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Propuesta 1. La hoz y el martillo en la Europa mediterránea. Una historia de supervivencia Propuesta 2. El Comunismo en la Europa mediterránea Propuesta 3. El declive del comunismo en el sur de Europa El desarrollo de los partidos comunistas más representativos en la Europa mediterránea se vio siempre influenciado por las decisiones, estrategias y acontecimientos que sucedían en el bloque del este en general, y en la Unión Soviética en particular. El desarrollo del comunismo, desde la década de 1970 en España, Portugal, Italia y Grecia se trata, sin lugar a dudas, de una historia de supervivencia. Curiosamente, una supervivencia en donde no el más adaptado a las circunstancias del momento sobrevivió, sino que fueron los elementos que menos adaptados estaban los que consiguieron sobrevivir a la hecatombe que para el comunismo supuso los acontecimientos encuadrados entre 1989 y 1991.

La Hoz y El Martillo en La Europa Mediterránea

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Comunismo en la Europa Mediterránea

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Page 1: La Hoz y El Martillo en La Europa Mediterránea

Propuesta 1. La hoz y el martillo en la Europa mediterránea. Una historia de supervivencia

Propuesta 2. El Comunismo en la Europa mediterránea

Propuesta 3. El declive del comunismo en el sur de Europa

El desarrollo de los partidos comunistas más representativos en la Europa mediterránea

se vio siempre influenciado por las decisiones, estrategias y acontecimientos que

sucedían en el bloque del este en general, y en la Unión Soviética en particular. El

desarrollo del comunismo, desde la década de 1970 en España, Portugal, Italia y Grecia

se trata, sin lugar a dudas, de una historia de supervivencia. Curiosamente, una

supervivencia en donde no el más adaptado a las circunstancias del momento

sobrevivió, sino que fueron los elementos que menos adaptados estaban los que

consiguieron sobrevivir a la hecatombe que para el comunismo supuso los

acontecimientos encuadrados entre 1989 y 1991.

(Logotipos de los partidos que serán analizados en este texto. En la parte superior están las

imágenes del Partido Comunista Italiano y el Partido Comunista Portugués, mientras que en la

parte inferior están la marca del Partido Comunista Griego y el Partido Comunista Español)

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Cuando la revolución triunfó en el lugar menos esperado

Cuando en el año 1917 el Partido Comunista de la Unión Soviética o como eran más

conocidos en aquel entonces, el Partido Bolchevique, se hizo con los resortes del poder

en el que hasta entonces había sido el Imperio Ruso, el campo político e ideológico del

comunismo dio un giro de 360º grados. Se suponía, siguiendo los escritos de la primera

generación de escritores comunistas, entre ellos Karl Marx y Frederich Engels, que la

revolución debería triunfar en un país desarrollado industrialmente, principalmente en el

Reino Unido o en Alemania. El hecho de que triunfase en un país retrasado desde el

punto de vista capitalista como era el Imperio debió suponer una confusión para todos

los teóricos y seguidores comunistas del momento. Pero lo que debió suponer con aún

mayor fuerza fue un sentimiento de ilusión y alegría. La revolución proletaria por fin

había llegado a un país y ahora sólo era cuestión de tiempo su extensión por el resto de

Europa.

Con la ventaja del paso del tiempo, ahora sabemos que la revolución no se extendió

masivamente por el mundo y que en algunos lugares llegó a través de armas que

forzaban a la población, aunque sin querer esto negar la importancia del elemento

autóctono en lugares como Yugoslavia, Albania, China o la República Checa. En aquel

1919 se intentaron varias revoluciones, principalmente en Alemania con la Revolución

Espartaquista (http://www.luchadeclases.org/inicio/movimiento-obrero/historia-del-

movimiento-obrero/791-la-revolucion-alemana-de-1918-19.html) y en Hungría, con la

República Soviética de Hungría liderada por Bela Kun

(http://www.marxist.com/republica-sovietica-hungara-1919.htm)

Aquellas intentonas acabaron en un rotundo fracaso y con la aceptación de que la

revolución a nivel mundial debería esperar para una mejor ocasión, la cual llegaría 20

años después (si los ortodoxos del comunismo me permiten la licencia) en forma de II

Guerra Mundial y mezclada con llamamientos a la liberación nacional e intereses

geoestratégicos soviéticos. Por consiguiente, en aquella época de entreguerras, la Unión

Soviética el primer, y hasta el momento, único Estado del mundo liderado bajos

postulados del marxismo, decidió afianzar su posición en el panorama internacional

hasta que la situación para la expansión del comunismo por el mundo fuese más

propicia.

