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Número 9 Diciembre 2003 la inocencia contempla LA INOCENCIA la inocencia contempla LA INOCENCIA Número 9 Diciembre-Enero

la inocencia contempla · Una visita al Infierno ... ría, abriendo un nuevo horizonte para este mundo tan necesitado ... en el amanecer del Paraíso Terrenal

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Número 9Diciembre

2003

la inocenciacontemplaLA INOCENCIA

la inocenciacontemplaLA INOCENCIA

Número 9Diciembre-Enero

Nuestra Señora de la Luz (Monasterio de las Concepcio-nistas, en São Paulo - Brasil)

bsolutamente siempre libre de toda mancha

de pecado y toda hermosa y perfecta,

se manifiesta tal plenitud de inocencia

y santidad, que no se concibe en modo

alguno mayor después de Dios

y nadie puede imaginar fuera

de Dios. Ella nunca estuvo

en las tinieblas, sino en la luz, y, por consiguiente,

fue aptísima morada para Cristo.

(De la Bula “Ineffabilis Deus” con que el Beato Pío IX proclamó el dogma de la

Inmaculada Concepción)

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HERALDOS DEL EVANGELIO

Asociación privada internacional de fieles de derecho pontificio

Ano I, nº 7, Agosto - Septiembre 2003

Revista de los

Sumario

Escriben los lectores ..................................................................................................................... 4Editorial .......................................................................................................................................... 5Si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos ................................. 6El Obispo, Servidor del Evangelio de Jesucristo .............................................................. 12Una prueba de amor para los pueblos americanos .......................................................... 17Peregrinación a Bucaramanga ............................................................................................... 20El primer pesebre de la Historia ............................................................................................ 22El Milagro Eucarístico de Cebrero ........................................................................................ 24Heraldos en el Mundo ............................................................................................................... 26Una visita al Infierno (Conclusión) ..................................................................................... 34El Noble Oficio ............................................................................................................................ 38El Hombre que sabía el día de su muerte ............................................................................ 40Sucedió en la iglesia y en el Mundo ..................................................................................... 42De su alto pedestal, la Virgen Inmaculada bendice a Chile .......................................... 43La Realidad Supera la Leyenda ............................................................................................. 46Cenas de Navidad y Año Nuevo ............................................................................................. 48El Rosario Transformado en Vitral ........................................................................................ 49

Director Responsable: Pablo Beorlegui V. · Edita: Editorial Apóstol San-tiago S.A. Américo Vespucio Sur 268 D Las Condes, Santiago de Chile

Suscripciones Tel. (56 2) 207 54 53 Fax 207 55 78E-mail: [email protected]

ISSN:0717-7690 Imprime: QWCh

Bolivia: La Paz Av. H. Siles 5054 Tel. // Fax: (591-2) 278 60 62

Santa Cruz de la Sierra Mapajos 2300Tel. // Fax: (591-3) 34 80 088

Chile: Santiago Casilla 13188 Correo 21Tel. (2) 207 54 53 // Fax: 207 55 78

Colombia: Bogotá Calle 75 N° 11-87 Tel. (57 1) 5948686 // 5948682

Costa Rica: San José Barrio La Guaria de Moravia. De la entrada principal del Club

La Guaria 200 oeste y 75 sur. Tel. (506) 235 54 10 // Fax (506) 235 96 67Ecuador: Quito Urbanización Campo

Alegre - Calle Picaflor 903 Tel. (593 2) 44 25 85 //Fax (593 2) 25 88 40España:Madrid Calle Cinca, 17 CP 28002

Tel: 91 563 7632Estados Unidos:Miami: 4425 SW 88

Avenue Florida 33165Tel. (305) 480 05 69 // Fax: (305) 480 19 17

Los Angeles: 805 Novelda RdAlhambra, CA, 91801

Tel. (626) 458 33 24El Salvador: San Salvador Calle 2

Casa 33 Lomas de S. Francisco Tel. (503) 257 0840

Guatemala: Ciudad de Guatemala 15ª Av., nº 17-29 Zona 10

Tel. (502) 368 00 61 // 367 69 67 Honduras: Comayagua Apartado de

Correos 353 Tel. (504) 772 11 78México: Ciudad de México Horacio 1719

PH. 1302 Col. Polanco CP. 11510Tel. (52 55) 52 80 33 84

Nicaragua: Managua Del restaurante La Maseillaise media cuadra al Este Reparto

Los Robles Tel: 277-0110Paraguay: Asunción

Capitán Cañizá, 1123 Seminario Tel. (595 981) 21 34 87

Perú: Lima La Niña 272 Chacarilla del Estanque Surco - 33

Tel. (51 1) 372 25 40 // Fax (51 1) 372 71 04 Rep. Dominicana: Santo Domingo

Lorenzo Despradel nº 59 La CastellanaTel. (1 809) 227 72 65

Los artículos de esta revista podrán ser reproducidos, indicando su fuente y enviando una copia a la redacción. El contenido de los artículos es responsa-

bilidad de los respectivos autores.

La verdadera alegría sólo la da la inocen-

cia. En la portada un grupo de niñas de los Heraldos del

Evangelio venera la imagen del Niño Jesús.

(Foto: S. Miyasaki)

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Una delegación de los Heraldos del Evangelio estuvo en el Vaticano, los dias 21 y 22 de octubre, para felicitar a los nuevos Cardenales

nombrados por el Papa Juan Pablo II

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LLEVAR EL EVANGELIO A LOS CORAZONES SEDIENTOS

DE LA PALABRA DE DIOS

Me es muy grato saludarlo atentamente y al mismo tiempo agradecerle la fineza que ha tenido al enviarme el último número de la revista Heraldos del Evangelio.

Muchas gracias por toda la interesante información que ofrece de los grandes aconteci-mientos realizados en la Diócesis de Roma, particularmente por el extraordinario honor, que se le ha concedido a la Hermandad ,el uso y sede de todas sus acti-vidades la Iglesia de San Benito y como reconocimiento oficial de la Asociación de los laicos compro-metidos en la misión de la Iglesia y el empeño generoso de llevar el Evangelio a los corazones sedien-tos de la Palabra de Dios.

Reciban mis humildes sentimien-tos de gozo y felicitación muy since-ra por tan significativa distinción, que les compromete a entregarse más generosamente a la extensión del Reino de Dios con su palabra, su testimonio y su vida.

Al enviarles este afectuoso salu-do y mis parabienes, uno mis hu-mildes oraciones con ocasión de la Sagrada Eucaristía, por el éxito de su meritoria labor evangeliza-dora y la abundancia de gracias y bendiciones celestiales.

Alfonso Coto Monge,Obispo Emérito de Limón,

Costa Rica

ESCUELA DE VIDA

Me propuse escribir para contar un poco de lo que he aprendido, después que pasé a ser parte de los Heraldos del Evangelio.

Siempre fui católica y devota de la Virgen, desde que alcancé ciertas gracias que pedí. De eso hacen 18 años y fue por el resto de mi vida; sólo que en esa épo-ca yo no era católica practicante. Ahora, recibo la revista Heraldos del Evangelio en mi casa. Quiero agradecerles, pues, en cada pági-na, cada historia que se lee es una escuela de vida. Cada día me sien-to más feliz, y con ganas de apren-der más. Esta revista ha sido muy importante para mi vida diaria.

Todo lo bueno que me pasa, se lo agradezco primero a Dios y luego a los Heraldos del Evan-gelio. Gracias porque todos Uds. existan. Que Dios derrame sus bendiciones para todos.

María VieiraCanindé, CE – Brasil

ORGULLOSA DE NUESTRA IGLESIA PORQUE EXISTEN

LOS HERALDOS

Quedo muy feliz, cuando en los eventos religiosos e importantes de la Iglesia los encuentro dando el mayor apoyo posible. ¡Me siento tan orgullosa de nuestra Iglesia por el hecho de que existan los Heraldos!

María da SilvaRecife, PE – Brasil

TRABAJO ESPLÉNDIDO

Estoy radiante de alegría por Uds. Con este trabajo espléndido que desarrollan con arte y sabidu-ría, abriendo un nuevo horizonte para este mundo tan necesitado de Dios.

Hace un año que recibo la re-vista y pido a Dios que derrame en profusión el Espíritu Santo sobre Uds., para que continúen con este trabajo maravilloso y que nada ni nadie pueda entorpecer esa obra de Dios. Y que María os guarde dentro del Corazón.

Joana Bacelar, Teresina –Bra-sil

TESORO DE BONDAD INFINITA

Estoy entre las que reciben la maravillosa revista Heraldos del Evangelio. Quiero decirles que en ella encontré un tesoro de bondad infinita, con las mil historias que me dejan encantada.

Adelina AlvesBetania, PE – Brasil

FUERZA PARA SEGUIR NUESTRO CAMINO CRISTIANO

Recibí la revista. No soy muy amiga de la lectura, pero lo que esta revista me está enseñando es una maravilla; da una fuerza para seguir junto a María nuestro cami-no cristiano.

María Souza, Caruaru - Brasil

ESCRIBEN LOS LECTORESESCRIBEN LOS LECTORES

4 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

EditorialEditorial

n la aurora de la creación, los Ángeles, por un simple acto de voluntad de Dios, fueron sacados de la nada y hechos puros espíritus. Así se inicia la obra de los seis días firmada en la Inocencia. Los que se revelaron contra el autor de la vida, perdieron el estado en el cual habían sido crea-dos y se vieron arrojados al Infierno.

La misma Inocencia les fue dada a nuestros primeros padres, en el amanecer del Paraíso Terrenal. Desde los minerales hasta los hombres, pasando por la naturaleza vegetal y por los animales, todos los seres vivos evocaban ese magnifico celo de Dios, la Inocencia Primera. El pecado original, no solo tiznó las almas de Adán y Eva, también les hizo perder esa virtud fundamental. Y sus funestas con-secuencias cayeron sobre la creación entera, la que quedó “sujeta a la vanidad” y “la corrupción” y “gime” a la espera del día de su glorio-sa liberación, como dice San Pablo:

“Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son com-parables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontaneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. ” (Rm 8, 18-22).

En el purgatorio, las almas esperan el momento para lanzarse en los océanos de Inocencia y obtener en Ella el gozo de la felicidad eterna.

Mientras, el auge del esplendor de la Inocencia bajó a la tierra cuando los labios de una Virgen de Nazaret pronunciaron el “sí” a la embajada del Arcángel San Gabriel: “hágase en mi según tu pa-labra” (Lc 1, 38). Ella concibió y dio a luz un Hijo, Dios y Hombre verdadero, la Inocencia Encarnada.

La Historia gira en torno a esa virtud, y hace algunos siglos, se estableció un proceso en la humanidad por el cual, de forma gra-dual, fueron desapareciendo entre nosotros las manifestaciones de Inocencia.

Ahí está la razón de ser del llamado a la santidad, tantas veces re-petido por el Santo Padre, así como el elemento esencial para poder ser misioneros, permanentemente dispuestos a evangelizar a todos, sin excluir a nadie.

Aprovechemos esta Navidad para adorar al Niño Jesús, en compa-ñía de María y José, para implorarle gracias especialísimas para el re-torno de la Inocencia a la convivencia de los hombres, a fin de que así se encuentre la verdadera paz, tan anhelada por todos, pero tan poco buscada donde realmente se encuentra, o sea, en el Pesebre. N

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LAVERDADERA

PAZ Y LA INOCENCIA

LAVERDADERA

PAZ Y LA INOCENCIA

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 5

COMENTARIO AL EVANGELIO DE NAVIDAD

João Scognamiglio Clá DiasPresidente General de los Heraldos del Evangelio

João Scognamiglio Clá Dias

Jesús, ya sea en la Gruta de Belén, o durante su vida familiar, fue para nosotros el mejor y divino ejemplo de cuanto debemos hacernos

“como niños”. Su Inocencia creció en manifestaciones diversas a lo largo de su vida pública y, al ser crucificado, redimió al género

humano. Pasados dos milenios, nuevamente se hace necesaria la inocencia. En estas circunstancias, los

hombres pueden y deben hacerse “como niños” para así resolver la gran crisis actual. Bien junto al Pesebre,

meditemos sobre el Divino Infante, desde el mirador de esta tormentosa Navidad de 2003.

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Ya en el principio estaba con

Dios. 3 Todas las cosas vinieron a la existencia por Él; y sin Él nada empezó de cuanto existe. 4 Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la recibieron. 6 Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. 7 Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. 8 Él no era la luz, sino testigo de la luz. 9 Aquel que es el Verbo era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que

viene a este mundo. 10 En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por Él y, sin embargo, el mundo no lo conoció. 11 Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron. 12 Pero a todos los que lo recibieron, les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, 13 los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios. 14 Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como Hijo Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. 15 Juan el Bautista dio testimonio de Él, clamando: “A

6 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003- Enero 2004

“Si no se hacen como niños, no entrarán en

el Reino de los Cielos”

“Si no se hacen como niños, no entrarán en

el Reino de los Cielos”

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I – SE HIZO NIÑO Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS

Llenas de júbilo repican las cam-panas a la media noche. En medio de una atmósfera de consoladora, penetrante y envolvente alegría, don-de todo es paz y armonía, ellas marcan el inicio de la Misa del Gallo. En el interior del edificio sagrado casi no hay sombras, la luz es plena y domina el ambiente en un inefable paralelo junto al órgano y las melodiosas voces. Los fieles se sienten atraídos a meditar sobre uno de los principales misterios de nuestra Fe, la Encarnación del Ver-bo, el Nacimiento del Niño Jesús.

Dios quiso hacerse conocer por los hombres

Cada fiesta litúrgica, al pro-ponernos la consideración de un

determinado aspecto del Salvador, despierta en nosotros reacciones a veces intensas: el Tabor nos causa admiración por el brillo del acon-tecimiento; durante los Pasos de la Pasión, las lágrimas bañan nuestro rostro; vibramos de gozo al conside-rar la Resurrección y la Ascensión. Pero, la dulzura radiante emitida por el pesebre en Belén no sólo nos encanta, sino que penetra en nues-tras almas y las suaviza.

Allí está la Bondad en esencia, bajo el ropaje de nuestra débil na-turaleza. En ella se realizó, uno de los mayores designios de la Trinidad Santísima en relación a los habitan-tes de este valle de lágrimas.

Dios después de tantos siglos hablándonos a través de las cria-turas y de los profetas, hizo patente su empeñado deseo de hacerse

conocer por los hombres y, al final, terminó por enviarnos a su propio Hijo. “Ahora, en estos tiempos, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por medio del cual hizo el universo” (He. 1, 2).

A partir de entonces, sus atribu-tos fueron colocados al alcance de nuestra inteligencia, a través de las obras de Dios humanado. ¿Quién podría imaginar un medio más ex-celente de comunicación entre Dios y creatura?

Poder y humildad se besan

Junto al Pesebre encontraremos la más bella y eficaz manifestación del gran poder de Dios: un Pequeño nacido para elevar, por la acción

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 7

éste me refería cuando dije: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’ ”. 16 De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. 17 Porque la ley fue dada por medio

de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. 18 A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado. (Jn. 1, 1-18)

Si no se hacen como niños... (Fresco del Carmelo de Lisieux, Francia) — Seguir el consejo y el ejemplo de inocencia dados por el Divino Maestro, es el camino seguro para llegar al Reino de Dios

de la gracia, un género que, por el pecado, muy bajo había caído. Por esas razones, al adorar a aquel tierno y delicado Niño, alabaremos la gloriosa majestad de Dios hacién-dose compatible con la humildad.

Majestad y humildad infinitas, ex-tremos opuestos, paradoja adorable. Un Divino Niño, con todas las con-tingencias inherentes a su estado, tie-ne su alma, entretanto, en la plenitud de la visión beatífica. Él siente el frío del invierno, padece hambre y sed, llora, y, sin embargo, es totalmente feliz. Nosotros lo contemplamos en su inmensa fragilidad, dentro de la cual Él está redimiendo al mundo.

Las palabras de nuestro voca-bulario son insuficientes para co-mentar cuánto la Navidad es una de las más bellas pruebas del amor de Dios por los hombres. Contentémo-nos con la afirmación de San Juan: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo Unigénito; para que todo el que crea en Él no perezca, si-no tenga la vida eterna.” (Jn. 3, 16).

“Puer natus est nobis!...”“¡Un Niño nos ha nacido!...” ¿

Existirá un modo más sencillo para referirse a Dios?

Él abandona los fulgores de su di-vinidad y se presenta, entre pajas, en la figura de un recién nacido. Siglos y siglos lloraron los profetas por ese día y, por fin, la realidad: “Porque nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo que tiene sobre los hombros la so-

beranía, y que se llamará Maravilloso Consejero, Dios fuerte, Padre sempiter-no, Príncipe de la Paz, para dilatar el imperio y para una paz ilimitada sobre el trono de David y de su reino, para afirmarlo y consolidarlo en el derecho y en la justicia desde ahora para siempre jamás.” (Is. 9, 6 y 7).

La justicia se hace misericordia…

El surgimiento de ese Niño en el escenario psico-religioso de la

antigüedad representó una con-tradicción. El concepto sobre la divinidad, sea la real o la idolátrica, se basaba en la idea de la justicia punitiva. Era, por ejemplo, la figura mitológica greco-romana de un dios aterrorizando el Olimpo con un simple fruncir de ceño, o, el univer-so con el agitar de un instrumento de castigo.

Las propias Sagradas Escrituras nos revelan un Dios verdadero y omnipotente, en nada propenso a la menor contemporización, desde los primeros pasos del hombre sobre la tierra. Ya en el Paraíso, llamó a nuestros padres inmediatamente después de haber cometido un único pecado de desobediencia, para castigarlos con la expulsión, la pérdida de dones y privilegios, colocándolos a merced de dolores, enfermedades y de la muerte.

