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La Habana que vive en Eusebio Leal

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La Habana que vive en Eusebio Leal

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La Habana que vive en

Eusebio Leal

Entrevistas con Randy Alonso para la Mesa Redonda

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La novia de Martí y Fidel es Cuba

Entrevistas

La Habana me llevó la vida

La Habana es hoy un símbolo completo y absoluto de la nación cubana

Edición: Randy Alonso FalcónDiseño: Edilberto Carmona TamayoFotografía de portada e interiores: Roberto Garaycoa MartínezFotografía de contraportada: Abel Padrón Padilla© Cubadebate y Mesa Redonda, 2019

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Muy buenas tardes, estimados televidentes y radioyentes. De mi interlocutor de esta tarde escribió en una misiva Fina García Marruz: “En su sacrificio humilde, en la en-

trega tenaz de sus horas, en la vehemencia prometeica con que ama a La Habana, Eusebio Leal— como en otras tantas cosas—, es donde está su huella. Cuando lo olviden los hombres, todavía lo recordarán las piedras”.Los hombres lo siguen amando, las piedras están ahí para con-tar esa historia, pero nuestra última Mesa de viernes del 2016, viernes que hemos dedicado a hablar de valores, de la historia de nuestros héroes y también de historias de vida de esos héroes cotidianos del trabajo que tenemos en nuestro país, queremos dedicársela a Eusebio Leal, para que hable un poco de todo eso, de historia, de historias de vida, también del presente y del futu-ro, de los valores que necesita defender este país.

Gracias Eusebio por concedernos esa deferencia y también por recibirnos acá, en su patio, en La Habana Vieja, en esta antigua Lonja del Comercio, hoy sede de Habana Radio y de la Dirección de Comunicación de la Oficina del Historiador. Le doy las gra-cias, lo invito a que nos acompañe usted con su verbo durante esta casi hora de programa, y a nuestros televidentes a que estén esta tarde para conversar con Eusebio Leal.

Muchas gracias.

Conversar con Eusebio Leal implica sobre todo comenzar hablan-do de la Habana Vieja, de sus pasiones, de La Habana toda, en definitiva, que está en su alma.

La restauración de la Habana Vieja usted dijo alguna vez que es un capítulo de la Revolución Cubana. Cincuenta años o más de trabajo para esta ciudad, más de 20 después de aquel decreto de Fidel diciendo cómo acometer esta restauración de la Habana Vieja. ¿En qué momento estamos de ese capítulo de la Revo-lución que es la preservación de La Habana Vieja? ¿Cómo ha avanzado en este 2016 esa preservación del patrimonio de Cuba que es este lugar?

Pienso que avanzó en lo visible y en lo que por lo general no apreciamos porque está lejos del contacto cotidiano, de nuestra presencia. Se restau-raron obras muy valiosas, algunas de ellas están todavía en proceso de restauración. Creo que el ejemplo más elocuente es el Capitolio Nacional, una obra muy complicada donde ahora estamos enfrascados en la cúpu-la, que es como su corona. Lo que nos parece pequeño desde abajo, arriba es muy alto. Los riesgos del trabajo y la osadía de los trabajadores a esa altura cuando hay viento, cuando hay sol, es realmente muy fuerte y se viene ya dominando ese capítulo de la linterna, con las lámparas y la cúpula.

Posteriormente, otro equipo de trabajo joven, formado por graduados de la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos, enfrenta los desafíos del techo del gran Salón de los Pasos Perdidos. Tengamos presente que ese techo está pintado o retocado con hojas de láminas de oro de 24 quilates; entonces hay que limpiar cuidadosamente todos esos metales y llegar al interior de la cúpula desde el gran salón. Al mismo tiempo, en la base de la sala y al pie de la gran estatua de la República, se ubica la cripta donde estará la lámpara votiva al soldado mambí desconocido. En estos días se trabaja fuertemente para terminar el 2 de diciembre toda esta

La novia de Martí y Fidel es Cuba

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Entrevista transmitida el 26 de diciembre de 2016

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parte de la cripta, que es como el fundamento del esfuerzo por la creación de una nación. Es una obra muy bella y ya podemos decir que la Asam-blea Nacional tiene como sede institucional al Capitolio.

Desde hace ya casi un mes.

Es muy importante esta reubicación pues le devuelve el contenido al conteniente. Otro paso inmediato será la apertura de la biblioteca, de los grandes salones de protocolo y estancia. Otras obras de gran importancia se han hecho abajo, en lo que podríamos llamar la plata-forma de la ciudad antigua. Ahí se trabaja calladamente en la digita-lización de una documentación enorme, que forma parte del archivo de la Ciudad de La Habana, una ciudad capital que tiene un archivo que no solamente se refiere a su propia historia, sino a la historia de los forasteros que han habitado aquí. Es uno de los yacimientos docu-mentales más importantes. Para eso, a lo largo de cada año se hacen adquisiciones valiosas.

También se trabajan y concluyen obras muy importantes en el Centro de Interpretación de las Relaciones Europa-América, Cuba-Europa, que es el otrora Palacio del Segundo Cabo. Es un edificio muy bello, posee den-tro magníficas instalaciones para el fomento del conocimiento, utilizando las tecnologías 3D y 4D. Tiene bibliotecas digitales estupendas.

Se trabaja y casi está concluido, en el antiguo Palacio del Marqués de Arcos, en la Plaza de la Catedral, también dotado de una alta tecnología para el trabajo de los jóvenes poetas, artistas, creadores; un centro de in-formación avanzado cuyos equipamientos han sido donados por el gobier-no de Japón y resultan ser muy novedosos dentro de la docencia cultural en nuestro país.

Y nos empleamos a diario en un trabajo invisible que es el de los restau-radores quienes van lentamente poniendo en valor pinturas, documentos, libros, textiles… y que forman un yacimiento creciente sobre el cual se levantan los valores de una nación y un pueblo, pues son en definitiva sus símbolos.

Hay trabajos que se han concluido en la Avenida del Puerto, se sigue avanzando en esa dirección.

Ha cambiado totalmente la Avenida del Puerto, el Prado también creo que tiene otra dimensión.

Desde el Castillo de la Punta, hasta el Embarcadero de Regla; desde la Punta hasta la Casa de las Tejas Verdes; en la línea del Prado, los grandes hoteles que se levantan sobre la base de los estudios realizados por el Plan Maestro, las aprobaciones de la Comisión de Monumentos, el respeto de las alturas, el respeto aún a muros que es lo que se ha conser-vado de algunos edificios perdidos y que yo diría que románticamente se preservaron esos muros cuando algunos decían “¿por qué no demolemos esa basura, eso no tiene ya ningún sentido?”. Creo que hay que tener mucho cuidado siempre; para demoler y para derribar hay hachas y man-darrias, y para construir faltan manos. Hace falta multiplicar las segun-das y disminuir las primeras.

Eso me lleva a otra pregunta, porque este año que estamos termi-nando ha sido difícil en lo económico, en lo social; ha sido un año difícil también para usted en lo personal ¿Cómo hacer esta obra tan monumental en medio de tantas dificultades? ¿Cómo enfren-tarse también a la pérdida de identidad?

En el combate fiero de Naranjo, en Camagüey - fueron cuatro acciones militares las llevadas a cabo por Máximo Gómez entre Las Tunas, un po-quito más allá del Jobabo, en Palo Seco y después en tierra de Camagüey, - hieren a un joven oficial cubano, le dan un balazo en la pierna. Cuan-do lo llevaron allí al vivac donde estaban los médicos trabajando en las condiciones en que se podía en medio de una campaña heroica como aquella, el médico estaba ya con los instrumentos en la mano y al lado él se percató, herido y adolorido, de que estaban los serruchos. El médico le preguntó con frialdad: ¿cómo quiere que le deje la pierna, encogida o esti-rada? Y le respondió fríamente: “como me sirva para montar a caballo”. 5

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En relación con lo primero que me dijiste la respuesta es esa: como me sirva para montar a caballo. Salí para montar a caballo y fue muy difí-cil montarlo en los primeros meses de este año; pero creo que todo mi pensamiento ha estado puesto en la obra, porque la obra llenó una parte tan grande mi vida que no sé si algún día me arrepentiré lo suficiente de haber olvidado otras. Pero esta, que fue como la vocación, ocupó el centro.

Y volví rodeado, claro está, porque nadie hace obras solo. Vine rodeado, porque el poeta necesita una musa, el pintor una visión y a los que no han visto o ya no ven pero vieron alguna vez, les queda una luz por den-tro. Mi fuente de inspiración motivó a otros compañeros, a otros colab-oradores, y regresé con ellos. Hemos recomenzado o continuado la labor en pro de restaurar y reunir, siempre con la idea de que no coleccionamos cosas viejas, y que de ninguna manera esto es el culto del pasado por el pasado, de que sin pasado no hay futuro, que hay que someter a crítica todo, pero también hay que preservar y sacar, como alguien le corta a la flor de tallo largo las pavorosas espinas para que no ocurra un accidente. Así hay que hacer con las cosas de pasado, quitar las espinas inútiles y dolorosas y salvar la rosa, que es lo más importante; y la rosa es el patri-monio cultural, el patrimonio espiritual, el patrimonio moral de un país que va desde la posesión individual de una foto que lo liga a su madre, a su padre, a su pasado, a su familia, a sus raíces; hasta cosas que son de carácter superior y entran en el mundo de los recuerdos imponderables, de los intangibles, de lo inmaterial que flota sobre las aguas como un es-píritu.

Para eso trabajamos. Para eso me formé y trabajé. Tú aludiste al Decre-to y a la ley. Está en bronce colocado el texto a la entrada del Museo de la Ciudad porque me di cuenta de que se trataba de algo trascendental para el patrimonio cultural a escala mundial. Como asistente a múltiples congresos y manteniendo correspondencia con expertos en todo el globo, ninguno dispuso jamás de un instrumento tan actual y tan previsor como ese Decreto ley 143, defendido una noche ante el Consejo de Estado bajo la presidencia del compañero Fidel. Él como letrado reformó, cambió y puntualizó consultándome durante varios días y noches, hasta que lo con-sideró terminado, dándole un carácter moderno a la proyección y buscan-do que no se convirtiera en una fantasía la utopía.

Fidel fue un gran defensor de la utopía. Creía firmemente en la noble idea de que se podía aspirar a lo imposible y por eso logró tantas cosas. La defensa a la utopía fue el lema escogido. Una defensa rabiosa de la utopía en medio de ciclones, de penurias económicas, de limitantes, de decepciones, de incomprensiones, para después obtener como resultado primero el reconocimiento de los cubanos, porque para mí lo más impor-tante ante todo siempre es mi gente, mis compatriotas. Segundo, que desde Baracoa hasta Pinar del Río hayan surgido proyectos originales como los de Cienfuegos, Camagüey, Sancti Spíritus, Trinidad, Santiago… en donde quiera que fuera posible surgió un proyecto. En Bayamo, en Re-medios... Son proyectos que tratan de tomar lo valioso y útil del nuestro. Lo acabo de comprobar en Santiago de Cuba viendo los frutos del trabajo de la Escuela Taller, el entusiasmo de los que rigen el Plan Maestro. Lo he visto en Camagüey donde ahora cumple 20 años la Oficina del Histori-ador. Lo he visto en Cienfuegos, admirablemente interpretado y hecho a la medida de la ciudad, que es lo importante.

Fidel nos enseñó que ni calco ni copia como decía Mariátegui, todo tiene que ser una creación heroica dadas nuestras circunstancias, y así ha sido

El privilegio de haber conocido a Eusebio Leal hace ya algunos cuantos años me lleva a pensar que su espada más importante es la perseverancia. De un joven que apenas tenía 6to grado, entró a la universidad y se convirtió en Doctor y en unos de los in-telectuales más reconocidos de nuestro país. De apenas un joven ayudante de Emilio Roig, llegó a ser el Historiador de la Ciudad, siguiendo su tradición y ampliando su obra ¿De dónde le viene esa perseverancia a Eusebio?

Mi mamá fue la gran perseverante, fue la piedra angular, fue una madre romana en ese sentido. Su educación no era tanto en admoniciones, como en ese ejemplo práctico día y noche, mostrando cuál era el camino, bajo un 6

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lema que siempre repetía: “que tú no pases lo que yo pasé”. Ella no pudo ir a la escuela, tuvo que trabajar, y decía: tú no debes dejar de estudiar. Ella fue honrada, virtuosa y me dijo siempre: la honradez es el símbolo de la ver-dadera virtud, de ahí nacen todos los demás valores.

Después decididamente me tocó vivir el acontecimiento más glorioso de la historia, no me tocó vivir en el 68, - tiemblo pensando qué habría hecho -, no me tocó vivir en el 95, pero me tocó vivir la epopeya del 59, y recuer-do perfectamente - porque viejo soy - desde el asalto al Cuartel Moncada hasta los acontecimientos posteriores. Recuerdo mi vida en ese tiempo, a los compañeros que perdí en la lucha, que conocí o vi de lejos y de pronto un día desaparecieron en vorágines de la Revolución, de la insurgencia, y después los años de la Revolución consumada.

Vino la ruptura absoluta, fue como un gran cataclismo, una cosa que se derrumbaba por todas partes y de pronto iba apareciendo otra con una fuerza volcánica. Se levantó la tierra y nos vimos arrastrados por esa marea de la Revolución de la que hablaba Henry Reeve a Máximo Gómez, “iremos a donde la marea de la Revolución nos lleve”, a Manga Larga en Camagüey a cortar la caña en medio del agua y de los mosqui-tos insaciables, a los barrios periféricos de La Habana con la Alfabet-ización, a otras movilizaciones infinitas, a las brigadas sanitarias, a la milicias revolucionarias, y vivimos todas las rupturas personales, famil-iares o con las amistades.

Se cumplía aquel principio de que era sí o no, estábamos o no estába-mos, y todo eso con su gran poder de generación de fortaleza, y al mis-mo tiempo con su gran capacidad de generar dolores y sufrimientos. Ver partir padres, amigos, parientes y poder ver después la estabili-zación, la victoria de la Revolución, haber asistido a la supervivencia de la única Revolución.

Cuando miro hacia atrás me pregunto: ¿A qué edad murió Bolívar? ¿A qué edad murió Martí? ¿A qué edad Gómez, García, Céspedes, Maceo? ¿Qué es esto? Nos tocó el privilegio de poder vivir y ver a los hombres de la Revolución; vivir y sobrevivir a ella, cambiarla, retomar el camino, analizar los necesarios extravíos, rectificar errores, cometerlos que es de humanos. Es una Revolución hecha por hombres, no por arcángeles disfrazados de seres humanos; y en medio de ese vorágine vivir, y de pronto, conmovidos por el resultado al vivir tanto, poder afirmar como el filósofo, tranquilos ahora ante este paisaje, sin que hayan desapare-cido las inquietudes y zozobras, pero más tranquilos porque tenemos la experiencia necesaria: “Pienso, luego existo”. Quiere decir que si pensa-mos es que vivimos.

Estamos conversando hoy en la Mesa Redonda de viernes con Eu-sebio Leal, Historiador de la Ciudad, uno de los más importantes intelectuales de nuestro, sobre lo que cada viernes nos convoca a este programa: sobre valores, historia, de la vida también, de un hombre que ha visto la Revolución a lo largo de los años y que ha sido partícipe importante de las transformaciones que la Revolu-ción ha provocado en nuestro pueblo.

