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40 EDUCACIÓN La familia tolerante Claves para educar en la tolerancia ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA Psiquiatra y miembro fundacional del Teléfono de la Esperanza. PALABRAS CLAVE: Familia, educación, respeto, tolerancia, intolerancia, asertividad, inseguridad. ,S H\[VY HJV[H LS ZPNUPÄJHKV KL [VSLYHUJPH ` SV KLZSPUKH KL actitudes que obedecen a otros conceptos como pue- den ser indiferencia o pasividad. Comportamientos a los que denomina falsa tolerancia. Considera el ser tolerante como un proceso dinámico que se va aprendiendo y ofre- ce unas claves para progresar en este camino. Por otro lado, se detiene en el comportamiento intolerante, dedi- cando especial atención a la familia, la cual pude interve- nir con diversas estrategias dirigidas a inculcar el respeto o reforzar la autoestima.

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EDUCACIÓN

La familia toleranteClaves para educar en la tolerancia

ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA

Psiquiatra y miembro fundacional del Teléfono de la Esperanza.

PALABRAS CLAVE: Fami l ia , educación, respeto, to lerancia, into lerancia, asert iv idad, insegur idad.

actitudes que obedecen a otros conceptos como pue-

den ser indiferencia o pasividad. Comportamientos a los

que denomina falsa tolerancia. Considera el ser tolerante

como un proceso dinámico que se va aprendiendo y ofre-

ce unas claves para progresar en este camino. Por otro

lado, se detiene en el comportamiento intolerante, dedi-

cando especial atención a la familia, la cual pude interve-

nir con diversas estrategias dirigidas a inculcar el respeto

o reforzar la autoestima.

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PROYECTO

La palabra tolerancia tiene diversas acepciones: desde

el sentido médico de acostumbramiento a un producto

o droga (así decimos, fulanito tolera muy bien el alcohol

-

gico, que hace referencia a la capacidad de una per sona

para admitir las diferencias con sus semejantes. En esta

dirección se expresa el Diccionario de la Real Academia

-

peto y consideración hacia las opiniones o prácticas de

los demás, aunque repugnen a las nuestras”.

Ser tolerante no es igual a ser condescendiente

Ser tolerante no es sinónimo de aceptar todo lo que nos

con las propuestas de nuestros semejantes. La to lerancia

se basa en la capacidad para comprender al otro, pero sin

fundirnos con él ni con los mensajes que nos trans mite. Es

decir, el tolerante es el que admitiendo las dife rencias, no

las agrede ni las ridiculiza y es respetuoso con los demás,

aunque no claudica de su posición o criterio.

Somos tolerantes cuando aceptamos el fallo del otro ( una

mala maniobra con el automóvil, por ejemplo), una valo-

ración negativa de nuestro quehacer o bien una posición

contraria sobre educación, religión, política o la misma

ideología sobre la vida. Y en todos esos casos, lo opuesto

o diferente, no se vive como una agresión, sino como una

Así, ser tolerante en la familia, por ejemplo, implica un res-

peto mutuo entre todos sus miembros, siempre y cuando

las opciones personales no perturben la estabilidad y el

buen funcionamiento de todo el colectivo.

-

manas son como las cuerdas de una guitarra: nece sitan

de un tono especial (ni más ni menos) para funcionar ade-

cuadamente; si se tensan mucho se rompen o por contra,

no suenan bien.

-

vivencia entre los seres humanos se parece mucho a la

relación de las amebas con su medio. Esos microorga-

nismos, a través de sus pseudópodos, se relacionan con

humano deberá aprender a comunicarse con los otros,

pero sin renunciar a su propia esencia y criterio. El tole-

rante, pues, no reniega de sus creencias o valores, pero

al mismo tiempo tiende un puente de comprensión y de

acercamiento hacia las ideas o actitudes de sus semejan-

tes. Se puede ser tolerante y no claudicar de las propias

convicciones.

Pero, para ser tolerantes se requiere un yo fuerte, no rí-

gido, que admita al otro en toda su amplitud y que sus

diferencias no se vivan como amenazas contra uno mis-

-

debilidad le lleva a sentirse amenazado por todo lo que se

sale de su esquema de valores. Su única respuesta es la

Por esto, el gran antídoto contra la intolerancia es la aserti-

vidad: esa seguridad psicológica en nosotros mismos que

nos permite, incluso renunciar a nuestros propios deseos,

sin miedo a ser destruidos o que el otro nos anule.