Creciendo y multiplicándose los hijos de Adán sobre la tierra, no tar-dó para que, “viendo cuánto había crecido la maldad de los hombres”, se arrepintiera “de haber hecho al hombre” y, por eso, determina irre-versiblemente: “Voy a exterminar al hombre que creé de sobre la faz de la tierra; y con el hombre, a los ganados, reptiles y hasta las aves del cielo, pues

En el mundo an-tiguo, ese Niño-Dios, en que se unían la justicia y la misericordia, representaba una

contradicción

8 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003- Enero 2004

Suspira-do por los Profetas,

cantado por el Evangelis-

ta, el Verbo de Dios se

hizo carne y habitó entre

nosotros (“Nacimiento

de Jesús”, Catedral de Notre-Dame

de Paris)

me pesa de haberlos hecho.” (Gen. 6, 5 a 7) ¿ Y qué decir de la gran cólera de Dios al destruir Sodoma y Gomorra, culminando con el hecho de la mujer de Lot que, “miró para atrás, y se convirtió en un bloque de sal” ? (Gen.19, 26).

...y se pone a disposición de todos

Larga podría ser la enumeración de los terribles actos de justicia de un implacable y omnipotente Legis-lador, descritas en las Sagradas Es-crituras. Pero, hagamos una brusca interrupción y acerquémonos nue-vamente al Pesebre de Belén.

¿A quién veremos allí? Al mis-mo Dios, ya no más vengador, sin incutir pavor a los que yerran. Su aparición no produce la muerte. Es un inocente recién nacido. ¿Dónde está aquella grandeza del Rey de toda la creación, capaz, si así lo quisiese, de reducir a nada todo el universo y de, acto contínuo, recrearlo? ¿Dónde están los rayos y los truenos que lo precedían al des-cender en el Sinaí?

Arrodillémonos con total con-fianza, sin el menor temor, pues, delante de nuestros ojos no está la representación de una voluntad irreductible, ni de la infinita seve-ridad de una santa e implacable ira, sino que muy por el contrario, la sonrisa atrayente y encantadora de un bellísimo Niño, que nos hará olvidar el dolor de conciencia de todo nuestro pasado, el mal por nosotros practicado y hasta el sin-sabor que le es inherente. En su delicada e infantil candura, Él nos invita a amarlo con toda la fuerza de nuestra simpatía y afecto, y no tardará mucho para surgir, desde el fondo de nuestra alma, por el soplo de la gracia sobre nuestras virtudes cardinales, una poderosa aspiración para adorarlo.

El mismo escogió, para su pa-lacio, la Gruta en Belén; para su ornato, unos paños; para su cuna,

unas gastadas tablas; y, para com-pañía, María, José y dos animales. No quiso un solo resquicio de aura grandiosa, pues deseó colocarse al alcance y a disposición de cualquier necesitado. Además, su gran misión es la de ser víctima. Misión que

tuvo su inicio en el despojamiento de una cuna de pajas y su auge en el Calvario. La Cruz y el Pesebre, los mejores medios para borrar nuestras ofensas contra Dios. El Salvador quiso caminar por el Via Crucis porque, sin su Preciosísima Sangre, nuestra reparación de nada nos valdría. Y, ya a partir de Belén, comenzó a enseñarnos a sufrir porque sus padecimientos no nos serían interamente eficaces, si no fuesen acompañados de nuestra arrepentida penitencia.

II – EL EVANGELIO TESTIMONIO SOBRE LA

DIVINIDAD DE JESÚS

El Evangelio de hoy constituye una de las más bellas páginas de la Escritura. En algunas frases, embebidas de sobrenatural unción, el Apóstol Virgen nos sintetiza la historia eterna y humana del Verbo de Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Tal cual ates-tiguan muchos y famosos autores, se trata de un himno a Cristo En-carnado, probablemente escrito sin tener en vista el propio Evangelio y hasta antes de éste. Algunos llegan a levantar la hipótesis de San Juan haber intercalado los grupos de

versículos 6 a 8, 12 y 13, 15 a 17, cuando resolvió adaptar ese himno para utilizarlo a manera de prólogo a su Evangelio.

Preocupación pastoral de San Juan

San Juan, como ya tuvimos ocasión de exponer en un artículo anterior, decidió escribir un cuarto relato de la vida del Salvador, a pe-sar de ya existir los de Mateo, Lucas y Marcos, por su enorme empeño en probar y documentar la divini-dad de Jesús, conforme él mismo confiesa: “Muchas otras señales hizo Jesús en presencia de los discípulos que no están escritas en este libro; y estas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.” (Jn. 20, 30 y 31)

Se ve claramente, por esta afir-mación colocada ya casi al fin de su relato, cuánto el Prólogo es una sín-tesis de todo el resto del Evangelio y, por diversas razones, no se puede excluir la hipótesis de que el autor estaba tomado de un cierto intuito polémico. El Cristianismo ya estaba en curso y, a parte de las doctrinas erróneas panteístas sobre la unión de las dos naturalezas, la divina y la humana, en una sola Persona, había también herejías que negaban la realidad de la carne de Jesús, (cf. I Jn. 4, 1 a 3), como por ejemplo una forma precoz de docetismo, así descrita por el propio San Juan: “Ahora se han levantado en el mundo muchos seductores, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Este es el seductor y el anticristo.” (II Jn. 7)

“Et Verbo Caro Factum Est” (v. 14)

Es conveniente destacar que el término “carne”, al ser usado por la Sagrada Escritura, no tiene el significado de la carne sin vida. Muy por el contrario, es sinónimo

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 9

Desde el inicio de su vida terre-nal, Jesús cum-plió su misión

de Víctima por la Redención del mundo

de “hombre íntegro”, con una con-notación toda especial que pretende subrayar el aspecto fragilidad de la naturaleza humana. Esa es la razón por la cual no se encuentra en el Pró-logo la expresión “se hizo hombre”, pues desea el Evangelista acentuar la infinita distancia entre Dios y cria-tura. Ni siquiera se expresó por los términos “se hizo cuerpo”, porque ciertamente quiso evitar que alguno llegase a creer que Cristo se trataba de un ente humano sin vida, anima-do tan sólo por la divinidad.

Esa preocupación dogmático-pastoral de San Juan, de dejar clara la divinidad de Jesús, transparece de cierta forma en el Evangelio de hoy (Jn.1,1-18), al ser usados los verbos predominantemente en pasado indefinido, hasta el versículo 14. Y de modo opuesto, al referirse a la Encarnación, lo hace en pasado definido. En los primeros versícu-los describe la existencia eterna del Verbo, “era”, “estaba”, “fue hecho”, etc., y, a partir del versículo 14, in-tenta hacer clara su actuación en el tiempo: “se hizo”, “habitó”, etc., o sea, el Verbo Encarnado es el Mis-mo Hijo Unigénito engendrado por el Padre, desde toda la eternidad.

Por los motivos anteriormente expuestos, San Juan agrega a su proclamación de la Encarnación dos substanciales grupos de testigos: el Bautista (vs. 6 a 9 y 15) y los propios Apóstoles (v. 14), indispensables pa-ra dar solidez a su argumentación.

Consideraciones adecuadas para alimentar nuestra piedad

Las consideraciones teológico-exegéticas sobre el Evangelio de hoy, nos llevarían a escribir una verdadera enciclopedia. Nos basta, por ahora, resaltar la Sabiduría inconmensurable de Dios, al rea-lizar la unión de dos naturalezas, tan opuestas, en una sola Persona: un profundo, y al mismo tiempo, altísimo misterio, imposible, de

explicarse en esta tierra, a pesar de claramente haber sido revelado.

Aprovechemos entonces, el espa-cio que nos resta, para alimentar un poco más nuestra piedad, pergun-tándonos: ¿cómo agradecer a Jesús, en el pesebre, tanta bondad para con nosotros? Cuánto desearíamos retribuir los infinitos y sobrenatu-rales dones traídos por ese Niño, haciéndonos amables, sin límites. Nos parecería imposible realizar una tal reciprocidad. Entretanto ella está enteramente a nuestro alcance. Para eso, no es necesario retomar nuestro débil cuerpo de bebé de los primeros momentos de nuestra existencia. Será suficiente colocar en práctica el consejo del propio

Jesús: “Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos.”(Mt 18, 3)

III – RESTAURAR LA INOCENCIA PARA OBTENER

LA PAZ

En la práctica, ¿ qué significa cambiar y hacerse “como niño”?

El niño no conoce la mentira, la falsedad y ni la hipocresía. Su alma se refleja enteramente en su rostro; su palabra traduce con fidelidad su pen-samiento, con una franqueza emocio-nante. Él no tiene las inseguridades de la vanidad o del respeto humano. En una palabra, él y la simplicidad constituyen una sólida unión.

El ejemplo dado por el propio Dios

El Divino Infante, creador de las leyes de la naturaleza, en deter-

minado momento a ellas se somete como un pobre mortal. Él desea en-señarnos esta virtud del niño que es obediente tal cual Jesús lo era a sus padres, conforme encontramos en Lucas (2, 51): “vivió obedeciéndoles en todo”. Para nuestro ejemplo, Él conservó la obediencia hasta el último suspiro de su existencia: “Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Fil. 2, 8).

¡Qué lección nos da Jesús! La Sa-biduría Eterna, un Bebé dependien-te en todo de los que lo circundan. Esa debe ser nuestra flexibilidad, resignación y disposición de alma delante de todas las circunstancias de nuestra vida, listos para decir “sí” a cualquiera pequeña invitación de la gracia, o de nuestros superiores. Este es el camino indicado por el Salvador, sobre las pajas del Pese-bre.

¡Cuánto nos costará, tal vez, cumplir con los rigurosos deberes de una sabia disciplina, o de colocarnos bajo el yugo de una autoridad, o de nuestras responsabilidades sociales y religiosas! Para agradecer a Je-sús, sería bueno imponer silencio a nuestros caprichos y pasiones, e imitar su obediencia.

Jesús ama la pureza de corazón

Si hay una nota especialísima que más nos atrae en los niños, con toda seguridad, es la inocencia que los ha-ce ignorar la maldad. Es la pureza de corazón, con la cual el niño crea para sí un universo de belleza moral que, si no se guía por las sendas de la santi-dad, al hacerse adulto, se pierde por no haber luchado contra la concupis-cencia del pecado original. Y esa pu-reza de corazón es lo que Jesús, en el Pesebre, en las plazas o en el Templo, en la Cruz o en la Resurrección, más ama. (cf. Mc. 10, 13-16).

Este es el modo de retribuir plenamente al Niño Jesús todos los beneficios recibidos. Ahí sí haremos

10 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003- Enero 2004

Aún en la cuna, Él nos enseña a

ser flexibles y obe-dientes a cualquier mínima invitación

de la gracia

su alegría, en la compañía de María y José, o sea, manteniéndonos ino-centes hasta el día del juicio.

Pero, si la blancura de nuestras túnicas bautismales fue tiznada por el pecado, si ellas fueron rasgadas por los desarreglos de nuestras pa-siones y perdieron los perfumes de aquella inocencia de otrora, ¿cómo proceder?

Por encima de todo, no debemos dejarnos tomar por el abatimien-to. Hagamos sumergir nuestra túnica en las milagrosas aguas de la penitencia. Ellas la lavarán, re-constituirán y la penetrarán de un celestial olor. Nuestras lágrimas de arrepentimiento junto al Niño Je-sús, bajo la maternal protección de María Santísima y los ruegos de San

José, infaliblemente nos obtendrán —conforme Él mismo nos prome-tió (1)— la restauración de nuestra Inocencia.

La inocencia: verdadera paz para este mundo

Pidamos a María que, en esta feliz y santa noche de Navidad, ha-

ga nacer, en el Pesebre de nuestros corazones, al Niño Jesús, para que Él los vuelva tan puros e inocentes como el de Él.

Se narraba un hecho en la épo-ca de las carabelas: en medio de la tormenta, se recogen las velas y los tripulantes se ponen a rezar en la cubierta del navío para implorar una intervención divina. Todos, en voz alta y agarrados entre sí, ruegan un milagro, pero nada pronosti-caba el aquietamiento de aquellas enfurecidas aguas. Y sucede que, en cierto momento, el comandante de la embarcación se da cuenta de la presencia, entre los pasajeros, de una madre con su hijito estrechado al pecho. Sin dudar, le arrancó la criatura de los brazos, la levantó al cielo y exclamó: “¡Señor, nosotros pecadores no merecemos ser oídos por Vos! ¡ Más que ser tragados por estas aguas revueltas, nuestro destino bien podría ser el eterno fuego del infierno! ¡ Pero, Señor, aquí está un inocente que clama por vuestra misericordia y intercede por nosotros!¡ Clemencia, Señor, por este inocente!”

Y antes que el niño fuera entrega-do a su madre, instantáneamente, las aguas se volvieron plácidas como en una tarde marítima de primavera.

Hagamos lo mismo. La huma-nidad hoy atraviesa una de sus ma-yores crisis. En esta tan tormentosa Navidad de 2003, presentemos al Niño Jesús, a Dios Padre y, auxi-liados por la poderosa intercesión de María y José, imploremos la verdadera paz a este mundo tan conturbadamente caótico. O sea, que vuelva a reinar entre nosotros la virtud de la inocencia.

1Cf. Jn. 14, 13 (“Todo lo que pidan en mi nombre, Yo lo haré”), Lc 11, 9-10 (“Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; quien busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre.”)

Que pueda el Niño Jesús nacer en el pesebre de nues-tros corazones, y

así la inocencia rei-ne de nuevo entre

nosotros

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 11

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LA VOZ DEL PAPA

Movido por su incansable solicitud pastoral, el Santo Padre marcó su 25° aniversario de su Pontificado con una publicación sobre una Exhortación Apostólica para los Pastores del Rebaño,para “ofrecer a toda la Iglesia” un patrimonio de reflexiones hechas con ocasión de la 10ª Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. De este documento de trascendental importancia, destacamos para nuestros lectores los insertos a continuación (los subtítulos son de nuestra redacción).

El Obispo,servidor del Evangelio de Jesucristo,

para la esperanza del mundo

Profeta, testimonio y sier-vo de esperanza.

Los Pastores de la grey están conscientes de que, en el cumpli-miento de su ministerio de Obis-pos, cuentan con una gracia divina especial. La imagen del Buen Pas-

tor, acompaña siempre a los Obis-pos, que reflexionaron conmigo sobre la figura del Obispo, servidor del Evangelio de Jesucristo, para la esperanza del mundo.

De hecho, es tarea de cada Obispo anunciar al mundo la es-

peranza, partiendo de la predica-ción del Evangelio de Jesucristo. La perspectiva de la esperanza teologal, junto con la de la fe y la caridad, ha de moldear por completo el ministerio pastoral del Obispo.

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El Obispo,servidor del Evangelio de Jesucristo,

para la esperanza del mundo

12 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

A él corresponde, en particular, la tarea de ser profeta, testigo y servidor de la esperanza. Tiene el deber de infundir confianza y proclamar ante todos las razones de la esperanza cristiana (cf.1 P 3,15). El Obispo es profeta, testigo y servidor de dicha esperanza, sobre todo donde más fuerte es la presión de una cultura inmanentista, que margina toda apertura a la trascendencia. Donde falta la esperanza, la fe misma es cuestionada; incluso el amor se debi-lita, cuando la esperanza se apaga.

Misión de enseñar, gobernar y santificar.

El Evangelio según San Lucas, narra que Jesús dio a los Doce, el nombre de Apóstoles. que literal-mente significa enviados, mandados (cf.6,13). Este primer envío (cf.Mt 10,5; Mc 6,7; Lc 9,1-2), alcanza su plenitud en la misión que Jesús les confía: “Me fue dado todo el poder, en el cielo y en la tierra: Id, pues, en-señad a todas las naciones, bautizán-dolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñán-doles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí, que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin mundo” (Mt 28,18-20).

En el texto del Evangelio de San Mateo, se puede ver como todo el ministerio pastoral se articula, según la triple función de enseñar, santifi-car y regir. Se trata efectivamente de funciones íntimamente ligadas entre sí, que mutuamente se explican, condicionan e iluminan.

Precisamente por eso, el Obispo, cuando enseña, al mismo tiempo santifica y gobierna el Pueblo de Dios; mientras santifica, también enseña y gobierna; cuando gobierna enseña y santifica.

En primer lugar, una vocación a la santidad.

Con el mismo acto de amor con que libremente los instituye

Apóstoles, Jesús llama a los Doce a compartir su misma vida.

La santificación objetiva, que por medio de Cristo se recibe en el Sacramento con la efusión del Espíritu, se ha de corresponder con la santidad sub jetiva, en la

que, con la ayuda de la gracia, el Obispo debe progresar cada día más, con el ejercicio de su minis-terio.