Ha sido el 2016 también un año de contradicciones y de debate ideológico y creo que eso por supuesto también es parte del pan-orama que vemos cuando miramos hacia atrás este año que está terminando. Me gustaría entrar quizás en dos de las polémicas importantes que hubo este año. Primero: ¿para usted qué cosa es la cubanía, el ser cubano, el ser patriota?

La cubanidad perdió un poco su sentido cuando se mal utilizó para englo-bar en ella el accidente de la cuna y de las conductas. La cubanía es otra cosa: la cubanía es la aceptación plena de lo que somos, con orgullo que no ofende a otros, porque siempre nos consideramos parte de la humani-dad y parte de la América nuestra.

La cubanía es no fragmentar el pensamiento de los fundadores, sino comprenderlos en su tiempo. Me refiero concretamente al pensamiento de Martí, o al de Varona, o al de Heredia, o al de Luz y Caballero o al de Varela. Hay que poseer el conocimiento culto del por qué y para qué. A partir de ahí uno se siente más seguro y no una criatura que cayó de ca-sualidad en una isla, que es como una barca que navega por el Caribe. 7

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Esta isla tiene sus fundamentos, está anclada en lo profundo del mar y este es un archipiélago. El otro día le escribí a un amigo diciéndole que cuando Tomás Moro pensó en una isla utópica, en esa latitud del mundo, pensaba en la nuestra. Siempre he creído en eso firmemente. No deben estar desesperados ni angustiados los sembradores, porque si hasta aho-ra lo que se lanzó como semilla en tierra fértil no se ha visto florecer, flo-recerá. Aquí no hay que estar tratando de precipitar; hay que tener con-fianza, porque entre otras cosas ya no habría tiempo para volver a decir que la siembra que hicimos se echó a perder por esto o por aquello. Creo mucho en eso, en la parábola del sembrador: uno siembra y otro recoge.

Como Fidel, tengo una formación bíblica y una formación martiana, son dos elementos importantes. He estudiado profundamente a los clásicos del pensamiento revolucionario moderno y cada día me convenzo más de que las fuentes nuestras nos llevaban como dice Cintio Vitier en su mar-avilloso ensayo “Ese Sol del Mundo Moral”, de una manera directa e in-equívoca, de la raíz al presente.

Si nosotros somos capaces, de verdad, de trasmitir no como consigna, sino con pasión sincera, con una devoción que no sea edulcorada, que no sea manida, que no sature, sino que crea de verdad en lo que dice… nadie da lo que no tiene Randy, cuando dices lo que tú no crees, algo hay de falso en tu palabra, y todos los días lo apreciamos en la vida real.

Te voy a poner dos ejemplos: una colaboradora mía muy querida se iba del país. Si mi colaboradora valoró que su destino como su familia esta-ban en otra parte y quería ir, que vaya. Hemos conseguido con mucho es-fuerzo el disfrute y goce de nuestra libertad, pero ella lloró amargamente y me dijo: aprendí mucho y donde quiera que vaya llevaré el recuerdo de mi país y de usted.

La segunda fue una sorpresa hace unas horas. Se presentaba en todos los lugares, hablaba con mucha energía y de pronto sobre su mesa apa-reció el teléfono, la llave, unas pequeñas notas dejando cerrado el buró y desapareció al día siguiente. ¿Qué debo creer? ¿Más en lo primero o en lo segundo? Resueltamente creo en lo primero más que en lo segundo. No quiero falsas promesas, no quiero palabras de devoción circunstanciales. A mí me gusta la vida, como le gustaba decir a Fidel cuando mencionaba la poesía en la cual se refugiaba. En momentos difíciles recordaba a los poetas clásicos españoles y cubanos que tanto quería. “La vida que tenía ya la di”, decía un poema y es verdad. Nuestras vidas han decursado no en otra cosa que no sea en el servicio de nuestro país, y no porque seamos buenos… Muchas veces afirmo, como dijo honestamente un buen amigo cuando alguien le preguntó ¿y usted por qué se quedó?, y respondió: “No, yo me fui quedando, lo fui dejando para el día siguiente, para el otro, para el otro, y de pronto me quedé”

Porque las revoluciones son duras, son fuertes, en la UNEAC una vez me preguntaron y respondí en aquel congreso que fui como el Abate Sieyès cuando le preguntaron qué hizo durante la Revolución y confesó: “sobre-viví a ella”. Ahora sobrevivir a la Revolución no es ir escapando por una esquina o por la otra. Sobrevivir es ir militando en ella, es no temer al soldado, es serlo.

En ese sentido creo que el decálogo de Fidel en el momento supremo de su madurez política, que está contenido en el concepto de Revolución, hay que desgranarlo y penetrar en cada una de esas conceptualizaciones para entender. Algunas abren unas incógnitas tremendas, las fuerzas exter-nas las conocemos ¿y las internas cuáles son?, ¿cuáles son esas contradic-ciones?, ¿cuál es la verdad a la que debemos seguir?

El principio evangélico de la verdad os hará libres, es veraz, pero ¿cuál es nuestra verdad? Nuestra verdad tiene que ser creer profundamente en la solidaridad, creer en que todo pobre de la tierra es nuestro hermano, porque es creer en el principio cespediano de que Cuba quiere su libertad para extender una mano generosa a todos los pueblos del mundo; quiere decir no mentir nunca, ni omitir, porque hay veces que lo grave no es que te mientan, lo grave es que omitan y después te digan “no, no le dijimos eso Randy, para no darle un terrible disgusto”. No, ahora me lo van a dar dos veces, porque el omitir es también una forma de traicionar, sobre todo a los que dirigen. Hay que decirles siempre la verdad, aunque se 8

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corra el riesgo de que no la comprendan en el momento. Entonces así voy analizando el concepto y es cuando Fidel me parece más grande y más importante que nunca.

Sobre Fidel me gustaría retomar un poco más adelante en esta entrevista; pero hablando de polémica, usted que es un construc-tor de símbolos, porque la Habana Vieja es todo un símbolo para este país: Los símbolos nacionales han sido parte también de la polémica de este año. Usted ha sido uno de los polemistas más agudos en medio de ese debate. ¿Qué le preocupa sobre el uso de los símbolos?, ¿cuál es su pensamiento sobre cómo debemos usar los cubanos nuestros símbolos nacionales?

Todo tiene su momento. Un día siendo joven entré en el cine del barrio chino, donde estaban poniendo una película. No sé porque me gustó la ópera china en blanco y negro, es extraño, y me gusta todavía; de vez en cuando pongo la televisión china y la veo. Pero en el cine pasó algo asombroso, una persona de pronto empezó a reírse y uno que estaba allí, que evidentemente era chino, le dijo: “oiga, esto no es pa lei, esto es pa llolá” y le dio una lección. Quiere decir que cada cosa tiene su lugar y tiene su momento.

Comprendo que no hice bien hoy, porque creo que, ni aún en la singulari-dad debe imponer uno sus costumbres. Tú has venido como debes venir y yo vine con mi ropa de todos los días al programa; pero hasta cierto pun-to le he dado dignidad a esta ropa, aunque sé que no debo ponérmela en todo momento. Pero comprendo, Randy, que cada momento tiene su pro-pia exigencia y te diría lo mismo en relación a los símbolos nacionales.

Ahí está el paredón de los estudiantes del 71, lo que pasó ahí no tuvo nombre. ¿Acaso fue uno de los crímenes más odiosos que se cometieron en todo tiempo? Martí habla de que esa pared se convirtió en un día para Cuba en un baño de sangre, en un manantial, y te diría que es muy duro ver de pronto una cumbancha frente a ese monumento. Allí hay que ir con la cabeza descubierta, allí hay que ir con los niños y con-tarles que hubo un día funesto en que - no como aparecen en el cuadro, todos juntos, sino de dos en dos - fueron fusilados por un crimen que no habían cometido.

Algunos afirmaron que aquellos jóvenes habían cometido el crimen de la profanación de una tumba pero habían cometido “un crimen” más importante que era el de su cubanía, que brotaba en flor en sus rostros juveniles. Entonces a mí no me gusta ver la bandera cubana, ¡qué tanta sangre ha costado! vituperada. Martí pide que la pongan en su tumba. Cuando las señoritas de Camagüey le entregan la bandera bordada por ellas a Maceo él dice estas palabras: “Yo llevaré esta bandera hacia Occi-dente o volveré envuelto entre sus pliegues”.

Entonces, no quiero verla en el atuendo de un rumbero o en una rum-bera, no quiero verla en una ropa interior, no quiero ver la estrella que iluminó a Heredia en una ropa impúdica. Quiero que se aprenda a valorar lo que la bandera significa. De lo contrario, ¿qué sentido tiene que el ejército esté dispuesto a morir por ella, y que se cuadre ante ella, y que le toque signos de clarín cuando se levanta y cuando desciende?

Creo que no puede denigrarse a la bandera y que eso está más allá de la ley. ¿Por qué llevan las naves de combate la bandera de Céspedes en el palo Bauprés? Porque hubo un valiente como el peruano Leoncio Prado que en Centroamérica se apoderó de una nave española y le puso Car-los Manuel de Céspedes y allí, en el palo Bauprés va la bandera de Cés-pedes. ¿Y por qué razón llevan la otra de las cinco franjas y el triángulo equilátero, lavada con la sangre de tanto sacrificio, la de Cárdenas, la que trajo el General Narciso López en momentos en que la corriente ideológi-ca no era clara y algunos de buena fe creían que la estrella cubana debía pasar por el sur de Estados Unidos, no como un sentimiento, sino como un cálculo?

¿Cómo es posible entonces que los cubanos estemos dispuestos a decir que “en nombre de que el pueblo asuma lo que es suyo” la bandera puede emplearse vulgarmente? No, el pueblo que asuma lo que es suyo; pero cuando se toque el himno hay que levantarse. Cuando se está cubierto, 9

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hay que descubrirse. Solo los militares tienen el privilegio de estar cubi-ertos, porque saludan la bandera de Cuba. Entré en esa batalla por eso, y díganme lo que me digan, ese es el principio: ni colgada de mantel en ningún lugar, ni puesta en un mostrador, ni utilizada como vestuario ridículo. De ninguna manera. Pero la ley no lo puede contener todo, la ley no puede ir hasta el detalle, la ley tiene que ser flexible. ¿Es acaso malo que un deportista de Cuba en su uniforme lleve en el hombro el ana-grama de Cuba? ¿Es imposible que un niño lleve en su pañoleta el escudo de su patria o el perfil de Martí? ¿Es punible que a un atleta que llora cuando ve su victoria olímpica le ofrezcan la bandera, para que la coloque sobre su hombro y corra emocionado? No, de ninguna manera. Hay difer-encias, he ahí la cuestión.

Leyéndolo y también escuchándolo en varias ocasiones, tengo dos frases que me gustaría unir. Usted decía que “el subdesar-rollo genera como mal terrible el olvido” y también ha dicho que “hay que ir a los jóvenes” ¿Cómo combinar en la acción de todos los días ese preservar la historia, los monumentos, nuestras pro-pias vidas y, por otro lado, creer en los jóvenes que es creer tam-bién en el futuro?

Empecemos por ahí, primero no creer que “tenemos” a la juventud cuba-na. A la juventud cubana siempre hay que conquistarla, los jóvenes son siempre nuevas generaciones, nuevas, nuevas y nuevas…Hay jóvenes que nacen viejos, tú los ves y actúan como viejos mentalmente. Es una cuestión genética. Y hay jóvenes para toda la eternidad. No muestran una actitud juvenil ridícula, sino una actitud juvenil consecuente: arres-to, carácter, esfuerzo, sonrisas, capacidad creativa. Esa es la juventud, poder, energía, fuerza, voluntad de conquista.

Ahora, a eso hay que darle un contenido y una ética. Sabemos por el propio Fidel, en la amplitud de su doctrina política, que en ese concepto caben todos, porque debemos llamar a los virtuosos y a los que no lo son y atraerlos a nosotros y conquistarlos. Porque si no, ¿qué podríamos decir de algunos hombres que entraron en la historia por el camino equivocado y se transformaron luego en otros?

San Pablo, perseguidor de cristianos a las puertas de Damasco, se con-vierte en lo que luego fue: el Apóstol de los gentiles. Máximo Gómez, qui-en combate contra los suyos en la Guerra Civil Dominicana y no ve claro que el camino era el de Gregorio Luperón, se convierte en un libertador y muere como un gran libertador de América, despreciando todo poder que no fuera el de la gloria conquistada al conocer las contradicciones esclavistas y la sociedad brutal que había instaurado España en Cuba. O Braulio Coroneaux, quien se había alistado en el ejército de Batista y luego dispara en el Moncada y muere luchando por la Revolución.

Siempre hay una posibilidad y eso es válido para todos los jóvenes y para todo el que quiera venir y seguirnos. Ese debe ser el llamamiento ¡vengan todos a nosotros! Con sus singularidades, con sus características. En un mundo tan pluralista como el actual, nadie tiene el monopolio absoluto de la razón, por eso Fidel previó que en esta Revolución debía caber todo aquello y todos aquellos que tuvieran la posibilidad de construir con ella y de hacer con ella. Ese fue el espíritu de Mella, el fundador. Ese fue el espíritu de Frank y de Abel, de los cuales hay que hablar más.

Entonces, para mí no cabe duda, hay que conquistar y en esa voluntad de conquista entran todos los valores, los mejores valores cristianos, los me-jores valores marxistas, los mejores valores de todos aquellos que luchan por un mundo mejor, que creen en la solidaridad, en el amor entre la gente, en la capacidad del sacrificio, en la utilidad de la virtud y el futuro, como decía Martí.

¿Cómo combinar ese mirar al futuro con el preservar el pasado?

No se puede ir al futuro sin el pasado. Hay que mirar atrás y ver de dónde vinimos. Cuando me refiero a que el subdesarrollo tiene como mal fundamental una especie de amnesia, es que siempre hay que comenzar de nuevo. Hay una especie de olvido de lo pretérito, un alzhéimer social. Se recuerda lo inmediato pero no lo pretérito, se vuelve a inventar lo ya inventado, se manifiesta como novedad lo que ya otro descubrió. No, un 10

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momento…Tengo que ir a José Agustín Caballero, el tío de José de la Luz que reformó la enseñanza en Cuba. Tengo que ir necesariamente a Heredia, porque así le dice Martí. ¿Acaso fue él quien sembró en nosotros ese amor a Cuba? Tengo que ir a Varona y a Luz y Caballero, tengo que acudir a ese sentido pleno de la educación y de la cultura. Tengo que apelar a la ciencia cubana.

Me pregunto: ¿Albarrán? ¿Cómo podemos olvidar a ese joven brillante o a Finlay por algo más que el descubrimiento del agente transmisor? Finlay era un gran médico, no descubrió eso por casualidad. A Poey, a Romay; y así podemos entender a los que han aportado, a los que han hecho hoy. Y entonces, sobre ese fundamento, Cuba es Cuba.

Cuba no es una improvisación de unas cabezas calenturientas, no es una invención de Martí como ha dicho un perverso. No se trata de una acumulación de anécdotas. Cuba es algo más que eso. Un fotógrafo vino ayer y me dijo: “he querido traerle mi carpeta”. La abrí y me quedé deslumbrado, porque estaba frente a un verdadero artista. Y me dijo: “Mire, esta la tomé en el Abra del Yumurí; esta otra en Oriente, con el ciclón, iba detrás con la cámara y el botero se detuvo para contemplar el paisaje y me dijo, muchas veces he visto esto, pero nunca lo he visto como hoy”. El deslumbramiento del país en un primer hecho; segundo, el concepto de la Patria. El concepto de que existe algo entre nosotros, una inquietud, una emoción, y que nos lleva a pensar que somos cu-banos, y que como dice Martí, es ese dulcísimo misterio, esa ternura, que hacen que una palabra adquiera esa dimensión especial para no-sotros en cualquier parte del mundo: cubano.

