LA GESTIÓN POLÍTICA DE LA DIVERSIDAD

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DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGA SOCIAL

LA GESTIN POLTICA DE LA DIVERSIDAD CULTURAL EN ESPAA: ANLISIS DE LOS DISCURSOS PARLAMENTARIOS SOBRE INMIGRACIN

ESTHER MRQUEZ LEPE

AUTORA

F. JAVIER GARCA CASTAO

DIRECTOR

GRANADA, NOVIEMBRE 2006

Editor: Editorial de la Universidad de Granada Autor: Esther Mrquez Lepe D.L.: Gr. 2699 - 2006 ISBN: 84-338-4206-4

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Cuando eu me encontrava preso na cela de uma cadeia Foi que vi pela primeira vez as tais fotografas Em que apareces inteira, porm l no estava nua E sim coberta de nuvens Terra, Terra Por mais distante o errante navegante Quem jamais te esqueceria? Ningum supe a morena dentro da estrela azulada Na vertigem do cinema mando um abraco pra ti Pequenina como se eu fosse o saudoso poeta E fosses a Paraba Terra, Terra Por mais distante o errante navegante Quem jamais te esquecera? Terra, Caetano Veloso

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AGRADECIMIENTOSEsta es la parte de un libro o de un trabajo que pasa ms inadvertida a los ojos del lector, ya que los nombres de personas, momentos y lugares que en ella aparecen reflejan un espacio privado del autor que durante el resto del trabajo pocas veces resulta tan explcito. Se podra decir que es un momento ntimo y confesional, en el que el espacio de las relaciones privadas se muestran al gran pblico. Y eso, precisamente, es lo que quiere ser esta pequea parte del conjunto, el agradecimiento sincero desde el convencimiento ntimo de que sin el esfuerzo, apoyo y aliento de esas personas este trabajo no hubiera tenido lugar. Por eso es justo que empiece agradeciendo el apoyo que ha depositado en este trabajo y en mi capacidad investigadora mi director de tesis F. Javier Garca Castao. Junto a l he aprendido a establecer puentes entre la Antropologa y la Ciencia Poltica, a sumergirme en el mbito de las migraciones, de la diversidad cultural y la interculturalidad, as como a continuar avanzando en la investigacin acadmica a pesar de mis inseguridades, haciendo de esta profesin mi modo de vida. En este camino muchas son las personas, instituciones y entidades a quienes les debo su constante confianza en mi trabajo, empezando por la Junta de Andaluca, a travs de la Consejera de Asuntos Sociales; Tambin, al Instituto de Estudios Sociales de Andaluca (IESA-CSIC) junto a su equipo investigador; A la Fundacin IES y a las personas que all trabajan y, por supuesto, a la Universidad de Granada, fundamentalmente al Laboratorio de Estudios Interculturales junto al grupo de compaeros/as que desde este centro han participado y compartido este proyecto conmigo. A ellos y ellas les debo una enorme gratitud y deferencia, por su inmensa calidad humana y profesional.

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Pero sin duda, el apoyo institucional y financiero ms decisivo ha sido el concedido por las Cortes Generales. Lleg en un momento de inseguridades profesionales sobre la certeza de las opciones elegidas. A su confianza en este proyecto extrao, rara avis dentro de las investigaciones financiadas ms cercanas a la ciencia poltica y al derecho, le debo el haber recuperado las ganas y la confianza por continuar en esta lnea de trabajo. Este mismo apoyo tambin lo he recibido de amigos/as y compaeros/as como Gunther Dietz y Beatriz Prez. Ambos han sido muy generosos en su tiempo y dedicacin, ofrecindome valiosas aportaciones y sugerencias que han ido conformando el esqueleto de este trabajo hasta su forma actual. Junto a ellos, han sido muchos los espacios de encuentro y reflexin en los que he podido exponer y defender mis argumentaciones, encontrado gente en el camino como Paco Checa, Maria Garca Valverde, Paqui Ruiz o Tere Pozo, cuya calidad humana y cientfica me ha acompaado durante todo este proceso. Pero especialmente quiero agradecer los consejos, observaciones y sugerencias, siempre tan interesantes y enriquecedores, de Teum Van Dijk. En l he hallado a un maestro, amigo y compaero de viaje en este apasionante campo de estudio que es el discurso poltico. Aprovecho este espacio para sealar que este trabajo no hubiera sido posible sin la colaboracin de los/as diputados/as y senadores/as que, a pesar de tener unas agendas tan apretadas, siempre encontraron huecos para atender mis peticiones. A todos/as los/as que compartieron sus impresiones y valoraciones sobre inmigracin, extranjera, ciudadana y diversidad cultural, muchas gracias. Un reconocimiento que tambin quiero hacer extensivo a otros/as informantes y confidentes, que a lo largo de estos aos me prestaron su tiempo y sus vidas de forma altruista, y a los que nunca se lo podr agradecer suficientemente. Esa deuda sentimental es la que quiero transmitir a Juan Lpez, Rosa Menchn, a Natalia Garca y Juan S. Las puertas de sus vidas y de sus

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casas siempre han estado abiertas para m, haciendo menos extraas las ausencias viajeras, ofrecindome una mano amiga siempre que lo he necesitado y alentndome a seguir andando a pesar de las inclemencias. Un aliento que tambin ha sido constante desde Roco Bentez y Maria Escrib. Probablemente ellas piensen que no han tenido que ver en esta investigacin porque sus vidas e intereses estn muy lejos de la universidad, sin embargo, ese apoyo constante en mi trabajo, su respeto por los tiempos peregrinos de la investigacin y su constancia por seguir manteniendo espacios de ocio y encuentro a pesar del paso del tiempo, han sido un soporte esencial a lo largo de todos estos aos. En este viaje he podido disfrutar de la amistad de personas tan especiales como las que forman el Spanish team. A Gdor Maldonado, Cristina Brioso, Mari Paz Gonzlez y Mara Garca les debo el haberme enseado a relativizar los espacios de trabajo con humor. Con ellas he crecido en lo personal y profesional, a travs de un proyecto tan significativo como ha sido el CLIM-AMIGHA a lo largo de estos tres ltimos aos. Ellas han sido un espejo del que he aprendido a relativizar desengaos y frustraciones, as como a valorar los xitos obtenidos, sabiendo que stos son pasajeros y contingentes. A Eva Gonzlez tambin le debo haberme dejado compartir esa esperanza inquebrantable en la superacin de dificultades. Ella es un ejemplo de que la profesionalidad y la valenta son valores que an siguen presentes en la investigacin universitaria. Pero han sido Maria Garca-Cano y Beln Agrela, mis incansables compaeras a lo largo de todo este camino, a las que le debo gran parte del agradecimiento de este trabajo. Ambas han andado conmigo, se han redo junto a m y me han levantado cuando me he cado. De ellas he aprendido el valor de la amistad, la profesionalidad, el trabajo conjunto y la confianza en un mundo tan complejo como el universitario.

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Gracias tambin a mis profesores Maria Angustias Parejo y Manuel Zafra porque ellos han sido parte, sin saberlo, de ese momento en mi formacin en el que surge el inters por investigar, por aprender, por intentar averiguar los motivos y causas que provocan que una situacin se produzca de una forma y no de otra. Sin embargo, ese inters por la investigacin, que luego se ha convertido en pasin, no hubiera sido posible si no hubiera habido una motivacin previa. La ilusin por aprender como forma de crecer ha sido uno de los legados que me han dejado mis mejores profesores, mis padres. Ellos son maestros en los que me gustara verme reflejada, que representan esa figura entraable de personas llenas de sabidura que dedican su vida a transmitirla a otros. Con ellos seguir siendo alumna indefinidamente porque consiguen despertar en m ese sentimiento constante por aprender como forma de ser mejor persona. Y en eso tambin tienen mucho que ver mis hermanos Lus, Yeyo y Alberto, ellos siempre ha apoyado esta investigacin, an cuando no saban muy bien sobre que iba. Siempre han estado dispuestos a ayudar en lo que sea, con palabras de aliento y consuelo, nimos y risas, dedicndome momentos y tiempos de sus vidas a quehaceres logsticos sin ver u obtener resultados concretos. De ese cario tambin surge esta tesis. He dejado para el ltimo lugar mi agradecimiento a Alejandro. l es quien comparte mi vida, mis ilusiones, mis decepciones y claroscuros, por eso no sabra decir hasta qu punto parte de este trabajo tambin es suyo. Junto a l he disfrutado los logros de esta investigacin, compartido mis xitos y alegras, pero tambin mis inseguridades e incertidumbres. En esos momentos en los que no divisaba el horizonte y la desesperanza ha sido mucha, su ternura, su risa, su enfado y su aliento han sido mis referentes constantes. Por eso, a l especialmente le agradezco su fe en este trabajo, una fe libre de cargas y prejuicios, muchas veces sometida a plazos y patronazgos.

