Jaramillo entendía que la esencia del Frente Nacional era cerrarles el paso a nuevos partidos políticos. De esta manera coincidía con los líderes de la Reconquista conservadora y pronosticaba un futuro negro para los colombianos:

Le esperan horas muy amargas al pueblo colombiano. Vendrá la devaluación en cadena para robarle sus ahorros. El proceso económico de la concentración y centralización del capital, que en otros países se ha producido en el curso de varias decenas de años, se cumplirá aquí en unos pocos, con toda clase de artilugios y añagazas, a los acordes del Himno Nacional. Habrá que esperar otra generación para que se cumplan programas tan necesarios como la educación gratuita en todos los niveles, el seguro de desempleo y de cosechas, la ciuda-danía a los 18 años, la participación efectiva y real de la mujer en todas las posiciones altas de la empresa pública y privada9.

Jaramillo señalaba que en el paquete “tramposo” del plebiscito no se aludía:

… al problema de la economía nacional, ni de los precios; tampoco se decía una palabra acerca de la intensificación y abaratamiento de la educación, de la dotación de vivienda barata, de la higienización de los campos y de los barrios pobres, de la democratización del crédito, de la reforma bancaria, de la defensa de la familia y el niño, de la defensa del consumidor, y de una política agraria encaminada a hacer propietarios al mayor número posible de campesinos10.

En la hoja volante, los colombianos pudieron leer lo que sería en un futuro no muy lejano su programa de gobierno nueve años después: la rea-lización de “una auténtica revolución democrática y cristiana, nacionalista y popular, que liberte a Colombia de las garras del imperialismo yanqui y de las supervivencias feudales”11.

8. El documento fue reproducido en ibíd., diciembre 16 de 1968, p. 1516.9. Ibíd.10. Véase Diario de Colombia, noviembre 30 de 1957 y El Siglo, abril 12 de 1966, p. 12.11. Anales del Congreso, diciembre 16 de 1968, p. 1516.

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Figura 28. José Jaramillo Giraldo,en La Nueva Prensa, abril 22 de 1966.

A José Jaramillo Giraldo le correspondió hacer el balance de los gobier-nos de la llamada República Liberal, al posesionar en su calidad de presi-dente del Senado a Ospina Pérez en 1946. Allí demostró sus capacidades de hombre de Estado estrechamente vinculado a la política liberal y al esta-blecimiento colombiano en general. Nada tenían entonces que enrostrarle. No fue casual, por ello, que Rojas dijera de él en su presentación como candidato: “Es un liberal de limpios antecedentes, en quien ni el partido conservador ni el partido liberal pueden encontrar una amenaza […] Que se desencadene ahora toda la prensa, en la seguridad de no encontrar man-cha alguna que sacarle a nuestro candidato”12. Aunque Jaramillo poseía el talento del demagogo clásico –buen orador y seductor de masas–, era un hombre ponderado13. En el “discurso de marras”, planteó que la preocupa-

12. Véase “José Jaramillo Giraldo, el candidato de ANAPO”, en La República, abril 2 de 1966, p. 3.13. Samuel Moreno Díaz lo recuerda de la siguiente manera: “Yo creo que no ha habido un orador de su

talla. Era un hombre que hablaba con más profundidad inclusive que Gaitán. Lo que pasa es que Gaitán movía más la sensibilidad de las masas. José era un hombre que llegaba al estudiante, al obrero, al campesino, al universitario, al profesional, al que había tenido especialización en su rama, al economis-ta, al historiador. Era un hombre multifacético... Sus discursos eran verdaderas piezas oratorias dentro de una formidable construcción literaria y humanística. Era un hombre que se apoderaba de las masas

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ción por el hombre campesino y por el desarrollo del campo colombiano no pertenecía con exclusividad al patrimonio político del conservatismo. Señaló los logros de la República Liberal en las políticas rurales y reconoció los méritos del conservatismo en ese campo. No era, pues, un industrialista a ultranza. Había coincidido con Antonio García en las aulas universitarias de Popayán, y ambos se identificaron con los problemas y las angustias de los indígenas del país14.

Jaramillo era un hombre que condensaba pareceres, y por eso servía de centro de confluencias. A la vez que saludaba el progreso, advertía y padecía sus consecuencias de no aplicarse políticas de asistencia social a favor de los sectores intermedios y populares. Su discurso de agosto de 1946 habría podido pronunciarlo veinte años después, en el momento de la campaña, como si el tiempo no hubiera pasado. No le faltó objetividad a Jaramillo para denunciar las tendencias económicas al término de la República Liberal: “La carestía de la vida, por ausencia de una adecuada política monetaria, ha alcanzado proporciones impresionantes. La gente pobre vive peor que antes, porque sus sueldos y salarios no han subido en armonía con el alza del costo de la vida”15. Daba a entender que el gobierno que se instauraría en cabeza de Ospina Pérez podría realizar una buena administración, que incluso corregiría los errores e insuficiencias de los anteriores mandatos, en particular los relacionados con el Estado, que, por otra parte, ocupa un destacado lugar en el discurso de Jaramillo. Durante su permanencia en el Congreso en la década de 1940 estuvo en contra de la conversión del Estado en agente de los grandes intereses. Al contrario, abogó por uno que favoreciera a los menos influyentes, que protegiera los pequeños intereses. Inculpó al mismo establecimiento de arrojar al campesino al “torbellino de

en una forma tal que éstas admitían que fuera el único orador que les hablara durante dos horas”. Entrevista del autor con Samuel Moreno Díaz. Bogotá, octubre 28 de 1993.

14. Precisamente su tesis de grado, elaborada cuando aún era un adolescente, se encaminó a defender el derecho de los indígenas colombianos a su autodeterminación. Estaba escrita en el lenguaje de Antonio García y en el espíritu indigenista de la región andina del continente, con recursos teóricos del leninismo. Jaramillo la culminó así: “La lucha de las nacionalidades indígenas en nuestro país, ayudada por la solidaridad de las masas trabajadoras de la nacionalidad opresora y sus organizaciones, tiene que cul-minar con la reconquista de los derechos de los pueblos oprimidos, con el goce de sus propios derechos nacionales, con la organización de sus propios gobiernos... Las nacionalidades indígenas se regirán a sí mismas, crearán sus propios órganos de poder, libre y voluntariamente podrán unirse a las naciones entre sí y a otros pueblos que, bajo el signo de una completa igualdad internacional, les reconozcan y respeten sus propios derechos de naciones”. Véase “Las Nacionalidades y el Derecho a su Auto-deter-minación. Una contribución al ascenso de la teoría revolucionaria en Colombia”. Tesis presentada para optar al título de doctor en Derecho y Ciencias Políticas. Popayán, Universidad del Cauca, mayo de 1936. Biblioteca de la Facultad de Derecho.

15. Véase Transmisión del mando. Discurso del presidente del Congreso, doctor José Jaramillo Giraldo, agosto 7 de 1946. Bogotá, Imprenta Nacional, [s.f.], p. 53.

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la vida industrial urbana, para cuyo ambiente no ha sido preparado, sin que luego se preocupe por reeducarlo u orientarlo”16.

Aunque Jaramillo no se alistó en el gaitanismo, sino que fue uno de los jefes de la campaña de Gabriel Turbay, coincidió con los gaitanistas que se acercaron al gobierno de las Fuerzas Armadas. Caído Rojas, las circuns-tancias lo obligaron a refugiarse en su profesión, casi hasta el momento de la candidatura, que aceptó sin titubeos. Comenzó su campaña seguro de sí mismo y del respaldo popular: “Ahora mismo entro en contacto con el pueblo conservador y liberal”, murmuró pleno de optimismo la noche de su nominación17. Se entrevistó con nacionalistas, emerrelistas, con gente de las vertientes de la oposición e independientes en general. Adelantó conver-saciones con políticos, intelectuales, líderes obreros de la provincia colom-biana y con hombres de empresa.

En la mañana del 6 de abril, Jaramillo inscribió su candidatura. Desde los balcones de la alcaldía se dirigió a sus seguidores. Se organizó luego una marcha que recorrió la carrera séptima de sur a norte. A la altura de la calle 14, los manifestantes fueron agredidos por la Policía, y Jaramillo fue herido a bala en una pierna. En convalecencia, el candidato de la Anapo leyó para todos los colombianos su programa de gobierno.

Figura 29. Carné de Anapo liberal. “Por la Patria y el pueblo: ¡a la carga!”

Rojas Pinilla y Jaramillo Giraldo estrechan las manos.

16. Ibíd.17. Ibíd.

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1.2.1 “Si nos roban las elecciones del primero de mayo, lloverá piedra sobre piedra”

Como en las contiendas electorales de los años cuarenta, la radio continuaba desempeñando un papel decisivo. “La revolución del transistor”, como se le conoció a la popularización de un pequeño aparato de radio que funcionaba con pilas, permitía que el mensaje político llegara a las remotas poblaciones del país, cuando todavía el televisor era un artículo de lujo y la televisión no estaba politizada. Fue precisamente por radio que se reanudó la campaña del Frente Nacional. Las poderosas cadenas radiales transmitieron los dis-cursos y las conferencias de los dirigentes del Frente Nacional. En menor escala, la invasión de los transistores favoreció también a la Anapo, que contó con propietarios de pequeñas estaciones de radio que militaban en el movimiento18. En general, las partes en confrontación hicieron uso de los medios con profusión.

El domingo de resurrección de 1966, las dos partes enfrentadas se dirigieron por las cadenas radiales al país. Primero lo hizo Alberto Lleras y, minutos después, Jaramillo Giraldo lo rebatió por los micrófonos de Radio Modelo. El 13 de abril, Giraldo emprendió giras por el territorio nacional; vi-sitó Medellín, Barranquilla, Cali y poblaciones del Quindío y Caldas. La gran prensa se limitó a reproducir los apartes de los discursos de Rojas y Jarami-llo que tenían que ver con la beligerancia que caracterizaba al anapismo. He aquí algunos: “Haremos usos de los recursos legales por última vez –dijo el candidato en Manizales–; si nos roban las elecciones del primero de mayo, lloverá piedra sobre piedra”; “Pagarán con sus vidas los oligarcas –peroró Rojas– si somos derrotados en las elecciones del primero de mayo, por el espantoso fraude que están preparando; si al pueblo no le queda más que el puñal, pues ese es el símbolo ante las armas que poseen las oligarquías en el ejército, la marina y la aviación”. Y también: “Si las malditas oligar-quías liberales y conservadoras, que me robaron el triunfo el 20 de marzo –ame-nazó Rojas en Palmira– me lo roban el primero de mayo, pagarán con sus vidas esa infamia”19. Es de anotar que en varias localidades del viejo Caldas los líderes anapistas alternaron el uso de la palabra con dirigentes del MRL.

18. Por ejemplo, Radio Modelo pertenecía al anapista vallecaucano Marcos Varela. “Esta era una pequeña emisora –recuerda Samuel Moreno Díaz– que nos transmitía todo lo que nosotros les pasábamos: bole-tines, discursos... A ellos les fueron quitando la propaganda y terminaron cancelándoles la licencia de radiodifusión. Varela perdió todo el capital que tenía. Fue uno de los grandes damnificados de la Anapo”. Entrevista citada con Samuel Moreno Díaz.

19. Véanse los reportes de la prensa oficial correspondiente a la segunda quincena de abril de 1966.

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El domingo 17, gracias a una solicitud que el candidato había hecho ante el Presidente para acceder a la Radio Nacional y a la Televisora “en uso de la libertad de expresión y ante la coacción oligárquica sobre los me-dios particulares de comunicación”20, Jaramillo pudo apelar a este moderno servicio reservado para los oráculos del establecimiento. Desde allí lanzó acusaciones contra el Frente Nacional y contra las oligarquías. En compañía de María Eugenia y Josefina Valencia de Hubach, Jaramillo manifestó que aunque fuera proclamado candidato por la Anapo, eso no quería decir que no lo fuera de toda la oposición, “pues me acompañan las masas del lauro-alzatismo y del Movimiento Revolucionario Liberal”, dijo21. Algo tenían de cierto sus declaraciones. En Barranquilla, por ejemplo, en donde estuvo el 14 de abril, alternó el uso de la palabra con dirigentes de los sectores que mencionó en su intervención por televisión. Viajó luego a Neiva y Pasto. En esta última ciudad, el candidato fue llevado en hombros al paraninfo de la Universidad, donde arengó a los estudiantes.

Esta vez, juntos, Mariano Ospina y Lleras Restrepo continuaron la cam-paña. Visitaron las regiones de crecimiento intempestivo del anapismo o donde el emerrelismo continuaba canalizando la oposición liberal: Nariño, por ejemplo. Allí los seguidores conservadores del general Rojas venían in-crementando su votación a costa del electorado laureanista, y la ausencia del anapismo liberal le permitía al MRL seguir siendo la segunda fuerza den-tro del liberalismo. Ospina, en presencia de Lleras, o Silvio Villegas por su cuenta, volvieron sobre el tema de la cercanía del candidato frentenaciona-lista a las doctrinas de la Iglesia y del conservatismo mismo. Hicieron énfasis en que las doctrinas de la Democracia Cristiana o de la Social Democracia se encontraban reflejadas en el programa de la Transformación Nacional22.

Cuando el anapismo optó por un candidato liberal, puso de presente que era en serio la decisión de ese movimiento de configurar un Frente Nacional popular. Los conservadores anapistas venidos del alzatismo y del laureanismo votarían por Jaramillo. Por él votarían, además, liberales eme-rrelistas de base desengañados de López Michelsen. En Barranquilla, por ejemplo, se conformó un comando pro candidatura de Jaramillo Giraldo

20. Véase La Nueva Prensa, No. 143, abril 30 de 1966, p. 5. El diario La República se escandalizó cuando el ministro de Comunicaciones otorgó espacio al anapismo para que difundiera sus tesis por los canales nacionales de la televisión.

21. Véase El Nacional, abril 18 de 1966, p. 1.22. Silvio Villegas clausuró la campaña del Frente Nacional en Cartagena con un discurso que La República,

ahora bajo su dirección, tituló: “Los problemas de la Democracia Cristiana y el Movimiento de Transfor-mación Nacional”. Véase edición del 24 de abril de 1966.

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integrado por grupos del MRL, del lauro-alzatismo, el Movimiento Obrero Popular de izquierda (MOPI) y desde luego por el anapismo23.

2. ALBERTO ZALAMEA, EL MOVIMIENTO DEMOCRÁTICO NACIONAL Y LA NUEVA PRENSA ADHIEREN A LA ANAPO

Sin embargo, la adhesión más importante que recibió Jaramillo fue la del Movimiento Democrático Nacional24. Considerando que la Anapo había sido el único grupo que pudo convertir “el voto electorero y sectario en voto social”, Alberto Zalamea se trasladó con su gente, su prensa y sus idearios al anapismo. El itinerario de sus actividades, sumado a las circunstancias polí-ticas posteriores a las elecciones del 20 de marzo, revela que sus propuestas y concepciones apuntaban hacia el movimiento de Rojas. Con la llegada del MDN, se amplían y refuerzan los contenidos de los programas anapistas. Al discurso de la plaza pública se suma con intensidad el tema del nacionalis-mo colombiano, antes disperso en las corrientes disidentes del bipartidismo o en las frustradas terceras alternativas. Fundidas sus plataformas, la cam-paña por el poder continúa con el nombre de “Concentración Patriótica de intelectuales, profesionales, clases medias, empleados y obreros de todas las vertientes”, según La Nueva Prensa25.

2.1 El espectáculo de la política: la conquista de la plaza de Bolívar

Al fundador de La Nueva Prensa le correspondió proclamar a José Jaramillo Giraldo en un apabullante acto de masas en la plaza de Bolívar, en la tarde del viernes 22 de abril. En la tribuna localizada en el atrio del Capitolio Nacional estuvieron junto con el candidato y con el jefe máximo del movi-miento Josefina Valencia de Hubach, María Eugenia Rojas y los sacerdotes antioqueños Ignacio Yepes y Eugenio Garcés. Las fotografías en pro y en contra del evento revelan la dimensión de la manifestación. La concurrencia al evento fue calculada por los adversarios de la Anapo en 30.000 personas. Desde su fundación, la agrupación insistía en tomarse la plaza de Bolívar. En las anteriores campañas electorales, las marchas hacia el histórico lugar

23. Véase edición de El Nacional, abril 9 de 1966.24. Aunque el 22 de abril El Espectador publicó unas declaraciones de Humberto Silva Valdivieso emitidas

para protocolizar su retiro del lauro-alzatismo y su traslado a la Anapo, la adhesión no se materializó. Véase edición del 22 de abril de 1966, p. 1.

25. La Anapo y el MDN convinieron en un programa que recogió las plataformas de ambos movimientos. Véase el documento 4 de los Anexos.

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habían sido interrumpidas por la fuerza pública; por ello, el significado de la manifestación era inmenso para la comunidad anapista. Por fin el general Rojas podía hablar a sus anchas desde el otrora vedado espacio simbólico de la plaza mayor de la República.

Fue todo un espectáculo que duró desde las cuatro de la tarde hasta las ocho de la noche. Como en los conciertos modernos, antes de la aparición de los protagonistas intervinieron personalidades intermedias: Blasteyo Tre-jos, el controvertido dirigente vallecaucano; Marcos A. Castaño, reconocido dirigente del MRL por Cundinamarca y los dirigentes Gregorio Duarte Jimé-nez y Álvaro Ramos Murillo. María Eugenia llegó acompañada de una banda de músicos, minutos después arribaron Rojas y su señora, Jaramillo Giraldo, Josefina Valencia de Hubach y los presbíteros Yepes y Garcés26. Con las manos entrelazadas por lo alto, el jefe de la Anapo, su hija y el candidato saludaron a la multitud. Jaramillo se despojó de su abrigo y lo lanzó a sus admiradores. No careció de simbología la concentración del anapismo. Al problema de la explosión demográfica que venía planteando el ex presidente Alberto Lleras, el candidato de la Anapo, prometiendo conjurar el desamparo social, elevó ante la multitud un niño del pueblo recién nacido, reafirmando con ello, en forma simbólica, el voto por la vida y un rechazo al control de la natalidad27.

Los sacerdotes representaron al clero popular y la vocación religiosa del movimiento. La presencia de Alberto Zalamea sintetizó la llegada al anapis-mo del ideal nacionalista que deambulaba en el ambiente político sin norte preciso, y el arribo del dirigente Marcos A. Castaño significó la llegada del emerrelismo popular a la Anapo. Como de costumbre, el padre Garcés tomó el juramento a los manifestantes: “He aquí al hombre –dijo el prelado seña-lando a Jaramillo–. Señores liberales y conservadores de Colombia, vamos a jurar que derrotaremos a Lleras en las elecciones del primero de mayo: ¿Juráis por Dios y por la Patria, por vuestras esposas y por vuestros hijos, que ganaremos las próximas elecciones?” Ante la respuesta afirmativa de la gente, Garcés replicó: “Que Dios os pague”28.

26. El padre Yepes pertenecía a la diócesis de Santa Rosa de Osos. Acababa de ser suspendido de funciones sacerdotales por monseñor Miguel Ángel Builes, puesto que se negó a leer en misa la pastoral en que el obispo hacía la apología de la candidatura de Lleras y condenaba la oposición, en particular la rojaspi-nillista. Yepes dirigió una carta al jerarca donde explicaba las razones de su militancia en el movimiento de Rojas y de su animadversión hacia el Frente Nacional. Véase el texto completo de la misiva en El Nacional, abril 22 de 1966, pp. 1-2. El texto del decreto de suspensión puede consultarse en El Siglo, mayo 3 de 1966, p. 8.

27. Véase la formidable fotografía tomada por el reportero gráfico de El Vespertino, en edición del 23 de abril, p. 1, o su reproducción en primera plana en El Espectador al día siguiente.

28. Véase la prensa nacional del sábado 23 de abril de 1966.

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Figura 30. José Jaramillo Giraldo ofrece un niño a la multitud en oposición al control de natalidad, en El Vespertino, abril 23 de 1996.

El jefe del MDN aprovechó su intervención en el acto de masas para popularizar y reafirmar sus concepciones y las de sus seguidores, que venían difundiendo con mística desde los primeros días de La Nueva Prensa29. Era la oportunidad de llegar a un auditorio popular que de seguro no había con-quistado la afamada revista. “No hemos venido aquí –exclamó Zalamea– a proclamar un nombre sino un programa técnico, eficaz, plausible, que en-camine a Colombia por los caminos del desarrollo”30. Zalamea habló de “la hipoteca de la soberanía económica”, de programas de “planeación técnica y nacionalizaciones”. Consagró gran parte de su discurso a criticar la izquier-da tradicional. Dijo que la “auténtica izquierda, es decir el pueblo con sus aspiraciones centenarias” estaba reunido allí, en la plaza de Bolívar, “dándo-

29. Los siguientes fueron los textos de los carteles de la campaña de Jaramillo inspirados por La Nueva Prensa: “Sin política internacional / independiente /no hay soberanía política / ni libertad económica / ni dignidad nacional / votando / por / José Jaramillo Giraldo / dignidad-libertad / soberanía /; El pueblo colombiano exige / la nacionalización del / Banco de la República / El pueblo colombiano necesita la nacionalización del / petróleo /. El gobierno de la Concentración Patriótica adquirirá el control de la moneda y el subsuelo/desterrando la miseria /; El control sobre los / oligarcas que evaden los impuestos y exportan sus capitales / hará que el gobierno de la / concentración patriótica / pueda aliviar / la carga fiscal / de los menos / favorecidos /; Los nuevos mercados / que Colombia necesita / están cerrados / por los cipayos / El gobierno de la / concentración patriótica / los abrirá / Para Beneficio de todos los colombianos/; ¡He aquí nuestros títulos al poder ! / Soberanía política / Democracia de masas / Eficacia técnica / Alianza Nacional Popular / Nacionalismo Revolucionario / Liberalismo Independiente / Conser-vatismo Autónomo / Independientes / ¡He aquí las fuerzas que defenderán el voto por el candidato de la Oposición!/”.

30. Véase la edición de La Nueva Prensa, No. 143, abril 30 de 1966.

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se la mano con una derecha popular” que por fin había entendido cómo era utilizada por la oligarquía para dividir el país y usufructuar esa división. “La dicotomía izquierda-derecha”, continuó diciendo, “no tiene sentido, cuando un país subdesarrollado como el nuestro se enfrenta al reto del imperialismo. No hay más camino que aquel que indica el nacionalismo popular revolu-cionario”. Finalmente, Zalamea lanzó un llamamiento a conformar nuevos cuadros del nacionalismo popular revolucionario, capaces de “conquistar posiciones de fuerza dentro del panorama nacional, como primer paso hacia la conquista del poder para el pueblo”31.

Figura 31. La Nueva Prensa adhiere a Jaramillo Giraldo,abril 30 de 1966. La noticia reza: “El viernes 22 de abril,

más de cien mil bogotanos colmaron por fin la Plaza de Bolívar: se trataba de proclamar la candidatura presidencial de José Jaramillo Giraldo,

representante de la Concentración Patriótica”.

La reacción de los organizadores de la campaña del Frente Nacional frente al éxito de la manifestación de la plaza de Bolívar fue comparable con la reacción que produjo en ellos mismos la movilización popular que

31. Ibíd.

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hicieran los anapistas de Barranquilla para escuchar al general Rojas en los días previos a las elecciones legislativas. Los frentenacionalistas le temían a una eventual candidatura de Rojas32. Si en un principio estimaron de poca monta el lanzamiento de una personalidad como la de Jaramillo Giraldo para oponerlo a Carlos Lleras, el acontecimiento del 22 de abril y la acogida po-pular del contracandidato los asustó. Desempacaron la artillería. De nuevo los editoriales de la gran prensa se volcaron contra el anapismo33. Los líde-res ospinistas llamaron a los conservadores que habían votado por la Anapo a reconsiderar sus posiciones y redoblaron esfuerzos para convencerlos de la garantía que representaba Lleras para la doctrina de ese partido. De inme-diato se organizaron alocuciones radiales, diálogos y cenas con los gremios económicos. Presionados por la premura del tiempo, los más destacados dirigentes del Frente Nacional se dividieron el país para su nueva cruzada. Todos recibieron la orden de convocar de nuevo a los colombianos para la “salvación de la patria”.

Al día siguiente de la manifestación de Bogotá, la comitiva de la Anapo partió para los Santanderes. Fue exitosa la concentración en la plaza San-tander de Cúcuta el sábado 23. Con disciplina, los anapistas conservadores aclamaron al candidato liberal de su movimiento. Lemus Garviras, el jefe re-gional y electo senador anapista, manifestó que el recibimiento multitudina-rio a Jaramillo constituía una “definitiva notificación de que los nacionalistas se habían emancipado de los sistemas de engaño a que los tenían sometidos los partidos tradicionales”34. Después de una intervención de una hora, Jaramillo fue paseado en hombros. El candidato visitó Pamplona y Bucara-manga. El domingo 24, recorrió varios poblados del Tolima y Cundinamarca. Fueron significativas las concentraciones de El Espinal y Girardot. Desde el primero de abril, cuando Rojas anunció la selección definitiva del candidato de la Anapo, hasta el día del cierre de la campaña, el 26 del mismo mes, Jaramillo pronunció 92 discursos y concedió 22 reportajes35.

32. Uno de los jefes liberales, Julio César Turbay Ayala, reafirmando la idea de la peligrosidad de la Anapo, alcanzó a declarar que Jaramillo era “un simple accidente en la lucha”. Véase El Espectador, abril 11 de 1966, pp. 1 y 13.

33. Véanse “En plena locura”, en El Tiempo, abril 23 de 1966, p. 4; “Dos políticas” y “La trampa rojista”, en El Espectador, abril 23 y abril 24 de 1966, p. 2.

34. El senador Lemus declaraba después de la concentración que “el pensamiento de mucha gente, estaba por encima de los decadentes”. Anotaba que la Anapo “había comenzado a trabajar con gentes nuevas, dueñas de ideas nuevas y con enfoques nuevos de la problemática colombiana”. Véase El Nacional, abril 25 de 1966, pp. 1-2.

35. Uno de los últimos carteles con el que los anapistas empapelaron las principales ciudades del país daba cuenta del resumen del programa de la campaña de Jaramillo: “Un programa para todos los colombia-nos / 1o. Asamblea Constituyente que derogue el Frente Nacional y establezca las bases de un Estado moderno / 2o. Planeación técnica de la economía en busca de una autentica integración nacional / 3o. Nacionalización del Banco de la República para recuperar el control monetario y organizar el crédito /

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Figura 32. Volante propagandístico de la Anapo a favor de la campañade Jaramillo Giraldo, Barrancabermeja, 1966. Reza así:

“Por la revolución colombiana, por la conquista de una patria sin ricos y sin pobres, por una Colombia para todos los colombianos, a las plazas

del parque infantil el sábado veintiocho a las tres de la tarde”.

4o. Nacionalización del comercio exterior que suprima la tendencia monopolizadora actual de la econo-mía colombiana / 5o. Adecuación pública gratuita en todos los niveles y creación del Instituto Nacional de Alfabetización INALFA / 6o. Plan de salud nacional y tecnificación de los institutos de nutrición y se-guros sociales / 7o. Reforma agraria asentada en el principio de la productividad y conversión de grandes baldíos nacionales en riqueza, reforzando la base estructural de nuestro campo / 8o. Nacionalización del petróleo, respetando los intereses privados nacionales y extranjeros pero iniciando su negociación de inmediato / 9o. Creación del Banco Habitacional que financiará la construcción de nuevas viviendas y la adquisición de las actualmente habitadas por medio de los propios arrendamientos / 10o. Creación del ministerio de la juventud y los deportes, que otorgue a la juventud colombiana un papel de principalísi-ma magnitud en la revolución nacional / El primero de mayo usted puede hacer / aprobar este programa / el 7 de agosto la nueva Colombia / podrá realizarlo”. Tomado de La Nueva Prensa, No.143, abril 30 de 1966, pp. 9-13.

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3. LOS RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 1966 Y LOS AVANCES DE LA ANAPO36

El primero de mayo de 1966, Carlos Lleras Restrepo se convirtió en el ter-cer presidente del Frente Nacional, con 2.638.411 votos. Los anapistas pasaron de 523.102 sufragios en marzo, a 741.208 en mayo. Esto quiere decir que el candidato de la Anapo sedujo a 218.101 electores más. Del 17,8% que le correspondió en el total de la votación general de marzo, el movimiento del general Rojas ascendió al 28,2% en mayo. La votación por Jaramillo superó las cifras de la oposición conservadora de Leyva en 1958 y la liberal de López en 1962.

Con la candidatura de Jaramillo Giraldo, la Anapo aumentó notable-mente su votación en Cundinamarca, Valle, Nariño, Santander, Huila, Mag-dalena, Atlántico, Norte de Santander, Caldas, Bolívar, Guajira, e incluso en Boyacá. En menor número, aumentó en el joven Quindío, en Córdoba, Toli-ma y Meta. Sólo en Antioquia y Chocó disminuyó la cantidad. En el primero, no obstante habérsele refundido al anapismo 4.524 votos, su porcentaje aumentó; en el segundo se perdieron 340 de los votos conseguidos en las elecciones legislativas.

El candidato liberal anapista le ganó a Lleras Restrepo en 11 munici-pios conservadores de Cundinamarca y en 13 vallecaucanos, cuestión sig-nificativa por tratarse de pueblos de profunda tradición conservadora. El triunfo de la Anapo en ellos revelaba el surgimiento y la consolidación de una fuerza política independiente37. El movimiento crecía en estos departamen-tos como fuerza conservadora en forma sostenida desde 1962. Que fuera un liberal el candidato no ocasionó traumatismos. Aunque arriesgada, porque aventuraba su electorado conservador, la decisión de la cúpula de la Anapo de lanzar un liberal como contracandidato fue inteligente.

3.1 Los pájaros comiendo cachiporros

El caso del Valle del Cauca merece un comentario. Aquí, la agrupación de Rojas no había podido acrecentar su ala liberal. Para los liberales, el anapis-mo se asociaba a los pájaros, y para estos los liberales eran unos “comecu-

36. Los datos electorales fueron consultados en Organización y Estadísticas electorales. Bogotá, Sección de Publicaciones de Registraduría Nacional del Estado Civil, 1966.

37. En Cundinamarca, Jaramillo ganó en Arbeláez, Choachí, Gama, Guasca, Guayabal de Siquima, La Peña, Medina, Nimaima, Quebradanegra, Soacha y Villagómez. Hubo considerable incremento del voto anapista en las poblaciones liberales de Chía, Girardot, Facatativá, Fusagasugá y Bogotá. A su vez, en el Valle, el candidato anapista triunfó en Anserma, Argelia, Bolívar, El Águila, El Cairo, El Cerrito, El Dovio, La Victoria, Restrepo, Riofrío, Toro, Ulloa y Versalles.

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LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 1966

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ras”. La popular Dacier Arango recuerda las cosas así: “Los pájaros del norte decían: lo hacemos por el general Rojas Pinilla. Él les había dicho: tienen que votar y yo quiero ver la mejor votación en el norte por él. No me vengan a salir con que no van a votar. Y dicho y hecho. Esa gente lloraba cuando iban a votar por Jaramillo. Decían, ¡no lo hacemos sino por este viejo, carajo, que lo queremos tanto!”38

Además, la presencia en la arena de la política local de líderes y movi-mientos populares impedía que el discurso mesiánico llegara al alma popu-lar. Primero estuvo Alfonso Barberena seduciendo los barrios pobres de la ciudad; vino después la actividad del MRL. En él, blandos, duros y comu-nistas, abogaron por los marginados. Cuando empezó su desarticulación, emergió la figura del líder popular de Cartago, Carlos Holmes Trujillo, quien utilizando la misma sigla del MRL empezó a acaudillar sus seguidores en el Movimiento de Revitalización Liberal. Las inconsecuencias y contradicciones de las líneas del emerrelismo llevaron a que comunistas y filocomunistas fundaran el MRL del Pueblo. Era esta la crisis que vivía el liberalismo popu-lar vallecaucano cuando se lanzó la candidatura de Jaramillo Giraldo.

Del 21,9% de la votación en el Valle del Cauca en marzo de 1966, el anapismo pasó al 35,2%. En Cali, del 18,2% pasó al 27,8%. El liberalismo anapista del Valle había alcanzado la cifra de 216 votos. Con Jaramillo los votos se elevan a 101.354. Es muy probable que los afluentes liberales de esta votación nacieran en Buenaventura, Buga, Candelaria, Florida, Jamun-dí, Palmira, Tuluá, Pradera y Dagua, municipios liberales de amplias simpa-tías emerrelistas en un pasado muy reciente.

En tres municipios antioqueños Jaramillo derrotó a Lleras: Bello, Cara-colí y San Luis, respaldo que provenía del voto conservador. Igual podemos decir del avance anapista en San Carlos, Cocorná, Caldas, Bello y Marinilla.

El caso de Boyacá también es interesante. Allí la Anapo se había con-vertido en la primera fuerza conservadora. La presencia de un candidato liberal salido de las entrañas del movimiento mantuvo e incluso aumentó su caudal electoral. Jaramillo triunfó sobre Lleras en 41 municipios (es decir en el 33,8%). En 37 de ellos había triunfado en marzo pasado el ala con-servadora. La mayor votación por el candidato de la oposición provino de Boavita, Duitama, Güicán, La Uvita, Pachavita, San Mateo, Socha y Umbita. De representar el 34.2% de la votación departamental en marzo, la Anapo pasa al 37,5 en mayo.

38. Entrevista del autor con Dacier Arango. Cali, abril 8 de 1992. Véase ampliamente el documento 5 de los Anexos.

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La candidatura de José Jaramillo Giraldo fue respaldada por 48.737 santandereanos, votos que significaron para el anapismo un aumento de 12,5% respecto a los resultados de marzo. En otras palabras: del 18,3%, pasó a representar el 30,8% del porcentaje departamental. Los anapistas se llevaron la victoria en 11 de los 75 municipios del departamento. Los vo-tos por Jaramillo se concentraron en: Floridablanca, Girón, Puerto Wilches, Rionegro y Zapatoca, precisamente donde había crecido el anapismo liberal en las anteriores elecciones. Es interesante el caso de Jordán. Allí los únicos que se presentaron a las elecciones legislativas fueron los lauro-alzatistas. En las presidenciales, Jaramillo contó con la totalidad del voto de esa co-rriente conservadora39.

En Caldas, su región de origen, Jaramillo Giraldo derrotó a su con-trincante en dos municipios, La Celia y Marquetalia, los cuales se habían convertido en fortines del anapismo. El respaldo al candidato vino, como en los casos anteriores, de localidades conservadoras. La candidatura liberal no frenó el crecimiento que traía la Anapo desde 1962 en este departamento.

En Nariño, donde no hubo listas liberales por la Anapo en 1964 ni en 1966, el respaldo a Jaramillo fue sorprendente: 33.567 votos. En sólo Pas-to, se duplicó la votación departamental anapista de marzo: de 3.728 votos, se pasó a 10.766 el primero de mayo, convirtiéndose en la tercera ciudad, en el país, de mayor incremento electoral para la Anapo. Los seguidores del contracandidato ganaron en cinco municipios: Albán, Arboleda, Funes, Guartarilla y San Lorenzo.

Concluyamos: los resultados electorales de mayo de 1966 a favor de José Jaramillo Giraldo significaron el fortalecimiento del voto anapista. No obstante la pertenencia conservadora de la base electoral del movimiento, los seguidores del general Rojas apoyaron al candidato liberal que este les señaló. Fue el espíritu del Frente Nacional el que salió ganando en toda la contienda electoral que acababa de terminar. Si realmente ese espíritu hubiese consistido en la conciliación interpartidista de los colombianos, los adversarios de la Anapo habrían advertido que en esa dirección trabajaban Rojas y sus seguidores. El conservatismo, otrora recalcitrante y fundamen-talista de regiones como Boyacá, los Santanderes, Cundinamarca, Nariño y Valle del Cauca, no tuvo reparos para expresarse a favor de un liberal como José Jaramillo Giraldo. La Anapo empezaba a ser otra cosa.

39. A los 621 votos lauro-alzatistas, se sumaron 44 votos nuevos.

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Tercera parte

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César Augusto Ayala Diago

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11 La conversión de la Anapo en el grupo de oposición más

importante del país

La Alianza Nacional Popular avanzó considerablemente en las elecciones legislativas y presidenciales de 1966. De hecho, se convirtió en la mayor fuerza de oposición con características de un movimiento de masas. Por lo pronto, el entusiasmo y la satisfacción por los avances electorales, la con-quista de la plaza pública, la llegada de nuevos militantes y su vocación de poder provocaron algunas modificaciones en su estructura organizativa.

La Anapo vivía en permanente agitación. Empataba una campaña con la otra. Se reestructuró sin dilaciones ni discusiones. En mayo mismo, José Jaramillo Giraldo, el general Rojas y la plana mayor de la agrupación re-anudaron la lucha proselitista. Visitaron los barrios populares de Bogotá, en particular le concedieron importancia al barrio Kennedy y se desplaza-ron en campaña nacional de reorganización, empezando por la ciudad de Tunja. Los ejes del discurso político de este momento tuvieron que ver con el énfasis que venían haciendo los ideólogos de presentar a la Anapo como movimiento de los pobres, y de oposición total al establecimiento.

Ante los rumores que corrían en junio de 1966 sobre una supuesta con-formación del nuevo Gobierno con elementos de la Anapo, el general Rojas desmintió la especie:

Eso es falso. Nosotros no queremos parte del poder sino todo el poder. Y todo el poder llegará a nuestras manos dentro de pocos años. Pasado mañana voy a Tunja a presidir la Asamblea Departamental de Anapo […] y el 17 reúno la del Tolima en Melgar. Para dentro de 70 días convocaré la del Atlántico, Magdalena

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y Bolívar. Anapo viene, elección por elección, doblando sus votos. Nos falta la meta, la que no nos podrán superar así se gasten el dinero que quieran1.

1. LA REESTRUCTURACIÓN DEL ANAPISMO

La Anapo estimó que se había consumado un monstruoso fraude contra su candidato en las elecciones presidenciales y desconoció el triunfo de Carlos Lleras Restrepo. En un manifiesto divulgado a través de su órgano principal, el general Rojas Pinilla escribió: “No hubo delito electoral que no se consu-mara. Cambio de cédulas, adulteración de registros, votación de los muertos, cambio de papeletas, compra de votos, coacción oficial, derroche de dinero para comprar conciencias”2. María Eugenia Rojas, a su vez, sentenció:

No podemos reconocer una elección manchada por el delito. El señor Lleras en la Presidencia no merece ni el respeto ni el acatamiento de los colombianos. El Pueblo tiene que entender esto y obrar en consecuencia. La lucha verdadera y definitiva apenas comienza. Que Dios nos asista en esta dura tarea que nos hemos trazado, de buscarles a los pobres una patria más justa3.

Y como el padre y la hija, todos los columnistas de Alianza Popular reprodujeron y ampliaron las opiniones de las dos figuras más importan-tes del anapismo. Un poco más tarde, los parlamentarios del movimiento desenmascararon la forma como el establecimiento había adelantado las anteriores elecciones y condenaron la mentira utilizada por los dirigentes del Frente Nacional para desacreditar a la agrupación y engañar así a los electo-res. Álvaro Ramos Murillo, por ejemplo, le pidió a Ospina Pérez que cuando fuera por los campos de Colombia entregando cheques, no sumara a estos el decirles que Anapo era comunista. “Comunistas –decía– son aquellos que fomentan el comunismo al imponer cargas, impedir la adquisición de los artículos de primera necesidad y no permitiendo que las drogas lleguen al pueblo”4.

Arturo Villegas Giraldo, nuevo parlamentario por la Anapo liberal de An-tioquia y viejo simpatizante de Rojas desde los tiempos del gobierno militar, criticó los que consideró abusos de la campaña de Carlos Lleras Restrepo: violencia, fraude, coacción y atropello. “No hay una sola credencial en este

1. Declaraciones del general Rojas a la redacción de El Nacional, junio 7 de 1966, pp. 1-2.2. “Adelante, dice Rojas. Manifiesto político del jefe de la Anapo. Se ha llevado a cabo el fraude más

monstruoso, se torció la voluntad popular y se nos arrebató la victoria”, en Alianza Popular, mayo 9 de 1966, pp. 1 y 3.

3. Véase “La desvergüenza y el atropello”. Editorial escrito por María Eugenia Rojas de Moreno, en ibíd., mayo 5 de 1966, p. 4.

4. Anales del Congreso, agosto 4 de 1966, p. 850.

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Congreso, por parte de los transformadores, que no esté manchada de san-gre. Sólo los hombres que se batieron contra el sistema fueron héroes”5, declaró en la sala de la Cámara de Representantes. Curiosamente, se quejó de que las grandes cadenas radiales hubieran sobrevalorado al candidato oficial. En lo que pudiera entenderse como celos de paternidad proselitista, Villegas argüía: “La consigna era única, la providencia era Lleras, que el amor a la madre era Lleras, que el amor a la compañera era Lleras, que el amor a las cunas era Lleras, que todo era Lleras. Se sacaba al señor Lleras, unas veces en poses napoleónicas, otras de Mesías prometido, otra de mártir y siempre como redentor colombiano”6.

Realmente la anterior jornada electoral fue catalogada como la más in-tensa de los últimos años. Los emerrelistas de otra parte coincidieron con los anapistas en sus percepciones de las elecciones, e incluso fueron más lejos. No hablaron de fraude sino de los altos costos económicos en la propagan-da, en las giras, en los medios. Denunciaron al Gobierno por haber puesto toda la maquinaria del Estado al servicio del nombre de Lleras Restrepo7.

La Anapo conmemoró los nueve años de la caída de Rojas. No sólo deploró la agudización de la situación material de los pobres desde el 10 de mayo de 1957, sino que programó para el aniversario la primera junta de los parlamentarios anapistas elegidos en marzo último8. El incremento de su representación en los cuerpos legislativos hizo que los ideólogos de la Anapo moderaran su animadversión hacia la democracia representativa. Así escribió uno de los nuevos parlamentarios:

El parlamento puede jugar un papel de primer orden en la vida de la nación. Y hoy más que nunca es preciso jugar ese papel para romper las cadenas de la esclavitud y abrir las puertas a esa revolución cristiana y nacionalista que están pidiendo ochocientos mil y más colombianos de buena voluntad, de buena reputación y de buena fe9.

La reunión tuvo lugar en el Capitolio Nacional. Llevaron la palabra el jefe máximo y el ex candidato José Jaramillo Giraldo. En su discurso de instala-ción, Rojas Pinilla agradeció a liberales y conservadores por el respaldo en las pasadas jornadas electorales y llamó a vigorizar el ala liberal del movimiento: “Hay que crear nuevos cuadros –dijo–. Que los campesinos, obreros, estu-

5. Véase “Intervención del representante liberal Arturo Villegas Giraldo”, en ibíd., julio 26 de 1966, p. 771.

6. Ibíd.7. Véase “Intervención del senador Saúl Pineda”, en ibíd., septiembre 22 de 1966, p. 1204.8. La junta parlamentaria se conformó con los 58 congresistas anapistas elegidos el 20 de marzo de 1966:

20 senadores conservadores y 38 representantes, cuatro de ellos liberales. 9. Véase Alianza Popular, No. 154, mayo 17 de 1966, p. 5.

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diantes, intelectuales del liberalismo lleguen a las filas de Anapo seguros de encontrar en este movimiento un verdadero batallón que tiene como única enseña la lucha revolucionaria y la toma del poder para el pueblo”10. Jaramillo Giraldo, a su vez, hizo una exaltación del nacionalismo. Pidió la organización popular y revolucionaria del pueblo de las izquierdas y las derechas contra las oligarquías de todos los partidos, y evocando a López Pumarejo concluyó: “En esta hora de angustia para el país, pero también de sus mejores esperanzas, nuestra consigna debe ser: Colombia primero para los colombianos”11.

Trazando los lineamientos por seguir en la vida política del país, la jun-ta parlamentaria reafirmó ante los ojos de los colombianos la imagen de la Anapo como una organización de oposición coherente y monolítica. “Nuestra lucha será total: contra el sistema, contra el gobierno, contra la oligarquía y en defensa de los derechos del pueblo –declaraba María Eugenia para la radio–. No descansaremos un solo instante. No tendremos un momento de reposo. Este es nuestro propósito indeclinable”12. El general Rojas advirtió a su vez ante la junta de congresistas que serían castigados con energía los traidores que desertaran “hacia el campo enemigo”.

1.1 La Anapo en pos de la condensación populista: el Gran Consejo

La Revolución Nacionalista Cristiana y Popular que preconizamos tendrá en el pueblo su cabeza

y su dirección13.

La institución del Gran Consejo tenía procedencia portuguesa. Así se deno-minaba el organismo de dirección política más importante del régimen de Oliveira Salazar, el mismo que atraía significativamente a los conservadores anapistas y que en Colombia la práctica y evolución del movimiento fue modelando, de tal manera que después de las elecciones de 1966, gracias al avance del sector liberal, se convirtió en un organismo paritario lo mismo que el periódico Alianza Popular. En ellos se dio representación igualitaria a liberales y conservadores. Alberto Zalamea y José Jaramillo Giraldo hicieron parte del Gran Consejo y de Alianza Popular14. A través de este organismo

10. “Discurso de Rojas durante la instalación de la junta de parlamentarios anapistas el 10 de mayo de 1966”, en ibíd., No. 150, mayo 12 de 1966, p. 2.

11. “Intervención de José Jaramillo Giraldo durante la instalación de la junta parlamentaria del 10 de mayo de 1966”, en ibíd., No. 150, mayo 12 de 1966, p. 14.

12. Véase “Habla María Eugenia”, en ibíd., No. 154, mayo 17 de 1966, p. 4.13. Véase La Nueva Prensa, junio 16 de 1966, p. 14.14. Zalamea y Giraldo entraron en la dirección del órgano anapista a partir de la edición No. 178, del 10 de

julio de 1966. En este momento la revista La Nueva Prensa desapareció y Zalamea empezó a escribir en

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directivo, la toma de decisiones sobre el curso de la Anapo se descentralizó y se le dio a la agrupación una dirección más plural.

El Gran Consejo estaba subordinado a un Comité Ejecutivo del cual ha-cían parte María Eugenia Rojas y Hernando Olano Cruz por el ala conserva-dora, y José Jaramillo Giraldo y Alberto Zalamea por el ala liberal15. El nuevo Gran Consejo creó una comisión de propaganda encargada de la difusión de las tesis del movimiento y emprendió una campaña nacional para la financia-ción de Alianza Popular y la creación de una estación de radio. Se procedió a carnetizar a la militancia y se aprobó la creación de un instituto para la for-mación de cuadros políticos que asimilaran y divulgaran la doctrina anapista entre las masas urbanas. El instituto capacitaría a los futuros líderes de barrio en el origen y la evolución de las ideas políticas en Colombia, en los funda-mentos básicos de la Constitución Nacional, el derecho laboral y la teoría del cooperativismo16. De otra parte, Alianza Popular creó un suplemento literario dedicado a difundir las letras nacionales. En esta nueva etapa el periódico prestó especial atención a la juventud y a la capacitación política, cívica y socioeconómica de la mujer. Cada edición contenía artículos donde se anali-zaba la situación de las mujeres trabajadoras del campo y de la ciudad.

El Gran Consejo emitió, en junio de 1966, un “Manifiesto al país”, con el cual empezaba su nueva etapa política la remozada organización. Difun-dido ampliamente por La Nueva Prensa, vocera ahora, junto con Alianza Popular, del anapismo, el documento se tituló “Ha terminado la era de las derrotas del pueblo. El pueblo cabeza y dirección de Alianza”. En el docu-mento, los ideólogos sintetizaron el espíritu de la lucha política de los movi-mientos que junto con la Anapo habían venido participando en el campo de la oposición desde los comienzos del Frente Nacional y definió al anapismo como “oposición patriótica”. El manifiesto reiteró los idearios nacionalistas y de corte religioso presentes en sus anteriores textos programáticos.

el órgano anapista una columna intitulada “Diario Político”. Desde su ingreso en las filas del anapismo, los columnistas dejaron de hablar de Anapo y empezaron a utilizar el nombre de Alianza.

15. El Gran Consejo estaba integrado por: Gustavo Rojas Pinilla, José Jaramillo Giraldo, Alberto Zalamea, María Eugenia Rojas de Moreno, Hernando Olano Cruz, Jaime Piedrahíta, Josefina Valencia de Hubach, Alfonso García Bustamante, Carlos Monroy Reyes, Fernando Pardo Quintana, Cecilia Muñoz, Jaime Sanz Hurtado, Benjamín Burgos, Parmenio Zapata, Pedro Nel Jiménez, y los generales Gregorio Duarte y Luis Carlos Turriago. El ex emerrelista Marco A. Castaño ocupó el cargo de secretario de propaganda; Milton Puentes y Carlos V. Godoy fueron escogidos como secretarios privados. El ex líder alzatista César Garrido fue nombrado coordinador y secretario general del Gran Consejo y del comité ejecutivo. Néstor Aya Z. y Arturo Besada desempeñaron el cargo de secretarios de asuntos jurídicos. Arturo Villegas Gi-raldo y Álvaro Ramos Murillo fueron designados secretarios ejecutivos nacionales. Véase la información en Alianza Popular, No. 150, mayo 12 de 1966, p. 14.

16. Véase ibíd., No. 152, mayo 14 de 1966, p. 10; No. 157, mayo 21 de 1966, p. 6, y No. 193, octubre 6 de 1966, p. 2.

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La nueva Anapo mostraba ser no sólo el carisma del general Rojas, sino una agrupación con gente e idearios distintos, que legitimaban ahora el sugestivo y religioso nombre de alianza. Parte de los protodestinatarios a quienes se dirigió el discurso de la Anapo en su etapa anterior estaba ya en el movimiento. El programa con el que Jaramillo Giraldo había partici-pado como candidato presidencial conjugaba los universos mentales de los intelectuales reunidos en La Nueva Prensa y en la Anapo. Ahora era preciso condensar en un nuevo documento las aspiraciones concretas de la gente que venía de las otras agrupaciones en desmembramiento.

En el documento de junio de 1966, a diferencia de los anteriores, el nacionalismo de parte constituyente se convierte en el alfa y omega de su quehacer político. No era para menos: los nacionalistas de La Nueva Pren-sa habían entrado por la puerta grande. El nacionalismo del que venían hablando desde 1961 coincidía con la prédica del anapismo. A su vez, la postura ideológica de Alberto Zalamea tenía el mismo léxico que los demás movimientos de oposición de espíritu conciliador: la nación, la voluntad nacional, la patria, los patriotas, Colombia, el país, la originalidad colom-biana, las grandes mayorías nacionales, etc.

1.2 El componente nacionalista y el arribo de Zalamea y su combo

La llegada del Movimiento Democrático Nacional tuvo enorme significado para el anapismo. Con Zalamea y su gente, el movimiento matizó su vene-ración por el pasado y se aprestó a configurarse como una propuesta hacia el futuro. No se trataba en este peldaño de su historia de tomar el poder para volver al pasado, sino en utilizar las experiencias pretéritas para la construcción de un porvenir. Desde –como reza el mismo documento– tesis originalmente colombianas, de savia colombiana, el manifiesto convocó a la juventud, llamó a colaborar en la conquista del poder a:

… las nuevas clases técnicas del país, a la clase media intelectual que tiene en sus manos las palancas de la cultura y la educación nacionales, a la mujer que debe incorporarse de lleno a este movimiento, de este movimiento que aspira al poder no para mantener los privilegios de unos cuantos, no para detener el impulso popular, sino para poner en práctica el único programa de gobierno na-cionalista que logrará obtener los recursos materiales y morales necesarios para acelerar el desarrollo colombiano17.

17. Véase La Nueva Prensa, julio 16 de 1966, p. 14.

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El principio vital del nacionalismo colombiano, esa especie de naciona-lismo hacia adentro que deambuló en los movimientos políticos adversos al Frente Nacional durante la primera mitad del decenio del sesenta, tenía en la Alianza Nacional Popular de 1966 su mejor expresión política.

No había carecido el nacionalismo colombiano de ayer –como tampoco el de ahora– de ideólogos, de difusión y menos aun de síntesis. Pero en Co-lombia la burguesía nacional no se asumió destinataria del discurso de los nacionalistas. Estos estimaron, con mayor o menor intensidad –en sus tiem-pos Gaitán o Alzate–, que los enemigos de Colombia estaban dentro de las fronteras. “Se hizo de Colombia –dice el documento– una colonia extranjera y, lo que es peor, se hizo proclamar ese hecho con orgullo. Así se envileció la esperanza y se golpeó sin misericordia al riñón de todo lo popular y todo lo colombiano”18. La culpable en ese largo proceso había sido la oligarquía, esa especie de grupo selecto de colombianos que se había apropiado del poder en toda su extensión tras la caída del régimen militar y contra quien se había enfrentado hasta su muerte Jorge Eliécer Gaitán y el general Gustavo Rojas Pinilla. Los nacionalistas reunidos en la Anapo de 1966 declararon: “Noso-tros venimos al rescate del genuino sentimiento de la Patria [...] Venimos a asegurarle al pueblo colombiano el triunfo definitivo, el triunfo de la tesis de integración nacional”19. El discurso parecería anacrónico. Hablaban como si se estuviera colocando apenas la primera piedra en la construcción de la nación. “Con nosotros –escribieron– terminan los silencios ladinos y las me-dias tintas. Con nosotros comienza una nueva etapa de la política colombia-na: la etapa de la revolución nacionalista y popular”20. Fue entonces, como en la actividad política de Gaitán en los años cuarenta, cuando los líderes nacionalistas, que ahora eran muchos, tuvieron que apelar al pueblo para legitimar sus aspiraciones: “... no habrá ni soberanía política ni desarrollo económico mientras el poder real no pase a manos del pueblo”, leemos en el manifiesto. Más adelante afirmaban:

Porque sabemos que es el movimiento vivo de las masas el que engendra las nuevas formas revolucionarias de lucha por el poder, porque queremos implan-tar la democracia auténtica, porque utilizamos como instrumento de lucha la ideología nacionalista, porque tenemos una profunda convicción de triunfo en nuestras ideas, declaramos hoy que la Revolución Nacionalista Cristiana y Po-pular que preconizamos tendrá en el pueblo su cabeza y su dirección21.

18. Ibíd.19. Ibíd.20. Ibíd.21. Ibíd.

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Justamente, días antes de las elecciones presidenciales, Alberto Zala-mea, refiriéndose a la existencia de la oligarquía en Colombia, escribió en una revista vocera del liberalismo sobre la presencia en América Latina de dos partidos en disputa por la hegemonía en el poder: el de la soberanía y el del cipayaje. Recalcó que en el primero militaban todos los que pensaban que el subdesarrollo no había sido impuesto al continente por la providencia, sino por los grandes centros financieros del mundo22.

Este nacionalismo era, a su vez, uno de los ingredientes de un fenómeno mayor: el de la variante colombiana del populismo. Si el nacionalismo cubría con un gran edredón a los movimientos de la oposición, el populismo consti-tuía su verdadera esencia. Si el primero consistía en un punto de partida, el segundo era un punto de llegada. Fenómeno tardío, también, quizás por la singularidad del sistema político colombiano. Las confrontaciones entre los colombianos a manera de guerras civiles en el siglo pasado o de la Violencia en la primera parte del XX, polarizaron al país entre una u otra colectividad. La intensidad de la lucha por el poder entre los dos partidos, o internamente entre sus corrientes por su vocería oficial, impedía a los colombianos mirar más allá del bipartidismo. En ambas colectividades se debatieron interna-mente tendencias de izquierda, de derecha y de centro. En épocas de crisis, ambas comunidades tuvieron reservas capaces de correr sus mojones ideo-lógicos bien hacia la izquierda o bien hacia la derecha popular, que incluso convertidos en verdaderas disidencias, al poco tiempo de probar suerte por fuera de sus toldas originales regresaron a ellas.

De lo anterior eran conscientes los líderes políticos de los movimientos de oposición de la década de 1960. Pero se arriesgaron. Creyendo que el país estaba maduro, ahora sí, para desmontar el sistema bipartidista, deci-dieron intervenir desde afuera. El populismo colombiano volvía a su madre-vieja. Así, interpretando el favorecimiento popular de 1966 como un avance de la conciencia social colombiana, los anapistas sostuvieron que esta no se refería a ninguno de los dos partidos tradicionales, sino que asumiendo la vocería de toda la nación, desbordaba la derecha y la izquierda. De ahí que el Manifiesto de junio de 1966 fuera importante por sus precisiones ideológicas. No obstante que la Anapo tenía en las masas conservadoras su mayor respaldo electoral, los ideólogos tomaron partido por los paradigmas políticos del liberalismo. Ahora, el gaitanismo no flotaba en las reuniones de la colectividad como antes, ni estaba soterrado entre las líneas de sus programas, ni aparecía como expresión de una parte de su militancia, ni

22. Zalamea, Alberto, “Que la hay la hay”, en Revista Acción Liberal, No. 3, febrero-marzo, 1966, p. 42.

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de sus cuatro representantes a la Cámara, sino que se adopta, a partir de entonces, como estandarte de todo el movimiento. A propósito de Jorge Eliécer Gaitán, afirmaban: “… ese grande hombre en quien, por encima de cualquier ascendiente ideológico, nos reconocemos hoy todos aquellos que buscamos una nueva Colombia...”23. Se hizo común que el nombre de Gaitán fuera evocado por un anapista liberal o un anapista conservador. El médico Álvaro Ramos Murillo, por ejemplo, de procedencia conservadora, reafirmaba sus posiciones en el Congreso diciendo que “el pueblo aprendió de Gaitán a pensar”24.

Finalmente, el documento estableció una especie de programa máximo que consistía en elaborar “un vasto plan de agitación ideológica y de acción política en todo el país basado en la lucha nacionalista y antiimperialista del pueblo” y un programa mínimo basado en “la conquista razonada y tenaz de posiciones de fuerza en la opinión pública, en la prensa, en la radio, en las corporaciones legislativas, en los institutos técnicos del Estado y en la Universidad”25.

Los periódicos de provincia empezaron desde temprano su crítica con-tra el nuevo Gobierno. La Nota, de Bucaramanga, que dirigía el represen-tante Roberto Harker Valdivieso, condenó las primeras medidas económicas y políticas del régimen e intuyó el cierre del Parlamento por parte de Carlos Lleras.

2. LOS ANAPISTAS EN LOS COMIENZOS DE LA LEGISLATURA 1966-1968

La representación del anapismo en el Congreso mostraba elección tras elec-ción su expansión territorial. Para 1966, la Anapo era un movimiento de cobertura nacional. Convertida en la primera agrupación de masas alter-nativa al bipartidismo, el legislador de la Anapo continuó poniendo en el centro de su discurso la denuncia y la protesta. En sus comienzos optó por un comporta mien to hostil y obstruccionista a las iniciativas del Ejecutivo. El presidente Valencia primero y Lleras después, fueron abucheados por los parlamentarios anapistas las veces que comparecieron allí a los grandes actos ceremoniales. En el momento en que ambos presidentes pronunciaron discursos en el recinto, los anapistas se retiraron en señal de protesta.

23. Véase “Manifiesto al país del Gran Consejo de Alianza Nacional Popular. Ha terminado la era de las derrotas del pueblo. El pueblo, cabeza y dirección de Alianza”, en La Nueva Prensa, No. 144, junio 16 de 1966, p. 13.

24. Anales del Congreso, agosto 4 de 1966, p. 850.25. Ibíd., p. 14.

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Sin embargo, los cambios entre las legislaturas de 1962 a 1968 fueron sustanciales. En la primera, los representantes anapistas se dedicaron a de-nunciar al Frente Nacional por la serie de atropellos que se cometían en la per-sona del general Rojas. En las últimas, la denuncia recayó sobre los atropellos que el Gobierno cometía en contra de toda la militancia del anapismo y en contra de las libertades públicas.

La Alianza Nacional Popular aprovechó la instalación del nuevo Congreso el 20 de julio de 1966 para reafirmarse como movimiento de oposición, con lo que se convirtió, de hecho, en protagonista de primer plano. Cuando en la tarde del 20 de julio, el presidente Valencia hizo su entrada al recinto del Se-nado, Jaime Sanz Hurtado, senador caldense por la Anapo, tomó la palabra y dirigiéndose al primer mandatario expresó: “La representación de Alianza Na-cional Popular se retira del recinto del Senado como protesta contra los asesi-natos cometidos en las últimas horas y de los cuales han sido víctimas algunos dirigentes de Alianza. No podemos aceptar que usted se llame el Presidente de la Paz mientras sus sicarios asesinan a nuestras gentes”26. Minutos después, el presidente se dirigió a la Cámara de Representantes. Esta vez Arturo Villegas Giraldo se acercó a la dirección de la corporación y le gritó a Valencia: “Usted no puede llamarse Presidente de la Paz, porque bajo su gobierno se han come-tido grandes crímenes contra la vida, bienes y honra del pueblo colombiano. Su gobierno acaba de prohijar en Boyacá por intermedio de su gobernador un asesinato oficial...”27. A continuación, el representante Harker Valdivieso leyó una proposición de saludo al general Rojas Pinilla y anunció que los legislado-res de la Anapo se retiraban del lugar mientras Valencia estuviera presente.

El comportamiento de los anapistas no fue diferente durante la posesión del nuevo mandatario. Se negaron a vestirse según el protocolo, y ante las naciones representadas por sus embajadores y ministros plenipotenciarios, la senadora María Eugenia Rojas expresó en una constancia su repudio y rechazo al Gobierno que se iniciaba. Afirmaba en el documento que la credencial de Lleras Restrepo estaba manchada “por el fraude, por la influencia corruptora del dinero, por la coacción oficial, por la violencia, por la sangre derramada”, y que los actos de su gobierno quedaban viciados de ilegitimidad y no tendrían más validez que la que le conferían el respaldo de las castas oligárquicas que así habían comprado la Presidencia de Colombia y el apoyo de la “burocracia uniformada”28.

26. Véase Alianza Popular, No. 182, julio 24 de 1966, p. 6.27. Ibíd., p. 7.28. Véase ibíd., No. 186, agosto 9 de 1966, p. 5.

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3. EL DISCURSO ANAPISTA = GAITÁN + DICTADURA MILITAR + ALZATE

La Anapo aprovechó la instalación del nuevo Congreso para presentar varias constancias a través de las cuales se comprometía a trabajar en beneficio del pueblo. En la primera se trataba de una serie de iniciativas o plan legislativo que comprendía las 28 letras del alfabeto castellano. El texto programático reproducía los componentes de su plataforma ideológica, a los que sumaron nuevos contenidos, bien por la influencia del grupo nacionalista venido de La Nueva Prensa, o bien tomados del arsenal de propuestas del MRL. Presentaron además ante las dos Cámaras un “Plan legislativo de emergencia” compuesto por doce leyes que condensaban todo su ideario político: 1o. Nacionalización del Banco de la República “para que el Estado reconquiste el control de la moneda”; 2o. Nacionalización del petróleo, su exploración, explotación y distribución y entrega a Ecopetrol, en un plazo de cuatro años, del control de todos los recursos energéticos; 3o. Educación pública, obligatoria y gratuita, en el escalón primario, y gratuita en los niveles secundario, técnico y univer-sitario; 4o. Creación del Instituto Nacional de Alfabetización y creación del paz y salvo de la alfabetización; 5o. Inclusión en la Constitución de la Carta de Derechos de los Trabajadores; 6o. Creación del Gran Consejo del Trabajo y la Producción; 7o. Reforma integral agraria; 8o. Reforma urbana; 9o. Na-cionalización de las importaciones; 10o. Elección popular de gobernadores y alcaldes; 11o. Creación del Ministerio de Transportes; 12o. Creación de la Ciudad del Niño para la infancia desamparada29.

Otra constancia presentada por los representantes revelaba el carácter que tendría el comportamiento de la bancada anapista en el Parlamento:

Los suscritos Representantes de la Alianza Nacional Popular: 1. Proclamamos la necesidad de una revolución nacionalista y popular en los órdenes jurídico, eco-nómico, social y cultural, que recupere la soberanía nacional, devuelva al país su dignidad y construya las bases del nuevo Estado que el desarrollo colombiano necesita; 2. Reiteramos, una vez más, nuestro rechazo absoluto al sistema del mal llamado Frente Nacional, que ha hecho posible el control del poder público por las clases plutocráticas del país, en perjuicio de los intereses soberanos de la patria y del pueblo; 3. Denunciamos ante Colombia la farsa de la supuesta “transformación nacional”, con la cual se intenta prolongar la agonía de un siste-ma político-económico fundamentado exclusivamente en las armas y el dinero, y que es causa única del drama que hoy padece Colombia; 4. Declaramos nuestra oposición radical al gobierno plutocrático de Carlos Lleras Restrepo, cuyo anun-ciado gabinete es la mejor prueba del continuismo del sistema, y dejamos es-

29. Ibíd., p. 12.

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tablecida nuestra decisión inquebrantable de combatirlo en la forma y términos que la salvación de la patria exija30.

El representante anapista por Cundinamarca, José del Carmen Martínez Uñate, valoró altamente la nutrida presencia de su movimiento en el Parla-mento, denominándolo Congreso admirable, y solicitó en honor al pueblo que había votado por ellos en las pasadas elecciones colocar altoparlantes en la plaza de Bolívar para que escuchara sus deliberaciones. Evocó el Se-nado de Grecia y Roma, memorable, según decía, por haber sesionado en presencia del pueblo y haberse ocupado de leyes que le favorecieron31. Su preocupación tenía que ver con la necesidad sentida entre su gente de di-fundir su actividad en beneficio de los pobres, a los que se sentían atados electoralmente. Que estos escucharan los sermones a su favor emitidos por sus voceros redundaría en beneficio propio. Lamentablemente para los ana-pistas, la proposición fue votada negativamente. Uno de los parlamentarios arguyó que si el público se diera cuenta de los discursos que se pronuncia-ban en ese recinto vendría directamente a cerrarlo32.

Realmente a la Anapo le interesaba la transmisión por la radio de los debates del Congreso, por cuanto era una posibilidad de menguar la gran in-fluencia del Gobierno en los medios de comunicación. Esto se fue haciendo cada vez más necesario en la medida en que el Ejecutivo arremetía contra el Parlamento. Así lo concebiría después el parlamentario Manuel Rodríguez Verdeza en 1968, cuando presentó un proyecto de ley por medio de la cual se ordenaba la transmisión a través de la radiodifusión de las sesiones plenarias del Congreso: “Para evitar la desnivelación y penosa situación en que está colocado el Congreso frente al Ejecutivo es necesario que el pueblo tenga la oportunidad de conocer los dos pensamientos, y eso puede lograrse en parte con las transmisiones de las sesiones del Congreso”33.

Como se ha explicado, desde sus comienzos el pueblo estuvo en los primeros lugares de las referencias discursivas de la Anapo. Atendiendo a la procedencia de los militantes de la élite y de las masas del movimiento, el anapismo –ya lo hemos dicho– heredó la concepción que del pueblo tenían Jorge Eliécer Gaitán y Gilberto Alzate Avendaño. El uso de ese vocablo por parte de los voceros anapistas era una mezcla de las maneras como uno y otro se refería a dicha entidad. A la concepción socio-biológica que llenaba de contenidos el pueblo en Gaitán se le sumó la campesinista y marginalista

30. Anales del Congreso, julio 26 de 1966, p. 771.31. Véase ibíd., agosto 30 de 1966, p. 1031.32. Véase ibíd., p. 1032.33. Ibíd., diciembre 18 de 1968, p. 1560.

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de Alzate. Rojas agregó contenidos mesiánicos al vocablo poco referidos en los discursos de Alzate y Gaitán: los desamparados, los humildes, los humi-llados, los apestados. Sigue siendo el tratamiento del pueblo como un todo pero referido a la pobreza y a la marginalidad.

Así, el discurso anapista, esa mezcla del de Gaitán, del de Alzate y del de Rojas durante la dictadura, llegó a su plenitud en la segunda mitad del decenio del sesenta. El líder de la Anapo no organizaba su invocación popular sobre la base de las clases. No se refirió para nada al obrero o al campesino. Le basta con el vocablo pueblo. Se creyó su vocero, su intérpre-te, su defensor, su salvador. Se cree pueblo. Lo opone a la plutocracia, a los monopolios, a los partidos tradicionales. Lo convierte en amenaza contra los poderosos. El anapista liberal Arturo Villegas, negándose a aprobar una proposición de saludo al presidente electo en el Parlamento, advirtió que si el Congreso no trabajaba traería al pueblo colombiano, con el general Rojas a la cabeza, para que sacara a látigo a los parlamentarios, lo mismo que si no aprobaban leyes justas:

Que no sigan creyendo los transformadores que la Patria es el doctor Lleras Restrepo, o que la patria es el diario El Tiempo, o que es el señor Vallejo, que transformaba las drogas en veneno para el pueblo. No, la patria es el pueblo. Nosotros venimos a revivir las palabras de Gaitán cuando dijo: “El hambre, la miseria, la injusticia no son rojas ni azules, sino que tienen el color de la igno-minia social”34.

Los anapistas se negaron también a votar una proposición de felici-tación a los editores del periódico El Espacio, que completaba un año en circulación, con la excusa de no haber cumplido la promesa de ser un perió-dico al servicio del pueblo colombiano, sino que se había convertido en un “apéndice de la gran prensa”35. Parmenio Zapata, otro parlamentario del ala liberal y de tradición gaitanista, protestó airadamente por el reconocimiento que se le hacía a Guillermo León Valencia como Presidente de la paz. Le enrostró al mandatario las muertes de militantes anapistas ocurridas en su mandato. Lo propio hizo Elías Salazar García, de tradición alzatista, con la muerte del sacerdote Camilo Torres. Zapata descargó sus baterías contra el líder sindical y ahora parlamentario José Raquel Mercado, a quien le endilgó

34. Véase “Intervención del representante Arturo Villegas”, en ibíd., julio 26 de 1966, p. 771. En su inter-vención se aprecia una parodia del pasaje de la Biblia en el cual Cristo expulsa a los filisteos de la iglesia por su comportamiento inmoral. Del mismo modo, Rojas expulsaría a los congresistas que no cumplían con su trabajo.

35. Ibíd., julio 26 de 1966, p. 772.

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que era “más honroso ser liberal rojista que liberal ospinista iniciador de la violencia en Colombia”36.

El discurso gaitanista confluye en el discurso anapista, es absorbido y asumido por los conservadores de esa agrupación y pasa a ser parte consti-tutiva de sus argumentaciones. Los contenidos del gaitanismo también pa-san a conformar el ideario de Anapo expresado en sus múltiples documentos programáticos que los parlamentarios popularizan con sus intervenciones en el Congreso y que están en la circulación del panfleto político de la época. Si bien la Anapo tenía su caudillo, no era alrededor de él que expresaba sus ideas, como en el caso del gaitanismo, sino del documento político. El líder anapista se aferraba a su plataforma como el cristiano a la Biblia:

El movimiento de Anapo tiene una plataforma ideológica que ha sido comuni-cada al pueblo para que la estudie, y de ese estudio ha sido el resultado de las elecciones próximas pasadas en donde el movimiento aumentó considerable-mente, porque el pueblo sabe discernir entre lo bueno y lo malo. Es que esa plataforma no fue traída al acaso por el capricho de un solo hombre, o de unas pocas personas, sino que ha sido estudiada con altura, tomando como basa-mento hechos pasados y presentes37.

Eran las argumentaciones de Álvaro Ramos Murillo, el más protagóni-co de los representantes de la Anapo en los comienzos de la legislatura de 1966.

4. LA COMPOSICIÓN DE LA OPOSICIÓN

La oposición estaba integrada en el Parlamento por los grupos anapista, lau-ro-alzatista y por el MRL. Como su número de congresistas era considerable, todo parecía indicar que el Gobierno tendría dificultades para lograr respaldo a la aprobación de sus iniciativas38.

El mayor escollo estaba en que, según las reglas de juego aprobadas en el plebiscito de 1957, se requerían las dos terceras partes de los votos para aprobar cualquier iniciativa parlamentaria, de la que no se escapaba la elección de las directivas de la corporación. Así sucedió cuando llegó el momento de elegir el presidente de la Cámara. El ospinismo y el llerismo promovieron el nombre de Fabio Lozano Simonelli, mientras que anapistas y emerrelistas se unieron alrededor del nombre del emerrelista Ramiro An-

36. Ibíd.37. Véase “Intervención del representante Álvaro Ramos Murillo en la Cámara”, en ibíd., agosto 4 de 1966,

p. 850.38. El lauro-alzatismo inició una oposición a lo que denominó la etapa nueva, en la cual, según anotaban

sus ideólogos, se había desvirtuado el Frente Nacional.

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drade. En dos ocasiones los votos no favorecieron a ningún candidato por no obtener las dos terceras partes. Durante largo tiempo esa corporación no pudo elegir su presidente. Mal comienzo para el Gobierno. Sendos discursos sobre las dos terceras partes se pronunciaron en el Congreso, y a través de ellos se ventilaron posturas e ideologías. Dos meses después, el 6 de sep-tiembre, en pleno proceso de unión del liberalismo por las cúspides, cuando se creían superados algunos escollos, se enfrentaron de nuevo los mismos candidatos sin lograr solucionar el impasse39.

Un hecho interesante de los comienzos de la nueva legislatura lo cons-tituyó la elección de los parlamentarios que pasarían a constituir la comisión de presupuesto. La Anapo, que participó por cada uno de los departamentos de mayor influencia y votación, no consiguió asegurar a ninguno de sus hombres en dicha comisión. Una constancia sirvió de consuelo: “Nuestra intervención en las elecciones de miembros de presupuesto tuvo por objetivo único buscar la presencia de la oposición para vigilar la inversión de los dine-ros del pueblo. Como han resultado las decisiones, el manejo de los dineros nacionales queda íntegramente en manos del Frente Nacional que informa y explota al país”40.

El 23 de agosto, el nuevo mandatario remitió al Congreso el primer paquete de reformas, condensadas en el proyecto de acto legislativo No. 46 de 1966. Adjunto a la propuesta gubernamental, venía un mensaje a los se-nadores, el cual fue leído por Misael Pastrana Borrero, ministro de Gobierno. Carlos Lleras se refirió en su misiva a puntos comunes con los sectores de la oposición. Escribió que:

… el rasgo más característico de la situación, en lo fiscal y económico, es aquí como en muchos otros países de escaso desarrollo, la tremenda desproporción entre la magnitud de las necesidades que deben ser atendidas y los recursos disponibles. Además el crecimiento acelerado de la población intensifica todos los días ese desequilibrio y va alejando la posibilidad de hallarle solución41.

Para los anapistas, el texto del primer proyecto del gobierno no apun-taba a las soluciones de los problemas cruciales de la población colom-biana. Para ellos, la esencia de la iniciativa gubernamental, al tiempo que consolidaban el dominio político de las oligarquías, quebraba la tridivisión del poder público, convirtiendo al Parlamento en una tertulia sin carácter y transformando al Estado colombiano en una organización al servicio de las clases poderosas. Según la bancada anapista, nada había en los proyectos

39. Véase Anales del Congreso, septiembre 6 de 1966, p. 1077.40. Véase ibíd., agosto 5 de 1966, p. 863.41. Véase Ibíd., agosto 30 de 1966, p. 1034.

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del Gobierno que aliviara “siquiera en parte las inaplazables necesidades populares en el plano de la educación, la salud, la alimentación y la vivien-da”42. Coincidían en esta apreciación los lauro-alzatistas, quienes conside-raron que las medidas se orientaban a debilitar la soberanía del Congreso, suprimir la mayor parte de sus atribuciones esenciales y dotar al presidente de poderes y facultades omnímodas, en abierta contradicción con la natu-raleza republicana y democrática de las instituciones. La aprobación de las reformas, según sostenían, convertiría al mandatario en gobernante absoluto y dictatorial, y significaría la extinción jurídica del sistema de gobierno de responsabilidad conjunta43.

Empero, el texto de los proyectos de ley del presidente no pudieron ser estudiados de inmediato, por cuanto la nueva composición de la institución y los nuevos reagrupamientos políticos no facilitaron la elección rápida de sus mismas directivas44.