Una imagen bíblica, que apa-rece particularmente idónea, para ilustrar la figura del Obispo, co-mo amigo de Dios, pastor y guía del pueblo, es la figura de Moisés. Fijándose en él, el Obispo puede encontrar inspiración para su ser y actuar como pastor. Tal como Moisés, que tras el coloquio con Dios en la montaña santa, volvió a su pueblo con el rostro radiante (cf.Ex 34,29-30), asimismo tam-bién el Obispo podrá mostrar a sus hermanos los signos de ser padre, hermano y amigo, sólo si ha entrado en la nube oscura y luminosa del misterio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

La Asamblea sinodal, celebra-da tras el Gran Jubileo del año 2000, asumió desde el principio el proyecto de una vida santa, que yo mismo he indicado a toda la iglesia: “La perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral,

Con el apoyo de la gracia, el obispo debe

santificarse cada vez más a través del ejercicio del

ministerio

Jesús y los Apóstoles, en Galilea (Catedral de Notre-Dame de Paris) — Sucesores de los Doce a los que Nuestro Señor confió la misión de evangelizar los pueblos, deben los Obispos, como sus mayores, compartir la propia vida de Cristo

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 13

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es el de la santidad (...) Hacer hin-capié en la santidad, es más que nunca una urgencia pastoral”. La acogida entusiasta y generosa de mi exhortación a poner en primer lugar la vocación a la santidad fue el clima en que se desarrollaron los trabajos sinodales y el contexto que, en cierto modo, unificó las intervenciones y las reflexiones de los padres participantes. Pa-recían vibrar en sus corazones, aquellas palabras de San Gregorio Nacianzeno: “Antes purificarse, después purificar; antes dejarse instruir, después instruir; con-vertirse primero en luz y después iluminar; primero acercarse a Dios y después conducir los otros a El; primero ser santos y después santificar”.

María, Madre de la esperanza y maestra de vida espiritual.

Ha de servir también de apoyo, para la vida espiritual del Obispo la presencia maternal de la Virgen María. Ha de sentir, pues, por ella una devoción auténtica y filial, considerándose llamado a hacer suyo el fiat de María.

A semejanza de María, “memo-ria” de la encarnación del verbo en la primera comunidad cristia-na, el Obispo ha de ser custodio y transmisor de la Tradición viva de la Iglesia, en comunión con los demás Obispos, unidos bajo la au-toridad del Sucesor de Pedro.

La sólida devoción Mariana del Obispo, debe estar siempre orien-tada por la Liturgia, en la cual la Virgen María está particularmente presente en la celebración de los misterios de la salvación. Más aún, el Obispo debe procurar que “con respecto a la piedad mariana del pueblo de Dios, la Liturgia aparez-ca siempre como forma ejemplar, fuente de inspiración, punto de referencia constante y meta últi-ma. Respetando este principio, el

Obispo ha de alimentar su piedad mariana personal y comunitaria con los ejercicios piadosos aproba-dos y recomendados por la Iglesia, especialmente con el rezo de ese compendio del Evangelio que es el Santo Rosario.

La Eucaristía, centro de la vida y misión del Obispo.

Así como, el misterio pascual es el centro de la vida y misión del Buen Pastor, la Eucaristía es también el centro de la vida y mi-sión del Obispo, como la de todo sacerdote.

Con la celebración cotidiana de la Santa Misa, el Obispo se ofrece a sí mismo junto con Cristo. El Obispo muestra también su amor a la Eucaristía cuando, durante el día, dedica largos ratos de su tiempo a la Adoración ante el Sagrario. Entonces, abre su alma al Señor, para impregnarse total-mente y configurarse por la cari-dad derramada en la Cruz, por el gran Pastor de las ovejas, que dio su sangre por ellas, al entregar la propia vida.

Y tú, siervo ejemplar por tu buen comportamiento.

El ministerio del Obispo, co-mo pregonero del Evangelio y

custodio de la fe en el Pueblo de Dios, no quedaría completamente descrito si faltara una referencia al deber de la coherencia perso-nal: su enseñanza ha de proseguir con el testimonio y con el ejemplo de una auténtica vida de fe. Si el Obispo, que enseña a la comuni-dad la Palabra escuchada con una autoridad ejercida en el nombre de Jesucristo, no viviese lo que enseña, transmite a la comunidad un mensaje contradictorio.

El Apóstol Pablo, nos indica una vez más la conducta a seguir con estas palabras: “Y tu siervo ejemplar, muestrate dechado de buenas obras: pureza de doctrina, dignidad, palabra sana, intacha-ble, para que el adversario se avergüence, no teniendo nada malo que decir de nosotros” (Tit 2,7-8).

Sensible a la piedad popular.

Los padres sinodales confirma-ron la importancia de la piedad popular en la transmisión y el desarrollo de la fe. Esta piedad comporta grandes valores, tanto respecto a Dios como a los herma-nos, llegando a constituir así un verdadero tesoro de espirituali-dad en la vida de las comunidades cristianas.

En nuestro tiempo, en que se nota una gran sed de espirituali-dad, que frecuentemente motiva a muchos a hacerse adeptos de sec-tas religiosas o de otras vagas for-mas de espiritualismo, los Obispos han de discernir y favorecer tam-bién los valores y las formas de la auténtica piedad popular.

Es preciso, pues, orientar esta religiosidad, purificando si es necesario, sus formas expresivas, según los principios de la fe y de la vida cristiana. Por medio de la piedad popular, se ha de conducir a los fieles al encuentro personal con Cristo, a la comunión con la

“El obispo ha de sentir

una devoción auténtica y

filial a María, considerándose llamado a hacer

suyo el fiat”

14 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

Santísima Virgen Maria y los San-tos, mediante la escucha de la pa-labra de Dios, la vida de oración, la participación en los sacramen-tos, el testimonio de la caridad y de las obras de misericordia.

La juventud, una prioridad pastoral.

El Obispo dedicará un cuida-do especial a la evangelización y acompañamiento espiritual de los jóvenes. Un ministerio de espe-ranza, no puede dejar de construir el futuro junto con aquellos a quienes está confiado el porvenir, es decir, los jóvenes.

En ésta perspectiva, haciéndo-me intérprete del pensamiento de los Padres sinodales, hago un llamamiento especial a las perso-nas consagradas de los numerosos

Institutos empeñados en la for-mación y educación de los niños y jóvenes para que no se desanimen ante las dificultades del momento y no cejen en su benemérita obra, sino que la intensifiquen dando cada vez más calidad a sus esfuer-zos.

Mediante una relación personal con sus pastores y formadores,se ha de impulsar a los jóvenes a cre-cer en la caridad, educándolos pa-ra una vida generosa, disponible al servicio de los otros, sobretodo de los necesitados y enfermos. Así es más fácil hablarles también, de las otras virtudes cristianas, especialmente de la castidad. De este modo llegarán a entender que, una vida es “bella” cuando se entrega, a ejemplo de Jesús. Y estarán en condiciones de hacer opciones responsables y definiti-

vas, tanto respecto al matrimonio como al ministerio sagrado o a la vida consagrada,

El Obispo, obrero de justicia y de paz

Los Padres sinodales, se refi-rieron al Obispo como profeta de justicia. Hoy más que ayer, la guerra de los poderosos contra los débiles, ha abierto profundas divi-siones entre ricos y pobres.

¡Los pobres son legión! En el seno de un sistema económico injusto, con disonancias estructu-rales muy fuertes, la situación de los marginados se agrava de día en día. En la actualidad hay hambre en muchas partes de la tierra, mientras en otras hay opulencia.

Antes estas situaciones de in-justicia, y muchas veces sumidos en ellas, que abren inevitable-mente la puerta a conflictos y a la muerte, el Obispo es defensor de los derechos del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. Predica la doctrina moral de la Iglesia, defiende el derecho a la vida desde la concepción hasta su término natural; predica la doctrina social de la Iglesia, fun-dada en el Evangelio, y asume la defensa de los débiles, haciéndose la voz de quien no tiene voz, para hacer valer sus derechos. No cabe duda, de que la doctrina social de la Iglesia es capaz de suscitar es-peranza incluso en las situaciones más difíciles, porque, si no hay esperanza para los pobres, no la habrá para nadie, ni siquiera para los llamados ricos.

Conclusión: ¿Donde encontrar alimento, para saciar a las multitudes?

Ante un panorama tan comple-jo humanamente, para el anuncio del Evangelio, viene a la memoria, casi espontáneamente, el episodio de la multiplicación de los panes,

Mons. Gil Moreira adora el Santísimo Sacramento, en la Catedral de São Paulo — La devoción a la Eucaristía debe constituir el cen-tro de la vida y misión del Obispo, y tambiém de cada sacerdote

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Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 15

narrado en los Evangelios. Los discípulos, exponen a Jesús su perplejidad ante la muchedumbre que, hambrienta de su palabra, lo ha seguido hasta el desierto, y le proponen: “Despide a la multitud...”(Lc. 9.12). Quizás tie-nen miedo y verdaderamente no saben como saciar a un número tan grande de personas.

No obstante, Jesús tiene su propia manera de solucionar los problemas. Como provocando a los Apóstoles, les dice: “Dadles vosotros de comer” (Lc.9,13). Conocemos bien, la conclusión del episodio: “Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían so-brado: doce canastos” (Lc.9,17) ¡Quedan todavía muchas de aquellas sobras en la vida de la Iglesia!

Así pues, nosotros los Obispos, ¿de donde sacaremos el pan ne-cesario, para responder a tantas cuestiones dentro y fuera de las Iglesias y de la Iglesia” Podríamos lamentarnos como los Apóstoles con Jesús: “Cómo hacernos en un desierto con pan suficiente, para saciar a una multitud tan grande?” (Mt. 15,33). ¿En qué “lugares”, encontraremos los recursos?

Nuestro primer y trascenden-tal recurso es la caridad de Dios, infundida en nuestros corazones, por el Espíritu Santo, que nos ha

sido dado (cf. Rm 5,5). El amor con que Dios nos ha amado es tan grande que siempre nos puede ayudar a encontrar el modo apro-piado, para llegar al corazón del hombre y la mujer de hoy.

También, nuestra comunión en el cuerpo episcopal, del que for-mamos parte por la consagración, es una formidable riqueza, puesto que es una ayuda inapreciable, para leer con atención los signos de los tiempos y discernir con claridad lo que el Espíritu dice a las Iglesias. En el corazón del Co-legio de los Obispos, está el apoyo

y la solidaridad del Sucesor del apóstol Pedro, cuya potestad su-prema y universal no anula, sino que afirma, refuerza y protege la potestad de los Obispos, suceso-res de los Apóstoles.

Al término de las reflexiones expuestas en estas páginas, nos damos cuenta de como el tema de la X Asamblea General Ordinaria del Sínodo, nos conduce a noso-tros, Obispos, hacia todos nues-tros hermanos y hermanas en la Iglesia y hacia todos los hombres y mujeres del mundo. A ellos nos envía Cristo, como un día envió a los Apóstoles (cf.Mt 28,19-20). Nuestra tarea es ser para cada persona, de manera eminente y visible, un signo vivo de Jesucris-to, Maestro, Sacerdote y Pastor.

Cristo Jesús, pues, es el ícono al que, venerados Hermanos en el episcopado, dirijimos la mirada para realizar nuestro ministerio de heraldos de la esperanza. Invo-camos, sobre ésta nuestra tarea, la intercesión de la Virgen Ma-ría, Madre de la Iglesia y Reina de los Apóstoles. Que Ella, que mantuvo la oración del Colegio apostólico en el Cenáculo, nos alcance, de no frustrar jamás la entrega de amor que Cristo nos ha confiado. ²

“Nuestra tarea es ser para cada

persona, de manera eminente y visible, un signo vivo de

Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor”

El poder supremo y universal del Sucesor de Pedro confirma, refuerza y reivindica el poder de los Obispos sucesores de los Apóstoles (Catedral de Notre-Dame de Paris)

16 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

Una prueba de amor paralos pueblos americanos

Una prueba de amor paralos pueblos americanos

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Virgen de Guadalupe

Fotos: Cortesí a de M

ons. Diego M

onroy (Basílica de G

uadalupe)

Leonardo Barraza

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 17

os pueblos prehispánicos de México transmitían y conserva-ban la memoria de su historia de generación en generación por medio de poemas y cantos que eran transcritos mediante figuras

y símbolos hieroglíficos en rudas fibras de cactus, algodón, pieles o cortezas de árboles. Son los lla-mados “códices.”

Por su parte, los historiadores son unánimes en afirmar que la figura de Nuestra Señora de Guadalupe estampada en la tilma o ayate —pon-cho típico de los indígenas de México— cuyo dueño era San Juan Diego, está repleto de figuras simbólicas. Característica que lo hace aún más singular, porque venía destinado a pueblos que se comunicaban justamente a través de imágenes y símbolos. En la mente indígena, el estampado de la “Madre de Dios” no era un mero retrato, bello y extraordinario, como lo fue para los misioneros y conquistadores, sino que se trataba de un Men-saje, o de un “códice” venido de los cielos.

Por medio de esta demostración sobrenatural, Nuestra Señora de Guadalupe manifestó para aquellos pueblos su cariño todo especial, su bon-dad sin límites y una misericordia y una suavidad que hasta entonces los indígenas nunca habían degustado.

Analicemos, algunos de estos símbolos presen-tes en la imagen de Nuestra Señora de Guadalu-pe.

El cinto y el resplandorNuestra Señora de Guadalupe se presenta con un

cinto que no se ubica en su cintura, sino más arriba.

En este artículo se abordan algunos aspectos desconcertantes para la ciencia y otros

poco conocidos del célebre manto del indígena San Juan Diego, donde milagrosamen-

te se estampó la bella imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. S.S.

Juan Pablo II afirmó que este acontecimiento “tuvo una repercusión deci-

siva para la evangelización.”

18 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

Era la señal para los indígenas que Ella estaba encinta. ¿A quien daría a luz? Al Sol Resplandeciente.

El gran resplandor que Nuestra Señora tiene atrás de sí o que sale de dentro de Ella es el sol. Para los habitantes de México, ese astro era símbolo de la divinidad. Luego, la señora de la figura no era otra sino que la Madre de Dios.

Fecha de la ApariciónExiste un dato significativo, vinculado al símbolo

del sol. Y está relacionado con el llamado solsticio de invierno. En todo el hemisferio sur, este sucede el 22 de junio. Debido a la inclinación del eje terres-tre, el sol alcanza su máximo alejamiento de la línea del Ecuador. Es el inicio del invierno, y también el día en que el sol nace más tarde y se pone más tem-prano. Por esa razón, además, es el día más corto y la noche más larga del año. En el hemisferio norte en el cual se ubica México, ese solsticio de invierno sucede el 22 de diciembre. Desde la más re-mota antigüedad, los pueblos paganos consideraban esa fecha como la más importante del año, por el simbolismo del sol que, después de apagarse vuelve a crecer. Los pue-blos prehispánicos de México, muy conocedores de la astronomía tenían ese día en la más alta consideración reli-giosa, era el día en que el sol moribundo cobra-ba vigor, era el retorno a la vida, era el resur-gimiento de la luz, la victoria sobre la tinieblas. La aparición de Nuestra Señora de Guadalupe se dio exactamente en esa ocasión. Aunque en aquel tiempo constase como 12 de diciembre (y que por respeto a la tradición es la fecha que se mantiene hasta hoy), se trataba de un error del calendario Juliano hasta entonces en vigor y que fue corregido posteriormente.

Para reforzar la impresión en ellos causada, en el mismo momento el famoso cometa Halley alcanzaba su zenit en los cielos mexicanos.

Su Manto de EstrellasDe acuerdo con recientes estudios se puede

comprobar con admirable exactitud que, en el

manto de Nuestra Señora, están representados los astros más brillantes de las principales constelacio-nes visibles en el valle del Anahuac —actual Ciudad de México— el día de la aparición. Era una prueba más para los indígenas que la Señora venía del cielo.

La Flor de Cuatro PétalosSi se presta atención en la túnica de Nuestra Se-

ñora, abajo del cinto veremos una pequeña flor de cuatro pétalos. Esa flor es Nahui-Hollín, de gran importancia en la visión indígena del universo. Ella representa la antigua ciudad de Tenochtitlán, la capi-tal Azteca, y en especial la colina del Tepeyac, donde se dio la aparición de Nuestra Señora. Representaba también, la plenitud de la presencia de Dios. Era otra indicación, para aquellos pueblos, de que la Se-ñora con el manto de estrellas llevaba en su purísimo seno al único Dios verdadero.

El resto de flores y figuras impresas en su tú-nica no están ahí puestas al azar. Corresponden a los diversos aspectos geográficos de México, que los indígenas interpretaban a la perfección.

El Cabello. Nuestra Señora lleva el cabello suelto lo que

entre los aztecas era señal de virginidad. Por lo

Arriba, el rostro virginal de la Santísima Virgen y la flor de cuatro pétalos, símbolo de la presencia plena de Dios para

los indígenas a los cuales Nuestra Señora se manifestó

Los ojos de la Virgen de Guadalupe

a existencia de la figura de un hombre estampado en el ojo derecho de la ima-

gen de la Virgen de Guadalupe es un hecho innegable, confirma-do por diversos profesionales y científicos después de meticulosas investigaciones.

En 1929, el fotógrafo oficial de la Basílica de Guadalupe, Alfonso Marcué, afirmó haber descubierto en el ojo derecho de la imagen la figura de un hombre barbado.

En 1952, el dibujante José Sa-linas Chávez examinó con lupa

el ojo de la imagen milagrosa y ratificó el descubrimiento del fo-tógrafo. Posteriormente escribió un libro titulado: “Juan Diego en los ojos de la Santísima Virgen de Guadalupe” (Edit. Tradición, México, 1974).

Cinco conceptuados oftalmó-logos, —Javier Torroella, Rafael Torrija Lavoignet, Guillermo Sil-va Rivera, Ismael Ugalde Nieto y Joseph P. Gallaghner— hicieron un riguroso análisis del mismo ojo de la imagen, llegando a la conclusión idéntica a la del dibu-jante Salinas Chávez dejando un certificado.

En 1981, los científicos de la National Aeronautical and Espace Administration (NASA), Philip Callahan y Jody Brandt Smith, realizaron en conjunto un deta-llado estudio fotográfico, después del cual declararon que la imagen de la Virgen de Guadalupe es inexplicable para “el actual estado de la ciencia”. Sobre la base de ese estudio fueron publicados tres libros.

