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2/12/2014 Unión de Escritores y Artistas de Cuba http://www.uneac.org.cu/index.php?module=columna_autor&act=columna_autor&id=457 1/2 Buscar: Todas Volver al inicio | Ir atrás | Ir a final de página ASOCIACIONES NACIONALES ESCÉNICOS PLÁSTICOS ESCRITORES MÚSICOS MEDIOS AUDIOVISUALES Y RADIO COMITÉS PROVINCIALES Seleccione: LA UNEAC EVENTOS EDICIONES UNIÓN LA GACETA SELLOS EDITORIALES REVISTAS Y BOLETINES VILLA M ANUELA GALERÍAS HURÓN AZUL PRODUCTORA OCTAVIO CORTÁZAR AUDIOVISUALES TRABAJO CULTURAL COMUNITARIO AUDIOLIBROS TÍTULOS INÉDITOS LIBROS GRATIS SERVICIOS UNA OPINIÓN LA LITERATURA INVISIBLE Por: Guillermo Rodríguez Rivera La concesión de los dos más recientes premios nacionales de literatura — los otorgados a Leonardo Padura y Reina María Rodríguez— me han ayudado a acabar de definir unas ideas cuyo germen tenía en mente desde meses atrás. Lo primero que me gustaría aclarar es que admiro la obra del novelista y la poetisa. La poesía de Reina María (su autora está llegando ahora a los sesenta años) me interesó desde que apareció La gente de mi barrio, el primero de sus poemarios. Me pareció entonces que, de modo bastante obvio, ese libro estaba en la dirección de la poesía que venía, en estilo y asuntos poéticos, de la manera que caracterizó nuestros años sesenta, desde el cuaderno que mejor y primero la representó, que fue Historia antigua, de Roberto Fernández Retamar, de 1965. No tuve duda entonces que tanto por su fecha de nacimiento como por su trabajo poético, Reina María se colocaba como un claro final de la poesía conversacional que había sido el centro del trabajo de los poetas de mi generación aunque, en manera alguna, constituyó el único modo que ella tuvo de expresarse. Puedo decir que, cuando en 1984 fui miembro del jurado de poesía del Premio Casa, me complació contribuir a otorgarle a Reina María ese importante premio por su libro Para un cordero blanco. A la poesía conversacional rinde también tributo la voz de Nancy Morejón (1944) con poemarios como Amor. Ciudad atribuida y, sobre todo, Richard trajo su flauta y otros argumentos, de 1967. Pero, después, la poesía de Nancy enrumba por caminos diferentes: el hallazgo poético de su negritud y el culto a una expresión signada por el amor a la palabra lujosa, que le trae su formación en la tradición poética francesa. Pero Nancy tiene, desde bien temprano, el premio nacional de literatura, que todavía le falta a otra esencial voz femenina que — a mi modo de ver— debió recibirlo antes que Reina María. Estoy hablando de Lina de Feria. Todavía más que la de Nancy, la de Lina representa esa poesía de la oscuridad, del enriquecedor laberinto de la palabra que, en la poesía cubana, permanentemente aparece al lado de la poesía de la claridad. Creo que, además, Lina ha tenido más incidencia que Reina María en el trabajo de las nuevas promociones de poetas cubanos. A ese ámbito casaliano de la oscuridad, pertenece también la obra de Raúl Hernández Novás, a quien se ha colocado como representante de la “generación de los años ochenta”, denominada por algún crítico por su fecha de irrupción en la difusión de la literatura pero, como se ve, en la que puede resultar esencial una voz que pertenece a la generación que la precede. Nacido en 1947 —tres años después que Nancy Morejón y Luis Rogelio Nogueras, dos después que Raúl Rivero— Hernández Novás es un hombre de esa generación, que no pudo expresarse en los años setenta, en los que