Falsa tolerancia, en la familia

En nuestra convivencia cotidiana podemos observar com-

portamientos que pueden parecer tolerantes pero que no

lo son. He aquí, algunos ejemplos:

Dar siempre la razón a los hijos Andrés es, según su criterio, “un padre tolerante”. Su

máxima es “dejar hacer”. No importa lo que le pida su hijo

adolescente: salir por la noche, marcharse al cine con los

amigos, etc. siempre dará un sí como respuesta. Pero,

esto ¡no es tolerancia! Quizás lo que ocurre es que teme

que su hijo no le respete y por eso no sabe poner lími-

tes a sus demandas. Por el contrario, el padre tolerante

es aquel, que en cada circunstancia analiza la decisión

a tomar, y opta, no por la más fácil, sino por la que más

favorezca al hijo y a toda la familia.

Dar consejos y soluciones en latasAnte la comunicación de un problema, el intolerante, que

no puede soportar la angustia, responde con recetario de

soluciones: “debes hacer tal o cual cosa; lo más conve-

niente sería esto o aquello...” Y esto, en muchas ocasio-

nes, sin escuchar al otro. Es decir, lo que ocurre es que no

soporta el sufrimiento de su interlocutor, o mejor, su propia

angustia ante el problema de sus semejantes. Eso, pues,

no es tolerancia sino incapacidad para asumir la angustia

que proviene de fuera de uno mismo.

Aliarse con el hijo más aplicadoEnrique es un niño modelo: obediente, respetuoso, limpio

y ordenado. Nunca se queja de nada y es cumplidor de las

normas. Es un “niño pluscuamperfecto”, el reverso de su

hermano Juan distraído y desobediente. Ser tolerante, en

esas circunstancias, no es nada fácil: la primera intención

es consentirle todo a Enrique y negárselo a Juan. Pero

eso, ¡no es tolerancia! Los padres tolerantes son aquellos

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PROYECTO

El gran antídoto contra la intolerancia es la

asertividad: esa seguridad psicológica en

nosotros mismos que nos permite, incluso

renunciar a nuestros propios deseos, sin

miedo a ser destruidos o que el otro nos anule.

que tienen en cuenta las posibilidades de cada hijo e in-

tentan desarrollarlas al máximo. Es decir, procuran medir

por el mismo rasero a Enrique y a Juan.

Poner límites rígidos o no poner ningunoJunto a los padres cuadriculados y rígidos, que hacen de

la norma su fuerza, se encuentran los pasotas: familias

donde no existe ni la más mínima disciplina, por el miedo

otros no son tolerantes (aunque es verdad que los prime-

ros lo son por exceso y los segundos, por defecto). Ser to-

lerante no está reñido con la disciplina, pero es cierto que

debemos saber cuándo podemos transgredir la norma, sin

que sea signo de debilidad. El tolerante es el que se sirve

de la ley, no el que hace de la ley su única razón de existir.

Imponer el orden a través del miedoLos padres de familia que se apoyan, con exclusividad, en

el castigo para mantener el orden, están “haciendo agua”,

por todas partes. La tolerancia, más bien, se basa en la

propia seguridad y en la seguridad que transmitimos a

los demás con nuestras actitudes y comportamiento. Po-

demos ser tolerantes en la medida que no tememos que

nuestro yo se resquebraje, ni que vaya a cundir el pánico

alrededor nuestro, si no hacemos cumplir la ley al pie de

la letra.

Claves para educar en la tolerancia

Una actitud tolerante no se aprende por “arte de magia”,

ni tampoco se aprende en la universidad. Ser tolerante

es un proceso dinámico que dura toda la vida. Nunca se

llega a la cima. No obstante, he aquí algunas claves para

progresar hacia esa meta:

Ser tolerante consigo mismoGerardo trabaja de administrativo. Lleva treinta años en

Es el primero que llega todas las mañanas y el último que

se va, si es necesario. Hace unos días por causa de un

proceso gripal no ha podido ir a trabajar. “Me he sentido

muy mal —me decía— pues, aunque es la primera baja

laboral después de tantos años de trabajo, he tenido la

sensación de que he fallado”. Gerardo es un hombre me-

ticuloso, excesivamente puntual y no tolera ningún error,

por pequeño que sea. Hasta sus hijos le llaman “Don

perfecto”.

