La Filosofía de La Praxis en El Pensamiento de Rosa Luxemburg

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La Filosofía de La Praxis en El Pensamiento de Rosa Luxemburg

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La filosofa de la praxis en el pensamiento de Rosa LuxemburgMichael LowyEn la presentacin de lasTesis sobre Feuerbach(1845) de Marx, que public a ttulo pstumo en 1888, Engels las calific como primer documento que registra el germen genial de una nueva concepcin del mundo. As es, en este pequeo texto Marx supera dialcticamente la famosa Aufhebung: negacin/conservacin/elevacin el materialismo y el idealismo anteriores, y formul una nueva teora, que podra llamarse filosofa de la praxis.Mientras los materialistas franceses del siglo XVIIIinsistan en la necesidad de cambiar las circunstancias materiales para que se transformaran los seres humanos, los idealistas alemanes aseguraban que la sociedad sera cambiada gracias a la formacin de una nueva conciencia entre los individuos. En contra de estas dos percepciones unilaterales, que conducan a un callejn sin salida y a la bsqueda de un Gran Educador o un Supremo Salvador, Marx afirm en la Tesis III:La coincidencia del cambio de las circunstancias y de la actividad humana o autotransformacin, slo puede ser considera y comprendida racionalmente en tanto que prctica (praxis) revolucionaria.1En otras palabras: en la prctica revolucionaria, en la accin colectiva emancipadora, el sujeto histrico las clases oprimidas transforma al mismo tiempo las circunstancias materiales y su propia conciencia. Marx volvi a esta problemtica enLa Ideologa Alemana(1846), al escribir:Esta revolucin se ha hecho necesaria no slo por ser el nico medio de derribar a la clase dominante, sino tambin porque slo una revolucin permitir a la clase que derriba a la otra barrer toda la podredumbre del viejo sistema que se le ha quedado pegada y volverse capaz de fundar la sociedad sobre bases nuevas.2Esto quiere decir que la autoemancipacin revolucionaria es la nica forma posible de liberacin: slo por su propia praxis, por su experiencia en la accin, pueden las clases oprimidas cambiar su conciencia, al mismo tiempo que subvierten el poder del capital. Es verdad que en textos posteriores por ejemplo, la famosa introduccin de 1857 a laCrtica de la Economa Poltica encontramos una versin mucho ms determinista, considerando la revolucin como el resultado inevitable de la contradiccin entre fuerzas y relaciones de produccin; pero como lo demuestran sus principales escritos polticos, el principio de la autoemancipacin de los trabajadores contina inspirando su pensamiento y su accin.Fue Antonio Gramsci, en susCuadernos de Prisinde los aos 1930, quien utiliz por primera vez la expresin filosofa de la praxis para referirse al marxismo. Algunos pretenden que era slo de un ardid para engaar a sus carceleros fascistas, recelosos de cualquier referencia a Marx; pero esto no explica por qu Gramsci escogi esta frmula y no otra, como podra ser dialctica racional o filosofa crtica. En realidad, con esta expresin defini, de manera precisa y coherente, lo que distingue al marxismo como visin especfica del mundo, y se disocia, de manera radical, de las lecturas positivistas y evolucionistas del materialismo histrico.Pocos marxistas del siglo XXfueron ms cercanos que Rosa Luxemburg al espritu de esta filosofa marxista de la praxis. Ciertamente, ella no escriba textos filosficos ni elaboraba teoras sistemticas; como observa con razn Isabel Loureiro, sus ideas, dispersas en artculos periodsticos, folletos, discursos, cartas son respuestas inmediatas a la coyuntura ms que una teora lgica e internamente coherente 3. Eso no quita para que la filosofa de la praxis marxiana, que interpret de forma original y creadora, fuera el hilo conductor en el sentido elctrico de la palabra de su obra y de su accin como revolucionaria. Pero su pensamiento no era esttico: era una reflexin en movimiento, enriquecida con la experiencia histrica. Intentaremos reconstruir aqu la evolucin de su pensamiento por medio de algunos ejemplos.Es verdad que sus escritos estn atravesados por una tensin entre el determinismo histrico la inevitabilidad del derrumbamiento del capitalismo y el voluntarismo de la accin emancipadora. Esto se aplica en particular a sus primeros trabajos (antes de 1914).Reforma o Revolucin(1899), el libro por el que es conocida en el movimiento obrero alemn e internacional, es un ejemplo claro de esta ambivalencia. En contra de Bernstein, proclamaba que la evolucin del capitalismo llevaba necesariamente al derrumbamiento (Zusammenbruch) del sistema, y que este hundimiento era la va histrica que llevaba a la realizacin del socialismo. En ltimo instancia era una variante socialista de la ideologa del progreso inevitable que domin el pensamiento occidental desde la Filosofa de las Luces. Lo que salvaba su argumento de un economicismo fatalista era la pedagoga revolucionaria de la accin: slo en el curso de largas y persistentes luchas adquirir el proletariado el grado de madurez poltica que le permitir obtener la victoria definitiva de la revolucin.4Esta concepcin dialctica de la educacin por la lucha fue tambin uno de los principales ejes de su polmica con Lenin en 1904: slo en el curso de la lucha se recluta el ejrcito del proletariado y toma conciencia de los objetivos de esta lucha. La organizacin, los progresos de la conciencia (Aufklrung) y el combate no son fases particulares, separadas en el tiempo y de forma mecnica () sino, por el contrario, aspectos diversos de un solo y mismo proceso. 5Desde luego, reconoca Rosa Luxemburg, la clase puede equivocarse en el curso de este combate, pero en ltima instancia, los errores cometidos por un movimiento obrero verdaderamente revolucionario son histricamente mucho ms fecundos y ms preciosos que la infalibilidad del mejor Comit Central. La autoemancipacin de los oprimidos implica la autotransformacin de la clase revolucionaria por medio de su experiencia prctica; sta, a su vez, no slo produce la conciencia tema clsico del marxismo sino tambin la voluntad:El movimiento histrico universal (Weltgeschichtlich) del proletariado hacia su emancipacin integral es un proceso cuya particularidad reside en que, por primera vez desde que existe la sociedad civilizada, las masas del pueblo hacen valer su voluntad conscientemente y en contra de todas las clases gobernantes (). Ahora bien, las masas slo pueden adquirir y reforzar esta voluntad en la lucha cotidiana contra el orden constituido, es decir, en los lmites de este orden. 6Podra compararse la visin de Lenin con la de Rosa Luxemburg por medio de la siguiente imagen: para Vladimir Illich, redactor del peridico Iskra, la chispa revolucionaria la aporta la vanguardia poltica organizada, desde fuera hacia el interior de las luchas espontneas del proletariado; para la revolucionaria juda/polaca, la chispa de la conciencia y de la voluntad revolucionaria prende en el combate, en la accin de masas. Es verdad que su concepcin del partido como expresin orgnica de la clase se corresponda ms a la situacin en Alemania que en Rusia o Polonia, donde se planteaba ya la cuestin de la diversidad de partidos referidos al socialismo.Los acontecimientos revolucionarios de 1905 en el Imperio zarista ruso confirmaron a Rosa Luxemburg en su concepcin de que el proceso de toma de conciencia de las masas obreras era menos el resultado de la actividad educadora Aufklrung del partido que de la experiencia de accin directa y autnoma de los trabajadores:El brusco levantamiento general del proletariado en enero, desencadenado por los acontecimientos de San Petesburgo, fue, en su accin exterior, un acto poltico revolucionario, una declaracin de guerra al absolutismo. Pero esta primera lucha general y directa de las clases tuvo un impacto an ms poderoso en su interior, despertando por primera vez, como una sacudida elctrica (einen elektrischen Schlag), el sentimiento y la conciencia de clase en millones y millones de individuos (). El absolutismo deber ser derribado en Rusia por el proletariado. Pero el proletariado necesitar para ello un alto grado de educacin politica, conciencia de clase y organizacin. No puede aprender todo esto en folletos o en octavillas, sino que adquirir esta educacin en la escuela poltica viva, en la lucha y por la lucha, en el curso de la revolucin en marcha.7La polmica referencia a los folletos y las octavillas parece subestimar la importancia de la teora revolucionaria en el proceso; por otra parte, la actividad poltica de Rosa Luxemburg, consistente en gran medida en redactar artculos periodsticos y folletos por no hablar de sus obras tericas en el campo de la economa poltica demuestra sin ninguna duda el decisivo significado que conceda al trabajo terico y a la polmica poltica en el proceso de preparacin de la revolucin.En este famoso folleto de 1906 sobre la huelga de masas, la revolucionaria polaca segua utilizando todava los tradicionales argumentos deterministas: la revolucin tendr lugar con la necesidad de una ley de la naturaleza. Pero su visin concreta del proceso revolucionario coincida con la teora de la revolucin de Marx, tal como la present en La Ideologa Alemana (obra que no poda conocer, ya que no fue publicada hasta despus de su muerte): la conciencia revolucionaria slo puede generalizarse en el curso de un movimiento prctico, la transformacin masiva de los oprimidos, en el curso de la propia revolucin. La categora de la praxis que para ella, como para Marx, es la unidad dialctica entre lo objetivo y lo subjetivo, la mediacin por la cual la clase en s se convierte en clase para s le permiti superar el dilema paralizante y metafsico de la socialdemocracia alemana, entre el moralismo abstracto de Bernstein y el economicismo mecnico de Kautsky: para el primero, el cambio subjetivo, moral y espiritual, de los seres humanos era la condicin para el advenimiento de la justicia social, mientras que para el segundo la evolucin econmica objetiva conduca fatalmente al socialismo. Esto permite comprender mejor por qu Rosa Luxemburg se opuso no slo a los revisionistas neo-kantianos, sino tambin, desde 1905, a la estrategia de atentismo pasivo defendida por el as denominado centro ortodoxo del partido.Esta misma visin dialctica de la praxis le permiti, tambin, superar el tradicional dualismo encarnado por el Programa de Erfurt del SPD, entre las reformas, o programa mnimo, y la revolucin, el objetivo final. Con la estrategia de huelga de masas que propuso en Alemania en 1906 en contra de la burocracia sindical y en 1910 en contra de Karl Kautsky Rosa Luxemburg esboz un camino capaz de transformar las luchas econmicas o el combate por el sufragio universal en un movimiento revolucionario general.Al contrario que Lenin, que distingue entre la conciencia trade-unionista (sindical) y la conciencia socialdemcrata (socialista), ella sugiere una distincin entre la conciencia terica latente, caracterstica del movimiento obrero en los perodos de dominacin del parlamentarismo burgus, y la conciencia prctica y activa, que surge en el curso del proceso revolucionario, cuando las propias masas y no slo los diputados y dirigentes del partido aparecen en la escena poltica; gracias a esta conciencia prctica-activa las capas menos organizadas y ms atrasadas pueden llegar a ser, en perodo de lucha revolucionaria, el elemento ms radical. De esta premisa deriva su crtica a quienes basan su estrategia poltica en una estimacin exagerada del papel de la organizacin en la lucha de clases acompaada por lo general de una subestimacin del proletariado no organizado olvidando el papel pedaggico de la lucha revolucionaria:Seis meses de revolucin harn ms por la educacin de estas masas hoy desorganizadas que diez aos de reuniones pblica y distribuciones de octavillas.8Era Rosa Luxemburg espontaneista? No del todo En su folleto Huelga general, partido y sindicatos (1906) insiste, refirindose a Alemania, en que el papel de la vanguardia ms esclarecida no es esperar con fatalismo a que el movimiento espontneo caiga del cielo. Al contrario, la funcin de esta vanguardia es precisamente anticipar (vorauseilen) el curso de las cosas, intentar precipitarlo. Reconoce que el partido socialista debe tomar la direccin poltica de la huelga de masas, lo cual consiste en proporcionar al proletariado alemn una tctica y objetivos para el perodo de luchas por venir: llega a proclamar que la organizacin socialista es la vanguardia de toda la masa de los trabajadores y que el movimiento obrero obtiene su fuerza, su unidad, su conciencia poltica de esta misma organizacin. 