Y lo tercero, una nación, un estado de derecho, una búsqueda de la per-fección, una búsqueda de la rectificación, del cambio, un ansia verdadera que no puede convertirse en consigna de que aquí sobrevenga como fruto del trabajo del cubano la necesaria prosperidad. Porque nadie da lo que no tiene, necesitamos prosperar, producir, para no depender de nada ni de nadie, para poder tener relaciones paritarias con todo el mundo.

Sobre todo somos herederos de una espada flamígera que se formó como la de Vulcano, en una fragua de dolor y sacrificio. Yo estuve con Fidel aquel día frente a la embajada estadounidense: los que vamos a morir te saludamos, era nuestro sentimiento. Y lo creíamos de verdad, que esta-ban ahí, pero no vinieron porque no quisieron. La espada está ahí, yo la levanto, créame. Pensaba anoche en un momento de insomnio en el día en que me trajeron la bella reproducción de la espada de Bolívar que está en la Casa del Libertador. Cuando comenzó uno de los eventos más vivos de nuestra historia y la presenté al público, tuve la tentación de desenvainarla, y levanté aquella hoja y me dije: “levanto esta espada, sé nuestro amparo contra el enemigo, álzate en medio del campo de batalla y defiende a nuestro pueblo”, recordando las palabras pronunciadas en el congreso memorable del Partido en Santiago, cuando bajo una lluvia torrencial se invocó a los muertos para que defendieran este suelo.

Creo, Randy que nuestros muertos defendieron este suelo, y que es ver-dad lo que está inscrito en el monumento a Antonio Maceo. Casi nadie comprende, pero en el monumento que mira a la tierra cubana hay una serie de figuras que se enmascaran en medio de velos y de las olas del mar, empujando un bote al agua. Ese bote es Cuba y los que llevan el bote al agua, según lo que quiso el escultor italiano Doménico Boni repre-sentar, son los espíritus de los muertos que la llevan al agua, dándole la promesa a Cuba de que esa barca llegue a su destino.

Eusebio, usted es un cubano universal, por su pensamiento, porque ha podido recorrer buena parte del mundo, y porque ha recibido también de ese mundo merecidas distinciones por todo su trabajo patrimonial. Hablaba de Cuba y la universalidad, este pequeño archipiélago que Martí dijo que sería el equilibrio del mundo, y que Fidel la convirtió de un país a un actor internacio-nal. ¿Qué es lo que nos distingue a los cubanos dentro este uni-verso? ¿Cuáles son las cosas que tenemos que preservar? ¿Cuáles son los desafíos que tenemos por delante?

Es una pregunta realmente difícil, porque nunca puede llegarnos a no-sotros la idea de que somos mejores, o que somos diferentes; pero en

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realidad diría que es un poco como cuando tú recorres Cuba de San An-tonio a Maisí y constatas cómo el acento, nuestra forma de hablar, muta; vemos cómo la arquitectura y aun el paisaje cambia, y la isla es como una especie de maestra inicial de cómo debemos asomarnos al mundo en su diversidad y al mismo tiempo en su unidad. La naturaleza, la condi-ción humana en todas las partes, las características singulares que son tan importantes, saber ir de lo general a lo particular y viceversa, es lo fundamental. Lo prueban los cubanos que regresan de otras latitudes y que han ido a prestar servicios desde el Himalaya hasta los bosques de América Central, o las selvas amazónicas, o los que prestaron misiones internacionalistas en África, en el Medio Oriente y son hoy cooperantes por los derechos de estos pueblos. Vuelven enamorados de la bondad, porque han chocado con lo mejor y lo esencial de la condición humana.

Dentro de esa diversidad los cubanos tienen sus características. Por ejemplo, la isla motiva una singularidad, porque la isla que antes fue sep-arada por el mar, ahora está unida por el mar al mundo. Qué trabajo nos ha costado romper esa frontera. Recuerdo que cuando el cerco comenzó llegábamos a un puerto amigo, y nos fotografiaban de frente y de perfil, pero no subrepticiamente, sino a las claras. Era vejaminoso, era terrible; era una de nuestras salidas para poder ir a otra parte del mundo.

Cuando vemos cómo el mundo se abrió y cómo Cuba perseveró; cuando vemos entrar una blanca nave por el puerto rompiendo tantas y tantas ataduras; cuando vemos a los cubanos poseedores de su derecho de ir a cualquier parte del mundo, y comprobar que no es Cuba, sino que a veces la muralla la ponen los otros, nos damos cuenta de que el mundo es com-plejo, pero que al mismo tiempo vale la pena vivir.

Cuando salimos por la noche al Malecón habanero y vemos la multitud sentada en el muro nos damos cuenta de que siempre lo hemos esperado todo del mar, el fresco viento que llega del mar Atlántico; los indígenas que llegaron en sus armadías por el oriente de Cuba; los conquistadores y los descubridores; los asaltantes piratas; las expediciones de naciones enemigas: las expediciones libertadoras; las invasiones mercenarias, y al final de todo esto, nosotros somos y estamos.

Y somos gente hospitalaria, cuando vienen algunos que hacen una visita de una semana y después los veo frívolamente queriendo escribir un libro sobre cómo somos los cubanos confirmo que no han rebasado el límite de lo epidérmico. Les digo: penetren en la familia cubana, conozcan esa es-encia que no se puede perder.

En mi casa recuerdo una visita muy amable de un amigo que llegó en momentos álgidos, y mi mamá era como un resorte, fue para la cocina, y de la exigua cuota de café que recibíamos vino con su tasa y se la puso en frente. Mi amigo, que era un hombre educado, le dijo “ay perdone, pero yo no tomo”. Mi mamá, un poco desconcertada, se la llevó, y le expresé a mi amigo: “Fíjate lo que te voy a decir, esto no es una taza de café, esto es una ofrenda, porque ella te está dando de lo que le gusta y de lo que no tiene, te lo está ofreciendo, acéptalo”, y aprendió la lección.

Quiere decir que debemos ser siempre hospitalarios. No le abrimos la puerta a todo el mundo, eso es mentira, quizás del mundo árabe por el que España nos introdujo, cuando ofrecemos la mesa tiene que ser que estemos convencidos de que el que se va a sentar es un amigo, de lo con-trario lo recibimos en una salita protocolo, en el portal, en un taburete en el patio, o fuera de la casa. Somos además muy celosos de lo nuestro. Aunque queramos ser modernos, solamente la educación y el desarrollo nos ha llevado a ese sentido del compartir y en eso hay que profundizar.

El cubano es bueno por naturaleza, es más fuerte de lo que imagina, está más preparado para pasar trabajo que pocos en el mundo. Nada más que por una sonrisa o un malentendido con un estado poderoso se habría der-rumbado una nación, y este país muerto de risa, con Liborio y su guitarra a la cabeza, se hizo cargo de su situación, la aceptó y sobrevivió.

Ahora nos queda el camino que lo ha trazado Fidel. En el momento en que se va le presta el último gran servicio en vida temporal al pueblo cubano, se acuesta en la trinchera y nos convoca: vengan y únanse, que la única forma de salvarnos es perseverar. Por último, deshace todas las 12

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concepciones que sobre su persona, su psicología y su espíritu han tenido sus detractores. No quiero busto, ni monumento, ni estatua, ni sello de correo, ni plaza, ni calle con su nombre, y hace un desafío a la frivolidad de los frívolos y se convierte en algo más importante.

Él sabe cuán difícil es la mente de los hombres y la evolución de las socie-dades, y cree como Martí que lo más importante son las ideas, y eso es lo que hay que defender, las ideas. Esa es a partir de hoy la más importante joya de los cubanos, su legado martiano, su legado por ende cubano. Un legado íntegro en Martí, íntegro en Fidel, que se une creando una fuer-za de pensamiento y de cultura, que aun en los necesarios errores y ex-travíos de los hombres y de los procesos políticos, emerge con una fuerza y vitalidad, para mí incontestable.

Fidel se nos fue físicamente, está reposando en esa piedra casi en forma de grano de maíz, en Santa Ifigenia, pero sus ideas andan volando por aquí, en todos lados. ¿Qué legado, además de ese profundo pensamiento martiano que usted nos hablaba, nos deja Fidel y qué tareas pendientes tenemos nosotros los cu-banos con Fidel?

La tarea es la obra de todos los días. Había una costumbre aquí el día de las madres de ponerse una flor roja por la madre viva, una flor blanca por la madre muerta. Para mí siempre fue todos los días en cuanto a la madre viva. En cuanto a la madre muerta, la recuerdo todos los días.

El mejor regalo a Fidel, le digo a mis colaboradores, es cumplir todos los días, que no haya reposo, que no haya un solo momento de reposo mien-tras exista una injusticia que reparar en este país o en cualquier lugar del mundo; mientas tengamos una lágrima que enjugar, un pan que lle-var, uno al cual adelantar en el camino. En ese camino y en esa posición es como único admito la idea que se repite: “Yo soy Fidel”. No, yo no soy Fidel, yo quisiera ser como él, pero verdaderamente él fue excepcional. La única forma de perpetuarlo es hacer eso, y yo pienso que él nos dejó ejemplos suficientes.

Fidel fue un hombre, no lo olvidemos, y hay que admitirlo como un hom-bre y como un hombre cubano. Como tal hay que verlo y aceptarlo, y él se dio cuenta que como hombre era perecedero, y que como cubano en esta dimensión sería inmortal. Esa inmortalidad está metida en las palabras que no lejos del lugar en que le rendíamos tributo póstumo en el mon-umento de la Plaza de la Revolución, se inscriben con letras de oro, un pensamiento de Martí: “Si no existe un mundo a donde vayan los muertos la vida sería una mascarada bárbara”.

Pues bien, Fidel está para los que creemos en un mundo en el que nos en-contraremos, está para los que no creemos y para los agnósticos en espíri-tu, pero está entre nosotros. Porque el espíritu es la palabra y es la obra, la obra que se hizo bien, la que no se pudo hacer mejor y la que se quedó por hacer. Ahí está el desafío, ver en cada cubano un cubano. Ver en cada uno toda la dignidad del mundo, extender la mano a todo el mundo y aun cuando la mano parece sucia, dar un abrazo; cuando nos piden caminar 100 pasos caminar diez cuadras. Quiere decir, para ser como Fidel hay que saber ir más allá, hay que saber trascender, y solamente así encon-traremos el camino, el derrotero.

Decían en la Edad Media que en lo alto de una montaña crecía una rosa extraña, la rosa de Lil, y un enamorado para conseguirla tenía que sub-ir al montículo, buscarla y traérsela a la novia. Hay que saber subir a la extraña montaña, lograr encontrar al amanecer la rosa de Lil, y traérsela a la novia. La novia de Martí y la novia de Fidel, la novia suya y la mía es Cuba.

Usted decía de Fidel en un emotivo homenaje unas palabras como estas: “Raras veces se puede reunir el esfuerzo de la mano; es decir la mano que empuña y al mismo tiempo las ideas que la gobiernan”. Tengo en la visual la linterna del Capitolio, la que se está restaurando, la que está siendo llevada a la posteridad por esa extraordinaria obra de restauración. Me gustaría pensar de usted igual que usted pensó de Fidel, porque usted ha sido al mismo tiempo pensador y creador, ha sido intelectual y ha sido constructor de una obra. ¿Está satisfecho con la vida, con su vida? ¿Cuántos sueños le quedan por hacer a Eusebio Leal? 13

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Francamente no, me obsesionan muchas cosas. Primeramente, a mí me gustan mucho las cosas bellas, amo los libros, las esculturas, las cosas antiguas, amo las mujeres bellas, los niños. Aunque soy un poco hero-diano después de mis relaciones con ellos, no quieras ver la cantidad de niños que saludo.

De pronto el tiempo pasó y se me fue con tanta rapidez que parece que todo fue ayer. Cuando cumplí 18, cuando cumplí 40, cuando cumplí 50. Esta vida en estas formas, en que se puede tocar, comer, vivir, recitar, mirar, es una. La otra es una incógnita. Para Fidel, que era agnóstico ab-solutamente, era una incógnita y siempre decía: si tuviera otra solución la vida me encantaría. Él no la veía, yo trato de verla, este es un bonito recuerdo de mis relaciones con él.

Sí me gustaría haber tenido otra vida. Es más, hace muchos años dije que para poder terminar las cosas que quería me haría falta una otra vida que ya había pedido prestada y desgraciadamente hasta ahora el presta-mista no ha aparecido. El tiempo se va y hay dos cosas que quiero dejar terminadas. La primera: un raro y bello monumento a Martí que está en la ciudad de Nueva York, que fue un regalo de Cuba. Estoy contando día a día el dinero que me informan llega de manos diversas para lograr realizar la reproducción exacta, y lograr traer esa romántica, bella y ex-clusiva estatua de Martí a La Habana el próximo año.

La segunda: ver iluminarse la lámpara del Capitolio. Pero fíjate, hubo algo en el Capitolio que quedó inconcluso. El arquitecto Félix Cavarrocas ordenó sembrar bajo el Capitolio cientos de troncos de jiquí para sostener en un suelo al parecer poco resistente una cúpula de miles de toneladas. Creó una cripta y en el año 53 se hizo una parafernalia para llevar allí los restos de un mambí que nunca fue, porque el fundamento tenía que ser el soldado libertador, anónimo, que fue a combatir y a morir por una libertad con la cual soñaba.

Entonces, por voluntad del General Presidente Raúl Castro, se llevarán allí las cenizas del mambí y se colocarán en los cimientos del Capitolio. Mañana, cuando esta entrevista esté publicándose, habrán colocado la lámpara votiva maravillosa de mármol rojo y bronce, donde se va a encender en su momento la llama, y para marzo del próximo año estará colocado ya el cenotafio, y podrán venir las cenizas de un mambí descon-ocido. Ese lugar misterioso está rodeado de todas las banderas de las naciones latinoamericanas que arropan el sueño existencial de Cuba. Es en lo que creo con una gran fortaleza. Si como un pequeño grano de are-na en el mar inmenso mi trabajo ha servido para algo así, habría valido la pena.

Como amigo y como cubano le deseo mucha más vida para que pueda hacer esos sueños, y para que pueda hacer otros muchos, que son también los sueños multiplicados de nosotros, que quere-mos que no solamente sea pan la vida, sino también belleza, como usted nos dice.

Muchas gracias por todo lo hecho, muchas gracias por lo que sé que va a seguir haciendo Eusebio, y muchas gracias sobre todo por haber terminado este 2016 con nosotros en esta Mesa Redon-da.

A nuestros televidentes, feliz 2017, año nuevo, y nos seguiremos viendo por acá. Seguiremos hablando de Cuba y el mundo, de lo que tenemos que hacer, de lo mucho que nos falta, y también de ese nuevo mundo que tenemos que construir y que hay que ha-cerlo como dice Eusebio todos los días.