Los resultados de esas sucesi-

vas investigaciones, cuya seriedad

nadie puede negar llegan a la conclusión evidente que Nuestra Señora quiso dejar para la hu-manidad de los siglos futuros un testimonio tan categórico como misericordioso de su milagrosa aparición en el siglo XVI.

L

Arriba: la figura de San Juan Diego aparece impresa en el ojo derecho

de la imagen. A la izquierda: el dibujante Salinas Chávez examina la estampa de la Virgen de Guadalupe

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 19

tanto, era la muestra que la Señora es Virgen y Ma-dre.

El RostroPor fin, Nuestra Señora quiso presentarse con

rasgos mestizos, rostro moreno y ovalado y así, mani-festar que Ella desea ser la Madre amorosa de todos los habitantes de América.

* * * Muchísimos otros símbolos pueden observarse

en la extraordinaria figura de Nuestra Señora de Guadalupe, y ninguno de ellos está al azar, pues todo en Ella es de una altísima Sabiduría. Por otra

parte, existe un sinnúmero de maravillas que la Virgen oculta y que la ciencia con todos sus avances tecnológicos no consigue explicar. Por ejemplo, el maravilloso fenómeno de sus pupilas, en las cuales se distinguen con lupa minúsculas figuras humanas. La durabilidad inexplicable del rudo manto que ni el ácido sulfúrico, caído por accidente, consigue des-truir. El modo misterioso en que fue impresa la figu-ra de la Virgen y otros aspectos que próximamente abordaremos. Son las maravillas de la “Siempre Vir-gen Santa María, Madre del Verdadero Dios” como ella misma se definió cuando habló por la primera vez con San Juan Diego. N

Los ojos de la Virgen de Guadalupe

Peregrinación a Bucaramanga

ada vez que tengo la gracia de acom-pañar los recorridos de la Imagen Peregrina del Inmaculado Corazón de Fátima, a nuestro espíritu se vienen preguntas sobre cual será la acogida, el recibimiento que una u otra ciudad

le preparan a esta Augusta Visitante. No me imagi-naba lo que sucedió…

Una vez que las ruedas del avión comenzaron a detenerse a un costado de la terminal noté algo extra-ño: estaba formada una unidad del Ejército junto a su respectiva banda. Como ninguna autoridad venía en el avión sólo cabia una posibilidad, ellos esperaban a la Virgen. ¿Sería verdad?

En pocos minutos mis duda se transformó en certeza, pues apenas descendimos, el Ejército le rin-dió honores, y millares de personas que salían de la terminal fueron incorporándose a una caravana de unos doscientos vehículos que la acompañaron en el trayecto hasta la ciudad. Muchas personas se arrodi-llaban al paso de la peregrina, otros lloraban y varios ondeaban banderas, mientras sacaban cuadros e imá-genes piadosas de la Virgen, colegios enteros salieron al encuentro saludando con aplausos. Más adelante, en una esquina, se encontraban unos 20 sacerdotes que participaban de una reunión vicarial y que al oir tanta algarabía salieron a saludar a la Virgen. Tres ca-denas de radio transmitieron todo el recorrido. Desde

El pasado16 de Octubre la Imagen Peregrina arribó a la ciudad de Bucaramanga, en el nororiente de Colombia. Los Heraldos del Evangelio llegaban a esta ciudad para participar en las festividades que la Arquidiócesis desarrolló con motivo de sus 50 años y cuyo acto central fue el IX Congreso Mariano Arquidiocesano. ¿Qué hizo que este viaje fuese inolvidable para los Heraldos que en él participaron?

Peregrinación a Bucaramanga

HERALDOS EN COLOMBIAHERALDOS EN COLOMBIA

Carlos Jiménez

Momento en que el Padre Manuel Corredor, párroco de la Iglesia de Fátima, corona la Imagen Peregrina. A su lado se encuentra el Alcalde de la Ciudad, Dr. Iván Moreno Rojas.

Momento en que el Padre Manuel Corredor, párroco de la Iglesia de Fátima, corona la Imagen Peregrina. A su lado se encuentra el Alcalde de la Ciudad, Dr. Iván Moreno Rojas.

CC20 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

los puentes peatonales, muchos lanzaban pétalos de rosas y se persignaban. Esa mañana casi toda la ciudad participaba de la llegada de la Celestial Viajera.

Con tal recibimiento, algo similar debería ocurrir al día siguiente.

Estábamos invitados por el P. Manuel Corredor, párroco de Nuestra Señora de Fátima, quien acogió a la Virgen y a quienes la acompañábamos, con mucha diligencia y amabilidad.

Pero el momento esperado llegó en la noche del se-gundo día de peregrinación; era una solemne eucaristía en la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima celebrada por Mons. Héctor Cubillos, obispo auxiliar de la Arqui-diócesis, con la que se daría comienzo al IX Congreso Mariano Arquidiocesano, teniendo a la Virgen del In-maculado Corazón presidiendo el evento.

Terminada la Eucaristía, mi sorpresa nuevamente fue total: una multitud esperaba en los alrededores de la iglesia, llenaban toda la calle, un puente y un edificio contiguo. ¡Eran casi ocho mil personas que querían par-ticipar de la procesión! Por más que insistimos para que abrieran paso al Sr. Obispo y dar inicio al cortejo ento-nando algún canto, la gente más se abalanzaba sobre la imagen, no tuvimos mas remedio que salir con Mons. Cubillos y la Imagen Peregrina por los patios de la ca-

sa curial. Era muy bonito ver participar en una cálida comunión eclesial al clero diocesano en pleno, los semi-naristas del Seminario Mayor y Menor, Ordenes Reli-giosas y los laicos quienes portando faroles entonaban el rezo del rosario con una piedad y un fervor que he visto en pocos lugares. Mientras avanzabamos la radio local hacía su transmisión en directo.

Después de unas cuadras llegamos a la Plaza Luis Carlos Galán, en dónde la Imagen fue coronada simbó-licamente por Mons. Cubillos, luego se leyó la fórmula de consagración de la Arquidiócesis al Inmaculado Co-razón de María. Representando a la sociedad civil se en-contraba el Gobernador del Departamento, Dr. Jorge Gómez Villamizar. Durante los días del Congreso Ma-riano, también nos fue pedido, a nosotros los Heraldos, participar en las adoraciones al Santísimo Sacramento.

Terminada las sesiones del Congreso Mariano, la imagen fue a la iglesia de los Padres Jesuitas, en la que nos esperaba otra multitud de personas. Final-mente, el último día de estadía en Bucaramanga, la imagen visitó diversas instituciones.

Nuestras felicitaciones a la Arquidiócesis de Buca-ramanga, al clero diocesano y a los laicos comprome-tidos que supieron organizar un excelente congreso mariano. Felicitaciones a todos los bumangueces por su entusiasta devoción Marial y Eucarística. ²

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Arriba: Salida de la Iglesia de Fátima, para comenzar la procesión con la que se inauguraría el Congreso Mariano Arquidiocesano

Arriba: En la parroquia Sagrado Corazón de Jesús,

unas 5.000 personas esperaban su llegada

Monseñor Héctor Cubillos, corona la imagen peregrina

Izquierda y derecha: En la capilla de la V brigada del Ejército

Monseñor Héctor Cubillos, corona la imagen peregrina

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 21

CC

El primer pesebre de la historia

orría el año de 1223. La nieve cubría con su albo manto la pequeña ciudad de Greccio, en el cen-

tro-sur de Italia. Las campanas

repicaban festivamente, anun-ciando la noche de Navidad.

Todos los habitantes, campesi-nos en su mayoría, se encontra-ban reunidos alrededor de San Francisco de Asís, quien inten-

taba explicarles el misterio del nacimiento del Niño Dios. Ellos escuchaban con respeto, pero... no daban muestras de haber comprendido realmente.

¿Que hacer?

Victor Toniolo

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El primer pesebre de la historia

22 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

Vista general y ángel del Pesebre de la Iglesia de los Servitas, en Innsbruck, Austria

¿Cómo surgió la piadosa costumbre de hacer pesebres en Navidad?

Pesebre en la ciudad de Venecia, Italia

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 23

San Francisco buscó algún modo más didáctico de explicar a los iletrados aldeanos la histo-ria de Navidad. Mando traer una imagen del Niño Jesús, una cuni-ta, pajas, un buey y un burro.

Los asistentes se miran entre sí, sorprendidos, pero salen a buscar todo rápidamente.

En poco tiempo, el santo compuso la escena: en el centro, la cuna con las pajas; al fondo, los dos pacíficos animales. Fal-taban apenas la imagen del Niño Dios. Con gran devoción, San Francisco la tomo en los brazos, para depositarla en la cuna.

¡Se da entonces el gran prodi-gio! Ante los ojos maravillados de todos, la imagen toma vida y el niño sonríe para San Francisco. Este abraza tiernamente al Divi-no Infante y lo acuesta sobre las

pajas de la cuna, mientras todos se arrodillan en una actitud de adoración.

El Niño Dios sonríe una vez más y bendice a aquellos campe-sinos allí postrados a sus pies.

Poco instantes después, había sobre las pajas una simple ima-gen inanimada... pero en el alma de todos permaneció el recuerdo vivo del Niño Jesús. ¡Él les había sonreído!

A partir de entonces, el pue-blo de Greccio armaba todos lo años el “pesebre de San Francis-co”, con la cándida esperanza de que el milagro se renovase. No fueron engañadas sus esperan-zas. Aunque la imagen no volvió a tomar vida, la Virgen María le hablaba especialmente al alma en esas ocasiones, con gracias sensibles.

¿Qué gracias? Las gracias propias a la Liturgia de Navidad.

¿Sólo para los aldeanos de Greccio? ¡No!, en todos los pe-sebres del mundo está presente el Niño Jesús —Con María su Madre, y San José— a la espera apenas de que nos acerquemos para, también nosotros, recibir una sonrisa y una bendición.

Es justamente por ese motivo que se esparció por todo el univer-so católico la costumbre de armar pesebres por ocasión de Navidad.

Haga, lector, como los habi-tantes de Greccio. Arrodíllese piadosamente delante del Niño Jesús en el pesebre y, por inter-sección de la Santísima Virgen María, pida para Ud. y para to-dos sus seres queridos esta son-risa que comunica felicidad, esa bendición que trasmite paz. N

24 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

El milagro Eucarísticode Cebrero

oão Santin abrió con dificultad la puerta de la cabaña, debido al fuerte viento. Envuelto en su manta y con su sombrero enterrado has-ta los ojos, sin intimidarse por

la tempestad, que no pre-sentaba señales de amainar, comenzó a recorrer los tres kilómetros, que separan la villa de Barjamayor donde vivía, del Monasterio de Ce-brero (España).

En aquel helado día de 1300, el sol, pareciendo tener pereza de salir de su resguar-do, dejaba que la noche se prolongase. La nieve cubría los caminos y los tejados de las casas.

Pero João, no quería per-der la misa matutina…

Su gran devoción al Sa-cramento de la Eucaristía, lo llevaba a desafiar cualquier inclemencia del tiempo.

Con el paso resuelto, en-frentando la nieve y el viento, continuó por la empinada carretera, que subía hasta la iglesia.

Al mismo tiempo, en el monasterio, un monje salía de su celda, atravesaba los fríos corredores y claustros, y abría las puertas de la iglesia, para dar

inicio a la santa Misa

Dos prodigios simultáneos

En la oscuridad del tem-plo vacío, el monje rezaba maquinalmente las oraciones litúrgicas, imaginando que, con aquella tormenta, nadie se arriesgaría a subir hasta la iglesia.

Sin embargo, en la hora de la Consagración, con las primeras luces del alba, perci-bió la presencia del granjero, que todo mojado y transido de frío, asistía devotamente al Santo Sacrifício.

Sorprendido, el monje murmuró para sí: “Oh, que vino a hacer aquí, este pobre hombre, esforzándose tanto, apenas para ver un pedazo de pan y un poco de vino?”

En ese momento exacto, el Señor operó un glorioso mila-

gro: mal, había terminado de pronunciar aquellas sa-

PEREGRINANDO POR LA CRISTIANDAD

Mariana Arráiz de Morazzani

Un portentoso milagro vuelve a conducir la Fe de un monje incrédulo, premia el fervor de un granjero y nos invita a aumentar nuestra devoción a la Sagrada Eucaristía.

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Arriba, en el centro: patena y cáliz en los cuales se operó el milagro.

Abajo, relicarios donados por la Reina Isabel La Católica, para contener el preciosísimo Cuerpo y Sangre de

Nuestro Señor Jesucristo.

El milagro Eucarísticode Cebrero

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 25

crílegas palabras, el incrédulo celebrante, la hostia se convirtió en carne ensangrentada, pareciendo recién cortada de un cuerpo vivo; el vino del cáliz se engrosó. Adquiriendo un tono más rojo, transformándose en sangre.

Nuestro Señor, quiso así demostrar la ver-dad eucarística, para el incrédulo sacerdote y recompensar la gran devoción del granjero.

Simultáneamente, se realizó otro milagro en la misma iglesia: una imagen de Nues-tra Señora —esculpida en madera y que se le rendía culto bajo la advocación de Santa María La Real— se inclinó para adorar el Cuerpo y la Sangre de su Hijo.

Aterrado el monje, cayó des-mayado al suelo. Y João Santin, maravillado, adoraba la divina Carne y la divina Sangre de Cristo Redentor.

¿Hecho real o piadosa leyenda?

El lector se preguntará si ésta historia es verdadera o se trata de una piadosa leyenda.

Muchos documentos comprue-ban su veracidad.

El Monasterio de Cebrero fue construído en 836, para servir de apoyo a los peregrinos que iban a Santiago de Compostela, disponiendo para ésto de una iglesia y de una hospedería. Situado en lo alto de una sie-rra, en una región montañosa, donde son frecuentes las nieves, la neblina y las tempestades.

El Rey de Castilla y León, Alfonso VI, donó el monasterio a los monjes cluniacenses de Saint Ge-raud d’Aurillac, de Francia, que fueron sus guardia-nes del siglo XI al siglo XV.

Este espectacular milagro, antes relatado, acon-teció en el año 1300, y fue luego difundido, por los numerosos peregrinos que, por allí pasaban, yendo y viniendo de Santiago de Compostela.

En 1459, el Papa Pío II emitió una bula, en favor del Santuario de Cebrero, concediendo siete años de indulgencia, a los penitentes que adorasen las Santas Reliquias Eucarísticas, en ciertas festividades.

Hasta el año 1486, estas reliquias, se conservaron en la misma patena y en el mismo cáliz del milagro.

Por ese año, la Reina Isabel de Castilla, Isabel La Católica, yendo en peregrinación a Santia-

go, se hospedó en el Monasterio y donó dos preciosos relicarios, para guardarlas, don-de permanecen hasta hoy, junto a la pate-

na y al cáliz, que todavía mantiene restos de la sangre preciosísima de Nuestro Señor.En el año 1487, el Papa Inocencio VIII,

escribió una bula, referente al milagro de Ce-brero, concediendo gracias e indulgencias,

a los peregrinos que hasta allí llegasen. Lo mismo hizo el Papa Alejandro VI, en el año 1496.

Posteriormente, en el siglo XVII, un cronista benedictino, el P. Ye-pez, dejó por escrito una detallada descripción del hecho, según la narración trasmitida por los monjes

de San Geraud. El mismo testificó, haber adorado las Santas Reliquias, en

su paso por el Monasterio”. La sangre, como si estuviese para coagularse, roja

como de un cabrito recién muerto; en cuanto a la carne, parecía colorida, más seca”.

En la iglesia, ahora dedicada a la Virgen del Santo Milagro, Santa María la Real, aún se venera hoy, con gran devoción la antigua ima-gen de madera, levemente inclina-da hacia el frente.

Permítanos pedir la confirmación en la Fe

Anualmente, los peregrinos acu-den a este santuario, en las fiestas

de Corpus Christi, en la Asunción de Nuestra Señora y en el día del milagro, 9 de Septiembre.

En esos días, las Santas Reliquias son llevadas en procesión, con gran solemnidad y respeto, y son ex-puestas a la adoración de los fieles.

En su infinita misericordia, quiso Dios, volver a conducir a la Fe, a aquel infeliz monje, y así mos-trar constatando por los sentidos, el milagro de la Transubstanciación, que se realiza diariamente en todas las celebraciones eucarísticas del mundo entero.

Pidamos a Ella, por la intercesión de la Virgen del Santo Milagro, que nos confirme permanente-mente en nuestra fe eucarística, a fin de que nunca necesitemos de una muestra sensible, para adorar la Sagrada Eucaristía, primer objeto de todas nuestras devociones. ²

Imagen de Nuestra Señora, bajo la Invocación de Santa María la Real

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HERALDOS EN EL MUNDO

n el 9º Consistorio de su Pontificado, del 21 al 22 de octubre, el Papa Juan Pablo II entregó al capelo y el anillo a 30 nuevos Cardenales, llevando para 194 el número

de miembros del Colegio Cardenalicio, además de uno “in pectore” (secreto).

“En esta plaza,—afirmó el Papa al comenzar la homilía— resplandece hoy la Iglesia de Cristo, antigua y siempre nueva, reunida en torno al Sucesor de Pe-dro. El Colegio cardenalicio, enriquecido con nuevos miembros, al mismo tiempo que refleja aún más la multiplicidad de razas y culturas que caracterizan al pueblo cristiano, resalta más evidentemente la unidad de cada porción de la grey de Cristo con la cátedra del Obispo de Roma”. “El rojo púrpura de las vestiduras cardenalicias —continuó el Pontifice— evoca el color de la sangre y recuerda el heroísmo de los mártires. Es el símbolo de un amor a Jesús y a su Iglesia que no co-noce límites: amor hasta el sacrificio de la vida.”