9Hay que aadir que la organizacin polaca dirigida por Rosa Luxemburg, el Partido Socialdemcrata del Reino de Polonia y de Lituania (SDKPiL), clandestino y revolucionario, se pareca ms al partido bolchevique que a la socialdemocracia alemana Hay que considerar tambin un aspecto poco conocido de Rosa Luxemburg: su actitud hacia la Internacional (sobre todo despus de 1914), que conceba como un partido mundial centralizado y disciplinado. Resulta una gran irona que Karl Liebnecht, en una carta a Rosa Luxemburg, critique su concepcin de la Internacional como demasiado centralista-mecnica, con demasiada disciplina y demasiado poca esponteneidad, considerando a las masas demasiado como instrumentos de la accin, no como portadoras de la voluntad; como instrumentos de la accin deseada y decidida por la Internacional, y no en tanto que quieren y desean por s mismas. 10Paralelamente a este voluntarismo activista, el optimismo determinista (econmico) de la teora del Zusammenbruch, el hundimiento del capitalismo vctima de sus contradicciones, no desapareci de sus escritos, al contrario: se encuentra en el centro mismo de su gran obra econmica, La acumulacin del capital (1911). Slo despus de 1914, en el folleto La crisis de la socialdemocracia, escrito en prisin en 1915 y publicado en Suiza en enero de 1916 bajo el seudnimo de Junius super esta visin tradicional del movimiento socialista de comienzos de siglo. Este documento, gracias al lema socialismo o barbarie, represent un giro en la historia del pensamiento marxista. Curiosamente, la argumentacin de Rosa Luxemburg comienza referindose a las leyes inalterables de la historia; reconoce que la accin del proletariado contribuye a determinar la historia, pero parece creer que se trata slo de acelerar o retardar el proceso histrico. Hasta ah, nada nuevo.Pero en las lneas siguientes compara la victoria del proletariado con un salto que hace pasar a la humanidad del reino animal al reino de la libertad, aadiendo: este salto slo ser posible si, del conjunto de las premisas materiales acumuladas por la evolucin, se enciende la chispa incendiaria (zndende Funke) de la voluntad consciente de la gran masa popular. Encontramos aqu la famosa Iskra, la chispa de la voluntad revolucionaria capaz de hacer estallar la plvora seca de las condiciones materiales. Qu produce esta zndende Funke? Slo gracias a una larga serie de enfrentamientos har el proletariado internacional su aprendizaje bajo la direccin de la socialdemocracia e intentar tomar las riendas de su propia historia (seine Geschichte)11. En otras palabras: slo en la experiencia prctica prende la chispa de la conciencia revolucionaria de los oprimidos y explotados.Introduciendo la expresin socialismo o barbarie, Junius acude a la autoridad de Engels, en un escrito de hace una cuarentena de aos una referencia sin duda al Anti-Duhring(1878): Friedrich Engels dijo una vez: La sociedad burguesa se encuentra ante un dilema: o paso al socialismo o recada en la barbarie . 12 De hecho, lo que escribi Engels es bastante diferente:Las fuerzas productivas engendradas por el modo de produccin capitalista moderno, y el sistema de distribucin de los bienes que ha creado, han entrado en contradiccin flagrante con el propio modo de produccin, hasta un que hace necesario un cambio radical del modo de produccin y distribucin, si no se quiere ver desaparecer toda la sociedad moderna. 13El argumento de Engels fundamentalmente econmico y no poltico, como el de Junius era ms bien retrico, una especie de demostracin por el absurdo de la necesidad del socialismo, para evitar la desaparicin de la sociedad moderna una frmula vaga cuyo alcance no se llega a entender bien. De hecho, fue Rosa Luxemburg quien invent, en el sentido estricto de la palabra, la expresin socialismo o barbarie, que tanto impacto tendr a lo largo del siglo XX. La referencia a Engels pretenda dar ms legitimidad a una tesis bastante heterodoxa. La guerra mundial, y el hundimiento del movimiento obrero internacional en agosto de 1914, acab por quebrar su conviccin en la victoria inevitable del socialismo.En los siguientes prrafos, Junius desarroll su innovador punto de vista:Nos situamos ante esta disyuntiva: o triunfo del imperialismo y decadencia de toda civilizacin, y como consecuencia, como en la antigua Roma, la despoblacin, la desolacin, la degeneracin, un gran cementerio; o victoria del socialismo, es decir, de la lucha consciente del proletariado internacional contra el imperialismo y contra su mtodo de accin: la guerra. Es un dilema de la historia del mundo, un todava indeciso o esto o lo otro, cuyos platillos se balancean ante la decisin del proletariado consciente. 14Se puede discutir el significado del concepto de barbarie: se trata sin duda de una barbarie moderna, civilizada la comparacin con la antigua Roma no es muy pertinente, y en este caso la afirmacin del folleto de Junius se revel proftica: el fascismo alemn, manifestacin suprema de la barbarie moderna, pudo tomar el poder gracias a la derrota del socialismo. Pero lo ms importante de la frmula socialismo o barbarie es el trmino o: se trata del reconocimiento de que la historia es un proceso abierto, que el futuro no est todava decidido por las leyes de la historia o de la economa sino que depende, en definitiva, de los factores subjetivos: la conciencia, la decisin, la voluntad, la iniciativa, la accin, la praxis revolucionaria. Es cierto, como seala Isabel Loureiro en su excelente libro, que incluso en el folleto de Junius y en los textos posteriores de Rosa Luxemburg se siguen encontrando referencias al hundimiento inevitable del capitalismo, a la dialctica de la historia y a la necesidad histrica del socialismo 15. Pero en ltima instancia, la frmula socialismo o barbarie sienta las bases de otra concepcin de la dialctica de la historia, distinta del determinismo econmico y de la ideologa iluminista del progreso inevitable.Volvemos a encontrar la filosofa de la praxis en el centro de la polmica de 1918 sobre la Revolucin rusa, otro texto capital redactado detrs de los barrotes. La trama esencial de este documento es bien conocida: por una parte, el apoyo a los bolcheviques, y a sus dirigentes, Lenin y Trotsky, que han salvado el honor del socialismo internacional al atreverse a llevar a cabo la Revolucin de Octubre; por otra parte, un conjunto de crticas, algunas de ellas sobre la cuestin agraria y la cuestin nacional muy discutibles, mientras que otras el captulo sobre la democracia resultan profticas. Lo que inquietaba a la revolucionaria juda/polaca/alemana era sobre todo la supresin, por los bolcheviques, de las libertades democrticas libertad de prensa, de asociacin, de reunin, que son precisamente la garanta de la actividad poltica de las masas obreras; sin ellas, la dominacin de las amplias capas populares es absolutamente impensable. Las gigantescas tareas de la transicin al socialismo a las que se han dedicado los bolcheviques con coraje y determinacin, no pueden ser realizadas sin que las masas reciban una educacin poltica muy intensiva y acumulen experiencias, lo que no es posible sin libertades democrticas. La construccin de una nueva sociedad es un terreno virgen que plantea mil problemas imprevistos; ahora bien, slo la experiencia permite las correcciones y la apertura de nuevas vas. El socialismo es un producto histrico surgido de la escuela misma de la experiencia: el conjunto de las masas populares (Volksmassen) debe participar de esta experiencia, si no el socialismo es decretado, otorgado por una docena de intelectuales reunidos alrededor de un tapete verde. El nico remedio para los inevitables errores del proceso de transicin es la propia prctica revolucionaria: la revolucin en s y su principio renovador, la vida intelectual, la actividad y la autorresponsabilidad (Selbsverantwortung) de las masas, en una palabra, la revolucin bajo la forma de la ms amplia libertad poltica es el nico sol que salva y purifica. 16Este argumento es mucho ms importante que el debate sobre la Asamblea Constituyente, donde se concentraron las objeciones leninistas al texto de 1918. Sin libertades democrticas, la praxis revolucionaria de las masas, la autoeducacin popular por la experiencia, la autoemancipacin de los oprimidos y el ejercicio del poder mismo por la clase de los trabajadores, son imposibles.Gyrgy Lukacs, en su importante ensayo Rosa Luxemburg marxista (enero 1921), mostr con gran agudeza cmo, gracias a la unidad de la teora y la praxis formulada por Marx en sus Tesis sobre Feuerbach la gran revolucionaria haba conseguido superar el dilema de la impotencia de los movimientos socialdemcratas, el dilema del fatalismo de las leyes puras y de la tica de las intenciones puras. Qu significa esta unidad dialctica?As como el proletariado como clase slo puede conquistar y conservar su conciencia de clase, elevarse al nivel de su tarea histrica objetivamente dada, en el combate y la accin, de igual medida el partido y el militante individual slo pueden apropiarse realmente su teora realizando esta unidad en su praxis. 