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NDICE

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PRESENTACIN......................................................................................... 15 Captulo I MARCO TERICO. CONTEXTOS Y ACLARACIN DE CONCEPTOS .............................................................................................. 31 1. EL MBITO DE LA DIVERSIDAD CULTURAL ........................................ 33 1.1 Diversidad, diferencia y desigualdad ................................................. 34 1.1.1 El proceso cognitivo y la lgica de lo social ................................ 35 1.1.2 Implicaciones sociales de la construccin social y jerrquica de lo aprendido. Un ejemplo de estudio: la diferencia en el concepto de raza ........................................................................ 40 1.2 La diversidad cultural y la diferencia .................................................. 46 1.2.1 Primeras definiciones de cultura. Cultura como un todo orgnico y duradero............................................................................. 47 1.2.2 Cultura como objeto. Inicios del relativismo cultural ................... 49 1.2.3 Cultura versus naturaleza ........................................................... 50 1.2.4 Debate posmoderno sobre cultura. Cultura como organizacin de la diversidad humana ................................................ 53 1.2.5 Identidad y etnicidad................................................................... 58 1.3 La reivindicacin de la diferencia. Los nuevos movimientos sociales y tnicos..................................................................................... 64 1.3.1 El multiculturalismo como movimiento o gestin de la diversidad? .......................................................................................... 66 1.3.2 Del multiculturalismo en la sociedad actual. Pluralidad de significados y posicionamientos epistemolgicos ................................ 69 1.3.3 Una aproximacin a las bases ideolgicas estatales. Acerca de la neutralidad del Estado .................................................... 72 1.3.4 El Estado-nacin y la construccin de la identidad nacional ............................................................................................... 77 1.3.5 El proyecto nacionalizador y la diversidad tnica ....................... 81 1.3.6 Ciudadana multicultural versus nacionalidad............................. 87 1.3.7 A la bsqueda de un nuevo concepto de ciudadana ................. 90 1.3.8 Ciudadano, extranjero o inmigrante?........................................ 96 2. LA ACTUACIN POLTICA ................................................................... 103 2.1 Aproximaciones a una definicin de poltica .................................... 105 2.2 El juego democrtico ....................................................................... 110 2.2.1 Las reglas del juego .................................................................. 110 2.2.2 La democracia en la actualidad ................................................. 116 2.2.3 Los partidos polticos en el sistema democrtico ...................... 121 2.3 El sistema poltico espaol .............................................................. 129 2.3.1 La transicin poltica espaola y la nueva configuracin poltica del pas.................................................................................. 130 2.3.2 La constitucionalizacin de los partidos polticos y su reconocimiento como actores formales en la gestin de los valores supremos de la sociedad ...................................................... 133

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2.3.3 El Parlamento en el sistema poltico espaol ........................... 137 Captulo II MARCO METODOLGICO ....................................................................... 144 1. EL PROCESO FORMATIVO.................................................................. 147 2. EL PROCESO DE INVESTIGACIN..................................................... 151 2.1 El conocimiento de la realidad histrico-social................................. 153 2.2 La intencionalidad en el sujeto observado. La doble hermenutica ......................................................................................... 157 2.3 Teora de la accin comunicativa y mundo de vida ......................... 160 2.4 El lenguaje y sus contextos.............................................................. 161 2.5 Emic y etic, dos miradas complementarias ...................................... 163 2.6 Intencionalidad e intersubjetividad. Una apuesta hacia delante ...... 167 2.7 Valoraciones y aplicabilidad de la metodologa desarrollada en esta investigacin .................................................................................. 170 3. TCNICAS Y MTODOS DE ANLISIS UTILIZADOS DURANTE LA INVESTIGACIN.................................................................................. 174 3.1 La eleccin del discurso como campo de estudio y su importancia en la construccin social de una realidad........................... 175 3.2 La lectura de documentos: los diarios de sesiones del Congreso y del Senado ......................................................................... 178 3.3 La entrevista abierta semi-directiva ................................................. 184 3.4 Los mtodos de anlisis .................................................................. 192 Captulo III CONTEXTOS DE LOS DISCURSOS POLTICOS SOBRE INMIGRACIN EXTRANJERA .................................................................. 198 1. EL MBITO EUROPEO ......................................................................... 201 2. EL MBITO NACIONAL......................................................................... 222 Captulo IV CONTEXTO DE JUSTIFICACIN Y CONTEXTO DE DESCUBRIMIENTO EN EL DISCURSO PARLAMENTARIO .................... 254 1. CONTEXTO DE JUSTIFICACIN ......................................................... 257 1.1 Contextos conceptuales................................................................... 258 1.2 Contextos procedimentales.............................................................. 272 1.3 Contextos temporales ...................................................................... 309 2. CONTEXTO DE DESCUBRIMIENTO .................................................... 323 2.1 Sobre la conceptualizacin y caractersticas de la poblacin inmigrante en Espaa ............................................................................ 326

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2.1.1 Inicios del debate. Por qu y cundo se empieza a hablar de inmigracin extranjera en Espaa ................................................ 326 2.1.2 Discursos sobre la procedencia de la inmigracin extranjera en Espaa......................................................................... 330 2.1.3 Discurso sobre las caractersticas culturales de la poblacin inmigrante extranjera en Espaa....................................... 336 2.1.4 Discursos sobre la situacin legal de la poblacin inmigrante extranjera en Espaa ....................................................... 342 2.1.5 Discursos sobre las motivaciones y las razones para la migracin ........................................................................................... 345 2.2. Discursos sobre el tratamiento que se le da a la poblacin inmigrante extranjera dentro de la sociedad espaola........................... 349 2.2.1 El mbito de la regulacin de derechos.................................... 350 2.2.2 El mbito de la integracin-exclusin social: el trabajo, la vivienda, la educacin y la reagrupacin familiar .............................. 356 2.2.2.1 El mbito del trabajo.......................................................... 357 2.2.2.2 El mbito de la vivienda..................................................... 362 2.2.2.3 El mbito de la reagrupacin familiar ................................ 364 2.2.2.4 El mbito de la educacin.................................................. 367 2.2.3 Cierre de fronteras, cooperacin al desarrollo y lucha contra las mafias................................................................................ 372 2.3 Discursos sobre el futuro de la poblacin inmigrante extranjera en la sociedad espaola ........................................................................ 377 2.3.1 El mbito demogrfico y econmico ......................................... 377 2.3.2 El mbito de la convivencia multicultural en la futura sociedad espaola............................................................................. 380 2.4 Discursos sobre racismo en Espaa................................................ 391 CONCLUSIONES ...................................................................................... 403 BIBLIOGRAFA .......................................................................................... 425 ANEXO 1. Carta de presentacin de la investigadora y peticin de cita para la realizacin de una entrevista ................................................... 455 ANEXO 2: Primer y segundo guin de entrevistas a diputados/as y senadores/as.............................................................................................. 457 ANEXO 3: Tablas de intervenciones e iniciativas parlamentarias de todas las legislaturas.................................................................................. 463 (Tipologa y fecha de registro por concepto de referencia). ....................... 463 ANEXO 4: Tipos de instrumentos, rganos y funciones parlamentarias. .......................................................................................... 473 ANEXO 5. ndice de grficos y tablas ........................................................ 249

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PRESENTACIN

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de cien muertos, muchos de ellos extranjeros inmigrantes. Esto puso de manifiesto, entre otras cosas, la presencia de este colectivo en la conformacin de la ciudadana nacional, tuvieran o no reconocida su situacin jurdica. Para regular la situacin de este colectivo, durante los cuatro aos anteriores a esta fecha (2000-2004) se aprobaron tres leyes orgnicas (L.O. 4/2000, L.O. 8/2000 y L.O. 14/2003), un reglamento de ejecucin (Real Decreto 864/2001), un procedimiento extraordinario de regularizacin, un plan de Integracin (GRECO1) y normativa complementaria para determinar el rgimen de entrada, salida y estancia del extranjero inmigrante en suelo nacional. Un periplo legislativo sin antecedentes en la historia poltica espaola. A la vista de estos indicadores se podra afirmar que la inmigracin extranjera ha sido un asunto relevante en la agenda poltica nacional y, por ello, una cuestin de relevancia pblica. Estimamos que as ha sido y, adems, considerada como uno de los cinco principales problemas de la sociedad espaola segn los resultados ofrecidos por los barmetros mensuales del CIS (datos desde julio de 2004 hasta Enero de 20052).1

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n marzo de 2004 asistimos en Espaa a unas elecciones generales marcadas por los trgicos acontecimientos del 11 de marzo en Madrid. Unos atentados terroristas que dejaron un balance de ms

GRECO. Programa Global de Coordinacin y Regulacin de la Extranjera e Inmigracin en Espaa, aprobado en diciembre de 2000 y ha finalizado su aplicacin en 2004. 2 Pregunta: Cules son a su juicio los tres problemas principales que existen actualmente en Espaa?. Resultados: en Enero de 2005 la inmigracin aparece en 3er lugar, diciembre 2004 (3er lugar), noviembre (4 lugar), octubre (4 lugar), septiembre (4 lugar) y julio 2004 (5 lugar). Barmetros del CIS mensuales. Consulta en la pgina web: www.cis.es

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La consideracin de la inmigracin como problema y objeto de sensibilidad pblica encontr eco en los discursos de los partidos polticos. Sirva como muestra la importancia que se le atribuye a la promesa electoral del Partido Popular sobre la reforma de la Ley de Extranjera 4/2000 durante su campaa para las elecciones generales del ao 20003, en las que finalmente obtuvo mayora absoluta. Fue este contexto poltico social muy particular, el que provoc el inters de la investigadora por explorar qu tipo de tratamiento y gestin se haca y se haba hecho de la inmigracin extranjera en el discurso polticoparlamentario espaol, con la intencin de averiguar cmo detrs de las diferentes construcciones sociales que se haban elaborado sobre inmigracin extranjera existan unos presupuestos conceptuales acerca del tipo de reconocimiento que le debe dar a la diversidad cultural presente en el pas. De forma que, aunque la temtica de esta tesis se inscribe dentro del mbito de los discursos polticos, no pretende entrar a valorar la inclusin o no de la inmigracin extranjera dentro de los programas polticos de campaa, ni la importancia de stos en los resultados electorales4. Pretendemos averiguar cmo detrs de los discursos de diferentes partidos polticos, concretamente en los discursos de los/las parlamentarios/as nacionales, existe una determinada gestin y reconocimiento de la diversidad cultural. Es decir, queremos analizar el tipo de gestin que se hace de la diversidad cultural en Espaa, tomando como objeto la figura del inmigrante extranjero, ya que consideramos que ste representa una parte de la heterogeneidad cultural presente en el pas. Pensamos que su estudio nos puede sealar3

En relacin a la campaa electoral del partido Popular y su promesa de cambio de ley de extranjera se puede consultar Relao Pastor (2004), y Cano Bueso (2003) entre otros. 4 Creo en este sentido, que los estudios de Francisco Checa (2002) sobre el contexto almeriense pueden ofrecernos algunas conclusiones significativas al respecto.