En seguida el nuevo cardenal Jean Louis-Tauran agradeció a nombre de los demás purpurados: “Con usted, Santo Padre, queremos anunciar a nuestros contemporáneos al único Redentor del hombre. ¡Es la más hermosa aventura que puede merecer nues-tro sacrificio!”

Asistieron a las ceremonias en el Vaticano nume-rosas autoridades italianas, delegaciones diplomáti-cas de más de cien países, religiosos y representantes de movimientos eclesiales del mundo entero.

La delegación de los Heraldos del Evangelio, dirigida por nuestro Presidente general, João Clá Dias, tuvo oportunidad de prestar homenaje a los nuevos Cardenales, y saludarlos en un clima de ele-vada y auténtica amistad.

31 NUEVOS CARDENALES

“La Iglesia de Cristo, siempre antigua y siempre nueva”

La delegación de los Heraldos con el Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe

…con el nuevo cardenal Eusébio Oscar Scheid, S.C.I. Arzobispo de Rio de Janeiro

26 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

31 NUEVOS CARDENALES

“La Iglesia de Cristo, siempre antigua y siempre nueva”

HERALDOS EN EL MUNDO

…con el Cardenal Pedro Rubiano Sáenz, Arzobispo de Bogotá (Colombia)

… con el Cardenal Carlos Amigo Vallejo, O.F.M., Arzobispo de Sevilla (España)

… con el Cardenal Marc Ouellet, P.S.S., Arzobispo de Québec (Canadá)

…con el Cardenal Rodolfo Quezada Toruño, Arzobispo de Guatemala

…con el Cardenal Tarcisio Bertone S.D.B., Arzobispo de Génova (Italia)

… y por las dependencias del Vaticano

2828 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

ROSARIO VIVIENTE REALIZADO EN LA CIUDAD DE MÉXICO

En el céntrico estadio “Cruz Azul” de Ciudad de México, la Arquidiócesis de esta ciudad realizó un Rosario Viviente con motivo de la clausura del año de esa hermosa oración, declarado así por S.S. Juan Pablo II y que además conmemoró los 25 años de su fecundo pontificado.

Presidió la solemne ceremonia el Cardenal Pri-mado de México, Mons. Norberto Rivera Carrera quien coronó la bella imagen peregrina del Inma-culado Corazón, bendecida especialmente por el Santo Padre para esta ocasión.

Los Heraldos del Evangelio tuvieron la honra de ser la guardia de honor de la mencionada imagen durante toda la ceremonia.

Los miles de asistentes luego de rezar el Santo Rosario, atentamente escucharon las palabras que el Papa envió para este evento animando a todos a continuar por la senda por él trazada en su carta apostólica: “El Rosario de la Virgen María”, otor-gando además su bendición apostólica.

PROCESIÓN DEL ROSARIO EN GUATEMALA

Los Heraldos del Evangelio de Guatemala por cuarto año consecutivo organizaron la procesión del Santo Rosa-rio, el sábado cuatro de octubre, desde el Obelisco hasta la Iglesia de la Inmaculada Concepción de Ciudad Vieja.

Participaron en la organización más de 70 Coopera-dores de la Institución, y participaron cerca de tres mil personas.

La nota de alegría la dio el lanzamiento de cientos de globos con los colores del Papa y dos bandas de música, que tocaron durante todo el recorrido por la Avenida de la Reforma.

Al llegar a la Iglesia de Ciudad Vieja, el párroco y ca-pellán de la Institución, Mons. Guillermo Flores y Flores, recibió a las personas con el Santísimo Sacramento dando la Bendición final como cierre del acto.

Cierre del Año del Rosario, la Oración de la PazS.S. Juan Pablo II realizó una peregrinación al Santuario

mariano de Pompeya para clausurar de modo solemne el Año del Rosario.

Con este bello gesto el Papa quiso “agradecer al Señor los frutos de este Año, que ha producido un significativo despertar de esta oración, sencilla y profunda a la vez, que llega al corazón de la fe cristiana y resulta actualísima ante los desafíos del tercer milenio y el urgente compromiso de la

nueva evangelización.” (Discurso del Santo Padre en el San-tuario de Pompeya, N°1 07-10-2003)

Los Heraldos del Evangelio se unieron de modo filial a estos profundos agradecimientos de S.S. el Papa y partici-paron en varias ceremonias en las respectivas diócesis en las que ejercen su apostolado, rezando los nuevos “misterios luminosos” con que el Santo Padre enriqueció este piadoso camino de santidad.

Cierre del Año del Rosario, la Oración de la Paz

28 Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 29

Arriba: Mons. Fernando Sáenz Lacalle, Arzobispo de San Salvador corona la imagen peregrina. Al lado junto al Nuncio, Mons. Giacinto Berloco, saliendo de la Basílica para dar inicio a la procesión

CLAUSURA DEL AÑO DEL ROSARIO EN EL SALVADOR

En El Salvador, los actos se realizaron en la Basílica del Sagrado Corazón de la capital, donde se congregaron un gran número de fieles.

Entre las actividades de cierre, los Heraldos del Evangelio junto con otras asociaciones, participaron también del Rosario en Cadena, transmiti-do a nivel nacional por televisoras y radios locales.

También tuvo lugar una procesión, que se inició con la simbólica coronación de la Imagen peregrina, a manos de su Excia. Mons. Fernando Sáenz Lacalle, Arzobispo metropolitano de San Salvador; y fue el Nuncio Apostólico, Mons. Giacinto Berloco, quien le impuso el rosario. Seguidamente al iniciarse la pro-cesión, se hizo presente el Vicario General de la Arquidiócesis, Mons. Jesús Delgado Acevedo, dirigiéndose todos hacia la Iglesia del Rosario.

Durante el trayecto, los fieles que acompañaban, soltaron al aire cientos de globos multicolores. Terminada la procesión, fue

celebrada una misa pontifical presidida por el Sr. Arzobispo, acto con el que se clausuró oficialmente el Año Santo del Rosario en éste país.

NICARAGUA

Entregando nuevos Oratorios del Apostolado “María, Reina del Tercer Milenio” en la parroquia Sagrado Corazón de la ciudad de Ticuantepe y llevando la imagen peregrina de Fátima a Diraimba, donde visitó el hospital, un barrio distante y el templo parroquial, los Heraldos del Evangelio celebraron el cierre del mes del Rosario los días Jueves 30 y viernes 31 de octubre respectiva-mente, visitando ambas ciudades de la arquidiócesis de Managua.

EN SANTIAGO DE CHILE

La coordinación de Colegios Católicos de la Zona Centro de la Vicaría para la Educación del Arzobispa-do de Santiago, organizó en el Colegio de los Sagrados Corazones una animación preparatoria a la procesión y posterior Eucaristía con la que estos establecimientos cerrarían el Año del Rosario. La Banda de los Heraldos colaboró en esta animación junto a otros movimientos católicos.

30

as celebraciones del cierre del Año del Rosario, realizadas por los Heraldos del Evangelio, en Porto y en Lisboa, tuvieron una nota inusual. Era tal el entusiasmo del público presente, que

más bien parecía el lanzamiento de una nueva actividad. Cerrar el Año del Rosario, no significó disminuir la iniciativa evangelizadora — como la palabra “cierre” puede sugerir — mas si agradecer a Dios lo que fue obtenido y dar un nuevo impulso, y nuevo vigor, al apostolado.

Fue lo que todos sintieron en la hermosa iglesia de la Trinidad, ubicada en el corazón de la histórica ciudad de Porto, dónde la solemne Corona-ción de la Imagen Peregrina de la Virgen de Fátima, con la participación

Portugal vibra de entusiasmo

LLPorto, Iglesia do Ameal, ceremonia de admisión de

nuevos Cooperadores de los Heraldos del Evangelio

Lisboa, Basílica de la Virgen de los Mártires. Arriba, el Coro Internacional de los Heraldos del

Evangelio anima la liturgiaAbajo, los nuevos Cooperadores rezan la

Consagración a la Virgen

Lisboa, Iglesia de San Juan de Dios. Más de cinco mil rosarios fueron distribuidos a los fieles presentes

Basílica de Fátima, el Nuncio Apostólico, Mons. Álfio Rapisarda, preside la Celebración Eucarística. A su lado concelebra Mons.

Serafim Ferreira e Silva

En la Capilla de las Apariciones, los Heraldos cantan durante el rezo del rosario

Portugal vibra de entusiasmo

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Portugal vibra de entusiasmodel Coro Internacional de los Heraldos del Evangelio, emocionó a los fie-les que repletaron, como nunca, el grandioso templo (fotos 6 y 7).

Ya en la iglesia de Amial, también en Porto, la admisión de un nume-roso grupo de Cooperadores de los Heraldos del Evangelio, despertó en los demás fieles el deseo de participar de este nuevo carisma, con nota marcadamente mariana e eucarística. Muchos de los presentes eran coor-dinadores del Apostolado del Oratorio, quienes, al terminar la ceremonia levantaron los oratorios del Inmaculado Corazón de María (foto 1), para rendir un homenaje a María Santísima.

En Lisboa, la Iglesia de San Juan de Dios (foto 5) y la Basílica de los Mártires (fotos 2 a 4) fueron también palco de intensas manifestaciones de entusiasmo a la Santísima Virgen.

En la Misa celebrada en la Basílica de la Virgen de los Mártires — a quien el primer rey de Portugal se confió y pidió protección — otro grupo hizo su consagración a María y fueron admitidos en el grupo de Coopera-dores de los Heraldos del Evangelio. Especialmente emotivas fueron las palabras del Rvdo. Con. Armando Duarte, quien en la homilía, al expla-yarse sobre el actual Pontificado: “João Paulo II transmite la convicción de que vale la pena la fidelidad — a Dios — aúnque el precio sea la propia vida. En este contexto admira el constante florecer de movimientos y de nuevas comunidades, entre ellas, la de los Heraldos del Evangelio.”

EN EL SANTUARIO DE FÁTIMA, DÓNDE SE APARECIÓ LA VIRGEN

El auge de la peregrinación de los Heraldos del Evangelio al Santuario de Fátima, fue la solemne Eucaristía presidida por el Nuncio Apostólico en Portugal, Mons. Alfio Rapisarda, y concele-brada por Mons. Serafim Ferreira e Silva, obispo de Leiria-Fátima.

En la homilía, el Nuncio agradeció “vivamente esta manifesta-ción de fe, de amor y de adhesión que la benemérita Asociación de los Heraldos del Evangelio quiso organizar en homenaje al Santo Padre el Papa Juan Pablo II, en el feliz momento del 25º aniversa-rio de su fecundo Pontificado.”

En la Capilla de las Apariciones, durante el rezo del rosario, transmitida en directo por Radio Renascença, la mayor emisora católica del país, el Coro de los Heraldos del Evangelio interpre-tó varios cantos entre cada decena de los Misterios Gozosos. El Rector del Santuario de Fátima, Mons. Luciano Guerra, invitó gentilmente a los Heraldos del Evangelio a participar también de la procesión con la imagen de la Virgen de Fátima, durante la cual interpretaron varias músicas instrumentales.

Porto, Iglesia de la Santísima Trinidad Abajo, después de la Coronación de la Virgen, los

fieles la aclaman

Procesión de las velas, en Fátima

Portugal vibra de entusiasmo

Los Heraldos en EspañaASTURIAS: “ROBAIS EL CORAZÓN...”En Oviedo, en la Parroquia de San Juan el Real,

el Arzobispo, Mons. Carlos Osoro Sierra, presidió la ceremonia de coronación de la Virgen (fotos 1 y 2). Sus palabras manifiestan la viva emoción que invadió su alma:

“Quiero dar gracias a Dios, esta noche, por este momento que los Heraldos del Evangelio nos dieron la posibilidad de vivir, junto a nuestra Madre, María Santísima.

“Os agradezco, porque hacen como aquellos primeros hombres y mujeres del inicio de la Iglesia. Hacen este primer anuncio, con el cual, nos robais el corazón. Y hacen posible que en lo más profundo del corazón, experimentemos el deseo de lo eterno, a través de vuestros cantos, de las trompetas, de vuestra forma de actuar, de ser y de hablar. Pero sobretodo, si, quería deciros, Heraldos, es por vues-tra forma de vivir. Muchísimas gracias por vuestro testimonio.”

También en Asturias, los He-raldos visitaron Gijón y

fueron en peregrinación a la histórica gruta de

Covadonga, dónde la Virgen se apareció para defender a un último puñado de ca-tólicos que resistían a la invasión de los dos enemigos de la Fe.

(foto 3)

Ávila, puerta de San Vicente: el pasado y el futuro se encuentran

Zaragoza, Iglesia de San Antonio: el cortejo de entrada de los Heraldos para el inicio de la

ceremonia de coronación de la Virgen

Presentación en la

Parroquia “Virgen de La Calle”,

patrona de Palencia

En destaque, Mons. Rafael

Palmero, Obispo

diocesano

1

2

3

Los Heraldos en España

Los Heraldos en EspañaZaragoza fue la primera ciudad escogida

por el Coro y Orquesta Sinfónica Interna-cional de los Heraldos del Evangelio, en España, para iniciar las celebraciones de conmemoración del jubileo del Pontificado del Papa Juan Pablo II, y de acción de gra-cias por el Año del Rosario.

En Madrid, diversas autoridades ecle-siásticas honraron con su presencia las conmemoraciones: Mons. Joaquín Iniesta Calvo-Zatarain (Vicario General de la Ar-quidiócesis de Madrid), Mons. Julio Lozano Rodríguez y Mons. Francisco Javier Cuevas Ibáñez (vicarios episcopales de Madrid) y Mons. José Manuel Estepa Llaurens (obis-po castrense emérito).

Aún en la capital española, la presenta-ción del conjunto musical de los Heraldos del Evangelio en la Basílica del Santo Cristo de Medinaceli, patrono de la ciudad, atrajo una fervorosa multitud de fieles.

En Palencia, Mons. Rafael Palmero acogió paternalmente a los Heraldos del Evangelio.

Madrid, Iglesia de la Virgen de la Asunción

El “Botafumeiro”, monumental

turíbulo de plata, usado en las celebraciones solemnes de

la Catedral de Compostela

A LOS PIES DEL APÓSTOL SANTIAGO

Por su acción evangelizadora, Santiago es patrono de España. Sobre su tumba, en Santiago de Compostela, la fe de los españoles irguió una grandiosa catedral, dónde los Heraldos del Evan-gelio fueron en peregrinación.

Ahí, durante la Misa, hicieron un solemne pe-dido al Apóstol:

Hace dos mil años, al acercarse la crucifixión, Jesús escogió tres testigos para que certificasen Su Transfiguración y, en lo alto del Monte Tabor, mani-festó los esplendores de su naturaleza divina. Allí, en los fulgores de la teofanía, estabais Vos, oh glorioso Apóstol Santiago. Elegido por Dios desde toda la eter-nidad para una universal y grandiosa misión, llamado a ser una de las piedras vivas de los fundamentos de la iglesia, para proclamar al mundo la Buena Nueva, el Reino de Dios. Vuestra palabra y vuestro ejemplo ultrapasaron los siglos, suscitando vocaciones, invitando a la peniten-cia y multiplicando milagros.

He aquí que, en este 7 de noviembre del año de gracia de 2003, se encuentran delante de Vos, estos Apóstoles de los Últimos Tiempos, vuestros hijos, los Heraldos del Evan-gelio, Asociación Internacional de Derecho Pontificio. De los más variados continentes, de 47 naciones, reconocidos en todo el mundo por su hábito característico que, además de la cadena de la esclavitud a la Santísima Virgen y de Su Santo Rosario, se distinguen por la gran cruz que Vos simboliza, blanca, roja y dorada, marcando de alto a bajo su escapulario carmelita, peregrinaron hasta esta vuestra Basílica para, arrodillados y con los ojos puestos en vuestra bella Imagen, implorar vuestra poderosa intercesión junto al Señor de la Transfiguración con el fin de obtener los siguientes favores:

• El perdón de todas sus faltas y que no ofusquen ellas, el brillo de su misión ni dis-minuyan la eficacia de sus obras.

• Gracias místicas, superabundantes y eficaces para la más amplia expansión del apostolado específico de los Heraldos del Evangelio por el mundo, desempeñada por una entrañada e irreversible institucionalización de su vida espiritual, disciplinar y de ceremonial. Que sus mínimos gestos reflejen la belleza del orden de la Creación.

• Que surjan para esa Asociación, nuevas vocaciones inéditas y en mucho superio-res a las anteriores.

• Que les sean encaminadas las más generosas donaciones para atender a las nece-sidades de la adecuada instalación de la obra de los Heraldos del Evangelio en el mundo entero.

• En síntesis, que todos y cada uno de los Heraldos del Evangelio, cumplan con eximia perfección la respectiva misión que les fue confiada, y con ese obje-tivo, oh glorioso Apóstol Santiago, depositan en Vuestras valientes manos, sus almas, sus vidas, todo lo que son y tienen. ¡Haced de ellos valientes Apóstoles y fervorosos devotos de María como Vos,

¡Así sea!

Imagen del Apóstol Santiago, en el altar mayor de la Catedral

Los Heraldos en España

UNA VISITA AL INFIERNO (CONCLUSIÓN)

“Aquí no existe el tiempo, hay solamente eternidad...”