17Resulta por tanto sorprendente que, apenas un ao ms tarde, Lukacs redactase el ensayo formando tambin parte de Historia y Conciencia de Clase (1923) titulado Comentarios crticos sobre la crtica de la revolucin rusa en Rosa Luxemburg (enero 1922), rechazando en bloque el conjunto de comentarios disidentes de la fundadora de la Liga Spartacus, pretendiendo que se representa la revolucin proletaria bajo las formas estructurales de las revoluciones burguesas 18 una acusacin poco creble, como lo demuestra Isabel Loudeiro 19. Cmo explicar la diferencia, en el tono y en el contenido, entre el ensayo de enero de 1921 y el de enero de 1922? Una conversin rpida al leninismo ortodoxo? Tal vez, pero lo ms probable es la posicin de Lukacs respecto a los debates en el seno del comunismo alemn. Paul Levi, el principal dirigente del KPD (Partido Comunista Alemn), se haba opuesto a la Accin de Marzo de 1921, una tentativa fracasada de levantamiento comunista en Alemania, sostenida con entusiasmo por Lukacs (aunque criticada por Lenin); excluido del partido, Paul Levi decidi en 1922 publicar el manuscrito de Rosa Luxemburg sobre la Revolucin rusa, que la autora le haba confiado en 1918. La polmica de Lukacs con este documento es tambin, indirectamente, un ajuste de cuentas con Paul Levi.En realidad, el captulo sobre la democracia de este documento de Luxemburg es uno de los textos ms importantes del marxismo, del comunismo, de la teora crtica y del pensamiento revolucionario en el siglo XX. Es difcil imaginar una refundacin del socialismo en el siglo XXIque no tenga en cuenta los argumentos desarrollados en estas febriles pginas. Los representantes ms lcidos del leninismo y del trotskismo, como Ernest Mandel o Daniel Bensaid, han reconocido que esta crtica de 1918 al bolchevismo, en lo que se refiere a la cuestin de las libertades democrticas, estaba justificada. Por supuesto, la democracia a la que se refera Rosa Luxemburg es la ejercida por los trabajadores en un proceso revolucionario, no la democracia de baja intensidad del parlamentarismo burgus, donde las decisiones importantes son tomadas por banqueros, empresarios, militares y tecncratas, fuera de cualquier control popular.La zndende Funke, la chispa incendiaria de Rosa Luxemburg, brill una ltima vez en diciembre de 1918, en su conferencia al Congreso de fundacin del KPD (Liga Spartacus). En este texto tambin se encuentran referencias a la ley de desarrollo objetivo y necesario de la revolucin socialista, pero se trata en realidad de la amarga experiencia que deben hacer las diversas fuerzas del movimiento obrero antes de encontrar el camino revolucionario. Las ltimas palabras de esta memorable conferencia estn directamente inspiradas por la perspectiva de la praxis autoemancipadora de los oprimidos: La masa aprende a ejercer el poder ejercindolo. No hay otra manera de aprender. Hemos superado ya el tiempo en que se trataba de ensear el socialismo al proletariado. Este tiempo no se ha cumplido al parecer para los marxistas de la escuela de Kautsky. Con educar a las masas proletarias se quiere decir: hacerles discursos, difundir octavillas y folletos. No, la escuela socialista de los proletarios no necesita eso. Su educacin se realiza cuando pasan a la accin (zur Tat greifen). Rosa Luxemburg se refiere aqu a una famosa cita de Goethe: Am Anfang war die Tat! (Al comienzo no era el Verbo, sino la Accin!). En palabras de la revolucionaria marxista: Al comienzo era la Accin, sta es nuestra divisa; y la accin consiste en que los consejos de obreros y de soldados se sientan llamados a convertirse en la nica potencia pblica en el pas y que aprendan a serlo. 20 Algunos das ms tarde, Rosa Luxemburg sera asesinada por los Freikorps cuerpos francos paramilitares movilizados por el gobierno socialdemcrata, bajo la batuta del Ministro Gustav Noske, contra el levantamiento de los obreros de Berln.Rosa Luxemburg no era infalible, cometi errores, como cualquier ser humano y cualquier militante, y sus ideas no constituyen un sistema terico cerrado, una doctrina dogmtica aplicable en cualquier lugar y en cualquier poca. Pero su pensamiento es una valiosa caja de herramientas para intentar desmontar la maquinaria capitalista y para pensar en alternativas radicales. No es casualidad que se haya convertido en estos ltimos aos en una de las referencias ms importantes, sobre todo en Amrica Latina, en el debate sobre un socialismo del siglo XXI, capaz de superar los atolladeros de las experiencias que se reclamaron del socialismo en el pasado siglo; tanto la socialdemocracia como el estalinismo. Su concepcin de un socialismo al mismo tiempo revolucionario y democrtico en oposicin irreconciliable al capitalismo y al imperialismo basado en la praxis autoemancipadora de los trabajadores, en la autoeducacin por la experiencia y por la accin de las grandes masas populares alcanza una sorprendente actualidad. El socialismo del futuro no podr prescindir de la luz de esta chispa ardiente.NOTAS1/ K. Marx, Tesis sobre Feurbach, 1845, en La ideologa alemana.2/ K. Marx, G. Engels, La ideologa alemana.3/ Isabel Loureiro, Rosa Luxemburg, Os dilemas da ao revolucionaria, S. Paulo, Unesp, 1995, p. 23.4/ Rosa Luxemburg, Reforma o revolucin?, 1899.5/ Rosa Luxemburg, Cuestiones de organizacin de la socialdemocracia rusa (1904), en Marxisme contre dictadure, Pars, Spartacus, 1946, p.21.6/ Ibid. pp. 22-23. Cf. Rosa Luxemburg, Organisationsfragen der russischen Sozialdemokratie (1904), en Die Russische Revolution, Frankfurt, Europische Verlaganstalt, 1963, pp. 27-28, 42, 44.7/ Rosa Luxemburg, Huelga de masas, partido y sindicatos, 1906. Traduccin revisada segn el original: Massentreik, Partei und Gewerkschaften, en Gewerkschaftskampf und Massentreik, Eingeleitet und Bearbeitet von Paul Frlich, Vereinigung Internationaler Verlagsanstalten, Berlin, 1928, pp. 426-427. Se trata de una recopilacin de ensayos de Rosa Luxemburg sobre la huelga de masas, organizada por su discpulo y bigrafo Paul Frlich, excluido del Partido Comunista Alemn en los aos 1920. Encontr este libro en un anticuario en Tel Aviv; el ejemplar llevaba un sello: Kibbutz Ein Harod, Seminario de Ideas, Biblioteca Central. El propietario del libro era sin duda un judo alemn de izquierdas emigrado a Palestina hacia 1933 y lo dio a la biblioteca del kibbutz en el que se haba establecido. Con la muerte de los viejos militantes del kibbutz, y como la nueva generacin no lea alemn, el bibliotecario vendi a un librero de viejo su stock de libros en la lengua de Marx8/ Ibid. P. 150.9/ Ibid. P. 147, 150.10/ Ver K. Liebknecht: A Rosa Luxemburg: Remarques propos de son projet de thses pour le groupe Internationale, en Partisans, n 45, enero 1969, p- 113.11/ Rosa Luxemburg, La crisis de la socialdemocracia.12/ Ibid.13/ F. Engels, Anti-Dhring.14/ Ibid15/ I. Loureiro, Rosa Luxemburg, p. 123.16/ Rosa Luxemburg, La revolucin rusa. 17/ G. Lukacs, Historia y Conciencia de clase (1923).18/ Ibid19/ I. Loureiro, Rosa Luxemburg, p. 85-8820/ Rosa Luxemburg, Nuestro programa y la situacin poltica. Discurso en el Congreso de fundacin del PCA (Liga Spartacus). Recogido del original alemn, Rede zum Programm der KPD (Spartakusbund), Ausgewhlten Reden un Schriften, Berln, Dietz Verlag, 1953, Band II, p. 687. El ejemplar de la edicin alemana que utilizo aqu tiene una curiosa historia. Se trata de una recopilacin de textos de Rosa Luxemburg, editada por el Marx-Engels-Lenin-Stalin Institut boim ZA der SED, con un prlogo de Wilhelm Pieck, dirigente estalinista de la RDA, seguida de introducciones de Lenin y Stalin, criticando los errores de la autora. Compr este libro a un anticuario y descubr que llevaba una dedicatoria escrita a mano, en ingls, fechada en 1957, pidiendo excusas por no haber encontrado otra edicin sin todas esas introducciones superfluas. La dedicatoria est firmada por Tamara e Isaac, sin duda Tamara e Isaac Deutscher

Rosa Luxemburg, la flor ms roja del socialismoNstor KohanLa revolucin es magnfica Todo lo dems es un disparateCarta de Rosa Luxemburg a Emmanuel y Matilde Wurm(18 de julio de 1906) El socialismo no es, precisamente, un problema de cuchillo y tenedor,sino un movimiento de cultura, una grande y poderosa concepcin del mundo Carta de Rosa Luxemburg a Franz Mehring(febrero de 1916)Por qu nos reencontramos con ella justo hoy?Vivimos tiempos de crisis, rupturas, quiebros, reacomodamientos. Lo que pareca estable y eterno, tiembla, se resquebraja, se degrada, zozobra. ElEstado de bienestar, los derechos sociales, las instituciones econmicas deposguerra, el sistema poltico-partidario tradicional, los pactos sociales entrelas burocracias sindicales y las patronales. Todo se pone en cuestin. Nadiequeda al margen. No hay espacio para el aislamiento. El mundo capitalista seunifica explosivamente. Crece en extensin y en profundidad.El capitalismo, desde su mismo nacimiento, ha transitado por muchascrisis. Hasta ahora siempre las ha resuelto de la nica manera posible, la quenica que conoce: con genocidio, barbarie, guerras, matanzas, tortura,explotacin y saqueos. Los costos de las recomposiciones capitalistas los hanpagado invariablemente los trabajadores, las clases subalternas, los pueblossometidos y todos los oprimidos de la historia. La violenta recomposicincapitalista que en Europa y EEUU sigui a las rebeliones de los 60 y a lacrisis de los 70 y en Amrica Latina vino de la mano de las peores dictadurasmilitares de la historia que aplastaron la insurgencia armada con ms de100.000 desaparecidos, cientos de miles de prisioneros torturados y variosmillones de exiliados, no es la excepcin. Constituye tan slo un pequeoeslabn en la cadena oxidada con que el capital nos viene oprimiendo desdehace ya demasiado tiempo.La mundializacin capitalista, como proceso histrico social, y elneoliberalismo, como su legitimacin ideolgica, son producto de ese avancesangriento del capital por sobre los trabajadores y su intento por disciplinar ysometer a todos los sujetos potencialmente contestatarios a escala global. Laprofundizacin de la explotacin, la marginacin y la exclusin social no sonaccidentes, errores o excesos sino el alma viva de este sistema dedominacin.La propia izquierda, en sus diferentes vertientes, no ha quedado inmune a esas violentas transformaciones sociales ocurridas durante el ltimo cuarto de siglo. La cada del muro de Berln y el derrumbe ideolgico que lo acompa han sido apenas la punta del iceberg de una serie de cambios depoca mucho ms profundos.La crisis terminal del stalinismo, otrora reinante en los pases del Este, no vino sola. La socialdemocracia de los principales pases capitalistas occidentales naveg durante los ltimos aos entre la corrupcin descarada y la adaptacin al discurso y la prctica neoliberal. Mientras tanto, en la mayora de los pases del tercer mundo los proyectos nacional-populistas de posguerra terminaban siendo fagocitados por las reformas neoliberales, losajustes permanentes, la reestructuracin de la deuda externa y la agresividad militarista del imperialismo.Ese panorama sombro, signado por la contrarrevolucin econmica, poltica, cultural y militar que ti el ocaso del siglo XX ha comenzado a disiparse. No por arte de magia ni por mandato ineluctable de la historia sino por las luchas sociales, las rebeliones populares y las movilizaciones masivas. Hoy se respira otro aire. Vuelven a discutirse los grandes problemas acerca de las alternativas al capitalismo que haban quedado fuera de la agenda de la izquierda durante demasiados aos. En Venezuela y en Cubaenfrentadas cara a cara con el imperialismo norteamericano; en las rebeliones populares que derrocan gobiernos tteres en Ecuador y Bolivia; en Brasil, Argentina y Uruguay ante las frustraciones crecientes por las promesas incumplidas de los gobiernos progresistas; pero tambin en el movimiento altermundista de las grandes capitales europeas.No es casual, entonces, que en ese horizonte de rebelda y esperanza reaparezca el inters por Rosa Luxemburg [1871-1919] en todos aquellos y aquellas que se sienten parte del abanico de la izquierda