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algunas de las claves en el proceso de construccin de la diferencia y en la gestin que se hace de la misma por parte de los agentes polticos. Asimismo, consideramos que la construccin social que se hace de este colectivo no slo se manifiesta a travs del discurso oral o escrito, sino que se re-construye a travs de procesos actitudinales e intencionales. Partimos de la premisa de que la gestin de un problema social es parte fundamental de ese problema, ya que es un elemento clave en su definicin. Es decir, si la realidad social es el resultado de un proceso de construccin social (Berger y Luckman 1996) no slo los discursos son interpretables, sino tambin los textos y las acciones, dado que producen a su vez significados (Ricoeur 1971). Este planteamiento, trasladado al caso que nos ocupa, se traduce en que para realizar un anlisis de la gestin poltica de la diversidad cultural a travs de la inmigracin extranjera en el escenario parlamentario, tan importante es caracterizar y ordenar las imgenes culturales que producen los diputados/as y senadores/as en sus discursos sobre inmigracin (lo que se dice), como averiguar la gestin que se hace de estos discursos (es decir, cmo, cundo y dnde se dice). Y es bajo esta argumentacin epistemolgica desde donde se sustenta la investigacin, en la que se presentan dos objetivos principales: por un lado, se pretende analizar los discursos parlamentarios entendidos como textos culturales y estrategias de ordenacin de los significados (Bourdieu 2000). Es decir, queremos analizar la trayectoria seguida en la utilizacin del concepto de inmigracin a lo largo de la historia de la democracia espaola y profundizar en los significados que se le han atribuido y atribuyen al mismo. Y por otro lado, intentaremos averiguar el uso y gestin que se ha hecho de estos discursos a travs del estudio de tres tipos de contextos discursivos: el cmo (contextos conceptuales), dnde (contextos procedimentales) y cundo (contextos temporales) se ha hablado sobre este colectivo.

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Estas premisas argumentativas nos llevan a considerar que vamos a extraer dos tipos de resultados en la investigacin. Por un lado, un anlisis de las construcciones simblicas y cognoscitivas que se utilizan en el discurso de los representantes parlamentarios acerca de la poblacin extranjera inmigrante. Esto nos ayudar a ordenar las diferentes concepciones de diversidad cultural defendidas por cada uno/a de ellos/as y por sus partidos polticos. Por otro lado, averiguar el contexto y la utilizacin de este discurso supone intuir la finalidad de la caracterizacin de la inmigracin extranjera dentro del discurso de cada partido pero, tambin, la comprobacin de que la actividad parlamentaria y el funcionamiento de las Cortes se utilizan como contextos definidores y constructores de realidades, ms all de su funcin tradicional de escenario neutro de validacin de las reglas democrticas. De forma que a travs del uso de la actividad parlamentaria: debates en el pleno, funcionamiento en comisiones, creacin de proyectos de ley, preguntas al Gobierno, enmiendas, etc. tambin se puede observar la construccin de una realidad social, dando pie a la introduccin de una nueva visin de sta como instrumento activo en el proceso de creacin, definicin y gestin de un hecho social. Con las consideraciones acerca del tipo de resultados que podamos extraer de la investigacin, nos pusimos manos a la obra en el diseo del armazn terico necesario para sustentar nuestra parte ms emprica. De forma que para abordar el anlisis del discurso parlamentario sobre inmigracin, en primer lugar estimamos necesario hacer un repaso de algunas de las nociones y conceptos clave de los que partimos sobre diversidad cultural y actuacin poltica y que consideramos necesitados de una breve contextualizacin terica. A ello dedicamos la primera parte de esta investigacin (Captulo 1). Su objetivo pasa por acotar el significado de los conceptos que tienen que ver con estas dos temticas, ofreciendo un marco de referencia desde donde emprender, posteriormente, el anlisis de los datos.

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Para empezar a desarrollar nuestro argumento terico, la primera pregunta que nos hicimos fue: por qu se considera problema a una realidad social?. Algunas de las respuestas a esta pregunta vimos que se encontraban en el mismo proceso cognitivo que ponemos en marcha para establecer diferencias entre los objetos y las personas (apartado 1.1.1 del Captulo I). Este proceso social, y por ello aprendido, nos revelaba que las categoras y estrategias que utilizamos para clasificar la realidad que nos rodea dependen frecuentemente del contexto en donde se realice la clasificacin y que sta, habitualmente, conlleva un grado de jerarquizacin. As que, bajo la condicin de diversidad que existe en la realidad, al clasificar los objetos y personas en funcin de criterios sociales aprendidos y al establecer y/o construir la diferencia entre distintas agrupaciones, generamos intenciones niveles polticas de y desigualdad sociales muy que frecuentemente Algo esconden hemos concretas. que

ejemplificado a travs de un pequeo repaso de los significados y usos que ha ido adquiriendo el concepto de raza en distintos periodos histricos. La reflexin en torno al uso y significado del concepto de raza (apartado 1.1.2 del Captulo 1), nos ayud a esclarecer otros procesos que operan en nuestra clasificacin de la realidad social, como la posicin frecuentemente etnocntrica desde la que abordamos este proceso o su justificacin biolgica. Es decir, cmo se adjudica la pertenencia natural de determinadas caractersticas culturales y sociales a los genes de las personas, consiguiendo presentar la representacin social de la diferencia como una caracterstica innata y natural al individuo. Este proceso de naturalizacin de las diferencias vimos que haba formado parte de las estrategias de poder utilizadas por la ideologa dominante en la poca imperialista y en los conflictos de clases, donde el grado de superioridad o inferioridad de unas civilizaciones sobre otras estaba justificado en funcin de las diferencias raciales. Hoy este tipo de argumentaciones se siguen utilizando, aunque la

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diferencia con el Siglo XIX, segn algunos/as autores/as, es que se pone menos acento en las diferencias raciales y biolgicas en favor de otro tipo de diferencias como la diversidad tnica o la imposibilidad de convivencia entre culturas (el choque cultural), sustituyendo el significado de raza por el de etnia o etnicidad. En este punto surgi la segunda pregunta referente a la problematizacin de un hecho social. Si, como habamos visto anteriormente, la construccin de la diferencia responda a determinados criterios culturales, sociales y polticos propios del contexto del clasificador, de qu contexto estbamos hablando?, desde qu criterios culturales partan los/as representantes parlamentarios en torno a cultura y diversidad cultural?. Es decir, era necesario saber algo ms del debate actual en torno a cultura, diversidad cultural y alteridad, porque conocindolo podramos intuir los contextos de significado desde los que se articula la construccin de la diferencia cultural en el discurso parlamentario de los/as polticos/as espaoles/as. Sobre esta idea se orienta el apartado 1.2 del Captulo I. En l mostramos cmo a lo largo de la historia han existido diferentes concepciones acerca de cultura y las relaciones que se establecen entre diferentes grupos culturales. Cada una de estas concepciones ha generado distintas consecuencias polticas hasta llegar a la actualidad, donde nos encontramos ante un debate que muchos han venido a denominar como multiculturalismo. En ese camino, la cultura ha pasado de ser considerada un conjunto de reglas, un complemento de la herencia biolgica, un significante universal, un proceso evolutivo, a una realidad en constante cambio y reformulacin segn el sujeto y el objeto de estudio. Es decir, la cultura se ha convertido en un instrumento que organiza la diversidad humana bajo distintas formas (Dietz 2003, 84). Junto al abandono de la idea de que las culturas tienen una cierta consistencia sustantiva y hasta cierto punto delimitada, se ha producido un reconocimiento de la heterogeneidad cultural a dos niveles

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distintos: entre diferentes culturas (interculturales) pero tambin dentro de una misma cultura (intracultural). En este contexto se ubica el debate en torno al multiculturalismo, en el que se dan cita diferentes movimientos sociales (feminismo, gays y lesbianas, grupos tnicos, nacionalismos regionales, etc.) que reclaman un reconocimiento pblico de su diferencia cultural. Aspiran a que sta les sea reconocida porque se sienten ajenos a la herencia cultural comn impuesta por la mayora, visualizada, prioritariamente, en la figura tradicional del Estado-Nacin moderno. Por tanto, como bien seala De Lucas (2002), no existe la sociedad multicultural sino mltiples realidades multiculturales. Es decir, una cosa es la cuestin de hecho de la existencia de este tipo de reivindicaciones, que por supuesto no es nueva ni actual, y otra, la propuesta normativa o el tipo de reconocimiento que se les de a las mismas. Por ello, un factor determinante en este debate es la figura del Estado como interlocutor de estas demandas, ya que no siempre estas reivindicaciones se producen de forma explcita y no todas tienen como objetivo conseguir un reconocimiento pblico estatal. En nuestro caso slo nos ocuparemos de las respuestas que desde el Estado, analizadas a travs del discurso de los/as parlamentarios/as, se producen ante esta realidad. Es decir, la clave reside en la accin de reconocimiento del Estado (Taylor 1996) y no en los distintos tipos de interlocutores que buscan los movimientos en la defensa de su singularidad. A explicar este cambio de punto de vista hemos dedicado el apartado 1.3.1 del Captulo I Desde la ptica estatal hemos observado distintos planteamientos sobre la legitimidad de estas reivindicaciones, as como si deben tener algn tipo de garantas y/o reconocimiento oficial como particularidades culturales. Los tipos de respuestas han oscilado desde un reconocimiento gubernamental hasta su ignorancia. En ello, pensamos que tiene mucho que ver la concepcin de neutralidad estatal, porque el principal desafo que plantea el

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multiculturalismo a los Estados-Nacin actuales, y concretamente a las democracias liberales, es su crtica al carcter pretendidamente abstracto y neutral de los principios que lo rigen, concibiendo al individuo de forma independiente de su pertenencia a un grupo o comunidad. De forma que el reto al que se enfrenta el Estado no es otro que el tipo de relacin que quiere establecer (y si quiere o no hacerlo) entre los derechos individuales, los derechos de grupo y los derechos de la colectividad nacional. Una idea que hemos desarrollado en el apartado 1.3.2 del Captulo I. Para resolver esta cuestin es fundamental remontarse a los orgenes de la construccin del Estado-Nacin, ya que el Estado, desde su propia definicin (siguiendo las teoras contractualistas), defiende los derechos de los individuos a travs de un pacto social por el cual le ceden su legitimidad, mientras que la nacin, por el contexto de su creacin, es la que ampara determinados derechos colectivos. A lo largo del apartado 1.3.4 del Captulo I hemos visto como la creacin del concepto de nacional y el de nacin potenciaron la homogeneizacin de la poblacin en esta nueva conformacin del orden estatal, fomentando la elaboracin narrativa de un discurso comn e identitario a travs de una dimensin histrica y tnica que aportaban significado al pasado y justificacin al presente. Algo en lo que tienen mucho que decir la etnicidad, la identidad o los grupos tnicos, porque son muchos los argumentos que aluden a estos conceptos como punto de partida de estos procesos de transformacin social. Y es que, al igual que la cultura ha dejado de ser considerada como algo cerrado y delimitable, la identidad no se concibe exclusivamente adscrita al nacimiento. En la medida en que es fuente de sentido para los propios actores, son ellos mismos los que le otorgan la importancia pblica que requiere en cada situacin, habiendo una pluralidad de identidades segn el contexto y las circunstancias. Por esta consideracin de la identidad como