Acompañemos la parte final del sueño de Don Bosco, respecto del infierno, en el cual le fueron mostrados tres tipos de pecados, que son causa de numerosas condenaciones, y los medios para evitarlos.

ientras, lleno de horror, contem-plaba el estado de muchos de mis jóvenes, me asaltó

de improviso un pensamiento.-¿Pero como es posible que estén

condenados, todos los que aquí se encuentran? Ayer en la tarde, ellos estaban vivos en el Oratorio.

—Todos éstos que ves aquí —di-ce mi guía— viven aún, pero están muertos para la gracia y se condena-rían si muriesen ahora o continuasen actuando como lo hacen hasta el presente. Pero no perdamos tiempo, sigamos adelante.

Poco me importa sufrir, si me puedo librar de estos tormentos

Me marché de este lugar, y por un corredor que bajó a un profundo subterráneo, me llevó a otro lugar, en cuya entrada estaba escrito:

“Su gusano no se morirá y el fuego no se extinguirá... El Señor Todopo-deroso dará fuego y gusanos a sus carnes, para que ardan y sufran eter-namente. (Jdt 16,21)

Aquí se contemplaba un espectá-culo de terribles remordimientos de

los que fueron educados en nuestras casas.

El recuerdo de todos y cada uno de los pecados no perdonados, y su justa condenación; el haber tenido mil ayudas extraordinarias para convertir-se a Dios , ser perseverantes en el bien y ganar el Paraíso.

¡El recuerdo de tantas gracias pro-metidas, ofrecidas y dadas por María Santísima, y no correspondidas!

¡Poder salvarse con poco trabajo o perderse irremediablemente para siempre!

¡Recordar, tantos buenos propósi-tos hechos y no cumplidos! ¡Ah! Bien dice el proverbio, que el Infierno está lleno de buenas intenciones.

Allí, vi de nuevo todos los jóvenes del Oratorio, que había visto poco an-tes en aquel horno (algunos de ellos, me estaban oyendo en ese momento, otros viviendo junto con nosotros y muchos que yo no supe).

Yo me acerqué y observé que todos estaban llenos de gusanos y animales repugnantes que —de una manera tan miserable, que me es imposible explicar— ellos roían y consumían su corazón, los ojos, las manos, piernas, brazos. Estaban inmóviles, expuestos a toda especie de indisposiciones e in-comodidades y no podían defenderse

de modo alguno. Me acerqué. Más, para que me viesen, esperando poder hablarles y que me dijesen algo, pero ninguno de ellos me habló ni me oyó.

Entonces pregunté a mi guía, la causa de esto. Me respondió, que en el mundo de los condenados, no tenían libertad, cada cual sufre allí el castigo que Dios le impuso, sin tener posibili-dad de cambio. Y agregó:

—“Ahora es necesario, que tam-bién usted vaya en medio de aquella mancha de fuego, que vio.”

—¡No, no! No quiero ir al infier-no!— contesté aterrorizado.

—Dime, que te parece mejor: ¿ir al Infierno y librar a tus jóvenes o estar afuera y dejarlos en medio de tantos tormentos? —preguntó mi amigo.

Respondí:—¡Oh! Mis queridos jóvenes, yo

os amo mucho y quiero que todos se salven. ¿No podemos, hacer de modo que ni ellos, ni yo, entremos ahí?

Ud. todavía está a tiempo —res-pondió mi amigo— y ellos también, con tal de que hagan todo cuanto puedan.

Mi corazón se dilató y dije para mi mismo:

—Poco me importa sufrir y traba-jar, si puedo librar de tantos tormen-tos a mis queridos niños.

MM

34 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

UNA VISITA AL INFIERNO (CONCLUSIÓN)

—Ven, pues, hacia dentro y verás la bondad y omnipotencia de Dios, que amorosamente entrega mil me-dios, para llamar a tus jóvenes a la pe-nitencia y los salva de la muerte eterna —replicó mi amigo.

Cambiar de vida!... Cambiar de vida!...

Me tomó de la mano para intro-ducirme en la caverna. Apenas pisé el umbral, me vi transportado a una inmensa sala con puertas de cristal. Sobre éstas a distancias regulares, colgaban largos velos cubriendo otros tantos departamentos que comunica-ban con la caverna.

El guía me indicó uno de esos velos, donde estaba escrito: “Sexto Mandamiento”, y exclamó:

—La transgresión de éste, es la cau-sa de la ruina de muchos jóvenes.

—Pero, ¿no se confesaban?—Si, se confesaban, pero confe-

saban mal los pecados contra la Bella Virtud, o los omitían por completo. Por ejemplo, uno que había cometido cua-tro o cinco de éstos pecados, solamente confesaba dos o tres. Algunos, cometie-ron apenas, uno en la infancia y siempre tuvieron vergüenza de confesarlo, o lo confesaron mal, sin decir todo. Otros no tuvieron arrepentimiento, ni propó-sito de enmienda. Más todavía, algunos, en vez de examinar su conciencia, estudiaban un modo de engañar al con-fesor. Y aquel que muere con esa reso-lución, está dispuesto a ser del número de los condenados, y estará así para toda la eternidad. Serán eternamente felices, sólo los que, arrepentidos de todo corazón, mueran con la esperanza de la vida eterna. ¿Quieres ver ahora, porque la misericordia de Dios te trajo hasta aquí?

Levanté un velo y vi un grupo de niños, conocidos por mi, condenados por ese pecado. Entre ellos había algunos que, en apariencia, tenían buena conducta.

—Por lo menos ahora, me dejarás escribir los nombres de estos niños, para poder prevenirlos en particular.

—No hace falta— me respondió —¿Qué debo decirles?—Predica constantemente contra

la impureza. Basta avisarles en gene-ral; no se olvide que si les avisa en par-ticular, prometerán, pero no siempre lo harán firmemente. Para conseguir esto, en necesaria la gracia de Dios, la cual, si fuese pedida, jamás les faltará. Dios manifiesta especialmente su po-der en compadecer y perdonar. Ora-ciones, pues, y sacrificio, de su parte. Los jóvenes escuchan sus exhortacio-nes e interrogan sus conciencias, y ella les sugerirá lo que deben hacer.

Seguimos conversando así, cerca de media hora, sobre las condiciones necesarias para hacer una buena con-fesión. Después, el guía repitió varias veces, elevando la voz:

—¡Avertere!... ¡Avertere!...—¿Que significa esta exclama-

ción?—¡Cambiar de vida!... ¡Cambiar

de vida!...

La desobediencia, raíz de todo mal

Abatido por esta revelación, bajé la cabeza e iba a retirarme, cuando el guía me llamó y me dijo:

—Todavía no viste todo.Y, dirigiéndose a otra parte, le-

vantó otro velo, sobre el cual estaba escrito: “Séptimo Mandamiento”. Los que quieren hacerse ricos, caen en la tentación y en los lazos del demonio.

Yo leí y exclamé: —Esto nada tiene que ver con mis

niños, porque ellos son pobres como yo; nosotros no somos ni pretende-mos ser ricos. Ni siquiera pensamos en esto.

El apartó el velo. Aparecía al fon-do un cierto número de niños, todos conocidos, que sufrían como los ante-riores. Señalándolos, me dice:

—Creo que ésta inscripción algo tiene que ver con tus niños.

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 35

San Juan Bosco

—Explícame, pues, ese calificativo divites (ricos).

—Por ejemplo, algunos de sus jóve-nes, tienen de tal manera apegado su corazón a un objeto material, que ese apego lo aparta del amor de Dios, y por eso faltan a la caridad, a la mansedum-bre y a la piedad. No solo con el uso de las riquezas se pervierte el corazón, sino también, con el hecho de desearlas, tan-to más si ese deseo ofende a la justicia. Sus jóvenes son pobres, pero note que la gula y el ocio son malos consejeros. Hay algunos que cometieron hurtos insignificantes en sus aldeas, y pudiendo hacerlo, no piensan en restituirlo. Hay quienes estudian un medio de romper la puerta de la despensa, quien procura entrar en el escritorio del administrador o del ecónomo, quien va a escudriñar las maletas de los compañeros, para ro-bar comestibles, dinero u otros objetos, quienes hacen colecciones de cuader-nos y libros, para su uso particular.

Después de decirme el nombre de uno o de otro, continuó:

—Algunos están aquí, porque se apropiaron de prendas de vestir, ropa blanca, colchas, o cubrecamas, perte-

necientes a la ropería del Oratorio y los enviaron para sus casas. Algunos, porque voluntariamente han causado perjuicio y no lo han reparado. Otros, porque no devolvieron los objetos que les fueron prestados. Y algunos, por retener sumas de dinero que les fueron confiadas, para ser entregadas al superior.

Y concluyó diciendo:—Ya que le indiqué esos males,

adviértaselos. Dígales, que rechacen los deseos inútiles y nocivos, que sean obedientes a la Ley de Dios y celosos de su honra, sino la avaricia los arras-trará a peores excesos, que los sumer-girán en los dolores, en la muerte y en la perdición.

Yo no podía entender, como ciertas cosas, consideradas tan insignificantes por los jóvenes, había sido castigadas con penas tan horribles. Sin embar-go, mi amigo cortó estas reflexiones, diciéndome:

—Recuerda, lo que te fue dicho ante el espectáculo de los racimos deteriorados de la viña.

Y levantó otro velo, que ocultaba a muchos otros de nuestros jóvenes,

a los cuales reconocí y que estaban presentes en el Oratorio.

Sobre ese velo está escrito: La Raíz de todos los males.

Me preguntó:—¿Sabe lo que significa esto?—¿Sabe cual es el pecado indicado

para este epígrafe?—Parece no ser otro que la so-

berbia.—No — respondió—Sin embargo, siempre oí decir

que la soberbia era la raíz de todo pecado.

—Si, en general, es la soberbia. Pero concretamente, ¿Sabe lo que hicieron Adán y Eva para caer en el primer pe-cado, por el cual fueron fueron expulsa-dos del Paraíso Terrenal?

—La desobediencia.—Exactamente. La desobediencia

es la raíz de todo mal.—¿Y que he de decir a mis jóvenes

sobre este punto?—Preste atención: los jóvenes que

aquí usted ve son los desobedientes que van preparando para si mismo tan lamentable fin. Estos, y otros que usted piensa que fueron a descansar, salen en la noche para caminar en el patio y, no haciendo caso de las prohibiciones, van a lugares peligrosos y suben a los anda-mios de los nuevos trabajos, poniendo en peligro sus vidas. Algunos, a pesar de las advertencias, no se portan en la iglesia como deben, y en vez de rezar, piensan en mil otras cosas, construyen castillos en el aire; otros molestan a los demás. Hay los que adoptan una posición cómoda y duermen durante las sagradas celebraciones. Otros, usted piensa que van a la iglesia, pero no van. ¡Ay! De quien descuida la oración. ¡Quien no reza, se condena! Aquí están algunos que, en lugar de cantar los sagrados himnos o el Oficio de la Santísima Virgen, leen libros que tratan de todo menos de religión. Y da vergüenza decir, pero algunos hasta leen libros prohibidos.

Y continuó enumerando otras transgresiones que son causa de graves desórdenes. Cuando terminó,

36 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

Confesando a los jóvenesEn el sueño, San Juan Bosco vio como algunos de sus pupilos se condenaban por tener engañado al confesor, sobretodo en lo correspondiente a los pecados contra la castidad.

yo miraba agitado. El me miraba, y yo le dije:

—¿Podré contar todas esas cosas a mis niños?

—Si, puedes decir a todos, lo que recuerdes.

—¿Y que consejos podré darles, para evitar tan graves desgracias?

—Usted insistirá en demostrar como la obediencia a Dios, a la Iglesia, al país y a los superiores —incluso en las cosas más pequeñas— los salvarán.

—¿Y que más?—Dirá a sus jóvenes, que se cuiden

mucho del ocio, porque fue ésta la causa del pecado de David. Dígales, que estén siempre ocupados, porque así el demonio no tendrá tiempo de asaltarlos.

La milésima pared, una minúscula muestra

Incliné la cabeza y prometí. No soportando más el cansancio, dije a mi amigo:

—Agradezco la caridad que tuvo conmigo, y le ruego me saque de aquí

—Ven conmigo — me dijo.Dándome ánimo, me tomó por la

mano y me ayudó, porque yo estaba extenuado. Saliendo de aquella sala, atravesamos en un momento aquel te-rrible patio y el largo corredor de en-trada. Antes de abandonar el umbral de la última puerta de bronce, se vol-vió nuevamente hacia mí y exclamó:

—Ahora que viste los tormentos de los otros, es preciso que también tu ex-perimentes, un poco del Infierno.

—¡No!, ¡No! — grité espantado.El insistía y yo me negaba.—No temas, es sólo probar; toca

esta muralla — me dijo.Yo no tenía valor y sólo quería

apartarme. El, sin embargo, me inci-taba, diciendo:

—¡Es necesario que usted pruebe!Me tomó decididamente por el brazo

y me llevó, junto a la muralla, diciendo:—Por lo menos toque rápidamen-

te para poder decir que fue a visitar las murallas de los suplicios eternos y las tocó. Y también, para comprender co-

mo será la última muralla, si esta pri-mera es tan terrible. ¿Ve esta pared?

Observé con mayor atención esa pared, que era de un espesor colosal. El guía prosiguió:

—Esta es la milésima pared, antes de llegar al fuego del Infierno. El está rodeado por mil murallas. Cada una tiene mil medidas de espesor y ésta es la distancia entre una y otra; cada medida es de mil millas; esta muralla está a un millón de millas del verdade-ro fuego del Infierno y, por lo tanto, es un minúsculo principio del Infierno, propiamente dicho.

Dicho esto, y viendo los esfuerzos que yo hacía para apartarme, tomó mi mano, la abrió a la fuerza y me obligó a apoyarla sobre una piedra de aque-lla última muralla. En aquel instante, sentí una quemazón tan intensa y dolorosa que, saltando hacia atrás y dando un fuerte grito, me desperté.

Me encontré sentado en la cama y, me pareció que mi mano estaba ardiendo, la restregaba con la otra para pasar aquella sensación. Cuando amaneció, observé que ella estaba efectivamente hinchada. Y la impre-sión imaginaria de aquel fuego, tuvo tal fuerza que, poco después, la piel de la palma de la mano se desprendió y cambió.

Estos sueños no son más que un comentario de la Sagrada Escritura

Tomando en consideración que no os conté estas cosas con todo su horror, para no asustarlo demasiado. Sabemos que el Señor nunca habló sobre el Infierno nada más que por figuras, porque, si lo describiera co-mo es, no lo entenderíamos. Ningún mortal puede comprender estas cosas. El Señor las conoce y puede decirlas a quien quiera.

Quedé tan perturbado que durante varias noches no pude dormir, por causa de este miedo. Les conté breve-mente lo que vi en larguísimos sueños: hice sólo un breve resumen.

Luego les daré instrucciones sobre el respeto humano, sobre el sexto y séptimo Mandamientos, y sobre la soberbia. No haré más que explicar estos sueños, porque en todo están de acuerdo con la Sagrada Escritura: mas aún, no son más que un comentario de lo que en ella se lee al respecto. Ya le dije algunas cosas en estas noches, pero, siempre que pueda venir a conversar con usted, le contaré las restantes, dándole algunas expli-caciones. ²

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 37

San Juan Bosco reza delante de una imagen de Nuestra Señora Auxiliadora

l tema de este artículo es un “Noble Oficio”.

¿Cuál será?Seguramente —pensará alguno

de nuestros lector— será el ejerci-cio de algún alto cargo en la corte

británica. ¿O quien sabe, alguna función de alta responsabilidad en el Vaticano, o en alguna presti-giosa universidad, como la Sorbonne o Coimbra?

¡Nada de esto!¿Entonces, de que se trata?Estimado lector, permítame ayudarlo. Es algo

que viene del pasado, de un pasado cristiano. El “Noble Oficio” era el título dado a los… ¡zapateros ingleses en la Edad Media!

Efectivamente, los trabajadores manuales de la corporación de los zapateros se ufanaban, no sólo de la calidad de sus produc-tos, sino también del

propio oficio que ejercían. Al punto de que ellos mismos lo designaron como el “Noble Oficio”.

Sin embargo, no era fácil ser admitido en la cofradía. Para ser aceptado como participante del “Noble Oficio”, no bastaba con ser un buen profe-sional. También era necesario saber “cantar, tocar el cuerno, tocar flauta, manejar la lanza, combatir con espada, describir en versos sus instrumentos de trabajo”.

La corporación de zapateros ingleses, como innumerables otras cofradías existentes en la Eu-ropa medieval, era enteramente independiente del poder estatal, incluso del Rey. Tenían sus propias leyes, sus jueces —los “maestros juramentados”— que imponían sanciones a quienes se comportaban mal o que, por sus engaños, desprestigiaban la pro-

fesión.Sobretodo, tenían sus capi-

llas, sus santos patronos, sus iglesias, sus fiestas

Según algunas mentalidades de hoy, felicidad se identifica con la riqueza y el placer. Pero hubo una época en que el hombre no pensaba así. Y era felíz…

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El “Noble Oficio”

Juan Carlos Casté

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El “Noble Oficio”

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 39

y procesiones. Una de sus princi-pales preocupaciones era de que todos los hermanos de la cofradía fueran buenos cristianos.

Hasta el día de hoy, por ejem-plo, se puede ver en la mara-villosa Catedral d e C h a r t r e s (Francia) los v i t r a l e s d e extraordinaria belleza ofrecidos por los panaderos, los pescadores, los viñateros, al lado de los que fueron donados por la reina Blanca de Cas-tilla, madre del Rey San Luis.

La costumbre, impregnada de ca-ridad cristina, hacía que los cófrades del “No-ble Oficio” se ayudasen mutuamente en cualquier lugar donde se encontrasen. Algunos podían ser del norte, otros del sur, pero estaban todos unidos por un vínculo religioso que los llevaba a auxiliarse en las circunstancias adversas.