radical, anticapitalista y antiimperialista.Cuando ya nadie se acuerda de los viejos pusilnimes de lasocialdemocracia, de los jerarcas cnicos del stalinismo, ni de los grandes retricos tramposos del nacional-populismo, el pensamiento de Rosa Luxemburg contina generando polmicas tericas y enamorando a las nuevas generaciones de militantes. Su espritu insumiso y rebelde asoma la cabeza cubierta por un elegante sombrero, por supuesto en cada manifestacin juvenil contra la mundializacin de los mercados, las guerras imperialistas y la dominacin capitalista de las grandes firmas multinacionales sobre todo el planeta.Nadie que tenga sangre en las venas y un mnimo de independencia de criterio frente a los discursos del poder puede quedar indiferente frente a ella. Amada y admirada por las y los jvenes ms radicales y combativos de todaspartes del mundo,sigue siendo en el siglo XXI sinnimo de rebelin y revolucin. Esos dos fantasmas traviesos que el nuevo orden mundial no ha podido domesticar. Ni con tanques e invasiones militares ni con la dictadura de la TV. Actualmente, su memoria descoloca y desafa la triste mansedumbre que propagandizan los mediocres con poder.El simple recuerdo de su figura provoca una incomodidad insoportable en aquellos que intentan emparchar y remendar los excesos del capitalismo para que funcione mejor. Los que reciclan y maquillan las viejas utopas reaccionarias intentando convencer pacficamente y con buenos modales al capital para que nos explote un poquito menos y a sus instituciones para que sean un poquito democrticas. Cuando los desinflados y arrepentidos de la revolucin entonan antiguos cantos de sirena, disfrazados hoy con el ropaje de la tercera va o el capitalismo con rostrohumano, la herencia insepulta de Rosa resulta un antdoto formidable. Sus demoledoras crticas al reformismo que ella estigmatiz sin piedad en Reforma o revolucin y en La crisis de la socialdemocracia no dejan ttere con cabeza. Constituyen, seguramente, uno de los elementos ms perdurables de sus reflexiones tericas.Volver a respirar el aire fresco de sus escritos permite admirar la inmensa estatura tica con que ella entendi, pregon, milit y vivi la causa mundial del socialismo. Una tica incorruptible, que no se deja comprar ni poner precio alguno. Una tica que levanta su dedo acusador contra la corrupcin mediante la cual el neoliberalismo del To Sam asfixi al mundo durante el ltimo cuarto de siglo, acompaado por su obediente y servil sobrina, la socialdemocracia europea y latinoamericana.Adems de refutar y combatir apasionadamente al reformismo en todas sus vertientes, Rosa tambin fue una dura impugnadora del socialismo autoritario. En un folleto sobre la naciente revolucin rusa que ella escribi en prisin, durante 1918, hundi el escalpelo en los potenciales peligros que entraaba cualquier tipo de tentacin de separar el ejercicio del poder sovitico de la democracia obrera y socialista.Ante el bochornoso derrumbe de la burocracia sovitica que dilapid el inmenso ocano de energas revolucionarias generosamente brindado por el pueblo sovitico, tanto en asalto al cielo de 1917 y en la guerra civil como ensu heroica victoria sobre el nazismo aquellas premonitorias advertencias de Rosa merecen ser repensadas seriamente.Revolucionaria de cuerpo y almaSu energa impetuosa y siempre en vilo aguijoneaba a los que estaban cansados y abatidos,su audacia intrpida y su entrega hacan sonrojar a los timoratos y a los miedosos. El espritu atrevido, el corazn ardiente y la firma voluntad de la pequea Rosa eran el motor de la rebelinClara ZetkinQu difcil debe haber sido en su tiempo participar en poltica siendo mujer! Sin embargo, violentando la mediocridad patriarcalista de su poca, Rosa Luxemburg se convirti en una de las principales dirigentes y tericasdel socialismo a nivel mundial! No slo combati el machismo de la sociedad capitalista sino que tambin puso en duda las jerarquas y relaciones de poder de gnero, de edad, de nacionalidad que impregnaban y manchaban al socialismo europeo de aquellos aos. Jams acept caer en la trampa que le tendi la direccin del SPD (Partido Socialdemcrata Alemn) cuando le sugiri que se ocupe exclusivamente de los problemas de la mujer dejando la gran poltica en manos de la vieja jerarqua parlamentaria. As pensaban sacrsela de encima. Ella no trag el anzuelo.Como lo relatan varias biografas y aquella memorable pelcula de Margarethe von Trotta protagonizada por la hermosa actriz Barbara Sukowa que la representa, ya de muy joven Rosa se meti de lleno en el Partido Socialdemcrata Alemn. Corra con desventaja. Era juda y polaca (dospalabras malditas para la cultura alemana). No slo public artculos en la prensa del SPD y libros sino que fue una de las principales instructoras de las escuelas polticas del partido (principalmente en temas econmicos).A poco de transitar, entr en colisin con los principales idelogos de esta organizacin: Eduard Bernstein [1850-1932], cabeza del socialismo revisionista, y ms tarde Karl Johann Kautsky [1854-1938], lder del llamado marxismo ortodoxo. Con diversos argumentos, los dos se oponan a los cambios sociales radicales y revolucionarios. Al igual que Lenin, Rosa polemiza con ambos. Primero chocar con Bernstein, en 1898, y luego con Kautsky, en 1910.Pero ella no estuvo sola. Mientras polemizaba con los jefes de la burocracia parlamentaria del partido socialdemcrata alemn (SPD) y sus principales idelogos, trababa estrecha amistad con Franz Mehring [1846-1919], el clebre bigrafo de Karl Marx. Tambin con Karl Liebknecht [1871-1919] y Clara Zetkin [1857-1933], sus dos grandes compaeros de lucha.Cuando en 1905 se produjo la primera revolucin rusa, ella intent extraer todas las consecuencias tericas para el mundo occidental. Qu relacin hay entre los movimientos sociales contestatarios y las organizaciones polticas revolucionarias? Un debate que an hoy, cuando se cumple un siglo de aquella revolucin, sigue abierto y latente.Ms tarde, Rosa salud la revolucin bolchevique de 1917 de manera entusiasta. All vea realizado el gran sueo de liberacin de los oprimidos.Pero su defensa de los bolcheviques no fue acrtica. Mientras apoyaba, polemiz con Lenin. Lo hizo antes y tambin despus del triunfo revolucionario. ste ltimo, en febrero de 1922, lleg a decir de ella que Suele suceder que las guilas vuelen ms bajo que las gallinas, pero una gallina jams puede remontar vuelo como un guila. Rosa Luxemburg se equivoc [] pero, a pesar de sus errores, fue y para nosotros sigue siendo un guila [] en el patio de atrs del movimiento obrero, entre los montones de estircol, las gallinas tipo Paul Levi, Scheidemann y Kautsky cacarean en torno a los errores de la gran comunista. Cada uno hace lo que puede.La vida de Rosa no fue fcil. Estuvo varias veces como mnimo en nueve ocasiones en prisin. En una de las ms extensas, la burguesa la mantuvo en cautiverio durante la guerra mundial hasta fines de 1918.Cuando sali, se puso a la cabeza de la Liga Espartaco, que luego se transform en el naciente Partido Comunista Alemn (PCA).Al dirigir el levantamiento de los trabajadores insurrectos, Rosa Luxemburg se gan el odio de la derecha alemana. Pero no slo de la derecha tambin de los socialdemcratas, hasta pocos aos antes, sus antiguos compaeros.La vida de Rosa fue apasionante. Rompi con los moldes trillados. Nunca acept bajar la cabeza. Se rebel y, confiando en su propia personalidad, entreg lo mejor de sus energas a la noble causa de la revolucin mundial, la causa de la clase trabajadora, de los explotados y lasoprimidas del mundo.Viejos y nuevos reformismos, enfermedades seniles del socialismoNo se puede arrojar contra los obreros insulto ms grosero ni calumnia ms indigna que la frase las polmicas tericas son slo para los acadmicos.Rosa Luxemburg: Reforma o revolucinDesde que surgieron las protestas obreras contra la sociedad capitalista, dos corrientes convivieron en el seno del campo popular.Una primera tendencia, conocida como reformismo, cree que el capitalismo se puede ir mejorando de a poco. Reforma tras reforma, los trabajadores podran ir avanzando lentamente hacia una mejor sociedad. Esta ltima ira cambiando segn un patrn lineal: la evolucin, de lo peor a lo mejor, pasito a pasito sin jams pegar un salto. En sus comienzos histricos esta tendencia sostena que la evolucin pacfica y gradual del capitalismo conducira a una sociedad ms racional, el socialismo. El trnsito entre el capitalismo y el socialismo debera realizarse paulatinamente.Hoy en da esta ideologa se ha ido modificando en forma notable. Entre el reformismo de ayer y el de hoy mucha agua ha corrido bajo el puente. La degradacin poltica e ideolgica de esta corriente siempre presentada con nuevos ropajes y nuevas vestimentas se ha multiplicado. Comparados con los actuales exponentes del reformismo, los ms tmidos idelogos del Partido Socialdemcrata Alemn de principios de siglo pasado pareceran unos jvenes incendiarios y alocados en busca de adrenalina.Actualmente, el reformismo ya no cree que al final de la marcha evolutiva y pacfica de la sociedad nos espera el socialismo. Sus partidarios se conforman tan slo con lograr reformas ms o menos avanzadas dentro mismo del orden capitalista. Pero la disminucin de las expectativas de cambio y la profundizacin de su adaptacin al statu quo corren parejas con su creciente malabarismo verbal. Toda la audacia y el arrojo que no aplican en su actividad y en sus anlisis polticos, los reemplazan por una creciente pirotecnia discursiva. Como si una nueva jerga pudiera ocupar el espacio que deja vaco la ausencia de perspectiva poltica antisistmica. Y entonces, encubriendo las aejas cantinelas moderadas, aparecen en la palestra de losneorreformistas las novedosas propuestas de una democracia radical (Ernesto Laclau), una democracia absoluta (Toni Negri) o una democracia participativa (Heinz Dieterich). Siempre cuidndose de eludir o esquivar la cuestin del socialismo y la confrontacin con el poder del capital. Por eso, hasta Bernstein hubiera parecido un ultra al lado de estos reconocidos tericos.La segunda tendencia, de carcter revolucionaria, realiza crticas radicales contra el capitalismo. A diferencia del reformismo, aspira a cambiar de raz la sociedad para acabar no slo con los excesos sino con la explotacin y la dominacin mismas. No hay otra va que el socialismo. Tener en claro esa perspectiva, aunque no goce del aplauso de los suplementos culturales de los diarios serios, de la consagracin de los monopolios editoriales o del beneplcito de las principales Academias, debe seguir siendo la estrella que gue el cielo de las izquierdas radicales de nuestro tiempo.Desde su primera juventud hasta su asesinato, Rosa Luxemburg fue precisamente una de las ms brillantes representantes de esta segunda corriente y una aguda polmica de la primera. Todos sus escritos, sean de lostemas que sean, slo se pueden comprender a partir de esta perspectiva apasionadamente crtica del reformismo.El marxismo revolucionario de Rosa,la dialctica y el problema del poderEn nuestra poca, producto de varias derrotas populares, de las frustraciones de los experimentos del socialismo real y de la desbandada ideolgica que los acompa ha cobrado cierta notoriedad la peregrina idea de que los trabajadores