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fuente de sentido para los individuos, es por lo que su reconocimiento pblico es importante, especialmente en el espacio colectivo, ya que la identidad encuentra su referente en la comunidad, alzndose como signo distintivo de pertenencia e identificacin tanto con su propio grupo como frente a los dems, los otros. A partir de estas premisas se entiende por qu desde diferentes movimientos se ha puesto de manifiesto el enorme coste que supone la adquisicin de la nacionalidad-ciudadana como proceso de homogeneizacin cultural estatal, ya que la adquisicin de este estatus representa la asimilacin en la cultura dominante con la relegacin o marginacin de sus propias identidades culturales. La identificacin entre Estado y nacin y, por ello, la equiparacin del concepto de ciudadano al de nacional, ha provocado cierta insolvencia en el concepto de ciudadana para articular identidades plurales dentro de una misma comunidad, generando una incapacidad para superar su dependencia del marco de la nacionalidad en la actualidad. Esto ha llevado a que su justificacin como universo de igualdad, a travs de la asignacin de derechos universales para los individuos ms all de su adscripcin grupal, sea denunciada por algunos movimientos minoritarios como forma hegemnica de identidad cultural y, por otros, como criterio excluyente en la opcin de reconocimiento y garanta de estos mismos derechos a una parte importante de la poblacin como los extranjeros. Los costes que esta dependencia supone para las democracias actuales han sido expuestos por numerosos autores a pesar de que no todos sostienen posiciones similares al respecto. Entre las principales vas de actuacin que se proponen destacan tres corrientes de pensamiento: los liberales, los comunitaristas y los republicanos (apartados 1.3.6 1.3.8 del Captulo I). Los tres abordan este debate desde diferentes marcos epistemolgicos de referencia y por ello se acercan al concepto de ciudadana de manera

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distinta. Sin embargo, coinciden en destacar la necesidad de pensar sobre este debate como uno de los temas fundamentales en los Estados actuales, ya que una de sus consecuencias ms inmediatas ha sido el cuestionamiento del funcionamiento de las democracias occidentales, asentado bajo la premisa, ahora considerada errnea, de que sus ciudadanos son homogneos culturalmente y que, por tanto, podan y deban recibir un trato igualitario. En este punto hicimos de nuevo un alto en el camino para preguntarnos porqu centrar el anlisis sobre la gestin de la diversidad cultural en la arena poltica y, concretamente, en el discurso de los parlamentarios nacionales. Segn la Constitucin espaola de 1978, las Cortes Generales representan al pueblo espaol, ejercen la potestad legislativa, aprueban sus presupuestos y controlan la accin del Gobierno (art. 66 C.E.). Las Cortes estn compuestas por el Congreso de los Diputados y el Senado, que a su vez estn formados por alrededor de 600 diputados/as y senadores/as elegidos por los ciudadanos a travs de unas elecciones democrticas entre diferentes partidos polticos. De forma que son estos/as diputados/as y senadores/as quienes representan legalmente a la ciudadana a nivel estatal y, adems, son los responsables de la elaboracin de las normas que regulan nuestro comportamiento en sociedad, segn la norma superior del ordenamiento jurdico nacional. Sin embargo, bajo esta consideracin formal, muchas veces pasamos por alto que su discurso ocupa un lugar preferente en nuestro sistema social e institucional. Su opinin no slo es mero reflejo del discurso social actual, sino que su posicin privilegiada lo hace, en cierto modo, creador de un estado de opinin. Como afirma Van Dijk, no todos los discursos tienen la misma relevancia social, mientras los discursos de las lites acceden libremente al dominio pblico otros discursos son silenciados y excluidos

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sistemticamente (Van Dijk 1993). Por ello, el discurso pblico de nuestros polticos, en calidad de representantes parlamentarios, es un discurso hegemnico (Van Dijk 1993) que justifica la fundamentacin ideolgica de su praxis poltica. Su estudio se nos revela como un elemento clave en la legitimacin del quehacer poltico, en el ejercicio del poder como tal. As que entendimos que tambin se haca necesaria una breve contextualizacin de lo que entendemos por poltica y poder (apartado 2.1 del Captulo I) para averiguar, a partir de ah, cuales son las reglas del juego democrtico (apartado 2.2.1 del Captulo I) donde desarrollan sus funciones los/as parlamentarios/as y sus partidos polticos y entender la razn de su legitimidad como gestores de los valores supremos de la sociedad, en tanto representes de los intereses pblicos de los ciudadanos. En este recorrido terico tambin hemos visto como su justificacin en la sociedad actual no esta exenta de crticas (apartado 2.2.3 del Captulo I). Especialmente duras son las acusaciones hacia los partidos polticos por su prdida de liderazgo como interlocutores formales de los intereses de los ciudadanos, que se tienen que enfrentar al dilema de conciliar su identidad como actor social y ciudadano poseedor de un voto electoral. Pero tambin son muy significativas las declaraciones que se refieren a su prdida de representatividad como interlocutores entre el Estado y la ciudadana. Y es que la manipulacin en los sistemas de clientela, la falsificacin de los resultados electorales, la disciplina de voto, etc., han propiciado una crisis profunda en el significado e importancia de los partidos polticos, que son percibidos en ocasiones como medio de representacin de los intereses particulares de unos cuantos y no como vehculos de comunicacin de los intereses generales de la sociedad. Para comprender el funcionamiento y caractersticas de los partidos dentro de los sistemas democrticos hay que atender a las particularidades de cada contexto. Por ello entendimos que, si bamos a utilizar la actividad parlamentaria de estos representantes como escenario creativo de prcticas

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y significados sociales, debamos desarrollar brevemente la situacin de los mismos en el contexto espaol (apartado 2.3 del Captulo I), as como comentar algunos de los principios que rigen el funcionamiento de las Cmaras Parlamentarias (Cortes Generales) en Espaa. A estos mbitos dedicamos los ltimos de los apartados del Captulo primero para despus, en el Captulo segundo, avanzar en los mtodos y tcnicas utilizadas durante la investigacin y en el tipo de anlisis que hemos hecho de los mismos. Explicar la metodologa desarrollada nos ha resultado enriquecedor en la medida que ha supuesto la explicitacin de algunos de los condicionantes que han contribuido a disear la investigacin tal y como ahora se presenta. Cremos que si estos procesos se hacan pblicos contribuiramos al aumento de la calidad y honestidad de este trabajo, fundamentalmente para el lector ajeno a los inicios y desarrollo de esta investigacin. En este sentido nos result muy til recurrir a la diferenciacin que establece Garca-Cano (1999) entre proceso formativo y proceso de investigacin. Dentro del proceso formativo, referido en el apartado 1 del Captulo 2, hemos reseado algunas de las claves de la formacin reglada y no reglada de la investigadora as como la vinculacin de stas con este trabajo, para, posteriormente, adentrarnos en el desarrollo del proceso de investigacin propiamente dicho. En el apartado 2 del Captulo 2 dedicado al proceso de investigacin, hemos partido de la consideracin de la realidad social como un proceso de construccin social, donde no slo los discursos sino tambin los textos y las acciones son interpretables, dado que producen a su vez significado (Ricoeur 1971). Esta argumentacin epistemolgica ha introducido dos de los referentes metodolgicos de este trabajo: la importancia de la interpretacin y comprensin (antropologa hermenutica) como marco para el anlisis de las prcticas de los partidos polticos en su funcin

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parlamentaria, y la intersubjetividad (Habermas 2002) como punto de inicio para analizar los discursos de los/as diputados/as y senadores/as, tanto en las entrevistas realizadas por la investigadora como en las intervenciones reflejadas en el Diario de Sesiones de las Cortes Generales. Desde esta lnea de trabajo, consideramos nuestro estudio como una investigacin de la realidad (Weber 1969) a travs de la cual poder explorar el contexto y el significado social de las distintas manifestaciones del discurso. Es decir, queremos conocer tanto las configuraciones discursivas relativas a este colectivo atribuidas de contenido significativo (discurso y prcticas discursivas) como el contexto social, legislativo y cultural que ha rodeado la produccin del mismo y que ha condicionado que se haya producido precisamente as y no de otra forma. Los mtodos etnogrficos utilizados han sido adecuados al contexto de justificacin metodolgica que hemos desarrollado y entre ellos destacan la observacin, la lectura de textos y la entrevista etnogrfica (Spradley 1980). A partir de esta combinacin hemos podido incorporar la perspectiva emic de los sujetos estudiados y la perspectiva etic u observacin desde fuera (Werner & Schoepfle 1987), que ha sido la que ha guiado la investigacin. Ambas se intentan exponer en el tercer y cuarto Captulos destinados al anlisis de los datos, en el que a travs de las declaraciones transcritas de los sujetos entrevistados se infieren distintas conclusiones elaboradas por la investigadora. En el tercer Captulo se examinan los principales acontecimientos sociales, polticos y econmicos sobre poblacin extranjera inmigrante a nivel europeo y estatal. La importancia de esta parte del anlisis reside en dotar de un contexto de significacin a la informacin obtenida a travs de los datos, generando posibles relaciones de intencionalidades ms o menos evidentes.

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El cuarto Captulo se divide en dos subapartados que hemos denominado Contexto de Justificacin y Contexto de Descubrimiento (Adorno 1973), con los que ponemos de manifiesto la imposibilidad de desvinculacin del contexto que rodea la produccin de discurso del propio discurso como tal. En el primero de estos subapartados (1.1 1.4 del Captulo IV), realizamos un anlisis de las diferentes prcticas o contextos discursivos parlamentarios agrupados en torno a tres categoras de anlisis: contexto conceptual, procedimental y temporal, entendiendo que el discurso poltico parlamentario no slo es produccin oral o escrita, sino que incluye una suerte de prcticas discursivas que tambin consideramos constitutivas del propio discurso. Y en el segundo subapartado (2 del Captulo 4) se desarrolla el anlisis del discurso recogido en entrevistas abiertas realizadas a diputados/as y senadores/as (representantes de distintos partidos polticos: Partido Socialista Obrero Espaol; Partido Popular; Izquierda Unida y Convergencia i Uni). Con todo ello pretendemos caracterizar y ordenar las imgenes culturales elaboradas sobre la poblacin inmigrante en los discursos parlamentarios y averiguar el uso que se ha hecho de stos. Por ltimo, despus de un breve Captulo de Conclusiones en el que repasamos las ideas ms importantes desarrolladas en este trabajo, se presenta la bibliografa consultada as como diferentes Anexos referidos durante el desarrollo del texto.