Desde el momento en que el Gobierno presentó su primer paquete de reformas para que fueran puestos a consideración del Congreso, los ana-pistas estuvieron entre los opositores de primera línea. En esa dirección, durante el resto de 1966, expusieron en las sesiones del Congreso 28 cons-tancias. En ellas prevaleció la condena al Frente de Transformación Nacional y la defensa de las instituciones legislativas. De furibundos adversarios del sistema parlamentario, su papel como movimiento definido de oposición los fue convirtiendo en los más esclarecidos defensores del Congreso, de la deliberación y del diálogo.

42. Véase ibíd.43. Véase ibíd., p. 1033.44. Incluso en el interior mismo de la Anapo había desacuerdo en la elección de las directivas parlamen-

tarias. El representante anapista Parmenio Zapata dejó una constancia en la que protestaba ante sus copartidarios conservadores por haber promovido a la presidencia de la Cámara al emerrelista Ramiro Andrade, sin tener en cuenta la presencia en la corporación del liberalismo de la Alianza Nacional Po-pular. Véase ibíd., septiembre 8 de 1966, p. 1006.

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César Augusto Ayala Diago

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12Populismo por arriba

para evitar el populismo por abajo: la política colombiana después

de las elecciones de 1966

1. LA TRANSFORMACIÓN DEL PAÍS Y EL CRECIMIENTO DE LA ANAPO

El reconocimiento nacional de la Alianza Nacional Popular, expresado en sus sostenidos avances electorales desde 1964, produjo una tormenta en la clase política del país. Los partidos tradicionales reaccionaron de inmediato. Sus intelectuales jóvenes empezaron un interesante proceso de depuración ideológica. Cada paso de la Anapo después de 1964 tenía la virtud de re-agrupar a la clase política tradicional. Rojas continuaba en el papel, ahora en la oposición, de un personaje bonapartista, cesarista o como quiera lla-mársele; conciliador, eso sí. El mismo rol que había personificado en su go-bierno. Curiosamente, en Colombia no era el avance de la izquierda radical que presionaba para la reunificación y reconciliación de las hegemonías del poder, sino la oposición del anapismo.

En realidad, el crecimiento de la Anapo no dejaba dormir con sosiego a la clase política tradicional. Los anapistas habían avanzado considerable-mente en las principales ciudades del país. Una urbe tan liberal como Bo-gotá había favorecido con sus votos a los voceros rojistas, lo que significaba que los liberales no estaban votando por sus líderes. Las elecciones de 1966 empezaron temprano, casi empataron con las anteriores. El comportamiento político de los colombianos de 1964 a 1966 fue de una constante moviliza-ción ideológica y política. En la víspera electoral de marzo y mayo de 1966, la nación estuvo prácticamente polarizada entre el general Rojas Pinilla, sus seguidores o simpatizantes y el Frente Nacional. Este movilizó efectivos, re-

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movió cuanto pudo para oponerse a lo que consideró la amenaza rojista, un regreso a los tiempos de la dictadura. El temor de volver a ver a Rojas en el poder impidió que la clase política percibiera que en el comportamiento de los anapistas no todo era venganza y discurso. Aunque en su comunicación con el establecimiento eran agresivos, sus huellas en los cuerpos legislativos no daban para pensar que estuvieran lejos de una concepción del Estado más acorde con los demócratas que con los mismos partidos tradicionales.

El proceso de urbanización en Colombia no fue paralelo a un desarrollo industrial capaz de absorber a los grupos migratorios. La industria se limitó a contratar la mano de obra calificada y no a la mayoría campesina analfa-beta. La población rural disminuyó en las décadas de 1950 y 1960 así: en 1951 la población colombiana era de 11.228.509 habitantes, de los cuales solamente 4.365.686 vivían en las ciudades, es decir el 38,9%, mientras que la rural abarcaba 6.862.823, o sea el 61,1%. En 1964 la población total era de 17.484.508, de los cuales 8.244.882 vivían en el campo y 9.239.626 en la ciudad, lo que equivale al 47,2% y 52,8%, respectiva-mente. En este periodo se incrementan vertiginosamente los suburbios en ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga, Cúcuta, Manizales y Pereira. Así mismo, crecen numerosas poblaciones menores. Mientras que entre 1938 y 1951 se duplicó la población de 28 ciudades, para 1964 se duplicó la de 1301.

El avance del rojismo era simultáneo al declive de las expectativas que había generado el Frente Nacional. Pero también la aclimatización que pro-dujo este sistema político entre liberales y conservadores permitió que los colombianos vivieran intensamente, sin impedimentos como el de la Violen-cia abierta bipartidista de 1930 a 1958, una etapa recorrida ya por otros países del continente: la emergencia de las masas. Sobre todo, que se dis-frutara en sus expresiones ideológicas la discusión en torno de la sociedad de masas se asume socialmente en Colombia en los tiempos del declive del Frente Nacional. Si en el cono sur de América Latina esa discusión había comprometido a los intelectuales de los años veinte, entre los colombianos sería el avance del populismo rojista de los sesenta el que consiguió impul-sar esa discusión. No se produjo entre nosotros en los años veinte por el carácter obrerista que prevaleció en el discurso generado por las corrientes socialistas que emergieron en la década. Más tarde la discusión fue puesta en el tapete por el gaitanismo y el conservatismo de corte alzatista, pero

1. Campo, Urbano, La urbanización en Colombia. Bogotá, Ediciones Suramérica, 1977, p. 16; “Apuntes sobre el fenómeno urbano en Colombia”, en Documentos Políticos, No. 112, Bogotá, enero-febrero de 1975, pp. 9-31.

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POPULISMO POR ARRIBA PARA EVITAR EL POPULISMO POR ABAJO: la política colombiana después de las elecciones de 1966

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resultó ahogada en la intensidad de la lucha política entre los dos partidos tradicionales. Después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el país se en-redó en la Violencia de mediados de siglo. Es alrededor del general Rojas durante los sesenta que se arremolinan las nuevas capas urbanas forjadas en lo corrido del siglo, en particular la de los marginados. El Frente Nacional contribuyó, paradójicamente, al crecimiento de ese fenómeno. Excluyó a sectores de la vida pública que antes de su vigencia eran parte integrante de la clase política.

Industrialización y urbanización, o más la segunda que la primera en el caso colombiano, contribuyen a la destrucción de viejas estructuras de la sociedad, en particular las denominadas estructuras intermedias tradicio-nales (estructura ocupacional tradicional, la familia, los estatus adscritos)2. Lo que Rojas hace a esta altura del siglo es servir de catalizador de un largo y permanente proceso de urbanización acompañado por una industrializa-ción a medias, incapaz de absorber las masas de inmigrantes del campo a la ciudad. La gente que vota por Rojas y por sus seguidores no hace más que expresar la angustia de la inseguridad de su nueva situación. La pre-sencia de la Anapo en la sociedad colombiana es beneficiosa para el mismo establecimiento, aunque parece que sus contradictores de las altas y sofis-ticadas esferas del poder no lo advierten así. Si el MRL constituía un dique de contención para que las masas liberales no huyeran del liberalismo, la Anapo fue un dique mucho mayor para que las masas colombianas no se desbordaran, papel, además, difícil de representar. Tuvo tantas vicisitudes, tantos altibajos y fue un proceso tan dramático e intenso, que los pensa-mientos y las prácticas políticas más radicales se vieron abocados también a una especie de marginalidad que les impidió llegar a lo más profundo del sentimiento popular.

2. DESMORONAMIENTO DEL MRL, FORTALECIMIENTO DE LA ANAPO

La causa más próxima del desmoronamiento del MRL tuvo que ver con los resultados electorales de 1966, cuando militantes y simpatizantes popula-res de la agrupación entraron en franca desbandada. Líderes intermedios y masas emerrelistas empezaron a llegar a las toldas del anapismo3. No fue

2. Al respecto véase Mejía, Valera, “La Sociedad de Masas”, en Revista Cuadernos Americanos, No. 6, noviembre-diciembre de 1964, pp. 77-91.

3. Alianza Popular dio cuenta de los telegramas que llegaban a sus oficinas provenientes de las filas eme-rrelistas. La mayoría de ellos fueron dirigidos al ex candidato José Jaramillo Giraldo, en términos como los siguientes: “Listos a continuar luchando contra el fraude, demás vicios oligarquías frentenacionalis-tas y sus agentes. Muchos emerrelistas queremos bandera liberal oposición pórtela en sus manos”. Fue

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por eso casual que Alianza Popular le dedicara espacio en información y análisis al proceso de desmovilización del emerrelismo. Al contrario de lo que podría creerse, los ideólogos de la Anapo no se dedicaron a desprestigiar al MRL o en particular a su dirección. López Michelsen tenía buena imagen en la comunidad política anapista. Ante el silencio en que se sumió el jefe del MRL después de las elecciones presidenciales, un columnista de Alianza Popular escribió:

López Michelsen no puede hacer causa común con los enemigos del pueblo que el primero de mayo cometieron el peor de los delitos contra la democracia al hacer presidente contra la voluntad del pueblo a uno de sus más encarnizados enemigos [...] Ojalá el señor López continúe con los capitanes del pueblo el general Rojas Pinilla, José Jaramillo Giraldo y María Eugenia Rojas conforman-do la brigada que tiene una consigna irreversible: la toma del poder para el pueblo4.

Aunque no con la misma capacidad de convocatoria, los comunistas, al igual que la Anapo, declararon también que le harían la oposición al nuevo Gobierno. Para el comunismo era suficiente que la Anapo tuviera la dirección de Rojas y su familia para concebirlo como un movimiento que expresaba los intereses del latifundismo ganadero. La presencia de sectores nacionalistas como el de La Nueva Prensa sirvió para que el comunismo tildara a la Ana-po de pro fascista, peyorativo político que no admitían sus ideólogos y que rebatieron ampliamente en los órganos de difusión.

Si de una parte eran ligeros los comunistas en acomodarle motes al fenómeno anapista, acertaban cuando señalaban cada uno de los factores que habían contribuido a la reagrupación de amplios sectores populares en Anapo:

La agitación permanente y hábil de problemas vitales y sentidos por los traba-jadores de los centros urbanos, como el alto costo de la vida, el desempleo y la falta de techo. La oferta de una solución automática y en breve tiempo de esos problemas, mediante el ascenso al poder por cualquier medio. La consigna de la unidad por la base de liberales y conservadores para luchar contra la oligar-quía. El empleo a fondo de la lucha electoral, confeccionando listas conjuntas de candidatos conservadores y liberales. La falta de coherencia de la izquierda, su dispersión, sus errores políticos de derecha y de extremismo infantil5.

de gran importancia para esta colectividad la llegada de la dirigente popular del Valle del Cauca, Cecilia Muñoz Ricaurte. Véase Alianza Popular, No. 147, mayo 9 de 1966, p. 9.

4. Ibíd., No. 148, mayo 10 de 1966, p. 2. 5. Véase “Informe político al pleno de mayo”, en Documentos Políticos, junio-julio de 1966, No. 60, pp.

64-65.

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El regreso del MRL al oficialismo liberal parecía inevitable. Desde la campaña por la Presidencia quedó claro que, por lo menos en las palabras, el candidato del Frente Nacional había incorporado a su plataforma de lu-cha banderas del emerrelismo. López llamó a desarrollar una política libe-ral autónoma frente al Partido Comunista, su incómodo y más permanente aliado en los nueve años de vida política. Se declaró adverso a las alianzas, se refirió despectivamente a los anapistas, comunistas y lauro-alzatistas y se pronunció por el restablecimiento de la República Liberal. Sin quedarse atrás, Álvaro Gómez Hurtado habló a favor de restaurar la República Conser-vadora. Los delfines, hijos de los dos grandes dirigentes del país en lo corrido del siglo, volvían sobre las consignas de los gobiernos de partido. La Anapo saltó al ruedo. En adelante, los carteles o páginas enteras de Alianza Popu-lar dedicados a la propaganda política iban acompañados de fotografías y textos de Gaitán o de Alzate Avendaño que condenaban las hegemonías de partido.

López intervino el 27 de julio de 1966 en el Senado, señalando lo que sería su conducta en la etapa final del movimiento: “... como he tratado el tema de la unión liberal, quiero decir que la miro con simpatía, la re-agrupación liberal no me produce como puede producirle a algunos de mis compañeros ninguna alergia especial. Solamente que la reagrupación liberal tiene que ser sobre bases liberales...”6. El dirigente se reveló liberal en toda la connotación del término: en lo político y lo ideológico. Lo importante para él era que:

...el partido liberal, para saber si sobrevive o desaparece, defina su posición frente a la economía [...] Si vamos a ser espectadores impotentes del desarrollo económico, como lo preconizaban los liberales de antaño, para vernos expues-tos a correr la suerte del partido liberal inglés, a quien le robó las masas el par-tido laborista, o, de una vez por todas, armonizamos, de acuerdo con los con-servadores progresistas, las disposiciones de nuestra Constitución para definir que en un país subdesarrollado el Estado no puede ser únicamente espectador, sino agente director, inspirador, planeador de la economía nacional7.

López insistía en retomar las reformas liberales de los años treinta. Esto no era nuevo en los postulados del MRL, pero sí su condicionamiento a la unión liberal. Afirmaba que a la reforma de 1936, en particular al artículo de la Constitución sobre la intervención, le faltaba la planeación en el sentido que se entendía en ese momento, es decir, fundamentarla en las teorías de Keynes:

6. Véase Anales del Congreso, septiembre 7 de 1966, p. 1088.7. Ibíd.

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… armonizando el plan nacional y dándole la importancia que debe tener el pre-supuesto en relación con ese plan nacional, no únicamente como las cuentas de una ama de casa, de entradas y salidas, sino como el mayor empresario que es el Estado, como el mayor empleador, el mayor gastador, para que se pueda, den-tro de un concepto de planeación, de Estado moderno, atender a la necesidad de dar empleo a todos los recursos humanos y materiales y devolver el prestigio al Congreso, haciendo que su tarea se concentre precisamente en estos aspectos económicos que le han sido arrebatados por los gremios8.

La naturaleza del MRL, una agrupación que fue abundando su cober-tura gracias a la participación en ella de personajes liberales de izquierda radicalmente opuestos al Frente Nacional, obstaculizaba un normal retorno al liberalismo. El proceso resultaría más dramático de lo que se esperaba, si se tiene en cuenta que el MRL salió de la contienda electoral de 1966 dis-minuido. Consciente de esto, López Michelsen trazó sus propias estrategias, que manejaba con sagacidad y cautela para conseguir llegar robustecido a su partido de origen, más fuerte de lo que indicaban los alcances reales de la agrupación. Y, por supuesto, si el MRL no había sido nunca la expresión homogénea de alguna de sus tendencias, mucho menos lo iba a ser en su etapa final.

Las cosas hubieran ido en beneficio del anapismo si sólo se hubiese tra-tado del desmoronamiento del emerrelismo. Empero, el proceso de reintegro estuvo acompañado de una puja ideológica que tendía a armar al liberalismo tradicional de tesis revolucionarias que seguirían opacando e impidiendo que el ala liberal de Anapo se fortaleciera. El liberalismo era para enton-ces una fuente inagotable de posibilidades de avanzada, y el MRL, aunque disperso, no regresaría sin negociar y sin permear la nueva ideología de esa agrupación.

3. EL MRL PRESENTA AL CONGRESO SU PROPIO PROYECTO DE REFORMA CONSTITUCIONAL

Así, el 21 de septiembre de 1966, el MRL presentó en nombre de Alfonso López Michelsen un proyecto de reforma constitucional alternativo al del gobierno del presidente Lleras9. El documento tenía un valor importante por dos razones. Primero, porque sus contenidos explican el comportamiento de López en la coyuntura del desmantelamiento del movimiento, y segundo,

8. Ibíd., p. 1090.9. Véase ibíd., septiembre 22 de 1966, p. 1203. El texto del proyecto puede verse en la edición del 7 de

octubre de 1966, pp. 1345-1353.

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por cuanto condensaba la prédica inicial del MRL acerca de una segunda oportunidad para la Revolución en Marcha, es decir, aquellos aspectos que realmente interesaban a López y que eran limitados en comparación con la idea e imagen que de él se hacían sus socios revolucionarios.

Con el proyecto emerrelista, el intervencionismo de Estado salía de los marcos de la educación donde lo había dejado el viejo López Pumarejo, para intervenir la economía a través del papel que debía jugar el Estado en su planeación. Si la propiedad estaba ya asumida como una función social, y el Estado estaba obligado a intervenir en la producción, distribución y consumo de las riquezas, se imponía entonces como complemento la existencia de una planeación que sustituyera las improvisadas y esporádicas aplicaciones del principio de intervencionismo de Estado.

Los idearios y realizaciones a medias promovidos por los gobiernos de López Pumarejo, y en particular los de la Revolución en Marcha (1934-1938), confundidos con distintos proyectos políticos antes y después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, habían sucumbido en los años de la Vio-lencia, para resurgir en la década de 1960 en los postulados del MRL, pero también en los de diferentes movimientos que compartían con este último las tesis de un Estado regulador de la economía, como era el caso de la Anapo. Era tardía la propuesta respecto de los países más avanzados del continente, pero a tiempo para resolver “el conflicto entre el crecimiento de la población, con el consiguiente aumento de las necesidades colectivas, y el deficiente empleo de las disponibilidades y recursos de la nación que permanecen ociosos”10.

Aunque los autores del documento justifican las razones políticas na-cionales e internacionales que posiblemente impidieron la ampliación del in-tervencionismo de Estado a la economía en las reformas de 1936, el nuevo proyecto ve en la aplicación de las ideas de Keynes una salida a los proble-mas de subdesarrollo, lo que muestra cuánto había retrasado a los colom-bianos la Violencia de mediados de siglo. Se podría decir que la materialidad de la política de los años sesenta era tan precaria como la de los treinta.

Ordenando al Estado orientar, dirigir y encauzar el conjunto de la eco-nomía e intervenir en la misma, el proyecto aspiraba a poner al país a tono con las recomendaciones que para la superación del atraso daba la Cepal, la Misión Currie, la historia reciente de los Estados Unidos y la de casi todo el mundo.

10. Ibíd.

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4. LOS ENCUENTROS LIBERALES O LA APROPIACIÓN POPULISTA

El inicio del nuevo Gobierno estuvo ambientado por una serie de reuniones doctrinarias con el nombre de Encuentros Liberales. La presencia y partici-pación en ellos de emerrelistas eminentes preparó y amortiguó el paulatino regreso del MRL al oficialismo liberal. El más sonado se celebró en La Ceja, Antioquia, entre el 19 y el 21 de agosto de 196611. Doscientos liberales de los dos sectores del partido, a nivel nacional, convinieron empezar el proce-so de unidad. Al tiempo que el Frente Nacional tomaba un impulso con el gobierno de Carlos Lleras bajo la denominación de Frente de Transformación Nacional, los liberales eran conscientes de la inconveniencia de prorrogarlo más allá de lo convenido, de tal forma que debían prepararse, en los restan-tes ocho años, para asumir la dirección del país.

Se trataba de una vieja táctica: presionar desde afuera para que por dentro de la coalición con el conservatismo la lucha por las reformas fue-ra menos ardua. En la medida en que los liberales presionaran la opinión pública, le quedaría menos difícil a un presidente liberal maniobrar a favor de los cambios. Esto no funcionó del todo con Lleras Camargo durante su gobierno, pero sí influyó para que Laureano Gómez se inclinase por su nom-bre al iniciar el Frente Nacional. Carlos Lleras Restrepo, a su vez, había propuesto un gobierno reformista, y los encuentros liberales que terminarán absorbiendo las tesis progresistas del MRL lo fortalecerían. Ese papel, el de los encuentros liberales, lo había jugado el primer MRL de finales de los años cincuenta, cuando se temía una conservatización del recién nacido Frente Nacional.

Los inspiradores del Encuentro Liberal venían preparándose para la arremetida ideológica después de las elecciones legislativas de marzo, mo-mento en el que decidieron fortalecer la candidatura de Lleras Restrepo con el propósito de debilitar el anapismo, que justamente promovía un candidato liberal. Fabio Lozano Simonelli, uno de los jóvenes valores de ese partido, advirtió: “La coalición antillerista es una rara amalgama de reales o supues-tos ‘revolucionarios’ con lo más granado de la reacción colombiana, y no exhibe ningún programa convincente de gobierno y sí la amenaza del retorno a la dictadura rojaspinillista”12. En este sentido afirmaba que el gobierno de

11. Los textos de las ponencias discutidas en el Encuentro de La Ceja fueron publicadas en la revista Acción Liberal, Nos. 5-6, de agosto-octubre de 1966. Las reuniones fueron promovidas por esta revista junto a El Diario de Medellín y dieron origen al semanario Encuentro Liberal, que dio cabida a amplios sectores de la opinión nacional, y se planteó el objetivo de modernizar el partido liberal.

12. Lozano Simonelli, Fabio, “Del FTN réplica”, en “¿Es posible la transformación dentro del Frente Nacio-nal? ¿Cree usted que Carlos Lleras podrá llevarla a cabo?”, en Revista Acción Liberal, No. 3, febrero-marzo de 1966, p. 35.

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Lleras tendría que ser bueno en respuesta a la ola de insatisfacción popular que reinaba en el país. Indicaba que de ganar Lleras las elecciones presi-denciales habría de tener en cuenta “el ascenso político de los sectores más avanzados, limpios y desprovistos de telarañas mentales de los partidos que lo respaldan”.

La reunión de La Ceja demostró que los liberales estaban preparados para asumir independientemente el Gobierno. El contenido de las 112 po-nencias presentadas indicó que podrían hacerlo solos, sin conservadores. Evidenció, además, que aun dentro del Frente Nacional tenían propuestas y soluciones para afrontar la crisis por la que entonces atravesaba el país. Los convocados disertaron sobre los temas de actualidad relacionados con la política mundial y mostraron estar enterados de todas las fallas y problemas objeto de la lucha de los opositores a la coalición. Por eso, como en todos los momentos de crisis de esa colectividad, se pidió definirla como un “partido de izquierda auténticamente popular”, que impulsara el desarrollo y fuera el adalid de “un gran movimiento de la sociedad colombiana”.

El regreso del MRL al liberalismo nutriría a este último de los idearios nacionalistas y antiimperialistas de la disidencia retornante. El historiador Indalecio Liévano Aguirre, ideólogo del MRL, aprovechó la oportunidad en La Ceja para dictar una cátedra de antiimperialismo constructivo. Resaltó el carácter utilitario y coyuntural que los gobiernos de Estados Unidos habían dado a su política hacia América Latina. Según Liévano, sólo en los momen-tos en que la seguridad de ese país estuvo realmente amenazada, bien por la avanzada fascista de la segunda guerra mundial, bien por la crisis del Caribe de comienzos de la década, los Estados Unidos, para ganarse la confianza continental, cedieron hacia una política más a tono con los intereses latinoa-mericanos. Para este historiador, la política de buena vecindad de Roosevelt o la Alianza Para el Progreso de Kennedy fueron de factura latinoamericana y no estadounidense, y se lograron en un momento en que los mandatarios del norte necesitaron los gobiernos latinos para sus conveniencias. Señaló también que su fracaso se debió al servilismo de los gobiernos del continente con los intereses de ese país, cuya defensa fue mucho más allá de lo que él mismo esperaba.

Eran tiempos difíciles. La era Kennedy había pasado como una ráfaga de ilusión. El presidente Lyndon Johnson, su sucesor, tenía otra manera de ver las cosas. La regulación pacífica de la revolución en América Latina entraba en una fase mucho más sangrienta que las anteriores; con mayor dramatismo dejaba de ser pacífica. Ahora se regularía la revolución apoyan-do dictaduras y echando de lado a los civiles, quienes, según anotaban los ideólogos del Pentágono, habían tenido su cuarto de hora.

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Liévano reconoció a nombre del Partido Liberal colombiano la deuda de América Latina para con la Cepal:

Fueron sus estudios y sus rectificaciones a muchos de los postulados de la ciencia económica ortodoxa los que permitieron a los países latinoamericanos presentar un cuerpo de doctrinas y de soluciones para el subdesarrollo en los momentos en que los Estados Unidos se persuadieron de que solo un cambio radical en su política exterior les permitiría aislar a las Repúblicas del sur de la influencia creciente de la revolución cubana y recobrar, en ellas, un prestigio que en esos momentos había descendido a sus más bajos niveles13.

Finalmente, Liévano puso sobre el tapete dos temas que ganarían es-pacio en la política futura del país y que más bien eran de la cosecha del anapismo. Primero, el control de la natalidad, auspiciado por el mismo Go-bierno liberal:

... el presidente Johnson, siguiendo las recomendaciones de antiguos generales del Ejército norteamericano y de organismos encargados de la seguridad de su país, ha puesto en marcha una espectacular campaña de propaganda sobre la llamada explosión demográfica y la necesidad de imponer pronto un radical control de la natalidad en Latinoamérica, anticipándose a ofrecer los recursos financieros y técnicos indispensables para adelantar ese control con eficacia14.

Y segundo, las maneras de llevar a cabo las reformas: Los colombianos y el partido liberal tienen y deben tener la aspiración de efec-tuar los cambios estructurales que requiere la nación con soluciones propias y ancladas firmemente en las tradiciones de la República. Nuestra Revolución debe ser una revolución a la colombiana, que despierte las energías y el en-tusiasmo de nuestras gentes y no necesite, por eso, de tutorías extrañas ni de préstamos ideológicos con hipoteca política15.

4.1 Populismo por arriba para que no haya populismo por abajo

El ideario populista, aunque de centro, entraba a potenciar al liberalismo. Era la estrategia para evitar el populismo de abajo. Ese populismo de élite tenía que ver con las políticas de Estado que en países como Brasil, en los tiempos de Getúlio Vargas, permitieron construir una infraestructura indus-trial propia, proceso conocido bajo la denominación de nacionalismo econó-mico. En Colombia este proceso se había truncado en los intentos populistas

13. Liévano Aguirre, Indalecio, “Análisis de política internacional de Colombia”, en Revista Acción Liberal, Nos. 5-6, agosto-octubre de 1966, p. 103.

14. Ibíd.15. Ibíd., p. 110.

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desde el poder con López Pumarejo, primero, y con Rojas y los militares después. Había quedado inconcluso también con el aborto del gaitanismo.

En el esquema de los intelectuales que discutían en La Ceja estuvo presente la construcción de una nueva síntesis que le bajaría intensidad a la prédica tercermundista de los populistas de La Nueva Prensa que habían lle-gado a la Anapo. Fabio Lozano Simonelli se preocupó en diferenciar “tercera fuerza” de “tercermundismo”. Si bien reconocía la pertenencia de Colombia al Tercer Mundo por compartir el subdesarrollo como problema crucial de nuestro tiempo, y si bien abogaba por incrementar nexos con él, consideraba que el país no debía renunciar al sistema interamericano y menos a la heren-cia y pertenencia occidental:

Colombia y América Latina toda, están situadas, tanto geográfica como cultu-ralmente, en la intersección del mundo occidental y el tercer mundo, y tienen valores e intereses afines al uno y al otro. Y es preciso aclarar, además, que la vinculación al tercer mundo no implica el rompimiento del sistema interameri-cano, puesto que el concepto tercer mundo no es el mismo de la tercera fuerza neutralista, capitaneada por los gobiernos de la India, Yugoslavia y la República Árabe Unida16.

Lozano se refería a la necesidad de defender instituciones de origen oc-cidental como la democracia representativa y a no echar por la borda lo poco que los latinoamericanos habían avanzado en su integración continental.

A este interés por el Tercer Mundo, como una propuesta de equilibrio en política internacional para Colombia, se sumó el planteamiento de Diego Uribe Vargas sobre el desarrollo de la política del cinturón ecuatorial. Para Uribe Vargas, los pueblos de Asia, África y América Latina localizados en la coordenada del cinturón ecuatorial con las mismas características climáticas y con los mismos problemas económicos, deberían aliarse en la lucha por la reducción de precios de los productos básicos.

De esta manera, los liberales de La Ceja arrebataban los contenidos del populismo a los más caracterizados movimientos de ese estilo en la arena política colombiana, o, por lo menos, competían con ellos. Ratificaron su vocación intervencionista: “El Estado debe intervenir, de modo sistemático y ordenado, en el proceso económico, con el fin de lograr la máxima tasa en el incremento de la producción, amplias oportunidades de empleo y una equitativa distribución del ingreso nacional”17. Así, se aprobó una reforma

16. Lozano Simonelli, Fabio, “El sistema interamericano y el tercer mundo”, en ibíd., Nos. 5-6, agosto-oc-tubre de 1966, p. 95.

17. “Desarrollo económico y distribución del Ingreso”. Ponencia aprobada en el encuentro liberal de La Ceja, en ibíd., Nos. 5-6, agosto-octubre de 1966, p. 44.

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agraria de distribución de la tierra y mejoramiento de la productividad (cré-dito, asistencia técnica y métodos de explotación industrializada) que hiciera del sector rural una fuerza dinámica en función del desarrollo nacional. Se propuso controlar las tendencias y prácticas monopolísticas y el alto grado de concentración del poder personal en la economía colombiana, que ce-rraban las oportunidades de acceso a la dirección económica a importantes sectores de profesionales y técnicos. Se acordó seleccionar campos de inver-sión que requirieran un alto volumen de mano de obra. Esta selección debía orientarse hacia la construcción de caminos vecinales, pequeños sistemas de irrigación, y hacia la defensa de la artesanía y la pequeña y mediana industria, como fuente importante de empleo.

Se apropiaron también los liberales de La Ceja de otro importante com-ponente del populismo: el nacionalismo. Al respecto expresaban: “El parti-do liberal persigue como parte esencial de su programa la defensa de una política exterior que afirme los valores propios del pueblo colombiano y se inspire en un vigoroso nacionalismo”18. Se pronunciaron por la integración de los países de América Latina y su conversión en una gran comunidad eco-nómica, cultural y política para un mejor entendimiento con Estados Unidos. Llamaron a vigorizar las relaciones diplomáticas, comerciales y culturales con todos los pueblos del mundo sin distingo de régimen socioeconómico.

En su apropiación de los contenidos del populismo, el liberalismo de La Ceja no dejó de lado una contundente crítica al capitalismo. En uno de los pasajes del discurso de apertura de Hernando Agudelo Villa, leemos lo siguiente:

En verdad, los derechos individuales de propiedad y el poder de la máquina ahondaron las desigualdades sociales. La libertad comercial sin frenos desató el ansia inescrupulosa de la ganancia y generó un individualismo ciego a todo compromiso de solidaridad. La libre competencia dio el triunfo al más astuto y más fuerte que organizó el monopolio. La misma libre competencia en el campo internacional trajo consigo hondos desequilibrios entre la producción y el consu-mo, los procesos inflacionarios y las crisis periódicas, la guerra por los mercados, los nacionalismos económicos, la división arbitraria del mundo entre metrópolis y colonias19.

Al demostrar conciencia de los desequilibrios que produce la elección capitalista como vía de desarrollo, lo mismo que la necesidad de corregirlos, Agudelo da puntadas para diseñar una alternativa no capitalista. No se refie-

18. “Posición internacional de Colombia”. Ponencia aprobada en el encuentro liberal de La Ceja, Antioquia, en ibíd., pp. 52-53.

19. Agudelo Villa, Hernando, “Hacia un liberalismo moderno”, en ibíd., p. 36.

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re en forma directa a la construcción de una sociedad socialista, pero tam-poco aboga por el fortalecimiento de la democracia representativa ni llama al ruido de sables. Su propuesta tiene que ver con el espíritu de la época, en donde los modelos de Estado que se experimentaban en la República Árabe Unida y en Argelia, para no mencionar sino dos casos, irradiaban influencia sobre la élite liberal reunida en La Ceja. Se trataba entonces de una tercera vía que se distanciara del capitalismo de las grandes potencias y de los co-munismos soviético y chino:

Se está abriendo paso un cuerpo de teoría política y económica sobre el desa-rrollo y la industrialización, que busca el establecimiento de sociedades basa-das en la justicia más que en la utilidad, en la planeación racional más que en la ciega operación del mercado, en la industrialización de las economías en oposición a la orientación de éstas para la producción de materias primas en provecho de intereses extranjeros20.

De este modo, sería en los marcos de un neocapitalismo corregido y ma-nejado por la audacia e imaginación del partido que estuviera al frente de un Estado fuerte, de donde partiría la construcción de la nueva sociedad. Partido capaz de medírsele a una época mucho más compleja que cualquiera otra anterior. El peso de la competencia por un nuevo reparto del mundo entre las grandes potencias en un ambiente de Guerra Fría con las características de un neocolonialismo ameritaba tal propósito:

Gobiernos fuertes capaces de imponer disciplina social, controlar y dirigir el uso del capital de acuerdo con los objetivos de la nación, producir tanto como se pueda, consumir menos y ahorrar suficientemente para lograr una alta tasa de inversión [...] E incluso está muy extendida la creencia de que el partido único es el instrumento más apropiado para acelerar el desarrollo económico y social21.

Los materiales ideológicos de La Ceja tuvieron gran difusión en los ór-ganos periodísticos de los participantes e incluso en la gran prensa nacional. Como si fuera poco, los liberales del encuentro se desplazaron por algunas ciudades del país predicando la buena nueva.

La primera reunión ideológica del liberalismo tuvo un apreciable significa-do. Por primera vez en el curso del Frente Nacional, los dos sectores irreconci-liables del partido coinciden en sus apreciaciones sobre los problemas colom-bianos. El evento sacó del estancamiento ideológico al liberalismo y proyectó de él una imagen de promotor de ideas de izquierda, lo que ponía de presente su reserva política. Significaba un apoyo intelectual para el Gobierno en caso

20. Ibíd.21. Ibíd.

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de que el presidente se decidiera por una verdadera transformación, y sobre todo fue una respuesta contundente a quienes fundamentaban su accionar político en la crisis de los partidos tradicionales.

El encuentro, a la vez que elevó el nivel de las discusiones políticas, puso en dificultades el desarrollo de los movimientos opositores al Frente Nacional, en particular al anapismo. Perplejos por lo que acontecía ante sus ojos, los emerrelistas de base, por su parte, padecían el desmoronamiento de diez años de militancia en un movimiento que consideraban la alternativa al liberalismo oficialista. En este terreno las pérdidas fueron irreparables. Amplios sectores que se forjaron en la lucha política estaban seguros de haber configurando un nuevo partido. En este sentido, ellos y el país perdieron una década que apla-zaba de nuevo la diversificación del sistema político colombiano.

Aunque el liberalismo era el más favorecido con la movilización de ideas de La Ceja, algo sacaría el país con el mensaje que se le estaba enviando al nuevo presidente, si era que este no estaba detrás de todo y se decidía por reacción a implementar grandes reformas sociales. La reunión de La Ceja, la megalomanía del líder espiritual del MRL, la desaparición de la Línea Dura, la ausencia de la izquierda comunista, aliada del MRL en las corporaciones pú-blicas, el obstáculo al funcionamiento del Congreso por parte de la oposición y, sobre todo, el avance anapista, entre tantas causas, contribuía al languide-cimiento general del movimiento fundado por López Michelsen.

5. CRISIS CONSERVADORA Y AVANZADA POPULISTA EN SU INTERIOR

Aunque habían pasado ya nueve años desde el plebiscito de 1957, todavía el discurso contrario a la fórmula del Frente Nacional que enarbolara Gilberto Alzate Avendaño rondaba en el Congreso, justamente ahora cuando se per-cibía que sus profecías eran una realidad. Su idea sobre el Frente Nacional como empotramiento de otra hegemonía liberal ganaba espacio gracias a las imprudencias del presidente Lleras en su intento de manipular el Congreso. Mientras la oposición del MRL evaluaba el pacto de coalición como el es-tablecimiento de un partido único, el representante lauro-alzatista de Norte de Santander Manuel Bayona Carrascal señalaba intermitentemente que ese sistema había significado la consagración de una hegemonía liberal.

Sin embargo, nada hacía el conservatismo como colectivo político para unirse e impedir que el Partido Liberal se alzara con todo el botín del Frente Nacional. Mientras la división del liberalismo, que parecía llegar a su final, le había convenido por tener las características propias de una estrategia a largo plazo, la división conservadora no obedecía a ninguna estrategia, y más bien esa colectividad estaba pagando con su irredimible fragmentación los costos

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de sus compromisos con el mantenimiento, por la vía de la violencia, del viejo orden en épocas no remotas. Las contradicciones internas de cada una de las corrientes guardaban y acumulaban odios y venganzas que salían a relucir en las sesiones del Congreso. Primero fue el tratamiento que los anapistas conser-vadores le daban al presidente conservador Guillermo Valencia; luego vino el trato de este para los conservadores de la Anapo y sus increpaciones: “O nos destruyen o los destruiremos”. Valencia acusó a los anapistas de ladrones y hablaba de la necesidad de liquidar el movimiento: “Yo creo que si Rojas per-dió sus derechos civiles por indignidad, esa sanción debiera hacerse extensiva a sus seguidores...”22.

Vino después el trato soberbio de los lauro-alzatistas contra los ospinistas. Los primeros no se atrevían a plantear un nuevo partido sino que se abrogaban la propiedad del conservatismo, hablaban de defender los principios y ser los guardianes de la heredad. Al ser desplazado de la coalición después de las elecciones legislativas de 1960, el laureanismo organiza su discurso sobre el Frente Nacional antes y después de esa fecha y se erige en su defensor:

La división del conservatismo se ha mantenido en forma soberbia e insensata por dirigentes débiles en la defensa de los principios, empeñados en obstaculi-zar la restauración del auténtico Frente Nacional. La conducta de esos dirigen-tes ha hecho posible el llamado Frente de Transformación Nacional que es el producto de una componenda entre un sector mayoritario del liberalismo y un grupo minoritario del partido conservador, que conduce en la práctica a una hegemonía liberal23.

Sin embargo, en la profundidad de los hechos y de la evolución de la política colombiana las cosas eran más complejas. Lo de la defensa de la doctrina conservadora era muy superficial. ¿A cuál doctrina se referían los laureanistas? Si se trataba de la ideología clásica conservadora, poco tenían para argumentar, puesto que el nuevo presidente estaba poniendo en prác-tica el robustecimiento del Ejecutivo que tenía que ver con sus imaginarios políticos. Por eso es curioso el siguiente párrafo extraído de una declaración suya contra los proyectos de Lleras: “El conservatismo reitera su adhesión a la democracia. En consecuencia, defenderá hasta los últimos extremos la soberanía del Congreso y la vigencia de las instituciones representativas”24. Curioso y cínico si se tiene en cuenta que su inspirador máximo, Laureano Gómez, gobernó justamente sin órganos legislativos. El comportamiento de

22. Anales del Congreso, diciembre 16 de 1964, p. 210; El Tiempo, septiembre 29 de 1964, pp. 1 y 22.

23. Véase “Declaración de la Asamblea Nacional Conservadora”, en ibíd., septiembre 27 de 1966, p. 1239.

24. Ibíd., septiembre 27 de 1966, p. 1239.

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Bayona, quien no le reconocía a nadie la personería oficial del conservatis-mo, revelaba el estado de fragmentación en que se encontraba ese partido. Este aparecía desdibujado, y sus confrontaciones daban a entender las im-posibilidades de una unificación. Mientras en el liberalismo el olor a unión impregnaba las corporaciones públicas, para los conservadores eso parecía imposible.

Eran talentos y estilos distintos. No era la misma tónica la del repre-sentante conservador Alberto Dangond Uribe que la de Bayona Carrascal, ambos por fuera del pacto frentenacionalista. El pensamiento de Bayona hacía prever futuras militancias por fuera del conservatismo.

Aun así, el conservatismo no se quedó atrás en sus avances ideológicos. También allí existían líderes e idearios populistas. El más expresivo y repre-sentativo era Belisario Betancur. El dirigente conservador se había formado a la sombra de Laureano Gómez. Poco a poco Belisario, como se le conocía en la vida política colombiana, se fue liberando de la tenaza e influencia del controvertido jefe conservador. Alejado de la influencia en el Frente Nacional después de las elecciones de 1960, el laureanismo se fue a la oposición; sin embargo, Belisario fue cooptado por el sistema del Frente Nacional. Desde allí desempeñó altas dignidades. Es posible que la muerte de Laureano Gó-mez en julio de 1965 lo haya liberado definitivamente. Además de hacer parte de la clase política, Betancur hacía de editor. Dirigía con éxito una pu-blicación seriada sobre los problemas nacionales con el nombre de El dedo en la herida, bajo el auspicio de la editorial Tercer Mundo.

Para 1966 el estilo de sus discursos y escritos era trascendental y patético. Describía la realidad nacional con los argumentos propios de un discurso populista tercermundista. Estaba actualizado en el devenir de los procesos históricos de los pueblos de Asia y África recién emancipados y los citaba en sus textos como ejemplos dignos de imitar. Belisario hizo parte del Comité Bipartidista que respaldó la campaña de Carlos Lleras al lado de los liberales Fabio Lozano y Hernando Agudelo Villa, agenciadores del encuentro de La Ceja. Para el candidato frentenacionalista fue un acierto contar con él entre sus ideólogos electorales.

A diferencia de los estilos de Lozano, Agudelo y de la demás gente de La Ceja, el de Betancur no tenía el razonamiento estratégico liberal y la lucidez intelectual-política de aquellos. El dirigente caldense no sólo era más pedagógico, sino más auténtico. Su idioma de corte cristiano-popular estaba más acorde con el del común de la población colombiana. Si los otros discursos eran expresión de una clase media en busca de espacios y atemorizada por la pérdida de sus masas, el de Betancur era el de un hom-bre venido de abajo, hecho a pulso y sinceramente más comprometido con

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lo popular. Empero, como el de aquellos, robustecía el conservatismo y con él el bipartidismo. El rejuvenecimiento conservador lo encontraba Betancur en el cristianismo, fuente permanente de la evolución de su partido, según anotaba, y en la superación, por parte de su generación, de “persistir en una guerra personalista sin contenido ideológico”25.

6. ¿Y DE LA IZQUIERDA, QUÉ?

Los avances ideológicos del liberalismo y del anapismo ponían en dificulta-des el crecimiento de las izquierdas comunistas y no comunistas. Supuesta-mente, los comunistas sentirían con mayor intensidad la crisis por su larga alianza con el MRL, que ahora de regreso al oficialismo liberal rechazaba a su cómplice. Pero no. El comunismo, acostumbrado a marchar a la sombra del liberalismo, reconoció los significados positivos de la reunión de La Ceja. José Arizala, cuadro intelectual comunista, señaló el acontecimiento como un hito en la historia del liberalismo colombiano por tratarse de una discu-

25. Betancur, Belisario, “Colombia busca el cambio”, en varios autores, Los caminos del cambio. Bogotá, Editorial Tercer Mundo, 1966, p. 12.

Figura 33. Algunos títulos de la colección“El dedo en la herida” de la editorial Tercer Mundo.

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sión ideológica en un momento en que los partidos tradicionales se habían dedicado a componendas electorales y a la politiquería26. Advirtió en las conclusiones del evento una respuesta de la burguesía nacional para “vencer el subdesarrollo y darle aliento al espíritu reformista del liberalismo”27. Pero no tuvo reparos en declarar que su partido estaba dispuesto a luchar por el tipo de Estado que anhelaban los liberales, ya que se identificaba con la re-volución agraria antiimperialista por la que luchaban los comunistas, la cual era necesaria para pasar a la etapa socialista28.

Gerardo Molina, que simbolizaba un punto de confluencia en la izquier-da colombiana no comunista, había llamado la atención, después de las elecciones legislativas de marzo último, sobre la debilidad de la izquierda que participaba en la lucha electoral. Se refirió al comunismo y al MRL. Vio en el fracaso comunista un absceso de fijación respecto de Moscú y una ausencia de estudios sobre la evolución reciente del país. Invitando a ese partido a colombianizarse, sugería que el comunismo entrase en alianzas con otras organizaciones progresistas inhibidas a pactar con él por su dis-curso foráneo. Así como Indalecio Liévano llamaba a una revolución a la colombiana, Molina argüía la necesidad de renunciar al mal de la occiden-talización de la izquierda no comunista y a la orientalización de la izquierda comunista. En cambio, encontraba las causas del crecimiento del anapismo en haber aprendido de Gaitán las reglas de la comunicación con el pueblo: “La intuición para saber lo que el pueblo quiere oír, una manera de decírse-lo, sencilla y apasionada, un procedimiento seguro para eliminar distancias intelectuales”29.

En la interpretación que hacía Molina de la situación política nacional veía con pesimismo el futuro de la izquierda ante la indefinición de una polí-tica independiente y propia sobre el desarrollo, ya que tenía el presentimien-to de que Lleras Restrepo trabajaría desde el poder en favor del desarrollo de un “neocapitalismo con base en la expansión de las fuerzas productivas y de algunas reformas en el plano social con la mira de integrar todavía más las clases trabajadoras a un capitalismo que tiene aún grandes posibilidades de desenvolvimiento”30.

26. Arizala, José, “El Partido Liberal y su porvenir”, en Documentos Políticos, No. 64, diciembre de 1966, pp. 121-122.

27. Ibíd.28. Ibíd., p. 129.29. Molina, Gerardo, “¿Es posible una renovación de las izquierdas?”, en Revista Acción Liberal, No. 4,

mayo-junio de 1966, p. 71.30. Ibíd., p. 70.

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7. POPULISMO DE ÉLITE COMO ALTERNATIVA AL MIEDO

Hasta ahora hemos demostrado la presencia de un discurso populista de centro en el interior de una joven generación liberal. Sin embargo, el impedi-mento mayor para su realización estaba en su convencimiento de que a tra-vés del Partido Liberal se podrían llevar a cabo las reformas de ese carácter. Valoraban en extremo los mitos del liberalismo como partido revolucionario y popular. Los nuevos ideólogos no ignoraban la presencia en el partido de un sector retardatario, pero eran incisivos en que fuera el liberalismo y no otro experimento político promovido por ellos mismos el encargado de lide-rar el cambio. Tan convencidos estaban de esto, que prefirieron dar la pelea dentro del partido, no en reuniones de unos contra otros, sino a través de la prensa, de la literatura política, de conferencias, de intervenciones radiales que le daban al ambiente político nacional la apariencia de estar viviendo una situación revolucionaria.

Todo redundaba en el fortalecimiento del liberalismo y en el debilita-miento de la posibilidad de configurar un movimiento populista. El biparti-dismo, sobre todo el progresista, se convertía, entonces, en una tenaza, en el adversario principal en la configuración del populismo como movimiento político, como tercera fuerza.

El miedo de los liberales frente al conservatismo, tan característico en su comportamiento del siglo XX, tuvo en los contenidos del encuentro de La Ceja otro episodio más. Miedo estratégico, si se quiere. De ahí que los convencionistas del MRL allí reunidos no hubiesen convocado a sus socios comunistas, para no alertar a los conservadores. Pero el temor más sociabi-lizado y más integrador era el que sentían por el robustecimiento de Rojas. Hombres de remotas aventuras socialistas como Moisés Prieto expresaba lo siguiente:

El notorio crecimiento de la Anapo en las ciudades populosas principalmente, se ha producido sin que presente una doctrina coherente sobre los problemas del Estado o formas de gobierno; carente de jefes prestigiosos por su honorabilidad, o sabiduría, o elocuencia, o desinterés; sin conductores que hayan dado serio testimonio de su anhelo de engrandecer al pueblo o dignificarlo; al contrario, sojuzgado por la fuerza de las armas durante la dictadura, se le somete diez años después de restablecida la República, a la violencia moral de ponerse de rodillas en la plaza pública como signo de obediencia31.

31. Prieto, Moisés, “Amplio respaldo a los partidos tradicionales”, en ibíd., No. 4, mayo-junio de 1966, pp. 74-75.

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No sólo se trataba de la contribución suya, como lo era también la de los comunistas, a la continuidad de las formas de dominación política, sino que el anterior pasaje revela la concepción aristocratizante del ejercicio del poder. Su posición de “gran señor” no le permitió otra lectura del fenómeno rojista que apelar a un pasado construido por la clase victoriosa y el desdén tanto por el pueblo como por los pequeños hombres colombianos que se expresaban en ese vehículo que se llamaba Anapo. No era tan cierto lo de la carencia de hombres honorables. En la provincia, sobre todo, el anapismo desplegó la actividad de figuras, que sin la presencia de la Anapo, ni su región ni el país hubieran sabido de ellos.

Prieto no llamaba únicamente al robustecimiento del liberalismo, sino al de ambos partidos. Sólo con programas que redimieran al pueblo se evi-taría el riesgo anapista. El ideólogo liberal encontraba las causas del fenó-meno rojista en el flujo ininterrumpido de los inmigrantes del campo y en la incapacidad de la producción para absorberlos. “El fenómeno de la Anapo –escribía Prieto– es la reacción elemental, instintiva y pasional que los lanza a engrosar la facción en donde el rencor tenga satisfacción inmediata en el desafuero”32.

El reagrupamiento liberal contra Rojas tenía otra explicación. La irre-versible unión del partido, que contaría con el regreso seguro de los altos dirigentes del MRL, no aseguraba el retorno de la masa emerrelista a la tolda oficial liberal. Muchos líderes populares que habían acompañado a López en casi una década de oposición podrían ser cooptados por el ala liberal de la Anapo. De hecho, miles de liberales votaron por el candidato anapista Jaramillo Giraldo en las anteriores elecciones presidenciales. La promoción que hizo la Anapo de un nombre liberal para las elecciones de 1966 y el he-cho de comprometer su electorado conservador con la candidatura tuvo un enorme significado para la población liberal desafecta con el Frente Nacional y en proceso de desilusión con el desvencijado emerrelismo.

8. EMERRELISTAS Y ANAPISTAS A TONO

El ruido alrededor de las transformaciones que proponía el Ejecutivo volcó los medios a su favor. Cada vez la gran prensa hablaba más de los avances de la unión del liberalismo. Altas figuras del MRL, según se informaba, ne-gociaban la adhesión de su movimiento a las iniciativas oficiales. En el Con-greso, sin embargo, había resistencias que obligaban a los parlamentarios

32 Ibíd., p. 75.

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emerrelistas a pronunciarse. Los rumores de la unión por arriba reavivaron la participación de los parlamentarios emerrelistas en el Parlamento. Sus intervenciones van tener mayor ocurrencia y temple; cuestionan la temprana política devaluacionista del régimen y sus efectos en el pueblo. En menos de dos meses, el Gobierno había acudido a este mecanismo que, según él, afianzaba el papel interventor del Fondo Monetario Internacional en la eco-nomía del país:

La devaluación no aparece en las dos administraciones colindantes como un accidente sino como una política de fondo que caracteriza al Frente Nacional y que se prolonga amenazante comoquiera que “La carta de Intención”, próxima a ser renovada, prevé reajustes periódicos del cambio intermedio, o sea, deva-luaciones del peso colombiano33.

Los parlamentarios acusaban al régimen de haber dejado libre la im-portación de mercancías, debilitando de esa manera a los pequeños mar-ginados industriales colombianos que necesitaban protección y ayuda. De igual manera denunciaron el alto costo de la vida, incrementado en el recién instaurado Gobierno, y sentenciaron:

... combatiremos sin pausa todas las iniciativas que tiendan a recortar las liber-tades públicas o a consolidar en Colombia el predominio de la oligarquía y de sus oligopolios. Somos y continuaremos siendo el partido liberal del pueblo y la oposición radical, constructiva pero vigorosa, al sistema del Frente Nacional y al gobierno que lo representa34.

La constancia presentada por los parlamentarios del MRL demuestra, por un lado, que el proceso de reunificación no estaba siendo transparente. Por el otro, es posible que estuvieran provocando con su intervención beli-gerante conseguir mejores condiciones para negociar. Y en tercer lugar, se ponen en sintonía con las banderas de lucha del anapismo que los ve con simpatía, la cual incomoda al líder liberal Parmenio Zapata, quien se queja-ba de que los conservadores anapistas prefirieran conversar y negociar los puestos de dirección de la Cámara con los emerrelistas y no con los liberales de la misma alianza35.

Fue dramática la elección del designado de la República. En la sesión plena del Congreso del 14 de septiembre, el senador Víctor Mosquera Chaux leyó una constancia suscrita por los Directorios Políticos Liberal Oficialista y Conservador Ospinista, cuyo punto cuarto decía:

33. Véase “Constancia de los parlamentarios del MRL”, en Anales del Congreso, septiembre 13 de 1966, p. 1136.

34. Ibíd.35. Véase “Constancia de Parmenio Zapata”, en ibíd., septiembre 8 de 1966, pp. 1104-1105.

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El día 20 del presente mes de septiembre se procederá a la elección de Mesas Directivas del Senado y la Cámara de Representantes. Las dos representaciones votarán por los candidatos que se acuerden y lo harán en forma unánime. Es entendido que en la constitución de las Mesas Directivas se dará la participa-ción tradicional a la minoría que hoy no pertenece a la coalición representada en el Gobierno. Si a pesar de esto, la minoría impidiere a las Cámaras el cum-plimiento de esa función, los Senadores y Representantes liberales y conserva-dores, en guarda del prestigio del Congreso, que no debe seguir funcionando bajo una situación irregularmente mantenida, se retirarán de las Cámaras y se abstendrán de concurrir a estas, mientras tal situación subsista36.

¡Ahí fue Troya! La sesión terminó en zambra. Los parlamentarios des-ahogaron su rabia en la persona del ex presidente Darío Echandía, que sim-bolizaba en el Congreso el poder del establecimiento y era coautor, junto con Lucio Pabón Núñez, del texto de la declaración oficial, según el emerrelista Virgilio Vargas Pino.

La gran prensa se fue lanza en ristre contra el Parlamento. A pocos días de posesionado, el presidente Lleras vivía la primera gran crisis con rumor de renuncia. Los parlamentarios no se dejaron amedrentar. Anapistas y eme-rrelistas entendieron el escándalo como una clara intromisión del Ejecutivo en el poder legislativo y contestaron de manera airada. Para ambos se trató de la preparación de un golpe de Estado. Los anapistas dijeron: “Como el presidente Lleras Restrepo está realizando los pasos previos para dar un golpe de Estado contra el Congreso, desde ahora manifestamos que toda la responsabilidad del desplome jurídico del país y de la ruptura de las llama-das instituciones democráticas, queda ubicada en la cabeza del Presidente y de sus colaboradores”37, terminaban así una declaración. Por su parte, los emerrelistas fueron más contundentes:

Entendiendo a cabalidad que la conducta del gobierno obedece a los designios de la oligarquía criolla internacional confabulada, para quebrantar en América Latina una vez más el orden constitucional, tal como ha sucedido en Argentina, Brasil y Bolivia, sustituyendo los regímenes democráticos por regímenes de fuerza, alertamos al pueblo colombiano acerca de la amenaza inminente de un golpe de Estado que solamente beneficiaría los intereses de las castas privile-giadas, robusteciendo dictatorialmente el Poder Ejecutivo, clausurando el parla-mento y perjudicando ostensiblemente los auténticos intereses de las mayorías nacionales, atentado contra el cual el Movimiento Revolucionario Liberal estará vigilante sin ahorrar esfuerzos para impedirlo, cualquiera que sea su origen38.

36. Ibíd., septiembre 20 de 1966, p. 1179.37. Ibíd., p. 1172.38. Ibíd., p. 1170.

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El coronel Hernando Forero Gómez, célebre ex golpista del 2 de mayo de 1958, que había llegado a la Cámara por el Caquetá y cuya presencia en el Parlamento era casi inadvertida, salió al ruedo: “La sola claudicación de los representantes del pueblo, induciría a las masas a la rebelión. Tengamos la sindéresis suficiente y la resolución necesaria para derrotar a la casta privilegiada y para comprobarle a la Nación que estamos resueltos a luchar por los altos intereses de la Patria o a perecer por ellos”39. Otro anapista beligerante, el representante Elías Salazar García, peroró: “En este recinto esperaremos al populacho, para que después de cerrar el parlamento nos acompañe hasta el Palacio de San Carlos, y entonces la destrucción será ejemplar, total y completa”40.

La salida en falso del oficialismo político provocó pronunciamientos hasta de los aliados en el Congreso. Alberto Dangond Uribe, uno de los ideólogos del lauro-alzatismo más próximos al Gobierno, se echó para atrás y en el mismo tono de emerrelistas y anapistas condenó las pretensiones de Lleras Restrepo equiparándolo a Luis Napoleón III, quien luego de ser elegido presidente de Francia después de gobernar tres años dio un golpe de Estado y desde el poder clausuró la Asamblea Nacional, asumió poderes dictatoriales y proclamó el segundo imperio41. El escándalo producido obligó al presidente Lleras a hablar por la televisión y la radio. De sus labios los co-lombianos escucharon sendas explicaciones donde el presidente anunciaba que respetaría la Constitución y no cerraría ni atropellaría al Congreso.

De cualquier manera, el MRL, que no renunciaba a su pertenencia liberal, era el llamado a salvar al partido de la encrucijada en la que se encontraba. Al fin y al cabo sus orígenes tenían que ver con la salvación del liberalismo en medio del temor a su conservatización como aliado del adversario eterno. Por eso el discurso de la unión pasaría por las discusiones de pura estirpe liberal, fundamentaciones que tenían ahora la inmediata fac-tura de Alfonso López Michelsen. Todo lo que él decía y a veces hasta lo que pensaba era desarrollado por sus más allegados. Así, al parlamentario Luis Villar Borda le correspondió rendir una ponencia del Gobierno que restable-cía la mayoría absoluta de los votos en algunas materias para la aprobación de los proyectos de ley. Después de larga disertación terminó dándole luz verde al proyecto y lo recomendó para primer debate; esto no significaba que

39. Ibíd., septiembre 21 de 1966, p. 1194.40. “Intervención de Elías Salazar García del 6 de octubre de 1966”, en ibíd., enero 26 de 1967, p. 115.41. Ibíd., septiembre 20 de 1966, p. 1170.

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quedaba libre de obstáculos, pero indicaba hasta dónde habían avanzado las negociaciones de la reunificación del partido42.

Aparentemente, el MRL se encontraba en una situación incómoda. La abolición de la norma de las dos terceras partes estaba entre sus reivindica-ciones mucho antes de la coyuntura de 1966. La eliminación de la norma no estaba lejos de sus anhelos. Ya en julio el representante Leovigildo Bernal había dicho: “Nosotros seguimos siendo partidarios de la abolición del sis-tema de las dos terceras partes, pero exigimos y queremos también acabar con el sistema de la paridad, acabar con los feudos podridos, volver al juego libre de la democracia”43.

De López también vendría una fórmula para superar el escollo de las dos terceras partes que había impedido la elección de los altos cargos en el Congreso y la designatura. Propuso que la oposición votara por los candida-tos oficiales y que los representantes del Gobierno lo hicieran por los de la oposición.

En la sesión del Senado del 23 de septiembre se superó parte del impas-se. Anapistas y emerrelistas votaron para presidente del Senado por Manuel Mosquera Garcés, candidato oficial perteneciente ahora al ospinismo pero identificado desde un pasado no remoto con el general Rojas. No había sido un rojista simple. Venido de las filas del alzatismo, se desempeñó primero como ministro y luego como director del Diario Oficial que concurrió con ventajas oficiales con la gran prensa nacional. Era prácticamente enemigo personal del laureanismo y figuraba en los primeros lugares de su lista negra. Para la primera y segunda vicepresidencias de la corporación se acordaron los nombres del emerrelista Saúl Pineda y del oficialista Luis Avelino Pérez, respectivamente.

La elección de Mosquera Garcés a la presidencia de la Cámara Alta produjo malestar en la gran prensa, que interpretó el acontecimiento como un triunfo directo del general Rojas. Realmente fue eso. De ahí a la reivindi-cación de sus derechos políticos faltaba poco. Empezaba el reconocimiento, los candidatos de la Anapo sonaban para un cargo y otro dentro de las corporaciones públicas. El retiro de los lauro-alzatistas de las negociaciones tenía que ver con el pasado de Mosquera Garcés, comprometido hasta el final del gobierno militar.

42. Ibíd., septiembre 21 de 1966, pp. 1194-1197. El debate continuará y se hará complejo en el primer semestre de 1967.

43. Ibíd., septiembre 26 de 1966, p. 1230.

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Los liberales del Congreso, en cambio, a no ser por las protestas de la gran prensa, ni siquiera percibieron lo que El Espectador denominó un im-posible moral44. Desde provincia, un periodista liberal se hizo oír:

Yo estoy seguro de que si se hiciera una encuesta entre los millones de liberales de la provincia que no deben ni esperan nada del Congreso, ni de los jefes polí-ticos, responderían que se sienten humillados y vejados. Como tengo certeza de que nuestros muertos, los que cayeron en mayo y en el proceso que lo precedió, se habrán crispado en la tumba, en la certeza de que murieron por quienes no eran merecedores de su sacrificio45.

El regreso del MRL al oficialismo liberal convirtió a la Anapo en la resistencia más importante en el Congreso a las iniciativas del Gobierno. Mientras que la voz de los disidentes emerrelistas se hacía más baja, los anapistas no dieron el brazo a torcer. A mediados de 1968, cuando ya era casi un hecho su aprobación, los congresistas anapistas expresaron su desacuerdo en una crítica aguda al mejor estilo democrático. Al tiempo que anunciaron su voto negativo a la reforma, ratificaban su oposición al Frente Nacional y sostenían que la enmienda constitucional, sin sentido total y real de los problemas nacionales, era una mampara para continuar engañando a los colombianos. Para ellos, la reforma sólo atendía al interés político de la clase dominante en seguir detentando las palancas del poder. La enmien-da, opinaban, no le proponía al país ninguna empresa revolucionaria capaz de convertir al Estado en instrumento de la totalidad nacional y en agente del desarrollo económico, cultural y social, sino que pretendía fortalecer los poderes omnímodos del Ejecutivo. Consideraron pírricos los avances que se lograrían con la aprobación de la reforma:

Vemos que el proyecto que se discute solamente acaba con la paridad en Con-cejos y Asambleas [...] Estamos viviendo bajo la tiranía de un solo partido ya que en el artículo 10 del proyecto se autoriza el funcionamiento de nuevos par-tidos, pero quedan estos sometidos a una capitis diminutio frente a los otros, el conservador y el liberal, para los cuales se consagra la prerrogativa execrable de que solo a ellos les corresponde la representación paritaria en el Gabinete Ejecutivo46.

Con los anapistas convertidos en la primera fuerza de oposición en el Congreso y el MRL reincorporado a las toldas oficiales, finalizaba el año 1966.

44. Véase el editorial de El Espectador del 24 de septiembre de 1966.45. A pedido del senador Carlos Holguín Sardi, fue reproducida la columna “Birlibirloque” de un periodista

caleño en Anales del Congreso, septiembre 28 de 1966, p. 1256.46. Ibíd., junio 11 de 1968, p. 549.

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César Augusto Ayala Diago

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13 Conservatismo popular anapista y la radicalización del ideario

gaitanista

1. LA ANAPO EN POS DE UNA DEFINICIÓN

La fuerza teórica de los primeros ideólogos del anapismo, su capacidad de poner por escrito y en amplia circulación sus ideas, lo mismo que su expe-riencia en el ejercicio de la política colombiana puso desde sus inicios al movimiento en el escenario nacional. Después de 1964, como ya dijimos, el anapismo definió la opción electo ral como su estrategia para la conquista del poder. Mientras tanto, continuó propor cionando y mos trando su audacia para promo ver los viejos idearios, que si bien resistían el ímpetu de los nue-vos tiempos, se iban convirtiendo en otra cosa. Justa mente ese pensa miento conservador de estirpe a veces fascista, pero maleable, que se mezclaba y confun día en el fragor de la lucha cotidiana por las reivindi caciones sociales y por su sensibilidad popular con otros ubicados por lo regular bastante a su iz quierda, iba despla zando los discursos intransigentes, ortodoxos y sin esperanza de evolución.

Aunque había permanencia en sus cuadros, la Anapo era portadora de una capacidad para promover gente nueva. Allí los políticos se intercedían con fluidez. Cada dos años las elecciones legisla tivas promovían nuevos actores a las corporaciones públicas.

En sus comienzos, el dirigente anapista encontró la causa de todos los desajustes nacionales en las personas que ejercían el Gobierno. En su discurso oral y escrito diferenció al privilegiado del menos favorecido. Mientras el prime-ro ocupaba las posiciones de poder en el Frente Nacional, el segundo estaba al margen de toda posibilidad. Para todos los atropellos que se cometían en el país, encontraba en los funcionarios gubernamentales a los culpables; de allí

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que encauzara sus ataques más hacia los hombres que hacia sus funciones, más hacia los políticos que hacia las normas. Empero, hacia 1966, las cosas habían cambiado en su interior. La Anapo comenzó a hablar de todo un siste-ma social que era necesario derribar.

Como ya señalamos, un hecho simbólico importante lo constituyó la se-lección que hizo la agrupación de un candidato liberal para la Presidencia en 1966, José Jaramillo Giraldo, quien no obstante pertenecer a los liberales ínti-mos de Rojas desde los tiempos del gobierno militar, no dejaba de ser el liberal por el que tendrían que votar los conservadores anapistas que en sus pueblos lo vieron compartiendo tribuna con Hernando Olano Cruz o César Garrido, en-tre los líderes del otrora conservatismo de doctrina, y con liberales también de doctrina gaitanista. Y votaron por él incluso los lauro-alzatistas que en algunas partes configuraron alianzas con los anapistas. En términos de cultura política, esto había constituido un avance de grandes proporciones. Sostenemos que por abajo la Anapo, a lo mejor sin proponérselo, estaba contribuyendo al es-píritu del Frente Nacional: laicizar la política. Pero hubo más significaciones. Jaramillo Giraldo ayudó a poner en escena en la plaza pública los idearios que hasta entonces estaban dispersos en la circulación de las ideas políticas nacionales: gaitanismo, socialismos, cristianismos, conservatismos populares. La plaza pública permitía esa amalgama no sólo por la voz del candidato, sino también por la de los otros que alternaban el uso de la palabra. Los idearios se condensan y las masas liberales y conservadoras se los apropian. A veces el candidato llamaba a todo esto nacionalismo popular, contrapuesto a una élite a su juicio entregada al imperialismo.

Separarse de la matriz conservadora que la distinguió hasta entonces no fue fácil para la Anapo. Los que venían de esa procedencia resistían en su mayoría. Imposible dudar de la procedencia conservadora del movimiento; las votaciones así lo estaban indicando y los primeros y principales ideólogos tam-bién tenían esa raigambre. Pero algo pasaba en el universo mental del elec-torado conservador. Es posible que algunos vieran en la Anapo la adaptación de los idearios conservadores al servicio de lo popular y que concibieran así la anhelada modernización de esos idearios. Lo cierto es que se trataba de una militancia conservadora que tenía que ver con el fundamentalismo alzatista, en primer orden, y leivista y laureanista, en segundo. Imaginarios políticos más radicales que los de sus mentores, como en el caso del laureanismo de pro-vincia. Como ya se ha afirmado, el anapismo conservador recogía la vertiente fascistoide que nunca pudo afincarse en ninguna de las dos corrientes clásicas del conservatismo colombiano: el laureanismo y el ospinismo.

A la altura de 1967, los seguidores de Rojas se autodenominaban anapis-tas, a secas, quedándose atrás la denominación de rojistas o rojaspinillistas.

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El Frente Nacional había propiciado condiciones para ello. Los obligó a defen-derse y a solidarizarse entre ellos cuando sus ideólogos quisieron extenderles la misma condena que habían reservado para Rojas. Un discurso de discrimi-nación política y el trato de hampones hicieron que en lo sucesivo hablaran menos de Rojas y más de ellos mismos. A diferencia de los años anteriores, los cuadros dirigentes de la Anapo recurrieron con intensidad a la nominación del movimiento. Comenzaba así la configuración de su comunidad política; el movimiento empezaba a forjarse su propia identidad.

En varias oportunidades se enfrentaron entre sí los anapistas por renun-ciar o no al apelativo de conservador. A finales de 1966, el ultraconservador vallecaucano Blasteyo Trejos le decía a sus colegas de la Cámara: “Alianza Nacional Popular no es conservadora, ya que el partido conservador ha des-aparecido y está integrado por personas feudalistas y oligarcas como Mariano Ospina Pérez. Alianza Nacional Popular es un movimiento nuevo, con fuerte contenido social y popular”1. A lo que José del Carmen Uñate, uno de los copartidarios más pintorescos de la corporación, le replicó con énfasis: “Anapo sí tiene que ver con doctrinas del conservatismo”2. El mismo representante intervino más adelante en el Congreso para profundizar al respecto. Aceptó que Anapo era realmente un partido nuevo y que, como su nombre lo indica-ba, era una alianza de liberales y conservadores. Anotaba que sin renunciar a ninguna de las dos herencias, representaba junto con el MRL al liberalismo democrático que quedaba en el país, y argumentaba que el conservatismo de Anapo era humano, popular y democrático. “Nosotros somos conservadores modernos que hemos rechazado la violencia contra el partido liberal porque entendemos que la lucha a muerte contra este partido es innecesaria, imperia-lista, oligárquica y de élites”3. Había, pues, una distancia considerable entre las posiciones de Rodolfo García García emitidas tres años antes y las de los anapistas de ahora4.

La invocación de la denominación de Anapo o anapismo para referirse a su movimiento no significó que el nombre y la figura de Rojas desaparecieran de las evocaciones discursivas del liderazgo del movimiento. Martínez Uñate se esforzaba, por ejemplo, en confrontar al presidente Lleras con Rojas:

Mientras Lleras azota al pueblo con el látigo del hambre y pisotea la soberanía del Congreso, Rojas pobló de obras al país, distribuyó el pan entre los pobres, realizó el verdadero nacionalismo y se opuso sistemáticamente a las devalua-ciones para no perjudicar al pueblo pobre y trabajador. Rojas Pinilla fue el mejor

1. Véase ibíd., enero 10 de 1967, p. 7.2. Ibíd., p. 8.3. Ibíd., enero 31 de 1967, p. 147.4. Véase el capítulo IV de este libro.

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de los presidentes de Colombia, el más ecuánime, el más puro y la más grande concepción popular de la historia. Lleras Restrepo es el más nefando, el más desleal y el más pequeño de alma y cuerpo5.

Equivocados o no, los anapistas argumentaban que sus avances electo-rales se debían a los contenidos de sus documentos programáticos. Tendían más a trabajar esta imagen que la del propio Rojas, que a lo mejor era lo que funcionaba en beneficio de los votos que iban llegando al movimiento de elección en elección. Se enorgullecían de su plataforma que salía a relucir a toda hora y momento. En 1967, por ejemplo, Rojas apareció sólo una vez firmando una constancia en contra de las facultades extraordinarias de Lleras Restrepo. Muy seguramente algo estaba cambiando en la Anapo. El dirigente de la agrupación sentenciaba: “Nosotros hemos sido elegidos por las clases populares de Colombia que han visto en nuestra plataforma una solución a sus graves urgencias sociales y económicas”6. Hasta 1968 la Anapo seguía colocando representantres conservadores a la Cámara. Numéricamente no era que avanzara a pasos agigantados el ala liberal del movimiento. Lo cierto es que después de la unión liberal de 1967, el anapismo declaró oficial-mente al empezar la legislatura de 1968 que era una alternativa nueva, un movimiento social, nacionalista y revolucionario, y se comprometió a que ninguna de sus alas coadyuvaría a la reunificación y fortalecimiento de los partidos tradicionales.

2. EL LIDERAZGO ALZATISTA DE LA ANAPO. EVOLUCIÓN Y CONDENSACIÓN DE IMAGINARIOS POLÍTICOS CONSERVADORES

Empero, ¿quiénes eran los líderes anapistas? Algunos personajes nos per-miten acercarnos a su comprensión. Los idearios que iban y venían en la circulación de las ideas del decenio de los sesenta se reflejan con intensidad en los pronunciamientos de sus ideólogos, que a partir de 1966 hablaron sin ambigüedades y sin eufemismos.

2.1 Elías Salazar García

Elías Salazar García fue uno de los dirigentes más importantes de la Anapo en su primera etapa (1961-1966). Venía representando a la Anapo en el Concejo de Cali desde 1962. Se enorgullecía de sus antepasados caldenses

5. Ibíd., enero 18 de 1967, p. 59.6. Ibíd., abril 27 de 1967, p. 789.

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y consideraba ese gentilicio como un estado del alma. Aunque Leocadio Salazar, su padre, se radicó en el Valle del Cauca con la curiosa profesión de fundador de pueblos, Salazar García rememoraba sus inicios conservadores vinculados con el pensamiento de la sensibilidad leopardo, cuyo meridia-no pasaba por Manizales y que estaba empapada de beligerancia fascista, nacionalismo agresivo e ímpetu totalitario7. Había nacido en 1917 en la localidad risaraldense de Santa Rosa de Cabal.

Elías Salazar, de la Anapo, representante a la Cámara por el Valle y concejal de Cali, era un hombre con más de 20 años de experiencia jurídica en su calidad de penalista de éxito. Se había graduado de abogado en la Universidad del Cauca en 1942. Otro número de años llevaba metido en la política conservadora con un incisivo acento popular de corte alzatista que en él había evolucionado hacia el socialismo:

En lo económico somos eminentemente socialistas, en lo político propiciamos un Estado paternalista. Lo nuestro es un avance con teorías nuevas. En la mi-litancia hay conservadores, hay liberales, hay progresistas, hay gentes desali-neadas de los partidos políticos, pero tenemos un objetivo preciso, tenemos una perseverancia en el propósito de conseguir el gobierno, para desde allí hacer una revolución de tipo popular y nacionalista8.

Hacia esas posturas había avanzado ese fascismo colombiano expreso y sin tapujos que había intervenido en la vida política colombiana en los años anteriores a la segunda guerra mundial. La experiencia de la política nacio-nal, bien por evolución lógica, por estrategia electoral o por posicionamiento personal, los colocaba día a día muy cerca de los intereses populares. Por lo menos lo expresaban con frecuente reiteración. Era el caso de Salazar García, conservador alzatista y con fama de sectario en el departamento del Valle en su etapa anterior a su militancia en Anapo.

Tenía muy en claro la necesidad de abrir las compuertas del movi-miento para crecer: “No soy anti nada –decía en el Congreso–; el anti es un tapón para las ideas que sólo lo invocan quienes están incapacitados para combatirlas [...] Ahora debemos ser generosos al proclamar que nuestro movimiento es una unidad total, en la cual se integran todos los valores al servicio de la nacionalidad”9. Participaba de esa corriente de pensamiento en América Latina que consideraba que el sector obrero no tenía aún con-ciencia de clase y, por tanto, en este caso los anapistas intercederían por ellos. No obstante su procedencia conservadora, se autollamaba socialista,

7. Véase Ayala, El porvenir del pasado… (óp. cit.).8. Véase Anales del Congreso, enero 26 de 1967, p. 115.9. Ibíd.

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porque estaba convencido que quien trabajara en beneficio del pueblo lo era. Cada vez que precisaba de un gancho para convencer a sus colegas de los cuerpos colegiados, regionales o nacionales, de la bondad de una iniciativa, pedía una solución socialista. “Yo tengo la aspiración de vivir y morir en una sociedad socialista”, dijo un poco antes de su asesinato10.

Tenía del Congreso la misma opinión de Olano Cruz, que era la misma de muchos anapistas de origen conservador alzatista adversos a esa expre-sión de la democracia, pero que se habían moderado funcionalmente hasta el punto de convertirse en defensores de ella. Desde 1962 habían decidido impregnarle una función social a esa institución:

Consideramos que la labor parlamentaria debe encaminarse al mejoramiento de las condiciones de vida de las clases menos favorecidas del país, como serían: participación de los trabajadores en las utilidades de las grandes empresas; nacionalización del Banco de la República; nacionalización de importaciones; seguro social obligatorio y seguro de cosechas para los campesinos; bancos para los obreros con las cesantías de las empresas privadas; reforma integral agraria; reforma urbana; educación gratuita y mejoramiento automático de sa-larios en atención a las cuatro sucesivas devaluaciones padecidas por el país en los últimos años11.

