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5 ARTÍCULOS MICHAEL MANN El término «globalización» hace referencia a la expansión de las relaciones sociales por todo el planeta. No cabe duda de que esto está sucediendo. Lo más difícil es determinar: ¿a qué velocidad? ¿Con qué alcance? ¿Con qué grado de uniformidad? ¿Están ciertas regiones y grupos de personas siendo excluidos? ¿Se acentuará esto último en el futuro? Muchos dan a entender que la globalización es un proceso singular, encaminado a gene- rar una única sociedad global. Teniendo en cuenta la preponderancia del materialismo en el pensamiento moderno occidental, sus análisis tienden a centrarse en las cuestiones económicas: el capitalismo transnacional se está abriendo paso atravesando las fronteras de los Estados con el fin de crear una red unitaria de interacciones en la totalidad del planeta. Otros pondrían el énfasis en las versiones tecnológicas y culturales de este pro- ceso: nos hallamos ante una revolución en las tecnologías de las comu- nicaciones, o ante los nuevos mercados de masas del capitalismo de con- sumo. Existen también concepciones menos economicistas que hablan de la emergencia de una única cultura global, o de un único orden mundial entendido más frecuentemente como la convergencia de los distintos Estados existentes en vez de la emergencia de un único Estado mundial. Estas visiones son fundamentalmente pacíficas: el mundo se integrará en una unidad más o menos armoniosa 1 . Estas visiones son falsas. Aunque la globalización se está produciendo, no es un hecho singular sino múltiple, que desintegra al tiempo que integra. La globalización difunde a escala global la desigualdad y las contradic- ciones que existe en «Occidente» y en el «norte», para incorporar seguida- mente las del «sur» y las de las relaciones norte-sur. Dichas globalizacio- nes plurales acarrean una buena dosis de conflicto, a menudo susceptible de resolverse mediante negociaciones y acuerdos, si bien, en otros momentos, proclive a encender la mecha de una confrontación armada. LA GLOBALIZACIÓN Y EL 11 DE SEPTIEMBRE 1 Este artículo ha sido elaborado a partir de una conferencia pronunciada en la Universidad Estatal Rusa de Humanidades, el 24 de septiembre de 2001. Ha sido revisado el 9 de noviembre.

La globalización y el 11 de septiembre - Michael Mann

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La globalización y el 11 de septiembre - Michael Mann

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  • 5ARTCULOS

    MICHAEL MANN

    El trmino globalizacin hace referencia a la expansin de las relacionessociales por todo el planeta. No cabe duda de que esto est sucediendo.Lo ms difcil es determinar: a qu velocidad? Con qu alcance? Conqu grado de uniformidad? Estn ciertas regiones y grupos de personassiendo excluidos? Se acentuar esto ltimo en el futuro? Muchos dan aentender que la globalizacin es un proceso singular, encaminado a gene-rar una nica sociedad global. Teniendo en cuenta la preponderancia delmaterialismo en el pensamiento moderno occidental, sus anlisis tiendena centrarse en las cuestiones econmicas: el capitalismo transnacional seest abriendo paso atravesando las fronteras de los Estados con el fin decrear una red unitaria de interacciones en la totalidad del planeta. Otrospondran el nfasis en las versiones tecnolgicas y culturales de este pro-ceso: nos hallamos ante una revolucin en las tecnologas de las comu-nicaciones, o ante los nuevos mercados de masas del capitalismo de con-sumo. Existen tambin concepciones menos economicistas que hablan dela emergencia de una nica cultura global, o de un nico orden mundialentendido ms frecuentemente como la convergencia de los distintosEstados existentes en vez de la emergencia de un nico Estado mundial.Estas visiones son fundamentalmente pacficas: el mundo se integrar enuna unidad ms o menos armoniosa1.

    Estas visiones son falsas. Aunque la globalizacin se est produciendo, noes un hecho singular sino mltiple, que desintegra al tiempo que integra.La globalizacin difunde a escala global la desigualdad y las contradic-ciones que existe en Occidente y en el norte, para incorporar seguida-mente las del sur y las de las relaciones norte-sur. Dichas globalizacio-nes plurales acarrean una buena dosis de conflicto, a menudo susceptiblede resolverse mediante negociaciones y acuerdos, si bien, en otrosmomentos, proclive a encender la mecha de una confrontacin armada.

    LA GLOBALIZACIN Y EL

    11 DE SEPTIEMBRE

    1 Este artculo ha sido elaborado a partir de una conferencia pronunciada en la UniversidadEstatal Rusa de Humanidades, el 24 de septiembre de 2001. Ha sido revisado el 9 de noviembre.

  • 6Voy a intentar delinear estos resultados diversos, centrndome en espe-cial en los vnculos entre las globalizaciones y la terrible secuencia deacontecimientos que se inici el 11 de septiembre. No soy el primero enproponer esta lnea argumental. Algunos insisten en que el sistemamundo capitalista genera sus propias contradicciones y conflictos a medi-da que, una tras otra, las sucesivas potencias hegemnicas comienzan avacilar2. Se trata de un argumento dotado de una gran fuerza que aspiraa analizar tanto la economa como la poltica; sin embargo, sigue siendouna visin excesivamente estrecha y sistmica.

    Algunos historiadores expertos en relaciones internacionales han seala-do que la globalizacin tiene un carcter bifronte, que provoca simult-neamente orden y fragmentacin. En este sentido, la Guerra Fra es con-siderada como un hecho que dividi el mundo, dotndolo al mismotiempo de un orden esencial, tambin en el interior de las dos vertientesde su falla principal; proceso en el que se incluye la incorporacin par-cial del Tercer Mundo en el Primero3. Existen tambin muchos anlisisacerca del nuevo desorden mundial. Sin embargo, situar dichas pers-pectivas en el marco de una teora ms amplia de la sociedad. En los dosvolmenes de The Sources of Social Power, he argumentado que con elfin de alcanzar sus objetivos los seres humanos han acondicionado cua-tro tipos fundamentales de organizaciones de poder: las ideolgicas (oculturales, si se prefiere), las econmicas, las militares, y las polticas4. Deacuerdo con este modelo, la globalizacin consiste en la expansin deestas cuatro redes de interaccin, cada una de las cuales puede tenerfronteras, ritmos y resultados diferentes, extendiendo distintas formas deintegracin y desintegracin a lo largo del planeta. El debate acerca de laglobalizacin no debera descuidar ninguna de ellas. Los recientes acon-tecimientos tendran que situar este enfoque en primer plano puesto querepresenta una mezcla de procesos ideolgicos, econmicos, militares ypolticos.

    La naturaleza mltiple de la globalizacin ya se haba demostrado evi-dente en sus primeras fases. stas se prolongaron durante muchos siglos,alcanzando mayores velocidades a finales del siglo XVI, momento en quelos exploradores europeos se convirtieron en los primeros humanos que concibieron la idea de conquistar y asentarse por todo el planeta; tareaa la que a partir de entonces se dedicaron en gran medida. No obstante,su expansin fue mltiple. Incluy la expansin global del capitalismoeuropeo, del imperialismo, y de determinadas las ideologas cristianismo,

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    2 Vase Giovanni ARRIGHI y Beverly SILVER, Chaos and Governance in the Modern WorldSystem, Minneapolis, 1999 [ed. cast.: Caos y orden en el sistema-mundo moderno, Madrid,Ediciones Akal, 2001].3 Vase Ian CLARK, Globalization and Fragmentation, Oxford, 1997.4 M. MANN, The Sources of Social Power, Cambridge, 1986 y 1993 [ed. cast.: Las fuentes delpoder social, Madrid, Alianza Editorial, 1991 y 1997].

  • 7individualismo y racismo a las que, ms tarde, se unira el liberalismo, elsocialismo y la democracia. Este haz de ideologas europeas resultabainternamente contradictorio; tambin despert bastante resistencia. Dardos ejemplos: en primer lugar, el racismo europeo socav la habilidad delimperialismo de integrar a los pueblos conquistados con el fin de que sesometieran a los imperios. Dos milenios antes, los norteafricanos se convir-tieron en romanos, contribuyendo de este modo a la longevidad del Imperio.Sin embargo, en los siglos XVIII y XIX, los africanos no se convirtieron en bri-tnicos. Excluidos como inferiores raciales expulsaron a sus superiores britnicos tan pronto como surgi la ocasin. El Imperio Ruso, de modosimilar, no logr integrar a los pueblos del Cucaso; jams logr sojuzgar alos chechenos; los circasianos, entre tanto, fueron completamente barridos.