le habría correspondido naturalmente comenzar a publicar, porque es ese el momento dogmático del Quinquenio Gris, en la que no es admitida una poesía como la de Raúl, que tiene que esperar hasta los años ochenta para empezar a darse a conocer. Pero esa circunstancia sociológica no autoriza un cambio de generación. Ante la reaparición televisiva de algunos de los más destacados impulsores de la política cultural del Quinquenio, una zona de nuestra intelectualidad reaccionó vivamente, temiendo la reaparición efectiva de ellos en la dirección de la cultura. A través de la que se llamó en esos días “la guerra de los correos”, se dijeron electrónicamente las cosas que no se pudieron decir en los años setenta y, de alguna manera, fue también llover sobre mojado. El caso de Raúl Hernández Novás y el de mi propio poemario El libro rojo, aparecido muchos años después de 1971 – cuando debió editarse, después de haber sido finalista en el Premio Casa – nos están indicando que hace rato sonó la hora de cesar las repetitivas quejas sobre el Quinquenio y, en su lugar, precisar que procesos cortó, cuáles obras interrumpió y de qué manera alteró el proceso de nuestra literatura. Aunque no he sido íntimo de Leonardo Padura, creo que tengo una buena relación con él y, sobre todo, he sido un admirador de su obra narrativa. Mi voto fue el que, en muy reñida decisión, decidió el otorgamiento del premio de la crítica a su obra La novela de mi vida, sobre la esencial figura que es, para la literatura cubana, José María Heredia. Me hubiera parecido su novela mejor, si no hubiera sido porque, a la ácida crítica de Padura a Domingo Delmonte, le faltó un aspecto esencial: consignar el equivocado rechazo de Delmonte a los hallazgos románticos del poema herediano. Acaso Padura – narrador y no poeta – no pudo adentrarse en esa manquedad esencial de la sin duda muy calificada crítica delmontina. Por ello, entre sus novelas, sigo prefiriendo la excelente La neblina del ayer. La superexitosa El hombre que amaba los perros me parece un tanto reiterativa después de la gran trilogía histórica de Isaac Deutscher, que acaso la generación de Padura ignoró, pero que fue esencial para la formación ideológica de una fundamental porción de la mía. No hay que olvidar que el grupo de jóvenes pensadores que centró el trabajo de Pensamiento crítico, publicó regularmente en El Caimán Barbudo. Y, literariamente, creo que la investigación histórica le desborda la estructura novelesca a la novela: la trama sufre porque empiezan a aparecer situaciones narrativas que podrían ser útiles a la indagación histórica, pero que ella no necesita. Padura ha dicho que fue su generación la que devolvió la vitalidad a la literatura cubana tras el penoso período del Quinquenio Gris. Creo que esa es una visión extremadamente parcial. Las represiones y censuras del Quinquenio Gris fueron tan abarcadoras en el ámbito literario que fue casi toda la literatura cubana de valía – exceptúo a Nicolás Guillén y a Alejo Carpentier, que claro que no fueron censurados – la que recomenzó a devolverle vitalidad a la difusión de la misma. En cuanto a las obras nuevas, resultó esencial, en las entradas de los años ochenta, la obra de Luis Rogelio Nogueras: me refiero a la aparición de un poemario como Imitación de la vida, (Premio Casa de las Américas y elogiado por José Saramago) y de una novela como Y si muero mañana, en la que la trama policial se trataba como nunca hasta entonces se había tratado entre nosotros.