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Captulo I MARCO TERICO. CONTEXTOS Y ACLARACIN DE CONCEPTOS

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Dtemas.

os son los mbitos a travs de los que pretendemos contextualizar esta investigacin: la diversidad cultural y la actuacin poltica. Esta primera parte se encarga de abordar el primero de estos

1. EL MBITO DE LA DIVERSIDAD CULTURAL Cuando hablamos de diversidad cultural aludimos a distintas realidades sociales que distinguimos en funcin de la existencia de aspectos culturales, ms o menos, diferenciables. A lo largo de la historia estos criterios han ido variando, lo que significa que las categoras y estrategias que establecemos para realizar dicha diferenciacin son sociales. De forma que las relaciones de alteridad con otros grupos humanos dependen del contexto y el momento desde los que se realiza la clasificacin. As se observa, por ejemplo, en el uso del concepto de raza en distintos momentos y contextos histricos. En las sociedades europeas occidentales como la espaola, hoy las relaciones con los grupos tnicos minoritarios como los migrantes son entendidas como problema. Esta es la diferencia con respecto a otros momentos y contextos temporales y geogrficos, la problematizacin que se hace de esta realidad social. Por ello, la labor de esta investigacin es intentar averiguar el contexto y las motivaciones del porqu se entiende a este colectivo de esta forma y no de otra.

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Para lograrlo, hemos empezado este apartado por una introduccin acerca del porqu consideramos que los criterios que establecemos para ordenar la realidad son sociales, generan desigualdades y procesos de exclusin. Y esto lo hemos ejemplificado en el uso del concepto de raza. Posteriormente hemos ido viendo los distintos significados que se le han atribuido al concepto de cultura hasta llegar a la actualidad, as como la relacin que tiene este concepto con el debate multiculturalista. Por ltimo, hemos sealado algunas de las acciones de reconocimiento que ha desarrollado el Estado ante esta situacin y que pensamos tienen mucho que ver con el contenido que cada Estado le da a la idea de neutralidad estatal. Las hemos sistematizado a travs de tres corrientes de pensamiento: el liberalismo, el comunitarismo y el republicanismo, que, a travs de sus propuestas acerca del concepto de ciudadana, pretenden ofrecer distintas vas de trabajo para resolver este problema. 1.1 Diversidad, diferencia y desigualdad Saber cmo procedemos en nuestra cultura para establecer la diferencia simple entre objetos es importante, es un primer paso para entender la dimensin epistemolgica de todo el proceso por el cual, a partir de la situacin de diversidad existente en el mundo que nos rodea, se construye la diferencia. En el caso de la poblacin inmigrante extranjera, este proceder oculta una relacin de desigualdad que deviene en exclusin. Esta argumentacin es la que intentaremos desarrollar a lo largo de los siguientes epgrafes, aadiendo, como ejemplo, los diferentes significados y usos que se le han atribuido al concepto de raza hasta la actualidad.

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1.1.1 El proceso cognitivo y la lgica de lo social Los sujetos y, de forma ms genrica, los objetos que estn a nuestro alrededor nos ofrecen indicadores o rasgos distintivos por los que podemos reconocerlos. Sin embargo, la variedad y diversidad de objetos que nos rodean es tan amplia que tenemos que buscar mecanismos que nos sirvan para reducir la complejidad de nuestro entorno, haciendo similares o equivalentes acontecimientos diferentes (Bruner 2001, 25). La singularidad de estos mecanismos o categoras que utilizamos para clasificar y ordenar la realidad reside en su capacidad para reflejar las propiedades de los objetos a los que representan, con la diferencia de que estas categoras estn construidas por el hombre.Las categoras en cuyos trminos agrupamos los sucesos del mundo que nos rodea son construcciones o invenciones. La clase de los nmeros primos, la especie animal, la gama de colores incluidos en la categora azul, crculos y cuadrados, se trata siempre de invenciones, no de descubrimientos. Las categoras no existen en el entorno (Bruner 2001, 223)

La constatacin de la importancia de lo social en el proceso de aprendizaje es relativamente reciente5. Hasta los aos cincuenta, incluso an hoy, los cientficos dedicados a investigar los procesos mentales del aprendizaje y del conocimiento han considerado al individuo como un ser asocial, que responde a determinados estmulos con respuestas previsiblemente racionales, sin tener en cuenta que en esta decisin pudiera influir otro u otros factores tales como el conocimiento previo de la realidad social de su entorno. Segn Bruner (2001, XII), este tipo de teoras conductistas o teoras de la informacin han adolecido de cierta ingenuidad al descartar que el pensamiento requera de un procesamiento de la informacin. Esto les ha5

Segn sostienen Bruner and Goodnow (2001, XVI), las tesis expuestas por Bruner en su libro A study of thinking supusieron junto con Minds New Science de Howard Gadner, en 1956, el inicio de lo que se ha llamado las ciencias cognitivas, una nueva corriente intelectual que introdujo una perspectiva diferente a la hora de abordar el conocimiento humano.

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imposibilitado llegar a conocer realmente los mecanismos intermedios del conocimiento humano.Las entradas (input) y salidas (output) de un sistema de comunicacin, como no tard en verse, no podan considerarse exclusivamente en funcin de su naturaleza de tales entradas y salidas, ni tampoco en trminos de caractersticas internas como la capacidad de un canal y el ruido. La codificacin y recodificacin de los inputs- el modo cmo las seales que entran se clasifican y organizan- se convirti en el importante secreto de la caja negra situada a lo largo del canal de comunicacin. As, pues, los que han intentado aplicar la teora de la informacin a los fenmenos psicolgicos se han enfrentado de modo semejante con los problemas del conocimiento como proceso mediador (Bruner 2001, 9)

Por ello, coincidimos con el autor en destacar que el reconocimiento formal de lo social en el proceso cognitivo del ser humano nos evidencia la necesidad de dejar de considerar la inmutabilidad del mismo como algo natural y reconocer que existen distintos modos de entender el mundo en funcin de las categoras que establezcamos para clasificar la realidad. A ello hay que aadir que las estrategias o medios por los que agrupamos o separamos estas categoras tambin son productos sociales. Es decir, que nuestro sistema cognitivo, para reunir lo que consideramos como igual frente a lo distinto, agrupa las referencias que considera comunes o similares separndolas del resto de las observaciones a travs de distintas estrategias que de nuevo son aprendidas Entre las estrategias utilizadas en la categorizacin de los objetos se encuentran dos mtodos: el nomottico y el ideogrfico6. A travs del mtodo nomottico los objetos se agrupan a partir de un criterio de referencia, procediendo de igual manera con los subgrupos resultantes y con las agrupaciones que hagamos de tales subgrupos. Es decir, se procede de manera descendente. Mientras que con el mtodo ideogrfico los objetos se agrupan tomando como referencia lo ms especfico hasta llegar a lo ms general. Es decir, se parte de los objetos en s mismos y se les compara sin partir de ningn criterio previo, procediendo de manera ascendente. De

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forma que aquellos objetos que ofrecen algn tipo de semejanza pasan a formar parte de un grupo, al que pueden dejar de pertenecer si se encuentran otros objetos a los que alguno de los agrupados se asemeja ms. Esto supone dejar siempre abiertas todas las clasificaciones en espera de nuevos elementos que puedan aportar criterios diferenciadores. Lo interesante de este razonamiento es que si existe eleccin o posibilidad de realizar alguno de estos dos modelos de clasificacin de personas u objetos, significa que estamos ante un proceso social y por ello aprendido. Y, adems, que no es fruto del azar sino que tiene su lgica y puede explicarse. Segn Alegret (1993), la eleccin depender del contexto en donde se realice la clasificacin.En el caso concreto de aplicacin de estos mtodos de clasificacin a la diversidad tnica, nos encontramos con que la eleccin del mtodo de clasificacin depender del contexto en el que se produzca la clasificacin. Si se trata de un contexto en el que se est privilegiando ms la unicidad de la especie o del gnero humano frente a la diversidad de las sociedades, las culturas o los individuos, entonces se tender a elegir un mtodo descendente; mientras que si se esta privilegiando la diversidad de los individuos frente a la unicidad de la especie, entonces se elegir el mtodo ascendente. En nuestra cultura, frente a la diversidad en general tenemos la tendencia a realizar clasificaciones unidimensionales, aplicar sistemas de clasificacin descendentes y establecer jerarquas entre los grupos resultantes de esas clasificaciones (Alegret 1993).

Autores como Garca Castao, Granados y Pulido (1999) no comparten las premisas defendidas por este autor al referirse al mtodo nomottico como la eleccin lgica de la cultura occidental, ya que afirman que esta manera de proceder esta muy asociada a la influencia que las ciencias naturales tradicionales han tenido sobre las cosmovisiones occidentales, primero constituidas a partir del empirismo y posteriormente del positivismo. En todo caso, a pesar de que las consecuencias de la utilizacin de un mtodo u otro pueden resultar realmente significativas, nos interesa rescatar de este debate la constatacin de que en ambos procedimientos, al agrupar6

Seguimos en este punto las tesis defendidas por Alegret (1993) en torno a las formas de abordar la diversidad y los procesos de construccin de la diferencia.

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los objetos o sujetos en comunes o distintos utilizamos criterios previos, subjetivos y construidos socialmente. La pregunta entonces es por qu utilizamos unos criterios en detrimento de otros?. A travs de un ejemplo concreto podemos observar mejor este razonamiento.Uno de los primeros mecanismos cognoscitivos que ponemos en marcha para establecer diferencias entre objetos es la percepcin de las formas. Las diferencias captadas por el sentido de la vista son el primer elemento que nos informa acerca de cmo construimos nuestro conocimiento de la diferencia. Siguiendo este principio perceptivo, se entiende fcilmente que todos distingamos una persona de color de piel negro de otra persona de color de piel distinto. Pero la pregunta que nos hacemos va algo ms all del mero sentido comn: qu ha sucedido para que la diferenciacin se establezca prioritariamente sobre el color de la piel? (Garca Castao, Granados y Pulido 1999, 3).