    En segundo lugar, la expansin del militarismo globalizado entre losEstados europeos rivales trajo consigo guerras que inicialmente interrum-pieron la globalizacin, pero que, ms tarde, la dotaran de un nuevorumbo, fortalecindola incluso; las guerras napolenicas fortalecieron elpoder global de Gran Bretaa y el de Rusia en Asia; la Segunda GuerraMundial, seguida de la Guerra Fra, dio lugar a la primera potencia hege-mnica global: Estados Unidos. En el pasado, por consiguiente, la globa-lizacin fue mltiple y contradictoria, con las cuatro fuentes de podersocial entrelazadas con el fin de determinar su trayectoria. Esto sigue ocu-rriendo hoy da. An existen los Estados, el imperialismo y el militarismo,y aunque el racismo haya podido disminuir, ha emergido una oleada denacionalismo tnico y religioso. Para situar estos fenmenos en un con-texto ms amplio, examinar por orden las cuatro fuentes de poder.

    I. EL PODER ECONMICO

    El desarrollo transnacional del capitalismo ha retornado en la actualidada los altos niveles anteriores a la Primera Guerra Mundial, excedindolosen gran medida en lo que se refiere a las comunicaciones y a las inver-siones extranjeras directas. El capitalismo es formalmente transnacional:orientado hacia el beneficio en los mercados, donde quiera que estos seencuentren, e independientemente de las fronteras nacionales, regionales,religiosas o de otro tipo. Podra parecer global sin fisuras; sin embargo,an contiene tres importantes lneas divisorias, que atraviesan, asimismo,una faceta peculiar de la reciente fase globalizadora. Esto es as en lamedida en que en conjunto no hemos asistido a un perodo de creci-miento econmico general, sino de estancamiento relativo en medio dela persistencia de una enorme desigualdad entre regiones.

    Un imperialismo exclusivo

    La lnea de ruptura ms importante viene determinada por las relacionescontradictorias de lo que denominar imperialismo ostracista. Este tr-

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  • 8mino indica que una parte del mundo evita y domina simultneamente laeconoma de la otra parte, modulando la mezcla exacta de estas relacio-nes segn la regin y el momento. Por otro lado, la mayora de los pa-ses pobres del mundo no estn siendo integrados al capitalismo transna-cional de modo significativo, sino que el capitalismo est condenndolosal ostracismo al considerarlos demasiado arriesgados para la inversin yel comercio. Convencionalmente, esta fractura econmica se consideraque se establece entre el norte y el sur, aunque esta divisin resultaexcesivamente tosca y no responde a un criterio geogrfico en sentidoestricto. Buena parte de Rusia, China y las ex repblicas soviticas de Asiacentral son clasificadas como sur, mientras que Australia y Nueva Zelandason parte del norte.

    El comercio y la inversin internacionales se estn concentrando de formaprogresiva en el norte. Entre 1850 y 1950, el comercio norte-sur repre-sentaba el 30 por 100 del total global, y la inversin norte-sur el 50 por 100. A partir de esta fecha, ambas proporciones comenzaron a decre-cer, situndose a principios de la dcada de 1980 por debajo del 20 por100. No obstante, en estas cifras, Japn y los pequeos tigres de Asiaoriental las historias econmicas exitosas tras la Segunda Guerra Mundialfiguran como parte del sur. Situarlos en el norte elevara la proporcin deinversin y comercio global en esta regin a un asombroso 90 por 100.Verdaderamente, de continuar las tendencias actuales, la tasa correspon-diente a frica, Oriente Prximo, Amrica Latina, Europa central y orientaly los pases de la antigua Unin Sovitica, considerados conjuntamente,apenas llegara al 5 por 100 del comercio mundial en el ao 2020; estamoshablando de regiones en las que se ubica ms del 40 por 100 de la pobla-cin mundial5. As pues, la globalizacin econmica es mayoritariamen-te una norteizacin, que integra a los pases avanzados y excluye a granparte de los pases pobres del mundo, ampliando, por lo tanto, las desi-gualdades en crecimiento y riqueza entre el norte y el sur6.

    Sin embargo, dicho ostracismo es nicamente parcial. El norte mantienerelaciones comerciales y de inversin con el sur, al que sigue dominandoeconmicamente. Esto ha incluido de forma creciente dos mecanismos deintercambio desigual. En primer lugar, se da una tendencia secular a labaja en el precio de las materias primas en comparacin con los produc-tos acabados: por desgracia, el sur depende de las materias primas, hechoque implica adems tecnologas escasamente desarrolladas; la brecha entrminos de riqueza y tecnologa crece. En segundo lugar, hay que men-cionar las fluctuaciones en los tipos de inters, que inicialmente se gene-

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    5 Ricardo PETRELLA, Globalization and Internationalization: the Dynamics of the EmergingWorld Order, en Robert Boyer y Daniel Drache, States Against Markets: The Limits of Globa-lization, Nueva York, 1996, p. 80.6 Tal y como ha argumentado Ankie HOOGVELT, en Globalization and the Postcolonial World,Basingstoke, 1997.

  • 9raron en el interior de las economas del norte (y en aquellas con petr-leo). En la dcada de 1970, los bajos tipos de inters estimularon un fuer-te endeudamiento de los pases del sur que trataban de financiar el desa-rrollo econmico; los tipos de inters se dispararon, generando unaenorme crisis de endeudamiento en el sur en la dcada de 1980. sta, asu vez, desencaden intervenciones por parte del norte destinadas a con-trolar la crisis de endeudamiento de las economas deprimidas del sur, ascomo la insolvencia que amenazaba a los bancos del norte. Los programasde ajuste estructural del FMI, el Banco Mundial y los consorcios bancarios,en su forma neoliberal actual, introdujeron recortes en el gasto pblico, elbienestar y la regulacin del mercado de trabajo en el sur. As, mientras suefecto econmico neto ha sido positivo en algunos casos, casi siempre hatrado consigo un aumento de las desigualdades. Por lo tanto, de maneraplausible, dichas intervenciones a menudo son percibidas en el sur comoprcticas del imperialismo econmico.

    Desde luego, el mundo no est ntidamente dividido en dos, a pesar deque la apariencia de dicha dualidad se vea reforzada por la existencia demuchos menos pases con clase media, en los que el PIB per cpita gireen torno a la media global, que pases exclusivamente ricos y pobres. Sinembargo, dentro del norte y del sur existen bastantes diferencias internas,y algunos pases estn a caballo de esta lnea divisoria. Asia oriental yEuropa meridional se incorporaron al norte recientemente, tras 1945, y lascosas tendran un aspecto muy distinto si algunos de los pases ms gran-des y pobres pudieran seguir los mismos pasos. El 40 por 100 de la pobla-cin mundial vive en China e India, dos pases que se estn desarrollan-do con bastante rapidez. Sus economas liberalizadoras se erigen sobreculturas histricas cohesionadas y Estados slidos uno, dirigido por unpartido comunista; el otro, por un partido nacionalista hind, de modoque no estamos simplemente ante historias de xito neoliberal. No obs-tante, China absorbe por s sola bastante ms de la mitad de la inversinque el norte realiza en el sur, y podra incorporarse al norte en un futu-ro no muy lejano, incluso a pesar de su enorme poblacin. Otro extensopas, Rusia, aparece bifurcado por una fractura, con el eje Mosc-SanPetersburgo ms cercano al norte, y la mayor parte del pas del lado delsur. El mundo nunca ha asistido a un proceso de desarrollo global tanuniformemente difuso. Algunas reas se han proyectado hacia adelante,mientras otras avanzan a paso de tortuga, se estancan o incluso retroce-den. Existe una tendencia a que el desarrollo se extienda a los pasesvecinos, as como a aquellos con recursos naturales y sociales especficos.El norte se arrastra hacia el exterior, sin embargo, la divisoria permanece.