Transcripción: Yanet Muñoz, Maybel Potrillé, Dayana Lourdes Puertas y María del Carmen Ramón / Mesa Redonda / Cubadebate

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La Habana me llevó la vida

Buenas tardes, Eusebio, y gracias por recibirnos acá en esta Lonja del Comercio, sede de la Dirección de Comunicación de la Oficina del Historiador de la Ciudad que siempre tan

gentilmente nos acoge para algunas entrevistas como esta que hemos tenido la oportunidad de realizar.

Gracias Randy, nos hemos pasado la vida por muchas motivaciones cer-ca de la Mesa Redonda, en tiempos arduos, allí, y en muchos momentos claves para la historia de Cuba y de la ciudad, junto a ti y el equipo de la Mesa.

Estoy muy contento y muy alegre de haber podido llegar a este 499 aniversario. Yo no lo pensé; pero aquí estamos, y cuando digo estamos uso el plural porque son muchas las personas que a lo largo de los años han sostenido ese proyecto, que es un proyecto maravilloso, un proyecto de sueños, que era reunir lo inmaterial, lo intangible, con lo palpable, con lo cierto, darle un sentido a la monumentalidad de la ciudad, a sus mu-seos, a sus calles, y sobre todo, lo más importante, que la gente sienta el orgullo de La Habana, cuya historia amerita que sientan ese orgullo.

Hay historias conocidas Eusebio, pero que siempre merecen la pena contarlas cuando se celebra un cumpleaños como este, el 499 de la ciudad. Tengo entre los tesoros que guardo en mi ofi-cina un libro suyo, Fiñes, la visión suya de niño, de la primera juventud, sobre el amor a La Habana, el amor a la Patria. Decía Fernández Retamar que la Patria es la niñez y siempre eso nos lleva un poco a pensar cómo vemos la Patria, cómo la Patria se nos creó desde niños. ¿Cómo recuerda La Habana, cómo era La Habana de Eusebio Leal cuando niño?

Esas crónicas se escribieron para el periódico y agradezco mucho como la directora del periódico Granma ha ido tomando algunas de esas crónicas para muchos años después darlas de nuevo a la im-prenta.

Esas crónicas las llevé de noche al periódico. En esas noches del periódico que eran tan especiales porque allí se reunía una parte de la dirección de la Revolución, casi todas las noches. Y yo llegaba con mis pequeños trabajos, ya con estos especialmente dedicados a esas pequeñas memorias y otros que tenían que ver con conmemoraciones cubanas o de Cuba con el mundo.

Las crónicas nacieron de una rememoración casi obligada del lugar donde nací y viví. En realidad nací en el hospital América Arias, la ilustre capitana del Ejército Libertador cuyo nombre lleva ese hospital en G y Línea, pero mi casa, a donde regresamos, fue la calle Hospital 660 y era un barrio del barrio de Cayo Hueso, un barrio muy activo en el cual la casa donde nací es una casa de vecindad como se llamaría después, un solar donde las puertas estaban divididas, estaban nunca cerradas sino con una cortinita, las personas pedían permiso para hablar detrás de la cortina y para entrar a la habitación. Y ese fue el barrio de la escuela, el barrio de los compañeros de la escuela, los hijos de obreros: Lucía la hija del cartero, Hortensia, su padre era también obrero.

Todas estas personas arroparon mi infancia, una infancia ardua ya que mi mamá era conserje de una escuela pública, y en esa escuelita a la que ella me llevaba escuché las primeras nociones de lo que serían en un futuro conocimientos y letras. Pero mi maestra fue más bien una señora muy mayor, Blanquita, como le llamábamos todos, nos sentaba en uno 15

Entrevista transmitida el 16 de noviembre de 2018

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bancos a leer y allí nos explicaba la cartilla, y así fue el comienzo; el patio y sus símbolos, el patio y sus fiestas, el patio y sus tristezas compartidas, el patio de todos los acontecimientos de aquella época.

La niñez estaba marcada por la época que La Habana vivía los episodios de lo que se llamó el gansterismo y de vez en cuando sobresaltos muy cer-ca del hospital donde ocurrieron crímenes en La Habana, batallas de gru-pos delincuentes. Una de las cosas más interesantes es que allí a la casa acudía un anciano vestido de blanco con su gran sombrero y nosotros nos beneficiábamos de su amor porque él nos repartía las tarjetas para ir al Palacio Presidencial, el 6 de enero era el Día de Reyes y el 24 de diciem-bre la noche buena. Objetivos: primero los juguetes y segundo una jaba llena de golosinas para la familia. Tan pobres éramos.

Todas esas imágenes de La Habana, el carnaval, del incendio, del hiele-ro, del vendedor de la leche, del carnaval de la ciudad con su comparsa y sus personajes tejieron el mundo de la belleza. Y también fue La Habana de la insurgencia revolucionaria con sus figuras más relevantes, la pre-sunción de que la tierra estaba temblando debajo de nuestros pies y todo lo cual finalmente eclosiona con el primero de enero, la salida de las som-bras de la milicia revolucionaria. Recuerdo la sexta estación de policía, a donde llegamos con nuestros brazaletes y nuestras botas, y recuerdo aquel traje; y en el fichero, las fichas de Fidel y de Raúl, las fichas en el fichero de las personas que estaban bajo esa condición en las estaciones policiales de La Habana.

Ese Eusebio del 59, 16 años tenía. Cómo salta de Cayo Hueso a La Habana Vieja y llega a la Oficina del Historiador, conoce a un hombre tan importante como el Dr. Emilio Roig y aprende a querer a La Habana, a creer en La Habana y a ver un poco por los ojos de Emilio Roig. ¿Qué dejó Emilio Roig en el alma de Eu-sebio Leal, cómo llega hasta hoy en usted?

Eusebio: Primeramente, muchos tienen la idea de que yo fui uno que atravesó francamente el camino hasta llegar a los grados académicos. No, en realidad cuando triunfa la Revolución por razones familiares, económicas y mil razones yo no tenía alcanzado ni siquiera el quinto grado. Nunca más pude volver a la escuela y cuando el 26 de julio del 59 pude hablar en un acto frente a la Normal de Maestros, el presidente del gobierno de la ciudad, que eran los comisionados municipales en ese momento, me llamó y dijo: ¿quién es ese muchacho? Y me invitó a visi-tarlo al lunes siguiente. Yo estaba buscando en el almanaque para ver exactamente si era lunes, martes, miércoles. El caso es que llegué a la puerta de aquel edificio que veía por vez primera; aquel Palacio de los Capitanes Generales donde iba a estar mi destino, que era la munici-palidad de La Habana.

Allí vi salir y entrar a gente de todas partes y de pronto me convertí en un empelado del Gobierno de la ciudad de La Habana; pero un empleado iletrado. Cuando me ofrecieron pasar a inspector del Departamento de Ingresos, solo en una Revolución pasa eso, el mundo estaba patas arriba y se abrieron todas las puertas y oportunidades. Lo primero que dijeron fue la educación obrero-campesina. Asistí rápidamente a la vida cultural que proponía la ciudad a partir del trabajo con la extensión universitaria que proponía el municipio: los ciclos de cine, la biblioteca pública -de niño el amparo cultural de mi barrio había sido la biblioteca de la Sociedad Económica Amigos del País. Y después mi mamá me llevaba a las casas donde trabajaba, y en las casas, en algún lugar descubría una biblioteca y leía muchísimo. Como te das cuenta la educación fue como trunca, resul-tado, nunca más pude volver a la escuela.

Pero un día, el Secretario General de la CTC, que era Lázaro Peña, me entregó el certificado de sexto grado. A partir de ahí vino la alfabet-ización, los cortes de caña y café. Todo lo que rodeaba en ese momento las expectativas del gran movimiento que la Revolución alentaba, sobre todo, para los jóvenes: todas las puertas abiertas, todas las murallas rotas. Y a partir de ese instante supe, al empezar a trabajar, que muy cerca, en la Plaza de la Catedral estaba el hombre que tú mencionabas. Entonces fui a allí, porque a mí me fascinaba la Historia de Cuba, la historia de La Habana, la toma de La Habana por los ingleses y todas 16

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aquellas fantasías. Me enfrenté de pronto al gran hombre que estaba sentado sobre su mesa ya tocado por la enfermedad y por el tiempo y a partir de ahí recibí los libros más preciosos que la Oficina publicaba, las conferencias se trabajaban solamente en el municipio.

También como inspector de ingresos y de tributos tenía que ir a distintos lugares de la ciudad. Así conocí Diezmero, Diez de Octubre, caminaba enormemente para llegar a las direcciones. Tuve que entrevistarme con personajes increíbles de la época que por extraño que parezca adeudaban al fisco y no pagaban sus impuestos, sobre todo, el que me tocaba a mí, el impuesto territorial. Éramos como el símbolo de la honestidad de la Revolución. Solamente en el primer año de la Revolución se construyeron 53 escuelas en la ciudad de La Habana y hubo un arquitecto, Cesáreo Fernández, un hombre importantísimo en esa etapa que murió trabajan-do. Y gracias al programa de extensión universitaria, de extensión cultur-al llegaron las tarjetas para ver los grandes ciclos de cine, de pintura. Y así comenzó el gran camino hasta hoy.

Entonces Roig jugó un papel muy importante. Tras su muerte en 1964 fui a allí junto a su Oficina y cuando él se derrumbó a su enfermedad, siendo todavía un hombre capaz y poderoso que había escrito obras cap-itales para cultivar el sentimiento de dignidad nacional y el sentimiento cubano, martiano y antimperialista, entonces bebí de esa fuente. Él no tuvo la posibilidad de participar en la restauración. A él le tocó enfren-tar la batalla por impedir la destrucción de la Iglesia de Paula para la ampliación del ferrocarril, la batalla por preservar el monumento donde los estudiantes de Medicina fueron ejecutados, la gran pelea por la demolición de la antigua universidad o la gran pelea por colocar la es-tatua de Céspedes en la Plaza de Armas cuando en realidad solamente había un pequeño busto de Céspedes que la maestra Hortensia Pichardo y su esposo Fernando Portuondo habían colocado en el Instituto de La Víbora. Entonces ese sentimiento cespediano, martiano, cubano, bebí de esa fuente.

De esa fuente, por supuesto, son los combates de Eusebio Leal por preservar la única calle adoquinada que queda por La Ha-bana Vieja, ese monumento a Céspedes que es su Diario Per-dido, que llevó a un niño de quinto grado a ser Licenciado de la Universidad de La Habana y después Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana por esa monumental obra. Un hombre que en poco tiempo luchó contra muchos demonios y contra las propias aprensiones y llegó a ser el Historiador de La Habana Vieja, el Historiador de la Ciudad. Cuando le dijeron que tenía esa responsabilidad y usted emigró para La Habana Vieja, esta que tenemos ahora por aquí que no se parece en nada quizás a la de aquellos tiempos, ¿qué pensó?, ¿tenía fuer-zas para enfrentarse a lo que venía adelante?

Esa historia es muy complicada, porque fue una historia de mucha con-frontación, fue una época difícil donde todo parecía estar ya en su lugar y de pronto irrumpí como uno que no estaba invitado, y de pronto se podía convertir en una batalla por mucho tiempo. Por eso hoy le recomiendo a mis colaboradores, mis discípulos, que no se empeñen nunca en otras batallas que no sean aquellas que consideren de principios.

Hay dos cosas: la primera fue cuando con motivo de la inauguración del busto de Simón Bolívar en el Palacio para lo cual fue señalado por el Partido el venerable Juan Marinello, con el cual llegué a tener una amistad entrañable. Fidel llegó a aquel acto y yo, hechizado con la idea y con lo que le conté entonces, empecé a soñar con salir del Palacio y buscar a través del testimonio de Alejandro de Humboldt, buscar la calle de madera que estaría debajo de aquel lugar, según testimonio de Humboldt. Y entonces Fidel se fue e inmediatamente maquiné para de-struir la calle y le pedí el apoyo al presidente del gobierno de la ciudad que en principio nos lo dio. ¿Pero qué ocurrió? Que todavía por allí cir-culaban vehículos, camiones, carros, en frente estaba el Consejo Nacio-nal de Cultura. Cuando ya tenía la calle rota y había encontrado unos pocos adoquines de madera resultó que llegaba una importante person-alidad y le pidieron al Presidente del Gobierno que era José Antonio Alonso, gran compañero, gran amigo, gran revolucionario, que la calle 17

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no podía estar rota. Entonces él me dijo que complaciera a aquellas personas, que había que cerrar la calle. Entonces aquello fue un corre corre y me amenazaron con que a la mañana siguiente vendrían, como vinieron, los camiones a echar concreto y a acabar con eso allí. Y cuan-do allí encontraron más abajo las tumbas de muchos personajes de la Parroquial Mayor que estaban subyacentes como una cosa arqueológica debajo de la Plaza de Armas. Entonces yo salí esa mañana, y como decía Martí hay que poner un poco de locura en la cultura, y me acosté en la calle. Cuando avisaron que yo estaba haciendo aquel acto de desobe-diencia un poco escandaloso vino alguien a persuadirme y vino con un amigo entrañable mío con el cual tendría además una relación de ad-miración, el arquitecto Mario Coyula, que era arquitecto de la ciudad, y me dijo: Te tienes que levantar. “No, yo no me levanto.” Y me dijo, sal que si tú sales yo te prometo que después que pase esa visita volverán a hacer excavaciones arqueológicas. Eso fue así.

Entonces esa época de salir a dar pasos, recuerdo El Templete, cerrado siempre, se abría una vez al año, el 15 de noviembre durante la noche. Al triunfo de la Revolución se había plantado una nueva ceiba y entonces durante la madrugada se abría El Templete, pero las pinturas estaban casi calcinadas por el calor del encierro. Y entonces lo persuadí a él y él estuvo de acuerdo en que debía abrirse todos los días y que debía cele-brarse el aniversario de la ciudad de La Habana y así se celebró el 450 aniversario, hace exactamente 49 años, próximamente hará 50 años de eso, que coincide con 50 años de trabajo en la Oficina y con 80 años de fundada la Oficina por el Doctor Roig.

Creo que agradezco a todo el que sirvió y apoyó, aun discrepó; al final, como es lógico, no es una obra perfecta, defectos tiene que tener y som-bras tiene. Yo mismo debo hacerme esa confesión al final, es necesario pensar que nada es perfecto y que en nuestro propio trabajo fue necesa-rio aprender a veces de aquello en que nos equivocamos, de lo que no fue oportuno, de lo que se anticipó al tiempo, como decía Dulce María Loynaz en un memorable poema, no es tiempo para las rosas y es pronto para el invierno, por ahí anda la cosa.

Se habla mucho también no solo de esa anécdota de Eusebio, se habla mucho también del Eusebio que con ropa de trabajo, car-retilla en mano, estuvo presente en toda la restauración y sal-vación del Palacio de los Capitanes Generales, el hombre que no solo es capaz de liderar grandes ideas para La Habana Vieja, sino que se pone allí junto con los constructores. ¿Por qué ese afán de Eusebio? Un intelectual de su talla, a lo mejor pensaría, desde aquí arriba se ve muy bien todo lo que se está haciendo allá aba-jo ¿Por qué es estar con el obrero, promover los oficios, por qué sentirse no solo un diseñador sino un hacedor real?