y la gente de izquierda no deben aspirar a la toma delpoder.De la mano de varios pensadores posestructuralistas Toni Negri es quizs el ms famoso de todos ellos pero de ninguna manera el nico lo que sobrevuela es una visin poltica de tintes marcadamente reformistas. Una orientacin encubierta que impregna dicho emprendimiento filosfico, pretendiendo labrar por decreto el entierro de la dialctica, la defuncin de todo sujeto revolucionario, el abandono de la lgica de las contradicciones explosivas y la cancelacin de toda perspectiva de confrontacin con el Estado por su carcter supuestamente autoritario o jacobino. Una vieja ilusin que suea, ingenuamente, cambiar la sociedad sin plantearse la revolucin ni la toma del poder (John Holloway dixit). La verdad ltima de esta novsima teora constituye desde nuestro punto de vista la legitimacin metafsica de la impotencia poltica. El convertir la necesidad en virtud, la debilidad momentnea en un proyecto estratgico, un momento particular de la historia en una definicin ontolgica.Esta legitimacin ya no se hace en nuestros das apelando al lenguaje ingenuo de Juan B. Justo [fundador del Partido Socialista argentino a fines del siglo XIX, seguidor de E. Bernstein y J. Jaures, una de las cabezas de la socialdemocracia sudamericana a comienzos del siglo XX], o de cualquier otro socialista moderado de antao. Se realiza a travs de toda una nutrida serie de giros filosficos, polticos, tericos; que dan una y mil vueltas alrededor dela tradicin marxista. El caso de Negri es muy expresivo en ese sentido (1).Sin embargo, en el fondo, lo que est operando ah es una vieja idea reformista segn la cual no se puede concretar la revolucin ni se puede luchar por el poder. Por eso, personas que provienen de la derecha de los medios de comunicacin, o de sectores reaccionarios de la universidad, abrazan rpidamente esta literatura, sin mayores trmites. Quien no quiera ser desprevenido o inocente debera preguntarse por los motivos de tansbita e inexplicable adopcin.As, de este modo, se acusa a los revolucionarios que plantean la lucha estratgica por el poder, de haberse quedado en el pasado, de estatalistas (pensando que para los revolucionarios todo pasa, nicamente, por el Estado),de querer sustituir a la clase obrera, de burocrticos, verticalistas, foquistas, partisanos, jacobinos, terroristas y muchos otros adjetivos de idntico tenor denigratorioEl gran antecesor de esta literatura filosfica, que dialoga con el marxismo a condicin de que ste abandone su perspectiva revolucionaria en el terreno poltico y se desprenda de una vez por todas de su metodologa dialctica en la esfera filosfica es precisamente un adversario de Rosa Luxemburg Eduard Bernstein.De todas las mltiples escuelas de pensamiento que arremetieron contra la lgica dialctica, probablemente Eduard Bernstein haya sido quien ms lejos vio las implicaciones, no slo tericas o filosficas, sinoprincipalmente polticas que estaban presupuestas en la polmica sobre el vnculo de Hegel y Marx, entre la dialctica y el marxismo.Muchsimo antes que Toni Negri hiciera famosa la formulacin, Bernstein haba sostenido en su libro Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia (1899) que con el sistema hegeliano culmina la evolucin de la razn poltica del estado de polica iluminado en la edad de la Restauracin. Negri repite contra Hegel palabras casi textuales en su celebrado ImperioQuizs alguien que recin se choc, de casualidad, con Negri en una librera o sus amigos le dijeron que hay que leerlo porque es el ltimo grito de la filosofa o descubri en algn diario de derecha que este pensadorsuper al marxismo, etc., etc., ni siquiera haya escuchado hablar de BernsteinPero las crticas de Toni Negri a la nocin de sujeto y su intento por extirpar del pensamiento marxista la dialctica provienen de all! Son mucho ms viejas de lo que se supone! Bernstein no haba escuchado hablar de internet l lo escribe en 1899, ni siquiera se haba inventado la radio o la TV y ya promova el abandono de la dialctica Luego, el rechazo de la dialctica que hace Negri nada tiene que ver con la emergencia de Internet ylas nuevas tecnologas o alguna otra instancia de hipermodernidad, como se supone por all. Responde a una lectura filosfica muchsimo ms antigua que internet. Ni siquiera existan automviles cuando se formulBernstein, quien no era ningn improvisado ni desprevenido, fue mucho ms all de la clsica crtica contra la dialctica de Hegel que le atribuye conservadurismo prusiano. Con gran sagacidad este dirigente socialista alemn atribua a la teora de las contradicciones de lo que denominaba la dialctica radical hegeliana la responsabilidad del blanquismo [corriente poltica de Auguste Blanqui], del babuvismo [corriente poltica de Graco Babeuf], del voluntarismo, de la concepcin conspirativa y demaggica de la revolucin permanente, del terrorismo proletario y de la teora que exalta el culto a la violencia en la historia Ensu pluma todas estas acusaciones, sin excepciones, iban dirigidas contra el marxismo revolucionario.En un agregado (de 1920) a la segunda edicin de su libro, Bernstein prolonga estas apreciaciones hasta incluir entre la descendencia poltica de la lgica dialctica hegeliana tambin al bolchevismo (al cual se opuso comocabeza de los sectores ms moderados y reformistas de la II Internacional).Aunque gran parte de la obra de Bernstein hoy carece absolutamente de actualidad e inters para un lector contemporneo, bien vale la pena releer sus crticas al mtodo dialctico (muy anteriores a las de Galvano Della Volpe o Luis Althusser, fuentes de las que se nutre Negri). Porque l, muy lcidamente, vinculaba la dialctica metodolgica que Marx construye a partir de Hegel con esa concepcin poltica que caracterizaba como blanquista,terrorista, jacobina Mantena por las posiciones radicales una antipata y un desprecio que jams disimul.Para Eduard Bernstein, lo peligroso del mtodo dialctico reside en que conduce directamente al socialismo revolucionario. No a una marxologa, por nombrarla de algn modo, tmidamente acadmica e inofensiva, sino a unmarxismo activista, praxeolgico, radical y revolucionario, que enfoca toda su energa prctica y su pensamiento hacia la toma del poder.Nietas de los aejos planteos de Bernstein, gran parte de las formulaciones contra la dialctica y el marxismo revolucionario definido como jacobino, partisano, leninista etc., etc., etc. que se escuchan y se leen hoy en da tambin son hijas del eurocomunismo.En una parte importante de Europa occidental, tras la derrota del 68 (a la que ellos contribuyeron, dando la espalda a toda rebelin que no controlaran), los antiguos partidos comunistas se van acercando paulatinamente a la socialdemocracia. La transicin entre el viejo stalinismo yla socialdemocracia (el ex PC italiano hoy Partido Democrtico de Izquierda, PDS es el gran emblema en este sentido), est dada por un perodo intermedio, que comienza en los 70. Es la poca 1974 cuando EnricoBerlinguer, secretario general del PC italiano, firma con la Democracia Cristiana un compromiso histrico para no tomar el poder de Italia.No casualmente, sos son los aos en los que cobran vuelo y se ponen de moda el posestructuralismo y el posmodernismo en el mbito de la ideologa. En poltica, la emergencia ideolgica de estas corrientes acompaan el auge del eurocomunismo, signado por la renuncia a la lucha revolucionaria y a la toma del poder poltico. Todos los partidos eurocomunistas plantean algo que ya vena promoviendo, desde 1956, el PC de la URSS: la transicinpacfica al socialismo. Aun cuestionando el liderazgo asfixiante del PC sovitico, el eurocomunismo sigue fielmente su lnea poltica. Cuestionan a quin lo dice pero no lo qu se dice. Se distancian del mensajero, pero se quedan con el mensaje.La actual negativa a plantearse, siquiera como hiptesis u objetivo estratgico a largo plazo, la toma del poder poltico tiene su fuente en la experiencia del eurocomunismo? Creemos que s, que entre uno y otro existennotables vasos comunicantes que tuvieron una fuerte repercusin en Amrica Latina, particularmente durante el experimento chileno de la va pacfica al socialismo.Por ejemplo, cada 11 de septiembre, se cumple un nuevo aniversario de la derrota y asesinato en Chile de nuestro querido Salvador Allende. Un entraable compaero que dio la vida por lo que pensaba. Un ejemplo para la juventud. Ahora bien, la derrota del intento de realizar una transicin pacfica al socialismo no nos deja ningn balance? Se puede marchar hacia otro mundo posible, hacia una sociedad no capitalista, sin tomar el poderreal de la sociedad, contentndose nicamente con determinados puestos en la administracin del gobierno cuando no directamente algunas pocas localidades regionales? La tragedia sangrienta de Chile, en 1973, no nos ense nada? No deberamos reflexionar acerca de ella?Los capitalistas miran el mundo a nivel global (as operan), pero prescriben para los anticapitalistas luchas fraccionadas, puntuales y microscpicas, sin ninguna coordinacin orgnica ni articulacin estratgicageneralLos empresarios y las firmas multinacionales manejan el poder poltico de los Estados, pero prescriben a los sectores anticapitalistas que se resignen a la IMPOTENCIA y no luchen por el poder polticoRosa Luxemburg, en cambio, ubicaba en la toma del poder el problema central de la revolucin y el ncleo estratgico de la transformacin social.Gran parte de sus polmicas con el oportunismo, el parlamentarismo y el reformismo se comprenden a partir de ese nfasis indisimulado en la cuestin del poder. Desde ese ngulo, el pensamiento poltico de Rosa permite cortaramarras, tanto con el parlamentarismo institucionalista (que deposita toda sus energas en ganar dos o tres escaos en la maquinaria del Estado como si sta fuera neutral) como con el anarquismo (y su derivado contemporneo, el autonomismo, con su festejado rechazo de toda lucha poltica de alcance general) (2).Nada mejor que recurrir a Rosa para rescatar la dimensin libertaria y rebelde del marxismo (que tan opacada estuvo durante el stalinismo) sin ceder al mismo tiempo a esa mezcla acadmica de jerga neoanarquista, ilusionesreformistas y fantasas encubiertamente liberales.Si el socialismo autoritario, que de la mano del stalinismo tanto dao le caus a la revolucin mundial, ya no convence a nadie ni enamora a ningn joven que tenga sangre en las venas, dicha mezcla acadmica seudoanarquista s goza todava de cierto prestigio y llegada en la juventud.Las metafsicas postque, dando barniz terico al autonomismo,afloraron en Europa occidental despus de la derrota de 1968 no hicieron ms que girar y girar en torno a la pluralidad de relaciones cristalizadas y congeladas en su dispersin. Las enaltecieron en su carcter de singularidades irreductibles a toda convergencia poltica que las articule contra un enemigo comn: la explotacin generalizada, la subordinacin (formal y real) y la dominacin del capital. De esta manera, bajo la aparienciade haber superado por anticuada la teora marxista de la lucha de clases en funcin de una supuestamente radicalizada teora de la multiplicidad de puntos en fuga y una variedad de ngulos dispersos, lo nico que se obtuvocomo resultado palpable fue una nueva frustracin poltica al no poder identificar un enemigo concreto contra el