    La persistencia de los Estados-nacin

    Los Estados-nacin siguen constituyendo inflexibles redes de interaccineconmica en la medida en que proporcionan la mayor parte de la regu-lacin poltica que el capitalismo precisa. Cerca del 80 por 100 de la pro-

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    duccin mundial est siendo comercializada actualmente en el interior delas fronteras nacionales. Tan slo en Europa occidental se ha producidoun declive serio en esta cifra debido al mercado comn regulado queconstituye la UE. El capital financiero se ha hecho considerablemente mstransnacional; el empleo se sigue manteniendo dentro de los confinesestatales, y a pesar de que la migracin laboral internacional ha ido enaumento, an no ha alcanzado los niveles anteriores a la Primera GuerraMundial. A pesar de todo, la vigorosa planificacin econmica nacionalha disminuido, tanto en el norte como en el sur. El declive del socialis-mo parece terminal, y la tendencia dominante sigue inclinndose haciaun menor proteccionismo y una economa mundial ms abierta. En elnorte, en la medida en que los Estados-nacin puedan seguir desempean-do un papel importante, sus conflictos econmicos sern pacficamenteregulados por medio de instituciones internacionales. En este punto se dauna tendencia hacia una mayor integracin econmica, aunque se tratede una frmula mixta transnacional e internacional.

    En el sur las cosas son ms complejas. Si tenemos en cuenta que el podereconmico de la mayora de los pases del sur est en declive con res-pecto al norte, su capacidad de resistencia a la globalizacin concebidaen los trminos marcados por este ltimo est disminuyendo. Adems, enestos momentos muchos regmenes del sur estn formados por realistasy economistas de la Escuela de Chicago que defienden que su gobiernodebe hacer todo lo posible para atraer capital y comercio extranjero yabandonar cualquier forma de proteccionismo previamente existente.Pocas elites en el sur se resisten a sus seores imperiales. Esto desplazael grave conflicto econmico lejos de la divisoria norte-sur para situarloen el interior de cada Estado-nacin del sur en la medida en que las eli-tes realistas se ven amenazadas por la plebe descontenta, o por una redcorrupta y privilegiada de relaciones patrn-cliente, cuyo control delEstado se ve amenazado por la vertiente ms positiva de las medidas neo-liberales. Dichos conflictos internos a tres bandas estn en estos momen-tos debilitando la cohesin de muchas sociedades y Estados del sur, redu-ciendo an ms su capacidad de resistir. En caso de fracasar el desarrolloeconmico, las elites colaboracionistas se exponen peligrosamente a losataques que las identifican como herramientas de los imperialistas extran-jeros.

    Las diferencias macrorregionales en la poltica econmica, principalmen-te generadas por las antiguas diferencias de poder ideolgico, tambin semantienen. Esping-Andersen y otros autores han identificado de formatil tres tipos de regmenes occidentales: liberal o anglosajn; corporati-vo catlico conservador o renano; y socialdemcrata, mayoritario en losEstados nrdicos7. Los liberales son actualmente los ms poderosos de

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    7 Gosta ESPING-ANDERSEN, The Three Worlds of Welfare Capitalism, Princeton, 1990; EvelyneHUBER y John STEPHENS, Development and Crisis of the Welfare State, Chicago, 2001.

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    los tres, con Estados Unidos liderando el camino a la hora de imponer elconsenso de Washington (es decir, el neoliberalismo) a sus Estados clien-tes, habitualmente mediante las instituciones internacionales el FMI, elBanco Mundial, etc. que se hallaban bajo su control. Sin embargo, laeconoma estadounidense, a diferencia del poder militar estadounidense,no es hegemnica con respecto a sus rivales; se trata nicamente de laprimera de un tro de iguales. Los pases de la Europa occidental conti-nental mantienen sus versiones corporativas o socialdemcratas del capi-talismo, con un mayor nmero de Estados del bienestar (a pesar de questos no se hallen en expansin). Las desigualdades han aumentadomucho ms en los Estados liberales que en los corporativos o social-demcratas8. Japn y los pequeos tigres del Asia oriental cuentan consus propias versiones del capitalismo corporativo de carcter estatal. Y siChina, India o Rusia acabaran por unirse al norte, esto no hara sinoaumentar las diferencias regionales, ya que estos pases tambin cuentancon economas polticas muy diversas. Las diferencias entre EstadosUnidos, Europa y Japn sobre numerosas cuestiones globales han aumen-tado recientemente. Podran desencadenar mayores fisuras en el norte enel futuro, especialmente en el caso de que la hegemona estadounidensedisminuyera. No obstante, una vez ms, parece probable que stas seresuelvan mediante negociaciones internacionales pacficas. Podran pro-vocar crisis econmicas; sin embargo, no parece probable que se agravenconvirtindose en conflictos militares.

    As pues, el capitalismo se est globalizando; si bien con el semblante delnorte. El giro total seguir estando mediado por las diferencias nacionalesy macrorregionales; sin embargo, sus conflictos se resuelven generalmentede modo pacfico a travs de las instituciones internacionales. Ms deses-tabilizadores, tal y como veremos, son los conflictos en el sur, causados porlos efectos del imperialismo ostracista. Sin embargo, por s solos resul-tan insuficientes como para causar un conflicto violento en el mbito glo-bal, dado que en su mayora son desviados hacia luchas intraestatales.

    II. EL PODER MILITAR

    Los cambios recientes ms dramticos se han producido con relacin alpoder militar. Por primera vez en la historia de la humanidad, la guerraal menos la que ha enfrentado a las mayores potencias se ha vuelto, entanto que medio para alcanzar fines humanos, absolutamente irracional.ste no es todava el caso, si pensamos en la guerra que puede enfrentara otras potencias menores, que todava podran librarla sin destruirsemutuamente o destruir la totalidad del planeta. Sin embargo, con el tiempoesto podra suceder en la medida en que stas adquirieran armas nuclea-res, qumicas o biolgicas con un inmenso poder destructivo. Si tenemos

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    8 Vanse los datos ofrecidos en Michael MANN y Dylan RILEY, Global Inequality (en prensa).

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    en cuenta que los seres humanos a menudo actan de un modo irracio-nal, puede que la guerra no sea totalmente obsoleta, ni siquiera en elnorte. Entre tanto, sin embargo, los efectos han sido profundos. La hege-mona militar estadounidense ha dejado al viejo Occidente totalmentepacificado. La guerra entre los Estados europeos occidentales, entre stosy Estados Unidos, y entre Japn y cualquiera de ellos, resulta casi impen-sable. El colapso de la Unin Sovitica acentu la hegemona militar esta-dounidense. En la actualidad, Estados Unidos gasta tanto en defensacomo la combinacin de las doce potencias que le siguen, dejando cortoal imperialismo britnico del siglo XIX, bajo el cual la fuerza de la FlotaReal (no el ejrcito) sigui siendo algo mayor que la de la combinacinde las dos flotas ms grandes siguientes. El resto del norte acepta el domi-nio militar estadounidense como necesario para su propia defensa, sien-do la mayora de los Estados del norte aliados de Estados Unidos. El con-senso imperante en el norte dota a esta hegemona militar de un grado yuna forma que carece de precedentes histricos. No deberamos asumirque el consenso vaya a extenderse por el sur. Si el imperialismo ostra-cista parece haberse impuesto gracias a la ayuda del poder militar esta-dounidense, en caso de vacilar dicho poder cabe esperar expresiones deresistencia. No obstante, en el norte la consecuencia ha sido la pacifica-cin. Junto a la revolucin tecnolgica en las comunicaciones, sta hasido la causa principal de la oleada globalizadora con el semblante del norteque se ha producido desde la dcada de 1970 hasta el momento. El norte estsiendo integrado bajo un nico sistema militar, mientras los distintos Esta-dos que lo componen, holgadamente reunidos, hacen una pia bajo elparaguas estadounidense. Sin embargo, en el exterior desde el punto devista militar se mantienen dos lneas de ruptura.