Eusebio: Había que reconstruir primero y en medio de esa reconstruc-ción un día se da aquello que Fidel había creado de visitas al barrio. En esa época Fidel andaba en los yipis por todas partes. Entonces me puse de acuerdo con el guardián del Palacio de los Capitanes Generales, un gigante tuerto. Nos acercábamos al Centenario del 10 de octubre, había una comisión nacional creada. Le dije, solo tú puedes salvarme, si esta madrugada aparecieran los tres yipis y Fidel te preguntara qué está pasando ahí, que hay esas montañas de escombros y de cosas, ¿qué tú le dirías?. Bueno que están haciendo un museo.

A la mañana siguiente me enteré de que él había tenido la visión que yo le había comentado y la había convertido en realidad osadamente y todo el mundo hablaba y algunas personas de que habían visto a Fidel. Eso se lo pude yo contar después a él y le pedí perdón, pero esa dimensión había salvado el proyecto de inaugurar la primera sala del museo en ocasión del 10 de octubre del año 1968 y que el objetivo era reunir en una sala la Historia de Cuba, en una sala que se llamó la Sala de las Banderas.

Por esa época se construía todos los días y el traje gris nació de la ropa de los médicos que iban a la montaña y me pareció la ropa más adecuada para trabajar en una obra de construcción y sobre todo porque mi mamá debía lavar todos los días la camisa más no el pantalón que me debía du-rar varios días, y así nació esa ropa. Hoy día al visten nada más que dos personas, el Doctor Chomy(*) y yo.

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Una noche en la universidad en curso para trabajadores el Rector entonc-es me dijo, hasta los 60 años todo tiene que ser académico para que nadie te diga que estas cosas las regalaron porque la educación es algo muy serio. Y entonces pude ir a la universidad y llenar los grandes vacíos y las grandes lagunas que todavía hoy trato de llenar. El camino escogido fue ese, a las estrellas por el camino de la aspereza. Se persuadió a muchas personas, se forjó un movimiento, se multiplicó en personas. Fue necesa-rio hablar con los ancianos, con las personas.

Un día estaba en una barbería y se presentó una anciana: ¿Leal está ahí?, y yo puse un rostro descompuesto y molesto. Me levanté y dije; Dígame señora, qué usted quiere. “Yo estaba rompiendo estos papeles y he venido a traérselos”. A partir de ese momento y de lo que ocurrió después nunca me aparté de la idea de que en mi trabajo, en nuestro trabajo, había que tener la cabeza fría y la mano caliente. Cuando lle-gué a mi oficina y abrí los papeles, entre los papeles había una carta que terminaba así: “Quien intente apoderarse a Cuba, recogerá el polvo de su suelo...”.

Fidel fue la figura que me dio la señal de que la voluntad política del Es-tado era preservar la cultura y la cultura material contra viento y marea, cosa que después escuché decir con palabras de reafirmación en un mem-orable encuentro en la UNEAC, esa fue su palabra. Y después un día se reía mucho cuando le conté que mi armadura estaba llena de golpes, de hachas y de espadas y como él sabía todo lo que había pasado se rió muchísimo. Y después recuerdo aquel memorable año en que en la For-taleza de La Cabaña había un gran debate sobre el poeta Juan Clemente Zenea aclarado por Cintio Vitier en un memorable ensayo. Entonces se entregaba por vez primera la Réplica del Machete de Máximo Gómez en el Castillo, y allí, sobre aquel lugar, el General de Ejército determinó la tarea de reconstruir La Cabaña primero y El Morro después. Quiere de-cir, que han sido inseparables para mí en la memoria las grandes figuras a las cuales me tocó servir con humildad y con lealtad.

¿Para usted qué significa haber trabajado incansablemente por preservar el patrimonio de esta Habana? ¿Cuánto puede haber impactado en la vida de los habaneros y de los no habaneros que han venido a esta ciudad esa obra monumental desarrollada por usted y sus colaboradores?

Sin la Revolución todo se habría perdido, porque aquí casi todo estaba sentenciado por el desarrollo inmobiliario a desaparecer. Quedaban al-gunos sitios. Después escuché unas palabras como: ustedes no saben lo que tienen. Sí, claro que sabemos lo que tenemos. Lo que había era que tener ese sentido de continuidad de la obra de muchos precursores que lo diseñaron desde la academia o trabajaron incansablemente por hacerlo realidad en obras que cuando vemos hoy el fruto de lo que se ha hecho, sobre todo en este año que casi termina, pienso en la escuela de Mendive, pienso en las siete escuelas grandes que se ha construido en el Centro Histórico en edificios históricos, la escuela Mariano Martí, la Secundar-ia General Quintín Bandera, la Vietnam Heroico, escuela primaria, la Camilo Cienfuegos, la Ángela Landa, la escuela de Mendive en el Prado, que tiene un tremendo valor moral haber puesto esa ficha sobre el ta-pete. La lucha por rescatar el histórico teatro de La Habana, el Teatro Martí, en ese ambiente donde está recogida la historia del teatro popular cubano, la historia de las grandes aspiraciones de nuestro pueblo. En el momento de su inauguración, después de haber visto aquel pulguero, aquella ruina, era realmente algo venerable. La Basílica de San Francis-co donde ya la música ha hecho olvidar lo que fue antes, almacén, correo y después del triunfo de la Revolución un depósito de mercancías.

Recuerdo la batalla por la restauración de ese lugar y recuerdo el momento en que Fidel se quitó la gorra delante de aquella obra maravillosa rever-enciando los símbolos de la cultura y de la fe. Recuerdo también que miles de personas tienen hoy un techo nuevo y el único decreto que está refren-dado por dos presidentes, por el Presidente Fidel Castro y por el General de Ejército, General Presidente. Esa década fue muy importante porque conforma estos años de arduo trabajo. Después se tendió la mirada sobre el Centro Histórico, se comprendió que había tal caudal aquí y tal concen-tración de valores que si eso se ponía realmente sobre la mesa, sería capaz de cambiar la ruta de la misión que la gente tenía sobre Cuba. 19

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Y es verdad, con el regreso de la Asamblea, con la posesión de la Asam-blea del Capitolio Nacional, el Tribunal Supremo en el Centro Histórico y el revivir los salones de la ciudad histórica, la Casa de Martí, la historia que forma hoy ese entramado.

Ahí entra de lleno la participación popular, la Escuela Taller, por ejem-plo, se fundó con 31 jóvenes y educa hoy a más de 400 bianualmente, de ahí han salido casi 5000 graduados aprendiendo los oficios de la construc-ción que estaban perdidos, oficios artesanales de gran valor. Un día me trajeron una teja escrita en chino y cuando se descifró el texto de la teja hecho por un alfarero chino de los que llegaron a Cuba y estando en un tejado oculta donde solamente los pájaros podían ver aquella inscripción, después de mucho buscar, los viejo chinos de Cantón me dijeron, la teja dice: la mano ejecuta lo que el corazón manda. El mandato del corazón ha sido preservar el patrimonio. Esta persona en última instancia encarna una voluntad política y encarna un sentimiento popular. Y están los que te dicen, gracias, los niños que piden que se repare y que asisten a esa programación cultural mensual impresionante.

Después comenzaron aquellas conferencias para el conocimiento de La Habana Vieja, hablaba desde los balcones a un grupito pequeño de perso-nas. Hoy las Rutas y Andares conducidas por arquitectos, historiadores, comunicadores sociales, supone un movimiento de miles, en familia, so-bre el Centro Histórico. Y se ha vuelto un movimiento nacional, hoy las oficinas del Historiador y del Conservador están en los principales lug-ares de Cuba y se van incorporando nuevas ciudades. Decía esta maña-na la impresión que me causó llegar a Matanzas y ver la impresionante labor que han desarrollado para preservar lo suyo, y exactamente igual Camagüey y Cienfuegos y Bayamo y Santiago. Cuando me preguntan qué pasará después, mañana o pasado, una pregunta que se repite en distintas dimensiones, siempre digo, tener confianza, porque ya Martí lo escribió, tengo fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud, en la vida futura. En la calle están los historiadores, los arqueólogos, los historiadores del arte, los que van a continuar están ya.

Lo que se siembra siempre tiene que germinar, y usted ha semb-rado muchísimo en esta ciudad. Usted ha tenido muchísimo que ver con la restauración de una obra monumental como el Capito-lio, como con una escuela restaurada como con las viviendas de los pobladores. ¿Por qué esa visión de Eusebio de que la ciudad no es solo el patrimonio sino también esa gente que la vive?

Nos preguntamos, por dónde empezar, por las personas individual-mente o por lo colectivo. Fidel, con esa visión que tiene, nos dijo, va-mos a crear un mecanismo que permita generar ingresos y vamos a tratar de que eso se comparta equitativamente en el desarrollo social y comunitario, escuelas, viviendas, hogares maternos, salas para niños discapacitados, centros de salud para los ancianos, asilos de ancianos, residencias protegidas, esa ha sido la visión social. Fue como colocar la palanca del pensador griego, dame una palanca y moveré el mundo. Cuando vean el ejemplo, gustará, porque el ser humano además de vestir y de comer necesita la belleza; es importante que el hombre ame lo bello, que ame la flor, que cuide el entorno, que ame la estatua, que sienta que la ciudad es suya. El que no quiere el barrio, el que no qui-ere la aldea, el que no quiere el pequeño pedazo de nuestro país donde nació es difícil que quiera a la madre grande y a la familia mayor que somos los cubanos.

Soy consciente de que esa obra del Capitolio Nacional solo fue posible por la expresa voluntad del General Presidente Raúl Castro y que Fidel en su momento catalogó como la obra más importante desde el punto de vista constructivo que se había realizado en este país, solamente comparada a las que en otro momento se realizaron cuando se edificaron El Morro o la Catedral de La Habana. Una obra de enorme significación, recordando las cosas que han pasado allí, gratas e ingratas, recordando el velatorio de Jesús Menéndez, o recordando, en el gran Salón de los Pasos Perdidos, yo lo vi, el grupo de los bienes malversados recuperados, sillas, mobiliar-io en aquel espacio, el velatorio de los héroes del Granma que se realiza allí en aquella gran sala. Entonces, la reconstrucción ha sido una tarea ardua que no se habría podido hacer sin haber formado antes a cientos de jóvenes restauradores.

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Esa cúpula de 91 metros de altura que hemos pagado un precio de sangre y de esfuerzo por realizarla, en este momento se está cubriendo con las láminas de oro: la cúpula tal y como fue originalmente, o la gran escultu-ra, de las más grandes bajo techo del mundo, la obra de Angelo Zanelli, el gran escultor italiano, las grandes exposiciones. A partir del día 15 las personas pueden visitar la Sala de las Constituciones con los textos con-stitucionales y la historia de la legislación constitucional hasta hoy, la historia de la bandera y el escudo, la historia de la construcción y sus de-safíos, la historia de los arquitectos y los obreros que la hicieron posible, pero eso es nada más que una ficha en el juego. Cuando tú colocas el Cap-itolio frente al Prado y vez lo que está pasando, ahora vamos a entrar en el Teatro Campoamor, al lado, una obra inducida del Capitolio Nacional, el lugar donde se manifestó uno de los momentos más esplendorosos de la cultura intelectual cubana, ya estamos entrando esta semana, limpiando el recinto.

Abel Prieto decía sobre el trabajo y la restauración que muchos veían solamente ruinas insalvables y que los restauradores veíamos a través de la mirada cosas terminadas. Y esa fortaleza de ver las cosas terminadas y no temerle a las ruinas ni temerle a las limitaciones y ser capaz de luchar para conseguir un objetivo siempre con una mano levantada y sin sen-tirme avergonzado de pedir para una obra pública. Es muy importante que se sepa y se diga que esto es una obra de la nación, nosotros somos los que tenemos la tarea de dar cumplimiento a esa voluntad política, contra el ciclón, contra la penetración del mar que golpeó y destruyó el monumento a Calixto García. Ya se está colocando y en breve estará el caballo del General montado con él en la Quinta Avenida y allí en el lu-gar donde estaba el General el asta con una gran bandera cubana porque eso fue lo que permaneció en el medio del huracán, lo único que preva-leció después del gran desastre. Pues bien, bajo ese símbolo luchamos y bajo ese símbolo nos amparamos.

Ya que habla de símbolos Eusebio, tengo desde aquí una vista hermosa de la ciudad. ¿Es un poco La Habana Vieja esa capital de la unidad? ¿Ha pensado cuando idea las cosas para La Habana Vieja en esa posibilidad de unión dentro de la diversidad que puede dar un territorio como este?

Sí, porque al principio había el interés de muchas naciones en poner casas aquí y decidimos abrir proyectos para establecer puentes con el mundo. Así surgió la Casa de África, a la que Fidel aportó, y el Coman-dante de la Revolución Juan Almeida aportó y el General de Ejército aportó. La Casa de Asia, tan importante, la Casa de los Árabes, tan importante. Estamos viendo tres continentes, tres mundos distintos y al mismo tiempo el detalle significativo de cosas excepcionales que La Habana ha vivido: por ejemplo, la presencia de Bolívar en La Habana aquel 25 de marzo de 1799, la presencia de Benito Juárez en La Habana en dos ocasiones.

Además La Habana Vieja se convirtió en el espacio ecuménico de en-cuentro de las culturas, ahí están las fraternidades africanas, el Sem-inario de San Carlos y San Ambrosio mientras estuvo en La Habana Vieja, la Catedral Católica Romana, la Iglesia Bautista, la Catedral Griega que fue algo tan importante por la relación de los griegos con el mar. Está la comunidad judía más antigua, la comunidad ruso-cubana como un símbolo de la amistad entre Rusia y Cuba y vino el Patriarca Kirill y estuvo en la consagración de la Catedral dedicada a Nuestra Señora de Kazán, que es el símbolo de la Rusia resurrecta de la batalla y que fue inaugurada por Kirill y por el General Presidente Raúl Cas-tro. Tres Papas han estado en La Habana Vieja, esa ciudad que tiene el legado monumental impresionante de su Archivo Nacional que es la historia de América y de Cuba y del mundo y de su relación con el mun-do, que tiene aquí la casa de Martí con los libros del Apóstol y la escara-pela de Céspedes, que tiene en el Museo de la Ciudad la primera bande-ra, el machete de Máximo Gómez, esa ciudad que tiene en el Museo de la Revolución la epopeya de la gesta revolucionaria. Esta ciudad que es como un núcleo, como un corazón palpitante.

Mi corazón está en cada rincón de La Habana, hemos tratado de hacer co-sas en la universidad, que es Plaza de la Revolución, en la Quinta de los 21

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Molinos, que es nuestro centro ecológico más importante, en la Casa del Vedado, en la Casa de las Tejas Verdes en la Quinta Avenida, en el apoyo a cualquier iniciativa que se haga en la ciudad, en cualquier rincón por pequeño que sea. La lucha de muchos años por traer cosas de Cuba, como fue la estatua de Martí de Nueva York o el regreso de la primera bandera de Cuba procedente de los Estados Unidos o del fusil de Antonio Maceo que venía desde Suecia, desde Estocolmo. Quiere decir, buscar y encon-trar donde quiera que esté. Nos alentará siempre esa maravillosa cosa que es la esperanza de hacer.

La ciudad, Eusebio, llega hoy a sus 499 años. ¿Qué le sigue en-amorando de La Habana? ¿Qué le preocupa de La Habana? ¿Qué sombras nos quedan todavía por resolver?

La Habana me llevó la vida. Quizás en determinados momentos siento la nostalgia de que no pude mirar como quisiera a un lado y a otro. Pero hay una pasión que me ha arrastrado y esa pasión ha sido en primer lugar Cuba y en segundo lugar la ciudad en que nací. Siempre he dicho que si me designan en cualquier otro rincón de Cuba, a las pocas horas después de pasar el disgusto, a las pocas horas lo consideraría el centro del mun-do para mí.