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Después del éxito de la revolución bolchevique, el PCUS se convirtió en el líder del

movimiento comunista mundial. La Tercera Internacional se puso en funcionamiento

(fue creada oficialmente en 1915, aunque no tuvo su primer congreso hasta 1919) y

poco después se publicaron los 21 puntos en los cuales se establecían qué condiciones

debían cumplir todas aquellas agrupaciones que quisiesen tener un hueco en la nueva

organización revolucionaria (https://en.wikipedia.org/wiki/Twenty-one_Conditions) .

Estos 21 puntos tenían como principal objetivo marcar las pautas de desarrollo a través

de las cuales los partidos comunistas del resto del mundo se desarrollarían. El

marxismo-leninismo había triunfado y ahora ese era el único camino, dejando de lado a

otras posibilidades como el marxismo libertario o los socialdemócratas que en aquel

momento aún creían en el socialismo, pero habían abandonado las pretensiones de

alcanzarlo a través de la revolución (http://www.fusda.org/eduardbernstein.pdf). Por

consiguiente, a partir de esos 21 puntos se creó en el campo comunista y marxista una

división entre “ortodoxos”, que eran aquellos que seguían fielmente las pautas del

marxismo-leninismo que eran marcadas por el PCUS, y los “otros” en donde entraban

reformistas, comunistas de izquierda, etc. La Tercera Internacional o Internacional

Comunista desapareció en 1943, pero eso no iba a significar una liberación de los

partidos comunistas del mundo de las directrices soviética.

La II Guerra Mundial imprimió a los movimientos comunistas una legitimidad que

hasta entonces nunca habían tenido, además de la oportunidad de alcanzar posiciones de

poder. Era lo más cerca que el movimiento comunista estuvo de la revolución proletaria

mundial. La mitad oriental de Europa pasaba a estar gobernada por partidos comunistas

obedientes a Moscú. Además, parecía que en Grecia y en China las cosas podían seguir

el mismo curso debido a que los partisanos comunistas estaban ganando terreno en

ambos territorios.

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(Después de la II Guerra Mundial, 1/3 de la población mundial estuvo bajo Estados

dirigidos por élites comunistas que decían representar un modelo estatal diferente a

aquel practicado por el capitalismo)

Fue entonces cuando comenzaron a aparecer las primeras disensiones dentro del campo

comunista en relación con la línea oficial que había que seguir. La Unión Soviética

decidió no apoyar a los comunistas chinos que luchaban contra el ejército oficialista de

Chiang Kai-shek, mientras que ordenó a Albania y a Yugoslavia que detuviesen su

apoyo a los partisanos griegos. Stalin no tenía la más mínima intención de arriesgar su

esfera de influencia y su glacis protector para la URSS por unos revolucionarios griegos

y chinos, aunque a estos últimos los tuvo que aceptar ya que en 1949 las tropas de Mao

Zedong obtuvieron la victoria y el control de China, a excepción de la pequeña isla de

Taiwan.

No obstante, las relaciones con China se pudieron enmendar, aunque no fue así con las

relaciones con Yugoslavia. En 1948 se produjo la ruptura entre Yugoslavia y el resto del

campo comunista. Más allá de las razones que produjeron la ruptura, lo interesante para

el caso que aquí se analiza es el hecho de que los comunistas yugoslavos emprendieron

un camino diferente al de Moscú (el Socialismo Autogestionario) haciendo ver que las

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directrices de Moscú no eran las únicas para desarrollar el socialismo. No obstante, el

punto de inflexión para la división del campo comunista en varias tendencias y

corrientes llegó en 1956, con el informe secreto de Jruschov en el XX Congreso del

PCUS (https://www.marxists.org/espanol/khrushchev/1956/febrero25.htm).

