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Se presenta un análisis crítico de la obra, dirigido tanto a "nietzscheanos" como a "antinitzscheanos"
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Caracas, 04 de abril de 2013
Contemporánea B
Miguel Cabrera Machado, CI.: 9.098.676
Nietzche
1
Locura ¡no pecado!Nietzsche
Al menos en el siglo XX y lo que va de XXI, para casi cualquier situación
conflictiva que ha enfrentado el hombre surgen como explicación de la misma expresiones
del tipo “pérdida de valores”, “crisis moral”, “deshumanización”, “pérdida de la fe”, entre
otras. Ahora bien, ¿de qué “situaciones conflictivas” hablamos? ¿Guerras, genocidios,
totalitarismo, corrupción política? ¿Hambre, enfermedades, embarazos precoces, abuso de
menores, esclavitud sexual, tráfico de drogas? ¿Consumismo, frivolidad, degradación
cultural, destrucción de la familia tradicional, homosexualidad, crisis de las iglesias
tradicionales?
Lo primero sería desbrozar lo que es un problema en cuanto que situación que
destruye al hombre, y problema en cuanto que situación que expresa un momento de
cambio en la humanidad. En ambos casos, es conveniente intentar el análisis eliminando –o
al menos apartando, suspendiendo- la visión moral. Despojarlo de moralidad, si eso es
posible. En eso puede ser de mucha ayuda acompañarse por un rato de Nietzsche,
particularmente con la Genealogía de la Moral.
Al hacerlo así, el propio Nietzsche podría interpelarnos: << ¿De qué valores me
habla usted? ¿Y de qué moral, que esté en crisis? No me ha entendido entonces, cuando he
dicho que hasta ahora se han tomado los “valores como algo dado, real y efectivo, situado
más allá de toda duda”1, por lo que toca remontarse al origen de la moral y las creencias
acerca de lo bueno y lo malvado >>.
Bien, empecemos por allí. Según Nietzsche, el origen de Bueno hay que buscarlo en
los nobles, los poderosos, los de superior condición, que en ese sentido son –fueron- los
1 Friedrich Nietzsche, La Genealogía de la Moral, Alianza Editorial, Madrid, 3° Edic. 2011. P. 33
2
auténticamente Buenos, en contraposición a lo bajo, plebeyo, innoble, de naturaleza mala.
Nietzsche rebate la tesis proveniente del empirismo inglés 2según la cual lo bueno lo es por
útil, puesto que a los nobles poco les importaba la utilidad de una acción o un sentimiento;
estas eran juzgadas como buenas ya que eran propias de los aristócratas. Este “Pathos de la
nobleza y de la distancia” (distancia como “estar por encima de los otros”, los plebeyos)
generó que la palabra bueno en su origen no estuviese vinculada a “desinteresado”, o “no
egoísta”, y que es con el declive de la moral aristocrática, sustituida paulatinamente por el
“instinto del rebaño”, es decir, la valoración por parte de los débiles, que bueno es
identificado como “desinteresado”, bondadoso, diríamos. 3
El sistema de valores aristocráticos era el de la fuerza, la violencia, la guerra, la
supremacía física que llevaba aparejada la supremacía espiritual. Sin embargo,
paulatinamente fue surgiendo de la aristocracia guerrera una nueva casta aristocrática, pero
de tipo sacerdotal, dedicada a administrar la religión. A diferencia de la guerrera, la clase
sacerdotal estaba conformada por los débiles, los enfermos, los impotentes; apartados de la
actividad física, se dedican a incubar ideas pero también enconos; ricos espiritualmente (en
el sentido de espíritu cultural), son también capaces del mayor odio:
Los sacerdotes son (…) los enemigos más malvados -¿por qué? Porque son
los más impotentes. A causa de esta impotencia el odio crece en ellos hasta
convertirse en algo monstruoso y siniestro, en lo más espiritual y más
venenoso4
También es verdad, expresa Nietzche, que sin ese componente la historia humana
sería algo muy simple, casi animal, diríamos.
2 El concepto de bueno como útil podemos rastrearlo al menos hasta Hobbes. Podríamos agregar que lo bueno en cuanto que bueno para algo, es decir, como teleología, ya se encuentra en Aristóteles (Metafísica)3 Nietzsche, op. cit., pp 41-434 p. 51. Cursivas en el original.
3
Precisamente es la historia la que continúa, y con ella la decadencia de los valores
aristocráticos, que finalmente son sustituidos por la moral de los esclavos, mediante la cual
lo bueno pasa a significar lo que es afín al débil, al oprimido, y a la mayoría; es tanto un
sentimiento de bondad (como supremacía moral de la víctima, del débil), como de
igualitarismo, cuyo despliegue final lo vemos en la democracia moderna y en el socialismo.
Para Nietzsche, no es casual que el pueblo sacerdotal por excelencia, el judío, que además
históricamente casi siempre había sido esclavo de alguien más, sea el que al liberarse haya
impuesto como venganza y como nuevo pathos a la moral del resentimiento; es más, su
acto de liberación no fue una guerra, sino el imponer la moral de los esclavos como nueva
valoración, la transvaloración según la cual lo que era bueno, en tanto que igual a
poderoso, magnífico, triunfante, pasa a ser lo malo, mientras que el miserable, el débil, la
víctima, pasan a ser lo bueno e hijos predilectos del Dios.