Entonces qué espero, espero ante todo que esto no sea una meta a alca-nzar, ni una fecha para olvidarla luego, sino que sea un camino ya inicia-do y apoyar a las autoridades de la ciudad y al Gobierno para continuar con mucha energía pensando en la táctica y en la estrategia a seguir para que eso se vea, que la gente sienta que su ciudad es amada, que es nece-sario defenderla, que La Habana es tan importante para Cuba por su valor simbólico que no es posible tenerla convertida ni que se convierta en un arrabal.

Es necesario el respeto a la ley, a la creatividad, pero dentro de la ley. Es necesario respetarle a la ciudad sus colores, es necesario respetar su altura, es necesario ir introduciendo en ella la modernidad porque tal como están planteadas las cosas la ciudad está como detenida en el tiempo, cubierta por un velo decadente que cada vez que lo rasgamos aparece la ciudad maravilla. Yo no sé qué tiene La Habana, pero todo el que viene a ella se queda prendado de ella y eso a mi juicio, es quizás, la garantía del compromiso.

Randy: La Habana es una ciudad cosmopolita donde están los descend-ientes de sus habitantes originarios, pero también hay muchos que han venido de otras partes del país y de otras partes del mundo y se han asentado aquí en La Habana. ¿Cómo crear entre tanta diversidad ese sentirse habanero? ¿Cómo formar ciudadanos de bien en esta ciudad?

Eusebio: Para mí la capital quiere decir la cabeza. Hay muchos que han llegado por necesidad y no para hacer turismo en La Habana y han con-tribuido como trabajadores. La Habana es la ciudad más plural y más representativa de toda la nación, lo que hace falta es trabajar para esa interculturalidad que consiste en tratar de que florezca el árbol bajo cuya sombra estamos todos. Hay que sembrar cultura de lo verdadero, no cum-bancha; hay días para reír y hay días para llorar. ¡Qué hermoso es una ciudad que recuerda!. Yo creo en el patrimonio compartido, yo creo en la posibilidad de que todos participen, lo que hay que abrirle los caminos, esto comienza en la escuela, esto comienza en la familia, continua en la escuela y sigue en la vida cotidiana.

Yo le puedo asegurar, volviendo al principio de todas las cosas, el orgullo de haber sido cubano según lo que consideraba aquella generación. Yo hay tres cosas que aborrezco, por las que trato de tomar todas las medici-nas posibles, la primera, la ingratitud, lo segundo, la envidia y lo tercero, lo peor de todo y que ataca a veces malignamente a muchos intelectuales, es la vanidad. Yo creo que el ejemplo supremo de lo que es la anti vani-dad es Fidel al acoger para sí las palabras de Martí: toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, yo lo asumo como propio.

¿Cuánta historia queda por descubrir de esta Habana y trans-mitir a las nuevas generaciones?

De la historia Patria y de la historia de las provincias, soy siempre par-tidario de no banalizarla, para divulgarla no hay que vulgarizarla, hay 22

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que estar con la cabeza descubierta. ¿Qué hubiera sido de nosotros en-tonces? ¿Cómo habríamos reaccionado ante la gran epopeya, ante la gran gesta?, que se repite todos los días, porque a cada generación le toca un particular desafío, a la que está naciendo ahora le toca un desafío no menos importante que el que vivieron los padres fundadores, los padres de la Revolución en la etapa que concluye con la victoria y el sostenimien-to del poder revolucionario. Solamente nos queda decir eso, hay un com-promiso, el compromiso por dar a conocer.

¿Cuánto nos queda por descubrir? Es infinito, yo todos los días descubro cosas nuevas, todos los días me avisan de nuevas pinturas murales, de nuevos papeles, de libros maravillosos, de testimonios, de cartas, de fo-tografías, no me canso de leer y por tanto, no me canso de soñar. Como decía Martí, y hay que citarlo mucho a él: Mis versos son como son, a nadie los pedí prestado, cuando he dejado de verlo, he dejado de pintar-lo. Yo creo que todas las escuelas son buenas. Como decía Luz Caballero hablando de Filosofía y de Pedagogía: Cuba tiene que hacerse su propio traje, su propio destino lo hace ella, en comunión con el mundo, pero ella, a nuestra imagen, a nuestra semejanza, a nuestra identidad. Solo así recorreremos el camino que nos falta y la otra generación recibirá como legado la gallardía y el valor con que esta defendió ese destino de las generaciones futuras.

Yo creo mucho en eso, creo en eso. Y bueno, me he convertido un poco en estatua porque ahora cuando venía para acá me para una familia con un niñito, por favor para tomarse una fotografía y me para el otro. Quizás ahí esté el placer verdadero. Algún día, cuando sea un fantasma, como decía mi querida y entrañable amiga Fina García Marruz, quizás las pie-dras me recuerden.

El 16 de noviembre de 2019, cuando le de las vueltas simbólicas a la ceiba allí en El Templete, 500 años. ¿En qué pensará? ¿Qué le deseará a esta ciudad, a su pueblo, a esta Patria?

Qué trabajo costó que se diera ese árbol, finalmente está ahí, las lluvias lo hicieron renacer y ahí está y bajo esa sombra estaremos, felizmente. Aspiro, deseo fervientemente estar, qué pediré, bueno, todo tiempo futu-ro será necesariamente mejor. No soy un predicador del pasado, también he creído que solo se puede ir al futuro desde el pasado. Entonces, daré las vueltas, me preguntan por qué y para qué y digo, es como pedirle a la poesía que se explique a sí misma, es imposible.

Damos la vuelta dándole la mano al tiempo, dándole la mano imaginaria a las generaciones que nos precedieron, dando la mano a las generaciones que vendrán. Quizás para ellas el árbol sea más frondoso y el tronco sea más inabarcable. Pero bueno, al menos hemos defendido el árbol, el árbol es como el sueño, en la cultura china el árbol es importantísimo, porque a él llegan los pájaros y se posan y hacen nido. Que las generaciones futu-ras lo hagan también como lo hicimos nosotros, con sus propios aciertos y desaciertos, pero que hagan su destino.

Si el sembrador no recoge el fruto, lo recogerá otro. Es un gran privilegio cuando se siembra y se puede recoger el fruto. Se ha sembrado mucho, y yo creo que cuando llegue la primavera que será el tiempo futuro, la siembra florecerá.

Gracias infinitas, Eusebio, por esta entrevista, por su perseveran-cia, pero sobre todo por la tanta obra que ha hecho por la Patria. Que tenga mucha salud, que los 500 años lo reciban activo y vig-oroso como está ahora. Salud para usted, salud para La Habana que es la capital de todos los cubanos.

Muchas gracias, Randy.

(*) Se refiere al Dr. José M. Miyar Barruecos (cariñosamente conocido como Chomy), quien fue Rector de la Universidad de La Habana, Secretario del Consejo de Estado y Ministro de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.

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La Habana es hoy un símbolo completo y absoluto de la nación cubana

El pasado 10 de octubre en la noche, se iluminó la linterna de la cúpula del Capitolio Nacional. Era una especie de coronación, en un día de simbolismo patrio, al extraordi-

nario esfuerzo que ha significado rescatar para la nación una obra patrimonial en toda su magnificencia para los habaneros y para los cubanos. Un regalo extraordinario a la ciudad de La Ha-bana en su Aniversario 500.

El artífice de esa obra y de muchas otras que embellecen y hacen grande a esta Ciudad, está de nuevo hoy con nosotros en la Mesa Redonda; es un regalo para nuestro programa en su Aniversario 20 y lo hacemos a apenas un mes de que La Habana esté cum-pliendo su Aniversario 500. Gracias Eusebio por estar de nuevo con nosotros y aprovecho para trasmitirle la felicidad de nues-tro colectivo, y sé que de todos los cubanos, por su reciente ex-altación como miembro honorario de la Academia de las Artes y las Ciencias de los Estados Unidos. Creo que es un premio a su trayectoria y un reconocimiento a Cuba en su persona.

Bueno, Randy primero ahí, un reconocimiento a Cuba. Yo creo que lo más importante a esta altura, y a media altura, y al comienzo del viaje de la vida de cualquier cubano, lo importante debe ser ese sentimiento que el padre Varela expresó de una manera tan bella cuando dijo: “que la Patria no le debe nada a nadie, sino que nosotros lo debemos todo a ella”; esto es lo primero.

Lo segundo: esa obra es la expresión política del Estado de preservar su patrimonio cultural contra toda alternativa. Eso está en la memoria de aquellas palabras memorables de Fidel en la UNEAC cuando habla del papel de la cultura; está mucho antes, cuando él se refiere a lo que ha de ser Cuba en el futuro, un país de hombres de ciencia y de cultura. Porque sin la cultura, no como su forma vulgar “el culturosismo” —que es aparentar que se conoce algo pero en realidad no—, sino la cultura como parte de un acervo familiar común que tiene que ver con lo educativo, que tiene que ver no ya con lo formal sino con lo informal, con el comporta-miento cotidiano del ciudadano ante la ciudad, valga la redundancia, la cívitas, la ciudad.

Se debe mucho también a todo lo que aprendí en esos años de los predece-sores, de los maestros.

Como he repetido, sin colaboradores y sin amigos capaces del mayor sacrificio, no habría sido posible ni ésta ni otra obra. Recuerdo que yo subí al techo del Capitolio y casi todo el mundo ignora, excepto algunas personas, que le tengo pánico a las alturas y yo me sobreponía fingiendo todo el tiempo, para que los trabajadores, el que guiaba el ascensor —que frenaba y seguía de una forma muy rápida— no se diera cuenta que yo

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Entrevista transmitida el 18 de octubre de 2019

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eludía mirar a un lado y al otro a donde estaba el vacío. Iban pasando delante de mí las ventanas del primero, del segundo, hasta finalmente llegar a la azotea y vencer el miedo, el horror al vacío y cruzar al techo, para ver la obra en el techo.

Recordaba mucho a Máximo Gómez cuando en Camagüey en medio de un combate inminente, un temblor le sacude todo el cuerpo y entonces los ayudantes se dan cuenta y él dice en aquella voz tan particular y en búsqueda: tiembla cuerpo que si supiera donde te voy a meter ahora temblarías más.

Y yo pienso que el gran temblor fueron casi 50 años de obras de restau-ración inspiradas en la voluntad de Cuba, en la voluntad de Fidel, y, en el caso del Capitolio, como una voluntad expresa del general presidente Raúl Castro. Sin esa determinación de él de entender que debían traerse al Centro Histórico los símbolos del Estado: La función legislativa en el palacio del Capitolio, que Fidel admiró como la obra de construcción más trascendental de aquel tiempo.

Sin el valor de lo que ocurrió allí, y que yo vi, cuando aquel gran Salón de los Pasos Perdidos se colmó con las joyas y todos los decomisos a los grandes predadores del patrimonio de la República al triunfo de la Rev-olución; sin haber asistido allí al velatorio de muchos de los héroes de la Revolución, que fueron velados allí; y sin haber asistido al nacimiento de instituciones importantes como fue, por ejemplo, la Academia de Ciencias de la República de Cuba como continuadora de la primera, con el mismo orgullo con que los soviéticos y los rusos de hoy hablan de la Academia de Lomonósov, nosotros hablando de aquella de las Ciencias Médicas, Físi-cas y Naturales; de la cual, la Academia renacía al triunfo de la Revolu-ción. Pero todo eso trajo un desgaste, una ruina si se quiere del edificio, una pérdida de la orientación del valor de que el contenido se correspon-da con el continente.

Más, la belleza de la obra de los cubanos: arquitecto Raynieri, arquitecto Evelio Govantes, arquitecto Félix Cabarrocas —sin los cuales no se puede hablar de la historia de las grandes obras constructivas de la Repúbli-ca—, Carlos Miguel de Céspedes, como gran figura que fue del gobierno autoritario, despótico y tiránico después, pero cuya obra positiva en las obras públicas: la Carretera Central, los espacios públicos, los espacios ciudadanos y la construcción de un palacio legislativo y la cosa maravillo-sa de haberlo construido y haber llamado para esa obra a grandes figuras mundiales como fue el gran arquitecto y escultor italiano Angelo Zanelli, autor de la monumental escultura de La República o haber colocado en el lugar que le debió corresponder la Cripta del Mambí Desconocido.

Cuando uno llega allí dice: “El fundamento de la República es esta tum-ba”. De hecho, el día en que la General Teté Puebla me entregó —extraí-dos del cementerio—, los restos de ese libertador, en una ceremonia muy privada que precedió a la visita del General de Ejército, al colocar en ese túmulo de mármol aquellas cenizas, en mi pensamiento había este idea: “Yo no sé quién fuiste, ni cuando te alzaste, ni en qué parte de Cuba fue, lo que sí puedo decir es que tú eres el fundamento de la República, sobre tu sangre y tu sacrificio se levantó esta nación”.

Eso es parte de lo grande que tiene el Capitolio Nacional y que me gustaría recorrer un poco con su voz, con sus ideas en esta Mesa Redonda. Pero, como usted decía, hubo 50 años, poco más, en que se perdió también un poco, la esencia de ese monumen-to. Hubo prejuicios incluso, Eusebio tuvo que vencer prejuicios para empezar esa obra. ¿Fue fácil convencer de que había que rescatar el Capitolio Nacional, había que rescatar también la función legislativa para el Patrimonio Nacional? ¿Fue más difí-cil eso que aquella vez en la calle madera frente al museo de los Capitales Generales?

Eusebio: Randy tú sabes que la historia hay que contarla como fue, no como nosotros quisiéramos, porque después nos pueden acusar mañana u hoy mismo de que la hemos picoteado, la hemos arreglado a nuestra manera. La historia es como es, y cuando alguien comete la ignomin-ia de apartarse del escenario que le tocó vivir, lleva una estrella en su frente que esa ignominia no lo borra, lo castiga; por tanto, no se puede hacer tijera. 25

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El Capitolio Nacional no fue nunca la copia del de los Estados Unidos. Cuando yo visité el Capitolio de Washington por invitación expresa del Secretario de Estado, John Kerry, que me formuló aquí en la Plaza de San Francisco durante la visita, vi las diferencias absolutas. Su cúpula es de hierro, la nuestra es una estructura con piedra, láminas de cobre y oro. El Salón de los Pasos Perdidos (NR.del Capitolio de La Habana) no tiene paralelo, son 120 metros de largo. El Capitolio norteamericano dentro, bajo la cúpula de hierro, tiene la gloria de George Washington, pero todo el interior está lleno de los monumentos y cosas que los Estados colocaron, que reducen un poco el espacio magnificente de aquel Capito-lio. Nosotros con la aguja en este momento estamos a 91 metros de altu-ra; más alto.

Pero, además de todo eso, todas las habladurías, el Capitolio, partiendo de nuestra tradición grecolatina, es una exaltación del Olimpo al univer-so cubano. El mambí se trasforma en un héroe del panteón griego o vicev-ersa, desde el elogio del Escudo Nacional hasta el elogio de las provincias, o los nombres incambiables de las salas: Jimaguayú, Baraguá, Guáimaro, las figuras de Simón Bolívar, Benemérito de Las Américas Benito Juárez; todo allí evoca a Cuba y América.