Stalin había fallecido tres años atrás y las élites soviéticas decidieron suavizar los

términos en los que la URSS se había desarrollado desde que el georgiano se hizo con el

control a fines de la década de 1920. Este proceso, conocido como desestalinización,

llevó a Jruschov a pronunciar un discurso en donde denunciaba, aunque fuese en

términos parciales, la arbitrariedad y la dureza con la que Stalin había liderado a la

URSS durante los últimos 20 años. Además, aunque fuese indirectamente, el reconocer

errores en la gestión de Stalin también permitía a otros partidos comunistas revisar sus

políticas e iniciar iniciativas relativamente autónomas e independientes, especialmente

en aquellas zonas fuera del bloque soviético como China o la Europa occidental. Quizás

pueda parecer contradictorio escribir que Jruschov facilitó la heterodoxia dentro del

campo comunista si se consideran los acontecimientos de Hungría de 1956 o la

construcción del muro de Berlín en 1961. Sin embargo, esos acontecimientos se vieron

motivados por motivos geopolíticos y geoestratégicos y no por cuestiones ideológicas.

La represión de Hungría fue bastante reflexionada y sólo cuando estuvo claro que Imre

Nagy quería salirse del bloque soviético las tropas del Pacto de Varsovia intervinieron,

mientras que en el caso de Berlín, cambiar a las élites de la RDA mandaría un mensaje

de debilidad sobre la capacidad de la URSS para gestionar sus asuntos dentro de su

propia casa. Por consiguiente, la heterodoxia se permitió siempre y cuando no afectase a

la posición estratégica de la URSS en Europa y así lo demuestran la política

internacional autónoma de Rumania, el fracaso de los planes de división económica en

el Comecon, la importancia de la Iglesia en la vida pública polaca, la aceptación de

Yugoslavia como un modelo de socialismo alternativo o el hecho de que Albania

rompiese relaciones con el bloque soviético para aliarse con la China de Mao tras la

ruptura de esta con la URSS en la década de 1960. No obstante, sin lugar a dudas, donde

más se noto esta manga ancha fue en los partidos comunistas de la Europa occidental,

zona en la que Moscú no tenía ningún interés estratégico.

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Los años en los que nos alejamos del Marxismo-Leninismo: el Eurocomunismo

Hablar de comunismo en la Europa occidental durante los años de la Guerra Fría es

sinónimo de hablar del Partito Comunista Italiano (PCI) .Y hablar del PCI es lo mismo,

al menos desde la década de 1970, de Eurocomunismo. Quizás parezca exagerado, pero

el único partido comunista que alguna vez tuvo alguna oportunidad de lograr el poder en

la Europa occidental fue el PCI. Ni el KKE (Partido Comunista Griego), ni el PCP

(Partido Comunista Portugués), ni el PCE (Partido Comunista Español) jamás tuvieron

la más mínima oportunidad de alcanzar el poder, a pesar de que fueron las principales

fuerzas en resistir a las distintas dictaduras que se desarrollaron en los tres Estados

durante la Guerra Fría.

El PCI siempre había tenido una gran autonomía, especialmente en el campo cultural e

intelectual, respecto a la línea marcada por la Unión Soviética. Aún así, durante las dos

primeras década de la Guerra Fría, el PCI se mantuvo fiel al PCUS y no ejerció grandes

críticas a los acontecimientos de Alemania 1953, Hungría 1956 y Alemania 1961. Sin

embargo, el aplastamiento de la Primavera de Praga en 1968 fue manejado por los

órganos comunistas italianos de una forma diferente. La chapucera solución de la

Unión Soviética ante los acontecimientos de Praga, propició que muchos comunistas en

la Europa occidental demandasen una diferenciación entre sus partidos y aquellos del

bloque soviético. Así, la aparición y desarrollo del Eurocomunismo no fue un fenómeno

únicamente italiano, sino que en él participaron otros partidos comunistas como el de

España, el de Finlandia, el de G. Bretaña o el de Austria. Sin embargo, sin el PCI, el

Eurocomunismo no habría pasado de ser otra maniobra ideológica propuesta por

partidos minoritarios o al margen de la legalidad.

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( “La amenaza roja” así es como apodaba la revista Time a Enrico Berlinguer).