Pasados unos años las cosas no habían variado: Hemos venido a este parlamento con la obligación de presentar y luchar por aquellas iniciativas identificables con el programa de Alianza Nacional Popu-lar –decía Salazar García–. Nosotros responderemos con nuestras vidas por el cumplimiento de este deber [...] Nosotros debemos fidelidad a los pobres, y tenemos la certeza moral de que en esta forma trabajamos mejor por la patria. Estas trincheras de la oposición se convertirán en laboratorio cuando haya un deseo de servicio... Nosotros también somos enemigos del régimen parlamentario. Esta jaula de guacamayas ociosas debe desaparecer, para que venga una asamblea popular, donde la colectividad se sienta verdaderamente correspondida12.

Lo decía justamente cuando recién había muerto Olano, y a lo mejor consideró necesario llenar ese vacío en el Congreso y en la vida ideológica de su movimiento. Como Olano, no creía en el Parlamento, pero desde él expresaba su antiimperialismo. Desde allí combatía la expoliación a la que

10. Constancia presentada por Elías Salazar García en la sesión de la Cámara del 14 de diciembre de 1967, en ibíd., marzo 16 de 1968, p. 13.

11. Ibíd., junio 8 de 1966, pp. 582-583. Respecto a la opinión negativa del Congreso por parte de Salazar García y Olano Cruz, véase la entrevista con la líder anapista Dacier Arango, en el documento 5 de los Anexos.

12. Ibíd., enero 26 de 1967, p. 115.

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sometía Estados Unidos a Colombia, y argumentaba que las causas de la crisis de la economía colombiana estaba en las absurdas relaciones que el Gobierno mantenía con los poderosos del norte; a cambio pedía se incenti-varan las relaciones con los países socialistas. Salazar García protestaba por la intromisión que hacía el Fondo Monetario Internacional en la economía del país, y estaba en contra de la esencia del régimen de Lleras Restrepo, de quien decía que se había convertido de liberal energúmeno en godo or-todoxo13.

Elías Salazar estuvo del lado de los emerrelistas que desde el Parla-mento luchaban contra la configuración represiva del Estado para acallar la oposición. Junto con ellos denunció los asesinatos de que eran víctimas los militantes de la Anapo y se solidarizó con las muertes ajenas. Desvirtuó las voces oficiales que argumentaban que las luchas guerrilleras en Colombia estaban intervenidas por gobiernos extranjeros, y afirmó que estas eran par-te de un fenómeno nacional resultante de la violencia política que habían creado y estimulado las fuerzas reaccionarias del país, y que no se lograría la paz mientras existiera la violencia económica que agenciaban las oligar-quías. Anotaba además que: “La codicia de los privilegiados y la desocupa-ción arman los brazos de los débiles. Estéril sería el sacrificio de las Fuerzas Armadas mientras las masas no estén en el poder”14.

Elías Salazar profundizó las recriminaciones al Ejército que venían del MRL y del comunismo. Dijo que la institución castrense debía ocupar el lu-gar de dignidad que le correspondía como guardián de la paz y de la sobera-nía nacional, y que debía tener un caudillo al estilo de Revolución Francesa y de las batallas romanas. Sostuvo sin vacilar que el ejército colombiano se había convertido en una cuadrilla al servicio del Pentágono, y que lo estaban utilizando para ejercer violencia contra hombres del campo. Para Salazar García el imperialismo había convertido al que antes era un modesto pero glorioso ejército en una guardia del Pentágono15.

Hablar bien del Ejército en Colombia no era una tradición civilista. Los liberales oficialistas por lo regular no lo hacían. Medianamente lo hacían las disidencias liberales anteriores al MRL. Desde la época gloriosa del gai-tanismo y desde la Violencia de los años cincuenta, los liberales parecían haberse divorciado de lo militar. En los sesenta, la brecha entre militares y liberales estaba casi cerrada. Fueron las disidencias conservadoras las que más invocaron a las Fuerzas Armadas, y los anapistas de entonces sólo lo

13. Ibíd., marzo 8 de 1967, p. 445.14. Ibíd., marzo 15 de 1967, p. 486.15. Ibíd., abril 5 y 7 de 1967, pp. 603, 965-976.

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harán con la nostalgia de un Ejército que se escapaba, muy a su pesar, de su influencia.

Salazar denunció en un debate sobre la violencia en Colombia celebra-do en abril de 1967 el fusilamiento de tres ciudadanos de militancia política de izquierda que hizo el Ejército en el Valle: Francisco Garnica, Ricardo Torres y Carlos Morales, quienes, según él, no tenían ningún antecedente judicial reprobable. El ministro de Defensa justificó el hecho en razón a su supuesta pertenencia al Partido Comunista16. Salazar García contraar-gumentó: “¿Cómo es posible que a estos hombres se les fusile por el solo hecho dizque de ser comunistas? Las ideas se combaten con ideas y no con fusilamientos porque con esto se agiganta la violencia”, dijo. “Yo entiendo que en Colombia se puede pertenecer al partido que se quiera. Aun al co-munismo, que es uno de los partidos tradicionales en el país. Los camaradas luchan sinceramente por servirle a la humanidad, son nuestros adversarios y debemos combatirlos con ideas y no con las armas que el gobierno tiene para defender su soberanía y guardar el orden”17. Salazar logró poner contra la pared al general Gerardo Ayerbe Chaux, ministro de Justicia, que no pudo defender a su institución de los asesinatos que se le imputaban.

Y no cesó de poner contra la pared al Ejército cada vez que este se pres-taba para ello. Cuando invadió e hizo desmanes en la Universidad Nacional, Salazar tuvo de nuevo la oportunidad para continuar recriminándolo: “¿Por qué no decimos que el país está harto de esta institución armada que no tie-ne conciencia de su misión histórica?”, decía en junio de 1967. “Todo indica que el ejército de Colombia sufre influencia funesta. Más parece adiestrado por perros americanos que por oficiales de Colombia [...] No toleramos nun-ca que al lado del ejército se encuentren elementos extranjeros adiestrándo-los para el mal y para perseguir a los colombianos”18. Salazar le criticaba con sentido preventivo al ministro de Defensa la insensatez de enfrentarse con las juventudes universitarias: “Ustedes cuando arrojan a los estudiantes de los claustros los están empujando a la guerrilla [...] cerrar la universidad y abrir cuarteles, implica estimular a las guerrillas”, aseguraba.

Las intervenciones de Salazar García en el Parlamento colombiano, en el Concejo de Cali, en la plaza pública y en las reuniones internas de su mo-vimiento revelan la situación que se vivía en Colombia en la segunda mitad de la década de 1960. Se advertía el divorcio entre los líderes del estable-

16. Ibíd., p. 601.17. Ibíd., mayo 19 de 1967, p. 967. A propósito del comunismo, Salazar García fue invitado por el Konso-

mol soviético al Festival Mundial de la Juventud que se realizó en Leningrado a partir del 15 de julio de 1967.

18. Ibíd., octubre 5 de 1967, p. 2043.

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cimiento y la población. Nunca antes el Partido Liberal había estado tan a prueba como ahora. Ahora se evidenciaba con nitidez el carácter de clase entre liberales y conservadores. No eran estos últimos quienes le enrostraron al liberalismo su viraje hacia la derecha, sino quienes habían salido de allí sin retorno: “A nombre del liberalismo se cometen prácticas reaccionarias. A nombre del Partido Liberal unos militares invaden la Universidad Nacional, a nombre de las ideas liberales se lleva a la juventud de Colombia a las mazmorras y se les niega el derecho de defensa”, argüía Salazar. Se advertía también, con las intervenciones, la impopularidad del Gobierno ante los gobernados. Los intereses políticos que permean el discurso de Salazar no opacan la realidad manifiesta que hay por delante. Por un lado, el Ejército del momento había sufrido una poda durante los años del Frente Nacional. Poco quedaba de la institución de los años cincuenta. Los cuadros militares formados por el rojismo habían salido, y los vientos geopolíticos de configu-ración de nuevos ejércitos bajo la égida de los Estados Unidos imperaban en todo su esplendor. Por otro lado, el 10 de mayo de 1957 había puesto en escena a los estudiantes como actores políticos de primer orden en el cambio de gobierno. La toma sangrienta de la Universidad Nacional en junio de 1967, justamente diez años después de haber contribuido a la caída de Rojas, significaba que habían sido vilmente utilizados. Ganárselos parecía ser la estrategia del anapismo:

En la universidad se refleja el problema de Colombia. Cuando el estudiante grita, no lo hace solamente en defensa de sus intereses sino en la defensa del pueblo colombiano, que tiene en ellos sus personeros auténticos. El estudiante protesta, porque en él se reproduce la tragedia de sus familiares que no ga-nan lo necesario para el mantenimiento; el estudiante protesta porque tienen hermanas y amigas, que no tienen salacunas, que no tienen hospitales; ellos protestan porque sus hermanos menores no tienen escuela, porque hay unos opresores, unos privilegiados que se apoderaron del poder. Ellos protestan, por-que 40 familias de Colombia, explotaban a todo el pueblo de Colombia19.

A diferencia de la anterior etapa del anapismo, que se cierra con las elecciones de 1964, la nueva, que empieza a partir del momento en que la Anapo se convence que por la vía militar no tiene ningún chance, justa-mente por haberse modificado la composición del Ejército colombiano, se caracteriza por el propósito de conseguir la adhesión de amplias capas de la población. De ahí la revolución que diseña Salazar García:

Ni la izquierda ni la derecha sola, pueden hacer nada para salvar a Colombia. La revolución hay que hacerla con la derecha y con la izquierda, con el corazón

19. Ibíd.

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de la juventud y con la historia de Colombia [...] No se necesita un partido para hacer la revolución. Se necesita apenas una minoría que seleccionada por el pueblo tome la bandera de Colombia y marche para tomar el poder al servicio del pueblo [...] La revolución no es un fin sino un medio, vamos a hacer la re-volución para establecer un gobierno socialista, donde nada tengan que ver los partidos políticos y mucho tenga que ver el pueblo20.

Fue Salazar García quien se acordó en el Congreso del primer aniver-sario de la muerte de Camilo Torres, a quien dedicó un vibrante discurso en el que el cura guerrillero apareció, en boca de un anapista conservador, como santo y mártir de la revolución colombiana. Rescató de Camilo su in-dependencia frente a los partidos tradicionales, le reconoció su entusiasmo por vincular el cristianismo a la lucha revolucionaria en Colombia y valoró su convocatoria a todos los ciudadanos para configurar una verdadera unión popular21. Es evidente que el legado de Camilo iluminaba en la práctica política de Salazar García. Al menos incorporó a su manera parte de ese legado, en especial el de una convocatoria total a los colombianos para que hicieran parte de la Anapo:

Estamos invitando a las gentes de todos los partidos que tienen un anhelo transformador, para que vengan con nosotros a fundar el equipo que haga la verdadera y auténtica transformación nacional [...] No creemos ni en las de-rechas ni en las izquierdas, creemos en la integración del pueblo, como decía el poeta chileno: hemos teñido nuestra vida de color de futuro, y somos una bandera sin asta todavía22.

Así, Salazar García defendía a su movimiento de las acusaciones que se le hacían de no tener unidad ideológica. Sostenía que todas las agrupaciones políticas del mundo habían tenido un poco de congestión en sus ideas en la etapa de formación, como lo estaba la Anapo. Demostrando aún más su po-der de convocatoria, peroraba: “Aquí estamos en las trincheras de brazo con los progresistas de todos los partidos y de todos los grupos; cuando la patria está en peligro, no podemos discutir la calidad de quien combate a nuestro lado. Esa es la trinchera de la juventud, y la trinchera de nuestra revolución. Frente a nosotros está el poder, y en lo alto Dios y las estrellas”23.

20. Ibíd.21. Ibíd., abril 4 de 1966, p. 591.22. Ibíd., p. 591.23. Ibíd., p. 592.

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2.1.1 “Aplicar la misma ley al león y al buey es siempre una arbitrariedad” (Elías Salazar citando a Leon Duguit)

Los anapistas participaban del entusiasmo emerrelista por el intervencio-nismo de Estado y por la planeación. Eran menos racionales y sofisticados en su comprensión que López Michelsen y su gente. Trabajaban más con el instinto social, con el imperativo de la moderna justicia social, de las ense-ñanzas de Santo Tomás y hasta con los postulados de un Rousseau o de un Proudhon que les brotaba a flor de piel cuando de controlar la opulencia, la riqueza y la propiedad se tratara. Su intervencionismo de Estado no les venía ni siquiera de Keynes o de otro economista contemporáneo. Venían trabaján-dole a una propuesta de nacionalización de las importaciones que tuvo una crítica mordaz y severa en el Parlamento. Uno de sus opositores presentó una amplia ponencia donde descalificó totalmente el proyecto, calificándolo de socialista y contrario al régimen de propiedad privada, lo que no ocurría con algunos de los proyectos del MRL que sí tenían el carácter achacado al anapista. Realmente el ponente tenía razón: en ninguna iniciativa del ana-pismo se reflejaba tanto la esencia estatista del movimiento como en este, y en ninguna otra la empresa privada quedaba tan mal librada. A lo mejor los anapistas no eran conscientes de esto. El ponente los acusó de extranje-rizantes, pro chinos, pro soviéticos y pro castristas24. Fue entonces cuando Salazar García saltó al ruedo: “No necesitamos importar teorías. Ellas son universales. Con ingredientes regionales en Colombia sólo se hacen los ca-rrieles antioqueños y el manjarblanco de Buga”, dijo. Y agregó:

No vamos a combatir la industria nacional, pues sabemos que esta es la única manera para salir del subdesarrollo. Necesitamos, eso sí, la gestión ejecutiva para controlar la codicia de los opulentos y ordenar la ambición de los despo-seídos. Es tolerable la importación de capitales extranjeros siempre y cuando se les someta a un tratamiento riguroso, capaz de evitar la competencia desleal. En el régimen moderno de importaciones, el día en que el Estado sea el supre-mo organizador del comercio exterior para traer y distribuir sólo lo que el país necesita, en razón de la industrialización verdadera, se acabarán los interme-diarios y asistiremos al abaratamiento en el costo de la vida25.

Realmente, lo que los anapistas querían con el proyecto sobre la nacio-nalización de importaciones era asestarles un duro golpe a los intermedia-rios, cuya actividad especulativa incentivaba el incremento en el costo de vida. Salazar García ponía desde el ejemplo del revendedor de productos ali-

24. Véase “Intervención del representante Lizardo Vélez Vélez”, en ibíd., febrero 7 de 1967, p. 197. 25. Ibíd., p. 115.

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menticios hasta el vendedor de carros, para los cuales las ganancias eran del 100% en desmedro de la gente de clases medias y pobres. “Estos tiburones del mercado –decía– los de abajo y los de arriba, sólo desaparecerán con un Estado importador, capaz de combatir la doble facturación, la contabilidad múltiple, y de aplicar sanciones ejemplares para llevar a la cárcel a quienes burlen la acción fiscalizadora de las autoridades”26.

A lo que Salazar García llamaba socialismo o lo que los identificaba con el gaitanismo era su interés para corregir el tipo de capitalismo que se había empotrado en la economía colombiana: uno de tipo especulativo:

Nada tan peligroso como el movimiento holgado de los acaparadores en el inte-rior de una economía de tipo demoliberal. Si el Estado desampara al débil, si la lucha se vuelve igual entre éste y el fuerte, entre el consumidor y el productor, la ganancia siempre corre a favor del poderoso. Como decía Duguit, “aplicar la misma ley al león y al buey es siempre una arbitrariedad. El Estado debe ser el personero de todos los ciudadanos y no de un grupo sólo. Únicamente en esta forma veríamos un equilibrio social, una sociedad sin clases”27.

Para los anapistas, el nuevo régimen de control necesitaba un presu-puesto de divisas y una planeación de lo que el país requiriera como base esencial para su desarrollo económico. Sostenía Salazar que a Colombia sólo debería llegar lo indispensable para la producción y para la vida normal de la sociedad:

Tolerar las importaciones sin medida, permitir por ejemplo, el libre juego de la codicia y a la voracidad del comerciante es hacer de las importaciones un siste-ma habilidoso para que los ricos ganen más dinero a través de la devaluación es algo anticientífico e inhumano. La regulación de los precios, por ejemplo, sólo puede ser efectiva con un conocimiento previo sobre la capacidad productiva y sobre las urgencias del consumidor28.

“No hay enemigos a la derecha ni a la izquierda sino en el centro”, decía Salazar García, superando la famosa expresión de Silvio Villegas “no hay enemigos a la derecha”29. La calidad de enemigo la reservaba para Estados Unidos: “...apenas el sistema socialista ofrece fórmulas para salir del sub-desarrollo en que nos tiene postrados el imperialismo yanki que es nuestro enemigo verdadero”30. En cambio, hablaba de adversarios, los cuales decía

26. Ibíd., p. 116.27. Ibíd. 28. Ibíd. 29. Un análisis pormenorizado de la fórmula de Silvio Villegas y la sensibilidad leoparda puede verse en

Ayala, El porvenir del pasado… (óp. cit.).30. “Intervención de Elías Salazar García el 14 de diciembre de 1967”, en ibíd., enero 16 de 1968, p.

13.

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encontrar donde estuviera el gran dinero. El mensaje ideológico de Salazar García retrataba de cuerpo entero a la Anapo de sus tiempos. Viniendo del alzatismo, aspiraba a que la Anapo extendiera un paraguas que cubriera desde el lopismo emerrelista hasta el desvencijado laureanismo.

2.1.2 La ciudad de mis amores

Salazar García también era concejal de Cali. Allí colmó el vacío dejado por Olano combatiendo la oligarquía local, aprobando todo lo que significara progreso para Cali. Llamaba por una nueva conciencia política para la re-gión, que atónita escuchaba su nuevo look político:

Nosotros los socialistas anunciamos que el pueblo está listo a contribuir al engran-decimiento de la ciudad de Cali [...] Los revolucionarios auténticos debemos hacer de Cali una ciudad auténtica. Si queremos acabar con el poder de la oligarquía, debemos acabar con el nido de la oligarquía, y por eso hemos contribuido para hacer de Cali una ciudad formidable, para elevar a Cali en el nivel de las demás ciudades de Colombia, ya que Cali tendrá que ser la capital revolucionaria de la nueva patria [...] En el pueblo de Colombia hay un claro sentimiento antiyanqui. Nosotros no podemos olvidar el atraco al canal de Panamá. Nosotros no podemos olvidar que los Estados Unidos con su política nos explotan en forma constante y arbitraria. Nosotros trabajamos muchos días a la semana para que el gringo se divierta. El gringo le pone a nuestro café el precio que le provoca y en cambio nos vende sus artículos al precio que también le provoca. El gringo está interesado en que nosotros no salgamos del subdesarrollo, porque en esa forma la explotación puede ser más eficaz y constante. Yo no soy comunista, porque soy católico y soy nacionalista, pero llevo 25 años de lucha permanente contra el imperialismo yanqui. Yo soy castrista en la política internacional, porque Castro ha levantado en América una barrera contra el imperialismo americano [...] Nosotros, a nombre de los pueblos libres, a nombre de Pancho Villa, estaremos en todas las trincheras antiimperialistas de América; con Fidel Castro en la vanguardia, visitaremos todos los predios de combate para defendernos del gringo que ahora en el Vietnam del Norte asesina niños, asesina mujeres indefensas31.

Para finales de 1967, justo un año después del episodio conocido como la rebelión de las curules32, el comportamiento de Salazar García pone en peligro su militancia en el movimiento, precisamente por darse algunas liber-tades a la hora de tomar una decisión trascendental. Consideraba que una de las formas de conseguir la implantación de los programas del anapismo era aprovechando las contradicciones de los poderosos. En ese sentido votó

31. Véase Concejo de Cali, Libro de Actas, 1966. Archivo del Concejo de Cali.32. Sobre la rebelión de las curules, véase el capítulo XIV de este libro.

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afirmativamente el proyecto que reorganizó el Banco de la República porque, aunque no lo nacionalizaba, se ampliaba la socialización del crédito. A las al-tas directivas del anapismo no les gustó el comportamiento de Salazar García. Del puño y letra del mismo Rojas circuló una constancia en donde se desen-mascaraba el engaño que significaba el proyecto de reestructurar el Banco de la República. El General pensaba que la nueva medida prorrogaba por veinte años más la privatización de la entidad y el contrato de emisión. Para él la úni-ca salida para corregir la concentración del crédito y el predominio oligárquico era la nacionalización del banco33.

El tema del Banco de la República era muy preciado para la comunidad rojista, al punto que lo relacionaba con la caída del régimen militar. Los anapis-tas consideraban un peligro para quien gobernara el hecho de que la entidad permaneciera sin ser nacionalizada. Sólo así se garantizaría la permanencia en el poder. Cualquier reforma al banco significaba para ellos un engaño, en el que había caído Elías Salazar García, quien manifestó respeto al general Rojas, fidelidad a la ideología del movimiento, y aprovechó para increpar: “Diez años de abnegación, disciplina y perseverancia me dan derecho para pedir respeto a mis ideas en la forma como yo estimo las ajenas”34. De ahí en adelante las cosas no marcharon bien entre Salazar y la cúpula nacional y regional del anapismo. Las cosas reventaron a raíz de la selección de nombres para las listas al Concejo de Cali en las elecciones de 1968. Esta vez manifestó que no aceptaba su inclusión en el tercer renglón de principalías en la lista de candidatos al Concejo de la capital del Valle por considerar que esa posición era “un deshonor y equivalía a un descabezamiento”. Salazar García, a quien le insistieron que aceptara la tercera casilla que los rojistas daban como fija, expresó rotundamente: “Yo más bien me dejo fusilar pero no degradar. Prefiero retirarme definitivamente de Anapo antes que aceptar el tercer renglón”35. Por lo pronto se superó la crisis subiendo a Salazar García a un segundo lugar en la lista conservadora al Concejo.

2.2 Mario Montoya: la mejor expresión del nacionalismo anapista

El nacionalismo de Anapo parecía tener en sus inicios dos ejes: la reacción del movimiento contra la nueva política de los Estados Unidos hacia Latino-

33. Rojas Pinilla, Gustavo, “Constancia del 14 de diciembre de 1967”, en Anales del Congreso, enero 16 de 1968.

34. Ibíd., enero 16 de 1967, p. 13.35. Occidente, 8 de marzo de 1968, p. 3.

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américa y el vínculo que sus ideólogos encontraban entre la clase dirigente colombiana y los intereses de ese país. Conscientes del peso que tenía el capital extranjero en Colombia, los anapistas propugnaron la defensa de las empresas nacionales de los monopolios y oligopolios extranjeros. Era esa la manera como creían posible superar lo que calificaban como el inicuo siste-ma capitalista colombiano. A diferencia del discurso gaitanista, que oponía los conceptos pueblo-oligarquía sin una connotación abiertamente naciona-lista, el anapista sí lo hace con los contenidos de la misma oposición. Para la Anapo, la forma como eran conducidos los destinos del país no tenía nada que ver con los intereses de las masas colombianas.

Justamente en mayo de 1967, el representante Samuel Román presentó una interesante iniciativa legislativa que estipulaba que el comercio al por mayor y detal sería una profesión que sólo podrían ejercerla los colombianos de nacimiento. Para Román la justificación de la medida radicaba en que los renglones del comercio y de la industria eran la fuente por excelencia del en-riquecimiento para todas las naciones, y que resultaba elemental que nuestro nacionalismo empezara por ahí:

Dejemos siquiera el comercio para los colombianos [...] un crecidísimo número de ciudadanos polacos, judíos, transjordanos, sirios, rumanos, libaneses llega-dos al país con visa de agricultores, jamás se han asomado al campo, y en cam-bio sí se apoderaron ilegalmente del comercio de ciudades y pueblos nuestros, desplazando con mucha habilidad de esta profesión a los colombianos36.

2.2.1 El antiimperialismo

El antiimperialismo de los anapistas era promovido por gente proveniente de la derecha colombiana, lo que comprueba que no era un monopolio de los sectores de la izquierda. Blasteyo Trejos, representante conservador del Va-lle, presentó una constancia en el Parlamento, el 4 de julio de 1967, cuando se celebraba la independencia de los Estados Unidos, no para felicitarlos sino para denunciar lo que él denominaba la conspiración de ese país contra la autodeterminación jurídica de los pueblos americanos. Trejos apuntaba:

Que en aras de una explotación económica trata de implantar el régimen de la arbitrariedad en el continente, fomentando y auspiciando golpes de Estado y gobiernos de facto que encarnan una típica negación de un Estado de derecho. Que el gobierno de Estados Unidos viene dirigiendo una perversa y expoliadora

36. Véase “Acto Legislativo reformatorio del artículo 11 de la Constitución Nacional”, en Anales del Congre-so, junio 22 de 1967, p. 1276.

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orientación socio-económica que motiva un rechazo permanente de mi parte como Representante a la Cámara37.

Los ideólogos de la Anapo eran también antiimperialistas, o mejor, an-tiestadounidenses. Expresaban el mismo temor hacia la potencia del norte que encarnaban los militantes de la izquierda radical. No se cansaban de prevenir contra el peligro. Mario Montoya, un abogado antioqueño, se apa-reció un día a las deliberaciones del Congreso con un número del periódico Avenicas XIX, órgano de divulgación del Instituto Colombo Americano, y denunció los contenidos de uno de sus artículos donde se daba a entender que todo el progreso material de Colombia de los últimos años se debía a la ayuda de la Alianza para el Progreso. Montoya replicaba: “¿En dónde está el esfuerzo creador de los colombianos para estos señores del Colom-bo-americano? Para ellos solamente existe como posibilidad de desarrollo nacional lo que ellos, los señores del imperio norteamericano, buenamente quieran hacer aquí. Ni caminos dizque habría si no existiera la Alianza para el progreso”38. Abismaba a Montoya la influencia de Estados Unidos en el mundo. Ya no se trataba de un aviso del peligro norteamericano al estilo de los antiimperialistas de principios de siglo en el continente, sino de un reco-nocimiento directo y aterrador del fenómeno:

Estados Unidos, hoy con su poderío político, con su poderío armado, con su poderío de propaganda e influencia, con su poderío industrial y comercial, abar-ca, domina y define la vida de estos países [...] Estamos en la órbita del mayor imperio del mundo, en la órbita de influencias económicas y en la órbita de influencias políticas en la más desmesurada organización de poder que quizá haya visto la historia universal de los Estados Unidos39.

Por eso Montoya consideraba que el papel del Estado colombiano en su totalidad era reconquistar la independencia nacional, la soberanía del país, y para esto era imprescindible que las naciones se unieran para contener el influjo de Estados Unidos. Montoya era además la expresión de políticos colombianos intermedios del anapismo, que a diferencia de la generación anterior no menciona en sus intervenciones a la dictadura, edad de oro del movimiento. Es muy posible que no le sirviera para sus argumentaciones, y que no estuviera muy convencido de poder continuar en la política. Montoya no brillaba por la presentación de numerosos proyectos de ley, pero sí por su agudeza mental, por su finura para conducir debates e interpelar cuando

37. Ibíd., julio 5 de 1967, p. 1365.38. Véase ibíd., febrero 7 de 1967, p. 195.39. Ibíd., junio 5 de 1968, pp. 534-535.

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se desarrollaba una discusión trascendental. La mayor angustia que refleja-ba su pensamiento era la lectura del futuro a través de un presente que se divorciaba vertiginosamente del pasado. Era la angustia de un presente que no se podía ni dejaba manejar.

Montoya también denunció el carácter de la gran prensa colombiana, no tanto por su poderío y tendencia al monopolio, sino por las maneras de desinformar y modelar la mentalidad de los colombianos y prefabricar la opi-nión nacional. Se quejó de una prensa que hacía aparecer el país no como el que realmente era, sino como el que otros querían hacer aparecer: “Se dice todos los días que hay prosperidad cuando hay ruina. Que hay abundancia cuando hay miseria, que hay púrpura cuando lo que existe es el sayal desga-rrado…”40. Montoya promovió una tesis interesante sobre la penetración de la influencia gringa a través de la propaganda comercial que esta promovía en la prensa nacional:

Por medio de la propaganda comercial que es hoy una verdadera subvención de los poderosos a los medios que están en manos de quienes se someten y ponen esos medios al servicio de esos poderosos, es la forma como hoy se trabaja la conciencia de los países débiles, de los pueblos débiles, y la conciencia de los gobiernos sin conciencia y de los Estados y organizaciones estatales que no tie-nen responsabilidad ante sus propios países, ni ante la misión fundamental que es la de defender la soberanía de cada país, concretamente la de este…41.

Para este representante anapista, la existencia de un país necesitaba la defensa de categorías fundamentales como la libertad individual, la libertad de conciencia, la autonomía de pensamientos y el derecho público, cuya mayor expresión era la soberanía nacional.

2.2.2 El papel del Estado, del Congreso y de las Fuerzas Armadas para Montoya y otros anapistas

El ejercicio legislativo de los anapistas los ponía en contacto con los parla-mentarios radicales del emerrelismo, lo que de por sí constituía un proceso de convivencia política que borraba las enormes distancias de los años an-teriores. Era un proceso que conectaba extremos políticos supuestamente paralelos. Pero lo evidente en el caso de la Anapo era su carácter bipartidis-ta. Ningún grupo de los que hacían presencia en la política colombiana de este periodo tenía la cortesía de aceptar en su seno liberales y conservadores sin que unos u otros renunciaran a serlo. De por sí era, desde adentro, un

40. Ibíd.41. Ibíd., junio 5 de 1968, p. 535.

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experimento de convivencia interesante y novedoso. Ni los anapistas ni los emerrelistas eran homogéneos. No obstante la existencia de un prototipo de anapista pintoresco y rimbombante, también los había de formación de-mocrática aunque conservadores, una especie de coctel ideológico difícil de asimilar en la cultura política colombiana. Se trataba en este último caso de los venidos de la escuela alzatista, como Mario Montoya. Hablaba e interve-nía como si perteneciera al MRL, y no al de estirpe lopista, sino al grupo en el que se encontraba Ernesto Navia Otero, Eduardo Umaña Luna y Eduardo Fonseca. Con ellos se alió para protestar por la persecución política, para de-nunciar el crecimiento de la represión por parte de los organismos secretos del Estado. Más allá de los emerrelistas, elevó su protesta por la aprobación irregular del proyecto de ley que legitimó la criticada Defensa Nacional de los tiempos de Valencia, que no era otra cosa, según él, que la pérdida de la soberanía nacional42.

Mario Montoya veía con nostalgia desaparecer lo poco que se había construido en Colombia de democracia representativa, cuya expresión era el Parlamento, proceso que hacía parte de uno mayor: el de la entrega del país a los Estados Unidos. En el Montoya conservador que venía de la provincia antioqueña, los liberales tuvieron un defensor de sus doctrinas originarias, aquellas que tan sólo eran capaces de defender los emerrelistas populares. El de Montoya era un juego intelectual interesante, que a lo mejor había aprendido de su maestro Gilberto Alzate Avendaño:

Las ideas liberales y las ideas democráticas son parte de nuestra historia, aun-que constituyan en su base ideológica un acervo importado y traído de con-trabando en naves piratas. Pero a pesar de eso, a lo largo de los años, en el espesor de los días, de los trabajos, de las dificultades, de las luchas y de la sangre, de las desilusiones eso ha llegado a ser parte del espíritu y del patrimo-nio del país, y yo siento como una inmensa mutilación histórica, al ver cómo los señores que se llaman demócratas del partido liberal y del partido conservador, intentan esa mutilación43.

Era la respuesta al modo de gobernar de un liberal que buscaba pode-res extraordinarios para legislar, produciendo de inmediato la imagen de un Parlamento obstruccionista. Su defensa venía de los anapistas, muchos de los cuales habían llegado allí sin creer en los dones del Congreso. Montoya consideraba que los parlamentarios no eran para que dimitieran, sino que:

… su misión tiene que estar constituida por actos continuos y afirmativos de su propia existencia, por el cumplimiento de unos deberes constitucionales que

42. Véase ibíd., febrero 7 de 1967, pp. 195-196.43. Véase ibíd., marzo 28 de 1967, p. 534.

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quizás yo respete poco, o que quizás ponga en tela de juicio, pero no obsta para que yo pretenda dejar claramente establecido […] que es el gobierno ac-tual quien ha puesto completamente todos los días en tela de juicio el sistema liberal establecido44.

Por otra parte, Montoya y otros anapistas condenaron la violencia orga-nizada por el Estado a través de los aparatos represivos. Por eso increparon a Lleras cuando el Ejército disolvió violentamente las protestas universitarias en la conmemoración de la jornada estudiantil de junio de 1967. Gracias a los anapistas y a los emerrelistas, el país pudo darse cuenta de la esencia so-cial y política de ambos partidos tradicionales cuando de manejar el Estado se trataba. Los anapistas se imaginaban las Fuerzas Armadas de los tiempos del Frente Nacional distintas a las de las décadas anteriores. Por ejemplo, Rafael Camerano, desde Barranquilla, conminaba a las Fuerzas Armadas para que se apersonaran de los documentos más avanzados de la Iglesia católica, de tal modo que al asimilarlos pudieran convertirse “de máquina de terror y muerte en manantial extenso y vivificante”45. Argumentaba que esa institución se había convertido en “la burocracia más odiosa que mente humana hubiese podido concebir, pues no solamente no producen nada, sino que matan lo mejor con que cuentan los pueblos para su progreso como son sus obreros, empleados y universitarios”46. Para los colombianos que estaban en la Anapo, la concepción de la democracia estaba atravesada por el papel de los militares en la construcción de un nuevo país; es decir, con-tinuaban siendo una reserva. Camerano decía no tenerle miedo a ninguno de los dos caminos, ni al dictatorial ni al democrático. Incluso llamaba la atención en el sentido de que las grandes obras de infraestructura se reali-zaron en épocas de imperios y dictaduras. En tal dirección, el líder costeño consideraba que la democracia parlamentaria era un imperativo de los tiem-pos que se vivían, y que era necesario aceptarla con los inconvenientes de no gozar de la infraestructura material que en los países desarrollados se había logrado con otros tipos de gobierno.

Elías Salazar García también llevó la vocería por los anapistas en el espinoso tema de las facultades extraordinarias. Con base en los mismos postulados de Montoya, Salazar dijo en la Cámara que los anapistas elegidos por el pueblo en un movimiento revolucionario no podían entregar poderes revolucionarios para que de ellos hiciera uso un gobierno reaccionario. Ar-gumentó además: “Yo no entiendo que quienes combatimos al imperialismo

44. Ibíd.45. El Nacional, mayo 16 de 1966, pp. 4 y 5.46. Ibíd., mayo 25 de 1966, p. 4.

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yanqui, quienes estamos al servicio de una revolución podamos entregar nuestros poderes a un gobierno reaccionario que, tarde o temprano, se le entregará a los Estados Unidos, al imperialismo yanqui que nos oprime”47.

Los anapistas, curiosamente los llegados del conservatismo ultramon-tano, fueron también los primeros en lamentar el asesinato del guerrillero Ernesto Che Guevara. Se expresaron ampliamente sobre las cualidades del ilustre argentino. Dijeron que había desaparecido uno de los hombres más grandes de América cuya vida había significado un homenaje permanente a la rebeldía, a la dignidad y a las reivindicaciones de los pueblos latinoa-mericanos. Blasteyo Trejos disertó con amplitud e inculpó al imperialismo yanqui del asesinato:

Este crimen tremendo que se ha cometido en América es tan escalofriante, tan tremendamente conmovedor, tan fuertemente flagelador para la conciencia disciplinada en la rebeldía, que nosotros no hacemos en este instante más que protestar y desenmascarar al imperialismo norteamericano, diciéndole asesino imperialismo norteamericano, asesinos, partida de cobardes, por matar y masa-crar lo que realmente vale en América, Ernesto Che Guevara48.

La evolución hacia la izquierda de Trejos no paraba. En julio de 1967, llamó a la disolución del Parlamento. Dijo que si se cerraba esa corporación les hacían un favor a revolucionarios como él porque lo obligaría a cambiar de tipo de lucha. Sostuvo que la única posibilidad que tenía el pueblo co-lombiano de cambio era la lucha que se hiciera con el terrorismo y con la guerrilla:

Porque la guerrilla es la demostración que hay un derecho de insurrección, el máximo derecho de todos es la justificación y es el derecho de protesta frente a la opresión a este anacronismo idealista que prima en Colombia; frente a esta farsa de las democracias representativas, no queda más camino que el fusil, la metralla y la pistola, y tratar de destruir y derribar esta inmundicia social que se llama parlamento49.

Era curioso escuchar estas declaraciones en pleno Congreso, a voz en cuello: “Tengan la plena certidumbre de que en esta legislatura habrá sangre en el parlamento, decretada por una gran rebelión nacional que no cree más en esta vagabundería, ni en esta farsa parlamentaria, que se está edificando en Colombia”. Es posible que haya sido una forma de amedrentar y mante-ner la imagen de movimiento beligerante como se le conocía. Pero no deja

47. Véase Anales del Congreso, abril 4 de 1967, p. 591.48. Ibíd., octubre 18 de 1967, p. 2105.49. Ibíd., julio 17 de 1967, publicado en septiembre 11 de 1968, p. 923.

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de impresionar el tono de las expresiones y, sobre todo, el espacio donde se enunciaban. Decía en el Parlamento Blasteyo Trejos:

Hay dos formas de acometer el cambio radical de la constitución. Una por la vía legal y otra por la vía de la revolución. Yo considero que el legalismo es anacrónico absoluto y no corresponde a ninguna realidad palmaria nacional. En cambio, el proceso revolucionario, aquel que es la captura del poder mediante la violencia, mediante el empleo de actos subversivos, es lo único edificante, lo único que es realmente cambiante de la situación nacional colombiana. Y una vez adquirido mediante una lucha persistente, será el poder hacer una nueva Constitución jurídica en Colombia, hacer el institucionalismo del derecho, hacer una formación ético-jurídica, y diferente a la que actualmente existe50.

2.3 Rafael Camerano Meriño

Rafael Camerano Meriño, dirigente costeño radicado en Barranquilla, era de origen conservador y antepasados italianos. Contaba con una vasta forma-ción intelectual adquirida de manera autodidacta y desordenada, pero con una gran sensibilidad social. Conocía los teóricos del anarquismo y había leído con sumo cuidado las historias socialistas de la Revolución Francesa de Jean Jaurès y de Kropotkin51. Conocía, además, a Marx y a Engels, y tenía un dominio excelente de la historia universal europea. Lector voraz, se había iniciado en la lectura de las Vidas paralelas de Plutarco. Leía y subra-yaba lo que más adelante tendría reflejo en su producción periodística. Era un hombre paradigmático, con todas las responsabilidades de haber sido hijo mayor, con el peso de la crianza de sus hermanos menores. Fue uno de los fundadores del anapismo barranquillero. Representaba una versión más popular e intelectual que la del dirigente oficial, el comerciante Moisés Musa Tarud. Las cosas al revés, el conservador era el popular y el liberal el de la élite52.

Para Camerano, liberalismo no significaba democracia, ni conservatis-mo, reacción. Al contrario, encontraba más elementos democráticos y nacio-nales en el segundo que en el primero. Para que no quedara duda de eso se refería a un reportaje concedido por Gerardo Molina al entonces periodista Carlos Lleras Restrepo en 1959, cuando dirigía la revista Política y algo

50. Ibíd., septiembre 11 de 1968, p. 924.51. Rafael Camerano murió el 2 de mayo de 1983.52. Recuérdese que también venía del conservatismo Claudio Urruchurtu, otro dirigente popular del ana-

pismo barranquillero. También en Barranquilla estaba Dolcei Manga, un médico casado con el evolu-cionismo darwiniano que evocaba su gaitanismo de los años cuarenta para criticar la misma sociedad que aparecía en los años sesenta de economías incontrolables, insaciables y pobreza galopante.

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más. Decía Molina que el único partido en América Latina cuyos presiden-tes no habían sido preparados, moldeados, hechos por el departamento de Estado estadounidense, era el colombiano: “… al contrario, los hombres de ese partido […] han ido al poder contra la voluntad o bajo muchas reservas del Pentágono porque lo consideran peligroso para la democracia monopo-lista”53. Sin embargo, tenía sus críticas al conservatismo. Consideraba una vergüenza que Ospina Pérez se hubiera sostenido en el Gobierno, desenca-denando una ola de violencia política jamás vista en la historia del país al punto de haber producido el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Lo impor-tante en Camerano era la evolución de su pensamiento, que ponía el signo de igualdad entre los dos partidos tradicionales como representantes de la oligarquía colombiana y la elevación del pueblo a la categoría de principal actor social en Colombia. Al respecto de la base social que coincidía en la Anapo, Camerano escribía:

Ha comenzado la inmensa marcha del pueblo, un pueblo generoso, de corazón leal y puro como ningún otro. Un pueblo que en el sufrimiento, la humillación y a pesar de todas las frustraciones y todos los engaños nunca ha perdido la esperanza de la justicia, alimentando la certidumbre de sus sueños más nobles. Este de hoy es el mismo pueblo que acompañó al Libertador, que rodeó a José Hilario López, que apoyó a Núñez, que estuvo con Gaitán y que hoy inicia por todo el territorio nacional la reconquista de la patria54.

Era distinta la formación política conservadora de Camerano a la de Hernando Olano Cruz, y en general a la de los anapistas, cuya educación po-lítica tenía que ver con el nacionalismo ibérico y con los idearios del fascis-mo. Camerano ni siguió ni compartió las posturas que sobre el Parlamen to tenía Olano Cruz. Todo lo contra rio, defendió la institución como la expresión sublime de la democra cia55. Camerano, que había tenido además una am-plia participación en los movimientos sindica les de su región, era un político de escasos recursos económicos. Llegó a proponer en la Cámara de Repre-sentantes que se diplomara a los dirigen tes sindicales que cumplie ran en esa labor 15 años, para que con su experiencia defendieran en primera instancia a los trabajadores. El dirigente costeño le dio también gran importancia a la defensa de valores, virtudes e ideales.

Como intelectual, casó una serie de discusiones desde una columna permanente que empezó a aparecer en El Nacional de Barranquilla después

53. El Nacional, junio 19 de 1968, p. 4.54. Ibíd., junio 25 de 1966, página 4.55. Camerano, Rafael, “Intervención correspondiente a la sesión vespertina del día 7 de junio de 1966”, en

Anales del Congreso, julio 14 de 1966, p. 724. Un análisis anterior de los escritos de Camerano puede verse en Ayala, “El discurso parlamentario …” (óp. cit.).

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de las elecciones legislativas de 1966, con el nombre de “Mosaico Local”56. Allí hizo gala de su erudición, controvirtiendo con la izquierda y con la dere-cha. Daba lecciones lo mismo de marxismo que de tomismo, y desplegaba sus conocimientos de historia universal para justificar su admiración por los generales colombianos Rafael Reyes, Rojas Pinilla y Eparquio González, a quienes les reconocía haber podido gobernar sin los extranjerismos propios de la clase política de su presente y haber dejado las huellas materiales de su paso por el poder nacional y local. En el fondo, había un llamado a jalonar el progreso material del país. Le brotó su anticapitalismo cuando le corres-pondió opinar sobre el triunfo de Carlos Lleras Restrepo el primero de mayo de 1966: “Nosotros, los de abajo, estamos convencidos que las oligarquías no dan puntada sin dedal y es por lo que sostenemos hasta la saciedad a manera de un Padre Nuestro, que el sistema capitalista está imposibilitado por razones obvias a dar la libertad económica, social, política y cultural al asalariado”57.

Salió a la defensa de Barranquilla cuando la sintió atacada y que, según él, iba caminando directo hacia el vencimiento:

Aquellos arranques progresistas que la colmaron de elogio y de admiración, hasta colocarla como el principal puerto marítimo fluvial y aéreo, hoy olvidada por los poderes centrales, abandonada a la propia suerte por la indolencia va-gabunda de sus legisladores locales, se retuerce y gime, herida de muerte por el dardo de la corrupción política, social y administrativa de sus dirigentes y voceros58.

La Barranquilla de los años sesenta no era más que añoranzas de los tiempos idos. Por lo menos eso es lo que se palpa en la lectura de los escri-tos de los líderes anapistas. Camerano por eso evoca los méritos históricos de la ciudad, habla de sus gobernantes y de sus inmigrantes que lograron construir en un pasado no lejano una pujante ciudad. “¿Qué ha sucedido después?”, se preguntaba. Y respondía:

Muchos fueron los hombres que trataron de superar a estos libertadores pero a todos sin excepción los ahogó la soberbia y el orgullo que les produjeron las alturas. Muchos se perdieron en esa maraña de alabanzas y venias de los in-tereses creados. ¿Quién sabe con qué buena fe trataban de realizar iniciativas producibles cuando eran interferidos por jugosas propuestas...?59.

56. El 16 de abril salió el primer escrito de Camerano en El Nacional.57. El Nacional, mayo 3 de 1966, pp. 5 y 6.58. Ibíd., junio 23 de 1966, p. 4.59. Ibíd.

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2.3.1 El populismo en la mira de Rafael Camerano

Su cosmovisión se ajustaba a los postulados en desarrollo de un catolicismo remozado. Para Camerano, Colombia como tantos países estaba gobernada por gente de conducta anticristiana, que confesaba su creencia en Dios y en Cristo pero sin hacer caso de sus principios. Por ello no fue casual que dedi-cara su columna a difundir e interpretar un documento que se distribuyó en algunas partes con el nombre de Manifiesto comunista cristiano, cuyo título original era Carta del Padre Lebret a los hombres de buena voluntad60.

El sacerdote era conocido en Colombia, donde había trabajado en los años cincuenta diagnosticando la situación social, así que su mensaje goza-ba de buen auditorio. Para Camerano era una oportunidad que le permitiría ampliar lo que constituía su propio pensamiento con base en la legitimidad de un documento reconocido. De ahí la importancia que le confirió al lla-mado que hacía Lebret a los cristianos para que rompieran con el régimen capitalista y se volcaran sobre los sectores obrero y campesino; para que ad-virtieran el papel represivo y amordazador que estaba ejerciendo el imperia-lismo de los Estados Unidos en los países subdesarrollados y su utilización de las fuerzas armadas nacionales para azuzarlas contra la inconformidad desarmada. Lebret convocaba también a los campesinos para que no caye-ran en el anticomunismo sin matices, en un anticomunismo que le hiciera el juego a las fuerzas que oprimían a la clase obrera. Más bien invitaba a ver en los comunismos criollos una reacción sana contra el mundo injusto61.

La actividad del padre Lebret se orientaba a poner a tono con los tiem-pos modernos el pensamiento y la imagen de la Iglesia católica, no sólo en los aspectos del desarrollo técnico y científico de la sociedad, sino también en los avances de las teorías sociales. Era su interpretación de las avanza-das encíclicas papales de los años sesenta y, si se quiere, su desarrollo y su radicalización:

Los cristianos deben aparecer ante el mundo como un fermento de avanzada y progreso; los cristianos no tienen por qué lamentar el esfuerzo científico o el progreso técnico, ni la racionalización del trabajo, la reducción del tiempo de trabajo productivo, tampoco la generalización de la instrucción y la cultura como el acceso de los mejores a las responsabilidades públicas62.

60. En Colombia circuló desde 1962 el folleto Manifiesto por una civilización solidaria de L. J. Lebrel. Ha-bía sido editado en Lima por las Ediciones del Sol. Sin embargo, hay una edición de 1961 de la editorial peruana Universitaria. Los contenidos del folleto no son semejantes a los del Manifiesto comunista cristiano referido en el texto.

61. Puede verse la columna de Camerano “Mosaico Local” en El Nacional de la primera semana de mayo de 1966.

62. El Nacional, mayo 9 de 1966, p. 4.

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Era también un nuevo catolicismo que se abría paso, un catolicismo más cercano a la vida, más útil al hombre en su cotidianidad: “Los cristianos deben tomar a pecho el hacer pasar a la humanidad de la etapa de la nece-sidad a la de la libertad [...] Los cristianos deben pensar en que después de los maravillosos descubrimientos de la ciencia y los éxitos de la técnica, que-da por asegurar el progreso inmenso en la distribución de los bienes produci-dos y en la organización de la vida social”63. Para Camerano, el Manifiesto comunista cristiano era el documento más importante producido en el seno del cristianismo después del Sermón de la Montaña y de los documentos de Juan XXIII64. Resaltaba el espacio que se dedicaba en el Manifiesto a bus-car el acuerdo con quienes estuvieran en la línea de avance, con quienes trabajaran en pro del bien común. Se trataba de una pauta que ya había sido dada por Juan XXIII y que exigía un cristiano militante y compenetrado permanentemente con la comunidad, al lado de quienes impulsaran el pro-greso material de los pueblos, que les garantizara un sistema de seguridad y mejoramiento sanitario. Y esto, por supuesto, incluía la participación del cristiano en la política. Ese era el mensaje de la carta del padre Lebret, y que Camerano –consciente del congelamiento y compromiso eterno de la Iglesia colombiana con el poder político– expande. Los laicos, en este caso Came-rano, eran más abiertos a recibir este tipo de mensajes que la Iglesia oficial, sobre todo después de la desaparición del sacerdote Camilo Torres.

El Manifiesto constituía, además, una alternativa entre capitalismo y comunismo. El texto no ocultó su temor, por lo que sus editores llamaron la invasión ideológica del marxismo en todos los ambientes, y para evitarla propusieron la instauración de un frente sólido. Esa alternativa de síntesis es asimilada por Camerano, quien llamó a la configuración de un Tercer Frente, o bloque progresista obrero-campesino anticapitalista y anticomunista. Por supuesto, hay agregados de él que van más allá de la propuesta del padre Lebrel, interesado directamente en quitarle las bases obreras al movimiento de trabajadores europeos. Camerano, curtido dirigente obrero, entiende el mensaje.

En el proyecto de Camerano se le confiere atención a un tipo de agru-pación socialista de inspiración cristiana, en vez de una más radical, por no contarse –según argüía– con las condiciones subjetivas para tal propósito. Por tales entendía líderes con altas virtudes y perfecta rectitud. Además le parecía un proceso demasiado largo en el que el choque de las ideas aca-

63. Ibíd., p. 6.64. Es sabido que el Sermón de la Montaña, conocido también como las Bienaventuranzas, era muy del

gusto de los anapistas por la reivindicación que hace de los pobres y los perseguidos por la justicia.

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baría por consumirlo. Camerano dedicó también espacio a la última parte del Manifiesto, que llamaba a los cristianos a apurar la revolución, a través de la constitución de grupos nuevos que superaran incluso a los partidos de inspiración comunitaria y sindical. Grupos que operaran la revolución desde abajo hacia arriba, capaces de intervenir en un momento oportuno a favor de reformas animadas desde abajo en todos los órdenes de la vida social. Para esto se necesitaba, por supuesto, una militancia con conciencia reli-giosa fuerte: “Como el espíritu es puro y valeroso, no hay temor de que se debilite por alianzas y contactos”65.

Si Francia nutría su espíritu religioso, Israel le inspiraba el modelo de desarrollo material ideal: “El Estado de Israel se encuentra a la cabeza de la mejor organización del mundo, produce de acuerdo con sus capacidades, y hasta la organización del ejército contempla la obligación de producción especial en el campo agropecuario”66.

Camerano trabajaba en la provincia como una abeja reproduciendo y repitiendo la doctrina de Tomás de Aquino. “El bien común es más divino que la perfección individual”, decía, entre tantas consignas que mezclaba con su crítica a la clase política local y con su lucha en favor del engrande-cimiento del municipio, al que consideraba célula vital de la nación. Contri-buía Camerano con sus columnas y actividad de cuadro político a civilizar las costumbres de la política, a reorientarlas, a educar un dirigente político municipal con dignidad y altura. La religión aportaba a su quehacer político nada menos que la mística.

Así, se va fraguando un populismo de corte religioso, o mejor, una terce-ra vía de naturaleza religiosa, expresada oralmente y por escrito de diversas formas. Decía Camerano:

Se plantea hoy día la necesidad de un humanismo capaz de integrar nuevos valores y de engendrar una nueva civilización caracterizada por una reducción de las diferencias del nivel de vida entre las clases sociales y, si es posible, por la desaparición de esas clases, y entre los pueblos; por una mayor solidaridad entre los pueblos; por una mayor facilidad de acceso a la cultura y a la respon-sabilidad67.

Camerano era, además, un estudioso del positivismo jurídico que sirviera a Gaitán para comprender la sociedad de su época. Polemiza con Lombroso y Juan Bobbio. Con este último no comparte su fatalismo sobre el hombre de los trópicos. Al contrario, pone como ejemplo a los países de América del

65. Ibíd., mayo 25 de 1966, p. 4.66. Ibíd., mayo 29 de 1966, p. 4.67. Ibíd., junio 11 de 1966, p. 4.

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Sur y convoca a los colombianos a superar el estigma que, según él, corroe la conciencia dinámica de los tropicales: “Hagamos una política con sentido de avanzada nacionalista mejorando nuestro tipo racial y no sigamos malgastan-do el tiempo, echándole la culpa de todas nuestras tragedias a nuestras clases sociales”68.

Con su pensamiento de avanzada, Camerano, que, como dijimos, prove-nía del conservatismo alzatista, no tenía reparos en reconocer y asimilar los valores axiológicos del liberalismo como lo había alcanzado a hacer el mismo Alzate. Más que inculpar a uno u otro partido de las desgracias nacionales, utilizaba el término burguesía para derramar sobre ella la culpabilidad por haber frustrado procesos revolucionarios populares con los asesinatos de Uribe Uribe, de Gaitán, de Camilo Torres, o con el bloqueo a las iniciativas de la Re-volución en Marcha. Camerano estuvo en contra de la reforma constitucional de 1968 por considerarla un paliativo en relación con las verdaderas reformas que necesitaba el país, y llamó a Lleras Presidente Tostarina, aludiendo a que tenía a los costeños tostados, empobrecidos. En su estrategia política, el líder costeño se dedicó a la educación de las masas barranquilleras para rescatarlas del dominio de las clases dirigentes regionales. Considerándose anapista, lejos ya de la nominación liberal o conservador, trabajaba en función de una conciencia de clase popular que le permitiera al pueblo darse cuenta de haber permanecido manipulado desde siempre con los engaños de un libe-ralismo demagógico y un conservatismo falsamente cristiano. Más bien, para Camerano, lo que había prevalecido en el comportamiento de los dirigentes colombianos había sido el individualismo. Era contundente en su crítica a lo que él denominaba Estado burgués, incapaz para trabajar en beneficio de la colectividad o del pueblo porque su esencia, según escribía, era la defensa de los intereses individuales.

Camerano valoró altamente la presencia de Alberto Zalamea en la Anapo. Dedicó párrafos enteros en sus escritos a saludar sus tesis y a explicar el nacio-nalismo que el periodista de La Nueva Prensa le venía proponiendo al país.

Atrás había quedado 1963, cuando los ideólogos del anapismo echaron mano de los avances de la Iglesia para legitimar su evolución política hacia posiciones más avanzadas del conservatismo y justificar sus nuevas alianzas. Nuevos pactos que exigían adaptaciones de su propio vocabulario y que iban poniendo al movimiento frente a lógicas diferentes. La llegada de contingentes nuevos obligaba a una evolución que dio como resultado, si no ir más allá de la Doctrina Social de la Iglesia, por lo menos aplicar una hermenéutica

68. Ibíd.

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tan sofisticada que permitiera equiparar socialismo con cristianismo. De esta debilidad se percataron los adversarios conservadores que le disputaban la argumentación y sostenimiento de sus tesis tomadas de esta corriente religiosa y social. Haciendo gala de juristas competentes, se tranzaron unos y otros en tensionantes interpretaciones de los textos de los papas viejos y nuevos sobre la conveniencia del socialismo, del intervencionismo y demás asuntos sagra-dos. Mientras tanto, el presidente y la alta jerarquía eclesiástica componían los acuerdos conducentes a una política demográfica que suponían tan peligrosa como la misma subversión.

2.4 Manuel Rodríguez Verdeza

La fuerza de la religión como orientadora filosófica fue vital para la confi-guración del populismo anapista. Como ya dijimos, no faltaron sacerdotes pobres y laicos intelectuales que le imprimieron ese carácter al movimiento. En Barranquilla, además de Camerano, se distinguía, entre los predicadores anapistas, el concejal Manuel Rodríguez Verdeza, que se indispuso con la curia local por ir contra de los juegos de azar que esta toleraba en las fiestas patronales de los municipios. Rodríguez Verdeza fue una figura también muy importante en el anapismo de mediados de los años sesenta en el Atlántico. Era ex dragoneante y ejercía como protestante, de esos que predicaban con Biblia en mano. Con ese hábito hace con la Anapo una doble militancia que para él era una sola. Como representante a la Cámara en 1968 presentó va-rios proyectos de ley que terminaban de la siguiente manera: “Os pido vues-tra invaluable cooperación para llevar paz y tranquilidad a mis compatriotas de Barranquilla y mientras lo obtengo elevo mis plegarias al Creador Supre-mo en solicitud de salud para todos y cada uno de ustedes”69. Intervenía con sus iniciativas por la solución al problema de los arroyos de la ciudad, o por la reglamentación de las cajas de cambio y compraventa en el país, con el firme propósito de evitar la usura y demás abusos que se cometían con la gente pobre: “Estamos frente a unos sistemas de comercio que producen grandes utilidades a los propietarios y enormes pérdidas a los cambistas de cheques y vendedores, y no podemos olvidar que las personas sometidas al sistema pertenecen a la clase económicamente débil, pues los pudientes no hacen comercio con tales establecimientos”70.

Pero más o tanto como el dogma religioso, era relevante en la Anapo la religiosidad popular, el espíritu combativo que el cristiano militante le confería

69. Anales del Congreso, octubre 31 de 1968, p. 1261.70. Ibíd., octubre 29 de 1968, p. 1239.

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a su actividad cotidiana. En su proselitismo político, los anapistas eran religio-sos. Para ellos la acción era incluso más importante en la consecución misma de sus intereses en pro del crecimiento masivo. El militante que buscaba la nueva Iglesia católica en otras latitudes, se encontraba en Colombia entre los anapistas.

2.5 Manuel Bayona Carrascal, anapista potencial

Provenía del laureanismo de Norte de Santander, y se mantuvo allí hasta que Laureano negoció la participación de su fracción en el nuevo establecimiento del Frente Nacional. Promovió la candidatura de Jorge Leyva en su región, y después estuvo entre los representantes a la Cámara que intervenían como lauro-alzatistas en la legislatura de 1966-1968. Se hizo célebre por haber adelantado no sólo una feroz oposición al gobierno de Lleras Restrepo, sino además por haber liderado lo que podría haber sido el debate más impor-tante de esa legislatura: el del control de la natalidad. Era un hombre agrio, vertical, sin pelos en la lengua. Alguien –con juicio o sin él– lo catalogó de ácrata. Por su acento de un escepticismo spengleriano parecía hablar en los años veinte. Cada paso de la curiosa modernización del país era valorado en negativo. Le producía malestar la imitación que se hacía del modo de vida norteamericano.

Hablaba largo y tendido sobre ética y moral, citando tesis de escritos su-yos cuando creía en la positiva evolución de la conciencia de los colombianos. Pero en los años sesenta confesaba no esperar que se pudiera construir un ciudadano de conciencia ética, un espécimen humano incapaz de delinquir, incapaz de contrariar ciertas leyes, aun cuando fueran abolidos todos los códi-gos, todos los castigos71.

2.5.1 El control de la natalidad

Esa podrá ser la afirmación de un Estado caduco, no la afirmación de nosotros, que queremos remozarnos

ideológicamente y salir y decirle al pueblo que puede multiplicarse sin miedo porque nosotros

sabremos de dónde sacar recursos para que nada le falte a nuestro pueblo72.

71. “Intervención del Senador Manuel Bayona Carrascal el 9 de febrero de 1967”, en ibíd., marzo 30 de 1967, pp. 563-569.

72. “Debate en el Senado del senador Manuel Bayona Carrascal”, en ibíd., p. 567.

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Uno de los debates más importantes durante la administración de Lleras Restrepo fue el del control de la natalidad. Estuvo liderado ante todo por el congresista Diego Tovar Concha. Comenzó en la legislatura de 1966 y pasó a la de 1968. Era una política del Frente Nacional que heredó el nuevo mandatario, pero que tenía que ver con las promesas de la campaña pre-sidencial. A partir de febrero de 1967, los representantes lauro-alzatistas Manuel Bayona Carrascal y Diego Tovar Concha prendieron la mecha. Pro-pusieron la configuración de una Comisión especial de senadores para que se encargara de evaluar el desarrollo y resultado de esa política en todo el país73. La proposición no gustó a los representantes del Gobierno, a quienes les pareció que se dudaba de su honestidad y probidad. Hernando Durán Duzán, entre tantos defensores oficiosos, se declaró partidario del control de la natalidad por razones sociológicas y éticas, según decía, “ya que la pro-liferación familiar conlleva la miseria, como está demostrado en la realidad colombiana”74.

El presidente y los ministros de Educación y Salud se habían reunido el 8 de febrero de 1967 con la cúpula de la Conferencia Episcopal, con el arzobispo y obispo de Pamplona y Sonsón, respectivamente. Según el comunicado expedido por el Gobierno, la Iglesia avalaba la política demo-gráfica del régimen. Lleras Restrepo, que ya estaba acostumbrado a tratar con los jerarcas de la Iglesia temas espinosos, disertó sobre la conveniencia de una política demográfica. Afirmó que el crecimiento excesivo de la po-blación, realizado a menudo en condiciones de poca o ninguna responsabi-lidad, creaba, ante todo, graves problemas de carácter moral. Que muchos nacimientos no correspondían a uniones maritales regulares, creando para la madre soltera una grave situación social y moral, ya que los hijos no tenían la garantía de una tutela familiar regular. Dijo que incluso en el caso de los hijos legítimos, una excesiva natalidad debilitaba a menudo la acción tutelar de los padres sobre los hijos. El presidente fue enfático al afirmar que las co-sas se agravaban en un país donde el Estado no tenía recursos para ofrecer con una tutela social a la infancia que no la recibía de su familia ni de una organización privada75. Hizo constantes menciones del papel de la Iglesia en la preservación de la moral de los colombianos, les reiteró que la moral cristiana era la oficial. Los representantes del clero que lo escucharon aten-tamente pusieron sobre el tapete las observaciones que debían tenerse en

73. Véase “Proposición de Manuel Bayona Carrascal y Diego Tovar Concha del 7 de febrero de 1967”, en ibíd., febrero 15 de 1967, p. 259.

74. Véase ibíd., febrero 16 de 1967, p. 275.75. Véase ibíd.

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cuenta para la implementación de la política demográfica: 1. Debía quedar a salvo el derecho inalienable de los cónyuges para determinar el número de sus hijos, de acuerdo con su conciencia y las normas objetivas de la moral; 2. Cualquier procedimiento que se adoptara debía respetar la integridad de la persona humana, que le impedía destruirse, mutilarse o hacerse funcio-nalmente inepta para el ejercicio de sus actividades fisiológicas definidas, fuera de los casos en que esto llegara a ser necesario para la conservación de la vida; 3. Debían respetarse también de manera efectiva las características esenciales del acto conyugal, considerado como la unión de dos personas que, reconociéndose como tales, se entregan la una a la otra en el ejercicio del verdadero amor; 4. En términos generales, deben evitarse todos los pro-cedimientos que ofendieran el orden moral establecido por Dios y cegaran los manantiales de la vida; 5. Había que seguir considerando como obliga-torias las normas enseñadas por la Iglesia a este respecto y completadas por el Concilio Vaticano II y las posteriores declaraciones pontificias76.

La posición de la Iglesia no da para pensar que estuviera de acuerdo o en contra de la política demográfica en general, pero por lo menos el pre-sidente Lleras Restrepo tenía las manos libres y la conciencia tranquila por haber expuesto sus ideas ante las jerarquías eclesiásticas. El papa Pablo VI tampoco era claro en su postura al respecto. Había recibido en diciembre de 1966 una visita de los participantes en el 52 Congreso Nacional de la Sociedad Italiana de Obstetricia y Ginecología celebrado en Roma, y en esa ocasión pidió prudencia frente al problema y prometió un estudio sereno del mismo77.

Las afirmaciones del presidente no fueron afortunadas. Revelaban con-fusiones y cubrían al Estado de un manto de incapacidad. Una lectura atenta de los contenidos de su comunicado produciría en los colombianos un es-tado de ánimo pesimista frente al gobierno de Lleras, que a su juicio no se comprometía lo suficiente con los compatriotas por nacer.

El Senado continuó barajando proposiciones de conformación de comi-siones que se ocuparan del seguimiento de la política demográfica oficial. La postura blanda e informe de la Iglesia dejaba las cosas en el mismo sitio en que estaban. Les correspondía a los laicos de procedencia conservadora salir a reclamar lo que aquella era incapaz. Fue así como el senador lauro-alza-tista y futuro anapista Manuel Bayona Carrascal se lanzó al ruedo; promovió un enérgico debate a través del cual el país lo conoció de cuerpo entero. Ante

76. Véase “Comunicado”, en ibíd., febrero 16 de 1967, p. 275.77. El texto del discurso del papa Pablo VI puede verse en ibíd., febrero 15 de 1967, p. 260.

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las acusaciones con mote de reaccionario y medieval que le hacía la gran prensa, el senador se defendió:

Comparado yo con el Director y propietario de El Tiempo, doctor Eduardo San-tos, conservador de muchas capas, hombre de otra época por excelencia, yo soy un revolucionario, soy casi un incendiario. Pero los reaccionarios son ellos, los que atentan hoy contra la especie humana. Ser hoy en el siglo XX enemigo de la vida, enemigo de la especie humana, sí que es el colmo del reaccionaris-mo, eso sí que es estar saturados por las tinieblas del oscurantismo, eso sí que es vivir en la típica edad media78.

Bayona, quien era médico de profesión, se oponía al control de la na-talidad por razones éticas y profesionales. Largos años había ejercido la profesión de médico en la provincia y se consideraba salvador de vidas, y ahora como abogado estaba dispuesto a luchar por ellas desde la política y la abogacía. Sabía lo que estaba pasando en el ejercicio de la medicina con los abortos y demás atrocidades que relataba en sus debates del Congreso. “No concibo ni tolero, ni admito –decía– que una vida en curso sea interrum-pida, o que sea impedida una fecundación, sino en los casos autorizados por el código de moral médica y que la ciencia de Esculapio tiene claramente definidos en los textos de estudios de los profesionales médicos”. Entendía el control de la natalidad de manera distinta a la importada de Estados Unidos:

La auténtica planeación familiar, es la que coloca por encima de todo la planea-ción de la familia desde antes de la concepción, durante el embarazo, después del nacimiento, en edad infantil, la que conecta al adulto con las escuelas, aprendizaje, planeación familiar que le consigue trabajo, planeación familiar que hace de ese ser un auténtico ciudadano ejemplar.

Bayona le confirió gran relevancia al debate sobre el control natal. Fue su mejor momento como parlamentario hasta entonces. Intervino con emoción. Fue para él una especie de desdoblamiento de su personalidad mustia. Esta vez habló del control natal catalogándolo como el complot más escandaloso y criminal que se hubiera cometido hasta entonces contra la especie humana. Consciente de la animadversión de la prensa hacia él, le propuso a los medios un pacto de caballeros: que reportaran sobre los contenidos del debate aunque no se le mencionara a él.

En realidad había un enredo. Todo el mundo entendía de manera dife-rente el asunto. Incluso el presidente hablaba de resolver el problema de la paternidad irresponsable, por la vía del control de la natalidad. Todo el mundo

78. Véase ibíd., marzo 30 de 1967, p. 564.

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opinaba. Eso lo entendió Bayona, y por eso empezó a explicar cada uno de los conceptos que utilizaría en el debate. Denominó aborto directo a todo el proceso de limitación de los nacimientos y al artefacto que se utilizaba para ello lo llamó tirabuzón uterino. Las cosas habían avanzado desde el método del ritmo y la píldora hasta este artefacto que, según el senador, era utilizado con profusión en Bogotá.

Bayona desmitificó el propalado temor a la sobrepoblación con datos estadísticos y razones de peso. Sostuvo que en determinadas épocas de la historia, la humanidad se estanca en su papel de reproducción, y en otras se reproduce en forma extraordinaria. Los temores de la sobrepoblación habían puesto a circular la idea de que el 10 de junio del año 2000 a las 3 de la tarde no cabría una criatura más sobre la superficie del planeta. Bayona se encargó de que las cifras se comieran el cuento de la superpoblación, no sólo en Colombia sino a nivel mundial. Según los datos que esgrimió en su debate, en Colombia no había necesidad de aplicar el control natal porque la realidad de salubridad lo conseguía de facto: “De cada 100 muertos, son menores de un año el 31,3%; de un año a menos de dos años, el 48,7%; de dos a cuatro años el 48,7%”. Exageradas o no, las cifras le permitieron ser contundente. Un análisis comparativo del estado de salud en las enfermedades contemporá-neas más comunes en Canadá, Cuba y Colombia revelaba que la situación en que se encontraba la política sanitaria del país era lamentable.

Bayona sostuvo que la ciencia había derrotado hacía muchos años a Mal-thus, incluso en los Estados Unidos, cuyo ejemplo demostraba que con el desarrollo de la ciencia agrícola había comida para abastecer toda la población del mundo, y citó un reciente congreso médico realizado en Filipinas, donde el presidente de ese país había manifestado: “Habéis hecho bien en venir aquí, a estudiar lo que vosotros llamáis el problema de los nacimientos. Aquí ese no es un problema, nosotros resolvemos el problema del aumento de la población produciendo más alimentos para el pueblo filipino”79.

Así, Bayona vio en el temor a los nacimientos expresados en el contenido del comunicado del presidente un signo de caducidad del Estado colombiano. Lleras, como se dice en el lenguaje vulgar, había dado papaya. Después de orquestar una campaña electoral con la alharaca de la prosperidad para resol-ver todos los males nacionales, salía, ya como presidente, con la fórmula del control natal como único remedio. El debate le permitió al orador demostrar que la solución del problema estaba por el lado de la justicia social y de la

79. Ibíd., p. 566.

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redistribución de la riqueza. Bayona intentó probar la esencia oligárquica del poder político en el país.

Se trataba, por supuesto, de una discusión que sería capitalizada más adelante por los anapistas, quienes heredarán esta polémica y la desarrollarán. Incluso ya habían puesto en escena el dramático tema en la pasada campaña electoral80.

2.5.2 Bayona Carrascal y el Partido Conservador

Otra de las revelaciones interesantes del debate es la procesión que llevaban por dentro los conservadores populares que todavía permanecían en el par-tido81. En el partido es un decir, porque no existía tal, sino corrientes dia-metralmente opuestas, cuyo porvenir no parecía muy halagüeño. En medio del debate Bayona expresó:

Si el partido conservador por el cual he librado tantas batallas, resuelve en una discusión ideológica que su sitio, su puesto de combate, está al lado de los pode-rosos, yo no vacilaré un segundo en dejar de ser conservador. Porque nosotros no podemos aceptar, al contrario tenemos que rechazar con horror y con indignación sin límites esa afirmación abusiva, inhumana, increíble en el siglo de la ciencia y de los adelantos de todo orden, de que hay que evitar que la gente nazca porque la población colombiana tiene cada día anhelos más crecientes y porque no hay recursos suficientes para darle comida, vestido, techo y educación adecuada82.

No sólo revelaba su procesión interna. Los políticos intelectuales, por lo menos buena parte de ellos, estaban confundidos. Sin duda los más en-redados eran los conservadores ante el desdibujamiento de su partido en el periodo de la coalición bipartidista. Los liberales por lo menos tenían su MRL, que había servido para evitar la conservatización de esa agrupación. En cambio los conservadores no tuvieron esa garantía. La Anapo cada vez se apartaba más de lo conservador, y el lauro-alzatismo, al que pertenecía Bayona, era un arco íris que nada tenía que ver ni con Laureano ni con Alza-te. El ospinismo, socio de los liberales, de conservador sólo tenía el pasado. Pero dadas las particularidades de Colombia, no era fácil renunciar a la pertenencia partidista; por eso su sufrimiento y terquedad:

La única garantía para un orden que nosotros queremos que sea justo, sin ser totalmente arrasador, es un partido colombiano de derechas, con ideas propias, con un contenido ideológico, remozado, un partido conservador afeitado, lava-

80. Véase a este respecto el capítulo IX del presente libro.81. El debate abordó el tema desde dimensiones científicas, pero dados los intereses de quien escribe se

han tomado únicamente los aspectos de carácter político.82. Ibíd., p. 567.

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do, oloroso a agua de colonia, que le quite al pueblo la idea de que nosotros nos hemos ancianizado [sic] para siempre [...] Yo creo en el Estado dinámico, en el Estado creador y para que un Estado sea dinámico y creador debe tener una filosofía. El Estado colombiano no tiene ninguna filosofía83.

Con ese argumento, el senador se permitió una crítica al liberalismo. Como acostumbraba a hacerlo Alzate, reconoció en el liberalismo de los años treinta un proyecto de Estado dinámico y con filosofía, en el que se habían envuelto incluso los conservadores, para beneficio del desarrollo del país. En cambio, era duro con el liberalismo del Frente Nacional, al que con-sideraba sin proyecto de Estado dinámico y sin filosofía alguna:

¿Qué es lo que va de los magnates del año 30 a los magnates del Frente Na-cional? La pregunta es fácil de responder: es la falta de una filosofía, la falta de un concepto dinámico del Estado. Cuando los partidos colombianos se pusieron de acuerdo para tener como única filosofía política el reparto de las posiciones oficiales, sepultaron para siempre el impulso vital del pueblo colombiano, todas sus esperanzas de progreso, y llegan ahora al estado lamentable que dice: no deben seguir naciendo los colombianos, porque el Estado no tiene dinero para llevarlos a una etapa de desarrollo84.

No estaba lejos Bayona Carrascal de los postulados de la Anapo, a la que llegará más tarde. En junio de 1968 suscribió junto con la bancada de parlamentarios anapistas las principales constancias que ese movimiento presentara para expresar su voto negativo a la enmienda constitucional en proceso de discusión final, y una segunda en donde la Anapo se pronunciaba por la renuncia del presidente Lleras85.

3. MÁS PAPISTAS QUE EL PAPA

Mientras el liberalismo se unía, el conservatismo parecía perseverar y pro-fundizar su división. A finales de 1967, el lauro-alzatismo, que era un grupo más de personalidades laureanistas que alzatistas, empezó un proceso de diferenciación ideológica irreversible, que se hacía por lo regular hacia su izquierda.

A raíz del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con la U.R.S.S., rotas hacía veinte años, el Directorio Nacional Conservador (lauro-alzatista) envió una carta al administrador apostólico Aníbal Muñoz Duque, denunciando la medida de Lleras realizada a espaldas del conservatismo.

83. Ibíd., p. 568.84. Ibíd.85. Véase ibíd., junio 11 y 18, pp. 549 y 556.

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Los firmantes acusaban a las embajadas rusas en todo el continente de ser-vir de instrumento para la infiltración del comunismo y traían a la memoria el papel del Fidel Castro en los acontecimientos del 9 de abril86. Manuel Bayona Carrascal se puso las manos en la cabeza:

En verdad no alcanzo a entender cómo se puede posar de reaccionario en vísperas de un debate electoral, en momentos en que el mundo se enrumba en determinada dirección, en momentos en que hasta en el propio Vaticano se habla un lenguaje socialista [...] cuando se hacen trasplantes de corazón, cuando un artefacto en la superficie lunar le rasca la barriga al planeta para examinar la estructura rocosa, todavía hay unos políticos colombianos dizque escandalizados porque se continúen relaciones o porque se reabran relaciones diplomáticas y comerciales con Rusia87.