En la respuesta a esta pregunta se da cita otro de los aspectos significativos del proceso de aprendizaje del conocimiento humano: el inicio o comienzo del proceso de clasificacin y reconocimiento de la diferencia. En este sentido, Hirschfield (1988) sita la edad en la que el nio empieza a manejar categorizaciones sociales en torno a los cinco aos.Concordara con el hecho aparente de que, mientras los nios de tres aos no parecen categorizar a los humanos segn lneas raciales, hacia los cinco aos presumen que las diferencias morfolgicas sealadas por su sociedad corresponden con diferencias subyacentes entre grupos humanos (Hirschfield 1988, 74 citado por Atrn 1990).

A partir de esta etapa, dice el autor, el individuo va adquiriendo y procesando una serie de valores, estereotipos y prejuicios7 que, de alguna forma, cumplen la funcin de simplificar determinadas realidades para un manejo ms sencillo de la complejidad de la diversidad de su entorno. Y as, al inferir las caractersticas de un individuo especfico a un grupo, se generalizan las particularidades de ese sujeto al resto de los miembros de esa agrupacin. Se asume que todo aquello que se atribuye al grupo en cuestin, puede ser atribuido a todos o a la mayora de sus miembros (Garca Castao, Granados, Pulido 1999, 7) y a la inversa, puede asumirse

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que las evaluaciones negativas de miembros individuales son vlidas para el grupo en su conjunto (Van Dijk 1987, 197). De esta manera se produce la identificacin de un individuo con su conjunto y viceversa. En otras palabras, se produce la atribucin de diferencias construidas sobre apreciaciones supuestamente naturales o biolgicas en las cuales se generan las relaciones de igualdad o desigualdad de los seres humanos. Por ello, coincidimos con Garca Castao, Granados y Pulido (1999, 2) en afirmar que:La diferencia es una construccin para justificar la desigualdad en un mundo cuya condicin es la diversidad, gracias a la cual prosigue con xito la evolucin. De hecho, y hemos sido testigos recientes de campaas publicitarias que as lo defienden, lo que se opone (aunque aparentemente quiere ser complementario) a la igualdad, en nuestros tiempos, es precisamente la diferencia (en otros tiempos la desigualdad). La construccin de la diferencia no es ms que una nueva forma de presentar las distancias culturales, sociales y polticas que son legitimadas bajo la apariencia de ausencia de jerarquas sociales pero que ocultan un refinado mecanismo de exclusin.

Esta reflexin nos da pie para introducir uno de los aspectos esenciales de esta tesis, la construccin social del conocimiento segn el contexto en el que se produzca, as como la intencionalidad que reside detrs del mismo. Es decir, sostenemos (en este punto seguimos las tesis expuestas por Garca Castao, Granados y Pulido, 1999) que bajo la situacin de diversidad que se haya en el mundo real, establecemos categoras sociales que nos ayudan a clasificar y ordenar la realidad, en definitiva, construimos diferencia. Esto conlleva, especialmente en la clasificacin de los seres humanos, un nivel de jerarqua que sita a los diferentes grupos en una posicin de desigualdad. Esta construccin social de la diferencia y, por ende, de las categoras que se utilizan en cualquiera de las clasificaciones es deudora de las caractersticas sociales, polticas, econmicas y culturales de la sociedad en la que hayan los sujetos que realizan dichas7

Entendemos por estereotipo la imagen de, o una actitud, hacia personas o grupos basada no sobre la observacin y la experiencia sino sobre ideas preconcebidas. Y prejuicio como un juicio negativo preconcebido de personas o grupos, basado no en el conocimiento de su conducta real sino sobre imgenes estereotipadas (Seymour-Smith 1992, 268).

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clasificaciones. Lo cual, nos invita a reflexionar acerca de la intencionalidad que reside detrs de cada ordenacin y clasificacin de nuestro entorno. En esta lnea de pensamiento entendemos que este tipo de procesos sociales han respondido a lo largo de la historia a una finalidades concretas, presentando caractersticas particulares segn el contexto. Y en este sentido, un ejemplo de estudio muy esclarecedor nos lo ofrecen los significados que ha ido adquiriendo, a lo largo de distintos periodos histricos, el concepto de raza. 1.1.2 Implicaciones sociales de la construccin social y jerrquica de lo aprendido. Un ejemplo de estudio: la diferencia en el concepto de raza La definicin ms genrica de raza es la que ve a sta como un conjunto de individuos que tienen ciertos rasgos en comn (Alegret 1993, 252). Dicho con otras palabras, en las taxonomas biolgicas una raza denota una poblacin geogrficamente aislada dentro de una especie que ha tenido poco o ningn flujo de genes con otras poblaciones durante un largo periodo de tiempo (Harris 1999, 121). Actualmente, esta definicin presenta importantes deficiencias cientficas y sociales. En primer lugar, como reconoce Alegret (1993, 252), la especie como unidad de reproduccin nunca es homognea. Esto implica que los individuos que son agrupados bajo una misma raza pueden presentar importantes diferencias genticas, por ejemplo, en los rasgos polimrficos.Las variaciones en el grupo sanguneo constituyen un ejemplo de polimorfismo gentico (poli= varios, morfismo= forma) que se produce cuando un gen tiene uno o ms alelos (...) Se ha llevado a cabo diversos anlisis multivariacionales para medir el grado de variacin en los rasgos polimrficos que se produce dentro de grupos locales (como tribus o pequeas comunidades tnicas) y arrojan como resultado que un 85% de las diferencias genticas se producen dentro de los grupos locales (Lewontin 1974). Esto significa que podramos coger al azar cualquier tribu o pequeo grupo tnico con la probabilidad de que un 85% de toda la variacin gentica de la especie humana estuviera representada en su pool gentico (Silk y Boyd 1989, 8).

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Y en segundo lugar, este polimorfismo que permite escindir la especie en subespecies, razas, razas geogrficas, subrazas, biotipos, variedades, etc., en la prctica resulta inoperativo, debido a la amplitud y variedad de niveles de clasificacin subespecficos existentes. Esto supone considerar que muy a menudo este proceso de clasificacin taxonmico depende del criterio del clasificador, lo que implica que esta abierto a la dimensin ideolgica (Alegret 1993, 252). As que la construccin social de significados atribuidos a este concepto ha ido dependiendo de distintos factores.Al no ponerse el nfasis en la condicin hereditaria que deben cumplir esos caracteres raciales, se hace posible el proceso de racializacin. Si slo se trata de compartir rasgos, entonces estos pueden ser otros que los heredados, y por tanto cabe la posibilidad de considerar como tales ciertos caracteres como los intereses, los hbitos, o las creencias, que son adquiridos a lo largo del proceso de enculturacin (Alegret 1993, 252).

En este proceso de identificacin de los caracteres para justificar la existencia de una tipologa de razas, los rasgos morfolgicos y fenotpicos como el color del pelo, la pigmentacin de la piel, la anchura de la nariz o la linealidad de los ojos se han utilizado como criterios diferenciadores y justificativos de la cobertura natural y biolgica de la existencia de distintas razas, as como de la pertenencia a una u otra. En la clasificacin que establece H.V. Vallois (1976) encontramos cuatro grupos primarios o grandes razas: australoide, leucoderma, melanoderma o xantoderma, que a su vez se subdividen en 27 subrazas. El carcter natural de stas se ve reforzado con la idea de que cada una de ellas ocupa un espacio geogrfico determinado en el mundo. As, los distintos continentes no slo se caracterizan por su posicin geogrfica en el diseo del mapa, sino por las particularidades que presenta cada raza.

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Este proceso de racializacin geogrfica esconde profundas implicaciones polticas y sociales, ya que, al reforzar las diferencias que existen frente a las semejanzas, a las convenciones sociales establecidas acerca de la diferencias se le aade el matiz de diversidad natural. (Castao, Granados y Pulido 1999). Asimismo, junto a este proceso se establece una relacin causal entre la presencia de determinados rasgos fsicos y un comportamiento cultural especfico, que se presenta como heredado o definido dentro de los genes de los habitantes del lugar. Esta forma de agrupacin tipolgica racial supone, como afirma Alegret (1993), la condicin necesaria para que exista la ideologa racista.Desde el momento en que se admite que ciertos grupos de seres humanos son biolgicamente muy diferentes entre si con respecto a unos caracteres arbitrariamente elegidos, entonces es cuando se esta en condiciones de dar el siguiente paso: afirmar que las desigualdades tambin observadas entre esos grupos se deben a las diferencias biolgicas construidas al efecto y previamente naturalizadas (Alegret 1993, 258).

As es como se establece el proceso de naturalizacin de las diferencias observadas y construidas por el hombre sobre diferentes grupos de poblacin y cmo stas se ordenan jerrquicamente, estableciendo distintas categoras de personas. A lo largo de nuestra historia podemos observar multitud de ejemplos sobre cmo se han justificado planteamientos etnocentristas que han considerado la cultura civilizada occidental como el estadio ms avanzado de la evolucin humana.Cuando entramos en contacto con los pueblos asiticos y los pueblos africanostiempo atrs los espaoles y portugueses se haban conducido del mismo modo frente a los pueblos americanos- los considerbamos como pueblos inferiores al nuestro (Francs) y los tratamos como a salvajes o brbaros. Era por lo dems, la poca -principios del Siglo XIX- en que el evolucionismo se hallaba en boga, y segn el evolucionismo la humanidad pasa por una serie de etapas: la etapa del salvajismo, luego la de la barbarie (que de cualquier manera es ya un progreso con relacin al salvajismo primitivo), y finalmente, la etapa de la civilizacin. Por lo tanto, de acuerdo con esta teora, considerbamos salvajes a los Canacas de Nueva Caledonia y brbaros a los africanos de la costa occidental. En todo caso los considerbamos nios grandes que seguramente podan ser educados, y ser educados significaba adquirir nuestra civilizacin (Bastide 1970, 21).