    Las potencias regionales

    Existen importantes potencias regionales a las que Estados Unidos notiene el atrevimiento ni la capacidad de coercer. Aunque stas aspiran aobtener beneficios econmicos provenientes de acuerdos con EstadosUnidos y sus instituciones internacionales clientes, no aceptan el lideraz-go de este pas. China y Rusia continan siendo el ejemplo ms obvio, apesar de que Estados Unidos tiene poca influencia tambin sobre India yPakistn, que ahora cuentan adems con armas nucleares. Todos estoscasos son muy diferentes entre s. No existen graves diferencias conRusia, y Estados Unidos no tiene ninguna disputa de importancia con Indiao Pakistn, a pesar de que el antagonismo mutuo entre estos pases repre-senta potencialmente una amenaza mayor que un mero conflicto entrevecinos. Todos estos Estados tienen tambin intereses comunes a la horade redefinir a algunos de sus enemigos como fundamentalistas islmicos,legitimando supuestamente de este modo su represin. (En Chechenia,en la actualidad esto est transformando un movimiento separatista fun-damentalmente laico en uno crecientemente islmico.) Estados Unidostiene un conflicto importante con China acerca de Taiwn. Aqu, Estados

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    Unidos espera desesperadamente que China no intente lograr la reunifi-cacin de un modo agresivo; los gobiernos estadounidenses han adquiridocierto tipo de compromiso sobre una defensa militar de Taiwn, para laque no tienen estmago. A pesar de todo, estamos ante potencias sufi-cientemente racionales, interesadas en regular las relaciones que mantie-nen entre s. Cabe esperar que resolvern sus conflictos mediante nego-ciaciones internacionales, posiblemente con tensiones de por medio, perosin acudir a la guerra. Este tipo de lnea de ruptura podra suponer unriesgo de grave desintegracin, aunque posiblemente la probabilidad deque esto suceda sea bastante reducida. Pero quin puede asegurarlo enltimo trmino? El Gran Juego popularizado por Kipling era una simplelucha bipolar en la que Gran Bretaa y Rusia jugaban al ajedrez de la geo-poltica utilizando a Asia central como tablero. En la lucha actual sobreAfganistn est implicada una superpotencia global, Estados Unidos, ade-ms de varias potencias regionales (Rusia, China, Irn, Pakistn, India),cada una con una autonoma de accin considerable y en posesin ocerca de poseer armas nucleares. Sospecho que la de Kipling era una ver-sin del juego bastante ms sujeta a reglas.

    Los puntos dbiles de Estados Unidos

    El dominio militar del norte sobre el sur se ha ido debilitando a lo largode las ltimas dcadas de dos maneras. En primer lugar, la pacificacininterna del norte ha socavado su propio militarismo, su predisposicinpara el combate, su capacidad para aceptar bajas entre sus propios solda-dos-ciudadanos. En El Lbano y en Somalia, las fuerzas estadounidenses seretiraron precipitadamente cuando doscientos y veinte de sus soldados,respectivamente, fueron asesinados por sorpresa. Osama bin Laden advir-ti este hecho al declarar en una entrevista realizada por la CNN en 1997que en ambos casos los vencedores era gente desarmada y pobre cuyanica arma era la fe en Al, el todopoderoso. En aos recientes, EstadosUnidos se ha sentido satisfecho de poder bombardear desde una alturasegura; no obstante, ha evitado el combate en tierra, a excepcin, tal ycomo sucedi en la Guerra del Golfo, de que ste se produzca en undesierto abierto y con petrleo de por medio. Las tropas de combate esta-dounidense estn a punto de entrar en accin nuevamente en Afganistn;no obstante, sigue siendo dudoso que la opinin pblica estadounidenseest preparada para aceptar fuertes bajas en sus filas.

    Una segunda debilidad ha sido ocultada durante largo tiempo gracias a laobsesin por la revolucin armamentista de alta tecnologa del siglo XX,simbolizada por la fisin nuclear y los misiles dirigidos por lser. stosrealmente proporcionan a las potencias del norte, y en especial a EstadosUnidos, una superioridad extraordinaria en lo que se refiere a las formastradicionales de la guerra entre Estados. No obstante, al mismo tiempo,se ha producido una revolucin ms subversiva en lo que respeta a lasarmas de los dbiles, que ha convertido a un inventor ruso, Mikhail

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    Kalashnikov, en un nombre familiar. Al AK-47 un sencillo rifle autom-tico ligero de produccin masiva le han seguido proyectiles de hombroy misiles tierra-aire y antitanque que ahora estn siendo utilizados, irni-camente, para socavar el podero militar ruso. Un nico combatiente che-cheno meciendo una lanzadera de misiles antitanque de 200 dlares puedeasomarse desde un stano por detrs de un tanque de 1 milln de dla-res y destruirlo, dando por sentado que los soldados de infantera quesupuestamente lo custodian no deseen exponerse a perder la vida. Noobstante, por lo visto Rusia tambin ha experimentado cierta desmilitari-zacin. Con razn, los hombres de infantera rusos permanecen un tantorezagados cuando avanzan sus tanques. Desde luego, la guerrilla tambintiene acceso a una industria global especfica: el trfico de armas, a tra-vs del cual la globalizacin fragmenta y mata al tiempo que une.

    El 11 de septiembre proporciona un ejemplo ms espectacular todava deluso de las armas por parte del dbil. Aproximadamente una docena deterroristas armados con cuchillos y pasajeros civiles mataron a algo msde 3.000 personas y derribaron las torres gemelas del World Trade Centerjusto al lado de Wall Street y uno de los cinco lados del Pentgono, dossmbolos clave del poder econmico y militar estadounidense9. Esta atro-cidad tambin da continuidad a otra tendencia comn en la guerra delsiglo XX: la creciente utilizacin de blancos civiles como enemigo. Proba-blemente los movimientos disidentes del sur y los campos de refugiadoscontinuarn generando esta clase de militantes; mientras tanto, las armasnecesarias para generar violencia armas pequeas, Semtex, telfonosmviles, Internet, incluso el entrenamiento de pilotos son ahora mnimasy se encuentran libremente disponibles en los mercados globales en todoel mundo. Aunque se metiera en cintura a supuestos Estados bandidostales como Libia o Irak, esto representara una diferencia mnima: ahoraque los voluntarios suicidas se encuentran disponibles, apenas resultannecesarios.

    Por lo tanto, la capacidad militar y poltica de las mayores potencias paraaplastar al sur podra estar en declive. Los imperios del siglo XIX poseanla potencia de fuego concentrada necesaria para derrotar prcticamente atodas las fuerzas nativas. Podan organizar expediciones punitivas, enviarnaves equipadas con unidades de infantera, caballera y artillera relati-vamente pequeas con las que cercar las capitales nativas; tras ello, sevolvieron hacia el poder poltico con el fin de persuadir a los dirigentes

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    9 La lista de personas desaparecidas y muertas en el WTC publicada por las compaasimplicadas entre las que se incluyen a las prdidas de Cantor Fitzgerald, del Departamentode Bomberos, a los pasajeros de los aviones y a unos 165 comensales y personal delWindows on the World asciende a 2.405 personas. Segn estimaciones del New York Times,Associated Press y USA Today se sitan entre 2.600 y 2.950. En el Pentgono murieron 189personas, incluidos los 64 pasajeros del avin. Cuarenta y cinco personas murieron en elaccidente de avin de Pittsburgh: New York Times, 25 de octubre de 2001; Washington Post,4 de noviembre de 2001.

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    nativos locales para que gobernaran en calidad de clientes suyos. Bombar-dear desde una altura segura no constituye un sustituto moderno ade-cuado, ya que no puede asegurar fcilmente un cambio de rgimen. Elaumento del nacionalismo tnico y religioso pone de manifiesto que, enla mayora de los pases del sur, no resulta tan fcil encontrar clienteslocales (pases con una slida organizacin tribal, como Afganistn, con-tinuarn siendo excepcionales). Es verdad que el poder econmico amenudo sustituye de modo efectivo al poder poltico. Los programas deajuste estructural constituyen una forma indirecta eficaz de imperialismoque acta constriendo las iniciativas de regmenes con motivacioneseconmicas propias en el sur. Sin embargo, sus poblaciones pueden ofre-cer resistencia; y, en cualquier caso, no todas las elites del sur cuentancon motivaciones econmicas propias.

    As, pues, emerge un mundo militarmente dual. Ha sido descrito comoconsistente en zonas de paz y zonas de turbulencia: el norte amplia-mente pacificado coexiste con regiones de turbulencia armada en otroslugares10. Desde luego, dicha turbulencia slo caracteriza a ciertas partesdel sur y, tal y como veremos, adquiere dos formas distintas. As pues,empleo el concepto en plural: zonas de turbulencia. Aunque stas seencuentren normalmente en las regiones ms pobres, la divisoria militarno es idntica a la econmica; tampoco lo es la divisoria poltica y laideolgica; las fuentes de poder social tienen, por s mismas, ritmos espe-cficos.