cual dirigir nuestros embates y nuestras luchas. Las metafsicas post elevaron a verdad universal, incluso con rango ontolgico, la impotencia poltica de una poca histricadeterminada.De esta manera, bajo el dialecto pluralista y pseudolibertario, se termin recreando en trminos polticos la aeja herencia liberal que situaba en el mbito de lo singular la verdad ltima de lo real. De la mano de un argot neoanarquista meramente discursivo y puramente literario (que poco o nada tiene que ver con la combatividad de los heroicos compaeros obreros anarquistas que en Argentina, para dar un solo ejemplo, encabezaron lasrebeliones clasistas de la Patagonia durante los aos 20 o en Espaa durante los aos 30) se termina relegitimando el antiguo credo liberal de rechazo a cualquier tipo de poltica global y de refugio en el mbito aparentemente incontaminado de la esfera privada.Con menos inocencia que en el siglo XVIII ahora, este liberalismo filosfico redivivo que se vale de la jerga libertaria nicamente como coartada legitimante para presentar en bandeja de izquierda viejos lugaresideolgicos de la derecha ya no lucha contra la nobleza ni contra la monarqua. Enfoca sus fusiles con el fin de neutralizar o prevenir toda tentacin que apunte a conformar en el seno de los conflictos contemporneoscualquier tipo de organizacin revolucionaria que exceda la mera lucha reivindicativa de guetto o el inofensivo poder local. Que muchos de los motivos ideolgicos posestructuralistas, formalmente neoanarquistas, corresponden en realidad al liberalismo no constituye slo nuestra opinin (3).La gran diferencia entre la poca y las polmicas en las que intervino Rosa contra el reformismo y los debates actuales entre marxismo revolucionario y posestructuralismo consiste en que en aquella poca no se pona en discusin la perspectiva del socialismo. Hoy en da s. Antes habauna divergencia en torno a los mtodos, no a los fines. En nuestro presente lo que est en discusin es, primero que todo, si queremos y deseamos o no el socialismo. En segundo lugar, si para realizarlo hace falta o no una revolucin, la toma del poder y un proyecto estratgico de alcance global, no meramente local o microscpico. En ambos planos la reflexin de Rosa es inequvoca. nicamente con el socialismo se podr construir un modo de vida y convivencia social ms racional y humano. Para ello no hay otro camino que la toma revolucionaria del poder y la transformacin permanente a escala global de la sociedad.Rosa no albergaba ninguna ilusin en cambiar la sociedad eludiendo la cuestin de la toma del poder. Tampoco se puede ocultar a los ojos del pueblo trabajador la necesidad de responder a la violencia represiva del sistema violencia de arriba con la violencia popular violencia de abajo.Sus anlisis sobre el poder y la violencia en la historia jams se limitaron a una cuestin meramente agitativa, propagandstica, consignista ni replegada en las mayores o menores oportunidades de una coyuntura. Susanlisis sobre la violencia y el poder no slo forman parte medular de su estrategia poltica anticapitalista sino que tambin, y al mismo tiempo, constituyen un eje central de su lectura de la concepcin materialista de la historia y su crtica de la economa poltica.No es casual ni caprichoso que Rosa haya profundizado en El Capital de Marx, despejando las lecturas brutalmente economicistas que se hicieron de esa obra, sealando en relacin con la violencia que: No se trata ya de laacumulacin primitiva [originaria] sino de una continuacin del proceso hasta hoy. [] Del mismo modo que la acumulacin del capital, con su capacidad de expansin sbita, no puede aguardar el crecimiento natural de lapoblacin obrera ni conformarse con l, tampoco podr aguardar la lenta descomposicin natural de las formas no capitalistas y su trnsito a la economa y al mercado. El capital no tiene, para la cuestin, ms solucin quela violencia, que constituye un mtodo constante de acumulacin de capital en el proceso histrico, no slo en su gnesis, sino en todo tiempo, hasta el da de hoy (4).Su conclusin es taxativa. Frente a quienes lean y siguen leyendo la obra magna de Marx como un simple tratado rojo de economa, donde la violencia, el ejercicio de la fuerza material y las relaciones de poder quedabanrecluidas nicamente en los albores iniciales de la produccin capitalista durante la llamada acumulacin originaria, Rosa destaca que la violencia contina en las fases maduras del desarrollo del capital. No slo contina, se profundiza!. No hay pues acumulacin de capital su objeto de indagacin sin violencia. No existe economa pura sin poder. No habr pues superacin del capital sin que el pueblo apele a una respuesta contundente frente a ese poder y esa violencia.Rosa nos aporta una imprescindible y aguda mirada de la sociedad contempornea que supera ampliamente las distintas fases y sucesivos reciclajes del viejo equvoco reformista de cambiar la sociedad sin tomar el poder. Tanto en el caso de Bernstein (de principios de siglo), en el de ladoctrina sovitica de la coexistencia pacfica (de los aos 50 y 60) y en el del eurocomunismo (de los 70) como en el de la moda acadmica actual.El mtodo dialctico y la totalidadRosa Luxemburg es la mente ms genial entre los herederos cientficos de Marx y EngelsFranz MehringA pesar de su exasperante reformismo Bernstein tena,paradjicamente, razn. La estrategia poltica del marxismo revolucionario es inseparable de sus puntos de vista metodolgicos. Toda la obra de Rosa donde se articulan sus reflexiones sobre el poder y sus investigaciones sobre elmtodo sirve para corroborar esa tesis de Bernstein.Ninguna categora ha sido ms repudiada, castigada y desechada en las ltimas dcadas que la de totalidad. Las vertientes ms reaccionarias del posmodernismo francs y del pragmatismo norteamericano han asimilado cualquier visin totalizadora con la metafsica. A sta ltima la igualaron, a su vez, con el pensamiento fuerte, de donde dedujeron que en ese tipo de racionalidad se encuentra implcita la apologa del autoritarismo.De este modo han intentado desechar los grandes relatos y narrativas de la historia, todo proyecto de emancipacin, la categora de superacin (aufhebung) y cualquier visin totalizadora del mundo.Ahora bien, esa categora tan vilipendiada la de totalidad es central en el pensamiento dialctico de Rosa y en su crtica de la economa capitalista.Ella consideraba que el modo de produccin capitalista constituye una totalidad. Nunca se puede comprender si se fragmentan cualquiera de sus momentos internos (la produccin, la distribucin, el cambio o el consumo). Elcapitalismo los engloba a todos en una totalidad articulada, segn un orden lgico que a su vez tiene una dinmica esencialmente histrica. Por eso, cuando intenta explicar en las escuelas del partido (el SPD) el problema de Qu es la economa? dedica buena parte de su exposicin a desarrollar no slo las definiciones de la economa contempornea sino particularmente la historia de la disciplina.Esa decisin no era arbitraria. Estaba motivada por la misma perspectiva metodolgica que llev a Marx a conjugar lo que l denominaba el modo de exposicin con el modo de investigacin, dos rdenes del discurso cientfico crtico que remitan al mtodo lgico y al mtodo histrico. Para el marxismo revolucionario que intenta descifrar crticamente las races fetichistas de la economa burguesa no hay simple enumeracin de hechos tal como aparecen a la conciencia inmediata en el mercado, segn nos muestran las revistas y peridicos de economa sin lgica. Pero a su vez no existe lgica sin historia.La categora que permite articular en el marxismo la lgica y la historia es la de totalidad, nexo central de la perspectiva metodolgica que Rosa aprendi de Marx (como bien se encarg de destacar con detalles Lukcs enHistoria y conciencia de clase). No importa si sus correcciones a los esquemas de reproduccin del capitalismo que Marx describi en el tomo II de El Capital son correctas o no. Lo importante es el mtodo empleado en ese anlisis. Rosa quizs pudo equivocarse en algunas conclusiones de La acumulacin del capital pero no se equivoc en emplear el mtodo dialctico.Toda la reflexin de Rosa gira metodolgicamente en torno a este horizonte. Reactualizar hoy ese ngulo nos parece de vital importancia, sobre todo si tomamos en cuenta que en el ltimo cuarto de siglo se ha intentado fracturar toda perspectiva de lucha contra el capitalismo en su conjunto en aras de los micropoderes, los microenfrentamientos capilares y con una apologa acrtica centrada en el poder local, etc, etc. Sin cuestionar la totalidad del sistema capitalista, cualquier reclamo y cualquier crtica al sistema se vuelven impotentes y pasibles de ser neutralizados.Impulso revolucionario y burocracia sindical: los debates sobre la huelga de masasUno de los mayores equvocos que se han desplegado en torno a Rosa reside en su supuesto espontanesmo y en la pretendida subestimacin de la poltica que se encontrara en sus escritos. Particularmente en lo que atae a los debates sobre la huelga de masas y la revolucin rusa de 1905.El debate sobre la huelga de masas se instala y comienza a circular en la literatura marxista de la II Internacional entre 1895 y 1896. Fue Parvus [Aleksandr Helfand] el primer publicista que encar el tema de la huelga poltica vinculndolo a la discusin sobre el golpe de estado. Lo hace en una serie de artculos publicados en la revista terica del Partido Socialdemcrata Alemn (SPD) a propsito de las amenazas golpistas de un general llamado V. Boguslawski. Ms tarde, en 1902, se produce una huelga general poltica en Blgica que demandaba sufragio universal e igualitario. Fracas. La discusin sobre esta huelga constituy la segunda etapa del debate sobre la huelga de masas. Participaron en l Emile Vandervelde, Franz Mehring y la misma Rosa.Hasta que sobrevino la primera revolucin rusa contra el zar, que comenz con la represin sangrienta del 22 de enero de 1905. Ese fue el disparador para el mayor aporte de Rosa a este debate, condensado en su obra Huelga demasas, partido y sindicatos, redactada en el exilio de Finlandia en agosto de 1906.Adoptando como modelo de inspiracin la naciente revolucin rusa, Rosa interviene desde el comienzo poniendo en discusin la burocratizacin de los poderosos y al mismo tiempo impotentes sindicatos alemanes que le tenanautntico pnico a la huelga general. Como en todo debate, no se entiende nada de las tesis de Rosa si se hace abstraccin de con quien est discutiendo. El interlocutor de la polmica marca gran parte del terreno y la tonalidad de los argumentos en todo debate. Si no se sabe o directamente se desconoce el objeto de su polmica, entonces se puede construir una RosaLuxemburg a gusto y piacere, potable para cualquier cosa. Incluso para enfrentarla con el marxismo.Pero ella era muy concreta, muy explcita, cuando sealaba que estaba polemizando contra: los fantoches burocrticos que vigilan celosamente el destino de los sindicatos alemanes (5).Estos funcionarios de carrera, que haca aos haban abandonado la perspectiva de la revolucin, teman ms que a la muerte a la huelga de masas, pues les hara perder estabilidad en sus posiciones conquistadas en las negociaciones con las patronales y el Estado. Algo no muy distinto de lo que experiment el sindicalismo burocrtico europeo