Para Bayona se trataba de un paso más que político, comercial, lo que no significaba que el presidente Lleras estuviese avanzando hacia el socia-lismo. Para él, acusar a Lleras de socialista por esa medida era hacerle un favor, dado el peso de esa expresión en el mundo moderno. Significaba dar pie para que se le identificara en esa condición, lo que le abriría las puertas de los barrios pobres, como en efecto se había dado en el barrio Kennedy en Bogotá, donde había sido recibido como revolucionario. Bayona acusó a sus copartidarios de ir incluso contra los avances de la Iglesia, que llamaba a una convivencia entre todos los países del mundo, y alabó a los liberales que estaban más cerca del clero cuando en su última convención habían declarado que las diferencias ideológicas con otros países no deberían ser obstáculo para mantener relaciones culturales, comerciales y diplomáticas con ellos. Bayona no se explicó tampoco la razón del distanciamiento del grupo lauro-alzatista del pensamiento de Ospina Pérez, si por igual ambas partes habían protestado ante el restablecimiento de las relaciones con la Unión Soviética.

Finalmente, Bayona hizo público su rechazo a sus antiguos camaradas: El hecho de que yo esté sideralmente distanciado de la directiva independiente hasta el extremo de que ese distanciamiento está en vísperas de convertirse en un divorcio definitivo y absoluto, no me quita el derecho de pronunciarme sobre estos temas. Es más, como miembro de la oposición tengo el deber de oponerme a aquellas actitudes que menoscaben el patriotismo político de la oposición88.

86. Firmaron la carta: Raimundo Emiliani Román, Cornelio Reyes, Fernando Urdaneta Laverde, Felio Andra-de Manrique, Hugo Escobar Sierra, Guillermo Ávila B. en ibíd., enero 30 de 1968, p. 83.

87. Ibíd.88. Ibíd.

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Al parecer Lleras no conversó con los conservadores su medida, pero en cambio la Iglesia estaba al tanto. No obstante, el papismo de los lauro-alzatistas avaló y apoyó el restablecimiento de las relaciones con la potencia comunista: “Pensar que por el hecho de no mantener relaciones con alguna nación, la influencia de esta no llegará a nuestro país, es por lo menos tan ingenuo como pretender ponerle puertas al campo. La multiplicidad y capa-cidad de penetración de los modernos medios de comunicación han modifi-cado básicamente la manera antigua de evitar influencias y contagios”, dijo el órgano eclesiástico89.

Por otro lado, Bayona siguió abogando por extender las relaciones de Colombia hacia los demás países de la órbita socialista y presionando a la comisión del Congreso designada para estudiar la aplicación de la política del control de la natalidad.

89. Véase el editorial de El Catolicismo, enero 25 de 1968, o Anales del Congreso, enero 30 de 1968, p. 88.

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César Augusto Ayala Diago

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14 La Anapo y las elecciones legislativas de 1968

1. EL PROSELITISMO1

El proselitismo político de la Anapo no tuvo el más mínimo receso después de las elecciones de 1966. Embalada en su tarea de cooptar militantes, la agrupación continuó trabajando en la organización nacional de su electora-do. Al movimiento siguieron llegando figuras intermedias de la política tra-dicional, y contingentes enteros eran atraídos en las ciudades colombianas gracias a actividades de beneficencia y servicios directos a la comunidad. Los resultados de las elecciones de 1966 fueron interpretados como una tendencia en el comportamiento del electorado colombiano que los favo-recería en el futuro no lejano. Cada uno de los acontecimientos nacionales impregnaba e incidía en la campaña. Al compás de todo lo que sucedía, la Anapo se había acostumbrado a hacer la política sin interrupción. Combina-ba sus programas ideológicos –que no eran pocos– con formas de llegar a la gente a través de la ayuda social. Se presentaba ante los conciudadanos como una entidad facilitadora de la vida material para quienes recién llega-ban de todos los rincones del país.

El periódico como medio de comunicación y difusión era bastante utili-zado, y la Anapo fue un movimiento que contó con varios órganos de expre-sión en todo el territorio nacional. Se daba el caso de arribos al movimiento de líderes con periódicos propios. Uno de estos –aparte del caso de La Nueva Prensa– fue el de Roberto Harker Valdivieso, quien llegó con el periódico La

1. Con el fin de analizar otros aspectos del anapismo, en este capítulo consideramos eventos del año 1966 que no han sido narrados hasta ahora.

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Nota, que se editaba en Bucaramanga y circulaba entre los santandereanos conservadores adversos al Frente Nacional. Este tipo de órganos era funda-mental, por cuanto se convertía en vocero de sectores sociales marginados totalmente del circuito de las comunicaciones oficiales. Gracias a La Nota, los líderes políticos de poblaciones pequeñas pero importantes para el mo-vimiento se expresaron. Por las páginas del periódico pasaron los reclamos y las aspiraciones de regiones como La Belleza, en el municipio de Jesús María, y confiaron a Carlos Toledo Plata, diputado anapista, la conversión en municipio del corregimiento de Santa Bárbara, así como la “departamen-talización” del colegio de Betulia.

Figura 34. María Eugenia Rojas ocupa la primera página de La Nota,semanario dirigido por Roberto Harker Valdivieso, Bucaramanga,

julio 9 de 1965. En la década de 1970, esta publicación se transformó en una revista.

La dialéctica de la yuca, que había sido un mecanismo de cooptación en anteriores campañas, se convirtió en una expresión categórica que los mismos anapistas se encargaron de llenar de contenidos socioeconómicos cada vez que sus adversarios trataban de ridiculizarla. Para ellos, esa fór-mula condensaba la miseria colectiva del pueblo colombiano, el hambre de

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los habitantes de los tugurios, la carestía de la vida. “Ni la yuca, sujeto de nuestra filosofía, puede ser consumida por el pueblo, por lo cara, acapara-da y especulada”2, escribió en la prensa el comité asesor de la Anapo en Barranquilla, que había iniciado una serie de escritos criticando la situación económica por la que atravesaba el país, comentando y denunciando toda la política económica del régimen que afectara a las clases populares.

2. LA REBELIÓN DE LAS CURULES: UNA EXPRESIÓN DE LAS CRISIS DENTRO DE LA ANAPO

A menudo, bajo la denominación de “Advertencia” y “Prevención” se publi-caban en el órgano oficial de la Anapo los mensajes que el General enviaba a los comandos regionales para dirimir conflictos, la mayor parte de ellos ocasionados por desacuerdos en la conformación de listas para los cuerpos cole giados. Esto revelaba, superficialmente, el crecimiento del movimiento. Mostraba una de las variables que podría explicar ese intempestivo auge: la necesidad que tenían amplios sectores de la población de conquistar nuevos espacios por encima de la estre chez del Frente Nacional. Hacía evidente, también, las tempranas crisis por las que atravesaba internamente la agru-pación. Rojas, entonces, decidió poner la casa en orden. No era difícil. Pre-cisamente la Anapo se caracterizaba por su estructura militar jerarquizada. El ex Presidente le recordaba a los destina tarios de sus mensajes, que aquel era “un movimiento jerarqui zado” en el cual se hacía necesario “preservar la disciplina y defender la unidad perfecta”. En esto residía, según él, la fuerza de su agrupación.

La crisis de la Anapo más considerable en lo transcurrido de su historia se desencadenó en febrero de 1967, a raíz de la votación en la Cámara de Representantes para conferirle al Ejecutivo facultades extraordinarias. Cuatro representantes anapistas que votaron a favor fueron expulsados es-trepitosamente de la organización: Roberto Harker Valdivieso, Roberto Sanín Mejía, Iván Gómez Afanador y Jaime Arias Ramírez.

No era nuevo lo de las expulsiones; tampoco eran las primeras ni serían las últimas. Otras habían ocurrido y los anapistas estaban acostumbrados a la mano firme del General3. Incluso la medida de la expulsión por acción

2. Respuesta del Comité Asesor de la Anapo en Barranquilla a un escrito de Plinio Apuleyo Mendoza publicado en el semanario Encuentro. Véase El Nacional, junio 17 de 1967, p. 4.

3. El siguiente es el texto completo de un telegrama en el que Rojas comunicaba la expulsión de otro anapista y alertaba a los representantes santandereanos: “MENSA JE DE ROJAS PINILLA A LOS CO-MANDOS DE SANTANDER / Doctores Roberto Harker Valdi vieso, Edmundo Morales Beltrán, Paúl Durán Reyes, Carlos Parra / En respuesta a su mensaje de ayer permítome manifestarles Reinaldo Hernán-dez no pertenece Alianza Nacional Popular pues fue expulsado movimiento por indecoroso y traidor.

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directa de Rojas era invocada cuando se presentaban casos de indiscipli-na. Así había ocurrido con el controvertido Claudio Urruchurtu, concejal anapista de Barranquilla, que montó un comando independiente que decía sólo atender órdenes del general Rojas. La desobediencia de Urruchurtu le había costado carísimo a la Anapo, porque debido a su disidencia los ana-pistas barranquilleros no consiguieron llegar al Congreso en las elecciones de 1966. “Todo disidente es un traidor y como traidor debe ser expulsado de la Anapo”, había expresado el general Rojas en esa ocasión4. A Urruchurtu no se le permitió hablar en la manifestación del candidato presidencial de la Anapo, José Jaramillo Giraldo, en Barranquilla, en abril de 1966, y como quiso imponerse fue perseguido por los oficialistas, al punto que tuvo que intervenir la Policía para evitar su linchamiento.

Los expulsados santandereanos respondieron. Les molestó que se les tildara de traidores por haber ejercido el derecho de opinión y contraatacaron a la cúpula del movimiento, que mientras en el Congreso era adverso a acer-carse al oficialismo, no conservaba igual postura en el Concejo de Bogotá. Alegaron había en la Anapo una conducta para los dirigentes medios y otra para los altos. Anotaron un irrespeto de los altos mandos del anapismo para con la representación legislativa, que aparecía a veces en las constancias generales del movimiento sin habérseles consultado. Los expulsados se ne-garon a entregar sus curules y declararon mantener su devoción a la ideo-logía conservadora. Advirtieron que antes que traicionar al pueblo preferían ofrendar sus vidas.

La crisis fue aguda, al punto que el representante Bernardo Cuéllar San-tofimio agredió a correazos a su colega Iván Gómez Afanador, con la excusa de un necesario escarnio público. Días después, a mediados de diciembre de 1966, un hombre de la calle entró en las instalaciones del Congreso y en el bar de la Cámara atentó con arma blanca contra la vida de Cuéllar Santofimio5.

El escándalo propiciado por los anapistas fue explotado al máximo por la gran prensa, que aprovechó la oportunidad para estimular la contrapro-

Ruégoles transmitir este mensaje comandos municipales Santander fin nuestros amigos sepan actitud deben adoptar frente audaces pretensiones dicho sujeto ha querido utilizar posiciones exaltolo ANAPO, solamente para beneficio personal. Este es un movimiento jerarquizado y estoy dispuesto toda costa preservar disciplina fin mantengamos unidad perfecta pues ahí reside parte nuestra fuerza. Desde ahora condeno cualquier intento disidente de quienes haciéndose pasar por rojaspinillistas quieren engañar a algunos ingenuos amigos diciéndoles que voten por listas distin tas a las autorizadas. / Estas listas serán elaboradas por mí y oportunamente las haré conocer a fin de que mis amigos no tengan la menor duda sobre su autenticidad. Cordial saludo. / Gustavo Rojas Pinilla”. Véase: Alianza Popular, febrero 11 de 1966, No. 80, p 11, y marzo 9 de 1966, No. 102, p. 2.

4. El Nacional, abril 15 de 1966, pp. 1-2.5. Véase Anales del Congreso, enero 10 de 1967, pp. 7-8.

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paganda rojista. Mientras que Rojas no se pronunciaba, los parlamentarios cayeron al unísono sobre los expulsados, alegando la necesaria disciplina que debía tener un movimiento político de las calidades de la Anapo.

José David López Cruz, el suplente de Arias Ramírez en la Cámara de Representantes, se puso de parte de los expulsados e hizo constar en el Par-lamento las contradicciones en las que estaba enredado el anapismo. Criticó el tipo de oposición que estaba haciendo la Anapo en el Congreso, a la que calificó de “intransigente, torpe, estéril, beligerante y contraria a las aspira-ciones del pueblo”. Denunció conductas inmorales de las directivas de la Anapo, pero ante todo expresó su animadversión a lo que llamó una traición al conservatismo. En ese sentido expresó su solidaridad con los representan-tes santandereanos y se puso a disposición del partido en el poder6.

Martínez Uñate les aclaró a los expulsados que la élite gubernamental de Colombia era cesárea, monárquica y plutocrática, que por eso cuando un conservador de Anapo apoyaba los sistemas oligárquicos era porque no había asimilado la doctrina y tenía deseos de prebenda, o no estaba pre-parado para enfrentarse a una lucha de oposición que se había tornado sórdida, tremenda y apocalíptica7. Salazar García, invitando a bajarle el tono a la disputa, anotó que si ellos se habían ido era porque se habían montado en el tren que no era, porque se habían fatigado muy pronto en la lucha revolucionaria, y no compartió el mote de traidores que sus colegas le habían acomodado a los expulsados: “Traicionan los iguales, el General traiciona al General, pero los soldados no traicionan nunca, los soldados se limitan a desertar”8. Salazar, que estaba viviendo un periodo personal de radicalización ideológica, no comprendía por qué los expulsados se habían dirigido hacia la unión conservadora, si habían sido elegidos para hacer la revolución colombiana.

La crisis se produce en un momento de conversión de la Anapo en una colectividad distinta al conservatismo, cuando sus posturas están siendo cuestionadas por los mismos conservadores recalcitrantes que estaban aún en el movimiento. Los conservadores no anapistas pero fieles a esa doctrina filosófica contraatacaron a los ideólogos de la Anapo, que según argumenta-ban estaban tergiversando las doctrinas sociales de la Iglesia para legitimar sus posturas políticas. En medio de esta tensión ideológica de fundamen-talismo religioso, los recién expulsados presentaron una constancia a favor de la necesaria compactación del conservatismo como un solo partido. Se

6. Ibíd., enero 26 de 1967, p. 113.7. Ibíd., enero 31 de 1967, p. 147.8. Ibíd., abril 4 de 1967, p. 591.

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trataba de preparar su retorno con altura al partido, aunque en realidad se inclinaron por la corriente de Ospina Pérez9.

El periódico La Nota, de Harker Valdivieso, uno de los expulsados, era un órgano de combate político contra la clase política dominante en la región de Santander, pero trabajaba sin ocultarlo por la doctrina conservadora y en favor de la base popular de esta tendencia, a la que –según su director– no le llegaban las ventajas del progreso. Justamente en las elecciones anteriores al anapismo regional le había ido bien en zonas campesinas de raigambre conservadora, donde todos sus habitantes decían haber votado por el gene-ral Rojas. Harker había protagonizado, además, la toma de la Casa Conser-vadora de Bucaramanga, con la excusa de haber ganado el anapismo las elecciones del 20 de marzo de 1966: “Nosotros, los que seguimos al general Rojas Pinilla porque lo distinguimos como conservador auténtico y como jefe de un movimiento que agrupa a todo el pueblo colombiano, no estamos en pos de división ni entrega y por ello defendemos la Casa Conservadora, la respetamos y la queremos ver siempre abierta a todos los buenos godos de Santander”10. Durante varias ediciones, Anales del Congreso publicó en su totalidad los contenidos del libro La rebelión de las curules, donde Harker había consignado toda su experiencia política al lado de la Alianza Nacional Popular11.

Poco antes de dejar el Congreso, al terminar sus labores de represen-tante a la Cámara, a la que nunca volvería, Harker dejó una constancia en donde llamó a sus copartidarios a cerrar filas contra la Anapo para evitar el arribo al poder de Rojas, nuevo ciudadano y tirano de América. “Aspiramos a lograr el triunfo electoral de un nuevo presidente conservador que en 1970 se imponga sobre esa alianza totalitaria que pretende dividir al partido para enarbolar solo las banderas del resentimiento”12.

9. Ibíd., febrero 9 de 1967, p. 217.10. La Nota, septiembre de 1966, p. 3.11. Harker, La rebelión de las curules… (óp. cit.). 12. Anales del Congreso, julio 20 de 1968, p. 676.

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Figura 35. Portada de La rebelión de las curulesde Roberto Harker Valdivieso. Este libro hace parte de la abundante

literatura política escrita por los protagonistas de la historia colombiana. Redactado en un tono fuertemente acusatorio, traía el siguiente epígrafe:

“¿Es un hombre bueno el que te injurió? No creas en la injuria. ¿Es un hombre malo? No te extrañes de ella – Séneca”.

3. EN POS DE LA MEMORIA: CELEBRACIÓN Y CONMEMORACIÓN DEL DÉCIMO ANIVERSARIO DE LA CAÍDA DE ROJAS (1957-1967)

El décimo aniversario de la caída de Rojas tuvo amplia repercusión en el país. Los enemigos de la Anapo aprovecharon la fecha para recordar a su manera la efemérides. En propalados comunicados, los partidos tradiciona-les reivindicaron a los estudiantes y a toda la población que colaboró para la restauración de la democracia e invitó a unirse alrededor del Gobierno para evitar un regreso a la tiranía. Los periódicos de la gran prensa dedicaron páginas enteras, densos editoriales y caricaturas para fortalecer la memoria de una época aciaga.

Los anapistas, gracias a la crisis que vivía el país, pudieron reivindicar la dictadura como una forma de gobierno superior a la que se vivía. El forta-lecimiento de las dos memorias que se construían –la del Frente Nacional y la de los anapistas– se reflejó en la prensa del momento. Los parlamentarios

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de la Anapo culparon a los Quíntuples de todo lo que había pasado después del 10 de mayo de 1957, por haberle entregado el país a la casta de los políticos, quienes a su vez habían concebido el engendro monstruoso del Frente Nacional. Blasteyo Trejos hizo un balance pormenorizado de la nueva República. Evaluó el primer Gobierno, el de Lleras Camargo, como entrega-do al voraz imperialismo internacional con un saldo de desnutrición, desem-pleo, analfabetismo y aguda miseria colectiva. Saltándose el de Valencia, fue enérgico con su evaluación sobre la administración de Lleras Restrepo, a quien llamó de pequeño César fracasado: abuso de las libertades públicas, angustia, desolación, tragedia económica, hambre desesperante. Trejos abo-gó por un futuro distinto al que estaba ofreciendo el régimen, que festejaba la caída de Rojas:

Clamamos porque se establezca el imperio del nacionalismo, que haya un ele-vado grado de justicia social en el repartimiento de la riqueza [...] Somos la van-guardia progresiva de un mundo mejor y que en este día y esta hora ratificamos nuestra firmeza solidaria para con el general Rojas Pinilla y denunciamos las ruinas y los desmanes cometidos por Carlos Lleras Restrepo...13.

También se pronunciaron los parlamentarios liberales del anapismo, quienes constataron en un documento sus procedencias e identificaciones con los grandes paradigmas del partido desde Uribe, López El Grande y Gaitán. Justificaron su presencia en el movimiento por reconocimiento al ge-neral Rojas, tanto en su gobierno, que había significado la salvación para los liberales, como en la oposición, por simbolizar la redención de los humildes frente a las clases prepotentes causantes de la miseria en que se encontraba el pueblo colombiano14.

Rojas, a su vez, concedió un extenso reportaje al periodista Javier Aya-la, que publicó el diario El Siglo y que reprodujo El Nacional de Barranquilla. En el reportaje, el General hizo énfasis en su retiro voluntario del poder y ma-nifestó estar arrepentido de haberse marchado15. En las municipalidades, los concejales de la Anapo desarrollaron enjuiciamientos al Frente Nacional por lo que había hecho con el país desde el 10 de mayo de 1957.

Todo iba a favor de la Anapo si no hubiera sido por el papel protagónico del MRL, que no dejaba de ser una mecha encendida en la esperanza del liberalismo popular. Su presencia en los medios de la época era abrasadora,

13. Véase ibíd., mayo 11 de 1967, p. 883.14. “Constancia de los Representantes Manuel Ciro Arias, Fernando Pardo Quintana y Parmenio Zapata”, en

ibíd., mayo 16 de 1967, p. 905.15. El Nacional, mayo 10 de 1967, pp. 1-2.

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y su participación en las deliberaciones sobre la proyecto de reforma consti-tucional probaba que estaban interesados en tener presencia allí.

Somos la vanguardia de ese partido –decía la senadora María Elena de Cro-vo– y porque queremos para él destinos mejores, porque no aceptamos que sea prisionero del miedo, prisionero del temor a los intereses creados, porque consideramos que no es posible que un partido que tiene tan honda raigambre en las masas populares, asuma una posición tímida, huidiza, y a veces cobarde a la hora de enfrentar los graves problemas nacionales, y sobre todo a darle paso a sus soluciones16.

La situación económica que vivía el país está retratada en una curiosa carta que le enviaron al presidente los dirigentes populares del conservatis-mo caleño el 24 de junio de 1967 a nombre de 66 barrios de la ciudad. Le pedían hacer algo ante lo que definían como tremenda situación económica por la que estaban pasando. “El fantasma del desempleo se ha apoderado del país”, escribían. Relataban la situación en que se encontraban quienes pudiendo desempeñar un cargo no lograban hacerlo por no tener en qué ocuparse. A esto le agregaban dos ingredientes: el que no se vislumbraban señales de reactivación económica, y lo que más les dolía, las medidas que tomaba el Gobierno en detrimento de las economías familiares: impuesto a la gasolina, retención en la fuente, devaluaciones consecutivas, alza de las cotizaciones al seguro social, alza de la leche, del transporte, en los servicios públicos, entre otras. Se mostraron sinceros:

Somos conservadores y, como tales, amigos del orden. Nunca creímos en la economía de la abundancia que usted prometió durante la campaña, porque como conservadores sabemos que la sociedad no es un jardín encantado y que la situación de Colombia no permite abundancias y placeres sino sacrificios y esfuerzos. ¿Pero no cree, señor Presidente, que tanta medida en contra de nuestros presupuestos familiares torna irresistible nuestra situación? [...] Nos dirigimos a su Excelencia simplemente porque creemos que está en la obliga-ción y en la posibilidad de hacer algo por el pueblo de Colombia. Por favor, señor Presidente, cumpla con su deber17.

La Anapo, en cambio, fue cauta respecto del debate sobre la reforma constitucional. Sus más autorizados juristas participaron con sus opiniones, pero en general el movimiento cerró filas en contra. El general Rojas difun-dió en agosto un comunicado en donde desmentía cualquier acercamiento al Gobierno, y por el contrario ratificaba su oposición al sistema del Frente

16 Anales del Congreso, julio 14 de 1967, p. 1452.17 Ibíd., julio 26 de 1967, p. 1552.

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Nacional18. A la Anapo no se le podía pedir el mismo papel que a la oposi-ción del MRL, que de alguna manera estaba identificada con el liberalismo y se consideraba su vanguardia. Mientras que el segundo estaba terminando, aunque con intensidad, su papel en la escena de la política nacional, la primera continuaba su proceso de crecimiento y configuración. De ahí que cualquier acercamiento al Gobierno podía ser visto como claudicación en el momento menos oportuno. Para el MRL metérsele a la reforma constitucio-nal definiría su futuro; para la Anapo hubiera significado su desaparición, por lo menos de haberlo hecho abiertamente.

4. POR FIN LA ANSIADA UNIÓN DEL PARTIDO LIBERAL

El hecho que selló la unión del liberalismo fue la aprobación, en sus prime-ras vueltas, de la reforma constitucional que, según los emerrelistas oficia-les, era una síntesis de la propuesta por el Gobierno y la presentada por el MRL. La mayor parte de los integrantes del movimiento aprobó las medidas, pero el grupo que venía resistiendo, por lo general, se sostuvo hasta el final: Eduardo Umaña Luna, Gerardo Bernal y Hernando Santos, entre otros.

López se había alejado del país, dejando en manos de Juan José Tur-bay, Luis Villar Borda y Ramiro Andrade la negociación con el oficialismo. A su regresó faltaba únicamente el acto protocolario, que tomaría también su tiempo19. Los representantes Gerardo Bernal y Hernando Santos protesta-ron, y en sus quejas condensaron el sabor amargo de muchos emerrelistas. Interpretaron lo que había sido la historia del MRL en diez años de existencia en la arena política nacional. Sobre todo, lo que había significado para la gente de abajo y para los intelectuales convencidos de que el MRL era otra cosa. Sostenían que las convenciones y los documentos de la agrupación ha-bían recogido las aspiraciones de las clases populares, opuestas al gobierno oligárquico del Frente Nacional y partidarias de un cambio revolucionario, de tal manera que no se les podía abandonar. Bernal y Santos no compartían todas las razones que daba la cúpula del MRL para regresar al liberalismo. Por eso, manifestaron continuar en su lucha y pusieron a circular el siguiente documento:

Durante la gestión de los gobiernos alternos del Frente Nacional, se ha puesto en evidencia el hecho de que el sistema imperante defiende exclusivamente los in-tereses de las grandes oligarquías nacionales y extranjeras. Por su naturaleza, el Frente Nacional ha sido incapaz de resolver los graves problemas de Colombia,

18. Ibíd., agosto 16 de 1967, pp. 1642 y 1647.19. Ayala, “La perversión del populismo…”, (óp. cit.).

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conforme a los anhelos populares. Cada día vemos que se agrava la situación económica, aumenta la represión contra las masas obreras, contra los campe-sinos y los estudiantes. Que la gran coalición no puede gobernar sin estado de sitio y sin apelar a la legalidad marcial, recortando los derechos ciudadanos y las libertades públicas, tan caros a las tradiciones del liberalismo colombiano. El MRL ha combatido contra todo lo que representa el sistema del Frente Nacio-nal oligárquico y contra la política de todos los gobiernos de la gran coalición. En cambio el liberalismo oficialista es parte de la coalición y responsable de la quiebra institucional; mientras subsista el sistema antidemocrático de gobierno, aún debilitado por sus contradicciones internas y su estancamiento, es nuestro deber, como personeros de la oposición liberal, continuar en la lucha sin cálculos electorales inmediatos. El oficialismo liberal es socio fundador del sistema oligár-quico del Frente Nacional, y ese es el origen de la división del partido. Nuestro movimiento tiene como razón de su existencia la negación de ese sistema de gobierno, por lo mismo no puede incorporarse al grupo oficialista que comparte el poder. Estamos listos a prestar nuestro concurso para alcanzar la unión libe-ral, pero sin renunciar a los principios que dieron forma y contenido al MRL. En consecuencia, manifestamos que no participaremos en las actuales circunstan-cias en la política de sumarnos al oficialismo liberal, y por tanto asumimos una actitud independiente en las labores parlamentarias y legislativas20.

Bernal hizo énfasis en la filosofía conservadora del Frente Nacional, y manifestó que se necesitaba convocar un plebiscito para que el pueblo se manifestara sobre su continuidad. Dijo estar convencido de que el sistema que gobernaba no era más que el partido de las oligarquías entronizado en el poder.

Esta vez López no calló: “Les dejo las tres letras de esa razón social para que demuestren su talento y pongan a prueba su energía”, les contestó. Dijo estar sintiendo lo que tal vez había experimentado Gaitán al licenciar la tropa unirista y les expresó lo que hacía mucho tiempo les tenía que haber dicho tan enfáticamente como ahora: “A nadie le oculté que yo era un bur-gués progresista [...] A nadie le prometí ponerme a la cabeza de la guerrilla para sustituir por las vías de hecho, al gobierno constituido”21.

Para legitimar y justificar su postura de hombre del establecimiento colombiano, al que le había hecho un gran favor, López les indicó:

Entre coincidir con la Anapo y el lauro-alzatismo, y el gobierno del presidente Lleras, hemos preferido este último camino. Como es cierto, también, que en el último periodo liberal de la alternación preferimos estar dentro del partido libe-ral, unido monolíticamente, como el partido más fuerte, en lugar de sumarnos

20. Ibíd., septiembre 7 de 1967, p. 1809.21. “López se dirige al MRL. Constancia”, en ibíd., p. 1911.

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como minoría a una coalición que forzosamente desembocará en el nombre del general Rojas Pinilla22.

Así pues, se abría el camino político para la Anapo. Las puertas del movimiento estaban abiertas de par en par para que llegaran los emerre-listas que no cabían en el oficialismo liberal. De llegar, como en efecto lo estaban haciendo, significaba que la Anapo sería otra cosa en términos de pertenencias ideológicas. Ya estaba demostrando su alejamiento sin retorno del conservatismo. Los viejos conservadores que militaban allí pensando que se trataba de una disidencia conservadora, o se habían marchado o su discurso empezaba a ser otro, el que estaba produciendo la sociabilización de las ideas que los ponía en contacto a través de puntos comunes, aunque parecieran distantes a simple vista.

La herencia de las masas emerrelistas, inconformes con la entrega del movimiento, tendría dos herederos: el ala liberal del anapismo y el Partido Comunista Colombiano, que de inmediato declaró a López traidor y llamó a la militancia emerrelista a continuar a su lado en la lucha revolucionaria:

Los comunistas que hemos sido aliados del MRL, aun contra el querer del jefe único y su cohorte derechista, reafirmamos nuestra decisión de combate con-tra el gobierno oligárquico y hacemos un llamado al MRL y a todas las zonas populares de nuestra patria, a enfrentar las componendas por lo alto de los políticos oficialistas y a rechazar la claudicación de quienes cambian la lucha al lado del pueblo y la nación, por lenteja burocrática y promesas que no serán cumplidas23.

5. LA REHABILITACIÓN DE LOS DERECHOS POLÍTICOS DEL GENERAL ROJAS

Según las informaciones de la prensa nacional, los anapistas condicionarían su voto favorable a la reforma constitucional, siempre y cuando se agilizara la rehabilitación de Rojas. Se habló incluso de negociaciones que adelanta-ban los miembros del movimiento para ocupar altos cargos directivos en el Congreso de la República, con el mismo pretexto. Dejar rodar estas especies iba en contravía de la imagen de la Anapo, máxime cuando se estaba en plena campaña electoral y cuando Rojas andaba de gira por el país. Así que el Comité Ejecutivo del movimiento se vio obligado a negar los rumores: “Rechazamos todas las reformas constitucionales, en bloque, de una vez y

22. Ibíd.23. Citado por El Nacional, septiembre 11 de 1967, pp. 1-2.

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para siempre, y reiteramos nuestra decisión de guerra total al sistema de las estrategias leguleyistas y parlamentaristas, de leyes que no se cumplen y que nada significan para el cambio que el país requiere”24.

Durante las horas de la tarde del 18 de octubre de 1967, la radio co-municó a los colombianos que la Corte Suprema de Justicia, a través de la Sala de Casación Penal y por unanimidad, había confirmado la providencia del Tribunal de Bogotá por medio de la cual se rehabilitaba en sus derechos políticos y civiles al general Gustavo Rojas Pinilla. Por esta circunstancia Rojas podía recuperar su cédula de ciudadanía, elegir y ser elegido.

En la Anapo hubo fiesta. El diminuto rostro del General apareció esplén-dido de satisfacción en las fotografías que revelan la recepción de la noticia. Junto con sus familiares compareció ante la Corte Suprema de Justicia para recibir personalmente la sentencia. Abordado por los periodistas, manifestó que recibía la buena nueva con satisfacción, y reconoció en Lleras su honra-dez y no intromisión en el fallo de la Corte. Los congresistas anapistas que seguían el suceso por la radio desde el Capitolio entraron en júbilo, dejaron constancia en los Anales del Congreso del acto de justicia que se había con-sumado. María Eugenia Rojas dijo desde el Congreso que era un triunfo de la justicia colombiana que hacía honor a la Corte Suprema. La popularidad de Rojas subió como la espuma, su casa se vio invadida por toda clase de personas que lo querían felicitar personalmente y las calles aledañas a su residencia se colmaron de tantas personas que las autoridades tuvieron que suspender el tráfico de vehículos por el sector.

Realmente era una noticia muy positiva para la vida del General y para el futuro de la Anapo: “Es evidente que el grupo político que oriento –afir-mó– se fortalecerá mucho más cada día, y que el fallo que honradamente ha proferido la Corte influirá poderosamente en forma tal que robustecerá la confianza de quienes han confiado en mí, se la devolverá a quienes la han perdido y la hará nacer en muchos que no la han tenido”25.

La repentina noticia desconcertó a la gran prensa liberal, que no salía de su asombro. Nadie mejor que ellos para comprender los significados del hecho. El Tiempo editorializó “Entonces para qué el 10 de mayo?”, y mani-festó con desespero:

Puede que Rojas haya recuperado dentro de la casuística, su perdida ciudada-nía. Lo que no ha reconquistado ante la conciencia del país es su destrozada dignidad [...] Mas pese al fallo de una justicia dudosa, y, sobre todo, pese a la

24. Ibíd., agosto 30 de 1967, pp. 1-2. Véase, además, la edición de El Nacional de agosto 8, 10, 21 de 1967. El Comité Ejecutivo del anapismo estaba integrado ahora por María Eugenia Rojas, Alberto Zalamea y Jaime Piedrahíta.

25. Véase El Siglo, octubre 20 de 1967, p. 7.

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euforia de los secuaces de ayer y de los áulicos de hoy, la Colombia del 10 de mayo mantiene la certeza moral de que no se equivocó cuando frustró, en mo-vimiento enaltecedor de su prestigio, la continuidad de un régimen que la enca-denaba en sus derechos, y avergonzaba ante el mundo de los países libres26.

La noticia era malísima, no sólo para los adversarios de Rojas sino para la credibilidad de la justicia colombiana. El fallo del Senado en 1959 había sido a perpetuidad, y supuestamente se habían esgrimido toda clase de pruebas para ello.

Mientras los liberales celebraban con regocijo la unión de su partido, los anapistas celebraban la rehabilitación política de su conductor. Curiosa y premonitoria coincidencia entre algo que muere y algo que resucita. De inmediato empezó a sonar la candidatura presidencial de Rojas como inevi-table, inatajable y con gran capacidad de convocatoria.

El triunfo jurídico del ex Presidente ya había empezado a celebrarse desde el 20 de diciembre de 1966, cuando el Tribunal de Cundinamarca ha-bía fallado a favor de la restitución de sus derechos políticos. En esa ocasión el dirigente barranquillero Moisés Musa Tarud organizó una especie de car-navalito que desfiló en caravana, en medio del bullicio de murgas y cohetes, hacia el Paseo Bolívar. En plena fiesta, el popular Musa Tarud declaró: “Las grandes masas sufridas de Colombia festejan con gran emoción y júbilo el hecho histórico que marca un jalón en la lucha por la defensa integral de sus intereses [...] La cédula de ciudadanía de Rojas es documento de libertad para los que lloran por falta de pan, techo, paz y trabajo”27.

Para algunos analistas políticos, la medida perjudicaría a la Anapo por-que el General perdería la aurora de mártir que tan buenos frutos le había dado. Para otros, la rehabilitación de Rojas lo situaba ad portas del poder político en Colombia, y en efecto se fortaleció la peregrinación de liberales e independientes hacia las toldas del movimiento. Aunque para Rojas era importante el acto jurídico por el cual se le rehabilitaba, tenía razón cuando manifestaba que el pueblo ya lo había absuelto en la plaza pública y en las urnas. En este sentido el fallo de la Corte llegaba tarde, y, con él o sin él, el crecimiento de la Anapo era inatajable; así lo presionaba el proceso político por el que pasaba el país.

El Nacional de Barranquilla editorializó a su favor, hizo remembranza del caso Rojas y sentenció:

26. Véase El Tiempo, octubre 31 de 1967, p. 4.27. El Nacional, octubre 19 de 1967, pp. 1-2.

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La política colombiana será distinta de ahora en adelante, pues con la decisión de la Corte, Rojas pasa a ser un hecho político de indiscutible importancia y el cual no podrá ser menospreciado. Error muy grave sería el que cometieran los partidos tradicionales si siguen empeñados en subestimar la fuerza popular que representa Rojas y la posibilidad que ahora tiene de ocupar de nuevo el solio presidencial28.

6. LA CAMPAÑA PARA LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS DE 1968

La campaña electoral para las elecciones de 1968 fue intensa, por cuanto estaba directamente conectada con la de 1970. De sus resultados depende-ría el futuro de quienes aspiraran a la candidatura presidencial de la nueva década29. La Anapo diseñó como estrategia la cooptación del electorado liberal, en particular de las masas acéfalas del emerrelismo. De ahí en ade-lante, Rojas recorrería el país acompañado de Alberto Zalamea y José Jara-millo Giraldo, las figuras liberales más importantes de su equipo. Zalamea asumió la campaña como una gran oportunidad para su promoción y la de su nacionalismo. El periodista recibía día a día la adhesión y el reconoci-miento de los anapistas de todas partes. Su nombre fue postulado, incluso, para ocupar el cargo de la designatura presidencial en representación del anapismo en septiembre de 1967. Gracias a Zalamea, la Anapo, con mayor énfasis que antes, convocó a las juventudes liberal y conservadora, a las nacionalistas y a las revolucionarias para que se incorporaran a la lucha desde su movimiento.

De otro lado, la contienda electoral de 1968 sería aprovechada también para la promoción de la campaña presidencial del general Rojas. El 30 de julio de 1967, este presidió una majestuosa manifestación en la plaza prin-cipal de la ciudad de Ibagué. Lo acompañaron Jaramillo Giraldo y Zalamea, quien llamó a los jóvenes a vincularse al anapismo para dar la gran batalla contra el cipayismo y la explotación, y a favor de la cruzada nacionalista30.

A finales del mes de agosto de 1967, Rojas estuvo en Santa Marta, Barranquilla, Valledupar y Riohacha. Las llegadas de Rojas a la capital cos-teña eran célebres. Los burgomaestres habían terminado por considerarlas

28. Ibíd., p. 4.29. A esto se le jugaba con intensidad. Un grupo de liberales, que se autodenominaba manzanillos en con-

traposición a los intelectuales del partido reunidos en la ciudad de Pereira en mayo de 1968, emitieron una declaración en donde consignaron que aunque le correspondía al conservatismo el turno en el poder en 1970, eso no conllevaba la renuncia del liberalismo a participar en la escogencia del candidato. Véase Anales del Congreso, mayo 29 de 1968, p. 491.

30. El Nacional, julio 31 de 1967, pp. 1-2.

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un problema de orden público, de tal manera que cuando se anunció que Rojas llegaría a la ciudad el 31 de agosto, el alcalde la militarizó y decretó ley seca, con altas multas para quien violara la medida en condición de ven-dedor o de consumidor. A 42 horas de arresto serían sometidas las personas que fueran sorprendidas in fraganti consumiendo licor. La manifestación de Rojas se llevó a cabo en el popular barrio de Simón Bolívar en las horas de la noche. Su intervención no cambió de tono, hizo toda serie de críticas al establecimiento y comparó, como lo hacía siempre, los logros de su gobierno con los del Frente Nacional. Su presencia en Barranquilla dejó en pleno vigor la campaña electoral de los anapistas locales que se desplazaron por todo el departamento convocando a una convención regional con la presencia del dirigente nacional Samuel Moreno Díaz.

Rojas comprendió muy bien el significado que tenían para su movi-miento los avances electorales en la capital del Atlántico; por eso prestó gran atención a esta zona distinguida por un grupo de líderes locales de gran tenacidad y preparación empírico-política distribuidos en los espacios estratégicos de la política: Musa Tarud, respaldado personalmente por Rojas en la dirección departamental del movimiento; Manuel Rodríguez Verdeza daba la pelea en el Concejo; Rafael Camerano escribía desde la prensa fus-tigando a la clase dominante nacional y regional, y trabajaba por una con-ciencia anapista popular; León Félix Galindo, en la conquista de adherentes de abajo, y el sargento (r) Víctor Castro Pájaro, que consiguió la presidencia de la Asamblea y con ello logró obstaculizar las políticas del ejecutivo local. Todavía Claudio Urruchurtu –el colorido dirigente anapista de 1966 y expul-sado del movimiento– continuaba moviendo las masas populares a su favor. Urruchurtu tuvo mucho cuidado con su imagen de rojaspinillista, a la que no renunció no obstante la expulsión, lo que redundaba en beneficio de la Anapo toda31.

Fue dura la campaña para la Anapo. En un mitin en Bogotá celebrado el primero de septiembre, los ospinistas sabotearon una manifestación ana-pista en un barrio popular al sur de la ciudad. Con disparos y a los gritos de “viva Ospina Pérez”, los ospinistas disolvieron la reunión, que terminó en una gresca entre simpatizantes de los dos bandos.

31. Había un hecho trascendental que los ideólogos del movimiento entendían a la perfección: el anapismo del Atlántico era de origen liberal y de votos liberales; sus líderes se podían presentar por una u otra ala y los resultados eran los mismos. Este comportamiento tenía una carga simbólica que potenciada significaría en un futuro próximo réditos electorales de consideración cuando viniera el momento de votar por Rojas para la presidencia.

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7. UN LIBERALISMO POPULISTA COMO ALTERNATIVA AL POPULISMO ANAPISTA Y A LAS IZQUIERDAS MARXISTAS

El liberalismo no le teme a que se lo acuse de seguir experiencias y enseñanzas del socialismo, sino

por el contrario ocupa, por muchos aspectos, en nuestra sociedad, el sitio de un partido socialista democrático

[...] Ese liberalismo tiene más de una querella que ventilar con la ideología capitalista32.

El joven liberalismo que había participado activamente en la unión del par-tido no se dejó arrinconar por el ímpetu del anapismo liberal que lideraban Jaramillo Giraldo y Zalamea. Fabio Lozano Simonelli le salió al paso a sus propuestas con el claro propósito de neutralizar la agitación que hacía sobre todo Zalamea de banderas nacionalistas. En una intervención en la Uni-versidad del Valle, en pleno fragor electoral y en época de radicalidad uni-versitaria, Lozano hizo declaraciones interesantes: “El liberalismo debe ser expresión política de otras corrientes de ideas y sentimientos, como el nacio-nalismo, que no concuerdan con ortodoxias liberales de épocas y circunstan-cias superadas”33. Para Lozano, no obstante la inexistencia en el mundo de pujantes partidos liberales por el arribo de las nuevas corrientes del pensa-miento moderno, el liberalismo conservaba su vigencia gracias a que por tal se entendía los procesos de desestalinización en Rusia, de la incorporación de la Iglesia católica en el mundo moderno y el progresismo estadounidense a favor del entendimiento entre pueblos y sistemas diferentes.

Lozano abogó ante los estudiantes universitarios por la “izquierdiza-ción” del Partido Liberal. Hizo hincapié en la necesaria profundización de la reforma agraria, la cual debía impulsarse no con una cautelosa incursión sobre las estructuras feudales del campo para detener el comunismo, sino para dar cumplimiento al principio de la función social de la propiedad.

La propuesta de Lozano estaba impregnada de un afán de síntesis a nivel nacional e internacional. Iba en pos de una amalgama entre liberalismo y conservatismo. Por lo menos en los aspectos ideológicos identificadores, como el ya anotado nacionalismo, el orden y la libertad. Así, el liberalismo debería tomar para sí el orden que había sido patrimonio del conservatismo sólo que transformándolo: “El orden no está en los fusiles y en las cárceles

32. Lozano Simonelli, Fabio, “Liberalismo y socialismo”. Conferencia pronunciada en la Universidad del Valle, dentro del ciclo Ideología y Programas de los Partidos Colombianos, febrero 23 de 1968, en Liberalismo y socialismo. Bogotá, Tercer Mundo, 1968, p. 103.

33. Ibíd., p. 90.

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[...] sino en el equilibrio y la justicia de la sociedad. No es un fenómeno de fuerza, sino de interpretación y regulación de las corrientes sociales. No es la resultante de la defensa armada de unos privilegios, sino de la posibilidad de convivencia entre todos”34. Relativizaba y cuestionaba también el ideario libertario, tan caro para gran parte de sus copartidarios:

¿La libertad para qué? ¿Para padecer hambre, para agonizar durante toda la vida, para soportar a todo momento opresiones y humillaciones? [...] La libertad contemporánea es la libertad con contenido. La libertad sustentada en una or-ganización social que la ponga al alcance de todos [...] La libertad que depende de un orden que sea capaz de infundirle la plenitud, y la de modelar un orden justo que la sustente, es la tarea del liberalismo actual35.

La síntesis abarcaba también su postura ideológica a nivel mundial. Le reconocía méritos a ambos sistemas en los cuales se encontraba dividido el mundo de entonces. Decía que tanto capitalismo como socialismo tenían que ver con la naturaleza humana: la iniciativa privada –base de la sociedad capitalista– y la voluntad de organizar justamente la vida social –base del socialismo–. Y afirmaba que ambos modelos se influían, se complementa-ban e incluso se asimilaban mutuamente: “No será esa misma relación de uno y otro sistema con la naturaleza humana lo que ha ido provocando el viraje del capitalismo hacia una mayor acción reguladora del Estado sobre la economía, y el de los regímenes comunistas hacia el ensanche de la libertad de pensamiento y hacia la emulación en los procesos productivos”36. Pero alertaba a no ocultar los defectos de dichos sistemas, alejados ya de sus pro-pios orígenes y de los designios de los fundadores tanto de Estados Unidos como de los de la Unión Soviética. De tal manera que la propuesta de Lo-zano propugnaba por una doctrina para el desarrollo colombiano sin calcar las ortodoxias del comunismo y del capitalismo, pero tomando de ellos lo más conveniente. En ella, claro está, el papel del Estado era primordial para provocar un alto volumen de ahorros, modificar las pautas de distribución de los ingresos, someter los intereses parciales al interés general y el desarrollo de planes nacionales. Es decir, para propiciar un viraje en la conducta del Estado ante los problemas económicos que lo convirtieran en promotor de la justicia social y lo apartaran de su tradicional complicidad, por acción o por omisión, con los privilegios. En este sentido, Lozano apeló a los postulados de la Cepal, a sus recomendaciones y políticas.

34. Ibíd., p. 93.35. Ibíd.36. Ibíd.

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Todo lo anterior significaba que el Partido Liberal se apropiaba de la corriente cepalina que había influido enormemente en los gobiernos popu-listas del continente. Quería decir, además, que el liberalismo estaba tras los mismos postulados que pretendía defender la Anapo y neutralizaba las avanzadas universitarias simpatizantes de las izquierdas marxistas. En fin, se trataba de un uso común de un discurso hegemónico del cual el libera-lismo no podía rezagarse. La defensa de la economía mixta, la pública y la privada estaba en el orden del día. Una nueva concepción del Estado fuerte volvía a jugar, esta vez con la finalidad explícita de redimir a los débiles, dirigir el progreso y cimentar la justicia. Si bien Lozano no tenía empacho para proponer una síntesis que recogiera lo más conveniente de los modelos de desarrollo en boga, se reservaba el derecho de su partido para conservar los temas tradicionales sostenidos como patrimonios liberales y que debían permanecer, fuera cual fuera el modelo de desarrollo: la libertad de concien-cia y de opinión, los derechos de las minorías, el equilibrio legal y real entre los sexos, los credos y los orígenes sociales.

8. LA REHABILITACIÓN DE ROJAS REAVIVA LA CAMPAÑA ELECTORAL

Rojas se confundió en un remolino de giras políticas. El robustecido líder de la Anapo emprendió un recorrido por el departamento de Caldas, en cuyos pueblos fue recibido como héroe, mientras que su gente le daba la cara a la lucha política en el Parlamento. Rojas, resucitado, reorganizaba las bases de su movimiento. Empezaba así, en firme, la campaña para las elecciones de mitaca de 1968, que se aprovecharon para promover la candidatura pre-sidencial del General para las elecciones de 1970. Se empezó a decir que para ese entonces se enfrentarían no dos nombres sino la oligarquía contra la clase trabajadora. Interrogado al respecto, Zalamea manifestó:

Ese triunfo ha sido conquistado sin una sola claudicación en la lucha, sin un solo receso, sin dar tregua en el esfuerzo de la revolución nacionalista que buscamos. Vamos a continuar esta tarea, desde hoy, con más vigor, con más confianza, con más seguridad, y con más fe en el futuro de Colombia. El triunfo de Rojas es de todos los colombianos que se opusieron a que un hombre fuera juzgado por sus mismos enemigos. Es un triunfo del carácter y de las ideas nacionales37.

A principios de noviembre, Rojas fue recibido como un rey en Medellín. El propio Zalamea estaba impresionado: “Ni en Barranquilla, ni en Bogotá,

37. El Nacional, octubre 19 de 1967, pp. 1-2.

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ni en ninguna otra parte, Anapo ha celebrado una manifestación de las proporciones de la de ayer”, declaró para El Nacional38. La prensa habló de 60.000 personas congregadas en la plaza de Cisneros. Miles de ellas se apostaron en el aeropuerto Olaya Herrera y en las calles por donde pasó la caravana del rehabilitado Mesías. Los anapistas locales no podían perder esta oportunidad. Hablaron Arturo Villegas Giraldo, el padre Garcés, Jaime Piedrahíta, José Jaramillo Giraldo, Alberto Zalamea y el general Rojas. Re-apareció ante los ojos de la multitud el vocero de Rojas en el juicio al que lo sometió el Senado, el alzatista Daniel Valois Arce, cuya presencia simbólica fue reconocida por todo el mundo. Justamente las ciudades epicentros de las jornadas de mayo de 1957, que dieron al traste con el gobierno de Ro-jas, eran ahora las que más concurrían a ver al resucitado General que ellas habían empujado a la picota pública.

8.1 El poder es nuestro

A tal punto llegó el entusiasmo, que la prensa registró la organización de un banquete de desagravio al general Rojas en Bogotá, cuyo oferente era el controvertido general Alberto Ruiz Novoa. Se invitaron para tal acto cerca de 3.000 personas que se reunirían el miércoles 15 de noviembre en el hotel Tequendama, y se anunciaron los discursos del ex candidato Jaramillo Giral-do, de Alberto Zalamea, del poeta Eduardo Carranza y del ex ministro Ruiz Novoa39. La iniciativa tuvo acogida en todo el país. Musa Tarud consiguió vender 200 boletas entre los comerciantes barranquilleros; lo propio se hizo en el resto de departamentos desde donde se desplazaron tanto líderes del anapismo, como admiradores del General. La concurrida asistencia obligó a la administración del hotel a juntar varios salones que hicieron ver esplén-dido al afamado salón rojo. Por primera vez desde que hacía oposición, las cadenas radiales nacionales se unieron para transmitir un evento relaciona-do con Rojas. Realmente la reunión se constituyó en su lanzamiento como candidato presidencial y la reafirmación de la voluntad de poder que tenía la Anapo. La rehabilitación de sus derechos se lo permitía. Rojas estuvo ma-gistral. En una intervención reposada, moderada, sensata y, sobre todo, muy segura, sistematizó su discurso de la plaza pública. “No habrá represalias contra nadie. El pueblo colombiano puede estar seguro de ello, el nuestro será un gobierno de convivencia y de respeto total”, dijo en tono mesiánico,

38. Ibíd., noviembre 4 de 1967, pp. 1-2.39. Ibíd., octubre 31 de 1967, pp. 1-2.

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pero resaltó una y otra vez su inevitable arribo al poder. Rememoró cada uno de los pasos de su vida pública, autovalorándolos:

Llegué al poder por las armas, cuando el partido liberal estaba siendo masa-crado impunemente por los gobiernos conservadores. Ocho años de hegemonía conservadora les había costado demasiada sangre a los colombianos. Compren-dí entonces que mi responsabilidad de ciudadano y de miembro de las Fuerzas Armadas de Colombia, me estaban requiriendo una intervención que la historia dirá cuántas vidas de humildes colombianos salvó.

Por primera vez, Rojas asumía en solitario toda la responsabilidad del golpe de junio de 1953, lanzando el mensaje de héroe y cubriendo los por-menores históricos del acontecimiento. Por supuesto, habló ampliamente de los logros de su gobierno, pero se centró en la naturaleza social del régimen que se había impuesto en Colombia a su retiro del poder:

La gran maquinaria de la plutocracia se movilizó íntegramente contra mi gobier-no, precisamente cuando sus intereses estaban amenazados. Sobre el escritorio quedaron los decretos por intermedio de los cuales el gobierno intervenía las in-dustrias, nacionalizaba la banca y adquiría pleno control de la economía. Fue en-tonces cuando salieron las millonadas de las cajetillas de las cuentas bancarias, para ser invertidas en una gigantesca empresa de desprestigio de mi gobierno, de infamias contra mi persona. Abandoné el gobierno, cuando tuve la certeza de que para desbaratar la conjura de los poderosos tenía necesidad de recurrir a la fuerza de las armas nuevamente. Y entonces pensé que el pueblo colombiano iba a pagar una vez más con sus vidas los intereses económicos de los que tie-nen el dinero. Y no quise la masacre y preferí abandonar el gobierno40.

Luego habló de la persecución a la que había sido sometido desde su regreso al país, y se lamentó de su padecimiento, todo, según dijo, por “mi inocente pecado de haber hecho y pretender hacer más por este pueblo de Colombia”41.

Se condensaba así la estructura del discurso que Rojas y los rojistas habían construido en diez años de oposición al Frente Nacional. Esa era su lógica y Rojas lograba plasmarlo ahora que había conquistado jurídicamente la rehabilitación de sus derechos políticos. “El poder es nuestro”, dijo al ter-minar su intervención. Prometió la realización de un gobierno popular para todos los colombianos contra la hegemonía de los Lleras y los Ospina:

Ahora las cosas son a otro precio. Vamos directamente hacia el poder. Nadie nos puede detener. Nuestros enemigos están convencidos de ello más que no-sotros mismos. Una vez fue por la fuerza de las armas. En esta ocasión llegaré

40. Ibíd., noviembre 16 de 1967, pp. 1-2.41. Ibíd.

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al palacio por una fuerza mayor: la de las manos, las gargantas y la fe de todo un pueblo decidido a otorgarse a sí mismo un destino mejor42.

Largos minutos de ovación siguieron a las palabras del homenajeado, que salió en hombros del hotel Tequendama como si se tratara de una faena taurina.

8.2 Nadie se muere en la víspera. Rojas, el personaje de 1967

No cesaba la fabricación de Rojas como expresión máxima de la persecución del régimen del Frente Nacional. Cierto o no, El Siglo reportó la existencia de un plan para asesinar al General denunciado por los concejales anapis-tas de Bogotá Leopoldo García y Gerardo Candamil. Según los concejales, el plan estaba diseñado desde el Gobierno para eliminar al ex Presidente y evitar así su triunfo en las elecciones de 1968 y 1970. Rojas aprovechó la ocasión para reafirmar sus argumentos políticos contra la clase dominante colombiana y posar de valiente: “Nadie se muere en la víspera. Les va a quedar difícil cometer ese atentado por la guardia espontánea que el pueblo hace de mi persona”43.

El éxito del evento del hotel Tequendama, que además redundó en una ganancia de dos millones de pesos para la campaña electoral de la Anapo, colmó de entusiasmo a la militancia regional. Junto con las recepciones mul-titudinarias que recibían a Rojas en las principales ciudades colombianas, el acto del Tequendama avivó la contienda electoral. El jefe barranquillero Musa Tarud no cesó desde entonces de recorrer el departamento reprodu-ciendo en sus discursos los contenidos de los pronunciados en el salón rojo del Tequendama en noviembre último. Musa daba cuenta de los contin-gentes de personas y agremiaciones que desde entonces pedían luces para colaborar en pro de la campaña anapista: “Estamos recibiendo el apoyo de los sindicatos de las organizaciones gremiales, de ligas de campesinos, de juntas de acción comunal, de profesionales y universitarios y hasta empresa-rios y comerciantes”44. Para El Nacional, el hecho más importante del año 1967 no había sido la unión del liberalismo sino la rehabilitación política de Rojas. Él había sido el personaje más importante del país y Musa Tarud el político regional que más titulares había producido. De hecho, el hábil líder rojaspinillista se había convertido en todo un varón electoral de la noche a la mañana. Con una curul asegurada para la Cámara de Representantes,

42. Ibíd. 43. Ibíd., noviembre 17 de 1967, p. 1.44. Ibíd., noviembre 21 de 1967, pp. 1-2.

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un día decía que se presentaría como liberal y otro día amenazaba lanzarse como conservador45.

El auge del anapismo en el Atlántico no sólo se debía a la presencia del equipo selecto de dirigentes con el que contaba el movimiento. Había otra razón de peso. La explicación que los costeños daban a su atraso era debido al voraz centralismo que había pospuesto todas las reformas de resurgimien-to regional. Para finales de 1967 ni se palpaba ni se vislumbraba progreso local. Armando Zabaraín, que tenía en El Nacional una columna que titulaba “Punto Azul”, no se cansaba de criticar al Gobierno por el abandono de la zona:

¿Qué se hicieron los ramales del ferrocarril que conectarían a Barranquilla y Cartagena con el interior de la República?; ¿qué se hizo el puente sobre el río Magdalena, vital para la carretera de integración Caribe?; ¿qué se hizo la licita-ción para el puente sobre el canal del Dique?; ¿qué se hizo la construcción en concreto de la carretera de la cordialidad?; ¿qué se hicieron los auxilios regio-nales para la Costa Atlántica?; ¿qué pasó con la conservación de la carretera a Ciénaga y con la de Fundación a Valledupar?; ¿qué ocurrió con la ampliación de las pistas del Aeropuerto Internacional de Barranquilla?; ¿qué está pasando con la ampliación del terminal marítimo?; ¿qué ocurre con la conservación de los tajamares de Bocas de ceniza? [...] como todos los problemas costeños, pompas de jabón que se disolverán con el contacto del cálido aire de nuestras playas ante la satisfacción del gobierno transformador46.

Al finalizar 1967, la gran prensa no descansaba de afrontar la pelea con los anapistas, y no ocultaba sus temores por el avance de Rojas, que calculaba sería a costa de los liberales del país. En eso tenía razón y por ese motivo los liberales oficialistas se desplazaron a Barranquilla. En una magna reunión en el hotel de El Prado, Augusto Espinosa Valderrama despotricó del rojismo y lo presentó ante los locales como una amenaza contra la democra-cia; así mismo sentenció que todo aquel que votara por las listas de Rojas en los próximos comicios quedaría excomulgado del Partido Liberal. Para ridiculizar la explotación gaitanista que hacía Anapo, Espinosa afirmó que los programas de Gaitán habían sido cumplidos ya por el Frente Nacional47. En cambio, Juan Slevi aprovechó para relacionar el avance rojista con el inconformismo barranquillero. Llamó a no despreciar ese hecho y dijo que la transformación nacional no se había cumplido en el Atlántico.

45. Ibíd., diciembre 30 de 1967, p. 17.46. Ibíd., noviembre 23 de 1967, p. 4.47. Ibíd., diciembre 1 de 1967, pp. 1-2.

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8.3 El enemigo grande es Rojas

En diciembre de 1967, varios miembros del Movimiento Liberal Autónomo de Barranquilla, como Joselito Zambrano, adhirieron a la Anapo. El Nacio-nal anunció que también el MRL local gestionaba su adhesión48. De repen-te, el Directorio Nacional Liberal, perplejo por la no asistencia de la gente a sus correrías por el país, convocó a una Convención Nacional extraordinaria de Directorios por reunirse en Bogotá el 15 de diciembre. Las directrices nacionales impartidas ordenaban a los liberales la conformación de listas únicas para evitar el avance de los anapistas. El Partido Liberal, que se había acostumbrado también a hablar por su aliado conservador, declaró al anapismo su gran adversario, lo que pasó a significar la polarización del país alrededor del establecimiento y de Rojas. Augusto Espinosa Valderrama declaró en la Convención: “Considero que el más grande adversario para las próximas elecciones será la Anapo y Rojas Pinilla [...] O se prefiere un gobierno democrático y republicano, o una aventura que no se sabe a dónde podrá conducir al país”49.

Más que de una adhesión del MRL a la Anapo, se trató de una invita-ción que los emerrelistas cursaron a la dirección de la Anapo en Barranquilla a su convención departamental, que contó con la presencia de los líderes na-cionales Gerardo Bernal, Hernando Santos Rodríguez y Guillermo Hernández Rodríguez. La invitación al evento, que se llevó a cabo el 15 de diciembre en el grill Veracruz de la ciudad, constituía un reconocimiento a la Anapo y pretendía ser, como reza la misiva enviada a Musa Tarud: “Un acercamiento entre los distintos sectores que comparten la oposición al actual régimen oligárquico, con el propósito de ir despejando el camino hacia la unidad democrática y popular contra los enemigos de la patria y el pueblo”50.

El año de 1967 fue muy positivo para la Anapo, no sólo por la rehabi-litación de Rojas, sino también por la disolución del MRL. Pero lo que hacía de aquella un movimiento vivo era la presencia de Rojas y de los anapistas en la calle. Así había empezado 1968, aunque no sin víctimas. Jorge Isaac Gutiérrez Rico, representante anapista por el Meta, fue asesinado en el mo-mento en que se proponía entrar a su residencia el 18 de enero. El parla-mentario había estado durante el día participando en reuniones políticas en Bogotá, la última de las cuales se celebró en casa de Alberto Zalamea, en compañía, además, de José Jaramillo Giraldo y Jaime Piedrahíta, según los

48. Ibíd., diciembre 6 de 1967, p. 1.49. Ibíd., diciembre 16 de 1967, pp. 1-2.50. Ibíd., diciembre 15 de 1967, pp. 1-2. La invitación estaba firmada por Dolcey Manga, Gustavo Palencia

y Juan B. Arteta.

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reportes de la prensa. Los ideólogos del anapismo se pronunciaron. Sacaron a relucir la vocación de paz del movimiento. Zalamea advirtió que el asesi-nato del parlamentario anunciaba el retorno a la violencia política, lo mismo manifestó Musa Tarud, pero recalcó: “Pueden estar seguros que acepta-mos el reto y que vamos a defender nuestras ideas y la vida del General a cualquier precio”51. Cuando sobrevinieron dos asesinatos más de dirigentes anapistas, Rojas airado dijo aceptar la lucha violenta si así se la planteaban sus adversarios:

Si prefieren no esperar la derrota inevitable que vamos a propinar en las urnas para desatar nuevamente la violencia política en el país, allá ellos. Nosotros no nos atemorizamos. Tenemos conciencia de que los objetivos nuestros son demasiado grandes y no podemos abandonarlos a ningún precio, nada de pá-nicos, porque eso se lo dejamos a la gente cobarde [...] el triunfo es nuestro, y la oligarquía, que se sabe derrotada de antemano, cree poder amedrentarnos. Se equivocan porque de una forma o de otra, la victoria será nuestra, la victoria será del pueblo52.

En los comienzos de enero, Samuel Moreno Díaz recorrió como un re-lámpago el departamento de Santander. El 18 de este mes, cuando la gente todavía vivía del guayabo de las fiestas de año nuevo, el General sorprendió a los bogotanos con una manifestación en la plaza de Bolívar que celebraba todavía el fallo del Tribunal de Cundinamarca en favor de su rehabilitación política. En la concentración tomaron parte figuras del MRL. El 20 de enero, Rojas presidió otra concentración en la plaza de Cisneros de Medellín. En el último fin de semana de enero, cuando una comitiva anapista en cabeza de María Eugenia Rojas hacía política en Cundinamarca, un atentado estuvo a punto de acabar con la vida de la senadora. Los anapistas continuaron su peregrinación a pie hasta la población de La Magola, donde los esperaban sus simpatizantes. La manifestación se desarrolló bajo el calor de los acon-tecimientos que provocaron violentos discursos contra los agresores, que compararon la época en curso con la de la Violencia ospinista de 1948 en adelante, cuando 250 asesinatos liberales se habían cometido en el país. En la noche, la casa de un ospinista a quien se inculpaba de los hechos fue ata-cada. María Eugenia declaró al día siguiente: “Al discurso contestamos con discursos, a bala con bala, a piedra con piedra. Se ve que están resueltos a defender el botín a toda costa”53.

51. Ibíd., enero 9 y 10 de 1968, pp. 1-2.52. Ibíd., enero 10 de 1968, pp. 1-2.53. Véase ibíd., enero 29 de 1968, pp. 1-2.

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El 9 de abril, los anapistas barranquilleros conmemoraron los veinte años de la muerte de Gaitán. En su busto colocaron una ofrenda floral y lle-varon la palabra Rafael Camerano, Musa Tarud y el representante del MRL del pueblo, Juan B. Arteta.

Para el 31 de marzo se anunció una manifestación en Barranquilla con la presencia de la plana mayor del movimiento. Entre los oradores estarían el padre Garcés, Alberto Zalamea, José Jaramillo Giraldo y el general Rojas. La manifestación fue preparada con esmero. De por sí Barranquilla era una plaza fuerte del anapismo. La propaganda que salía a diario en El Nacional invitaba a asistir a la manifestación para enterarse de lo que estaba suce-diendo en el país y en la región. La sonada manifestación, que se anunciaba gigante, hizo que, como era ya costumbre, el Gobierno decretara la ley seca y tomara altas medidas de seguridad como el despliegue de la fuerza públi-ca. Los diarios hablaron de una presencia de 50.000 manifestantes en el Paseo de Bolívar, sitio de la concentración. Rojas, como era de esperarse, la emprendió contra los gobiernos nacional y local acusándolos de incapa-ces de resolver los problemas más urgentes de la población. Se refirió a los impuestos, al hambre y la miseria, al alto costo de la vida y a las camarillas chanchulleras con quienes compartía el gobierno en las provincias.

En febrero Rojas volvió a Barranquilla, inscribió las listas de candida-tos a Concejo y Asamblea que él mismo encabezaba “como un homenaje especial a los miles de anapistas que fielmente lo habían acompañado en los últimos años”54. El día 14, el candidato visitó las instalaciones de El Nacional. Se fotografió con las candidatas al reinado popular del carnaval, y su visita produjo un solidario editorial de la dirección del periódico que había cerrado filas con Anapo. Para Rojas El Nacional era como su casa. El ducho periodista Julián Devis Echandía, propietario del periódico, era su amigo personal y había estado junto a él en los años del gobierno militar. Ahora en la oposición, Echandía había sido prudente frente al anapismo. Sólo a partir de la rehabilitación política de Rojas el diario daba más cabida a las cosas de la agrupación hasta volcarse casi totalmente a respaldarla. Tanto él como su nuevo director, Armando Benedetti, un joven intelectual barranqui-llero, tenían sin embargo reservas muy profundas. Entendieron la dimensión popular del movimiento como respuesta a los malos gobiernos y vicios del Frente Nacional e hicieron manifiesta su esperanza para que la Anapo no de-generara en lo mismo. La asiduidad de Rojas en Barranquilla, la imposición de candidatos y su nombre encabezando listas para Concejo y Asamblea se

54. Ibíd., febrero 15 de 1968, p. 4.

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explicaban en el hecho de mantener la unidad del movimiento y evitar el descalabro de las pasadas elecciones. Esto no lo entendió muy bien Bene-detti, quien escribió un artículo censurando las imposiciones de Rojas, pero celebrando los avances y la naturaleza popular del anapismo55.

Dos días después, Rojas volvió a llenar la plaza de San Nicolás, acom-pañado esta vez de un dirigente de raza negra, el alzatista chocoano Daniel Valois Arce, y de Álvaro Jiménez, un líder local. Los últimos días de la cam-paña electoral fueron de persecución política, en particular contra los desca-rriados del MRL, que se habían organizado ahora en el MRL del pueblo.

8.4 Elecciones o no elecciones

Le preocupaba al Gobierno la realización de las elecciones legislativas de 19068. Era curioso por cuanto el reintegro del emerrelismo al oficialismo liberal lo había fortalecido. El Ejecutivo hacía sus cuentas. Pensaba que una nueva elección dilataría y empantanaría la discusión de la reforma constitu-cional, y en cambio podría halagar a la oposición. Así que en la Cámara se ventiló y llegó a presentarse una proposición sobre la prorrogación del periodo de los representantes hasta 1970. A los anapistas, interesados en no inte-rrumpir su proceso de crecimiento electoral y en librarse de los traidores que con votos suyos estaban en la Cámara del lado del oponente, no les agradó la idea. Al contrario, se opusieron a la iniciativa alegando miedo y engaño a las masas. Mario Montoya habló de “mal gusto y de espantosa inelegancia”. Dijo que el único derecho democrático que le quedaba al ciudadano colombiano, que era poner un papel en una urna, resultaba también usurpado56.

Los anapistas no se dieron al trabajo de analizar y cotejar la evolución que había tenido el proyecto de reforma constitucional. A la altura de 1968, los emerrelistas ya en el liberalismo tuvieron una vez más la obligación de defender ese proyecto que se había convertido, realmente, en una síntesis entre los idearios del MRL y los de Lleras Restrepo. Del MRL era, por ejem-plo la institucionalización de la planificación económica y del estado de emergencia económica. En cambio, los anapistas siguieron en el debate y anunciaron que, por lo menos, hasta el 20 de julio de 1968, votarían nega-tivamente todo el articulado de la reforma constitucional y que en el curso de la siguiente legislatura votarían afirmativamente algunos artículos intere-santes y necesarios, como el número 4, que le daba al Estado la dirección de la economía.

55. Ibíd., febrero 17 de 1968, p. 4.56. Ibíd., septiembre 10 de 1968, p. 909.

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Después del Atlántico, el Valle del Cauca fue el departamento que más colmó la atención de Rojas durante la campaña de 1968. Aquí presidió nue-ve concentraciones en los comienzos de marzo. En un helicóptero, mane-jado por él mismo –según decían–, y desde donde se esparcía propaganda, entró en el departamento por Caicedonia, procedente de Armenia. Pasó a Tuluá, Buga, El Cairo, Ansermanuevo, Roldanillo, Bolívar y finalmente ha-bló en Cali. Allí, en la plaza de Caicedo, ante una multitud aproximada de 70.000 personas que asistía al espectáculo político bajo una lluvia pertinaz, el dirigente alternó el uso de la palabra con Josefina Valencia de Hubach, Carlos Monroy, Alberto Zalamea, Armando Becerra y Cecilia Muñoz. El jefe anapista arremetió contra el Frente Nacional. Dijo que salvando a los pobres se salvaba a Colombia, y agregó:

Dios está conmigo porque de lo contrario me habrían faltado fuerzas para hablar hoy, después de haber presidido 28 concentraciones políticas en los últimos ocho días en el país. El anhelo de los colombianos de tener una educación gra-tuita se cumplirá, una vez que los colombianos hayan demostrado con sus votos que son partidarios de un gobierno dirigido por su movimiento político. Con pro-mesas no se quita el hambre, dijo. Por eso seguimos empleando la dialéctica de la vida cara, que es la demostración plena de la verdadera necesidad del pueblo colombiano. Las oligarquías deben saber que ya el pueblo no les cree y que sus métodos son como boomerangs que se vuelven contra ellas57.

El primer fin de semana de marzo fue políticamente intenso en el Valle. Era como si allí confluyeran todos los horizontes políticos. Coincidieron en concentraciones en Cali: Álvaro Gómez Hurtado, los líderes del ex emerrelis-mo y el propio Rojas. Se realizaron en el Valle doce concentraciones ospinis-tas, diez liberales, nueve rojistas, ocho del MRL del pueblo, seis conserva-doras independientes y tres de los liberales progresistas. Gómez declaró que Ospina Pérez había entregado por migajas el Frente Nacional, y se defendió de las acusaciones que se le hacían de rojista por cuanto en algunos depar-tamentos se había unido con Anapo. Dijo que no se podía “mencionar la soga en casa del ahorcado”, refiriéndose al pasado de Ospina y Rojas. Los ex emerrelistas Luis Villar Borda e Indalecio Liévano Aguirre, por su parte, condenaron a los liberales que militaban con Rojas, llamándolos “fascistas y malos liberales”. Rojas, a su vez, habló desde las instalaciones de la Casa Liberal de la Anapo: “Si Dios en su infinita justicia no lleva a la Alianza Nacional Popular a la Presidencia de la República, esta se irá a pique sin remedio”, dijo en medio de una pertinaz lluvia.

57. Occidente, marzo 1 de 1968, p. 7.

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En el Valle las cosas no estaban bien para la Anapo. Aunque era una de las regiones donde mejor se había consolidado el movimiento, las tensiones entre grupos eran considerables. Como anotamos en un capítulo anterior, Elías Salazar García no aceptó su inclusión en el tercer renglón de principa-les en la lista de candidatos al Concejo de la capital del Valle. Salazar García, representante y concejal de Cali y Dagua, había caído en desgracia con Ro-jas, según decía la prensa, por su independencia en la Cámara. Por lo pronto se superó la crisis subiendo a Salazar García a un segundo renglón en la lista conservadora al Concejo, pero no fue posible que los liberales anapistas se unieran. Cecilia Muñoz encabezó una de las listas.

Durante la campaña, Rojas se dirigió en tono paternalista a las fuerzas armadas para que estuvieran listas cuando asumiera el poder en 1970, con el fin de convertir los cuarteles en universidad y colegios, y a volver gratuita la educación58. Finalmente, habló por la televisión en espacio concedido a los grupos de la oposición, el 13 de marzo de 1968.

9. LOS RESULTADOS DE LAS ELECCIONES DE 1968

Uno de los efectos de las elecciones de 1968 fue la depuración del lauro-al-zatismo, cuya nominación fue cediendo paso a la del alvarismo. Para Álvaro Gómez Hurtado no fue fácil acaudillar de manera inmediata el propio laure-anismo. A partir de 1968, la presencia de Gómez se intensificó en la arena política nacional. Incluso no pasaron a denominarse directamente alvaristas, sino que continuaron utilizando el apelativo de independientes. Se opusieron a la reforma constitucional y llamaron a la unidad del partido.

Los resultados en todo el país favorecieron al liberalismo. En Bogotá superó a la oposición. Aquí, mejor que en otros lugares, se vieron los re-sultados de la unión. No hubo disidencias. En Cali, por ejemplo, aunque el liberalismo no se presentó unido por la presencia del grupo de los liberales progresistas que lideraba Francisco Eladio Ramírez, Ramiro Andrade enca-bezó la lista oficial del partido, dejando de lado a Carlos Holmes Trujillo y a Gustavo Balcázar.

A pesar de la mala prensa y las tensiones divisionistas, el anapismo logró cinco curules más en la Cámara. Rojas declaró que habían sido los comicios más impuros registrados en Colombia: “Se trató de una farsa, ya que tanto los delegados como los gobernadores y alcaldes en todo el país son oficialistas”. Dijo que la mayor sorpresa había sido Bogotá, donde no se

58. El Tiempo, marzo 2 de 1968, p. 21.

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esperaba una baja de la votación59. Además de la unión liberal, coadyuvó al rescate liberal de Bogotá la maquinaria oficial, el poderío de los medios de comunicación al servicio de las campañas oficialistas y el buen desempeño que se le adjudicaba a la alcaldía de Virgilio Barco.

Los resultados no fueron los esperados para la Anapo por las expectati-vas creadas durante la campaña electoral. Sin embargo, las cifras le favore-cieron. En Antioquia, por ejemplo, los liberales de la agrupación superaron las listas disidentes liberales, convirtiéndose en la segunda fuerza liberal del departamento, lo que quería decir que había pasado a ocupar el vacío dejado por el emerrelismo. Le correspondió el 14,43% de los votos liberales, los cuales le sirvieron para llevar a la Cámara dos representantes, uno más que en 1966. Más significativa aún fue la votación conservadora. Mario Montoya, que pasó del universo alzatista a la izquierda, como se ha visto, sacó la votación más alta después de la oficial, llevándose el 28,15% de los votos del conservatismo, con los cuales conservó sus tres renglones. Las elecciones mostraban la polarización del electorado entre establecimiento y anapismo. Esto fue un avance de gran envergadura.

En Barranquilla también se esperaba más, pero se logró que la lista liberal de Moisés Musa Tarud, con suplencia de Manuel Rodríguez Verdeza, consiguiera el 16% de los votos liberales que los llevó a la Cámara. No hubo logros conservadores en el Congreso, pero la lista encabezada por Rojas a la Asamblea consiguió dos curules con los mismos 14.000 votos emitidos a favor de la lista liberal. En Barranquilla el anapismo probó una identidad política propia que le permitió manejar su votación sin distinción de partido. Y lo más importante, superó la crisis que le impidió en las anteriores eleccio-nes poner representantes en la Cámara. También hubo avances en Bolívar. Los liberales anapistas se unieron con el MRL del Pueblo y consiguieron sacar una curul con los nombres de Fernando Pardo Quintana y Hernando Santos Rodríguez; así mismo, conservaron su curul conservadora, esta vez con el coronel retirado Luis F. Millán. En la Asamblea también tuvieron re-presentación liberales y conservadores anapistas.