Gerardo es el prototipo del intolerante consigo mismo. No

admite la imperfección, ni el error, ni siquiera un pequeño

descuido. “Todo eso me pone muy nervioso y a veces

hasta irritable”.

Gerardo, como tanto otros, encuentra la seguridad y la

paz en la norma, el orden, lo establecido, pero esto, en

muchas ocasiones se vuelve contra él, ya que vivimos en

un mundo imperfecto: una simple gripe nos puede estro-

es interminable. Por esto la solución no es pretender la

“perfección”, ni evitar todos los fallos, sino asumir la posi-

bilidad del error, y vivir en armonía con ellos y con nuestras

limitaciones.

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PROYECTO

La intolerancia no se neutraliza con grandes

campañas publicitarias, sino con una

adecuada estructura familiar y social, que vaya

refor zando la autoestima de las personas.

Superar el miedo a la intolerancia (=rechazo)Al otro lado de la tolerancia se encuentran los sujetos pa-

sivos de ese fenómeno. Son todas aquellas personas que

-

dos psicológicos”, que sienten la intolerancia de los más

próximos. Tanto pueden ser padres como hijos, que no

han sabido digerir el “cuanto” de intransigencia, que toda

convivencia genera. Se atrincheran en su “victimación”,

-

ven en ese difícil equilibrio de temor al rechazo (a la intole-

rancia) y evitación de todo contacto.

Pepi es una mujer de 40 años. Desde muy pequeña se ha

sentido rechazada, desvalorizada por todo su entorno. Se

ha ido construyendo una fuerte coraza y ya no se permite

sentir, para no sufrir. ”Estoy sola —nos dice— pero al me-

nos no me hace sufrir el rechazo de los demás”.

Pepi ha elegido una de las falsas salida ante la intoleran-

cia de los demás: anestesia emocional: “no siento, luego

los demás no me pueden hacer daño”. Desgraciadamen-

te existen muchas Pepis que, huyendo del miedo al re-

sentimiento y emoción. Viven pero no se permiten sentir y

emocionarse, para bien o para mal, con los acontecimien-

tos cotidianos. A este respecto, recuerdo lo que decía un

autor moderno: “si no rechazas, ni te rechazas, no vives”.

La meta no está en evitar el rechazo de forma sistemática

(objetivo, por otra parte imposible de conseguir), sino en

aprender a convivir con la desestimación de los demás,

de tal manera que no destruya nuestra autoestima. Por

esto, debemos enseñar a los niños a que sean capaces

de escuchar la palabra NO (una negativa, un desaire, etc.)

sin que se descontrolen.

Inculcar el respeto al otroEl niño que es torpe en el juego, o que su capacidad artís-

tica está bajo mínimos o que tiene miedo a estar solo, no

tiene por qué sentirse discriminado, marginado, o, en el

peor de los casos, agredido con actitudes o palabras.

El grupo familiar debe permitir las diferencias entre ellos

mismos para que también puedan tolerar el resto de las

desigualdades (peso, habilidades, color de la piel, defec-

tos físicos, etc.). Debemos enseñar a los niños, algo que

me decía un viejo maestro de escuela: “debes aprender

a valorar a las personas por su belleza interior (honradez,

solidaridad, capacidad de respeto, etc.)”. Además, es pre-

ciso fomentar el respeto hacia el otro, no solamente como

una estrategia para mejorar la convivencia, sino como una

forma de enriquecimiento personal y grupal.

Conclusión

Las tres caras de la intolerancia (la intole rancia hacia los

demás, la intolerancia pasiva y la intole rancia contra sí

mismo) tienen un fondo común: la insegu ridad psicológi-

ca. Al sentirse débil la persona ataca a su entorno, o bien,

se repliega sobre sí misma, o se autocastiga por no con-

seguir las metas previstas.

neutraliza con grandes campañas publicitarias, sino con

una adecuada estructura familiar y social, que vaya refor-

zando la autoestima de las personas. Haz la prueba y ya

me contarás, amable lector.