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Una de las consecuencias de esta idea de superioridad cultural y racial sobre las dems poblaciones fue la de asumir la encomiable labor de educar a los salvajes y brbaros en nuestra cultura, a fin de proporcionarles los conocimientos y competencias suficientes para poder ascender y avanzar de estadio. Este tipo de razonamientos sirvieron de justificacin al proceso de colonialismo desde Europa hacia el resto del mundo y tambin ha estado presente en muchos otros conflictos de clase (Benedict 1987). De hecho, como seala Szimanski, la idea de raza y racismo se hicieron necesarias para defender el sistema de esclavitud en sus ltimas dcadas y as justificar la explotacin intensiva de todo el mundo no europeo, para legitimar incluso la explotacin de los diversos campesinados desplazados (Szimanski 1983, 360). Por ello, muchos antroplogos ponen en cuestin el significado del uso actual del concepto de raza ya que, aunque contribuy en una poca determinada (Siglo XIX) a cuestionar la validez de la teoras evolucionistas8, hoy no supone mas que una categora propuesta por algunos para estructurar su visin de la totalidad de los hombres (Jacquard 1984, 52.). Teniendo en cuenta las crticas a las que han sido sometidas las tesis del racismo biologicista desde el punto de vista doctrinal, como seala Gimnez (1994, 11) el viejo racismo esta superado. Sin embargo, tanto este autor como otros sostienen que ha sido el concepto de etnia o el etnicismo el que ha venido a sustituir la ideologa de dominacin subyacente al concepto de raza.Estamos ante un nuevo, sutil y peligroso discurso que, a diferencia del ahora ya denominado viejo racismo, no enfatiza -aparentemente- las relaciones jerrquicas8

El concepto de raza contribuy a desmontar y cuestionar algunas teoras evolucionistas que o bien contemplaban la unicidad de la especie como obra divina (monogenistas), o reconocan la pluralidad de la especie humana sin establecer ningn nexo de unin (Poligenistas) (Ver Harris, 1982).

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de superioridad e inferioridad y ya no pone el acento -aparentemente- en las diferencias raciales y biolgicas, en los estigmas corporales, sino en la distintividad tnica y en la imposibilidad de la convivencia entre culturas (Gimnez 1994a, 10).

Esta sustitucin del trmino raza por el de etnicidad ha tenido dos consecuencias fundamentales despus de la II Guerra Mundial:Tendi a minimizar o esquivar el fenmeno del racismo realmente existente. Es decir, el que se dieran discriminaciones y exclusiones justificadas ideolgicamente atribuyndolas a supuestas deficiencias morales e intelectuales raciales y hereditarias. Por otra, se dio la paradoja de que la raza, al ser relegada al reino de la naturaleza, en contraste con la etnicidad, entendida como fenmeno cultural, era deificada como hecho discreto (Stolcke 1992, 95).

Por ello podemos decir que la ideologa racista no ha desaparecido, sino que se ha reelaborado sobre otras premisas. Ahora, el referente y agredido/defendido ya no slo es el otro externo sino el otro interno, el extranjero entre nosotros (Gimnez 1994a, 11). Es decir, se ha pasado del concepto de raza al de grupo tnico o minora etnocultural, culturalizando la discriminacin de la ideologa dominante. Este tipo de planteamientos tiene importantes implicaciones en relacin a la temtica que tratamos en esta tesis. La consideracin de la poblacin inmigrante como problema responde a una determinada construccin de la diferencia que denota ciertos criterios sociales previamente establecidos. En este caso, la construccin de la diferencia no es ms que una nueva forma de presentar las distancias culturales, sociales y polticas que, como decamos pginas atrs, son legitimadas bajo la apariencia de ausencia de jerarquas sociales pero ocultan un refinado mecanismo de exclusin. (Garca Castao, Granados y Pulido 1999, 2). Desde esta perspectiva, el anlisis de la construccin social del inmigrante extranjero cobra un nuevo sentido. Puede que los discursos racistas actuales no tengan tanto que ver con una idea de superioridad racial biolgica, sino estn ms cercanos a la idea de choque cultural o imposibilidad de convivencia entre diferentes culturas.

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El nuevo racismo ha incorporado nuevos elementos ideolgicos desde el momento en que aparentemente defiende la igualdad de la culturas y la necesidad de fomentar el desarrollo de los pases pobres expulsores de mano de obra inmigrante. A la base de estos ropajes culturalistas y desarrollistas del nuevo racismo se encuentra el mensaje de la imposibilidad de la convivencia directa entre las culturas y la actitud de rechazo frontal de las nuevas minoras tnicas concebidas como amenazas a la unidad y homogeneidad nacional (Gimnez 1994b, 6).

Entonces tendremos que observar hasta qu punto la nocin de etnia ha sustituido realmente a la de raza, si sta ha recogido su significado, as como la manera en que se utilizan estos conceptos dentro de los sistemas de dominacin y desigualdad social en la actualidad. En este sentido, nos resulta especialmente interesante la posicin de Van Dijk sobre la conciliacin entre las dimensiones conductuales y cognitivas del racismo dentro de la estructura y el conflicto social. Van Dijk describe el racismo como:() un sistema social de dominacin del grupo blanco sobre grupos o pueblos no blancos, implementado por prcticas negativas cotidianas y generalizadas e informado por cogniciones sociales compartidas acerca de las diferencias raciales o tnicas del grupo externo socialmente construidas y usualmente valoradas negativamente (Van Dijk 1993, 25).

Segn

estas

declaraciones,

para

entender

si

la

retrica

de

los

parlamentarios se construye sobre argumentos racistas es importante conocer el tipo de posicionamientos de los que parten los parlamentarios/as espaoles/as en su percepcin de la alteridad cultural y, concretamente, sobre poblacin extranjera inmigrante como forma de diversidad cultural. Y es que no todos los discursos sobre exclusin social son racistas, ni toda postura discriminatoria puede llegar a considerarse como tal. Por ello, para entender los significados que los/as parlamentarios/as construyen sobre esta realidad social es necesario, previamente al estudio de su discurso, conocer algunos de los supuestos tericos desde donde se aborda el concepto de cultura y diversidad cultural.

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1.2 La diversidad cultural y la diferencia Existen distintos posicionamientos epistemolgicos y concepciones en torno a la definicin de cultura y relaciones culturales. Algunas de estas concepciones son excesivamente proclives a describir las culturas como limitadas e individualmente distintas (Hannerz 1996, 57), mientras que otras rechazan este planteamiento esencialista. Estas ltimas afirman que todas las culturas estn fragmentadas, resultan impugnadas internamente y presentan fronteras porosas (Kuper 2001, 274). Es decir, que las culturas no son homogneas y que, lejos de eso, existe tanta diversidad interna (intracultural) como la que se puede observar a nivel externo (intercultural) entre varias culturas. Estas nociones acerca de la cultura presentan importantes consecuencias en diferentes mbitos. Por ejemplo, en 1995 aparece la obra El choque de civilizaciones y la reconfiguracin del orden mundial9 de Samuel P. Huntington. A lo largo del texto, se realiza una revisin de la cultura occidental como relaciones de minoras entre otras minoras. Desde esta posicin, el autor vislumbra en el horizonte cercano de la humanidad, amn de intereses estratgicos y econmicos, un enfrentamiento cultural inevitable entre dos tradiciones culturales antagnicas: la oriental y la occidental, esencializadas en la religin cristiana versus Islam, como estandartes de dos mundos opuestos. Ante estas diferencias cognitivas y culturales irreconciliables, se llama al rearme social y religioso de la supuesta unidad de la tradicin occidental. Como seala el autor, el futuro de los Estados Unidos y el de Occidente dependen de la adhesin (fundamentalmente por parte de los Estados Unidos) de la civilizacin occidental como nica solucin preventiva ante estos choques de civilizaciones, que son la principal amenaza a la paz9

Dos aos antes, en el verano de 1993 y editado por la revista Foreign Affairs, aparece un artculo de Samuel. P Huntington bajo el rtulo: El choque de civilizaciones? en donde el autor sealaba los principales argumentos que desarrollara en el libro posterior.

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mundial (Huntington 1997, 368). Este tipo de planteamientos han dado cobertura ideolgica a varios conflictos blicos (Irak, Afganistn, etc.) y han dotado a las polticas exteriores de determinados pases de nuevos principios rectores despus de la cada del muro de Berln. Pero lo interesante para esta investigacin es comprobar como este universo binario de Huntington responde a una determinada nocin de cultura. En concreto, desde su punto de vista, la cultura es entendida desde una posicin acrtica, esencialista y cosificadora, siguiendo la concepcin descriptiva de cultura sustentada por Edward B. Taylor, el cual defenda que la cultura no es ms que una suma de elementos diversos (sangre, lengua o religin). Esta concepcin, como afirma Quesada, nunca ofrece la posibilidad de una inteleccin interna de la naturaleza de la cultura, de su estructura y de su desarrollo (Quesada 2001, 60), por lo resulta muy complicado encontrar caminos de encuentro entre los dos bandos antagnicos a los que se refiere el autor. Lo que nos interesa sealar, tanto de las ideas de Huntington como de las de los que sustentan una posicin contraria, es que ambas tienen sus antecedentes en diferentes planteamientos sobre el concepto de cultura y relaciones culturales. De aqu que pensemos que es importante conocer las distintas versiones que se han ofrecido sobre estas dos realidades para entender el contexto desde el que se dotan de significado los discursos de los/as parlamentarios/as espaoles/as en la actualidad. 1.2.1 Primeras definiciones de cultura. Cultura como un todo orgnico y duradero Uno de los primeros autores que intent definir el concepto de cultura fue E.B. Tylor (1871) y lo hizo de la siguiente forma:

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Cultura es ese todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, ley, costumbres y cualquier otra capacidad y hbitos adquiridos por el hombre, en cuanto miembro de una sociedad (Tylor 1871, 1).

Los presupuestos de donde parti Tylor sentaron las bases de futuras definiciones que, como principal caracterstica, suponan a la cultura cierta consistencia sustantiva y hasta cierto punto delimitada (Garca Garca 1998, 1). Por ello, esta definicin planteaba no pocos problemas. Este tipo de concepcin resultaba insuficiente para diversos autores que sobre la base de sus investigaciones estimaban que haba elementos que deban de entrar a formar parte del concepto. As que an a pesar del intento sistematizador de Kroeber y Kluckhohn por dar una definicin universal que valiera para todos los casos, el intento se vea frustrado cada vez que alguien aada una nueva adquisicin al concepto cultura. Al igual que a un listado inventariable de recursos, al trmino cultura se le iban sumando o restando caractersticas segn el contexto histrico y el autor. Progresivamente, la cultura fue entendida como un todo, como una totalidad de aspectos, como complemento a la herencia biolgica, como normas o ideales de conducta, como comportamiento, como significante universal o como proceso evolutivo. Todas estas concepciones adolecan de considerar a la cultura como algo identificable y definible, es decir, como algo duradero e inmutable. Una forma de ser, pensar y actuar que impregna a los individuos, sus relaciones y la sociedad en su conjunto de la que es caracterstica. Sin ella, no era posible entender la verdadera esencia de la comunidad, porque realmente era ese todo que le daba sentido a la vida. Como afirmaba Linton (1976):La cultura como un todo, suministra a los miembros de una sociedad la gua indispensable para todos los momentos de su vida (...) Sin ella, ni los miembros ni la sociedad misma podran funcionar de una manera eficaz (Linton 1976, 15 . La edicin original es de 1945).