En la adopción del Eurocomunismo tuvo gran importancia la figura de Enrico

Berlinguer (https://www.youtube.com/watch?v=iTYDwLx6wRk). El que quizás haya

sido el más famoso de todos los secretarios generales del PCI, decidió que aquella

cuestión de la dictadura del proletariado, del partido guía y la colectivización de los

medios de producción no tenía ya cabida en Italia y en Europa Occidental, por lo que

decidió poner sobre la mesa una propuesta en la que el PCI aceptase la democracia

liberal, la OTAN, y la creación de una amplia creación de partidos para solucionar las

cuestiones sociales, económicas y políticas. En resumen, el PCI renunciaba a todo

aquello que suponía, no sólo el marxismo-leninismo, sino también el marxismo para

convertirse en un Big Tent party (https://en.wikipedia.org/wiki/Big_tent). Y el giro

ideológico funcionó a corto plazo ya que en las elecciones de 1976, el PCI obtuvo los

mejores resultados de su historia, quedando a apenas 4 puntos porcentuales de la

Democracia Cristiana.

No obstante, aquel resultado no dejó de ser un oasis en medio del desierto que el

comunismo y la izquierda más allá del socialismo pasaría desde la década de 1980 hasta

el 2014 en el que Syriza venció las elecciones legislativas griegas. Aunque no está muy

claro si la victoria de Syriza será también un oasis en ese desierto. Sea como sea, lo que

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está claro es que durante la década de 1980 los resultados del PCI fueron cayendo, al

igual que los del PCE que también se había sumado entusiastamente al Eurocomunismo.

En el caso español, el PCE se integró en la segunda mitad de los 80 en Izquierda Unida,

mientras que el PCI desapareció en 1991 con un total de 177 representantes en la

Cámara de los Diputados.

(En rojo aquellas regiones donde el PCI obtuvo la mayor parte de votos a la Cámara de

Diputados italiana, mientras que en blanco están aquellas regiones donde la Democracia

Cristiana obtuvo la mayoría de los sufragios).

El Eurocomunismo fue un fracaso, no tanto por cuestiones endógenas, sino que

exógenas. Así, la caída del bloque del este a fines de los 80 y comienzos de los 90 fue

decisiva para deslegitimar el proyecto eurocomunista y los partidos que los

representaban en la Europa occidental. El futuro estaba en el capitalismo neoliberal y en

la democracia liberal y la única salida era aceptar el orden de las cosas y el ritmo de los

tiempos para transformarse en socialdemócratas que aceptasen el orden neoliberal. Eso

o convertirse en una agrupación de izquierdas más a la izquierda de los socialistas, pero

que nunca tuviesen fuerza para convertirse en la fuerza hegemónica de la izquierda.

Bueno, hubo una tercera salida que fue la tomada por el PCP y el KKE.

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Huyendo hacia adelante

En la reunión de partidos comunistas del año 1976 el campo del comunismo quedó

dividido entre aquellos que seguían la doctrina marxista-leninista marcada por la URSS,

y aquellos que deseaban alejarse de las directrices establecidas desde el Comité Central

del PCUS. La mayoría de los partidos de la Europa occidental decidieron alinearse con

las tesis eurocomunistas o bien como neutrales en la disputa entre ortodoxos y

eurocomunistas. Los únicos partidos de la Europa occidental que se mantuvieron fieles

a la línea marxista-leninista fueron el PCP y el KKE.

(Mapa que refleja la división del comunismo tras la conferencia de 1976. Los países marcados

en verde son los que se alejaron de la ortodoxia de Moscú. Los Estados en rojo los que siguieron

alineados a los postulados del PCUS).

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Ambos partidos siguieron alineados a la ortodoxia marxista-leninista incluso cuando

está comenzó a ser desechada por Gorbachov en los años de la Glasnost y la

Perestroika. Cuando el comunismo dejó de ser el sistema por el que una gran parte de

Europa se regía, los partidos comunistas de ambos países mediterráneos debían afrontar

una complicada situación. ¿Qué deberían hacer? ¿Seguir los pasos de sus compañeros

italianos y españoles y abrazar la socialdemocracia? O ¿mantenerse fieles a sus

principios y sobrevivir en la que se preveía una larga travesía por el desierto? Ambos

partidos decidieron enrocarse en sus posiciones y sobrevivir lo mejor que pudiesen a la

ofensiva neoliberal que les esperaba.