    III. EL PODER POLTICO

    A pesar de la creencia generalizada de que el Estado-nacin est siendosocavado por la globalizacin, las tendencias actuales son bastante diver-sas11. Los Estados-nacin europeos estn cediendo algunas de sus com-petencias a euroinstituciones cuasi federales, si bien este modelo no seest extendiendo de manera significativa en otros lugares. Los Estadosdbiles pueden ceder sus competencias polticas en beneficio de Esta-dos fuertes presentes en la misma regin; sin embargo, esto siempre hasucedido. Estados Unidos puede inducir a los gobiernos de Amrica Latinaa reestructurar sus economas ms fcilmente que a los de Asia oriental;pero esto tambin ha ocurrido en el pasado. Los planes econmicos key-nesianos puede que estn en declive; sin embargo las crisis medioam-bientales inminentes probablemente desencadenarn nuevas formas deintervencin. El recalentamiento de la tierra, el aire contaminado, la esca-sez de agua, el agotamiento del combustible a escala global precisan de

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    10 Max SINGER y Aaron WILDAVSKY, The Real World Order. Zones of Peace/Zones of Turmoil,Chatham, NJ, 1993.11 Vase mi artculo Has Globalization Ended the Rise and Rise of the Naction.State?,Review of International Political Economy 4 (1997), pp. 472-496.

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    negociaciones y acciones coordinadas entre los Estados; los nicos acto-res autorizados con capacidad reguladora sobre sus territorios y sobre elespacio areo. O bien los Estados negocian y planifican colectivamente,o nuestros bisnietos perecern. Esto supone un papel creciente de unageopoltica suave entre los Estados. Esperemos que la diplomacia dedi-cada a impulsar el desarrollo econmico y los acuerdos medioambienta-les controle las guerras sobre el agua.

    Si dichas geopolticas suaves son predominantemente pacficas puedenincluso llegar a suscitar la difusin de una nica cultura poltica global,menos fracturada por graves conflictos, tal y como han expuesto JohnMeyer y otros autores12. Los gobiernos cuentan en todas partes con idn-ticos gabinetes de ministros; subvencionan los mismos sistemas de edu-cacin tripartita; desarrollan los mismos bancos centrales, las mismasagencias reguladoras, los mismos parques nacionales. Esto no es ni fas-cismo ni socialismo. Existen pocas monarquas con poder ejecutivo; nohay imperios confederados. Todos se definen como democracias y aspi-ran al crecimiento econmico capitalista. Los Estados permanecen, peroel grado de convergencia entre ellos est alcanzado un elevado grado deintegracin a escala global. Esto significara un nico orden mundial inter-nacional.

    Los obstculos de la democracia

    An as, la democracia y el desarrollo siguen siendo esquivos. Hasta elmomento, no se han difundido de modo regular por todo el mundo, limi-tndose a los pases vecinos y especialmente favorecidos. Un obstculo,en particular, comenz a surgir y a extenderse durante el siglo XX: la difi-cultad de implementar un sistema democrtico en entornos multitnicosy multirreligiosos. En ellos, el gobierno del pueblo ha supuesto de formacreciente el dominio de un grupo tico o religioso sobre los otros grupos,seguido de diversas formas de resistencia, de guerra civil y de limpiezatnica. Esto constituye el pasado de muchos pases del norte y el presenteen muchos en el sur. Se trata fundamentalmente de un problema moder-no, generado por la difusin global del imaginario del gobierno del pue-blo en un mbito donde el pueblo tiende a ser definido en trminostnicos y religiosos. La limpieza tnica representa, tal y como he explicadoen otro lugar, el lado oscuro del proceso de democratizacin13. As, pues,las guerras, en su mayora tnicas o religiosas, han aumentado a un ritmoregular durante la segunda mitad del siglo XX (si bien algunos detectanuna pequea disminucin a finales de la dcada de 1990). Las fallas pol-ticas de la modernidad estn siendo globalizadas.

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    12 John MEYER, The Changing Cultural Content of the Nation-State: A World Society Pers-pective, en George Steinmetz, ed., State/Culture, Ithaca, 1999.13 M. MANN, Explaining Modern Ethnic Cleansing: the Macro-level, en Montserrat Guibernayy John Hutchinson, eds., Nationalism, Cambridge, 2000.

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    De modo similar, si bien todos los Estados aspiran a desarrollarse econ-micamente, el imperialismo ostracista se encarga de asegurar que deter-minadas partes del sur permanezcan mucho ms rezagadas con respectoal norte. Esto resulta especialmente sangrante si tenemos en cuenta quelos medios de comunicacin y el consumismo global despliegan una fan-tstica vida de plenitud econmica ante de la mayor parte de la pobla-cin mundial. El fracaso del desarrollo debilita la legitimidad de losgobiernos y agudiza el conflicto poltico, problemas ambos comunes enmuchos pases del sur, y entre ellos y los del norte. Estos dos procesosel conflicto tnico/religioso y el fracaso econmico se combinan comoun combustible que enciende las zonas de turbulencia a las que he alu-dido anteriormente. Producen extremistas desesperados, paramilitaresadolescentes itinerantes, guerras civiles y anarqua. Crean turbulencia enel interior de los Estados, y conflicto entre distintos Estados. Estas zonasestn repartidas de forma bastante irregular por el sur, y han surgido fun-damentalmente a raz de las condiciones locales. No obstante, existen tresformas de intervencin por parte del norte que pueden exacerbarlas:

    I. El declive de los trminos de intercambio comercial y la crisis deri-vada del endeudamiento, seguidas de reestructuraciones neoliberales,pueden dotar a los resentimientos econmicos locales de una reso-nancia ms amplia y global. En estos casos, sin embargo, la pobla-cin local descontenta puede dudar sobre quin tiene la culpa: suspropios dirigentes polticos o el norte?

    II. Los pases del norte, especialmente Estados Unidos, apoyan a los reg-menes del sur en beneficio propio, armndolos contra sus enemigoslocales y contra los disidentes internos. Si estos regmenes ganan enimpopularidad, el descontento puede volverse en contra del poder delnorte, cuyas armas estn siendo usadas para ejercer la represin.

    III. Los pases del norte una vez ms, especialmente Estados Unidospueden tomar partido en conflictos tnicos/religiosos locales y ayu-dar a reprimir a un determinado grupo, en cuyo caso los desconten-tos adquieren un sentido an ms claro de quin es el enemigo, per-mitindoles las armas de los dbiles lanzarse al ataque.

    La poltica estadounidense en Oriente Prximo exacerba los conflictoslocales en estos tres campos. Estados Unidos proporciona ayuda militarmasiva a Estados autoritarios como Egipto y Arabia Saud. Aunque pro-porciona mucha menor ayuda econmica, su mano se deja ver en cadauna de las reestructuraciones a cargo del FMI y del Banco Mundial; ade-ms, aparece cuando se trata de sostener a Israel, considerado como res-ponsable de la opresin de los palestinos. Todo esto ha contribuido agenerar la respuesta extrema del 11 de septiembre.

    Sin embargo, subrayo, se trata de un caso extremo. En ninguna otra zonade turbulencia se dan estas tres formas de intervencin, y en algunas no

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    se da virtualmente ninguna. El frica subsahariana est esencialmente con-denada al ostracismo, no al imperialismo. Sus regmenes y facciones reci-ben escasa ayuda por parte de Estados Unidos. Sus relaciones de poderpoltico estn ms fragmentadas que polarizadas. Sus luchas de resisten-cia se han vuelto sobre s mismas a travs de guerras civiles y guerrascontra los pases vecinos; no estn dirigidas contra el imperialismo delnorte. Los conflictos en la regin africana de los Grandes Lagos, por ejemplo,pueden alcanzar niveles de desesperacin, desencadenando un genocidioen Ruanda, asesinatos a gran escala en Burundi y el Congo, y una graveregresin econmica en toda la regin. Sin embargo, culpamos al Consejode Seguridad de Naciones Unidas por no intervenir en Ruanda. Estaregin apenas representa una amenaza para el resto del mundo. El nortesigue obteniendo cobre, diamantes y metales preciosos del Congo, a pesarde que ahora los seores de la guerra y los traficantes locales y regiona-les se estn haciendo con una porcin ms grande de los beneficios. Laglobalizacin poltica puede incluir un nmero determinado de estosagujeros negros; sin embargo, stos no se tragan al resto del planeta. Losagujeros negros difieren de las luchas antiimperialistas; y estas diferenciasson exacerbadas mediante la ideologa.

    IV. EL PODER IDEOLGICO

    El poder ideolgico es blandido por aquellos que pueden proporcionarsistemas de sentido y movilizar rituales que doten de un sentido plausi-ble al mundo en que vivimos. Genera movimientos sociales poderosos ycomunidades normativas. Si la globalizacin se encaminara hacia unasociedad mundial nica y sin fracturas, generara una comunidad culturalnica que confluira en lo que se refiere a las normas, los sistemas de sen-tido y las prcticas rituales. En realidad, se est produciendo cierto gradode convergencia hacia una nica cultura global del norte en el mbito delconsumismo, el humanismo liberal y la lengua inglesa; aspectos, todosellos, enfatizados por los defensores de una globalizacin sin fracturas.