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En resumen, podemos decir que esta era una definicin que entenda la cultura como superacin de la dinmica natural (cultura material/ cultura formal/ cultura simblica), en parangn con la biologa se la consideraba como herencia (aprendida y esculturada) y que, adems, se representaba tanto si haca referencia a los modelos estructurales (significante) como a las formas culturales concretas (significado) (Aguirre 1997). La reaccin a este tratamiento del concepto no se hizo esperar. En la dcada de 1930, F. Boas defendi un punto de vista diferente en el conocimiento antropolgico y en la propia definicin de cultura.La cultura incluye todas las manifestaciones de los hbitos sociales de una comunidad, las reacciones del individuo en la medida en que se ven afectadas por las costumbres del grupo en el que vive, y los productos de las actividades humanas en la medida en que se ven determinadas por dichas costumbres (Boas 1964).

1.2.2 Cultura como objeto. Inicios del relativismo cultural El viraje de este autor en su planteamiento de la cuestin antropolgica puso en cuestin algunos de los postulados indiscutibles hasta entonces. Defendi el relativismo cultural as como el mtodo inductivo y empirista en el estudio etnogrfico. Como l entenda, los estudios acerca de la cultura o patrones culturales no podan ser enunciados como leyes universales a todo el conjunto, ya que slo el anlisis detallado de las caractersticas propias de una comunidad especfica poda llevar al conocimiento de las relaciones reales entre sus miembros. En esta lnea de pensamiento se consideraba que no haba una cultura ni general ni comn a todos los hombres, cada contexto particular posea caractersticas propias que lo hacan diferente a las dems. Ninguna cultura era ms importante que otra. Y tal como haba sucedido con otras concepciones de cultura, sta tambin tuvo distintas consecuencias polticas.

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El empleo de cultura como ordenador descriptivo de rasgos y complejos, juntamente con la conceptualizacin de culturas diferenciadas por medio de inventarios especiales, facilit la conceptualizacin de cultura-como- objeto. La cultura se localiz en instrumentos, ideas, costumbres, elementos de organizacin social, rituales y otros componentes convencionalizados. El entorno humano poda ponerse (de ese modo) bajo el escrutinio de la ciencia y ser estudiado de forma tan desapasionada como una clula bajo el microscopio (Voget 1975, 362).

Estos planteamientos sirvieron, como dice E. R. Wolf, para justificar una determinada poltica entre Estados. La demostracin de que cada nacin beligerante posea una sociedad diferenciada, animada por un espritu o cultura especficos, sirvi para legitimar sus aspiraciones a constituir su Estado propio y separado (Wolf 1983, 387). La nocin de culturas separadas y completas responda a este proyecto poltico. sta tambin fue la poca en la que se consolid e institucionaliz tambin la prctica de trabajo de campo a ambas orillas del Atlntico (Luque 1996, 90).Y es que la opcin relativista de Boas inspirada en el romanticismo germnico, al poner el acento en la conducta y el pensamiento del hombre, gener un cambio en la concepcin de la cultura, que empez a considerarse como una estructura abstracta, donde las pautas eran modelos estructurados de conducta cultural (Kroeber 1963). No todos los antroplogos del momento aceptaron esta va como la nica en el conocimiento etnogrfico. Malinowski (1884-1942), por ejemplo, defenda por entonces otra concepcin distinta del comportamiento humano basada en la relacin entre naturaleza y cultura, desde donde inscriba su definicin del hombre. 1.2.3 Cultura versus naturaleza El funcionalismo o la escuela as denominada por Malinowwski (1968, 29), apela a la relacin que se establece entre el hombre, la naturaleza y la cultura como base para el conocimiento etnogrfico. Entiende que la naturaleza son las funciones bsicas de supervivencia del hombre, tales

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como, comer, respirar, dormir, reproducirse, etc. Y que la cultura es el modo en que cada pueblo responde a las necesidades de la naturaleza. Es decir, defiende una concepcin de cultura como respuesta a estmulos y necesidades (Aguirre 1997, 213). Bajo el concepto genrico de funcionalismo se agrupa a diferentes autores que difieren de las tesis enunciadas por Malinowski como A. R. RadcliffeBrown, o R. Thurnwald, pero que tienen en comn con l su ahistoricismo frente al particularismo histrico de Boas y la nocin de funcin como elemento esencial de la cultura. Desde estas premisas, la cultura es entendida en negativo, en oposicin a lo que no era naturaleza, es decir, lo social y aprendido frente a lo natural e inherente. Lo cultural era aquello que nos haca diferentes a nuestros antepasados los simios, era lo aprehendido de la especie humana. Y que es lo que nos haca diferentes al resto de las especies animales?, la capacidad creativa del hombre, su capacidad simblica. Frente a ellos se posiciona C. Lvi Strauss, representante de la corriente estructuralista antropolgica. Para l la cultura, al igual que la naturaleza, es nica aunque haya pluralidad de seres vivos y culturas. Por esa unicidad que presenta es por lo que considera que la existe una comunicacin universal que genera un orden nuevo de integracin: una masa de reglas inconscientes (Aguirre 1997, 213). De forma que la dicotomizacin del binomio cultura/ naturaleza, que haba caracterizado a los funcionalistas, ahora se desdibujaba en estructuras como el lenguaje, comn a todos los seres humanos y capaz de ofrecer las claves para la inferencia de un modelo que poda explicar, con garantas, la realidad de los hechos sociales. Al concebir la cultura como estructura universal ms all de todo empirismo particularista, de forma paralela se plate un desafo a las bases epistemolgicas del pensamiento boasiano, anclado en planteamientos que

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cuestionaban la universalizacin de teoras y la generalizacin del conocimiento emprico. Este debate, universalismo frente particularismo, produjo un cierto relativismo cultural y metodolgico, ya que si cada cultura era considerada diferente a las dems no existen presupuestos comunes, ni hay culturas mejores que otras, ni ms vlidas que las dems. Por ello, se consideraba que no se deba intervenir con la intencin de modificar o alterar las pautas culturales propias y caractersticas de cada comunidad. Se planea, entonces, la capacidad objetiva del etngrafo en el conocimiento de un entorno extrao a su contexto. Incluso se seala que, an en el caso de que el investigador conviva en y con esa comunidad el tiempo suficiente como para comprender sus constructos culturales propios, siempre planeara la duda sobre si su conocimiento pudiera ser objetivo y libre de presupuestos subjetivos propios del contexto cultural originario de ste. De forma que si un antroplogo no puede elaborar un conocimiento cientfico vlido, libre de subjetividad o mediacin del autor, los datos expuestos acerca de otras comunidades no tenan porque ser o haber sucedido de la forma en la que el autor la hubiera narrado. Si el conocimiento se construye culturalmente, no hay conocimiento puro y objetivo de la realidad social. Por esto, la pretensin cientfica del antroplogo y del etngrafo se quedaba hueca.El mtodo de la observacin participante malinowskiana era irremediablemente subjetivo. La autoridad del antroplogo reposaba sobre su experiencia individual, pero, actuando de mala fe, revelaba poco o nada de esa experiencia al lector (Kuper 2001, 249).

Entonces, slo los informantes propios de la comunidad objetos de estudio estn capacitados para entender y describir sus propios procesos culturales?.

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1.2.4 Debate posmoderno sobre cultura. Cultura como organizacin de la diversidad humana La defensa de la integridad y necesidad de la experiencia posicion el debate hacia el lado del empirismo experimental, socavando las bases de la pretendida objetividad epistemolgica del etngrafo. Segn Renato Rosaldo (1989), slo a travs de la experiencia personal se puede entender el significado de la misma experiencia en otros sujetos.Trminos tales como objetividad, neutralidad e imparcialidad se refieren a posiciones del sujeto, dotadas en su momento con una gran autoridad institucional (...) Pero se podra decir que no son ni ms ni menos vlidas que las de aquellos actores sociales informados ms comprometidos, pero igualmente perceptivos (Rosaldo 1989 , 21).

Con estos argumentos, este autor le daba la rplica a A.R. Radcliffe- Brown y al estudio que ste llev a cabo sobre los andamaneses. En ese estudio y de forma general en su obra, Radcliffe- Brown argumentaba su autoridad cientfica sobre esta comunidad en base a un distanciamiento cognitivo y a un lenguaje presumiblemente objetivo, que le confera la autoridad al etngrafo. Sin embargo, fuertemente apoyados por la crtica literaria, autores como Clifford (1988) desmantelaron los principios de la ordenacin etnogrfica, revelando la recreacin de una estrategia de autoridad que se esconda detrs de cada estudio de caso. Como dice el mismo autor:Esta estrategia ha involucrado clsicamente una pretensin incontestada de aparecer como el proveedor de la verdad en el texto (...) Las verdades de la descripcin cultural tienen significado para comunidades interpretativas especficas en circunstancias histricas limitadas (Clifford, 1988, 13-23)

Es decir, lo que resultaba de verdadero inters en una investigacin social era el proceso de creacin y composicin, ms que la recogida de datos. Es decir, la forma de la etnografa y no el contenido. Por lo tanto, con la etnografa lo que haba que hacer es leerla, para descubrir las maneras sobre cmo se impone una perspectiva particular y cmo se establece una

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pretensin de autoridad (Kuper 2001, 248). Fue Cliford Geertz (1973) quien recogi los argumentos de esta polmica y aport una nueva visin del debate, fijando su atencin y rescatando la importancia de los estudios etnogrficos desde otra perspectiva. Su argumentacin se basa en hacer visibles los procesos creativos y poticos que escondan las narraciones etnogrficas y el propio proceso de interpretacin que llevaba a cabo el etngrafo en la explicacin de la realidad que le rodea.El etngrafo inscribe el discurso social: lo transcribe. Al hacerlo, convierte un evento pasado, que existe nicamente en el momento en que ocurre, en un relato, que existe en sus inscripciones y que se puede consultar repetidamente..... Qu hace el etngrafo?. Escribe (Geertz 1973,19)

De alguna