El camino no fue fácil, y menos en una Europa en donde el discurso dominante era

aquel del fin de la historia, avance del capitalismo neoliberal a través del Tratado de la

Unión Europea y de una sociedad menos ideologizada y con un pensamiento único en

donde la política y la conciencia de clase tenían poco que decir. Sin embargo, ambos

partidos consiguieron mantener a su base de votantes y militantes, consiguiendo así

mantenerse a flote durante los veinte años que han transcurrido desde la caída del muro

de Berlín hasta nuestros días. Más aún, ambos partidos han logrado mejorar sus

resultados y por lo tanto aumentar su presencia en las instituciones, aunque de una

forma marginal que ni tan siquiera le permite hacer algún tipo de sombra a los otros

partidos de izquierda que tienen una posición dominante en la izquierda en sus

respectivos países (el Partido Socialista en Portugal y Syriza en Grecia).

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¿Cuál es el futuro?

La situación del comunismo en la actualidad es muy diferente en los cuatro países

recogidos en este artículo. Mientras que en Grecia y Portugal siguen existiendo partidos

comunistas con una fiel base de militantes y un ligero aumento de simpatizante, en

España el PCE no es más otra fuerza dentro de una coalición que se debate entre la

renovación o la desaparición (http://www.lahuelladigital.com/izquierda-unida-entre-la-

renovacion-y-la-autodestruccion/).. Aunque la situación más dramática para el

comunismo se encuentra en Italia. No es que no existan partidos comunistas en Italia,

pero éstos son terriblemente minoritarios y sin relevancia alguna en la política y en la

sociedad italiana.

Puede parecer una contradicción que haya sido en Italia en donde el comunismo haya

sufrido más desde el fin de la Guerra Fría. Después de todo, el Eurocomunismo era una

estrategia para adaptar el comunismo a los mecanismos de la democracia burguesa y de

la economía capitalista. Sin embargo, esa adaptación también se puede interpretar de

otra manera. Cuando se renuncia a los principios básicos de la ideología en la que

supuestamente se fundamenta el partido y se decide abandonar la movilización e

ideologización de los militantes y simpatizantes, sucede que cuando todos los elementos

están en contra es terriblemente sencillo abandonar el proyecto y bajar la cabeza, como

sucedió con el PCI. Después de todo, ¿no tenía el PCI más fuerza a fines de 1980 en las

instituciones y en la sociedad que el PCE, PCP y KKE juntos?

En Italia la importancia del comunismo es un solar, pero tampoco se puede decir que en

el resto de los países mediterráneos aquí nombrados la situación no es mucho más

halagüeña. En España y en Grecia, la hegemonía de la izquierda se la disputan otros,

mientras que el KKE y el PCE (dentro de Izquierda Unida) no tienen ni los recursos, ni

las estrategias y tampoco tienen el apoyo popular para poder disputar dicha hegemonía.

El KKE tiene en Syriza un duro oponente con el que tiene que lidiar, mientras que

Izquierda Unida tiene en Podemos y en el Partido Socialista a dos rivales que parece

que son imbatibles para la organización en este momento. Aún así, la diferencia de

ambos partidos es que el KKE tiene una base de militantes sólidas que apoya al partido,

tanto en los actos electorales, como en los actos de partidos y en las manifestaciones que

el KKE o asociaciones afines a éste puedan convocar, algo que no sucede en el caso de

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Izquierda Unida, cuya base de militantes siempre ha sido fluctuante hacia el PSOE y

ahora también hacia Podemos.

Tomando en consideración lo anterior, es posible que el único partido de los aquí

analizados con una verdadera capacidad de crecer y discutir el liderazgo de los

socialistas en la izquierda es el PCP. Habiendo conseguido mantener estable la base de

militantes, el reto del PCP es aumentar su base de militantes, pero especialmente la de

simpatizantes que vean en la hoz y el martillo portugués una verdadera alternativa

política a los otros partidos del espectro político de la izquierda portuguesa, el Bloco de

Esquerda y el Partido Socialista. Aunque, claro está, lo anterior no será algo sencillo y

exigirá una estrategia a largo plazo en donde el PCP deberá abrirse más a la sociedad y

a los medios de comunicación, al tiempo de establecer mayores lazos de colaboración

con organizaciones de la sociedad civil con las que puedan tener puntos de vistas

similares, asumiendo todos los riesgos que conlleva un aumento del flujo de

información y la creación de alianzas con organizaciones independientes.

Sea como sea y suceda lo que suceda, lo que sí que parece claro es que el comunismo en

la Europa mediterránea deberá seguir sobreviviendo a la espera de mejores tiempos para

volver a resurgir de sus cenizas, si es que dicho momento llega, algo imposible de

asegurar en estos momentos.