    La globalizacin ms xitosa es la de los productos baratos de consumocultural: moda, bebidas, comida rpida, msica popular, televisin y pel-culas. Los productos ms baratos se encuentran a disposicin prctica-mente de toda la poblacin mundial, entre la que se cuentan los adoles-centes con pocos recursos, hecho que ha generado una cultura juvenilglobal. Si bien sta se halla adaptada a las condiciones locales, est sub-virtiendo muchas normas y rituales locales que gobiernan esferas socia-les tan importantes como las prcticas matrimoniales, las relaciones entrepadres e hijos, y la sumisin de las mujeres. ste es, probablemente, elefecto integrador ms importante de la globalizacin, ya que incorpora el consumo a escala global mediante productos muy baratos en la vidantima de las personas. Sin embargo, tiende a producir una mayor homo-geneizacin en la microesfera de la vida cotidiana y en los estilos que enmacroreas tales como la poltica. Los paramilitares serbios en las guerras

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    de Yugoslavia, vestidos con chaquetas de cuero deportivas y gafas de sol,declararon que se moldeaban a s mismos siguiendo el modelo de Ramboo de Mad Max. Tras afirmar esto se entregaban a carniceras contra gru-pos similares de croatas y albaneses. La cultura capitalista de consumo noproduce nicamente paz o guerra; adems, puede obtener beneficios deambas.

    La segunda expansin cultural es la del humanismo liberal, que operamediante movimientos polticos liberales y socialdemcratas, NacionesUnidas, incontables ONG, y mediante el concepto de derechos humanosbsicos. A menudo este planteamiento tiene un tono decididamente laicoy bastante estadounidense, de modo que, de algn manera, se ha con-vertido en blanco de algunas crticas. Muchos regmenes del sur, espe-cialmente los asiticos, argumentan que la subsistencia econmica y laseguridad social deberan ser prioritarias con respecto a las concepcionesliberales de los derechos. La arrogancia del feminismo occidental a lahora de proponer visiones acerca de la liberacin de las mujeres indivi-dualistas y centradas en el mercado de trabajo tambin es denunciada enmuchos lugares. Sin embargo, este humanismo liberal cuenta con unmayor predicamento con respecto al capitalismo reestructurador del norteo el poder militar estadounidense; y cabe esperar que su atraccin crez-ca en la medida en que pueda ofrecer una crtica frente la explotacin, larepresin y la corrupcin impuestas tanto por los regmenes del nortecomo por los del sur. No obstante, en el presente, se ve socavado por elimperialismo del norte y por los resurgimientos religiosos del sur. La pol-tica estadounidense de bombardear a los hambrientos afganos en nom-bre de la democracia difcilmente aumentar la confianza en la democra-cia del norte.

    La tercera difusin cultural, la de la lengua inglesa, es incluso ms dbil.El ingls se est extendiendo como medio de comunicacin pblica entrelos sectores ms modernos; no obstante, aunque muchos emplean la len-gua para hacer negocios, no lo hacen para contar chistes o hacer el amor.Tampoco sus movimientos sociales se movilizan, ya sea pacfica o vio-lentamente, empleando el ingls.

    Frente a estas corrientes ideolgicas globalizadoras, debemos establecertambin otras de carcter ms diferenciador. stas se refieren de formacreciente a la etnicidad y la religin. Los movimientos de resistencia etno-nacionalistas y religiosos estn emergiendo por todas partes en el sur. Eletnonacionalismo desestabiliza a los pases, convirtindolos en menosatractivos de cara a los inversores y empresarios del norte, y reforzandoel imperialismo ostracista. He explicado antes que el etnonacionalismo se haintensificado gracias a la difusin global de las aspiraciones democrticas:se trata de una parte de la modernizacin global, no de una reaccin peri-frica en su contra. An as, mayoritariamente desencadena fragmentacinideolgica, en la medida en que cientos de movimientos etnonacionalistasdemandan su propia singularidad y sus propios derechos frente a alguna

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    forma de imperialismo estrictamente local. Existen seis movimientos deeste tipo nicamente en Indonesia. Esta historia se repite en la mayorade las regiones turbulentas, sin que esto represente una amenaza para elnorte.

    Ideologas ms amplias pueden ofrecer una resistencia global mayor. stefue el papel que tradicionalmente jug el socialismo en el sur, que demanera plausible interpretaba la opresin colonial y poscolonial en tr-minos de imperialismo capitalista. Sin embargo, las influencias socialistashan ido menguando. Movimientos tales como las FARC colombianas,Sendero Luminoso en Per, los zapatistas mexicanos y los naxalites enIndia siguen siendo bastante fuertes, a pesar de encontrarse muy atomi-zados. El socialismo del Tercer Mundo se ha convertido ms en una ideo-loga de agujeros negros que en una que aspire al cambio global. Proba-blemente el declive ha sido mayor en Oriente Prximo.

    Religin y resistencia

    A lo largo del perodo de posguerra, el resurgimiento religioso lleg areemplazar a numerosos movimientos socialistas que se autoproclamaronresistentes frente al imperialismo. Durante los ultimos aos nos hemosllegado a obsesionar con el islam; sin embargo, en Asia meridional losfundamentalismos hind, sij y budista y, en Israel, judo han surgidopor doquier como formas de resistencia en contra de los regmenes lai-cos locales identificados con la dominacin de Occidente o con el norte.Este resurgimiento se inici durante los ltimos das del colonialismo, yse dirigi fundamentalmente en contra del imperialismo britnico, francsy holands. Una vez que estas potencias se retiraron, las elites polticaslocales, que haban abandonado la naturaleza esencialmente religiosa dela comunidad y adoptado las versiones occidentales del socialismo, elliberalismo y el nacionalismo, pasaron a ser el enemigo principal. Esteenfrentamiento local sigue siendo central en Sri Lanka e India. En otroslugares, no obstante, la imposicin de la hegemona militar estadouni-dense, que detenta el liderazgo del imperialismo ostracista del norte,introdujo a Estados Unidos como tercer elemento en la percepcin fun-damentalista de la lucha: el pueblo religioso luchando en contra de laselites laicas locales al servicio del imperialismo estadounidense.

    El impulso principal de estos movimientos se ha producido, por consi-guiente, en el seno del islam. Samuel Huntington ha sealado adecuada-mente la falla religiosa que se est abriendo entre el islam y otras reli-giones como una enorme franja que atreviesa dos continentes frica yAsia, aunque apenas propone explicaciones de este hecho14. Los dos

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    14 S. HUTINGTON, The Clash of Civilizations and the Remaking of World orders, Nueva York,1996.

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    motivos principales de la preeminencia del islam entre estos movimien-tos no son de carcter doctrinal, sino social e histrico. En primer lugar,los movimientos musulmanes han sido capaces de nutrir la lucha de resis-tencia en contra del imperialismo extranjero durante un largo perodo detiempo. El Imperio Otomano comparta con China y con Japn la distin-cin de no haber sido jams conquistado por Occidente; mientras, lasfuerzas musulmanas del Cucaso han sido en todo momento las msrebeldes y eficaces frente al imperialismo ruso (y sovitico). Incluso en elperodo de entreguerras, tras el colapso del Imperio Otomano, partes sus-tanciales del mundo islmico retuvieron cierta independencia con res-pecto a las potencias occidentales.

    En las ltimas dcadas, sin embargo, el poder musulmn y, especialmen-te, el rabe ha disminuido, convirtindose algunos Estados en clientes deEstados Unidos; entre ellos, pocos han logrando algn beneficio para susciudadanos. En unas declaraciones grabadas en vdeo el 9 de octubre,Osama bin Laden declar que desde haca ochenta aos es decir, desdela abdicacin del mandato britnico el islam ha venido saboreando... lahumillacin y la ignominia, sus hijos han sido asesinados, su sangre derra-mada, y sus santos lugares sufrido sacrilegio. A pesar de lo cual, lamemoria musulmana contina preservando una fuerza histrica, unacapacidad de resistencia y una independencia an mayores. En segundolugar, el islam ha alimentado de forma especial a las sectas guerreras,que han conquistado las ciudades musulmanas y los Estados definidoscomo corruptos y autoritarios con el fin de reestablecer las enseanzasfundamentales de Mahoma. El ciclo que arranca desde las tribus guerre-ras hasta llegar a los Estados-ciudad consolidados, conquistados uno trasotro por stas, fue primeramente caracterizado por el socilogo musul-mn, Ibn Khaldun, en el siglo XV. Muchos sealan a los wahhabis comouna versin reciente de dichas sectas guerreras, cuya mano ha sido detec-tada en los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. An hoy, lamayora de los wahhabis, tal y como hubiera predicho Ibn Khaldun, hanasentado su poder y dominan cmodamente Arabia Saud y otros Estadosdel Golfo.