La Literatura Invisible. Por Guillermo Rodríguez Rivera

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    LA LITERATURA INVISIBLEPor: Guillermo Rodrguez Rivera

    La concesin de los dos ms recientes premios nacionales de literatura los otorgados a Leonardo Padura y Reina MaraRodrguez me han ayudado a acabar de definir unas ideas cuyo germen tena en mente desde meses atrs.

    Lo primero que me gustara aclarar es que admiro la obra del novelista y la poetisa.

    La poesa de Reina Mara (su autora est llegando ahora a los sesenta aos) me interes desde que apareci La gentede mi barrio, el primero de sus poemarios.

    Me pareci entonces que, de modo bastante obvio, ese libro estaba en la direccin de la poesa que vena, en estilo yasuntos poticos, de la manera que caracteriz nuestros aos sesenta, desde el cuaderno que mejor y primero larepresent, que fue Historia antigua, de Roberto Fernndez Retamar, de 1965.

    No tuve duda entonces que tanto por su fecha de nacimiento como por su trabajo potico, Reina Mara se colocaba comoun claro final de la poesa conversacional que haba sido el centro del trabajo de los poetas de mi generacin aunque, enmanera alguna, constituy el nico modo que ella tuvo de expresarse.

    Puedo decir que, cuando en 1984 fui miembro del jurado de poesa del Premio Casa, me complaci contribuir a otorgarle aReina Mara ese importante premio por su libro Para un cordero blanco.

    A la poesa conversacional rinde tambin tributo la voz de Nancy Morejn (1944) con poemarios como Amor. Ciudadatribuida y, sobre todo, Richard trajo su flauta y otros argumentos, de 1967. Pero, despus, la poesa de Nancyenrumba por caminos diferentes: el hallazgo potico de su negritud y el culto a una expresin signada por el amor a lapalabra lujosa, que le trae su formacin en la tradicin potica francesa. Pero Nancy tiene, desde bien temprano, el premionacional de literatura, que todava le falta a otra esencial voz femenina que a mi modo de ver debi recibirlo antes queReina Mara. Estoy hablando de Lina de Feria.

    Todava ms que la de Nancy, la de Lina representa esa poesa de la oscuridad, del enriquecedor laberinto de la palabraque, en la poesa cubana, permanentemente aparece al lado de la poesa de la claridad. Creo que, adems, Lina ha tenidoms incidencia que Reina Mara en el trabajo de las nuevas promociones de poetas cubanos.

    A ese mbito casaliano de la oscuridad, pertenece tambin la obra de Ral Hernndez Novs, a quien se ha colocado comorepresentante de la generacin de los aos ochenta, denominada por algn crtico por su fecha de irrupcin en la difusinde la literatura pero, como se ve, en la que puede resultar esencial una voz que pertenece a la generacin que la precede.

    Nacido en 1947 tres aos despus que Nancy Morejn y Luis Rogelio Nogueras, dos despus que Ral RiveroHernndez Novs es un hombre de esa generacin, que no pudo expresarse en los aos setenta, en los que le habracorrespondido naturalmente comenzar a publicar, porque es ese el momento dogmtico del Quinquenio Gris, en la que noes admitida una poesa como la de Ral, que tiene que esperar hasta los aos ochenta para empezar a darse a conocer.Pero esa circunstancia sociolgica no autoriza un cambio de generacin.

    Ante la reaparicin televisiva de algunos de los ms destacados impulsores de la poltica cultural del Quinquenio, una zonade nuestra intelectualidad reaccion vivamente, temiendo la reaparicin efectiva de ellos en la direccin de la cultura.

    A travs de la que se llam en esos das la guerra de los correos, se dijeron electrnicamente las cosas que no sepudieron decir en los aos setenta y, de alguna manera, fue tambin llover sobre mojado.

    El caso de Ral Hernndez Novs y el de mi propio poemario El libro rojo, aparecido muchos aos despus de 1971 cuando debi editarse, despus de haber sido finalista en el Premio Casa nos estn indicando que hace rato son la horade cesar las repetitivas quejas sobre el Quinquenio y, en su lugar, precisar que procesos cort, cules obras interrumpi yde qu manera alter el proceso de nuestra literatura.

    Aunque no he sido ntimo de Leonardo Padura, creo que tengo una buena relacin con l y, sobre todo, he sido unadmirador de su obra narrativa. Mi voto fue el que, en muy reida decisin, decidi el otorgamiento del premio de la crtica asu obra La novela de mi vida, sobre la esencial figura que es, para la literatura cubana, Jos Mara Heredia.

    Me hubiera parecido su novela mejor, si no hubiera sido porque, a la cida crtica de Padura a Domingo Delmonte, le faltun aspecto esencial: consignar el equivocado rechazo de Delmonte a los hallazgos romnticos del poema herediano. AcasoPadura narrador y no poeta no pudo adentrarse en esa manquedad esencial de la sin duda muy calificada crticadelmontina. Por ello, entre sus novelas, sigo prefiriendo la excelente La neblina del ayer.

    La superexitosa El hombre que amaba los perros me parece un tanto reiterativa despus de la gran triloga histrica deIsaac Deutscher, que acaso la generacin de Padura ignor, pero que fue esencial para la formacin ideolgica de unafundamental porcin de la ma. No hay que olvidar que el grupo de jvenes pensadores que centr el trabajo dePensamiento crtico, public regularmente en El Caimn Barbudo. Y, literariamente, creo que la investigacin histrica ledesborda la estructura novelesca a la novela: la trama sufre porque empiezan a aparecer situaciones narrativas quepodran ser tiles a la indagacin histrica, pero que ella no necesita.