En Boyacá se presentaron reveses. De cuatro representantes conserva-dores, quedaron tres, y se refundió la curul liberal que esta vez encabezaba Milton Puentes. Pero hubo hechos importantes: el propio general Rojas en-cabezó la lista a la Cámara, salió electo y además fue la lista conservadora ganadora entre todas las presentadas al certamen. Es decir, el anapismo se convirtió en la principal fuerza conservadora de Boyacá. Esto se confirma

59. Ibíd., marzo 19 de 1968, p. 16.

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con la alta votación obtenida por la Anapo para la Asamblea del departa-mento, que permitió llevar cinco diputados conservadores. Decreció también la Anapo de Caldas. De tres representantes conservadores se bajó a dos. Pero se sostuvieron los anapistas en la Asamblea con tres renglones con-servadores y uno liberal. En Caquetá se conservó el renglón del coronel (r) Hernando Forero Gómez.

9.1 La alianza con los lauro-alzatistas

A primera vista, podría pensarse que la alianza de los lauro-alzatistas era una estrategia. Pudo haberlo sido de un lado y del otro. Pero más que esto, condensaba los idearios de ambos movimientos que en el discurso y la prác-tica de las corporaciones públicas resultaba muy semejante. Significaba, además, el reflejo de una corriente que desaparecía diluida entre un alva-rismo que por fin se configuraba y una Anapo que la cooptaba sin remedio. Por eso el lauro-alzatismo que iba para este movimiento era el de corte más popular. Recogería el universo alzatista que vería en ella finalmente su sitio. Así quedó demostrado cuando Daniel Valois Arce reapareció en el escenario nacional de la política asistiendo a eventos de corte rojista. Por eso Musa Tarud le ofreció lanzarlo a la Cámara por el Atlántico, propuesta que hizo cavilar al destacado jurista chocoano60. El avance de Rojas a partir de la rehabilitación de sus derechos políticos depuró el lauro-alzatismo.

En el Cauca, donde hasta ahora la Anapo no tenía representación, se logró un renglón gracias a su alianza con el lauro-alzatismo. En el nuevo departamento del Cesar, la Anapo empezó con pie derecho. Gracias también a la alianza con los lauro-alzatistas se consiguieron dos renglones con una lista que le permitió convertirse en la primera fuerza política, resultados electorales que reafirmaron esta tendencia con los tres diputados elegidos a la Asamblea. En Chocó los éxitos de la alianza con los lauro-alzatistas se reflejaron en los resultados para la Asamblea, donde obtuvieron cuatro ren-glones, con los cuales se convirtieron en la primera fuerza conservadora de la región. En La Guajira, el anapismo se fortalecía todavía. De un diputado en las elecciones de 1966, pasó a cuatro debido a su alianza con el lauro-al-zatismo. De la misma manera, la alianza permitió conservar las dos curules en el Meta, pero perdió un renglón en la Cámara. En Córdoba se conservó el renglón a la Cámara, y los votos obtenidos pusieron a la Anapo en el segun-do lugar de los favorecimientos conservadores.

60. El Nacional, noviembre 17 de 1967, p. 5.

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En Cundinamarca, uno de los fortines más preciados de los anapis-tas, los resultados entristecieron a la dirección del movimiento. Se perdió una curul conservadora y de las dos liberales, José Jaramillo Giraldo sólo logró conservar una. También en la Asamblea hubo retroceso. De diez curu-les conservadoras se pasó a ocho, pero las dos curules liberales obtenidas compensaron sus pérdidas. Si consideramos las cifras para la Cámara, las listas liberal y conservadora ocuparon el segundo lugar. Muy posiblemente, la pérdida del renglón liberal a la Cámara se debió a la unión liberal y a la presencia del MRL del Pueblo, que sacó un representante en nombre del aguerrido dirigente Gerardo Bernal Castaño. En cambio, no obstante el nom-bre del emerrelista del pueblo Juan de la Cruz Varela, que competía para la Asamblea, los liberales de la Anapo pusieron dos diputados.

En el Huila se perdió la representación a la Cámara, y de los dos ren-glones de la Asamblea sólo se logró conservar uno. Aquí, más que en nin-guna otra parte, se puede hablar de un verdadero revés. En Magdalena se conservó el renglón conservador, esta vez en lista encabezada por Alejandro Martínez, pero se perdió una curul en la Asamblea. Los liberales unidos no dejaron progresar al liberalismo anapista. En Nariño conservaron la curul conservadora, pero perdieron tres curules en la Asamblea, quedando redu-cida su representación a un solo renglón. En Norte de Santander también se conservó la curul conservadora, como las tres que se habían obtenido para la Asamblea en 1966. Hubo sí, un avance interesante: los liberales anapistas consiguieron llevar a la Asamblea un representante en cabeza del periodista Alberto Zalamea. La fragmentación del viejo Caldas favoreció a la Anapo. Aumentaron su representación a la Asamblea a tres diputados con-servadores y lograron dos curules a la Cámara. En Risaralda consiguieron una curul conservadora para la Cámara y dos para la Asamblea.

En Santander hubo motivos para alegrarse. Los liberales anapistas lleva-ron a la Cámara al médico Carlos Toledo Plata y los conservadores a Enrique Puyana Menéndez. Las dos alas del movimiento aquí estaban equilibradas en el Congreso. Pero por los votos seguía teniendo preeminencia el conserva-tismo, que conservó sus tres diputados en la Asamblea con los que contaba desde 1966. Las listas liberal y conservadora constituyeron la segunda fuer-za en la región. La Anapo liberal venció con Toledo al emerrelista Ciro Ríos. En el departamento de Sucre, la agrupación no obtuvo representación al Congreso, pero logró un vocero en la Asamblea. En el Tolima se conservaron las dos curules conservadoras, mas se perdió un renglón en la Asamblea. La lista de Daniel Góngora fue la mayoritaria entre los concurrentes conser-vadores a la Cámara. En el Valle del Cauca, fortín también del anapismo, se conservaron los cinco renglones de la Cámara. La lista encabezada por

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Jaime Llano fue la mayoritaria entre las conservadoras. La presencia del MRL del Pueblo le cortó posibilidades a Cecilia Muñoz Ricaurte de llegar en nombre del liberalismo anapista del Valle. En la Asamblea del Valle también la Anapo pudo conservar sus curules.

Con excepción de Boyacá, el general Rojas encabezó la lista anapis-ta para el resto de las Asambleas de los departamentos, medida que dio óptimos resultados. En el plano de lo simbólico, el General fue reconocido nacionalmente, y en el de los dividendos políticos significó 63 diputados arrastrados por él. Si sumamos cinco diputados por Boyacá, el número de diputados asciende a 68. La Anapo liberal logró colocar en las Asambleas doce diputados, lo que eleva a 80 el número de diputados de la Anapo al-canzados en las elecciones de 1968. De 37 representantes en 1966 se pasó a 40, seis de ellos liberales, cuatro más que en 1966. Ochenta representan-tes del anapismo entrarían, caminarían, perorarían, fastidiarían y trabajarían en la Cámara entre 1968 y 1970.

En resumen, hay avances. Pierde votos en unas partes y gana en otras. Se consolida como movimiento electoral y se reafirma la polarización del electorado colombiano entre el establecimiento y la Anapo. Otra importante conclusión que permite hacer la jornada electoral del 17 de marzo de 1968, es la absorción de los votos conservadores por parte de la Anapo. Muy po-siblemente, los conservadores de abajo asimilaron la lucha del anapismo como la modernización y evolución que ellos esperaban para el conservatis-mo y que no la encontraban en las otras Casas, en especial en un ospinismo demasiado arrimado a los intereses del liberalismo como partido y como modelo económico.

Sin duda. el regreso de parte considerable del MRL al Partido Liberal influyó en el pasajero restablecimiento del Frente Nacional. Jugar al popu-lismo, diríamos, le dio resultado al establecimiento. Pero sería sólo eso, algo pasajero. Las cosas se complicarán en la coyuntura poselectoral de 1968 y durante los acontecimientos que acompañaron el desarrollo de la campaña de 1970. ¿Cómo se dará este proceso? ¿Ganarán las elecciones los anapistas el 19 de abril de 1970? ¿Será una frustración más del populismo colombia-no? ¿Se aplazará, entonces, la inclusión social y le dará la historia, de nuevo, la oportunidad a Colombia de configurar una alianza populista que fortalezca en el país el Estado de Bienestar eternamente aplazado? La respuesta a estos interrogantes y las conclusiones sobre la historia del anapismo y del populis-mo durante la década de 1960 ya fueron narradas en otra parte61.

61. Ayala, El populismo atrapado… (óp. cit.).

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Síntesis y conclusiones

La Alianza Nacional Popular influyó considerablemente en la vida política colombiana durante el Frente Nacional. Un periodo previo a su constitución como organización política (1953-1960) fue el del rojaspinillismo configu-rado desde el gobierno militar, la resistencia al establecimiento del Frente Nacional por parte de los legisladores prorrojistas en el Congreso entre 1958 y 1960, el juicio del General ante el Senado en 1959, y las consecuencias de la muerte de Gilberto Alzate Avendaño en 1960. De ahí arrancaría su pri-mer periodo, que abarca desde el 23 de abril de 1961, día de su fundación, hasta las elecciones legislativas de 1964. La estrategia y las tácticas pre-dominantes en esta primera etapa estuvieron orientadas a la conspiración. La influyente presencia de militares retirados, las invocaciones de Rojas a un supuesto sector popular de las Fuerzas Armadas, la retórica revanchista e incendiaria de sus militantes y los intermitentes intentos conspirativos, daban pie para pensar que la primera generación de rojaspinillistas estaba promoviendo un golpe de Estado que restauraría al General en el poder.

Seguirán dos años intensos en la escena colombiana (1964-1966), que también lo fueron para la Anapo. El país fue testigo de una serie de movimientos políticos que irrumpieron con una fuerza reprimida por mu-chos años. Militares, sacerdotes, estudiantes y marginados de las ciuda-des se convirtieron en los nuevos protagonistas de la historia cotidiana. Un tercer período, intenso también y caracterizado por su configuración como comunidad política propia, cubre los años 1966-1971. Su última etapa va desde ese momento hasta los finales de la década de los setentas, cuando los anapistas regresan a sus partidos de origen o se dispersan por las innu-merables agrupaciones de izquierda que se disputaban las masas pacien-temente cooptadas por la Anapo. Los hubo también quienes se marginaron del quehacer público o volvieron a aparecer en confluencias cívico-políticas posteriores. Con todo, el período 1961-1971 fue el más intenso y constituyó la fase ascendente del anapismo.

Conforme pasaba el tiempo, fueron llegando a la Anapo los conserva-dores doctrinarios, con más tardanza los liberales, unos y otros diseminados

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por las corrientes disidentes de las parcialidades tradicionales adversas al Frente Nacional. También llegaban personajes de otras procedencias margi-nadas de la legitimidad de los partidos. Pero prevalecían los militares con-servadores llamados tempranamente a calificar servicios, los conservadores venidos del laureanismo ultramontano, del acéfalo y doctrinario alzatismo y del desvertebrado leyvismo1. Es decir, uno de los liderazgos de la Anapo procedía del sector del conservatismo colombiano que se había inspirado en las doctrinas nacionalistas de la derecha europea, particularmente del pensamiento de los líderes del nacionalismo ibérico: José Antonio Primo de Rivera y Antonio Oliveira Salazar; de aquellos iluminados por las tesis de Ga-briel D’Annunzio, Charles Maurras y Maurice Barrès, deslumbrados por las formas y contenidos políticos de la práctica proselitistas de Benito Mussolini y de toda una pléyade de autores pasados de moda en sus países de origen, como Oswald Spengler y Joseph de Gobineau, entre otros. No era extraño, por eso, que el rojismo que había empezado a configurarse durante el exilio del General, apareciera como una facción identificada más con un tiempo pretérito irrealizado que con una propuesta con futuro2. Sus relaciones con el pasado databan de fechas anteriores al gobierno de Rojas y se salían de los marcos de la historia nacional. Su modelo político tenía que ver, para unos, con la idea del Estado cristiano de la Edad Media, para otros, con los idearios populares pero frustrados del fascismo.

Como vimos en este libro, la Anapo no estaba sola en sus demandas al comenzar la década de 1960. Compartía con otras agrupaciones el de-seo de conquistar el favor popular: el Movimiento Revolucionario Liberal, el Partido Comunista, el naciente belisarismo, el Partido Social Demócrata Cristiano, el Movimiento Nacional Popular Gaitanista, el Frente Unido de Acción Revolucionaria y el Movimiento Democrático Nacional. Un porme-norizado examen comparativo de las plataformas de cada uno de ellos nos permitió establecer los puntos de confluencias, similitudes y diferencias. Por ejemplo, el tratamiento que hizo la plataforma del MRL de lo popular y de lo nacional, pero ante todo su aguda crítica al proceso de monopolización de la riqueza, así como sus propuestas, le confirieron un carácter populista en desmedro de las pretensiones de su par, el anapismo. Mientras existiese en el escenario político una disidencia dentro del liberalismo capaz de recuperar

1. A finales de octubre de 1961, el general Rojas designó el Comando Nacional de la Anapo, integrado por 79 miembros, de los cuales el 30,4% eran militares. La mayoría de los integrantes del organismo direc-tivo estaban relacionados de alguna manera con las actividades políticas de Rojas. De la Reconquista venían José María Nieto Rojas, Carlos Monroy Reyes, Carlos del Castillo Isaza, Constantino Camargo, Hernando Olano Cruz, Elías Salazar García y Carlos Arturo Torres Poveda. Del gaitanismo procedían, entre otros, Milton Puentes y Parmenio Zapata.

2. Véase Ayala, El porvenir del pasado... (óp. cit.).

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el capital axiológico de ese partido, le resultaría difícil a la agrupación de Rojas consolidar su ala liberal. Si el anapismo de principios de la década, el rojismo y el Movimiento de Unión y Reconquista de finales de los cincuenta incorporaron a su lucha la prédica de Gaitán, sus consignas, sus denuncias, en fin, sus formas de hacer política, el MRL profundizó el legado que el cau-dillo dejara condensado en los programas del Partido Liberal, modernizando y adaptando ese ideario a condiciones y circunstancias nuevas. Por eso, fue nuestro interés descubrir por qué si las obsesiones de los anapistas eran profundizadas por otras agrupaciones que como ellos tenían un carácter conciliador y populista, fue precisamente esta y no otra la agrupación que logró sintonizarse con la psicología colectiva de los colombianos. Es decir, se trató de averiguar en qué consistió el éxito de la Anapo.

ORÍGENES CONSERVADORES, ADIÓS AL CONSERVATISMO

El electorado anapista provino de un espíritu fundamentalista popular que no asimilaba las razones que paulatinamente fueron llevando a la colectividad conservadora a ser parte del Frente Nacional. Las cosas habían empezado con el movimiento de la Reconquista, que en 1958 rechazó la legitimación electoral del nuevo orden. En dicha ocasión las masas conservadoras se polarizaron entre dos de las tres corrientes del partido, el laureanismo y el alzatismo, las dos vertientes que por abajo el pueblo reclamaba como porta-doras de la verdad doctrinaria. Antes de su muerte en 1960, Gilberto Alzate Avendaño había refundido en la historia del país gran parte del ideario con que, incluso hoy, se le identifica. Laureano no había muerto, pero lo estaba en vida, poco aparecía y cuando lo hacía era a través de Álvaro, su hijo, para darle fuerza a las concepciones que éste tenía del proceso político del momento. Ya no existían –como mitos de carne y hueso que habían sido– Al-zate y Laureano, pero permanecían intactas las estelas del laureanismo y del alzatismo.

El curso de la vida política del país fue poniendo día a día a la Anapo en un sitio de predestinación histórica. La unión conservadora de 1963 redundó en éxitos para esa colectividad, pero también le reportó beneficios al anapismo la campaña macartista a la que se vio sometida por parte del conservatismo unificado. Para los pueblos de ascendencia conservadora, el movimiento de Rojas se fue convirtiendo en la única agrupación que sinte-tizaba la pureza de esta corriente. En un principio, los conservadores de la Anapo vieron con optimismo el gobierno de Valencia. Creían algunos que por fin había terminado el predominio liberal. Autodenominándose “Presidente de los pobres”, Valencia había llegado a la presidencia en un momento de

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grandes esperanzas. Su gobierno, sin embargo, desarrolló las tendencias económicas que caracterizaban al Frente Nacional. El mandatario fue fiel al nuevo orden que él mismo había ayudado a configurar desde la caída del ré-gimen militar. Se equivocaron, sin embargo, quienes esperaban de Valencia una solidaridad de partido con Rojas; al contrario, con él se redoblaron las persecuciones y los vejámenes contra el anapismo en su conjunto.

Todos los representantes de la Anapo en las corporaciones públicas, desde el Senado hasta los Concejos, velaban por valores concretos, caros al hombre conservador: la fidelidad, la lealtad, la disciplina, la solidaridad. La comunidad rojaspinillista canalizó, por ende, el espíritu doctrinario de par-tido, en la medida en que el nuevo establecimiento fue domando el ímpetu gallardo de las corrientes conservadoras y sometiéndolos a las nuevas reglas del juego. Esta es una de las explicaciones de la procedencia de los votos conservadores por la Anapo. Pero no lo dice todo. Da cuentas de 1964 hacia atrás, mas no de ahí en adelante.

Los contenidos del discurso anapista probaron estar a tono con las pre-ocupaciones palpitantes en la vida cotidiana de los colombianos. La pérdida prematura de las esperanzas en el Frente Nacional, la gran devaluación del peso y sus consecuencias produjeron la desesperación y el descontento general que justificó y legitimó el discurso del general Rojas. Comenzaba a cosechar el anapismo los frutos de un discurso que había sembrado Alzate en los tiempos del gobierno de la Junta Militar. Con la misma persistencia y con mayor fuerza que otras agrupaciones populares, y en un lenguaje directo, el movimiento de Rojas se había apersonado del problema que el pueblo mayormente padecía y para el cual exigía una solución inmediata: la carestía de la vida.

El debilitamiento de movimientos políticos que intentaron abrirse paso entre finales de los años cincuenta y 1964, fue otro de los factores que contribuyó al auge del anapismo. En general, las agrupaciones políticas de la izquierda fueron incapaces de adaptar sus discursos a las condiciones culturales colombianas. El avance político-electoral del anapismo mostró también el nuevo rostro de la ciudad, una estructura social nueva anunciaba su presencia. Gran parte de los votos a su favor tenía su origen en los nuevos sectores provenientes del campo instalados recientemente en las afueras de las urbes grandes e intermedias. Los nuevos habitantes conformaban una masa socialmente amorfa e indefinida. Se trataba por lo general de campe-sinos expulsados de las áreas rurales, no integrados al sector de la produc-ción. Ahora, convertidos en vendedores ambulantes, tenderos, artesanos, trabajadores temporales de las obras públicas, etc., pusieron de manifiesto su presencia en la ciudad, encomendándose a las listas de la Anapo. Eran

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ellos los principales receptores del discurso de Rojas que los legisladores del movimiento expresaban en los cuerpos colegiados.

Una de las hipótesis centrales de este libro es que con el impulso de los anapistas en 1964 se asiste, además, a la complementación por abajo del proceso de laicización política manipulado por arriba por quienes se usufructuaban del Frente Nacional. El que liberales eligieran candidatos con-servadores y votasen a favor del general Rojas, constituye un gran mérito de Anapo; fue esa, paradójicamente, su contribución a la conciliación política del país. Las elecciones de 1964 mostraron, entre muchas cosas, que la nación estaba transformándose de manera acelerada. Si bien no faltaban las elucubraciones individuales, las organizaciones llamadas a explicar y orien-tar las nuevas actitudes frente a los cambios, ante ese deslumbramiento que produjo el contacto con el mundo moderno, con la interpretación de los grandes problemas de la humanidad, no estaban preparadas para afrontar el futuro inmediato. Ante la desazón del temor por el porvenir, las propuestas anapistas, identificadas con un pasado que, por poco que hubiese sido, mar-có una época mejor en la imaginación de los colombianos, paulatinamente fueron seduciendo a la población.

La Iglesia, comprometida con el nuevo orden y ubicada a espaldas de la evolución misma de la institución, tampoco estuvo en capacidad de cana-lizar la incertidumbre social. Por eso Rojas, ante la intransigencia oficial que intentaba callarle, utilizó como respuesta la misma intransigencia, mezclada en un discurso que penetró la conciencia social de ese nuevo país urbano en ebullición. Para este último, las peroratas rojistas adquieren el sentido me-siánico y justiciero que muchos hubieran querido oír de labios de Iglesia. Así, las circunstancias históricas hacen que el venerado sea el General, quien empieza a recibir las adherencias de amplios grupos de colombianos venidos desde la concepción del cristianismo popular, del marxismo, de la desilusión de la experiencia emerrelista, del viejo fascismo colombiano, tendencias es-tas que descubren en lo abigarrado del discurso anapista el espacio para volcar todos sus idearios.

TRAZOS DE CONFIGURACIÓN POPULISTA

Comienza, así, una nueva experiencia populista, lógicamente más compleja que la del gaitanismo en 1945, pero con más posibilidades de concretarse. Las diferencias con la configuración gaitanista estaban en la pluralidad de movimientos populistas que terminaron llegando a la Anapo. Esta vez no será Rojas el Gaitán de la época: muchos hacían sus veces. Gaitán había sido el gaitanismo; Rojas, en cambio, fungía como catalizador de múltiples

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voces3. Por ello, con el amplio respaldo que obtuvo la Anapo en las eleccio-nes de 1964, el movimiento renunció definitivamente a su táctica predilecta (conspiración – participación electoral) como vía para retomar el poder.

La lectura, asimilación y aplicación que de los nuevos documentos pa-pales hicieron sus ideólogos, contribuyó a que tanto ellos como la militancia en general, se volcaran hacia formas más “civilizadas” de ejercer la política. El contenido de la encíclica “Paz en la Tierra” derrumbó los muros que impe-dían que sectores recalcitrantes del conservatismo, e incluso del liberalismo, reconocieran en nuestro medio la influencia de un mundo contemporáneo cada vez más pluralista y laico. Lo importante después del legado de Juan XXIII, es que no quedaba espacio entre los católicos para odiar a los demás por las diferencias políticas. El nuevo documento de la Iglesia invitaba a la comprensión entre creyentes e incrédulos, religiosos y socialistas. Los ideó-logos anapistas, que se distinguían por su acendrado catolicismo y que a la larga se habían convertido en los verdaderos defensores de la religión “ca-tólica, apostólica y romana” (ante la comunión de la Iglesia colombiana con el Frente Nacional), al leer el texto de la encíclica y percatarse de que allí no quedaba espacio para el fundamentalismo, se vieron obligados a cambiar o desaparecer de la escena política. En la Anapo militaban aquellos conserva-dores que, como Nieto Rojas –entre tantos cruzados reconquistadores–, en su resistencia al establecimiento del Frente Nacional habían calificado a sus adversarios de masones, ateos y librepensadores. ¿Qué podrían decir ahora? ¡Valiente paradoja histórica! En efecto, a partir de 1964, el discurso de la Anapo empezará a dejar de ser identificado como exclusivamente conserva-dor, su mensaje se dejó seducir por otros tipos de idearios políticos. De este modo, las puertas del movimiento se les abrirán a liberales, a socialistas y a librepensadores. En su discurso tendrán cabida sectores sociales y políticos incongruentes con el establecimiento e incluso políticos e ideólogos de inspi-ración marxista impresionados con el crecimiento del anapismo.

Nutrida de distintas personalidades y en trance de convertirse en un verdadero bloque de liberales y conservadores, la Anapo no era un partido moderno. Era más bien la conciliación entre lo viejo y lo nuevo, la concentra-ción de un largo proceso político-cultural que se expresaba en su quehacer. Se trataba de un movimiento caudillista y profundamente carismático, en contravía de lo que se cree que fueron los años sesenta. En su interior todo giraba en torno del General, quien tenía la capacidad de dirimir los conflictos internos y apaciguar los ánimos que él y sus compañeros de tribuna encen-

3. A esto nos referimos en un estudio anterior como “polifonía populista”, retomando un concepto de la poética de Mijail Bajtin. Véase Ayala, El populismo atrapado… (óp. cit.), pp. 20-24.

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dían en las manifestaciones. Su ascendencia en las masas tenía el carácter pastoral que le había quedado de su experiencia en el gobierno, una relación del poder político con la religión que definía su capacidad de convocato-ria popular. Para los colombianos que resistían a las consecuencias de los nuevos tiempos, Rojas no sólo ejercía ese poder pastoral del autosacrificio –conspiraciones, confinamientos, persecuciones, calumnias, etc.–, sino que su aura se afirmaba en la cultura religiosa nacional como una figura pas-cual: la resurrección y la ascensión de un hombre que había sido asesinado políticamente.

En la primera etapa, la Anapo demostró capacidad para canalizar aspi-raciones de capas sociales rezagadas del modelo liberal de desarrollo. Rojas y su movimiento empiezan a convertirse en los voceros del fenómeno de la marginalidad que cubría las grandes ciudades y en el medium de los pueblos que se transformaban en ciudades intermedias. Comienza desde entonces a perfilarse como la variante acabada que caracterizaría al populismo co-lombiano, pero no desde el liberalismo como se esperaba, sino como una reunión de corrientes pragmáticamente conservadoras de ambos partidos tradicionales, un populismo con marcado acento religioso. Populismo que no emerge de una propuesta ideológica de alternativa consciente, ni siquiera como mecanismo de manipulación del otro. Es más bien al contrario: los idearios populistas que venían navegando a lo largo del siglo por vertientes amplias y difusas de las disidencias del inquebrantable bipartidismo colom-biano, se canalizan en las formas y contenidos políticos que identificarán al movimiento anapista en el siguiente período de su historia.

LA ANAPO Y LOS LIBERALISMOS POPULARES

El curso del Frente Nacional, las contradicciones y estilo político persona-lista de los herederos del laureanismo y la estrecha alianza ospino-llerista, volcaron sobre el anapismo el respaldo conservador que antes le pertenecía a aquellos.

Desde posiciones doctrinarias, Gilberto Alzate Avendaño por el conser-vatismo y Alfonso López Michelsen por el liberalismo canalizaron la oposi-ción al sistema paritario. En ambos movimientos tuvieron cabida no sólo nuevas fuerzas políticas, sino además quienes habían participado en el go-bierno militar. Muerto Alzate, la única fuerza en capacidad de heredar la inconformidad y doctrina conservadoras fue el anapismo que, de hecho, se convirtió, después de 1963, en la segunda alternativa de ese partido, como en efecto lo demostraron sus logros electorales de 1964.

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No sucedió lo mismo por el lado liberal. El anapismo contaba con políti-cos de esta procedencia, pero cooptados por el general Rojas desde los tiem-pos del gobierno militar: Parmenio Zapata, José Jaramillo Giraldo, Milton Puentes, Jorge Villaveces, entre tantos. Aunque en Bogotá, cerca de 15.000 liberales votaron por la Anapo en 1964 y 23.000 en toda Cundinamarca por el nombre de Parmenio Zapata para la Asamblea del departamento4, lo cierto es que sólo a mediados de la década del sesenta, ante el irreversible declive del MRL y la precipitada renuncia del general Alberto Ruiz Novoa a su candidatura presidencial, políticos nacionalistas y emerrelistas de todas las líneas, empezaron a deslizarse hacia la Anapo.

En el curso de nuestra investigación nos preguntamos por qué no fue capaz la Anapo de atraer inmediatamente a las masas frustradas del MRL. La respuesta la encontramos en la naturaleza de la composición política y social de ese emerrelismo, que agrupaba a sectores liberales, nacionalistas, comunistas y gentes de avanzada en general. Obviamente, las tendencias reunidas allí entendían el carácter de la alianza desde diferentes tópicos. Por un lado, la presencia del MRL en el escenario político le permitió al libera-lismo no perder su influencia en sectores de ese partido insubordinados al proyecto del Frente Nacional, incluidos los bandoleros y las bases campesi-nas influidas por estos. Por otro lado, los comunistas estaban interesados en empujar hacia la izquierda marxista, que profesaban, a las masas identifi-cadas con el MRL5. Sin embargo, no era el emerrelismo la única agrupación rebelde que convocaba a las masas liberales. En 1961 un grupo de líderes adversos al Frente Nacional y que veían en el MRL la encarnación de un lo-

4. En un artículo acerca de los resultados electorales de 1964, Gilberto Vieira, secretario general del Par-tido Comunista, escribió: “Aunque es imposible establecer la cuantía de votos rojaspinillistas de origen conservador y de origen liberal, el caso de Bogotá es sugestivo. La lista conservadora de la ANAPO encabezada por María Eugenia Rojas de Moreno obtuvo 38.561 votos y la lista liberal de la misma ANAPO para la asamblea departamental encabezada por Parmenio Zapata obtuvo 23.198 votos. Los electores que votaron por la lista encabezada por Zapata para la Asamblea de Cundinamarca votaron a la vez, en la misma papeleta, por María Eugenia Rojas para la Cámara. En consecuencia, aparente-mente más de 15.000 ciudadanos de origen liberal votaron en Bogotá por candidatos conservadores, mientras que al mismo tiempo ciudadanos de origen conservador votaron por candidatos liberales. Este es un hecho interesante y de alguna manera positivo frente a la tragedia de los ‘odios heredados’ tradicionales en Colombia”. Véase Vieira, Gilberto, “Bases para un balance de las elecciones del 15 de marzo”, en Documentos Políticos, No. 35, 1964, p. 5.

5. El PCC entendió que este movimiento no era homogéneo, apoyó los planteamientos de su jefe máximo que, según ellos, tomados en forma conjunta, parecían ser la opción opositora más coherente al Frente Nacional. López estaba formulando diagnósticos y soluciones de carácter radical, neutralizando a su vez los enfoques puramente represivos del nuevo gobierno. Sostenía que la violencia no se podía combatir efectivamente sino con transformaciones estructurales, que era necesario realizar una reforma agraria democrática que correspondiera a la insurgencia campesina, etc. Lo anterior, sumado al alegato jurídico de la alternación, en el sentido de lograr que otros partidos distintos a los tradicionales pudieran parti-cipar en la lucha política legal, y finalmente su respaldo a la revolución cubana hicieron que el partido comunista entrara en alianza con el MRL, peleando su legitimación. Dividido el MRL, el PCC estableció con la Línea Dura una serie de alianzas más o menos estables hasta las elecciones de 1964.

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pismo con el que no simpatizaban, se arremolinaron alrededor en la revista La Nueva Prensa. Los intelectuales reunidos en la revista empezaron a pro-mover un “nacionalismo popular” que sintetizaba los idearios nacionalistas colombianos de todos los tiempos y de todas las procedencias. Se adecua-ron a las condiciones del decenio del sesenta, el nacionalismo conservador difundido entre los finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, el promovido por los líderes del Movimiento Socialista Colombiano de Antonio García desde los años cuarenta tanto como los modelos nacionalistas de Asia y África. Los primeros en identificarse ideológicamente entre sí, fueron los dirigentes de la Línea Dura del MRL y del “nacionalismo popular”.

Después de las elecciones de 1964, cuando la Anapo se convirtió en movimiento de oposición mayoritario, la Línea Dura del MRL y los naciona-listas de la LNP, empezaron a ver con buenos ojos un acercamiento hacia la corriente que seguía las orientaciones de Gustavo Rojas Pinilla. Sin em-bargo, el contenido de las intervenciones del general Alberto Ruiz Novoa, tanto en el Ministerio de Guerra como en la oposición, volcó hacia él toda la atención de los nacionalistas colombianos. Su discurso abrazó el espectro de las propuestas políticas ubicadas entre las de las cúpulas de los partidos tradicionales y las del comunismo. Ruiz mostró una asombrosa capacidad de reunir en su pensamiento, en su acción y en su investidura, múltiples expresiones ideológicas deambulantes en el ambiente político del país. Puso, pues, en peligro el crecimiento de las agrupaciones que buscaban el respal-do popular, recurriendo a los temas de los que él se había apropiado. En riesgo de quedar sin argumentaciones estuvieron el general Rojas y su grupo, lo mismo pasaba con López o Uribe Rueda y con aquellos que acariciaron la idea de un gobierno fuerte que aplicara justicia social en el país.

Así, en la primera mitad de 1965, la gente de LNP junto con Ruiz No-voa conformó el Movimiento Democrático Nacional, que lanzó poco después la candidatura a la presidencia del ex Ministro de Guerra. En su génesis tomó parte activa el dirigente de la Línea Dura, Ramiro de la Espriella. Con amplitud, el emerrelista escribió sobre el carácter que debería tener el nuevo partido. Trasladando a las condiciones colombianas las tácticas del populismo anarquista del viejo continente, De la Espriella consideró que el nuevo partido debería nacer en la lucha diaria. Para él no eran necesarias las condiciones objetivas. Hablaba de una reagrupación ideológica en torno a la acción, a los hechos. Como los conspiradores de la Anapo, De la Es-priella no creía en la fuerza popular, sino en una minoría escogida, en una elite intelectual pensante que resolviera los problemas sociales. Habló de un grupo de personas intrépidas y audaces. Estuvo de acuerdo con el nombre de Ruiz Novoa para enfrentarlo a Carlos Lleras Restrepo, pero recomendó

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que el objetivo de Ruiz debería ser la toma del poder. Concluyó su posición ante el fenómeno Ruiz Novoa manifestando que lo que le imprimía respeto a un movimiento político era su fuerza explosiva de reacción en cadena. El líder emerrelista, más que referirse al MDN, habló del partido de la Na-cionalidad Colombiana. Estuvo de acuerdo con la gente de LNP en que el mecanismo de cooptación escogido para convocar a todo el mundo debería ser el nacionalismo.

La inmediata aceptación popular del MDN es explicable. El movimiento surgió en el inicio del declive del MRL. Si éste había correspondido al auge de las expectativas que despertó en el país la Alianza para el Progreso, el auge del MDN correspondió al fracaso de aquella. Ruiz logra penetrar en el mundo de los sectores sociales que directamente estaban padeciendo los embates de un proceso disparado de concentración de la economía. Su dis-curso fue sensible, ante todo, a los sectores de la pequeña burguesía, a las capas medias y por extensión a las masas populares. Era el discurso alterna-tivo y populista de entonces. Esto quería decir que los temas abordados por Ruiz, no eran patrimonio suyo. El personaje realizó una apropiación opor-tuna y efectiva de ellos. Su ubicación en las altas esferas del poder cuando comenzó la exposición de sus tesis y el respaldo de las capas medias que le rodeó de inmediato, le imprimieron a su prédica una irresistible convocatoria de poder en desmedro de la popularidad y del reconocimiento que con la insistencia en el mismo discurso había empezado a cosechar el movimiento de los anapistas. No resultaba casual, por ello, que entre los asistentes de lujo a la recepción que le hicieran los bumangueses a Ruiz en abril de 1965, estuviese Rodolfo García García, el motorcito conservador de los rojistas en la legislatura 1962-1964.

Así que Ruiz y el conjunto de hombres seducidos por el MDN, no sólo jugaban como alternantes entre el Frente Nacional y la izquierda marxista, sino que además frenaban en seco los avances del anapismo. Inconsciente o concientemente quizás, los integrantes del MDN derruían el edificio del discurso que hasta entonces le había permitido a Rojas Pinilla introducirse de nuevo en la vida de los colombianos.

El 2 de abril de 1966, los medios comunicaron a los colombianos que la noche anterior el dirigente liberal José Jaramillo Giraldo había sido un-gido por el anapismo a la candidatura presidencial. Con la elección de su nombre y no el de Rojas, y con el fortalecimiento del ala liberal anapista en las pasadas elecciones, la gran prensa y el establecimiento en general ha-blaron menos del rojismo y comenzaron a referirse a esa comunidad como “La Anapo”. La adhesión más importante que recibió Jaramillo fue la del MDN. Alberto Zalamea se trasladó con su gente, su prensa y sus idearios a

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las toldas del anapismo. Con la llegada del MDN, se amplían los contenidos de los programas anapistas. Al discurso de la plaza pública se le suma con intensidad el tema del nacionalismo colombiano, antes disperso en las co-rrientes disidentes del bipartidismo o en las frustradas terceras alternativas. Empieza el ensanchamiento del sector liberal del anapismo ante el fracaso e inconsecuencias de las disidencias liberales.

EL POPULISMO DE CAMILO... EL CURA GUERRILLERO

Después de la renuncia de Ruiz Novoa a la candidatura presidencial y su intento de disolver el MDN en mayo de 1965, la agitación política de una nueva agrupación dirigida por el sacerdote Camilo Torres Restrepo se inter-puso en el camino de Rojas, poniendo también en aprietos la popularidad que el anapismo había conquistado hasta entonces. Son éstos algunos de los obstáculos que encuentra la Alianza Nacional Popular para hacer reali-dad el sueño de tener su propio electorado liberal. Tendría que esperar un poco. Camilo, junto con su Frente Unido, abogó por la justicia social, y como los intelectuales de LNP o de la Anapo, propuso en un principio resolver los problemas de la población colombiana de manera inmediata. De ahí que se haya despertado cierta solidaridad y simpatía de los anapistas de base con el clérigo, lo mismo que semanas antes se había manifestado con Ruiz. Aunque su aparición en el escenario político fue casi simultánea, el ascenso de la popularidad de Camilo dependió en gran medida de la incapacidad por parte del MDN de conformarse en una fuerza política sólida. O mejor, la in-consecuencia del general Ruiz Novoa con su propia prédica, hizo que Camilo empezara después del 10 de mayo de 1965, a llenar el vacío que dejaba el afamado General. Es a partir de ese momento que empieza su línea de ascenso. Como en los comienzos de Ruiz, las primeras palabras de Camilo se referían al cambio de las estructuras, pero a diferencia de aquel, planteó de una vez por todas que para cambiarlas se necesitaba una revolución. Se definió “revolucionario como ciudadano colombiano, como sacerdote, y como sociólogo”6. Al levita le empezaron a llegar mensajes de la provincia colombiana en el mismo tono y con los mismos términos de los que le ha-bían llegado en su momento al general Ruiz Novoa7.

6. Véase El Espectador, mayo 23 de 1965, p. 10 A.7. Un denominado “Comité de Acción Revolucionaria del Huila” le hizo llegar una declaración que anun-

ciaba el respaldo “a las tesis políticas y socioeconómicas tendientes a buscar el cambio de las caducas y anacrónicas estructuras del actual sistema que origina nuestro atraso, tal como lo preconizan los patriotas y valerosos sacerdotes Camilo Torres y Martín Amaya, e invitan a todo el pueblo huilense a sumarse a este movimiento de inconformidad nacional. Por una Colombia libre, nueva y democrática”. Véase El Espectador, julio 22 de 1965, p. 7 A.

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OXIGENACIÓN PARA LA ASFIXIA EMERRELISTA

En medio de la movilización política que caracterizó al año 1965, diluida la Línea Dura del MRL, la Línea Blanda, que seguía las orientaciones de Alfonso López Michelsen, intentó resurgir de su crisis. Decididos a librar una nueva batalla que los pusiera en capacidad de competir por el favor popular, los ideólogos lopistas consideraron oportuno dotar a la parcialidad de un aparato moderno que lo distinguiera como un partido democrático de izquierda. En ese sentido, prometiendo darle una organización disciplinada, convocaron a “todos los colombianos, liberales oficialistas y de otras tenden-cias, que ante la dramática situación a que ha llegado el país, comprendan que el MRL es la única alternativa entre la catástrofe y la salvación nacio-nal, entre la reacción y el progreso, entre la democracia y la dictadura”8. El contraataque de este sector, evidenciaba que entre los seguidores de López se encontraban aún elementos ubicados a su izquierda. La militancia de sectores medios continuaba radicalizando el discurso del MRL.

A esta altura de la década, los movimientos políticos de oposición de-cidieron apelar a la experiencia de la táctica anapista. Todos empezaron a hablar de alianzas bipartidistas. Se aspiraba a derrotar el sistema del Frente Nacional mediante la utilización de sus propios mecanismos. El emerre-lismo lopista inició una serie de conversaciones con dirigentes jóvenes del conservatismo, con el propósito de abonar terreno en la conformación de un “Frente Nacional del Pueblo”. Más adelante, López, consciente de la fuerza electoral de la Anapo, no descartó una eventual contracoalición antifrente-nacionalista de anapistas y demás grupos de la oposición contra “el partido único del Frente Nacional”9. En realidad, el dirigente reconoció que después de las elecciones de 1964, el Partido Liberal había dejado de ocupar defi-nitivamente el puesto de protesta social y popular que lo había identificado en el pasado. Ocuparse de la Alianza Nacional Popular y vislumbrar con ella una eventual alianza electoral, significó un importante reconocimiento polí-tico; aunque, en el fondo, el dirigente intentaba con este paso mediatizar la simpatía popular liberal desplazada hacia el movimiento del General.

8. Ibíd.9. En la plataforma de 1964, el anapismo había consignado: “El Frente Nacional unió las oligarquías

liberales y las plutocracias conservadoras, creando así un partido único, con intereses propios, que ejerce el poder de manera exclusivista y hegemónica”. Véase Plataforma de la Alianza Nacional Popular, 1964, p. 8.

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LOS DESTINATARIOS DEL MENSAJE POPULISTA DE LOS SESENTA

Como expusimos en este libro, de todos los movimientos analizados entre 1959 y 1961, la Anapo fue el que destinó la mayor parte de sus mensajes al pueblo10. Entre las agrupaciones estudiadas entre 1963 y 1966, la Anapo y el ELN continuaron en esa tónica. Sin embargo, se trataba de discursos políticos altamente correlacionados entre sí. Hacia 1961, La Alianza Nacio-nal Popular estuvo cercana a los idearios que se expresaban en el combativo MRL de entonces. A su vez las agrupaciones políticas que surgieron momen-tos después estuvieron cercanos a ella: la Línea Dura del MRL, el Partido Social-Demócrata Cristiano y el ELN. Años después, cuando la divulgación de la plataforma de 1964, la Anapo continuó identificándose con las formas como el MRL de 1961 apelaba al pueblo. Es decir, el anapismo estaba más cercano a la versión original de la agrupación de López que los mismos eme-rrelistas que intervenían en la campaña electoral de 1966. Precisamente para detectar qué los diferenciaba emprendimos este estudio. El 60% de las agrupaciones estuvieron relacionadas entre sí por su manera de concebir el destinatario de sus mensajes. Conforme avanzaba la década, era mayor la identificación entre ellas.

Todos los movimientos políticos de mediados de los años sesenta to-maban sus ideas de la fragua del discurso populista hegemónico. A ninguno se le escapó: la revolución, el cambio, el tercer mundo, el desarrollo, el crecimiento de la población. Los contenidos se cruzan en múltiples coin-cidencias. No hubo agrupación en esa década que no hablara de la revolu-ción. Era el término por excelencia al que acudían todos los dirigentes para legitimar sus propuestas. Las había de todas las especies y para todos los gustos: socialistas, democrático-burguesas, populistas, pacíficas, científico-técnicas, campesinas, obreras, obrero-campesinas, nacionalistas, naciona-lista y popular, cristiana, cristiana y nacionalista, de liberación nacional, e incluso burguesa. El vocablo sintetizaba el espíritu de la época. El mundo, en general, vivía una de sus tantas olas revolucionarias. Aunque en Colom-bia se ha hablado de revolución desde siempre (a ella han acudido desde los comunistas hasta los conservadores), fue con la Revolución Cubana y el proceso de liberación de los pueblos de Asia y África durante los años 60 que la apelación a dicho significante desbordó el discurso político. El surgimiento del movimiento guerrillero, primero, y la aparición del sacerdote

10. Véase, en detalle: Ayala, “El discurso parlamentario de la representación anapista…” (óp. cit.); Nacio-nalismo y populismo… (óp. cit.).

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Camilo Torres en la escena política nacional, después, reverdecieron el tema de la revolución.

Para la época en la que se concentró esta investigación, ya no se puede hablar claramente de las viejas diferencias ideológicas de los partidos tra-dicionales. Con Carlos Lleras Restrepo se pierde definitivamente el mito del liberalismo como partido antirreligioso o anticatólico. Nadie tenía el mono-polio de las ideas en boga. Se trató de matices, de intensidades y fijaciones en el planteamiento de las tesis y, en últimas, de los sujetos que enuncian el discurso, de sus capacidades de convocatoria y de sintonizarse con los anhelos de la comunidad. Empero, no eran los movimientos de la oposi-ción portadores del sentimiento de cambio. Por reacción o por convicción, por presión o necesidad, el establecimiento puso a prueba su capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos. El proyecto político que aspiraba a impo-ner Lleras en la segunda etapa del Frente Nacional, pretendió desarrollar a corto tiempo y sin oposición, la infraestructura de una sociedad capitalista que él adornaba con la fórmula de una “sociedad más igualitaria”, proceso inconcluso y frenado durante todo el siglo. En ese sentido, Lleras aceptaba el reto de la oposición.

Gran parte de la agitación política entre 1964 y 1966 transcurrió en medio del estado de sitio. Fue esa una de las razones que llevó a las agrupa-ciones de la oposición a reunirse en recintos cerrados. Ante las circunstan-cias que vivía el país, las reagrupaciones y alianzas políticas se convirtieron en el nuevo tema de las discusiones políticas. Mientras que todo el mun-do concertaba, negociaba o discutía en hoteles, sindicatos, universidades, sedes de los gremios, sobre las maneras de llegar al poder, el anapismo recorría las plazas públicas colombianas de manera intensa y permanente. Rojas tenía muy presente la geografía nacional para la realización de sus campañas políticas. Se le ve en Maicao o en San Andrés; recorriendo el sur del Magdalena en canoa o desacralizando el Frente Nacional en las princi-pales ciudades. Hay correspondencia entre las regiones visitadas por el jefe del movimiento y la alta votación a su favor en las mismas.

Finalmente, para una sociedad como la colombiana, altamente politiza-da a mediados de la década del sesenta, la presencia de tanto movimiento político, servía de control de la misma. Las agrupaciones existentes evita-ron que fuera peor en Colombia, por la exclusividad del Frente Nacional, el problema de la falta de canalización político-social para los nuevos sectores de la población colombiana que necesitaban expresarse. La institucionali-zación del bipartidismo no significó siquiera la participación de la mayoría de los colombianos liberales y conservadores. Tenían razón los grupos de la oposición que acusaban al sistema político del país de unipartidista. No

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significaba esto que las agrupaciones de la oposición, con la excepción de la Línea Blanda del MRL, estuvieran interesadas en hacer del sistema político colombiano un sistema de partidos; no obstante que el análisis cuantitativo que realizamos permitió advertir en el comportamiento de los grupos de la oposición algunos elementos que contribuían a la configuración de un sistema de partidos. Sin embargo, los avatares de la evolución política del país no favorecieron el fortalecimiento de esta tendencia como tampoco la estructuración y regularización de un sistema de canalización diversificado. A la larga, los grupos de oposición aspiraban a imponer, en caso de llegar al poder, el tipo de Estado que rondaba en sus cabezas.

MÁS OBSTÁCULOS PARA LA NUEVA CONFIGURACIÓN POPULISTA

El periodo posterior a las elecciones de 1966 tuvo que ver con la cristali-zación de una nueva configuración populista en Colombia, semejante, pero más compleja, a la que se conformó en los tiempos últimos de Jorge Elié-cer Gaitán. Inspirándonos en Daniel Pécaut, podemos decir que la Anapo avanzaba hacia la representación de un exterior de lo social que buscaba con desespero ocupar un lugar en el interior de la sociedad colombiana instituida11. Los cambios en el interior de la Anapo fueron notoriamente cualitativos. El arribo de Alberto Zalamea junto con su periódico coadyuvó de manera significativa. La convocatoria anapista se amplió, el movimiento abrazó el ideario de La Nueva Prensa y desde entonces empezó a hablar al tiempo de una revolución nacionalista y cristiana, lo mismo que de la Anapo como movimiento social y revolucionario. Estaba el eco de la generación nacionalista de los años treinta, sólo que en boca, esta vez, de protagonistas liberales. Si por arriba se borraban las fronteras ideológicas de los partidos, por abajo sucedía lo propio.

Con drama, sí, pero avanzaba el Frente Nacional, no obstante la des-acralización a la que lo sometían los parlamentarios en los cuerpos legisla-tivos. Desde aquí, los anapistas reafirmaron la naturaleza de su revolución. No lo hacían desde la clandestinidad. A su periódico se había sumado LNP y una serie de folletines clamaban por un cambio social y político. El movi-miento se había reorganizado y vigorizado, los documentos escritos que se producían se leían en los comandos populares, y en las intervenciones orales de sus líderes lo mismo que en constancias por escrito, se expresaban sus contenidos. En el periodo 1966-1968 tiene la configuración ideológica de

11. Pécaut, Daniel, “El auge del populismo”, en Orden y Violencia: Colombia 1930-1953. Vol. 2, Bogotá, Siglo XXI, 1987.

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la Anapo un momento decisivo: los discursos, que a su vez eran ya conden-sación de otros, confluyen en uno nuevo. Primero había sido la suma de: Gaitán + dictadura militar + Alzate Avendaño. A esa suma se agregará: LNP + emerrelismo + cristianismo popular. Pero los obstáculos para la conformación de la alianza populista capaz de derrotar al Frente Nacional no desaparecieron. Del seno del liberalismo, en el proceso de desintegración del MRL, la generación de La Ceja, intentará arrebatarle al anapismo y al mismo emerrelismo los ingredientes populistas que los constituían. Es lo que hemos llamado en este libro el populismo por arriba para evitar el populismo por abajo. Se impregnaba el ambiente político de populismo. Los conservadores también avanzaron en esa dirección. De las ruinas del laureanismo, Belisario Betancur erigía su corriente con un acentuado sabor a populismo tercermun-dista y cristiano. Así, resultaba al parecer imposible una síntesis con Rojas. La respuesta de la Anapo fue la intensidad de la lucha política, la ideologi-zación y la radicalización de sus propuestas, y la ampliación de su convoca-toria a la juventud universitaria. Su ala conservadora combatió frontalmente el establecimiento burgués y avanzó hacia el socialismo. La vida y la obra de Elías Salazar García, uno de los ideólogos del fascismo colombiano de los años treinta, es el mejor ejemplo. Involucrando en su discurso los paradig-mas de la izquierda latinoamericana –el Che Guevara y Camilo Torres–, el anapismo no sólo nutría su populismo conservador y cristiano, sino que lo hacía atractivo para amplias capas de la población cansadas de Frente Na-cional. Con Salazar García, primero, y con Mario Montoya después, el con-servatismo anapista se gaitaniza; es decir, incorpora a sus argumentaciones la interpretación gaitanista sobre la oligarquía y la naturaleza especulativa del capitalismo colombiano, pero radicaliza el nacionalismo defensivo del inmolado tribuno. La Anapo se declara antiimperialista, antiyanqui. Con Sa-lazar y con todo el séquito de líderes de procedencia alzatista, el anapismo desenmascara el abuso de poder y la naturaleza antipopular que caracterizó al ejército colombiano reconfigurado en los tiempos del Frente Nacional. El crecimiento de los organismos de represión durante esta época y la per-secución a la protesta social y política se incrementaron a tal punto que el desacreditado régimen de terror policivo de la dictadura quedó pequeño.

DESPUNTA EL ANAPISMO POPULAR

Caracterizaba al liderazgo anapista la conciencia de su pertenencia religiosa. Como laicos, ideólogos del movimiento profundizaron el cristianismo y lo conectaron con la política y la vida real. Rafael Camerano, Manuel Rodríguez Verdeza y Hernán Vergara, para no citar si no a los más notables, trabajaron

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en esta dirección. Rodríguez Verdeza llevó al anapismo el protestantismo y Vergara reforzó la tendencia civil del catolicismo que abogaba, entre otras cosas, pero sobre todo, por un rechazo al control de la natalidad. Camerano divulgó la doctrina del bien común de Santo Tomás. Sus lectores y quienes le escuchaban, en una u otra parte, tuvieron la oportunidad de comprender la aplicación que debía dársele a los preceptos del catolicismo. No se trata-ba, en ese momento, de orar o de cumplir con los rituales propios del culto católico, sino de interpretar la doctrina. Tenía que ver con un proceso de desacralización del conservatismo desde un conservador de estirpe alzatista que consideraba a ese partido falsamente cristiano. Aflora, así, la intención de conformar una conciencia política nueva.

El restablecimiento de los derechos políticos de Rojas en octubre de 1967 colmó de significaciones la prédica del anapismo. Un hálito de justi-cia terrenal lo legitimó. La Anapo como movimiento de reivindicación per-sonal estaba constituido. Se abría, entonces, su camino como movimiento de reivindicación popular, en el cual estaba ya comprometido. La legítima candidatura de Rojas a la presidencia era inatajable. Con la satisfacción expresada en sus rostros y en sus ánimos, los anapistas emprendieron la campaña para las elecciones de 1968, dejando así trazadas las líneas para la configuración populista que pondrá en duros aprietos al Frente Nacional.

La siguiente parte de esta apasionante historia de nuestra configuración política puede verse en el libro El populismo atrapado, la memoria y el miedo. El caso de las elecciones de 197012. En construcción está la parte última de esta epopeya: El populismo liberado, que va desde 1970 hasta la desintegración del anapismo.

12. Ayala, El populismo atrapado… (óp. cit.).

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Anexos

DOCUMENTO 1 PRIMERA PLATAFORMA DE LA ALIANZA NACIONAL POPULAR, 19611

La suplantación del principio de autoridad por la politiquería dominante y soberbia está precipitando a Colombia a la lucha de clases, sangrienta y destructora por las características anárquicas con que viene amenazando el porvenir de la República. Las viejas clases dirigentes han fracasado en la dirección de los destinos nacionales, porque descuidaron el progreso social y antepusieron al bien común el interés personal, el de partido o el de grupo, y pretenden ahora resolver los problemas económicos y sociales que desespe-ran al pueblo colombiano, agravando el problema político, de por sí confuso y caótico, con la escogencia del próximo Presidente de la República a espal-das del pueblo que, cansado de los engaños, de las innumerables promesas incumplidas, de las explotaciones y de la vida austera que le han impuesto en favor de los ricos, demostrará en los próximos comicios electorales que terminó la sucesión monárquica de las sesenta familias que según el padre Lebret vienen usufructuando el poder con glotonería desde los inmemoriales tiempos de la Colonia.

La “Alianza Nacional Popular”, en oposición al mal llamado Frente Na-cional que ha unido en la cumbre a la oligarquía de ambos partidos, propicia la unión del pueblo conservador y liberal, para que renazca la concordia y pueda defenderse de los agitadores que encienden el sectarismo, a fin de tenerlo siempre a su servicio y aprovecharlo en beneficio de sus personales ambiciones, y que son responsables de la violencia que continúa segando vidas de inocentes campesinos, sin que el Gobierno, dirigido por la gran prensa y asesorado y compartido por los directorios políticos logre terminarla

1. Publicada en Alianza Popular, No. 1, agosto 11 de 1961, pp. 1 y 13.

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y cumplir el mandato constitucional que ordena proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos.

La “Alianza Nacional Popular” busca que las masas intervengan real-mente en la solución de los problemas políticos, económicos y sociales que hoy tienen a Colombia al borde de la revolución, discutiendo con amplitud los programas de los aspirantes a integrar las Corporaciones Públicas, a fin de elegir a quienes sean garantía de honestidad, competencia y auténtico servicio a la Nación, a los departamentos y a los municipios, con prescin-dencia de los afanes burocráticos y partidistas, que son una de las causas de la corrupción que ha invadido a sectores importantes de la sociedad, con desprestigio del parlamento como institución benéfica al país y olvido de la persona humana en sus necesidades primordiales de alimentación, vivien-da, vestido, servicios médicos y odontológicos, drogas, educación y trabajos bien remunerados que garantizan la supervivencia del ciudadano en toda nación civilizada y cristiana.

La “Alianza Nacional Popular”, católica y colombianista, busca alcan-zar primero los objetivos mínimos a que está obligado el Estado dentro del concepto de gobierno para todos los colombianos y actuante régimen presi-dencial; con una Asamblea Nacional integrada paritariamente por auténticos personeros del pueblo, que pongan al día la Constitución con los nuevos principios y en marcha la transformación social, económica y política del país; y con órganos jurisdiccionales y de lo contencioso administrativo, cu-yos jueces y magistrados sean escogidos por su capacidad profesional y re-conocida experiencia, intachables antecedentes, de inmaculada vida privada y sin que los partidos políticos puedan ejercer su maléfica influencia, a fin de que la justicia se administre según la recta interpretación de la Constitución y de la Ley, lejos de los halagos y de las amenazas para que merezca la confianza de la ciudadanía.

La “Alianza Nacional Popular” rechaza los gobiernos hegemónicos o exclusivistas que llegan al poder para repartirlo como botín de guerra, y considera inaceptable que se persiga a los ciudadanos por sus creencias religiosas, por sus ideas políticas, por su manera de apreciar los problemas nacionales, por sus preferencias sentimentales o humanas a favor de cau-dillos nacionales, por disentir del Gobierno o por cualquier actividad que consagra como lícitas las leyes colombianas.

La “Alianza Nacional Popular” considera necesario y conveniente que Colombia mantenga relaciones con todas las naciones del hemisferio, salvo el caso comprobado de atropellos a la soberanía o al honor nacionales, y encuentra contraproducente el aislamiento o política del “AVESTRUZ” en materia internacional, porque los peligros de cualquier índole se evitan más

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ANEXOS

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fácilmente estudiando de cerca las causas que los originan y los factores que los agravan. Aspira, además, a que los problemas sociales sean resueltos a través de la Doctrina Social de la Iglesia, interpretada con criterio nacional y aplicada sin las desviaciones propias al medio colombiano, sin la intromisión de doctrinas foráneas que pueden ser buenas para otras naciones y pueblos pero que entre nosotros recrudecerían todavía más la violencia. Podemos adaptar lo bueno y evitar lo malo que aparezca en otros países, pero sería tremendo error seguir, por espejismo pasional, el ejemplo de otras repúblicas que, como Colombia, están igualmente subdesarrolladas y oprimidas por la miseria física y explotadas por el capitalismo internacional que nos vende caro y nos compra barato, como si buscara que los pueblos latinoamericanos retardaran por muchos años la conquista de su soberanía económica.

La “Alianza Nacional Popular” aspira a un Estado fuerte, con gobierno en pleno ejercicio del principio de autoridad, que garantice sin discrimina-ciones al pueblo colombiano: 1.) Protección efectiva de la vida, honra y bienes de los asociados, y plena

vigencia de los derechos y garantías que consagra la Constitución, con prensa libre pero verdaderamente responsable.

2.) Drogas y servicios médicos y odontológicos gratuitos para las clases media, obrera y campesina.

3.) Trabajo estable y bien remunerado, carrera administrativa con ascensos por tiempo de servicio y capacidad, y no por política, y un costo de vida acorde con los sueldos y salarios devengados.

4.) Educación primaria y secundaria gratuitas y que la televisión sirva para la desanalfabetización [sic.] y cultura del pueblo.

5.) Democratización del crédito con bajos intereses, y prestando oportuna-mente primero a los campesinos, pequeños industriales, comerciantes minoritarios y transportadores, y luego a los grandes industriales y co-merciantes, especialmente a través de la banca privada controlada por el Gobierno o nacionalizada si fuere necesario.

6.) Participación de los obreros en las ganancias de las industrias y de los empleados bancarios en las que liquiden los establecimientos donde trabajan, con derecho a cesantías y prestaciones por el tiempo total de servicio a la institución bancaria, con representación en las correspon-dientes Juntas Directivas.

7.) Reforma Agraria integral, para no importar víveres que podemos pro-ducir y exportar aquellos que por su fácil transpor te y cultivo económi-co pueden competir en los mercados internacio nales, creando nuevas fuentes de divisas para defendernos del colapso cafetero inminente, garanti zándole al nuevo terrate niente no sólo la parcela sino los me-

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dios para cultivarla con halagadoras utilidades, con escuelas de capa-citación, maquinarias y semillas apropiadas, crédito barato y oportuno, buenas vías de comunicación para abaratar el transporte y bajar el costo de la vida, una vivienda higiénica y cómoda que conserve su salud y la de su familia, y para defenderlo de la violencia y de las malas cosechas o continencias ruinosas, el seguro campesino para su vida, sus bienes y su trabajo, por cuenta del Estado.

8.) Reforma Urbana integral para las clases media, obrera y castrense, con viviendas acordes con la dignidad de la persona humana, sin cuotas iniciales imposibles de cubrir y una amortización a largo plazo y bajos intereses, frenando el enriquecimiento de quienes acaparan la valoriza-ción de las tierras inmediatas a las ciudades, resultante del esfuerzo co-mún y dinero general de los contribuyentes, encareciendo la propiedad y agravando el problema más delicado que afronta el Estado.

9.) Selección del personal del Departamento Administrativo de Seguri dad (DAS) con criterio de servicio a la sociedad y no a los partidos políticos, y

10.) Total aislamiento de las Fuerzas Armadas de las luchas políticas, para que sólo estén al servicio de la patria y sean respetuosas de las virtudes militares que hacen digna la institución.

General GUSTAVO ROJAS PINILLA

DOCUMENTO 2 SEGUNDA PLATAFORMA DE ALIANZA NACIONAL POPULAR, 19642

El Movimiento de Alianza Nacional Popular, organizado y dirigido por el ex presidente general Gustavo Rojas Pinilla, surgió como natural reacción de las masas trabajadoras de los partidos tradicionales contra el negociado de los dirigentes políticos y capitalistas liberales y conservadores coaligados, y como una respuesta necesaria a las urgencias de renovación del país, bajo la máxima de que el bien común debe primar sobre el bien particular. La crisis profunda en que se encuentra Colombia en todos los campos y cuyo aspecto más alarmante es la desnacionalización por el imperio del personalismo, no tiene remedio mientras el sistema oligárquico del Frente Nacional continúe en el poder.

2. Publicado originalmente como un folleto en 1964 y vuelto a publicar en Alianza Popular, enero 27 de 1966.

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ANEXOS

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Antecedentes

La reforma a la Constitución hecha por el plebiscito del primero de diciembre de 1957, institucionalizó los partidos liberal y conservador, excluyendo de la vida pública a toda agrupación diferente a ellos. De esa manera, las castas dirigentes apoderadas del control del liberalismo y del conservatismo se con-vertían en las únicas legalmente capaces de ejercer el poder.

Con ello se pretendió cerrar toda posibilidad de renovación política y social, cancelar la vía a todo cambio en la organización del Estado e impedir el relevo de dirigentes, ya que unos mismos hombres pertenecientes a unas mismas familias, participen en unos mismos directorios políticos y vincula-dos de manera semejante a los intereses económicos de los grupos de pre-sión, resultaban los únicos llamados al comando de la Nación. Naturalmente si los que detentan el poder económico se apoderan del poder político todo cambio se hace imposible ya que el interés de los grupos privilegiados no puede ser otro que el sostenimiento de sus ventajas. Se formó así el llamado Frente Nacional.

Antes del 13 de junio de 1953, un vigoroso movimiento militar de raíz popular había empezado la reconciliación de los colombianos, para poner término a una lucha sangrienta […] Esta reconciliación de los colombianos tomó forma y fue una realidad, con la libertad de los presos políticos y el regreso de los exiliados a sus parcelas protegidos por las fuerzas armadas y el crédito oportuno y conveniente de las entidades bancarias oficiales.

Las oligarquías habían desatado fuerzas que luego fueron incapaces de controlar y que, en el momento de asumir el poder las fuerzas militares esta-ban en capacidad de liquidar el país y con él a quienes habían promovido el estallido de la violencia física. Por esto último es explicable que los doctores Guillermo León Valencia y Darío Echandía se apresuraran a dar un apoyo tan oportunista como inútil, al nuevo régimen. En banquete que a nombre del liberalismo y del conservatismo ofrecieron esos dos jefes al presidente Rojas Pinilla, el 25 de julio de 1953, expresaron su aplauso al gobierno militar y a la dirección dada por él a la vida del país.

En cuatro años de gobierno los militares crearon la convivencia colom-biana, eliminaron la lucha de sectas y recuperaron la seguridad para todos.

A partir del 10 de mayo de 1957, los grupos económicos de presión se apoderaron del Estado y comenzó a desarrollarse en su plenitud la operación de poner a trabajar a un país entero para enriquecer más a las minorías ávidas de lucro. Los grandes negocios hicieron las más monstruosas utilida-des rápidamente y el pueblo colombiano fue sometido, a la vez que a una explotación ilimitada, al abandono físico y moral.

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Ni remuneración equitativa al trabajo, ni salud, ni crédito ni protección de las autoridades, ni administración de justicia.

Hambre, vida cara, despojo a los campesinos de las tierras que riegan con su sudor, bala y cárcel a los obreros que tienen la osadía de reclamar sus derechos. Desde la instalación del Frente Nacional oligárquico, el drama del pueblo colombiano ya no tuvo tregua. Eliminado todo respeto a la dignidad humana de los humildes, el país no ha hecho otra cosa que padecer y ver cómo se diluyen los resortes cohesivos de la nacionalidad bajo el régimen de las oligarquías coaligadas.

Los grandes negocios, alineados en orden de batalla, montaron guardia sobre el botín atrapado. En su ensueño por congelar la vida nacional y pro-longar su control del país por 16 años mediante la distribución alternativa y paritaria del poder, han utilizado todos los medios represivos del Estado para fortalecer más sus intereses y hacer más pobres a los de abajo.

Los pretextos del Frente Nacional fueron la restauración de las institu-ciones democráticas, el orden en la administración y la civilización de las luchas políticas. Para impedir el ascenso popular, Lleras Camargo declaró ilegal toda lucha obrera, y cuando los trabajadores no se sometían a la arbitrariedad patronal y a la presión leguleya del régimen, no vaciló en aba-learlos, como ocurrió con los operarios del azúcar en el puente del comercio en Cali.

Al general Rojas Pinilla lo persiguió para destruirlo física, intelectual y moralmente. Lo condenó a Galeras, hizo que el Senado le arrebatara sus derechos políticos, grados militares, condecoraciones que gobiernos extran-jeros le habían otorgado, sueldos de retiro. Lo tuvo en prisión por dos años, atentó contra su vida y ejerció sobre él un cúmulo de violencias. Presionó a la Corte Suprema de Justicia para que vertiera no la equidad sino el in-terés de las oligarquías acampadas en el poder y lanzó sobre el militar, en ese entonces solo e inerme, todo el caudal de su perversidad meticulosa y reptante.

Sin embargo, no pudo destruir ni su obra de gobierno ni su recuerdo agradecido entre las muchedumbres desamparadas, a las que Rojas Pinilla supo defender con desvelado afán, de la voracidad oligárquica durante su mandato.

Hoy vemos cómo el empeño inquisitorial de Lleras Camargo contra Rojas Pinilla no hizo más que engrandecer política e históricamente al antiguo jefe del gobierno militar. Al querer deshonrarlo porque el fallo imparcial y sereno de la Corte Suprema de Justicia, corporación que, después de exhaustivas investigaciones, declaró inocente al perseguido. Y el pueblo colombiano en espléndida demostración de vitalidad y de conciencia renovadora, el 15 de

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ANEXOS

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marzo de 1964 lo declaró como el conductor y el capitán de sus esperanzas. Lleras Camargo, en cambio, terminó su mandato con la patria hipotecada al extranjero, la riqueza colombiana saqueada por oligarcas nacionales y foráneos y usureros de toda especie, en criminal bancarrota las finanzas, el presupuesto nacional con un déficit superior a los mil millones de pesos, inmovilizada la administración de justicia, paralizadas las obras públicas, en peligroso auge la violencia, desmoralizadas y perplejas las Fuerzas Armadas, la situación política en el caos, visible la desesperación económica y social del pueblo y a los colombianos excluyendo a los áulicos y palaciegos de su régimen, asqueados de su gobierno y maldecido su nombre.

Alianza Nacional Popular y las consecuencias del Frente Nacional

La suplantación del régimen presidencial por un sistema de cogobierno de directorios políticos y de gerencias atrincheradas tras el poder, está precipi-tando en Colombia la lucha anárquica de clases. El hambre, las enferme-dades y el abandono que diezman a los humildes, presionan y accionan el proceso de descomposición nacional.

El fracaso de Guillermo León Valencia, segundo mandatario del Frente Nacional, ha sido todavía más impresionante, porque ha echado sobre sus espaldas las fallas personales y las culpas ajenas y resolvió compartir las debilidades humanas y la incapacidad de su consocio.

Alberto Lleras Camargo y Guillermo León Valencia, como candidatos de excepción de las dos colectividades políticas, han desacreditado con su mal gobierno a las directivas conservadoras y liberales que los escogieron para que el pueblo los eligiera, con la enseñanza recogida en siete años de vida cara y amarga, de que el sistema del Frente Nacional no es democrático sino la más ominosa y comprobada dictadura que haya sufrido Colombia.

Las viejas clases dirigentes, conservadoras y liberales, al mismo tiempo que frustraban cada día el destino nacional, fracasaban en la conducción del país. Después de crear los más aberrantes sistemas económicos en los que toda injusticia y todo privilegio tenían albergue y en donde el interés perso-nal y de grupo ha prevalecido siempre sobre el interés de la comunidad, se encontraron con que el país desbordaba sus cauces y se salía de sus manos codiciosas. Entonces lanzaron al pueblo contra el pueblo, crearon la violen-cia, despedazaron sus propias reglas de juego y mediante el despliegue de sus poderosos medios de publicidad y de mentira lograron frustrar la empre-sa de pacificación y justicia social que adelantaba el régimen de las Fuerzas Armadas, adueñándose del Estado.

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Se ha afirmado muy paladinamente en todos los órganos de publicidad fletados al Estado que ha terminado la violencia. Sin embargo, cada año mueren oficiales, suboficiales, soldados y gentes humildes en lucha armada y con cruda violación del derecho de gentes.

Pero esta violencia física no es tan grave y desastrosa como las otras violencias alimentadas por el Frente Nacional. La violencia moral sostenida por la gran prensa contra la buena conducta de ciudadanos intachables que sufren la constante amenaza y el burdo chantaje; la violencia económica que hace subir cada día el costo de la vida para que de la especulación se apro-vechen las castas dominantes; y la violencia social, que opera sin descanso sobre los obreros, los campesinos, los artesanos, los sindicatos independien-tes sobre la masa popular, y que está incubando los mejores gérmenes de la revolución que se avecina.

El aumento en el costo de la vida, la devaluación hecha para beneficio de las minorías privilegiadas, el desamparo nacional, la humillante sumisión al extranjero, la obsequiosa y desmedida protección al capital internacional, el saqueo de la riqueza colombiana, todo ello ha formado en el pueblo la conciencia de que sólo una revolución nacionalista podrá cambiar radical-mente esta situación, terminar con la sucesión monárquica de las familias que han usurpado el poder y la riqueza pública desde hace 150 años, trans-formar la estructura y orientación del Estado para ponerlo en capacidad de imponer la justicia económica y dar a los hombres y mujeres de Colombia la categoría, la libertad, el pan, la justicia social y económica y la cultura necesarios para que ésta sea una verdadera patria.

Por eso contra el sistema agnóstico del Frente Nacional, el movimiento de Alianza Nacional Popular afirma orgullosamente su raíz en la tierra y en las gentes de Colombia. Ante la codicia acumuladora de riqueza y la explo-tación del hombre por los más poderosos que son esencia y objeto del frente oligárquico, la Alianza Nacional Popular levanta la bandera de la distribución justa del ingreso nacional, de las oportunidades para trabajar, del crédito, de la distribución racional de las tierras de labor. Contra la sistemática desna-cionalización de los usos, la educación, el estilo de vivir, nuestro Movimiento plantea la urgencia de fortalecer y mejorar la vida nacional en busca de su autenticidad, hasta hacer de ella algo firme, claro y consciente de sí, capaz de afrontar con decoro y eficacia la lucha dramática que en todos los órde-nes plantea el mundo moderno y de la cual nadie escapa. En esa lucha solo cabe sostener la soberanía nacional, o de lo contrario seguiremos siendo una colonia de los gigantescos poderes que se distribuyen el mundo como botín.

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Columnas fundamentales de Alianza Nacional Popular

Alianza Nacional Popular es un movimiento nacionalista. Por eso levanta sus programas políticos sobre tres columnas fundamentales:

COLOMBIA, Como fundamento y finalidad del Movimiento y de su lu-cha. La afirmación de la personalidad y de la soberanía del país traduce en el lenguaje político esa esencial y altiva preocupación.

LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA DE CRISTO, que consagra el respeto por la persona, el bienestar común, la justicia distributiva, el derecho a la propiedad privada, la armonía entre el capital y el trabajo, y un salario justo que permita a todos los trabajadores llevar una existencia decorosa y humana, acorde con la dignidad de seres racionales.

EL HOMBRE COLOMBIANO. El capital humano es el elemento funda-mental de la nacionalidad. La defensa de su integridad física y espiritual, haciendo vida y realidad la justicia social, es el tercer motivo y fundamento de Alianza Nacional Popular.

Una política internacional que tenga en cuenta ante todo los intereses nacionales, y no las conveniencias políticas, comerciales e imperiales de otros países, es una necesidad de inaplazable cumplimiento. Bajo el Frente Nacional Colombia abdica cada día de su soberanía y delega su voz y sus intereses. De este modo se intenta liquidar lo que los libertadores construye-ron con su sangre y su fatiga creadora.

El país real, Colombia verdadera han sido supeditados, escarnecidos y explotados hasta el punto de que ese país real se ha hecho casi invisible. El Estado, de conductor de la nacionalidad, se fue convirtiendo en maquina-ria abstracta de represión al servicio de los poderosos. Por eso la tierra, el prestigio, el agua, los servicios, la cultura, el acceso al mando le es ajeno al pueblo. Todo es de los señoritos satisfechos que nos dominan.

Alianza Nacional Popular justifica su aparición en la escena política y se enfrenta en la batalla por el poder porque ese estado monstruoso de cosas existe y eso hace necesario recuperar la nacionalidad para sí misma.

Para lograr la justicia y lograr la soberanía es necesario luchar sin des-canso para que un Estado de raíz popular y de objetivos nacionalista capita-nee y promueva el avance y haga de la salud, la cultura y el mejoramiento del pueblo colombiano una mística y una labor operante y real.

Sólo un Estado de esa índole puede lograr el desarrollo armónico del país y el imperio de la justicia para todos los colombianos.

Estas tres columnas fundamentales también han sostenido la esencia ideológica de nuestras dos colectividades políticas desde su mismo naci-miento, permaneciendo incontaminadas a través de cuantas debilidades

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humanas han caracterizado la lucha por el predominio de las ideas, de las virtudes y de los vicios. Liberales y conservadores en su inmensa mayoría son católicos y nacionalistas, repudian los regímenes hegemónicos de dere-cha o de izquierda que se doblegan ante los cenáculos políticos, abandonan al trabajador pobre, toleran el estancamiento en la pobreza de las multitudes proletarias, propician la lucha religiosa y estimulan el anticlericalismo. Alian-za Nacional Popular con el pueblo conservador y liberal quiere que tenga vida y sea una realidad la justicia social en Colombia, con autoridades que protejan imparcial y efectivamente a ricos y pobres, a fin de que todos los ciudadanos sean iguales ante La Ley, las libertades y los derechos públicos estén resguardados de la arbitrariedad y del atropello, la riqueza cumpla los deberes que le corresponde para asegurar la paz de los hogares, la conviven-cia ciudadana y el progreso armónico de la nación.

Alianza Nacional Popular, los partidos y las hegemonías

Alianza Nacional Popular ubica su misión en lo que a política internacional se refiere, en el campo de la justicia social y los medios para establecerla. Los tremendos problemas de desarrollo demográfico y miseria que azotan a los países pobres como el nuestro han dejado sin sustancia real ni perspec-tiva histórica la lucha de partido.

El Frente Nacional unió las oligarquías liberales y las plutocracias con-servadoras, creando así un partido único, con intereses propios, que ejerce el poder de manera exclusivista y hegemónica.