Segundo, está dentro toda la gloria combativa de la nación cubana, toda su forma, el espíritu de la nación que es un espíritu cívico y laico donde aparece el patriotismo como la religión del Estado; como en la antigua Roma Republicana, aparecen en la figura de La República, que, por cierto, como bien se decía, el buda de Nara bajo techo o la estatua sed-ente de Abraham Lincoln —ante la cual está la imagen famosa tomada de Fidel inclinado con la cabeza descubierta—, solamente la escultu-ra de La Habana es la más alta. Levantada para que sea más sacro el lugar sobre una piedra traída de Egipto, una piedra del periodo posible-mente tolemaico, una piedra semipreciosa que los técnicos rusos restau-raron y sobre la cual se elevan las casi 48 toneladas que pesa la obra de Angelo Zanelli.

Las estatuas exteriores representan yo creo que las dos cuestiones funda-mentales; si las hubiéramos colocado nosotros nos habrían dicho que era un acto puramente ideológico. La primera se llama El Trabajo y la segun-da alude a la primera: La virtud tutelar del pueblo. Un pueblo que no tra-baja, una nación que no crea, una nación que vive dependiente, que debe y no paga, que consume y no produce, está conducida al desastre.

Entonces, en lo alto de esa escalinata, aparece ese perpetuo llamado; y dos Atlantes sostienen el escudo de Cuba; y hay tres puertas, tres puer-tas que fueron la obra de otro gran artista cubano: García Cabrera, que son la historia de Cuba en imágenes.

Labradas, es una cosa extraordinaria.

Una de ellas, es la escena de la inauguración del Capitolio. Estamos hablando de aquella solemnidad, en ocasión de la Conferencia Panamer-icana, y aparecen en la Escalinata el Presidente de Cuba, el dictador Gerardo Machado, y a su lado el Presidente Calvin Coolidge (NR- de EEUU).

Cuando el pueblo ingresó en el Capitolio, ingresó sin romper la puerta. Alguien con un cincel y un martillo rompió dos rostros, esos dos, y dejó intacto todo lo demás; como diciendo, esto es lo que hay que saber de aho-ra y para siempre, que la verdad está en la comprensión de lo que ha sig-nificado la compleja relación entre Cuba y su aspiración a independencia y soberanía y el Estado Americano; y la segunda: la sumisión republicana que es el camino equivocado, independientemente del espíritu naciona-lista que caracterizó aquel gobierno. Te das cuenta, independientemente de su criminalidad, independientemente de todos sus errores, el rostro quedó marcado para siempre y la historia hay que explicarla.

Además, aunque se hayan reunido en el Capitolio en algún momento una determinada concentración de pillos muy importante, también es-tán en todos los asientos, marcados, los nombres de hombres ilustres y decentes, que los hubo en la República, comunistas o no, demócratas verdaderos como un Eduardo Chibás, cuyo nombre aparece allí, o el de Salvador García Agüero, o el de Juan Marinello, o el de Blas Roca, o el 26

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de aquellos que asistieron por elección popular como constituyentes a la gloriosa Constitución del ´40, que tuvo como única realidad mostrarnos un documento perfecto y posteriormente un incumplimiento perfecto de todo su contenido.

Ya son 90 años de la fundación del Capitolio Nacional y la vida ha llevado a que celebremos los 500 de La Habana con esa obra recuperada. Desde aquí veo la cúpula de oro del Capitolio Nacio-nal y para los cubanos, para los habaneros, sin dudas, es una de las obras que simboliza lo que es llegar a ese 500 Aniversario de la ciudad. Pero me gustaría ir a esos orígenes, a esa Cripta del Mambí que visité con usted y que me sobrecogió cuando entré a ese salón. ¿Qué era aquello allí donde está hoy la cripta, Euse-bio?¿Por qué se empeña Eusebio Leal en recuperar un espacio que nunca tuvo el Capitolio; que fue soñado pero no edificado?

El arquitecto Félix Cabarrocas coincide en la idea de hacer, en lo que es actualmente la rotonda bajo la cúpula arriba en el gran salón, una espe-cie de baranda y en el fondo se miraba el féretro del soldado mambí; pero eso nunca llegó a realizarse. Posteriormente, esa sala queda consagra-da con ese objeto; hay fotografías. Y en 1958 en el epílogo de la tiranía abyecta, se hace allí una parafernalia de tratar de hacer lo que era im-posible, porque las manos profanadoras no podían de ninguna manera hacer lo que allí se hizo.

Pero cuando triunfa la Revolución todo eso desaparece, es borrado del mapa, es como si aquello no debió existir. Pero quedaba el espacio, queda-ba el espacio con sus dos entradas por Industria con las puertas selladas, y la puerta blindada, y las grandes copas para las ofrendas y en el túnel que daba debajo de la Escalinata faltaban las dos ánforas donde iba el aceite que debía encender la llama eterna. Esa llama y esa estrella con la llama fue realizada como obra de arte y llevada por el doctor José López Sánchez al Museo de Ciencias. En su momento, con la prueba en la mano y con la anuencia de la Ministra y del Ministerio y del Museo fue, desde luego, restituida a su lugar.

En esa estrella de mármol verde y bronce aparecen como unos espíritus que era según la tradición latina los manes de las víctimas inmoladas. Piensa en el discurso de Máximo Gómez en Lázaro López: Los manes de tantas víctimas inmoladas reclaman de nosotros cual si los espíritus de los muertos. Cuando tú ves el Monumento de Maceo, ves la barca que tratan de echar al agua, quiénes son, los espíritus de los muertos por la Patria. Entonces, sobre la base de esa mística se volvió a encender la lla-ma, se mandó a hacer el féretro que pesa varias toneladas, se colocaron los laureles que lleva el Escudo Nacional y las hojas de Acanto, lo decor-an las argollas y la cripta.

En la sala están el Escudo de Armas, que usan las Fuerzas Armadas, con los trofeos de nuestras luchas, el discurso de Céspedes al llamar al pueb-lo cubano y el texto del Himno Nacional cuya paráfrasis, obra del genial maestro Hubert de Blanck, se escucha en el fondo como una alegoría a lo que vas a ver allí.

Entonces, ese lugar está rodeado de las banderas de las naciones, prime-ro la de Cuba, con la de Céspedes, por el mandato constitucional de Guái-maro; la de Puerto Rico, la República que no fue, la causa jamás abando-nada por Cuba y después las de las naciones de América y otras naciones del mundo.

Ahora, todos los días están frente a la tumba las coronas del Presidente de la República; del General de Ejército Primer Secretario, y la del Presi-dente de la Asamblea Nacional; y eventualmente las que colocan los Jefes de Estado y grandes personalidades que llegan y por lo general, quieren que su bandera esté en aquel lugar para rendir tributo a Cuba.

Cuando se hace la obra del Capitolio, partiendo de una obra anterior fal-lida —hay imágenes de la voladura de una cúpula fallida y de un Palacio Legislativo que jamás se concluyó—, se aprovechan partes de las piedras y de los muros y se decide acometer el nuevo proyecto con Raynieri, que se había graduado en la Universidad de Notre Dame, y en cuya Universi-dad, en su archivo, pude ver sus trabajos sobre el Capitolio conservados, 27

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del cual traje la primera maqueta realizada ya, de lo que era la cúpula, de acuerdo al proemio de Raynieri.

Después entran Govante y Cabarroca, y entran la multitud de obreros cu-banos, españoles, italianos, inmigrantes que participan en una obra que debía licitarse antes del 20 de mayo del ´27 para ser concluida el 20 de mayo del ´29; como una Carretera Central que uniera finalmente, sobre el camino real de Cuba, el Occidente con el Oriente; un hotel para las delegaciones: el Hotel Nacional, que debía estar preparado para recibir a los presidentes.

Agua y tierra de los ríos del continente se trajeron para sembrar el árbol en el antiguo Campo de Martes que era el campo militar español, el cual se convierte en el Campo de la Fraternidad Americana. Se colocan las palabras de Martí: “Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz. Unidas y apretadas han de estar...”; y la puerta con los nombres de los partícipes en el acto. A todo el mundo se le entregó una llave de oro de la puerta. Todas las llaves desaparecieron. La mía, la que nosotros ten-emos hoy, se encontró porque el presidente de México la depositó, y así a lo mejor está en otras cancillerías, en el Archivo de la Nación en Méxi-co. Nos facilitaron la copia exacta de la llave que abre el jardín que está regado con el agua del Orinoco, del Amazonas, del Río La Plata, del Río Grande, de los grandes ríos de América.

¡Qué simbolismo para lo que está pasando en estos días y para esa historia entre Cuba y México!

Y desde luego, debía encenderse una linterna que fuera como el símbolo de una esperanza; que no era ya como la luz del Morro para los naveg-antes, sino una luz que permitiera a los cubanos no extraviar el cami-no. Cuando tuve la oportunidad de guiar a Fidel allí por primera vez en vida de la doctora tan querida Rosa Elena Simeón, Fidel se maravilló y después me pidió el libro de la construcción del Capitolio.

Se quedó maravillado al ver la obra, sobre todo porque al encontrase el terreno cenagoso fue necesario cortar en Baracoa árboles de jiquí mon-umentales y con la tecnología de la época rodean la Cripta del Mambí y el anillo sobre el cual está fundido el primero, el segundo, el tercero y la cúpula que pesa miles de toneladas. Los troncos de jiquí clavados —lo cual es para mí toda una simbología de esta Patria nuestra—, porque hay jiquí y caguairán, palo rojo de ácanas enormes plantados allá abajo.

Además de todo eso, la restauración no habría sido posible, primero, sin los obreros que vinieron de la empresa nuestra, Puerto Carena; sin el apoyo de los órganos del Estado, todos, convocados por el General de Ejército; sin la Escuela Taller que formó cientos de jóvenes a los cuales ha estado consagrada la tarea del dorado de los yesos. Piensa que las humedades rompieron mucho de los techos, que fue necesario bajar al-gunos de los más importantes, reproducirlos de nuevo, volverlos a pintar y a colocar; que a 60 metros de altura han estado los andamios dorando las rosas de acanto. La biblioteca José Martí terminada y restaurada con lo que yo digo la caoba más primorosa de Cuba. Y después se reunieron todos los que llamamos los tesoros del Capitolio: vajillas, cubertería, obje-tos de valor histórico.

Después aparecen unas salas didácticas: Las salas de los símbolos patrios con la más moderna tecnología; tecnología que está aplicada en todo el camino para saber dónde estamos y cómo podemos usar las audioguías. Hay guías en todos los idiomas. Han trabajado artistas italianos y técnic-os italianos en la restauración de las grandes esculturas de Zanelli. Ellos lo han hecho durante miles de años.

Se han reproducido a escáner con la más moderna técnica, como se hizo en su momento la estatua de Martí en Estados Unidos, los bustos de los próceres que van formando la galería, los grandes generales y padres de la libertad de Cuba.

Entran también obreros alemanes que han trabajado en la piedra, por ejemplo, esmeradamente, conocedores de la piedra. Sobre todo porque muchas de esas piedras ha habido que traerlas de canteras actuales ya que las antiguas canteras se perdieron. Por ejemplo, algunas piedras se 28

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han tenido que cortar en la actual Bulgaria. Otros mármoles se han traí-do, entre los 68 tipos de mármoles que tiene el Capitolio, se han traído fragmentos de Alemania o traer de Italia.

La obra costó sacrificio, costó sangre. Murió un obrero nuestro en lo alto trabajando en la cúpula. Otro muchacho de la escuela taller fue herido allí. Recuperó felizmente la salud. El otro llevará su nombre inscripto en el jardín del Capitolio, como están aquellos que murieron cuando se construyó el Capitolio y cuyos nombres cubanos y españoles aparecen allí escritos.

¿Es entonces Eusebio esta la obra más monumental de restaura-ción, la obra arquitectónica de los últimos años más importante que se ha hecho?

Se convirtió en un problema tremendo. Primero para vencer los pre-juicios: “Era un cake de 15 años, una copia miserable del de los Estados Unidos”, no era ni Capitolio, ni siquiera monumento nacional. Por ese criterio hay que destruir toda la ciudad, destruirlo todo y volver al bohío; volver a edificar, porque los edificios no son culpables de lo que ocurre en ellos, tienen valor per se y cuando se logra reconciliar el contenido y el continente hemos logrado lo supremo.

Hoy el Presidente de la República tiene la sala Bolívar como despacho en el Capitolio, lo cual quiere decir que los tres poderes del Estado: El Poder Ejecutivo, Legislativo y el Poder Judicial, el Tribunal Supremo —porque también aquí se le restauró un Palacio en el Centro Histórico—, están en La Habana, lo cual le devuelve a la ciudad el carácter de centrum, no porque sea el único centro, sino porque es el punto de partida.

Para mí no existe la idea Habana Vieja, ni Casco Viejo, para mí es el Centro Histórico. Centro Histórico que después se replica en San Miguel del Padrón, en Luyanó, en 10 de Octubre, en el Cerro, en la Víbora, en el Vedado, donde quiera que la ciudad renace y crece. También es el concep-to de la cívitas y de la capital. Capital en término latino cabeza, lo cual quiere decir que La Habana no tiene que ser copia a ninguna, ni tampoco envidia a ninguna: las representa a todas. La Habana es hoy un símbolo completo y absoluto de la nación cubana. Es el símbolo de sus libertado-res, porque la historia lo construyó así. En el cementerio de La Habana está el General en Jefe. A unos pocos kilómetros el Lugarteniente Gener-al. Y allá, en Santa Ifigenia, están José Martí y Fidel Castro. El balance está establecido, que es lo más precioso y lo que la aguja dorada del Cap-itolio significa: La unidad de la nación cubana. Solo así existió, existe y existirá un ente que se llama Cuba.

Ahora, los prejuicios fueron derrotados. La admiración pública es absolu-ta. Se iluminará en las fechas patrias para que no haya ni despilfarro de luz y el símbolo adquiera su verdadera dimensión. Y es como una corona colocada sobre la cabeza de la ciudad cuando va a cumplir 500 años. Esta ciudad que es la ciudad de su Universidad de casi tres siglos, de su Socie-dad Económica y Patriótica, de su Sociedad Científica, de su Academia de Ciencias, de su educación pública, de su insurrección gloriosa, de sus héroes y educadores, de sus padres y fundadores. Una ciudad de la cual tenemos que sentirnos orgullosos los que somos parte de la clase obrera, los que fuimos alfabetizadores, macheteros, constructores y que sentimos que todo esto es nuestro.

Ahora bien Randy, pero esto no puede acabar el 15 de noviembre. Ya yo mandé en todos los carteles a poner 501 Aniversario porque hace fal-ta continuar y renovar la batalla y todo lo que se ha hecho en el Centro Histórico con un sentido social como lo concibieron Fidel y Raúl y como lo ve el presidente Díaz-Canel. Construir cada año una bella escuela. El año anterior la escuela de Martí, la preciosa escuela del Prado, el colegio de su maestro; ahora, la escuela Vilaboy en la Plaza de Cristo, antes en el Barrio de Jesús María la Quintín Bandera, en la Plaza Vieja la escuela Ángela Landa; ir levantando según aquel pensamiento de Mendive y de Luz y Caballero la escuela, porque el que forja hombres forjará ciudada-nos.

Al mismo tiempo, todos esos premios que yo recibo como un símbolo, yo no me pertenezco. Mi nombre ya es otra cosa. No se corresponde conmi- 29

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go. Me busca más problemas, realmente, mi nombre por todo lo que exige de mí, que todo lo demás. Esta es una obra de la Nación, es una obra de Cuba, es una obra de la Revolución.