    Padura ha dicho que fue su generacin la que devolvi la vitalidad a la literatura cubana tras el penoso perodo delQuinquenio Gris. Creo que esa es una visin extremadamente parcial.

    Las represiones y censuras del Quinquenio Gris fueron tan abarcadoras en el mbito literario que fue casi toda la literaturacubana de vala excepto a Nicols Guilln y a Alejo Carpentier, que claro que no fueron censurados la que recomenza devolverle vitalidad a la difusin de la misma. En cuanto a las obras nuevas, result esencial, en las entradas de los aosochenta, la obra de Luis Rogelio Nogueras: me refiero a la aparicin de un poemario como Imitacin de la vida, (PremioCasa de las Amricas y elogiado por Jos Saramago) y de una novela como Y si muero maana, en la que la tramapolicial se trataba como nunca hasta entonces se haba tratado entre nosotros.

  • 2/12/2014 Unin de Escritores y Artistas de Cuba

    http://www.uneac.org.cu/index.php?module=columna_autor&act=columna_autor&id=457 2/2

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    policial se trataba como nunca hasta entonces se haba tratado entre nosotros.

    Antes de otorgarle el Premio Nacional de Literatura a Leonardo Padura, me pareca ms justo y mucho mscorrespondiente con nuestra historia cultural, habrselo concedido a Eduardo Heras Len.

    El Chino, cidamente estigmatizado en los das del Quinquenio Gris por haber escrito el que me parece su mejor libro (Lospasos en la hierba) no escribi una literatura que las conservadoras grandes editoriales de los tiempos que correnhabran editado, pero contribuy, con varios libros de relatos de gran calidad a conformar una narrativa pica que, junto alos libros de Jess Daz y Norberto Fuentes, Ilustra los das heroicos en que se enmarcaron hechos como la batalla dePlaya Girn, la limpia del Escambray y la Zafra de los Diez Millones: no mirar esa historia, es no mirar lo que somos, esdesconocernos nosotros mismos.

    Lament enormemente cuando Jess decidi abandonar el pas y la Revolucin. Pero le escuch decir alguna vez a miprofesor Raimundo Lazo que los escritores no cruzan las fronteras con sus libros debajo del brazo. Si hemos publicadotextos de exiliados como Jorge Maach, Lino Novs Calvo y Carlos Montenegro, esenciales para comprender la literaturadel pas; si premiamos estudios sobre la obra narrativa de Calvert Casey, o publicamos un importante estudio sobre lacrtica cinematogrfica de Guillermo Cabrera Infante, creo que es imposible no reeditar novelas como Las iniciales de latierra la mas importante novela de la Revolucin Cubana o editar esa juguetona y trgica obra maestra que es Laspalabras perdidas.

    Admiro el trabajo de Padura, pero creo que tena tiempo para obtener ese galardn por un trabajo que abarque mejor laobra de toda su vida.

    Si vamos a subordinar el Premio Nacional a los xitos de mercado sobre todo forneos creo que desconoceremosnuestra historia y tendremos que esperar a que desde fuera nos digan cmo debe ser.

    Dos veces ha sido miembro del jurado que concede el Premio Nacional de Literatura. La primera vez, tuvimos en cuenta ladecisiva obra crtica de ngel Augier, pero tambin su ancianidad; lo propio ocurri al concederle el galardn a HumbertoArenal, autor de una obra narrativa un tanto magra. Valoramos la larga presencia de Humberto en la vida cultural cubana.

    Los jurados que conceden el Premio han variado numerosas veces. Por ello, no creo que su otorgamiento deba regirse porel variable criterio de los diferentes jurados, sino que debieran existir unas normas que guiaran la accin del jurado paraconciliar como ha sido en algunos casos el xito editorial con el reconocimiento a la obra de la vida y a la historia denuestra cultura, y no invisibilizar momentos, obras y autores esenciales de nuestra literatura.

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