Patrones, trabajadores, aprendices, cada uno conservando su posición, se ayudaban, se protegían y se estimulaban a progresar en la fe cristiana y… en la calidad de los zapatos que fabricaban.

Por ejemplo, los “maestros juramentados” —en general los zapateros más antiguos— reprendían severamente a los patrones que no cuidaban de la virtud de sus aprendices, lo que perjudicaba a los feligreses por la mala calidad del zapato que producían. Al mismo tiempo, daban auxilio a los hermanos que estaban con problemas en los nego-cios, a las viudas y a los huérfanos de los zapateros fallecidos.

Todos los oficios de la sociedad estaban organi-zados de la misma forma. Constituían verdaderas hermandades dentro de la sociedad civil, en las cuales circulaba la savia del Evangelio.

Se ufanaban de sus obras de caridad. Por ejem-plo, los orfebres de París, consiguieron permiso pa-ra, uno cada vez, abrir los días domingos y festivos. El lucro obtenido en esos días se destinaba a ofre-cer una comida a los pobres el Domingo de Pascua. “Quien abre su tienda en esos días, deposita en la caja de la cofradía todo cuanto ganó (…) y con ese dinero, se paga una comida para los pobres del Hospital de

París, en el día de Pascua de cada año”.

Todo esto era hecho en una atmósfera de

concordia y alegría difícil de enten-

der en nuestros días.

En las fiestas de la ciudad, las corporac io-nes desplega-ban sus ban-

deras durante los desfiles so-

lemnes, disputan-do preeminencia.

Ellos constituían pe-queños mundos extraor-

dinariamente dinámicos, ac-tivos, y sobretodo, cristianos, que

daban a la ciudad su impulso y fisonomía característica.

He aquí una situación pintoresca que ilustra co-mo sucedían las cosas cuando el espíritu de la Santa Iglesia impregnaba a la sociedad civil.

El zapatero Tom Drum se encontró durante el viaje con un joven noble arruinado, y lo invitó para ir con él.

—Yo pago los gastos, y en Londres nos divertire-mos mucho.

—¿Pero como pagarás? Pensé que toda tu for-tuna no es más que algunos centavos…—objetó el hidalgo.

“Te lo voy a explicar. Si fueses zapatero como yo, podrías viajar de un extremo a otro de Inglaterra con apenas un centavo en el bolsillo. En cada ciudad encontraría alojamiento, comida y bebida, sin ni si-quiera tener la necesidad de gastar tu único centavo. A los zapateros no les gusta que le falte algo a uno de sus colegas. Nuestra reglamentación establece lo siguiente: si llega a la ciudad un compañero sin pan ni dinero, basta con que se presente. No necesitará pre-ocuparse, pues los zapateros de la ciudad lo recibirán bien y le darán hospedaje y comida gratis. Y si necesi-tara trabajar, la corporación tratará de conseguirle un empleo, así él no tendrá preocupaciones”.(1) ²

1) Las Ciudades y las Instituciones Urbanas en la Edad Media, apud. Régine Pernoud, A la Luz de la Edad Media, pp. 71-72

¿HISTORIA PARA NIÑOS... O PARA ADULTOS LLENOS DE FE?

El hombre que sabía el día de su muerte

Luiz Zaghi

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El hombre que sabía el día de su muerte

Se perdió en un bosque y tuvo un sueño... ¿O fue realidad?

Una de las principales diversiones en Europa, cuando llega el otoño, es la caza. Antiguamente, cuando los padres daban a sus hijos lecciones sobre el arte de bien cazar, solían contarles esta historia.

EE l j o v e n C o n d e Rodolfo, hombre saludable y fuerte, de hermosa apa-riencia, diestro en el manejo de las

armas, eximio caballero y hábil caza-dor, imaginaba que jamás habría de morir o que, al menos, eso sólo suce-dería tras muchos y muchos años.

Una fría tarde de octubre de 1321 se internó profundamente en el denso bosque, persiguiendo la presa que intentaba escapársele. Cuando ya empezaba a oscurecer, atisbó entre los árboles algo que le pareció una pared. Cansado de cabalgar desmontó, se aproximó y vio que se trataba de una anti-gua capilla abandonada. Entró. Todo estaba en ruinas: vitrales rotos, bancos volcados, polvo acumulado, murciélagos, etc. “De cualquier manera —pensó— hay paredes y techo; es mejor que na-da.” Juntando algunos bancos, im-provisó un lecho y, exhausto como estaba, se durmió enseguida.

Entrada la noche, se despertó al oír un sonido de campanas. Sorprendido en extremo, frotaba sus ojos no consiguiendo creer lo que veía: la pequeña capilla se encontraba iluminada y repleta de fieles. En el altar, un sacerdote celebraba la Misa. Cerca del pres-biterio, había un cajón. Era, pues, una Misa de cuerpo presente, concluyó él.

—Discúlpeme, señora, ¿en in-tención de quién se está celebran-do esta Misa? —preguntó.

—Así pues, ¿Vuestra Señoría no sabe quién ha muerto? Es un noble caballero de la región de Zúrich, que se perdió en este bos-que durante una cacería y que ha sido encontrado muerto hoy... día 26 de octubre de 1371.

El Conde Rodolfo se estre-meció todo él. Con un extraño presentimiento, quiso saber quién era ese caballero. Se aproximó al

cajón, levantó el velo que cubría el rostro del difunto y... sintió un terrible escalofrío. ¡El muerto era él! Estaba ya avejentado, es ver-dad, pero no había duda alguna de que era él mismo quien estaba en aquel cajón.

Dando un grito de susto... des-pertó.

Notó entonces que aquel terri-ble sueño era un aviso del Cielo: moriría exactamente dentro de 50 años.

Salió de la iglesia y retornó al espléndido castillo de su familia, donde se iba a realizar una fiesta. En medio de la alegría y de las di-versiones, pensó: “50 años es mu-cho tiempo. ¿Sabes una cosa? Voy a hacer una división inteligente: los primeros 25 años gozaré la vida, y los otros 25 restantes me prepararé seriamente para la muerte.”

De esta manera, pasó 25 años de diversiones, cacerías, fiestas y alegría continua. Pero... ¡pasaron muy rápidamente! Entonces, el Conde decidió: “Bien, bien, 25 años es tiempo de sobra para prepararse para la muerte. Así, los próximos 15 años serán una prolongación de los 25 que ya se han ido. Cuando falten sólo 10, ahí entonces sí, me prepararé se-riamente.”

Y así sucedió... Pasaron otros 15 años más de placeres, que transcu-rrieron aún más rápidos que los 25 anteriores. Con cada término de plazo, el Conde hacía una nueva “división inteligente” del tiempo restante, llegando, de esta manera, al postrero mes de su vida.

¡Un mes apenas!... Era preciso, por lo tanto, despedirse de los fa-miliares y amigos. Envió una carta a todos los nobles vecinos, invitán-dolos a una gran cacería. A los 25 días, se encontraban todos reuni-dos en su castillo. Fueron tres días de intensa conmemoración.

¡Ahora tan sólo le restaban dos días!

—No puedo dejar irse a mis in-vitados sin un banquete de despe-dida —pensó el Conde. Y marcó una monumental comida para el día 25 de octubre, ¡su último día de vida!

Tras el banquete, sintió la necesidad de descansar un poco para poder, así, hacer una buena confesión. Cuando estaba ya echa-do, sintió los primeros dolores de la muerte inminente; llamó a un criado y, con voz cavernosa, mandó que trajera aprisa un sacerdote.

El fiel siervo corrió al villorrio cercano, procurando al párroco. Mientras tanto, el Conde Rodol-fo —que había desperdiciado 50 años de plazo para prepararse- empezó a ver bultos que se mo-vían en torno a su cama, como que esperando el momento de llevarlo al infierno. Jadeando, observaba la ampolla del reloj de arena, casi agotándose. Cuando falta-ban apenas cinco minutos para la media noche, escuchó el ruido del carruaje que se aproximaba, trayendo al sacerdote.

¡Demasiado tarde!... ¡Antes de entrar éste, sonó la primera campa-nada que anunciaba el nuevo día!

Desesperado, el Conde soltó un horrible alarido y... se despertó de verdad. Con gran alivio, notó que estaba frente al crucifijo en-mohecido de la capilla en ruinas, en mitad del bosque, donde había entrado para reposar unas horas antes.

Todo no pasó de un sueño. ¡De un mero sueño, no! Pues el joven Conde Rodolfo se tomó en serio el misericordioso aviso. De ahí en adelante, siguió decididamente el camino de la virtud y de la devo-ción a la Santísima Virgen. Me-diante el examen de conciencia diario y por la confesión frecuen-te, se mantuvo siempre preparado para el último y más importante día de su vida: el día de su encuen-tro con Dios. ²

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 41

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oSUCEDIÓ EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDOSUCEDIÓ EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO

Enseñanza mixta, puesta en discusión

En el libro” Las trampas de la enseñanza mixta”, recientemente publicado por el sociólogo francés Michel Fize denuncia los efectos malévolos de la mezcla de sexos en los establecimientos públicos de enseñanza en su país y suplica el sis-tema de clases separadas por sexo.

Hasta ayer, para alzar el pro-blema le habría parecido absurdo, de tal manera, la causa estaba juz-gada. Hoy, los especialistas en la educación han sido llevados a una reflexión dolorosa e incómoda: “La educación escolar mixta, no es tan beneficiosa como se cree”. En los Estados Unidos, cuna de esta coeducación, la mezcla entre los dos sexos, no es obligatoria en las escuelas públicas, desde febrero de 2000. En Francia, la enseñanza católica fue la primera en romper el tabú, poniendo en cuestionamiento, los defectos y virtudes de la enseñanza mixta a partir de diciembre de 2000. (L’Express – Paris)

Documental premiado sobre la persecución a la Iglesia

El Premio “Qualidade”, de la Presidencia, de la República italiana, era conferido este año al programa televisivo “Cristo nel freddo dell’Est” (“Cristo en el frío del Este”), manejado por Luca De Matta, el director actual de la Agencia Fides. El progra-

ma narra, a través de diversos testimonios, la historia larga y dolorosa de la perseguida Iglesia en Europa Oriental bajo la dicta-dura comunista. El Premio, único conferido por la Presidencia de la República, fue entregado, con ocasión de la 55ª. edición del “ Prix Itália”, el concurso interna-cional, de radio, televisión e inter-net, ocurrido en Catania, Italia, en septiembre último. “Cristo nel freddo dell’Est” ya había recibido anteriormente el premio “Tercer Milenio”, del Ser Spettacolo, y el “Premio San Antonio”, de los Frailes Menores de Pádua. (Agencia Fides)

India: Exhibición de las reliquias de San Francisco Xavier

Las reliquias de San Francisco Javier, que evangelizó la India en el siglo XVI, se expondrán el próximo año a la veneración de los fieles en ese país, según informa Don Raúl Gonçalves, Arzobispo de Goa. La primera exhibición de las reliquias del Santo Jesuita, que llegó a Goa en 1542 y falleció en una isla cerca de Macau en 1552, tuvo lugar en 1782. Inicialmente, el cuerpo del Santo era expuesto todos los años con ocasión de su festividad, el 3 de diciembre. A partir de 1864, sin embargo, la ex-hibición se hizo menos frecuente, por motivos de seguridad, y, des-pués, empezó a realizarse simple-mente cada diez años. La última vez que se hizo fue desde el 21 de noviembre de 1994 al 7 de enero de 1995. (Eclesiales)

El cumpleaños del Servicio Sacerdotal de Urgencia

En octubre completó 50 años el servicio sacerdotal de Urgencia de la arquidiócesis de Buenos

Aires. Desde 1953, cuenta con un cuerpo de voluntarios cuya misión es “Llevar y acompañar a los sa-cerdotes llamados, en régimen de urgencia, a cualquier lugar de la ciudad.” En total son aproxima-damente 18.000 voluntarios que atienden este servicio único en el mundo representando “la cara de la Iglesia que cuida a los que sufren: los enfermos”. (AICA)

La Cristiandad, el elemento unificador de Europa

En la ceremonia de cierre de la XIV Jornada de Teología —reali-zada en la ciudad española de Je-rez— Obispo Mons. Juan del Río Martín unió su voz a la de otros Prelados Católicos, que repudian el hecho de no hacer ninguna mención al Cristianismo, en el preámbulo de la Constitución aprobada recientemente por el Plenario de la Convención euro-pea. El afirmó que” para pasar de la Europa de los comerciantes a la Europa de la solidaridad, se necesitaba recuperar el espíritu que dio la cohesión durante siglos a las personas e instituciones del Viejo Continente, y esa inspira-ción no es otra que la Fe cristiana, que nace de confesar al Dios Uno y Trino, revelado en Jesucristo, Hijo de Dios vivo”

Don Martín expresó el apoyo de su Diócesis a la reiterada pe-tición del Santo Padre, “para que la futura Constitución, haga una expresa mención al Cristianismo, porque desconocer, ocultar, igno-rar, silenciar ese vínculo, es rom-per el elemento más unificador de la idea de Europa”. Aún en-fatizó que “bajo cualquier ángulo cultural, es obligatorio afirmar que la Cristiandad, con dos mile-nios de presencia continua, era la levadura de todos los reinos y los estados europeos.” (Eclesiales)

42 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

De su alto pedestal,

la Virgen Inmaculada

bendice a Chile

Tito Alarcón

CC

En numerosas ciudades hay un monumento que simboliza de modo especial la protección de la Divina Providencia para todo el país. Por ejemplo, la imagen del Cristo Redentor, en lo alto del Corcovado, Rio de Janeiro, y la del Sagrado Corazón de Je-sús, en “Cerro de los Ángeles”, Madrid. También Santiago de Chile tiene este privilegio.

orría el año de 1904 y el arzobispo de Santiago, don Mariano Casanova, reunió a sus sacerdotes y un grupo de laicos para buscar la mejor forma de celebrar el cincuentenario de la proclamación del dogma de la Inma-

culada Concepción. Propuestas iban y venían hasta que el Pbro. José Alejo Infante propone erigir un monumento a la Inmaculada en la cima del Cerro San Cristóbal, fácilmente visible desde cualquier punto de la ciudad. El arzobispo no quiso oír más propuestas, su decisión estaba tomada.

Un Grandioso monumento de FeMons. Casanova puso manos a la obra. ¿Dónde

fabricar la imagen? Debido a la fuerte influencia cul-tural de Francia en la época, optó por ese país, donde también podía contar con los buenos oficios del em-bajador de Chile, don Enrique Salvador Sanfuentes. A quien se le dieron sólo dos directrices: la estatua debía ser gigante y estar inspirada en la famosísima obra del escultor Joconetti que está en la Piazza Es-pagna, en Roma. La Casa Val d’Osne de París, fue la encargada de la confección de una imagen de hierro

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 43

Imagen de la Inmaculada Concepción. De proporciones monumentales, puede ser vista desde cualquier extremo de Santiago (Chile)

De su alto pedestal,

la Virgen Inmaculada

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fundido de 14 metros de altura. Varios “padrinos” del proyecto, pertenecientes a la alta aristocracia santia-guina, proporcionaron los recursos financieros.

Pero había un gran inconveniente: el tamaño de la estatua y la lentitud del transporte hacían imposible su entrega antes de la fecha deseada.

—¿Qué haremos? Preguntó al Arzobispo uno de los “padrinos”.

—“No se preocupe, la primera piedra la pondre-mos el día de la Inmaculada Concepción”, le respon-dió éste.

Y así sucedió. El 8 de diciembre de 1904 un grupo de jóvenes subiendo con gran esfuerzo las sendas polvorientas y zigzagueantes, llevó la simbólica pri-mera piedra al lugar escogido. Lejos de ser el hermo-so parque que es hoy en día, el Cerro San Cristóbal era en aquellos años apenas una cantera de donde sacaban los adoquines para la pavimentación de las calles de la ciudad.

Pasaron cuatro años, hasta llegar a Santiago las diferentes partes de la imagen de hierro fundido traídas desde el puerto de Valparaíso en grandes ca-rretas tiradas por yuntas de bueyes, Fue una proeza arrastrarlas hasta la cima de la montaña dónde un grupo de ingenieros fundaba los cimientos en la roca y supervisaba la correcta colocación de cada pieza sobre el pedestal previamente construido, en cuyo interior se instaló una capilla.

En abril de 1908 estaba completa la grandiosa obra, elevándose a casi 900 metros sobre el nivel del mar y midiendo 22 metros de altura, incluido el pedestal.

El día 26 de ese mes, se inauguró el monumento, con una solemne ceremonia de bendición de la ima-gen.

Según nos cuenta una revista de la época, a pesar de las dificultades de una subida difícil y peligrosa “ millares de personas que desde los cuatro extremos de la ciudad acudían a presenciar la ceremonia formando una romería interminable. Aquella abigarrada multitud de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, en llegar a la cumbre del cerro, duró cerca de cuatro horas”. Llegan-do se aglomeraron felices alrededor de la imagen de la Madre de Dios.

El Santuario hoy en díaQuien viene a Santiago no puede dejar de visitar

a la Inmaculada, pues desde cualquier punto de la ciudad se destaca la imagen de la Virgen, invitando a todas las almas a acercarse a Ella. Pero a diferen-cia de los primeros años, hoy en día está rodeada de hermosos parques y paseos. Un funicular llega a sus pies y cada 8 de diciembre son miles los peregrinos que van a pagarle sus mandas y a buscar un momento de paz.