Un placer tenerlo aquí en la Mesa Redonda, a poco menos de un mes de que la Ciudad de La Habana esté celebrando sus 500 años. Una celebración que no es solo de la capital del país, es de todos los cubanos, y que ha convocado las voluntades de muchas per-sonas en el país y que ha permitido que tengamos ese Capitolio que estamos viendo aquí y también muchísimas obras que se han dispersado por toda La Habana. Pero convertir o hacer bien esos eslogan de la ciudad maravilla o de la ciudad más grande o de la ciudad más bella, Eusebio, ¿es sólo voluntad política, es sólo ten-er los recursos materiales? ¿Qué hace falta para que esta ciudad sea hermosa como todos aspiramos?

¡Ay, Randy!, cuando yo comencé a trabajar no existía nada de eso. Cuan-do Fidel llegó por vez primera me preguntó “¿Qué necesitas?” y le re-spondí “nada”. Y me dijo “¿por qué?” y le dije “porque si yo empiezo a pedirle usted no vuelve nunca”. Chomi estaba delante y lo recuerda per-fectamente; aquello me salió del corazón.

Cuando el trazó el Decreto Ley 143 y posteriormente el General Pres-idente Raúl Castro lo suscribió, siendo el único decreto, con sus modi-ficaciones lógicas, que ha podido ser firmado por dos presidentes en la historia de Cuba. Se le dio una importancia extraordinaria al patrimo-nio nacional, una importancia enorme. ¿Los recursos? Puedes tener to-dos los recursos que quieras. Pero si falta ese coraje, si falta esa volun-tad, si falta esa capacidad negociadora que hay que tener; si no se sabe ceder para ganar, sino se sabe cómo decía Lenin dar dos pasos atrás para dar luego uno adelante —cosa que para muchos era una incógnita casi filosófica—; si no se logra pensar que lo que hasta ayer fue conveni-ente ya hoy no es prudente, que como en la biología, en la sociedad hay que adecuarse a los tiempos; que en el concepto de Revolución, Fidel lo prevé perfectamente y lo define: No se trata de cambiarlo todo para que nada cambie, lo cual sería un cambio de colores, un matiz, ni tampoco actuar bajo presión de ninguna circunstancia, sino como resultado de una fuerza creativa, renovadora, que no convierte en consignas ni con-vierte en lápidas lo que debe ser palabra viva; porque la palabra es la que vivifica. La letra sola muere.

Mira, acabamos de aprobar la Ley de la Bandera. Lo importante no era la Ley de los Símbolos; lo importante es que se cumpla. Lo importante no es que esté escrita, lo importante es que esté aquí (señala su cabeza) y que esté aquí (señala el corazón). Quiere decir, como decía el doctor Raúl Roa en una asamblea memorable: “concordes con el corazón”. En-tonces hace falta mucho corazón. Hace falta saber a veces retroceder, recuperar fuerzas.

Hemos estado a merced del fuego, a merced de las penetraciones del mar, a merced del ciclón; y siempre ha habido esa voluntad renovadora. Si se cayó el árbol, levantarlo. Cuando vino aquel gran ciclón arboricida con el apoyo de las Fuerzas Armadas, traje 14 grandes árboles de los cuales sobrevivieron tres y se plantaron en el Jardín del Castillo de la Fuerza. Eran árboles más que centenarios. Cuando caen los árboles viene la fies-ta del hacha y más bien aquí había que dar un símbolo. Traer el árbol y colocarlo y decir si se muere lo pongo.

Cuando se murió el árbol de El Templete, 50 años después, y yo me recu-erdo que estaba muy enfermo. Se acercaba la visita anunciada del Presi-dente de los Estados Unidos. Y se trajo para plantar el árbol nuevo.

Recuerdo que a nadie se le avisó y yo pedí: llévenme al momento. Recuer-do que me trajeron entre dos personas y un poco oculto vi el momento en que mis colaboradores muy jóvenes todos, echaban tierra con las manos sobre las raíces de la ceiba nueva. Y dije “esto es, esto es”. Cada gener-ación tiene que plantar su árbol. Cada generación tiene que hacer su propio esfuerzo, su propia interpretación de los códigos.

Alfredo Guevara, mi amigo y mentor, en tantas ocasiones me hablaba acerca de Mariátegui y Gramsci, que el socialismo en nuestra Patria, y 30

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en el continente, en Cuba, tenía que ser una creación heroica. Heroica es. Pero a veces se olvida que tiene que ser creación. Por eso admiro tanto la obra del General Presidente como continuación de la obra de Fidel: La reorganización del Estado, la regularización de las instituciones públi-cas, la Ley Migratoria, la redistribución de la tierra, la renegociación de la deuda externa, la voluntad firme de mantener el concepto de que una sola vez, en la unidad, que era la huella precedente y el espíritu de Martí, se podía lograr el objetivo supremo.

Entonces para mí, la restauración no ha sido más que una excusa para trabajar ardorosamente por algo mayor, más grande y más importante, por lo que tú, la Mesa y todos nuestros amigos han trabajado con el alma misma, que es por Cuba. No en abstracto, porque Cuba no es una cosa abstracta, ni cubano es el accidente de nacer aquí, un parto accidental. Cubano, como decía nuestro sabio Fernando Ortiz, es algo más que la aceptación, porque se puede ser también por adopción, y ver a Cuba como el centro del mundo: Máximo Gómez, Ernesto Guevara, Juan Rius Rive-ra, ¿cuántos más? el indio Hatuey. La Isla, el espacio que nos toca como espacio de creación, de fuerza, de renovación, de palabra nueva, de dis-curso, de fe, de espiritualidad, de reconocer la espiritualidad del pueblo cubano, sus características, sus formas de ver el mundo. Respetar profun-damente todo eso. Este ha sido en definitiva el espíritu de mi vida.

Usted antes de entrar acá me daba un abrazo entrañable que me llegó al alma. Y me decía: “Sólo los que perseveran triunfan”. Yo creo que ahí está también la clave de lo que ha hecho usted, de lo que han hecho sus colaboradores y lo que se hace en la Nación. Pero, ¿qué simbolismo tiene, hablando de nación, de socialismo que usted mencionaba, qué simbolismo tiene que llegue esta ci-udad, la capital de Cuba a sus 500 años en medio de tantos de-safíos y de tantas amenazas, de tantas complejidades que hemos vivido, incluso hasta el peligro de una guerra nuclear?

Han tratado de poner un muro entorno a ella, es imposible. Cuando el barco blanco o los cruceros ingresaban era como la ruptura de ese bloqueo brutal, inmoral, continuo, casi domiciliario, inculpo que se le impone a Cuba. Sin embargo, aun cuando lo truncaron de manera violenta, de hoy para mañana. Dije: “no importa” el canal del puerto está abierto.

Durante cinco siglos entró la flota al puerto de La Habana. En los prim-eros siglos trayendo los destinos de América en sus tablas; se enfrentaron en el Estrecho de la Florida, a la boca del Golfo de México, en el Cabo del Holandés, saliendo camino de Las Canarias, por la ruta atlántica, con piratas y corsarios, y sin embargo, La Habana prevaleció. Prevaleció al incendio de Sores, al sitio brutal de los británicos en 1762, con sus artil-leros negros, con sus mujeres valientes, con su Don Luis de Velazco, en lo alto del Castillo, defendiendo sobre el muro la fortaleza, el Marqués Gonzáles, la defendió Pepe Antonio en Guanabacoa.

La Habana está llena de una historia bella, y de esa historia se vive, es una historia que los que no la tienen la pueden ignorar. Cuando una potencia tremenda en medio de la guerra, las guerras europeas, bom-bardeaba la ciudad de Zaragoza sin piedad, se invitó a uno de los oficiales franceses con los ojos vendados a entrar en la Zaragoza bombardeada, y se le llevó a ver alrededor del templo del Pilar, donde estaba el hospi-tal de sangre, y allí en aquel lugar se le quitaron las vendas y se le dijo: “aquí está la resistencia de este pueblo”. Y se cuenta de una mujer que encendió la última mecha del último disparo. Entonces, nosotros descen-demos de aquellos caballeros andantes y de los señores de África, que siendo príncipes, reyes, obbas y sacerdotes vinieron encadenados como esclavos; y descendemos de la sangre india que corre por nuestras venas con orgullo y que marca todavía el nombre de La Habana, el de Bayamo, el de Cuba.

Nosotros somos en el medio del mediterráneo americano como una fusión cultural poderosa, que siempre hemos querido ser América, siempre he-mos querido ir como libertadores, jamás como invasores. Nosotros senti-mos el orgullo de nuestros sabios, de nuestros médicos que han salvado y han traído a luz bajo las montañas del Himalaya, en medio de terremotos asoladores, de pestes horribles en el centro del continente, en medio del Ébola en el África, desafiándolo todo. 31

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Nosotros somos los hijos de Luz y Caballero, habanero, que decía que primero palidecería todo menos el sol del mundo moral, del que hablaba Cintio. Nosotros venimos de esa estirpe, nosotros venimos del amor de Martí, del amor creador, nosotros venimos de todo eso, y eso querido Ran-dy es inderrotable.

La Habana vivirá, celebrará su 500 Aniversario, se reunirán de todas las ciudades patrimoniales de Cuba en La Habana, su Capital, y yo que he tenido el honor de hablar en el 500 Aniversario de Santiago, de Puerto Príncipe, de Camagüey, de Trinidad, por ejemplo, que no pude asistir a otros lugares porque ya no fue posible, pero que todos están en mi corazón, que pude hablar en Baracoa, la primera ciudad fundada; a todos ellos, en este día, no es la fiesta de La Habana, es su fiesta, es la fiesta de Cuba.

Eusebio ha vencido también enormes desafíos, en lo personal, y ha vencido también enormes obstáculos en toda su vida. Llegar a los 500 de La Habana, estar ese 16 de noviembre del 2019 acá en esta Ciudad, qué simbolismo, qué significado tiene para Eusebio Leal.

Sin mi formación cristiana, martiana y fidelista, no habría sido posible hacer algo más allá de lo que mis fuerzas humanas o mi propio valor me habría permitido. Siempre he creído en esos valores éticos. Y en los momentos de mucho sufrimiento personal, y créeme que te lo digo de corazón, y tú has hablado del abrazo, ¿tú sabes por qué Randy?, porque cuando tú comenzaste en la Mesa Redonda, y subíamos por aquella es-calerita, y Fidel preparó todo aquel salón para convertirlo en el escenario de una gran batalla que debía ser por muchos años; cuando lo acompaña-mos frente a la embajada americana, fusil en mano, para decir «Ave, Caesar, morituri te salutant» , “los que vamos a morir te saludamos”; y hemos sobrevivido. Los que tuvimos el honor de vivir esa época, y que como decía un General del Ejército Libertador a su hija, la insigne poe-ta Dulce María Loynaz: “Cuando se ha vivido una gran época o un gran tiempo, uno vive prisionero para siempre de ella”; yo vivo prisionero para siempre de ella, y cuando te abrazaba hace un rato, abracé a mi amigo, el joven Randy, al que vi allí comenzar esa labor, tremenda, de información, hasta verla ahora convertida en un espacio indispensable al conocimiento equilibrado, en la búsqueda siempre. Te dije una vez: “Oye Randy, de los resúmenes tendrás que hacer un libro, porque estos resúmenes marcan los intensos momentos que hemos vivido”.

Efectivamente, me he sobrepuesto cuando no lo esperaba, al golpe de la enfermedad, pero bueno, me recordó que somos seres humanos, que la vida es efímera y que lo importante es la obra. Yo no aspiro a nada, no aspiro ni siquiera a eso que llaman la posteridad; yo no aspiro a nada, yo solo aspiro a haber sido útil. Y le pido perdón a todos aquellos que, a lo largo de la vida, en la búsqueda necesaria de lo que creí mi verdad, pude haber ofendido; y a mis propios errores que cometí con la pasión juvenil en que todo hombre y todo pueblo busca sus propios caminos. Yo creo que al final lo encontré, y que esa luz que veo ahora, ahí, en medio de las tini-eblas del ocaso, es finalmente el camino.

Vuelvo otra vez a una pregunta que le hice hace un año. Habrá un simbolismo en este 500, la ceiba a la que se le dará la vuelta es la ceiba nueva, quizás es la premonición de la ciudad nueva que tiene que venir. Cuando Eusebio le de las vueltas ese día, esa noche, a la ceiba, ¿qué le deseará a esta Ciudad en el futuro, en qué pensará?.

Salud y futuro, y que cumplan lo que está escrito, “detente al paso cami-nante, adorna aquí un sitio”. Símbolo de salud, un árbol: un árbol que es como el árbol de la vida, a cuya sombra vivimos los cubanos. Ese árbol es también un símbolo que no puede haber ciudad sin naturaleza, de que es importantísimo para los cubanos —que creemos todavía felizmente, y es verdad, hasta cierto punto, que se lanza una semilla y nace una cala-baza en el patio donde menos lo esperamos—, que, sin embargo, hay que cuidar, que la ciudad tiene que librarse de la polución, de la contami-nación, que hay que salvarse, cuidar ese mar, hay que cuidar esta tierra, que hay que cuidar los jardines, las fuentes públicas, los monumentos.

Es más fácil condenar yo lo sé, que educar; es más fácil quitar un mon-umento que explicarlo. Pero ya esa hora pasó, ahora lo importante es 32

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educar. Y como dice el presidente Miguel Díaz-Canel, no me dejen solo en esta batalla, que es la batalla por la decencia pública, en el origen latino de la palabra, la decencia es el comportamiento, es el sentido del honor, es el respeto a la propiedad ajena, es el respeto a lo tuyo y a lo otro, sabiendo que eso y lo tuyo es un bien común.

Es lo que desearé esa noche, como aquella vez en que dimos tres vueltas, iba Gabriel García Márquez, iba Fidel, íbamos dando la vuelta. Habían muchos prejuicios, habían algunos, hasta dirigentes, que no querían dar-le la vuelta a la ceiba porque decían que era una especie de superstición; y entonces entró de pronto el destructor de todas las supersticiones, y entró delante de él, el creador de todos los mitos, y le dio las tres vueltas a la ceiba y después preguntó, simpáticamente: “Oye Gabo, ¿y qué?”, pues bien ese ¿y qué?, ese ¿y qué? es la respuesta a tu pregunta. Todo depend-erá de nosotros y de ustedes jóvenes, y muchachos que pueden estar escuchando, esos mismos que me saludan en las calles de La Habana, o como el hijo de una amiga mía que le dijo un día a Fidel, el hijo de Kati-uska Blanco, yo quiero ser Historiador de la Ciudad, y el otro, sorprendi-do y sonriente, me dijo: “Mira, ahí lo tienes”. ¡Qué alegría tan grande! Sea él o sea otro, yo estoy convencido de que ya está, y que de un momento a otro, cuando nadie lo espere, Randy lo estará entrevistando.

Gracias Eusebio, gracias por haber perseverado todos estos sabi-os, gracias por la obra que ahí está, y como decía la entrañable Fina: “las piedras hablaran por usted”, gracias por esta hora, gra-cias por haber acompañado a esta Habana a sus 500 años, llevar-la a puerto seguro y seguir mirando hacia el futuro, que creo que es lo más importante.

A ti.

(Transcripción: Yelen Torres Vázquez, Dinella García Acosta, Jo-han Bravo Borrell, Yuly Seuret Gómez)

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