entre 1945 y comienzos del neoliberalismo y el latinoamericano desde mediados de los aos 30 hastalos primeros 70. Porque convengamos que la supuesta panacea del Estado benefactor que todava algunos aoran garantizaba ciertas conquistas laborales a condicin de mantener maniatada, neutralizada, institucionalizada y en ltima instancia reprimida la rebelda colectiva y antisistmica de la fuerza colectiva de trabajo. Nunca como en la poca del Estado de bienestarkeynesiano se pudo observar la justeza de la frmula gramsciana que define al Estado capitalista como la conjuncin de la coercin y el consenso, de la violencia y la hegemona.Pues bien, contra esa institucionalizacin y esa domesticacin peleaba Rosa cuando defenda las virtudes polticas de la huelga de masas o huelga general poltica: la huelga de masas, que fue combatida como opuesta a laactividad poltica del proletariado, aparece hoy como el arma ms poderosa de la lucha por los derechos polticos (6).Contra quienes vociferaban que la huelga general destruira los sindicatos, ella replicaba apelando al ejemplo emprico de la revolucin rusa de 1905 argumentando que el movimiento sindical ruso es hijo de la revolucin: Del huracn y la tormenta, del fuego y de la hoguera de la huelga de masas y de la lucha callejera, surgen, como Venus de las olas, sindicatos frescos, jvenes, poderosos, vigorosos (7).Falsamente se podra contraponer a Rosa contra Lenin, an cuando entre ambos existieron matices diversos sobre este debate. Cuando Lenin en su famoso Qu hacer? pone en discusin el culto a la espontaneidad y defiende la necesidad de superar la etapa econmico-corporativa, defendiendo la conciencia socialista y la lucha ideolgica, est discutiendo contra otro frente, totalmente distinto del de Rosa. En el caso de Lenin, la discusin del Qu hacer? va por el camino de cuestionar la limitacin economicista del movimiento socialista ruso, su limitacin a tmidas reformas econmicas y la restriccin de toda perspectiva poltica a la coyuntura espontnea y artesanal del da a da. Slo atendiendo concretamente a los interlocutores diversos contra quienes polemizaban Rosa y Lenin ambos cidos crticos del oportunismo y el reformismo se puede comprender a fondo la perspectiva comn que los una, aun cuando, insistimos, no se pueden confundir ambos planteos revolucionarios en una identidad absoluta.En ese sentido, no podemos olvidar que fue precisamente Lenin quien tom abierto partido por Anton Pannekoek contra Karl Kautsky haciendo referencia al debate sobre la huelga de masas de 1912 (8). Entonces el mximo dirigente bolchevique seal que: Pannekoek se manifest contra Kautsky como uno de los representantes de la tendencia radical de izquierda que contaba en sus filas a Rosa Luxemburg, a Carlos Rdek y a otros, y que defendiendo la tctica revolucionaria, tena como elemento aglutinador laconviccin de que Kautsky se pasaba a la posicin del centro, el cual, vuelto de espaldas a los principios, vacilaba entre el marxismo y el oportunismo. Que estaapreciacin era acertada vino a demostrarlo plenamente la guerra, cuando la corriente del centro (errneamente denominada marxista) o del kautskismo se revel en toda su repugnante miseria. [] En esta controversia es Pannekoek quien representa al marxismo contra Kautsky (9). Una postura no muy distinta de la de Rosa pues all haba cambiado el interlocutor de la polmica de Lenin. Gravsimo, imperdonable y malintencionado error el de convertir el Qu hacer? de Lenin en un manual pretendidamente anti-luxemburguista!De todas formas es innegable y no se puede desconocer que Rosa polemiz varias veces con Lenin. Tanto en su artculo Problemas organizativos de la socialdemocracia de 1904 como en su Crtica de la revolucin rusa, redactado durante la primera guerra mundial en la crcel. Sin embargo, debe ubicarse cada crtica y cada respuesta de Lenin, incluyendo aquella que envi a la revista alemana Neue Zeit de 1904 y que Kautsky no quiso publicar en un contexto de coordenadas bien delimitado, ya que Rosa, como el principal dirigente de los bolcheviques, fueron modificando sus posiciones respectivas a lo largo de la historia. Si en 1904 ella depositaba mucha mayor confianza en la potencialidad autodisciplinante del proletariado que en una organizacin como la que promova Lenin (pues Rosatema que esa forma organizacional centralizada condujera en Rusia a la inercia, a la prudencia, al conservadurismo y al parlamentarismo, como suceda con la socialdemocracia alemanax), al final de su vida termina fundando una nueva organizacin como es el Partido Comunista Alemn (KPD). Slo su asesinato le impidi cofundar junto con Lenin y Trotsky la Internacional Comunista. Por su parte Lenin, si en sus escritos de comienzos del siglo empez defendiendo a ultranza la legitimidad del centralismo, la profesionalidad de la militancia poltica e incluso ciertos elementos deburocracia partidaria como algo imprescindible para derrocar desde la clandestinidad al zarismo, cuando la revolucin de 1905 conquist ciertas libertades democrticas le dio una forma al Partido que muy poco tena que ver con el centralismo exagerado. Es ms, al final de su vida, Lenin termina cuestionando amargamente la burocracia del Estado y del Partido dejando esas desesperadas seales de alerta dictadas a sus secretarias como su testamente poltico (9). Por lo tanto, ambos fueron cambiando respectivamente de posiciones. No se puede cristalizar a ninguno de los dos en una frmula rgida para que entren en un fcil esquema dicotmico de pizarrn.Marcando entonces nuestras distancias y reservas frente alesquematismo que pretende oponer a rajatablas a Rosa contra Lenin y a Lenincontra Rosa, para profundizar en ese campo problemtico debemos preguntarnos cmo defina Rosa la huelga de masas? Pues como una conjugacin de las luchas polticas y econmicas, interpenetradas entre s, no nicamente como una lucha meramente econmica. Si se delimita estrictamente contra quien est discutiendo y se analiza en toda sucomplejidad su anlisis de la huelga de masas como una huelga poltica se ve cuan lejos est de la realidad la contraposicin extrema que se ha pretendido levantar entre la reflexin de Rosa y la de Lenin. Su razonamiento no va en contra de este ltimo. De all que Rosa afirmara lo siguiente: Las huelgas polticas y las econmicas, las huelgas de masas y las parciales, las huelgas de protesta y las de lucha, las huelgas generales de determinadas ramas de la industria y las huelgas generales en determinadas ciudades, las pacficas luchas salariales y las masacres callejeras, las peleas en las barricadas; todasse entrecruzan, corren paralelas, se encuentran, se interpenetran y se superponen; es una cambiante marea de fenmenos en incesante movimiento. Y la ley que rige el movimiento de estos fenmenos es clara: no reside en la huelga de masas misma ni en sus detalles tcnicos sino en las proposiciones polticas y sociales de las fuerzas de la revolucin (12).Rosa no subestimaba, pues, las instancias polticas en el desarrollo de la huelga de masas. Lo que pona en discusin era la inercia del Partido Socialdemcrata Alemn y su burocracia sindical para encabezar la lucha. Al mismo tiempo, ella apelaba al espritu revolucionario y a la iniciativa de las masas contra la pasividad del funcionariado partidario.Aquellos debates en los que intervino Rosa no han quedado sepultados en el pasado ni le interesan nicamente a los historiadores del pensamiento socialista. Volver a pensar el nexo entre movimientos sociales y conciencia poltica socialista as como tambin el rol frenador de las burocracias sindicales a la luz de la lucha actual contra la globalizacin del capital, la ofensiva del imperialismo, la crisis del reformismo y de los pactos sociales del Estado de bienestar sigue siendo una tarea que tenemos por delante.Desde afuera de la economapero desde adentro de los movimientos socialesRosa Luxemburg, figura internacional y figura intelectual y dinmica, tena tambin una posicin eminente en el socialismo alemn. Se vea, y se respetaba en ella, su doble capacidad para la accin y para el pensamiento, para la realizacin y para la teora. Al mismo tiempo era Rosa Luxemburg un cerebro y un brazo del proletariado alemn.Jos Carlos MariteguiLa Revolucin alemana (20 de julio de 1923)En cuanto a la controvertida relacin entre espontaneidad y vanguardia, entre impulso popular espontneo y organizacin revolucionaria consciente, podemos apreciar su apabullante actualidad.Esta serie de interrogantes hoy reaparece con otro lenguaje y otro registro. No es ya el problema de la huelga de masas que, insistimos, Rosa analiz a partir de la primera revolucin rusa de 1905 sino ms bien el de los movimientos sociales (la subjetividad popular) y su vinculacin con la poltica. Aqu sus escritos, reledos desde nuestras inquietudes contemporneas, tienen mucho para decirnos y ensearnos.La lectura de los trabajos de Rosa seguramente nos permitir recuperar a Lenin de otra forma, despojado ya de todo el lastre dogmtico que impidi utilizar el arsenal poltico del gran revolucionario bolchevique. Aquel a quien Gramsci no dud en catalogar en sus Cuadernos de la crcel como el ms grande terico de la filosofa de la praxis.A partir de una comparacin entre las posiciones de Rosa y de Lenin se puede entender que cuando este ltimo hablaba de llevar la conciencia socialista desde afuera al movimiento obrero no estaba defendiendo una exterioridad total frente al movimiento social espontneo sino una exterioridad restringida, tomando como marco de referencia la relacin entre economa y poltica. Esto quiere decir que el afuera desde el cual Lenin defenda la necesidad de organizarse en un partido poltico socialista remita a un ms all de la economa. Desde afuera de dnde? Pues desde afuera de la economa, no desde afuera de la poltica ni de los movimientos sociales.Lenin pensaba que de la lucha econmica no surge automticamente la conciencia socialista. De las reivindicaciones cotidianas no emerge una organizacin revolucionaria. Hay que trascender el estrecho lmite de los conflictos econmicos (reclamos de empleo o de subsidios para quienes no lo tienen; mayor salario, vacaciones, reduccin de la jornada laboral, para quienes s lo poseen) para alcanzar un punto de vista crtico del capitalismo en su conjunto. Si el pueblo se limita a reclamar nicamente reivindicaciones puntuales, tan slo conseguir remendar el capitalismo, mejorarlo, embellecerlo y sobrevivir en el da a da, pero nunca acabar con el sistema ni con su miserable condicin.Esto era lo que l pensaba y predicaba. Pero muchos creyeron que Lenin estaba defendiendo una poltica ajena a los movimientos sociales, completamente externa a las luchas cotidianas. Esta ltima deformacin y caricatura del pensamiento de Lenin deriv en una concepcin burocrtica del partido encerrado en s mismo, ciego y sordo al sentimiento y a la conciencia popular.Ni Lenin ni Rosa recordemos que los dos fundaron, cada uno en pases distintos, organizaciones revolucionarias, Lenin el Partido Bolchevique, Rosa la Liga Espartaco y el Partido Comunista Alemn (KPD) crean que el partido tena que estar mirndose su propio ombligo o predicar desde afueraal movimiento social. Las organizaciones de las y los revolucionarios deben ser parte inmanente de los movimientos sociales (del