Sin lugar a dudas que la visita más ilustre ha sido S.S. Juan Pablo II, quien al llegar a Chile el 3 de abril de 1987, el primer lugar que visitó fue el Santuario del Cerro San Cristóbal.

Si algún día, lector, Ud. va a Santiago de Chile, no pierda la oportunidad de visitar la Virgen del San Cristóbal, en ella podrá admirar el tesón de los hombres que la levantaron, y también podrá elevar una plegaria a quien fue concebida sin mancha y sin pecado, la Santa Virgen de las Virgenes. ²

44 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

Diciembre 2003 · HERALDOS DEL EVANGELIO 45Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 45

El dogma de la Inmaculada

Concepciónos más antiguos Padres de la Iglesia manifies-tan su creencia de que fue concedida a la Vir-gen María inmunidad absoluta de cualquier pecado, también el original. San Efrén (s. IV),

insigne devoto de María, la exalta como habiendo sido “siempre, de cuerpo y de espíritu, íntegra e inmacula-da”. Para San Hipólito (s. III), Ella es un “tabernáculo libre de toda corrupción”. Orígenes la proclama “inma-culada entre inmaculadas, nunca afectada por el veneno de la serpiente”. Por San Ambrosio (s. IV), Ella es declarada “vaso celeste, incorrupta, virgen inmune, por gracia, de toda mancha de pecado”. San Agustín (s. IV y V), discutiendo contra Pelagio, afirma que todos los justos conocieron el pecado, “menos la Santa Virgen María, quien, por honra del Señor, no quiero que entre nunca en cuestionamientos cuando se trate de pecados”.

Muy tempranamente la Iglesia comenzó a con-memorar en sus funciones litúrgicas a la inmacula-da concepción de María. En su obra De Immaculato Deiparae Conceptu, Passaglia cree que a comienzos del siglo V ya se celebraba la fiesta de la Concep-ción de María (con el nombre de Concepción de Santa Ana) en el Patriarcado de Jerusalén.

Tampoco faltan testimonios autorizados de los pa-dres de la Iglesia, quienes reunidos en Concilio, para probar que ya en el s. VII era común y recibida por tradición la piadosa creencia, esto es, la devoción de los fieles al gran privilegio de María (Concilio de Letrán, en 649, y Concilio Constantinopolitano III, en 680).

La definición del dogmaEn el pontificado de Gregorio XVI, y en los pri-

meros años de Pío IX, se elevaron a la Sede Apostó-lica más de 220 peticiones de cardenales, arzobispos y obispos (sin contar las órdenes religiosas) para que se hiciese la definición dogmática.

Pío IX escribió a los obispos de todo el mundo, interrogando a cada uno acerca de la devoción de su clero y de su pueblo al misterio de la Inmaculada Concepción. Casi la totalidad se manifestó favora-ble. Estaba confirmada la creencia universal de la Iglesia.

En fin, el 8 de diciembre de 1854, en solemne cere-monia en la Basílica de San Pedro, el Papa Pío IX, con

voz emocionada, en medio de lágrimas de alegría, pro-nunció las solemnes palabras que declaran ser artículo de Fe la Inmaculada Concepción de María:

“Por esto (...) declaramos, pronunciamos y definimos:“La doctrina de que la Beatísima Virgen Maria, en el

primer instante de su Concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en vista de los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, fue preservada in-mune de toda mancha de pecado original, esa doctrina fue revelada por Dios, y por esto debe ser creída firme e invio-lablemente por todos los fieles” (Bula Ineffabilis Deus).

La confirmación de la VirgenCuatro años después, la propia Madre de Dios con-

firmó de forma prodigiosa el dogma proclamado por Pío IX: “Yo soy la Inmaculada Concepción” — respondió Ella, sonriendo, a Santa Bernardete Soubirous, quien le pregunto su nombre en 1858.

Ya en 1830 —24 años antes de la definición del dogma— indicando a Santa Catalina Labouré como debería ser acuñada la Medalla Milagrosa, la Virgen le mostraba la inscripción: “Oh Maria concebida sin pecado, ruega por nosotros que recurrimos a Vos”.

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El dogma de la Inmaculada

Concepción

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46 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

SAN NICOLÁS Y PAPA NOEL

¿Existió Santa Claus? Más temprano o más tarde, todo niño hace esta pregunta. Y los padres pue-den responder fácilmente a sus hijos contandoles la bella historia de la vida de San Nicolás.

La realidad supera la leyendaLa realidad supera la leyenda

e aproxima la Navidad!

En los centros co-m e r c i a l e s f r e c u e n t e -mente, se ve

un personaje con traje de colores

vivos, despertando la curiosidad general y en los niños, la alegre expectativa de los regalos y las golosinas.

Es Santa Claus, inventado por el caricaturista americano Tho-mas Nast, en la revista Harper’s Weekly, en 1881.

Muy diferente es la leyenda de San Nicolás, que va de casa en casa, llevando regalos, para los niños piadosos y que se han por-tado bien. Narrando a los hijos, la bella vida de este gran Santo, los padres despiertan en las almas infantiles, el sentido de lo ma-ravilloso y estimulan la práctica de la virtud. Con la gran ventaja de que, en este caso, la realidad supera la leyenda.

San Nicolás nació en Patara, en Asia Menor, hijo de padres piadosos y muy ricos. Falleció como Obispo de Mira, Turquía en el año 324.

Pocos Santos gozan de tanta popularidad, y a muy pocos son atribuidos tantos milagros.

De él San Juan Damasceno, hace el siguiente elogio “Todo el universo tiene en ti, un rápi-do auxilio en las aflicciones, un estimulante en las tristezas, un consuelo en las calamidades, un defensor en las tentaciones, un remedio en las enfermedades”

Nicolás era bastante joven, cuando perdió a sus padres, here-

Ricardo Basso

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San Nicolás deja la dote de casamiento de

las 3 jóvenes (Vitral de la

Catedral de S. Martin - Col-

mar, Francia)

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Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 47

dando de ellos una gran fortuna, que le hizo posible practicar la caridad en gran escala.

Un día, conoció a tres jóvenes, que por ser pobres, no encontra-ban pretendiente para casarse y el padre pretendía encaminarlas hacia una mala vida. Entonces, Nicolás fue por la noche y tiró dentro del cuarto del hombre, una bolsa con monedas de oro. Pocos días después, se casaba la hija mayor. Repitió Nicolás el gesto, y poco después se casaba la segunda hija.

En el momento, en que se pre-paraba para hacerlo por tercera vez, fue descubierto. Saliendo de las sombras donde estaba es-condido, el padre se lanzó a los pies de su benefactor, llorando de arrepentimiento y gratitud. Desde entonces, no se cansó de pregonar por todas partes los favores recibidos.

En otra ocasión, al embar-carse en un navío, informó al comandante que tendrían una violenta tormenta por el cami-no. El viejo lobo de mar, recibió con irónica sonrisa esa previsión de un simple pasajero.

Sin embargo, la tormenta no tardó. Era tan terrible, que to-dos creyeron que había llegado su fin. Sabiendo que un pasaje-ro había previsto lo que estaba ocurriendo, corrieron hacia él pidiéndole ayuda. Nicolás imploró a Dios y luego cesó la tormenta, se calmó el mar y el sol apareció resplandeciente.

Se volvió así, el patrono de los marineros, que lo invocan en los momentos de peligro.

San Buenaventura narra, que en una posada, el dueño había asesinado a dos estudiantes, que se habían apoderado de su dinero. Horrorizado por ese vil crimen, San Nicolás, resucitó a los jóvenes y convirtió al asesino.

El día en que fue consagrado Obispo de Mira, recién acaba-da la ceremonia, una mujer se lanzó a sus pies, con un niño en sus brazos, suplicando “¡Dale la vida a mi hijito! El se cayó al fuego y tuvo una muerte horri-ble. ¡Ten piedad de mí, dale la vida!”

Emocionado y compadecido de los dolores de aquella madre, hizo la señal de la cruz, sobre el niño, que resucitó en presencia de todos los fieles presentes en la ceremonia de la consagración.

En algunos países de Europa, es costumbre de las personas cam-

biar regalos el día de su fiesta, el 6 de Diciembre.

A nosotros, también San Ni-colás, no dejará de ayudarnos, en nuestras necesidades.

Pidámosle, pues, no sólo bie-nes materiales, sino sobretodo grandes dones espirituales. Que el obtenga de la Santísima Virgen y de San José, la gracia de que en esta Navidad, haga nacer en nues-tras almas, al Niño Jesús —el ma-yor regalo dado a los hombres—, con el fin de llevarnos a la Patria celestial, para la cual fuimos crea-dos. ²

Cenas de Navidad y Año Nuevo

SSJosé Mario da Costa

e aproximan las fiestas del Nacimien-to del Redentor y del Año Nuevo. Y nuestras dedicadas dueñas de casa ya se preguntan que podrán preparar para las cenas en que toda la familia estará reunida, compartiendo las ale-

grías y esperanzas de esos días festivos.Una buena madre, naturalmente, desea agradar a

todos. Para ayudarla en esa importante tarea, sugeri-mos servir un pernil asado, con un acompañamiento bien liviano.

No olvidándonos, sin embargo, de que lo mejor de la cena será la convivencia armoniosa en un ambien-te de alegría con todos los miembros de la familia.

PERNIL ASADO

Ingredientes 2 1⁄2 kg. de pernil / 4 dientes (grandes) de ajo / 2

cuchardas soperas de sal común / 1/2 taza de vinagre de vino / 3 limones / medio atado de perejil.

PreparaciónEl día anterior, perforar el pernil ya descongelado

y condimentar, esparciendo la sal junto con los dien-

tes de ajo, el vinagre, el jugo de los limones y el perejil picado.

Después de 24 horas, poner el pernil, junto con los aliños, en una olla con un poco de aceite y cubrirlo por entero con jugo de naranja. Si lo cubre sólo con la mitad del jugo, no se olvide de girarlo, para que se cocinen uniformemente los dos lados.

Cuando esté blando, pasarlo a una bandeja untada con aceite y colocar en el horno hasta que se dore.

ENSALADA SORPRESA

Ingredientes1 piña chica (o melón) / 1 tarro de palmitos / 1

cucharadita de mostaza / 2 cucharadas de salsa ingles / 4 cucharadas de Ketchup / 1 cebolla mediana raya-da / 4 manzanas rojas / 4 cucharadas de mayonesa / 200 gr. de aceitunas verde sin cuesco / 200 gr. de pa-sas rubias sin semilla / 300 gr. de crema de leche

PreparaciónPique la piña (o el melón) en pedazos pequeños y

deje filtrar el líquido. Pique también el palmito y las manzanas. Mezcle todos los ingredientes y colóquelos en una vasija no metálica. Colóquelo en la heladera por lo menos unas cuatro horas. ²

Cenas de Navidad y Año Nuevo

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48 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

El rosario transformado en Vitral

El rosario transformado en Vitral

Ignacio Montojo

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De una piadosa costumbre nació una manifestación de fervor y devoción, bien característica del pueblo católico español: La procesión del “Rosario de Cris-tal”, cuya magnificencia podrá apreciar en estas pá-ginas.

n un atardecer de otoño, una ordenada y tran-quila multitud se concentra frente al portal de la catedral de La Seo, en Zaragoza, España. Sin ninguna iluminación eléctrica y el continuo chis-pear de las “llamaradas fotográficas”, podríamos sentirnos participando de una fiesta religiosa en

la Edad Media. Nobles damas adornadas con valiosas joyas se presentaban revestidas con ricos trajes multicolores. Pequeños propietarios rurales, altivos mostraban sus condecoraciones en sus uniformes. Los granjeros sencillos y un tanto rudos, pero engalanados con su mejor indumentaria circulaban con digni-dad y desenvoltura. De tiempo en tiempo, aparece un sacerdo-te ricamente ornamentado, intentando poner silencio en esa variada multitud. Tarea, además un tanto difícil en un pueblo vivaz y comunicativo. De repente, una voz seria y poderosa se hace oír, invitando a la recitación del Santo Rosario.

Del majestuoso templo, empiezan a salir andores con vitra-les discretamente iluminados, llamando la atención general.

Cada uno, entonces, toma su rosario. Cesa por completo la locuacidad expansiva. Ahora, se oye el ininterrumpido murmullo de los Padrenuestros, Ave Marías y Glorias.

Poco a poco, se va formando la famosa Procesión del “Ro-sário de Cristal”, realizada todos los días 13 de octubre, en la cual miles de aragoneses -hombres y mujeres de todas las edades- manifiestan su Fe católica, con algunas peculiarida-des dignas de notar.

La ciudad, antes agitada, se observará tranquila, durante varias horas, por el solemne espectáculo de devoción, casi interminable, tal es el número de fieles que participan en él. Ahora, también penetremos en la atmósfera de esas festivi-dades.

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Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 49

Un completo rosario en movimientoEn esa procesión, varias partes del Rosario están, de

cierta manera, materializadas por la habilidad de los ar-tesanos: el Credo, en cada uno de los quince misterios y la Salve son representados en grandes vitrales, de variadas formas, llevados en grandes andores. Además, cada Padre-nuestro, Ave María y Gloria, y cada invocación de las Leta-nías Lauretanas son ilustradas por unas lámparas, también de vitral, llevadas por una persona.

Esos grandes vitrales y esos centenares de pequeñas lámparas forman una especie de rosario humano que, por su belleza estimula la piedad de los fieles y atrae a Zara-goza a una verdadera multitud de visitantes para contem-plarlo.

¿Como surgió esa idea, que de tal modo enaltece la de-voción mariana, por medio de lo bello?

Existía en Zaragoza, desde tiempos inmemoriales, la costumbre de rezar el Rosario al atardecer, iluminando con antorchas las calles de la ciudad. Este acto se reves-tía de especial solemnidad el día de la fiesta de Nuestra Señora de Pilar, el 12 de octubre. Tan loable tradición se institucionalizó canónicamente con la creación de la Fra-ternidad del Sagrado Rosario de la Virgen del Pilar, en enero de 1889.

Una de las primeras iniciativas de esa Fraternidad, formada por ardorosos fieles, fue la de representar en ca-rruajes y lámparas de vitral los misterios de Rosario, para permitir a todas las personas, aún las más humildes y anal-

50 HERALDOS DEL EVANGELIO · Diciembre 2003-Enero 2004

Represen-tación del Navío de la Virgen y las ban-deras de todos los países de origen y la fe hispana

Misterios gloriosos representados en el vitral iluminando

Vitral del León, símbolo de Zaragoza

Zaragoza, Sede arzobispal, es la principal ciudad de la región de Aragón y una de las más importantes de España. Su historia registra innumerables hechos, que la hacen digna del título que ostenta en su escudo: “Inmortal”.

Favorecida con la visita de la Virgen, por el año 40 y la predicación del Apóstol Santiago, su territorio fue abundantemente regado con la sangre de los mártires.

La fervorosa catolicidad de su pueblo, fue confirmada con la elevación a los altares de decenas de sus hijos, como Santa Engracia, San Pedro de Arbués, San Dominguito del Val, San José de Pignatelli.

La Ciudad de Zaragoza

fabetas, comprender el significado de esa oración mariana, y así poder practicarla y amarla de todo corazón.

Estando el programa del día de la Fiesta de Nuestra Se-ñora del Pilar muy copado, ellos pasaron la procesión para el día siguiente. Rápidamente, se popularizó entre los fie-les, el nombre del “Rosario de Cristal”, para designar esa portentosa manifestación religiosa.

Desfile de las magnificenciasEl entusiasmo creciente suscitado por los vitrales am-

bulantes, como modo de expresar el amor a la Virgen María, tuvo como resultado la fabricación de numerosos carruajes de vitral, encomendados por numerosas familias, organismos gubernamentales, instituciones oficiales y por particulares de todo el país.

Nosotros también podemos admirar en esa procesión un inmenso modelo de cristal de la Basílica de Pilar. Se destaca también el impresionante carruaje que, presidido por una gran imagen de Nuestra Señora, recuerda los principales santuarios marianos de España. No menos interesante es el conjunto relativo a la Asunción a María al Cielo.

Hay todavía carruajes que representan los más variados episodios y lugares religiosos: La Anunciación, San Do-mingo recibiendo el Rosario, el martirio de San Domin-guito del Val, la capilla de la Virgen de Pilar, la capilla de la Sagrada Familia. Finalmente, cerrando el cortejo, avan-za una inmensa nave, capitaneada por la Virgen del Pilar,

rodeada por las banderas de los países ibero-americanos, proclamando ser Ella la patrona de las naciones del Nuevo Mundo.

El “Rosario de Cristal” es un bello ejemplo, de como la piedad sincera de los fieles, valiéndose de los elementos cultura-les propios de cada civilización, engendra maravillas. ²

Diciembre 2003-Enero 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 51

Millares de personas visten sus trajes típicos.

El carruaje con la réplica de la Basílica de la Virgen del Pilar.

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La Iglesia Católica —con todos sus homena-

jes, con todos sus templos, con todos sus altares, con todo su respeto, con toda

su confianza, veneración y amor— no elevó tan alto a la Virgen como lo hizo el Evangelio, con aque-

llas palabras tan breves y simples: “María, de la cual nació Jesús que es llamado

Cristo” (Mt 1, 16).

(Fr. Monsabré, 30ª conf. de Notre-Dame)

La Iglesia Católica —con todos sus homena-

jes, con todos sus templos, con todos sus altares, con todo su respeto, con toda

su confianza, veneración y amor— no elevó tan alto a la Virgen como lo hizo el Evangelio, con aque-

llas palabras tan breves y simples: “María, de la cual nació Jesús que es llamado

Cristo” (Mt 1, 16).

(Fr. Monsabré, 30ª conf. de Notre-Dame)