En oposición a ese totalitarismo del privilegio, Alianza Nacional Popular busca que el pueblo colombiano, llámese conservador, liberal o sin partido, se una y luche contra el enemigo común que es la explotación de los pode-rosos y sus consecuencias de miseria, imposibilidad de educar a los hijos, enfermedad, carencia de vivienda, violencia capitalista.

Con la reforma plebiscitaria las oligarquías liberales y conservadoras entremezclaron sus credos ideológicos que unos meses antes consideraban antagónicos y rindieron sus banderas ante las perspectivas del poder, que fue repartido entre los invitados de manera sórdida e inescrupulosa. Para asegurar el botín y gozar de él, el partido único del Frente Nacional no economizó depredaciones. El saqueo del patrimonio común, la violación del derecho de gentes, todo ello ha sido protagonizado paritariamente por los mandatarios de las oligarquías coaligadas. Típicos representantes de la clase explotadora y agente el primero de intereses internacionales, Lleras y Valencia han mantenido su acción dirigida a sostener el actual estado de

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injusticia, para que los humildes sigan aportando su labor y crezca con ella el poderío económico de las minorías privilegiadas.

Alianza Nacional Popular rechaza los gobiernos hegemónicos y por ello el nefando del sistema del Frente Nacional, por el fundamental antagonismo de ese gobierno y los intereses reales del país, por haber puesto al Estado como maquinaria represiva de los justos reclamos populares y porque consi-dera inaceptable que se persiga a los ciudadanos por sus preferencias senti-mentales entre jefes políticos, por disentir de las orientaciones del Gobierno o, en fin, por ejercer libertades consagradas en la Constitución del país.

Los poderes públicos y los problemas nacionales

Alianza Nacional Popular sostiene que los problemas que asedian a Colom-bia deben ser afrontados y resueltos con el criterio básico de promover el bien común y defender los intereses nacionales frente a la codicia de los capitalistas y la rapiña internacional.

El Estado debe estar en capacidad de afrontar con realismo esos proble-mas, para lo cual requiere una estructura idónea que responda a las necesi-dades básicas del país. Esa adecuación entre poderes públicos y realidades plantea los siguientes requerimientos:a) Elección popular de alcaldes y gobernadores, como se hace la del Pre-

sidente de la República. A esa elección directa debe corresponder una adecuada descentraliza-

ción de funciones y de recursos fiscales. El objeto de la reforma consiste en que los problemas de las regiones y

municipios sean atendidos, de manera inmediata, por funcionarios que conocen de cerca las situaciones, y con recursos idóneos.

Esos funcionarios, inclusive el Presidente de la República, deben ser reemplazados cuando no cumplan sus obligaciones básicas de defender el patrimonio común, promover el desarrollo económico y administrar eficazmente la Nación, el Departamento o el Municipio. Esa reforma requiere una reglamentación realista para que las roscas oligárquicas que existen en las comarcas no se adueñen del aparato administrativo.

b) El poder Legislativo, compuesto hoy por dos Cámaras, integradas de un modo heterogéneo no completamente representativo del país, debe con-ducirse a una Asamblea Nacional Constituyente y Legislativa, compuesta por personal idóneo capaz de examinar y resolver los problemas naciona-les. Esa Asamblea debe trabajar de manera permanente, todos los días laborales del año y debe ser renovada parcialmente en lapsos que permi-tan a su personal enterarse cabalmente de las situaciones y resolverlas.

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La principal labor de esa Asamblea será la revisión y actualización de la Constitución Nacional. La labor habitual de ella consistirá en convertir los estatutos legales del país en leyes acordes con las realidades, impi-diendo que disposiciones y reglamentos paralicen o entorpezcan la vida de la nación.

En esa Asamblea deben estar representados los productores del cam-po y la ciudad, los campesinos y obreros por medio de los sindicatos, los hombres de ciencia, los médicos, los ingenieros, los botánicos, etc. Deben estar allí los economistas, expertos en finanzas, en organización agraria o industrial, en derecho público y privado, la Universidad, los escritores, los artistas, la Iglesia y los militares que deben tener repre-sentación adecuada. El Legislativo debe ser un reflejo del país real, en toda su amplitud y complejidad, de manera que pueda impulsar el desarrollo armónico de la Nación.

c) Administración de Justicia. Para que el poder Judicial sea independien-te del Ejecutivo y del Legislativo, su origen debe ser ajeno a políticos, Gobierno y Congreso.

Esto se obtendrá con una organización que permita a la rama jurisdic-cional renovarse a sí misma, por elección basada en la capacidad, la eficacia, los conocimientos del derecho y la experiencia en administrar justicia verdadera y no formal.

La interferencia del Ejecutivo en la administración de justicia es una anomalía que debe concluir. El Ministerio de Justicia sólo debe ejercer funciones fiscalizadoras. Constituye una fuente de atropellos la desig-nación por el Gobierno de jueces de instrucción. Por su origen estos son funcionarios políticos que llevan siempre consignas prefabricadas diferentes a los intereses de la justicia misma.

Mientras la justicia en todas sus etapas no sea totalmente independien-te de los intereses políticos, del Gobierno y del Legislativo, continuarán libres los delincuentes y perseguidos los inocentes.

Alianza Nacional Popular y la libertad de prensa

Los medios de publicidad son actualmente en Colombia instrumentos y monopolio de la mano negra y de la oligarquía. Las publicaciones escritas y radiales viven de los avisos que suministran los círculos económicos de presión, industrias, comerciales y bancarias que son precisamente los que prosperan a costa del trabajo nacional.

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Por eso ningún periódico o publicación que tenga la osadía de ser ob-jetivo y veraz en sus informaciones, que diga verdades fundamentales sobre la vida nacional o que ataque los intereses de los privilegiados, puede so-brevivir.

Las condiciones de la labor periodística, la fuente de que viven las publicaciones conllevan hoy en el país necesariamente la falsificación de todas las realidades. La mentira sistematizada y repetida es la consecuencia de que la publicidad sea un negocio que subsiste mediante otros negocios que dominan la vida nacional y explotan las necesidades generales. En tales circunstancias decir la verdad resulta una audacia subversiva, porque las estructuras que asfixian la nacionalidad están montadas sobre un andamiaje artificioso y unas mentiras convencionales útiles a quienes tienen en su garra los resortes económicos y sociales de Colombia.

El oscuro dominio de los negocios sobre el país se ejerce, sin que los ciudadanos comunes se den cuenta de ello, a través de la publicidad. Perió-dico que sustente las mentiras convencionales y repita lo que conviene a los grandes negocios, se convierte, a su vez en periódico próspero, en empresa comercial con intereses comerciales y finalidades comerciales propias y así entra a formar parte en el monstruoso engranaje de injusticia, atropello y latrocinio de que es víctima Colombia. En los últimos años de vida nacional algunos periódicos, aquellos que en conjunto se llaman “Gran Prensa”, han llegado a constituir gigantescas empresas comerciales, verdaderas fábricas de opinión en serie. Eso es lo que en el país se llama “Libertad de Pren-sa”: la imposibilidad casi absoluta de esclarecimiento, lucidez y veracidad. Los grandes negocios dominan la información que se suministra al público, abriendo las llaves de los ingresos según la capacidad de mentira o cerrán-dola si hay independencia en las publicaciones. El periódico que más miente es el más próspero. El que no mienta simplemente desaparece, es sacado de la circulación, le cortan la lengua.

En una sociedad libre y saludable, los periódicos deben tener unas obli-gaciones y la primordial de ellas es la de informar de manera exacta y com-pleta sobre los acontecimientos, defender los intereses nacionales y dar al lector una visión general y clara de lo que sucede y estar al servicio de los intereses populares.

Pero si los periódicos, como en el país viene sucediendo, particularmen-te desde 1957, se convierten en una maquinaria destinada exclusivamente a fabricar preconceptos, a deformar los hechos y a orientar de manera aviesa la mente de los lectores hacia las finalidades que convienen exclusivamente a los privilegiados, se forma un ambiente irrespirable, de falsedad general, de oscuridad moral y de duda.

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Lo cierto hoy en el país es que se ha mentido tanto que las gentes en principio desconcertadas y confusas entre lo que leen y lo que viven, entre lo que padecen y lo que dicen los periódicos, vacilantes entre su hambre y las afirmaciones oficiales terminan por llenarse de asco indominable. A fuerza de saberse engañadas surge en ellas una sed potente de claridad, de franqueza y de veracidad. Es este el clima que está comenzando a vivir el país y que en el curso de los hechos indica que cada día tendrá más fuerza y formará una corriente arrolladora orientada hacia la liberación final.

Como mínima garantía para la honra de los ciudadanos en un país cuya prensa carece de objetividad debe ser objetiva la responsabilidad penal de quienes hacen los periódicos o dirigen los noticieros radiales. Cuando esas publicaciones sobrepasan el lindero delicado y respetable siempre de la vida privada y entran a saco en la honra de los ciudadanos, es necesaria la san-ción efectiva, oportuna y reparadora. Dejar la ciudadanía indefensa ante el desafuero periodístico sería consagrar el aberrante hecho actual de que la superoligarquía de la gran prensa tiene el derecho a romper los fueros hu-manos, elementales, a violar los derechos elementales del hombre y hacer caso omiso del Estado y de las instituciones jurídicas que resguardan esos fueros y derechos.

Bajo el gobierno del Frente Nacional el desenfreno periodístico creó un terrorismo moral del cual el país es la víctima, consagró la violencia publi-citaria convirtiéndola en costumbre, colocó a la ciudadanía inerme bajo la hegemonía del terror cotidiano y se mantiene en su empeño de presionar jueces y autoridades para que fallen de acuerdo a las conveniencias de la clase que manda. Lo mismo condenan los periódicos a inocentes, que in-fluyen mediante las publicaciones para que se absuelva a un oligarca que mata.

Alianza Nacional Popular considera esencial para el sosiego de los ho-gares colombianos poner fin al chantaje periodístico que mantiene bajo el imperio del miedo a los particulares y a los poderes públicos, paralizando la acción y la iniciativa del Estado y envenenando la atmósfera moral del país.

La falsedad, la calumnia, la desfiguración de las realidades políticas y económicas, la mentira brutal o la insinuación vil, elementos que la gran prensa derrama a diario sobre sus lectores, han convertido la vida del país en una cosa enfermiza y encogida, atemorizada y sin alegría. Quien no se someta al imperio periodístico del temor y a los intereses comerciales que re-presenta la gran prensa, se convierte en Colombia en un exilado dentro de su propia patria o es signado como indigno, criminal o como un perturbado.

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El país sólo podrá respirar un aire limpio y oxigenado de verdad cuando los periódicos dejen de ser empresas de lucro comercial puestas al servicio de lo antinacional y se conviertan en los voceros de la opinión, no en fabri-cantes de ella. Esto sólo podrá suceder con la revolución nacionalista y con base en ella. La prensa debe ser una empresa al servicio del pueblo.

El negociado Eduardo Santos – Standard Oil Company

El chantaje periodístico ha llegado a extremos tales en nuestro desventurado país que logra producir efectos hasta dentro del propio gremio. También opera el miedo mutuo. Los monstruos de la publicidad se temen y resultan complicados. Tal es el caso de los cargos definitivamente graves, formulados al ex presidente Eduardo Santos en el libro El imperio de Standard Oil en Colombia y tierras aledañas. En tal libro, hoy a disposición del público en las librerías del país, se transcriben documentos oficiales del gobierno de Estados Unidos de Norteamérica según los cuales Eduardo Santos, siendo presidente de Colombia firmó un pacto secreto con el gobierno norteameri-cano para entregarle la defensa del Canal de Panamá y recibió por éste una gratificación. Este acto constituye clara traición a la Patria.

El representante más conspicuo de la oligarquía y principal sostén del Frente Nacional comprometió con ese acto indigno y bajo de traición retri-buida, a toda una clase económica y social, a la oligarquía que él represen-taba. Traficando con el patrimonio nacional queda marcado históricamente este antiguo presidente y signada su personalidad moral.

El general Rojas Pinilla, en guarda del honor de los mandatarios colom-bianos ha exigido en las plazas públicas que Eduardo Santos explique a la opinión su conducta y lo que exista de verdad o de falsedad en la acusación tremenda que le ha sido formulada. Santos no lo ha hecho y ese silencio lo coloca en la picota de la indignidad como vendedor de patrias.

Con la excepción honrosa de algunos periódicos de provincia y de algu-nos noticieros radiales, la prensa de más extensa circulación, y en especial El Tiempo, han guardado un explicable silencio cómplice, han callado el hecho denunciado, que es uno de los más vituperables y deshonrosos en la vida del país.

Alianza Nacional Popular y el costo de la vida

Alianza Nacional Popular considera el alto costo de la vida como uno de los mayores azotes actuales. Sus repercusiones se agudizarán y prolongarán en el futuro.

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El flagelo de la vida cara sí tiene remedios. Pero el hambre y la carestía, cada vez mayores, continuarán golpeando al pueblo colombiano mientras el Frente Nacional continúe en el poder con ese o con otro nombre.

Alianza Nacional Popular tiene orientaciones claras y concretas sobre ese problema. El abaratamiento de la vida y el equilibrio entre los ingresos familiares de los colombianos y los costos puede lograrse mediante la apli-cación simultánea de varias medidas económicas y financieras.

Nacionalización de importaciones

El Movimiento considera que en el estado actual de la economía colombiana nacionalizar las importaciones es la condición básica para que el costo de la vida baje o, más propiamente, para que los ingresos por salarios y sueldos se equilibren con el precio de los elementos necesarios a todos. En el país se fue creando desde hace muchos años una clase importadora que llegó a constituir uno de los pilares más poderosos de la oligarquía. Esos importa-dores disponen de las divisas del país y traen con ellas la maquinaria, los elementos de consumo que no se producen aquí, las materias primas, el material rodante, los abonos, semillas, insecticidas, los tractores.

Convertidas las importaciones en un gigantesco negocio monopólico, se hizo el país víctima de él. Las casas importadoras se transformaron en tenebrosos antros de usura, acaparamiento y especulación. Para dar idea de este negocio basten los ejemplos de los vehículos y de las drogas. Los impor-tadores de vehículos reciben un 23 por 100 como comisión sobre el precio fijado por las casas productoras. Luego esos mismos agentes distribuidores fijan a libre talante el precio de venta al público. Las casas productoras de drogas conceden hasta un 10 por 100 de descuentos a los importadores y distribuidores.

Cuando el Estado asuma las importaciones, esos elevados porcentajes, que en el mercado ascienden al 50 por 100 y 60 por 100, debido a que a las comisiones los vendedores agregan nuevas utilidades, estarán destina-dos a bajar los costos.

En forma análoga pueden analizarse los demás aspectos del comercio, de importación de materias primas, maquinaria agrícola, maquinaria indus-trial, abonos, semillas, fungicidas.

La importación por el Estado de esos elementos necesarios a la industria, la agricultura y la salud del pueblo, abaratará inmediatamente los costos de operación. Si esos costos bajan, deben bajar necesariamente, en un mercado no especulativo, los precios de los productos industriales y agrícolas.

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ANEXOS

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Nacionalización del Banco de la República

La nacionalización del Banco de la República significa que la política mone-taria, el crédito, el manejo de las divisas y los múltiples resortes de la vida económica del país, todo manejado hoy por personas y entidades particula-res en detrimento del país, pase a las manos responsables de una entidad técnica, dependiente del Estado, que actuará con criterio objetivo para pro-mover el bien común.

En el Banco de la República, una vez nacionalizado, deben estar con-centradas las mismas funciones que hoy tiene. Solo que hoy ese Banco está dirigido por las entidades privadas que tienen como negocio el crédito y cuya actuación se dirige exclusivamente a la prosperidad de sus propios intereses. La situación no puede ser más anómala y constituye un asalto permanente que se ejerce dentro de la legalidad formal y aparente que una la misma oligarquía, a los intereses públicos.

Para hacer factible la nacionalización de las importaciones de que se habló anteriormente, es necesario el manejo de las divisas, que son el pro-ducto del trabajo nacional, por el Banco del Estado.

La nacionalización del Banco de la República permitirá, por otra parte, orientar el crédito en forma expansiva, organizar su distribución oportuna, reducir los intereses a los tipos estrictamente necesarios y hacer de él, no el negocio de la usura en que lo convirtieron los próceres del Frente Nacional, sino un verdadero servicio público destinado a acrecentar la producción in-dustrial y agrícola.

El crédito, hoy una verdadera irrisión, se encuentra monopolizado por los privilegiados de siempre. A los campesinos, a los pequeños industriales, a los pequeños comerciantes, se les niega o se les conceden migajas con las que no pueden resolver los problemas de abastecimiento de materias primas, adquisición de equipos, sostenimientos de las empresas en etapas iniciales o difíciles, sino que casi siempre agravan su situación.

Alianza Nacional Popular y el comercio exterior

Una de las causas más notorias de nuestra miseria es la política retardataria que en el comercio internacional mantiene Colombia.

Alianza Nacional Popular considera necesario luchar con denuedo por la conquista de la libertad de comerciar. Nuestro país debe propiciar y esta-blecer relaciones comerciales con todos los países del mundo que le com-pren sus productos y que le vendan lo que necesitamos.

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Ese cambio radical de nuestra política comercial requiere un servicio exterior con personal técnicamente capacitado para defender los intereses nacionales y aprovechar para el país las oportunidades que nos ofrecerá semejante apertura comercial a todos los países del mundo.

Para comerciar con todos no es necesario acoger doctrinas foráneas. El criterio de la defensa de los intereses nacionales como orientación seguida sin desviaciones, es el único apropiado, sensato y eficaz.

Podemos adoptar lo bueno y evitar lo malo que aparezca en otros paí-ses, mas sería un tremendo error seguir, por espejismo pasional, el ejemplo de otros países subdesarrollados y hambrientos como el nuestro y también oprimidos por el capitalismo internacional, que nos vende caro y nos com-pra barato, para que retardemos por muchos años la conquista de nuestra soberanía económica.

Es necesario, por consiguiente, reorganizar el Ministerio de Relaciones Exteriores con miras a las nuevas funciones que debe cumplir. Los nue-vos jefes de misión, verdaderos técnicos en comercio, podrán representar a Colombia en las conferencias internacionales y evitar así el despilfarro de divisas por el turismo oficial de ministros de Estado, altos funcionarios de Gobierno y políticos influyentes.

La salud y la educación del pueblo

La salud y la educación del pueblo son los principales objetivos en la polí-tica interna de un movimiento nacionalista. Con el frente plutocrático, res-ponsable de la vida cara, la salud del pueblo se encuentra minada por la desnutrición.

Hoy la salud y la educación no están al alcance del pueblo colombiano. El movimiento considera que la ignorancia y la enfermedad afectan de tal manera al hombre colombiano, que el futuro de la nación está comprome-tido gravemente.

Alianza Nacional Popular tiene empeño primordial en que los recursos del Estado se orienten a la conservación y recuperación de la salud del pueblo colombiano y a que éste logre la cultura a que no le da derecho el sistema del Frente Nacional.

Un pueblo fuerte y con elementos siquiera primarios de instrucción ga-rantiza a su país un porvenir decoroso.

El Estado debe suministrar al pueblo, como justificación de su existen-cia, servicios médicos, odontológicos, hospitalarios y drogas. De manera gratuita también debe proporcionarle instrucción primaria, media, técnica y universitaria.

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ANEXOS

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La Televisión fue establecida por el régimen de las Fuerzas Armadas con fines exclusivamente educativos desde las primeras letras hasta el perfeccio-namiento de los profesionales. La Televisión convenientemente organizada, garantiza la educación gratuita en todos los períodos y para todas las clases sociales y permite la selección de los mejores maestros y profesores, con el milagro de que uno solo puede enseñar a millares de alumnos. El régimen militar puede vanagloriarse de haber hablado por primera vez en América de que la Televisión sirviera únicamente con fines culturales.

Vivienda y reforma urbana

Si la dignidad de la persona humana es única e indivisible, las viviendas que construya el Gobierno para los empleados y obreros deben ser de un solo tipo en cuanto a higiene y comodidad. Podrá ser ampliada y mejorada de acuerdo con las necesidades familiares, el progreso económico y cultural del empleado o del trabajador, pero no puede estar restringida en su plani-ficación general moderna por las precarias condiciones de quien cambia la choza por la casa de material. La vivienda es fundamental en la forma de vivir, y su buena o mala calidad o su inexistencia favorecen o impiden la vida familiar.

Toda familia colombiana tiene derecho a poseer casa propia. La cons-trucción de habitaciones por el Estado no puede estar restringida en la ex-tensión de los planes y en las características de las habitaciones, por las precarias posibilidades de la población.

El Estado debe planear de manera tan amplia y extensa la construcción de vivienda, que resulte posible llenar las necesidades populares en un lapso claramente determinado.

Este régimen inepto ve crecer ante sus ojos el problema de la población sin vivienda. Los despilfarros y los tremendos errores cometidos en el país en los últimos años en el planeamiento de viviendas, llevará el problema a si-tuaciones incontrolables y explosivas, inspiradas por la desesperación anár-quica de los desamparados y la impotencia del Estado para proveerlos de techo. La situación se agudiza por un crecimiento demográfico arrollador.

Ningún plan eficaz de vivienda debe limitar su alcance a las necesida-des del momento en que se elabore, sino prever el futuro con sus índices aumentativos de la población.

Colombia no tiene actualmente la capacidad para financiar los planes de vivienda que requiere la población. En esta materia se hace urgente nego-ciar con todo el mundo y adquirir financiación, materiales y máquinas para elaborarlos donde los haya. El capital europeo y los materiales y máquinas

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de Europa del Este son necesarios. Todo eso es asequible por medio de pactos de trueque y tratados de compensación. El Estado debe construir viviendas de una misma calidad y precios. Alianza Nacional Popular consi-dera atentatoria contra la unidad nacional la discriminación en este campo, pues ella conduce a agudizar la división del país en clases y subclases y a marcar a sectores de población como irremediablemente pobres cerrándoles las inmensas posibilidades de mejoramiento que existen latentes en todo ser humano. De la mayor importancia es la reforma de la armazón legal de la tenencia de inmuebles urbanos.

Desde hace mucho tiempo las ciudades y pueblos del país quedaron asfixiados por el círculo de hierro de los acaparadores de terrenos urbaniza-bles. Las tierras mejor ubicadas para el desarrollo urbano fueron adquiridas por gentes habilidosas.

La valorización de esos terrenos, lograda por la necesidad de pobla-ciones en crecimiento y por la construcción de obras públicas con dineros públicos, debe ir al tesoro público para servir como fuente de financiación de viviendas populares.

A los urbanizadores debe dejárseles solamente la retribución equitativa como en cualquier negocio normal. El aprovechamiento de la valorización lograda por las obras públicas, por urbanizadores y negociantes particulares de terrenos es un verdadero latrocinio.

Para atajar la especulación debe funcionar la expropiación de latifun-dios urbanos, y el control de los arrendamientos debe fortalecerse mientras tanto sea resuelto a fondo el problema de la falta de vivienda.

Campesinos, tierra, reforma agraria

Alianza Nacional Popular defiende el derecho a la propiedad privada como fruto del trabajo honrado en beneficio del individuo y de su familia, pero rechaza la riqueza mal adquirida o mal heredada.

El objetivo de la reforma agraria debe ser el aumento de la riqueza agrí-cola de la nación poniendo en producción las tierras sin cultivo, así pertenez-can al Estado o a los particulares, con miras al abastecimiento del mercado interno y a la creación de nuevas fuentes de divisas con los excedentes. La competencia en el mercado internacional impone el abaratamiento en los costos de producción, para lo cual es necesario la maquinaria agrícola moderna, el cultivo de extensas zonas de terreno y el crédito conveniente y oportuno, y principalmente la ayuda eficaz del Gobierno, para estimular y defender el trabajo.

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ANEXOS

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Para eso se requieren planes amplios de producción intensiva en grandes zonas de labores mediante la utilización de maquinaria agrícola moderna.

La formación sistemática de grandes unidades territoriales de explo-tación por cooperativas y uniones campesinas es la manera de lograr el aumento efectivo de la producción agraria. La organización de cooperativas y uniones de labriegos hace posible la creación de capitales inmediatos po-tenciales. Esos capitales deben estar capacitados para adquirir maquinaria agrícola, formar centros mecánicos y estaciones de tractores con talleres de reparación y almacenaje de repuestos.

Como se dijo en un capítulo anterior, la nacionalización de las importa-ciones es necesaria para que la agricultura se abastezca a precios mínimos de la maquinaria que necesita.

El establecimiento de grandes unidades territoriales de explotación pro-vistas de equipo mecánico evita la dispersión de capitales y la repetición antieconómica de inversiones en maquinaria.

El crédito barato y oportuno, el seguro de cosechas, la planificación de inversiones y producción, la mecanización del trabajo y la organización coo-perativas de propietarios y labriegos harán posible el aumento de la produc-ción y la recuperación económica de nuestra agricultura, hoy casi arruinada.

Existen en el país desmesurados latifundios particulares no cultivados o cultivados mal. Las tres cuartas partes del territorio nacional están consti-tuidas por baldíos y tierras del Estado. La iniciación de una reforma agraria debe consistir en la expropiación de esos latifundios sin cultivos y la vializa-ción de los territorios potencialmente productivos para hacerlos accesibles a los mercados. Hay que regalar la tierra del Estado a quien desee explotarla y darle al campesino crédito para las labores agrícolas.

Carece de sentido una reforma agraria que multiplique indefinidamente propietarios minifundistas y los deje luego a la intemperie, pues con ese sistema no se logra un mejoramiento real de la población campesina y sus condiciones de vida, ni del abastecimiento nacional.

La Ley 133 de 1961 en la cual está consagrada la llamada reforma agraria de la oligarquía, fue fraguada por los políticos frentenacionalistas con fines electorales inmediatos. Esa reforma no resultó a la postre sino en un plan de parcelaciones muy restringido y económicamente catastrófico para el país.

El Instituto Nacional de Reforma Agraria, después de tres años de expe-dida la Ley, ha logrado disminuir la producción agraria, elevar el costo de la vida a precios ya imposibles de pagar por el proletariado nacional, desalen-tar el trabajo, fomentar el desempleo en los campos y formar una burocracia despilfarradora e ineficaz que es hoy terror de campesinos y productores.

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Esa reforma fue un instrumento fraguado por el doctor Carlos Lleras Restrepo, coautor de la devaluación monetaria y uno de los artífices de la bancarrota nacional como mentor financiero del sistema.

La oligarquía estaba incapacitada para plantear una reforma agraria en el sentido y proyecciones necesarios pues el crédito, las importaciones, las divisas, todo ello ligado a un desarrollo agrario, posible con una reforma auténtica, está en sus manos; constituye su monopolio. Y la oligarquía no renuncia a sus gabelas. Es necesario arrebatárselas.

Trabajadores y capitales

Alianza Nacional Popular afirma la antigua idea católica de que el trabajo es una función vital humana superior a la utilidad que de él se deriva y no susceptible de asimilarse ni a una maldición ni a una mercancía.

Por eso las relaciones entre trabajadores y empresarios deben regirse por la idea moral de que quien aporta su labor es una persona humana y sus intereses superiores al rendimiento, a la unidad comercial y a la productivi-dad del capital.

El capitalismo larval que existe en Colombia tiene unos conceptos utili-tarios absolutos y extremos. El lucro, el dinero, la prosperidad individual de los más fuertes son sus distintivos.

El derecho público y el pensamiento económico moderno han superado la dicotomía obrero-empresario para asimilar esos dos extremos al de traba-jador, tratando así de disminuir o aun de eliminar el antagonismo de clases creado por el capitalismo y colocando a uno y a otro como lo que realmente deben ser: creadores de bienes e interesados en el desarrollo de las econo-mías nacionales.

Los conceptos comunistas lo mismo que los capitalistas sobre el traba-jo, son no solamente inaceptables para nosotros sino totalmente inadecua-dos para el país en la etapa actual de pobreza y subdesarrollo.

El Movimiento sostiene que trabajadores, empleados y obreros de las empresas tienen tanto derecho a las utilidades como el empresario. Ellas deben ser distribuidas equitativamente entre el empresario que ha invertido un capital y ha puesto su capacidad organizadora en funcionamiento, y los trabajadores que han hecho posible la marcha de las empresas.

Las utilidades distribuidas a los trabajadores deben transformarse en acciones. Así la labor a través de los días tiene una finalidad y se vierte en la creación de un patrimonio familiar o personal. De ese modo se hace justicia al trabajo, se crea el ahorro, se fomenta la capitalización, se eleva la calidad de la labor y paulatinamente pierde objeto la lucha de clases al

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ANEXOS

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quedar comprometidos dirigentes y dirigidos en el mismo esfuerzo de mejo-res rendimientos,

La pequeña industria azotada hoy por las variaciones en las situaciones de precios y mercados, por la disminución del capital de trabajo generada por las devaluaciones, por la falta de crédito, por la avidez de los monopolios y el dumping y por una errónea orientación del derecho laboral que muy generalmente la arruina con prestaciones que se acumulan, merece el pleno apoyo y la protección decidida del Estado.

Para defender su trabajo productivo y defender a los dependientes que laboran en ellas es necesario rodearlas de seguridades, poniendo en fun-cionamiento una legislación eficaz contra la guerra desleal y las tentativas de absorción que ejercen permanentemente los monopolios. Se les debe asegurar el mercado nacional planificando la producción. Se les debe sumi-nistrar el crédito oportuno, suficiente, con plazos e intereses adecuados a su desarrollo y crecimiento.

Un repaso estadístico de los cierres por quiebra y remate y el tratamien-to discriminatorio a que están sometidas las industrias menores en favor del gran capital, demuestra la urgencia de esa protección activa y eficaz.

El fortalecimiento de la pequeña industria repercute en el empleo, la suficiencia de salarios y la seguridad en trabajo salarial.

Hoy el sindicalismo se debate entre posiciones antagónicas. Hay secto-res compelidos sistemáticamente a una actitud hostil a las empresas explo-tadoras apoyadas naturalmente por un Gobierno que las sirve.

Otros sectores y dirigentes han asumido la actitud contraria, la del so-metimiento, la componenda y la aceptación de las granjerías que ofrece el capitalismo. Así se ponen al servicio de los enemigos del trabajo organizado, sirven de trampolín electoral al sistema y combaten su propia clase econó-mica. Hay que buscar un sindicalismo apolítico, independiente de verdad y que no enfrente a los obreros unos contra los otros.

En el orden nuevo que propiciamos, el fortalecimiento del sindicalismo, su independencia respecto a la mecánica política y la creación de recursos financieros por medio de un banco obrero o de una poderosa Caja de Ahorros Sindical, serán objetivos de la política laboral del Estado. Es necesaria una clase trabajadora con clara conciencia nacional.

Equilibrio presupuestal y arbitrios rentísticos

Para poner orden en la casa colombiana es necesario ajustar los gastos a las entradas, o sea, ajustar el presupuesto de gastos al presupuesto efectivo de rentas.

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El presupuesto de gastos tiene que ajustarse al presupuesto de rentas, calculadas éstas en forma serena y técnica, sin los alegres cómputos para la demagogia electoral y los empréstitos internos y externos; deben corres-ponder a las necesidades de producción e incremento de la riqueza pública por el fortalecimiento de los bienes de capital. El exagerado aumento de la burocracia, los torrenciales y permanentes aguaceros de impuestos, las emisiones clandestinas y la falta de fiscalización para el buen empleo de los dineros públicos, han sido las principales causas del desajuste y fracaso del Frente Nacional.

Los gobiernos populares disminuyen los impuestos en lugar de aumen-tarlos. En el año de 1953, el general Rojas Pinilla actualizó el Impuesto sobre la Renta, subiendo las deducciones por las personas a cargo del con-tribuyente, de acuerdo con el costo de la vida en ese entonces, y once (11) años después, no obstante el alza inmoderada y asfixiante que han tenido to-dos los artículos, el Frente Nacional no ha querido actualizar de nuevo tales deducciones. Por el contrario, ha establecido nuevos impuestos al consumi-dor, sin discriminación alguna, lo que se ha traducido en mayores angustias en el hogar humilde. Establecer gravámenes confiscatorios al trabajador con entradas insuficientes hasta para atender a sus más imprescindibles nece-sidades familiares agrava los problemas sociales y frena el progreso general del país. Es imperioso revisar las leyes sobre impuestos para que el trabajo sea estimulado y las clases trabajadoras no se quiten el pan de la boca para dárselo a un gobierno despilfarrador e incapaz.

Alianza Nacional Popular propicia la rebaja de impuestos para hacer menos onerosa la vida del trabajador y estimular el capital. El escandaloso régimen tributario del Frente Nacional es la causa de la fuga de capitales al exterior, la paralización de muchas empresas y el aumento del desempleo. Los muchos millones de pesos que no han podido salir del país permanecen inactivos agravando el problema social y económico que tiene a Colombia al borde de la revolución. Impuestos confiscatorios para la gente de trabajo con el objeto de mantener una numerosa e inútil burocracia con perjuicio de los bienes de capital tienen frenado el progreso del país y amenazado seriamente el futuro.

Burocracia y carrera administrativa

El Frente Nacional ha creado una gigantesca burocracia ineficaz y de alto cos-to. A medida que en el país se acentúa la pobreza, la empleomanía florece.

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En el invernadero de las oficinas públicas tiene el país una de las causas de la parálisis general. En ellas no se trabaja, nada se resuelve, cada proble-ma resulta eludido y nadie sabe para qué está allí.

El inmovilismo de los empleados medios y menores asume colores os-curos en la burocracia alta. Esta tampoco ejerce función alguna y a ello se agrega una desenfrenada capacidad de despilfarro propia de palaciegos que carecen de controles.

Bajo el Frente Nacional el empleado público se siente omnipotente, sin iniciativa ni deseo de actuar. Olvida que el público paga su sueldo y rehuye obsecadamente al cumplimiento de sus obligaciones.

El Frente Nacional creó, al poner en funcionamiento de la manera más absurda la paridad, la duplicidad y paralelismo de funcionarios y funcio-nes. Así hizo crecer de modo desmesurado el personal de nómina pública y provocó en los empleados la sensación de que nada tienen que hacer, pues existen otros empleados con iguales o semejantes obligaciones. Este régi-men creó además una discriminación política extrema y odiosa. El respeto a las opiniones y la libertad de pensar se convirtieron en letra muerta. Nació entre los empleados la necesidad de adherir sumisamente al jefe de turno y a políticos y personajes influyentes, para defender sus cargos y mantenerse en ellos.

Hoy las funciones del Estado son múltiples y están íntimamente relacio-nadas con la actividad nacional. Por eso el inmovilismo administrativo deja de ser un asunto interno y oficinesco para convertirse en un problema serio. En las oficinas públicas fracasan hoy las mejores y más vigorosas iniciativas particulares, se frustra el impulso del país, se congela su vitalidad, sus más urgentes planes son aplazados y la solución de los problemas queda siempre postergada. El ejemplo viene de lo alto. Lleras y Valencia han sido incapaces y abúlicos, pares de Marroquín, el presidente que hacía versos mientras Panamá se perdía.

Una verdadera carrera administrativa, que permita seleccionar funcio-narios por capacidad y méritos, ascenderlos por eficacia y tiempo será el método de terminar con el desgreño actual.

El actual presupuesto se lleva 3’286.000.090 en funcionamiento y sólo 1’129.000.00 en inversión. Se han creado en cinco años setenta mil empleos. Este es un Gobierno que succiona el dinero de los contribuyentes y lo pone al servicio de los parásitos.

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Las Fuerzas Armadas

Los empleados y detectives del Servicio de Seguridad (DAS) con misiones claras y específicas de proteger y defender la vida, honra y bienes de las personas residentes en Colombia, deben ser la mejor garantía para la tran-quilidad de ellos y de sus familiares, y estar amparados más que ningún otro empleado, por los beneficios de la carrera administrativa a fin de vivir alejados de la perniciosa influencia de los políticos.

La misión de las Fuerzas Armadas, ejército de tierra, marina y aviación militar, es muy clara. En lo internacional velar por la integridad territorial y en lo interno defender y proteger los derechos y libertades de las mayorías populares.

La lucha entre capitalismo y comunismo ha enfrentado a los imperios bélicos mayores del mundo, dejando al resto de los países en posiciones mi-litarmente insignificantes para decidir. Esa lucha por el dominio económico y político del mundo y la consolidación de las respectivas esferas de influencia no nos compete a nosotros, países pobres y militarmente débiles.

Pero Colombia necesita fuerzas militares modernamente instruidas y do-tadas para prevenir cualquier agresión externa y porque la milicia es símbolo de continuidad histórica y expresa la voluntad de supervivencia nacional.

Casos como el del cerco a la embajada colombiana en Lima y como el conflicto sobre la Flota Mercante Grancolombiana no deben repetirse nunca. Las armas modernas provocan la dispersión de las fuerzas en el campo y han creado un concepto nuevo de la guerra. Por eso, y con las experiencias recogidas en luchas civiles y campañas militares posteriores, se impone la necesidad de que el suboficial se encargue de la instrucción y el empleo de la unidad fundamental, batería, compañía, o escuadrón, y pueda, por tanto, ascender en la jerarquía al menos hasta el grado de capitán. Esto mientras el país puede abrir completamente las puertas de la cultura al pueblo civil y al pueblo en armas.

Esto daría a los oficiales campo para prepararse en los centros extran-jeros de alta cultura militar y estar así en condiciones de crear y mejorar los métodos e institutos nacionales de formación castrense, hasta ponerlos a la altura que las circunstancias requieren por el progreso de los armamentos y de los sistemas de ataque y defensa.

Las funciones de las Fuerzas Armadas, al lado del pueblo, deben ser esencialmente imparciales para contrarrestar y evitar el desenfreno de los políticos de la oligarquía y de los gobiernos de privilegios.

Es inconcebible que el militar sirva de brazo armado de los politiqueros y explotadores y no discierna, o no quiera discernir, entre lo que favorece a

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ANEXOS

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los privilegiados y lo que perjudica al pueblo, del cual las Fuerzas Armadas forman parte, que no haya la distinción entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto. Esa capacidad de discernimiento entre lo bueno y lo malo pertenece al patrimonio moral de todos los hombres y nadie debe perderla nunca.

Corresponde a las Fuerzas Armadas atajar los desvaríos de un Gobierno desorbitado en su acción a favor de los poderosos y hoy repudiado por el país que se siente lleno de asco. La disciplina militar, mañosamente interpretada, es el freno con el cual politicastros y oligarcas mantienen menguada e inhibi-da la fuerza pública. Constituye una afrenta para Colombia que a esta altura de los tiempos las Fuerzas Armadas sigan sujetas a una disciplina que no solamente las disminuye sino que las hace volver las espaldas a la realidad nacional al llevarlas a combatir al pueblo, que es la patria en beneficio de la minoría que la explota.

El honor militar, la tradición de los Libertadores y la raigambre popular de los cuerpos militares [no se entiende en el original] esa disciplina reñida con la realidad y los más altos intereses nacionales.

Las Fuerzas de policía cumplen hoy idénticas misiones que el ejército. La labor de vigilancia las lleva a sectores apartados y peligrosos. El agente acumula sobre sí el odio del pueblo por la manera como sus superiores lo obligan a actuar. Las misiones de represión que le encomienda el Gobierno lo hacen actuar precisamente contra los humildes, combatir a su propia clase, a la gente que es la suya.

Para angustia de los agentes de policía, a esa situación de emigrante que contraria su más íntima incertidumbre se agrega la situación de pobreza en que se le tiene. El agente es generalmente cabeza de familia. Esta requie-re comida, techo y vestuario, educación, transporte y servicios médicos. La proporción actual entre el costo de lo que la familia necesita y el sueldo que el agente devenga es demasiado grande, de modo que las urgencias básicas familiares se quedan sin satisfacer.

El pueblo civil y el pueblo militar han caído víctimas de la red monstruo-sa y ávida tendida por el Frente Nacional y sus leguleyos, con el agravante absurdo de que ese pueblo se combate mutuamente en beneficio de sus explotadores.

Ello durará hasta que el abuso toque fondo y ese mismo pueblo organi-zado haga surgir de su desventura y su esperanza la revolución nacionalista que vendrá, inevitablemente como el amanecer.

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Nacionalización de las riquezas del subsuelo

En la actualidad el problema más importante con relación a los petróleos es que la participación que de ellos deriva la nación es inferior a la reconocida a otras naciones por las mismas compañías que explotan el petróleo en Co-lombia, como es el caso de Venezuela y el Medio Oriente.

Jurídicamente, en teoría, el subsuelo es de la nación y lo son las rique-zas que allí se encuentran.

Como en países como el nuestro, dominado por las plutocracias, el derecho está siempre alejado de la realidad, las riquezas minerales son aca-paradas por los monopolios extranjeros en connivencia con los leguleyos nacionales.

Alianza Nacional Popular considera que la nacionalización debe hacer-se con todas sus consecuencias, incorporando así al país una riqueza actual y preservando del saqueo internacional las reservas para el futuro.

Los contratos y concesiones sobre exploración y explotación de las ri-quezas minerales desvirtúan de manera absoluta propiedad nacional sobre ellas. Al entregar el subsuelo, como se ha hecho, en condiciones de exclu-sividad, modos de explotación, intensidad ilimitada de la misma y tiempo, la Nación se desprende en la realidad de él. Ello es más notorio cuando se trata de materias primas de inmenso consumo y de agotamiento a plazos relativamente breves, como en el caso de los petróleos.

Desde hace mucho tiempo la riqueza del subsuelo se ha venido entre-gando. Pero en los años del Frente Nacional esa entrega se ha transformado en verdadero frenesí anticolombiano. El ejemplo más claro es: el del contrato clandestino realizado por Lleras Camargo en 1961, mediante el cual entregó a la “Movil Oil Co.” la explotación, administración y dirección de la refinería de Barrancabermeja, establecimiento éste que por su naturaleza depende de una industria petrolera que está en manos extranjeras.

El actual ministro de Minas y Petróleos trajo una misión de técnicos, naturalmente norteamericanos, para el aforo, ubicación y evaluación de to-dos los recursos del subsuelo colombiano. El endeudamiento requería una contraprestación y una garantía inmediatas. Es el avance de la desnaciona-lización y de la hipoteca del país.

El tema de la nacionalización del subsuelo y del control real de sus riquezas es capital para todo país que tenga voluntad de preservar su por-venir.

Si la riqueza del subsuelo debe ser realmente nacional, deben serlo también las compañías que la extraen y transforman, los técnicos que diri-gen las labores y el personal de trabajadores.

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La defensa de las riquezas materiales de la nación debe realizarse al mismo tiempo que la defensa del trabajo nacional.

Es aceptable la intervención de capital extranjero como partícipe en las empresas destinadas a la exploración y la explotación del subsuelo, en con-diciones que esas empresas sean manejadas por colombianos con criterio nacional.

Son inmensos las riquezas nacionales saqueadas y el caudal de sacrifi-cio y fatiga colombianos, transformados en utilidades desmesuradas para los monopolios internacionales del petróleo, el oro y el platino, a través de 150 años de candor, irresponsabilidad y ligereza de nuestros gobiernos. De lo que es más grave, a través de la voluntad de unos gobernantes, verdaderos agentes represivos del capitalismo internacional, de entregar el patrimonio común. Este el caso de los mandatarios del Frente Nacional.

Un serio economista colombiano ha escrito que la explotación extran-jera de nuestro petróleo ha llevado no a exportación de utilidades, sino a sustracción neta de divisas. En los últimos veinte años el país ha recibido por regalías aproximadamente 130 millones de dólares, extraídos de los mismos pozos petroleros colombianos. Eso significa que las exportaciones o “sustracción neta” ha sido aproximadamente tres veces mayor, esto es, de cuatro a seis millones de dólares.

Flota Mercante Grancolombiana, Ecopetrol y Acerías Paz del Río

La Flota Mercante Grancolombiana subsiste por el tesón, la continuidad de propósito y la clara conciencia nacional de su dirigente máximo. Ese caballero ha luchado contra la cobardía de nuestros gobiernos, la presión de gobiernos y empresas extranjeras y contra la catastrófica política de trans-portes marítimos, que el país se ha dejado imponer y que implica la renuncia de Colombia a transportar en sus propios navíos las mercancías de importa-ción. Ecopetrol está destinada a conducir una política petrolera, a explotar los recursos de ese género y a crear una moderna industria petroquímica.

Como todo centro clave de la economía nacional, está rodeada de peli-gros. Si adelanta, como lo está haciendo, una política de transacción con los monopolios internacionales del petróleo, será absorbida por ellos. El período incontrastable de esos monopolios conducen fatalmente a la entrega franca o disimulada de la empresa nacional y a frustrar sus objetivos a través de los mecanismos del crédito y las inversiones y de la complejidad de actividades de esta naturaleza.

La Siderúrgica Nacional de Paz de Río se hizo con maquinarias y téc-nica francesas, porque los norteamericanos se opusieron al establecimiento

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de esa industria clave para el futuro económico del país. La elección resultó averiada porque Francia no representa un imperialismo ni un peligro para la integridad política y económica de Colombia.

Hoy, ya creada la empresa, se ha sometido a un “anquilosamiento pro-gramado” para no lastimar a los exportadores americanos de los elementos que Paz de Río puede producir, disminuyendo deliberadamente su ritmo de trabajo a niveles antieconómicos.

No contentos con eso, se ha indicado una etapa que debe alarmar al pueblo colombiano; la de la absorción de la Siderúrgica por empresas inter-nacionales a través del mercado de acciones.

Los monopolios, que tienen asediados a los países latinoamericanos y frenada su capacidad, no pueden tolerar el desarrollo de una empresa clave de liberación económica como lo es la Siderúrgica Nacional de Paz de Río.

A este apoderamiento de la Siderúrgica por intereses a los de la econo-mía colombiana es necesario oponerse con toda energía, ya que con él se comprometen gravemente el futuro económico del país y sus posibilidades de liberación.

La Universidad

Se da en el país el fenómeno curioso de que la Universidad no ha sido formativa en sentido humanístico, ni ha producido los técnicos, en calidad y cantidad apreciables. Tampoco es lo que en la actualidad nacional, un empeño de adecuar la teoría científica, los métodos y técnicas modernas de conocer y de hacer, a la realidad circundante.

La Universidad para ser tal, no puede ser un recinto cubierto de acadé-micos y letrados, ni una simple escuela técnica de especialistas que si son solamente especialistas, resultan tan incompletos y nacionalmente estériles como un académico en su torre cerrada.

Los universitarios deben conocer lo que el destino nos dio como terri-torio, como potencial utilizable, como capital humano. Sólo con ese conoci-miento y el de la profesión específica a que intentan dedicarse los diversos grupos de estudiantes, el país podrá tener alguna vez unos cuadros dirigen-tes idóneos y una clase responsable del destino nacional.

La Universidad debe ser abierta, democrática, ordenada pero revolu-cionaria, libre de temor a ideas sistemas y fenómenos nuevos. Ella y los estudiantes deben asumir totalmente su destino de fraguadores del mañana nacional. La Universidad debe corresponder al contenido humano y político de su pasión: esclarecer la vida nacional en toda su verdad y preparar a la gente para entrar en ella y comandarla, para trabajar en ella.

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La Universidad debe ser inquieta, anunciadora, exacta y lúcida.Desde que los problemas mundiales y el movimiento de un mundo en

transformación comenzaron a golpear al país, se presentó lo que se ha lla-mado “crisis universitaria” ya crónica, una lucha desorientada y que por eso ha sido estéril entre la burocracia pedagógica y administrativa y los estudian-tes. Estos, tal vez sin dirigentes con el ascendiente y la lucidez necesarios, se han debatido contra el peso aplastante de la empleomanía acampada allí, que aniquila y estanca la vida universitaria.

El profesorado y el personal administrativo son sólo medios para que la Universidad cumpla su destino. No son algo esencial e irreemplazable. El principio de autoridad en la vida universitaria es un producto de la eficacia y la seriedad, no de imposición de rectores o secretarios obcecados.

La vida universitaria requiere una transformación tan profunda y com-prensiva como la que el país necesita.

Los universitarios deben asumir seriamente su papel de conductores en preparación. Para lograr esa alcurnia deben tener los ojos abiertos al mundo y al país y hacerse capaces de afrontar los problemas para no marchar a remolque de los hechos.

La actual fábrica de profesionales en serie casi carece de sentido nacio-nal y de justificación.

Síntesis

Como síntesis de las consideraciones sobre la Plataforma Doctrinal del Movi-miento, Alianza Nacional Popular aspira a un sistema de gobierno cristiano, nacionalista y democrático, corregidos los vicios políticos, que garantice sin discriminaciones al pueblo colombiano:1º) Una Constitución de justicia social que permita el libre juego demo-

crático de las ideologías políticas y establezca un orden nuevo en el que la voluntad popular sea la norma del gobernante y las autoridades protejan, efectivamente, la vida, honra y bienes de los ciudadanos y garanticen el trabajo de acuerdo con la dignidad de la persona humana y los derechos universales del hombre.

2º) Un orden nuevo para la reconstrucción nacional por la acción unificada de todos los sectores que tienen conciencia de la tragedia colectiva, capitalistas con sensibilidad social, obreros y campesinos, artesanos, militares con sentido claro de su misión, escritores, hombres de ciencia, pequeños industriales, sacerdotes de ciudad y curas de aldea, a fin de abrir campo al ascenso integral del pueblo, eliminar los privilegios de castas económicas, reintegrar la nacionalidad, hoy escindida en clases

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por el abismo económico entre los pocos que todo lo tienen y las mu-chedumbres campesinas desposeídas.

3º) La reconstrucción de Colombia por la acción nacionalista revolucio-naria, que afirme nuestras creencias cristianas que han dado espíri-tu propio a la nacionalidad, defienda el territorio, las riquezas y las verdaderas tradiciones del país contra las ideologías importadas con las que comunistas y oligarcas a la vez trabajan por desnacionalizar el país y entregarlo a intereses antagónicos a la tranquilidad colectiva. Al rechazar las ideologías internacionales, comunistas o capitalistas, que pretenden consolidar el dominio de nuestro territorio y arrebatarnos la riqueza, la soberanía y el porvenir, Alianza Nacional Popular busca re-solver los problemas del país con los colombianos y para beneficio de los colombianos, sin rechazar la cooperación extranjera para el progreso de la nación.

4º) Revisión total de la política colombiana en cuanto se relaciona con la explotación de la riqueza que guardan el suelo y subsuelo, especialmen-te petróleo, platino, oro y esmeralda. Todos los contratos o convenios sobre tan importantes tópicos deben ser conocidos por la opinión públi-ca, ya que no pueden tener carácter secreto o reservado.

5º) Como Alianza Nacional Popular es un movimiento nacionalista y cristia-no, levanta sus programas políticos sobre las siguientes tres columnas fundamentales:1) Colombia como fundamento y finalidad del Movimiento y de su lu-

cha. La afirmación de la personalidad de la soberanía del país tra-duce en el lenguaje político esa esencial y activa preocupación.

2) La doctrina social de la Iglesia de Cristo, que consagra el respeto por la persona, el bienestar común, la justicia distributiva, el derecho a la propiedad privada, la armonía entre el capital y el trabajo y un sa-lario justo que permita a todos los trabajadores llevar una existencia decorosa y humana, acorde con la dignidad de seres racionales.

3) El hombre colombiano. El capital humano es el elemento fundamen-tal de la nacionalidad. La defensa de su integridad física y espiritual, haciendo vida y realidad la justicia social, es el tercer motivo y fun-damento de Alianza Nacional Popular.

6º) Alianza Nacional Popular opone la unión por la base del pueblo liberal y conservador a la unión en la cumbre de la oligarquía liberal con la oligarquía conservadora y ubica su misión en lo que a política interna se refiere, en el campo de la justicia social y los medios para esta-blecerla, porque los tremendos problemas de desarrollo demográfico y

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miseria que azotan a los países pobres como el nuestro han dejado sin sustancia real ni perspectiva histórica la lucha de partido. Además, con la reforma plebiscitaria las oligarquías liberales y conservadoras entre-mezclaron sus credos ideológicos que unos meses antes consideraban incompatibles y rindieron sus banderas ante la perspectiva del poder que fue repartido entre sus dirigentes de manera sórdida e inescrupulo-sa. Alianza Nacional Popular rechaza los gobiernos hegemónicos y es-pecialmente el nefando sistema del Frente Nacional por el fundamental antagonismo de ese Gobierno y los intereses reales del país, por haber puesto al Estado como maquinaria represiva de los justos reclamos po-pulares y porque considera inaceptable que se persiga a los ciudadanos por sus preferencias sentimentales entre jefes políticos, por disentir de las orientaciones o desorientaciones del Gobierno o, en fin, por ejercer libertades y derechos consagrados en la Constitución del país.

7º) Que el Presidente de la República, los gobernadores de los departamen-tos, los intendentes, los comisarios y los alcaldes de todas las pobla-ciones sean elegidos popularmente para un mismo período, pudiendo ser reemplazados antes de finalizar su mandato cuando no cumplan sus obligaciones básicas de defender el patrimonio común, promover el desarrollo económico y administrar eficazmente la Nación, el Departa-mento, la Intendencia, la Comisaría o el Municipio.

8º) El actual congreso bicameral debe transformarse en una Asamblea Na-cional Constituyente y Legislativa compuesta de tantos miembros como correspondan a razón de cuatro (4) por cada departamento y dos (2) para representar las Intendencias y Comisarías, elegidos por votación popular para períodos iguales al del Presidente de la República, que trabajen ocho (8) horas diarias como cualquier empleado u obrero y que por sus conocimientos y capacidad técnica puedan estudiar y resolver eficientemente los problemas nacionales. En esa Asamblea deben estar representados los productores del campo y la ciudad, los campesinos y obreros por medio de los sindicatos, los hombres de ciencia, los médi-cos, los ingenieros, los botánicos, etc. Deben estar allí los economistas expertos en finanzas, en organización agraria e industrial, en derecho público y privado. La Universidad, los escritores, los artistas, la Iglesia; los militares deben tener también representación adecuada. El Legisla-tivo debe ser un reflejo del país real en toda su amplitud y complejidad, de manera que pueda impulsar el desarrollo armónico de la Nación.

9º) Que el órgano jurisdiccional del poder público sea independiente del Ejecutivo y del Legislativo, respetable y respetuoso con origen pleno a políticos, Gobierno y Congreso, con una organización que le permita

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renovarse a sí mismo por elección basada en la capacidad, la eficacia, los conocimientos del derecho y la experiencia en administrar justicia verdadera y no formal, lejos de los halagos y de las amenazas para que merezca plenamente la confianza de la sociedad.

El Ministerio de Justicia debe tener sólo funciones fiscalizadoras sin facultad para nombrar jueces especiales de investigación que, en la mayoría de los casos son funcionarios políticos que llevan siempre con-signas prefabricadas diferentes a los intereses de la justicia misma. La interferencia del Ejecutivo en la administración de justicia es una ano-malía que debe concluir. Mientras la justicia en todas sus etapas no sea independiente de los intereses políticos, del Gobierno y del Legislativo, continuarán libres los delincuentes y perseguidos los inocentes.

10º) Que la prensa hablada y escrita sea libre para criticar al Gobierno y opinar sobre los problemas nacionales, pero que sea responsable ante la Ley Penal, cuando atente contra la lucha de las personas o la ve-racidad de las informaciones. Actualmente, los medios de publicidad en Colombia son instrumento y monopolio de las oligarquías políticas y económicas. En una sociedad libre y saludable los periódicos de-ben tener la primordial obligación de informar de manera exacta y completa sobre los acontecimientos, dar al lector una visión general y clara de lo que sucede y defender y estar al servicio de los intereses nacionales.

El país sólo podrá respirar un aire limpio y oxigenado de verdad cuan-do los periódicos dejen de ser empresas de lucro comercial puestas al servicio de lo antinacional y se conviertan en voceros de la opinión, no en fabricantes de ella. Esto sólo podrá suceder con la revolución nacionalista y con base en ella. La prensa debe ser una empresa al servicio del pueblo.

11º) Nacionalización de las importaciones para que las divisas le sirvan al pueblo que las produce por su trabajo y pueda bajarse el costo de la vida y regularse para beneficio de toda la comunidad colombiana. En el estado actual de la economía colombiana, nacionalizar las im-portaciones es la condición básica para que el costo de la vida baje o, más propiamente, para que los ingresos por los salarios y sueldos se equilibren con el precio de los elementos necesarios a todos. En el país se fue creando desde hace muchos años una clase importadora que llegó a constituir uno de los pilares más poderosos de la oligar-quía. Esos importadores disponen de las divisas y traen con ellas la maquinaria, los elementos de consumo que no se producen aquí, las materias primas, el material rodante, los abonos, semillas, insectici-

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das, los tractores. La importación, por el Estado, de estos elementos y su venta a precios razonables abarata inmediatamente los costos de operación en la industria y en la agricultura. Si esos costos bajan, de-ben bajar necesariamente, en un mercado no especulativo, los precios de los productos nacionales, es decir, el costo de la vida sin perjuicio del productor colombiano.

12º) Nacionalización del Banco de la República y severa vigilancia de la banca privada para el control de las divisas, la defensa de la mone-da, y la democratización del crédito otorgado a bajo interés y con los plazos convenientes a las necesidades del campesino, del obrero, del vendedor ambulante, pequeño transportador, comerciante al detal, in-dustrial en pequeño, así como de los grandes industriales, comercian-tes, transportadores, agricultores y ganaderos.

13º) Reorganización del Ministerio de Relaciones Exteriores de acuerdo con las necesidades comerciales del país y la libertad de buscar los mejores mercados para sus productos, con funcionarios preparados técnicamente para el desempeño de las nuevas misiones a fin de que puedan llevar la representación de Colombia en las conferencias inter-nacionales que hoy requieren costosas comisiones especiales y despil-farro de divisas en el turismo oficial de Ministros del Despacho, altos funcionarios y políticos influyentes. Colombia debe propiciar y estable-cer relaciones comerciales con todos los países del mundo que le com-pren sus productos y que le vendan lo que necesite. Para comerciar con todos no es necesario e imperativo acoger doctrinas foráneas.

14º) Que sean gratuitos, por cuenta del Estado, para la clase media, obre-ra y campesina, la educación primaria, secundaria y universitaria y los servicios médicos, odontológicos y hospitalarios, dejando para las clases pudientes la iniciativa privada. La Televisión establecida por el gobierno militar es el medio es el medio más eficaz para llevar gra-tuitamente la cultura a los colombianos, podrá enseñarles a leer y a escribir y convertirlos en eficientes profesionales a través de centros apropiados y con televisores vendidos a precios de costo.

15º) Vivienda propia planificada de acuerdo con la higiene y las comodi-dades modernas, fácil de adquirir y amortizar, sin traumatismos eco-nómicos perjudiciales a la salud, la conveniente alimentación y en general a la tranquilidad y bienestar de la familia del empleado o tra-bajador que la requieren, construida con el criterio de que la dignidad de la persona es la misma en las diferentes clases sociales y de que con el progreso del país y con el adelanto cultural y económico del pueblo llegará un día en que todos los colombianos disfruten por igual

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de los beneficios que trae el adelanto de la ciencia. La valorización de los terrenos propios para viviendas obtenidas por las obras oficiales de servicio común que hoy acaparan para sí los poderosos urbanizado-res, pertenece a todos los habitantes del municipio y debe servir para abaratar la construcción y no para encarecerla.

16º) La reforma agraria debe poner en producción las tierras que hoy están inexplotadas, bien sean de propiedad del Estado o de los particulares, con miras a incrementar la riqueza nacional y lograr una producción suficiente para las necesidades del país y del mercado internacional. Es necesario darle tierras al agricultor en grande o en pequeño, junto con el crédito conveniente, barato y oportuno: la ayuda técnica con las Escuelas de Capacitación y maquinaria correspondiente; semillas, abonos e insecticidas importados por el Estado y vendidos a precio de costo; buenas vías de comunicación para la movilización de los productos; seguro campesino en defensa de las malas cosechas, con-tingencias ruinosas o estragos de la violencia; y facilidades para la construcción de la vivienda cómoda e higiénica, y es fundamental or-ganizar cooperativas y uniones campesinas capaces económicamente de adquirir los elementos necesarios a una agricultura moderna, de explotar grandes extensiones de territorio, de establecer y administrar estaciones de maquinaria y tractores, talleres de reparación y alma-cenes de repuestos y de organizar técnicamente las labores mediante eso sistemas. Todo, con la finalidad de producir al menor costo posible para competir en los mercados internacionales y evitar el alto costo de la vida.

17º) La participación de los empleados y obreros en las ganancias de los establecimientos donde trabajan, con miras a convertirse en accionis-tas del negocio que prospera con su esfuerzo y a evitar los conflictos sociales. En las correspondientes Juntas Directivas serán representa-dos convenientemente y el Gobierno fiscalizará las relaciones obre-ro-patronales con severo criterio de justicia social. Alianza Nacional aboga por la unidad sindical alejada de los partidos políticos tradicio-nales, en la misma forma como el Movimiento lucha por encima de los menesteres partidistas.

18º) El trabajo estable y bien remunerado, con sueldos y salarios de acuer-do con el costo de la vida, dentro de una carrera administrativa seria y técnicamente organizada, en la cual cada empleado sea cual fuere la actividad o dependencia en que trabaje, tenga funciones definidas y adquiera derechos para los ascensos por sus capacidades, consagra-ción y tiempo de servicio. La eficiencia y buena marcha de la admi-

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nistración pública deben ser la norma para determinar el número y la clase de empleados.

19º) La conveniente organización de las fuerzas armadas de acuerdo con la guerra moderna y la experiencia recogida a través de nuestras gue-rras civiles y de los conflictos que han afectado el orden público en los últimos años, que responda a la nueva conciencia social del país, cristiana, nacionalista y verdaderamente democrática, en abierta opo-sición al Frente Nacional por su entreguismo a las oligarquías políticas y económicas, perturbadoramente antisociales que lograron enfrentar las armas oficiales a un pueblo indefenso que pide paz, justicia, liber-tad y protección para su vida, para su honra y para su trabajo. Como consecuencia de la guerra moderna y de las enseñanzas recibidas en las diferentes misiones cumplidas por los militares, se impone la nece-sidad de que el suboficial se encargue de la instrucción y el empleo de la unidad fundamental, batería, compañía o escuadrón, y pueda, por lo tanto, ascender en la jerarquía al menos hasta el grado de capitán. Esto, mientras el país pueda abrir completamente las puertas de la cultura al pueblo civil y al pueblo en armas. Esto daría a los oficiales campo para prepararse en los centros extranjeros de alta cultura mi-litar y estar así en condiciones de crear y negociar los métodos e ins-titutos nacionales de formación castrense, hasta ponerlos a la altura que las circunstancia requiere por el progreso de los armamentos y de los sistemas de ataque y defensa y para su mejor preparación cuando dejen el servicio activo.

En igual forma, los suboficiales de las Fuerzas de Policía deben tener abiertos los ascensos hasta el grado de capitán de acuerdo con sus capacidades, experiencia y resultados en los cursos de capacitación correspondientes.

20º) La Universidad debe ser una escuela de realidad nacional, un empeño de adecuar la teoría científica y los métodos y técnicas modernas de conocer y de hacer, a la realidad circundante. No puede ser un recinto cerrado de académicos y letrados.

El profesorado y el personal administrativo son sólo medios para que la Universidad cumpla su destino. No son algo esencial e irremplaza-ble. El principio de autoridad en la vida universitaria es un producto de la eficacia y la seriedad, no de imposición de rectores o secretarios obcecados. En el principio de autoridad debe depender el bien común y no el bien particular. La Universidad debe ser inquieta, anunciadora, exacta, lúcida y patrióticamente rebelde.

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21º) Revisión total del sistema fiscal e impositivo para quitarle cargas in-justas a las clases trabajadoras, y defender sus patrimonios familiares, estimular la producción nacional, fomentar la inversión en bienes de capital y evitar la inactividad y la fuga de capitales al exterior.

Una dinámica indispensable: las vías revolucionarias

Alianza Nacional Popular sostiene que solamente las vías revolucionarias pueden dar al pueblo colombiano su dignidad y su destino. Mientras la casta plutocrática controle el aparato del Estado, y sostenga su hegemonía con la utilización de medios represivos tales como la violencia política, la coacción y el soborno, es moral y socialmente lícito luchar contra su imperio con uso de todos los elementos de fuerza que se dispongan. Como no es posible que esa casta se despoje de sus privilegios en un asombroso acto de generosidad, ni que permita que sea vencida por la vía electoral, es preciso preparar al pueblo para que insurja contra la iniquidad reinante por medio de la acción insurreccional. Esa acción debe contemplar desde el sabotaje, la agitación obrera y campesina contra la explotación, la lucha callejera y la resistencia individual armada, hasta la huelga general y el alzamiento.

Como la captura del poder para el servicio del pueblo es nuestra prime-ra meta, no debemos economizar ninguna decisión, por grave que parezca, en ese empeño renovador. Solamente en el caso de que falle este tipo de lucha debido a la presión del Estado gendarme contra el inerme ejército de los humildes y a la indigna complicidad nacional, tendría que optarse por recurrir a la variante civil de las elecciones populares pero haciendo de ellas un episodio beligerante de nuestra batalla sin concepción alguna a quienes se han valido de esos tramposos medios para escamotear la voluntad nacio-nal. Que si llegamos a ese extremo, defendamos nuestro derecho y nuestra opinión electoral como se defienden todas las cosas trascendentales: la vida, el pan, la paz.

Para prepararnos para las vías revolucionarias consideramos necesario organizarnos militarmente con cuadros de lucha listos a imponer drástica-mente la voluntad del pueblo, que la masa popular no sea un instrumento amorfo, sino algo orgánico, disciplinado, fuerte, capaz de actuar rápidamen-te y de forzar el destino.

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DOCUMENTO 3 PLATAFORMA DEL MOVIMIENTO DEMOCRÁTICO NACIONAL

El siguiente es el texto completo de la plataforma política del Movimiento Democrático Nacional, aprobado por el comité ejecutivo (Hernando Eche-verri Mejía, general Roberto Torres Quintero, Alberto Zalamea) la semana pasada.

El Movimiento Democrático Nacional proclama:Ante la opinión pública de todo el país que, en su búsqueda del mejor

camino para la transformación y modernización de Colombia, y teniendo en cuenta que la norma ética de la Nación no puede ser sino el interés nacional, el bienestar común y la noción de patria auténtica para todos, luchar por lograr los siguientes objetivos:

Primero: La integración nacional, es decir el ordenamiento de todos los estamentos colombianos en un nuevo sistema de conviven cia, sometiéndo-los conjuntamente a la norma del interés nacional, en lugar de su enfrenta-miento en una cruenta y anacrónica guerra de clases.

(Sólo la integración nacional conseguirá erradicar definitivamen te la violencia en sus nuevas características sociales y frenar los brotes de sub-versión. Sólo la unidad por medio de la Revolu ción Nacional y Técnica dará a Colombia conciencia de Nación constitui da y la capacitará para luchar por su soberanía).

Segundo: La instauración y el respeto efectivos de los derechos natura-les de todos los colombianos.

(Entre esos derechos están: el de ser nutrido y abrigado por la comuni-dad en caso de indigencia involuntaria; el de recibir educación conforme a la fe de su hogar, el de ejercitar la libertad de conciencia, sin mengua de la obediencia a la autori dad siempre en función del bien común).

Tercero: La utilización racional de todos los recursos nacionales te-niendo como guía suprema el interés colombiano por encima de influencias burocráticas, intereses partidaristas o intereses económicos reaccionarios contrarios al bienestar común.

(Colombia es un país potencialmente poderoso en recursos natura les. El estudio de esos recursos indica que es posible –y además necesario– au-mentar la producción de bienes y servicios en todo el país, lo cual conlleva automáticamente –bajo la dirección del Plan Orgánico de la Nación–, el aumento del producto nacional, una más justa distribución y el pleno em-pleo).

Cuarto: Reformar la actual estructura política del Estado, es decir el retorno a los métodos democráticos de gobierno, con la consi guiente liber-

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tad para todos los partidos políticos existen tes o por formarse en el territorio nacional.

(En Colombia se vive una farsa democrática y no habrá democracia real mientras se mantenga en el poder una oligarquía política y clasista que no representa la voluntad soberana del pueblo, y que coarta las libertades y los derechos de millones de colombianos que desean la implantación de un verdadero régimen democrático).

Quinto: Reformar, con la creación del Instituto Nacional de Alfabetiza-ción (Inalfa), la actual estructura educativa del país, es decir la implantación obligatoria de la alfabetización, pilar fundamental de cualquier cambio au-téntico y realista que se desee efectuar en Colombia.

(La educación debe considerarse como un servicio público gratui to, es-pecialmente la primaria, donde la moral de servicio debe imperar sobre el mercantilismo).

Sexto: Reformar la actual estructura universitaria, que debe ser popu-lar, democrática, integradora, nacionalista, e incrementar el desarrollo de la educación técnica en todos sus niveles.

(La universidad, pública y privada, debe convertirse en el motor del desarrollo nacional).

Séptimo: Reformar la lucha por la salud pública, creando el Instituto Nacional de Nutrición y tecnificando el ICSS, hasta lograr una relación más humana entre médico y paciente y concre tar la obligación constitucional vigente que hace de la Asisten cia Social una función del Estado.

(La medicina preventiva será auspiciada y sus métodos multiplica dos para garantizar la salud pública; se crearán los comedores populares, esco-lares e industriales).

Octavo: Reconquistar para el Estado su función de director de la eco-nomía.

(El Departamento de Planeación debe regular el desarrollo con menos poderes).

Noveno: Reformar la estructura agraria que hoy desalienta la produc-ción nacional.

(Sólo la productividad debe guiar los postulados de una ley agraria en un país con millones de hectáreas disponibles; antes de iniciar reparaciones ineficaces debe reforzarse la base estruc tural del campo Colombiano: ca-rreteras, enseñanza agrícola y ganadera, crédito agrícola, regadíos, abonos, semillas, cooperativas de producción, distribución y consumo, estímulos a las fábricas de abonos, de insecticidas, de alimentos animales, etc. Se esti-mularán las grandes unidades económicas y sociales, con inversión estatal y ayuda técnica. Se pondrá en práctica un plan de colonización militar).

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ANEXOS

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Décimo: Incrementar el proceso de reforzamiento de la base estructural colombiana.

(Prioridad en el Plan Orgánico a la electrificación, a la cons trucción de escuelas, acueductos, carreteras, puestos de salud, ferrocarriles, caminos vecinales, telecomunicaciones).

Décimo primero: Reformar la estructura administrativa del Estado, que debe ser racionalizada y planificada para incrementar el desarrollo autóno-mo de numerosas regiones. Para ello debe moder nizarse la organización administrativa nacional, departamental y municipal, lo cual la hará más económica, e incrementar la eficiencia de los funcionarios públicos en todos los niveles.

(El Estado puede y debe subvencionar a determinadas industrias pre-ferenciales en las zonas adecuadas para un florecimiento equilibrado de la vida regional).

Décimo segundo: La nacionalización del petróleo y de todos nuestros recursos naturales por caminos técnicos y practicables, pero iniciando su curso de inmediato.

(Los recursos naturales pertenecen al Estado, es decir a la colectividad colombiana. Ecopetrol debe tomar en sus manos, como empresa estatal, toda la distribución de los productos petrolí feros, abasteciendo a las coo-perativas de consumo que serán creadas. Debe intensificarse la industria extractiva de oro).

Décimo tercero: Intensificar la utilización del equipo indus trial, evitando el mantenimiento ocioso de la maquinaria colom biana, que debe trabajar a tiempo completo, especialmente en el campo metalmecánico y metalúrgico.

(El aumento de la producción y el incremento del mercado de consumo son las únicas armas contra el desempleo creciente).

Décimo cuarto: Reformar la estructura del crédito, cuyo primer paso es la nacionalización del Banco de la República.

(El Estado por intermedio del Banco Emisor debe controlar real mente la moneda y canalizar el crédito de fomento).

Décimo quinto: Conquistar la estabilidad monetaria, limitando los ru-bros de inversiones, lo cual, a su vez, permitirá reformar la estructura de la inversión pública y privada, cuyo aumento y selección deben estar sujetos a una escala de prioridades y necesidades impuestas por el Estado.

(No es posible el progreso, ni individual ni social ni empresa rial, si el Estado no dispone de un plan coherente que permita la inversión adecuada de las divisas, el desarrollo colectivo y estimule la reinversión en bienes de capital. Debe racionali zarse la inver sión extranjera y fijar las metas con que puede contribuir al desarrollo colombia no.

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Décimo sexto: Establecer una reforma tributaria realista y valerosa que haga contribuir a todos los colombianos al desarro llo orgánico de la Na-ción.

(Es de conocimiento público que el control de la evasión de impuestos haría innecesaria la creación de nuevos tributos. Pero si ello fuere indispen-sable, este control y una eficiente adminis tración pública harían aceptable la ampliación de la base tributa ria, al desarrollar una mejor conciencia fiscal. Existen, por otra parte, industriales, jóvenes animosos, convencidos de que del desarrollo del sector público depende, en alto grado, su propia expansión empresarial).

Décimo séptimo: Estimular por todos los medios del ahorro nacio nal y detener la fuga de capitales.

(Debe lograrse una rápida acumulación de ahorro que permita el au-mento constante y creciente de la inversión pública y privada).

Décimo octavo: Reformar la estructura del mercado comercial, que debe convertirse en un mercado de auténtica y libre competencia, flexible y en constante expansión.

(Sólo la expansión económica, obtenida gracias a la dinámica del sector público y a la dilatación del consumo, con una adecuada solución de los problemas de distribución y transporte, puede lograr justicia distributiva, estímulo a la iniciativa indivi dual, estabilidad y seguridad al empresario y a la comunidad).

Décimo noveno: Reformar la estructura del transporte colombiano, ca-pitalizándolo y modernizándolo.

(Sin una red dinámica y extensa de transporte, lograda gracias a una distribución racional de equipo, no podrá conseguirse ningún resultado efi-ciente en el desarrollo del plan orgánico).

Vigésimo: Reformar la estructura del comercio exterior, incremen tando y diversificando las exportaciones con la implantación de los estímulos y mecanismos indicados que permitan ingresar a los mercados internaciona-les. Diversificar las fuentes extranjeras del crédito. Intensificar la integración económica latinoamerica na.

(Será necesaria la apertura de nuevos mercados internacionales y la diversificación de exportaciones agrícolas e industriales. En esta labor nues-tra diplomacia deberá adecuarse a su función moderna y real de elemento activo en la defensa de los intereses nacionales).

Vigésimo primero: Ejecutar un plan coherente de inmigración dirigida que permita la rápida incorporación al país de sangre, experiencia y técnica vinculadas a nuestro desarrollo histórico e impida la indebida explotación del proceso inmigratorio por nacionales o extranjeros.

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(El nacionalismo rechaza la xenofobia y busca, por el contrario, de acuerdo a los intereses auténticos de la patria, el desarrollo y mejoramiento humano de la comunidad en su conjunto).

Vigésimo segundo: Establecer un plan habitacional a gran escala, creando el Banco de la Habitación.

(La vivienda urbana y rural debe ser pertenencia de la familia. El Banco de la Habitación financiará la construcción de nuevas viviendas y la ad-quisición de las actualmente utilizadas, por medio de los propios pagos de arrendamiento).

Vigésimo tercero: Reformar la estructura de la justicia colombia na y eliminar la impunidad en todas sus formas.

(Iniciación de una gran campaña de educación social contra la impu-nidad. Intensificación del sentimiento de respeto por la ley. Creación de un sistema carcelario moderno y actualización del Código penal y de procedi-miento penal).

Vigésimo cuarto: Estimular el fortalecimiento y la unidad del sindica-lismo colombiano como base de equilibrio real en las relaciones obrero-pa-tronales.

(Reforma inmediata del Código sustantivo del trabajo, según normas de defensa real de los trabajadores y teniendo en cuenta las necesidades urgentes del desarrollo nacional que hace impres cindible el estímulo a la organización de las fuerzas laborales).

Vigésimo quinto: Otorgar un sitio de honor en la escala de los valores sociales al intelectual, al obrero, al campesino y al trabajador en general.