    Fundamentalismo de combate

    Una vez ms, no obstante, unos cuantos fundamentalistas estn reavi-vando en estos momentos esta tradicin. La abrumadora mayora de elloscentran sus actividades en el mbito local, tratando de imponer la sharia,la ley islmica, en sus propias comunidades. Detestan las influenciasextranjeras en su propia regin, si bien siguen demostrando poco interspor el imperialismo considerado en un sentido amplio. A pesar de todo,algunos enfatizan adems el qital, el combate en contra de los enemi-gos del islam, de acuerdo con los dictados ms generales de la yihad, quesignifica luchar/afanarse en nombre de Al (lo cual no implica necesa-riamente el uso de la violencia). Me referir a estas personas como fun-

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    damentalistas de combate; aquellos que material e ideolgicamente apo-yan la lucha armada en nombre del islam. Existen, asimismo, pequeosmovimientos comparables entre los nacionalistas hindes en India dehecho, algunos forman parte de la extensa familia dirigente de movi-mientos del BJP y entre los budistas en Sri Lanka, a pesar de que losextremistas tamiles, por el momento, siguen siendo laicos. Todos ellos, taly como sucede con los fundamentalistas cristianos, han conseguidohallar en sus textos sagrados algunas frases que parezcan respaldar dichocombate. Los movimientos islmicos se centran en los dictados reiteradosdel Corn como fuente de oposicin frente la opresin porque es anpeor la opresin que matar (2:191) y lucharn en su contra hasta acabarcon la opresin y hasta que toda la veneracin est destinada nicamen-te a Al (2:193). Es su condicin de opresores lo que permite a algunostachar a ciertos dirigentes del mundo islmico como ex musulmanes,dejando a un lado, por tanto, los dictados cornicos normales que impidenderrocar a un dirigente musulmn. Evidentemente, cuando los opresores,tanto musulmanes como infieles, aparecen entrelazados en un abrazolaico y materialista, la resonancia de la apelacin a las armas resulta anmayor.

    Desde luego, el islam es tan diverso como el cristianismo. En el pasado,existieron largos perodos en los que la agresin cristiana exceda conmucho a la musulmana; sin embargo, la mayora de los Estados cristianosse convirtieron ms tarde en laicos; an continan luchando, pero no ennombre de Dios. Por el contrario, en gran parte (no en todas) del mundoislmico, la corriente dominante a lo largo de las ltimas dcadas ha sidola laica. El motivo principal de esta diferencia se debe a que, durante elperodo en el que los cristianos han dirigido el mundo, los musulmanesse han sentido oprimidos, y no les han faltado motivos. El fundamenta-lismo de combate proporciona una explicacin acerca de las condicionessociales reales y una estrategia plausible aunque de alto riesgo para remediarlas.

    Sin embargo, esto significa tambin que el fundamentalismo de combatecuenta con dos elementos, ninguno de ellos considerado por Huntington.En primer lugar, ste se hace or con mayor fuerza all donde la pobrezadel sur se encuentra con el imperialismo del norte. En el mundo islmi-co, esto es especialmente cierto en el caso de Palestina. Israel, respalda-do por la superpotencia del norte, forma parte del mismo; mientras tanto,los palestinos son la poblacin quintaesencialmente pobre y desposedadel sur. Otros pases de Oriente Prximo estn atrapados en un crculovicioso econmico de bajo crecimiento y explosin demogrfica que atri-buyen en parte al imperialismo. En estos casos, las solidaridades tnico-religiosas y los conflictos locales se ven reforzados, y adquieren, a travsde la lucha de resistencia frente al imperialismo infiel del norte, unamayor resonancia a escala global. Los aspectos econmicos de este con-flicto se mantienen de algn modo ocultos: aparecen escasamente en eldiscurso fundamentalista, que de hecho denuncia toda forma de materia-

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    lismo como extranjera. No obstante, si los pases fundamentalistas expe-rimentaran el desarrollo econmico y la redistribucin, quin pondra enduda que el fundamentalismo de combate perdera fuerza?

    En segundo lugar, el conflicto tambin estalla dentro del islam, tal y comosucede entre hindes, sijs, budistas y cristianos, situando a los funda-mentalistas frente a los laicos y a los conservadores religiosos. Sin embar-go, tanto los laicos como los conservadores musulmanes a menudo sonrespaldados por el norte, especialmente por Estados Unidos; de modoque cabe esperar que se conviertan en objeto de ataque tanto por su con-dicin de opresores autoritarios, como por tratarse de lacayos imperialistas.En las breves declaraciones de Bin Laden recogidas en vdeo el pasado 7de octubre, ste menciona en tres ocasiones a los palestinos oprimidos yslo una la retirada de la armada de infieles de la tierra de Mahoma; esdecir, de las fuerzas estadounidenses de Arabia Saud, o quiz de las tierrasrabes en general. Su retrica anterior se centraba mucho menos en lospalestinos, y mucho ms en Arabia Saud. En parte, se trata de oportunis-mo, si bien hace apenas unos aos que el fundamentalismo de combate deHamas se ha convertido entre los palestinos en un rival para la formacinlaica de la OLP, proporcionndole aliados en su lucha.

    La cosmologa de los dbiles

    Una vez en el poder, los regmenes fundamentalistas tienden a estable-cer duras dictaduras religiosas, cuyo atractivo popular puede resultar dif-cil de comprender. Sin embargo, debemos tener en mente que mientrasoperan como movimientos en la oposicin actan como populistas lan-zando proclamas al pueblo en tanto unidad para que se rebele, primeroen contra de los dirigentes coloniales y despus frente a los poscoloniales.Defienden lo que el pakistan Maduodi, terico dirigente fundamentalistasun, denomin teodemocracia: no se trata de un Estado teocrtico, sinode un Estado autogobernado por la umma, el conjunto de la comunidadreligiosa, de acuerdo con los dictados del Corn. Como populistas pue-den movilizar la lucha de resistencia en contra de Estados musulmanescorruptos y autoritarios, ya sean laicos como Egipto, o religiosos conser-vadores como Arabia Saud. Las presiones que ejercen, por lo tanto, fuer-zan a los regmenes a actuar con un mayor autoritarismo (tal y como hasucedido en el caso de Argelia o Turqua), lo cual ha persuadido a unnmero creciente de musulmanes para que definan a sus enemigos entrminos religiosos (como ocurre en Israel, Cachemira o Chechenia), pro-porcionando una cosmologa ms global a una lucha local. De acuerdocon bin Laden, la lucha sita al musulmn frente al infiel. Extrapolandolos smbolos judeocristianos sobre el herosmo, nos hallamos ante elmismo modelo que enfrenta a David y a Goliat, y que empuja a RobinHood a robar a los ricos para dar a los pobres; por no hablar de la opo-sicin del Bien frente al Mal, o de Dios frente a Satn. Se trata de una ape-lacin con cierto eco, especialmente adecuada para reclutar a disidentes

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    jvenes y con estudios procedentes de Estados autoritarios, y a jvenesrefugiados, desplazados por los conflictos y esparcidos por todo el mundomusulmn, quienes, inmersos en economas estancadas, carecen de pers-pectivas de futuro. No se trata de dos grupos excesivamente grandes yraramente generan los recursos necesarios para hacerse con el poder. Sinembargo, su capacidad a la hora de sembrar el desorden y de aglutinarfuerzas es considerable, ya que disfrutan de la simpata de la mayora delas personas pobres y de clase media del mundo musulmn.