movimiento obrero, delmovimiento de mujeres, de los movimientos juveniles, de los movimientos de trabajadores desocupados, de los movimientos campesinos, de los movimientos de derechos humanos, etc.), nunca un maestro autoritario que desde afuera lleva una teora pulcra y redonda que no se abolla en el ir yvenir del movimiento de masas.Entre el sentido comn, la ideologa espontnea del movimiento popular, y la reflexin cientfica, es decir, la ideologa del intelectual colectivo, no debe haber ruptura absoluta. Cuando esta ltima se produce se pierde lacapacidad hegemnica de los partidos y organizaciones de la clase trabajadora y crece la capacidad hegemnica del enemigo la burguesa, los dueos del poder, el imperialismo que cuenta en su haber con las tradiciones desumisin, con las instituciones del Estado y, hoy en da, con el monopolio dictatorial de los medios de comunicacin de masas.De modo que, a pesar de sus varias discusiones, las posiciones de Rosa y de Lenin aunque con matices distintos, ya que probablemente ella pona mayor nfasis en los movimientos y Lenin en el partido revolucionario enltima instancia seran complementarias e integrables en funcin de una difcil pero no imposible dialctica de la organizacin poltica, entendida como consecuencia y a la vez impulsora del movimiento social.La hegemona socialista se construye desde adentro de losmovimientos!. La conciencia de clase es fruto de una experiencia de vida, de valores sentidos y de una tradicin de lucha construida que ningn manual puede llevar desde afuera pues se chocar indefectiblemente como muchas veces ha sucedido en la historia con un muro de silencio e incomprensin.Sobre la revolucin bolchevique y la filosofa poltica marxistaSu clebre folleto crtico sobre la revolucin rusa fue publicado pstumamente con intenciones polmicas por Paul Levi un miembro de la Liga Espartaco y del Partido Comunista alemn (KPD), luego disidente y reafiliado al Partido Socialdemcrata (SPD). Cabe agregar que Rosa cambi de opinin sobre su propio folleto al salir de la crcel y participar ella misma de la revolucin alemana. Sin embargo, aquel escrito fue utilizado para intentar oponer a Rosa frente a la revolucin rusa y contra Lenin (de la misma manera que luego se repiti ese operativo enfrentando a Gramsci contra Lenin o al Che Guevara contra la revolucin cubana). Se quiso de ese modo construir un luxemburguismo descolorido y potable para la dominacinburguesa que poco tiene que ver con la Rosa de carne y hueso.Al resumir sus posiciones crticas hacia la direccin bolchevique, cuya perspectiva revolucionaria general comparta ntimamente, Rosa se centr en tres ejes problemticos. Les cuestion la catalogacin del carcter de la revolucin, su concepcin del problema de las guerras nacionales y la compleja tensin entre democracia socialista y dictadura proletaria.Si bien es cierto que aquel escrito adolece de varias equivocaciones como agudamente seal Gyrgy Lukcs en su clsico Historia y conciencia de clase (1923), tambin resulta insoslayable que Rosa acert al sealar algunos agujeros vacos cuya supervivencia a lo largo del siglo XX gener no pocos dolores de cabeza a los partidarios del socialismo.Rosa s tuvo razn cuando sostuvo que sin una amplia democracia socialista base de la vida poltica creciente de las masas trabajadoras slo resta la consolidacin de una burocracia. Segn sus propias palabras, si este fenmeno no se puede evitar, entonces la vida se extingue, se torna aparente y lo nico activo que queda es la burocracia. En el caso del socialismo europeo la historia le dio, lamentablemente, la razn. No otra fue la conclusin del mismo Lenin al final de su vida, tanto en el diario de sus secretarias como en sus ltimos artculos donde enjuiciaba el creciente aparato de estado y su progresivo alejamiento de la clase trabajadora.La necesaria vinculacin entre socialismo y democracia poltica y los riesgos de eternizar y tomar como norma universal lo que era en realidad producto histrico de una situacin particular de guerra civil, es decir, elpeligro de hacer de necesidad virtud en el perodo de transicin al socialismo,constituye uno de los ejes de su pensamiento que probablemente ms haya resistido el paso del tiempo. Ninguna revolucin socialista del futuro podrhacer caso omiso de las advertencias que Rosa formul contra las deformaciones autoritarias y burocrticas del socialismo.Pero sus reflexiones no slo ataen a una experiencia puntual como la tragedia histrica que experiment ese heroico asalto al cielo encabezado por los bolcheviques del cual todava hoy seguimos aprendiendo. Tienen un alcance ms general en el terreno de la filosofa poltica.Si la pregunta bsica de la filosofa poltica clsica de la modernidad se interroga por las condiciones de la obediencia al soberano, el conjunto de preguntas del marxismo apuntan exactamente a su contrario. Desde esteltimo ngulo lo central reside en las condiciones que legitiman no la obediencia sino la insurgencia y la rebelin; no la soberana que corona al poder institucionalizado sino la que justifica el ejercicio pleno del poder popular. Antes, durante y despus de la toma del poder.All, en ese terreno nuevo que permaneca ausente en los filsofos clsicos de la teora del derecho natural contractualista del siglo XVIII, en Hegel y en el pensamiento liberal del siglo XIX, es donde la teora poltica marxista en la que se inscribe Rosa ubica el eje de su reflexin. En ese sentido, el socialismo no constituye el heredero mejorado y perfeccionado del liberalismo moderno, sino su negacin antagnica.Si hubiera entonces que situar la filiacin que une la tradicin poltica iniciada por Marx y que Rosa Luxemburg desarroll en su espritu contradiciendo muchas veces su letra a partir de la utilizacin de su misma metodologa, podramos arriesgar que el socialismo contemporneo pertenece a la familia libertaria y democrtica ms radical. Opositor y enconado polemista contra el liberalismo, al mismo tiempo es o debera ser el heredero privilegiado de la democracia directa teorizada por Juan Jacobo Rousseau.Desde esta ptica bien distinta al autoritarismo burocrtico de quienes legitimaron los socialismos reales europeos se tornan inteligibles los presupuestos desde los cuales Rosa Luxemburg dibuj las lneas centrales de su crtica a los peligros del socialismo burocrtico.Socialismo o barbarie, algo ms que una consignaCuando Rosa termina de cortar sus vnculos, ya no slo con el oportunismo reformista de Bernstein sino tambin con la tradicin determinista ortodoxa de Kautsky (ambos mximos exponentes de la II Internacional) formula una disyuntiva clebre y famosa, que hoy tiene absoluta actualidad: Socialismo o barbarie. sta ltima resume seguramentelo ms explosivo de su herencia y lo ms sugerente de su mensaje para el socialismo del siglo XXI.No se trata de una simple consigna de agitacin. Presupone una ruptura radical con todo un modo determinista de comprender la historia y la sociedad (en el cual ella misma haba credo hasta ese momento, pues sus escritos anteriores se encuentran plagados de referencias a la necesidad histrica y a la supuesta inevitabilidad de la crisis econmica del capitalismo, de la huelga de masas proletaria, de la revolucin y del socialismo).Inserta en su folleto de Junius (La crisis de la socialdemocracia, 1915), esa sntesis histrica resulta superadora del determinismo fatalista y economicista asentado en el desarrollo imparablemente ascendente de lasfuerzas productivas. All se inscribe la ruptura epistemolgica que en el seno de la tradicin marxista abre esta disyuntiva formulada por ella. Segn el fatalismo determinista, durante dcadas considerado la versin ortodoxa y oficial del marxismo, la sociedad humana marchara de manera necesaria, ineluctable e indefectible hacia el socialismo. La subjetividad histrica y la lucha de clases no jugaran ningn papel. A lo sumo, podran acelerar o retrasar ese ascenso de progreso lineal, final feliz asegurado de antemano por el advenimiento del comunismo al final de la prehistoria humana.Pero en plena guerra mundial Rosa rompe con ese dogma y plantea que la historia humana es contingente y tiene un final abierto, no predeterminado por el progreso lineal de las fuerzas productivas (ese viejo grito moderno y secularizado del ms antiguo Dios lo quiere!, tal como irnicamente afirmaba Gramsci). Por lo tanto, el futuro slo puede ser resuelto por el resultado de la lucha de clases. Podemos ir hacia una sociedad desalienada y una convivencia ms racional y humana, el socialismo; o podemos continuarhundindonos en la barbarie, el capitalismo. Ambos horizontes de posibilidades permanecen potencialmente abiertos. Actualizar uno u otro depende del accionar humano.Cuando hoy hablamos de barbarie estamos pensando en la barbarie moderna, es decir, la civilizacin globalizada del capitalismo. Nunca hubo ms barbarie que durante el capitalismo moderno. Como ejemplos contundentes pueden recordarse el nazismo alemn con sus fbricas industriales de muerte en serie; el apartheid sudafricano rgimen poltico insertado de lleno en la modernidad blanca, europea y occidental o los regmenes militares de contrainsurgencia de Argentina y Chile, que realizaron durante la dcada del 70 un genocidio burocrtica y mecnicamente planificado aplicando torturas cientficas y dejando como secuela decenas de miles de desaparecidos.Mucho antes de que todo esto sucediera, Rosa haba advertido el peligro que se abra ante nosotros. Lcidamente haba identificado la ecuacin histrica que marc y sigue marcando el ritmo de los tiempos actuales:[capitalismo civilizado = barbarie]Socialismo marxista y teologa de la liberacinOtro de los mbitos polmicos donde Rosa incursion con notable agudeza fue en la compleja y an irresuelta relacin entre socialismo y religin.Sabido es que en la ortodoxia de la II Internacional de la cual fue una clara continuacin filosfica el materialismo dialctico [DIAMAT] de la poca stalinista el marxismo era concebido como una ciencia positiva anloga a las naturales, cuyo modelo paradigmtico era la biologa.Desde esos parmetros ideolgicos no resulta casual que se intentara trazar una lnea ininterrumpida de continuidad entre los pensadores burgueses ilustrados del siglo XVIII y los fundadores de la filosofa de la praxis. En ese particular contexto filosfico-poltico, la religin era concebida en una lectura apresurada, sesgada y unilateral del joven Marx (1843) simplemente como el opio del pueblo (una expresin que Marx utiliz, efectivamente, pero que no tiene el sentido simplista que habitualmente se le atribuye).Aun educada inicialmente en esa supuesta ortodoxia filosfica con la cual romper amarras alrededor de 1915 Rosa Luxemburg se opuso a una lectura tan simplificada del materialismo histrico en torno al problema de la religin.Ante el estallido en 1905 de la primera revolucin rusa, Rosa escribi un corto y apretado folleto sobre El socialismo y las iglesias. En l, como parte de los socialistas polacos, cuestiona el carcter reaccionario de la iglesia oficial que intentaba separar a los obreros del socialismo marxista, mantenindolos en la mansedumbre y la explotacin (una historia bien conocida en Amrica Latina). Hasta all su escrito no se diferenciaba en absoluto de cualquier otro de la poca de la II Internacional.Pero al mismo tiemp