(El Movimiento Democrático Nacional saturará a la comunidad, como canal de la regeneración moral de la patria, de una filosofía espiritualista, que domine el trivial materialismo de nuestra sociedad actual e irradie una mística por el trabajo, el desarro llo y el progreso nacionales).

Vigésimo sexto: Proteger a la niñez desamparada y a la juventud en general, creando el Ministerio de la Juventud y los Deportes. Incrementar la educación física y cívica obligatoria permanente de las juventudes en todo el país.

(Sólo una juventud sana y vigorosa, física y mentalmente, podrá enfren-tarse a la gran labor del desarrollo colombiano. Colombia es ya un país de gente joven. El explosivo crecimiento demográfi co es una responsabilidad inmensa; pero también nuestra mejor esperanza).

Vigésimo séptimo: Garantizar efectivamente la libertad constitu cional de expresión e información de todos los colombianos, a través de la prensa, la radio y la televisión.

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(La libertad de expresión es un derecho constitucional y los medios de información están en la obligación de dar cabida en sus columnas a todos los ciudadanos que mediante el cumplimiento de los requisitos legales de-seen expresar sus opiniones políticas. La publicidad gubernamental será distribuida según normas éticas, comerciales y técnicas, sin discriminación alguna).

Vigésimo octavo: Respetar absolutamente la religión católica, apostó-lica y romana, como la de la nación, y garantizar la liber tad de cultos, de acuerdo con las normas de la Constitución Nacional.

Vigésimo noveno: Colocar a las Fuerzas Armadas de la República en su genuino papel de guardianes de la soberanía nacional y de vanguardias de la lucha contra el subdesarrollo económico y social, impregnándolas de la ideología nacionalista que, por definición, es la política de un ejército patriótico.

(Un pueblo satisfecho es la condición básica de toda defensa nacional. El ejército, con la colaboración del pueblo en su conjunto, debe contribuir a la unidad nacional, resquebrajada amenazadoramente por los desaciertos y la ceguera de la casta domi nante).

Trigésimo: Establecer una política internacional de acuerdo con nuestra condición de nación libre e independiente, encaminada esencialmente a la defensa de la soberanía colombiana en todos los órdenes y que busque el cumplimiento del propósito nacional.

(La política exterior tiene como base la defensa del interés supremo de la Nación, que puede verse amenazada tanto por doctri nas políticas inter-nacionales como por intereses económicos, doctrina rios o raciales de otras naciones).

DOCUMENTO 4 PROGRAMA POLÍTICO DE LA CONCENTRACIÓN PATRIÓTICA ANAPO-MDN, 19663

1º) Convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente Nacional y Le-gislativa que reforme la actual Constitución y la modernice, poniéndola de acuerdo con las conveniencias y las realidades colombianas. Sólo una Asamblea Constituyente puede abordar y solucionar los urgentes y dramáticos problemas a que hoy se enfrenta la Nación;

3. Publicado en La Nueva Prensa, No. 142, abril 22 de 1966, pp. 3 y 4.

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ANEXOS

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2º) La búsqueda de una auténtica integración nacional, en el marco de la cual se ordenen todos los estamentos colombianos, dentro de un nuevo sistema de convivencia en que todo esté sometido a la norma del interés nacional, por encima de todo interés de grupo o personal;

3º) Elección popular de gobernadores y alcaldes, recuperándose así la au-téntica soberanía popular y responsabilizando a las regiones de su pro-pio desarrollo dentro del plan general de la Nación;

4º) Elección popular de jueces y fiscales dentro de severas normas que se-rían reglamentadas en orden a garantizar la pureza y la independencia de la justicia;

5º) Reconquistar para el Estado la función de director de la economía nacio-nal, otorgando al Departamento de Planeación, dirigido con un criterio técnico pero de orientación social, plenos poderes para regular el desa-rrollo colombiano;

6º) Nacionalización del Banco de la República, con el objeto de que el Esta-do recupere el control de la moneda y canalice el crédito de fomento;

7º) Conquistar la estabilidad monetaria, haciendo del peso colombiano una moneda dura, fuerte, que represente realmente el trabajo de todos los colombianos. Para ello se requerirá limitar los gastos de funcionamiento del Gobierno y aumentar el rubro de inversiones, reformar la estructura de la inversión pública y privada cuyo aumento y selección deben estar sujetos a una escala de prioridades y necesidades impuestas por el Estado, y, por último, buscar la repatriación de los capitales colombia-nos inmovilizados en el exterior, creando estímulos e incentivos para su retorno así como castigos tributarios fuertes para quienes se nieguen a hacerlo;

8º) Nacionalización del comercio exterior, para suprimir a los poderosos intermediarios que hacen subir el costo de la vida y fortalecen cada día más la tendencia monopolizadora de la actual economía colombiana;

9º) Establecimiento de una reforma tributaria realista y valerosa que haga contribuir a los ciudadanos en forma justa y eficaz al desarrollo colom-biano. Es evidente que el simple control de la evasión de impuestos po-dría hacer innecesaria la creación de nuevos tributos. Es indispensable que quienes todo lo tienen paguen en forma justa su tributo, y quienes nada tienen, en lugar de verse afectados año tras año por el impuesto abusivo, se vean en cambio favorecidos por el Estado en su educación, en su salud, en su vivienda. El impuesto predial, el impuesto de renta de trabajo deben ser reformados en forma tal que no se conviertan en una carga para los pobres y en rey de burlas de los ricos;

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10º) Reformar la actual estructura educativa del país e implantar la edu-cación pública y gratuita en todos los niveles –primario, secundario, universitario y técnico–; crear el Instituto Nacional de alfabetización (Inalfa), es decir, emprender un plan bienal para alfabetizar al pueblo colombiano;

11º) Crear los Centros Regionales de Salud, reformar a fondo el Instituto Nacional de Nutrición y tecnificar el Instituto de Seguros Sociales;

12º) Reforma Agraria, sobre la base de una ley que solo tenga en cuenta la productividad y busque convertir los grandes baldíos nacionales en riqueza, reforzando la base estructural de nuestro campo, con carre-teras, enseñanza agrícola y ganadera, crédito para regadíos, abonos, semillas, cooperativas de producción, distribución y consumo, estí-mulos a las fábricas de abono, de insecticidas, de alimentos animales y estímulos a las grandes unidades económicas y sociales, con inver-sión estatal y ayuda técnica;

13º) Creación del Banco de la Habitación que haga posible que cada fami-lia sea poseedora de su vivienda urbana o rural. El Banco Habitacio-nal financiará la construcción de nuevas viviendas y la adquisición de las actualmente habitadas por medio de los propios pagos de arren-damiento;

14º) Nacionalización del petróleo y de todos nuestros recursos naturales, por caminos técnicos y practicables, respetando los intereses priva-dos, nacionales y extranjeros, pero iniciando su negociación de in-mediato. Ecopetrol debe tomar en sus manos como Empresa Estatal, toda la distribución de los productos petrolíferos, abasteciendo las cooperativas que serán creadas;

15º) Participación equitativa y justa de los obreros y empleados en las utilidades de las empresas que deben convertirse en unidades so-cioeconómicas de producción, en las cuales la gestión común obrero-patronal procure evitar al máximo las posibilidades de huelgas y paros desastrosos para la economía nacional en desarrollo;

16º) Reorganización total del Ministerio de Relaciones Exteriores, que será convertido en una auténtica agencia de defensa de nuestra soberanía nacional en todos los campos, desde el político, hasta el comercial. Debe buscarse la posibilidad de nuevos mercados internacionales y la diversificación de nuestras exportaciones agrícolas e industriales;

17º) Colocar a las Fuerzas Militares en su auténtica misión de guardianes de la soberanía nacional y de vanguardias en la lucha técnica contra el subdesarrollo económico y social, y en favor de los trabajadores de la ciudad y del campo;

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ANEXOS

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18º) Crear el Ministerio de la Juventud y los Deportes, cuyo objetivo esen-cial será la defensa, la protección de la niñez desamparada y de la juventud en general;

19º) Restituir al intelectual, al profesor, al estudiante, al obrero capacitado, al militar, el sitio de honor que les corresponde en la escala de valores nacionales, hoy pisoteada por las fuerzas del dinero y la plutocracia;

20º) Indulto general a todos los presos políticos para restablecer el imperio de la paz y la concordia en el seno de la gran familia colombiana.

DOCUMENTO 5 “LA GENTE GUAPA, LA GENTE BRAVA” LA NATURALEZA DE LA MUJER ANAPISTA

Entrevista a Dacier Arango, Cali, abril 8 de 19924

Dacier Arango (DA): Yo era ama de casa. Estaba en mi casa, con mi esposo y mis hijos. Me vinculé a la Anapo porque, como buena conservadora que soy, pertenezco al Partido Conservador, de extracción laureanista. ¡Cómo le parecen las cosas de la vida! De los laureanistas que no podíamos per-donarle jamás al general Rojas que hubiera tumbado del poder a Laureano Gómez.

Pero cuando ya empezamos a ver la realidad, entonces pasaba el tiem-po y pasaba el tiempo y oíamos que todas aquellas gentes que habían es-tado en el gobierno del general Rojas –y vuelvo y le repito yo jamás estuve en el gobierno del general Rojas–… Y así había una cantidad de líderes y dirigentes que fuimos de la Anapo, que nunca estuvimos en el gobierno del general Rojas; porque yo pienso que si hubiéramos estado en ese entonces con él, tal vez le hubiéramos dado la espalda como toda esa oligarquía co-lombiana, la mayoría, que se sirvió del gobierno de él para hacerse más ricos y fueron sus enemigos eternos después.

Yo siempre criticaba mucho la clase política de aquí, del Valle del Cau-ca. Sobre todo los de mi partido […] porque veía entre ellos a los Lloreda, a don Álvaro Lloreda. Cuando el general Rojas Pinilla era Presidente de la República llegaba a Cali, entonces veía uno cómo el General nunca llegó a un hotel, sino que siempre llegaba a la residencia de los Lloreda. Una

4. Dacier Arango fue una dirigente conservadora del norte del Valle, una de las principales activistas del rojismo luego de la caída del gobierno militar. Desempeñó su labor como diputada por la Anapo en Cali, alcanzando la plana media de este movimiento. Su actividad se concentró en la capacitación política de mujeres en barrios populares de la capital vallecaucana. Fue encarcelada, junto con otros analistas, por participar en las manifestaciones de protesta tras las elecciones de 1970.

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residencia que se llama Entre Ríos. Allí era donde se hospedaba el general Rojas y allí lo tenían como lo mejor. Después para ellos era lo peor, la lacra, el usurpador; todo lo que le querían decir al general Rojas y su periódico lo pusieron a vociferar cosas en contra del general Rojas Pinilla, era lo peor. Según sus cuentas el ladrón era él. O sea que lo que ellos habían conseguido no había sido en el gobierno del general Rojas, cuando fueron los que más consiguieron prebendas y consiguieron todo y se hicieron más ricos porque tenían la facilidad por estar con el gobierno […] para ampliar sus fábricas, sus empresas “Lloredas Grasa”, todas las fábricas de Lloreda que hoy en día, usted sabe, cómo están en este país.

Aquí comenzamos a raíz de eso, cuando nos dimos cuenta que en un juicio que le estaban haciendo al general Rojas Pinilla en el Senado de la Re-pública y lo declaraban indigno. ¿Se acuerda? Lo traían de donde él estaba, en el exilio, lo traían a sentarlo en el banquillo de los acusados. Entonces tal vez en mí y en un grupo de personas que nos acompañaban, gentes humil-des, gentes del pueblo, pero que han querido su partido y que fueron capaces muchos de ellos de dar la vida por su partido y que les pagaron tan mal.

Perdonamos todo, no veíamos ni al general Rojas Pinilla, veíamos a un copartidario que caía en desgracia y que caía en las manos de todos esos miserables que se habían aprovechado de su gobierno y que ahora lo traían a juzgarlo después de que ellos habían sido los que habían salido siempre avantes con él.

Nosotros éramos un grupo de conservadores, todos gente muy buena del norte del Valle. Todas gentes fregadas en ese entonces, ¡que les tenían miedo! Entonces llegaron a mi casa, entre ellos Alfonso Serna Buitrago, que fue guardaespaldas del general Rojas hasta que el General murió. Fue uno de sus buenos guardaespaldas; Alfonso Salazar, Rodrigo Castrillón, ¡son tantas personas!

Cuando nosotros comenzamos no estaba ni Hernando Olano Cruz. Lo que hicimos nosotros lo llamábamos un fogoncito. Nos reuníamos en el café Bolívar. Ahí había un retrato enorme que tenía Alfonso Serna del general Rojas cuando había sido presidente, y él lo mantenía en su café y no le importaba lo que dijera la gente. La gente entraba y se enojaba, le decían que por qué tenía ese retrato ahí, eso era pelea. Él les decía no entren a mi café, que no quiero volverlos a ver aquí, no vuelva a entrar aquí porque aquí al que no le guste el general Rojas no necesita de mí, yo no le vendo sino a los rojistas, y los sacaba de ahí, de su café.

César Ayala (CA): ¿Dónde quedaba el café?DA: En la carrera novena con calles doce y trece. En donde en ese

entonces estaba la galería central, donde está el palacio de justicia hoy en

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ANEXOS

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día. Y ahí nos reuníamos con mucha gente del norte, del Águila, del Dovio, Versalles... Toda esa gente llegó aquí a Cali a buscar cómo se le ayudaba al general Rojas, cuando lo iban a sentar, que era imposible permitir que una gente se había usufructuado tanto del gobierno de él, ahora vinieran a sentarlo allí siendo un conservador, y que no íbamos hacer nada por eso. Entonces comenzamos a formar un grupo de gente. Hicimos un viaje a Bo-gotá y nos fuimos donde el general Rojas, cuando llegó él ya de España, y le dijimos que nosotros estábamos en pie de lucha y que queríamos hacer un grupo, que si él nos respaldaba, porque era imposible lo que yo le estoy diciendo aquí a usted, entonces le gustó mucho y nos agradeció mucho lo que nosotros hacíamos y nos dio como se dice su bendición.

CA: ¿Ahí estaba Jaime Medina Perdomo?DA: Estaba Jaime Medina Perdomo. Él vivía en ese entonces en el Cerri-

to. Fue nuestro gran dirigente en el Cerrito, Valle; estaba Bárbara de Cataño, vivía en Tuluá con toda su familia. En Trujillo teníamos un dirigente que era una proeza, vivir uno en Trujillo, porque eso era pues del conservatismo ospinista y allá eso sí era bala que tenían que batirse como leones para im-plantar allá el rojismo. ¡Cómo le parece!, eso era muertos cada rato, eso allá para hacer una reunión tenía que ser con el ejército.

CA: ¿De qué ala del conservatismo llegaba más gente?DA: Cosa bien, como le digo, rara, porque los que no habíamos querido

al general Rojas éramos los laureanistas, éramos los viejos laureanistas los que comenzamos...

CA: ¿Además de decirme que fue por solidaridad con el General, qué otro elemento puede haber allí?

DA: Yo creo que en ese momento no había nada porque nosotros tenía-mos nuestros negocios; nosotros teníamos más que perder que el general Rojas Pinilla, porque él llegaba del exilio y usted sabe en las formas en que lo trajeron a él. Lo traían prácticamente preso a sentarlo al banquillo de los acusados, nosotros no sabíamos si el juicio iba a ser un juicio justo o una cosa donde lo fueran a mandar a la cárcel. Entonces teníamos más que perder nosotros, teníamos nuestras familias, nuestros negocios. Tal vez en ese entonces uno sí amaba su partido, sentía uno como ese deseo enorme de trabajar por el partido sin dádivas, sin que le dieran nada, sino por el solo hecho de que era su Partido Conservador, y que hay un dicho que es muy popular que dice “A los míos por la razón o sin ella” […] Cuando uno mira –porque en el gobierno de él nosotros estábamos en el otro lado mirando el gobierno de él cómo había sido–, quiénes habían estado en su gobierno, quiénes habían comido de su gobierno, quiénes se habían hecho ricos y ha-bían estado siempre adulando al general Rojas cuando estaba en el poder.

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CA: ¿No le parece que el hecho de que Laureano haya entregado el Partido Conservador al Frente Nacional, no cree que eso haya jugado de pronto?

DA: Pero eso ya fue después. Fue después cuando nosotros ya vimos el famoso Frente Nacional. Laureano se fue y esto quedó en poder de Urdaneta Arbeláez, cuando el general Rojas le dio el golpe a Urdaneta.

CA: Bueno, ¿entonces cómo se organizaron?DA: Nos organizamos, como le digo, con gente de todos municipios del

departamento del Valle. Nos fuimos a recorrer todo el departamento, a bus-car la gente guapa, la gente brava, que había en ese entonces del Valle del Cauca. Por eso fue que el rojismo del Valle del Cauca sonó tanto en el país. El mismo General decía que aquí tenía sus mejores amigos y su mejor gente dispuesta por él hacer cualquier cosa. Nos fuimos por todo el Valle y empe-zamos a visitar familia por familia, porque no nos dejaban hacer una reunión en plaza pública por nada del mundo, nos perseguían como persiguen hoy los desechables; nosotros éramos desechables en ese entonces, se nos tra-taba peor; los negocios nos los sellaban, nos mandaban gente del mismo gobierno, que uno sabía que pertenecían al F2 y al DAS. Nos los mandaban a ponernos cosas en los negocios para tener un motivo para cerrarnos los negocios o para encarcelarnos la gente. Era una persecución tremenda. A mi esposo se me lo llevaron preso.

Mi marido es un hombre que, gracias a Dios, es conservador de Ar-beláez, Cundinamarca. Yo le doy gracias a Dios todos los días, que me dio ese marido. Porque yo le digo a él, si usted tal vez no hubiera sido de mi mismo partido, hacía mucho rato quién sabe, estaría muerto uno de los dos, porque yo en ese sentido he sido muy sectaria, fui sectaria y le tengo que agradecer al general Rojas que me enseñó a convivir con las gentes de otros partidos. En ese entonces yo era muy sectaria. De ahí que creo yo que todas las personas que hicimos ese grupo, que comenzamos ese grupo y a levantar ese grupito para levantarle también la moral al general Rojas y para ver si buscando un líder, una persona ¡carajo! que venía, como le digo, como el ave fénix desde abajo y que resurgía ahí, así fuera en la buena o en la mala como fuera, buscábamos algún alivio o algo que cambiara este país. Porque son muchos los años que llevamos de lucha, para que este país cambie y cada día nos hundimos más.

Fuimos haciendo ya el grupo grande y nos reuníamos cada 15 días. Venía la gente del norte, del sur, de todas partes del Valle del Cauca, bus-cábamos la gente de Jamundí, Buenaventura; buscábamos en Versalles, buscábamos en Restrepo, la gente de Restrepo, gente brava, gente buena que nosotros sabíamos que en ese entonces los tildaban de pájaros. Pero

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ANEXOS

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buscamos esa gente porque dijimos lo único que teníamos que hacer ahora es hacer un grupo fuerte, un grupo que no le dé miedo, porque esto es de no tener miedo, no tener miedo, porque el que tuviera miedo no se podía meter en esto porque en primer lugar íbamos a ser perseguidos por las mismas autoridades y por los mismos partidos políticos que en ese entonces estaban en todo su apogeo y con todas las pilas encendidas, como se dice, y se nos iban a venir lanza en ristre a nosotros. Sin embargo seguimos adelante, varias veces, estando reunidos en el café Bolívar, ese era nuestro directorio, porque no nos atrevíamos a abrir todavía un directorio político, del miedo a que no nos dejaran o que nos hicieran algo. Entonces nos reuníamos ahí. Sin embargo nos caía el F2, alguien les decía y nos caían ahí y los que podían volarse se volaban y los que no los llevaban allá y eran dos y tres días que los tenían allá metidos sin ningún motivo. Entonces eso era cosa de que uno creía que con esa persecución la gente se nos va a quitar. No, dicen que el castigo como que afina más a los hombres.

Y eso nos sirvió para que a la gente le diera como coraje y cuando menos pensamos era una cosa que ya no nos podíamos reunir en el café Bolívar. En ese entonces todos dábamos de a 50 centavos, imagínese usted que en ese tiempo 50 centavos era un mundo de plata.

Llegó el año 61 cuando llegaron los carros, el Ford 61, el Doche, todos esos. Entonces fuimos con mi esposo, nosotros habíamos pedido dos carros y los fuimos a recibir a Buenaventura. Llegó un Ford lindísimo, un Ford de los más bellos, un Ford 61; él lo trajo aquí a Cali, y dijo: “Vea voy a ser una cosa con este carro”. Le dije yo, “¿qué?” “Lo voy a mandar a pintar azul, blanco y rojo como la bandera de la Anapo y este va a ser el carro para que el general Rojas Pinilla entre aquí a la Plaza de Caicedo, porque tenemos que meterlo aquí a la Plaza de Caicedo”, y lo mandó a pintar ¡Quedó ese carro tan hermoso! Ese carro fue la sensación en Cali, con él recorrimos con el general Rojas todo el país.

CA: ¿Tiene fotos de él?DA: Tal vez las puedan tener en otra parte porque adonde llegábamos

nos sacaban fotos. Y cómo le parece que llegó pues el mencionado día… ¡Ah! Recogíamos esa plata y empezamos a hacer un fondo. Cuando ya te-níamos bastante gente nos fuimos a Bogotá. Estaban en el juicio del general Rojas. Ese juicio fue tremendo y nosotros por debajo de las puertas aventan-do papelitos, aventando cosas y llamando la gente y la gente pendiente del juicio del General y eso nos ayudó mucho […] porque el general Rojas habló en el Senado y todo el mundo quedó atónito que el general Rojas no tenía nada que ver que la Corte, usted recuerda que lo absolvió de toda culpa. Entonces eso, creo que fue algo que nos impulsó al grupo, impulsó bastante

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porque la gente vio que no era lo que hablaban del dictador, del usurpador, del ladrón, de todo, porque le ponían al General todo lo peor.

Entonces ahí encendimos motores para arrancar. Entonces ya era la gente que nos buscaba a nosotros. Que qué hacemos, que no podemos reunirnos aquí. Vamos a abrir un comando y lo abrimos por el viejo teatro Sucre. ¿Usted conoce el viejo teatro Sucre? Viene siendo entre el barrio obrero y San Nicolás. Conseguimos ahí dos piecitas y abrimos un comando y empezó gente, como se dice, de alto turmequé aquí de la oligarquía, a lla-marnos, que eso estaba muy bueno, ya hacíamos reuniones pero con toda la gente nuestra y veían que eso iba impulsándose y entonces fuimos a donde el general Rojas y le dijimos que nosotros queríamos que él nos hiciera una visita en Cali, que nosotros estábamos dispuestos a poner una cantidad de gente de todo el departamento.

Y algo más que tenía la Anapo, ¿sabe qué fue lo mejor? Que comenzó con gente humilde, con gente pobre, con gente que si venían a Cali ellos mismos se gastaban su pasaje, que no había que pagarles como hoy que los grupos políticos que tienen que pagarles, ponerles carro, ponerle todo a la gente para poder que salga. Todos sufragábamos nuestros gastos y todos salíamos con lo poco que podíamos y así fuera a aguantar hambre, todo un día aguantando hambre pero andaban con ese cariño y ese amor que sentían por el general Rojas.

Entonces fuimos donde el general Rojas y nos dijo que sí, que él venía a Cali. Eso fue una lucha grande durante todo ese tiempo y que también nos sirvió para aglutinar más gente. Fuimos a la alcaldía de Cali. ¿Usted puede suponer que nos iban a dar permiso a nosotros para meter a la Pla-za de Caicedo al general Rojas? Jamás de los jamases, porque esa misma oligarquía que había estado con él en el poder, ella misma lo perseguía. Sin embargo nos fuimos y nos dijeron que sí nos daban el permiso para entrarlo en la Plaza de Caicedo. En ese entonces estaba todavía el Alférez Real, eso lo tumbaron, y allá atrás del Alférez Real habían unas mangas grandes que eran basureros, donde hoy en día es la 13, y eso ahí había talleres donde arreglan carros. Entonces nos dieron siempre el permiso para la Plaza de Caicedo, pero mire entonces lo que nos fraguó el gobierno de ese entonces: llegamos nosotros y todo se lo pagamos al general Rojas, entre todos le pa-gamos todo, le conseguimos hospedaje en el hotel Aristi que era el de moda en ese entonces. Fuimos a buscar hospedaje en el hotel Aristi y no nos lo quisieron alquilar para el general Rojas. No nos quisieron alquilar y había un hotelito, por allá por la Avenida Colombia, un hotel pequeño, viene sien-do hoy el hotel Meléndez. ¡Como le parece, el Aristi no nos quiso abrir sus puertas! Sin embargo dijimos la Plaza de Caicedo, todo mundo trabajando

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ANEXOS

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en el norte y en toda parte haciendo banderas, haciendo afiches, haciendo una cosa y otra y pague aquí todo eso para arreglar la llegada del general Rojas. Llegamos con el general Rojas ese día y yo recuerdo que aquí fue cuando llegó Garcés Valencia. Garcés Valencia tenía un carrito de esos todos destapados.

Él era profesional, abogado. Dijo que quería acompañarnos. Ya vieron pues, que la cosa iba como cogiendo forma, y que ya no éramos unos pobres descamisados, como nos decían, los que estábamos ahí. Iba cogiendo forma y ya Garcés Valencia llevó su carro y lo recibimos en el aeropuerto, y hubiera visto la policía y tropa que nos mandaron allá. No nos dejaban entrar al aeropuerto, yo recuerdo, eso no se me olvida.

Toda la gente del norte venía, gente armada hasta los dientes, porque esa gente venía dispuesta a jugársela toda con el general Rojas, gente frega-da. Llegamos al aeropuerto y cuando lo recibimos fue una cosa grandiosa, yo recuerdo que hasta las puertas del aeropuerto que eran de vidrio, porque no era este aeropuerto que queda aquí es el de acá el que queda por Cabasa, donde está Cabasa ahora. Ese se llamaba Aeropuerto del Guabito. Llegó ahí el General, eso rompieron las puertas por entrarse la gente y vimos ese en-tusiasmo, ese amor, ese cariño de esa gente, cómo esa gente lo recibió. No he visto a ningún otro jefe político que hoy en día lo reciban como recibieron al general Rojas en ese entonces. Nos vinimos con él, en caravana tremenda de carros, de bicicletas, en chivas y llegamos al centro de Cali, para meterlo a la plaza de Caicedo y nos habían puesto todo el ejército para no dejarlo entrar […]

CA: ¿Eso sería en la primera campaña política?DA: En la primera vez que trajimos al general Rojas aquí, yo le estoy

contando desde que nosotros hicimos ese recorrido reuniendo la gente y que pedimos al General que viniera al Valle, ya lo habían absuelto de todo y comenzaba en ese momento la Anapo. Y él habló ahí, no le importó. Ahí se armó una tarima en un camión que iba y desde esa tarima habló el General. Ese día eso se llenó, eso él empezó a hablar, a tocar todos los males que en ese momento pues habían en Colombia y a favor del pueblo, en contra de la oligarquía y hablar pues de toda esta gente que lo había acompañado en su gobierno y que ahora precisamente eran ellos los que le impedían entrar a Cali, al Valle del Cauca. El habló de los Lloreda, de los Caicedo, de toda esta gente que se nutrió, como se dice, del gobierno de él. Eso fue una manifestación grandiosa, eso uno se pone a acordarse y le da a uno como […] ganas hasta de llorar, porque verdaderamente uno ve que todo lo que se consiguió con la Anapo o hizo por la Anapo para que la Anapo fuera grande y verla hoy reducida a nada.

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CA: Siendo un grupo conservador, de beligerancia conservadora, nutri-do por los conservadores del norte de Valle, ¿cómo hicieron para que empe-zara a llegar al movimiento gente liberal?

DA: Eso fue después. A ver… ¡ay cómo era este General! Había un General… ¡ay, mi marido es el que se acuerda! Un viejito que fue general cuando la guerra del Perú, de apellido Villaquirán, que fue gerente de las empresas municipales, cuando ya la Anapo tenía que dar y ya había pasado todas esas etapas. De apellido Villaquirán, María Eugenia debe acordarse mucho de él. Era liberal y había otro que andaba con él, que trabajaba aquí en la tesorería municipal de Cali también liberal, hasta mochito de una mano, pero tenía poder dentro de la clase política liberal de aquí del Valle. En todo caso nosotros partimos con esos dos liberales, que cuando ellos se dieron cuenta que ya teníamos un comando ahí donde le digo que abrimos las dos piecitas, ellos fueron donde nosotros, que ellos querían trabajar con nosotros porque les gustaba el general Rojas Pinilla, porque el del general Rojas Pinilla había sido un buen gobierno, un gobierno del pueblo, y que ellos querían estar allí con nosotros, que ellos serían el puente para ayudarnos para que fuera un movimiento de liberales y conservadores. Hubo resistencias porque usted sabe, que de un conservatismo beligerante que venía dispuesto a peliársela toda con el General y a rescatarlo de todas las ignominias que le estaban haciendo. Y era dable que ellos se pusieran celosos o que no fueran a permitir de que el liberalismo fuera a meter sus narices, como se dice, ahí con nosotros.

Sin embargo, fue largo para nosotros convencer esa gente que lo que necesitábamos era sumar y no restar y que queríamos hacer un movimien-to nacional para revindicar al general Rojas, que eso era lo que se quería. Bueno entonces eso hizo conciencia en la gente, y fue entrando mucha gente liberal, sobre todo gente de la clase popular. Iban y buscaban allá y veían una forma de plataforma. Aunque la plataforma de Anapo fue obra del General, por acá se hizo, como le digo, una forma de plataforma, para que la gente se diera cuenta qué era lo que buscábamos con armar ese grupo a favor del general Rojas Pinilla. Y que vieran que todo era en favor del pueblo y por el pueblo que se iba a luchar y para que no se siguieran haciendo esas cosas como las que hasta ese momento se venían haciendo no sólo en el Valle del Cauca sino en toda la nación y que qué mejor que el general Rojas que había estado en el poder y con toda esta gente para desenmascarar la oligarquía en todo el país.

Se formaron las dos alas. Conversamos con el general Rojas y después de esa manifestación le hicimos una comida en la casa de un amigo porque no teníamos ni en el hotel donde él se quedó esa vez no había un comedor

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bueno así y no nos aceptaban con tanta gente. Entonces nos fuimos donde un amigo, a la casa de Alfonso Salazar. Ese fue de los que comenzó con nosotros. Era el dueño del café La Cigarra en la plaza de Caicedo.

CA: ¿Y Alfonso Amésquita?DA: Alfonso Amésquita. Esos fueron llegando después. Me estoy refi-

riendo a las gentes que comenzaron. Alfonso Amésquita entró después. Pero en esa primera vez que vino el general Rojas al Valle del Cauca, que nos lo mandaron hablar allá a ese basurero, ¡eso no se nos olvida jamás a nosotros! porque esa fue la humillación más grande que le han podido hacer al general Rojas. Sin embargo él no le paro bolas a eso sino que siguió adelante y fue el discurso más encendido, el discurso más bello, mejor dicho ese fue un discurso de convencimiento para el pueblo porque de ahí en adelante par-timos, arrancamos, reventamos fuego, como se dice, para salir adelante. Al otro día, nos fuimos a Tulua, a la casa de Bárbara de Cataño que le hizo al General una reunión en su casa y también se llenó de las gentes del norte que no habían podido venir a Cali. Llegamos a Buga donde Hernando Boni-lla el gran jefe de Buga, él era un transportador.

CA: ¿Quiénes eran ustedes económicamente?DA: Teníamos hoteles, los que en aquel entonces se llamaban hospe-

dajes. Teníamos dos negocios de esos y los carros que le cuento que nos llegaron. Mi marido tenía plata. En ese entonces era plata el que tenía sus negocios estabilizados. Tenía un plante de trabajo y tenía cómo darse el lujo de poder ayudar en lo que fuera. Él decía yo que trabajo es de mi cuenta, lo que tengo es mío y no tengo que rendirle cuenta a nadie. Y desde que el general Rojas llegó aquí al Valle del Cauca las dos mujeres que comenzamos fuimos Bárbara de Cataño y Dacier Arango de Ortiz. Cuando ya pasó el tiem-po y entonces dijeron que teníamos pues que aceptar pelear con el enemigo en el plan que ellos nos ponían, el de las elecciones.

CA: Había en esos momentos unas fuerzas parecidas a las de ustedes en Santander, en San Gil, en Bucaramanga, en Bogotá, también en Cundi-namarca, que aspiraban a restaurar a Rojas en el poder por la vía armada, una etapa conspirativa.

DA: Sí, una etapa conspirativa. Y eso se fue haciendo no como una idea solamente de ellos sino que se generalizó en todo el país. Yo le estoy con-tando todo, cuando todavía no estaba ni Hernando Olano Cruz con nosotros. Y en ese comando de la 18, cuando nosotros ya teníamos un comandito ya grande, ya había bastante gente, ya se hacían bastantes reuniones, alguien fue, precisamente fue el doctor Garcés Valencia que nos dijo que había una persona muy inteligente aquí en Cali que escribía para el periódico Occiden-te, que lástima porque estaba entregado al trago, que era un bohemio que

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estaba entregado al trago, que por qué no lo buscábamos que él sabía que esa persona tenía deudas de gratitud enormes con el general Rojas Pinilla; que por qué no llamábamos a Hernando Olano Cruz. Entonces fue cuando Garcés Valencia dijo si quieren yo lo invito a una de las reuniones y yo lo traigo. Le dijimos bueno, nosotros hacemos las reuniones los días viernes por la noche, para la próxima reunión traiga al doctor Hernando Olano Cruz y así llegó. Desde ese momento todo mundo quedó prendado de Hernando Olano Cruz porque era una inteligencia única y vimos que era bastante afín con todo lo que el general Rojas decía. Y lo que él nos contó a nosotros que había hecho el general Rojas. Decía que había dos formas de castigar a la gente y que la gente que había que castigar más era al ingrato, que al ladrón se le perdonaba, que al asesino se le perdonaba pero que al ingrato no se le podía perdonar jamás. Y decía que él no iba a ser el ingrato de ese cuento. Entonces fue cuando él dijo que sí, que él le debía al general Rojas, que cuando él estaba perdido totalmente en la bebida, Margarita Olano Cruz, su hermana, había ido a hablar con él, siendo Presidente de la República el general Rojas. Y que le había dicho que por qué no le ayudaba para sacar de la postración en que estaba el doctor Hernando Olano Cruz, prácticamente perdido en la bebida, un hombre tan inteligente y tan joven que estaba en ese entonces y que lo ayudaba, y que el general Rojas Pinilla no le había puesto ningún obstáculo y que inmediatamente lo nombró embajador en Copenhague y allá se reivindicó el doctor Olano Cruz. O sea que cuando ya vino aquí, en el momento en que lo fueron a llamar, por todos los poros no era sino agradecimiento con el General.

Entonces esa noche nos juró que si la vida tocaba darla por el general Rojas, era este el momento de pagarle el servicio que le había hecho el General. Nos prometía solemnemente que no se volvía a tomar un trago y que le iba a dedicar su vida al general Rojas Pinilla y fue cuando empezó a combatir.

CA: Siguiendo el comportamiento de Olano me parece que era un tipo extraño y contradictorio. Expresaba querer luchar por los intereses popula-res, luchar a favor del pueblo, se oponía a la lucha parlamentaria, era enemi-go del Concejo pero estaba en él, era enemigo del parlamento y era parte de él, y no hay huellas digamos brillantes de su actividad como concejal o como parlamentario. Había otros parlamentarios. Entre los parlamentarios anapis-tas de 1962 en adelante se destacan dos personas activas que intervienen que representan proyectos de acuerdos, proposiciones, etc., que eran Elías Salazar García y Carlos H. Tofiño. Incluso tengo un artículo escrito sobre Olano y hoy día pienso eso, que si no sería él una persona muy extraña.

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DA: Yo llegué a hacer una gran amistad con él y fui tan allegada a él que me di cuenta, porque él me contaba, él conversaba mucho conmigo. Es más, cuando Hernando Olano Cruz estaba grave en la clínica Los Remedios ya casi en las últimas. Él murió de un cáncer en el estómago, él tenía un libro que quería mucho, porque él era algo así como fascista, le gustaba mucho el fascismo y leía mucho los libros de Curzio Malaparte, incluso ese fue el seudónimo que usó para escribir en una columna que tenía en el pe-riódico Occidente, donde fustigaba fuertemente la oligarquía. Él era de las personas que creía de que para hacer un movimiento nacional no se debía ir al Congreso ni a los concejos. Él estuvo siempre en contra de que llegaran allá. Claro que el general Rojas le dijo, usted tiene que ir a la Cámara de Representantes, al Concejo de Cali, porque es el concejo de su ciudad. El General nos prohibía que aceptáramos dádivas y que aceptáramos cualquier posición que se nos diera. ¡Es que después cambió tanto la Anapo! Después todo era por los puestos públicos, por lo que les dieran.

Por eso comenzamos nosotros pidiendo limosna y todos sufragando nuestros gastos. Eso fue un grupo bonito. Mire lo que le ha pasado al M.19, que desgraciadamente cuando salgo a las elecciones y veo esa bandera y me enfermo y lloro, la carne se me pone como piel de gallina con sólo ver esa bandera, esa bandera la amo como algo mío, como algo que me pertenece y que no hay derecho que la tengan otros y que la tengan de esa forma. Mire que salieron de la guerrilla porque les ofrecieron dádivas, mire todo lo que les han ofrecido, mire todo lo que les han dado, fincas, plata, les están pagando. El querer del general Rojas era que no hubiera eso, para que el pueblo, él decía que al pueblo no había que enseñarlo a andar mendigando, que al pueblo había que enseñarle era a trabajar y darle la forma de que trabajara para que Colombia fuera grande. Pero mire lo que está pasando hoy con el Congreso, cuando nosotros por esas cosas que teníamos que meternos a la política y que dijeron, que en Colombia sólo tenían que haber dos partidos el liberal y el conservador y que entonces la Anapo no existía y que la Anapo tenía que irse como conservadora o como liberal, y fue cuando nos fuimos la primera vez con unas elecciones así un ala liberal y un ala conservadora metidos dentro del Partido Conservador y los otros dentro del Partido Liberal, y el General dijo que eso no podía ser así, que eso el partido tenía que ser político, fue cuando se hizo el famoso partido de la Anapo en Villa de Leiva.

CA: Entonces sigamos con don Olano.DA: Sí, yo tuve muy buena amistad con él y él no gustaba del Congreso

ni nada de esas cosas. Decía que al Congreso debían de ir gentes que fueran solamente a trabajar por el pueblo, pero eso de llegar siempre en minoría a

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una corporación donde no se iba a poder hacer nada, que tenían que estar ahí solamente hablando, pidiendo la palabra para decir un discurso y fusti-gar la oligarquía que estaba en ese momento ostentando el poder; que no se iba a poder hacer nada que porque con minorías no se puede hacer nada, y que todo mundo iba a buscar a la Anapo para unirse entre ellos allá para darle garrote a la Anapo y entonces que se iba a hacer una lucha práctica-mente estéril, que la única lucha que se iba a hacer era que se conocerá la Anapo a través del país, por sus denuncias.

CA: Usted habla de Elías Salazar García. Él entró cuando ya la Anapo era ya la Anapo. Cuando ya había un ideólogo que era Hernando Olano Cruz. Sin embargo, el primer concejal acá en Cali fue Salazar García

DA: Sí, fue el primer concejal porque lo lanzó Hernando Olano Cruz. Él le pidió que entrara a la Anapo y que lo hacía concejal. Y mire lo que son las cosas de la vida: él no entró porque quisiera al general Rojas, porque Elías Salazar odiaba al general Rojas. Él no quería al general Rojas, entró por el anzuelo de ser concejal, que era el único movimiento que en ese momento le ofrecía el Concejo de Cali. Esa era la mayor ambición de su vida, ser concejal de Cali. Y el doctor Hernando Olano Cruz se lo ofrecía y él entró a la Anapo, y María Eugenia lo sabe, que lo que estoy diciendo no es mentira. María Eugenia sabía muy bien de que él no quería al general Rojas Pinilla. Él fue rojista porque sabía que era la única parte donde podía conseguir. Él tenía un hermano político del Partido Conservador ospinista en Tuluá, que hasta el doctor Olano le puso un sobrenombre; “pájaro loco” le decían al hermano, así se conoció en todo el departamento del Valle. Él se llama...

CA: ¿Pájaro loco por lo matón, o por qué?DA: El doctor Olano le puso pájaro loco porque él decía hoy una cosa y

mañana otra. Andaba chismorreando por toda parte y era un hombre como malo sí era, pajarraco malo. Él no hacía las cosas pero mandaba quien las hiciera. Entonces estaban los dos hermanos Elías en la Anapo y él en el Partido Conservador ospinista. En todo caso Elías entró y después ya con el tiempo Elías presentó al doctor Carlos H. Tofiño de Buga. Tofiño también entró cuando le ofrecieron posición, porque era el gran problema de la Ana-po: porque la Anapo comenzó con la gente de la clase popular y no tenía dirigentes que encabezaran listas para poder hacerse al par con los partidos políticos, para poder entrar a competir prácticamente con los partidos políti-cos tenía que buscar las personas que pudieran tal vez encabezar una lista, entonces de eso carecíamos nosotros porque toda la gente, como le digo, era gente fuerte del norte del Valle que tenían sus cosas y que no podían ponerse a la luz pública, entonces tenían que buscar quiénes fueran las cabezas de lista, y de ahí que estos entraran por esto, por cabezas de lista.

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CA: Es decir, la gente que había jugado un papel digamos que se llama de pájaros en el anterior período pudieron ver en el General una posibilidad de salvarse, de obtener un respaldo, un sitio a dónde llegar en términos políticos.

DA: Sí, pero ellos tenían sus negocios, sus casas y no le estaban hu-yendo a la justicia. Habían muchos. Efraín González, por ejemplo, era muy querido por todas las gentes que lo conocían a través de sus andanzas. Pero hay que ver que Efraín González fue un instrumento de los partidos políticos en Colombia que se quedó con el general Rojas después de haber andado con Ospina Pérez.

CA: ¿Qué fue lo que pasó con los liberales? ¿Muchos bandoleros se sintieron sin nada y por eso acudieron a López Michelsen?

DA: Sí, con el famoso MRL del Pueblo. Él les abrió como un espacio. A su manera la Anapo jugó también ese papel con los bandidos conservadores porque era de puertas abiertas, y no importaba quién fuera. Lo importante era que se sumaran. Nosotros estábamos en vía de suma no de resta. Los jefes políticos del Valle del Cauca, por lo menos el Partido Conservador ya no necesitaba a los pájaros porque ya se había servido de ellos en todo y para todos los fines que ellos habían querido. Los necesitaron para subir y hacerse grandes porque fue, dígase lo que se diga, en este país, que esa gente fue la que ayudó a los políticos. Con el MRL del Pueblo usted sabe que eso fue así, la mayoría de todos los bandoleros o de todo lo que se llamaba chusma estaba con López. Lo mismo pasaba con el Partido Conservador, toda esa gente voltió al lado del general Rojas Pinilla y estaban dispuestas a todo, y porque veían también la injusticia que estaban cometiendo con él. Como una necesidad de legitimarse. Gente que no se podía estar pasiva ni quieta ni decir yo soy conservador y meterse como un ermitaño a esconder-se en una casa; no, ellos sentían que todo el mundo supiera que ellos eran conservadores y que estaban vivos en pie de lucha y que tenían que buscar un escape. Eso pasó con esta gente.

Yo a Efraín González lo conocí en mi casa. Una madrugada me llamó Alfonso Serna del Café; tenía también una trayectoria bastante grande cuan-do las famosas masacres de Restrepo; él estuvo allá, pues era en vía de supervivencia: o se muere usted o vivo yo, o me muero yo y vive usted. En ese entonces eso era así. Los famosos años, tan crueles, cuando la violen-cia política. Era una violencia tan distinta a la de ahora. Ahora no se sabe por qué diablos matan a la gente; en ese entonces se decía, ¡ah porque era conservador!; mataban un liberal: ¡ah ese porque era liberal!, lo mataron los conservadores y se lo achacaban del uno al otro. Si usted tenía un enemigo lo mataba el enemigo y decía no como ese era conservador lo mataron los

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liberales. Entonces había una salida definida que se sabía por qué se moría la gente. Entonces eso pasaba con esa gente.

CA: ¿Usted alcanzó a llegar al Concejo?DA: No, allá en el año como en el 64 o 66 salí por primera vez elegida

diputada de Asamblea al Valle del Cauca. El doctor Hernando Olano Cruz le ofreció a mi esposo y le dijo no doctor yo todo lo que estoy haciendo lo hago por cariño al General, porque lo quiero y porque me siento godo y tengo que respaldarlo. Porque, digan lo que digan, más godo que Rojas Pinilla no hay en este país. Se fue Laureano y entregaron el partido al Frente Nacional y mire todo lo que han hecho con el partido. Mi marido sí es sectario. A él no se le quita eso y de donde viene, menos; ¡qué le va a pedir uno peras al olmo! Dijo: yo no, yo me quedo con el general Rojas doscientas mil veces. Pero don Daniel, le dijo el doctor Olano, usted ayuda mucho con plata, con todo, usted se pone al servicio de la causa y cómo es posible que usted no me va a aceptar nada.

En ese entonces había la creencia en los maridos de que la mujer era sólo para estar en su casa viendo su hogar, viendo sus hijos; usted recuerda el machismo que ha habido en Colombia siempre. Menos mal que se está sacudiendo de eso. Entonces él, a duras penas, porque se trataba del gene-ral Rojas, me dejaba salir a mí a las reuniones y a andar a donde yo iba. Él me acompañaba siempre. Entonces el doctor Olano le dijo don Daniel: yo lo siento mucho pero si usted no acepta entonces me va dejar entonces que acepte Dacier. Ella va a ir a la Asamblea del Valle del Cauca porque ustedes se lo merecen, porque usted ha puesto todo, sus carros, su plata, todo lo que se ha necesitado para este grupo ustedes lo han puesto en juego. Entonces él dijo: yo no sé doctor Hernando, hable con ella a ver.

Entonces el doctor Olano me dijo: Dacier yo quiero que usted vaya a la Asamblea del Valle del Cauca; yo le dije: usted dirá doctor. Me dijo: vea aquí hay una señora en Cali de la alta sociedad, hermana de Nelly Domínguez de Londoño y yo sé que esa señora la ha querido mucho a usted. Ella siempre fue concejal de la Anapo. Ella fue la compañera eterna de Elías Salazar García, defensora de Elías, porque ellos pensaban igual. Cuando ella llegó a ser concejal la cogió Elías y con esa labia que él tenía le hizo lavado de cerebro y la puso a funcionar para el lado de él. Entonces convencimos a Libia Domínguez de que prestara su nombre para la Asamblea del Valle por ser Libia Domínguez de Londoño, siguiéndole uno el juego a la oligarquía de Colombia, porque ellos dicen que la clase popular no tiene derechos, sino sólo para ir a votar por el caporal de turno, y por el jefe de turno y porque todos tienen que estar supeditados a ellos y humillados a ellos para ir no

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más a darles el voto para que ellos vayan hacer lo que hacen en la Cámara y el Senado y en todos los Cuerpos Colegiados.

Entonces fuimos donde ella y el doctor Olano le dijo: Libia yo te ofrezco el Concejo de Cali y ella dijo, sí doctor Olano pero, ¿qué vamos a hacer en este caso? Yo acabo de entrar. Dacier es una mujer que viene trabajando y no creo justo que usted me venga a poner encabezando una lista cuando Dacier es la que ha venido trabajando. Aquí hay dos mujeres que han venido trabajando en la Anapo, que es Bárbara de Cataño y Dacier Arango de Ortiz, es imposible. No Libia, dijo el doctor Olano, es que lo que pasa es que es esto; bueno, en todo caso conversen ustedes las dos. Yo pongo la que uste-des convengan. Pero lo que quiero es que vos nos acompañés Libia con tu nombre en la Asamblea del Valle.

Entonces le dije, no doctor Olano, uno comprende también las cosas y uno no es que tampoco se va a cerrar. A mí lo que me interesaba en ese momento era que íbamos a una prueba de fuego, como se dice, para ver qué era lo que teníamos en el Valle del Cauca y en la nación para que nos contáramos, para ver si lo que habíamos hecho estaba dando sus frutos o no estábamos haciendo nada.

Entonces le dije, doctor Olano, esto aquí no hay de que más hablar, que encabece Libia Domínguez, a lo que el doctor Olano replicó: bueno que en-cabece Libia, pero entonces hagamos una cosa: como van a recibir sueldo, que Libia se comprometa con usted y me firmen aquí estas letras. Entra un mes Libia y otro mes entra Dacier. Le dije, no doctor, no hay razón de eso. Yo sé que con Libia no vamos a tener problemas. Que Libia entre primero y yo entró después. Yo creo que no vamos a tener problemas, puede tener la plena seguridad. Y entonces así fue, yo acepte la suplencia de Libia Domín-guez de Londoño y ella encabezó la lista.

Cómo le parece que nos fuimos a esa prueba de fuego que fue tremen-da. Unas elecciones lindas en ese entonces. Y sacar la Anapo por primera vez en el Valle del Cauca siete diputados. En ese entonces siete diputados eso era un triunfo tremendo.

CA: ¿En el 64 o 66?DA: En el 66. Hicimos una Asamblea con beligerancia, como la quería

el general Rojas que se hiciera: no aceptando puestos, no aceptando nada, no aceptando juntas y fustigando y dándole duro a esa gente cada vez que podíamos y armando las broncas que se debían de armar para hacer sentir que la Anapo vivía y que pusieran cuidado a la Anapo. Esa era la orden del general Rojas y aquí se cumplió tal como él decía. Y que el principal no de-jara entrar al suplente, la orden del General era que tenía que dejarlo entrar por las buenas o por las malas. Usted sabe cómo era la gente aquí. El que no

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cumplía, lo hacían cumplir o él vería lo que iba a hacer. Eso era de cumplir porque era la palabra del General y había que hacerla respetar. Fueron dos años de Asamblea. Al otro período volvieron a hacer las listas. Y ya ahí me llamó el general Rojas a mi casa. Ya estaba José Ignacio Giraldo.

CA: ¿Cómo llega él?DA: Él llega del norte también. Lo trajo el doctor Olano Cruz. Y a raíz

de la muerte del doctor Hernando Olano era la persona más indicada […] Elías pretendía ser el jefe en el Valle del Cauca. Claro él decía por antigüe-dad. José Ignacio Giraldo no la tenía. Ignacio Giraldo era un líder pero no era abogado. Él vivía en Bogotá. Era un hombre de mucha plata, pero bien pulido, una persona que podía llegar a una corporación y ser un jefe político porque tenía el poder económico en sus manos para ayudar la Anapo; tenía sagacidad más que todo, era de Versalles, Valle. Su plata provenía de sus negocios propios, era dueño de fincas, almacenes. Hasta en Bogotá tenía.

CA: ¿Él vive?DA: Sí, él vive. Creo que está en España porque era de esos solterones

empedernidos. Duró de soltero hasta la última vez que fue senador de la República. Ya después de muerto el general Rojas se casó en Bogotá con una mujer más rica que él. ¡Así es que eso por plata no era!

Y cómo le parece que de ahí vino una pulla más contra el general Rojas, porque el general Rojas tampoco era que quisiera mucho a Elías por lo que Elías tenía la costumbre de que pensaba en voz alta. A él lo mataron aquí en Cali porque él se retiró de la Anapo y con unas palabras muy soeces en el Concejo de Cali o en la Cámara. Habló muy mal del General. A raíz de eso a él lo mataron aquí en Cali. De ahí venían las fricciones con partes de gentes de la Anapo; gentes que lo querían o no lo querían porque siempre estaba en contra del General. Siempre decía que él no quería obedecer a ese viejo decrépito […] que él hacia lo que se le diera la gana en el Concejo de Cali y se unía con los liberales allá en contra de la Anapo. Para muchas cosas se unió con los liberales en contra de la Anapo; siempre llevándole la contraria al general Rojas.

Y entonces vino el cambio. Murió el doctor Olano Cruz de esa enfer-medad que lo llevó a la tumba y había que buscar un jefe para el Valle del Cauca; no se podía dejar esto huérfano aquí cuando estaba el movimiento tan grande, estaba en lo mejor. Entonces se hizo un Consejo Nacional de las directivas de la Anapo. Yo llegué a ser miembro principal del Comando Nacional de la Anapo. El general Rojas me quería mucho, estimaba mucho mi familia, así humilde como nos ve. Porque había que ver, todo lo pusimos al servicio de la Anapo. Pusimos al servicio de ese movimiento todo lo que teníamos. Nos expusimos. A él lo pusieron preso, a mí me tuvieron presa; a

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mi marido lo sacaban cada rato de la casa, cada que les daba la gana iban y me voltiaban mi casa, me la volvían una nada porque todo era la Anapo y yo siendo diputada de la Asamblea. Hasta en El Tiempo me sacaban. Re-cuerdo una vez que me sacaron en El Tiempo en una zambra que se armó en la Asamblea del Valle. Yo estaba muy joven y le pegué al presidente de la Asamblea que era en ese entonces Alfredo Miller.

¡Semejante machazo! Yo le pegué con un vaso en la cabeza. Ese día se arrancaron esas grabadoras, se volvió una nada esa Asamblea. Esas eran las cosas que quería el General: que se hicieran precedentes de la presencia de la Anapo que no queríamos nada de esas cosas, entonces fue cuando que-dó José Ignacio. Como jefe. Creo que ahí intervino bastante María Eugenia porque era muy amiga de José Ignacio Giraldo. Ella la iba muy bien con él. Él se supo ganar la confianza de María Eugenia. Pero era otro que tampoco quería mucho al General.

CA: ¿Cómo se hizo el cambio de liderazgo de Olano a Giraldo?DA: Se hizo convención de la Anapo aquí en el Valle del Cauca. En esa

convención estuvo presente el general Rojas. Como le digo hubo primero la reunión del Comando Nacional. Se analizaron lo que había sucedido en el Valle del Cauca que quedaba sin jefe y había que nombrar uno y se aprobó que fuera José Ignacio porque lo propuso el general Rojas y María Eugenia.

CA: ¿Pero ya habían habido algunos roces con Elías Salazar?DA: Habían roces cada rato con la gente. Elías era una persona sencilla

en el sentido de que era persona descomplicada, buen amigo, servicial, pero él vivía de amores y rencores. Había personas que él les daba y las quería, las estimaba y de pronto de la noche a la mañana resultaba bravo con ellas. Entonces aquí se dividió esto porque vieron que Elías tenía sus malas ha-bladas, él era bocón para hablar y hablaba unas cosas tremendas. Él podía estar con usted en cualquier parte y de pronto se hablaba algo del general Rojas y él salía con unas cosas horribles que a la gente no le gustaba, enton-ces la gente se le fue cogiendo vaina de eso y entonces esto se dividió.

CA: ¿Elías Salazar García tuvo que ver con el Diario del Pacífico?DA: El doctor Olano también escribía para el Diario del Pacífico. Él

comenzó en el Diario del Pacífico porque el doctor Olano era alzatista. Él escribía allí lo mismo que Elías. Entonces Elías a raíz de que se nombró José Ignacio y Elías no hacía parte del Comando Nacional, Elías no pudo ir. En-tonces él se enojó mucho porque decía que un montañero de esos, jarretón, como él le decía, como que era que lo nombraran jefe y que él iba a quedar en manos de un jefe de esos, que él no podía siendo un profesional.

Vinieron las peleas de un lado y otro y entonces ya en el Concejo no aguantó y se paró y habló mal del General. Dijo que se retiraba de esta cosa,

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que él no podía quedar en manos de un jarretón de esos para que lo viniera a estar mandando a él; que él era un abogado prestigioso para quedar en manos de un hombre que no era nada, que no había entrado ni siquiera a una universidad. Eso fueron peleas internas dentro de la Anapo que se vinieron y entonces al General ya lo le gustaron esas cosas […] Ya había entrado Cecilia Muñoz. Ella entró como un año antes de morir el Hernando Olano Cruz. Hernando Olano Cruz se mantenía con Cecilia en la cabeza. Él me decía usted es muy amiga de doña Cecilia; Dacier usted es muy amiga de Cecilia Muñoz, ella misma contaba. Vaya hable con Cecilia, dígale que se venga, ella estaba en el MRL. Después ella se cambió porque peleó con López. Eso con López, cada uno cogió para su lado. Fue cuando la famosa gobernación del Cesar, que dicen que el tren de la victoria lo llevó a él fue a la gobernación del Cesar y dejó la gente en el aire. Entonces me mandaba el doctor Olano a donde Cecilia. Yo fui donde Cecilia y le dije: camine para la Anapo que usted va quedar de jefe del ala liberal de la Anapo. Ella me lo decía en cualquier parte: es que usted es la culpable de que yo esté en la Anapo porque estos godos me vienen a echar ahora a mí. Porque era que no la querían porque ella tenía cosas comunistas. En fin, sea como sea la vieja luchó hasta última hora.

CA: ¿Usted que era conservadora doctrinaria no tuvo problemas con ella?

DA: Con Cecilia no. Porque primaba la amistad. Yo tenía una gran amis-tad con ella siendo liberal. Ella estaba en el MRL y yo tenía un negocio cerca donde ella tenía un comando, una piecita que no tenía ni luz, cuando ella se separó de López, en la pelusa. Aguantaba hambre porque ella estaba todo el día allí recibiendo a todos los guerrilleros que venían de por allá de la montaña. Ella ayudaba con plata a toda esa gente que la dejó López en-cartada. Eran los tiempos famosos de Sangrenegra, Narices… Resulta que acá le llegaban a ella por la noche, a la pobre vieja, ¡cómo le parece! Esa vieja tenía que estarse todo un día allí aguantando hasta hambre. Una pobre maestra de escuela qué iba tener en ese entonces ¡imagínese! Ella se retiró prácticamente del magisterio, precisamente por meterse, por quedarse al pie de López, y ¿con qué la sacó López?, con nada.

Entonces nos hicimos muy amigas y a mí me daba pesar. Yo tenía el comando de la Anapo acá y allá iba Fabio Pineda Marmolejo, un muchacho joven de los muchachos que trabajaban con ella y le ayudaban a pegar afiches. Entonces ellos iban donde mí junto con mis muchachos que tenía-mos nosotros de la Anapo allá y ellos llegaban y me los presentaban y fui haciendo una gran amistad con todos esos muchachos liberales y llegué a quererlos tanto y a defenderlos tanto y ellos a adorarme porque esos mu-

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chachos me adoraban; los hijos de Pacho Gato, el dueño del periódico El Gato, Frisco González, muchachos profesionales todos, hoy en día dueños de colegios, de buenos colegios en Cali y son mis amigos todavía y todos esos muchachos iban a mi casa y yo los ayudaba. Estaba Héctor Camacho, el hijo de Camacho Perea conservador el muchacho. Entonces ellos entre estudiantes se reunían liberales y conservadores y hablaban cada uno de su grupo hasta que llegaron al convencimiento de que ya los había dejado el doctor López, que ellos iban a hacer la fuerza conmigo para que Cecilia se integrara a la Anapo porque no había más. Que ellos seguían en la oposición. Fue cuando Cecilia me dijo bueno Dacier, yo voy a entrar a la Anapo. Dígale al doctor Olano que yo entro a la Anapo y yo me voy con toda esta gente y entró Cecilia y ese día se creó el ala liberal de la Alianza Nacional Popular y la jefe era Cecilia Muñoz Ricaurte, con toda esa gente que le digo que ella se fue y llegó ahí con ellos.

CA: ¿Y cómo fueron recibidos por los conservadores?DA: No, ¡eso hubo que hacerles, imagínese la terapia que había que

hacerle a esa gente! Sobre todo el norte. En el norte no la podían ver ni en pintura. Entonces ya tuvo ahí que intervenir el general Rojas y decirles que lo principal en la Anapo era aprender a convivir con todos los colombianos así fueran liberales, conservadores, comunistas como fuera, que todos éramos hermanos y como aquí había una sola voz que era la que todos obedecían más: era el general Rojas y lo que él dijera era sagrado para ellos y lo de-fendían.

CA: ¿Por qué sería ese misterio?DA: No sé, era una mística, un amor tan grande por el general Rojas.

Llegó el General a tener como un carisma que no lo tiene ningún político en Colombia, porque tener un carisma de esos como el que tenía el general Ro-jas… Era que subyugaba. El general Rojas tenía una forma de ser con uno, que ¿cómo el general Rojas le iba a pedir algo a uno y uno no lo iba hacer? Era algo tan grande que si María Eugenia hubiera tenido ese mismo carisma, la Anapo no se acaba en Colombia. Hubiera ¡pero Ave María!, porque ese fue el gran fenómeno, porque la Anapo fue la que puso a temblar la oligarquía y esos partidos políticos en Colombia se habrían acabado hace rato si la Ana-po hubiera seguido como comenzó. Pero desgraciadamente no fue así.

Entonces ella entró y ya no hubo oposición. Y a ella ya se le aceptó en plenaria en el comando de la Anapo. Ya teníamos comandos grandes, ya podíamos hacer manifestaciones en la calle y hacer contramanifestaciones contra las del gobierno, es que nos dábamos el lujo de hacer eso. Ya después no se vio eso. Aquí hacía una manifestación del Partido Conservador por lo menos o llegaba un Lleras Restrepo a la Plaza de Caicedo, llenaba esa plaza

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y se iba una contramanifestación de la Anapo, todos encabezándolas a dañar esas manifestaciones. Eran cosas de verraquera, no había miedo ni había nada, nosotros sabíamos que era el enemigo que nosotros teníamos en ese momento y que había que debilitarlo en cualquier forma haciéndolos quedar aunque fuera mal y lo hacíamos. El general Rojas decía hay que hacer una contramanifestación y hay que dañarle a ese vagabundo esa manifestación en la plaza de Caicedo y hacíamos la contramanifestación en Cali, la íbamos y la dañábamos. No medíamos ni consecuencias, ¡cómo sería el amor que le teníamos al general Rojas que no se medían consecuencias de lo que a uno podía pasarle!, ¡era tanto el cariño y el amor al General que no se le medían consecuencias! Se hacían las cosas.

CA: ¿Por qué cree usted que le llamaba la atención a Olano, Cecilia?DA: Tal vez por lo que él era muy estudioso de la política nacional y él

sabia que Cecilia Muñoz era una mujer del pueblo, una mujer inteligente, que tenía, como le digo, ella era bien de izquierda. Por eso le digo que el doctor Olano era fascista y a él le gustaba Cecilia para el ala liberal. Porque él sabía que Cecilia era el puente directo para traer lo que era la clase popular liberal del Valle del Cauca que es la que pone los votos. Es donde están los votos, usted sabe que llegan las elecciones, y no hablemos, los barrios marginados son los que ponen los votos porque la clase pudiente muy poco.

CA: ¿Usted no coincidió allí en la Asamblea con Olano?DA: Como diputado no, con Olano Cruz no, porque él fue concejal de

Cali. Cuando yo entraba a la Asamblea por primera vez entraba también por primera vez a la Asamblea Carlos Holmes Trujillo, estaba también Álvaro Hernán Ibarra, estuve con el Tigre Londoño de Cartago, Ignacio Londoño Uribe. Toda esa gente estaba muy joven y llegaba por primera vez a la Asamblea del Valle.

CA: ¿A usted llegaron a postularla para alguna lista al Senado o la Cámara?

DA: Yo fui representante a la Cámara. Salí elegida cuando el robo que nos hicieron de las elecciones, en el 70, cuando se las entregaron a Pas-trana. Yo salí suplente de Héctor Ardila Gómez. Él me cumplió. El general Rojas fue lo primero que les dijo que tenían que cumplirnos a todos y que era so pena de muerte el que no cumpliera porque en la Anapo nadie se iba a robar una curul, que había que cumplirle a los suplentes. Y salí después elegida diputada la Asamblea otra vez y ya me tocó de principal. En el 68. Sacamos 11 diputados.

CA: ¿Y allí ustedes qué proponían?DA: La Asamblea más que todo, era de beligerancia, de hacerle oposi-

ción del gobierno, esa era la regla de la Anapo mientras en General vivió.

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CA: ¿Y se unían con los del MRL?DA: Sí, nos uníamos con ellos. Los del MRL nos acompañaban. Esos

eran los otros que habían allí de oposición: la Anapo y MRL […]. CA: ¿Qué movimientos políticos influyeron en usted y su esposo? ¿A

nivel internacional, latinoamericano, hubo algún personaje?DA: Yo admiraba mucho al general Francisco Franco, estando muy jo-

ven. Yo lo admiraba mucho. Tal vez porque de esas cosas de que cuando uno empieza a conocer las cosas de la política no sólo nacional sino internacional y empieza a ver uno ciertas cosas en la casa de uno. Yo veía a mi abuela que, por eso tal vez fui laureanista, llegué a querer a Laureano Gómez porque los viejos influyen bastante en uno. Ella amaba a Laureano Gómez. Era tanto era el cariño que mi abuela sentía por Laureano Gómez que ella hasta velas y flores le ponía. Y ella lo tenía cuando era joven, que era buen mozo, un ti-pazo. Yo estudié con monjas, estudié con una hermana del general Vásquez Cobo en Buenaventura, sor Vásquez, y mi abuela me enseñó mucho a querer a Laureano Gómez y en ese entonces estaba la hegemonía liberal en el poder y yo estaba niñita y mi abuela mantenía en un baúl una bandera azul de un azul cielo ¡linda! La mantenía ahí y le decía: abuelita ¿por qué no me regala, yo tenía mi cabello largo, para hacerme mis moños en las trenzas? Y me decía: no mija, ¿usted por qué cree que yo me mantengo barriendo todos los días en el patio? Tenía un árbol de tulipán altísimo que echa unas flores grandotas que le llaman tulipán aquí, pero no es el tulipán matica sino que es el árbol, como unos paticos. ¿Por qué cree usted que yo todas las noches quemo esa basura ahí, si es que el Partido Conservador está pronto a ganar las elecciones? El día que el Partido Conservador gane las elecciones, ya le dije a su papá que si yo no estoy viva saque esa bandera y encima de ese tulipán rojo me pone esa bandera 15 días y después sí que lo corte y lo que-me. Yo tengo que ver esa bandera azul allá, decía mi abuela. Ella murió y no vio mandar al Partido Conservador, fue cuando ganó las elecciones Ospina, ¿recuerda? Ganó el Partido Conservador, ganó Ospina Pérez.

Entonces eso le va influyendo en uno que una va creciendo y ya va te-niendo uso de razón. Todo eso se le queda a uno en la mente, entonces eso le hace a uno como llegar el momento de uno escoger lo que uno quiere, irse uno por ese lado porque eso fue lo que a uno le enseñaron. Y yo veía que ella tenía a Laureano Gómez y al general Francisco Franco, la viejita mantenía al general Francisco Franco y me decía vea este es el hombre fuerte de España, este es el generalísimo Francisco Franco decía ella, conservador, godo como nosotros, decía ella.

Después ahora más adelante a mí me gustó siempre Perón. A mí me gustó el peronismo. Me gustaba, yo admiraba esa gente, esos descamisados

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en las calles, cómo el pueblo ayudaba a ese tipo y ¿no ve usted como gana elecciones a estas alturas de la vida? El espíritu, todavía la gente vive por ese amor que tuvieron por ese tipo y así había podido seguir siendo el general Rojas en Colombia, si hubiera tenido quien siguiera con el movimiento como Dios manda, sin haberse entregado, sin haber hecho coaliciones, sin haber hecho nada de concesiones con nadie. Había podido ser la Anapo así.

Porque la Anapo empezó pequeñita pero se hizo grande a base de amor, de sacrificio, de cariño por ese general Rojas, que todo el mundo era el ca-riño desbordante. Es que eso en Villa de Leyva, yo no sé si a usted le han contado cómo fue eso de grande, que es una de las plazas más grandes de este país y creo que de Suramérica. ¿Esa plaza de Villa de Leyva quién la llena? Esa plaza se llenó el día del tercer partido, cuando se proclamó el tercer partido.

CA: ¿Ustedes no hacían algún tipo de reuniones donde comentaran un libro, un texto?

DA: Se comentaba mucho. Era que como había un ideólogo que era Hernando Olano Cruz y después de muerto el doctor Olano uno solamente obedecía al general Rojas, lo que el general Rojas ordenaba. Él se mantenía en continua comunicación con nosotros. Yo, como le cuento a usted, llegué hacer con el general Rojas y con doña Carola una amistad tan grande, que él el día viernes llegaba a Melgar, él tenía su finca en Melgar, una finca muy bonita que decían de que tenía no sé qué, que tenía no sé qué tantas cosas, que era algo del otro mundo que se había robado en el poder y era una finca común y corriente. Piscina no tenía, era el río Sumapaz que pasa por ahí y la casa quedaba enclavada con escaleritas al río. Yo tenía hasta una foto donde estamos con el General bajando las escaleritas para bañarnos en el río. Yo me iba y me estaba tres y cuatro días con él allá.

Él llegaba el viernes a Melgar y llamaba a mi casa y decía ¿mona, por-que él me decía mona, Daniel está? Le decía, sí General, y se lo pasaba. Le decía a Daniel ¿qué van hacer hoy, qué van a hacer este fin de semana? Él contestaba, no General, pues no hay salida para este fin de semana, no hay salida para ninguna parte, y le decía: ¿Por qué no te vienes con la mona y pasan el fin de semana aquí conmigo? Entonces cogíamos uno de los carros de nosotros, como le digo, teníamos el carro que era pues, y ese carro, cosa especial llegó en este Colombia que nosotros podíamos dejar ese carro en la calle sin que nadie lo cuidara y el pueblo mismo se encargaba de cuidarlo. Todo mundo decía no se arrime a ese carro que es el del general Rojas. En Cali lo conocía todo mundo como el carro del general Rojas. Lo habían pin-tado de la Anapo. Ese carro lo adoraba todo mundo […].

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DOCUMENTO 6 “NOSOTROS TUVIMOS CURAS AMIGOS Y CURAS ENEMIGOS”. ENTRE EL CLERO POBRE Y LA FAMILIA

Entrevista a Edmundo Quevedo Forero, Tunja, agosto 14 de 19965

César Ayala (CA): Empecemos por sus padres. ¿Quiénes eran?Edmundo Quevedo (EQ): Mi padre, Adolfo Quevedo, era de Sotaquirá,

la población de donde somos todos los Quevedos boyacenses. Mi madre, Ramona Forero, era de Tenza. Ella era Forero Medina, de donde son casi todos los Medinas del oriente de Boyacá. Mi padre era conservador, él militó en el conservatismo durante la guerra de los Mil Días, porque él fue alcal-de, fue el prefecto y fue jefe civil y militar de esa zona. A él le correspondió recibir las armas de los ejércitos revolucionarios liberales de Miraflores, de Santos Acosta, de Sergio Camargo y de toda esa gente importante que buscó este valle para encontrar un poco de seguridad, y aceptaron que mi padre fuera la persona intermediaria entre los gobiernos conservadores que habían ganado la guerra y los ejércitos liberales que quedaban en esa región.

CA: ¿Y su mamá?EQ: Mi madre era de la familia de un coronel que venía de la guerra

pasada. Ella fue jefe del hogar y a pesar de que los dos no tenían más títulos que el de maestros de escuela, educaron una familia numerosa de diez hijos, que es mucho valor para sacar un poco de profesionales, dos maestros de escuela que trabajaron por la región e hicieron de nosotros lo que llegamos a ser.

CA: Y ustedes, ¿cuántos eran?EQ: Nosotros éramos diez.CA: Y usted ¿en qué puesto está?EQ: Yo estoy en el penúltimo puesto.CA: ¿Cómo fueron sus primeros años de infancia?EQ: Yo no tengo más título que el de institutor, así haya estado unos

dos años en la Normal Superior, que por falta de recursos no pude terminar mis estudios.

5. Edmundo Quevedo Forero nació en Rondón, Boyacá, el 13 de julio de 1919. Estudió en la Escuela Normal de Tunja y trabajó como profesor de varios colegios boyacenses. Luego de llegar a Bogotá, fue síndico de la Universidad Pedagógica Nacional, director de la biblioteca de esta universidad y posteriormente presidente del Concejo de Tunja. Fue también diputado y representante a la Cámara en dos periodos. Fundador y director del periódico El Derecho sindical del Sindicato de Maestros de Tunja, y de Alianza Boyacense. Vinculado a la Anapo alcanzó la plana media. Participó en la defensa de los sacerdotes presos llevada a cabo en 1969. Fue suplente de Gustavo Rojas Pinilla en el Senado en 1974 y miembro del Club de Leones de Tunja. Autor de los libros Rojas Pinilla en Boyacá (1999) y Monografía de Rondón: primer centenario.

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CA: Bueno, entonces usted es instructor o fue instructor ¿de qué? ¿Cómo fue?

EQ: Yo fui maestro de escuela primaria durante 12 años. Fui profesor, director de la biblioteca de la Universidad, fui síndico de la Universidad y por algunas semanas rector encargado de la universidad que fue mucho ruido para un maestro de escuela, ¡no!

CA: Pero entonces usted terminó la Normal.EQ: Yo terminé en la Normal de Tunja.CA: Donde terminó el General [Rojas]. Y tuvo así algunas lecturas que

le interesaran, que le apasionaran.EQ: Le diría que muchos de los libros con que uno se encuentra lo

apasionan.CA: Pero en esa época los maestros, ¿qué leían, qué les interesaba?EQ: Bueno, los maestros estábamos muy dedicados a nuestra profe-

sión, sobre todo ese espíritu de estudio e investigación nos lo trajo el doc-tor Julio Ciber, que ya no solamente era recorrer un programa, que ya no solamente era la memorización de los textos, sino había que saber algo de psicología, de metodología, de pedagogía, de literatura. Entonces había que saber algo de la historia universal y ese espíritu de investigación era fruto del método de enseñanza que había traído la Misión Alemana a Colombia, por-que anteriormente no había material de enseñanza, no había investigación, había textos y había memorización, pero el doctor Siber y la Misión Alemana trajeron otro método y sobre ese método se basa entonces la evolución de la educación en Colombia con los Nieto Caballero y con todos esos educadores que trajeron la escuela nueva que estaba rigiendo en Europa y así ha venido la evolución tan rápida del país a través de la educación moderna.

CA: ¿Su papá venía de cuál de las alas del conservatismo?EQ: El conservatismo era un partido muy unido, muy disciplinado. So-

lamente hasta en el año 29, cuando Vásquez Cobo y Valencia entonces lanzaron sus dos candidaturas, entonces fue cuando el conservatismo se dividió. Mi padre era de la corriente del doctor Moris porque en mi casa se conservaban algunos afiches y alguna propaganda de él.

CA: ¿Cómo conoció al general Rojas?EQ: Mi esposa es de la familia del general Rojas. Con él nos conocemos

desde cuando nos casamos con Marina. Y el General, una persona sencilla, muy familiar, llegaba a almorzar donde los familiares cuando venía a Tunja. Él con mucha frecuencia llegó a mi casa, a mi casa llegaba a golpear así fue-ra a las doce del día y por la mañana a pedir su desayuno para seguir para el Carare donde estaba viviendo en una finca que tenía desde cuando era

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militar y sus vacaciones las dedicó a su trabajo de campo. Desde entonces éramos amigos con el General.

CA: ¿Y en qué grado es familiar su esposa?EQ: Mi esposa es prima del general Rojas en segundo grado.CA: O sea hija de una prima del General. ¿Usted recuerda el gobierno

de él?EQ: Claro, hicimos parte del gobierno del General. Yo trabajaba enton-

ces de síndico de la universidad cuando el General llegó al poder. El General me ofreció la Secretaría de Educación, me ofreció la alcaldía de Tunja, pero los profesores y decanos de la universidad y el rector me rogaron que conti-nuara en la universidad, porque la universidad tenía muchas necesidades y queríamos nosotros que cada día mejoraran sus instalaciones, su dotación, y así fue como terminamos las construcciones y dotamos a la universidad de laboratorios, de una biblioteca muy buena, y además tenía como anexos los planteles de la Normal Rural de Somondoco, la escuela Agrícola de Paipa, el colegio de bachillerato Miguel Jiménez López y las cinco facultades que por entonces la universidad no tenía sino la formación de profesorado de idiomas, de matemáticas, de ciencias naturales, de pedagogía; y luego, más adelante, se crearon las nuevas facultades: las ingenierías y las anexidades que hoy tiene.