La colonización espiritual comenzada por los judíos es ampliada y completada por
el Cristianismo. El evangelio, el mensaje de Jesús para la salvación de los hombres no es
más que la “sublime y sofisticada” estratagema judía para completar la venganza y el
dominio de los esclavos: “La rebelión de los esclavos en la moral comienza cuando el
resentimiento mismo se vuelve creador y engendra valores: el resentimiento de aquellos
seres a quienes les está vedada la auténtica reacción, la reacción de la acción, y que se
desquitan únicamente con una venganza imaginaria”5
El ser débiles los obliga a convertir la debilidad en mérito, pero además los lleva a
convertirse en los más inteligentes; de hecho, afirma Nietzsche, la inteligencia no es un
gran mérito para el noble, el hombre fuerte, casi salvaje, casi bestia que dedicado a la
violencia vive su maldad como nobleza y como bueno en sí.
5 P. 56. Cursivas en el original
4
Entonces, y volviendo a la interpelación imaginaria que nos hiciera Nietzsche:
¿qué valores son los que se están perdiendo? ¿Los valores del esclavo; los valores
judeocristianos, empapados del sudor de los débiles y de la hiel de los resentidos? ¿De qué
moral hablamos; la de los fuertes, victoriosos, aunque ya extinguidos, o la moral triunfante
de la plebe, del hombre corriente, débil por sí sólo, sólo fuerte en masa, en rebaño;
democrático, socialista?
Este hombre del rebaño, al que la sociedad ha domesticado mediante la “eticidad de
la costumbre”6, es de todo menos libre; ético –constreñido a la moral del resentimiento-
pero no autónomo, pues sólo en la medida que se libera de la eticidad de la costumbre se
vuelve soberano, dueño de sí, con voluntad propia y con capacidad de establecer su propia
medida de valor, con la cual le es lícito despreciar al débil y por el contrario honrar al
fuerte, sólo ante el cual se siente responsable de prometer y cumplir sus promesas. Esta
conducta se ha fijado en instinto dominante, y ha pasado a ser su conciencia.
Vemos que ese concepto, conciencia, puede tener un sentido diferente al “habitual”;
la conciencia del individuo soberano nietzscheano es diferente a la “mala conciencia” que
acarrea el sentimiento de culpa. Pues, ¿qué es la culpa, sino la expresión de la obligación de
“pagar la deuda” que tiene el deudor con su acreedor? Es decir, el origen –según Nietzsche-
del concepto moral de “culpa”, junto a los de “deber”, “conciencia” y similares, está en las
obligaciones contractuales, extrapolados, por decirlo así, al campo moral. En general,
fueron las relaciones de intercambio las que configuraron la moral, y junto a ella todo el
entramado espiritual; por ejemplo, el pensar es la consecuencia del calcular, y el sistema
jurídico, las leyes, surgen por la necesidad de regular y “humanizar” el intercambio. De esta
manera, hablar de “justo” e “injusto” con referencia a la moral no tiene sentido; esto es, por
6 P. 85
5
que el carácter, el sentido de la vida es que el fuerte domine, se apropie; la voluntad de vida
es voluntad de poder7.
Probablemente el concepto central en Nietzsche sea el de Voluntad de Poder (o
instinto de libertad, como también lo concibe), que integra el de Voluntad de Vivir, o de
Vida, con las características apuntadas: es Voluntad natural del hombre, así como necesidad
vital, biológica del mismo, la de ejercer poder sobre los otros; dominar, destruir al enemigo,
aplastar al débil; cualquier sujeción que se le establezca es “artificial” y sólo sirve para
domesticarlo. Para Nietzsche esto es tan claro que rechaza que la teoría de Darwin sea
capaz de explicar el origen y desarrollo de la humanidad, ya que es la Voluntad de Poder la
esencia de la vida:
… se coloca en el primer plano la <<adaptación>>, es decir, una actividad de
segundo rango, una mera reactividad (…) Pero con ello se desconoce la esencia de
la vida, su voluntad de poder; con ello se pasa por alto la supremacía de principio
que poseen las fuerzas espontáneas, agresivas, invasoras, creadoras de nuevas
interpretaciones, de nuevas direcciones y formas, por influjo de las cuales viene
luego la <<adaptación>>… 8
¿Qué deber puede tener esto individuo soberano, con los débiles, resentidos, que se
oponen a su libertad? ¿Cabe tener culpa por sus actos, aunque aplasten al que se opone a su
Voluntad? No, la culpa, la mala conciencia es sólo la “dolencia” del hombre domesticado,
moralizado, encerrado por la sociedad. “La enemistad, la crueldad, el placer en la
persecución, en la agresión, en el cambio, en la destrucción – todo esto vuelto contra el
poseedor de tales instintos: ése es el origen de la mala conciencia”9 Y el máximo del
sentimiento de culpa, de mala conciencia, se experimenta justamente en el que hasta ahora 7 P. 1108 P. 114 Cursillas y guiones en el original.9 P. 122
6
es el Dios más importante: el Dios cristiano. Sólo el ateísmo podría liberar a la humanidad
de la opresión de la culpa, tema favorito del cristianismo y el judaísmo.
[ahora viene el segundo tratado: una página. P 4-5]
[ahora viene el tercer tratado: una página. P 5]
[valoración Problemas: racismo, suprematismo; ver 46-48
Antisionismo, ver La clase sacerdotal 51 en adelante
Ps. 6-7]
7