    Cabe predecir con seguridad que el poder militar por s solo no elimina-r la amenaza que representa el fundamentalismo de combate en ningu-na de estas religiones. En realidad, es probable que lo nico que consi-ga sea alimentar las llamas del mismo, ya que aparentemente confirma lacosmologa ofrecida por los fundamentalistas de combate. Los dirigentescon estudios descontentos y los refugiados soldados de a pie son las pie-zas ms importantes para proporcionar generaciones de hombres jvenes,y quiz mujeres jvenes, dispuestos a arriesgarse e incluso a sacrificar susvidas a favor de este potente imaginario. Como hemos tenido ocasin depresenciar en repetidas ocasiones en el caso de los coches bomba y delos atentados suicidas, en el asesinato de dirigentes laicos como los tresGandhi o Sadat, y, ms terrible an, durante el 11 de septiembre, entreellos habr muy pocos que opten deliberadamente por el suicidio decombate. ste se ha convertido en el ltimo recurso de los dbiles en con-tra de los poderosos de la tierra. Que sean o no capaces de repetir unatentado tan terrible como el del 11 de septiembre depender de si logranencontrar medios tnicos igualmente inesperados. No obstante, a partirde ahora los habitantes del norte, en general, han de temer esta posibilidad.

    Las fuentes de acritud

    Esta terrible confrontacin actual en modo alguno resulta inevitable. Queel enemigo del fundamentalismo de combate sea Estados Unidos consti-tuye un elemento clave derivado de las consecuencias no intencionadasque han trado consigo las polticas estadounidenses seguidas con res-pecto al comunismo, a Israel y al petrleo. Durante la dcada de 1950,Estados Unidos fue, por encima de todo, una fuerza en favor de la desco-lonizacin y el desarrollo del mundo islmico, a pesar de que el golpe encontra de Mossadegh en Irn en 1953, financiado por la CIA, pusiera yade relieve una tendencia a catalogar a los disidentes como comunistas,algo que contribuy a alejar a muchos musulmanes. En aquel momento,Estados Unidos prest respald al rgimen laico cada vez ms corrupto yautoritario del Sha de Persia. El enemigo se percibi en trminos decomunismo, y no de fundamentalismo religioso, cuyo poder revolucio-nario se revel como una autntica sorpresa para Estados Unidos y parael resto del mundo. En segundo lugar, el legado del Holocausto, lainfluencia poltica de los judos estadounidenses y los alineamientos deprincipios de la Guerra Fra constituyeron las principales causas de pre-

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    sin que conduciran a Estados Unidos a respaldar a Israel y su polticade desposesin de los palestinos, todo ello a pesar de que el Estado deIsrael estuviera dando pasos para convertirse ms en vctima que en opre-sor. Estados Unidos hoy da contina proporcionando ayuda militar yeconmica a Israel, aunque, en la actualidad, tambin rechace el aumen-to de los asentamientos israeles en Palestina. En el debate televisadosobre poltica exterior protagonizado por los dos candidatos a la presi-dencia de Estados Unidos en 2000, tanto Gore como Bush slo mencio-naron por su nombre a un aliado: Israel. Con el fin de buscar una solu-cin a esta disputa cancerosa, Estados Unidos tambin ha respaldadofundamentalmente desde el punto de vista militar a Estados comoEgipto y Jordania que se han convertido en moderados frente a Israel.Dicha ayuda militar ayud a estos regmenes a reprimir la disidencia inter-na, mientras que la limitada cantidad brindada en calidad de ayuda eco-nmica no logr contrarrestar los efectos del imperialismo ostracista yposibilitar el logro del desarrollo econmico y de la legitimidad interior.En tercer lugar, los intereses petrolferos han llevado a Estados Unidos ainstalar un gran nmero de fuerzas armadas en Arabia Saud y en los rei-nos del Golfo, y a atacar a Irak en calidad de Estado bandido; algo queno tuvimos ocasin de ver cuando Indonesia se anexion Timor Oriental.Similares contingencias geopolticas han afectado tambin a los funda-mentalistas de combate, que ahora explotan la cuestin palestina, a pesarde la profunda antipata que sienten hacia la laica OLP, pero que se con-tienen a la hora de atacar a regmenes como Irak o Libia, a quienes detes-tan, lo cuales a su vez se oponen a Estados Unidos.

    Estas geopolticas llenas de recovecos no hacen sino reforzar la conclusinde que la guerra entre el fundamentalismo islmico y el imperialismo delnorte no es necesaria. Podra socavarse por medio de tres medidas: unaaproximacin ms equitativa hacia el conflicto Israel/Palestina; menosayuda militar y ms ayuda econmica a los regmenes rabes; y una estra-tegia de desarrollo internacional ms progresista, siendo la redistribuciny el crecimiento dos de sus objetivos. Esto reducira tanto los conflictosms importantes, los que se dan entre el mundo musulmn y el cristiano,como los que existen entre los fundamentalistas y otros sectores dentro delmundo musulmn. Dicha reorientacin geopoltica es pedir demasiado; sinembargo, incluso un xito parcial podra resultar suficiente. Seguiran exis-tiendo fundamentalistas islmicos, sin embargo, stos no lograran reclutarfuerzas en la misma medida, y su concepcin de la yihad sera menoscombativa y se dirigira en menor medida hacia Estados Unidos.

    La globalizacin ideolgica es desigual e impredecible. Incluye finas capasde una cultura transnacional comn en potencia; fragmentacin ideolgi-ca en las distintas zonas del sur; y confrontaciones ms generales entrefallas religiosas esenciales, donde unos cuantos fundamentalistas de com-bate estn explotando las nuevas armas de los dbiles. Tamiles, budistas,hinduistas y cristianos, ms algunos campesinos revolucionarios, pueden,todos ellos, proporcionar unos cuantos candidatos para realizar atentados

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    suicidas la ltima expresin de la moral militar ideolgica, capaces decontrarrestar las enormes disparidades que existen con respecto a lasarmas convencionales. No obstante, nicamente los fundamentalistas decombate islmicos se abalanzan con tanta virulencia, no slo contra susenemigos laicos locales, sino tambin contra el norte y su Gran Satn,Estados Unidos. Su lucha particular est generando en estos momentosun peligro de maremoto y de enfrentamiento armado en grandes regionesdel mundo que podra frenarse mediante un cambio en las polticas pro-venientes del norte. No obstante, en medio de dicha complejidad, quinsabe de dnde provendr el prximo maremoto?

    La globalizacin es un proceso real; sin embargo, es mltiple y contra-dictorio. El planeta est dividido en ms y ms Estados-nacin; est escin-dido por una paradjica divisoria imperialista ostracista entre norte y sur;y existen tambin rivalidades potencialmente peligrosas cuyas partescuentan con un amplio poder. La mayora de estas divisiones no generanun enfrentamiento armado, sino tensiones que pueden normalmenteresolverse mediante negociaciones pacficas entre Estados-nacin conver-gentes. A pesar de todo, all donde el poder ideolgico se entumece y lalucha de resistencia y las armas de los dbiles nivelan el campo de bata-lla, algunas divisiones contribuyen a desencadenar intensos conflictos.Estas nuevas ideologas y armas son tan parte de la globalizacin comoel dlar, Internet o la Coca-Cola. Algunas de estas tendencias produceninestabilidad nicamente a escala local o regional, generando zonas deturbulencia en el mundo; entre ellas, algunas degeneran en agujerosnegros de violencia e inestabilidad desesperadas en las que se sufre elostracismo del resto del mundo. Sin embargo, existe una falla que atra-viesa los continentes en un proceso de desintigracin an ms sistemti-ca; la resistencia contra el imperialismo laico lanzada por el fundamen-talismo de combate continuar hasta que su atractivo disminuya alinterrumpir el sentimiento de explotacin del que se alimenta.

    Estas pautas mixtas de comportamiento ponen de manifiesto que en laactualidad nos estamos encaminando hacia una sociedad global singular.El capitalismo del norte simultnea y desigualmente integra, domina ycondena al ostracismo a distintas zonas en todo el mundo. El poder de lapotencia hegemnica militar, Estados Unidos, est siendo limitado por supropia y creciente pacificacin; por su confianza en el armamento degran alcance supuestamente seguro, pero a la postre limitado; y por lasnuevas armas de los dbiles. El poder poltico contina estando en manosfundamentalmente de los Estados-nacin, aunque algunos sean ms establesque otros. El poder ideolgico expresa todas estas relaciones diferentes. Estacomplejidad no es nueva en las sociedades humanas. La globalizacin sim-plemente cambia su escala. Tal como ocurri con sus predecesoras, laglobalizacin combina diferentes fuentes de poder social, paz y guerra,orden y caos; y continuar hacindolo todava durante bastante tiempo.

    AR

    TC

    ULO

    S