CA: Yo tenía la idea de que la universidad se había creado en el gobier-no de Rojas.

EQ: En el gobierno de Rojas se fortaleció con la construcción y con la dotación. Anteriormente se llamaba Normal Superior, desde el gobierno de Rojas entonces tomó el título de la Universidad Pedagógica de Colombia, luego con el doctor Azula Barrera tomó el nombre de Universidad Pedagógi-ca y Tecnológica de Colombia.

CA: Con Azula Barrera…EQ: Sí, con Azula Barrera, que fue cuando se crearon las primeras

carreras del tipo universitario anterior, como la agronomía, la ingeniería, la geología. Azula Barrera creó dos facultades y logró darle el carácter univer-sitario que la gente quería.

CA: ¿Cómo recuerda usted ese gobierno del General aquí en Tunja?EQ: El General desde cuando llegó al poder, la primera orden que dio

a su ministro de Obras fue reconstruir la carretera de Bogotá a Sogamoso, una carretera que se pavimentó en año y medio, y eso que no solamente se estaba pavimentando esa carretera, sino que se reconstruyeron y se pavi-mentaron todas las carreteras troncales del país. Una parte que quedó sin reconstruir, que fue esta parte central a Tunja, después duró diez años en esa reconstrucción de siete kilómetros. Y hoy día la reconstrucción y el trabajo es

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eterno. En tiempos del General se hicieron obras como terminar la autopista, hacer el ferrocarril del río Magdalena, y todas las capitales de los departa-mentos fueron vinculadas a las partes más importantes del país y con la capital del país por medio de las carreteras pavimentadas, de tal manera que yo creo que eso y los aeropuertos fue lo más importante. Bogotá yo diría que carecía de aeropuerto cuando el general Rojas consiguió comprar todos los terrenos aledaños a lo que es hoy el aeropuerto El Dorado. A lo que es hoy no, porque en esa época se compró yo creo que unas veinte veces más terreno que después se dedicó a otras obras o se permitió la construcción, se la vendió a los constructores o se dejó que las gente lo ocuparan, porque el mismo sucesor del gobierno, el doctor Lleras, cuando inauguró el aero-puerto El Dorado, decía: “Yo vengo a inaugurar una de esas obras suntuarias del régimen pasado, que le queda muy grande al país”. Diez años después estaban viendo cómo se conseguía otra pista para que pudiera Bogotá re-cibir todos los aviones que le llegan, de tal manera que el General pensaba en grande, que construyó un hospital que fue el hospital más grande: el Hospital Militar; que construyó un barrio, que construyó un campo militar en Melgar. Pues, él hizo con un buen sentido las cosas ubicándolas bien, desarrollándolas y pensando en el futuro del país.

CA: ¿A qué cree usted que se debía ese pensamiento del General, de hacer las cosas pensando en el futuro?

EQ: Pues el general Rojas era un hombre de visión, un hombre culto, él fue institutor aquí de la Normal de Tunja, bachiller del colegio Boyacá, ingeniero de la Universidad Nacional, se especializó en el exterior. Él hizo cursos de desarrollo y de planificación, de tal manera que él no fue un militar improvisado que llegara a la presidencia de la República, fue un hombre con mucha visión, con mucha preparación, y lo que hizo también lo consultó, y él llegaba a vincular a la gente importante que supiera de estas cosas para ponerlas al frente de las obras no solamente por su simpatía o por su reco-mendación, sino por su capacidad. Yo creo que Rojas ocupó gente tanto del conservatismo como del liberalismo, la gente más capaz para sacar adelante el plan de gobierno. Fue apolítico su gobierno, sin embargo, como no fue del gusto ni aceptó las recomendaciones de liberales ni de conservadores; por eso cayó en desgracia ante los dirigentes políticos de esa época acostumbra-dos a otro sistema de gobierno, porque el clientelismo ya estaba. Rojas al-canzó a darle un golpe duro al clientelismo; por eso mismo salió del poder.

CA: ¿Cómo proyectó él su imagen? ¿Cómo se difundía su imagen por todo el país? ¿Cómo recuerda ese fenómeno aquí en Boyacá?

EQ: Yo creo que él no tuvo en cuenta su imagen. Él tuvo más bien en cuenta, primero, el desarrollo del país; y lo segundo, un desarrollo social. Él

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ANEXOS

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ayudó a los pobres. Ahí tenemos por ejemplo una obra de Sendas dándole leche, dándole escuela, dándole trabajo a la gente. Porque Sendas no es apenas una gota de leche, sino la manera de tener trabajo, talleres para ocupar a las mujeres, a los hombres, capacitarlos. Yo creo que, por ejemplo, la visión del General se revela en instituciones como el SENA cuando él lo inició: vamos a dar más rendimiento en el trabajo preparando más a los hombres, preparando más a las mujeres por medio de una institución de tipo más práctico, porque en nuestros planteles de educación apenas nos ense-ñan un poco de teoría, pero ni nos educa ni nos enseña en la parte práctica. En el SENA, que vamos a tener porvenir la hotelería, pues entonces vamos a formar los hoteleros, los que van a dirigir los hoteles, los que van a servir a la mesa, los que van a hacer de la hotelería y los restaurantes una entrada al país y entonces con ese buen sentido, Rojas logró iniciar ese desarrollo en muchas fuentes que le están dando divisas al país, que le comenzaron a dar divisas al país.

Yo no creo que el general Rojas se preocupó tanto por su persona, él quería tener un país mejor, un país donde la gente tuviera trabajo, donde la gente tuviera educación, ese es el desarrollo más grande que han tenido todos los municipios. Nosotros cuando estudiamos, solamente habían dos colegios grandes de Tunja: el colegio de bachillerato y la Normal Superior de Tunja, de tal manera que aquí veníamos a estudiar porque éramos de una clase privilegiada de provincia, pero en la provincia, en las poblaciones importantes no se conoció un colegio. Desde la época del general Rojas co-menzaron a abrirse colegios en las poblaciones alejadas en la provincia, de donde están saliendo esos jóvenes con una mayor cultura ambicionando a vivir mejor, y si el país no les ha dado esas oportunidades, yo creo que dando origen a ese descontento que convulsiona al país, es porque la nación no ha ido marchando al paso que le corresponde; si la nación le diera trabajo a esta gente y esta gente entonces no tuviera que salir para otros países, inclusive para Estados Unidos, meterse en la parte ilícita yo creo que el país estaría avanzando, pero el progreso del país es muy lento y lo detiene que la guerrilla, que el narcotráfico, que la falta de moral del gobierno… Bue-no, ¿por qué? Porque yo creo que el país está mal conducido. Segundo: no se le da oportunidades a esta juventud para que tenga trabajo y para que desarrolle más al país con planes de industria, con planes de comercio, in-clusive que estamos preparando gente para que vaya a otros lugares. Hace algunos 20 años cuando yo conocí algunas poblaciones de Venezuela me encontré conque los rectores de universidades y colegios eran colombianos, los colombianos que habíamos capacitado aquí y que habíamos enviado al exterior a que se especializaran pero como no les dieron trabajo les tocó

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irse a otros lugares; eso es muy triste y eso lo estamos pagando. Mientras el país no le dé oportunidades a las nuevas generaciones, mientras el país no tenga ese desarrollo que vincule a esa gente que sale del pueblo, que sale de provincia, que sale del campo, que sale de los colegios, que sale de las uni-versidades, nosotros no tendremos una paz cimentada en la justicia. Yo creo que primero pensar en cómo se le da trabajo a la gente, cómo se beneficia el país de la preparación de nuestra gente para luego pensar si hay que lograr una pacificación sobre una base firme que es el equilibrio social.

CA: ¿Cómo recuerda don Edmundo cuando llegaba siendo presidente Rojas aquí, cómo lo recibían, qué se hacía?

EQ: El general Rojas era una persona muy sencilla; por ejemplo, el ejército aquí le dio una comida a los pocos días de él estar en el poder. Él no vino en helicóptero, sino que se vino él mismo manejando su carro, acompa-ñado, claro, de los militares de palacio, del mando nacional. Cuando llegó a los cuarteles que ya iban a pasar a manteles, cuando dijo: “Y si el homenaje era para mí, ¿por qué no invitaron a algunos familiares míos?”. Bueno, los familiares de él era la gente, en el sentido social de la mayor alcurnia, y tal vez por eso no los habían invitado, y entonces dijo: “Pues me perdonan pero yo no paso al comedor hasta tanto no vea a Paco, a Edmundo, a Marina, a algunos de los míos que me acompañen porque yo quiero compartir con mi familia también mis triunfos o mis derrotas”. Él era un buen familiar, una persona leal, sencilla con su familia y con su pueblo siempre fue igual, siempre fue el mismo.

CA: Y en otras oportunidades, ¿recuerda usted cómo se comportaba la ciudadanía?

EQ: Pues el General vino en los primeros meses a visitar a Tunja, sin que el gobierno se preocupara mucho por hacer una manifestación; de todo el departamento vino la gente por su cuenta a saludar al General a la ciudad de Tunja. No cabía en la Plaza de Bolívar y en las calles. Y yo creo que conozco dos concentraciones grandes que ha hecho este país: el saludo que le hizo la gente en una forma espontánea sin reclutarla, sin darles buses para venir a la Plaza de Bolívar a saludar al General que hacía unos dos meses había asumido el poder, y la reunión grande que hizo el General en Villa de Leyva para programar el Tercer Partido de la Alianza Nacional Popular. Yo creo que son dos concentraciones humanas que no se han repetido en el país.

CA: ¿Qué advierte usted de nuevo? Cuando está el General en el poder, usted tiene 30 años, o sea que usted ya ha visto vida, ha visto los otros presi-dentes, ha visto los otros gobiernos. Para usted ¿qué es lo nuevo? ¿Qué advier-te en correspondencia con el pasado? ¿Qué es lo más nuevo que usted ve?

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EQ: En Rojas ya no se repite el sectarismo del liberalismo ni del con-servatismo. Rojas es un hombre que viene a decirle al país que tiene que preocuparse por comer mejor, por vivir mejor, por educar a la familia, por el trabajo, por mejorar la suerte del país, y yo diría que en Rojas hay un co-mienzo desde el primer día que él habla de política con la justicia social por delante como escudo, de tal manera que él a pesar de venir de un General conservador como fue el general Julio Rojas, él no es un tipo sectario; los que lo tachan de sectario no dicen la verdad, porque a él le tocó una época en que había violencia y la violencia ya era de liberales y de conservadores, unas veces eran los conservadores los que se iban al monte, otras veces los liberales los que iban al monte, y yo creo que el general Rojas no llegó en ninguna plaza a decir que venía en nombre ni de liberales ni de conservado-res, ni a atacar a los liberales, ni a atacar a los conservadores. Uno se sentía muy emocionado cuando el General llegaba a poblaciones como Miraflores […] donde arrastraron el busto de Santos Acosta por todas las calles em-pedradas […] y después cuando llegó el general Rojas todo el mundo salía lleno de emoción con sus banderas tricolores a decirle usted nos salvó de la violencia, a usted le debemos la vida, porque el general Rojas dirigió su gobierno repatriando a la gente que se había ido para Bogotá a su lugar de origen.

La primera llamada que yo recibí del general Rojas fue: “Edmundo esté listo que dentro de unas cuatro horas llega un carro militar a recogerlo, y usted es mi representante para que las cosas se hagan con sentido de jus-ticia, dándoles préstamo a las gentes que lo necesiten, a las gentes que les quemaron sus labranzas, que les quemaron su casa, que las sacaron de su región, sin sentido político lo mismo para los liberales que para los conserva-dores. De tal manera que apenas vamos a tener en cuenta esa realidad que la gente tuvo que afrontar para irse para Bogotá, y que la queremos volver a su parcela y a que vaya a reconstruir su labranza y su casa y su enramada”. Para mí fue muy emocionante eso, llegar a Miraflores y recibir esa caravana de unos cincuenta o cien camiones, con buses, y la gente al día siguiente haciendo el préstamo de los cincuenta mil, los veinte mil, los diez mil porque entonces esa era mucha plata que hoy no alcanza ni para un mercado. […] Yo dijera que fue la primera página del gobierno del General: regresar a todos los campesinos liberales o conservadores víctimas de la violencia para que pudieran otra vez vivir en su parcela, rehacer su casa y tener una economía propia, esa fue la paz, la paz que consiguió el general Rojas. Yo creo que el doctor Darío Echandía tenía toda la razón: en el Tolima ya se puede pescar de noche, aquí en Boyacá volvimos a tener paz en los campos. Unos cinco años antes de subir el general Rojas, yo fui a Miraflores a un entierro, un

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entierro de 40 conservadores que los habían quemado por apasionamien-to. Ellos eran conservadores y la guerrilla liberal los había quemado, y ese día estábamos enterrando 40 tizones eran en los ataúdes en el atrio de la iglesia. Se cometieron cosas terribles por la violencia en esa región nuestra y en todo el país. En Sabanalarga, nos contaban que pidieron policía para defenderlos de la guerrilla liberal que se acercaba, y un buen grupo de la policía se fue a Sabanalarga pedidos por la gente, pero cuando pasaron por los estanquillos que habían por la orilla del camino se embriagaron, el pueblo los estaba recibiendo con júbilo con el piquete en la plaza y novilla a la llanera, pero ellos llegaron borrachos, y les dijeron por el camino que no, que Sabanalarga no era conservadora, sino liberal, con una especie de esas no más llegaron y con un fósforo le metieron candela al pueblo porque los techos de las casas eran pajizos, de tal manera, que así se atacaban tan in-justamente a los grupos liberales y a los grupos conservadores, y yo creo que esa violencia que vivió el país a pesar de que la estemos repitiendo todos los días, desgraciadamente, ha sido lo peor que nosotros hemos conocido.

CA: Incluso comparada con lo de ahora. ¿Usted recuerda el papel de las primeras damas de la República antes de Rojas?

EQ: Yo le diría a usted que la primera dama no hizo una labor social tan importante como después de Rojas, porque, no solamente doña Carola, sino que María Eugenia salió adelante con sus obras sociales y no se contentó con hacer lo que había que hacer en el país sino que se asomó a la Argentina para ver qué se estaba haciendo allá donde doña Evita Perón estaba hacien-do una labor de trascendencia universal. Y desde entonces las esposas de los presidentes, así hayan hecho anteriormente una vida social, de ahí en adelante ya se preocuparon más. Ahí tenemos por ejemplo a doña Nidia de Turbay, que sigue prorrogando una obra social y haciendo sus caminatas en bien de los pobres. Ese ejemplo, esa pauta que María Eugenia y Carola les dieron a las primeras damas ha hecho que la Presidencia de la República tenga un buen complemento en las esposas.

CA: Según entiendo, usted antes del general Rojas no tenía militancia política.

EQ: No, yo le cuento que pertenecía al partido de mi padre.CA: Pero no tenía preferencias por Laureano, por Alzate, por Ospina…EQ: Cuando fui maestro de escuela y el ministro de Educación era el

doctor Jorge Eliécer Gaitán, le cuento que a mí me subyugó la figura de Gai-tán, de tal manera que yo diría que fui un maestro de escuela seguidor de Gaitán, olvidándome de ser conservador, porque Gaitán abría un nuevo ca-mino, con Gaitán comenzamos nosotros a fundar inclusive aquí el sindicato de maestros de Boyacá. Con mi esposa fuimos de los primeros fundadores

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del sindicato de maestros […] y el doctor Gaitán nos dio todas las garantías para que ese sindicato, para que esas prerrogativas que nosotros logramos se llegaran a cristalizar. Era que en esa época a nosotros no nos pagaban sino diez meses, a nosotros nos pagaban muy mal, de tal manera que los maestros de escuela no teníamos vacaciones, no teníamos estabilidad […]. Entonces, si con el doctor Gaitán estábamos consiguiendo lo que el gremio quería, y si nosotros éramos los primeros fundadores de un sindicato que lograba para nuestra profesión lo que deseaba, pues apenas era lógico que simpatizáramos y respaldáramos las ideas del doctor Gaitán y así era muy fácil después asimilar lo que Rojas quería y lo que Rojas predicaba. Yo diría que fueron dos líderes: el uno le tocó una parte más teórica y al otro le tocó una parte más práctica, pero ambos tenían un sentimiento social que los condujo mediante su ministerio o su presidencia.

CA: Sí, porque eso es clave ver cómo el General logra cooptar muchas cosas del gaitanismo, sus idearios. Entonces usted quedó impresionado con Gaitán, pero luego, ¿cómo hacía políticamente, dónde estaba inscrito? Es decir, ¿no había la necesidad de inscribirse o pertenecer a una corriente conservadora antes de que llegara Rojas al poder?

EQ: No, yo trabajé en una forma muy independiente de la política, de tal manera que yo diría que estuve al margen de la política y los cargos que tuve, hasta los tuve por concurso; por ejemplo, yo fui maestro de escuela y para llegar a ser inspector de educación fue mediante un concurso; cuando me fui a las escuelas vocacionales gané la dirección de una escuela vocacio-nal mediante un concurso, de tal manera que yo no llegué a pedir recomen-dación a un solo liberal o a un solo conservador, sino que de política muy poco en mi vida profesional.

CA: O sea que no estaba metido en esa pelea de corrientes políticas.EQ: No, ni el general Rojas me puso ninguna condición cuando me dijo

que lo tenía que acompañar. Una manera tan sencilla, por ejemplo, como fue mi ingreso político. Después de que yo salí de la universidad me fui a tra-bajar a un campo aquí de Soracá. Yo estaba cultivando papas. En esa época no había muy buenos fungicidas ni insecticidas. Uno mismo preparaba en su caneca cal con sulfato de cobre para evitar la gota de la papa. Estábamos en el páramo cuando vimos pasar unos veinte automóviles. Les dije yo a los obreros: “Esa hilera de carros, quiere decir que ahí va el Gobernador o el señor Obispo para Viracachá”, era la carretera para ir a Viracachá. Y llegó uno de los obreros y dijo: “Llegaron a la casa del campo, a su casa”, era mi casa, no era una casa que valiera la pena de decirle casa. El general Rojas y otros están llegando allá. Me bajé, yo tenía overol porque uno se recubría con overol en caso de estar fumigando. Me encontré con el general Rojas,

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choferes de plaza, emboladores, unos amigos y parientes del General, Paco Álvarez, entre otros. Les dije: “Bueno y a qué viene ese honor que me dan de venirme a visitar aquí. Por qué no dijeron con tiempo para haberles cocinado una papita siquiera”. “Entonces, como venimos de prisa, vamos a decirle de qué se trata: los choferes, los emboladores de Tunja hoy han concurrido a una reunión para acordar la lista de concejales de Tunja, y han dicho que el profesor Quevedo debe representarlos a ellos”. “Si yo no he hecho nada por ellos, yo no soy abogado, yo no sé ni hablar en público, ¿no se estarán equivocando?”. Y entonces habló un embolador que echaba sus discursos por allá cuando tenía sus cervezas, Vicente Cipagauta. Dijo: “Señor Queve-do, por lo poco que lo conocemos nosotros le tenemos confianza. Es que no tenemos un representante, si no, no estuviéramos aquí. Entonces le pedimos el favor, y es un favor que nos tiene que hacer: ir a representarnos al Concejo así usted no sea embolador; si va uno de nuestros emboladores yo creo que no puede hacer nada con la gente letrada, entonces lo que le pedimos es ese favor”. Los choferes dijeron lo mismo, viéndome con un respaldo que nunca me imaginé, pues no me quedaba más que darles las gracias, y mientras tanto ya la muchacha había cocinado unas papas y todo el banquete de ese día fue una papa salada a cada uno para regresarnos a Tunja porque ya era el momento de ir a matricular la lista, y desde ese día y en esa forma quedé yo matriculado.

CA: Eso fue en el 62.EQ: Eso fue en el 62.CA: Recién creado el movimiento.EQ: Sí, se estaba creando el movimiento, y después Rojas, sin pedírse-

lo, me llevó a la Cámara, y por último me dio el honor de ser su suplente en el Senado. Cuando había que acordar el nombre de la persona que servía de suplente al General se reunía el Comando Nacional. Teníamos que buscar una persona de muchos quilates, de muchos méritos, de mucha cultura. El General terminó ese discurso diciendo: “Para los otros departamentos me pueden aplicar todas esas condiciones, pero para el departamento de Boyacá yo pido la condición que se consulte conmigo sobre cuál va a ser mi suplente, porque para mí, para yo aceptarles encabezar una lista política tiene que ser una persona de mi entera confianza al que yo no tenga que sacar a coscorronzazos del Capitolio, pues esa persona en esta hora de dis-cursos yo les diría que ya la he encontrado”. Y llamó a unos dos boyacenses, entre otros llamó a Demetrio Salamanca, que era nuestro dirigente liberal de Duitama, pero él era anapista ciento por ciento. Dijo: “Demetrio, ¿cuál de los boyacenses califica como para merecer la suplencia mía?” “General, yo creo que todos, pero especialmente Edmundo Quevedo podría ser”, y

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entonces dijo: “Estamos de acuerdo”. De tal manera que los conservadores –porque en la ANAPO mientras la Constitución no permitía que se fueran a usar los nombres de los nuevos partidos, sino que tenía que ser liberal o conservador– entonces nosotros teníamos del ala liberal, de la Anapo y el ala conservadora y así lanzábamos las listas.

CA: ¿Y por qué consultó con Demetrio ?EQ: Lo consultó con todos, para, yo creo, sentirse respaldado en el pro-

yecto que tenía de nombrarme a mí su suplente. De tal manera que yo no le pedí al General ninguna posición; él me dio las posiciones que desempeñé.

CA: ¿Cómo fueron los primeros momentos de la organización de la Anapo aquí en Boyacá?

EQ: Nosotros visitamos todo el departamento, formando en cada mu-nicipio un comando. Voy a comenzar por Fidel Perilla Barreto, el Chato Nie-to, Raúl Díaz, Jorge Báez Becerra. Bueno, yo le diría que en ese caso me tendría que dejar mirar mi libreta para que no cometa yo ninguna injusticia porque...

CA: Había un Carlos del Castillo.EQ: Carlos del Castillo estuvo con nosotros por unas elecciones apenas,

porque muchos como Carlos del Castillo, eran tipos muy importantes en la política pero los mandaba el partido a robarse la curul y cuando ya eran elegidos allá en el Congreso se nos volteaban. Eso nos sucedió con muchos de los que elegimos.

CA: ¿Quiénes eran ustedes, digamos, espiritualmente y socialmente hablando, de dónde venía ese primer conjunto de anapistas? De rojistas, mejor.

EQ: Yo diría que de los amigos convencidos de que la justicia social po-dría ser el sistema político o el camino político que le convenía al país. Por-que los conservadores se nos voltearon, volvieron a su partido, unos antes de muerto el General, otros después de muerto el General. Con los liberales pasó lo mismo. Solamente quedamos algunos pocos de los que sí creímos en las ideas de Rojas. En las ideas de que es necesaria la justicia social para que haya estabilidad espiritual, política, económica que es lo que nos hace falta; mientras tanto estaremos viendo esta crisis que no se sabe en qué termina.

CA: ¿Quién era Fidel Perilla?EQ: Era un abogado que fue cónsul en Barcelona, cónsul en Madrid,

un hombre culto, de oriente, de la familia del obispo Perilla de Somondoco. Creo que hasta el gobernador actual tiene algo de parentesco con ellos.

CA: Él ya no vive, ¿cierto?EQ: No, él ya no vive.

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CA: ¿Báez Becerra?EQ: Báez Becerra era un abogado de Cerinza, que ejerció en Duitama,

y entonces ahí tenía una cantidad de gente amiga, transportadores. Los Be-cerra que tenían sus negocios en Duitama, y alrededor de ellos se formó un comando muy fuerte, yo diría que el primer comando grande, importante y que efectivo. Y alrededor de ellos tuvimos la ayuda del padre Lorenzo Torres que era el párroco de Duitama.

CA: ¿Lorenzo Torres?EQ: Sí, el padre Lorenzo Torres. Yo diría que fue uno de los fundadores

del partido. Cuando el general Rojas salió de la cárcel, entonces dijo voy a vi-sitar a Lorencito Torres que me visitó en la prisión. Anunció al padre Lorenzo Torres que iría a visitarlo y entonces dijo: “Lo espero a las doce en punto en la Catedral de Duitama”, y a las doce en punto salió el padre Lorenzo Torres a recibir al General y lo llevó y lo colocó allá frente al altar en su sillón que le tenía preparado y ese día, en el sermón dijo: “Bueno, han cometido una gran injusticia para castigar al Presidente del pueblo por no ser ni liberal ni con-servador, pero el general Rojas les va a demostrar que se ha cometido con él una injusticia y que no es cierto lo que le han encarado, porque al general Rojas lo tenemos que llevar al solio de los presidentes de la República”. Ese día el padre Lorenzo Torres, yo diría que comenzó la fundación del partido con una catedral llena de gente, el seis de enero.

CA: Debió ser 61 por ahí.EQ: En el 61, sí, porque fue un año antes. Ese día estaba el pueblo de

Duitama y el padre Lorenzo Torres.CA: ¿Y el padre Parmenio Díaz?EQ: El padre Parmenio Díaz acompañó al General un poco de tiempo,

y yo diría que La Uvita y Moravita acompañaron al General en un principio. Desde luego el padre Parmenio Díaz, alguna vez, porque no le dimos para construir el colegio, nos dio la espalda. Él era muy amigo de que le financia-ran sus obras, ¿no? En tanto que el padre Lorenzo Torres no le movía ningún interés, sino que le nacía del corazón y en una forma muy desinteresada estuvo siempre con él.

CA: Bueno, ¿y cómo se da entonces la agrupación, los primeros mo-mentos, ahora sí volviendo un poquito atrás, de la Anapo?

EQ: Después de la reunión de Duitama, entonces el General hizo un reunión en la casa de Paco Álvarez, con Luis Torres Quintero, con el doctor Nieto Rojas, el doctor Carlos Arturo Torres, el doctor Báez Becerra, entre los que yo recuerde, y una cantidad de gente más. Se formó el primer comando, y ese primer comando recorrió algunas poblaciones en cuanto ya se acercaba el tiempo de las elecciones, pero alcanzamos a elegir representante al doctor

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Nieto Rojas, en esa primera salida. Luego recorrimos el departamento para formar los comandos. El general Rojas hizo ese recorrido, la mayor parte de las veces, con nosotros, y a las segundas elecciones ya nosotros consegui-mos sacar senador, dos diputados y dos representantes y muchos concejales en los municipios. Había que tener concejales, había que tener diputados, había que tener congresistas para darle vida al partido; y así comenzó el partido con muchas dificultades porque algunos de ellos y personas muy importantes, entre ellos el doctor Carlos del Castillo, decían que no querían que el partido fuera a tener otra denominación que no fuera la de Alianza Nacional Popular Conservadora, pero ya la ley, la reforma constitucional nos había dado derecho a llamarnos por nuestro propio nombre en las listas. Entonces ellos, con ese argumento, dijeron que se retiraban del partido.

La Alianza Nacional Popular tuvo varias crisis, una crisis cuando cam-bió de nombre, la segunda crisis cuando nos robaron las elecciones, y la tercera crisis que fue fulminante cuando murió el general Rojas. Entonces, yo diría que quedó María Eugenia con un grupo de dirigentes que llevaban la bandera del general Rojas, pero esas tres crisis fueron debilitando y acaban-do el partido, sobre todo porque no fuimos muy consecuentes para continuar la lucha, porque no llegamos a sacrificarnos, porque no llegamos a tener una publicación, porque no llegamos a tener una emisora, porque no volvimos a visitar a las gentes, porque las poblaciones que visitamos donde íbamos a charlar con la gente sobre la política, sobre el partido, sobre el país, esas gentes continuaron y aún continúan y muchos no volvieron a votar porque ya no existía el partido que había fundado el general Rojas. De tal manera que a María Eugenia le tocó batirse sola, luego con sus hijos, pero ya la gente que había sido sobre todo rojista, y en un país machista, ya las cosas no fueron como en tiempos del General cuando ganamos las elecciones en to-das las poblaciones liberales de Boyacá; para mí es un honor, un orgullo que compartimos con el general Rojas, que ganamos las elecciones en Tunja, en Sogamoso, en Chiscas, en Toca, en Guateque, en Miraflores, en las poblacio-nes liberales de Boyacá, como en el resto del país, ganamos las elecciones, y ganamos las elecciones porque la gente quería a Rojas, quería un sistema socialista como el de Rojas. Muy fácil sería volver al país por sus causas de la política socialista –por qué no decirlo–, porque el socialismo no es el comunismo que nos endilgaban cuando llegábamos a las poblaciones con-servadoras y decían desde que hablan de socialismo estos son comunistas y así entonces nos tocaba mucho disfrazar la palabra socialista. Entonces, yo creo que en el país hay tierra abonada para que resultara un líder predicando una doctrina que fuera a darle garantías sociales, económicas y políticas al pueblo colombiano.

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CA: ¿Ustedes cómo cooptaban la gente liberal, como la atraían, tenien-do una aureola de movimiento conservador?

EQ: Las gentes asimilaban la ideología con lo que era el dirigente. Sa-bían que el general Rojas había salvado la vida de liberales y conservadores, en una parte los unos y otra parte los otros, y que no era el hombre intran-sigente en política, no era el hombre sectario y por eso yo diría que Rojas tuvo el respaldo del pueblo liberal y del pueblo conservador abstrayéndose del sectarismo político, de tal manera que entonces era muy fácil. Fácil porque la gente sabía que el General no había sido sectario, que al General le interesaba el país y no le interesaba el cargo, el clientelismo que ahora se adueñó de la política colombiana.

CA: ¿Y se demoró mucho para configurar una Anapo liberal?EQ: Pues no, en todos los pueblos nosotros teníamos comando de la

Alianza Nacional Popular liberal y de la Alianza Nacional Popular conserva-dora y, óigalo bien, nos reuníamos en el mismo salón los unos y los otros porque era el mismo idioma el que había que hablar, pero ya para configurar la lista del Concejo o la lista de la Asamblea, o la lista del Congreso ya había que aceptar lo que la Constitución nos imponía.

CA: ¿Y no se acuerda de anécdotas incómodas en esas búsquedas de liberales?

EQ: A ver, voy a contarle esta anécdota: llegamos con el doctor Milton Puentes a Ciénaga. Como en este país se juega con las cifras, entonces nos teníamos una plancha. Llegamos y dice el doctor Milton Puentes, aquí en Ciénaga son la mayoría de extracción conservadora. Decía: “Es que no tene-mos nosotros que permitir que el país regrese a que se cometan asesinatos en una guerra civil no declarada donde murieron 200.000 conservadores y 150.000 liberales”. Llegamos luego a Ramiriquí y aquí casi que promediaba la cifra de liberales y conservadores. Y entonces el doctor Milton Puentes en su discurso decía: “No podemos regresar a la violencia política. Después de esa tragedia, de ese derramamiento de sangre que ha visto el país donde murieron 150.000 liberales y 150.000 conservadores”. Después llegamos a Genesano y ahí son de mayoría liberal: “Entonces compañeros no pode-mos regresar al país político que nos han dejado después de ese derrama-miento de sangre de nuestras veredas y nuestras calles donde murieron 150.000 liberales y 150.000 conservadores”. Es lo que hacen los políticos acomodando las cifras porque nosotros no, yo creo que en este país no te-nemos datos tan exactos en ningún momento para tener cifras o decir las cifras verdaderas.

CA: Milton Puentes también era boyacense.

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EQ: Sí, Milton Puentes fue el doctor del ala liberal más importante. Él escribió la historia del Partido Liberal, él era un ingeniero de muchos méri-tos.

CA: Pero él, digamos, tenía las cercanías con el General desde el go-bierno también, ¿no?

EQ: Sí, durante el gobierno de Rojas él había sido embajador.CA: Embajador, ¿dónde?EQ: En Guayaquil, de cónsul.CA: ¿Y la familia de él dónde está?EQ: La familia de él aún vive en Bogotá, porque él es oriundo del Cocuy,

y es un hombre de una gran cultura; era porque él murió hace unos diez años.

CA: Me gustaría mucho conversar con la familia de él, a ver si ha dejado alguna publicación.

EQ: En la casa del general Rojas usted puede encontrar algunos discur-sos de Milton Puentes, porque Milton Puentes era un buen institutor y un hombre muy elocuente.

CA: Sí, un hombre de tribuna. Bueno, entonces estábamos en lo de la conformación de la Anapo. Ustedes recorrieron, y en cada pueblo me imagi-no que los curas tenían mucho que ver con el movimiento.

EQ: Nosotros tuvimos curas amigos y curas enemigos, pero curas ene-migos de verdad, por ejemplo en Chinavita tuvimos un cura muy amigo y alrededor de la amistad con él sí conseguimos muy buenos votos, pero des-pués cuando llegó el sucesor, llegó a acabar con lo que había hecho el cura anterior con el comando que era amigo del cura anterior. En una ocasión ese cura le decía a la virgen del Amparo (que es la patrona de Chinavita): “Que-remos que acabe con la riqueza de estos anapistas que son gentes comu-nistas, gentes sin Dios ni ley, y entonces yo quiero que la virgen del Amparo no los proteja con su manto porque es la figura de la virgen protegiendo con el manto al pueblo”. Y resulta que hizo un buen año y las labranzas de los campesinos anapistas eran tan buenas o mejores que las de los campesinos conservadores o liberales, entonces esa fue una lección que recibió el clero porque la gente se sintió un poco defraudada con la predicación de los curas que se metían en política y así tuviéramos nosotros curas amigos y curas enemigos, entonces yo diría que el clero cuando se apasiona demasiado y se vuelve sectario, cuando se vuelve pendenciero con el pobre campesino que quiere estar siempre dirigiéndolo, entonces no consigue sino alejar a la gente de la parroquia.

CA: Claro... Ayer me comentaba alguien que había una especie de co-rrido dedicado a la Anapo, una especie como de ranchera.

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EQ: En la casa de María Eugenia usted encuentra una cantidad de música de la que le dedicaron al General o las que le dedicaron a José Ja-ramillo Giraldo con el gallo tapao que era una ranchera muy buena. Cuando llegábamos a las poblaciones y poníamos esa ranchera ya la gente sabía que llegaban los dirigentes anapistas. Hay una colección de música popular muy buena en la casa de María Eugenia.

CA: ¿Seguro que lo encuentro allá? […]EQ: Sí. Yo diría que la casa del General no solamente tiene la obligación

de ser las personas que nos cuenten de la vida y milagros del General, de su doctrina y de su partido. Nosotros sí hemos encontrado en María Eugenia todavía la dirigente anapista o la dirigente interesada en las obras sociales o, por ejemplo, en las obras de sentido cívico o cualquier actitud, como es ahora la casa del General, alrededor de la cual no pensamos hacer política, ya la hicimos y si fracasamos fue por culpa nuestra, no por culpa del General que se murió, porque nosotros no fuimos capaces de ser merecedores de ese patrimonio político que nos dejó el General.

CA: Bueno, ¿qué pasó con lo del 19 de abril? Es lo que me preguntan a mí mucho los estudiantes cuando yo expongo mis investigaciones, ¿qué pasó el 19 de abril?

EQ: El 19 de abril, Rojas como civilista estaba muy convencido de que le iban a respetar el triunfo, ante todo los políticos, y los políticos liberales, ¡que le iban a respetar el triunfo! Pues cuando supieron que Rojas había ganado las elecciones, pues lo que todo el país sabe: apagaron la televisión y mandaron 30.000 votos de Nariño para configurar el triunfo del doctor Pastrana. La gente se sintió muy descontenta con nosotros, con todos los dirigentes, porque no fuimos capaces de defender el triunfo del General. El General ganó las elecciones. Aquí en Tunja nosotros alcanzamos a recibir algunos números de El Tiempo y El Espectador en que reconocían el triunfo del general Rojas.

CA: ¿Sí?EQ: Sí, El Tiempo y El Espectador alcanzaron a salir. Los recogieron,

pero algunos que iban para provincia y no los captaron y entonces alcanza-ron a circular. Pero el general Rojas ganó las elecciones y todo el mundo lo sabe. El sentir del pueblo era de que mientras la Anapo no tuviera una mano fuerte, una mano armada que nos hiciera respetar las elecciones, ellos no volverían a las elecciones, preferirían ir al monte. Y así con Toledo Plata y con los primeros dirigentes se formó entonces el primer grupo armado, aun cuando dicen que el primer grupo no estuvo armado sino que se fue al monte a darle origen a una guerrilla sin tener siquiera un revólver, que era una pre-dicación en el monte, una predicación como la que hizo el padre Torres que

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sin ir él con fusil, ir al monte a predicar era tanto como ponerse en la boca del fusil para que lo acabaran. Yo creo que la derrota del General, no diga-mos la derrota, digamos el haberle dejado robar la presidencia al General es culpa nuestra, culpa con los que vimos cómo era el ambiente que íbamos a ganar pero no cómo hacer respetar ese triunfo. De tal manera que el General creía a ciencia cierta que le iban a respetar el triunfo, él creyó que todo el país era como él, que se retiró el 10 de mayo para no derramar una sola gota de sangre, creyendo que ese era un mérito político que le iban a aplaudir, y entre nosotros esas cosas de aplaudir y reconocer la virtud del otro político no existen. Muerto el General se enfermó la Anapo, ya le venía una responsa-bilidad muy grande a María Eugenia. Yo diría que María Eugenia hizo cuanto pudo, pero este es un país machista, en primer lugar, y en segundo lugar ya los dos partidos se habían recuperado.

CA: ¿Usted no cree que la creación del Tercer Partido en Villa de Leyva de pronto perjudicó la Anapo?

EQ: Pues los políticos dicen eso, claro que eso se dio porque tal vez la edad del General, la salud del General, la carencia de líderes, la falta de una financiación del partido, llevó a que estas cosas entonces perdieran fuerza, porque un partido que no tenga una radio, un canal de televisión, que no tenga contratos para dar, puestos para dar, en un país político, desgraciada-mente, la gente en el desierto de la oposición no dura mucho.

CA: ¿Hubo mucha discusión frente a crear o no crear ese Tercer Partido?EQ: No, porque constitucionalmente nosotros teníamos que pedir la

personería de ese Tercer Partido; sin ese Tercer Partido no estaríamos ni en condiciones legales, y segundo porque si el Partido Liberal tiene una política capitalista y el Partido Conservador también, el país necesitaba de un grupo de tendencia socialista que no fuimos capaces de crear y como nos asimilan al comunismo así estemos muy lejos del comunismo, porque un socialismo ca-tólico, apostólico, romano, creyente, bueno, no es un socialismo que esté tan cerca al comunismo sino tal vez más cerca a un ala capitalista moderada.

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4. PRENSA REGIONAL

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495

Índice temático

AAbanico de las precandidaturas; 247Acción nacionalista; 217, 430Alcaldía de Bogotá; 27-29, 32, 97Alianza

cultural; 25ideológica; 25Nacional Popular; 14-15, 19, 34,

39, 41, 60-61, 66, 73-74, 77, 79, 86, 94, 107, 109, 118, 120, 123, 129, 139, 143, 152, 155-156, 162, 169, 180, 199-200, 204, 231, 235, 241, 248, 258, 267, 273, 275-277, 282-283, 311, 314, 349, 352, 374, 381, 391-393, 399-402, 405-410, 412-416, 418, 420, 422, 426, 429-431, 436, 463, 472, 479-480, 488, 490-493

para el Progreso; 94, 96, 98, 291, 324, 390, 490

popular; 12, 14, 75, 77-78, 80-82, 91, 94, 113, 155, 163-169, 176, 195, 204, 218, 230, 232, 234-237, 268-271, 276, 285-287, 350, 399, 402, 486, 488

populista; 29, 379, 396social; 25

Alternativa populista; 155Alzatismo; 24, 26, 35, 39, 41, 43, 45,

47, 49, 51, 53, 55, 57, 59, 61, 63, 69, 76, 82, 92, 125, 184-185, 209, 218-220, 228, 239, 241, 243, 248, 255-256, 280, 305-306, 321, 342-343, 357, 375, 377, 382-383

Alzatistaliderazgo; 312

Antiimperialismo; 135, 291, 314, 323, 487

Anapismocampaña del; 91configuración de; 26, 41, 69, 86,

88, 301, 336conversión de la; 267, 269, 271,

273, 275, 277, 279, 281, 351fortalecimiento; 264, 285, 390fuentes originarias; 39ideología del; 61militares retirados; 69-70, 173, 381mística religiosa; 233naturaleza del; 85, 88primera

participación electoral; 85, 87, 89, 91, 93, 95, 97, 99

plataforma ideológica; 80reestructuración del; 268surgimiento del; 61

Anapista(s)a tono; 302barranquilleros; 177, 223, 372dirección; 17, 236discurso; 41, 76, 89, 142, 167,

177, 213, 277, 279-280, 384-385

en los comienzos de la legislatura; 275, 280

idearios; 104ideólogos; 79, 81, 94, 157-159,

205, 215, 386liderazgo; 41, 116, 142, 396líderes; 23, 108, 180, 254, 312,

331Anapo

acercamiento de la; 141avances de la; 243, 262caudillismo; 17, 220Comando

Departamental; 223Nacional; 219, 382, 460

Page 496: LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO

LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO EN COLOMBIA Anapo y la participación política durante el Frente Nacional

496

conversión de la; 267, 269, 271, 273, 275, 277, 279, 281, 351

crecimiento de la; 283, 301, 360crisis dentro de la; 349cuadro ideológico de la; 17dirigentes de la; 18, 311estudio de la; 16fortalecimiento de la; 285fundación de la; 71, 74historia de la; 18invencible; 241jefe de la; 17, 118, 180, 217, 232,

257, 268movimiento de la; 70, 200orígenes de la; 34proceso de formación de la; 65subcultura política; 121y las elecciones; 347, 349, 351,

353, 355, 357, 359, 361, 363, 365, 367, 369, 371, 373, 375, 377, 379

y los duros; 204y los liberalismos; 387

Anuario de Historia Social y de la Cultura; 18

Asamblea Nacional Constituyente; 41, 65, 160, 185, 249, 409, 431, 442

BBancos(s)

de la República; 70, 155, 158, 258, 260, 277, 314, 322, 415, 433, 439, 443

privados; 70Bandera(s)

cristianas; 17de lucha; 303del emerrelismo; 226, 287democráticas; 17, 363nacionalistas; 17socialistas; 17

Bonapartismo; 23Boyacá

motores del proselitismo; 88sindicato de maestros de; 89-90,

467, 474uno de los fortines; 87, 378

CCachiporros; 262Cámara de Representantes; 62-63, 92,

123, 239, 241, 269, 276, 304, 330, 349, 351, 368, 455

Campaña(s)electoral(es); 49, 61, 65-66, 68,

93-94, 109, 114, 118, 148, 167, 171, 201-202, 209, 222, 235, 240, 248, 256, 341, 342, 358, 361-362, 365, 368, 373, 376, 393

para las elecciones; 361, 365, 397Capacitación

cívica; 271política; 271, 445socioeconómica; 271

Capacidad(es)de mixibilidad; 24

Carta Magna; 21Casa(s)Conservadora de Bucaramanga; 352

democristianas; 221Gómez; 243

Centrales obreras; 152, 208, 213Ciudad del niño; 277Clase(s)

campesinas; 207castrense; 83, 315, 402, 424, 435de abajo; 79dirigente; 81-82, 157, 176, 185,

195, 200, 203, 213, 323, 335, 399, 405

media; 72, 79, 83, 162, 172-173, 198, 210, 249, 272, 298, 433

obrera(s); 72, 135, 332política; 26, 141, 148, 181, 283-

285, 298, 331, 334, 352, 445, 452

popular(es); 79, 175, 189, 194, 211, 213-215, 312, 335, 349, 356, 452, 456, 458

trabajadoras; 79, 162, 168, 300, 365, 421-422, 436

Coalición liberal-conservador; 16Código de Procedimiento Penal; 107Comité(s)

bipartidario; 209bipartidista; 209, 222, 298de Salvación Pública; 153

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ÍNDICE TEMÁTICO

497

Ejecutivo; 183, 248, 271, 358-359, 437

Composición de la oposición; 280Comunidad política; 24, 248, 286, 311,

381Comunismo; 42, 55, 76, 99, 101-103,

116, 135-136, 143, 145-147, 153, 190, 200, 220, 228, 234, 237, 239, 248, 268, 286, 299-300, 315-316, 333, 344, 363-364, 389, 424, 479, 483

Concentración Patriótica de intelectuales; 256

Congreso(s)admirable; 278de la República; 82, 358nacional; 17, 207Nacional de la Sociedad Italiana;

339Consejos Administrativos; 41Control de la natalidad; 25, 257, 292, 337-

338, 340, 345, 397Construcción(es)

de la Carta de derechos; 277de los aliados; 197, 305del enemigo; 201

Contienda electoral; 70, 85, 119, 151, 218, 226, 241, 264, 288, 361, 368

Corte Suprema de Justicia; 49, 107, 359, 404

Crisis conservadora; 296Cultura(s)

católica; 25partidistas; 24política; 104-105, 121, 131, 202,

226, 310, 326religiosa; 103, 387tradicional; 202

Cuadros políticos; 271Curul(es)

rebelión de las ; 235, 321, 349, 352-353

DDeclaración Universal de los Derechos del

Hombre; 58Democracia(s)

cristiana; 69, 190, 196, 221, 233, 238, 242, 255

social católica; 238Departamento de Historia; 18

Derecho(s)a la elección; 105a la propiedad privada; 105, 159,

407, 418, 430a tomar parte activa; 105a una retribución justa; 105civiles; 48, 105, 297de defensa; 317de emigración; 105de la oposición; 212políticos; 61, 98, 106, 121, 149,

306, 358-360, 367, 377, 397, 404

Dialéctica de la yuca; 348Dictadura (s)

legalizada; 58Militar; 20, 39, 41, 43, 45, 47,

49, 51, 53, 55, 57, 59, 61, 63, 277, 396

reinventada; 39Directorio(s)

Conservador; 116Departamental Liberal; 53laureanista; 54Liberal; 182-183, 240Nacional; 53Nacional Conservador; 51, 101, 343Nacional Liberal; 370políticos; 206, 303, 399, 403, 405,

449Dirección Nacional del Liberalismo (DNL);

209Discurso(s)

anapista; 41, 76, 89, 142, 167, 177, 213, 277, 279, 280, 384-385

de la apelación; 77de los duros y los blandos; 202de marras; 251del presidente Kennedy; 95doctrinario; 83populista; 187, 189, 191, 193,

195, 197, 199, 201, 203, 205, 207, 209, 211, 213, 215, 298, 301, 393

revolucionario; 199Doctrina(s)

anapista; 271anti-imperialista; 134doctrinarismo; 97, 99social; 25, 82, 96, 105, 156, 215,

233, 237, 335, 401, 407, 430

Page 498: LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO

LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO EN COLOMBIA Anapo y la participación política durante el Frente Nacional

498

EEdad de oro; 39, 156, 324Educación

política; 48, 330pública; 277, 444rural; 148superior; 174, 192

Ejército de Liberación Nacional (ELN); 14, 194, 196, 219-220, 393

Elección(es)del 15 de marzo de 1964; 121legislativas; 60, 97, 99, 164, 241,

247, 260, 262, 264, 267, 290, 297, 300, 309, 331, 347, 349, 351, 353, 355, 357, 359, 361, 363, 365, 367, 369, 371, 373, 375, 377, 379, 381

presidenciales; 99, 207, 243, 247, 249, 251, 253, 255, 257, 259, 261-263, 268, 274, 286, 291, 302

Emerrelista(s)jefe; 23, 239peligro; 231proyecto; 289

Escuela Superior de Administración Pública (ESAP); 192

Espectáculo electoral; 221Esperanza mesiánica ; 187Estado(s)

burgués; 335nacionalista; 159, 161, 203

Estrategia(s)anapista; 138de adhesión; 42de macartización política; 26discursivas; 197, 201política; 90, 169, 335

Estructura(s)de la sociedad; 146, 285intermedias tradicionales; 285ocupacional; 285organizacionales modernas; 196política; 437sociales; 118, 139, 151, 199, 384

FFacultad(es)

de ciencias sociales; 43de Sociología; 192

Fascismo colombiano; 24, 313, 385, 396Fenómeno(s)

de la denominada Reconquista; 61rojista; 24, 302

Frente Nacionalalternativo; 15bipartidista; 15campaña del ; 228, 254-255, 259dirigentes del; 116, 226, 254, 260,

268fracaso del; 17, 78, 422legitimación del proyecto del; 43nacimiento del; 15objetivos del; 211oficialista; 15programa del; 94-96, 209, 213sacralización del; 20sistema del; 15, 80, 136, 143, 159,

207, 298, 303, 355, 357, 392, 405, 409, 416, 431

Frente Unido de Acción Revolucionaria

(FUAR); 15, 121, 123, 382Unido de Camilo; 239Unido del Pueblo; 14-15, 25, 187

Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); 33, 197

GGaitanismo; 26, 35, 62, 65, 79, 90, 136,

156, 253, 274, 280, 284, 293, 310, 315, 320, 329, 382, 385

Generación(es)de medio siglo; 21nacionalista; 134, 395

Gobernantes locales; 40Gobierno(s)

de las Fuerzas Armadas; 20, 41-42, 237, 249, 253

militar; 20, 40, 42, 61-62, 65-66, 89, 109, 145, 147, 230, 233, 236, 268, 306, 310, 372, 381, 387-388, 403-404, 433, 445

paritario; 46Gran acuerdo nacional; 185Gran Coalición; 93-94, 96, 166, 218, 357Gran Consejo

comisión de propaganda; 271del trabajo; 277manifiesto al país; 271, 275

Gran Revolución; 193

Page 499: LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO

ÍNDICE TEMÁTICO

499

Grupo(s)de oposición; 215, 248, 267, 269,

271, 273, 275, 277, 279, 281, 395

oligárquicos; 44, 63sociales; 27, 83, 142, 161, 210,

214

HHegemonía(s)

del discurso; 187, 189, 191, 193, 195, 197, 199, 201, 203, 205, 207, 209, 211, 213, 215

de poder; 15, 43, 283Historia

de las presidencias; 40política; 15, 18-20, 26, 41, 48, 59,

129, 144, 190, 197, 199social; 18, 20, 35, 42, 61, 329

IIdeas políticas

conservatismos; 18, 35, 41, 46, 62-63, 68-69, 71, 76, 87-88, 92, 96, 101-102, 124, 131, 138-141, 143-144, 179, 184-185, 207, 224, 238, 241-243, 248, 252, 255, 258, 264, 284, 290, 296-299, 301, 309-311, 313, 315, 317, 319, 321, 323, 32,5 327-331, 333, 335, 337, 339, 341, 343, 345, 351, 355, 358, 361, 363, 376, 378-379, 382-383, 386-387, 392, 396-397, 403, 447, 452, 467-468, 470, 473

cristianismos; 24, 188-190, 220-221, 299, 310, 318, 333, 336, 385, 396

Liberalismoavances ideológicos; 299demagógico; 335en Colombia; 65oficialista; 53, 218, 241, 245,

296, 357popular; 29, 65-66, 68, 165,

245, 263, 354rojista; 66, 224, 229, 244tradicional; 288utilitarista; 205

socialismo; 24, 76, 89, 136, 205, 310, 313, 320, 336, 344, 363-364, 396, 479, 483, 486

Iglesia(s)avances de la ; 335, 344bendición de la; 215católica; 95, 103, 327, 332, 337,

363del orden social; 215derechos de la; 54doctrina social de la; 82, 96, 105,

156, 215, 233, 237, 335, 401, 407, 430

elemento esencial ; 215enemigos de la; 55jerarquía de la; 25, 190, 236marco social de la memoria; 87participación de la; 112posición de la; 339

Imaginarios políticos; 98, 297, 310, 312Imperialismo(s); 95, 133-135, 195, 201,

205, 220, 250, 259, 291, 310, 314-315, 320-321, 323, 327-328, 332, 354, 428

Instituto(s)Colombiano de Reforma Agraria; 192Colombo Americano; 324de Crédito Territorial (ICT); 41Nacional de Alfabetización (Inalfa);

261, 277, 438, 444Investigación múltiple; 18Infundio; 26Izquierdas marxistas; 363, 365

JJunta

Asesora; 194, 196, 248Militar; 42-43, 47, 95, 384

Juventud Comunista; 121, 123

L La Nueva Prensa; 12-13, 25, 35, 102,

107-108, 110-112, 115, 120, 122, 129-132, 135-138, 140, 142, 146, 148-151, 153, 163, 171-172, 176, 182-183, 187, 190-191, 198, 203, 217, 221, 225-226, 238, 251, 255-256, 258-259, 261, 270-272, 275, 277, 286, 293, 335, 347, 389, 395, 442

Page 500: LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO

LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO EN COLOMBIA Anapo y la participación política durante el Frente Nacional

500

Laureanismo; 44, 51-54, 69, 96, 104, 184-185, 255, 297-298, 306, 310, 321, 337, 375, 382-383, 387, 396

Lauro-alzatismo; 184-185, 209, 218-220, 228, 239, 241, 243, 248, 256, 280, 305, 342-343, 357, 375, 377

Línea Blanda; 119, 124, 194, 198-201,

219, 392, 395Dura

acercamiento de la Anapo y la; 141

del MRL; 121, 124, 141, 143, 151, 153, 163, 169, 198, 201, 238, 389, 392, 393

emerrelista; 195jefe de la; 119, 238nacionalismo de la; 134propuestas nacionalistas de la;

205

MManifiesto comunista cristiano; 332-333Memoria(s)

colectiva; 40, 87de Gaitán; 45ecos de la; 34en pos de la; 353

Método hegemónico; 43Ministro(s)

de Educación; 89, 474de Guerra; 145-148, 171, 389

Misión Currie; 289Modelo(s)

de católicos; 233de desarrollo; 334, 365democrático; 212económico; 379liberal; 76-77, 119, 387político(s); 203, 382

Mojones ideológicos; 274Momento populista; 24Movimiento(s)

anapista; 82, 141, 162, 183, 242, 387

artísticos; 16campesino; 16católico; 55cívicos; 16, 153de Acción Nacional; 41-42de elección en elección; 177, 312

de izquierda; 120, 196de liberación; 25, 135, 452de oposición; 241, 276, 389de Recuperación Liberal; 22de Revitalización Liberal; 240, 263de Unión y Reconquista (MUR); 61,

146, 383del 10 de mayo; 56del 19 de abril (M-19); 17Democrático Nacional (MDN);

14-15, 25, 169, 171, 174, 182-183, 196-198, 256, 272, 382, 389, 437, 441

estudiantil; 16guerrillero(s); 67, 197, 393; huelguístico(s); 93, 152, 154, 171,

222Independiente Liberal (MIL); 14,

174, 182intelectuales; 62Liberal Autónomo; 370literarios; 16Obrero Estudiantil y Campesino

(MOEC) 14-15opositores; 296político(s); 14-15, 17, 62-63, 80,

94, 119, 140, 167, 169, 198, 205, 214, 273, 301, 351, 374, 381, 384, 390, 392-394, 465

popular(es); 56, 189, 224, 239, 239, 263, 385

radical(es); 79, 116Revolucionario Liberal (MRL); 14-15,

22, 35, 66, 244, 248, 255, 304, 382

social(es); 16, 312, 395Socialista Colombiano; 14, 42, 58,

65, 134, 163, 389teatrales; 16

Multitud populista; 15-17

NNación(es)

hispanoamericana; 205Unidas; 58

Nacionalismo(s)continental; 135de la Nueva Prensa; 129de los sesenta; 143puesto en escena electoral; 171

Neocapitalismo; 295, 300

Page 501: LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO

ÍNDICE TEMÁTICO

501

Nueva(s)Alianza; 75, 86Constitución; 22, 70, 329

OOficialismo liberal; 23, 65-66, 120, 143,

151, 199-200, 222, 224, 237, 244, 287, 290, 299, 307, 357-358, 373

Oficina de Prensa y Propaganda del Estado; 20

Oligarquías nativas; 133Organización(es)

Política(s); 15, 98, 187, 210, 222, 381

político-militares; 16popular; 270social(es); 15, 207, 364

Ortodoxia conservadora, fascista y católica 39, 41, 43, 45, 47, 49, 51, 53, 55, 57, 59, 61, 63

PPacto de San Carlos; 52Padres fundadores; 39País(es)

nacional; 133oprimidos; 135político; 133socialistas; 135, 315

Palacio de San Carlos; 59, 152, 305Papel

de las Fuerzas Armadas; 325del Congreso; 325del Estado; 324-325, 364

Parlamento; 106-107, 114, 121, 138-139, 141, 143, 160, 269, 275, 277-281, 303-305, 314-316, 319, 323, 326, 328-330, 351, 365, 400, 454

Partido(s)Comunista Colombiano; 14, 99, 358de izquierda; 291de las oligarquías; 357

Partido Conservador; 53, 63, 99, 120, 122-

123, 129, 238-239, 251, 297, 311, 326, 342, 445, 447-448, 455-457, 463, 465, 483

Liberal; 18, 35, 42-44, 49, 52, 90, 122, 166, 196, 199-200, 209, 224, 227-229, 251, 287, 290,

292, 294, 296, 300-301, 303, 311, 317, 326, 356-357, 363, 365, 367, 369-370, 379, 383, 392, 455, 481, 483

Pensamiento(s)colombiano; 80conservador; 61, 309liberal; 215

Plan(es)de agitación ideológica; 275de Enero; 68-69legislativo de emergencia; 277

Plaza(s)de Bolívar; 103, 105, 116, 225,

256, 258-259, 278, 371, 472de Cisneros; 91, 115, 217, 366,

371de Colón; 93de la Reconquista; 180de los Mártires; 97de San Nicolás; 180, 373públicas; 71, 105, 177, 221, 394,

413Plebiscito; 43-61, 67, 249-250, 280, 296,

357, 403, 487Polo Democrático Alternativo; 27, 30, 32Política(s)

colombiana; 15, 19-20, 26, 35, 62, 130, 169, 202, 205, 221, 273, 283, 285, 287, 289, 291, 293, 295, 297-299, 301, 303, 305, 307, 309, 313, 325-326, 361, 381, 430

escenario político; 130, 187, 382, 388, 391

espacios legales de la; 22espectáculo de la; 256nacional; 40, 56, 69, 119, 141,

158, 183, 199, 300, 313, 356, 375, 394

propuestas; 145, 194, 196, 389sentido de la; 85, 87, 89, 91, 93,

95, 97, 99, 101, 103, 105, 107, 109, 111, 113, 115, 117, 119, 121, 123, 125, 217, 219, 221, 223, 225, 227, 229, 231, 233, 235, 237, 239, 241, 243, 245, 247

Populismocolombiano; 24, 35, 274, 379, 387conservador; 25, 396de élite; 292, 301

Page 502: LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO

LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO EN COLOMBIA Anapo y la participación política durante el Frente Nacional

502

gaitanista; 62latinoamericano; 15

Primera República; 20Principio(s)

básicos; 82de autoridad; 81, 399, 401, 429,

435Proceso(s)

de desmovilización; 286de unidad; 290dialógico; 34plebiscitario; 52

Programa(s)de gobierno; 209, 211, 214, 250,

253, 272electoral; 212políticos; 57, 94, 155, 162, 407,

430, 442Proselitismo político de la Anapo; 347Pueblo(s)

civil; 161, 424-425, 435colombiano; 24, 41, 53, 54, 58-59,

68, 72, 78, 82, 106, 111, 115, 150, 158-159, 161, 178, 187, 201, 223, 226, 234, 250, 258, 273, 276, 279, 294, 304, 317, 328, 343, 348, 352, 354, 366-367, 374, 399, 401, 403-404, 407-408, 414, 416, 428-429, 436, 444, 479

conservador; 81, 98, 161, 253, 399liberal; 45, 81, 98, 119, 228, 231,

253, 399, 430militar; 161, 425

QQuíntuples; 42, 58, 354

RRadio Nacional; 255Ramas del poder; 21, 211Rehabilitación de los derechos políticos; 358Reforma(s)

Agraria; 16, 68, 93-94, 96-97, 155, 159, 173, 192, 227, 240, 261, 363, 388, 401, 418-420, 434, 444

burguesa; 22

constitucional; 23, 53, 55, 58, 68, 211-212, 288, 335, 355-356, 358, 373, 375, 479

plebiscitaria; 185, 408, 431Religión católica; 17, 87, 125, 442República(s)

Árabe Unida; 293, 295Conservadora; 287Liberal; 251-252, 287

Revolución(es)agraria; 93, 300anárquica ; 72, 75, 83Cubana; 16, 22, 240, 292, 388,

292del transistor; 254democrática; 250en América Latina; 291en Marcha; 60, 215, 289, 335Francesa; 105, 315, 329invisible; 22Nacional; 62, 131, 134-135, 261,

437nacionalista ; 113, 118, 122, 169,

270, 273, 277, 365, 395, 406, 413, 425, 432

social-cristiana; 103Rojaspinillismo; 42, 45, 125, 381Rojismo liberal; 229

SSecretaría Nacional de Asistencia Social;

14, 41Segunda República; 20-21, 43, 46, 49-51,

55, 58-59, 61Segundo Congreso Bolivariano de Desarrollo

de la Comunidad; 193Sistema(s)

bipartidista; 42, 62, 274homogéneo; 15político; 42, 51, 54, 59, 113, 133,

144, 274, 277, 284, 296, 394-395, 477

TTalanqueras (zancadillas); 171, 173, 175,

177, 179, 181, 183, 185, 187, 189, 191, 193, 195, 197, 199, 201, 203, 205, 207, 209, 211, 213, 215

Tareas del retorno; 21

Page 503: LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO

ÍNDICE TEMÁTICO

503

Tercer Mundoirrupción del; 134neonacionalismos militares; 25

Tercera fuerza; 41-42, 119, 293, 301Tesis

de doctorado; 18de maestría; 18, 60, 66del movimiento; 271revolucionarias; 288

Teoría(s)de Keynes; 287del cooperativismo; 271

Teología de la liberación; 25Tiranías conservadoras; 44Transferencia de la energía anapista; 26Transformación del país; 189, 195, 283

UUniversidad(es)

Católica de Lovaina; 190del Cauca; 249, 252, 313Nacional de Colombia; 15, 18, 34-

35, 48, 66, 130, 192Urbanización(es); 16, 284-285

VVarones electorales; 192Víctimas de fraude; 118Violencia

abierta bipartidista; 284política; 43, 47, 135, 162, 315,

330, 371, 436, 457rescoldos de la; 66

Vocación de poder; 16, 267Voluntad nacional; 163, 272, 436Voto(s)

liberal; 243positivo; 50

Page 504: LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO
Page 505: LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO

505

Índice onomástico

AAgudelo Villa, Hernando; 96, 209, 294,

298Álvarez Rojas, Francisco; 88Álvarez, Gabriel; 70Álzate Avendaño, Gilberto; 12, 25-26, 35,

50, 56-57, 80, 131, 138, 156, 243, 278, 296, 326, 381, 383, 387

Amézquita, Alfonso; 71, 73Andrade, Ramiro; 119, 141, 239, 282,

356, 375Ángel Naranjo, Germán; 119Antoine-Laurent; 24Arango, Dacier; 68, 179, 263, 314Arango, Eliseo; 21Arango, Jorge Luis; 20Araújo Grau, Alfredo; 51Ariza Rivera, Humberto; 119Ayala Diago, César Augusto; 17-18, 20, 24-

25, 35, 39, 42-43, 48, 61, 65, 67, 77, 85, 93, 101, 129-130, 155, 171, 187, 217, 247, 267, 283, 309, 347

BBáez Pimiento, Adriana; 60, 66Becerra Becerra, Gregorio; 119Ben Bella; 135Berrío Muñoz, Gustavo; 71Betancur, Belisario; 28, 51, 96-97, 100,

147-148, 175, 209, 298-299, 396Blanco Barón, Rubén de Jesús; 70Bollème, Geneviève; 485Botero M., Mauricio; 492Builes, Miguel Ángel; 55, 233-234, 236,

257Burgos, Benjamín; 71, 124, 271Burgos, Remberto; 124

CCáceres, Prada; 54Cadena Copete, Pedro; 490Canal Ramírez, Gonzalo; 47, 492-493Carrizosa Pardo, Hernando; 51Castañeda Morales, José A.; 71Castañeda, José Manuel; 70Castellanos, Justo P.; 66, 119Castellón Patiño, Pedro; 66Castrillón, Rodrigo; 68, 446Castro, Fidel; 102, 135, 180, 321, 344Chiape Lamus, Ignacio; 97Cipagauta Galvis, Enrique; 71, 73-74, 85,

93, 97-98, 476Contreras, Julio; 70Córdoba, Piedad; 29Correa de Rojas Pinilla, Carola; 86Corredor, M. Consuelo; 492Cote Lamus, Eduardo; 62-63, 490Cuadros, Alfredo; 93

DDangond Uribe, Alberto; 46, 97, 298, 305Daza, Ítalo; 119de Karph, Ana; 120de la Cruz Varela, Juan; 67, 378de la Espriella, Ramiro; 119, 153, 389de Velasco, Hernando; 51del Castillo Isaza, Carlos; 85, 93, 382, 477,

479del Rosario Hernández, José; 54Delgado, Laureano; 97Díaz, Gabriel; 71Díaz, Parmenio; 85-86, 478Domínguez de Londoño, Libia; 458-459; Donadio, Alberto; 493Duica, J. Carlos; 492Duzán, María Jimena; 34, 338

Page 506: LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO

LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO EN COLOMBIA Anapo y la participación política durante el Frente Nacional

506

EEastman, Jorge Mario; 487Echandía, Álvaro; 119Echeverri Uruburu, Álvaro; 492Escobar Sierra, Hugo; 51, 184, 344

FFebvre, Lucién; 485Forero Benavides, Abelardo; 248, 492Freyre, Gilberto; 24

GGaitán Durán, Jorge; 22, 490Gaitán Mahecha, Bernardo; 97Gaitán, Jorge Eliécer; 19, 26, 45, 80, 89-

90, 122, 156, 178, 182, 273, 275, 278, 285, 289, 330, 395, 474, 493

Galán, José Antonio; 209, 488Gallón Giraldo, Gustavo; 493Galvis, Silvia; 493García Acero, Ernesto; 71-72García Carvajal, Guillermo; 71García García, Guillermo; 66, 71, 124García García, Rodolfo; 103, 108, 124,

143-144, 184, 311, 390García Pelayo, Manuel; 485García, Antonio; 7, 58, 65, 134-135, 252,

389Geertz, Clifford; 205, 485Godoy, Juan B.; 71, 271Gómez Hurtado, Álvaro; 59, 184-185, 219,

239, 241, 248, 287, 374-375Gómez Restrepo, Enrique; 119Gómez, Juan Antonio; 21Gómez, Laureano; 35, 51-52, 54, 58-59,

67, 101, 243, 290, 297-298, 445, 465, 490

Gualdrón, Luis Eduardo; 70Guerrero, Javier; 491Gutiérrez, Jorge Enrique; 97

HHarker Valdivieso, Roberto; 13, 149, 165,

235, 275-276, 347-349, 352-353, 489

Harker, Ernesto; 71Haya De La Torre, Víctor Raúl; 135, 485

Hernández Rodríguez, Guillermo; 45, 194-196, 245, 370

Holmes Trujillo, Carlos; 141, 240, 263, 375, 464

IIbarra, Isaías Hernán; 119, 464

JJaramillo, Francisco De Paula; 239Jaramillo Giraldo, José; 12-13, 248-249,

251-264, 267, 269-272, 285, 286, 302, 310, 350, 361, 363, 366, 370, 372, 378, 388, 390, 482

Jiménez, Álvaro; 373Jiménez, Diógenes; 119Jiménez, Miguel; 469Jiménez, Pedro Nel; 271Juan XXIII; 95, 102, 104, 119, 142, 145,

234, 333, 386, 488

KKrippendorff, Klaus; 485

LLaclau, Ernesto; 26, 485León Valencia, Guillermo; 21, 51, 59, 96,

99, 101, 152, 180, 279, 403, 405Leyva de Uribe Holguín, Beatriz; 72Leyva, Jorge; 92, 97, 99, 184-185, 239,

337, 487, 491Lindo Ortiz, Miguel; 94Liscano, Armando; 61Lizarazo, Hermes; 489Lleras Camargo, Alberto; 21, 41, 46, 52,

68, 70, 74, 92, 166, 209, 230, 290, 354, 404-405, 426

Lleras Pizarro, Miguel; 97Lleras Restrepo, Carlos; 9, 16-17, 21, 23,

28, 46, 91, 120-121, 166-167, 178, 180-181, 185, 200, 206-209, 211-212, 214-215, 218, 224, 226, 233, 238, 248, 255, 262, 268-269, 276-277, 279, 290, 300, 304-305, 312, 315, 329, 331, 337-339, 354, 373, 389, 394, 420, 463, 491

Londoño, Carlos Mario; 490

Page 507: LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO

507

López Botero, Iván; 120López Michelsen, Alfonso; 65, 99, 119,

182-183, 194-195, 199, 213, 219, 224, 226, 228-229, 237, 239, 241, 247-248, 255, 286, 288, 296, 305, 319, 387, 392, 457, 490

López Ochoa, Darío; 107, 120, 248López Pumarejo; 44, 200, 270, 289, 293López, Clara; 32López, Francisco; 123Lozano Bahamón, Jaime; 71Lozano Simonelli, Fabio; 21, 45, 97, 209,

280, 290, 293, 363Lozano y Lozano, Juan; 21, 68Luque, Crisanto; 112Lutero, Martín; 485

MMalaparte, Curzio; 455, 485, 493Manosalva, Luis José; 70Maurras, Charles; 382, 485Mazuera Villegas, Fernando; 120-121 McAllister, Ernesto; 120Medina Perdomo, Jaime; 447, 489Medina, Medófilo; 493Mendoza Conde, Juan; 70Molano Cruz, Giovanni ; 130Molina, Gerardo; 115, 195, 300, 329Monroy, Carlos; 71, 165, 271, 374, 382Montagut, Víctor Manuel; 70Mora, Paco; 86Moreno Díaz, Samuel; 16, 165, 251-252,

254, 362, 371, 489Moreno Rojas, Samuel; 12, 26-29, 31-32Moreno, Iván; 32Muñis, Pedro; 485Mussolini, Benito; 130, 382

NN’Krumah; 135-136Naranjo, Abel; 21Nasser;; 102, 135, 145Nieto Rojas, José María; 55, 71, 73, 85,

93, 382, 386, 478-479, 489

OOcampo Marín, Héctor; 493Olano Cruz, Hernando; 92, 130, 138-

139, 141-144, 165, 180, 183, 226,

248, 271, 310, 314, 330, 382, 446, 453-456, 458, 460, 462, 464, 466, 489-490

Oliveira Salazar, Antonio; 270, 382, 486Ordóñez Galindo, Alberto; 119Ortiz, Pablo Álvaro; 93Ospina Pérez, Mariano; 35, 52, 58, 62,

101, 115, 166, 228-229, 233, 237-238, 249, 251-252, 268, 311, 330, 344, 352, 362, 374, 457, 465, 488

Osuna;; 12, 33

PPabón Núñez, Lucio; 62, 200, 304, 493Padilla Manrique, Guillermo; 71Palacios, Ezequiel; 71Palacios, Francisco ; 71Panesso, Antonio; 97Paz Estensoro, Víctor; 130Pécaut, Daniel; 395, 485Peñalosa, Enrique; 28, 32Pérez González, Manuel; 71Pérez Rodríguez, Ernesto; 70Pérez, Luis Carlos; 115Perilla, Fidel; 71, 74, 477Piedrahíta, Jaime; 109, 141, 200, 219,

248, 271, 359, 366, 370Pinzón De Lewin, Patricia; 493Pio XII;; 234, 488Plata Bermúdez, Francisco; 71, 77, 131,

144, 489Pombo, Mauricio; 32Premo, Daniel L.; 493; Primo De Rivera, Antonio; 130, 138, 382,

486Puentes, Milton; 125, 244, 271, 376, 382,

388, 480-481

QQuevedo Forero, Edmundo; 11, 40, 467,

489Quintero Santofimio, Gonzalo; 54

RRamírez Moreno, Augusto; 98Rangel, Rafael; 67Restrepo Tirado, Ernesto; 67, 491Reyes, Cornelio; 141, 344Rincón Hernández, Víctor Manuel; 493

ÍNDICE ONOMÁSTICO

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LA EXPLOSIÓN DEL POPULISMO EN COLOMBIA Anapo y la participación política durante el Frente Nacional

508

Ríos Nieto, Ciro; 119, 491Rivas Posada, Rafael; 21Roa Álvarez, Pedro; 66Robledo, Emilio; 21Roca, Carlos Daniel; 490Rodríguez, Camilo; 119Rojas Correa, Carlos; 71Rojas de Moreno Díaz, María Eugenia; 16,

242, 268, 271, 388Rojas Pinilla, Gustavo; 12, 16-17, 19, 25-

26, 32-34, 39-42, 61, 68, 71-74, 78-79, 86, 97, 99, 102, 106-109, 111-112, 114-116, 120, 122, 142, 147, 152, 160, 163, 165, 173, 177-178, 180, 188, 218-219, 222-227, 231, 233-235, 238, 247, 249, 253, 263, 268-269, 271, 273, 276, 283, 286, 311, 322, 331, 349-350, 352, 354, 358-359, 370, 389-390, 402-404, 413, 422, 445-447, 449, 452, 454, 456-458, 467, 487, 489-491, 493

Rolón Montagut, José; 70

SSáenz Obregón, Javier; 493Salamanca, Guillermo; 51, 149, 476, 493Salazar García, Elías; 124, 149, 180, 183,

242, 279, 305, 312-315, 319-320, 322, 327, 375, 382, 396, 454, 456, 458, 461

Salazar García, Gustavo; 124Salazar, Alfonso; 68, 446, 453Sánchez, José Vicente; 489Santos, Eduardo; 52, 58, 155, 340, 413Sartori, Giovanni; 485Sebrely, Juan José; 493Seku-Turé; 135Sepúlveda Niño, Saturnino; 493Serna Buitrago, Alfonso; 68, 446Showin, Carlos; 485Sierra de Díaz, Alicia; 72Silva Valdivieso, Humberto; 61, 174, 184,

148, 156Sorel, Georges; 130Soto, Carlos V.; 71Suárez Pineda, Alfonso; 71Sukarno; 135-136

TTarazona Mota, Gonzalo; 70Torres Almeida, Luis; 66, 119Torres, Carlos Arturo; 93, 382, 478Torres, Lorenzo; 86, 478Tovar Concha, Diego; 51, 184-185, 338Turbay Ayala, Julio César; 115, 260

UUrdaneta Arbeláez; 52, 58, 448Uribe Márquez, Jorge; 45-46, 49, 51, 58Uribe Rueda, Álvaro; 119, 134-135, 141-

142, 145, 153, 175, 182, 203, 205, 238, 389;

Uribe Uribe, Rafael; 335, 489Uribe Vargas, Diego; 45-46, 293Uribe, Bernardo; 71

VValois Arce, Daniel; 366, 373, 377, 490Vanegas, Eduardo; 199Vargas, Getúlio; 130, 292Vásquez Cobo, Camilo; 465, 468, 487Velásquez Toro, Jaime; 119Velásquez, Rafael María; 54Vergara Delgado, Hernán; 491Veron, Eliseo; 161, 485Villaveces, Jorge; 65, 388Villegas, Silvio; 21, 101-102, 116, 255,

320

WWeidlé, Wladimir; 493

ZZalamea Costa, Alberto; 130Zapata, Parmenio; 90-91, 97, 125, 165,

271, 279, 282, 303, 354, 382, 388, 489

Zuleta Holguín, Francisco; 21, 119Zurriago, Luis Carlos; 489